Big Red Mouse Pointer

viernes, 8 de mayo de 2015

NH2: Capítulo 048 - Inmoralidad (Parte 1)

El mortecino sol que intentaba continuar duramente con la iluminación del mundo se había transformado ya en un ente que aparecía invisible ante sus ojos, pero no era el propio acto natural del anochecer lo que turbaba incluso más el bienestar de su mente, sino el significado connotativo tan negativo que le arrojaba. Su tiempo se estaba agotando como si de los granos de un reloj de arena se tratasen, y cualquier mínimo planteamiento o estrategia que hubiese discurrido por ella, había sufrido una inminente extinción ante el encuentro tan temprano y fortuito con el grupo. Por primera vez en su vida, no había podido sentir alegría ante el reencuentro con un compañero en paradero desconocido. Se habían sustituido involuntariamente por impotencia ante el derrumbamiento de sus pretensiones. Y también en miedo... Mucho, mucho miedo...

Y si martirizarse consigo misma por sus intenciones frustradas no era suficiente sufrimiento para desear ser sumida por la locura con tal de que ella no ganase, el hecho de que el melenas le comunicase que Michaela quería repentinamente su regreso inmediato y ser ella misma quien condujese el vehículo de espacio reducido hasta la base componían una peligrosa bomba de relojería que podría estallar en cualquier momento. Y los niños lo sabían. Por ello era que no separaban ni un solo segundo sus escrutiñadoras pupilas de cualquier vestigio de movimiento en el que siquiera pensase, como una cámara de seguridad fría e incansable.

Pero, a pesar de lo incómodo que podía resultar aquella vigilancia tan constante como recta, lo cierto era que consideraba a los chavales bastante inteligentes por tal ocurrencia, porque ya habían aparecido alrededor de su cabeza unos ciertos pares de ideas suicidas cegada por la rabia. Ni siquiera imaginaba lo sencillo que le sería volcar el coche mediante un brusco giro del volante, o contar a sus compañeros su condición de presa, aunque fuese delante de los niños a pleno pulmón, e incluso se había llegado a plantear sumida por la más absoluta desesperación detener el motor, estampar a los tres mosqueteritos contra el impiadoso arcén y ahogarlos con sus propias manos desnudas. La facilidad con la que resultaría efectuar todas esas ideas en pleno pensamiento ardiente era incalculable, pero cuando éste empezaba a enfriarse, toda ella se transformaba en pura dificultad. No dependía sólo de los factores a los que ella desease atender.

Adán aún continuaba siendo el prisionero de Michaela, el dúo de francotiradores se ocultaba con maestría a la espera de que cometiese la más ínfima desviación de sus indicaciones, y lo último que quería era que alguna de sus ocurrencias fuese la que provocase su muerte en lugar de las urdidas por su hermanastra, y cualquiera de los compañeros que viajaban junto a ella hacia la prisión de sufrimiento que se avecinaba se vería terriblemente afectado por sus impulsos irracionales. No, ya no podía retroceder. Ni siquiera podía saber a qué última esperanza debía aferrarse. Quizá Davis... Quizá Maya... Quizá Eva... Pero sólo eran suposiciones. Una ráfaga de simple confianza en estado puro, que ni siquiera se adaptaba a la realidad que se hallaba experimentando. Los tres eran un objetivo más de Michaela. Las mismas ratas de laboratorio que todos los demás miembros a las que añoraba enjaular. Y mientras ella planeaba estrategias que los consiguiese atraer hasta su madriguera, ellos rastreaban inocentemente el terreno más próximo tratando de localizar a dos personas desaparecidas con la concepción de que ningún suceso de índole trágica le estaba sucediendo al grupo.

¿Cuál era la ínfima probabilidad de que se topasen casualmente con la zona de la ciudad que Michaela había designado como su base, les contemplasen siendo sus prisioneros, burlasen las innumerables defensas allí presentes y les rescataran enteros de la trampa? Nicole lo comparó de inmediato a la posibilidad de obtener un premio que fuese multimillonario en la lotería. Si bien casi nunca se consigue, hay excepciones en que la diosa regente de la fortuna es tu máximo apoyo. Y decidió que ese sería su último vestigio de fe antes de saltar por la ventana a ciento cuarenta kilómetros por hora. Siempre era mejor evitar el suicidio.—¿Falta mucho para llegar a esa cabaña? Que este crío no pesa precisamente poco —protestó M.A disconforme ante la carga cárnica que soportaban sus rodillas como consecuencia del reducido espacio en el interior del vehículo. 

—Hey... —le gruñó Hugo ofendido por la injuria que acababa de asestarle.

—Si pesas, pesas, chaval. Da gracias que no me he puesto yo encima de ti —fue la sutil e irónica amenaza del rubito lindo.

—Si es que tienes menos fuerza despierto que Maya durmiendo —le atacó Alice con su típico humor de pretensión satírica—. Mira qué bien que estamos la chica y yo, aquí, la una encima de la otra. ¿A que sí, chica? ¿A qué estamos genial?

—Barbie no puede hablar. Es muda desde que nació —comunicó Hugo a fin de que la jovencita no se mantuviese esperando una respuesta afirmativa cual estúpida ignorante. A Nicole ni siquiera le podían interesar las conversaciones que parecían desarrollarse en la zona trasera del coche, pero aquel dato le originó una atracción muy particular. Michaela no era la clase de persona que aceptaría a una chiquilla inválida del habla en un equipo especial dentro de su ejército. Debía poseer algún don especial que hubiese servido como su sobresaliente para ser uno de los esbirros que conformaban los mosqueteros. Un don que probablemente ya habría sido rebautizado por ella como una maldición.

—Augh, ¿es eso verdad? —pretendió Alice corroborar la veracidad del melenas con la propia adolescente incapacitada, quien le envió un gesto de afirmación a la vez que la observaba con cierta indiferencia.

—Sí, bueno, se le da mejor hacer otro tipo de cosas con la boca —comentó el idiota de Dani desde el último de los asientos traseros disponibles que ocupaba sentado sobre las piernas de Jessica, exhibiendo una remarcable jocosidad que sólo pudo ser recompensada con una patada en los dientes por cortesía de la ira creciente de la ofendida Barbie.

—¡Joder, ya veo lo mucho que quieres a tu hermana, eh! ¡Vaya unas cosas que le vas soltando! —le reprendió la defensora de su jinete alucinada ante tal ocurrencia.

—¡Oh, venga ya, señorita, que tampoco es para tanto! Tú, como nunca has tenido un hermano, no lo entiendes. Son rocecillos para joderse aposta —fue la intención de M.A descargar semejante acometida de la injuria que había dañado a ambas chicas.

—Claro, claro, seguro que tú también ibas diciendo muchas cositas de ese estilo a Ley, ¿verdad? Me la imagino pateandote los huevos como si le hubieses echado sal en una llaga —se mofó la damisela de las estupideces que M.A iba soltando por su boquita de cernícalo.

—Ah, por favor, que mareo de viajecito que me están dando entre los unos y los otros —se quejó Inma desde su asiento de copiloto sosteniendo su cabeza con una de sus manos—. Nicole, ¿cuánto nos falta para llegar a esa cabaña? Llevamos ya un montón de tiempo en la carretera, y por lo que veo, estamos a punto de meternos en alguna zona de la ciudad.

Y si Nicole todavía no había reparado en que la distancia que la mantenía alejada de la base se había reducido a tan sólo un par de kilómetros más, Inma fue quien se lo mostró inocentemente. Era la hora. Las piezas debían comenzar a moverse.

En el edificio de oficinas, una letal y poderosa mujer contemplaba el exterior a través de las ventanas de su despacho. En el exterior, la noche ya prácticamente había caído y las primeras estrellas podían ser vistas en el cielo mientras los últimos rayos del sol daban poco a poco paso a la tenue luz de la luna. En su imperio todo se veía tranquilo. En aquel momento, los civiles estarían descansando en la escuela, los soldados en sus casas y el equipo de seguridad de Braun debía de estar ya patrullando en busca de cualquier problema, así como vigilando los principales edificios para que nadie intentara acceder a ellos a robar algo. Cruzada de brazos, comenzó a recorrer sin rumbo fijo todo el despacho, perdida en sus pensamientos, haciendo sonar sus botas al caminar. Braun y sus tres mosqueteros estaban tardando en darle noticias sobre la misión y que la hicieran esperar no le gustaba ni un pelo. Por su mente comenzó a pasar la hipotética idea de que Nicole hubiera hecho algo de alguna manera y hubiera matado a sus captores o huido de estos o Dios sabía que, pues en teoría, ya deberían de haberle informado de la situación. Sabía que la rubia de tonta no tenía ni un pelo y debía de tener cuidado con ella. Aún teniéndola en su poder, no debería de subestimarla, pues mientras estuviera viva y la tuviera fuera de su alcance, siempre existiría la posibilidad, por pequeña que fuese, de que algo saliera mal.

Michaela se paró en mitad de la sala y giró la cabeza para ver sobre una pequeña mesa redonda de cristal, en una esquina de la sala, un tablero de ajedrez. En aquel tablero había una partida empezada que había iniciado con Fox el día anterior, y por lo tanto, la partida no había concluido en ningún final, pero, a simple vista, se podía ver que la partida iba siendo ganada en número por las piezas negras de Michaela. Fox, a pesar de disponer de menos piezas, sus blancas estaban posicionadas en zonas estratégicas que aún le dotaban de una posible victoria al estar en estado amenazante ante algunas piezas de Michaela, pero a su vez, las piezas de Michaela acorralaban a otras de las piezas de Fox, siendo imposible a simple vista de determinar que bando podría ganar la guerra de aquel tablero, pues unas piezas acorralaban estratégicamente a otras dotándolas de una gran fuerza ofensiva así como defensiva en el que un pequeño paso en falso podría significar la muerte de todas o la mayoría de piezas del rival, limitando mucho así la jugada de uno de ellos, así como las posibilidades de ganar la partida.

Como los débiles que eran, prácticamente todos los peones habían caído, a excepción de tres de color blanco. Las piezas negras se alzaban sobre el tablero en el bando de Michaela, colocadas estratégicamente de tal forma que el rey quedara fuera del rango de ataque de las piezas blancas, así como las demás piezas estaban posicionadas para atacar a las blancas nada más acercarse a una determinada distancia al rey, mientras que, del lado de las piezas blanca, estas, a pesar de ser menores en número, le plantaban cara al bando rival, colocadas de tal manera que el rey quedara alejado de aquella batalla y las piezas rivales y las demás piezas se colocaban de tal manera que, aprovechando sus tipos de movimientos, pudieran acorralar entre dos a las piezas de Michaela y vencerlas con tal estrategia, teniendo en cuenta el rango de movimiento de las piezas enemigas, así como a la hora de evadir los posibles ataques de esas piezas.

—La vida es como un juego de ajedrez. Yo soy el rey, mis piezas fuertes son mis hombres y los peones los civiles... —Comenzó a susurrar a medida que se acercaba a la mesa a contemplar el tablero y la jugada. Aquello tan sólo tenía significado para ella.

Michaela se sentó en una de las dos sillas, mirando el tablero y teniendo delante de ella sus piezas negras y a un lado de la mesa los peones y demás piezas muertas, descansando en una cajita de madera. Físicamente estaba en su despacho, pero su mente estaba en algún otro sitio, llevándola de lleno al mundo del tablero. Comenzó a inspeccionar sus piezas, tanto las muertas como las vivas y lo mismo con las piezas blancas, así como el tablero y la posición de todas las piezas. ¿Cómo sería si la vida real estuviera representada en ese tablero? La vida es como un juego de ajedrez, ¿no? Entonces, ¿contra quien jugaba? ¿Quienes eran aquellas piezas? ¿Qué era el tablero?

Con una mirada minuciosa observaba hasta el mínimo detalle de aquella jugada, así como los movimientos realizados por ella y por Fox que habían llevado la jugada al estado actual, mientras, a su vez, intentaba plasmar la vida real en aquel tablero: sus aliados, planes, enemigos, objetivos y demás. Ella y su mundo estaban representadas en ese tablero y en esas piezas vivas y muertas de color negro.

Bien, ya era hora de utilizar la lógica del juego del ajedrez, pensó Michaela con media sonrisa dibujada en sus labios.

La mujer de oscuros cabellos comenzó a dar vida a sus piezas negras en su mente, dotándolas de nombres, habilidades, historias, relaciones con ella misma y objetivos. Comenzó a dar vida a las piezas que aún estaban vivas en su bando.

El rey negro, así como la reina, la representaban a ella, simbolizando el rey el control sobre las demás piezas y su estatus en aquella jerarquía, así como la reina negra, su rango de ataque en la vida real, ejercido más allá de por ser ella una mente maestra, ser capaz de por si sola de asestar verdaderos golpes letales como persona física involucrándose y ensuciándose las manos, sin necesidad de recurrir a sus subordinados, ejerciendo de este modo una doble jugada al realizar acciones en el tablero utilizando a otros en la guerra o tomando decisiones por sí misma.

Una de las torres representaba a Fox, Marcus y Anna, así como los tres grupos militares formados por soldados y guerrilleros bajo el mando de estos tres, quienes, por su rango en jerarquía, así como por confianza y poder que les había sido otorgado por la propia Michaela dentro de su imperio, se habían ganado aquella posición como torre negra en el tablero, el alfil representaba a Braun y sus guerrilleros, el caballo a sus tres mosqueteros y el último caballo representaba a los soldados restantes y los científicos de Esgrip, o mejor dicho, Zodiaco, que la habían seguido desde un inicio cuando Esgrip aún existía hasta el momento, estando estos dos cuerpos bajo las órdenes de la propia Michaela. Tras dar vida propia a las piezas que se encontraban frente al tablero, pasó a las piezas muertas. La torre representaba a la monstruosa Chimera, el alfil a Payne y finalmente los peones, representaban a los civiles que se habían unido a voluntad a sus tropas a cambio de protección.

Entonces, pasó a las piezas blancas, comenzando por las que aún se encontraban de pie en el tablero, haciéndola frente y las evaluó siguiendo el mismo criterio que con las piezas negras, según la relación de estas con el rey, así como por sus habilidades propias. El rey del grupo simbolizaba a aquel al que veía como el líder de este, en este caso se trataba de El General, o mejor conocido como Puma. La reina quien además ejercía bajo las circunstancias actuales un papel sustituto y pasivo de rey respecto a las demás piezas, representaba a su querida hermanastra Nicole. Por la situación actual del grupo, la única excepción de aquel bando de las piezas blancas del tablero era que la partida no se ganaba eliminando al desaparecido pero vivo rey del tablero, si no a la reina de este, todo aquello visto desde el punto de vista de Michaela.

Las dos torres eran representadas por su compañeros Davis y Eva por las habilidades y experiencia de estos, así como la cercanía que tenían con la propia Nicole. Maya y Alice representaban a los dos alfiles, aquellos que se beneficiaban de las habilidades del Agua Gris. Finalmente, se encontraba el caballo conocido como M.A y tres peones, Adán, Inma y aquella chica nueva que había visto Fox cuando había tenido un encontronazo con el grupo y que se había tenido que incorporar recientemente a este. Aquel otro peón representaba a Jessica.

Aquella era la situación entre los vivos, mientras que entre los muertos, había un caballo representado por Naitsirc. También existió por un momento la posibilidad de que un solo alfil hubiera representado a Maya y Alice, mientras que el otro podría haber representado a Ley y su compañero Johnny, quienes habían hecho su aparición en el hospital mucho tiempo atrás según la información de Payne, pero debido a que abandonaron el grupo, Michaela prefirió no añadirlos al tablero. Y finalmente unos peones que representaban a Selene, Crow, Florr, Dyssidia y los presos de Puma. 

Michaela recordó que a sus mosqueteros les había dado unos documentos con información sobre el grupo, pero estos tenían información bastante vieja, pues no había sido actualizada con las muertes, así como incorporaciones en el grupo, tratándose estos informes de aquellos que había recuperado de Nicole durante los eventos de Stone City y que contenía información de aquellas personas a las que Esgrip había vigilado durante los eventos acontecidos en la ciudad de los muertos. Y, finalmente, el tablero, el cual representaba su imperio. Si, a ella no le resultaba muy difícil ver plasmada la realidad en ese tablero y aquellas piezas, y gracias al valor de esas piezas dentro del juego, sabía quienes eran sus principales objetivos, era capaz de analizar la situación y a aquellas personas para saber como debería de actuar con cada uno de ellos y cuales eran sus principales prioridades para ganar aquel juego. Finalmente, todo estaba a la vista frente a sus ojos.

Michaela sonrió en el momento en que vio que todo estaba claro para ella y se puso en pie abandonando el tablero, directa a esperar la llamada de Braun sentada en su cómoda silla tras su escritorio

—Que empiece el juego —comentó para si misma antes de romper a carcajadas.

Tras sentarse en la cómoda silla de ruedas, Michaela pensó en ese preciso momento echando un vistazo a su reloj de muñeca, que en la sala de entrenamientos del búnker subterráneo de Esgrip, Marcus, Fox y Anna deberían de haber terminado de preparar las clases que deberían de dar para el día siguiente a los grupos de civiles. El área de entrenamiento de Esgrip ocupaba una gran parte del búnker, llegando a dividirse en varias salas y plantas del área oeste del bunker. Esta se dividía en cuatro plantas, en la primera se encontraba un gimnasio que disponía de todo tipo de máquinas para tonificar el cuerpo, así como de un ring de boxeo en el que practicar el combate cuerpo a cuerpo. En la segunda planta había una gran galería de tiro para practicar la puntería y que ocupaba media sala, mientras la otra mitad de la sala era una especie de aula de clase en el que se enseñaba a manejar las armas y se daba conocimientos sobre estas. En la tercera planta, la más chica de las cuatro que conformaban el área de entrenamiento del búnker, era un aula en donde se enseñaba todo lo necesario para la supervivencia, así como el manejo de armas blancas.

Y finalmente, la cuarta planta, la más grande de todas, así como la sala más grande del búnker y la cual no tenía actividad diaría como en el caso de las tres anteriores. Era una especie de gran jaula de cristal reforzado. En su interior, había pequeñas edificaciones como muros, vehículos estropeados o pequeñas casitas, entre otras cosas, además de algunas plantas como arbustos y árboles, ejerciendo todo este conjunto un escenario de batalla en el que se ponía en práctica todos los conocimientos adquiridos sobre supervivencia, combate cuerpo a cuerpo y el manejo de armas blancas y de fuego enseñado por los los tres altos mandos y sus soldados ayudantes a aquellos civiles en un ambiente hostil en el que deberían de poner todo aquello en práctica real. Aquella práctica consistía en meter a un grupo reducido de civiles, a los que se les ofrecía un conjunto de armas de fuego, y en especial, de armas blancas aleatorias, así como una munición muy limitada y algunos objetos que podrían usar para crear trampas, con el objetivo de poder conseguir los objetivos fijados en los dos tipos de pruebas que Michaela planteaba.

Aquellos objetivos se conseguían en dos clases de misiones, una era la misión de eliminación, en la que los soldados de Michaela capturaban a una docena de no muertos, tanto de los rápidos como de los lentos, y los soltaban en el interior del recinto cerrado para atacar a un grupo compuesto por cuatro civiles previamente bien entrenados en los diversos campos que se pedía para ejercer las prácticas. La misión de estos consistía en eliminar al grupo de podridos en un límite de tiempo y conseguir mantenerse con vida cuando finalizara la prueba, así como procurar no acabar infectado, que aquello era lo mismo que morir. La otra misión consistía en encontrar una bandera oculta en el escenario, recuperarla en un límite de tiempo y llevarla de nuevo a la base de los civiles, es decir, al punto de partida de estos. Pero aquello no era un simple juego de atrapar la bandera, pues aquella misión tenía como peligro el uso de un grupo de cinco perros zombificados liberados por los soldados para dar caza al grupo de civiles en aquel gran recinto.

La idea de usar a los perros, los cuales podían llegar a ser más peligrosos que los zombies al actuar en manadas y rastrear con facilidad a sus objetivos gracias a su gran olfato, había sido idea de Michaela. Esta, al investigar los laboratorios del búnker de Esgrip mucho tiempo atrás, había podido encontrar en la zona de los calabozos de experimentación a un gran grupo de estos animales en estado zombificado. Aquella gran manada de cánidos debían de haber sido sujetos de experimentación mucho tiempo atrás y, tras el apocalipsis, habían sido allí abandonados y encerrados. Michaela no les veía utilidad alguna, y por este motivo, decidió usarlos para entrenar en prácticas reales a los civiles cuando consideraba que sus niveles de entrenamiento eran lo suficientemente bueno como para pasar a prácticas reales, de la misma forma que Esgrip hacía con sus soldados probando la eficacia de sus monstruos en batalla.

Antes de llegar a las prácticas, los líderes de cada sala deberían evaluar a los civiles con la ayuda de un par de soldados que les ayudaban con las clases. Estos líderes se trataban de Fox, quien evaluaba a los civiles respecto a los conocimientos de combate cuerpo a cuerpo, Marcus, quien se encargaba de los civiles respecto a las clases sobre el uso de armas de fuego y conocimientos sobre estas y, finalmente, Anna, quien evaluaba los conocimientos adquiridos en supervivencia de los civiles, así como el uso de armas blancas. Estos grupos de civiles, una vez hubieran recibido el visto bueno en estos tres campos por parte de aquellos líderes, pasarían a ejercer las prácticas, las cuales eran gestionadas por la propia Michaela. Aquellos entrenamientos en los tres campos eran evaluados cada cierto tiempo por los líderes de cada zona, poniendo a prueba los conocimientos de los civiles en exámenes teóricos y prácticos. Sólo los mejores pasaban a las prácticas, el resto se quedaban en las clases hasta que adquirieran los conocimientos necesarios para pasar a ellas.

El objetivo de aquellos entrenamientos y prácticas tenía como objetivo el transformar a unos civiles inútiles en un ejército guerrillero que estuviera bajo las órdenes de Michaela y sus altos mandos, pudiendo participar activamente en las misiones de Zodiaco, apoyando a los militares de la organización. Sí, aquello era una manera de ganar fuerza militar para Michaela, pues aquellos civiles, al alcanzar y superar las prácticas, teóricamente, tenían conocimientos militares suficientes como para ser útiles en el campo de batalla y ser llamados guerrilleros. Algunos de estos civiles que habían logrado superar con éxito las pruebas habían entrado a formar parte del grupo militar personal de Fox, Anna, Marcus, y en su mayoría, de Braun.

En los grupos militares personales de Fox, Marcus y Anna podían encontrarse tanto ex soldados de Esgrip como estos guerrilleros, los cuales eran una minoría. Concretamente, se encontraban los que más habían destacado para ellos en los entrenamientos y en las prácticas, es decir, los que mejor puntuación habían tenido en aquellas pruebas cuando recibían de Michaela los informes de aquellas personas a las que había evaluado durante las pruebas ejercidas por estos guerrilleros en las prácticas, mientras que, en el grupo de Braun, no había soldado alguno de Esgrip. Se formaba única y exclusivamente de estos guerrilleros y aquellos que, a pesar de superar las pruebas, no habían querido acoger los otros tres altos mandos al considerar que se habían puesto en peligro en determinadas ocasiones, pudiendo haber muerto en las prácticas por haber gestionado mal sus recursos o por no haber actuado exactamente como ellos hubieran esperado.

Todos los guerrilleros, independientemente de servir a Fox, Marcus, Anna o Braun, obedecían por encima de todo a Michaela, pues esta lideraba a los cuatro altos cargos de su imperio. Pero esta, quien al igual que aquellos cuatro altos cargos, tenía su propio ejército personal, no acogía en este a guerrilleros. Todos los miembros de su unidad militar personal estaban compuestos por ex soldados de Esgrip altamente cualificados para el combate, estando preparados a nivel de conocimientos militares, así como se encontraban preparados psicológicamente para ser quienes eran y hacer lo que debían de hacer, siendo los soldados de una tirana, y que anteriormente trabajaron para una extinta organización que obtenía lo que quería sin importarle los métodos que necesitara para conseguir lo que ansiaba. Eran soldados de la peor calaña escogidos por la propia Michaela. Marcus, Fox y Anna habían sido en el pasado miembros de este pelotón, y gracias a sus cualidades habían destacado especialmente, consiguiendo el favor de Michaela, y de este modo, ascendiendo de puesto, volviéndose generales con sus propios pelotones, pero aún así, sirviendo a la reina del lugar. Braun, por otra parte, fue escogido por ser uno de los mejores y más destacables miembros en el pelotón de refuerzo que acompañaba a Michaela en su misión de encontrar el maletín con la piedra en el pasado para la extinta Esgrip.

Si, en aquella misión, Michaela había sido la comandante de dos grandes grupos militares que habían sido enviados para recuperar el preciado objeto y ayudar al profesor Fred a investigar aquel artilugio durante un plazo de tiempo, mientras este emitía informes de sus investigaciones a la organización. Durante aquel tiempo, ella y ambos grupos de militares de Esgrip, debían de proteger a Fred y la investigación el tiempo que fuera necesario durante el inicio del apocalipsis zombie. En aquella misión, había podido conocer personalmente a aquellos cuatro soldados que se habían vuelto altos cargos en su imperio, así como había podido verlos en acción enfrentando a las mareas de no muertos que trataban de romper las barreras que ellos levantaban para mantenerlos alejados de aquel pueblucho de mala muerte alejado de la mano de Dios.

Pero no fue precisamente en aquella misión donde los conoció por primera vez. Ya había escuchado hablar de ellos y los conocía de vista cuando trabajaba en Esgrip, y alguna vez se había topado con ellos por las instalaciones. De hecho, había cooperado alguna vez con Fox, quien era miembro de uno de los equipos de seguridad de Esgrip, más concretamente de un equipo de refuerzo específico que acompañaba habitualmente en algunas misiones a los Silver Wolfs, equipo militar que ella había liderado en el pasado, pero tampoco había tenido demasiada relación con él en aquellas misiones, tan solo lo justo y necesario. Pero tenía la sensación de que no había conocido a Fox en alguna misión en la que cooperaron en el pasado. Estaba segura de que ya lo conocía de vista de mucho antes. Probablemente, él había sido de la misma promoción que ella, Marcos y Lucy, entrando a trabajar en Esgrip por la misma época, pero no estaba del todo segura. Tan sólo era una intuición suya.

Por otra parte, recordaba que Anna había sido uno de los miembros de la promoción de Zoey Sullivan. Ambas habían entrado en la misma época en Esgrip. Respecto a Marcus y Braun, desconocía el pasado de estos. Tan sólo recordaba haberse cruzado un par de veces con ellos por los pasillos de las instalaciones de Esgrip. Michaela agarró el machete Kukri y lo sacó un poco de su funda para verse reflejada en el acero de este. Había llegado muy lejos, bastante. Echando un vistazo al pasado, había ascendido de una simple soldado más de la organización a la capitana de un equipo de seguridad especial de la empresa, llevando a aquel equipo a ser considerado con el tiempo el mas importante y respetado dentro de la rama militar de Esgrip. Gracias a esto, con el tiempo se codeó con las altas esferas y acabó siendo considerada un alto mando de la organización, ganándose el apodo de "El perro guardián de Esgrip", la mano derecha de la empresa y entonces, cuando pensaba que no podía haber llegado más lejos que eso, había conseguido resurgir en cierta medida a Esgrip, bajo el nombre de Zodiaco, siendo esta ahora la única líder y miembro de más alto cargo de aquella organización, controlando así todo su poder, y gracias a esto, había formado un imperio. ¿Podía conseguir aún más poder del que ya disponía? Claro que si, todo gracias a aquella utopía que quería levantar haciendo resurgir a la humanidad, unificando a los humanos bajo un solo imperio y sus propias leyes una vez consiguiera todo lo que necesitaba para hacer aquel sueño realidad.

Tras pensar en aquello, Michaela volvió a enfundar aquel poderoso cuchillo para contemplar el potente arsenal que descansaba sobre su mesa. Aquella mágnum Desert Eagle y su escopeta Spas doce, las tres armas eran para ella un reflejo de si misma y de su situación actual, las cuales representaban para ella el gran poder que poseía en aquellos momentos. Si, con todo aquel poder nada ni nadie sería capaz de hacerle frente, ni esa maldita Nicole Collins que tantas veces había logrado estropearle sus planes. Nada ni nadie frustraría sus planes, y aquel que lo intentara, moriría irremediablemente, pues no tendría piedad con aquellos que se interpusieran en su camino.

Finalmente, el sonido de su walkie la alarmó, y de inmediato, respondió al escuchar la voz de Braun reclamándola.

—Ya era hora, Braun. Sabes que no me gusta que me hagan esperar. ¿Cuál es la situación?

—Hemos encontrado a todos los miembros del grupo, señora.

—Perfecto. Entonces, traedlos a la base de inmediato. ¿Y la rubia? ¿Os dio algún problema?

—Entendido. Respecto a la chica, no, no ha dado ningún problema. Todo ha salido perfectamente, como usted quería.

—Bien, asegúrate de que los traes a todos sanos y salvos. No me importa la manera en la que los traigas, pero los quiero vivos a todos.

—Si, está bien. Procederé a la orden, mi señora.

Tras esto, la comunicación se cortó entre ambas partes, y tras dejar el walkie sobre la mesa, Michaela se echó hacia atrás en su asiento cruzada de brazos, pensativa.

—Davis, Maya, Alice y Eva. Las torres y los alfiles. Debo de hacer algo con ellos. son mi principal amenaza en el tablero. Respecto a la reina, no podrá hacer nada mientras tenga a ese indefenso peón bajo mis manos, y si llega a hacer algo, me ocuparé de ella —Susurró para si misma—. La principal amenaza será Maya y sus habilidades. Aunque su letalidad radica en el combate cuerpo a cuerpo, carece de entrenamiento alguno, y su cuerpo es tan vulnerable como el de un ser humano corriente. Un bala en el cráneo sería suficiente para matarla o acribillarla y hacerla un colador de suponer un problema. De lo contrario, tal vez deba de echar mano de los controladores mentales y de los científicos para acabar con el problema. Atacar un alfil con otro alfil, de esta forma podría tenerla quietecita e incluso utilizarla a mi favor. Respecto a los otros tres, Marcus, Fox y Anna podrían encargarse de mantenerlos a raya de llegar a intentar algo. Probablemente los mate. No debería de arriesgarme a mantenerlos con vida. Dudo mucho que se sometan a mi voluntad y decidieran trabajar para mi. Alice, por otra parte, si puedo mantenerla viva, junto con Maya, sería un buen sujeto de experimentación. Si da problemas sería mejor acabar con ella. Quizá viva no, pero muerta aún podría ser de utilidad su cuerpo, al igual que Maya. Y del resto, mis caballos o mi otro alfil conformado por los soldados, se podrían ocupar perfectamente de ellos, tan solo son un caballo y unos peones insignificantes. —Comentaba planeando en su cabeza algunos movimientos estratégicos que podría utilizar para su siguiente jugada—. O tal vez podría girar el tablero en sentido contrario y manipular a las propias piezas blancas para matarse entre... —En ese momento, mientras otra idea surgía en su cabeza, el sonido de alguien llamando a la puerta detrás de sí la devolvió a la realidad.

Michaela se levantó en ese instante y la puerta que había detrás de ella y que conducía a la zona de los laboratorios se abrió. Un hombre escuálido, con gafas y una bata blanca se adentró con un par de tímidos pasos en la estancia, sin mirar directamente a los ojos de Michaela.

