Big Red Mouse Pointer

miércoles, 30 de octubre de 2013

(Encuesta) Mejor personaje de la 1º ronda

Pongo aqui los resultados de los mejores personajes de la primera ronda segun los votos de los fans.

1º  MAYA
Maya ha sido elegida el mejor personaje de la 1º ronda,sin duda es uno de los personajes mejores desarrollados y quizas en la que mas episodios ha aparecido,tiene el cariño de todo el mundo y estuvo entre los tres personajes favoritos de la primera entrega del fic,es sin duda un personaje impresindible en nh,es uno de los ejes centrales de nh2 y su personaje es de los que mas evolucionan en la trama,durante la primera ronda la hemos visto en muchas facetas diferentes,pero sin perder la esencia.

2º PUMA
Puma se conforma con el segundo puesto,casi empatado con Maya,y es que ha mucha gente parece haberle gustado el cambio radical que ha dado en esta segunda entrega,ahora mas misterioso e interesante que nunca va a por el primer puesto.

3º M.A.

M.A. sube en la lista de favoritos,se ha comvertido en una especie de lider del equipo,consiguiendo ser un personaje indispensable para el grupo,sin duda se ha ganado su puesto en el ranking,y aún no es nada con lo que le depara el futuro.

4º ALICE

Alice no ha sido muy protagonista en esta primera ronda,pero parece haberse ganado un puesto en el corazon de los fans,con esta nueva Alice malvada y casi sin control parece haber gustado a los fans,pero eso es solo una etapa de este personaje,junto con Maya es uno de los pocos personajes que mas han cambiado en nh.

5º INMA
Muchos han criticado a la prima de Maya,pero parece que a la mayoria de los fans les gusto mucho en la primera ronda,fue un personaje regular y constante,y diferente a las demas chicas,por lo que seguramente llamo la atencion del publico.

6º LEY
La favorita por exelencia de nh1 parece haber bajado algunos puestos en la primera ronda de la 2,quizas por que su personaje no aparecio hasta el final,pero aún asi se queda con una buena posicion ,siguiendole muy de cerca a Inma,Ley vuelve en esta ronda tras su desaparicion en nh2 con muchos secretos y misterios tras de si.

7º SACEDOG

Sacedog sigue con su trama aparte y sus seguidores fieles, con una nueva perspectiva del personaje y nuevos secretos  nadie se espera como evolucionara el personaje en los proximos capitulos,lo que si está claro es que sigue fiel a unos principios y a su vez diferente en ciertos aspectos.

8º NAITSIRC

Naitsirc se convierte en un personaje fijo en esta nh2,teníendo participacion en ella desde el principio,el personaje va cobrando cada vez mas protagonismo,pero sigue siendo casi "nuevo" para el publico,puede que por eso este en el 8º puesto.

9º JERICHO


 Jeircho se queda en ultimo puesto,pero no por ellos menos imprtante,con el factor de "el nuevo" es logico que no sea aaún parte de los favoritos,el tiempo dirá.


viernes, 25 de octubre de 2013

Los capítulos mas vistos de la segunda ronda de NH2

Aqui les dejo la lista de capitulos mas vistos de la segunda ronda:

1º  UNA REVELACIÓN IMPREDECIBLE

Sin duda el capitulo de Puma de esta segunda ronda a gustado tanto a público como a autores y es que en este numero tanto el autor Puma como el personaje suben el liston,hasta llegar a lo mas alto.

2º   MIS CAMARADAS Y YO

El capitulo de Ley se queda en segundo lugar,y es que el personaje es de los mas querido de todo nh y tanto las encuenstas como el numero de visitas lo demuestran,pero le ha salido un duro competidor.

3º  UN MAL DESPERTAR

El capitulo superimpactante de M.A. no ha dejado indiferente a nadie y se cuela como el  tercero mas visto,y esque tanto el personaje como el autor han sorprendido en este capitulo indispensable para todo fan de nh,

4º  LA CURA

El capitulo de Alice,da a entender que existe una cura ¿será verdad? sin duda un capitulo muy importante para el desarrollo de la protagonista donde se revela parte de lo que le paso en esos dos años que han pasado.

5º  CAÍDA (I Y II)

Tanto la primera como la segunda parte del capitulo de Nait se cuelan en el quinto puesto,sin duda uno de los capitulos mas largos de la historia y con un gran desarrollo de los personajes protagonistas.

6º  PESADILLA
El ultimo pero no menos importante es el capitulo de Sacedog,pero recordemos que esta ronda conto con menos episodios,aún asi en este capitulo vemos el desarrollo de la trama de Sacedog.

jueves, 17 de octubre de 2013

NH2: Capítulo 018 - Perdidos

Horas y horas de caminata sin cesar ya provocaban intensos ardores en las piernas de Alice, pero especialmente en su compañero quien había cargado en sus brazos a un niño adormecido, durante más de la mitad del interminable recorrido esperanzado en la posibilidad de conseguir reposo. Los hombros y codos del hombre se quejaban casi entumecidos añorando ser libres, sin embargo, su espalda era la que realmente sufría.

   Estuvieron caminando muy cerca de una inidentificada carretera, más no en ella, aprovechando lo boscoso del área para esconderse con los matorrales aún dueños de su color natural, libres de la temida y destructiva radiación. Una inteligente precaución propuesta por Alice que les había evitado confrontar alguno que otro muerto viviente, aunque no a todos.

–Ni siquiera sabemos hacia donde vamos… –dijo aquel joven hombre de cabello oscuro, desganado y cansado. 

–La carretera nos va a guiar. No te preocupes –respondió la rubia, mirándole por encima del hombro, emitiendo más confianza de la que realmente disponía.

