Big Red Mouse Pointer

sábado, 31 de mayo de 2014

Encuestas al mejor capítulo y mejor personaje de la 4º ronda de NH2

Muy buenas lectores, hoy se abre la encuesta para votar el que sería para vosotros el mejor capítulo de la 4º ronda. Dicha votación se hará mediante una encuesta en vez de hacerlo mediante el número de visitas. La encuesta está donde siempre, en el margen derecho del blog, a medida que vais bajando la página del blog, ahí se encuentran en nombre del autor del capítulo que más os haya gustado. La encuesta permanecerá abierta hasta el 25/06/14. Os dejo aquí el listado de los capítulos de la 4º ronda de Nuestra Historia 2.


Capítulo: NH2: Capítulo 027 - El reencuentro ; Autor: Proyecto_Alice


Capítulo: NH2: Capítulo 029 "El encuentro" ; Autor: Mayastella

Capítulo: NH2: Capítulo 030 - Desconfianza ; Autor: Naitsirc

Capítulo: NH2: Capítulo 031 - Asuntos pendientes ; Autor: Inma Linga


Y bueno, también acorde a los capítulos, se abren las votaciones para votar al mejor personaje de la 4º ronda, ya sean protagonistas o secundarios, aquellos que aparecieron en esta ronda pelearán por alcanzar el primer puesto. Esta encuesta finalizará también el 25/06/14.

Saludos

#Sacedog

martes, 27 de mayo de 2014

NH2: Capítulo 031 - Asuntos pendientes

—Crow no es ningún genio, en eso tengo que darte la razón –dijo mientras pisaba la colilla que acababa de tirar–; pero tampoco es estúpido.

—¿Entonces? –preguntó Eva débilmente aún con el gesto contraído por el dolor.

—En realidad no es que sea algo que me importe, pero tampoco puedo simplemente dejarlo correr –admitió–. La situación es demasiado delicada como para quedarse de brazos cruzados. Además, ya sabes que ese no es mi estilo.


La mujer se limitó a asentir y él se separó de la ventana en dirección a la silla en la que se había colocado ella. Con mirada grave comprobó de nuevo su estado, pero no añadió nada más sobre aquel asunto, al menos, por el momento. Eva, por su parte, volvió a encorvarse sosteniendo la cabeza entre unas temblorosas manos mientras entrecerraba los ojos. Que estaba sufriendo era evidente y Puma era consciente de ello.


—Estoy de acuerdo –hizo una pausa para tomar aire–, pero no creo que deba hacerse algo aún. El ambiente está bastante caldeado.

—Lo sé, no tenía pensado hacer ningún movimiento por el momento –se separó del lado de la mujer y apoyó la espalda en la pared mientras se cruzaba de brazos–. Y menos ahora mismo.


Volvió a reinar el silencio, pero a ninguno de ellos le importó. Eva seguía sosteniéndose la cabeza con la vista fija en las baldosas y Puma, cerrando los ojos de manera despreocupada, había empezado a tararear una de sus canciones preferidas. Por un momento, y si no hubiera sido por las lejanas voces que resonaban por aquel umbrío pasillo, hubieran jurado que el tiempo se había congelado.

A pesar del dolor que recorría cada fibra de su cuerpo, Eva no pudo ignorar aquella pegadiza melodía que tarareaba el pelinegro. El recuerdo de su compañero bailando mientras cantaba esa misma canción se le vino a la mente. Había pasado ya mucho de aquello, pero nunca podría olvidarlo. En aquel entonces apenas conocía a Puma y pensaba que en verdad era alguien serio; por lo que nunca se hubiera imaginado verlo bailando después de terminar una de aquellas misiones que solían hacer. Reviviendo aquel momento no pudo reprimir una carcajada, pero al instante se arrepintió al volver a sentir unas punzadas de dolor en el estómago.

Aquello fue suficiente para que el pelinegro se separase de la pared e interrumpiera la melodía. Con gesto preocupado dirigió su atención hacia Eva.


—Qué tiempos aquellos… –murmuró ella.

—Sí, qué tiempos.


El silencio volvió a hacerse dueño del momento, pero esta vez no por mucho tiempo.


—Quién diría que estaríamos hoy aquí –musitó–, y en estas condiciones –no pudo evitar reírse de ella misma.

—Nadie podría haber sabido que algo como esto ocurriría.

—Sí, nadie podría haberlo sabido.

—¿Cómo estás? –preguntó el pelinegro tras una larga pausa, colocándose en el banco contiguo a la silla en la que estaba Eva.

—Aquí, viva –rió la gracia–. Aún al pie del cañón –permaneció en silencio unos segundos–. Todavía no me voy de aquí, no te preocupes. Queda mucho por hacer. Además, Adán no estaría preparado; por lo menos, no ahora. Y, sinceramente, creo que yo tampoco –alzó la cabeza al sentir algo de mejoría y dirigió la atención al joven–. ¿Y tú?

—Igual –chasqueó la lengua mientras fruncía el ceño–. Igual y aún con muchas cosas por hacer y muchas cosas en las que pensar.

—Sí.

—La verdad es que no temo a la muerte, es más podría decir que la veo como una compañera –dejó escapar una sonrisa. Ya habían cruzado sus caminos una vez, por lo que una segunda no sería para tanto–. Lo único que ocupa mi mente cuando pienso en ello es Florr. Esperaba dejarla con el grupo, de ahí el empeño en que permaneciesen aquí. Pero, no sabría decirte si realmente sería buena idea. –suspiró pesadamente mientras decía–: Mucho trabajo aún.

—Había pensado algo similar respecto a Adán, y tampoco me convencía. Porque, no sé tú, pero yo de ellos no me fío. Dejar a mi hermano con ellos me pone intranquila…

—Pienso que tal vez seamos demasiado sobre protectores –rió él–. Casi que lo mejor sería que se valiesen por ellos mismos.

—Pues sí, pero bueno aún hay tiempo para pensar en lo que haremos –coincidió–. Dios, Pumita, Pumita, qué mal estamos. Ni los 30 y ya no estamos para tantos trotes. La humanidad y su evolución.


Sintiéndose un tanto mejor, abrió los ojos y volvió a centrar la mirada en las sucias baldosas del suelo. ¿Cuándo habría sido la última vez que alguien se había dignado a adecentar aquel sitio?


—No podemos depender de Payne, creo que eres consciente.

—Lo soy, siempre lo he sido –lentamente fue irguiéndose en su asiento, por temor a que un movimiento brusco la obligara a sentarse de nuevo–. Sin embargo, es lo único con lo que podemos contar. Por cierto –comenzó, cayendo en la cuenta de algo que le había comentado con anterioridad–, ¿qué vamos a hacer con esos dos?


No había dicho ningún nombre, pero Puma supo inmediatamente a quiénes se refería con esos dos.


—Que no me fio de ellos es un hecho –hizo una pausa–. Y que no los quiero aquí también –Eva asintió, conforme–. Sin embargo –puntualizó–, no puedo negar que su presencia me ha resultado un tanto grata. Todo este tiempo buscando algo que parecía inexistente y, mira, aparece como caído del cielo cuando menos te lo esperas.

—¿Te refieres a ese maletín?

—Ni más, ni menos.

—En vista de la situación actual, veo complicado que nos lo entreguen así como si tal cosa.

—No te creas –dijo con una media sonrisa–, no será difícil. Solo es cuestión de tiempo.


Eva se levantó, aún con movimientos lentos, y avanzó unos cuantos pasos. Se llevó una mano al costado y resopló. Pero fue solo un segundo, al instante se había recompuesto y miraba a Puma. Conocía esa mirada y esa sonrisa perfectamente, y no dudaba de lo que decía; era plenamente consciente de las extraordinarias habilidades del joven que tenía enfrente.


—Bien, yo tengo que ver a Payne ahora. Voy a aprovechar que ahora mismo no está en su laboratorio, así no tendré que obligarte a que me acompañes para que pueda ir a verle –estirando un poco los brazos añadió–. Son muy molestas las restricciones que se acordaron. Bueno, ya que voy, si quieres, puedo hacerle saber lo del maletín entre otras cosas.

—Me harías un gran favor.

—Bueno, después te comunico lo que sea que me diga.


Puma asintió a modo de respuesta, y ella, dándose por satisfecha, dio media vuelta y se adentró en el oscuro pasillo. No esperaba que le diera las gracias ni tampoco las pediría. No. Mientras andaba iba pensando en Adán y en el entrenamiento que había prometido para Inma. Suspiró. Sería duro, por no decir imposible.

Puma siguió con la vista fija en algún punto perdido de la pared, pensativo. Tenía que medir cuál sería su siguiente paso. Estaban bailando al borde de un precipicio, por lo que cualquier movimiento en falso supondría una caída fatal. “Muchas cosas en poco tiempo”. Metió la mano en el bolsillo del pantalón en busca de algún cigarrillo extraviado. Pero se detuvo rápidamente recordando que el último se lo había terminado justo antes de hablar con Eva. Chascó la lengua por segunda vez en una hora y se puso en pie. No podía desperdiciar el tiempo, cada segundo que pasaba era un segundo perdido.

Con paso firme y seguro, se dirigió hacia la primera planta bajando por las escaleras principales. Lo único que ocupaba su mente era lo que les diría a aquellos dos intrusos. Tenía que escoger cada palabra cuidadosamente. Necesitaba tenerlos de su lado y, para ello, tendría que mostrarles que estaban en el mismo bando. Por eso, había decidido que sería él mismo el que fuera a verles. Debía mostrar interés y, en cierta medida, algo de preocupación y comprensión. Lo cual, no resultaría nada complicado, pero debía esforzarse. No podía fallar, porque lo más importante en ese momento era el maletín y para ello tendría que demostrarles que era de fiar.

“Bien, que empiece la función”.



*        *        *


—No, no, así no es –no podía parar de reír al ver los torpes intentos de la pobre Inma–. Si lo haces de esa forma estás mostrándole al público el truco enterito.

—En vez de reírte tanto podrías echarme una mano… –refunfuñó ella avergonzada de su propia torpeza. Aquello no hizo sino que Adán se retorciese de risa incluso más, si es que aquello era posible–. ¡Adán, jope, ayúdame!

—Es que… –la risa le impedía hablar de manera fluida– si te ayudo… –le salían ya hasta lágrimas de tanto reír– si te ayudo, esto perdería la gracia.


Si ya era difícil que Adán riese más aun, todavía lo era más que Inma se sonrojase más.

Ninguno de los dos recordaba la razón por la que estaba Inma allí. Mientras ellos practicaban magia, en una esquina de la habitación a un arco le crecían telarañas.


—Mira –dijo el chico con una gran sonrisa mientras colocaba las manos de Inma correctamente–, si lo haces así nadie se dará cuenta –movió con rapidez sus brazos haciendo que una carta saliera despedida–. ¿Ves? –miraron la carta– Bueno, esta no era –rió–; pero es algo así –al ver la cara de sorpresa de la chica sonrió–. No es tan difícil, de verdad. Parece peor de lo que es.

—¡Adán –dijo Inma entusiasmada–, eres un genio! Si mi padre viviera no habría dudado en proponerte que te unieras a nuestro circo –recordar que sus padres estaban muertos le partía el corazón, pero ya nada podía hacer, y esos recuerdos que compartió con ellos eran el tesoro más preciado que le podían haber dejado.

—¿Un circo? –se le iluminaron los ojos– Siempre quise ir a uno –bajó un poco la cabeza–. De todas maneras, creo que exageras.

—No, lo digo totalmente en serio –dijo ella al oírlo–. Creo que tienes facultades.

—Y, ¿cómo es más o menos un circo? Bueno –añadió rápidamente–,  sé qué es; solo pregunto qué es para ti un circo.

—Pues –se paró un segundo para buscar las palabras adecuadas–, es un sitio al que hay que ir, al menos, una vez en la vida. Porque es uno de los mejores lugares para disfrutar y olvidar los problemas. De hecho, todos los que están en el circo lo único que quieren es compartir alegría e ilusión con todos –sonreía al decir aquello, sin duda por recordar días pasados–; todo lo que hacemos es para que la gente no esté triste y… –cayó al ver la cara triste del chico. Pensó rápidamente en una solución para poder explicárselo de otra manera, pero se le ocurrió algo mucho mejor– Ya sé –se puso en pie de un salto, soltando delicadamente la baraja de cartas junto a Adán–. ¿Tenéis algún palo o así que sea más o menos así de largo?

—Mmm, que yo sepa no tenemos ningún palo que mida medio metro… –el chico estaba estupefacto por la extraña pregunta. No tenía ni la menor idea de lo que pasaba por la cabeza de aquella atolondrada chica. Al responderle aquello, ella murmuró pensativa algunas palabras inteligibles, en un idioma que él desconocía. A los segundos se le volvieron a iluminar los ojos.

—Ya sé –cogió su mano con suavidad y le instó a seguirla–. Ven, te voy a enseñar una cosa. Tal vez no sea un circo propiamente dicho, pero, ya verás –la feliz sonrisa de Inma impidió que Adán rechazase tan amable oferta. Por lo que se dejó llevar fuera de la habitación. Ni se le ocurrió pensar en lo que podría decir su hermana. El entusiasmo de la chica era tan contagioso que se dejó llevar por él.



*        *        *
   


Se recostó sobre el techo de la ambulancia e intentó no pensar en nada de lo que le rodeaba, y, con los ojos cerrados, trató de imaginar que no existía ningún virus, que los zombis solo eran cosa de videojuegos, que Alice fue siempre Alice, que ESGRIP solo era una palabra carente de significado y que el mundo (tal y como lo había conocido) seguía siendo el mismo. Casi consiguió auto engañarse. Pero, no era más que un dulce sueño del que debía despertar.

Abrió los ojos con desgana y se incorporó. Aunque le gustase que las cosas fueran distintas, de nada serviría engañarse con algo que era imposible. Con gesto impotente apretó el puño; pero, al notar que se hacía daño, enseguida relajó los músculos. Era consciente de que, cuando se dejaba llevar por sus sentimientos, no podía ser objetivo y no era capaz de pensar con claridad.

Suspiró pesadamente y se miró la mano. Por suerte no se la había lastimado como la última vez. Se giró con ademán de bajarse de allí. Pero se detuvo al darse cuenta de que no sabía qué era lo que haría a continuación. Por lo que se quedó a medio camino, aún sentado encima de la ambulancia. Dirigió la vista al fondo del parking. La escasa iluminación le impedía ver el fondo, eso le daba a aquel lugar un aspecto un tanto lóbrego. Un escalofrío le recorrió la espalda, en cierta medida se sentía solitario estando allí solo.

Echó el cuerpo hacia atrás apoyándose en la única mano que tenía y volvió a dejar escapar un suspiro. En aquella postura, su cuerpo se desestabilizó al soportar todo el peso en una sola mano, y el joven estuvo a punto de caer del vehículo. Sin embargo, los buenos reflejos le salvaron de una estúpida caída. Se movió con agilidad hacia la izquierda haciendo que todos sus músculos protestasen al caer de costado. Dolorido, se levantó masajeándose el hombro.

Volvió a suspirar. ¿Qué haría ahora? No tenía ni idea. A esas alturas, no tenía ni idea. ¿Qué había estado haciendo con su vida hasta entonces?

Frustrado metió la mano en el bolsillo del pantalón sin dejar de mirar hacia el fondo del parking; pero, al sentir un pinchazo, la sacó con brusquedad. Extrañado, curioseó de nuevo en el bolsillo; esta vez con más cuidado. De él sacó un viejo y gastado bolígrafo. Un tanto sorprendido le echó una rápida ojeada, no tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí. Aunque, la verdad era que tampoco le importaba demasiado, por lo que dejó de prestarle atención. Sin embargo, inconscientemente, empezó a juguetear con él, dándole vueltas entre los dedos. A pesar de no estar haciéndolo de manera consciente, aquello no le resultaba nada complicado; recordaba que eso era lo que había estado de moda cuando él aún iba al instituto.

La pregunta de qué haría con su vida seguía rondándole por la cabeza. Pero, ¿qué le quedaba ya? Su hermana le había dejado atrás otra vez y, él, qué había hecho. Nada. No había conseguido nada. Como siempre había vuelto a dejarse llevar por esa corriente de sentimientos que le desbordaban cuando tenía los nervios a flor de piel. Se suponía que había salido del fuerte para alcanzarla y hacerle saber algunas cosas, para que volvieran a estar juntos, para que volviera a confiar en él. Y, ¿qué había conseguido? “Nada, absolutamente nada”. Suspiró por enésima vez. “Sus suspiros se escapan por su boca de fresa…”.  A la milésima de pensar aquello soltó una gran carcajada. “En serio, desde cuándo me he vuelto tan poético…”.

“Ley… ¿por qué te has vuelto a ir sin mí?”. Echó la cabeza hacia atrás, mirando al techo. En su mano, el bolígrafo seguía dando vueltas. “¿Qué había conseguido yendo tras su hermana?” Se preguntaba una y otra vez. “Nada, nada, nada… Absolutamente nada”. Después de haberse hecho esa pregunta una y otra vez, cayó en la cuenta de un ligero detalle. Sí. “Sí que había servido” se dijo no sin cierta sorna. Claro que había servido; por su culpa Maya se había visto obligada a seguirle y no había podido salvar a Selene. Si él no hubiese sido tan cabezota y hubiese pensado con más calma las cosas, ella no habría muerto. Y todo por su culpa, por haberse dejado llevar. Y no solo eso, sino que tampoco había podido disculparse apropiadamente con Nait. La última vez que se habían visto se había portado francamente mal. Y, ya, no podría disculparse. Su cuerpo se estremeció movido por la furia provocando que su mente se olvidara de su mano, haciendo que el bolígrafo se le escurriera entre los dedos y cayera al vacío. En un absurdo intento por evitarlo estuvo a punto de caer de nuevo. Pero, volvió a librarse de una buena caída gracias a sus rápidos reflejos.

Considerando que ya había jugado bastante en apenas unos minutos, decidió bajarse de la ambulancia de una vez. Temía que a la tercera fuera la vencida. De un salto, bajó de allí. Pero no cayó demasiado bien, porque –ya en el suelo– sintió como su pie izquierdo se quejaba de su mal aterrizaje.

Con gesto cansado se dejó caer, apoyándose en la ambulancia. No podía creer que, a una distancia tan corta, se hubiese lastimado el pie. Se rio de su torpeza. Acababa de empezar el día y ya estaba exhausto. Cerró los ojos intentando volver a desconectar de la realidad. Pero tampoco pudo; ni quiso ni pudo. De pronto, se le vino a la mente la imagen de Alice. “Alice…”. Realmente no sabía qué pensar respecto a ella. Quería creer que ella era la real, la verdadera, la Alice de la que se había enamorado. Pero, no podía aceptar que no recordase aquellas palabras tan importantes que le dijo aquel triste día. No, simplemente, no podía.

“Alice… si fueras tú…”. No. No quería engañarse. Ya había sufrido su pérdida por mucho tiempo, y no podría soportar que alguien se hiciera pasar por ella.


“—M.A., ten en cuenta una cosa –le había dicho Maya–, cuando una persona se está muriendo empieza a perder los sentidos. Empieza a nublársele la vista y a perder la capacidad auditiva, entre otras cosas. Por no decir que, cuando te estás muriendo, no eres consciente realmente de lo que sucede a tu alrededor. Por lo que…

—Sí, sí. Inma y Dyss me han dicho lo mismo –dijo el rubio cortándole–. Pero, no puedo dejar simplemente que algui…

—M.A. siento tener que recordarte algo como esto, de veras que lo siento –le cortó ella con la voz rota–. Pero, cuando tú le dijiste aquello, ella si no estaba muerta, probablemente se estaba muriendo…”



Quería creer que era Alice, quería creerlo con todas sus fuerzas.

De pronto, sin previo aviso, una figura irrumpió en el parking, entrando como una exhalación, sobresaltando al rubio. Una acalorada joven, que conocía muy bien, se quedó en la entrada, tratando de recuperar el aliento. Pero, aún con la respiración entrecortada, al localizarle se acercó a él con gran agilidad.


—¡M.A.! ¿Estás bien?


Se arrodilló junto a él y lo observó con ansiedad para comprobar si  de veras estaba bien. Su, tan atenta y profunda, mirada hizo que el chico se sintiera un poco incómodo. Ella se dio cuenta enseguida y, un tanto avergonzada, agachó la cabeza y guardó una prudente distancia entre ambos.


—¿Qué es lo que necesitas? –preguntó él bruscamente.

—Yo –se mordió el labio inferior. Sí, para qué había ido exactamente–, esto, solo quería saber qué tal te encontrabas, han sido unos días muy duros y eso. Así que –dudó–, quería asegurarme de que estabas bien –“supongo”.

—Pues, ya has visto que estoy bien; así que… –las palabras murieron en sus labios justo a tiempo. Había estado a punto de decir algo horrible de lo que probablemente se habría arrepentido más tarde. Habría estado mal por su parte decir algo tan hiriente después de que ella hubiera corrido hasta él, solo para saber si se encontraba bien.


Ambos permanecieron en silencio. La tensión era palpable. Los dos querían decir muchas cosas, pero ninguno era capaz de decir nada. La situación se había vuelto realmente incómoda. M.A. siguió con la espalda apoyada en la ambulancia mientras Alice se removía inquieta a una distancia prudencial.


—Verás…

—Esto…


Los dos habían hablado a la vez.


—Di –propuso el joven.

—Bueno –había pensado en cederle a él la palabra, pero probablemente habrían estado así durante un tiempo. Quería evitar dar pie a algo tan estúpido–, en realidad quería disculparme contigo.

—No tienes por qué hacerlo, en realidad si alguien debiera disculparse sería yo porque…

—No –lo interrumpió suavemente–, déjame terminar, por favor. M.A., tengo que disculparme contigo porque he sido un poco brusca. Es cierto que para mí casi fue ayer cuando dejaba este mundo, pero para ti, de eso, ya hace bastante. No he considerado cómo podrías haberte sentido al verme después de tanto tiempo, después de ver cómo moría entre tus brazos –alzó la cabeza para mirarle a los ojos directamente–. He sido un poco injusta la verdad, y quería disculparme por eso. Me gustaría que creyeras que soy yo, la misma Alice de aquel entonces; pero no puedo pedirte algo como eso.


El rubio no dijo nada. Permaneció en silencio sin saber bien qué responder ante tal confesión. Por lo que la chica continuó.


—No puedo obligarte a que me creas… Dios, ¿cuánto ha pasado ya de aquello? –se le hacía un gran nudo en el estómago al recordar aquel día– Pero, sí querría que supieras que sí soy humana. Es tal y como Maya dijo. No hemos dejado de ser quienes éramos a pesar de todo. No pedimos nada de esto, sin embargo, nos tocó. Y no podemos hacer nada para cambiarlo. Aun así, como somos ahora, seguimos siendo humanas…


La chica guardó silencio tras decir aquello. Sabía que si seguía hablando terminaría por romper a llorar en cualquier momento. Y lo último que pretendía era que él creyese que lo hacía adrede para coaccionarle. No, lo que realmente quería era que él confiase en ella de verdad; no que se sintiera obligado a hacerlo.

M.A. por su parte no sabía muy bien qué pensar sobre lo que acababa de decirle. No podía confiar en ella aunque quisiera, la imagen de la Alice que amaba muriendo entre sus brazos se lo impedía. No concebía el hecho de que –esa misma chica de la que se había enamorado– estuviera delante de  él, hablándole de aquella manera, como si lo que ocurrió aquel terrible día hubiera sido una pesadilla. Se sentía incómodo y extraño con ella.

Apartó la mirada rompiendo el contacto visual. No podía soportar esa intensa mirada. Aquel gesto hizo que a la chica se le partiera el corazón, pero él no se dio cuenta.

El rubio se llevó la mano a la cabeza para apartarse unos desordenados mechones. Inconscientemente dejó escapar un suspiro. Y al darse cuenta de ello se maldijo. Respiró hondo y volvió a mirar a aquella chica. Realmente parecía la misma a simple vista. De hecho, podría haber jurado que sí que lo era; pero no podía aceptarlo. “¿Por qué no puedo aceptarlo…?” se preguntó exasperado. No lograba comprender qué era lo que sentía exactamente. “¿Aún la amo?”.


—No tienes que aceptarme si no estás seguro –comenzó ella de nuevo, al ver que no se atrevía a decir nada–. Pero, si no fuera mucho pedir, ¿podríamos intentar volver a empezar de nuevo? –se mordió el labio inferior algo nerviosa. Tomando aire soltó de pronto:– No tienes que hacer nada raro. Solo sería volver a conocernos de nuevo, volver a empezar. Yo, de verdad que…

—Te debo una disculpa yo también –la interrumpió–, A-Alice. Realmente no sé quién eres, qué eres exactamente. Cuando te veo no sé qué pensar –hizo una pausa–. Todo sería más fácil si las cosas fueran de otra manera… –ella no dijo nada– Esto me está costando asimilarlo… –de nuevo otro silencio incómodo– Pero, creo que no puedo seguir así. Por el bien del resto, por mi bien… por el tuyo incluso.


El rubio volvió a interrumpir su discurso, pensando fríamente en lo que iba a decir a continuación. Debía buscar las palabras adecuadas.


—Creo que no estaría tan mal intentar empezar de cero –consiguió decir por fin. No estaba totalmente seguro de lo que decía, pero sentía que debía intentarlo al menos.


Al oír aquello a Alice se le iluminaron los ojos. “Una oportunidad…” era lo único que pedía.

Unos rápidos pasos empezaron a resonar por el parking y, ambos –sobresaltados–, se giraron hacia la entrada para poder ver quién se acercaba.



*        *        *


—No le des más vueltas –concluyó Dyss resoplando–. No sigas atormentándote por eso.

—Es muy fácil decirlo, pero no puedo evitarlo –dijo mientras se apartaba un rebelde mechón de la cara–. Decirlo es muy sencillo, hacerlo ya es otra cosa. Es que, si yo solo…

—Déjalo –no podía permitir que siguiera diciendo tales estupideces–. Lo que ha pasado tenía que pasar, y punto. No hay nada que podamos hacer ya al respecto. Tenemos que seguir adelante.

—Dyss, no es tan fácil –volvió a repetir.

—No, no lo es. Lo sé –apartó la mirada–, lo sé demasiado bien.


Maya guardó silencio. Por supuesto que no era sencillo. Habían perdido un montón de seres queridos, amigos y compañeros con todo aquello.


—Sabes –comenzó la castaña–, muchas veces he pensado que hubiera sido mejor no haberlos conocido. Porque, de esa manera, no habríamos tenido que sufrir al ver cómo se iban yendo uno tras otro, sin poder hacer nada para evitarlo. Es un pensamiento egoísta –rió–, lo sé. Pero, es cierto. Muchas veces lo he pensado –hizo una pausa–. Selene, Nait, Silver, Eriel, Jose… por no hablar del resto. Se me hace tan doloroso… ¿Por qué ha tenido que pasar esto? ¿Por qué? –Dyss esperó a que continuara hablando– ¿No habría sido todo más fácil si simplemente nunca nos hubiéramos conocido? –se echó para atrás apoyando las manos en el suelo, y miró hacia el techo de aquella habitación– Pero, cada vez que pienso en algo como eso, también recuerdo todo por lo que hemos pasado juntos. Y, entonces, me doy cuenta de las barbaridades que se me  pasan por la cabeza. Cómo olvidar todos esos momentos por los que hemos pasado juntos, cómo podría olvidar esos valiosos recuerdos –giró la cabeza hacia su hermana–. Puede que sea triste tener que despedirse de todos ellos. Aún no entiendo por qué ha tenido que pasar todo esto. Pero, sé que no me arrepiento de haberlos conocido.


Dyss sonrió al escuchar a su hermana. No podía estar más de acuerdo con lo que decía. Era cierto. Las despedidas siempre eran tristes, pero esos recuerdos inolvidables que habían vivido juntos hacían que mereciese la pena haberlos conocido. No podían quedarse estancadas en el pasado, tenían que seguir adelante por todos los que no habían podido, por todos los que se habían sacrificado para que ellos estuviesen allí.

Al pensar en todo lo que habría tenido que pasar cuando ella desapareció, se sintió tremendamente culpable. Sin haberlo pretendido había sumado otra preocupación más a su hermana. Se maldijo de nuevo. Pero, ahora que se habían vuelto a encontrar, no pensaba volver a dejarla atrás. Estarían juntas hasta el final, pasara lo que pasase. Ellas y su prima, las tres.

Volvió a mirar a Maya, que permanecía en silencio mirando hacia ninguna parte. A pesar de todo lo que había dicho, sabía que seguía dándole vueltas a lo de su amiga. La conocía demasiado bien como para no saberlo.


—No es culpa tuya que Selene muriese –Maya asintió con los ojos anegados en lágrimas–. No es tu culpa.


No sabía si acercarse a ella a consolarla o no. Ante la duda se quedó en el mismo sitio, sin atreverse. En parte, porque sabía que si lo hacía se pondría a llorar. Y no quería que su hermana la viera así, tenía que ser fuerte por ella, por las dos.


—Gracias Dyss –le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

—Maya –dijo la joven tras un largo silencio.

—Dime.

—¿Dónde estabas antes de que nos encontráramos ayer? –preguntó por fin. Acababa de recordar que aún no sabía cuál había sido el motivo por el que su hermana pequeña había tardado tanto en volver. Porque, a pesar de los zombis y demás inconvenientes, intuía que había algo más.

—Ah –dibujó una extraña sonrisa–, eso –dijo al darse cuenta de a lo que se refería–. Me perdí –confesó avergonzada.

—Madre mía, nunca cambias –dijo Dyss riendo.



*        *        *


Eva no podía dar crédito a lo que veía. ¿Dónde se habían metido esos dos? Entró en la habitación y se plantó en el centro con los brazos en jarra. ¿Acaso no les había dicho que la esperasen allí? Lo pensó fríamente. No, no lo había hecho. Lo último que había dicho había sido que la esperara en el parking de la zona este. No, eso no había sido exactamente lo último. Le había pedido a Adán que vigilara que aquella chica no hiciera nada extraño. Resopló exasperada.

Fue a darse la vuelta para salir de la estancia, pero se detuvo a mitad de camino al reparar en el arco que había apoyado en una esquina. Frunció el ceño. Si no estaban allí y tampoco estaban practicando con el arco, dónde estaban. Se acercó inconscientemente hacia la esquina, pero tropezó con algo que había en el suelo. A punto estuvo de caerse. Se irguió con agilidad recuperando el equilibrio y reparó en lo que le había hecho tropezar, el juego de magia de Adán.


—Será posible…


Se agachó para recoger aquello del suelo y apartarlo de allí antes de que alguien volviera a tropezarse. Al pensar en cómo su hermano habría estado enseñándole trucos a Inma se le dibujó una sonrisa de ternura en la cara. Pero fue apenas durante unos segundos. Porque, al recordar que ninguno de los dos estaban allí, se le borró la sonrisa de la cara. “Mira que le había dicho a Adán que la vigilara” se dijo. Desde luego no podía fiarse de aquella extraña.

Después de haber apartado la caja del suelo salió a paso ligero de la habitación. Si no estaban allí, lo más probable es que hubieran ido al parking situado en la zona este. Y si no estuvieran allí… Resopló de nuevo. Esperaba que estuvieran allí, no tenía ganas de que la marearan por el hospital.

A pesar de que aún no se encontraba totalmente recuperada, no aminoró el ritmo en ningún momento. Descansar no entraba dentro de sus prioridades, había mucho por hacer. Y había pensado que ese era el momento idóneo para entrenar a aquella chiquilla. Suspiró al pensar en lo difícil que sería aquel reto. No las tenía todas consigo respecto a lo de entrenarla. Lo veía como un imposible, pero pensar que por lo menos Adán aprendería algo que le gustaba y que le sería de gran utilidad, le daba ánimos.

Eso sí, lo tenía muy claro. No le iba a dejar pasar ni una. Le daba igual que no pudiera más o que quisiera dejarlo. Ahora que se había puesto bajo su cuidado, la entrenaría como había hecho siempre; no pensaba hacer ninguna diferencia.

Mientras iba atravesando los pasillos y escaleras, iba pensando en lo que les diría nada más verlos.



*        *        *


—Supongo que vendrá cuando tenga tiempo o cuando recuerde que estamos aquí. Mientras tanto solo podemos esperar –concluyó Nicole–. Aunque también podríamos ir en su busca, ¿no crees?

—No creo que sea lo más correcto –la contradijo Davis–. Además, me da la impresión de que no es algo que se le pueda ir de la cabeza tan fácilmente. Recuerda que para él somos unos intrusos, una amenaza.


La mujer asintió. Tenía razón. Para aquel que se hacía llamar General, ellos dos no eran más que dos tipos que se habían colado dentro de su territorio sin previo aviso. Por lo que, no era algo de lo que uno pudiera olvidarse tan fácilmente. Al menos, no para una persona tan meticulosa como parecía que era aquel joven.


—Es cierto, tampoco pienso que se haya olvidado de nosotros –coincidió–. Pero, no creo que la idea de ir a su encuentro sea tan mala.


Su compañero tomó aire y la miró directamente a los ojos.


—No lo creo. Ten en cuenta que si estamos aquí separados del resto, es precisamente porque es exactamente donde nos quiere para tenernos controlados hasta cierto punto. Además, también hay que añadir que no conocemos el hospital ni el lugar en el que podría estar él ahora mismo. Si lo piensas fríamente, estamos en clara desventaja ya que no sabemos con certeza cuáles son los límites de la zona en la que estamos. Sería fatal si, con intención de encontrarle, esos presos se dieran cuenta de que hemos traspasado su zona sin nosotros habernos dado cuenta –inconscientemente se puso a intentar abrir el maletín que tenía a su vera. Nicole le miraba mientras hablaba, asimilando cada palabra que decía–. En nuestras circunstancias lo mejor sería esperar a que alguien venga a avisarnos; así evitaríamos desastres innecesarios. Además, en teoría, quedándonos aquí demostramos que no somos ningún peligro.

—Exactamente, en teoría –la inesperada aparición de Puma hizo que Nicole se sobresaltara. Davis, en cambio, no pareció inmutarse. De manera lenta y tranquila se puso de pie, dejando el  maletín a un lado. No le pasó desapercibida la fugaz mirada que le echó el recién llegado, pero no dijo nada–. Bueno, espero que hayáis dormido bien, pese a las circunstancias. Lamento haber tenido que tomar una decisión tan radical ayer. Pero, compréndanlo, tenía que velar por los míos, no podía permitirme el lujo de arriesgarme a alojar bajo nuestro techo a unos completos desconocidos. En estos tiempos que corren nunca se sabe. Y toda prevención es poca.

—Lo entendemos. Creo que, si hubiera estado en su situación, habría hecho lo mismo –dijo Nicole amablemente, mientras su compañero permanecía en silencio, esperando a que continuase hablando para poder saber qué era exactamente lo que querría de ellos.

—Bien –se acercó a ellos para acortar distancias y mostrarse más cercano a ellos–. Como dije ayer, me gustaría haceros algunas preguntas. Más que nada porque necesito saber a quién estoy metiendo entre mis paredes. Tengo una responsabilidad para con mis compañeros. Hemos sufrido y pasado por mucho durante esta catástrofe, y debo velar por su seguridad.

—Adelante –le invitó a continuar la mujer.

—Pero, aquí no. Vayamos a un lugar más cómodo en el que podamos hablar correctamente. –se dio la vuelta, dándoles la espalda mientras decía:– Síganme –añadió–. Ah, les recomiendo que no dejen nada atrás. Si lo hacen no les prometo que siga estando dentro de un rato.


No necesitaban que les recordara algo tan básico como aquello. Por sentido común, era evidente que dejar todo el material atrás sería un grave error. Los presos no paraban de dar vueltas por allí, bien porque estaban vigilándolos, bien por ver qué podrían conseguir. Antes de que les aconsejase que recogiesen sus pertenencias ya habían empezado a hacerlo. Lo primero de lo que se había encargado Davis había sido del maletín. En cuanto cargó con él, volvió a sentir como Puma lo miraba fijamente. Sin embargo, esa vez fue más breve que la anterior, por lo que por un segundo creyó que su imaginación podría haberle jugado una mala pasada. Pero no, lo había visto perfectamente, estaba completamente seguro de ello.

El joven general comenzó a guiarlos hacia el complejo a paso ligero sin mediar palabra. Ellos lo siguieron también en silencio.

Nicole le echó un rápido vistazo a su compañero pelinegro. Estaba un poco preocupada por él. Desde que habían llegado al hospital lo había notado algo extraño. Sin embargo, no se había atrevido a preguntarle directamente. Sabía que si lo hacía no le respondería claramente y saltaría con otra cosa. Por eso, no dijo nada. Esperaba que fuera él mismo el que quisiera hablar con ella. De todas maneras, tenía la intención de tocar el tema más tarde, porque allí con aquel desconocido no era el momento adecuado. Sí, esperaría un poco más.

Por fin entraron en el edificio. Una vez allí, su guía se detuvo un instante, se giró para ver que lo seguían y acto seguido volvía a echar a andar dirigiéndose hacia una de las escaleras que conducían a la primera planta. A la mujer todo aquello le ponía un poco nerviosa, no saber adónde les llevaba pero no dejó que ninguno de los dos pudiera darse cuenta de ello.

Finalmente llegaron a una habitación y, por fin, Puma rompió el silencio.


—Pasad, aquí estaremos más cómodos y podremos hablar como es debido.


Los dos entraron, aceptando la oferta. Una vez dentro esperaron a que volviera a hablar.


—Bueno –continuó Puma–, seré claro y directo. No quiero andarme con rodeos, puesto que el tiempo apremia. Bien. Lo primero que quiero saber es, ¿quiénes sois exactamente?


—Como dijimos ayer, no somos ninguna amenaza –decir que era directo tal vez se quedase corto–. Al igual que vosotros, nosotros también somos supervivientes.

—Yo soy Nicole, ex agente del cuerpo de policía de Stone City. Tal como dice mi compañero, Davis, no somos ningún peligro –intervino–. Al igual que vosotros, nosotros también tuvimos que pasar por lo mismo que ocurrió en la ciudad. En un principio, el objetivo de nuestro equipo fue el de destapar la verdad oculta que escondía Esgrip, después de descubrir las actividades delictivas que llevaban a cabo allí. Investigando, supimos también que estuvieron tras la pista de los grupos de supervivientes de aquella catástrofe; pero, en ese momento, nos pareció más importante revelar al resto del planeta lo que había pasado. Sin embargo, como sabréis, el mundo pronto acabó sumido en el caos y, ya, destaparlo o no carecía de sentido; por lo que, priorizamos el ponernos en contacto con los grupos de aquellos que consiguieron escapar de Stone City, para avisarles de que estaban siendo vigilados. Así es como conseguí ponerme en contacto con el grupo de Davis. Por desgracia, no pude hacerlo con el vuestro –seguía lamentando no haberlo conseguido en aquel entonces–. Pero, a pesar de todo y ante todo, somos como vosotros, supervivientes.

—Bien, bien. Pero realmente, eso no quita que podáis tener o no, más o menos relación con Esgrip.

—No hay ninguna manera de demostrar que no pertenecemos a Esgrip y de que no tenemos nada que ver con ella –habló Davis esta vez; de manera serena y segura–. A decir verdad no tenemos ninguna prueba que de fe de ello. Sin embargo, podemos asegurarle que no guardamos ninguna relación. Somos víctimas también de todo el mal que han causado –hizo una pausa antes de seguir hablando–. Puede creernos o no, pero puedo asegurarle que hemos sufrido tanto como vosotros esta tragedia por su causa. A lo largo de nuestro camino hemos tenido que ir dejando a muchos por el camino. Creo que sabe perfectamente a lo que me refiero. No es nada agradable, pero es algo con lo que tendremos que vivir por el resto de nuestras vidas.

—Ciertamente, no puedo fiarme de vosotros como si tal cosa, así de buenas a primeras –había dicho Puma en tono grave–. Como ya os he comunicado mi principal objetivo es proteger a mi gente, conseguir a toda costa que consigan sobrevivir al mañana. Sin embargo, entiendo demasiado bien lo que es la pérdida de alguien querido –Cerró los ojos un segundo, cruzándose de brazos–. Aun así, no puedo fiarme de vosotros. Venís perfectamente equipados y cualificados. No es que sea raro en estos tiempos que corren; pero, considerando la situación actual, yo lo calificaría de sospechoso.

—Si lo piensa no tiene nada de sospechoso. Bien lo has dicho, es normal en estos tiempos andar preparado en todo momento. Que tengamos un mejor manejo de las armas tampoco es nada extraño ni fuera de lo normal. Tenga en cuenta la experiencia que hemos ido adquiriendo para conseguir sobrevivir. A eso, añádale que mi compañera Nicole era miembro del cuerpo de policía. Por lo que, no es nada raro que tenga una alta cualificación en el manejo de armas. En cuanto a mí, tampoco tiene nada de extraño. Puede que no sea algo habitual, pero entiendo de armas gracias a cierta formación militar.

—Bien, aun siendo cierto que no pertenecierais a Esgrip y que vuestros grandes conocimientos sobre armas y defensa se debieran a lo que decís, no puedo fiarme todavía de unos tipos desconocidos que aparecen de pronto. Sería faltar a mi deber si lo hiciera. Tengo que asegurarme de que no seáis ningún grupo que pretenda salirse con la suya para su propio beneficio.

—Entiendo su desconfianza, y la respeto. Porque reconozco que aceptar de pronto a dos desconocidos como nosotros sería una imprudencia –coincidió la ex agente–. Son tiempos duros en los que no puede uno fiarse de nadie prácticamente. Pero, créanos, no tenemos intención alguna de aprovecharnos de vosotros de ninguna manera. Lo único que buscamos es un lugar en el que estar seguros, un sitio al que pertenecer.

—Pienso lo mismo que mi compañera. No tenemos intención alguna de engañarles. Además, que no tendría sentido. Por muy cualificados que seamos, jamás podríamos competir contra todos vosotros, nos superáis en número y me atrevería a decir que nos igualáis en experiencia. Por no mencionar a los presos. Sinceramente, no nos saldría nada rentable engañaros, no tendríamos ninguna oportunidad contra ustedes.

—Que no tengáis ninguna oportunidad no quita que no vayáis a intentarlo. En situaciones extremas el ser humano es que capaz de hacer cualquier cosa, y ya no digo cuando se siente desesperado. La desesperación puede provocar que las personas hagamos cosas que en otras circunstancias ni nos plantearíamos.

—Le puedo asegurar que no es nuestra intención –volvió a reiterar Nicole–. Como ya hemos dicho, lo único que queremos es descansar y, si fuera posible, poder unirnos a un grupo como el vuestro. Es verdad que pertenecer a un grupo conlleva muchas cosas y que deben hacerse muchos sacrificios por el bien del resto; aunque, al acordarme de todos mis antiguos compañeros, me pregunto si seriamente es lo que quiero –recordar a todos los que había dejado atrás le trajo un sentimiento nostálgico y doloroso–. Pero, al cabo de un tiempo, te das cuenta de que ya no puedes seguir solo. Las personas somos así.

—No hay ninguna prueba que demuestre que lo que decís sea cierto. Realmente es mi palabra contra la vuestra. Sin embargo, si lo que me habéis dicho es cierto, entonces estamos en el mismo bando. Yo, al igual que vosotros, busco un lugar mejor para todos en el que poder vivir medianamente bien, en las medidas de nuestras posibilidades. Por lo que, realmente, podría arriesgarme a confiar en vosotros.

—Agradezco que finalmente nos de un voto de confianza.

—No obstante –añadió–, aún no me fío plenamente de vosotros. Consideraos en período de prueba –Davis creyó notar cierta amenaza en sus palabras a pesar de lo que decían–. Bueno, ahora que más o menos nos entendemos, por qué no vamos con el resto. Aunque, antes –añadió rápidamente. “Demasiado rápidamente” pensó Davis–, veo que traéis muchos materiales con vosotros. Me preguntaba –el pelinegro se cruzó de brazos con una mirada impenetrable–, me preguntaba qué sería ese maletín que lleváis con vosotros.

—Ah, ¿esto? –preguntó extrañada Nicole– Este maletín lo encontramos en las instalaciones de Esgrip. Por la seguridad con la que estaba protegido, suponemos que debe ser bastante valioso y contener una información muy importante.

—Sí, es la impresión que me dio al verlo –Davis frunció levemente el ceño cuando Puma dijo aquello, se había dado cuenta desde el principio del gran interés que había mostrado por aquel maletín–. De hecho, he estado pensando que tal vez, solo es una suposición, que tal vez dentro pueda hallarse la solución a algunas cosas.

—Nos hemos planteado algunas posibilidades de lo que podría contener nosotros también –dijo Davis–. El problema ha sido que no hemos conseguido abrirlo. No ha habido manera.

—Se me ocurre que podríamos intentar abrirla, ya sé que no lo habéis conseguido a pesar de todo; pero, nunca se sabe. Si no se vuelve a intentar, realmente no lo sabremos. Y, creo que Payne, el doctor del Santa Abelló, podría ser capaz de conseguir tal prodigio.

—Podría ser… –dijo Nicole– Es cierto que si no lo intentamos no lo sabremos, así que, me parece bien. No perdemos nada.

—Bien, creo que ahora que hemos podido arreglar nuestras diferencias, deberíamos comunicárselo al resto. Luego pensaremos también en un lugar mejor en el que podáis alojaros, porque el parking en el que estabais es bastante incómodo.

—Muchas gracias de nuevo. Pero –añadió la mujer–, no creo que estén todos abajo. Tomaría tiempo reunirlos.

—No te preocupes, entre los tres seremos más rápidos. Bueno –se levantó de su asiento estirando los brazos–, ya que está el doctor Payne al fondo de este pasillo, podríamos aprovechar y llevarle el maletín para ver si pudiera hacer algo. Hombre, ya que estamos, por intentar que no quede.

—Sí, así matamos dos pájaros de un tiro –coincidió Davis.


Dicho aquello, salieron de la habitación llevando consigo aquel misterioso maletín. De nuevo con Puma a la cabeza, guiándoles por el hospital. Pero, como bien pudo percatarse Davis, esta vez se mostró bastante más cercano que la vez anterior.



*        *        *


Alice y M.A., al verse envueltos en tan extraña situación, sintieron como si estuvieran interrumpiendo. Además, la llegada de Eva les había recordado que no podían pasar todo el día allí metidos. Había más cosas en las que pensar. Así que, despidiéndose rápidamente, salieron del lugar dejando atrás a una avergonzada Inma, al pequeño Adán y a una Eva que no parecía estar de muy buen humor.


—Lo lamento, ha sido culpa mía. Me dejé llevar por la emoción y arrastré a Adán hasta aquí –se disculpó Inma agachando la cabeza. Que se había dejado llevar era quedarse cortos. Se había entusiasmado tanto al ver la habilidad del chico haciendo trucos de magia, que había querido mostrarle cómo era un circo. Con ese propósito lo había conducido allí para enseñarle algunas acrobacias y piruetas. Como recordaba que Eva le había dicho que la esperara en el parking de la zona este, habría resuelto que irían allí directamente. Así le enseñaría las cuatro cosas que sabía, mientras esperaban a que llegara..


El único inconveniente había sido que al llegar allí, se habían topado con que estaban Alice y M.A. hablando. Había pensado en irse a otro sitio, pero no creía que fuera buena idea. Si se iban a otro lugar que no fuera aquel parking, Eva tardaría una infinidad de tiempo en averiguar dónde se habrían metido. Por eso, pensó que quedarse allí sería la mejor idea, a pesar de que no estuvieran solos.

Pero, en el fondo, no llegó a plantearse cómo podría parecerle a Eva su atrevida idea.


—Hermana, lo siento, también ha sido por mi culpa. Me puse a enseñarle juegos de magia y la distraje.


No podía regañar a su pequeño hermano por algo como aquello. Lo que realmente le enojaba era aquella chica. Bien, ya estaba un poco harta de todo aquello, terminaría rápido.


—Bueno, dejémoslo correr –concluyó–. Adán, ahora voy a entrenar a Inma, así que, ¿por qué no vas a ver cómo está Florr mientras tanto?

—Claro –aceptó él rápidamente. Tenía ganas de verla, de saber cómo estaba–. Bueno, entonces me voy ya. Adiós hermana; adiós Inma, gracias por haberme enseñado lo que es un circo –nada más decir aquello salió corriendo en dirección a donde estaba su amiga descansando. Al oír lo del circo, Eva arqueó una ceja mirando a Inma, no sabía muy bien qué pensar.

—Bien, ahora que nos hemos quedado solas, podremos comenzar con el entrenamiento. Hoy, por ser el primer día, haremos algo breve. No es lo que suelo hacer cuando empiezo a entrenar a alguien, pero en  estas circunstancias creo que tengo que comenzar por un tanteo Antes de comenzar a entrenarte necesito saber cuáles son tus límites, cómo son tus movimientos, qué sabemos, qué no… Y para ello, no hay nada como un primer contacto contra mí.

–¿Cómo? ¿Yo contra… ti? –temía ya lo que pudiera pasar. Lo que le estaba diciendo le parecía una auténtica locura.

—Primero, lo que digo no se cuestiona, se guarda silencio y se acata. Y, segundo, reconozco que no es  la manera con la que hubiera comenzado un entrenamiento. Pero, no hay más remedio. Necesito saber cómo te desenvuelves, ver cuáles podrían ser tus puntos fuertes. Para ello, no hay mejor manera que una batalla entre las dos –al ver la cara asustada de la joven añadió–. En este enfrentamiento voy a controlarme por ser la primera vez y porque necesito dejarte espacio para ver cómo te mueves. No te preocupes, intentaré que sea una cosa no muy complicada por ser el primer día –después de decir aquello, añadió:– Bueno, entonces, ¡Empecemos el entrenamiento!



*        *        *


Apenas tardaron un momento en llegar al final del pasillo. Davis y Nicole esperaron a que comprobase si estaba allí o no, solo fueron unos segundos. Les respondió  afirmativamente y les invitó a que entrasen.


—Buenas, doctor. No queremos interrumpirle demasiado. Queríamos aprovechar ya que pasábamos, y pedirle que intentara abrir esto –se giró hacia Davis, que era quien había llevado el maletín–. ¿Puedo? –a modo de respuesta extendió la mano, acercándole el objeto. Puma no tardó en cogerlo. Acto seguido se lo pasó al tal Payne.

—Mmm, interesante –musitó–. Muy interesante –se remangó las mangas y se acercó a Puma, mirando aquel objeto que sostenía, con curiosidad.


Los tres permanecieron en silencio mientras el doctor Payne observaba detenidamente el maletín. Al cabo de un rato, levantó la vista por fin y dijo:

—Aquí no tengo los materiales necesarios para poder abrirlo. Tendría que ver si en mi laboratorio pudiera. Aun así tampoco estoy seguro de poder hacerlo. Si quieren más tarde podría intentarlo.

—Sí –coincidió Puma–, nosotros deberíamos aprovechar mientras tanto. Puede que lo mejor sea dejar esto para más tarde.

—Creo que será lo mejor –lo secundó Davis.

—Bueno, en ese caso, los veré luego –dijo secamente el doctor–. Si me permiten, tengo que terminar unas cosas. Agradecería que me dejaseis solo.


Y así, se fueron tal y como llegaron.

Puma, al recordar que aún tenía que ocuparse de unos asuntos, les dijo que se fueran adelantando y empezasen a reunir a todos para comunicarles lo que habían acordado. Por lo que, Davis y Nicole marcharon hacia la planta baja, dejando atrás al general. Los dos estaban pensando en todo lo que acababa de suceder. En teoría ya estaban dentro, solo tenían que demostrar que no tenían malas intenciones. No sería tan difícil, ya que a fin de cuentas todo lo que le habían dicho era cierto.


—¿Crees en todo lo que nos ha dicho? –preguntó la mujer sin apartar la mirada del frente.

—No –Nicole, en el fondo, ya se esperaba aquella respuesta–. No lo creo. Tampoco creo que confíe en nosotros. Pero, bueno, aun así, es un avance.


La mujer asintió. Estaba de acuerdo. Puede que siguiera sin creer en ellos completamente, pero por lo menos les había aceptado. Y eso era un gran paso.



*        *        *


—Dios mío, Inma. ¿Qué te has hecho? –Maya se llevó las manos a la cabeza al ver acercarse a su prima agarrándose el hombro con gesto dolorido. La chica se levantó ágilmente, dejando atrás a su hermana, para poder atender a Inma. Ella, a modo de respuesta, se encogió de hombros mientras dibujaba lo que parecía una sonrisa– ¿Cómo se te ha ocurrido? Acabas de pasar una buena temporadita con ese brazo hecho polvo, ¿es que no ha sido suficiente?

—Solo he sido un poco descuidada –resolvió su prima de manera despreocupada. Maya se giró hacia Dyss para coger el botiquín que Selene le había confiado antes de morir. Se volvió de nuevo hacia Inma y comenzó a examinarle el hombro.

—Decir descuidada es quedarse cortos. Tienes que tener más cuidado, Inma.

—Lo siento, estaba entrenando con Eva y sin querer me caí. En verdad no me he hecho nada. Solo he tenido la mala suerte de golpearme justo en el brazo que tenía mal.

—Eso es lo que algunos se han atrevido a denominar la ley de Murphy –soltó Dyss con tono solemne. La teatralidad con que lo había dicho había hecho que rompiese a reír. Eso solo sirvió para dar pie a la pelirrosa a continuar con una serie de chistes absurdos, haciendo que a su prima se le saltaran las lágrimas de tanto reír.  Maya permaneció al margen en un principio mientras le examinaba el hombro a Inma. Pero sus contagiosas risas empezaron a hacer efecto en ella.

—No te resistas, si estás deseando reírte –su prima no podía parar, una vez que Dyss empezaba ya no había ningún ser capaz de detenerla. A pesar de que a Maya también se le estaba pegando esa risilla floja, intentó no dejarse arrastrar por su locura. Si Inma no le hubiera dicho nada seguramente lo habría conseguido–. Sabes que es inútil que te resistas. En vista de tu terquedad, no me dejas otra opción. No quería tener que llegar a esto, pero…


Cuando dijo aquello a Maya se le vinieron a la cabeza los recuerdos de los días que habían pasado juntas cuando eran niñas. Y, así, pudo recordar aquel truco infalible de su prima para conseguir hacerla reír. Se llevó la mano a la boca para disimular que estaba riendo.


—Ey, ey. ¡La comisura, la comisura! –decía Inma acercándose a Maya– Venga, si te estás muriendo de la risa. No lo ocultes. ¡Eh! ¡La comisura!


Al final Maya terminó por echarse a reír. Aún no comprendía por qué su prima seguía usando aquella estrategia, si sabía que lo que realmente hacía que se riera era la curiosa cara que ponía cuando le decía aquello.

—Bueno –interrumpió Dyss con la cara descompuesta–, creo que tanta risa me ha hecho querer hacerle una visita al baño, Si me disculpáis, ahora vuelvo.

—Pero, ¿sabes dónde está el baño exactamente?

—Más o menos, pero no os preocupéis por mí. Llegaré a tiempo –Acto seguido salió pitando de allí, dejando a Inma y a Maya aún riéndose.


Después de haber conseguido calmarse y de haber recuperado la compostura, Maya apartó suavemente el botiquín y se colocó enfrente de su prima con una mirada más seria.


—Inma, en serio, tienes que tener más cuidado. Tu brazo aún no se ha recuperado por completo, no debes forzarlo. Entiendo que quieras aprender a valerte por ti, pero también tendrías que aprender a cuidarte. Las dos cosas son igual de importante, no deberías anteponer ninguna a la otra.

—Lo sé. Pero, yo que sé, no me puedo quedar de brazos cruzados, tengo que hacer algo. No puedo estar constantemente dependiendo de los demás. Es que, Maya…

—Tranquila, lo sé. No te preocupes. De todas maneras aún seguimos juntas, y ahora estamos las tres. Dyss, tú y yo.


Inma asintió. Tenía razón, por fin estaban juntas. Algo como eso no sucedía todos los días Era un milagro que estuviesen vivas y juntas. Eso no lo iba a negar, pero sentía que debía hacer algo mientras tanto.

—Maya, ¿te encuentras bien?

—Sí –respondió ella un tanto extrañada–, ¿por qué lo dices?

—No sé, desde que volviste al hospital te he notado algo rara. Bueno, no rara rara, quiero decir, que me da la impresión de que hay algo rondándote por la cabeza.


Ante aquella suposición permaneció en silencio durante unos instantes. Su prima, al igual que Dyss, había notado que le pasaba algo, que estaba más extraña de lo normal. Pero no podía dejar que supieran lo que le había pasado antes de llegar al hotel. Así que decidió no decirle nada tampoco a ella.


—Bueno, han pasado muchas cosas. Me siento un poco saturada.

—No te digo que no, pero no sé por qué pero tengo la impresión de que pasó algo antes de que te reunieras con el resto.

Las palabras de Inma habían sorprendido enormemente a Maya. Esperaba que no se diera cuenta, que dejase correr el comentario tal y como lo había hecho Dyss. Sin embargo, no había tenido en cuenta que Inma era mucho más observadora. Al darse cuenta de que no tendría por qué ocultárselo a ella, sintió como desaparecía un gran peso.

Inma esperó pacientemente a que su prima se decidiese a contarle aquello, pero la repentina aparición de Dyss obligó que esa conversación tuviera que esperar un poco.


—Los demás –cogió aire–, dicen que vayamos. Creo que hay algo importante que quieren decirnos a todos.

—Bueno, en ese caso, no se diga más. Vamos.


#Inma



domingo, 18 de mayo de 2014

(Encuesta) Personajes más destacados en la tercera ronda de NH 2

Bueno volvemos con la lista de vuestros favoritos de esta tercera ronda de capitulos de Nh2, la cosa cada vez esta mas interesante y sorprendente, ademas de que cada vez los secundarios son personajes mas ricos en personalidad y sube su popularidad, pero tambien despedimos a dos de los grandes, ahora veremos sus posiciones anteriores entre parentesis al lado de sus nombre, asi queda la lista:


1º SELENE  (nueva)




Es la primera vez que entra en lista y ya es la numero 1, lastima que sea la primera y ultima vez,el personaje de Selene es uno de esos secundarios que se convierten en protagonista por meritos propios, en NH desde la primera parte, Selene era uno de los personajes mas veteranos,y aunque nunca supimos cuan favorita era seguramente su muerte la haya impulsado al primer puesto, si es que no se valoran las cosas hasta que se pierden...

2º NAITSIRC  (8,5)


Naitsirc sube varios puestos, consiguiendo su mejor puesto, lastima que tambien sea su ultima aparicion por aqui y el fic, su muerte es seguramente la mas lamentada de toda NH, la mas aplaudida y la mas criticada(el personaje conseguia llegar al corazon de todos para irse dejandonos con las ganas de mas), todos lo recordaremos como aquel pardillo bibliotecario que acabo convirtiendose en un heroe.

3º INMA  (5,4)


Inma ha sabido como ir escalando puestos como nadie, y como sus posiciones Inma a ido ganando como personaje cada ronda de NH2, sin duda el capitulo de Naitsirc fué esencial para el desarrollo del personaje y gano muchos puntos para los fans,siguiendo la tradicion ¿conseguira el segundo puesto en la siguiente ronda?


4º PUMA  (5,2,1),MAYA  (2,1,2) Y LEY (1,6,2)


Comenzamos con Puma que ha sedido su trono y ha bajado unos puestos hasta el cuatro, compartiendo con sus colegas numero 1, y es que estos tres personajes suelen rondar siempre los primeros puestos, siendo los unicos hasta ahora que habian conseguido la medalla de oro,curiosamente se encuentran juntos en el cuarto puesto,por otro lado Maya hace su puesto mas bajo hasta la fecha ya que nunca ha bajado de los dos primeros puesto, y Ley por suparte se queda en medio,sin ser su mejor ni peor posicion,tres personajes que no decepcionan nunca.


5º JOHNNY (nuevo) Y ADÁN  (7)

Johnny no podría haber echo una mejor entrada en la lista,justo debajo de los grandes, sin contar a Selene es la novedad mas potente del fic,compartiendo puesto con Adán que sube dos puestos, y es que el pequeño se ha ganado el cariño de muchos.

6º ALICE (3,4,4) ,M.A. (4,3,3),ZOEY (nueva),SACEDOG (4,7,6)Y FLOR  (7)


El curioso caso de Alice y M.A. la antigua parejita,es que siempre han rondado ambos los puestos 3 y 4, y esta vez han bajado juntos al 6, en la que es su bajada mas espectacular,quizas los personajes hayan perdido algo de fuerza en esta ultima ronda, ya que ambos se perdieron varios capitulos, Zoey y Sacedog tambien quedan sextos, los amiguitos de aventuras, superando a la protagonista femenina de Sacedog , Nicole, y la hermana de Puma sube un puesto tras la ronda anterior.

7º NICOLE (nueva),EVA (8) Y JIMMY (nuevo)


Nicole, Eva y Jimmy quedan empatados en el ultimo puesto, para Eva sigue siendo la ultima posicion,y para Nicole y Jimmy es aun pronto ya que son nuevos en la lista, veremos como le van en las siguientes rondas.

miércoles, 14 de mayo de 2014

AVISO A LOS LECTORES DE NUESTRA HISTORIA

Muy buenas lectores, voy a comunicaros un problema que hay respecto a la ronda actual de Nuestra Historia 2, la 4º ronda. Fuera de NH algunos de los autores estamos estudiando y empezamos ya con los exámenes y recta final del curso (yo por ejemplo tengo como último día de clase para entrar en las vacaciones de verano, el 13 de junio, el resto de mis compañeros no sé cuando las tienen), otros están teniendo problemas más personales y otros problemas técnicos como es el caso de Puma a quien se le estropeó el orenador y comentó él en algún tema del blog que por eso no pudo publicar cuando le tocaba, desconozco si ya lo tiene arreglado o no.

Bueno, pues el tema es que por todos esos problemas, esta ronda será especialmente corta y los capítulos tardan en salir y también puede que la calidad de los capítulos sean un poco más baja que la ronda anterior, hasta ahora se tiene notificado que no habrá capítulo por parte de los autores de Puma y Ley y muy posiblemente tampoco habrá capítulo del autor de M.A, pero tampoco está confirmado que no haya capítulo suyo, tendría que intentar contectar con él de alguna manera, pero hay muchas posibilidades de que no lo haya.

Es decir, la ronda actual finalizará si no hay capítulo de M.A con este próximo capítulo, el de la autora de Inma. Pido perdón en nombre de todos los autores, hacemos lo que podemos, os lo aseguro, porque si no nos ocupármos del fic, no pensáramos en vosotros y en entregar los capítulos lo antes posible, os aseguro que tampoco hubiera habido capítulo de Maya, ya que la autora hizo un esfuerzo sacando tiempo de donde no tenía para escribir. Y por el mismo motivo, tal vez no hubiera habido capítulo de los autores de Naitsirc ni de Proyecto Alice, pues como a Maya, a ellos se le tuvieron también que ceder algún día extra al periodo de escritura y publicación establecido (15 días) para poder entregar sus capítulos.

Bueno, esta ronda tendrá en total cinco o tal vez seis capítulos de ocho que suele tener, pero en serio, se hace todo lo que se puede. Por otra parte, mientras tardan los autores en escribir, que como viene ya siendo, es hasta el último día permitido o con un par de días extras, se irán colgando algunas cosas extras como es el caso de la pendiente publicación de quien fue el mejor personaje de la tercera ronda de Nuestra Historia 2 o la ficha de personaje de Nicole Collins, la cual tengo que ir escribiendo e intentaré publicar en los próximos días si es posible ya que por los estudios tuve que ir aplazando la creacción de la ficha en bastantes ocasiones y supongo que se hará alguna cosa más por parte de los autores que tengamos algún hueco libre para ocuparlo con Nuestra Historia.


Sentimos las molestias causadas.
Un saludo.
Sacedog.

domingo, 11 de mayo de 2014

NH2: Capítulo 030 - Desconfianza

Encarcelada como un criminal… Así era como se sentía Dyssidia durante su interminable espera en aquella sucia y mugrienta habitación de hospital que había sido designada por el propio Puma como su despacho. El lúgubre tono carente de vida que recubría las paredes junto con la inexistente iluminación que provenía de un diminuto ventanal la hacían sentir en la mismísima celda de una prisión. Como si fuera un animal. Como uno de aquellos tipos inhumanos con los que se había visto obligada a enfrentarse hasta que fueron detenidos.
No tardó en evadir aquellos pensamientos impropios de su mente. Para ella no eran más que otra de las tantas gilipolleces que se le había ocurrido mientras esperaba a que quien la había salvado se dignase a aparecer por la puerta que vigilaba constantemente. Su objetivo había sido el mismo desde el principio. Ella sólo estaba allí por su hermana.
Aunque pudiese resultar egocéntrico, no le importaba lo más mínimo cual fuese la vida de su antiguo compañero de piso en aquel momento del apocalipsis, ni el porqué de que su residencia fuese en un hospital militar junto a decenas de delincuentes peligrosos. Más allá de todo lo que pudiese haber sido en su pasado, Puma era una fuente de información muy privilegiada. Averiguaría el paradero de Maya aunque tuviese que arrancarle las pelotas con sus propias manos si era necesario.
Un desagradable chirrido de bisagras anunció la llegada que supuso el reencuentro con su aguardado jefe felino, quien se presentó con una actitud entremezclada con impotencia e indiferencia general, exhalando el humo de un cigarrillo de una manera insólita que nunca antes había visto. Sin embargo, aquel comportamiento estratégico nunca jamás funcionaría en ella. Embaucar a aquella mujer de personalidad insólita era casi una misión imposible.
—Veo que sigues manteniendo los buenos hábitos, gatito. Ni en pleno apocalipsis dejas de fumar esa mierda, ¿eh? —se burló con diversión Dyss haciendo referencia al tabaco que se sostenía entre sus labios—. Vale, ahora que ya hemos roto el hielo, quiero que contestes a mi pregunta sin rodeos si no quieres que arranque alguna cañería podrida de este sucio lugar y empiece a romper otras cosas mucho más dolorosas. ¿Dónde… está… mi hermana?
—Definitivamente, puedo asegurar que eres la misma Dyssidia de siempre. Sin embargo, creo que deberías tranquilizar un poco esos humos antes de exigirme ninguna respuesta. Te encuentras demasiado a la defensiva, y yo no soy ningún enemigo tuyo —enunció Puma un mensaje pacificador que indicaba su intención de cooperación mientras apagaba su cigarro consumido en el cenicero de su escritorio. Por desgracia, su acompañante reinterpretó la información de una manera errónea que resultó fatal.
—Respuesta equivocada —le soltó Dyss antes de agarrar una lámpara de noche situada relativamente cerca de ella que estampó con fiereza y sin ningún tipo de remordimiento en el deteriorado rostro de Puma, quien tras acontecer el inesperado ataque se tambaleó unos metros hasta aterrizar con sus caderas en uno de los reposabrazos de su silla giratoria. Fue el hecho de tentar cuidadosamente su mejilla izquierda que corroboró lo que él ya estaba comenzando a sospechar. Un par de puntiagudos cristales se habían incrustado en su carne, provocando que algunos delicados hilillos de sangre se resbalasen hasta sus labios.
—Veo que, efectivamente, no has cambiado nada. La tradición de aporrearme con todo tipo de objetos se sigue manteniendo después de tanto tiempo —bromeó Puma olvidando la importancia que debería suponer el asunto de la agresión a la vez que se incorporaba.
Con un último atisbo de rabia interna dominante, Dyssidia arrojó la lámpara en dirección a la superficie del despacho, destruyéndola en una lluvia de vidrios que no tardó demasiado en expandirse a lo largo de la habitación. Aquel acto ocasionó que su violencia comenzase a retorcerse en alguna clase de esfuerzo respiratorio que no pasó desapercibido para quien la observaba. Parecía que se estaba calmando.
—Lo siento. Joder, lo siento. Llegó aquí y empiezo a destrozar el mobiliario como si fuera una puta loca de manicomio. Lo siento. Y siento haberte golpeado con la lámpara, aunque Mister Indoloro ni se haya inmutado —se disculpó Dyss con un destacable aumento de su relajación manifestado en sus palabras.
—Mira, Dyss, sé mejor que nadie que cuando te pones tan violenta, es porque te ocurre algo, así que cuéntame, ¿qué es lo que te pasa? Yo te escucho —se ofreció Puma a servir como una persona con la que pudiese desahogarse al mismo tiempo que él indagaría en el porqué de su desaparición con cautela.
—Ya te lo he dicho, joder. ¿O es que acaso no te he preguntado? Es por Maya. Siempre es por Maya. Todo es por Maya. Después del accidente con Nika, yo siempre le decía que me buscaría alguna avioneta tirada por ahí que todavía tuviera gasofa y me piraría a Hawaii. Mira tú por donde los guardias que protegían nuestro pueblo tenían una, y como ya sabes que soy tan sumamente gilipollas, porque lo soy, la robé y me largué sin que se enterasen. Fue la peor decisión que he tomado nunca. He pasado más de un año buscando la manera de volver a Estados Unidos, pero lo máximo que he llegado ha sido aquí, a esta mierda con nieve llamada Canadá, y es obvio que sigo sin encontrarla. Pensaba que tú lo sabrías, gato. La culpabilidad me está matando por dentro. ¿Y si está muerta porque yo la dejé?
—Maya está aquí —la interrumpió su felino para comunicarle una noticia que raptó casi instantáneamente el aliento de la persona que la recibió.
—¿Qué… qué… cómo… cómo que está aquí? ¿Acabas de decir que está aquí? ¿Me tienes aquí sufriendo para que te diga lo que quieres oír sobre lo que paso y ahora me sueltas que está aquí? ¡Llévame con ella! ¡Ahora! —se exaltó Dyss ante la inesperada novedad positiva, fustigando al escritorio con un puñetazo tan potente que retumbó en toda la sala.
—Creo que me he precipitado un poco. Es cierto que Maya ha decidido quedarse a vivir en este hospital por el momento, pero justo ahora no está aquí. Alice, M.A, Inma y ella han salido a recoger los restos cadavéricos de Nait para darle un entierro digno, según ellos. No tardarán demasiado en volver. Hace unas pocas horas que se marcharon.
—Espera, espera, espera, espera, espera… ¿Alice viva? ¿Nait muerto? ¿Y quién cojones es Inma? Estoy superperdida —le interrumpió Dyssidia con fatiga asaltada por la confusión de su aclaración.
Puma ya había recolectado en su memoria una serie de explicaciones exclusivas para la hermana de Maya, pero un trío de estruendos que indicaron unos disparos impidieron que los transmitiese. Fue cuestión de segundos de procesamiento lo que tardó en desenfundar su arma y correr hacía el lugar del que habían procedido los estampidos, desentendiéndose de la conversación fructuosa con Dyss.
—Quédate aquí —ordenó con su imperatividad de general justo antes de abandonar su despacho definitivamente.
—Ni de coña —se negó ella esquivando la puerta que había intentado cerrar para poder perseguirlo.
Nicole apretó los dientes cuando la ambulancia se desestabilizó durante su viraje con un estremecedor derrape que derribó a todos los pasajeros del vehículo, incluyendo el cadáver cubierto por las sábanas. El volante estaba fuera de control. Sus habilidades conductoras ya eran completamente inservibles. Lo único que se le ocurrió hacer para salvarlos a todos fue pisar a fondo el freno mientras rezaba para que no se matasen en el inminente impacto contra el voluminoso pilar hacia el que se dirigían.
—¡Nicole! —gritó una voz masculina perteneciente a Davis como advertencia a lo que se avecinaba.
Pero eso ella ya lo sabía desde hacía tiempo. El chillido que se introdujo en su oído sólo consiguió enaltecer todavía más el nerviosismo que la dominaba justo antes de que la parte frontal de la ambulancia quedase destrozada en una retorcida pieza de acordeón alumínico, precipitando velozmente a todos sus ocupantes hacia la zona anterior, que en su mayoría fueron detenidos de manera brusca por una gran cantidad de obstáculos que interferían entre ellos. Simultáneamente, el par de airbags que resguardaban la seguridad del piloto y del copiloto se activaron, evitando que Nicole y Davis sufriesen un desenlace fatal.
—¡Agh, agh! ¿Qué ha sido eso? —preguntó Inma quejicosa, utilizando una camilla como apoyo para levantarse mientras chirriaba por su cuello dolorido y el palpable agravamiento de su dislocación.
Todavía arrodillada sobre la superficie de la ambulancia, recuperando algo de oxígeno, Alice advirtió por una de las ventanas como cuatro sujetos se encaminaban hacia ellos con un equipamiento distinto. No fue capaz de distinguir exactamente lo que estaban cargando, pero parecía algo automático. Desde luego, nada bueno.
 —¡Cuidado, cuidado! ¡Al suelo, al suelo! —fue la advertencia que dictaminó ésta antes de arrastrarse escasos metros para intentar cubrirse.
Un festival de disparos comenzó a resonar en el exterior del vehículo, complementando a la primera alerta de la superviviente. El resto de los miembros no tardaron en localizar un punto de cobertura factible, inclusive Inma y M.A, a quienes les resultó más dificultoso por la falta de espacio. Ametralladoras. Fusiles. Tal vez el AK-47, que había sido siempre el más famoso. No había forma de saberlo con seguridad, pero lo que todos ellos podrían haber afirmado con seguridad era que las ráfagas parecían ser infinitas. El miedo se expandía con rapidez en el sonido traqueteante de la munición. No podían resguardarse eternamente en una ambulancia tan inservible como muñeco de hojalata, pero tampoco podían exponerse a salir corriendo para que les matasen. No estaban suficientemente armados para combatir en una guerra. Jamás lograrían vencer. Las balas perforadoras terminarían por alcanzarles en algún momento. Y cuando aquel momento llegase, no serían benevolentes.
Un cuarteto de estallidos de mayor calibre hizo que se detuviese el huracán de tiros que pronto habría evolucionado a una masacre, rescatándoles de su muerte. Sus salvadores no tardaron demasiado en cobrarse la mayoría de su atención, siendo M.A el primero que se aproximó hasta la ventana más cercana para observar quienes eran. Su expresión tranquila mutó rápidamente a otra de furia cuando contempló a un numeroso grupo de presos, entre los cuales aparecía Puma por la retaguardia. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Acaso se estaba burlando de ellos? La rabia comenzaba la posesión de su cuerpo cómo ya solía ser costumbre en él.
—¡M.A, no! ¡Espera! —trató de detenerlo Inma inútilmente cuando éste le propinó una rencorosa patada a las puertas traseras de la ambulancia, saltando sobre el carril exclusivo con intención de enfrentarse alocadamente a sus atacantes.
Puma contempló con desconcierto los cuatro cuerpos ensangrentados por las múltiples heridas desparramados frente a sí una vez se hubo abierto camino entre todo el tumulto de presos que se interponían en la escena apaleando o insultando a los cadáveres al tacharlos de basura traidora. ¿En qué momento se había distraído lo suficiente como para permitir que aquellos desgraciados se pusiesen a pegar tiros a los suyos? ¿Debería haberlo previsto? Algunas personas habían tratado de advertírselo, pero no había llegado a suponer que algo de tal calibre podría suceder. Tuvo la suerte de sentirse aliviado al comprobar que aquellos tipos no habían ocasionado ninguna víctima mortal. Debería haber sido más previsor.
Dirigió su vista hacia la ambulancia inutilizada sólo para encontrarse con M.A caminando con desorbitante velocidad hacia donde se encontraba. Su ceño fruncido y los movimientos tensos de sus extremidades delataban su inexistente actitud hacia una vía pacífica. Puma lo descubrió instantáneamente, pero al contrario de él, decidió adoptar una predisposición al dialogo, ofreciéndole la oportunidad de resolver el problema sin necesidad de violencia.
Como ya había deducido, aquello no fue ni remotamente posible. Los nudillos del único puño que M.A mantenía se clavaron en los pequeños cristales de la mejilla de Puma mucho antes de que pudiese pronunciar vocablo explicatorio. El puñetazo le pareció de magnitud tan insignificante que le produjo una sonrisa al recordar el lamparazo. Irónicamente, Dyss le había pegado con mucha más fuerza. Y desde luego, con mucha más elegancia.
Los reos no se retrasaron en contraatacar con una veloz formación defensiva apuntando sus escopetas hacia la persona que había atacado a su general, pero éste los detuvo con un gesto autoritario de impedimento.
—A ti si te la puedo devolver —le aclaró respondiendo con un gancho derecho en mitad del tabique nasal que desplomó todo el peso de su cuerpo sin concederle posibilidad alguna de evitarlo.
—¿Pero qué estáis haciendo? ¿Y qué ha pasado? ¿Por qué nos han atacado? —preguntó Inma horrorizada, quien había abandonado la ambulancia para perseguir a su acompañante ruborizado.
—Chicos, ya podéis volver dentro. Habéis hecho un buen trabajo. Podréis doblar vuestra munición general como recompensa —felicitó Puma a sus subordinados tras el dictamen de una orden tan clara como concisa, que fue posteriormente confirmada por el preso Crow antes de que se dispusiesen a realizarla.
—General, me gustaría hablar con usted un momento en privado, si no es molestia. ¿Le parecería bien en la 422? Es un asunto importante —consultó éste precavido de que nadie excepto su receptor deseado pudiese captar el mensaje.
—Estaré allí en unos minutos. Ahora vete —confirmó su superior su acuerdo, siéndole finalmente permitido al reo subordinado regresar al interior del edificio junto con el resto mientras otro sujeto femenino atravesaba las puertas traseras de la ambulancia.
—¿Pero qué mierdas? ¿Qué cojones? Puma, más te vale tener una buena explicación a todo esto o vas a estar cagando plomo hasta la semana que viene. Ya puedes empezar —le amenazó Alice cuando hubo alcanzado su ubicación apuntando con su pistola directamente a la frente.
—Vamos a tranquilizarnos un poco, ¿queréis? Siento que os hayan disparado. Es verdad que como líder de este hospital debería haber evitado que esto ocurriese, pero no siempre se puede controlar absolutamente todo. Los que os han atacado no han sido más que unos pocos tipos que estaban molestos con vuestra presencia y se han puesto a dispararos como locos sin pensar en las consecuencias de sus acciones. También me ha ocurrido con algunos de ellos que quisieron ver mi cabeza en una pica. Pero creedme, no hay nada que temer. La gran mayoría no se atreverá a acercarse a vosotros. Y ya habéis podido ver que las minorías las eliminamos con bastante rapidez.
—¿Y pretendes que nos traguemos toda esa mierda después de lo que ha pasado? —le rebatió M.A una vez se hubo puesto en pie con el apoyo de Inma—. No le escuchéis. No es capaz de soltar más que mentiras por su boca. ¡Joder, nos han intentado matar! ¡Igual que lo intentaron con los nuestros aquellas personas por las cuales Selene y Nait están muertos! ¡Exactamente igual! ¡¿Y quieres que hagamos la vista gorda?! ¡Vamos, no me jodas! ¡Ni de coña, Puma! ¡Ni de coña! Hoy ha sido un intento de asesinato, pero a lo mejor mañana nos quieren trocear para el almuerzo o les apetece violarnos un poquito…
—Créeme, nadie querrá violarte, M.A —interrumpió el general cansado de las continuas acusaciones infundadas de aquel individuo que se esforzaba cada vez más por contrariarle. Alice no pudo reprimir una risilla estúpida—. Mirad, no os voy a decir que esta gente es lo más civilizado que existe en el mundo, pero hoy en día, ¿qué es civilizado? ¿Tenéis acaso la más mínima idea de lo que puede haber ahí fuera? Si unos policías optaron por el secuestro en lugar de por la negociación, os podéis imaginar cómo están las cosas en el exterior. M.A, tú estuviste viviendo en Almatriche antes de llegar aquí. Inma, tú estuviste en España antes de terminar en el país con el grupo seguro que te saco de allí. Tal vez seas la que mejor me comprenda. Y Alice, éste es el primer lugar en el que éstas viviendo conscientemente. Os lo aseguro. No tenéis ni la más mínima idea de lo que os podéis encontrar lejos de esta ciudad y de este hospital, pero yo sí. Si alguien quiere abandonar este lugar porque no le parece lo suficientemente seguro e intentarlo mediante sus propios medios, yo no tengo intención de detener a nadie. Pero quien se quede tendrá mi protección garantizada. Llegaremos a algún acuerdo con los presos para que no haya molestias entre los unos y los otros. Lo prometo.
El silencio se eternizo en el carril al ritmo que la información expedida comenzaba a ser procesada de distintas maneras por mentes de índole muy diferente. Alice e Inma parecían mostrarse bastante dudosas ante aquella explicación prometedora, sin que ninguna de ellas dos encontrase una respuesta a la cuestión sobre si lo correcto sería creer o no creer. Sus miradas cargadas de emociones hacia los cadáveres de sus atacantes confirmaron las que eran sus mayores sospechas.
Por el contrario, M.A se resignó a no escuchar ni una única palabra más de lo que aquel personaje tuviese que decir, limitándose a regresar con impotencia hacia la ambulancia. Se había aferrado con tanto ímpetu a su convicción que, definitivamente, no lo convencería ni en un millón de años. Y mucho menos después del reciente espectáculo presenciado.
Un continuo trote de pasos acelerados informó de la inminente aparición de una figura completamente fatigada por la velocidad cuando ésta dobló la intersección con la entrada principal del hospital. Los rostros de Inma y Alice se convirtieron instantáneamente en una composición anímica indescriptible cuando se percataron de la identidad del recién llegado.
—Me cago en todos tus muertos indígenas, gato. Hay que ver lo que corres. Casi me da un puto infarto —blasfemó ella mientras recuperaba el aliento, sin cerciorarse todavía de la presencia de la que hacían gala en el lugar sus antiguos amigos y su prima.
—No puede… no puede ser… ¿Dyssidia? —tartamudeó Inma perpleja por su espontánea aparición. Puma debía haber estado esperando a que se tranquilizasen para comunicarles la noticia, pero como de costumbre, ella se había adelantado, ocasionando una sobresaliente palidez en su piel.
La susodicha parpadeó para aclarar su visión cuando percibió ligeramente el susurro de su nombre entre el silencio sepulcral. No sabía con seguridad quien lo había pronunciado ni porqué, pero podía afirmar que aquella tonalidad de voz casi angelical no era ni por asomo de Puma.
Alzó sus ojos hacia el horizonte del carril dos segundos antes de que todo su organismo se detuviese abruptamente por el impacto tan emocional como aturdido que la invadió. No podía ser posible. ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿Qué demonios hacía su prima española en tierras canadienses? ¿Cuándo había atravesado todo un mar? Sus manos se dirigieron de manera involuntaria a su cabeza, como si aquel acto fuese a confirmarle que no se trataba de otra de sus alucinaciones con las que tanto le gustaba jugar a su mente.
No, no lo era. En otra ocasión probablemente no se habría atrevido a afirmarlo, pero su intuición le indicaba que era ella realmente. Notó que se encontraba muy nerviosa. Lo más probable era que quisiese esprintar a su reencuentro y no volver a soltarla nunca jamás en lo que le quedaba de vida. Lo estaba deseando. Podía verlo en sus ojos vidriosos a punto de derramar lágrimas.
No quiso alargar mucho más su sufrimiento. Dyssidia corrió milagrosamente recuperada del cansancio hacia su prima e Inma se sintió libre para hacer lo propio hasta que su vínculo de sangre se unió en un caluroso abrazo que alejó durante unos momentos todos los males de sus alrededores.
—Joder… joder… ¿pero eres tú esa Inma? ¿La que ha mencionado Puma? Dios, no me lo puedo creer. No me lo puedo creer. ¿Qué haces tú aquí? —habló Dyss tras unos segundos,  separando un poco el cuerpo de su prima del suyo para permitirle hablar.   
Inma trató de contestar por todos los medios posibles, pero las respuestas se atascaban continuamente en las profundidades de su garganta cada vez que pretendía hacerlo. Alice fue quien le permitió descansar a aquel suplicio cuando apareció con intención de saludar a un pasado que parecía perdido.
—Pero mira quien está aquí. Si es la señorita boxeadora Proyecto Alice. ¿Tú no deberías estar siendo devorada por los gusanos? —bromeó con una felicidad que nunca antes había percibido en su persona desde su extinto noviazgo con la fallecida Nika. 
—Cambio de planes. Ya sabes que nadie se libra de mí tan fácilmente —respondió ella con chulería acompañándose con una sonrisilla picaresca—. Espero que hayas estado bien todo este tiempo, Dyss. Al menos dentro de lo que cabe.
Sin embargo, la aludida vislumbró entre el espacio bloqueado por los cuerpos de las dos jóvenes cercanas lo que anteriormente había sido un medio de transporte útil pero que en aquellos instantes no era más que una ambulancia inservible junto a la cual se hallaba M.A. Sus pupilas se iluminaron como un resplandor de ilusión. Puma, Inma, Alice, M.A… ¿Quién sería el siguiente? No lo dudaba. Su hermana Maya.
—¿Dy… Dyssidia? ¿Eres tú? —preguntó M.A absorto por su aparición cuando ésta hubo alcanzado su ubicación con una velocidad exorbitante.
Le ignoró. No era su auténtico propósito hacerlo, pero la interminable espera que sufría por abrazar a su hermana la estaba devorando interiormente. Ya se encargaría de saludarle más tarde. Tendría tiempo de sobra una vez la hubiese visto tras dos años sin haber sabido nada de ella. Las puertas traseras estaban cada vez más cerca. Su excitación se desbordaba.
Se aferró a uno de los dos tiradores y estiró con tanta fuerza que todos los huesos de su brazo crujieron rabiosos ante el brusco movimiento, pero no le importaba en absoluto. Ella no quería más que echarse a unos brazos que no se encontraban disponibles. La decepción fue instantánea cuando dos desconocidos observaron con extrañeza su sonrisa difuminada. Dos personas que no le importaban lo más mínimo la contemplaban sin comprenderla, al mismo tiempo que Inma se aproximaba con una expresión de decepción marcada a fuego en sus facciones. Aquello no hizo más que aumentar su desilusión. Ya ni siquiera le apetecía gritar a los cuatro vientos o golpear las ventanas de aquella basura hasta destrozarlas. Sólo quería derrumbarse en mitad de aquel carril y proclamar su derrota. Y así lo hizo. Ya nada le importaba si Maya estaba muerta.
Presionados por el dramático espectáculo, Davis y Nicole se vieron forzados a salir junto con el resto del grupo al exterior. M.A intentó detenerlos por su propio bienestar, pero ya era demasiado tarde para ello. Puma se había percatado muy rápidamente de la intrusión y se encaminaba velozmente hacia ellos dos, probablemente con el propósito de expulsarles de su hospital.    
Inma no se demoró en auxiliar a Dyssidia cuando ésta cayó. Se agachó para nivelar sus alturas y la agarró con delicadeza de sus hombros para reincorporarla parcialmente.
—Hey, Dyss, hey, mírame —exigió agitando cuidadosamente sus brazos para conseguir captar su atención. Ella debió acatar la orden simplemente por puro respeto entre primas, a pesar de que no le apeteciese hacerlo. El resplandor de sus ojos había sido exterminado por la acción del líquido lagrimal. ¿Sería aquella la primera vez que la viese llorar? Esperaba que no—. Maya está viva. Está bien. Iba a venir con nosotros, pero decidió quedarse atrás para ayudarnos a escapar de una horda de zombis. Dijo que vendría aquí con nosotros en cuanto le fuese posible. Probablemente ahora mismo esté viniendo. No tienes que preocuparte. La esperaremos hasta que venga, y si tarda demasiado, saldremos a buscarla.
La joven moralmente hundida resopló impotente. Para cualquier otra persona aquello habría supuesto un símbolo de indiferencia con respecto a la información expuesta, como si no se hubiese molestado en escucharle siquiera, pero Inma sabía que no era así, sino que se  encontraba bastante más tranquila gracias a ello. Se permitió relajarse tras la efectividad de su discurso. Su prima en estados extremos reducía la peligrosidad de un grupo de mutantes a la altura del betún.
—Inma, Alice, M.A, ¿puede alguien explicarme porque dos personas que no he visto en mi vida están pisando las puertas de mi hospital? —reclamó Puma una respuesta inminente al mismo tiempo que reducía distancia con Davis y Nicole empuñando su arma de fuego.
—Tranquilidad, Puma. No hay nada que temer —se interpuso Alice tratando de evitar la posibilidad de un conflicto abierto—. Los encontramos escondidos en el hotel. Acababan de llegar a la ciudad y se habían refugiado allí sin saber que aquello estaba repleto de zombis. Nos ayudaron a recuperar el cuerpo de Nait y a regresar entre cientos de muertos vivientes.
—No somos ninguna amenaza, si es lo que está pensando —se atrevió a intervenir Davis con las manos en alto como método de moderación—. Nosotros dos somos supervivientes de Stone City, exactamente igual que vosotros. De hecho, sabemos que los responsables de este desastre eran miembros de una compañía llamada Esgrip, los cuales experimentaron con varias personas de vuestro grupo, provocando su resurrección como superhombres. Mi nombre es Davis, y mi compañera es Nicole.
—Matt, un amigo de Davis, fue uno de ellos —se introdujo en la conversación Nicole sin demasiada certeza en lo que pensaba añadir—. Otra chica llamada Ashley. Maya. Alguien llamado Puma… No hemos venido a hacer daño a nadie. No pertenecemos a Esgrip, si es lo que estás pensando, ni tampoco somos violentos. Sólo estamos sobreviviendo, como todos. De hecho, traté de advertiros hace unos meses de que la compañía todavía os estaba vigilando después de lo de la ciudad, tal y como hice con Davis, pero no pude encontraros. Aunque eso ya no importa, porque está completamente muerta. Nosotros nos encargamos de eliminar a los dos últimos miembros que quedaban. Lo único que queremos ahora es un lugar medianamente seguro en el que poder continuar con lo que queda de nuestras vidas.
Se produjo un silencio de espera en el que se aguardaba la respuesta por parte de Puma, pero éste había desviado su interés hacia un objeto en cuestión desde el instante en que lo había vislumbrado. El maletín que portaba Davis encajaba exactamente con la descripción que el doctor Payne le había proporcionado sobre ellos. No le había hablado exactamente sobre las propiedades que contenía aquello que estuviese custodiando, pero sabía que era de un valor incalculable en el nuevo mundo.
Por supuesto, no podía permitir que dos desconocidos como aquellos se introdujesen en el hospital sin conocer las verdaderas intenciones que pudiesen tener, pero tampoco podía permitirse perder el maletín, y no era la opción más viable asesinarles a sangre fría delante de todo el mundo. Tendría que establecer algún tipo de acuerdo benefactorio para él.
—Mirad, tengo algunos asuntillos de los que ocuparme, así que por ahora vais a esperar en el vestíbulo hasta que yo esté libre para hablar con vosotros en profundidad. El resto del grupo se encargará de vigilaros mientras tanto. Y será mejor que no me estéis mintiendo, por vuestro propio bien —concluyó Puma marchándose al interior del hospital utilizando un acceso lateral que solía servir como salida de emergencia.
—Hey, Dyss, ¿quieres que vayamos a esperar a Maya al vestíbulo? Venga, vamos —fue la instancia de Inma a que se pusiese en pie para caminar con lentitud y algo de serenidad hacia el espacio indicado.
Fue justamente cuando los cuerpos de Dyssidia y Davis se cruzaron cuando la sangre del joven pareció estancarse en sus vasos sanguíneos, impidiéndole continuar la caminata. No. ¿Era realmente ella? Sólo le había bastado observar su rostro con más detenimiento para cerciorarse de que era idéntico al que recordaba haber visto en la cámara de seguridad de Stone City. El mismo que aparecía continuamente en sus pesadillas para asesinar una y otra vez sin descanso a Allen y Riliane. Cualquier otro rostro le habría dado lugar a confusiones, pero el suyo había sido siempre tan identificativo que no cabía duda. Sus dos amigos habían estado con su grupo. No podría haber sido otra más que ella. Sintió como sus órganos más internos comenzaban a hervir, fruto del profundo odio que estaba aflorando.
—Davis, ¿te encuentras bien? —preguntó Nicole preocupada cuando se percató de que se había detenido.
—Sí, sí, no es nada, tranquila —la despreocupó éste tratando de apartar sus problemas personales de los de Nicole momentáneamente—. Venga, sigámosles hasta ese vestíbulo. Espero que podamos hablar pronto con ese tipo y nos acepte. Estoy algo cansado de tanto ajetreo últimamente.
Todavía no podía hablar con Dyssidia. No era el momento idóneo. Pero pronto lo haría.
La mente de Puma era incapaz de contener las múltiples reconsideraciones de diversos asuntos mientras caminaba rumbo a dormitorio 422 en el que se sucedería su encuentro con Crow. La aparición repentina de Dyssidia, la desaparición simultanea de Maya, aquellos sujetos de dudosa confidencialidad que probablemente portasen una gran fuente de poder en aquel maletín sin saberlo y mucho más. Aquello eran sólo una pequeña parte de todas las cosas en las que debía preocuparse constantemente. Como capitán de aquel barco, no había ni un solo segundo en que pudiese sentarse a descansar de las preocupaciones. Lo  peor de todo era que Florr continuaba en cama por el fuerte resfriado que la había atacado poco después de volver de su último viaje en ambulancia y todavía no había tenido tiempo para hablar con Eva sobre el preocupante tema de su cáncer. Ambos problemas le parecían preocupantes desde su punto de vista, especialmente el último, pero su libertad siempre se veía reducida por las responsabilidades. Para colmo, la figura de una Selene zombificada en algún lugar perdido se repetía constantemente en su cabeza, martirizándole por obligarse a olvidarse de ella después de que había muerto por su culpa. Definitivamente, necesitaba algo de tiempo libre que disponer para su uso personal.
Todavía se encontraba parcialmente distraído cuando alcanzó su destino, pero visualizar a su subordinado sentado cómodamente en una silla mientras aguardaba su llegada activó su concentración de manera instantánea. Aclaró su garganta para la discusión que estaría a punto de producirse con total probabilidad antes de internarse en la lúgubre habitación.
—Ya me estaba preguntando si vendría o no, ¿sabe, general? Llevo dos días tratando de hablar con usted, pero últimamente no ha hecho más que ignorarme. Siéntese, por favor —le invitó el preso a que descansase junto a él sobre una mesa improvisada. Su voz le resultó algo más extraña de lo habitual, como si sus cuerdas vocales necesitasen urgentemente una afinación. Por un momento habría llegado a pensar que se trataba de preocupación en caso de que hubiese sido cualquier otra persona, pero en el reo era cuanto menos extravagante.
—El tiempo que he tenido estos últimos días para atenderte ha sido prácticamente nulo. He venido en cuanto he podido —se excusó Puma antes de acompañarle sentándose sobre una de las sillas vacías de la estancia sin desviar ni un segundo su mirada de la imponencia que intentaban transmitir sin éxito los penetrantes ojos de Crow, obviamente inofensivos para su persona.
—No quiero hacerle esperar mucho más, así que le voy a ser breve —comunicó el preso recolocándose en una postura de mayor formalidad. Su lenguaje no verbal le había acabado de delatar. Todos los indicios indicaban que había acudido allí en cualidad de subordinado, no de sublevado. Aquello pareció evadir la escasa tensión que sentía Puma—. Mis chicos me han informado de que no están nada cómodos con la situación actual. Este lugar ha sido desde el primer momento nuestro hospital. Ya sabe, exclusividad absoluta para los presos que lo tomaron cuando éste sólo estaba ocupado por un tío chiflado. General, nadie estará dispuesto a que ahora todas esas personas que ha traído compartan nuestro espacio. Lo de hoy no ha sido más que un preludio de lo que vendrá después si la situación continúa cómo hasta ahora.
—¿Acaso intentas proponerme algo? —conjeturó su líder con sabiduría interrumpiendo sin remordimiento alguno aquel reducido monólogo.
—Sabía que no tardaría en comprenderlo —afirmó Crow exhibiendo una escalofriante sonrisa victoriosa—. Mi gente ha estado muy irascible desde que sucedió aquella matanza del hotel en la que perdimos a unos veinte de los nuestros. Personas como Crane o Lock, mi segundo al mando, ejercían mucha influencia en todos ellos. Y ahora que están muertos, no podrán impedirles que se revolucionen con facilidad. La solución que voy a proponerle es la siguiente. Dividir el hospital. Nosotros nos quedaremos con todas las plantas superiores a la quinta, los sótanos en donde trabajamos con los vehículos, la zona sur donde se encuentran los prisioneros y el parking de la zona oeste. Su grupo puede quedarse con el resto de los lugares. No habría ningún tipo de contacto entre nosotros y ellos, pero en el caso de que alguien pusiese un pie en alguna de las áreas restringidas, aunque fuese por error, habría permiso absoluto para tirar a matar en el caso de que no se encontrasen acompañados por usted. Todo el mundo está de acuerdo con esto. Sólo falta su opinión. 
Puma se mantuvo dubitativo por primera vez durante la conversación. Aquella idea que le estaba proponiendo le resultaba realmente interesante, a pesar de su promesa personal hacia su moral de no aceptar ninguno de los planes que sus subordinados organizasen para su beneficio. Dadas las circunstancias, la división propuesta era justo lo que necesitaba para conseguir que el grupo permaneciese en el hospital sin verse acechados por el miedo que aquellos sujetos les provocaban. Los unos nunca jamás tendrían que cruzarse siquiera con los otros. Le estaba ofreciendo una organización que rozaba la perfección. ¿Cómo iba a ser capaz de negarse? Podía permitirse una excepción por pura conveniencia.
—Está bien. Acepto vuestras peticiones —cedió finalmente, esforzándose por preservar su estado constante de serenidad ante el diálogo.
—En ese caso, me parece que aquí hemos terminado, general. Agradezco que hayamos podido llegar a un acuerdo fructuoso para ambas partes. Es mejor evitar derramamientos de sangre innecesarios —concluyó el preso con aquel estrambótico comentario mientras se disponía a su salida del punto de reunión.  
—No, espera. No te vayas todavía, Crow. A mí también me gustaría comentarte algo —lo detuvo Puma aprovechándose de aquella situación generalmente favorable en su propio beneficio—. Cuando estuvisteis examinando el supermercado hace unos días, atrapasteis a dos individuos más que estaban acompañando a la chica rubia. Un padre y su hijo pequeño. Quiero que los liberéis. Serían los últimos a los que me llevase.
—Sabe que nuestros esclavos no entran dentro de su jurisdicción, ¿verdad, general? —le aclaró el preso negando incesantemente con la cabeza de manera jactanciosa—. Lo siento, pero ya nos ha arrebatado a la rubita del burdel y a la amargada de la puerta. A mis chicos no les gustará que libere parte de su mano de obra. Sin embargo, si realmente se los quiere llevar, podemos llegar a un acuerdo muy sencillo. Hay mucha gente que todavía tiene ganas de probar un buen pedacito de esa pibita rubia. Ya sabe, no suelen aparecer muchas carnes jóvenes por estos lares. Pero usted ha prohibido que se la toque, y ha dejado los huevos de medio hospital en carne viva. Lo único que tiene que hacer es entregárnosla. Intercambiarla por sus amigos. Por supuesto, no crea que van a ser agradables. Usted sabe a dónde estaría enviándola perfectamente. Va a necesitar tiempo para pensarlo, así que le voy a dejar solo. Ya va siendo hora de que me marche.
Puma ni siquiera pestañeó durante la reflexión de aquella opción impuesta sucedida de forma simultánea a la escapatoria de Crow del inhabitado dormitorio 422. No necesitaba tiempo para pensarlo, sino todo contrario. La elección que escogería era indudable. Ni loco se atrevería a cambiar a una persona de tanta utilidad como Alice por algún inútil integral que no sabría ni apretar un gatillo y un mocoso que no pararía de llorar, además de que no le interesaban lo más mínimo. Estaba decidido. Enrique y Félix tendrían que continuar entre criminales un tiempo más. Ya descubriría algún punto débil en el muro de sus subordinados donde poder presionarlos para que los liberasen. Siempre lo había.
Dyssidia reposaba abstraída en uno de los sofás de cuero del vestíbulo en el que Inma la había dispuesto tras transportarla. Todavía no había murmurado palabra alguna desde que había abierto las puertas de la ambulancia solo para encontrarse con el vacío de la nada, y aquello comenzaba a ser bastante preocupante para Alice, que había relevado el puesto de  vigilancia que su prima se había visto forzada a desatender. Se sentía un poco idiota por no entenderlo, aunque tal vez ni siquiera debía poder hacerlo. Sabía que Maya seguía con vida, pero tal vez aquella noticia no había sido suficiente para combatir el shock tan potente que su imaginación había originado. No podía saberlo. De igual manera, su interés se centraba regularmente en las figuras de Davis y Nicole descansando en un par de sillones alejados de ellas mientras conversaban sobre cuestiones desconocidas. Mantenía constantemente un ojo en ellos por expreso deseo de Puma. Lo cierto era que a simple vista no le parecían ser ninguna posible amenaza, pero después de todo lo que había ocurrido, no necesitaban más sorpresas. Debían asegurarse de que no les clavarían ningún cuchillo en la espalda mientras estuviesen durmiendo.  
Una serie de pasos les alertó de que alguien se aproximaba por uno de los corredores que conectaban con la región norte del hospital. Era Puma quien acababa de aparecer.
—¿Dónde están Inma y M.A? —consultó con Alice tras percibir su ausencia una vez hubo finalizado su exhaustiva examinación de la disposición existente en la estancia.
—Han ido a preparar el entierro de Nait en el tiempo que tarde Maya en regresar. Yo me he quedado para cuidar de Dyss por petición de Inma. Bueno, y podría decirse que también para que tus sospechosos no estuviesen sin vigilancia. ¿Vas a encargarte de ellos de una vez por todas? —contestó Alice con pretensión de que se solucionase el problema de confianza con los nuevos inquilinos. Si realmente contaban la verdad, terminarían por convencerlo. Si eran descubiertos en alguna clase de mentira, se podrían tomar medidas efectivas antes de que ocurriese algo inevitable.
Puma se disponía a efectuar la petición de Alice cuando las dobles puertas de la entrada principal se abrieron abruptamente como si hubiesen sido empujadas por una fuerte ráfaga de viento helado. El rostro de la joven chica se iluminó en cuanto contempló una figura tan jadeante como sudorosa que hacía gala de su simple comparecencia pese a su descuidado aspecto. Maya había vuelto.
—Bueno, he tenido que atraer a una horda gigantesca de zombis hacia mí para después ser capaz de esquivarlos, me han mordido infinidad de veces, me he roto más de un par de huesos y me he caído en un charco lleno de barro, pero por fin estoy aquí. ¿Cómo os fue a vosotros? ¿Llegasteis todos bien?
Aquella voz tan pura, tan perfectamente inmaculada, sólo podía pertenecer a una única persona en toda la faz de la tierra. Dyssidia comprendió al instante quien era aquel sujeto y se encaminó con más ilusión que nunca hacia el espacio del cual había procedido aquel canto celestial. Allí estaba. Un sueño inalcanzable que se estaba cumpliendo. No podía ni respirar. Maya detuvo estrambóticamente sus piernas. Sintió como una arteria le explotaba en las profundidades de su corazón. Como si de una actuación de pura genética se tratase, aumentó excesivamente la constancia de su parpadeo, pretendiendo evadirse de lo que le resultaba simplemente una mera ilusión. Pero no lo era.
—¿Dyss…? —murmuró en un liviano sollozo casi imperceptible. Aquello no era posible. No después de tanto tiempo en unas circunstancias tan surrealistas. Le era costoso asimilar aquella verdad como realmente cierta. Se preguntó si no seguiría inconsciente por la acción de la corriente eléctrica. Si no sería más que otro sueño que sumar a la interminable lista de reencuentros imaginarios con Dyssidia. La realidad podía llegar a ser muy confusa.  
La hermana mayor no se contuvo ni un segundo más y desató sus músculos. Necesitaba sentirla cuanto antes para que no se evadiese entre sus pensamientos, como había hecho siempre que la había deseado. No alcanzaba a comprender como le era posible efectuar aquella carrera tan acelerada con sus pulmones al borde de la asfixia, pero no era ninguna falsedad. Su cuerpo parecía alcanzar misterios incompresibles cuando se trataba de aquel irremplazable amor fraternal.
Y sucedió. Dos carnes fundidas de nuevo en una sola cayeron envueltas en el manto de sus brazos, resquebrajando finalmente el cristal de su imaginación. Aquello era real. Ambas rompieron a llorar desconsoladamente.
—¡Dyss, te quiero, Dyss! ¡Te quiero! ¡No me dejes nunca más! ¡Te quiero! —rogó Maya aferrándose fuertemente al cabello de su hermana para que no se escapase nuevamente.
—¡No! ¡No! ¡No iré a ningún lado sin ti! ¡Jamás volveré a dejarte, Maya! ¡Jamás volveré a dejarte! ¡Yo también te quiero mucho!
Davis contemplaba aquella afectuosa escena completamente absorto. ¿Aquella chica era realmente la misma asesina fría y calculadora que había presenciado en el video? No podía creerlo.
Inma y M.A compartieron sus fuerzas en una colaboración mutua para introducir todavía envuelto en la sábana al que había sido su amigo antes de que la muerte le devorase en un voluminoso agujero cavado en uno de los jardines laterales del hospital utilizando una pala que habían encontrado en un pequeño cobertizo improvisado de algún antiguo trabajador botánico.  
—Aún falta una cosa—comunicó la joven apropiándose un objeto de índole desconocida en el que se discernía un notable grosor y una destacada longitud a través de la manta que lo encubría antes de depositarlo junto al cuerpo cadavérico de Naitsirc—. Es su pierna. No quería enterrarlo incompleto, así que la recogí antes de marcharnos del hotel.
Comenzó a percibirse un coro de murmullos repentino que atrajo su concentración. De la dirección de la cual habían provenido aquellos sonidos comenzaron a surgir una serie de individuos que reconocieron inmediatamente, diferenciados en dos grupos. Con una actitud más acorde a su comportamiento en la normalidad y un desplazamiento de mayor lentitud se encontraban Puma y Alice acompañados por Davis y Nicole, quienes lo más probable es que hubiesen acudido coaccionados para no perderles de vista. Delante de todos ellos se distinguía a Dyssidia y Maya caminando con sus manos entrelazadas. Su sonrisa compartida era tan deslumbrante que habría eliminado la negatividad de hasta el más pesimista. Se las veía felices. 
M.A no tardó en percatarse de que si Maya había vuelto, lo más probable es que todos ellos estuviesen acudiendo al entierro, por lo que se ayudó de su antebrazo para comenzar a esparcir exactamente el mismo montón de tierra originado durante la excavación sobre el difunto mediante el uso ininterrumpido de su pala.
—Sabía que lo conseguirías. Me alegro de que estés aquí —saludó Inma con un abrazo afectuoso a su recién llegada prima menor—. ¿Ves como no mentía cuando te dije que iba a venir, Dyss? No sé exactamente porqué, pero estoy feliz por vosotras. Tal vez sea porque ahora os volvéis a tener la una a la otra.
—Y tú también nos tienes a nosotras, españolita. Para cualquier cosa que necesites, tu Dyss está aquí. Que no se te olvide, ¿eh? —añadió la susodicha golpeándola con cariño en el hombro al mismo tiempo que le brindaba un gesto afectivo.
Maya desvió la atención momentáneamente de su prima para aproximarse en dirección a la improvisada tumba, contempló la sabana cubierta casi por completo en consecuencia de la efectividad del trabajo realizado por M.A. Un sentimiento de culpabilidad recorrió su organismo cuando recordó el maltrecho estado de su cadáver. Pensó que no debería haber abandonado nunca el fuerte, pero en aquel caso, el muerto habría sido probablemente el rubio. Ninguna elección era plenamente correcta.
Su hermana se posicionó junto a ella como una fuente de apoyo. No conocía demasiado sobre la muerte de Nait, pero podía imaginarse que aquel entierro era en su memoria.  
—¿Qué le paso? —consultó observando con curiosidad el irregular agujero parcialmente recubierto
—Zombis. Como a muchos otros —respondió Maya omitiendo los detalles de la horrible escena que su prima le había transmitido con pretensión de desahogarse. No era necesario que los conociese. Había sido una muerte demasiado dura.
El orificio funerario finalizó su conversión en el lugar que salvaguardaría el descanso de Nait con un conclusivo conjunto de materia inorgánica desmenuzable al mismo tiempo que el resto del grupo alcanzaba finalmente sus posiciones. Ya estaban todos allí.  
—Si alguien quiere decir unas palabras, adelante. No se me dan bien ese tipo de cosas —anunció M.A apartándose de la tumba para permitir aproximarse a quien lo desease.
La mayoría de ellos permanecieron unos instantes en silencio, sin exhibir ningún tipo de voluntad participativa en el acto fúnebre, excepto la recién llegada Maya, quien no mostró duda alguna cuando se adelantó con un único paso antes de aclarar su garganta.
—Nait… ¿Sabéis una cosa, chicos? Me resulta curioso cómo incluso después de vivir día a día en este mundo infestado de muerte y desolación por todos los rincones, la muerte de alguien cercano a nosotros nos sigue doliendo como la que más. ¿Qué tipo de sentimiento se supone que es ese? ¿Humanidad? ¿Significa que todavía no nos hemos inmunizado ante todo aquello en lo que se ha convertido este planeta? Si es así, me alegro. Con Nait hemos compartido mucho más que un apocalipsis. Sueños, ilusiones, alegrías, esperanza, tristezas, penas, desolaciones… La lista es interminable. Sólo por eso me gustaría que buscarais en el interior de vuestro corazón lo que él significaba para vosotros y lo preservéis por siempre. Quienes le hemos conocido, de una forma u otra, le hemos querido. Y eso es lo importante. Ese sentimiento nunca desaparecerá. Cuida de Selene ahí arriba por mí, Nait. Descansad en paz.
—Yo querría entregarle algo, si no os importa —comunicó Inma extrayendo un anillo de su dedo anular que contenía inscrito su propio nombre para depositarlo junto a los cúmulos de tierra que conformaban aquella estancia imperturbable, los cuales empleó para encubrir la visión de aquella pieza tan especial—. Este anillo me lo regaló mi padre el día que cumplí los dieciséis años. Él no tenía ni idea de que nunca me ha gustado mucho la joyería, pero lo he llevado puesto siempre por el valor sentimental que suponía. Hasta hoy. Prefiero que te lo quedes tú, Nait. Es una gran parte de mí, así que trátala bien, ¿vale? Descansa en paz.
Se produjo un mutismo inquebrantable. Todos los presentes expresaban consternación en sus gestos faciales, incluidos aquellos dos que ni siquiera habían conocido al fallecido. Al fin y al cabo, la muerte de alguien nunca era un acto agradable. Como solía ser costumbre, la única excepción fue Puma, quien se aproximó con intención de pronunciar unas palabras. Pero no eran las que nadie habría esperado, desde luego.
—Bien, ahora que estáis todos aquí reunidos, me gustaría aprovechar para comunicaros las nuevas noticias. Sé que tenéis miedo de los presos. Es un hecho. No os mentiré. Ellos no se encuentran demasiado contentos con vuestra presencia. Es por eso que hemos llegado a un acuerdo en el que ninguno de vosotros tendrá que volver a cruzarse jamás con ellos. Lo único que debéis hacer es respetar la división organizada. Las zonas prohibidas serían todas aquellas plantas superiores a la quinta, todos los sótanos, toda la zona sur que se encuentra a partir de los quirófanos y el parking oeste. Sé que se tratan de unas medidas plenamente radicales, pero sé que sentías mucha preocupación por su estancia en el hospital, por lo que si no pueden acercarse a vosotros, no pueden haceros daño. ¿No es eso lo que queríais? De todas formas, se está haciendo tarde, así que os recomiendo que vayáis a descansar. Quien quiera saber más podrá hablar conmigo mañana en mayor profundidad.
Sus interesados oyentes permanecieron en estado juicioso. Debían reconocer que razón no le faltaba. Aquella solución era precisamente lo que necesitaban para poder permanecer en el hotel sin que se produjesen conflictos como el anterior tiroteo siempre que se hiciese cumplir. Incluso M.A reconsideró la idea a pesar de su conocida rivalidad con aquel sujeto. Tal vez podrían dejar de correr por el mundo para recuperar lo que había sido Almatriche.
 Tampoco querían pensarlo demasiado en las circunstancias del momento. La noche ya les impregnaba y se encontraban lo suficientemente agotados como para dormir durante lo que aun faltase de apocalipsis, por lo que los distintos miembros del grupo se dispusieron a regresar a sus respectivas habitaciones en la primera planta.
—Hey, Puma, ¿se sabe algo sobre el tema de Enrique y su hijo? ¿Van a dejarles libres? —consultó Alice con una notoria expresión facial de preocupación. Probablemente aguardaba que la respuesta fuese afirmativa.
—Estoy haciendo todo lo posible, pero no es fácil, Alice. Controló muchas cosas en este lugar, pero los prisioneros no son una de ellas. Ya cometí una falta un tanto grave cuando te liberé a ti de su burdel personal. Por el momento estamos en proceso de negociación, pero todavía no hemos acordado nada. Habrá que esperar —mintió éste con descaro, ocultando a la joven su propio derecho a la elección de aceptar o no la única condición que suponía la liberación de sus amigos.
—Muchas gracias por todo lo que estás haciendo por ellos, Puma. Realmente lo valoro. Es muy importante para mí. Hasta mañana. Espero que puedas descansar —se despidió ella antes de acompañar al resto de sus compañeros hasta el interior del edificio.
—¿Y qué hay de nosotros? ¿Vas a dejarnos entrar? ¿Nos vas a echar? ¿O vamos a hablar ahora? —preguntó Davis cansado por la indiferencia que aquel individuo ejercía de manera constante en ellos.
—Justo detrás vuestro encontrareis un parking a unos cuantos metros que se encuentra separado por completo del edificio hospitalario, pero que permanece a él. Acomodaros allí. Y por si se os ocurriese alguna idea perversa contra los míos, os advierto de que siempre hay alguna patrulla de guardias custodiando los alrededores durante la noche. Y he de decir que son de gatillo muy fácil. Mañana hablaremos los tres más relajados. Tengo preguntas que haceros —concluyó Puma con formalidad antes de perseguir a Alice en su regreso.
—Davis, ¿estás seguro de que deberíamos permanecer aquí? No te veo muy satisfecho con la supuesta protección de este hospital. Podemos irnos si quieres. Encontráremos otro lugar —propuso finalmente Nicole tras haber percibido en él una incesante irritabilidad que no solía ser de su propiedad desde que había bajado de la ambulancia.
—Sé que no te sentirás cómoda conviviendo con criminales potencialmente peligrosos, pero ya escuchaste lo de la separación, ¿no? Este lugar no es la octava maravilla del mundo, pero quiero establecerme por un tiempo en algún refugio, y este hospital ni siquiera tiene zombis en las cercanías. Conseguiremos la confianza de ese tipo y podremos vivir aquí con los suyos. Y esos presos no se atreverán a tocarnos ni un pelo. Venga, vamos a ese parking. Estoy muerto de sueño. Con un poco de suerte encontraremos un par de asientos traseros  que sean cómodos. Serán una delicia después de haber probado el suelo.
Nicole no alcanzaba a comprender su comportamiento estrambótico. Davis no era de los que le agradaba permanecer donde no aceptaban su presencia ni confiaban en su palabra. Precisamente aquel había sido uno de los motivos por los que había accedido sin rechistar a separarse del grupo de Jessica. ¿Por qué insistía tanto en aquella ocasión? ¿Acaso buscaba algo especial en el corazón de la ciudad? ¿O tal vez su interés se centraba en alguno de sus miembros? No lo sabía, pero tenía pensado averiguarlo.
Maya abrió repentinamente los ojos sólo para descubrir una serie de paredes adornadas con objetos propios de una habitación de hospital en torno a ella y el tacto de un relajante colchón en el su hermana continuaba durmiendo mientras emitía sonoros ronquidos.
Se incorporó sobre su lecho para examinar con una amplia sonrisa de felicidad la figura desarreglada de Dyssidia. Su mente rememoró la conversación mantenida durante la noche anterior mediante la cual habían conocido todo aquello que había acontecido durante los dos años perdidos. Sabía que su regreso provocaría muchos cambios en la vida de ambas. Ya no tendría que volver a estar sola nunca más. Un rayo de esperanza entre las tinieblas en las que se había sumido el caos mundial.
La repetición de unos golpes que impactaron en el cristal de la puerta la abstrajeron de sus pensamientos, recordándole el motivo por el cual se había despertado. Velozmente, Maya se orientó hacia la entrada del dormitorio, permitiendo el acceso a su interior a una persona completamente inesperada. Su prima.
—Hey, hola, Inma. ¿Qué estás haciendo aquí tan temprano? No son más que las ocho —preguntó desorientada por su imprevisible aparición.
—No es tan temprano, Maya. Ya sabes que siempre me ha gustado mucho madrugar. De todas formas, venía para preguntarte si voy a necesitar seguir usando el cabestrillo, porque si te soy sincera, últimamente notó mi hombro bien, y empieza a ser un poco molesto llevar este cacharro a todas partes. 
Formulada aquella interrogación, la joven con ligeros conocimientos médicos examinó el aspecto de su dislocación antes de enunciar veredicto alguno. El progreso de rehabilitación era elevado, pero todavía podría conllevar algunos riesgos muy mínimos. Inevitablemente, aquella comprobación la hizo recordar cómo su brazo solo había necesitado ser recolocado para recuperarse. Un aspecto positivo que le otorgaba su condición.
—El hombro está prácticamente recuperado. Si estuviésemos en una situación normal, te recomendaría que mantuvieses el cabestrillo durante una semana más por precaución, pero sé que un solo brazo en este mundo es un peligro constante. M.A casi no sobrevive cuando se marchó en solitario del fuerte —anunció retirando el instrumental improvisado para reposarlo sobre una mesita de noche cercana a ella. Inma rotó ligeramente su hombro describiendo una trayectoria semicircular. Por fin podría volver a utilizarlo después de todo aquel tiempo inmovilizado. Ya se encontraba dispuesta para llevar a cabo su objetivo.
—Bueno, tengo que irme. Muchas gracias, prima. No te molesto más. Sigue disfrutando tu hermana —comunicó ésta alegremente antes de partir hacia el pasillo, ocasionando un mínimo de desconcierto en el entendimiento de Maya.
Nuevamente, dormir había sido un anhelo inalcanzable. Y aquel era el segundo día. ¿Por qué su organismo insistía en resistirse a su propio descanso? La presión acumulada no era ninguna excusa para ello. Aquello sólo conseguía agravar su malestar general.
Sentado en el escritorio de su despacho, Puma dedicaba su tiempo a contemplar uno de los dibujos que había realizado con sus propias manos hacía ya meses. Los apolíneos trazos conformaban uno de los rostros más bellos que sus miserables labios hubiesen disfrutado. Eriel.
Suspiró con pesadumbre antes de guardar la foto en uno de los cajones. No le resultaba demasiado agradable rememoras las malas experiencias de su pasado en las circunstancias en las que se encontraba. Recuerdos como aquel eran los que le martirizaban durante sus eternas noches, por lo que optó por olvidarse de ellos.
Un sonido retumbante en la puerta le indico que alguien reclamaba de su atención. Era muy extraño. No esperaba que apareciese nadie a aquellas horas de la mañana. Ya le había invadido la curiosidad cuando al girar el pomo de la entrada, Inma apareció en mitad de su campo visual. De todas las posibles personas que habían aparecido en su pensamiento, ella ni siquiera se había considerado como una posible candidata.
—Hola, Puma. Sé que es un poco temprano para venir aquí, pero, ¿puedo hablar contigo un segundo? —solicitó la chica con un tono de amabilidad tan dulce que ni el más cruento de los seres humanos podría haberse negado.
—Adelante. Siéntate en el sofá. En seguida estoy contigo —la invito Puma al acceso a su espacio personal, obedeciendo ésta la orden dictaminada. El varón se apropió de una silla que empleó para sentarse frente a la joven. La diferencia de altitud entre ambos establecía una sensación en la conversación de liderazgo por parte del general —. Bien, tú dirás.
—Verás, lo que te voy a pedir que hagas por mí no es demasiado sencillo, pero sé que tú serás capaz de ayudarme. ¿Puedes enseñarme cómo defenderme? Te he visto luchar. A ti y a Florr. Os he visto a los dos. Aquella vez en la gasolinera, cuando ella inmovilizó a un zombi y tú le rompiste el cuello fue espectacular. Vosotros sabéis hacerlo de maravilla, mientras que yo no soy más que una inútil. Necesito saber que la próxima vez que suceda algo grave podré reaccionar ante ello de alguna manera y no quedarme parada como una estúpida, tal y como hacen todos los demás. Es algo que necesito aprender. Nadie más sabe tanto sobre el tema como tú. Nadie puede enseñarme mejor que tú.
—Mira, Inma, voy a ser claro. Si esto es por las muertes de Selene y Nait, te recomiendo que lo olvides. Que hubieses sabido defenderte en aquellos momentos no habría cambiado nada, así que no te tortures por ello. Y si lo que realmente deseas es aprender, creo que has recurrido a la persona equivocada. Que me llamen general no significa que yo sea ninguna especie de soldado entrenado. Sé algunas nociones básicas de combate y defensa personal centralizadas principalmente en cómo eliminar a un muerto viviente, pero yo nunca he sido más que un adolescente que convertía cualquier filete en un pulmón carbonizado. Quien realmente conoce el tema en profundidad es la persona que nos enseñó a mí, a Florr y a su propio hermano. Eva. Recurre a ella.
Inma se estremeció ante aquella información. Si ya le había resultado suficientemente costoso reunir el valor necesario para pedirle aquel favor a Puma a pesar de que poseía una estrecha relación con su prima Maya, hacerlo con una persona cuya relación con todos ellos era prácticamente nula le resultaría imposible, por no hablar de su carácter volátil. Estaba segura de que no aceptaría ni aunque se lo rogase de rodillas. El sudor comenzó a recorrer su frente, descubriendo el elevado nerviosismo que se había apoderado de su cuerpo. 
—¿Por qué no se lo pides tú? A mí me va a decir que no, pero si lo haces tú, a lo mejor acepta. Por favor, Puma. Hazlo tú —le imploró en un gesto de debilidad que no originó más que un aumento del convencimiento de éste de que ni siquiera merecía la pena intentarlo. Aquella chica se había acostumbrado a que los demás la protegiesen. Tal vez su intención fuese la de remediarlo, pero mientras mantuviese aquella cobardía, jamás superaría ni la primera lección de la instrucción.  
—Regla básica de defensa personal. Si no lo haces tú, nadie lo hará por ti. Eso es lo que te diría Eva si te escuchase decir eso. Si quieres entrenar con ella y no morir en el intento, vas a necesitar mucho más coraje del necesario para simplemente pedírselo. Si ni siquiera puedes llegar a eso, igual no deberías ni intentarlo. Tú misma. Podrás encontrarla a cuatro habitaciones de aquí.  
Si se detenía a meditarlo, lo cierto era que no le faltaba ni un mínimo de verdad. ¿Cómo pensaba aprender a protegerse si luego se acordaba a la hora de hablar con quién debía ser su entrenadora? Tal vez no fuese a acceder en un principio, pero debía encontrar la manera de convencerla. Necesitaba de su inteligencia. Y esa solía ser una de sus especialidades.
El olvido siempre era una auténtica tortura para su cerebro. No era la primera vez que su arma se escondía en el rincón más recóndito y ella no recordaba donde se encontraba. Su memoria empeoraba cada vez más por el maldito efecto de las pastillas. Era un aspecto inevitable de la medicación, pero resultaba verdaderamente molesto. 
—Esta ahí —señaló su hermano pequeño, tumbado en el colchón superior de una litera, hacia una silla ubicada en una esquina del dormitorio.
—Agh, sí. Gracias —se lo agradeció con cierta amargura hacía ella misma por no haber sido capaz de localizarla antes de recogerla para devolverla a su funda.
Se escucharon unos golpes de nudillos en el marco de la puerta abierta que percibieron instantáneamente ambos residentes. Era aquella chica que les había acompañado hasta el pueblo. A Eva no le agradó demasiado su sorpresiva aparición, pero pese a ello, le permitió la entrada.
—Hola, Inma —saludó el chico amablemente. Ésta tuvo intención de contestar, pero su garganta se inmutó por la tensión a la que se encontraba sometida.
—¿Qué haces aquí? ¿Quieres algo? Porque no tengo absolutamente nada que tú puedas querer —advirtió Eva con brusquedad debido a la incomodidad que sentía en su presencia.
—Bueno, eso no es así, exactamente. Puma me dijo que tú le enseñaste hace un tiempo defensa personal. Y estoy aquí porque a mí también me gustaría aprender —expresó Inma con semejante dificultad que las palabras de su mensaje se entrecortaban continuamente. 
—Estás bromeando, ¿no? Si pretendes comparar la capacidad que él tuvo para aprender con la que tienes tú es que estás loca. Además, no tengo tiempo para estar enseñando a nadie ahora mismo. Y menos a una persona que se dedica a dar volteretas para esquivar un grupo de zombis —se negó ella con férreos argumentos en su favor exactamente como la joven novata había supuesto, por lo que recurrió definitivamente a su estrategia.
—¿Y si hacemos un intercambio de conocimientos? Si tú me enseñas defensa personal,  yo puedo enseñarle algo a tu hermano que le gustará —batalló ésta atacando al que era su punto más débil para convencerla. Adán se alertó tras escuchar aquello.
—¿Y qué es lo que puedes enseñarle? Sorpréndeme —la probó la militar considerando que aquella propuesta no superaba el estatus de farol.   
—Tiro con arco. Sé que tiene uno y que lo utiliza como arma. Cuando era pequeña, solía practicar mucho con profesionales. Participé en algunos torneos e incluso llegué a ganar en uno de ellos. Tu hermano no dispara mal, pero puedo enseñarle a hacerlo mucho mejor.
—Mira, no voy a negar que es un intercambio un tanto jugoso siempre y cuando no me estés mintiendo, pero respecto a lo que he podido observar de ti, puedo predecir que una corderita como tú no va aguantar ni una hora. Si quieres que te entrene, ten en cuenta que todo lo que yo te ordene se cumple sin rechistar. Si yo te ordeno levantarte a las siete de la mañana, lo haces sin rechistar. Si te ordeno que entrenes hasta las tres de la madrugada, lo haces sin rechistar. Si te digo que corras entre un grupo de zombis, corres entre ellos como si no hubiera un mañana. Si te digo que mates a uno, le destrozas el cerebro. Y si te pido que intentes golpearme, vas a tratar de partirme la cara con todas tus fuerzas. ¿Crees que vas a ser capaz de soportarlo? Porque si es así, te puedo poner a prueba ahora mismo.
—Estoy dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de aprender. Quiero dejar de depender de los demás para mi protección. Si es necesario hacer todo eso por mi seguridad, entonces que así sea —reiteró Inma con un ligero añadido de temor en su expresión.
—Muy bien. Por lo menos eres alguien insistente. En ese caso, tenemos un trato. Ahora tengo que ir a ver a Puma a su despacho, pero cuando vuelva, comenzaremos tu primera clase en el parking de la zona este, y me demostrarás de lo que realmente eres capaz. Adán, cariño, espérame aquí. Ahora mismo vuelvo. Vigila que la chica no haga nada raro —solicitó Eva justo antes de marcharse de la estancia con paso apresurado.
Lo había logrado. Iba a entrenarla. Pero aquello solo era el principio. Debía prepararse mentalmente. Lo más duro estaba a punto de llegar.
—Entonces, ¿me vas a enseñar tiro con arco? Que guay —añadió Adán sumamente feliz por el acuerdo que había percibido. Le gustaba aprender.
—Sí, bueno, en teoría, ese es el trato. ¿Qué estás haciendo? —preguntó con curiosidad Inma tratando de entablar conversación durante el tiempo que tardase Eva en volver.
—Florr encontró un juego de magia y me lo regaló. Estoy practicando un poco. ¿Quieres que te haga un truco? Espera, que me preparo —habló el niño apoderándose de algunos de los objetos situados sobre su cama antes de bajar de la litera para sentarse en el suelo de la estancia. La joven no dudó en acompañarle.
Adán dispuso tres vasos opacos bocabajo formando una línea recta vertical, bajo uno de los cuales se encontraba una diminuta bola de cristal, y comenzó a alternar sus posiciones repentinamente con la intención de confundirla sobre su ubicación exacta.
—A esto en mi país le llamamos ser un trilero —comentó Inma observando cómo movía los múltiples vasos con cierta dificultad en su técnica.
—Ya está. Escoge uno —solicitó el pequeño alejándose una determinada distancia para permitirle efectuar su selección. La chica se decantó por el vaso localizado a su izquierda. Su rostro mutó a un aspecto extravagante cuando contempló la respectiva bola bajo él. 
—Ouch. No me ha salido —se excusó Adán decepcionado mientras retiraba el material  utilizado y se apoderaba de una baraja de cartas cercana—. Bueno, no pasa nada. Vamos a probar con otro, ¿vale? Elige una carta, por favor.
El pensamiento de Inma no se retrasó demasiado en ordenarle cual debía seleccionar en concreto, y su mano ejecutó instantáneamente la orden con maestría. 
—¿Es el as de corazones? —preguntó el mago fingiendo dotes de adivinación como si se tratase de un auténtico profesional.
—Ehhh, no. Es el tres de picas —comentó ella entrecortada por aquel segundo error. No era su intención arrebatarle la ilusión al niño—. Lo siento. Éste tampoco te ha salido.
—Mira en tu brazo —requirió éste con una sonrisa victoriosa de falsa soberbia.
A pesar de resultarle extremadamente extraña aquella petición, la joven acató la orden introduciendo su mano en el interior de su manga derecha. La sorpresa fue desmesurada cuando descubrió allí escondida la bola de cristal que había empleado en el truco anterior.  
—Ta-da. Es el poder de la magia. ¿Sorprendida? Deberías estarlo. O al menos eso dice el libro de instrucciones.  
Aquello era impresionante. ¿Cómo había realizado aquella estratagema sin percatarse lo más mínimo? Por primera vez en mucho tiempo, su cuerpo se sentía íntegramente en paz, como si nada estuviese pasando en el mundo en aquellos momentos. Tal vez podría no solo  aprender algo de defensa personal instruida por su hermana, sino también de la actitud del niño hacia las circunstancias en las que vivía. Quizá la vida sí que mereciese la pena después de todo.




#Naitsirc