Mientras tanto, en el área de entrenamientos del búnker, en la zona de gimnasio, una serie de golpes podían ser escuchados desde el exterior de la sala, similares al sonido de un tambor al ser golpeado o una serie de cañonazos de baja frecuencia. Aquel quién provocaba esa serie de poderosos sonidos secos no era nada más ni nada menos que la mano de derecha de la reina de aquel gran imperio en el que vivía bajo las órdenes de esta, Fox. Un directo, un gancho, un lateral, con uno y otro puño golpeaba sin compasión alguna un maltratado saco de boxeo, el cual, a cada poderoso puñetazo de aquel temible hombre, no paraba de mecerse a un lado y a otro haciendo quejarse a la larga cadena de acero que lo mantenía colgando del techo. Con fuerza, velocidad, sin clemencia y una serie de combinaciones de puñetazos variados provocaba que el sonido de los impactos fuera lo único que se podía oir dentro y fuera de la sala, incluso mucho antes de llegar a la puerta de acceso de esta. Sí, aquellos puños estaban hechos para romper costillas sin compasión alguna.

Fox siguió golpeando con todas sus fuerzas, poniendo todo su esfuerzo en cada uno de esos letales y destructivos puñetazos, mientras gotas de sudor emanaban de su frente. Todo bajo la atenta mirada de una mujer, quien en un rincón de la sala, apoyada contra la pared, esperaba a que aquel hombre, lejos de cansarse, cesara en su actividad. Anna, aquella mujer llevaba tiempo observándole detenidamente, admirada por la constancia de Fox en su entrenamiento, así como el sentimiento que este ponía a cada uno de sus impresionantes golpes. La joven y hermosa mujer de piel oscura miró hacia el ring y no pudo evitar recordar el día en que había podido ver a la poderosa Michaela y su mano derecha, Fox, entrenando juntos en un combate cuerpo a cuerpo.

Sin duda, aquel día pudo ver la pasta de la que ambos estaban hechos, ganándose el respeto de todos los presentes aquel por la gran fuerza de voluntad y habilidades que demostraron en aquel combate frente a los civiles y soldados. Lejos de ser un entrenamiento, ambas bestias del combate cuerpo a cuerpo pusieron todo su empeño y sentimiento en cada uno de los golpes, y sin duda, muchos se equivocaron en sus apuestas, pues un tipo musculoso y alto como Fox había cedido frente a la habilidosa Michaela, la cual mostró sus grandes dotes en reflejos, así como en sus conocimientos de artes marciales, llegando a saber combinar a la perfección los puñetazos y patadas de diversas clases en aquel impresionante combate por parte de aquellos a los que consideraban los dos mayores y más respetados miembros de Zodiaco. Fox no lo hizo mal, nada mal. Su técnica fue impresionante, pero quizá su gran respeto a Michaela lo frenó en ese combate o quizá el uso excesivo de puñetazos y técnicas propias del boxeo.

Quién sabe si fue por una cosa u otra, pero aquel día, Anna, quien pensaba que ella de por sí era buena y una de las mejores en combate cuerpo a cuerpo junto con Marcus, pudieron comprobar que sus técnicas de pelea eran inferiores a las de Fox y Michaela. Los tres tenían grandes dotes, pero como profesores que eran para sus civiles, para dar clases y transmitirles a ellos sus conocimientos, habían tenido que especializarse cada uno en los campos que Michaela les había asignado para transmitir aquellos conocimientos a los civiles.

Anna era bastante diestra con el manejo de las armas blancas y en la supervivencia. De hecho, el armamento oficial que la caracterizaba para las misiones de Zodíaco se caracterizaba principalmente por las armas blancas que la componían, contando en este un par de cuchillos de combate militar, una navaja y como única arma de fuego, una pistola P226, así como una mochila con utensilios de supervivencia. Marcus estaba especializado en el uso de armas de fuego. Los conocimientos y manejos de estas, así como su excelente puntería, lo hacían un adversario temible. Su equipamiento se componía de dos pequeños subfusiles Skorpión, un rifle Dragunov y un cuchillo de combate como única arma blanca, llevando equipado también un chaleco antibalas. Y finalmente Fox, especializado en el combate cuerpo a cuerpo. Su equipamiento era compuesto por un subfusil Mp5, un cuchillo de combate y sus característicos puños americanos, llevando equipado un chaleco de combate. Mientras que Michaela, aquella que les había exigido especializarse a los tres en cada una de esas materias, dándoles ella misma clases de forma individual a cada uno en esos ámbitos mucho tiempo antes de existir los entrenamientos para los civiles, se movía bien en todos aquellos campos. Su armamento oficial se componía de una escopeta Spas doce, una mágnum Desert Eagle y un machete Kukri, llevando de equipamiento extra, unos brazales, unos guantes de cuero sin dedos, coderas y rodilleras para el combate.

Anna no podía evitar pensar en diversos motivos sobre por qué a cada uno de ellos les especializó en una cosa en vez de en las todas. Quizá fuese para administrar mejor a los grupos de civiles en los entrenamientos. También está la posibilidad de que ella viera potencial en cada uno de ellos en el ámbito en el que se especializaron, tal vez porque como los más altos cargos de Zodiaco por debajo de ella, debían de demostrar su fuerza y habilidades acorde al rango que tenían en la jerarquía o incluso por que Michaela temía que alguno o todos intentaran en algún momento traicionarla y apoderarse de su imperio, y si estaban desnivelados en habilidades con ella, esta seguiría teniendo ventaja sobre ellos al dominar todos aquellos campos. Quien sabe, incluso podría haber sido por todas esas razones que rondaban su mente. El único que no había recibido un entrenamiento de tal magnitud había sido Braun, pues este estaba en un grado inferior en la jerarquía, así como su principal deber solía ser el mantener el orden dentro del imperio de Michaela, haciendo que se cumplieran las normas. Por otra parte, las misiones al exterior eran llevadas por Fox, Marcus y Anna, dando aún más importancia al entrenamiento que habían recibido de la propia Michaela para sobrevivir a todo aquel peligro que les saliera en su encuentro durante las misiones fuera de la base.

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar ahí embobada mirando al ring? —comentó Fox al percatarse de lo ausente que esta se encontraba.

—¿Qué? Am, perdona, estaba pensando en mis cosas.

—¿No tienes nada que hacer? —comentó este acercándose a la joven mientras que con el dorso de su mano se secaba el sudor de la frente.

—Oye, Fox, ¿que piensas de Michaela? ¿Crees que confía en nosotros?

—Mmm... confianza... Curiosa palabra. Esa mujer es realmente malvada, es maldad pura, y para alguien como ella no existen los sentimientos de amistad o de la familia. Aún pudiendo hacer lo correcto, hará todo lo necesario sin importar los medios para conseguir aquello que quiere. Apuesto a que vendería a su abuela por un par de fajos de billetes bien gordos.

—Que es maldad pura ya lo sé, Fox. Nosotros tampoco somos angelitos que digamos. Todos nosotros hemos cometido grandes pecados. Pero esa no es mi pregunta, es si tú crees que se fía de nosotros.

—Sí, pienso que sí. Nos sacó de un pelotón de soldados y nos ascendió para colocarnos como altos mandos en su imperio, llegando a tener los tres el segundo más alto grado en esta jerarquía al ver y valorar nuestras habilidades y lealtad a ella, estando por debajo de nosotros Braun y Payne. Nos entrenó ella personalmente, manejamos junto con ella todos los asuntos de este sitio, nos ha proporcionado a cada uno un grupo de hombres armados y que están bajo nuestras órdenes, nos ha dado poder y privilegios dentro de su reino y nos ha proporcionado un equipamiento característico único para cada uno de nosotros basado en nuestras especialidades para usar en nuestras misiones. Claro que confía en nosotros, pero nos ve como herramientas. En el momento en el que no nos necesite, probablemente no dude en tratarnos como si fuéramos unos civiles sin importancia, o si nos llega a ver como un problema por no estar de acuerdo a su forma de llevar las cosas, no dudes de que si es la segunda opción, nos pegará un tiro entre ceja y ceja sin preocuparse. Será mejor que no le demos motivos para desconfiar de nosotros. Ya sabes que ella es de esas que se guía por eso de que es mejor prevenir que curar.

—Por nuestro bien, lo mejor es seguir siéndole leales y serle de utilidad —comentó la voz de Marcus entrando en la sala, quien desde el pasillo había podido escuchar la conversación—. De lo contrario, nos quitará todo lo que nos ha dado y nos rebajará a simples soldados.

Anna y Fox vieron al pelirrojo acercarse a ellos

—Coño, pero si hablas. Y yo que pensé que no te gustaba meterte en conversaciones con lo reservado y tímido que eres —comentó Fox un tanto bromista.

—Cállate, estúpido. No me gusta intervenir en vuestros típicos diálogos estúpidos, pero la conversación me ha parecido interesante, ya que yo también he pensado en varias ocasiones hasta que punto se fía nuestra líder de nosotros —comentó Marcus con un tono molesto ya muy típico en él.

—Pues eso, yo pienso como Fox. Somos sus herramientas, y si queremos conservar lo que tenemos, deberemos de ser útiles para ella. —Comentó Anna ajustándose el coletero que mantenía sus largos cabellos oscuros recogidos en una cola de caballo.

—Si algo aprendí de ella es que clasifica a todas las personas en subordinados y enemigos. No existen para ella personas como los amigos. No dudará en abandonar a aquellos que no le sean útiles, y siéndole nosotros de utilidad, no prescindirá con tanta facilidad de nostros. Por ahora estamos seguros trabajando para ella —Añadió Fox cruzándose de brazos.

—Está bien, tan sólo tenemos una relación laboral con ella, nada más que eso. Es una mujer a la que respetamos bastante y a la vez a la que tememos. Eso es algo que tenemos bastante claro los tres, pero mientras tengamos una relación de beneficio mutuo, todo marchará bien con este contrato que tenemos con ella —Añadió el pelirrojo conforme a la charla que tenían los tres altos mandos de Michaela respecto a la relación con esta.

—Tenemos que estar agradecidos del puesto que tenemos y todo lo que hemos conseguido. Podríamos haber tenido uno peor y más aburrido. Mirad al idiota de Braun. Es el perro pastor de un rebaño de ovejas estúpidas a las que debe mantener controladas día y noche —añadió con un tono de voz despectivo la hermosa afroamericana.

—¿Braun? Ese zoquete no es más que un soldado con algo de renombre y popularidad en este lugar, nada más. No está a nuestro nivel, así como Payne. Michaela tenía que tener algún encargado para vigilar a los civiles que residen dentro de su imperio. No es Dios, y por lo tanto, no puede estar en todas partes. Pero ya está, solo es un encargado que vigila a la gente que vive aquí. Ni comparación con nuestro puesto —añadió Fox con aires de superioridad.

Allí, delante de aquella temible y poderosa mujer se encontraba el insignificante científico a cargo de transmitirle a la jefa del lugar el informe sobre los últimos movimientos realizados por el cuerpo de científicos de Zodiaco.

—Habla —pronunció con serenidad y claridad esperando a que aquel tipo le diera su informe.

—S... sí, se... señora —tartamudeó un poco antes de hablar bajo el efecto de la imponente Michaela, cuya presencia causaba respeto a todo aquel que tratara con ella—. La baliza de Payne y la piedra están en perfecto estado. Siguiendo sus órdenes, estamos poniendo en funcionamiento la baliza para mantener a raya a los zombis del lugar. La piedra van a empezar a escanearla y hacerle una lectura sobre su composición y características, tal y como usted pidió. De este modo, sabremos más sobre su utilidad. Y respecto al radar...

—¿Qué pasa con el radar? Habla.

—Em... bueno, vamos a tardar más de lo que creíamos en arreglarlo. Sus circuitos están dañados, y tras arreglarla, tenemos que usar la energía que irradia la piedra para que el radar la registre y pueda localizar esa misma energía en otras zonas, desvelando así donde se encuentran ocultos los dos artefactos restantes.

 Michaela se puso pensativa por un momento antes de estructurar en su mente la información

—¿Cuándo tendréis la baliza activada?

—En cuestión de unos minutos, unos diez minutos o así, estará en pleno rendimiento.

—Perfecto. La piedra y el radar van cogidas de la mano. ¿Cuánto tardaréis en reparar el radar y registrarle la energía emitida por la piedra esa?

 —Pues... según los cálculos, y si no paramos de trabajar, tal vez en un par de días consigamos ambas cosas. La lectura de la piedra tardará, y sin la lectura, el radar aún arreglado no podría buscar con exactitud el paradero de los artefactos.

Aquella noticia no agradó a Michaela. Quería empezar en cuanto antes con la búsqueda de los otros dos artefactos, pero parecía que no podría hacer nada para adelantar el proyecto

—Está bien, un par de días. Pero procurad que nada salga mal y ese tiempo se alargue —comentó con un tono de molestia en la voz.

—Cla... claro, se... señora —pronunció tragando saliva.

—¿Y que tal con las experimentaciones secundarias?

—Bueno, estamos intentado crear a otra Chimera usando al segundo espécimen que tenemos sedado de un clase B adulto, el virus y los controladores mentales, así como estamos intentando crear balas que contengan en su interior una pequeña dosis del Agua Gris para que estas tengan un índice de mortalidad del cien por ciento independientemente de donde esta impacte, provocando que con el impacto, la pequeña cápsula con el virus se rompa e infecte al huésped. Luego, estamos intentando crear a un super soldado de esos que Esgrip buscaba e intentamos crear monstruos híbridos como los que la organización creó y soltó en Stone City. Y respecto a crear una vacuna para el virus... Bueno, por ahora no hemos logrado nada, pero continuaremos buscándola, mi señora.

—Me parece bien. Confió en que lograreis vuestros objetivos.

—Señora, ¿me permite preguntarle algo?

—Adelante.

—¿Por qué quiere volver a recrear los experimentos de Esgrip? ¿Por qué seguir de nuevo sus pasos? Lo del super soldado ese, las probabilidades de que un ser humano se adapte al virus son muy baja, y respecto a crear a algunos monstruos de los de Stone City mediante la combinación del virus mezclado con otros agentes en un cuerpo humano... También es algo muy complicado, así como volátiles al ser criaturas peligrosas para cualquier ser vivo, y la vacuna... Bueno, de eso ya ni hablo.

—Porque por bajas que sean las probabilidades, siempre existe una pequeña probabilidad de conseguir esos objetivos. Con los monstruos que Esgrip soltó en Stone City puedo usar los controladores mentales de la organización y tenerlos bajo mi mando, como con la Chimera. Sería absurdo controlar a un puñado de zombis que carecen de inteligencia y son débiles en comparación a estas mutaciones del virus. El super soldado es sencillo. La organización logró crear a seis de ellos, y tenemos a varios presos que, por haberse revelado contra mí, van a ser ahora muy buenos especímenes para lograr crear a uno de esos soldados perfectos que la organización estuvo tan cerca de crear. Una vez creado uno, usaría los controladores mentales y corregiría el error de Esgrip, y es que tenían voluntad propia. Y la vacuna, bueno, en Stone City hubo un rumor de que los científicos del gobierno lograron crear un prototipo, y yo también quiero que lo logréis.

—Entiendo lo de los super soldados y los montruos para controlarlos con los aparatos para manipular la mente. ¿Pero la vacuna, señora? Eso no era más que un simple rumor y de la que no había prueba alguna de su posible existencia.

—Ya, pero vosotros trabajáis para mi y haréis lo que os he dicho, ¿entendido?

—Si, señora.

—Ahora vuelve al trabajo. Cuanto antes logréis vuestros objetivos mejor que mejor, y me encargaré de recompensaros por estos trabajos tan importantes que os he encargado.

—De acuerdo. Haré saber a los demás que tiene prisa, mi señora—. Tras una reverencia, aquel tipo volvió a los laboratorios cerrando la puerta detrás de si.

—Si consiguen volver a crear a la Chimera, reviviré a mi torre, y si capturo a Maya y Alice, podría implantarles mediante una operación los pequeños controladores como hice con la primera Chimera, y seguramente con muestras de su sangre y ADN, pueda lograr que el virus se adapte más facilmente a otros sujetos y así aumentar el índice de la creación de super soldados a los que someter con mis controladores mentales.

Michaela miró el reloj de su muñeca y agarró su walkie.

—Fox, soy yo. Tú, Marcus y Anna, avisad a los soldados y guerrilleros para que se reunan en la plaza que hay tras el edificio de oficinas. Tenemos que ir preparando la bienvenida para nuestros invitados.

—Claro, mi reina. Nos ocuparemos de todo —comunicó la voz de Fox por el otro lado del walkie.

Michaela, con una sonrisa dibujada en los labios se sentó en su silla, cruzándose de piernas. El juego ya había comenzado y todo estaba saliendo como ella quería. Por fin, su camino hacia su utopía volvía a avanzar.

Mientras todo aquello tenía lugar en el edificio de oficinas, en las entrañas del imperio, en el exterior, una tensa atmósfera había comenzado a formarse, atmósfera de la que tan sólo un grupo de determinadas personas podían percibir al ser conscientes de lo que ocurriría aquella noche. Aquella tensión combinaba una curiosa y explosiva mezcla de esperanza y miedo. En cuestión de unas pocas horas, parte del pueblo se rebelaría contra su reina y los nobles que la seguían, acabando con el reinado de aquella tirana conocida como Michaela Evans. Sí, todo sucedería bajo el mando de Braun, aquel que arrebataría el reino a Michaela y sus altos mandos mediante una rebelión con la ayuda de un grupo de guerrilleros y civiles. Había esperanza. Muchos tenían esperanza de que aquel héroe del pueblo echara o quemara a la bruja del reino. Esperanza... Siempre que haya esperanza, existirá, por remota que sea, la posibilidad de cambiar las cosas.

El miedo era la herramienta que Michaela utilizaba para mandar sobre ellos como tantos tiranos y tiranas han hecho a lo largo de la historia de la humanidad para someter al pueblo a su voluntad. Y ellos, ellos combatirían ese miedo con el arma del pueblo, la esperanza, pues por medio de esta lograrían encontrar la luz entre todas aquellas oscuras sombras que reinaban sobre la vida de todos los que allí residían. Se acabaron esos entrenamientos militares, esas normas que los hacían sentir como esclavos. Se acabó eso de arriesgar tu vida por las misiones que aquella mujer ordenaba a realizar al exterior. Se acabó el miedo y la opresión. Braun, apoyado por aquellos que lo seguirían a la batalla armados por las esperanzas del pueblo, sería quien finalmente establecería la paz y la tranquilidad entre toda aquella comunidad de supervivientes. Sí, por baja que fuera la probabilidad, siempre había esperanza. O tal vez no...

Si, muchos veían esperanza, pero otros no tanto. Muchos no seguían a Braun por miedo a Michaela. Ellos tan sólo eran civiles y los guerrilleros de Braun, por muy guerrilleros y preparados que estuvieran por aquellos entrenamientos, no tenían tanta experiencia como Michaela y los soldados que la seguían. Esos soldados, así como los tres altos mandos y la reina misma, tenían bastante experiencia, además de capacidades, equipamiento y sobre todo, no tenían contemplación a la hora de eliminar a un enemigo, fuera quien fuera aquel que se le pusiera de por medio.

Todos eran asesinos, y aquellos guerrilleros probablemente sólo habían matado a zombis sin sentimientos ni inteligencia, pero un humano con la capacidad de sentir y pensar era sin duda un adversario temible en comparación a un hambriento caminante, y más específicamente si ese humano era uno de aquellos que conformaban el grupo militar de Michaela. Aquella comparación entre los dos bandos enemigos era para muchos civiles lo mismo que comparar una pelea entre una manada de perros callejeros enfrentándose a una manada de lobos salvajes.

Muchos sabían que de no conseguir derrotar a Michaela, esta tomaría cuentas con aquellos que habrían intentado acabar con su reinado, y Dios sabía que era lo peor que aquella vil mujer te podía hacer. Tal vez pegarte un tiro entre ceja y ceja, la mejor opción sin duda, o tal vez torturarte lentamente hasta la muerte, quien sabía si llevarte al edificio de oficinas, pues todo aquel que le había ocasionado algún problema había sido conducido al despacho de la tirana, y una vez que entraban, ya no se les volvía a ver, o quizás, lo que muchos realmente temían más allá de perder su propia vida, era que Michaela castigara a aquellos que hubieran seguido a Braun mostrándoles antes de matarlos como ejecutaban a sus seres queridos ante sus ojos.

En la comisaría, un grupo de guerrilleros del grupo de Braun se encontraban a solas en una sala de reuniones. Una docena de personas hablaban en voz baja y teniendo como única iluminación un par de velas alumbrando el lugar. Se suponía que nadie debía de saber lo que estaban haciendo allí, pues si les pillaban, sin duda descubrirían que estaban tramando algo y no se podían fiar de todos sus compañeros, pues no todos los miembros del equipo de Braun le seguirían. Estos estaban a favor de Michaela, y de enterarse de la conspiración, sin duda darían la voz de alarma.  

—¿Y si sale esto mal? No me gustaría perder a mi familia —dijo un hombre que rondaría los cuarenta años en un estado nervioso ante el inminente momento de la rebelión.

—Todo está ya en marcha, Sam. Tenemos que seguir el plan de Braun. Ya no hay marcha atrás. —anunció Diana mirando el reloj de su muñeca—. En diez minutos los dos pelotones de vigilancia volverán para hacer el cambio de turno. Terminemos de hablar con esto ahora que la mayoría de los que participamos en la rebelión estamos aquí, en la comisaría. Una vez que esto se vuelva a llenar de lobos, será imposible continuar preparando el plan. Nuestros compañeros están vigilando a aquellos del grupo que se opondrían a nuestro plan manteniéndolos ocupados y lejos de esta sala.


—Mira, hombre, yo también me preocupo por mi hijo y mis nietos. No quiero que les pase nada —habló en esta ocasión Carl, un hombre algo entrado en edad al que ya se le apreciaban varias canas—, pero no quiero que mis nietos de siete y diez años aprendan a coger un fusil para arriesgar su vida en las misiones de esa mujer, y menos aún que siendo niños tengan que entrenarse para volverse máquinas de matar en vez de pasar el tiempo jugando con algún juguete y disfrutando de la infancia todo lo que puedan.


Ciertamente, Sam tampoco quería que su hija de doce años siguiera siendo entrenada para aquel objetivo. Lo último que había aprendido en clases había sido a coger un cuchillo y dónde atacar para cortar aquellas venas del cuerpo por donde más sangre circulaba para lograr hacer que su objetivo muriera rápidamente desangrado.


—Está bien. ¿Y que hay de la chica esa rubia? Braun dijo que la necesitaríamos para lograr nuestro objetivo, pero esos jodidos mosqueteros la tendrán bien vigilada, y Michaela parece tener un interés especial en ella.


—Pues nada, ¿que va a pasar? Todo seguirá como se ha planeado, y ella no podrá enterarse de nada. Y Hugo mantendrá a los otros dos mosqueteros engañados para que no sospechen nada de lo que tramamos —informó Diana—. Respecto al niño, está con Lilith.


—Oye ¿y que pasó con las pertenencias de esa mujer y el niño? —preguntó un joven conocido como Liam, que rondaría los veinte años—. ¿Los recuperasteis?


—Si, tenemos los trajes, el fusil descargado y el machete. Es mejor que lo tengamos nosotros a que se apoderen de ellos los demás y se lo queden para ellos mismos. Ya sabéis que aquí muchos tienen las manos largas... —Respondió Diana a la respuesta del joven.


En ese momento, alguien llamó precipitadamente a la puerta alertando a todos los presentas. Un joven guerrrillero abrió la puerta nervioso cortando la respiración de aquella docena de personas allí reunidas.


—Anna nos convoca a todos inmediatamente en la plaza trasera del edificio de oficinas. Al parecer, nos tiene que comentar algo a todas las unidades.


—¡¿Qué?! ¡¿A que se debe esto?! —exigió una agitada Andrea, una mujer de largos y ondulados cabellos rojizos—Braun no comentó nada de que hubiera una reunión... —añadió bajando más el tono de voz adivinando que algo podría haber salido mal, modificando así los planes.


—Será mejor acudir de inmediato y enterarnos de lo que ocurre... —propuso Tyson, un joven de cabeza rapada que rondaba una edad similar a la de Liam.


No tardaron más de cinco minutos en ir al lugar. Allí estaban reunidos los dos grupos militares conformados por los soldados y guerrilleros de Michaela. Todos susurraban por lo bajo acerca de porque les habían llamado a aquella hora, interrumpiendo sus trabajos o levantándolos de la cama.


—¡Silencio! —gritó Anna—. ¡Poneos en posición y cerrad el pico!


De inmediato, todos los asistentes se quedaron en silencio y se reagruparon dividiéndose en filas paralelas en horizontal frente a Anna. En ese momento, Michaela, seguida de Marcus y Fox llegaron a la plaza situada tras el edificio de oficinas. Aquella plaza era grande y en algún momento se había usado en el pasado para celebraciones, pues había un gran escenario en mitad de esta. Michaela, junto a sus tres altos mandos, subieron al escenario de madera haciendo crujir el suelo a sus pasos. Michaela se acercó al borde del escenario en silencio, mirando a todos los hombres y mujeres que formaban aquellos dos grupos de milicias, los soldados y los guerrilleros que formaban en conjunto su gran poder militar. Detrás de esta, Anna, Marcus y Fox se encontraban en silencio a que esta diera la noticia.


—Camaradas, tengo que anunciaros de que en cuestión de horas recibiremos a unos invitados especiales. Al cuerpo de soldados, a vosotros, los comandantes Fox, Anna y Marcus os darán explicaciones sobre vuestra misión para cuando estos invitados lleguen dentro de poco tiempo, por lo tanto... —Michaela se calló en ese instante y miró hacia atrás por encima de su hombro.


Fox, Anna y Marcus se acercaron alineandose junto a su líder en el escenario.


—¡¡Soldados, tenéis diez minutos para prepararos con vuestro equipamiento y reuniros con nosotros frente a la escuela!!—gritó Fox con fuerza mirando al gran grupo de soldados pertenecientes a su unidad militar, a la de Marcus, Anna y Michaela. —¡Quien tarde un minuto más del debido le meteré un escopetazo por el culo! ¡¿Entendido?!


—¡¡Señor, sí, señor!! —Gritaron con fuerza al unísono toda la unidad de soldados y guerrilleros que formaba parte de las unidades militares de los altos mandos instantes antes de correr a sus casas a prepararse para aquella misión que tendría lugar con la llegada de aquellos misteriosos invitados.


—Señora, si no le importa me retiraré para recoger mi equipamiento armamentístico e ir al punto de encuentro con los soldados —Comentó Fox agachando la cabeza.


—Por supuesto, confío en ti, mi buen Fox. Sé que todo irá bien bajo tu mando —le respondió con una sonrisa y un tono de voz amable.


Aquel gesto no pasó desapercibido por los tres altos mandos. Fox, tras haber contemplado aquella actitud que Michaela había tenido hacia él, no pudo evitar sentir una grata satisfacción. Con una sonrisa y una reverencia, se despidió de su líder.


—Bien, guerrilleros a las órdenes de Braun. Sé que os toca a estas horas patrullar como es costumbre o montar guardia en los principales edificios de la base. Quiero que continuéis con vuestros trabajos, pero en esta ocasión especial, quiero que aumentéis el tiempo y número de patrullas. Braun me informó que se habían encontrado con mis invitados, por lo tanto, están al caer, y no son gente normal. Pueden llegar a dar muchos problemas. Cuando lleguen, me pondré en contacto con el segundo al mando del grupo vía walkie. Nada más recibir mi aviso, haced lo que os pido, aumentad las patrullas y duración de estas, id armados y vigilad bien todo lo que suceda en las calles, pues es posible que traten de escapar ocasionando problemas en su huida. ¡¿Queda claro?!


—¡Si, señora, alto y claro! —Respondieron al unísono.


—Bien, seguid con vuestro trabajo hasta que yo os dé el aviso.


Tras esto, los guerrilleros abandonaron la plaza para continuar con el trabajo que estaban haciendo antes del comunicado.


—Marcus, Anna, vosotros equiparos con vuestro equipamiento especial y reuniros con Fox. Yo iré a por mi equipamiento a mi despacho y más tarde me reuniré con vosotros. Puede que surgan problemas con ese grupo y traten de rebelarse contra nosotros, recuperar al niño y huir. Además, hay que tener cuidado con Maya. Puede ocasionar muchos problemas por sus habilidades. Y aquellos que están entrenados, las torres, pueden intentar algo, tengo la sensación de que son tan problemáticos como Nicole.


—¿Torres? —Preguntó Marcus sin entender a que se refería su líder.


—Davis y Eva, saben defenderse. No los subestiméis y además. Hemos hecho daño a dos seres queridos suyos, Adán y Nicole, y si encima les atacamos a ellos y al resto de amigos suyos, dudo mucho que se queden con las manos quietas. En cuanto entren en la base, sometedlos de inmediato y quitadles todas las armas que puedan llevar. Matadlos si veis que intentan hacer algo y no se someten ni por las buenas ni por las malas. Prefiero evitar riesgos. Y no subestiméis al grupo. En conjunto, pueden dar problemas. Ya me lo demostraron cuando todos unidos consiguieron matar a mi Chimera.


—Está bien, ¿y que sucede con Maya? —comentó Anna.


—Le administraremos un sedante nada más llegar y la llevaremos al laboratorio de inmediato para implantarle en el cerebro el controlador mental. El cuerpo de científicos estará preparado para realizar la operación nada más llevar a Maya al área de los laboratorios. Y con ella quitada también del medio, no habría problemas para someter al resto.


—Comprendo. Sometiendo a los fuertes, podremos controlar al resto sin problemas —opinó Marcus.


—Si, divide y vencerás. Ahora preparaos y reunios con Fox. Ya os avisaré por walkie de la llegada de Braun con el grupo.


Tras un saludo militar, los tres dividieron sus caminos. La noche había caído ya, y en las solitarias calles, Anna era la única que circulaba por ellas pensando en Fox y Michaela, y aquel curioso momento entre ambos. Sí, lo reconocía, sentía celos de Fox por destacar tanto ante los ojos de su líder. Ella se esforzaba, intentaba ser tan buena o mejor que Fox para ganarse el aprecio o algo similar a eso de Michaela. Tras abrir la puerta de su casa, la afroamericana entró y soltó un suspiro tras cerrar la puerta detrás de si.


—Jodido Fox... ¿Qué tengo que hacer para que la líder me mire con los mismos ojos y me dedique unas palabras como esas? —La joven se quitó la ropa quedándose en ropa interior mientras caminaba hacia el armario dejando la ropa recien quitada por los suelos.


Tras abir el armario, cogió un par de prendas más adecuadas para la acción, así como el equipamiento oficial que usaba para sus misiones. Tras colocárselo, miró el reloj y se dispuso a salir de nuevo a la calle, para dirigirse al punto de encuentro frente a la escuela. Sí, por compañeros que fueran, entre ella y Fox había cierta competitividad por ser el mejor a los ojos de su líder. Marcus, por otra parte, no tenía intención de participar en aquella curiosa batalla por ganarse el aprecio de aquella mujer. Lo único que le importaba era seguir manteniendo su puesto siendo útil a su líder.


