Big Red Mouse Pointer

jueves, 10 de mayo de 2018

NH2: Capítulo 057 - Asentamiento

Hace un tiempo...

Era una tarde como cualquier otra, Sabrina había llegado tarde a casa del instituto. La joven temía volver por el mal recibimiento de su padre.

—Buenos días —dijo la joven de quince años al entrar en su domicilio.

No recibió respuesta alguna. Su padre estaba tendido en el sofá. Desde la entrada, Sabrina solo podía ver su mano por fuera de este, y una botella de cerveza vacía en el suelo. Por un instante, la joven pensó que quizás estaba muerto, o incluso que le podría haber dado un coma etílico, así que se acercó lentamente para comprobar si estaba respirando o no.

Sin darse cuenta, mientras caminaba hacia el salón donde se encontraba su padre, golpeó con la pierna otra botella de cerveza que caía rápidamente al suelo pero sin llegar a romperse. El ruido no tuvo efecto ninguno en el hombre, por lo que el corazón de Sabrina se aceleró mas y mas al pensar que podía haberle pasado algo. Mientras se acercaba, Sabrina pensaba en todas las consecuencias que traería la muerte de su padre, pero no sintió pena. Justo antes de llegar a poder verle el pecho, el hombre se movió dando un pequeño susto a la joven, pero no sintió alivio. El padre terminó por despertarse.

—Ughhh...

—Papá ¿estás bien? —preguntó su hija.

—¿Sabrina?... ¿Qué estás mirando? —dijo su padre de muy mal humor.

—Acabo de llegar del instituto —contestó Sabrina mientras recogía las botellas de cerveza.

—Pues vete a hacer de comer. Estoy hambriento —dijo su padre con desprecio.

La joven agachó la cabeza y se dirigió a la cocina sin cambiarse de ropa ni quitarse el calzado. Aunque a ella le gustaba comer de todo tenía que adaptarse al gusto personal de su padre, el cual solo quería fritos, sobre todo carne, así que se dispuso a cocinar, pero tocaron en la puerta.

—¡Abre la puta puerta, niña! —gritó su padre.

Sabrina, furiosa, abrió la puerta. Se trataba de un amigo del padre que, sin saludar, entró a la casa, como si Sabrina no fuese nada mas que una sirvienta. El hombre era alto, gordo y peludo. Sabrina sentía desprecio por aquel hombre, ya que ni siquiera era cordial ni educado. Aún así, tenía que aguantarlo porque era amigo de su padre.

—Sabrina, saca una cerveza para Esteban y prepárale algo de comer a el también -gritó una vez mas el padre de Sabrina,

—Te odio —susurró la joven mientras preparaba pechuga en el sartén y algunas patatas en la freidora.

Sabrina llevó la cerveza a Esteban, pero este no le dio las gracias, incluso se molestó cuando la joven pasó por delante de la televisión para dársela. Estaban echando un partido de fútbol “importante”, aunque para él todos eran importantes. Sabrina se paró un segundo a ver como se encontraba aquel salón, había bolsas de patatas vacías por el suelo, manchas pegajosas en el suelo de algún refresco que se habría caído, la sábana que cubría el sofá estaba prácticamente en el suelo, e incluso había un calzoncillo en el suelo, pero Sabrina lo dejó estar, estaba cansada del instituto y además estaba preparando la comida, así que volvió a la cocina a terminar de freír la comida y servirla a su padre y a Esteban, Sabrina como siempre comería la última, pero no dijo palabra alguna.

Tras terminar subió a su cuarto mientras recogía alguna que otra prenda de vestir de las escaleras, tiró su maleta con desgana en el suelo de su habitación y se dirigió directa a la ducha, la joven llenó la bañera mientras se desvestía, a pesar de estar bastante desarrollada para su edad, Sabrina odiaba su cuerpo, no había parte de este que le gustase. La joven se metió en el agua y se acostó en la bañera con la mirada perdida, realmente no pensaba en nada, tenía la mente en blanco, se encontraba triste, pero era incapaz de soltar una sola lagrima, había llorado tanto durante su joven vida que ya le era casi imposible ponerse a llorar, la joven había perdido a su madre desde pequeña, aquello la convirtió en una niña solitaria y triste, no tenía amigos ni amigas, y apenas sabían en su clase quien era ella, tampoco lo buscaba, solo quería que pasaran los días y ni siquiera tenia esperanza de ir a la universidad ya que su padre se gastaba todo el dinero en bebida y en el bingo. Por lo tanto Sabrina no hacía los deberes y siempre estaba suspendiendo, ni siquiera su padre se interesaba porque aprobase, a pesar de la insistencia de los profesores. Tras la ducha se puso la toalla para vestirse en su habitación, pero al llegar a ella se asustó al ver a su padre, el cual sonrió al verla.

—Te estaba llamando... —dijo el padre mientras la miraba de arriba a abajo.

—Estaba duchándome, ¿que quieres? —contestó la joven muy incomoda.

—Voy a salir con Esteban, no dejes la llave detrás de la puerta, y recoge un poco la casa que parece un estercolero —dijo el padre mientras se iba de la habitación.

—Será por que eres un cerdo.— dijo Sabrina cabizbaja y en un tono bajo.

—¿Que has dicho? —preguntó el padre volviendo en sus pasos.

—Nada, no he dicho nada —dijo la joven mientras seguía cabizbaja.

Su padre se quedo un rato mirándola y ambos estuvieron en silencio, hasta que Sabrina se atrevió a levantar la mirada para ver porque estaba allí parado sin decir nada, fue entonces cuando le soltó un bofetón que provocó que la joven cayese al suelo. Su padre la observó como con orgullo por lo que había hecho, mientra Sabrina se agarraba la toalla para no quedar totalmente desnuda sin mirar a su padre a la cara, la joven ya estaba acostumbrada a los golpes de este, por lo que una vez mas no lloró ni dijo palabra alguna.

Su padre por fin se marchó y la tranquilidad invadió a la joven que parecía estar siempre en constante agonía.Tras vestirse la adolescente comenzó a recoger la casa mientras escuchaba discos de vinilo antiguos que pertenecían a su difunta madre, todo eran canciones melancólicas, y de ponerse alguna rápida, ella la pasaba, no le apetecía diversión, de hecho, nunca le había apetecido, no le divertían las fiestas, no le gustaba la música que sonaba en ellas, ni las personas que iban. Sabrina no dejaba de mirar el reloj, parecía temer el regreso de su padre, sabia que podía volver borracho, incluso soñaba con que no volviese nunca, estaba convencida de que un centro de menores sería mejor que aquello.

Apenas había comido al medio día, por lo que la joven tuvo hambre bastante pronto, aún así quiso esperar por si su padre aparecía con un poco de suerte con pan, pero pasaban las horas y el hombre no volvía a casa, ya harta de esperar buscó dinero entre toda la basura de la habitación de su padre hasta encontrar unas monedas. Sabrina salió a por el pan con lo puesto, realmente le daba igual el que dirán, o si a alguien le incomodaba verla con aquellos trapos de estar por casa. Mientras caminaba a la boutique de pan mas barata pasó por el callejón de atrás de su casa, casi nadie pasaba por allí ya que solía haber siempre un grupo de adolescentes fumando porros y armando jaleo borrachos, pero Sabrina pensó que con un poco de suerte no se toparía con ellos, pero no fue así.

Empezó a oír risas escandalosas y comenzó a caminar cada vez mas deprisa, el grupo de jóvenes ni se percato de ella, salvo dos del grupo, una pareja de novios, un chico y una chica que observaban el caminar de la joven. El chico tenía el brazo derecho por encima de su novia, estaba sin camisa y podía verse todo su torso tatuado, unos tatuajes un tanto perturbadores, llevaba unos vaqueros con unas cadenas que salían de un bolsillo a otro, su novia llevaba el pelo rapado por la derecha y lo llevaba de color verde, a la chica le gustaba mucho llamar la atención y era su forma de expresarse, llevaba una camiseta de tirantes ajustada y unos shorts. La chica la miró casi con recelo como si fuera superior a ella o algo así, pero el joven le sonrío, cosa que puso totalmente roja a Sabrina lo que causó que ambos acabaran riéndose a carcajada limpia, poniendo mas incomoda a Sabrina y haciéndola ir todo lo rápido que podía sin llegar a correr.

Por fin llego a la boutique, no podía parar de pensar en aquel chico, pensando que una vez mas la gente se había reído de ella, aun así no podía dejar de pensar en aquella sonrisa, y de repente sentía un odio horrible por la chica del pelo verde. Para volver podría tomar el camino largo o volver a pasar por allí, una parte de ella quería volver y otra quería ir mas tranquila, pero el miedo pudo con ella, así que decidió coger el camino largo, pero al salir de la boutique se encontró de frente con el joven tatuado, esta vez llevaba camisa y había ido a comprar cigarros.

—Vaya, vaya, pero si es la chica tomate.—dijo el joven tatuado con tono de burla.

Sabrina le miró enfadada, pero no contestó.

—Vamos, no te enfades guapa, solo era una broma.—le dijo el chico mientra iba a tocarle la barbilla, pero Sabrina hizo un movimiento brusco para evitar que la tocase.

—Oye ¿a qué viene eso? Ni que te fuese a pegar chica tomate.—sonrió el joven al ver el gesto de Sabrina, pero ella al oír sus palabras lo miró por un segundo para luego quitarle la mirada y ponersele los ojos llorosos. El chico se dio cuenta de lo que estaba pasando y no le quitaba la mirada de encima, volvió a intentar agarrarle la barbilla pero esta vez con éxito, levantándole la mirada hasta sus ojos.

—¿Sabes?... En el fondo no somos tan distintos...—le dijo con mirada de complejidad.

Sabrina estaba perpleja, era la primera vez que alguien la miraba así a los ojos y la primera vez que alguien parecía entender su sufrimiento. Lo miró durante unos segundo hasta que volvió en si y rápidamente se dispuso a irse sin decir palabra alguna, pero mientras se marchaba sin mirar atrás, el joven le gritó:

—¿Por qué no te pasas por el callejón esta noche? Seguro que lo pasamos bien.

Sabrina se paró un segundo ya que no esperaba aquella invitación, pero decidió seguir caminando sin mirar atrás, un montón de sentimientos surgían por su cuerpo, no entendía nada de lo que había pasado, y su mente no paraba de jugarle malas pasadas. ¿Se estaban riendo de ella? ¿Quería que fuera para meterse con ella y ser el hazme reír? ¿De verdad alguien podía querer ser amigo suyo? Esas y muchas otras preguntas sin respuesta invadían la mente de la joven mientras volvía a casa.

Al entrar miró al sofá a ver si había regresado su padre, pero no había nadie, y aprovechó rápidamente para comerse el pan y no dejar rastro del dinero que le había quitado. Mientras se lo comía seguía pensando en aquel chico de los tatuajes, aunque parecía un mal chico lo cierto es que la trató bastante bien. Entonces recordó que la llamó chica tomate y se rió, cosa que le sorprendió a si misma, hacia mucho tiempo que no sonreía. Se empezaba a hacer tarde y el padre de Sabrina no volvía, cosa que la hacia ponerse nerviosa, además no paraba de darle vueltas a la invitación del joven del que ni siquiera sabía su nombre.

Sabrina creía en los horóscopos, era libra, por lo que entendía que le era muy difícil tomar decisiones, y tras darle muchas vueltas y ver que su padre no volvía decidió que ahora le tocaba a ella, si su padre volvía y no estaba sabría lo que siente ella cada vez que desaparece, así que tomó la decisión de ir, así que comenzó a vestirse para salir con los considerados chicos malos de la calle de atrás.

La joven estaba ilusionada como nunca, sacó el maquillaje de su madre que nunca había usado hasta ahora, se pintó los labios y un poco los ojos, era la primera vez que se maquillaba y nadie la había enseñado, así que se aplicó poco para no parecer una payasa, o eso pensaba ella. Sacó su vestido blanco favorito y se lo puso, se sentía Marilyn Monroe con el puesto, le llegaba la falda a las rodillas y llevaba tirantes como la famosa estrella de Hollywood. Se recogió su cabello castaño dejando algunos pelos por fuera de la coleta, la joven era la primera vez que se miraba al espejo y no sentía asco, pero si que le surgían dudas como a cualquier adolescente. ¿Estaré guapa? ¿Le gustaré así? Eran algunas de las dudas que le surgían. Por fin Sabrina estaba lista y emocionada.

Cuando por fin se disponía a irse y bajar las escaleras de su casa, oyó cerrarse la puerta de un golpe fuerte, Sabrina se quedó bloqueada, no sabía que hacer... ¿Qué iba a decirle a su padre? ¿Cómo habría vuelto? Mientras estaba inmóvil en su habitación, comenzó a oírse pasos fuertes subiendo la escalera, lo que puso mas nerviosa a la joven. Por fin subió del todo las escaleras y efectivamente se trataba de su padre, se movía hacia los lados y con la cabeza baja, pero su hija no decía nada, solo observaba los movimientos de su padre, y se preocupaba por la reacción de este al verla. Aquel hombre apestaba a humo, alcohol y sudor, lo que provocó a la joven. Tenía la camisa manchada, pero Sabrina no conseguía ver bien de qué, la joven empezó a preocuparse, aquel hombre era un mal padre, y su hija lo odiaba, pero aún así Sabrina le preguntó si estaba bien, pero no recibió contestación alguna. De repente su padre levanta la mirada y se tira encima de su hija.

—¡Papá, no! —gritó la hija sabiendo lo que se avecinaba.

—¡Cállate, puta!— gritó su padre mientras le rompía aquel vestido que tanto le gustaba a la joven.

Una vez mas Sabrina no lloró, dejo de gritar e imaginó que no era su padre, no era la primera vez que su padre se aprovechaba de ella, así que simplemente esperó a que terminara.

La noche estaba chispeando y el silencio invadía aquel pueblo a las doce de la noche. Sabrina miraba triste por la ventana de su habitación mientras su padre dormía desnudo en el suelo, a su lado. Soñaba con huir, soñaba con que su padre no volviera a tocarla, soñaba incluso con que no volviera, a secas, la joven había vuelto a perder aquella sonrisa como tan rápido le vino, y sintió que no merecía divertirse, ni siquiera merecía ser querida, porque ella se odiaba a si misma.

Era por la mañana del día siguiente y Sabrina ya estaba lista para ir a clase, su padre seguía tumbado en el suelo de su habitación y ella no quiso ni desayunar para salir lo más rápido posible de aquella casa, aunque odia el instituto, ahora mismo se sentía mas cómoda en él que en su propia casa. Al salir afuera vio como su vecino corría hacia el coche con unas maletas de viaje y volvía hacia adentro a buscar más, Sabrina pensó que debía de estar a punto de perder el vuelo o algo así, la cara de su vecino era de puro pánico, pero ella siguió dirigiéndose al instituto. En el camino se encontró con otros chicos que se dirigían al "insti", lo que no esperaba encontrarse era a la chica del pelo verde.

—Vaya, vaya, pero si es la niñata que nos dejó tirados anoche. Alejandro me dijo que ibas a venir, cosa que por cierto no entendí —dijo la del pelo verde colocándose justo enfrente de Sabrina.

—No pude ir, yo...—dijo Sabrina sin mirar a la chica a los ojos.

—¿Es que te gusta mi novio? —preguntó la chica del pelo verde.

—¿Qué? No ... yo...—Sabrina se puso nerviosa.

Lo que no esperaba era el puñetazo que vino a continuación a manos de la chica del pelo verde, dejándola tirada en el suelo.

—Como te vuelva a ver hablando con él, te rajo, puta.— dijo la del pelo verde mientras se marchaba.

Sabrina se quedó unos segundo tirada en el suelo tocándose la cara, pensaba que se lo merecía por haber sido una fulana y pensar en Alejandro mientras su padre la violaba, pero finalmente se levantó y fue a clase.

Durante la primera y segunda hora de clase la joven no podía pensar en otra cosa que no fuera su padre, Alejandro, y la novia de este, y apenas ponía atención a lo que estaba dando el profesor.

—Joven, presta atención— le dijo su profesor al verla distraída, uno de los alumnos soltó una carcajada.

—¿Matías, de que te ríes ahora?— preguntó el profesor.

—¿No lo ve? Ni siquiera usted se sabe su nombre, jajajaja— continuó riéndose el joven en forma de burla.

—A ver son muchos en la clase, es normal que no me sepa todos los nombres.—dijo el profesor para justificarse.

—Es igual profesor, a nadie le importa mi existencia.—las palabras de Sabrina dieron pie a más risas en la clase, por algún motivo a sus compañeros les hacía gracia ver a una joven sufrir. Sabrina vio la reacción de sus compañeros y a pesar de lo triste que la hacía sentir la situación no lloró.

De repente una de las compañeras empezó a sentirse mal.

—Profesor... ¿Puedo ir al baño?— preguntó la joven con cara de malestar.

—¿Estás bien Arminda? ¿Qué te ocurre?— se interesó el profesor preocupado.

—¿Ve profesor? El de Arminda sí que se lo sabe— comentó otro alumno.

—Callaos chicos. Arminda vete al baño y refréscate un poco.— dijo el profesor.

— Gracias profe. Es que mi gato volvió hoy a casa muy raro y me mordió, quizás me ha pegado algo... —contestó la joven sin darle importancia a aquel hecho.

La joven se levanto del asiento algo mareada mientras sus compañeros observaban cada paso que daba, como si nunca hubiesen visto a alguien enfermo. Sabrina era la única que miraba hacia otro lado, ya que no le veía importancia a ver como una compañera de clase iba al baño, pero la joven se paró justo antes de abrir la puerta con arcadas, algunos se preocuparon y otros se rieron de ella, como si ver vomitar a alguien fuese un circo.

El profesor se acercó a ella para saber si estaba bien o si necesitaba su ayuda y fue entonces cuando Arminda comenzó a vomitar sangre en el suelo de aquel aula. La sangre era espesa y casi de color negro, las gotas que salpicaban en el suelo fueron a parar al pantalón del profesor que al ver aquello dio un paso atrás por inercia.

Todos los alumnos de aquel aula se sobresaltaron y algunos incluso comenzaron a gritar, otros subieron las piernas a la silla como si eso les protegiera de aquel vomito de sangre que parecía ser mas largo de lo normal. Sabrina que no estaba atenta se sobresaltó al ver a su compañera vomitar sangre y se levantó de la mesa.

—¡Arminda tenemos que ir a un hospital! — dijo el profesor cuando por fin paró de vomitar.

—Yo... — la joven se desmayó cayendo encima de su propio vómito de sangre.

Toda la clase comenzó a gritar, la mayoría asustada y los otros por asco. La clase se levantó toda al ver aquel espectáculo.

—¡Ayudadme!— gritó el profesor a sus alumnos para levantar a la joven de encima de su vómito, pero nadie se movió, estaban asqueados y muy asustados, pero tras volver a pedir ayuda Sabrina fue a socorrer al profesor, sin importarle mancharse de sangre, ni siquiera sabía porque lo hacia, al revés, seguro que nadie la hubiese ayudado a ella.

—Gracias... Sabrina— el profesor dudó, pero acabó recordando su nombre, lo que provocó una pequeña sonrisa en la cara de aquella joven y asustada niña.

Pero la inconsciente Arminda despertó dramáticamente asustando a los allí presentes, y rápidamente mordió el brazo del profesor que agarraba su cabeza. Sabrina se levantó del susto al ver que Arminda estaba mordiendo el brazo del profesor, quien pegó un grito de dolor que asustó aún más a sus alumnos. Rápidamente retiró el brazo de la boca de aquella muerta viviente provocando que le arrancase el trozo del brazo que estaba mordiendo, el profesor cayó hacia atrás golpeándose la espalda contra la pared mientras no paraba de sangrarle aquella herida, algunos gritos empezaron a oírse desde fuera de aquel aula, pero dentro del colegio, todos reaccionaron asombrados, estaba pasando algo parecido en el resto del centro, pero ellos no entendían la situación.

Lentamente Arminda se levantó de aquel vomito de sangre que le recorría todo el cuerpo, todos la observaban una vez más sin decir palabra alguna y la mayoría de ellos con la boca abierta, hasta que de repente aquel espeluznante zombi se lanzó una vez más sobre el profesor, que intentaba luchar por su vida, pero le fue imposible por los mordiscos de aquella zombi. La clase empezó a gritar observando como mordían al profesor. Sabrina no gritó, solo estaba muy asustada. Siempre pensó que no le importaba morirse, pero la idea de que iba a morir en aquel aula la aterró.

—¡¡Arminda!! ¡¿Qué demonios haces?! —gritó una de sus amigas mientras veía como esta devoraba a su profesor.

—Esa puta se ha vuelto loca, tiene la rabia— gritó uno de los alumnos.

Al oír los gritos de sus compañeros de clase Arminda giró lentamente la cabeza y los vio a todos, lo que alteró aún más a los alumnos, y se dispuso a ir a por ellos. Ni siquiera había terminado de comerse a su profesor cuando ya iba a devorar a otra persona. La clase enloqueció, todos comenzaron a correr por el aula intentando evitar que Arminda les mordiera, algunos incluso se tiraron por la ventana para evitar a la muerta viviente. Sin percatarse de que aquel podría ser su final, Sabrina se quedo inmóvil y pegada a la pared muy cercana al profesor, entre gritos de sus compañeros la joven pudo oír una voz que hablaba muy bajito:

—Sabrina...vete...huye...— se trataba de el profesor que aún seguía vivo y aconsejaba a la joven huir para salvar su vida, pronto el adulto pereció.

Sabrina no salía de su asombro, seguía inmóvil observando aquella situación, sus compañeros estaban siendo devorados uno a uno, y la mayoría solo lloraba o gritaba, Sabrina decidió hacer caso del consejo de su profesor y se dispuso a salvar su vida, a pesar de temer lo que podría haber fuera del aula se dispuso a salir. Al levantarse, Arminda se percató y fue a por ella, pero no era demasiado rápida, por lo que Sabrina consiguió llegar a la puerta y volver a cerrarla, esta vez con llave, algunos alumnos se percataron de ello y la observaron a través del cristal de la puerta desconsolados, pero la joven solo pensó en que aquel demonio no debía de salir de allí, ni siquiera sentía empata por sus compañeros, así que tras un breve segundo de lástima, se giró para ver que había en los pasillos a los que había salido.

Aquello era un caos, más de cien personas estaban amontonadas y empujándose para salir de aquel centro, la joven quedó petrificada al ver aquella situación, se tiraban del pelo, incluso se golpeaban unos a otros para poder salir, era como si a nadie le importase nadie mas que si mismos.

Tras un empujón de un alumno que iba corriendo, Sabrina volvió en si, y decidió hacer lo mismo que el resto, apenas podía respirar, solo tenía trece años y no era muy alta. Al estar toda la gente amontonada e intentando salir a toda costa comenzó a agobiarse, de repente empezaron a oírse gritos, alguien de entre toda aquella gente se había convertido en zombi y había creado el caos en aquel grupo de gente, todos intentaban retroceder o avanzar, lo que provocó una estampida. Sabrina vio como una chica acabó en el suelo y era pisoteada por todos, y acabó muerta. Pensó que eso mismo le pasaría a ella si no hacia algo deprisa, fue entonces cuando observó a uno de los estudiantes subirse a las taquillas con ayuda de un amigo, el amigo era Alejandro, así que se dispuso a ir donde estaba él para que la ayudase. Sabrina se abrió paso como pudo, incluso golpeó a algún que otro estudiante en la cara.

—¡Alejandro! —gritó Sabrina para que la ayudara, ya que vio como su amigo subía a la zona de las tuberías, y no quería que la dejasen atrás.

—La chica tomate... —dijo Alejandro sorprendido al verla.

—Vamos Ale sube, deja a esa inútil o nos comerán.— le gritó su amigo desde el conducto.

—¡Por favor!— gritó Sabrina extendiendo su mano.

Alejandro dudó unos segundos, pero finalmente extendió su mano para ayudarla a subir, pero mientras subía, uno de los alumnos se percato de la idea y agarro el pie de la joven para que lo subieran a él en su lugar, pero Alejandro tiró con fuerza y Sabrina golpeó la cara de aquel alumno consiguiendo liberarse- Encima de las taquillas se quedaron mirándose asombrados Sabrina y Alejandro, pero no dijeron palabra alguna.

Rápidamente su amigo Roberto extendió sus dos brazos para ayudarlos a subir, primero subió Alejandro, y luego ambos se dispusieron a subir a Sabrina, que observó como otros alumnos intentaron copiarles la idea y subir a las taquillas, pero estas empezaron a ceder.

—¡Salta!— gritó a la joven.

Sabrina saltó en el ultimo momento justo mientras acababan cayendo todas las taquillas sobre las personas que estaban debajo, provocando la muerte instantánea de muchos. Las taquillas estaban conectadas unas a otras, por lo que cayeron todas a la vez, la joven quedó colgando agarrada de la mano de Alejandro y Roberto, muchas personas intentaron agarrarse pero estaba demasiado alta para poder sujetarla. Sabrina observó hacia abajo y vio como se devoraban los unos a otros, aquella imagen era horrible, finalmente consiguieron subirla entre los dos.

—¡Por tu puta polla casi te mueres imbécil! — le gritó Roberto a su amigo dentro de aquel conducto.

—No me hables así hijo de la gran puta... Es una amiga.— gritó para demostrar a Sabrina que nadie le mangoneaba.

— Tú tienes muchas amigas... —respondió Roberto mientras avanzaba por el conducto.

—Gra...gracias... —dijo Sabrina en voz baja.

—¿Tú sabes que coño está pasando? — preguntó Alejandro al oírla hablar.

— No lo sé. Una amiga... compañera de clase, había sido mordida por su gato y de repente empezó a comerse a todo el mundo.— dijo Sabrina recordando aquel horrible momento.

—Entonces debe de ser algún virus, la rabia o algo así, yo estaba fumando en los pasillos cuando pasó todo.— dijo Alejandro mientras comenzaba a moverse por aquel conducto. Sabrina lo siguió.

— ¿Sabes a donde vas?— preguntó Alejandro a su amigo.

— Seguramente por la salida de atrás del instituto haya menos gente, la mayoría fueron a la entrada, es la que queda mas cerca, y corren como borregos sin pensar.— dijo Roberto.

—Pero vosotros también fuisteis a la salida principal— contestó Sabrina al oír las palabras de este.

—Será mejor que tengas a tu puta calladita.— dijo Roberto al oírla, pero Alejandro solo sonrió.

—¿Oye, la puerta trasera no suele tener un candado con cerrojo? —preguntó Alejandro al recordarlo.

—Cierto, tendremos que hacer una paradita antes.— dijo el amigo de este.

Sabrina escuchaba toda la conversación sin decir palabra alguna, no era del agrado de Roberto y no quería buscarse problemas. Continuó avanzando hasta que los dos jóvenes pararon.

—Ya hemos llegado, justo aquí debajo esta el aula de tecnología.—dijo Roberto mientras se disponía a abrir el conducto para bajar al aula.

— ¿Y que vamos a encontrarnos ahí Rober? —pregunto Alejandro.

—Matías, el profe de tecnología, guardaba en el cajón un montón de herramientas suyas, además de todas las que también había en clase.—dijo Roberto.

—No creo que con un soldador podamos abrir ese candado.— se le escapó a Sabrina.

Roberto solo la miró atravesándola con la mirada mientras bajaba de un salto al aula de tecnología, tras él, bajó Alejandro, que volvía a tener una sonrisa dibujada en la cara. Sabrina miró atrás y por un instante pensó en su padre, pero decidió no pensar en ello y también bajó al aula. Roberto comenzó a buscar en los cajones del profesor, pero algunos estaban cerrados con llave.

—¡Mierda! Están cerrados.—dijo el joven.

—Sigamos buscando, tiene que haber otra cosa por aquí cerca.—comentó su amigo.

—Yo... Yo puedo abrirlo.— dijo Sabrina observando a los dos jóvenes.

Los chicos la miraron casi con burla.

—¿Tú? ¿Qué vas a saber tú? — dijo Roberto.

Sabrina se dirigió a los cajones y de su pelo saco una horquilla que metió en el cerrojo de los cajones.

—Cuando tu padre es borracho y se encierra en el baño una aprende a desenvolverse.— dijo mientras abría los tres cajones de la mesa del profesor.

—No me jodas— expresó Roberto al ver las habilidades de la joven.

Alejandro se dispuso a coger todas las herramientas que vio de utilidad para abrir aquel candado, y Roberto hizo lo mismo. Sabrina observó que no cogieron las tijeras, seguramente porque no les serviría para romper un candado, pero ella decidió cogerlas para poder defenderse, escondiéndolas en su espalda, sujetadas por su cinturón.

Se disponían a salir de aquel aula, pero con mucha precaución. Alejandro fue el primero en asomarse al pasillo para ver si había alguien.

—Despejado, podemos salir.— dijo al ver que no había nadie.

Los tres salieron lentamente al pasillo sin hacer ruido alguno, pero justo al doblar la esquina se encontraron con dos zombis que los vieron nada mas cruzar la esquina. Los dos jóvenes sacaron de sus bolsillos unas navajas para defenderse, Sabrina se dio cuenta de que como pensaba, aquellos chicos eran peligrosos, habían llevado aquellas navajas al instituto, la joven retrocedió y dejó que los chicos se ocuparan. Al no tener cualidades en combate prefirió no arriesgarse, Alejandro fue directo a la cabeza, consiguiendo matar al zombi al instante, pero Roberto fue al corazón, sin provocar efecto alguno. El zombie se le echó encima casi sin darse cuenta y comenzó a gritar, justo antes de morderle, el zombi caía muerto encima de él. Sabrina le había salvado la vida clavándole aquellas tijeras en la cabeza de la criatura, pero el joven seguía gritando tras el susto, realmente pensó que iba a morir.

Sabrina miró a Alejandro y le dijo:

—Va a atraer a más... Será mejor que tengas a tu puta calladita —dijo Sabrina devolviéndosela a Roberto, el cual se quedo callado y con la boca abierta mientras Alejandro no podía evitar reír.

Alejandro ayudó a levantar a su amigo mientras Sabrina continuaba caminando hacia la salida trasera. De repente un hombre corrió hacia la joven, casi sin haberlo visto.

