Big Red Mouse Pointer

viernes, 8 de junio de 2018

RNH1: Pesadilla de un alma marchita

Capítulo 06 - Fantasmas del pasado

11 de Julio del 2012

En lo alto, la luna brillaba con fuerza desde el océano oscuro que se elevaba sobre la cabeza de los mortales, y un mar de estrellas lo acompañaban rodeando al gran astro nocturno. Allá, todo era paz y serenidad, muy en contraste con lo que sucedía allá abajo, en una ciudad conocida como Stone City. Las brisas nocturnas de aquel caluroso verano mecían las ramas de los árboles, arrastrando a su paso toda la basura que yacía descuidadamente tirada por el suelo. En aquella ciudad en el que las puertas del infierno se habían abierto soltando al ejército del averno, todos los seres humanos residentes en la ciudad hacían todo cuanto estaba en sus manos para buscar una escapatoria o un lugar del que alejarse de toda aquella marea de muerte y destrucción que se extendía hasta el último rincón de la desolada ciudad.

Entre esos humanos que hacían lo inimaginable por conservar su vida se encontraba un joven que, lejos de luchar por ella, ya la daba por perdida. Un chico de diecinueve años atormentado por sus fantasmas del pasado, que además se hallaba herido esperando apoyado contra un muro a la muerte, la cual clamaba por su vida representada por toda una horda de muertos vivientes que trataban por todos los medios de saltar o tirar una gran verja metálica que le separaban del alma que ansiaban devorar.

Aquel chico tan solo quería escapar de la situación en la que se hallaba en aquellos precisos momentos, y mas aún, escapar de todo el tormento que por años le había acompañado a lo largo de su vida. Tan solo quería llegar al final de todo y acabar con el sufrimiento con el que cargaba física y moralmente. La respuesta a ello, no era otra que la última bala que se hallaba en el interior de su única pistola cargada. Un último disparo que cesaría con todo lo que a aquel chico le rodeaba. Una bala que acabaría de una vez por todas con su sufrimiento. Una bala que le desconectaría de la vida y la realidad sumiéndolo en una infinita oscuridad. Aquella sería la última vez que escaparía de algo. Aquella sería su única salvación.

Tenía miedo, se sentía un ser despreciable, recurrir a aquello solo sería una forma de continuar escapando de todo aquello que en vida aún no había logrado zanjar. Colocando el cañón del arma sobre su sien, el joven malherido y agotado contemplaba con resignación a las decenas de muertos que lograron saltar la verja dirigiéndose a él a toda prisa emitiendo aquellos desagradables y sonoros gritos cargados de rabia. Casi toda su vida había vivido atormentado, solo esperaba que en el mas allá, su tormento no transcendiese al otro plano para condenarlo a continuar por toda la eternidad como un alma atormentada, atrapada en un bucle sin fin en los recuerdos y sufrimientos del pasado.

El joven colocó el dedo en el gatillo y ascendió la vista al cielo para contemplar la hermosura que el gran astro nocturno y el mar de estrellas sobre su cabeza mostraban a los mortales que se parasen un breve momento a contemplarlas. Apretando los dientes de rabia, un par de lágrimas surcaron su rostro. Lo iba a hacer, lo haría... Cerrando con fuerza los ojos, se dispuso a apretar el gatillo ejecutando su propio suicidio con ello. Y entonces...

¡¡¡PUM!!!

El joven abrió los ojos de inmediato. Observando a su lado, a unos metros de distancia, una joven mujer de esbelta y seductora figura había aparecido de inmediato atravesando la puerta que hasta hace unos instantes había estado cerrada por el otro lado haciendo de ese callejón uno sin salida. De ojos y media melena oscura, la hermosa mujer empuñaba una pistola Beretta de 9 mm, que aún humeante, perforó limpiamente entre ceja y ceja al no muerto mas cercano al joven Davis. La mujer, portando un rifle francotirador a su espalda, se acercó rápidamente para ayudar al joven a levantarse.

—¡Vamos, tenemos que irnos! —exclamó la mujer con algo de esfuerzo al levantar al joven.

—¿Quién demonios eres?

—Llámame Zoey. —La mujer se percató del corte sangrante de la pierna del joven. —Me cuesta cargar con tu peso al andar para salir rápido de aquí, necesito que tires esa bolsa que llevas para ir algo mas ligeros. —solicitó liberando nuevamente una nueve milímetros de su arma para abatir a otro no muerto cercano al dúo.

El joven no dudó en descolgarse la bolsa dejándola caer sobre el asfalto con todo el material del que disponía en su interior. Tan rápido como pudo, teniendo la mujer en cuenta el grave corte sangrante que el joven tenía en la pierna, se dirigió hacia la puerta por la que había entrado a fin de abandonar aquel sitio antes de que los muertos los alcanzara. La mujer, a paso ligero, ayudando al joven a desplazarse, logró atravesar la puerta y dejar al chico sentado apoyado contra la pared. Un pequeño grupo se dirigía a toda prisa hacia ellos con el propósito de atravesar aquella puerta, no obstante, el primero de ellos se dio de bruces cuando la mujer la cerró de golpe, empleando todo su cuerpo para evitar que los devoradores de almas la abrieran a base de embestidas desde el otro lado.

—¡Pásame la barra de metal que tienes a tu lado! —solicitó la mujer sintiendo los feroces impactos de los muertos tratando desesperadamente de abrir la puerta. —¡¡Rápido!!

Levantándose con algo de esfuerzo del suelo, el joven se desplazó un par de metros cojeando, apoyándose en la pared hasta aproximarse a la barra en cuestión. Velozmente, agarró la larga y gruesa barra de metal que servía de cierre para aquella puerta, y con un aviso, la lanzó por el aire desde su posición, atrapándola la mujer al vuelo. Sin mas dilación, la introdujo entre los huecos de los tiradores de la puerta, pudiendo finalmente separase de esta al ser ahora aquella barra la que impediría que aquella puerta se abriese sin importar cuantos golpes le diesen los muertos desde el otro lado. Suspirando aliviada, la mujer se acercó al chico, quien nuevamente se encontraba sentado en el suelo descansando.

—¿Estás bien? —preguntó la joven mujer arrodillándose frente al joven.

—No sabría que responderte a eso... —susurró dibujando una triste media sonrisa en su rostro. El chico la observó por unos instantes, parecía algo mayor que él, ¿unos cuatro años tal vez? —¿Te llamabas Zoey, no?

—Sí. ¿Y tú?

—Davis Taylor. Gracias por sacarme de ahí, pensaba que moriría en aquel lugar.

—De nada —respondió con una sonrisa.

—A todo esto... ¿Cómo has dado conmigo? ¿Por qué me has salvado?

—Como tú, solo soy alguien que trata de salir con vida de este infierno. Te vi a lo lejos huyendo de esas criaturas y decidí ir a ayudarte. Eres de las pocas personas vivas con las que me he encontrado últimamente, y pensé en que, si te ayudaba, no estaría sola y tendría mas posibilidades de salir de este sitio con alguien que por mi misma. ¿Por qué motivo dejar morir a alguien quien, como yo, también trata de sobrevivir a todo esto? Cuantos mas seamos, mayor será la posibilidad de sobrevivir. —respondió la mujer colocándose un mechó de su oscuro cabello tras la oreja.

—¿Cuántos mas seamos? —preguntó el joven. —¿Estás con alguien mas?

—Sí, con un chico que me ha estado ayudando desde hace tiempo. Tú eres la segunda persona viva a la que encuentro desde hace horas. —la joven mujer guardó la Beretta en la funda que llevaba adosada al muslo, y con cuidado, ayudó al joven a levantarse. —Debemos de ir a la biblioteca pública de Stone, quedé en reunirme con el otro chico allí.

La joven mujer se percató de la palidez del chico, y como parecía estar medio ausente a sus palabras.

—Será mejor que nos demos prisa, estás perdiendo mucha sangre... —No obstante, el joven fue incapaz de articular palabra, pues poco después de que su salvadora dijese aquello, que el joven cayó inconsciente.

...

Varios años atrás en el pasado, una desgracia aconteció sobre un chico de doce años de edad. Los copos de nieve caían suavemente en la ciudad cubriéndola de blanco. La festividad del momento destacaba en toda la ciudad en cuanto a alegría, colores y gentío se refería, pues la ciudad se preparaba para celebrar la noche de Navidad. Una tierna época esperada por muchos, una época por la que muchos niños y niñas aguardaban impacientes todo un año. No obstante, aquellas festividades estaban lejos de ser agradables para un joven Davis Taylor y su familia...

En cierto parque infantil, un grupo de amigos jugaban las horas previas a la popular celebración, típica por las reuniones familiares y los atracones de comida. El atardecer se vislumbraba a lo lejos tiñendo el cielo con un juego de luces anaranjadas y moradas. Alex, Matt, Dana, Jim, Crystal, Rachel, Davis, y su hermana, Sara Taylor, disfrutaban de los últimos rayos del atardecer juntos, antes de que con la noche, todos se despidieran para ir con sus familias a celebrar la Navidad. Juegos infantiles y risas adornaban aquella escena. Las frías brisas invernales acariciaban los rostros de los niños coloreando de un color rojizo sus narices y mejillas. Entre risa y risa, el vaho de sus alientos emanaba sin parar.

A diferencia de la relación posterior a los años siguientes, en la escena se podía ver como Davis y Jim rivalizaban amistosamente por ver quien era el mas enérgico de los dos completando un circuito de pruebas empleando todos los cacharros del parque exhibiéndose frente a las chicas. Matt y Alex por otra parte retransmitían acerca de la situación de la competición entre ambos chicos haciendo comentarios personales acerca de como iba cada uno de los participantes. Como espectadores, las chicas animaban desde unos bancos a sus competidores favoritos, siendo Sara y Crystal quienes animaban al energético Davis, y por otra parte, Dana y Rachel a Jim, quien seguía muy de cerca los pasos de su rival, quien con una amplia sonrisa se enorgullecía de ir primero en el circuito de pruebas. El ganador, obviamente, fue un joven cuyos oscuros cabellos habían quedado alborotados por el viento invernal que le golpeó durante toda la carrera, y su premio, fueron los aplausos de las espectadoras.

El escondite, el pilla pilla, el circuito, hacer muñecos de nieve, o una guerra de bolas de nieve por equipos... Todo aquello fueron solo algunos de los muchos juegos que protagonizaron aquel idílico atardecer invernal. Las horas fueron pasando y las luces del atardecer fueron desvaneciéndose, obligando al grupo de amigos a dirigirse a sus casas, separándose del resto aquellos cuya casa estaba mas cercana al rumbo al que el grupo se dirigía. Finalmente, los hermanos, Crystal, Matt y Jim, fueron los últimos en despedirse.

Davis y Sara se alejaron en dirección contraria a la que sus tres compañeros tomaron. Todos habían quedado en volver a verse a la mañana siguiente, no obstante, eran desconocedores de que aquella entrañable tarde en el parque sería de los últimos momentos felices de los que el grupo de amigos disfrutarían, pues el día siguiente sería el inicio de una cadena de desgracias que fracturarían el que ellos tomaban por inquebrantable grupo que entre todos formaban... Rojas, verdes, azules, amarillas... Las luces navideñas adornaban todas las calles, mirasen a donde mirasen los hermanos, estas alegraban las calles con sus vívidos colores. Agarrados de la mano, ambos hermanos se internaban entre el gentío que circulaba por las calles, yendo unos a las reuniones familiares, y otros, a realizar las últimas compras del día. Multitud de conversaciones llegaban a los oídos de los hermanos, risas, gente sonriendo, niños y adultos viendo escaparates, parejas paseando agarradas de la mano, gente trasportando multitud de bolsas y paquetes a toda prisa... La vida inundaba por completo las calles de la ciudad.

Roces, empujones... Para ambos niños, avanzar entre tanto tumulto de gente adulta era complicado, no obstante, sin soltarse ni un instante de la mano, ambos continuaron avanzando haciéndose hueco entre los mayores, quienes con prisas, apenas apreciaban al par de niños que avanzaban entre ellos. Las órdenes de su madre eran claras, volver derechos a casa por el camino de siempre, estando el mayor de los dos a cargo del otro, siendo Davis el responsable de las consecuencias de llegar mas tarde de la hora acordada para la cena familiar. A medida que avanzaban eran incapaces de no detener, aunque fuese brevemente, sus miradas en las decenas de escaparates adornados con luces y decoraciones navideñas que exponían a los curiosos que pasaban frente a estos, muchos de los juguetes que eran tendencia entre los niños como regalos de navidad.

Atraídos por esto, la hermana del joven le pidió a su hermano mayor pararse a contemplar muchos de aquellos extraordinarios juguetes o videoconsolas nuevas expuestas al público. Consciente este de que aún disponían de algo de tiempo, e igualmente tentado como su hermana, accedió a detenerse en muchas de esas tiendas a contemplar los escaparates de todas estas a lo largo de la calle. Los minutos fueron pasando rápidamente como aquel río humano que circulaba por las calles de la ciudad, absorto de todo lo que lo rodeaba, el joven no paraba de fantasear con todas aquellas tentaciones expuestas en los distintos escaparates, no obstante, sus fantasías llegaron a su fin en cuanto vio la hora marcada en una televisión de uno de los escaparates mientras mostraba las imágenes de un nuevo videojuego.

Fue entonces cuando las palabras de su madre regresaron a su mente. Inocentemente, se giró para avisar a su hermana que era hora de marcharse, pero nada mas mirar a su lado la ausencia de esta lo alarmó de inmediato. Observando entre la multitud de personas, trataba de hallar inútilmente con la mirada a Sara contemplando alguno de los escaparates cercanos. Los latidos de su corazón se aceleraban por momentos al percatarse de la ausencia de esta allá donde deparase en busca de su figura. Con un nudo en la garganta la llamó en busca de una respuesta que no alcanzó a recibir. Profundamente disgustado y asustado al haberse olvidado por completo de su hermana embelesado por los tentativos escaparates, el joven se adentró en el río humano caminando contra corriente, recibiendo golpes y empujones de aquellos con los que chocaba. Miradas y comentarios de desprecio de aquellos a los que estorbaba era lo único que encontraba cuanto mas se adentraba en aquella multitud.

Una y otra vez clamó en alto el nombre de Sara, sin respuesta, continuó avanzando contra corriente buscando los escaparates por los que pararon, o mejor dicho, en los que paró. El chico se detuvo en mitad de la circulación, era incapaz de decidirse a que escaparates ir, estuvo tan ensimismado que recordaba perfectamente que escaparates visitó él, sin embargo, no era capaz de recordar aquellos en los que estuvo junto a su hermana. ¿Por cual buscar? ¡¿A donde ir?! ¡¡¿Qué hacía?!! ¡¡¡¿Hacía cuanto se había separado de ella que ni siquiera era capaz de recordar la última vez que la estuvo a su lado?!!! El miedo y la culpa se adentraron en su corazón, no sabía como actuar, tan solo allí parado no supo hacer nada mas que mirar en todas direcciones con sus ojos a punto de desbordar en cálidas lágrimas. La figura del chico era completamente ignorada por todos los adultos que a su lado pasaban chocando contra él, o recriminándole el ser una molestia por obstaculizar el concurrido tráfico de la calle por la que transitaban. Cayendo al suelo en un tropiezo, nadie lo ayudó a levantarse, por si mismo se puso en pie, buscando en todas direcciones y en ninguna.

Una vez y otra mas, el nombre de su hermana salía con fuerza de su garganta para no llegar a nadie. Finalmente, algo atrajo su atención, un estruendo y un grito a lo lejos que paralizó casi al instante aquel río humano. Volteándose, con el corazón a punto de salirse de su pequeño pecho, el chico corrió en la dirección aquella, esta vez, siendo él quien empujaba a los adultos apartándolos de su camino. Entre fuertes jadeos, sus pasos se detuvieron de inmediato en cuanto logró salir de entre aquella multitud. Allá delante, a unos metros, un accidente de trafico había tenido lugar. Ante la estupefacta mirada de los viandantes, un vehículo abandonó velozmente la escena, dejando allí tirado en el suelo, sobre el paso de cera, un pequeño cuerpo. El intenso color carmesí del semáforo prohibía el paso a los peatones, no obstante alguien distraído ante aquella advertencia pasó cuando no debió.

Los pasos del joven corrieron en dirección al pequeño cuerpo frente a las miradas de los enmudecidos y paralizados ciudadanos. Cayendo estrepitosamente sobre sus rodillas haciéndolas sufrir ante el impacto, el joven chico agarró el pequeño cuerpo de su hermana. Con el rostro descompuesto por el terror y la culpabilidad, el joven pudo sentir un cálido líquido carmesí fluyendo entre sus dedos proveniente de la cabeza de la pequeña, para caer este gota a gota sobre las blancas bandas del paso de cera. Con los ojos desorbitados ante la realidad que tenía delante, el joven fue incapaz de mostrar reacción mas allá de las lágrimas que surcaban su rostro, contemplando la mirada de su semiconsciente hermana, quien aún movía lentamente los dedos de sus manos mientras respiraba el aire helado con evidente esfuerzo.

Alguien llamó a la ambulancia. Otra persona le llamaba de entre toda aquella gente. Otros desde sus posiciones grababan o fotografiaban con sus móviles el suceso. Los murmullos llegaron a sus oídos, pero nadie se acercaba. Los vehículos permanecían detenidos en aquel sitio, incapaces de avanzar con el chico en mitad de la vía. Los ojos oscuros de ambos hermanos se aguantaron la mirada en silencio hasta el último instante en el que la débil Sara cerró sus párpados en silencio, cesando sus débiles intentos de vivir. Inmóvil entre los brazos de su hermano mayor, quien no tardó en percatarse de su muerte, la joven no parecía mas que una pequeña y frágil marioneta inmóvil. Sintiendo un escalofrío recorrer su espalda, el chico sintió perder por completo su cordura al aferrarse al cuerpo inmóvil de la hermana entre fuertes y desgarradores llantos.

No fue hasta aquellos desgarradores chillidos cuando la gente reaccionó, acercándose al chico para atenderlo. Sin consuelo, una y otra vez llamaba a su hermana por su nombre mientras la abrazaba con todas sus fuerzas suplicándole por abrir nuevamente los ojos. No obstante, la pequeña no lo haría, no importaba cuanto la llamase, no importaba cuanto llorase o se disculpase, ella ya no volvería a abrirlos nunca mas... Todo lo demás pasó tan rápido que apenas tuvo tiempo para reaccionar o asimilarlo de algún modo... Las luces rojizas y la sirena de la ambulancia, el fuerte bofetón de su madre que lo lanzó al suelo, la mirada gélida de su padre, los llantos de sus abuelos, los susurros del resto de familiares, las indiscretas miradas acusadoras de las enfermeras, las noticias de la televisión hablando del suceso, los rápidos pasos de los médicos, las ruedas de la camilla en la que el cuerpo sin vida de su hermana era transportado...

Como una estatua sin vida, como si de un elemento decorativo se tratara, el chico de mirada perdida y cubierto entre las sombras de aquel deprimente y frío hospital, permanecía cabizbajo en una esquina inmóvil, sin casi apenas parpadear o respirar. El chico, de cuerpo presente y mente ausente, sentía el lento y tormentoso paso del tiempo sobre él, recibiendo las respuestas externas del dolor generado en sus familiares, o la sorpresa de aquellos que se encontraban por la zona informados de la causa de la muerte de su hermana Sara. Llantos, lamentos, odio, desprecio, rencor, tales sentimientos generados por las personas de su alrededor hacia su figura se sumaban al miedo, la culpabilidad y negación que en si mismo se generaba. Los días de oscuridad dieron comienzo para Davis Taylor.

Con el pasar de los días, y a causa del inmenso dolor generado por la ausencia de la pequeña Sara Taylor, cada uno buscó su forma de escapar de aquella realidad que no querían aceptar. Para los padres del chico, fue principalmente el trabajo, estar lejos de casa, de los recuerdos de Sara, e incluso de su propio hijo, aquello era lo único que traía la falsa paz momentánea a sus corazones. Trabajar día y noche en los puestos de trabajo o desde casa, hacer horas extras, salir con los compañeros del trabajo, buscar todo trabajo o excusa que fuese posible para alejarse el mayor tiempo posible de aquello que les obligaba a volver a la dolorosa y cruda realidad que les rodeaba. Por otra parte, la escapatoria de Davis fue huir a su propio mundo interno alejándose de todo y de todos. El tiempo pasó y sus propios amigos comenzaron a cansarse de convencerle para volver a salir de su habitación, en donde permanecía gran parte del día confinado acompañado por la soledad.

Alex, Dana y Rachel, los amigos mas recientes del joven fueron los primeros en rendirse y continuar sus vidas olvidándose de él por completo. Matt, uno de sus amigos mas íntimos, desapareció un día con sus padres sin dejar rastro ni despedirse de nadie para mudarse a otra ciudad. Jim, quien junto a Matt fueron los primeros amigos que el joven Davis tuvo desde su mas tierna infancia, se molestó mucho por la situación y la actitud de su amigo, comenzando a sentir desprecio hacia la figura de este, siendo así el siguiente en alejarse de él. No es que no entendiese sus sentimientos, lo hacía realmente, lo que no podía aceptar era aquella actitud autodestructiva que además provocó las primeras grietas que supondría la ruptura del grupo de amigos que todos ellos formaban. Finalmente, Crystal, a quien Davis conoció al año después de haberse hecho amigo de Matt y Jim, decidió continuar creyendo en que mas tarde o mas temprano, el chico abandonaría su habitación y se aventuraría a salir de nuevo a la calle para volver con ella y el resto del grupo. No obstante, las estaciones continuaron pasando y la situación cada vez estaba mas lejos de arreglarse, pues el grupo de amigos hacía mucho que se había disuelto.

Todos, salvo Matt y Davis, continuaban teniendo contacto, pero apenas quedaban para pasar las tardes jugando juntos, pues todos estaban liados con “asuntos propios”. Rachel, Dana y Alex comenzaron a unirse a otros niños que conocieron de la escuela formando un nuevo grupo con el que quedar. Jim, por otra parte, se unió a un grupo de chicos que jugaban al fútbol cada tarde en unas pistas deportivas, y en su tiempo libre, quedaba con Crystal. Esta última, a diferencia del resto, tenía también un pequeño grupo de amigas, pero pasaba mas el tiempo dedicándolo a los estudios que a estar tanto tiempo con su nuevo grupo divirtiéndose en la calle, como hacían sus antiguos compañeros. Cada vez que tenía algún momento libre, además de salir con Jim, trataba de contactar difícilmente con Davis, cosa que irritaba a Jim, buscando la forma de convencerle para salir de nuevo, pero difícilmente obtenía algún resultado de las escasas y eventuales conversaciones que lograba tener con él por móvil e Internet, no obstante no se rindió y continuó insistiendo por mucho mas tiempo llevada por los sentimientos de esta hacia el chico.

Ajeno a la realidad de su antiguo grupo de amigos, el chico continuó con el paso de las estaciones cambiándose a sí mismo desde dentro. Debido a la soledad y a la falta de atención de sus propios padres, sus abuelos fueron los que pasaban mas tiempo cuidando de él, siendo estos los primeros en percatarse del brusco cambio de personalidad que su nieto experimentaba con el paso del tiempo a medida que se encerraba en sí mismo alejándose de todos. Por otra parte, el joven fue forzado a volver a la escuela y retomar los estudios tras una larga temporada de absentismo escolar. Su regreso a la escuela fue de todo menos agradable, pues todos los compañeros, gente que no conocía incluso, y profesores, sabían de la historia de Davis y su hermana. La vuelta fue de todo menos cálida y sencilla. En un intento de agradar a sus padres o conseguir semiinconscientemente el perdón de estos, optó por centrarse en los estudios en busca de altas calificaciones, en optar por una actitud silenciosa y solitaria en el que no se quejara ni diera problemas a nadie, y un papel sumiso en el que simplemente hacía todo lo que los demás le decían sin importar lo que este quisiera realmente, sometiéndose a la voluntad de otros. Sus padres no le odiaban, pero, sería mentir si no se dijese que sí guardaban cierto dolor o rencor hacia la situación que su actitud provocó.

A pesar del breve tiempo que dedicaban a su hijo por el poco tiempo que permanecían en casa, estos se percataron también del fuerte cambio de personalidad que estuvo experimentando su hijo con los años desde aquel trágico suceso. Preocupados, y conocedores de que su forma de huir de la realidad desatendiendo a su hijo fue uno de los motivos que forzó aquel cambio de personalidad, buscaron una nueva forma de buscar esa falsa felicidad a través de una nueva herramienta, el autoengaño. Con el tiempo, los padres del chico trataron de emplear aquella herramienta para recrear la familia que habían sido alguna vez, escondiendo todas las fotografías de la casa en donde Sara apareciese y guardando todas sus cosas en el desván, dejando su habitación vacía. Por otra parte, el nombre de Sara fue suprimido durante las conversaciones familiares. Realmente, parecían querer actuar como si Sara Taylor y aquel trágico suceso jamás hubiesen existido. Actuando nuevamente como padres cariñosos, delante de su hijo y de la gente de alrededor, trataron de crear una estabilidad para que el chico lograra salir de su habitación y abandonar aquella oscura actitud. Querían que su hijo volviese a ser aquel que fue antes de la tragedia.

No obstante, lejos de conseguir lo que querían, aquello no fue mas que un juego para engañarse los unos a los otros para demostrar cuan feliz eran a pesar de la ausencia de Sara, tratando de convencerse los unos a otros que habían logrado seguir adelante y pasar página, incluso, a aquellos ajenos a la familia. Davis, habiéndose percatado de aquel autoengaño, y a pesar de que no le agradaba aquella actitud, simplemente se resignó y les siguió el juego para tratar de hacer que se sintieran mejor. A pesar de que trató de salir y continuar con su vida normal mientras seguía estudiando en la escuela, así como quedando de vez en cuando con Crystal cediendo a sus esfuerzos para volver a salir juntos, ya para él era demasiado tarde, pues no quedaba rastro alguno del chico que fue en el pasado. Así fue como el actual Davis Taylor nació y creció hasta la actualidad.

Con los años, continuaría conservando aquel cambio de personalidad fría, sumisa y solitaria que derivarían en otras nuevas facetas de similar naturaleza, como la impotencia o la inseguridad. Mientras, trataba de seguir adelante intentando volver a recuperar los lazos que el tiempo dañó con Crystal, quien mas adelante formaría una relación sentimental con Jim decidiendo el propio Davis quitarse del medio al sentirse una molestia en mitad de aquella relación, siendo consciente del desprecio de Jim hacia él, y conocería a los hermanos Allen y Riliane mientras se centraba en los estudios y en las altas calificaciones.

En el tema familiar, durante esos años, tuvo que afrontar la muerte de sus abuelos y comenzar a pasar el verano con sus tíos y sus familias por recomendación de sus padres ante la ausencia de sus abuelos. Sus tíos, ambos militares, adiestraron al joven junto a sus primos en conocimientos básicos de distintas materias al tiempo que les obligaban a ejercitar sus cuerpos y mentes durante todos aquellos entrenamientos que les obligaban a hacer en las vacaciones de verano que pasaban juntos. Aquellos entrenamientos no eran mero capricho, el principal motivo era hacer que Davis se volviese alguien mas fuerte de cuerpo y mente para que pudiese seguir adelante en la vida a pesar de las circunstancias que le rodeaban, así como para hacerle olvidar aunque fuese unas horas, sus propios problemas y de paso, hacían lo mismo para fortalecer a sus propios hijos.

Con el paso de los años, Davis continuaría el juego del autoengaño, mientras sus padres perseguían el trabajo obsesionadamente al sentir estos mismos que aquel juego era una farsa que, aún así, aunque no hubiese hecho demasiado bien con su hijo y ellos mismos, se empeñaban en continuar llevando adelante a la espera de que algo sucediese en un futuro respecto a la situación familiar y la relación que tenían con Davis. Aquello era una familia rota que jamás podría volver a ser la misma de siempre, lo mismo que el joven Davis Taylor, quien asumió la culpa de todo lo que sucedió. Aquella muerte y los sucesos posteriores fueron el crimen y los pecados que el joven cometió y por los que se castigaría a sí mismo despertando un profundo odio y desprecio contra si mismo. Aquel incidente fue el inicio de todo para él.

...

Lentamente, Davis abrió los ojos. Un techo de madera agrietado que no conocía era objeto del reflejo de las anaranjadas luces de las velas distribuidas por la sala en la que se ubicaba. El joven se encontraba tumbado sobre una amplia mesa de madera, y a su alrededor, el gran habitáculo del mismo elemento que el del techo y la mesa, estaba lleno de decenas y decenas de armarios de madera repletos de libros de toda clase. El joven se percató entonces de que una amplia lona blanca cubría su cuerpo, el cual estaba prácticamente desnudo, salvo por su ropa interior oscura. Tratando de incorporarse, un fuerte dolor acudió a su cuerpo obligándolo a quejarse. Todo su cuerpo estaba lleno de multitud de vendas y gasas que, impregnadas en antibióticos, cubrían todas y cada una de las heridas que su maltratado cuerpo portaba, tanto las nuevas, como aquel corte en la pierna que se hizo al saltar la verja, como las heridas anteriormente tratadas por la monja Clara, las cuales se habían abierto de nuevo iniciando el sangrado. Nuevamente, estaban todas tratadas.

El joven se levantó, y con sus pies desnudos, trató de alejarse de la mesa, en vano, sus fuerzas flaquearon, sintiendo por un momento que sus piernas iban a quebrarse cuales frágiles ramitas. No le quedó otra que sujetarse a un par de sillas cercanas a la mesa sobre la que había estado tumbado para permanecer unos instantes de pie en busca de su ropa. Finalmente, la halló a unos pocos metros, doblada sobre un pequeño escritorio al que con lentitud se dirigió mientras trataba de acostumbrarse al agotamiento y dolor residente en sus piernas, y en especial, al corte que tenía en una de estas. Con lentitud y debilidad ante las incesantes alarmas de su doloroso cuerpo, el joven se vistió y agarró su inventario, el cual estaba compuesto únicamente por su cinturón con sus pistolas duales, y su escopeta. Girándose para observar la amplia sala, no tardó en percatarse de que se hallaba en una de las salas de la biblioteca pública de Stone City. Ya había estado ahí en varias ocasiones. Cuando tenía que prepararse para las épocas de exámenes, tenía la costumbre de refugiarse a estudiar en solitario y en silencio en la biblioteca, lejos de casa, sus padres, y de las personas que pudiesen molestarle. Aquel sitio le resultaba agradable para estudiar a solas durante horas.

El joven se quedó observando la silenciosa estancia bañada por las pocas velas encendidas que daban luz a aquel polvoriento lugar. Era extraño, pero por algún motivo el lugar estaba en mal estado. El techo estaba agrietado, el suelo lleno de polvo, y un ligero olor a quemado procedía de alguna parte del interior de la edificación. Tras unos instantes observando el lugar, a su mente llegó el recuerdo de aquella mujer que le había salvado antes en aquel callejón, ella debía de haber tratado sus heridas tras caer inconsciente por la pérdida de sangre, el dolor, y el agotamiento físico. ¿Cómo se llamaba? ¿Zoey era? ¿Dónde estaba? Y otra cosa que le llamaba la atención... ¿Qué hacían en la biblioteca? Estaban algo lejos de la posición en la que el joven se encontraba cuando iba solo, a varias calles de distancia. ¿Cómo cargó con él hasta allí? Con necesidad de obtener dicha información, así como del paradero de su salvadora, el joven comenzó a internarse lentamente por toda aquella amplia planta en busca de la mujer que trató sus heridas.

Hacía unos momentos, mientras estaba inconsciente, el joven Davis había tenido un mal sueño, una pesadilla que no querría tener que volver a recordar, el trágico día en el que él causó la muerte de su hermana, Sara Taylor. Habían pasado años desde aquel incidente, pero a pesar del tiempo, las secuelas producidas por aquel día habían continuado existiendo y acompañándole hasta el día de hoy. Aquella era la cruz que debía de cargar toda su vida, y aquello era lo justo, así lo pensaba. Al fin y al cabo, aquel castigo que llevaba años soportando era lo menos que debía de soportar a cambio de su crimen, la vida de su hermana no fue la única que arruinó, él hirió a otras muchas personas con su acción. Él debía de pagar por todo el daño que su acción irresponsable había generado.

Fue entonces cuando, andando entre los diferentes pasillos, sus ojos se percataron de un par de sombras proyectadas en una lejana pared mientras a sus oídos llegaban unos murmullos. Acercándose con lentitud y sin hacer demasiado ruido, el joven recordó que Zoey le dijo algo de que iba acompañada. Cuando quiso asomarse sigilosamente sin revelar su presencia para escuchar algo de lo que hablaban entre susurros, su figura fue captada por la mirada del dúo allí presente. Una de aquellas persona era aquella seductora joven mujer de ojos y media melena oscura que le había salvado la vida rato atrás, y a su lado, un chico joven de aspecto extraño la acompañaba. Los oscuros ojos de Davis no pudieron evitar centrarse en el otro joven que permanecía al lado de Zoey, pues aquel cabello de un gris pálido, casi blanco, era bastante llamativo a simple vista para el recién llegado. No obstante, aquella cualidad no era la única a destacar, pues sus ojos de un color castaño, le parecían, junto a su rostro, ligeramente familiar. Por otra parte, su color de piel era un tanto pálida comparada con la del propio Davis. Por lo demás, no había nada mayormente importante que destacar, su físico era atlético, y como Zoey, algo mas alto que el propio Davis, probablemente era algo más mayor que él, aunque no le echaría mas de dos años.

—Hola. —saludó el joven elevando la mano algo cortado ante la situación.

Quería pillarlos hablando por si había algo en la conversación que le resultase interesante para tener en cuenta, al fin y al cabo, eran dos desconocidos, no sabía nada de ellos. Desgraciadamente, parecía que de alguna manera, a pesar de su sigilo, hacía rato que se habían percatado de su presencia mientras se acercaba, pues casi parecía que lo hubiesen estado esperando llegar.

—¿Cómo te encuentras, Davis? ¿No sería mejor que descansaras un poco mas? Tus heridas estaban bastante feas... —comentó Zoey aparentemente preocupada por su salud mientras dibujaba una tímida media sonrisa en su rostro.

—¿Ah? No, no, no te preocupes, estoy bien... Dentro de lo que cabe... —contestó tratando de quitarle importancia a su verdadero estado físico. —Gracias por tratar mis heridas mientras estaba inconsciente, y por lo de antes en aquel callejón.

El joven no se le escapaba por el rabillo del ojo como el otro chico lo miraba directamente con una sonrisa, por lo general no era extraño, podría querer mostrarse como alguien agradable, pero aquella mirada era un tanto... ¿curiosa?

—Está bien, pero igualmente no te fuerces, por favor. Tu estado físico no es precisamente bueno como para ir por ahí corriendo, saltando y matando a todo zombi que pilles por el camino. Deberías de ser mas cauteloso con tu salud y el bienestar de tu cuerpo teniendo en cuenta tu estado físico actual. —le recomendó casi como un reproche al no haberse tomado muy en serio sus palabras de haber permanecido mas tiempo descansando. —Es casi un milagro que aún seas capaz de mantenerte en pie con todo lo que tu cuerpo está soportando.

—Lo tendré en cuenta, gracias. —respondió con una sonrisa. —A todo esto, estamos algo lejos del lugar donde me encontraste, ¿cómo me has traído hasta aquí tú sola? —preguntó algo nervioso ante la mirada tan directa del otro chico hacia él.

—Logré encontrar un vehículo en “buen estado”. El dueño que trató de usarlo para escapar de lo que sea acabó empotrándose contra una de las paredes de un local muriendo en el impacto, dejando las llaves puestas y la ventanilla abierta. Quité el cadáver del medio y conduje el vehículo hasta aquí. Fue una suerte que el vehículo, aunque abollado, continuara moviéndose —contestó con una sonrisa.

—Entiendo... —el joven suspiró. —Y tu amigo... ¿Quién es?

—Creo que os voy a dejar un momento a solas que os vayáis conociendo, quiero comprobar algo. Vuelvo en un momento. —comentó instantes antes de abandonar la estancia.

—Vaya, si que tiene prisa... —comentó Davis viéndola marchar. —Por cierto, soy Davis Taylor, mucho gusto. —se presentó el joven tímidamente ante el desconocido ofreciéndole la mano.

El chico de cabello grisáceo vio aquel gesto extrañado, cosa que hizo que Davis se percatara de que tal vez aquel gesto era por algún motivo molesto para él. O incluso demasiado formal. Ante aquella reacción decidió retirar la mano, sin embargo...

—Yo soy Matt. —respondió de inmediato agarrando la mano que el joven ya estaba retirando.

—Ah... Vale, Matt. —comentó el joven ante aquella acción espontánea del chico.

Ambos se soltaron la mano y permanecieron unos instantes en silencio sin saber muy bien que hacer o decir. Entonces, el chico de cabello grisáceo suspiró.

—Davis... ¿No sabes quien soy? —preguntó un tanto avergonzado ante la situación.

—Em... Matt... Así me has dicho que te llamas, ¿no? —comentó el joven algo confuso ante la pregunta.

—Ah... Sí, así me llamo... —contestó algo cortado a la par que desanimado.

—Oye... Esto... ¿Nos hemos visto en algún lugar? —preguntó el joven frotándose la nuca sintiéndose algo nervioso e incómodo ante la situación.—Por algún motivo tu rostro se me hace vagamente familiar... —comentó sin saber muy bien como debía actuar en esa situación.

El rostro de Matt pareció iluminarse brevemente ante la pregunta de Davis. —Veo que no te acuerdas de mi, Sacedog. —respondió con una media sonrisa triste en su rostro.

Davis pareció sorprenderse ante aquella forma en la que lo llamó, Sacedog. Aquel apodo derivaba de unos personajes de una antigua serie anime de fantasía y aventuras que se emitía en televisión y de la que él y sus amigos eran muy fans. Cuando eran niños, y con el poder de la imaginación ilimitada de la que disponían con esa edad, solían jugar a un juego inventado basado en esa serie de dibujos, colocándose una serie de apodos basados en los personajes favoritos de cada uno para crearse un personaje propio dentro de aquel juego inventado al que habitualmente jugaban tras ver el capítulo diario de aquella famosa serie popular entre los niños de aquella época.

—Espera... ¡¿Matt?! —preguntó perplejo. —¿Qué haces aquí?

—Vaya... No esperaba que reaccionases así. —comentó con una media sonrisa en los labios.

—¿Y cómo esperabas que reaccionara? ¿Dándote un guantazo que te hiciera caer de culo al suelo y reprochándote el que te marcharas de la ciudad sin decirme nada? —preguntó sonriendo tratando de aligerar un poco el ambiente tenso. —Estás... Mmmm...

—¿Diferente? —preguntó el joven.

—¿Qué le pasó a tu cabello? ¿Te has teñido?

—No. Verás... Me fui de Stone porque me diagnosticaron un extraño cáncer cuando era niño, y tuve que mudarme lejos, a donde sí me podían tratar una serie de especialistas. Logré curarme, sin embargo, el tratamiento fue muy fuerte y obligó a que mi cabello castaño se decolorara y se me quedase casi blanco, además de que mi color de piel palideció también.

—Vaya...

—Sí...

Ambos quedaron en silencio nuevamente.

—¿Y qué haces en Stone?

—Quise volver tras tantos años fuera para visitar la ciudad en la que nací. Tengo muy buenos recuerdos aquí.

—Oh... Ya...

—¿Qué tal están Crystal y el resto? ¿Volviste a quedar con ellos? —preguntó algo cortado siendo consciente de parte del pasado del joven.

Davis suspiró con pesar. —Me encontré con Crystal y Jim en todo este caos, pero... —Davis se mantuvo un momento en silencio. —Íbamos con un grupo de soldados de la ONU cuando una milicia desconocida nos atacó. Ambos murieron en el ataque... Frente a mis ojos. —pronunció aquello último casi con un susurro.

Matt frunció el ceño decepcionado al escuchar eso. —Lo siento... Tal vez no debí de preguntar... —dijo el joven arrepentido.

—De los demás no sé nada, perdí hace mucho el contacto con ellos. Mis padres han fallecido, no sé nada de mis amigos Allen y Riliane, y me he separado de mi grupo, así que me encuentro completamente solo ahora... —comentó apoyando la espalda en la pared.

—No estás solo Davis, estoy aquí, contigo. —dijo el joven alzando ligeramente la voz dando un paso al frente. —Ahora que estoy contigo no me voy a separar de ti. Eras... Eres mi mejor amigo, incluso a pesar de los años que he estado distanciado de ti no te he olvidado. Siempre quise poder volverme a reunir contigo y retomar nuestra vieja amistad juntos. —aseguró el chico sonando bastante seguro de si mismo.

—¿Matt?...

—Ah... Lo siento. —retrocedió algo avergonzado. —Creo que me he dejado llevar un poco.

Davis sonrió. —Siempre preocupándote por mi, como en los viejos tiempos, ¿no? —comentó viendo positivamente aquella actitud. —Éramos como hermanos. Siempre uno al lado del otro, apoyándonos en todo momento. Aunque siempre actuabas como si fueses el hermano mayor, siempre eras tú el que estabas mas pendiente de mi.

—Me alegro de que recuerdes aquellos momentos. —respondió con una sonrisa.

—Y yo me alegro de verte de nuevo —respondió con sinceridad.

—Ya estoy aquí, muchachos. —anunció Zoey volviendo a la estancia.

—¿Qué tal fue? —preguntó Davis viéndola entrar.

Matt ignoró la presencia de la mujer limitándose a quedarse mirando a Davis con reflejos de preocupación en su mirada.

—Bueno, es que quise ir a investigar un poco sobre el incendio que ha tenido lugar en la biblioteca. —respondió al joven.

—¿Encontraste algo? —pregunto Matt desviando la mirada de su compañero.

—Bueno, necesito que piratees las cámaras de vigilancia de la biblioteca para ver que sucedió en la planta baja.

—Un momento. —interrumpió Davis. —¿Para qué? ¿Y cómo haría eso Matt?

—He encontrado indicios de que aquí hubo gente. Puede que hayan personas bajo los escombros de la primera planta. El olor a quemado es fuerte, por lo que no hace tantas horas desde que tuvo que tener lugar el incendio. Si hay alguien vivo atrapado entre los escombros, deberíamos de ayudarlo.

—Oh, ya veo...—respondió Davis no muy convencido de que pudiese haber alguien vivo bajo los escombros.

—Y respecto a lo de piratear las cámaras no tengo problema, tengo conocimientos avanzados en informática, por lo que con mi PDA puedo piratear las cámaras y ver en la pantalla que sucedió aquí en las últimas horas.

—Entiendo.

A Matt le tomó varios minutos poder conectarse a las cámaras de vigilancia internas del edificio para ver que tenían grabado a través de su PDA.

—Que PDA mas extraña. —comentó Davis observando el aparato de intrincado diseño que Matt sostenía en su mano. —Parece complicada de manejar. Nunca había visto una así.

—¿Ah? Esto... Bueno es que no se comercializan aquí, en Estados Unidos. Esta PDA es lo último en el mercado electrónico japonés y por ahora solo se comercializan en el país. —contestó el joven mientras accedía a los registros de vídeo de las cámaras de vigilancia.

—¿Estuviste en Japón? —preguntó Davis.

—Que va. Lo compré por Internet a una empresa de allí que vendía estas PDAs. Me salió por un ojo de la cara, pero la verdad es que no me puedo quejar, es bastante útil y ofrece multitud de opciones muy avanzadas respecto al resto de PDAs del mercado actual, las cuales ahora mismo están obsoletas en comparación a este modelo tan avanzado.

—Vaya...

—¿Cómo vas, Matt? —preguntó Zoey metiéndose en la conversación.

—Ya está.

Las imágenes se veían bastante mal. El humo y las interferencias en la grabación dificultaban ver bien que estaba teniendo lugar. Sin embargo, los tres jóvenes pudieron ver malamente las figuras de un grupo de personas dentro de la edificación. Las imágenes parecían congelarse en algunos momentos llegando a saltar en el tiempo. En unas ocasiones se los veía aparentemente discutir entre ellos, en otras luchando contra algo, y finalmente huyendo entre los escombros al exterior de la biblioteca.

—¿No puedes mejorar la calidad? Se ve bastante mal. —preguntó Zoey.

—Que va, eso es cosa de las cámaras, no de mi PDA. El fuego y el humo debió de dañarlas.

Sin embargo, entre el grupo de personas que fueron grabadas por aquellas cámaras, Davis pudo distinguir dos rostros en uno de los pocos planos buenos que las cámaras tomaron, sus compañeros, Allen y Riliane. ¡Estaban vivos! Zoey y Matt se percataron del rostro de sorpresa que puso el joven observando la pantalla de aquella PDA.

—¿Qué sucede? —preguntó Matt.

—¿Reconociste a alguien? —quiso saber Zoey interesada.

—Sí, a dos amigos míos, Allen y Riliane. Cuando llegué a la ciudad nos separamos y no he vuelto a saber mas de ellos.

—¿Estuviste fuera de la ciudad? —quiso saber Matt frunciendo el ceño.

—Sí. Volví con ellos de vacaciones y la ciudad ya estaba así. Sin embargo, no vimos nada raro cuando llegamos. A medida que fui hacia casa fue cuando comencé a darme cuenta de que en la ciudad había sucedido algo.

—Ya veo.

—Es probable que se dirijan al centro de la ciudad, ya que allí está la base militar donde se llevarán a cabo las evacuaciones de civiles. —comentó Zoey.

—La grabación es de hace unas pocas horas. —comentó Matt. —Puede que incluso estén aún por la zona. Si son inteligentes habrán ido tomando las calles por las que los militares fueron recogiendo a los civiles en los puntos de encuentro de los distintos barrios de la zona. La presencia de los no muertos debería de ser menor por esas zonas.

—En ese caso tendré que salir en su busca. —comentó Davis con una mirada decidida.

—¡¿Qué?! —exclamó Zoey sorprendida. —¡¿Estás loco?! En tu estado no puedes permitirte hacer algo como eso. Ya te dije que es un milagro que aún tu cuerpo te permita permanecer en pie. El nivel de daño físico que estás soportando es muy elevado. ¿Quién sabe por donde andarán?

—Lo sé. Soy consciente de que mi cuerpo ya no aguantará mas trotes. Pero son mis amigos, necesito dar con ellos. —respondió el joven.

—Voy contigo. —respondió Matt de inmediato.

—¿Estás seguro? No tienes porque hacerlo. —respondió Davis.

—Iré a donde tú vayas, Davis. —respondió con una sonrisa. —Necesitarás ayuda.

—¡¿Cómo?! —exclamó la mujer al escuchar a Matt. —Pero vamos a ver muchachos, aunque estuviesen por la zona, no es aconsejable salir por la noche con todos esos monstruos rondando y sin saber a ciencia cierta en donde están. Y ya he comentado acerca de tu estado, Davis. ¡Es una locura!

—Lo sé. —contestó Davis tranquilamente. —Entiendo tu posición. Pero Zoey, si tú tuvieses a algún ser querido por la zona y sabiendo que puede estar en peligro... ¿Te quedarías aquí? ¿O saldrías en su busca? —preguntó Davis mirando seriamente a la joven. —¿No querías además unirte a otras personas para aumentar las posibilidades de sobrevivir? Ese es el motivo por el que te arriesgaste a salvarme, ¿no?

Zoey suspiró con pesadez incapaz de quitarle la razón en lo que dijo. —Está bien. Iré con vosotros. —dijo finalmente no muy convencida.

—Genial. —comentó Matt.

—Podríamos ir en el vehículo en el que te traje. —propuso Zoey. —Al menos en su interior estaremos algo mas cubiertos de los enemigos.

—Me parece bien. —respondió Davis.

Tras eso, los tres abandonaron el lugar para dirigirse al vehículo estacionado frente a una calle cercana a la biblioteca pública. Según la grabación, aquellas personas salieron del edificio en llamas, por lo que era improbable que hubiese alguien atrapado bajo los escombros, por lo que no tenía sentido estar mas tiempo allí. Dispuesto a dar con sus compañeros, quienes aún estaban vivos en algún lugar, y con la aparición de Matt, Davis comenzaba a albergar una pequeña chispa de esperanza en su corazón. Puede que al final de toda aquella pesadilla que estaba viviendo no se quedase tan solo e ignorado como imaginaba que quedaría tras abandonar aquella espantosa ciudad una vez lograse ser evacuado en la base militar en la que quedó en verse con sus compañeros antes de separarse.

Karen, Shaun, Diana y Kyle, ellos tenían a sus familias y amigos esperándoles fuera de Stone, tenían, a diferencia de él, un lugar y una vida a la que regresar cuando todo aquello acabase. Realmente deseaba que los cuatro estuviesen bien y hubiesen logrado llegar a la base sanos y salvos. Él, sin embargo, perdió su hogar, a sus padres y a sus amigos en Stone, y desconocía a donde se mudaron sus tíos con sus familias. Pensó que ya no sabría a donde ir o que hacer aún logrando escapar de la ciudad tras ver como Jim y Crystal, quien le había ofrecido la oportunidad de empezar otra vida con ellos fuera de Stone, murieron frente a sus ojos sin poder hacer nada para evitarlo.

Sin embargo, todo había cambiado ahora que Matt había regresado y Allen y Riliane seguían vivos en algún lugar no muy lejos de su posición. Si lograba salir de Stone con ellos, ya no estaría solo, podría estar cerca de ellos y empezar otra vida. Podría huir de su soledad y sus problemas, o al menos, es lo que pensaba que podría hacer. Cuando creía que todo había acabado finalmente para él tras ver como aquella ciudad le había arrebatado todo lo que tenía, Zoey había aparecido dándole una nueva oportunidad para vivir salvándolo de su propio suicidio. Puede que tal vez, solo tal vez, las cosas comenzaran por una vez a cambiar aunque fuese un poco a mejor para él...



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