Big Red Mouse Pointer

sábado, 6 de julio de 2019

NH2: Capítulo 067 - La otra cara de la moneda. 4.

4. Dime, ¿tanto añoras tu hogar, o simplemente, no quieres perder los valores que allí te han regalado?

Día 16. Estos días han avanzado sin demasiadas particularidades. Apenas he visto al cuarteto, por inapetencia personal, supongo. Han progresado con éxito, sin embargo, y parece que al fin han logrado ponerse las pilas. Ya casi tenemos veinte litros de combustible. Solo un poco más y me largaré de este agujero de una vez por todas. También he estado practicando la combinación de poderes en el interior de la casa. Mi corazón empieza a generar mayor tolerancia, pero debo mantenerme atento y cuidadoso.

—¡Venga, chica, venga!

—¡Venga, Estrella! ¡Tú puedes! —chilló Paula animándola junto con Vega.

Emocionados, ambos contemplaban junto con Mike como Estrella se esforzaba en su proceso de recuperación, siguiéndoles mientras ellos se movían por el patio. En un momento dado, logró echar a correr hacia el trío, y mantuvo su carrera durante unos diez segundos aproximados. Vega no se pudo sentir más reconfortada por la evolución de su animal.

—Dentro de poco —susurró la joven a la yegua tras haberla calmado y disponerse a atarla de nuevo—, podré volver a montarte, y regresaremos por fin a casa. Sé paciente, preciosa.

—¿A casa?

Vega giró sobre sí misma, sorprendida de que Mike hubiese alcanzado a escucharla. Procedía a responderle cuando Lilith atravesó el portón apresurada reclamando ser atendida.

—¿Qué pasa? —se adelantó Paula al resto intranquila por la exaltación de su hermana.

—Alguien ha entrado al supermercado. Tenemos que sacarle de ahí antes de que active una de las trampas de Hawk.

—¡¡Ah!!

El joven se sobresaltó al ver unas latas caer de una estantería cercana, sin embargo, pronto bajó la guardia al comprobar que no se trataba de una amenaza como tal.

—Solo era una rata... —suspiró devolviendo a su funda la Gladius a medio sacar.

El pequeño roedor observó al chico unos instantes antes de escabullirse entre los productos del balde en el que se localizaba.

—Tanto para una simple rata...

El joven se volteó, y antes de que pudiese reaccionar, una figura frente a él lo tumbó en el suelo rápidamente. El chico trató de levantarse y sacar su Gladius para combatir al enemigo, maldiciéndose a sí mismo por relajarse y bajar la guardia. Sin embargo, el pie de su agresor le pisó con fuerza el brazo para que no pudiese desenfundarla de su vaina mientras le apuntaba con el filo de un hacha al cuello.

—¡No te muevas! —ordenó una voz femenina. —¡Chicos, venid aquí!

En cuestión de segundos dos figuras emergieron rápidamente en el pasillo listos con sus armas blancas empuñadas.

—Espera, ¿este no es... —el joven no terminó la frase cuando su compañera le interrumpió.

—¡¿Leonard?!

El joven al escuchar su nombre se relajó por un momento y deparó en el rostro de la chica que lo mantenía tirado en el suelo. Tardó unos instantes en reconocerla, sin embargo, nunca pensó en ver a un rostro conocido de la base de Michaela frente a él. Aunque en este caso, eran tres los rostros conocidos, ya que no tardó en reconocer a los otros dos que iban con la chica.

—¿Lilith? —pronunció el nombre de la chica que lo tumbó.

El joven no sabía si sentirse contento o decepcionado de toparse con ellos tres, pues no sabía ni que hacían ahí, ni cuáles serían sus intenciones, además de que tampoco tenía demasiada relación con ellos tres. Tan solo le quedaba observar que harían con él para ver cómo debería de actuar.

—¿Qué estáis haciendo vosotros tres aquí?

—Llevamos mucho más tiempo que tú. Esa es la pregunta que deberíamos hacerte nosotros —concretó Lilith apretando aún más su hacha para insistir en su amenaza.

—Solo intento sobrevivir. Igual que vosotros, imagino. Oye, te agradecería mucho muchísimo si pudieras dejar de pisarme el… Auhhh.

—Deja de hablar, melenitas. Tienes suerte de no haber activado ninguna alarma entrando en este supermercado. Nos habrías puesto en un compromiso.

—Bueno, no era mi intención, lo juro.

Lilith levantó su pierna, cesando en la presa que ejercía, y se separó del chico escudriñándolo con sus brazos cruzados.

—Sal.

—En serio, solo estaba de paso.

—Sal de una puta vez —insistió la adolescente carente de paciencia—, y vigila donde pisas.

Fingiendo ser obediente, Leonard caminó hacia la salida del supermercado con el trío detrás de él sin alejarle de su campo de visión. Con disimulo, colocó su mano sobre la empuñadura de la Gladius. Aquel grupito no le convencía. Una vez fuera, agarraría el arma y les amenazaría con ella si no le permitían huir corriendo. Sin embargo, su estrategia quedó destruida cuando se dio cuenta de que un tipo que le doblaba la estatura se encontraba esperándole en el exterior junto con el filo expuesto de un sable wakizashi.

—¿Quién es él? —preguntó Vega interesado.

—Se llama Leonard —compartió Mike más calmado porque el intruso resultase ser conocido por los tres—. Vivía en el mismo lugar que nosotros. Es un buen chaval.

—Si lo dices precisamente tú, entonces no me cabe lugar a dudas.

—Hey, melenitas —captó Lilith su atención con un chasquido de sus dedos—, arrodíllate.

—¿Qué estás haciendo, Li?

—Déjame esto a mí, Mike —le reprendió apartándole hacia un lado—. Leonard, de rodillas.

—No.

—¿Cómo qué no? —reprochó la chica aferrándose a su hacha molesta por la contestación.

—No es no. No tengo por qué obedecerte.

Mike creyó adivinar el motivo por el que su novia le solicitaba al chico que se colocase en esa posición y se introdujo entre ambos, ordenándole a Lilith con la mirada que apaciguase tanto su lengua como sus maneras.

—Hace unas semanas, poco después de dejar la base, un soldado nos persiguió para intentar llevarnos de vuelta. Creo que Lilith podría estar un poco nerviosa de verte aquí por ese motivo.

—Bueno, puedes decirle a tu noviecita que, si apareciese alguien de la base, sería el primero que le rebanaría el cuello. Me he ido precisamente porque no soporto a esa p… a esa gente. Por mí pueden morirse todos. Me da igual.

—Unas duras declaraciones, desde luego —comentó Vega sorprendida por la solidez de sus afirmaciones.

—Si hubieras estado ahí dentro, sabrías de lo que hablo. Seguro que estos tres me entienden.

En mitad de la conversación, Lilith se percató de un hecho que no había advertido hasta ese momento. Si el melenas se unía a ellos, podrían utilizarlo para conseguir el combustible para el BMW con más rapidez, y en el caso de que resultase ser de desconfianza, solo debían largarse y dejarle tirado. Al fin y al cabo, era bastante improbable que intentase revelarse contra ellos si le daban un techo bajo el que cobijarse. Estaba solo, y Leonard era conocido en la base por ser un verdadero cobarde.

—Vivimos en ese edificio —informó Mike a Leo señalando el portón rojo—. Lo dirige, por así decirlo, un viejo un poco cascarrabias, pero se porta bien con nosotros. Por mí puedes venir. Si tú quieres, claro.

—Si Mike deposita su confianza en ti, yo también lo haré —anunció Vega retornando el sable a su funda—. Por ahora no me ha decepcionado.

—Os lo agradezco, pero preferiría seguir caminando. No quiero estar cerca de la base.

—¿Y si te digo que tenemos un coche? —intervino Lilith consciente de la diana a la cual debía apuntar—. Buscamos combustible para él todos los días. Dentro de poco tendremos el suficiente para subirnos en él y pirarnos tan lejos de la base que ninguno de esos hijos de puta nos vuelva a encontrar.

—Hace cinco segundos no te fiabas de mí.

—Tu comentario sobre la base me ha hecho cambiar de opinión. Entonces, ¿qué? ¿Te quieres apuntar al comando BMW?

Leonard agachó la cabeza, considerando seriamente si le merecería la pena unirse a ellos en su cometido o si debía continuar andando en dirección opuesta a la prisión de Michaela.

Cuando más concentrado se hallaba en su lectura, un conjunto de golpes resonó en la misma entrada de su morada. Sorprendido por la solicitud, Hawk dejó el libro y corrió a abrir deseando que hubiesen ido a informarle de que habían encontrado un gran suministro de combustible en un golpe de suerte y ya podían marcharse. Su desánimo no pudo ser mayor cuando se topó con su querido cuarteto acompañando a un chaval adolescente de melena rubia.

—Hawk, este es Leonard —le presentó Lilith dirigiendo sus manos hacia él como si se tratara de alguna persona de estimada importancia.

—¿Ahora me estáis trayendo nuevos inquilinos? ¿Desde cuándo es esto una pensión?

—Le conocemos de antes —inquirió Mike en ello—. Hemos vivido bastante tiempo con él en el sitio de donde vinimos. No es cualquier persona que nos hayamos cruzado por la calle. Es de confianza.

—La cuestión no es si es de confianza o no. La cuestión es por qué lo habéis traído al edificio. Yo accedí a que os quedaseis vosotros hasta que la yegua se recuperase, pero no os di permiso en ningún momento para meter a nadie más aquí, lo conozcáis o no.

—Viejo, ha accedido a ayudarnos con la búsqueda del gasoil —intervino Vega intentando que recapacitase en su negativa—. Vamos demasiado lentos porque solo somos Lilith y yo. Si el chico se une, seríamos tres, y podríamos cubrir más terreno.

—Siempre y cuando me garantices un asiento en ese BMW que dicen que tienes —esclareció Leonard adoptando una postura firme en su condición—. Si no estás dispuesto a ello o hay algún tipo de problema o mal rollo con que yo esté aquí, me iré por donde he venido. No quiero causar disturbios ni deberle nada a nadie.

—Vaya… —expresó Hawk asombrado—. Te agradezco de corazón que al menos tú muestres algo de respeto por tus mayores.

—Ja, sigue soñando, puto viejo —le espetó Lilith cuando se percató de que le había insinuado que podría comportarse más como el chico.

—Si te quedas, tendrás las mismas condiciones que el resto. Vivirás en el ático, con ellos, y lo único que te proporcionaré será el alojamiento. A partir de mañana, te unirás a la búsqueda del combustible junto con Paula. Así, seréis cuatro personas rastreando en parejas, y ahorrareis más tiempo todavía. Me encargaré de preparar otro mapa para que sepáis donde tenéis que ir.

—¡Hey, espera, espera, espera, espera! —le detuvo Lilith oponiéndose al acuerdo—. ¿Dónde ha quedado lo de los niños entran gratis?

—Bueno, tu hermana me pidió expresamente que contara con ella, y eso es lo que hago. No soy quién para negar los deseos de nadie.

—Lo que eres es un cabrón.

—Lilith, no importa —la disuadió Paula temiendo lo que podría suceder—. Puedo hacerlo. Sé cuidarme, y no estaré sola.

—Si realmente confías en la lealtad de este rubito para con vuestro grupo y en la capacidad de tu hermana pequeña, ¿cuál es el problema?

—Cambiemos las parejas —propuso Lilith sin pretensión de escuchar a ninguno—. Vega irá con Leonard y mi hermana irá conmigo.

—No. Vega y tú ya os habéis adaptado a una dinámica de trabajo durante estas semanas. Un cambio de parejas supondría volver a empezar de cero.

—Y una mierda…

—Se hará tal y como yo lo ordeno. Piensa en ello como un ejercicio de supervivencia, querida Li. ¿O pretendes estar siempre pegada a la cintura de tu hermanita?

Lilith se adelantó para contestarle con desagrado, pero Hawk cerró la puerta sin previo aviso, obligándola a que sus palabras se le enquistasen en la garganta.

—No te preocupes, Li. Estará bien.

—Solo lo hace para putearme. ¡Me la tiene bien jurada! —chilló Lilith furiosa apartándose de Mike y encaminándose hacia las escaleras para ascender hasta el ático—. ¡Debería haber dejado que se muriera en el centro comercial, por capullo!

—En fin, ya se le pasará... Si necesitáis algo, estaré con Estrella —anunció Vega abandonando el pasillo.

Leonard permaneció durante unos segundos analizando el panorama en el que él solito había aceptado inmiscuirse. La relación entre el llamado Hawk y Lilith no parecía demasiado estrecha, precisamente. Aunque temía que pudiese llegar a desencadenarse un conflicto grave, le tentaba demasiado la idea de usar el BMW para alejarse lo máximo posible de la base. Al fin y al cabo, no dejaba de ser un mosquetero fugado, y las probabilidades de que Michaela hubiese enviado a alguien para rastrear su paradero no debían ser bajas. Tendría que soportar a aquel grupo, por lo menos hasta que le conviniese.

Se hallaba tan absorto en su cavilación que apenas notó a la pequeña que se acercó y tendió su mano hacia él.

—Ven, te enseñaré la casa.

—Gracias, emm… ¿Paula?

—Sí, Paula.

—Creía que te llamabas… Da igual. Te habré confundido con otra persona de la base.

—No importa —declaró ella con una sonrisa más sincera que nunca—. Venga, vamos.

El resto del día transcurrió con tranquilidad tras la perturbación del nuevo miembro después de su aparición en el supermercado. Después de la rápida introducción que Paula hizo a Leonard del ático, este se percató de que no iba a tener un espacio propio para dormir. Por suerte, había un sofá en el pasillo, que empujó y colocó junto al otro en el salón de la casa.

Tras ello, la niña se marchó aclarando que quería ver a Estrella. Aunque ya era la segunda vez que mencionaban a la mujer, Leonard no sentía la más mínima curiosidad por ella o el momento en el que la conocería. Solo y aburrido, optó por sentarse en la mesa del comedor y sacar algunos de los objetos de su mochila para revisarlos y contabilizar de qué disponía.

No habían pasado ni veinte minutos cuando los cuatro que le habían abordado regresaron al hogar. Leo ni siquiera se molestó en mirarles, por lo que no vio a Paula lanzándose hacia la mesa para arrebatarle la cámara de fotos que estaba sobre ella.

—¿Esto qué es?

—No, devuélvemela…

Leo se cubrió la cara con los brazos cuando el flash le deslumbró. La chica agarró la foto que salió del aparato y la observó con gesto de absoluto asombro.

—¿Es una cámara?

—Sí, es una cámara instantánea, porque saca fotos al instante, como ves; si no, no se llamaría instantánea.

—Hablando de obviedades… —refunfuñó Lilith a la nada pasando entre los dos para agarrar un objeto que también había atraído su atención—. ¿Esto es una pistola?

—Sí…

—¿Y esto son cargadores para la pistola?

—Sí, lo son. Qué curioso, ¿no? ¿A dónde quieres llegar?

—Nada, simplemente, que es complicado encontrar un arma con tantas balas. Comparte algo de tu suerte ahora que estás con nosotros.

—No querrías ni un poquito de mi suerte, ya te lo digo yo —le espetó Leonard cansado de su fisgoneo—. Paula, devuélveme la cámara, por…

Un segundo flash le cegó. Leo apretó los dientes conteniendo sus ganas de gritarles por estar hurgando en sus pertenencias sin siquiera pedir permiso.

—Lo siento. Se ha disparado sola.

—Vamos, Paula, no está bien coger las cosas de los demás —intervino Mike al ser consciente de que Lilith solo favorecería aquel comportamiento—. Devuelve la cámara a Leonard y pídele perdón.

—Perdona.

Aunque se sentía ligeramente agradecido por la actitud comprensiva del chaval, Leo cogió la cámara sin inmutarse y regresó a su posición inicial para continuar con su inspección. El melenas nunca había sido un gran hablador en la base, y el trío era consciente de ello. Quizá se debía, en parte, a que era tímido o no le interesaba entablar conversación, pero ninguno lo podía asegurar con certeza.

No se generó ningún otro contacto entre el rubiales y el resto. Para cuando acabó de revisar sus enseres, sus compañeros de piso ya habían terminado de preparar su cena. Él, sin embargo, optó por tomar una lata de conservas sentado en su sofá para después acostarse abrazando su mochila. Vega quiso invitarle a la mesa, pero Mike le disuadió diciendo que iba a ser mejor darle algo de espacio hasta que se abriese. No pasó mucho más tiempo hasta que todos se arroparon en sus respectivos lechos, acompañando a Leo, que no había tardado ni quince minutos en caer en un profundo sueño.

—¡Papá! ¡Papá!

—Sí, cariño, estoy contigo en un momento.

Apresurado, Hawk cogió una libreta de un escritorio y comenzó a anotar algo que le estaban comunicando desde el otro lado del teléfono que sostenía en su oído.

—Sí, por supuesto, claro que estaría dispuesto.

—¡Papá, mira! ¿Me quedan bien?

Con un grito ahogado, Bella tropezó y cayó de cabeza al suelo del salón como consecuencia de haberle robado unos tacones a su madre para pasearse con ellos por la casa.

—Estaré allí en veinte minutos. Le prometo que no se arrepentirá.

—¡¡Papá!! ¡¡Me he caído!!

Saliendo de su ensimismamiento, Hawk colgó el teléfono y fue a atender a su hija, que había roto en llanto. La levantó y dejó que se abrazase a él para descargar su dolor.

—¿Cuántas veces voy a tener que decirte que no te pongas los tacones de mamá? No quieras ser mujer tan pronto, Bella, que todavía me quedan muchos años contigo.

Ella no respondió. Tan solo se limitó a continuar llorando aferrada a su padre. Hawk levantó con delicadeza su cabeza y secó sus lágrimas.

—Vamos, tenemos que ir a un sitio mientras mamá está trabajando.

—¿Vamos al parque?

—No, cielo, son asuntos de papá, pero si te pones los zapatos y te portas bien, te llevaré más tarde.

Hawk bajó al suelo a su hija, más relajada tras la promesa. La niña fue directa a por su calzado mientras su padre la observaba con ternura.

—Te quiero, Bella.

—Yo también te quería.

Hawk se despertó en su cama algo alterado y se sentó incapaz de despegarse de la impresión de que alguien le había susurrado que le quería. Buscó a Bella en la habitación, pero el fantasma creado por su mente no estaba presente. El reloj de su mesita indicaba las cinco de la mañana cuando salió desde su dormitorio al salón.

Se disponía a caminar hacia la cocina para prepararse una taza de café cuando un relinche de la yegua llegó a sus oídos, obligándole a mirar por la ventana. No pudo encontrarse más confuso al visualizar a Lilith acariciando al animal.

—Pero, ¿qué hace ahí?

—Te gusta, ¿verdad? Te relaja, ¿eh? ¿A qué te relaja?

Apostada en el patio entre la oscuridad nocturna, Lilith acariciaba y rascaba la crin y el cuerpo del animal, que parecía estar disfrutándolo bastante. Después de unos minutos, la adolescente se detuvo y se sentó cerca de ella apoyada en una pared.

—Deberías dormir, tú que puedes.

Estrella le contestó con un bufido que Lilith interpretó como una negación.

—Bueno, bueno, haz lo que quieras.

—¿Ahora le hablas a la yegua? ¿Tienes complejo de chica del sable?

Lilith se incorporó asustada por la voz que acababa de expresarse. Miró hacia la entrada del edificio y divisó la figura de Hawk en un espacio en el que segundos antes habría jurado que no había ni un alma viviente.

—¿Cómo coño has llegado hasta ahí?

—Usando ese prodigio de la ingeniera llamado puerta, como el resto de seres humanos —le indicó en tono sarcástico señalándola—. Veo que no soy el único con tendencia a no dormir. ¿Te encuentras bien?

—¿Desde cuándo cojones te importa si estoy bien? Hazme un favor y enciérrate en tu cueva. No quiero tenerte aquí.

Hawk se inclinó sobre el portón rojo y se cruzó de brazos, escudriñando a Lilith.

—¿Hasta cuándo vamos a estar así?

—¿Así cómo?

—Sabes perfectamente a lo que me refiero.

—Me caes mal, viejo. Creía que lo había dejado suficientemente claro.

—Bueno, tú tampoco eres mi persona favorita, pero tener que estar siempre como el perro y el gato resulta agotador —aclaró el viejo recortando distancia con ella prudentemente—. Mira, he bajado para aprovechar que estás a solas porque quería decirte que lo sé.

—¿Que lo sabes? —repitió Lilith con un carraspeo—. ¿Qué es lo que sabes?

—Enviaste a tu hermana a mi casa para ver si encontraba algo raro porque estás mosqueada después de lo que pasó en el centro comercial, como si de normal no fueses ya paranoica…

—No sé de qué estás…

—No tiene sentido que lo niegues. Me pesan bastante más los años y la experiencia tratando con la gente que a ti, y he tenido una hija.

—No tienes ninguna prueba, Hawk.

—Acabo de decir que tu hermana ha estado en mi casa conmigo y no has entrado en cólera. Eso me parece prueba más que suficiente —la capturó el anciano sin que la chica pudiese hallar otra forma de intentar escapar—. ¿Y todo para qué? ¿Encontró algo interesante? ¿Mi cafetera, mi maqueta del ADN, mis libros de Química Orgánica, mi medicación para el corazón? ¿Eh?

—Te repito que…

—Para ya, Lilith. Te lo pido por favor. No quiero echaros, y no beneficiaría a nadie, pero estás presionando demasiado mi paciencia.

—Déjame ir con mi hermana a buscar combustible, y no te tocaré más los huevos.

—No sé si creerme esa afirmación, y desde luego, no estás en posición de negociar.

—¡Por favor! Hawk…, por favor. Déjame ir con ella.

—Muy bien —espetó percibiendo la intensidad con la que la joven le observaba—. Si quieres que recapacite mi decisión, deberías meditar acerca de la prohibición que le hiciste a Paula hace unas semanas, aquella por la que no podía estar a menos de quinientos metros de mí. Y tampoco estaría mal que empezases a dirigirte a mí con un poco más de respeto. Uno se cansa de que le llamen puto viejo todos los días.

Con sus condiciones descritas, Hawk se dispuso a regresar al interior, no sin antes apalabrar una última aclaratoria.

—Y deberías olvidar lo que sucedió en el centro comercial. Sé que le estás dando vueltas. No tiene tanta importancia como quieres darle.

Lilith aguardó a que el viejo desapareciese del jardín para insultarle con su dedo corazón.

—Hey, pequeño rubito.

Leonard gruñó molesto y giró hacia el otro lado del sofá esforzándose por continuar dormido.

—Será capullo… ¡Vamos, levanta!

Viendo que el chico no respondía a las órdenes de la espadachina, Paula se subió al sofá para saltar encima de él. Leo se despertó segundos después con los ojos hundidos y observó a la niña como si se tratase de un asesino en serie.

—¿No me podíais despertar de otra forma?

—No deberíamos despertarte, directamente, que ya eres mayorcito.

—Nadie me contó que madrugabais tanto para buscar la gasolina —protestó Leonard abatido por el sueño—. Me lo podríais haber dicho y me habría ahorrado levantarme de mala ostia.

—En eso tiene razón —comentó Mike, quien ya estaba desayunando en la mesa del comedor.

—Bueno, lo sentimos, amigo. Tenemos que bajar en quince minutos, así que date prisa.

—¿Quince minutos? Joder…

El tiempo del que disponía era escaso, pero ni siquiera necesitaba cambiarse de ropa, así que Leo desayunó lo primero que encontró en su mochila y se unió veloz al resto para bajar. Mike y Paula preguntaron por Lilith, pero Vega ya la había captado por la ventana con su yegua, por lo que supuso que se encontraría esperándoles, y así fue. Se cruzaron en las escaleras del segundo piso y se dirigieron juntos a por el segundo mapa que Hawk debía haberles preparado. El anciano abrió la puerta con sus párpados hundidos por las ojeras. La mayoría ya eran conscientes de que dormía poco, pero su insomnio ni siquiera pasó desapercibido para el novato.

—Aquí tenéis —habló entregando el papel a Leonard—. Como hice con el otro, he marcado los lugares que son más susceptibles de tener combustible para el BMW. Calculo que, con unos seis o siete litros más, será suficiente para salir a la carretera, así que id haciéndoos a la idea de que pronto nos largaremos de este lugar.

Hawk lanzó una discreta mirada a Lilith durante su comunicado. Esta afirmó ligeramente con su cabeza cerciorándose de que nadie se percataba de su gesto.

—También le he estado dando vueltas a lo de las parejas, y he llegado a la conclusión de que no me haría nada de gracia que alguien fuese en mi contra deliberadamente por mi decisión, así que voy a dejar que os organicéis como queráis.

—¿Eso significa que puedo ir con mi hermana?

—Para que luego digas que soy una mala persona —espetó Hawk cerrando la puerta sin nada más que expresar.

—No sé cómo demonios lo haces, Lilith, pero siempre consigues lo que quieres. Habrías sido mi mejor pasante —expresó Vega sorprendida por el cambio de opinión del anciano—. Supongo que eso nos deja a ti y a mí juntos, pequeño rubito.

—¿Puedes dejar de llamarme pequeño rubito? Tengo catorce años. No soy pequeño.

—¿Melenitas?

—Tampoco.

—Vale…

—Guardad la charla para cuando estéis buscando gasoil —les apremió Lilith caminando hacia las escaleras mientras arrastraba con ella a su hermana del brazo—. A ver si podemos acabar de una vez con esto.

Lilith y Paula fueron las primeras en abandonar el edificio. Aunque tanto Mike como Vega se habían cerciorado de que la menor había expresado alguna mueca de descontento después del veredicto de Hawk, era evidente que había decidido callarse para no limar asperezas. Leo, por su parte, se marchó con Vega hasta el portón rojo, y mientras esta lo abría, recordó que aún no había visto a la denominada Estrella por ninguna parte.

—Oye.

—Dime, Leonard.

—¿Dónde se ha metido la chica que falta?

—¿La chica que falta? —repitió Vega absolutamente desorientada—. ¿A quién te refieres?

—Esa tal Estrella. La nombraste ayer, y dijiste que estarías con ella.

Vega se sostuvo la frente avergonzada porque se le hubiese escapado semejante obviedad.

—Lo siento. Con las prisas, se me ha olvidado presentártela. Está en el patio. Si vas por ahí, la verás.

—¿En el patio?

—Sí, ella duerme ahí. Se está recuperando de una herida en la pata.

—¿Pata?

Consciente de que estaba pasando algún elemento por alto, Leonard se precipitó veloz hacia el patio. Su sorpresa fue tan grande que incluso se sobresaltó cuando vio al animal allí atado con total tranquilidad.

—¿Estrella es un caballo? ¿Tenéis un caballo?

—En realidad es una yegua. La encontré hace casi un año vagando por ahí, y la acogí. Desde entonces, viene siempre conmigo.

—Es la primera vez que veo una —comunicó Leonard fascinado por el ímpetu del animal—. Bueno, en la tele, como todo el mundo, pero no se parece en nada.

Leo dio un par de pasos hacia la yegua, pero Vega le sostuvo del hombro al adivinar cuál era su intención.

—Estrella y tú tenéis algo en común. A ninguno de los dos os gustan demasiado los extraños —afirmó la espadachina provocando que el chico la observase con recelo—. Dale un par de días para que te conozca, y a lo mejor entonces, te deja tocarla.

—De acuerdo…

—Venga, vamos, antes de que el viejo nos vea vagueando por la ventana y se teletransporte para echarnos la bronca.

—¿Se teletransporta? —preguntó Leonard con expresión de burla.

—A veces…

—Ya, claro… Hace mucho que dejé el chupete, ¿sabes?

—¿Qué pasa? ¿No me crees?

—¿Me creerías tú si te dijera que una mujer muerta resucitó y salió de un ataúd en frente de todos sus súbditos?

Vega rio impresionada por la ocurrencia del rubio.

—Suena a que lo has leído en alguna novela.

—Como lo tuyo.

—Va, pequeño rubito, muévete —comandó Vega finalmente la iniciativa retornando hacia el portón.

—¡Que no me llames así!

—Ya hemos llegado. Es aquí.

Lilith plegó el mapa que ya conocía a la perfección y se lo guardó en el bolsillo trasero de su pantalón, para inmediatamente después indicar a su hermana que se mantuviese detrás de ella en todo momento. Se encontraban en una especie de ferretería. Ninguna de las dos sabía lo que podrían encontrar allí, pero si Hawk lo había marcado, tendría sus motivos. Paula obedeció sin rechistar, tal y como se había mantenido desde que habían salido del edificio.
La mayor se adentró primero, asegurándose de que el perímetro estaba despejado. Fue tras ello cuando comenzó a repartir órdenes.

—Tú mira por aquí, y yo iré a echar un vistazo a la trastienda. Seguramente nos marcharemos con las manos vacías, pero en fin… En el papel que te he dado antes pone lo que debes buscar. No te olvides de revisar el mostrador.

—Vale.

Paula permaneció inmóvil hasta que vio a su hermana desaparecer por una esquina. Aunque era pequeña, intuía que ella había provocado de alguna manera que Hawk cambiase de opinión. Se sentía bien estando con ella, pero sabía que le habría gustado compartir tiempo con el chico nuevo.

Hawk le dio un sorbo a su café y se sentó en una silla del comedor para continuar con la que era su lectura habitual. Aunque se esforzaba por avanzar a través de las palabras, no podía evitar perderse constantemente en sus pensamientos. No le había resultado agradable verse obligado a ceder ante las exigencias de la insoportable adolescente, pero era consciente de que tenía que conducirla a su terreno si quería acercarse a Paula e intentar la transmisión con la propia Lilith.

En un arrebato instantáneo, Hawk dejó el libro sobre la mesa y fue a su escritorio para coger la grabadora, abriendo con una llave el cajón en el que la guardaba junto con las cintas. Se sentó de nuevo y comenzó a grabar.

Día 17. No puedo quitarme de la cabeza lo que pasó el otro día. Estoy intentando acercarme más a la tal Jane para ver si puedo realizar la transmisión con ella, pero lo que ocurrió… Es algo que nunca me había pasado. Nunca había estado dentro de un recuerdo… Definitivamente, voy a necesitar hacer más pruebas. Me estoy comiendo demasiado la ca…

La voz de Hawk se detuvo en seco al notar cómo su visión se emborronaba. Su muñeca soltó la grabadora sin previo aviso y su corazón empezó a indicarle que su organismo no se encontraba en buen funcionamiento. El anciano se puso en pie agarrándose el cuello para intentar aliviar la presión que le oprimía y trastabilló hacia su dormitorio, pero tan solo pudo dar un par de pasos antes de desplomarse.

—Aquí no hay nada… A ver por allí.

Paula musitaba consigo misma decepcionada por la inutilidad de todos los artículos que había en la ferretería. Lilith ya le había advertido que la búsqueda de combustible no era precisamente una labor sencilla, pero tampoco esperaba que fuese a tener tan mala suerte en el primer local como para no encontrar ni una mísera llave inglesa que pudiese ser de utilidad.

—¿Cómo vas, Paula?

—Por ahora no he encontrado na…

Un impacto seco reverberó en el establecimiento. Lilith salió apresurada de la trastienda y se encontró con su hermana inconsciente junto a un estante.

—¿Qué cojones ha pasado? ¡Paula! ¡Paula, despierta! —la zarandeó confusa suplicando para que regresase—. ¡Vamos, Paula! ¡¡Paula!! ¡¡¡Paula, despierta!!!
Asustada y sin opciones alternativas, Lilith tomó a la pequeña entre sus brazos y echó a correr en dirección al edificio del viejo.

Una punzada de dolor hizo que Hawk retornase apretando sus dientes. Se dispuso a ponerse en pie analizando lo que acababa de ocurrir cuando se percató del lugar en el que estaba.

—No… no puede ser… ¿Otra vez aquí?

Se trataba del mismo pasillo en el que se había adentrado por error una semana atrás. Había vuelto a la antigua casa de Lilith y Paula.

—¿Cómo es esto posible? La chica ni siquiera está aquí…

—Si no te estás quieta, te haré más daño, cielo.

En aquella ocasión, el sonido provino de una de las habitaciones de la planta en la que estaba. Hawk se desplazó hacia el espacio del cual había sido emitido arrastrando la amarga sensación de que no le gustaría lo que fuese a presenciar. Sin embargo, en cuanto alcanzó el dormitorio al que se dirigía, se percató de que la escena era bastante normal.

Sentada frente a un espejo, una Jane de diez años se resistía a los tirones que su padre estaba empeñado en hacerle mientras peinaba su larga melena. No debería haber cautivado la atención del anciano de la manera en que lo hizo, pero algo… algo no encajaba.

Lilith atravesó el portón como le fue posible procurando no caer al suelo junto con Paula. Por suerte, Mike se hallaba en ese momento encargándose de los cuidados de Estrella, y acudió tras escuchar el primer chillido de ayuda lanzado por la adolescente.

—Lilith… ¿Qué ha pasado?

—No lo sé… Se ha desmayado porque sí y… Yo… No sabía qué coño hacer… —expresó con tal asfixia que las palabras se atascaban en su garganta—. ¿Está Vega aquí? A lo mejor ella sabe qué hacer.

—No, salió con Leonard, hace ya rato.

