Big Red Mouse Pointer

domingo, 19 de noviembre de 2017

NH2: Capítulo 055 - Inmoralidad (Parte 4; Final)

— ¡Marcus! ¡Marcus! ¡Responde! —aulló una exasperada loba a la maquinaria expresiva que sustentaba frente a ella, cosechando tan sólo el álgido sonido estático de su apatía—. ¡¡Marcus!! ¡¿Qué cojones está pasando?! ¡¡Marcus!! ¡¡¡Marcus!!!

Sin embargo, la aclaratoria de carácter no dañino aguardada por su leal mando fue sustituida por el canto inocente de un ingenuo asesino que iba a sellar su destino con sus propios labios.

— ¡Mi señora! ¡Aquí el francotirador de la zona oeste! —desató con inquietud su intervención a la par que ubicaba en los recovecos de su pútrido cerebro la información que comunicaría—. Ha surgido un imprevisto. Vera… Uno de los individuos que me ordenó localizar trató de asesinar al mando Marcus. Su fuerza era… ciertamente impresionante.

— ¿Qué es lo qué has hecho, francotirador? —interrogó descompuesta Michaela deduciendo la determinación fatídica que se desprendía de un pestilente temor a través de su justificación insustancial—. ¡¡Contéstame y deja de balbucear!! ¡¡¿¿Qué has hecho??!!  

—He… Le he disparado… Está muerta… —confesó horrorizado prosiguiendo con la inutilidad de su exculpación para tratar de eludir una reacción letalmente explosiva que era imparable—. Iba a matar a un alto mando, y ya hemos perdido a uno de ellos. Si no lo hacía yo, nadie más lo habría impedido. Tan sólo…

— ¡¿Cuál es su nombre, francotirador? —interrumpió hastiada su insulsa palabrería cubierta por la más profunda de las inutilidades respecto a su tentativa de exculpación.

—Mi señora, yo… —redujo el amenazado la potencia de sus vocablos amedrentado frente al ardor de una ira que se había atrevido a subestimar. 

—¡¡¡Su nombre!!! —insistió la reina esclareciendo al tirador la innegable imperatividad de su identificación, consiguiendo desfigurar la presión ejercida en la manifestación de un nombre que se imprimió instantáneamente en su corteza cerebral. 

—Bryan Johnson, mi señora.

—Continúa vigilando.

Con aquella impositiva frialdad, su escucha tortuosa concluyó. Tan sólo aquel mínimo ápice de información acerca de la identidad del subordinado resultó ser suficiente para suspender la comunicación y abandonar al francotirador ante la latente tensión inducida por la inconclusión de su perdón. Segundos habían transcurrido desde su liberación del parásito infecto cuando su  walkie requirió nuevamente su asistencia.

— ¡Mi señora, aquí Marcus contactando! —estableció el mando expresando una corrupción  impropia de su estado habitual de sosiego—. Siento la demora. La chica rompió mi walkie talkie. Suerte que llevaba otro de repuesto. La buena noticia es que he conseguido atrapar a uno de los objetivos que me encomendó. Tengo al lancero inconsciente y predispuesto a presentarse ante usted… Sin embargo, hubo cierto problema con la chica en cuestión…  

—Sí, sé lo del francotirador, Marcus. Le disparó para salvarte la vida, según él —reveló esta su conocimiento acentuando una entonación satírica en su exposición—. Y no fue suficiente con su terrible, terrible desobediencia, sino que se ha atrevido a confesarlo personalmente. Ciertas personas parecen confundir la valentía con soberana estupidez… En fin, Marcus, tráeme al bello durmiente a la entrada de mis oficinas. La reacción de Nicole cuando le vea será… impagable.

—De inmediato, mi señora —acató el subordinado su mandato disponiéndose a efectuar con presura la imposición a la par que una segunda ordenanza se desplegaba como complemento de la primera.

—Ah, y cuando le hayas traído, vuelve a la escena del crimen y recupera el cadáver de la otra. Aunque esté muerta, la entidad que inunda su cuerpo es un bien más preciado que tú y todo tu equipo juntos. Trátala como es debido.

—Por supuesto, mi señora. Se hará como usted lo desee —insistió su mando indemorable—. Cambio y corto. 

 —Maldita sea, hay muchos guardias, es imposible entrar sin que nos vean —informó el joven asomando la cabeza por encima de un pequeño muro de ladrillos.

 — ¿Qué vamos a hacer entonces, Leo? —preguntó Nicole al joven.

 —Dame tiempo, estoy pensando.

 Nicole se quedó agachada al lado del joven mientras éste se asomaba por encima o por el lateral izquierdo del muro examinando el escenario y las posiciones de los guardias. A ella le parecía un muchacho inteligente y valiente, a veces se le solía olvidar que solo tenía catorce años, para la edad que tenía aquel chico, se comportaba como una persona de mucha más edad, probablemente debido al ambiente en el que estaba había tenido que madurar antes de tiempo en algunas facetas, con el objetivo de sobrevivir contra los más fuertes del lugar.

 —Hay una posibilidad, pero sería arriesgarlo todo a una única oportunidad —anunció finalmente el joven.

 — ¿Cuál es esa oportunidad? —quiso saber la ex agente Collins.

 —A mano derecha, metiéndonos por esa calle, hay un pequeño restaurante, mi idea es acercarnos al local y buscar una botella de vidrio vacía, un trozo de tela, algún encendedor y un líquido inflamable con el objetivo de fabricar una molotov. Una vez que la consigamos habrá que lanzarla contra algún edificio algo lejos de aquí para que vayan de inmediato a apagar el fuego. Entonces, mientras extinguen las llamas para que no se descontrole el incendio, tendríamos una posibilidad de entrar y comprobar si tus compañeros están retenidos dentro mientras buscamos también lo que yo necesito de la armería —propuso el joven Leonard.

 — ¿Y crees que lo encontraremos todo ahí?

 —Antes del apocalipsis fui a comer con mis padres muchas veces a ese restaurante, y recuerdo que el dueño era un fumador compulsivo, estoy seguro que algún mechero o paquete de cerillas habrá guardado en la cocina del local, y obviamente como ahí se cocinaba y se servían bebidas, habrá algún trapo y alguna botella. Lo complicado será encontrar algún líquido inflamable.

 Nicole asomó la cabeza por encima del muro mientras que Leo se asomó por un lateral de éste.

—Hay un soldado vigilando la entrada de la armería, otros dos parados en mitad de la carretera charlando, un cuarto apoyado en aquella pared fumando, hay otro vigilando con un rifle francotirador desde el tejado de la armería, y uno más paseando por esa calle que se abre a la izquierda del local. —informó la mujer pensativa. —Sí, creo que tu plan podrá funcionar. Para apagar el fuego probablemente vayan la mayoría de los soldados que están montando guardia frente a la armería.

 —Gracias por darme la razón, por un momento parecía que habías dudado de mi plan —comentó un joven algo ofendido.

 —Lo siento, cielo. Tú eres el experto en planes, no volveré a dudar de ellos —respondió Nicole con una sonrisa.

 Finalmente el dúo se marchó agachado cubriéndose tras el muro y algunos edificios hasta llegar a los pocos minutos al restaurante, el cual no estaba lejos del lugar donde originalmente se habían encontrado. Tras entrar se pusieron a buscar los ingredientes para preparar la molotov casera. No fue especialmente difícil encontrarlos, una botella de vidrio vacía tirada en un pequeño contenedor de basura, un trapo algo sucio sobre la encimera y una caja de cerillas tras una vitrina llena de sucias y polvorientas copas de vidrio.

 — ¿Ves? Te dije que no sería complicado encontrar estas cosas aquí. Lo complicado es encontrar los productos inflamables. Pensé en alcohol, pero seguramente los soldaditos de la bruja de tu hermanastra se hayan bebido hasta la última gota —comentó Leo examinando los muebles repletos de botellas vacías.

 Tras un rato examinando los muebles repletos de botellas carentes de contenido...

 —Leo, encontré algo de Vodka —anunció Nicole tras mirar al fondo de unas vitrinas de botellas vacías y encontrar el preciado líquido. La botella estaba bien oculta, lo cual le hizo pensar a Nicole que le pertenecía a algún soldado y la ocultó de la vista de sus compañeros para que no se tomaran su contenido de llegar a encontrarla.

 —Perfecto, échalo dentro de la botella vacía. —comentó Leo animado ante la noticia acercándose con Nicole a la mesa en la que descansaba el recipiente vacío de vidrio que posteriormente se transformaría en un cóctel molotov.

 Nicole echó todo su contenido, pero por desgracia, este llenaba como mucho dos dedos y medio de la botella de vidrio.

 —Es poco... —comentó Leo torciendo los labios insatisfecho—. Tendremos que encontrar más cosas, tal vez haya productos de limpieza por aquí guardados. Continuemos buscando.

 El dúo continuó buscando, pero esta vez por separado. Leo se puso a buscar productos inflamables en el cuarto de la limpieza continuo a la cocina, mientras que Nicole continuaba buscando dentro de esta. Pasaron cerca de seis o siete minutos cuando Leo volvió con unas botellas de amoniaco y lejía, Nicole por su parte había encontrado algo de aceite quemado en una sartén. Finalmente mezclaron todos los líquidos dentro de la botella llenándola hasta la mitad y le introdujeron el trapo hasta que un extremo de éste se impregnó con el líquido y el otro extremo quedaba sobresaliendo por fuera de la botella.

 — ¿Tienes las cerillas? —preguntó Leo.

 —Claro. ¿Qué haremos arder?

 —Alguna casa una calle más abajo de donde se encuentra la armería y lejos de nuestra posición, pero lo suficientemente cerca como para que a distancia vean las llamas. Las casas de esas zonas están rodeadas de árboles y arbustos que arderán junto con la casa y ayudarán a la expansión del fuego.

 —Está bien. Oye, una pregunta que me ha surgido hace tiempo y con el tema éste no se me ha ocurrido preguntarte antes. ¿Tú no eres un guerrillero? ¿No deberías de haber estado en la rebelión?

 —No, porque me considero un mercenario y no un guerrillero. —respondió éste.

 — ¿Un mercenario? No recuerdo que Braun me los mencionara cuando me habló de la pirámide jerárquica.

 —Eso es porque teóricamente no existen, los mercenarios son un concepto mío. Son niños y niñas menores de edad que son huérfanos y trabajan en el servicio militar activo bajo la tutela de Braun y Michaela.

 — ¿Y por qué te consideras un mercenario y no un guerrillero? ¿Cuál es la diferencia?

 —Eso es por mi papel dentro de este imperio. Me explico, los soldados se agrupan en cuatro pelotones liderados cada uno por Michaela y sus tres altos mandos, Fox, Anna y Marcus, estos hacen principalmente sus misiones fuera de la base, las misiones que únicamente sus líderes les ordenan. Luego están los guerrilleros, quienes están bajo la tutela de Braun ocupándose principalmente del buen funcionamiento de la base cumpliendo las órdenes de su líder. Y luego están los mercenarios, que están bajo la tutela de Braun y Michaela trabajando para ambos haciendo tanto las funciones de un soldado como las de un guerrillero, es gracias a esto de que los mercenarios trabajamos en ambos mandos por lo que nos enteramos de tantas cosas, y por eso sé todo lo que sé sobre este lugar. Además, otra diferencia es que los soldados lo son porque si o por algún motivo especial, y un guerrillero lo es porque un civil se ha entrenado pasando las pruebas militares para trabajar activamente en las milicias. Un mercenario cuando alcanza la mayoría de edad se le da a elegir si quiere entrar al cuerpo de soldados o al de los guerrilleros, pudiendo pertenecer de este modo a un único bando en vez de a los dos.

 —Ya veo, visto desde ese punto, los huérfanos sois otra cosa distinta. Dentro de la pirámide jerárquica solo sois guerrilleros teóricamente hablando únicamente porque no sois soldados. Si no sois una cosa sois la otra.

 —Exacto. También hay otra cosa, los niños soldados podemos ganarnos un hueco en la pirámide jerárquica, al menos tres de nosotros, hablo de los mosqueteros.

 —Sí, he conocido a esos tres mosqueteritos de Michaela.

 —No tienen que ser precisamente de Michaela, de hecho, no deberían de ser de Michaela. Los tres mosqueteros son escogidos por Braun y Michaela según sus habilidades, experiencia, lealtad y su popularidad entre los niños del imperio, ya que son escogidos para ser los intermediarios entre los niños y jóvenes sean o no huérfanos y sus dos tutores, estos tres son escogidos para ser la boca, los ojos y los oídos de Braun y Michaela entre los menores de edad del imperio. Actualmente los tres mosqueteros son dos chicos y una chica, y aunque teóricamente los mosqueteros deben ser neutrales respecto a su lealtad a sus tutores igual que los mercenarios, esto no es así. Por lo que me he dado cuenta, Hugo tira más hacia Braun, mientras que Daniel y Barbie son más leales a Michaela.

 —Comprendo, ahora entiendo cuál es tu papel en esto. Usar a niños para la guerra, que detestable acción por parte de esa mujer.

 —Michaela es una mujer sin escrúpulos que gobierna mediante el miedo y el poder. Aquellos niños que no quieren entrar al mundo militar, lo que es una obligación, los mosqueteros tienen el deber de hacerlos cambiar de opinión...

 — ¿Qué quieres decir con que se les obliga a cambiar de opinión? —Nicole pensó que aquella pregunta era algo absurda, algo dentro de ella le decía que probablemente usaban las amenazas y el chantaje para obligarlos a trabajar activamente en las milicias.

 —Los mosqueteros les dan una paliza a muerte que no termina hasta que estos no ceden en su decisión, no tienen opción a resistirse o discutir la voluntad de Madre, como la llaman los niños de su imperio...

 Nicole se percató del bajo tono de voz que el joven empleó, así como de la fría mirada que lanzó al suelo tras revelar aquella información

—Leo, tú fuiste uno de esos que se resistió, ¿verdad? —preguntó empleando un tono de voz que expresaba gravedad y preocupación.

 El joven se apoyó en la pared, se tomó unos momentos pensándose en si debía o no responder, por lo que en vez de relatar su experiencia simplemente decidió asentir con la cabeza en absoluto silencio. Leo se mostraba a los ojos de Nicole frío y distante, totalmente hierático, lanzaba una mirada perdida al sucio suelo de la cocina mientras recordaba la paliza a la que fue sometido tiempo atrás cuando se reveló contra la voluntad de Madre. Ante aquella visión del joven, Nicole no pudo evitar sentir despertar de nuevo la llama de la ira en su interior, la cual ardía y aumentaba con cada nueva acción dañina que Michaela llevaba a cabo.

 — ¿Madre? ¿Cómo puede llamarse esa furcia Madre? Una madre de verdad no hace esas cosas, querría lo mejor para sus hijos. Pufff... solo pensar que le llamáis Madre a esa tipa me parece repulsivo —comentó Nicole con un claro tono de indignación y rabia.

 Ambos se quedaron en silencio un momento absortos en sus pensamientos.

—Oye, Nicole, yo también tengo algo que preguntarte. ¿Qué viste en mí para querer ayudarme y no matarme cuando nos enfrentamos? —preguntó el joven mostrándose aún ante la preocupada mirada de su compañera en ese estado de ausencia.

 —Creo que no eres mala persona, a pesar de haber asesinado, tus actos tienen un origen distinto a los de los tres mosqueteros que conozco. Tú mismo me acabas de decir que te obligaron a entrar al servicio militar, es decir, te obligaron a hacer cosas malas contra tu voluntad, cosas de las que, como tú mismo me dijiste, no te sientes orgulloso. Todo lo que has hecho fue en nombre de Michaela. Cuando quisiste quitarme mi arma, tú mismo dijiste que tan solo querías que te la diera y luego desaparecerías. Pienso que has tenido que hacer también cosas malas por necesidad, por sobrevivir en el ambiente en el que has estado viviendo, víctima de la desesperación, no porque realmente quieras hacer esas cosas —justificó la mujer los actos del adolescente—. Mi veredicto es que eres inocente, todos los crímenes que has hecho ha sido en nombre de Michaela. Para mí, el único culpable aquí de todo el daño que hayas hecho ha sido ella. Tú eres inocente —finalizó la mujer el veredicto que había salvado de la muerte al joven Leonard durante su enfrentamiento con ella anteriormente.

 Leonard la miró incrédulo saliendo parcialmente de aquel estado en el que se encontraba.

— ¿Realmente crees que soy inocente? ¿A pesar de haber asesinado a varias personas en nombre de Michaela?—preguntó mirando las palmas de sus manos—. No soy mejor que ella. Tal vez debería de haberme negado y dejar que me mataran en aquella paliza antes de manchar mis manos de sangre... Tal vez debería...

 — ¡Déjate de gilipolleces! —cortó súbitamente Nicole.

 El joven la miró sorprendido por la manera en la que le cortó tan bruscamente antes de terminar la frase.

—Si es así como dices, Leonard, yo también soy una asesina. Como agente de la ley he acabado con la vida de varias personas. Yo he matado a personas siendo policía, siendo una defensora de la ley y el orden, y no me arrepiento de ello.

 Leonard no supo que decir ante la declaración, por lo que la miró en silencio.

 — ¿Recuerdas que te dije que hay gente que hacen daño a otras personas por conseguir lo que para ellos es correcto tanto en un bando como en otro siguiendo sus valores, principios e ideales? A lo que me refiero, Leonard, es que la gente mala no son las únicas que se manchan las manos de sangre, la gente de bien también. No solo las bandas criminales asesinan, la justicia también mancha sus manos de sangre. Si las cosas son como tú dices, claro que eres un asesino, yo también lo soy y cualquier persona que mate a un ser humano. ¡¡Yo y Michaela somos iguales en eso, ambas somos asesinas, pero hay una clara diferencia, ella mata con el objetivo de hacer daño, yo mato para salvar a las personas!!—pronunció Nicole con fuerza atrayendo de lleno la mirada y la atención del joven, el rostro de Nicole parecía molesto, sin duda aquella mujer le estaba riñendo por el juicio que se estaba lanzando contra él mismo injustamente.

 —Yo he matado con el objetivo de hacer daño, todos mis actos han sido para hacer daño a alguien, no solo asesinatos, también las peleas en las que me he metido y los robos que he cometido—justificó el chico sus propios actos mirando seriamente a Nicole.

 —Eso no es cierto Leonard, tus actos no son los que hablan por ti, son el motivo por el que los has llevado a cabo. Michaela ha matado a guerrilleros inocentes que suplicaban por su vida y que aseguraban que no habían participado en la rebelión, los mató indiscriminadamente sin saber si decían o no la verdad, los mató por diversión, por meter miedo. Los mató por hacer daño, su forma de gobernar es mediante el miedo y el poder. ¿Realmente crees que no eres mejor que ese monstruo que tenéis por líder? Te contaré algo y quiero que tú juzgues. Te diré como fue la primera vez que maté a alguien y compares mi motivo de asesinar respecto al motivo que tiene Michaela.

 Leonard en silencio asintió con la cabeza

 —Está bien, te escucho.

 —La primera persona que maté fue a un pederasta que tenía a una jovencita de diez años secuestrada, de la que había abusado sexualmente y a la que planeaba matar, tal y como había hecho con otro niño aún de menor edad que la chica, para después esconder el cadáver. Ese era su modo de actuar, su última víctima había sido ese niño que he mencionado antes cuyo cuerpo encontramos despedazado en el vertedero de la ciudad con claros síntomas de haber sido violado y brutalmente golpeado hasta la muerte antes de ser descuartizado. Lo identificamos y lo encontramos gracias a las muestras de semen que hayamos en el cadáver del chico, cuando supo que dimos con él, huyó armado en coche junto con la niña hasta que lo acorralamos en los límites de la ciudad cortándole la carretera con los coches patrullas, finalmente, mientras mis compañeros de oficio lo acorralaron y lo entretenían para que no apretara el gatillo y matara a la niña de un balazo en la sien, yo con un rifle francotirador le volé la tapa de los sesos de un solo disparo desde un edificio cercano. La chica sobrevivió, pero acabó traumada por las palizas y violaciones a las que fue expuesta por parte de ese degenerado, cuando se salvó no podía parar de llorar y darnos las gracias por sacarla del infierno al que se había visto sometida. Finalmente pudo volver con su familia, vengamos al chico que murió tras pasar por aquel calvario antes que la muchacha esta y prevenimos a la ciudad de aquel desgraciado, salvando con ello a otros muchos menores de edad que podrían haber estado en esa situación.

 Leonard se quedó sin habla ante aquello, no solo por la historia que Nicole le estaba relatando sobre la primera vez que le quitó la vida a alguien, si no por el tono molesto que empleaba narrando aquella historia, sin duda estaba enfadada. Pero aun así, aunque sabía que le estaba riñendo, comprendió que no lo hacía por hacerle daño, si no para protegerle de su propio veredicto y de su dudosa conciencia. El joven tomó aquello como una muestra de cariño y preocupación. Su corazón comenzó a latir con fuerza ante aquellas declaraciones y el motivo de aquella riña.

 —Leonard, te lo repito una vez más, para mí lo que hablan por ti no son tus malos actos, si no el motivo por el que los has llevado a cabo. Todos los actos de las personas, buenos y malos están justificados para bien o para mal. Por eso deja de juzgarte tú mismo, yo soy o fui una agente de la ley y el orden, yo, Nicole Collins soy la única que puede juzgarte con justicia y ya sabes cuál fue mi veredicto. Leonard Lewis, te declaro inocente por las razones anteriormente dichas. La única culpable aquí que carga con tus malos actos es Michaela Evans, a quien declaro culpable por sus crímenes y por usarte como una marioneta mediante el chantaje, amenazas y agresión obligándote a ejercer crímenes en su nombre contra tu voluntad. —declaró la “jueza” Collins con un tono claro y autoritario mirando directamente a los ojos del joven.

 Tras esto, el rol involuntario de jueza que Nicole había tomado desapareció en un instante cuando notó como los ojos del joven que la miraba en silencio expresándole gratitud se llenaban de lágrimas. No obstante, este se percató de sus ganas de llorar, y ante esto, por vergüenza, se giró dándole la espalda a Nicole mientras retenía sus lágrimas. Nicole, por su parte, se relajó al entender que sus lágrimas no se debían a que ella hubiera sido demasiado dura con él, por lo que le dedicó una sonrisa al comprender que finalmente el joven había entendido que él no era culpable de aquellos viles actos que cometió en nombre de esa bruja, finalmente sabía que el joven había logrado limpiar su conciencia de aquellos pecados.

 Leonard se giró ya habiendo logrado contener sus lágrimas.

—Muchas gracias, Nicole. Ahora, creo que deberíamos de continua. Ya hemos perdido mucho tiempo —propuso con un tímido tono de voz cogiendo la molotov de la mesa de la cocina. Nicole, sin decir nada, asintió con una sonrisa en su rostro.

 El dúo, quien poco a poco se estaba haciendo consciente de los lazos que estaban desarrollando el uno hacia el otro, se dirigió en completo silencio hacia su objetivo por la vía del sigilo tras haber abandonado el restaurante. Fue Leonard quien realizó la jugada de lanzar la molotov a través de la ventana de una casa que eligieron como carburante para el incendio, el cual poseía un jardín lleno de árboles y arbustos que ayudarían a avivar el fuego haciéndolo más grande y complicado de controlar. Como había pensado, el fuego se expandió con rapidez, las llamas y la columna de humo fueron lo suficientemente visibles como para ser vistos a una gran distancia. Tras asegurarse de esto, Nicole y Leonard volvieron a la armería, y como habían supuesto, prácticamente había quedado vacía. Solo el que se hallaba custodiando la entrada y el francotirador se hallaban en la zona. Aquella era la oportunidad que habían esperado.

 Tras ordenarle Leo a Nicole que lo siguiera agachado, el dúo se movió hacia el margen izquierdo de la carretera para esconderse tras unos cubos de basura aprovechando que los dos soldados miraban en dirección a las llamas y la columna de humo que ascendía al cielo nocturno comentando entre ellos la situación. Siguiendo por la acera del mismo margen se acercaron a la armería cruzando por detrás del soldado que se encontraba dándoles la espalda a un par de metros, abriendo la puerta con sumo cuidado aprovechando que este se olvidó por completo de su labor de vigía, así como el francotirador que tan solo contemplaba con la mira de su arma como sus compañeros hacían lo que podían para extinguir el fuego que se había iniciado en unas casas de una calle abajo que se abría a la derecha de la armería, comentándole todo a su compañero que se hallaba en el suelo. La puerta del local se cerró en silencio cuando el dúo logró entrar al interior del establecimiento, el cual se hallaba con sus luces encendidas.

Las habilidosas manos de la monarca ejecutaron magistralmente una técnica estrictamente profesional en el remate de un nudo adosado a una silla que se servía de un intrincado sistema de polea fundamentado en un inmóvil ventilador de techo para mantener balanceante el cuerpo de su zorrita pelirroja en un estado insuperable de humillación humana.

—Ay, Andrea, Andrea, Andrea… Y yo que pensaba que ya no me podías dar más satisfacción. Eres todo un pozo de sorpresas, cariño —se jactó desatando nuevamente su sonrisa de absoluta demencia mientras empujaba ligeramente al cadáver para observar absorta el constante vaivén de todo su tronco superior desde sus amarrados tobillos—. Por cierto, cielo, no olvides saludar a mi hermanita del alma cuando venga. Hay que ser educado hasta en el apocalipsis, ¿no crees?

—Mi señora —la atrajo una repentina llamada originada cercana a su retaguardia. La rauda atención de Michaela a la solicitud le descubrió a Marcus entregándole a la siguiente víctima de la noche. Tal había sido su concentración en el preparado de su elaboración casera que no había percibido su llegada ni remotamente.

—Ah, Marcus, si estás ahí… —identificó sin exteriorizar ni una mínima emoción sorpresiva a un mando cuya atención se había incrustado inconscientemente en la inerte carne colgante que apestaba el vestíbulo—. ¿Eso? Es sólo para que le dé el aire. Dicen que el frío ayuda a conservar mejor la carne, y aunque debo reconocer que nuestros perros no son la viva imagen de la salud canina, no me parece muy correcto darles comida en mal estado. Lo malo es que, si se comen a esta, seguro que pillan hasta la viruela, pero oye, toda ayuda es beneficiosa. Por cierto, la jodida pesa más de lo que parece. Ha costado lo suyo bajarla desde el despacho hasta aquí.

—Esto… Señora, he traído al chico que me pidió atrapar —recordó Marcus el motivo principal de su visita intentando exterminar sus insostenibles divagaciones.  

—Sí, es él —confirmó Michaela examinando su antiestético rostro a través de la suciedad que impregnaba su máscara—. Déjalo en una mesa. Yo me encargo a partir de aquí.

—Por supuesto, mi señora.

—Recuerda que tienes que regresar a por la chica, y preferiblemente antes de que a nuestro aborto de francotirador se le ocurra mear alrededor de ella para marcar su victoria —aludió esta al insondable odio que se había generado hacia semejante ser infecto—. Por cierto, la eminencia de este siglo se hace llamar Bryan Johnson. Lo quiero muerto para cuando todo esto acabe.

—Lo estará —confirmó Marcus su hipótesis acerca de la existencia de aquel insensato.

—Vamos, vuelve al trabajo —espetó instando a Marcus a retirarse aliviado del extravagante velatorio allí organizado.

Ni siquiera se le permitió la concesión de un intervalo de tiempo destinado a su focalización en el plan que otorgaría a su nuevo invitado cuando un acallado walkie retornó a su naturaleza de incesante turbación.

—Mi señora, aquí Serge contactando desde el perímetro cubierto de la armería. El equipo de vigilancia ha capturado al objetivo —corroboró expandiendo una sensación de plena seguridad.

—Vaya…  A este paso, acabarás por sorprenderme. Tu eficacia se va acercando poco a poco a la de mi Kukri —expresó Michaela analizando minuciosa la rotundez de su afirmación—. Vamos, explica a tu señora tu maestría, porque la ratita presumida había conseguido escabullirse incluso de los francotiradores… Aunque viendo el panorama, ni me inmuto.

—Sencillo, la verdad —presumió de su impecable capacidad—. La señorita ha intentado crear una distracción incendiando una casa cercana. Una estrategia perspicaz, pero demasiado infantil para unos profesionales como nosotros, si se permite la opinión, así que he optado por movilizar a las tropas que vigilaban la entrada a la armería, y dejarla pasar. Me atrevería a decir que, como buena ratita, ha caído en la trampa, ¿no cree? Esperamos su confirmación para capturarla.

—No, no vas a hacer eso —le disuadió Michaela sorpresivamente—. Antes de actuar, quiero saber si todavía la acompaña un niño, y quién es.

—Sí, la acompaña un niño, aunque es más bien un adolescente —le informó Serge extrañado por la dispensación de su relevancia hacia la insignificancia que suponía aquel acompañante—. Lo conozco, de hecho. Se llama Leonard. Inteligente, perspicaz, de manejo destacable en armas blancas y bastante cruel y frío… Él era uno de los candidatos para la renovación de su equipo de rastreo infantil, así que le pude observar durante un tiempo. Apostaría mi meñique a que la idea del molotov es suya.

—Sí, sé quién es —reveló impasible su líder—. Fue un candidato considerable a mosquetero, pero su actitud no me gustaba. Su fortaleza sólo se basaba en intentar ocultar a la nenaza que es realmente. No me resulta nada extraño que haya acabado siendo abducido por las soplapolleces morales de alguien como Nicole.

— ¿Cuál es la orden, entonces, mi señora? —insistió su combatiente comenzando a percibirse abrumado ante la desestabilización de un plan que habría designado de excelsa brillantez.

—Te explico —le advirtió solicitando un interés en su instrucción puramente íntegro—. Como bien sabes ya, en el interior de la armería se encuentra una sala cerrada con llave que contiene parte de nuestra munición real. Nicole estuvo con los guerrilleros antes de la masacre, y tiene un instinto de pitufina un poquito agudo, así que ya debería haber averiguado lo de las balas falsas. Si es el caso, seguro que nuestra armería real le llamará la atención, y encontrará, no sé cómo, la manera de entrar, porque la perfecta Nicole siempre consigue lo que se propone.

—Pero eso no nos ayuda —intervino Serge inquieto por las incoherentes elucubraciones que su reina le transmitía—. Si se arman, tendrán una posibilidad de contraataque. Remota, mínima, insuficiente e ineficaz, pero la tendrán.

—No necesito alecciones de un subordinado, así que no te atrevas a volver a interrumpirme. Lo has estado haciendo bastante bien hasta el momento, así que, por ti mismo, no lo estropees —reprendió Michaela ofendida por su ridícula osadía—. Escucha con atención, porque no pienso repetirlo. El funcionamiento de mi base va a ser radicalmente diferente cuando se cierre el telón de esta noche. Aunque no lo creas, hemos matado a una cantidad cuantiosa de guerrilleros. De hecho, hemos matado más de los que podíamos permitirnos, y pagaremos las consecuencias de ello. Organizaron un levantamiento, lo cual es imperdonable, pero no negaremos que aportaban generosamente su granito de arena, y esta función nos ha dirigido a la pérdida de un reloj. Con nuestros recursos actuales, no podremos mantener a todo el ejército. No sabiendo lo que saben en cuanto a nuestros recursos cárnicos. 

—Mi señora, ¿qué intenta decirme? —presionó él fatigado por las continuas dispersiones de la conversación.

—Necesitamos eliminar más gente. Si se reduce el aporte de los guerrilleros, pero no el gasto de nuestras milicias, significativamente mayor, el equilibrio que nos rige se va a distorsionar. Sin embargo, la discreción es fundamental, por no hablar de lo feo que es masacrar a quién te sirve, y la mala fama que se gana uno. El pequeño incidente con la granada nos ayudó a conservar ese equilibrio, y Nicole también lo hará. Serge, tienes que organizar un paripé —conminó finalmente la procrastinadora compulsiva—. Nicole no debe ser capturada en la armería. Vuestra vigilancia no había sido pensada específicamente para su caza, pero siempre podemos aprovecharla. Para el grupo que diriges, mis órdenes son capturar a Nicole. Para ti, mi orden es que Nicole huya con la suficiente vida como para poder contarlo, y te aseguro que no aceptaré error de ningún tipo. Si, además, se lleva gente por delante, que lo hará, sumas más puntos. Y, en cuanto a ese chico, lo puedes liquidar si quieres, pero veo difícil que Nicole lo permita. Se pondrá delante a recibir las balas en plan salvadora de la noche. Cada vez da más asco.  

—Mi señora, con el debido respeto, no…

—La muerte de Anna ha sido un verdadero desperdicio. No era nada del otro mundo, pero la chica obedecía como un perrito al que le ofreces un hueso —interceptó la reina con perspicacia su demanda—. Necesitaré a alguien que ocupe la vacante que deja libre, pero no he pensado en ningún candidato en particular. Eso sí, la obediencia la estoy analizando con lupa, Serge.

—Sólo una última pregunta —se aventuró a una indagación final tras la convicción instintiva ejercida por la inteligencia de la monarca.

—Adelante…

— ¿Organizó usted el incidente de la granada, mi señora?

Michaela se complació a sí misma a través de una sonrisa de satisfacción antes de concluir la conversación con una descarada mentira.

—Por supuesto.

Clausurado el llamamiento indicativo, la hambrienta loba restauró su inclinación en dirección a la carnada fresca ofrecida por su alto mando.

—Bueno, bueno, bueno… Creo que tú y yo nos vamos a divertir mucho esta noche, cariño…

Pese a que ya había transcurrido un considerable espacio de tiempo desde el informativo de actualidad que M.A le había proporcionado, a su reiterativo pensamiento no le era en absoluto posible desligarse de los horribles hechos acaecidos en aquel infierno. Jessica se sentía ahogada por un profundo desprecio combinado con una porción de impotencia ante la macabridad a la que habían sometido a su grupo pese a que un fragmento de su alma le proporcionaba alivio por su evasión personal del terrorífico juego. Inma, quien se ubicaba junto a ella cavilando sobre sus propios problemas, trató de infundirle ánimo reposando su mano sobre su hombro en señal de apoyo, reconociéndolo esta a través de una notoria sonrisa forzada.

—Chicos, creo que deberíamos ir pensando en movernos —derruyó M.A el sepulcral silencio que caracterizaba la atmósfera de la farmacia en la que se ocultaban.

—Me has leído el pensamiento —añadió Alice secundando sorpresivamente a su antagonista rubio—. Llevamos ya un buen rato aquí escondidos. Los soldados deberían haberse movilizado. No podemos esperar un milagro. Tenemos que actuar inteligentemente o acabarán pillándonos, y en este sitio no vamos a encontrar ninguna salida secreta de la base, por desgracia. 

—No sé… —debatió Inma su inconformidad con respecto a su aguda persuasión—. ¿Y si nos están vigilando? ¿Y si están esperando a que pongamos un pie en la calle para atraparnos? No sé qué os parecerá a vosotros, pero no me quito de encima la impresión de que este lugar es como un enorme laberinto lleno de trampas mortales. Además, creía que íbamos a esperar aquí hasta que Davis y Maya nos encontrasen. ¿No era ese el plan original?

—Ya, pero no van a toparse con nosotros por arte de magia. En el caso de que vengan, vamos a tener que salir ahí fuera y buscarlos —argumentó la principal coordinadora del plan—. Y, si soy sincera, solo lo dije para tranquilizaros. La bengala fue una estrategia desesperada. Es bastante probable que no podamos depender de ellos dos.

—Quizá podríamos dividirnos. Dos personas salen a investigar, y dos se quedan —propuso M.A preocupándose por aliviar la implacable tensión muscular exhibida por Inma.

—Se me ocurre una idea mejor —intervino rauda Alice tras percatarse de un detalle que se había escabullido de su juicio hasta aquel instante—. Todavía voy vestida de soldado, y nadie ha descubierto mi verdadera identidad. Puedo salir yo sola a inspeccionar la base y comunicarme al mismo tiempo con vosotros por walkie. Así, si me capturan, sólo tendrán a una persona en lugar de a cuatro.

— ¿De verdad pretendes salir sola otra vez? —cuestionó M.A la alocada opción por la que ella parecía decantarse.

—Aparte de mi evidente disfraz, tú aún estás jodido, Inma está aterrada y Jessica… Bueno, parece absorta —comentó contemplando a la referida examinando con minucioso interés unos estantes, abstraída de la conversación—. Estaré bien. Es parte de mi plan. Y recuerda lo que dije. Este proyecto va a salir bien como que me llamó Alice.

Una irreprimible sonrisa inundó los pómulos de M.A tras oír aquella férrea afirmación, siendo esta gratificada con otra de igual calibre que manó de los labios de su pareja. 

—En fin, si nadie va a rebatirme, creo que no hay nada más que discutir. Debería empezar a moverme cuanto antes. El tiempo juega en nuestra contra —indicó la aventurera recuperando el rifle robado al soldado que se sustentaba sobre el mostrador de la farmacia para proceder a su retirada de la improvisada guarida con estable determinación—. M.A, asegúrate de mantener el walkie en nuestro canal personal, y descansa. Estaremos en contacto antes de que os dé tiempo a echarme de menos.

—Ten cuidado —se despidió Inma denotando mayor calma en su organismo al corroborar el hecho de que no le sería necesario enfrentarse de nuevo al crudo exterior por el momento.

—Chicos —conquistó su atención segundos después una misteriosa llamada de Jessica, quien se había desplazado cuidadosamente hasta un armario de medicinas vacío para observarlo con un despliegue de curiosidad idéntico al mostrado con el anterior objeto.

—Jessica, ¿pero qué coño te pasa? —la interrogó M.A aproximándose a ella alarmado por su estabilidad mental, alentando una respuesta que abatió severamente tanto su juicio como el de Inma.

— ¿Es impresión mía… o los muebles están temblando? Es… Siento como si alguien sacudiese la tierra…

—Krep... Krep… Vakna…

Maya abrió impulsivamente sus párpados empapada en taquicardias que corrompían hasta la más mínima estructura de su sistema viviente. Aspiró una serie de enormes bocanadas de aire mientras aguardaba al retorno de la completa claridad de una visión muy turbada. Se mantuvo alrededor de medio minuto inerte, favoreciendo la completa restauración de sus sentidos, antes de disponerse a incorporarse con torpeza. Su pensamiento se focalizó en la localización de algún recuerdo que la ubicase, pero se habían evadido entre sus recovecos cerebrales como una ligera neblina. Estaba perdida.

 Un instinto que no comprendía la motivó a acariciar con incertidumbre sus ojos solamente para advertir que se encontraban en un perfecto estado de integridad. Fue tras retirar las manos de su fatigado rostro cuando contempló el insólito espacio que la rodeaba. La nada. Oscuridad y vacío allí donde su percepción alcanzaba.

Pese al aturdimiento al que la situación la sometía, su arrojo se aventuró a caminar sobre el espacio muerto que componía aquella vanidad, pero el progreso de unos metros fue suficiente para frenarla al colisionar bruscamente contra una estructura sólida inexplicablemente invisible. Molesta por el dolor generado en su frente, extendió meticulosa sus brazos sobre aquello que la había retenido hasta alcanzar a detectar una especie de barrera de tacto similar al de un cristal. Maya retrocedió atemorizada, cavilando sobre la locura en la que se hallaba inmersa.

—Vordes, krep…

La desorientada chica se giró con precaución captando el murmullo de unas incomprensibles palabras que clamaban por su curiosidad. Fue en aquel preciso instante cuando divisó su figura. Un sujeto de excelsa extravagancia se hallaba sumergido en el vacío, acechándola con la frialdad propia de un mecanismo artificial. La extrema delgadez que permitía la exhibición de sus huesos, las anticuadas ropas con las que se ataviaba y sus descuidadas barbas propiciaban el aspecto de un auténtico cadáver deambulante. Maya experimentó nuevamente el límite de la demencia en el momento en que aquel ser desapareció como si se volatilizase solo para emerger un segundo después junto a ella. A su atormentado cerebro le resultó imposible volver a reprimir un chillido terrorífico mientras combatía por ordenar la escasa lógica de aquel escenario. 

— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? —inquirió atemorizada desafiando a la coordinación de unos mortecinos ojos de color análogo a un mustio cúmulo de ceniza que la ensartaban impasible.

—Dalhaz um —emitió aquel endiablado ser entre un perforante gorgoteo.

— ¿Dalhaz… um?

Para su desdicha, la aclaración que Maya habría deseado a su interrogante fue sustituido por el angustioso beso que la tétrica entidad arrebató de sus labios.

Su veloz retorno se produjo sin contratiempos inoportunos, para beneficio de los actos de su señora. Examinó ligeramente la ensortijada posición que todavía permanecía en la asesinada sin un notorio interés mientras retiraba una máscara ya inútil que continuaba adherida a su rostro. Fue aquella simple decisión la que acrecentó descaradamente su atención sobre la chica. 

— ¿Pero qué coño? —profirió palpando asombrado un párpado inexplicablemente impoluto —. No es posible. El ojo reventó…

La conmoción aturdió sus sentidos cuando los ojos de la difunta se abrieron en un resplandor esmeralda que indicó su impactante retorno al mundo de los vivos. Desorientado, Marcus trató de retroceder vanamente antes de que una mano tratase de apresar su cuello, tornando en una indescriptible gratitud su sorpresa cuando se percató de que el movimiento espasmódico de su brazo era suficiente para liberarse de las garras de aquella mala bestia que le había acorralado contra las puertas del infierno minutos antes. Aún desorientada, Maya orientó el recorrido de un puñetazo hacia el infame rostro de aquel pecador anhelando su macabra explosión, pero este lo bloqueó con la facilidad con la que habría detenido una pluma de pájaro.

—Vaya, vaya, vaya, parece que a nuestro toro le han cortado los cuernos —escupió Marcus en el estupefacto semblante de la chica mientras la levantaba sin apenas esfuerzo.  Maya aspiró a escapar de su aferramiento a través de una patada en el abdomen que solo incentivó las mofas del uniformado—. Uff, me hiciste cosquillas, señorita… No sé qué cojones ha podido pasar, pero Michaela va a estar jodidamente contenta de que hayas vuelto al terreno de juego. Ya lo verás…

Un potente cabezazo colisionó con la frente del atrevido Marcus, quien, entre carcajadas, se aventuró a propinar a su adversaria un puñetazo en el rostro que la desplomó inclemente. Maya tosió forzando a reavivar a unos pulmones que se habían acobardado ante aquel sucio ataque.

—Que te den —escupió su dolor mientras se esforzaba por recobrar sus energías.

Fue inútil. El pisotón que su rival ejecutó le declaró vencedor del combate por segunda vez consecutiva al convertirse en el causante de un nuevo noqueo.

—Ah, mujeres… Siempre tienen que tener la última palabra.

—Tú busca a tus amigos, es probable que los tengan aquí presos. Yo buscaré lo que necesito —ordenó Leo entre susurros.

 Nicole, quien sabía que no podía hacer ruido y debían de tardar lo menos posible en resolver los asuntos que los habían llevado a aquel lugar, asintió con la cabeza en silencio antes de marcharse a recorrer el local en busca de sus compañeros. Leonard por su parte, encontró en una estantería repleta de armas de fuego de todo tipo una pistola que le sería útil, una Beretta M9. El saqueo no acabó ahí, el joven se apropió de un cinturón que portaba una funda de pistola en el lado derecho de este y cuatro pequeños bolsillos distribuidos al lado izquierdo del cinturón.