¿Qué más debería de hacer para ser la favorita de su admirada Michaela? ¿Qué más podía hacer si ya sabía que lo hacía todo para llamar su atención? ¿Por qué ese estúpido de Fox había logrado ganarse ese trato especial? ¿Cómo? ¿Por qué él y no ella? El sentimiento de competitividad estaba bastante latente en ella. No podía evitar despreciar a Fox cada vez que veía aquellas curiosas muestras de aprecio entre ellos dos, pero sabía que Michaela quería que los tres estuvieran unidos dentro del trabajo y no le ocasionaran problemas por los asuntos personales que hubiera entre ellos dos, y tan solo por ese motivo, ella tenía que tragar a Fox durante el trabajo.


—Algún día te superaré Fox y te arrebataré ese puesto, siendo yo la mano derecha de Michaela... —Comentó Anna para sí misma con una amplia sonrisa fijando la vista en la luna llena, la cual ya comenzaba su carrera al ascenso en el oscuro cielo estrellado.


Mientras que Anna superaba aquella crisis de celos, Marcus, ya preparado con su equipamiento especial, estaba sentado a los pies de su cama contemplando una foto. En aquella foto se le podía apreciar mucho más joven, y a su lado, una mujer sosteniendo entre sus brazos a un bebé. Sí, en un pasado había sido padre y esposo, pero su vida cambió cuando su hijo murió debido a que falleció asfixiado cuando la casa del matrimonio ardió al prenderse una cortina por un enchufe en mal estado que en funcionamiento dejó saltar unas chispas que ocasionaron el incidente. Aquello tuvo lugar estando su mujer en el trabajo, mientras él, en la casa de enfrente, estaba hablando con su vecino y buen amigo por aquella época.


Nada pudieron hacer por el niño. Sus pulmones estaban en muy mal estado y acabó falleciendo. Esto desencadenó una serie de tragedias en su vida. Su mujer lo abandonó echándole la culpa de la muerte de su hijo, después, cayó en el alcohol y la droga debido a una profunda depresión, y cuando todos le dieron de lado, se encontraba sin trabajo y lleno de deudas, acabó por intentar atracar un banco con el objetivo de conseguir dinero y largarse de la ciudad para empezar una nueva vida. En vano, fue capturado por la policía, acabando entre rejas durante unos años. Toda aquella cadena de acontecimientos cambiaron por completo su personalidad, volviendolo un tipo frío.


Tras unos minutos mirando melancólicamente aquella foto, permitiendo a su mente traerle de nuevo aquellos recuerdos de su vida pasada, decidió ponerse en marcha hacia la escuela ya preparado con su equipamiento especial dispuesto a enfrentar cualquier problema que pudiera suceder con aquel grupo.


La sangre que sus dedos examinaban con minuciosidad se sentía todo lo fresca que podía permanecer atrapada en el interior de un aparato circulatorio inutilizado. El festival de cadáveres que desfilaba con hendiduras similares a la hoja de un arma blanca de voluminoso tamaño le indicaba que habían sido despachados por alguna presencia humana recientemente, de la cual no había notado consciencia en aquel área en ningún punto de su travesía, lo que reafirmaba incluso más su teoría de que aquel pintoresco escenario se hallaba enmarcado con el sello de Nicole. Estaba cerca... Mucho más de lo que creía.


—Hey, Eva, aquí, aquí —se deslizó en su oído ese susurro tintineante que parecía requerir de su valioso tiempo. Durante un cierto instante, se convenció a sí misma de que sólo se trataba de una alucinación ocasionada por el cansancio, pero cuando se incorporó sobre sus derrotados pies y les divisó abalanzándose hacia ella con una velocidad digna de la etapa final de una interminable maratón se denominó a sí misma estúpida. Lo cierto era que se habría atrevido a apostar los dos brazos en contra de obtener apoyo por parte del resto del grupo sin Puma bajo su mando. La sorpresa fue francamente grata.

—¿Qué se supone que hacéis aquí? ¿No os ibais a quedar por allí esperando a que se hiciese de día? —fue la primera embestida con la que Eva arremetió sin permitirles siquiera un minuto de recuperación tras la demoledora carrera.


—Oye, muchas gracias. Hemos estado al menos un par de horas buscándote para unirnos a ti, colándonos por callejones, esquivando zombis y subiendo a edificios para rastrear, pero un recibimiento como éste hace que merezca la pena. ¿Dónde te habías escondido? —contraatacó Maya evidenciando el suficiente agotamiento que sufría como para entablar una nueva guerra verbal. Ambas eran conscientes de que el asunto pendiente de los miembros desaparecidos poseía mucho más valor que semejante estupidez—. Mira, hemos venido a ayudar. Tanto Davis como yo... Bueno, seguro que él también te lo dice cuando pueda respirar. Agh, no tendrías que haber corrido tanto. Te tengo dicho que después de lo del disparo, tenías que cuidarte un poco más, que tu abdomen aún está sufriendo. Si al final nos habrías alcanzado igual.


—¿Pero que tendrá que ver lo uno con lo otro? —defendió el muchacho su derecho a desplazarse con la misma rapidez que cualquier otro sobreviviente en plenas condiciones físicas—. Además, si sigo por aquí después de la ostia que me metí al caer por el hueco del ascensor, no creo que un sprint me vaya a matar, digo yo.


—Ya, bueno, no importa —obvió ella su reconocible testarudez, centrándose en el objetivo primordial—. ¿Qué tenemos por aquí, Eva? Mi sentido de lo obvio me dice que estamos ante una matanza zombi.


—Sí, y bastante reciente, diría yo. No soy muy del rollo detective, pero la sangre la veo más fresca comparada con la sangre de otros zombis muertos. Comprobadlo más de cerca si queréis —les invitó con un perceptible matiz de atrevimiento.


 —Creo que voy a pasar —se negó Davis al riesgo de volver a ensuciarse las manos con la sangre de un infectado.


—También hay marcas de arma blanca en los cráneos. Claro, que eso podría haber sido cualquiera, pero teniendo en cuenta que por aquí no se mueven muchas cosas vivas... O han sido ellos dos o los que nos atacaron. Y en cualquiera de esos casos, deberíamos estar muy cerca.


—Hey, ¿y eso de ahí que es? —se cercioró Maya de un elemento infiltrado entre el bizarro cuadro tras rastrearlo en forma de visión panorámica, aproximándose hasta una patente huella lineal doble nacida de la oscura goma del caucho procedente de la brusca desaceleración de un vehículo. Aunque lo más importante no era el acto en sí, sino los motivos que habrían sido sus desencadenantes—. Esto parece un... ¿Un frenazo, quizás? ¿El frenazo de algún coche? Diria que son recientes, ¿no?


—Umm, fijaros en un detalle —advirtió Davis introduciéndose en el análisis—, y es que la pila de cadáveres termina justo antes de esas marcas. No puede ser sólo una casualidad.


—¿A dónde intentas llegar con eso? —le consultó Maya desorientada ante la ruta deductiva por la que éste había optado.


—Creo que lo que él quiere decir es que las marcas de frenado y los zombis que están justo antes de ella se relacionan con la rubia y mi hermano. Los cadáveres no terminaron aquí aleatoriamente —explicó Eva enmudeciendo a cierto jovencito que ya se disponía a contestar.


—Sí, más o menos. Lo más probable es que tras separarse lograran encontrar un coche, llegaran justo hasta este camino, y se toparan con una horda cortándoles el paso. Por lo tanto, estaríamos en lo que habría sido el principio de esta masacre, y deberíamos seguir el rastro de cadáveres en aquella dirección —relató apuntando con su dedo índice en la ruta dispuesta a sus espaldas.


—Pero, Davis, piénsalo un poco mejor. Nosotros hemos venido por esa zona a la que se supone que ellos se marcharon. Es que ni siquiera tendría sentido. ¿Cogieron un coche y dieron toda la vuelta a media ciudad en vez de volver al área en el que nos separamos? No lo creo —habló Maya impresionada por el escaso razonamiento crítico del que alardeaba su compañero—. Lo que yo pienso es que ellos vinieron por donde tú crees que se fueron, tratando de huir de los zombis, y justo en este punto, alguien más intervino. Alguien que iba en un coche. Quizá algún buen samaritano los rescató.


—Esa especie se extinguió hace mucho, y más en mitad de una ciudad invadida. Se los han llevado —corrigió Eva volviendo a intervenir con su clásica visión pesimista de la situación—. Y fueron ellos. No han sido otras personas. Se llevaron a Nicole y mi hermano.


—¿Y cómo puedes estar tan segura? Vale que las heridas parecen de machete, pero hay muchas armas comunes que pueden hacer eso —puntualizó Davis negándose a sí mismo la creencia del secuestro por lo horrible que le suponía la mísera idea.


—Fíjate en este par de muertos de aquí. Tienen heridas de cuchillo notables en el tobillo y en la cabeza. Es la técnica de la reverencia. Yo se la enseñé a mi hermano personalmente, y no es que sea bastante común. De hecho, es una táctica adaptada para un niño pequeño —señaló logrando reafirmar incluso más su teoría—. Adán debía estar intentando huir por esta calle cuando alguien paró y lo cogió, y Nicole fue después. Y creo que los tres sabemos quiénes han sido los hijos de la gran puta que no han parado de jodernos desde lo del mierda de Payne y a los que sí o sí voy a ahorcar cuando los pille. Vamos, es que está clarísimo a quienes les vendrían unos rehenes nuestros como bala al fusil, ¿no?


—Joder, entonces... Es verdad... Joder, es verdad... Tienes razón... Seguro... seguro que ha sido esa maldita gente de Fox. Cabrones... —rabió éste siendo dominado por una ardiente furia que emanaba de su corazón. Había depositado toda su fe en que la sucesión de desgracias en un espacio de tiempo de veinticuatro horas habría rebasado su máximo tras el asalto de aquel monstruo encadenado, pero no podía ni imaginar el inalcanzable nivel de ignorancia que suponía tal pensamiento para el sentido del peligro que mantenía a salvo su organismo.


—Primero Puma y su chiquilla, después la trampa en aquel edificio, y ahora... esto —susurro Maya desanimada por el simple hecho de reflexionar mínimamente ante tan despreciable acto—. La verdad es que después de todo lo que nos han hecho ni siquiera me sorprendería que hubiesen recurrido a un secuestro para atraernos hasta sus garras.


—Ahora entiendo porque no respondían a mis llamadas con el walkie. Esto se pone cada vez peor. Y encima tampoco puedo contactar con los que se han quedado allí porque están demasiado lejos del alcance de la radio. Agh, ¿veis cómo tendríamos que haber ido todos? —gruñó de nuevo la insufrible mosca cojonera en sus oídos con esos alaridos tortuosos ante la carga de presión que se acababa de anclar a su columna—. En fin, ya está, ya está. Si nos echamos a llorar como nenitos de mamá, sólo vamos a perder tiempo. Sabiendo lo que seguramente ha pasado aquí, podéis volver, seguir conmigo, o lo que os dé la real gana. Yo voy a continuar buscando, porque este frenazo también es una pista de que están muy cerca. No se los pueden haber llevado al quinto coño, así que voy a seguir bajo mi propio riesgo. Vosotros tomad vuestra propia decisión.


Y una vez hubo expuesto su irrevocable elección, eludió nuevamente la presencia de ambos compañeros y prosiguió con su labor de rastreo en la dirección de la calle que todavía no había examinado. Maya y Davis permanecieron allí, en su posición, silenciosos cual espía principiante que se ha infiltrado en territorio enemigo hasta que la primera de ellas afinó finalmente sus cuerdas.


—Yo ya no tengo intención de darme la vuelta a estas alturas de la película, por muy peligroso que vaya a ser lo que nos podamos encontrar. He pasado por cosas mucho peores. Esto no me asusta tanto como puede parecer.


—Yo tampoco me voy a ningún lado hasta que atrape a esos malnacidos y les dé su merecido por atreverse siquiera a tocar a Nicole. Venga, movámonos —concluyó Davis comenzando a perseguir a Eva por enésima vez durante aquel mortífero día.


Mientras los altos mandos, así como Michaela se preparaban para la llegada del grupo, los aliados de Braun se dedicaban a planear sus próximos movimientos. En la armería, los vigilantes planeaban su movimiento para facilitar la labor de rebelión a Braun.


—¿Has traído la bolsa con las cajas vacías? —Comentó uno de los hombres que componían el dúo de vigilantes.


—Sí, vamos, ayúdame a coger las cajas con munición y a sustituirlas por las cajas vacías que me dio Braun. Si alguien nos pillan aquí dentro, nos meteremos en un lío.


El dúo de hombres entró dispuesto a robar algo de munición para las armas de aquellos que participarían en la rebelión.


—Tú coge balas para las pistolas. Yo buscaré munición para los fusiles. Date prisa —ordenó uno de los hombres en voz baja.


—Está bien. Tratemos de llenar la bolsa, dar el cambiazo y llevarla al garaje de la comisaría. Braun nos ordenó dejar la bolsa bajo uno de los coches patrullas para que los demás la recogan.


—Oye Serge, tú que llevas mucho más tiempo viviendo aquí que yo y cuando llegué, tú ya llevabas tiempo en esto de vigilar la armería. ¿De dónde crees que sacó Michaela toda esta munición? ¿La trajeron ellos? ¿O ya estaba aquí cuando ella comenzó a levantar su imperio? —Comentó uno de los guerrilleros mientras echaba un vistazo a todas las cajas de balas depositadas en las estanterías y las armas que había tras algunas vitrinas o colgadas en las paredes. Llevaba varios meses en la base y siempre se había sorprendido de la gran cantidad de munición y armas que tenía aquella armería, aun que con el tiempo ambas cosas habían mermado bastante, pues actualmente tenían lo justo, ya no podían malgastarla en tonterías.


—Cuando encontraron la armería, esta estaba a rebosar de armas y munición, Chris. ¿Cuando vinistes aquí hace unos meses no te fijastes en las viviendas y los comercios que tiene las ventanas y puertas tapiadas con tablones de madera? Se pueden ver muchas antes de llegar a la base—Le pregunto su compañero de guerrilla, Serge.


—Ahora que lo mencionas, si, recuerdo haber visto muchos comercios y viviendas tapiados a conciencia. ¿Por qué se tapiaron? ¿Por protección? ¿Esta armería también estaba tapiada?


—Si, esta armería estaba también tapiada y si, lo estaban por protección. Verás, a diferencia de ti, yo vivía por esta zona y mucho antes de que Michaela viniera, cuando aún los humanos caminaban por la Tierra enfrentando el avance de los no muertos por todo el mundo. Cuando los podridos habían avanzado por toda Canadá segando con sus fauces las almas de los humanos para condenarlas al mismo destino al que estos caminantes estaban sujetos. La ciudad había empezado a padecer bajo las fauces de los no muertos hacía varias semanas y en esta zona de la ciudad, el ejército y las fuerzas del orden habían aumentado para poder evacuar a los ciudadanos, pues sabían que no podrían contener el avance de los podridos y tendrían que retroceder para seguir enfrentándolos y claramente, no querían que los civiles nos viéramos afectados.


—Eso me recuerda un poco a esa ciudad que tanto salió en las noticias y demás medios de comunicación, mmmm.... ¿Cómo se llamaba? La primera ciudad del mundo en el que sucedió esto.


—¿Stone City? —Preguntó Serge sosteniendo una caja de balas de pistola.


—Si, recuerdo que mucho antes de que sucumbiera a los misiles que alguien lanzó deliberadamente, probablemente aquellos que viven en las altas esferas de la ciudad, borrando así la ciudad del mapa, eso mismo sucedió, lo de las evacuaciones, la cooperación entre el ejército y las fuerzas del orden, los combates en la ciudad contra las hordas de podridos y demás cosas.


—Si, bueno, pero eso fue en Stone City y en todas las ciudades del mundo probablemente y de nada sirvió. Al menos nadie voló nuestra ciudad por los aires. Me pregunto de que manera pudo propagarse los zombies por el mundo cuando Stone City fue aniquilada por una serie de misiles, o como esa ciudad se infectó acabando sucumbiendo a los caminantes, o como esas criaturas que tantos videojuegos y películas de terror han protagonizado puedan incluso existir y quien o quienes bombardearon la ciudad, porque supuestamente los poderosos dijeron que ellos no tenían nada que ver con lo que finalmente le sucedió a aquella ciudad y que no conocían quienes la bombardearon, que no sabían absolutamente nada sobre como la ciudad llegó a ese destino y que su única participación estuvo relacionada en proteger a los ciudadanos e investigar lo que realmente estaba pasando allí.


Chris se encogió de hombros indiferente— ¿Y te vas a creer eso? Además ¿Qué importa ahora? A estas alturas el conocer esas respuestas no resolverán nada, será mejor no pensar mucho en ello, puede que te acabé dando dolor de cabeza.


—Lo sé, conocer la verdad acerca de los misterios que rodean Stone City no importa nada ahora, nada va a cambiar aún conociéndolos. Bueno, lo que te iba diciendo, en esta zona de la ciudad, el pronóstico no era tan malo o eso decían los polis y los soldados, pero probablemente nos estaban mintiendo para que estuviéramos calmados.


—¿Qué quieres decir con que el pronóstico no era tan malo? —Preguntó Chris extrañado por aquellas palabras.


—Verás, lo más probable es que la cosa estuviera mal y una panda de civiles desquiciados por la situación no les ayudarían mucho, por eso, cierto día, dijeron de evacuar de forma temporal a todos mientras exterminaban a los grupos de podridos que habían comenzado a aparecer por esta parte de la ciudad, tras esto levantarían muros que cortarían las carreteras y demás acceso para que no pudieran entrar y nos aseguraron que tras esto podríamos volver a nuestras casa y ellos nos defenderían. Hasta aquí todo muy bonito, infundieron esperanzas en los corazones de los asustadizos ciudadanos.


Chris no pudo evitar ver la curiosa mirada perdida de su compañero y su media sonrisa dibujada en el rostro, por no hablar de que se imaginaba lo que pasó realmente al notar el curioso tono de voz que empleó durante aquella explicación.

—Confiando en las palabras de estos, los ciudadanos tapiaron fuertemente las ventanas y puertas de sus viviendas y comercios mediante clavos y tablones de madera, para cuando volvieran, estos estuvieran tal y como los dejaron y así no permitirle a nadie entrar y saquear los bienes y demás recursos de los ciudadanos de esta área de la ciudad. Y lo mismo pasó con todos los edificios que hay dentro del imperio de Michaela.


—Comprendo, aun que parece ser que Michaela se encargó de saquear todas las viviendas y comercios que hay dentro de su territorio.


—Exacto y de esa forma recolectó una gran cantidad de recursos, aún sigue haciéndolo para ir recolectando más recursos, va abriendo las casas y comercios que aún permanecen tapiados, ha la cantidad de recursos que ha ido recolectando, hay que sumarle además los que ella y los suyos ya traerían. Verás, yo conocía al dueño de esta armería y teniendo en cuenta lo que estaba sucediendo en la ciudad, planeó una forma de beneficiarse de la situación . El comercio de armas es algo bastante económico y este tipo pensó, que con los muertos andando por ahí, la gente necesitaría armas y pidió mucho antes de que los zombies llegaran a esta zona, varios pedidos de diferentes tipos de munición y armas, para así abastecer la tienda hasta los topes. De este modo, si la cosa iba mal y la gente necesitaba armas y munición para defender a sus familias, recurrirían a él y este conseguiría más dinero o mediante trueques, conseguiría cambiar sus mercancías por otros recursos que necesitara.


—Un tipo listo. De esa manera vendería el doble o el triple de lo normal o por el contrario, si ya no necesitaba dinero, obtendría otros recursos a cambio de los suyos. Pero hay algo que no entiendo, una armería se vacía si se viene un asunto feo, la gente suele robar para defenderse. ¿Cómo es que nadie se atrevió a robar?


—Cierto Chris, pero recuerda que había una gran presencia policial y militar, nadie se arriesgaría a meterse en problemas y aún habiendo problemas con los podridos, ellos se ocuparías de estos.


—Vale, lo veo lógico ¿Pero que sucedió después? ¿Por qué continuaron tapiadas hasta que Michaela llegó?


—Porque al final, tras la evacuación a otra zona de la ciudad reconocida como segura, los militares y los polis sucumbieron al avance zombie y no pudimos volver, por lo que todo continuó cerrado.


—Vale, pero ¿Cómo continuaron así tras esto, Serge? Los supervivientes deberían de haber saqueado la zona como he visto hacer en otras zonas de la ciudad en un intento de conseguir recursos para sobrevivir.


—Cuando aquellos que se quedaron luchando contra los muertos sucumbieron, la zona quedó plagada de podridos y muchos de estos eran de los que eran capaces de correr. Cualquier superviviente que se hubiera adentrado en este conjunto de calles y callejones de los que muchos de ellos son sin salida y que conforman esta zona de la ciudad, le hubiera costado tomarse el tiempo suficiente como para desbloquear los comercios y viviendas tapiados y saquearlos, pues además de evitar a los no muertos, necesitan encontrar si no tienen, alguna herramienta como un hacha o una palanca para poder entrar en los edificios a saquear los recursos que haya en su interior. El destruir los tablones que bloquean las puertas y ventanas hace ruido y probablemente atraigan a alguno de los muchos grupos de muertos errantes que hay por toda la zona.


—Comprendo —Comentó el pensativo Chris sin dejar de llenar la bolsa con munición.


—Se necesita a un buen grupo de personas armadas y preparadas para saquear edificios y comercios enfrentando a los grupos de podridos que aparezcan atraídos por el ruido.


—Y ahí entran Michaela y su grupo ¿no? Ellos eran muchos, están bien preparados y armados y por eso fueron capaces de conseguir los recursos de todas estas viviendas y comercios.


—Si, así fue o al menos eso escuché de uno de los soldados, lo demás referente a la creación de la base fue después. La base se hizo al rededor de todas esas primeras zonas que Michaela y los suyos habían estado saqueando y despejando de no muertos. Tiempo después llegué a esta zona con otro grupo de supervivientes de aquella evacuación, en un intento de recuperar cosas que necesitábamos para sobrevivir, cuando llegamos, Michaela ya estaba en la zona y ya habían civiles viviendo en sus dominios. Cuando finalmente localizamos nuestras casas, la mayoría de estas habían sido saqueadas y estaban con las puertas abiertas. Y bueno, el resto ya lo sabes, como todos, llegamos a la base bien por nuestra cuenta o por que no encontraron las tropas de Michaela mientras salían a saquear casas y comercios que aún no habían saqueado y luego nada, sin ningún sitio al que ir y con las manos vacías, nos quedamos aquí viviendo, así es la historia de todos los de aquí.


—Ya veo, entonces así fue todo. La tía consiguió recursos suficientes saqueando y tuvo la suerte de encontrar la armería llena, con todos esos recursos y la mano de obra, pudo levantar esto con el paso del tiempo. Pero hay algo que sigo sin saber. ¿Cómo lograron restablecer la electricidad a esta zona de la ciudad?


—Verás, eso fue uno de los grandes proyectos y por lo tanto, de los más costosos de Michaela. Tardamos en conseguir la electricidad, ya que cuando yo llegué aquí, estábamos a base de velas para iluminarnos en la noche. No creas que la electricidad la tenemos desde hace mucho, hace unos meses que disfrutamos de ella. No muy lejos de aquí hay un parque eólico, activamos el transformador y Michaela invirtió una gran cantidad de mano de obra, pues tuvieron que cooperar no solo los civiles, también soldados y guerrilleros en aquella gran labor. Gracias a toda esa mano de obra y a los conocimientos de gente experta en el grupo de civiles que tenían los conocimientos suficientes como para hacer un cableado que rediguiría la electricidad que producían esos molinos a esta zona de la ciudad, ya que esa energía iba a parar a otra área de la ciudad. De este modo fue posible conseguir la electricidad de la que disfrutamos hoy en día. De este modo, disfrutamos de este lujo, aun que costó un gran esfuerzo a todos conseguir la electricidad. Por otro lado, hay varios generadores en algunos edificios de la ciudad, pero estos al consumir mucho combustible, solo se usan en casos de emergencia.


—Comprendo. Es impresionante como esa mujer ha conseguido todo esto dirigiendo a toda la gente que vive con ella en la base y los recursos que tiene.—Confesó un sorprendido Chris a la par que comenzaba a abrir la caja de munición que tenía en las manos.


—¡¡Hey ¿que crees que estás haciendo?!!—Preguntó Serge alzando la voz visiblemente molesto ante los ojos del inocente Chris, el cual, no entendía que había hecho para ganarse la bronca de su compañero.


El joven sobresaltado por el enfado de Serge, el cual normalmente se mostraba como alguien tranquilo, lo dejó sin palabras durante unos eternos segundos. —Solo quería ver...—Se intentó excusar con un tono bajo de voz.


—¡¡Nada, no querías ver nada!! ¡¡Nuestra misión es coger la munición y salir cagando leches de aquí para la comisaría y ya hemos perdido bastante tiempo con el interrogatorio como para ponernos a abrir ahora las cajas y ver cuanta munición hay en sel interior de cada una, deja esa caja en la bolsa y continúa con tu trabajo!!


Chris en silencio dejó la caja en la bolsa siguiendo las órdenes de su compañero con un rostro arrepentido pensando en que ciertamente, por su culpa y su interrogatorio, habían perdido mucho tiempo ralentizando la carga de la bolsa.


—Oye, lo siento, pero entiéndelo, el tiempo es oro y cada segundo que perdemos, aumenta aún más la probabilidad de que alguien nos pille fuera de nuestro puesto y nos metamos en graves problemas con Michaela y su gente y ya sabes lo que eso significa y no hablo solo de nosotros, también de que al pillarnos, el plan de la rebelión de Braun se iría a la mierda... Y aún tenemos que dar el cambiazo con las cajas vacías—Se excusó un aparentemente arrepentido Serge colocando su mano sobre el hombro de su compañero.


—No, no te preocupes, tienes razón. Ya nos hemos entretenido demasiado y el tiempo es oro como bien dices, es cuestión de tiempo el que alguien pase y nos pille aquí. Yo tampoco quiero jugarme el cuello, ni el mio ni el de nadie por no cumplir debidamente mi trabajo.


Serge le sonrió y asintió con la cabeza conforme a la decisión de este y tras percatarse de que entendió la delicada situación en la que actualmente se encontraban ambos—Esta bien, vamos a darnos prisa, ya hemos perdido demasiado tiempo Chris, cuanto más tardemos más posibilidades habrá de que nos pillen y se joda todo como bien sabes. Dejémonos de cháchara y volvamos al trabajo, cuando lo acabemos podremos hablar todo lo que quieras.


Sin más dilación, el dúo de hombres comenzó a recoger toda la munición que podían antes de que alguien pasara por la zona y no los vieran frente a la entrada montando guardia, aquella bolsa debía de estar llena y en su destino antes de que Braun volviera.


En el exterior, fuera del imperio de Michaela, las sombras avanzaban lentas pero decididas, devorando las luces anaranjadas del atardecer. Las estrellas comenzaban a dejarse ver en el cielo cuando Braun aún se dirigía al vehículo de los francos. Hacía como diez minutos desde que había hablado con Hugo, y estaba tardando en reportarse a Michaela, pues hacía casi hora y media que habían salido de la base, y no había dado a la líder noticia alguna de la misión. El hombre se paró en mitad de la carretera y agarró el walkie para contactar con Michaela antes de que se enfadara y se la montara bien montada. Si algo había aprendido de ella es que era una mujer con mucho carácter.


—Señora, aquí Braun informando.


—Ya era hora, Braun. Sabes que no me gusta que me hagan esperar. ¿Cuál es la situación? —preguntó Michaela con un tono de voz molesto.


—Hemos encontrado a todos los miembros del grupo, señora. —Braun no pudo evitar sentir cierto temor al lanzar aquella gran mentira, pero tenía que hacerlo para que su plan saliera como él esperaba.


—Perfecto. Entonces, traedlos a la base de inmediato. ¿Y la rubia? ¿Os dio algún problema?


—Entendido. Respecto a la chica, no, no ha dado ningún problema. Todo ha salido perfectamente, como usted quería.


—Bien, asegúrate de que los traes a todos sanos y salvos. No me importa la manera en la que los traigas, pero los quiero vivos a todos.


—Si, está bien. Procederé a la orden, mi señora.


Tras esto, la comunicación se cortó entre ambas partes. Braun no pudo evitar lanzar un pesado suspiro. La cosa iba a ser difícil aún teniendo aliados tras las barricadas, la munición y las cargas PEM que provocarían el apagón para poder luchar entre las sombras de la noche, pero no podía evitar que, aún teniendo todo eso, los nervios se apoderaran de él a unas pocas horas de la rebelión.


Braun guardó el walkie, y con escopeta en mano, continuó andando hasta el vehículo de los francos, mientras en su cabeza repasaba detalladamente cada uno de los movimientos que iba a realizar para alcanzar la victoria en aquella rebelión. Sí, había conseguido reunir lo que necesitaba para enfrentar a Michaela. Un grupo de estúpidos guerrilleros que sin duda no eran soldados profesionales y experimentados de Esgrip, como los que estaban bajo el mando de Michaela y sus tres perros guardianes, pero menos daba una piedra, al menos tenían un entrenamiento militar que les daba capacidad para participar en aquella guerra. Tenía la ayuda de muchos inocentes civiles que lo veían como el héroe del pueblo y que, sin duda, le apoyaban y le ayudaban en la recopilación de información, y con el tema del apagón. También tenía un cargo importante dentro del imperio de Michaela. No era un soldado más, por lo que tenía la ventaja de que Michaela, Marcus, Anna y Fox, así como los ex soldados de Esgrip, no desconfiarían de él, ni tampoco los guerrilleros bajo sus órdenes y civiles a los que le había comido la cabeza.


Gracias a la fingida buena voluntad de liberar al pueblo y de finguir ser el héroe de este librándolos de la bruja del reino, nadie dentro del imperio de Michaela lo vería como una amenaza, teniendo vía libre para realizar su plan. El problema era que no todos los guerrilleros bajo su mando y los civiles le seguían, por lo que respecto a los guerrilleros esos, quienes estaban a favor de Michaela, mientras que no se enteraran de nada, no había problemas, y respecto a los civiles que no le seguían y que sabían del asunto, no interferirían, pues preferían alejarse de los problema, y finalmente tenía a la chica rubia y al grupo aquel, el cual utilizaría también para conseguir su objetivo.


Disponía de un grupo militar para combatir contra las tropas de Michaela. Tenía también a varios civiles apoyándole, a los que incluso sin haber terminado el entrenamiento, si veía necesario, les entregaría armas y les soltaría un discursito para que participaran en la guerra como último recurso, y había conseguido engañar a uno de los tres mosqueteros, a Hugo, para traicionar a su Madre y a sus dos compañeros, ayudándole con el tema de la mujer rubia y sus compañeros, y también contaba con la ayuda de Lilith para ocuparse de aquel crío que iba con la rubia. También dos de sus hombres le conseguirían munición suficiente para las pistolas y fusiles que emplearían para la batalla, el plan de usar las cargas PEM le permitirían una pequeña ventaja extra en la batalla al utilizar la oscuridad y la confusión del ambiente para atacar. Y su cargo dentro de la jerarquía del imperio lo haría un enemigo silencioso al no verse nadie venir su traición. Acabaría con el reinado de Michaela y le arrebataría el trono, su imperio y todo su poder. Y sin duda, les daría una lección también a esos jodidos tres altos mandos de aquella bruja, Fox, Marcus y Anna, por todas aquellas veces que se la habían dado de importantes frente a él. Les haría tragarse sus palabras y superioridad.