—Niña, niña, ayúdame...— suplicó el hombre que trabajaba como profesor en aquel instituto.

Alejandro y Roberto corrieron hacia la joven.

— Aléjate de ella.— le dijo Alejandro al profesor que le daba clases de "lengua".

—Tú... El hijo de puta que me hacía la vida imposible en clase...—dijo el profesor al verlo.

—¿Perdona? —preguntó Alejandro.

—Ahora que todo se ha ido a la mierda ya no tengo que aguantar tus estupideces, sabes que iban a echarme del instituto por tu culpa, por levantarte la mano.—acusó el profesor mientras se acercaba al joven.

—¿A que viene esto ahora? Vámonos de aquí.— propuso Sabrina.

—Tengo mujer e hijos y casi me despiden.— dijo el profesor mientras lo agarraba de la camisa.

El profesor le dio un puñetazo tirándolo al suelo.

—¡Hijo de puta!— exclamó Roberto al verlo, y antes de que pudiese ayudar a recogerlo del suelo, Alejandro fue a por el profesor que se tiró encima suyo clavándole su navaja por todas partes de su cuerpo, como si de un animal salvaje se tratase.

—¡Alejandro, es un profesor!— grito Roberto.

Sabrina volvió a quedar petrificada al ver aquello, no sentía miedo, ni siquiera lastima por aquel profesor, algo dentro de ella pensó que se lo merecía, ese sentimiento es el que le daba miedo, poco después Alejandro paró y se levantó, su rostro estaba lleno de sangre y su mirada era terrorífica. Guardó su navaja y caminó hacia delante, golpeando a su amigo con el brazo que estaba justo delante, Sabrina miró a Roberto y este le devolvió la mirada, ambos caminaron detrás de Alejandro sin decir palabra alguna.

Por fin llegaron a la salida trasera y como se habían imaginado estaba cerrada con un candado, seguramente aquel profesor había intentado salir sin éxito y por eso se encontraba allí. Alejandro sacó la sierra y comenzó a intentar romper el candado. El ruido comenzó a atraer a los zombis que cada vez se oían mas cerca.

—Alejandro date prisa puedo oír como se acercan esos hijos de puta.—le dijo su amigo Roberto.

—No puedo ir mas rápido, esta sierra es una mierda.—dijo Alejandro algo estresado.

Sabrina se dispuso a cruzar la esquina por la que vinieron para ver si era cierto y saber si tenían tiempo, el panorama era muy peligroso, casi cien zombis amontonados se dirigían a donde ellos estaban, caminando por aquel estrecho pasillo. Sabrina volvió tras sus pasos para reunirse con sus compañeros de huida.

—No tenemos mucho tiempo chicos, ya vienen y son un montón.—dijo Sabrina a los dos varones.

—No me pongáis nervioso, hago lo que puedo.—dijo Alejandro, quien estaba sudando y parecía sudar sangre al tener la cara llena.

Roberto comenzó a golpear el candado con el martillo pequeño que había cogido del aula de tecnología mientras Sabrina observaba como empezaban a cruzar la esquina aquellas criaturas.

—¡Chicos ya están aquí!— advirtió la joven. La chica agarró fuerte sus tijeras ya que no pensaba morir sin pelear.

Algún que otro zombi era más rápido que el resto, y Sabrina los mató uno a uno clavándoles las tijeras grandes en la cabeza, uno de ellos incluso estuvo apunto de morderla, pero aunque la joven era pequeña, también era rápida. Eran demasiados y retrocedió hasta la salida donde sus compañeros seguían intentando romper las cadenas del candado.

—Por si no salimos de esta, no me llamo chica tomate, soy Sabrina —anunció la chica al par de compañeros.

—Un placer entonces, Sabrina.—contestó el joven sin detener en su intento de abrir el candado.—¡Si!¡Lo conseguí! —Alejandro consiguió romper las cadenas de aquel candado justo a tiempo, y tras retirarlo de la puerta los tres jóvenes salieron a la calle deprisa y cerraron las puertas bloqueándolas con aquel serrucho grande con el que tanto les costó abrir aquellas cadenas, además pusieron otras de las herramientas para asegurarse aún más de que no las abrirían.

Los tres ya estaban fuera de aquella locura de instituto, pero lo que estaba fuera era incluso peor, el ruido de coches estampándose, gente gritando y corriendo, y zombis devorando a la gente hizo que los tres observaran aquella calle en estado casi de shock, no podían creerse aquella situación, no solo era en el instituto, las calles estaban infectadas de muertos vivientes. Alejandro miró a su amigo como si le hubiese dicho algo con la mirada.

—¡Vamos Sabrina, ven con nosotros, estarás a salvo! —le dijo a la joven asustada.

—No puedo, tengo que... tengo que...— Sabrina echó a correr sin terminar la frase, aún a pesar de los abusos de su padre, Sabrina quiso ir a su casa.

—¡Espera no! No seas estúpida— oyó la voz de Alejandro mientras se alejaba del lugar intentando evitar a la gente y a los zombis que había por el pueblo.

Sabrina corría en dirección a su casa, no miró atrás ni pensaba en nada mas que su padre, se preguntaba si habría sido devorado por zombis o si estaría bien. Una mujer se le acercó gritando que su marido la había mordido, pero Sabrina siguió corriendo. Vio como un coche se llevaba por delante algunos muertos mientras el conductor yacía dentro del vehículo. Sabrina no salía de su asombro, pero sabía lo que tenía que hacer, no podía detenerse, aún no.

Por fin la joven llegó a su casa, la puerta estaba abierta, la joven pensó que alguien habría entrado y lo habrían mordido, incluso pensó que quizás salió corriendo a buscarla y dejó la puerta abierta por las prisas, pero de nada servía quedarse ahí plantada sin hacer nada, tenía que entrar a su casa.

Sabrina entró y estaba todo tirado como de costumbre, de haber entrado algún zombie no notaría la diferencia. Continuó entrando muy lentamente en la casa dirigiéndose al salón, una vez mas veía el brazo de su padre en el sofá con una botella de cerveza en el suelo, Sabrina continuó avanzando lentamente, y llamó a su padre para asegurarse de que seguía siendo uno de los vivos.

—¿Papá? —preguntó Sabrina mientras se acercaba lentamente.

Rápidamente su padre se giró junto con al sofá giratorio apuntándola con su escopeta, con la cual se había cargado a unos cuantos zombis que entraron a su casa.

—¿Sabrina? Estas viva, puta niña... ¿Cómo lo has conseguido?— su padre soltó el arma en el suelo y corrió a abrazar a su hija, nunca en la vida lo había hecho, que Sabrina recordase, ni siquiera mientras abusaba de ella, pero aquel abrazo incomodó a la joven. Mientras la tocaba con su brazo durante el abrazo, a Sabrina le vinieron recuerdos de como abusó de ella en el pasado y el gran numero de veces que lo hizo.

—¡Suéltame!— dijo Sabrina empujando a su padre.

—¿Qué haces niña estúpida? ¿A qué a venido eso?—preguntaba su padre.

—¡No vas a volver a tocarme nunca más! —gritó la joven.

Su padre quedó unos segundo en silencio observándola, mientras la miraba con desprecio.

— Eres igual que tu madre, todas sois iguales, os gusta calentarles las pollas a los tíos para luego haceros las estrechas. Vais con vuestras minifaldas y vuestros escotes solo para poder controlarnos, sois víboras, y tenéis veneno en la piel. No me toques los cojones si no quieres recibir una paliza...

—Yo... Lo siento, tienes toda la razón papá, perdóname...— dijo la joven mientras iba a abrazar a su padre una vez mas.

—Tranquila cariño, quiero que sepas que si te hago todas esas cosas es por que te quiero mucho, más de lo que crees.— dijo su padre mientras la abrazaba y acariciaba el pelo.

— Pues yo a ti te odio.— dijo Sabrina mientras sacaba las tijeras que cogió en el aula de tecnología.

La joven se las clavó varias veces en el estómago, hasta que cayeron ambos al suelo y por fin la soltó. Su padre no salía de su asombro, no entendía lo que estaba pasando. Sabrina continuó clavándole aquellas tijeras oxidadas, esta vez en su corazón, iba una cuchillada tras otra sin parar, la joven se estaba llenando aquel vestido blanco de color rojo, y su cara del mismo color, de repente había perdido el juicio, solo quería hacerle sufrir, no le importaba nada más.

Sabrina observó aquella imagen. Su padre estaba tendido en el suelo muerto, y miró sus pantalones. Sabrina le quitó el cinturón a su padre y le bajo la cremallera, abrió las tijeras, y se oyó como cortaba una extremidad en aquel vacío salón, cuando Sabrina se puso en pie comenzó a caerle una gota de sangre por la cara, en realidad era una lágrima, pero llevaba el rostro lleno de la sangre de su padre dándole aquel color. La joven estaba llorando, no lo había hecho desde la muerte de su madre, pero estaba vez no lloraba de tristeza, lloraba de felicidad, incluso llego a sonreír. Sabrina agarró fuerte aquellas tijeras y salió a la puerta de su casa, miró al sol que le daba en la cara, parecía el mejor día de su vida.

—¿Sabrina?

Alejandro y un grupo de amigos, los llamados “Matados” en su calle, estaban corriendo en grupo por delante de su casa.

— Vámonos Ale, esta inútil, solo nos retrasará.— dijo la chica del pelo verde, pero Alejandro no la hizo caso.

—¿Estás bien, que es toda esa sangre?—preguntó Alejandro preocupado, lo que molestó mucho a su novia que veía el interés extraño de su chico con esa chica.

—He matado a mi padre.— dijo Sabrina muy seria allí plantada en la puerta de su casa con su vestido blanco manchado de rojo, y las tijeras en la mano.

—Bueno tuviste que hacerlo, o te hubiese devorado seguro.—dijo Alejandro para tranquilizar a la joven.

—No era un zombi...—contestó Sabrina levantando la mirada.

Alejandro quedo totalmente asombrado y miró a su novia, que por alguna extraña razón empatizó con ella en aquel momento. Alejandro fue a por Sabrina, la agarró por los hombros y se la llevo consigo, no pensaba dejarla allí. La joven tenía la mirada perdida. Alejandro se paró un segundo al lado de su novia y le dijo:

—Te dije que era de las nuestras.

La joven de pelo verde quedó muy seria en el lugar. Su hermana pequeña, que llevaba dos coletas y el pelo castaño, se acercó a ella para preguntarle:

—¿Quién es esa y que lleva en la mano izquierda Tammy?— preguntó la joven.

—¿Eh? Creo que es... es... ¡Joder! es una polla, la muy puta.—dijo Tammy asombrada.

—Espero que sepa compartir, todas tenemos nuestras necesidades —contestó la hermana haciendo referencia al pene mutilado mientras saltaba hacia delante como si estuviese dando un alegre paseo por el campo.

Mas adelante Alejandro intentaba tranquilizar a una silenciosa Sabrina.

—No te preocupes, a partir de ahora nosotros seremos los que manden.—dijo mientras se alejaban del pueblo.

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Era de día, y se podía ver a un grupo de nueve jóvenes dirigirse a el pueblo de Rockrose, los jóvenes iban sin protección, algo cargados con las mochilas llenas de utensilios y comida a sus espaldas, sus actitudes no eran las de hace unos días, no era un estado de felicidad, pero sí de conformismo y tranquilidad, llevaban mucho tiempo sin parar de un lado a otro y estaban muy cansados, sus esperanzas de encontrar un nuevo refugio eran casi nulas pero allí estaba, el pueblo en el que se podía vivir... una nueva esperanza.

—Jessi, ¿vas bien?—preguntó Davis preocupado por el bienestar de la embarazada.

—Sí, claro, no te preocupes, tampoco es que esté ya con ocho meses, jeje— contestó algo risueña.

Davis se alegró de verla con esa sonrisa tras los últimos acontecimientos por los que había pasado la joven, como si de un adolescente se tratase le dio la mano timidamente mientras seguían caminando, Jessica al percatarse volvió a sonreír.

—Estoy deseando llegar al pueblo y cogernos una casa para los dos, y tener una vida de pareja —se puso romántico M.A.

—Ya tenemos una vida de pareja.. ¿Estamos juntos no?— contestó Alice.

—Oh vamos, ya me entiendes, con un hogar, tranquilidad y sobretodo...algo de intimidad.-le respondió el novio.

—Entiendo lo que dices cariño, pero dudo que eso vaya a pasar.- le contestó la rubia.

—¿Estás con actitud negativa?, si no te crees que podamos tener todo eso ¿por qué nos dirigimos allí?— preguntó el también rubio.

—Para seguir sobreviviendo un poco mas.

—¿No crees que podamos tener una vida a pesar de todo esto?—preguntó M.A. preocupado.

—La mayoría del tiempo pienso que no, la verdad...— la joven tenía todo tipo de sentimientos contradictorios en su cabeza, aunque una pequeña parte de ella quería y deseaba que ese fuese su nuevo y último hogar donde poder vivir hasta que muriera de vieja, la experiencia le decía que solo sería otra parada mas en la carrera por la supervivencia.

El joven quedó algo decepcionado por la actitud de su novia, que acababa de quitarle toda ilusión por establecerse en aquel lugar.

—Eva, ¿por qué no lleva Maya todo si es la mas fuerte del grupo?—pregunto el joven Adán.

—Pues por que no es una mula de carga y nosotros no somos invalidados, podemos ayudar, además, no te quejes, ya estamos a punto de llegar. —le respondió.

—Sí, supongo, estoy deseando ver el pueblo, me lo imagino como el pueblo donde vivía el tío Earl del que me hablaste —dijo Adán con la cabeza en las nubes.

—Dios, lo recuerdo, estaba al lado de una bahía, era preciosa, se respiraba aire puro de verdad y había un árbol plantado a cada metro, y la gente siempre estaba en la calle o en el portal de sus casas, nunca habían sufrido robos ni nada por lo que siempre tenían las puertas de sus casas medio abiertas, eso sí era vida.—respondió muy alegre la joven.

Eva sintió muchísima lástima por él, tan joven y apenas pudo vivir nada antes de comenzar la pesadilla, nunca experimentará todo lo que ella experimentó, ni tendrá una vida normal, aún asi estaba vivo y eso es lo que importaba.

—Tranquilo Adán, ahora tenemos una nueva familia y un nuevo hogar, ya verás como será maravilloso, y M.A. es como un niño así que podrás jugar a mas aventuras.

Adán soltó una carcajada, hacía tiempo que el niño no se reía, lo que provocó la felicidad de Eva.

Todos seguían caminando y cada vez estaban mas cerca del pueblo. Inma que vio a Puma solo se dirigió hacia él para hablarle.

—Una lata de anchoas por tus pensamientos —le dijo la joven, Puma sonrió y le contestó:

—Realmente tenía la mente en blanco, como si ya me moviese por inercia.—respondió el de pelo negro.

—Te entiendo perfectamente, esa es la sensación que yo tengo cuando os sigo a todos lados, ni pregunto ni suelo cuestionar.—dijo Inma.

—Eso no es cierto, además tenemos tu opinión muy en cuenta como la de todos, no pensarás que no aportas nada al grupo porque es todo lo contrario, no te vengas abajo ahora con lo que estamos apunto de conseguir.—dijo Puma preocupado.

—No es eso, en realidad solo quería darte conversación,jejeje. —intentó Inma dejar estar la conversación para no parecer muy dramática.

—Lo que si temo es que alguien intente arrebatarnos Rockrose en el futuro.—dijo Inma pensativa.

—Tranquila, hay muy pocas posibilidades de que eso pase, ya no deben de quedar muchos supervivientes.— dijo Puma para tranquilizarla.

—¿De verdad piensas eso?... Puma, la experiencia me dice que somos mas de los que parecemos, mira si no todo este tiempo hasta ahora.— respondió la joven dándose cuenta que Puma solo intentaba quitarle ese pensamiento de la cabeza.

—En cualquier caso es mejor que nada.— dijo Puma.

—Lo sé, solo era un pensamiento, ojalá y no pase, porque ya temo mas a los humanos que a los podridos.—concluyó la joven.

—Si seguimos ahora recto ya habremos llegado en un par de minutos.—dijo Maya que recordaba perfectamente el camino.

—¿Maya que opinas de la distribución de las casas?— le preguntó Nicole cuando todo el mundo avanzó caminando y ellas quedaron atrás.

—¿A que te refieres? Cada uno que viva donde quiera ¿no?— contestó Maya.

—No me refiero a eso. Para empezar, coger cada uno una casa... ¿Debería ser una al lado de la otra? Lo mas cerca posible creo yo, y segundo, ¿deberíamos vivir separados o todos en la misma para correr menos riesgos?—se cuestionó Nicole.

—Entiendo lo que dices, pero sinceramente dudo de que quieran vivir todos juntos, de poder llevar una vida en ese pueblo querrán estar en casas separadas para tener algo de intimidad, sobretodo Alice, M.A ,Davis y Jessica. —contestó Maya.

—Sí, supongo. Puede que no sea lo mas inteligente pero es lo que querrán la mayoría, solo espero no arrepentirnos de querer tener ciertos lujos.— dijo Nicole.

—Intenta relajarte Nicole, siempre te veo alerta y tensa.—le dijo Maya para intentar relajar a la rubia.

—Y eso es lo que me ha mantenido con vida...— le respondió Nicole.

—De acuerdo, lo siento, no quería ofenderte, yo...—se disculpo Maya.

—No, perdona tú, no quería parecer borde es solo que... ya sabes, es el apocalipsis...—dijo Nicole con una sonrisa, como si por fin se hubiese relajado un poco.

—Jajaja total.—le respondió Maya al ver la intención de la joven de tomárselo con humor.

Luego por fin consiguieron llegar a el tan aclamado y deseado pueblo Rockrose. Los jóvenes andaban esta vez algo despacio, observando todo con detenimiento, admirando cada casa y cada esquina, era incluso mejor de lo que algunos de los chicos habían imaginado. Se preguntaban si este por fin sería su hogar, donde pasar el apocalipsis zombi a salvo.

—Chicos mirad, ¿que os parecen estas casa? Son terreras y hay bastantes juntas, con lo que no estaríamos muy separados.—comentó M.A observando aquellas casas terreras de ensueño.

—M.A ya habíamos hablado de esto, íbamos a vivir todos juntos, ¿recuerdas?—preguntó Puma algo mosqueado.

—Lo sé, pero he estado pensando, y preferiría vivir solo con Alice, necesitamos intimidad...—respondió el rubio que fue rápidamente interrumpido por su pareja.

—¿Preferirías quien? ¿Tú? ¿Y mi opinión no cuenta?—respondió Alice algo alterada.

—No es eso Alice, no vayas por ahí porque no tiene nada que ver...—se quejó M.A algo molesto porque sentía que Alice volvía a tratarlo de machista.

—Esta bien, lo que tu digas, pero yo estoy con los demás así que...— expresó Alice algo molesta.

—De acuerdo solo era una idea, o una fantasía...— dijo M.A mientras avanzaba con el resto.

—Volvamos al plan inicial y vayamos a esa casa rural.—ordenó Puma.

—Que le gusta ponerse en plan líder..—dijo Davis entre dientes.

—Caminamos un poco mas chicos y encontraremos la casa rural que os dijimos.—comentó Inma mientras observaba el camino.

Los diez jóvenes siguieron caminando hasta llegar por fin a dicha casa rural, la cual estaba junto a una carretera, era mas grande de lo que algunos se habían imaginado, entendían porque Inma y Eva la había recomendado para vivir. Allí cabrían sin problemas y se podrían protegerse de los peligros externos, pero no estaba todo dicho, aún había que limpiar la zona de algunos zombis, algunos de ellos ya se podían ver desde la posición de los jóvenes, la mayoría de ellos en estado de descomposición bastante avanzado, también debían establecer un muro que les protegieran de los zombis.

—¿Por qué no vais entrando y Nicole, Puma y yo nos ocupamos de los zombis mas cercanos?— dijo Alice sin darse cuenta que había ofendido a M.A por dejarlo fuera.

—Esta bien chicos, tened cuidado, dejadme vuestras mochilas, ya las entro yo.—se ofreció Davis mientras ayudaba a descargarse a aquellos tres “voluntarios”.

Los tres jóvenes cogieron sus respectivas armas blancas para acabar con aquellos podridos sin necesidad de gastar balas, había unos siete zombis. Alice fue corriendo a por uno de ellos, con la esperanza de que el primer zombi que le seguía mas de cerca no se pegara demasiado al segundo y fuesen mas difíciles de matar. Alice le cortó la cabeza de cuajo con su Falcata a uno de ellos. Mientras, Nicole prefería inmovilizar primero a su oponente dándole una patada en el pecho y tirándolo al suelo, para justo entonces clavarle el machete Kukri en la sien. Por otro lado Puma sacó su espada nazarí y su Scramasax proponiéndose matar a dos zombis que estaban uno al lado del otro. Cogiendo algo de carrera se dispuso a pasar rápido por el medio para cortarles las cabezas sin que a los muertos le diese tiempo a morderle, y así fue, ya solo quedaban tres.

Alice fue a por otro de ellos, pero este, justo antes de ser degollarlo se tropezó y cayó al suelo, provocando un amago en el ataque de la rubia. El zombi estaba demasiado cerca ahora de su pie, pero los reflejos de la joven fueron rápidos y pudo clavarle la Falcata en la cabeza antes de que la mordiera. Mientras tanto, Nicole que observaba el accidente de Alice se dispuso a ir a por su siguiente presa, pero su scramasx se había atascado en la cabeza podrida del zombi al que había matado, y aquella criatura se le acercaba cada vez mas, pero como si toda la suerte del mundo estuviese en ella, sacó rápidamente el machete atravesándole desde la entrepierna hasta la cabeza.

—Repugnante.—dijo el joven a la rubia a la que observaba pensando que ya había acabado con todos aquellos zombis.

—¡Detrás de ti!— gritó Nicole que vio como un zombi se acercaba por detrás del despistado Puma. Por suerte para él, Alice fue rápida, desenfundó su Scramasax, y lo lanzó con asombrosa precisión a la cabeza del podrido.

—¡Dios Alice! Gracias a Dios que tienes muy buena puntería.—dijo el joven aliviado.

—¿Estas bien Nicole?— preguntó Alice para asegurarse de que todos estaban bien.

—Sí, sí, estamos bien.—contestó la rubia de pelo largo.

—Me alegro de oír eso. Vamos a dentro con los demás.—dijo Alice observando por si venían mas zombis.

Al entrar a la casa rural les pareció mas grande de lo que parecía por fuera, aquello era bastante amplio, el salón era enorme, y la cocina era bastante grande también, sin duda era un sitio ideal para vivir.

—Chicos ¿estáis bien?— preguntó Jessica al ver entran a los jóvenes.

—Sí, ya es pura rutina. Esto es enorme.—observó Nicole con detenimiento.

Por otro lado, Alice observó que faltaba parte del grupo— ¿Dónde están los demás?—preguntó.

—Están revisando todas las habitaciones para asegurarse de que no haya nada ni nadie.—contestó Jessica.

—Bien, perfecto.—respondió la joven.

—Chicas, creo que este salón es ideal para quedarnos todos juntos. ¿Qué pensáis vosotras?— preguntó Puma mientras observaba y analizaba todo.

—Es perfecto. Es justo lo que necesitamos. Además es espacioso para todos.—dijo Nicole.

Al poco los demás se unieron en el salón con el resto del grupo. Las habitaciones y los baños habían sido revisados con mucho esmero. Estaba todo tirado y era un caos, pero todo ese desastre había sido provocado hacía meses. No había indicios de que nadie hubiese estado allí desde hacia mucho tiempo, lo que tranquilizo al grupo. Una vez revisado todo se propusieron vaciar sus mochilas e instalarse allí, todo con mucha tranquilidad y compañerismo, sin duda aquella casa rural podía convertirse en un hogar, solo necesitaba limpiarse un poco y ordenar las cosas. Un rayo de esperanza había aparecido para aquellos jóvenes cansados y desesperados.

La tarde se les había echado encima, pero los jóvenes querían dejarlo todo preparado para poder dormir en aquel salón y dejarlo todo recogido y decente, limpiar aquello les llevo unas cuantas horas, aún siendo diez personas. Tras recoger y ordenar el salón, la cocina y los baños, terminaron agotados. Planeaban recoger las habitaciones otro día ya que la noche se estaba acercando, el suelo no parecía el lugar mas acogedor del mundo, pero para esa noche no habría problema. La noche había caído y todos estaban acomodados cenando en aquel espacioso salón, nadie decía nada hasta que Adán se propuso hablar.

—Es mucho mejor de lo que esperaba, ojala y ya nos quedemos aquí para siempre.— algunos de los presentes le miraron con lastima, como si el chaval no tuviese ni idea, otros lo miraron deseando que se cumplieran sus palabras.

—Ojalá hermano, pero tengamos cautela con esto, ya sabes que nunca se sabe.—le dijo su hermana sin ánimo de decepcionarle ni tampoco darle falsas esperanzas.

—¿Sabéis? Esto de alguna manera me recuerda a las fiestas de pijama que hacía con mis amigas.—dijo Alice algo nostálgica.

—Tuvieron que ser superdivertidas.—comentó Jessica imaginándoselo.

—Si, lo eran... De hecho, el día que paso lo de Stone City, yo estaba con ellas, nunca más volví a verlas, todo era tan diferente a ahora... Yo era tan diferente a ahora...—contestó Alice algo deprimida. Parecía que aquella noche era un día para recordar la vida de antes y el compararla con el ahora, pero la verdad es que la conversación había surgido sin apenas darse cuenta. Todos la miraban con lastima y la entendían a la perfección, era como si en el apocalipsis todo el mundo se entendiera como nunca en la historia de la raza humana.

—Aférrate a esos recuerdos, porque son muy bonitos, yo nunca pude hacer ese tipo de fiestas, vivía lejos de mis amigas y mi padre no era de dejarme quedar en casa de nadie.—contestó Jessica recordando su infancia.

—Tienes razón, fui muy feliz, pero bueno, yo tuve eso y seguro que tu tuviste otras cosas.— respondió Alice.

—Sí, sí, claro, no era por comparar, solo quería animarte.—dijo Jessica tocándose la barriga y pensando si su bebé seria feliz sin todo eso de lo que estaban hablando las jóvenes.

—Gracias.—le sonrió Alice a la embarazada.

—Dios, creo que voy a vomitar arco-iris como sigáis así.— contestó Puma harto de tanta ñoñería.

—¿Por qué tienes que ser siempre tan borde?—Preguntó Davis al ver la contestación a la conversación de Alice con su pareja.

—Davis tranquilo solo estaba bromeando. —respondió Jessica para quitarle hierro al asunto.

—Lo sé, pero sus bromitas a veces cansan.—respondió Davis algo disgustado.

—Oye tío si tienes algo contra mi es momento para decirlo.—dijo Puma algo chulito.

—Ya te lo he dicho, eres un borde, y estoy un poco cansado de que quieras ser siempre el centro de atención, y déjame decirte algo claro, no eres nuestro líder a pesar de lo que te crees.—contestó Davis algo alterado.

—Vaya, pues eso no lo habías dicho, mira por donde, yo no tengo la culpa de tener que tirar del carro.—dijo Puma que comenzaba a elevar la voz.

—En serio tío, ¿quieres que saque toda la mierda en la que nos has metido?—contestó Davis refiriéndose a eventos pasados.

—No peores de los que nos vas a meter tú.—dijo Puma provocando el asombramiento de los allí presentes.

—¡Eres un hijo de la gran puta! —soltó inesperadamente M.A dolorido por lo que le había insinuado a su considerado “hermano”.

—Dime que no has querido decir lo que creo que has querido decir.—dijo Davis levantándose del suelo.

Todos quedaron unos minutos en silencio incluido Puma, nadie sabia que decir o que hacer, hasta que Nicole harta de la situación decidió meterse de intermediaria.

—¡Callaos de una vez! ¿Queréis dejar de discutir por ver quien la tiene mas larga? Esto es absurdo, estábamos genial todos de buen rollo ¡¿y ahora esto?! De verdad que no os entiendo. —dijo Nicole gritando, aunque en el fondo quería partirle la cara a Puma por lo que le había dicho a su amigo.

—Lo siento chicos tengo que salir a coger aire.—comentó Davis saliendo de la casa rural.

Jessica se dispuso a salir tras su amor, pero Puma la frenó, quería ser él quien saliera tras el joven. M.A también tuvo el impulso de salir pero estaba demasiado enfadado y prefería que lo hablaran entre ellos dos y no volver a meterse.

Puma salió de la casa para encontrarse con Davis muy cerca de esta, y se acercó a él sin decir palabra alguna. Davis se percató de la presencia de su compañero, pero ni siquiera se giró a él, y siguió mirando las calles de aquel pueblo. Ya no sabía que pensar, estaba bastante molesto con Puma y no sabía que actitud debía tomar hacia él. ¿Debía siquiera dirigirle la palabra tras aquella insinuación, o debería hacer como si nada y estar como antes? Todas esas preguntas le rondaban por la cabeza mientras permanecían los dos varones en silencio.

—¿No piensas decir nada?—preguntó Puma sin saber muy bien que debería decir o hacer en esa situación.

—Yo no tengo nada que decir, ya lo has dicho tu todo antes.—contestó Davis.

—Oye tío... Lo siento ¿vale? Me dejé llevar.—se excusó Puma siendo incapaz de mirar a su compañero a los ojos.

—Entiendo que estamos sometidos a mucha presión, incluso estando “tranquilos”, pero déjame preguntarte algo. ¿Crees de verdad que mi hijo es un error?— preguntó Davis.

—Sinceramente me preocupa, pero no, no lo considero un error, lo dije en caliente.— dijo Puma arrepentido.

—Si tanto te preocupa, Jessica y yo tomaremos nuestro propio camino para no poneros en peligro.—contestó Davis muy serio.

—No dramatices tío, sabes que no me refiero a eso. Simplemente estoy preocupado... ¿Ahora podemos dejar de actuar en esta película romántica para nenazas?— preguntó Puma tratando de enterrar el hacha de guerra.