Pensó también en coger balas, hasta que recordó la historia que habían tenido los guerrilleros con las que habían robado de la armería, era probable que las demás balas también fueran falsas, y las auténticas, de las que si parecían disponer los soldados de Michaela, estuvieran custodiadas por esta, por lo que simplemente decidió dejar su nueva arma en la funda de su cinturón y mantenerla guardada hasta que encontrara munición real. Nicole en silencio fue examinando el local, mirando entre las estanterías, los baños, el cuarto de la limpieza, por todo el lugar hasta cerciorarse de que a excepción de una habitación cerrada con llave, el resto de la armería estaba totalmente vacía.

 — ¿Hubo suerte? —preguntó la voz de Leo tras Nicole.

 La mujer se giró y no muy animada negó con la cabeza en silencio.

—Solo queda esta puerta, pero está cerrada con llave. Tal vez si estuviera aquí Davis podría abrir el candado, si mal no recuerdo, en uno de los bolsillos de su cinturón lleva siempre una ganzúa guardada y puede que sea capaz de forzar el candado para abrir la puerta...

 —Pero tu amigo no está aquí, y la llave seguramente esté en poder de Michaela. Si queremos abrirla tendremos que buscar otros medios. Por desgracia es imposible hacerlo sin formar un escándalo y alertar a los guardias. —Respondió el joven antes de apoyar la oreja en la puerta quedándose en silencio— No escucho nada, es probable que no esté aquí y lo que haya dentro de esta sala sea la munición real. No me vendría mal coger balas, pero por desgracia esos dos de ahí fuera se darían cuenta de que estamos aquí.

 —Sí, puede que tengas razón. ¿Entonces donde habrán ido? —se preguntó soltando un pesado suspiro mientras se percataba de la ausencia de ideas en su mente.

 —Hay dos posibilidades, los han capturado y los han llevado a otro sitio, o ellos han huido al darse cuenta de que los soldados los habían encontrado, al fin y al cabo, esa bengala la ha podido ver cualquier persona además de ti, yo también la vi cuando me dirigía a la comisaría. De igual forma, que no estén aquí significa que aún pueden estar con vida. No debes de tirar la toalla, Nicole. —intentó animarle el joven.

 —Tienes razón, aún pueden seguir con vida, no puedo rendirme aún. Gracias, cariño— le respondió esta acariciándole con cariño sus dorados cabellos. Aquello provocó que el joven se sintiera algo avergonzado y tratara por todos los medios de reprimir la sonrisa de satisfacción que estaba intentando dibujarse en su rostro mientras trataba de evitar el contacto visual con Nicole.

 La ex agente se sorprendió, pues a pesar de tratar el joven por todos los medios de que su reacción pasara inadvertida para ella, esta se percató de su extraño comportamiento, de igual forma, Nicole prefirió hacerse la tonta. El dúo decidió su siguiente jugada y se dirigieron a la puerta de entrada y salida del local hacia su siguiente destino, buscar a los compañeros de Nicole. En ese entonces la puerta se abrió a un par de metros de alcanzar estos la salida, y el cañón de una escopeta antidisturbios asomó seguido del soldado que la sostenía, cerrando la puerta detrás de sí.

 —Mierda... —susurró Leo al percatarse de la situación en la que estaban.

 La pareja de rubios intercambiaron una mirada de gravedad mientras lentamente retrocedían paso a paso con las manos en alto. El soldado no parecía sorprendido en absoluto, pues los contemplaba con una sonrisa y una mirada triunfante. Nicole lo entendió con tan solo leer aquellas expresiones. Aquel soldado sabía que estaban dentro de la armería, probablemente se hizo el tonto a posta para atraparlos allí dentro y que no pudieran huir, habían entrado en la boca del lobo sin darse cuenta. Un sonido se escuchó y la trampilla del techo se abrió, el soldado francotirador descendió por las escaleras con su rifle a la espalda.

 —Bueno, Tomas, parece que hemos cazado algo. ¿Crees que Michaela nos recompensará de alguna manera? ¿Tal vez sustituyendo el papel de Braun? ¿Volviéndonos un miembro de alto mando quizá?—preguntó a su compañero el portador de la escopeta con una amplia sonrisa de satisfacción.

 —Quien sabe, es posible teniendo en cuenta el valor que tiene la mujer esta. La capturaremos y se la llevaremos amordazada y maniatada con un bonito lazo rojo, y al niño lo podríamos envolver en papel de regalo como un obsequio extra. —bromeó animadamente el del rifle acercándose por detrás al dúo.— Aunque es una pena malgastar semejante belleza entregándosela a nuestra señora sin habernos divertido un poco, probablemente acabe mandándola al otro barrio junto con el crio, ¿verdad, Paul?—comentó Tomas echándole a Nicole una mirada depredadora recorriendo con su mirada cada centímetro de su cuerpo.

 —Sip, es una pena macho. Pero si la tocamos puede que Mich se enfade y nos raje en canal, ya sabes el carácter que tiene esa mujer. Será mejor quedarse con las manos quietas. —respondió Paul tan desanimado como su compañero por no poder aprovechar aquellas suculentas carnes femeninas.

 Nicole entonces comprendió su posición, en cierto modo era intocable, no la podían matar si no querían que Michaela alzara la guadaña contra ellos condenándolos a una penosa muerte. Aunque aquello no significara que no pudieran golpearla o matar a Leonard, tenía que ser inteligente para salir de aquella situación, pues denotaba que Leo no tenía ninguna escapatoria en mente.

 —Ya veo, entonces no podéis matarme. Está bien saber eso. — comentó Nicole caminando lentamente con sus manos alzadas hacia el dueño de la escopeta.

 —Hey, para el carro, mujer. De lo contrario...

 — ¿De lo contrario? ¿Vas a matarme? Adelante, ¿qué te lo impide?

 Leo miraba a Nicole como si de una demente suicida se tratase. El soldado por su parte, miraba a su compañero del rifle, quien al igual que él no sabía que debían de hacer mientras advertía a Nicole de que mantuviera la distancia con él. Nicole actuando con desdén, siguió avanzando con elegantes andares y la cabeza alta mostrando una sonrisa maliciosa en su rostro, su mirada por otra parte, parecía segura y decidida. Aquella manera de actuar por parte de la mujer, denotaba tanta superioridad y despreocupación ante la situación que podía ser visto como una burla de lo más ofensiva hacia él, sin duda no puedo evitar recordarle al soldado a la figura de Michaela.

 —Cierto, no puedes matarme. O eso se supone ¿no? —comentó con un tono confiado y burlón la mujer de cabellos rubios tras bajar lentamente las manos— Si me mataras, mi querida hermanastra os cortaría los huevos y os los haría tragar antes de meteros esas armas por el culo y reventaros a balazos por dentro volviéndoos en una masa carnosa y sanguinolenta. —increpó esta colocando su dedo índice en el cañón del arma mientras empleaba un tono burlón al hablar. —Soy taaaaaan valiosa para ella. Seguramente os recompensará a lo grande si me entregáis con vida, o por otra parte os condenará a una penosa y agónica muerte por quitarle el privilegio de ser ella quien acabe conmigo. —explicó la mujer confiada mientras deslizaba el dedo por el cañón del arma suavemente.

 Tomas y Paul intercambiaron una mirada ante lo que había dicho, aquella mujer era el premio gordo para ellos, sin duda los subirían hasta el puesto de un alto mando, les darían poder y privilegios sobre el resto de soldados. Ambos se miraron con unas codiciosas miradas y Tomas asintió con la cabeza, pasando por al lado de Leonard, a quien apuntó con su arma ordenándole que se estuviera quietecito. Entre los dos iban a coger a esa mujer y someterla a la fuerza para llevársela a su reina. Nicole estaba logrando lo que quería, sabía que se estaba arriesgando mucho, pero el tipo del rifle finalmente había apartado su atención del chico. Era hora de actuar y dejar ya de lado esa actitud tan despreciable que era tan típica en Michaela.

 —Lo siento, pero has hecho un mal movimiento. Es mi turno —pronuncio Nicole con una sonrisa en el rostro desconcertando al soldado.

 Nicole envolvió con sus dedos el cañón del arma e hizo un brusco movimiento ascendente chocando el cañón de acero contra el rostro del dueño del arma. Después se la arrebató aprovechando que sus manos aflojaron el arma y le golpeó con la culata de esta en el vientre obligándolo ceder.

 —¡¡Detrás de ti!! —gritó Leonard.

 Nicole se giró logrando agacharse a tiempo cuando la culata del rifle pasó velozmente sobre su cabeza. Aprovechando su posición agachada lanzó todo su cuerpo en un placaje contra su adversario haciéndolo ceder varios pasos para posteriormente ver a Leonard saltar sobre su espalda con navaja en mano en un intento de acabar con él.

 —¡¡¡Hija de puta!!! —blasfemó Paul incorporándose del dolor para abalanzarse contra Nicole.

 La rubia velozmente se giró con el cañón por delante, pero el soldado lo agarró apartándolo de su trayectoria mientras violentamente trataba de arrebatárselo a la mujer que había jugado con él tomándolo como a un imbécil logrando desarmarlo y golpearlo. Nicole ejerció fuerza con sus manos hacia arriba mientras el soldado lo hacía en sentido contrario y hacia un lado. La portadora de la escopeta zarandeó violentamente el arma a un lado y otro forcejeando con su atacante, quien evitaba que el cañón mirara a cualquier parte de su cuerpo, entonces Nicole zarandeó hacia adelante el cañón del arma golpeando con un fuerte golpe el pecho de su atacante, imitando una puñalada, efecto de esto fue que el hombre relajara un poco las manos al sentir el duro metal golpearle. Nicole ascendió sin perder ni un valioso segundo el cañón hasta su rostro y ¡¡¡BAAAAM!!! La escopeta rugió y su cráneo se esparció por la armería en pequeños trozos sanguinolentos. Tomas ante esto agarró al chico de los hombros, quien se sujetaba a su espalda apuñalando sus brazos con el fin de que soltara el arma, y con un veloz movimiento hacia adelante se lo quitó de encima lanzándolo contra el cadáver sin cabeza de su compañero. ¡¡¡BAAAAAM!!! Un segundo rugido segó la vida del soldado lanzando su cuerpo inerte contra una estantería volcándola y produciendo un gran estruendo.

 — ¿¡Estás bien!? —se interesó Nicole cediéndole su mano a Leo, quien yacía sobre el cadáver decapitado.

 El joven agarró la mano y se levantó.

—¡¡¡Usa el arma para abrir la puerta y comprobar su interior antes de que vengan, rápido Nicole!!! —gritó el joven autoritario percatándose de que aquellos escopetazos se deberían de haber oído y era cuestión de tiempo que los demás llegaran.

 Leo y Nicole sin decir nada más corrieron hacia la puerta cerrada. Cuatro disparos destrozaron la cerradura de la puerta, la cual terminó Nicole de abrir de una patada y ambos accedieron al interior de la sala. La habitación no era muy grande y a simple vista se percataron de que nadie estaba allí encerrado, por lo que la idea de que ahí estuviera cautivo algún amigo de Nicole se desechó rápidamente. Leonard corrió hacia una vitrina de balas de nueve milímetros para su pistola, pondría la mano en el fuego por lo bien guardadas que estaban a que aquellas balas eran reales.

Sin tiempo para ponerse a recargar su arma, directamente lanzó un par de cajas directas al interior de su mochila. Nicole salió a toda prisa tras tirar el arma descargada al suelo, iba a por una nueva arma aprovechando que aquella sería la munición real, llevándose consigo algunas balas para recargar el arma que escogiese. Algo llamó la atención de Leo, el joven abrió un gran baúl y en su interior había un arma blanca enfundada en una funda negra con una correa para sujetarla al cuerpo. Dejándose llevar por la curiosidad el joven la desvainó para verla mejor, parecía una especie de espada pequeña, de filo ancho, cuya empuñadura parecía estar hecha de marfil, y lo bueno es que podía aguantar bien su peso.

Nicole se apoyó sobre una vitrina de cristal y soltó un pesado suspiro contemplando su reflejo en el vidrio. No habían encontrado allí a sus compañeros, pero sin duda debieron de haber estado allí, por un parte se alegraba de no haber hallado sus cadáveres, eso creaba la posibilidad de que aún continuaran con vida, pero por otra parte no sabía dónde podrían estar ni donde comenzar a buscar, y en aquel preciso momento estaba teniendo lugar una guerra entre los soldados y los guerrilleros que aún pudieran quedar con vida, además de que ella y Leo estaban en busca y captura, la situación no era nada favorable como para ponerse a buscar por todo el imperio de la bruja de su hermanastra a sus amigos a ciegas. Nicole se llevó la mano a su coleta y se quitó el coletero liberando sus largos cabellos dorados, dejando que estos cayeran por detrás de sus hombros. Tras guardar el coletero en el bolsillo de su pantalón y colocar algunos mechones dorados tras sus orejas, volvió a contemplarse una vez más en el cristal clavando la mirada en su rostro.

Sí, aún podían continuar con vida ya que no habían dado con sus cadáveres ni en el hospital ni en la armería, los dos sitios donde creía que estaban ocultándose, por eso, aunque fuera pequeña la probabilidad, aún tenían que estar vivos en algún lado escondiéndose de Michaela y su gente, por ese motivo debía de buscarlos. Aunque ir en busca de sus compañeros totalmente a ciegas por aquel gran y hostil imperio era prácticamente un suicidio, era como buscar una aguja en un pajar, por no hablar de que debía protegerse no solo a sí misma, sino también debía de proteger a Leonard. Fuera como fuera, aún había esperanza y por ello no abandonaría en su búsqueda.

Nicole sonrió al contemplar que aún quedaba un último rayo de esperanza al que agarrarse, eso y la presencia de Leonard a su lado eran lo único que la mantenía con vida, sin rendirse ni caer en la demencia llevada por los sentimientos de la ira y la tristeza. Una vez lista, terminó de recargar dos escopetas recortadas que eligió como armas. Tras eso Leo se acercó a su espalda sujetando la espada que encontró.

 —Mira lo que he encontrado, Nicole. Esto me viene mejor que ese insignificante Kukri tuyo —se burló el joven orgulloso de su hallazgo con una amplia sonrisa.

 — ¿Esa espada estaba ahí? —preguntó curiosa ante aquel curioso tipo de arma. —No es un arma muy común de encontrar, y menos aún en un sitio como este.

 —Sí, estaba guardada en un baúl. ¿La reconoces?

 —Claro, es una Gladius. Es una espada corta de hoja recta, ancha y de doble filo que usaban las antiguas legiones romanas en el pasado. Aunque no tiene pinta de ser vieja, por lo que no parece que haya sido robada de ningún museo, de hecho, parece nueva, y está bien afilada. —comentó curiosa ante la Gladius cuya hoja no tenía ni un solo rasguño.— Tal vez sea falsa y sea solo para adornar una casa. Aunque de ser así no sé porque Michaela la tendría guardada.

 —En el baúl donde estaba encontré unos papeles—comentó el joven entregándoselos a Nicole.

 La joven los leyó y pudo apreciar que se trataba de una carta comercial de una empresa que informaba sobre la entrega de un pedido y una factura cuyo precio hizo alucinar por un momento a Nicole. —Es auténtica, pero no ha sido robada de ningún museo, ha sido creada en una herrería, supongo que el tipo que la pidió fabricar sería un apasionado de las armas antiguas, porque gastarse ese dineral... es impresionante. —dio la mujer su opinión.

 El joven colocó la Gladius en la cintura atándola con la correa de su funda en el lado izquierdo de la cintura, teniendo la sensación de que portaba una poderosa arma usada por uno de los ejércitos históricos más poderosos del mundo, sin duda se sentía satisfecho con tal hallazgo. Nicole por su parte sujetó ambas escopetas recortadas y salieron de inmediato por la puerta con lo que llevaban. Tras abrirla un foco los deslumbró.

 — ¡Nos estaban esperando fuera! —anunció Leonard quien curiosamente no se sentía demasiado sorprendido con que los hubieran pillado.

 Leonard miró hacia la derecha para percatarse de que el incendio prácticamente había sido extinguido, tan solo una leve columna de humo podía observarse mientras que las llamas decidieron no hacer acto de presencia ante su visión.

 —¡¡¡Suelten las armas!!! —gritó uno de los soldados que componían una decena de militares armados con sub fusiles y pistolas.

 —¡Serge!  —exclamó Leo al ver el rostro del supuesto guerrillero.  —¿Pero qué haces tú aquí?

 —Vaya, vaya, esto es muy interesante, chico. Realmente jamás imaginé que fueras tú el niño soldado que se atrevió a traicionar a Michaela para unirse a su enemiga. ¿Sabes lo que pasará si la reina te pilla, verdad?  —preguntó con una pérfida sonrisa en el rostro.

Leonard no respondió de inmediato ante la provocación, sin duda sabía lo que sucedería si le pillaban y estaba preparado para ello.  —Ya veo, entonces eras un topo de Michaela que estaba infiltrado entre las filas de Braun para informarle a tu reina sobre los movimientos que se estaban llevando a cabo para la rebelión, es por eso que Braun no ha logrado su objetivo y la rebelión a fracasado. Tú y Chris erais los encargados de proporcionar las balas a los guerrilleros, y también te ibas a ocupar tu de lo de las cargas PEM por lo que he escuchado... ¿Chris cooperaba contigo, verdad? Al fin y al cabo erais amigos.  —quiso saber el joven de ceño fruncido sin apartar la mirada de aquella repugnante persona.

 —Exactamente, ese soy yo, el traidor que puso a Braun y a sus guerrilleros en las manos de Michaela. Respecto a Chris, él descubrió lo de las balas, por lo que tuve que silenciarle, ahora mismo está descansando en un mundo mejor que este, no te preocupes por él.

 —Eres despreciable, Serge.

Nicole miró seriamente al hombre que se identificó a sí mismo como el principal culpable del fracaso de la rebelión, de no ser por aquel hombre, Michaela no se hubiera enterado de nada.

 —Han tenido que matar a Tomas y Paul ahí dentro. ¡Tendríamos que acribillar a ese par de cabrones! —gritó una de las mujeres soldados que allí se encontraban.

 —La señora no nos permite abrir fuego contra ella, nuestro objetivo es capturarla con vida y llevarla hasta ella —anunció Serge ante el comentario de la soldado— El niño a ser posible también, pero no es la principal prioridad, quien realmente importa es ella. No dejéis que huyan, arrebatadles las armas y capturadlos, tenemos que llevarlos hasta donde está Michaela, esas son sus órdenes.

 Nicole reaccionó ante aquello, Michaela sabía dónde estaban, podían golpearlos, e incluso dispararlos en puntos no vitales si era necesario, cualquier cosa siempre y cuando los llevasen a Michaela con vida, o al menos a ella. Estaban rodeados y Leonard era un objetivo secundario, de ser necesario podrían matarlo. Está bien, no queda más remedio.

—Leonard, no te separes de mí y haz todo lo que te diga. Necesito que confíes en mí. —le pidió sin apartar la mirada de aquella manada de lobos armados.

 El joven se percató de lo tremendamente seria que se puso en ese momento Nicole, su mirada, la cual parecía perforar los corazones de aquellas personas como si de mortíferas balas se trataran, desprendía una gran dosis de hostilidad y frialdad contra aquellos que lentamente se acercaban con sus armas alzadas, sin duda el rostro, la mirada y las palabras de Nicole expresaban la gran gravedad de la situación en la que se hallaban.

 —Está bien, confío en ti, Nicole. —respondió el joven unos instantes después poniéndose tan serio y hostil como ella de cara a los soldados de Michaela y a sus malvadas intenciones.

 —Bien cariño, escóndete detrás de mí—ordenó con una voz serena.

 Leonard sin discutir la acción pasó a una posición defensiva cubriéndose tras Nicole. La mujer alzó ambas escopetas recortadas sin vacilación contra sus atacantes con una cara de muy pocos amigos —¡¡Atendedme perros de Michaela, solo lo diré una vez, dejadnos ir o no dudaré en abrir fuego!!

 —Jajajajaja si intentas algo, en ese caso acabaremos con el joven al que proteges. Te recomiendo que te metas tus amenazas por donde te quepan, no estás en posición de ordenarnos nada —respondió una de las mujeres soldado acercándose con su fusil alzado.

 —En tal caso, mi cuerpo servirá de escudo humano para salvar su vida. Cualquier acción contra él supondrá mi suicidio. —declaró Nicole muy seriamente.

La voz grave que empleó al pronunciar aquella frase, el ceño fruncido y aquella mirada decidida detuvo por un momento el avance de los soldados. Aquellas palabras hicieron que el grupo dudara por un momento, pero tras una pequeña vacilación hicieron caso omiso a la advertencia de Collins, no la veían capaz de llevar a cabo semejante acción. La decena de soldados comenzaron a acorralarla rápidamente.

¡¡¡BAM!!! ¡¡¡BAAAAM!!! ¡¡¡¡BAAAAAAAAAAM!!!! Las escopetas rugieron imitando el sonido de unos fuertes relámpagos en mitad de aquella caótica noche, segando con ello la vida de tres de los soldados. Doce, diez, nueve balas, nueve disparos puedo efectuar aún, cinco en una escopeta y cuatro balas en la otra, pensaba Nicole mirando críticamente la situación aún con aquellas dos poderosas armas en alto. El viento se alzó ondeando la dorada melena de Nicole mientras llenaba el lugar con el olor de la sangre de los caídos, mezclado con el aroma del humo y las cenizas del extinto incendio.

 —¡¡¡¡El hijo o la hija de puta que se atreva a ponerle un dedo encima al niño le reventaré los dientes de un escopetazo!!!! ¿¡Me habéis oído panda de cabrones!? ¡¡¡¡OS MANDARÉ AL PUTO INFIERNO JUNTO CON LA FURCIA DE VUESTRA REINAAAAAAAAAA!!!! —gritó Nicole totalmente fuera de sí dejándose la garganta en aquel grito de guerra. Bañada por la luz de la luna llena que se alzaba en el cielo nocturno, la figura de Nicole cambió ante los ojos de Leonard, aquella mujer que irradiaba una increíble tranquilidad y seguridad, se había distorsionado por completo transformándose en una persona cuya mirada, cegada por la ira, despertaba el temor de aquellos que osaran a mirarle a los ojos sin tomarla en serio.

Leonard tras salir de su impresión al contemplar el rostro enfurecido de Nicole y aquella mirada asesina, volvió a cubrirse tras la espalda de la imponente mujer. Incluso él, no pudo evitar sentir temor al contemplar aquella manera en la que se mostró su protectora, de alguna manera le recordaba a alguien a quien realmente temía, Michaela. No solo ahora, en el interior de la armería mostró un comportamiento similar al de su hermanastra cuando juega con sus víctimas. ¿Acaso Nicole podría tener una faceta oculta que desconociera? ¿Una faceta tan oscura y demente como la de su hermanastra? Tal vez Nicole no sea lo que aparenta ser, tal vez le haya estado engañando hasta ahora fingiendo ser una buena persona para acercarse a él y vengarse así de Michaela cuando encontrara a sus compañeros, tal vez…

Los pensamientos temerosos de Leo se detuvieron cuando la imagen de Nicole sonriendo, dedicándole palabras cariñosas o algunos recuerdos como el de una Nicole abatida en el hospital confesándole sus sentimientos volvieron a su cabeza. No, Nicole no es como Michaela, a pesar de mostrarse de la manera en la que se está mostrando ahora. Leo recordó que en situaciones extremas, las personas pueden perder a veces el control de sí mismas como respuesta ante la situación en la que se encuentra, ella era inteligente y se estaba sirviendo de aquella imagen que estaba dando con el fin de intimidar a los soldados ¿verdad? Esa es la única posibilidad, antes en la armería imitó a Michaela con el objetivo de confundir a aquel par de soldados y gracias a eso pudo acabar con ellos. Si, ahora estaba haciendo lo mismo, estaba imitando a su hermanastra perdiendo los nervios para intimidarlos y confundirlos, no hay otra explicación, Nicole no es como esa tirana, ella es una buena persona. Se dijo así mismo recobrando la confianza en su protectora. Yo creo en ella, se dijo así mismo contemplando la espalda de la mujer cuyos dorados cabellos danzaban con el viento.

—Leonard, te protegeré a toda costa, aunque para ello deba de volverme en un monstruo o en un demonio. No dejaré que te pongan la mano encima. Confía en mí. —susurró Nicole para que tan solo Leo pudiera escuchar aquello. Fuera como fuese, no permitiría que nada malo le sucediera al chico.

Los soldados tras huir con el primer disparo la miraron con temor ocultos tras el inmobiliario de la calle, cubos de basura, farolas, casas, algunos árboles... Lograron protegerse de los mortales disparos de aquellas poderosas armas que la mujer portaba, aunque para ello tuvieron que huir varios metros alejándose de su objetivo, pues en donde ella se situaba, no había nada tras lo que cubrirse. Debían de cambiar de táctica, sabían que no la podían matar y estaba armada, si tan solo se quedara sin munición, nada podría hacer.

 La orden de Michaela era absurda, ellos no podían matarla, pero ella a ellos sí. Como fuera, tenían que capturarla viva, únicamente se podían servir de la fuerza bruta y los disparos a zonas no vitales, aunque claro, esto último era un inconveniente, ya que se habían alejado del objetivo para poder cubrirse de los escopetazos, los cuales abarcaban un gran radio de precisión a la hora de impactar contra un humano, mientas ellos, quienes portaban únicamente fusiles y pistolas, debían de efectuar tiros con bastante precisión para acertar en lugares como los brazos o las piernas. La distancia entre ellos y el objetivo, las condiciones de su captura y el radio de impacto de sus armas respecto al de las escopetas de la mujer los dejaban en clara desventaja, aunque el objetivo estuviera a descubierto y ellos si dispusieran de cobertura. Lo único que se les ocurría era alargar el enfrentamiento hasta que las municiones de aquella mujer se agotaran y no fuera capaz de continuar defendiéndose.

 —¡¡Solicito refuerzos en la armería, civil fuera de control, está armado y ha eliminado a tres de los nuestros, se trata de la invitada especial de Michaela y el muchacho que la sigue!! ¡¡Las órdenes de nuestra señora es capturarla con vida, se permite el fuego en puntos no vitales y la fuerza bruta!! ¡¡¡Manden refuerzos de inmediato!!! —gritó Serge a través del walkie escondido tras uno de los cubos de basura.

 —¡¡¡Sígueme Leo!!! ¡¡¡Rápido, rápido!!! —ordenó una agitada Nicole emprendiendo una carrera hacia un callejón. Pero entonces... Una fugaz y mortífera lluvia de balas estuvieron a punto de acribillar sus pies. —¡¡Joder!!—blasfemó Nicole ante la impresión, pues tan solo un par de centímetros la habían salvado de transformar sus pies en una sanguinolento colador.

 Dos soldados se acercaron a ella alzando las pistolas. ¡Bam! ¡Bam! Dos disparos de nueve milímetro estuvieron a punto de atravesar sus brazos de no ser porque Leo empujó a Nicole a un lado evadiendo el tiro. Otro par corrieron hacia Nicole acercándose por detrás de esta, alzando unas porras retráctiles con el objetivo de someterla a golpes. Leo se posicionó tras Nicole desenvainando su Gladius, agarrándola fuertemente con ambas manos mientras mostraba sus dientes en señal de advertencia, estos al ver al joven plantándoles cara cambiaron su objetivo, debían deshacerse del niño primero.

—¡¡No me subestiméis por mi edad o altura, malditos perros de Michaela!! —gruñó Leo ante el inminente ataque clavando una aguda y penetrante mirada asesina en los ojos de los soldados sin dejar de mostrarles sus dientes y colmillos. —¡¡¡NO PERMITIRÉ QUE NOS DETENGÁIS, CABRONEEEEEEEEEEEEES!!! —gritó dando rienda suelta a su ira contenida contra los soldados.

Durante mucho tiempo había soportado los abusos de poder y las injusticias de la gente de Michaela, pero a esas alturas ya no lo continuaría haciendo, todo acabaría con aquella noche, mañana sería un nuevo día, un nuevo comienzo en su vida lejos de aquel infierno y no permitiría que nadie se entrometiera en ese camino hacia su nuevo futuro. Todo acabaría con aquella noche y con ello la sumisión que debía de mostrarles a aquellos que estaban por encima de él y se dedicaban a pisotear y abusar de los que eran inferiores en rango, como era su caso. Era hora de vengarse.

 Nicole al frente pegó su espalda con la de Leo. —¡¡¡Lucha Leo, acaba con esos desgraciados, sé que puedes hacerlo!!—ordenó la rubia al percatarse de que dos atacantes se dirigían hacia el muchacho. ¡¡BAM!! ¡¡BAAAM!! ¡¡¡¡¡BAAAAAAM!!!! La tormenta volvió a desencadenarse sobre el imperio de Michaela, siendo respondida por un segundo y ligero estruendo de pistolas y algunos fusiles. Seis, cinco soldados, dos menos y uno herido tras un árbol, analizó Nicole. Seis balas.

 Los metales formaron un estruendo cuando las dos porras colisionaron con el filo de la Gladius. Leonard usaba los movimientos básicos de esgrima que tantas veces había visto en películas medievales cuando un novato en la esgrima comenzaba a ser enseñado por algún poderoso caballero mata dragones. ¡¡Golpe descendente por la izquierda, por la derecha y por el centro!! Se recordaba así mismo el joven mientras llevaba a cabo los tres golpes mientras el enfrentamiento tenía lugar. ¡¡Bloqueo!!. El acero volvió a rugir por otro impacto, tras bloquear hizo un movimiento ascendente apartando de su trayectoria el brazo y el arma del soldado.

 —¡¡Empalar!! —gritó el joven instantes antes de ensartar la Gladius en el desprotegido vientre del soldado, y sin esperar ni un segundo la sacó del cuerpo de su víctima cuando el otro soldado cargó contra él. Los aceros chocaron una vez más mientras el joven recibía todo tipo de improperios por parte del soldado al ver como el joven muchacho había acabado con la vida de su compañero.

 Nicole no podía moverse con demasiada libertad, con su cuerpo debía de proteger la espalda de Leo para evitar que acabaran con él mientras se enfrentaba al soldado restante, pero era difícil, sus balas se acababan y tan solo podía estar ahí apuntando a las cabezas que asomaban tras los obstáculos que protegían los cuerpos de aquellos soldados. La mujer se movía rápidamente a base de saltos o movimientos rápidos tratando de evitar los disparos que iban hacia sus pies, piernas, hombros y brazos, prediciendo la mayoría de las trayectorias de los disparos al contemplar los segundos que invertían los soldados en apuntar a la zona en la que la querían disparar. El grito del soldado que se encontraba detrás de ella anunció a Nicole que Leo acabó con su agresor, quien yació ensangrentado en el suelo con un profundo tajo abierto entre el cuello y el hombro izquierdo.

 —¡¡Movámonos!! —gritó Nicole.

 Los gritos y los pasos de un grupo de soldados la alertaron, los refuerzos habían llegado. Los soldados que acababan de incorporarse entraron a escena atravesando una de las calles que se abrían hacia la izquierda del lugar en el que se situaba la armería y en donde el tiroteo estaba sucediendo, media docena de soldados armados se sumaron al resto de sus compañeros.

 Nicole corrió lanzando algún que otro escopetazo en su huida como respuesta a los disparos efectuados contra ella y Leo. Un soldado armado con una pistola salió de su escondite cuando estos estaban a punto de cruzar por un callejón, apuntándoles con su arma interponiéndose en el camino del dúo, mientras, Nicole y su joven acompañante podían escuchar las voces y los rápidos pasos del resto de soldados que los seguían a sus espaldas, acercándose cada vez más a ellos. Con una sonrisa victoriosa el soldado clavó su mirada triunfante en los preocupados ojos de la rubia, quien impotente, no sabía que hacer sin recibir un balazo, pues a diferencia del resto, aquel soldado si le estaba apuntando a un punto vital, la cabeza.

 — ¿Vas a matarme? —necesitó saber Nicole con un aparente tono de voz tranquilo y una mirada desafiante en un intento de parecer que ella dominaba la situación.

 —Eso es algo que solo tú decides. Antes está mi vida que la tuya, te entregaré a Michaela viva o muerta.

 — ¿Sabes qué pasará si me matas no? Lo que te haría esa mujer. ¿Lo sabes, perro? —intentó increpar Nicole con el objetivo de que se replanteara su decisión.

 —¡¡Cállate zorra!! Sé que puede matarme, pero si le entrego tu cuerpo tal vez no sea tan dura o me perdone, es mejor entregarte muerta que ir a ella con las manos vacías. Así que suelta el arma si sabes lo que te conviene.

 Leo se agachó tras Nicole, ayudándose con una de sus manos a pasar todo lo rápido que podía entre las piernas de su compañera sujetando con su otra mano el mango de la Gladius , aprovechando la discusión entre el soldado y Nicole, quien trataba de centrar toda la atención del hombre en ella mediante la provocación, objetivo que sabía que estaba logrando.

 —Jajajajajajaja ¡¡ERES UN PUTO PERRO FALDERO!! ¡¡¡VETE A COMERLE EL COÑO A ESA ZORRA QUE TENEIS POR REINA, MAMONAZOOOOO!!! —gritó Nicole con todas sus fuerzas a sentir el leve roce del cuerpo de Leo pasando entre sus piernas.

 —¡¡¡CÁLLATE DE UNA PUTA VEZ!!! —estalló el soldado de ira sin dejar de apuntar a la frente de Nicole dispuesto a abatirla.

 Leonard se irguió veloz nada más pasar entre las piernas de Nicole, acompañando a su levantamiento un veloz movimiento ascendente de la Gladius.

 —¡¡¡AAAAARRRGHHHH!!! —Gritó de dolor cuando el soldado vio su mano cercenada cayendo al suelo junto al arma que sujetaba. —¡¡¡OS MATARÉ, YO OS MATAREEEEEE!!!— gritó fuera de si el soldado desenfundando el machete que llevaba a la cintura alzándolo sobre la cabeza de Leonard.

 Nicole se abalanzó colocando velozmente la escopeta sobre la cabeza de Leonard deteniendo el mortal golpe, soltando la escopeta carente de munición que portaba en la mano derecha para sacar su Kukri y efectuar una puñalada en el costado derecho del soldado, para después sacar el arma del cuerpo del hombre. Este gritó cuando el filo del Kukri salió de su cuerpo provocando que la sangre emanara de la herida abierta. Con la adrenalina a flor de piel, víctima del miedo y el dolor, lanzó varias cuchilladas de forma negligente contra el dúo, quienes, haciendo uso de la Gladius y el Kukri, se cubrían mutuamente de las cuchilladas que iban y venían velozmente.

 Leonard aprovechó que Nicole bloqueó un golpe y con su Gladius, imitando el golpe de un bateador de béisbol, cercenó la pierna derecha del agresor, cayendo al suelo entre gritos de dolor, bañándose en su propio charco de sangre. Agonizando, alzó su mano en un inevitable intento de que el dúo no escapara. Pero aquel acto hizo que se encontrara cara a cara con el cañón de la escopeta de Nicole, y ahí fue cuando entendió que ya todo había acabado, todo lo que había hecho, de nada había servido. ¡¡¡¡BAAAAAAAM!!!! Su cráneo reventó en mil pedazos a la vista de sus compañeros, y pequeñas salpicaduras de un rojo brillante tiñeron el rostro de Nicole dándole un macabro aspecto.

Los soldados que contemplaron en su marcha la ejecución de su compañero alzaron sus armas en cuanto Nicole lanzó el arma descargada a suelo. ¡Bam! ¡Bam! ¡Bam! ¡Bam! Los disparos penetraron en los edificios que se abrían a cada lado del callejón por el que el dúo se internaba. Nicole limpió la sangre de su rostro con el dorso de sus puños. Observando por encima de su hombro el avance de los soldados, logró poner a cubierto a Leonard dándole un pequeño empujón hacia un lado para que corriera por delante de ella evitando con ello un tiro certero en la nuca.

El dúo corrió todo lo que pudo, metiéndose por varios callejones y calles, ocultándose tras el mobiliario urbano hasta que lograron evadir al grupo de soldados. Exhaustos, caminaron hasta ingresar al interior de un edificio con el corazón a punto de salirles por la boca.

 Leonard se sentó en el suelo para luego tumbarse en él tomando grandes bocanadas de aire. Nicole, por su parte, se apoyó en una pared y se dejó deslizar hacia abajo por esta hasta acabar sentada en el suelo, su situación era igual a la de su sofocado compañero. Se tomaron unos instantes en total silencio, tratando de llenar sus pulmones de aire.

—Oye, Leo, siento que hayas tenido que verme así antes —se disculpó Nicole mientras se recogía el pelo haciéndose de nuevo una coleta—. Yo no soy así, ¿sabes?

—No tienes que disculparte. Entiendo que perdieras los papeles en aquella situación.

—Gracias por entenderlo, Leo. Yo misma me sorprendo de la manera en la que me comporté allí… Realmente yo no soy así.

—Lo sé. Hasta donde te conozco, me pareces una persona tranquila. Solo te dejaste llevar por la situación. Es normal —respondió obteniendo con ello una sonrisa de gratitud por parte de su compañera.

 Leonard se incorporó en el suelo, quedándose sentado, y como Nicole, mirando el lugar al que entraron en busca de protección, en un absoluto silencio, con un aura melancólica. Mesas y sillas pequeñas, rojas, verdes, azules, rosas y amarillas se dividían en cuatro filas de cinco mesas con su correspondiente silla a lo largo de la mitad de la gran estancia. De la pared de un blanco sucio colgaban multitud de dibujos infantiles de difícil comprensión. En el techo, el cielo se hallaba dibujado junto con un enorme sol rodeado de nubes cuyos colores habían desaparecido prácticamente. Apenas podía apreciarse el color amarillo del sol o la blanca tonalidad de las nubes, y mucho menos, el incoloro cielo azul. Del techo dibujado de la estancia colgaban por hilos mariposas de trapo de muchos colores, apenas diferenciables por la densa capa de polvo que las cubría. Se podían distinguir algunas mariposas doradas, rojas y azules con ojos de plástico y oscuras sonrisas marcadas en sus rostros.

 En un rincón al fondo sur de la estancia se apreciaba un pequeño parque de bolas de colores, estanterías llenas de peluches polvorientos y un baúl abierto y lleno hasta los topes de juguetes olvidados. En el fondo norte, de la pared colgaba una pizarra con algún incomprensible dibujo hecho a tiza de color azul y una gran mesa de madera con una silla de ruedas y un ordenador de mesa estropeado. En la pared oeste se hallaba la puerta de entrada, un par de pequeños armarios llenos de cuentos infantiles, una mesa con un gran número de folios apilados cubiertos por una película de polvo, y al lado de aquella pila de folios, cuatro lapiceros repletos de lápices, ceras y rotuladores de diversos colores. La única iluminación que bañaba la estancia era la luz blanca que entraba a través de las ventanas del exterior, haciendo visible la gran cantidad de polvo que flotaba en el ambiente en aquel escenario que tristemente parecía haber quedado detenido en el tiempo.

 Aquella visión era triste, y lo que más llamó la atención del dúo fue algo macabro en la pared oeste. Huellas, huellas hechas con sangre ya seca, huellas de manos pequeñas, salpicaduras, líneas, charcos, manchas de diversas formas y tamaños habían sido cruelmente dibujadas en la pared y el suelo, en un rincón concreto de la pared que permanecía parcialmente oculto por las sombras. Aquello daba a entender como si aquellas pequeñas víctimas hubieran sido acorraladas contra esa zona de la pared antes de que algo o alguien acabara con aquellas jóvenes, puras e inocentes vidas. Nicole se acercó lentamente a esa pared contemplando aquel macabro dibujo. Su rostro se descompuso agachándose a recoger algo del suelo. Se trataba de un pequeño conejito de peluche rosa con una amplia sonrisa que presentaba una segunda coloración, una coloración carmesí, parte de su cabeza, su vientre semi blanco y su patita derecha estaban impregnados en sangre seca.

Leonard se acercó con un rostro serio y una mirada triste colocándose al lado de Nicole, quien miraba con horror el peluche en su mano. En silencio, Leo subió la cabeza para contemplar los dibujos manchados con gotas de sangre que adornaban la pared. Casas, personas, flores, soles sonrientes, pájaros, otros extraños animales sonrientes con cuatro patas y otros alegres dibujos algo difíciles de reconocer, palabras... Nicole leyó uno de los mensajes en un dibujo en el que estaban dibujadas flores gigantes, una casa con chimenea, un sol, nubes, mariposas, un césped verde y cuatro monigotes que por los pelos de punta de dos de ellos se identificaban como hombres, uno era el adulto y otro un niño más chico que cogía de la mano al adulto, mientras el tercero era de largo cabello oscuro identificándolo como una mujer, en cuyos brazos sostenía lo que parecía una persona muy pequeñita, los cuatro, mostrando una sonrisa en sus rostros se mostraban muy juntos los unos de los otros dando la apariencia de una familia feliz.

 “MAMA, PAPA, HERMANITA, OS QUEIRO MUCHOOO MUCHO HASTA LAS ESTRERELLAS SEMPRE OS QUERE MI FAMILIA BONITA SOY FELIZ CO VOSOTROS EN CASA POR QE SOI MI FAMLIA

 Pudieron leer Leo y Nicole en aquel dibujo. El joven se percató de como su acompañante cerró los ojos, la miraba con tristeza, pues parecía afectarle el lugar en el que estaban, ciertamente, él tampoco se sentía bien allí. Nicole cerró los ojos y por un momento sintió que estaba en otra dimensión, en otro tiempo, pero en aquel mismo lugar. Rápidas y sonoras pisadas de niños correteando, risas infantiles, el sonido de los lápices al ser colocados en la mesa mientras los niños dibujaban, diversos sonidos que se habían reproducido tantas veces en aquel lugar, ahora se reproducían en la mente de Nicole mientras sentía como si una estaca estuviera perforando y hundiéndose lentamente en su corazón cuando su mente reprodujo unos gritos infantiles de terror. Leonard la miraba preocupado, hasta que finalmente abrió los ojos y una lágrima descendió por su mejilla.

 —Dios mío, esto es tan triste, pobres niños... —susurró una afectada Nicole imaginando por lo que tuvieron que pasar aquellas inocentes criaturas, el terror que deberían de haber presenciado. — ¿Esto ha sido obra de Michaela? —preguntó al joven que se encontraba a su lado en silencio sin dejar de ver el resto de dibujos y mensajes grabados en ellos, en aquella macabra pared.

 —No lo sé, pero no creo que fuera ella. Sé que antes de construir el imperio esta zona estuvo invadida por los zombies y bueno, ya  sabes que donde hay zombies, hay desgracias. Michaela es un demonio, pero, ¿sería capaz de matar a niños tan pequeños?