–Te cabe razón, ¿pero adónde? –preguntó, retóricamente–. No creo que nos espere un refugio o un equipo de salvación.

–Lo sé. Aún así es mejor que quedarse en medio de la nada –consecutivamente los ojos de Alice se entornaron hacia un gran letrero que se había caído fuera de la carretera.

   La chica leyó, dificultosamente por el óxido y las plantas enredadas en él, que el gran aviso público indicaba una miserable distancia de 35 kilómetros para arribar a “Mississauga”.

–¿Mississauga? ¿Esto no es… Canadá? ¿Estamos en Canadá? –la incredulidad en el rostro del hombre era absoluta.

–Canadá… –nombró Alice, asombrada.

   Ambos meditaron por un segundo. No estaban tan seguros de cuanto les podía convenir esa ciudad… Pero parecía ser la única opción.

–Deberíamos continuar.

–Estoy muy cansado… –informó él, acomodando al niño recargado en su pecho–. ¿No podríamos sentarnos un rato?

   La rubia miró hacia el cielo dichas aquellas palabras.

–Creo que tenemos unos minutos –dijo con seguridad al notar la poca claridad que aún permanecía en el firmamento–. Ya casi nos va a caer la noche.

–Con cinco minutos bastará. Tampoco es que quiera estar mucho tiempo aquí con esos malditos cadáveres rondándonos.

   El pelinegro se acomodó sobre sus posaderas en un tronco caído con su hijo aún en brazos. Alice se sentó en paralelo sobre un montículo de piedras estirando perezosamente las piernas mientras dejaba escapar un gemido de alivio.

–Estás de mejor humor… –fue la observación del compañero de la chica.

–No es que sea una anciana que gruñe todo el día, ¿no?

–Ayer lo parecías –dijo burlón.

   Alice ladeó la cabeza y entrecerró los ojos.

–Ve dándole un poco al respeto, ¿no? –masculló presuntamente severa llevándose la mano a la funda del machete en su cintura.

–Lo siento –se disculpó él, aunque entre carcajadas.

–¿Tienes nombre? –preguntó ella girando su cuello lentamente para aflojar los “nudos” que se estaban formando a lo largo de sus hombros.

–¿Yo…? Soy Enrique. Y él –Enrique frotó la cabeza de su hijo–, es Félix.

   Ligeramente, el hombre sonrió. Quizás estaba agradecido de la poca importancia que la rubia estaba empezando a otorgarle.

–¿Tú cómo te llamas?

–Me llamo Alice… creo –dijo, vaga.

–¿Cómo es eso? –Enrique arrugó la cara con extrañeza.

–No sé si recuerdas que te dije que la muerte no era tan mala… Pues yo he muerto.

–No me jodas, Alice. Eres pálida pero no tanto cómo para ser un fantasma –la rubia sonrió, agraciada.

–Para nada. A lo que me refiero es a que yo no debería estar aquí. Yo morí hace mucho tiempo y me revivieron… Es difícil creerlo. Pero incluso te puedo decir que no fui la única.

–No parece que estés mintiendo… –respaldó Enrique, aunque con parcial convencimiento.

–Desde que “regresé” me he sentido muy extraña, confusa. Recuerdo muchísimas cosas pero no todas las siento mías –Alice se expresaba oscilando acerca de cómo se sentía en realidad–. Es sinceramente un vaivén. Incluso para mí es increíble toda esta situación.

–¿Quién te revivió…? –el tema estaba llamando la atención del pelinegro, demostrando este sus intenciones de ahondar.

–ESGRIP…

–¿La corporación farmacéutica? –por segunda vez Enrique frunció su semblante–. ¿La misma con el nombre de jarabe para la tos?

–Sí –con una carcajada de por medio la rubia afirmó–. Exactamente ellos.

–¿Y tú qué crees…? ¿Les debes las gracias?

–No lo sé. Pienso que he recibido otra oportunidad.

–En serio que es increíble… Pero bueno, hace un par de años nadie se imaginaba que el destino del planeta fuera este.

   La chica se veía cansada, decepcionada de algo ininteligible. El silencio hizo suyo el ambiente unos extensos segundos. Alice verificó su armamento… se apoyaba tristemente de sus dos pistolas de las cuales comprobó, al extraer los cargadores, que una de ellas tenía el cargador casi vacío, con apenas tres balas restantes, la otra aún estaba completa con 13 disparos… para proteger su integridad a corta distancia disponía ya sólo con uno de sus machetes puesto que el otro colgaba de la cintura de Enrique. Aún estaba apropiada del rifle pero la munición de dicha arma ya había expirado desde hacía mucho tiempo… sin embargo no quería próximamente encontrar algunos cartuchos y arrepentirse de no poseer su arma más larga.

–Enrique, tú que viviste en esa ciudad… ¿Nunca conociste a… M.A.?

–M.A… Ah sí, no pude convivir tanto con él pero sí compartimos en algún momento. Es un buen tipo o era… Bueno, no lo sé. De verdad espero que esté vivo –las palabras de Enrique produjeron una pesadumbre en el interior de Alice. La rubia asintió afligida torciendo los labios–. ¿Por qué lo preguntas? ¿De dónde lo conoces tú?

–Pues… formó parte del capítulo más intenso de mi vida –dijo alzando la mirada hacia la aproximación del anochecer–. Creo que ya deberíamos empezar a caminar.

–Bueeeeno, no fueron cinco minutos pero tienes razón… No podemos dormirnos en los laureles.

   Al mismo instante en el que Enrique intentó levantarse el pequeño Félix comenzó a moverse, bostezando y retorciéndose.

–¡Ya era hora! –dijo el hombre, sonriente–. Hola.

   Devuelta a la ruta, aquel trío continuó la caminata lo más silenciosamente posible para pasar desapercibidos a través del penumbroso bosque sobre el que se cernía la frialdad de la noche. Alrededor de una hora les tomó recorrer la distancia suficiente para avistar la primera edificación perteneciente a la desahuciada ciudad. La triste imagen gris de Mississauga se alzaba desde el horizonte.

–No tiene muy buena pinta… –observó Enrique con desaliento.

–Algo tiene que haber entre ese montón de ruinas, ¡algo! –espetaba Alice en un intento de imponer la esperanza sobre la decepción.

–Busquemos algún agujero donde escondernos hasta mañana y luego veremos qué podemos encontrar –el pelinegro se mostró sereno y razonable hasta donde pudo. Apretando con fuerza la mano de su hijo para seguir caminando.

   La avenida estaba bloqueada por una inconmensurable cantidad de vehículos embotellados, arropados por tierra y óxido. Apoyándose entre ellos consiguieron atravesar el mar de automóviles inservibles… El paisaje no era el más cálido… Edificios derruidos, reposando unos sobre otros creando extraños arcos, esculturas tétricas gigantescas esculpidas por el caos bélico llevaban a sentir una escalofriante desolación debajo de unas estrellas que gracias a unas nubes tenues y amarillentas cargadas de líquido intoxicado producían un creciente brillo verdoso para adornar a la joven noche. 

   El menguado progreso a través de la carretera les dirigió a adentrarse muy profundamente en la ciudad, ya ni siquiera eran capaces de mirar por donde habían llegado, por la distancia en combinación con la falta de claridad… faltarían minutos antes de que se encontraran caminando a ciegas porque ni la luna daba indicios de querer ampararlos. Debajo del elevado eran audibles sonidos… el roce de la suela de un zapato siendo arrastrado en el concreto, pasos irregulares y torpes que iban y venían… no estaban solos. 

   Al abandonar la avenida no tardaron en comenzar a presenciar el más cruento resultado… la mortandad originada por la guerra mundial entre los vivos y los muertos. El cúmulo de cuerpos se pronunció al instante en el que Alice, Enrique y su hijo ingresaron en las calles… el pequeño Félix se aterró con la presencia de tantos restos mortales a simple vista, incluso una minúscula cantidad de cuerpos se agitaron hambrientos.

–Por Dios… –Enrique miraba atónito todos los miembros repartidos a lo largo del asfalto. Estaba realmente impresionado por la masacre que se había desatado, y cómo el insufrible ecosistema había estado diluyendo de una forma muy bizarra lo que quedaba. El pelinegro sostuvo a su hijo junto a sí al interceptar a una peligrosa cantidad de muertos vivientes que emergían desde las zonas más oscuras¬.

   Lamentos, gemidos roncos eran producidos por las resecas gargantas de los seres que no se resignaban a morir aún. Sus esqueléticos cuerpos de piel agrietada secretaban un repugnante pus de entre su extremadamente delgada masa muscular. Algunos echaban de menos trozos de sus propios rostros dejando a la vista una macabra dentadura con carne pútrida entre los dientes, así como también carecían algunos de parpados que sostuvieran sus ojos pálidos como la cera.

   Se estaban acumulando de una manera increíble… A simple vista era imposible definir el punto de salida de tanta monstruosidad.

–Alice… Tenemos que salir de estas calles… y rápido –sugirió Enrique mientras una gota de sudor helada descendía por su sien.

   La rubia se entretuvo fugazmente con el cuerpo de un militar… aunque más con el arma que retenía debajo.

–¡¿Qué haces?! ¡Vámonos! –la desesperación del hombre crecía desmedidamente y más con su pequeño hijo a punto de romper en llanto.

   Un par de muertos vivientes demasiado próximos a Enrique fueron eliminados por este, llevándose el primero un machetazo en medio de las cejas que bastó para desarmar su cráneo y los trozos muertos y secos de su cerebro derribándolo al instante. Apartando a su hijo el hombre encaró al siguiente utilizando su prolongada arma blanca como guillotina. Llevándose las manos a la boca Enrique evitó vomitar al repugnarse de cómo había desmembrado a ese dúo de desdichados.

   Con prisa la rubia consiguió extraer un subfusil, asqueada por el hedor del cadáver saqueado. Enrique no conseguía entender lo que su compañera pretendía hacer… ¿Acaso tenía intenciones de confrontar a toda esa jauría de seres de ultratumba?

   Inmediatamente Alice alzó el arma automática e iluminó toda la calle con la luz de una linterna acoplada al cañón.

–¡Por allí! –la chica apuntaba con el pequeño foco hacia una calle más despejada. Realmente había conseguido convertirse en el faro del grupo.

   Alice sostuvo su nuevo armamento al nivel de su cintura para desvelar el camino con la linterna y se sirvió de su machete para arremeter contra los muertos que intentaban acercarse demasiado. Enrique igualmente aprovechó la misma disponibilidad de un arma gemela para defender a su hijo, y a sí mismo, de los zombis que se atravesaban en su camino mientras prácticamente arrastraba al niño por la calle.

–¡Alice espera! –el joven hombre se tomó un segundo para montarse al niño en la espalda y poder así aumentar la velocidad.

   La chica liquidó a otro muerto viviente dividiendo su cabeza en dos a desde la línea de sus ojos justo cuando Enrique ya le estaba alcanzando, pudiendo así continuar con su carrera. Desesperados, aceleraron al máximo el movimiento de sus pies hasta que pudieron dejar atrás la horda de deplorables cadáveres andantes… pero sin idea de hacia donde les estaba guiando la conmoción.

   Sus pasos consiguieron llevarles a un callejón ocupado por escombros principalmente compuestos por ladrillos, muebles y otros componentes de construcción que solían pertenecer al par de edificios que conformaban el estrecho pasadizo con una salida directa hacia la otra calle… también repleta de cadáveres, ya inanimados, la mayoría con la carne calcinada, ligeramente tornada en una masa viscosa ennegrecida que olorizaba horrendamente toda la vía pública.

–¡¿Qué pasó en esta ciudad?! –preguntó Enrique a nadie en especial protegiendo su nariz con su mano de los vomitivos hedores.

–Esto es un infierno. Fue un error entrar aquí… 

   Enrique dejó en el suelo a Félix mientras este derramaba lágrimas, aterrado, con un llanto silencioso por el shock. Hincando una rodilla en el suelo abrazó a su hijo para brindarle consuelo.

–Hey… ¡Allí! –Alice le propinó un golpecito en el hombro con la punta de los dedos a su compañero adulto mientras enfocaba con la linterna la entrada de un gran supermercado a un par de calles.
–No perdamos tiempo. Odio estar aquí afuera… odio estas malditas calles.

   Por aquella vez el pelinegro tomó la iniciativa de emprender el recorrido hacia las puertas del sitio que simulaba la aliviadora imagen de un refugio. La chica extrajo el cargador del subfusil para estar segura de que podría contar con él si las cosas se tornaban color de hormiga. Poseía poco más de la mitad de las balas que cabían en el cargador, 13 concretamente.

   Esta vez sin demasiada dificultad alcanzaron su destino. Las puertas se habían atascado, sin embargo bastó con la fuerza de Alice y Enrique para liberarlas.

–Rápido, rápido –fue la orden de la rubia al instante en el que entraban.

   Encargándose de asegurar de nuevo la entrada tomó su rifle y lo introdujo entre los agarradores de las puertas para trabar su apertura. Inmediatamente Enrique arrastró un mostrador con sumo esfuerzo para respaldar la seguridad en la entrada principal del supermercado. Una vez hecho su trabajo se dejó caer sentado en el suelo apoyado del mueble que había colocado como obstáculo.

–Estás temblando –dijo Alice con seriedad observando cómo las manos del pelinegro parecían vibrar.

–¡¿Tú crees?! ¡Para nada estoy acostumbrado a esto!

–Creo que ya podemos estar un poco más tranquilos aquí… –supuso la rubia para relajar algo más a su compañía–. Solamente…

–¿Tranquilos? ¡Estamos en medio de una puta ciudad con un millar de muertos que caminan en ella! ¿Cómo vamos a estar tranquilos aquí encerrados esperando a que esas cosas nos devoren? ¡¿Eh?! –Enrique estaba perdiendo los estribos a causa de la presión de tener la literalidad de la muerte siguiendo los pasos… Pero sus palabras aunque desmesuradas, aún así, tenían peso, tenían verdad–. ¡Yo no-…!

   Las palabras fueron interrumpidas por la perturbadora silueta de un humanoide sombrío acechándoles desde el final del pasillo.

–¡Félix! –el niño se espantó por el grito de su padre, quien se incorporaba exaltado sobre sí.

   Una vociferación gutural desde la penumbra alertó a Alice para hacerla voltear y enfocar con su linterna a un trío de infectados que comenzaban a correr eufóricamente hacia ellos. Una estruendosa ráfaga de proyectiles de plomo hizo caer al infectado que más se había apresurado con un orificio en la frente… Inmediatamente bajó el subfusil, tanto ruido estaba por atraer a todo el vecindario de carnívoros. Jamás se le había cruzado por la cabeza el concierto que iba a concebir.

   Haciendo uso de su fiel machete Alice decapitó al siguiente infectado mientras que Enrique se interpuso entre el pequeño Félix y el último de los muertos vivientes de una manera torpe tan desmesurada que le fue imposible extraer su único armamento para encarar a la tenebrosa amenaza que quería atentar contra su vida. 

   El zombi embistió ferozmente al pelinegro llevándolo al suelo con una fuerza que ni él mismo había podido imaginar. Aprisionándole con su ensangrentado y malherido cuerpo el zombi se retorcía sobre Enrique agitando su mandíbula frenéticamente en un intento por hincar sus sucios dientes en la carne fresca que se resistía férreamente presionando su antebrazo contra el cuello del no-vivo. Célere, la cabeza del infectado fue perforada por el machete de Alice poniendo fin a su contiendo por la obtención de carne fresca.

   El hombre le propinó un empujón al cuerpo inerte justo antes de llevarse las manos a la cara, aterrado e incapaz de temblar más de lo que ya estaba. Sin embargo sus pensamientos se concentraron el bienestar de su hijo, por quien brincó del suelo para asegurarse de que se conservaba intacto.

–Eso estuvo demasiado cerca –afirmó Alice en el momento en que desencajaba su arma de acero del cráneo de la víctima. Sus compañeros se inmutaron, ella esperó unos segundos con algo de incomodidad ante el reciente problema… parcialmente causado por sus decisiones. Siento culpabilidad, sin duda–. Yo… iré a chequear que no haya ningún otro infectado… 

   Dada la información la chica se retiró por el pasillo empleando el subfusil para revelar su camino. Los malestares se producían en ella de forma acumulativa, ya comenzaba a costarle pensar con claridad, quizás solo necesitaba parar por unos instantes. Para completar su día entre los pasillos se topó con una desagradable sorpresa. Infectados baleados, cadáveres desmembrados. Claros indicios que definitivamente demostraban la batalla campal desatada allí recaudadora de más de 20 muertos, todos desperdigados por el área... y lo que más incomodidad le causaba era el hecho de que parecían no tener mucho tiempo allí, algunas horas como mucho. 

   Después de analizar la escena se mostró particularmente interesada en piezas de una vestimenta hecha para confrontar radiación, tirada en el suelo, destrozada. No había contemplado la posibilidad de que la ciudad hubiera sido alcanzada por la radiación. Adentrándose un poco más, Alice se posicionó junto un refrigerador volcado, contenedor de múltiples botellas de agua. Tomó un par de los envases plásticos y regresó sobre sus pisadas evadiendo asqueada la alfombra de cuerpos y sangre.

   Devuelta al lugar donde yacían Enrique y su hijo notó como estos parecían un poco más calmados.

–¿Cómo se sienten? –preguntó Alice, extendiéndole una botella de agua al pelinegro.

–¿En realidad puedes preguntar eso…? –dijo él con ironía sujetando lo que la chica le ofrecía.

–Lo sé, lo sé. Pero es que creo que… podemos estar expuestos a la radiación.

   Enrique guardó silencio por un instante, mirando el suelo.

–Sinceramente me da igual… Sólo busquemos un lugar dónde descansar.

   Alice pretendía darle mucha más importancia al tema… pero aún así cayó en cuenta de que podría ser una simple corazonada. Sin embargo era algo que no dejaría olvidado del todo.

   Dispuestos a encontrar reposo, el trío se encaminó a la zona de empleados. No tardaron absolutamente nada en dar con el comedor amueblado con un par de sofás, fregadero, una cocina, microondas, varias mesas y también sillas para el uso del personal que un día trabajó allí. Todo muy bien arreglado haciendo un contraste muy marcado con todo lo que venían viendo, signo de que no había recibido visitas en muchísimo tiempo. 

   Destruidos no sólo psicológica sino de igual manera físicamente, Alice, Enrique y el pequeño Félix se apoderaron de la comodidad de los sofás para intentar entregarse a los brazos de Morfeo.

   La noche había transformado aquella ciudad marchita en una auténtica boca de lobo donde no reinaba más que la muerte misma, abundante y andante.

Disparos… sonoros y estremecedores disparos retumbaron en los oídos de Alice para hacerle abandonar su dificultosamente conciliado sueño. Incorporándose de su postración sus ojos se cruzaron con los de Enrique y su pequeño hijo, quienes reposaban en paralelo. De inmediato se pusieron sobre sus pies.

   Por impulso la rubia fue la primera en abandonar la sala para regresar a los corredores del supermercado. Con pisadas ligeras y el cuerpo gacho se dirigió sigilosamente al origen de los plomazos. En escaso tiempo alcanzó la entrada y pensando dos veces elevó la cabeza por el mostrador para ver a través de las puertas de cristal como se celebraba una carnicería. Un grupo de hombres, de al menos 13 sujetos algunos con bragas anaranjadas, otros con vestimenta irregular pero todos poseedores de un equipamiento de calidad militar, se encontraban despachando a un numeroso conjunto de zombis acumulados a las puertas del establecimiento.

–Rápido muchachos que la maldita calle no tarda en ponerse caliente –imperó un tipo de cabeza rapada, tono de piel oscura y pronunciados tatuajes a lo largo del rostro–. ¡Ustedes tres conmigo! Vamos a agilizar un poco la labor –dada la nueva orden el ahora escuadrón se dirigió a la zona de descarga del supermercado donde podrían acceder por la parte trasera… concretamente la del almacén.

–Alice, ¿qué pasa? –preguntó sorpresivamente Enrique detrás de la susodicha.

–Ha-hay graves problemas… busca a tu hijo, tenemos que buscar una manera de salir de aquí –la chica se encontraba realmente atemorizada.

–Podemos salir por el almacén…

–No, van a entrar por atrás. Busca al niño y escóndete –reclamó tenaz.

   Veloz el pelinegro acató la indicación y fue en busca de su pequeño. Lo mejor que podían hacer era optar por la evasión, un enfrentamiento directo no iba a resultar en nada favorable para ellos, estaban en total desventaja.

–¡Listo muchachos! –habían finiquitado su violento asunto con el cúmulo de muertos–. Vamos a abrir las puertas.

   Era hora de que Alice se apartara del lugar y se colocara a cubierto.

–Para nada, esto está bien cerrado… Alguien la bloqueó. Seguro fueron los otros desgraciados… hasta atravesaron un rifle.

–¿No puedes sacarlo? –sugirió uno de ellos.

–Que va, mi mano no llega –desistió–. Esperemos que Crow nos abra el paso, mientras, hay que estar bien alerta con los carnívoros.

   Un trío de hombres se dispersó a lo largo de la calle con separaciones de prolongados metros para reconocer la zona y vigilar las amenazas que pudieran hacer acto de presencia mientras el resto permanecía en la entrada.

   Alice se mezcló prontamente entre los corredores aprovechándose de la ligera oscuridad remanente. Pesados pasos comenzaron a sonar con leve eco dentro del supermercado.

–Atentos, muchachos. No queremos sorpresas con ningún muertito –había pensado por un segundo que podría ser su compañero con su pequeño hijo pero estaba muy equivocada… era ese sujeto tatuado, el supuesto Crow–. Quiero un barrido de la zona.

   Los ojos de la rubia recorrieron el entorno en busca de las posibilidades. Tenía a su disposición una vasta cantidad de corredores, pero podría terminar acorralada si no pensaba correctamente… Ellos eran cuatro y estaban muy bien armados. La situación era delicada.

–En serio. Parece que el coronel no exageraba respecto a este lugar… –decía uno de ellos.

–¿Coronel? ¿De quién coño me hablas?

–El coronel, el tipo este que…

–Dirás el “general”, idiota.

–Da igual. Lo que me sigue impresionando es el hecho de que no hayan saqueado este sitio.

–Si ves las calles te darás cuenta de que la guerra que se desató no le dio oportunidad a nadie.

–Puede ser… todo se hundió tanto en la mierda en tan poco tiempo.

   Tenía que guiarse con el haz de sus linternas para mantenerse fuera de su rango de visión, sin embargo había suficiente luz como para ser vista con facilidad.

–¡Hey, Crow!

–¿Qué pasa? Baja la voz –atendió este, aproximándose a paso ligero,

–Creo que he encontrado a los tres tipejos que abandonaron el hospital –informó uno de los matones.

–De hecho eran cuatro… –corrigió Crow. El moreno se acercó a los cuerpos que nadaban en sangre, fácilmente identificables por sus ya no tan relucientes monos anaranjados–. El otro estará por ahí en forma trocitos… Pobres bastardos.

–Estos fueron los que atacaron al General, ¿no es así?

–Sí, pero… A este tipo le cortaron la pierna con demasiada precisión –señaló con menudencia aproximándose aún más al cadáver con el miembro cercenado–. Y a este… a este le fue pésimo… pero le rebanaron la mano y la cabeza con muchísima precisión también –mostrando aún más escrupulosidad en el siguiente desdichado–, y para eso se necesita un arma larga y de muy buen filo.

–¿Cómo un machete? –sugirió.

–No, los machetes son muy rudimentarios como para hacer esto. Yo estaba pensando más en una espada… algo como una katana –especuló Crow, hincando una rodilla en el suelo cuidadoso de no empaparse con ningún líquido carmesí.

–Pff… ¿Quién estaría tan chiflado como para cargar algo así en estos días?

–Realmente, sería muy inteligente, puesto que a una katana no se le acaban las balas… Pero para hacer este tipo de cortes necesitas tener una buena técnica y por supuesto tener una espada… y estoy completamente seguro de que el general no tiene ninguna –la intriga se agrandaba a pasos agigantados.

–Así que…

–Hay algo muy extraño en lo que nos contó el general. Porque él no hizo esto –complementó el hombre poniéndose de pie.

   A pesar de la curiosidad producida por la peculiar historia que se traían entre manos aquel par, Alice decidió comenzar a moverse entre los estantes aprovechándose de la distracción de sus potenciales enemigos, decidida a encontrar a las dos personas que le habían acompañado durante la travesía pero con los nervios asfixiándola por saber que sólo bastaba un paso en falso para llevarla a la muerte o quizás a algo peor… 

–Oigan –dijo uno de los matones.

–Sí, yo también lo escuché. Parece que tenemos un huésped.

   Instantáneamente los latidos en el corazón de Alice se descontrolaron, lo que le llevó a extraer su pistola de la funda en su pierna. Manteniendo la serenidad, se hizo más pequeña adoptando una posición casi fetal esperando la personificación de la amenaza que se le venía encima.

   Pero no ocurrió, sus lentos y pausados pasos no eran los que habían atraído la atención del grupo de inquisidores. “Enrique” pensó la rubia al ver de reojo por uno de los bordes de los estantes cómo tres hombres se dirigían cautelosamente hacia el área donde anteriormente dormía plácidamente. Necesitaba hacer algo pero no tenía certeza. Quizás consiguiera escabullirse él y su niño y sus alguna acción demasiado llamativa fuera innecesaria, o probablemente necesitaban de su ayuda más que nunca.

–¡Hey, hey, hey! –tres detonaciones de los rifles de alto calibre que poseían esos sujetos retumbaron en el establecimiento–. ¡Por aquí escapan!

   Enrique se hallaba en un proceso de escape desesperado a través de los corredores del área de empleados, evadiendo balas de más de 7 milímetros mientras movilizaba a su hijo llevándole de la mano. Se apegó contra una esquina en el instante en que un dueto de disparos casi le acariciaron las carnes. Necesitaba ir más rápido y las capacidades motoras de su hijo eran tan menores a las de él que no tuvo otra opción más que volver a cargar con él. Se preparó para emprender una carrera nuevamente pero apenas abandonó su cobertura sintió un proyectil, despedido por uno de los rifles que venían siguiéndole el trayecto, atravesarle el muslo.

   Con un alarido el pelinegro se derrumbó, estrechando a Félix fervorosamente contra sí para protegerlo con su integridad.

–¡¿Adónde te crees que ibas?! –preguntó retóricamente uno de los matones clavando implacable su bota en las costillas de Enrique–. ¡Levántate!

   Otra patada castigó el costado del hombre, agraciado.

–Venga, deja a ese mocoso –fue la orden del sujeto que le había perforado la pierna y ahora halaba de sus ropajes para despegarlo del niño–. Ayúdame con este imbécil –solicitó a uno de sus tres compañeros que recientemente se acercaban.

   Entre ambos con sumo esfuerzo desprendieron a los familiares que solían abrazarse en llanto. El constante forcejeo por parte de Enrique provocó que su captor arremetiera contra su mandíbula impactándola con la culata del rifle. Aturdido el pelinegro intentó levantarse pero recibió otro golpe con el armamento en la boca del estómago de lo doblegó enseguida.

–¡Basta! –una voz, grave, exclamó con ímpetu atrayendo la atención de todos los presentes.