—Mierda…

—Pero Hawk está en su casa. A lo mejor él puede ayudar —propuso el chico deduciendo que su novia no iba a oponerse en aquella situación.

—Vale, vamos.

—Sí, exactamente, señor…

—Webster. Hawk Webster.

—Sí, cierto. Disculpe por mi descuido. Laura Schaefer.

El suave susurro de dos voces comunicándose fue lo primero que la atrajo cuando abrió sus ojos y fue cegada por una resplandeciente bombilla.

—¿Lilith?

—No importa, señorita Schaefer. Estamos aquí para discutir sobre su libro. Mi apellido no es relevante.

—Es usted un hombre pragmático, por lo que puedo ver, señor Webster, pero vayamos poco a poco.

Paula se levantó fascinada por lo que sus sentidos le estaban indicando. Se encontraba en un despacho con escasa luminosidad del exterior. Sentado en una mesa redonda, un Hawk todavía más joven que el que había descubierto durante su experiencia anterior, hablaba con una bonita mujer de cabello rubio.

—Cuando presenté este documento, antes de que lo convirtiera en un libro, quise emplearlo como tesis de mi carrera, y todos los doctores que estaban en la ponencia se rieron en mi cara. Me dijeron que lo que quería presentar como ciencia, historia y antropología no era mucho más que una paranormal, y me desacreditaron, sin importar las pruebas que les puse en las narices. Y, de repente, aparece usted, un donnadie, sin ofender, y dice que se lo cree todo.

La niña se acercó con cautela hacia la mesa, segura de que en aquella ocasión tampoco iban a ser capaces de advertir su presencia. Encima de ella había un libro.

—La primera civilización: los mrajma. Por Laura Schaefer.

—Si estoy aquí no es porque quiera hacerle perder el tiempo, créame —habló el joven Hawk acomodándose en su asiento—. El libro nunca me llamó la atención. Lo compró mi mujer en la sección de ficción de una librería, y lo leí por pura curiosidad, pero después… después me puse a buscar información en la red, en bibliotecas, hemerotecas… y descubrí que usted no es ninguna escritora de novela fantástica, y que todo lo que expresaba en estas hojas formaba parte de una investigación exhaustiva, analítica y crítica.

Paula entrecerró los párpados meditativa. No había entendido ni la mitad de sus expresiones, pero la mujer rubia parecía tan fascinada como ella.

—Recuérdeme en qué trabaja usted, señor Webster.

—Soy médico especialista en Oncología. Trabajo actualmente en la rama de investigación de una farmacéutica de carácter internacional.

—¿Y esa farmacéutica de carácter internacional tiene nombre?

—Esgrip.

Con un fuerte tirón del peine, Fox arrancó unos mechones del cuero cabelludo de Jane. Ella se estremeció como si acabase de ser brutalmente golpeada y él se mordió el labio con fuerza.

—Relájate, Jane, o será peor.

—Para, por favor. Me haces daño.

Hawk se internó en el cuarto, atraído por el extraño recuerdo, sin separar su vista de ambos. El hombre volvió a enredar el pelo de su hija en el peine y tiró de él con suma violencia. El anciano no pudo reprimir un escalofrío cuando Jane chilló como si la hubieran penetrado con un puñal.

—¿Qué es esta… memoria? ¿Esto pasó de verdad?

—¡Hawk! ¡¡Hawk!! ¡¡Hawk, abre la puerta, es una emergencia!!

Pese a las múltiples solicitudes de Lilith, el anciano ni siquiera les respondió. Mike aporreó la puerta con la esperanza de que reaccionase a los golpes, pero la ayuda continuó sin llegar.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Coge mi hacha. Revienta el pomo.

—¿Cómo?

—Siempre que hemos venido aquí, Mike, Hawk responde. No sale nunca de esta casa. ¡Algo está pasando! ¡¡Coge el hacha y abre la puerta!!

Rindiéndose a su razonable argumento, Mike se apoderó del arma blanca y cargó con todas sus fuerzas en una serie de hachazos. En cuanto el pomo cayó, tras el quinto impacto, Lilith entró en la residencia y caminó sin detenerse hacia el salón, con su novio acompañándola detrás.

—Y, dígame, ¿por qué podrían estar un médico y una farmacéutica interesados en un sencillo proyecto de paleontología?

—No se haga la modesta, señorita Schaefer. Los dos sabemos que no es solo un proyecto de paleontología. Si lo que dicen sus estudios es más que una patraña paranormal, como se negaron a creer sus colegas de dudosa capacidad cerebral, ha descubierto una nueva especie.

—Correcto, señor Webster. Y no se trata solo de una nueva especie, sino de una que no tiene su origen en este planeta. Sin embargo, le agradecería que no continuara divagando en detalles que ambos conocemos y me contase qué es lo que está buscando. ¿Qué quiere de mí?

—Una parte del comportamiento del ser simbionte que usted describe en su estudio es muy similar al mecanismo que los seres humanos poseemos de forma natural para contrarrestar los errores genéticos que pueden conducir a la formación de un tumor, o lo que es lo mismo, de un cáncer. La diferencia principal es que el sistema de ese simbionte parece ser, como mínimo, unas mil veces más eficaz. Tengo la certeza de que, con él, podría conseguir crear una vacuna.

—¿Entonces eso es lo que quiere? ¿Quiere el mrajma para investigar? ¿Conseguir la vacuna del cáncer y hacerse mundialmente famoso?

—No exactamente. Digamos que la compañía para la que trabajo y yo tenemos ciertos planes en mente. Ya les he expuesto el proyecto, omitiendo ciertos aspectos para que no me tacharan de loco, por supuesto, y parecen bastante interesados en llevar a cabo la financiación.

—¿Y qué es lo que planean su compañía y usted?

—Me temo que eso no puedo decírselo. Políticas de empresa. Usted ya me entiende.

—En ese caso, me temo que el mrajma se quedará donde debe estar.

Hawk se mordió con sutileza el labio inferior, nervioso por la presión de la mujer rubia.

—Está bien…

—¡Papá, por favor, para, me haces daño!

Un llanto lastimero alcanzó los oídos de Hawk, quien dirigió su mirada al otro lado del pasillo, enfocándose en una puerta que se había entreabierto sin previo aviso. Acurrucada dentro de la estancia junto a una pared, una pequeña Paula se desahogaba entre lágrimas sin que ni su padre ni su hermana fuesen conscientes de lo que estaba ocurriendo.

—¡Papá, por favor, no! ¡No, no, no, no! ¡Para!

—¡Cállate de una puta vez! ¡Me estás poniendo nervioso!

Harto de unos chillidos que retumbaban en su cerebro, Fox tapó la boca de Jane con su mano, impidiendo que continuase hablando, y estiró de nuevo su pelo con más fuerza que cualquiera de las veces anteriores. Hawk se retorció cuando la chica trató de gritar sin éxito.

—¡¿Pero qué coño?! —exclamó Lilith abrumada cuando se encontró con el viejo inconsciente tras adentrarse en el salón—. ¡¿Él también?!

Recordando las clases de primeros auxilios aprendidas en la base, Mike se colocó junto a él y puso los dedos en su cuello.

—Tiene pulso. Parece que está inconsciente.

—¿Pero por qué? Esto no tiene ningún puto sentido. ¡Ningún puto sentido!

—Está bien, trata de relajarte.

—¿Cómo voy a relajarme, Mike, joder?

—Li… —susurró el adolescente recordándole que se esforzara por aplacar su volatilidad.

Consecuente con que su carácter solo empeoraría la deplorable situación en la que se habían quedado atrapados, Lilith colocó a su hermana encima de un sofá procurando que estuviese en una posición cómoda.

—¿Y qué coño vamos a hacer? ¿Esperar hasta que se despierten?

—No parece que podamos hacer mucho más —concretó Mike conmovido por la impotencia que fluía dentro de sus venas—. Llamaría a Vega si pudiera. Deberíais haber utilizado los walkies que tiene Hawk cuando salíais fuera. Podría haber pasado cualquier cosa.

—Como lo que ha pasado ahora —recalcó ella dando a entender que la inconsciencia de los dos ya constituía un problema bastante real—. Pero sí, tienes razón. Somos estúpidos.

—Yo no he dicho eso…

—Pero lo digo yo. Tanta preocupación por todo y se me ha olvidado lo más básico. Gilipollas que soy.

Paula permanecía concentrada en cada término que la rubia y Hawk compartían, pese a que le costaba comprender a qué se estaban refiriendo.

—¿Sabe cuántas personas hoy en día tienen un cáncer de algún tipo, señorita Schaefer? ¿Se ha parado a pensarlo en algún momento de su vida? —relató el joven cruzándose de brazos—. Mi farmacéutica es una pionera en el empleo de medicamentos contra el cáncer, de todas clases y de todas las líneas disponibles. La mayoría no llegan a servir, pero tanto los gobiernos como la gente de a pie los siguen comprando, ¿y sabe por qué?

—Porque es eso o reservar un nicho en el cementerio.

—Efectivamente, señorita Schaefer. Ahora, ¿se imagina lo que pasaría, a nivel mundial, si una de las farmacéuticas que proporcionan estos medicamentos apareciera con una vacuna que cura cualquier cáncer, sin importar su clase, procedencia o grado de desarrollo? ¿Puede pensar en lo que repercutiría el monopolio de la vacuna en su economía?

—Ganaría millones.

—Exacto —pronunció Hawk inclinándose hacia delante—, se forraría, y con ella, yo. Y usted, señorita Schaefer, también puede llevarse una parte del pastel. Tan solo tiene que entregarme el mrajma.

Con rostro analista, Laura Schaefer recuperó un bolso que había dejado en el suelo a sus pies y sacó un pequeño bote con una sustancia incolora. Hawk estiró el brazo para agarrarlo, pero la mujer rubia le disuadió de siquiera intentarlo con un gesto de sus dedos.

—¿Tiene mucha prisa por comenzar su investigación, señor Webster?

—Un poco, si le soy sincero.

Laura sonrió. Por mucho que aquel jovencito pretencioso se esforzase por amedrentarla, ella sabía que era la única controladora de la situación. El mrajma era suyo, y continuaría siendo así.

—Quiero un contrato, firmado por usted y por el máximo responsable de la empresa que va a financiar la investigación. Así mismo, exijo una clausula en la que se garantice que los derechos del mrajma continuarán siendo de mi propiedad, otra en la que se me asegure de que el mrajma será utilizado con el fin aquí expuesto, y el 30% de los beneficios que se obtengan de la vacuna.

—Esperaba que pudiera ser un poco más… comprensiva.

—No hay nada que comprender. Dediqué mucho tiempo a descubrir a este pequeño ser. ¿Le parecen mucho mis peticiones a cambio de entregárselo a alguien que solo quiere utilizarlo para conseguir dinero?

—Tengo… tengo que hablarlo con la compañía.

—Hable lo que tenga que hablar. Esperaré una respuesta para finales de esta semana.

A pesar de la preocupación que la rondaba, Lilith no pudo evitar reparar en la grabadora que se encontraba tirada sobre la mesa con una cinta en su interior. Siempre atraída por los asuntos del viejo, reprodujo el audio y se llevó el aparato al oído.

Día 17. No puedo quitarme de la cabeza lo que pasó el otro día. Estoy intentando acercarme más a la tal Jane para ver si puedo realizar la transmisión con ella, pero lo que ocurrió… Es algo que nunca me había pasado…

—¡¿Jane?!

—¿Qué?

Lilith arrojó la grabadora de nuevo a la mesa sin el más mísero cuidado y caminó enfurecida hacia Mike.

—¡¿Tú le has contado a Hawk acerca de mi verdadero nombre?!

—¿Qué? ¡No!

—¡¿Y entonces por qué lo sabe?

—¿Lo sabe?

—¡Lo dice en esa grabadora!

—Yo no le he contado nada. Quizá lo escucho o se lo sonsacó a Paula, no lo sé. ¿Qué importa eso ahora?

Como si hubiera podido escuchar la mención de Mike, Paula se despertó. Lilith se percató al instante y se abalanzó hacia ella para asegurarse de que se encontraba bien mientras no paraba de toser. Tan solo fueron necesarios unos segundos más para que Hawk la imitase. En cuanto la adolescente escuchó los gruñidos del viejo poniéndose en pie, recuperó el hacha que había sido prestado a su novio y se aproximó a él rebosando irritación por cada poro de su piel.

—¿Cómo sabes mi nombre?

—¿Qué? —preguntó Hawk sumido en la confusión—. ¿Se te ha frito el cerebro?

—¡¡¡Jane!!! ¡¡¿Cómo sabes mi nombre?!!

—Es la primera vez que…

—Lo dices en esa grabadora, así que no me tomes por gilipollas y contesta. ¿Te lo dijo Paula?

—Yo tengo una pregunta mejor. ¿Por qué estáis los tres en mi casa?

—Paula se desmayó de repente. Vinimos a pedir ayuda y no nos respondías, así que entramos y te encontramos también inconsciente —comunicó Mike procurando que la argumentación le resultase convincente—. No tenemos ni idea de lo que ha pasado.

—¿Qué está pasando, Hawk? ¿Qué hiciste?

Los tres dirigieron su mirada al unísono hacia Paula, quien parecía sentirse abrumada por los extraños acontecimientos. Hawk perdió el aliento por unos segundos.

—No me digas que tú también…

—Las dos veces.

—¡¿Tú también qué?! ¡¿Las dos veces qué?! ¡Si le has hecho algo a mi hermana, te juro que… —chilló Lilith elevando enfurecida su hacha—, te juro que te mato, puto cabrón!

—¡¡¡Si os cuento la verdad, ninguno de los dos me va a creer!!!

—¡¡¡Y una puta mierda!!!

—¡¡¡Lilith, no!!!

El filo del hacha describió un arco descendente cuando cayó directo al pecho de Hawk. Este, que ya había previsto que Jane no iba a conseguir retener a su faceta asesina, la frenó agarrando su muñeca a tal velocidad que ninguno de los ojos presentes alcanzó a verlo. Con un tirón, Hawk lanzó el hacha hacia el techo y lo hizo reventar en una explosión de madera y metal.

Lilith, que se había agachado al mismo tiempo que su novio y su hermana para evitar que las astillas destrozasen sus cuerpos, retrocedió hasta encontrarse junto a ellos. Por primera vez, el anciano distinguió en las pupilas de la joven una sensación que no había atisbado ni siquiera en el centro comercial. Miedo. Estaba asustada.

—Aquí es. Comercial Stroke Brothers.

Leonard se acercó cuidadoso hacia el escaparate equipado con la Gladius. El interior del local se había transformado en un desastre, con estanterías volcadas dominando la decoración.

—No sé si deberíamos entrar aquí, Vega. Este sitio está hecho una mierda.

—A estas alturas, no podemos pasarlo por alto. No quedan muchos sitios donde mirar.

Capitaneado por la chica, Leo entró en el establecimiento desconfiando de todo su entorno. Un nauseabundo olor asaltó sus fosas nasales, obligando al menor a cubrirse la nariz apestado.

—Dios, ¿por qué huele tan mal?

—No hay cuerpos —apuntó Vega inspeccionando el terreno—. Yo me ocupo de la trastienda. Puede que haya algún muerto que se esté pudriendo ahí dentro.

—Te acompaño.

—Preferiría que te quedaras y registraras la tienda. Cuanto más rápidos seamos, mejor.

Leonard no tenía realmente ningún interés en oponerse a economizar el tiempo, por lo que confió en que la espadachina se las podría arreglar sola si surgía algún peligro. La chica se metió en la trastienda mientras él iniciaba la tarea encomendada.

—Lo siento. No pretendía…

—¿Cómo has hecho eso? ¿Cómo me has cogido la muñeca a esa velocidad? ¿Por qué el hacha ha reventado en el aire? ¿De qué hablabas con Paula? ¿Qué es lo que ha pasado dos veces? ¡Por favor, viejo, contéstame a algo!

—Yo… Está relacionado con lo que les pasó a esas personas que ahora son zombis, pero… es demasiado complicado. La mayoría de la gente piensa que estoy loco cuando se lo explico.

—Eres uno de ellos.

Hawk se mordió sutilmente el labio, impresionado por la respuesta inesperada de Lilith.

—¿Uno de… ellos?

—Sí, uno de los experimentos de la compañía para la que trabajaba mi padre, la que se cargó el mundo.

—¿Cómo… cómo sabes tú eso?

—El lugar de donde venimos —intervino Mike explicativo—, está dirigido por la misma gente que trabajaba para esa compañía. Corrían muchos rumores entre la gente de vuestra existencia, pero yo pensaba que eran eso… rumores y tonterías, como cuando nos asustaban diciendo que mataban niños para comérnoslos. No… nunca pensé en ello como algo real.

Hawk se sentó en una silla mientras era presionado por su cerebro para procesar todo lo que acababa de ocurrir. Mike, quien se notaba más calmado que sus dos compañeras, se acercó con cautela a él rezando para que no reventase ningún otro objeto.

—Yo fui el primero, yo me cree, pero no era mi intención. Solo iba a ser una vacuna para el cáncer. Yo no quería que le hicieran todo lo que le hicieron a esa pobre gente que secuestraron, no quería que crearan más como yo, no quería que pasara todo esto. Solo quería ser rico.

—Mra… Mar… Mraj…ma. Mrajma.

Hawk elevo su cabeza, tan desconcertado como el resto por oír ese término provenir de los labios de Paula.

—Ese líquido de color blanco. La chica rubia lo llamó mrajma.

—Sí. El jodido mrajma. Ahí empezó todo.

—¿Chica rubia? ¿Qué chica rubia?

Paula era consciente de que Lilith se había intimidado por el surrealismo en el que se tornaba la visita al hogar del anciano, pero no tenía sentido seguir ocultándolo después de que hubiesen descubierto qué era lo inusual acerca de Hawk.

—No sé cómo, pero he visto sus recuerdos mientras dormía. Uno ahora y el otro... Bueno, tú sabes cuándo, Lilith.

—Y yo los tuyos —desveló el anciano a la pequeña—. Por eso sé que te llamas Jane, Lilith. Lo vi. Tu padre te llamó por ese nombre.

—¡No lo menciones! ¡Me da igual lo que veas o sepas! ¡Yo no tengo padre! —espetó la chica señalándole amenazante con el dedo—. Necesito… necesito pensar.

Hiperventilando e incapaz de intercambiar una sola palabra más, Lilith se marchó a zancadas con Mike tras ella. Paula, mucho más serena, recortó distancia con Hawk asegurándose de que él se fijaba en su acercamiento.

—Paula… ¿Puedes decirme que has visto, por favor?

—Sí, pero quiero leer el libro.

—¿El libro?

—Sí, el libro de Laura. ¿Aún lo tienes?

Hawk se rascó la barba, meditativo por el hecho de que a la niña le hubiese atraído de alguna manera la investigación.

—Lo tengo.

Leo levantó unos palmos una estantería sintiéndose perspicaz por haber descubierto lo que residía bajo ella. Con una amplia sonrisa, agarró tres bolsas de patatas pensando en lo poco que había comido algo del estilo desde hacía años y en cómo las iba a disfrutar.

—Oye, Vega —la llamó dirigiéndose al mostrador tras haber obtenido su premio.

—¿Sí?

—Tu wakizashi mola.

—¿Wakizashi? Hacía mucho tiempo que nadie reconocía el sable. Tu Gladius también es una buena pieza. ¿Qué tal la usas?

—Aún estoy aprendiendo. ¿De dónde sacaste tú la…

Leo se interrumpió a sí mismo a consecuencia de una tos que le asaltó al adentrarse a la zona interior del mostrador. Se cubrió la boca para no vomitar al reconocer al culpable del hedor que había estado penetrando poco a poco en él. En un grupo de estantes, alguien había colocado la mitad superior de un cuerpo semidesnudo con sus intestinos colgando, como si fuese un artículo de venta. El adolescente reconoció en un chasquido a quién podía pertenecer aquel salvajismo.

—¡Dios santo! ¡Vega! ¡Vega!

Ante la falta de respuesta, Leonard corrió a la trastienda con el corazón sobrecogido, pero lo que halló no fue lo que su alertada mente había imaginado. Vega, muy calmada, examinaba una motocicleta en un rincón de la habitación.

—Hey, perdona. Me había quedado un poco embobada. Hacía bastante que no veía una así, guardada y en tan buen estado. Se parece a la que me compraron mis padres cuando cumplí los 18. Mi madre decía que así se me pasaría la tontería.

—Vega, un mutante ha pasado por aquí —comunicó Leonard ignorando las divagaciones—. Uno o varios, no sé. Hay un tío partido por la mitad puesto en un estante. Deberíamos irnos.

—Espera —instó Vega agarrando una garrafa de plástico cercana—. Voy a ver si la moto tiene algo de combustible, y nos vamos.

—Vale, pero por favor, date prisa…

—No te preocupes.

—No, en serio, date prisa…

Hawk extrajo un libro de entre las pilas innumerables de textos que componían su biblioteca y lo palpó como si fuese un puñal con enormes dientes afilados.

—Ojalá lo hubiera quemado en lugar de leerlo. ¿Estás segura de que lo quieres?

Ante el gesto afirmativo de Paula, el anciano entregó el libro como si ardiera en sus manos. Tras un agradecimiento, la pequeña se dispuso a marcharse del dormitorio, pero Hawk la detuvo cuando estaba ya en la puerta.

—¿Tú no… me tienes miedo?

—No, pero si querías saber más cosas sobre mí, solo tenías que preguntarme.

—Paula, ¿qué… qué más has visto?

—Dejaste a tu familia.

Hawk suspiró con pesar. De todos los recuerdos a los que podría haber accedido, había tenido que encontrarse con uno de los peores.

—Desearía no haberlo hecho.

—Mi padre siempre ha estado ahí, y no es mejor padre por eso.

Él se preparó para contestarle, pero la niña atravesó la puerta sin la más mínima disposición a continuar hablando.

Mike cruzó el umbral que conectaba el pasillo con la planta baja de su ático. Aunque esperaba encontrar a su novia estampando cubiertos de cristal o desgarrando cojines con los dientes, ella se hallaba acurrucada en uno de los sofás. El adolescente se aproximó aún con más cautela que cuando lo había hecho con Hawk tras descubrir su faceta inusual.

—Hey, Li.

—Ahora todo encaja.

Mike se sentó junto a la chica algo confundido por su respuesta.

—¿Qué?

—Lo estuve hablando con Vega hace días. Le dije que todo lo que habíamos visto del viejo se contradecía con lo que nos han enseñado en la base. Sabía que había algo que no encajaba, pero no esperaba que fuera eso. Ahora entiendo las cosas extrañas que han pasado y cómo sobrevivió en el centro comercial. Ahora todo tiene sentido, pero sigue siendo tan… no sé, increíble.

—Tú lo has visto igual que yo. A mí también me parece raro, pero después de todo lo que he vivido ahí fuera, la verdad es que no me sorprende tanto como quizá debería.

—Solo… solo necesito un poco de tiempo para asimilarlo.

—Si quieres, podemos irnos de aquí —propuso Mike pese a que a él no le atraía nada la idea.

—¿Después de todo el trabajo que hemos puesto en el BMW? Ni de coña. Antes me corto un pie.

Tras unos segundos de absoluto silencio, Lilith se levantó como si hubiese sido empujada por un resorte y caminó apresurada hacia la salida.

—Li, ¿a dónde vas?

—A hablar con él.

Vega y Leonard atravesaron el portón rojo satisfechos con su recogida. El botín recolectado en el local de los Stroke había sido tal que habían optado por regresar directamente a su hogar para compartir la buena noticia. Cuando ascendían las escaleras, se cruzaron con Paula saliendo de la casa de Hawk con un libro entre sus manos. Leo alzó su brazo para saludarla, pero ella fue en dirección al ático sin percatarse de que ninguno de ellos estaba allí.

Solo unos segundos más tarde, la hermana mayor apareció bajando los escalones de dos en dos y comenzó a aporrear la puerta hasta que se dio cuenta de que su novio se había encargado de romperla no hacía más de media hora. Respirando hondo, Lilith entró como si fuese a arrollar al viejo en cuanto le viese.

—¿Qué le pasa? —consultó Leo perplejo—. ¿Le ha venido la regla?

Vega asestó al rubio con una penetrante mirada que casi podría haberle abierto en canal. Leo supo inminentemente que tendría que haberse mordido la lengua.

—Te agradecería que midieras tus palabras, pequeño rubito, al menos en mi presencia.

—Lo siento —se disculpó avergonzado—. No era mi intención.

Hawk atravesó la puerta de su dormitorio con el recuerdo de su mujer y su hija estampados en su mente hasta que fue sobrecogido por la sorpresa cuando Lilith entró a la carrera desde el pasillo.

—¿Qué haces aquí?

—Necesito que me expliques un par de cosas, Hawk.

—¿Cómo has entrado?

—Rompimos la puerta para poder entrar cuando estabas inconsciente.

—Ah, genial. ¿Me vas a pagar tú el arreglo?

—¡¡¿Puedes tomarte esto con un poco de seriedad, joder?!!

—¿Ya estáis discutiendo otra vez?

Ambos se giraron hacia el tono intruso que les había interrumpido y localizaron a la chica del sable adentrándose en la casa junto con el melenas.

—¿Os habéis peleado? ¿Por qué está la puerta rota?

—Ha sido un accidente —intervino Hawk impidiendo que Lilith hablase—. Me he desmayado y los chicos han tenido que romperla para llegar hasta mí. Por suerte, solo ha sido un susto.

—Bueno, nosotros tenemos una buena noticia —compartió Leo levantando la garrafa con la que cargaba—. Hemos encontrado cuatro litros de gasoil en una moto de una tienda.

—Bien, creo que con este empujón tendremos suficiente para largarnos ya de aquí.

Lilith contempló al viejo escudriñándole. Era mucha casualidad que quisiera poner en marcha el BMW justo cuando habían descubierto su secreto.

—¿En serio? ¿Ya está?

—Lo que habéis traído suman casi veinticinco litros. Podremos dejar esta ciudad bien atrás y dispondremos de reserva por si surge algún imprevisto. Vega, hazme un favor y dile a Mike que remate los preparativos del coche. Saldremos mañana con la primera luz del sol.

Leonard sonrió interiormente pese a que se mantuvo sereno para el resto. Solamente había tenido que invertir un día de trabajo para poder alejarse de la base lo que le habría llevado unas cuantas semanas a pie. Su estrategia había funcionado a la perfección.

—Deberíamos darle las gracias al pequeño rubito. Ha sido nuestro talismán de la suerte —se regocijó Vega orgullosa de lo que habían logrado.

—Que va, solo ha sido casualidad.

—Sea como fuere, lo importante es el resultado. Ya era hora de poder salir de este sitio.

Sin más información remanente, la pareja se retiró, dejando de nuevo a Hawk y Lilith a solas en la morada.

—Saldremos mañana con la primera luz del sol, si es que todavía estáis dispuesto a subiros a un coche conmigo —anunció Hawk desplazando una silla del comedor para sentarse—. Puedes estar tranquila. No haré explotar nada.

Lilith avanzó unos pasos hacia él, sosteniéndole sin descanso una mirada analista.

—Así que este era tu pequeño secreto. Eres un mutante.

—Porque tú sabías que había un pequeño secreto, ¿verdad? No te conformabas con tragarte el cuento del viejo gruñón, como hizo el resto. Ojalá hubiera tenido tu perspicacia cuando los de Esgrip me llamaron por última vez para pegarme un tiro entre ceja y ceja.

—¿Qué quieres de nosotras? ¿Qué le hiciste a mi hermana? ¿Qué es la transmisión?

—Hey, hey, ve más despacio.

—Por una vez, he venido a buenas, así que céntrate y responde.

—Has venido a buenas porque ahora tienes miedo de lo que…

—¡Jaja! ¡Seguro! Si crees que tu chorrada de hacer explotar el hacha me va a acobardar, estás muy equivocado. Te patearé la cara si es necesario para que me contestes.

—Eso es exactamente por lo que lo hice —mintió Hawk adoptando su típica postura de cruce de brazos—. La idea era revisar los recuerdos de tu hermana como si fuesen una película, saber quién eras realmente y de lo que podías ser capaz, pero no salió como yo esperaba. Sin embargo, no tienes de qué preocuparte. Ella no es como yo. Seguramente dejará de ver en mis recuerdos en unos días, y más allá del desmayo, no le hará ningún daño.

—¿Cómo te atreviste a…

—¿Qué cómo me atreví? —se enervó el anciano incorporándose de un salto—. Ya desde que me viste por primera vez, abriste fuego contra mí sin pensártelo dos veces, y todo el tiempo que te he permitido pasar aquí, me has insultado y menospreciado, sin importar cómo haya tratado de portarme con vosotros. Me has mirado muchas veces como si quisieras matarme, y aunque pensaras que soy un viejo senil e idiota, lo he notado. Solo quería asegurarme de que te gustaba jugar a ser la chica dura, y que no me iba a levantar un día con el cuello rajado. Y, además, fuiste tú la que envió a tu hermana aquí dentro. Si tan mala persona pensabas que era, la lanzaste de cabeza a un lobo.

—Yo… Tú… Tus poderes… No…

—Si quisiera hacer daño a alguien, ya lo habría hecho. Es más, sí que lo hice, cuando la moto de aquel tío reventó. Y te he visto. He visto a Jane. Y sé que has venido porque ahora sabes que he descubierto tu tapadera. Incluso creo ser consciente de por qué creaste a Lilith. En el campo de la psicología lo llaman alter ego.

—¡Cállate! ¡¿Qué cojones sabes tú?! ¡¿Crees que por haber visto dos fragmentos de nuestra vida tienes derecho a opinar?! ¡¿Eh?! ¡¿Lo crees?!

—Lo siento.

—¡¿Lo sientes?!

—Sí, siento lo que te pasó. Se me retuerce el estómago solo de recordarlo. Ni siquiera quiero imaginarme lo que debe ser para ti.

Hawk apenas tuvo tiempo para reaccionar cuando Lilith le agarró de la camisa con tal fuerza que pensaba que la iba a rasgar. Su rostro se había retorcido en una expresión difícil de describir e incluso le había aparecido un tic en el ojo.

—¿Qué has visto, Hawk? ¡¿Qué has visto?! ¡¡¿Qué has visto?!! ¡¡¡Respóndeme, joder!!!

—He visto lo que imaginaba una niña muy pequeña cuando escuchaba los gritos de su padre y los chillidos de su hermana desde su habitación, o al menos, lo que quería imaginar. Y lo siento. Siento haberlo visto.

Lilith soltó al anciano casi como un acto reflejo. Con expresión neutra, abandonó en silencio la casa mientras Hawk la observaba, por primera vez, preocupado por ella.

—¿En serio?

—Sí, ha sido Hawk quien lo ha dicho.

—¡Qué bien!

Emocionada, Paula se abrazó a Mike mientras saltaba incapaz de permanecer parada tras la noticia. Vega sonrió feliz porque un comunicado tan simple pudiese infundir tal sentimiento de ánimo en su pequeño corazón.

—¿Y a dónde iremos?

Mike examinó con infinita atención a Leo, quien había formulado la cuestión.

—Esa… esa es una buena pregunta.

—Espera, ¿no sabéis a dónde vamos?

—Bueno, hemos estado tan concentrados en conseguir el combustible que la verdad es que no se me había pasado por la cabeza. Hawk tampoco nos dijo nada, solo que quería alejarse de la ciudad.

—Pues tendréis que tener al menos un plan, ¿no? ¿O es que pensabais conducir hasta acabar tirados en mitad de la nada? —recomendó Leo sorprendido porque fuese precisamente él quien tuviese que aclarar un hecho tan obvio.

—Si queréis, podéis venir conmigo.

Los tres observaron a Vega atraídos por lo inusual de las palabras que les había transmitido. Paula fue la primera en contestarle.

—Creía que venías con nosotros.

—Espera… —intervino Mike meditativo—. Lo que le dijiste ayer a Estrella, lo de volver a casa, no lo dijiste porque sí, ¿verdad?

Vega suspiró con pesadez. Había intentado retrasar el momento de compartir la verdad para no darle al trío la oportunidad de que le hiciesen cambiar de opinión con respecto a su objetivo, pero ya no tenía sentido continuar ocultándolo.

—Estrella y yo vamos a mi pueblo natal. De hecho, ya estaríamos allí si no fuese por el ataque que tuvimos hace unas semanas. Hemos estado viajando meses desde California. Ya he perdido la cuenta.

—¿Y para qué vas allí? —interrogó Leo desconcertado—. California no está precisamente al lado.

—Podría deciros que es un buen lugar para empezar a vivir desde cero, pero lo cierto es que nunca supe que fue de mi familia. Mis padres y mi hermano pequeño vivían allí.

—Pero la posibilidad de que…

—Lo sé, Mike —confirmó Vega lo que él ya imaginaba—, pero tengo una espinita clavada. He intentado quitármelo de la cabeza, y ha sido imposible. Necesito ir.

—Yo sí quiero ir contigo —habló Paula sin comprender por qué la chica debía justificarse con respecto a sus acciones—. Me da igual donde vayas. Tendríamos que estar todos juntos.

—Sabía que dirías algo así, señorita, pero como debemos estar todos juntos, es una decisión de todos.

—Si continuáramos juntos, imagino que habría que esperar a que Estrella se recuperase por completo antes de poder largarnos.

—Sí, Mike, y no creo que vaya a ser del agrado de tu novia, Hawk o este melenas con mechas que tenemos aquí.

—No son mechas, soy rubio natural, y no des por sentado lo que creo o dejo de creer, ¿vale? —se enervó Leo molesto porque la chica del sable hubiese sacado de su garganta pensamientos que no conocía.

—¿Y entonces cuál es tu opinión?

—Bueno… No lo sé…

El proceso de reflexión grupal se vio interrumpido cuando Lilith atravesó la puerta del ático. Mike la llamó repetidas veces para que se uniese al debate, pero ella no respondió. Le observó con una mirada imbuida en la desesperanza y ascendió a la planta superior sin mediar palabra.

—¿Qué le pasa ahora? Parecía bien cuando estaba en la casa de Hawk —compartió Vega tan extrañada como alarmada.

—Iré a hablar con ella —se ofreció Mike imaginando lo que podía haber sucedió en la morada del anciano—. Vosotros podríais ir a ver a Hawk y plantearle la idea de Vega, si queréis. No creo que vaya a pasar nada por intentarlo. Ah, y decidle que yo estoy de acuerdo.

Sin más aclaraciones pendientes, el adolescente subió los escalones de tres en tres y alcanzó su dormitorio, donde se reencontró con Li apoyada en el alfeizar de la ventana. Si no la hubiera conocido, habría pensado que iba a lanzarse de cabeza hacia el asfalto en cuestión de segundos.

—¿Li? ¿Lilith?

Mike se acercó algo conmovido por la falta de respuesta. Tocó con delicadeza su hombro, sin lograr más de lo que había conseguido hasta entonces.

—¿Lilith? Vamos, respóndeme. ¿Qué ha pasado?

Fue entonces cuando advirtió las lágrimas que estaban resbalando por sus mejillas y caían en el marco de la ventana en silencio.

—¿Lilith?

La chica se abrazó a Mike sin previo aviso y rompió en llanto. Impotente y perplejo por aquella actitud, su novio se limitó a abrazarla con todo el cariño que pudo, incapaz de decir nada.

Me han descubierto. A pesar de todas las medidas tomadas, del esfuerzo empleado, el plan se ha vuelto en mi contra. La he vuelto a cagar, como de costumbre, y ahora saben quién soy en realidad. No pasará mucho tiempo hasta que los otros dos se enteren, y entonces…

—Entonces, estarás solo otra vez, papá.

Incapaz de seguir conteniendo su desesperación, Hawk estampó la grabadora contra la pared más cercana, reventándola en un centenar de pedazos.

—Eso no hará que desaparezca de tu cabeza.

—Bella…

—¿No crees que has sido demasiado duro con esa chica, teniendo en cuenta lo que arrastra de por sí tu trastocado cerebro?

—Bella, cállate…

—La niña te lo dejó muy claro. Solo tendrías que haber preguntado.

—¡Bella, cállate!

—No deberías haberles manipulado, pero lo hiciste, ¿y por qué? Porque, aunque parezca que estés vivo, estás más que muerto por dentro.

—¡¡¡Bella!!!

—Vas a tener lo que te mereces, ni más ni menos.

Una cadena de retumbantes golpes dispersó las voces de su mente. Tardó unos segundos en apreciar que provenían de la puerta de entrada.

—Sabemos que la puerta está rota, pero creo que no deberíamos entrar así como así.

—Adelante.

Aunque Vega había dejado entrever que no acudía sola, Hawk no esperaba que se encontrase acompañada por dos personas. Su corazón sufrió cuando Leonard se cercioró de los fragmentos de la grabadora repartidos por el salón.

—¿Qué ha pasado? ¿Ha sido Lilith?

—No, he sido yo, pero no ha sido por mi… discusión con Lilith —esclareció esperando que no le estuviesen imaginando como a una persona violenta—. ¿Qué puedo hacer por vosotros?

—Venimos a pedirte que nos quedemos todos juntos.

—¿Cómo?

—En realidad —intervino Vega rauda—, hemos estado hablando y nos gustaría proponer un lugar de destino para el viaje en BMW, ya que no tenemos ninguno.

—De acuerdo, te escucho.

Vega extrajo de su bolsillo un mapa que se había asegurado de recuperar de entre todas sus pertenencias antes de decidirse a hablar con Hawk y lo extendió en la mesa del comedor frente a la observadora mirada de todos. Se trataba de una representación gráfica de EEUU y Canadá en la que habían sido pintadas múltiples rutas desde unos puntos hacia otros. La mayoría de los caminos señalaban hacia el norte.

—Este es el lugar al que me dirigía cuando te conocimos, Hawk —aclaró Vega señalando una coordenada del mapa que había sido previamente rodeada con un rotulador rojo.

—Rockrose Newville. ¿Es un pueblo? ¿Qué hay de especial allí?

—No es solo un pueblo. Es donde nací, crecí y viví hasta los 18 años.

—Insisto, ¿qué hay de especial allí? ¿O simplemente quieres arrastrarnos contigo porque tú ya ibas a ir?

Vega resopló sin demasiada claridad acerca de si debía contarle la realidad de su viaje con la yegua. Se preparaba para responder cuando Paula intervino súbitamente.

—Vega nos ha dicho que allí hay mucha tierra. Podríamos plantar nuestra comida, y así no se tendría que estar buscando por ahí.

—Eso siempre y cuando la radiación no haya matado hasta las raíces de los árboles.

—Lo dudo —prosiguió la espadachina con la propuesta de la niña a sabiendas de que lo que ella había sugerido no era ninguna locura imposible—. La ciudad más cercana al pueblo está casi a 100 kilómetros de distancia, y era pequeñita, sin importancia. Es muy improbable que alguien bombardease esa zona o que los residuos hayan podido llegar hasta ella. Y, como puedes ver en el mapa, solo está a 300 kilómetros de aquí. No habría problemas de combustible.

Leo frunció el ceño pensativo. Aunque sabía que Vega no había comentado nada acerca del planteamiento de Paula, lo cierto era que aquel pueblo cada vez le resultaba más atractivo, aun siendo consciente de que tendrían que retrasar su salida.

—Además, hay otro detalle que nos beneficiaría, viejo.

—¿Cuál?

—Conozco todo lo que está a veinte kilómetros a la redonda de ese pueblo como si fuese la palma de mi mano. Absolutamente todo. Tendríamos control total sobre el terreno. No creo que podamos decir eso de cualquier otro lugar al que decidiésemos ir.

Hawk se cruzó de brazos analizando las posibilidades. La idea era tentadora, pero imaginaba que no era oro todo lo que relucía. De lo contrario, no se habrían presentado los tres a exponerle la idea como si fuese una revolución.

—¿Y qué es lo que no me va a gustar de todo esto? Estoy impaciente.

—Bueno, no voy a abandonar a Estrella.

—Nunca tenías pensado montarte en el BMW, ¿verdad?

El silencio funerario que se creó entre ambos fue suficiente respuesta para Hawk.

—Estrella necesita al menos una semana más de reposo antes de que pueda ser montada de nuevo, y cuando pueda, me subiré a ella y cabalgaremos los 300 kilómetros que nos separan de nuestra casa. El resto depende de lo que vosotros decidáis.

—¿Qué piensan los demás?

—Mike y yo queremos esperar a Vega —comunicó Paula hablando en nombre del joven—. Y mi hermana… Hemos intentado decírselo, pero no nos ha hecho caso.

Hawk sintió una punzada de dolor en el pecho imaginando cómo se habría mostrado la joven ante ellos después de lo que le había revelado.

—¿Y tú?

—¿Yo? —señaló Leonard sorprendido—. Llevo un día aquí. ¿Qué más da lo que yo piense?

—Vas a subir a ese BMW, ¿o no? Quiero saber qué opinas.

Leo notó casi al instante que Paula le estaba sobornando con sus pupilas para que les apoyase frente a Hawk. No les conocía lo más mínimo, y su necesidad de alejarse de la base era bastante urgente, pero no podía negar que le caían bien tanto las chicas como la yegua y que la idea que rodeaba a ese tal Rockrose le atraía demasiado.

—No creo que pase nada por esperar una semana. Además, cuando se acabe el combustible del coche, podremos utilizar a Estrella para viajar de un lado a otro más rápido.

—Está bien —aceptó Hawk impresionado porque el chaval hubiese hallado incluso un punto a favor más—. Esperaremos y nos guiaras hasta tu pueblo, pero… no más de una semana. Si para entonces la yegua aún no puede salir, cada uno seguirá su camino, el que quiera tomar.

—Me parece justo.

Como símbolo de su trato, Vega le tendió la mano a Hawk. A pesar de la confusión inicial, el anciano la estrechó vigoroso. Hacía años que nadie se había dirigido a su persona con semejante muestra de respeto. Después de lo que había sucedido con Lilith, lo valoró más que nada.

Tardaron minutos en regresar al ático tras haber concluido satisfactoriamente la reunión con Hawk. Paula quería celebrar la victoria con Vega, pero su alegría se disipó cuando se dio cuenta de que Lilith y Mike aún continuaban en el segundo piso.

Preocupada, subió la escalera atropelladamente con la espadachina detrás y les encontró al lado de su cama unidos en un abrazo mientras su hermana lloraba.

—¿Lilith? ¿Qué te pasa? —preguntó Paula acercándose inquieta—. ¿Es por lo de…?

Sin permitirle concluir la frase, Jane atrajo a su hermana hacia ella y la abrazó con gran fuerza sin separarse ni un palmo de Mike. Vega, quien presenciaba sobrecogida la escena, caminó hacia el trío cuando Lilith le indicó con la cabeza que lo hiciera. Su admiración fue mayúscula tras notar que la joven también la abrazó como si su vida dependiese de ello.

Leonard fue el último en subir, y pese a que era consciente de que la chica adolescente no se encontraba bien por el motivo que fuese, nunca había imaginado encontrar a todos abrazándose como si se hubiesen fundido en uno solo. Miles de recuerdos de él con su familia transitaron por su mente, y en especial, aquellos que involucraban a sus padres. Y, aunque se esforzó por tratar de evitarlo, ella también se coló, ahí, entre la nostalgia de su memoria. La mujer policía.

NH2: Capítulo 066 - La otra cara de la moneda. 3.

3. ¿Qué es la familia? ¿Sangre o corazón?

Hawk ya estaba en pie mucho antes del amanecer. Tras unas horas de merecido descanso, el anciano se había levantado para revisar un par de conceptos de un libro que trataba la fisiología humana desde el punto de vista del deporte. Sabía que, si quería vencer a los Aku en su habilidad de correr, debía prepararse un desayuno adecuado. Rebuscó entre sus suministros alimenticios y trató de elaborarlo. No era mucho lo que le quedaba de sus recolecciones anteriores, pero se esforzó por intentar incluir hidratos, grasas y proteínas.

Se encontraba en proceso de devorar una barrita energética cuando escuchó unos golpes. Se dirigió a la entrada sorprendido por el excesivo madrugar de la petarda, pero aún se desconcertó más cuando descubrió a su hermana pequeña al otro lado del pasillo sosteniendo con sus manos el águila de peluche que solía colocar en el pomo.

—¿Paula? ¿Qué haces aquí, chica?

—No… no dejes que le pase nada a mi hermana… Por favor…

Hawk se apoyó en el marco de la puerta, examinándola incapaz de concretar una respuesta en su cerebro.

—¿Por qué… por qué piensas que va a pasarle algo?

—Porque… Lilith sabe mucho de sobrevivir, pero nunca ha visto a uno de esos zombis. Nunca nos han dicho nada de ellos en la base. No sabe cómo enfrentarlos.

—¿La base? —pronunció Hawk interesado—. ¿Así que habéis salido de una base? Eso explica lo del churrasco que iba vestido como un soldado.

—Yo también quiero ir. Quiero acompañaros.

—No. Fin de la discusión.

Irritada por una contestación tan contundente, Paula se coló por el espacio delimitado entre el brazo de Hawk y el umbral de la puerta.

—Hey, ¿qué estás haciendo?

—Sé que nunca cuentas conmigo porque crees que soy pequeña, pero puedo hacer lo mismo que los demás.

Hawk cerró la puerta con suavidad escuchando con especial atención su discurso. Sabía que ya había escuchado esas mismas palabras, años atrás…

—Puedo parecer frío a veces, Paula, pero tengo mi corazón. Eres una niña, tienes que crecer, mucho por lo que pasar, mucha vida por delante. No creo que deba exponerte innecesariamente al peligro.

—Sí, Hawk, tengo diez años —le indicó sentándose en una silla—, y mi papá me enseño diez formas de cortarle el cuello a una persona.

—¿Tú… tú padre te enseño eso? —preguntó Hawk sumido en la incredulidad—. ¿Cómo pudo hacer algo así?

—Él lo llamaba “pensar en uno mismo”. Lo que quiero decir es que no soy un estorbo. Puedo ayudar si me dejas ayudar.

Hawk suspiró meditativo. No podía negar su asombro frente a la valentía y decisión de Paula, pero había una razón muy específica por la que no podía incluirla en la visita al centro comercial. Tras medio minuto de recapacitación, se acercó a un estante y agarró una vieja moneda. La chica analizaba lo que hacía sin comprender absolutamente nada hasta que este se sentó junto a ella y le entregó el objeto en cuestión.

—Yo… solía tener una hija, antes de que todo esto ocurriera. Cuando estaba preocupada por lo que fuese o no sabía qué hacer a la hora de tomar una decisión, le decía que se relajara y que tirara la moneda. Si salía cara, significaba que, pasase lo que pasase, todo iba a ir bien.

—Pero… —refutó Paula tras haber ojeado la moneda por ambos lados—, esta moneda tiene dos caras. No hay cruz.

Hawk se mordió la lengua sintiéndose humillado por el desenmascaramiento. Paula se había dado cuenta de un detalle que Bella nunca llegó a notar.

—Ese es el truco de la moneda. No importa dónde y cómo caiga. Todo irá bien.

—Umm…

—Puedes quedártela, si quieres.

Aunque Paula no parecía nada convencida acerca de la creencia en esa moneda, se la guardó en el bolsillo para no herir los sentimientos del anciano.

—Te tendré más en cuenta a partir de ahora, si es lo que quieres, pero hoy no puedes venir. Yo me encargaré de vigilar al terremoto que tienes por hermana. No le pasará nada.

—¿Lo prometes?

—Te lo prometo.

Un repentino portazo hizo que la estancia retumbara. Hawk se giró para ver a Lilith entrando en su residencia con su cara enrojecida y bramando como un animal salvaje.

—¡¿Qué estás haciendo aquí, Paula?! ¡Ven aquí! ¡¡Ahora!!

—Solo estaba…

—¡¡¡Ahora!!!

Paula se levantó y se marchó junto a su hermana consciente de que le aguardaba una intensa riña.

—¡¿Cómo se te ocurre desaparecer sin más en mitad de la noche, joder, Paula?! ¡Casi me da un puto infarto cuando he visto que no estabas! ¡¡¿En qué coño estabas pensando?!!

—Solo ha venido a decirme una cosa…

—¡Tú cállate! —le espetó Lilith señalándole amenazante con su índice—. ¡Paula, al ático!

—Pero…

—¡He dicho al ático! ¡Ahora!

Con su cabeza agachada, Paula se encaminó hacia las escaleras sin rechistar disponiéndose a ser obediente.

—Quizá no deberías ser tan dura con ella. Este es un sitio seguro. No sé qué piensas o crees de mí y, desde luego, no sé qué esperas que pueda hacerle.

—Escúchame atentamente, Hawk —le aconsejó Lilith asesinándole con su férrea mirada—. Sé cómo eres. No eres una buena persona que hace buenas cosas por los demás, como Vega. Tú nos tienes aquí solamente porque somos útiles. Mi hermana se ha criado rodeada de demasiada basura y escoria humana, y no quiero que lo siga haciendo. Aprovéchate de mí todo lo que te dé la gana, pero no te acerques a ella, o te aseguro que nos iremos, y conmigo se vendrá mi novio, tu mecánico, la única oportunidad que tienes de que ese coche arranque. Piensa bien lo que sea que vayas a hacer a partir de ahora, Hawk.

El anciano no reaccionó a su provocación. Simplemente, se mantuvo firme, sosteniéndole la vista de psicópata que había fijado en él. Ni siquiera se había percatado de que la suya también parecía la de un homicida de sangre fría.

—Bien, veo que lo entiendes. Me voy a mi casa a desayunar y bajo. Tenemos un cargador de baterías que conseguir.

Hawk continuó quieto, sin siquiera pestañear, al tiempo que contemplaba a Lilith abandonar su casa repleta de ira. Un único pensamiento, que parecía haberse disipado durante su dialogo con Paula, había regresado para revolotear sin cesar en su materia gris.

—Me pregunto cómo sonará tu carne al arder, Li.

Tras un escaso desayuno, pues toda su hambre se había disipado, Lilith llenó su mochila con los útiles que pensaba que le servirían durante el saqueo al centro comercial. El contador Geiger, su hacha y la navaja de su hermana eran los principales componentes, aunque también se había molestado en incluir algunos enseres médicos que estaban en los armarios de los baños, como un desinfectante o un paquete de gasas. De su cintura colgaba su cuchillo con su funda de cuero y el revólver de Vega, prestado por ella a pesar de que no le quedaba ninguna bala. Por último, se guardó en un bolsillo trasero una hoja con la imagen del cargador de baterías que Mike había encontrado unas horas antes en una revista de motor propiedad de un antiguo vecino.

La revisó tres veces asegurándose de que no olvidaba nada y bajó las escaleras. Cuando indicó que se marchaba, solo Mike se despidió emotivamente de ella con un beso y un abrazo. Tanto a él como a Vega les extrañó que Paula simplemente le diese su adiós desde el sofá. Ninguno sabía lo que había ocurrido poco antes de la madrugada en el apartamento de Hawk.

Lilith descendió en dirección al portón rojo, donde había acordado reunirse con el anciano el día anterior, junto con Vega, que aprovechó la ocasión para ir a alimentar a su querida yegua. El viejo saludó con una expresión aún más seria que de costumbre y no tardó ni segundos en partir con la adolescente.

Él se hizo responsable del mapa, y era quien cargaba con la directriz del dúo. Lilith agradeció que Hawk ni se molestase en dirigirle la palabra durante los casi cuarenta minutos que tardaron en alcanzar el centro comercial, según marcaba el reloj del anciano. Se sintió aliviada porque el mensaje que le había transmitido le hubiese aclarado cuál era el límite que no podía rebasar.

Una vez ubicados en el parking abierto de los establecimientos, decorado por una rebosante cantidad de vehículos destrozados e inservibles, Hawk detuvo a su subordinada y desveló desde el interior de su mochila unos prismáticos.

—Aquí, mira.

—¿De dónde has sacado esos prismáticos?

—¿Es que me lo tienes que cuestionar todo? —se quejó el viejo molesto por la constancia de su actitud desafiante—. Mira y calla, coño.

Sin ánimo a encender de nuevo su corta mecha, la chica agarró el aparato y obedeció. Casi al instante, un frío le recorrió la espina dorsal cuando los captó a través de las lentes merodeando repartidos por la zona.

—Joder, hay más de treinta. ¿Estás seguro de que todos son de los Uka Uka esos, viejo?

—Es Aku, y sí, eso creo. No puedo confirmarlo de ninguna manera, pero tengo la sensación de que este tipo de zombis tienden a agruparse y viajar en manadas distintas a las de los zombis comunes, como si pudieran captar que son diferentes y se juntaran para tener más posibilidades de supervivencia. Esos llevan ahí meses. Parece que es como si supieran que la gente irá al centro comercial a intentar conseguir recursos.

—¿Pero los zombis no son gilipollas? —consultó Lilith cuestionándose los conocimientos con los que les habían instruido en la base.

—Estos parecen tener un poco más de inteligencia. Cuando uno te detecta, el resto sabe casi de inmediato dónde estás. Es un espécimen curioso, y extremadamente peligroso.

—Bueno —meditó la chica devolviendo los prismáticos a su dueño—, ¿y cuál es el maravilloso plan para el que necesitas a una persona pequeña y ágil?

—La tienda que estamos buscando está en la segunda planta. La reconocerás porque hay un montón de neumáticos en los expositores. Tú subes, consigues el cargador y revisas el resto del lugar por si diera la casualidad de que hay combustible que podamos utilizar. Yo me encargo de los Aku.

—¿Vas a hacer de cebo o me he perdido algo?

—Mi cardiólogo me recomendó que hiciera deporte. Me vendrá bien correr un poco —se río Hawk de la chica aturdiéndola con una deslumbrante sonrisa.

—Estás como una puta cabra. ¿Seguro que podrás correr más que esas cosas?

—Fíate de mí.

—Bueno, tú mismo. Igual con un poco de suerte te matan, y me puedo quedar con tu casa.

—Más quisieras…

Aunque estaba sumamente desagradada por la actitud prepotente del carcamal, Lilith optó por no asestarle ninguna otra pulla debido a su inexistente efectividad y le siguió hasta el centro tras una señal de él con su mano. Caminaron hasta colocarse al lado de una juguetería, próximos a los perrombis, donde Hawk la instó a que se detuviese.

—Aquí es donde nos dividimos. Dejaré que me vean y les distraeré para darte vía libre. No te distraigas demasiado. Tampoco podré entretenerlos eternamente.

—Si quieres seguir adelante con ese suicidio, no seré precisamente yo quien te detenga —se sinceró Lilith mientras divisaba las escaleras mecánicas que iban a ser su ruta al segundo piso.

—Toma, coge uno de estos —indicó Hawk revelando un par de walkies de su mochila—. Avisa cuando lo tengas todo, y te diré a dónde tienes que ir.

—Como usted ordene, viejo decrépito.

—Adelante, niñata insoportable…

Con la serenidad de una persona que mantiene dominada la situación, Hawk emergió de su escondite y se dirigió hacia uno de los Aku, concentrado en que se fijase en él y no en la petarda, que ya corría en dirección a las escaleras. El zombi no se demoró en clavar sus pupilas en las del viejo en cuanto se introdujo en su territorio. Tal y como suponía, el muerto comenzó a agitar sus huesos y a producir el horroroso chirrido que surgía de sus dientes al entrechocar unos con otros sin cesar.

Solo unos segundos bastaron para que el resto advirtiera su presencia. Uno a uno, los zombis Aku fueron plegando sus rodillas. Hawk se preparó para someter a su corazón a una carrera que no le resultaría agradable.

Para cuando la adolescente subió a la segunda planta y se asomó con sigilo de una barandilla, aquellos extraños zombis ya corrían como cuadrúpedos empleando sus piernas como unas patas plegables. Sin embargo, fue incapaz de divisar a Hawk. Lilith perjuró para sí misma. Creía que le podría haber mantenido relativamente dentro de su campo de visión, pero parecía que el cabrón se hubiese volatilizado. Debía tener razón en que era realmente bueno corriendo.

Sin intención de prolongar la misión más tiempo del requerido, la chica avanzó por un pasillo que giraba para conformar un círculo intentando localizar el local que le interesaba. A pesar de que su cerebro evadía a todos aquellos que no eran su objetivo, no pudo evitar reparar en una suculenta tienda de armas.

—No va a pasar nada porque eche un vistazo.

Autoconvencida de ello, se adentró en la tienda procurando no generar ruido. Toda la tienda había sido saqueada y únicamente quedaban estantes vacíos volcados unos sobre otros. Parecía que no quedaba nada de valor, pero Lilith había aprendido a rastrear con los mejores del género, y era consciente de que los supervivientes comunes tendían a evitar determinados rincones. Así, logró encontrar escondido en un cajón con un montón de libros, una caja de balas de 9mm casi entera. 45 proyectiles en total. Agradecida por su hallazgo, recargó su revólver y procedió a salir del local para continuar con su búsqueda del cargador.

—¿Estás seguro de qué quieres hacerlo, papá?

—Cállate… No estás aquí… Solo eres mi imaginación.

Hawk escuchó un derrape detrás de sí. Dos cuadrúpedos le habían localizado por tercera vez y se habían posicionado de nuevo para embestir contra él. El viejo apretó los dientes resignado y respiró con profundidad preparándose para un nuevo sprint.

—Panda de cabrones, a veces parece que tenéis un puto radar.

—Huelen tu miedo, papá. Miedo a lo que te vas a atrever a hacer.

—Ya he matado a millones. ¿Por qué importa una más?

Como respuesta al chillido de guerra liberado por uno de los Aku, Hawk corrió, atravesando la planta baja del centro comercial en cuestión de milisegundos. Una vez en la esquina opuesta, se apoyó en la pared de una tienda de mascotas esforzándose por respirar, víctima de su propia asfixia.

—Pero esa no era tu intención… ¿De verdad quieres traspasar esa línea?

—Hace mucho que traspasé esa línea, Bella.

—Sabes que no soy Bella. Solo soy tú volviéndote loco. Y, si haces esto, apareceré aún más.

Hawk suspiró y cerró los ojos. Había tratado de convencerse a sí mismo de que no iba a delirar con su hija durante la visita al centro comercial, pero ni siquiera en su palabra podía confiar. En ocasiones contemplaba su hermosa figura y otras veces la escuchaba, despierto o en sus sueños, pero siempre era ella. Siempre era su adorada Bella.

—Bella, tengo que hacer esto, para que podamos estar juntos otra vez.

—Esa niña no soy yo. Mira en el fondo de tu corazón. Sabes que no quieres hacer esto. Sabes que no quieres quitarle a Paula la única familia que tiene. Sabes que no vas a poder reemplazarla, hagas lo que hagas. Por favor, papá, perdónate de una vez. No causes más daño.

Abrió sus ojos aterrado por lo que se dispusiese a contemplar, y allí estaba. Sus bonitos ojos grises no podían expresar otro sentimiento que no fuese decepción. Tan preciosa…

—Bella…

—¡Papá, cuidado!

Un Aku cánido que se había estado acercando con discreción saltó sobre Hawk determinado a que se convirtiese en su presa. Este se apartó con el tiempo justo para que el zombi solamente rasgara la pernera de su pantalón.

—¡Papá!

Hawk miró a su pequeña hija, quien había chillado enérgicamente.

—¡No la mates!

El Aku trató de abalanzarse por segunda vez sobre su caza, pero esta ya había desaparecido del lugar para cuando quiso atraparla.

—Al fin, joder…

Le había resultado costoso encontrarlo, pero finalmente había dado con el local en cuestión, parcialmente oculto en un callejón. Sacó la hoja con la imagen que le había proporcionado Mike del cargador y se dispuso a escudriñar la tienda. Esperaba que Hawk le pudiese proporcionar el tiempo suficiente entreteniendo a esos perros.

—¡Papá!

Un bramido retumbó como un eco en su oído. Hawk dirigió su mirada hacia el horizonte con su visión borrosa. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que se había tropezado durante la carrera.

—¡Papá, si sigues así, te va a dar otro infarto!

—¡¡¡Cállate!!! —aulló este incorporándose dominado por la fatiga—. ¡¡¡Vete de aquí de una puta vez!!!

—Ya me fui cuando dejaste que me mordieran…

Ignorando la penetrante voz, Hawk agarró el walkie con pesadez, esforzándose por respirar.

—¡Li, ¿lo has encontrado ya?!

—Estoy en ello, viejo. Es un poco difícil de distinguir.

—Bueno, pues date prisa. No voy a poder aguantar…

Su apelación se sofocó cuando escuchó el coro de gruñidos que provenía de su espalda. Hawk se giró para descubrir a un grupo de cinco Aku en bipedestación reuniéndose en torno a él como una manada de lobos hambrientos. El anciano apretó el puño focalizándose en extraer la energía que le quedaba a su abatido y gastado cuerpo.

—Supongo que ha llegado el momento de aplicar el método científico.

Tras diez segundos contemplando su mano cerrada, esta se imbuyó con ardientes llamas de color naranja. Hawk se dispuso en posición de carga y corrió hacia el Aku más cercano. Con solo un impacto en su irritante mandíbula, este cayó de espaldas al tiempo que su cráneo comenzaba a arder. Otro Aku atacó por la derecha. Hawk lo esquivó casi como un acto reflejo y propinó un gancho de derecha con su puño ardiente, haciéndole retroceder dolorido. Aunque no consiguió penetrarle con sus sucios dientes castañeantes, si le distrajo lo suficiente como para que el viejo no se percatase de un tercer Aku, que clavó la dentadura en su muñeca.

—¡Arrghhh! ¡Cabrón!

Apretando sus labios dolorido, Hawk se concentró e hizo que su muñeca también ardiese. El Aku le soltó chillando como si fuese una sanguijuela a la que acababan de quemar. Hawk intentó enviarle al suelo de un golpe, pero sus llamas se disiparon. Agotado, volvió a caer sobre su rodilla cuando intentó huir.

El Aku que le había mordido esbozó lo que parecía una siniestra sonrisa. Expandió la totalidad de su mandíbula hasta que la boca rebasó el tamaño de su cara, preparándose para devorar su cabeza de un solo mordisco. No había alcanzado a dar ni un único paso hacia su víctima cuando un proyectil atravesó su putrefacto cerebro, segando su vacía existencia al instante. Cinco ruidos estruendosos más se extendieron a lo largo del centro comercial. Para cuando Hawk advirtió lo que estaba sucediendo, tres Aku más se habían desplomado como marionetas sin dueño.

—¡Viejo, muévete!

Hawk se levantó contemplando a Lilith junto a la barandilla del segundo piso en plena recarga de un revolver. Le resultó raro no haberla escuchado llegar, aunque no era tan insólito si tomaba en cuenta el estrés mental que padecía. El último Aku intentó plegar sus rodillas para ganar algo de ventaja en la batalla, pero la bala que acabaría con su vida actuó con más rapidez.

—¡Papá, no lo hagas!

Hawk se sacudió la suciedad de la ropa y se aseguró de tapar el mordisco de la muñeca antes de dirigirse a la joven.

—Tienes una puntería demasiado buena para ser una petarda con la boca muy grande.

—De nada por salvarte el culo, puto viejo egocéntrico.

—Sí, desde luego, tu ayuda es digna de estudio. ¿Tienes lo que estamos buscando?

Como respuesta aclaratoria, Lilith exhibió una caja de plástico que contenía el cargador junto con unas pinzas.

—No había nada de gasoil, y no creo que estés en condiciones de seguir distrayéndoles para buscar en otros sitios.

—Está bien. Tíramelo.

—¿Qué dices? No quiero romperlo —se negó la chica desconcertada por la petición—. Estoy contigo en un minuto, viejo. Las escaleras están despejadas.

Hawk permaneció expectante a su llegada. Era el momento. Lo había planeado durante días, pero, por algún motivo que no terminaba de concretar, sentía que iba a cometer un gran error. Sin embargo, no podía recular. Era por un bien mayor. Era para estar con su Bella…

—Papá…

—Cállate, Bella.

Abrió su mano izquierda y trató de que el fuego emergiese de ella. No sucedió nada. Continuó esforzándose por generar alguna llama hasta que vio a Lilith aparecer caminando en dirección a él.

—Vale, viejo, mejor que nos piremos de aquí ahora que no hay moros en la costa.

—Espera… Espera un minuto… —le instó Hawk cerrando los ojos y tratando de visualizar unas llamas surgiendo desde su palma—. Vamos…

—Hawk, ¿qué coño estás haciendo? Tenemos lo que necesitamos. Hay que salir de aquí antes de que el resto de los Uka esos nos encuentren.

—¡Papá, para! ¡Para ya! ¡Déjalo! ¡¡¡Déjalo!!!

—¡¡¡Cállate!!!

Lilith retrocedió asustada por el alarido con el que Hawk le respondió. Casi como un instinto de supervivencia, había empuñado el revólver al mismo
tiempo. Su compañero no pasó por alto su acción.

—Crees que soy un peligro, ¿verdad, Li? Que hay algo en mí que no te da buena espina, que no termina de darte confianza. No te sientas especial. Le pasa a todo el mundo. Le pasaba hasta a mi familia.

—Te dije todo lo que tenía que decirte esta mañana. Este no es el momento ni el lugar para que se te vaya la olla y te dé un brote psicótico. Li se va, contigo o sin ti.

—Vete entonces. ¿A qué estás esperando?

Lilith bajó el revólver, bufando angustiada por el comportamiento infantil del anciano.

—Mira, viejo, le has prometido a mi hermana que me llevarías de vuelta con vida. Mueve el culo y cumple con tu puta promesa.

—¿Y tú cómo coño sabes eso? Te limitaste a irrumpir en mi casa y amenazarme a gritos.

—Paula es mi hermana, viejo. No tenemos secretos. Sé por qué bajó a tu casa de madrugada y sé lo de esa chorrada que le has contado con la moneda de dos caras, la cual estaba lanzando cuando me fui, por cierto. No hay nada que ella pueda decir o hacer sin que me acabe enterando. Hemos estado toda la vida juntas, teniéndonos la una a la otra. Somos…

—Sois una…

—¿Qué? —dudó Lilith del significado de su reflexión.

—No sois solamente hermanas. Sois una.

—Parece que lo entiendes después de todo, viejo.

—Yo también era uno… con mi hija.

Unos chillidos procedentes de una localización indeterminada irrumpieron en su dialogo. Los Aku se acercaban.

—Última oportunidad, viejo. Estoy siendo demasiado paciente para ser tú y yo. O nos vamos o me voy —apremió Lilith sin ninguna otra opción disponible en su retaguardia.

—Nos vamos —informó Hawk comenzando a caminar liderando el retorno al edificio—. Y ten cuidado con el cargador, no lo vayas a romper.

—Pero si hace un minuto querías que te lo tirara…

La moneda giró sucesivas veces en el aire cortando el viento y cayó sobre el asfalto, revelando su parte visible.

—Vaya, cara otra vez. Qué casualidad…

—¿Otra vez? —consultó Vega extrañada—. Ya van seis veces seguidas.

—Pero es la verdad. Sale cara todo el tiempo. Eso significa que todo va a ir bien —le comunicó Paula recogiendo de nuevo la moneda de dos caras.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Hawk.

—Ah, el viejo Hawk. Palabras de sabio. Vete a saber de dónde se ha sacado esa creencia.

—No lo sé…

Aburrida, Paula se volvió a sentar en la acera de la calle, al lado del portón rojo. Había salido impulsada por la ansiedad que le causaba esperar a que su hermana regresara de su partida. Era Vega, que se encontraba en el patio mimando a su yegua, quien se encargaba de vigilarla.

Cuando estaba más distraída charlando con la joven, las figuras de este y de Lilith aparecieron en la lejanía. Paula corrió impasible a las advertencias de Vega por detenerse y se fundió con su hermana en un abrazo.

—Hey, hey, me vas a tirar…

—¿Estáis bien?

—Estamos vivos y enteros —confirmó Hawk sonriendo—, y aún mejor, tenemos el cargador.

—Gracias por cuidar de mi hermana, Hawk.

El anciano se sintió embragado al notar una chispa más ardiente que su mano encenderse en su interior como respuesta a su agradecimiento.

—¿Cómo que gracias? Dame las gracias a mí, que he tenido que aguantar sus gilipolleces.

—Sí, sí, seguro… Vamos, Mike también te está esperando.

Hawk contempló a Paula arrastrar a Lilith a la carrera con una fuerza increíble hasta que las dos desaparecieron atravesando el portón. Vega saludó desde el patio cuando le vio a lo lejos, y él devolvió el gesto. Por un instante, le pareció que se encontraba en paz consigo mismo, como si hubiese tomado la decisión correcta. Todo se hundió cuando un eco volvió a retumbar dentro de su cráneo.

—Tú y yo no éramos uno, papá. Tú y tu investigación erais uno.

Día 8, por la noche. La prueba de combinación de poderes ha sido satisfactoria. He conseguido asestar un puñetazo en llamas mientras esprintaba. Me gustaría haber dispuesto de más tiempo y energía para realizar más testeos, pero he subestimado tanto la capacidad de los zombis Aku como la resistencia de mi propio cuerpo. A veces me pregunto qué podría ser capaz de lograr si mi cuerpo no estuviese tan envejecido, con tanta predisposición a infartarse. Supongo que nunca lo sabré. Por otra parte, no pude matar a la chica. Aunque no me cae nada bien, hubo un detalle que me llamó la atención durante la expedición. Algo que dijo… Definitivamente, es el momento de hacer la transmisión con Paula”.

Lilith bajó las escaleras del ático tras haberse puesto su pijama. Aunque todos los miembros de su grupo se encontraban cenando sentados alrededor de la mesa del comedor, solo bastó un breve vistazo hacia ellos por parte de la chica para que comprendiesen lo que deseaba.

—¿Reunión? ¿Ahora? —protestó Mike con la boca llena de mejillones—. ¿No puedes esperar a que acabemos de cenar?

—Puedes hablar mientras comes, o cenar más tarde, como haré yo —le aclaró sentándose al lado del resto—. Tengo que contaros una cosa, y es importante. He esperado hasta ahora para asegurarme de que Hawk no se acercaba por aquí.

Tras la mención, Paula se interesó incluso más por lo que su hermana tuviese que compartir acerca del anciano.

—¿Qué pasa con Hawk? —intervino Vega instándola a conversar.

—Estábamos en el centro comercial. Yo ya había conseguido el cargador, y nos íbamos. Todo iba perfectamente y, de repente, Hawk empezó a hacer cosas raras. Me dijo que le esperase un minuto, y se puso a abrir y cerrar la mano, cerró sus ojos, hizo muecas extrañas… Entonces, me gritó que me callara con cara de demente y empezó a hablarme de cosas que no tenían nada de sentido. Tuve que comerle el coco para hacer que volviera aquí.

—A lo mejor… a lo mejor tiene una enfermedad mental —elucubró Mike recapacitando sobre determinados comportamientos que había observado de forma puntual en Hawk—. No he dicho nada antes porque no me parecía importante, pero a veces, se le escucha hablar solo.

—Sí, yo también le he escuchado —compartió Vega su confusión—. No sé, quizá no vendría mal que tuviéramos un ojo puesto en él.

—Pero... Yo también hablo sola a veces, con mi madre —irrumpió Paula defendiendo al viejo causante del debate.

—Pero es diferente, Paula —se opuso Mike convencido de su afirmación—. Lo que dice Hawk no suele tener sentido.

—Si Hawk es un puto esquizofrénico, no pienso seguir viviendo aquí —asestó Lilith obstinada con su idea—. Me da igual el coche y todo. No quiero despertarme un día y encontrarme con el viejo preparando una motosierra para hacernos carne picada.

—Ya te lo dije ayer. Hawk ha demostrado que no tiene intención de hacernos daño en varias ocasiones, y tampoco sería muy inteligente por su parte hacerlo. Puede ser una persona un poco asocial y rara, no te lo discuto, pero eso no significa nada. Le tendremos vigilado y ya está. Él es uno y nosotros somos cuatro. Si trata de ponerse en nuestra contra, nos enteraremos.

—Confiaré en tu instinto de ninja, por ahora —advirtió Lilith cediendo a la petición—. Espero que podamos tener ese coche listo pronto. Cada vez me gusta menos estar aquí.

—Esfuérzate en encontrar combustible y estaremos rumbo a la carretera en menos que canta un gallo —le recordó Mike infundiéndole ánimo—. Y, si no tienes nada más que decir, cariño, mi estómago ruge.

—Ojalá te atragantes tragando, cielo mío, que es lo único que te interesa.

—¿Sabéis? Algún día me tenéis que contar como acabasteis siendo pareja.

—¡Nunca!

—¡Nunca!

Día 11. Hoy realizaré la transmisión. Al final, ha resultado ser su propia hermana la que la ha enviado como un cerdo al matadero. Ilusa.

Mike giró la llave en el contacto frente a sus espectadores convencido de que funcionaría. Su fe se vio recompensada cuando el motor le contestó con un estruendo que se extendió por todo el garaje.

—Uuuuuuuuuuhhhhhhhh.

—Lo ha conseguido, el muy cabrón —se emocionó Lilith al escuchar al coche rugir como una pantera.

—Suficiente. No gastemos más gasoil del necesario.

Obedeciendo al consejo de Vega, Mike apagó el BMW y se bajó de él. Su novia se abrazó a él ilusionada mientras saltaban de alegría. Paula no quiso perderse la fiesta y se unió. Vega sonrió feliz por contemplar una celebración tan cercana y familiar.

—Parece que por fin tenemos buenas noticias.

La espadachina se sobresaltó al escuchar una voz grave a su lado. El trío se separó al descubrir a Hawk junto a Vega escudriñando la maquinaria bajo el capó abierto del vehículo.

—Increíble. Pensé que nunca lo vería en marcha.

—¿Cuándo has llegado aquí, viejo?

—Deberías estar más atenta, chica del sable. Si hubiera sido un muerto, te estaría chupando los huesos ahora mismo.

—Si fueras un muerto, estarías sin cabeza —ironizó ella señalando su espada—. El BMW está listo para salir a rodar. Te esperaba más emocionado.

—Estoy emocionado —concretó Hawk con el mismo semblante serio que arrastraba a todas partes—. ¿Es cierto? ¿Ya está listo, Mike?

—Puede que esté un poco resentido por la falta de movimiento, pero sí. El cargador funcionó a la perfección. Ya solo necesita el combustible, y quizá un poco de aceite.

—En ese caso, el tiempo que estemos aquí ya solo depende de vosotros dos —aclaró a Lilith y Vega apuntándoles con el dedo—. ¿Cuánto gasoil tenemos a día de hoy?

—Unos once litros, más o menos.

—Poco. Vais muy lentos.

—Revisamos los locales tan rápido como podemos. No hay más personal, viejo. Además, si a alguien no hubiesen estado a punto de comérselo en el centro comercial, podría haber buscado gasoil en otros sitios.

—Dedicarnos a echarnos la culpa los unos a los otros solo nos hará perder tiempo —intervino Vega dispuesta a que no se produjese otra batalla entre el anciano y la adolescente.

—Tienes razón —admitió ella—. Ya es hora de irnos a seguir buscando, así que vámonos.

—Bien dicho.

Tras haber destruido de forma abrupta la conversación, Vega salió del garaje junto con Hawk para prepararse de cara a la expedición. Después de asegurarse de que ambos estaban lejos del lugar, Lilith se agachó junto a su hermana y le habló susurrándole al oído.

—¿Recuerdas lo que hablamos ayer? Pues ha llegado el momento.

—Te estás equivocando. La otra vez que estuve en su casa no vi botes de pastillas ni nada así. Solo había libros por todas partes.

—Mira en los cajones de su dormitorio, en los estantes del baño, debajo de la cama, donde sea. Tiene que haber algo que explique por qué se comporta así, y que podamos usar en contra de él si se le va la pinza.

—¿Y si me descubre? —consultó Paula asustada por la idea de que ocurriese.

—Hazte la tonta, como hacías a veces en la base. Eso se te da de puta madre.

—No estoy segura…

—Va, sé que puedes hacerlo. Confío en ti. Y es por nuestro bien.

—Hey, ¿qué estáis farfullando?

Lilith se incorporó sorprendida por el entrometimiento de su novio.

—Solo me estoy despidiendo de mi querida hermana. Qué metenarices eres a veces.

—Vale, vale, no te pongas así.

Paula se acercó a Mike, se apoyó en el BMW y contempló a Lilith marcharse. Al tiempo que el chico continuaba inspeccionando el coche, ella meditaba acerca de cómo podría registrar la casa de Hawk sin que él notase que lo estaba haciendo. Sabía que no iba a encontrar nada, que Hawk no era la persona malvada que todos querían que fuese, pero tenía que hacerlo, por ella...

Tras presenciar desde su ventana como Vega y Lilith salían a desarrollar su trabajo, Hawk se encendió un cigarrillo y se tumbó en la cama a continuar con un libro de historia que había leído durante semanas. Pasaron alrededor de quince minutos antes de que se escuchasen unos golpes en la entrada.

—Joder, qué rapidez… —murmuró el viejo apagando el tabaco en un cenicero.

Cuando abrió la puerta, no se sorprendió lo más mínimo al contemplar de nuevo a Paula con expresión de inseguridad al solicitar su presencia.

—He venido a traerte esto —esclareció la niña mostrando su águila de peluche—. Me lo llevé el otro día sin querer y se me había olvidado devolvértelo.

—¿Y le has pedido permiso a tu hermana para venir?

—No…

—Ya veo… —analizó Hawk rascándose la barba—. ¿Quieres pasar? Debe ser un rollo estar en el ático sola o pasando frío en el garaje.

—No debería…

—Vamos… Puedo prepararte una taza de chocolate. Será nuestro pequeño secreto. Lilith no se enterará.

—Bueno, vale, pero que no se entere, porfa.

Paula se introdujo tímidamente en la casa del anciano. Con ahínco y cautela, fue examinando cada rincón hasta el salón al que Hawk la condujo.

—Espera aquí.

Después de que la abandonase para dirigirse a la cocina, la chica continuó inspeccionando el lugar con la mirada mientras se paseaba por él simulando a una simple niña curiosa. Tal y como ella se imaginaba, no había nada inusual, exceptuando una pequeña maqueta en la que se podía leer “ADN” y cuyo significado no conocía. Aun así, no parecía nada malévolo.

—Ya he vuelto —anunció su anfitrión adentrándose en la sala—. ¿Me echaste de menos?

—¿Y el chocolate? —consultó Paula al percatarse de que Hawk había regresado con un vaso lleno de zumo.

—Se está haciendo. Te traje zumo, mientras tanto. Pensé que tendrías sed. Es de piña, espero que te guste.

Cuando Paula condujo el vaso hasta sus labios, sintió una sensación incómoda. No le gustaba el olor que desprendía el zumo. Rememoró una clase de supervivencia de Marcus dirigida a los niños y niñas de la base en la que les había enseñado que no debían tomar una bebida que oliese rara. Convencida de ello, la chica fingió que el vaso se resbalaba y dejó que estallase en el suelo.

—Lo siento…

—No te preocupes. Ha sido un accidente.

Hawk cogió unas servilletas y se encargó de limpiar el estropicio. Era consciente de que Paula había notado el calmante que había incluido al zumo, pero no hizo mención a ello. Más bien, se quedó maravillado por lo inteligente que era para su corta edad. Tendría que recurrir a su plan alternativo. Tan solo esperaba que se creyese cada una de sus palabras.

—¿Alguna vez has visto a un mago, Paula? —preguntó mientras arrojaba los restos de cristal del vaso a la basura—. No por la tele, sino en directo. Un mago de los de verdad.

—No. Papá decía que los magos son un atajo de mentirosos.

—¿Y tú qué piensas?

—No lo sé…

Hawk se arrodilló junto a ella y extendió su brazo con el puño cerrado.

—Sopla aquí.

—¿Para qué? —le interrogó desconfiando de su comportamiento.

—Tú sopla.

Resignada, Paula obedeció no muy animada. Cuando el aire que expulsó alcanzó la mano del anciano, este la abrió, despidiendo una viva llamarada hacia el techo. Paula retrocedió sin poder apartar su mirada de la mano de Hawk, maravillada.

—¿Cómo has hecho eso?

—Un mago nunca desvela sus trucos —la desconcertó aún más forzando una sonrisa—. ¿Aún piensas que los magos somos un atajo de mentirosos?

—No…

—¿Quieres ver otro truco? —propuso Hawk aprovechando el repentino silencio que se formó en la estancia—. Este es mucho más interesante.

—De acuerdo.

—Ponte de rodillas, a mi lado, y cierra los ojos.

Animada por averiguar qué otra espectacularidad escondía Hawk bajo la manga, ella corrió a obedecerle. Hawk respiró aliviado porque la chica no hubiese sido tan inteligente para descifrar también su segunda estrategia. Solo era una niña, después de todo.

—Voy a juntar tu frente con la mía, ¿vale? No te muevas. Tienes que estar muy quieta. Si no, no funcionará.

—Vale.

Tal y como había anunciado, Hawk unió su frente con la de Paula, preparado para efectuar la transmisión de sus recuerdos. Transcurrieron unos tres minutos hasta que el anciano se percató de que no estaba funcionando. Por algún motivo desconocido, no conseguía entrar.

—¿Qué se supone que tiene que…

—¡No hables!

Cuando Hawk abrió sus ojos para recriminarla por su desobediencia, ella ya no estaba allí. Ya ni siquiera se encontraba en su hogar. El viejo se levantó en un largo pasillo pintado de rojo, con numerosos muebles de lujo decorándolo y una hilera interminable de fotografías familiares en las paredes. No tardó en darse cuenta de lo que había sucedido.

—¡Mierda, no, no, no! ¡Esto no es lo que quería! ¡¡¡Joder!!!

Intentó liberar su ira pateando una silla, pero su pierna tan solo la atravesó. Después de todo, estaba dentro de un recuerdo.

—Vega.

La espadachina se disponía a salir de un garaje cargando con dos garrafas de combustible en el instante en que oyó a su compañera llamándola.

—¿Qué ocurre?

—Bueno… No puedo dejar de pensar en Hawk.

—Eres muy reiterativa con Hawk. ¿Por qué no intentas relajarte un poco?

—Hay algo que no me huele bien. No puedo dejar de darle vueltas a la cabeza.

—Yo tampoco te olía demasiado bien al principio. Creo que está en tu naturaleza, Lilith. No te fías a veces ni de tu propio novio.

—Esto es diferente —rebatió la joven insistiendo en ello—. Dejando a un lado la enfermedad mental que podría tener, ¿no te has dado cuenta de que todo lo que rodea a Hawk es demasiado misterioso?

—¿A qué te refieres con misterioso?

—El otro día, en el centro comercial, estuvo haciendo de cebo de los zombis esos, corriendo para despistarlos. Ese hombre tiene sesenta años, como mínimo. Debería haberse muerto de un infarto o deberían haberlo atrapado. Esas cosas corrían como perros muriéndose de hambre.

—Vivimos en el apocalipsis. Este mundo obliga a las personas a adaptarse. ¿O tú sabrías todo lo que sabes actualmente si todo esto no hubiera pasado? Es probable que conozca algún punto débil de esos zombis que nosotros no. Quizá por eso insistió en ir personalmente.

—¿Y de dónde saca sus recursos? ¿Dónde busca? ¿Por qué vive solo como un huraño y nunca le han atacado? ¿Cómo se mantiene en pie en esa casa? Hawk contradice absolutamente todos los puntos que me enseñaron sobre supervivencia, y sigue ahí, más vivo que nadie.

—Vale, tienes razón… —admitió Vega ligeramente persuadida—. El método de sobrevivir del viejo no es el adecuado para la mayoría, pero a él le funciona. ¿Qué quieres que piense que hace para sobrevivir más allá del resto? ¿Aprovecharse de grupos de paso como nosotros? Eso no es nada moralmente reprochable.

—Quizá se podría volver a valorar…

—Si quisieses pegarle un tiro, ya lo habrías hecho. Tuviste la oportunidad perfecta hace unos días. Y si lo que pretendes es que te dé mi aprobación como si fuera tu madre, eso no va a ocurrir —recriminó a Lilith indignada porque se hubiese atrevido a destapar de nuevo el tema—. Si tan preocupada estás por el viejo, ¿por qué no intentas hablar con él? Descubre algo a lo que puedas agarrarte para confiar más o menos en su palabra y sus acciones. Basa tu creencia en lo que veas que se siente como real, no en lo que tu imaginación elucubra.

Lilith puso sus brazos en jarra adoptando una posición de introspección mientras pensaba en la reflexión de Vega.

—¿Esas frases las sacas de algún lado o te salen solas?

—Oooh, por Dios…

—Vale, vale… Intentaré lo que has dicho, descubrir más sobre el esqueleto ese.
—De nada. Debería haber sido psicóloga en vez de abogada.

—Tampoco das consejos tan buenos como para pagar por ellos.

—Vaya, muchas gracias, Lilith.

—De nada, Vega. El placer es mío.

—Anda, vamos a la siguiente tienda, antes de que se te ocurra atacar a mi moral otra vez —decretó la chica del sable sin despegarse de su valioso mapa.

—¿Hawk?

Paula separó sus párpados confundida al no sentir repentinamente la cabeza que se apoyaba contra la suya. Se puso en pie evaluando su entorno extrañada. No dudaba que se hallaba en el salón de la casa de Hawk, pero sentía que había cambiado un poco. Escuchó el estruendo de un claxon que parecía introducirse por la ventana. Se dirigió hacia ella pensando que se trataba de Mike trasteando con el BMW, pero la puerta del dormitorio se abrió en ese instante. Paula frenó en seco observando a la persona que salía desde el interior.

—¿Hawk?

Paula se dio cuenta de que era él al distinguirle por sus facciones, pues la persona que estaba allí carecía en absoluto de barba y mantenía su pelo casi rapado, aún desprovisto de canas.

—¡¿Hawk?!

La chica retrocedió sobresaltada cuando una mujer de largo cabello rubio apareció segundos después con expresión de angustia.

—No puedes hacer esto, Hawk. No puedes simplemente irte y dejarnos aquí.

—Esta es la única opción que tenemos, Michelle. Estamos haciendo avances enormes. Si todo continúa según lo previsto, podríamos tener la cura lista en menos de tres meses. Me necesitan allí, trabajando a pleno potencial.

—La cura… Desde hace años, todo gira en torno a esa puta cura, y estoy harta. Si no hubieras sido tan cabezota y hubieras probado con la medicación tradicional, igual ya estarías curado.

—No, Michelle, no habría servido para nada, y créeme, sé de lo que hablo.

—¡Hey! ¡Hawk!

Paula chilló intentando captar la atención del hombre, pero fue inútil. Este se desplazó hasta la mesa del comedor y depositó una maleta. Tras ello, la abrió y comenzó a introducir una serie de objetos de un escritorio contiguo. Atenta, la niña reparó en una grabadora que sacó de uno de los cajones.

—¿Y qué le vas a decir a nuestra hija, Hawk? Cuando volviste la última vez, le prometiste que no te marcharías de nuevo. ¿Vas a romper esa promesa como si nada?

—Yo no le diré nada. Mi vuelo sale en dos horas. No puedo esperar a que salga del colegio. Tendrás que decírselo tú.

—¿Te vas a largar sin decirle adiós a Bella? —bramó Michelle agarrando a su marido de los hombros para obligarle a mirarla a los ojos—. Hawk, recapacita. Estás abandonando a tu familia por tu maldito trabajo, otra vez. ¿Es eso lo que quieres?

—Si me voy ahora, volveré en unos meses, y si todo va bien, libre al fin del cáncer. Si decido quedarme, moriré en un par de años, y entonces sí que os habré abandonado. No necesito que lo entiendas, Michelle, y comprendo que te sientas como te sientes, pero estoy haciendo lo que estoy haciendo por nosotros, por nuestra familia. Trata de confiar en tu marido.

—Ya he confiado en tu palabra muchas veces, demasiadas, y siempre es una mentira.

—Esta vez es diferente.

—Sí, definitivamente, esta vez será diferente.

Pese a la confusión causada por la conclusión de su mujer, Hawk optó por no articular ni una sola palabra más. Agarró la maleta y se encaminó hacia la salida de su hogar.

—Si sales por esa puerta te pediré el divorcio.

Hawk se detuvo atraído por la amenaza de su esposa. La observó con gesto de incredulidad y se quitó bruscamente el colgante portafotos que portaba en su cuello, dejándolo en la mesa.

—Si es así como quieres jugar, te informo de que no eres más importante que la cura para el cáncer, Michelle.

—¿Tu hija tampoco es más importante? ¡¿Eh?!

Su marido no contestó. Se limitó a colocarse un sombrero colgado en un perchero y salió de la casa sin despegar sus labios.

—¡Hawk, respóndeme! ¡¡Hawk!! ¡¡¡Hawk!!!

Paula contempló a la mujer arrojarse al suelo y llorar desconsolada, asombrada por la escena que acababa de presenciar. Fue entonces cuando despertó.

—Papá…

Hawk se sobresaltó al escuchar una suave voz que se extendió por el pasillo. Una niña había salido de una habitación y caminaba hacia unas escaleras que bajaban. Aunque era mucho más pequeña y su estilo de cabello era distinto, se trataba de Paula sin ninguna duda. Su curiosidad por el recuerdo se activó en el momento en que vio a la chica sentarse en uno de los escalones, fijando su mirada en un punto en concreto. Cuando el anciano se asomó para saciar su necesidad de conocimiento, descubrió a un hombre entrado en la treintena sentado en una mesa de cristal revisando una pistola.

—Hey, papá.

El referido levantó su vista hacia ella sorprendido por su silenciosa llegada y depositó el arma sobre el cristal.

—Dime, cariño.

—Me prometiste que iríamos hoy a ver la nueva película de Fireboy, y se va a hacer de noche pronto.

—Ohh, lo siento, Paula, se me había pasado. Papá tiene trabajo esta noche, pero podemos ir mañana, si te parece bien.

—Oh… Vale…

A Hawk no se le escapó la indiferencia que su padre mostró frente a las palabras de lamento de la niña.

—¿Crees que Jane querrá venir?

—¿Jane? —musitó el viejo confuso.

—No, no creo, no le gustan esas cosas.

—Oye, Paula, ven. Vamos, ven, siéntate.

Hawk contempló a Paula bajar los escalones y sentarse junto al hombre con sumo cuidado. Tras ello, su padre sacó una pequeña bolsa de una mochila y esparció parte de su contenido en forma de polvo blanco encima de la mesa. El viejo casi sufrió otro ataque al corazón cuando se percató de lo que se trataba.

—Eso es cocaína, hijo de puta.

—¿Te acuerdas, Paula?

—Sí, hacer la rayita.

—Muy bien. Papá tiene que tomar sus vitaminas, y tú desperdicias menos.

—¿Tus vitaminas, cabrón?

Hawk sintió el impulso de estamparle un puñetazo en la cara pese a que sabía que sería inútil.

—Gracias, cariño.

El anciano apartó la mirada para no ser espectador de cómo el hombre aspiraba a través de la nariz la cocaína delante de su hija sin cortarse en absoluto.

—Dios mío, ¿pero tú qué clase de persona y padre eres? —preguntó Hawk a la nada sin lograr salir de su asombro.

Su protesta se vio apagada por el sonido de un teléfono retumbando en la estancia. El padre se levantó raudo y se puso una chaqueta de cuero marrón.

—Tengo que irme ya. Si queréis cenar, queda carne en la nevera. Dile a Jane que la prepare.

—Vale, papá.

—Te quiero.

—Yo también te quiero.

Cuando el hombre atravesó la salida de su morada fue cuando Hawk se percató de una chapa de identificación que estaba en el mismo lugar del que había recuperado la chaqueta. Sabiendo que le resultaba familiar, la agarró y la leyó.

—Steve Fox. Esgrip Escocia… Joder, este tío trabajaba para la compañía.

—¿Ya se ha ido?

Hawk había estado tan absorto con la identificación que no había notado a la segunda chica que había bajado al comedor. Era claramente Lilith, aunque una versión mucho menos agresiva y violenta que la que él había conocido. Pensó que rondaría los diez años.

—Sí. Ha dicho que hagas la cena.

—Mira lo que tengo.

Paula recuperó la ilusión cuando su hermana le mostró un par de entradas de cine.

—¿Son para hoy?

—Sí, son para hoy.

—¿Cómo las has conseguido?

—Saqué dinero de la hucha y las compré. Sabía que papá no te llevaría. Siempre le sale algún “trabajo”.

—Pero… Si papá se entera de que hemos salido sin su permiso, nos pegará y a ti te encerrará en el ático, y…

—No sé enterará. El cine está casi al lado y papá estará fuera toda la noche, como hace todo el tiempo. ¿De verdad no quieres ir a ver Fireboy?

—¡Sí, sí quiero!

—Pues vístete, porque lo vas a ver.

Hawk se enterneció cuando Paula se sumió con Lilith en un profundo abrazo, segundos antes de regresar.

Se incorporó raudo y con el corazón acelerado al sentir una cascada de agua caer en su rostro. A su lado, Paula le observaba con cara de alivio sosteniendo un vaso vacío.

—¿Qué estás haciendo?

—Te estaba gritando y no despertabas. Creía que te había pasado algo.

—¿Y no se te ha ocurrido nada mejor que ducharme?

—No sabía qué hacer… ¿Qué te ha pasado?

—Seguramente me habré desmayado —mintió Hawk esforzándose por disimular el incidente como parte de su normalidad—. Tengo algunos problemas del corazón. Me pasa a veces.

—Ah, vaya, lo siento.

—No te preocupes. ¿Cómo estás tú?

—Estoy bien —prosiguió Paula con la falsedad del anciano ocultando lo que había visto en su sueño antes de despertar—. Debería irme. Mike me va a echar de menos.

—Sí, claro.

Hawk ni se molestó en acompañar a la chica hasta la salida. Esta se marchó velozmente hacia el garaje en el que su compañero estaría mientras en la mente del anciano rondaba sin cesar la información que había descubierto.

Finalizada su sesión de recogida de combustible, Vega y Lilith regresaron al edifico. Tal y como hacía cada día desde su expedición en el centro comercial, Paula les esperaba al lado del portón lanzando su moneda. Descargaron el gasoil en el garaje y los cuatro se encaminaron en conjunto al ático para descansar y cenar. Lilith interrogó a Paula acerca de lo que había encontrado en la casa de Hawk. Su hermana insistió reiteradas veces en que no había visto nada fuera de lo común temiendo que descubriese su mentira. A Lilith no le acabó de convencer su conclusión, pero era evidente que no iba a averiguar lo que Paula ocultaba.

Tras la cena, Vega y Paula se sentaron en el sofá a jugar con una baraja de cartas mientras la pareja subía a su dormitorio particular. Lilith se limitaba a cambiarse de ropa cuando Mike inició una conversación que había pospuesto durante demasiado tiempo.

—Oye, Lilith.

—¿Sí, Mike? —contestó ella cerrando el armario y acomodándose en la cama.

—¿Sabes? Tengo mucho tengo tiempo para pensar cuando estoy aquí a solas, trasteando con el coche o encargándome de la yegua.

—Mike, sé directo, por favor, que nos conocemos.

—Me prometiste que me hablarías acerca de tu tapadera en la base, y cada vez que intento sacar el tema, me rehúyes. Sé que no te gusta hablar de ello, pero me reconfortaría que dejaras de ocultarme cosas. Por favor…

—Está bien… —se rindió Lilith ante su demanda—. Siéntate. Te lo contaré todo.

Día 11, por la noche. Ante todo pronóstico, la transmisión ha fallado. Pensé que sería bastante sencillo al tratarse de una niña, pero después de lo que he visto y oído dentro de su recuerdo, no me sorprende. Esta pobre chica ni siquiera tenía una vida demasiado normal antes de que todo esto pasara. Su mente tiene demasiadas defensas, Dios sabrá por qué. Voy a tener que conocerla por el método tradicional. Por desgracia, hace demasiado que no lo practico.

—Cuando todo esto empezó, estaba con mi hermana en Japón. Fox tenía que atender allí un trabajo de la compañía, matar a alguien, seguramente. Le llamaron y le enviaron aquí, a Canadá. Y entonces, las cosas se fueron a la mierda muy deprisa. Acabamos solos, nosotros tres, tratando de sobrevivir, como había sido siempre. Gracias a las conversaciones de su radio, Steve no tardó en averiguar la existencia del emplazamiento que estaba creando Michaela con las guerrillas de la compañía, y nos dirigió hacia allí.

Jane… Evidentemente, era Lilith, pero, ¿por qué otro nombre? ¿Por qué esa desconfiada chica nos oculta incluso su verdadero nombre?

—Una noche, mientras dormíamos en una tienda de campaña, cogí a mi hermana y me la llevé. Corrí, y corrí, y corrí. Fue una locura, nos podría haber pasado cualquier cosa, pero yo tenía solo doce años, y ni siquiera lo pensé. Vi una oportunidad de escapar al fin y la aproveché. Sabía hacia donde nos estaba llevando Fox, y corrí hacía allí con Paula, hacia la base. Tardamos casi dos días en llegar. Entramos como civiles y nos preguntaron nuestros nombres. No quise jugármela. Les dije lo primero que me vino a la mente. Lilith y Beatrix. No tenían que ver con nada relacionado con nosotras, y eso era lo importante.

—Pero… Fox… ¿Cómo no…?

—Fox tiene una enfermedad mental o algo así. Siempre la ha tenido. Es incapaz de reconocer caras.

—¿Incapaz de reconocer caras? Nunca me ha dado esa impresión.

—El cabrón lo oculta muy bien porque lo considera su mayor debilidad. Estoy segura de que nadie en la base se ha dado cuenta. Él se fija en el tono de voz, en la ropa, en el pelo, en la forma de moverse de la gente, y en otras cosas así, y es capaz de distinguirlas.

—Creo… creo que empiezo a entenderlo.

—Sí, ¿verdad? Sabía que había una posibilidad muy alta de que Fox acabase apareciendo por allí. Mi hermana y yo no solo nos cambiamos el nombre. Nos cortamos el pelo, usamos peinados que odiábamos, ropa que era todo lo opuesto a lo que habíamos usado siempre, Paula se quitó una cadena que había llevado desde su nacimiento, yo dejé de usar pendientes, y así con todo. Él apareció unos dos meses después, supongo que después de haber estado buscándonos como un loco. Para entonces, nosotras ya no existíamos. Y funcionó. Convivimos con Fox durante casi dos años como ovejas simulando ser lobos, hasta que la cagué. Perdí una foto antigua que tenía de mi hermana y mía. Dio la casualidad de que Fox la encontró, y ató cabos. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, supe que teníamos que salir de ahí cuanto antes. Y el resto ya lo sabes. ¿Estás satisfecho?

—Solo… solo una pregunta —susurró Mike concentrado en asimilar su historia—. Si ya saliste de ahí, ¿por qué sigues siendo tu personaje?

Lilith respiró profundamente. Desde el principio de su narración ya temía que su novio fuese a preguntarle por el paradero de Jane.

—Enterré a Jane muy hondo para proteger a Paula, Mike. Mi personaje es todo lo que queda. Es lo que soy ahora.

Mike clavó sus pupilas con ternura en las de ella, más convencido que nunca de lo que iba a profesar.

—No te creo.

Aunque… Quizá no sería una mala idea intentar la transmisión con Lilith… o mejor dicho, Jane.