 Nicole se quedó en silencio ante su pregunta optando por no responder, simplemente se dirigió a una puerta en esa misma pared dándole la espalda al joven. No obstante, a pesar de no haber respondido, Leo entendió aquel silencio como una respuesta, por lo que permaneció callado y agachando la cabeza siguió a Nicole a explorar lo que había tras la puerta. Había un pasillo que se dividía en cinco puertas, cuatro de ellas se repartían en dos a cada lado de las paredes del pasillo, tras aquellas cuatro puertas se encontraban los baños, el comedor, un almacén y lo que parecía una sala de profesores donde seguramente los adultos que se hacían cargo de los niños se tomaban su café y charlaban de las cosas, y al fondo del pasillo una última puerta conducía a un pequeño patio con columpios, toboganes, trampolines y demás cachivaches en donde montarse para que los niños jugaran. Todo estaba vacío de vida humana, así como de recursos útiles, lo único que quedaba en el lugar era el polvo que se acumulaba en cada parte de aquellas habitaciones, habitaciones que se hallaban detenidas en el tiempo como la clase en la que estuvieron anteriormente.

 Nicole y Leo se habían asomado al pequeño patio de la guardería para percatarse de que los soldados de Michaela aún estaban por la zona, por lo que decidieron esperar un rato más y salir más tarde a asomarse de nuevo y comprobar si veían de nuevo a algún soldado por la zona. La mujer se encontraba en la clase mientras Leo había ido un momento al baño. Sentada en el suelo y apoyada en la pared, se quedó mirando a las sonrientes mariposas de tela que colgaban del techo con la mirada perdida.

 —Me estoy volviendo loca en este sitio. Necesito salir de este infierno plagado de inmoralidad. Davis, Eva, Maya. ¿Dónde estáis? ¿Estaréis bien? ¿Nos encontraréis? ¿Habéis vuelto ya en busca del resto a ese local para ver que nadie os espera? ¿Seguiréis buscando? ¿Aún estáis vivos? Quizá, lo mejor sea que no lleguéis a encontrarnos jamás, si lo hacéis puede que vosotros muráis también. ¿Y Puma? ¿Estará bien en donde esté? Ver a Florr morir tuvo que ser un golpe duro para él, si está vivo, ojalá no haga ninguna tontería y continúe con su vida. La vida le ha dado una segunda oportunidad permitiéndole que algo sucediera y pudiera escapar de la gente de Michaela para que no acabara aquí, espero que la aproveche. Rezo porque esos cuatro estén donde estén se encuentren bien —pensaba en alto preocupada por sus cuatro compañeros desaparecidos.

 Nicole pensaba en alto inconscientemente, sumergida de lleno en sus pensamientos sin percatarse de que al otro lado de la puerta, un joven Leonard la escuchaba en silencio con la puerta ligeramente abierta.

 — ¿Saldré de aquí con vida? ¿Podré rescatar a los demás? ¿Estarán vivos? ¿Escapará de aquí alguno de nosotros con vida? ¿Leo logrará huir de este sitio a pesar del riesgo al que se está exponiendo por ayudarme? —se planteó en voz baja esta vez sobre su situación y la de aquellos que giraban actualmente en torno a ella —Leo, tengo que hacer algo con él, no puedo dejar que su plan fracase y se juegue aún más su vida por ir conmigo, ya le han visto el rostro los soldados, ha asesinado a dos de ellos y ha robado a Michaela algunos de sus recursos, por no hablar de que está ayudándome, si no puedo asegurar su vida ni el éxito en su plan, Michaela lo buscará y lo matará. No puedo dejar que eso pasé, al fin y al cabo es mi deber salir ahí a buscar a mis compañeros, yo los he metido en esto, él no tiene nada que ver con este asunto.

Nicole no podía evitar sentir como su espíritu se iba muriendo poco a poco, con ello sus esperanzas, su actitud, su positividad y su férrea voluntad, como una flor siendo cruelmente desojada por una egoísta jovencita enamorada cada vez que veía o sentía algo que la dañaba moralmente. Mientras que por otro lado, su mente se sentía bombardeada por los problemas que sucedían de golpe a su alrededor saturándose, incapaz de digerir todo lo que sucedía y responder a la información que sus sentidos le transmitían con el fin de lograr pensar en qué hacer para solucionar los problemas que tenía encima.

La Nicole original era alguien fuerte en mente y espíritu que no se doblegaba fácilmente ante las situaciones críticas, una mujer preparada para todo tipo de retos que requerían principalmente que fuera fuerte de mente y espíritu, más allá de sus habilidades de combate. Pero ahora, su mente y espíritu se estaban viniendo abajo y sus habilidades no servían de mucho teniendo solo un Kukri como arma y estando sola ante tanto soldado armado con armas de fuego, por no hablar de que la presencia de Leonard era tanto una ventaja como un inconveniente, le ayudaba a lograr sus objetivos, gracias a él había llegado muy lejos, pero por otra parte tenía que cuidar de él y ya era difícil el intentar sobrevivir por sí misma.

Se sentía sola enfrentando a todo aquel problema que tenía encima, Leonard era una ayuda, pero no el tipo de ayuda que necesitaba para resolver esa serie de problemas. Se sentía débil, como si fuera una oveja descarriada en un bosque repleto de lobos hambrientos, o una mariposa que había caído enredada en una gran tela de araña cuya tejedora conocida como Michaela, se acercaba lentamente hacia ella para envolverla en su tela y posteriormente devorarla. Solo podía huir y esconderse una y otra vez, se sentía débil y sola.

La mujer no pudo evitar desear que Davis y Eva estuvieran con ella en ese preciso momento, estaba segura de que ellos, con sus experiencias, sus habilidades y la peculiar forma de ser que tenían de luchadores dotados de una fuerte voluntad que difícilmente se rendían incluso encontrándose solos en una difícil situación, serían capaces de ayudarla a encontrar una solución a todos esos problemas, y con ello a ver una luz al final del túnel.

Si ellos estuvieran allí con ella, seguramente serían capaces de encontrar al resto y huir de allí enfrentando a Michaela y sus malvados planes. O quién sabe, conociendo el genio de esos dos cuando alguien les toca algo valioso para ellos como son Jessica y Adán, capaces serían de ir en busca de Michaela para enfrentarla y cortarle la cabeza para clavarla en una pica frente a sus altos mandos y soldados. Pensaba Nicole dibujando una pequeña sonrisa tras imaginar a sus dos compañeros haciéndole aquello a Michaela.

La puerta se abrió tras unos instantes de silencio y Leonard apareció despertando a Nicole de sus pensamientos. Esta lo recibió con una sonrisa desde el suelo. El joven tras dedicarle otra se sentó a su lado y ambos permanecieron un rato en silencio.

 —Oye, Leonard. ¿Qué harás cuando salgas de aquí? —rompió el mudo ambiente Nicole con su pregunta.

 —Pues sobrevivir y ya está, sin salir del área libre de radiación.

 — ¿Tú solo? ¿Nadie más irá contigo? ¿No piensas en buscar a algún grupo para no estar solo?

 —No necesito a nadie más que a mí mismo, ya estoy acostumbrado a vivir solo, además, solo tendré que preocuparme de mí y no tendré que compartir mis recursos con nadie —respondió sin mucha importancia a la pregunta de Nicole.

 — ¿Y si te encuentras con una horda zombie?

 —Huyo y me escondo. La mayoría suelen ser lentos y no piensan. Solo me resultaría más difícil deshacerme de los rápidos, y estos son menos, por lo que no me preocupo demasiado —le explicó rápidamente sin mostrar ni un ápice de preocupación.

 —Ya veo. ¿Y si aparecen un grupo de mutantes? ¿O de rebeldes en busca de recursos? ¿O si los soldados de Michaela van en tu busca? Son más fuertes, rápidos e inteligentes que los zombies. ¿Podrás simplemente huir y esconderte por siempre? Una persona no tiene siempre tanta suerte, ¿sabes?

 Leonard se encogió de hombros.

—Ya me las apañaré, ese es mi problema al fin y al cabo, no el tuyo, después de huir nos separaremos y cada uno seguiremos nuestros caminos —respondió sin dejar de apartar la vista del suelo, aunque era capaz de sentir que Nicole lo estaba mirando.

 —No me parece bien que tomes esa decisión, es muy arriesgada y la posibilidad de que un niño de catorce años que está completamente solo sea capaz de sobrevivir al día a día de este mundo, por entrenado que esté, no es muy alta.

 — ¿Entonces qué propones? Es lo único que puedo hacer, me quedo aquí o me voy solo. Y la segunda opción es la mejor. Si algo bueno he podido sacar de este lugar es que sé de supervivencia, aprendí a pelear, tengo conocimientos y se usar armas blancas y de fuego, puedo desenvolverme por mi cuenta. No soy como cualquier otro niño, no desde que entré a este lugar. Nicole, me han entrenado igual que al resto los tres altos mandos dándome un entrenamiento militar básico en las diferentes áreas, y tengo también experiencia en combate y supervivencia real gracias a las misiones a las que he ido fuera de la base con los soldados de Michaela o el resto de mercenarios. Estaré bien por mi cuenta, no te preocupes —defendió el joven su decisión.

Nicole miró no muy convencida al joven que continuaba negándole la mirada.

—Leonard, eres muy joven y crees que ya sabes cómo es la vida y como son las personas. Déjame decirte que la vida es tan impredecible como las personas. Vivir en el exterior de la base no es sencillo, el día a día es muy complicado, debes buscar por tu cuenta recursos mientras que para ello debes enfrentarte a todo tipo de amenazas jugándote la vida, y cuando no es eso, son las amenazas las que te buscan a ti. Un día lo puedes tener todo y al día siguiente no tener nada, así como puedes encontrar a gente aparentemente inocente, buena o desvalida que intentan ayudarte o pedirte que los ayudes a ellos para más tarde darte cuenta que solo te han estado usando para acercarse a ti y quitarte todo lo que llevas, incluso la vida —le comentó la mujer las clases de amenazas que ella y su grupo vivían en el día a día.

Leonard no respondió, sin saber cómo continuar debatiendo prefirió permanecer en silencio. Nicole tenía la sensación de que el joven entendía lo que había dicho, y que ni él mismo estaba del todo seguro de que aquella elección de ir como un lobo solitario en aquel mundo frío y hostil fuera de la protección de la base de Michaela fuera lo más correcto. Y no se equivocaba, en verdad Leonard no quiso responder por no darle la razón, pero era el camino que había elegido, era el único camino que podía tomar. Quizá no fuese la mejor opción, pero si era mejor que estar bajo el mando de esa mujer, al menos si quería conservar la cordura y moralidad que aún quedaban en él, de lo contrario, era probable que algún día fuese una vil persona como Michaela y su gente, cuanto más tiempo pasaba allí más debía renunciar a la moralidad para sobrevivir entre los demonios.

 —Leonard, ven conmigo. Únete a mi grupo —propuso Nicole un breve silencio.

 Leonard la miró por primera vez desde que iniciaron la charla, sorprendido por aquella propuesta.

— ¿Estás segura de que deberías de proponerme eso? Soy un desconocido realmente para ti, nos conocemos desde esta misma noche y ni siquiera conozco a tu gente a excepción de Adán. Seguramente se molesten por meterme en el grupo sin el consentimiento del resto de integrantes.

 —Sí, puede que se molesten algunos, pero son una minoría, el resto estoy bastante segura de que no se molestarán. Seguramente el primero en abrir la boca para gruñir sea M.A, que se pondrá como un loco como viene siendo ya costumbre en él cuando hay un cambio en su área de confort, además de que él ha sentido en su propio cuerpo la tiranía de Michaela, por lo que puede que se muestre irritado ante la decisión de meterte en el grupo. Después Eva y Puma, si es que este último vuelve a cruzar su camino con nosotros. Ellos dos probablemente se quejen por el tema de que eres lo que eres, vienes de dónde vienes, has sido entrenado por Fox y has estado al servicio de Michaela, quienes han hecho mucho daño matando a alguien cercano para esos dos y a ellos mismos. Pero sí, estoy segura de la proposición que te estoy haciendo. Quiero que vengas con nosotros.

 —No creo que sea lo mejor. Tú misma me has dicho que habrá gente que se molestará con mi presencia, y tienen sus buenas razones, como me has dicho... —respondió el joven preocupado por la hostilidad que sus compañeros pudieran mostrar hacia él.

 —No te preocupes. Si ellos se meten de por medio yo me haré cargo del asunto —respondió seriamente mirando a los ojos del joven—. Yo saldré en tu defensa. No tienes nada que temer. Se cebarán conmigo seguramente por meterte al grupo, pero de igual forma los convenceré, me enfrentaré a ellos en tu defensa y cargaré con las consecuencias si llega a haber problemas. Además, tú me estás ayudando a encontrarlos y a salir de aquí. Si eso no basta para convencerlos de tus verdaderas intenciones, contaré mi experiencia contigo y les diré como eres tú realmente. No eres como la gente de Michaela. Además, es posible que alguien del grupo de los que si te aceptarán saliera también en nuestra defensa. Es imposible que todos se opongan a ello —trató de animarlo pensando en la ayuda que Maya y Davis, y posiblemente Adán podían otorgarle a la hora de tratar de meter al muchacho en el grupo. Por un momento había tenido a Alice, Jessica e Inma también metidas en el grupo de aquellos que permitirían al chico quedarse, pero no estaba segura si tras lo sucedido en la base le cargarían a él con el resentimiento de lo que a ellas le sucedió, probablemente no, y de ser así, no sería muy complicado discutir con ellas el tema debido a la forma de ser y de pensar de ellas tres. El principal problema podrían ser los tres primeros que mencionó. —Entonces, Leonard, ¿te gustaría entrar en nuestro equipo?

 El joven se lo pensó. Sabía que no estaría solo nunca más y que además estaría siempre con Nicole. Al igual que sucedería con sus compañeros, seguramente él tampoco se fiaría de su gente, pues al fin y al cabo, eran desconocidos, pero por como Nicole había hablado de ellos no parecían mala gente. Al menos no serían como la gente de aquel imperio.

 — ¿Entonces? ¿Te gustaría? —insistió Nicole sonriendo.

 —Mmmm... Vale, pero si veo que solo soy un incordio y que van a estar siempre de forma hostil cuando esté cerca de ellos me voy. Quiero que entiendas que si salgo de aquí es para alejarme de los problemas y de la gente mala que me odia y me usa. No quiero volver a repetir la misma historia con otro grupo de personas que me van a tratar mal por venir de dónde vengo.

 —Claro, lo comprendo. Como ya te he dicho, no debes preocuparte por ello. Yo me encargaré de todo.

 Tras esto, quedaron un rato en silencio, hasta que un curioso evento desde el punto de vista de Nicole destruyó por completo el pesado silencio que cayó tras la respuesta de Leo a su petición, descubriendo Nicole algo nuevo acerca del chico situado a su lado. Leonard sufría de aracnofobia. Aquello lo comprobó cuando una araña de tonalidad marrón, de largas y finas patas lo sorprendió trepando por su pantalón. Se trataba de una especie no venenosa y bastante común que solía aparecer de vez en cuando en algún rincón de las casas. Con un grito el joven pegó un salto levantándose para sacudirse el pantalón, haciendo que el insecto cayera al suelo y corriera apenas unos centímetros antes de ser aplastada por el pie de Nicole. El joven al percatarse de que Nicole lo observaba sin decir nada ante la reacción que tuvo ante la presencia del arácnido, no pudo evitar ruborizarse de vergüenza antes de sentarse de nuevo abrazando sus piernas desviando la mirada de la mujer que tenía al lado, quien ante su forma de ocultar su vergüenza haciéndose el duro y como si nada hubiese pasado, no pudo evitar reír por lo bajo.

 — ¿Crees que saldremos de aquí? —comentó Leo por decir algo ante su bochornosa reacción.

 —Mientras la probabilidad no sea de un cero por ciento, la oportunidad estará ahí. Y desde mi punto de vista aún tenemos posibilidades, no te preocupes. —Aunque esa posibilidad que Nicole contemplaba era bastante baja. Habría necesitado que un milagro tuviese lugar para poder salir todos con vida de aquel sitio. Aquel punto de vista que pasó por la mente de Nicole fue algo que prefirió reservarse y darle únicamente la respuesta positiva al joven para infundirle ánimos.

 Nicole lo miró para percatarse de como con la cabeza agachada y la mirada perdida en el suelo de la estancia, el joven trataba de luchar con todas sus fuerzas con el sueño tratando de evitar por todos los medios que sus párpados no se cerraran, sintiendo que su mente estaba más del lado del mundo de los sueños que en el mundo real. La mujer no pudo evitar sonreír al contemplar la frenética batalla que el joven estaba librando contra Morfeo en la otra dimensión.

 —Leonard, cielo, no puedes dormirte ahora, nos iremos en un momento, en cuanto la calle de atrás esté libre de soldados... —comentó la joven meciendo con suavidad el hombro del chico.

 —Está bien... Ma... má... —susurró inconsciente antes de cerrar los ojos para abandonar la realidad.

 Nicole escuchó aquello y no supo cómo reaccionar, pues no sabía si había comenzado a soñar con su fallecida madre o es que había sido a ella a quien se lo había dicho. De todas formas, aquello había sido la mecha que había provocado que una serie de pensamientos comenzaran a rondar por la mente de Nicole acerca de la vida del joven. Lo único que sabía de su vida era su situación como huérfano, cuál era su papel en el mundo de Michaela y que había sido víctima de acoso por parte de otras personas, por lo que había deducido de sus comentarios en el enfrentamiento que había librado con él y cuando supo que le habían dado una paliza para obligarlo a someterse a la voluntad de la tirana que mandaba en el lugar.

Pero no sabía cómo había llegado a estar bajo las garras de Michaela, como había perdido a sus padres o si tenía aunque fuera un solo amigo en aquel sitio. No eran aquellos los únicos pensamientos que pasaban por su cabeza. También la posibilidad de que aquella frase que había dicho antes de quedarse dormido fuese para ella. Anteriormente en el hospital también había tenido la sensación de que había estado a punto de llamarla mamá, por no hablar de que cuando se vieron por primera vez se quedó embobado mirándole al rostro. Eso tal vez significara que ella tenía algún parecido físico con su madre, y de ser así, habría entendido algunas de las reacciones del joven cuando ella se había puesto en plan cariñoso con él.

 Por mucho que le desagradara la idea, no podía dejar que el joven se quedase dormido, a pesar de lo cansado que estaba y lo mono que se veía tras quedarse dormido.

—Leonard, cariño, no te duermas... —pronunció la mujer meciendo con delicadeza el hombro del joven. —Leooooo... Leonaaaaaard... Heeeeey, vamos, no puedes quedarte dormido aún... —insistió meciéndole un poco mas bruscamente el hombro.

 Poco a poco, sus ojos comenzaron a abrirse, y lo primero que su mirada azulada tuvo en su campo visual fue la sonrisa de Nicole. No respondió al instante, se sentía algo desorientado, estaba agotado. El día anterior lo habían tenido trabajando duro, después se había quedado toda la noche despierto hasta que estallase el momento de la rebelión, y ahora esto, realmente tenía sueño. Cerró con fuerza los ojos y sacudió la cabeza tratando de despejarse, antes de frotarse los ojos y quedarse unos instantes en silencio mirando a la mujer que tenía al lado.

 —Siento haberme quedado dormido... No es momento para eso... No me di cuenta... —se disculpó el joven avergonzado.

 —Oh, no te preocupes. Estabas bastante mono dormido. Me entraban ganas de achucharte como a un osito de peluche y tirarte de esos mofletes sonrosados de haber tenido la oportunidad —respondió Nicole con una amplia sonrisa esperando la divertida reacción del joven.

 Leo le dio rápidamente la espalda intentando no mostrar su avergonzado rostro mientras trataba de reprimir una nerviosa sonrisa que trataba de dibujarse en sus labios en un intento de hacerse el duro ante ella.

—Ya... ya vale con eso Nicole. No soy un crío como para achucharme o tirarme de los mofletes... —respondió alzando un poco el tono de voz con un ligero toque de molestia en sus palabras, en un intento fallido de mostrar su virilidad intentando dar a entender que era lo suficientemente mayor como para que le dijera aquellas cosas.

 Nicole no pudo evitar reírse por lo bajo. Aquellas reacciones que tenía el joven al ser víctima de la vergüenza le parecían de lo más graciosas.

 —Sabes, al principio pensé que eras un chico frío y distante. Pero veo que me he equivocado, el tiempo que llevamos juntos me ha hecho ver que no es así. En verdad tienes tu corazoncito y tus miedos también, me alegra saber que no eres un muchacho tan frío como un témpano de hielo.

 — ¿Eso significa que soy débil? Le escuché a Michaela decir alguna vez que los sentimientos y los miedos hacen débil a una persona.

 — ¡JA! —Exclamó Nicole con burla en su tono de voz— Así que de ahí lo sacó la señorita Sullivan, no sé porque no me extraña, de tal palo tal astilla. Esa mujer intentaba ser Michaela, pero como mucho solo llegó a ser una copia barata de ella, y ni eso. —comentó la mujer recordando cuando en su última charla con Zoey antes de que ella y Jessica acabaran con su vida y frenaran sus planes, ella hizo un comentario muy similar al respecto sobre Davis. —Mmmm... ¿Cómo es lo que le dijo Jessica este medio día? Em... si, ya lo recuerdo — comentó Nicole recordando una frase que Jessica le dedicó a Davis — Los sentimientos no son una debilidad. Eso es lo que marca la diferencia entre ser un humano y ser un zombi o un mutante.—le respondió a Leonard mirándole con una sonrisa — O peor, ser como Michaela. Que haya dicho que tengas tus miedos y tu corazoncito no quiere decir que me esté burlando de ti porque piense que eso te hace débil, Leo. De hecho, me gusta ver esas facetas tuyas en vez de siempre el típico niño con aires de tipo duro. Además, tú me has visto llorar y te he confesado mis miedos, yo no pienso que sea débil por haberme mostrado ante ti así, ten por seguro que de no ser por la situación actual, iría a ese edificio de oficinas para buscar yo misma a Michaela y plantarle cara, tengo ovarios más que suficientes para eso, créeme. —aseguró la mujer levantándose del suelo para acercarse a él.

 —Mmmm... Si dijeras eso a la gente que vive aquí, la mayoría se reirían de ti. El vivir bajo el mando de Michaela te obliga a cambiar y a pensar de esa forma, la única manera de no ser pisoteado y maltratado por otros es hacerte fuerte y que seas tú el primero en adelantarte a hacerle eso a otros antes de que te lo hagan a ti, para ganarte sus respetos mediante el miedo y así no se atrevan a hacerte nada. —respondió Leo a la opinión de Nicole.

 La mujer no podía evitar sorprenderse con las declaraciones del joven, allí todo se hacía mediante el miedo y la violencia.

— ¿Y tú qué opinas?— quiso saber si el joven compartía ese punto de vista.

 El joven se encogió de inmediato.

—Mi opinión no importa. —respondió únicamente.



 Nicole tenía la sensación de que la opinión de Leonard no difería mucho de la opinión de la gente que vivía en aquel lugar tras comentar la opinión popular respecto al tema de los sentimientos y la fuerza de uno mismo. Lo cual preocupaba seriamente a Nicole, pues el pensar eso era algo que te alejaba aún más de la humanidad y por lo tanto de la moralidad. ¿Qué hay más humano que los sentimientos? Ahora entendía que pensando eso el joven actuara de la forma en la que lo hacía, pareciendo frío y distante, tratando por todos los medios de ocultar sus sentimientos.

 El joven Leonard se percató de la seria y preocupada mirada que la mujer le lanzaba sumergida en sus pensamientos.

—No siempre he sido así. — comentó atrayendo la atención de Nicole. —Antes era un chico inocente, débil, cobarde, todo un niño de mamá que creía que todo lo malo siempre se podía solucionar, que el bien siempre ganaba al mal. Era una persona que vivía en mi propio e imaginario mundo utópico en el que todos éramos iguales y cosas como el amor y la amistad podían enfrentar cualquier problema entre las personas, que el diálogo y la justicia eran las armas que podían combatir la inmoralidad. Era bastante idiota por creer en algo como eso —se criticó con dureza.

 Nicole tan solo se limitó a mirarle en silencio, antes se había estado planteando en preguntarle más cosas sobre su vida y ahora el joven le estaba desvelando cosas nuevas sobre él.

 —Mis padres murieron y llegué aquí. No tardé mucho tiempo en percatarme en que lo que Michaela prometía a los que llegaban a su mundo tenía un aura oscura de fondo. Era huérfano y me obligaban a meterme en los mercenarios y a entrenarme para matar y sobrevivir, me dieron tres días para pensármelo, no había día de esos tres en el que trataran de hacer que aceptara comiéndome la cabeza, aun así continué negándome. Al cuarto día, Daniel, uno de los mosqueteros, me llevó a un aula vacía para que le diera una respuesta y aún intuyendo lo que vendría por sus maneras de hablarme y mirarme, mi respuesta fue que no entraría al servicio militar, que haría otras cosas con los civiles, cualquier cosa menos coger un arma, matar y jugarme la vida fuera de la base. Entonces fue cuando recibí una paliza y una serie de insultos, antes de divertirse conmigo, me anunció que su fin era matarme de no querer aceptar la voluntad de Madre, si aceptaba me dejaría en paz. Finalmente víctima del dolor y el miedo que experimenté en aquella tortura, acepté y fui entrenado para finalmente entrar al servicio militar y ser obligado por la fuerza a hacer las cosas que he hecho —reveló el joven a Nicole dirigiéndole una mirada seria.

 — ¿No tenías a nadie que te ayudara?

 —No, lo más parecido a un amigo que he tenido han sido compañeros de misión, toda relación simplemente era a nivel laboral. Los huérfanos tienen sus propios grupos de amigos, menos yo, no me gusta la gente de aquí porque todos me parecen iguales, no quiero mezclarme con la chusma y volverme parte de ella. Por eso decidí aislarme y dedicar mi tiempo libre a pasear por la base, entrenar por mi cuenta o a leer libros en la biblioteca. Supongo que por ser el antisocial y por haber llegado aquí en plan cobarde, pacifista y débil, mis compañeros de profesión me hacían bullying riéndose de mí, burlándose, acorralándome entre un grupito de amigos para divertirse golpeándome, metiéndome en problemas acusándome de robos y problemas que ellos cometían contra adultos y otros huérfanos... A los ojos de los abusones, yo no era más que un juguete con el que divertirse. Así ha sido mi vida desde que he llegado aquí. Mis principales amigos han sido los libros y yo mismo. —aclaró el joven.

Nicole se dio cuenta tras decirle eso que la estancia del joven en los dominios de Michaela había sido un infierno desde que entró en ella, no le extrañaba para nada que estuviera dispuesto a cualquier cosa para escapar aquella misma noche. Sentía lástima por como un joven de su edad había tenido que pasar por todo aquel infierno, sin duda, aquello explicaba el comportamiento del joven, de seguir allí, tanto ella como el propio Leonard sabían que era cuestión de tiempo que la personalidad del joven fuera cambiando a peor, hasta el punto de no ser muy diferente a la gente de aquel lugar, pues aquel hostil imperio tenía la extraordinaria y lamentable habilidad de distorsionar el juicio de las personas con el paso del tiempo, como si de una selección natural se tratara, aquellos que no podían adaptarse a sobrevivir en ese pequeño y pecaminoso mundo sustentado por la inmoralidad acabarían pereciendo irremediablemente. Aquello era un hecho que Nicole y Leo con lo que habían visto y vivido podían asegurar con certeza.

 — ¿Cómo perdiste a tus padres? Si no es mucha molestia el preguntar. —quiso saber Nicole aún temiendo que pudiera molestar al joven por la pregunta.

 —No es molestia. Mi padre se llamaba Nathan, murió hará cosa de dos años más o menos, cuando el apocalipsis comenzó a tener lugar, fue víctima del cáncer. No sé qué tipo de cáncer padecía ya que mi madre no quería hablarme mucho del tema, simplemente decía que él era fuerte y luchaba por salir adelante, por desgracia el cáncer pudo con él. —Leo se mantuvo un momento en silencio con un rostro triste mientras en su mente le venían recuerdos de momentos que había compartido juntos.

 —Oye, Leo, lo siento, no hace falta que sigas contándome nada más. —se apresuró a decir al darse cuenta del triste rostro que el joven estaba poniendo. Nicole pensó para sí misma que era una idiota por meterse en donde no le llamaban y meter el dedo en una herida que no estaba aún muy bien cerrada.

 Leo negó con la cabeza.

—Da igual, Nicole. —Respondió en bajo. —Mi madre se llamaba Elizabeth, nos encontrábamos en un pequeño bar refugiados de un grupo de zombies de los que corren, estos nos superaban en número y trataban de tirar la puerta a base de golpes. Nos encontrábamos en un grupo. Mientras buscábamos una salida trasera, otros trataban de buscar cosas con la que reparar los trajes anti radiación de algunas de las personas del grupo, entre ellos el mío. Los zombies lograron entrar y masacrar a la gente, yo y mi madre encontramos una salida, teniendo en cuenta que mi traje estaba desgarrado por la parte del hombro derecho y el cuello e íbamos a exponernos de nuevo a la radiación, ella me dio su traje al no poder haber encontrado nada a tiempo para tratar de reparar el mío. Tras eso huimos del lugar, ella murió unos días después por la alta radiación, aún recuerdo como se le caía el pelo, las quemaduras en su piel, las convulsiones... Tras su muerte estuve solo durante tres días, vagando a ciegas sin saber a dónde ir mientras aún trataba de superar su muerte, sin armas, sin recursos, solo huyendo y escondiéndome de los zombies mientras trataba de encontrar algo para comer y beber, rara vez lo hacía. Finalmente ella me encontró, Michaela y los suyos estaban saqueando algunas casas y dieron conmigo, como a otros, me ofreció su protección y recursos, a pesar de que no me inspiraba demasiada confianza acepté. Desgraciadamente tenía hambre, sed, no sabía a dónde ir y tenía miedo... —contó cerrando los puños con fuerza tratando de contener sus sentimientos.

 —Leonard, lo siento mucho. No debí de haberte hecho recordar esos momentos. —le dijo la joven mujer colocando una de sus manos en el hombro del joven apretándole suavemente como muestra de apoyo mudo. —Cariño, lo has debido de pasar fatal, perder a tus padres y luego esto... yo, lo siento mucho, me he metido en donde no me llamaban, perdóname Leo. —añadió la mujer con una mirada de disculpa en su rostro y un leve tono de voz.

 Leo la miró con sus ojos cargados de lágrimas contenidas, colocando una mano sobre la que Nicole tenía posada en su hombro.

—Dices que los sentimientos no te hacen débil, te hacen humano ¿verdad? Entonces te seré sincero Nicole, no te quería matar cuando nos vimos por primera vez, ni cuando nos enfrentamos en la comisaría porque físicamente me recuerdas a mi madre. Desde que estoy aquí eres la única persona que me ha tratado por lo que soy, un niño de catorce años, no un huérfano, una marioneta o un mercenario. Aunque no quiera reconocerlo, me recuerdas tanto a mi madre... el físico, la manera en la que me hablas, y tus muestras de cariño... Mi mente me ha llevado a llamarte mamá en más de una ocasión... No quiero alejarme de ti Nicole, por eso me quiero ir contigo y tu grupo, para no separarte de ti... —hablaba el joven haciendo un esfuerzo tragándose su orgullo mientras su voz no paraba de distorsionarse — Yo... Lo siento... No debo verte como a mi madre, no quiero sustituirla, siento que eso podría ser como una traición hacia ella y no puedo cargarte a ti tampoco con algo como eso, no puedo depender de ti y lanzarte una responsa... no, una carga como es esa de ser madre.... perdóname...yo...—el joven no pudo continuar al sentir que una sola palabra más de dolor lo haría estallar en llantos.

 Nicole lo miraba sorprendida por la manera en la que se estaba mostrando ante ella, mirándola con una mirada afligida que aún se esforzaba en contener las lágrimas usando el poco orgullo que aún quedaba en él, mientras su rostro se comenzaba a poner rojo y sus labios no dejaban de temblar. Poco a poco, viendo aquel triste y desencajado rostro al borde del llanto, Nicole lograba volver en sí, saliendo de su impresión. Nicole dibujó en su rostro una sonrisa y miró la afligida mirada del joven con una mirada cargada de ternura.

—No pasa nada cariño, no debes de disculparte. Guardarte los sentimientos no te hacen más fuerte, el mostrármelos tan abiertamente necesita de un gran valor, y por ello, de una gran fuerza. —le susurró con un tono maternal cual madre que intentaba consolar y animar a su hijo, lentamente, Nicole dirigió su mano libre hacia el rostro del joven y con la palma de la mano acarició una de las mejillas del desconsolado niño. —No me importa que dependas de mí, no me importa cargar con una responsabilidad como la que tu madre ha cargado cuidando de ti, ni que me veas como tu madre. En realidad, solo me importa una cosa y es que seas feliz, a mi lado y al de mis amigos. Leonard, no te preocupes. —susurró acariciando la mejilla del joven.

 Como respuesta al acto y a las palabras de Nicole, Leonard no pudo evitar que un par de lágrimas se derramaran y deslizaran por sus suaves y coloradas mejillas mientras no era capaz de quitar la mirada de la de Nicole, impresionado y conmovido por ello, no pudo soportarlo más y se abrazó de golpe a la mujer rompiendo en un infantil llanto. Nicole envolvió al joven con su brazo izquierdo mientras con su mano derecha acariciaba con ternura los dorados cabellos del desconsolado joven, sintiendo como este la abrazaba con fuerza como si intentara asegurarse que ella no desaparecería ni se alejaría de él. Nicole no pudo evitar pensar conmovida por aquello, cuantas veces habría llorado en soledad, sin que nadie le consolara, así como las veces que habría contenido y ocultado su dolor del resto de personas con las que convivía. Mientras que Nicole se mantenía inmersa en sus pensamientos, Leo lloraba enterrando su rostro en el pecho de Nicole, pudiendo sentir los latidos de su corazón y la calidez de su cuerpo.

 —¡¡Por favor, Nicole, sácame de aquí, llévame contigo!! —Suplicó el niño entre lágrimas. —¡¡No quiero estar aquí, tengo miedo!!

 —Tranquilo cariño, te sacaré de aquí, te lo prometo —juró Nicole decidida a cumplir con su palabra.

 Ambos permanecieron en el sitio abrazados, en mitad de la clase. Nicole solo se encargaba de consolar al joven abrazándolo y a acariciar su cabello mientras este poco a poco se iba calmando. Tras varios minutos el joven había logrado derramar hasta la última de sus lágrimas, estando ya más calmado, ambos se separaron el uno del otro mientras Leo se secaba los ojos con el dorso de sus puños, Nicole no dejaba de mirarle en silencio con una sonrisa en su rostro esperando alguna respuesta por parte del joven.

 —Gracias, ya estoy mejor, Nicole.

 —Me alegro, cielo. Creo que deberíamos de ir a echar un vistazo fuera, llevamos suficiente tiempo aquí como para que hayan desistido ya en su búsqueda, o al menos eso espero. —Propuso Nicole mirando la hora. —Llevamos media hora aquí escondidos, me llama la atención que no hayan entrado aquí a buscarnos.

 —Bueno, supongo que es porque esto es un edificio muerto que no se usa para nada y permanece cerrado al no encontrársele utilidad alguna, hay otros edificios así además de este en los dominios de Michaela.

 —Entiendo. ¿Estamos muy lejos de la plaza respecto a donde nos encontramos? —preguntó Nicole a su joven guía.

 —Mmmm... No, el edificio de oficinas está respecto a este sitio a dos o tres calles ascendentes si mal no recuerdo. Una vez lleguemos podemos dar un rodeo ocultándonos entre los árboles y matorrales que hay rodeando la plaza y parte del edificio, así podemos comprobar que la entrada al sistema de alcantarillado está libre de enemigos.

 —Ya veo, bueno en ese caso vamos a movernos ya aprovechando la ventaja que nos ha dado el escondernos aquí. Es posible que a estas alturas no haya nadie rondando ya la zona.

 Y, efectivamente, Nicole no se equivocaba, a aquella guardería no se le hacía caso alguno por la razón que Leonard mencionó, debido a eso y al tiempo que habían permanecido ocultos en su interior, ya nadie se había molestado en continuar rondando la zona de la guardería, por lo que la pareja abandonó el edificio por la salida ubicada en el patio trasero emprendiendo un viaje hacia su siguiente destino.

Abrió la puerta del pequeño despacho y se adentró nuevamente en la lúgubre y polvorienta estancia, analizando la magnífica obra de maldad que acababa de ejecutar con una mezcla de satisfacción por su trabajo y repulsión por el resultado que había supuesto. Aquel tal Davis, uno de los supervivientes más allegados de su hermanita, se hallaba bajo la mano de su tiranía en un grado de humillación del que pronto sería consciente, y es que, aunque no debía matarlo ni herirlo por el momento, la idea brillante que se le había presentado le estaba proporcionando más placer incluso que el dulce fusilamiento de los revolucionarios. Casi al nivel del juego del ahorcado.

—Que dormidito está el lancero todavía. Inteligencia no tendrá mucha, pero Marcus noquea como un neandertal —puntualizó sin intención de esperar amablemente a que despertase de su siesta. Con un movimiento ágil y eficaz, Michaela propinó un culatazo con su Desert Eagle que casi separa a su secuestrado de la silla sobre la que se encontraba atado.

El punzante dolor que impactó en su mejilla despojó a Davis del letargo en el que se sumergía. El joven observó con su campo de visión todavía borroso el espacio en el que se encontraba para tratar de ubicarse, pero apenas distinguía figuras y colores. Sin embargo, toda su actuación se disipó en un único pensamiento se incrustó en su mente al discernir una persona en pie junto a su posición a la que no era capaz de identificar. 

— ¿Maya?

—Casi, cariño, casi. También es con eme —le aclaró el misterioso sujeto con una sonrisa que recorrió su médula como un chispazo eléctrico—. Me llamo Michaela. He leído mucho acerca de ti y me han hablado mucho sobre ti. Tipo duro, ¿eh? No todo el mundo sobrevive a un disparo en pleno vientre. No, desde luego que no… Encantada de conocerte al fin en persona, Davis.

Su actitud despreocupada provoco que el lancero se precipitase hacia un inminente estado de pánico. Él no era siquiera consciente de lo que suponía haberse adentrado en el tablero de aquella mujer, pero su memoria solo visualizó a una persona que podía identificarse como ella. El nombre era el correcto, la descripción física encajaba a la perfección, y el rostro de psicópata que había imaginado en los miles de relatos acerca de sus barbaridades aún se asimilaba más si cabía. No había duda. Se hallaba presente ante la hermanastra y archienemiga de Nicole. La muy hija de puta se había materializado desde la imagen de su cerebro para secuestrar a sus amigos. Aquel demonio de oscuro cabello era el causante de su sufrimiento. Y, aunque él aún no lo sabía, pronto iba a experimentar el amargo sabor de ese sufrimiento.

Trató de luchar contra sus retenciones con las escasas fuerzas de las que disponía, pero fue inútil. Tanto sus muñecas como sus tobillos se encontraban fuertemente amarrados con cuerdas a una robusta silla de madera de forma que sus pies no pudiesen alcanzar el suelo. Sin embargo, aquel hecho se transformó en una nimiedad cuando se percató de las múltiples prendas de ropa esparcidas por la habitación, entre las que se incluía un traje NQB. El descubrimiento aclaró al fin su adormilada mente por completo cuando se percató de que aquella era su ropa. Davis se encontraba completamente desnudo ante su secuestradora.

—Heey, tranquilo, no me pongas esa cara, que no tengo intención de violarte —le espetó Michaela retrocediendo al contemplar el témpano de hielo en el que se había transformado su expresión —. Vamos, antes de tocarte prefiero meter las manos en un cubo de ácido sulfúrico. Ufff, ni con un palo… Es solo que… Bueno, quería ver tu reacción. Esa cara de “por favor, no lo hagas” ha sido brutal.

— ¿Dónde está Maya? —Insistió rememorando el paradero desconocido de su amiga—. ¿Qué has hecho con ella, zorra?

—Que insistente eres. ¿No estaba muerta? ¿No había sido disparada por uno de mis chicos? ¿O es que has perdido la memoria del golpe? Es una pena. Lo que Maya tenía corriendo por sus venas era mucho más valioso que el petróleo en tiempos del capitalismo, y ahora, todo perdido. Que desastre.

—Maya… Ella… —murmuró compitiendo con sus recuerdos para desenterrar el suceso del que se jactaba—. ¿Y mis amigos? ¿Dónde están los demás? ¿Dónde está Jessica?

—Meh, olvídate de ellos. Si estuviera en tu lugar, me preocuparía más por mí propia vida. No sé si te has dado cuenta ya, pero ahora formas parte de mi tablero, así que vas a jugar, y no es precisamente un juego agradable para la mayoría de la gente. Y no lo entiendo. Para mí es muy divertido —esclareció Michaela antes de ser acosada por el profundo odio con el que el lancero saturó la mirada que le asestó—. Oh, por favor, no me mires así. No es nada personal. Aquí todo el mundo tiene que jugar. Tú solo eres uno más dentro del rebaño. Te daré un consejo. Cumple tu papel correctamente, y quizá no acabes siendo comida para perros.

—Hija de la gran puta. ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Ayuda!!!

Su actitud desesperada tan solo provocó en Michaela un esperpéntico ataque de risa del que no pudo liberarse hasta pasado casi medio minuto. 

—Vale, chiquillo, debo reconocer que esa ha sido muy buena —manifestó cuando finalmente había recuperado su aliento—. Escúchame atentamente, y escúchame bien, porque no lo voy a repetir. Yo controlo totalmente este edificio. Digamos que soy como su diosa suprema. Nadie, y cuando digo nadie, es nadie, pone un pie aquí si yo no lo permito, así que puedes gritar hasta que se te deshaga la campanilla. Nadie vendrá. Eso sí, si agotas mi paciencia, volveré y te cortaré la mini lanza de un tajo. No creo que me cueste mucho —se burló mostrando la funda en la que preservaba su afilado machete kukri—. Por cierto, casi se me olvida.

Un segundo culatazo de la Magnum estremeció el mentón de Davis mientras la agresora se deleitaba con una sonrisa de puro alivio.

—Esta si ha sido personal. La próxima vez piensa a quién le estás robando la moto —advirtió desapareciendo impasible de la sala, abandonándole en la desazón del acero impregnado en su lengua. 

La pareja se encontraba oculta en el espacio que se hallaba entre dos casas, asomando sus cabezas por un lateral de una de las edificaciones. Donde se encontraban, una carretera cruzaba en mitad de un par de filas de casas continuas. Aquella carretera no estaba desértica, un trío de soldados hablaba tranquilamente en mitad de esta mientras parecían tomar un descanso.

— ¿Qué hacemos? —Preguntó Nicole a su joven guía—. Solo tenemos armas blancas, y ellos van con armas de fuego...

 —Tenemos que buscar la manera de pasar sin que nos pillen, si nos ven avisarán a sus compañeros. Si están patrullando en nuestra busca, es más que probable que sus compañeros no anden muy lejos. —aclaró Leo revisando el escenario en el que se hallaban en busca de una escapatoria.