   El cuarteto de matones se topó con el cañón de una pistola que apuntaba directamente a la frente del más atrasado del grupo, Crow. Una rubia sujetaba la empuñadura del arma de fuego manteniendo a la vez una cara de pocos amigos.

–Apártense y déjenlo en paz –exigió Alice, sujetando también su machete, justo debajo de su pistola.

   La reacción fue muy distinta a la deseada. El primero en peligro, Crow, no hizo sino reírse en la cara de la chica negando con la cabeza. El resto de hombres parecía realmente consternados hasta que quien aparentemente se mostraba como el líder había actuado de una manera tan relajada que les contagiaba a ellos también.

–¡¿Qué es tan gracioso?! –la rubia parecía alterarse con la desafiante expresión de su enemigo.

–Mira… cosita, tienes unas agallas de puta madre pero también eres estúpida –comentó el hombre con los tatuajes en la cara, risueño, recorriéndola con la mirada–. Nosotros somos cuatro y tú estás prácticamente sola porque el inútil de tu amigo no está en condiciones de ayudarte… Mátame y estos tres muchachos te van a liquidar… y si… por algún acto mágico consigues salir de esta, afuera tienes a diez hombres esperándote.

   Alice apretó la mandíbula con impotencia, todo lo que había dicho ese hombre cierto. Esperaba conseguir un rehén pero no fue así, aquel tipo tenía demasiado raciocinio.

–¿Quién está dispuesto a llevarse un balazo? –preguntó Alice–. ¿Tú lo estás? –dijo más directamente al sujeto tatuado, el cual era acosado por el cañón de su pistola.

–Ya suelta el arma, nena –la sugestión era absurda. El cuadro de sujetos se mostraba feliz por algo que ella no terminaba de imaginar.

–No te vamos a hacer ningún daño, cariño. 

   Crow chasqueó la lengua y con una velocidad invisible atrapó la muñeca de Alice apartando el arma antes de arrebatársela al propinarle una patada en el estómago que la llevó varios metros en retroceso hasta finalmente caer en el suelo. 

   Adolorida y con una desesperante falta de aire se incorporó lo más rápido posible adoptando una posición en cuclillas desenfundando su segunda pistola… desgraciadamente sus esfuerzos fueron frustrados por una bala que se clavó en su brazo, una bala detonada desde su pistola, la que ahora pertenecía al tipo de la cara tatuada. 

   Gruñendo de dolor Alice cayó al suelo sujetando sus bíceps para vanamente tratar de frenar el sangrado. 

–Buenas noches, amorcito… –sus claros ojos se centraron en la gran figura de su enemigo, y especialmente en la de su largo y pesado rifle de asalto hasta que aquella artesanía metálica se estrellase en su cabeza para despedirla del mundo de los conscientes…

   Sus esfuerzos no habían servido en absoluto. Su suerte la había sentenciado.

   Después de un muy largo periodo de siesta involuntaria. Alice recobró la voluntad sobre su cuerpo. Estaba tirada en el suelo, apoyada de espaldas contra algo que no alcanzaba a reconocer e inmovilizada… ¿Dónde se encontraba? ¿Qué estaba pasando? Quería gritar pero descubrió que no era conveniente hacerlo hasta no tener la verdadera naturaleza de su situación. Obviamente esos tipos le habían llevado a la que posiblemente era su guarida.

   Lo primero que identificó fue el material con el que le habían apresado. Agitó sus brazos inútilmente, esos cables estaban bien amarrados y por más que se moviera no se soltaría nunca. De igual manera notó un trapo amarrado alrededor de su brazo de manera improvisada obstruyendo la salida de sangre de su herida aún latente…

   Los minutos corrían con sofocante lentitud, la espera era inquietante, molesta. Las expectativas crecían en el interior de Alice ¿Qué harían aquellos hombres con ella? Nada bueno ciertamente… y aún no conseguía imaginar qué era lo peor que podría ocurrirle. Una incontable cantidad de situaciones para nada agradables se daban lugar en su imaginación… Pero algo que le perturbaba sin ceso era la morbosa impresión que le habían dado aquellos sujetos. No parecían nada agradables y por más vueltas que le daba a la cabeza no sentía encontrarle salida a un temido desenlace. Una horrible situación que había creado en su mente con automaticidad.

   La sangre le hervía de sólo pensar que alguno de esos asquerosos seres pudiera ponerle un dedo encima… sin embargo su consternación aumentaba al saber de que se trababa de un numeroso grupo de sujetos. Era una realidad que tenía que mentalizarse para lo que se le estaba viniendo encima, necesitaba encontrar una manera de bloquear su consciencia. La meditación quizás podría salvar su voluntad…

–¡Por favor! ¡No! –inmediatamente resonó después de un portazo.

   La voz era claramente de una mujer, desesperada. En su ruego era audible el estado tan quebrado de su alma. Otros gritos se escucharon, aún más desgarradores, llenos de agonía. Alice podía ver un tenue haz de luz que se filtraba por debajo de la única puerta existente en la habitación permitiéndole observar ligeramente donde estaba. La decoración y los objetos que alcanzaba a observar le decían que no se ubicaba sino en una lúgubre habitación de hospital… Mas ininteligibles ruidos aparecieron instantáneamente.

   Era ridículo e imposible… No le temía a nada más que a imagen de aquellos enfermos y la experiencia, que estaba suponiendo, no tardaría demasiado en tener era absolutamente nueva para ella. Jamás había consumado ningún tipo de relación sexual… y estaba por descubrir lo que significaba de la peor forma posible. Se sentía terriblemente impotente, sus ojos amenazaban con derramar su desdicha en la imagen de pesadas lágrimas.

–¡Dios qué rica! –en aquel hombre era notorio el afán de su enardecida voz.

–¡Mataría por una grabadora en este instante! –exclamó otro sujeto con emoción.

   Se estaba llevando a cabo una retorcida orquesta. Risas y alaridos jocosos opacaban a una débil y destrozada voz que no paraba de gritar entre quejidos y un desconsolado llanto. Proviniendo todos esos murmullos del exterior de la habitación, apenas lejos, a unos pocos metros de distancia. El corazón de Alice saltó a su garganta cuando imaginó de manera inercial lo que se suscitaba muy cerca de ella agravando su estado de humor y su terrible percepción a lo que avecinaba inexorablemente.

   Todos sus músculos se tensaron en el instante que un grupo de pies se situaron en la vía de acceso de la luz que llegaba a la habitación. Los latidos que generaba el corazón de la rubia aumentaron al momento en que la manilla de la puerta giró y esta se abrió aparatosamente estremeciendo su calma.

–Hola… –dijo un hombre bajo el dintel. La perversión en su voz provocaba un desagradable escalofrío en la columna de Alice.

–¡Muchachos hay que ver que nos hemos sacado el premio gordo con esta gatita! –exaltado uno de los hombres se apresuró a ingresar en la habitación pero quien había abierto la puerta le frenó poniéndole una mano en el hombro para empujarlo con violencia.

–¿Adónde coño te crees que vas, imbécil? Yo la atrapé, así que yo soy el privilegiado –era ese sujeto, el de los tatuajes en la cara…

   Alice volvió a agitarse vehementemente, desesperada.

–Pero mira qué tierna es… intentando escapar –con una perversa sonrisa y unos gestos guasones empezó a caminar hacia la chica–. Tengo debilidad por las chicas patéticas… y más si son rubias porque me la ponen como una roca en segundos –dijo apretando su puño y empleando su antebrazo para ejecutar una mímica morbosa.

   Rápidamente el sujeto se situó enfrente de Alice, hincando una rodilla para apreciarla de una mejor manera. Lentamente aquel hombre acarició su rostro con la punta sus dedos pero ella le rechazó zarandeando la cabeza agresivamente.

–¡No me toques maldito asqueroso! –repudió Alice.

–¡Uau! Si así gritas ahora sólo imagina cuando te ponga en tus cuatro patas… hasta vas a llorar –dijo el hombre del rostro tatuado antes de lamerse los labios.

   Pronto la mano del presuntamente reo descendió hasta el torso de Alice donde osó acariciar un seno de la rubia. Cómo respuesta ella expelió bravamente un buche de saliva en su cara. El sujeto rió.

–Nunca es de otra manera ¿No, muchachos? –dijo él empleando su camiseta para limpiarse el escupitajo¬–. Sin embargo sólo se necesita un pequeño incentivo….

   El hombre cerró con extrema fuerza su puño sobre la boca de Alice, posteriormente usó los nudillos de su otra mano para castigar una vez más la mandíbula de quien le había irrespetado hasta finalmente culminar con un último devastador puñetazo dado con su mano derecha conectando de lleno en la mejilla.

–… para conseguir un poco de colaboración –la fuerza y petulancia de Alice se desvanecieron entre los inmisericordes castigos. Sujetando su mandíbula el agresor levantó su cara para ver sus ojos desenfocados–. ¿Qué me dices ahora, zorrita? ¿No hay nada más que salga de esa boquita? ¿Así estás bien o necesitas otro? Creo que no te he pegado tan duro, nena.

–Estoy seguro de que es suficiente –exclamó otro sujeto recién ingresado a la habitación– Necesito que salgan todos.

–Pero…

–Es suficiente, todo mundo fuera, necesito la sala vacía…

–Está bien, es injusto pero si te la quieres ***** tú primero… –el hombre de los tatuajes se levantó y salió con el resto de sus amigos cerrando la puerta a sus espaldas estruendosamente.

   Alice abrió los ojos para observar al nuevo problema pero la luz de una potente linterna impactaba directamente a su cara obligándole a cerrarlos de nuevo. Sus oídos percibían que quien fuera que estuviera allí se estaba moviendo de un lado a otro. Estaba desorientada, le ardía toda la mandíbula y parte de su cara… no tenía muchos ánimos como para continuar su contienda por descifrar el siguiente suceso. Que pasara lo que tenía que pasar…

   Después de un breve instante, aquel hombre se arrodilló enfrente de Alice y sostuvo su igualmente su mandíbula pero con muchísima más delicadeza para frotar un trozo de tela bajo sus labios y remover un hilacho de sangre que se derramaba de entre la boca de la chica.

–No… déjame… –balbuceaba aturdida.

–Quieta –ordenó él.

   Consecuentemente aquel se dispuso a desamarrarla… fue cuando Alice se asombró de tal manera que abrió con esfuerzo los ojos para ver lo que estaba haciendo pero la linterna seguía perturbando su visión. Una vez estuvo libre, el desconocido le ayudó a levantarse y le dirigió para que sentara sobre el la única cama que se encontraba en la sala. Se sintió aliviada, se llevó la mano a la cabeza para intentar contener el dolor atormentador. Cuando observó a su “salvador” le encontró de espaldas, acomodando la linterna y regulando la cantidad de luz que esta emitía.

   No tardó en volver a ella… allí finalmente consiguió mirarle directamente a los ojos. Su mirada era insondable, apenas había conseguido reconocer aquella imagen.

–Tengo preguntas que hacerte, Alice.

–Es… imposible… ¿Puma?

#Proyecto Alice