Aquellas palabras sorprendieron a Davis. Nunca esperó oír una disculpa de Puma, pero no pudo evitar sonreír con la referencia machista, seguía siendo el Puma de siempre. Apenas se oía nada en la cálida noche de aquel abandonado pueblo, ni un grillo, ni ningún tipo de sonido.

Tras volver a entrar a la casa, M.A se dispuso a disculparse con Puma por haberlo insultado, pero este al entrar simplemente le miró y como si nada, por lo que M.A decidió dejarlo estar, comprendió que nunca podrían ser amigos pero al menos iba a intentar convivir con él. Tras esto ya habían perdido las ganas de seguir conversando, por lo que se dispusieron a dormir, el día había sido muy duro y las energías estaban por los suelos,al día siguiente tocaba recoger las habitaciones lo que les llevaría unas cuantas horas.

Ya al día siguiente todos se levantaron bastante tarde, el sueño lo tenían acumulado y habían dormido del tirón mas horas de las recomendadas. Las diez personas allí presentes comenzaron a desayunar, necesitaban fuerzas para poder estar activos en el día que se avecinaba. Davis y Maya salieron a desayunar fuera, querían asegurar el perímetro y ver que no habían podridos por los alrededores, al menos hasta donde la vista llegaba.

—¿Qué tal ayer con Puma?—preguntó Maya a su amigo.

—¿Eh?... ¡Ah! Bien, todo lo bien que puede ir con él, ya lo conoces.— dijo Davis mientras observaba el panorama.

—¿Y tú que tal estás?— preguntó nuevamente Maya preocupada por su amigo.

—Pues bien supongo, como todos.—contestó Davis algo conformista.

—¿Supones? Dime...—insistió la joven.

—¿Por qué tienes siempre que profundizar tanto? jajaja—preguntó su amigo entre risas.

—Soy así, y te encanta.—respondió Maya muy risueña.

—La verdad, me preocupa todo, la nueva casa, el nuevo pueblo... No es seguro al cien por ciento, y parece que como yo me sienta ya es algo secundario, ahora solo me importa que Jessica y el bebé estén bien. Antes solo tenía que cuidar de mi, pero ahora las cosas han cambiado.—contestó el joven.

—Entiendo y ¿sabes qué? Vas a ser un buen padre.—confirmó Maya.

—¿Y eso a que viene ahora?—preguntó Davis con una sonrisa en la boca.

—Viene a todo, todo lo que has dicho, hazme caso, sé lo que digo. —y con esas palabras se despidió Maya de la conversación, volviendo dentro de la casa rural para comenzar a limpiar y preparar las habitaciones.

Davis quedó algo confuso, pero sabía que Maya siempre sabía de lo que hablaba, y la respetaba lo bastante para confiar en todo lo que dice.

Siete eran las habitaciones que había en aquella casa rural, la mayoría se cogió una para cada uno, salvo Alice que compartiría habitación con M.A, así como Davis y Jessica por ser pareja, y Eva con su hermano pequeño Adán. Cada uno recogía su habitación, dejando libre una por si era necesaria en un futuro. Los que antes acabaran de recoger sus habitaciones, se ocuparían de esta última. Realmente la mayoría de cosas que había allí eran para tirarlas a la basura, así que comenzaron a amontonar un montón de trastos rotos y sin posible uso al lado de la puerta de salida. Sin darse cuenta ya era la hora de comer, y los jóvenes estaban bastante cansados, necesitaban tomarse un respiro, Alice y M.A fueron los primeros en terminar, por lo que se encargaron de todo el tema de la comida, aún tenían suministros para unos días mas, pero tampoco podían confiarse. Tras comer todos los allí presentes volvieron al trabajo, apenas hubo tema de conversación, era como si quisieran acomodarse en aquella casa lo antes posible. Al poco, Davis y Jessica terminaban su cuarto, aunque ella apenas ayudo a recoger por su estado, Davis no permitía que apenas cogiese peso.

—¿Qué os parece si vamos tirando las cosas de la calle a algún lugar donde podamos hacer una futura hoguera?—preguntó Alice a M.A, Davis y Jessica.

—Lo de la hoguera no sé yo, pero sí que deberíamos sacar toda esta chatarra, y de paso hacer un poco de exploración por si hay zombis cerca.—dijo Davis.

—De acuerdo, vamos entonces.—dijo M.A.

—Pero tú quédate aquí Jessi, ya sabes que no puedes coger peso.—le dijo Davis a su pareja.

—Esta bien, me pondré yo con la ultima habitación, tened cuidado.—respondió Jessica.

Los tres jóvenes comenzaron a sacar los trastos a la calle dejándolos en un parterre cercano, ya se ocuparían de eso mas adelante. El resto seguía ocupándose de sus propios cuartos.

—Oye Davis, ¿por qué dijiste que no estabas seguro de hacer la hoguera?—preguntó M.A que aún seguía intrigado.

—Pues porque creo que podría servirnos para hacer una barricada.—dijo Davis mientras cargaba algunos muebles.

—Cierto, deberíamos tener eso presente.—dijo M.A.

Tras terminar de sacar todo a la calle mas lo que sus compañeros habían bajado en el rato ese, fueron a dar un reconocimiento por los alrededores para eliminar a cualquier podrido que hubiese por la zona.

—Por suerte parece que está bastante despejado.— dijo M.A.

—Sí, pero ya sabes lo rápido que puede cambiar esto. En un momento no hay nada y de repente te ves una manada de podridos detrás tuya.— contestó Alice.

—Oye chicos, vosotros sois los únicos aparte de mi y Jessica que son pareja en el grupo...—comentó Davis.

—Sí... ¿Por qué lo dices hermano?—quiso saber M.A.

—¿Vosotros tendríais hijos en un apocalipsis zombi?—preguntó Davis a sus amigos.

—Pues no lo sé. De todas formas a ti te llegó por sorpresa, por así decirlo. ¿Te refieres en el mismo caso que tú?—contestó M.A.

—Hablaba en general, pero sí, eso mismo.—insistió Davis.

—Eso es lo de menos ahora, cariño. De hecho, siento como si ese niño lo fuésemos a tener todos jajajaja— contestó Alice.

—Jajajaja muchas gracias chicos, sé que cuento con vosotros cuando el bebé nazca.—dijo Davis poniendo la mano en el hombro a su amigo M.A.

—Por supuesto.—respondió Alice terminando la conversación.

La joven se dio cuenta de lo obsesionado que lo tenía el tema del embarazo, y no conseguía ponerse en su situación, no imaginaba lo que podía sentir el joven en aquel momento.

Al terminar el reconocimiento sin toparse con ningún zombi cercano volvieron a la casa que ahora habitaban, los demás compañeros ya habían terminado las habitaciones y habían sacado el resto de material inservible a la calle.

—Un paso menos para hacer de esta casa un hogar.—dijo Eva al ver entrar a los tres a la casa.

El día terminaba mas tranquilo que el anterior, había llegado la noche y todos iban a dormir, esta vez sí, cada uno en su habitación.

Al día siguiente Maya y Jessica retomaban de nuevo las clases de primeros auxilios que comenzaron a dar en la aldea con el tema de las quemaduras. Habían decidido dar aquellas clases de hora y media todos los días por la mañana. Jessica le había pedido a su compañera que le diese clases a fin de poder ser de utilidad para el grupo. Por otra parte, también aprendería lo necesario para prepararse ella misma para el parto, para el día en el que diese a luz. Aunque con aquello último no tenía demasiada prisa, pues lo primordial, por el momento al menos, era adquirir aquellos conocimientos para ayudar a sus compañeros cuando estuviesen heridos tras regresar de misión. Mientras tanto, Davis iba leyendo el libro sobre el embarazo para prepararse para ayudar a Jessica con el parto.

Las chicas se encontraban dando clases en el salón de la casa rural en la que vivían con el resto del grupo. El salón estaba iluminado y silencioso. Gran parte del mobiliario de la habitación destacaba por su tono rústico, lo mas moderno en la sala, mas allá de alguna que otra lámpara, era la televisión de pantalla plana que sostenida en la pared reflejaba la figura de las chicas sentadas en un amplio sillón frente a esta. El único sonido perceptible en la sala era el que Maya producía pasando las páginas del manual.

—Vamos a repasar lo que acabamos de dar, Jessica. Una herida es una abertura o ruptura en la piel, causada por el daño ejercido por un agente externo, como es un corte con un cuchillo, o por un agente interno, como una fractura de hueso. Las heridas suelen ser sangrantes, y no son siempre mortales, salvo determinados casos. También suelen curarse solas con el tiempo, pero en algunos casos esto no es posible, y es necesario tratar adecuadamente la herida para que sane. Las heridas pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. ¿Va bien hasta ahí?

—Sí, sin problema.

—Vale. ¿Puedes explicármelo con tus palabras?

—Em... Sí. Una herida es una ruptura en la piel que suele sangrar y no tiene porque ser mortal. Hay dos tipos de heridas principales, las externas y las internas. Las externas es por ejemplo la que te haces al pincharte con algo, y las internas por ejemplo, el partirte una costilla ante un fuerte golpe. La mayoría de heridas, si no son graves, se curan por si mismas, sin apenas intervención.

—Vale, perfecto. Ya sabes que las hay de varias clases, por ejemplo las quemaduras, que ya las dimos, y las había de tres grados según la gravedad de estas, ¿recuerdas? —preguntó viendo a Jessica asentir. —También las hay cortantes o incisivas, de las que ya pusimos un ejemplo hace un momento con lo de cortarse con un cuchillo. Luego hay heridas punzantes, como cuando te pinchas con un alfiler. Las contusas, producida por una caída o golpe. Otras son las penetrantes, como una herida de bala. También están las abrasiones, generadas por la fricción de una parte del cuerpo contra algún objeto o superficie, por ejemplo una raspadura, y por último están las heridas causadas por mordedura animal.

—Por cierto, Maya...

—Dime.

—¿Por qué damos tanta teoría? ¿No debería de aprender por medio de práctica?

—Sería lo mas conveniente, lo malo es que no tenemos con que practicar. La teoría te viene bien para saber identificar el problema que tienes delante, y después actuar. El conocimiento es también muy importante a la hora del tratamiento.

—Sí, tienes razón. Por cierto, ¿podríamos dar clases en el centro médico? Creo que es un sitio mas acorde a lo que estudiamos, puede que haya libros e instrumental con el que poder practicar.

Maya se quedó unos instantes pensativa.

—No creo que haya nada con lo que practicar mas allá del contenido visual que puedan ofrecer maquetas y pósters. En cuanto a libros no debe de haber problema, sé que hay allí varios interesantes que profundiza en algunos de los temas de los que hablamos en el manual. Además, puedo enseñarte algo de instrumental médico. Desgraciadamente, el centro médico aún no está en nuestro poder.

—¡Genial!

—Pues ya está. Cuando nos apropiemos del lugar iremos a dar clases allí. Eva me quería hacer responsable del lugar, así que no habrá problemas.

—¿En serio?

—Sí. Eva pensó en trasladar todos los recursos del pueblo a zonas cercanas a la casa rural para tenerlos mas a mano. El centro médico no está demasiado lejos, por lo que pensó en poder utilizar la instalación para guardar todos los recursos médicos —contestó Maya.

—Entiendo, suena lógico.

—Lo que tengo que averiguar es en donde está la farmacia para llevar los recursos de allí al centro médico. Fuisteis tú, Eva e Inma en la pasada expedición, necesitaré que alguna de las tres me lleve allí cuando necesite recolectar los recursos de ese sitio.

—Bueno, ya iremos en algún momento, no te preocupes por eso.

—Vale, genial. Además de que puedo enseñarte algo sobre algunos medicamentos para tratar a quien enferme en el grupo.

—Perfecto, porque no tengo mucha idea sobre medicamentos.

—A ver, yo tampoco soy una experta, ya sabes que hice cursillos y cosas así de temas de medicina en general, no me especialicé en algo en concreto. Pero sí sé sobre algunos medicamentos que te podría venir bien conocer.

—Está bien. ¿Y como administrarás todo eso? En general, debe de haber una gran cantidad de recursos médicos.

Maya suspiró. —No tengo ni la mas remota idea de como hacerlo. —contestó torciendo los labios.

—Mmm... ¿Y a Eva no se le ocurrió nada?

—Tampoco tiene nada en mente.

—Puede que haya una forma. —respondió con una sonrisa.

—¿Si? ¿Qué se te ocurrió? —preguntó curiosa.

—Bueno, sé que Davis podría ayudaros con el tema. Él acabó el segundo año de Administración y Dirección de Empresas en la universidad, poco antes de que sucediese la tragedia de Stone City. Seguramente sea capaz de llevar alguna contabilidad y la administración de los recursos del pueblo.

—Habrá que preguntárselo mas tarde.

—Sí.

—Bueno, creo que deberíamos de seguir con la clase, nos estamos desviando un poco de la lección. Vamos a ver ahora como tratar los diferentes tipos de heridas que hemos explicado.

—De acuerdo.

—Por cierto, ¿en la clase anterior hablamos de como tratar las quemaduras?

—Algo comentaste.

—Entonces veremos también mas a fondo como tratarlas junto a las heridas.

Ambas chicas, maestra y aprendiz, continuaron tranquilas con la clase, aprovechando del bendito silencio que reinaba en aquel acogedor salón rústico ante la ausencia del resto de inquilinos.

Los demás estaban preparando lo que sería la barricada que formarían al rededor de la calle para proteger la casa rural y sus calles mas cercanas de un posible ataque zombi. Toda prevención era poca. La mayoría fue en busca de coches, algunos bastante oxidados, para hacer una especie de muralla. Todos y cada uno de ellos cogían lo que podían, otros traían todo el material que habían quitado de las casas cercanas para aumentar la altura de aquella barricada, todo valía para formarla: vehículos, cubos de basura, mesas, sillas, muebles y un largo etcétera. Objetos de todo tipo. La barricada ocupaba avenidas, por lo que iba a ser bastante grande, al fin y al cabo la función de esta era separar la zona segura del pueblo del resto de áreas en la que los zombis se movían libremente. Les iba a ocupar bastante tiempo. Al terminar Maya y Jessica con las clases, la primera quiso unirse a la construcción, pero la segunda no pudo a causa de su estado, e insatisfecha con quedarse sin hacer nada decidió salir a dar una vuelta por la zona.

Los pasos de Jessica se detuvieron frente a la puerta de una vivienda que anteriormente había visitado. Se encontraba sola y desarmada, nada mas que una llave que albergaba en uno de los bolsillos del pantalón y una linterna en la mano izquierda era lo único que la acompañaban. Afortunadamente no había enemigos en la zona, y aún de haberlos, salvo contadas excepciones, la gran mayoría de no muertos se encontraban en un estado tan deteriorado que no suponía problema alguno evadirlos. Y de haber algún problema, tampoco se encontraba tan lejos de la casa rural, solo unas cuantas calles abajo, dirección el ayuntamiento. Tras mirar a ambos lados asegurándose de estar sola, giró el manillar de la vivienda accediendo a ella. En el interior todo estaba exactamente igual a la última vez que estuvo allí, cuando se separó de Eva e Inma durante la expedición.

La joven no tenía el mas mínimo interés en la vivienda como tal, lo que le interesaba realmente era lo que albergaba en el sótano de esta, a donde se dirigió, hallando una puerta cerrada que daba a otra sala dentro del propio sótano. Un chasquido metálico resonó en la estancia cuando la cerradura de la puerta cedió ante la llave. Jessica se internó en el interior de la oscura estancia carentes de ventanas alumbrando con la linterna. La decoración seguía siendo la misma que la de la última vez, dejando adivinar indicios de que aquello fue en algún momento el almacén de armas de algún antiguo militar y propietario de la vivienda. Jessica se dirigió al fondo de la sala, en donde una mesa se hallaba. La luz blanquecina de la linterna mostró a Jessica un set de cuchillos que parecían esperar un nuevo dueño que lo tomase.

Un cuchillo Bowie Boker Magnum de acero inoxidable, con una longitud de veinticuatro centímetros de hoja y seis con cuatro de ancho, así como un grosor de seis milímetros y un mango de trece con cuatro centímetros de longitud fue lo primero a lo que la mano de la chica se dirigió. Bajo la luz de la linterna depositada en la mesa, Jessica desenfundó el cuchillo viendo su mirada de ojos azules reflejada en el acero de la hoja. Tenía un peso considerable a su tamaño, y el mango de madera tenía unas rugosidades que facilitaba el agarre. La hoja estaba realmente afilada, y presentaba una curvatura ascendente que facilitaba el corte y la penetración de esta.

La joven envainó y equipó en su muslo el Bowie. Tras ello pasó a un par de navajas tácticas militares mariposa. Tomando una de las navajas de oscura coloración, Jessica la abrió para comprobar la hoja que ocultaba en su interior. Nueve con siete centímetros de longitud de hoja, y unos cinco milímetros de grosor. Acero inoxidable. Sin nada mas que apreciar, guardó una en el interior de la bota derecha, y la otra la adhirió a la pierna izquierda.

El último componente del set era un par de bolsillos de solapa en cuyo interior albergaba un total de veinte cuchillos lanzadores de pequeño tamaño, unos quince centímetros de longitud. Ambos bolsillos se los equipó a la altura de los costados.

A pesar de no tener mucha idea de cuchillos, se veían a simple vista que estaban muy afilados y en un excelente estado. El Bowie, su arma principal, le serviría para enfrentar al enemigo principalmente. Aquella hoja larga y ancha podía provocar heridas muy graves en el peor de los casos, y en el mejor, la muerte del enemigo. Los cuchillos lanzadores los podía emplear para atacar a larga distancia de forma sigilosa. Y las navajas, como armas secundarias.

Los cuchillos no eran lo suyo, pero todo era adaptase. Al fin y al cabo, tras probar el estilo de combate de Davis, Nicole y Ley simulando con ello la lanza, los kukris y la katana, llegó a la conclusión de que le sería imposible adaptarse a aquellas clases de armas y estilos de lucha, en donde se combina reflejos, velocidad, agresividad y coordinación entre el cuerpo o ambas manos, en caso de la lanza especialmente. Aquellos estilos eran demasiado arriesgados, enérgicos y agotadores para alguien como ella. Aún recordaba como estuvo a punto de perder la conciencia a causa del sobreesfuerzo que le impuso a su cuerpo para “simular” aquellas técnicas de combate. Simplemente no podía abarcar aquellos estilos de combate, y al no ser una mujer de acción como Eva o Nicole, le iba mas, por ruin que sonase, apuñalar al enemigo por la espalda mientras tuviese la guardia baja. En ese sentido los cuchillos eran perfectos para ella.

Cuando Jessica se disponía a abandonar la estancia, el reflejo de la linterna le reveló un pequeño maletín tirado en el suelo, entre un montón de cajas vacías. La joven no tardó mucho en hacerse con él y comprobar su interior tras eliminar soplando, una densa capa de polvo de la superficie del objeto. Dentro se encontraba algo que complementaría perfectamente su nuevo equipamiento, un manual con multitud de anotaciones entre sus páginas acerca del combate con distintos tipos de cuchillos, entre ellos, los que componían el set del que se había apropiado, además de pasos acerca de como mantenerlos en buen estado. Junto aquel manual, también había unos botes con una serie de líquidos, así como otros elementos que servían para mantener el buen estado de los cuchillos. La joven sin nada mas que hacer allí, abandonó la estancia con su nuevo armamento equipado.

Un chasquido metálico se escuchó cuando se cerró la puerta que daba acceso a aquella sala. La joven sacó la llave, y por unos instantes la contempló en la palma de su mano con cierto pesar. La imagen de aquella llave ensangrentada abordó su mente por unos instantes. Los recuerdos de lo que vivió en el ayuntamiento emergieron de lo mas profundo de su conciencia. En algún momento, aquella pequeña llave se había transformado en un arma que ocasionó la muerte de un ser humano. Lentamente, ascendió los peldaños de madera que conectaban el sótano con el resto de la casa mientras su mente comenzaba a divagar en aquellos recuerdos. La joven apoyó el cuerpo y la cabeza lateralmente contra una pared del salón, dirigiendo su mirada perdida a través de una ventana cercana, en dirección al ayuntamiento. Aquel pequeño objeto la conectaba a una visión de si misma que la horrorizaba, pues aquella pequeña llave fue el arma que empleó para arrebatar su primera vida humana.

Sus instintos mas animales salieron de lo mas recóndito de su ser ante el peligro que aquel violador suponía para ella, negando toda clase de razón, despertando un lado que ni ella misma conocía de si misma. Aún recordaba con todo lujo de detalles la escena tan bizarra que protagonizó con aquel par de hombres. Aquella sensación de introducir la llave en la cavidad ocular de su atacante, para posteriormente sacarla llevándose consigo el ojo de su agresor. Sus propios gritos de terror e ira emanaban de su garganta por cada vez que perforaba y desgarraba el rostro y la garganta del herido con aquella llave en un intento de acallar con su propia voz los chillos de terror y dolor de su víctima. Aquellas manos aferrándose a sus brazos, aquellos arañazos que aún los decoraba, aquella mirada de súplica... Un escalofrío recorrió su cuerpo con tan solo recordar aquello.

La joven se abrazó así misma sosteniendo en el puño derecho aquella llave, contemplando su propio reflejo en la ventana ensimismada. Como si se hubiese transportado allí de nuevo, en aquel preciso lugar y momento, pudo recordar el fuerte olor a sangre que impregnaba la sala y su propia ropa, o aquel intenso color rojo que emanaba de las partes descuartizadas de su segunda víctima, e incluso, en sus manos creyó por un breve instante sentir el peso del hacha con el que asesinó al segundo hombre. El sonido del cráneo fracturándose ante el pico descendente del hacha, o el de los huesos partiéndose ante los bestiales hachazos resonaron por un instante en su mente. ¿Aquel asesinato la habría vuelto en un monstruo? Fue extraño, era consciente de todo, pero al mismo tiempo sentía que no tenía voluntad sobre sí misma para darse cuenta de lo que hacía en aquel preciso momento. La joven frunció el ceño ante aquella pregunta que en su mente se originó.

¿Aún seguirían allí los cuerpos? ¿Aún presentaría el ayuntamiento restos de su demencia? La verdad es que por desagradable que le resultase la idea, sentía curiosidad por ir a comprobarlo. Pensaba que arrebatar una vida debía de ser algo duro, pero no llegó a imaginar que fuese para tanto, aquellos olores, tactos, sonidos, visiones... No se habría imaginado jamás que el asesinar a alguien pudiese ser una experiencia tan sensitiva... ¿Sería capaz de volver a matar a alguien? En aquella ocasión pudo hacerlo ante la necesidad que aquella situación le forzó tomar, pero si se diera de nuevo una situación en la que tuviese que arrebatar una vida, ¿sería capaz de volver a hacerlo? La joven no pudo evitar pensar en que pasó por las cabezas de Eva e Inma cuando contemplaron lo que había hecho con aquellos dos tipos, o que cara pusieron. ¿Sería capaz repetirlo en un estado racional? ¿Y si se quedaba bloqueada? ¿Y si no tenía la misma suerte que en aquel entonces? ¡¿Y si?! La joven se llevó la mano al pecho sintiendo una fuerte ansiedad apoderándose de ella. Lentamente se deslizó por la pared hasta quedar sentada en el suelo.

Se sentía insegura, no lo iba a negar, y aquella inseguridad generaba una sensación de debilidad y vulnerabilidad que la hacía sentir abatida consigo misma. ¿Acaso no se prometió así misma que se haría mas fuerte para proteger a Davis y al resto? Entonces... ¿Porqué se sentía así? ¿Porqué volvían a ella sentimientos de debilidad e impotencia? ¿Porqué dudaba de si misma? No lo entendía. ¿Tal vez aún no estaba preparada para volver a matar? ¿Es que acaso aún no había asimilado lo que hizo? ¿Se estaba esforzando demasiado mentalmente? ¡¿Por qué se estaba sintiendo así de abatida?! La joven se abrazó a sus piernas enterrando el rostro entre sus rodillas.

Puede que realmente tan solo estuviese fingiendo ser algo que no era frente a Davis y el resto. Tal vez no quisiese aceptar que era demasiado débil física y moralmente. Ella no era Ley, Eva o Nicole, no era una chica dura como ellas y jamás lo sería, aquello era un hecho. Pero aún así, aunque no tuviese una fuerza física y metal como aquellas tres, y ni una pizca del valor que ellas tenía, quería ser lo suficientemente fuerte al menos para proteger a aquellos a los que amaba cuando le llegase el momento de hacerlo. Aunque tan solo la idea de pensar en vivir otra experiencia como aquella y asesinar a otro ser humano la aterraba. La joven cerró con fuerza los ojos tratando de retener las lágrimas. Era alguien realmente inútil que tan solo tuvo suerte de sobrevivir en aquella ocasión, así lo creía... Entonces, una voz masculina y familiar acudió rápida a su cabeza en respuesta a aquella acusación.

―Has sido capaz de sobrevivir por tu cuenta a esas situaciones tan difíciles, has sabido dejar señales a Eva e Inma para que te encontraran, y has demostrado una determinación increíble al imitarme a mi y a las otras dos para enfrentarte a todos esos podridos y a esos dos tipos, llegando a desmayarte por el sobre esfuerzo, aún cansada continuaste hacia adelante con una determinación admirable, Jessica. Y aún tras vivir todo lo que viviste, el cansancio físico y moral, estás dispuesta a enfrentarme para demostrarme que eres capaz de cambiar y seguir adelante sin mi ayuda ni la de nadie, dispuesta a continuar siguiendo adelante. Realmente me has impresionado Jessica Harper, reconozco que nunca pensé que fueses capaz de hacer algo así sin haberte entrenado física y moralmente con el tiempo para cuando llegase una situación como la que has vivido. Me alegro de equivocarme. Eres mucho mas fuerte de lo que imaginaba, Jessica.

Aquellas palabras que Davis le dedicó... Escuchar aquello fue algo que por mucho tiempo deseó, y aquel día finalmente lo pudo escuchar. Aquella caricia y esa mirada de compresión que le dedicó tras aquellas palabras la reconfortaron profundamente cesando el dolor y el caos emocional que aquella experiencia había desatado en su interior. Davis creía en ella, pues con esas palabras le había demostrado que confiaba en ella y en sus capacidades de supervivencia. En aquel momento pudo sentir que podía caminar a su lado, y no a su espalda como había estado acostumbrada hasta entonces.

La joven elevó el rostro de entre sus piernas, y tras contemplar brevemente la llave que reposaba en la palma de su mano, se puso en pie. ¿En qué estaba pensando permitiéndose abatirse así misma dudando de su propia capacidad? Debía de seguir adelante costase lo que costase, quería seguir sintiendo aquel cálido sentimiento que la seguridad le otorgaba a un corazón dudoso como el suyo. Ansiaba seguir caminando a la vera de Davis recibiendo aquella mirada de comprensión y aquellas cálidas palabras que reconfortaran su corazón, dispersando los dolores y las penas que aquel cambio propuesto le produjese en aquel largo y tedioso camino que debía de recorrer para alcanzar su objetivo.

—Te protegeré —susurró la joven con una mirada decidida enmarcando su rostro. —Os protegeré. —afirmó llevándose la mano al vientre. —A todos.

Guardando la llave en el bolsillo del pantalón, Jessica abandonó la estancia a paso firme y ligero dispuesta a reunirse con Eva e Inma para realizar el entrenamiento diario. Debía de dar lo mejor de si misma, siempre debía hacerlo, pues aquel era el único camino posible para fortalecerse.

Tras unas horas aún no habían terminado la barricada, y estaban algo agotados. El día había sido bastante duro y decidieron dejarlo por ese día. Algunos entraron a relajarse y descansar en la casa.

Jessica ingresó a la casa rural en la que vivía junto al resto del equipo. En repetidas ocasiones clamó por la respuesta de alguien. En vano, no recibió mas que silencio. Aparentemente, la casa estaba vacía. Sus pasos se dirigieron al salón, en donde rápidamente se percató de que la puerta corredera que daba paso a uno de los porches de madera que rodeaba la vivienda estaba abierta de par en par. Sin demasiada prisa, la joven se acercó para asomarse y ver el exterior. Allí pudo apreciar las figuras de Eva, Davis, Inma y Maya charlando alrededor de una mesa de plástico circular no muy grande. ¿De qué estarían conversando? La joven se acercó en dirección a ellos logrando escuchar parte de la conversación a medida que se acercaba.

—Esa es la situación —le planteó Eva al joven que se sentaba frente a ella—. ¿Crees que podrías hacer algo, Davis?

—Mmmm... —el joven se frotaba la barbilla pensativo—. Sí, no habría problema.

—Una pregunta, Davis —intervino Maya—. ¿Cómo lo harás?

—Tengo que ver cómo lo hago. Pero, teóricamente, solo tengo que contabilizar todas las existencias de los “almacenes” por escrito junto a las unidades disponibles de cada elemento, y además, ordenándolos alfabéticamente para que sea mas sencilla la búsqueda de un elemento en concreto —respondió el joven a su compañera.

—¿Tú solo podrás hacerlo? —preguntó Inma—. Debe de ser mucho trabajo.

—Mmmm... Es probable que necesite ayuda de alguien, ya que contabilizar todos los recursos de un pueblo me llevaría demasiado tiempo a mí solo. Tal vez le pida a M,A. y Puma que me ayuden. Al fin y al cabo, por lo general, esos dos suelen tener bastante tiempo libre.

—Me parece buena idea —respondió Eva—. Los recursos que necesito que contabilices principalmente son ropa y calzado por un lado, agua y alimentos por otro, y por último, todo lo que sean medicinas y recursos médicos de cualquier tipo.

—De acuerdo. ¿Y armamento?

—Bueno, supongo que también podrías contabilizarlo, aunque nuestras existencias en armamento están prácticamente vacías. Dejando de lado que cada uno tenemos nuestras armas con nosotros, de fuego o no, lo único que tengo en mi poder como armamento extra es la poca munición de la que disponemos y las molotovs que nos sobraron y que hicimos en la aldea.

—Bueno, puede que en algún momento consigamos mas recursos para el almacén de armas. Haré una contabilidad también a pesar de la escasez actual. Vendrá bien al menos para llevar un seguimiento de lo que entra y lo que sale del almacén.

—Esto... —levantó Inma la mano—. ¿Qué hay del tema de las herramientas?

—¿Herramientas? —preguntó Eva.

—Sí, bueno, cañas de pescar, martillos, cubos... Elementos para el trabajo o la realización de tareas. Creo que es bueno tener todo en una lista para saber de qué elementos para trabajar disponemos, así como tenerlos localizados en una misma zona.

—Mmm... La verdad es que no se me había ocurrido —contestó Eva.

—¿Entonces también llevo una contabilidad del material de trabajo?

—Sí, hazla también.

—Está bien. Entonces tengo que hacer una contabilidad de ropa, comida, medicinas, armamento y utensilios.

—Efectivamente —respondió Maya.

—Perfecto. Pediré ayuda a ese par para que me ayuden a ir mas rápido contabilizando. Una vez tenga la lista cumplimentada te la doy a ti, ¿no, Eva?

—No. Pienso que lo mejor es dar esa contabilidad a la persona responsable de cada almacén. A Maya le das el de los medicamentos, y a mi el de armamento, a Inma el de ropa, a Nicole el de comida, y M.A se puede ocupar de los utensilios.

—¿Yo me puedo ocupar de la floristería? —preguntó Jessica acercándose a ellos.

—¿La floristería? ¿De que nos sirve? —quiso saber Eva habiéndola visto acercarse hace rato.

—Bueno, Maya me dijo que había semillas y material de plantación. Podría encargarme de cultivar hortalizas o plantas como la Aloe Vera, que puede ser útil para temas médicos. —expuso la chica quedándose de pie al lado de Davis.—Tiempo atrás ayudaba a mis abuelos a llevar una floristería junto a mi hermano. Sé como mantener las plantas en buen estado para que crezcan y podamos así recoger sus frutos.

—Es cierto. Lo que dice Jessica es una buena idea, de ese modo siempre tendremos algo de lo que abastecernos cuando se nos acaben los suministros alimenticios —comentó Maya mirando a Eva.

—Mmm... Sí, la verdad es que es una buena idea. Tardaremos en obtener resultados de esos cultivos, pero hasta entonces podemos tirar de lo que tengamos en el almacén de comida —contestó aprobando la idea de Jessica.

—En ese caso llevaré una contabilidad de los productos de la floristería también.

—¿Para qué? —preguntó Jessica mirando a su pareja.

—Puede que no sean recursos que utilizaremos habitualmente como los alimentos o medicinas por necesidad, pero está bien saber qué es lo que tienes y qué es lo que te falta para el tema de cultivar con solo echar un vistazo a la lista. Te ahorras el tener que buscar a ojo cada producto y también la posibilidad de anticiparte a lo que te falta antes de que quieras darle uso a algo. Si algo falta, podremos buscarlo con antelación antes de que tengas la necesidad de usar ese elemento.

—Comprendo. Ya no es solo el saber la cantidad de lo que tienes en cada almacén, sino también saber qué tienes y que te falta sin tener que buscar a ojo cada cosa entre todos los artículos que puedas tener en los almacenes.

—Exacto.

—¿Necesitas algo para llevar la contabilidad? —pregunto Eva.

—Una libreta por almacén, o un taco gordo de folios. También algo para escribir, a ser posible bolígrafos, y si no es mucho pedir, al menos de dos colores. Supongo que algunos lápices y gomas me vendrían bien —comentó el joven pensativo mientras se frotaba la barbilla—. También una regla y alguna grapadora o clips para los folios.

—¿Por qué necesitas todo eso? ¿No te vale con una hoja y un lápiz? —preguntó Inma.

—Que va. Ten en cuenta que el lápiz se puede borrar o correr con relativa facilidad. Y en una hoja no creo que vayan a caber todos los recursos, a excepción de la armería, que es de lo que menos recursos tenemos —contestó el joven mirando a su compañera—. Me gustaría hacerlo la mas "profesional" posible. Cada almacén tendrá una libreta para contabilizar las existencias, o en su defecto, un taco de folios, en donde se agruparán una serie de tablas que haré empleando la regla, y en la que además de constar los elementos ordenados alfabéticamente y la cantidad disponible, también tendrá un apartado de anotaciones en la que escribir. Los elementos y la tabla en sí estarán hechas a bolígrafo, en dos colores, para distinguir unos elementos de otros del diseño de la tabla y que visualmente sean mas fáciles de diferenciar en vez de estar todo a un mismo color. El número de las existencias se harán a lápiz para poder modificarlas a medida que entren o salgan. También dejaré algunas páginas con la tabla vacía por si es necesario añadir existencias nuevas. Y los clips o grapadoras servirán para que las hojas no se pierdan en caso de no encontrar libretas.

—Tan perfeccionista como de costumbre —comentó Jessica.

—Me gusta hacer las cosas bien.

—Bueno, no parece tan complicado, aunque te llevará tiempo —añadió Maya.

—No es la gran cosa. A decir verdad, la contabilidad que yo estudiaba era mucho mas compleja. La contabilidad es una ciencia que estudia el patrimonio y sus variaciones en el tiempo, es decir, los bienes, derechos y obligaciones de una empresa. Eso se hace mediante asientos contables y balances, pero aquí simplemente es apuntar elementos y la cantidad de estos. No tengo que reflejar el valor de cada bien u operaciones como compras y ventas de mercancías, nóminas, derechos de cobro, deudas a corto o largo plazo, y cosas así. Al fin y al cabo no somos una empresa que lleve alguna actividad —Davis no tardó en percatarse de como las miradas de las chicas daban a entender que no sabían exactamente de que les estaba hablando—. Me refiero a que todas las operaciones que hace una empresa, sea la que sea, hay que apuntarlas contablemente mediante códigos, fórmulas y otras operaciones, pero olvidad lo que dije. En cuanto tenga el material me pondré a ello.

—De acuerdo, me encargaré de conseguirte el material en ese caso —contestó Eva—. Tendré que buscar también cadenas, candados y llaves. Tal vez halla en la ferretería.

—¿Y por qué necesitas esas cosas? —preguntó Inma.

—Para asegurar los almacenes.

—¿Piensas que alguno del grupo puede robar? —preguntó Jessica extrañada.

—Es una posibilidad, y una medida de asegurar que en caso de ataque enemigo, no puedan entrar sin mas a robar. Nadie puede sacar nada de los almacenes sin la llave que tendrá la persona encargada de cada almacén, es decir, M.A, Inma, Jessica, Maya, Nicole y yo. Solo nosotros podemos abrir y cerrar esos candados, y con ello, el acceso a los recursos de cada almacén.

Los allí presentes lo veían lógico, aunque pensar en la idea de que Eva creyese en la posibilidad de que alguien del grupo robase recursos no era algo que les agradaba mucho. Ellos no pensaban que nadie del equipo pudiese hacer eso, ¿pero y si pasaba por el motivo que fuese? Aquel comentario hizo saltar aquella molesta pregunta en sus cabezas.

—Por cierto Eva, fui a buscarte a donde acordamos encontrarnos para el entrenamiento. —comentó Jessica.

—¿Estuviste esperando mucho?

—No, no mucho. Solo unos diez minutos. Como ni tú ni Inma veníais, vine aquí para ver si alguien sabía en donde podíais estar.

—Ya, lo siento. Iba al lugar que acordamos con Inma, pero me encontré con Maya y me dijo lo que tú le comentaste lo de Davis, así que aprovechando que Davis estaba con ella decidí hablar con él, y aquí estamos —explicó la joven.— Igualmente vamos ahora, ya hemos terminado de hablar.

—Por cierto Jessica. —comentó Inma en ese entonces. —¿Y ese cuchillo?

—Ahora que lo veo, eso no formaba parte de tu inventario, ¿verdad? —preguntó Eva curiosa ante aquel cuchillo que la chica portaba en el muslo. —¿De donde lo has sacado?

—Am, bueno, cuando salimos de expedición y me separé de vosotras, encontré la casa en la que vivía un militar con su familia, y en el sótano tenía un juego de cuchillos y un maletín con una guía y elementos para el mantenimiento de los cuchillos. —explicó colocando el nuevo inventario en la mesa a la vista de todo.

—Un Bowie, un par de navajas tácticas y cuchillos lanzadores... —comentó Davis.

—Cuantos cuchillos... —susurró Maya algo impresionada por aquel inventario. —Tenías también otro de superviviencia por ahí, ¿verdad? ¿Para que tantos cuchillos?

—Bueno, parece que tengo una obsesión por los cuchillos, pero...

Fue entonces cuando Inma esbozó una sonrisa de la que todos se percataron.

—A partir de ahora vamos a tener que llamarte Jessica Cuchillos Locos. O La Cuchillos para los amigos.

Dicho aquello, las carcajadas no tardaron en escucharse por parte de las primas y de Davis, e incluso Eva, quien solía ser la mas seria, fue incapaz de no esbozar una sutil media sonrisa ante el comentario. No obstante una de las carcajadas no tardó en ser sustituida por un “Auch” que salió de la boca de Davis ante un codazo de Jessica.

—Os agradecería que no me llamaseis así, me vais a crear algún complejo con el tema de los cuchillos. —comentó algo avergonzada mientras se colocaba un mechón de su oscuro cabello tras la oreja. —Es que hasta ahora no tenía ningún equipamiento que se adaptase a mi. Solo iba con una pistola y un cuchillo de supervivencia. La pistola es inútil teniendo en cuenta nuestra escasez de munición, y el cuchillo no está hecho para matar principalmente, por lo que no lo considero un buen arma.

—¿Y realmente piensas que unos cuchillos son el mejor equipamiento que puedes tener? —cuestionó Davis. —No sé, el uso de cuchillos conlleva acercarse mucho al enemigo. Te veo mas con un arma de mas longitud.

—¿Cómo una lanza? No, gracias. Ya traté de simular utilizar una y me resulta muy molesta por los rápidos juegos de manos que hay que usar para emplearla de forma eficiente.

—¿Y una espada? —preguntó Inma.

—¿Y de donde saco una espada? Igualmente, sería mucho peso y necesitaría un estilo de combate agresivo. Eso no va conmigo. —respondió la joven.—Además, no me considero alguien capaz de enfrentar a un enemigo cara a cara teniendo en cuenta mis limitaciones. Por eso, por ruin que sea, me veo mas apuñalando al enemigo por la espalda mientras tiene la guardia baja.

Eva prestó especial interés en aquella respuesta.

—La verdad es que, a diferencia del resto, pienso que esos cuchillos te vendrán bien. Yo tampoco te veo enfrentando a otro enemigo humano cara a cara como Davis, Nicole, o yo, mas bien, como has dicho tú, atacando por la espalda. Tú misma reconoces que estás poco entrenada, y eso, hoy por hoy te limita—opinó la joven levantándose de su asiento. —Aprovechando la ocasión, creo que hoy entrenaremos con el manejo de armas blancas, con cuchillos, para ser mas específico.

—Me parece bien —contestó Jessica.

—Respecto a los cuchillos lanzadores... Desgraciadamente no puedo ayudarte con eso. No te va a quedar otra que aprender por tu cuenta practicando. —comentó Eva echando un vistazo a aquellas armas en cuestión.

—Am, claro, ya me encargaré yo de eso...

La verdad es que la idea de que ella misma tuviese que lidiar con ello no le agradaba mucho, pero bueno... Puede que no fuese mas difícil que lanzar unos dardos, ¿no? De todos modos tenía la guía, probablemente ahí pusiese la manera en la que lanzar aquellos cuchillos y la forma de hacerlo con precisión. Solo tendría que practicar y practicar...

—Inma, ¿tú tienes algún cuchillo para el entrenamiento? —preguntó Eva.

—Pues... La verdad es que no tengo ninguno.

—Puedo darte mi cuchillo de supervivencia si lo quieres, no lo necesito. —Le ofreció Jessica.

—Genial, gracias.

—Pues vamos, que tenemos cosas que hacer. —comentó Eva siendo la primera en dirigirse al interior de la casa.

Siguiendo a su maestra, tanto Jessica como Inma abandonaron el porche, dejando allí a Maya y Davis a solas.

Las chicas, guiadas por Eva, habían comenzado el día fuerte, bastante, a decir verdad. Como toda una sargento, Eva había obligado a sus jóvenes soldados a dar un par de vueltas a toda una manzana, controlando con un cronómetro el tiempo que aquello les llevaba. Poco después de ello, lejos de recibir algo llamado descanso, la sargento les ordenó hacer diez series de seis repeticiones de flexiones. No podían mas, tan solo en aquello que Eva llamaba “calentamiento” habían agotado ya todas sus fuerzas, pues eran incapaces de mantenerse en pie.

No habían tardado mucho en percatarse de que la peculiar manera de “animarlas” de Eva consistía en compararlas con tortugas, llamarlas debiluchas, o incluso decir que Adán lo haría mejor que ellas a pesar de su corta edad, entre otras cosas que lejos de subirles la moral, se la bajaban.

—Bien, ya habéis descansado suficiente. —expresó preparada para lo siguiente.

Inma y Jessica fueron incapaces de no cruzar unas temerosas miradas en cuanto aquel comentario las sacó de aquel “descanso” de dos minutos y medio.

—¿Recordáis lo que practicamos en la aldea sobre combate cuerpo a cuerpo? —preguntó Eva.

—Disculpa, Eva...—interrumpió Jessica elevando la mano sentada en el suelo. —¿No íbamos a practicar con los cuchillos?

—Claro, lo haremos. Dedicaremos gran parte de la clase a eso, pero también necesito que en cada clase, al menos en los primeros veinte o treinta minutos, además de ejercitar el cuerpo, también practiquemos un poco lo de la clase anterior. Es la única forma de que no olvidéis lo que dimos, y también de que el cuerpo se adapte a los entrenamientos de manera efectiva.

—Entiendo... —suspiró Inma tirada en el suelo. —Mañana voy a tener agujetas...

—Menos cháchara, levantad el culo del suelo, señoritas.

—Sí... —suspiraron Inma y Jessica.

Con un cojín no muy grande entre sus manos, Eva ordenó a las chicas golpearlo con los distintos tipos de puñetazos y patadas que aprendieron en la clase anterior, colocando el cojín a izquierda o a derecha, y a distintas alturas para obligar a las chicas a intercalar entre ambas piernas y puñetazos a la hora de golpear el objetivo. Una a una, Inma y Jessica se intercambiaban cada vez que ambas realizaba la combinación de una patada alta, media y baja con cada pierna, así como un gancho, directo y lateral intercalando entre ambos puños.

—¡¡CON FUERZA!! —exclamó Eva frunciendo el ceño. —¡Con esos golpes ni siquiera podéis aplastar a una mosca aunque esta esté quieta en una pared suplicando porque la matéis!

Las chicas ante la advertencia intentaron golpear con mas fuerza aquel cojín que amortiguaba los impactos. Aunque en cuanto a patadas se refería, tanto una como otra estuvieron al perder el equilibrio en alguna que otra ocasión.

—¡¿Acaso no me expresé bien?! ¡Con fuerza dije! —exclamó nuevamente riñéndolas. —¡No me inmuto en lo mas mínimo ante vuestros golpes, ni el cojín a pesar de que no lo estoy sujetando con fuerza parece que se me vaya a escurrir de las manos con esos golpes tan débiles!

Las chicas estaban agotadas. Estaban gastando mas energía de la que podían recuperar con aquellos micro descansos. No obstante, tampoco podían quejarse aunque quisieran, ellas mismas habían aceptado a que Eva las entrenase sabiendo lo dura que era esta con los entrenamientos. Por lo que mordiéndose la lengua sintiendo rabia ante la situación agobiante en la que Eva las ponía, continuaron una y otra vez golpeando aquel dichoso cojín, el cual no cedía de las manos de Eva sin importar cuantas veces lo golpearan.

—Se acabó... —suspiró Eva sin ocultar su decepción cuando Inma se disponía a intercambiarse con Jessica para seguir con los golpes al cojín. —Inma, Jessica, tenéis que esmeraros mas... Solo es un cojín, está blando y no lo sujeto con demasiada fuerza, y aún así, no habéis logrado hacer que se me caiga de las manos. Tenéis que golpear con mucha mas fuerza, mantener el equilibrio con las patadas y coger agilidad al intercalar entre ambas piernas y puños. Si no podéis tirarme el cojín, ¿cómo queréis hacer daño a una persona con vuestros golpes?

Eva las observó por unos instantes, ambas estaban bastante agotadas, parecían haber llegado al límite al no decir nada y simplemente quedarse en el suelo tomando bocanadas de aire. ¿Puede que hubiese sido demasiado exigente con ellas? Igualmente, en las circunstancias en las que el grupo estaba y las situaciones que habían vivido últimamente, lo mejor era que aprendiesen rápido, y para ello debía exigirles para que diese siempre lo mejor de ellas en los entrenamientos. Solo tenían hora y media de entrenamiento diario, y no era mucho si quería que aquel par de novatas aprendiesen rápido para valerse por si mismas en diferentes situaciones y sobrevivir por algo mas allá de la suerte cuando se encontrasen completamente solas ante una amenaza. Puede que hoy o mañana no sucediese nada, pero pasado mañana tal vez tuviesen que verse en una situación así, y necesitaba que aprendiesen lo antes posible. Por eso mismo el que fuese tan dura con ellas era algo comprensible, al menos desde su propio punto de vista.

—Ya hemos acabado con el ejercicio y de recordar lo que dimos en la clase anterior. Cinco minutos de descanso y seguimos.

Eva torció los labios viéndolas a ambas en el suelo emitiendo un simple sonido de confirmación mientras aún renovaban el aire de sus pulmones. ¿Tal vez debía de bajarles la intensidad? No, no debía de hacerlo. ¿Aumentar los descansos? Tampoco, de lo contrario la hora y media se esfumaría enseguida, pues de ese tiempo, invertía al menos unos cuarenta minutos en calentar haciendo ejercicio y en recordar lo de la clase anterior, empleando el tiempo restante a la clase diaria. No les daría mas de cinco minutos de descanso.

—¿Recordáis algunos de los puntos débiles del cuerpo humano que mencionamos la otra vez? —preguntó Eva sentándose en el suelo junto a ellas.

—La sien, los genitales, la columna y los ojos, por ejemplo. —comentó Inma.

—Sí. Por ejemplo, si os enfrentarais a alguien a muy corta distancia, ¿qué haríais para defenderos teniendo en cuenta los puntos débiles disponibles y lo que hablamos en la clase anterior? —preguntó Eva con curiosidad por saber como actuarían en aquella supuesta situación.

—Yo le golpearía la sien con los nudillos. Esa zona es muy vulnerable, por lo que si le golpeas con todas tus fuerzas con los nudillos, podrías causarle una contusión, una hemorragia interna o llegar a dejarlo inconsciente por ejemplo. —contestó Jessica habiendo pedido la palabra elevando la mano.

—Sí, es una buena opción. ¿Y en tu caso, Inma? ¿Tomarías la misma elección que Jessica?

—Creo que un puñetazo en la garganta sería una buena manera de tumbar al oponente.

—Sí, también es una buena opción. Incluso si lo veis complicado para golpearlo en esos puntos pequeños y específicos, también podéis golpear la frente con el extremo inferior de la palma de la mano para alejarlo de vosotras haciendo que pierda el equilibrio y desorientarlo un poco. O podéis directamente golpear de un puñetazo la frente del oponente, ese golpe además de alejarlo de vosotras, con la fuerza suficiente podéis tumbarlo, e incluso matarlo, y en el peor de los casos, de no aplicar toda la fuerza posible, lo acabareis aturdiendo bastante. Hundirle los dedos en los ojos o clavarle algún objeto afilado en ellos es otra forma de sobrevivir en un ataque a muy corta distancia.

Al menos con aquellas respuestas sabían que debían de hacer en una situación así en vez de simplemente gritar y esperar a que alguien las ayudara, no obstante de la teoría a la práctica había un paso, que supiesen como actuar no significaba que fuesen capaces de hacerlo luego a la hora de la verdad, quien sabe si por miedo, inseguridad o porque simplemente la mente se les quede en blanco ante la impresión de encontrarse en una situación así, fuesen incapaces de aplicar aquella teoría a la práctica.

—Bien, vamos a empezar ya con el entrenamiento con los cuchillos. Creo que entre el descanso y el breve supuesto teórico que os he planteado mientras descansabais ya habéis tenido tiempo suficiente para recuperaros —comentó la joven poniéndose en pie. —¿Habéis traído los cuchillos con vosotras?

—Yo sí. —confirmó Jessica desenfundando el Bowie.

—Yo tengo el cuchillo de supervivencia que me dio Jessica. —comentó Inma mostrándolo.

—Perfecto entonces —respondió viendo como ambas se ponían en pie. —Bien, el cuchillo tenéis que cogerlo de esta forma. —indicó agarrando apropiadamente su Scramasax. —Perfecto, así, que la punta no mire hacia vuestro cuerpo. La posición corporal también es algo fundamental, ya que el uso del cuchillo implica corta distancia, por lo que conviene estar preparado para evitar ataques por parte del enemigo a nuestros puntos vitales mas cercanos, y ya hemos hablado de cuales son los algunos de los puntos mas vulnerables a corta distancia. Es conveniente tener las piernas ligeramente flexionadas por si es necesario retroceder o agacharnos, y respecto a esto último, también es recomendable encorvar ligeramente la espalda. —Eva vio como tanto Jessica como Inma imitaban la pose que ella mantenía a medida que explicaba.—Es importante que acentuéis los reflejos durante un combate con cuchillo y estéis muy alerta del lenguaje corporal del oponente para tratar de adelantaros a los movimientos enemigos. Normalmente mucha gente suele lanzar el primer ataque directamente a la cabeza para tratar de asestar un golpe mortal, tenedlo en cuenta. Si tenéis algo de reflejos, velocidad, y valentía, podéis llegar a bloquear con el antebrazo y atrapar la mano con la que el oponente sostiene el cuchillo para desarmarlo y posteriormente golpearle para abrir distancias.

Eva continuó transmitiéndoles los conocimientos del combate con cuchillo el tiempo que le quedaba de clase, explicando tanto teoría como práctica acerca de como funciona un combate con aquellas armas, la manera de coger un cuchillo, posición, consejos, entre otras cosas básicas que debían de saber antes de internarse en una batalla empleando aquella arma corta blanca. Adquiridos aquellos conocimientos, tanto Inma como Jessica continuaron imitando a Eva, en esta ocasión realizando diferentes movimientos de cuchillos a fin de ganar agilidad en el manejo del arma y los movimientos de muñeca. Ambas chicas a pesar de sus limitaciones le ponían ganas al entrenamiento, aquella actitud enorgullecía a Eva de sus discípulas. Sabía que ella no era una maestra fácil de tratar, no obstante ella a penas se quejaban y le ponían ganas a cada cosa que hacían, si seguían así, Eva no dudaba que en un futuro ambas aprendices llegarían a ser dos supervivientes natas.

Alice, M.A. y el resto entraron a la casa, ya se había hecho tarde y había sido un día agotador.

Al día siguiente los jóvenes se levantaron temprano para no desperdiciar el día, algunos querían seguir con la barricada y otros recuperar su viejas costumbres y entrenamientos, y otro equipo para ocuparse de una misión. El día iba a ser largo y parecía no haber un momento de descanso.

Una corriente de gélido viento comenzó a levantarse acompañando el avance del medio día. Las ramas de los árboles se agitaban suavemente, así como los cabellos de aquellos que avanzaban hacia la que sería la base de operaciones del pueblo, el ayuntamiento de Rockrose. Cuatro mujeres y un hombre y medio formaban la comitiva que avanzaba con cierto “temor” hacia la puerta de la edificación, a sabiendas de que allí hallarían una macabra escena protagonizada por la mismísima Jessica, quien acompañaba a Nicole, Eva, Maya, Davis y Adán a limpiar y despejar el edificio para posteriormente darle el uso que querían.

—Joder... —susurró Davis.

Como el joven, el resto procedió casi inconscientemente a taparse la nariz cuando un fuerte olor a sangre salió a recibirles en cuanto Davis abrió la puerta del emblemático edificio. Con sus rostros arrugados procedieron a entrar uno a uno.

—Adán, detrás de mi. —ordenó su hermana.

—Vale.

Siguiendo el sentido de su olfato, Davis y el resto no tardaron en hallar la sala en la que aquel par de cadáveres yacían. Suelo, techo, paredes, la olorosa y colorida coloración lo impregnaba todo dando un aspecto de lo mas macabro al lugar.

—Cago en la puta... —susurró Davis con el rostro desencajado.

—Adán, no entres. —ordenó nuevamente Eva tratando de proteger al chico de aquella desagradable visión. —Busca algún cuarto de limpieza donde pueda haber para limpiar este estropicio, debe de haber alguno por alguna parte.

—De acuerdo. —contestó con un suspiro.

Por otra parte, Maya fue incapaz de permanecer mas tiempo allí, pues las arcadas la forzaron a abandonar el edificio tratando de despejarse. Eva lanzó una mirada curiosa a Davis, quien estupefacto miraba de reojo a Jessica, quien temerosa, lentamente se escondía a su espalda evitando mirar la escena. Para su pareja, el pensar que una chica de apariencia indefensa, sensible y a veces incluso algo quebradiza como Jessica pudiese hacer semejante cosa le sorprendía bastante. Uno de los cadáveres incluso se hallaba casi enteramente mutilado, sus miembros se encontraban dispersados por toda la sala, como si de un rompecabezas macabro se tratara. ¿Realmente aquel par de muertes fueron a manos de su pareja? ¿Realmente había tenido que arrebatar por primera vez una vida humana de semejante manera? ¡¿Cómo diablos pudo alguien como Jessica hacer algo así?!

Eva se percató entonces de Nicole, quien curiosamente no parecía muy afectada con la visión, pues fue la única que pasó mas allá de la entrada de la sala para disponerse a comprobar el segundo cadáver. Realmente le sorprendía la frialdad con la que examinaba el segundo cuerpo, aunque siendo agente de la ley, probablemente haya tenido que ver muchos cadáveres en distintos estados, para ella no sería algo nuevo. Sus ojos azules contemplaban el rostro del muerto, cuyo “atractivo” para Nicole eran el conjunto de orificios de entrada ocasionado por algún pequeño objeto dentado, objeto que además sacó incluso uno de los globos oculares de la víctima, el cual descansaba a unos centímetros de la mujer “observándola” con su iris seco y carente en su totalidad del brillo de la vida.

Davis, aún escéptico ante la idea de que Jessica hubiese hecho eso, agarró de la mano a su chica y entró a la estancia tirando de ella. Jessica se sobresaltó ante su acción. Por otra parte Nicole y Eva vio a la pareja entrar, observando como Davis forzaba la chica a acercarse al cadáver mutilado junto a él.

—¡¿Qué haces Davis?! —exclamó la joven sobresaltada.

El chico se colocó tras ella dándole un suave empujón para que se acercase aún mas al cadáver. La chica se inmediato evitó mirar directamente mientras daba un paso atrás intentando no acercarse mas, sin embargo chocó con Davis.

—Obsérvalo. —ordenó con el ceño fruncido.

—Pero...

—¡Que lo mires te digo, Jessica!—repitió alzando un poco la voz.

Aquella acción extrañó a Nicole y Eva, quienes observaron a la pareja en silencio esperando a ver que trataba de hacer Davis. Jessica cerró los puños mientras lentamente dirigía la mirada al cuerpo, pero a medio camino tuvo que apartar la mirada nuevamente.

—Jessica. Has asesinado a un ser humano, dos para ser exactos. —le recordó la voz de Davis. —Se lo mereciesen o no, has matado a alguien, debes de asumir la responsabilidad de haber arrebatado una vida y observar lo que has hecho. Mientras niegues la mirada, es como si no quisieras asumir tu responsabilidad, como si te arrepintieras de lo que has hecho y huyeras por ello. —La joven se volteó para ver a su pareja de frente.—Esta no será la primera ni la última vez que vas a tener que arrebatar una vida humana por necesidad, si salvar tu vida significa acabar con alguien que atenta contra ti deberás de hacerlo sin arrepentimiento alguno. En cambio, si dudas, si temes o piensas que está mal lo que haces, quien acabe la próxima vez en ese estado... —dijo señalando el cadáver mutilado. —Serás tú.

Nicole y Eva se miraron brevemente. Ambas pensaban que Davis estaba siendo un tanto duro con Jessica por forzarla a asumir tan directamente sus acciones, sin embargo, comprendían a la perfección porque lo hacía. En un mundo como aquel, si alguien trataba de asesinarte puede que no se lo pensase y te arrebatase la vida sin el mas mínimo reparo, ni mucho menos arrepentimiento. Dudar aunque solo fuese por un instante en un momento así podía ser motivo suficiente para encontrar la muerte. Cuanto antes comprendiese Jessica aquello, mejor. Cuanto mas vuelta le diese al tema, mas inseguridades acabaría por crear dentro de ella cuando volviese a suceder una situación como la que había tenido que vivir.

—Lo sé, pero... —comentó Jessica apoyando la frente en el pecho de su pareja. —No me agrada ver la salvajada que he hecho...

—No te digo que te tenga que agradar o no, te digo que mires, aceptes y seas consciente de lo que implica arrebatar una vida. —contestó este duramente. —Simplemente pasó de la manera en la que pasó por los medios que tenías a mano para defenderte. ¿Hubiera sido mas humano de un tiro a la cabeza? Por supuesto, pero lo que tenías era un hacha y una llave según me dijiste, pues ya está, lo has hecho, asúmelo.

—Es mas fácil decirlo que hacerlo...

—Lo sé, soy un hipócrita en ese aspecto, ya que yo soy probablemente quien mas a huido por años de sus acciones en el pasado. Sin embargo en estas circunstancias, en donde arrebatar una vida desgraciadamente está a la orden del día, cuanto antes asumas esto mejor. Puede que hoy no, pero mañana a lo mejor debes matar a otra persona para salvar tu vida y no podrás dudar. No te pido que ya estés bien y que lo olvides, para nada, solo te pido que mires, entiendas y aceptes lo que has hecho.

—Tu novio tiene razón. —se escuchó la voz de Eva desde su posición. —Arrebatar una vida por primera vez es difícil e incluso puede desembocar en un trauma, mas aún teniendo en cuenta la forma en la que lo hiciste y a lo que te viste expuesta para llegar a ese extremo. Sin embargo, debes tener en cuenta las palabras de tu chico, por mucho que yo te entrene, si mentalmente no estás preparada para matar a alguien, todo lo que yo te enseñe no te servirá prácticamente de nada.

Jessica se separó de Davis para observar a Eva tras su pareja, observándolos desde la entrada.

—Lo siento, Eva. —se disculpó la joven algo avergonzada.

—¿Te disculpas? ¿Por qué? —preguntó cruzándose de brazos.

—Por ser un lastre, una carga a la que cuesta enseñar. Alguien quien a pesar de estar decidida a hacerse fuerte para protegerse a sí misma y a aquellos que le importan acaba dudando de sus acciones, alguien quien acaba sintiendo miedo de quitarle la vida a otra persona. Jamás podré proteger a otros si no estoy dispuesta a hacer eso...

Eva suspiró, pero cuando se dispuso a abrir la boca, observó por el rabillo del ojo a Nicole poniéndose en pie.

—No eres débil, Jessica. Eres humana. —corrigió Nicole de inmediato. —Si hubieses matado a esos hombres y no hubieses sentido absolutamente nada después de lo que les hiciste y teniendo en cuenta que es la primera vez que matas a alguien, yo personalmente me preocuparía seriamente por tu salud mental.

—Es como dice la rubia aquí presente. —suspiró Eva. —Iba a decir lo mismo antes de que me interrumpiera.

—Perdón. —comentó sonriendo.

—Bueno, que mas da. Ya lo dijo ella todo. ¿Eres cargante? Evidentemente, me agobio a veces contigo y con Inma. ¿Eres un lastre? Por supuesto, eres débil, y eso debilita al grupo. ¿Me cuesta enseñarte? Claro, tengo que repetirte un millar de veces las cosas hasta que logras hacerlas. Sin embargo, todo eso es normal viniendo de alguien que no está acostumbrada a luchar. Por otra parte, tengo que reconocer que admiro tu determinación y la de Inma por querer cambiar y volveros fuertes, así como por aguantarme. Reconozco que no soy la tutora mas tolerante que os podríais encontrar. Soy bastante dura e insoportable a la hora de entrenaros, y sin embargo seguís adelante soportando mi mal humor sin rendiros. Admiro eso de vosotras, y por eso pienso que no sois débiles, al menos no en cuanto a físico y habilidades se trata, mas bien en espíritu. El cuerpo se puede entrenar, pero el espíritu es diferente. —comentó tratando de animar a Jessica.

Jessica sonrió ante su comentario, después de eso echó una breve mirada a Nicole, y por último a Davis.

—¿Comprendes lo que queremos decir, Jessica? —preguntó Davis esbozando media sonrisa mientras apretaba suavemente con sus manos los hombros de su pareja.—No pensamos que seas débil, y entendemos perfectamente tu reacción, sin embargo, tienes que asumirlo y aprender a disparar primero y a preguntar o arrepentirte después. Por desgracia así funcionan las cosas hoy en día.

Jessica asintió y se volteó para ver el cuerpo. Los primeros miembros dispersos aparecieron en su campo de visión, lo que le produjo emitir un sonoro y pesado suspiro. Sin embargo, a pesar de que le costaba observar aquello, continuó dirigiendo su dubitativa mirada de ojos azules hacia el resto del cadáver, concentrando su interés en el rostro de la persona a la que había asesinado. La joven intentó retroceder nuevamente apretando los puños al contemplar aquel espantoso último rostro de su víctima, sin embargo, nuevamente chocó contra el torso de Davis, quien no se movió ni un milímetro. Ajena a todo aquello, Maya algo mas calmada, asomó la cabeza atrayendo la mirada de Nicole y Eva, quienes con un gesto le pidieron que permaneciese en silencio.

Davis colocó nuevamente las manos sobre los hombros de Jessica, y lentamente dirigió sus labios a la oreja de la chica.

—Estoy aquí, no tengas miedo. —le susurró.

Frunciendo el ceño, la chica se esmeró en contemplar aquel rostro, aquella última expresión. Lentamente su mirada continuó ampliándose abarcando el resto de pedazos mutilados del cadáver. Era horrible, tan solo pensar que ella hizo algo así le ponía la piel de gallina, dando origen a un leve temblor en su cuerpo. Ambas cosas no pasaron desapercibidas para Davis. El joven frunció el ceño, suponía que aquello era una reacción natural cuando asesinabas a alguien por primera vez, sin embargo, la primera vez que él mató conscientemente a un ser humano no sintió nada en especial, al fin y al cabo, la primera persona a la que asesinó, aunque fuese indirectamente, fue a su propia hermana, y su reacción fue muy distinta a la de Jessica, pues a diferencia de ella que exteriorizaba aquel miedo a través de esas respuestas corporales, él simplemente se encerró en lo mas profundo de si mismo por años.

Contemplando la nuca de Jessica, el joven pensó que ella no tendría problemas para recuperarse de la impresión de asesinar por primera vez a otra persona, ya que en el fondo, ella era incluso mas fuerte que él, y se lo había demostrado varias veces. Él era un cobarde, entre otras muchas cosas, puede que por las experiencias que tuvo que vivir con el nuevo mundo se hubiese fortalecido en aspectos de fuerza, fortaleza y habilidades generales, pero por dentro seguía siendo débil y cobarde, cosa que Jessica no era en absoluto. Incluso a día de hoy, reconocía que aún seguían algo latentes varias heridas del pasado que de vez en cuando emergían para atormentarlo cuando mas débil se encontraba moralmente, como aquel día en el que se enteró que Jessica esperaba un hijo suyo, cuando tras caer por el hueco del ascensor de aquella vieja fábrica separándose del grupo, su mente comenzó a jugar con él, tal y como solía hacerlo cuando la tragedia de Stone. Afortunadamente, había logrado olvidar parcialmente aquellas heridas gracias a Jessica y a Nicole, y posteriormente a los compañeros que hizo en su grupo actual, aunque eso no significaba que estuviesen curadas.

Davis esbozó una leve sonrisa cargada de tristeza. El joven no podía evitar pensar acerca de que había visto Jessica en él para llegar a amarlo y querer estar al lado de un tipo tan patético. ¿Que visión tendría de él? ¿Por qué lo veía como un pilar para ella? Siempre pensó que ella le daba mas crédito del que merecía realmente. Sinceramente, los papeles en la relación de pareja entre ambos deberían de ser completamente lo contrario, o así lo pensaba él. Él no era el fuerte en aquella relación, lo era Jessica. Realmente deseaba que ella se diese cuenta de lo que realmente valía,

—¿Davis? —se escuchó la voz de Jessica.

El joven reaccionó y se topó de lleno con los ojos azules de Jessica, los cuales miraban fijamente a los ojos al chico.

—¿Ya?

La joven asintió lentamente y se separó de él para acercarse aún mas al cadáver. Tras observarlo unos instantes, echó una mirada al segundo cuerpo que yacía a poca distancia del primero, y finalmente volvió a mirar a su pareja.

—Yo he hecho esto. —dijo lanzando una mirada seria a Davis, Eva y Nicole. —Lo hice para sobrevivir, no tuve otra opción. Acepto cargar con la muerte de otras personas, sin embargo, necesito algo de tiempo para recuperarme emocionalmente y acabar de asimilarlo. No pienso que esté mal lo que hice, era la vida de mi hijo y la mía o la de ellos, y elegí lo que creía conveniente.

—Me alegro de escuchar eso. —contestó esbozando media sonrisa.

—Tómate tu tiempo, Jessica. —comentó Eva tras escuchar su decisión. —Pero no lo olvides, la vida de tu hijo y la tuya están por encima de cualquier otra.

—Si estás en peligro no dudes, no pienses, solo hazlo, —añadió Nicole.

—Gracias. —contestó asintiendo con una sonrisa. —Creo que será mejor limpiar este desastre.

—Sacaré los cuerpos antes de ponernos a limpiar todo este estropicio. —comentó Eva acercándose a la pareja. —¿Me echas una mano, Davis?

—De acuerdo. —contestó de inmediato.

—No. —soltó Jessica en ese momento.

—¿No? —repitió Davis extrañado.

—La verdad es que me gustaría sacar los cuerpos de aquí y enterrarlos en algún sitio. Creo que es mi responsabilidad. —dijo Jessica mirando a Davis y Eva.

—Está bien. Si eso es lo que quieres me parece bien. Pero si necesitas ayuda avísanos. —contestó Eva.

—¿Y que vamos a hacer nosotros? —preguntó Maya desde la entrada.

—¿Ah? Estás ahí, ni me había enterado que ya habías vuelto. —dijo Davis al percatarse de su presencia.

—Bueno, la ocasión requería que me mantuviese en silencio. —contestó sonriendole al chico.

—Creo que además de sacar los cuerpos habrá que abrir ventanas para airear esto, fregar suelo, paredes, quitar un poco el polvo y bueno, en general dejar esto limpio como una patena si vamos a transformar el ayuntamiento en nuestra base de operaciones. —comentó Nicole a la pregunta de su compañera.

—Sí. Y a todo esto... ¿Dónde se metió Adán? —preguntó Maya.

—Lo mandé a buscar productos de limpieza. —contestó Eva.—Es raro que aún no haya vuelto.

—Tal vez deberíamos de ir a buscarlo, tal vez se perdió. —propuso Nicole.

—Está bien. —contestó Eva siendo la primera en salir, seguida de Maya y Nicole.

Davis las siguió, pero tuvo que detenerse al sentir que Jessica no le seguía. Tras girarse, se percató de que la chica aún miraba los cadáveres.

—¿Vienes? —preguntó Davis ofreciéndole la mano.

—Sí. —respondió tomándosela y abandonando la sala junto a su pareja.

Mientras, el resto seguía con la enorme barricada que llevaban días montando, esperando poder terminar lo antes posible para estar protegidos de cualquier zombi.

—Oye amor, ¿no crees que nos ha tocado lo peor—preguntó M.A. a Alice.

—No te quejes y termina, cualquier cosa que hagamos es dura, ya sea ir a una misión de limpieza donde nos jugamos nuestras vida, como cargar con todo esto y estar físicamente agotados.— contestó Alice mientras empujaba un coche sin el freno de mano puesto.

—No sé, a veces siento que nos apartan.—dijo M.A algo molesto.

Alice dejó de empujar para contestarle.— A ver, eso no es cierto, solemos ofrecernos o nos toca ir. Tranquilo, Davis no va a sustituirte por Adán.—dijo la joven entre risas.

—¿A qué ha venido eso? No... No tiene gracia Alice.—contestó el novio algo confuso.

—Sí... Sí que la tiene.—respondió la joven entre risas mientras volvía al trabajo.

Finalmente había logrado encontrar un cuarto de la limpieza con toda clase de productos que podrían serles de utilidad. La verdad es que no le había costado demasiado dar con el cuarto, no estaba muy lejos de la sala donde se encontraban el resto de sus compañeros, de hecho, podía escucharlos hablar de fondo. Mientras se dirigía a donde estos se encontraban, Adán se percató de una hemeroteca al fondo de la sala, entre sus estanterías se recogían varios periódicos y documentos. De entre todos ellos, hubo uno que particularmente le llamó la atención y lo cogió para verlo mejor. El joven echó un vistazo al gran titular de aquel viejo y desgastado periódico:

Asesinada legendaria fiscal estadounidense


—¿Legendaria fiscal estadounidense? —repitió extrañado por el título.

En mitad de las columnas informativas, una gran foto de colores un tanto desgastados mostraban a una mujer atractiva, de cortos cabellos rubios paralelos a sus hombros y mirada azul, aparecía uniformada elegantemente de negro, pudiéndose apreciar en su vestimenta una peculiar y pequeña placa dorada adjunta a su uniforme. Una mujer de aspecto maduro, en torno a unos cuarenta años intuía, miraba cruzada de brazos a quien le hizo la fotografía esbozando una sutil sonrisa. Adán contempló el rostro de la mujer con atención. Su expresión facial, su mirada, sonrisa, e incluso uniforme la envolvían en un aura cargada de dignidad, serenidad y profesionalidad que imponía con tan solo permanecer unos instantes contemplando a aquella mujer. Sus ojos azules, profundos y puros daban la sensación de que observaban al chico que la contemplaba, una mirada viva y cargada de seguridad y determinación que hacía pequeño a aquel que permaneciese mirándola fijamente a los ojos. Por algún motivo, todas aquellas características le enfundaban al joven una sensación de respeto hacia aquella persona.

—Nelson Blair... menores.. prostitución... secuestro... tribunales... largo... difícil... —Adán tenía problemas para leer aquel periódico, pues el paso de los años habían afectado a la tinta que hacían visible el texto informativo, dejando solo algunas palabras sueltas legibles. —Expectación mediática... victoria... cárcel... banda... amenazas... disparos en el pecho... testigos... Linda Collins... ¡¿Ah?! —el joven se detuvo de inmediato ante aquel nombre y apellido.—¿Collins? ¿Linda Collins? —Adán contempló nuevamente el rostro de aquella “legendaria fiscal”, como la bautizaba aquel titular. —¿Es la madre de Nicole? —Adán no tardó en imaginar por unos momentos a Nicole con unos años demás, y finalmente, se percató del parecido en los rasgos de ambas mujeres.

Nicole le había hecho alguna breve mención de su madre, pero ahora no recordaba si le había pronunciado su nombre o profesión, de todos modos, se sentía algo sorprendido por haber encontrado aquello en la hemeroteca del ayuntamiento, aunque si era alguien tan famosa como para recibir aquel título, puede que no fuese algo tan extraño. Madre fiscal e hija policía, parece que eso de ser un héroe y fiel seguidor de la moral era una tradición entre los Collins.

—¿Adán?

El joven se sobresaltó al escuchar la voz de Nicole tras él.

—¡Nicole! —preguntó volteándose.

Junto a esta, Maya, Davis, Jessica y Eva entraron a la estancia en la que el chico se encontraba

—¿Dónde te habías metido? —preguntó Eva cruzándose de brazos.—¿Es que te has perdido buscando lo que te pedí?

—Ah... No, es que...

—¿Qué tienes ahí, Adán?

—Solo un viejo periódico que encontré. —contestó ocultándolo tras él mientras le lanzaba unas miradas nerviosas a Nicole.

Tanto Eva como Nicole se percataron de aquel gesto.

—¿Me dejas ver ese periódico, cielo? —solicitó Nicole arrodillándose frente al chico.

El chico pensaba que tal vez a Nicole no le agradase ver aquello que recordaba la cruel manera en la que su madre fue asesinada, por eso hizo un intento de ocultarlo inútilmente de las miradas de los recién llegados, sin embargo, no le quedó otra que mostrarlo ante la mirada de Nicole.

—Encontré esto en la hemeroteca... —respondió dándole el periódico.

El resto de “adultos” se agruparon con Nicole para ver aquello.

—¿Quién es la de la foto? —preguntó Eva extrañada.

—¿Asesinada legendaria fiscal estadounidense? —leyó Maya el titular.

—Parecía alguien importante. —comentó Jessica. —Aunque apenas se puede leer algo del texto.

El único que no hizo comentario alguno al respecto fue Davis, quien no tardó en percatarse de quien era la mujer de la foto, ya que Nicole le había hablado de ella alguna que otra vez, e incluso llegó a ver alguna fotografía de Linda. Ciertamente, aquel estilo de cabello de su madre se le hizo muy similar al que llevaba Nicole el día que la conoció en aquel cementerio de Saffron City, sin dudas, Nicole era su viva imagen.

—¿Qué viste de especial en ese periódico, Adán? —preguntó Eva apartando la mirada del periódico que Nicole sostenía.

—Bueno...

—Esta mujer es Linda Collins, mi madre. —comentó Nicole esbozando media sonrisa en su rostro.

—¿Tu madre? —preguntó Jessica. —¿Era una fiscal famosa?

—Bastante, fue una fiscal de renombre que protagonizó varios casos de gran magnitud social, saliendo victoriosa de estos. Admirada por unos, temida por otros y odiada por muchos. Mi madre tuvo muchos enemigos a causa de su profesión. Fue el foco de atención de los medios en muchas ocasiones por lograr resolver casos muy complejos y difíciles de resolver por la escasez de pruebas, logrando encarcelar a famosos de distinta índole social al exponer sus mentiras al público, siendo también la causante de la disolución y encarcelación de peligrosas bandas. —explicó Nicole mirando a sus compañeros. —Este artículo habla del día de su asesinato, cuando logró atrapar, culpar y encarcelar en los tribunales a Nelson Blair. Un tipo muy influyente en la sociedad estadounidense durante cierta época, un millonario con un gran patrimonio que se codeaba con políticos y otras celebridades del país. Poseía una gran cadena de casinos y hoteles por todos los Estados Unidos y algunos países extranjeros. Alguien que hacía aparentemente buenas acciones de cara a la sociedad como podía ser donaciones en obras benéficas por ejemplo.

—¿Y por qué lo llevó tu madre a los tribunales? No parece haber nada raro en lo que hacía. —preguntó Maya.

—Esa era la imagen que daba al resto de la sociedad, ¿verdad, Nicole? —preguntó Adán teniendo en cuenta las palabras sueltas que leyó en el periódico.

Nicole asintió.— Nelson Blair era el líder de una peligrosa banda de narcotraficantes que operaba entre Estados Unidos y algunos países de latinoamérica. Además, ejercía otra actividad delictiva en esos países, ya que mandaba a secuestrar y extorsionar a chicas jóvenes, muchas veces menores de edad, a las que se traía a Estados Unidos para que mantuvieran relaciones sexuales con clientes de Blair. Además de esto, también estaba acusado de asesinato en los países donde operaba con sus negocios. Toda una gran mafia que se ocupaba de hacer desaparecer a civiles y policías que se metiesen de por medio o no se doblegasen a su voluntad.

—¿Por qué operaba también en países latinoamericanos? —quiso saber Jessica.

—Operaba en los mas pobres, en donde mas delincuencia había debido a que en sitios así, la justicia, muchas veces corrupta, no solía suponer un problema para sus negocios. Era mas fácil trabajar cuando se encontraba en un sitio en el que nadie le vigilaba ni pedía explicaciones de lo que hacía en esos sitios a espalda de la sociedad, lugares en el que el índice de pobreza hacía que las personas vendiese su alma a ese hombre por un puñado de billetes. Una vez que te atrapaba era imposible huir de él.

—Menudo tipo... Aunque alguien con tantísima influencia y poder debía de ser muy difícil de llevarlo a un tribunal y acusarle de esas cosas... —comentó Eva torciendo los labios ante el reto al que la madre de Nicole se vio expuesta por seguir su moral.

—Lo fue, mucho, muchísimo... Aún recuerdo que aquella labor casi le costó su credibilidad pública y su oficio, muchos hicieron campaña pública para desprestigiarla por llevar a cabo aquella campaña contra Blair. La amenazaron de muerte incluso, aunque eso no le importó tanto, lo que mas le afectaba era perder su oficio y las amenazas de que me harían a mi daño si continuaba adelante con ello. Debido a otros casos en los que también había recibido amenazas, las cuales había ignorado, mis padres discutían acaloradamente, porque mi madre seguía adelante con sus casos sin importar las amenazas, una vez incluso trataron de atropellarla. Aquello evidentemente afectaba a mi padre y a su visión de una familia segura en la que yo creciera, y debido al trabajo de mi madre ambos se divorciaron. Sin embargo, mi madre continuó adelante aún cuando mi padre ya no estaba por aquel entonces para apoyarla, ya que su forma de protegerme era limpiando la sociedad de maleantes para que pudiera al menos crecer en una ciudad segura.

—Parecía ser una mujer fuerte. —contestó Maya cruzándose de brazos mientras escuchaba atentamente a su compañera.

—Lo era.

—¿A qué te referías con que muchos trataron de desprestigiarla? —preguntó Eva frunciendo el ceño pensativa.

—Bueno, ya dije que Blair se codeaba con toda clase de famosos, muchos de ellos, clientes que conocían el negocio que generaba realmente sus riquezas. Políticos, deportistas, cantantes, actores... Una larga lista de celebridades habían disfrutado por un buen precio de los servicios de los que Blair se lucraba, o bien, habían cooperado directamente con él para beneficiarse. Si él caía, todos ellos también, como si de una cadena de piezas de dominó se tratara. Sin embargo mi madre continuó adelante a costa de su salud física y mental, a costa de los peligros, las críticas, la presión social por lo que estaba haciendo... Necesitó mucho tiempo, tiempo que pasó soportando los constantes ataques que le llegaban de todas direcciones sin clemencia alguna. Y finalmente, tras jugarse todo o nada en aquel caso, logró encontrar las pruebas suficientes para demostrar públicamente quien era realmente Nelson Blair. El escándalo mediático fue tal que pasó a ser a nivel internacional, todos los principales medios de comunicación del mundo transmitieron lo que sucedió en aquel largo y tedioso juicio donde se demostró su culpabilidad.

—Increíble... —comentó Jessica impresionada por la hazaña. —¿Ella sola hizo todo eso?

—No, un amigo de la familia la ayudó de principio a fin, una de las pocas personas que creyeron en ella. El jefe de policía de Stone City, Alan Walker. Yo traté de ayudarla también dentro de lo que pude, aunque a pesar de que por aquel entonces yo ya estaba en el cuerpo de policía, mi madre no quería involucrarme mucho, por las amenazas supongo. Tanto Alan como yo solíamos ayudarla normalmente a distancia con sus investigaciones desde Stone. Tiempo atrás mi madre se había ido a vivir a otra ciudad con su pareja de aquel entonces, Ryan, y con Michaela, y teniendo en cuenta que Stone tampoco era el sitio mas pacífico que pudieras imaginar, nuestro trabajo nos ataba mucho a permanecer en la ciudad. Además de nosotros, dos o tres personas mas la apoyaron en aquella larga lucha contra Blair. De inmediato, las autoridades competentes procedieron a encarcelarlo a él y a todos y cada uno de los famosos que habían cooperado con él o disfrutado de sus servicios ilegales. Y posteriormente, el resto de su banda organizada, tanto en los Estados Unidos como en el resto de países que operaban recibieron una orden de busca y captura por parte de los distintos cuerpos policiales. Las chicas encerradas a las que obligaba a prostituirse fueron liberadas, y el proceso de producción y venta de las sustancias estupefacientes con las que comerciaba fue detenido en poco tiempo. Todo su imperio comenzó a desmoronarse rápidamente.

—¿Y cómo murió si aquel tipo fue encerrado? —preguntó Maya.

—La policía descubrió que la organización que controlaba Blair era inmensa, estando compuesta por cientos de subordinados de la peor calaña que se encontraban distribuidos en los distintos países donde Blair operaba. A diferencia de los famosos, quienes fueron encarcelados en las cuarenta y ocho horas siguientes al encarcelamiento de Blair, atrapar al resto de sus subordinados fue algo mas complicado. Por no hablar que la cooperación entre las autoridades de aquellos países no fue fácil y rápida precisamente.

—¿Cómo dieron tan rápido con todos esos famosos?—preguntó Adán curioso.

—Todos ellos cayeron rápidamente gracias a que mi madre ofreció a la justicia una extensa lista con nombres y apellidos de todas las figuras públicas que cooperaban con Blair o que en algún momento disfrutaron de los servicios que ofrecía. Todos los sectores se vieron salpicados, pero probablemente el que mas afectado se vio fue el político, pues fueron varios los nombres de personas que trabajaban para el Gobierno los que aparecieron en aquella lista, muchos de ellos, personas de las altas esferas que ayudaban a dirigir al país junto presidente de los Estados Unidos por aquella época. El escándalo social fue brutal una vez comenzaron a caer todos unos detrás de otros junto a Blair. La sociedad estadounidense, bueno, la sociedad en general, se abalanzó contra aquellas personas sin piedad alguna.

—Debió de ser un escándalo internacional. —contestó Eva pensativa.

—Sí. Por otra parte el resto de subordinados no eran mas que don nadies, simples subordinados contratados para ensuciarse las manos en nombre de Blair, gente invisible para la sociedad, como cualquiera de nosotros. Y esto fue lo que originó la muerte de mi madre. Ella había sido amenazada y acosada numerosas veces desde las sombras por subordinados de Blair, prometiendo que la asesinarían si el líder de la banda acababa en prisión, pues si esto sucedía, la libertad y el oficio con el que esa gente se ganaba la vida acabarían peligrando, y muchos de ellos, por monstruos sin escrúpulos que fueran, tenían familias que mantener. Si Blair caía, todos ellos también lo harían tarde o temprano. Blair contactó desde la cárcel con alguno de los sicarios que trabajaba para él y que aún seguía en libertad para que asesinase a mi madre.

—Es fácil ir a por alguien a quien tienes ya identificado, pero cuando ese alguien es un grupo numeroso y disgregado de desconocidos tiene que ser complicado saber a por quien vas. Cualquier persona con la que te cruces por la calle podría haber sido algún subordinado de Blair. Las autoridades tuvieron que tenerlo muy complicado para encerrar a toda esa gente. —comentó Jessica.

—Sí, de hecho nunca se llegó a atrapar a todas aquellas personas que trabajaron para él, fue imposible. Se creía que ni siquiera pudieron atrapar a la mitad de las personas que formaban aquella mafia. —añadió Nicole.

Entonces suspiró, guardando un breve instante de silencio.

—Todo ocurrió una noche en la que mi madre volvía a casa atravesando una calle que solía coger habitualmente como atajo cuando volvía del trabajo. Aquel día había estado cooperando con las autoridades para identificar a posibles subordinados de Blair para que la justicia pudiese detenerlos y meterlos entre rejas por sus crímenes. Aquella noche la calle estaba desierta debido a las fuertes lluvias que caían en aquel momento. A tan solo unos pocos metros de casa, cuando se disponía a cruzar por un paso de peatones, un vehículo emergió de entre las sombras de la noche cerrándole el paso, y entonces, alguien le disparó desde el interior del coche para darse rápidamente a la fuga. Mi madre cayó de espaldas al suelo, con tres orificios en el pecho que segaron su vida, su paraguas negro se alejó de ella incapaz de protegerla de la lluvia que caía sobre su cuerpo ensangrentado.

—Nicole... No hace falta que sigas contándonos nada mas... —dijo Maya sintiéndose mal por indagar demasiado en aquellos sucesos.

No solo ella, el resto de sus compañeros comenzaron a pensar que quizás estaban metiéndose demasiado en asuntos que no les llamaban, no tenía porque contarles a ellos aquel suceso.

—No te preocupes, no me importa contarlo. —respondió la mujer. —Al día siguiente el cuerpo sin vida de mi madre fue hallado en la misma posición en la que murió, con su cuerpo frío y completamente empapado tras haber sido bañado durante horas por la lluvia nocturna. Decían, que parecía estar dormida, no había expresión de dolor o miedo en su rostro, simplemente, parecía estar descansando. A pesar de las condiciones de la noche de su muerte, algunos testigos de los edificios cercanos vieron o escucharon algo que posteriormente testificaron a las autoridades para ayudarles a comprender que había sucedido. Aquella fue la venganza de Nelson Blair, quien desde la cárcel se aseguró de hacer daño por última vez a una persona, a aquella que había condenado su vida a permanecer encerrado en prisión. Nelson Blair... —susurró con cierta tristeza en sus palabras. —Aquel fue el mayor mal al que mi madre se había enfrentado, así como el caso mas grande, difícil y peligroso al que había hecho frente hasta la fecha. Aquel caso le costó la vida... Mi madre no se merecía lo que le pasó, pero supongo que la vida real es muy distinta a los mundos de ficción donde el bueno siempre gana. En el mundo real, el bueno es el que sale perjudicado o muere la mayor parte de las veces...

Todos permanecieron unos momentos en silencio. Ciertamente, los presentes sabían que no podían llevarle la contraria con aquello último que había dicho. Aquella era la triste realidad del mundo tan injusto en el que vivían.

—Al menos no murió en vano. —intervino Eva cesando el breve silencio. —Logró su objetivo ayudando a muchas personas con ello. Tu madre fue una heroína, Nicole. Se sacrificó por el bien de aquellos que sufrían por los actos de aquel hombre. Deberías de estar orgullosa de haber tenido una madre tan fuerte como la que tuviste.

Nicole sonrió con tristeza.

—Sí, lo estoy... —contestó casi con un susurro. —Al fin y al cabo, me metí al mundo policial por ella.

—¿Por ella? —preguntó Jessica.

—Desde pequeña la vi trabajando en sus casos, y la escuchaba hablar habitualmente de estos con Alan, y viceversa, ya que con mi padre no hablaba mucho del tema. Pasaba mucho tiempo con ellos. Se podría decir que ambos me influenciaron indirectamente desde que era una niña para que acabase trabajando para la justicia. Admiraba a ambos, aunque especialmente a mi madre. Para mi eran auténticos héroes por lo que hacían, quería ser como ellos y por eso decidí entrar al cuerpo policial. Quería ser una heroína, quería ayudar a otros y acabar algún día siendo alguien tan importante y tan reconocida socialmente como ellos dos. Debido a ello me centré mucho en mis estudios, para poder entrar lo antes posible y lo mejor preparada que pudiera estar al departamento de policía, hasta que finalmente lo conseguí, entrando como una de las mejores de mi promoción y bajo la tutela directa de dos veteranos, Alan y Morís Anderson, ambos me entrenaron estrictamente, especialmente Alan, supongo que para que nadie pensase que me estaba favoreciendo y que lo que yo lograba no era por mis propios medios. —comentó dibujando una sonrisa en el rostro mientras miraba a sus compañeros con una mirada nostálgica recordando aquellos días.

Era obvio para los allí presentes que Nicole extrañaba mucho aquella etapa de su vida que jamás volvería a repetirse. Aquello les hizo pensar a todos que tal vez debieron de disfrutar mas en los buenos momentos que la vida les dio en algún momento a cada uno de ellos, pues jamás podrían regresar a esos tiempos o repetir aquellos sucesos.

—Realmente, quería que Alan y mi madre estuviesen orgullosos de mi. Por ese motivo me tome muy en serio mi trabajo, esforzándome cada día todo lo que pude, aprendiendo de todo lo que podía. Fui ascendiendo de puesto con el tiempo, ocupándome cada vez de labores mas serias y complejas que el patrullar calles, ocuparme de peleas callejeras, o simples atracos, hasta el punto de que llegué a coordinar operaciones policiales o instruir a novatos. Era un poco metomentodo por aquella época. —comentó sonriendo. —Me apasionaba mucho lo que hacía, no rechazaba ningún trabajo que se me daba, y buscaba ascender y ser la mejor para lograr meterme mas a fondo en el mundo policial, incluso me interesaba en los trabajos de compañeros de otros sectores de la policía para aprender mas a través de ellos. Llegué incluso a ganar algún premio y reconocimiento por mi labor. Con el tiempo, lograría volverme una de las mejores agentes de policía de Stone City. —dijo con los ojos brillantes recordando con especial cariño aquel tiempo. —Sin embargo... —suspiró haciendo desvanecer aquella mezcla de nostalgia e ilusión de su rostro recordando los viejos tiempos. —Mientras el tiempo pasaba hasta que lograra llegar a ser una de las mejores agentes de la ciudad, por mas que mejoraba progresivamente e iba ascendiendo, sentía que no lograba llegarles a los talones a mi madre y a Alan. Seguían muy lejos de mi... —comentó haciendo una breve pausa. —Incluso a día de hoy sigo pensando que no he logrado llegar tan lejos como ellos.

—¿No te infravaloras mucho, Nicole? —preguntó Eva.

—¿Tú crees? —preguntó algo sorprendida.

—Yo pienso igual que Eva. —contestó Maya. —Estas hablando como si lo que lograste fuese poca cosa.

—Tu misma dijiste que fuiste de las mejores de tu promoción y ascendías rápidamente. —le recordó Eva. —No todas las personas son capaces de eso y tú no lo estás teniendo en cuenta, como si no tuviera importancia. —dijo un poco molesta.—Eres un poco avariciosa e inconformista, ¿no crees? Nicole, deberías de dejar de querer ser como otros y ser tu misma, estar orgullosa de quien eres y lo que has logrado a lo largo de tu vida.

—Supongo que tienes razón... —contestó algo desanimada. —Sin embargo, no puedo evitar sentirme inferior al compararme con las figuras de mi madre y Alan, no logré llegar a donde ellos llegaron.

—¿Y a donde lograron llegar ellos? ¿A la muerte? —preguntó Davis abriendo la boca por primera vez.—¿Es que querías acabar como ellos? ¿Muriendo por otros? ¿Por gente a la que probablemente ni siquiera le importas?

Aquellas frías palabras dejaron de piedra a todos. Nadie imaginaba que alguien como Davis, tan buen amigo de Nicole, pudiese decirle unas palabras como esas a su compañera, como si quisiese dar a entender que la muerte de Linda fue absurda, o incluso la de Alan, ya que Davis sabía que en su día murió asesinado tratando de salvar a Débora Linson, una reportera de Stone y posterior amiga de Nicole de cierta criatura durante los sucesos de Stone City.

—¡¡Davis!! —exclamó Jessica sobresaltándose ante el poco tacto de su pareja. —¡¿Qué diablos estás diciendo?!

El joven la ignoró por completo y continuó sosteniéndole la mirada a su amiga, una mirada fría e impasible.

—Nicole, admiro tu sentido de la justicia, así como lo que Linda hizo en vida por la sociedad, sin embargo, me parece algo absurdo llegar tan lejos y morir por un puñado de desconocidos cuando tu familia o amigos te necesitan. Tu madre murió por otros, no por protegerte a ti o a Ryan, esa determinación y obsesión por hacer los correcto y seguir ciegamente sus ideales la llevaron a ese horrible destino. Sacrificó su matrimonio, su salud física y mental y te puso en peligro a ti... Dime, ¿cuando fue la última vez que viste a tu madre con vida o hablaste con ella antes de su asesinato?

Todos se quedaron en blanco esperando una reacción volátil por parte de Nicole, sin embargo, fue imposible para todos salvo para Davis, ocultar la sorpresa que les produjo ver como Nicole esbozaba una sonrisa triste en el rostro.

—La última vez que hable con ella fue mes y medio antes de su muerte, y la última vez que la pude ver con vida fue casi tres meses antes de su fallecimiento... —Nicole se mordió el labio inferior entendiendo a donde quería ir a parar Davis. —No pienso que fuese una mala madre a pesar de lo que has dicho. Fuera del trabajo, adaptando su rol como madre, siempre me cuidó y me quiso, por eso pienso que fue una buena madre a pesar de que por sus acciones obligase a mi padre a divorciarse de ella cuando era una niña, o que por ella algunas personas la amenazaran con hacerme daño a mi... —Dijo sosteniéndole a Davis la mirada —Sé a que te refieres con lo de cuanto tiempo pasó desde la última vez que supe de ella antes de su asesinato, y sí... Me arrepiento de no haber podido hablar con ella antes, de no verla, no abrazarla, no besarla, no decirle lo agradecida que estaba por todo lo que hizo por mi desde que era una niña, tampoco cuanto la admiraba, ni cuanto la quería, ni siquiera el hecho de que entendía porque hacía todo eso... Sí, me arrepiento profundamente de que nuestra última conversación fuese referida a su trabajo, una charla breve, un tanto fría, y meramente profesional... Siempre he deseado que ella estuviese con vida para que me viese crecer y lograr las metas que me proponía hasta que llegase el día en el que pudiese estar a su mismo nivel.

La sala se sumió en un profundo silencio al ver los ojos de Nicole reflejaban una mirada cargada de arrepentimiento y dolor.

—Entonces... —pronunció nuevamente el joven. —¿Realmente estarías dispuesta a seguir su camino si pudieras? Dejar a tus amigos atrás... A tu familia si llegases a tenerla en un futuro... O incluso a abandonar tu propia vida porque piensas que la de otros, aún siendo desconocidos, valen mas que la tuya... ¿Realmente continuarías sus pasos a pesar de lo que le pasó a tu madre y lo que tú tuviste que vivir por sus acciones? —el tono y la mirada del joven no dudaron ni un instante, mostrándose el joven impasible ante su compañera.

Nicole se tomó unos instantes en silencio meditando sus palabras, hasta que finalmente obtuvo la respuesta.

—Sí. —contestó seriamente.

El resto miró a Davis, quien dibujó media sonrisa desesperanzadora en su rostro.

—Me imaginaba que responderías eso. Eres una cabezota, ¿sabes?

—Prefiero decir que soy alguien tenaz con lo que pienso y hago. —respondió esbozando una sutil sonrisa.

—Realmente Nicole, soy incapaz de entender a los héroes. Anteponer cualquier vida a la tuya, vidas de personas a las que no les importas lo más mínimo, gente que no recordará ni tu nombre... No me agradan mucho los héroes, ¿sabes? Supongo que porque nunca he logrado comprender porque hacen lo que hacen. Al final, mas tarde o mas temprano, todo héroe encuentra su final ante un mal que les cuesta la misma vida erradicar finalizando en una muerte injusta, como fue la de tu madre.

La mujer colocó un mechón de su dorado cabello tras la oreja comprendiendo a la perfección a lo que Davis se refería. Al final, si decidía seguir un camino como ese, podría encontrar un final similar al de su madre, y con ello, herir a otras personas cercanas a ella. Aún así estaba de acuerdo con ello si de esa forma era capaz de proteger a otros mientras moría haciendo lo que consideraba correcto. Por otra parte, había otra persona allí que era incapaz de comprender aquella forma de pensar de Nicole, Eva. Mientras, Maya, Adán y Jessica simplemente respetaban su opinión, tratando de esforzarse en comprender la motivación de Nicole y las acciones de Linda. Eva era incapaz de comprender a los héroes, aunque eso no significase que no respetase o admirase las hazañas que gente así hacía desinteresadamente, sin embargo escapaba a su razonamiento sacrificar todo por un desconocido, e incluso, por un conocido, pues para alguien como ella había personas con mas prioridad que otras en su al rededor, siéndole imposible ponerlas todas al mismo nivel. Ella jamás podría anteponer a nadie a Adán, fuesen conocidos o no, ni siquiera estaba dispuesta a morir sin saber si dejaría a Adán en buenas manos.

—Ya... —contestó Nicole con un suspiro. —Supongo que me obsesioné con mis ideales a partir del asesinato de mi madre, a partir del odio y la sed de venganza contra los que la asesinaron... —dijo cruzándose de brazos.

—¿Odio y sed de venganza? —preguntó Eva extrañada.

—Tras su funeral, fui a prisión a ver a Nelson Blair. —comentó soltando un pesado suspiro.

—¿Fuiste a ver al asesino de tu madre? ¿Por qué? —preguntó Adán.

—¿Lo habías visto antes de esa visita? —quiso saber Maya.

—No, no lo conocí en persona hasta ese preciso momento. —contestó a la pregunta de Maya. —Aún recuerdo su rostro... A pesar de no habernos visto nunca, aquel rostro no reflejaba ni el mínimo atisbo de confusión o sorpresa, por el contrario, se mostraba sereno y confiado. —Nicole frunció el ceño recordando aquel momento con evidente desagrado. —Ambos descolgamos a la vez el teléfono con el que nos comunicábamos de un lado al otro de la sala de visitas, y entonces escuché su voz en mi oído: “La estaba esperando, Nicole Collins. Apuesto a que tiene muchas preguntas que hacerme.

La mujer guardó un instante en silencio arrojando la mirada al suelo. Sus compañeros, expectantes, esperaban a que la mujer se decidiese a continuar.

—Aquella sonrisa de oreja a oreja, esos ojos que irradiaban una extrema confianza y superioridad... Caí en ese preciso instante en que Blair no tenía la mas mínima intención de ocultar lo que hizo, por el contrario, parecía estar deseoso de contármelo todo y alardear de su hazaña al asesinar a la legendaria fiscal, volviéndose así en un héroe para todos los que habían acabado en prisión por las acciones de mi madre. Me contó hasta el último detalle de como había estado movilizando a sus hombres aún libres desde la cárcel para vigilar y asesinar a mi madre, como incluso me habían tenido vigilada a mi, a Alan, y las otras personas que ayudaron a mi madre con el caso. Supe que no era mentira cuando me contó detalles de mi vida que nadie podría saber si no era alguien de mi entorno... Horario de trabajo, caminos de ida y vuelta de la comisaría, las personas con las que me relacionaba, lugares que frecuentaba, hábitos que tenía... Siguieron con nosotros el mismo procedimiento que aplicaron con mi madre por si tenían que quitarnos del medio o amenazarnos. Al fin y al cabo, sabía que cualquiera de nosotros sospecharíamos que fue él quien mando a asesinar a mi madre, por lo que hizo eso como un seguro para protegerse de nuestras posibles acciones. —la mujer guardó un instante en silencio. —Desde el principio lo tenía planeado, incluso sabía que me presentaría en la cárcel en busca de respuestas.

—¿Y por qué te lo contó todo? Podrías haberlo acusado del asesinato de tu madre para que le cayesen mas años de cárcel, ¿no? Me parece absurdo que te lo confesase todo con tanta facilidad. —comentó Davis frunciendo el ceño.

—Simplemente quería alardear de su hazaña y hacerme daño. No importaba que me contase todo hasta el último detalle, al fin y al cabo, aún sabiendo todo eso, sin pruebas no podía acusarle de nada, y él era consciente de eso. Agentes de policía sobornados, matrícula falsa, armas sin identificación, disfraces para evitar que alguien reconociese a los sicarios, y por último, deshacerse de las armas, trajes y vehículo, incluso el momento, hora y lugar del asesinato... Desde el inicio todo se planteó para no dejar ni una sola prueba en el proceso del asesinato de mi madre.

—Un tipo inteligente... —susurró Eva.

—Bastante. Perdí los papeles tras su confesión, exploté de ira y me obligaron a abandonar la sala, lo último que pude ver por el rabillo del ojo fue a Blair despidiéndome con la mano mientras esbozaba una sonrisa triunfante. El tiempo pasó, e intenté de mil maneras buscar la forma de demostrar que la muerte de mi madre fue causada por Blair, me obsesioné demasiado con aquello...

—¿Lograste demostrar que fue culpa suya?—preguntó Jessica.

—No. No pude. Fue imposible. Jamás logré demostrar que fue Blair, del mismo modo que tampoco logré encontrar a los sicarios que apretaron el gatillo del arma con el que asesinaron a mi madre, no logré absolutamente nada. Nelson simplemente tenía que cumplir con los años en prisión que le cayeron por los crímenes que mi madre destapó de él, además, nunca se logró encerrar a toda la gente que trabajó para él, muchos quedaron libres, tan solo unos cincuenta miembros bajo sus órdenes fueron apresados, pero se sabía que el número de personas que trabajaban para él era mucho mas numeroso, aunque no se sabía con certeza cuantos eran. No tuve mas remedio que abandonar, no solo por el hecho de no encontrar nada, también por Alan y las otras personas que ayudaron a mi madre, muchos de ellos tenían familias a las que proteger, y tenían miedo de que un día alguien asesinara a sus parejas e hijos por continuar tratando de acusar a Blair del asesinato de mi madre.

—Menudo cabrón... —escupió Davis con desprecio.

—A raíz de ese incidente, comprendí aún mas el motivo por el que mi madre llegaba tan lejos para meter entre rejas a gente como Blair. Gente así no hacían ningún bien a la sociedad, mientras existan personas como él libres, siempre habría personas que sufrirían por el bien de esa clase de gentuza. No son mas que parásitos que se alimentan de las desgracias ajenas para fortalecerse, al igual que Michaela. Mi madre no solo me protegía a mi, ella quería proteger a la sociedad, mejorarla, al fin y al cabo si nadie hace nada, si nadie se implica realmente para sacar a esa clase de personas de la sociedad, mas y mas gentuza de la calaña de Blair irán apareciendo propagándose como una plaga por la sociedad, destruyendo los valores de esta y atentando contra los derechos y las libertades de las personas inocentes. Por ese motivo comencé a seguir ciegamente mis ideales como mi madre lo hizo, sintiendo deseos de exterminar toda clase de inmoralidad en la sociedad, a fin de evitar que apareciesen mas personas como ese hombre que matasen e hiciesen sufrir a gente inocente. Sin embargo me di cuenta de que cuantas mas personas metía entre rejas mas aparecían, nunca se acababan, Stone estaba infestada de desgraciados. Los años posteriores, me volqué demasiado con mi trabajo, me obsesioné no como al inicio de mi carrera, sino de de una forma insana. Acababa con algún caso y de inmediato me ponía con otro, y si no tenía a mi alcance los buscaba, me llevaba el trabajo a casa, en mis vacaciones y días libres no paraba de trabajar, dejé de interesarme por completo en relacionarme con los hombres, no tenía tiempo para formar una relación, del mismo modo que a penas salía con mis amigos si estos no me forzaban y me insistían mucho en salir. Trabajo, trabajo y mas trabajo, solo podía pensar en eso, en mi madre, en Blair, y los sentimientos negativos que residían en mi corazón.

—No pudiste acusar de nada a Blair y la tomaste con la sociedad, con esa parte de la sociedad que se dedica a hacer daño a la gente inocente... —comentó Jessica.

—Básicamente. Quise pagar mi frustración y mi odio con otras personas que merecían ser castigadas por sus actos. Pensaba que la única forma de enorgullecer a mi madre, y para no dejar que gente como Blair se saliesen con la suya todo lo que podía hacer era seguir los pasos de mi madre para volverme un azote para las malas personas. Aunque aquello significase soportar las cosas que mi madre tuvo que soportar por seguir ese camino. No fue hasta años después, un par de años antes de la caída de Stone cuando comencé a relajarme un poco por mi propio bien. Alan y el resto de mis amigos mantuvieron varias conversaciones serias conmigo para que me percatase de mis acciones y me relajase un poco por mi propia salud. Alan incluso amenazó con suspenderme indefinidamente de mi trabajo si aún así continuaba trabajando de la manera en la que lo hice los años anteriores. No tuve otra opción que relajarme algo mas, al fin y al cabo mi trabajo peligraba tras la amenaza de Alan. —Nicole suspiró pesadamente. —Esa es toda mi historia, el porque entré en el cuerpo policial y porque motivo llego tan lejos por defender mis principios, valores e ideales. Sin embargo, a pesar de todo eso, jamás pude alcanzar a mi madre, supongo que por los años de experiencia que había de diferencia entre las dos, y porque el mundo se acabó yendo a la mierda con todo el tema del apocalipsis acabando con gran parte de la población del planeta.

Todos quedaron en silencio, ahora, comprendían aún mas a Nicole, incluso Davis, quien a pesar de conocer desde hacía tiempo a Nicole, nunca había sabido del tema mas allá del oficio de su madre y como murió tras su batalla con Nelson Blair.

—¿Y tu padre? —preguntó Jessica notando la ausencia de este en la mayoría de relatos.

—¿Mi padre? Sam, así se llamaba, Era profesor en Stone, era alguien recto, inteligente, un tanto serio y con mucho carácter cuando se enfadaba, lo que le hacía tener discusiones bastante acaloradas con mi madre, quien como él era una persona con bastante carácter. Mi padre se preocupaba mucho por mi madre y por mi, hasta que un día no pudo soportar mas la presión de tener una hija y estar a la vez casado con una mujer “cabezona” como la llamaba él, que por su trabajo nos ponía a nosotros en peligro. Cuando mis padres se divorciaron continué teniendo trato con él, incluso años después cuando se marchó de la ciudad con su nueva familia porque su trabajo así se lo exigía. Podía contar con él cuando le necesitaba.

—No me refiero a quien era, Nicole. —comentó Jessica. —Me refiero a que fue él para ti.

—¿Qué fue para mi? —Nicole se quedó pensativa, cosa que llamó particularmente la atención de sus compañeros. —Supongo que entre él y mi madre, fue el que me dio una educación mas estricta, quien reforzó las enseñanzas que mi madre indirectamente me inculcaba a través de su dedicación a su oficio. Ella por su parte, era algo mas permisiva a la hora de tener en cuenta mis actos y palabras en cuanto a mi educación se refería. También me inculcó el tema de aplicarme a mis estudios y a seguir adelante aprendiendo de mis errores y mejorando en el camino. Tal vez se podría decir que mi padre me aportó cosas relacionadas a la educación y la motivación básica de las personas. —contestó aún dándole vueltas en la cabeza al tema. —A diferencia de Alan, quien era como un segundo padre para mi, o a diferencia de mi madre, mi padre era una personal normal y corriente que no destacaba especialmente en nada, un simple maestro estricto de escuela.

Realmente, a pesar de haber dicho aquello, por la manera en lo que lo dijo y la necesidad de pensar en la pregunta de Jessica, los compañeros de Nicole pudieron intuir que su padre, Sam, no tuvo un papel especialmente importante en su vida, por lo que no sentía tampoco la misma admiración especial que pudo sentir hacia Linda o Alan. Simplemente fue un hombre, padre y profesor normal y corriente que cumplió su labor criando a Nicole. La mujer de cabellos rubios dejó el periódico en el lugar del que Adán lo cogió.

—Creo que deberíamos continuar limpiando este lugar. —comentó observando a sus compañeros.

—Estoy de acuerdo, aún hay mucho que hacer. —suspiró Eva. —Adán, ¿encontraste lo que te pedí?

—Ah... Sí, ahí hay un cuarto de la limpieza con varias cosas que os puede servir. —contestó señalando a la puerta de un pequeño cuarto de la limpieza en una esquina de la sala en la que se encontraban,

—Pues venga, vamos al lío. —dijo Nicole dirigiéndose hacia el lugar con Eva y el resto.

Mientras tanto Puma se acercaba a la pareja para comunicarles el fin de su tarea.

—Chicos, yo ya he terminado mi parte. ¿Cómo vais por aquí? —preguntó el joven con deseos de fumarse un cigarro.

—Pues aún nos falta un trecho, pero si lo terminamos hoy ya cerraríamos por completo la barricada, ¿nos ayudas?— preguntó Alice.

—Estoy un poco agotado, pero vale, entre antes terminemos mejor, y tres son mejor que una y medio.—dijo Puma refiriéndose al único brazo de M.A.

—¿Quieres ver lo que puedo hacer con este medio?— preguntó M.A acercándose a Puma.

—Chicos, chicos, ya basta, cuando dejéis de sacárosla para ver quien la tiene mas grande podríais ayudarme a terminar esto, y preferiblemente con la boca cerrada y la cremallera subida.— dijo Alice metiéndose en medio de ambos.

Los dos jóvenes se pusieron a trabajar sin decir palabra alguna, ni siquiera se miraban.

—Dios mio... ¿Dónde estáis cuando se os necesita chicos? ¿Por qué tardáis tanto?—pensó Alice algo preocupada.

Un fuerte olor golpeó con fuerza la nariz de Eva forzándola a arrugar el rostro. Sus pasos se introdujeron en la sala en la que anteriormente se habían hallado los cadáveres de las víctimas de Jessica, y a medida que entraba, el fuerte olor a amoniaco y lejía se acentuaba. En la sala, se podía apreciar la figura de Davis, quien con una mascarilla cubriéndole la boca y la nariz, retorcía la fregona recién sacada del cubo con una mezcla de lejía y amoniaco. Con ahínco, el joven frotaba con fuerza sobre las manchas de sangre tratando de limpiarlas, casi parecía que trataba de perforar el suelo con el cabezal de la fregona.

—La verdad, no sé que me resulta mas desagradable, si el fuerte olor a sangre de cuando entramos o el olor a lejía y amoniaco. —comentó Eva atrayendo la atención de Davis. —¿No crees que te has pasado? ¿Es que has echado el bote entero de lejía y amoniaco al cubo?

—Pues... Mas o menos. —contestó el joven cesando en su actividad. —Debe ser porque el cubo no tiene agua por lo que huele tan fuerte.

—¿Están abiertas las ventanas?

—Sí, de par en par. —contestó haciendo un gesto con la cabeza en dirección a estas.

—Ya veo... Creo que será mejor dejar esto unas horas vacío y ventilado cuando acabes. no vaya a ser que nos intoxiquemos —suspiró Eva. —¿Y el resto?

—Jessica está enterrando los cuerpos tras el ayuntamiento, cuando termine ayudará con la limpieza. Nicole está ventilando todas las salas y quitando el polvo. Maya está liada limpiando los baños, y Adán está por ahí barriendo. —respondió de inmediato. —¿Y tú donde andabas? No te hemos visto el pelo desde hace rato.

—Estaba inspeccionando el edificio por si había algún podrido oculto o recursos que nos pudiesen servir. Y por esto último estoy aquí. Necesito que dejes la fregona y vengas conmigo un momento.

—Está bien.

Davis siguió a Eva hasta una sala situada a poca distancia de la sala de reuniones del ayuntamiento. Eva abrió la puerta cediéndole el paso a Davis, quien entró con ganas de ver que le quería enseñar su compañera.

—Bueno, ¿que te parece? —preguntó ingresando a la estancia.

La sala en cuestión se trataba de una oficina bien amueblada y equipada. La gran mayoría de muebles eran de madera, dando al lugar un aspecto elegante. Mesas, sillas, armarios, estanterías plagadas de libros, ordenadores de mesas, archivadores, incluso un dispensador de agua y otro de café medio llenos, tenía de todo. Al fondo, había una pequeña habitación llena de cajas de cartón y estanterías, se trataba de un pequeño almacén.

—No está nada mal, la verdad. —comentó frotándose la barbilla mientras observaba toda la estancia.

—Creo que aquí podría estar todo lo que necesitas para llevar la administración del pueblo y sus recursos. Por otra parte te he ordenado toda la sala, ya que estaba patas arriba. Necesito que eches un vistazo a lo que realmente necesitas por si aquí no lo hay y debo de buscártelo en algún otro sitio.

—Entiendo. Dame un momento que inspeccione la oficina.

El joven junto a Eva, no tardó en rebuscar entre todos los cajones e incluso el almacén en busca del material necesario, y afortunadamente, estaba todo. El material de oficina abundaba y había recursos que incluso podrían venirle bien para otra clase de trabajos.

—¿Entonces está todo?

—Sí, no falta absolutamente nada, Eva. De hecho hay espacio incluso para que MA y Puma se pongan a trabajar aquí conmigo si lo veo necesario.

—Me alegro de oír eso. Me acabas de ahorrar el trabajo de buscar por todo el pueblo. —suspiró aliviada al quitarse ese problema de encima. —Aquí podrás trabajar tranquilo. Tienes todo lo necesario y el sitio es espacioso y tranquilo. Es un sitio ideal para trabajar concentrado.

—Sí. Gracias Eva. —contestó sonriendo a su compañera.

—De nada. Y ahora vuelve a coger la fregona y sigue con lo que estabas haciendo. Yo ordenaré las salas y las adaptaré para nuestro uso. Aparentemente hubo aquí personas que tuvieron que usar el edificio como refugio, porque la mayoría de salas están descolocadas o con destrozos.

—Está bien.

El dúo de inmediato se separó para proseguir con sus tareas. Aquel edificio era bastante grande y querían tenerlo terminado y listo para usarse para antes del anochecer. Cuanto menos tiempo perdiesen mejor.

—Chicos, creo que por fin hemos terminado.—dijo Alice muy agotada y quitandose el sudor de su frente.

—Deberíamos volver ya, está anocheciendo y los demás podrían haber llegado ya a casa.—Dijo M.A.

—Me gusta como suena eso... A casa, jejeje... ¿No deberíamos haberlos visto pasar si hubiesen vuelto?— preguntó la joven.

—No necesariamente, podrían estar por cualquier otra calle.—dijo Puma.

—Cierto, sea como sea volvamos ya, estoy deseando asearme.—comentó Alice observando que estaba toda sucia.

Los tres jóvenes se dirigieron a su nueva casa bastante agotados y con pasos cortos. Al llegar allí se encontraron con que el grupo acababa de llegar y por suerte estaban todos de una pieza.

—Chicos ya os contaremos todo, ¿os parece si a las once hacemos una reunión? digo a las once por si alguien quiere asearse o algo.—dijo Eva.

—Me parece perfecto, me alegro de veros bien.—respondió Alice mientras se dirigía a sacar agua del pozo para hervirla y poder asearse.

Horas despues....

Con su estado de nerviosismo común todavía más acentuado, Eva se lanzó por tercera vez sobre la silla presidencial de la sala de reuniones del ayuntamiento. Examinó nuevamente el papeleo colocado en su región de la mesa del que disponía para la compleja organización de los recursos y actividades del pueblo que habitaban mientras agitaba exaltada un bolígrafo deseosa de hincarlo profundamente en el pecho de un gato. Todos sus compañeros se encontraban a su alrededor ocupando sus respectivos asientos tratando de combatir contra el cansancio que los abatía ya a aquellas horas de la noche.

—¿A qué estamos esperando? ¿Empezamos ya? —quebró M.A el silencio molesto anhelando una reunión con su divina cama.

—Falta Puma… —señaló la presidenta enmarcando en su tono la sed de sangre que recorría sus venas—. Le dije expresamente que no llegara tarde, y aquí estamos…

Como si hubiera acudido al canto de su llamada, la puerta de la sala se abrió repentinamente, introduciendo en la tensa reunión al sujeto en cuestión. Un millar de miradas impregnadas con esencia de culpabilidad aguardaron una explicación que nunca se manifestó.

—Dije que la reunión era a las once, y te dije que no llegaras tarde. Son las once y media. La gente está cansada, y quiere dormir, y yo también. ¿Me puedes explicar dónde estabas? —habló Eva rechazando su mutismo como una respuesta válida.

—Lo siento. Me he quedado encerrado en el baño, y…

—Hueles a tabaco desde aquí —le interrumpió visiblemente furiosa—. Si no tienes ninguna excusa mejor, haz el favor de callarte la puta boca, sentarte en la puta mesa y dejarnos empezar la reunión de una puta vez.

Sin el más mínimo signo de protesta, Puma caminó obediente hasta sentarse en la silla que le correspondía, entre Maya y Davis. Nicole, quien se situaba a la izquierda de Eva, la observó con un mal presagio recorriendo su espina dorsal. Por un instante había rememorado la brutal discusión que habían protagonizado en el bar de la aldea. Esperaba que aquella reunión no se convirtiera en otro festival de violencia, y podía apostar con certeza a que el resto pensaba tal y como ella.

—Bien, ahora que estamos todos —comenzó a relatar enfatizando aquel hecho—, podemos empezar. Sé que es tarde, pero hay un par de puntos que deberíamos aclarar antes de irnos a la cama. Lo primero, Maya me comentó hace unas horas acerca de la necesidad de organizar todos los recursos que encontremos en el pueblo, y tanto Nicole como yo hemos estado de acuerdo con ello, así que hemos decidido delimitar un perímetro en el que agrupar los suministros.

—No entiendo —comentó Inma confundida por aquella información—. Creía que íbamos a crear una administración dirigida por Davis.

—Y la crearemos, Inma, pero no te adelantes. Esto es algo completamente distinto —afirmó resolviendo su cuestión—. A lo que me refiero es a que agruparemos todos los recursos en una misma área. De esta forma, tanto su acceso como su protección será más eficiente. ¿Nicole?

Consciente de que le cedía el turno de actuación, Nicole agarró un rotulador de la mesa al tiempo que tomaba un folleto cuyo mapa se había encargado de modificar.

—Aquí está nuestra casa rural —expuso señalando a un punto concreto del papel—. ¿Veis el rectángulo que hay dibujado alrededor de él? Esta es la zona en la que agruparemos todos los recursos. Sabemos que hay cuatro casas unifamiliares que son bastante amplias, dos bares, un restaurante y una iglesia, por lo que tendremos espacio de sobra para crear distintos almacenes para distintos tipos de recursos.

—Efectivamente —apoyó Eva su explicación—. Hemos decidido dividir los recursos en ropa, comida, medicinas, armamento, utensilios y frutos.

—¿Frutos? —preguntó M.A súbitamente sorprendido—. ¿Vamos a ir a recoger manzanas al campo?

—Jessica ha decidido encargarse de cuidar la floristería. Según ella, algunas de las plantas del lugar nos pueden proporcionar alimento y medicinas —aclaró denotando la función de la joven en el plan establecido—. M.A, tú te encargarás de controlar y custodiar el almacén de utensilios, Maya se ocupará del de medicinas, Nicole del de comida, Inma del de ropa y yo me encargaré del de armamento. Pondremos candados y cadenas para cerrar cada uno de los edificios y cada uno de nosotros tendrá una llave del almacén que le corresponda. Nada de hacer copias, así que cuidad bien de ella, porque si la perdéis, afectará a todo el grupo. Esta medida nos servirá como protección por si algún intruso intentara robarnos.

Algunos de los asistentes eran conocedores de que Eva también pretendía evitar robos por parte de miembros del grupo, pero prefirieron enterrar sus palabras para no generar ninguna otra desconfianza innecesaria.

—Mañana, con más calma, designaremos los edificios que corresponderán a cada almacén y comenzaremos a movilizar los recursos. Jessica, ya que la floristería está dentro del perímetro designado, la usaremos de almacén y tú te encargaras de desplazarte allí.

—De acuerdo —aceptó la chica emocionada.

—Igualmente, puesto que el centro médico también se encuentra dentro del perímetro, almacenaremos allí los recursos médicos y lo utilizaremos como tal una vez lo hayamos despejado de zombis. Mientras tanto, usaremos otro edificio —añadió Eva respaldada por la indubitable aprobación de Maya—. Además, para llevar un control de los recursos, y como Inma ya ha dicho anteriormente, Davis ha accedido a encargarse de la administración de los distintos almacenes. Diseñará unas tablas de conteo y nos las entregará a cada uno de los responsables, que debemos cuidar de su buen uso. M.A, Puma, puesto que el pueblo es algo grande para que lo aborde una sola persona, Davis ha pedido vuestra ayuda para realizar la labor. Él os contará los detalles de la función que vais a hacer.

—Sí, veréis, la idea es que…

—Davis, mejor dejemos la explicación para mañana —le interrumpió la presidenta temiendo que fuese a asestarles otra lección de contabilidad incomprensible—. Todavía tenemos un tema más que tratar.

—Está bien —se resignó este con cierta decepción.

—La vigilancia del pueblo, y con esto ya acabamos. ¿Nicole? —anuncio entregando de nuevo el testigo a su compañera, quien orientó por segunda vez la atención del grupo a su mapa.

—El pueblo dispone de tres entradas principales por carretera. Tenemos una al este, otra en el oeste y otra en el suroeste. Estos deberían ser los principales puestos de vigilancia. Debido a la distancia que separa unos de otros, vamos a necesitar tres personas como mínimo. Yo seré la encargada de realizar los turnos y establecer las áreas de actuación de cada vigilante. También hemos decidido dejar fuera de la vigilancia, por el momento, a los compañeros que todavía están aprendiendo, así que los demás vamos a tener que arrimar un poquito más el hombro por ellos.

En este punto, Jessica levantó enérgica la mano dispuesta a resolver una ardiente duda.

—¿Puedo preguntar a quienes habéis dejado fuera de la vigilancia?

—Mi hermano está fuera —esclareció Eva firmemente—. Yo haré los turnos que le habrían correspondido a él. Así mismo, Maya se ofreció a realizar los turnos de Inma hasta que esta se desenvuelva un poco mejor. Tú tendrás que colaborar, Jessica, al menos hasta que tu embarazo esté más avanzado. Somos pocos y hay mucho terreno que cubrir.

—Me parece perfecto —habló ella satisfecha de que las dirigentes hubiesen contado con su utilidad. Inma, por su parte, prefirió mantenerse en el estado de escape que le habían otorgado hasta que hubiese aprendido a controlar su miedo a la hora de enfrentarse a un peligro.

—Bueno, creo que es una tontería decirlo, pero por si acaso, la vigilancia se realizará siempre durante la noche. Por la mañana todos tenemos que trabajar. Hay mucho que hacer hasta que el pueblo esté a punto para vivir en él.

—Podríamos empezar esta misma noche, ¿no? —añadió Puma, quien hasta aquel momento había preservado su lengua en ultratumba por su propia seguridad.

—Ahí quería yo llegar. No podemos —comunicó Eva con convencimiento—. Hay una horda ocupando el campo de fútbol que está junto a la entrada suroeste. Es imposible apostar a nadie sin que lo devoren, así que esa será nuestra prioridad mañana. Tenemos que ir y limpiarlo, pero no todos. No podemos dejar desprotegida nuestra zona segura. Por lo tanto, necesito que unas tres personas me acompañen a primera hora a hacerlo, aparte de Puma.

—Espera, ¿por qué yo? —se alteró el mencionado al comprobar que le había incluido en el plan sin consultar su opinión.

—Porque te pasas el día fumando y bebiendo. Eres un experto en tragar mierda —le espetó generando un coro de risas que se extendió entre la mayoría de miembros del grupo—. Vienes y punto.

—Yo me apunto —se agregó Alice a la lista tras levantar la mano—. Todavía no tengo ninguna tarea que hacer aquí, en la zona segura, así que tengo tiempo de sobra para sacar la basura.

—Yo también voy —añadió al instante M.A—. Me vendrá bien para el cuerpo. Últimamente estoy un poco oxidado.

—¿Algún otro voluntario? —consultó Eva tras la breve pausa que continuó al alistamiento del hombre—. Estaría bien que fuésemos cinco.

—Me gustaría estrenar mi nuevo juego de cuchillos —mencionó Jessica con una sonrisa de picaresca enmarcando sus labios—. Me apunto.

—Perfecto. Mañana quiero a todo el mundo en pie y desayunado a las ocho. Los que tengan labores en la zona segura comenzarán con ellas, y los que vayamos a limpiar el campo de fútbol, nos prepararemos. Davis hará un rápido inventario de los recursos con los que nos marchamos y los recursos con los que volvemos, y Nicole comenzará a establecer los turnos para comenzar con la vigilancia cuanto antes. Si no hay inconvenientes, deberíamos haber terminado la limpieza para el mediodía.

—Sí, vamos, que nos quedaremos allí hasta medianoche —comentó M.A con un humor que no pareció agradar a ninguno de los presentes.

—Ah, una última cosa —concluyó Eva ignorando la ocurrencia—. Dame tu tabaco, Puma.

—Esto… No lo llevo encima —mintió con descaro intentando proteger su tesoro de nicotina.

—¿Me vas a hacer registrarte delante de todos? ¡Porque lo haré! —alzó embravecida su voz levantándose con furia de su silla presidencial—. ¡Dame el puto tabaco, Puma!

El minino no pretendía causar más problemas de los que ya había generado en la reunión ni se sentía con la fortaleza necesaria para enfrentarse a la ira de la mujer, así que tomó el paquete de tabaco de su bolsillo y se lo entregó sin protesta alguna ante la escrutiñadora mirada de sus compañeros.

—Mañana te quiero en la puerta de la casa rural a las seis de la mañana, y más te vale estar allí, ¿entendido?

—Entendido, jefa —contestó en un susurro casi inapreciable.

—Hemos terminado, chicos. Vámonos a casa a descansar.

Veloz, Puma se incorporó con intención de iniciar una conversación con Eva antes de que se escapase del ayuntamiento, pero esta ignoró voluntariamente su presencia y se marchó impasible. El chico permaneció con su vista fijada en la puerta de la estancia mientras el resto regresaba a su hogar, cabizbajo, meditando acerca de la metedura de pata que había cometido. Otra vez.


A la mañana siguiente...

El sol aún estaba algo bajo, y un pesado silencio se apoderaba de Rockrose. La tierra crujía bajo los pies del grupo compuesto por Puma, Eva, M.A, Alice y Jessica, quienes desganados con la labor que tenían entre manos, avanzaban sin mucho que decir entre ellos. Los primeros rayos de sol del amanecer no eran suficiente para hacerles entrar en calor, y el aire gélido no ayudaba a mejorar el humor del equipo de exterminio. Finalmente, sus pasos se detuvieron al llegar al campo de fútbol de Rockrose, junto a la entrada sureste del pueblo. Ya desde antes de llegar a la zona, se podía ver la horda de no muertos allí establecida, quienes como congelados en el tiempo, no hacían ninguna clase de movimiento, simplemente permanecían de pie mirando a la nada, como decenas de árboles marchitos sobre un terreno frío y muerto.

—Bien... —suspiró Eva viendo la zona a la que se dirigían a varios metros de distancia. —No creo que vayan a suponer mucho problema, son extremadamente lentos debido a su avanzado estado de descomposición, ¿verdad, Puma?

—Por supuesto. —respondió instantes antes de emitir un sonoro bostezo. —Les cuesta pillarte aunque pases al lado de ellos, ya lo comprobé yo en la primera expedición que hicimos.

—Aunque son muchos... —comentó Jessica. —Por muy lentos que sean, sería peligroso si nos acorralasen.

—¿Entonces? ¿Nos separamos? —preguntó Alice.

—Eso es lo que estaba pensando. —respondió Eva. —La zona es bastante amplia. Está el campo de fútbol, la pista de padel, la de tenis, y ese pequeño gimnasio de allí. Será mejor separar la horda en grupos mas reducidos. Hay que tener en cuenta que tenemos que vigilar en todo momento que tengamos espacio para movernos libremente o escapar por si algún motivo se volviesen una amenaza.

—¿Cómo lo hacemos? —quiso saber M.A.

—El gimnasio parece cerrado, así que probablemente no hayan muchos en su interior, o tal vez ninguno. —la joven posó su mirada sobre Jessica. —Tú te encargarás de ese sitio. No tienes demasiada práctica con tu nuevo equipamiento de cuchillos, por lo que te vendrá bien enfrentarte a solo unos pocos para así poder practicar.

—De acuerdo, yo me ocupo.

—M.A, tú te ocuparás de la pista de tenis, y Alice tú hazte cargo de la pista de padel.

—Vale. —respondió Alice.

—Yo me ocupo. —contestó su pareja.

—Y nosotros nos encargamos de lo mas gordo, ¿no? —comentó Puma.

—Sí. Nosotros dos nos ocuparemos del campo de fútbol, que es donde mas podridos se acumulan.

—Está bien.

—Ahora bien, no os toméis esto con toda la tranquilidad del mundo solo porque los enemigos sean muy lentos y vulnerables por las condiciones en las que están. Vamos a espabilarnos, cuanto antes acabemos mejor. Tenemos que ayudar a los demás con el tema de levantar las barricadas, aún hay demasiado trabajo que hacer con ese tema.

Tras responder sus compañeros afirmativamente, el equipo de exterminio continuó adelante para llevar a cabo la matanza. Siguiendo el plan de Eva, el grupo se disgregó separando a los muertos en grupos reducidos. La tarea era extremadamente fácil. Los no muertos reaccionaron con bastante lentitud ante la presencia de los humanos, aún cuando estos no hicieron nada por ocultarse o evitar llamar la atención de los enemigos. Se movían con extrema lentitud, e incluso el hecho de abrir sus bocas para emitir sus característicos fúnebres cánticos era una tarea que les resultaba de lo mas pesada. Casi no hizo ni falta obligarlos a separarse demasiado. Con rapidez, uno a uno aquellos árboles marchitos eran talados por cada uno de los miembros del grupo, cayendo abruptamente al suelo. Era coser y cantar.

Jessica por su parte empleó su Bowie para acabar con unos pocos podridos dentro del gimnasio, la verdad es que el número de estos eran muy inferior a los que había fuera, y como esos, estos tampoco le estaban causando ningún problema en especial gracias al estado aletargado en el que se encontraban. Como dijo Eva, le estaba viniendo bien para practicar y adaptarse al Bowie y la pareja de navajas. Ya el tema de los cuchillos lanzadores lo entrenaría por su cuenta, con un objetivo completamente inmóvil y cuando no tuviese ninguna prisa. Finalmente todos cayeron muertos.

—¿Ah?

La joven se percató entonces de una habitación oculta entre las sombras internas del edificio, pero lo que llamó su atención fue un sonido extraño que creyó haber escuchado provenir de allí dentro. Con el Bowie en mano, Jessica se encaminó hacia la sala cerrada por una puerta de cristal, la cual chirrió cuando la mano de la joven la abrió lentamente mientras asomaba la cabeza para ver su interior. Apenas unas luces del exterior que entraban por alguna ventana, dejaban apreciar que se trataba de un amplio baño en el que se apilaban varias filas de taquillas azules, bancos, duchas y orinales, entre otras cosas. Nuevamente un sonido se escuchó provenir entre las filas de taquillas. Era un sonido líquido, crudo, desgarrador, viscoso... Era como si alguien estuviese comiendo carne cruda. El ligero olor a sangre y a podrido le hizo pensar en que un no muerto estaba devorando a alguna víctima, cosa que se lo confirmó de inmediato un lastimero gemido, sin embargo, de fondo, se escuchaba un segundo sonido castañeante que por algún motivo la hacía dudar en continuar avanzando. La joven suspiró, debía limpiar el lugar, no era mas que otro no muerto, ¿por qué dudaba? La joven frunció el ceño y se internó entre las taquillas hasta que finalmente encontró al no muerto, sin embargo...

—¡¡Ah!!—La joven se sobresaltó.

Bajo la tenue luz de la mañana proyectada a través de una ventana cercana, dos figuras podían hallarse, una en el suelo, y otra arrodillada sobre la primera devorándola con evidente ansia. Sin embargo, lo que sobresaltó a Jessica no fue la escena en sí, sino que el podrido que gemía lastimosamente era la víctima que estaba siendo devorada en el suelo, y la segunda figura humanoide era algo que no había visto antes. La segunda criatura de golpe dejó de masticar a su víctima al percatarse de la presencia de Jessica, quien retrocedió al darse cuenta de esto. Entre temblores, la criatura ladeó lentamente la cabeza fijando su pupila roja en el rostro de Jessica, y tras unos instante observándola en silencio, sin detener aquellos extraños temblores, hizo algo que asustó a la joven. La criatura abrió y cerró su mandíbula repetidas veces a una velocidad sorprendente, emitiendo un sonoro castañeo ante el potente impacto de sus dientes. Sin detener aquel espeluznante acto, ni los temblores de su cuerpo, la criatura, completamente desnuda y carente totalmente de vello, se levantó lentamente volteándose.

Jessica retrocedió ante aquel ser que nunca antes había visto. Parecía un muerto viviente mas, sin embargo era muy diferente. Estaba extremadamente demacrado, hasta el punto en el que su vientre se hundía hacia dentro. Sus brazos y piernas, especialmente estas últimas, eran mas prolongadas que las de una persona o zombi común, lo que le daba cierta altura al permanecer en pie. Todos y cada uno de sus huesos se apreciaban visiblemente bajo su piel y carne, la cual parecía actuar como un traje de neopreno que marcaba toda su estructura ósea. Incluso en algunas zonas de su cuerpo, sus huesos sobresalían un poco entre la piel y la carne, como la frente, los pómulos, su clavícula, o costillas, incluso las puntas de sus dedos en manos y pies, dándoles un aspecto de garras curvadas. Algo que Jessica destacaría sin dudas, es que aquellas partes de hueso que sobresalían poseían una atípica coloración negra en vez de blanca, e incluso la tonalidad de la piel de la criatura era de un marrón oscuro, como si estuviese extremadamente bronceado por el sol. Casi podía ver su reflejo en aquellas pupilas inyectadas en sangre que no dejaban de mirarla.

La temblorosa criatura dio un paso adelante sin detener el incesante, veloz, y sonoro castañeo, mientras a su espalda, el no muerto al que estaba devorando, con sus piernas rotas, carecía de la totalidad de su vientre, pudiendo verse sobresalir entre los restos de carne parte de su columna vertebral. No podía hacer nada mas que lamentarse mientras que inútilmente extendía su brazo como si tratase de alcanzar a Jessica. La chica retrocedió mas. Aún sin haber podido establecer combate con aquel ser, sabía que no podría vencerlo fácilmente, parecía bastante resistente físicamente. La criatura dobló entonces sus rodillas.

—¡¡¡JODER!!!

Jessica velozmente se apartó en cuanto la criatura se impulsó rápidamente hacia adelante, acabando por estamparse con una de las taquillas provocándole una abolladura en esta. El incesante castañeo de dientes se escuchaba tras ellas, así como los pasos del no muerto, el cual corrió en su dirección. La joven jadeaba mientras sorteaba las filas de taquillas sintiendo como el extraño podrido que la perseguía chocaba una y otra vez con alguna taquilla cada vez que tenía que doblar una esquina. Parecía correr bastante rápido en línea recta, sin embargo, a la hora de cambiar de dirección le costaba parar para cambiar de dirección.

—¡La puerta! —exclamó viendo la entrada del aseo.

Velozmente la puerta se abrió de golpe, y tan rápido como lo hizo, Jessica la cerró viendo a la criatura corriendo en su dirección a través del cristal. Jadeando, la joven no detuvo sus pasos tratando de escapar del gimnasio, pero entonces, el fuerte estallido del cristal de la puerta la sobresaltó. La joven vio la puerta a varios metros de ella, y con los nervios a flor de piel, escuchando el castañear de los dientes de la criatura tras ella, echó un vistazo hacia atrás para ver como de lejos estaba del podrido.

—¡¿Ah?!

Fue entonces cuando el extraño no muerto se forzó a sí mismo a detenerse derrapando con sus pies desnudos sobre el suelo del gimnasio, hasta que finalmente se detuvo. ¡¿Qué demonios hacía?! ¡¿Por qué había dejado de perseguirla?! ¡¿Pero qué...?! El no muerto se puso a cuatro patas, y con un sonoro chasquido, sus rodillas se hundieron hacia adentro modificando la forma de sus piernas, logrando doblarlas como si de un animal cuadrúpedo se tratase. ¡¡¿No me digas que va a...?!!! La criatura se impulsó a una gran velocidad, con las piernas trasera e iniciando una persecución a cuatro patas que le daba un extra de velocidad. ¡¡La iba a coger de inmediato!! Jessica corría tanto como le era posible, sin parar de jadear, necesitaba llegar a esa puerta de inmediato. Se acercaba cada vez mas y mas, los sentía casi al lado de su oído, aquel incesante y sonoro castañear imparable de las mandíbulas de la criatura. ¡¡Rápido!! ¡¡¡Rápido!!! ¡¡¡¡MAS RÁPIDO JODER!!!! La puerta del gimnasio se abrió de inmediato de un sonoro portazo, sin embargo, Jessica no cesó su huida.

—¡¡¡Ah!!!

Jessica sintió como su corazón se detenía en cuanto se percató de como la figura de la criatura se encontraba suspendida en el aire, cayendo hacia ella con sus manos y garras apuntando a su rostro. Sin siquiera pensárselo, la chica se lanzó al suelo sintiendo como la criatura la golpeó fuertemente con el pie en la cabeza haciendo que se diese cuenta de como de cerca había estado de ella.

—¡¡¡¡SOCORROOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!!! ¡¡¡QUE ALGUIEN ME AYUDEEEEEEEEEE!!!

Tan pronto como gritó a pleno pulmón, su voz llegó a los oídos de sus compañeros.

—¡¿Jessica?! —exclamó Alice sacando la Scramasax del cráneo del último podrido que eliminó.

La joven corrió en dirección al gimnasio, viendo a lo lejos a M.A dirigirse en esa dirección.

—¡¡¡¡AUXILIOOOOOOOOOOOO!!!!

Eva miró en la dirección en la que vino la voz de Jessica.

—¡¡Joder!! ¡¡¡Puma!!! —exclamó mirando a su compañero antes de correr hacia el gimnasio seguida del joven.

Jessica retrocedió con el Bowie en mano. La criatura castañeaba sus dientes aún mas rápido y con mas fuerza, casi era imperceptible a los ojos de Jessica aquel veloz movimiento de mandíbulas. Aún sobre sus cuatro “patas”, la criatura había aumentado también la intensidad de sus temblores, casi pareciendo que estaba sufriendo violentos espasmos. La criatura comenzó a desplazarse hacia ella andando ligero, con movimientos arácnidos, para de inmediato impulsarse hacia Jessica logrando caer sobre esta.

—¡¡¡¡Aaaaaarrrrrggggghhhhh!!!!

Su Bowie se desplazó lejos de ella. La criatura la apresó contra el suelo sujetándola con gran fuerza de los tobillos y muñecas concentrando su fuerza y peso corporal en sus pútridas manos y pies, impidiendo a su víctima levantarse. Entonces, para sorpresa de Jessica, el incesante castañeo de la criatura cesó de golpe. Fijando sus rojizas pupilas en la joven, lentamente la criatura alzó la cabeza abriendo su boca, haciendo unos extraños movimientos con su mandíbula inferior.

—¡¡¡SOCORROOOOOOOOOOOO!!! —gritó tratando de forcejear inútilmente contra el podrido. —¡¡¡Ah!!!

La joven vio tan asombrada como horrorizada como la boca de la criatura se ensanchó y se alargó haciéndose mas grande, haciendo que toda la piel de su cara se tensara en el proceso. Aquello le recordó a cuando las serpientes desencajaban su mandíbula para poder tragarse a una presa que la superaba en tamaño. Y ahora entendía lo que iba a hacer con ella. Lentamente la criatura dirigió su gran boca oscura y húmeda en dirección a su rostro.

—¡¡¡Aaaaaaaarrrrrrrrgggggghhhhhh!!!

De repente los ojos de la criatura giraron en una dirección, y un potente golpe lo lanzó lejos de Jessica.

—¡¿Estás bien, Jessica?! —preguntó Eva ayudándola a levantarse.

—¡Sí! ¡Gracias por venir, Eva! —exclamó abrazándose a ella.

—De nada. —la joven apartó a Jessica lentamente. —Coge tu cuchillo.

—Eva...—la llamó Puma tras ella. —La hoja de tu alabarda.

—Lo sé... —respondió viendo como no tenía ni una sola gota de sangre. —Y le he dado.

—¡Jessica! —exclamó M.A llegando al lugar junto a Alice. —¡¿Estás bien?!

—Sí. Pero hay que ocuparnos de esa cosa. —respondió señalando con el dedo.

La criatura hizo sonar nuevamente sus rodillas para erguirse sobre sus piernas, y lentamente, sus mandíbula se recogió volviendo a la normalidad. Poco a poco sus castañeos comenzaron de nuevo.

—¡¿Qué mierdas es esa cosa?! —exclamó Alice tan sorprendida como horrorizada al ver a una criatura nueva.

—Parece un zombi, pero es distinto a los que nos hemos ido topando... —dijo Puma mientras mantenía la guardia al lado de Eva.

—¿Lo podremos matar como al resto, no? —preguntó M.A.

—Le he golpeado en la sien izquierda con el filo de mi alabarda para quitárselo de encima a Jessica... Y aún sigue en pie... —contestó la joven agarrando con mas fuerza el mango del arma. —Aunque le he hecho una buena herida con ese golpe. Por cierto, Jessica, ¿sabes qué demonios es eso negro que tiene en la frente?...

—Creo que eso negro es su cráneo, Eva. —contestó Jessica. —Solo fíjate bien en su clavícula, pómulos o costillas.

—¿Sus huesos son negros? —preguntó Alice. —Que bicho mas raro...

La criatura torció la cabeza entre temblores observando a los recién llegados. Lentamente se encorvó cerrando un poco los ojos, y con movimientos lentos y serpenteantes, giró el tronco a izquierda y derecha mirando a los cinco humanos.

—¿Qué coño está haciendo?... —preguntó M.A sintiéndose inquieto.

—Nos está analizando... —contestó Puma frunciendo el ceño.

—Va a por Jessica. —dijo Eva percatándose de como no apartaba las pupilas rojizas de la chica que se ocultaba tras ella. —Creo... Creo que va a por Jessica porque la considera la mas débil.

—¿Cómo sabes eso? —preguntó M.A extrañado por sus palabra.

—No sabría decirte, pero esa es mi intuición... Hay animales que hacen eso, se centran en atacar a la presa que consideran mas débil y vulnerable, o la que mas miedo tiene.

—Genial... —susurró Jessica.

La criatura dobló sus rodillas y corrió en dirección a Eva.

—¡¡En guardia!! —exclamó Eva.

La criatura saltó en un intento de caer tras Eva, donde Jessica se encontraba, pero de inmediato la bola de acero de la maza con cadena de M.A lo golpeó en las costillas derribándolo. La criatura velozmente se levantó intensificando sus castañeos y temblores. Puma y Alice cargaron contra él con la Falcata y la espada nazarí. Con una velocidad ascendente, el filo de la espada nazarí penetró por debajo la mandíbula, sin embargo, Puma se sorprendió al sentir como tocó el hueso sin quebrarlo perforando así el cerebro de la criatura. Aquel ataque no cesó ni los castañeos ni los espasmos del podrido. Ante la sorpresa del joven, la criatura agarró su cuello con ambas manos perforando lentamente la nuca de Puma con sus uñas curvadas, sin embargo, este no sintió dolor alguno debido a las habilidades que el Agua Gris le otorgaba.

—¡¡Puma!! —exclamó Alice.

La Falcata de la chica descendió con fuerza en la nuca de la criatura, sin embargo, su cabeza no cayó cercenada, aunque logró abrir una buena herida ante el potente tajo de su arma dañando sus huesos.

—¡¡Alice, ayuda!! —exclamó Puma.

El joven agarró con fuerza el cuello del no muerto y empujó hacia atrás tratando de alejar aquellas mandíbulas castañeantes de su cara. Abría y cerraba la mandíbula con tanta fuerza y velocidad que tan solo le bastaría una fracción de segundo para devorarle no un pedazo de cuello, sino este prácticamente en su totalidad.

M.A cargó hacia adelante chocando contra el podrido haciéndolo caer de espalda para alejarlo de Puma.

—Gracias, rubiales.

—De nada, gato.

—¡Sus huesos son muy duros! —exclamó Alice alejándose de la criatura.

—Ya nos hemos percatado de ello. —respondió Puma recuperando su espada nazarí del suelo.

La criatura se levantó de un salto, y nuevamente, se puso a cuatro patas haciendo chasquear sus rodillas hundiéndolas hacia dentro.

—¡¡Tened cuidado!! —exclamó Jessica. —¡¡Cuando se pone así se vuelve mucho mas rápido!!

El grupo se preparó de nuevo para el ataque. No sabían exactamente cual podía ser el punto débil de aquella clase nueva de zombi, hasta que...

—¡¿Ah?! —Eva exclamó al percatarse de algo.

Un hilo de sangre estaba saliendo de la herida de su sien izquierda, el lugar donde le había golpeado con el filo de su alabarda. Puede que un golpe no le hiciese nada, y mucho menos en diversas zonas de su cuerpo, pero... ¿qué sucedería si se concentrasen varios golpes fuertes en un mismo punto? Sus huesos eran bastante duros, pero no indestructibles.

—¡Concentrad vuestros golpes en su sien izquierda! —ordenó Eva.

—¡De acuerdo! —contestaron al unísono.

La criatura se acercó con movimientos arácnidos para previamente impulsarse hacia la espalda de Eva. Pero entonces la dueña de la alabarda alzó su arma sobre su cabeza y la dejó caer con fuerza sobre el cráneo de la criatura que ya estaba suspendida en el aire para devolverla abrúptamente contra el suelo. Tan pronto como cayó trató de ponerse de pie sobre sus cuatro “patas”, pero nada mas hacer esto la alabarda de Eva lo barrió nuevamente de un fuerte golpe en la sien izquierda, lo que provocó un sonido del hueso agrietándose. La criatura caída de espaldas al suelo trató de levantarse, pero Alice saltó sobre él rápidamente ensartándole en el pecho con su Falcata tratando de que no se pusiese en pie, para posteriormente apuñalar su sien herida con la Scramasax, escuchando nuevamente el sonido del hueso agrietándose, así como el filo del arma introduciéndose un poco mas en el cráneo de la criatura.

La criatura no dejaba de castañear los dientes con mas velocidad mientras emitía un gruñido con su garganta. A Alice le sorprendía que sus dientes no se partiesen a pesar de la fuerza y velocidad con la que hacía aquellos movimientos, así como el extraño temblor que se apoderaba de su cuerpo.

—¡¡Ah!!

Alice distraída no lo vio venir, y un veloz movimiento de la garra de la criatura arañó su brazo provocando una fea herida por todo su bíceps provocando que ríos de sangre blanca recorrieran todo su brazo. La joven gritó de dolor, y ante el olor a sangre la criatura se removió con fuerza tratando de quitársela de encima para pegarle un bocado a aquel jugoso brazo ensangrentado.

—¡¡¡ALICE!!! —gritó M.A corriendo en su ayuda.

El no muerto la lanzó lejos de él. Velozmente modificó su forma de moverse para poder sostenerse sobre sus dos piernas, tiempo que M.A empleó para abalanzarse contra él y golpearlo con la maza en la sien provocando que por un momento perdiese el equilibrio. Entonces Jessica apareció tras su compañero y empujó a la criatura contra el suelo, y aprovechando el desconcierto de esta, clavó una de sus navajas en la sien, logrando que permaneciese clavada sin caerse. Ambos forcejearon unos instantes, pero el fuerte puntapié que Puma le propinó a la navaja terminó por hundirla en su totalidad en el cerebro de la criatura al lograr atravesar finalmente su duro cráneo con la hoja del arma. El podrido cayó muerto al instante, cesando el desquiciante sonido de su mandíbula chasqueando.

Jessica suspiró aliviada.

—Por fin... Pensaba que no lo mataríamos nunca... —comentó recuperando su navaja.

—Es muy valiente lo que has hecho al lanzarte de esa forma encima de él para atacarle y alejarlo de M.A. —comentó Puma ofreciéndole la mano para levantarse.

—Gracias. —respondió con una sonrisa tomando la mano de su compañero.

—¡¿Estás bien, Alice?! —preguntó M.A ayudando a su pareja a ponerse en pie.

—Sí, no te preocupes. Duele, pero no es nada grave. —comentó viendo las heridas abiertas de su bíceps. —Seguramente me cure en cuanto Maya me eche algún medicamento y me vende la herida.

—¿Sabes? Ahora es cuando tendrías que dar gracias a Esgrip por infectarte con su virus. —comentó Puma. —Quien sabe si ese arañado pudo infectarte. No es muy superficial que digamos.

—Tú también se lo deberías de agradecer entonces. —dijo Eva acercándose.

—¿Yo?

—Te ha clavado las uñas en la nuca.

El joven se llevó la mano a la nuca para sentir de inmediato un líquido caliente.

—Mmmm... Ya veo. —comentó simplemente mirando su mano manchada de aquella característica sangre blanca que tenían los humanos infectados por el Agua Gris.

—Así que la forma de matar a este bicho es golpearlo varias veces en un mismo punto de la cabeza... Interesante. Esperemos no toparnos con mas bichos así, sería muy problemático si queremos quedarnos a vivir aquí. —comentó Eva examinándolo.

—¿Será una nueva mutación por los efectos de la radiación? —preguntó Alice.

—Lo dudo. —respondió Puma. —Aquí no hay nada de radiación, y en las cercanías como la aldea en el que estábamos, el índice de radiación era tan bajo que no suponían un problema incluso para nosotros.

—Bueno, eso da igual ahora. —dijo Eva. —¿Ya habéis limpiado vosotros tres vuestra zonas de podridos?

M.A y Alice respondieron afirmativamente.

—Yo acabé con todos salvo con uno que estaba devorando ese. —señaló con el dedo al podrido recién asesinando.

—¡¿Devorando a otro podrido?! —exclamó Alice sorprendida.

—Vamos, no me jodas, ¿ahora hay zombis caníbales? —preguntó Puma.

—¿Sigue vivo el podrido al que se estaba comiendo? —preguntó M.A.

—Bueno, vivo no creo que sea la palabra para definir a un zombi. —comentó Eva. —Aunque tampoco muerto...

—Sí. Está en los aseos del gimnasio. —contestó Jessica.

—Pues vamos a acabar con él y volvemos a la casa a ver si el resto necesitan ayuda con algo. Por lo demás, Nicole ya podrá establecer el tema de la vigilancia en el pueblo. —dijo Eva.

Finalmente, con toda la zona despejada de podridos, el grupo se dio media vuelta para volver a casa, deseando no volver a encontrarse con un zombi de aquella clase, aunque por si acaso, avisarían del nuevo enemigo descubierto al resto del grupo por si se daba el caso en el que aparecía alguno mas, que estuviesen preparados para matarlo.

Una ornamentada puerta de madera robusta resguardaba de los fríos vientos del exterior a un joven chico. Inma le observó a través de la vidriera sentado sobre un taburete sin alcanzar a adivinar en qué se encontraba inmerso, pese a que podía deducirlo. Escribir era la única tarea que parecía motivar a Adán en aquellos tiempos exceptuando sus conversaciones con el resto del grupo. Avistó el cártel en el que se podía leer el nombre de aquel bar antes de adentrarse en él.

—Daddy’s moonlight, ¿eh? Desde luego, el nombre es tan excéntrico como la decoración —comentó internamente mientras examinaba curiosa el local.

A la notoria antigüedad de las mesas y la barra, se añadía un billar cuyo tapiz se hallaba tan desgastado que apenas se podía jugar en él, una diana sin dardos y un biombo que separaba la zona de los servicios del resto del lugar. Ni siquiera la inexistente iluminación o el pestilente olor que superaba a cualquier muerto viviente invitaban a tomar una copa en semejante antro. Inma no pudo evitar pensar en aquel bar como un club de moteros, un puticlub oculto o una tapadera de la droga.

—Madre del amor hermoso —exclamó acercándose hacia la barra en la que estaba Adán—, ¿cómo puedes estar aquí dentro? Es insoportable.

—Yo estoy bien. Aquí no hay nada de ruido. Así me concentro mejor —le argumentó sin cesar en ningún momento la escritura que estaba realizando.

—No me extraña. Ni el ruido tiene narices a atravesar esa puerta —bromeó Inma mientras abría las ventanas para ventilar el interior—. Creo que no entraba en un sitio de estos desde que me perdí en la ciudad y tuve que pedir indicaciones. El ambiente es… denso, muy denso.

—¿Tú no tienes nada que hacer? —la sorprendió el niño con su espontanea cuestión.

—He preguntado a Davis si me necesitaba para el inventario que estaba haciendo, pero me ha dicho que se las puede arreglar solo hasta que vuelvan Puma y M.A. También he ido a ver a Nicole, pero está entrenando, y mi prima se ha quedado en la casa rural terminando de limpiar. Según ella, estaba todo hecho un desastre. Me habría quedado a ayudarla, pero me ha pedido que te buscara porque no te había visto desde el desayuno. Y aquí estás, pequeño granuja. Me he recorrido media zona segura hasta que te he encontrado.

—Es que Maya no paraba de ir de un sitio a otro de la casa y hacía mucho ruido. Por eso me he venido aquí —protestó Adán aclarando el motivo de su fuga—. Tampoco me he ido tan lejos.

—Vale, pero la próxima vez que vayas a algún sitio, avísanos primero. Podrías perderte, o te podría pasar algo, y no quiero que Eva cuelgue mi cabeza en una pica. Soy muy joven para morir. ¿Entendido?

—Entendido, Inma —aceptó el chiquillo anhelando su silencio.

—Y, dime, ¿cómo vas con el libro? —curioseó la chica sentándose en el taburete junto a él.

—Bien. Voy rápido. Ahora estoy escribiendo la parte en la que nos conocimos.

—¿Puedo? —consultó alargando su brazo hacia el cuaderno en el que plasmaba la historia.

—Claro.

Tan solo fueron necesarias unas palabras para que Inma sintiera como la ortografía de Adán le provocaba pequeñas lágrimas de sangre, pero decidió conservar la opinión en su mente para no desmotivarle. No era un desastre que no se pudiese arreglar en el futuro.

—Vaya, veo que es bastante exacto a lo que pasó —denotó al tiempo que leía y recordaba el asalto zombi en la casa donde su hermana les había rescatado de morir devorados—. La verdad es que tiene bastante mérito, teniendo en cuenta que tú no estabas allí dentro.

—He ido preguntando a los demás lo que recuerdan de aquel momento cuando estábamos en la aldea —explicó orgulloso de su dedicación—. Quiero escribir todo lo que paso y cómo pasó.

—Bueno, pues yo tengo algo que añadir —reveló Inma arrebatando el bolígrafo a Adán para anotar un apunte en la hoja de aquel capítulo—. Aquí fue cuando me disloqué el hombro. No se me va a olvidar nunca. Parece que haga años de eso…

—¿Cuándo te discolaste el hombro? —preguntó el niño confundido.

—Cuando me rompí el brazo. ¿Recuerdas que lo llevaba en un cabes… o sea, una cosa azul para que no se moviera?

—Ah, sí, es verdad. Déjame, que lo voy a poner —exclamó recuperando con ansia su preciado cuaderno.

—Sí, sí, tranquilo, fiera —habló Inma sonriente ante tal entusiasmo—. ¿Sabes? Tenemos que seguir practicando con el arco cuando tengamos huecos libres, aunque ya casi eres mejor que yo. Había pensado que podíamos ir a algún lugar despejado del campo y…

El sonoro retumbar que causó la puerta al abrirse le impidió concluir su propuesta. La pareja de escritores contempló a Maya irrumpiendo sofocada en el bar.

—Menos mal que estáis aquí —anunció sin demora su alivio—. Tenéis que venir conmigo.

—¿Por qué? ¿Qué ocurre? —se incorporó Inma de su asiento alarmada.

—Tenemos un problema, y de los gordos. Ahora lo veréis. Venid conmigo. ¡Ya!

Tras la salida de Maya del local, Inma y Adán corrieron tras ella preocupados por la situación que impacientaba a la joven.

Tan solo necesitaron medio minuto para ubicarse en la carretera principal del pueblo junto a la casa rural, donde la dirigente se detuvo. Tanto Inma como Adán observaron que Nicole ya se hallaba allí analizando una imagen que parecía mantenerla absorta.

—Ay, señor —murmuró Inma uniéndose a la visión intranquila de su compañera.

Como mínimo una treintena de cadáveres había surgido sin previo aviso por el camino que desembocaba en la zona contraria de la carretera. No habrían supuesto preocupación alguna si los hubiesen observado tan aletargados como el resto de pobladores del pueblo, pero aquellos se desplazaban a la velocidad de un humano corriente. Si no los detenían, no iban a necesitar ni media hora en invadir la carretera.

—¿De dónde demonios han salido? Creía que por ahí no había más que campo. Ni siquiera sale marcado en el mapa —refunfuñó Nicole molesta por su falta de previsión ante el suceso—. Inma, ¿vosotras fuisteis por allí?

—No. Eva dijo que era perder el tiempo, ya que toda esa zona no estaba en el mapa y solo parecía haber tierras —expuso arrepintiéndose de la decisión por la que su líder de grupo había optado.

—Pues está claro que metimos la pata hasta el fondo. Esos muertos tienen que venir de algún lado, y nos van a dar bastante por saco —intervino Maya angustiada.

—Adán, ve a buscar a Davis al ayuntamiento. ¡Corre! Le vamos a necesitar para deshacernos de estos muertos —ordenó Nicole asumiendo el mando al chico, quien voló sin mediar palabra hacia el lugar indicado.

—Espera, ¿cómo que vamos a deshacernos de ellos? ¿No sería mejor esperar a que vuelvan los demás? —propuso Inma asustada por la idea de enzarzarse en un enfrentamiento contra la horda.

—No hay tiempo. No sabemos cuándo terminarán los demás de limpiar el campo de fútbol, y no podemos arriesgarnos a que se acerquen más y nos acorralen. Tenemos que encargarnos de ellos ahora.

—¿Y qué hay de los walkies? Podemos avisarles de lo que está pasando.

—Ya lo había pensado, Inma, pero se han llevado los dos. Ellos los necesitaban, y se suponía que estábamos en una zona segura. Qué mierda… —explicó Nicole visiblemente decepcionada por la contrariedad—. Nos tenemos que apañar nosotros solos.

Inquieta, Inma comenzó a recordar las lecciones en las que Eva la había instruido durante los entrenamientos hasta que se percató de que su prima se encontraba sujetándose la cabeza con una clara mueca de molestia.

—Maya, ¿estás bien? ¿Estás viendo algo? —susurró asegurándose de que Nicole no las podía escuchar.

—No, no, pero… no sé, me duele bastante la cabeza, y no es el momento —aclaró tratando de ignorar la migraña que taladraba su cerebro.

El trío se alertó cuando una voz grave las llamó repentinamente, girándose al unísono para descubrir a Adán regresando a la carretera junto con un sofocado Davis.

—Chicas, ¿qué pasa? Adán me ha comentado algo de unos zombis, pero… Joder —expresó tras cerciorarse del cúmulo de muertos que les aguardaba—. ¿De dónde coño han salido?

—Ni idea, pero hay que librarse de ellos. ¿Llevas tu lanza? —preguntó Nicole equipándose con sus Kukri, siendo correspondida por Davis al desplegar su arma personal—. Bien, creo que nosotros dos podremos con ellos. No es necesario que nos arriesguemos todos. He enfrentado hordas peores que estas.

—Voy a por el arco. Os ayudo desde aquí —se agregó Adán a la comitiva corriendo hacia la casa rural.

—Vale, pero os estoy vigilando. Si veo que necesitáis ayuda, iré a echar una mano —añadió Maya dispuesta a servir de apoyo antes de observarles marchar con sigilo hacia el grupo zombi, supliendo el silencio en el que Inma se mantuvo.

Nicole y Davis se aproximaron con rapidez a los zombis aprovechando la distracción que les generaba la búsqueda de carnada. Una vez se posicionaron cerca, la mujer le envío una seña a su compañero. Ambos comprendían que debían liquidarlos antes de que formaran un grupo que constituyese un auténtico peligro. Nicole fue la primera que actuó, perforando el cráneo de uno de los cadáveres con su Kukri de empuñadura negra. Davis prosiguió el exterminio cercenando al zombi contiguo con una de las hojas de la lanza.

Un agudo chillido sobresaltó a Inma cuando Maya cayó súbitamente sobre el asfalto y aferró ambas manos a su cabeza como si fuera a estallar. La conciencia de ambas coincidió en el acto que ocurriría a continuación. Estaba sufriendo otra de sus visiones. La vidente se concentró en recordar a la persona con la que había tenido contacto físico por última vez, pero las imágenes se desplazaron tan rápido por su cerebro que fue incapaz de adivinarlo.

Una lanza que intentó clavarse fallidamente en un cráneo fue lo primero que pudo distinguir.

—¿Pero…

—Davis, ¿que está…

—¡Retrocede!

—¡No, no le dejes…

—¡Nicole! ¡Nicole!

—¡Davis! ¡Dame el Kukri! ¡¡¡Dame el Kukri!!!

—¿Qué coño son estas…

—Se ha quedado más rígido que una plancha de metal…

Decenas de expresiones sin sentido continuaron mezclándose en su psique hasta que una visión particular se presentó ante ella con suma claridad. Un extraño zombi tembloroso abría su mandíbula de forma desorbitada y arrancaba un brazo a Nicole con una potencia descomunal. Maya regresó en ese instante al mundo de los terrestres con el olor a sangre todavía impregnado en su olfato.

—¡Maya! ¿Estás bien, Maya? Estás pálida —notó Inma preocupada por su estado de salud.

Sin embargo, Maya ignoró su atención y se dirigió hacia la horda mientras desenfundaba su Scramasax.

—¡¡Nicole!! ¡¡¡Nicole!!! —gritó para atraerla—. ¡¡¡Retroceded!!! ¡¡¡Salid de ahí!!!

—¿Pero qué…? ¿Qué está haciendo?

Davis volvió a orientar otro ataque a la cabeza de uno de los muertos, pero su sorpresa fue mayúscula cuando descubrió que el hueso había resistido el impacto.

—¿Qué cojones? ¿Cómo es posible? —blasfemó Davis incapaz de creer que la cuchilla de su lanza se hubiese atascado en el cráneo de un cuerpo tan descompuesto como aquel.

Un espasmo incontenible se apoderó del esqueleto del muerto, agitándolo como si estuviese sufriendo alguna clase de convulsión. Davis extrajo la hoja de la lanza y adoptó una posición de defensa. Su aguda vista no tardó en distinguir a algunos de sus compañeros zombi azotando sus cuerpos al compás del primero. Era como si hubieran decidido sincronizarse para construir una fúnebre melodía con el resonar hueco de sus huesos. El lancero contabilizó al menos cinco.

Davis se encontraba preparado para contraatacar a la arremetida del zombi, pero lo que no imaginaba era que este desencajaría su mandíbula y abriría la boca el triple de lo que jamás habría podido él hacerlo, exponiendo unos dientes que no paraban de temblar.

El monstruo se lanzó hacia el cuello del joven dispuesto a desgarrarlo, pero Maya apareció desde un lateral y le detuvo derribándole al insertar la Scramasax en su sien. Lejos de segar su existencia, el agredido ni se inmutó ante el ataque.

—¿Qué coño es esta cosa? Su cabeza es más dura que el hormigón —refunfuñó sorprendido por la impresionante armadura ósea de su enemigo.

—Davis, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? —se aproximó Nicole tras haber sido testigo de aquel extraño acontecimiento.

—¡Davis! ¡Davis! —le llamó Maya agarrándole del brazo—. ¡Davis, tenemos que retirarnos! ¡¡¡Ahora!!! ¡¡¡Ya!!!

Su compañero no necesitó consultar el motivo de su apremiante orden. Por el estrés que se podía apreciar en Maya era evidente que había presenciado un mal augurio de su futuro. No iba a desobedecer a una de sus visiones cuando la primera había salvado la vida de Nicole.

—Nicole, hay que retirarse.

—Pero…

—No, lo digo en serio, hay que retirarse. Ya veremos cómo nos encargamos de ellos cuando regresen los demás —concluyó Davis comenzando a caminar junto con Maya hacia el área de la carretera en la que se hallaba Inma, seguidos de inmediato por Nicole.

—¿Estáis bien, chicos? —consultó Inma aliviada por su regreso.

—Sí, estamos bien. Tu prima Maya ha sugerido que nos retiremos y he preferido hacer caso a su intuición —contestó Davis sugiriendo un hecho que Inma también podría comprender—. La verdad es que había unos zombis bastante raros. Yo no los había visto nunca.

—¿Ha abierto la boca como una serpiente o es que estaba alucinando? —añadió Nicole aún meditando el asombro que había sentido.

—No, lo ha hecho. Yo también lo he visto —se adelantó Maya a la respuesta afirmativa de su compañero.

La curiosidad de Inma la impulsó a buscar al zombi extraño del que hablaban entre el grupo. No obstante, pronto se cercioró de que un muerto tendido en el suelo la miraba fijamente. Y no era únicamente él. Otros cuatro zombis habían clavado sus ojos inyectados en sangre en ella. Su juicio trató de convencerla de que solo era una imaginación, pero Inma no pudo evitar sentir un escalofrío recorriendo cada fibra de su cuerpo. Sentía que algo no iba bien.

—Chicos, creo que los zombis me están mirando —compartió su incertidumbre con el resto de los presentes.

—¿Qué dices, Inma? No son más que zombis. Miran al infinito. Te lo estarás imaginando —la tranquilizó Davis—. Venga, olvídate de ellos. Yo me quedaré aquí para asegurarnos de que no se acercan demasiado a la casa rural, ¿de acuerdo?

Sin embargo, los presagios de Inma se convirtieron en una realidad. Se disponía a obedecer a Davis y regresar a la casa rural cuando atisbó a los cinco zombis que la acosaban clavando sus rodillas en el suelo y plegando sus piernas para transformarlas en una especie de patas. Ante la visión incrédula de cada uno de los testigos, los zombis comenzaron a correr hacia su posición a la velocidad de un felino.

—¡¡¡Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios!!!

—¡¡¡Corred!!! ¡¡¡Todos a la casa rural!!! ¡¡¡Corred!!! —les movilizó Nicole sin demorar ni un segundo en su sprint.

—Hey, por fin he encontrado el arco —comunicó Adán al encontrarse con Inma entrando en la casa rural, sobrecogiéndose cuando contempló a los demás detrás de ella—. ¿Qué pasa?

—¡¡¡Adán, corre, al salón!!! —le gritó la chica arrastrándole de la mano hacia el interior de la sala.

El resto del grupo los acompañó cerrando la puerta cuando el último de ellos hubo entrado. El eco de unos impactos retumbó desde el patio exterior segundos después. Parecía como si las bestias hubiesen reventado sus huesos contra una pared al perder el equilibrio deteniéndose. No era nada imprevisto teniendo en cuenta la rapidez con las que les habían alcanzado.

—¡Silencio! ¡Agachaos! —ordenó Nicole camuflándose bajo una mesa—. Si no nos ven ni nos escuchan, quizá se vayan.

Su esperanza quedó aniquilada cuando escuchó el estallido de un cristal al ser destrozado. Uno de aquellos seres había regresado a la posición bípeda y estiraba su brazo por la verja que protegía una de las ventanas luchando por atravesarla. Tras ello, la puerta se tambaleó al resistir un peso que había arremetido contra ella. Eran ellos, y si los zombis felinos continuaban con esa estrategia, no iban a resistir. Davis, Maya e Inma corrieron veloces a empujar desde el otro lado para que no la derribaran.

—¡¿Qué son estas cosas?! —chilló Adán asustado.

—Eso me gustaría saber a mí —expresó Davis imprimiendo toda su fuerza en que la entrada se mantuviera bloqueada.

Nicole avanzó hacia el zombi expuesto, apresó su tembloroso brazo y le asestó una puñalada en la frente con uno de sus Kukri, pero ni siquiera la mitad de la hoja penetró. Intentó utilizar el segundo de sus Kukri, pero todavía se incrustó menos. Sus ataques eran inservibles. Solo estaba consiguiendo enfurecerle. El ser abrió su mandíbula tal y como lo había hecho antes con Davis y peleó contra los barrotes para deslizar la cabeza entre ellos.

Entre el escándalo que se había generado, Adán optó por embestir al zombi con una flecha que se deslizó directa desde la tensión del arco hasta su frente. Para su asombro, esta se insertó completamente. El horrible chasquido producido por los huesos del muerto cesó de inmediato. Nicole recuperó sus Kukris y empujó el cadáver de la criatura, que cayó rígido en el jardín.

—El arco… —meditó Nicole percatándose de que no estaban planteando correctamente la estrategia—. Chicos, cambio de planes. Cuando esas cosas se lancen hacia la puerta, abridla, y dejad que se estampen por la velocidad. Así podremos salir.

—¿Te has vuelto loca? ¿Y si saltan encima de nosotros? —protestó Davis en desacuerdo con su propuesta—. Ni de broma vamos a poder quitarnos a esos capullos de encima, y hay cinco.

—Cuatro —corrigió ella informándole de una baja que su compañero no había percibido—. El arco puede matarlos. Adán podría matarlos con él, pero no aquí dentro. Tenemos que darle espacio para que pueda dispararles.

—Agh, está bien, pero espero que funcione, por Dios —accedió sin demasiada convicción—. Inma, Maya, apartaros a la cuenta de tres.

Tras realizar la correspondiente enumeración, el trío se separó de la puerta para permitir su apertura. Cuatro zombis derraparon hacia el salón desprovistos de su sentido del equilibrio. Los miembros del grupo aprovecharon el tiempo que les concedió la maniobra para salir de la sala y establecerse en el jardín. El primero de aquellos seres ya se encontraba recuperándose cuando la punta de una flecha destrozó su vil existencia junto con su resistente cráneo.

Los jóvenes se sirvieron de un instante de preparación para improvisar un ataque con armas más contundentes. Davis plegó su lanza, optando por utilizar la base como un bastón, mientras que Nicole y Maya se apropiaron de un par de palas que se encontraban sobre un montículo de tierra. Por su parte, Inma retrocedió y agarró un enanito de jardín, el único objeto que le podría ser útil como último método de defensa.

—¡Atentos! —atrajo Nicole la concentración de sus camaradas—. El plan es mantener a esas cosas lo más quietas posibles para que Adán pueda tener disparos claros. Si se queda sin flechas, vamos a tener problemas graves. ¿Adán?

—¡Cinco flechas! —contestó el niño raudo.

—Bien. ¡Preparados!

Los zombis restantes se reincorporaron para embestir de nuevo. Inma pudo apreciar a uno de ellos volviendo a acribillarla con su penetrante mirada roja. Definitivamente, no iban a cesar en el empeño de alimentarse del dulce miedo que sabían que sentía. Con un rugido, las criaturas incrementaron sus característicos temblores antes de abalanzarse hacia sus presas.
El más veloz de los agresores se dirigió hacía Inma, pero su prima ya había adivinado aquella actuación, usando la pala para generar un impacto en sus costillas que detuviese el salto hacia su víctima.

—¡Lo tengo! —anunció el niño despidiendo la tercera flecha de su carcaj.

El monstruo evadió el lanzamiento con un movimiento serpenteante similar al de un reptil, lamentando al arquero por haber errado su disparo. Tras ello, desplegó los descarnados huesos de sus piernas y se dispuso a arremeter por segunda vez en una posición más humana.

—¡Adán, carga otra flecha! ¡Rápido!

En los escasos segundos que había empleado en su oración, el zombi ya se lanzaba hacia su brazo con su mandíbula desencajada. Maya le esquivó lateralmente lamentándose por su lapsus de desconcentración. No podía confiarse ni un mísero segundo con semejantes seres si deseaba permanecer entera.

—¡Tranquila! ¡Ya le tengo!

El zombi que se encontraba contenido por una agotada Nicole previó las intenciones de aquel chico y abandonó su objetivo para acometer contra él. Inma reaccionó empujándole, evitando que le devorasen. Sin embargo, el golpe provocó que el arco resbalara de sus pequeños dedos hacia donde se situaba la chica que le había salvado.

—¡Inma, ayúdame! —clamó el niño retrocediendo por el suelo del jardín mientras su captor se arrastraba hacia él sin permitir que se levantase—. ¡Coge el arco! ¡Dispárale! ¡Tú lo usas mejor que yo!

—Pero nunca he disparado contra… —murmuró insegura de su habilidad.

—¡¡¡Inma!!! —aulló al límite del llanto cuando el zombi ensanchó la boca para devorar su pie sin sentir efecto alguno de las patadas que este le propinaba para liberarse—. ¡¡¡Por favor!!!

Acogiéndose a su casi inexistente valentía, Inma reventó el enanito de jardín contra la cabeza del ser, atrayendo su atención. Inma sintió como aquel zombi la ensartaba por tercera vez con su mirada de ultratumba antes de volver a incorporarse sobre sus dos piernas. Aunque la joven era consciente de que el terror invadía su sangre, no podía retirarse tras aquella provocación. Necesitaba mantenerse firme.

—Me estabais buscando a mí, ¿verdad? Pues aquí me tienes —le retó con voz vacilante tras recuperar el arco.

El zombi colocó sus manos frente a él y ladeó la cabeza. Inma creyó distinguir una sonrisa en su rostro cuando su boca se expandió hasta el extremo de que sus amígdalas eran totalmente visibles. La nueva arquera comprendió al instante la pretensión de aquel ser. Quería arrancar su cabeza entera.

Inma agarró una flecha del carcaj y la tensó en la cuerda del arco. Un chillido penetrante le comunicó que la bestia se disponía a devorar su ser. Trató de descargar su furia en el disparo, pero sus músculos se paralizaron cuando recibieron la orden de relajarse. Sintió como una gota de sudor se deslizaba por su frente sin comprender lo que le estaba ocurriendo. No podía fallar un objetivo tan sencillo. Tan solo debía soltar la cuerda, pero era incapaz de hacerlo.

—¡¡¡Inma, cuidado!!!

Como reacción al sobresalto, la flecha se liberó finalmente de su prisión y atravesó la cuenca del ojo de aquel zombi soberbio, desterrándolo definitivamente al plano de los muertos frente a la visión atónita de la lanzadora.

Un alarido de esfuerzo la advirtió tras ello de que su prima había interpuesto su pala entre su rostro y la dentellada asestada por su esquelético rival.

—¡Maya, no dejes que se mueva!

La acosada obedeció tratando de detener el temblor del zombi con la máxima fuerza que sus manos podían ejercer. Su descanso fue merecido cuando la flecha de Inma traspasó la nuca del muerto segundos después.

Inma tendió su mano al chico para ayudarle a levantarse, y los tres se enfocaron en el último enemigo que todavía respiraba, así como en la pareja que lo mantenía distraído, de los cuales no habían permanecido atentos. Tras visualizarlos, descubrieron que Davis había inmovilizado a su oponente por el abdomen mediante su bastón improvisado mientras Nicole golpeaba rabiosa con la pala su calavera dedicando todo su esfuerzo inútilmente a exponer el cerebro de aquella cosa. Los compactos huesos negros que la conformaban no cedían ante su exagerada muestra de brutalidad.

—¡Nicole, apártate! —gritó la arquera orientando su arma hacia la frente del ser.

Tras su veloz retirada de la línea de tiro, la bestia aulló con fiereza intentando demostrarles la energía que iba a engullir a todos. Esta se disipó en una mentira pretenciosa cuando la flecha se implantó en su objetivo, inmovilizando su ruidoso esqueleto.

—¿Ya está? —consultó Davis aún incrédulo por haber preservado su vida—. Madre de Dios. Si no llega a ser por el arco, estaríamos todos muertos.

—Definitivamente, nos han pillado con el culo al aire —admitió Nicole acercándose al último ser eliminado examinándolo con detalle—. ¿Cómo demonios puede mantenerse en pie estando muerto? Se ha quedado más rígido que una plancha de metal.

Aquella oración reactivó un pensamiento fugaz en Maya, quien se había arrodillado sobre la hierba dispuesta a rendirse ante su agotamiento. Sabía que había escuchado aquella frase antes, y recordó de inmediato en qué momento. Formaba parte de su visión.

—¡¡Nicole, aléjate de él!! —chilló Maya emprendiendo una carrera desesperada hacia donde se encontraba.

El muerto reaccionó revelando su engaño al desplegar sus enormes fauces. Nicole se hallaba convencida de que los incisivos que la atacaron habrían cercenado su brazo si Maya no hubiera embestido a aquel ser desde el lateral, cayendo junto con él sobre la tierra infértil del jardín. La chica se dispuso a incorporarse tras haber salvado a su compañera, pero la mandíbula del zombi fue tan mortífera en su velocidad que alcanzó a hincar sus colmillos en su antebrazo, generando un dolor inexpresable.

—¡¡Quitádmelo!! ¡¡Quitádmelo de encima, por favor!! —suplicó entre chillidos.

Como respuesta a su desesperación, Davis y Nicole se aferraron a los brazos de la bestia y concentraron toda su fuerza en separarlo de la angustiada Maya. Sin embargo, su resistencia era tal que cualquier esfuerzo era inútil. Su prima corrió desesperada hacia uno de los cadáveres para recuperar una flecha con la que pudiera rescatarla de la amenaza.

Y sucedió lo que nadie aguardaba. El zombi imperó tal brutalidad en su mordisco que cercenó por completo el antebrazo de Maya. La impresión que les impactó al contemplar a su compañera con sus tendones columpiándose y su sangre blanca fluyendo como si proviniera de una fuente fue tal que ninguno de ellos reaccionó. El desgarrador alarido de Maya fue secundado por uno que despedazó la garganta de Inma. El zombi lanzó su conquista al aire y la engulló de un solo bocado ante los atónitos ojos de los presentes.

—Dios, Maya…

Consciente de que Inma se había sumido en un shock del que no se iba a reponer, Adán cogió el arco de sus manos y empaló finalmente a aquel cabrón con la flecha que había recuperado.

Paralizada por su propio sudor helado, la única respuesta de Maya ante el trauma fue agarrar su brazo lacerado. Solo sentía el frío que emanaba de él. Pensó en levantarse, pero ni siquiera pudo realizar un ademán antes de caer de espaldas.

—¡¡Rápido, hazle un torniquete!! ¡¡¡Rápido!!!

Aquellas fueron las últimas palabras que Maya escuchó antes de desmayarse.




#Proyecto Alice, Naitsirc y Sacedog