 Finalmente, el joven vio algo que podía ser una posible vía de escape, al otro lado de la calle se hallaba un gran contenedor de basura.

—Si llegamos allí tenemos una oportunidad de ocultarnos, luego ya veremos que hacemos. Pero no podemos permanecer aquí demasiado tiempo, seguramente acabarán por encontrarnos. —respondió a su compañera mientras elaboraba un plan en su mente. —Vale, haremos una cosa. Yo saldré hacia el contenedor, tú te quedas aquí y buscas alguna forma de provocar un ruido lejano a nuestra posición que capte la atención de esos tres. Cuando vayan a comprobar a donde se ha producido el ruido, yo salgo. Tú quédate oculta y estate pendiente porque yo haré lo mismo para que puedas seguirme una vez llegue a al otro lado de la calle, ¿de acuerdo? —Propuso Leo agarrando una piedra del suelo— Toma, usa esto, lánzala contra algo que provoque un ruido fuerte, solo tienes una oportunidad —añadió percatándose de que era la única roca que veía en la zona en la que estaban.

 —Está bien, déjamelo a mí —respondió Nicole obteniendo la piedra ovalada del joven.

 Leo se volvió a asomar y uno de los soldados giró la cabeza en ese preciso instante hacia su posición, pero este, a tiempo, se echó hacia atrás evadiendo el campo visual del soldado. Agachado en el sitio y cubierto con su capucha, miró a Nicole.

—Me parece que viene hacia aquí. No estoy seguro de si me habrá visto. Date prisa —advirtió el joven con un susurro.

 Nicole, sin hacer ruido alguno, rodeó la casa por detrás y continuó avanzando agachada un par de casas más hasta que se detuvo al escuchar el sonido de unas pisadas moviéndose.

 —Venga, vamos al lío, ya hemos descansado lo suficiente. —anunció una varonil voz.

 —Claro, movamos ya el culo, no quiero que aparezca de repente Michaela o algún alto mando y nos echen la bronca. —respondió una segunda voz antes de dar paso a un largo bostezo.

 — ¿Tú también estás reventado? Cuanto antes encontremos a la rubia esa y se la entreguemos a Michaela para que la reviente, antes podremos irnos a dormir —se escuchó una tercera voz masculina. —Por cierto, hablando de Michaela y la tipa esa. ¿Por qué demonios tiene tanto interés en ella? ¿Y en los civiles esos? No veas la que se ha montado la mujer esa antes en la armería, ella y Michaela son familia, pero aun así, parece que se odian a muerte. Me pareció absurdo eso de que la quiere viva cuando se supone que ella iba a matarla antes, al fin y al cabo ese era el objetivo con el juego del ahorcado. Si tanto odio le tiene, ¿que importa quien la mate?

—A mí también me pareció absurdo el tema de no matarla, nos dejaba en clara desventaja, ya que ella nos podía matar a nosotros, pero nosotros no podíamos matarla a ella. —respondió la primera voz que habló. —Igualmente, si es ella quien quiere matar a su hermanastra con sus propias manos por el motivo que sea, es solo asunto suyo. Al fin y al cabo, nosotros solo somos militares, es como cuando trabajábamos en Esgrip, no nos pagan, o en este caso no nos beneficia pensar, sino actuar, solo somos herramientas que existen para ser usadas.

 Nicole, aprovechando la conversación que comenzaron a entablar despreocupadamente, continuó avanzando oculta tras las casas. Finalmente, llegó a la última de las edificaciones que componía aquella fila de viviendas continuas, y vio al otro lado de la calle una valla metálica de seguridad que separaba la acera de la carretera. Se asomó un poco para ver que el trío de soldados estaba desplazándose carretera abajo continuando su charla, dirección hacia donde Leo se ocultaba, tenía que darse prisa o lo descubrirían. Nicole se puso de pie oculta en un lateral de la casa fijando el blanco al tiempo que echaba el brazo hacia atrás, y de inmediato lanzó con fuerza la piedra deseando no errar el tiro.

 Los soldados se giraron velozmente al escuchar el impacto metálico y fueron hacia el lugar donde había tenido lugar el golpe. Leo lo escuchó y aún agachado desde su posición asomó la cabeza para ver al trío de hombres armados correr carretera arriba, aquella era su oportunidad. El joven muchacho se encaminó rápidamente hacia el contenedor de basura tratando de que sus zapatillas hicieran el menor ruido posible al pisar el asfalto. Nicole vio como Leo logró llegar a su objetivo.

 — ¿Qué fue eso? Aquí no hay nada. —comentó una de las voces tras detener sus pasos con los de sus compañeros tras llegar al lugar.

 — ¡¿Estás tratando de jugar con nosotros?! ¡Te saldrá caro el intentar jugárnosla!—gritó una segunda voz en alto pensando que algún guerrillero superviviente se hallaba oculto en la zona.

 —No creo que te alejes mucho de la realidad, aquí hay alguien —el dueño de aquella voz se agachó para coger la piedra que había provocado aquel impacto metálico.

 Los tres se miraron, y el que sujetaba la piedra señaló a la casa tras la que Nicole se ocultaba, y después a su otro compañero le señaló la continua a esta. En silencio, los dos soldados fueron a paso ligero procurando hacer el menor ruido posible, mientras el tercer soldado, quien arrojó la piedra ovalada al suelo, se quedó en el sitio observando si la persona que había provocado el ruido trataba de salir corriendo de una de las dos viviendas. Por la posición de la piedra, quien la hubiera tirado debería de haberlo hecho desde una de esas dos casas, tan solo pudo ser un tiro certero desde una trayectoria en dirección recta, es decir, desde la casa de la izquierda o con menos posibilidades, una trayectoria curva si se hubiera tirado desde la casa situada a la derecha. Nicole vio en el suelo proyectarse poco a poco la sombra de uno de los soldados. ¿Por qué tardaba tanto Leo? Estaban a punto de encontrarla. Nicole comenzó a sentirse nerviosa, y con la mano en la empuñadura de su machete Kukri se preparaba para lo peor.

 Leonard vio la situación oculto tras unos matorrales desde el otro lado de la calle, debía de actuar rápido. Nicole sería descubierta en segundos, debía de encontrar algo rápido que atrajera la atención de los tres soldados. Miró rápidamente el escenario de un lado a otro, su campo visual examinaba todos los elementos a su alrededor. Finalmente, Leo decidió hacer un kamikaze al no encontrar nada que poder usar para salvar a Nicole en tan poco tiempo.

 —¡¡Hey, soldaditos de pacotilla, estoy aquí!! —gritó el joven poniéndose de pie agitando los brazos. —¡¡Atrapadme si podéis!!— les provocó el joven haciéndoles un corte de mangas a la vez que les sacaba la lengua en señal de burla.

 —¡¡Vosotros dos, capturad a ese puto mocoso!!

 El dúo de soldados que estaba a punto de acorralar a Nicole cambió de objetivo y fueron tras Leo, quien emprendió una rápida huida ante sus captores. El tercer soldado, por su parte, se dirigió tranquilamente hacia la casa de la izquierda, sabía perfectamente lo que estaba pasando, aquel niño era el compañero de la hermanastra de su señora, y estaba tratando de atraer su atención y la de sus dos compañeros para que se alejaran de las casas para que aquella mujer pudiera huir.

Paso a paso el soldado se acercaba a su víctima, con pistola en mano velozmente dobló la esquina izquierda de la casa apuntando a la zona de césped tras la edificación. Pero allí no había nada, desconcertado el hombre miró por la zona, todo recto no había nadie oculto tras ninguna casa, pero de igual forma sabía que hasta hace poco aquella persona había estado allí, prueba de ello era el césped pisado, aquello demostraba que allí había habido alguien que se había quedado en el sitio el tiempo suficiente como para doblar la hierba bajo sus pies.

— ¿Dónde mierdas se ha…? —antes de poder finalizar la frase, una mano tapó velozmente su boca, y con la otra mano que sujetaba el Kukri, Nicole rajó de un rápido y profundo tajo la garganta de su adversario. 

El soldado cayó desplomado en el suelo con un río de sangre emanando del tajo que presentaba su garganta abierta. Nicole agarró la pistola del soldado y comprobó su munición, dos balas, pero en ese instante recordó que Leo mencionó que probablemente los otros soldados estuvieran patrullando por la zona, por lo que los disparos acabarían por revelar su posición. No debía de perder el tiempo, tenía que encontrar a Leo inmediatamente, por lo que Collins salió corriendo dejando la pistola atrás junto al cadáver. El joven atravesó los jardines de varias casas hasta lograr ocultarse tras un árbol situado en el jardín trasero de una de las viviendas, de cuyas ramas colgaba un improvisado columpio formado por un par de cuerdas y un neumático, comprobando que había conseguido perder de vista a esos dos imbéciles que le seguían.

 — ¿Dónde fue el jodido niño?

 —Tiene que estar cerca. No ha podido ir muy lejos, hasta hace nada lo hemos visto corriendo por delante de nosotros.

 Uno de los hombres se acercó al árbol mientras el otro salió del jardín de la casa en dirección a la carretera para ver a su tercer compañero, el cual no se encontraba en donde se había quedado esperando.

 — ¿¡Morgan!? —llamó el hombre que se fue alejando hacia la carretera.

 Mientras, el otro soldado que estaba cerca del árbol se giró al escuchar a su compañero llamando al hombre que dio la orden de seguir al crío.

— ¡¿Sucede algo Alan?! —preguntó en alto.

 — ¡Tú quédate ahí buscando al chico, voy a ver dónde coño se ha metido éste ahora!

 El soldado, que aún permanecía en el jardín, escuchó el chasquido de una ramita recién pisada a su espalda. Velozmente se giró y el filo de un arma blanca de determinadas dimensiones fue a precipitarse contra él. Ahogando un grito e incapaz de sacar el arma con el que abatir a su joven oponente, nada pudo hacer cuando el filo de la espada Gladius atravesó su corazón sin piedad alguna, filo que salió tan rápido como penetró en el pecho de la víctima.

  Alan observó el cadáver degollado de Morgan yaciendo en el suelo, y de inmediato se percató de la trampa que aquel par de prófugos de Michaela les habían tendido para eliminarlos uno a uno. Fue entonces cuando se percató de que estar separado de su compañero los ponían en peligro, es más, si la asesina de Morgan no estaba ya allí solo podía estar en un único sitio. De inmediato el soldado corrió a reagruparse con su compañero. Sus peores temores se confirmaron cuando Alan halló el cadáver de su compañero, y junto a él un joven de dorados cabellos sosteniendo una espada corta ensangrentada entre sus manos.

— ¡Suelta el puto arma, mocoso! —amenazó el soldado a punta de pistola acercándose a la escena recién descubierta. —No puedo matarte, pero si te puedo dar una paliza y pegarte varios tiros en zonas no vitales, ¿sabes? Es más, tú no eres el principal objetivo de Michaela, por lo que quizá incluso podría matarte.

Leonard frunció el ceño mirando con gravedad al hombre que le encañonaba amenazándolo con un severo castigo físico, o incluso la muerte de no llegar a obedecer.

—¿¡Dónde está la mujer, muchacho!? —exigió saber ante el peligro que el desconocimiento de la localización de su compañera le suponía.

Pero antes de poder escuchar al joven responder, una presencia lo alarmó a su espalda. Veloz como un rayo el soldado se giró con el arma alzada, no obstante, la presencia femenina ejecutó al mismo tiempo una patada giratoria que golpeó con violencia la mano con la que el soldado sostenía la pistola, obligando al arma a saltar por los aires desapareciendo entre las sombras y los arbustos del jardín.

Sin detenerse en eso, Nicole avanzó un par de pasos lanzando un par de directos al rostro de su adversario, directos que fueron bloqueados por los antebrazos del soldado a medida que él retrocedía el mismo número de pasos que Nicole avanzaba con el fin de mantener distancia con la mujer. Nicole al ver su tentativa de golpe directo errado por el antebrazo de aquel subordinado de Michaela, optó por un veloz golpe lateral por el flanco izquierdo, que sin duda alguna logró atinar de lleno en la sien de su adversario atontándolo por unos instantes.

Nicole se preparó para otra ofensiva con la que acabaría con aquel hombre, pero todo quedó en el intento cuando vio a Leo interceder en su tentativa de ataque. El joven empleó su espada para lanzar un tajo vertical contra el torso del adulto adversario, aunque por supuesto, el ataque fue en vano cuando este se apartó de la trayectoria del filo del arma logrando de inmediato golpear el vientre del joven, y ante su aturdimiento desarmarlo de su Gladius.

 Leonard trató de soportar el dolor como buenamente pudo y lanzó un directo contra el soldado, quien sin demasiado esfuerzo lo agarró de la muñeca a tiempo deteniendo el golpe para rápidamente proceder a ejercerle una fuerte y rápida llave a su pequeño contrincante que lo obligó a dar una vuelta de campana en el aire antes de que este se precipitara violentamente de espaldas contra el suelo. Ante esto, Leonard solo pudo ahogar un grito de dolor sintiéndose completamente aturdido. El soldado desenfundó un cuchillo de combate amarrado a su pierna.

Pisando el pecho del joven, el soldado lo miró confiando. —Muchacho, he de recordarte que soy un hombre adulto y también un soldado Zodiaco. ¿Realmente crees que soy un simple civil estúpido con algunos conocimientos básicos de combate como esos guerrilleros de pacotillas? —Preguntó con una maliciosa sonrisa en su rostro a la par que se arrodillaba para colocar la punta del cuchillo sobre el fino cuello del chico—. ¿Qué clase de soldado crees que sería si no pudiera enfrentarme a alguien como tú o plantar cara a alguien que posea conocimientos de combate superiores a los básicos? —el orgulloso soldado desenfundó rápidamente el walkie que portaba en su cintura. —Mi señora, aquí Alan, me encuentro en el distrito seis. He localizado a su hermanastra y el chico que va con ella. Han asesinado a Morgan y Tony —notificó el soldado por el walkie.

La respuesta no se hizo esperar.

—Buen trabajo Alan, mandaré al grupo más cercano a ayudarte con ellos para tráelos hasta donde me encuentro, hasta entonces espera ahí, puede que tarden un poco en llegar los refuerzos. —ordenó la voz de Michaela a través del walkie.

—Por supuesto, a su servicio, mi señora. —respondió diligentemente a su monarca. —Esperaré hasta que venga el otro equipo.

Tras unos momentos de silencio, la voz de Michaela volvió a sonar a través del aparato

—Ten cuidado con ella, Alan, no bajes la guardia ni aunque parezca que ya se ha rendido —advirtió la mujer con un alegre tono de voz a su subordinado.

—No se preocupe, mi señora, tengo a esta gatita controlada. Mientras tenga al chico conmigo ella no podrá hacer nada.

Tal comentario fue respondido con una sonora carcajada a través del walkie.

— ¿Gatita, dices?  Ya veo, pues te recomiendo tener cuidado porque esa gatita realmente es una auténtica tigresa, no es de las que tiran la toalla tan fácilmente, créeme, lo sé bien. Solo te advierto que tengas cuidado con ella, soldado, esa mujer es toda una caja de sorpresas —insistió la líder una vez más antes de cortar comunicación con su subordinado, quien ante tal argumento solo pudo guardar unos instantes de silencio mirando el aparato que sostenía en sus manos tratando de entender a que se refería Michaela, y por qué le advertía tanto acerca de aquella mujer.

—No lo entiendo... Somos soldados bien entrenados con años de experiencia en nuestra profesión. Somos máquinas de matar. —comentó pensativo observando a la mujer de dorados cabellos localizada frente a él con el ceño fruncido. — ¿Por qué me advierte tanto de una simple civil como tú? ¿Qué tienes de especial, mujer?

Nicole pudo sentir en sus palabras y en su manera de mirarla como la preocupación que Michaela expresó a través del walkie había dañado su orgullo como soldado, al entender aquellas palabras como una muestra de que su reina desconfiaba de sus habilidades para mantener a un simple par de civiles bajo control. Él, como cualquier otro soldado de Zodiaco había trabajado por varios años en la extinta Esgrip, había sido entrenado a conciencia para ser un militar, y por encima de todo, una máquina de matar sin escrúpulos ni moralidad. Si tuviera alguna de esas dos cosas, nunca habría estado bajo el mando de Michaela ni hubiera invertido tantos años de su vida trabajando para Esgrip como el resto de soldados.

Él no era un civil inútil ni un guerrillero con conocimientos básicos en el combate cuerpo a cuerpo, en la supervivencia o en el manejo de las armas blancas y de fuego. Él era un militar cuyos conocimientos en aquellas artes bélicas y de la supervivencia superaban a los conocimientos básicos de los guerrilleros. ¿Qué clase de soldado sería si sus conocimientos no superaran al de los perros de Braun? ¿Cómo podía dudar Michaela de sus habilidades frente a una mujer y un niño? Ella, en el pasado, antes de ser un alto mando de Esgrip y posteriormente la líder de Zodiaco, había sido un soldado más, como él y el resto de hombres y mujeres que estaban bajo su mandato y el de los altos mandos, ella sabía mejor que nadie como de cualificados estaban los soldados de Esgrip, qué clases de entrenamientos y misiones hacían en el pasado para aquella organización, si lo sabía... ¿Por qué dudar de sus habilidades ante un par de civiles? Realmente no le gustaba, en cierta forma se sentía herido.

—Entonces... —la voz de Nicole captó su atención de nuevo. — ¿Crees que puedes con una civil como yo? Me gustaría verlo, soldadito. —se burló la mujer tratando de hacerlo actuar imprudentemente.

El soldado escupió al suelo ante la mujer que se burlaba de sus capacidades, aquello fue la gota que colmó el vaso. No podía matarla, pero sí que podía herirla o golpearla, mientras estuviera viva no importaba como la tratase. Guardando el cuchillo de nuevo en su funda, el hombre se alejó del joven que tendido en el suelo apretaba los dientes aún soportando el dolor de su cuerpo, y alzando los puños se acercó a Nicole. Con unos rápidos pasos el hombre cargó con un grito de guerra ante la mujer localizada tranquilamente frente a él. Collins únicamente desvió con fuerza los puñetazos del soldado usando el dorso de sus manos a medida que retrocedía para guardar distancias con su atacante.

En un descuido de este, quien cegado por su orgullo herido hizo bastante predecible su próximo golpe, Nicole atrapó con rapidez su muñeca ejecutándole una llave que retorció el brazo del atacante hasta su límite, y sin detenerse ante su ofensiva empleó todas sus fuerzas en un único gancho alto que se precipitó con fuerza y violencia contra el codo del soldado. Como un animal salvaje el hombre gritó cuando sintió sus huesos quebrarse, retrocediendo varios pasos cuando su inutilizado brazo fue liberado de las garras de la tigresa. No fue capaz de reprimir en su mente la advertencia que Michaela le hizo acerca de aquella mujer.

—No cuestionaré en absoluto que tus conocimientos en el combate cuerpo a cuerpo sean superiores al de los conocimientos básicos de los guerrilleros, pero sin duda eres muy inferior a Michaela. —respondió fríamente mirando al hombre que había caído arrodillado al suelo. —Aun siendo un soldado con conocimientos superiores a los básicos y experiencia de combate sobre tus hombros, no deberías de subestimar a un oponente desconocido como es mi caso, soy una simple civil, tienes razón, pero, ¿qué sabes acerca de mí? Desde que era una niña he entrenado las artes marciales durante toda mi vida, incluso a día de hoy sigo entrenando mis habilidades con uno de los integrantes de mi grupo. Fui agente de policía de renombre en la comisaría en la que ejercía mi profesión en el pasado, por lo que también aprendí varias técnicas policiales de inmovilización, entre otras cosas, así como en mi carrera pude poner en muchas ocasiones a prueba mis conocimientos luchando contra criminales tocados de la cabeza que trataban de resistirse por todos los medios a la hora de someterse a la justicia.

El hombre apretó los dientes soportando la descarga eléctrica que le ocasionó el luchar por ponerse en pie con el brazo en el estado en el que estaba. Leo a su vez contemplaba desde la espalda del soldado a Nicole mientras la escuchaba atentamente.

—Estoy segura que en alguna ocasión habrás visto las habilidades de Michaela en el combate cuerpo a cuerpo, ¿verdad? Somos hermanastras, y al igual que yo, ella también entrenó las artes marciales desde pequeña, y aunque ella entró en el mundillo antes que yo, las dos entrenábamos juntas en combate casi reales, siempre nos hemos odiado, por lo que abusábamos de aquellos combates de entrenamientos para tratar de hacerlos lo más serios posibles con tal de escarmentarnos la una a la otra, aunque por la influencia de nuestro maestro, siempre teníamos que contenernos en cierta medida la una con la otra.

— ¿¡Qué coño quieres decir!? ¿¡A que viene soltarme toda esta mierda, mujer!? —exigió saber el alterado soldado ante la pasividad de su adversaria sin llegar a percatarse de cómo Leonard comenzaba a incorporarse en silencio.

—Sobreviví a Stone City, a esa catástrofe que tuvo lugar por la negligencia de Esgrip. Allí enfrenté por última vez a Michaela en un combate cuerpo a cuerpo a muerte, pero en aquella ocasión sus habilidades eran algo superiores a las mías, ella usa sus habilidades para matar y hacer daño a otras personas, mientras que yo uso mis habilidades para defender a otros y protegerme a mí misma, esa diferencia fue la que hizo que la balanza se pusiera del lado de Michaela durante aquel combate... Debido a eso no pude matarla en aquellos laboratorios de la organización, y a causa de ello está sucediendo todo esto, si yo la hubiera matado en aquel entonces... —Nicole guardó silencio un momento. —Pero ahora las cosas han cambiado.

— ¿¡Qué coño estás diciendo!? ¿¡Qué en comparación a ti soy débil!? ¿¡Que tus habilidades pueden rivalizar con las de Michaela!?

Nicole negó con la cabeza.

—No importa, solo quería demostrarte que no puedes ir de sobrado menospreciando a quien tengas delante, siempre puedes encontrarte a alguien mejor que tú y acabar por lamentar tus palabras. Es absurdo que te dijera eso, la lección no te servirá de nada, ya que vas a morir aquí. —respondió con un claro tono de indiferencia en su manera de hablar.

Cuando el soldado quiso replicar, un fuerte puntapié lo golpeó tras su rodilla obligándolo a arrodillarse de nuevo en el suelo. Ante la mirada despreocupada de Nicole la mano del joven Leonard tapó la boca del soldado instantes antes de que el filo de la navaja perforara su sien matándolo en el acto. Como un saco de patatas, el cadáver del soldado se derrumbó de cara al suelo.

— ¿¡Leonard, estás bien, cariño!? —se arrodilló frente al joven cuando se acercó a ella tras recoger de nuevo su Gladius. — ¿Te duele algo? —insistió palpándole el brazo y el estómago buscando algún tipo de molestia en el joven al daño recibido por aquel soldado.

Leonard se quedó embobado mirándola ante el repentino cambio de comportamiento que presentó su compañera, tras morir aquel soldado todo rastro de hostilidad y frialdad habían desaparecido de su mirada y su tono de voz.

—Mmm... No, estoy bien Nicole, no te preocupes. —respondió negando la cabeza.

—Me alegro, pero no deberías de haberte metido entre ese soldado y yo, podría haberte matado, a diferencia de mí no eres intocable, es mi vida la que le interesa realmente a Michaela, no la tuya —le recordó esta vez con un tono de reprimenda en sus palabras.

Leonard asintió en silencio acatando las palabras de la mujer que lo miraba con el ceño fruncido.

—Lo sé, debería de tener más cuidado. —el joven volteó la cabeza para ver el cadáver tras su espalda, y de nuevo miró a Nicole. —Aquello que dijiste al soldado de lo de no subestimar a tu oponente y tal... Lo decías por mí también, ¿verdad? —quiso saber clavando sus ojos en los de su compañera.

—Es posible. Ya has visto que aún armado con tu espada no has podido con él, por lo que podrías aplicarte a ti mismo la lección que le quise dar a ese tipo.

—Entiendo, lo tendré en cuenta a partir de ahora.

El dúo salió corriendo hacia su próximo objetivo antes de que los refuerzos que Michaela mandaría llegaran y los atraparan. No les costó demasiado tiempo llegar, ya que la fuerza militar que rondaba el lugar no era mucha, puesto que la mayoría se movían por las calles de la zona en la que la guardería se hallaba. Y ahí estaba, el gran y alto edificio de oficinas desde el que Michaela operaba, aunque lo que estaban contemplando era un lateral de este ocultos tras un conjunto de árboles.

—Mi señora, el objetivo ha escapado —comunicó uno de sus francotiradores a través de su walkie desde una ubicación en la que había podido observar la escena que se había desarrollado en las cercanías—. El soldado que tenía al niño no ha sido capaz de retenerla. Está muerto.

—Demasiado previsible… —contestó sin expresar el más ínfimo signo de decepción—. Hice bien en no enviar a nadie. No ha durado ni cinco minutos. ¿La tienes localizada?

—Se dirigen hacia la plaza.  

— ¿Has movilizado al resto de francotiradores? —consultó Michaela sin poder reprimir una formidable sonrisa victoriosa tras ser conocedora de aquella información.  

—Sí, todos están aquí, en las posiciones que nos indicó, excepto el que usted dejó fuera de la operación. Tenemos la plaza acordonada.

—Perfecto.

Moviéndose entre la maleza llegaron en seguida a la plaza, en donde hacía unas horas había tenido lugar el juego del ahorcado de Michaela y había estallado aquella granada que alguien tiró, llenando aquel lugar de cadáveres que se esparcían aquí y allá por la plaza. Leonard le preguntó a Nicole sobre lo que sucedió en aquel lugar tras identificar el cadáver de uno de los tres miembros del alto mando, Anna. Mientras buscaban por el suelo, entre los cadáveres, Nicole le comentó todo lo que sucedió en aquel lugar.

Finalmente encontraron bajo el cadáver de un hombre obeso que falleció por un apuñalamiento de arma blanca entre ceja y ceja, una tapa metálica que servía de entrada a las alcantarillas. Entre los dos, tras apartar el cadáver la levantaron un poco dejándola mal colocada, con una pequeña abertura para abrirla con solo arrastrarla hacia un lado y con el propósito de que a simple vista no se notara que estaba abierta, así nadie sospecharía de lo que sucedía, a pesar de que nadie se encontraba en la zona, ya que Michaela y toda su gente debían de estar ocupados buscándolos a ellos dos, así como a los compañeros de Nicole, y dando caza a los guerrilleros que aún pudieran quedar con vida.

 Tras dejar la salida preparada, Nicole y Leo entraron en un pequeño kiosco que vendía revistas, chucherías y otras cosas a la gente que visitaba tiempo atrás aquella plaza. La zona frontal por donde se asomaba el dueño del puesto para atender a los clientes estaba casi cerrada del todo por una cortina metálica que tan solo permanecía subida un par de dedos, dejando una pequeña rendija para ver el exterior.

El dúo trató de acceder al kiosco por la puerta trasera, pero al rodear el establecimiento, sus pies se detuvieron al contemplar una escena inusual junto a la puerta. Un hombre yacía tumbado en el suelo, en si no sería muy extraño puesto que ya habían visto otros muchos cadáveres por la zona, solo que este tenía la peculiaridad de que únicamente estaba ataviado con unos calzoncillos de lunares rojos.  

— ¿Una necrófila? —sugirió Nicole, sin poder evitar pensar en la demente de su hermanastra. Aunque por supuesto, ella no habría sido, pero en cuanto a actos dementes se refiere... —Que muerte tan indigna, pero a saber qué clase de persona sería este tipo, trabajando para Michaela seguramente se merecería morir de esta forma.

— ¿Necrófila? También pudo ser un necrófilo, ¿no? Aquí muchos soldados presumen de su entrepierna y su hombría, pero apostaría a que a muchos les gusta darse por culo.

— ¡Niño, esa lengua! —le riñó la mujer a su lado dándole un golpe con la palma de la mano en la nuca que obligó al joven a asentir involuntariamente.

— ¡Oye! ¡¿A que vino eso!? —preguntó Leo en un tono molesto ante el gesto realizado por su compañera adulta. No obstante, no continuó relatando al ver el ceño fruncido de Nicole. —Vale, vale, lo siento... Solo estaba dando mi punto de vista. Al fin y al cabo, hay pocas mujeres soldado, y a las civiles y a las guerrilleras no se las puede tocar, bueno, a las civiles solteras todavía, pero en general también son intocables, así que... es una opción también posible, ¿no? ¿Cómo decía eso? ¿En tiempos de guerra todo agujero es trinchera? —Preguntó frotándose la barbilla tratando de recordar aquel dicho—. Sí, creo que es así.

—Vaya cosas más vulgares aprendiste aquí… Venga, dejemos el tema y vayamos dentro —sugirió Collins empujando al chico al interior del establecimiento molesta por la manera tan vulgar en la que se había expresado aquel renacuajo de catorce años.

 — ¿Qué hacemos aquí escondidos? —preguntó Leo a su adulta acompañante.

 —Leo, a los efectos de la rebelión no creo que le queden mucho para terminar y que todo vuelva a la normalidad en este sitio, cada vez son menos los gritos y disparos que escucho, puede ser porque está llegando a su fin o bien porque nos estamos alejando de las masas de soldados y guerrilleros. Tengo que darme prisa en encontrar a mis amigos y traerlos aquí, pero no puedo hacerlo sin ponerte en peligro, y necesito sacarte de aquí sano y salvo. Por eso necesito que te quedes aquí a salvo, oculto tras el mostrador y vigiles por la rendija que ha dejado la cortina metálica si venimos para salir todos de aquí.

 A Leo no le hacía mucha gracia, quería ayudar a Nicole, no mantenerse al margen, por lo que intentando no darle problemas a aquella mujer aceptó un poco a regañadientes a quedarse allí esperando a que ella volviera con el resto.

 —¿Quieres que te deje mi Gladius? —le ofreció colocando la mano en el cabezal de la empuñadura de aquella espada corta.

 —No, prefiero que te la quedes tú por si pasara algo, yo tengo mi Kukri, no te preocupes. —Nicole se agachó en el suelo junto al joven —Solo espérame aquí, tardaré lo menos posible ¿vale?

 El joven asintió en silencio.

—Por favor, ten cuidado. —le pidió este preocupándose por ella.

 Nicole sonrió y después le besó en la frente agradeciendo con aquel gesto la preocupación que el joven mostraba hacia ella.

—Lo tendré, no te preocupes. Te prometo que volveré y nos marcharemos de este sitio los dos junto con mis compañeros. Hasta entonces, espérame aquí —le respondió Nicole acariciándole la cabeza alborotando sus cabellos.

 Tras responderle su compañera, el joven con una sonrisa asintió con la cabeza y vio a Nicole marcharse dejándolo allí oculto esperando a su regreso y al de sus amigos. Finalmente, una vez volvieran, podrían escapar para siempre de las garras de Michaela y él comenzaría una nueva vida junto con Nicole y los demás.

En cuanto cerró la puerta de aquel kiosco que serviría de refugio al chico, la faceta maternal de Nicole volvió a ocultarse para prestar espacio a su olfato policial. Cierto era que no dudó en conceder a su memoria un último reflejo de su preocupación por el bienestar de Leonard, pero en aquellos instantes, había otras vidas civiles que requerían de su atención. No podía permitir que sus amigos muriesen en aquella ratonera a la que les había conducido. No se lo perdonaría jamás durante el resto de su miserable vida, si es que sobrevivía para volver a sentir la luz del sol acariciar su piel. Debía encontrarles.

Su meditación acerca del lugar en el que podían hallarse no fue muy fructífera. El abanico de posibilidades que se presentaba era demasiado amplio como para examinarlo completamente. La base no era precisamente un cubículo sencillo de explorar ni se hallaba liberada de la estricta vigilancia de Michaela, además de que sus compañeros podían incluso haber sido atrapados. Su actuación estaba muy limitada, pero no podía rendirse. Necesitaba aclarar sus pensamientos.

En ello cavilaba cuando se percató nuevamente del inmenso cúmulo de cadáveres que había sucumbido ante el poder destructivo de la granada en plaza. No sabía quién la había lanzado ni cómo había conseguido hacerlo, pero les había rescatado de la miseria del ahorcado y ejecutado una maravillosa jugada frente a las férreas defensas de su hermanastra. No podía estar más que eternamente agradecida a su salvador anónimo.

Fue en el momento en que contempló el walkie en el cinturón de uno de los muertos cuando una idea surgió de su enmarañado cerebro. Si a alguno de sus compañeros se le había ocurrido apropiarse de alguno de los walkie talkies que los soldados portaban, sería capaz de comunicarse con ellos y averiguar donde se encontraban al mismo tiempo que controlaba la posición de los enemigos que andaban tras su caza. Nicole se maldijo a sí misma por no haber sido consciente de un hecho tan obvio desde el principio mientras recogía uno de los aparatos.

Comenzó a girar el dial tratando de captar alguna señal, y en cuestión de segundos, un gutural sonido, casi vomitivo, penetró en sus oídos.

—Hola, Nicoleta.

La reconoció al instante. ¿Cómo no iba a reconocer el canto del mismísimo diablo?

—Michaela…

—Ay, ¿te puedes creer que ya echaba de menos tu voz de engreída, hermanita? ¿Qué tal tu paseo por mis dominios? ¿Te gustaron las vistas?

—Que te den por el puto culo, Michaela.

—Que agresividad… No te recordaba tan violenta, jovencita —le reprochó con un tono más irónico que autoritario.

Tras aquel comentario se produjo una pausa estremecedora. La mano de Nicole que portaba el walkie se petrifico sobre sus labios mientras sus músculos se agitaban y su pulso desaparecía completamente. Una sensación que había desechado muchos años atrás la estaba invadiendo de nuevo. Sed de sangre… Era como si un animal tomase posesión de su ser, como una pantera embravecida que se prepara para despedazar a su víctima hasta que no quede ni un ápice de lo que un día su alma fue. Desde su fortaleza, Michaela escuchaba con plena atención la respiración salvaje de Nicole, expectante. Sabía lo que le estaba sucediendo, y ansiaba por presenciarlo en persona.

— ¿Michaela?

—Dime, Nicole.

—Voy a matarte.

—Lo dudo, pero oye, soñar es gratis —le contestó exhibiendo pura felicidad en su expresión sarcástica—. En fin, te estarás preguntando por qué te he llamado.

—Me importa una mierda, sinceramente.  

—Vamos, deja a un lado ese comportamiento tan impropio de ti, Nicoleta. Estoy intentando hablar contigo, pero no me lo estás…

— ¡Zorra! ¡Hija de puta! —la interrumpió entre gritos mientras experimentaba como su ira la corroía a través de cada palabra que articulaba aquella mujer.

— ¿Te gusta el ajedrez, Nicole? —Le preguntó ignorando sin esfuerzo su fiera agresividad—. Tengo preparado un último juego, solo para ti y para mí, y no me gustaría que la noche terminara sin llevarlo a cabo. Después de todo, eres mi invitada especial.

—Si piensas que voy a jugar a otra de tus mierdas…

—Oh, cariño, jugarás. Te puedo asegurar desde lo más profundo de mi corazón que jugarás —le encajó su soberbia como la hoja de una afilada espada.

Un francotirador desveló el resplandor de la retícula de su rifle en la frente de la maltratada Nicole, revelando sin temor la ubicación desde la que amenazaba su integridad. Dispuesta a no adentrarse en el radio de la cobardía, la joven se incorporó rauda para asestar a aquel gilipollas una expresión de desafío.

—Adelante, vuélame la cabeza —ordenó al tirador alzando sus brazos jactanciosa—. Vamos, ¿a qué esperas? Vuélame la puta cabeza, capullo.

—Nicole, ese hombretón no es para ti…

Un trío de francotiradores surgió de entre sus elevadas posiciones para socorrer al camarada amenazado, pero ninguno de ellos mostró pretensión de asesinarla, sino que todos dirigieron al unísono sus armas hacia un emplazamiento en concreto. Su corazón se detuvo petrificado como si acabara de ser profundamente apuñalada. Los cuatro francotiradores apuntaban en dirección al kiosco. Lo sabía. Aquella zorra lo sabía.

— ¿Esperabas mantenerlo escondido, Nicoleta? ¿En serio? —Asestó su pregunta con un ápice de sorpresa en su infecta lengua—. Estás luchando en mi territorio. ¿Necesitas que te recuerde lo que eso significa? Siempre he sabido lo que hacías, Nicole. Siempre he sabido donde ibas. Has matado lo que yo te he dejado matar, has hecho lo que yo te he dejado hacer y has ido a donde yo te he dejado ir, y por eso estás aquí. No eres más que una infeliz e inocente marioneta que pensaba que podía escapar de su titiritero, pero has permanecido amarrada a mis dedos durante todo este tiempo. Y ahora, mi marioneta va a venir a mi castillo, o su pequeño engreído morirá.

Todo el rencor e ira que había brotado de su corazón se había marchitado instantáneamente al volver a desencadenarse la faceta maternal de Nicole. Su prioridad ya no era hacer gritar a su hermanastra de sufrimiento hasta que su garganta se quebrase, sino proteger a Leonard. Aquel chico no podía morir. No quería añadir su cuerpo sin vida a la larga lista de errores acumulados de aquella noche. Sin embargo, tampoco podía arrodillarse con tal facilidad a los placeres de la reina sin ejercer un mínimo de presión.

—Dices que lo controlas todo, ¿no? Entonces, lo de la granada también formaba parte de tu plan, ¿verdad? Hermanita, deja de inventarte basura para amedrentarme, porque estoy ya harta de escucharla.

Michaela se mordió el labio irritada porque hubiese sido capaz de encontrar una debilidad a la que atacar. Se dispuso a continuar con la conversación, pero el resurgir de una voz repleta de autoconfianza se lo impidió.

—Iré a tu edificio y jugaré a tu jueguecito del ajedrez. Voy a caminar directamente hacia una trampa más que evidente, ¿y sabes qué? No me importa. ¿Tú no querías enfrentarte a mí? Pues aquí tienes a Nicole Collins, enterita para ti, para todo tu placer…, si es que realmente tienes los cojones necesarios para vencerme y reclamarme de tu posesión, porque hasta el momento lo único que has hecho es presumir, pero acción poca. Eres igual que un hombre… 

Permaneció nerviosa aguardando una contestación irónica que destrozase su arrebato, pero la emisión del transmisor fue tan áspera que Michaela casi parecía imperceptible.

—Última planta. Sabes dónde está mi despacho. Y nada de armas de fuego, o les ordenaré disparar de inmediato.

Aquel mensaje cortó la comunicación. Nicole respiró profundamente sintiéndose victoriosa de aquella batalla verbal. Aunque temía que aquel arrebato le supondría consecuencias, estaba cansada de permitir que la manipulasen. Su hermanastra también sufría de sus fracturas, y no la iba a derrotar si no atacaba hacia ellas. Observó con decisión a los francotiradores y al kiosco en el que Leo se refugiaba ajeno a la situación antes de aventurarse a adentrarse en la casa del terror de la reina malvada.  

—No te preocupes, cariño. Volveré cuando le haya cortado el cuello.

— ¿Le queda mucho, Mike? Estoy hasta el coño de esperar —protestó Lilith reflejando el odio que sentía hacía la situación en la que se hallaban inmersos a través de su voz ponzoñosa y su postura intranquila.

—Está a un par de calles de aquí. Un poco de paciencia —suplicó su novio esforzando por no enredarse nuevamente en el tejido de una discusión que no les favorecería en absoluto—. Sí, sí, sigo aquí. Ahora gira a la derecha…

—En fin… —se resignó esta evadiendo su atención hacia el fondo del supermercado, donde Hugo y Robi continuaban inmersos entre estantes analizando aquellos alimentos que les serían de mayor utilidad en la auténtica supervivencia que les aguardaba—. ¿Cómo vais?

—La verdad es que nos está viniendo bien el tiempo extra —comunicó satisfecho el rubio—. Con la comida que estamos cogiendo podríamos aguantar al menos un mes en el exterior. Creo… Espero…

—De poco nos servirá si el tiempo extra nos hace acabar colgados de un gancho —espetó sin disimulo alguno en la mortífera mirada que le asestó a Adán, quien la ignoró con suma facilidad.

La tensión que suponía la constante amenaza de una guerra interna aumentó cuando Beatrix, quien se hallaba junto a unos anaqueles cercanos a la puerta de entrada apoyando en la tarea de recolección vislumbró a través de una ventana una figura avanzando hacia el supermercado a la que reconoció en cuestión de segundos pese a encontrarse sumergida en la penumbra de la noche. Su respiración se entrecortó al tiempo que sentía como sus brazos se entumecían ante el temor que comenzó a recorrer su espina dorsal como si de una impresión fantasmal se tratase. Fue veloz e inteligente decidiendo correr antes de que el miedo afectase también a sus piernas. Correr hacia la única persona que podría protegerla de aquel ser maligno.

—¡¡¡Lilith!!! ¡¡¡Viene Fox!!! ¡¡¡Viene Fox!!!

—¡¡¡No me jodas!!! —maldijo esta transformando instantáneamente su nerviosismo en una vorágine implacable—. ¡¡¡No, joder, no!!!

— ¡Rápido, esconderos! —ordenó Mike corriendo junto con sus compañeros en dirección al escondite que podía proporcionar el mostrador del local bañado por la oscuridad. Hugo y Robi trataron de reunirse con ellos, pero el sonido de la campana que advertía la apertura de la puerta de entrada les disuadió.

—Shhh, silencio absoluto… —indicó el melenas al chico ocultándose ambos tras un estante de productos alimenticios.   

Impregnando autoridad en sus pasos, Fox se adentró en el supermercado empuñando con firmeza su subfusil mientras analizaba el apagado lugar con sutileza. Las respiraciones de todos los camuflados se quebraron como si un tempano hubiese crujido bajo el calzado del soldado. Mantuvieron el aliento rogando porque no aniquilase toda esperanza de huir descubriéndoles, pero en el semblante de Steve ya se había marcado una prominente sonrisa.

—No tiene sentido que os escondáis. Sé que estáis aquí. Yo también sé seguir instrucciones —anunció elevando su walkie como símbolo de victoria—. Ha sido una noche dura. No solo por el hecho de que tenía que crear la oportunidad, sino porque me habéis obligado a remover cielo y tierra para encontraros. Se nota que tenéis unos buenos genes, peeero... ya sabéis que papá siempre gana al juego del escondite.

Lilith observó a Mike aguardando alguna clase de reacción sorpresiva, pero era tal el pánico que el intruso infundía que ni siquiera se inmutó ante la revelación.

—Chicas, sabéis que soy un hombre de paz. Os lo he dicho muchas veces. Sé que no he hecho muchas cosas bien, pero jamás pensé que fuésemos a llegar hasta este punto —pronunció Fox frotando pensativo su frente—. Todo lo que he hecho, desde que nacisteis, ha sido por vosotras dos, y me lo habéis pagado con el mayor desprecio posible. Debería estar enfadado, chicas… No, debería estar colérico, sentir rabia por cada uno de mis costados, peeero… no lo estoy, así que voy a daros la oportunidad de que salgáis tranquilamente de donde sea que estéis, me abracéis y me prometáis que recuperaremos todo el tiempo perdido. No quiero usar la violencia. Os lo pido por favor. No me hagáis usar la violencia.

Aquel discurso sí que alentó a Mike a lanzar a su novia una mirada de desconcierto, al igual que Adán, quien parecía rogarle que obedecieran sus exigencias. Sin embargo, Lilith se mantuvo embravecida tragando con torpeza saliva y enlazando su mano a la de su hermana. Lo tenía más que claro. Antes la muerte.

— ¿No? Lo suponía —habló tras unos segundos ante la desobediencia mientras se desplazaba hasta un estante específico—. Seguro que esto ha sido tu decisión, Jane. Siempre fuiste la más testaruda… Bien, que caiga sobre tu conciencia.

Con una improvista patada lateral, el estante en cuestión se derrumbó estrepitosamente. Ni Hugo ni Robi, que se hallaban escondidos en el pasillo contiguo, se percataron de lo que aquella actuación supondría para sus vidas hasta que casi fue inevitable. 

— ¡Apártate! —exclamó Robi empujando a Hugo en un acto reflejo, precipitándole fuera de la zona. El rubio tropezó y se desplomó al perder el equilibrio a la par que observaba impotente a su salvador ser completamente sepultado bajo media docena de anaqueles. 

Aún dolorido, se arrastró hasta el estante derribado e intentó levantarlo con toda la energía que le quedaba en el cuerpo, pero era demasiado pesado para él solo. No iba a ceder. Robi iba a morir ahogado ahí abajo. Lo sabía. Era evidente, por mucho que intentase evitarlo. Y cuando visualizó a Fox apuntándole con una tranquilidad casi sobrehumana con su subfusil supo que su condición de mosquetero no le iba a salvar aquella vez, que su muerte solo sería una más dentro de una gran lista fácilmente justificable. Supo que él sería el siguiente.

—Vaya, vaya, no esperaba que precisamente tú estuvieras aquí. Pobre Michaela. Su criterio a la hora de escoger personas leales es prácticamente nulo. 

—Fox, yo…

El ruego nunca cumplió su propósito. Una ráfaga se expandió por el ambiente como un eco ensordecedor. Hugo se derrumbó sintiendo cálidos ríos de sangre brotar desde su pecho para deslizarse suavemente hasta sus dedos, y más allá. Acababa de morir.

—¡¡¡Para!!! —exclamó entre sollozos un grito de rendición. Fox reorientó su atención hacia la fuente de aquel sonido y la vio instantáneamente. Una niña junto al mostrador con los brazos en alto y el rostro desencajado, provocados probablemente por un miedo que él concebía como un auténtico sin sentido—. ¡Papá, soy yo! ¡Soy yo! ¡Para, por favor!

Mike y Adán intercambiaron una mirada de horror desde su escondrijo ante el movimiento realizado por la pequeña, pero no su hermana, quien se apreciaba demasiado serena ante este. Ella era plenamente consciente de que siempre había sido el ojito derecho de su padre, así como de que podían aprovechar ese aspecto a su favor. Pretendía distraerlo. Por eso se había arriesgado a exponerse de una manera tan irracional. Debía utilizar mejor que nunca su cerebro para idear una estratagema que los sacase de allí mientras tanto, y el fracaso no era una opción viable. No iba a permitir que aquel monstruo se apoderase nuevamente de su hermana.

—Oh, cariño… Sigues siendo tan valiente como te recordaba —enunció Fox con melancolía esforzándose por concentrar su visión en el rostro de su pequeña—. Pero ya es tarde. Este chico ya no puede ser salvado, no con estas heridas. El tiempo, cariño… El tiempo siempre es el factor más importante en la vida de una persona. Recuérdalo, mi niña.  

Antes de que su hija pudiese atacarle con otro improvisado ruego, un feroz disparo segó la vida de Hugo atravesando impío su cráneo. Los músculos de la chica se petrificaron tras sentir aquel perforador sonido inundando el supermercado. Una lágrima trató de caer por su mejilla, pero nunca escapó de su ojo. Parecía que ni siquiera sus lágrimas se atrevían a enfrentarse a ese hombre. Ese al que durante años había llamado papá. Ese que se acercaba a devorarla como un terremoto que ya era imparable.

Tras meditar la situación con rapidez, Beatrix se alejó del mostrador para que no descubriera al resto de sus compañeros. En cuanto hubo recortado la distancia suficiente con su agresor, un brazo la apresó para fundirse en un tierno y represivo abrazo con ella.

— ¡Por Dios, hija! No sabes cuánto te he echado de menos, cariño. Más de un año pensando que estabas muerta… No vuelvas a hacerme esto nunca, ¿me oyes? ¡Nunca!  

Testigo de aquella repulsiva escena, Lilith pensó que podría aprovechar la inexistente defensa de su padre en tales instantes para superarle en inteligencia. Sin mediar palabra alguna con su chico, le cedió la mochila con la que cargaba, se subió al mostrador con un ágil salto y se lanzó hacia la espalda de Fox con el hacha en mano. La velocidad con la que el soldado contraatacó a su propia hija con una patada directa a su pecho fue tal que ni la violentada podía describirla.  Mike necesitó ser contenido por Adán para no revelarse fatalmente cuando escuchó a su novia retumbar el suelo en su caída. Aunque el riesgo asumido por Lilith solo había sido un golpe, a él lo mataría sin dudarlo.    

—Aquí está la causante de todo esto —aulló señalándola acusativo con el dedo mientras se retorcía dolorida—. Veo que sigues sin aprender la lección básica. Eres mi hija. ¡Mía! No puedes escapar de tu padre. Ni siquiera tiene sentido que lo hagas. Eres tan testaruda como tu difunta madre.

Alcanzó la intersección más cercana a su posición y comprobó que ningún soldado se hallaba en las inmediaciones para sorprenderla. Inmediatamente después, observó el poste con la señal que indicaba la calle en la que se encontraba.

—Avenida Wallace… ¿Pero no he estado ya aquí?

Tenía que reconocerlo. Se había perdido. En ningún momento se había imaginado aquel sitio como un laberinto que iba a tornarse tan intrincado. Al fin y al cabo, solo era una parte más de la ciudad que había sido encarcelada para satisfacer los placeres de la zorra que la dirigía. Sentía que sus piernas se desplazaban en círculo sin sentido ni orientación, torturando a su ya agotado cerebro. Hasta el momento había tenido suerte de que nadie hubiese descubierto su verdadera identidad, pero su fortuna no iba a ser eterna. Debía encontrar a sus compañeros, una salida, algo que evitase que el riesgo en el que se había sumergido fuese en vano. 

Entre todo el devaneo que la rondaba, Alice acabó visualizando un enemigo que atrapó su atención. Rauda, se ocultó tras un bloque de viviendas para mantenerle vigilado sin arriesgarse a que la descubriese. No tardó en percatarse de que se trataba de un combatiente que caminaba cargando con otra persona que parecía inconsciente. Con la escasa iluminación que el cielo de la noche le proporcionaba no podía adivinar de quién se trataba el noqueado, pero una farola que iluminó su rostro durante unos segundos resolvió su intriga. Aquel inconsciente no era otro que su compañera Maya.

La chica de los proyectos analizó con rapidez su entorno. Si atravesaba el callejón que estaba junto a ella, alcanzaría la parte de la avenida que cruzaría aquel sujeto con unos segundos de ventaja para poder tenderle una emboscada. Por fin se había presentado su oportunidad. Cargó con su rifle y corrió hacia el callejón suplicando que aquel arrebato de valentía por fin mejorase la infernal noche que sufrían.

— ¿Sabes? Michaela va a estar muy, pero que muy sorprendida cuando te vea, pequeño toro. Me haces ir hasta allí, decirle que te han volado la cabeza de un disparo, y cuando vuelvo, ¡zasca!, resulta que estás como si acabaras de maquillarte. No tengo ni idea de qué cojones ha pasado, ni me interesa, pero es un auténtico alivio. Puede que hasta me agradezca que te dejara morir, aunque eso en realidad no fuese culpa mía. Con esta mujer es imposible saber por dónde…

— ¡Quieto, capullo!

Sus pasos se detuvieron al llegar a la entrada de aquella alta edificación cubierta de cristaleras, coronada por una deslumbrante luna llena en el cielo nocturno. Allí, en lo más alto de la edificación se encontraba la morada de Michaela, lugar en la que esta se encontraba esperándola. Como si de una divinidad se tratara, la líder de Zodiaco dirigía su imperio observando desde las alturas lo que hacían sus subordinados y los civiles que vivían en sus dominios. No iba a negarlo, dentro de ella se estaba desencadenando una serie de sentimientos tan negativos como el miedo, la indecisión y el odio hacia la figura de la todopoderosa reina de Zodiaco y su inminente encuentro con esta.

Tenía miedo de morir y no poder salvar a Leonard ni a sus compañeros. El kiosco que había concebido como una seguridad para el chico había resultado ser una bomba de relojería que podía estallar en cualquier momento, lo cual no ayudaba a tranquilizar su estado. Por otra parte, su fiel compañera desde que había aterrizado en el imperio de Michaela, la impotencia, aún la acompañaba. Se estaba adentrando directamente en la mayor trampa de su juego, e incluso se lo había escupido a la autora de este en su propia cara, pero a pesar de ella, iba a entrar. Debía luchar. Finalmente, el odio que alimentaba su sed de venganza por todo el daño que había hecho aquella mujer a ella y a sus compañeros a lo largo del día, desde que había comenzado con Florr y Crow muriendo a manos de Fox y sus soldados, además del secuestro de Puma y el robo de los artefactos arrebatados por Payne de los que Michaela se había hecho poseedora.

Una brisa nocturna levantó el polvo del suelo a sus pies, y sin más dilación, dio su primer paso hacia la puerta del edificio de oficinas en el que aquel demonio la esperaba. Con ambas manos abrió la puerta del edificio para introducirse en su interior. A su izquierda, la puerta que llevaba al área de entrenamiento de las instalaciones subterráneas de Zodiaco permanecía cerrada con candado. Las luces estaban apagadas, aunque eso ya lo sabía mirándolo desde el exterior. Únicamente le había parecido percibir una tenue luz proveniente del despacho de Michaela. No solo estaba todo apagado, además estaba todo en silencio, parecía que no había absolutamente nadie en todo el edificio a excepción de la propia Michaela, probablemente hubiera mandado a los soldados que se encargaban de proteger el edificio al exterior a buscarla a ella y a sus compañeros, a asesinar a los guerrilleros que aún permanecieran con vida, o incluso a encontrar a los que habían tirado la granada y matado a Anna. Fuese como fuese, no sentía ninguna presencia. Pero ese hecho cambió rápidamente.

En cuanto avanzó unos pasos, chocó con un objeto que no había divisado desde la distancia. Nicole ahogó un grito de terror cuando su mente fue consciente de lo que la penumbra ocultaba. Un cadáver de mujer con el cráneo destrozado colgaba del techo a través de alguna especie de polea improvisada, balanceándose silenciosa. Gotas de sangre impactaban rítmicamente desde los restos de su cerebro quebrando el silencio de la sala. La primera jugada de Michaela acababa de hacer acto de presencia.

Concentrada en el regular goteo, Nicole percibió un elemento inusual en el suelo, y se agachó para examinarlo. Agudizó sus ojos entre la oscuridad para distinguir su naturaleza. Parecía una línea generada por una mancha, y pese a que su vista se hallaba mermada por el ambiente, el olor era inconfundible. Sangre... Una línea formada con sangre presente junto a la muerta. No podía ser una casualidad. Alguien la había dibujado, por algún motivo que desconocía.

No tardó en percatarse de que aquella sangre continuaba extendiéndose de forma lineal por la estancia. Con precaución, avanzó a través de la negrura asegurándose de que el rastro de la línea no se escapaba de su percepción hasta que su conducción finalizó en una pared concreta. Tras incorporarse, observó un tablón colgado que estremeció al instante sus sentidos.

Clavadas en el corcho, múltiples fotografías se extendían cubriendo la totalidad del espacio disponible, revelando a Nicole el grado enfermizo de control que su hermanastra podía alcanzar. En el centro, el cuadro formado por sus amigos destacaba en la colección. Davis, Kyle, Débora, M.A, Alice, Puma, Inma, Maya, Eva, Adán, Johnny, Ley, Dyssidia, e incluso Nait y Selene, los cuales habían fallecido antes de su llegada al hospital, se encontraban allí. A un lado, las figuras de Alan, Emi y Moris resaltaban entre un grupo de fotografías de agentes de la ley que habían trabajado como compañeros suyos durante la tragedia sucedida en Stone City o la investigación en el caso de los niños desaparecidos. En la parte inferior se encontraban cinco imágenes junto a un papel en el que se podía leer “especiales”. Alice, Puma, Maya, Matt y… Ashley.

— ¡Hija de puta! —chilló al límite de su resistencia estampando un puñetazo en el tablón, que se desplomó esparciendo las fotos por el suelo—. ¡Que te jodan! ¡¡Que le jodan a tu control, que les jodan a tus trampas, que les jodan a tus juegos mentales y que le jodan a tu maldita mente enferma!! ¡¡¡Que te jodan, Michaela!!!

Más liberada de la tensión que ese demonio le causaba, y dispuesta a no volver a arrastrarse hacia ninguna de aquellas trampas que intentaban mermar su fortaleza, caminó con paso firme en dirección a las escaleras.     

Después de haber atravesado casi la mitad del terreno de la base, lo divisó. A pesar de haber sido forzada a realizar la última parte del trayecto empleando unas indicaciones más que difusas tras la desaparición repentina del chico del walkie, lo había localizado. Aquello era, sin lugar a duda, un supermercado. Sin embargo, el inesperado silencio del transmisor y la oscuridad que inundaba el interior no aguardaba presagios demasiado optimistas.

 Eva cruzó veloz la calle asegurándose de que ningún enemigo la estuviese observando desde la lejanía y se parapetó junto a la entrada del comercio, cuidadosa porque la puerta automática no se abriese y revelase su intrusión.  

El juego de sombras de la estancia no le impidió distinguir desde el cristal el escenario que se desarrollaba. Una niña siendo fuertemente apresada por un tipo corpulento, una adolescente junto a ellos tratando de incorporarse mientras agarraba su estómago con una mueca de dolor, y detrás del mostrador, resguardado junto a otro joven, lo reconoció. Allí estaba Adán…

  Y aunque la presencia de su hermano ante el riesgo generado por la situación debería haber cautivado por completo su atención, sorprendentemente, fue el agresor quien la hipnotizó. Fox, el protagonista de aquel absurdo teatro, aquel cabronazo que merecía un círculo propio en las entrañas del infierno, practicando su pasatiempo favorito. Aterrorizar niños.  

—Ahora me vais a escuchar, las dos, y me vais a hacer caso. Vamos a salir por esa puerta, y vamos a ir los tres juntos a la escuela, donde están los civiles, y os vais a quedar con ellos hasta que todo esto acabe, que es lo que tendríais que haber hecho desde el primer momento. Y esta vez os garantizo que no vais a volver a tomarme el pelo. Papá todavía tiene cosas que hacer, y lo último que necesita son más molestias vuestras. A partir de ahora, volveremos a ser la familia que me habéis negado durante casi dos años. ¿Lo habéis entendido?  

Eva, sin permitirse al odio nublar su mente, ideó con rapidez una estrategia útil para abrir un combate contra Steve. La primera herramienta que se presentó ante ella fue su pistola, pero la descartó en cuanto recordó que no le quedaban balas. El cuchillo podría haber resultado en una opción viable, pero la distancia que le separaba de su oponente era demasiada como para lograr incapacitarle antes de que la fusilase con su rifle. Desplazarse sigilosa usando los estantes habría sido la decisión más acertada si el más cercano a su posición no se hubiese hallado derribado. Le sería imposible alcanzar el segundo sin que la descubriese.

 Fue entonces cuando descubrió una silla de madera en el interior del supermercado junto a la zona exterior del mostrador, muy cercana a la entrada. No sabía qué hacía allí ni cuál era su propósito, pero Eva agradeció internamente a quien hubiese creado el que iba a ser su primer ataque en el campo de batalla.

Nicole comenzó a ascender por las escaleras, recordaba cual era el despacho de Michaela, ya había estado allí horas antes con Adán. Finalmente, halló la puerta al despacho cerrada, no pudo evitar colocar inconscientemente la mano sobre la empuñadura del Kukri que descansaba en su funda atado a la cintura de la joven mujer. En mitad de la puerta había un pequeño pedazo de papel pegado a esta por un trozo de cinta aislante que la primera vez que fue a aquel despacho allí no estaba. “Ahora mismo me encuentro concentrada haciendo algo. Por favor, llama a la puerta antes de entrar. Gracias.” Aquello estaba allí escrito por un bolígrafo de color azul, solicitando la educación de Collins para no interrumpir aquello en lo que su hermanastra estuviera concentrada. Nicole suspiró ante la petición y se acercó lentamente hacia la puerta tras tomarse unos instantes viendo el mensaje con escepticismo.

Michaela estaba sentada en una silla ligeramente inclinada hacia delante, contemplando el tablero de ajedrez colocado sobre una pequeña mesa redonda de cristal. Sobre el tablero se encontraban piezas negras y blancas colocadas cada una de manera distinta, dando a entender que era una partida ya empezada. En la otra silla, situada al otro lado de la mesa, no había nadie, el día anterior aquel lugar había pertenecido a Fox, con quien había dejado aquella partida sin terminar. No obstante, la mujer de oscuros cabellos no necesitaba contrincante alguno para mover piezas tanto del bando de las blancas como de las negras. Sumergida en su mundo interior, contemplando aquel tablero y aquellas piezas en representación de aquel extraño mundo que tenía en su cabeza. Sabía que a simple vista parecía estar jugando sola, pero eso no era cierto, ella tenía un contrincante en ese preciso momento, siempre lo había tenido, el destino.

Michaela alargó la mano hacia su alfil negro para sacarlo del tablero, alfil que en aquel mundo del tablero era la representación del fallecido Braun y de los guerrilleros que osaron traicionarla. Tras sacar la pieza del tablero, dirigió la mano hacia uno de sus caballos, el cual representaba a sus tres mosqueteros. Barbie estaba muerta, Dani y Hugo desaparecidos, incluso era posible que estuvieran muertos. Fuera como fuese, no tenía información alguna de ninguno de los dos, por lo que decidió retirar el caballo del tablero para trasladarlo al cementerio de piezas negras. Por último, agarró su única torre negra, representación de sus tres altos mandos y sus propios ejércitos, en esta ocasión la acción fue distinta y únicamente la hizo retroceder varias casillas alejándola más de las piezas blancas en representación a la muerte del alto mando Anna y a los soldados que habían muerto del grupo de esta o de Fox y Marcus.

Michaela echó un vistazo a las piezas blancas que se encontraban en el cementerio. Un rey en representación al desaparecido Puma, una torre ocupando el papel de Davis, al cual tenía prisionero, y por último, un alfil que encarnaba a Maya, quien desgraciadamente, según Marcus, había muerto causa de un inepto francotirador que había decidido pensar y actuar por sí mismo. Además, había varios peones. La otra torre blanca, sin embargo, permanecía en el tablero, pues sabía gracias a la información del alto mando Fox que Eva se encontraba deambulando por la base, probablemente buscando al llorica de su hermanito. Michaela había sacado del tablero dos de sus piezas negras, el alfil y el caballo, y había hecho retroceder a su poderosa torre. No obstante, no tenía nada de lo que temer, aún dominaba la situación. Tal era su concentración en el mundo del tablero que prácticamente ni se inmutó cuando la puerta se abrió violentamente de una patada formando un sonoro golpetazo que anunciaba la llegada de su invitada especial.

La líder de Zodiaco miró hacia la entrada sin mostrar atisbo alguno de sorpresa, había sentido su presencia tras la puerta al escuchar sus pasos acercándose. Una pequeña lampara situada no muy lejos de la mesa iluminaba tenuemente la estancia, pudiendo apreciarse un juego de luces y sombras en el despacho, y en una esquina de la estancia, mirando a la recién llegada en silencio cruzada de piernas desde su asiento, se encontraba Michaela dedicándole una sonrisa a su hermanastra por su aparición a escena.

—Bienvenida, Nicoleta. Una entrada espectacular, sin duda. Imaginaba que ignorarías mi solicitud y entrarías sin más, pero lo de abrir la puerta de una patada no me lo esperaba. Te doy una puntuación de diez —comentó tranquilamente mirándola desde su posición.

—Ahórrate tus tonterías, no tengo tiempo para gilipolleces. ¿Qué es lo que quieres de mí? —exigió saber mostrándose hostil ante la relajada Michaela.

En respuesta, la anfitriona señaló la silla que había vacía al otro lado de la mesa sin decir nada y sin dejar de mostrar aquella tranquila sonrisa en su rostro.

—Ya te lo he dicho, quiero que juguemos al ajedrez... —Nicole dudó ante su muda petición—. Vamos, no muerdo, al menos por ahora. Siéntate, por favor —respondió sin perder su sonrisa mirando a su invitada con una mirada confiada.

No sabía que se traía entre manos, pero Nicole decidió acatar sus órdenes, tenía la sensación de que si no lo hacía aquella mujer no tendría intención de ir al siguiente paso de su plan. Cautelosa, examinó que la silla no tuviera nada raro a medida que se acercaba, así como que su adversaria no hiciera ningún movimiento extraño.

—Que desconfiada eres, Nicole —comentó una vez vio que su hermanastra tomaba asiento sin quitarle la vista de encima. —Como ves, la partida ya está empezada, jugaremos con estas piezas.

—Haciendo trampas, como de costumbre. Tú tienes piezas más fuertes que yo, por lo tanto tu rango de ataque es superior al mío —se quejó al ver la diferencia entre las piezas blancas y negras. — ¿Qué sentido tiene jugar una partida que has modificado para ganar? 

— ¿Eso crees? Se dice que la esperanza es lo último que se pierde, parece ser que ya te has rendido incluso antes de intentarlo. Que decepción —respondió con un tono aburrido de voz. —Yo tengo entre mis piezas negras al rey, la reina, una torre y un caballo, cuatro piezas. En mi cementerio tengo a todos mis peones, una torre, un caballo y los dos alfiles.

—Y yo tengo entre mis piezas blancas una reina, una torre, un alfil, un caballo y tres peones. En el cementerio tengo un caballo, una torre, un alfil, el resto de los peones y el rey —comentó Nicole observando las posiciones de sus piezas en el tablero. —Esto no tiene sentido, ya tengo a mi rey muerto. ¿Cómo voy a jugar entonces?

—El rey es un fantasma, tu reina tiene rango de rey, pero se moverá como la pieza que realmente es. Si tu reina muere, se acaba el juego para ti.

—Ya veo, un juego sin sentido de igual forma. Aun así, sigues teniendo ventaja, tienes piezas con más rango de desplazamiento. Torre, caballo y reina, con el número de casillas que pueden moverse y la manera en la que lo hacen me será muy complicado ganar, en ese sentido mis piezas están más limitadas a la hora de desplazarse por el tablero para eliminar a tus piezas.

—Cierto, pero no es imposible, al fin y al cabo, tú me superas en número de piezas, a pesar de que tres de ellas sean peones que avanzan de casilla en casilla. Además, tienes otra ventaja que solo tú puedes tener, mi rey y mi reina tienen la misma importancia. Si matas a una, matas a la otra. Ambas piezas están conectadas.  

Nicole se quedó pensativa por unos instantes.

—Esto no es un simple tablero de ajedrez, ¿verdad? —intuyó la mujer al tener en cuenta la especialidad de aquel tablero.

—Exacto, esto no es un simple tablero de ajedrez —afirmó haciendo avanzar a su caballo en dirección al peón blanco más cercano—. Esta es la representación de mi mundo en estos momentos.

—M.A…

Este, quien había permanecido pensativo observando a través de la ventana de la farmacia, se giró ante la llamada para descubrir a Inma a su lado con un evidente rostro de preocupación.

—Dime, Inma —la atendió con una amabilidad generalmente invisible en su persona.  

—Yo también echo de menos a Maya.  

Su compañero sonrió ante el extraño comentario de apoyo. Él no era el único que sufría por una pérdida en aquella farmacia, pero eso no impedía que su inquietud se disipase. Alice llevaba demasiado tiempo deambulando por aquel campo de minas sin noticias satisfactorias. Su suerte no iba a durar eternamente. Acabarían atrapándola si no regresaba.  

—No te preocupes, seguro que está bien. No conozco mucho a Alice, si te soy sincera, pero creo que sabe cuidar bastante bien de sí misma.

—Es un hueso duro de roer, de eso no hay duda, pero…

Un repentino alboroto procedente del exterior desvaneció las palabras que iba a emitir en la profundidad de su garganta. La formación de seis soldados que acababa de presentarse junto a su escondite suponía una relevancia mucho mayor.  

—Muy bien, chavales, vamos a registrar este lugar, a ver si damos de una maldita vez con esa zorra. McCarthy, Randy, encargaros de comprobar los edificios de aquella calle. Vosotros tres conmigo, nos encargaremos de esta. Vamos primero a la farmacia.

 — ¿Tu mundo? —preguntó Nicole colocando el caballo blanco entre el negro y el peón hacia el que se dirigía a comer—. ¿A qué te refieres?

—Mierda... Inma, retrocede. ¡Escóndete, rápido! —ordenó corriendo con ella en dirección a unos estantes.

—Chicos, ¿qué ocurre? —preguntó Jessica alterada, cuya consciencia todavía no percibía lo que estaba ocurriendo, recibiendo una rauda respuesta de alarma por parte de M.A.

— ¡Vienen soldados! ¡Corre, ven aquí!

Con su corazón súbitamente palpitante, Jessica trató de ocultarse con sus compañeros, pero los soldados se encontraban ya en la puerta del establecimiento para cuando realizó su intento, y aunque la distancia entre ella y sus amigos era escasa, sería suficiente para que la viesen. Con un difuso vistazo a la farmacia localizó el posible escondite más cercano y se parapetó detrás del mostrador mientras suplicaba con los ojos cerrados que no la descubriesen.

—Vamos, con rapidez, muchachos. Registrad el lugar y pasemos al siguiente. No hay tiempo que perder —ordenó el capataz del grupo en cuanto se adentraron en el establecimiento.

Para su más mísera desgracia, una de las primeras áreas que uno de los soldados pensó en examinar fue el mostrador. Ni siquiera las tinieblas del lugar iban a poder salvar a Jessica de ser cazada por aquella manada.

En ese instante, Michaela dibujó media sonrisa en su rostro al ver como el caballo blanco le cortaba el paso hacia el peón, creyendo inocentemente que con ello salvaría la vida de los peones al evitar el daño que su pieza podría causarles. Haciéndose nuevamente con el caballo negro, avanzó modificando la ruta que tenía ya planeada, desembocando en la muerte de otro peón cercano.

—Dime, Nicole, ¿cómo se llamaba la chica esa de ojos azules y pelo oscuro que estaba herida cuando llegasteis?

—Jessica… —suspiró Inma impotente observando la fatalidad que se cernía sobre ella.

La amenazada se mordió el labio confusa ante el que debía ser su próximo movimiento. Las torturas a las que había sido sometida desde su entrada en aquel averno ya habían sido más que suficientes. No quería que continuara… No podía continuar… 

Dedicó a M.A una mirada asustadiza. Este, quien pareció comprender sus intenciones, negó enérgicamente con la cabeza, pero fue inútil. No podía pararla. Si se quedaba allí, el soldado la encontraría. Cualquier acto que realizase era una oportunidad de escapar del punto muerto en el que se había sumergido. Con ese inocente propósito en su mente, Jessica echó a correr desde el mostrador y recibió un culatazo en la cabeza por parte del rifle de uno de los soldados que la tumbó violentamente.

— ¡Chicos, tengo a una! ¡Tengo a una! —gritó este atrayendo al resto del pelotón hacia ella.

— ¿Es ella? —consultó emocionado el líder del grupo suplicando que hubiesen atrapado a la rubia que Michaela buscaba.  

—No. Creo que es la que no participó en el juego del ahorcado ese porque estaba herida. No me suena mucho su cara —expresó su subordinado decepcionado tras comprobar su rostro y la herida cercana al abdomen—. ¿Cómo se llamaba la zorra esta?

—Jessica. ¿Por qué quieres saberlo? —interrogó Nicole quitando al peón comido del medio dejándolo en el cementerio, y haciendo retroceder al siguiente más cercano al caballo para guardar distancias.

Aterrada por la captura que se había visto forzada a presenciar, Inma retrocedió al mismo tiempo que se aproximaba a M.A tratando de encontrar protección en una persona que parecía hallarse incluso más atemorizada que ella misma.

—Vosotros dos, levantad a esta puta y mantenedla bien vigilada. Si intenta algún movimiento raro, usad vuestros músculos de machitos para aseguraros de que no pueda hacer un segundo. Marco, tú ven conmigo. Vamos a seguir buscando por la zona. Si ella está aquí, el resto no andará muy lejos, y si no, por lo menos tendremos una pieza que entregar a la señora —ordenó el líder desapareciendo apresurado del local junto con el subordinado mencionado.

—M.A, ¿qué vamos a hacer? —inquirió Inma aferrada fuertemente al hombro del susodicho.  

—No lo sé, Inma… No lo sé…  

— ¿Quién es ella exactamente? ¿La habéis recogido por ahí? Parece una persona débil —respondió con indiferencia.

—Ella es la pareja de Davis.

— ¿La pareja de Davis? Vaya, y yo que pensaba que ese era de la otra acera, pobre Matt. Parece que le gusta moverse por ambas aceras —respondió no muy interesada en el tema.

—Davis es hetero, lo que tuvo con Matt es asunto aparte, y no duró mucho. Además, no hay nada de malo en si le gusta una cosa u otra. ¿Por qué te interesa? ¿Es que ahora te ha dado por cotillear de los temas del corazón?

—Eso son cosas de viejas. No me importa en absoluto. Solo quería saber quién era ella y si tenía algún lazo con alguno de vosotros o era una simple don nadie. Es la única de vuestro grupo de quien no tengo información alguna. Bueno, ella acaba de morir, ¿lo sabes? Y en unos momentos se unirá a ella Inma.

— ¡¿Qué quieres decir con eso?! —Exigió saber una alterada Nicole golpeando la mesa con el dorso de sus puños al tiempo que se levantaba de su asiento—. ¡¿Qué coño les has hecho, maldito monstruo?!

Pero, a diferencia de su hermanastra, Michaela seguía totalmente relajada y concentrada en el tablero, sin levantar la mirada para contemplar el enfurecido rostro de su invitada. Ante el silencio de la reina de Zodiaco, Nicole se llevó la mano a la empuñadura de su Kukri con el fin de desenvainarlo y cortarle el cuello aprovechando la cercanía entre ambas. Pero, de inmediato, su tentativa se vio obligada a fracasar cuando la demente mujer elevó tranquilamente su mirada con una sonrisa enmarcando su rostro.

—Yo que tú dejaría ese arma tranquila. Antes de poder sacarlo de su funda, tú ya habrás muerto —explicó fríamente sin apartar su mirada de la de Nicole, quien ante aquellas palabras detuvo el avance de su mano para no sacar su machete Kukri de su funda—. Bajo la mesa, oculta bajo el tablero, tengo mi querida pistola mágnum Desert Eagle preparada para perforarte el estómago si llegas a intentar atacarme. La potencia de este arma te matara al instante reventando tu cuerpo de un solo disparo. ¿Creías que no sabía que ibas armada con un arma blanca? Ya te lo he dicho, tengo cientos de ojos ahí fuera, lo sé todo, mis subordinados me informan de todo lo que sucede en mi imperio.

A pesar de que la mesa era de cristal, era pequeña y el tablero de ajedrez ocupaba gran parte de la mesa pudiendo ocultar el arma de su mirada. Cierto era que desde que había entrado Michaela había tenido una de sus manos bajo la mesa, pero no le había dado importancia alguna a aquel hecho. Todo lo había planeado adelantándose al hecho de que ella trataría de matarla usando su Kukri.

—Por favor, siéntate y no te alteres, querida. —Ante su petición, Nicole no pudo hacer nada y volvió a sentarse dejando su arma tranquila en su funda—. Cuando dije que Jessica estaba muerta y que Inma se uniría pronto a ella, me refería en el tablero.

Nicole se sintió desconcertada por un momento mientras miraba las piezas de su cementerio y las que aún estaban sobre el tablero.

—Estas piezas, tanto las que están en el cementerio como las que aún permanecen en el tablero, ya sean mis piezas o las tuyas, representan personas. Por otra parte, el tablero representa mi imperio en estos momentos. Déjame decirte que la reina blanca te representa a ti en el mundo del tablero, y el rey fantasma al desaparecido Puma, quien creo que es el líder del grupo por lo que he estado escuchando por Payne. Por otra parte, tanto el rey negro como mi reina me representan a mí, por lo tanto, si matas una de las piezas, matas a la otra. Cada pieza está ligada a una persona en función de sus habilidades propias, su influencia en el grupo y la confianza con el rey en cuestión, aunque en tu caso sería con la reina —explicó resumidamente sin entrar más detalles.

—Ya veo, entonces para ti la realidad no difiere mucho de este juego, ¿verdad? Juegas con las vidas de las personas como si realmente fueran piezas en un tablero de ajedrez. —Nicole permaneció un momento en silencio—. ¿Quieres que me esfuerce por ganarte para tratar de salvar a mis amigos y acabar contigo como si esto fuera real? ¿Quieres decir que juegue con estas piezas como si fueran realmente mis amigos?

Michaela no contestó, simplemente permaneció mirando al tablero esperando a que Nicole moviera su próxima pieza.

—Mi caballo negro ha devorado a tu peón blanco. En otras palabras, mi pelotón personal de soldados ha acabado con Jessica, y amenaza a M.A y a Inma, especialmente a esta última. Hiciste bien en hacer retroceder a la pieza de la chica. De lo contrario, sería la siguiente en morir. ¿A cuál de tus amigos dejarás morir ahora, Nicole? —Preguntó echando un vistazo a las piezas blancas sobre el tablero—. ¿Será el alfil que representa a Alice? ¿Tal vez el caballo que representa a M.A? ¿O a los peones llamados Adán e Inma? —Ambas quedaron en silencio mirándose la una a la otra un instante—. Probablemente tu mejor pieza en estos momentos sea Eva, la torre. Tuve que sacar del tablero a Davis y Maya, la otra torre y alfil.

— ¿Eva una torre? ¿Sacaste a Davis y Maya? —Nicole se quedó unos momentos en silencio algo confusa ante aquel dato. —Si este tablero y sus piezas simbolizan tu imperio y las personas que se encuentran actualmente en este lugar, eso significa...

—Sí. Te confirmo que Davis, Maya y Eva han logrado entrar a mi imperio.

— ¿Cómo lo sabes? ¡¿Cómo sabes que ellos están aquí?!

—Lo sé. Davis estuvo en mi despacho hace rato. Respecto a Eva, Fox me informó de que la vio por ahí vagando sola. Maya, por otra parte... —Michaela dibujó una media sonrisa en su rostro—. Eso da igual, no te preocupes por ellos, ahora tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos. ¿Y bien? ¿Cuál de tus compañeros será el siguiente al que dejes morir por no esforzarte en ganar este juego?

—Yo no soy como tú... Yo no pienso que las vidas de mis amigos sean juguetes con los que jugar... Eso es horrible. —Nicole miró el resto de piezas del cementerio.

—Selene, Crow, Florr, Dyssidia, Naitsirc y los presos de Puma, el caballo y el resto de los peones muertos los representan a ellos. Déjame preguntarte de nuevo. ¿Quién será el próximo al que dejes morir?

Nicole sintió un extraño abatimiento en su interior ante aquella pregunta. Incapaz de apartar su mirada de la de Michaela, no podía dar respuesta alguna. Sin poder evitarlo, su conciencia la abofeteó mostrándole lo que había visto en el juego del ahorcado, el dolor y la desesperación de los rostros de Alice, Inma y M.A volvieron a su mente, así como la sangre que emanaba del cuerpo de Jessica al ser apuñalada en el coche, las lágrimas de Leo mientras le suplicaba que lo sacara de allí, y finalmente el rostro de Adán. Si ellos morían no podría volver a mirar a la cara a Davis, Eva, Maya, Puma o a Ley si llegaban a volver a encontrarse en algún momento con alguno de ellos. ¿Cómo podía pedirle que imaginara que aquellas piezas eran sus compañeros? ¿Cómo podía pedirle que jugara con ellas tras darles vida como ella hacía en su mundo interno?

—No imaginé nunca que Leonard fuera a traicionarme —comentó Michaela rompiendo el silencio—. Siempre lo había visto como un interesado que tan solo haría lo que más le beneficiara. ¿En que podría beneficiarle a él traicionarme? Podría escapar contigo y con tu grupo, pero después de eso, ¿qué os queda? ¿Vagar por ahí sin rumbo fijo tratando de sobrevivir día a día buscando algún refugio y arriesgando vuestras vidas por lograr conseguir una botellita de agua y una lata de atún para repartiros entre todos? Es absurdo —respondió con un suspiro sin apartar la mirada de Nicole—. Aquí en mi imperio todos tienen protección ante las amenazas que los zombies y los mutantes suponen. Tienen electricidad, agua, comida, medicamentos, ropa, un techo bajo el que dormir. Obviamente, todo eso no es gratis, a cambio tienen que aceptar las normas de este sitio, además de colaborar en las funciones de la base e ir entrando a formar parte de las milicias cuando finalicen sus entrenamientos. Y mira, esa es otra ventaja que tienen los que viven en mi imperio, se les enseña a matar y a sobrevivir.

—Es cierto que tienen muchas ventajas de las que jamás disfrutarán viviendo fuera de este sitio, pero eres una tirana demente que se dedica a quitarse del medio a todo aquel que no cumpla tus órdenes cometiendo actos atroces. Aunque tengan todo lo que tienen, ¿realmente piensas que pueden vivir en un lugar donde se viola todos los derechos humanos y la moralidad? ¿Realmente piensas que se puede vivir en un sitio en donde el miedo reina en los corazones de las personas? Si nos ponemos desde tu punto de vista, una cárcel sería también un paraíso.

Michaela suspiró.

—Todo lo hago por el bien de esta gente. No puedo permitir que haya gente haciendo el vago. Todos, desde la persona más joven hasta la más anciana, deben de colaborar para que todo esto se mueva. No puedo permitir que haya gente que me desobedezca y hagan lo que les dé la gana, que me roben, o que me traicionen conspirando contra mí. No quiero a gente inútil que abuse de lo que les doy. Todos los que están aquí aceptaron a entrar cumpliendo con las normas del lugar. ¿Qué culpa tengo yo si fueron ellos los que decidieron entrar? —respondió haciendo avanzar peligrosamente a su torre hacia la reina blanca en un intento de acorralarla aprovechando que esta no se había movido de la esquina del tablero donde se hallaba localizada, para tratar de acabar con ella en unos pocos movimientos.

—Eres demasiado extremista —respondió Collins frunciendo el ceño y desplazando al alfil para acabar deteniéndolo entre la torre y su reina.

—Que huevos tienes, señorita… —expelió el amenazado Marcus con una sonrisa examinando a la aventurera disfrazada con una evidente soberbia sobresaliendo de sus entrañas—. Apuesto un penique a que ni siquiera sabes cómo disparar ese rifle. Las mujeres sois más de pintaros las uñas. 

—Si quieres lo comprobamos —se embraveció Alice enfurecida por el asqueroso machismo con el que la había asaltado aproximando su arma a la sien de aquel gilipollas—. O mejor vamos a donde esté tu querida reina, esa a la que le comes el coño, le sueltas lo mismo que a mí, y ya se encarga ella de hacerse una funda de cuchillo con tus huevos, ¿te parece?

—Siempre hay una excepción que confirma la regla, cariño.  

— ¡Déjala en el suelo! —chilló optando por ignorar el contraataque para concentrarse en el rescate que debía efectuar—. ¡Ahora! ¡O perderás tu puto penique!

— ¿Cómo no?

Con un fugaz movimiento de su hombro, Marcus se deshizo de la carga que Maya le suponía y se abalanzó implacable contra la principal amenaza que su atacante portaba. Para cuando Alice apretó el gatillo, Marcus ya había desviado el cañón del rifle hacia su izquierda, evadiendo los disparos en el retumbante eco que produjeron. A su improvisada ofensiva prosiguió una patada en el estómago que destrozó la defensa de la joven durante unos segundos, quien había tratado de fusilar a aquel capullo una segunda vez sin éxito. Este se aprovechó veloz de la brecha que había creado para apoderarse del rifle mediante una llave que la apresara, pero Alice previó las intenciones de su rival y lo lanzó lejos de ambos.

Su estrategia funcionó. Marcus desvió su foco de atención el tiempo suficiente para que Alice pudiera desenfundar su cuchillo sin peligro. El arma blanca frenó estrepitosa junto al cuello del soldado a la par que la punta del puñal de este se posaba agresivo sobre el abdomen de ella.

—Eres un hijo de la gran puta.

—Lo soy porque no me queda otra —respondió Michaela con firmeza a aquella opinión—. Si no fuera tan extremista rechazarían mi mano para cogerme el brazo. Acabarían mordiendo la mano que les da de comer. No hay nada mejor para gobernar y mantener el orden en estos tiempos que el miedo. ¿Crees que después de esta noche alguien volverá a tratar de traicionarme? Nicole, entiende la verdadera naturaleza del ser humano. En tiempos como estos, las personas se vuelven bestias egoístas que hacen de todo para tratar de sobrevivir, aunque ello signifique robar, golpear o asesinar a alguien. En este mundo solo sobreviven los fuertes, y dentro de mi imperio le doy una oportunidad no solo al fuerte, sino también al débil, a cambio de que cumpla los requisitos que necesita para vivir aquí.

No quería admitirlo, no quería darle la razón a Michaela ni aprobar sus métodos, pero había algo que si era cierto y que ella había visto con sus propios ojos, y es que en un mundo como ese las personas se transformaban en bestias, y la única manera de evitar que esas bestias te mordieran era a través del miedo y del poder. No, no quería admitirlo, no estaba de acuerdo en su forma de dirigir aquello, pero tampoco podía negar la realidad acerca de cómo el mundo había cambiado radicalmente transformándose en algo que ella jamás hubiera deseado, un mundo en el que la moralidad y la justicia había sido prácticamente erradicada de los corazones de las personas que sobrevivían en aquel mundo, dejando todo a merced de la ley del más fuerte.

— ¿Qué hiciste con Jessica? Fui al hospital y no estaba allí. Dijiste que se la llevaran al curandero.

—Déjame decirte que el curandero no es ningún médico ni nada por el estilo. Puedes llamarlo, si prefieres, el carnicero. Pero tranquila, ella debe de estar viva en algún lugar. Mi gente ha visto el cadáver de aquel tipo. Ahora debo de buscar a otro carnicero para que corte la carne que servimos a nuestra gente.

Nicole no pudo evitar poner cara de asco, ahora entendía quién era el curandero y de donde salía parte de los alimentos con los que se abastecía Michaela. Con los recursos que había guardados en la tienda de la base no podrían alimentar durante mucho tiempo a aquella gente, por lo que debían conseguir comida de otro sitio, de los cadáveres. Michaela empleaba el canibalismo para alimentar a la gente de la base.

—Tu gente no sabe nada acerca de donde sale la carne que les das de comer, ¿verdad?

—No —Michaela hizo avanzar a la torre negra, devorando al alfil blanco en su camino—. La explicación que le doy a la gente es que procede de animales que tengo en una granja en mi propiedad de camino al campo eólico, en donde la radiación no llega. A ese sitio solo pueden acceder las personas que saben la verdad sobre la procedencia de la carne, por lo que no hay problema. Y solo lo saben unos pocos, como mis altos mandos. 

—Lo sé —contestó Marcus implacable aumentando la fuerza con la que agarraba el mango de su puñal.  

Frente a cualquier pronóstico predicho por su oponente, Alice sonrió victoriosa. A pesar de que aquel listillo todavía no era consciente de ello, acababa de resbalar sobre su trampa.  
—Pero no eres muy inteligente.  

Sin concederle la más mínima ocasión de apuñalarla, Alice propinó al alto mando una patada en la entrepierna, descargando en ella todo el odio que sentía hacia el sujeto antes de correr en dirección al rifle del que ella misma se había desecho. Con una veloz reacción de sus músculos, empuñó el arma y apuntó a la cabeza de Marcus, quien empuñó a la vez un par de metralletas que había mantenido en sus costados todavía dolorido por el golpe tan bajo propinado por su oponente

—Dime, cariño —espetó la armada denotando su satisfactorio tono de burla—, ¿qué te duele más? ¿Tus pelotas o tu hombría? 

— ¿Te crees muy chulita, verdad, friegaplatos? ¿Cuál es tu superpoder? ¿Ser una jodida zorra irritante? El punto a la inteligencia te lo concedo, pero, ¿realmente piensas que puedes disparar más rápido que yo?

—No será necesario —afirmo con impoluta seguridad reincorporando la posición original del rifle sobre su hombro para incrementar la sujeción—. No tienes balas.

— ¿Lo has visto en tu bola de cristal? —arremetió Marcus luchando por ocultar la verdad que Alice ya había divisado mediante su estúpida ironía.

—No, lo he visto en tus movimientos —insistió con férreo convencimiento—. Piensa un poco. Has intentado quitarme el rifle. ¿Por qué harías eso teniendo unas preciosas metralletas con las que amenazar mi vida con rapidez y eficacia? Te diré por qué. No tienes balas. Uno más uno es dos. Vas de farol.

La ira que Marcus desprendía hacia aquella zorra aumentó a medida que se percataba de que había sido atrapado en una telaraña improvisada. En ninguna de sus posibilidades de ataque de una simple civil había imaginado que fuera capaz de visualizar a través de su engaño. Y fue en ese momento cuando se percató del terrible error que había cometido. Aquella mujer no era tan sencilla como parecía. No se habrían arriesgado a resucitarla en la situación que lo hicieron si no lo hubiera sido.

— ¿Por qué no disparas? —provocó Alice la paciencia de aquel inhumano—. ¡Vamos, cabrón, dispárame! ¡Destroza el cerebro de este pedazo de puta de un balazo!

Segundos transcurrieron hasta que la mente primitiva del soldado se percató de que aquella era su estrategia final. No importaba el movimiento que realizase a continuación. Cualquiera de ellos reafirmaría a su oponente en la realidad de que las metralletas no estaban cargadas. Había sido derrotado por una patada en los huevos. Su final era, cuanto menos, digno de ironía.

—Saluda a Satán cuando lo veas. Hace tiempo que no hablo con él —le estalló Alice su burla descargando a la par un trueno balístico en la frente de su oponente.

El destartalado sonido fue lo único que brotó del cañón. Marcus buscó a través del tacto el agujero que debería haber generado la bala compartiendo su sorpresa con quien había tratado de asesinarle, pero lo único que captó fue la total integridad de su piel. Convencida de que había errado el tiro por su falta de experiencia, Alice asestó una nueva ráfaga al pecho de su rival. Sin embargo, Marcus ni siquiera se inmutó. Él sí era consciente de lo que estaba ocurriendo. Aquel rifle estaba cargado con las balas de fogueo de Michaela.  

—Quizá crees que eres muy inteligente, pero has dejado bastante claro que no sabes luchar —contraatacó el combatiente con una estocada mental digna de su rival mientras se aproximaba a ella—. Y ahora que te has quedado sin arma, eres mía.

Con la angustia emergiendo de su cuerpo, Alice intentó propinar un culatazo a Marcus, pero el movimiento fue tan precario que pudo esquivarlo con suma facilidad y favorecerse de que su defensa se había roto para ejecutar una llave que la apresara. Tenaz, la chica luchó por zafarse, pero fue incapaz de evitar que las manos de aquel odioso ser apresaran su cuello y comenzaran a cerrarse alrededor de él desatando en la fuerza generada toda su maldad.

Alice soltó el rifle y empleó toda la energía de sus brazos en liberarse de la presa, pero fue en vano. Aquel individuo pesaría como mínimo treinta kilos más que ella. A medida que sentía como sus pulmones suplicaban por oxígeno, sus tentativas de defensa se tornaron más desesperadas. Concentró sus fuerzas finales en agitarse y esforzarse en propinarle alguna patada efectiva, pero el soldado había aprendido rápidamente de su error, por lo que le resultó imposible dañarle. Un gilipollas machista iba a arrebatarle la vida. Otra ironía del destino.

Cuando su visión ya se nublaba y habría podido afirmar con certeza que se desmayaría para no volver a despertar, un cabezazo lanzó sus espaldas contra el asfalto.  

—Tienes suerte de que seas tan especial como tu amiguita —aclaró el vencedor del combate antes de colocar su bota sobre el agonizante pecho de la derrotada—. De lo contrario, sabes lo que habría pasado. Tu cara de sufrimiento es arte, preciosa.  

—Ya veo... —respondió Nicole desplazando su torre blanca en dirección a la torre negra de Michaela—. Supongo que si la gente supiera eso se armaría un escándalo.

Firmemente convencida de la feroz batalla en la que se iba a inmiscuir, Eva respiró preparada para crear un escándalo en el infinito ego de aquel infrahumano.

—Os he preguntado si lo habéis entendido. ¿Es que estáis sordas?  

El estruendo de las puertas automáticas alertó a las chicas de la inesperada apertura que iba a transformarse en su milagro. En un tiempo inferior a una fracción de segundo, la silla sobrevoló el local hacia la dirección en la que Fox se situaba, impeliéndole a separarse de su hija para evadir la mayor parte del impacto. Aquella ofensiva no supuso ningún perjuicio para su integridad, pero si una ganancia de tiempo fundamental para Eva, quien apareció fugaz entre la oscuridad para propinarle una desmedida patada giratoria que lo estampó contra la caja registradora.

— ¡Eva! —gritó Adán ilusionado al contemplar la aparición de su salvadora.

—Así que tú eres la hermana, ¿eh? —pronunció Fox con evidente desprecio hacia la suicida que se había atrevido a combatirla—. Sé consciente de que has firmado tu sentencia de muerte.

—Yo no estaría tan seguro, Steve.

Aprovechando la súbita confusión ocasionada en Fox por la referencia a su nombre de pila, Mike surgió de su escondite para hincar un cuchillo en el hombro de aquel cabrón, obligando a través del punzante dolor a que soltase en forma de un acto reflejo el rifle con el que cargaba, el cual fue velozmente arrebatado por su brava oponente.

— ¡Corred! —chilló Mike inquieto a sus compañeras mientras saltaba el mostrador dispuesto a escapar de aquel perturbado que les había acosado. Compartiendo su anhelo, las hermanas se reagruparon raudas con el chico.

— ¡Que te jodan, cabronazo! —asestó a Fox su hija mayor insultándole con su dedo corazón antes de desaparecer definitivamente del espanto fúnebre en el que se había convertido aquel supermercado.

 Fox permaneció inamovible observando a sus amores volver a escabullirse de su posesión. A pesar de ser perfectamente consciente de la destrucción que aquella mujer había generado en su calculado plan con un simple movimiento también reconocía el acorralamiento en el que se había sumergido. Su rifle no disponía de un número excesivo de munición cargada, pero sería suficiente para apoderarse de su vida. Debía resignarse, por el momento.

—Buena mujer, ¿por qué esa hostilidad hacia mí? ¿Qué te he hecho yo? —se adentró Fox de nuevo en su habilidad manipuladora—. Sé que estás aquí por el chico, así que cógelo y vete. Ni tú ni él me importáis. No quiero haceros daño. Sólo quiero poner a buen recaudo a mis hijas. No hay por qué acabar esto con un derramamiento de sangre. Ambos podemos salir ganando. ¿Qué me dices? 

—Realmente no me reconoces, ¿eh, Steve? —exclamó Eva aún más enfurecida por la bazofia que emanaba de su infecta lengua—. Siempre pensé que lo de tu enfermedad era otra de tus jodidas mierdas para engañar a la gente, pero ahora veo que no. Estás realmente ciego.

—De acuerdo, está bien. Discúlpame si no te cedí el asiento en el metro. No recuerdo a todo el que pasa por mi lado —ironizó la gravedad de los hechos a los que esta se refería—. Señorita, se lo repito por última vez. Solo quiero poner a buen recaudo a mis hijas. Deje que me marche o me veré obligado a usar la fuerza bruta. Y no quiero hacerlo. No tengo por qué hacerlo.

—“Ese vestido azul te queda precioso. Es tan eléctrico como tú”.

Su referencia a aquella frase absorbió la consciencia de Steve como ninguna otra criatura del apocalipsis había logrado hacerlo. Él había pronunciado aquella oración diez años atrás y podía recordar perfectamente el contexto en el que lo había hecho. Aquella amenazante señorita a la que había infravalorado acababa de desvelarse como un fantasma materializado. No era posible. Era tan solo un recuerdo torturando su psique. Tan solo eso, sí…  

—Estás muerta… —pronunció Fox resonando tétricamente sus palabras. Casi podía sentirse cierto atisbo de miedo.

—Estoy más viva que nunca, Steve.

Su fallido proyecto de negociación había finalizado. Sabía quién era ella. Su labia sería inútil. Aquella mujer quería su cabeza servida en bandeja de plata desde hacía mucho tiempo.

—Muy bien. Bailemos, Paula.

Con la experiencia propia de la élite, Fox capturó una lata de tomate que se hallaba sobre el mostrador y la lanzó contra Eva, impactando contra una estantería tras el instintivo esquive de esta. Una apremiante carrera condujo al alto mando hasta una puerta próxima a él a través de la que se escabulló de la inminente ráfaga de disparos de su rival.

— ¡Agh, joder! ¡Me cago en sus muertos! 

— ¿Eva? —volvió a reclamarla Adán desde su escondite aprovechando que aquel demonio se había marchado.

—Cariño, quédate ahí. No te muevas. Volveré en seguida —le ordenó mientras se introducía en el espacio desconocido en el que Steve se había ocultado.

En cuanto efectuó el acceso, Eva se percató de que aquella estancia se trataba de un almacén impregnado por la misma penumbra que afectaba al resto del supermercado. Se hallaba vacío por completo exceptuando los numerosos estantes que lo poblaban, pero la destacable tiniebla en conjunto con su longitud proporcionaba un escondite más que viable. Sin separarse de su arma, avanzó cuidadosamente preservando su perspicacia para asegurarse de que aquel capullo no le tendía ninguna emboscada.

— ¿Así que ahora te llamas Eva? ¿Es otro de esos pseudonombres tuyos que te hacen sentir especial? 

La referida apuntó rápidamente hacia la dirección de la que había provenido la atrevida voz, pero no divisó a nadie. Fox se movía rápido. La velocidad siempre había sido una de sus mejores habilidades.

—Eva es mi nombre —gritó reclamando su imponencia—. Los otros murieron con el antiguo mundo, igual que deberías haber hecho tú. Pero no te preocupes, Steve. Arreglaremos ese error en un momento, ¿te parece?

—No importa en qué mundo estemos. Los lobos siempre van a ser lobos, y las ovejas siempre van a ser ovejas, mi querida Paula.

Al percibir su última oración a través de un cálido aliento recorriendo su nuca, Eva giró con rapidez con el tiempo escaso para localizar a Fox arremetiendo contra ella. Había averiguado que este se encontraba cercano a su posición, pero no había sido lo suficientemente sagaz para pensar que el sujeto abordaría su retaguardia en aquellas condiciones con semejante velocidad.

El primer abordaje de Fox fue una patada lateral al pecho que Eva detuvo ágilmente con sus brazos al tiempo que retrocedía. Le continuaron un par de ganchos dirigidos hacia su cabeza que evadió con unos sencillos desplazamientos laterales mientras preparaba su contraataque. En el instante en que el puño del soldado se hallaba casi acariciando su cabello, Eva alzó su rifle hacia su pecho, pero la inteligencia del oponente adivinó su movimiento, desviando el espectáculo de disparos que desplegó el arma hacia una de las lámparas del techo. Esta se tambaleó fatalmente antes de desprenderse de su encaje.

Con una patada, Eva envió a Fox al suelo al tiempo que rodaba para evitar que la lámpara la enterrase. Arrodillada en el suelo, apretó nuevamente el gatillo contra su rival, pero fue en vano. Había agotado todas las balas. La mueca que reflejó el victorioso amenazado fue repulsiva.

—Tengo que reconocerlo. Has mejorado mucho. Demasiado para lo que esperaba de ti, debo decir —admitió Fox incorporándose—. Pero sigues siendo solo una niña. Sigues siendo Paulita. Y ahora que tu comodín se ha acabado, ambos sabemos que no vas a enfrentarte a mí. No quiero perder más tiempo contigo, así que voy a darte una última…  

—Blablablá. Hablas demasiado. Siempre me ha irritado tu mierda de voz —le provocó Eva imitando su agotadora palabrería—. Voy a golpearte hasta que me sangren las putas manos. 

Fox expelió una arrogante sonrisa brotada de semejante ofensiva irracional. Aquella niñita merecía una muerte lenta y agonizante solo por su gigantesca soberbia.

—Muy bien. Veamos cuanta presión puedes soportar antes de que te derrumbes —le arrojó el combatiente su intimidación posicionándose para el combate a la par que la chica se deshacía del ya inútil rifle de asalto.

—Bailemos, Steve. 

— ¿Y qué quieren que haga? —preguntó Michaela escéptica—. ¿Es que se piensan que en estos tiempos puedes ir a un supermercado y llevarte todo lo que quieras? Además, el canibalismo no es tan malo. Hay animales de una misma especie que se comen entre ellos cuando alguno muere. Se sabe que había tribus que practicaban el canibalismo tomándolo como algo totalmente normal. No es algo tan raro. Además, es necesario si quieren comer. Es imposible tirar de los recursos que tenemos a largo plazo. —Nuevamente, Michaela hizo mover su torre para hacerla huir del rango de ataque de la torre blanca, colocándola en esta ocasión muy próxima a uno de los peones de Nicole, el cual se encontraba algo más alejado del caballo y el otro peón blanco sobre el tablero

Fox fue el primero en adentrarse en la danza de la muerte que pronto desarrollarían. Con un adelanto fugaz de sus pies asaltó a Eva empleando una serie de patadas giratorias orientadas a su cabeza que la obligaron a retroceder unos metros. Cuando determinó que la desestabilización de su postura había evolucionado a la que aguardaba, extrajo su cuchillo y lo dirigió directo a su vientre. Previsora, su oponente empleó el suyo con celeridad para asestar un corte en el brazo que detuviese su viciosa tentativa. Prosiguió con una estocada al cuello de Fox, quien realizó un desplazamiento giratorio para sorprender la espalda de la chica. En cuanto concluyó la ejecución del movimiento recibió una imparable patada directa a su cara que hizo vacilar tanto sus piernas como su ego. Fox comprobó su nariz confirmando su predicción. Estaba sangrando.

—Ofensiva de distracción con presa de espalda —anunció Eva observando satisfecha a aquel egocéntrico decrépito—. Eres viejo y predecible, Steve. Creía que pretendías matarme.

Enfurecido por sus insolencias, Fox asestó numerosos tajos horizontales que su rival sorteó con una destreza inesperada. Efectuó un barrido en un despiste tratando de derribarla. Ella saltó a la par que desarrollaba una patada lateral que el soldado logró rehusar, retrocediendo para la efectiva recuperación de su defensa.

—Esperaba más de ti —continuó Eva acrecentando su provocación—. Siempre has sido todo fachada.

Dispuesto a no continuar permitiendo que aquella niñata se mofase del combate que había profesionalizado durante casi veinte años, Fox arrojó una puñalada en arco hacia los pulmones de la oponente que esta detuvo usando su cuchillo. Beneficiándose de la inutilización de uno de sus brazos, empleó una vertiginosa estrategia para atrapar el restante. Eva se reencontró con el suelo antes de que su intelecto fuera siquiera consciente de lo que estaba ocurriendo.

— ¿Piensas qué...?

La emisión de un chillido agudo interrumpió la presuntuosa lección que iba a propinarle. Fox palpó con admiración la parte posterior de su costado para encontrar un cuchillo clavado en la región, próximo a su columna. Entre las sombras, Eva distinguió a su hermano. El temblor de sus manos indicaba que había sido el causante del ataque. Se enorgulleció de su admirable valentía, pero temía conocer lo que iba a suceder tras ello. Steve no era más que una rata inmoral. No iba a vacilar en emplear a Adán para su beneficio personal.  

— ¡No!   

—La partida se ha vuelto bastante interesante —comentó Michaela con entusiasmo—. Muy pronto tendremos el mismo número de piezas, y entonces, habrás perdido tu ventaja numérica. Has dejado morir al peón que representa a Jessica a manos del caballo que encarna a mi pelotón militar personal. El siguiente en caer ha sido el alfil de Alice, a manos de la torre que representa a Marcus y Fox. Me pregunto qué harás ahora. Un movimiento más y mi torre devorará al peón en representación de Adán.

— ¡Deja de decir que los dejé morir! ¡Solo son piezas de juego! —exigió la mujer desplazando velozmente a su torre blanca, la cual representaba supuestamente a Eva, entre la torre negra y el peón blanco.

Michaela elevó la vista del tablero para mirarla directamente a los ojos.

— ¿Y si no lo fueran, Nicole?

—Suéltalo, hijo de puta.

La ansiedad de Eva rebasó un límite temerario tras una hábil maniobra de Fox a través de la cual atrapó al chico para convertirlo en su rehén.

—Se acabó, pequeña. No pienso seguir perdiendo mi tiempo contigo —le aclaró aferrado al cuchillo que descansaba maligno sobre el cuello de Adán—. No había por qué llegar a esto. Te lo dije desde el principio. No quiero matarte. No quiero matarle. Solo quiero a mis hijas. Y ahora, vas a dejar que me marche, o vas a llorar. Se acabó el baile.

—Vale, vale —aceptó rendida temiendo por la integridad de su hermano—. Suéltale y vete.

—Suelta el cuchillo. ¡Suéltalo! ¡Ahora!  

Obediente, Eva se deshizo del arma consciente de que su actuación no le perjudicaría. Fox no iba a desplegar sus macabros juegos mentales en aquella ocasión. Realmente quería retirarse de la batalla. Podía distinguirlo en su actitud.  

—Ahí lo tienes. He soltado el cuchillo. Ahora, suelta al chico —le exigió aproximándose hacia su ubicación—. No hagas ninguna tontería, porque si lo haces, me aseguraré de que solo puedas ver a tus hijas desde el círculo más profundo del infierno.

Fox retrocedió hasta alcanzar la puerta del almacén y envió a Adán directo hacia su hermana de un empujón, quien lo recogió y cubrió apresurada tras ella. Steve ya se hallaba atravesando el acceso al supermercado cuando Eva consiguió detener sagaz su evasión. No le fue necesario recurrir a su destreza física para volver a capturar a tal ser primitivo en el engaño de su combate.

—Ni siquiera te quieren, Steve. Es muy triste ver a dos niñas huyendo de su padre, la figura que debería ser su protección, pero no las culpo. Cualquier lugar es más seguro que estar junto a ti.  

Intentó ignorar su atrevimiento, pero fue incapaz. Pese al innato anhelo de sus hijas, el ego de aquel individuo siempre se acababa sobreponiendo a todo. Solo había que presionar en los lugares adecuados de su consciencia.

— ¡Zorra hija de puta! ¡Tendría que haber rajado a ese niñato! 

Demostrando de nuevo su aguda agilidad, Eva recuperó su cuchillo y arremetió contra Fox con intención de hincarlo en su cerebro animal, pero un imperceptible movimiento rabioso del soldado la detuvo. La joven retrocedió impactada mientras rodeaba su cuello con sus manos. Se encontraba comenzando a comprender el fatal error que había cometido.

— ¿Eva? —la llamó Adán aterrado al contemplarla esforzándose en exceso para respirar y sin poder articular una mísera sílaba.

Fue entonces cuando los labios de Fox se contagiaron con una de las sonrisas más macabras que jamás había transmitido. Aquella puta aparecida de la nada ya no iba a volver a detenerle entre él y el destino feliz que le aguardaba con sus niñas. Acababa de cortarle el cuello. La había matado. Había vencido. Y nunca había dudado de lo contrario.

—Nicole, por un momento, trata de comprender mi juego del ajedrez. Hace tiempo te dije que es imposible salvar a todos, ¿recuerdas? Te dije que, para salvar a unos, hay que sacrificar a otros. Ponte en el siguiente caso. —Michaela observó a la indefensa Nicole con un extraño brillo en los ojos—. Suponte que cojo a Leonard por un lado y a Adán por otro. Leonard está en manos de Marcus y Adán en las de Fox. Mis dos hombres han recibido órdenes mías para ejecutarlos. Por otra parte, supon que yo tengo a Inma y a Jessica bajo mi custodia y tengo pensado ejecutarlas. El resto de tus amigos están cautivos por mis soldados. Impotentes, no pueden hacer nada, por lo que estás sola. Inma, Jessica, Adán y Leonard serán ejecutados a la misma hora. Marcus, Fox y yo estamos lejos los unos de los otros. —Nicole comenzó a imaginar la situación en su cabeza—. Es casi la hora de la ejecución y únicamente puedes ir a salvar a uno. ¿Salvarás a Leonard? ¿Tal vez a Adán? ¿O a Jessica e Inma? Si salvas a uno, los demás morirán. ¿A quién salvarías y a quienes sacrificarías, Nicole?

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Michaela, y velozmente, hizo avanzar a su reina negra hasta localizarla próxima a la reina blanca.

—Si salvas a Adán, ¿cómo reaccionarían Davis y Maya? Si salvas a Inma y Jessica, ¿cómo reaccionaría Eva?

El rostro de Nicole era un poema para Michaela, su indecisión era más que evidente.

—Yo... —Nicole susurró intentando responder, pero tras esa única palabra fue incapaz de continuar la respuesta.

—Por otra parte, tienes a Leonard, estoy bastante segura que le has prometido sacarlo de ahí, si no lo llegas a salvar y lo dejas morir, ¿no te estarías traicionando a ti misma? Él cree en ti. ¿Lo dejarías morir? Aunque claro, si lo salvas a él, un desconocido para el resto del grupo, ¿cómo reaccionarían Maya, Davis y Eva? Ten en cuenta también el tema de que Maya ha perdido a Dyssidia, Davis a sus compañeros de su antiguo grupo, Eva a Florr y a Puma, quien anda por ahí perdido sin saber si lo volverá a ver. Entonces, déjame preguntarte, Nicole. ¿A quién salvarías y a quienes sacrificarías?

Nicole hizo retroceder a su reina blanca tratando de alejarla de la reina negra. Hecho el movimiento, percatándose de un simple vistazo de la situación real del tablero, y a donde quería llegar Michaela con aquel planteamiento, agachó la cabeza sin poder responder a la pregunta, y sin poder hacer otra cosa más allá de hacer retroceder a su reina. Ante aquella visión, Michaela extendió su sonrisa complacida por el silencio de la mujer.

—Subamos la apuesta, los que están cautivos acabarán muriendo acribillados por mis soldados. ¿Cuál de las cuatro decisiones tomarías? ¿A quiénes salvarías y a quienes sacrificarías? Imagínate que esta situación es real. ¿Qué podrías hacer en tal caso, Nicole? Es imposible salvarlos a todos, y a quien salves la vida, no podrás salvarlo del dolor de perder a algún ser querido. Ni tú podrás salvarte del odio con el que cargarás a tu espalda por haber permitido que aquella persona importante para quien salvaste acabara muriendo. ¿Tal vez Leonard sea el elegido para que continúe vivo? Él no te tendrá ningún rencor al no tener lazos con el resto, pero tú deberás cargar con las muertes de todo tu grupo durante toda tu vida

El rostro de Nicole era sombrío, congelada en su asiento no se movía ni un milímetro, ni hacía nada por responder a aquello. De una forma o de otra acabaría perdiendo algo importante.

—Si no haces nada y la cuenta atrás termina, todos mueren y nadie podrá ser salvado. ¿Preferirías coger esa opción? —preguntó al tiempo que movía su reina negra acortando nuevamente distancias con la reina blanca, manteniendo cierta distancia de seguridad para evitar un ataque directo. Quería acorralar a la pieza de Nicole aprovechando la posición en el tablero del resto de piezas para limitar su posibilidad de huir, y cuando no pudiese escapar en ninguna dirección al ver como las otras piezas bloqueaban su camino o podían devorarla, sería el momento de que la reina negra se acercase y acabase con la vida de la reina blanca.

La sonrisa de Michaela no desaparecía de su rostro. Nicole parecía comprender aquellas palabras de que era imposible salvarlos a todos, y comprender eso era algo que realmente le hacía daño. Del mismo modo había comprendido hacía unos momentos, que desde un inicio todos los movimientos de piezas negras por parte de Michaela habían sido dirigidos a llevar a la reina blanca a la situación actual. Acorralada y separada del resto de piezas en una esquina del tablero, incapaz apenas de tratar de huir al tener sus escapatorias bloqueadas o amenazadas por piezas enemigas que pudiesen comérsela.

¿Qué haría Nicole si realmente se diera el caso? ¿Salvaría a los presos porque eran más personas, y por lo tanto, más vidas salvadas? ¿Salvaría a Leonard para no romper su promesa y traicionar al chico? ¿Tal vez se decantaría por Adán? Al fin y al cabo, traicionó a sus compañeros para salvar la vida del chico. ¿Haría otra vez lo mismo? Quién sabía, tal vez elegiría salvar a las inocentes Inma y Jessica. ¿Qué haría Nicole ante tal situación? La mujer de dorados cabellos continuaba con la cabeza agachada y la mirada perdida.

—Estoy harta... —susurró sin elevar la mirada—. Quiero que esto acabe.

— ¿Mmmm...? ¿Dices algo? Habla más alto. No te escucho —solicitó con descaro a pesar de haberla escuchado perfectamente.

Nicole elevó la cabeza y dirigió su mano lentamente hacia la reina blanca que la identificaba en aquel tablero. Colocando el dedo sobre la cabeza de la pieza, comenzó a tambalearla ligeramente con un rostro hierático y una mirada vacía. Michaela observó aquello extrañada. ¿Se negaría a responder? De negarse a responder a tal cosa, a sus ojos se vería como alguien cobarde y egoísta, incluso en esa situación querría salvarlos a todos a pesar de que fuera imposible. Ciertamente los sentimientos te hacen débil, en ese caso debería de actuar con la cabeza. Estaba decepcionada al no escuchar respuesta alguna, no responder era como suicidarse para no tener que tomar opción alguna. Ambas mujeres permanecieron en silencio observando el tablero por unos instantes, ninguna decía nada, ninguna levantaba la vista, ambas se perdían en sus pensamientos.

—Dime, Michaela —habló finalmente rompiendo el silencio.

— ¿Qué quieres? ¿Te has decidido ya tras un rato pensando? —quiso saber elevando la mirada del tablero para observar a la mujer de rostro sombrío.

—Si fueras tú quien estuviera en mi lugar... ¿Qué harías? —quiso saber sin apartar la vista de la figura que hacía tambalear lentamente sin dejarla caer.

Michaela se sorprendió ante la pregunta.

—Es obvio, para mi tomar una decisión es muy fácil. Aprovecharía el tiempo ese y que todos están liados con las ejecuciones para escapar de mi propio imperio. ¿Para qué molestarme en salvar a alguien si me voy a ganar su odio y su rencor, o si voy a tener que cargar con esas muertes sobre mi conciencia? Además de que está el hecho de que pueda morir al tratar de salvar a alguien, ya que para ello debería enfrentarme a los verdugos. Sin duda la mejor opción sería abandonarlos y huir por mi cuenta. —respondió despreocupadamente. —Pero eso es lo que haría yo, quiero saber qué harías tú en tu caso.

—Lo suponía, has respondido lo que me imaginaba. Tú no sabes lo que son los sentimientos, eres un robot, a fin de cuentas. Jamás podrías ponerte en mi posición —susurró elevando lentamente la mirada para observar los oscuros ojos de la mujer que tenía delante.

—Una vez sentí algo como la amistad o el amor, pero me di cuenta que los sentimientos pueden destruirte y nublarte el juicio. La amistad y el amor son sentimientos pasajeros por los que no merece la pena arriesgar cosas importantes. Por no hablar de que estamos hablando de personas, las personas cambian de parecer según sus intereses, un día tu mejor amigo puede traicionarte y volverse tu peor enemigo, o la persona que te ama y se dedica a hacerte feliz, un día puede abandonarte por otra persona y hacerte tanto daño que te hiciera desear desaparecer de este mundo. No puedes fiarte ni de tu propia sombra, mucho menos de aquellos que dicen ser tus amigos o tu pareja.

Nicole se percató de que dijo aquello con un extraño tono de voz, como si aquello que dijo se aplicaba a ella misma, era como si estuviera hablando de si misma. Aunque ahora que recordaba, Michaela en su juventud llegó a tener pareja y un grupo de amigos. ¿Puede que aquello fuese una referencia a algo que le sucedió con ellos?

—Lo único que te queda es confiar en ti misma y en nadie más, al fin y al cabo, no puedes traicionarte a ti misma. Los sentimientos están muy sobrevalorados, no son necesarios para vivir, pero si algo como el dinero o el poder, si tienes ambas cosas podrás vivir y ser alguien en la vida. Si no tienes dinero no puedes vivir, si no tienes poder no podrás ser recordado. Pero los amigos y el amor son cosas innecesarias que además cualquiera puede tener. —Michaela quedó unos instantes en silencio junto a Nicole. —¡Bien, ahora dime cuál es tu respuesta! —Exigió frunciendo el ceño mostrándose molesta ante la falta de respuesta de su anfitriona—. ¿Salvarás a Leonard? ¿Será Adán a quien salves? ¿A Jessica e Inma? ¿A los que están presos? ¿O tal vez copies mi ejemplo y abandonas dejándolos morir? Responde a mi pregunta, Nicole. De no elegir nada me darás a entender que eres una cobarde que quiere huir de la situación para no tomar ninguna decisión.

Nicole sonrió tristemente mientras continuaba balanceando a la reina blanca, hasta que finalmente la soltó dejándola caer sobre el tablero. Michaela observó como aquella poderosa pieza blanca se volcaba y rodaba ligeramente sobre la superficie de cuadrados negros y blancos hasta chocar suavemente con su reina negra. Nicole lentamente apartó sus manos del tablero para colocarlas sobre sus rodillas. Su adversaria la observó extrañada.

—Si... Eso es lo que soy, Michaela. Soy una cobarde que mantendrá su silencio para huir y no tomar ninguna decisión —respondió con una sonrisa carente de emoción en su rostro mientras le dirigía una mirada a la mujer que tenía delante—. Por eso, abandonaré el mundo del tablero y volveré al mundo real —afirmó con un suave tono de voz sin dejar de mirarla a los ojos. —Para eso, derrumbaré este mundo tuyo, para no tener que tomar ninguna decisión y poder volver a la realidad.

Michaela entrecerró los ojos tratando de entender lo que había dicho.

—Derrum... —no llegó a terminar la frase antes de ser incapaz de evitar ahogar un grito de impresión al comprenderlo al instante.

De inmediato, trató de levantarse de su asiento. Fue entonces cuando, violentamente, la mesa se volcó, haciendo saltar por los aires el tablero de ajedrez junto a todas las piezas blancas y negras.

Sus párpados se despegaron estremecidos ante un repentino estruendo que tambaleó hasta los mismísimos cimientos del edificio sobre el que se encontraba apostado. Confundido, se frotó enérgico los ojos para aclarar su campo de visión tratando de reconectar su concentración en su tarea de vigilancia. Probablemente solo había sido la curiosidad de su imaginación para combatir la necesidad imperiosa de sueño. A pesar de haber obtenido un puesto como francotirador en la base, no había sido entrenado para resistir durante largas sesiones la aparición de un objetivo.

Todavía estaba recolocando su Dragunov sobre su hombro cuando una segunda sacudida de incluso mayor ímpetu que la anterior acrecentó la sospecha de que aquel fenómeno misterioso no estaba siendo producido por los recovecos ocultos de su mente. Desplazándose en dirección a la región de la cual el enigma parecía provenir, se sirvió de la mira telescópica para examinar el terreno más allá de las barricadas que delimitaban su querido hogar. El descubrimiento que capturó fue tan revelador que el soldado deseó no haber despertado de su pequeña siesta.

Una centena de animales cegados por sus instintos más básicos acometía contra la base en una estampida conjunta de impresión absorbente. Desde su posición, el francotirador distinguió tigres, cebras, panteras, leones e incluso elefantes componiendo aquel coliseo de destrucción. Por la distancia a la que se hallaban y la velocidad que imperaban a sus salvajes cuerpos, no iban a tardar más de unos minutos en atravesar las defensas del lugar para aniquilar a todo lo que se cruzase en sus interminables caminos.

Su decisión fue inmediata. La importancia de su misión se difuminó en un campo de terror. Salvaguardar la propia vida era una prioridad más que comprensible. El francotirador agarró su walkie y lo conectó al canal que empleaban todos sus compañeros de profesión.

—¡Atención a todos! ¡Escuchadme! ¡Tenemos una alerta de nivel rojo! ¡Estampida animal! ¡Repito, tenemos una estampida animal inminente! ¡Diez minutos máximo! ¡Buscad escondite! ¡Esto no es un simulacro! ¡Repito, esto no es un simulacro! ¡Estampida animal inminente!   

 Todo lo rápido que pudo, la mujer de dorados cabellos y mirada decidida se abalanzó hacia su rival desenfundando su Kukri. Al mismo tiempo que Nicole trataba de abalanzarse de un par de zancadas para alcanzar a la mujer que trataba de retroceder, esta alzaba la Desert Eagle que sostenía en una de sus manos para disparar contra Nicole.

Un potente estruendo se escuchó cuando la poderosa bala de la pistola Magnum fue disparada, no obstante el combate no acabó con Nicole cayendo muerta por el potente disparo, pues con un fuerte y rápido barrido de derecha a izquierda, la hoja del Kukri colisionó contra el arma moviéndola hacia un lateral errando el disparo que acabó por desencadenar en un orificio en la pared. Con la mano izquierda Nicole agarró violentamente la muñeca de la mano en la que Michaela sostenía tan potente arma bloqueando cualquier acción con el mortífero instrumento, y sin dudarlo ni un instante, decidida a hacerlo, dirigió el filo del Kukri hacia el rostro de su adversaria a fin de perforárselo.

Apretando los dientes ante la impresión, Michaela dejó caer el arma, y con la mano izquierda libre sujetó a tiempo el filo del machete, liberando un grito de dolor cuando ríos de sangre emanaron de la palma de su mano al ser rasgada por la hoja del arma blanca, desgraciadamente para ella, aquella fue la única alternativa que tuvo si no quería morir apuñalada. Gritando y resistiendo como pudo, logró patear el vientre de Nicole haciéndola retroceder, y por lo tanto pudiéndose liberar de la hoja del machete que amenazaba su vida. Histérica ante el insoportable dolor y la impresión de ver la palma de su mano desagarrada y cubierta de sangre, no pudo evitar dejarse finalmente llevar por la ira.

—¡¡¡PERRAAAAA!!! ¡¡¡ME VAS A PAGAR ESTO, NICOLEEEEEE!!! —chilló deformando su rostro por la ira mientras desenfundaba el Kukri de oscura empuñadura que mantenía a un lado de su cintura descansando en su funda.

Por parte de su adversaria tan solo un silencio le respondió a su amenaza. La Desert Eagle estaba a una distancia intermedia entre ambas, por lo que decidieron no arriesgarse a cogerla y recibir un golpe mortal en el intento. Michaela agarró su camiseta y con un fuerte tirón la desgarró de forma diagonal dejando parte de su torso descubierto, dejando su ombligo a la vista.

— ¿Sabes porque te llamé aquí, Nicole? —preguntó con rabia antes de sostener la empuñadura de su machete con los dientes y hacerse un vendaje en la mano izquierda con el trozo de tela que arrancó de su camiseta con el fin de detener la sangre que emanaba de los cortes.

— ¿Para tratar de comerme la cabeza con tus paranoias? —respondió sin dejar de alzar su arma con el ensangrentado filo mirando hacia su adversaria.

Una vez terminó de hacerse el vendaje volvió a sujetar el machete con la mano derecha y miró a su oponente.

—Te llamé aquí para acabar lo que empezamos en Stone City, en aquellos laboratorios de Esgrip situados bajo el ayuntamiento de la ciudad. En aquella ocasión, ese tal Nick se metió de por medio interrumpiéndonos, además de que el trabajo me requería, ahogándome la fiesta cuando estaba a punto de matarte a ti y al imbécil ese. En esta ocasión, nadie nos podrá interrumpir y podremos acabar lo que empezamos. —reveló Michaela mirando con un profundo odio a la mujer que osó atacarle cuando estaba desprevenida.

—Ya veo, me parece bien. Pero te advierto que no dejaré que las cosas sean como en aquel entonces, he cambiado mucho desde aquel día, ten por seguro que en esta ocasión tengo toda la intención de matarte. —respondió seriamente clavando una mirada hostil en los oscuros ojos de la líder de Zodiaco.

—Jajajajajaja, cierto, cierto, veo la determinación en tus ojos para llevar mi asesinato a cabo. ¡Estoy deseando de comprobar cómo has cambiado desde aquel día, yo tampoco me contendré, no hay motivos para ello!

Finalizada la frase Michaela se lanzó contra su oponente al mismo tiempo que esta imitaba el mismo movimiento que su hermanastra. Los cuchillos replicaron cuando ambos aceros colisionaron violentamente el uno contra el otro en repetidas ocasiones, con fuerza y rapidez, ambos tenían el propósito de acabar aquella noche con la vida de una de las mujeres. Michaela avanzó lanzando hacia Nicole rápidos y mortíferos tajos que iban de derecha a izquierda o viceversa, acompañados de otros cortantes trazos diagonales y puñaladas que buscaban hacer retroceder a Nicole mientras bloqueaba con su cuchillo los veloces tajos que venían de todas direcciones negligentemente.

Su objetivo era llevarla hacia la pared para acorralarla y darle un golpe mortal. Nicole, percatándose del objetivo de su adversaria trató de bloquear todos los golpes posibles mientras trataba de colar entre bloqueo y bloqueo alguna ofensiva para poder avanzar y hacerla retroceder a ella. Los aceros replicaban una y otra vez con sonoros choques metálicos. Si alguien viera a ambas féminas combatir con ambas armas blancas, le parecería que más que luchar lo que hacían era bailar. La música conformada por los choques metálicos, así como los movimientos que hacían ambas con el cuerpo evadiendo el filo enemigo retrocediendo, agachándose o ladeando el cuerpo a un lado y a otro, daba la impresión de que estaban haciendo una coreografía mientras la música metálica tenía lugar.

 En determinado punto, Nicole vio una oportunidad al lograr predecir la dirección por la que el cuchillo de Michaela trataría de atacarla, y con todas sus fuerzas golpeó la hoja del Kukri enemigo con el filo de su machete, repeliendo el golpe de su adversaria con tal violencia que no pudo evitar dejar un hueco al descubierto cuando el brazo con el que sujetaba el Kukri se desvió por completo lateralmente. Con un grito de guerra, Collins trató de hacer bajar la guillotina sobre el hombro de la acusada con el fin de producir un mortífero tajo entre el hombro y el cuello.

Michaela logró detener la mano descendente de Nicole deteniendo la caída del filo metálico con la mano que tenía vendada. Con violencia retorció la muñeca de Nicole para acto seguido golpear de una patada lateral sus costillas, obligándola a soltar el arma al tiempo que caí sobre sus rodillas con un doloroso quejido. Sin decir palabra alguna ni tomarse su momento de disfrute ante la dolorosa expresión de Nicole, la mujer de oscuros cabellos trató de apuñalar a la que yacía arrodillada en un lateral del cuello para verla desangrarse como a un cerdo mientras moría lentamente sin poder hacer nada por detener el sangrado del orificio que el filo del Kukri haría en su delicado cuello. Con un grito ahogado Nicole detuvo la mano de Michaela a pocos centímetros de que el filo del machete penetrara a través de su piel. Debido a la presión ejercida por amabas, cada una en sentido contrario, la hoja temblaba ante la indecisión de perforar o retirarse.

Gritando de rabia, Nicole logró desviar por completo la trayectoria del cuchillo alejándolo de su cuello, para instantes después de sentirse segura ante la dirección de la hoja del arma blanca, ponerse en pie a medida que tiraba del brazo de Michaela hacia sí misma, provocando que la cabeza de ambas féminas chocaran violentamente. Michaela retrocedió varios pasos totalmente aturdida por el golpe directo de Nicole, por otra parte la rubia, quien no se dejó vencer por el aturdimiento, se acercó de una zancada a Michaela para empujarla contra la larga mesa de madera situada en el centro de la estancia, apartando con el impacto algunas de las sillas de madera que rodeaban a la mesa. Michaela trató de apuñalar a Nicole cuando esta la empujó contra la mesa, pero la ex agente logró detener la mano que empuñaba el arma mientras que con su otra mano libre apretaba con todas sus fuerzas el cuello de la reina de Zodiaco hundiendo la uñas en la piel mientras trataba de estrangularla empleando todas sus fuerzas.

—No... te dejaré... perra... —pronunció la mujer de oscuros cabellos sintiendo como sus pulmones le solicitaban oxígeno mientras forcejeaba contra la mano de Nicole que evitaba que esta apuñalara a Collins con el machete que sostenía.

Nicole por su parte no dijo nada, su rostro enrojecido mientras mostraba sus dientes rabiosa ante aquella monstruosa mujer era respuesta más que suficiente a que ella tampoco tenía intención de dejar que se salvara de aquello. Finalmente, víctima del debilitamiento, la mano de Michaela se aflojó dejando caer el machete al suelo. Habiendo soltado el cuchillo pudo emplear ambas manos para defenderse, mientras que con una mano trataba de estrangular también a Nicole, la otra mano la cerró formando un puño y con todas las fuerzas que pudo golpeó la sien de Nicole obligándola a que la soltara y se tambaleara aturdida. Solo se permitió unos segundos para recobrar el aliento antes de embestir a Nicole tirándola al suelo, para proceder a colocarse encima de esta y golpear su rostro una y otra vez con toda la rabia que sentía. Ambos puños al colisionar mecían con violencia a un lado y a otro el rostro de Nicole llenándole la cara de moratones.

Nicole no sabía cómo quitársela de encima, cada golpe se precipitaba con tal brutalidad sobre su rostro que no le permitía pensar con claridad. Trataba de alzar sus manos a fin de protegerse el rostro logrando parar parte de los golpes. Aprovechando el notable cansancio de Michaela y el más que evidente dolor que le ocasionaba mantener la mano vendada cerrada para formar uno de los puños con los que golpeaba, su esmero fue reduciéndose cada vez más, permitiendo a Nicole contraatacar.

 Collins agarró los puños de Michaela para evitar que la golpeara, mientras Michaela se esforzaba en liberar sus puños, Nicole pasó el pie entre las piernas de Michaela logrando colocarlo en el abdomen de esta y empujar con todas sus fuerzas logrando quitársela de encima. La mujer magullada se puso en pie observando a la mujer que yacía aún en el suelo, antes de emprender su próximo ataque limpió los hilos de sangre que descendía por su nariz y labios, llena de moratones que acabarían por hincharse, Nicole dio unos primeros pasos vacilantes dispuesta a continuar enfrentando a Michaela hasta que una de las dos cayera muerta. Viendo a su contrincante el pie, la mujer de oscuros cabellos no dudó en levantarse alzando los puños como su rival.

Con un grito de guerra la líder de Zodiaco se abalanzó contra Collins a fin de continuar su trabajo machacándole la cara. No obstante, por muy mal que tuviera el rostro tras los intensos golpes producidos por su atacante, aquella mirada de determinación no había desaparecido, y confiada a continuar el combate, Nicole recibió el puñetazo lateral que Michaela lanzó por la izquierda, puñetazo que bloqueó con su antebrazo.

No contenta con el resultado, la mujer de oscuros cabellos continuó lanzando una serie de combinaciones de todo tipo de puñetazos que abarcaban directos, ganchos y laterales, todos lanzados hacia el rostro de la mujer que empleaba sus reflejos y antebrazos para bloquear, aunque por desgracia, no pudo evitar que algún que otro puñetazo se precipitaba contra su magullado rostro. Nicole fue aprendiendo de los golpes de Michaela, repetía alguna de las combinaciones, por lo que en uno de sus repetitivos y predecibles puñetazos logró agarrar la muñeca de su agresora y retorcérsela con violencia para acompañar el movimiento defensivo con una patada en el abdomen que lanzó a la atacante hacia atrás, obligándola a chocar una vez más contra la mesa de oficina.

No tardó nada en acercarse de unas zancadas para devolverle algunos de los golpes asestándole algunos puñetazos en el rostro con la misma rabia que ella recibió los suyos. Michaela trató de golpear a Nicole para quitársela de encima, pero en vano, Collis agarró el brazo de su atacante y le ejecutó una veloz llave de inmovilización, para acto seguido girar su torso parcialmente hacia atrás encajando su codo en la sien de la mujer de oscuros cabellos, y no satisfecha con eso continuó su ofensiva agarrando de la nuca a la mujer para obligarla a agachar violentamente la cabeza para precipitarla con la rodilla de Collins. Aún aturdida y sabiendo que Nicole la mataría a golpes si nada hacía, ejecutó un placaje que obligó a Collins a retroceder varios pasos. Michaela se acercó de varias zancadas hasta el lugar al que su hermana se desplazó tras ser empujada por el placaje enemigo, sin dilación alguna, la mujer de oscuros cabellos lanzó una patada giratoria a fin de golpear la sien de la mujer de dorados cabellos, víctima del cansancio físico, así como la pérdida instantánea de equilibrio nada pudo hacer cuando su cabeza fue golpeada tumbándola de golpe en el suelo.

Michaela se acercó lentamente sin poder contener el sube y baja de sus hombros, entre jadeos observó a la mujer que se retorcía en el suelo llevándose las manos a la cabeza mientras se quejaba del dolor del potente impacto. Pero ahí no acababa la cosa, aquel combate no tenía como finalidad el derrotarse la una a la otra, el objetivo del combate es que alguna de las dos acabara muriendo. Con una sádica sonrisa dibujada en su magullado rostro observando la agonía que su golpe le produjo a su adversaria se dispuso a terminar su labor, sin clemencia alguna pisó con todas sus fuerzas el abdomen de Nicole provocándole un espasmo, una y otra vez repitió aquellos dolorosos pisotones, pisotones que alternaba con alguna patada en las costillas.

—¡¡Lo admito, Nicole!! —exclamó con satisfacción sin dejar de patear al saco de arena viviente. — ¡¡Te has vuelto fuerte, muy fuerte, finalmente tienes la determinación para asesinar a alguien con tus propias manos!! —la mujer río a carcajadas sin detener la tortura física a la que sometía a su adversaria. —¡¡Esto es tan divertido!! ¡Te asesinaré, Nicole, de la misma forma que los arrogantes egocéntricos como tú asesinaron mi patético e insultante proyecto de vida! ¡Tu sangre alimentará mi odio por toda la eternidad cuando la beba directamente de tu Kukri, agente!

Collins trató de incorporarse soportando todos y cada uno de los golpes que recibía, soportando las náuseas y el agudo dolor que recorría cada fibra de su ser, trataba de luchar para no acabar perdiendo la conciencia. Los golpes se detuvieron un instante, ante aquello Nicole elevó la mirada para ver a la mujer en éxtasis observándola con sus ojos totalmente abiertos y una demente sonrisa en su rostro, aquella imagen duró poco en la visión de Nicole, pues como si de un balón de fútbol se tratara, la mujer de oscuros cabellos lanzó un punta pie contra la cabeza de Nicole produciendo a efecto de su acción que el suelo de su despacho se tiñera de la sangre que salió expulsada de la boca de la mujer ante el potente impacto instantes antes de desplomarse de nuevo contra el suelo.

Jadeante, Michaela retrocedió varios pasos abandonándola por unos instantes para acercarse hacia su machete Kukri para ensartarla en el suelo dándole muerte con aquel golpe de gracia. Sus pasos se detuvieron al llegar a su arma, con algo de dificultad debido a su agotamiento físico y el dolor que recorría todo su cuerpo lentamente trató de agacharse a coger su guadaña por el oscuro mango para finalmente arrebatarle la vida a la mujer que yacía en el suelo. Realmente era una acción sencilla, solo tenía que agacharse, cogerlo y dirigirse a su objetivo para matarlo, pero para su desgracia una acción tan fácil como esa no la pudo llevar a cabo.

 La mujer se giró al percatarse de la respiración de Nicole detrás de ella, en vano no pudo hacer nada cuando esta grito de dolor y rabia al tiempo que empujaba a Michaela lanzándola al suelo, tan rápido como pudo se colocó encima de esta para agarrar con ambas manos la cabeza de la mujer de oscuros cabellos y estamparla una y otra vez contra el suelo del despacho empleando todas sus fuerzas en un intento de romperle la cabeza a golpes. A ese punto Nicole había perdido la cordura, toda capacidad de razonamiento había quedado anulada por por el dolor y la ira, lo único que pasaba por su mente era matarla sin piedad. Observando aquel rostro rojizo como un demonio y escuchando sus gritos de guerra a medida que golpeaba su cabeza contra el suelo, Michaela trataba de liberarse de sus manos opresoras.

 Tanteando con su mano derecha logró tocar la empuñadura de su Kukri, no dudo ni un solo segundo en agarrarlo y clavarlo en el muslo de su demente atacante. Liberando un grito de rabia, Nicole no pudo evitar soltar la cabeza que trataba de reventar a base de golpes para sacar el arma blanca de su cuerpo. Michaela se la quitó de encima en cuanto la mujer de dorados cabellos sacó el filo del arma de su pierna, sin detenerse corrió hacia la Desert Eagle que yacía en el suelo.

Nicole la siguió como pudo apretando los dientes para soportar el dolor pudiendo recoger su machete Kuki por el camino, pero de nada le serviría, Michaela para entonces ya estaba mirando hacia ella apuntándola con la mortífera arma. Ambas mujeres se observaron en silencio desde sus posiciones, tan solo unos pocos metros las separaban, entre jadeos no eran capaces de controlar el ritmo de sus hombros ni la velocidad de sus pulsaciones, por lo que únicamente permanecían en silencio tomando aire procurando calmarse. La mujer de cabellos oscuros que sostenía el reluciente mágnum con ambas manos estaba tan maltratada físicamente como la otra mujer de dorados cabellos, quien sostenía un machete Kukri en cada una de las manos. La sangre teñía el cuerpo de ambas mujeres, emanando de los cortes o a causa de los fuertes golpes que habían intercambiado entre ellas, sumado a la multitud de moratones que acabarían por hincharse, ambas mujeres presentaban un aspecto lamentable.

—No está mal, Nicole, nada mal. —comentó Michaela al empezar a controlar su respiración. —Pero esto no puede seguir así, como todas las cosas esto debe llegar a su fin, y no estoy dispuesta a morir. —declaró con una sonrisa en los labios.

—En nuestro último enfrentamiento estuviste a punto de ganar por la gran ventaja de la que disponías, aquella armadura amortiguaba todos mis golpes, además de que ocultabas un cuchillo por si se daba el caso en el que estuviera a punto de acabar contigo. Ahora pensé que habrías decidido que nos enfrentáramos en igualdad de condiciones, pero ya veo que no. Como de costumbre, harás trampas para salirte con la tuya y apretarás el gatillo para asesinarme. —Nicole chasqueó la lengua mostrándose seria ante la mujer armada. —Que patético, y luego dices que yo soy la cobarde.

— ¿Perdona? No recuerdo haber dicho nada sobre pelear de forma limpia. Simplemente te dije que no trajeras armas de fuego. Todo lo demás era válido —respondió con una sonrisa burlona. —Pero sería demasiado fácil pegarte un tiro y acabar con esto ahora. Estaba pensando que mis subordinados están muy entretenidos en su partida de caza matando a los guerrilleros y buscando a tus amigos. Y yo he estado prácticamente todo el tiempo aquí en mi despacho, contactando con mi gente, actualizando la partida de ajedrez, encargándome de una masa de carne pelirroja, y limpiando los restos de mi cafetera rota. —comentó desanimada recordando como tuvo que deshacerse del cadáver de la guerrillera Andrea hace algún tiempo. — Tan solo pude saborear un poco de la diversión cuando fui a acribillar a los guerrilleros a la comisaría, pero quería más. Nicole, me apetece divertirme un poco más, por lo que te doy veinte segundos para salir de aquí antes de que comience a perseguirte para pegarte un tiro entre ceja y ceja.

— ¿Acaso crees que soy idiota? Seguro que esperas a que me dé la vuelta para dispararme por la espalda.

—De ser así ya lo habría hecho. ¿Crees que mantener esa posición defensiva con los Kukris podrá hacer que falle el tiro de alguna manera o evadir el disparo? Es absurdo. Sé que voy a ganar por el hecho de que estoy armada con un arma de fuego, pero quiero darte una oportunidad de intentar escapar, o al menos de hacer algo para que me diviertas, es demasiado fácil si acabo ejecutándote aquí y ahora —propuso Michaela señalando a la puerta de su despacho. —Te doy cinco minutos para tratar de huir del edificio o tratar de preparar un ataque sorpresa contra mí.

—Ya veo, enton... —Nicole dejó de hablar y se quedó callada unos instantes. — ¿Qué es eso? —susurró observando el suelo.

Michaela se fijó en como las piezas de ajedrez esparcidas por el suelo rodaban ligeramente sobre este. No solo eso, algunos objetos pequeños colocados en algunas de las estanterías también se desplazaban sobre la superficie sobre la que estaban.

— ¿Un terremoto? —preguntó Michaela sintiendo como a sus pies el suelo temblaba.

Ambas mujeres se miraron unos instantes ante su confusión. Era extraño aquel suceso, no obstante decidieron ignorarlo al no ser muy fuerte, probablemente dejaría de notarse en unos momentos.

—Bien, recuerda que tienes cinco minutos, no los desperdicies, ya que por pequeña que sea la posibilidad, puede que tengas una oportunidad para huir o contraatacar y así entretenerme por un rato más. —recordó Michaela ignorando el temblor. —La cuenta atrás comienza ya, así que lárgate si sabes lo que te conviene. —recomendó señalando con el arma a la puerta.

Nicole no dudó en salir corriendo, sabía que si trataba de huir al exterior le tomaría varios minutos descender todas las plantas del edificio hasta llegar a la planta baja. Michaela la vio marchar a toda prisa llevándose su machete Kukri con ella, pero no le importaba, ya lo recuperaría cuando diera con ella, al fin y al cabo no llegaría muy lejos. Michaela guardó su Desert Eagle en su portafundas y agarró una silla para llevarla frente a un armario de la estancia para poder subirse y recuperar su escopeta Spas doce situada en lo alto de la estantería.

 No se decidía en si le causaría más placer reventarle la cabeza a Nicole de un disparo de su mágnum o si reventarle todo el cuerpo en mil pedazos de un escopetazo. Ambas ideas eran igual de tentadoras.

Tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic... Leo no podía evitar sentirse cada vez más tenso con cada maldito tic-tac del reloj de mesa de aquel puesto en el que se ocultaba, algo iba mal, lo presentía. El joven miró el reloj desesperado por vigesimosexta vez desde que se quedó solo esperando a Nicole, llevaba una hora allí oculto sin hacer nada de interés. En aquel tiempo había limpiado con un trozo de tela la sangre de los filos de la Gladius y la navaja, tras eso se había dispuesto a sacar balas de uno de los dos paquetes de nueve mm para recargar el cargador de su Beretta M9 y para finalizar, había estado comprobando que todos los recursos de su mochila permanecían ahí y que tenía todo aquello que necesitaba haber recolectado.

Desde que estaba allí se había sentido nervioso debido a un extraño fenómeno que había estado dando lugar desde poco después que Nicole se marchara, una serie de extraños temblores cuya intensidad había estado aumentando a medida que lo hacía el tiempo que pasaba allí confinado, debido a lo tenso que se sentía debido al extraño acontecimiento, había decidido hacer aquellas labores de mantenimiento, tenía la necesidad de entretenerse con algo para no salir de allí por patas en busca de su compañera.

 El primer temblor fue algo suave, tuvo lugar a los treinta minutos de haberse marchado su compañera. Aun sufriendo los efectos del hechizo de Morfeo, su mente le llevó a pensar que aquel extraño temblor había sido un producto de su imaginación. Por desgracia para el joven, una segunda sacudida de mayor intensidad se hizo notar en esta ocasión a los diez minutos siguientes, haciendo temblar a los objetos de menor peso de aquel lugar confirmándole que aquellas sacudidas no se trataban de un producto de su imaginación. Desde aquel segundo temblor, Leonard sentía que el suelo y las persianas metálicas vibraban ligeramente. Desde entonces aquella leve vibración no cesó, pero por otra parte ninguna sacudida sucedió.

 Aun así no se sentía seguro ahí, aquel kiosco era un habitáculo cuadrado de paredes blancas, no muy grande. Disponía de varias estanterías en la pared del fondo en la que se localizaba la puerta trasera, estas estanterías estaban repletas de todo tipo de revistas como las de cotilleos, deportivas, algunas más dirigidas al público infantil, pasando por periódicos y otras revistas informativas, acabando con alguna que otra revista playboy para un público más adulto, también una pequeña nevera donde se guardaban refrescos ya inexistentes en su interior. A izquierda, derecha y en la fachada principal se encontraban tres aberturas rectangulares carentes de cristal y con un saliente hacia dentro y fuera de las tres ventanas de pedidos. Actualmente tres persianas metálicas cubrían aquellos huecos en donde el dependiente solía asomarse para atender a los clientes que se amontonaban a los tres lados del puesto para comprar algo de éste.

 Bajo el mostrador frontal se encontraba una silla de ruedas y una serie de cajas de plástico que según el olor que aún emanaba de ellas, fueron recipientes de deliciosas golosinas. Bajo el mostrador izquierdo, se hallaba una pequeña caja fuerte, tan abierta como vacía, de donde salía y entraba el dinero que se ganaba a lo largo del día. Bajo el mostrador derecho, un pequeño congelador que en el pasado había albergado helados de multitud de sabores. Y del techo colgaba una lámpara apagada, el joven prefirió quedarse a oscura sentado en silencio en la silla de ruedas, si la encendía, la luz se colaría a través de las pequeñas rendijas de las persianas metálicas delatando su posición. Para ver disponía de la tenue luz que entraba por debajo del pequeño hueco de la persiana frontal que no se encontraba bajada del todo.

 El joven se encontraba apoyado en el pequeño bordillo entrante de la ventanilla frontal, mirando a través del huequecito de la persiana el exterior de la plaza, totalmente tranquila y silenciosa, parecía que Nicole no venía... Una vez más miró el reloj que se hallaba a su lado, una hora y diez desde que se fue y no había ni un alma allí... ¿Por qué tardaba tanto? ¿Le habría pasado algo? ¿Habría encontrado a sus amigos? ¿Le habría abandonado? Cuando Leo se percató de aquella inconsciente última cuestión que se pasó por su agotada mente, sacudió con fuerza la cabeza y se dio un par de sonoras palmadas en las mejillas tratando de despertarse y no pensar en cosas raras.

 Ya debía de estar de camino, si, seguro. Nicole no lo abandonaría, se lo prometió, ella no era una mala persona que se hubiera estado aprovechando de él para engañarlo y abandonarlo tras encontrar a sus amigos. Ella, quien era como la reencarnación de su madre, no podría hacerle algo así, Nicole definitivamente vendría y definitivamente juraría con absoluta certeza que ella no era una mala persona, no vio maldad alguna en sus ojos ni en sus palabras... Si, definitivamente ella vendría a por él con sus compañeros y huirían juntos, lejos, muy lejos de aquella malvada bruja tirana de Michaela. Y así lograría empezar una nueva vida con ese grupo sin tener que separarse de Nicole.

 Debería de tratar de pensar en cómo presentarse a sí mismo al grupo para dar buena imagen, qué debería decir, el tono de voz, gestos y demás cosas para hacerse notar que no era ninguna amenaza para ellos, sí, eso era de lo que realmente se tenía que preocupar de pensar, lo demás solo eran tonterías que su mente inventaba a causa del sueño. Aquello era algo que Leonard se repetía a conciencia para sí mismo tratando de luchar contra sus dudas y desconfiada personalidad. Pero, a pesar de esos pensamientos, la duda y la preocupación ya habían sido sembradas en su mente y el leve temblor que sentía desde hacía rato no dejaba de hacer que se pusiera cada vez más tenso, cuestionándose el salir de allí repetidas veces.

Tras colocarse la escopeta a la espalda y la silla de nuevo en su sitio, Michaela comenzó a ordenar su despacho rápidamente sin dejar de sentir aquel extraño temblor mientras dejaba el tiempo pasar, llevando la cuenta de los minutos en su cabeza. Era extraño, pero aquel temblor parecía aumentar con cada segundo, por no hablar de que a veces, aunque tal vez se trataba de su imaginación, le parecía escuchar un extraño sonido viniendo de alguna parte de allí afuera.

 Tras terminar de recoger todo se acercó a las ventanas del despacho por donde podía ver lo que sucedía allí abajo, en su imperio. Colocando las manos en las ventanas mientras observaba el exterior, pudo sentir como estas temblaban ante el incesante temblor. A sus oídos podían llegar el sonido de algunos tiroteos que aún debían de tener lugar entre sus subordinados y los guerrilleros o los compañeros de Nicole.

Michaela observó su propio reflejo en el cristal con una mirada vacía, perdida en sus pensamientos y recuerdos. Realmente había llegado el día en que podría matar a Nicole, con su muerte cortaría el último lazo que la ataba a su doloroso pasado, era incapaz de mirarla a la cara sin evitar recordar todos aquellos sentimientos que sentía hacia su persona, desprecio, ira, rencor y envidia. Si, lo reconocía, Nicole Collins había sido una vez su ideal cuando era niña, Nicole tenía todo lo que ella jamás alcanzó a tener, tenía a unos padres que la amaban con locura, incluso cuando se divorciaron estos y vivieron separados, nada cambió su relación con sus padres biológicos, incluso fue querida por su padrastro, Ryan Evans. Popular, estuvo rodeada de amigos durante toda su vida, y siempre tuvo algún que otro chico detrás de ella tratando de conquistar su corazón.

Guapa, divertida, inteligente y madura, siempre fue alguien admirada tanto por la gente de su edad como por los adultos, quienes siempre tuvieron altas expectativas puestas en ella, sin duda todo un ejemplo a seguir. Era una persona que siempre se esforzaba al máximo y que nunca perdía la esperanza, dando lo mejor de ella logrando todo aquello que se proponía. Una chica que siempre caminaba hacia delante en la vida iluminada por la luz y la calidez de este mundo, luz y calidez que ella jamás conoció. Y ella ¿qué había de ella? Bueno eso era algo sencillo de explicar, ella fue todo lo opuesto a Nicole, ella siempre caminó a su espalda, tras su sombra, siendo eclipsada por su presencia, una presencia envuelta en la misma dignidad que irradiaba su madre, Linda. Ella y Nicole eran muy diferentes, como la noche y el día.

Ella trató de alcanzar a su ideal, trató de cambiarse y ser como ella, en vano jamás pudo alcanzarlo, ella lo sabía, desde el momento en que nació había sido decidido el camino que seguiría en la vida, desde el momento en que nació fue forzada por sus progenitores y las circunstancias que vinieron después a ir por el mal camino hasta el punto de ser imposible para ella volver a empezar desde cero. Sola e ignorada por la única persona con la que convivió tras romper lazos con su madre, nadie pudo ayudarla, nadie pudo consolarla, poco a poco lo único que pudo hacer para sobrellevar su dolor fue contener esos sentimientos y tratar de negarlos reprimiéndolos, aquellos sentimientos la hacían débil y vulnerable, por lo que simplemente luchó consigo misma para encerrarlos en lo más profundo de su ser. El conjunto de experiencias y sentimientos negativos que recibió desde su más tierna infancia la transformaron poco a poco en lo que era ahora, transformación que fue pulida por Esgrip y por la traición recibida por los únicos amigos y el único amor que tuvo en su vida, ella cayó a un pozo sin fondo del que jamás podría salir, hundiéndose cada vez más en la oscuridad, aquella niña se transformó en la mujer que era hoy en día.

 Sabiendo que era inútil tratar de alcanzar a su ideal imposible trató de ignorarlo, trató de encerrarse en su mundo interno huyendo de su presencia y la de sus nuevos padres, Linda y Ryan, a los que jamás vio como tal, simplemente eran personas con las que convivía, como Nicole. Para su desgracia aquella táctica no funcionó, durante años vivió, trató y observó a su ideal, cada vez que veía su rostro, observaba su felicidad y sus logros, ella sentía como un puñal se clavaba en su corazón recordándole quien era realmente ella, recordándole como era su vida y la enorme diferencia inalcanzable que había entre ella y Nicole, finalmente víctima de la ira, el dolor y la impotencia que sentía hacia sí misma al sentirse como una fracasada por no poder alcanzar a la persona que admiraba, acabó por sentir un profundo odio, desprecio y rencor hacia su propio ideal mientras se dejaba consumir por la envidia durante años, dando así lugar a su rivalidad con su hermanastra. De ahí nació su profundo odio hacia a la mujer conocida como Nicole Collins. 

Michaela volvió en sí y se alejó en silencio de la ventana, haciendo desvanecer a su propio reflejo, el cual hasta hace unos instantes había mostrado a una mujer vacía y solitaria, una mujer que quería vengarse de la vida, una mujer que destruía la felicidad y la vida ajena para poder suplir su propia carencia de estas. Con un rostro sin emociones, Michaela abandonó su despacho cerrando la puerta detrás de si para ir en busca de Nicole. ¿Por qué se sentía de esa manera? ¿Por qué había tenido que remover esos dolorosos sentimientos y recuerdos del pasado? Su corazón, frío como un témpano de hielo y duro como el diamante se sentía herido, le dolía... Ella estaba sintiendo, ese sentimiento debía de reprimirlo, debía de destruirlo, debía de olvidarlo, los sentimientos la hacían débil y vulnerable ante el mundo que la rodeaba como cuando era niña, por eso debía de deshacerse de ese dolor. Solo conocía una forma de llenar ese vacío sentimental, mediante el sufrimiento ajeno empleando la inmoralidad. Pagar su dolor y su ira con todo el mundo y alimentarse del sufrimiento resultante de eso era lo único que podía hacer para olvidar todo sentimiento que tratara de materializarse en su frío corazón.

—Soy un demonio, los seres como yo no necesitamos sentimientos para vivir... —susurró para sí misma descendiendo las escaleras hacia la quinta planta del edificio de oficinas. —No soy humana, solo soy un monstruo que se alimenta de las desgracias ajenas para vivir. Alguien como yo no puede recibir el título de ser humano, ¿verdad, Nicole? —sonrió amargamente hablando para sí misma.

M.A deslizó la cabeza por encima de la posición que les salvaguardaba de la caza de aquellos soldados al percatarse de un escándalo que se había formado aceleradamente en el exterior de la farmacia.

—Tíos, ¿qué coño está pasando? —inquirió uno de los subordinados que controlaba el buen comportamiento de Jessica ante semejante alboroto.

— ¡Al suelo! ¡Estampida…

Su advertencia nunca finalizó. Un tigre saltó sobre él y desgarró feroz su carótida en solo unos meros segundos impulsado por su rabia irracional. La tierra tembló con desmesurada potencia indicando la aparición de incontables animales propios de un zoológico que atravesaban la zona desorganizados compartiendo una única dirección. Sirviéndose de la impresión construida por el surrealismo que les había invadido a todos, M.A, sin siquiera compartir su estrategia con Inma, corrió desde su refugio hasta donde se situaba uno de sus enemigos y le perforó la nuca con su cuchillo, asesinándolo instantáneamente.

El soldado restante se disponía a contraatacar aún impactado por el homicidio presenciado, pero un puntapié de Jessica con destino a su gemelo le despistó el tiempo suficiente para que el arma del atrevido M.A segase su existencia atravesando la cuenca de su ojo.

— ¡Dios santo! ¡Socorro! —chilló Inma escabulléndose de su ya inexistente escondite cuando las estanterías se precipitaron violentamente una tras otra sobre ella.

—Os dije que la tierra estaba temblando. Os lo dije… —les recriminó Jessica mientras recibía asistencia por parte de su compañero para ponerse en pie.

— ¡Vamos, al suelo! ¡Detrás del mostrador! ¡Vamos, chicas, vamos! —gritó M.A autoritario abalanzándose junto con ellas hacia su cobertura.

Alice tosió imperiosa agradeciendo que el machito se dignase finalmente a retirar el pesado pie que reprimía su tráquea. Focalizó su energía de reserva en incorporarse mientras el individuo caminaba hacia el cuerpo aún inconsciente de Maya, pero se sentía demasiado abatida como para poder lograrlo. Estirada sobre la vía, una sensación de desorden penetró de repente en su intelecto. Quizá solo se tratase de la falta de oxígeno jugando con sus sentidos, pero Alice habría jurado que la tierra estaba temblando. 

—Tú y tu amiguita tenéis algo en común. Se os va toda la fuerza por la… —Marcus contuvo su discurso ante la dantesca escena que se plasmó repentina en sus retinas.

A lo lejos, un auténtico circo de animales había surgido desde ninguna parte para aplastarlos bajo su dominio salvaje. Tal fue la impronta clavada en su raciocinio que ni él ni su rival fueron capaces de determinar con claridad la respuesta emocional que correspondía a aquella visión. La retorcida muerte había irrumpido para reclamar el alma de ambos sin importarle la abismal diferencia entre ellas.  

Sin el más mínimo signo de meditación acerca de su decisión, Marcus desechó la misión que su reina le había encomendado y apremió a sus piernas una agilidad que le permitiese escapar del área de amenaza a través del callejón más cercano, consciente de que no iba a arriesgarse a morir por sus caprichos.

Batallando imbatible con su fatiga, Alice logró ponerse en pie y tambalearse hasta Maya. El peso que la chica imperó en sus músculos cuando la tomó sobre sus brazos, pese a su liviandad, le resultó un auténtico sufrimiento, pero no le importó. Debían salir de allí antes de que la marea les alcanzase.

— ¡Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios! —murmuraba mientras corría desesperada hacia el edificio más cercano.   

El solemne rugido de un león reverberó en su tímpano en el instante en que Alice se precipitó al resguardante interior de una papelería. Los libros que se repartían por el comercio empezaron a caer, víctimas colaterales de la colosal vibración que se produjo, obligando a la joven a lanzarse al suelo cubriendo a su amiga con su desgastado cuerpo para proteger a ambas de los impactos que pudiesen producirse. Alice permaneció inmóvil durante la estampida, temerosa de volver a recuperar su mirada con la apertura de sus ojos. No quería presenciar la inminente muerte que sentía aproximándose.

Perdido en sus pensamientos, el joven Leonard se percató con algo de lentitud de que aquel temblor comenzó a aumentar de intensidad en cuestión de segundos. Las estanterías comenzaron a temblar, los objetos pequeños comenzaron a desplazarse sobre la superficie en la que se encontraban, las persianas comenzaron a retumbar con un sonido metálico y la lámpara del techo a agitarse en el aire. El joven Leonard bajó de inmediato de la silla, la cual no paraba de temblar como un flan, fue entonces cuando decidió coger la mochila que descansaba al lado de la caja fuerte para salir del habitáculo antes de que se viniera abajo.

El joven pensó en que se trataba de algún terremoto, pues el suelo a sus pies vibraba con fuerza, más y más, la intensidad del temblor fue aumentando, acompañado del fuerte sonido de un impacto y un coro de extraños y altos sonidos difíciles de identificar. El joven trató de acercarse a la mochila que albergaba sus recursos cuando objetos de pequeño tamaño cayeron sobre él como si de una lluvia se tratara, impidiéndole agarrarla, cubriéndose con sus brazos y agachado en el suelo, nada pudo hacer cuando las estanterías se le vinieron abajo aplastándolo y golpeándolo dejándolo inconsciente en mitad de aquel terremoto y fuerte alboroto.
       
 Jadeando, Nicole tuvo que detenerse en la tercera planta. No podía continuar avanzando sin descansar, por lo que se sentó un momento en los escalones que descendían a la siguiente planta. Estaba herida, agotada y dolorida, y la puñalada de su muslo empeoraba las cosas. Le dolía al tratar de desplazarse, en especial al correr, como había estado haciendo hasta el momento. Necesitaba tratárselo y vendárselo lo antes posible. Como echaba en falta en ese momento los conocimientos médicos de Maya... Pero no importaba eso ya. Debía de salir de allí y tratar de ocultarse para hacerse un vendaje casero con algún trozo de tela y descansar un poco antes de idear algún ataque sorpresa contra Michaela, pero antes que nada, tenía que hacer algo con esa herida de arma blanca. Aunque no fuera mortal, no podía permitir que continuara desangrándose o se infectara.

 Aún lo sentía. Ese temblor que no sabía en qué momento había comenzado. Tal vez mientras luchaban comenzó a sentirse, pero al estar en movimiento y concentradas en el combate no llegaron a notarlo. Aquello era extraño. ¿No duraba demasiado ese temblor? No solo eso, tenía la sensación de que se estaba volviendo más intenso a cada momento. Como fuese, no podía permanecer ahí parada en mitad de las escaleras. Michaela debía de estar tratando de dar con ella, no podía dejar que la encontrara, aún no podía enfrentarla. Primero de todo, Michaela estaba armada con armas de fuego mientras ella solo tenía armas blancas, y además debía tener en cuenta que físicamente estaba demasiado agotada como para comenzar un ataque cuerpo a cuerpo o manejar los machetes Kukris que aún sostenía en sus manos, el suyo propio que recibió de Davis cuando se unió a él tras salir de las cavernas de los mutantes, y el de Michaela. Con algo de esfuerzo se puso en pie y continuó descendiendo las escaleras.

El sonido de sus pasos era lo único que ocupaba su canal auditivo, no tenía demasiada prisa en atrapar a Nicole, sabía con certeza que no podría llegar muy lejos, además de que la herida que le causó al apuñalarla con su Kukri le supondría un problema para desplazarse rápidamente. Aún sin mostrar sentimientos en sus facciones, la mujer de oscuros cabellos continuó su cacería físicamente, aunque sabía que mentalmente se encontraba en otro sitio, en su mundo interno. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué demonios tenía que ponerse en aquel instante en plan sentimental?! ¡¿Quién le había dicho a ella que se pusiera en ese maldito momento a remover la mierda del pasado?! ¿Quién era ella? Era Michaela Evans, la líder de la nueva Esgrip bautizada como Zodiaco. Ella era la persona más poderosa del imperio y de la organización, quien hacía y deshacía a voluntad todo lo que ella deseara en su pequeño mundo.

Poderosa y temida, nadie osaría a contradecirla u oponerse a ella, a sus pies todos se rendían. Pero no se contentaba con ello, desde que entró a Esgrip siempre deseó más y más, empezó como una simple soldado, siguió hasta volverse la capitana de su propio pelotón militar y ascendió hasta ser uno de los altos mandos militares de la sede estadounidense de Esgrip, ganando fama, dinero, poder, respeto... Pero, aun así, quería más y más, y ahora, tras la caída de Esgrip ella levantó a la fallecida compañía con el nombre de Zodiaco, del que ella era la líder, además de poseer su propio imperio. Empezó desde abajo del todo y ahora estaba en uno de los puestos más altos que podría soñar, aun así no era suficiente, su avaricia no podía ser saciada, necesitaba mucho más, por eso ideó ser lo más parecido a un Dios, ella quería expandir su pequeño imperio más allá de las barricadas, quería expandirlo por todo el mundo, ella ansiaba resucitar a la humanidad bajo su mando empleando a Zodiaco y los extraños artefactos de Esgrip una vez los encontrara todos. 

—Si, aquí soy la puta ama —se dijo a sí misma infundiéndose ánimos dejando atrás las preocupaciones y el sentimiento de dolor que había estado ocupando su mente desde hacía un rato—. ¿Por qué debo de sentirme así? Solo podré matar a Nicole una vez, y debo disfrutar de ese instante para no arrepentirme de ello en el futuro cuando recuerde esto. Su muerte será un paso adelante para mí en varios sentidos —pronunció con una larga sonrisa de satisfacción en su rostro mientras descendía rápidamente las escaleras con el fin de llegar a la planta baja y alcanzar a Nicole.

Nicole había llegado a la primera planta. Solo tenía que descender una última serie de escaleras para llegar a la planta baja y abandonar el edificio. Pero entonces... Nicole de inmediato se giró hacia una de las ventanas cuando escuchó un potente golpe procedente de alguna parte del imperio de Michaela.

— ¿Qué mierdas fue eso? —susurró tras escuchar el golpe y sentir las vibraciones aumentar de intensidad. —Tengo que salir de aquí, esto me da mala espina. —habló para sí misma esforzándose en salir tan pronto como pudiera del edificio.

Michaela estaba en la segunda planta cuando escuchó el golpe, extrañada y preocupada por el motivo de aquel sonido de impacto, rauda agarró su walkie en un intento de contactar con alguno de sus subordinados para saber que había sido eso, en vano, no pudo establecer una conversación con nadie, tan solo pudo escuchar algunas palabras, gritos, disparos y extraños sonidos en la mayoría de canales.

No le gustaba nada aquello de no recibir respuesta, no obstante trató de ser racional y no perder los nervios. Fuese cual fuese la situación, no debía de haber problemas, estaba hablando de soldados bien entrenados que estaban acostumbrados a las situaciones de riesgo. Tal vez aquello fuera una explosión preparada por las mismas personas que tiraron la granada en la plaza, tal vez tuvieran más artefactos explosivos que estaban empleando para luchar contra los grupos de soldados. Por otra parte, tenía la duda de si aquel fuerte sonido tenía algo que ver con el incesante temblor. Cuando todo aquello acabara se encargaría de averiguar que había sido exactamente eso. Por el momento, debía encontrar a Nicole.

Collins llegó a la planta baja y rápidamente comenzó a atravesarla en busca de la puerta de salida del edificio. No obstante, una vez consiguió alcanzarla, toda su alegría se disipó.

—Hija de puta... —susurró maldiciendo a la figura de Michaela. —Debí de haberlo sabido. Por eso no tenía problemas en darme ventaja para tratar de huir. Simplemente no podía...    

Desde el exterior, los francotiradores que anteriormente había presenciado amenazando al kiosco en el que Leonard se refugiaba compartían con ella sin temor sus nuevas ubicaciones en distintos edificios. Fue entonces cuando su intelecto pudo deducir cuál había sido exactamente la trampa en la que su hermana la había encarcelado. El objetivo original de aquellos soldados nunca había sido asesinar al chico, sino tender a Nicole una emboscada rastrera para asegurarse de que no podría abandonar las oficinas. Una estrategia que, definitivamente, no había incluido entre las múltiples estratagemas que barajaba por parte de su hermanastra. Aquella perra, como de costumbre, lo tenía todo planeado desde el principio.

—Sabía que no llegarías muy lejos —comentó Michaela acercándose tras ella—. Bien, esta es tu última parada.

—Ya veo que hiciste esto a propósito. ¿Por qué no haberme disparado en tu despacho? —preguntó girándose para ver a la líder de Zodiaco a la cara y escuchar su respuesta.

—Sencillamente, porque quería darte esperanzas para después quitártelas una vez chocaras con la realidad de que sería imposible escapar —respondió orgullosa ante su estratagema para hundir la moral de Nicole antes de matarla. Michaela se descolgó de la espalda la escopeta y con ella apunto a la mujer de dorados cabellos—. Tienes algo que me pertenece. Desliza por el suelo mi machete Kukri.

Nicole guardó su propio machete en la funda y deslizó el Kukri de empuñadura oscura hacia su propietaria original. La mujer de oscuros cabellos recuperó su arma blanca y la devolvió a su funda. Collins, ya con las manos desnudas, nada podía hacer para luchar o defenderse, aunque, a decir verdad, aun empuñando ambos machetes, nada podía hacer para evitar ser disparada. Frente a ella se encontraba la mujer que portaba la escopeta, y a su espalda, los francotiradores la mantenían acorralada.

—Además, no podía matarte todavía. Antes, tengo una pequeña sorpresa para…

A Michaela le fue imposible continuar regocijándose en su superioridad al ser interrumpida por una serie de golpes y temblores de creciente magnitud que alarmaron a ambas mujeres, quienes debido al intenso temblor apenas eran capaces de mantenerse en pie. Todo el suelo temblaba.

Con sus mentes en blanco, sin saber lo que estaba sucediendo, nada pudieron hacer cuando un fuertísimo impacto sonó al colisionar algo contra el edificio junto a un enorme coro de sonidos de diversas clases. La estructura del edificio se quejó, provocando que todos los objetos que no estuvieran sujetos a una superficie se precipitaran contra el suelo, algunas ventanas reventaran y algunas de las paredes se resquebrajaran. Incapaces de hacer nada, parte del techo cedió cayendo sobre ellos, golpeando sus cuerpos y cabezas, dejándolas inconscientes en el suelo.

—Supongo que estás adivinando lo que yo ya sé —asestó Fox aproximándose pausado a ella mientras imprimía en sus pasos el goce de su triunfo—. Tu cuerpo se está dando cuenta de que te he matado, y cuando termine de hacerlo, podrás decir adiós a tu miserable existencia. Te he dado tres oportunidades de vivir, y las has desperdiciado. No soy juez ni jurado, pero tu muerte es más que justificable.

Tras su discurso, Fox aguardó a que la pretenciosa se derrumbase por toda la eternidad, pero la respuesta que recibió de ella fue una sonrisa burlona ante las estupideces que su narcisismo escupía.

—Te lo he dicho, Steve. Estoy más viva que nunca.

Sobresaltado, a Fox le resultó imposible evadir el arma que Eva penetró en su vientre. Pese a que el chaleco de combate había amortiguado la puñalada del renacuajo en el costado, no fue capaz de resistir la de su hermana, y era consciente de ello. Había sentido el acero desgarrar su carne. Instantáneamente, el herido descubrió que su cuchillo personal no preservaba ni un solo resto de sangre en su hoja. Aquella zorra ávida le había engañado como si de una simple mente prehistórica se hubiese tratado. Ni siquiera le había provocado un mísero rasguño.

— ¿Te sorprende? También te lo he dicho. Eres viejo y predecible. Y te niegas a escuchar. Ese es tu mayor problema.

Eva recortó la distancia que la separaba de su enemigo aprovechando que sus posibilidades de contraataque serían inviables hasta que sus palabras se transformaron en susurros.

—No te preocupes por ella, Steve. Me aseguraré de encontrarla antes de que se marche de aquí. Yo me encargaré de cuidarla. Volverá con quien siempre debió estar. Y tú estarás donde siempre te correspondió. Bajo tierra, pudriéndote, devorado por gusanos. Por mí, por Florr, por ella y por todas las chicas a las que has destrozado la vida durante tu miserable existencia…

Colérica, Eva extrajo el cuchillo, permitiendo que un pequeño rio de sangre iniciase su flujo mortífero desde la abertura que había forzado. Se disponía a asestar el remate que concluiría la batalla cuando el temblor inició su destrucción. 

—¡¡¡Eva!!! —la alarmó el niño aterrado al contemplar las estanterías caer como indetenibles piezas de un dominó gigante.  

Un ensordecedor estruendo les alertó de una inesperada irrupción. Un elefante de enormes dimensiones moldeado terroríficamente por el ambiente radiactivo colisionó contra una de las paredes del almacén y se abalanzó contra los presentes en un ataque de locura irreversible. Eva reaccionó con impresionante rapidez pese al impacto emocional que le generó divisar a aquella mole desfigurada de carne a punto de aplastarla.

—¡¡¡Adán!!! —desgarró su garganta en un chillido agarrando al chico y corriendo hacia una esquina de la sala antes de lanzarse al suelo junto a este.

Alice recuperó su visión confundida cuando captó la explosión de sonidos perdiéndose en la lejanía. Todavía respiraba. A su martirizada mente le resultaba casi imposible comprender que aquellos animales no hubiesen extinguido la reavivada llama de su vida, pero era así. Dolorida, se incorporó con lentitud para descubrir un espectáculo dantesco en la avenida.

Vehículos degradados a chatarra decoraban desordenados las aceras. Algunos de los edificios se preservaban intactos exceptuando sus ventanas, y otros, desprovistos de fortuna, se habían deshecho en un tumulto de escombros. Las farolas se habían derrumbado, arrastrando consigo gran parte de la red eléctrica, que se hallaba dispersa por el asfalto. Una imagen perfectamente descriptiva del apocalipsis que aquella base había tratado de desvanecer a conciencia.  

La espectacular impresión de la escena habría cautivado cientos de pensamientos en la idea de que el auténtico infierno se había sumido sobre la tierra. Alice no lo concibió de aquella manera. Durante la interminable noche, tanto ella como sus compañeros habían protagonizado el papel de presas en la cruenta purga de Michaela, pero en aquellos instantes, eran los soldados los que huían aterrados de una fuerza rebelde a la que no podían enfrentar. La estampida animal había surgido como su único remanente de suerte en semanas. Su desperdicio les condenaría a la eternidad en aquella pesadilla. No iba a permitirlo.

Su primer movimiento fue establecer contacto con sus compañeros para comprobar que se habían salvaguardado de la embestida.

— ¿M.A? ¿M.A, estás ahí? —impelió Alice su preocupación en la llamada.   

— ¿Alice? Estamos… ¿Dónde… Hey, ¿me escu…

— ¿M.A? ¿M.A, me oyes? —gritó suplicando por percibir una respuesta coherente. Fue inútil. Las interferencias se contabilizaban por decenas—. Mierda.

Sus aturdidas ideas se clarificaron cuando percibió de nuevo la presencia de la inconsciente Maya, extrayendo de uno de los bolsillos el lanzabengalas que había empleado para su perspicaz idea horas atrás. Su simple observación fue suficiente para que otro de sus alocados proyectos acudiese atropelladamente a su cerebro. Si aquella estrategia había sido de utilidad para que Maya les hubiese encontrado desde el exterior de la base, también lo sería para reunir al grupo allí dentro, y una vez reencontrados todos, podrían escapar incluso a pie en el caso más adverso. El principal impedimento de su plan era que no disponía de ninguna otra bengala. Alice no había razonado la posibilidad de requerir más durante su primera visita a la armería. 

—Calle Landa… —distinguió estampado en un letrero que adornaba la acera tras la forzada separación de su poste—. Sé dónde estoy. La armería está cerca, y después de lo que ha pasado, seguramente esté desprotegida. Puedo hacerlo… ¡Sí, puedo hacerlo! ¡Funcionará!

Tras atormentar nuevamente a sus agotados brazos con el peso que Maya ejercía sobre ellos, Alice emprendió su camino hacia la armería, plenamente mentalizada de que iba a conseguir las bengalas que necesitaba independientemente del estado al que se hubiese moldeado el edificio tras la eventualidad. No podía permitirse caer en el pesimismo. No en aquel momento.

Nicole abrió los ojos. Le dolía la cabeza y todo el cuerpo. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué sentía su cuerpo pesado? Tardó unos instantes en volver a la realidad y recordar lo último que había sucedido.

— ¿Un terremoto? —susurró dolorida.

Con dificultad, se levantó quitándose algunos de los escombros de encima y quitándose el polvo. La mujer, herida y dolorida, se palpó la frente al sentir algo cálido, sangre. Debió de ser golpeada en la cabeza por alguna roca o algo por el estilo cuando parte del techo se desplomó, a su alrededor todo estaba lleno de polvo y escombros, y no muy lejos de ella podía ver el cuerpo de Michaela. Con esfuerzo, andando como un zombi aún aturdida por el golpe, se acercó a Michaela para comprobar si estaba viva, y efectivamente, lo estaba.

Todavía respiraba. Collins le quitó a su hermanastra la funda con el machete Kukri y se la equipó a un lado de la cintura. No le gustaba eso de atacar por la espalda, pero no quedaba otra. Si despertaba, la mataría de un escopetazo. Lentamente, Nicole desenfundó el machete de Michaela. Quería ensartarle la nuca con su propia arma. Agarrando la negra empuñadura con ambas manos, colocó el filo del arma hacia abajo, lista para matar a la mujer que permanecía inconsciente.

Una puerta concreta que había permanecido parcialmente bloqueada tras el impacto generó un estallido al intentar abrirse que atrajo la concentración de la inminente homicida. A pesar de la brevedad de la distracción, Nicole fue cortejada con una potente patada en su estómago una vez su atención regresó para segar finalmente la sanguinaria existencia de su hermanastra. Esta retrocedió adoptando una pose de defensa mientras Michaela se incorporaba desvelando aún a sus sentidos.

 —Ya veo que continúas con vida, Nicole. Claro que sí. Un par de escombros no iban a poder contigo, ¿verdad, hermanita? Vaya, que patético… Me robas mientras estoy inconsciente, ¿eh? —comentó con una risa desganada al fijarse en que su Kukri y su funda colgaban de la cintura de Nicole.

Con sus guardias bajas por el dolor y la confusión, no se dieron cuenta de la presencia que se hallaba en la misma estancia que ellas observándoles desde las sombras hasta que ya estuvo muy cerca. Las hermanastras escucharon algo avanzando entre los escombros, y allí, entre las sombras, dos ojos amarillos emergieron junto a unos afilados dientes y una alargada silueta oscura de cuatro patas portadoras de afiladas garras. Estaba demasiado oscuro. Era difícil ver que era, pero aquellos rugidos les hacían imaginarse que clase de bestia había entrado en el edificio mientras estaban inconscientes.

Apenas era distinguible la posición del animal por las luces que entraban a través de las ventanas desde el exterior. Michaela alzó la escopeta apuntando a la zona donde creía que estaba el animal que se fundía con las sombras mientras Nicole desenfundaba ambos Kukris poniéndose en guardia.

Ambas prestaron atención a las sombras, manteniendo sus ojos bien abiertos ante cualquier movimiento y focalizando sus oídos en cualquier sonido que pudiesen percibir, y efectivamente, lo escucharon. Una desagradable declaración de guerra. Los rugidos de la bestia se escucharon altos y claros, provocando que un escalofrío recorriera la espalda de las mujeres, obligándolas a agudizar sus sentidos y ponerse nerviosas. Nicole y Michaela se encontraban solas, en una sala prácticamente a oscuras y con una bestia sanguinaria rondándolas oculta entre las sombras del lugar....

—Alice, estamos en la farmacia. Acabamos de sufrir la estampida animal. Estamos todos bien, gracias a Dios. Algunas heridas, pero nada del otro mundo. ¿Dónde estás tú? —se aventuró M.A a comunicarse con su interlocutor en cuanto apreció la llamada entrante de su amada—. Hey, ¿me escuchas? ¿Alice, estás ahí? ¡Alice! ¡¡Alice!! ¡¡Mierda, joder!! 

—M.A, ¿qué vamos a hacer? —consultó por segunda vez una aturdida Inma esforzándose por hallar consuelo en la marea tormentosa que se les había avecinado—. ¿Nos quedamos aquí? ¿Nos vamos? ¿Buscamos a los demás?

—No podemos quedarnos aquí. Este lugar ya no es seguro —añadió Jessica interviniendo en la encrucijada a la que se enfrentaban—. La estructura ya no es estable. Podría derrumbarse en cualquier momento. Además, me habrían capturado de no haber sido por esos animales. Chicos, creo que es hora de moverse.

— ¿Y a dónde? —persistió Inma en su desconcierto.

—A la plaza —concretó súbitamente el único miembro masculino del equipo—. Vamos a la plaza.

— ¿A la plaza? ¿Por qué a la plaza? —indagó Jessica tras su incomprensión del destino que su líder había seleccionado.

—Escuchad, conozco a Alice mejor que nadie. Si estamos aquí, a salvo, es gracias a ella y sus decisiones. Sé que encontrará la forma de reunirse con nosotros y dar con nuestros compañeros entre todo este caos. Puede ser incluso que ya estén todos juntos y seamos los únicos separados del grupo, pero dudo que haya ido a recoger nuestras cosas. Me acabo de percatar de que todas nuestras armas y trajes todavía están en la plaza donde hicimos el juego ese de mierda, y vamos a necesitarlos si logramos salir de aquí. Deberíamos ir a por ellos, equiparnos como es debido, y después buscar a Alice y los demás. Os aseguro que lo haremos. No pienso irme sin ella.

Las chicas intercambiaron una fugaz mirada de incertidumbre tras escuchar la explicación de M.A. Pese a que el movimiento más sensato en aquella vorágine del terror era huir lo más rápido posible, también se trataba del más cobarde y podría ocasionar un gran número de problemas a largo plazo. Conseguir su equipamiento y reagruparse era una opción más arriesgada, pero al mismo tiempo era la correcta.

—Pues venga, chicos, movámonos, antes de que aparezca alguien o algo más a atentar contra mi cuerpo —apremió Jessica alentando a M.A a encaminar la marcha hacia la plaza.

—Ya estamos aquí, Maya —conversó Alice con la inconsciencia de la susodicha una vez hubo establecido su fatigado cuerpo frente a los cimientos de la armería que todavía resistían en pie el huracanado paso de los salvajes—. Hemos tenido suerte. Está mejor de lo que imaginaba. Más nos vale que todavía haya bengalas.

Con el objetivo de incrementar la velocidad de sus músculos, Alice depositó a Maya sobre la acera, junto a la entrada del recinto, y se adentró rogando a algún ente inconcreto porque no se colapsase sobre su esqueleto. Atravesando la espesura de estanterías derribadas y cascotes de cemento que se repartían sin equidad, no se demoró en localizar el mueble que era de su interés volcado sobre un mostrador. Tras imprimir un esfuerzo que tensionó sus nervios por completo, Alice lo levantó para concederse el acceso a un cajón específico en el que halló cinco bengalas de recarga para el lanzador. Satisfecha por su recompensa, abandonó rauda las ruinas antes de que decidiesen sucumbir a su hundimiento.

—Espero que esto funcione… —susurró agarrando nuevamente su walkie al mismo tiempo que lo sintonizaba con todos los canales de comunicación disponibles—. ¿M.A, estás ahí? ¿M.A, me escuchas?

Pero la única respuesta que obtuvo fue por parte del inquebrantable silencio que reinaba en aquella avenida.  

El inquietante silencio, tan solo corrompido por la sinfonía de sus respiraciones, era el hecho que las martirizaba. Ambas sentían la presencia de un salvaje maligno en la oficina dispuesto a irrumpir en la conclusión de la partida. Sin embargo, ninguna acertaba a adivinar su naturaleza o ubicación. A pesar de la magnitud de su desorientación, Michaela se mantenía cautelosa con respecto a las acciones de Nicole, y ella era consciente. Aquel animal representaba una amenaza común, pero su enemistad en el tablero perduraba. Los equipos no habían cambiado.

— ¿Michaela? —musitó la rubia demostrando una disposición opuesta a la agresividad que la había dominado recientemente—. ¿Tregua?

— ¿Temes enfrentarte a dos rivales a la vez? —rechazó Michaela la oferta ofendida por aquel patético despliegue de debilidad—. Sigues siendo la misma niña que corría a esconderse bajo las faldas de su puta madre cada vez que un niñato de instituto cortaba con ella. ¿Te acuerdas, Nicoleta?

—Tu jaque mate ya no existe, Michaela. Yo solo te daba la oportunidad —aclaró Nicole una realidad a su oponente que esta no alcanzó a descifrar hasta su siguiente acción.

Nicole explotó un chillido en sus cuerdas vocales que estremeció los miles de sentidos de su hermanastra y corrió hacia una mesa para precipitarse a su escondite bajo ella. La reacción de Michaela tras divisar una pantera rasgando las tinieblas para saltar ansiosa sobre su cabeza fue puramente instintiva.   

— ¡Hija de la gran puta!

Un escopetazo en el costado del animal la liberó de la cruenta muerte a la que Nicole la había impulsado. La pantera despidió un alarido de dolor y se estampó contra un muro, sacudiendo el debilitado soporte del edificio. Michaela aprovechó la confusión de la bestia para parapetarse presurosa tras unos escritorios en la dirección contraria a la que Nicole se había dirigido. 

—Demonio rubio… —murmuró con pretensión de reembolsarle su sucia jugada.

— ¡M.A, aquí Alice! ¡¿Puedes oírme?! ¡Por favor, responde! —insistió la chica asaltando con sus chillidos al aparato—. Vamos, por favor, cógelo. Por favor…

Ejecutando con maestría un veloz arrastre, Nicole se fugó desde el resguardo de su escondite a una mesa cercana, adquiriendo una posición de mayor estrategia frente a las amenazabas que la rastreaban. Entre la penetrante oscuridad de la estancia, una de sus manos se posó sobre un objeto accidentalmente al permitirla descansar sobre el escritorio. Distinguió instantáneamente el arma empleando tan solo su sentido del tacto. Se trataba de una Glock. Agradecida se mostró su fortuna por una vez durante la noche cuando comprobó que se hallaba cargada.

Su entusiasmo se disipó al visualizar los complementos que acompañaban a su pistola. Un arma gemela a la obtenida que no se demoró en examinar para descubrir que estaba vacía y una lanza que habría reconocido a la perfección incluso con los ojos vendados. Aquella era la lanza retráctil que Nick había fabricado.

— ¿Davis?

El ensimismamiento en el que la había empapado aquel fatídico descubrimiento la absorbió de las acciones de Michaela, quien había abandonado parcialmente su cobertura y se localizaba dirigiendo el cañón de su Eagle al lomo de la pantera merodeadora. Tan solo por un momento de ingenuidad, Nicole se convenció de que la mataría para acabar con la intrusión del animal en su juego, pero sabía que no lo haría. Su pérfida sonrisa concretó la aclaración. A la reina le estaba agradando aquella pieza adicional con la que atemorizarla. Con un rápido desplazamiento de su brazo, Michaela viró su Magnum hacia el espacio en que ella se situaba.

—Mi turno, Nicole

Con un estallido ensordecedor, la bala destrozó una de las ventanas, incitando a la pantera a correr enloquecida entre imponentes rugidos hacia la posición de la rubia. Esta se incorporó con eficiencia mientras organizaba su nuevo equipamiento. Tratar de permanecer camuflada con el entorno iba a ser inútil. Era hora de luchar contra aquella bestia.

Nicole agudizó su visión para distinguirla aproximándose entre las sombras y propinó un par de disparos a su cabeza, pero ninguno de ellos detuvo su acometida. Una vez desplegada la lanza retráctil, la joven se retiró a su izquierda para evadir el mordisco del animal e hirió torpemente su costado con la hoja. Impulsó tres balas más hacia el cerebro de la salvaje, pero fueron inútiles. Tras ello, la atacante se percató de un rasgo que no había considerado hasta entonces. Aquella pantera debía pertenecer a los especímenes cuya piel se había endurecido por la exposición a la radiación. Las balas del calibre de su Glock no iban a causarle apenas daño.

La pantera se giró enfurecida dispuesta a destriparla con su segunda arremetida. Esta trató de volver a ejercer su protección con la lanza, pero los colmillos del animal se aferraron al asta del arma con una potencia sobrehumana. Si continuaba imprimiendo tal presión insostenible, acabaría por despedazar su barrera y alcanzar su jugosa yugular. En un arrebato de adrenalina y agilidad mental, Nicole contuvo la furia de la bestia a través de su lanza usando tan solo uno de sus brazos para clavar su Kukri en una de las patas delanteras de la bestia y el de Michaela en la contigua. Gruñendo condenado por la inmovilización, la pantera desgarró el ambiente mediante su atronador canto cuando la hoja de la lanza perforó su cuello.

La fuerza de Nicole alcanzó su límite tras su tentativa de ejecución. Atravesar a la pantera era como intentar penetrar hormigón. Ni siquiera expulsó una gota de sangre antes de caer rendido finalmente. La vencedora extrajo veloz la lanza y los dos Kukri consciente de que todavía debía enfrentar al peor de sus oponentes. Transcurrieron escasos segundos en los que se preparaba para recuperar su escondite cuando el animal se levantó como una pasión revivida y saltó hacia ella. Impactada, Nicole ni siquiera reaccionó ante la desagradable muerte que iba a sufrir.

Un disparo imprevisto la rescató de su fin. La pantera se estampó contra un escritorio y volvió a ser tentada por el aturdimiento. Michaela se presentó ante su persona triunfal. Otra vez…

—Vamos, ¿no puedes con un simple felino, Nicole? —fanfarroneó desde la seguridad de su escondrijo—. ¿Y tú esperabas derrotarme? Ese niño llorón que trajiste lo haría mejor que tú.  

Tras concluir el animal su recuperación, Nicole se posicionó preparada para la siguiente lucha. Necesitaría otra estrategia inteligente para deshacerse de él, y ya se hallaba confeccionando una en su inquieto cerebro.

— ¿Por qué no te mueres, hija de puta?

Expeliendo un chillido hostil, Nicole evadió un ataque de garra que la pantera utilizó tratando de perforar sus pulmones y corrió en dirección a la salida. Al deducir sus pretensiones, Michaela reaccionó como si un resorte se hubiese activado en su organismo, disparando con su escopeta para interceptar la huida. Su hermanastra sonrió frente al error catastrófico en el que se había desmoronado. Antes de que el cartucho produjese su característico trueno, Nicole desvió con imprevisión su orientación y emprendió una carrera hacia la dirección contraria. Guiado por el estruendo, el animal se presentó apresurado en el escondrijo de Michaela, ignorando a la mujer que había sido su objetivo original.  

—Muy inteligente, Nicole. Lo has vuelto a hacer —anunció Michaela tras divisar a la pantera caminando hacia ella inundada por su irracional rabia—. Pero es inútil. He estado controlando este animal, al igual que todo lo demás que ha ocurrido hoy en esta base. Si lo quiero muerto, morirá. Y eso es exactamente lo que va a pasar. Fin del juego.

La bestia arremetió contra Michaela en un vano intento de apaciguar su necesidad de sangre. Un dúo de disparos provenientes de la Desert alcanzó la hazaña de perforar la robusta cabeza de la salvaje, precipitando su descoordinado derrumbe. La asesina se aproximó para contemplar a su víctima luchando contra sus heridas por mantener su respiración mientras gruñía agitada.

Otro reverberante impacto volvió a estremecer la puerta que anteriormente había cautivado la atención de Nicole, pero esta vez fue acompañado por un vivaz grito.

— ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!

— ¿Davis? —cuestionó ella su presencia desplazándose alterada hacia el origen del auxilio. Tras retirar presurosa una parte de los escombros que efectuaban el bloqueo, la puerta cedió, permitiendo a la oficina el acceso de la figura de un desaliñado Davis cuyo aspecto generaba la impresión de que se había vestido apenas minutos para escapar de un ardiente horno.

— ¡Nicole!

Mediante un concluyente fragor, la Desert Eagle de Michaela segó la miserable existencia de la pantera.  

Sin necesidad de enfrentarse a ningún contratiempo humano o animal, M.A, Jessica e Inma comparecieron en la plaza con la brevedad que requería la grave condición que confrontaban.

—Allí —señaló Inma al equipamiento que buscaban localizado junto a un conjunto de gélidos cuerpos al ser la primera en visualizarlo.

Desplazándose al unísono, el trío alcanzó el espacio indicado y comenzó a recoger veloz sus posesiones. Se hallaban concentrados en su tarea cuando el walkie de M.A reclamó de nuevo su comunicación.

—M.A, aquí Alice. ¿Puedes oírme?

— ¡Alice! —contestó el requerido atrapando apresurado el aparato—. ¡Estoy aquí! ¡Te oigo alto y claro!

—Agh, por fin… Menos mal —suspiro ella denotando alivio en su expresión—. Escucha, M.A. He encontrado a Maya. No estoy segura de si ha sido gracias a mi idea, pero estaba en la base, y la habían atrapado. Está inconsciente ahora mismo.

— ¿Pero está bien? ¿Qué le pasó? —inquirió con sorpresa preocupado por el bienestar de su amiga.

—No lo sé, pero está bien. No te preocupes —le tranquilizó procediendo a conducir aquella conversación hacia la actuación que la aguardaba—. Estamos en la armería. Tenéis que venir lo más rápido posible. Hay que salir de aquí ya. 

—Alice, ni siquiera sabemos dónde está la armería. ¿Y qué hay de los demás? No podemos simplemente abandonarlos después de todo lo que ha pasado. Acabamos aquí por dos personas, en primer lugar —protestó incómodo por la inesperada actitud esquiva de la chica.

—Vale, tranquilo. Tengo un plan —aclaró con firme convicción en su proyecto—. Sigue la luz.

— ¿Luz? ¿Qué luz? —consultó aturdido sin recibir ningún signo de respuesta explicativa.

— ¿Qué pasa? —consultó Jessica desorientada por los fragmentos inconexos de dialogo que había captado.

—Era Alice. Ha dicho que vayamos…

Una aguda sonoridad proveniente de su transmisor le interrumpió solicitando nuevamente su escucha.

—Atención. Aquí Alice y Maya llamando a todos los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Repito, Alice y Maya llamando a todos los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Tenemos que salir de aquí, y no vamos a hacerlo sin vosotros. ¡Deprisa!

Un centelleante brillo anaranjado inundó el cielo estrellado, fusionando sus miradas hacia la trayectoria que señalaba. Resultó sencillo interpretar aquel repentino suceso. Alice había vuelto a lanzar una bengala señalizadora para reunir a todos en una misma área. Una estrategia eficaz, aunque peligrosa.

—¿Maya? —pronunció Inma atónita por la afirmación de su compañera—. ¿Está Maya aquí? Ha venido…  

—Creo que se refería a eso —esclareció Jessica a M.A—. Ya sabes, con lo de la luz.

—Sabía que se le ocurriría algo —proclamó este orgulloso del intelecto de su chica—. Vamos, terminemos de recoger esto y vayamos allí cuanto antes.

—Solo espero que los soldados no decidan también reunirse con nosotros —comentó Jessica rogando porque su percepción pesimista no se trasladase a la realidad.

La consumación del desenlace de la pantera y la introducción de Davis en el escenario bélico redirigió en un instante la batalla a su naturaleza original. Dos reinas combatiendo en un tablero aniquilado.

Michaela alzó su Spas dispuesta a destrozar el torso de Nicole, pero la oponente le superó en agilidad, asestando un cuarteto de disparos desde su Glock que la obligaron a reestablecerse en su cobertura. Nicole y Davis la imitaron con férrea intención de salvaguardar sus cuerpos.

—Se acabó, Michaela. Ahora somos dos. Estás en desventaja. Ríndete y me planteare dejarte vivir —intentó persuadirla Nicole alegando desesperada a un temor que ni siquiera existía.

—No tendrías que intentar negociar conmigo si estuviera en desventaja —desenmascaró ella sagaz su burda estratagema—. Me he enfrentado a equipos de élite de más de treinta personas con solo tres camaradas cubriéndome. ¿Crees que me asusta que seáis dos?

Demostrando la realidad de su amenaza, Michaela se escabulló de su parapeto y lanzó otro cartucho de su escopeta hacia el escritorio en el que ambos se ocultaban antes de regresar a la seguridad de este.

Un mensaje que se difundió a través del walkie de Nicole interceptó momentáneamente la contienda que se desarrollaba.

—Atención. Aquí Alice y Maya llamando a todos los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Repito, Alice y Maya llamando a todos los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Tenemos que salir de aquí, y no vamos a hacerlo sin vosotros. ¡Deprisa!

Fue entonces cuando apareció, bañando resplandeciente la estancia como una divinidad que se hubiese manifestado para rescatarles. Una bengala que se perdió en el firmamento.

Recuperó su visualización del almacén una vez pudo sentir el torbellino paquidermo haberse consumado. Su primer impulso fue el de incorporarse. Sin embargo, una estantería que atrapaba sus piernas se lo impidió.

— ¿Adán? ¡¿Adán?! —vociferó repentinamente tras denotar la ausencia de su hermano. 

—Estoy aquí —la tranquilizó la entrecortada voz del chico, liberado de la presa del mueble que la capturaba a ella.

—Ayúdame.

Uniendo ambos las escasas fuerzas que todavía mantenían en sus organismos consiguieron levantar los estantes el espacio suficiente para que Eva se arrastrase lejos de su cautividad. Con desorbitada rapidez, examinó las ruinas masacradas en las que había tornado el supermercado tras ponerse en pie. No lo encontró. Pese a sus heridas, el cabrón había logrado escabullirse.

—Joder, que mala suerte —perjuró rememorando lo próxima que había captado la muerte de Fox en su alma—. Bueno, no sobrevivirá. No a esa herida, y no en estas condiciones. No puede sobrevivir.

Tras indicar a su hermano que se desplazase junto a ella, abandonaron el aniquilado lugar a través de uno de los gigantescos boquetes creados por el desaparecido elefante, descubriendo el panorama que la embestida había establecido en el exterior.

— ¿Pero qué cojones ha pasado?

— ¡Eva, mira! —la llamó Adán señalando enérgico hacia el cielo.

Un destello naranja había estallado allí donde el niño la guiaba. Eva lo analizó con sencillez. Ya la había contemplado cuando la habían empleado para atraerles hasta la base. Se trataba de una bengala. No podía conocer la naturaleza de su uso en aquella ocasión, pero la primera había servido para reencontrarse con su hermano, por lo que decidió concederle un voto de confianza. Con el desastre que había acontecido, sus alternativas tampoco eran excesivas.

—Vale, vamos allí, pero ten cuidado. No le quites el ojo de encima a nada.

—Sí…

— ¿Maya? —murmuró Davis sobrecogido por una confirmación de semejante calibre—. No puede ser. Maya… Ella…

—Que dulce —expelió Michaela su sarcasmo frente a la necia pretensión de Alice—. Cuanta ingenuidad en un cuerpo tan pequeño. Ahora sois todos míos.

La pérdida afirmación volvió a desenterrar la rabia que consumía a Nicole ante la presencia de su hermanastra. Sabía que iba a arriesgar su vida con la acción que efectuaría, pero no podía permitir que la perra gozase hiriendo nuevamente a sus amigos. No iba a otorgarle el placer.  

—Davis, toma —habló entregando la Glock descargada y la lanza que le pertenecían—. Vete de aquí. Reúnete con los demás y salid de la base. Sobrevivid, por favor.

—Espera, ¿y qué hay de ti? —reclamó este preocupado por su apenada despedida.

—¡¡¡Que te vayas!!!  

Nicole se fugó acelerada de su escondite y escuchó a Michaela perjurando contra su walkie por no concederle el contacto con sus soldados. Exponiendo su perspicacia, la rubia agarró un ordenador que descansaba en el escritorio contiguo y lo lanzó describiendo una parábola hacia su rival. Asombrada, Michaela dispuso de sus reflejos más primitivos para evitar que el objeto le destrozase la cabeza en su colisión.

Antes de que concretase cualquier otra reacción, Nicole alcanzó la mesa tras la que Michaela se ocultaba y la arrastró hacia la pared. La afligida desató un dolorido chillido al ser inmovilizada entre el escritorio y el muro. La Spas que portaba se deslizó desde su brazo hacia un espacio en el suelo en el que le resultaba imposible acceder a su recuperación.

—¡¡Davis!! ¡¡¡Corre!!!

La orden ni siquiera alcanzó la mente del lancero. Davis no concebía la idea de abandonar a su amiga ante la muerte, por lo que desplegó la lanza ignorando su estado físico y se dirigió hacia Michaela para asesinarla. Concentrando sus esfuerzos en un escape factible, Michaela empujó la mesa hacia el cuello de Nicole y recuperó su movilidad en el instante en que el inocente joven se aproximaba a ella. Davis asestó un ataque vertical con su arma que la rival evadió sosteniendo el asta y propinándole un aturdidor golpe en el pecho. Las habilidades de combate del individuo eran excesivamente simples para su nivel. No supondría un problema.
 
Tras ello, Nicole desenfundó el Kukri que era de su posesión para asestar una serie de tajos horizontales, verticales y diagonales en dirección a su cuello que Michaela evadía a medida que retrocedía alejándose de ambos adversarios. Durante una fugaz distracción conformada tras la realización de una de las agresiones de Nicole, Michaela pudo agarrar su Desert Eagle dispuesta a deshacerse finalmente de su incordio. Su oponente trató de efectuar una técnica que apresase el brazo que pretendía accionar el gatillo, pero resultó inútil. Con un repentino cabezazo, el arma de Michaela se posó sobre el vientre de Nicole. Ya era suya.

— ¡Nicole! —voceó Davis recuperado tras contemplar a su camarada sumergida en su final.

—Atención a todos. Aquí Alice, Maya, M.A, Inma y Jessica. Acudan a mi señal. Repito, acudan a mi señal. ¡Deprisa! ¡No tenemos mucho tiempo!

— ¿Jessica? —desvió su preocupación a la par que observaba un segundo reflejo anaranjado reclamando su asistencia a través de la ventana.

—Parece que el plan está funcionando, ¿eh, Nicole? —la asaltó engreída consciente de que su hermanita no iba a atender aquel llamamiento—. Es una pena que tú no vayas a formar parte de él.

—Davis —atrajo su amiga su atención consecuente de la inquietud que se había generado en él tras el nombramiento de su amada—, Michaela solo tiene un arma, y no va a tomar el riesgo de que yo pueda atacar para dispararte a ti. Vete. No te hará nada.

La maléfica portadora del arma sonrió impresionada por la claridad con la que la rubia había concebido los irreparables hechos que sucederían a continuación.   

—No voy a abandonarte —se negó el lancero preservando estable su posición—. ¿Me oyes? ¡No voy a abandonarte, Nicole!

—Qué bonito. Creo que me voy a atragantar con tanto azúcar —prosiguió Michaela usando sus burlas para acrecentar la presión que ambos padecían.    

—Davis, si te quedas e intentas hacer algo, me disparará a mí, y después, te disparará a ti, y moriremos los dos.

—Lo haré —afirmó impasible su hermanastra—. Si fuera tú, aprovecharía la oportunidad. ¿O es que no te importa dejar sola a esa furcia tuya? 

—Tú no lo sabes, Davis —añadió Nicole tras percibir dudas persistentes en su compañero—, pero yo soy la responsable de todo lo que nos ha pasado esta noche. Todo estuvo en mis manos. Tomé la decisión errónea, y todos lo han pagado. Si alguien tiene que caer por esto, esa soy yo. ¡Te lo pido por favor, Davis! ¡Te lo suplico! ¡¡¡Vete!!!   

El joven efectuó una última meditación que concluiría el dilema. Contempló a Nicole, quien rogaba porque obedeciese su lamento, e hizo lo propio con la luz de la bengala. A pesar de que sentía a su moral denominarle traidor por siquiera plantearse huir de la oficina, no podía ayudar a su amiga. Ella ya había planteado con increíble certeza el código de acciones que responderían a una tentativa de contraataque. Sin embargo, Jessica y su bebé… Ellos le necesitaban más que cualquiera en aquel mundo podrido y corrupto. 

—Lo siento mucho —se despidió entristecido cruzando la salida para emprender una carrera hacia el punto de reunión.

Michaela permaneció con su campo de visión focalizado en Nicole, escuchando las ruidosas pisadas del lancero perderse en el horizonte sin intención de impedirlo, hasta que transcurrido alrededor de medio minuto desató de nuevo su lengua.

—Así que esa es tu respuesta, Nicole. Estás dispuesta a sacrificarte a ti misma, la pieza más importante del tablero, para salvar a cualquier otra, sea cual sea. Si lo pensamos objetivamente, no es tan mala idea. Una vez estás muerta, ya no tienes que preocuparte por haber dejado morir a otras personas o porque sus seres queridos te martiricen constantemente. Todo ese estúpido debate moral se esfuma con un chasquido.

— ¿Todavía sigues con esa mierda? —le espetó la rubia cansada de su intrincada psicosis—. Sí, pues vale, esa es mi respuesta. Ahora regresa a la realidad y mátame de una puta vez o deja que te mate.

—Tú eres la que aún no lo entiende. Después de todo el esfuerzo que he puesto en intentar explicártelo… —insistió Michaela decepcionada negando con la cabeza—. Bueno, supongo que una cabeza hueca como tú jamás podrá hacerlo, así que no voy a perder más el tiempo. Nicoleta, tus deseos son órdenes para mí. Voy a matarte.

—Atención, aquí Alice. Eva y Adán se han unido a nosotros. Llamando a Davis y Nicole. Repito, llamando… ¡Davis! 

A través de su walkie, el llanto emocionado de dos personas cautivó el silencio del ambiente. Su alma los reconoció sin necesidad de sus sentidos. Eran Jessica y Davis conmocionados por su reencuentro. El resplandor de una tercera bengala espantó a las sombras que las envolvían. Fue gracias a ella que pudo divisar a la ironía que se transformaría en su salvadora. Desde el antiguo escondrijo de Michaela, la pantera cuya muerte habían estimado cierta se levantaba en silencio mientras observaba la espalda de esta preparándose para atacar.   

— ¿Últimas palabras? —selló Michaela su vínculo posando la Magnum sobre su frente.

Nicole la deleitó con una sonrisa de satisfacción y maldad antes de condenarla.

—Jaque a la reina.

Estupefacta, Michaela se giró al percibir un potente rugido para presenciar al animal saltando hacia su organismo. Un acelerado disparo de su Eagle provocó que una porción de cerebro de la pantera colapsase desde su posición, acallándola finalmente por toda la eternidad. Nicole, quien se había beneficiado del espectáculo escapando en dirección a la salida, desenfundó su Glock y accionó el gatillo contra la cabeza de su reina entre incalmables sacudidas de sus brazos. Su error fue irrebatible. La bala despedida se incrustó en el centro de su espalda, derrumbándola entre alaridos de candente dolor.  

— ¡Nicole! ¡¿Puedes oírnos, Nicole! ¡¡Nicole!! —distinguió la chica el reclamo de Alice.

Tras una profunda respiración que templó sus muñecas, Nicole disparó hacia el desplomado cuerpo de Michaela dispuesta a desterrarla del mundo de los vivos. El silencio que se produjo a continuación la torturaría durante demasiado tiempo. Se había quedado sin balas.

—¡¡Nicole, si sigues ahí, danos una señal!! ¡¡¡Nos vamos!!! ¡¡¡Repito, tenemos que irnos!!!

La impotencia la invadió tras percatarse de que no iba a ser posible concluir la estrategia que había improvisado. Si se aproximaba a Michaela para rematarla con su Kukri, ella se pondría en pie y la batalla se prolongaría hasta finalizar consigo muerta o abandonada por sus compañeros. Ninguna de las dos opciones le atraía. No le importaba sacrificarse por los demás, pero no iba a optar por ellas por una simple necesidad de venganza. No era tan idiota como su hermanastra.  

Con aquella idea impregnada en su mente, Nicole comenzó a correr hacia el exterior de aquel maldito edificio con destino a la luz celestial que le permitiría escapar de la pesadilla, totalmente inconsciente de que acababa de cometer el mayor error de su vida.

— ¡Nicole, vamos! ¡Llevamos esperando muchísimo tiempo! ¡Esta es tu última oportunidad! ¡¡Responde!!

—No responde, Alice —intervino M.A tomando con delicadeza su brazo—. Lo siento por ella, pero tenemos que marcharnos. Si seguimos aquí parados lanzando bengalas, alguien va a acabar viniendo a capturarnos.

— ¡No! —irrumpió Davis manteniendo fiel su fe en Nicole—. ¡Ella vendrá! ¡Lo sé! Solo dadle un minuto más. Tenía problemas.

—No podemos estar esperando eternamente, y lo sabes tan bien como…

— ¡Está aquí! —anunció Jessica informando del surgimiento de una figura desde una esquina cercana que se desplazaba hacia el grupo con una velocidad asombrosa.  

— ¡Pues venga, salgamos de aquí! —imperó Eva preparada para encauzar su espantada de la condenada base.

— ¡Esperad! —les detuvo la sofocada mujer que acababa de incorporarse a la agrupación—. No podemos irnos todavía. Tengo que ir a un sitio antes. Es que…

Su pretensión con relación a la explicación de la historia que había compartido con Leonard se disgregó al captar un tormento de miradas horadándola sin clemencia. No se trataba de ira ni de oposición hacia la solicitud que trató de desplegar. Era desesperación. Había permanecido durante tanto tiempo apartada de sus compañeros que se había olvidado de que ellos también eran víctimas del sufrimiento de Michaela. Víctimas que ella misma había ayudado a crear.

—Nos vamos, Nicole. Ahora. Contigo o sin ti —espetó Alice exponiendo una faceta tan gélida que nunca había sido visible para su persona.

Su resignación emergió inapelable. Leonard iba a odiarla merecidamente por abandonarle a su suerte en semejante infierno, pero su juicio sabía que no podría mantener la promesa que le había hecho. Pese a que no era su deseo venderlo ante una alimaña que continuaría generando sufrimiento con cada uno de sus pasos, exponer a las personas a las que ya había defraudado y traicionado no era una alternativa. No otra vez.

—Deberíamos ir a la comisaría —comunicó convencida desechando su primer propósito—. Hay algunos vehículos allí con combustible que podemos utilizar. Teniendo en cuenta lo que ha pasado con los animales, seguro que hay algún hueco en la barricada lo suficientemente grande como para que podamos pasar.

—Si es que queda algo de la barricada… —comentó M.A acertado.

—Además, el traje de Adán está allí, y parte de mi equipamiento también. Lo necesitaremos. Yo os guío. Sé cómo llegar desde aquí.

Eva, cuyo estado físico se preservaba en mejor estado que el del resto, sostuvo a una Maya aún inconsciente entre sus brazos sin apenas inconveniente, y se unió junto con una preocupada Inma a la organizada comitiva comandada por Nicole en dirección a la comisaria. Al fin podrían desaparecer para siempre de aquella densa niebla de pura inmoralidad. Al fin podrían escapar.

—Lo siento, Leonard. Volveré a por ti. Lo pro… Lo juro.

Una angustiosa tos embriagaba a Michaela, incapacitándola en las congeladas baldosas que habían presenciado su derrocamiento. A pesar de que Nicole había escapado, no le importaba.   Habrían transcurrido como mínimo veinte minutos desde su retirada. Veinte minutos en los que el foco de su mente en el homicidio de la reina blanca se había desviado a la comprensión de la destrucción que se había generado en su perfecto organismo. Y, cuando su raciocinio finalmente lo descifró, su inmensurable ego no le permitía aceptarlo.  

Colocó sus palmas con firmeza sobre el suelo y empleó su entera energía en empujar, pero un punzante ardor en su columna se lo impidió. Michaela hiperventiló un instante luchando por calmar su ansiedad. Determinada, reptó hasta el escritorio más cercano, y sirviéndose del apoyo que le proporcionó, logró incorporarse para su satisfacción. Sin embargo, continuaba sin sentir sus piernas. Ni siquiera mantenerse en pie le concedía la sensibilidad que añoraba.

Y fue tras separarse de la mesa con el propósito de caminar en dirección al exterior cuando cedió incapacitada por segunda vez. Michaela se precipitó hacia su caída sin posibilidad alguna de evitarlo.

—No puedo… No puedo… No puedo… No puedo andar —articuló entrecortada. Por una sola vez desde su adolescencia, Michaela estaba siendo poseída por un sentimiento que ella concebía ya inexistente en su psique. Miedo—. ¿Qué me has hecho, Nicole? ¡¡¡¿Qué me has hecho?!!!

Una sombra se proyectó desde la entrada. Había alguien fuera. En cualquier otra ocasión, su último propósito habría sido presentarse en tal condición de debilidad, pero necesitaba auxilio con urgencia, por lo que se arrastró lentamente hasta la puerta. La detestable Nicole se infiltró en sus pensamientos mientras se dirigía hacia su ayuda. Ella había sido la responsable de aquello que la estaba atormentando. Su jugada final se había constituido tan rastrera como magnífica. Su jaque había sido ejecutado con tanta perfección que casi se había convertido en mate.

Una vez alcanzó la salida y distinguió a la persona que rondaba el edificio, Michaela percibió un ligero alivio en su interior. Se trataba de Fox, quien se desplazaba con excesiva torpeza. Usaba una mano empapada de su propia sangre para protegerse el vientre. Su mando la examinó con curiosidad antes de proceder a su diálogo.

—Parece que los dos necesitamos algo de ayuda.

Alargando su brazo hacia el sujeto, Michaela experimentó una sensación que nunca la había conseguido atrapar. Indefensión.

—Por favor… Fox… Ayúdame…

—Tranquila, Michaela —intentó calmarla aproximándose a su derruida imagen—. Todo va a estar bien. No te preocupes.

No fue capaz de escuchar su falso soporte. Su visión de la aniquilada base comenzó a nublarse a la par que el festival de zumbidos de sus oídos cesaba. Sin ningún pronóstico que la advirtiese, Michaela se sumió en una profunda inconsciencia.
   
La luna llena, silenciosa, se alzaba en lo alto del cielo nocturno y estrellado, espectadora de todo cuanto había tenido lugar en aquel demente reino en el que la inmoralidad encarnada reinaba a su antojo. Hasta hace unos instantes allí abajo, hubo sonidos y vida por doquier en los que las cacerías humanas y la estampida de animales tuvieron lugar, ahora, el silencio se apoderaba de un reino sumido en la oscuridad y congelado en el tiempo. Muchas vidas se perdieron aquella caótica noche. Sufrimiento, muerte y destrucción fueron los remanentes del egoísta juego de una única mujer.

Lo que aquella noche aconteció, sería algo que los protagonistas de aquel infernal juego jamás olvidarían, pues el miedo instaurado en los corazones de Nicole y sus compañeros por aquella mujer sería algo que jamás podrían olvidar por más que quisiesen. Con la mirada al frente, en un total silencio vislumbrando las primeras luces del amanecer, con miles de pensamientos y temores abordando a cada uno de los participantes, abrazados a aquellos a los que amaban y que pudieron perder aquella noche, huyeron lejos, muy lejos, en los vehículos robados de la comisaría de aquella dañina demencia sin querer volver a mirar atrás, todos excepto una única persona cuyo odio hacia una mujer y cuya traición a un chico inocente que creía en ella aún la ataban a aquel lugar.

Vidas inocentes fueron arrastradas a una guerra personal entre dos hermanastras cuyos principios, valores e ideales las hacían seguir caminos opuestos y confrontados en la vida, sin saber que en el fondo, ambas buscaban lo mismo. No obstante, a pesar de todo lo que sucedió, de todo el sufrimiento y las vidas invertidas aquella noche, la guerra no se alzó con la victoria de ninguna de las mujeres, pues tanto una como otra acabaron sufriendo y perdiendo algo valioso para ellas. Aquella fue una guerra en la que no hubo ganadores, pero si en la que todos en mayor o menor medida perdieron o pudieron perder algo. Lejos de lo que ambas vivieron aquella fatídica noche en el que el destino las reunió, ambas estaban lejos de acabar ahí la batalla.

Ambas finalizaron la noche con vida. Ambas sabían que aquello no tendría que haber sucedido. Ambas sabían que sus caminos volverían a juntarse tarde o temprano, no importaba como de lejos se encontrasen. Ambas sabían e intuían que la próxima vez que sus caminos se juntasen, una de las dos moriría, pues así el destino lo tenía escrito, aquella batalla entre la moralidad y la inmoralidad ya había durado demasiado. La próxima vez, el destino dictaría una resolución que se alzaría en respuesta a aquella batalla de ideales que por siglos habían regido el corazón de los seres humanos, esta vez, a través de dos mujeres. No obstante hasta que aquel tiempo llegase, ambas deberían de prepararse para la que sería la batalla de sus vidas.




#Naitsirc y Sacedog

Forma de lectura alternativa de la historia: