Big Red Mouse Pointer

lunes, 28 de julio de 2014

NH2: Capítulo 034 - Un rayo de luz en medio de la oscuridad

El inconstante sonido de las agujas del reloj de aquella sala de espera hacía que la tensión aumentara por segundos. Aquel desagradable ruido en medio de tal silencio era como una sentencia de muerte que no pronosticaba nada bueno. Cada segundo parecía más largo. O esa fue la impresión que tuvo M.A., que no hacía más que dirigir nerviosas miradas hacia el lugar por el que había desaparecido Inma.

El chico, apoyado en una pared enfrente de donde estaban Eva, Florr y el pequeño Adán, no paraba de pasar la mano por su cinturón con gesto inquieto una y otra vez, asegurándose de que su arma seguía allí. Apenas era consciente de aquello. Sin embargo, Florr sí que se había dado cuenta. Un tanto exasperada le lanzaba miradas fulminantes al rubio, pero este estaba demasiado ensimismado como para notarlo.

La chica había estado tentada de soltarle algún que otro de sus comentarios. Pero, no estaba de humor. No, desde lo de Mickey no estaba para nada con ganas de chistes malos y peleas absurdas. Bufó sin intentar disimular su estado de ánimo, recostándose aún más en el asiento. No paraba de pensar que su hermano era un estúpido. Estaba harta, estaba francamente harta. Harta de que no contara con ella, de que la dejase de lado con tal de protegerla ; harta de aquella mierda en general. Cuándo podría confiar en ella. ¿Cuándo? ¿Tendría que esperar mucho más? ¿Acaso aquel día llegaría? Más que harta, en realidad estaba cansada. Cansada de todo.

Echó ligeramente la cabeza hacia atrás mirando hacia el techo. Lo que en un tiempo había estado pintado de un blanco inmaculado había dado paso a un color grisáceo y verdusco, lleno de grietas y moho. En algunas zonas daba la impresión de que de un momento a otro terminaría por ceder. A la vista de aquello, el pensamiento de hacía un rato volvió a surgir en su mente. ¿Cuándo fue que perdió la noción de lo que la palabra ‘hogar’ implicaba en realidad? Aquel hospital vacío y solitario no era más que el reflejo de lo que era su corazón. Tanto tiempo viviendo de aquella manera había hecho mella. Apretó los dientes al darse cuenta de lo crudo de aquella afirmación.

A Adán, que estaba cerca de la chica y que la conocía bien, no le pasó desapercibida la angustia que la invadía. Se separó de su hermana para poder llegar junto a Florr. Ella, al notar su presencia, bajó la cabeza para poder mirar al chiquillo a los ojos. No pudo evitar dedicarle una media sonrisa, aunque le salió una mueca extraña. Estaba claro que al niño no se le pasaba nada por alto, y menos de ella. Se conocían lo suficiente como para saber cuándo el otro estaba sufriendo sin necesidad de preguntarse.

Mientras, Eva, no pudo sino mirar con ternura a su hermano. Su nobleza y amabilidad le enorgullecían. Permaneció sentada allí, dejándole el resto a Adán. Sabía que era prácticamente el único que podía ayudar a Florr en ese momento. Solo había dos personas capaces de hacerlo. Uno era su hermano y el otro, sin duda era Puma. “Puma…” El recuerdo de la conversación que habían mantenido mientras inspeccionaban el hospital se le vino a la cabeza de nuevo. No sabía si había servido para algo, aunque, para empezar, no estaba muy segura de cómo había salido con aquello. A pesar de ello, esperaba que algo, por pequeño que fuera, hubiera calado en el insensible corazón de su compañero.

A pocos metros, El chico rubio, ajeno a lo que sucedía en el resto dela habitación, volvió a mirar el reloj. En el fondo sabía que era absurdo, porque aquel aparato estaba roto. Las agujas andaban a un ritmo irregular, casi  caprichoso podría decir. Por eso, sabía que, aunque lo mirara una y otra vez, ese hecho no cambiaría. Aquel reloj no le serviría para saber qué hora era ni cuánto tiempo había pasado exactamente. Sin embargo, apenas sí era consciente de lo que hacía. Estaba demasiado inquieto como para darse cuenta de lo absurdo de su comportamiento.

“Debería haber vuelto ya con esos dos… ¿qué estás haciendo?” Con aquello rondándole la cabeza se separó con cierta brusquedad de la pared y caminó hacia el centro de la sala, bajo la atenta mirada de Eva. Se pasó la mano por su pelo, revolviéndolo sin cuidado alguno, y volvió a dirigir la mirada hacia el reloj. Habrían pasado, al menos, cinco minutos desde que Inma se había ido a avisar a Maya y Puma. ¿Por qué tardaba tanto? No era tan difícil, ¿no? Solo tenía que avisarles. Sin darse cuenta empezó a dar vueltas por la sala de espera.

El joven paró en seco al darse cuenta de que giraba en círculos. Se rascó la cabeza y suspiró. “Tranquilo, ya estarán al caer.” Intentaba tranquilizarse, pero era prácticamente imposible. A medida que pasaba el tiempo, las probabilidades de que Dyss, Alice y aquellos dos estuvieran en peligro iban aumentando. Eso le ponía nervioso, no era capaz de calmarse. Estaba tentado de salir corriendo a su encuentro, pero la razón le decía que no era lo más sensato. No, tenía que tranquilizarse un poco. Y, sin darse cuenta, comenzó a dar vueltas por la sala.

Eva miraba al rubio entre irritada y divertida. No paraba de preguntarse si un tipo como aquel no estaría en extinción en los tiempos que corrían. Sin duda tenía que ser así. No concebía la idea de que hubiera más de su especie[/], o ,más bien, le espantaba la idea de que no fuera así. En un primer momento, podría decir que le divertían las divagaciones de aquel muchacho, pero ya empezaba a cansarse. Sin embargo, su aburrimiento no duró mucho, porque -en cuanto comenzaba a debatirse entre levantarse y tumbar a aquel rubio o simplemente dejarlo inconsciente- unas rápidas y ágiles pisadas comenzaron a resonar por toda la estancia. Todos se percataron de ello.

—Ya, ya… ya vienen… –logró decir Inma al llegar junto a ellos. La carrera la había dejado sin aliento. Se agachó ligeramente, apoyando las manos en las caderas.– Ya están aquí –aún respiraba entrecortadamente.

Ciertamente, detrás de ella aparecieron  Maya y Puma irrumpiendo en la estancia. Sus caras reflejaban lo que todos estaban pensando. M.A., que no había sido capaz de articular palabra al llegar Inma, después de haberse recompuesto, y aprovechando que habían llegado los otros dos, se dirigió a Puma adelantándose a Eva.

—Ya era hora. El tiempo corre y cada vez se hace más evidente que el resto está en apuros.

El pelinegro, le dedicó una fugaz mirada y se dirigió al resto, sin hacer mucho caso a aquel comentario. Tal vez porque estaba demasiado centrado pensando en cuál debía de ser su siguiente paso o tal vez, simplemente, porque creía que aquello era más que evidente, una obviedad. Por lo que, ni se planteó responder tal comentario. El rubio, contra todo pronóstico, no saltó ante el aparente gesto de indiferencia de Puma.

—Bien. Intentaré ser lo más breve posible. La situación es complicada, como ya os habréis percatado –hizo una breve pausa para terminar de ordenar sus ideas y no dudó en proseguir–. Puedo decir casi con certeza que el resto se encuentra en peligro. He intentado comunicarme con Crow y sigue sin dar señales de vida, no consigo contactar con él. Lo que no son muy buenas noticias que digamos. La sospecha de que hay más mutantes empieza a ser cada vez más consistente. Y, creedme, no es algo que me haga ilusión… La hora que indicamos ha pasado y nadie ha regresado, por lo que me atrevería a decir que el resto no ha tenido un encuentro demasiado agradable –tomó aire. Aún no tenía muy claro lo que quería decir, su cabeza era un completo hervidero–. Considero que, en estas circunstancias, deberíamos volver a separarnos. Un grupo irá en busca del resto y los demás se quedarán aquí. No es un lugar del todo seguro, pero por lo menos uno de los más seguros sí. Hemos inspeccionado aquella ala –señaló con el brazo– y no hemos encontrado nada. Podéis contar con eso los que os quedéis  para poder asegurar este espacio –mientras hablaba iba recargando su arma–. Considero que, en estas circunstancias, Adán, Florr –la chica frunció el entrecejo al oír su nombre  pero él no dejó que aquello le afectara–, Inma, Maya y Eva deben quedarse aquí. M.A. y yo iremos a por el resto. ¿Alguna duda?
—Ninguna –respondió Eva rápidamente. Sabía que la elección de aquellos grupos era la más acertada. Antes había permitido que su hermano se quedara al cargo de M.A., pero ahora era distinto. El peligro era más tangible por no decir certero. No estaba dispuesta a que su hermano estuviera expuesto a más peligro del indispensable. Puma habría pensado lo mismo que ella a juzgar por la elección que había tomado. M.A. con su brazo de menos puede que no fuese suficiente, y ninguno de los dos estaba dispuesto a comprobarlo. Ciertamente, Puma había sabido elegir correctamente.
—Yo estoy de acuerdo –dijo M.A., al chico no se e había escapado el porqué de aquellos grupos. Era plenamente consciente y, aunque le molestara que volvieran a considerar que era de poca confianza, lo comprendía. Si él hubiera sido Puma también habría hecho los mismos grupos. Al resto, en parte, les sorprendió su reacción. Tal vez esperaba que hubiera vuelto a saltar con otro de sus comentarios en contra de Puma. Pero, sorprendentemente, había conseguido calmarse y ser capaz de pensar las cosas con calma y objetividad. Ya estaba bien de ser tan impulsivo.
—Pues yo no estoy de acuerdo –masculló Florr en un susurro prácticamente inaudible que solo pudieron escuchar Adán e Inma, que estaban a su lado. Puma, sin embargo, pese a no haberla escuchado, sabía perfectamente que estaría pensado eso mismo. La conocía demasiado bien, no por algo era su hermano.

Las primas, Maya e Inma, se limitaron a asentir con el corazón en un puño.

—Bien. Entonces no hay nada más que añadir. El tiempo corre en nuestra contra –hizo un gesto a M.A. para indicarle que se marchaban, pero antes añadió–. Si tardáramos demasiado no nos esperéis aquí. Buscad a Payne –y, con eso, desaparecieron por la puerta que daba a un largo corredor. Inma la cerró rápidamente nada más que hubieron salido. Parecía que el encargo de asegurar la puerta fuera suyo.



*        *        *


Por las dimensiones de aquel hospital, Davis calculaba que ya no debía quedar demasiado. Aquella planta era exactamente igual que el resto, por lo que el final del largo corredor no debía estar lejos. Darse cuenta de eso le hizo sentirse un tanto aliviado, la verdad es que no tenía ganas de enfrentarse a nada en ese momento, ni presos ni rehenes ni mutantes. Notaba cómo su cuerpo empezaba a pasarle factura por todo el lo que habían pasado Nicole y él, sobreviviendo en medio de aquel infierno.

A su lado caminaba, en silencio, su compañera agarrando firmemente su fusil. Desde aquella conversación ninguno había vuelto a hablar. Ella más por dejarle tiempo para pensar que por no estar muy segura de qué decir, y él porque el tema de Dyssidia le absorbía por completo. No estaba seguro de cómo debía comportarse con ella, de cómo debía reaccionar exactamente; de si realmente era la misma persona que había matado a sangre fría a sus dos queridos amigos. Tenía sus dudas, no sabía qué pensar.

Mientras recorrían el largo pasillo al pelinegro se le vino a la mente una frase de Puma, del joven general: ”Consideraos en período de prueba” No le hacía especial ilusión, pero sabía que tenía toda la razón al desconfiar de ellos. De hecho, sabía de sobra que, si hubiera estado en su situación, habría tomado las mismas medidas. Una decisión como aquella daba consistencia al título de general que se le asignaba. Y no era para menos. Dejó escapar un leve suspiro. Debía ser paciente. “Solo un poco más”. Solo un poco más y lograrían lo que habían estado deseando; un lugar al que pertenecer. Aunque, las tenía todas consigo con aquel grupo tan dispar.

—¡AARGH!

El alarido resonó por todo el pasillo, poniéndoles los pelos de punta. Quien fuera que había gritado de semejante manera estaba peligrosamente cerca. Ambos se miraron como de común acuerdo y, tras un leve asentimiento –sin necesidad de mediar palabra-, echaron a correr. Davis desenfundó una de sus dos pistolas encabezando la carrera, seguido de cerca por Nicole, que aferraba con mucha más fuerza su fusil.

Desde que cesó el agónico alarido, todo sucedió muy rápido; como si estuviera a cámara rápida.

La blanquecina y mortecina luz que bañaba todo el lugar le daba, sin duda, un siniestro aspecto a aquel sitio. Que fuera el área de psiquiatría no hacía sino aumentar lo sombrío de aquella zona, aumentando de manera proporcional la precaución por parte de todos. Ciertamente no ayudaba mucho ni auguraba nada bueno. El enrarecimiento del aire incrementaba a su vez la opresión y tensión que se podía palpar prácticamente en el ambiente.

Sin dejar de correr, al ver un cuerpo tirado en medio del corredor, fueron disminuyendo el ritmo. El, hasta entonces, monótono y sucio color blanco del lugar se vio, de pronto, interrumpido por un intenso color rojo que tenía suelo, paredes, techo…

A medida que se acercaban su tensión iba aumentando. En los segundos que pasaron desde que se percataron del cuerpo desangrado y mutilado de aquel pobre infeliz, Davis fue consciente de que la puerta de la sala más cercana al cadáver estaba abierta, casi arrancada de cuajo. A juzgar por su mal estado y por la posición y situación de aquel desafortunado individuo, pudo afirmar casi con certeza que al menos un mutante debía andar por los alrededores.

En lo que dura un parpadeo, dejaron aquel bulto sanguinolento atrás. Tenían un mal presentimiento, aunque Nicole no tenía ni idea de qué era lo que podría estar a punto de suceder. Por eso, tras un segundo de vacilación, apremió el paso para darle alcance a un Davis que, muy seguro de sí mismo, corría hacia el final del pasillo con las ideas muy claras.

El joven hizo caso omiso a la sorda súplica de sus músculos, que le rogaban que les diera un descanso. Sin embargo, él no estaba dispuesto a dejarse vencer por el cansancio e imprimió más ritmo a sus zancadas.

Al final del corredor no había más que una puerta doble a la izquierda, en la que había un cartel de “Prohibido el paso excepto personal autorizado”.

Al llegar a ella y ver que estaba abierta no dudó en entrar preparándose para cualquier cosa. Nicole, a escasos pasos por detrás, hizo lo mismo. Lo que vieron nada más entrar les produjo contrarias reacciones. Nicole se quedó petrificada en la puerta sin poder reaccionar, mientras que Davis no se lo dos veces y se lanzó sin dudar.

Allí, enfrente de ellos, estaban Dyssidia y Alice de espaldas a un abominable mutante que se abalanzaba sobre ellas. Davis, en unas centésimas de segundos, calculó que atacarlo con su pistola no sería suficiente como para impedir que acabara con su vida. Por eso, con una velocidad sobrehumana, con la mano izquierda agarró la lanza retráctil que llevaba colgada al cinto -sin soltar la pistola-, y se impulsó hacia el deforme ser desplegándola.

En lo poco que tardó en reaccionar ninguno fue capaz de hacer nada, ni Dyssidia y Alice de protegerse del mutante ni este de esquivar el certero ataque del pelinegro

La criatura humanoide saltó hacia un lado, impulsado por el impacto de la lanza atravesando su costado, recubierto por un dulce color carmesí.

—¡Davis! ¡Nicole! –gritaron ambas al unísono.

Una fugaz mirada del joven les recordó que aquello no había acabado y les obligó a recomponerse y a mantenerse alertas.

Movido por el impulso, Davis rodó por el pequeño pasillo quedando de rodillas. Rápidamente volvió a apuntar al mutante, sin perder un solo segundo. Sin embargo, Nicole, que ya se había preparado comenzó a disparar sobre él, adelantándosele.

El mutante, aún con la lanza clavada en el costado y emitiendo unos desagradables chillidos de dolor. El inesperado ataque de Davis lo había dejado confundido, y no había sido capaz de defenderse de las balas de Nicole.

Y, a su vez, sin perder un solo instante, Dyssidia y Alice también atacaron. Aunque Dyssidia aún estaba confusa, no podía pensar con claridad. Se movía como impulsada por un resorte mientras miraba la grotesca figura del mutante con incredulidad. No le había dado tiempo a reaccionar. No había tenido tiempo de hacerlo. Justo cuando había dado cuenta de que el mutante al que habían atacado no era el mismo que el que habían visto desangrando a un desgraciado, les habían atacado por la espalda. De no ser por la repentina aparición de aquellos dos, lo más probable es que estuvieran muertas las dos.

No había tiempo para vacilaciones, por lo que, Dyssidia, al concentrar toda su atención en acabar con aquel inmundo ser, olvidó que había otro más. Alice tampoco cayó en la cuenta.

Mientras, Davis, encañonando al monstruoso mutante y desenfundando su otra pistola se fue acercando a él, guardando una distancia prudencial. Nicole, aprovechando que ya estaba preparado, dejó caer el fusil y agarró el machete que llevaba a la espalda, corriendo hacia su objetivo sin permitir que huyera.

Medio recuperado de la confusión, el mutante trató de huir, viéndose acorralado. Arrastrándose por el pasillo trató de huir por la puerta que daba al corredor principal por el que habían venido Alice y Dyssidia. Sin embargo, una lluvia de balas cayó sin piedad sobre él. Davis y Dyssidia, un poco más atrás, comenzaron a disparar sin piedad sobre él. Por su parte, Nicole junto con Alice, ambas machete en mano, se abalanzaron sobre él también.

La criatura, viéndose sin escapatoria y consumida por su furia y su instinto asesino, saltó hacia la pared sin previo aviso, y logró girar sobre sí misma. Su instinto animal no le previno del peligro de enfrenarse a cuatro personas bien armadas.

Sus minutos estaban contados. Pese a ello, su inesperado movimiento les dejó desconcertados. Davis, que era el que más cerca estaba de él, volvió a ser el primero en reaccionar. Y, por escasos centímetros, logró apartarse justo a tiempo de la veloz trayectoria del mutante y escaparse de su letal agarre.

Al ver cómo una de sus presas se le escurría, la deforme criatura dejó escapar un aullido aterrador. Pero no se detuvo, y a su paso iba dejando un reguero de sangre. No iba a pararse porque se le hubiera escapado uno. No, aún le quedaban tres deliciosas presas. La que se encontraba más cerca de él era Alice.

Sin embargo, no se percató del machete que llevaba la muchacha. Y, para cuando se quiso dar cuenta, ya fue demasiado tarde. El afilado arma cortaba sin piedad el brazo izquierdo de la criatura. Al ir a cuatro patas y quedarse de pronto sin una extremidad, cayó sin remedio de bruces resbalando unos metros debido a la velocidad a la que iba.


—¡Alice! ¡Nicole! –exclamó Davis levantándose alzando las pistolas.

Las dos aludidas, comprendiendo el grito del pelinegro, imprimieron más ritmo a su paso. Mientras Nicole alzaba al machete deslizándose por el pasillo, Dyssidia volvió a acribillar al mutante a balazos. La rubia, con el arma en alto, se dispuso a acabar de una vez con aquello. Pero, el mutante logró adelantarse y, lanzándola contra la pared, se puso en pie. A su alrededor, el charco de sangre era cada vez mayor.

Davis, al ver que Nicole había fallado y que no le iba a ser posible detener al mutante antes de que cayera sobre ella, le hizo una seña a Alice. Esta, agarrando con fuerza su machete, se abalanzo hacia la criatura por detrás con rapidez, para impedir que acabase con la joven.

El mutante ya no fue capaz de reaccionar.

De un certero ataque y un pequeño quiebro, la cabeza de aquel deforme y podrido ser se desplomó, rodando por las baldosas.

La respiración de Alice era entrecortada, toda aquella carrera le había dejado sin aliento. De su mano, colgaba un machete recubierto de sangre, al que miraba con incredulidad. El color tan intenso de la sangre era tan vivo que ciertas dudas e incertidumbres empezaron a apoderarse de ella.

Por detrás, se acercó Davis enfundando las dos pistolas. Al llegar a su altura, le puso una mano en el hombro, como apoyándola, y se acercó a Nicole para echarle una mano a levantarse. Luego, volvió a acercarse a Alice.

—¿Qué hacéis vosotras aquí? –fue lo primero que dijo Davis mientras extraía su lanza de aquel mutante bañado en sangre. Su tono, aunque calmado, denotaba que su presencia no era del todo bienvenida.– Se suponía que esta era nuestra zona.

Dyssidia no logró responder nada, aún estaba asimilado lo que acababa de pasar. Al ver que no decía nada, Alice no se quedó cayada.

—Y lo es, esta es vuestra zona. Simplemente pensamos que de esta manera terminaríamos todos antes y podríamos acabar ya con esto.

Davis no dijo nada, le parecía una imprudencia. De no haber sido por ellos, las dos habrían acabado muertas a manos de aquel mutante. Sin mencionar ya que también habían puesto en peligro la vida de los cuatro. El pelinegro respiró hondo mientras jugaba con la lanza retráctil, ya replegada, con sus manos. Sin embargo, al menos, todo había salido a pedir de boca y ninguno estaba ni tan siquiera herido. A pesar de todo, habían conseguido controlar la situación.

—¿Qué tal os ha ido con vuestra zona? –preguntó Nicole para asegurar lo que en realidad ya sabía.
—Sin novedad, todo muy tranquilo –respondió Alice, corroborando lo que pensaba ella–.El único incidente ha sido este, cuando decidimos abandonar nuestra zona para llegar a la vuestra aprovechando el pasillo de uso exclusivo del personal del hospital.
—Ya veo–musitó Davis.

A pocos metros, Dyssidia permanecía en pie, aún con la pistola humeante. Había acabado con la munición. Seguía un poco confundida, había algo que seguía sin cuadrarle. Pero no lograba recordar qué era aquello. La intensidad y tensión que había tenido que soportar al enfrentarse al mutante le había hecho olvidar ago. Algo que creía que era bastante importante. Por mucho que lo intentara no conseguía recordarlo.

De pronto, en solo unos segundos, Alice recordó algo muy importante. Mientras se giraba en dirección a Dyssidia, la puerta de la habitación de la que estaba más cerca, saltó por los aires en pedazos. Nicole levantaba el levantaba el fusil que acababa de recoger del suelo. Y, Davis desplegaba la lanza con la que había estado jugueteando mientras un mutante salía por la puerta hecha añicos con intención de abalanzarse sobre Dyssidia.

Otra vez, los rápidos reflejos de Davis consiguieron salvar la situación antes de que nadie fuera capaz de reaccionar.

En unas décimas de segundo, la lanza del pelinegro ya estaba en el aire dirigiéndose hacia la cabeza del deforme mutante.

Fue tan rápido que a Dyssidia no le dio ni tiempo a intentar echarse a un lado para apartarse de la trayectoria del mutante.



*        *        *

Después de una breve indecisión se habían decantado por ir por la zona que les había tocado asegurar a Nicole y a Davis. Ya habían revisado poco más de la mitad que les correspondía, y no habían sido capaces de encontrar ni el más leve rastro de vida. Ni a ninguno de los presos ni a los rehenes ni a los mutantes. Aquello, a Puma, no le daba buena espina. Tenía un mal presentimiento.

Todo estaba muy tranquilo. “Demasiado tranquilo” pensó. Si realmente aquella zona estuviera despejada los demás ya habrían vuelto. Puede que no a la hora exacta, más que nada porque relojes no eran objetos muy comunes en aquellos tiempos que corrían. Sin embargo, una cosa era retrasarse un poco y otra muy distinta era ni presentarse si quiera. Por eso, que aquella zona estuviera tan tranquila no podía significar nada bueno.

Junto a él, M.A. caminaba con paso seguro con una mirada serie y decidida. Verlo de aquella manera le sorprendió un tanto. Aunque lo que más le había sorprendido era que ni hubiese opuesto resistencia ni hubiera criticado su decisión cuando decidió -minutos antes- que ellos serían los que fuesen en busca del resto, mientras los demás esperaban atrás. La reacción del rubio no solo le había resultado imprevisible, sino que además le había hecho darse cuenta de cómo había pasado el tiempo, de lo mucho que habían cambiado todos en medio de aquel infierno.

M.A. había cambiado y él también lo había hecho. No pudo evitar pensar en su hermana. Las palabras de Eva habían calado hondo en él, y habían conseguido llegar a un corazón que ya creía congelado Tenía que hablar con ella. No, quería hablar con ella. Tenía muchas cosas que contarle. Pero, antes, tenían que acabar con aquello. Tenían que encontrar a Davis, Nicole, Alice y Dyssidia.

Sacudió la cabeza suavemente, como queriendo deshacerse de todo lo que pudiera estorbarle en ese momento. Lo que tenían que hacer era encontrar a los otros, no ponerse en plan filosófico y sentimental. Pero, no podía centrarse del todo. La conversación que había mantenido con Eva aún seguía fresca en su memoria. El mundo con el que había soñado, por el que había luchado… Ahora estaba un poquito más cerca de convertirse en realidad. Tenía que seguir luchando, no podía rendirse ante nada ni ante nadie. Y, haría cualquier cosa con tal de conseguirlo.

En la distancia, resonó por todo el corredor un sonido sordo de disparos. Ambos se detuvieron e intercambiaron miradas serias. Aquello no podía ser demasiado bueno. Echaron a correr por el amplio pasillo, siempre alertas y listos para cualquier cosa.

De nuevo volvió a sonar un ruido de disparos, cada vez más cerca.

No, no podía significar nada bueno.



*        *        *

—Espero que estén bien… –susurró Adán.
—Claro que estarán bien, no te preocupes. Saben cuidar perfectamente de ellos mismos –al comentario de Eva, Florr dibujó una irónica sonrisa en su cara mientras pensaba: “Sí, todos”–. Los que tenemos que estar atentos ahora somos nosotros.

El chico asintió. Comprendía lo que le decía su hermana, pero no podía dejar de preocuparse por el resto. Saber que en aquel instante seguramente estuvieran en peligro hacía que todo su cuerpo se estremeciera. Su hermana, que estaba al lado, lo notó. Para brindarle calor, apoyó su mano sobre el hombro del pequeño. Sabía que solo porque se lo dijera o se lo pidiera, a pesar de ser ella, no dejaría de preocuparse por los demás. Su hermano era así. Era un niño con un gran corazón que siempre velaba por todos, daba igual quienes fueran o si los conocía de hacía poco. Eso era una de las grandes cosas que le caracterizaba. Sin embargo, a ella, en parte, le molestaba esa parte de él. No quería que se encariñase con todo el mundo. No quería verlo sufrir.

Separó la mano de su hermano y volvió a centrarse en el walkie. A pesar de que sabía que era inútil, continuaba intentando contactar con los subordinados de Puma. Aunque, exactamente no sabía por qué lo hacía. Tal vez lo hiciera de manera inconsciente con tal de olvidar la punzada de dolor que la atravesaba, o tal vez lo hiciera de manera mecánica, simplemente sin darse cuenta de lo que hacía.

Habrían pasado quince minutos más o menos desde que Puma y M.A. se habían marchado en busca de los desaparecidos.


Eva dejó escapar un profundo suspiro. Se sentía muy cansada. Cuando estaba haciendo algo apenas lo notaba, pero cuando se quedaba quieta, su cuerpo empezaba a acusar los excesos que sufría.

A su lado, Adán la miraba con gesto preocupado. Sabía que su hermana no estaba tan bien como decía estar. Puede que no fuera muy grande, pero era lo suficientemente inteligente como para saber que su hermana le ocultaba algo. Algo grave e importante. Sabía que era así porque la conocía. Puede que no conociera qué era exactamente lo que le ocultaba, pero sabía que era algo importante que le hacía sufrir. Con solo mirarla podía darse cuenta de eso. Pero, se limitaba a fingir que no tenía ni idea de nada y que todo estaba bien.

No quería agravar sus preocupaciones, por eso no quería obligarla a que le contara algo que ella no quería que supiera por alguna razón. Esperaría lo que fuera necesario, haría lo que fuera necesario por su querida hermana. No quería aumentar el número de sus preocupaciones, ya tenía suficiente.

Por el momento, lo único que podía hacer era permanecer a su lado y brindarle el apoyo que solo la familia puede dar. Aunque quisiera que ella le contara ese algo no diría nada, no insistiría aunque quisiera. Tenía que ser fuerte.

Mientras Adán pensaba en su hermana, Eva también pensaba en él. Pero ninguno se atrevía a decirle nada al otro. Ella porque quería protegerlo y él porque quería ayudarla.

Eva aún pensaba en el maletín. De hecho, desde que se había acordado de él mientras estaba con Puma no había dejado de pensar en él de alguna manera. Ella y Puma tenían el mismo objetivo, que era el de proteger y brindar un futuro mejor a aquellos a quienes querían. Y, tal vez, esa meta, esa creencia, fuera uno de los mayores motivos de unión entre ambos. En cierta medida, eran lo mismo y buscaban lo mismo.

Era cierto que había habido un tiempo en el que se había dejado vencer por el ambiente opresivo que lo envolvía todo. Pero, en ese momento, todo era distinto. Completamente distinto. Lo que antes parecía solo un sueño estaba un poquito más cerca de hacerse realidad. Puede que apenas fuera un pequeño avance. Pero, era un avance por pequeño que pudiera ser. Algo que ya creía imposible. Sin embargo, después de buscar sin descanso, su sueño había volado hacia ellos de la mano de dos desconocidos.

Puede que su enfermedad la consumiera más y más, pero la semilla de esperanza que había crecido en su corazón, le daba fuerzas para seguir creyendo que aún era posible crear un mundo mejor.

A pocos metros, mientras Eva soñaba con un nuevo mañana, Florr se hundía en la soledad. La soledad en la que puede sentirse una persona cuando la persona a la que más quieres se aleja de ti y te deja de lado. Mientras Eva soñaba con la esperanza, ella se hundía en la desesperación.

Con gesto airado, Florr golpeaba de manera regular el respaldo de su asiento con la culata de su arma, mientras de fondo se escuchaba el irregular sonido del reloj.

“Idiota. Hermano, eres un idiota…” pensaba mientras aporreaba el asiento en el que estaba sentada de espaldas.

¿Tan difícil era hablar las cosas? ¿Tan difícil era contar con los demás? No comprendía a su hermano. Hacía bastante que cada vez le entendía menos. Ya, entre una cosa y otra, apenas contaba con ella. ¿Cómo iba a llegar hasta él si no le dejaba? ¿Cómo iba a poder ayudarle? Se sentía frustrada. ¿Acaso no era lo suficientemente confiable?

Cuanto más pensaba en aquello más se mosqueaba, por lo que los inclementes golpes contra el indefenso mueble eran cada vez más fuertes.

¿A qué estaba jugando? ¿Se creía que acaso él solo iba a conseguir mucho más que si contaba con ayuda? Realmente su hermano era idiota. Creía que era capaz de hacer cualquier cosa sin contar con nadie y no era así. ¿Cuándo iba a ser sincero consigo mismo y con los demás?

Quería que contara más con ella, como antes. Quería volver a aquellos días en los que podían confiar el uno en el otro. Realmente, si su hermano no era capaz de confiar en ella, de contar con ella, el mundo podía irse perfectamente a la mierda, que le daría completamente igual. Para ella, su hermano lo era todo. Por lo que, sin él, a pesar de poder tenerlo todo, no tendría nada.

“Idiota…”

Y, así, cada uno sumido en sus propios pensamientos, esperaban a que los demás volviesen. Las únicas que no pudieron soportar mantenerse en silencio fueron Maya e Inma, que terminaron por ponerse a hablar para que el tiempo pasara más rápido.

—Sabes –había comenzado Maya–, me recuerdas mucho a una amiga mía.
—¿Sí?
—Sí –rio ella mientras recordaba algo–, además mucho mucho.
—¿Por qué? ¿En qué nos parecemos? –preguntó con curiosidad.
—Bueno –sonrió–, el nombre, solo el nombre… en serio, era increíble… no sé cómo lo hacían, de verdad… –la risa le impedía que pudiera hablar con fluidez.
—¿El nombre? No te sigo.

La chica se quedó mirando a su prima con cara de no estar enterándose de absolutamente nada.

—Bueno, verás –intentó relajarse un poco para que su prima pudiera entenderla–, la verdad es que en realidad su nombre no tenía nada que ver contigo. Pero, nada de nada…
—Ahora, ya, sí que no te sigo –la interrumpió.
—La cosa es que ella tenía un nombre que no tiene nada que ver contigo, pero que, por alguna extraña razón, a veces la llamaban Inma.
—Y, ¿tan extraño es?
—Bueno, no es que sea extraño. Más bien, diría curioso. Porque jamás les hablé de ti y, aun así, la llamaban así… Ciertamente era extraño.

Inma se echó a reír. No terminaba de comprender qué era lo que pretendía contarle, pero le hacía gracia ver cómo se contradecía ella misma. No dijo nada y esperó a que ella le siguiera hablando.

—Algunas veces he llegado a pensar que ese nombre se lo oyeron a mi hermana. Me parece raro, a decir verdad. Pero, no le veo otra explicación posible.
—Ya veo, ya…

Inma volvió a permanecer en silencio, esperando a que su prima continuara. Pero, transcurridos unos minutos, al darse cuenta de que no tenía ninguna intención seguir, decidió empezar ella para que la conversación no quedara ahí.

—¿Solo nos parecemos por el nombre?
—No –respondió tras una pausa–, el caso es que vuestras personalidades tienen un aire. Aunque, al final, sois completamente distintas. Después de todo, cada persona es única e irrepetible, ¿no?
—Sí –coincidió–. Y, ¿dónde está ella?
—Murió –se limitó a decir.

La respuesta, aunque no podía decir que no se la esperara, le pilló con la guardia baja. Ambas permanecieron en silencio por un tiempo. Silencio solo interrumpido por el reloj y los porrazos que le propinaba Florr a la silla.

—Como tantos otros.
—Sí, como tantos otros –repitió Maya.
—Maya, ¿crees que hay algo más que muerte y desolación en este mundo?
—Quiero creer que sí. Si no lo hiciera podría pensar que la vida no tiene sentido.
—Ya… La verdad… La verdad es que yo muchas veces he pensado que la vida no tenía sentido, que era injusta. Bueno, ya lo sabes –hizo una pausa y dirigió una profunda mirada a Adán y Eva–. Sin embargo, ya no suelo pensar así. Selene me hizo ver muchas cosas que me negaba a ver. Creo –miró a su prima al decir aquello–, creo que si estoy con vosotras el mundo tiene sentido. Por eso, creo que en este mundo aún queda algo de esperanza.

Maya no dijo nada en un primer instante. Solo se limitó a sonreír. Aquella Selene…

—Sí, yo también creo que aún hay esperanza. Solo tenemos que encontrar el camino, luchar por lo que nos importa. Entonces, así y solamente así, conseguiremos que los sueños se hagan realidad. Conseguiremos que todos los sueños y sacrificios de aquellos que nos dejaron se cumplan también –giró la cabeza para poder bien a Inma–. Sabes, dicen que los milagros son el resultado de atreverse a creer.



*        *        *


M.A. y Puma corrían por el largo corredor. El rubio tenía el corazón en un puño. Hacía poco que habían entrado en el Área de psiquiatría, y cuanto más se adentraban en ella, más claros se hacían los disparos y aullidos. Puma chascó la lengua. Mira que había intentado que no tuvieran que toparse con los mutantes. Había intentado que de encontrarse con alguno, fueran él y Eva los que lo hicieran. Maldijo por lo bajo. No siempre podías fiarte de las estadísticas y de los porcentajes.

—Puma, ¿derecha o izquierda?
—Sigue recto.
—Pero, los ruidos vienen de…
—Créeme, sigue recto.

M.A. un tanto desconfiado se quedó un poco atrás. Pero rápidamente volvió a ponerse en marcha al escuchar más disparos. Esta vez, con Puma a la cabeza. No estaba muy seguro de que fuera por allí. Había oído perfectamente que los ruidos no provenían de frente. No entendía en qué podría estar pesando el pelinegro. Pero, se limitó a seguirle. Había evitado contradecirle porque sabía que, aunque a él no se lo pareciera, conocía mejor el hospital que él. Debía fiarse de sus suposiciones si quería ayudar al resto. Si comenzaba a discutir y a rebatirle su decisión no conseguiría absolutamente nada.

Ya estaba bien, ya había aprendido a base de palos.

De pronto, dejaron de escucharse los aullidos y los disparos. El rubio se quedó desconcertado e hizo ademán de pararse, pero al ver que Puma no se detenía, lo siguió ciegamente aunque repleto de dudas.

—Y, ¿ahora como leches sabremos dónde están?

Puma se limitó a señalar hacia el frente, señalando un bulto rojizo en mitad del pasillo. En otras circunstancias habría hecho caso omiso de su pregunta. Pero, después de ver cómo M.A. trataba de cambiar y dar un paso adelante, decidió que era suficiente. Él también quería poder dar ese paso.

A medida que se acercaban a aquel bulto colocado en mitad del suelo, el hedor a muerte comenzaba a ser más intenso. Las luces titilaban de vez en cuando y las tuberías hacían ruidos extraños. “Ciertamente, la realidad supera la ficción” Nadie habría podido reconstruir una situación como aquella ni aunque hubiera querido.

Pronto pasaron de largo aquel cadáver. Con las prisas, no se dieron cuenta de que el suelo estaba cubierto de un gran charco de sangre, y sin querer pasaron por encima dejando un macabro rastro a su paso.

Siguieron todo recto por el corredor. Hacía rato que no se escuchaba ningún ruido.

No estaban seguros de si el hecho de que todo pareciera más tranquilo fuera buena señal.

Y, por fin, después de una larga carrera, llegaron al final del Área de psiquiatría. Al ver la puerta reservada para el uso del personal abierta, Puma no dudó en entrar con su arma a punto, seguido de cerca por M.A..

Lo primero que escucharon nada más entrar fueron los gritos de Dyssidia:

—¿¡Quién leches te crees que eres guaperas!?


*        *        *

Alice, soltando el machete, le tendió una mano a Dyssidia para ayudarle a levantarse. No era como si realmente necesitara ayuda; pero, verla tan confusa le impulsaba a querer echarle una mano. En circunstancias normales, le habría retirado la mano de un tortazo soltando algún que otro taco. Pero, para sorpresa de Alice, aceptó su mano sin rechistar.

Davis mientras tanto, se separó de ellas -después de haber recogido su lanza- para llegar hasta donde estaba Nicole. Esta se había dejado caer al suelo apoyándose en la pared. No había hecho casi nada, pero estaba cansada. Más psicológica que físicamente. Aquello, en la zona en la que estaban, resultaba un tanto irónico. Por lo que, no pudo evitar reírse de sí misma.

—Creo que ya es hora de que vayamos tirando. Los demás deben de estar preocupados. Estarán pensando que nos ha pasado algo malo.

Davis no pudo evitar esbozar media sonrisa ante aquel comentario. Pero, de nuevo, volvió a mostrar su serena e imperturbable mirada.

—Sí, deberíamos irnos ya.

Ya habían terminado con su cometido, por lo que ahora tendrían que regresar a la improvisada base donde los demás les estarían esperando. “Tal vez con algo de impaciencia” pensó él. Y no sería extraño que así fuera. Incluso puede que él mismo de haber tenido que permanecer en la base se hubiese sentido impaciente. Volvió a suspirar y miró hacia donde estaban las otras dos. Aún se le hacía difícil el tema de Dyssidia. No sabía cómo debía tratarla, cuál debía ser su actitud delante de ella.

Nicole le observó en silencio. Estuvo a punto de hacerle una pregunta al respecto, pero se mordió la lengua para evitarlo. Ya había visto cómo había reaccionado cuando le había sacado el tema. Por lo que, por el momento -al menos- decidió dejarlo pasar.

—Tenemos que volver –logró decir por fin Davis.

Alice y Dyssidia asintieron.

En cuanto se dispusieron a marcharse, tras un momento de vacilación, Dyssidia se acercó a Davis. Este, al ver cómo se aproximaba hacia él, no pudo evitar ponerse un poco tenso. Aún no había aclarado sus ideas.

—Davis –comenzó antes de llegar a su altura–, quiero agradecerte lo que has hecho por mí. Gracias.

Su mirada era muy seria cuando dijo aquello. A Nicole y a Davis no le pareció demasiado extraña, pero a Alice -que la conocía desde hacía bastante- le sorprendió tal expresión. Jamás la había visto tan seria. No se imaginaba qué era lo que podía estar pasando por su cabeza. No lograba hacerse ni una pequeña idea.

Sin embargo, ella sí que tenía claro lo que estaba pensado. Es más, lo tenía súper claro. Después de todo por lo que había pasado, sabía el valor que tenía la vida. Y, había decidido que su hermana, su prima y ella buscarían juntas el verdadero significado de felicidad en un mundo que no se había doblegado ante la muerte ni a la desolación. Si el mundo no lo había hecho ya, si aún no había cedido, entonces ella tampoco lo haría. Y, para lograrlo, quería vivir. Por eso, al haber estado dos veces tan cerca de la muerte, había visto bien claro que tenía que cambiar. Y, si no era en ese momento, entonces ¿cuándo?

Por ello, no podía hacer menos que agradecerle a Davis por lo que había hecho por ella. No porque la hubiera salvado, sino porque le había abierto los ojos.

—Muchas gracias, de veras –repitió.

Al oír aquello, Davis, al principio no supo bien qué pensar. Ni decir tiene que le había sorprendido. No se lo esperaba, y menos de ella. Nunca se hubiera podido imaginar que aquella mujer acaso tuviera corazón. Pero, al verla allí así, tuvo sus dudas y se preguntó si acaso no la había juzgado mal, si acaso no sería otra persona completamente distinta.

Sin embargo, justo antes de que pudiera responderle, volvieron a venirle a la memoria aquellas horrible grabaciones. Su cuerpo entero se estremeció al hacerlo. ¿Cómo se había permitido dudar? Había caído en su trampa cegado por sus artimañas. No, ya no volvería a caer en ellas. Nunca, nunca la perdonaría por lo que hizo.

—No necesito tus agradecimientos –dijo con voz cortante.

Las reacciones no se hicieron esperar. La cara de Dyssidia era la definición gráfica de la palabra ‘desconcierto’ e ‘incredulidad’. Mientras que las de Alice y Nicole era un auténtico poema.

—¿Q-qué?
—No pienso repetirlo.

Se giró con intenciones de desaparecer por la puerta.

—¿Estás de broma? –intentó no dejarse llevar por la furia que la invadía, pero estaba claramente molesta ante aquel gesto de desprecio.
—No –se limitó a decir sin darse la vuelta si quiera. Eso fue suficiente para que ella terminara por explotar.
—¿No? ¿Qué te creer? ¿Quién te crees que eres despreciando a los demás?
—¿Desprecio? –se giró– Yo no lo diría así. Simplemente no quiero aceptar tu agradecimiento.

Dysssidia no podía creérselo, pero Nicole mucho menos. No entendía cómo su compañero podía dejarse llevar por una banalidad como aquella. Siempre se mostraba lógico y correcto en todo momento, pero en aquel instante había perdido completamente los papeles. No comprendía que era lo que había podido hacer que le pasara aquello. Sin duda esa tal Dyssidia era alguien

—Lo que he hecho no ha sido por ti. Ha sido por el bien del grupo.
—¿¡Quién leches te crees que eres guaperas!?

Cuando Davis fue consciente del gran error que había cometido ya era tarde. Se había dejado llevar por un cúmulo de emociones negativas y había dejado de ser él mismo. Respiró hondo y trató de relajarse. Tenía que arreglar la situación como fuera. No era su intención que las cosas se volvieran de aquella manera. No era él mismo.

Estaba a punto de hablar, cuando vio a Puma y a aquel rubio tan problemático entrando por la puerta.



*        *        *

Una vez que todos se hubieron reunido de nuevo, Puma decidió que ya había llegado el momento . Eva estuvo de acuerdo. Justo antes de marcharse, recordaron que Davis y Nicole también estaban implicados, por lo que les contaron todo de manera escueta para ponerles al corriente (omitiendo menudencias, detalles innecesarios).

Después de haber asegurado que el hospital estaba, por fin, libre de la plaga de mutantes, después de haber conseguido contactar con Crow, los cuatro se fueron, dejando al resto en aquella misma sala.

Puma, antes de irse, se acercó a su hermana y le susurró algo en un tono apenas audible. Nadie, excepto ella, pudo escuchar lo que decía. Sin embargo, solo dos personas supieron qué era aquello que le había dicho. Solo Eva y Adán.

Después, los cuatro, se fueron en busca del doctor Payne.



*        *        *

—Creo que esa proposición es demasiado rudimentaria –le contradijo Payne con tono neutro.
—Pensé que como plan B podría servir.
—Sí –coincidió–, ciertamente podría valer como una segunda opción.
—Y, ¿cree usted que daría resultado? –se interesó Davis, la idea que acababa de proponer Puma le había parecido descabellada. Aunque más surrealista que descabellada, teniendo en cuenta que ellos ya lo habían intentado en alguna ocasión, y no habían sido capaces de conseguir nada.
—Sí, estoy seguro de que funcionaría. Doy fe de que esa joven tiene una fuerza descomunal y sobrehumana –“que me gustaría investigar” añadió para sí mismo –. Sin embargo, no pretendo dar posibilidad a segundas opciones.

Nicole y Davis le miraron sin comprender. No entendían exactamente qué estaba sucediendo, pero sabían que algo muy importante estaba a punto de tener lugar allí mismo.

—No les pedí que fueran a aquel bunker por nada –dijo.

Puma frunció levemente el ceño. No sabía exactamente qué era lo que les había encargado buscar, pero estaba a punto de descubrirlo.

En silencio, el doctor Payne puso en la mesa una vieja caja de metal. Eva, Puma, Nicole y Davis contuvieron el aliento mientras la abría.

Del interior sacó un extraño aparato que tenía forma de pistola. Luego de debajo de la mesa sacó un cuchillo de cocina. Se colocó unos gruesos guantes y cogió lo que tenía forma de pistola. Bajo la atenta mirada de los cuatro, comenzó a colocarla por los bordes del maletín con sumo cuidado. Davis comprendió inmediatamente qué era lo que trataba de hacer.

—Nosotros ya intentamos abrirla con todo tipo de ácidos y sustancias corrosivas. Ninguna surtió efecto. Creo que deberíamos ir pensando en ese segundo plan.
—Apuesto a que no sabían cuán corrosiva puede llegar a ser esta sustancia.

Le miraron sin comprender. Él esbozando una sonrisa un tanto enfermiza prosiguió aplicando el contenido de la pistola en el maletín. Con un cuidado extremo, procurando no rozar nada más que el maletín.

—Me complace comunicarles que esto sí funcionará –afirmó con total convicción. Puma entrecerró los ojos ante aquel comentario–. Créanme funcionará –repitió mientras dejaba escapar una risa entrecortada. “No por algo soy su creador…”

Por fin terminó. Esperó unos minutos y con inmenso cuidado, apoyó las manos en el maletí.

Mientras Payne levantaba la tapa lenta, muy lentamente, todos contuvieron la respiración. Y, por fin, quedó al descubierto el contenido de aquel misterioso maletín: una piedra. Una piedra que parecía compacta de un material sólido completamente liso, con un color similar al de la obsidiana.

—¿Una piedra? –se le escapó a Nicole.
—Sí, una piedra– repitió el doctor Payne. Davis y Puma se dieron cuenta del especial énfasis y de la aterradora manera con que miraba aquella piedra.

Puma supo, sin necesidad de ninguna prueba, que tendría que guardarse las espaldas de Payne.




                       

#Inma

viernes, 25 de julio de 2014

Anexo de Capítulos de NH II



Capítulos de Nuestra Historia 2



*Lista de Archivos 

-Capítulo 1:  Prólogo                                                                        
-Capítulo 2:  ¿A salvo?                
-Capítulo 3:  Oscuras visitas                    
-Capítulo 4:  ¿Esgrip?                  
-Capítulo 5:  Primas                    
-Capítulo 6:  Un obstáculo en el camino                  
-Capítulo 7:  Un mundo peligroso                 
-Capítulo 8:  Eva y Adán                   
-Capítulo 9:  Abismo                   
-Capítulo 10:  Misterios de Esgrip       

-Capítulo 11:  La cura        
-Capítulo 12:  Una revelación impredecible      

-Capítulo 13:  Un mal despertar       

-Capítulo 14:  Mis camaradas y yo        
-Capítulo 15:  Pesadilla      

-Capítulo 16:  Caída (Parte 1)          
-Capítulo 17:  Caída (Parte 2)
-Capítulo 18:  Perdidos    
-Capítulo 19:  La gran enemistad (Parte 1)          
-Capítulo 20:  La gran enemistad (Parte 2)          
-Capítulo 21:  Lazos familiares          
-Capítulo 22:  De mal en peor...         
-Capítulo 23:  No hay descanso, todo se va a la mierda         

-Capítulo 24:  Desesperación Extrema         

-Capítulo 25:  Una desagradable sorpresa
-Capítulo 26:  Después de la catástrofe
-Capítulo 27:  El reencuentro
-Capítulo 28:  El fin y el principio de una historia
-Capítulo 29:  El encuentro
-Capítulo 30:  Desconfianza
-Capítulo 31:  Asuntos pendientes
-Capítulo 32:  Como en casa, en ningún peor otro sitio...
-----------------------------------------------
-Capítulo Extra 1:  La última misión
-Capítulo Extra 2:  Tragedia
-----------------------------------------------
-Capítulo 33:  Quizás, solo quizás...
-Capítulo 34:  Un rayo de luz en medio de la oscuridad 
-Capítulo 35:  Desesperados
-Capítulo 36:  Remordimientos
-Capítulo 37:  El cierre de un ciclo 
-Capítulo 38:  Hawk 
-Capítulo 39:  Sin Título
-Capítulo 40:  Tiempo en una botella
-Capítulo 41:  Brutalidad policial
-Capítulo 42:  La divina providencia
-Capítulo 43: Un mundo de luces y sombras 
-Capítulo 44: Dualidad 
-Capítulo 45: Ataque Sorpresa 
-Capítulo 46:  La unión hace la fuerza
-Capítulo 47:  Llantos y lamentos
-Capítulo 48:  Inmoralidad (Parte 1)
-Capítulo 49: Punto muerto (Parte 1)
-Capítulo 50: Punto muerto (Parte 2)
-Capítulo 51: Inmoralidad (Parte 2)
-Capítulo 52: Inmoralidad (Parte 3)
-Capítulo 52.2: RESUMEN: Fragmentos de Inmoralidad.
-Capítulo 53: Encarrilamiento (Parte 1)
-Capítulo 54: Encarrilamiento (Parte 2)
-Capítulo 55: Inmoralidad (Parte 4; Final) 
-Capítulo 56: Amoralidad (Parte 1)
-Capítulo 57: Asentamiento
-Capítulo 58: Los Matados
-Capítulo 59: Amoralidad (Parte 2)
-Capítulo 60: Camino a la normalidad
-Capítulo 61: Conflicto de intereses
-Capítulo 62: Amoralidad (Parte 3; Final)
-Capítulo 63: Beneficio mutuo
-Capítulo 64: La otra cara de la moneda. 1.
-Capítulo 65: La otra cara de la moneda. 2.
-Capítulo 66: La otra cara de la moneda. 3.
-Capítulo 67: La otra cara de la moneda. 4.
-Capítulo 68: La otra cara de la moneda. 5.
-Capítulo 69: La otra cara de la moneda. 6.
-Capítulo 70: Forjando Lazos (Parte 1)
-Capítulo 71: Forjando Lazos (Parte 2)
-Capítulo 72: La Ministra
-Capítulo 73: Prisionera del tiempo

jueves, 24 de julio de 2014

Anexo de Capítulos de NH: JDLS



Capítulos de Nuestra Historia: Juego de la Supervivencia




*Lista de Archivos:
                                                

-Capítulo 1:  El principio del fin                     
-Capítulo 2:  Persecución en el parque                      
-Capítulo 3:  Un día libre                      
-Capítulo 4:  Plan de evacuación                       
-Capítulo 5:  La pesadilla de Tom                      
-Capítulo 6:  Tragedia en el hospital
-Capítulo 7:  La muerte va de negro y con una gatling en mano             
-Capítulo 8:  De vuelta a la comisaría
-Capítulo 9:  Nuevos aliados
-Capítulo 10:  Enfrentamiento en los laboratorios
-Capítulo 11:  El ataque de los muertos vivientes
-Capítulo 12: Memorias de Ashley 
-Capítulo 13:  La última aventura 

jueves, 17 de julio de 2014

NH2: Capítulo 033 - Quizás, solo quizás...

-Así que, te la quitaste.
-Ah, ¿la sortija...? Pues sí -respondió Maya acariciando su dedo anular, la joya que antes le adornaba, había desaparecido.
-Eso quiere decir que se acabó, ¿no? -preguntó él con mucha seriedad-. Ya no estás dispuesta a continuar.
-Realmente no -la chica se levantó de su silla, desplazándose lentamente con pequeños saltos hacia la ventana más próxima, un bellísimo atardecer era apreciable a través del cristal que era azotado de una forma inclemente por la lluvia de unas nubes que habían concebido el caprichoso deseo de amontonarse sobre la ciudad Stone-. El problema es que no he podido mantener la promesa.
-Oh...
-¿Tú... qué piensas? -sus ojos verdosos miraron al joven que no demoró en abandonar también su asiento para ir a acompañarla junto a la ventana y recibir también un baño del resplandor naranja que regalaba el sol mientras se escapaba por el final del mundo...
-A mí no me parece un problema -contestó haciendo que una pequeña sonrisa se dibujara en los labios de la castaña-. Pero paso a paso, poco a poco, ¿está bien?
-Por supuesto, Pumita -dijo ella asintiendo-. Ni siquiera se lo diré a Dyss, aún... A no ser que ya lo sepa.
-Es obvio que no lo sabe, si no, hace rato que te habría armado un escándalo -comentó despegándose de la ventana.
-¿A mí sola? Creo que me conviene recordarte que tú eres mi cómplice -dijo jocosa-. Si Dyss se pone a tirarme zapatos te usaré a ti de escudo.
-Pssh... Zapatos no. Más bien cuchillos -espetó el moreno antes de dirigirse a la cocina murmurando-. Conociendo a esa loca...

   Un segundo más tarde el pelinegro recibió un violento impacto de una pantufla en su nuca, inmediatamente se dio media vuelta encontrando a Maya dispuesta a arremeter nuevamente con la otra pantufla en mano.

-¡Te escuché! -dijo, aunque muy tranquila, amenazante, frunciendo los labios.
-¡Es verdad! -la respuesta resultó ser fatal, la chica con espeluznante precisión le colocó su otro calzado justo entre las cejas a pesar de los esfuerzos que hizo por protegerse-. ¡Bueno, ya! Que tengo que hacer la cena.
-¿Qué...? -Maya se horrorizó. Sabía que estaba a punto de presenciar una desgracia.


   Una desgracia...

   La sangre y los sesos de ese hombre habían dejado una siniestra marca en la pálida pared del corredor. Sólo una milésima más tarde el cuerpo del reo se desplomó pesadamente sobre el suelo mientras sus ojos inanimados seguían abiertos, observando en dirección a su verdugo... Increíblemente cerca, los espectadores no pudieron sino dar un paso atrás ante aquel fusilamiento tan precipitado. Maya... Estaba paralizada junto a Puma. Había intentado detener al pelinegro pero el estruendoso disparo que aún continuaba haciendo eco entre los pasillos del hospital le había anunciado en menos de un pestañeo su terrible fracaso.

Con una inhalación profunda, ella susurró-. Eso no era necesario... -Puma le miró, esta vez con una expresión vacía, provocándole incluso la absurda sensación de que realmente no había sucedido gran cosa.
-¡¿Pero qué coño pasó aquí?! -clamó Crow al salir alterado de la enfermería y encontrarse con semejante escena.
-Es lo que me gustaría saber a mí... -espetó el general, descaradamente ignorando el hecho de que acababa asesinar a uno de sus hombres y dirigiéndose con un tono especialmente acusativo hacia Alice-. ¿Cómo se supone que acabamos con un mutante aquí dentro?

De primeras la rubia no había caído en cuenta de su situación pero apenas lo supo comenzó a tartamudear, tanto desconcertada como sorprendida.

-T-Te juro que no tengo idea... -contestó la chica con la mano en el pecho-. No me esperaba que todo esto fuera a suceder.

   A pesar de que en sus ojos no se veía reflejado sino verdad y nada más que verdad Puma seguía dedicándole intriga en la forma en que la miraba. Era frustrante. La persona más cercana que podía saber por qué ese sujeto se había convertido en una abominación, estaba igual de perdida que el resto... Había que hallar una respuesta, de lo contrario volvería a ocurrir...

-Una bacteria... -dijo Davis súbitamente. Las miradas de inmediato bombardearon al pelinegro-... o un parásito, no sabría decir con exactitud.
-Ya nos hemos tropezado con mutantes -confesó Nicole, aunque decir que se habían "tropezado" le restaba importancia al asunto de una manera atroz-. Solo que este... era completamente descerebrado si se puede decir.
-A mí me pareció lo suficientemente inteligente como para escurrirse entre los ductos de ventilación -rebatió Crow.
-Bueno... Una rata busca un agujero para esconderse si tratas de matarla -puntualizó Nicole.
-Sí, pero esta "rata" nos estaba matando a nosotros -replicó Crow nuevamente, molesto por recordar lo que había acontecido.
-¿Cómo se supone que contraemos esta bacteria? -intervino Puma-. ¿Una mordida funciona?
-Eso no tendría sentido -decía Alice incluyéndose en la conversación-... porque a Enrique nunca lo mordieron -comentó la chica negando con una mueca de incredulidad.
-Lo que me interesa saber es si una persona puede transmitirle la bacteria a otra -le contestó Puma.
-En ese caso, sí... creo que sí -dijo Nicole encogida de hombros, aunque dudosa.
-¿Y qué puedes decir de los síntomas? -preguntó Maya esta vez-. ¿Una tos seca entra en la lista? -la castaña miró a Puma con cierto disgusto.
-Una tos puede ser cualquier cosa... -dijo Davis-. Puede ser o no un síntoma de infección pero... una vez más te digo que a ciencia cierta no lo sé -el pelinegro cruzó los brazos mientras hacía memoria cabizbajo-. Yo sólo he visto mutar a una sola persona... pero no era alguien normal... Así que no puedo hacer comparaciones.
-Aún no entiendo cómo es posible que un maldito microbio haga que mute de esa manera -intentaba razonar Crow, frotándose la frente, con irritación-. Ese tipo estaba absolutamente perfecto hasta hace poco. Se sentía mal pero se veía bien -seguía diciendo el hombre de la cara tatuada caminando de un lado a otro.
-¡La radiación! ¿Verdad? -Alice atrajo la atención de todos con su repentino comentario.
-Sí, aunque... aquí apenas hay radiactividad -contestó Nicole.
-Aquí puede que no, pero antes de llegar a Mississauga, Enrique, su niño y yo estuvimos viajando sin protección -explicó Alice completamente segura de que esa era la causa-. Puede que Enrique acumulara radiación... Y que luego se infectara.
-¿De dónde coño pudo infectarse si nunca salió de aquí? -Crow alzó los brazos aún incapaz de comprender.
-Mickey...

   El ambiente había quedado enrarecido con lo que acababa de decir Puma. Un nombre que sin duda se les hacía familiar pero que no podían encajarlo de ninguna manera entre lo que se había dicho hasta aquel instante. Sin decir otra palabra, el general se encaminó hacia la profundidad del pasillo tras enfundar su semi-automática.

-Acompáñame, Crow -dijo Puma.
Como si tuviese un resorte, Florr también saltó de su posición-. ¡Puma! -llamó la jovencita. Su hermano mayor rápidamente se detuvo dando media vuelta.
-Tú te quedas ahí -ordenó el general severamente, señalando el lugar donde estaba la pelinegra. Florr paró en seco y frunció el entrecejo, pensó en contradecirle pero se dio cuenta de inmediato que no era el momento.
-Venga, no podemos dejarle ahí tirado -dijo uno de los reos presentes a otro, refiriéndose al cuerpo de su colega fusilado.

Miles de pensamientos cruzaban la mente de todos mientras aquel par de sujetos cargaban con la víctima del general, su propio líder.

-Puma perdió la cabeza -masculló Inma lamentando las acciones del susodicho una vez los demás reos se habían marchado-. Matar a uno de los suyos de esa forma...
-Ese es el detalle, estos no son los suyos, esta no es su gente -intentó esclarecer Dyssidia-. Tenía razones para hacerlo... E hizo bien...
-Dyss... -nombró Maya en voz baja con un tono de reprimenda.
-Está en lo cierto... -secundó Eva las palabras de la extravagante Dyssidia.
-Pues a ver, ¿ustedes se creen la "gente" de él? -cuestionó M.A.
-¿Tú no? -preguntó Eva más como retórica que nada-. Él intercedió para que ustedes entraran en mi fuerte... También están aquí gracias a él, tomando en cuenta el hecho de que eso supone que se haya ganado un problema con sus hombres. Y este tipo al que ejecutó... ¿A quién crees que pretendía salvar con eso? -decía Eva con absoluta seguridad.
-Está bien, ¿pero qué crees que haría él si te infectas y te conviertes en una amenaza? -rebatió M.A. 
-Le volaría la cabeza inmediatamente -contestó Dyssidia haciendo notar la consistencia en sus palabras-. Pero no por una simple... tos seca.
-¿Ya se olvidaron de Selene? -volvió Eva a recurrir a su mejor repertorio de preguntas retóricas-. Fue el primero en enterarse, y no se atrevió a ejecutarla a sangre fría... -resaltó la castaña-. La verdad es que no creo que Puma se tome a la ligera la decisión de acabar con cualquiera de los aquí presentes. Sin embargo -Eva se dirigió particularmente a M.A-... a ti te recomiendo que no pongas a prueba su nobleza... y la mía tampoco.

   En un instante, el rubio y la castaña compartieron una mirada no muy amigable. Si bien Eva no se fiaba de todo el grupo, menos que menos de aquel hombre desde lo sucedido en el fuerte.

-Chicos, eh... A todas estas, ¿quién es Mickey? -preguntó Inma mientras miraba intrigante a cada uno en busca de una respuesta, abrazándose a sí misma para combatir el creciente frío.
-Oye, niña, ¿tú sabes algo? -interrogó Dyss directamente a la hermana menor del general.
-¿Florr? -le llamó Eva al ver que esta no respondía. La jovencta estaba parada exactamente en el mismo lugar que le había dicho Puma que se detuviera. Se encontraba meditabunda, dándole la espalda al resto-. ¡Florr!

   Emprendiendo carrera, Florr se marchó en la misma dirección que se había ido su hermano junto a Crow.

-Detente ahí -dijo Crow con un tono demasiado imperativo para el gusto de Puma-. ¿Cómo se supone que debo interpretar lo que hiciste allá bajo? Dispararle a uno de los nuestros.
-Ahora mismo no necesito que me estén reprochando nada... Crow -contestó el pelinegro, perdiendo ligeramente la paciencia-. Tenemos un problema de mutación espontánea que quiero solucionar... y no tengo tiempo para escuchar tu maldito sermón...

   Chocando hombro con hombro Puma se quitó de en medio al disgustado sujeto y continuó caminando entre las mesas del que sería el cafetín del hospital, llevándolo cada uno de sus pasos directo al final del salón donde accedió a la cocina por medio de dos puertas que no opusieron resistencia al empuje de su mano.

-¡Mierda! ¡General! ¡Crow! -de entre las mugrientas estufas salió un hombre, raquítico, rozando los 60 y con una indumentaria de carnicero repleta de manchas de sangre de las cuales algunas estaban secas y otras frescas...-. ¡¿Qué coño ha sido todo ese alboroto ahí abajo?!
-Un mutante malnacido... -contestó Crow al entrar detrás de Puma, detallando la asquerosa cocina donde aparte de aquel desagradable señor pululaban grandes cucarachas entre la sanguinolenta suciedad.
-¿Qué le has estado enviando de comer a los prisioneros, Mickey? -preguntó el general parado a un lado de un bulto que permanecía sobre una mesa cubierto por una sábana blanca ya casi completamente teñida de rojo.
-Pues lo mismo de siempre, general -respondió Mickey con su voz ronca y chillona exhibiendo al mismo tiempo una torcida sonrisa de dientes pútridos.

   De un tirón, Puma levantó la sábana, alborotando aún más al tumulto de moscas que la sobrevolaban. Lo siguiente que vieron los ojos del pelinegro fue el cadáver de un varón del cual aparte del torso, sólo quedaba la cabeza... Una gran brecha en su estómago era la prueba de que la mayoría de los órganos habían sido retirados, reduciendo bastante el hedor tan vomitivo que emanaba de su interior, aunque no lo suficiente como para evitar una mueca de asco en la cara del general.

-¿Por qué? ¿Qué pasa? -Mickey volteó a mirar a Crow que también comenzaba a ser afectado por el repugnante hedor.
-¿Algún cuerpo con una marca extraña, Mickey? Una magulladura, un rasguño, una... mordida... ¿algo? -preguntó Puma. El interrogado se frotó la frente mientras hacía memoria.
-Pues... Había un tipo con algo en el brazo y un poco más arriba del tobillo. Pero, no, no, no... No eran mordeduras, no de infectado al menos. Estas marcas tenían mucho tiempo... Ya se habría convertido en un muerto viviente de ser así -explicó despreocupado aplastando una cucaracha con la suela de su bota.
-¿Y qué hiciste con él...? -volvió a preguntar el general para terminar de aclarar sus dudas.
-¡Pues lo mismo de siempre! -dijo alegremente Mickey-. Rebané... y cociné un poco la carne antes de enviársela a los clientes.

   Bastó con una mirada para que Crow entendiera de antemano lo que Puma le iba a decir.

-Entonces todos... -murmuró el hombre de la cara tatuada, exhalando pesadamente. Crow apretó el puño maldiciendo a sus adentros en un intento de no perder los estribos-. ¡¡Escúchame bien, Mickey!! -gritó el ex convicto golpeando la mesa donde estaba el cadáver con ambas manos abiertas-. A partir de hoy... "humano frito" deja de ser la especialidad de la casa. ¡¿Me oyes?!
-Crow... vas a tener que despachar a cada uno de tus prisioneros y rameras... No podemos tomar ningún riesgo -dijo Puma con completa seriedad. Estaba claro que no le gustaba nada la sentencia del general pero él tampoco quería que el hospital se llenara de esas cosas...
-Eres un maldito -señaló Crow a Mickey con su dedo índice mientras se dirigía hacia la salida con prisa a cumplir su tarea-. Espero que no sigas en el hospital para cuando acabe con esto, gusano -amenazó el hombre antes de abandonar la cocina.
-¿Pero qué carajos...? General, aún no entiendo una mierda de...
-Mickey responde algo... ¿Cuánta carne comiste de ese sujeto? -Puma lentamente comenzó a rodear la mesa, como lo haría un depredador, para acercarse hacia el caníbal.
-¿Qué? Espera... -alzando las manos intentó poner distancia, dando a su vez pasos en retroceso-. ¡Aléjate! -De entre los desperdigados utensilios de cocina, Mickey extrajo un cuchillo de carnicería que no tardó en empuñar contra el general-. ¡O te mato!

   Girando en la esquina del oscuro corredor, una apresurada Florr tropezó con un grandullón que parecía ir también con apuro.

-¡Hey! Mi hermano... -Crow rápidamente levantó su mano sin dejar de moverse en señal de que no tenía tiempo para desperdiciarlo en un diálogo por más corto que fuera.

   Aunque disgustada por el gesto, finalmente decidió continuar moviéndose en dirección al único lugar del cual tenía idea al que podía ir. Necesitaba saber qué era lo que estaba sucediendo y de una manera u otra lo iba a averiguar. Así, Florr alcanzó el cafetín del hospital al ritmo de un veloz trote. Allí le encontró, en medio de la estancia, sumido en una especie de proceso de concentración con las piernas entrelazadas, sobre una mesa... Daba la sensación de que practicaba yoga. Al acercársele y ver la sangre rojiza en sus manos la chica obtuvo la respuesta de una pregunta que no se imaginaba que debería hacer.

-¿También a él? -Puma abrió lentamente sus ojos-. ¿Esa sangre es de él?
-Creí haberte dicho que te quedaras allá abajo -dijo arrimándose hacia el borde de la mesa para dejarse caer de esta.
-No me cambies -Florr le empujó de vuelta contra la mesa al ver que el moreno pretendía marcharse-... el tema. ¿Acaso se te está derritiendo el cerebro, idiota? ¿A cuántos más vas a matar?

   Ambos hermanos compartieron una intensa mirada que se extendió durante lo que parecía una eternidad. Puma sentía como si aquella pequeña dama pretendiera exprimir hasta la última gota de su cordura con aquella penetrante mirada de plata, era como un vórtice que lo arrastraba hacia el pánico.

-¿Qué es lo que te está pasando? -Preguntó ella entre dientes, casi como un gruñido-. ¡Dime!
-Ya... es... suficiente, Florr -intentó culminar con la discusión, aunque la chica no pretendiese desistir.
-Sólo necesito entender por qué...
-No hay nada que debas entender. Hago lo que hago porque debe hacerse, punto.
-Hacer las cosas por tu cuenta siempre sin comentarlas con nadie más, ¿acaso crees que nunca te equivocas en tus acciones? –La mirada de la adolescente era firme-, puedes tomar decisiones erróneas, cargarlo todo sobre tus hombros, ¿te llevará a algún lado?
-Bien, es suficiente, no voy a discutir esto. Haré... –Puma hizo contacto visual con su hermana sosteniéndole su inquisidora mirada-... lo que estime oportuno –con esta declaración, el pelinegro dio por zanjada la discusión, realmente no quería darle explicaciones, no necesitaba hacerlo, no tenía por qué hacerlo.
-Ya veo, -Florr se quedó inmóvil allá donde estaba cuando su hermano se puso en pie y le rebasó caminando- así que lo que consideras oportuno es huir siempre que toco un tema del que no te apetece hablar.
-Volvemos con el resto enseguida, esto aún no ha acabado –sentenció él fingiendo haberla ignorado.

En silencio y sin dirigirse la mirada, ambos hermanos caminaron uno al lado del otro por donde habían venido. Físicamente andaban alerta ante cualquier posible amenaza, de modo que nada podría pillarles con la guardia baja; pero, en su mente, preguntas sin respuesta y explicaciones omitidas se agolpaban una detrás de otra.

Acunados únicamente por el frío silencio ligeramente turbado con el sonido de sus pasos sobre el mugriento enlosado del edificio, ambos coincidieron en un pensamiento sin comentarlo con el otro; por primera vez, se percataron de que aquel hospital abandonado del que habían hecho su base, era un lugar tan solitario que casi parecía hostil. ¿Cuándo fue que perdieron la noción de lo que la palabra ‘hogar’ implicaba en realidad? ¿Cuántas cosas seguirían descubriendo que habían perdido antes de que sus vidas alcanzasen su nefasto e inevitable final?

Sin incidentes, los dos hermanos llegaron allá donde los demás esperaban. Las reacciones en los rostros de los presentes al vislumbrar la deshilachada sábana con la que Puma se había hecho en algún punto incierto de su trayecto para limpiarse la sangre de las manos, no se hicieron de esperar.

-Supongo que esa no es sangre de ratón –señaló Dyssidia-. ¿Quién era ese tal Mickey?
-El causante indirecto de este alboroto, porque el culpable directo era el fiambre que ha estado repartiendo como su especialidad de la casa –respondió Puma con un tono que no denotaba ninguna emoción-. Y con esto, si Crow no llega a tiempo, es posible que este incidente no haya terminado aún.
-¿Con fiambre te refieres a...? –Inma no terminó la frase, porque le daba escalofríos el tan solo mencionar tal idea en voz alta. Sabía que el canibalismo estaba a la orden del día en el mundo que actualmente habitaban, pero no por ello se acostumbraba o dejaba de parecerle espantoso e inhumano.
-Una persona –dijo fríamente Florr, más porque aún estaba molesta que por otra cosa.
-Más importante que eso –volvió Alice a tocar el tema principal dejando de lado los escabrosos detalles-, ¿es entonces por la radiación? ¿Acaso corremos nosotros algún riesgo de mutar también?
-Si ha sido por la comida –reflexionó Davis-, entonces podemos estar seguros de que no corremos ese riesgo ninguno de los presentes, ya que nos hemos alimentado con nuestras propias provisiones hasta donde yo sé, pero corríjanme si me equivoco.
-Es tal y como dices. Al menos en este caso particular, estamos libres del peligro, al menos del de mutar como ellos; porque en caso de que otros ya hayan mutado, desde luego que seguros no estaremos.

El walkie que el joven general llevaba oculto bajo su camiseta enganchado a su cinto emitió una señal, alguien trataba de contactarle y Puma sabía bien de quién se trataba, pero la rapidez de su llamada no parecía indicar nada bueno. Sin demorarse por más tiempo, tomó el aparato y estableció conexión con el otro lado de la línea.

-Aquí el general, ¿Crow?
-¡General! Uno de los nuestros estaba en plena faena con una de las chicas hasta un momento antes de que llegara y, bueno, el pobre diablo está hecho girones aquí mismo. Por supuesto, la amiguita no está por ningún lado...
-Comprendo. La prioridad ahora es erradicar los peligros potenciales antes de que sean amenazas reales.
-Eso está hecho.
-¿Has echado en falta a alguien más aparte de la chica?
-Al menos otros tres rehenes han escapado; inexplicablemente la puerta de la sala en la que se encontraban estaba abierta de par en par y, aparte del colega muerto, no había ninguno más de los nuestros aquí, así que no sé qué ha pasado aún.
-Reagrúpalos y ponlos al tanto de la situación a ser posible, necesitamos saber con cuántas manos podemos contar y cuántos objetivos hay que eliminar lo más pronto posible.
-Recibido.
-Peinaremos el edificio y lo aseguraremos antes de que ocurran más desgracias, por supuesto no podemos desestimar que cualquier desaparecido, ya sea de los nuestros o de los rehenes sea actualmente un cadáver o en segunda estancia un fiambre, así que en ningún momento bajes la guardia.

El pelinegro continuó dando instrucciones precisas a un subordinado que, hasta hacía un rato antes, había puesto su autoridad en duda. Pero, era precisamente por la capacidad que Puma tenía que le señalaba como líder especialmente en las situaciones de más peligro. No tenía el título de ‘general’ por nada.

Terminada poco después la comunicación entre ambos extremos. Puma puso al corriente a todos los presentes, confirmándoles que en ese momento estaban bajo amenaza y que se desconocía el número real de mutantes en aquella situación. Sin esperar la opinión de nadie, después de meditarlo brevemente, decidió establecer provisionalmente un punto de aquella zona del hospital como base, ya que al ser el lugar en el que se encontraban, apenas podían declarar como seguras las zonas en las que habían estado recientemente. El lugar escogido, concretamente, fue una sala de diagnóstico general en la que en su día acomodaron unos sofás algo maltrechos para que sirviese como sala de descanso en aquella área tan inhóspita. Cargaron con los víveres que tenían a mano y otros pocos bártulos y se asentaron en aquella habitación.
   
A continuación, decidieron proceder en grupos de pocas personas para asegurar los alrededores y aislarla parcialmente. Ya que, de no hacerlo, el hospital era una instalación tan extensa que resultaría imposible controlarla en todo momento y les terminaría costando la vida. Por supuesto, aunque no de común acuerdo, decidieron que algunos de los miembros del grupo se quedarían simplemente en la sala y no patrullarían por diferentes motivos.

-¿Qué coño? –El rubio apretó los dientes al ser tachado una vez más de inútil por estar lisiado. Aquel asunto ya le traía de narices.
-No es como si te estuviésemos tratando como un inútil...
-Ah, ¿no? –Se burló Florr sin compasión dedicándole una mirada maliciosa a M.A.
-Pues no, -siguió comentando Maya-. Si todos nos vamos de aquí, no hay modo de afirmar que esta sea una base segura, así que alguien debe quedarse aquí y ese eres tú.
-No es como si me hubieras convencido, es solo que estoy harto de llevaros siempre la contraria por ser tratado como un trapo cuando trato de decir que soy capaz de valerme por mí mismo e incluso encarar una amenaza de frente... –Por su tono de voz, sí que parecía cansado o incluso aburrido de esa situación. Aunque el resto estarían igualmente cansados de que el joven siempre diera pelea a la hora de prescindir de él para los movimientos más arriesgado por su condición física menos favorable-. Así que, en conclusión y a sabiendas de la emergencia en la que estamos, acepto salvaguardar la base.
-¿Ahora pretendes hacerte el maduro? Menudo personajillo cómico andas hecho, rubiales –alegó en tono burlesco Dyssidia pero sin más maldad. M.A. prácticamente se mordió la lengua para no responder a su tentadora provocación, debía dejar de hacer eso, su poco aguante ya había provocado que gente a la que en realidad había apreciado mucho hubiera muerto. Llegaba un momento en el que había que aceptar los hechos y enmendar los errores. En su caso, auto controlarse era la clave.

Debido a la mala relación existente entre Florr y el rubio, teniendo en cuenta que apenas se quedarían en la sala ellos dos además de Adán, hubo un cambio de planes de último momento. Se acordó finalmente que el grupo integrado por Inma y Maya también se quedaría en la retaguardia. Maya porque parecía ser la mejor opción para aplacar un posible acaloramiento por parte del joven en caso de que tuviera problemas con la adolescente y en vista de la falta de preparación de Inma, Eva prefirió asignarle la tarea de “cuidar de Adán” en vez de hacer que se uniera a otro grupo. Por supuesto nadie lo dijo, pero más de uno pensó que las capacidades de M.A. no estaban a la altura para hacer frente a una amenaza real en caso de que se presentara, y sobretodo Puma y Eva, que dejarían atrás a sus respectivos hermanos pequeños, prefirieron asegurarse que no corrieran tanto riesgo duplicando las defensas. Era cierto que, en realidad, ninguno de los dos eran niños, pero toda seguridad era poca en aquel mundo que les había tocado vivir.

*        *         *

Nicole y Davis partieron sin demora a cumplir con la tarea que se les había asignado. No hubo duda alguna al acordar que ambos formaran grupo, porque para empezar ya lo eran desde antes de llegar allí, nadie había tenido ninguna objeción al respecto, mucho menos ellos dos que ya tenían experiencia hombro con hombro además de apenas conocer aún al resto de miembros del grupo.

Caminando entre los amplios corredores que a pesar de todo transmitían cierta sensación de opresión, comenzaron a asegurar las primeras consultas junto a las que pasaron. Todo parecía en calma; algunos de los fluorescentes que aún permanecían operativos titilaban ligeramente de cuando en cuando, dando al ambiente un aspecto algo tétrico, pero no era algo por lo que preocuparse. Comparada con las horrorosas cuevas en las que la rubia había pasado un tiempo no hacía demasiado, aquel viejo hospital no merecía ni ser candidato para una película de terror de serie B.

-En teoría –dijo la joven retirando la mano del picaporte de la puerta que acababa de cerrar-, según las indicaciones de Puma, esta es la zona con menor riesgo al ser la más alejada al territorio de los presos, ¿cómo lo ves?
-Si tiene riesgo, por improbable que sea, entonces no hay razón para bajar la guardia.
-Eso mismo pensaba –concedió ella-. Con eso en mente, me surgió cierta inquietud... Ya que a fin de cuentas, llegamos aquí para unirnos a un grupo, pero nos encontramos los dos solos de nuevo, dispuestos a luchar por nuestras vidas si se presenta la ocasión.
-No es tanto así, se trata de algo temporal, una emergencia.
-Lo sé. De hecho, no trataba de quejarme para nada, después de todo, aún parece que no encajamos del todo entre ellos y somos poco más que unos desconocidos...
-¿Te encuentras bien, Nicole? –Davis pareció ligeramente alarmado por las divagaciones de su compañera.
-Solo decía que me siento más relajada estando de nuevo a solas contigo por este rato; demasiadas caras nuevas allá atrás y algunos tienen circunstancias muy concretas, eso está claro –comentó la rubia meditabunda, aquel grupo al que habían terminado uniéndose era cuanto menos, variopinto.
-Yo de algunos no me fío, ¿no te pareció algo excesiva la atención que Puma le prestó al maletín que encontramos desde el primer momento?
-No me percaté, pero no debe ser algo particularmente extraño mostrar interés en algo sospechoso de la mismísima ESGRIP, no conociendo su papel en todo este desastre.
-Esos ojos no eran los de un curioso, parecían indicar que sabían con cierta certeza que había en su interior –admitió el pelinegro, compartiendo la idea que le había estado molestando desde hacía rato-. No me extrañaría que de no haber traído ese maletín con nosotros, no nos contasen en este momento entre los suyos...
-Es posible, pero si no te fiabas desde un primer momento, ¿por qué se lo cediste sin ofrecer ninguna resistencia?
-Porque era nuestro billete entrada en este grupo, ¿no era esto lo que pretendíamos? Andar solos no está tan mal, pero así se tienen más posibilidades –Davis hizo una pausa, pensando con detenimiento admitir lo siguiente-. Además, parece ser que ese tal Payne puede abrirlo, también quiero saber que hay dentro.
-Así que tienes tus dudas con el pelinegro por haber actuado por conveniencia, pero también por conveniencia has pretendido no percatarte, ¿no? –Nicole parecía algo divertida al ver como su compañero parecía tensarse ligeramente al reconocer aquel hecho.
-Algo así.
-¿Y qué me dices de Dyssidia?

El tono ligeramente más suave de Nicole, que casi pudo parecer provocativo, no dejó indiferente a Davis, que por supuesto no alcanzó a dar una respuesta rápida a aquello. Reacción gracias a la cual, su compañera dedujo que había acertado en sus suposiciones.

-¿Eso a qué viene? –Cuestionó él, claramente a la defensiva.
-¿Acaso la conocías de antes? Además de lo que leímos sobre ella en los informes de ESGRIP tiempo atrás, claro... –el tono de Nicole perdió algo de seriedad antes de proseguir-. Suponía que no era tu tipo con solo echarle una mirada, pero, ¿es para tanto?
-No –reconoció el joven-. Sin embargo, tengo algo personal con ella; algo... que no le puedo perdonar.
-¿...Eh?
-El solo verla allí como una más, sonriendo como si todo fuera bien o hasta disfrutara de la situación en la que estamos cuando ella... ella... –Davis recordó vagamente los días en que los gemelos le habían estado llamando Sacedog, recordó sus caras sonrientes cuando se despidieron la última vez que los vio con vida, antes de descubrir que habían sido asesinados a sangre fría por lo que parecía una estúpida venganza infantil, antes de que ellas asesinaran a sus propios amigos-... Imperdonable.

La voz del pelinegro sonó más grave de lo habitual, con una mirada cargada de odio e impotencia, y de malos recuerdos que, atrapados en el pasado, eran irreversibles. Nicole tragó saliva algo impresionada por el inquebrantable juicio que su amigo parecía haber planteado en su mente y se arrepintió de haber sacado el tema de aquella extraña joven. Algo le quedó claro, era más que posible que Davis intercambiara con ella algo más que simples palabras en caso de que la situación se presentase inestable y estuvieran presentes en el mismo lugar aquellos dos.

El ambiente, que hasta hacía un minuto era distendido, se había enrarecido por completo y ninguno de los dos se atrevió a tomar la iniciativa para cambiarlo, simplemente, centraron toda su atención en seguir recorriendo el sombrío edificio para finalizar cuanto antes su misión.

*        *        *

En dirección contraria al área de Psiquiatría, una planta más arriba, fue hacia donde se encaminaron Puma y Eva. El pelinegro había seleccionado aquella como su zona ya que, por su proximidad a donde acostumbraban a encerrar a los rehenes, era la zona con la mayor probabilidad de tener que hacer frente a una amenaza. En su deseo de evitar bajas innecesarias entre los miembros del grupo y confiando en el equipo que hacían su compañera y él, aquella elección había sido un acierto. Aunque pudiese resultar estúpido, el joven deseó que, de andar algún peligro suelto por las áreas del edificio que habían acordado asegurar, se encontrase en su terreno.

Sin embargo, y tal vez para su desgracia, a medida que pasaba el tiempo, más segura y solitaria parecía aquella parte. Las habitaciones las encontraban carentes de cualquier rastro de vida del tipo que fuese, nada de mutantes, nada de rehenes, nada de ex convictos, nada de nada.

Por supuesto, un detalle que no se le había pasado por alto a ninguno de los dos, había sido avisar enseguida de la situación al doctor Payne. Había bastado ponerle al tanto de lo que ocurría para dar por sentado que el hombre estaría bien por su cuenta, ya que había cerrado con llave la habitación donde se encontraba y simplemente no abriría a nadie que pegara porque sí a la puerta. Estaba aislado del peligro en un principio, era algo menos a lo que prestar cuidado.

Llegado a un punto, sin dejar de hacer su trabajo, ambos se relajaron ligeramente y comenzaron una conversación en un principio referente a la misión que tenían entre manos, pero que pocos minutos después derivó a algo completamente distinto.

-La ignorancia es la felicidad.
-¿Eso piensas?
-Es lo que se suele decir, aunque –la joven se pasó la mano por el pelo, apartándolo de su rostro- parece ser que tú así lo piensas, efectivamente.
-Hmm... –El pelinegro mostró su falta de interés en el asunto algo molesto por aquel comentario acusador venido de la nada.
-Con el tiempo, creo que hasta cierto punto, he de reconocer que resulta ser bastante cierto. Cuando no sabes que tu vida está amenazada en todo momento, puedes disfrutar más de las pequeñas cosas que aún puede ofrecerte; porque una vez que descubres la realidad de las cosas, ya solo estás alerta en todo momento para cuidarte las espaldas...
-No entiendo que bajes ahora tu guardia y me vengas con filosofías inútiles, ni acaso que pongas palabras que no he dicho en mi boca...
-Alguien que a pesar de saber muchas cosas de interés común, no suele compartirlas con los demás, y no duda en no ocultar descaradamente tu falta de ignorancia, ese eres tú. Eres consciente, ¿verdad, Puma? Florr también es perfectamente consciente de esto, sus vacíos son meramente tu falta de comunicación con ella, cada vez lo acusa más y se esfuerza menos por no mostrar su fastidio.
-Si acabas de afirmar que la ignorancia es la felicidad, ¿a cuenta de qué me sueltas este sermón sin sentido? ¿Tanto te aburres? –A pesar de ser la última una pregunta sarcástica, la falta de interés y el hastío del pelinegro no lo expresó adecuadamente.
-Dije “hasta cierto punto”. Ignorar es desconocer algo por completo, pero una vez descubres que ese “algo” existe, de la ignorancia se pasa a la curiosidad. –Eva empezó a cuestionarse interiormente qué pretendía sacar de todo aquello en realidad, pues creía que en su conocimiento sobre aquel joven, posiblemente todo lo que estaba hablando caería en saco roto, pero aun así no se mordió la lengua-. La verdad puede ser tremendamente dura, pero a sabiendas de eso, la curiosidad por conocerla es algo intrínsecamente humano, necesitamos y queremos saber... –su tono de voz se elevó y se afianzó cuando pronunció en alto las palabras que habían estado rondando su mente desde que vio la expresión de Florr cuando los dos hermanos regresaron de su encuentro con el tal Mickey-. Estás traicionando la confianza de Florr, no le estás haciendo un bien al ocultarle las cosas. Cuando la falsa felicidad dibujada por la ingenuidad se destapa, lo único que puede devolver esa felicidad son las personas. Para ella, solo eres tú... ¿Qué demonios estás haciendo?

El pelinegro no pudo evitar que esas palabras le alcanzasen de algún modo. Después de todo, Eva era una de las personas a quien más estimaba, habían pasado juntos muchas cosas, compartían otras tantas en común, y en algunos aspectos era incluso un referente ya que era alguien incluso más experimentada que él en ciertos aspectos. Sus palabras no eran las de una cualquiera. Si las palabras de alguien podían ser valiosas, ese alguien no era otro que aquella joven. Sin embargo, su rostro hierático no acusó ningún cambio por más leve que fuese.

Dejando inconclusa la conversación, aseguraron la que había acostumbrado a ser una de las salas de espera del hospital cuando aún era operativo. Esa era la última que les quedaba, como habían supuesto, todo estaba en orden en ese ala, no había rastro de peligro allí abajo, al menos en tiempo presente. Lo cual no era precisamente tranquilizador para aquellos dos, ya que aumentaban las posibilidades de que fueran otros quienes se encontrasen con el problema y por falta de experiencia no supieran manejarlo adecuadamente.

No tenía sentido preocuparse por algo que se les escapaba de las manos irremediablemente. Arrastraron uno de los varios conjuntos de tres asientos unidos por una barra metálica que allí habían repartidos y entre ambos lo colocaron contra la puerta doble que daba paso a la zona de rayos X. El edificio era demasiado grande como para poder controlar cada rincón en todo momento. Por lo que, bloquear áreas innecesarias era una estrategia que facilitaba el dominio de los alrededores del lugar en el que se habían asentado en aquella inmensidad de paredes amarillentas cuyo característico olor a desinfectante había sido sustituido por un leve hedor a muerte.

-Volvamos, aquí ya hemos finalizado nuestra labor –comentó la mujer poniendo en palabras la obviedad a la que ambos habían llegado.
-No tienes por qué apresurarte tanto, sé que vuelves a no estar tan bien como pretendes aparentar, podemos descansar un par de minutos ya que hemos terminado bastante rápido.
-Peor me pone la incertidumbre de no saber si Adán estará realmente bien. Odio separarme de él, pero llegará el día en que esa separación será definitiva, no está bien que no le dé oportunidad de irse haciendo un poco a la idea de no tenerme a su lado solo porque sienta ansiedad e intranquilidad... –Eva rió entre dientes, al oírse a sí misma reconocer la realidad delante de alguien más con tanta franqueza.

No solo se trataba de que su pequeño querido hermano necesitase que ella le protegiese, cuando pensaba en eso como única razón por la que intentaba nunca separarse de él, en su interior sabía que estaba poniendo excusas a su propio egoísmo. Si bien era cierto que Adán la necesitaba ya que era su hermana mayor a quien adoraba y de la que dependía en la mayoría de ocasiones, no era menos cierto que la joven no acertaba a descubrir quién necesitaba más a quién. Era egoísta. Necesitaba estar con el chico, necesitaba protegerle, brindarle una oportunidad de vivir incluso en ese podrido mundo, y cada vez que la certera muerte se aproximaba más y más hacia ella disfrazada bajo la forma de un cáncer incurable, aquella necesidad se incrementaba... Pero tenía que ser fuerte. Cuando ella ya no estuviese allí, el niño tendría que valerse por sí mismo, no estaba mal si podía confiar en alguien más -como Florr-, pero la confiable figura de su hermana mayor habría desaparecido y eso lo haría todo muy distinto.

-Joder, qué injusta es toda esta mierda... soy impotente; no puedo cambiar el futuro, las cosas que tienen que ocurrir, ocurrirán, y tan solo podré ser una mera espectadora. No, no una espectadora, más bien... una víctima...
-Estás pensando demasiado las cosas. Tan solo siéntate un rato y trata de no pensar en eso ahora. Si de todos modos, como dices, no hay nada que puedas hacer...
-Así que me aconsejas que haga lo mismo que tú, ¿eh? -Eva se dejó caer en uno de los desgastados e incómodos asientos. Casi estuvo tentada de reír con ironía cuando se percató de que en ese momento parecía poco más que una enferma en un hospital a la espera de que un inexistente doctor, de los que antaño habían trabajado entre aquellas paredes, le negara que su diagnóstico era mortal y le dijera que aún tenía alguna posibilidad...

Algo que sabía, sin necesidad de que nadie lo corroborara, era imposible. El instinto de supervivencia de las personas resultaba casi una maldición dadas las circunstancias. Una vida de supervivencia tal y como conocían, no podía considerarse realmente ‘vida’, nada bueno les aguardaría al final de un camino de adversidades y tragedias; en medio de toda aquella desesperación, el tener esperanzas parecía algo casi de locos... Un pensamiento repentino apareció de la nada en su mente.

-El maletín...
-¿Qué? –Puma quedó momentáneamente confuso al no oír correctamente las palabras susurradas por su compañera de fatigas.
-El maletín, Puma, el maletín del chaval pelinegro con la sempiterna cara de desconfianza –puntualizó ella algo más enérgica-. Exactamente desconozco de qué se trata, no puedo decir que no sepa nada al respecto, sin embargo.
-Vaya, viniendo de ti, no puedo decir que esté sorprendido –reconoció el general-. Ese Davis no sabe bien qué ha traído entre sus manos hasta nuestro nido. Que es algo importante lo sospecha, más aún ahora que no he logrado ocultar mi interés en él, pero su verdadera naturaleza, puede que ande bien lejos de sospecharla. Yo mismo tengo mis dudas...
-Entiendo –La joven volvió a ponerse en pie, reprimiendo el impulso de volver a dejarse caer de nuevo contra la superficie de plástico con forma de asiento ante la intensa punzada de dolor que pareció atravesarla de lado a lado-. Si hay una posibilidad aunque incierta de que Adán pueda vivir en un mundo mínimamente más seguro que este, entonces no tengo momento para descansar mientras aún me queda tiempo.
-Forzarte de este modo...
-Tu situación no es tan distinta, amigo mío. Que no sientas dolor físico, no te resta consciencia de tu estado actual, no tienes por qué tratar de ocultarme eso incluso a mí y menos a sabiendas de que lo sé a la perfección.

Cuando una ligera sonrisa casi maternal se dibujó por un breve instante en el rostro de aquella mujer que había conocido tanto dolor y sufrimiento, a Puma le dio la sensación de que un escalofrío le recorría la espina dorsal, pero no supo realmente si tal cosa llegó a ocurrir. No estaba espantado por aquel pequeño gesto, es que era tan inusual e inesperado precisamente en Eva, que por un segundo le hizo al pelinegro recordar su humanidad, le hizo recordar que el corazón que había estado recubierto de hielo todo ese tiempo aún palpitaba en algún lugar dentro de su pecho.

El joven no había perdido de vista ni por un instante su objetivo: Proteger y brindar un mejor futuro a aquellas personas que le importaban –la imagen de Florr le vino a la mente-, aunque él posiblemente tal vez no llegara a experimentarlo por sí mismo. Por cumplir esa meta decidió en su día hacer cualquier cosa que fuese necesario, sin pestañear a la hora de ensuciarse las manos. Alguien tenía que hacerlo y no podía esperar a que nadie más lo hiciera por él. Aunque se ganase el odio de los que le rodeaban, no dudaría... Sin embargo, ¿por qué esa sonrisa había calado tan dentro de él? Gracias al maletín, gracias a Payne, su objetivo se encontraba un paso más cerca de ser alcanzado, entonces, ¿por qué...?

...Ah, ya entiendo. No es Eva quien se ha debilitado después de todo este tiempo; sus palabras de preocupación, su supuesto sentimentalismo respecto a Adán... No es más que la verdad desprovista de esa coraza de frialdad e indiferencia que muestra casi las veinticuatro horas del día y que solo acierta a relajar parcialmente cuando trata con Adán o incluso con Florr...
Reconocer la debilidad de uno mismo y aceptarla, y no por ello perder confianza en ti mismo, no perder de vista tu objetivo sino ser más consciente de tus limitaciones...
Ya veo. Entonces, pretendiendo que puedo superarlo todo, que nada me afecta en realidad, que no necesito depender de nadie, no me hace más fuerte que Eva, tal vez incluso no le haga ni sombra.
Va a resultar cierto que al final... simplemente estoy huyendo, ¿no decías algo así, Florr?


No es algo que el pelinegro fuera a reconocer en voz alta, tampoco delante de nadie. Pero volvía a ser consciente. Ser consciente de que era más que un simple ser viviente que no podía padecer dolor y que debido al Agua Gris tenía unas capacidades que lo diferenciaban claramente de otras personas. Ser consciente, de que pese a sus diferencias, nunca había dejado de ser humano, ni siquiera desde el momento que había desembocado en su temporal muerte hacía dos años atrás. Saber que no era omnipotente, recordarlo más bien, no era una debilidad aunque así lo pareciese, sino una nueva fuente de poder.

De nuevo sumidos en silencio, Eva y el general emprendieron la marcha de regreso a la sala de diagnóstico general que habían fijado como punto base provisionalmente. Externamente nada había cambiado y seguramente sus acciones parecieran simplemente las mismas que habían estado realizando hasta entonces, pero sus motivaciones estaban ahora más claras, habían decidido aferrarse con más ímpetu a la pequeña esperanza que apenas alcanzaba a brillar en aquel inhóspito mundo y se apoyarían el uno en el otro para no soltarla bajo ninguna circunstancia. Ambos habían cambiado mucho desde la última vez que habían trabajado juntos hacía ya tiempo, pero el lazo que les unía, esa mutua confianza y comprensión parecía, de algún modo, restaurada.

*       *       *

-Con esto –Alice cerró la puerta a su espalda-, ya estamos. Ha sido más rápido de lo que esperaba, menos mal, tanto silencio ya me estaba sacando de quicio, casi hubiera preferido que nos encontrásemos con alguien... De hecho, ¿no te resulta extraño? –Preguntó la rubia reflexiva relajando el brazo con el que sostenía su machete-, a que no nos hayamos encontrado con nada ni con nadie en ningún momento, ni siquiera uno de esos presos que tantos dolores de cabeza dan a Puma... –No obtuvo respuesta de su acompañante-. Oye, Dyss, ¿me estás escuchando? ¿Dyss?

La intrépida y extravagante joven había abierto unas puertas dobles que había a un costado del corredor de par en par, y se encontraba de espaldas a Alice impidiendo que se cerraran sosteniéndolas una con cada mano, mirando hacia la zona que no habían explorado.

-¿Qué haces, Dyss? ¿No estarás pensando...? –No llegó a terminar la frase, la otra chica se había girado hacia ella con una sonrisa felina y una mirada desafiante.
-¿Qué me dices? ¿Te animas a salirte un poquitín del plan establecido? –Propuso entonces.
-Ah, no, ni hablar –se negó en rotundo la rubia prudentemente-. Estamos en una situación de emergencia, bajo amenaza, nuestras tonterías pueden costarnos muy caras. Vamos a ceñirnos a lo que todos hemos accedido de común acuerdo.
-Este es el punto de final de recorrido para Davis y Nicole, al llegar a este punto habrían terminado su inspección –Dyssidia parecía haber ignorado las palabras de su compañera sin ningún remordimiento; se había volteado y de nuevo miraba hacia el otro lado de las puertas, saltaba a la vista que de un momento a otro daría un paso adelante si Alice no lograba persuadirla de lo contrario.
-Precisamente, deja que cada uno haga lo que le ha sido asignado, no hay necesidad de causar problemas.
-Podríamos ahorrarles tarea a esos dos, seguro que no les hace mucha gracia que los pongan a trabajar como soldados rasos unos desconocidos que aún ni siquiera terminan de aceptarte del grupo.
-Así que hasta tú tienes tu lado de hermanita de la caridad –suspiró la rubia con un deje sarcástico-. ¿Tanto deseas morir? Si ese es el caso, entonces...
-Shhh...

Las puertas se cerraron solas por el empuje de los muelles cuando las manos que las mantenían abiertas desaparecieron. Alice se quedó allí de pie en el ahora solitario pasillo cuando la presencia de la morena de desvaneció al otro lado. De forma inconsciente se llevó la mano al rostro y sacudió la cabeza un par de veces exagerando el gesto ligeramente. La naturaleza irresponsable de Dyssidia seguía intacta dentro de ella, como había sido desde el momento en que la conoció dos años atrás, pero una vez más reconoció que aquella naturaleza suya no era algo de lo que sentirse orgullosa ni mucho menos.

Hinchando los pulmones y posteriormente dejando escapar el aire, se relajó mentalmente, detendría a la alocada muchacha y la haría entrar en razón a sabiendas de que tendría que ponerse seria. Aquello no era un juego, parecía mentira que no captase algo tan simple. El cartel junto a las puertas que rezaba “Área de Psiquiatría” parecía darle la razón en su pensamiento de que Dyssidia a veces actuaba tan impulsivamente que parecía dirigida por la locura.

Momentos más tarde, Alice se encontraba apostada de espaldas contra la enmohecida pared junto a la morena. Interiormente se maldijo por haber deseado unos minutos antes haberse topado con algún ser viviente.

-¿Era humano?
-No estoy segura, salió corriendo demasiado rápido –respondió Dyssidia-. Fuese lo que fuese, estaba escondido en la sala y al escucharnos allá atrás pensó que ya no estaba seguro y salió corriendo.
-Pero no nos ha atacado, de hecho ha salido corriendo, ¿serán simplemente Davis o Nicole? O tal vez uno de los ex convictos. Que estuviese escondido y haya huido solo señalan que debe ser humano, los mutantes son de naturaleza agresiva, no huyen antes de comprobar con la violencia que sus ataques no tienen efecto.
-No dije que solo fuera uno, estaba en un ángulo muerto, apenas alcancé a ver unas sombras moviéndose –aclaró la aludida-. Lo que sí es probable es que se trate de lo que dices, pero puedes descartar que sean esos dos, mi voz no es tan fácil de olvidar por poco que hayamos tratado y, por supuesto, soy más tierna que temible, no tienen motivos para querer alejarse de mí –bromeó la joven antes de asomarse cautelosamente por la esquina-. Despejado, avancemos.
-Eres bien incorregible, ¿o no?
-Y a mucha honra.

Caminaron con cautela, Dyssidia delante, Alice cubriendo la retaguardia. Según habían concluido por descarte, debía tratarse de una o más personas, humanas, no mutantes, con alta probabilidad, reclusos. Sin embargo a ambas se les escapaba la razón por la cual estaban en aquella zona y además escondidos. No sabían qué estaba ocurriendo y lo peor es que Davis y su compañera rubia no debían andar muy lejos de allí, si tenían mala suerte se toparían de frente con un peligro inesperado.

La luz artificial, el aire enrarecido, el escenario destartalado y frecuentes ruidos sospechosos de tuberías o lo que parecían ecos de pasos en algún lugar. Las dos chicas casi contenían el aliento, con cada músculo de su cuerpo en tensión. A Dyssidia se le ocurrió que de, haber una música tétrica de fondo, podría coger complejo de protagonista desafortunado de un juego de terror indie, pero por supuesto no lo comentó en alto para tratar de ocultar su visible turbación.

-¡AARGH!

Un alarido sonó alarmantemente próximo, dejando a las dos chicas clavadas sobre sus propios talones allí donde se encontraban. Recuperadas de la primera impresión, advirtieron que no se les hacía una voz familiar y se relajaron mínimamente. Alice empuñó con más fuerza su machete y frunció el ceño olvidándose de todo miedo. No estaban allí de paseo después de todo.

Con pasos sigilosos, reanudaron su marcha hacia la fuente de aquel agonizante sonido, pero no habían avanzado demasiado cuando una puerta se abrió con tal estruendo que pareció que iba a descolgarse de las bisagras que la sostenían. La rubia alzó su arma blanca adquiriendo una posición combativa mientras que la morena encañonó al bulto cubierto de escarlata que corría despavorido, sin embargo tras estar a punto de hacerlo, no apretó el gatillo.

El joven hombre tenía el brazo izquierdo arrancado de prácticamente hasta la altura del hombro, con lo cual su corazón desbocado bombeaba al vacío tal cantidad de líquido carmesí que llamaba la atención que aquel individuo fuese capaz de correr o mantenerse siquiera en pie. No era alguien a quien conocieran, pero tampoco parecía un ex convicto por las ropas que llevaba puestas actualmente hechas girones. Debía tratarse entonces de un completo desconocido, lo que le señalaba probablemente como uno de los rehenes fugados.

A pesar de la intensidad de la escena, apenas duró un par de segundos; el tiempo exacto que tardó en abalanzarse una criatura humanoide contra el pobre diablo, atravesando con una de sus extremidades el desprotegido estómago de su víctima y acallando impiadosamente sus gritos de súplica. Las baldosas, las paredes, los asientos del pasillo e incluso el mismo asaltante, quedaron bañados en sangre de un reluciente color rojo.

Al instante siguiente, Dyssidia abrió fuego contra aquella criatura que a pesar de aparentarlo anatómicamente, ya había dejado de ser humana. La munición impactó y penetró en su cuerpo, arrancándole un chillido de sufrimiento a la bestia asesina, pero pareció hacerle poco más de daño a pesar de la certera puntería por la relativa corta distancia, parecía que este había resultado ser más resistente que Enrique.

Dyssidia agarró del antebrazo a su compañera y tiró de ella para cubrirse al amparo de una bifurcación en el corredor.

-¿¡Pero tú estás idiota!? ¿¡Cómo no lo has matado ahí atrás!? ¡Menuda puntería de mierda, lo tenías justo delante!
-No, Alice, no lo entiendes –la morena tiraba desesperadamente de Alice sin intención de relajar su opresor agarre mientras corría con toda su alma-, mi puntería no ha sido para nada errada.
-¿Dices que las heridas con armas de fuego no le afectan?
-Tú misma lo has visto.
-En ese caso... –la rubia se paró en seco en su alocada marcha zafándose con un tirón seco del agarre que atrapaba su brazo- Me encargaré de desmembrarlo con muuucho cariño.
-¿Se te ha deshecho el cerebro con las prisas? ¡Si te acercas a eso, estás vendida! –Sentenció Dyssidia deteniéndose también ante el giro de acontecimientos.
-Nicole y Davis pasarán por ahí de un momento a otro, no-
-¡¡Alice!!

La morena agarró por donde pudo de su amiga y la atrajo hacia sí con una fuerza y rapidez que desconocía que fuera poseedora. Una criatura atravesó de un salto el espacio vacío que la rubia había ocupado un instante antes y resbaló por el desgastado enlosado perdiendo momentáneamente el sentido del equilibrio.

Reaccionando entonces, Alice aprovechó la posición desventajosa del mutante para asestar un tajo con su afilada arma que no había alcanzado a soltar ni por un segundo. Por desgracia, apenas pudo cercenarle una de sus extremidades inferiores a la altura del muslo antes de que el deformado ser se arrastrara hacia el interior de una sala con una agilidad sorprendente dado que acababa de perder un miembro.

-Rematémoslo ahora que está herido y cohibido –afirmó con gesto grave Alice.
-Espera... hay algo extraño...
-¡No hay tiempo para pararse a pensar! Si le damos tiempo, favorecemos que se recomponga de nuestro primer ataque –la rubia tenía claro lo que se debía hacer-. Entre las dos pondremos fin a este bicho.
-...no es el mismo –el susurro reflexivo de Dyssidia se dejó oír con total nitidez-. Ese mutante, digo, no es el mismo.

Sonidos de algo avanzando velozmente sobre sus cuatro extremidades se dejaron oír letalmente cerca. Un chillido inhumano fue la señal que recibieron las dos jóvenes de que sus vidas habían sido salvadas milagrosamente antes de que hubieran podido darse cuenta del peligro al que habían estado inconscientemente expuestas. El mutante recubierto de carmesí saltó hacia un lado con su costado atravesado dolorosamente por una lanza retráctil extendida en toda su longitud.

-¡Davis, Nicole!

Los refuerzos habían llegado en el momento más indicado, pero aquel mortal encuentro aún no había llegado a su fin y parecía lejos de estarlo.


*       *       *

-¿Somos los primeros en regresar? –Evaluó Eva al entrar por la puerta que acababa de abrirle Inma al notar la ausencia de varios miembros.
-Eso parece, ¿es extraño? –La castaña cerró apenas hubo entrado Puma también.
-No realmente, aún quedan unos minutos para la hora límite y es cierto que nosotros contábamos con la ventaja de que Puma conoce este sitio bastante bien –respondió la atenta mujer sonriendo al comprobar que todo allí dentro estaba en orden y que su pequeño hermano, aparte de parecer un poco cansado, se encontraba bien. Un peso pareció quitársele de los hombros cuando el muchacho respondió a su gesto con una inocente sonrisa.
-¿Ha ido todo bien? Estaba muy preocupado –reconoció el pequeño.
-Sin incidentes –se adelantó el pelinegro a Eva-. Lo cual no me hace particularmente ninguna gracia. Las posibilidades de que los otros se hayan encontrado con algún contratiempo son cada vez mayores.
-Mejor ellos que vosotros, no veo nada mal en eso –sentenció Florr despreocupadamente sin apartar la mirada de un punto indeterminado detrás de su hermano.

M.A. pareció que hizo amago para responder de mala manera al comentario de mal gusto de la descarada adolescente, pero una mano en su hombro, la mano de Maya, le invitó a cejar en su empeño. No había sido un comentario justo, pero hasta el rubio se percató de que seguirle el juego a la niña no ayudaría a nada, al menos no a nada bueno, así que se mordió la lengua. Además, también era cierto que, desde que habían vuelto los hermanos tras la eliminación de Mickey, Florr se veía bastante extraña, más distante, en especial con su querido hermano, por lo que tampoco tenían que ser demasiado duros con ella.

Eva acarició el pelo de Adán cuando este se apretó contra su regazo sin previo aviso. A todos les llamó la atención, ya que si bien había afirmado que había estado preocupado todo ese tiempo por la seguridad de su hermana, había sabido mostrarse relajado hasta entonces.

-¿Los demás no vuelven aún? –preguntó él con un hilillo de voz sin levantar la mirada.
-No pasa nada, cariño, -la voz de Eva se enterneció al instante mientras seguía acariciándole la cabeza tratando de reconfortarle-, no tienes preocuparte, aún no es la hora que pusimos como límite para volver.
-Pero... tengo como un mal presentimiento...
-Hey, tranquilo, tranquilo; Ninguno de ellos conoce el hospital tan bien como Puma, así que es comprensible que les lleve algo más de tiempo. Ya verás como vuelven enseguida –era completamente cierto que de ningún modo podía asegurarle eso al niño, no era más que una pequeña mentira para permitirle quedarse un poco más tranquilo, eran no más que unas pocas palabras de consolación.
-Si cuando llegue la hora no han aparecido, saldremos a buscarles para exigirles una explicación a palos de ser necesario, ¿está bien? –La pelinegra hizo especial énfasis en la parte violenta del enunciado, sin embargo su intención de prestarle apoyo, no le pasó desapercibido al chiquillo.
-Claro, Florr –le contestó mirándole con un semblante algo más sereno.
-No me malinterpreten –el tono de la chica se volvió indiscutiblemente amenazador mientras paseaba la mirada por los rostros de una sorprendida Inma y una confusa Maya, antes de fijar sus profundos ojos grises en los azulados de M.A.-, no es como si las vidas de sus amigos me importaran, tan solo no dejaré que han sufrir a Adán bajo ningún concepto.

Ninguno de los aludidos respondió ante tal declaración, ocasión que aprovechó el general para decidirse a poner en práctica lo que desde que hacía un rato había estado meditando en su mente.

No habían llegado las otras dos parejas, tampoco sabían nada de su paradero; Crow no se había comunicado en todo ese tiempo con ellos y tampoco respondía a las llamadas que habían intentado establecer con él por el walkie; La situación difícilmente podía ser más tensa de cómo ya estaba; no era el momento adecuado, ni siquiera era un buen momento, sin embargo, nada de aquello le frenó a la hora de citar a Maya a la sala contigua para discutir de algo en privado, con el correspondiente consentimiento de los demás.

La ventana de la estancia tenía los cristales hechos añicos y alguien se había encargado de precintar el hueco rectangular con ingente cantidad de cinta aislante, apenas dejando algunas fisuras que de no haber oscurecido en el exterior, filtrarían un mínimo de luz natural. El joven general se detuvo al llegar junto a la ventana y se volteó para encontrarse de frente a la castaña.

Solo mirándola al rostro, lograba que las preguntas que circulaban por su mente sobre por qué había decidido tratar aquel asunto en ese preciso instante, se respondieran simplemente con un absurdo “porque en algún momento tenía que ser”. Era cierto que no había esperado a la mejor situación para hacer aquello, pero nadie le aseguraba que surgiese una mejor oportunidad en un futuro, la vida era ciertamente incierta, más en aquellos días, valiera la redundancia.

-¿Y bien? -Maya permaneció expectativa. En ese entonces Puma comenzó a hurgar en el bolsillo de su pantalón y extrajo una cajita un tanto más pequeña que la palma de su mano. La curiosidad le picó a la señorita de ojos de esmeralda en cuanto detalló aquel pequeño artículo-. ¿Qué es eso?

   Puma pensó que la presencia de ese objeto no podía ser más oportuna... Aunque ya le había dado un uso anteriormente, esta vez lo utilizaría para algo serio. El moreno abrió la cajita a la mitad y le mostró el contenido a la dama que le observaba con tanta intriga.

-¿Una sortija de compromiso? -Maya miró atentamente la joya que se mantenía perfecta gracias al contenedor que la protegía. Puma simplemente asintió ante su pregunta.
-Hace mucho tiempo... yo te di una de estas.
-¿T-Tú... a --mí? ¿Una sortija...? -Maya convirtió su rostro en un poema intentando procesar la descarga de información... El moreno por otro lado intentó ocultar una sonrisa pícara.
-Sí, sólo que... un poco más barata... -aproximándose lentamente hacía la castaña, Puma desencajó la sortija de su almohadilla y colocó la cajita sobre el escritorio-. Ven, dame tu mano...
-Se supone que debo decirte sí o no primero -bromeó ella para intentar aligerar la situación-. Puma, ¿tú y yo...?
-Sí y no... -no obstante había enredado más los pensamientos de la fémina, sabía muy bien lo que quería decir. 

   El joven hombre sujetó suavemente la mano de Maya, entreteniéndose un segundo para apreciarla. ¿Cómo era posible que siendo tan pequeña y viéndose tan delicada, pudiese ser a la vez tan... letal? Puma finalmente se atrevió a deslizar la joya en el dedo de la castaña.

-Maya, cuando te di esta sortija... fue en símbolo de que no nos comprometeríamos.
-¿Q-q-qué dices? No logro entender... Si es un símbolo opuesto al compromiso -la voz de la castaña estaba impregnada de inseguridad-, ¿P-por qué me lo das? ¿Por qué precisamente ahora?
-Sí que eres espesa –suspiró Puma tentado de pedirle a la joven que fingieran que no había ocurrido nada-. ¿No lograste recordar nada al respecto? ¿Ni siquiera aquella vez en el fuerte?

Maya parpadeó varias veces consecutivamente, como pretendiendo asegurarse de que la escena que presenciaba con sus ojos era real. El semblante del moreno igualmente siguió estando allí cuando hubo dejado de hacerlo, su expresión fácil no delataba nada, sin embargo, su intuición le susurraba que se encontraba expectante. ¿En serio no recordaba nada o solo estaba pretendiendo que no lo hacía? No, de verdad no recordaba; pero parecía ser muy importante, para él y seguramente también lo fue para ella antes de olvidarlo. Sintió que su corazón galopaba confundido al no hallar respuesta.

-... –separó los labios para decir algo, pero no supo qué palabra articular. Ante aquel gesto de ella, una luz pareció escaparse de los ojos del joven y lo más parecido a una leve sonrisa compasiva se dibujó en su cara.
-Supongo que no hay razón para tener prisa –se rindió el moreno-, si es cierto que no recuerdas nada, no tiene sentido forzarlo; Quizás, solo quizás...
-Eh, esto, yo... perdona, creo –interrumpió la chica ttratatando de disculparse sin saber bien por qué-, tal vez prefieras tenerla de vuelt- -Puma detuvo a la castaña cuando esta hizo ademán de devolverle la sortija y negó con la cabeza.
-Aún así, prefiero que la lleves.





#Puma y #Maya