Sus botas replicaban a cada paso que daba por el asfalto hasta que finalmente vio a lo lejos el vehículo donde aquellos dos estúpidos francos a los que también tenía engañados le esperaban. Tras llegar, entró al vehículo y dejó su escopeta en el asiento continuó al del conductor. En el asiento trasero, los dos guerrilleros esperaban con sus rifles a que les diera información sobre la situación.
—Hemos encontrado a la gente que Michaela busca, pero no están todos. —informó girando el cuerpo para mirar a los dos guerrilleros del asiento trasero.

 —¡¿Cómo?! ¿Y ahora que haremos? ¿Qué le diremos a Michaela?


—Ya le dije que los encontramos a todos.


—¡¿Cómo le dijiste eso?! ¡¿Qué ocurrirá cuando volvamos a la base y vea que solo tenemos a unos pocos?! —preguntó con un alto tono de voz uno de los francos aterrado por el problema en el que Braun los acababa de meter.


—No os preocupéis por eso. Ya me encargaré yo de ese asunto. Hugo está con la rubia y los demás. El controlará la situación con esos dos mocosos.


 Los dos francos se miraron sin estar muy conforme con aquella respuesta.


—Chicos, confiad en mi, yo sé lo que hago. Si Michaela o quien sea os dice algo de si habéis estado vigilando a la rubia, vosotros decid que sí, aunque la realidad sea otra. Es importante que la rubia piense que la estáis vigilando. El miedo es un arma perfecta para controlar a las personas. Michaela lo sabe y lo usa para esclavizarnos, pero nosotros acabaremos con el reinado de la bruja y traeremos la paz a nuestra comunidad de supervivientes —les comentó con un tono seguro de voz al percibir el brillo de la duda en los ojos de ambos francos.


 Tras unos momentos en silencio, ambos guerrilleros asintieron con la cabeza, dispuestos a confiar en el héroe del pueblo y a seguir adelante con el plan.


—Bien, me alegro de contar con vosotros chicos —comentó volviendo a colocarse al frente para agarrar el volante—Ahora sigamos con lo nuestro. El fin de la bruja está muy cerca —añadió con una curiosa sonrisa que los francos no pudieron apreciar mientras el motor del vehículo comenzaba a rugir.


Michaela ya se había armado con su armamento; su escopeta colgando de su espalda, su mágnum a la altura del muslo y su afilado machete Kukri sujeto a la cintura conformaban su característico y letal equipamiento militar. Acababa de llegar a la oficina tras visitar los laboratorios para comprobar que los medios para la operación e implantación del controlador mental para Maya estaban listo, así como comprobar si la baliza de Payne estaba en pleno funcionamiento. Los zombies ya no serían un problema, y gracias a esto, se podrían ahorrar munición cuando los francotiradores se percataban de grupos de no muertos acercándose desde el exterior a la muralla levantada alrededor de la base.


Cierto era que las barricadas que habían levantado a modo de murallas utilizando todo el mobiliario urbano, mobiliario de algunas casas, así como en su gran mayoría, diversos tipos de vehículos estropeados, mantenían a raya a los podridos. Lo malo era que estos, de igual forma se acumulaban contra aquella pesada barricada, a la cual se podía acceder desplazando los objetos que cortaban el camino hacia la base y que, por suerte, los zombis no eran capaces de empujar los vehículos y demás obstáculos que formaban aquella barrera para acceder al interior de esta. El problema de que se acumularan frente a las barricadas se trataba de que a la hora de salir de misión debían de eliminar a todos los no muertos para poder abrir la barrera sin problema de que estos accedieran al interior. La mujer de largos cabellos oscuros se encontraba sentada al borde de la mesa con la mirada fija en el suelo mientras esperaba a que su walkie sonara, hasta que finalmente su espera se vio finalizada con el sonido de aquel aparatito.


—Informe.


—Señora, el cuerpo de francotiradores ya estamos posicionados sobre los edificios que usted dijo, listos para la llegada de Braun y sus invitados.


—Me parece bien. Ahora simplemente quedaros ahí hasta que lleguen. Cuando los veáis acercarse, llamadme al walkie para notificarme sobre su llegada y comunicárselo yo a mis altos mandos. Ya sabéis, cuando pasen por el conjunto de barricadas, tened el objetivo puestos en cada uno de ellos. De llegar a suceder algo imprevisto, yo os diré por el walkie a quienes deberéis de disparar.


—Entendido.


Finalmente, Michaela cortó la comunicación. Estaba tomando todas las medidas necesarias movilizando al grupo de Braun, a los científicos y al cuerpo de francotiradores para que nada malo sucediera por parte del grupo de Nicole.


Mientras tanto, Fox, Anna y Marcus se encargarían de dirigir a los grupos de soldados a la llegada de los miembros del grupo al interior de su imperio.


Todo estaba perfectamente preparado. Sólo quedaba un ligerísimo detalle dentro de todo el telar de su plan que necesitaría solucionar antes de que sus invitados se presentasen en la espectacular fiesta que se había esforzado en prepararles con su cariño más especial. Un asunto banal que no requeriría de excesiva importancia. O tal vez sí...


—La munición a mermado de aquí a hace un mes, aún hay suficiente para usar durante un tiempo de duración media, parece ser que hemos entrado en un nivel en el que la munición de la armería se ha vuelto lo justa y necesaria —Comentó Chris tras haber estado comprobando las cajas de munición que quedaban en toda la armaría tras haber robado la que necesitaban para la rebelión y sustituido sus lugares en la estanterías por un número determinado de cajas vacías de munición.


—Si, por eso Michaela dijo que ya no se podían desperdiciar tanto como antes la munición, que al igual que los alimentos y medicinas, habría que racionarla ahora bien para que duraran a largo plazo hasta que se consiguiera recolectar más munición y llegar a un tope en el que podemos decir que vamos sobrados en munición, como antes. Por eso mismo, en las prácticas de entrenamiento, la munición que se utiliza está muy contada y por eso se depende más de las armas blancas que las de fuego para superar las prácticas. Y la munición que se da en las misiones al exterior, que es lo principal en lo que se invierte la munición de la armería la han racionado también, ya no dejan a los soldados llevarse tantos cargadores como ellos crean necesarios, a todos se les da el mismo número de cargadores según el tipo de arma que usen y se les ordena a usar contra los zombies las armas blancas todo lo que puedan para ahorrar la munición, volviendo las armas blancas en sus armas principales y las de fuego secundarias. Todo esto es debido a que los soldados malgastaban la munición demasiado durante las salidas al exterior, matando por matar cuando no era necesario o eliminando zombies usando las armas de fuego cuando perfectamente podían haberlo hecho sin problemas con las armas blancas. Por esto Michaela se cogió un buen cabreo con los altos tres mandos, por no controlar la munición que utilizaban estos y sus grupos en las misiones en el exterior.—Le explicó Serge cerrando la cremallera de la bolsa que contenía las cajas con munición que se usarían en la rebelión de Braun.


—Ya, lo veo lógico cuando se entra en un momento en el que la munición se está comenzando a ajustar. Por otro lado, mirando la parte positiva, es que todos los civiles que entran deben ceder sus armas y munición, así como los alimentos y medicinas para el beneficio común, pero los civiles que entran tampoco es que vayan muy armados o con mucha munición, por lo que los ingresos en la armería son algo bajos.


—Precisamente y encima estamos robando la munición que hay, si nos pillan, no dudes en que Michaela nos empalará frente a la entrada de la base o nos cortará una de las manos como advertencia para todos. —comentó Serge acercándose a su compañero.


—Bien, ya está la bolsa llena —informó Chris agarrando la bolsa.


—Vamos a dejarla donde Braun nos pidió —respondió Serge al comentario de su compañero instantes antes de abrir la puerta de la armería para salir al exterior de esta.


—¿Qué creéis que estáis haciendo?


Aquella pregunta congeló la sangre del dúo de guerrilleros, más aún proviniendo de aquella persona que tenían delante.


—Señora Anna. ¡¿Qué hace usted aquí?! — comentó nervioso el primer guerrillero en salir por la puerta al percatarse del lio en el que se acababan de meter.


El segundo guerrillero, Chris, que se encontraba a la espalda de su compañero, soltó la bolsa dejándola disimuladamente en un rincón en el interior de la armería, a la vez que daba un pequeño empujón a aquel que aún sostenía el pomo de la puerta para salir ambos del interior del local. Anna, dejando visible su letal armamento equipado en diversas zonas de su cuerpo, miró de arriba a abajo al dúo cruzada de brazos.


—Aquí quien hace las preguntas soy yo —respondió tajantemente sin pasar por alto el asombro y los nervios de aquel dúo de guerrilleros que estaban parados frente a esta.


El dúo se miró sin saber qué responder. Sus mentes buscaban velozmente una respuesta lógica para engañar a aquella mujer, pero estas no encontraban engaño alguno. Anna se percató de inmediato de que estaban tratando de engañarla con alguna mentira para encubrir aquello que estuvieran haciendo a espaldas de esta, pues se podía apreciar con facilidad los nervios de estos.


—¡Abrid esa puerta de inmediato! — vociferó autoritaria desenfundando con lentitud uno de los cuchillos de combate que llevaba sujeto al cuerpo a la altura del hombro.


La habían jodido pero bien. Aquello fue un pensamiento que pasó por la mente de ambos guerrilleros. Los habían descubierto, pues aquella miembro de alto mando había desenfundado su cuchillo hostilmente para rajarlos en canal por su traición. Si, no habían tenido cuidado, y por su culpa, toda la rebelión de Braun sería descubierta, llevando a la horca a él y a todos los que le seguían en aquella conspiración contra Michaela. Sus corazones latían velozmente y sus cerebros, siendo víctimas de un cortocircuito, no fueron capaces de reaccionar ante la orden de aquella mujer.


Anna lo sabía. Aquellos dos le ocultaban algo, y sin pensárselo dos veces desenfundó su pistola y se colocó en posición ofensiva flexionando sus rodillas y agarrando el cuchillo con la mano derecha apuntando con el filo al dúo, mientras que sobre esa mano descansaba la mano izquierda, empuñando contra ellos la pistola. Apretando los dientes y agudizando la mirada, clavándoles aquellos hostiles ojos con los que los apuñalaba desde dentro, volvió a vociferar aquella orden.


Uno de los hombres se giró y agarró el pomo de la puerta con su temblorosa mano. Intercambiando una veloz mirada con su compañero, lo hizo girar abriendo la puerta, dejando escapar el chirriante sonido de las bisagras.


La puerta de la armería se abrió y obligados por Anna, los dos guerrilleros fueron los primeros en entrar. La luz lo bañaba todo y Anna, armada con su pistola y cuchillo, se abrió paso entre Chris y Serge avanzando al centro de la sala, mirando las estanterías y las cajas de munición para diversos tipos de armas depositadas en cada una de las estanterías.


Detrás de esta, los guerrilleros se miraban apoderados del miedo al haber sido descubiertos.


—Vamos a ver que estábais haciendo. ¡Como se os haya ocurrido robar munición, tendréis que responder ante Michaela y Braun! —vociferó esta examinando las cajas de munición.


Mientras Anna seguía levantándoles la voz amenazante mientras examinaba las estanterías, uno de los hombres, Chris, echó la vista hacia atrás. En una esquina, cercana a un lateral de la puerta, descansaba en el suelo la bolsa con la munición. Sigilosamente, antes de que Anna se diera la vuelta y la viera, el guerrillero retrocedió unos pasos y la pateó, haciendo que esta se deslizara bajo una de las estanterías. De inmediato, volvió al lado de su compañero sin hacer ruido. Ambos guerrilleros se miraron. Al haber logrado que la bolsa con las pruebas estuviese escondida de la vista de Anna, no se daría cuenta de nada, pues gracias a que se sustituyeron las cajas llenas de munición por otras vacías, nadie se daría cuenta a simple vista del robo.


Pero en ese instante, Anna los volvió a sorprender, y la calma momentánea que habían logrado conseguir se esfumó cuando la mujer comenzó a abrir algunas cajas comprobando la munición que había en el interior de esta. Los dos guerrilleros se volvieron a mirar aterrados mientras escuchaban a la mujer replicar. No sabían que hacer, pues si encontraba alguna de las cajas vacías, todo estaría acabado para ellos. Serge puso la mano sobre el mango de la pistola que descansaba en el portafundas sujeto a su cintura, y de inmediato, miró a su compañero. No hacía falta palabras para entender lo desesperado que estaba como para pegarle un tiro a la espalda de Anna, pero lo que no pensó y si se le ocurrió a su compañero, era que el disparo los delataría igualmente, ya que alguna de las patrullas lo podrían escuchar. Sin mediar palabra alguna, este le negó con la cabeza a su compañero, articulando con sus labios un rotundo “No”. Anna, en ese momento, fue a agarrar una de las cajas que sin duda sabían que estaba vacía. Ya todo había acabado. Ya habían sido descubiertos. La mano de la joven miembro del alto mando de Michaela se alzó para agarrar la caja carente de munición alguna.


—¡Señora! —vociferó Chris.


 Anna, de inmediato, se giró dando de lado la caja de munición.


—¡Lo siento, mi señora! —dijo el hombre cayendo de rodillas al suelo.


 El compañero de aquel guerrillero quedó paralizado por la reacción. Iba a confesar todo el plan de Braun, firmando la sentencia de muerte de todos ellos debido a la presión que Anna había ejercido sobre él. Sin saber que hacer ni decir, el guerrillero se quedó de piedra contemplando a su compañero arrodillado.


—Nosotros...


—¿¡Qué!? Habla de una jodida vez. ¡¿Qué estáis tramando!? —gritó autoritaria apuntándole con el cañón de su pistola.


—¡Nosotros nos escaqueamos para beber algo de alcohol y tomarnos un descanso para hacer más leve la guardia! —respondió con un grito de súplica sacando de su bolsillo una pequeña cantimplora que agitó haciendo sonar el líquido de su interior.


Los tres se quedaron en silencio unos momentos. Ambos guerrilleros, con el corazón en el puño, temían que Anna no se lo creyera y todo estuviera acabado para ellos y la rebelión.


—¡¿Y que coño hacéis bebiendo en el trabajo?! ¡¿No os quedó claro que Michaela dijo que os teníais que esforzar con las guardias para cuando venga Braun con esa gente?! ¡Estáis aquí para trabajar! ¡Si queréis beber y poneos hasta las botas de alcohol, hacedlo cuando no estéis de guardia, panda de inútiles! ¡Le comunicaré a Braun vuestra irresponsabilidad, y...! —Anna se silenció y miró de inmediato el reloj de su muñeca. De inmediato, se percató de que quedaba apenas tres minutos para reunirse con Fox y Marcus frente a la escuela, y aún había un buen tramo que debía de recorrer.


—Señora, lo sentimos. No volveremos a relajarnos. —suplicó el que aún estaba arrodillado.


—Por favor, perdónenos. No se volverá a repetir esta irresponsabilidad por nuestra parte. Volveremos a ponernos con la guardia ahora y estaremos bien atentos a todo lo que suceda a lo largo de la noche. —añadió Serge mirando angustiado a Anna.


—Os libráis porque tengo prisa, pero informaré de esto a Braun para que os eche él la bronca, ya que vosotros estáis bajo su responsabilidad. ¡Y poneos a hacer guardia de inmediato! ¡No quiero tener que volver a pillaros descansando en el trabajo!


—¡Señora, sí, señora! —gritaron los dos al mismo tiempo a aquella orden de Anna.


—Vamos, moved el culo y apagad la luz al salir.


 Tras esto, Anna, a paso ligero, abandonó la armería dejando de nuevo a solas y fuera de esta al dúo de guerrilleros.


—Se me han puesto los huevos de corbata... —añadió Chris rompiendo el silencio al desaparecer Anna de su campo de visión.


—Está bien, ahora llevaré yo la bolsa al garaje de la comisaría. Si tú estás aquí vigilando, no llamaremos tanto la atención, y si te preguntan, di que tenía que ir al baño y que volveré de inmediato. ¿Está bien?—Propuso Serge.


—De acuerdo. Me quedaré aquí, pero date prisa.


—Si —respondió este volviendo al interior de la armería para recoger la bolsa.


Tanteó su sonrosada mejilla con las finas yemas de sus dedos para comprobar la estabilidad de su nariz sangrante en la región que le era correspondiente en su cuerpo. Aquel hijo de la grandísima madre se había excedido a la hora de golpearle para someterle a su voluntad, pero suponía que la pretensión no era otra más que esa. Lograr que sucumbiese a un miedo que el melenas se encargaba de incumbir personalmente. No había querido obedecer, por lo que le había propinado un severo castigo que le podría haber resultado muy mortífero si aquella bendita reencarnación de Florr no hubiese aparecido para salvarle, como de costumbre. No estaba muy orgulloso de sí mismo al no haber sido siquiera capaz de defenderse de aquel monstruo, pero la compañía de aquella muchacha era como una poción sanadora para su espíritu. No sabía exactamente el porque, pero lo era. Quizá lo único que necesitaba era alguien más en su vida que lo acompañase de tal forma que la bella rosa del florido jardín lo había hecho en el pasado. Quizá... 


—Toma, he encontrado un poco más de agua fresca. Límpiate bien esa cara, pero por favor, no la gastes toda. No es de las cosas que más nos sobran —ofreció Lilith con grata amabilidad una vez regresó al cuarto de baño tras haber examinado los rincones mas recónditos del colegio a la caza de un determinado enser líquido de valor incalculable en el nuevo mundo.

—Gracias —se mostró Adán muy cariñoso y agradecido con su salvadora a la par que tomaba el escaso agua de la pequeñísima botella de plástico que le entregaba. Sólo fueron suficientes unas gotas cristalinas en un pedazo de papel higiénico para que éste se humedeciese minimamente y le pudiese ser útil como toalla improvisada para limpiar las manchas resecas de su maltratada cara.


Lilith inspeccionó cada detalle del cuerpo del chico pese a lo banal que se podrían haber considerado la mayoría de ellos. Y lo cierto era que uno de los rasgos que más atrajo su interés fue la compostura que todavía mantenía tras la pequeña riña fingida. Aunque realmente no le resultase complaciente, debía reconocer que Hugo se había excedido intentando de manera desesperada fingir que era un lacayo fiel ante Michaela, y ella misma era culpable por haber retrasado en exceso el rescate planeado. Ambos se habían encontrado con una infinita cuerda nerviosa anudada alrededor de su estómago durante los tres últimos días, desde que Braun les había advertido que el programa de sus planes acontecería muy pronto, pero ello no era una excusa para ser casi los responsables de un desmayo inducido por los golpes propinados. La cicatriz que permanecía en su pómulo derecho y recibía una serie de constantes caricias frente al espejo del baño por su parte se había convertido en un recuerdo imborrable de su error.


—Me gusta tu cicatriz, ¿sabes? Así pareces mucho más malote... ¿A ti no te gusta? —lanzó Lilith un cumplido con mayor carga de autoconsuelo que de compasión por el chiquillo.


—No, no me gusta —espetó el volviendo a palpar nuevamente la herida tras aquella mención realizada—. ¿Todo el mundo es así en este sitio? ¿Todos se pelean entre ellos?


—Bueno, verás... —se concentró la chica en localizar una respuesta benefactoria para lograr cumplir su misión con éxito—, aquí todos los niños tienen que tener un entrenamiento básico de pelea, de uso de armas y alguna que otra cosa, por orden de Madre. También tenemos que servirla cuando lo necesite. Hay muchos niños a los que no les gusta, pero no tienen nada más. No tienen padres, familiares o amigos que vayan a cuidar de ellos en el exterior, así que es lo único que les queda si quieren seguir vivos. Sí, es triste, lo sé. Ese chico que te pegó es uno de los tres favoritos de Madre. Son los que tienen los mejores privilegios aquí dentro. Ella los llama sus mosqueteros. Se supone que es lo que tiene que hacer con todos los que sean nuevos porque son sus órdenes. Lo que pasa es que después de tanto tiempo obligado a hacer eso, pues al final uno se convierte en un monstruo, una bestia. De verdad, siento lo que te pasó. Me gustaría haber podido llegar antes.


—Bueno... No pasa nada... Gracias —se sinceró el pequeño mostrando a la chica que sólo podía sentir gratitud hacia ella. Inmediatamente después, se distanció del reflejo agredido del espejo con intención de situarse de nuevo junto a su salvadora para que respondiese a una cuestión—. ¿Y ahora qué? ¿Cómo va esto? ¿A dónde voy? Es que... estoy... perdido.


—Emm, bueno... —reflexionó dubitativa mientras se aproximaba hasta la puerta de acceso al corredor y comprobaba que nadie se encontrase en plena vigilancia de sus alrededores—, mi cuarto está aquí al lado. Se supone que va contra las normas y todo ese rollo, pero vente conmigo hoy, por ser tu primer día, y luego te enseñaré como funciona todo.


—Vale —le contestó él con una rotunda afirmación que expresaba una emoción tremendamente alegre, como un animal enjaulado al que acabase de liberar de una tortura constante.


—Genial, pues entonces vámonos cuanto antes. No, espera... —detuvo de repente el inicio de su travesía tras cerciorarse de un detalle importante que había obviado—. No me has dicho tu nombre. No puedo meter en mi casa a un desconocido.


—Soy Adán —contestó el rápidamente sin ninguna clase de oposición.


—Ummm, Adán y Lilith... Que bíblico que suena, ¿no crees? —comentó ella curiosa por la inesperada coincidencia.


—¿Bíblico? —caviló el chico sobre cierto término tan extraño que había emitido.


—¿No sabes lo que significa bíblico? ¿De verdad? Bueno, da igual. Venga, vamos a mi cuarto. Y... ve con cuidado. Va a ser mucho mejor si no nos ve nadie. Hay que ser invisibles, como los fantasmas. Lo que viene siendo ir a lo Casper —bromeó Lilith disponiéndose junto con el niño al abandono definitivo de la zona de aseo.


—Emm... ¿Casper?


—Por favor, no me digas que tampoco sabes quién es Casper...


Cualquier ser humano que hubiese sido lo suficientemente valiente para realizar un análisis de aquella mujer tan bizarra a la vez que esperpéntica habría sido capaz de concluir que contemplar su reflejo en ese machete Kukri le apasionaba, y nadie habría cometido error en su elucubración. Para la enorme mayoría del populacho al cual dirigía sólo podría haber resultado en una estupidez tan sumamente absurda que rondaba los límites que conectaban la cordura con la locura. Ellos no lo podían entender. Cada uno de los insignificantes insectos que componían toda la masa que le pertenecía sólo podían ser conscientes de una visión tan superficial reflejada en el frío acero del machete cuyo significado era inexistente.


 Pero ella no pertenecía a esa raza perdedora e insignificante cuyo único objetivo en la vida era cubrirse con la venda de la mediocridad a la par que se mantenían engañados sobre su auténtico potencial porque temían desencadenarlo. No... Michaela podía contemplarlo todo. Absolutamente todo. La esencia pura de un poder espiritual invencible que había conseguido liberar tras todos los años en los que el yugo despectivo de la empresa la había convencido de que sólo podía ser un peón más se pulía en el resplandor del machete. Y por eso ella era la monarquía absolutista que encabezaba a todos esos inútiles ciudadanos. Y con el poderío que reinaba en su interior, podría conseguirlo absolutamente todo. Su orden mundial se cumpliría inexorablemente sin importar el número de personas que se opusiesen a él. Sí, se iba a cumplir. El control era sólo suyo...


Y no fue hasta que el sonido de apertura de la uniforme puerta de aluminio situada a su lateral indicó la conclusión de aquella eterna espera hacia el sujeto concreto del cual reclamaba su asistencia que despertó de su universo de extrema introspección.


—Señora, he traído a la guerrillera por la que usted preguntó —comunicó Fox tras su reaparición en el despacho cumpliendo una función de vigilancia con respecto a la jovencita treintañera de ondulados ricitos color anaranjado que lograban enmarcar un aspecto ciertamente sensual a pesar de la inmunda mugre que recorría su frente.


—Estupendo. Esperaba con impaciencia este momento. Vamos, Andrea, adelante. No tengas vergüenza —expelió Michaela su primera ronda nocturna de maliciosas expresiones manipuladoras, invitándola a adentrarse hasta el interior de la estancia—. ¿Alguien ahí fuera ha prestado especial atención en vosotros, Fox?


—Nadie nos ha visto venir. La mayoría de nuestros chiquitines andan durmiendo o se encuentran demasiado preocupados preparando la formación para todos esos abortos de superhéroe que están viniendo como para que les interese siquiera —fue la respuesta desdeñosa que su principito articuló.


—Estupendo. Ya puede retirarse, capitán Fox —ordenó Michaela con una evidente muestra de sometimiento sobre el sujeto. —Que los cuervos me coman los ojos si no cumplo sus órdenes, señora —acató la imposición con una respuesta tan bizarra antes de despedirse con una reverencia que la recién llegada Andrea se forzó a sí misma a contenerse para no vomitar ante semejante espectáculo señorial. Parecía que la Edad Media había regresado.


Inmediatamente después de la evasión de su mensajero particular, Michaela volvió a cerrar la puerta asegurándose de que no había ser humano alguno espiando en los alrededores de su templo sagrado antes de presionar un interruptor situado junto a esta que deslizó automáticamente las persianas de cada uno de los ventanales allí dispuestos. Era evidente que se estaba preocupando en exceso por salvaguardar su privacidad. Una inclinación particular que no agradaba en absoluto a Andrea.


—Buenas noches a ti también, Andrea — la saludó Michaela irónicamente ante el denotable mutismo presentado por esta desde su entrada, aunque era cierto que el significado de temor ante su llamada con el que el silencio cargaba la reconfortaba en gran medida—. Bueno, te preguntarás porque te he traído a mi despacho a estas horas tan... intempestivas, pero como ya imagino que sabes el motivo, iré directa al grano. Oh, y puedes sentarte si quieres. No me gustaría que te acabases cayendo redonda al suelo por esos nervios que veo que me traes y me abrieses un agujero en el parqué.


—Preferiría permanecer de pie si usted lo permite, mi señora —contestó la invitada plenamente consciente del jueguecito de la enervación al que la intentaba atraer.


—Bueno, entonces ahora mismo estás en la posición perfecta para poder empezar a contarme todas las novedades que hay en tu pequeño grupito. Ah, y no te preocupes demasiado por esas dos piececillas que se encargan de vigilar esa entrada a jornada completa. Les he dado la noche libre. Hoy estamos solas tú y yo, querida —apaciguó la tirantez visible en Andrea debido a la refleja desviación de su mirada hacia la posición que solían ocupar los guardias.


—No... no sé... No hay nada que contar. Todo sigue como siempre. La gente sigue quejándose por su política y bebiendo a escondidas, eso sí, pero fuera de eso, no ha habido ningún quebrantamiento de sus leyes, mi señora —se apresuró a escupir la negación predominante en su respuesta mientras sentía una arraigada estupidez hacia sí misma por el dominio que estaba obteniendo el miedo sobre su organismo, obligándola a dirigirse a ese zorrón como si fuera otro de esos lameculos a los que Fox pertenecía.


—Andrea... Sabes que detesto la mentira por encima de todo —advirtió Michaela avanzando con un paso en su dirección.


—No te estoy mintiendo. Es la verdad. No siempre puede haber actividad criminal entre los guerrilleros. Últimamente están más tranquilos. Saben que eres la única oportunidad que les queda —se decantó la jovencita por alagarla en un desesperado intento de conservar su pellejo intacto. Ya lo sabía. Sospechaba con conocimiento, como mínimo. No podía ser tan sólo una simple casualidad. Su reina no podía ser tan estúpida como para permitir que lo fuese.


Así que cuando ésta efectuó un concreto movimiento de desplazamiento con una remarcable brusquedad, la pobre Andrea sufrió una explosión de su arteria aorta de la cual no obtuvo recuperación hasta que fue capaz de verificar que las auténticas intenciones de Michaela eran ciertamente distintas a las que ella había imaginado. Su actuación real había sido el hecho de caminar hasta un pequeño estante que se hallaba situado en una de las esquinas del despacho para descubrir una destellante cafetera de cápsulas que se apresuró a ubicar sobre un mueblecito cercano desde donde era posible conectarla a una toma de corriente eléctrica.


—Está bien... —formuló la reina dispuesta a invertir en aquel carnaval de serpientes rojizas que la observaba con expectación la ventaja de la cual disponía a la par que tomaba una colorida taza de un juego de té ordenado en una serie de estantes para poder comenzar a preparar un exquisito café solo. No obstante, Andrea conocía la tendencia de aquella señorita al empleo de ciertas técnicas de distracción mental como un puro método de manipulación. Y era obvio que tal hecho no se trataba de una necesidad vital de cafeína por la que no podía esperar hasta la conclusión de su conversación. Debía permanecer atenta—. ¿Y qué hay de nuestro querido amigo Braun? Seguro que sobre él si deberíamos compartir determinadas novedades, ¿no crees?


Y el mortal sobresalto que había asestado anteriormente a la subordinada pelirroja regresó mucho más enérgico incluso tras un detenido análisis de la petición que le había requerido. Era evidente que había meditado con detenimiento la oración en cuestión para posibilitar una indirecta con todas esas determinadas novedades que supuestamente debían compartir. Estaba acechándola. Y su reina había reparado en las sospechas sobre su estrategia que se habían comenzado a originar en la mente de Andrea, pero no parecía que le fuese un asunto de importancia muy relevante. Incluso era posible que aquella conjetura por parte de la pelirroja hubiese brotado como la verdadera intención de Michaela durante el transcurso de su interrogatorio encubierto organizado. Necesitaba actuar con extrema precaución.


—¿Y que quiere saber exactamente sobre Braun? Se supone que es su subordinado jefe o algo así. ¿No debería tenerlo más controlado que a los demás? —inventó de nuevo Andrea comenzando a distinguirse la potente carga inventiva que se hallaba controlando con perceptible inestabilidad como defensa ante esa maldita tirana—. No sé, no tengo nada interesante que le pueda contar sobre él, pero si descubro alguna irregularidad en la que se pueda encontrar implicado, le juro que seré la primera en comunicarlo inmediatamente, mi señora.


—Ay, ay, ay, mi querida Andrea, tan dulce e inocente como siempre, ¿no es verdad? —remarcó Michaela con ardiente pasión embelleciendo su regocijo con el deleite que le otorgaba aquella desesperación tan visible que estaba dominando a la joven—. ¿Sabes? Tal vez deberíamos tratar de refrescar un poco tu memoria, porque la veo un tanto oxidadilla. Hace unos pocos meses, no sé cuántos ya, tú viniste a mí, a este mismo despacho, y me pediste, con todos los favores que había en el mundo, que dispusiese de unas pequeñas reservas de insulina personales porque tu padre es diabético. ¿Recuerdas eso? Y entonces, no fuiste más que tú quien me lo suplicó de rodillas asegurándome que serías capaz de hacer cualquier cosa para conseguirla. Eso también lo recuerdas, ¿cierto? Sí, por supuesto que lo recuerdas —se esforzó la reina por moldearla a su antojo como si de cerámica se tratase mientras crecía la inquietud de esta de manera gradual—. El caso es que pienso que no era tan difícil mantener una promesa, Andrea. Lo único que tenías que hacer era vigilar a tu grupo de guerrilleros e informarme de cualquier descontrol legal que notases para poder mantener el correcto funcionamiento de este lugar. ¿Por qué si te pregunto sobre Braun, específicamente, sigues empeñada en ocultarme una verdad que conoces a la perfección? ¿Acaso es ahora tu intención deshacerte de tu pobre padre, o también se te ha olvidado la parte del contrato en la que te dije que usaría su sangre como gel de baño si se te ocurría traicionarme? Y te advierto que mi próxima ducha será más pronto de lo que crees... Si a eso se le puede llamar ducha, claro.  
Andrea se replanteó por unos instantes la gravedad de su situación tras la amenaza asestada. No estaba bromeando. Aquella señorita no dudaría en despellejar a su padre sin remordimiento alguno que se lo impidiese. La decisión se esparcía por la estancia como una gélida ráfaga de viento que la forzaba a ahogarse en sus heladas corrientes. Debía orientarse por uno de los futuros en el cual tanto ella como ese bondadoso progenitor al que amaba con locura sobreviviesen en el amplio abanico de posibilidades que se desplegaba ante ella, pero también era consciente de que no podía derribar en segundos un templo en cuya construcción su líder Braun había invertido meses de esfuerzos insufribles. Resistiría, independientemente de lo que fuese a suceder. Tenía que hacerlo.

—Yo... Estoy desconcertada, mi señora... Siempre le he contado todo lo que puedo averiguar, pero en esta ocasión, no poseo ninguna información relevante sobre mis compañeros o Braun. Y también...


—Ummm... Parece ser que ya esta listo —exclamó Michaela mientras recuperaba la taza de café caliente que había preparado para poder degustarse con su distinguido olor nacido de un gozo infinito al tiempo que sus suaves texturas la transportaban hasta un estado de plenitud mental en el cual se sentía incluso más poderosa que en la indestituible rutina de su gobierno—. Delicioso, por supuesto. ¿Alguna vez has probado un café de cápsula, Andrea? La mayoría de la gente solía decir que es detestable, pero eso era antes de que los muertos se habituasen a levantarse de sus tumbas. Estoy segura de que hoy en día cualquiera estaría dispuesto a matar por poder tomarse uno de estos cada vez que le apeteciese. Incluida tú, ¿cierto?


—No me gusta el café, mi señora —fue la respuesta apresurada de la pelirroja como consecuencia del desconcierto al cual se hallaba sometida debido a la orientación tan superficialmente absurdo en la que se había tornado la conservación.

—Y pese a ello, puedo asegurar que serías capaz de decapitar a cualquier persona de este universo sólo para conseguirlo. Pero vamos a cambiar de enfoque, puesto que no pareces estar demasiado dispuesta a cooperar con tu señora ni siquiera bajo una pequeña amenaza sana. ¿Has jugado alguna vez al ajedrez, Andrea? ¿Conoces cómo funciona ese peculiar minimundo? —prosiguió Michaela con sus preguntas tan anodinas mientras señalaba hacia el tablero situado en una de las esquinas del habitáculo.

—Jugué unas cuántas partidas cuando era más pequeña, pero nunca he terminado de comprender muy bien la mecánica, mi señora.


—No te preocupes por eso. La mayoría de los humanos no es capaz de comprender el mecanismo, pese a su simpleza, pero te lo explicaré con toda la facilidad que me sea posible. Ese esplendoroso tablero de cristal que estás viendo ahora mismo es un campo de batalla en el que se libra una cruel guerra, y cada una de las piezas que en él se disponen, son los luchadores que van a defender sus ideales a muerte. Muy interesante, ¿no crees, Andrea?


—Mire... Mi señora... Discúlpeme, pero no sé a dónde está intentando llegar con todo esto. Ya le he dicho que no sé nada sobre la información que me ha intentado pedir, y tengo trabajo que hacer ayudando a los chicos a preparar la llegada de esos invitados suyos. Así que, si no le importa, preferiría terminar lo antes posible, por favor —requirió la joven desplegando de nuevo aquel interminable repertorio de excusas con el que jugaba para tratar de escapar de un diálogo tan retorcido que la fatiga mental producida por este la estaba destrozando a nivel psíquico. Una de las pocas especialidades en las que esa reina era realmente hábil.


—Atacar directamente no suele ser una opción demasiado conveniente cuando las fuerzas de tu enemigo te superan con claridad —prosiguió esta ignorando por completo su petición—. Es por eso que el equipo que juega con desventaja siempre va a intentar atacar con estrategias que no puedan ser captadas a primera vista por sus enemigos, ¿pero qué pasa cuando la gente contra la que estás luchando acaba percatándose de que estas maquinando un truco para librarte de ellos? ¿Crees que actuarían como lo estoy haciendo yo, o se limitarían a colgar tu precioso cuello de una soga?


—Yo... Mi señora, yo... No sé qué sabrás, pero no es lo que piensas... —se inventó la sagaz muchachita con un incremento muy notable de su tensión muscular tras haber captado el mensaje implícito en el relato supuestamente intrascendente con el que se había expresado su reina.


—Entregué al señor Braun un documento que contenía cierta información sobre los miembros pertenecientes a ese pequeño grupo que pronto recibiremos. Hasta ahí no hay nada fuera de lo común, pero hace poco, en la última transmisión que llevé a cabo con él, empecé a notar una serie de incoherencias en sus informes que no era capaz de comprender. ¿Como es posible que me comunique que ha encontrado a todas las personas a las que debía buscar cuando en los papeles que él mantiene en su poder aparecen algunos que no están vivos actualmente? Ni siquiera lo dudó un segundo. ¿No te parece extraño, Andrea?


—Yo... No sé... Nadie me ha comunicado que él esté mintiendo... Tal vez se pueda estar confundiendo —se resistió esta con una fidelidad tan férrea hacia la rebelión que estaba comenzando a desquiciar a su reina espiritualmente. Aquella zanahoria parecía poseer la valentía suficiente como para preservar la fidelidad hacia todos sus camaradas en aquella situación. Lástima que ya se hallase enredada en los hilos de su telar sin posibilidad alguna de escape. Sólo debía asestar su ataque definitivo.


—Está bien, voy a contarte otra historia, y esta vez quiero que me prestes atención con tus cinco sentidos —expresó Michaela deleitándose cuando sus labios volvieron a sentir la vitalidad de la estimulante taza que sostenía entre sus dedos—. Había una vez una chiquilla tan, tan, tan sumamente inocente, que le suplicó a su reina acordar un pacto sin tener ni idea del riesgo al que se estaba exponiendo, y acabó siendo tan crédula y sintiéndose tan especial en ese pequeño reino que se le ocurrió pensar que podría romper el acuerdo por el que ella tanto había llorado sin que supusiese ninguna consecuencia por ello. Pero las va a haber, Andrea. Sí, las habrá. Eso te lo puedo garantizar.


Y tras aquella certificación desafiante fue cuando la guerrillera pudo presenciar en sus ojos el auténtico resplandor del odio. Su mano se había orientado hacia la funda que colgaba en su cintura para apropiarse de su machete Kukri con intenciones muy visibles. Quería conseguir las respuestas a sus interrogantes, y no era su intención reprimirse lo más mínimo en el momento de obtenerlas.


—Primero, serás tú, y te aseguro que no va a ser una muerte rápida. Después, iré por a tus compañeros, y les someteré a la misma tortura hasta que alguno de ellos me cuente lo que quiero saber. Y en caso de que exista la posibilidad de que todos ellos me vacilen de la misma manera que lo has hecho tú, no tendré más remedio que intentarlo con los pobres e inocentes civiles, incluido tu padre, que ni siquiera sabrá porque lo estaremos ahorcando —la intimidó a la par que se vislumbraba a sí misma en su machete con el rostro propio de un psicótico demente—. Pero nada de eso tiene por qué pasar. Puedes contarme lo que sabes, arrepentirte de tu traición a mi juramento aquí, y ahora, y te prometo que seré benevolente. Cinco segundos. Es todo el tiempo que tienes para decidirte, o comenzaré a usar a Kukri.


Y Andrea sucumbió finalmente. Quizá no por el simple hecho de desafiarla con sus estratégicas ofensivas desconcertantes, sino por la combinación tan explosiva que suponía junto con su imparable capacidad para manipular las mentes humanas a su antojo, pero le había resultado imposible vencerla, pese a su admirable resistencia.


—Braun está preparando una rebelión...


—Continúa, por favor. Estoy escuchando. Cuéntamelo todo —la incitó Michaela tras su abrupto detenimiento con satisfacción impagable por su arduo trabajo.


—Él quiere tú puesto, y está movilizando a sus guerrilleros para derrocaros a ti y a todo tu equipo. Quiere hacerlo en cuanto traiga a ese grupo tuyo, unir sus fuerzas con las de ellos si es necesario. Todos se están movilizando. Con precaución, pero lo están haciendo. Eso es todo lo que sé, y esta vez es completamente cierto. Se lo juro, mi señora.


—¿Lo ves? No era tan difícil, ¿verdad? —le espetó la reina repentinamente mientras mostraba una siniestra sonrisa digna del recluso más demente de un manicomio—. Agradezco que seas tan sincera conmigo. Ya puedes marcharte.


—¿Puedo marcharme? —se aseguró ella la veracidad de una orden que jamás habría imaginado con un tono de estupefacción que superaba incluso al presentado en su primer encuentro con un descompuesto.


—Por supuesto que sí. ¿Qué pensabas que iba a hacer? Habéis creado una imagen de mí que no se corresponde con la realidad, ¿sabes? Y eso me duele. La reina también tiene su corazoncito...


Pero Andrea sabía que sus palabras sólo ocultaban una mentira. El corazón de la reina no era mucho más que una bomba de sangre sin la más mínima capacidad de sentir. Ella sólo continuaba divirtiéndose enlazando sus neuronas e impidiendo que alcanzase su razonamiento. No obstante, era consciente de que su señora le había concedido su permiso de retirada en una rocambolesca acción que probablemente escondería un propósito cargado de una crueldad mucho mas inhumana que toda aquella que había aplicado ese prototipo de villana de serie B hasta entonces, pero tampoco era su intención permanecer en su cueva para averiguarlo. Debía salir de allí urgentemente.


Y resultó suceder exactamente como ella lo había previsto cuando un tono de voz soberbio le impidió su salida pese a que su aferración al manillar de la puerta ya se había efectuado. Aquella facilidad sólo era una vil estratagema.


—Espera un momento, Andrea. Te estás olvidando de un detalle muy importante —articuló apasionada aproximándose por primera vez hasta el espacio vital de esta a la par que permitía retornar la custodia del machete a su correspondiente funda—. Si realmente quieres vencer en el juego de la guerra, deberías saber que existen ciertas ocasiones en las que el rey se verá obligado a sacrificar a un pobre peón por su propia seguridad.


Y las conjeturas que su cerebro había ido elaborando desde su requerimiento en el despacho la asaltaron como miles de filos plateados que se ensartaban a lo largo de todo su organismo. Ni siquiera había sido capaz de prepararse para una tentativa de autodefensa más que ridícula contra ella cuando sintió como un manantial de café hirviendo se desplomó sobre su cabellera, deslizándose a través de su espalda como si de un río de lava fundida se tratase. Los aullidos agónicos de Andrea sepultaban las carcajadas de regocijo con las que ese pedazo de putón se deleitaba, pero ello no afectó ni un ápice a su deseo de continuar profundizando en el sufrimiento que sería el pago por su traición. Uno muy caro...


Su segunda acometida acalló tal chillerío con un impacto seco en su globo ocular en el que descargó toda la ira que acumulaba en cada una de sus células, destrozando la preciosa taza de adorno hasta el punto de transformarse en un millar de diminutos cristales de porcelana que la potencia del impacto espolvoreó alrededor de la sala. Semejante conmoción cerebral aniquiló el sentido del equilibrio de Andrea, quien se precipitó abruptamente hacia una de las esquinas de la mesa central sólo para ser detenida cuando esta reventó el tabique de sus fosas nasales, desplomándose en el suelo con un danzar tan bizarro de sus articulaciones que la impresión recibida por parte de la agresora fue haber cortado las cuerdas de una marioneta.


—Es una lástima. Con lo preciosa que era esta taza —se jactó ella del reconfortante dolor que estaba causando deshaciéndose de sus restos resquebrajados cuando esta fue lanzada violentamente contra una de las paredes de su templo para proceder a agarrar a la mujer aturdida de su camisa y estamparla contra la mesa ubicada en la zona central del lugar sin consideración ni remordimiento alguno. Se merecía todo el sufrimiento que pudiera causarle, así que fue ese preciso motivo el causante de que Michaela volviese a arrojarla contra su enmoquetado como si no fuese mucho más que un animal, dirigiéndose hacia el mueble en el que se hallaba la cafetera de la señora para desconectarla de la toma y recuperarla como método de conclusión del homicidio.


Andrea pudo captar su sentencia aunque sus sentidos se encontrasen mermados. Y a pesar de que sus condiciones físicas no eran especialmente destacables, esta se esforzó en concentrar toda su energía en sus piernas para reincorporarse y huir de su tumba, pero cuando ella hundió su pie en su cuello supo que estaba atrapada. Ya no podía evitar su muerte.


Mientras contemplaba como la inhumana asesina elevaba sus brazos con una furia que nacía de su propia alma, a la mente de Andrea acudieron todos los recuerdos memorables que conservaba de su vida. Su padre enseñándole a montar en una de sus primeras bicicletas con cinco años, su madre ayudándola a aprender a nadar con nueve, sus amistades de adolescencia, su primer novio, su graduación en la carrera de ingeniería eléctrica, el matrimonio con su esposo Rick, el nacimiento de su bebé Mark... Pero nada de ello pudo salvarla de su inminente final. Después de todo, ella no era más que el peón de la puta reina.


La cafetera se desplomó sobre la sonrisa que se había enmarcado en sus labios tras aquella rememoración de su antigua vida, estremeciendo la totalidad de su ser en un excéntrico serpenteo producto del intento de defensa inútil de su sistema nervioso. Pero tal atrocidad sólo fue el precedente de un segundo ataque repleto incluso de un mayor nivel de potencia que inutilizó su sistema respiratorio, prosiguiendo un tercero que dificultó a ambos tímpanos la capacidad de captar las ondas del sonido. El cuarto fue su resistencia final antes de que su organismo se sumergiese en una fase de inconsciencia provocada para toda la eternidad. Pero eso no la detuvo.


Michaela ni siquiera contemplaba la idea de detenerse hasta que cualquier vestigio del semblante de la traidora hubiese sido aniquilado. La máquina de café moldeada en un extravagante arma se elevaba a la par que descendía en el aire, imitando a un cuchillo de carnicero bañado en rojo carmesí que forjaba a su antojo la carne de sus facciones para reconstruirla en un carnaval de huesos, músculos, cartílagos y sangre hasta que finalmente se deshizo por la fuerza de una de las colisiones. Ese fue el único desencadenante que logró la detención de Michaela, quien se levantó con sus extremidades entumecidas y su respiración turbada adoptando un gesto en su rostro propio de un demente que se dedica a contemplar orgulloso el fruto de su locura.


—Necesito una cafetera nueva.


Serge volvía a paso ligero a la armería tras depositar la bolsa con las cajas de munición en el garaje de la comisaría, la noche ya prácticamente había caído, pues las estrellas y la luna llena ya se podían apreciar en el firmamento.


—Oye, voy un momento al baño. Vuelvo en un minuto —Informó Serge una vez llegaron a la puerta de la armería en donde Chris se encontraba esperándolo mientras montaba guardia.


—Claro, pero date prisa. —Le respondió su compañero de guerrilla.


Tras irse, Chris decidió arriesgarse e ingresar en la armería solo, pues había decidido que tras el incidente con Anna, lo mejor sería remover las cajas vacías y colocarlas al fondo de las estanterías, echando adelante las cajas llenas de munición. Una vez en el interior del establecimiento, comenzó con su labor. Mientras tanto, Serge se alejó de la armería con la excusa de ir a un servicio cercano, pero finalmente, cuando dejó atrás la armería, cambió su trayectoria hacia un pequeño callejón entre dos casas situadas no muy lejos de la armería. Tras esto, agarró el walkie que llevaba colgando del cinturón.


—Informa —Se escuchó la voz de Michaela desde el otro lado del walkie.


—La munición ha sido depositada en la comisaría, mi señora.


—Perfecto, todo será brillante. Hoy sin duda será un día para recordar. —Le respondió Michaela con un animado tono de voz.


—Claro, yo también estoy deseando que el espectáculo comience, hace tiempo que no sucede nada interesante.


—Mi buen Serge, toda nuestra paciencia será recompensada con un gran espectáculo que nos sacará de nuestro aburrimiento. Has hecho un buen trabajo hasta ahora.


—Gracias mi señora.


Mientras Serge mantenía una conversación con Michaela, Chris continuaba removiendo las cajas, hasta que algo, debajo de una de las estanterías llamó su atención obligándolo a detener la actividad.


—¿Qué mierdas es eso? —Se preguntó el joven a medida que avanzaba hacia la estantería en la que había visto algo.


Algo se había movido bajo las estanterías, estaba seguro de ello. Chris agarró una de las cajas vacías y la lanzó con fuerza al punto exacto en el que la sombra lo observaba y para su desagradable sorpresa, una espantosa y asquerosa rata del tamaño de un gato salió corriendo hacia él. Como un acto reflejo, Chris, asqueado por la visión de aquel horroroso ser que desde su más tierna infancia tanto miedo le había ocasionado, desenfundó su pistola y cuando lo tuvo a tiro ¡BAM! un tiro certero se produjo, sin duda.


No obstante, la rata logró escapar por un boquete que habían en la pared de ladrillos de la comisaría, pero,Chris no hizo caso alguno a la huida del asqueroso mamífero. ¿Habría fallado el tiro? Se cuestionó Chris en un estado de shock mientras aún sostenía entre sus manos la pistola, no, aquello era imposible, le había dado, lo sabía, su objetivo no estaba tan lejos de él, ni se movía tan rápido, su precisión sin duda alguno había sido de un cien por ciento y pondría la mano en el fuego por ello, no obstante, el animal huyó sin ningún rasguño. Alertado por sus sentidos, algo dentro de su cabeza comenzó a moverse como si de una serie de mecanismo compuesto por una multitud de engranajes comenzaran a girar tras ser activado por un interruptor. El joven, con sus ojos como platos, comenzó a examinar detalladamente el suelo con un rápido barrido en busca del agujero y después, aún en su busca, un segundo barrido mucho más lento con la mirada en busca de aquel orificio con el único e importante objetivo de dar explicación al suceso que acababa de acontecer.


Serge se despidió de su señora al escuchar el disparo y tras esto, se dirigió hacia la comisaría a paso ligero a la par que desenfundaba su pistola y le colocaba un silenciador que sacó de uno de los bolsillos de su riñonera. La cara de Chris cambió de repente por una más alterada y de inmediato enfundó su pistola para coger una de las cajas repletas de balas, necesitaba comprobar algo y comprobar si su hipótesis era correcta y en el fondo, rezaba porque no fuera cierta. Serge continuaba caminando agilmente y decidido hacia la armería mientras observaba las calles vacías y terminaba de colocarle a su pistola el silenciador. Finalmente, con los nervios a flor de piel. Chris abrió un cajón y rebuscó en él mientras colocó sobre una vitrina el paquete de balas que abrió. Finalmente encontró lo que buscaba, un alicate.

Serge se encontraba a tan solo unos pocos metros, en breve alcanzaría la armería. Finalmente Chris aporreó la vitrina con su rostro descompuesto y de un manotazo, lanzó la caja de balas al suelo arrastrando al mismo tiempo el alicate. Y fue entonces cuando una bombilla se encendió en su mente, ahora todo encajaba. ¿Cómo puede ser que Serge estuviera tan informado de todo lo relacionado con la construcción en la base y su funcionamiento? Es imposible que un guerrillero sepa tanto de este lugar, a nosotros no nos cuentan nada de este lugar, tan solo estamos para lo que estamos, para luchar por Michaela y el bien común. ¿Cómo sabe cosas incluso del pasado de este sitio, de los orígenes de la base cuando a inicios de esta no había ni civiles ni guerrilleros en el grupo de Michaela? ¿Cómo sabe todo lo que Michaela hizo tras llegar aquí de forma tan detallada? Se preguntaba a sí mismo teniendo en cuenta toda la información que Serge le dio hacía unas horas acerca de como se levantó aquel imperio de Michaela desde su inicio y otros datos que obtuve de él en otras muchas de sus charlas.

Chris seguía con la cabeza agachada mirando su reflejo en el cristal de la vitrina mientras su mente volaba en busca de respuestas, atando cabos ¿Cuál era su cuartada según él para saber todo eso? Si, todo aquello supuestamente se lo dijo un soldado. ¿Pero eso es posible? La relación entre los soldados y los guerrilleros no es muy buena, aun estando en el mismo nivel teóricamente dentro de la jerarquía, ellos son especiales, dentro de la jerarquía de la milicia, están por encima de nosotros se mire por donde se mira, prueba de ello son los privilegios que tienen... Además de que los soldados son perritos leales a Michaela y los altos mandos, ellos tienen prohibido dar información a las guerrillas y a los civiles, Serge no pudo saber eso por otro soldado. Pensó el joven mientras tragaba saliva y cerraba con fuerza la mandíbula mostrando los dientes ante aquel sentimiento tan desagradable que estaba sintiendo, mezcla de ira y miedo. Ya todo encajaba.


—Serge sabe todo acerca de este sitio porque él es... un soldado. Ese es el motivo real por el que se alteró tanto antes cuando fui a comprobar la munición, él lo sabía y no quería que yo lo descubriera, ahora todo encaja...—Susurró el joven ante la verdad que acababa de desvelar al comprobar una de las balas, mecanismo que fue el que finalmente le hizo parar a pensar como Serge tenía tantos conocimientos sobre aquel imperio.


Y como si la trompeta del día del juicio final se tratara, escuchó la puerta cerrándose detrás de él.


—Vaya, vaya, Chris. Menudo estropicio has provocado. —Sonó la voz de Serge con cierto tono de burla mientras observaba las balas y los alicates desperdigados por el suelo sabiendo por esto lo que el guerrillero había descubierto.


Poco a poco, Chris se dio la vuelta con el miedo enmarcado en su rostro, lo había descubierto. Serge sonrió ante aquel pálido y descompuesto rostro de su compañero o mejor dicho, ex compañero de guerrilla.


—Parece que has visto un fantasma, amigo. Aun que te entiendo —Comunicó a la par que le echaba la cadena de seguridad a la puerta de la armería —Yo en tu situación también estaría tan aterrado al descubrir la verdad.


—¿Cuánto llevas aquí observándome?...


—Acabo de llegar, pero ha sido el suficiente como para escuchar esa frase tuya en el que has descubierto que soy realmente y entender también lo que acaba de pasar aquí durante mi ausencia—Le respondió echando una mirada a las balas y el alicate que se encontraba desperdigados cerca de Chris.


—Traidor... —Susurró el joven guerrillero viendo la cadena echada y la pistola con silenciador que Serge sujetaba.—¡Eres un topo de Michaela! Tú... ¡¡¡Tú nos has traiccionado!!! —Vociferó mientras era presa del pánico conociendo y de antemano el futuro que le deparaba.


—¿Traidor? jajajajajaja Por favor Chris, tú no eres el más indicado para llamarme así, tú y los tuyos estáis en la misma situación en la que yo estoy ahora mismo frente a ti —Le respondió con una sonrisa y una mirada cargadas de malicia y diversión.


—¡Eres un topo de Michaela! ¡¡Nos has traicionado maldito bastardo!! —Le gritó el joven víctima de la ira y el sentimiento de traición —Nosotros... ¡Nosotros luchábamos por la libertad! ¡¡Íbamos a hacer un sitio mejor para todos tras acabar con el reinado de Michaela!! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué Serge!? ¡Pensaba que éramos amigos! ¡¡Pensaba que eras de los nuestros y lucharías por la causa!!


—¿Amigos? ¿Por qué somos amigos? ¿Por estar cinco meses haciendo guardias juntos y charlando de nuestras cosas? ¿Por hacernos algunos favores el uno al otro? ¿Por los chistes que nos contábamos subidos de tono para echar unas risas? ¿Realmente piensas que ya por eso somos amigos?


A Chris le invadió una oleada de ira tras escuchar el tono tan indiferente que utilizó a la hora de cuestionar la amistad que él reconocía haber formado por su parte con aquel traidor de Serge.


—Chico, tienes que aprender a separar las relaciones de amistad o familiares del trabajo. No es bueno mezclar ambas cosas, podrían traerte serios problemas.


—¿Entonces solo has estado fingiendo esa amistad conmigo? —Preguntó indignado ante aquellas respuestas.


—Yo no soy tú amigo. Tan solo hablaba contigo para hacer los turnos de guardia más a menos. Y cuando me enteré de la rebelión, me fui acercando más a ti a medida que me percataba que te ibas abriendo más depositando en mi tu confianza. Chaval, tan solo te utilicé para enterarme de lo de la traición de Braun a Michaela.


Chris intentó encararse con Serge, pero nada más dar un par de pasos, este le apuntó con su arma. —Nadie se va a enterar de que has muerto, Chris. Pórtate bien y no me provoques, te daré una muerte rápida de un único disparo entre ceja y ceja.


—Maldito... ¿Cómo has podido hacerme esto a mi, a Braun y a los chicos y a todos esos civiles que cuentan con nosotros? ¿Cómo puedes estar del lado de esa tirana?... ¿Cómo?...


—Por que es mi jefa, me paga por esto con beneficios que los civiles y guerrilleros no tenéis. Llevo haciendo esto hace mucho tiempo, en el pasado cuando trabajaba para aquella extinta compañía, también tuve que ejecutar a muchos para conseguir los objetivos que mi organización me imponía, así como hacer otras cosas horribles, esto ya es algo natural para mi. Y quien sabe, tal vez por esto algún día Michaela me reconozca y me ascienda como a un alto mando.


—Ya veo que eres tan rastrero como Michaela y su gente. Eres mala persona, no tienes corazón. —Escupió aquellas palabras con un enorme desprecio al comprobar que era de la misma calaña que Michaela y los suyos. Finalmente pudo comprobar que toda aquella actitud de buena persona y en general tal y como lo conocía, como se lo había llegado a imaginar y como realmente pensaba que era, no era más que una simple fachada que ocultaba su verdadera forma de ser, todo era una ilusión. No era nada más que un lobo vestido de oveja que estaba apunto de devorarle tras arrinconarle y separarlo de su rebaño, el cual no tenían conocimiento alguno de que un lobo se hallaba entre ellos.


—Bueno, creo que ya has obtenido todas las respuestas que querías y como comprenderás, no te puedo dejar con vida. Si, lo confirmo yo mismo, déjame afirmarte con mis propias palabras lo que has descubierto para verificarte que es cierto. Yo, Serge, soy un soldado infiltrado del pelotón militar de Michaela y mi misión consiste en entrar entre las filas de Braun para vigilarle a él y a su grupo de guerrilla. Y si, Michaela está informada de vuestra rebelión, así como te confirmo con absoluta certeza de que no saldrás de aquí con vida ni nadie sabrá de tu muerte.


Serge colocó el dedo en el gatillo dirigiendo la mira de la pistola a la cabeza del joven, quien sin tener oportunidad alguna saltó hacia un lado segundos antes de que Serge apretara el gatillo. El joven corrió entre las estanterías y su ejecutor le persiguió disparándole. Finalmente Serge le perdió el rastro entre el conjunto de estanterías y vitrinas.


—No hagas esto más difícil. Sabes perfectamente que no puedes cambiar tu destino y te afirme con certeza absoluta que morirías aquí. ¿Porque no te rindes simplemente y aceptas tu destino? Sería más fácil para los dos si hicieras eso. —El joven armado se percató de una serie de manchas rojas en el suelo y no pudo evitar reprimir una maliciosa sonrisa ante el rastro de rosas rojas que había encontrado.


Tras una estantería, sentado apoyándose en esta, Chris apretaba los dientes con fuerza mientras dolorido, tapaba la herida de bala de su costado derecho. Le había alcanzado y probablemente habría dejado algún rastro de sangre que Serge encontraría y seguiría hasta dar con él. Tenía que moverse rápido ¿Pero a donde podía ir? La armería no era demasiado grande y estaba repleta de estanterías y vitrinas y es gracias a eso que Serge aún no lo había encontrado. En el fondo de la armería, había una puerta que permanecía siempre cerrada con un candado y desconocía que había en su interior. ¿Tal vez se trataba de una puerta de salida de emergencia? Quien sabe y de serlo, no podría escapar igualmente al carecer de la llave.


El joven apretando con fuerza los dientes, se levantó del suelo mientras buscaba algún medio de llegar a la puerta, quitar la cadena y salir al exterior. Podía escuchar a Serge acercándose a la par que tarareaba una canción despreocupadamente. El joven sujeto su pistola pero algo le impidió desenfundarla y decepcionado la dejó donde estaba mirándola impotente. Serge vio como el rastro seguía tras una de las estanterías.


—¡Te encontré! —Anunció a la par que se asomó rápidamente sujetando el arma con ambas manos.


No había nada allí, tan solo una continuación del rastro de sangre. El ejecutor del joven resopló aburrido.—¡Dejemos ya el jueguecito este del gato y el ratón, hasta tú te habrás dado cuenta que estoy siguiendo tu rastro de sangre! —Una vez más, no obtuvo respuesta.— Bueeeeeeeeno, juguemos un ratito más, todavía tengo un poco de tiempo libre para dedicarte—Anunció mirando la hora en su reloj de muñeca.


En ese instante escuchó una caja cayéndose de una de las estanterías y a la par que observaba el rastro de sangre, se desplazó al lugar dando varias zancadas. Pero una vez más, Chris no se encontraba allí, no obstante, Serge se percató de algo, había una caja con su munición esparcida en el suelo y al lado, la camiseta ensangrentada se Chris. Serge se acercó a mitad del pasillo, entre dos estanterías para comprobar la camiseta.


—¿Qué estás tramando, Chris? —Preguntó en voz alta.


—¡¡Esto!! —Gritó el dueño de la ensangrentada camiseta, quien oculto tras una de las estanterías observó a Serge agachado antes de ejecutar su movimiento sorpresa.


Cuando el hombre armado fue a levantarse tras contemplar a Chris tras una de las estanterías, este empujó la gran estantería tras la que se ocultaba. Sin palabra alguna, ambos emprendieron una carrera, Chris hacia la puerta de salida y Serge en su huida por salir entre las dos estanterías antes de que esta se le cayera encima.


Un gran estruendo se escuchó y Chris detuvo su carrera al no ser capaz de soportar más el dolor de su costado. Respirando agitadamente, se giró para ver la estantería volcada, la cual había provocado que otras tres más se vinieran abajo. No había movimiento alguno, Serge tal vez muriera al venirse la estantería sobre él o quizá, estuviera inconsciente o simplemente atrapado bajo esta. El joven se apoyó en la pared para descansar un poco, la sangre no paraba de emanar y no sabía si sería capaz de sobrevivir, pero si al menos de informar a los suyos de la traición de Serge. El joven, mientras recuperaba fuerzas, no se percató de como la estantería, carente de caja alguna, las cuales, así como su contenido se encontraba tirado por el suelo, poco a poco comenzaba a levantarse en silencio.


Chris, tras recuperar el aliento un momento, decidió continuar soportando el dolor y volvió a encaminarse paso a paso hacia la puerta. Entonces el sonido que hizo la estantería al ponerse de pie y las balas al ser pisadas por las botas de Serge le helaron la sangre. Asustado, miró hacia atrás y vio a Serge al lado de la estantería que acababa de enderezar apuntándole con su arma. El joven herido caminó lo más rápido que pudo, pero sus esfuerzos fueron en vano, cuando alargó el brazo para quitar la cadena de la puerta, una bala le atravesó por la espalda y el joven irremediablemente cayó de cara al suelo, frente a la puerta, pudiendo a través de los cristales de esta, el exterior. Tan cerca, estuvo tan cerca de conseguirlo... Si hubiera hecho un último esfuerzo y no se hubiera quedado aquellos escasos minutos descansando, podría haber alcanzado la libertad, pero por desgracia, el destino no quiso que aquello sucediera.


Chris comenzó a levantarse poco a poco del suelo con la ayuda de sus manos ensangrentadas y sus temblorosos brazos mientras escuchaba los pasos de Serge acercándose por detrás. Pero no fue capaz de levantarse, pues la bota de Serge lo devolvió al suelo tras sentir como este le pisaba en la espalda para no se moviera del sitio. El joven miró hacia atrás, por encima de su hombro para ver a aquel vil traidor apuntándole en la cabeza con su pistola.


—Has estado cerca de lograrlo, pero desgraciadamente has sufrido para nada. Si te hubieras rendido todo hubiera sido más fácil y no hubieras sufrido tanto. —Comentó mirando el lamentable aspecto que presentaba Chris mientras poco a poco una mancha de sangre emanaba bajo su cuerpo. —Maldito idiota, ¿sabes quien tiene que colocar ahora la estanterías, recoger todas esas malditas balas, meterlas en sus cajas, colocar esas cajas en las estanterías y limpiar la sangre que has ido dejando? Sí, yo, yo tengo que encargarme ahora de limpiar todo el maldito estropicio que has provocado. Como si fuera poco trabajo el librarme de tu cadáver sin que nadie se entere e inventarme algún tipo de excusa que justifique tu ausencia si alguien te busca y no te encuentra conmigo. —Serge suspiró ante aquella idea que tan poco le agradaba. —Lo siento, pero el trabajo es el trabajo. Mira el lado positivo, ya no sufrirás más allá a donde vayas ni tendrás nada de lo que preocuparte. Descansa en paz, Chris.


Finalmente, un único disparo sonó y nadie a excepción del propio Serge pudo escucharlo, pues por suerte, ambos bandos en la rebelión estaban movilizándose ocupándose de sus cosas y la armería estaba lejos del lugar en el que ambos bandos se preparaban, y gracias al silenciador, el sonido del disparo se escuchó menos.


—Parece que tendré que informar a Michaela de este incidente antes de arreglar este lugar —Comentó para si mismo rascándose la nuca mientras torcía los labios como muestra de desagrado ante lo que acababa de suceder.


Mientras todo aquello tenía lugar por parte de las fuerzas militares, los civiles vivían otra realidad distinta. En una clase de la escuela, una hermosa mujer de largos y ondulados cabellos rubios se encontraba sentada en el centro de la estancia meciendo entre sus brazos a un pequeño infante cuya edad rondaba los cinco años. Todos los presentes se encontraban en silencio, sentados en el suelo contemplando la escena. Niños y mayores de diversas edades perteneciente al bando de los civiles escuchaban la voz angelical de aquella mujer mientras emitía una canción de cuna dirigida al somnoliento infante de vivos ojos azules, quien abría su pequeña boquita bostezando. La mujer, con sus suaves dedos, comenzó a acariciar las mejillas de la criatura, quien poco a poco cerraba los ojos al sentir sus pesados párpados caer mientras contemplaba aquel maternal rostro que lo miraba con una mirada llena de cariño.


En la clase, aquella hermosa canción de cuna llenaba el ambiente, deleitando los oídos de grandes y pequeños, quienes sentados en el suelo, sobre mantas, se agrupaban por familias. La dulce canción de cuna tenía efecto sobre los demás niños, quienes abrazados a sus padres comenzaban a sentir el efecto del sueño, aunque no eran los únicos. Hasta los más mayores eran tentados por aquella voz y el juego de luces y sombras de la estancia provocado por la carencia de luz en el exterior y el conjunto de velas prendidas, dejándose llevar por el embrujo de Morfeo. Finalmente, bajo la tenue luz de la luna, la cual se filtraba por las ventanas, el infante cayó víctima del embrujo, llegando a un mundo de sueños en donde no existían monstruos ni maldad alguna, un lugar lleno de vida, paz y en el que podía ver a sus padres juntos, escuchar risas y palabras llenas de amor por parte de sus progenitores, así como algunas zonas de su casa y de su anterior vida eran materializadas en su joven mente.


La mujer miró al infante unos momentos dormido profundamente entre sus brazos mientras palpaba con su suave y cálida mano el rostro de la criatura, para posteriormente colocarlo con delicadeza sobre la manta en la que ella se encontraba sentada y arropándolo con una segunda manta. Tras unos eternos pero no incómodos momentos de, silencio, la voz de un hombre prendió el sonido en la silenciosa sala, la cual hasta ese preciso momento parecía haber sido congelada en el tiempo.


—Tienes una voz muy bonita, Catherine. Y creo que hablo por todos, pero el poder escuchar tu voz cada noche es el mejor momento de día. —comentó el sonriente hombre de cabellos castaños.


—Gracias, James. Para mi es un placer cantar para todos —agradeció la joven mujer con una amplia sonrisa.


Una joven chica de unos diez años se encontraba abrazada a la mujer situada al lado de James. Se trataban de su esposa e hija quienes, como todos los presentes, se habían deleitado una vez más de aquella angelical voz, la cual de alguna manera, se sentía como si sanara el alma de aquellos que la escuchaban en silencio, prestando atención a cada sonido y letra que salía de los labios de Catherine.


—La música amansa a las jóvenes fieras —comentó Laura, la mujer de James contemplando el rostro de su hija.  


—A las jóvenes y a otras no tan jóvenes —comentó divertido Tyler, un joven adolescente que, apoyado en la pared y luchando contra el sueño, contemplaba a una pareja de cierta edad cuyo cabello había sido prácticamente invadido por el color blanquecino de las canas, y que a esas alturas ya estaban profundamente dormidos.


La escuela servía de refugio para los civiles. Estos se dividían en dos grupos a la hora de dormir, ocupando dos clases que se usaban únicamente para pasar la noche, por lo que el resto de clases solían estar vacías por la noche. La gran mayoría de clases estaban vacías, sin mobiliario alguno, así como las dos clases que usaban los civiles para dormir, pues aquel mobiliario había sido usado también para formar el conjunto de barricadas. Michaela, teniendo en cuenta que los civiles se dividían para dormir en dos grupos, decidió repartir varias mantas y sábanas para cada grupo, así como una vez a la semana, un par de soldados les llevaba a cada grupo a las aulas que usaban para dormir, una caja llena de agua y alimentos que deberían de racionar cada grupo de forma individual o racionarlo junto con el otro grupo, como ellos quisieran, para que les duraran una semana, siendo los lunes cuando se les entregaba una nueva caja con víveres. Si necesitaban algo específico como ropa o medicinas, debían de comunicarlos a este par de soldados o a Fox si lo veían por la zona para que estos se lo hicieran saber a Michaela, quien gestionaba la distribución de los alimentos, agua, medicinas y la munición en el imperio.


En la escuela, en el exterior, Fox, Marcus y Anna se encontraban frente a la entrada del edificio mientras los grupos de soldados y guerrilleros bajo su mando iban llegando.


—¿Qué estarán planeando ahora? —comentó James mirando a través de la ventana.


—¿Qué sucede, James? —preguntó una voz masculina de fondo.


—Los altos mandos de Michaela y las unidades bajo su mando se están reuniendo frente al edificio.


Una serie de murmullo comenzaron a escucharse de fondo. Preocupados, no entendían que estaba sucediendo en aquel momento. Sabían que de vez en cuando solían reunirse frente a la escuela o tras el edificio de oficinas para planear misiones en el exterior, pero, ¿a aquellas horas de la noche? Era extraño. Las misiones las hacían siempre mientras la luz del sol bañara la ciudad, pues por la noche, con la escasa visibilidad, las misiones eran más peligrosas con todos aquellos zombis y demás seres sueltos por la ciudad.


—¿Alguien tiene hora? —preguntó James girándose para contemplar a aquellos que residían en el aula de música.


—Son las nueve y media de la noche —respondió una voz anónima femenina.


—¿Estarán planeando alguna misión para mañana? —preguntó Catherine.


James se quedó callado por momentos, pensativo, hasta que un pensamiento determinado cruzó su mente fugazmente. Los nervios, así como la fuerza con la que cerró los puños, hizo que su mujer, Laura, se percatara de que algo preocupaba a su marido. En ese momento, Tyler se puso en pie y se colocó al lado de James. Tras unos momentos mirando aquel grupo de militares y a los tres altos mandos dando alguna especie de discurso que no podían escuchar desde la segunda planta del edificio, miró a James. La mirada del castaño observaba fijamente a aquel grupo militar con una mirada determinante que expresaba junto a su rostro gravedad.


—¿En que piensas? —comentó el joven Tyler.


—Y si... ¿Y si hubieran descubierto el plan de Braun? Dentro de poco, la rebelión debería de dar comienzo con la llegada de este, y curiosamente, parece que las tropas de Michaela se están movilizando.


Tyler, así como el resto de los presentes, quienes sabían de la conspiración que había contra Michaela, guardaron silencio unos momentos. Nadie quiso comentar nada en ese momento respecto al tema, pues entre los civiles, algunos apoyaban a Braun y otros no. Aquellos que no le seguían no significaba que estuvieran a favor de Michaela, pero no querían arriesgarse a que todo saliera mal y a jugarse los derechos que tenían como civiles o su vida por traicionar a aquella mujer, pues como todos los civiles, habían llegado sin nada a la base, y Michaela, a cambio de que estos aceptaran sus normas y trabajaran para ella, les abastecía de recursos como agua, alimentos, medicina, mantas o vestimenta, así como el techo de la escuela para pasar la noche. Tenían luz eléctrica en toda la base, también, y no menos importante, la protección que tenían en el interior de la base frente a las amenazas externas gracias al cuerpo militar y las barricadas. Por todo esto, aquellos que no seguían a Braun, pensaban que merecía la pena aguantar aquella serie de normas y obligaciones que tenían dentro de la base, y por el bien de la convivencia, aquellas personas no se involucraban con el tema de la rebelión.


El joven Tyler se quedó mirando fijamente a través del cristal. Él no era huérfano, pero sus padres no se encontraban en esos momentos en la escuela, pues estos trabajaban para Braun, y por él y los demás civiles, habían decidido unirse a la rebelión. El joven no podía evitar sentirse preocupado por ellos. Su madre, Diana, tenía que estar en aquel preciso momento planeando la rebelión en la comisaría junto al resto de compañeros que seguían a Braun. Su padre, por otra parte, se encontraba en el exterior junto con Braun y otro compañero, quienes, bajo las órdenes de Michaela habían salido junto con una mujer y los tres mosqueteros a alguna misión al exterior hacía unas horas y aún no habían vuelto.


James se percató de la mirada perdida de aquellos ojos verdosos del joven de dieciséis años que estaba a su lado. El hombre podía intuir lo que pensaba y, colocando la mano sobre la cabeza del joven, comenzó a acariciar el corto cabello oscuro del chico, atrayendo su mirada.


—Estarán bien. Todo saldrá bien, ¿vale? —comentó infundiéndole ánimos.


Entre los civiles, todos se conocían bien, pues eran una comunidad de supervivientes que llevaban mucho tiempo juntos conviviendo en aquella base y que, gracias a ese tiempo, se habían formado muchas amistades. James tenía cierto cariño hacia Tyler, pues cuando él, su mujer y su hija llegaron a la base, Tyler y sus padres fueron los primeros que se relacionaron con ellos, dándoles la bienvenida al lugar y con los que creó una buena relación de amistad.


—Quiero luchar al lado de mis padres. Sé usar un arma gracias a los entrenamientos. ¡Yo también quiero pelear!


James se arrodilló frente a Tyler y sujetó los hombros de este, fijando la mirada en aquellos vivos ojos verdes.


Tyler, te entiendo. Yo también quiero participar en esta rebelión, pero no podemos. Todos los que estamos aquí y en el aula de lengua somos civiles, y además, en pleno proceso de entrenamiento. No tendríamos capacidad para enfrentar a esos soldados. Ni siquiera sé si los guerrilleros que están con Braun, y que se supone que están ya entrenados, podrán hacerles frente... —En ese instante, James se mantuvo en silencio al darse cuenta de lo que acababa de decir.


 El hombre pensó en ese momento que era un auténtico idiota al dejar que el joven y todos los presentes escucharan aquel pensamiento.


—Entonces, ¿fracasarán en la rebelión...?—preguntó con la mirada fija en el suelo el joven adolescente.


—No, no me hagas caso, ¿vale? Están entrenados militarmente hablando, si no, Michaela no los habría añadido a su milicia de no considerarlos maquinas de matar, ¿no crees? Y añadir de que están con Braun, y él es un soldado experimentado que ha estado trabajando para Michaela desde hace mucho. Con su liderazgo, seguro que ganan esta batalla contra esa mujer.


—Pero todos sabemos que los guerrilleros más cualificados, los mejores, pasan a incorporarse automáticamente a las unidades militares de los tres altos mandos y estos están, sin duda, a favor de Michaela, mientras que con Braun están los guerrilleros más normales, los comunes y nada especiales que han pasado los entrenamientos, pero que no han conseguido asombrar a Michaela y a los suyos por sus habilidades en las prácticas finales. Y es posible que se haya dado el chivatazo y que por eso Fox y los demás estén frente a la escuela reunidos, para acabar con la rebelión de Braun antes de que dé comienzo... Conociendo esta situación, ¿aún hay esperanza? —comentó el joven emanando una gran negatividad en el ambiente a través de sus palabras, negatividad que James sabía que había provocado al soltar aquel comentario cuando intentaba infundir ánimos al chico.


—Si, claro que hay esperanza, Tyler. Si no tenemos esperanza, sería lo mismo que habernos rendido antes de poder hacer algo. Y sí, no podemos ayudar activamente por las razones que te dije, y también porque solo los guerrilleros y soldados son los únicos que tienen armas para montar guardia. Nosotros, como civiles, no tenemos ningún tipo de arma con nosotros, por lo que sólo podemos apoyarlos en la rebelión y ayudarlos para encubrirles y facilitarles lo que necesiten y que esté a nuestro alcance.


El joven asintió lentamente con la cabeza en silencio y James le abrazó en ese momento


—Tus padres estarán bien. Todos estaremos bien. No te preocupes. Tenemos que mantenernos fuertes para hacerles llegar nuestras esperanzas, y que sepan que les apoyamos y creemos en ellos.


Todos se mantuvieron en silencio unos instantes hasta que una voz femenina rompió con un suave tono de voz el silencio.


—Creo que deberíamos dormir un poco antes de que inicie la rebelión. Con los disparos y la guerra que se desatará fuera, será imposible pegar ojo —comentó Catherine desde su posición acariciando los mechones de su hijo.


Catherine tenía razón. La noche no iba a estar tan tranquila como de costumbre, pues cuando la rebelión diera comienzo, se desencadenaría una serie de violentos acontecimientos, y la mañana siguiente, para bien o para mal, sería muy distinta a otras mañanas.


La vida de los civiles estaba muy organizada. A las ocho de la mañana comenzaba la actividad para estos. Tras una hora para asearse y desayunar, los hombres y mujeres adultos, entre los que entraban los adolescentes mayores de edad, iban a los entrenamientos al edificio de oficinas durante cuatro horas y media, dedicando hora y media a cada uno de los tres entrenamientos obligatorios. Mientras estos entrenaban, los ancianos, niños menores de dieciocho años y las mujeres que voluntariamente preferían no entrenar por las mañanas y realizar otras labores, se encargaban de realizar tareas como era el caso de la colada de todos los que vivían en la base y de la limpieza de los diversos edificios.


Los ancianos, por su parte, al no poder encargarse de ayudar a las mujeres debido a su cansado cuerpo, estos se llevaban a los niños a las aulas con mobiliario escolar para darles clases durante unas cuantas horas diarias ayudándose de sus propios conocimientos, experiencias y materiales que había en clases para que adquirieran algunos conocimientos básicos. Cuando los adultos volvían de los entrenamientos, comían y descansaban hora y media junto a las mujeres, ancianos y niños que habían dedicado la mañana a realizar otras labores. Tras esa hora y media, las mujeres y los niños menores de edad que no habían acudido por la mañana a los entrenamientos, acudían por las tardes a aquellas clases, pero a diferencia del grupo de por la mañana, estos recibían menos horas de entrenamiento, asistiendo un total de tres horas, dedicándose una hora por clase.


Por las tardes, mientras el segundo grupo estaba entrenando, aquellos que habían acudido por la mañana a los entrenamientos se encargaban de realizar actividades como mano de obra en la base, como era, por ejemplo, ejercer actividades de construcción, como construir nuevas barricadas. También se encargaban de hacer reparaciones o ayudar a los grupos militares con diversos recados entre otras actividades. Finalmente, cuando el segundo grupo salía de las clases de entrenamiento y el primer grupo finalizaba sus actividades, se les daba a los civiles el resto del día libre, hasta las ocho de la tarde. A partir de esa hora, todos los civiles tenían que volver a la escuela para pasar la noche allí, y quedaba totalmente prohibido que abandonaran la escuela hasta las ocho de la mañana del día siguiente.


James y Tyler echaron un último vistazo por la ventana. Ya todas las tropas militares se encontraban reunidas junto a los tres altos mandos de Michaela.


—¿Crees que lo sabrán? —preguntó Tyler.


—No lo sé, chaval, pero espero que no. Tengo esperanza de que no saben nada y los motivos por los que se han reunido son otros... —respondió James preocupado.


Precisamente, en ese momento, Fox, quien estaba moviendo los labios gesticulando palabras dirigidas para aquellas tropas, se giró y los miró directamente al percatarse de su presencia. En los labios de este se dibujó media sonrisa, quedándose unos segundos mirando fijamente a Tyler y James. Aquel gesto provocó que Anna y Marcus se giraran para ver a donde miraba su compañero, percatándose estos también de la presencia del dúo de civiles, a quienes miraban desde abajo con unos rostros serios.


—Vamos, será mejor que descansemos —comentó James apartándose junto con Tyler de la ventana para descansar un poco antes de que la rebelión se desencadenara en las calles.
La diminuta llave metálica envuelta en un fogoso baño de color giró en el interior de la cerradura para permitir su acceso con un simple chasquido sonoro. Lilith fue la primera que se adentró en una clase de estudio donde antaño se había impartido la asignatura de matemáticas de acuerdo con el tablón que lo notificaba en una de sus paredes y a la cual había rebautizado como su habitación.

Adán se introdujo de inmediato tras ella con paso titubeante, permaneciendo en el límite colindante al corredor, inseguro de la irrupción que sentía estar cometiendo hasta que la chica le invitó nuevamente a penetrar en lo más profundo de la sala.


—Venga, pasa, no te quedes ahí.


Y mientras se aventuraba a unirse a ella en el núcleo más importante de toda la estancia constituido por un conjunto de mesas de madera propias de un aula de colegio cualquiera dispuestas formando un cuadrado, todos esos elementos que le resultaban tan comunes en la fatalidad de su pasado, tan terroríficos que recorrían su sistema nervioso como si de un cable de alta tensión se tratase, se expusieron imperturbables ante él. El clásico trío de enormes ventanales situados de manera que conformasen el espacio de un muro entero, a través de los cuales todas esas pequeñas mentes imaginativas volaban muy lejos de su correccional de sumas y restas, pupitres desconchados cuya única utilidad real era albergar los infantiloides versos de unos poetas principiantes, esa pizarra en la que cualquier individuo que obligase a los demás a llamarle de usted escribía la supuesta concepción correcta del mundo para que todos la imitaban, la tiza que la plasmaba con minuciosidad, el borrador que la evadía por completo para permitir a los niños continuar inmersos en sus ensoñaciones hasta que los libros de los estantes lograran regenerarla, los carteles repletos de datos científicos sin ninguna explicación razonable de ellos que complementaban irónicamente a un folio reorientado en vertical en el que se hallaba literalmente escrito "Nada tiene por qué ser verdad. Piensa por ti mismo", una retahíla de proyectos de indudable elaboración relacionados con la ciencia de las matemáticas dispuestos sobre uno de los armarios de materiales que habrían sido indudablemente útiles como regocijo para las madres que los habían realizado bajo el nombre de sus hijos, y una mayor cantidad de inmuebles irreconocibles que no había visto en su vida o no resultaban ser tan interesantes como para realizar una mención en su honor. Absolutamente todo aquel decorado que revestía el aula evocaba uno de sus numerosos recuerdos pasados que nunca jamás habría deseado rememorar. Su infancia en el orfanato.


—Hey, ¿qué te pasa? Estas alelado. ¿Es que no te gusta mi cuarto? La decoración es original. Eso no me lo puedes negar —intervino Lilith en el feroz torbellino en que se habían convertido sus memorias, prosiguiendo con su tentativa de mejora de ánimo infantil. Debía hacerlo, aunque la consonancia que sintiese para ello no fuese muy positiva en esos momentos de tensión constante. Necesitaba al niño de su lado antes de que Braun regresase de su misión de vigilancia. La urgencia del asunto era extrema.


—¿Llamas cuarto a una clase? —preguntó Adán desconcertado mientras proseguía examinando cualquier objeto que allí se encontrase.


—Sí, bueno, hay mucha gente que tiene que dormir apelotonada en las clases de lengua y música, pero yo conseguí esto por métodos propios, y me lo quedé. Por el día es sólo para mi, y por la noche, dejo venir a muchos a hacerme compañía para estar todos más calentitos. Así que, sí, es mi cuarto.


—Pues ahora no hay nadie —puntualizó el chico consciente de la inminente caída de la estrella solar.


—Ya, sí, bueno, hoy es un día especial, así que seguro que vienen más tarde —se vio ella forzada a la inventiva de una mentira gracias a esa bocaza tan traviesa que no podía cesar a la hora de emitir una cierta información que supuestamente no tenía por qué contar.


—Ahhhh, vale, vale... Gracias por dejar que me quede. No sé muy bien qué hacer aquí —murmuró con timidez el chiquillo.


—No hay de qué. No podía dejarte por allí tirado. Soy una buena samaritana, ¿sabes?—acentuó su salvadora con una sonrisa resplandeciente que se contagió al chaval en cuestión de segundos—. En fin, vamos a estar un ratito aquí, así que haz algo si quieres para estar entretenido. Yo suelo dibujar en la pizarra. Me deja relajada del todo. Pero oye, que hay de todo por aquí. Mira a ver que es lo que te gusta más. Tú mismo.


Y una vez la principal propietaria de aquel cuarto hubo concedido su permiso para la examinación en mayor profundidad a la que iba a proceder, Adán rastreó con su mirada aguda cada uno de los rincones de la estancia tratando de encontrar objeto alguno que captase su interés, pero sólo uno de ellos lo logró finalmente debido a lo insólito que se captaba. Una vieja caja de zapatos que se hallaba ubicada sobre la inmensa mesa de un antiguo profesor de las ciencias numéricas.


—Hey, ¿y eso qué es? —indagó el chiquillo aproximándose hacia el inusual elemento protector de calzado.


—¡No, no, no, no, no, no, no, no! ¡No, eso no lo cojas! ¡Es mío, es mío! —se precipitó Lilith hacia la caja, arrebatándole a Adán la pretensión de investigar su interior.


—Ah, vale, vale, perdona... ¿Y por qué no puedo mirar dentro? —la interrogó este sin alcanzar a comprender que el nivel de ansiedad que la había corroído ante una simple pregunta anterior significaba que la privacidad con respecto a ese pedazo de cartón acariciaba incluso las nubes de ácido que les envolvían.


Podría haberse excusado con cualquier negación que contuviese un mínimo de credibilidad para no permitirle abrir la caja. Ella lo sabía, pero a pesar de ello, el ámbito más rastrero de la duda consiguió dominarla. Ese baúl de los recuerdos en el cual había acumulado a lo largo de su vida memorias que no quería reconstruir jamás la había estado invitando durante los últimos meses a sumergirse en ellos como método de desencadenamiento de su subconsciente, pero se había negado en rotundo constantemente. Y justo aquel día había rescatado ese cofre del tesoro polvoriento del escondite proporcionado por un armario de madera en la clase y lo había situado sobre el trono del superior, pero todavía no había acumulado el valor necesario para abrirla cuando Hugo llegó al lugar reclamando su ayuda. Tal vez era hora de recobrar ese pedacito de pasado que había enterrado en aquella caja. Tal vez no era un acto tan terrible como había supuesto. Además, la compartición de sus memorias más melancólicas podría ser de utilidad para obtener la confianza del chico de manera instantánea. Siempre podría apelar a esa necesidad en el futuro si se arrepentía finalmente.


—Bueno, es que ahí dentro hay guardadas algunas cosas de mi pasado, mi familia, que tienen un gran valor simbólico para mí, pero que no estoy muy segura de que pueda volver a ver.


—Ah, entiendo —aceptó el muchacho tras entender la verdadera importancia de esa caja más allá de una simple capa de papel superpuesto modelado.


—No, oye, bueno, podemos... podemos verlo. Yo quería verlo, pero no fui muy capaz —confesó Lilith logrando atreverse a arrastrar ese símbolo de sus recuerdos hasta su nostálgico pecho tras años de innumerables represiones.


—Si no quieres, no hace falta... —añadió el chico tratando de ser complaciente.


—No, no, vamos a verlo. Quiero verlo —reiteró Lilith destapando con soltura la caja de zapatos unos segundos antes de volcarla para vaciar todo el contenido que resguardaba sobre la gigantesca mesa. Ninguno de las pertenecías que allí se habían mantenido bajo estricta custodia se reprimió al exhibirse sin pudor frente a los dos observadores. La esclava de todo ese enraizado dolor que esos elementos le originaban respiró profundamente para facilitar el inminente desafío de analizar individualmente cada uno de ellos.


—Mira, estos... estos fueron los primeros zapatitos que llevé cuando era un bebé. Mi madre me los compró —informó tras haber posado en una de sus palmas aquel diminuto calzado azul que aún preservaba su insustituible simbología maternofilial—. Ni siquiera sé cómo se han mantenido tan bien durante tantos años.


—Me gustan... —añadió Adán a pesar de su latosa sensación de desconcierto.


—Bueno, y esto de aquí es... —prosiguió reincorporando aquel fragmento de su infancia más precoz sobre la mesa—, la pluma de mi madre.


—¿Pluma? ¿Y eso qué es? —consultó por tercera vez este con su clásica ignorancia, consiguiendo que Lilith se comenzase a preocupar por su precaria educación.


—¿De verdad? ¿En serio no sabes lo que es una pluma? —inquirió rastreando una afirmación que confirmase su sospecha, siendo esta materializada en la forma de una fugaz negación con su cabeza—. Vale, mira, una pluma es como un boli. Los dos sirven para escribir, pero la pluma lo hace mucho mejor, así que la gente que tenía que dedicarse a hacerlo todo el rato para su trabajo, solía tener uno de estos. Mi madre era profesora de universidad, y lo usaba para corregir exámenes. Ella daba una asignatura de... Creo que se llamaba Finología, o Firo... No sé, algo de letras.


—¿Filología? —le corrigió aquel supuesto inculto desencadenado una sorpresa muy placentera para su organismo.


—Guau, ¿no sabes lo que es una pluma, pero sí sabes cómo se llama eso? Pareces una caja de bombones. Nunca sabes que es lo que te va a tocar contigo.


—Ya, bueno, una de mis amigas no para de decir que ella iba a estudiar eso. Total se ponía poco pesada —esclareció el chico recordando con aflicción el inmensurable tiempo de juegos que había compartido con Inma en el hospital—. ¿Y eso qué es?


—¿Esto? Ah, sí, esto... —musitó mientras sostenía entre sus dedos un juego de dos sortijas bañadas en plata adornadas, de las cuales una servía como soporte a un resplandeciente brillante de un reseñable valor monetario—. Son los anillos de boda de mis padres. De cuando se casaron. Fue mi madre quien me los dio. Me pidió que los guardase.


—Umm... Margaret Vento y Steve Fox —leyó Adán entre susurros inscripción de la región cilíndrica interna de ambos anillos de compromiso, sintiendo cómo todo su sistema circulatorio se congelaba una vez hubo advertido quién era el marido al que se refería—. ¿Fox?


—Sí, Fox. Seguro que ya lo has conocido, y siento todo lo que te haya hecho, porque estoy segura de que te habrá hecho algo —se disculpó Lilith acarreando la culpa de los actos de su padre, aunque tal proceder pudiese parecer ciertamente irónico.


—Es un monstruo —fue la respuesta que recibió por su parte repleta de ira, rencor y resentimiento.


—Eso no te lo discuto. No he hablado con él en más de un año, ni quiero hacerlo de nuevo en toda mi vida —le apoyó a pesar del desprecio que ello suponía a su propia sangre sin mostrar el más mínimo signo de remordimiento ante tal afirmación. Ese ser se merecía hasta la más pequeña de las nimiedades de repugnancia que ella pudiese sentir hacia el animal que un día había sido su padre.


—Pero, ¿no vivís aquí los dos? ¿Como es que no habéis hablado en tanto tiempo? ¿Ni obligándote él?


—Ya... Bueno... Mira, una foto mía con mi madre —exclamó desviando el sentido de una respuesta que ni siquiera consiguió ser formulada—. Aquí tenía que tener dos dos años, más o menos.


—¿Por qué está rota? —consultó Adán tras apreciar una distintiva marca en forma de sierra que recorría una de las aristas de la fotografía como evidencia del rasgado.


—Bueno... La rompí yo... —esclareció la adolescente sin escatimar en expresarse con una retahíla de detalles por propia voluntad de privacidad—.


—¿Y por qué...? —intentó interrogarla por tercera vez el chiquillo, siendo agraciado con el amargo sabor de la negación de tal información confidencial.


—Mira, no quiero hablar sobre por qué la rompí, ¿vale? Déjalo estar —aclaró Lilith con remarcable angustia, originando en Adán su expresión con una extraña mueca que indicaba ofuscación, como si hubiese aumentado su desagrado hacia ella. Sabía que no debía haberlo intentado. Todavía no había finalizado con la rememoración de todos sus recuerdos, y los conflictos ya habían comenzado a brotar. Pero era una decisión irrevocable. Tenía que proseguir hasta el final—. ¡Ah, mira, el brazalete que me regaló mi madrina! ¡No te imaginas el cariño que le tenía! ¡No me lo quitaba ni aunque me echaran agua caliente! ¡Dios, creía que lo había perdido!


El aludido se inclinó ligeramente sobre su tronco corporal para poder visualizar un grueso elemento decorativo sumergido en oro que imponía una valoración de su calidad notablemente superior a la que disponía la suma de los lujosos anillos de matrimonio en cuya superficie se hallaba grabado con caligrafía de aspecto selecto el nombre de Abigail.


—¿Abigail? ¿Así se llamaba tu madrina? —fue la enésima cuestión que el muchacho formuló al respecto tras su apreciación.


—No, no, mi madrina se llamaba Paula. Abigail era el nombre de una hermana suya que se había muerto en un accidente cuando era pequeña. Mi madre me contó que el brazalete era parte de su familia, pero insistió en que me lo quedará. No sé por qué —explicó Lilith siendo atraída en las estructuras de su cerebro en las cuales predominaba su nostalgia por la apolínea figura de su santísima madrina.


—Te querría mucho, ¿no? —conjeturó este intuyendo una conexión especial entre su salvadora y la divina propietaria de aquel brazalete dorado.


—Era como... como una hermana mayor, pero al final se tuvo que marchar. No por ella, sino por culpa de mi padre. Después de que mi madre se hubiese ido, ya no se podía quedar más tiempo. Y sí, antes de que se te ocurra preguntármelo también, mi madre murió. Tendría yo como unos seis años —informó Lilith perforando esa viciosa tentativa que impulsaba al chico a interrogarla como si de un caso policial de tratase—. Bueno, creo... creo que ya está. Voy a volver a guardarlo todo en su sitio, aunque creo que me voy a quedar con el brazalete —anunció situando la reluciente joya simbólica alrededor de su muñeca—. ¿Qué tal me queda?


—Espera, ¿qué es esto de aquí? —la ignoró Adán focalizando su concentración en un ornamento compuesto por una ligerísima capa de oro blanco que lo impregnaba en la forma de un corazón descolgándose de una cadena para constituir un colgante, apropiándose descortesmente de él para inspeccionarlo con mayor detalle.


—Ah, es verdad, no lo había visto. Esa es la herencia por parte de mi madre. Todas las mujeres de mi familia materna lo han tenido. Creo que el original debería tener más de cien años si alguien supiese donde está. Este es sólo una copia, como todos los demás, pero están muy bien hechas. Lo sé porque mi madre tenía una gemela que murió muy joven, y se quedó con los dos colgantes. Me acuerdo que me tiraba horas buscándoles diferencias, y al final nunca encontraba ninguna —relató Lilith con la emoción de su orgullo la historia sobre el legado de sus antepasados.


—Me... me suena mucho. No se por qué —susurró Adán tan desorientado como extrañado acariciando con una delicadeza incalculable la superficie de aquel corazón anónimo. Pero no fue hasta que giró este sobre su propio eje hasta revelar la región posterior del colgante cuando descubrió a la verdadera persona de la que su tacto de deleitaba. Era ella. Sólo podía ser ella. Era Florr. Era su corazón.


A Lilith no le fue siquiera mínimamente posible comprender la reacción de temor que se esculpió en el semblante del niño y que inmediatamente se expandió a cada una de las fibras de su cuerpo, ni tampoco pudo evitar sobresaltarse cuando arrojó el colgante con tirantez sobre la mesa del profesor como si se hubiese convertido repentinamente en una roca magmática de temperatura insoportable físicamente.


—Oye, ¿se puede saber qué coño haces? ¿Pero que te pasa? —se irritó la muchacha ante semejante maltrato de su bien más preciado, recuperándolo con una rapidez vertiginosa antes de proceder a leer esa inscripción del reverso que parecía haber causado un trastorno en su jodido cerebro de mosquito—. "Cuando la luz del sol nos desampara en el viaje que llamamos vida, millones de pequeñas estrellas aparecen para iluminarlos con su energía. Familia Vento. 1926". Joder, es sólo una cita. ¿A qué viene esa reacción?


Pero las represalias de Lilith eran inútiles incluso antes de su propia concepción. El miedo estaba perforando su cerebro, y ni siquiera pensó en la más mísera e ínfima de las ocurrencias para detenerlo. Quería salir de allí, escapar de aquella pesadilla, regresar a la posición que le correspondía junto a su hermana. Aquello no podía ser real. No era posible. Lo único que Adán se veía capaz de hacer en aquel tormento era correr. Correr como si no existiese el mañana.


—Quiero irme... Quiero irme... Me voy... No quiero estar más aquí. No, no quiero —balbuceó imitando a un bebé aterrado unos segundos antes de precipitarse hacia la puerta para golpearla con el hombro y huir de su salvadora en dirección hacia los confines más desconocidos de la escuela sin importarle en absoluto. Quería estar solo durante un tiempo. No le importaba donde, pero necesitaba pensar en soledad sobre todo lo que había ocurrido.


—¡No, no, espera! ¡Joder, espera! ¡¿Dónde coño vas?! ¡Puto niño de mierda! ¡Ahora me toca correr detrás del gilipollas este! ¡Esto me pasa por ir fingiendo que soy la hermanita de la caridad! ¡Lo tendría que haber encerrado! —injurió la adolescente contra el chiquillo abandonando su cuarto para perseguirle sin intentar sentir la más ínfima impresión de empatía. La misión de Braun era mucho más importante que los sentimientos de aquel jodido críajo de pacotilla más raro que un cuervo con tres ojos. Atraparlo de nuevo era un objetivo imperativo. Le necesitaban.


El apelmazado mecanismo corredero del cajón se alteró cuando una mano de sexo femenino lo desplazó con violencia hasta su máximo límite para poder hurgar entre los cientos de objetos inútiles que antaño alguien había albergado en tal escondite como su tesoro más preciado, pero cuyo significado otorgado por ella no era más que una banalidad. Ella estaba intentando recuperar su antigua riqueza espiritual, cuya virtud le otorgaba una apreciación mucho mayor que toda aquella morralla compuesta por fotografías, joyas y cartas de amor empalagosas.


—¿Lo has encontrado ya? —preguntó un chavalín de ocho años que aguardaba en la región contraria del dormitorio que los dos compartían reposando en una silla con preocupación por la pérdida de aquel pedacito de su alma que solía portar en la forma de un luminoso colgante de oro deslizándose sobre su cuello.


—Que va, aquí sólo hay mierda, mierda y más mierda —protestó esta encerrando de nuevo toda aquella basura inservible con un estruendo estrepitoso—. ¿Donde coño estará? Si ayer mismo lo tenía.


—¿Has mirado en el cuarto de Puma? —propuso el chico la ocurrencia que había alcanzado súbitamente su mente.


—Sí, sí, ya me he pateado toda la casa de arriba a abajo, y no está por ningún lado. ¡¡¡Ya no sé dónde más mirar!!! —exclamó estresada estampándose a sí misma con ligereza contra los tablones de madera de uno de los muros por simple agotamiento cerebral. Aquel colgante había sido tan especial desde el primer día que lo había obtenido que el propio acto de perderlo lo consideraba una cruel traición. No podía simplemente olvidarlo.
 Las astillas que sobresalían del grabado de la puerta se precipitaron hacia una de las sucias ventanas del lateral justo en el momento en que la preadolescente cuyo humor de perros resultaba insoportable penetró en la estancia sin solicitar ningún permiso, siendo complementada su falta de educación con un salvaje portazo como tentativa de liberación de su profunda ira.

—Buenos días a ti también, Florr. Te veo tan alegre como siempre —ironizó Eva tremendamente exhausta por la actuación tan usual de aquella niñata insoportable.


—No me toques las narices, ¿vale? Hoy no estoy de humor —refunfuñó avanzando hacia las profundidades de ese dormitorio ajeno con el pretérito de espatarrarse en la cama que solían ocupar los hermanos en sus sesiones de sueño nocturno—. Iros de aquí. Necesito estar sola.


—¿Disculpa? Te recuerdo que esta es no tu habitación, y que esta no es tu cama —la reprendió agarrándola con irritación de su brazo para apartarla instantáneamente del colchón con una técnica tan abrupta que la pobre se vio obligada a luchar para mantener el equilibrio sobre sus pies en lugar de romperse los dientes contra las termitas del suelo.


—El muy cabrón de Puma se ha echado a roncar en la mía, y Lucía anda rondando por toda la casa, como de costumbre. No quiero ver a ninguno de los dos. Iros, por favor —suplico rebosando el límite de un ataque de ansiedad.


Eva resopló cual animal bravo enfurecido por el desaliento con el que cargaban sus pataletas de niñita de cuna malcriada. Era irónico que Florr se comportase con una actitud más infantiloide que su hermano. Su nivel de resistencia ante sus berrinches no sería eterno. Si continuaba con aquella conducta, la lágrima que colmaría el vaso de su paciencia no tardaría demasiado en materializarse.


—Adán, cariño, ¿te importaría hacerme un favor? ¿Podrías buscar el colgante por el resto de la casa? Y así puedo hablar con Florr a solas —requirió Eva sin ocultar ni un solo rastro de información respecto a sus intenciones.


—Claro —lo aprobó él complaciendo a las bellas damiselas con una sonrisa inocente que no tardó en difuminarse entre aquel festival de penumbras que ahogaba todo un antiguo corredor contiguo.


—Bueno, me parece que ahora estamos solas tú y yo —comunicó Eva caminando hacia la puerta para cerrarla nuevamente tras la salida forzosa de su hermano—. Así que, ¿me vas a decir que cojones es lo que te pasa ahora con Puma? Creo que es como la décima vez que acabáis peleando en unas... ¿Cuanto? ¿Tres semanas?


—No, esta vez no es como las otras, y lo digo en serio. Es que... El muy hijo de la gran puta no me deja apuntarme al Muro. Y lo más cachondo es que hará unas dos o tres semanas, me dijo que sí, que cuando pidiesen a gente de mi edad, que podría ir yo también, y resulta que hoy me viene el muy cabrón con toda esa mierda suya de "Florr, todavía no estás preparada, es que no quiero perderte, significas mucho para mí, tienes que entrenar más, y blablabla". Hay gente que se ha metido ahí y que no tiene ni puta idea de sujetar un cuchillo. Phil está ahí, Jonathan esta ahí, Martha esta ahí, Bárbara esta ahí. ¿Por qué yo no puedo estar? —finalizó con la expulsión de un chillido tan ensordecedor que había destrozado los aparatos auditivos de las decenas de muertos que se desplazaban con su bizarra danza junto a las defensas del pueblo con certera probabilidad.


—Vale... —murmuró esta sin otorgar una excesiva importancia al problema—. ¿Y no se te ha ocurrido pensar que Puma lo está haciendo por tu seguridad? Créeme, he estado de vigilante en ese jodido muro, y lo que se ve no es precisamente un lindo campo. Es... bastante duro.


—Si tú has podido con ello perfectamente, entonces yo también puedo. Que le den a Puma y su mierda de protección. Puedo protegerme solita —se reivindicó alzando frente a Eva un orgullo que obviamente no era real.


—Eso no es así, Florr... No es necesario que intentes engañarte a ti misma todo el tiempo. Escucha...


—Quiero que me des más clases —fue la interrupción sorprendente que aquella muchachita de doctrina independiente profirió—. Quiero que me entrenes más. Quiero que me enseñes todo lo que sólo le enseñaste a Puma.


—Florr, no voy a enseñarte movimientos de asesinato. Al menos, no todavía. Por favor, hazme caso, relájate y escúchame.


—¿Y por qué no? No es como si fuese a cortarle el cuello al primero que viese porque sé cómo hacerlo. ¿O piensas que sí sería capaz? —se jactó cruzando ambos brazos y apuñalando a su compañera con el fulgor rencoroso de unas pupilas que ni siquiera existía realmente. La lágrima de la saturación había sido vertida.


—¡Para! ¡¡Para de una puta vez!! ¡¡¡Estoy harta de tu puta actuación, Florr!!! ¡¿No crees que es suficiente?! —consiguió Eva irritarse finalmente con un resplandor de furia interna que emergía desde la zona más reprimida de su corazón, logrando que en la preadolescente se describiese el denominado rostro de la pillada.


—No... ¿Qué coño dices de actuar? ¿Crees que esto es una peliculita? —intentó ella excusarse sin lograr un éxito demasiado rotundo.


—¿Y tú qué crees? ¿Que soy estúpida y no sé lo que estás haciendo? Tú y Puma sois exactamente iguales. Vais de duros que no lloran ni a punta de pistola porque es vuestra única manera de enfrentaros a lo que el mundo os echa encima, hasta que acabáis creyendo ser lo que no sois y os convertís en la protección que antes no era más que vuestro cascarón, termináis pensando que es lo único que podéis ser, y os acomodáis a ello. Y tú, Florr, lo estás haciendo todo el tiempo. Lo haces con tu hermano, lo haces conmigo... Incluso lo estás empezando a hacer con una amiga que depende por entero de ti. Te he visto, y tú no eres así, Florr. Cuando cuidas de Adán, cuando te ocupas de Lucía en sus peores días de abstinencia... En serio, no dejes que Puma te arrastre tanto hasta su visión defensiva extrema. Recuerda; tus amigos son tus amigos, tus enemigos son tus enemigos —asaltó la superviviente de mayor experiencia con unas particulares lecciones sobre su filosofía de vida que la receptora prefirió ignorar.


—¿Y tú qué sabes? No tienes ni puta idea de quién soy o todo por lo que he pasado —contratacó ella con la técnica maestra de la evasión.


—Florr... Escúchame, por favor... Yo he pasado por la misma situación en la que tú estás ahora. No me atrevería a decir que fue peor que esto, pero no fue nada sencillo. Sé lo fácil que es encerrarse en una coraza y creer que puedes con todo lo que se atreva a enfrentarse a ti, que eres invencible, y que harás que se arrepienta a cualquiera que tenga el par de cojones que hacen falta para tocarte. El problema es que no es tan simple. Esa coraza que tú mismo te construyes termina devorando todo lo que eres, te consume totalmente, y al final no sirve para nada. No necesitas demostrar que eres fuerte congelándote el culo en una mierdecilla de puesto de vigilancia cuando otros pueden hacerlo, ni poniéndote de morros con Puma por sus intentos de protegerte de todo lo que hay ahí fuera ni rebotándote conmigo por ser la única persona que te dice la verdad a la cara.


El amago de los labios de la bella florecita evidenció su tentativa de originar alguna respuesta que habría proseguido con esa conciencia por la cual estaba recibiendo unas críticas tan duras, pero pareció ser detenida repentinamente por su mente subconsciente, como si una parte de ese discurso tan soporífero hubiese logrado penetrar en su entendimiento, como si por un segundo se hubiese identificado con el perfil que había descrito... Hasta que regresó a la realidad.


—Que tú te escondieses bajo una máscara no significa que yo lo haga. Toda mi vida he sido así. Este es mi verdadero yo.


—Después de toda una vida ocultándote de esa manera es normal que lo pienses. Pero créeme, algún día te darás cuenta de que tú nunca querías apuntarte al Muro, sino demostrar que podías estar allí, y te darás cuenta de que realmente querías la protección de Puma, pero tu necesidad de demostrar que podías vivir sin ella hacía que la rechazaras. Y te arrepentirás...


—¡Lo he encontrado! ¡Lo he encontrado! —se escuchó de un chillido de ilusión que reapareció en la estancia atravesando la puerta con la velocidad de un relámpago portando un objeto de oro que envolvía un corazón mecido sobre su cadena. Florr fue la primera en agradecer la llegada del chico desde su interior más silencioso. El desvío por el cual se había encaminado su conversación estaba resultando en cierto nivel de incomodidad bastante elevado.


—¡¿Lo has encontrado?! ¡¿Donde estaba?! —se interesó su propietaria anonadada por el hecho de que una simple excusa para que su hermano se marchase le hubiese dirigido directamente hacia el colgante. Casi podía sentir como algún ente divino se burlaba de ella desde su puto paraíso.


—Estaba en la cocina, debajo de un trapo. No me ha costado mucho encontrarlo —esclareció el pequeñín entregándole tal preciada joya a su querida hermana, la cual no se mostró dubitativa ni un simple instante a la hora de recuperarlo.


—No pensaba que lo fueras a encontrar, ¿sabes, cielo? Te has ganado un premio. Esta noche te dejaré que leas uno de los cómics de Puma antes de acostarte, pero lo escojo yo, ¿vale? —le recompensó esta orgullosa por su perseverancia en el temido juego de la caza de la aguja en el pajar, siendo así premiada ella misma con la radiante alegría del chiquillo.


Florr efectuó cierto gesto con su garganta que emulaba un deseo incontenible de vómito debido a la escena que se hallaba presenciando, pero sus sentimientos con respecto a ello se retorcieron hacia una vía más afectuosa cuando Eva realizó una acción completamente imprevisible para cualquiera.


—Florr... Quiero que te quedes con este colgante —reveló posando delicadamente la amada reliquia sobre su mano. A pesar de todo, la tradición debía proseguir sin importar las reglas del nuevo mundo. Se lo había prometido.


—¿Qué? No, no puedo aceptar esto. ¿Por qué me lo estás dando? —lo rechazó Florr impresionada por el presente con el que le estaba obsequiando. Todos conocían el valor tan fraternal que Eva le atribuía a tal colgante que les parecía inconcebible que se atreviese a cederlo a otra persona, pero eso era precisamente lo que hacía en esos momentos. Incluso Adán había obtenido un ligero sobresalto en su organismo por semejante atrevimiento.


—Mira, este colgante me lo cedió alguien muy especial para mí. Alguien que me ha dado todo por lo que ahora estoy aquí. Si no hubiese sido porque este corazoncito me apoyo en los peores momentos de mi vida, seguramente estaría muerta —fue la confesión con la que Eva tomo la opción de sincerarse mientras apartaba el pelo de los hombros de la chica y se disponía a rodear suavemente su cuello con aquella agradable cadena—. Lee la frase que está justo detrás del corazón.


—Yo... De verdad que no... No... —musitó Florr exponiendo su incertidumbre antes de que terminase por aceptar—. "Cuando la luz del sol nos desampara en el viaje que llamamos vida, millones de pequeñas estrellas aparecen para iluminarlos con su energía. Familia Vento. 1926". ¿Familia? ¿Es una herencia familiar? No, no, ahora sí que no puedo aceptarlo, de verdad. Yo no soy parte de tu familia. No tendría que tenerlo.


—Pero Florr... —susurró Eva sorprendida e incrédula ante la negación que se había presentado compitiendo contra ella a la par que observaba a Adán para asegurar que él tampoco se oponía a su elección—. Tú ya eres parte de mi familia, y lo has demostrado como la que más en muchas ocasiones. Por eso, cada vez que veas ese colgante que vas a llevar puesto, quiero que pienses en mí, en esta conversación, y en ese tú que realmente eres —declaró besándola dulcemente en la frente, como esa tierna madre que reconforta a su hija con su impagable cariño maternal—. Sé tú misma.


Al mismo tiempo, en la comisaría, un dúo de guerrilleros bajo el mando de Braun ingresaron al edificio por la salida trasera de emergencia gracias a la ayuda de otros compañeros que mantenían ocupados a los guerrilleros problemáticos en otras zonas de la comisaría. Tenían el camino libre hasta la sala de reuniones en la que habían tenido anteriormente una charla. Tras entrar en esta, diez personas reunidas en la sala se levantaron para ver lo que traían.


Sam dejó sobre la mesa una bolsa llena de munición para pistola y fusil que había recogido de debajo de uno de los coches patrullas del garaje de la comisaría.


—Esos dos han hecho un buen trabajo. Si los hubieran pillado, todo se habría ido a la mierda. Por suerte, parece que no han tenido problemas —comentó el hombre abriendo la bolsa, dejando su contenido a la vista de los presentes.


Diana se acercó a la mesa y extendió sobre este un mapa dibujado a mano de todo el imperio de Michaela. A la luz de las velas, todos comenzaron a contemplar el mapa


—Bien, siguiendo las órdenes de Braun, las cargas PEM ya están colocadas en los tres generadores. Hemos contado con la ayuda de los civiles de la escuela. James nos notificó esta tarde que ha colocado las cargas PEM que le dimos en el generador del sótano de la escuela. Catherine, mientras limpiaba por la mañana en el hospital, colocó las cargas en el generador situado en el sótano de este. Y Sam y yo pusimos las cargas en el generador del sótano de la comisaría antes de recoger la bolsa con la munición.


—Una vez se activen, toda la iluminación de esta área de la ciudad se apagará. Calles y edificios se quedarán totalmente a oscuras, menos el edificio de oficinas. Ese edificio, así como el búnker, se abastecen de su propio generador y es imposible acceder a él sin ser vistos. Sin iluminación, las calles se volverán más oscuras, y tendremos que usar la oscuridad como aliada para luchar —comentó Sam indicando determinadas posiciones en el mapa con su dedo índice.


—Cuando la guerra dé inicio, los civiles estarán ocultos en la escuela, aislados del combate. Cuando Braun vuelva, él nos avisará de cuando dará comienzo la rebelión, la cual comenzará con el gran apagón, por lo tanto, deberemos estar preparados con nuestras armas cargadas y los walkies listos para coordinarnos en el ataque ocultándonos en la oscuridad de la noche. Asi que, ya está todo listo para la llegada de Braun, tan solo falta que vuelva a la base y sea él quien de comienzo a esto —completó Diana.


El voluptuoso conjunto de soldados bajo las órdenes de su capitán se apresuro en efectuar la orden que este había decidido imponerles, reubicándose en un cuadrado en cuya composición se situaban veinte de ellos en cada lado para servir como la protección de unos tres superiores que se resguardarían posteriormente en la zona interna de la figura geométrica. Steve Fox examinó su estructura con una espléndida satisfacción ante la innegable obediencia de sus subordinados antes de comprobar la correcta vigilancia de la barricada por la que los superhéroes debían acceder desde la ubicación de los francotiradores que su reina había requerido. Una vez el capitán hubo aprobado la preparación con el sello personal de garantía, reorientó sus labios hacia Anna y Marcus, situados a su vera.


—Bueno, parece ser que estos muchachos ya están en condiciones de comerse a un elefante si hiciera falta. ¿Dónde demonios está Michaela? —interrogó Anna alterada ante el remarcable retraso temporal de su reina tras haber solicitado una formación defensiva extremadamente veloz en toda su composición.


—Tranquilícese, bella dama. Seguro que su señora anda en el trono real cubriendo sus necesidades fisiológicas básicas. ¿No crees que sería una mala idea dejar que el el apretón te afecte en plena guerra contra el enemigo? —se burló el señor Fox de su impaciencia con ese tosco humor absurdo que le resultaba adorable para enardecer a aquella celosa de campeonato.


—Ah, es cierto. No recordaba la cantidad de gilipolleces que te encanta ir soltando por ese morrito tuyo —se ensañó Anna al optar por adentrarse en su juego. Fox se mostró complaciente tras ser consciente de la inmersión en su divertimento.


—¿Qué quieres que te diga? Es mi encanto natural.


—¿Vais a dejar de comportaros como un par de subnormales algún día? La jefa ya viene por ahí, así que callaros —protestó Marcus hastiado por la indisciplina con la que se veía forzado a arrastrar a diario al mismo tiempo que el vector de dirección de su mano señalaba a una mujer morena que caminaba con soltura hacia el equipo remarcando en sus labios la típica sonrisa neurótica del asesino que todavía disfruta relamiéndose con el sabor tan dulce de la sangre que la víctima había impregnado en sus huellas dactilares. No obstante, ni siquiera los soldados más perspicaces de su confianza la pudieron advertir antes de que se difuminase tras haber completado su reunión con ellos.


—Mi reina, todo está dispuesto tal y como usted lo quería —se aventajó el capitán a la tentativa de adulación que se hallaba en proceso de compactación en la región de la mente más creativa de Anna.


—Conmigo. Necesito hablar con vosotros tres. Ahora mismo —expresó Michaela un tajante mandato que ninguno se atrevió a contrariar, por lo que el trío tan particular se arrastró tras los pasos apresurados de su señora hasta hallarse a una distancia considerable con respecto al resto de los combatientes.


—¿Qué sucede, señora? —se apresuró en efectuar la cuestión su camarada Marcus tras haber sido consciente de un posible problema presentándose ante ellos, a lo que contestó empleando un método muy escéntrico para su comunicación usual.


—Tenemos un código BM...


—¿Un... qué? ¿Me podrían hacer el favor de refrescar mi memoria? —solicitó Fox ante la incomprensión por su parte de ese par de letras que su reina había expedido.


—Código Braun-Michaela... —le espetó la señorita Anna desdeñosa ante semejante apatía hacia los conocimientos básicos de mensajería secreta—. ¿Significa eso que el grupo de guerrilleros está viniendo a por nosotros?


—Ummm, sí, mucho más comprensible así. Ahora lo entiendo —afirmó el capitán rememorando a la guerrillera pelirroja a la que había escoltado hasta el castillo de la dirigente monarca—. ¿Y qué es lo que ha descubierto exactamente, señora?


—Van a atacar esta misma noche, durante la visita de nuestros invitados. El señorito Braun no tardará en regresar del exterior tras haber concluido su encargo, y cuando lo haga, ordenará el inicio de su rebelión. Él es quien lo ha preparado todo. Pensará que puede reírse de mi inteligencia como líder en mi propia cara —relató Michaela añadiendo un agregado de tensión a aquel ambiente con objeto de profundizar en la importancia que requería la tan estúpida revuelta hasta que su plan se ejecutase.


—Espera, entonces... Los dos guerrilleros a los que he pillado hace nada vagueando en la armería mientras bebían, estaban... No estaban... —titubeó Anna sintiendo su mente bloqueada ante la concepción tan inimaginable de que un par de gilipollas se hubiesen pavoneado de su autoridad sin que lo hubiera sospechado siquiera.


—Sí, sí, te la han colado... —la ignoró Fox con desprecio obteniendo por parte de la luchadora una mirada cargada de rencor desbordante. Aquella necesidad vital que la incitaba a ensartarle el corazón con su cuchillo no cesaba en su aumento—. ¿Qué había comentado sobre la inteligencia, mi reina? 

—Marcus, necesito que cojas a algunas de tus tropas, localices a los guerrilleros que se encuentran esparcidos por el recinto y los traigas hasta aquí usando a nuestros invitados como excusa, pero no te lleves a muchos soldados. Tampoco queremos que piensen que están siendo escoltados por un ejército entero ante mi presencia. Sería una lástima que descubriesen todas las sorpresas que pienso tener preparadas sólo para ellos —decretó aquella líder de carácter tan sumamente perturbado a la par que formaba en el mando en cuestión una reacción de impoluta obediencia que derivó en su inminente retirada y optaba por ignorar las sandeces expelidas por los dos restantes.


A pesar de que la actividad del entramado escolar se había reducido a sus mínimos tras la caída de la estrella solar, era cierto que la penumbra de su vestíbulo principal todavía acogía a un cuarteto de rebeldes adolescentes que aguardaban con suma impaciencia el comunicado de inicio de un ataque que cambiaría para siempre el sistema establecido repleto de injusticias y privilegios mediante el que se regían.


—Seis; uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, y de oca a oca. ¡Ja, te he ganado! ¡Hostia, tío, que te he ganado! ¡Llevaba un huevo de tiempo sin ganarte! —se ruborizó una chiquilla de aspecto aniñado compartido con su conducta infantil en contraposición a la mayoría de edad que bordeaba.


—Eh, eh, eh, ¿cómo que has ganado? De eso nada, Miss Beatrix. Has caído en la muerte —protestó su adversario alegando a su pésimo sentido numérico por simple instinto egoísta de carroñero ganador.


—Sí, hombre, y en el puente también, no te jode, el tío. Venga, va, que esta vez te he ganado. Reconócelo, Robi. No me seas un mal perdedor.


—Agh, ¿queréis dejar ya esa puta mierda de juego de una vez? Me estáis poniendo la cabeza como un bombo. Oye, pedazo de ideaca que tuvo la niña española esa dándoles a estos dos un cacho de madera para entretenerse. Al final salen a hostias y todo —protestó una rubia amargada que conseguía enervarse incluso escuchando el dulce cantar de un gorrión.


—Normalmente no concuerdo con este elemento de ser humano, pero a mí me da también que vuestra obsesión por el juego está yendo un poco lejos, que ayer casi matáis a un crío de cinco años que lo quería —les advirtió el único miembro de pensamiento puramente racional y lógico que existía en el grupito. Su condición de liderazgo otorgada por el niñito rubiete y su bombón de chocolate lo evidenciaba.


—Gracias, supongo... —gruñó la ofendida frunciendo su entrecejo para enfatizar su molestia sin resultado alguno.


—Joder, Mike, llevamos horas tirados en este sitio esperando a que todo empiece. Digo yo que o encontramos una forma de matar el tiempo o al final acabamos todos locos aquí —defendió su vicio el castaño perdedor.


—No, si aquí ya hay algún que otro loco —atacó la misántropa sin requerir siquiera de absurdos procesos de meditación de sus palabras, recibiendo una defensa por parte de Beatrix que desencadenó cierta reacción de exaltación.


—Cathy, tú a callar, jodida rubia de bote.


 —Huy lo que me ha dicho la zorra esta...


—Bueno, ya está bien, callad todos de una puta vez —se sobresaltó Mike elevando su tono hasta un nivel que pudiese estimular la reprimenda, pero no el despertar de los otros civiles que descansaban—. Joder, se supone que en un par de minutos vamos a estar todos ahí fuera jugándonos nuestras vidas para salir de este lugar, y no hacéis más que comportaros como una panda de niños mimados. A lo mejor vosotros no habéis estado fuera nunca, pero yo sí, y os garantizo que allí no vais a tener tiempo para estas chorradas. La supervivencia lo es todo. Tendréis que vigilar cada uno de vuestros pasos a cada hora, tendréis que moveros con precaución para no terminar en determinadas zonas, intentar dormir en lugares donde estaréis a cien metros del suelo, vuestro culo estará helado y lo único que escucharéis serán sus gemidos buscándote, e incluso apuñalar a alguien en el corazón si es necesario. Creedme, no estáis escogiendo el camino fácil, y yo no voy a ser vuestro jodido angelito de la guarda por toda la eternidad, así que por lo menos, tomaos lo que estáis haciendo con un poquito de seriedad.


Conmocionados por el emotivo discurso, el principio de discusión del resto de los presentes abortó en un silencio sepulcral de aceptación por parte de todos que se habría mantenido indestructible en caso de que no hubiesen surgido en la puerta de entrada una serie de golpes indicando una obvia urgencia por obtener acceso.


Sólo fue necesario un gesto efectuado con su cabeza para que sus tres muchachos se situasen protegiéndolo en una estructura de semicírculo concentrados en el peligro que podría asaltarles en el exterior. Mike respiró profundamente para descargar la tensión que acumulaba antes de proceder a desbloquear la puerta con temor a que se tratase de la típica inspección nocturna de los soldados para asegurar su correcto comportamiento. Su calvario cesó cuando pudo comprobar que aquella persona que reclamaba de su atención no era nadie en la nómina de la reina, sino que se trataba de su amado bombón asfixiada por una extraña carencia de oxígeno nacida de su necesidad imperiosa de visitarle.


—¿Lilith? Cari, ¿qué haces aquí? Creía que estabas vigilando a ese niño —curioseó su chico tras la difuminación de la sorpresa que les había alarmado.


—Ya... Por eso estoy aquí... —justificó ella su aparición tan repentina e inesperada—. Lo he perdido. Lo tenía ya en mi cuarto, pero lo intenté entretener, y no se cómo se las apañó, pero se acabó largando de allí como un misil sin ton ni son. Y como alguien de la gente de Mich lo encuentre danzando por ahí, se nos va a joder todo el plan.


—Agh, joder, que puta mierda. Ahora que parecía que todo estaba saliendo a pedir de boca —injurió Mike por la impotencia que le producía el suceso narrado.


—Necesito que me ayudéis a buscar a ese criajo, chicos. Yo sola no creo que vaya a ser capaz de dar con él, y menos en mitad de la noche —se arrastró Lilith para lograr convencerles de que sería estrictamente necesario su aporte en la recuperación del único factor que podrían emplear contra su reina.


Ni siquiera se requirió de una respuesta de carácter afirmativo por parte de algún miembro del cuarteto que confirmase el apoyo que habían decidido brindarle. Una señal realizada por Mike fue el incentivo necesario para que sus tres compañeros se desplegasen en el inmenso patio de la escuela, siendo precedente del repentino beso con el que intentó infundirle todo el ánimo posible a través de sus labios, pese a que sólo consiguió ruborizarla.


—Muy bien, nos dividiremos en grupos, y así podremos mirar todo este sitio mucho más rápido, porque no creo que se pueda haber escapado del colegio —organizó el inteligente la disposición de las partidas de rastreo—. Vosotros tres buscadle por las plantas de arriba. Yo me encargaré de las de abajo y el patio con Lilith. Vamos, moveos. Tenemos que ser rápidos.


—¡Vamos, formad, formad, formad! Todo debe estar preparado antes de la llegada de nuestros invitados. No nos podemos permitir ni un solo error.


Previo al acto de recaudación que efectuó Marcus entre sus propios subordinados, Michaela se convirtió en testigo junto con todos los supervivientes allí dispuestos de la retirada de una determinada serie de elementos específicos que componían la protección de la barricada que les aislaba del mundo exterior gracias a la acción de una pareja de guerrilleros que depositaba todos sus esfuerzos en mantenerla bajo un control estricto. Su instinto carroñero suplicó por la ansiada llegada del grupo al que destriparía tan sólo para un particular disfrute, pero tampoco pudo ser imbuido por la decepción cuando aquella chatarra metálica conducida por el señor Braun se hizo visible ante unas oscuras pupilas que cada vez se tornaban más perniciosas.


El comandante de los guerrilleros usó la llave del vehículo para apagar el motor de este con convicción tras haber regresado a la base de la asquerosa reina. La orden dirigida hacia los dos francotiradores por la cual debían abandonar aquel transporte junto a Braun fue tan inminente como el hecho de que designó un precedente para que éste examinase el grado de sospecha hacia su imparable caza de la bandera por parte de quienes moraban en la región.


Ninguno de los casos analizados presentó signos de disrupción extrema en su forma usual de comportamiento. Tanto esa loba tan puta como el trío de cachorritos que adoraban mamar de sus pechos parecían concentrarse de una manera tan obsesiva en la bienvenida que estaban preparando a sus huéspedes que sería tan improbable que advirtiesen su plan como la aparición repentina de una estampida animal que arrasase la totalidad de la base. A ello se complementaba la visible ausencia de los guerrilleros que participaban junto a él en la revuelta como componentes de aquella formación situada frente al colegio, lo que evidenciaba todavía más la ignorancia de esa idiota que se creía la precursora de la nueva monarquía mundial.


Con todos aquellos aspectos inclinándose a su favor, posponer nuevamente el inicio de su reinado habría sido tan ilusorio que sólo el perro guardián lo habría hecho. La primera etapa de la estrategia predefinida sería la más crucial, pero ello no impidió que comenzase instantáneamente. Debía deshacerse de los tiradores dispuestos en las distintas azoteas de la zona con sigilo profesional.


—Al bloque de pisos, Don. Tenemos que efectuar la purga cuanto antes. Nosotros nos encargaremos de mantener a la líder entretenida. Date prisa —susurró Braun con serenidad orientando su índice hacia una construcción de color café contigua a ellos.


Ni siquiera le resultó posible reprimir una expresión triunfante en su rostro cuando éste se alejó disimuladamente de su vera para cumplir con su requerimiento. Don era uno de los mejores francotirador que había conocido durante su interminable carrera como combatiente. Y tan elevada era la fe que en su compañero depositaba que lo consideraba un virtuoso respecto a cualquiera de aquellos ineptos de la reina en la cuestión de precisión en disparos de distancias eternas. Su misión durante las últimas semanas no había sido diferente a la realización de un exhaustivo examen de las ubicaciones más estratégicas que esos lacayos de la coronada habrían reclamado analizando las características del terreno, alcanzando así una serie de conclusiones que no tardaría en usar para proporcionar ventaja al equipo. Confiaba con plenitud en cualquiera de los movimientos que iba a disponer a continuación. Pero no él.


Una de las numerosas consecuencias que podrían haber sido desencadenadas fue la debida a la perspicacia hallada impresa en el código genético del capitán Fox, gracias al cual pudo captar el detalle de la marcha de Don hacia los apartamentos. Observó con simultaneidad a las dos señoritas que le acompañaban con el objeto de analizar los rasgos de sus facciones antes siquiera de orientarse definitivamente hacia una elección. Aquella era su oportunidad. No pensaba desperdiciarla.


—Yo me encargo de echarle el ojo a ese —lo reclamó apartándose de la posición en la que se había establecido para perseguir al guerrillero hasta las profundidades de la edificación de cafeína sin permitir a su reina la confirmación de su optativa. Tras un liviano examen desdeñoso efectuado por Anna hacia el detonante de su afán de rivalidad, su atención se desvió hacia las instrucciones finales sobre la operación que Michaela se hallaba expeliendo.

—Anna, vigílame a los dos que están en el control de barricada, por si se les pudiera ocurrir alguna insensatez. Y... mantén un ojo en el pequeño Braun y en su ternurita de acompañante. Nada de lo que vayan a hacer a partir de este momento será muy bueno para nosotros. Hay que mantener todos sus movimientos controlados —le advirtió la dirigente mientras observaba un acercamiento progresivo de Braun a la nueva formación restablecida por Marcus tras la retirada de ciertos combatientes—. Y la próxima vez que descubras a alguno de nuestros subordinados saqueando mi armería, intenta no ser tan inocente como para creer que están bebiendo, o al final tendré que empezar a pensar que estás de su parte... Vamos, muévete...


La jovencita dominada se limitó tan solo a consumar su cometido sin desarrollar ninguna clase de disculpa o excusa; acción para la cual fue indispensable su regreso a la esencia de un grupo poseedores de una táctica defensiva tan particular que nunca antes había podido contemplarla.


El contorno que rodeaba los labios de su reina enmarcó otra de sus características sonrisas tenebrosas a la par que Anna se marchaba hacia su destino como una niña obediente. Sabía perfectamente que no se hallaba implicada en ese robo acometido en la armería, sino que su disposición era completamente opuesta. La nula lucidez que atestaba constantemente su cerebro había sido benefactoria en aquel caso. Si algún espíritu divino hubiera logrado que descubriese las verdaderas intenciones de su infiltrado, su planteamiento de ataque habría sufrido una embestida tan dañina como su cafetera, pero el espíritu que se había organizado alrededor de su utopía para concederle su inmensurable poder de cumplimiento la protegía de cualquier inconveniente que se atreviese a penetrar en su camino. La situación que ornaba su base no podría haber sido más perfecta.


El revolucionario Braun se descubrió tras su caminata ante el ejército rival a través de un exclusivo saludo de carácter militar que pertenecía al renovado poder que se había establecido con su renacimiento en el nombre de Zodiaco, siendo inexistente cualquier muestra de respeto mutuo por parte de esa milicia que el zorrón regía. Su petulante ignorancia hacia el cabecilla guerrillero era tan definida a nivel visible que podría haberse materializado, pero el sujeto conocido como Braun no concedió importancia alguna a su ofensa abortada. Antes de que ninguno de ellos fuese capaz de parpadear, ya les habría impuesto la obligación de obedecerle ante la amenaza de una preciosa hoja de metal rebanando sus lindos pescuezos.


Y como si se tratase de una jodida cámara de vigilancia anclada a su puta nuca, Anna se arrastró por el espacio que ocupaban a la búsqueda de un halago homólogo que reconfortase su brillante ego. El ama de la dulce perrita no tardó en descubrirse tras aquel animal de su propiedad.


—Buenas noches tenga usted, lady Anna. Espero que mis chicos no hayan vuelto a hacer alguna de las suyas en mi ausencia. Ambos sabemos que su relación con ellos no es de las más cálidas que tenemos por aquí —expresó Braun con tal intención de hilaridad que Anna se esforzó en contener su cuchillo para no empalarlo al instante. La confianza que irradiaba con respecto a su golpe de monarquía resultaba a la vez tan irritante como inútil. En el momento en que Michaela hubiese destrozado cada fibra de su ingenuo organismo tras jugar con su mente como si el valor de esta no fuese mucho mas que el de una pelota de fútbol deshinchada, el curandero sería el único que obtendría beneficios de aquella estúpida rebelión.


—No ha pasado nada —desplegó Anna un tono de voz amargo escudriñandole con la ferocidad de sus cuencas oculares.


—Ah, buenas noches a usted también, mi reina —disimuló su respeto hacia aquella hija de la grandísima puta efectuando una reverencia que indicaba un sometimiento completamente falso.


—Vaya, es curioso verte por aquí, Braun, teniendo en cuenta que te había ordenado vigilar a ese grupo hasta que llegasen a la base —denotó Michaela desplegando una de esas actuaciones improvisadas con las que adoraba jactarse de cualquier jodida alimaña infecta que se atreviese a tratar de jugar con ella a pesar de la inutilidad que supondría. El aludido Braun se había encargado de organizar previamente una excusa plenamente viable para aparecer en el corredor de la muerte antes que los invitados a los que debía escoltar.


—No se precupe por eso, mi señora. Sus pequeños amigos continúan bajo nuestro punto de mira. Supongo que habrá notado al francotirador que he posicionado en el bloque de pisos mas cercano a la entrada norte. Tanto los chicos como yo caímos en la cuenta de que sería mucho mejor si nos adelantábamos a ellos y tomábamos una ubicación más estratégica aquí, en la base —desplegó el creído su artimaña con la serenidad en su expresión propia de un líder con absoluto control sobre cada una de las acciones que están desarrollándose bajo su jurisdicción, informando con una sutil indirecta a Michaela su incorruptible negación a continuar acatando cualquiera de sus órdenes de niña pija mimada. Y la pija era consciente de su visión, pero ella sabía que no debía permitir la dominancia de su ira hasta no haber alcanzado el que iba a ser un instante de gloria ideal. Sólo debía contener su machete unos minutos más—. Y gracias a mi elección, sus nuevos sirvientes aparecerán por ese camino con una mira láser apuntando a sus preciadas cabezas en poco menos de un segundo.


Y como si sus afirmaciones hubiesen sido bendecidas por algún santo descarriado, el segundo de los vehículos perteneciente a la expedición surgió desde una esquina que originaba una circunvalación tan sólo para convertirse en un blanco visible ante el equipo de asalto que aún contenía sus cañones aguardando órdenes a menos de un par de kilómetros de su localización.


Y aunque no fue ninguna falsedad que la reina reprimió hasta sus extremos aquella gratificante sensación de victoria posesiva que la embargaba, ningún inferior poseía el suficiente retraso mental como para no ser capaz de advertirlo. Estaba hecho. Los tenía a todos. Y así lo consideraba ella.


Sus ojos azules se abrieron en medio de la oscuridad, contemplando el techo de la clase de lengua mientras de fondo se escuchaba la respiración de aquellos que dormían tranquilamente y algún que otro ronquido. El joven de catorce años, quien despertó de su falso sueño, se incorporó en el oscuro silencio, procurando no hacer ruido alguno. El joven se asomó por una de las ventanas pudiendo contemplar el exterior bastante tranquilo, aun que sabía que era cuestión de tiempo que aquella tranquilidad fuera mancillada por la sangre y los ruidosos disparos que traería consigo la rebelión de Braun. El joven adolescente contempló su reflejo en la ventana y con sus manos comenzó a peinar su corto cabello rubio, aquella acción iría precedida de frotarse sus cansados ojos en un intento de permanecer despierto.


Sabía que aquella era un oportunidad única para él, usaría la rebelión para robar recursos a Michaela, nadie se daría cuenta y de ser así, sería imposible saber quien fue el culpable de los robos. El joven se sacudió con las manos su camiseta blanca, tras esto se puso su sudadera gris y de puntillas se dirigió hacia la puerta de la clase. Al joven la rebelión de Braun no le importaba demasiado, le daba igual todo y todos, total, para un niño soldado como él, lo único que le importaba era su propia vida y mientras tuviera lo que tenía ahora asegurándole su vida, es decir, víveres, medicinas, protección y demás cosas, le daba igual estar bajo el mando de Braun o de Michaela. El joven salió por la puerta cerrándola lentamente detrás de si, en busca de su escondite secreto, lugar en donde guardaba una mochila y una pequeña navaja que robó tiempo atrás a espalda de la gente, por lo que la existencia de ambas cosas solo las conocía él, así como su rincón secreto.


Sin hacer mucho ruido, se dirigió hacia la biblioteca, situada en la planta baja, allí, detrás de una de las estanterías había un tablón de madera del suelo suelto, dentro de aquel hueco guardaba sus pertenencias. El joven rubio, andaba a través de los silenciosos pasillos, alumbrado tan solo por la luz que entraba del exterior a través de los cristales.


—¿Qué haces levantado a estas horas, Leo? —Preguntó una voz masculina joven.


Si, aquella voz no era más ni menos que el del idiota de Tyler. Leo, se giró para toparse con los ojos verdes del joven, quien serio, se dirigió a paso ligero hacia él. Tyler era más alto que él, se trataba de un joven de dieciséis años, cuyos padres estaban participando en el tema de la rebelión apoyando a Braun y al que no le tenía demasiada simpatía.


—Lo mismo te podría decir yo a ti —Le contestó con un tono algo borde.


—Fui al baño. ¿Y tú? —Volvió a preguntar.


Leo sabía que por la noche no podían salir de la escuela y el baño estaba en dirección contraria a la biblioteca, por lo tanto, la excusa de que se levantó en mitad de la noche para ir al baño, no era válida. Ante el silencio, Tyler visiblemente molesto, agarró a Leo del cuello de su camiseta.


—¿Qué estás tramando, chaval? No me fio de ti y pondría la mano en el fuego a que tramas hacer algo a espaldas del resto.


El joven clavó sus ojos azules en los de Tyler y se encogió despreocupadamente de hombros.


—¿Y a ti que te importa lo que esté haciendo? ¿Acaso no pude levantarme a dar una vuelta porque no podía dormir? —Le contestó este con una sonrisa y una mirada burlona a la par que desafiante. —Creo que deberías de volver a la clase de música y dormir un poco, te vendrá bien para relajarte.


Tyler ante la actitud chulesca de aquel crío, lo lanzó contra la pared.—No eres más que un niñato, me pones enfermo. Saber que esta noche en la rebelión muchos darán la vida por acabar con Michaela y salvarte a ti de la tiranía que soportas y a ti que te de eso exactamente igual... eres despreciable. —Escupió con desprecio ante la mirada indiferente de Leo.


—¿A mi solo? ¿Y que hay de todos esos que no apoyan a Braun? —Comentó el joven colocándose frente a Tyler con la cabeza alta sosteniéndole la mirada.


—Son distintos a ti. Que no apoyen a Braun no significa que apoyen a Michaela. Tú en cambio, no eres más que un perro al que le da igual servir a uno u otro mientras te aseguren lo que actualmente tienes por servir a quien esté al mando en esta base. Tú te vendes a cualquiera, ellos tan solo tienen miedo de perder lo que tienen, pero como dije, a diferencia de ti, ellos no apoyan a Michaela.


—¿Crees que el resto me importa? ¿Acaso han hecho algo por mi alguna vez? Siempre, hasta día de hoy he estado solo, no tengo familia ni amigos ¿¡es tan malo preocuparme por mi mismo!? —Le respondió Leo encarándose con Tyler.


Debido a la insolencia del joven, no recibió más que un puñetazo por parte de Tyler que lo devolvió al suelo.


—Maldito... —Pronunció Tyler con desprecio elevando de nuevo a Leo agarrándolo por el cuello de la camiseta.


—jajajajaja eso dolió, pero, ¿crees que vas a conseguir algo con solo golpearme? Me han golpeado muchas veces ¿sabes? No es para mi nada raro que un subnormal como tú me suelte un puñetazo.


—¿Haciéndote el chulo hasta en momentos como estos? Eres patético, no mereces ni que gaste más mi tiempo contigo. —Comentó Tyler soltándole el cuello de la camisa a la par que bajaba su puño. —Me das pena Leonard, te vendes a cualquiera, estás totalmente solo en este mundo y esa personalidad tuya de niño caprichoso, irresponsable, rebelde y chulito que tienes, tan solo te traerá problemas.


Tyler se percató de que tras haber dicho aquello, Leo le dirigió una mirada de odio a la par que apretaba con fuerza los puños. Si, sabía que acababa de tocarle la fibra sensible con lo que había dicho. Leo, dejándose llevar, trató de pegarle un empujón a Tyler, pero este, previendo aquel movimiento, lo inmovilizó de inmediato.


—¿Crees que no me sé ya tus trucos, crío?


Leo comenzó a forcejear para liberar sus brazos en vano, mientras retenía algunas lágrimas con todas sus fuerzas, no permitiría a alguien como él verle llorar.


—¡Estoy solo! ¿¡Y qué más da!? ¡¡A este paso tú podrías perder también a tus padres y quedarte solo!! —Le respondió con rabia.


Tyler sin decir palabra alguna, mediante una llave lo tumbó en el suelo y lo dejó inmovilizado. —Puede que yo pierda a mis padres, Leo, pero no estaré solo. A diferencia de ti yo tengo amigos aquí y gente que se preocupa por mi. Pero tú no tienes ni eso, solo sabes pensar en ti mismo. —Le respondió tranquilamente antes de dejarlo libre al notar que este ya no trataba de forcejear.


Todas sus fuerzas estaban concentradas en impedir que sus lágrimas desbordaran mientras sus ojos llorosos trataba de camuflarlos entre las sombras del pasillo.


—No me caes bien Leo, pero te aconsejo por tu bien, que madures en ese sentido. —Le comentó Tyler apartándose algo más de él a la espera de algún tipo de ataque por parte de aquel crío, no obstante, tan solo se limitó a levantarse y darle la espalda en silencio.


—¿Qué hacéis vosotros levantados a estas horas? —La voz de Lilith sorprendió al dúo masculino.


La joven adolescente iba acompañada de Mike, Beatrix, Cathy y Robi. El dúo se mantuvo en silencio y Leo finalmente se giró hacia aquel grupo y despreocupado se encogió de hombros.


—Solo charlábamos —Respondió el chico rubio que aparentemente demostraba tranquilidad ante todos tras haber logrado calmar sus emociones.


Lilith miró a Tyler arqueando una ceja mientras se cruzaba de brazos —Charlando em, ya, claro, pues vaya forma tan curiosa tenéis de charlar mediante una discusión —Soltó la joven dando a entender que incluso antes de llegar los escuchó a ambos discutir.


Tyler, imitando a Leo, se encogió de hombros restándole importancia al asunto. —¿Y vosotros que hacéis levantados?


—Al parecer a Lilith se le escapó el criajo ese y no sabemos donde está. Pensamos que tiene que estar por la escuela, por lo que nos íbamos a dividir para encontrarlo. —Informó Mike.


—Vaya, eso es un problema... ¿Necesitáis que os ayude? —Propuso el chico de ojos verdes.


—No hace falta Tyler, nosotros somos suficiente, pero gracias igualmente —Le agradeció la joven Lilith antes de percatarse de Leo, quien mirando a través de una de las ventanas del pasillo parecía como ausente de aquella conversación, totalmente desentendido del tema. —Por ahora iros a descansar, los dos, mañana será un nuevo día y para entonces, las cosas en la base habrán cambiado para bien o para mal. —Les comunicó instantes antes de que ella y Mike se fueran camino a la planta baja y sus otros tres compañeros fueran hacia la planta alta dejando a solas a Leo y Tyler.


El joven Tyler se fue de nuevo hacia la clase de música a descansar sin cruzar palabra alguna con el joven que de forma ausente miraba indiferente a través de la ventana. Pasaron un par de minutos en silencio desde que se quedó a solas hasta que el joven apartó su mirada de la ventana. Sin sonido alguno y sabiendo el problema que tenía ahora, iría a la biblioteca mientras tenía que preocuparse de esconderse de la mirada de Mike y Lilith para no meterse en problemas, para ello debería de ocultarse entre las sombras y tras cualquier punto ciego posible.


—¡Nicole! ¡¡Nicole!! —vociferó M.A ante una absorta mujer que únicamente podía concentrarse en esquivar la chatarra de los vehículos que había dispuesta en las calles irregularmente.



—Hey, ¿qué? ¡Por Dios, qué susto! ¡¿Qué es lo que pasa?! —chilló la conductora con suprema alteración apartando su pie del pedal acelerador como consecuencia del sobresalto.

—¿Dónde leches estamos? Creía que nos estabas llevando a una cabaña, y nos has traído hasta un jodido vertedero en el que no veo más que coches hechos una puta mierda —interrogó M.A con escepticismo por lo incongruente que le resultaba toda esa evasión de inutilizados motores que estaban efectuando, siendo obsequiado con una desgarradora mirada despectiva por parte de Daniel que este no alcanzó a percibir.


—Tenemos que atravesar esta zona de la ciudad para llegar hasta ella. Créeme, si realmente hubiera estado tan accesible y cercana como seguramente piensas, no me habría hecho falta coger el coche este —mintió Nicole como una profesional del engaño a pesar de que nunca en su vida se había hallado demasiado vinculada a una práctica tan sumamente ruin.


—Bueno, M.A, si Nicole dice que hay que pasar este... sitio para llegar hasta allí, lo tendremos que pasar. Tampoco creo que te vayas a herniar, pedazo de vago, que ni siquiera estas conduciendo —destrozó la señorita Alice con malicia su inmaculada queja regresando por enésima vez en sólo un día al comienzo de ese ciclo de maldad hacia el pobre rubio que ella misma había originado.


—Ja, ja, ja, ¿qué es hoy? ¿El día de métase usted con M.A y llévese un pin de regalo? —gruñó este ofendido revelándose ante la crueldad verbal con la que su compañera le asestaba.


—Oh, venga, ¿queréis callaros y dejar de hacer el imbécil de una santa vez? Ya me están empezando a pitar los oídos y todo del escándalo que armáis —fue la replica que efectuó Jessica ante semejante ruido de fondo adornado con miles de injurias de distinta clase que nunca cesaba.


El automóvil se rindió finalmente ante la orden efectuada por Nicole mediante el medio interconector entre ambos que el volante suponía, encaminando las cuatro ruedas de este hacía una vía situada a su izquierda que conectaba directamente con esa base que probablemente sería la trampa mortal en la que se convertirían en meros cadáveres sin alma. Pero cierta concepción no se percibía tan cruelmente si consideraba que ella misma se hallaba arrastrando a unos amigos que le habían depositado su confianza desde el primer día a la trampa en cuestión. Aquel hecho tan imborrable por la profundidad con la que se había depositado en el córtex de su cerebro se había encargado de cortar cada una de sus fibras nerviosas como si de las cuerdas de un violín se hubiesen tratado, forzando a idear una alternativa de huida que no había logrado obtener.


Y justo allí, en la intersección, distanciada tan sólo un par de kilómetros de una barricada casera con destacable voluptuosidad que era la encargada de delimitar el acceso a la base de Satanás, pudo distinguir a un pequeño grupo de soldados que habían comenzado a trabajar en la retirada de esta desde que su presencia se había tornado notable. No le fue siquiera posible evitar observar los rostros de desorientación adoptados por parte de sus compañeros de equipo hacia la jovencita leal que había sido su guía en ese viaje, como aquellos exhibidos por un grupo de tiernos corderitos que terminan sus días entre la sangría de un matadero, entregados por la misma persona que los ha alimentado durante años.


Inma, Alice, M.A, Jessica... Nicole sólo podía observar decepción en las miradas que reflejaban, pese a que todavía no hubiese brotado en ninguno de ellos realmente. Y fue en ese mismo instante cuando pudo sentir como se rebanaba sin piedad su médula espinal. Ya no podría retroceder. Su inexorable final se aproximaba como un camión que les destrozaría con una brutal embestida. La traición había concluido. Ya era oficial. Se había convertido en una vil traidora.


Finalmente logró llegar a la planta baja y sabía que aquella pareja andaba cerca, pues los había podido escuchar conversar. Tras unos minutos, logró acceder sigilosamente a la biblioteca. En su interior todo estaba a semi oscuras, las luces del exterior era la única iluminación que iluminaba aquellas estanterías llenas de libros polvorientos, la sala era grande, estaba conformada por filas de estanterías con libros de todo tipo, una pequeña recepción con un ordenador, unas mesas grandes con sillas de madera y alguna que otra maceta mustia. Finalmente tras hallar el hueco bajo el tablón de madera suelto, agarró su mochila y se la colocó, a la par que guardaba en uno de los bolsillos de su sudadera, la pequeña navaja. Aquellas dos cosas no era lo único que tenía en el hueco, en el fondo de este descansaba una fotografía que cogió de inmediato para contemplar bajo la leve iluminación con un rostro sombrio.


En aquella fotografía se podía apreciar una escena familiar ambientada en un bonito parque, en la foto se podían ver a tres personas, dos adultos y un niño chico, sin duda se trataba de él y sus padres. Su madre era una hermosa mujer de ojos azules y largo cabello rubio recogido en una larga trenza que le caía sobre uno de sus hombros, a su lado y agarrándose de uno de sus brazos, se encontraba un hombre de cabellos rubios con gafas, que sonriente, colocaba su mano sobre el hombro de un joven Leonard de nueve años que con casco puesto, montaba sobre una bicicleta roja mostrando una amplia sonrisa mientras con los dedos de una de sus manos hacía el símbolo de la victoria.


Recordar aquellos días felices eran dolorosos para Leo, pero de igual forma, no quería olvidarlos, temía olvidar aquellos recuerdos de su dulce infancia, así como el rostro de sus padres. En silencio, las lágrimas comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras que sus acuosa y azulada mirada se clavaba con melancolía en los rostros sonrientes de sus padres mientras aquello que le dijo Tyler de que se encontraba solo en el mundo le venían a la mente.


Tras unos minutos llorando en silencio y tras limpiar en varias ocasiones la fotografía de las lágrimas que caían sobre esta, así como su propio rostro, se recordó así mismo a lo que iba y guardó la foto de nuevo en su escondite. Leo se puso en pie y tras esto escuchó un libro caer de una de la estantería que se encontraba a su lado, con los nervios a flor de piel, metió la mano en el bolsillo de su sudadera agarrando con firmeza su navaja al ver una silueta entre los libros que había estado observándole. Antes de que la misteriosa persona pudiera echar a correr, Leo rodeó velozmente la estantería y ambos a la carrera, Leo fue capaz de cazar a aquella persona sujetándolo de la muñeca.


Y tras mirar el rostro asustado del niño al que capturó, ya supo de quien se trataba, simplemente por el hecho de que para Leo era una persona desconocida.


—¿Qué estabas haciendo espiándome? —Preguntó soltándole de la muñeca mientras se mostraba algo molesto frunciendo el entrecejo mirando al chico detalladamente.


—Nada, no intentaba nada, en serio. Estaba aquí escondido y escuché a alguien llorar en bajo y cuando me acerqué te vi... —Le informó el chico con total sinceridad.


 Ambos se quedaron un momento en silencio mirándose el uno al otro, la diferencia de altura así como de edad era evidente, el chico que había frente a él tendría unos diez años. Finalmente Leo soltó un suspiro despreocupado —Te recomiendo que tengas cuidado, Lilith y sus amigos te están buscando, no diré que te he visto, pero tú tampoco me has visto a mi ¿de acuerdo? —Le propuso el joven Leo.


—De acuerdo. ¿Pero por qué me ayudas? Podrías delatarme. ¿O tal vez es porque estás haciendo algo que no quieres que sepan?


Leo se encogió de brazos y apartó la mirada del joven hacia un gran cuadro colgado de una pared que mostraba un paisaje —Digamos que yo no estoy con Lilith, ni con nadie, por lo tanto me resulta indiferente todo, no tengo ningún motivo para delatarte. Pero como te dije, yo no te he visto ni tú me has visto.


El chico, sintiendo que el rubio había ignorado su segunda pregunta, se limitó a asentir con la cabeza. —Me llamo Adán. ¿Y tú?


—Llámame Leo. Bueno, me piro ya, tengo cosass que hacer y el tiempo es oro. Lilith y su noviete están buscándote por esta planta, supongo que es cuestión de tiempo que les de por entrar a la biblioteca, ten cuidado si no quieres que te pillen. —Le informó mientras le daba la espalda a Adán en direción a la puerta de la biblioteca.


—Gracias, Leo.


—Ni lo menciones —Respondió con un suspiro antes de abandonar la biblioteca.


Tras esto, el joven comenzó a subir de nuevo las escaleras hacia la segunda planta pensativo. —Debo de encontrar otro escondite para esperar hasta que la rebelión de inicio, con ese chico ahí no podré esconderme ya que es posible que Lilith y Mike lo encuentren. Tal vez en la clase de ciencias, aun que está cerca de la clase que usa Lilith de habitación.


Fue entonces cuando se le ocurrió el lugar idóneo, la sala del generador, aun que debía de volver a la planta baja. No obstante era un buen lugar ya que desde esa sala podía oír lo que sucedía en el exterior y así saber cuando daba inicio la rebelión tras escuchar los disparos, otra ventaja es que tendría cerca la puerta de salida, por lo que nadie de los que dormía en el resto de clases podría verle y saldría sin problemas. Finalmente decidido cual sería su escondite, se dirigió hacia allí a esperar a que la rebelión comenzara para robar recursos para él solo.


—Anna... Acércate —concentró Michaela la atención desperdigada de la coletas en su requerimiento. Sus amigos aun debían invertir unos minutos en alcanzar aquella barricada que sus cuidadores ya estaban desplegando nuevamente. Todavía había un asunto pendiente que necesitaba tratar—. Voy a necesitar que distraigas a Braun. No podemos permitir que ese esperpento prediga mis movimientos antes de acabar ensartado en mi hoja. Asegúrate también de expandir la activación del código entre nuestras tropas. Quiero a todo mi ejército apuntando a las cabezas de cada uno de esos guerrilleros a mi señal. ¿Entendido?


—Dalo por hecho —se sometió la chica sin vacilar en su aceptación antes de proceder a una retirada posteriormente suspendida cuando denotó un detalle que apareció de manera súbita en su cerebro—. Mi señora, ¿qué pasa con ese crío que traía la rubia? Lo vamos a necesitar, ¿no?


—No te preocupes por el niño. Hugo dijo que lo había dejado bajo la vigilancia de su pequeña pandilla, así que esta en muy buenas manos. Y sí, lo vamos a necesitar, pero no todavía. He preparado una linda sorpresa que quiero enseñarle primero. Y ahora que la muchachita ha calmado sus ansias de conocimiento, ¿qué tal ponerse a hacer lo que le he mandado a la de ya? —insistió la monarca molesta debido a la desconsiderada irrupción de una inferior en sus negocios personales.


—Por supuesto. Siento si le ha molestado —se dispensó esta procediendo a realizar la acción disuasoria encomendada.


Una vez asegurados todos los riesgos que su perímetro podía suponer, Michaela se acarició el bolsillo derecho de su vaquero para confirmar el salvaguardado del que sería un regalo de bienvenida ideal para la rubita, se mentalizó profundamente para controlar el indomable placer que pronto recorrería cada uno de sus suaves tejidos y comenzó a caminar en la dirección en la que se hallaba la barricada hasta situarse en una posición unos metros sobrepasada a la línea de la formación. La expresión de asombro que Braun trató de disimular sin éxito sólo consiguió alimentar aún más su hambre devoradora de hombres.


—Mi reina, le recomiendo no permanecer ahí. Podría ser peligroso para usted en el caso de que necesitásemos abrir fuego de improvisto —advirtió uno de los soldados que parecía gobernar el control de aquella formación durante la ausencia de Marcus.—Me quedo aquí —le ignoro la líder ante la absurda ocurrencia de que ese gusano la incitase a obedecer sus órdenes. Quería que el primer indicio de toda esa pesadilla satánica que iban a experimentar fuese su deslumbrante figura frente a sus ojos.




#Sacedog y Naitsirc


Forma de lectura alternativa de la historia: