Big Red Mouse Pointer

viernes, 8 de abril de 2016

NH2: Capítulo 052 - Inmoralidad (Parte 3)

Contuvo el estimulado ritmo de su desplazamiento tras enfrentarse por sexta vez consecutiva a la desorientación que le incrustaba una convergencia de prolongadas avenidas rigurosamente idénticas entre las tinieblas de aquella lúgubre noche. Su proyectivo intelecto había atrapado la concreción en su búsqueda una vez hubo activado su caminata tras rememorar la mención a un curandero indeterminado, pero su total desconocimiento hacia el emplazamiento del inmueble sanitario en el que podría hallarse la retenían en un perseverante punto muerto. Se encontraba recolocando el pesado rifle con el que configuraba su equipamiento cuando una transmisión de zumbidos ambientales procedente de su walkie la advirtió acerca de una pretensión de contacto.

—M.A, ¿estás ahí? —profirió tras corroborar que el aparato se mantenía en la configuración propia de su canal privado—. ¿Estás bien? ¿Ocurre algo? Si necesitas que vuelva, dímelo ahora, antes de que termine de perderme en este sitio.

—Alice… —expelió este un contenido lingüístico que emergió quebrado de su garganta—. He estado pensando… Maya y los otros no saben que estamos aquí ni se imaginan lo puteados que estamos ahora mismo. Si hubiera alguna manera de llamarlos… o de atraer su atención… podrían ayudarnos.

—Se me ocurre una idea… —comentó ella entusiasmada ante la sensación de encauzamiento en su orientación que acababa de impregnarla—. Luego te llamo.

Una vez reestablecido el utensilio comunicativo en el sustento que su vestimenta trasladaba, la deductiva adolescente inspeccionó minuciosamente el arma que transportaba hasta localizar una inscripción parcialmente oculta en uno de sus laterales.

—Armería Landa. Calle Margaritas… —leyó enfocando su indagación alrededor del grabado informativo—. Bueno, busquemos esa florida calle…

 Sus aturdidos e irreflexivos intelectos sometieron a sus cándidos propietarios a la ejecución de un instintivo repliegue a la par que la homicida promovía un ascenso de la hilera de escalones que se extendían ante su deleitable persona. Un osado e inconsciente civil que atribuía un exiguo valor a su respiración se arriesgó a imitar a su compañera fallecida descargando una desmedida cantidad de munición concerniente a su rifle de asalto sobre el horrendo semblante de la tirana, obteniendo un calcado resultado irrisorio que se desprendió de su alevosía.

—¿Es que no os vais a cansar nunca de hacer el ridículo? —arremetió la tirana renegada tras consumar su asistencia a aquel espectáculo bochornoso—. ¿Es que no sabéis distinguir una bala de fogueo de una real? ¿Qué estoy diciendo? Por supuesto que no. Si ni siquiera sois capaces de distinguir quién está de vuestro lado y quién no, ¿cómo podría esperar que lograseis averiguar este pequeño secreto? De hecho, sois tan estúpidos que a nadie se le ocurrió probar la munición. Oye, siempre podría haber estado defectuosa, ¿no? Es lo que tiene tratar con seres irracionales que tienen la misma inteligencia que un mandril, supongo.

Abrumado tras el hundimiento de su fe como consecuencia del atentado contra su dirigente, uno de los ingenuos traicionó a su equipo arrojando a un compañero adyacente hacia la posición en la que Michaela se había asentado para intentar huir hacia las profundidades de aquel pasillo, siendo frustrado por el raudo proyectil de una pistola que destrozó su cráneo instantáneamente.

—Mis balas sí son de verdad —advirtió demostrando su insolente engreimiento—, así que os recomiendo que no intentéis hacer tonterías si no queréis llevaros por delante a más personas. Tengo dos clases enteras llenas de civiles que esperan que ganéis. ¿Lo recordáis?

Manifestado su incontenible ego malicioso, la reina reembolsó su estupidez aferrándose a la barbilla del combatiente que había actuado como víctima del desertor para perforar implacable su estómago con su machete.

—¿Veis? Esto es lo que pasa cuando no escucháis… —esclareció tras empujar al acuchillado hacia su desplome entre insoportables agonías.

—¿Ya te estás divirtiendo, Michaela? Veo que no esperas a nadie —compareció un adherido que surgió súbitamente junto a los combatientes organizados en el corredor inferior, deleitando a su pretenciosa monarca con el concepto de su exposición.

—No es posible… ¿Serge? —reflejó Liam su conmoción ajustando su relación emocional con aquella que se había originado en los guerrilleros que le acompañaban. 

—¡Ta-da! No podía despedirme sin la sorpresa final —exteriorizó la soberana su entusiasmo hacia aquella revelación impredecible—. ¿Qué os parece? ¿Ha hecho mi querido Serge un buen papel? ¿Le daríais un aprobado?

—Entonces, nos has estado vigilando todo este tiempo… —intervino Sam consternado frente a la farsa que había derivado en su precario fracaso—. Imagino que lo de las cargas PEM que nos conseguiste también era una estratagema, ¿no?

—Agh, por favor, ¿en serio me haces esa pregunta? —respondió el aludido complacido por su ignorancia—. Lo que os di eran unas brújulas raras de cojones que encontré hace tiempo en una tienda de antigüedades. ¿Acaso tienes la más mínima idea de lo que es una carga PEM, eh? Son gigantescas, y muy difíciles de operar. Las películas de espías os han dejado el cerebro frito.

—¿De verdad pensabais que soy tan estúpida? —acometió Michaela mordaz finalizando con un despotismo verbal los preparativos para la justicia que iba a perpetrar—. ¿Cómo pensáis que levanté esto de la nada? ¿Por qué creéis que yo soy la reina? No hay nada aquí que no esté bajo mi control. Este es mi reino. ¿Pensabas que podríais armaros contra mí simplemente robándome mi munición falsa? ¿Qué la teníais ahí toda para vosotros? Pues no. Las balas reales las custodio yo bajo llave en un escondite que no podéis siquiera imaginar. Lo único que Braun ha conseguido es conduciros a todos hasta la muerte. ¿De verdad confiabais en que ese ciego sediento de poder podía hacerlo mejor que yo? Quise sacaros las tripas desde el mismo momento en que Serge me informó de lo que estabais planeando, pero ya sabéis, hay que guardar las apariencias. Vosotros solos habéis traído hasta mi puerta una razón para hacerlo. ¿Sabéis? Me he divertido muchísimo con vosotros esta noche, pero todo tiene un final, y, personalmente, me gustaría centrarme en mi hermanita del alma. Os recomiendo sonreír. Así parecerá que dejasteis este mundo felices.

Consecuentes con el cierre que estaba construyendo, el grupo de desamparados guerrilleros se apresuró en estabilizar un plan de contrataque, pero su ideación se desmoronó en cuanto su tirana emitió un dictamen terminal.

—Chicos, matadlos a todos —desató la pasividad de sus subordinados eclipsando la totalidad de la comisaría con el sonido mortífero expulsado por decenas de armas leales.

Alcanzó la bifurcación que prolongaba su ruta hastiada por su interminable tránsito y observó el empalado cartel que indicaba el nombre de la vía sobre la que se situaba. Un insondable alivio se generalizó en su ser cuando identificó su codiciado destino.

—Calle Margaritas… Por fin, joder… Por fin… Ya era hora…

Tan sólo requirió de una progresión de escasos metros para localizar la armería que se hallaba rastreando gracias al rótulo designativo que la presentaba, apresurándose en su adentramiento.

  El expansivo sonido producido por una atroz herramienta metálica cuando impactó con una superficie la desveló del prolongado letargo en el que la había sumido la puñalada trapacera del niñato cuya integridad había defendido, contemplando con aturdimiento el agujero inmundo al que había sido trasladada. Intentó reavivar sus entumecidos músculos a través del movimiento, logrando apreciar las cuerdas que aferraban violentamente sus muñecas a una silla enlazándolas con las correas de la mochila que todavía se sostenía sobre su espalda.

Un segundo estallido proveniente de una inmensa hacha desvirtuó su curiosidad en dirección a la figura obesa de un desaliñado hombre de mediana edad poseedor de un repugnante ropaje que se encontraba junto a un desmedido fragmento de materia cárnica. Un terror incondicional reprimió el estremecedor chillido que Jessica habría deseado despedir cuando aquel sujeto se percató de su despertar y la contempló lujurioso mientras balanceaba una pierna cercenada que sustentaba en una de sus manos.

—Vaya, veo que por fin te has despertado. Soy el curandero. Encantado de conocerte —se presentó aquel individuo emulando excéntricamente un saludo correspondiente a una situación corriente—. He curado la herida de tu costado como he podido. No era nada grave, por fortuna. Es mejor si estáis frescos cuando os arreglo.

—¿Qué…? ¿Dónde estoy? —le interrogó codiciando un testimonio sobre su desconcertante estado.

—Tiene muchos nombres, la verdad. A mí me gusta llamarlo mi consulta —explicó reseñando el orgullo que su propiedad le transmitía—. Bueno, tengo que volver al trabajo. Esa chica no se va a despiezar sola. Estaré contigo en unos minutos. No te preocupes.

—¿Estás… Qué… Por Dios, qué estás haciendo? ¿Qué vas a hacerme?  —insistió una alarmada Jessica inquieta ante la inmensurable cantidad de estímulos horripilantes que la asaltaban.

—Sé que estás confusa. Todo el que entra aquí lo está, pero esto tiene que ser de esta forma. No hay suficientes latas de atún para todo el mundo. De algo hay que alimentarse. Tú tranquila. Te dormiré. No sufrirás.

—¿Alimentarse? ¿Estáis comiendo…? Por Dios, estáis totalmente locos… ¿Cómo podéis hacer algo así? —arremetió nuevamente experimentando una deplorable arcada en su estómago.

—No, yo no como la carne que preparo. Esto es para nuestros civiles. Los necesitamos fuertes y en forma para que hagan su trabajo como es debido. No podemos dejarlos desnutridos. He de reconocer que, sí, es una idea alocada, pero vivimos en un mundo loco de por sí. Mientras ellos sigan pensando que cazamos animales, no pasará nada.

—¡No! ¡No, no! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios mío! ¡No, no puedo morir aquí! ¡¡No puedo morir aquí!! ¡¡Dios, que alguien me ayude, por favor!! ¡¡¡Por favor!!! ¡¡¡Nicole!!! ¡¡¡Alice!!! ¡¡¡Ayudadme!!!

—Voy a tener que pedirte que te calles o tendré que presentarte a mi gran amigo Negan —le amenazó referenciando un bate de béisbol que se disponía sobre un muro cercano, recibiendo como gratificación un resultado inmediato—. Eso está mejor. Necesito estar concentrado en mi trabajo, y no puedo hacerlo si te pones a gritar como una perra.

Sofocada por la tensión ejercida sobre su ser, Jessica batalló con la cuerda que la maniataba mientras procuraba trazar una estratagema de evasión satisfactoria, pero el bloqueo que había sometido su mente reducía notoriamente su pensamiento crítico. Agachó impotente su cabeza evadiendo contacto visual con aquel pobre cadáver al que el curandero deshuesaba y comenzó a respirar apaciblemente al tiempo que expulsaba una serie de susurros próximos a un ronroneo inapreciable.  

—Había una vez un pajarito que nació sin alas. Sus papás pensaron que iba a morir, pues no podía volar, pero el demostró que no tenía que hacerlo para sobrevivir. Lo único que necesitaba para ello era su coraje. Y ese pajarito vivió feliz… —remató su oratoria retornando el alzamiento de su mentón para ensartar la espalda del destripador con sus gélidos ojos azules—. Tú eres ese pajarito, Jessica. Piensa…

La denotación terminal de una escopeta desintegró el pulmón del último guerrillero que aún se aferraba inútilmente a su subsistencia segundos antes de que su oxidado cerebro se redujese a una mezcolanza indistinguible de masa grisácea al ser complementada a través del puntiagudo proyectil de una automática. Michaela inspeccionó con morbosidad patológica la sanguinolenta matanza satisfecha por el placentero fruto de su paciencia.

—Registrad toda la comisaría. Seguramente Nicole se haya largado de aquí después de todo este escándalo que hemos montado, pero nunca se sabe. Más vale prevenir que acabar muerto —adecentó su deleitable gozo para distender una ordenanza que sus combatientes acataron al instante con presteza—. Tú también, Serge. Ah, y, lo has hecho muy bien, aunque si se te hubiera escapado ese tipejo idiota que te descubrió, tendría que haberte cortado la cabeza. Menos mal que lo solucionaste, ¿verdad? Retírate. 

Aleccionado acerca de las consecuencias en las que habría desembocado una labor fallida, el aludido se apresuró en acompañar al equipo de soldados en su inspección a la vez que su reina atrapaba su walkie particular para proseguir con su dictamen.

—A todos los francotiradores de la base, alto el fuego. Repito, alto el fuego. A partir de ahora quedan terminantemente prohibidos vuestros disparos hasta nueva orden. Mantened vigiladas las calles. Buscamos a una chica rubia, con coleta, bastante pretenciosa, que probablemente irá por ahí agachada pensando que no la voy a cazar. Una vez la encontréis, informadme acerca de su paradero con una constancia de diez minutos. Corto y cierro.

Tras su mandato, asentó aquella herramienta de mando en el canal específico que compartía con el líder subordinado cuya desobediencia expuesta durante la guerra comenzaba a tornarse excesiva para castigarle con una intensiva reprimenda.

—Fox, te dije que te unieras a los soldados y los lideraras. ¿Dónde se supone que estás? Más te vale que tu explicación sea convincente, porque estoy empezando a pensar que el curandero podría hacer buen provecho de tus muslos.

—Mi señora, lo siento —se eximió el capitán de sus pecados procediendo al desdoblamiento de su justificación—. Estaba en ello, pero me crucé con una chica rubia de su grupo de invitados cuando huía. Traté de alcanzarla, pero se escondió en el banco. Estoy intentando encontrarla.

—Alice… —susurró su monarca tras verificar la incapacidad de escucha de su receptor—. Sea como sea, eso no justifica tu rebeldía hacia mis órdenes. No creas que puedes conseguir un trato especial de mí, Fox, porque puedes salir muy mal parado, y eso no nos convendría a ninguno de los dos… Te enviaré un pequeño equipo para que te ayude a encontrarla, y será mejor asegurarte de que no se te escapa. Esta es mi segunda advertencia, y ya estoy siendo demasiado generosa. No habrá una tercera.

Expedida su excéntrica sensación de incomodidad con respecto a su mando, la reina localizó un tercer canal a través del que continuar propagando sus incorruptibles decretos.

En el exacto intervalo temporal en el que Jessica desarrolló la valentía necesaria para efectuar una maniobra que podría haberla liberado si se hubiese ejecutado correctamente, una tonalidad ferviente emergió inesperadamente de un walkie talkie que el curandero había habilitado sobre una deshumanizada mesa, impulsándole a trasladarse hasta su emplazamiento para contestar a la solicitud.  

Alice empujó exitosa la voluminosa puerta del local para descubrir un paraíso armamentístico organizado cuidadosamente en sus distintivos escaparates. Desató instintivamente su habilidad de rastreo indagando en las temibles máquinas de la muerte que allí se disponían, pero una serie de desagradables zumbidos provenientes de su walkie la persuadió con su atractivo. Su intelecto la convenció de que la probabilidad más acertada sería otra llamada ilustrativa por parte de M.A, siendo disuadida cuando captó una conversación ajena a su círculo social tras reajustar el canal.

—Curandero, aquí Michaela. Deja inmediatamente lo que estés haciendo, coge a la chica que Marcus te debería haber entregado hace tiempo y llévala hasta la plaza de una sola pieza. Repito, de una sola pieza. Como vea que le falta una mísera uña, serán tus miembros los que serviremos para la cena de la próxima noche, ¿me entiendes? —instauró la reina su déspota autoritarismo acentuándolo con un distinguido sentimiento receloso.

—En seguida, mi señora. A sus pies, mi señora —veneró el matasanos su precepto mediante la clausura sumisa de su comunicado exteriorizando en una desagradable mueca su impotencia hacia el destino fortuito que le había sido concedido a la jugosa carne de la joven instantes antes de que recuperase el bate previamente presentado—. Parece que la fortuna te ha sonreído por esta vez. Te recomiendo que cierres los ojos.

Jessica ni siquiera había dispuesto del periodo de meditación requerido para dilucidar sobre la veracidad de su consejo cuando un irracional movimiento angular desató la entera integridad de la potencia de aquel animal infecto sobre la sien de la chica, despojándola nuevamente de su valorada consciencia.

—¿Jessica? ¿Se refiere a Jessica? —evaluó Alice la estimación de una amenaza instituyéndose en la efímera relación profesional que acababa de espiar—. ¿Se la van a llevar a la plaza? Mierda, tengo que darme prisa…

Su valoración crítica de la dirección perniciosa hacía la que se había decantado la estructura de la comunicación percibida la instó a investigar presurosa la armería hasta localizar un espacio específico antaño destinado a la venta de herramientas de salvamento marítimo. Registró rauda la ingente cantidad de dispares objetos desconocidos que se organizaban en la instalación hasta descubrir la pistola lanzabengalas a la que había dedicado su completo interés. Tras la obtención de su proceso de llamamiento hacia los tres compañeros expeditos, dirigió sus acelerados pasos hacia un estante que se distinguía por sus variadas piezas de repuesto útiles para un armamento heterogéneo con intención de apropiarse de un conjunto aleatorio de ellas sin ninguna clase de discernimiento, depositando su aspiración a obtener un reconstituyente que pudiese reparar su antigua pistola.

Concluido su aprovisionamiento, Alice efectuó un febril abandono del recinto, orientando el lanzabengalas a un lóbrego cielo despejado antes de desatar su ilusa esperanza sobre un único disparo y constituir un retorno extremadamente acelerado hacia la plaza sin siquiera concederse la comprobación empírica de una oscuridad que comenzó a incendiarse con una vivaz coloración amarillenta.

Unos conjuntos de rápidos y sonoros pasos fueron perceptibles para los oídos de Nicole, quien localizada en una habitación en la planta baja desde que se separó de los guerrilleros había estado escuchando el frenético intercambio de fuego entre el grupo de Diana y el de Michaela. Tratando de huir cuando se separó del grupo de guerrilleros, la tirana y sus soldados entraron al edificio echando abajo la pequeña barricada colocada contra la puerta de entrada obstaculizando el ingreso a la edificación, barricada que le concedió unos valiosos instantes para adentrarse en el interior de un cuarto de la limpieza no muy grande, con el fin de ocultarse de la mirada de la demente reina de Zodiaco. 

La joven dejó la puerta de su escondite entreabierta por tan solo una fina línea de unos miserables centímetros que la permitieran contemplar si alguien pasaba frente a la puerta sin ser localizada. Michaela o alguno de sus soldados había encendido las luces de la planta baja de la comisaría tras entrar al edificio, obligando a todas las sombras en las que ella se podría ocultar a desaparecer, dando lugar a unas estancias bañadas por unas luces que obligaron a Nicole a perder la ventaja para esconderse entre las sombras del lugar, ahora, las probabilidades de ser encontrada se habían disparado, debería de ingeniárselas si quería pasar desapercibida.

Varios portazos sonaron provocando que un escalofrío recorriera la espalda de Collins al comprender que estaban abriendo todas las puertas para comprobar que todas las salas estuvieran vacías. Que la encontraran oculta en el cuarto de la limpieza era cuestión de tiempo, debía de hacer algo si no querían que la pillaran. La ex agente de policía contempló el pequeño habitáculo, en verdad no había gran cosa que le fuera de utilidad. En la pared del fondo, a lo largo de esta se localizaba una hilera de seis taquillas en el que guardar el uniforme y la ropa de los empleados que se ocuparan de la limpieza del edificio, y a ambos lados de la hilera, se apreciaban un par de ventanas por las que se podía contemplar el exterior del edificio. 

A la izquierda, un par de fregaderos, unas escaleras y algunos cubos de basura de distintos colores para el reciclado del material de oficina podían ser vistos, y a la derecha, un par de estanterías repletas de productos de limpieza, algunos carritos de limpieza, algunas escobas, fregonas, entre otras herramientas que facilitaran la labor de limpiar el edificio. Nicole contempló la lampara que colgaba sobre su cabeza, y después miró al interruptor localizado junto a la puerta de la habitación, si encendían la luz estaba perdida, necesitaba ocultarse entre las sombras. La joven mujer tras guardar el rifle de asalto que Diana le entregó dentro de uno de los carritos de limpieza, trató de acercarse hacia la zona de los fregaderos, pero de inmediato algo la detuvo a medio camino, a través de una de las ventanas de la estancia pudo contemplar con asombro una ascendente luz amarillenta en el cielo nocturno, luz que identificaba como la munición procedente de una pistola lanzabengalas.

Nicole se quedó unos instantes pensativa viendo ascender aquella luz que tiñió el oscurecido cielo de una dorada tonalidad. Sin duda, aquella bengala debía de haberla lanzado alguno de sus compañeros para avisarla de su posición, aunque por otra parte, no solo ella sería alertada de la posición en la que se encontraba, también la gente de Michaela... Otro portazo obligó a Nicole a despertar de sus pensamientos y reaccionar ante la situación en la que se encontraba, por lo que sin perder más tiempo, volvió a lo que estaba preparándose para hacer. Collins agarró rápidamente una escalera situada junto a los fregaderos, y de inmediato procedió a desplegarla para colocarla bajo la lámpara. 

Sintiendo los nervios a flor de piel por el terrible miedo a ser descubierta, comenzó a girar la bombilla en sentido contrario todo lo rápido que pudo, con el fin de evitar que los soldados encendieran la luz cuando llegaran a su localización. Escuchando los portazos y las conversaciones entre los soldados cada vez más cerca de su posición, Nicole bajó la escalera de un salto sosteniendo la bombilla en sus manos. Sin perder ni un valioso segundo, la mujer dio un par de zancadas hacia los carritos de limpieza, en donde ocultó la bombilla, y con la misma velocidad, replegó la escalera y la dejó en el lugar del que la cogió. Las voces se escucharon al otro lado de la puerta, y Nicole sin poder ocultar un rostro de preocupación corrió hacia una de las taquillas. Un fuerte portazo se escuchó cuando la puerta se abrió de par en par por medio de la bota del militar ahogando con el sonido de la entrada de los soldados el ruido metálico que produjo la puerta de la taquilla al cerrarse con Nicole en su interior.

La mano del subordinado de Michaela se dirigió al interruptor, pero este no cumplió su finalidad al ser pulsado. Nicole contempló al dúo masculino por las rejillas de la taquilla en la que se ocultaba, de no ser porque quitó la bombilla, sin duda alguna la hubieran encontrado, pues gracias a la carencia de luz algo mas de media estancia permanecía oculta entre las sombras. 

El acompañante del soldado que penetró en la polvorienta estancia le propuso a su compañero buscar en otro sitio, pues dudaba que aquella mujer que Michaela buscara se ocultara en un sitio tan pequeño y sucio como aquel lugar en el que las arañas tejían sus telas en cada esquina del techo, habiendo mejores lugares en el que esconderse.


 Ambos soldados abandonaron el lugar dejando la puerta entreabierta, y Nicole decidió permanecer encerrada en aquella taquilla del cuarto de limpieza, contemplando a través de las rendijas si la luz proveniente del pasillo se apagaba mientras trataba de captar los sonidos procedentes de él. Hasta que no pudiera asegurar que Michaela y su gente se habían ido de la comisaría, Nicole no saldría de su escondite.

—Hey, Robi —reclamó Beatrix con inquietud la clausurada atención de su amigo—, ¿qué te pasa? ¿Estás bien?

—Cathy no me caía muy bien, pero yo no quería que muriera. A nadie parece importarle… —confesó este decaído sin anular ni unos segundos la focalización a través de la cual su campo de visibilidad se mantenía invariable sobre sus rodillas—. Se me pasará… Déjame solo, porfa. 

Sin pretensión de generar angustia, Bea se apartó de la esquina que Robi había transformado en su madriguera personal para encaminarse hacia su descanso sobre una silla al mismo tiempo que analizaba reflexiva los sucesos que se desenvolvían en aquel antro.

—Inma… Hey, Inma… —demandó Adán una inclinación momentánea de su abstracción hacia su persona—. ¿Dónde está mi hermana?

—Esto… ¿qué? —se desveló ella de su letargo con un reseñable retardo en su pensamiento.

—¿Dónde está mi hermana? —insistió el niño expectante ante la resolución de su cuestión.

—Ah, Eva, me estás preguntando por Eva… —recalcó la chica pugnando con el aturdimiento de su cerebro por la recuperación del fragmento de información solicitado—. No está aquí. Salió a buscarte después de que desaparecieras, con Davis y Maya.

—Ah, vale, gracias —le correspondió con cordialidad decepcionado por la escasez de detalles en su declaración antes de anunciar entristecido su tentativa de exculpación—. Lo siento.  

—¿Lo sientes? ¿Por qué lo sientes? —profundizó Inma estimulando nuevamente el reingreso de su concentración en la conexión que la inmunda ventana conservaba con su exterior.

—Nicole os trajo aquí por mí —ensalzó su aclaratoria incomodado por la apatía que la joven sostenía hacia su ansiosa persona—. ¿No estás enfadada o algo?

—No, no estoy enfadada —negó inexpresiva conteniendo su vigilancia intensiva en la avenida colindante a aquel bar—. Nicole nos trajo aquí, pero vendrá a por nosotros y nos sacará de aquí. Y si no ella, alguien más. Alice, M.A, Davis, mi prima, tu hermana… Alguien nos rescatará. Verás como sí.

Abatido por la actitud derrotista de su inocua compañera, Adán consideró concluida aquella inusual conversación para distanciarse hasta el espacio en el que Beatrix se hallaba examinando minuciosamente sus diminutas pupilas. Un efecto complaciente brotado de aquella acción logró convertirse en el conquistador de sus emociones hasta que la activación de su sistema de alerta le advirtió de la aproximación del rubiales hacia su posición.

—Bueno, parece que al final las cosas no han salido tan mal… —comentó emprendiendo una arriesgada exploración del rencor que todavía perduraba en el forastero—. Aunque yo también habría preferido no haber tenido que lanzar la granada.

—No te acerques… —le previno este rehuyendo el contacto con su repulsivo maltratador—. Y más te vale que esa cosa no haya matado a ninguno de mis amigos.

—Vale. Lo entiendo. Me odias. Tienes todo el derecho. Nada justifica lo que hice —se declaró responsable con entera tenacidad en su expresión—. No te molestaré más, ¿vale? Si necesitáis algo, estaré por aquí, solo, repasando lo que tenemos que llevarnos. 

—Venga, ¿por qué eres tan duro con él? —le cuestionó Beatrix tras observar a su compañero alejarse hasta establecerse sobre una mesa apartada—. Vale que no estuvo bien que te pegara, pero Hugo sólo quería que todo saliera bien, y fue manipulado por Lilith, que es la experta. ¿No puedes perdonarle?

—Sí que le perdono, pero no voy a decírselo. Es lo que mi hermana haría —esclareció el chico con férreo convencimiento.

—Sí, es verdad. Tienes una hermana. Eva, ¿no? ¿Eso es lo que te ha enseñado? ¿A no decirle  a alguien que le perdonas? —le interrogó asombrada por su crueldad sentimental.

—Me enseñó a no confiarme —aclaró molesto por su adverso juicio de valoración—. Si no la conoces, no te metas con ella.

—Vale, vale, no te enfades —batalló ella por suavizar la candente atmósfera que comenzaba a componerse—. Tampoco es que mi familia fuera perfecta, ¿sabes? Mi padre era innombrable, a mi madre ni la conocí y mi hermana… Bueno, mi hermana era un poco bruta.

—Yo no conocí a mis padres. Mi madre me dejó en un orfanato y estuve allí ocho años hasta que mi hermana llegó —compartió este sus desdichas pasadas adaptándose al eminente grado de confianza que la niña había configurado—. Pero estoy muy bien con ella. 

—Ouch, lo siento —se disculpó Beatrix vacilando acerca de su modo de progresión de aquella conversación, acelerando su clausura tras la confesión—. Bueno, voy a ver qué hacen estos dos. Ya llevan un buen rato ahí metidos.

—Si están haciendo el amor, como dicen ellos, llevan poco tiempo —puntualizó el chico con una liviana sospecha acerca de las intenciones reales de su parlante.

—Ya te dije que no están haciendo nada. Ni siquiera se oyen gemidos. Es que… bueno, tengo que hablar también con Lilith, y no puede esperar, porque… bueno, no sabemos qué va a pasar, y tengo que decírselo… que decirle algo. Luego hablamos, ¿vale? —se excusó retrocediendo con lentitud hacia el habitáculo en el que Mike y Lilith se localizaban mientras era controlada por la mirada precavida de Adán.

Un efecto inconcebible para sus prejuicios la asaltó cuando penetró espontáneamente en la estancia para presenciar una insólita escena en la que Lilith y Mike expandían inexorablemente una impresionante ternura en un abrazo mutuo. Ambos recompusieron su compostura al captar su estruendosa entrada orientándose nuevamente hacia el retraimiento.

—¿Por qué cojones has entrado? ¿No os dije que no nos molestarais? —protestó la sonrojada chica enfrentándose a su desobediencia. 

—Sé lo que dijiste, pero quiero hablar contigo, Lilith. En privado, también —esclareció Beatrix justificando su abrupta interrupción.

—Muy bien. De todas formas, nosotros ya habíamos terminado. Así vigilo un poco por fuera, que no termino de fiarme de nuestra seguridad —aceptó Mike desapareciendo obedientemente de su cochambrosa sala de las confesiones, otorgando a su novia el privilegio de emprender una  conversación expulsando recriminación en cada vocablo despedido.

—De acuerdo, Bea, te ordené expresamente que no intentaras hablar conmigo hasta que no se terminase la rebelión, pero sabía que no ibas a poder aguantar, así que, ¿qué coño pasa?

—Sí, buen truco, ¿eh? —la congratuló con escamada ironía—. Casi me engañas. ¿Crees que por ser pequeña puedes jugar conmigo? Estaba hablando con el chico secuestrado, y entonces, recordé una cosa. Todavía no has cumplido la promesa que me hiciste para hoy. 

—Oh, venga ya —clamó Lilith descontenta por su desproporcionada exageración—. Estamos en mitad de la rebelión. Dame un puto respiro, por favor… Te prometí que se lo contaría a todos, sí, pero no hasta que salgamos de aquí. Podríamos ponernos en peligro a ambas, y no es que no confíe en el grupo, pero es mejor prevenir que curar. El niñato extranjero me lo pilló cuando le estaba enseñando mis pertenencias para distraerlo, y ya estoy preocupada, aunque no sepa una mierda de lo que pasa en este antro. No necesitamos añadir más problemas a nuestra lista, Bea. ¿Es que no lo entiendes? 

—No, no lo entiendo —negó la menor transmitiéndole en sus vidriosos ojos la decepción que su fraude acababa de instaurarle—. Ya no sé cuántas veces has dicho que ibas a contar la verdad, y era mentira. Dices que no quieres ser como papá, pero le gritas a tus amigos, tratas muy mal a tu novio, amenazas a todos y no confías en nadie. Te estás convirtiendo en él, Jane. ¿No quieres decirlo? No voy a decirlo, pero estoy harta de mentir. Quiero que alguien sepa quién soy.

—Bea, no vuelvas a llamarme Jane nunca más, ¿vale? Soy Lilith —corrigió ella su atrevimiento a través de su indignación, impeliendo a la niña a abandonar disgustada la habitación al percibir una íntegra ignorancia hacia la esencia de su mensaje—. ¡Bea! ¡Bea! ¡Vuelve aquí! ¡Beatrix!

La puerta de la intimidad se desbloqueó estrepitosamente, permitiendo a Mike presenciar la huida acelerada de Beatrix hacia la zona opuesta del local continuada a partir de la aparición de una rendida Lilith, hacia quien se encaminó instantáneamente.

—¿Qué ha pasado? —consultó perspicaz ante la actitud malhumorada de Beatrix. 

—Nada, no ha pasado nada —le respondió modelando un gesto prejuicioso en su rostro que habría evolucionado en una indagación de mayor profundidad si una intervención no les hubiese reprimido.

—Chicos, venid a ver esto... —notificó Hugo vislumbrando un elemento atractivo a través de una determinada ventana.

Exceptuando a la conturbada, todos los invocados acudieron curiosos a la apelación colectiva ansiando sabiduría, pero el reflejo de una luz que sumergía su confortable cielo sólo les concedió una turbada confusión para su regocijo.

—¿Eso es una bengala? —consultó Lilith como un modo de confirmación de su interrogativa mientras Adán comprendía el significado esperanzador de aquel destello mágico.

—No, ese es nuestro billete de salida —asintió Mike aseverando su concepción particular—. Esa luz, sea lo que sea, viene de la zona de la armería, y el supermercado está justo en el sentido contrario. Si los soldados van a investigarla, dejarán nuestro objetivo sin protección y ni siquiera tendremos que preocuparnos de que nos cacen. Tenemos que irnos ahora. Si nos movemos con rapidez y cuidado, estaremos allí antes de que nos demos cuenta.

—Yo voy con vosotros, pero me tenéis que ayudar a encontrar a mi grupo después —impuso Adán la cláusula prioritaria de su contrato de permanencia—. Si no, me quedo aquí, por haberme tratado tan mal.  

—Me parece bien —se comprometió el líder valorando los rasgos positivos de una preciada  relación con los defensores del niño—. Venga, chicos, nos vamos. Recordad que nuestra primera parada es la librería.  

Mientras los miembros de aquel juvenil conjunto de aspirantes a supervivientes se preparaba para su evasivo traslado, el chico forastero se desplazó hasta la ubicación en la que Inma todavía proseguía impasible supervisando las imágenes difundidas por la cristalera.

—Inma, nos vamos —informó angustiado por su obsesiva indiferencia hacia aquella realidad que la envolvía—. ¿No vienes?

—Van a venir a por nosotros. Si nos movemos, no nos encontrarán —justificó su sentimiento con pura certeza hacia la materialidad de su ilusa creencia.

—¿Pero por qué no los buscas tú? —le demandó Adán el surgimiento de una motivación que ni siquiera podría ser factible.

—Si voy ahí fuera en estas condiciones, estoy muerta, Adán —expuso con insensible frialdad por la autoevaluación de su persona sobreviviente—. Yo no soy cómo el resto de nosotros. A lo mejor puedo pretender que soy valiente si me enfrento a un par de tipos descompuestos, pero no puedo fingir en esta situación. Desde aquí puedo ver la plaza donde nos han tenido, y sé que alguno de los nuestros volverá ahí en algún momento, porque nuestras cosas están en ese sitio. Sólo tengo que esperar. No me moveré de aquí. 

Expelida su argumentación derrotista, el chico no aspiró a proyectar una estrategia elaborada que derrotase al shock en el que se había sumido, sino que se limitó a cumplir respetuosamente con su deseo, despidiéndose del establecimiento junto al grupo de ilusos emprendedores.

—Mi señora —se descubrió nuevamente Serge ante la imponencia de su reina escoltado por una multitudinaria camada organizada para afrontar la reacción que se desencadenaría cuando le transmitiesen el resultado de su batida—, hemos mirado en cada rincón de la comisaría, pero no la hemos encontrado. Lo sentimos.

—Tal y como imaginaba —profirió ella demostrando una conducta más sosegada que aquella concebida por sus disciplinados—. Nicole no se ha ganado el título de rata escurridiza por nada. En fin, no importa. Tengo un plan que la hará salir sí o sí. Venga, larguémonos de este sitio. Como tenga que estar un segundo más aquí, acabaré pudriéndome. 

El incuestionable fulgor de una luz resplandeciente dispersándose sobre el manto tenebroso que les envolvía agredió sus retinas una vez traspasaron la salida principal de aquella edificación, generando en los servidores una trascendente sensación de desconcierto genérico.

—¿Qué demonios es eso? —cuestionó Serge emprendiendo un análisis superficial acerca de las relaciones factibles a partir de las que podría otorgarle coherencia a aquella energía lumínica.

—Es una bengala. Parece que alguien está pidiendo refuerzos. Debería haberlas guardado yo también… Serge, ve allí y asegura la zona. Cinco más, acompañadle. Otros cinco, dirigíos hacia la región del hospital. Fox está tratando de cazar a una de las invitadas en él, y va a necesitar apoyo. El resto, conmigo. Nos vamos a la plaza —distribuyó Michaela con una dominancia inmaculada al tiempo que se regocijaba con la diligencia que las agrupaciones conformadas imprimieron en el ritmo de sus acciones cuando se retiraron para acatar sus encargos. Su predisposición también se hallaba prevenida para preservar la fortaleza de su liderazgo con los combatientes restantes cuando su exigente walkie volvió a demandar su revelación.

—Señora, aquí Marcus. Estoy en la plaza. He venido todo lo rápido que he podido en cuanto he escuchado esa explosión, y no esperaba encontrarme con lo que me he tropezado. También estoy viendo la luz de una bengala cerca de la armería. ¿Puede explicarme qué está ocurriendo? —formuló ofuscadamente desubicado su reclamación esclarecedora.

—Hemos sufrido un revés sin importancia —le consintió ella la transmisión de un testimonio escueto en su puntualización antes de contraatacar con la cuestión que era de incumbencia para su intelecto—. ¿Por qué has tardado tanto en llegar?  

—Al idiota del curandero se le había escabullido una de sus víctimas, y he tenido que ayudarle a recuperarla. La tipa sabía esconderse bien, pero no era rival para mí —relató Marcus petulante ante su ordinaria hazaña—. Señora, ¿qué hago ahora? ¿Hacia dónde me dirijo?

—He enviado un grupo a la armería para que investigue la procedencia de la bengala. Ve con ellos y lidéralos —le impuso Michaela en la imperativa conducción de su vigor.

—Entendido —confirmó este el edicto extinguiendo su transferencia de información.

—¡Nos vamos! —alertó la líder a su escolta reanudando su caminata hacia la funesta plaza.

Deslizo la cremallera de la mochila tras la ejecución del distractor análisis de sus pertenencias y la comprimió intensamente contra su pecho tras cerciorarse de que sus dos acompañantes no podían percibir el singular método de rememoración de su adorado hermano. Si aquel descanso hubiese dependido de su propia individualidad, probablemente nunca se habría constituido. Ella anhelaba proseguir incansable con la búsqueda de Adán, pero el tozudo baleado requería de un mínimo lapso de recuperación como consecuencia de su herida, por lo que se había visto forzada a ceder frente a la detención ante la constancia de las suplicas de Maya. A pesar de su concesión, Eva ni siquiera comprendía el planteamiento de permanecer desocupada en exceso. Continuaría sin ellos si la necesidad se tornaba imperiosa.

—¿Cómo te encuentras, Davis? —inquirió su doctora con severidad enfrentándose contra la obstinación de su paciente por una respuesta de confiable veracidad—. Debes estar reventado. No esperaba que pudieses aguantar tanto tiempo caminando en tu estado.

—Uno tiene su resistencia… —comentó este degradando la trascendencia de su lesión—. Me encuentro bien, Maya. Ni siquiera estoy cansado. Deberíamos seguir buscando a Nicole.

—No te vas a mover de ahí —le advirtió impidiendo su apresurada incorporación—. Después de lo que me ha costado convencer a Eva para parar, te vas a quedar quietecito hasta que yo lo diga. ¿Queda claro?

El injuriado accedió a respetar su ordenanza entre quejicosos refunfuños, obteniendo como recompensa por parte de su cuidadora una pérfida sonrisa en la desveló su íntegra maldad pícara  antes de ser cautivados por un tono de voz solemne que había preservado un absoluto mutismo hasta aquel preciso instante.   

—Equipo, aquí Eva. ¿Hay alguien ahí? Respondedme. Adán, cariño, ¿estás ahí? Soy Eva… ¡Que alguien conteste, joder! —aulló Eva trastornada ante el incorruptible silencio de ultratumba que había perseverado a lo largo de su exploración sometiendo el arrollador afán que la impulsaba a reventar su walkie en un vandálico impacto para canalizar su irritación hacia la pareja—. Cinco minutos más.

—¿Cinco minutos? —señaló Maya consternada por su nula empatía hacia el accidentado—. Pero si Davis no ha hecho más que sentarse. Escucha, Eva, entiendo lo que tu hermano significa para ti, y lo que tiene que suponer su desaparición, pero Davis necesita descansar un poco más. Últimamente ha tenido más movimiento del que debería. Si sigue así, su herida podría reabrirse. Sólo te estoy pidiendo quince o veinte minutos. Por favor…

—¿Lo entiendes, Maya? ¿De verdad? —embistió la profesional del combate verbal tras haber sido abatida por su sentimiento de ineptitud—. Lo que yo entiendo es que vosotros estáis aquí por Nicole, y yo estoy aquí por Adán. Probablemente tengamos un mismo destino, pero nuestros objetivos son diferentes, así que no tengo que esperaros necesariamente. Me basto y me sobro conmigo misma. Y si me voy, me llevaré mi mochila.

La recriminada percibió discretamente la mochila que le había cedido Eva tras haber iniciado su exploración conjunta para liberar a su columna de la fastidiosa carga que constituía junto con la de su hermano antes de aventurarse a suspender una batalla en la que no deseaba participar.

—Está bien. Tú ganas. Cinco minutos, y nos ponemos en marcha. 

—Gracias —reconoció Eva su complacencia frente a la simplicidad a partir de la que se había solventado aquella problemática.

—Chicas… A lo mejor es cosa mía, pero… ¿No notáis como si el suelo temblara? —alertó Davis evaluando la estabilidad del terreno en el que se asentaba a través de su tacto.

—¿Qué? ¿Estás delirando? ¿Está delirando o qué le pasa? —consultó la vencedora del duelo  a la experta del trío masivamente sorprendida por el delirio irracional que había difundido.

—No creo que una herida de bala de baja gravedad y no infectada le provoque alucinaciones, pero vamos, ya he dicho muchas veces que no soy médica. Que se lo esté inventando para hacer que lo mueva me cuadraría más… —dedujo ella proyectando en el irresponsable una mueca de sospecha.

—No, no... La tierra ha temblado… Os lo juro —garantizó este avalando certero la advertencia de sus sentidos. 

 Aunque hubiese conseguido desatar en sus camaradas un replanteamiento relacionado con la veracidad de sus palabras, la brillantez de una luz amarilla que se exhibió repentinamente en el horizonte como indicio de una emergencia despojó completamente a Davis de la inclinación que incluso él mismo había depositado sobre su sospecha.

—Una bengala… —delató Eva en su aspecto asqueado su valoración pesimista sobre aquella señalización—. Eso no puede ser ni de Nicole y Adán. Tiene que ser una trampa.

—¿Una trampa? —rebatió Maya asombrada por su precipitada conclusión negativa—. No lo sé… ¿Por qué no puede ser de ellos? ¿Y si consiguieron escapar y están pidiendo ayuda? Quiero decir, creo que es bastante estúpido lanzar una bengala y revelar tu posición a todo ser viviente y no viviente que esté a unos kilómetros a la redonda a no ser que estés en peligro.

—Ya, pero aun así, sigue siendo estúpido. Si ya estás a salvo, ¿por qué vas a arriesgarte a que tus enemigos vuelvan a descubrir tu posición? No veo a Nicole o Adán lanzando esa bengala. Los dos son más inteligentes que eso —contraatacó defendiendo su reflexión particular—. Sea como sea, ¿cómo podrían haber conseguido una bengala? Deberían haberse cruzado con una armería que no esté desvalijada, cosa que en estos tiempos es prácticamente imposible. Estoy segura de que es la gente de Payne preparándonos otra trampa, como la que nos tenían guardada con ese hijo de puta de Fox o el monstruo ese raro.

—Quizá las dos estéis en lo cierto —puntualizó un lesionado aislado del debate reintegrando la sostenibilidad proporcionada por sus avezadas piernas—. A lo mejor nos estaban preparando una trampa mediante la que iban a usar una bengala para atraernos, pero Nicole y Adán lograron quitársela, escapar, y la han usado para que les ayudemos antes de que vuelvan a atraparlos. La verdad es que no podemos saberlo. La única forma es ir al lugar de la luz y comprobarlo. Estamos bastante cerca. No creo que tardemos mucho.

—De acuerdo. Tienes un buen punto —aceptó imprevistamente la opositora la consideración de su razonamiento—. Iremos, pero si es algo que no tiene nada que ver con ellos, nos retiramos, y punto. No quiero que me metáis en follones por intentar ir de salvadores de la noche, ¿queda claro? Ah, y vamos a ir corriendo. Cuanto menos tiempo malgastemos, mejor.

—¿Podrás con ello, Davis? —remitió la curandera a su ferviente preocupación al tiempo que imitaba a su gobernadora equipando la mochila cedida sobre sus hombros—. Mira que hay que andar con cuidado con esa herida, que por menos de nada, te llevas un buen disgusto. Y vuelvo a recordarte que hace nada sobreviviste milagrosamente a una caída de la hostia desde el hueco de un ascensor, así que no te pases.

—Maya, estoy bien. Puedo con ello, ¿vale? —protestó el afortunado exhausto por la excesiva sobreprotección de su compañera—. Esa bengala viene de dentro de la ciudad, muy cerca de la zona donde estamos. Si es Nicole, puedo correr un poco. No me voy a morir.

—Pues venga, vámonos. Y manteneros alerta. Nunca se sabe qué puede pasar  —les previno Eva inaugurando una ágil carrera hacia el área iluminada por la bengala. 

El joven Leonard se encontraba a los quince minutos a unos metros de la comisaría, había tenido que volver a pasar por la escuela para ir hacia su objetivo, y algunas luces proyectadas a través de los cristales procedentes del interior de la edificación le notificaban que los civiles estaban despiertos, quien sabe si preparándose para lo que pudiera suceder aquella noche. 

El joven Leonard había logrado intuir en su trayectoria que algo había salido mal con la rebelión más allá que por el encuentro con aquel subordinado de Braun en la tienda, el camino había sido complicado, había visto a varios soldados y algún que otro guerrillero huyendo despavorido durante su viaje hacia la comisaría, por suerte no lo habían visto, pues había logrado ir ocultándose tras el mobiliario de la ciudad, siempre agachado y ocultándose en todo momento en las sombras, por el camino, había visto el cielo teñirse de una dorada tonalidad por una bengala que alguien había lanzado, probablemente solicitando ayuda a sus aliados. 


Finalmente logró llegar, la comisaría se alzaba frente a él, pero para evitar ser visto entrando por la puerta principal, teniendo en cuenta que no había obstáculo alguno tras el que esconderse si los enemigos aparecían, decidió entrar por la puerta trasera a esta dando un rodeo y ocultándose entre los arbustos que rodeaban el edificio.

 —Cerrada... —suspiró el joven por lo bajo.

 La puerta trasera de metal había sido cerrada desde el interior, y tampoco podía arriesgarse a salir a un lugar totalmente visible como era la entrada a la comisaría para entrar por la puerta principal, por lo que decidió ir al garaje para poder ingresar al interior del edificio, por suerte, la puerta de entrada y salida de vehículos estaba abierta.

 Cuatro coches de policía, dos furgonetas negras, tres motocicletas, y en un rincón olvidadas un par de bicicletas componían los vehículos del gran garaje de la comisaría. Al fondo de ésta, en una pared, una gran estantería metálica con varias cajas de herramientas, botes de aceite, cables, componentes de vehículos y algunas ruedas apiladas en una esquina se hallaban al fondo del garaje. A un lado de la estantería, ascendiendo por cinco peldaños de escalera, se encontraba la puerta que daba paso al interior de la comisaría, por desgracia estaba cerrada.

 El joven pasó la mano por la estructura de la puerta, era de madera, se veía vieja, algo descolorida y con alguna que otra pequeña grieta. Pensativo, Leonard bajó los peldaños en silencio y se acercó a la estantería, agudizó la vista para poder ver bien mientras buscaba a semi oscuras en las cajas de herramientas. La única luz que bañaba tenuemente el garaje era la que entraba del exterior y aún pudiendo encender la luz prefirió no hacerlo, pues ya se había cerciorado de que la comisaría estaba totalmente vacía y a oscuras, pues ninguna luz se proyectaba a través de las ventanas ni por las esquinas de la puerta, y prefería seguir oculto entre las sombras sin que la luz lo delatara.

 Por suerte encontró buscando en las cajas de herramientas una pequeña linterna que le sería de ayuda para avanzar en la oscura comisaría, así como para buscar lo que necesitaba y que por desgracia, no parecía encontrarse entre las cajas. Leo alumbró la estantería buscando con la linterna hasta que finalmente lo encontró en lo alto de esta.

 —Te encontré. Ahora a pensar cómo demonios puedo cogerla. —dijo el chico pensativo observando el escenario una vez más.

Nicole abandonó el cuarto de la limpieza rato después de que la comisaría volviera a quedar sumida en una silenciosa oscuridad. Por precaución, Collins había permanecido encerrada en aquella taquilla varios minutos mas tras sentir como Michaela y los suyos abandonaban el edificio tras no lograr dar con ella. La joven mujer, portando el rifle de asalto que escondió en uno de los carritos de limpieza, no tardó mucho en darse de bruces contra la masacre que Michaela había llevado a cabo. 

Bajo la luz que entraba del exterior a través de las ventanas pudo contemplar a lo largo de la escalera, y a los pies de estas, los cadáveres de Diana y el resto de guerrilleros, los cuales se encontraban esparcidos bañados en sus propios charcos de sangre, reflejando terribles muecas de terror y dolor que quedaron marcadas en sus rostros antes de morir a manos de la tirana de Zodiaco. Inútilmente habían encarado a aquel demonio conocido como Michaela, y sin nada que hacer contra ella, murieron impotentes al ver como uno por uno iban cayendo perforados por las balas disparadas por la jauría de lobos que rodeaba a la bruja. 


Ver todas tus esperanzas rotas y pisoteadas instantes antes de morir irremediablemente por la persona a la que mas odias, alguien que jugó con aquellas personas hasta el último instante de sus vidas...

Aquello tuvo que ser un final terrible para ellos, antes de morir debieron de entender que todo lo que hicieron fue luchar en vano, todo lo que hicieron, solo sirvió para entretener a esa monstruosa mujer... Nicole ascendió a la primera planta pasando cuidadosamente por encima de los cadáveres, apostaba que allí encontraría a mas miembros del grupo de los guerrilleros, y no se equivocaba, pues antes de terminar de subir los últimos peldaños ya podía ver los primeros cuerpos esparcidos por el suelo.

 ¿Cómo era posible? Todos los guerrilleros estaban armados, y vio como antes de separarse de ellos se colocaban en formación para abrir fuego nada mas Michaela se plantara frente a ellos, por lo tanto era imposible sobrevivir a un enfrentamiento directo contra los guerrilleros, pero entonces... ¿¡Por qué demonios solo había escuchado a los guerrilleros gritar mientras huían!? La joven mujer dejó el fusil que Diana le dio sobre una mesa y comenzó a analizar el escenario.

 Leo pensó por un momento en que para conseguir la herramienta que necesitaba podía empujar y trepar por la pila de ruedas, pero estas no estaban perfectamente alineadas y había posibilidad de que se cayeran al suelo tras venirse la pila a bajo con su peso, por no hablar del esfuerzo que tendría que hacer para deslizar toda aquella pila por el suelo hasta acercarla a la estantería, aquella opción la desechó al no parecerle viable. El joven “mercenario” vio una caja de madera, pero no era lo suficientemente alta, llegaba a la mitad de la estantería. Entonces pensó en algo para coger la herramienta que buscaba, hacer su propia “escalera”. 

Leonard se acercó a la caja y usando todo su cuerpo, con esfuerzo comenzó a arrastrarla hacia la alta estantería, desconocía el contenido de la caja de madera, ni tenía tiempo ni ganas de comprobarlo en aquel momento, pero probablemente llevara algunas piezas metálicas de vehículos de un tamaño grande o medio que no pudieran dejarse en la estantería, aquello lo podía deducir no solo por el peso de la caja, también por el sonido que hacía su contenido al ser arrastrado su contenedor. 


Aquella labor le tomó a Leo cerca de dos minutos, el joven estiró su cuerpo y tomó algo de aire tras ejercer aquel esfuerzo. La caja había quedado posicionada a un lado de la estantería, sin pegar con esta, ahora, lo siguiente que necesitaba para crear su escalera eran las ruedas de vehículo, una vez más, maldiciendo su fuerza acorde a su edad, tuvo que hacer algo de esfuerzo, no en cambiar las ruedas de un lugar a otro, si no en recrear parte de la torre de ruedas poniendo una encima de otra entre la estantería y la caja de madera.

 Utilizó para ello tres ruedas de furgoneta que apiló perfectamente entre la estantería y la caja, finalmente tuvo la improvisada escalera que tanto esfuerzo le costó hecha. Si hubiera sido un hombre adulto con subirse a la pequeña escalerita de tres peldaños que reposaba cerca de uno de los vehículos hubiera bastado. El joven se subió a la caja y posteriormente sobre las ruedas con cuidado alcanzando perfectamente la alta cima de la estantería, cogiendo sin problemas la larga palanca metálica que allí reposaba, tras esto, descendió por la improvisada escalera con el objetivo de forzar la puerta. 

Tras varios minutos la puerta cedió rompiéndose parte de la madera, y Leo accedió al interior de la comisaría deshaciéndose de la palanca que utilizó. Tras varios minutos moviéndose en silencio entre las sombras de aquel pasillo en el que se encontraba alumbrando su camino con la luz de su linterna, un extraño olor invadió sus fosas nasales, sangre... El olor a muerte alertó a Leo, quien no pudo evitar fruncir el ceño ante aquel característico olor. Empuñando su navaja en la mano que tenía libre comenzó a ocultar sus pasos manteniéndose alerta tratando de agudizar su vista y su oído para detectar cualquier problema que pudiera ocultarse entre las sombras.

Nicole terminó de analizar el escenario en el que el resto de cadáveres se encontraban desperdigados por aquí y allá sobre sus propios charcos de sangre con sus cuerpos cruelmente perforados. La ex agente de policía no pudo pasar por alto el hecho de que no había ni un solo cadáver de alguien que perteneciera al bando de Michaela, por no hablar de la tremenda facilidad con la que los guerrilleros fueron fusilados, por algún motivo parecía que no fueron capaces de defenderse del fuego enemigo. La verdad es que no le resultó nada difícil recrear en su mente los sucesos que allí acontecieron.

 Diana y un grupo de guerrilleros esperaron a Michaela y su gente en las escaleras que conectaban el primer piso con la planta baja, y tras este grupo encabezado por Diana, el resto de guerrilleros se ocultaban a la espera de ofrecer apoyo a aquellos que decidieron encarar primero al bando enemigo. Desde abajo, a los pies de la escalera, el séquito de soldados que obedecían a su hermanastra abrieron fuego fusilando a aquellos que esperaban enfrentarlos en la escalera, y por la posición de Diana y por ser quien mas alejada estaba de las escaleras, pudo intuir que fue la primera en morir. 


Lo demás es obvio, los soldados subieron por las escaleras abriendo fuego contra el grupo de apoyo, quien rápidamente buscó cobertura para protegerse de los disparos, al menos eso es lo que se podía intuir por las marcas de disparos que presentaban muchas de las columnas de la sala, así como algunas mesas que habían sido volcadas para usarlas de cobertura. Sin duda fue toda una matanza, no pudieron hacer nada para sobrevivir a ella, aquellas coberturas solo retrasaron un poco lo que era inevitable.

La pregunta era la siguiente. ¿Por qué habiendo tantas armas por el suelo que previamente habían sido cargadas, no habían matado a ni un solo soldado? Nicole comenzó a recoger varias armas aleatorias comprobando su munición, teniendo en mente la cantidad de munición que usaba cada arma que había recogido, así como el hecho de que los guerrilleros se habían abastecido hasta los topes de munición antes del enfrentamiento contra el grupo enemigo. Ciertamente, gran parte de la munición de esas armas había sido utilizada, pero aún así, ningún soldado murió. 

Nicole frunció el ceño contemplando el cargador de pistola que tenía en la mano, actualmente le quedaba tres balas, y originalmente aquella pistola tendría que tener un máximo de quince. Collins miró a la pared que se abría a ambos lados de la escalera donde yacían los cadáveres del primer grupo de guerrilleros, y esta se encontraba totalmente impoluta, sin una sola mancha de sangre u orificio de bala, al contrario que el mobiliario, el suelo o las columnas localizadas en el extremo contrario, en donde se encontraban la mayoría de los cadáveres.

—Los disparos solo fueron en una única dirección... —susurró mirando de nuevo las columnas agujereadas.

 Leonard finalmente logró encontrar el despacho del jefe de policía o mejor dicho, el despacho del jefe de los guerrilleros, Braun. Como pensaba, allí encontró el mapa de la ciudad y del sistema de alcantarillado de esta, el joven utilizando la linterna comenzó a examinar el mapa del sistema de alcantarillado buscando por donde podría salir para estar lo suficientemente lejos del territorio de Michaela. El joven era capaz de comprender aquello gracias a que un civil que trabajó durante años con los temas del alcantarillado de la ciudad, le enseñó a entender aquellos mapas con el objetivo de devolverle a Leo un favor que le debía. 

Tras seleccionar varias salidas posibles guardó ambos mapas en la mochila y examinó el despacho en busca de algún arma blanca más letal que su navaja, por desgracia tan solo encontró un inútil y ruidoso revolver Colt Python cargado y tirado en el suelo, oculto tras una estantería de madera llena de libros y ligeramente separada de la pared, lo suficiente como para que únicamente se pudiera meter la mano para agarrarla, acción que Leonard no hizo. Había logrado encontrar un arma de fuego antes de ir a la armería, pero él buscaba concretamente una pistola que usara balas de nueve milímetros, por el simple motivo de que esas balas son más sencillas de encontrar que las de un revolver.

Nicole comprendió que las armas de los guerrilleros habían sido disparadas, y lo mas lógico era que lo hubiera sido cuando los soldados subían por las escaleras, y por narices aquellos disparos debieron de dar a aquellos soldados en aquel preciso momento, sin duda habrían sido tiros certeros, pero no había sangre u orificios de balas en aquellas paredes que se abría a ambos lados de la escalera. 

Es obvio, las armas funcionaban perfectamente, el problema no eran ellas, sino la munición que usaba. Nicole sin dejar de fruncir el ceño ante la respuesta que se originó en su mente ante el enigma acerca de la masacre, metió de nuevo el cargador en la pistola y apuntó a la impoluta pared con el fin de probar que su teoría era correcta. Sin vacilación alguna apretó el gatillo... Tras el disparo, todo quedó en silencio por unos instantes, y lentamente Collins bajó el arma mirando a la pared, concretamente a la zona en la que debería de estar el orificio de la bala.

El rostro de Nicole se ensombreció tras comprobar que su teoría era correcta. La mujer envuelta en las sombras de lugar cuya figura era tenuemente distinguible por la luz que entraba de las ventanas lo comprendió todo, ahora todo encajaba en su cabeza. Aquellas balas no eran munición real, eran balas de fogueo. 

Desde un inicio Michaela sabía de la rebelión de Braun, y estuvo esperando hasta el último instante fingiendo no enterarse de nada de lo que sucedía en su imperio para que el día de hoy tuviera lugar, para que el día de hoy pudiera celebrar un demente juego para ella y su gente que estuviera al nivel del entretenimiento que necesitaba un demonio como ella, desde el inicio había estado jugando con todos, con Braun, con los guerrillero, con ella y sus compañeros... 


Una vez que todos los elementos fueron reunidos para iniciar el juego decidió actuar. Si Michaela sabía de la rebelión de Braun y sus guerrilleros debía de ser porque había un topo entre las filas de Braun que informaba a Michaela de todo, y teniendo en cuenta la rebelión, probablemente decidió cambiar las munición real por balas de fogueo para cuando los guerrilleros se prepararan armamentisticamente para ejecutar a la reina y acabar con su reinado.

Ella y sus compañeros fueron la guinda del pastel, lo último que Michaela necesitaba para dar comienzo su juego una vez logró que ella traicionara a sus compañeros y los llevara a la boca del lobo pudiendo dar inicio a su demente entretenimiento. Todo estaba planeado desde el inicio, probablemente Payne le informara que ellos iban tras él tras lo sucedido en el hospital, por eso decidió acogerla a ella y a su grupo como invitados de honor a su espectáculo, pero para ello debía enviarles primero las invitaciones para unirse a su juego por medio del enfrentamiento con Fox y sus soldados cuando lograron dar con Payne, también con la batalla contra aquel monstruoso ser mutante, la Chimera, y por último con su secuestro y el de Adán.

 Una vez tuvo a la mayoría de sus invitados especiales en la fiesta, a excepción de los "desagradecidos"  Davis, Maya y Eva, decidió dar inicio al juego comenzándolo con la muerte del líder de los guerrilleros y cabecilla de la rebelión, Braun, quien fue ejecutado ante la mirada de todos los presentes. Después para ir dando ambiente a la fiesta, hizo el juego del ahorcado en el que obligó a Inma, Alice, M.A y a ella misma a ser los jugadores de aquel demente juego que se llevó la vida de muchos de los seguidores de Braun. Y ahora aquella matanza de guerrilleros... ¿Cuál sería el siguiente juego al que Michaela jugaría? Bueno, eso era obvio ¿no? Ahora le había dado por jugar al gato y al ratón, y era más que obvio quien era de entre ellas dos el gato y quien era el ratón...

Una extraña sonrisa se dibujó en el ensombrecido rostro de Nicole. —Ya veo, es por esto que están todos muertos, es por esto que está sucediendo todo esto. Solo es un juego para ti, ¿verdad? Michaela, eres una persona que te gusta pagar tus frustraciones destruyendo la vida de los demás. Destruir las esperanzas y las vidas de las personas a las que sometes a tu tiranía, es algo que te resulta tan divertido... Realmente Michaela, realmente eres muy astuta, como la zorra que eres... —susurró la joven sin dejar de sonreír al tiempo que un par de silenciosas lágrimas surcaban sus mejillas. Nicole agarró con fuerza el cañón de la pistola y la arrojó con todas sus fuerzas contra la pared en un ataque repentino de ira. —Debo de encontrar mi inventario y buscar a mis compañeros antes de que Michaela los encuentre. —se dijo para sí misma recordando el lugar donde había visto su inventario y el de Adán la última vez que habían estado en la comisaría tras separarse del grupo y ser secuestrados. Nicole miró a la mesa en la que había dejado el fusil que Diana le cedió, aquella arma no le iba a ser útil, sus balas también eran de fogueo.

 El joven Leonard salió del despacho tras escuchar un disparo, y poco después un golpe procedente de la primera planta. Normalmente hubiera huido del lugar, pero su curiosidad, tentada por el fuerte olor a sangre y la proximidad de los sonidos le obligaron a asomarse doblando una esquina para hallar parcialmente fundida entre las sombras un cuerpo femenino sin vida que reconoció de inmediato como una de las guerrilleras de Braun, y por encima de todo, por ser la madre de Tyler, se trataba de Diana. Cerca de ella había varias armas, entre ellas un par de pistolas de nueve milímetros como las que necesitaba. El joven trató de acercarse a cogerlas, y con suerte estaban cargadas, las necesitaba, pero aquella acción se vio interrumpida cuando escuchó unos pasos descendiendo por la escalera que a tan corta distancia se encontraba de él.

  El palpitar del corazón del joven se aceleró, y en un intento de huir pegó varias zancadas retrocediendo por donde vino huyendo por uno de los pasillos tratando de ocultar sus pisadas todo lo posible. Tenía los mapas, pero no había logrado encontrar ningún arma blanca de mayor utilidad que la que portaba oculta en el bolsillo de su sudadera, y no había podido coger aquellas pistolas. Debía de salir de allí antes de que aquella persona que se encontraba en el edificio diera con él, tenía que encontrar la puerta trasera que seguía cerrada desde dentro para abandonar el edificio, con esa persona volviendo a la planta baja, ya no podía salir por la puerta del garaje. 

Debería de rezar por tener la suerte de encontrar algún arma por el camino a la salida que correspondiera a las características que necesitaba, tenía intención de buscar por algunas salas mientras se dirigía a la salida trasera. Los pasos se acercaban en su dirección, a veces, dubitativos se detenían y se perdían por un tiempo, pero después volvían a escucharse cerca. El joven Leonard temía que la luz de la linterna lo delatara, pero en aquellos pasillos no habían ventanas por la que pudiera filtrarse algo de luz que le permitiera ver por donde iba, por lo que para su desgracia no le quedaba mas remedio que utilizarla.

Finalmente sus pasos se detuvieron frente a la sala de reuniones cuya puerta abierta de par en par le reveló sobre la superficie de una gran mesa unas extrañas siluetas parcialmente ocultas entre las sombras de la estancia. El chico entró iluminando las siluetas obligándolas a desvelar su verdadero aspecto bajo la blanca luz de la linterna. Sus ojos se abrieron al contemplar un excelente machete Kukri de blanca empuñadura, con poco mas de cincuenta centímetros de longitud desde la punta del filo hasta la empuñadura, guardado en una funda que podía equiparse a la cintura, era el arma perfecta que estaba buscando. Leonard recordaba que Michaela tenía otro Kukri con un diseño similar que llevaba siempre a todas partes. Aquel Kukri, como el de Michaela, también era de filo y empuñadura largas, sin duda, aquel arma era incomparable con su pequeña navaja. A un lado había un fusil G36, y un par de trajes de protección contra la radiación.

—Esto debe de ser de aquellos dos a los que secuestraron esta tarde, Adán y aquella mujer de la que escuché. —susurró Leonard alzando la mano hacia el cinturón porta funda del Kukri. —Bueno, esto ya no lo van a necesitar, probablemente estén muertos ya, o lo acabarán haciendo a lo largo de la noche.

Unas pisadas se escucharon tras el joven Leonard alertando todos sus sentidos, a una increíble velocidad su mano cambió en dirección hacia el fusil que yacía junto al Kukri al tiempo que se giraba de cara a la entrada de la sala retrocediendo varios pasos. Si era algún soldado o guerrillero, era más que probable que estuviera armado con un arma de fuego tras haber visto aquellas que yacían junto al cadáver de Diana, en tal caso empuñar el Kukri no le serviría de nada. Una mujer femenina entró en la estancia ligeramente iluminada por la luz de la linterna que el chico empuñaba en la mano izquierda.

—¡Detente o disparo! —amenazó el rubiales ante la silueta femenina que yacía a una escasa distancia de él.

La mujer apenas podía ver el rostro del joven por la poca iluminación del lugar, por no hablar de que toda la fuente de luz se dirigía hacia su rostro tratando de cegarla. Tratando de ocultar sus ojos azules de la cegadora luz con una de sus manos, la mujer se percató del arma que portaba aquel chico, quien probablemente se tratara de uno de los mosqueteros de Michaela, era su descargado fusil G36, aunque por supuesto, parecía que el chico ni siquiera se había preocupado de comprobar si tenía o no munición. Su mirada se dirigió entonces a la mesa, en donde halló su machete Kukri a la espera de ser recogido. Nicole suspiró, y sin hacer caso a la advertencia del joven se acercó a la mesa de la que recogió el arma blanca que de inmediato se equipó. El chico vaciló ante la actitud relajada y despreocupada que demostró la mujer para recoger el machete mientras era apuntada con el arma de fuego.

—Antes de apuntar a alguien con un arma que acabas de encontrar deberías de comprobar si tiene munición que disparar. ¿No crees? —aconsejó la mujer acercándose a la pared para accionar el interruptor de la luz. —Ese arma me pertenece, y debo de comentarte que está sin munición, por eso no me siento intimidada de ninguna manera mientras me apuntas con el arma. Y por cierto otro detalle, es muy imprudente ir por ahí con esa linterna encendida, podría delatar tu posición.

Leonard arrojó el arma sobre la mesa al tiempo que metía la mano en el bolsillo de la sudadera para sacar la navaja. Pero en medio de aquel acto, la luz se encendió dañándole por unos instantes la vista, obligándolo a cerrar un momento los ojos. Lo primero que vio en cuanto los abrió fue como la mujer había tomado ese instantes para acortar distancias con él de una zancada, colocando a modo de advertencia su mano sobre la empuñadura del Kukri que descansaba en su funda a un lado de su cintura.

—Te lo advierto, no saques lo que guardas en ese bolsillo, soy rápida desenfundando mi machete. Antes de que puedas sacar lo que sea que tienes ahí ya te habré degollado. —le recomendó mirando al chico con una mirada seria en el rostro.

Pero el joven no dio respuesta alguna, ni pareció escuchar el tono de advertencia que utilizó la mujer en el tono de su voz, y mucho menos en aquella mirada terriblemente seria con la que lo miraba. Sus ojos, su pelo, su rostro... El joven no pudo evitar ocultar una muestra de asombro cuando ambos se vieron cara a cara. Aquella sorpresa por parte del joven desorientó a Nicole, quien de inmediato abandonó su seriedad ante la mas que evidente sorpresa del chico que yacía frente a ella.

—¿Qué sucede? ¿Es que tengo monos en la cara? ¿Quién eres?

Leonard apartó la mirada ante aquel comentario mientras retrocedía unos pasos al tiempo que sacaba la mano del bolsillo de su sudadera abandonando todo intento de enfrentar a aquella mujer con su navaja. El joven miró decepcionado por unos instantes el machete Kukri sobre el cual se apoyaba aún la mano de la mujer.

—¿Cómo te llamas, muchacho? ¿Qué edad tienes? —preguntó atrayendo de nuevo la mirada del chico.

—Mi nombre es Leonard Lewis, y tengo catorce años. ¿Cuál es tu nombre? Ya que me has pedido que me identifique tú también deberías de hacerlo ¿no? —exigió el joven descolgándose la mochila que llevaba a su espalda para guardar la linterna, y después volver a colocársela.

—Soy Nicole Collins.

—Ya veo. Mira, Nicole, no quiero problemas, ¿vale? No soy ninguna amenaza para ti, solo soy alguien que está aprovechando la rebelión para abandonar este infierno. Por lo tanto sigue tu camino, yo seguiré el mio. —comentó el chico girándose y saliendo corriendo de la sala de reuniones por una puerta localizada al otro extremo de la habitación.

Nicole no tuvo tiempo a reaccionar, pero pensó que si él mismo dijo que no era su enemigo, tal vez podría volverse su aliado y ayudarla a dar con sus compañeros en esa base desconocida para ella. Collins decidió dejar su descargado fusil y el traje de protección de Adán y el suyo en aquella sala, trataría de recuperarlos una vez salvara a sus amigos, puede que el G36 no, pero los trajes eran algo de gran importancia, por lo que era necesario llevárselos para sobrevivir a la radiación una vez salieran de la base. Pero hasta entonces decidiría dejarlos ahí para evitar que se rasgaran o agujerearan durante alguna posible confrontación contra Michaela y sus soldados.

—¡Espera un momento, Leonard! —gritó la joven saliendo en su persecución tras apagar de nuevo la luz de la sala.

Nicole siguió a Leonard por algunos pasillos, hasta que logró llegar al chico de dorados cabellos cuando se detuvo frente a una puerta metálica a la que le estaba quitando el cierre de seguridad para poder abrirla y pasar a través de ella.

—Te dije que me esperaras un momento. —mencionó Nicole mirando al chico de espaldas.

Leonard abrió la puerta dando lugar a la parte trasera de la comisaría.

—Y yo te he dicho que sigas tu camino, y yo seguiré el mio. —le recordó el joven marchando a pasos ligeros al exterior de la comisaría sin mirarle a la cara a la mujer que había a su espalda.

Nicole salió persiguiendo al joven Leonard, no iba a darse por vencida, necesitaba su ayuda.

—Por favor, ayúdame a encontrar a mis compañeros. Vi una bengala saliendo de por allí —señaló Nicole con la punta de su dedo índice—. No conozco el lugar, y por ahí andan sueltos los lobos de Michaela. Estoy segura de que esa bengala es un aviso de mis compañeros —rogó la joven mujer por su ayuda.

 —Por esa dirección se encuentra la armería —aclaró Leo con un tono indiferente en su voz emprendiendo de nuevo su viaje—. Buena suerte. Yo todavía tengo que saquear algunos sitios antes de irme de aquí.

 —Oye chaval, ¿no escuchaste lo que te dije? Necesito que me ayudes. No sé llegar hasta allí y no puedo andar libremente con tanto asesino por ahí suelto. Michaela me está buscando. Por eso necesito un guía que me lleve.

 —Más razón para desearte la mejor de las suertes —le respondió dándole la espalda sin dejar de caminar.

 Nicole dio tres zancadas y agarró la muñeca del joven en un intento de convencerlo una vez más mediante sus ruegos. Este como acto reflejo giró velozmente su cuerpo a la par que hizo un movimiento rápido ascendente en horizontal con su brazo libre. Nicole a tiempo lo soltó dando un pequeño salto atrás al ver el fino y leve destello plateado de la hoja de una navaja ascender hasta su cuello. La rubia en defensa propia desenfundó su machete Kukri.

 —Ese arma tuya. La necesito —confesó Leo con aspecto serio, preparado para el inminente ataque que lanzaría contra la mujer de llegar a resistirse—. Dámela o te lo quitaré por las malas.

 A Nicole le llamó particularmente la atención el brusco cambio en el comportamiento del joven. Su mirada, decidida y sincera, demostraba que hablaba en serio, pero no solo eso. Aquella mirada le decía que esa no era la primera vez que pretendía matar a alguna persona. A pesar de su edad, aquel chico era un asesino, como los mosqueteros de Michaela.

 —Lo siento, pero lo necesito tanto o más que tú —respondió optando por una posición defensiva.

 —Lo siento entonces, señora.

 Veloz, Leo se lanzó hacia Nicole con el filo de la navaja por delante. Rápido como el rayo, unos dibujos mortales comenzaron a intentar ser trazados en la piel de Collins. Movimientos diagonales, horizontales, verticales, puñaladas... Una gran variedad de movimientos cortantes obligaron a Nicole a retroceder al no ser capaz de ver bien la trayectoria del pequeño filo de la navaja. Tan solo se guiaba por el movimiento del brazo del joven y por los destellos que la luz reflejaba a veces en la hoja plateada de la navaja. Leonard avanzaba cubierto por sus cortantes trazos intentando acorralar a la mujer contra la pared para asestarle un golpe final en el pecho.

 Nicole no era capaz de atacar al chico, por la edad que tenía, y el más que ya conocido sentimiento maternal que había despertado hacía ya tiempo en ella. No obstante, había algo más que eso. Él era distinto a los mosqueteros de Michaela. Ciertamente, intuía por sus ojos que había asesinado anteriormente, pero por alguna razón, la maldad de sus actos tenía un origen muy distinto a la vista en las viles acciones de los mosqueteros de la perra de Michaela. Carecía de la voluntad necesaria para ensuciar sus manos con la sangre del muchacho tan fácilmente.

 — ¡¿Por qué no atacas?! —expresó el chico entre jadeos sin detenerse.

 Fue entonces cuando los metales chocaron y Nicole pateó el vientre de Leonard aprovechando que su bloqueo era lo suficientemente fuerte como para desviar la hoja de la navaja y el brazo del muchacho, dejando su torso al descubierto. Leo, quien se cayó de espaldas sobre su mochila se levantó. Tenía prisa. Si se pegaba demasiado tiempo allí los acabarían pillando. Nicole sin contestar a la pregunta del joven se acercó a él en silencio, con el filo del Kukri apuntando al suelo.

 — ¿A que vienen ese silencio y esos aires de superioridad, mujer? ¿Tan débil me ves como para estar así de despreocupada? No soy débil, y te lo demostraré. Estoy harto de la gentuza como tú que se creen más fuertes por abusar de los más débiles haciéndolos sentir como si fueran una mierda para que vosotros os sintáis mejor con vosotros mismos, para sentiros más poderosos. Te arrepentirás por mirarme de esa manera... —comentó el joven gruñendo de rabia ante la mirada fría, indiferente y distante que el joven entendió como una muestra de superioridad por parte de aquella mujer.

 Nicole se detuvo pensativa a metro y medio de él. Aquella respuesta había significado que, de alguna manera, el muchacho estaba entendiendo que ella se estaba burlando de él, cosa que no hacía. Nicole no se percataba de ello, pero estaba mirando al joven con una mirada muy severa mientras lo examinaba al milímetro, adaptando aquella rígida mirada hacia el chico, mirada que tantas veces había adaptado inconscientemente en los interrogatorios cuando ejercía su papel como agente de la ley en Stone. Leo se percató de que Nicole lo estaba examinando, lo estaba poniendo a prueba.

 —Sabes, estaba dispuesto a dejarte ir con ese arma. La necesito para mis planes y aun así iba a dejar que te fueras con ella. Pero tú me has retenido intentando involucrarme en tus asuntos. No me importáis tú ni tus amigos. Yo tengo mis propios planes, y para realizarlos, necesito un arma mejor que esta mierda de navaja. Por eso quiero que me des tu Kukri —añadió antes de abalanzarse de nuevo contra Nicole.

 El joven no se alejaba de la realidad. Nicole estaba evaluando sus actos y palabras en una manera de decidir si debía o no considerarlo una amenaza real y acabar con él. El joven lanzó una puñalada con rabia. Nicole por su parte hizo un veloz y fuerte movimiento horizontal de izquierda a derecha sin moverse del sitio. Un sonido metálico se escuchó y la navaja salió volando de la mano de Leo, girando en el aire hasta descender y clavarse en el césped sobre el que estaban, lejos de su propietario.

 —Maldita... ¡¿Por qué tienes que hacerlo tan difícil?! Simplemente, dámela y ya está. Vete por tu cuenta y yo me iré por la mía para no volver a vernos las caras, ¿vale? Es así de simple. Sólo dámela y ya está. No lo hagas más difícil, por favor... —gruñó el joven sintiendo una serie de extraños sentimientos ante la figura de aquella mujer, propiciado por los nervios inducidos por el valioso tiempo que estaba perdiendo arriesgándose allí a ser capturado y castigado con la pena de muerte de llegar a aparecer los soldados de Michaela.

 Nicole por su parte sin abrir la boca, guardó el Kukri en su funda y se quedó observando que haría ahora aquel chico desarmado. Aquello provocó aún más a Leonard y apretó los puños dispuesto a atacarla, a pesar de que eso no era lo que precisamente quería. De haber sido otra persona, hubiera peleado hasta la muerte sin contenerse ni negociar con su rival, pero aquella mujer, aquel rostro... Leo sabía que era la apariencia de aquella mujer lo que frenaba sus actos, ahogando la necesidad de matarla para conseguir el condenado arma.

 — ¡¿Quién te crees que eres para mirarme así?! ¡No puedes juzgarme! ¡No sabes nada de mí! —pronunció con rabia Leonard lanzándole a Nicole un derechazo mientras trataba de acortar distancias con ella. El joven, en un intento de luchar contra la extraña debilidad que estaba comenzando a emerger de sus sentimientos, se apoyó una vez más en la violencia.

 Nicole retrocedía parando los puñetazos con sus antebrazos. Directos, laterales y ganchos fueron disparados enérgicamente contra ella. El hecho de que Nicole no hiciera nada para contraatacar más allá de simplemente retroceder y bloquear enfurecía aún más a Leo.

 — ¡Defiéndete de una vez! ¡No me trates como a un crío! ¡Trátame como a un adulto! ¡He asesinado a varias personas y estoy intentando matarte! ¡¿Es que no te importa?!

 Nicole actuó ante aquel comentario, y sin demasiado esfuerzo, ejecutó una llave al muchacho retorciéndole el brazo, para acto seguido elevarlo obligándole a dar una vuelta de campana en el aire antes de estrellarse contra el suelo. Nicole soltó el brazo del joven y retrocedió un par de pasos. Éste se puso en pie, de espaldas a Nicole.

 —No eres una simple civil más, ¿cierto? —intuyó el joven evaluando su combate con Nicole—. Eso me lo pone aún más difícil...

 La ex agente no respondió. Tan sólo se mantenía en silencio.

 — ¿Por qué no me hablas? ¿Tan despreciable me ves como para no dirigirme la palabra? Si, debe ser eso... —se respondió a sí mismo con un triste susurro—. Está bien entonces. He hecho cosas malas, cosas de las que no estoy orgulloso. Supongo que tú también piensas que soy un mosquetero... —comentó en voz baja, aun dándole la espalda a la tranquila mujer que lo escuchaba atentamente en silencio—. Pues no lo soy, y te digo otra cosa. Si algo he aprendido estando aquí es que estoy solo, y a estas alturas no me importa hacer cosas inmorales como matar a alguien con tal de conseguir lo que necesito. No permitiré que nadie se meta en mi camino. Estuve esperando mucho tiempo a que llegara éste día. Solo tengo una oportunidad. Esta es mi única escapatoria de este infierno —pronunció el joven apretando los puños a medida que aumentaba su tono de voz—. ¡Por eso, te quitaré ese jodido Kukri cueste lo que cueste! —gritó con rabia girándose para clavar una mirada sincera y decidida en los ojos azules de la mujer que ante él se alzaba.

 Leo gritó de rabia dejándose llevar por sus emociones instantes antes de acortar distancias con la mujer para lanzar un puñetazo lateral izquierdo y un directo, ambos bloqueados. Ante esto, rápidamente lanzó una patada giratoria alta contra el costado derecho de la mujer, el cual fue evadido y parado por ésta al agarrar el tobillo del sorprendido joven. Nicole tiró enérgicamente de su pierna hacia sí misma obligando al joven a perder el equilibrio y caer de espaldas contra el suelo golpeándose la cabeza en esta ocasión.

 Leo abrió sus ojos azules y se encontró con el rostro de la mujer, quien le tendía la mano para ayudarlo a levantarse. Leo se negó a aceptar su ayuda y se levantó retrocediendo unos pasos y alzando de nuevo sus puños mientras mostraba su dentadura como muestra de rabia. No se iba a rendir fácilmente, aun sabiendo que el tiempo pasaba y la probabilidad de que los escucharan y dieran con ellos iba aumentando. Nicole se relajó y lo observó con una mirada despreocupada y serena.

—Ya está bien, Leonard —sentenció la joven con un tono de voz serio pero tranquilo—. Sabes tan bien como yo que cuanto más tiempo pasemos aquí, más aumentará la probabilidad de ser descubiertos. No tengo intención de hacerte daño, no te veo como un enemigo, ni quiero ser yo tu enemiga. Ambos somos fugitivos, ambos huimos de Michaela, ambos buscamos cosas. Te propongo un trato. El Kukri me pertenece, pero si tú me ayudas a llegar a la armería, yo y mi Kukri te ayudaremos a encontrar las cosas que estás buscando. ¿Te parece bien? Es mejor cooperar que mantener esta lucha sin sentido —le propuso Nicole alzando la mano esperando a que este se la estrechara en señal de aceptación.

 —¿Quieres ayudarme a encontrar los recursos que necesito? ¿Qué trabajemos juntos? —preguntó un desconcertado Leonard por el cambio de actitud tan repentino de la mujer.

 —Exacto. Si cooperamos y nos ayudamos el uno al otro, ambos saldremos beneficiados. Juntos tenemos más posibilidades de lograr lo que queremos, ¿no? —le confirmó percatándose de cómo el joven miraba dubitativo su mano tras bajar lentamente sus puños por la impresión de la propuesta.

 Leo se lo pensó unos segundos, mirando la mano firme de la mujer, y posteriormente, su nueva mirada, tranquila y segura. No parecía que estuviera mintiendo en lo que había dicho. Finalmente, Leonard se decidió y tras soltar un pesado suspiro estrechó la mano de Nicole.

 —Está bien, pero no me la juegues —le advirtió acercándose a recuperar su navaja.

 —Tranquilo. Puedes confiar en mí.

 —Sí, claro, eso dicen todos... —respondió éste con tono irónico—. Vámonos de aquí —sugirió el joven al ver como Nicole le sonreía tras emplear aquel tono irónico respecto a confiar en una extraña que acababa de conocer y que hasta hace un momento le había enfrentado mientras lo miraba de aquella manera tan fría.

El dúo fue hacia su siguiente destino, el hospital. Agazapados, ocultos entre las sombras y tras cualquier obstáculo que encontraran por el camino avanzaron rápida pero silenciosamente hacia el lugar de destino. Leo sabía que cuanto más se internaban en los dominios de Michaela, mayor sería la presencia de soldados y mayor sería la probabilidad de ser encontrados, pues intuían que la bengala que se había alzado tiempo atrás al cielo nocturno habría sido vista también por Michaela, y por ello, habría mandado algunas tropas para investigar el suceso. Finalmente, lograron llegar y acceder al hospital.

Consumiendo una ligereza inigualable, Alice obtuvo la victoria por el regreso a la intersección que conectaba con la plaza del ahorcado, sintiéndose estimulada por una seguridad de carácter optimista hasta que un ensangrentado esperpento de relevante corpulencia se manifestó entre la penumbra de una vía cercana, impulsándola a utilizar un muro cercano como cobertura desde el que construir una cautelosa vigilancia mediante la cual pudo revelar su identidad tras observar su detención en un destino compartido.

—Bueno, bueno, bueno, pues ya estamos aquí, cariño —farfulló aquel carnicero al organismo inconsciente de la joven que transportaba mientras le permitía reposar sobre su propia columna próxima al kiosco en el que su anhelante compañero se recuperaba—. Me pregunto para qué te querrá Michaela. No suele sacar a mucha gente de allí, ¿sabes?

—¡Jessica! —descubrió la adolescente emocionada aferrándose con presteza a su walkie a la par que lo restituía a su canal privado—. ¡M.A! ¡M.A! ¿Me escuchas?

—Te escucho, Alice. Me encuentro mejor, por si te interesa —intentó él encubrir el ordinario proceso de convalecencia sobre el que había progresado vagamente—.  ¿Qué pasa? ¿Has tenido algún problema intentando avisar a los demás? Creía que tenías una idea…

—No, no, eso ha salido bien, o al menos eso espero. Es por Jessica. Está aquí, en la plaza. Yo estoy también aquí, porque escuché una conversación por walkie diciendo que la traerían aquí. El caso es que pensaba que yo iba a llegar primero, y he llegado, de hecho, pero se me ha colado un tipo, que es el que la traía. Sé que sólo está ese, por ahora, al menos, pero no quiero cagarla. Haz ruido o algo dentro del kiosco para distraerlo, y yo me encargaré de él, ¿vale? —estructuró la guerrera su táctica homicida ávida por una aclamación afirmativa que nunca se materializó—. ¿M.A? ¿M.A, me escuchas?

La madera conformante del kiosco crujió desapaciblemente después de que su zafio inquilino la abriese violentamente, dispensando una sucesión de pasos tambaleantes que le posicionaron frente al grotesco adefesio denominado curandero. Su expresión conmocionada tras presenciar la aparición de aquel individuo inesperado fue idéntica a la que Alice exteriorizó al observar a su protegido volviendo a arriesgar temerariamente su estabilidad sobre la dimensión de los vivos.

—Será capullo… —se molestó ella por su plena desatención desenfundando su machete para abalanzarse sigilosamente hacia su enemigo.

—Hace una noche preciosa, ¿no cree? Cielo estrellado, aire puro, una granada explotando… Todo lo que se necesita para armar un buen cóctel de medianoche. ¿Le apetece uno? Podríamos charlar pacíficamente mientras nos lo tomamos —encadenó una serie de múltiples estupideces incoherentes que acudieron vertiginosas hasta su mente osada.

—¿Quién eres tú? —le interrogó aquel monstruo organizando una férrea defensa que causó el origen de una aclaratoria jocosa por parte de M.A tras presenciar a Alice disponiéndose junto a su espalda al tiempo que elevaba un arma blanca de especializadas dimensiones.

—¿Todavía no te has dado cuenta? Soy la distracción.

La mofa expelida estimuló al curandero a girar sobre sí mismo para adivinar la amenaza que atentaba contra su subsistencia, pero el cuchillo superó sus oxidados reflejos, despojándole de la miseria que distribuía cuando atravesó inclemente su cráneo.

Inma cubrió con sus temblorosos dedos el tirador de la principal puerta de acceso al local en el que se resguardaba de la perversidad del mundo exterior, desistiendo en su tentativa cuando  el pavor que le infundía confrontar a aquel corredor de la muerte volvió a reprimir su fortaleza. Regresó derrotada durante su primera contienda hasta el habitual espacio de vigía, gratificando su constancia con una aparición imprevistamente fortuita.

—¿Ese es…? ¿M.A? —razonó la joven concentrándose en una de las tres figuras captadas que habían emergido en su estudiada plaza, impulsando sus pies a la realización de una galopada en dirección a su salvador.

—A eso es a lo que yo llamo tener un buen giro de muñeca —se burló el moribundo de aquel deficiente al tiempo que Alice recuperaba la entereza de su cuchillo, ocasionando un derrumbe estrepitoso del cargante cadáver.

—Manda huevos que tengas ganas de ponerte a hacer bromas sobre este tema. ¿Cómo se te ocurre arriesgarte de esa manera? Has pasado de mi culo olímpicamente —le reprendió molesta por la efusiva ignorancia de su planteamiento.

M.A organizaba su declaración verbal para eximirse mediante una justificación previamente seleccionada, pero la percepción de una personalidad concreta que había emanado súbitamente desde una de las rutas transversales acometiendo excesivamente acelerada hacia su posición le disuadió de la compartición de su pretexto. Ni siquiera habían definido todavía con exactitud la identidad de aquella entidad cuando Inma se desplomó exhausta sobre los brazos de su amigo, fundiéndose con su deslucido cuerpo en un intenso abrazo.

—Oh, Dios. Sabía que vendríais. Sabía que vendríais… —gimoteó la joven entusiasmada por el reencuentro.

—Inma, ¿dónde estabas? ¿De dónde sales? —indagó Alice plenamente desconcertada frente a su surgimiento imprevisto.

—Estaba… estaba escondida, vigilando la plaza, esperando a que apareciese alguien, porque no me atrevía a salir sola. Quizá… quizá te haya visto a ti antes, Alice, pero probablemente no te reconocí con esa ropa —expuso remarcando la impaciencia de su excitación.

—Bueno, hablaremos más después. Ahora nuestra prioridad es salir de aquí —discurrió ella embarcando el desfallecimiento de la rescatada Jessica sobre sus enérgicos bíceps—. Esto no va a tardar en llenarse de soldados, así que será mejor que busquemos algún escondite, y rápido.  

—Estoy de acuerdo —la secundó M.A asistiendo su determinación—. Venga, démonos prisa.

Interrumpió la acuciada ligereza que imprimía a su desplazamiento en el preciso instante en que percibió una heterogénea defensa física de nula movilidad que se erigía excepcional ante su aproximación, resguardando el territorio específico del cual había provenido la bengala.

—¿Qué demonios es eso? —inquirió Davis conmovido por la desmesurada protección que se vislumbraba desde sus emplazamientos—. ¿Eso es una barricada? ¿Quién cojones ha hecho algo tan largo?

—Peligro… Hay dentro tiene que haber bastante gente —puntualizó Eva en una advertencia que demostraba su experiencia en la premonición de amenazas contingentes—. Vamos, hay que seguir. Y extremad la precaución. Esto cada vez me gusta menos.

Una humillante impresión sobresaltó a Michaela cuando se descubrió en la plaza del martirio dispuesta a atormentar a la única invitada cuya arriesgada condición la había preservado de su penitencia ahorcada. La manifestación del deficiente curandero exponiendo la negligencia de la monarca a través de una destacable perforación en su frente excitó un flujo de ira inconcebible que emprendía un progresivo envenenamiento de su incorruptible organismo.

—¿Qué hacemos ahora, mi señora? —interpeló uno de los combatientes consecuente con la inutilidad de la ocupación asignada tras el desarrollo de aquel infortunio.

—Id a la zona desde la que se lanzó la bengala y estableced un perímetro de vigilancia junto con el resto de los soldados. Alguien, más tarde o más temprano, va a acudir allí para comprobar qué es lo que ha pasado, y vosotros os encargareis de atraparlo y traerlo hasta aquí a rastras si es necesario, pero con vida. Y lo recalco… Quiero personas vivas... Aquel que se atreva a traerme un cadáver sufrirá de tal manera que deseará haber apretado el gatillo contra su propia cabeza —conminó su dirigente reafirmando su supremacía por el ominoso error consentido—. ¡Vamos! ¡¡¿¿Es qué no me habéis oído!!?? ¡¡¡Moveros, joder!!!

Compelidos por su soberana exasperación, su brigada armamentística se retiró activamente distribuyéndose ordenadamente para un eficiente cumplimiento de su mandato segundos antes de que el estresado walkie perteneciente a la reina solicitase nuevamente su audiencia.

—Mi señora, le habla el francotirador de la zona oeste. He localizado a una fugitiva que podría encajar con la descripción que nos proporcionó. Acaba de entrar en el hospital junto a un chaval que parece estar acompañándola. ¿Cuáles son sus instrucciones?

—Mantenla vigilada. Que no se escape de tu vista —decretó Michaela clausurando la llamada ilustrativa para entablar una segunda de notorio interés mediante una variación en la frecuencia del utensilio comunicativo—. Marcus… ¡Marcus, contesta! 

—Aquí Marcus, mi señora. ¿Sucede algo? —compareció con vivaz diligencia suspicaz frente a la rigidez violentamente transmitida en sus apelaciones.

—Cambio de planes. Dirígete al hospital. Nuestra invitada especial está allí. Atrápala y tráela a mi oficina —recompensó ella su lealtad presencial a través de una gélida imperatividad.

—¿Organizo un equipo? —consultó considerando las remarcables habilidades combatientes de la gacela a la que debía capturar.

—No, ve tú solo —compelió reseñando su característica solemnidad—. Esto es un asunto que no le incumbe a nadie más que a ti. Y date prisa. Ya hemos perdido bastante el tiempo.

Tras la instauración de su programación, Michaela concluyó su transferencia imperiosa antes de emprender una estable caminata hacia su oficina vigorosa ante un movimiento terminal que restituiría el orden caótico de sus dominios.

—Jaque al rey, Nicole…

—Bueno, ya estamos aquí, vamos a buscar lo que necesitas. Después quiero que me lleves a la sala donde atienden a los heridos.

 — ¿Y eso? —preguntó Leo curioso caminando entre los oscuros pasillos alumbrando con su linterna.

 —Aquí tiene que estar una compañera mía, estaba herida y Michaela le dijo a uno de sus soldados que la llevaran al curandero, así que debería de estar aquí para que ese tío la atienda. —respondió Nicole a la pregunta.

 Leo no dijo nada y tan solo se limitó a caminar en silencio junto con Nicole hasta que encontró la sala donde guardaban los medicamentos, tras acceder al interior, el joven abrió su mochila y con la ayuda de Nicole comenzó a buscar las cosas que necesitaba.

 —Me dijiste antes que ibas a escapar de aquí ¿no? ¿Tienes alguna ruta de escape? —interrogó curiosa Nicole sin dejar de buscar alguna de las cosas que Leo le había pedido.

 —Me escaparé por el sistema de alcantarillado, accediendo a ellos a través de una entrada que hay en la plaza situada tras el edificio de oficinas. Tengo un mapa de la ciudad y otro de su sistema de alcantarillado, sé entender ambos mapas, por lo que una vez llegue a las alcantarillas no habrá problemas para salir de aquí.

 —Vaya, que apañado. ¿Y estos recursos son solo para ti?

 —Sí, escaparé yo solo por mi cuenta. Los usaré para sobrevivir un tiempo cuando salga de aquí, hasta que encuentre algún sitio medianamente seguro en el que asentarme un tiempo.

 — ¿Y has tenido en cuenta los niveles de radiación? Necesitarás un traje para protegerte de ella. —le recordó la mujer.

 —No lo necesito. No tengo intención de salir de la ciudad, tan solo viviré en algún lugar lejos de este sitio. El lugar en el que estamos se encuentra al noroeste de la ciudad, en los dominios de Michaela no hay radiación, y si te vas unos kilómetros hacia el suroeste tampoco. —Leo se acercó a su mochila y sacó el mapa de la ciudad, el cual extendió sobre una mesa situada en el centro de la estancia— Mira, nosotros estamos aquí. —señaló el joven cuando Nicole se acercó a contemplar aquel mapa a la luz de la linterna. —Más o menos toda esta área cogiendo también la base de Michaela está a salvo de la radiación. —Indicó rodeando con su dedo índice un área del mapa — Aquí está la zona de fábricas, la autopista y algunas calles comerciales. —indicó señalando algunas áreas correspondiente a la zona suroeste de la ciudad plasmada en el mapa.— En el noroeste también hay niveles medios de radiación, a excepción del área en la que se localiza la base y los alrededores. También hay niveles medios de radiación al suroeste, a medida que te adentras mas allá de la zona que te indiqué que está libre de radiación.

 —De ahí vine con mis compañeros, del suroeste, pasamos por esas tres zonas que dijiste antes de acabar aquí. —puntualizó Nicole recordando aquellos sitios por los que había pasado a lo largo del día.

 —Ya veo, entonces probablemente te tuviste que encontrar con muchos infectados por las calles comerciales, en esa zona hay muchos de ellos. — Nicole asintió comentándole que fue por la amenaza de los infectados por lo acabó separándose de su grupo y siendo capturada por Michaela. —A medida que te diriges desde nuestra posición hacia el este comienza a haber también niveles de radiación, cuanto mas te adentres a esa zona de la ciudad, mayor es el nivel de radiactividad.  —aclaró el joven tras señalar la última zona del mapa de la ciudad.— En la zona oeste de la ciudad los niveles de radiación son entre niveles bajos y medio. Por otra parte, en la zona este los niveles oscilan de entre el nivel medio y el alto en cuanto a radiactividad.

 — ¿Cómo sabes todo eso? —preguntó intrigada por los conocimientos del joven.

 —Se lo escuché mencionar hace tiempo a Braun hablando con sus hombres en la comisaría. Tiempo atrás, Michaela mandó algunos equipos de exploración con detectores de radiación para medir el nivel de esta en los diferentes puntos cardinales de la ciudad con el fin de saber por dónde moverse cuando mande grupos a realizar misiones fuera de la base. Obviamente no se han pateado la ciudad completa, pero si que han recorrida gran parte de esta midiendo los niveles con sus detectores mientras buscaban recursos y supervivientes.

 — Ya veo... ¿Y la electricidad? ¿Cómo logró obtenerla?

 —Según escuché, la base tiene electricidad gracias a un campo eólico, y en casos de que algo malo sucediera con ella hay unos generadores de emergencia distribuidos en varios lugares de este sitio.

—¿Y como puedes saber de todas estas cosas? Me llama la atención que alguien como tú, que no eres un soldado, pueda saber de tantas cosas.

—Se podría decir que mi papel en este sitio me da cierta ventaja a la hora de conseguir información. —respondió simplemente evitando hablar del tema. —¿Conoces los principales edificios de la ciudad?

 —Sí, la escuela, el edificio de oficinas, la comisaría, la armería y otros más. Braun me habló de ellos y su utilidad cuando llegué aquí, también de la pirámide jerárquica y el papel de cada integrante de la pirámide en éste sitio.

 —Te habló de los lugares principales, los que más actividad suelen tener, pero hay más cosas en su imperio respecto a edificios, aunque tienen un papel más secundario ya que solo acceden a ellos Michaela y su gente, como el campo eólico que te mencioné, una granja situada entre el parque eólico y la base, o el aeropuerto que hay en la azotea del edificio de oficinas.

 —Odio admitirlo, pero Michaela lo tiene todo muy bien montado en su imperio, tiene todo lo que quiere, da miedo solo pensar como tiene todo tan controlado... —susurró una pensativa Nicole.

 —Esa mujer es el mismísimo demonio. ¿Cómo puede haber gente tan cruel en el mundo? Ella es peor que esas cosas inhumanas que andan libremente por la ciudad devorando las vidas humanas. —sentenció Leonard con un tono despectivo. —Tiene a un gran pelotón de soldados muy entrenados y capacitados, pero levantar éste imperio y tener todo lo que tiene parece una tarea difícil a pesar de tener tanto subordinado y mano de obra de los civiles. — comentó el joven pensativo, que hasta ese preciso momento no se había parado a plantearse como el imperio disponía de todo lo que tenía.

 Era más que obvio para quien tuviera cierta información y conocimientos como era el caso de Nicole, que Michaela había conseguido avanzar tanto en la expansión de su imperio más allá de por su inteligencia, los recursos originales de los que disponía y por toda la gente que estaba tras su figura, gracias en parte por las cenizas que recogió de Esgrip. Bajo el edificio de oficinas se encontraba una red de grandes instalaciones subterráneas de la extinta compañía que había revivido bajo su mando con el nombre de Zodiaco, obteniendo una gran cantidad de todo tipo de recursos e investigaciones que habían sido allí depositados con el tiempo cuando la organización aún vivía, y que tras su hundimiento quedaron todas aquellas valiosas cosas allí confinadas, olvidadas con el paso del tiempo. Esgrip era una de las compañías farmacéuticas con más influencia a nivel mundial, por todo el globo terrestre se distribuían sus valorados medicamentos.

 No solo ésta era su única vía de ingresos, la venta ilegal en el mercado negro de las armas biológicas con el fin de ser utilizadas en guerras supuso otra enorme vía de ingresos para la compañía, tal eran sus ingresos e influencia que Esgrip se volvió con el paso de los años en una de las compañías más ricas y poderosas del mundo. Aquello es lo que recordaba Nicole tras investigar a conciencia a Esgrip tras el incidente de Stone City, tuvo bastantes problemas a la hora de acceder a cualquier información relacionada con la venta ilegal de las armas biológicas, no obstante encontró algunas pruebas que le confirmaron dicho negocio.

 —Yo hace tiempo que dejé de plantearme esa pregunta, Leonard. El bien y el mal son las dos caras de una misma moneda. Cada persona es un mundo que se rige por una serie de principios, valores e ideales, es por esto que muchas veces las personas chocan, porque lo que para unos está bien, para los otros está mal, debido que esas tres cosas difieren en mayor o menor medida en un bando y otro. Por esto, ambos bandos hacen cosas moralmente correctas o no con el fin de conseguir lo que para ellos está bien, sin importarles que para ello deba de salir gente perjudicada a modo de sacrificios, tanto en un bando como en otro. Siempre habrá gente buena y mala en el mundo, no le des más vueltas, simplemente acéptalo y ya está, a pesar de que como yo, no logres entenderlo.

 Leo se quedó mirando fijamente a Nicole, quien parecía haber dicho eso casi inconscientemente sin quitar la vista del mapa. Nicole se percató de la mirada del joven.—Será mejor que sigamos buscando tus cosas, aún tengo que ver si mi amiga está bien —propuso con una dulce sonrisa antes de girarse y dirigirse en silencio hacia una de las estanterías de la estancia para comprobar los frascos que albergaba.

 Leonard por su parte no hizo nada, simplemente se quedó mirando a la espalda de la mujer absorto en sus pensamientos. Le agradaba Nicole, aquella mujer le había sonreído en más de una ocasión, le estaba ayudando con su plan, en aquel enfrentamiento recién conocidos le tendió la mano para ayudarle a levantarse, y era amable con él. El joven se sentía raro, su corazón emanaba una serie de cálidos y agradables sentimientos mientras latía con fuerza cerca de ella, disfrutaba de su presencia.

 Aquella serie de sentimientos no se debían únicamente porque ella le estuviera tratando como lo que él realmente era, un niño de catorce años, un ser humano con sentimientos. Hacía tiempo que no recordaba lo que era que te hablaran con educación, que te sonrieran o alguien te ayudara cuando tenías algún problema, desde que entró en los dominios de Michaela, las demás personas y en especial los jóvenes, le habían tratado peor que a una mierda, burlándose de él, humillándolo, golpeándole, insultándole, despreciándole sin haber hecho nada para que los demás lo trataran de aquella manera. 

¿Será por ese trato educado y agradable que aquella mujer le estaba dando tras no haber recibido durante tanto tiempo algo como eso? ¿O podría ser porque físicamente sabía que ella tenía cierto parecido a su fallecida madre? Aquella fue la principal razón por la que al principio no quiso quitarle el Kukri, simplemente porque le recordaba físicamente a su madre. El motivo por el que se sentía contento al lado de aquella mujer era realmente por ambas cosas, por el parecido físico con su madre y por el trato que le estaba dando. ¿Estaría bien si Nicole se volviera su nueva...

 El joven negó agitando violentamente la cabeza expulsando aquellos pensamientos de su mente, tachándolos de estupideces. Al rato, ambos habían encontrado algunas cosas que buscaban, vendas, desinfectante, aspirinas para el dolor de cabeza, tranquilizantes y algodón. Leo estaba conforme y guardó todo en su mochila. Tras esto, el joven y Nicole continuaron en silencio recorriendo un pasillo abandonado, alumbrados por la linterna de Leo, quien iba por delante de Nicole en busca de la sala de pacientes, con la que dieron cinco minutos después. Nicole abrió lentamente la puerta para contemplar su interior totalmente vacío y silencioso.

 — ¿Dónde se la habrá llevado la perra esa? —preguntó Nicole con rabia sentándose en una de las camillas tras inspeccionar que todas estaban vacías. —Vaya día de mierda estoy teniendo, una desgracia tras otra. Me pregunto cuál será la siguiente sorpresa que me tendrá preparada la zorra esa... — susurró apretando los puños con impotencia sin apartar la mirada del suelo.

 Leo no se sentía en absoluto extrañado de que la amiga de Nicole no estuviera allí, no había que fiarse de las palabras de aquella víbora. El joven la observaba en silencio, algo distante a su compañera— ¿Qué quieres decir con desgracia tras desgracia? —preguntó el chico rompiendo el silencio.

 —Hoy ha sido un día de mierda para mi grupo, nos ha pasado de todo. Primero perseguimos al subnormal de Payne tras robarnos unas cosas importantes, cuando le tenemos aparecen Fox y los suyos, matan a dos del grupo, Florr y Crow, secuestran a mi compañero Puma llevándose con ellos a Payne y lo que nos robó tras intentar matarnos, esos objetos los tiene Michaela en su poder. Tras esto Michaela nos tendió una trampa en una fábrica y nos soltó al bicho ese mutante, la Chimera, acabamos con ella por los pelos. Somos perseguidos más tarde por una horda zombie, mi equipo se divide para sobrevivir, la gente de Michaela vuelve a aparecer y nos secuestran a mí y a otro miembro de mi grupo, Adán. Descubro que Michaela está viva y ha levantado todo éste imperio sustentado por la inmoralidad. Me golpea, me insulta, ataca a Adán y me chantajea para que traicione a mi grupo y los lleve hasta ella si quiero salvar la vida del chico. Tampoco sé si mis compañeros Davis, Maya y Eva siguen con vida. Mi compañera Jessica, quien debería estar aquí ahora, acaba apuñalada por uno de los mosqueteros de Michaela, luego la rebelión se va a la mierda, tras eso celebra el juego del ahorcado con los guerrilleros y mis compañeros, y finalmente hace una matanza con los guerrilleros en la comisaría, quienes no pudieron defenderse del ataque de Michaela y de sus soldados porque la munición era de fogueo... por no hablar de que he vuelto a separarme de mis compañeros y no sé dónde se encuentra exactamente cada uno, solo sé que alguien o algunos de éstos se ocultan en la armería... Dios mío, ¿qué será lo siguiente que pase? ¿Llegaremos todos vivos a mañana? —Resumió pensando en voz alta con un profundo pesar sobre toda la red de desgracias que a ella y a su grupo le habían sucedido a lo largo del día. —Lo único bueno de lo que pude enterarme fue de que Puma escapó de sus captores y no saben dónde se ha metido.

 Leo frunció el ceño tras escuchar todo eso, sus sentidos le alertaron que había una historia oculta detrás de esa mujer y toda aquella serie de sucesos provocados por la mente de Michaela. Nicole y su grupo no eran unos cualquieras, prueba de ello era todo lo que había dicho Nicole.

 —No sois unos cualquieras para esa mujer, ¿verdad? Ya la conocéis de antes. —Comentó el joven frunciendo el ceño— ¿Qué relación os une a ella? ¿Por qué os quiere? ¿Por qué la rebelión se fue a la mierda? ¿Quién eres tú realmente? —quiso saber el joven clavando una seria mirada en la mujer exigiendo saber la verdad y que papel jugaba ella y sus compañeros en lo que estaba sucediendo en el juego de Michaela.

 Nicole miró al joven, quien por su mirada daba a entender que no aceptaría un no por respuesta y quería saberlo todo sin que le mintiera, quería saber la verdad que se le estaba escapando. Probablemente de negarse a contarle todo o de mentirle, destruiría la confianza que se había ganado por parte del joven.

 —Está bien —respondió con un suspiro a la propuesta, o mejor dicho, orden del joven para que le revelara dicha información— Seguro que te suena el nombre de Stone City, ¿verdad?

 —Sí, mi padre era de allí, nació en esa ciudad y yo iba en Navidades allí a ver a mis abuelos. Además de eso, también la conozco porque fue la primera ciudad en la que aparecieron los zombies, eso y los misterios que nunca se resolvieron sobre la propagación del virus y la destrucción de la ciudad la hicieron muy popular.

 —Exacto, salió en todos los medios de comunicación y aquel trágico suceso dio la vuelta al mundo. Bien, yo y mis compañeros Davis, Maya, M.A, Alice y Puma somos supervivientes de la tragedia, nosotros presenciamos lo que allí sucedió, nos enfrentamos a las amenazas de la ciudad luchando por nuestra vida hasta que logramos escapar, Michaela también estuvo en Stone City cuando aquello sucedió. Yo viví la evolución de la desgracia de la ciudad, desde los primeros ataques zombies hasta la destrucción de esta, me llamo Nicole Collins y por aquel tiempo era agente de policía en Stone City. Durante mi huida de la ciudad descubrí que una empresa farmacéutica experimentaba en las sombras con un extraño virus llamado Agua Gris, hubo un incidente y el virus escapó, aquella empresa se llamaba Esgrip, todo lo que sucedió en la ciudad fue por culpa de esa inmoral compañía que dejó que la ciudad se transformara en un campo de batalla para probar el poder de las armas biológicas que desarrollaron. La producción de armas biológicas era un oficio al que se dedicaban entre las sombras, mientras que de cara al público era una importante farmacéutica. Esgrip tras recolectar toda la información de sus investigaciones de los laboratorios que tenían en la ciudad, decidió destruirla con una serie de misiles borrando con la muerte de la ciudad toda prueba de su implicación a lo que le sucedió a la ciudad.

 El joven se sintió sumamente intrigado por la historia que le estaba desvelando, éste se sentó en la camilla frente a la de Nicole prestándole toda su atención. Pues como muchas otras personas, él también se había sentido interesado por los misterios que envolvían a la ciudad y aquella mujer se los estaba desvelando.

 —Michaela trabajaba para esta empresa, era por así decirlo, la mano derecha de compañía, ella se encargaba de hacer todo el trabajo sucio de Esgrip y por lo tanto, también participó en la caída de Stone City. Yo y Davis vivimos nuestras aventuras en paralelo, con nuestros correspondientes grupos, así como M.A, Alice, Maya y Puma vivieron su aventura con su correspondiente grupo paralelamente a mí y a Davis. Los grupos a medida que avanzábamos en nuestra huida, fuimos descubriendo pruebas que demostraban que Esgrip estaba tras lo sucedido a la ciudad, a excepción del grupo de Davis, quienes no sabrían de las acciones de la compañía hasta tiempo después, tras salir de la ciudad. Por esto y por qué algunos miembros de nuestros grupos de aquella aventura tenían lazos con la compañía, ésta nos comenzó a vigilar y a tratar de eliminarnos, querían que nosotros y la verdad que descubrimos murieran con la ciudad.

 Nicole guardó silencio un momento antes de continuar hablando, recordando la información que había obtenido de sus charlas con sus compañeros de equipo cuando había compartido sus historias tiempo atrás sobre los eventos que vivieron en la ciudad.

 — Al grupo de Maya, Puma, Alice y M.A les mandaron milicias para eliminarlos, así como algunos monstruos de laboratorio que controlaban mediante unos controladores mentales. A Davis le metieron sin darse cuenta a dos espías asesinos, Matt y Zoey, compañeros de Michaela para que trataran de averiguar cierta información y luego eliminaran a Davis y a sus compañeros. A mí y a mi grupo nos persiguió Michaela, su compañero Marcos y un grupo de soldados con el objetivo de recuperar unos documentos que incriminaban a la compañía, capturar a una chica especial llamada Ashley, que había estado bajo el cuidado de Esgrip, su fuga de las garras de la compañía fue lo que provocó que el virus se liberase por la ciudad, la encontramos y la aceptamos en nuestro grupo, y finalmente, una vez hubieran capturado a Ashley y recuperado los documentos, debían eliminarnos. De una manera u otra los tres grupos escapamos de Stone City, auque perdimos aliados en nuestra huida de la ciudad.

 —Ya veo, eso fue lo que sucedió a la ciudad y el motivo por el que conocéis a Michaela —susurró pensativo.

 —No, ese es el motivo por el que Michaela conoce al grupo, por su trabajo en la compañía y su participación en los eventos de la ciudad, y el grupo sabe de la existencia de Michaela por mí. Respecto a mí y a ella, nos une otra cosa, somos hermanastras —aclaró Nicole con desgana al reconocer la relación que a ambas las unía.

 Leonard no supo al principio cómo reaccionar a aquello, él que siempre solía tener respuesta para todo, sintió una especie de cortocircuito mental que le provocó el más absoluto silencio lanzando a la mujer una de las miradas de incredulidad más sinceras y directas que ésta había podido observar en alguien a lo largo de su vida. Ante aquella muda reacción, Nicole no pudo evitar dibujar en sus labios una amarga sonrisa.

 —Ya, a mí también me cuesta creer que esa mujer y yo seamos hermanastras. Mis padres se divorciaron, también los de Michaela, un día mi madre y su padre se conocieron por unos amigos, y bueno, lo demás ya es obvio. Al principio intentamos llevarnos bien, pero con el paso del tiempo nos dimos cuenta la una y la otra que éramos extremadamente diferentes en todo, gustos, formas de pensar, metas, modo de actuar... Era imposible para mi, así como para ella, llevarnos bien siendo tan distintas, nuestra relación siempre ha sido una especia de guerra personal de principios e ideales. Con el tiempo, a medida que crecíamos nuestros caminos fueron distanciándose más y más, yo siguiendo mis ideales me metí a trabajar como agente de la ley, mientras que Michaela siguiendo los suyos entró a Esgrip. Nuestros padres se mudaron a otra ciudad y yo me quedé en Stone City, en la casa que ellos me dejaron, ella también se independizó y a partir de ahí, nuestros padres y yo comenzamos a perder todo contacto con ella.

 Leo continuaba intrigado, asintiendo en silencio a Nicole como muestra de que le estaba prestando atención mientras a su cabeza le volvió aquello que Nicole dijo sobre los principios, los valores e ideales, los cuales podían separar a las personas llevándolas al odio, debido a que lo que era correcto para una, no lo era para la otra. Le parecía una locura la sola idea de pensar que esas dos mujeres tan distintas estuvieran familiarizadas, el joven no pudo evitar comparar a Nicole y a Michaela con un ángel y un demonio o como una heroína y una villana y aquella guerra personal de principios como una batalla entre el bien y el mal como las que había visto librar en muchas ocasiones al protagonista principal de un cómic contra el súper villano de éste, era algo así como Batman contra Joker o Spiderman contra el Duende Verde, aquella fue una comparación que pasó en aquel momento por su cabeza.

 —Unos años después de aquello, mi madre fue asesinada y Michaela no se presentó al funeral, lo cual me lo tomé como una ofensa tras lo bien que la había tratado siempre mi madre, me pareció un acto despreciable el no haber acudido a presentar sus respetos. Luego me la encontré en Stone City durante los eventos de la ciudad y ahí fue cuando supe la verdad sobre ella y su organización. Entonces decidí que aquello fue la gota que colmó el vaso, fue en ese momento cuando decidí que esa mujer era demasiado peligrosa como para dejarla suelta y a como diera lugar, tras lo sucedido a Stone City, mediante mis conocimientos y habilidades adquiridas en mis años trabajando como policía, así como moviendo algunos hilo, haría todo lo necesario para descubrir y encontrar pruebas sólidas sobre lo que pasó en la ciudad e incriminar a su compañía para que Esgrip cayera junto con la gente implicada en la destrucción de la ciudad, así como la propia Michaela acabaran entre rejas de por vida. Aunque no pude hacer gran cosa, ya que al mismo tiempo intentaba contactar con los otros dos grupos que Esgrip vigiló durante lo sucedido a la ciudad y con los que contacté con el paso del tiempo, además de que la compañía tenía sus ojos puestos en todos nosotros, dificultando nuestros objetivos.

 —No debió de ser fácil, debiste de sentirte muy impotente al no poder hacer nada —comentó Leo.

 —Exactamente, de alguna manera el virus se extendió rápidamente por el mundo destruyendo la humanidad, destruyendo la justicia más allá de lo que es ésta como institución, destruyendo la moralidad cuando los humanos supervivientes de la tragedia. Los humanos actuales comenzaron a intentar sobrevivir por todos los medios, aunque para ello tuvieran que dejar de lado la humanidad que reside en sus corazones rechazando todo lo que es correcto, robos, asesinatos, violaciones, maltratos, crímenes de odio, tanto es lo que he visto ya de la humanidad actual, que me da miedo que Michaela realmente sea capaz de formar esa utopía que me comentó al debilitarse tanto algo como la justicia y la moralidad en los seres humanos actuales. —confesó Nicole sintiendo su mente bombardeada por un montón de recuerdos como su batalla contra Zoey Sullivan en el refugio del grupo de Jessica, la masacre de los agentes de la ley en el hotel Sozza, los actos cometidos por los presos de Puma, así como la faceta del General de su propio compañero, el ataque de la gente de Fox que se cobró la vida de la joven Florr y Crow, todo lo visto en el imperio de Michaela o aquello que dijo Leonard de que no le importaba cometer actos inmorales para conseguir lo que quería — Tengo miedo de que algún día yo acabe perdiendo mis principios. Ya he experimentado lo que es la brutalidad policial y me gustó, disfruté del abuso de poder, pero ahora que lo pienso me arrepiento de haberme dejado llevar por el momento. Me pregunto, ¿qué será lo siguiente que me aleje de mi antiguo yo? —comentó la joven con una triste mirada perdida en el infinito.

 Leo se percató de aquella mirada vacía, pensaba que era una mujer fuerte, pero como él, también tenía sus miedos y sus sentimientos, aquello probaba aún más su humanidad a los ojos de Leonard. Ella no era un monstruo como muchos de los que habitaban en la morada de Michaela, no era lo que él denominaba un falso humano que se mostraba como alguien moralmente correcto, inofensivo e inocente de cara a la gente con el objetivo de aprovecharse de las pocas personas buena que aún quedaba como si fueran parásitos ocultando tras una sonrisa su verdadera vil y despreciable forma de ser.

 —Estamos aquí porque ella quiere a determinados miembros de mi grupo para sus propios fines, más allá de simplemente capturarnos para jugar conmigo como su principal marioneta y con el resto de miembros de mi grupo que no necesita, únicamente con los tiene con el objetivo de ofrecerse a sí misma y a su gente un espectáculo para matar el aburrimiento y la monotonía del día a día. Nos tenía vigilados desde hace tiempo gracias a la información que Payne le pasaba sobre nosotros desde las sombras cuando éste era un miembro del grupo de presos de mi compañero Puma. — Informó Nicole — Respecto a la rebelión, Michaela lo sabía todo, y lo tenía todo planeado para echar por tierra toda la rebelión sin que ninguno de sus participantes se diera cuenta. Todo el tiempo se hizo la tonta hasta que cogió a Braun y a los guerrilleros con la guardia baja, se quitó del medio a Braun de un disparo y comenzó a acabar con sus seguidores, por diversión más que por traición desde mi punto de vista, ya que no era normal la manera en las que los fue ejecutando. Lo sabía todo, simplemente estaba actuando de cara al público con el fin de sorprender y despertar todo tipo de emociones a las personas allí presentes, como si todo esto fuera una función de teatro siendo ella la directora de la obra, así como una actriz más del elenco. —Dijo la joven mujer dándole su opinión comparando toda la manera de actuar de Michaela como si fuera una actriz de una función teatral en mitad de una función de teatro.

 —También pudo acabar conmigo y mis compañeros, pero se presentó la oportunidad de escapar y todos huimos corriendo como locos cuando Michaela inició una persecución contra los traidores. Me fui con algunos guerrilleros hasta la comisaría para recoger armas y munición para contraatacar, pero era munición falsa, esa bruja se había burlado de Braun y los suyos dejándoles coger esa munición que hacía pasar por auténtica, luego decidí ir por mi cuenta a buscar a mis compañeros al ver que los guerrilleros habían muerto masacrados, y fue entonces cuando te encontré a ti.

 —Ya veo, ahora lo comprendo todo. Aún me falta una pregunta importante.

 —Dime, te diré todo lo que quieras saber.

 — ¿Cómo te encuentras tú?

 Nicole se sorprendió por no haberle preguntado algo relacionado con la historia oculta detrás de todo lo que estaba pasando más allá de la rebelión. La mujer le miró con una tierna pero triste mirada antes de responder, tras haberse tomado un momento pensando en silencio —Estoy cansada física y moralmente, tan solo quiero despertar de esta pesadilla de una vez... Solo quiero eso, saber que esto solo es una pesadilla y nada le ha sucedido a nadie. —confesó con una voz quebrada.

 Leo sintió una enorme tristeza en su corazón al ver la imagen de la mujer sentada en la camilla de sábanas blancas, con la luz del exterior alumbrándole por detrás bañando su imagen tenuemente entre las sombras de la sala. Allí estaba, sonriéndole dulcemente al borde del llanto, empleando un tono suave de voz mirándolo con una dulce mirada cargada de una enorme tristeza nacida desde lo más profundo de su ser.

 —Sólo quiero que Florr y a Crow estén vivos, que Puma se encuentre con nosotros, que todos estemos de nuevo juntos, que Jessica y la criatura que lleva dentro no estén al borde de la muerte, tampoco quiero recordar el rostro de miedo de Inma tras presenciar en el coche la muerte de Braun, ni el pálido rostro de Alice tras matar a aquella mujer, ni tampoco la brutal paliza que le dieron a M.A, y que el camino de mi grupo y el de Michaela nunca se hubieran cruzado. Quiero que desaparezca éste sentimiento de culpabilidad e impotencia de mi alma. Yo he sido quien ha arrojado a una posible lenta y dolorosa muerte a todos mis compañeros sin poder intervenir de ninguna manera para salvarlos, y seguramente el futuro de Adán sea el mismo, como el mío. —Explicó una derrotada Nicole sin poder evitar retener más las lágrimas— Lo que quiero es que nada de esto haya pasado. —finalmente el llanto apareció y las lágrimas surcaron las mejillas de la mujer, quien a pesar de no serlo, se veía débil y vulnerable en aquel preciso momento a los ojos de Leonard.

 Conmovido por lo que aquella mujer había tenido que aguantar moralmente hasta que finalmente se había derrumbado, el joven se levantó de la cama y se acercó a Nicole abrazándola en silencio mientras esta correspondiendo al abrazo. Lloraba sin consuelo dejando emanar lágrimas de miedo, impotencia y culpabilidad, moralmente, Michaela lo había logrado, había conseguido herir su alma gravemente mediante el daño que le hizo a sus amigos, quienes inocentes, no merecía que nada de esto les hubiera sucedido. La joven no le importaría morir a manos de Michaela si con ello lograba salvar a todos sus amigos de la maldad de aquella mujer, aunque aquello significara pasar por una muerte lenta y dolorosa hasta el último segundo que permaneciera con vida. Leo por su parte se sorprendió así mismo viéndose abrazar a aquella mujer, que aquel acto saliera de dentro de él le llamó bastante la atención poniéndolo algo nervioso, pues había olvidado lo que era mostrar afecto abiertamente hacia alguien, y no sabía si lo que estaba haciendo estaba bien, de igual forma, aunque se sentía algo cortado por el momento continuó a ella abrazado.

 Y allí permanecieron en silencio varios minutos abrazados en la oscura y silenciosa sala hasta que la mujer de dorados cabellos derramó hasta la última de sus lágrimas, soltando con ello parte de la carga moral que había estado soportando hasta ese momento. Sabía que haber conocido a Leonard le había ayudado, pues gracias a él había descargado esos sentimientos que había estado guardando para ella misma logrando algo de paz, desde que se encontró con él había logrado mantener algo la cordura, por bajas que fueran las probabilidades, gracias a Leonard aún existía la esperanza de buscar y salvar a sus compañeros. Estando Nicole más relajada, ella y Leonard decidieron salir del lugar para continuar su camino hacia la armería. Ambos recorrieron en silencio alumbrados por la linterna un oscuro y largo pasillo hacia la salida del edificio.

 —Conocí al muchacho ese, Adán. Cuando lo vi en la biblioteca de la escuela estaba bien, escondido de la gente. —Comentó el joven rompiendo el silencio.

 —Sí, sé que está vivo, yo también lo vi, aunque desconozco donde está ahora, solo espero que se encuentre bien esté donde esté...

 —Oye, ma... —el joven de inmediato se cayó cuando se percató de la palabra que iba a decir sin darse cuenta.

 — ¿Ma? ¿Que ibas a decir? —preguntó curiosa ante el repentino silencio que el joven se impuso así mismo.

 —Nicole, estaba pensando que si tú y esos compañeros de los que me hablaste no tenéis una ruta de escape, podéis venir conmigo hacia la plaza y huir por el alcantarillado de la ciudad, os puedo guiar hasta una salida lejos de este lugar —propuso éste.

 — ¿Nos dejarías usar tu ruta de escape?

 —Sí, bueno, al fin y al cabo todos queremos salir de aquí ¿no? Cuantos más seamos ayudando a lograr ese objetivo, más fácil será obtenerlo.

 —Sí, aunque antes tendré que encontrar a mis compañeros.

 —Está bien. Te ayudaré a encontrarlos.

 — ¿¡En serio!? —Preguntó una sorprendida Nicole— Pensaba que tan solo me ayudarías a llegar hasta la armería y poco más, luego nos esperarías para huir.

 —Dije que cuantos más seamos ayudando más fácil será salir de aquí, ¿no? Eso también me incumbe a mí —respondió el joven tranquilamente mientras caminaba por delante de Nicole. A decir verdad no le agradaba mucho la idea de arriesgarse tanto y crear la posibilidad de que su plan se fuera a la mierda si lo acababan pillando mientras buscaba a los amigos de Nicole, pero algo dentro de él le decía que debía de ayudarla.

 —De acuerdo, me alegro de que me ayudes a encontrarlos y huyamos contigo, gracias por la propuesta Leo. Eres un cielo —le agradeció la mujer con un suave tono de voz y una amplia sonrisa de la que el chico no se percató, pero que por algún motivo intuía que estaba dibujada en su rostro.

 —De nada —respondió éste algo avergonzado tras escuchar aquel tono de voz y la gratitud de la mujer que tras él se hallaba.

 Tras salir, de nuevo se encaminaron hacia su siguiente destino empleando el sigilo con el fin de ocultarse de la presencia militar, la cual cada vez era más fuerte a medida que se iban acercando a la armería.

Impelieron extenuados la acristalada puerta de acceso amparando la disposición vigilante de sus consciencias frente a la desmedida cuantía de peligros que podrían acecharles, internándose en las profundidades sosegadas de aquella reconocida farmacia tras confirmar el camuflaje que su penumbra les otorgaría.

—La leche… Menuda carrerita nos hemos pegado —manifestó M.A su incomodidad respecto a los perjuicios que su celeridad podría haber ocasionado a la reparación de sus lesiones—. ¿No podríamos haber encontrado un escondite que estuviese un poco más cerca?

—Y que nos hubiesen pillado, ¿no? ¿Habrías preferido eso? —reaccionó Alice al tiempo que depositaba a Jessica con delicadeza sobre el despejado mostrador del negocio—. La tipa que nos secuestró estaba cerca de la armería de la calle Margaritas, e iba a marcharse hacia la plaza, por no hablar de que seguramente vayan a investigar la bengala que lancé, así que no nos íbamos a quedar por aquella zona. Teníamos que alejarnos un poco más.

—Bueno, va, no discutáis —les detuvo Inma impidiendo una indeseable confrontación—. Ya hemos tenido bastante por esta noche. No quiero que peléis por tonterías. 

—Tienes razón —admitió su compañera aceptando el olvido de su incitación para orientar su diálogo hacia una temática radicalmente distinta—. Inma, cuando te encontraste con nosotros, dijiste que habías estado escondida, pero, ¿dónde, exactamente? Te perdimos la pista después de lo de la granada.

—Bueno, estuve… Era como alguna especie de bar o garito… No estoy muy segura —intentó la turbada joven rememorar el tugurio en el que su cobardía había permanecido oculta—. Estaba con Adán y otros chicos que no conocía. Creo que ellos fueron los que lanzaron la granada.

—¿Qué? ¿Estabas con el chico de Eva? —embistió el herido asombrado por su revelación—. ¿Y dónde está ahora?

—Yo… Él… Bueno, se fue con los otros… Creo que quería encontrar a alguno de vosotros. Yo preferí quedarme esperando —puntualizó experimentando una estranguladora opresión como consecuencia del carácter pernicioso hacia el cual tornaba su conversación.

—¿Y dejaste que se fuera? ¿En serio, Inma? ¡¿En serio?! ¿Después de que Nicole tuviese que vendernos por ese niñato, y todo lo que esa zorra nos ha hecho pasar con su puto jueguecito, te separaste de él? —acometió con ímpetu maravillado frente a la naturaleza desinteresada de su narración—. Lo van a volver a atrapar, y vamos a estar jodidos otra vez. ¿De verdad no caíste en eso?
 
La toxina ponzoñosa que el repelente implacable escupió sobre el acobardamiento de la chica fue abonada mediante un vandálico pisotón que exigió la contundente restricción de sus burdas opiniones.

—¿Tú no te encontrabas tan mal, M.A? Pues vete a una esquina y ponte a berrear —defendió Alice a su cándida compañera de las ofensivas irracionales de aquel necio.

—M.A, lo siento. Yo… Yo no soy como vosotros. Me gustaría serlo, pero no puedo. Hace solo unos días que aprendí a lidiar con uno de esos zombis. No sé lo qué hacer ante lo que ha pasado. Estaba sola y tenía miedo. Intenté hacerme la valiente y salir a la calle, y no pude. ¿Qué querías que hiciera? Ni siquiera podía pensar. Necesitaba a alguien que actuara por mí, pero no estaba. Lo siento de verás.

—No, no, soy yo el que lo siente —se arrepintió él de su impulsividad tras contemplar el matiz lacrimoso que Inma imprimía con autenticidad en su justificación—. Entiendo que no tiene que ser nada fácil para ti. Ya encontraremos una manera de solucionarlo. Perdona a mi bocaza.  

Alice aderezó sus cuerdas vocales para felicitarle orgullosa por su recapacitación cuando un penetrante chillido interceptó su acción al originar una desviación de su predilección situacional hacia una durmiente desvelada que se precipitó hacia la superficie de la farmacia entre agitados estremecimientos. El trío superviviente se organizó vertiginoso para atender las necesidades por las que el organismo de Jessica suplicaba. 

—¡Oh, no, no, no, no! ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡¡Ayuda!! ¡¡Ayuda, por favor!! ¡¡¡Que alguien me ayude!!! —imploró atemorizada sin advertir la identidad amigable de los individuos con los que se hallaba, desembocando en un relevante incremento de su pánico cuando uno de los hostiles presionó sus labios para evitar que detectasen su ubicación.

—¡Jessica! ¡Jessica, soy yo! ¡Soy Alice! —informó con intención de pacificar su histerismo—. Tranquilízate, por favor.  

—¿A… Alice? ¿Eres tú? Oh, Dios… Oh, Dios… —jadeo aliviada aferrándose con firmeza al torso de su salvadora—. Creía que estaba muerta… Oh, Dios, creía que estaba muerta… Gracias…

—No te preocupes, ¿vale? Estás a salvo. Estamos escondidos en una farmacia. Te rescatamos de este grasiento tío que te tenía, y te trajimos aquí —le esclareció posicionando a su mente en la etapa que atravesaban al tiempo que M.A recalcaba su presencia a través de una intervención reflexivamente indagadora.  

—Jessica, ¿ese tipo que estaba contigo no se llamaría sanador o algo de ese estilo?

—Curandero —corrigió manifestando una mueca de repugnancia vomitiva—. Así es cómo él se autodenominaba, pero no era más que un demente.

—¿A qué te refieres? —investigó Inma preocupada por su inusitada actitud. 

—Bueno, ese loco quería… Me dijo que me había curado la herida porque… quería… Oh, Dios mío… Es que… No quiero recordar lo que vi ni lo que me dijo. Necesito sacarlo de mi cabeza. Por favor, no me pidáis que os lo cuente… No queréis saberlo. Os lo juro… No queréis saberlo.  

—Está bien… No tienes por qué contarlo si no quieres —amparó Alice su derecho a la omisión de su experiencia aumentando incluso más la enérgica potencia de su abrazo—. Al menos hemos tenido suerte con la puñalada… Mira, lancé una bengala para avisar a Davis y a los otros de que estamos aquí. Esperaremos hasta que vengan a ayudarnos, y después, encontraremos a Nicole y Adán, y nos largaremos de este infierno. Confía en mí. Este es mi proyecto de la noche, y se va a cumplir a rajatabla.

—¿Adán? ¿Está aquí, entonces? —consultó Jessica desconcertada—. Pero, ¿dónde estamos, exactamente?  

—Cierto. Te desmayaste después de que ese niñato te atacase —detalló M.A comprendiendo su aturdimiento—. Bueno, es una historia un poco larga, pero supongo que tenemos tiempo…

Ingresó en la privacidad de su despacho de oficinista controladora nutriéndose del suculento aroma que despedía el masacrado cadáver de aquella exánime guerrillera mientras presionaba un interruptor que replegó unas persianas previamente extendidas, permitiéndola complacerse con el holocausto que adornaba su estimada plaza. Procedía a la ejecución de una plácida espera sobre la extrema comodidad de su sillón de cuero cuando su walkie la invocó nuevamente.

—Mi señora, aquí Morgan. Estoy en el banco junto al equipo que usted envió como refuerzo para el capitán Fox, pero no lo encontramos por ninguna parte. Tampoco hemos localizado a la invitada que se suponía que estaba persiguiendo. Tan sólo nos hemos topado con alguna especie de puño americano que podría pertenecerle. ¿Cuáles son sus indicaciones?

—Olvidad vuestra misión y dirigíos a la región de la armería. Estoy organizando una patrulla de vigilancia y necesito el máximo de efectivos disponible —implantó su reina antes de concluir con la conexión exasperada por la incompetencia que su mando había demostrado a lo largo de aquella trascendental noche—. ¿Dónde cojones estás, Fox? 

La resonancia reverberante de una colisión le impulsó a una refleja incorporación motivado frente a una incipiente incertidumbre por la nefasta causa que lo habría desencadenado. El resto de noctámbulos que contribuían a la tirantez dispersa en el aula imitaron su reacción defensiva, disponiendo su sobresalto ante una distintiva figura que penetró impertérrito en el dormitorio.

—Buenas noches a todos. ¿Disfrutando de un agradable sueño? Disculpadme por mi entrada. Debería haber llamado a la puerta, pero sé que no me abríais abierto, así que, ¿para qué vamos a estar molestándonos? —alardeó Fox en una exhibición de su irritante humor insensato.  

—Capitán Fox… ¿Qué quiere de nosotros? —interpeló la civil Catherine transmitiendo en su expresividad el pánico que se extendía entre sus conciudadanos tras su súbita aparición—. Si ha venido por la rebelión, déjeme decirle que…

—Oh, no, no, no —contuvo la alteración de la superviviente solicitándole serenidad a través de su actitud despreocupada—. He venido aquí de buena fe, y no vamos a estropearlo hablando de malas noticias.

El capitán profundizó imperioso en la estancia a la par que examinaba analítico a sus obreros segundos antes de proseguir con la extensión de un estremecimiento impregnado en su dialogo.

—Escúchenme, sé que tienen miedo. Puedo verlo en sus caras. Y… sepan que les comprendo. Pero no hay nada que temer. Siempre y cuando no me marche descontento, no sucederá nada, y para ello, tan sólo tienen que colaborar. Verán que es muy sencillo… Estoy buscando a un par de chicas que deben haber vivido aquí durante mucho tiempo, solas, sin familia, de entre, más o menos, unos diez y dieciséis años. Estoy seguro de que alguno de ustedes debe conocerlas.

La discreción de un mutismo apremiado se distribuyó instantáneamente a lo largo de la sala mientras sus inquilinos combatían con sus desgastadas memorias por la concreción de aquellas jóvenes requeridas. El conquistador intruso aguardó pacientemente hasta la terminación de sus reflexiones para incrementar levemente el grado de su demanda.

—¿Nadie? ¿Están seguros? No pensaba recurrir a mi plan secundario, pero parece que no me dejan alternativa.

—No, espera —le disuadió diligente un adolescente revelando su instinto protector—. Por la  descripción, podrían ser muchas chicas. Necesitaría algún dato más.

Fox se aproximó hasta su colaborador imprimiendo la firmeza de sus botas en la polvorienta superficie del aula mientras extraía una custodiada fotografía de su bolsillo trasero que presentó como referencia irrefutable. El cooperante reconoció indubitativo a sus protagonistas pese a las remarcables desemejanzas con el estado que presentaban durante aquel periodo.

—Son Lilith y Beatrix. Están bastante cambiadas, pero estoy seguro de que son ellas.

—Lilith y Beatrix… Interesante —estudió meditabundo su resolución a la par que reestablecía el doble retrato en su escondrijo—. ¿Y sabes dónde pueden estar? 

—No tengo ni idea… —respondió pugnando intensamente con su capacidad de falseamiento por la ocultación de su mentira.

—Por cada mentira que alguien dice, muere un lindo gatito. ¿Lo sabías? —persistió el capitán combatiendo en contra de su vil encubrimiento—. ¿No sabes nada, entonces?

—Lo único que sé es que aquí, en la escuela, no están. Puede ser que anden involucradas en la rebelión, pero le repito que no lo sé —reafirmó el adolescente su fidelidad hacia ambas chicas, otorgándole como recompensa un reconocimiento escrutiñador por parte de aquel poderoso.

—¿Cuál es tu nombre, chico? —le consultó Fox permutando abruptamente la temática de su interrogatorio para generar una sospecha fundamentada en el demandado.

—Tyler…   

—¿Tyler? Así que eres el chico de Don, ¿no? ¿Sabes? Tu padre me dejó un mensaje para ti —escarneció el mando Fox exponiendo una rigurosa seriedad a la par que rememoraba la deliciosa estampa del francotirador desangrándose en su agonía—. Me dijo que lo sentía.

Despedida su rabiosa perversidad, el engreído se encaminó hacia su salida sin inquietarse en absoluto por el trastorno emocional que su inventiva acababa de originar en el adolescente.

—Gracias por la información, Tyler —retribuyó su adecuada intervención mientras procedía a orientar una advertencia intimidadora al gentío que poblaba la clase—. Descansen bien, damas y caballeros. A partir de esta noche, nada volverá a ser lo mismo en esta base. Se lo garantizo. 

Impulsaron enérgicos la doble barrera acristalada que constituía el acceso al supermercado mientras supervisaban grupalmente la inexistencia de cualquier riesgo acechante, adentrándose presurosos en el comercio tras confirmar su seguridad superficial.

—Al final ha sido más fácil de lo que pensaba. Yo creía que iba a ser casi imposible conseguir las mochilas —apreció Hugo referenciando los múltiples transportistas de su equipamiento que habían obtenido en la librería convenida.

—Dale las gracias a la bengala, y a quien la haya lanzado —puntualizó Robi el azar venturoso que les había desplazado hasta su destino sin contrariedad alguna.  

—Ya, bueno, no os confíes tanto porque las patrullas estén en la otra punta de la ciudad. Aún no hemos salido de aquí, así que manteneros concentrados —les previno Lilith de su credulidad aportando una perspectiva realista al beneficioso panorama.

—Vale, empecemos a coger cosas —aludió su pareja al rango de liderazgo que ostentaba en aquel grupo de sobrevivientes novatos—. Tenemos cinco mochilas, así que procurad cargar con lo justo y necesario. Recordad que el agua es lo más importante y que los alimentos aguantarán mucho mejor si son conservas. Y nada de caprichos. Los chocolates y las patatas fritas nos van a servir de poco ahí fuera. Venga, vamos a darnos prisa, que todavía tenemos que encontrar algún hueco en la barricada por el que poder huir, y no creo que eso vaya a ser tan sencillo.

Mientras los resueltos emprendedores abordaban una rauda recogida de todos los enseres que necesitarían durante su cruenta guerra en la realidad exterior, un inquieto Adán se favoreció de su acompañamiento de conveniencia para transitar desinteresado en dirección al mostrador, trastabillando durante el desenvolvimiento de la acción con una masa inidentificada tendida en los gélidos azulejos que constituían aquella propiedad.

—¡Agggh! —chilló el niño sobresaltado como consecuencia de la confluencia imprevista.

—¿Qué ocurre? —canalizó Mike presuroso su intervención auxiliar hacia el origen de su señal de amenaza, templando su condición predispuesta al asesinato cuando el impactado extranjero disipó su incertidumbre.

—Hay un muerto aquí. He estado a punto de caerme de boca por su culpa… —justificó él su reacción acentuando un liviano desprecio hacia aquel cadáver camuflado.  

—Joder, no des esos putos sustos, coño, que casi me da un infarto —protestó Lilith contra la dramatización innecesaria de la contrariedad—. Será algún rebelde al que cazaron. Déjalo estar. Ahí descansa bien. Venga, chavales, sigamos, que se nos hace tarde.

Mientras los laboriosos adolescentes retornaban la plenitud de su concentración en dirección a la recolección de alimentos, el forastero recogió una propiedad del organismo exánime que le atrajo particularmente por la posibilidad fructífera que le atribuyó. El walkie talkie del muerto le podría servir para efectuar un esperanzado intento de contacto con su hermana mayor.  

Desalojó activamente la quietud del edificio escolar meditando los provechosos datos que el huérfano le había proporcionado en cada estentóreo paso que desplegaba. Aquel testimonio le concedería un voluminoso sustento que le apoyaría en la confirmación de la identidad de ambas chicas como las rebeldes pertenecientes al grupo lanzador de la granada salvadora, pero todavía requería del descubrimiento de la ubicación en la que se hallarían desarrollando sus acciones de formidable inteligencia trapacera. La justicia de su destino acompañó a Fox cuando la delicadeza de una tenue voz irrumpió en su walkie personal para encaminarle en su desconcierto.

—¡¿Eva?! ¡¿Eva, estás ahí?!

El efecto de una remarcable impresión de insignificancia desató una compelida reflexión en  Davis cuando compareció junto a la increíble barricada que había vislumbrado desde la lejanía. La focalización de su atención ignoró completamente la recuperación que su ser necesitaba tras el vigor implantado en su carrera para examinar con detenimiento la longitud de aquella defensa compuesta por variadas fortificaciones. Pese a no deleitarse con una altura excesiva, el trabajo multitudinario que habían entregado hacia semejante creación era impensable para su persona.

—Aquí estamos. Hora de la investigación —prorrogó el impactado su campaña de motivación hacia sus acompañantes—. Maya, ¿puedes abrir un hueco en la barricada?

—No debería haber problemas. Dame un minuto —requirió la virtuosa hercúlea analizando la región específica de la barricada que se desmoronaría sumisa ante uno de sus intensos golpes.

—Intenta no hacer demasiado ruido, ¿vale? No es muy buena idea atraer a toda la tropa que pueda haber ahí dentro —le aconsejó Eva divulgando el habitual radicalismo de su cautela.

Tras instaurar su reglamento preceptivo, orientó su interés hacía un zumbido proveniente de su walkie que indicaba el recibimiento de una emisión, la cual se transmitió adoptando la forma de una rogatoria por la que había implorado desde el inicio de su exploración.

—Eva, soy Adán. ¿Estás ahí…? ¡Vamos, responde! ¡Sé que me estás buscando! ¡Te necesito! ¡Te necesitamos! Por favor… —solicitaba su existencia desesperado por su aparición, generando en la venerable hermana un acto reflejo por el que deslizó el aparato hasta sus labios dominada por la ansiedad.

—¡Adán, cariño, soy yo! ¡Soy Eva! —exclamó entusiasmada al tiempo que Davis la observaba complacido tras el descubrimiento—. Oh, gracias a Dios que estás bien… Cielo, ¿estás en el lugar donde lanzaron la bengala?   

—Sí, ahí es donde estoy, en un su…

La pretensión de exposición explicativa de su hermano quedaron se mantuvo en una estricta exclusión cuando Maya impelió una potencia exorbitantemente desmesurada a un vehículo que se establecía como soporte primario del muro protector, propiciando el desplome imparable de sus elementos constituyentes en un arrítmico escándalo.

Marcus suspendió su avance incontenible hacia el hospital tras percibir un estentóreo sonido duradero próximo al área que atravesaba. Caviló unos instantes acerca de la posible repercusión que aquel imprevisto podría haber causado pese a la importancia de la misión que su reina había encomendado, concretando sus pensamientos en un ligero desvío de su trayectoria original que le confirmase la severidad de la estridencia antes de presentarse en su destino.

—¿Pero qué…? Joder, Maya, te dije que no hicieras ruido —protestó Eva frente a la atracción acústica que había creado en su apertura de la senda que les conduciría hasta el codiciado tesoro humano que resguardaba.

—Lo siento… Ha sido un accidente —se excusó ella enfrentando a una quejicosa que pronto volvió a ignorarla para restaurar el contacto con el único ser viviente al que le permitiría disponer de su ostentoso interés—. Bueno, al menos ya tenemos vía libre, y no parece haber nadie por aquí…  

—¡Adán! ¡¿Adán, me escuchas?! —requirió la estabilización de su conexión tras evaporarse en el ambiente la audición del escándalo propiciado—. ¡Escúchame, cariño! ¡Estoy en el mismo lugar que tú ahora mismo! ¡He venido por ti! ¡Dime exactamente en qué zona o edificio estás, y estaré allí en seguida!

—Bueno, es que… —titubeó aturdido antes de atraer al grupo de recolectores que se hallaba concluyendo con la acumulación de enseres en la que su inmersión convergía—. Chicos, necesito ayuda.  

—¿Qué pasa? —le correspondió Mike aproximándose hasta él para atender benevolente su demanda tras concluir la organización de los suministros que había conseguido en el escondrijo que constituía su mochila personal—. Espera, ¿estás hablando con alguien?

—Os dije que vendría con vosotros si me ayudabais. Pues bueno, ayúdame —imperó el chico intimidante extendiéndole la estructura que fundamentaba su comunicación—. Mi hermana Eva dice que está aquí, y puede ayudarnos a escapar si le decimos dónde estamos, pero… Yo no me conozco este sitio… Va, échame una mano, porfa…

—Está bien. Dame eso —aceptó su reclamación sin alojar el más remoto signo de oposición en su desgastado organismo—. Hey… Hola...

—¿Quién eres tú? —interpeló su interlocutora diseminando su notable sentido alarmista en el peligroso entorno ante el que se preparaba junto con su par de escoltas—. ¿Dónde está Adán?  Como le hayas tocado un solo pelo, te haré tragar tu propia polla cachito a cachito. Escoria, que no sois más que escoria. Puta basura de mierda. 

—Hay que ver cómo se las gasta la hermanita… Menos mal que tú no tienes polla, ¿eh, Lilith? —apuñaló Beatrix recelosa a su encubridora, obsequiando a su ego con la indescriptible mueca que recibió como respuesta.   

—Hey, tranquila… Me llamo Mike. Tu hermano me pidió que te diera indicaciones para llegar hasta donde estamos —declaró rogando por la pacificación de su furia implacable—. ¿Qué es lo que ves? ¿Sabes dónde estás?

Ni segundos hubieron transcurrido desde su amistosa reclamación cuando una alterada Eva incitó el inicio de un cuidadoso examen de los alrededores ante sus desconcertados compañeros que concluyó con la localización de una placa denominativa empalada en el límite de una de las aceras.

—Avenida Galileo —comunicó con presura la mayor relevancia de la información adquirida, alarmándose ante la inusual continuidad de un silencio que se originó súbitamente tras ello—. Oye, que te estoy hablando. Avenida Galileo. ¿Cómo llego hasta allí?

—Es que… —musitó Mike inseguro como consecuencia del indudable nerviosismo de Adán—. No me sé los nombres de las calles.

—Cojonudo, sí, señor —injurió afectada por la pérdida de un tiempo que era vital al tiempo que trataba de ubicar un elemento alternativo que permitiese a su guía identificar su posición—. A ver… Estoy al lado del restaurante Ethon, especialista en hígado asado. ¿Te vale? 

—Vale, escucha, la buena noticia es que ya sé dónde estás —enunció con infalible seguridad antes de disponerse a emitir a su antagonista—. Lo malo es que estás en la otra punta de la base. Voy a tener que guiarte desde aquí.  

—¡Oye, no, ¿eh?! ¡No! —atacó Lilith precipitadamente a su bondad tras la pronunciación de su atrevida oferta—. Como no nos vayamos cagando leches ya de aquí, al final nos van a pillar. Estamos tentando demasiado a la suerte, Mike, y…

—¡¿Y qué?! —se defendió este espontáneamente impresionando a la totalidad de asistentes al ataque—. ¡Lilith, piensa en esto como una inversión de futuro, joder!

—Pero…

—¡Ni peros ni hostias! —la disuadió inquebrantable de su tentativa de contraataque—. Si yo digo que vamos a ayudar, va a ser así, porque ahora estamos haciendo las cosas a mi manera. Y si no te gusta, aguántate, que tú has estado haciendo lo que te ha dado la gana durante mucho tiempo, y sin decirme nada siquiera.

—Vale, sí, muy bien… Sin rencores, por lo que veo —se rindió ella denotando engreimiento en su expresión mientras Adán la ojeaba disimulando una sonrisa triunfal—. Tus decisiones, tus consecuencias… Cuando nos estén desollando en un sótano de mala muerte y haya que echar la culpa a alguien, a mí no me miréis.

—¡Eh, cojones! ¡¿Sigues ahí?! ¡¿En qué coño piensas?! —se estableció una impaciente voz a  través del walkie que sobresaltó a Mike por su bruta potencialidad. 

—Sí, sí, perdona, es que había interferencias… —desplegó su dudable pretexto aguardando que su verosimilitud fuese mínimamente aceptable—. Bueno, el caso es que, como iba diciendo, voy a tener que darte instrucciones desde aquí para que nos encuentres. La gran mayoría de los soldados deben de estar en la zona de la armería, así que no creo que te sea muy difícil atravesar las calles.

—Tú no te preocupes por eso. Céntrate en las indicaciones —señaló aclarando su disposición de aniquilación hacia cualquier interposición entre ella y su querido hermano.

—Oye —intervino repentinamente Maya tan indignada por su incesante discriminación a un segundo plano como por el aturdimiento que le causaba aquella conversación indescifrable—, ¿nos cuentas algo o seguimos haciendo de decorado?

—Van a decirme cómo llegar hasta mi hermano —le esclareció lacónica sin pretensión alguna por prolongar sus explicaciones.

—Eva —se entrometió Davis aprovechando la volátil captura de atención obtenida por Davis —, pregunta a tu hermano dónde está Nicole, por favor.

—Hey, tú, pásame a Adán —ordenó imperativa a su interlocutor obviando cualquier clase de cordialidad.

—Quiere hablar contigo —anunció este inmutable extendiendo el aparato hacia el sujeto del cual solicitaban escucha.

—Esto… Voy a registrar los estantes de nuevo, para no dejarnos nada. Ya que vamos a estar un buen rato aquí, que por lo menos sea productivo… —comunicó Hugo encaminando sus pasos hacia el corredor contiguo al cual se hallaban.

—Voy contigo —se inscribió Robi a su actividad hastiado ante la insufrible espera a la que les sometían.

—Dime, Eva —se interesó este aguardando la manifestación de unas palabras que discernían notablemente de aquellas que su imaginación había supuesto. 

—¿Sabes dónde está Nicole, cariño? ¿Anda por ahí contigo? —acató interesada en conocer el grado de actuación de la avezada rubia como cuidadora.

—Me separaron de ella en cuanto llegamos aquí. Luego la volví a ver otra vez, pero solo unos segundos. Estaba con los demás en una plaza, aunque los chicos con los que estoy lanzaron una granada y cada uno salió corriendo para un lado. No sé si seguirán juntos.

—¿Los demás? —destacó Davis aturdido aproximándose junto con Maya a las cercanías del walkie para fusionarse al correcto seguimiento de la conversación.

—Sí, el resto del grupo. M.A, Alice, Inma… Están todos aquí. Los he visto.

El enfrentamiento repentino de sus mentes a semejante afirmación ocasionó que el estado alarmante del trío se acusara hasta robarles cualquier ápice de sosiego en sus agitados cuerpos. Aquel asunto se había agravado desde un rapto doble hasta un secuestro general sin haber sido capaces de percatarse del más mínimo signo. El organismo de Maya se sumió en un principio de hiperventilación tras visualizar la horrenda imagen de su prima maniatada en un traumatizante cuartucho siendo sofocada con una mordaza cubriendo su boca mientras que el experimentado  lancero se apresuraba en expeler una incertidumbre que estaba corroyendo su sangre a través de una interrogación concisa. 

—¿Y Jessica? ¿Está Jessica aquí?

—No lo sé. No la he visto… Lo siento —se dispensó el chico por su laguna informativa antes de disponerse a complementar el testimonio emitido—. Pero sé dónde está Inma, o al menos sé dónde estaba. Estuvo con nosotros un tiempo, en un bar al lado de la plaza en la que explotó la granada, pero no quiso venirse. Creo que tenía miedo.

La percepción de su conjetura concluyente resquebrajó aún más la perturbada alma de Maya. Pese a que ni siquiera era capaz de concebir la inmensa multitud de torturas inimaginables a las que la podrían haber sometido, el concepto arraigado en su cerebro por el cual nadie iba a tocar un pelo a su prima en su presencia era inamovible. Absolutamente nadie.

—¿Sabes cómo llegar hasta allí? —demandó presurosa suplicando porque su respuesta fuese puramente afirmativa.

—Él no, pero yo sí —emanó del walkie una voz masculina que se distinguía notablemente de su receptor original, la cual identificó instantáneamente al asesor personal de Eva—. La avenida en la que estáis es una de las principales de la base. Si camináis por ella desde donde estáis en dirección contraria a la barricada durante un kilómetro o dos, más o menos, llegareis a una plaza. Buscad un lugar llamado “Cánulas doradas”. Ahí es donde estaba la última vez que la vimos. Eso sí, tened mucho cuidado, porque vais a tener que pasar muy cerca de la zona de la armería. Hay mucha vigilancia apostada allí por lo de la bengala.

—Maya —reclamó su atención un dulce susurro procedente de la garganta de Adán, —ella te estaba esperando. Convéncela para que se vaya contigo, por favor. Yo no pude…

—Por supuesto que lo haré… No te preocupes —respondió la benévola chica martirizándose por ocultar el derrumbamiento moral frente al que estaba a punto de sucumbir—. Gracias por cuidar de ella. Te debo una.   

—Bueno, supongo que aquí es donde nuestros caminos se separan —puntualizó la dirigente del trío sin pretensión de continuar procrastinando su anhelada reunión con el corazón que le habían arrebatado impíamente—. Intentaremos reunirnos en este punto cuando encontremos al resto, ¿de acuerdo? A ver si podemos salir cagando leches de este puto sitio sin que nos jodan otra vez. Un milagro sería… Bueno, chaval, ¿para dónde voy primero?

El dúo principalmente encomendado al rescate de una sangre atemorizada en un asqueroso tugurio se mantuvo inerte en una posición consciente de observación selectiva mediante la que analizaron a su compañera corriendo en dirección a la calle que le indicaban dispuesta a cumplir con la ruta determinada hasta su destino. Una reflexión desconcertante impactó en Davis ante la detallada e inconstante mirada que Maya había incrustado en Eva.   

—¿Ocurre algo, Maya? —se interesó extrañado por su indescifrable conducta.

—Nada… Es sólo que… —titubeó en un esfuerzo impulsivo por organizar la expresión en sus palabras—. Me da la impresión de que esta es la última vez que la vamos a ver. Y creo que ambos sabemos los motivos…

—Bueno, si no quiere quedarse, no la necesitamos —desató este su remordimiento interno hacía el inagotable comportamiento agresivo de aquella superviviente—. Podremos sobrevivir sin ella.

—Todo el mundo es importante, Davis, incluso los que solo parecen perjudicar, y mucho más en nuestra condición actual. Inma se sentía algo más segura con ella, y eso era un punto positivo —expuso su contrariada visión acerca de aquella perdida—. Después de todo lo que ha pasado, ¿cómo hemos podido ser tan estúpidos para dejar que se los lleven a todos? Tal vez deberíamos haber escuchado a M.A… Quizá sea el único que aun sabe cómo se sobrevive aquí fuera.

—Hey, Maya, olvídate de eso ahora. Vamos a buscar a Inma —la alentó él consecuente con la negatividad que supondría el consumo de su atormentado cerebro frente a aquella situación, disputando su orientación hacia la auténtica importancia antes de que un intruso irrumpiese en su relación personal.

—Creo que nadie va a ir a buscar a nadie…  

—Así que hay un grupito de niños por ahí perdido… —resaltó Fox sintiendo la invasión de un sentimiento triunfante en su insalvable ego—. Pues nada, sigamos las indicaciones, señorita Eva, a ver dónde nos llevan.

Reprodujo la pureza estratégica de un movimiento calculado en su corteza cerebral al tiempo que se reacomodaba en su ordinaria silla de excéntrica pensadora segundos antes de incentivar a través de sus dañinos dedos el avance de una torre del reino oscuro en el descolorido ambiente en el que las tropas combatían, concentrando la eficacia de su acción en el acorralamiento de la homónima lumínica y del valeroso alfil que intentaba resguardarla.

—Dos en uno. ¿Qué vas a hacer ahora, pequeña reina? —habló Michaela apropiándose de la correspondiente pieza blanca de su tablero de ajedrez para dirigirse a un adversario invisible—. No sirve de nada que corras y trates de esconderte de mi vista. Poco a poco, pasito a pasito, voy a ir devorando cada una de tus insignificantes piezas, y entonces, sólo entonces, te dispondrás a dar un paso al frente, pero será demasiado tarde. Tu ejército estará completamente atrapado, y no podrás escapar del jaque mate. Después de todo, estás en mi mundo. No lo olvides.

Depositó a la regente en la ubicación que le correspondía para proceder a incorporarse entre múltiples estiramientos de su adormecida musculatura a la par que caminaba hasta la ventana mediante la cual observó enésimamente el conjunto de cadáveres que adornaba su simpleza.

—En la mayoría de los casos, la ventaja no la otorga el número de peones, sino la disposición de estos en el tablero—reflexionó contemplando a los extintos guerrilleros que habían perecido como consecuencia de su macabro juego—. Sin embargo, no hay ningún factor tan importante como el de la paciencia. Saber cuándo y hacia dónde moverse es la clave del éxito.

Súbitamente, el amargor de un indiscreto hedor profanó su discurso cuando irrumpió en sus agudizadas fosas nasales, alentándola a orientar el fraccionado interés de su pensamiento en la marchita masa cárnica que todavía ornaba su oficina.

—Creo que debería hacer algo contigo, cariño, antes de que apestes toda mi oficina a zorrón pelirrojo.

Se disponía a la elaboración de un planteamiento que le permitiese deshacerse del inservible despojo humano cuando un walkie talkie abrumado por su interminable trabajo envió signos de pretensión comunicativa.

—Mi señora, Fox en línea —le asaltó una autoridad desvanecida de improvisto, impulsando a su comandante a aferrarse al aparato impaciente por analizar sus excusas.

—¡Vaya, Fox, qué sorpresa tan agradable! Creía que habías muerto y te habías enterrado tú mismo —se jactó ella irritada por su desinterés hacia la trascendencia vital de aquella noche—. ¡Quiero una explicación razonable! ¡Y tienes cinco segundos! Ah, no, espera, ¡tres segundos!

—Tenemos nuevos invitados —confesó velozmente intentando focalizar la perversidad de su reina en un aspecto que no fuera su integridad, conquistando fortuitamente el efecto deseado.

—Continúa, antes de que empiece a pensar castigos que compensen tu negligencia.

—Lo sé por una conversación que se me ha colado en la línea. El niñito de tu invitada especial intenta indicarle a su hermana, una tal Eva, como encontrarle —le expuso el capitán reservando sus detalles personales—. Parece que han conseguido entrar abriendo una brecha por un muro de la zona oeste. De igual manera, supongo que han conseguido pasar desapercibidos ante los francotiradores por su método de acceso. Vigilar un muro no suele ser muy fructífero.

—Nuestras barricadas no están diseñadas precisamente para que cualquier inepto las derribe de un soplido, así que, si realmente la han roto y atravesado, ¿qué piensas que ha podido pasar, Fox? —le interrogó tanteando una modalidad específica de respuesta.

—No lo sé, señora. Dígamelo usted —eludió el capitán la acometida de su monarca a través de la grata simulación de su ignorancia.

—Bueno, yo lo tengo bastante claro, pero no veo por qué debería compartir esa información contigo —le aclaró evidenciando la progresiva destrucción de la confianza que había depositado en su alto mando—. ¿Qué ha sido de ti hasta ahora, Fox? Porque no respondías a mis llamadas, y no me gusta que me ignoren. Lo sabes perfectamente.

—Tuve un problema, mi señora —osó este emprender una continuación de la embaucadora historia con la que se había escabullido hasta entonces—. La chica rubia con la que me encontré, esa del pelo corto, no era para nada lo que esperaba. Conseguí acorralarla, mi señora, y pensaba que la tenía, pero entonces, hizo algo raro con las manos, y… No recuerdo muy bien lo que pasó, pero sé que caí al suelo y me quedé paralizado unos minutos, sin poder moverme. Obviamente, se escapó. Intenté contactar con usted, mi señora, para advertirle de que había huido, pero a mi walkie también le sucedieron cosas extrañas. Se comportaba como si no pudiese captar ningún canal.

—¿Alice hizo eso? —cuestionó Michaela desorientada por semejante revelación implícita en su relato. 

—Sí, lo hizo —afirmó el embustero concentrando sus esfuerzos en la aplicación de una férrea convicción en su transmisión—. Tras lo que pasó, decidí encaminarme en dirección a la armería, figurándome que habría enviado a la mayoría de las tropas a resguardar la zona tras lo ocurrido con la bengala, y fue cuando iba de camino que pude escuché la conversación entre el chiquillo y la hermana. Mi señora, si usted me da su permiso, me gustaría capturarlos y entregárselos. No me costará demasiado seguir su rastro hasta localizarles.

—Irás solo —comandó su monarca estableciendo un sutil recordatorio acerca de la magnífica persona sobre la que recaía el completo gobierno de la base—. No te enviaré un equipo para un niñito de cuna y la teta que le da de mamar. Y, te lo advierto, no me decepciones de nuevo, Fox. Nunca he despellejado zorros, pero estoy segura que es una de mis especialidades.

El escapista aludido todavía se preparaba para disfrazar el respeto inexistente hacia su señora a través de una expresión de halago cuando esta concluyó inconsiderada su reprensión.

—Por supuesto, mi querida psicótica. Vas a estar muy orgullosa de mi astucia. Te lo garantizo —esclareció jactancioso a un receptor inexistente tras su fuga a la vez que alteraba el canal de su walkie para intentar resintonizar con la emisión de consanguinidad—. Vamos allá…

—Así que la pequeña Maya y el pequeño Davis están aquí. Después de todo, la bengala va a beneficiarme. ¿Quién lo habría dicho? Está claro que esta base me adora —ensalzó aduladora su deificada figura deleitándose a través de una reorganización jugosa de su plan al tiempo que se deslizaba mediante su intercomunicador a la línea compartida por sus francotiradores.

—Vuestra líder se dirige al francotirador responsable de la zona oeste —propagó la susodicha un ambicioso contacto estimulando a la respuesta instantánea del subordinado requerido.

—Aquí el francotirador responsable de la zona oeste, mi señora. ¿Qué necesita?

—Tengo un nuevo objetivo para ti. Quiero que busques dos individuos específicos que deben encontrarse cerca de la muralla de esa área. Un par de cretinos ignorantes desorientados. No te será difícil encontrarlos. Tan sólo busca dos máscaras de gas juntitas, y tendrás el premio gordo de la noche.

—Entendido, mi señora —obedeció su lacayo avivando veloz su pretensión en la realización de la tarea encomendada.

Expelida su codiciosa ordenanza, Michaela desvió su concentración de la radio despótica para focalizarla nuevamente sobre la corrupta guerrillera que había degustado su ardiente café.

—Ya sé lo que voy a hacer contigo, cariño.

 La presencia portentosa emanada por un sujeto cuyo potencial enemigo era prácticamente inmensurable se aproximó vacilante en dirección hacia la posición de establecimiento de ambos camaradas a la par que desprendía en su aroma un ligero hedor de arrogancia envolviendo todo su egocentrismo. Los sistemas de alerta de Davis y Maya rebasaron sus máximos en el preciso momento en el que su inesperada irrupción se desveló en la forma de una amenaza plausible, estimulando a los supervivientes a empuñar una habilidosa lanza retráctil y a presionar con violencia unos puños mortíferos.

—Vaya, vaya, pero mira quienes han aparecido por fin. La jefa os ha echado de menos. No le ha sentado nada bien que te perdieras la fiesta de bienvenida... ¿Maya, era? Soy un poco malo para los nombres. Menos mal que soy muy bueno recordando caras —asaltó aquel petulante individuo sorprendiendo al dúo por el excesivo conocimiento hacia sus personas.

—Para atrás. Ni un paso más... —se reveló imperioso Davis advirtiendo a su rival del riesgo al que se aventuraba a través de la exhibición de su habilidosa arma blanca a pesar de que no obtuvo mayor respuesta que una ingenua infravaloración hacia su ataque verbal.

—Calma, señorito, calma. No tengo intención de herirles. Quizá pueda parecer que soy un tipo importante por estas tierras, al aparecer exigiendo de esta forma tan... autoritaria, pero, ¿sabéis qué? Yo no tengo potestad sobre vosotros dos, ni sobre ninguno de vuestros amigos, pero tranquilos, alguien que sí la tiene va a estar encantada de recibirles, así que, si son ustedes tan amables, acompáñenme, por favor —les persuadió aquel demonio endiosado al tiempo que desenfundaba un ejemplar de sus metralletas Skorpion, orientando la garganta del arma hacia el pecho del atrevido Davis.

En la exactitud temporal en la que Maya se dispuso a enfrentarse verbalmente al ser erigido frente a ella, el sonido emitido por un walkie talkie sujeto a la cintura del susodicho la presionó a devorar su propio atrevimiento mientras el infame atendía la llamada.

—Marcus... Marcus, contesta —pronunció una gélida laringe que los camaradas identificaron instintivamente como femenina, incentivando al alto mando a efectuar una rauda respuesta.

—Al habla Marcus, mi señora. ¿Qué desea?

—Tenemos un nuevo cambio de planes, Marcus. No quiero que nuestro juego con mi invitada especial acabe de forma tan abrupta, así que olvídate del hospital. Esto es lo que vamos a hacer. Escucha atentamente, ¿de acuerdo? De acuerdo. Fox, nuestro querido caballero errante, me ha proporcionado cierta información que hará nuestra partida más suculenta de lo que ya es. Por lo que parece, esa bengala que algún ser con un mínimo de cerebro consiguió lanzar ha cumplido con su efecto a la perfección. Tenemos en la base al resto de nuestros invitados —comunicó con la inquietud de un retorcido cerebro malévolo cuya actividad se reducía al simple planteamiento de torturas insostenibles para cualquier individuo poseedor de una mínima cantidad de materia gris medianamente sana—. Deberían estar cerca de la región oeste, o al menos, alguno de ellos. Quiero que encuentres como mínimo…

El decreto manifestado por su dirigente fue súbitamente reprimido cuando la sobreconfianza de Marcus provocó la indeseada percepción de un estómago que se encogió martirizado frente al recibimiento de un impacto que instó a su organismo a planear unos metros antes de aterrizar en el inclemente asfalto, disgregando a su alrededor tanto su walkie como la metralleta liberada de su funda. La conmoción que asestó a Davis fue tan profunda que su consciencia acerca del impacto gástrico promovido por Maya en su distracción se ralentizó severamente. Jamás había presenciado un ataque de tal calibre a un ser humano por parte de su extraordinario poder.   

—Joder… —perjurió el lancero aproximándose hasta la figura inconsciente del nauseabundo oponente—. Si no respirase, diría que le has matado. Casi parece que ha sido golpeado por una bola de demolición.

—Iba a delatarnos. Y no podremos encontrar a Inma o Jessica si nos atrapan —describió esta el motivo de su reacción a la par que aniquilaba la insoportable voz proveniente del walkie con un fiero pisotón—. Además, creo que se lo merecía un poquito. La prepotencia nunca es buena para nada.

Tras un acorde entendimiento de su improvisada actuación, el camarada de la salvadora se dispuso a recoger la metralleta extraviada para incorporarla a la batalla junto a su armamento predeterminado. Sin embargo, su tentativa de avance fue corrompida cuando la dentadura del supuesto inconsciente se incrustó en su pierna, propiciando la liberación de un aullido dolorido que resquebrajó sus cuerdas vocales y volvió a alertar a la furia intrínseca de las células de Maya. Ninguno de ellos pudo desenvolverse en un acto lo suficientemente veloz como para evitar que Davis recibiera un ingrato impacto en la entrepierna que bendijo a Marcus con un instante ideal para incorporarse mientras apresaba el cuello del enmascarado con su brazo.

—Quizá me sobre un poco de prepotencia, señorita, pero créame, no soy tan débil como para caer de un golpecito —le informó indignado por su mutua infravaloración a la vez que empleaba la Skorpion restante para proseguir con la intimidación de su captura—. No obstante, tengo que reconocer que es usted una bestia, señorita. No exageraron cuando me contaron que su fuerza superaba a la de cinco toros salvajes. Ni siquiera alcanzó a imaginarme que podría hacer con un puñetazo de los míos.

—Probablemente te quedarías sin corazón —profirió Maya un primer intento de intimidación cuya eficacia se desvaneció en la atmósfera. 

—Sí, probablemente, pero apostaría porque harías lo que fuese para que no le suceda nada al señorito que tengo aquí conmigo —se envalentonó imprimiendo mayor potencia en el cañón que se sustentaba sobre la sien de Davis—. Así que, vas a seguir mis instrucciones, o lo mataré.

Beneficiándose de la fortuita disposición de la lanza retráctil que se sostenía en su cintura, el prisionero explotó el desconcierto de la acelerada situación para oprimir el botón de despliegue del arma en cuestión, ensartando una de sus afiladas hojas en el muslo de su captor. El segundo específico en el que la turbación de Marcus al observar la lanza penetrando su carne retuvo toda su capacidad de reacción fue vital para la construcción de un codazo por parte de Davis dirigido hacia su rostro, pero la veloz recuperación de sus reflejos le concedió la agilidad necesaria para detener el atentado, vengándose con un ponzoñoso puñetazo que retumbó en el abdomen del joven.

Ante el inclemente retorno del insufrible dolor generado por el disparo de Payne, la defensa de Davis se desmoronó hasta un extremo comprometido, el cual le permitió una reunión con la solidez de la carretera en la que se hallaba tras un brutal impacto en su mentón.   

Pese a su ventaja táctica, una alentada Maya ya se precipitaba en una veloz acometida hacia su oponente cuando este captó la embestida. Un alterado Marcus se apresuró en empuñar su cuchillo de combate como medida de defensa, pero el intervalo temporal con la agresión que le abatiría nuevamente fue excesivamente breve para que su despliegue fuese funcional. Trató de incorporarse veloz, pero la contemplación de unas bárbaras manos aferrándose a su chaleco le informó de que la posibilidad sería nula. La certeza sobre la imposibilidad de su contraataque se transformó en una evidencia cuando la amplitud de su entrenado cuerpo se elevó en segundos hasta sobrepasar la altura sobre la que presenciaban su agonía las pupilas de su oponente, quien descargó un colosal contenedor de furia acumulada en los recovecos de un corazón enérgico en el instante en que lo arrojó por tercera vez hacia su anhelada avenida.

—Probablemente sepas mucho más que yo sobre combate, Marcus, pero no puedes detener tú solo a cinco toros salvajes —arremetió alimentándose de la similitud despectiva únicamente orientada a su anterior humillación mientras se proyectaba nuevamente hacia él exhibiendo una orgullosa disposición a rescatar a las personas que amaba—. ¿Dónde están nuestros amigos, eh? ¿Dónde los te…  

Un estallido reverberó entre un temible silencio que este mismo había generado. Nadie ubicó la procedencia del intruso inmaterial, pero ambos varones se percataron de la insólita detección de la fémina. El sagaz estado de preocupación imparable de Davis le instó a incorporar la pesada carga de su maltratado cuerpo sobre sus rodillas sólo para espantarse con la masacre en la que se había transformado el rostro de Maya.

El conjunto de sangre que impregnaba el visor quebrado de su máscara sólo era un preludio de la revelación que se presentaría a continuación. Cuando dirigió el destrozo de su mirada hacia su compañero en un desesperado atisbo de supervivencia, manifestó definitivamente el sello de un caprichoso destino. Gran parte de su ojo derecho se había reducido al triturado de una masa rojiza de la cual se balanceaba una diminuta porción intacta a la que acompañaban fragmentos dispersos de hueso procedentes de su tabique nasal.

—¿Ma… Ma… Maya…? —tartamudeó un impactado Davis pugnando por desencadenar una reacción en su amiga, pero su desesperada asistencia fue inútil. Maya se deshizo de su equilibrio para derrumbarse en la forma de un improcedente cadáver.

—Los francotiradores… Alguno de esos ineptos ha visto peligrar mi vida y ha actuado. Dudo mucho que estas fuesen sus órdenes… —dedujo Marcus estremecido orientando durante un par de segundos su voluntad en localizar a través de un método infructuoso al causante del alboroto antes de determinar recaudar la deuda de su ineptitud en su traumatizado oponente—. Esto es todo por tu culpa, cabrón. ¿No podías estarte quietecito?

Un colérico puñetazo impactó en la sien del alma ausente, provocando su rendición final ante  la dulce inconsciencia como consecuencia del desmesurado calibre que imprimió en él.

—Tú te vienes conmigo a la plaza —le dictó al cuerpo inactivo del joven al mismo tiempo que examinaba atemorizado el fruto exánime de su incapacidad—. Ya puedes rezar porque Michaela se apiade de nosotros, lancero, porque a ese francotirador ya no lo ampara ni su Dios. 





 #Naitsirc y Sacedog

Forma de lectura alternativa de la historia: