Big Red Mouse Pointer

miércoles, 11 de septiembre de 2019

NH2: Capítulo 070 - Forjando Lazos (Parte 1)

La tierra crujía bajo los pasos de la comitiva encabezada por Nicole y Rosalie. Tras ellas, Eva, Puma, Jessica, Davis y M.A permanecían alerta ante un posible ataque sorpresa por parte de los compañeros de la chica. Aunque Nicole parecía creer en sus palabras, y Rosalie no parecía mentir, no podían descartar la idea de que fuese una trampa. Todos sabían que lo único que había logrado despertar la compasión y aplacar la ira del grupo hacia los conocidos como los Matados, había sido la existencia de niños pequeños en aquel grupo. Rosalie les había estado poniendo al día en el camino, informándoles acerca de quienes eran, como habían estado sobreviviendo hasta entonces, cuales eran algunas de las disputas internas del grupo, como se había unido ella a este, o incluso cual era la situación en la que se encontraban y que les había llevado a atacarles.

A Nicole y a sus compañeros no les agradaba demasiado el panorama, parecía un grupo inestable y conflictivo incluso entre ellos mismos. El simple hecho de que la tal Tammy cometiese un crimen pasional contra el que era el líder del grupo por pillarlo teniendo sexo con su amante justo tras el ataque a Rockrose, dejaba bastante en claro que clase de rumbo había estado llevando los Matados a manos de tales líderes, así como qué clase de personas podían integrar aquel grupo. Ante la mirada de Rosalie y Nicole emergió a unos metros una estructura quemada.

–La granja. –pronunció Nicole a medida que se acercaban a esta.

–Así es. Ese ha sido nuestro hogar por un tiempo.

Nicole no tardó entonces en fijar su mirada en una chica de oscuros cabellos que esperaba solitaria frente a la puerta de la granja. La chica no apartaba su mirada de ellos a medida que se acercaban, como si les estuviese esperando.

–¿Quién es esa? –preguntó Nicole echando una disimulada mirada hacia Eva.

–Es Sabrina.

Eva hizo una señal para alertar a sus compañeros sin que Rosalie pudiese percatarse, para que estuviesen preparados en el caso en el que debiesen de emplear las armas si algo salía mal. Entonces los pasos del grupo se detuvieron a la entrada de la granja. Nadie dijo nada, Rosalie y Sabrina intercambiaron durante varios segundos una tensa mirada antes de que la amante mirase de arriba a abajo a miembros del grupo de Rockrose.

–Sabrina, venimos a hablar. –dijo finalmente Rosalie rompiendo el tenso silencio.

–Tú... –pronunció entonces con un rostro descompuesto ignorando el comentario de Rosalie. –¡¿Cómo estás vivo?! –Sabrina retrocedió un par de pasos sin apartar la mirada de uno de los integrantes del grupo de Rockrose.

–¡Hey! ¿Qué tal estás, mujercita? –saludó Puma, blanco de miradas, con la mano alzada. –Siento lo de tu chico, quien imaginaría que moriría en tales... circunstancias.

Rosalie miró sin comprender bien que estaba pasando, a diferencia de los compañeros de Puma, que no tardaron mucho en entender que Sabrina había sido una de las que tuvo que participar en el asesinato de de su compañero.

–Te vi morir, y ahora estás aquí... ¿Pero qué coño eres?

Puma se encogió de hombros y caminó haciéndose paso entre sus compañeros, hasta que finalmente llegó hasta Sabrina, quien retrocedió pegando su espalda contra la puerta de la granja intimidada. El joven apoyó la mano en la puerta carbonizada y acercó su rostro al de la joven para mirarla directamente a los ojos. Sabrina era incapaz de ocultar su miedo y nerviosismo ante la persona que tenía enfrente.

–Tu novio, amante, o lo que fuese ese tipo para ti, se llevó mi espada, fue un regalo de una buena amiga, y la quiero de vuelta cuanto antes.–pronunció con extrema seriedad.

Rosalie lanzó una mirada de ruego a Nicole ante la actitud de su compañero, y su respuesta no se hizo esperar.

–Puma, ya basta. –pronunció la mujer con el ceño fruncido acercándose a su compañero. –Recuerda a lo que hemos venido aquí.

–Realmente no me importa lo que pase con estos mocosos. –suspiró sin mirar a la mujer, ni apartar la mirada de los temerosos ojos de Sabrina. –Al fin y al cabo, ellos me asesinaron. Solo quiero lo que me pertenece.

–¿Te asesinaron? ¿Estás seguro de eso, Puma? –pronunció Nicole con seriedad. –Por qué pienso que, según desde que punto de vista se vea, pudo ser un asesinato o un suicidio.

Entonces el joven se volteó para mirar a la ex agente con un ligero desconcierto, sin embargo, en cuestión de segundos su reacción cambió por una más divertida.

–Veo que tus habilidades detectivescas siguen en plenas facultades.

–¿Habilidades detectivescas? Es algo mucho más simple que eso. Solo se necesita pensar un poco y aplicar el sentido común, y sobre todo, conocerte un poco a ti. Lo único que no entiendo es por qué te dejaste, aunque tampoco es que me interese mucho, tenemos asuntos más importantes ahora mismo a los que atender.

Puma dibujó media sonrisa en su rostro al percatarse de que Nicole sabía que se dejó asesinar por aquellos críos.

–¿De qué se supone qué estáis hablando ahora? –preguntó Eva algo molesta con la situación.

–Nada importante. –contestó Puma.

No tenía por qué darle explicaciones a nadie sobre sus acciones. Simplemente quería comprobar si podía resucitar nuevamente, tal y como pasó con Maya tras morir por segunda vez en la base de Michaela, y aquella ocasión fue ideal para comprobarlo. Tal y como pensaba, logró resucitar una vez más de entre los muertos. Puma se encogió de hombros, y sin nada que decir se separó de Sabrina para volver con sus compañeros, no sin antes guiñarle el ojo a la chica.

–Bien, y ahora vamos a hablar, ¿te parece, Sabrina? –propuso Nicole con semblante serio.

–De acuerdo... –la joven abrió la puerta de la granja. –Pasad.

Para la sorpresa del grupo, todos y cada uno de los miembros de los Matados estaban en el salón, bien de pie o sentados, observando en completo silencio al grupo de Rockrose entrando al que era su hogar. Una vez entró Jessica, Sabrina cerró la puerta. La tensión era tal que podría cortarse con un cuchillo de untar mantequilla. No eran bienvenidos, y el grupo de Rockrose no podía evitar sentirse como si se hubiesen metido de lleno en la boca del lobo. Les superaban en número, y el espacio era muy reducido para maniobrar en caso de ataque, sin embargo, a diferencia de ellos, ninguno de los Matados parecía llevar ningún arma visible.

Eva y Jessica no tardaron en ver a los niños a los que se refería Rosalie entre el resto de adolescentes. Algunos de ellos podían tener la misma edad que Adán. Pensar en que unos niños tan pequeños estaban al cuidado de semejante panda de idiotas inmaduros las horrorizaba, especialmente teniendo en cuenta las cosas que Rosalie fue comentando por el camino. Ambas eran incapaces de no compadecerse de todos aquellos niños que los observaban con temor escondidos entre los más mayores. Nicole carraspeó antes de iniciar la conversación.

–Vuestra compañera Rosalie ha venido a nuestro pueblo a rendirse en vuestro nombre. Nos ha informado de los motivos por los que nos atacasteis, así como de la situación actual en la que os encontráis. Por eso estamos aquí, para llegar a un acuerdo y evitar el derramamiento de sangre. Habéis intentado atentar hasta en dos ocasiones contra nosotros, y en otras circunstancia ya os habríamos asesinado. Lo único que hace que no estemos aquí acabando con vuestras vidas para evitar un futuro riesgo, es el hecho de que hay niños pequeños entre vosotros. Ellos no merecen tener que vivir situaciones muy desagradables por las acciones estúpidas de algunos miembros, o ex miembros, de vuestro grupo. –dijo en referencia a Tammy y Alejandro. – Por eso mismo os ponemos las cartas sobre la mesa. Tenéis tres opciones. La primera, y la más inteligente, es llegar a un acuerdo pacífico con nosotros. La segunda, la más prudente, es marcharos muy lejos de aquí y no volver jamás. Y la tercera, la más estúpida, continuar con este combate absurdo. Sin embargo, si decidís esta opción... –dijo mirando al grupo de adolescentes disperso por la estancia. –Todos moriréis. No importa que nos superéis en número, nosotros contamos con algunas armas de fuego y munición que usaremos contra vosotros sin pensarlo dos veces.

–Además, tienen a Piper y Samuel en el pueblo. –añadió Rosalie tratando de hacer que su grupo pensase bien la decisión que tomarían. –Están heridos, pero los están tratando con sus propios medicamentos.

–¿Y cómo sabemos que todo esto no es un farol?

–¿Tenéis pruebas de que Samuel y Piper están vivos?

–¿Por qué traéis armas si venís para hacer un trato?

–¿Y el resto de vuestros compañeros, por qué solo venís vosotros?

–¿Qué sacamos nosotros de ese trato?

–¿Y en qué os beneficia a vosotros?

–Decís que tenéis armas de fuego, pero no os vemos con ninguna encima.

Las voces de los Matados no se hicieron esperar tras la declaración de Nicole. Era obvio que no confiaban en absoluto en los integrantes del grupo de Rockrose, pensaban que todo era una trampa para asesinarlos o aprovecharse de ellos. Si la vida le había enseñado algo a aquella panda de adolescentes, era precisamente no confiar en los adultos.

–No estáis en condiciones de cuestionarnos nada –añadió Nicole a todos los comentarios sin dejar de mirar al grupo de adolescentes–. Sois vosotros quienes lanzasteis la primera piedra, y si algunos de vosotros habéis muerto o acabasteis heridos, es todo culpa vuestra. Si sois lo suficientemente adultos y valientes para encarar y tratar de asesinar a otras personas, también tenéis que serlo para responsabilizaros de vuestros actos.

–Todo fue por culpa de Alejandro. –se escuchó una voz de fondo. –Él provocó todo esto.

–¿Alejandro? ¿Y qué hay de Tammy? Esa puta rabiosa estaba obsesionada con matar a la muchacha que se cargó a Scarlett. ¡Mató incluso a Alejandro!

–¿Y alguno se negó a la hora de seguirles en sus locuras? –se escuchó entonces la voz de Rosalie. –Es muy fácil echar las culpas a otros, pero aquí la mayoría elegisteis a ese par como líderes de grupo, y no os negasteis a la hora de atacar a esta gente.

Algunas miradas acusadoras se dirigieron hacia la figura de Rosalie, como si de una traidora se tratase por defender al grupo de Rockrose.

–La rubia y Rosalie tienen razón. –se escuchó finalmente la voz de Sabrina. –Tammy y Alejandro iniciaron esto, pero nosotros les seguimos, somos igual de culpables que ellos dos. Creo que todos sabemos que las decisiones de nuestros líderes no eran precisamente las mejores siempre, pero eso nunca nos importó demasiado porque nos daban libertad para hacer lo que quisiéramos y vivir como nos diese la gana. Vivíamos en un caos constante sin normas, en eso se ha basado nuestra libertad hasta día de hoy. Y ha sido ahora, cuando la situación estaba difícil, que esa clase de vida que hemos llevado nos ha empezado a pasar factura llevándonos a la situación a la que nos encontramos...

–No teníamos opción.

–No tenemos para comer.

–La decisión de atacarles era todo lo que teníamos para sobrevivir.

–Es verdad que Alejandro y Tammy no tomaban siempre las mejores decisiones, pero esto era necesario.

–¿Necesario? –preguntó Rosalie ante el último comentario. –¿Sabes por qué motivo atacamos a este grupo? Porque no tenemos para comer, claro. ¿Y sabes por qué no tenemos para comer? Porque Alejandro mató al único cerdo que teníamos sin agarrarlo bien, dejando la puerta del granero abierta, haciendo que, ante la huida del animal, se escapase la única gallina que teníamos poniendo huevos, y rompiéndose de paso los que había puesto. Si tan solo tuviéramos esa gallina, cabría la posibilidad de que saliesen un macho y una hembra, y pudiéramos a la larga asegurarnos el seguir teniendo huevos para comer. Y ya no hablemos del espectáculo que montó para matar al pobre cerdo...

Nadie respondió ante la revelación de Rosalie. La mayoría desconocía el motivo por el que el animal había escapado del granero. Pero ahora que lo sabían, algunos de los que defendía las decisiones de Alejandro comenzaban a cuestionarse si debían de seguir defendiéndolo.

–Y no solo eso... –habló de nuevo Sabrina. –Estábamos sin recursos, y Alejandro no dijo absolutamente nada, esperando que todo se arreglase mágicamente de alguna manera. Eso fue lo que le llevó a matar al animal. Quería a Alejandro, pero como líder, no era precisamente el mejor, aunque quiero pensar que lo intentaba hacer lo mejor que podía.

–Bueno, yo no sé de un líder al que le pateen el culo y le rapten a dos compañeros, y lo primero que piense es en ponerse a follar con su amante, dejando a su grupo sin saber que sucedió en el ataque al pueblo. –comentó Puma atrayendo todas las miradas.–Creo que el concepto de hacerlo lo mejor que uno puede difiere mucho entre nosotros, chica.

Aunque aquello hirió bastante a Sabrina, pero la joven prefirió guardar silencio. Por la parte que le tocaba respecto a ese asunto, no podía evitar sentirse incómoda al percatarse de como algunos de sus compañeros le dirigieron alguna que otra mirada disimulada. Ella sabía que no era el momento para ceder a aquellos impulsos, pero aun así, tampoco hizo demasiado esfuerzo para negarse a tener sexo con su amante.

–Me estoy comenzando a cansar ya de todo esto... –comentó Eva tras haber estado bastante rato callada dejando a Nicole dirigir la situación. –¿Es que no entendéis la situación, mocosos? Os estamos perdonando cuando ni siquiera lo merecéis, deberíais de estar lamiéndonos los zapatos por este gesto, y por el contrario, os estáis tomando la desfachatez incluso de cuestionarnos. Si no queréis trato ni ostias, decidlo ya de una puta vez y acabemos con esta gilipollez. A veces es mejor resolver las cosas a balazos y mandar todo a tomar por culo. Un riesgo menos que correr.

Las palabras inflexibles de la joven estremecieron a los Matados, pues eran conscientes de que estaban jugando con fuego, y si continuaban colmando la paciencia de esa gente, era posible que todo acabase mal para ellos. Los adolescentes se intercambiaron unas silenciosas miradas mientras de fondo se escuchaban varios cuchicheos. Rosalie observó el panorama con el corazón en un puño, ya que probablemente fuese la única de allí que realmente estaba interesada por llegar a un acuerdo con aquel grupo, y aquello le preocupaba.

–¿Y cómo haríamos ese acuerdo? –preguntó Sabrina con timidez. –¿En qué consistiría?

–Yo podría encargarme de ello. –propuso Davis. –Podemos hacer un contrato por escrito para que las palabras no se las lleve el viento.

–Exacto. –comentó Nicole. –Aún no hemos pensado en qué tratará, pero serían medidas que nos beneficiasen a ambos grupos.

–¿Entonces nosotros pondremos también condiciones?

Eva soltó una carcajada seca.

–¿Estáis en condiciones de hacerlo? –preguntó en tono borde.

Sabrina agachó de nuevo la cabeza.

–¿Entonces qué? –preguntó Rosalie mirando a todos sus compañeros. –¿Qué vamos a hacer?

–Hagámoslo por votación. –propuso Nicole. –Que levanten las manos los que quieran seguir con este absurdo conflicto.

Nadie elevó la mano.

–Bien, ahora los que os queráis marchar lejos de aquí.

Un grupo pequeño elevó sus manos.

–Y ahora los que queráis llegar a un acuerdo con nosotros.

La mayoría alzó la mano.

–Parece que está decidido. –susurró Jessica alegrándose por los niños pequeños del aquel grupo.

–Bien, entonces habrá acuerdo. Puesto que Rosalie nos dijo que no tenéis alimentos, mañana algunos de los nuestros os traerán recursos. Hasta entonces, no salgáis de aquí y no nos ocasionéis más problemas. –dictó Nicole observando a todos con semblante serio. –Cuando acabemos con el tratado, vendremos a avisaros.

Todos asintieron en silencio.

–Creo que ya podemos irnos. –comentó mirando a sus compañeros.

–Un momento. –advirtió Sabrina antes de abandonar el salón. Al cabo de unos pocos minutos, regresó con algo en la mano. –Viniste a por esto, ¿no? –dijo la chica devolviéndole a Puma su espada.

–Bien, veo que no te lo he tenido que recordar. Así me gusta.

Sin más que decir, el grupo de Rockrose abandonó la granja dejando atrás a los Matados, a la espera de aquel tratado. En segundos, el salón se vació dejando a solas a Rosalie y Sabrina, quienes se acercaron la una a la otra para charlar sobre lo sucedido.

–¿Crees que podemos confiar en ellos, después de lo hicimos? –preguntó Sabrina llena de dudas.

–No lo sé, pero no creo que quieran hacernos daño, de lo contrario ya lo habrían hecho. –contestó. –Además, parecen tener cierta empatía con la situación de los más pequeños del grupo, como ya dieron a entender. Por eso no creo que intenten hacernos daño, ya que acabaría hiriendo también a los pequeños.

–Eso espero... Por el bien de todos, eso espero... –suspiró Sabrina deprimida. –Rosalie... ¿Crees que lo que sucedió con Alejandro fue culpa mía?

–Sí.

Sabrina se mordió el labio inferior ante su respuesta. Rosalie no titubeó ni un instante a la hora de contestarle. La joven no podía evitar sentirse dolida ante la idea de que Alejandro y Tammy hubieran muerto en parte por su culpa, y que Roberto los hubiese abandonado. Los reproches que Roberto le dedicó antes de marcharse, tras enterrar el cuerpo de Alejandro, la hirieron profundamente. Él también la acusó de haber sido quien, junto con Tammy, acabaron con la vida de Alejandro. Antes las miradas del grupo, y ahora la respuesta de Rosalie, todos debían de pensar igual sobre ella.

–Pero... Decir que tú fuiste la culpable de todo no sería cierto, Alejandro también se lo buscó. Que nuestro líder le ponía los cuernos a Tammy contigo era un secreto a voces, lo mismo que la relación conflictiva que tenías con ella. Todos sabíamos que tarde o temprano ese triángulo amoroso y tóxico explotaría por algún sitio, pero jamás imaginamos que fuese de esta manera.

–Le quería, Rosalie. Mi vida antes de conocerle era un maldito infierno por culpa de mi padre. Él fue la primera persona en valorarme y respetarme, y sobretodo, quererme por como era. Sabía que él me quería, pero aún así, aunque yo también le amaba, decidí separarme de él porque temía lo que Tammy pudiese hacerme. Si tan solo me hubiera alejado de él y no hubiese cedido a mis sentimientos ni a mis instintos hacia él... –un par de lágrimas surcaron el rostro. –Alejandro seguiría con vida, y Roberto aún estaría con nosotros... –Sabrina cayó de rodillas al suelo descomponiéndose en llantos mientras ocultaba su rostro entre sus manos. –¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué la vida me ha quitado lo único que me importaba? Él me sacó de mi vida anterior y ahora está muerto por mi culpa... –las lágrimas caían gota a gota escurriéndose entre sus dedos para precipitarse contra el suelo. –¿Por qué haga lo que haga siempre está mal? ¡¿Por qué debo de sufrir siempre?!

Rosalie la miró con dolor, sintiendo compasión por ella. Conocía su horrible pasado de boca de varios de los miembros del grupo. La muerte de su madre tras darle a luz, las palizas, abusos y violaciones de su padre, el bullying de sus compañeros de clase, y la indiferencia de otros tantos que la rodeaban... Así fue por años, y todo aquello acabó el día que conoció a Alejandro y el mundo comenzó a sumirse entre los cánticos de los muertos. Sin embargo, aunque logró conocer la libertad, no pudo hallar del todo la felicidad, ya que Tammy estaba de por medio impidiéndole estar con la única persona que la llegó a amar. Pobre chica, pensó Rosalie para si misma, sin embargo, se negó a consolarla, y tan solo permaneció allí parada frente a ella. Al fin y al cabo, todo aquello sucedió en parte por sus acciones, y ahora, debería de responsabilizarse de ellas, aunque nunca hubiese tenido la intención de que sucediese aquello de la manera en la que sucedió.

–Recemos porque ese grupo realmente se apiade de nosotros, Sabrina. Recemos. –susurró Rosalie abandonando a la chica en el salón.

–¿Y bien? ¿Podemos confiar en ellos? –preguntó la voz de Maya a sus compañeros.

El grupo había decidido reunirse en el salón de la casa rural para analizar la situación con los Matados.

–Esa es una respuesta algo difícil.–contestó M.A. –Del mismo modo que nosotros no nos fiamos de ellos, estos tampoco lo hacen con nosotros.

–Es una situación delicada la que tenemos entre manos. –añadió Nicole. –Tanto un grupo como otro debemos de intentar ganarnos la confianza del otro, y demostrar que no intentaremos atacarnos nuevamente.

–A mi no me agrada la idea de aliarnos con los que han intentado asesinarnos. –dijo Eva observando el jardín de la casa por una de las ventanas, algo alejada del resto de sus compañeros. –Si lo han intentado, ya no una, si no dos veces, puede que haya una tercera.

–¿Entonces qué, matamos a los niños chicos también? –preguntó Nicole con el ceño fruncido.

Eva resopló.

–No, no es una opción. No quiero teñir mis manos de sangre infantil. –la joven se volteó y caminó hacia sus compañeros incapaz de no dirigir una breve mirada a Adán. –Intentamos hacer como que dominamos la situación, pero a decir verdad, ellos nos tienen cogidos por los huevos sabiendo que tienen a esos niños con ellos.

–Pueden utilizarlos en nuestra contra para extorsionarnos de alguna manera. Ya visteis que, aún en la situación en la que están, se atrevieron a cuestionarnos en varias ocasiones. –comentó Puma apoyado en la pared.

–¿Serían capaces de hacer algo como eso? –preguntó Inma sentada junto a Maya y Jessica. –Me cuesta creer que pudieran llegar a usarlos de esa manera...

–No me sorprendería. –contestó Nicole. –Ya os hemos contado lo que Rosalie nos habló sobre ellos, y como grupo, son peligrosos incluso entre ellos mismos.

–Yo opino lo que Eva. –dijo Davis sentándose en el mismo sillón que Nicole y M.A. –Tampoco me agrada la idea de cooperar con ellos. Intentaron matarnos en dos ocasiones, y Jessica pudo morir a manos de la tal Scarlett. –el joven suspiró. –Pero tampoco me agrada la idea de cometer un infanticidio.

–Infant.. ¿qué? –intentó repetir Adán sentado en una silla cercana.

–Ah... Nada, olvídalo. –contestó Davis. –Yo puedo ocuparme de redactar el tratado físico, no tengo problema para ocuparme de ello.

–La cosa es qué vamos a incluir en ese tratado. –dijo Alice desde la entrada del salón. –Teniendo en cuenta la falta de confianza por ambos grupos, tendrían que ser normas en las que ambos nos beneficiáramos, y al mismo tiempo, nos perjudicáramos en el caso de romper el acuerdo.

Nicole suspiró.

–Tendremos que mirar este asunto con lupa, no vaya a ser que un grupo se beneficie o perjudique más que el otro. –comentó mirando a sus compañeros. –¿Alguna idea?

–Mmmm... –el sonido pensativo que emitió Davis atrajo la atención de todos. –Uno de los mayores problemas que tiene ese grupo es la falta de suministro, mientras que a nosotros nos va bien en este aspecto. Rockrose es un lugar muy rico en recursos, tal vez podríamos cederles alguna parte a cambio de que hagan algo por nosotros. –planteó mirando a sus compañeros.

–¿Dices que quieres que trabajen para nosotros? –preguntó Eva frunciendo el ceño ante su propuesta.

–Sí, piénsalo. El pueblo es muy grande para los que estamos aquí, y el tema de reformarlo, nos ha llevado semanas, y solo las áreas ubicadas alrededor de la casa rural. Aún falta limpiar más zonas del pueblo de muertos vivientes, inspeccionar casas y locales en busca de recursos, y levantar más defensas, entre otras cosas.

Todos quedaron unos instantes en silencio meditando la idea de Davis. La verdad es que no sonaba mal, pero habría que medir los pagos para evitar el desabastecimiento, y se requeriría de una persona que llevase toda la contabilidad de recursos.

–¿Y tú te ocuparías de realizar esos pagos, Davis? –preguntó Eva acercándose un poco más al chico.

–Sí. No tengo problemas en llevar también la administración de esos pagos.

–¿Eres consciente de que si no gestionas bien esos pagos puedes ocasionarnos pérdidas y desabastecimiento de alimentos a nosotros, verdad? –dijo Puma desde su posición. –Para nosotros solo, la comida enlatada de la que disponemos actualmente en nuestro almacén, nos da para sobrevivir mucho tiempo. Además, hay que tener en cuenta todos los alimentos en latas que hay en el almacén del supermercado ese que se encontró en una de las expediciones. Ese almacén aún no se ha abierto, pero sabemos que está bien surtido. Puede que tengamos alimentos de sobra para nosotros por una larga temporada, pero si los vamos a compartir, se acabarán más rápidamente, y si encima se gestiona mal, peor será la situación. Hay que medir eso al detalle.

–Sí, soy consciente. Pero creo que es la mejor alternativa para cogerles a ellos de los huevos. –contestó el chico. –Trabajan y comen a cambio de los servicios prestados, o de lo contrario, se mueren de hambre. Solo es una idea, la decisión es vuestra.

–Bueno, teniendo en cuenta que estás llevando desde hace semanas todo el tema de la administración de los almacenes, creo que serás capaz de llevar bien la contabilidad de esos pagos. Puedes ocuparte de eso también , Davis.–contestó Eva dándole luz verde. –Por cierto, hablando de los Matados estos... ¿Qué ha pasado con Samuel y Piper, Maya?

–Los dos están bien, fuera de peligro. Samuel aún no ha despertado, y Piper sigue igual de guerrillera. Los tengo encerrados bajo llave en una de las salas del centro médico.

–Bien, es importante que esos dos se encuentren bien para que el tratado siga adelante sin problemas. –comentó Nicole. – Eva, creo que deberíamos de ir al ayuntamiento a discutir los siguientes términos para el tratado.

–Está bien.

–M.A, Puma, en una hora o cosa así continuamos con el tema de la administración de los almacenes y los recursos, ¿de acuerdo? –anunció Davis levantándose de su asiento.

–Está bien, iré a relajarme un poco si no os importa. –comentó Puma separándose de la pared.

–Yo haré el mantenimiento de mi prótesis.

–De acuerdo. Os buscaré cuando vayamos a ponernos manos a la obra. Voy a hacer mi entrenamiento diario.

–¿Vamos a seguir con las clases de primeros auxilios, Maya? –preguntó Jessica aún sentada en el sillón.

–Sí, pero tengo que estar también pendiente del estado de Samuel. Nos pondremos en una sala cerca de la habitación en la que está ingresado junto a Piper. Espero que la cría esa nos deje avanzar tranquilamente en nuestras clases...

–Siempre la podemos amordazar. –propuso Jessica poniéndose en pie.

–También es una opción.

–Adán, ¿quieres que sigamos practicando el tiro con arco? –le propuso Inma.

–¡Claro! –exclamó el chico animado. –Tenía pensado en seguir escribiendo Nuestra Historia, pero lo dejaré para más tarde.

–Genial. Ves a por tu arco y tu carcaj. En cuanto los tengas empezamos.

–¡Sí!

–¿Y tú que harás, Alice? –preguntó Nicole a la joven.

–¿Yo? Pues estaba pensando en comprobar las barricadas que hemos levantado por la zona. Tal vez esa panda de críos hayan abierto algunas aberturas entre ellas, y eso podría permitir a los muertos pasar a través de ellas.

–Buena idea. –contestó su compañera.

Sin nada más que hacer allí, el grupo abandonó el salón.

Entre jadeos, la figura de Rosalie arrastraba por las muñecas el cadáver inerte de Tammy hacia el agujero que había cavado ella misma en el suelo. Una vez logró llegar hasta este, lanzó el cuerpo al interior y lo observó durante unos instantes mientras recuperaba el aliento. No era la primera vez que lo hacía, en muchas otras ocasiones le había tocado a ella enterrar a otros “compañeros”. Los Matados era un grupo formado por personas egoístas y asalvajadas. De hecho, el concepto de grupo era ambiguo en sí mismo. Ellos tan solo eran una agrupación de personas que convivían con tal de sobrevivir, un grupo en el que no existía el orden o la moral, un grupo, que lejos de la tutela de los adultos y el orden, habían olvidado algo tan humano como enterrar a sus muertos.

Quizás por miedo, quizás por egoísmo, quizás por supervivencia, pensó Rosalie cogiendo la pala. Allá en donde un miembro de los Matados caía muerto, allá era en donde su cuerpo se quedaba. Hacía tiempo que todos aprendieron a no mirar atrás, a no vincularse sentimentalmente con sus compañeros como grupo. Quizás, eso hacía más fácil a todos seguir adelante. Sin embargo, ella luchaba por retener un mínimo de humanidad en su interior, y mientras el resto pasaba página y seguían adelante, ella se detenía un instante para cavar tumbas. La chica lanzó el primer montón de tierra sobre el cuerpo inerte de la chica, y de inmediato, se preparó para lanzar el siguiente.

Te envidio, ¿sabes? No temes los compromisos, a diferencia de mi... Los compromisos con otras personas. Las relaciones en las que estás dispuesto a dar todo de ti por otras. A creer en alguien por encima de todo, a desvelarle tus miedos y debilidades, a sacrificarte y desgastarte física y emocionalmente cuando alguien te necesita, todo bajo la incertidumbre de si esa persona te pegará con la misma moneda, o si por el contrario, te traicionará y te dañará mientras abusa de tu confianza hasta que no necesite nada más de ti.

Pareja, amigos, familia... Trato de levantar una barrera con todas las personas con las que me relaciono para evitar que me dañen de alguna manera, ya sea directa o indirectamente. Solo me acerco a otros por simple conveniencia, estableciéndome a mi mismo límites en esas relaciones para que no me hagan daño, y para no hacer daño yo tampoco, tal como los erizos de Schopenhauer. Si no me comprometo mucho con otros, no tendré nada que lamentar cuando me fallen o simplemente desaparezcan. Solo me acerco a otros para usarlos.”

No quiero volver a sentir nada parecido. Jamás.

Mi vida antes de conocerle era un maldito infierno por culpa de mi padre. Él fue la primera persona en valorarme y respetarme, y sobretodo, quererme por como era. Sabía que él me quería, pero aún así, aunque yo también le amaba, decidí separarme de él porque temía lo que Tammy pudiese hacerme. Si tan solo me hubiera alejado de él y no hubiese cedido a mis sentimientos ni a mis instintos hacia él... ¿Por qué la vida me ha quitado lo único que me importaba? Él me sacó de mi vida anterior y ahora está muerto por mi culpa... ¿Por qué haga lo que haga siempre está mal? ¡¿Por qué debo de sufrir siempre?!

–Así que... ¿A esto es a lo que te referías, Samuel? –susurró la joven sin dejar de echar tierra al agujero. –¿Es por esto por lo que has estado pasando todo este tiempo? Que cruel... –pronunció dolorida incapaz de contener las lágrimas.

Los Matados, un grupo desdichado, un grupo maldito... La gran mayoría de sus miembros arrastraba una trágica historia a su espalda, vidas tóxicas y lamentables, un nido de desgracias. Sin embargo, ella era una hipócrita, ¿no es así? Enterrar a muertos que a penas conocía, muertos que no le importaba, muertos que no les agradaban en vida. Solo hacía lo que consideraba correcto, quizás pensando que eso salvaría algo de su humanidad, algo que muchos de sus compañeros habían perdido hacía mucho. O quizás...

–¿Rosalie? –la llamó una voz infantil.

La mencionada se sobresaltó, y veloz se volteó para ver quien la llamó. A penas a unos metros de ella, un grupo de críos de entre once y trece años la observaban con duda en su mirada.

–¿Estás llorando? – preguntó el joven Riley.

–¿Qué? –preguntó casi con un susurro.

–Tus ojos. Estás llorando. –dijo Violet.

–Ah... –Rosalie se limpió bruscamente las lágrimas del rostro. –No es nada...

–¿Estás enterrando a Tammy? –preguntó Caleb intentando mirar dentro del agujero en el suelo.

–Deberíais volver dentro. Unos niños como vosotros no deberían de ver estas cosas... –contestó colocándose frente al pelirrojo de doce años para que no mirase el cuerpo de Tammy.

–¿Esas cosas? –preguntó su hermana de once años. –Solo es un cadáver más, Rosalie.

Aquella afirmación inocente heló por un instante la sangre de la adolescente. Una niña de once años no debería actuar de aquella manera frente al cadáver de alguien a quien conoció, no era una respuesta natural en alguien de su edad... Rosalie sabía que el modo de vida de los Matados estaba afectando a los más jóvenes del grupo, y en cierto modo se sentía dolida de ver como unos niños inocentes podían acabar volviéndose en la próxima Tammy o el siguiente Alejandro.

A ella no le agradaba su grupo, había personas realmente detestables formando parte de este, solo unos pocos se salvaban, más o menos. Sin embargo, todos eran como eran por la vida que habían llevado antes del apocalipsis, y por las cosas que habían tenido que hacer para sobrevivir, no es que pudiera reprochar ciertos comportamientos o estilos de vida de algunos de sus compañeros, al fin y al cabo, ella no era nadie para meterse en la vida y en los trapos sucios de nadie y obligarles a cambiar su forma de ser.

Algunos de sus compañeros se habían echado a perder lo suficiente como para alcanzar el punto del no retorno. Sin embargo, aquellos niños... ¿Acabarían igual? ¿Podrían optar a una forma de vida mejor que la que llevaban los más mayores del grupo? Era muy difícil que acabasen tirando por un buen camino creciendo en un ambiente como el que había en el grupo...

–¿Necesitas ayuda para enterrar a Tammy, Rosalie? – preguntó Leah con una sonrisa.

–Si te ayudamos, ¿jugarás luego con nosotros? –quiso saber Arthur.

–Pero vamos a ver, ¿qué hacéis aquí? Deberíais de estar en la granja. –dijo Rosalie con el ceño fruncido al dúo de doce años.

–Dentro está todo muy silencioso. La gente está triste o enfadada. Apuesto a que algunos están acojonados por lo de ese grupo que vino hace unas horas. –comentó Mickey peinándose su tupé rubio con las manos. –¿Crees que nos masacrarán a todos, Rosalie?

–¿Masacrarnos? –preguntó Anthony desconcertado. –¿Qué significa masacrarnos?

–Nada, Anthony... –contestó al chico de once años tratando de que no aprendiese palabras impropias para alguien de su edad. –No pasará nada, no os preocupéis.

–Tsk... La que han liado las perras estas, todo por un hombre. Sobretodo la imbécil esa de Sabrina. –contestó Mickey con desprecio.

–No hables así, por favor...

–¿Qué? ¿Crees que porque tengo once años no debería decir palabrotas?

–Sí, y también porque no entiendes la situación. –dijo clavando sus ojos castaños en la mirada del joven macarra.

–Ya, claro...

–Violet, tú que eres la mayor de entre los niños, llévatelos a otro sitio, por favor.

–Sí. –respondió asintiendo. –Vamos al granero a ver como está la gallina y dejemos de molestarla. –ordenó la joven siendo la primera en comenzar a caminar.

Rosalie los observó con una mirada de tristeza en sus ojos. Temía por el futuro de aquellos niños, eran como sus hermanos pequeños, y le dolía ver como se estropeaban como personas sin poder hacer nada por evitarlo. La joven suspiró y echó su trenza castaña tras sus hombros antes de continuar echando tierra sobre el cadáver de Tammy, aún divagando entre sus pensamientos.

En el solitario y silencioso jardín de la casa rural, M.A se encontraba sentado junto a una mesa realizando las labores de mantenimiento de su prótesis. De pronto, el joven detuvo lo que estaba haciendo para centrar su mirada al horizonte. Algo dentro de él le estaba molestando desde hacía unos días. Aún le seguía dando vueltas al incidente que hubo aquella noche en el que Maya se descontroló recuperando sus antiguos poderes y atacando a sus compañeros. No comprendía por qué motivo la mayoría del grupo sabía que perdió su fuerza sobrehumana antes de aquel incidente. ¿Por qué no se lo dijo a él también? En cierto modo se sentía excluido e ignorado por su compañera desde hacía tiempo. Algo había cambiado entre ellos. Sin embargo, no entendía el motivo, siempre pensó que eran como uña y carne. Estuvieron mucho tiempo juntos como para forjar una gran confianza el uno con el otro, o al menos así lo pensaba, pero ahora... El joven echó un vistazo atrás a sus memorias.

Tras escapar de Stone City, tuvieron que ver como uno a uno aquellos amigos que hicieron en la ciudad se marchaban dejando al resto atrás. Unos huían de aquello que temían, como Lithium y Selene, otros lo hacían de aquello que querían olvidar, como Puma, o bien, para evitar herir a alguien a quien querían, como Dyssidia. Con el tiempo, solo quedaron ellos dos y Naitsirc como únicos miembros del grupo original que escapó de Stone. Todos los demás se marcharon sin mirar atrás. Ellos tres tuvieron que sobrevivir al día a día ocultándose y viviendo bajo una identidad falsa, con el temor de que Esgrip tomase represalias contra ellos.

Un día un hombre llamado Marcos, subordinado de Michaela, se presentó con un grupo armado al lugar en el que se ocultaban. Aquella gente, asesinos sin escrúpulos, trataron de matarlos a todos y secuestrar a Puma y Maya para tratarlos como conejillos de indias para sus experimentos. Sin embargo, en aquel momento Puma ya no estaba con ellos, él fue el primero en abandonarles, poco después de escapar todos de Stone. Lograron sobrevivir a aquel enfrentamiento, sin embargo, sabían que fuesen a donde fuesen, Esgrip iría siempre tras ellos.

Una y otra vez, no importaba a donde iban o donde se escondiesen, siempre los encontraban. Aquellos ataques y aquella realidad fue lo que hizo que el grupo se dispersase al poco tiempo. En uno de los enfrentamientos Marcos murió, sin embargo, eso no detuvo al grupo armado que seguía sus órdenes fielmente. Incluso en Almatriche aparecieron para capturarlos. ¿Cuánto tiempo llevarían tras ellos acosándoles? Dudaba incluso que supiesen de la caída de Esgrip.

Durante el tiempo que estuvieron con Nait y posteriormente con Inma, ambos crearon unos lazos bastante fuertes a causa de la situación tan similar en el que ambos se encontraban. Llegó incluso a cuestionarse en varias ocasiones sus sentimientos hacia su compañera, y los de ella con él. Juraría que aquella unión se rompió en el momento en el que Alice volvió. Seguían siendo amigos, pero ya no era lo mismo. Y la simple idea de sentirse sustituido y desplazado por otros compañeros más recientes del grupo le dolía. Sin embargo, sabía que él debía de ser parte del problema, y no solo de su relación con Maya, también con el resto del grupo. Entonces el joven contempló la prótesis sobre su mesa con desagrado.

—¡Tsk! Maldita sea...

Se sentía molesto consigo mismo. No le resultaba muy difícil imaginar que lo consideraran el miembro más inútil en el grupo. Probablemente muchos lo viesen como una molestia por su carácter. Se había equivocado muchísimas veces. Su carácter violento le había causado demasiados problemas a él y a sus compañeros. Realmente no podía recriminar a nadie que lo viesen como alguien poco fiable, o que lo considerasen un incordio.

En cierto modo se lo había ganado a pulso. No era capaz de controlar su carácter, y en repetidas ocasiones había pagado con los demás sus propios problemas. Sin embargo, estaba tratando de controlarse, aquello era un objetivo que se había propuesto desde hacía un tiempo. Lo intentaba, de verdad, aunque a veces tuviera algún que otro desliz en el trayecto.

Recordaba todas y cada una de las veces en las que había tratado mal a sus compañeros. Para él, lo más fácil fue siempre culpar a los demás y discutir acaloradamente con ellos solo porque no le beneficiaban las decisiones que estos tomaban en muchas ocasiones. Ahora se daba cuenta de lo egoísta que podía ser a veces, y el daño que podía hacer a los demás. Nunca se preocupó en pensar en los sentimientos de sus compañeros, o en el motivo detrás de sus decisiones.

Sí, recordaba todas las veces en las que metió la pata, pero no las veces en las que pidió perdón. El joven suspiró con pesadez colocándose nuevamente la prótesis. Debía de luchar, no solo para cambiar su carácter, también por limpiar la imagen que todos tenían de él. Quería sentirse uno más y que todos confiasen de nuevo en él. El joven se puso en pie y recogió los elementos de la mesa antes de volver al interior de la casa rural.

Lentamente comenzó a abrir sus ojos, y un techo que no conocía fue lo primero que vislumbró. La luz clara de la mañana le irritaba la vista obligándole a abrir y cerrar sus párpados en repetidas ocasiones. Sus ojos azules recorrieron la sala en la que se hallaba. Un centro médico, adivinó. Samuel se sorprendió al ver sus manos y tobillos atados a la camilla en la que se encontraba.

—¿Ya te levantaste, princeso?

El joven volteó la cabeza para ver a Piper atada también a otra camilla.

—¿Piper?

—La misma.

El joven trató de incorporarse, pero un fuerte dolor en su pecho le detuvo de hacerlo.

—No deberías de levantarte. Una de esas perras locas te apuñaló. Fue la misma que me pegó un tiro en la pierna... —suspiró la rubia echando la vista al techo.

—No entiendo... ¿Qué demonios ha pasado? —preguntó el joven algo desorientado.

—Atacamos al grupo con Alejandro y el resto, pero la cosa se jodió cuando Tammy comenzó a actuar por libre. Al final nos descubrieron, ¿recuerdas?

—Sí, recuerdo eso. —respondió haciendo memoria. — Después huimos y nos apresaron. Recuerdo forcejear con una muchacha del grupo y luego un fuerte dolor.

—Sí, ahí fue cuando te clavó el cuchillo, aunque dijo que fue un accidente. Nos trataron las heridas y nos encerraron aquí, y para colmo no podemos levantarnos de las putas camillas... —aclaró levantando el brazos derecho, demostrando estar atada también a la suya. —Llevamos aquí varias horas. Estos cabrones se han olvidado de nosotros.

—¿Y los nuestros? ¿Se sabe algo?

—Nada... Pero espero que escaparan. ¡Esta gente está como una puta cabra! Vi a dos de ellos caer al suelo y empezar a convulsionar como si estuvieran fuera de si. ¡¡Parecían poseídos, Samuel!!

—¿Poseídos? No sé bien de qué hablas, pero si tu lo dices debe de ser cierto...

—Bueno, ¿y como te encuentras?

—Hecho una mierda. Me siento sin fuerzas.

—Debe de ser por la sangre que has perdido. Dijeron que era superficial, y te cosieron la herida del pecho.

—Que agradable... —susurró tocándose delicadamente la herida bajo su camiseta. —Joder, creo que esto dejará cicatriz.

—Al menos no has muerto. No podemos decir lo mismo del resto, quien sabe lo que habrán hecho con ellos...

Entonces el sonido de una cerradura les sorprendió, y la puerta de la sala se abrió para dejar paso a una chica de cabellos castaño.

—¿Oh? Ya despertaste. —dijo Maya viendo a Samuel despierto.

Ambos se pusieron en guardia, a su modo, esperando que aquellas dos mujeres les torturasen de alguna manera para sacarles información.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Maya acercándose amigablemente a la camilla del joven.

—Ten cuidado, Samuel. Esa es una de las zumbadas que se pusieron a convulsionar. —alertó Piper mirando de mala gana a la chica que se colocó frente a su compañero.

—¿Zumbada? Vaya, que cruel... —Maya se encogió de hombros. —Siento que tuvieras que ver eso, algunos de nosotros somos un poco... “peculiares”.

—No me digas. —respondió la joven con sarcasmo.

—Hola. —Jessica entró entonces en la sala con una bolsa de plástico. —Maya, te traigo lo que me pediste.

—Genial. Ponle una cosa de cada en sus mesillas.

Piper y Samuel intercambiaron una mirada sin entender aquel trato agradable por parte de ambas chicas. Jessica colocó sobre ambas mesillas un brik de zumo y un pequeño dulce de chocolate. Ambos lo miraron con fascinación, hacía demasiado tiempo que no tomaban algo dulce como un zumo de frutas o un pastel. Aunque se les hacía la boca a agua con solo verlo, no pudieron evitar desconfiar.

—Ten cuidado Samuel, pueden estar envenenados... —alertó Piper lanzando una mirada acusadora a Maya y Jessica.

—Chica, el zumo está cerrado y el dulce envasado, ¿cómo vamos a envenenarlos? —preguntó Jessica resoplando ante las constantes quejas de Piper.

—Además, no tenemos motivo para mataros o torturaros. —se adelantó Maya justo cuando Piper estaba por abrir la boca de nuevo.

—¿Por qué? —preguntó esta vez Samuel interesado.

—Vuestro grupo se ha rendido.

—¡JA! —Piper emitió una carcajada seca y cargada de sarcasmo. —¡Y un coño! ¡Los Matados jamás se rendirían, es una trola!

—Rosalie vino a rendirse. —contestó entonces Jessica a su respuesta.

El nombre de su compañera hizo que ambos enmudecieran al instante.

—¿Rosalie? ¿Rosalie estuvo aquí? —preguntó Samuel con el rostro desencajado.

—Sí, estuvo aquí una vez vuestros compañeros huyeron y os dejaron atrás. —Maya colocó la mano en el hombro de su compañera. —Jessica, voy a avisar a Nicole y a Eva, ¿por qué no les informas tú de todo?

—De acuerdo.

Cerca de la plaza ubicada junto a la iglesia de Rockrose, un solitario Puma se hallaba sentado en uno de sus bancos. Su mente divagaba tratando de descubrir los secretos de su segunda resurrección. Algo le mantenía en un estado de nerviosismo interno, y no era otro que aquel extraño lugar, aquella dimensión oscura. No sabía como ni cuando llegó ahí, simplemente despertó en aquel lugar. Aquel sitio desafiaba todas las leyes convencionales que regían el mundo físico y real en el que existía. ¿Era un sueño? ¿Una pesadilla? No, no lo era, algo en su interior sabía que era tan real como el banco en el que se sentaba.

Cuando sus ojos se abrieron tras morir, una flama malva emergió de las sombras, y un extraño bastón se materializó suspendido en el aire. Envuelto en una tenue luz malva, este le llamaba de alguna forma que no comprendía. Tras eso, sus memorias se volvían borrosas, recordaba agarrarlo y sentir una desagradable energía envolverle por dentro, y después, todo lo que recordaba era ver a Maya frente a él.

Puma frunció el ceño. No, no solo vio a Maya allí, también había otras dos presencias envueltas en un aura peligrosa. Sí, aquella mujer, la verdadera asesina de Florr, y mente maestra tras Fox y Payne, la todopoderosa líder de Zodiaco, Michaela Evans. Aquella mujer era peligrosa, sin dudas, no necesito más que un vistazo para ver toda la sangre que teñían sus manos. Aquella mirada, aquella seguridad, aquella sonrisa...

Él fue un sicario en el pasado, y trató con personas de dudosa reputación, por lo que podía ver de un solo vistazo la verdadera naturaleza de aquella mujer. Había escuchado por Nicole sus antecedentes con Esgrip, y por parte de varios compañeros los sucesos que tuvieron lugar en su base militar, y ahora, había podido ponerle rostro a la mujer a la que Nicole y sus compañeros tanto parecían temer.

Y la otra presencia que allí había no era más que la de un extraño anciano. Sin embargo, a pesar de su débil apariencia, estaba rodeado del mismo aura maligna y peligrosa que embriagaba la figura de Michaela. Ninguno de los dos parecían sorprendidos de hallarse en tal extraño lugar, a diferencia de Maya y él, de hecho...

—¿Se conocían? —susurró mirando el suelo de la plaza.

Ciertamente, ambos parecían conocerse, de hecho llegaron a enfrentarse sin dudarlo, y todo por aquel extraño bastón. ¿Qué hacían ellos en aquel lugar? ¿Y Maya? ¿Por qué estaba ahí si no murió recientemente? Maya... Ella tampoco pareció sorprenderse especialmente al ver a aquel anciano aparecer repentinamente. ¿Acaso ella estuvo ya en aquel lugar tras morir en la base? ¿Se encontró anteriormente con aquel anciano? Por otra parte, no parecía conocer a Michaela de antes, hasta que se encontraron con ella en aquel momento.

Puma frunció el ceño, algo no terminaba de cuadrar en su cabeza. Su mente trataba de centrarse en una idea que parecía ir emergiendo poco a poco en su mente. Tanto él como Maya compartían algo, y es que eran portadores del Agua Gris, ambos habían muerto y resucitado después, yendo a parar a aquel mundo oscuro, y el bastón parecía ejercer una extraña atracción hacia ellos. Sin embargo, había alguien más que poseía las mismas características que ellos.

—Esa mujer... ¿Ella es como nosotros? —susurró comenzando a encajar varias piezas en su cabeza. —No, eso es... Nicole dijo que la hirió de un disparo, pero no la vio morir. De todas formas eso no descarta que muriese después, y poseyendo a gente como Payne y los recursos de Esgrip en su poder, tal vez... ¿Esa demente se inyectó el Agua Gris antes de morir?

Finalmente las piezas encajaban. Michaela era otra persona que había logrado adaptarse a aquel virus, lo cual la volvía aún más peligrosa de por si, pues eso significaba que podía morir y resucitar, igual que él y Maya, y no solo eso, con toda seguridad el Agua Gris debió proveerla con alguna clase de poder.

—Poder...

El joven contempló las palmas de sus manos. Maya poseía una fuerza y velocidad sobrehumana antes de ser asesinada en la base de Michaela, pero tras morir y resucitar, sus poderes cambiaron, y era capaz de ver el futuro en algunas ocasiones cuando entablaba contacto físico con alguien. ¿Y su propio poder? ¿Cambió también? Solo había una manera de comprobarlo.

El joven se puso en pie y se volteó para mirar el banco en el que había estado sentado. La principal característica de su poder original era la inmunidad al dolor, ¿aún poseería ese poder? El joven apretó con fuerza el puño, y con todas sus fuerzas propinó un puñetazo contra la base metálica del asiento. La reacción no se hizo esperar.

—¡¡Aaarrrgggghhhh!! ¡¡¡ME CAGO EN LA...!!!

Puma retrocedió agarrándose el puño expresando un fuerte dolor en su rostro. Fue lo suficientemente fuerte como para que la onda de impacto ascendiese desde sus nudillos hasta su brazo. El joven apretaba con fuerza la mandíbula mientras trataba de soportar el dolor. Hacía tiempo que había olvidado lo que era aquella desagradable sensación. Sin embargo, ahora podía confirmar con total certeza una cosa, había perdido su poder original.

—Arrgghh... Maldita sea... —pronunció sentándose de nuevo en el banco mientras observaba sus nudillos enrojecidos por el golpe. —Así que ahora puedo sentir, que bien... ¿Y cuál se supone que es mi poder ahora? —El joven permaneció unos instantes pensativo. —Si quiero respuestas, necesito hablar con Maya, aunque... —el joven recordó la discusión que tuvo con su compañera horas atrás. —Va, que más da. Ella tiene cosas más importantes de las que preocuparse que descubrir la verdad tras nuestros poderes. —Molesto por recordar su discusión con ella, el joven se levantó de su asiento y se marchó a dar una vuelta buscando la manera en la que poder descubrir su nueva habilidad.

Unos nudillos golpearon la puerta del despacho de Davis, y tras recibir una respuesta desde el interior de este, Maya entró. Dentro se encontraban Eva y Nicole reunidas, sentadas una frente a la otra, con una mesa llena de papeles y libretas. La joven se acercó al dúo femenino.

—¿Cómo lo lleváis?

—Estábamos debatiendo en la manera más eficiente para manejar a esos mocosos. —contestó Eva mirando los apuntes de su libreta.

—Son muchos, unos 27. —añadió Nicole. —Tenemos que ver de que manera los repartimos para que hagan varias cosas a la vez, y también qué tipo de actividades podrían desarrollar.

—Pensaba que Davis se ocuparía de esas cosas.

—Davis es el supervisor. —respondió Eva. —Nosotros le damos las ideas, las comprueba, hace las modificaciones que crea oportunas, y por último, las redacta.

—Comprendo.

—¿Alguna novedad con ese dúo, Maya? —preguntó Nicole colocándose un mechón de su cabello tras la oreja.

—Ah, sí, a eso venía precisamente. Samuel se ha despertado, y Jessica está poniendo al día a ese par sobre lo que pasó con su grupo.

—Comprendo.

—¿Han dado problemas? ¿Qué tal sus heridas? —se interesó Eva por la parte que le tocaba.

—La chica esa sigue igual de irascible que siempre. Nos llegó a acusar de querer envenenarles con un zumo y un dulce que les dimos.

—Que pena que ella no fuese la que...

Maya y Eva miraron a Nicole, quien se calló de inmediato. Nicole carraspeó al darse cuenta que había pensado por un momento en alto, sin embargo, Eva no necesitó escuchar más para saber lo que iba a decir.

—¿Que pena que ella no fuese la que murió?

Nicole resopló.

—Sé que está mal decirlo, pero esa cría me estaba tocando los ovarios bien tocados... —aclaró.

—No lo entiendo.

—¿El qué, Eva?

—El por qué está mal desear la muerte de alguien como ella.

—Porque no es lo correcto desear la muerte de un crío.

—¿Aunque ese crío te escupa, golpee, insulte o incluso trate de matarte?

—Mmmm...

—Nicole, ya no eres policía, ¿recuerdas? Es algo que dices muchas veces, y el mundo no funciona como antes. Hoy en día, si tienes que matar a un crío porque supone un problema o una amenaza, lo haces y ya. ¿Recuerdas los mosqueteros esos de los que nos hablaste? Niños entrenados por Michaela. Si tratase de matarte alguien así, ¿te quedarías con los brazos cruzados solo porque es un crío?

Maya observó aquel debate de principios con curiosidad.

—No, no me quedaría de brazos cruzados, pero... Ellos no tienen la culpa de sus actos. Ya te hablé del chico al que conocí en la base, fue obligado a hacer las cosas que hacía, igual que los otros niños de la base. Con los Matados es lo mismo. Ellos se han visto obligados a actuar así por supervivencia, no podría calificarlos de ser personas malvadas por eso... Creo que, de tener oportunidad, cambiarían y se arrepentirían de las cosas que han hecho.

—Es posible, sí. Pero eso no los justifica. —respondió. —Y tus has visto a esos críos, que se matan incluso entre ellos. No veo que valor tiene la vida de unas personas así, aunque sean unos niños. Tú que tienes una moral recta, deberías de saber bien que así es como aparecen los “malos” a los que tenías que combatir y encerrar entre rejas.

—Lo sé, y tienes razón. Pero no quiero ser tan extremista en ese aspecto, o al menos, intentar no serlo.

Eva se encogió de hombros.

—Nicole, eres fuerte e inteligente, mientras sepas lo que hacer para sobrevivir en el momento preciso, estarás bien. Sin embargo, déjame decirte una cosa, como compañera y alguien que también ha tenido experiencia tratando con gente de toda clase. —dijo echándose hacia adelante en la mesa. —En la vida no siempre se puede hacer lo políticamente correcto, esta te fuerza a cruzar a veces la otra línea, te guste o no. La vida es injusta, y una hija de la grandísima puta que se ceba especialmente con aquellos que tratan de ser buenos, y que no buscan problemas. —aclaró.— Solo piensa en tu situación durante el apocalipsis y en la de tu hermanastra. Tú, que intentaste hacer siempre lo correcto, y cada dos por tres intentan matarte, y tu hermanastra, una hija de puta de cuidado, actuando de reina en una base militar disponiendo de todo lo que quiere. —Eva volvió a echarse hacia atrás en el asiento. —A veces no es malo ser o admitir cosas que van contra tu moral. De alguna forma te tendrás que desahogar, como cuando golpeaste a Payne.

Nicole permaneció en silencio pensando en aquello con algo de tristeza y escepticismo. Eva no se equivocaba, lo sabía, pero no quería admitir que incluso ella misma se había visto tentada en alguna ocasión a cruzar la otra linea.

—Chicas... —habló Maya. —Creo que estáis algo estresadas y alteradas con todo el tema este de los Matados. Deberíais de tomaros un descanso de todo este asunto. —recomendó viendo no solo la conversación, si no las actitudes y actos de estas mismas tras el ataque. —Estáis al borde de vuestra paciencia.

—Ya habrá tiempo para descansar después, ahora tenemos cosas que hacer. —contestó Eva.

—Pienso igual. Este tratado tiene que estar para mañana. —le siguió Nicole.

—Está bien, pero recordad que el estrés os hace envejecer antes y que se os llene la cara de arrugas, yo solo digo eso, em. —advirtió con cierto tono bromista, logrando sacar una pequeña sonrisa a ambas mujeres.

—Maya, por favor, busca a Davis y dile que venga cuando pueda al ayuntamiento. Debe de estar entrenando en el bosque, cerca del río. Sigue las cintas azules atadas a los árboles para encontrar el camino. Esto casi está y queremos terminar los últimos detalles sabiendo su opinión.

—De acuerdo.

Maya abandonó la sala dejando a ambas mujeres a solas. Pasaron varios minutos en completo silencio escribiendo las últimas ideas en su cuaderno hasta que Nicole habló.

—Siento si hoy me he alterado demasiado contigo, Eva. Creo que te he levantado la voz en varias ocasiones y me he puesto algo agresiva...

—Ya... No te preocupes, tenías tus motivos. La situación no era sencilla. Yo siento haberme dejado llevar y haber ocasionado algunos problemas. Realmente no fue mi intención que ese chico acabase apuñalado. Si no me hubieras parado y hubiese ido a matar a todos esos críos como quería, probablemente hubiera acabado arrepintiéndome de lo que hubiera sucedido con los niños chicos que están con ellos.

—Pero lo hacías para proteger a Adán, al resto, y a todo lo que hemos conseguido aquí. Es razonable que quisieras actuar así. No matarlos supondría que ellos nos acabarían asesinando a nosotros. Puede que mis acciones para tratar de hacer las cosas pacíficamente no hubiese dado los mejores resultados, y tan solo les hubiera dado oportunidad de contraatacar. Dejarlos marcharse simplemente tras el ataque no era tampoco la opción más lógica para proteger a los nuestros.

—Supongo que ambas hemos cometido errores intentando hacer lo que considerábamos correcto. Al final la respuesta no ha sido ni matarlos, ni dejarlos estar, ha sido esto, este tratado que estamos haciendo. Y esa chica, Rosalie, ha sido la pieza clave para llegar a esta situación.

—Esa chica, con solo 16 años, nos ha mostrado que había una tercera alternativa al rendirse y explicar la situación. —Nicole quedó unos instantes en silencio. —¿Sabes todas las veces que me he arrepentido en mi trabajo de no hallar una segunda o tercera alternativa? ¿Todas las veces que he tirado por la vía fácil a costa de la muerte o el sufrimiento de alguien? Ja... —Eva vislumbró un reflejo melancólico en la mirada de su compañera. —Que una cría me haya demostrado a mí, con las vivencias y la edad que tengo, que existen alternativas que no he sido capaz de contemplar en el momento, me hacen sentir como una estúpida.

—La vida es así, Nicole. Vivimos y actuamos en el momento, sin pensar en si hay otra mejor elección a tomar, elección de la que nos percatamos cuando ya es demasiado tarde... —contestó Eva con un leve toque de arrepentimiento en su voz, recordando cosas del pasado. —La vida no es fácil ni justa, ambas lo sabemos bien. No importa cuanto trates de huir u ocultarte de los problemas, estos siempre te encuentran. El pasado no puede ser cambiado, y hacer lo correcto no es fácil, nada fácil, es más sencillo hacer las cosas desde el otro prisma de la vida, desde el lado erróneo e injusto...

—Una y otra vez... —susurró Nicole. — Una y otra vez repitiendo los mismos errores, pensando en que hacemos lo correcto, pero no es así en muchas ocasiones. Y esta vez pudo volver a repetirse. Bien pudimos masacrarlos a todos, sin excepción, para poder salvar a los nuestros, o bien, permitimos que algunos de nuestro grupo mueran por ser flexibles con esos críos. Sin importar la decisión que hubiésemos tomado, nuestras manos se hubiesen teñido de sangre inocente. No fuimos capaces de contemplar otra alternativa, pudiendo equivocarnos de nuevo.

—El ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, compañera.

—¿Solo dos? —preguntó mirándola con una sonrisa fingida.

Eva se encogió de hombros devolviéndole la sonrisa.

—Nicole, sé que no suelo decir estas cosas, pero te valoro como compañera, a pesar de que a veces tengamos nuestros roces por la forma que tenemos de ser cada una. De no ser por este apocalipsis y la situación que tenemos entre manos, puede que ambas hubiésemos sido enemigas por la forma de vida que llevábamos en el pasado. Nicole, te considero un miembro valioso, y valoro tus esfuerzos para sacar todo esto adelante, eres de mucha ayuda.

—Gracias, Eva. Yo también te valoro por todo lo que haces. No conozco mucho de tu pasado, pero dado el caso, me alegro de que nos hayamos conocido en esta situación y no en otra. Puede que tengamos visiones distintas de las cosas, pero tenemos objetivos similares, y juntas hacemos un buen equipo cuando combinamos nuestras capacidades. Somos las más experimentadas aquí, y las que nos hemos cargado a los hombros con la responsabilidad de llevar a este grupo adelante, y no es tarea fácil, la vida de todos nuestros compañeros dependen muchas veces de las decisiones que tomamos. Ellos confían en nosotros.

Ambas sonrieron mostrando respeto la una por la otra, y sin más que añadir continuaron anotando las ideas para el tratado en sus cuadernos.

Veloz, una flecha surcó la distancia entre el joven y la diana de madera. Adán no pudo evitar reprimir una sonrisa de satisfacción al ver como su flecha se clavó muy cerca del centro de la diana, y todo gracias a las indicaciones de Inma. Debían de llevar una hora más o menos practicando a disparar teniendo en cuenta la dirección del viento, y aunque no había logrado su objetivo de acertar al centro de la diana, el chico estaba contento de ver los resultados de sus prácticas reflejadas en una mayor precisión de tiro.

—Eso estuvo muy bien, Adán. —contestó Inma con una sonrisa. —Poco a poco comienzas a acostumbrarte a disparar con el efecto del movimiento del aire. Aunque debes de intentar ser un poco más preciso en los cálculos para acertar en el centro de la diana.

—Sí, aún me falta más práctica. —contestó acercándose a recuperar las flechas para devolverlas al carcaj. —Pero poco a poco iré mejorando.

—Claro.

—Bueno, creo que debería de volver a mi escritura. Llevamos ya tiempo practicando. —dijo el joven pensativo acercándose a su compañera.

—Sin problemas, continuaremos otro día. Por cierto, ¿cómo lo llevas?

—Bien, más o menos... Estoy plasmando un poco el entorno de la historia. Por ahora he entrevistado en varias ocasiones a Nicole para que me ayude con eso. Le he preguntado cosas sobre su vida pasada, y como era Stone City antes de que sucediese la tragedia. Sin embargo, me está resultando un poco complicado continuar con la escritura.

—¿Y cuál es el problema?

—No me esperaba que fuese tan complicado escribir... No me termina de convencer la manera en la que escribo las cosas, o un día me gusta algo en la manera en la que lo narré, y al día siguiente no. A veces incluso me resulta imposible plasmar con palabras lo que quiero expresar, o no encuentro la motivación para escribir aunque lo intente, y eso es algo muy frustrante... —contestó el chico.

—Mmm... No puedo ayudarte mucho sobre la motivación, ya que eso es algo que debes encontrar tú por tu cuenta. Sobre la forma de narrar, tal vez puedas usar un diccionario para encontrar palabras que se ajusten mejor a la narración que quieras dar a la historia.

— ¿Un diccionario? — preguntó el chico meditando su idea.

— Sí. ¿Sabes lo que es?

— Sí, pero nunca he utilizado uno, ni sé como se buscan las palabras.

— Bueno, si quieres te puedo enseñar a manejarlo, y de paso ayudarte un poco con la forma de narrar o la ortografía.

— ¡Vale!

— Venga vamos a casa, pequeño escritor.

Las luces de la mañana se filtraban entre las ramas de los árboles, y a sus pies, el cúmulo de rocas, hierbas y hojas crujían a sus pasos. Maya colocó uno de sus mechones castaños tras la oreja mirando el suelo que pisaba para no caer por el desnivel del terreno. Davis debía de estar por la zona según le mencionó Nicole. Sin embargo, no lo veía, aunque había logrado hallar el camino que Davis trazó tiempo atrás para llegar al área que tomaba de entrenamiento.

La joven no tardó en encontrar la próxima cinta azul atada de la rama de un árbol cercano que indicaba la ruta a seguir. Iba por buen camino. Hoy no hacía tanto frío como de costumbre, afortunadamente, pensó la joven. El cielo estaba claro y despejado, y el sol poco a poco iba ascendiendo a medida que se acercaba el medio día. Últimamente el clima había mejorado bastante, sin embargo, aún estaba lejos de poder sentir en su piel el calor veraniego que solía hacer en Stone City. Sus pasos se detuvieron cuando el sonido del fluir del río llegó a sus oídos. Maya observó a sus alrededores, pero no había rastro de Davis por ningún sitio, por lo que continuó acercándose hasta finalmente llegar a unos metros de la orilla del río.

La joven se percató entonces de algo que llamó su atención, un árbol. Sus pasos se encaminaron para acercarse a este hasta contemplar su estructura de madera. Por toda la corteza del tronco y algunas de sus ramas, múltiples cortes de diversas dimensiones y profundidades desgastaban la maltratada madera, además de algunos orificios. ¿Un cuchillo? ¿Una espada? No, una lanza. La joven descendió su mirada a los pies del árbol para hallar una barra cilíndrica plateada. La joven la identifico de inmediato como la lanza de Davis replegada. Maya la cogió del suelo y contempló su reflejo en el acero plateado del arma.

No tardó en adivinar que aquel árbol no era otra cosa más que el objetivo de sus entrenamientos con su característica arma. Y no solo eso, con una breve mirada a su alrededor, halló otros árboles a su alrededor con la corteza de su tronco y ramas en igual estado o incluso peor. Como un león, tigre u oso afilando sus garras en la corteza de los árboles para poder cazar y defenderse de sus enemigos, Davis “afilaba” su técnica con la lanza para mejorar o volverse más letal con el manejo de su arma. Los árboles no era lo único que llamaba su atención. Tan solo le bastó rodear brevemente aquel árbol que tenía en frente para hallar un baúl en el suelo.

—¿Qué es esto? —se preguntó así misma arrodillándose para abrirlo.

Un comba, un par de mancuernas, varios discos de recambio para estas, unos guantes de boxeo, algunas toallas, un par botellas pequeñas de agua, algunas barritas energéticas, entre otras cosas, se hallaban en el interior de aquel amplio baúl.

—Así que este lugar es su gimnasio... —comentó para sí misma cerrándolo. —¿Pero dónde se supone que está él?

La joven alzó entonces la mirada para encontrar tendidas sobre una de las ramas toda la ropa del joven.

—¿Qué hace aquí su ropa? —se preguntó extrañada.

Un sonido en el agua la sorprendió, y veloz se volteó para ver a Davis emerger del agua y caminar nuevamente a la orilla, limpiando con las manos el agua de su rostro. La joven no supo como reaccionar, pues su mirada de ojos castaños era incapaz de no apartarse del cuerpo desnudo del joven lancero. Davis alzó la mirada una vez salió del agua para encontrarse de lleno con la mirada anonadada de la joven hacia su figura.

—¡¡Maya, joder!! —exclamó el chico cubriéndose velozmente la zona de la entrepierna con ambas manos.

—¿Qué... ¡¡Oh!! ¡¡Lo siento, lo siento, lo siento!! —exclamó dándose la vuelta para mirar nuevamente al tronco del árbol apartando su mirada del joven. —¡¡No te estaba espiando ni nada por el estilo, te lo juro!! —prometió tratando de excusarse sin percatarse de como todo su rostro se había tornado a un color rojizo.

—¡¿Por qué no has llamado?! ¡Te podría haber avisado!

—¡Lo siento, no se me ocurrió! —contestó en pleno estado de nerviosismo. —¡Pensaba que te encontraría aquí entrenando, no imaginé que estabas bañándote! ¡Perdóname, en serio, fue un accidente!

Davis suspiró.

—Bueno, que se le va a hacer... Ya me has visto. —dijo algo avergonzado ante la situación. —Esto... ¿Puedes pasarme una de las toallas del baúl? Necesito secarme antes de coger una neumonía.

La chica sintió los pasos del chico acercándose a su espalda. Maya tragó saliva nerviosa tratando de no imaginar nada raro. Sin decir nada, abrió el baúl para tomar una de las toallas, y girándose con la mirada arrojada al suelo, alzó la prenda solicitada para que su compañero la cogiese. Tan solo pudo ver durante unos instantes antes de voltearse al joven de rodillas para abajo, pudiendo intuir que aún se topaba cierta zona con una de sus manos, mientra que con la otra tomó la toalla.

Nuevamente miró al tronco del árbol sintiendo como Davis se volteaba para darle la espalda y secarse el cuerpo con la toalla que le acababa de dar. A la mente de la joven acudió la imagen del chico recién salido del agua. Su cuerpo humedecido reflejando levemente los rayos de sol sobre su piel, sus músculos tensos ante el frío y el entrenamiento previo, la visible madurez de su cuerpo desnudo, el volumen de sus pectorales hinchándose una y otra vez con cada una de sus respiraciones, sus bíceps, esos abdominales asomando tímidamente de su vientre plano, sus brazos fuertes, sus hombros anchos... Toda aquella musculatura definida en conjunto, aún no poseyendo tanto volumen muscular como Puma, dotaban al joven de una bonita figura estilizada y atlética.

Maya giró levemente la cabeza hacia atrás incapaz de vencer a su tentadora curiosidad. Su mirada fue cautivada por la amplia espalda del chico, quien secándose la cabeza con la toalla ignoraba por completo la lasciva mirada de su compañera. Con temor a ser descubierta, Maya trataba inútilmente de apartar la mirada arrojándola al suelo, pero era incapaz de no dirigir sus ojos castaños a su trasero, sus piernas, su...

Un momento... ¡¿Qué estoy haciendo?! Maya logró entrar en razón volviendo nuevamente la mirada hacia el tronco del árbol. No debía de mirar de aquella forma a su amigo, estaba mal, se dijo así misma sintiendo como su temperatura corporal aumentaba y sus latidos se aceleraban. Sin embargo, no es tan malo, ¿no? Ella es una chica y él es un chico, ¿qué tiene de malo mirar mientras no se de cuenta? Preguntó una voz en su cabeza. En el fondo quería mirar, no hacía nada malo realmente, mientras él no se percatase, Davis no se molestaría con ella, ¿no?

Reconocía que normalmente se fijaba más en los chicos con mucha más edad que ella. Él era un par de años mayor que ella, pero aún así seguía siendo muy joven. Sin embargo, debía de reconocer que no veía a Davis con malos ojos, en el sentido en el que una mujer miraría a un hombre. Físicamente le agradaba, y su forma de ser le parecía interesante en cierto modo.

Si no fuese por Jessica, reconocía que ella misma habría tratado tiempo atrás de... ¡¡DETENTE!! Emergió una voz en su cabeza forzando a Maya a cerrar los ojos con fuerza mientras negaba con la cabeza. ¡¿En qué demonios estoy pensando?! Si no fuese por Jessica yo... No, no puedo pensar en cosas así, están mal, pensó la joven tratando de recobrar la compostura luchando contra sus instintos. Contrólate Maya, contrólate, maldita sea.

—Maya.

La voz de Davis hizo que se sobresaltara en el sitio.

—Dime, Davis, ¿qué sucede? —preguntó tratando de estar alerta ante los posibles pensamientos impuros que pudieran acudir a su mente.

—¿Podrías comprobar si mi ropa está seca, por favor? —preguntó atándose la toalla a la cintura.

—Ah... Sí, sí, por supuesto.

Rauda, la joven comprobó la ropa una a una, hasta que su mano se dirigió a la ropa interior de chico, la cual dudó en tocar unos instantes, sintiendo nuevamente unos malos pensamientos preparándose para emerger. Sin embargo, cuando fue a agarrar la prenda, la mano de Davis tras ella se adelantó. La chica se volteó entonces al no haber sentido al chico acercarse, topándose de lleno con su torso desnudo muy cerca de ella, lo que ocasionó que nuevamente comenzara a ponerse algo roja mientras retrocedía unos pasos hacia atrás desviando la mirada al suelo. Davis no pasó desapercibido aquel gesto, sin embargo, decidió no decir nada asumiendo que tal vez la sorprendió acercándose demasiado a ella.

—Esto está seco. —comentó. —¿Y lo demás? —preguntó mirando como el resto de su ropa aún estaba entre los brazos de la chica.

—Am, todo esto está también seco. —respondió devolviéndosela.

—Genial, ha dado tiempo a que se seque. —comentó tomándola y dejándola toda sobre una roca en el suelo.

—¿Has lavado tu ropa?

—Sí, después de entrenar decidí lavarla y darme un baño como de costumbre. —respondió ocultándose tras el árbol para cambiarse mientras Maya miraba hacia otro lado para evitar la tentación. —¿Y a qué viniste? No es usual que me visite nadie mientras entreno a solas.

—Nicole me dijo que cuando pudieras te acercaras al ayuntamiento. —contestó. —Estaba muy liada como para venir ella misma a decírtelo, y me pidió que lo hiciera yo.

—¿Sabes qué es lo que quiere? —preguntó abrochándose el cinturón.

—Es por el tratado. Quiere que revises algunas de las ideas que Eva y ella han plasmado para el documento.

—Ya veo. —contestó poniéndose la camiseta y saliendo tras el árbol ya vestido. —Supongo que debería ir... Aunque aún me queda quince minutos antes de empezar a trabajar. —respondió echando un vistazo al reloj de su muñeca.

Davis se sentó en una roca grande cercana a la orilla del río, y haciéndole un gesto a su compañera, la invitó a sentarse junto a él.

—Tras bañarme me gusta sentarme aquí para pensar en mis cosas. —comentó mirando el reflejo del agua. —Me gusta este lugar. El silencio, la tranquilidad... Es un lugar ideal para entrenar y meditar.

—¿Te gusta la soledad? —preguntó al escuchar sus palabras.

—Solo a veces. La verdad es que disfruto de los momentos de soledad como estos en los que no tengo la necesidad de pensar en nada, olvidándome de todos los problemas y preocupaciones. —contestó el chico sin apartar la mirada de los reflejos del agua. —Desde chico he estado acostumbrado a la soledad, ya sabes... No me gusta sentirme solo y olvidado en el plano sentimental. Amigos, familia, pareja... Siempre he querido tener la atención y la calidez de otras personas, aunque a veces me haga de rogar por mis malas conductas o hábitos arraigados en asuntos del pasado.

—Entiendo. Oye... ¿Y no está el agua demasiado fría como para meterte dentro?

—Lo está, pero no tanto como para no bañarme. La verdad es que de tanto hacerlo cada mañana después de mis entrenamientos, mi cuerpo ha comenzado a tolerar poco a poco la temperatura. —contestó el joven. —Además de que las temperaturas han ido aumentando a medida que avanzamos en el verano, y el hielo que quedaba prácticamente se ha derretido.

—Ufff... Yo no creo que ni con el aumento de las temperaturas me atreviese a meterme en ese agua. Soy demasiado friolera como para acostumbrarme al agua fría.

—Bueno, preferiría bañarme con agua caliente, claro está. Pero ponerme a calentar agua en un bidón como hicimos en la aldea, llevaría demasiado tiempo. Por lo que no me queda otra que meterme en el río.

—Ya veo.

Ambos permanecieron en silencio por varios minutos observando el río correr tranquilamente siguiendo su cauce. El tranquilo susurro del agua, el sonido del follaje de los árboles meciéndose con suavidad ante el viento, los tibios rayos del sol del medio día acariciando su piel, el silencio, la soledad, los reflejos del sol sobre la superficie del agua... Maya no tardó en entender porque aquel lugar le gustaba tanto al joven lancero. Aquel sitio rebosaba de una paz y tranquilidad que invitaba a dejar la mente en blanco y no pensar en nada.

—Davis... —sonó la voz de Maya rompiendo el silencio.

—Dime.

—¿Hice mal en ocultar que perdí mis poderes y resucité?

—Es posible. ¿Lo dices por M.A?

—Sí, desde aquel día en el que me descontrolé y os ataqué, ha tenido una actitud fría conmigo. Creo que el hecho de no haberle contado aquello le tuvo que ofender. Probablemente lo interpretó como una muestra de que no confío en él.

—Los secretos son peligrosos, Maya. Sé que tu intención real era no preocupar al resto por las cosas que te estaban pasando, del mismo modo que tampoco querías que te dejaran de lado ahora que perdiste tu fuerza sobrehumana. Pero a veces no es bueno ocultar las cosas, tarde o temprano, tanto los secretos como las mentiras acaban saliendo a la luz, y pueden tener efectos negativos en ti o en aquellos que te rodean.

—No quería molestar a nadie o volverme un problema para el grupo. Ya tenemos suficientes problemas como para que yo diera más...

—¿Eso es lo que realmente crees? No eres una herramienta, Maya. Incluso aunque no tuvieses conocimientos médicos o poderes, la gente del grupo te seguiría apreciando. Tú eres tú, y nadie te puede remplazar. Deberías de entender eso. —dijo el joven con total sinceridad. —Eres una persona que te implicas mucho con los demás, demasiado diría yo... Siempre estás atenta a los problemas personales del resto para intervenir y tratar de solucionarlos, aún cuando nadie te pide que lo hagas. Siempre con una sonrisa. Ese aspecto te hace especial, Maya. La capacidad de preocuparte más por otros que por ti misma. Sin embargo, no estoy del todo de acuerdo con esa actitud. Deberías de preocuparte un poco menos por los problemas ajenos y mirar más por ti misma.

Maya lo miró durante unos instantes comprendiendo sus palabras.

—Sé porqué lo dices, pero si hiciera eso... ¿No me volvería una mala persona? ¿No sería alguien egoísta? —le preguntó sin obtener una respuesta visual de su compañero.

—No, en absoluto. Todos aquí tenemos problemas personales, pero probablemente tú seas de las que más problemas tiene y menos tiempo dedica a solucionarlos. Moriste y resucitaste, perdiste tu fuerza y velocidad sobrehumana, adquiriste nuevas habilidades que aún no eres capaz de dominar ni entender, recuperaste toda tu memoria, y aunque fuese por un breve periodo de tiempo, despertaste fuera de ti recuperando tu poder original y nos atacaste, y además, ahora está el asunto con M.A. Estoy seguro de que todas estas situaciones te angustian, aunque por fuera te limites a sonreír y tener una actitud positiva respecto a todo frente a nosotros. Deberías de contar más con todos tus compañeros.

La joven arrojó una triste mirada al suelo. Por una parte le hacía feliz escuchar que su compañero la elogiaba y la valoraba, pero por otra parte, se sentía algo abatida por aquello último que dijo. Sabía que Davis era alguien bastante intuitivo y analítico con las personas o situaciones que tenía a su alrededor. Y lo acaba de demostrar. La conocía bien, lo suficiente como para ver dentro de ella y tocar todos los temas sensibles que la acosaban día a día, asuntos de los que el resto de sus compañeros, ni siquiera su prima, se habían llegado a dar cuenta. Lo único que no había podido intuir era su reciente conflicto con Puma tras su resurrección, aunque al no estar presente en aquel momento, no tenía forma alguna de saber nada sobre el asunto.

—Los problemas personales, los miedos y las inseguridades no se desvanecen de un día para otro, lo sé perfectamente. —dijo el joven mirándola a los ojos.— Las ansias de venganza y remordimientos de Nicole, las inseguridades de Eva hacia el futuro de Adán y el grupo, la batallas personales que Jessica y yo libramos contra nuestras propias limitaciones y defectos, así como con el futuro del bebé, los miedos y la impotencia de Inma para mancharse las manos de sangre, aún cuando sea por salvar la vida de un ser querido, la profunda depresión de Puma por la muerte de Florr y la pérdida de todo aquello por lo que luchó y sacrificó tanto, la incomprensión y falta de control de M.A hacia su propia actitud ante otros o determinadas situaciones, las dudas de Alice sobre un futuro mejor, o incluso la inocencia que este mundo le ha arrebatado a Adán, impidiéndole tener la vida típica de un niño de su edad... Maya, todos tenemos problemas personales con los que debemos lidiar, no solo tú. Y a pesar de ser problemas personales, nos apoyamos los unos en los otros, no ignoramos los problemas o los ocultamos a la vista de los otros fingiendo que todo va bien. Si ninguno lo hace, ¿por qué tú sí?

—Como dije antes, no quiero ser un problema... No solo el pueblo, como has dicho, cada uno tiene sus problemas personales, me parecía egoísta acosaros con los míos también, por eso mismo solo lo compartí con unos pocos.

—Te entiendo, pero tus secretos han ocasionado algunos problemas, Maya, y lo sabes. Aunque no lo creas, muchos se dan cuenta de que te pasa algo, aunque no sepan que es. Puede que tu sonrisa y actitud traten de camuflarlo, pero a veces tu mirada te delata. Te agradezco que yo suela ser tu primera opción a la hora de contarle a alguien tus problemas, pero deberías de hablarlo con más personas de confianza. Desgraciadamente no siempre te puedo dar buenos consejos o decirte que hacer, necesitas más puntos de vista, o la opinión de gente más cualificada para aconsejarte con determinados asuntos. Y hay temas que deberías comunicar al grupo, como el de los poderes, o al menos, lo de que se te acabaron las pastillas hace algún tiempo, de esa forma te hubiéramos tenido más vigilada por si podía darse el caso en el que te descontrolaras y te volvieras una amenaza, cosa que finalmente sucedió.

—Lo sé, y lo siento... Nunca quise hacer daño a nadie, o causar problemas con mis conflictos personales, y al final lo he hecho. Incluso hay asuntos que conocéis algunos y otros no, como lo de mis nuevos poderes. —dijo cabizbaja arrojando la mirada al suelo. —Soy un desastre, Davis... —Entonces Maya sintió la mano de su compañero sobre su hombro. —¿Ah?

—Si quieres solucionar tu situación con M.A y evitar futuros problemas con el grupo, deberías de hablar las cosas y no ocultarlas, a no ser que sean demasiado personales. Pero creo que la clase de problemas que tú tienes son temas que tú sola no puedes superar, necesitas el apoyo de aquellos que te aprecian. Todos somos tus amigos, y estamos para apoyarte, no lo olvides. —le aseguró con una sonrisa.

—Gracias, Davis. —contestó con una sincera sonrisa. —Lo tendré en cuenta.

—Me alegro. —respondió devolviéndole la sonrisa. —Ahora, creo que deberíamos volver al pueblo. —propuso poniéndose en pie.

—De acuerdo.

Davis tomó su lanza y junto a Maya, ambos emprendieron el camino de regreso al pueblo mientras charlaban. La mañana transcurrió sin demasiados problemas en Rockrose. Los dos miembros de los Matados habían sido informados en detalle de lo que sucedió con ambos grupos tras haber sido capturados. Aún con el shock en el cuerpo, tratando de asimilar los sucesos relacionados con Alejandro, Tammy y Roberto, así como la derrota y rendición de su grupo, ambos tuvieron que responder a varias preguntas de Davis, Eva y Nicole.

Davis aprobó la mayoría de ideas de Nicole y Eva, retocando algunas, e incluso añadiendo otras nuevas que se le ocurrió. La mayoría de estas ideas iban en beneficio al grupo. Sin embargo el joven sabía que ambos grupos no solo se beneficiaban del tratado, también podían acabar perjudicándose, por lo que para tratar de ajustar aún más las necesidades de cada grupo y evitar vacíos legales del que los Matados pudieran beneficiarse, decidió entrevistar a Samuel y Piper acerca de las necesidades o el estado interno del grupo en detalle, teniendo en cuenta la información que Rosalie dio de camino a la granja.

El joven sabía que aquel tratado de paz, que actuaba en parte como un contrato entre ambas partes, era un arma de defensa para su grupo del que además se podían beneficiar. Debía de hacerlo lo suficientemente atractivo como para que los Matados viesen aquel documento como una necesidad a la que no se pudieran negar, y con ello, evitar que en un futuro les traicionasen. Tras acabar con las entrevistas, y actuando de buena fe, Samuel y Piper fueron liberados, dejando que volviesen de nuevo con los suyos. Tras marcharse, el grupo decidió reunirse en el ayuntamiento para examinar la situación actual que les abordaba. En la sala de reuniones, Nicole y Eva estaban sentadas presidiendo la reunión desde la mesa central. Frente a estas, en sus asientos, el resto del grupo. Eva carraspeó dando inicio a la reunión.

—Respecto a los últimos acontecimientos con los Matados, decir brevemente que para mañana estará el tratado listo, según Davis. Por lo que una vez vengan a firmarlo al ayuntamiento, este será válido. Ninguna de las dos partes podrá atentar o abusar de este perjudicando al otro grupo. Si esto sucede, sea un grupo o sea otro, habrá consecuencias. —amenazó mirando a todos los presentes. —Nada más que informar. Solo que intentéis tolerarlos durante el tiempo que estén aquí.

—A mi me gustaría añadir algo. —comentó Nicole solicitando el turno de palabra. —Lo que ha sucedido con este grupo ha dejado en claro que los sistemas de vigilancia no son del todo fiables. Se logró detectar la amenaza, pero ya una vez esta estuvo dentro. Como responsable de la seguridad de Rockrose, me veo obligada a hacer cambios respecto a las guardias nocturnas. Por lo tanto, aunque os pese a algunos, tendremos que hacer cambios más continuos, para evitar dormirnos o distraernos durante la noche. Además, —pronunció mirando a una de sus compañeras. —Inma, a ti te dejamos fuera la última vez, pero vas a tener que montar también guardia.

—Está bien, no hay problema. —contestó asintiendo.

—Adán es el único que se quedará fuera de las guardias, tal y como sucedía antes. Todos los demás tendremos que turnarnos. Habrá uno apostado en cada una de las tres entradas, vigilando desde uno de los tejados de un edificio cercano, como siempre. —explicó. —Sin embargo esta vez contaréis con una bocina y una linterna de alta potencia que utilizaréis en caso de avistar algo extraño. Cuando uno de los vigías haga sonar una de las bocinas, los otros dos deberán de hacer lo mismo, no solo para dar a entender que estáis alertados de la situación, también para alertar a los que estén en la casa rural.

—¿Y la linterna? —preguntó Maya. —Teniendo la bocina para avisarnos, ¿para qué nos puede servir la linterna?

—Primero, para alumbrarnos en la noche, y segundo, para delatar aproximadamente por qué zona del pueblo se mueven los intrusos. Es más fácil actuar si sabemos por donde se encuentran.

—Oh, entiendo.

—¿Has acabado, Nicole? —preguntó Eva mientras examinaba unos folios.

—Sí. Puedes seguir.

—Vale. —la joven dejó los folios sobre la mesa y alzó la vista. —Pasando al siguiente punto a tratar. En los últimos días se han estado limpiando nuevas áreas del pueblo de muertos vivientes, con el fin de asegurar zonas nuevas y extender los límites del área segura en la que nos movemos. Sin embargo, hay un problema, y es que a pesar de haberse limpiado las calles de muertos, estas están llenas de cadáveres de los que nos tenemos que deshacer para evitar la proliferación de enfermedades que nos puedan afectar. Antes solíamos quemar los cuerpos en el bosque, pero por seguridad, y viendo lo sucedido con los Matados, lo mejor será enterrarlos en fosas comunes, para que así el fuego no descubra nuestra posición a otros posibles humanos que puedan haber por la zona. —dijo recordando al chico y al anciano que vio pasar en un vehículo tras intentar capturar a un caballo que había por la zona. —Por otra parte, no se han matado a los podridos que hay dentro de algunas viviendas, y mucho menos se han saqueado los recursos de estas.

—Yo tengo una pregunta. —dijo esta vez Davis alzando la mano. —Desde hace días, los recursos para fabricar las barricadas se han vuelto muy limitados. Hemos usado prácticamente todos los vehículos y mobiliario de la calle, y también los muebles de casas y locales de la zona que tenemos bajo nuestro control. Logramos asegurar la casa rural y sus alrededores, pero no hay material suficiente para crear barricadas nuevas para cerrar las nuevas zonas conquistadas a los muertos. ¿Cómo vamos a impedir que vuelvan a invadirla si no hay material para impedírselo?

Nicole y Eva intercambiaron una mirada en silencio. Sabían de aquel problema, y lo que decía Davis era cierto. Los muertos se movían a sus anchas por las zonas no seguras del pueblo, y sin medidas para impedírselo, podrían volver a invadir las nuevas áreas que habían estado limpiando de podridos.

—Bueno, podemos utilizar los recursos que haya en esas zonas para levantar nuevas barricadas. —comentó Nicole.

—¿Y si no hay suficiente? ¿Es una zona grande la que se ha limpiado?

—No. —contestó M.A.— Hemos sido unos pocos quienes hemos ido haciéndolo, por lo que la zona no es demasiado grande. Además, hay algunos inconvenientes, y es que cerca hay zonas de campos y caminos, algún parque pequeño, viviendas, y poco más, siendo básicamente un área peatonal con algunas calles sin salida, por lo que no hay muchos vehículos por la zona que podamos usar para hacer barricadas. Y además, hay muchos caminos que deberíamos de cortar para separar esa zona de la de los podridos.

Eva se frotó la barbilla pensativa.

—Entonces no queda otra que intentar usar lo poco que encontremos allí, y llevar el material que nos ha sobrado aquí, a ver si con un poco de suerte da para construir todas las barricadas que necesitamos.

—No sé si será posible. —comentó Davis. —Es muy poco lo que ha sobrado, hemos tenido apenas lo justo para cerrar la zona segura con el material que hemos encontrado en esta misma área.

—Eso es cierto. —añadió Alice. —Podrán quedar una quincena de vehículos y unos pocos muebles. No es mucho, y las barricadas necesitan de una gran acumulación de objetos para que no se muevan ni se desplomen, y así frenen el avance de los muertos.

Nuevamente el silencio se hizo en la sala, mientras todos trataban de imaginar que hacer para asegurar las áreas liberadas.

—Puede que yo sepa de un sitio al que podamos ir. —dijo Puma cerrando un libro que estaba ojeando desde hacía rato.

—¿En serio? —preguntó Eva escéptica.

—Por supuesto. —contestó levantándose de su asiento con el libro y un mapa en la mano. —A diferencia de vosotros, a mi me gusta salir a explorar a veces el pueblo en busca de zonas interesantes.

—Claro, mientras los demás estamos trabajando. —soltó Eva asestándole una pulla al joven.

—Me juzgas mal, señorita. —contestó acercándose a la mesa presidencial. —Solo son...descansos. Lo típico.

—¿Y dónde está ese sitio? —preguntó Nicole.

—Justo aquí.

Puma posó su dedo sobre una región concreta del mapa que él mismo se había encargado de dibujar basándose en el del panfleto ferial, el cual se disponía frente a todos sus camaradas en la sala de reuniones del ayuntamiento.

–¿Que se supone que hay ahí tan importante, artista? ¿Una plantación de tabaco? –se jactó M.A desde su asiento apoyando sus piernas sobre la mesa.

–Baja los putos pies. No estás en tu cuarto –le reprendió Eva cercenando su actitud.

–En fin, lo que iba a deciros antes de que me interrumpiera el manco, es que he revisado los informes que había por aquí con respecto a la geografía y topografía del pueblo para poder hacerme a la idea de cómo utilizarlo a nuestro favor, y descubrí que el mapa del panfleto es de hace cinco años.

–¿Cinco años? –preguntó Jessica cautivada por la confusión–. Creía que anunciaba las fiestas del pueblo.

–Y lo hace, pero parece ser que los vagos del ayuntamiento no se molestaron en cambiarlo. Ya sabéis como son los políticos.

Desplegando una ligera sonrisa ante su propia broma, Puma lanzó sobre la mesa un libro tan grueso que algunos se marearon con el simple hecho de verlo.

–Abrid ese libro por la página 168, y veréis que en ella se detalla el presupuesto para construir una piscina que se llevó a cabo hace tres años y el lugar donde se levantó.

–Justo el sitio que has señalado en tu mapa –aclaró Nicole.

–Premio para la señorita. Ahora, no soy quién para decir lo que deberíamos hacer, pero… deberíamos ir a mirar. Si lo que pone ahí es verdad y hay una piscina, podría haber recursos.

–Sí, quizá encontremos un flotador –arremetió de nuevo M.A–. ¿Qué crees que puede haber en una piscina, Puma? Sabes tan bien como yo que tenemos mucho trabajo como para arriesgarnos a perder el tiempo. Además, ni siquiera sabemos lo que nos espera allí. ¿Y si hay bruxistas?

–Tenemos el arco de Adán y mi escopeta en caso de que haya alguno y le tengamos que reventar la cabeza –argumentó Jessica muy segura de sí misma apoyando el hecho de que Puma hubiese tenido por primera vez una idea pensando en el grupo–. No perdemos nada si un par de nosotros va a echar un vistazo.

–Estoy de acuerdo –se unió Eva convencida por la propuesta–. Las piscinas a veces tienen kioscos y botiquines de primeros auxilios. No nos vendría mal reponer el material de curas que perdimos con el chaval y la chica, además de que quizá haya mobiliario para las barricadas nuevas. Vamos, examinamos el terreno, y en función de lo que veamos, seguimos adelante o nos retiramos. Puma y Jessica, imagino que cuento con los dos para formar parte de la expedición.

–Yo también quiero ir –se incluyó Maya junto al silencio que indicaba la respuesta afirmativa de los compañeros mencionados.

–Bien, somos cuatro, más que suficiente.

—Ahora que Puma ha dicho de ese sitio... —comentó Davis pensativo. —Hay un par de zonas que no hemos comprobado a la hora de buscar recursos o material para las barricadas. La primera es el campo de fútbol, seguramente haya material en sus instalaciones que podremos usar para las barricadas. Y el otro lugar es el prostíbulo del pueblo, allí nunca hemos entrado.

—Está bien. ¿Y quiénes iréis a los dos sitios?

—M.A, ¿te vienes conmigo al prostíbulo?

—De acuerdo.

—¿Y al campo de fútbol quien va? Porque alguien debe quedarse vigilando la casa rural y las cercanías mientras el resto estamos fuera, y Adán no se va a quedar solo.

—Podemos ir Inma y yo. —propuso Alice.

—Yo me quedaré con Adán, no hay problema. Me pondré a hacer la comida para cuando volváis. —se ofreció Nicole desde su asiento.

—¡¿Yo puedo ayudarte a cocinar?! —exclamó Adán.

—Claro.

—Está bien. Sin más que debatir, se da por finalizada la reunión. Pongámonos manos a la obra. —anunció Eva siendo la primera en comenzar a abandonar la sala, seguida del resto de sus compañeros.

Un silencio y una quietud inusuales envolvían los exteriores de la granja carbonizada. Olvidados, en extremos opuestos, se hallaban las improvisadas tumbas que Rosalie y Roberto hicieron para los cuerpos sin vida de Alejandro y Tammy. Dentro de la granja el decadente ambiente se extendía hasta el último rincón de la estructura carbonizada. El tiempo se había parado por completo, y cualquier escándalo típico de los Matados, se había extinguido.

La silla estaba en su sitio, y la larga soga colgaba del gancho en el techo. Los pies desnudos caminaron al frente, paso a paso hacia la estructura de cuatro patas. Las lágrimas de la joven surcaron sus mejillas. Tenía miedo, pero no quedaba otra. No quería, pero era la única forma. Nació siendo nadie, creció siendo nada... No era la primera vez que lo intentaba, en el pasado quiso hacerlo muchas veces, pero era demasiado débil para llevarlo acabo con sus propias manos. Patética incluso para arrebatarse su propia vida. Una vida vacía y sin valor. La joven subió el primer pie sobre la silla.

No tuvo amor hasta que él se lo ofreció. No supo el significado de la vida hasta que él se lo enseñó. Nunca conoció la libertad hasta que él se la mostró. Nunca experimentó la felicidad hasta que él se la dio. Y ahora, con él todo se marchó. La joven colocó el otro pie subiendo finalmente a la estructura de madera quemada. No todo fue un mundo de color de rosas con él, todo por culpa de aquella chica, pero aún así, disfrutó todos y cada uno de los momentos que él le ofreció a espaldas de todos. Nunca se imaginó que algo como el amor, aquello que se solía pintar como algo maravilloso, pudiese llegar a ser tan doloroso y desgarrador. Aquel dolor era incluso peor que las palizas y los abusos de su condenado padre.

Los ojos verdes, vacíos y vidriosos de Sabrina observaban la puerta de su habitación cerrada mientras se colocaba la soga al cuello. En su mente no dejaba de repetirse una y otra vez que todo era culpa suya. Si no hubiese asesinado a su padre ni hubiese abandonado su casa marchándose con los Matados, aquello nunca hubiera pasado. Un par de lágrimas cayeron al suelo carbonizado. Sin más que esperar, la joven saltó haciendo caer la pesada silla al suelo de la habitación con un sonoro impacto.

Sus pies quedaron suspendidos en el aire, mientras violentos espasmos azotaban su cuerpo ante la presión ascendente ubicada en su cuello. Poco a poco, su rostro fue enrojeciéndose ante la carencia de oxígeno en sus pulmones. Todo iba a acabar para ella, así lo había decidido. Ya no tenía nada por lo que seguir viviendo en aquel pútrido mundo. Sin embargo, tan solo fueron necesarios unos cuantos segundos experimentando el agónico dolor que precedía a su muerte, cuando un golpe de puro terror emergió de su interior. Terror a la muerte. Por instinto, la joven trató entonces de liberar su cuello de la soga.

Sin embargo no importaba cuanto arañase o tirase, estaba demasiado apretada entorno a su cuello. Finalmente lo iba a hacer, iba a morir. No había vuelta atrás esta vez, ni para lo que estaba haciendo, ni para la muerte de Alejandro. Su visión comenzó a volverse borrosa, y sus espasmos poco a poco se iban debilitando. Aquel era un desenlace perfecto para ella, pensó. Cuando su gente hallasen su cuerpo, probablemente muchos sintiesen indiferencia, y otros tantos incluso se alegrarían. La única persona a la que le había importado alguna vez ya no estaba, por lo que nadie la echaría de menos una vez muerta.

Lentamente, su cuerpo fue deteniendo sus espasmos, y sus intentos de quitarse la soga ya habían cedido por completo. Su consciencia estaba por apagarse cuando un golpe sonó en su habitación, y una fuerza la ascendió hacia arriba haciendo que la soga se doblase, permitiendo de nuevo el paso del aire a sus pulmones. Sabrina reaccionó tomando una gran y sonora bocanada de aire sintiendo sus pulmones hincharse de nuevo. Sus ojos verdes no tardaron en hallar a Samuel abrazándose a sus piernas mientras se esforzaba en elevarla.

—¡Córtala, Rosalie! —exclamó el joven. —¡¡Rápido!!

Mientras la joven colocaba en pie la silla de madera y se subía a esta para cortar la cuerda con un cuchillo de la cocina, Piper ingresó a la estancia siguiendo a sus dos compañeros.

—Cierra la puerta. No quiero que nadie vea esto. —ordenó Rosalie a la recién llegada sin elevar demasiado el tomo de voz.

Piper miró que no hubiese nadie en los pasillos, y tras eso cerró la puerta y se adentró al interior de la estancia. Una vez la cuerda fue cortada, Sabrina cayó al suelo como un peso muerto. La joven, volviendo en si, se quitó la soga del cuello mientras tomaba repetidas bocanadas de aire, tratando de calmar los latidos de su corazón. Una señal rojiza se plasmaba en la pálida piel de su cuello, producto de la presión de la cuerda contra este.

—¡¿Qué se supone que estabas haciendo?! —exclamó Samuel mirándola con gravedad.

—¡¿Te has vuelto loca?! ¡¿Qué se supone que querías conseguir con esto, Sabrina?! —quiso saber Rosalie enfurecida.

—Morir. —contestó aún recuperándose en el suelo del angustioso momento. —Sin Alejandro no soy nada, y por mi culpa ha muerto. No quiero ser la que era antes... —contestó entre llantos. —Esta era la única solución...

—No creo que el suicidio sea la mejor manera de resolver tus problemas. —contestó Samuel relajándose un poco. —Lo que ha pasado no es culpa de nadie en particular.

—Tienes parte de la culpa de lo que sucedió, y deberías hacerte responsable de tus actos, pero no de esta forma. —le recriminó Rosalie.

—No hay otra forma. Alejandro y Tammy murieron, y Roberto se marchó para siempre. —Piper la miró con seriedad desde su posición. —Sin Alejandro volveré a ser la misma que era antes. Nadie deparará en mi, y estaré siempre sola...

Entonces, Piper avanzó firme hacia la chica sentada en el suelo, y antes de que alguien pudiese reaccionar de alguna manera, una sonora bofetada forzó a Sabrina a ladear el rostro con violencia. Rosalie y Samuel quedaron impresionados ante aquella violenta acción inesperada. La señal rojiza de la mano de la chica no tardó en aparecer en la cara de Sabrina, quien desorientada y perpleja la observó con temor.

—Cobarde. —pronunció Piper con fuego en su mirada. —Suicidarse es de cobardes. Intentas huir de tus problemas y cargarnos con otro cadáver y otro problema más al resto... ¿Sabes? Puede que Tammy tuviese razón, solo eres una mosquita muerta a la que le gusta hacer de víctima para atraer la atención del resto.

—Yo...

—¿Qué? ¿Me vas a venir con el rollo de que creciste sin una madre? ¿Que se metían contigo en el colegio por ser rara? ¿Que tu papá te pegaba y te violaba? ¿Qué todo el mundo hacía como si no existieses? —preguntó con desprecio y provocación. —¡¿Acaso te crees que eres la única que ha tenido una puta vida de mierda aquí?! ¡¿Qué eres la única a la que la vida le ha tratado mal?!

—Piper, no creo que debas de seguir por ahí... —le aconsejó Rosalie tratando de calmarla.

—¡No! Por supuesto que tengo que ir por ahí, ya es hora de que le diga un par de cosas a esta llorica de mierda. —Piper miró a Sabrina a los ojos. —¡¿Sabes del pasado de Tammy?! ¡¿Sabías acaso que pasó su infancia en un orfanato?! ¡¿Qué su padre adoptivo la usó a ella y a otras chicas que adoptó para prostituirlas a cambio de dinero?! ¡¿Sabes acaso cuantos hombres abusaron física y sexualmente de ella por años?! ¡¿O cómo la sociedad se olvidó de ella y las otras chicas tras ser arrestado aquel cabrón?! —Piper la miró unos instantes en silencio. —Creció sin padres, fue maltratada y violada por múltiples hombres, y olvidada por la sociedad... ¿Te recuerda a algo, Sabrina? —Piper agarró a la chica asustada por el cuello de su camiseta. —¡¡Para ella, que Alejandro apareciese en su vida fue también como un rayo de esperanza que la sacó de ese infierno en el que vivía, exactamente igual que a ti!! —le gritó la joven enfurecida. —Pero llegaste tú, y aún sabiendo la relación entre ellos dos, te metiste en medio. Intentaste quitarle a la persona que tanto significaba para ella, y encima te atreves a ponerla como la mala de la película mientras vas por ahí dando pena al resto con tu puto pasado. Eres despreciable, Sabrina.

Piper la soltó y se alejó de ella mirándola con rabia. Samuel y Rosalie no quisieron hacer comentario alguno, ya que a pesar de no compartir las formas de Piper, más aún en el estado en el que Sabrina se encontraba, ambos sabían que su compañera no mintió en lo que dijo. Tammy y Sabrina se parecían mucho más de lo que ellas imaginaban, no solo compartían al mismo amante, también un pasado similar.

—¿Tienes idea de lo que fue para ella soportar en silencio la muerte de Scarlett y la infidelidad de Alejandro? O incluso... la posibilidad de que estuviese esperando un hijo suyo.

—¿Tammy estaba embarazada? —preguntó Samuel frunciendo el ceño.

—Es posible. —respondió. —Ella misma me lo mencionó no hace mucho.

—Dios mío... —susurró Rosalie con tristeza.

—Tammy esperaba un hijo de Alejandro... —pronunció Sabrina afectada por la noticia.

—Tammy y tú os parecéis más de lo que os gustaría. Tú no eres la única aquí que ha sufrido, Sabrina. —dijo Piper algo más tranquila mirándola a los ojos. —Es muy fácil echarle la culpa a Tammy sin saber toda la historia de fondo. Ella estaba tan desesperada como tú en estos momentos, pero mientras tú intentas huir de los problemas suicidándote, ella siguió luchando y fingiendo tratando de reconquistar a la persona a la que amaba mientras sobrevivía al día a día. —la joven aguardó unos instantes en silencio antes de continuar. —En esta historia, los tres sois tan culpables como inocentes. No hay un final feliz en el que se le pueda echar el muerto a uno solo y exculpar a los otros dos. Tan solo queda aceptarlo y seguir adelante sin buscar a un culpable. Roberto debió de entender eso, y por ello se marchó de aquí. El odio y la injusticia que debía de sentir al no poder hacer nada más que aceptarlo, debió de ser todo lo que necesitó para abandonarnos de una vez por todas.

—Sí que hay culpables, tú misma lo dijiste. Si no me hubiese metido de por medio, esto no hubiera pasado...

—Sí, es cierto. Te metiste de por medio provocando esto. Pero Tammy también contribuyó por culpa de su ceguera y estupidez, tratando de luchar por alguien que no valía la pena en muchos aspectos, y que estaba más que perdido ya. Y Alejandro tuvo también la culpa, por ser un imbécil indeciso y cobarde que jugaba a dos bandas, aún sabiendo el daño que os hacía a las dos con ese rollo que se traía. Sin embargo, a pesar de que quiero culparte de todo, sé que no es lo correcto, eso solo sería la vía fácil para mi... Supongo que no puedo culparos a ninguna de las dos por luchar por conseguir o mantener aquello que os ha dado la vida misma, sacándoos de los infiernos en los que vivíais. Ni a Alejandro por amaros a las dos por igual. —la joven, cabizbaja, abrió la puerta de la habitación para marcharse. —No quiero aceptar esto, este desenlace, pero no hay otra forma de seguir adelante. Entiendo perfectamente porque Roberto se marchó. Apuesto que incluso él debió de sentirse culpable de todo esto, igual que yo ahora mismo... Sabíamos que todo acabaría mal, pero no pudimos o no supimos como intervenir para evitar que esto sucediese. En el fondo, todos somos culpables de lo que ha pasado aquí. —la joven se volteó para mirar a Rosalie y Samuel. —¿Me equivoco? —preguntó mientras un par de lágrimas surcaban sus mejillas.

Rosalie y Samuel agacharon la cabeza arrojando la mirada al suelo. Ninguno contestó. Ambos comprendían las palabras de Piper y la decisión de Roberto, y no podían evitar sentirse identificados con sus sentimientos. Ellos mismos también habían sido culpables de las muertes de Tammy y Alejandro, así como del intento de suicidio de Sabrina. Ellos, como otros tantos, simplemente prefirieron ver todo de lejos y desentenderse de la situación, aún sabiendo que todo terminaría mal entre ellos tres.

—Me lo imaginaba... —susurró con una triste sonrisa en su rostro.

Sin más que hacer allí, Piper abandonó el lugar, dejando a sus compañeros atrás.

Los pasos del dúo masculino se detuvieron frente a la entrada del prostíbulo. Davis y M.A dieron una vuelta a la estructura del edificio buscando una posible vía de escape, así como enemigos cerca de la zona. Por fuera era de lo más normal, de no ser por el gran cartel de neón que simulaba una forma femenina junto al nombre del sitio, podría pasar por cualquier otra clase de edificio.

—Bueno, no hay enemigos cerca y tenemos la salida de emergencia localizada. Podemos entrar si quieres. —comentó M.A mirando a su compañero.

—De acuerdo. Espero que haya algo de valor ahí dentro.

Tan rápido como M.A abrió la puerta, una desagradable mueca se dibujó en el rostro de los chicos. Un fuerte olor a humedad y descomposición los recibió.

—Ostia puta... —Davis retrocedió tapándose la nariz. —Que olor...

—Esto debe llevar bastante tiempo cerrado... —comentó M.A asqueado.

—Y tanto. Lo que quiere decir que, o bien hay cadáveres descompuestos, o muertos vivientes aún encerrados aquí dentro.

—Sí... Pronto lo sabremos. Ten la lanza preparada por si acaso.

Los jóvenes entraron al interior del prostíbulo. No era un lugar especialmente iluminado, pero la claridad que entraba del exterior por las ventanas era la suficiente para ver por donde caminaban. La planta baja era bastante amplia, poseyendo multitud de sillones oscuros y mesas, una barra de bar repleta de vitrinas con botellas de alcohol, e incluso una pasarela con barra de striptease. En el techo, se podía apreciar una gran bola de discoteca, y en las esquinas varios altavoces y cañones de luz.

Avanzaron por la amplia planta baja lentamente, atentos a cualquier posible ataque sorpresa. Por toda la superficie del lugar, varias decenas de cuerpos descompuestos se acumulaban, tanto de mujeres como de hombres, especialmente de estos últimos. Muchos de los cuerpos dejaban entrever sus huesos expuestos entre las ropas, algunos incluso, tenían sus cráneos completamente al descubierto. Los jóvenes descartaron la posibilidad de que pudieran volver a levantarse. Algunos yacían tirados en el suelo, y otros, aun sentados en sus sillones. La sangre seca, los cristales, y el polvo se acumulaban por todas partes, dejando entrever que aquello podía llevar cerrado varios meses, o tal vez incluso algo más de un año.

—Bueno, de entrada esos sillones, mesas y estanterías tras las barras pueden usarse para las barricadas. —comentó Davis echando un vistazo a su alrededor.

—Sí, pero siguen siendo insuficiente. Necesitamos todo el mobiliario disponible en el local.

—Entonces, debemos de ir a la siguiente planta. —dijo el joven lancero ubicándose cerca de las escaleras de caracol.

—Sí. Aquí no hay nada especial que ver, vamos.

Apenas iniciaron la ascensión por la escalera de caracol, un gruñido proveniente de la planta superior les alertó. Los chicos intercambiaron una breve mirada, y ambos tomaron sus respectivas armas. En unos instantes, ambos ya se ubicaban en la planta superior. Un largo pasillo se abría frente a ellos, y en los laterales, múltiples habitaciones se apreciaban. Unas tenían sus puertas abiertas, y otras, cerradas.

—Joder... Como apesta... —susurró Davis.

—Viene de allí. Vamos.

El dúo entró a la primera habitación. Nada destacaba especialmente, salvo por el no muerto que yacía esposado en la cama. Desnudo, manos y tobillos estaban inmovilizados impidiéndole levantarse. Su cuerpo, deteriorado en gran medida por la putrefacción, presentaba severas dentelladas.

—Joder....

Los chicos no pudieron evitar mirar la entrepierna del no muerto. Vacía. No solo carecía de toda su zona genital, si no que el boquete de su cuerpo se extendía por las ingles, y parte de sus muslos. Las moscas revoloteaban alrededor de la sanguinolenta herida, y los gusanos asomaban entre su carne, para el desagrado de los chicos.

—Se han cebado con él. —comentó Davis observando con horror el gran boquete de su cuerpo.

—Pobre condenado. Me duele con solo verlo...

M.A y Davis comenzaron a moverse por la habitación buscando algo de valor, además de analizar los muebles que podrían emplear para las barricadas. Entre gritos y gruñidos, el podrido trataba inútilmente de liberarse de las esposas para levantarse. Mientras el rubio rebuscaba entre los cajones de uno de los armarios, Davis examinaba la cómoda. Sus ojos depararon en una fusta negra que tomó con curiosidad.

—Oye, ¿qué crees que le debían de estar haciendo a este tipo antes de comerle la polla? —preguntó M.A rebuscando en el armario.

Davis fue acercándose a su compañero para contestarle en base a lo que acababa de encontrar, pero entonces, sus ojos se toparon a poca distancia con el trasero de su compañero, quien rebuscaba hasta el fondo del armario sacando simplemente ropa y algunas revistas porno. Una sonrisa divertida se plasmó en los labios del chico.

—¿Sabes? Es posible que solo le estuviesen comiendo la...

¡¡ZAS!!

M.A dio un pequeño salto al sentir un latigazo en su trasero, velozmente se volteó quejándose, más del susto que del dolor que aquello le hubiese causado.

—¡¿Se puede saber qué coño haces?!

—¿Dolió? —preguntó Davis inocentemente.

—Claro que dolió, idiota.

—Oh... —Davis observó la fusta que empuñaba con curiosidad. —Eres un quejica, ¿sabes? Apenas te he dado con fuerza.

—¿Y se puede saber a qué vino esa tontería?

Davis se encogió de hombros.

—No sé. Simplemente me vi tentado ante la situación. —respondió tirándola sobre la cama. —Pero, probablemente era esto lo que estaban haciendo antes de que le comiesen los huevos. Le estarían fustigando. Ya sabes que hay gente que le va el rollo sadomasoquista.

—Bueno, viendo esa fusta aquí, supongo que sí.

Davis se volteó para continuar examinando la cómoda.

—¿Sabes? Nunca he comprendido el fetiche ese de que te golpeen o te humillen mientras tienen sexo contigo. Placer y dolor me resultan conceptos totalmente opuestos.

—En el sexo hay cosas muy raras. Fetiches por alguna parte del cuerpo, tríos, lluvia dorada, dp...

—¿Oh? Veo que sabes del tema. —dijo el joven con maldad. —¿Alguna experiencia con Alice que quieras contar, amigo?

—Cállate, idiota.

—Mmmm... Me pregunto si debería de llevarle la fusta a Alice.

—Ni lo pienses. —dijo volteándose para mirar al lancero. —Lo que me hace falta, que encima le des a esta una fusta...

—¿La usaría?

—No me extrañaría.

—Alice dominatrix... Me resulta curiosa la idea. —dijo riendo por lo bajo.

—¿Y qué? ¿Qué hay de Jessica? ¿Y si le diese a ella la fusta? —preguntó intentando defenderse un poco de las bromas de sus compañeros.

—No veo a Jessica atizándome con ella en pleno acto.— dijo mientras examinaba el mueble. —Aunque...

M.A lo miró curioso.

—¿Aunque...?

—No nada.

—¿Oh? ¿Por qué intentas evitar el tema? ¿Alguna experiencia con Jessica que quieras contar, amigo? —pronunció con burla.

—No. Pero reconozco que no me importaría verla disfrazada de enfermera antes de hacerlo. Sería un juego interesante. —dijo ruborizándose un poco por admitir la idea.

—No me digas, te van los disfraces provocadores. Me imagino que tú te vestirías de policía y le harías un striptease con la lanza ¿no?

Davis se encogió de hombros en silencio, y ante la respuesta, M.A no puedo evitar romper a a carcajadas.

—¡¡Cállate, idiota!!

Davis le lanzó lo primero que pilló a mano del cajón. La cabeza de M.A se echó atrás cuando algo parcialmente blando y cilíndrico lo golpeó en la frente deteniendo sus risas. Cuando sus ojos depararon en lo que le lanzó, ahora tirado a sus pies, el joven puso una cara de asco que cesó por completo su actitud jovial.

—¡Pedazo de cabrón! ¡¿Me has lanzado un consolador?! ¡¡Qué asco tío!!

Al percatarse de ello, Davis fue incapaz de no romper a carcajadas.

—¡¡Te he pegado un pollazo en la frente!! —dijo entre risas. —¡¡Lo siento!! ¡¡Lo siento, tío!! —aseguró incapaz de parar de reír.

M.A intentó ponerse serio, pero las escandalosas risas de su compañero y la situación surrealista no se lo permitieron. Apenas necesitó unos segundos para unirse a las risas del lancero. Durante unos momentos, ambos bromearon y se insultaron entre risas ante la situación, hasta que finamente se calmaron recuperando el aliento y la compostura.

—Ostia tío, hacía tiempo que no me reía tanto. —dijo Davis limpiándose las lágrimas que le asomaban por los ojos.

—Si, lo mismo digo.

Ambos quedaron unos instantes en silencio mirándose.

—Me pregunto cuánto tiempo durará esta paz. —comentó M.A sentándose a los pies de la cama, ignorando al podrido encadenado a esta.

Davis se sentó a su lado.

—No está mal.

—¿El qué?

—La vida que llevamos ahora, en este pueblo. La paz que mencionas. Estamos más unidos como grupo, trabajando en equipo por un mismo objetivo, no como al principio. Por una vez vamos bien con los suministros, tenemos todo bajo control, y estamos construyendo un hogar al que los muertos no pueden llegar. Tampoco tenemos a soldados o asesinos sanguinarios tras nosotros. Dejando a los Matados a parte, claro. —comentó el joven viéndose a él mismo y a M.A reflejados en un espejo que tenían en frente. —Durante mucho tiempo, todos hemos estado buscando algo a lo que llamar hogar, y por fin hemos encontrado ese lugar, o al menos, así quiero pensarlo. Creo que nunca nos ha ido tan bien como aquí.

—Sí, pienso igual que tú. Ojalá estos días de paz no acaben nunca. —el joven permaneció unos instantes en silencio mirando al espejo. —Tal vez el pesimismo de Alice sea contagioso, pero muchas veces he pensado en si realmente esto será siempre así. ¿Cuánto tiempo quedará para que nos tengamos que marchar? Almatriche, el refugio de Eva, el hospital de Puma, el complejo de búnkers de mi hermana, la aldea... Todos esos sitios fueron nuestro hogar por un tiempo, pero al final, algo nos obligó a marcharnos. Por eso, y teniendo en cuenta lo que pasó con los Matados, no puedo evitar pensar en cuanto tiempo nos queda hasta que algo nos obligue a marcharnos de nuevo de aquí.

—Ya, entiendo lo que dices. Para bien o para mal, todo tiene un final. —respondió sonriendo con tristeza. —Yo también lo he pensado, cuando Jessica habla de dar a luz aquí. ¿Realmente este será nuestro hogar definitivo? ¿El lugar en el que mi hijo pueda crecer sin tener que verse expuesto a los horrores del exterior? —ambos permanecieron en silencio por unos instantes, dejando aquella pregunta en el aire. —Sin embargo, este sitio es perfecto. Disponemos de suministros variados como agua, comida, ropa o medicinas, también barricadas tras las que defendernos, una casa rural que nos proporciona un techo bajo el que dormir y un pozo del que sacar agua, un río para bañarnos o pescar, y también zonas de cultivo... Y lo mejor de todo esto es que es solo para nosotros. —el joven apartó la vista del espejo para mirar a los ojos de su compañero. —Hemos estado trabajando duro por sacar esto adelante, no podemos perder este sitio y tirar por la borda todo el esfuerzo invertido.

—Sí, tienes razón. Pero sabes tan bien como yo que eso no depende enteramente de nosotros.

—Hay que intentarlo. —respondió. —Hay que aumentar y mejorar nuestras defensas, también limpiar las calles de muertos y expandir la zona segura, recolectar víveres o incluso producirlos, y crear una correcta gestión de lo que tenemos y lo que necesitamos, aplicando algunas series de pautas para que todo funcione de manera correcta y eficiente. No solo debemos ser fuertes, también precavidos y autosuficientes.

—Parece que tienes dominada la situación.

—Tengo bastante claro cuales son nuestras prioridades. —contestó poniéndose en pie. — Y para eso necesitamos que los Matados trabajen para nosotros. La mano de obra que ellos nos pueden ofrecer nos será de mucha ayuda.

—Ya. Espero que no nos equivoquemos con ellos...

—Ni yo. Y ahora creo que deberíamos de seguir con lo que estábamos haciendo. —dijo sacando una pequeña libreta y un bolígrafo del bolsillo trasero de su pantalón. —Ya hemos perdido mucho tiempo.

Los pasos del grupo formado por Maya, Jessica, Puma y Eva avanzaban hacia la piscina de Rockrose. Desde fuera, se apreciaba que el lugar eran amplio, muy amplio. Lo primero con lo que se toparon nada más entrar al recinto, fue un enorme cartel con las normas del lugar, ubicado al lado de la entrada al edificio por el cual se accedía a la piscina.

El grupo ascendió unos peldaños blancos para entrar al interior del edificio. Dentro se toparon con una amplia sala segmentada en dos áreas. De cara, se toparon con un amplio mostrador que se extendía de un lado a otro de la pared, y al fondo de la sala, se apreciaba a varios metros un segundo mostrador con las mismas características, y más al frente, se veía la entrada abierta a la piscina. En mitad de la sala, en el espacio formado entre ambos mostradores, se agrupaban en varios pilares tumbonas y sombrillas, además de algunas estanterías.

Y por último, a ambos lados de la entrada, había un par de pasillos amplios que llevaban a los baños, ya que encima de ellos descansaba un cartel indicando por que pasillo acceder dependiendo de si eras hombre o mujer. Además, observando la estructura, se podía intuir que aquellos pasillos conectaban la zona norte y sur de la sala principal. Los gemidos de un podrido moribundo atrajo la atención del grupo. Con un lento caminar, extendía sus brazos al frente tras el amplio mostrador, sin embargo, este mismo le impedía llegar a los jóvenes que tenía enfrente.

—Parece que hay algunos muertos dentro. —comentó Puma antes de saltar el mostrador por uno de sus laterales. El no muerto avanzó hacia él con lentitud. —Lo siento, pero nos vamos a colar. —dijo antes de cercenar la parte superior del cráneo del podrido con su falcata.

Las chicas saltaron también el mostrador para dirigirse hacia su compañero.

—Bueno, parece que aquí tenemos ya algo para las barricadas. —comentó Eva sacando un bolígrafo y una pequeña libreta del bolsillo trasero de su pantalón. —Jessica, ve contando ese montón de sombrillas, yo contaré este otro. Y tú Puma cuenta el número de tumbonas.

—De acuerdo.

—Yo me encargo, jefa.

Mientras, Maya examinaba uno de las estanterías de la zona central de la sala. No tardó en ver a través de una de sus vitrinas un maletín blanco con una gran cruz roja.

—¡Encontré un botiquín, chicos! —anunció tomando el maletín blanco.

—Genial, comprueba que hay en su interior y coge lo que nos pueda servir. —respondió Eva mientras contaba las sombrillas.

El interior del maletín estaba repleto de cosas realmente útiles: ungüentos de diversos tipos, algodón, gasas, vendas, un termómetro, algo de esparadrapo, guantes, unas tijeras, un tensiómetro, algunas aspirinas, entre otras cosas. Todo útil, pensó la joven cerrando el botiquín. Siguió rebuscando entre las estanterías, pero no encontró nada más relevante.

—No hay nada más de utilidad en las estanterías. —comentó Maya acercándose a sus compañeros agarrando el maletín por el asa.

—Bueno, no importa. Que hayas encontrado eso ya es algo, ¿crees que lograremos reponer el material médico que invertimos en ese par de críos? —preguntó Eva.

—De sobra.

—Genial.

—30 tumbonas. —anunció Puma mirando a Eva.

—De acuerdo. —respondió apuntándolo en la libreta. —¿Cómo vas Jessica?

—25 sombrillas en este montón, Eva.

—25 y 20, son 45 sombrillas. —susurró apuntando en la libreta. —Tenemos también los dos carros con ruedas de las sombrillas, y cuatro estanterías. —la joven cerró la libreta y la guardó de nuevo. —Parece que aquí no hay nada más que ver.

—¿Vamos ya a la piscina? —preguntó Jessica ajustándose la correa de su escopeta.

—Sí, y más tarde comprobamos los baños.

Los cuatros saltaron el segundo mostrador y cruzaron por la entrada abierta hacia la piscina. En el exterior se apreciaba un amplio recinto cerrado por muros de ladrillos. En el medio, se ubicaba una gran piscina olímpica, y algo más alejada, una infantil, ambas rodeadas de grandes extensiones de césped sobre las que descansaban multitud de sombrillas y tumbonas, entre otras cosas, como los podridos. Los hombros de Jessica decayeron acompañados de un suspiro.

—¿Qué sucede, Jessica? —pregunto Maya ubicada a su izquierda.

—Tenía la esperanza de que no hubiese podridos aquí dentro, y mucho menos dentro de las piscinas...

—¿Realmente esperabas poder bañarte? —preguntó Eva escéptica.

—Esperaba que todos pudiésemos bañarnos, la verdad. No estaría mal un día de relax y normalidad para desconectar de todo esto que nos rodea por unas horas. —contestó con lástima. —Incluso le había echado el ojo a un bikini blanco, un pareo para la cintura del mismo color y una pamela que vi en la tienda de ropa...

—La verdad es que no recuerdo cuando fue la última vez que me bañé en una piscina... —comentó Maya pensativa. —Y la verdad es que de no ser por los podridos que hay andando por las inmediaciones, yo también me hubiera apuntado a darme un baño.

—Mmm... Una pena, parece que perderé la oportunidad de ver a todas las chicas del grupo en bikini... —dijo Puma en tono bromista. —Ya me lo puedo imaginar. Jessica con ese top realzando su figura femenina, juvenil y delicada. O a Nicole con un top oscuro que realce la madurez y voluptuosidad de su cuerpo. Las primas complementadas con un traje de baño con tonos verdes. Tenemos también a Alice con un trikini amarillo, sencillo, pero llamativo. O incluso a Eva, con un bikini burdeo con transparen... —el joven no terminó de hablar cuando un puñetazo se encajó en su abdomen. —¡Argh!

—En tus sueños. —pronunció Eva irritada.

—Puma, eres un guarrete. —añadió Maya divertida.

—No sabía que te iba eso de imaginarnos con poca ropa, Puma. —comentó Jessica con picardía.

—Eres un pervertido, hermano.

Puma reaccionó de inmediato ante una extraña voz. De inmediato se incorporó con extrema seriedad en su rostro, abandonando la actitud bromista con sus compañeras para mirar ansioso alrededor.

—¿Qué sucede? —preguntó Eva alertada imitando a su compañero.

—¿Florr? —susurró.

—¿Has dicho algo? —preguntó Eva sin entender lo que dijo.

—¿Qué sucede? ¿Algún enemigo? —quiso saber Jessica mirando tras ellos.

—Detrás de nosotros no hay nada. —confirmó Maya.

Sin embargo, ante la extraña mirada de sus compañeras, Puma miró minuciosamente el escenario. No había nadie más en aquel lugar a excepción de ellos.

—¿Me lo habré imaginado? —susurró para si mismo frotándose la sien.

—¿Puma?

El joven reaccionó ante la llamada preocupada de su compañera, quien era incapaz de percibir aquello que alertó al joven por un mero instante.

—No es nada. —le contestó a Eva. —Deberíamos de limpiar la piscina de muertos y seguir con el trabajo.

Con una actitud seria y sin mediar más palabra, el joven atravesó la puerta con falcata el mano dirección a la piscina.

—¿Qué ha sido esa reacción de hace un momento? —preguntó Jessica desconcertada.

—No lo sé... —contestó Eva. —Pero... ¿No os ha parecido que le ha dolido mi puñetazo?

—Estaría fingiendo, simplemente. Se supone que él no siente el dolor. —respondió Jessica. —Hasta hace unos instantes estaba bromeando con nosotras.

—Seguramente sea eso. Deberíamos de ir con Puma. —aconsejó Maya preparando su martillo de guerra.

—Sí, tienes razón. Ya hemos perdido demasiado tiempo, vamos. —respondió Eva.

Los pasos de Inma y Alice crujían bajo la arena del recinto deportivo. Las instalaciones que la conformaban habían sido aseguradas y fortificadas tiempo atrás.

—¿Aquí fue donde os encontrasteis a aquel bruxista? —preguntó Inma caminando al interior del recinto.

—Sí. Jessica fue quien lo encontró en el gimnasio mientras los demás limpiábamos de muertos el campo de fútbol y las pistas de tenis y pádel. —respondió Alice.

—¿Y seguro que está todo libre de muertos?

—Claro. Las barricadas cortan cualquier posible vía por la que puedan entrar.

—Entonces esto va a ser coser y cantar.

—Exacto, compañera. No hay nada que temer.

Las jóvenes fueron directamente al gimnasio en busca de los posibles recursos que pudieran emplear para las próximas barricadas. Inma decidió comprobar los aseos mientras Alice se ocupaba de la sala central. En el gimnasio había máquinas bastantes útiles, sin embargo, debido a su peso y dimensiones, las hacían imposible sacarlas de allí y desplazarlas hasta el lugar en el que fuesen requeridas. Por lo tanto, Alice decidió descartar la idea de usar aquellas máquinas.

—Tengo la sensación de que aquí no vamos a encontrar nada útil. —suspiró Alice disgustada.

Entonces una puerta sonó a su espalda.

—¿Has encontrado algo, Alice? —preguntó Inma viniendo desde los aseos.

—No mucho. Tengo apuntado en la libreta algunas estanterías de madera y de metal, varias colchonetas grandes, y un par de sacos de arena para boxear que hay colgados al fondo de la sala. —respondió. —No podemos llevar estas máquinas tan pesadas fuera de aquí, pero tal vez podamos desmontar algunas de ellas y sacar varias barras de metal y otras piezas de tamaño medio que podamos transportar. Am, y quizás podamos usar también combas y cadenas para atar algunos elementos de las barricadas y hacerlas así más resistentes.

—Entiendo... Yo tampoco encontré la gran cosa. —comentó. —Podemos usar los bancos de madera de los aseos, y varias de las taquillas individuales que hay allí, por lo demás, nada.

—Pues que bien...

—Deberíamos marcharnos ya, no hay nada más que valga aquí la pena para tener en cuenta.

—De acuerdo.

Alice e Inma abandonaron el gimnasio saliendo nuevamente al exterior del recinto deportivo. El ánimo de las chicas estaba decaído ante lo improductiva que había resultado la búsqueda de materiales, ya que ambas imaginaban que encontrarían cosas realmente útiles, pero no había sido así.

—¿No hay otro sitio en el que buscar? —preguntó Inma caminando junto a su compañera.

—Mmmm... Además del gimnasio creo que había un almacén cerca de la pista de tenis. Aunque no hemos examinado ese lugar.

—Pues habrá que ir a comprobar.

—Está bien, vamos.

Los pasos del dúo masculino se introdujeron en el baño del local. Davis y M.A no tardaron en encontrar jabón con el que lavarse, sin embargo, faltaba agua con la que aclararse.

—Maldita sea... Si no me hubieras lanzado ese consolador...

Davis se encogió de hombros.

—Oye quien sabe, tal vez nadie lo usó...

Ambos se miraron con escepticismo.

—¿En un sitio así? Lo dudo. Vete tú a saber los gérmenes que tendré en la frente.

—Y yo en la mano.

Sin más que decir comenzaron a rebuscar por los baños en busca de alguna clase de desinfectante con el que lavarse. Mientras Davis rebuscaba en un pequeño armario bajo los lavabos, M.A se percató de un dispensador colocado en la pared.

—¿Oh? Oye Davis, ¿necesitas condones? —preguntó con picardía. —Ah no, que ya no usas.

—Mejor quédatelos tú, pero no cojas el tamaño Mágnum, creo que te quedarían excesivamente grandes. —le respondió con malicia sin dejar de rebuscar en los armarios.

—¿Perdona? ¿Y qué sabes tú de como puedo tenerla yo para que no me sirvan? —preguntó volteándose algo ofendido. —¿Es que acaso me la has visto o qué?

Davis dibujó una media sonrisa maliciosa sin dejar de darle la espalda a su compañero.

—Hey... ¿Qué fue esa sonrisa?

—Oh nada, solo escuché algo por ahí, ya sabes.

—No me digas que Alice...

Davis se encogió de hombros.

—Será cabrona... Sea lo que sea que te halla dicho fue de cachondeo, seguro. Yo estoy muy bien con lo mío, ¿sabes? No tengo nada que envidiar a un Mágnum.

Entonces Davis volteó la cabeza para mirarle.

—¿Y porqué me das a mi explicaciones? Si estás tan bien con lo tuyo no tienes porque ponerte a la defensiva. —argumentó. —No pasa nada si eres un picha corta, compañero, lo importante es saber usarla. —dijo con evidente burla en sus palabras.

—Perro... ¡¿Es que quieres que te abra la cabeza con la maza?!

Davis no pudo evitar reírse al ver a su compañero picado ante la broma.

—Vale, vale, es broma, tranquilo. Alice no me ha dicho nada, me lo he inventado para picarte un poco, nada más. —explicó poniéndose en pie. —Por cierto, encontré un bote de jabón desinfectante. No necesita agua y se seca enseguida. —el joven se la lanzó a su compañero, quien lo cogió al vuelo. —Lávate bien las manos, y la frente.

—Estás tú hoy muy bromista ¿eh? —el joven suspiró echándose un poco en las manos. —Es inusual en ti.

—Supongo.

Ambos quedaron en silencio mientras se desinfectaban con el alcohol.

—¿Sabes? No está mal que seas así.

—¿A qué te refieres?

—Bueno, normalmente sueles ser un tipo serio, tranquilo, muy correcto en las formas, algo callado en ocasiones, y en otras incluso pesimista. Solo digo que me gusta este lado que estoy viendo de ti, un Davis más relajado, alegre y bromista. —aclaró el joven. —Deberías de abrirte un poco más e intentar mostrarte así con más frecuencia.

M.A le dio el bote a Davis tras acabar de usarlo.

—Lo tendré en cuenta. Pero como has dicho, mi actitud usual suele ser otra, supongo que solo me muestro así con determinadas personas o situaciones. —dijo mientras se lavaba las manos. —Supongo que es cuando me siento despreocupado y tengo la suficiente confianza con alguien como para no necesitar guardar las formas.

—Entonces supongo que yo soy una de esas personas. Es bueno saberlo. —le respondió con una sonrisa. —¿Sabes? A veces siento que tú y Alice sois los únicos que confiáis en mi.

—¿Por qué lo dices? —preguntó dejando el bote sobre el lavabo.

—Bueno, Maya me ha estado ocultando cosas sobre sus problemas, y desde hace tiempo la noto más distante. Siempre la consideré una buena amiga, pero hoy en día lo dudo. Con Puma y Eva tengo a veces ciertos roces. Y con Inma, Adán, Jessica y Nicole, simplemente tengo una relación cordial como compañeros de equipo. Actualmente, creo que tú eres el único al que podría considerar realmente mi amigo, y luego tengo a Alice, mi novia. —explicó apoyándose en el lavabo. —Con el resto del grupo, mis relaciones son bastante superficiales si lo piensas.

Davis meditó por unos instantes la situación. Era cierto que M.A no era precisamente uno de los más populares en el grupo, y en cierto modo, él era el problema, o más bien, su carácter. Era alguien conflictivo, y eso le había hecho distanciarse del resto del grupo con el tiempo.

—No voy a consolarte, si es lo que esperas. Tanto tú como yo sabemos porque es eso.

—Por mi mal carácter.

—Sí. Sé que intentas cambiar, pero el daño ya está hecho. —explicó. —Cuando te enfadas te pierde mucho la lengua y dices cosas que hieren, aunque en el fondo no quieras decirlas. Lo único que puedes hacer es tolerar a Eva y Puma, y evitar los conflictos con ellos.

—Ellos también me buscan las cosquillas, sobretodo Puma.

—Y cuando no son ellos eres tú, M.A. Como cuando usaste el tono sarcástico cuando Puma propuso lo de la piscina. Eso te valió para que él te llamase manco y Eva te regañase por poner los pies en la mesa.

—Está bien. Puede que eso fuese culpa mía.

—Pues ya sabes, intenta tolerarlos y evita conflictos con ellos. Respecto a Nicole, Inma y los otros dos, tal vez deberías interesarte más en ellos. Intenta relacionarte sin que haya un motivo para tener que tratar con ellos. Y sobre Maya, ¿has tratado de sincerarte con ella?

—No.

—Pues tal vez deberías de hablar con ella sobre el tema. Y si alguien hace, dice o toma una decisión que te enfada, antes de estallar, piensa por qué esa persona actúa así. Debes de intentar comprender también los sentimientos de los que te rodean. Normalmente la gente no hace cosas precisamente para cabrearte a ti.

—Entiendo. Sé a qué te refieres.

—Bueno, deberíamos marcharnos ya. Hemos examinado todo el lugar y he apuntado en la libreta todo el material que hay para utilizar en las barricadas. Ya vendremos con el resto para sacar todos los muebles de aquí.

—Está bien. Volvamos a casa.

El olor del arroz cocido hizo rugir el estómago de Adán. El joven echo un vistazo a la chimenea frente a la que Nicole se encontraba arrodillada. La joven mujer daba vueltas con una cuchara de madera a la olla que colgaba de un gancho sobre las llamas de la chimenea. El agua caliente burbujeaba mientras la mujer controlaba la cocción del arroz blanco. Adán observó a Nicole en silencio con curiosidad desde el sofá esperando a que le pidiese ayuda con algo.

—Adán, ¿puedes abrir tres latas de atún, por favor? —solicitó volteando la mirada para ver al chico. —Esto ya casi está.

—¡Sí!

Adán dio un pequeño bote poniéndose en pie y se acercó a la alargada mesa que tenía en frente. Nicole y él habían llevado todos los materiales para cocinar al salón, y así no tener que moverse entre aquel sitio y la cocina cada vez que necesitasen algo.

—Recuerda verter el aceite de las latas al vaso. Ah, pero no tires todo el aceite, echa un poco también al cuenco con el atún. Ese aceite dará algo más de gusto al arroz.

—Vale, yo me encargo. —respondió abriendo la primera lata.

El joven miró nuevamente a Nicole mientras hacía lo que esta le había encargado. Le agradaba Nicole, tenía que reconocer que era una de las personas que mejor le caían del grupo. Algo en su forma de ser le atraía particularmente, algo que solía mostrar en momentos de paz y tranquilidad como aquel, algo... maternal. Nicole era la mayor del grupo, aunque no superaba por mucho a su hermana en edad. Su forma de ser, cálida y protectora le recordaba a eso que nunca recordó tener, una madre. Él creció sin un padre ni una madre, todo lo que podía recordar era aquel orfanato del que Eva le sacó años atrás. Lo más parecido que tuvo a una familia, fue su propia hermana, Puma y Florr.

Quería a su hermana, pero simplemente era eso, su hermana, no su madre. En cierto modo, aunque Eva siempre se esforzó con él, haciendo de padre y madre, a veces deseaba realmente tener un padre y una madre, una familia real más allá de su hermana. Eva le quería y le protegía, sin embargo, a veces era algo fría con él, y sabía que era porque ella quería que se volviese fuerte e independiente, y que no dependiese de ella para todo. Pero a veces, él tenía un lado infantil, egoísta y dependiente que necesitaba la atención y la calidez de otros. Estaba mal, lo sabía, pero realmente había veces que quería sentirse más apegado a una figura materna o paterna que le consintiese de vez en cuando.

Inma, Nicole e incluso Puma, eran lo más parecidos a parientes cercanos, sin contar a su hermana. Los otros, Jessica, Maya, Alice, Davis, M.A... Los veía en cambio como amigos. Se llevaba bien con ellos, pero sus lazos con él no eran tan fuertes e íntimos como podía ser con su hermana y los otros tres. De todos modos... ¿Qué era realmente una familia? Se supone que una familia eran unos padres, sus hijos y abuelos, principalmente, pero él tan solo había tenido a su hermana, y ahora, a todo aquel grupo, aquello no podía considerarse una familia ¿no? Al menos en el concepto convencional.

—¿Me puedes traer el paño, Adán? Voy a quitar en un momento la olla del fuego. —solicitó dando las últimas vueltas al arroz.

—Sí.

El chico se acercó por detrás ofreciéndole el paño que la mujer usaría para agarrar el asa caliente de la olla sin quemarse la mano. Adán observó a la mujer de largos cabellos rubios dando vueltas al arroz en silencio. Y entonces, sin reprimirse en absoluto, el chico abrazó a su compañera por la espalda, dejando descansar la barbilla sobre el hombro de la mujer. Nicole lo miró de reojo. Las llamas anaranjas de la chimenea se reflejaba en los ojos azules del chico, quien con una mirada algo distraída las contemplaba en silencio. Nicole dirigió su mano libre a la parte izquierda de la cabeza del chico, para acariciar con sus dedos sus oscuros cabellos.

—¿Qué te pasa, cielo? —preguntó la mujer con un tono amable en su voz. —¿Ya te aburriste de ayudarme?

—No. —contestó simplemente.

—¿Ya terminaste con el atún?

—Sí.

Nicole miró nuevamente la olla mientras le daba vueltas al arroz casi listo.

—¿Discutiste con Eva o con alguien?

—No. Estoy bien con todos. —contestó. —¿Te molesta que te abrace? —preguntó algo avergonzado.

—En absoluto.

—Gracias.

—¿Cómo llevas tu libro? ¿Y las clases con tiro al arco?

—Estoy bloqueado con el libro. No me siento motivado y no sé porqué. —respondió. —Estoy escribiendo sobre las cosas que me contaste en las últimas entrevistas que tuvimos, sé que tengo que escribir, pero no sé como hacerlo ni como expresarme.

—Bueno, poco a poco. —contestó. —No fuerces las cosas, solo deja que estas fluyan. Nadie dijo que escribir fuese fácil.

—Ya... —suspiró. —Y con las clases con tiro al arco, bien. Inma me está ayudando mucho a la hora de mejorar la precisión.

—Me alegro.

Ambos quedaron en silencio. Nicole imaginó por el momento y sus comentarios, que tal vez simplemente quería algo de cariño y atención, o tal vez, algo en el fondo le preocupaba, pero no sabía como expresarse y decírselo.

—Nicole, ¿tú alguna vez has pensado en ser madre?

—Mmmm... Sí, la verdad es que en el pasado me hubiese gustado. —respondió. —Pero ahora, viendo como está todo, la verdad es que no me veo con hijos.

—Pero este sitio es seguro. Es nuestro hogar, ya no tenemos que movernos por ahí poniéndonos en peligro.

—Lo sé. Pero... —Nicole no quería ser pesimista con su respuesta, no quería decirle al chico que no era bueno dar por sentado algo como que el pueblo sería su hogar para siempre. — no tengo pareja tampoco, y no espero encontrar el amor en un mundo así. Tengo cosas más importantes en las que pensar que en encontrar alguien con quien hacer mi vida. —respondió tomando el paño para quitar la olla de la chimenea. —Vamos a quitar el agua de la olla. —dijo poniéndose en pie.

—Vale. —contestó el chico siguiéndola hasta la cocina.

Adán observó a Nicole echando el interior de la olla a un escurreverduras en el fregadero, para apartar el agua caliente del arroz.

—¿Puedes echar el agua de esa botella sobre el arroz?

—Sí.

—Poco a poco, no la eches toda de golpe.

El joven abrió la botella y poco a poco fue echando el agua sobre el arroz mientras Nicole lo removía.

—¿Cómo se llamaba tu novio, Nicole?

—Nick.

—¿Qué tipo de persona era?

—Alguien descarado, insistente, confiable, valiente, ingenioso y mujeriego. Le gustaba más una mujer que a un niño un caramelo. —contestó con una sonrisa. —No tenía pelos en la lengua, era de los que decían las cosas tal y como las pensaba.

—¿Y si conocieses a alguien así de nuevo, tendrías hijos?

—No lo sé. Si te soy sincera, normalmente no me fijo en personas tan descaradas como lo era él. —contestó. —Ya, deja echar agua.

—Vale. —respondió cerrando la botella mientras veía a Nicole echar el arroz en un cuenco de grandes dimensiones.

—El primer día que lo conocí ya se fijó en mi. A penas me conocía y nada le faltó para empezar a ligar conmigo. Al poco tiempo se me declaró. —dijo volviendo junto al joven al salón. —Vamos a echar el atún, y también un bote de maíz y otro de zanahoria rayada para darle más sabor. Luego lo envolvemos en papel de aluminio para que conserve la temperatura más tiempo y no le caiga nada encima. Luego pasamos a lo siguiente.

—Vale. ¿Puedo echarle yo el atún y el maíz?

—Claro. —dijo colocando el cuenco en la mesa del salón.

—Tu novio era un poco raro.

—Lo sé. Normalmente a los chicos como él nos les hubiese hecho caso. Pero era distinto a otros de ese estilo con los que me topé siendo más joven. No mentía cuando me proponía un futuro juntos. Era un buen hombre y alguien en quien se pudiese confiar. El tiempo que estuvimos juntos después de lo de Stone, cumplió con su palabra llevando una relación seria. Hasta el final mantuvo sus palabras respecto a nuestra relación... —dijo con una triste sonrisa que Adán no pasó desapercibido mientras echaba el atún al arroz.

—Lo siento...

—¿Por?

—Porque te hice recordar cosas dolorosas... —respondió comprendiendo que aquella última frase la llevó a recordar la muerte de Nick a manos de los mutantes de las cavernas.

—No te preocupes. De todos modos, ¿por qué esa insistencia en si me he planteado ser madre?

—Nada en particular, solo... —el chico permaneció unos instantes en silencio antes de abrir el bote de maíz. —solo pensaba en que serías una buena madre, y que es una pena que nadie pueda disfrutar de tenerte a ti como su madre. Estoy seguro que ese niño o esa niña sería muy feliz contigo. —explicó echando en un vaso el agua del maíz, para después echar este al arroz.

—Gracias por pensar eso. —dijo con una dulce sonrisa mientras quitaba el agua del bote de zanahoria rayada y echaba su interior al arroz blanco.

Sin embargo, la imagen de Leonard regresó a su mente. Aquel niño que la llamó “mamá” en varias ocasiones de manera inconsciente. Aquel niño que puso todas sus esperanzas en ella, y que al final acabó abandonando, dejándolo atrás en aquel infierno inmoral sin poder hacer nada por él. Un niño que probablemente ya estuviese muerto a aquellas alturas por los crímenes que cometió contra Michaela. Lentamente, la sonrisa de la joven mujer se fue desvaneciendo a medida que recordaba aquello.

—¿Falta algo más?

—No. Ya está todo. —contestó. —Acércame el rollo de papel de aluminio que tienes ahí, vamos a envolver todo el cuenco.

—Vale.

Nicole echó un vistazo a un pequeño reloj sobre la chimenea. Ya casi eran las dos y media de la tarde, hacía tiempo que se habían marchado, por lo que no debían de tardar mucho en venir. Nicole removió bien el arroz, y después envolvió todo el recipiente con papel de aluminio.

—Voy a apagar la chimenea, ¿por qué no vas poniendo tú la mesa mientras recojo todo esto?

—Vale, yo me ocupo.

Sin más que cocinar, Nicole y Adán continuaron terminando los preparativos de la comida, para cuando llegasen sus compañeros servirla y poder comer todos juntos.

El podrido cayó inerte con la cabeza machacada. Gota a gota, la sangre de la víctima del martillo de Maya caía sobre el césped. La joven elevó la vista para ver como Jessica, Puma y Eva eliminaban a los podridos de la zona. La joven se acercó al borde de la piscina. El agua, turbia, estaba plagada de cadáveres flotantes, y en el fondo de la piscina se acumulaban otros tantos. Sería problemático sacar a aquellos cuerpos inertes flotando boca abajo, ya que no había forma exacta de saber si eran simples cadáveres o podridos aletargados.

Alrededor de las piscinas, habían muchas más tumbonas y sombrillas a tener en cuenta, además de numerosas mochilas y bolsas deportivas. Eva, junto a Maya y Puma, decidieron examinar todas aquellas bolsas y mochilas en busca de material de utilidad mientras seguían con el recuento de material para las barricadas, eliminando a todo muerto viviente que se pusiese de por medio mientras buscaban. Jessica por su parte decidió acercarse al chiringuito de la piscina, un establecimiento de madera cuadricular rodeado de mesas y sillas. La joven ingresó al interior de la barra en busca de los posibles recursos que pudiese utilizar. El lugar no era demasiado grande, típico de un establecimiento para beber y picar algo entre baño y baño.

—¿Qué tenemos aquí?

Encontró sobre dos soportes, un par de barriles de madera con un grifo adherido, ambos de 30 litros.

—¿Cerveza? Parecen que están llenos.

La joven trató de levantar uno de los barriles del soporte sobre el cual se asentaba. Sin embargo, su peso era demasiado para ella sola.

—Si trato de levantar esto creo que voy a parir antes de tiempo. —susurró ante el esfuerzo que debía de invertir para intentar levantarlo. —Creo que mejor le dejo esto a Puma.

La joven de ojos azules continuó rebuscando. Varios paquetes grandes de frutos secos, latas de refresco, café en polvo, sacos de azúcar, y algunos botellines de agua, batidos y zumos. Todo aquello lo puso sobre la barra. Algunos productos no eran perecederos, y otros en cambio, aún les faltaba algunos meses o semanas para caducar. Por lo demás, no había nada de utilidad. La joven abrió entonces la nevera de los helados, sin embargo, todos estos se habían echado a perder, pero la nevera, grande y rectangular, podría ser útil para las barricadas, lo mismo que las mesas, sillas y papeleras ubicadas frente al chiringuito. Al grupo le tomó varios minutos matar a todos los podridos y examinar todos los recursos de la piscina, y una vez acabaron, se reagruparon en la entrada.

—¿Y bien? ¿Qué tenéis? —preguntó Eva.

—Nada realmente útil. —contestó Maya. —Toallas, compresas, ropa, cremas, algunos complementos para vestir, neveras portátiles, kits de maquillaje, pañuelos, peines, espejos...

—Más de lo mismo. —añadió Puma. —Si estos fueran otros tiempos, las billeteras, teléfonos móviles y otros artículos por el estilo hubiesen sido un botín valioso, pero ahora, solo son basura inservible.

—Ya veo... —dijo Eva pensativa. —No es la gran cosa, pero supongo que nos llevaremos cualquier producto que hayáis encontrado relacionados con la higiene personal, pueden ser útiles. Coged alguna mochila o bolsa deportiva cualquiera y meted ahí todo lo que sea útil.

—Yo he encontrado algunas provisiones en el chiringuito. —comunicó Jessica. —Lo tengo todo sobre la barra, cogeré una mochila y lo meteré todo dentro para llevárnoslo.

—Es una buena noticia esa, Jessica. —contestó Eva con una sonrisa. —Supongo que entre esos suministros, el botiquín, y los productos de higiene no nos podemos quejar. Además, también hay muchos elementos útiles aquí para las barricadas.

—También encontré un par de barriles de madera llenos de cerveza, pero son demasiado pesados para que los mueva yo sola. Voy a necesitar la ayuda de Puma.

—Me vas a hacer sudar, ¿em?

—Bueno, eres el musculoso del grupo. Así puedes demostrar que esos músculos están para algo más que adornar.

—Está bien, con un argumento así no puedo decir que no. —dijo elevando las palmas de sus manos. —Yo me ocupo de ellos.

—Genial.

Apenas les tomó unos instantes llegar al chiringuito. Puma los examinó con escepticismo.

—No pensarás que voy a cargar con dos barriles de 30 litros, ¿no? Estaré fuerte, pero no soy Hulk.

—Tan solo necesito quitarlos de los soportes. Después los podemos llevar rodando hasta la casa rural.

—De acuerdo. Supongo que los tendré que coger a pulso y dejarlos caer al suelo.

—Sí. Pero antes dame unos segundos a que vaya a por varias toallas.

—¿Toallas? ¿Para qué?

—Para que no se dañen los barriles al caer al suelo desde los soportes. No hay demasiada altura hasta el suelo, pero el peso y el golpe pueden ser suficientes para romper los barriles. Por eso pondré varias toallas, para amortiguar el golpe.

—Bien pensado.

—Ahora vuelvo.

Jessica necesitó tan solo unos minutos para recoger un montón de toallas de baño esparcidas por la piscina. Rápidamente volvió a donde Puma la esperaba y se dispuso a extenderlas todas en el suelo, una sobre otra a fin de darle un buen grosor.

—¿No son demasiadas toallas? ¿Cuántas has cogido?

—40 o 50, más o menos. No he ido contando todas las que he cogido. —contestó colocando la última toalla. —Sí, el grosor es bueno. Amortiguará bien el golpe. —aclaró presionando las múltiples capas de toallas superpuestas. —Ya puedes.

—Bien. —Puma tomó el barril por ambos extremos. —Uno, dos, y...

El joven cogió el barril a pulso, y tan rápido como lo cogió, retrocedió unos pasos dejándolo caer sobre las toallas agrupadas. El barril cayó con un golpe suave sobre las toallas, y tras eso, Jessica se acercó al barril haciéndolo rodar para alejarlo de las toallas.

—Bien, ahora el siguiente.

—De acuerdo.

Puma repitió el proceso, y Jessica alejó rodando el segundo barril para apartarlo de las toallas.

—¿Sabes? Creo que si algo tenemos en cuanto a recursos es precisamente alcohol. —comentó Puma acercándose a su compañera. —Entre estos barriles, algunas botellas y latas que tenemos, y luego la pequeña bodega de vino en el jardín de la casa rural, creo que tenemos alcohol suficiente para nosotros por unos años.

—Querrás decir que tendrás alcohol suficiente para unas décadas, ¿no? —aclaró Jessica. —Eres el que más alcohol bebes del grupo. Nicole y Davis son abstemios, muy ocasionalmente prueban algo. Los dos no aguantan muy bien el alcohol. Yo de vez en cuando bebo algo, igual que Maya, Alice, M.A e Inma, cuando la ocasión acompaña. Eva también echa algún que otro trago a veces. Y Adán obviamente no bebé por la edad. Así que casi todo el alcohol que tenemos lo consumes tú. —aclaró haciendo rodar el barril más cercano.

—Mmmm...

—¿Qué pasa? —preguntó volteándose.

—¿Realmente crees que bebo tanto? —preguntó con un tono algo serio.

—¿Estás de broma? Por supuesto. Es raro no verte con una botella y un cigarro en la boca. Eres un fumador compulsivo y le das a la botella cada vez que puedes. —Jessica no tardó en percatarse de la mirada de su compañero al escuchar sus palabras. No parecía molesto por su comentario, pero algo en su interior parecía preocuparle. La joven lo miró con la misma seriedad que su compañero tenía en la mirada.—Sé porqué bebes y fumas de esa manera. Simplemente quieres ahogar tus penas. Del grupo soy la que menos te conoce, pero puedo ver que has pasado por mucho. Sin embargo, esa actitud derrotista tan solo causa problemas, y no solo a ti, sino a todos. Tienes una actitud indiferente hacia todo y hacia todos. Por eso mismo Eva te quitó tiempo atrás el paquete de tabaco y se enfadó tanto contigo. Si a eso le sumamos el alcohol y el tabaco como tu único refugio mientras te dedicas no solo a actuar de manera indiferente, sino probablemente, también a torturarte mentalmente, ¿qué queda al final de ti? —Jessica avanzó un par de pasos ante el silencio de Puma. —Tu hermano, tu pasado, Eriel, Selene, Florr, Dyssidia, Ley y su gente, el hospital, tu futuro... Lo perdiste todo.

—¿Cómo sabes todo eso? —preguntó apoyándose contra la barra del chiringuito. —A mi me conociste tras el hospital, mientas seguíamos a Payne, y después no nos volvimos a juntar hasta que Ley os encontró. No deberías de saber esas cosas.

—Lo escuché de Eva, Alice y Maya. —reveló. —Sé que tuviste problemas con algunos de nuestros compañeros al reencontraros tras lo de Stone. Sé que nunca los consideraste tu verdadera familia, ni siquiera amigos cercanos a la mayoría de ellos, solo gente de paso, exceptuando a Eva y Adán, y puede que a Maya, aunque no estoy del toda segura. Pero ahora solo nos tienes a todos nosotros, no solo a Eva y a su hermano. Pienso que deberías de intentar vernos con otros ojos, te guste o no, ahora solo nos tenemos los unos a los otros.

—¿Qué quieres decirme con todo esto, Jessica? —preguntó cruzándose de brazos.

—Quiero decir, que deberías de intentar pensar en el futuro y tener algo más de amor por ti mismo. —aclaró. —Sé que debió de ser doloroso haber pasado por todo eso para luego no llegar a nada. Pero el alcohol, el tabaco y la indiferencia no van a solucionar nada, ni siquiera van a aliviar realmente el dolor que sientes. Tan solo te estás engañando a ti mismo teniendo esa actitud. ¿O me vas a decir que realmente te están ayudando de alguna forma?

Puma guardó silencio arrojando la mirada al suelo. Jessica tenía razón en lo que decía, fumaba, bebía y tenía esa actitud indiferente para tratar de protegerse de sí mismo y de aquello que lo rodeaba. No quería admitirlo, pero realmente era alguien que estaba roto por dentro. Alguien sin esperanza ni visión de futuro. Alguien anclado en el pasado. Así era él ahora mismo. Era un problema para todos, lo sabía, así se lo habían dado a entender las miradas y comentarios de Eva y otros compañeros desde hacía tiempo, sin embargo, no le había importado ser un problema para el resto, había estado demasiado tiempo ocupado tratando de huir de sí mismo.

—Entonces, puedo entender que la imagen que todos tenéis de mi es la de un borracho y un fumador compulsivo que no le importa nada ni nadie, salvo él mismo ¿no?

—Básicamente. No es que todos lo admitan a los cuatro vientos, pero es lo que yo interpreto por las miradas y comentarios de muchos hacia tu actitud.

—¿Tú también me ves así? ¿Cómo un inútil?

—Más bien te veo como alguien acabado. —respondió sin ocultar sus pensamientos. —Alguien muerto en vida.

Puma frunció el ceño molesto por aquellas palabras, sin embargo, Jessica permaneció impasible ante aquel gesto. El joven eliminó aquella expresión del rostro.

—Es curioso. —pronunció. —Cuando te uniste a nosotros eras muy tímida e insegura. Recuerdo que tu voz temblaba cuando a veces tenías que dar una opinión o algo por el estilo. Pero ahora fíjate, te plantas ante mi con total confianza diciéndome estas cosas sin vacilar. Has cambiado bastante en todo este tiempo, Jessica. —dijo con una triste sonrisa en el rostro.

—No tuve otra. Si quería cambiar las cosas respecto a nuestra situación como grupo, y a mi propia situación personal, debía de cambiar de mentalidad y seguir adelante, sin importar como de duro fuese lograr ese cambio. Sin importar cuantos obstáculos tuviese en el camino. Yo misma forzaría un cambio para lograr mis objetivos. —Jessica se cruzó de brazos apoyándose en la barra junto a su compañero. —Si quieres que las cosas cambien, tú eres el que debe de dar el primer paso. No puedes esperar a que las cosas se solucionen solas o sean otros quienes las solucionen por ti. Eso no pasará.

—Has cambiado para bien, a diferencia de mi. —pronunció con tristeza. —Me das envidia, Jessica. Tengo que reconocer que nunca esperé que tú precisamente te plantases ante mi para decirme algo como esto.

—Es porque me preocupo por ti, Puma.

El mencionado volteó de inmediato la cabeza extrañado para mirar a la joven.

—¿Por mi? ¿Por qué por mi? No somos amigos cercanos, y probablemente sea la persona con la que menos trato tengas del grupo.

—¿Y qué? Eres mi compañero. Eso es suficiente para mi. —contestó mirándole a los ojos. —Ahora, todos vosotros sois mi familia, la familia en la que crecerá mi hijo, y las personas con las que viviré y crearé un futuro. Es natural que me preocupe por todos. Cuando ni siquiera puedas creer en ti mismo, piensa que otros sí creen en ti. Al menos, piensa que yo sí lo hago.

—Hice cosas malas, ¿sabes? Ensucié mis manos para nada. ¿Cómo puedes creer en alguien así?

—Lo sé, escuché cosas. Pero pienso que en el fondo no eres una mala persona, y que ahora mismo estás pagando por tus errores, en cierto modo. —aclaró. —Creo que las cosas que hiciste fueron todas con el objetivo de conseguir un futuro protegiendo lo poco que tenías. Manchaste tus manos de sangre y te aliaste con gente mala, como Payne y aquellos presos, corrompiéndote a ti mismo. E incluso abusaste de tus antiguos compañeros y los utilizaste, además de que los abandonaste por Ley y los otros a la primera de cambio sin importarte en lo más mínimo todos ellos. Y aún así, considero que lo hiciste llevado por la desesperación. Lo apostaste todo a una, incluso tu propia humanidad. No tuviste otra opción. Todos cometemos errores, Puma. Lo importante, es lo que haremos para enmendarlos después.

—Ahora no soy más que una sombra de lo que fui, Jessica. No hay nada que pueda hacer.

—Puma, no está todo perdido para ti. Tienes la oportunidad de empezar de nuevo con nosotros. —dijo la joven con seguridad. —Estoy segura que en el fondo lamentas las cosas que hiciste. Limpia tu pasado. Empieza de nuevo. —Jessica se puso frente a Puma atrayendo su mirada. —¿Sabes? Me alegró que tuvieses la idea de venir aquí. Gracias a ti hemos encontrado suministros importantes que nos vendrán muy bien. Y estoy segura que en el fondo, a Eva también le alegró que se te ocurriese la idea de venir aquí. Hace mucho que yo al menos no te veía tomar la iniciativa. Y... Bueno, el día en que matamos al primer bruxista en las pistas deportivas, me agradó cuando me ofreciste aquel chicle y me felicitaste. Fue bueno ver a un Puma más cercano y agradable, y no a esa versión que Davis y Nicole describían como alguien que parecía ocultar cosas y podía ser una posible amenaza, o al menos así te describieron cuando te conocieron por primera vez. De todos modos, la idea de la piscina ya fue algo importante por tu parte.

—No fue para tanto. A cualquier otro se le pudo ocurrir aquella idea.

—Pero fue a ti. —contestó Jessica rápidamente. —No a otro. Mira, yo no soy quien para decirte lo que hacer con tu vida, pero... Simplemente piensa en esto, creo que aún puedes encontrar la salvación si tomas las decisiones adecuadas, y el primer paso, es intentar valorarte a ti mismo. Las cosas no van a cambiar si tú no haces nada, y no esperes que otros arreglen las cosas por ti, los demás ya están suficientemente ocupados tratando de resolver sus propios problemas. —Ambos se miraron durante varios segundo sin decir nada, hasta que finalmente Jessica cortó el contacto visual con su compañero y se alejó de él. —A penas pude conocer a Florr, pero no creo que ni a ella, ni a aquellos a los que les importabas y que ya no están, quisieran verte en este estado. —dijo golpeando suavemente con el pie el barril, haciéndolo rodar por el suelo. —Vamos, tenemos que reunirnos en la entrada con Eva y Maya. —dijo saliendo del establecimiento haciendo rodar el barril.

Puma la observó alejarse con el barril. Su sinceridad era dolorosa, pero no había mentira en lo que decía. El joven escuchó la voz de Eva de fondo llamándole a él y a Jessica, y sin perder más tiempo, con las palabras de aquella chica inocente profundamente grabadas en su cabeza, desplazó el segundo barril por el suelo siguiendo a Jessica hacia la entrada.

Alice e Inma se detuvieron frente a la persiana metálica del almacén. Ambas intercambiaron una miradas esperando encontrar algo de provecho.

—Ayúdame a levantar esto, Inma.

—Voy.

Ambas se agacharon para colar sus dedos por debajo de un pequeño espacio que había entre la persiana y el suelo, y con un chirriar metálico, esta ascendió. El lugar era bastante amplio y estaba lleno de toda clase de elementos deportivos: Conos, señales, bolsas deportivas, raquetas, pelotas, algunos rollos de malla de alambre, tijeras de podar, cortacésped, y...

—¡Hay carretas! —anunció Inma.

Hasta tres carretas grandes de maderas se podían apreciar al fondo del almacén. El grupo contaba ya con una que trajeron de la aldea en la que estuvieron antes de establecerse en Rockrose, y había sido bastante útil a la hora de mover muebles para emplear en las barricadas. Tres más facilitarían aún más las cosas. Las chicas entraron al interior del almacén para ver que más podían encontrar.

—Oye, estos rollos de alambre vendrían de fábula. Podemos utilizarlos para cortar algunas calles y ahorrarnos levantar algunas barricadas. —comentó Alice.

—Sí, es una buena idea esa. —contestó Inma mientras analizaba el estado de las carretas.

—¿Qué tal están? ¿Pueden utilizarse?

—Sin problemas. Están en buen estado.

—Perfecto. Podríamos llevarnos una de las carretas, y cargar en ellas los rollos de alambre. —propuso Alice con un paquete de bridas en la mano. —Entre otra cosa que veamos de utilidad.

—Está bien.

Alice e Inma continuaron buscando todo lo que pudiese ser necesario para el grupo o las barricadas. Tras inspeccionar todo lo que pudiese ser de utilidad y que pudiesen transportar, las chicas cargaron en una de las carretas todos los rollos de alambre que encontraron, varios paquetes de bridas, algunas cajas de herramientas, el cortacésped, unas cajas de lámparas solares de jardín, varios tableros de madera, algunas barras de metal, y una manguera.

—Bueno, creo que esto ya está. No es mucho, pero es útil. —dijo Alice limpiándose las manos del polvo. —Las mesas y armarios los podemos usar también para las barricadas, pero creo que será mejor venir en otro momento con algo de ayuda. Ahora mismo nosotras solas no podríamos tirar de las carretas si le cargamos además los muebles que hay aquí.

—Sí. Además, comienzo a tener ya el estómago vacío. —comentó Inma con un suspiro. —No creo que pudiese tirar de ninguna carreta demasiado llena de trastos.

—Ya, yo también me muero de hambre. —suspiró Alice frotándose el estómago. —¿Nos vamos?

—Un momento. —contestó Inma buscando algo en un armario.

—¿Qué haces? —preguntó su compañera acercándose.

Inma sacó cuatro raquetas enfundadas del armario, y un par de paquetes con tres pelotas de tenis.

—Toma. Cárgalas en la carreta. —dijo la joven entregándosela a Alice.

—Mmmm... Vale, ¿pero para que nos va a servir esto?

—A nosotros no de mucho. Es para Adán. —explicó. —Un niño necesita jugar, y Adán rara vez lo hace.

—¿En serio? No me había fijado.

—Cuando no está entrenando a veces con Eva, está perfeccionado su puntería en el tiro con arco conmigo. Y cuando no es eso, está escribiendo Nuestra Historia. Y cuando no tiene nada que hacer, simplemente se dedica a pasear por ahí solo, o a ver que hacemos los demás. —dijo acercándose a un cesto con pelotas. —En la aldea me dijo que estuvo jugando al baloncesto contigo, Davis y M.A, y se lo pasó bastante bien. Por eso creo que le vendrá bien llevarles estas cosas, y no solo a él, tal vez a nosotros nos venga bien jugar y hacer algo de deporte de vez en cuando para entretenernos y ejercitarnos, y bueno, también para acercarnos un poco más los unos a los otros. El jardín al rededor de la cara rural es bastante espacioso, por lo que podríamos improvisar una zona de juegos.

—Bien pensado. —dijo Alice asombrada. —No se me había ocurrido algo así. —comentó colocando las raquetas y las pelotas en la carreta.

Inma se acercó entonces a Alice con una pelota de fútbol y otra de baloncesto bajo sus brazos, para después depositarlas dentro de la carreta.

—Creo recordar que en la mesa de allí al fondo había una red de tenis, voy a por ella. —anunció Inma alejándose nuevamente de la carreta.

—Vale. Por cierto, ¿cómo van tus entrenamientos con Eva y Jessica?

—Ah, bien, supongo. —contestó localizando la red.

—¿Supones? —preguntó extrañada.

—Creo que Jessica es la que más provecho le está sacando a esos entrenamientos. —contestó acercándose a la carreta con la red en las manos. —Hay algo que Jessica tiene y que yo no, la iniciativa. —dijo metiendo la red en la carreta. —Creo que ya podemos irnos.

—Vale. Ya vendremos a por las demás carretas y a por lo que queda aquí con el resto.

—Bien.

Alice se puso frente a la carreta y tiró de los timones delantero, mientras que Inma se puso a un lado ayudando a tirar.

—No pesa tanto. —comentó Inma ayudando a sacar la carreta del almacén.

—No. Por cierto, ¿a qué te refieres con la iniciativa?

—Eva nos enseña a volvernos fuertes, a sobrevivir. Eso implica matar para poder vivir, y no solo a los muertos, también a los vivos. —aclaró. —No importa cuanto aprenda, siento que todo lo que Eva me enseña lo tiro a la basura, porque a la hora de la verdad, no sé si seré capaz de aplicar esos conocimientos para matar a una persona. —dijo mientras tiraba de la carreta. —Pero Jessica, ella es distinta. Lo veo en su mirada, no duda en aplicar esos conocimientos cada vez que puede, y estoy segura en que si debe arrebatar una vida, lo hará.

—Jessica ha cambiado. Se nota. —comentó Alice. —La muerte de su padre y su hermano, la aniquilación de su grupo, Davis, el bebé, nosotros, el pueblo, ella misma, la primera vez que manchó sus manos de sangre... Todo eso la ha forzado a cambiar. Esa chica tiene miedo, estoy segura, pero aún así, sigue adelante.

—Sí, es asombrosa, ¿no crees? —dijo Inma casi susurrando.

—¿Qué sucede con ese tono de voz? —preguntó al creer captar tristeza en sus palabras.

—Es solo, que me pregunto cuando cambiaron las tornas. —contestó mirando a su compañera. —Ella decía que me admiraba, que era un referente para ella, que quería ser como yo algún día. Pero... lo vea como lo vea, ella me ha superado en muchos aspectos... Demonios, soy yo quien quiero ser ahora como ella. Yo soy quien la admira.

—Inma... Cada persona va a su propio ritmo.

—Alice, ¿sabes que Jessica pudo morir por mi culpa? En aquella expedición a Rockrose con ella y Eva. Los Matados nos atacaron y estuvieron a punto de matar a Jessica, y pude evitarlo a pesar de tener una pistola en la mano. No pude apretar el gatillo. Tuve miedo. Jessica sobrevivió, pero no fue gracias a mi. —la voz de Inma se quebró. —¿Sabes lo culpable que me sentí? No apretar el gatillo tuvo consecuencias horribles para ella, puede que no muriese, pero tuvo que toparse con aquellos tipos. La secuestraron y trataron de violarla. No tuvo otra forma, y se vio obligada a matarlos, no, no solo a matarlos, también a descuartizarlos con aquel hacha dejándose llevar por la situación. Alice, tú no viste lo que Eva y yo vimos. Aún recuerdo su rostro desconsolado... —unas lágrimas cayeron por el rostro de la joven, haciendo que Alice detuviese el carro.

—Hey. hey, no, no... No llores, no hiciste nada malo, el miedo es algo natural. —dijo la chica tratando de consolar a su compañera mientras la abrazaba.

—Eso no es justificación suficiente, Alice. —dijo correspondiendo al abrazo de su compañera sin dejar de llorar. —¿Y si vuelve a repetirse la misma situación? ¿Qué sucederá si la próxima vida que dependa de mis acciones es la mía misma? O la de mi prima. O la de Adán. O la tuya. O la de cualquier otro compañero. ¿Sabes acaso como me sentía al imaginar que debía decirle a Davis que Jessica y su bebé murieron por mi culpa? —Inma suspiró. —Davis nunca tomó represalias contra mi por lo que hice. Ni siquiera Jessica llegó a culparme de la horrible experiencia que tuvo que vivir por mi culpa. A diferencia de Jessica, a mi el miedo me paraliza. Esa es la gran diferencia entre ella y yo, el motivo por el que ella me superó mientras yo me estanqué en el camino.

—Inma... —susurró Alice dolida al escuchar sus pensamientos.

—Practicaba el tiro olímpico con arco, y ni siquiera era capaz de empuñarlo para proteger a otros. Ni para matar a los zombis siquiera. —añadió. —El simple hecho de matar antiguamente, fuese humano o no, me resultaba desagradable. Sabía que los muertos no eran humanos, y aún así, evitaba matarlos, por el simple hecho de que alguna vez lo fueron y tuvieron vidas y seres queridos. Temía transformar un hobby como el tiro con arco en un método de supervivencia, o al menos, eso quería pensar, pero la realidad no era esa. Yo simplemente no quería matar a nada ni a nadie. Por eso le entregué a Adán aquel arco y el carcaj que encontramos tiempo atrás. —la joven enterró el rostro en el hombro de Alice. —Al final lo hice, comencé a matar a los muertos, a pesar de que a veces pienso en que muchos de ellos podrían ser Naitsirc o cualquier otro compañero. Si ya me costó matarlos, a los vivos, hoy por hoy, se me hace imposible.

—Hoy por hoy... —repitió la joven de dorados cabellos. —No debes forzarte, como Jessica, como todos, algún día tendrás que hacerlo, y no será agradable. Sin embargo, el día que lo hagas, será por algo necesario. —la joven comenzó a acariciar la cabeza de su compañera por detrás. —Es cruel verse en una situación así las primeras veces. Sientes que te ensucias, que haces algo que está mal. Pero, aunque suene frío lo que voy a decir, al final, te acabas acostumbrando. Simplemente cuando llegue el momento, piensas que lo haces por proteger a alguien a quien quieres, o a ti misma. Solo piensa en eso, y no en lo que realmente has hecho. Eso lo hace algo más fácil. Asesinar es algo duro, pero más duro es perder a alguien injustamente por las acciones de una mala persona.

—Lo sé, algún día... Espero que ese día, sea capaz de tomar la decisión adecuada, y no me arrepienta de no tomarla...

Inma se separó lentamente de su compañera. Alice limpió sus lágrimas del rostro delicadamente con los dedos. Ambas se miraron con una sonrisa.

—No pienses más en eso, ¿quieres? Las cosas sucederán como tengan que suceder. Por ahora, simplemente trata de mentalizarte en lo que hemos hablado, pero sin llegar a obsesionarte. ¿Está bien, Inma?

—Sí, intentaré hacerlo así. Gracias, Alice.

—Para eso estamos, mujer. —contestó con una amplia sonrisa. —Ahora volvamos al pueblo.

—Sí.

Tiempo después, los tres grupos volvieron de nuevo a la casa rural para comer lo que Nicole y Adán habían estado cocinando en su ausencia. Mientras comían, cada uno informó de lo que habían encontrado de utilidad tanto para el grupo como para las barricadas. Por lo que tomaron la decisión de dejar para el día siguiente la tarea de utilizar las tres carretas que encontraron Alice e Inma, además de la que el grupo ya tenía, para comenzar a transportar los muebles que encontraron hasta la zona en la que se emplearían más adelante para elaborar las nuevas barricadas. Durante el resto del día, el grupo continuó con sus tareas y entrenamientos diarios. Poco a poco la noche fue llegando al pueblo de Rockrose, por lo que agotados tras todo un día de arduo trabajo, el grupo decidió cesar con sus labores en el pueblo.

Davis para entonces había finalizado las escrituras del tratado, por lo que se decidió que fuese él quien anunciase al día siguiente a los Matados de la reunión para firmarlo, mientras que el resto, se ocuparía de ir trayendo el mobiliario que encontraron en las exploraciones. En la casa rural, poco después de cenar aquellas albóndigas con tomate que Nicole calentó y acompañó con lo que sobró del arroz del medio día, Maya decidió seguir los consejos que Davis le dio en el río, para evitar más problemas con sus compañeros.

No solo les recordó que murió y resucitó en la base de Michaela, también reveló para aquellos que no estaban informados, que no solo perdió su poder original tras resucitar, sino que también recibió uno nuevo por el cual podía ver el futuro. Algunos se sorprendieron, y otros, ya conocedores de aquello, no. Durante largo y tendido, el grupo conversó acerca del nuevo poder de Maya. Una vez terminaron de comentar aquel asunto, todos decidieron irse a acostar, a excepción de Maya, quien quiso quedarse recogiendo la cubertería usada durante la cena, y Nicole, Eva y Jessica, quienes iban a hacer la primera guardia nocturna.

Unas velas iluminaban el salón de la casa rural. La silueta de la joven se movía rodeando lentamente la mesa mientras apilaba unos platos encima de otros. El día había sido duro, como todos. Hacer habitable aquel pueblo era un trabajo duro en el que invertían casi el día entero trabajando. La joven tomó un vaso de la mesa, y pensativa, observó su reflejo en el cristal. Hacía bastante tiempo que no había vuelto a tener visiones, y en cierto modo se alegraba, puesto que no tenía que pasar por esos momentos tan desagradables que las solían acompañar. Por otra parte, le resultaba extraño no haber tenido más, a pesar de haber tenido contacto físico con sus compañeros.

Aún recordaba las cosas que vio: Aquel puma salvaje asesinando a Nicole en el bosque por la noche, la conversación entre Adán y Nicole que Eva observó desde la distancia cuando ambas estaban enfrentadas, Jessica pidiéndole a Eva en la taberna de la aldea que la entrenase, o aquella visión tan confusa que aún no había tenido lugar, a diferencia de las anteriores, en el que vio la lanza de Davis y una figura de alguien que parecía morir, o estar herido de gravedad. Tras esas visiones, todas ocurridas en la aldea, su actividad cayó en picado, teniendo tan solo una en Rockrose, en la que un bruxista le arrancaba el brazo de cuajo a Nicole.

No comprendía su habilidad de ver el futuro, ni mucho menos la podía controlar a voluntad. Solo sabía que tenía lugar al hacer contacto físico con personas u objetos. Y aquellas visiones, podían ser de un futuro cercano o lejano, aunque no siempre eran de ayuda, ya que no eran muy claras. No comprendía bien que pasaba con sus habilidades. El Agua Gris la dotó de una fuerza y velocidad sobrehumanas, y tras morir en la base de Michaela perdió esas habilidades, obteniendo una nueva, la de ver el futuro. Sin embargo, cuando aquel bruxista la atacó dejándola inconsciente, por unos instantes volvió a recuperar sus poderes originales.

Un sonido metálico la sobresaltó sacándola de sus pensamientos. Un tenedor cayó al suelo desde uno de los platos que tenía apilados. La joven se agachó a recogerlo. La verdad es que había muchas cosas que no comprendía de si misma. Aún recordaba aquel extraño anciano y su bastón, a quien volvió a ver cuando acabó con Puma en aquel extraño lugar, antes de que este reviviese tras ser asesinado por algunos de los Matados. Además, también se encontraba allí Michaela, ¿pero por qué ella estaba también allí?La joven frunció el ceño poniéndose nuevamente en pie para continuar recogiendo la mesa.

—Seres superiores... —susurró recordando su disputa con Puma. —Absurdo. Solo somos conejillos de indias, personas a las que nos inocularon el virus, y simplemente nos adaptamos a este. —se dijo así misma. —Matt y Ashley. —la joven recordó sus rostros infantiles. Hacía tiempo que había logrado recuperar toda su memoria, eliminando todo rastro de amnesia, y con ello, su necesidad de tomar aquellas pastillas que la ayudaban a controlarse. —Me pregunto como serían las cosas si ellos dos también estuviesen aquí. ¿Matt sabría algo más sobre lo que somos que nosotros aún desconozcamos? Alguien que sirvió tanto tiempo en Esgrip, quizás supiese algo, pero ahora está muerto... —entonces la joven se percató de algo. —¿Muertos? ¿Matt y Ashley realmente están muertos? Ellos eran iguales que Puma y yo, y ambos hemos resucitado hasta en dos ocasiones, por lo que ellos deberían de haber podido resucitar también. —la joven se sentó en una silla. —Michaela disparó a Ashley en la cabeza, y su cadáver se perdió en la explosión de Stone, por lo que su cuerpo tuvo que ser destruido en su totalidad, lo que haría posible tal vez, una muerte certera. Sin embargo, tras transformarse Matt en un mutante, fue asesinado por Davis con su lanza y sus pistolas, y después su cadáver fue enterrado. Puma y yo revivimos con nuestro cuerpo parcialmente intacto, a diferencia de Ashley, por lo que si nosotros dos revivimos, puede que Matt aún esté vivo, vagando por ahí como un mutante con sus poderes del Agua Gris intacto. Aunque teniendo en cuenta que la radiación debió de corromper el estado del Agua Gris en su cuerpo, quizás no revivió. —dijo casi susurrando.

La joven comenzaba a presentir que poco a poco se acercaba a algo.

Analicemos los hechos. Yo estaba muerto, y tú estabas viva, pero los dos hemos estado en ese lugar, y, además, hemos convulsionado mientras estábamos en él. Sin embargo, a Alice no le ha pasado nada. ¿Por qué?

Maya recordó aquellas palabras de Puma.

—¿Por qué? ¿Por qué nosotros sí y ella no? Alice aún conserva sus poderes originales, y nosotros no. Nosotros convulsionamos y acabamos en aquel mundo oscuro, y ella no... —entonces la joven lo entendió. —Muerte. La razón de por qué solo Puma y yo reaccionamos así, no es otra que por la muerte. Alice es la única que no ha muerto y resucitado por segunda vez. ¿Eso significa, que si Alice muere, también reviviría y perdería el poder que la hace inmune a la radiación por otro poder distinto?

Entonces unos pasos la sacaron de sus pensamientos. Su mirada de ojos verdes observaron la figura de M.A entrando al salón.

—¿Aún levantada? —preguntó el joven acercándose a su compañera.

—Ah, sí. —contestó levantándose de la silla. —Estuve algo entretenida mientras recogía la mesa.

—¿Estás bien?

—Sí. Oye M.A, siento haberte ocultado el tema de los poderes y mi resurrección. No es que no confíe en ti, era más bien que no quería agobiar a nadie con mis problemas, ya estáis todos suficientemente ocupados resolviendo los vuestros. —explicó.

—Ah, eso... No te preocupes. Supongo que yo actué mal enfadándome aquel día. —comentó algo avergonzado. —Tenías tus motivos para no contarlo, no solo a mi, sino a otros también. Y los que lo sabían, supongo que pensaron que no debían de ir hablando del tema con otros, preferirían esperar a que tu dieses el paso de comunicárnoslo a todos.

Maya asintió con la cabeza.

—Los que sabían algo del tema, eran simplemente porque lo habían descubierto de alguna manera, como Davis, o porque yo consideré importante decírselo, porque de alguna manera, ellos se veían o se podían ver afectados por lo que me sucedía a mi, como Alice o Puma.

—Entiendo.

La conversación reconciliadora entre ambos amigos, estaba siendo escuchada por los oídos ajenos. Davis permanecía oculto escuchando en la entrada al salón, tras la pared. El joven iba a bajar por si Maya necesitaba algo de ayuda para lavar los platos cuando escuchó a sus compañeros charlar entre ellos. El joven sonrió contento de que ambos zanjaran sus diferencias ocasionadas por los malentendidos. Aquel día tuvo un par de charlas con ellos, y al parecer, habían decidido seguir sus consejos. Maya se abrió más al resto y habló de sus preocupaciones con todos, y M.A, logró entender los sentimientos y acciones de su compañera.

—Eso está bien. —susurró.

—¿El qué está bien?

El joven alzó la mirada para ver a Alice aproximándose de frente. Davis le hizo una señal para que se acercase sin hacer mucho ruido. La joven se asomó y escuchó la charla entre ambos compañeros. Parecían disfrutar de una conversación amigable, algo que no hacían desde hacía bastante tiempo, pensó la joven.

—No recuerdo cuando fue la última vez que vi a esos dos charlar de esa manera. —susurró la chica.

—Ni yo. Se les ve bastante despreocupados.

—Sí. La verdad es que M.A es un cabezota que saca muchas veces las cosas de contexto. —comentó. —No entiendo porque se pone tanto a la defensiva. A veces pienso que se siente atacado por nuestras actitudes.

—Tal vez tenga miedo.

—¿A qué te refieres? —preguntó extrañada.

—Solo piénsalo. Tu muerte en Stone. Las constante escapatorias de las garras de Esgrip y la disolución del grupo original. Tu resurrección y todo lo que tu aparición conllevó. La vida pacífica en Almatriche completamente destruida por soldados de Esgrip y los zombis. La aparición hostil de Puma. Toda la historia de su hermana, que recordemos que le abandonó en varias ocasiones, incluso después de cortarse el antebrazo por ella. Su pelea con Naitsirc y su posterior muerte. Las riñas con Eva y Florr, además de las que ha tenido con otros del grupo. Y luego, la muerte de Ley y sus amigos del pasado. —comentó Davis haciendo memoria. —Y probablemente haya más cosas que ahora mismo no recuerde, pero puede que por dentro, M.A se sienta herido y tenga miedo de que le sigan haciendo daño. Puede que esa actitud sea un método de defensa que emplea ante cualquier tipo de agresión externa por parte de otras personas.

—Es como esas personas que son desconfiadas y malpensadas por naturaleza por experiencias del pasado, ¿no?

—Algo así. Al menos así lo veo yo.

—Visto así, tal y como lo has explicado, se puede entender como que las acciones que hemos tomado muchos de nosotros a lo largo de todo este tiempo, han podido herirle de alguna manera, aunque realmente no fuese esa nuestra intención. Si eso es así, supongo que es comprensible que esté inconscientemente a la defensiva con todo el mundo, y salte a la mínima que algo le pueda molestar por algún motivo.

—Exacto. Y su actitud problemática solo empeora aún más las cosas. Y al final pasa lo que pasa siempre...

—¿Y qué me dices de Maya?

—Ella simplemente es alguien que se preocupa más de los demás que de si misma. Quizás la ausencia de personas como Dyssidia, Allen, Riliane, Eriel, Silver, Jose o Selene, le hayan hecho darse cuenta de que un día puedes tener cerca a aquellos a los que quieres, y al día siguiente, estos pueden desaparecer de tu vida. Y Dyssidia pudo ser otro factor a parte.

—¿Por qué ella?

—Dyssidia asesinó a sangre fría a Allen y Riliane por simple rencor, por un absurdo malentendido, según me explicó la propia Maya tiempo atrás. Dyssidia se dejó llevar por sus emociones y rencor del momento. Era una chica bastante impulsiva, por lo que me comentó. —explicó el joven. —Maya no pudo perdonar lo que hizo, ni mucho menos entenderlo o justificarlo. Si a eso le sumamos que murió en parte porque sus acciones la llevaron a atacarme cuando le exigí explicaciones por la muerte de mis amigos, es probable que Maya se sienta culpable de no haber estado más con su hermana en un plano sentimental, ayudándola a controlar más su carácter volátil. Quizás, Maya piense que pudo haber evitado la muerte de los hermanos y la de la propia Dyssidia si hubiese hablado con ella y la hubiese vigilado un poco más.

—Ya veo. Tenía una buena relación con ella, pero es cierto que su carácter era un tanto problemático. —comentó con algo de tristeza en su tono de voz. —Es una pena, porque era una buena chica, pero ese lado suyo le causaba muchos problemas. Se podría decir que ante algo que considerase una amenaza hacia ella, primero disparaba y después preguntaba. Por eso Maya no te echó la culpa de la muerte de su hermana, ni a Ley, porque ella sabía bien del carácter problemático que tenía a veces Dyssidia.

—Ya... —contestó Davis con un suspiro. —Y supongo que hay que añadir su propia situación personal tras resucitar la primera vez con el Agua Gris, y después de hacerlo por segunda vez. Quizás Maya esté confusa y no entienda ella misma que le sucede o lo que realmente es, por lo que quizás, se centra más en estar con sus compañeros y apoyarlos para evadirse un poco de sus propios problemas.

—Quieres decir que Maya es así porque teme perder a alguien más, y por que se siente culpable que algunas desgracias que sucedieron por no tomar cartas sobre el asunto a tiempo, ¿no? Además de para evadirse de sus propios problemas personales.

—Eso creo.

—Oye... ¿Seguro que tú no ibas para psicólogo? Me sorprende que entiendas tanto a esos dos.

—Es lo positivo de ser alguien reservado. Puede que no hable ni me relacione tanto como otros, pero a cambio, soy bueno observando y escuchando. Además, trato de ponerme en el lugar de otros. Realmente, puedes aprender mucho de una persona con el tiempo, si tan solo te dedicas a observar y escuchar. Es por eso que deduzco que Maya y M.A actúan de esa manera con los demás. Ninguno tiene esa actitud a posta.

—Impresionante. —susurró la joven. —Y gracias por decírmelo. Ahora puedo comprender un poco más a esos dos.

—De nada, aunque recuerda que solo son suposiciones mías respecto a lo que veo y escucho de ellos. —le recordó el joven.

Entonces Alice lo agarró de la muñeca.

—¿Qué pasa?

—Vamos. Estoy harta de estar aquí escondida.

Alice tiró de Davis y ambos cruzaron la entrada al salón, siendo vistos por Maya y M.A.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Maya algo confusa. —Pensaba que ya estaríais acostados.

—Vinimos a ayudarte a recoger los platos, y limpiar. —contestó Davis rápidamente. —Nos pareció mal dejarte todo el trabajo.

—Y veo que M.A pensaba igual. —añadió Alice.

—Que va, yo solo venía del servicio, y me asomé a ver si Maya seguía aquí o se había acostado ya.

—Bueno, pues por curioso vas a ayudar tu también. —ordenó Alice cogiendo algunos cubiertos de la mesa.

—No hace falta que os molestéis, chicos. —dijo Maya algo apurada.

—No es molestia. —contestó Davis recogiendo los vasos usados.

—Bueno, ya que estoy aquí ayudaré. —comentó M.A cogiendo las servilletas usadas para tirarlas.

—Que menos. —le contestó Alice.

—Gracias, chicos. —respondió Maya. —Aunque debéis de estar cansados, deberíais acostaros y dejarme esto a mi.

—Tú has trabajado tanto con nosotros, por lo que si nosotros estamos cansados, tú también lo tienes que estar. —contestó Davis. —Es mejor que hagamos esto entre todos para irnos antes a dormir.

—Está bien. Gracias.

Entre conversaciones amistosas, sin elevar demasiado el tono de voz, los cuatro recogieron toda la cubertería usada de la mesa, para después limpiarla y dejar todo preparado para el desayuno de mañana. Entre los cuatro, no les llevó demasiado tiempo acabar el trabajo. Tras eso se reunieron en en el salón.

—Hace tiempo que no pasábamos tiempo los cuatro juntos. —comentó Maya sentándose en un sofá cercano.

—Bueno, parece que “Los 4 Fantásticos” se han vuelto a juntar. —comentó Davis sentándose junto a ella.

—Cierto, la última vez fue aquella noche en el búnker de Ley... —comentó Alice haciendo memoria mientras se sentaba con M.A en otro sofá frente a sus compañeros. —Bueno, ¿y cómo han cambiado las cosas desde entonces? Aquel momento parece ya algo muy lejano.

—En aquel entonces logré reencontrarme con mi hermana y nuestros amigos, y ahora están todos muertos. —respondió M.A. —Teníamos unos búnkers en el que vivíamos aislados de Ley y los suyos, y ahora, tenemos todo esto.

—Yo perdí mi fuerza, por lo que ya no puedo ser la “Cosa” del grupo. Y ahora puedo ver el futuro. —comentó Maya.

—Ahora si que puedes decir que eres una bruja, como dijiste en aquel entonces. —se rió Davis.

—Aunque así no puedo protegerte... —contestó ella algo más pesimista. —Y prometí que lo haría en aquella ocasión.

—Lo recuerdo. Aunque con tus poderes también puedes protegerme, a mi y a todos. —respondió. —Ya lo has hecho con Nicole, ¿recuerdas?

—Sí. Aunque desearía poder controlar las visiones.

La joven reprimió en su memoria aquella extraña visión en la que aparecía la lanza de Davis y aquella silueta. Una visión de sufrimiento que aún no había tenido lugar, ni sabía cuando lo haría.

—Cierto, ¿y cómo llevas lo del bebé, Davis? —preguntó Alice recostándose en su chico.

El joven meditó unos instantes su respuesta, buscando algo entre sus memorias mientras sus compañeros lo miraban.

—Como era...—susurró. —Si dejas que el miedo te domine, nunca harás nada con tu vida. Si no trabajas en ese miedo que te incapacita, tu hijo o hija lo aprenderá de ti, y lo heredará. —repitió recordando las palabras de Eva.

—Tu hijo o hija lo aprenderá de ti, y lo heredará. —repitió Maya. —No has dicho mi hijo o mi hija, así que supongo que esas palabras no son tuyas.

—No, no son mías. Son de Eva. —reconoció. —Solo es un consejo que me dio.

—Y eso quiere decir... —comentó M.A sin entenderlo.

—Significa que he cambiado mi mentalidad. —contestó. —El miedo a morir, y dejar a solas a Jessica, permitiendo que mi hijo crezca sin un padre, me paralizaba. Pero, Eva tiene razón con lo que dijo. No puedo seguir siempre así, yo no quiero que mi hijo o mi hija aprenda de mi eso, el miedo y la impotencia. De hecho, no quiero que ese bebé siga los pasos de su padre. —aclaró con una mirada seria en el rostro. —Si no avanzo, no podré proteger el futuro de mi bebé, solo conseguiré mantener lo que tengo, y eso no es una opción. Si te conformas solo con lo que tienes, tarde o temprano lo perderás.

—Entiendo. —contestó M.A.

—Esa es una manera positiva de ver las cosas. —contestó Alice.

—¿Y es tan malo que ese bebé siga tus pasos?

La pregunta de Maya atrajo las miradas de sus compañeros.

—No soy un ejemplo a seguir. —contestó el joven. —Si ese bebé siguiese mis pasos, tan solo viviría una pesadilla que marchitaría su alma lenta y dolorosamente. Heredaría mis peores rasgos, y eso le llevaría a vivir una historia como la mía, cometiendo los mismos errores que yo cometí.

Maya frunció el ceño al escucharle.

—Entonces esfuérzate en que herede tus rasgos positivos, tienes muchos. Quizás más de los que pienses. —aseguró con seriedad en sus palabras.

Sus compañeros la observaron en silencio durante unos instantes. Por algún motivo parecía haberse molestado por lo que el joven había dicho sobre sí mismo, o al menos, eso parecía.

—Eh... Bueno, Maya tiene razón en eso. —dijo Alice tratando de romper el silencio. —Tienes muchos rasgos positivos, deberías de centrarte en mejorarlos y olvidarte un poco de tus defectos. Todos tenemos defectos, Davis. ¿A qué sí, cari? —pregunto la joven dándole un codazo a su pareja.

—Sí. Alice es una metepatas, por ejemplo.

Alice no tardó en encajar un codazo en el vientre de su pareja, haciendo reír a sus compañeros.

—Como veis nos queremos mucho.

—Ya veo, ya. —contestó Davis con una sonrisa en el rostro.

—Vaya par estáis hechos. —suspiró Maya.

—Ya es tarde... —dijo M.A viendo un reloj cercano.

—Sí, deberíamos acostarnos ya. —propuso Maya levantándose del sofá.

Todos se levantaron entonces dispuestos a irse a dormir.

—Hey, quieto todo el mundo. Aquí falta algo. —dijo Alice llamando la atención de sus compañeros.

—¿Algo? ¿El qué? —preguntó Davis sin entender.

Alice abrió los brazos.

—Un abrazo grupal. —dijo la joven.

—Anda ya, no es momento para esas cosas. —dijo M.A bostezando. —Estoy que me caigo de sueño. —Alice tan solo necesitó mirarle alzando la ceja para que el joven se acercase sin oponer resistencia.

—Buen chico.

—Parece que lo tienes ya bien amaestrado. —dijo Davis riendo.

—Cállate. —le respondió el joven de mala gana.

A diferencia de su compañero, Maya y Davis se ofrecieron sin problemas. En el salón, los cuatro compartieron un abrazo grupal. Todos sabían que aquella amistad que habían forjado sería para siempre, habiendo logrado cada uno ganarse un hueco en el corazón de los otros. Sin más que hacer allí, “Los 4 Fantásticos” se retiraron a descansar a sus habitaciones. Maya cerró la puerta tras de si, y la figura de Inma se levantó de la cama al escucharla entrar.

—¿Cómo has tardado tanto en recoger los cubiertos y limpiarlos? —preguntó la joven frotándose los ojos.

—Me entretuve un poco. Siento si te he despertado. —contestó con algo de vergüenza.

—Acuéstate ya, mañana va a ser un día duro. —le recomendó la joven acostándose de nuevo en la cama.

Un golpe fuerte sonó de repente, e Inma se incorporó en la cama para ver a su prima tendida en el suelo.

—¡¡Maya!!

La joven saltó de la cama para recoger a Maya entre sus brazos. Entre temblores, la joven comenzó a sentir su respiración entrecortada, y una fuerte presión acudió veloz a su cabeza. Maya gritó de dolor, y sus ojos se tornaron en blanco.

—¡¡¡AYUDAAAAAAAA!!!

La voz de la chica se escuchó hasta el último rincón de la zona de los dormitorios. Apenas fueron necesario unos instantes cuando un grupo de rápidas pisadas se acercaron hacia su habitación. Maya sabía lo que pasaba, hacía tiempo que no lo sentía, pero ahí venía otra de nuevo, una visión. La puerta de la habitación se abrió de golpe, y las figuras de Davis, M.A y Alice ingresaron veloces. Al fondo del pasillo, Puma se acercó corriendo preguntando que sucedía, y tras este, Adán.

—¡¡¡¡¡AAaaaarrrrgggggghhhhhh!!!!!

Cuando todos se agruparon en la habitación, la visión de Maya gritando y temblando en los brazos de Inma les paralizó de inmediato. Ahí viene...

Destellos negros y naranjas se proyectaron en su mente de manera intermitente a alta velocidad. Un fuerte calor mordía su piel, y un coro de gritos y llantos se escuchaban tras ella. Sus pulmones dolían. Un figura femenina emergía de entre las sombras con la mano tendida. Una visión borrosa y oscura dentro de una estructura de madera. La lluvia caía humedeciendo su piel. Colisiones metálicas acompañaban a figuras enfrentadas. Múltiples siluetas corrían a su alrededor. Rabia, impotencia, dolor, tristeza, desesperación... Sentimientos ajenos clavaban sus afiladas uñas en su corazón.

El cuerpo de la joven se impulsó con una sacudida devolviéndola a la realidad. Sus compañeros contemplaron aquello espantados. Maya se reincorporó sin escuchar los ruegos de sus compañeros, y llevándose la mano al pecho, pudo sentir su corazón latir con frenesí. Un par de lágrimas cayeron sobre el suelo de la habitación.

—¡¡¡Maya!!!

Finalmente la voz de Inma llegó a sus oídos, y una sacudida por parte de su prima la volvió a orientarse en el lugar en el que estaba. Sin apenas poder hablar, teniendo muy presente aquellos desoladores sentimientos en su corazón, la joven simplemente se abrazó a su prima sin nada que decir.

—¿Estás bien, Maya? —preguntó Adán aún con el susto en el cuerpo al ver en semejante estado a su compañera. —¿Necesitas algo?

—¿Qué has visto, Maya? —quiso saber Puma. —¡¿Alguna amenaza?!

—Dios mío, que susto me ha dado. —susurró Alice llevándose la mano al pecho.

—Joder, pensaba que se nos moría aquí mismo...—dijo M.A aún tratando de asimilar lo que había visto.

—Dejemos que se recupere. No la atosiguemos. —solicitó Davis.

La joven necesitó de varios minutos para recuperarse, hasta que finalmente miró a sus compañeros.

—No sé bien que he visto. Pero sé lo que he sentido... —dijo aún con lágrimas en los ojos.

—¿Sentir? —preguntó Puma sin comprender.

—¿Y qué has sentido, Maya? —quiso saber Davis.

—La muerte. —susurró.

Tras aquellas simples palabras, todos quedaron sumidos en el silencio. Por varios minutos sus compañeros intentaron indagar más acerca de lo que su compañera había dicho, pero por más que preguntaban y Maya trataba de dar respuesta, le era imposible saciar las ansias de conocimientos de sus compañeros. Fue entonces Inma la que propuso a todos volver cada uno a sus habitaciones para dejar a la joven descansar tras pasar por aquella experiencia. Nadie se opuso. Lentamente todos desalojaron la habitación dejando a las primas a solas, compadeciéndose de aquello por lo que Maya debía de pasar cada vez que tenía una de aquellas visiones. Cuando Puma, Davis y Alice fueron a hacer el próximo cambio de guardia, topándose con Jessica, Eva y Nicole a la entrada de la casa rural, estos informaron a sus compañeras de lo sucedido.

A la mañana siguiente, la figura solitaria de Davis caminaba hacia a la granja quemada de los Matados. A primera hora de la mañana, el grupo se había levantado para desayunar, prepararse, y ponerse manos a la obra con las tareas programada para aquel día. Nadie quiso comentar nada acerca de la visión tan extraña de Maya, pues por más que preguntaron la noche en la que sucedió aquella visión, la propia chica no logró sacar nada en claro para responder a las dudas de sus compañeros.

No sabían si sucedería en un futuro próximo o lejano, ni tampoco el contexto, el lugar, o las personas que aparecieron en aquella visión. Sin embargo, lo único que podían sacar en claro, era que la chica había visto, o al menos sentido, la muerte de alguien. La cuestión era, ¿de quien? ¿La muerte de alguien del grupo? ¿Tal vez de alguien de los Matados? Sea como sea, no había razón para darle vueltas a algo que no se sabía si sucedería en unas horas, días, semanas, meses, o incluso años. Y no solo eso, como Maya ya demostró con Nicole, ese futuro podía ser alterado si se actuaba a tiempo. Lo único que importaba realmente, es que la propia Maya estaba mejor tras aquella visión.

El joven continuó avanzando, observando la granja a pocos metros. Había finalizado el tratado que los Matados debían de firmar, por lo que ahora se encaminaba a comunicarles que debían de pasarse por el pueblo los principales representantes del grupo para leerlo y firmarlo. Por otra parte, el resto de sus compañeros, a excepción de Adán y Maya, habían salido a recoger las carretas que Alice e Inma encontraron para transportar los muebles que hallaron en las expediciones y llevarlos al interior del pueblo. Los pasos del joven se detuvieron frente a la puerta de la granja, y cuando estuvo al golpearla con sus nudillos, una voz femenina lo llamó a lo lejos. Davis se volteó para ver a Rosalie saludándole en la distancia, por lo que decidió acercarse.

—Buenos días, Davis. —saludó la chica.

—Buenas. ¿Y la gente? —preguntó al ver todo muy tranquilo.

—La gran mayoría está todavía durmiendo.

El joven observó la hora en su reloj.

—Las 09:30. Que suerte que vosotros podéis permitiros levantaros tarde.

—Ya... ¿Qué te trae por aquí?

—Es por el tratado. Ya está redactado, solo venía a avisar para que al medio día os paséis a firmarlo.

—Oh, genial... ¿Alguna hora en concreto?

—Sobre las 14:00 de la tarde estaría bien. Os estaré esperando en el ayuntamiento.

—De acuerdo. Allí estaremos.

—Venid solo los que representéis al grupo, no hace falta que os plantéis todos en el ayuntamiento.

—De acuerdo. Actualmente no tenemos líder, pero supongo que haremos una votación para ver quienes van a firmarlo.

—Está bien, pero será conveniente que sea gente que realmente esté a favor de la alianza entre nuestros grupos. Sé bien que hay algunos que la aceptan a regañadientes porque no les queda otra. Algunos son muy orgullosos teniendo en cuenta la situación en la que os encontráis.

—No te preocupes. Me aseguraré de que vayan sean las personas indicadas.

—Perfecto. —contestó el joven dándose media vuelta para volver al pueblo.

Las horas pasaron, y la mañana fue dando paso al medio día. Poco a poco, los integrantes del grupo fueron llegando con las respectivas carretas llenas de muebles, los cuales depositaron en la zona en la que se construirían más adelante las barricadas. Quedaba poco tiempo para que los representantes de los Matados llegasen al pueblo, por lo que simplemente prefirieron matar el tiempo hasta entonces.

La joven introdujo la mano en el agua en calma del río, y la sacó casi al instante, cuando sus nervios le chillaron que se estaban congelando.

–Dios… Está como el hielo. No sé cómo Davis tiene el valor de meterse aquí.

Después de que el lancero le hubiese hablado acerca de sus sesiones de relajación en el río, Maya había decidido que ella también quería probar cómo era darse un baño en su lugar de culto. Aunque no esperaba una sauna caliente, jamás habría imaginado que la temperatura se iba a comparar a la de un estanque en el Polo Norte.

–Tan exagerada como siempre.

Maya se incorporó sobresaltada. Había estado tan concentrada en su tentativa de chapuzón que no había advertido a Puma transcurriendo hasta allí por el paseo más cercano.

–¿Qué haces aquí?

–Intentando localizarte, con éxito, por lo visto. No ha sido difícil, teniendo en cuenta que se lo cuentas todo a In…

–Honestamente, Puma, no quiero verte. Este es uno de mis pocos momentos libres del día, y no quiero tenerte cerca incordiándome.

Puma levantó sus brazos como seña evidente de indefensión.

–Dios me libre de molestarla, señorita. Estoy aquí para pedir perdón, aprovechando este breve momento en el que podemos estar tan solos como queramos.

Maya recordó su tensa discusión en el centro médico. No quería volver a adentrarse en ese tema.

–Vale, estás perdonado. Ahora, ¿puedo…?

–Bien, porque yo también quería probar cómo está el río.

–No. ¿Que estás…? ¡Espera!

Maya chilló, apartando la mirada. En décimas de segundo, Puma había tirado su espada al lado de un árbol y se había deshecho de su camiseta de tirantes. Los abdominales que ya se notaban usualmente por debajo de su ropa se marcaron todavía más al contacto con el exterior. La joven, por su parte, comenzó a recoger sus pertenencias cuando se percató de que el minino no pensaba detenerse ahí y se desabrochó el cinturón de su pantalón.

–¿A dónde vas?

–¿A donde crees que voy? No tengo por qué ver cómo te despelotas delante de mí.

–Solo voy a meterme al río. Ni siquiera sería la primera vez que me verías desnudo.

–Eso fue un accidente. Tú salías de la ducha, y yo…

Puma se atusó el pelo, notando el espontáneo silencio de Maya.

–Si vas a estar incómoda, vete, pero no quiero robarte tu baño. Realmente no es mi intención. ¿Qué mejor que dos amigos compartiendo un momento como este?

Sin decir nada más, terminó de desvestirse por completo y se metió sin vacilación en el río. La joven se esforzó por no crear ningún contacto visual con él hasta que estuvo dentro.

–Me está dando frío verte.

–No es para tanto, quejica. Entra y verás.

Maya se abrazó a sí misma con timidez.

–Igual debería ir a ver si Inma necesita…

–Deja de agobiar a tu prima por un momento. Vamos, no te voy a robar nada.

Maya lo meditó durante unos segundos antes de desvestirse con lentitud y entrar en el agua en ropa interior. Toda su piel tembló al sentir el helado fluir del río, por lo que se movió y nadó a lo largo de él para entrar en calor. Desde un rincón en el que se había enclavado, Puma la observaba.

–Se te da bien. Siempre tuvimos pendiente ir a la playa, ¿lo recuerdas?

–Dyssidia siempre decía que iríamos cuando aprobara el carnet. Ya ni me acuerdo las veces que se presentó.

–Sí, y tú hacías imitaciones de cómo se ponía en el examen para tus clases con la profesora esa a la que le pusiste un mote.

–Cebollus Bastardus.

–Esa –señaló Puma con entusiasmo–. Seguro que ahora es Cebollus Zombi.

Ninguno de los dos se río. A ambos, incluso al creador de la broma, les había caído un jarro de gélida realidad encima tras su intenso instante de felicidad. Puma intentó reconducir la conversación.

–Vuelvo a sentir dolor, Maya. Eso es lo que he venido a decirte.

–Entonces no fingiste cuando Eva te golpeó ayer en la piscina.

–No. Eso lo sentí, por desgracia....

–¿Y por qué a mí?

–Has pasado por lo mismo. Sabes lo que es. Y tampoco hay mucha gente en el grupo que me pueda entender como tú. Está Alice, pero vive un poco ajena a nuestra situación, sobre todo desde que sale con el manco.

–¿Has descubierto ya cuál es tu nuevo poder?

–No, no tengo ni idea. He estado tratando de pensar sobre ello, investigar, como te dije que haría, pero sin saber lo que puedo hacer, estoy un poco en un punto muerto.

Maya nadó hasta la orilla y se sentó en ella. Ya creía poder adivinar al fin el motivo por el que Puma se había presentado allí.

–Puma, yo…

–Por favor, Maya. Necesito tu ayuda.

–Eso no es lo que dijiste la última vez.

–Mira, solo quiero entender lo que ha pasado y está pasando en nuestros cuerpos. Aquel día estaba furioso, y lo siento. No creo que pueda hacer esto sin tu ayuda.

La chica se puso en pie y se secó con la toalla que había llevado hasta allí para la ocasión.

–Entonces, ¿qué dices?

Aún en silencio, se vistió rauda. Tras ello, al fin quebró su mutismo.

–Pensaré en ello.

Sin atender a nada más que el minino quisiera comunicarle, Maya puso rumbo hacia la casa rural, dejando a Puma solo y despelotado.

–Y no estés mucho tiempo ahí dentro. Davis dice que a ciertas horas hay corrientes fuertes.

Maya tan solo necesitó de varios minutos para regresar a la cara rural, aún meditando si realmente debía de ayudar a Puma a descubrir su nuevo poder. Ciertamente, no sabía ni por donde empezar, si ella logró descubrir el suyo, fue por un mero accidente. Necesitó tener la primera visión para comenzar a analizar la situación y comprender no solo su poder, sino también lo que lo desencadenaba. Y a decir verdad, tampoco había descubierto tanto, ya que ni siquiera sabía como activar su poder. Las visiones iban y venían contra su voluntad. La joven entró a la vivienda y se dirigió al salón al escuchar voces.

–¿Realmente me estás diciendo que la serie de Pokémon era mejor que la de Digimon Adventure? –preguntó Davis indignado. –El protagonista tenía apellido de condimento para mojar patatas fritas, y por otro lado sus compañeros eran de relleno. No aportaban nada a la trama. Y ya no hablemos de Pikachu, una rata amarilla mata legendarios que convenientemente se dejaba vencer en situaciones realmente absurdas por otros Pokémons más débiles que él. Aún recuerdo aquel capítulo en que en la liga Sinnoh. Venció a un Latios, quedando en empate, y resulta que a la temporada siguiente, se deja vencer por un Snivy sin experiencia en combate. Ash es un perdedor que no ganaba las ligas principales. Y ya ni hablemos de los villanos, el Team Rocket. Son cansinos, absurdos, y siempre acababan igual al final de cada capítulo. Lo que menos me gustaba de la serie era el protagonista. –dijo el joven ligeramente ofuscado. –Si no hubiese apocalipsis zombi y todo hubiese seguido normal, no me extrañaría que Ash en alguna temporada, tras haber recorrido tantas regiones, fuese al colegio para aprender que el tipo fuego es débil al tipo agua. Lo único bueno de Pokémon eran los juegos.

–En serio, pues para mi es muchísimo mejor que Digimon. Fíjate que siempre lo he visto una copia barata de Pokémon por el tema este de los monstruitos peleando. –comentó Alice tratando de defender su postura.

–¿Copia barata? Digimon Adventure superaba a la serie de Pokémon en muchos aspectos. Los personajes eran más complejos y carismáticos, teniendo un desarrollo individual y grupal entre ellos mismos o con sus compañeros Digimon. Y ni uno solo era de relleno en la historia, todos tenían su papel y momento de gloria. Y no siempre eran amigos, también habían problemas y peleas entre ellos. La serie te enseñaban muchos más valores que Pokémon, que tan solo tocaba la amistad. La historia era mucho más seria, incluso morían personajes. Y los villanos eran increíbles. Eran fríos y crueles. No les importaban torturar o matar a unos simples niños para conseguir sus objetivos. Y ya no hablemos de la pedazo de banda sonora que tenía. Aquella serie la pintaban como infantil, pero el contexto de la serie, el desarrollo de sus personajes, la trama... No era tan infantil como la serie quería aparentar.

Maya se sentó en un sofá cercano, en donde Eva se ubicaba con una revista entre las manos. La joven llevaba rato escuchando la conversación de Davis y Alice por encima sin querer intervenir.

–¿Puedo sentarme?

Eva asintió.

–Menudo par de frikis. –dijo Eva echando una mirada al dúo. –No me imaginaba que a esos dos les gustasen los dibujitos chinos. Son unos apasionados del tema por lo que veo...

–Son japoneses, Eva. –contestó Davis.

La joven se encogió de hombros y dirigió nuevamente la mirada a la revista.

–Los veo bastante entretenidos. –comentó Maya sonriendo. –De chica también vi algunas series animes.

–A mi no me iban esas cosas.

–Oye, ¿y te viste Evangelion? –preguntó Alice tratando de cambiar de tema.

–Claro. Muy buena serie. —respondió. —Aunque todos los personajes estaban como una puta cabra.

–Cierto. —contestó la joven entre risas. —A mi me encantaba Asuka, tío. Era súper carismática.

–Lo siento, no la tragaba. El personaje me sentaba como una patada en el culo. Siempre me pareció una niñata engreída que pisoteaba a los otros protagonistas para sentirse importante y bien consigo misma. –contestó. –Tiro más por Misato.

–Llevan por lo menos media hora hablando de dibujitos chinos de esos. –comentó Eva pasando de página.

–¡Japoneses!

–Lo que sea. –suspiró Eva. –¿Y tú que te cuentas, Maya? ¿Estás mejor tras lo de anoche?

–Sí, sin problemas. Aunque aún le sigo dando vueltas a lo de la visión.

–¿No has logrado descifrar aún nada?

–Que va, lo siento... Ojala fuese de más ayuda...

–No te preocupes, Maya. No te machaques. –le respondió su compañera. –Solo avísanos si se te ocurre algo.

–De acuerdo.

Eva elevó la mirada para ver el reloj.

–Davis, ya casi es la hora.

–Ah, va.

–¿La hora? –preguntó Maya.

–Cierto, citasteis a los Matados a las 14:00. –comentó Alice.

–Sí... –suspiró Eva. –Ya os diremos como sale todo con esos críos.

Unos pasos se dirigieron hacia el salón, y la figura de Nicole ingresó en este.

–Tenemos que irnos, chicos. –anunció la joven mujer.

–Subo a por el tratado a mi habitación y nos vamos.–contestó Davis.

–No tardes. –contestó Eva viendo a su compañero marcharse.

–Alice, Maya, ¿podéis hacer vosotros algo para comer? Yo iré con Eva y Davis, y no sé cuanto nos llevará reunirnos con esa gente.

–De acuerdo.

–Está bien.

–Alice, prepara una cesta con algunos recursos variados para los Matados. –ordenó Eva.

–¿Y eso?

–Será como un regalo de buena voluntad.

–Bien pensado. –dijo Nicole.

–Vale, buscaré algunas cosas para ellos.

–Bien.

Pocos minutos después, Eva, Davis y Nicole fueron directos al ayuntamiento. A la entrada de este, Jessica e Inma custodiaban a Rosalie, Samuel y Sabrina, con los que mantenían una charla mientras esperaban a que llegasen sus tres compañeros. Una vez se saludaron, todos, salvo Jessica e Inma, ingresaron al interior del edificio.

—Ok. —pronunció Davis extendiendo un amplio folio sobre la mesa de su despacho. —Aquí está el tratado. —indicó el joven mirando a las personas reunidas entorno a la masa.

—Me gustaría echarle un vistazo. —solicitó Sabrina al otro lado de la mesa.

El joven se lo acercó para que ella y sus dos compañeros leyeran su contenido.

—Lo que pone en el contrato es básicamente que trabajaréis para nosotros ayudándonos con las labores de mantenimiento de Rockrose y otras tareas similares, como levantar barricadas, hacer limpieza, distribuir recursos, expediciones, o cualquier otra cosa en la que necesitemos vuestra ayuda. Por otra parte, en caso de que suframos una amenaza de cualquier tipo, también deberéis de apoyarnos para neutralizarla. —explicó Eva observando a los tres representantes de los Matados ojeando el documento redactado por Davis.

—¿Y qué sacamos de todo esto? —preguntó Samuel elevando la mirada del documento.

—Recursos, un hogar, y protección. —contestó Nicole esta vez. —Cada quince días os haremos entrega de un montón de recursos variados como pago por vuestro trabajo.

—Respecto a los recursos, todo viene especificado en el documento. —aclaró Davis. —Comida, agua, ropa, medicinas... Recursos básicos y necesarios para que podáis vivir. Evidentemente tendréis que racionar las cosas entre todos los de vuestro grupo. La cantidad variará en función de vuestro trabajo con nosotros. Y los días comenzarían a contar a partir del día en el que os mandemos vuestro primer trabajo.

—Comprendo. No suena mal.

—Os habilitaremos una aldea no muy lejos del pueblo en la que podéis vivir. Nosotros estuvimos allí unos días, es segura y un mejor sitio en el que vivir respecto a esa granja carbonizada. También os entregaremos allí una pequeña partida de recursos, ya que tengo entendido que estáis sin nada actualmente.

—¡¿De verdad?! —exclamó Rosalie aún sin creérselo.

—Sí. —contestó Nicole. —Pero os recordamos que no es gratis. Tenéis que trabajar para recibir todo eso.

—Por otra parte, si algo o alguien os ataca, también debemos de ayudaros a defenderos. —añadió Eva. —Por otra parte el tema de reformar la aldea ya es cosa vuestra.

—Ganamos todos. —comentó Davis. —Si estáis de acuerdo solo hay que firmar el documento.

Rosalie y Samuel miraron a Sabrina, quien tras un par de minutos leyendo minuciosamente el tratado levantó la cabeza.

—¿Qué piensas? —preguntó Samuel.

—No veo problema. Trabajamos para ellos y les apoyamos en caso de ataque. A cambio, tendremos recursos cada quince días, esa aldea con un pago inicial de recursos, y protección frente amenazas. No veo inconveniente ninguno. —comentó pensativa. —Por mi no hay problema. Creo que es justo.

—Ganamos todos. —añadió Davis. —Sin embargo, recordad que todo va en función de vuestro trabajo. Tenedlo muy presente. Si decidís no trabajar o causáis algún tipo de problema, eso se verá reflejado en la entrega de recursos.

—Y si sois demasiado problemáticos, romperemos el tratado de paz entre nuestros grupos. —dijo Eva cruzándose de brazos. —Y si eso pasa volveremos al inicio, y no creo que os convenga especialmente a vosotros tener de nuevo problemas con nosotros.

—Me parece bien. —dijo Sabrina. —Esperamos que cumpláis a raja tabla lo que habéis escrito aquí.

—Lo mismo decimos nosotros.

Davis tomó un bolígrafo, y al pie del documento, Sabrina, Samuel, Rosalie, Nicole, Eva, y él mismo, firmaron el documento como representantes de ambos grupos, haciendo efectivo en aquel mismo momento el tratado de paz y cooperación entre los Matados y el grupo de Rockrose.

—Bien, eso es todo. Mañana por la mañana pasaros todos por aquí y comenzaremos a asignaros vuestras tareas.—comentó Eva. —Sin embargo, tendréis que vivir en vuestra granja unos días más hasta que acabemos de acomodar un poco la aldea. Ya os avisaremos cuando podéis iros allí a vivir.

—De acuerdo. —respondió Sabrina.

—No creo que tardéis mucho en mudaros. —comentó Nicole. —Os daremos una caja con algunas provisiones para estos días, ya que no tenéis nada que llevaros a la boca, y creemos que es mejor que dejéis a la gallina que os queda viva para otra ocasión. Buscad a Alice y decidle de mi parte que os de la caja que preparamos. Es posible que esté en la casa rural.

—Entendido. —contestó Samuel.

—Muchas gracias, de verdad. —respondió Rosalie con total sinceridad.

—Pues ya está, podéis volver con los vuestros. —finalizó Davis la reunión. —El tratado estará expuesto públicamente en un tablón en el recibidor del ayuntamiento, dentro de una vitrina para que cualquiera puede ir a verlo.

—Está bien. —contestó Sabrina.

Sin más que hacer allí, los tres representantes de los Matados se marcharon pensando que habían hecho por una vez lo correcto por su grupo.

—Bueno, voy a poner esto en una vitrina del recibidor. —dijo Eva tomando el documento.

—Bien. —contestó el joven asintiendo.

—Por cierto Davis, ¿cómo lleváis el tema de los almacenes y los recursos? —preguntó Nicole.

—Aún estamos liados con la faena. Pero no os preocupéis, va todo bien.

—Perfecto.

Sin más que hacer allí, Nicole y Eva se marcharon dejando a su compañero a solas. El día continuó transcurriendo sin mucha novedad. Después de comer, las chicas y Adán partieron a la aldea para comprobar su estado, mientras que el trío masculino continuó con sus labores respectivas a la administración de los recursos del pueblo y los almacenes. La labores de ambos grupos se extendieron a lo largo de todo el día, y pronto llegó la noche.

La aldea estaba en buenas condiciones, por lo que mañana mismo Davis iría a avisar a los Matados para que se mudasen allí. Las chicas eliminaron a varios podridos que habían entrado durante el tiempo que la aldea estuvo abandonada, reforzaron las medidas de seguridad que pusieron anteriormente en las entradas de la aldea, y limpiaron un poco el polvo de la taberna y las dos casas en las que se alojaban durante el tiempo que estuvieron allí. Además, dejaron en la taberna una caja con recursos variados y algunas linternas para alumbrarse en la noche. Mañana sería otro día, y deberían de comenzar a colaborar con sus nuevos aliados, por lo que todos decidieron irse a acostar, salvo los que tenían que hacer las guardias nocturnas del primer turno. Sin embargo, lejos de aprovechar las horas de sueño, un par de noctámbulos habían decidido salir a tomar un poco el aire.

–Hey.

Separando la colilla de sus labios fumadores, Eva echó un vistazo a Puma antes de seguir consumiendo su pecado. Este se colocó junto a ella, apoyándose en la verja del jardín para compartir el paisaje nocturno del que la chica parecía disfrutar.

–Otra noche más con insomnio, ¿no?

–Al final te acostumbras, y, si te soy sincera, estoy durmiendo en este lugar mejor que en ningún lado. ¿Y tú?

–Pensamientos, ya sabes.

–Ya…

–Pero nada que ver contigo. Tú eres un búho, señorita.

–Un búho y un puma –pronunció Eva tras una leve caricia en su mejilla–. Una combinación interesante.

Puma se cruzó de brazos y ladeó la cabeza para evadir una atrevida sonrisa. Eva hizo lo propio volviendo a inhalar nicotina en forma de humo.

–¿Todavía sueñas con el fuego?

–A veces. ¿Todavía sueñas con ella?

–A veces…

Eva lanzó el cigarrillo ya inútil a sus pies y lo aplastó con la suela de su zapatilla antes de hablar.

–He estado pensando últimamente sobre ella, y sobre la gente que se ha ido, y no puedo de ninguna forma evitar pensar en cuándo va a ser mi turno.

–Eso tiene fácil solución. No lo pienses.

–Puma, según los cálculos del tal Payne, sin mi medicación, debería haber muerto hace un mes.

–¿Estás contando días? ¿Es eso lo que me quieres decir?

Eva cerró los ojos y suspiró. Casi se le había olvidado la facilidad de la que el minino hacía gala para adivinar lo que rondaba su mente.

–Payne era un gilipollas, casi tan grande como yo, que le hizo un gran favor al futuro de todos largándose al otro barrio. ¿Qué importa lo que él dijera si sigues aquí? Ese viejo mentía más que hablaba.

–Lo sé, lo he considerado, pero… es extraño. Te dan una fecha de caducidad, y cada día que pasa desde entonces, le das vueltas a la cabeza pensando que tarde o temprano te va a llegar el billete retrasado.

–Eso también tiene fácil solución. No le des vueltas a la cabeza.

–Qué fácil lo ven todo los inmortales, ¿no? –se río con él propinándole un codazo.

–Me cambiaría por cualquiera de vosotros, los mortales, sin pensármelo dos veces… Incluso por M.A.

–Vaya, eso ya son palabras mayores.

Más reconfortada por la charla, Eva sacó del bolsillo un paquete de tabaco y se lo tendió a Puma. Este lo recogió identificando al instante de qué cajetilla se trataba. Era la que le había requisado semanas atrás.

–No te has fumado ni uno, por lo que veo.

–Yo no fumo de esa basura a la que llamas tabaco. Yo fumo tabaco de verdad.

Ante todo pronóstico, Puma aplastó el cartón con su mano. Eva le observó con expresión de estupefacción mientras lo arrojaba lejos de él.

–Pensaba que me moriría antes de ver eso.

–Qué graciosilla eres a veces, ¿no?

–Lo digo de verdad.

A Puma tan solo le bastó contemplar el rostro de Eva impregnado de seriedad para percibir que sus palabras eran ciertas.

–No he tenido ningún síndrome de abstinencia desde que soy… así. Antes de eso sí los tenía, muy a menudo. No sé por qué no lo dejé. Creo que me hacía sentirme más humano.

Eva se reposicionó con interés, separándose de la verja.

–Ahora pareces más humano que nunca. Morir otra vez te ha venido bien.

Puma sonrió de nuevo, pero en esta ocasión, no hizo nada por ocultar su sentimiento.

–Bueno, creo que va siendo hora de acostarme. Mañana el pueblo se va a transformar en una guardería con tanto crío.

Eva resopló.

–Ni me lo recuerdes. Que poca ganas tengo de relacionarme con todos esos niñatos... –la joven echó a andar al interior de la casa. –Espérame, yo también me recojo ya.

Ambos compañeros ingresaron a la vivienda y se despidieron para irse a sus respectivas habitaciones. Puma cerró la puerta de su dormitorio una vez estuvo dentro, y perezosamente, comenzó a desvestirse. En calzoncillos, el joven se encaminó al armario para sacar un pantalón de chándal, el cual usaba como pijama.

–¿Me veo más humano? –se preguntó así mismo. –Supongo que eso está bien. –se dijo así mismo dibujando media sonrisa en el rostro. –Sin embargo, hace mucho que dejé de ser uno... –susurró mirando la palma de su mano. –Tal vez por fuera parezco uno, pero por dentro... –el joven suspiró no queriendo darle más vueltas a aquel asunto.

Puma se acercó a su mesilla, en donde descansaban un vaso y una botella de alcohol. Cuando se dispuso a coger la botella para echar un trago antes de dormir, como hacía habitualmente, su charla con Jessica pasó por su mente. El joven detuvo su mano, y una mueca de desagrado se dibujó en su rostro. Desfalleciendo en el intento, directamente se acostó en la cama, aún sin demasiadas ganas de acostarse. La luz de la luna entraba desde la ventana de su habitación, iluminándola tenuemente. El joven clavaba su mirada en el techo dándole vueltas en la cabeza

–Florr... –susurró.

No podía sacarse su voz de la cabeza. ¿Realmente imaginó haberla escuchado en la piscina? Lo hizo tan alto y claro como los comentarios de sus compañeras. Pero eso era imposible. Florr llevaba muerta hacía ya bastante tiempo. Ese tal Steve Fox y sus soldados la asesinaron cuando trataban de capturar a Payne para recuperar los artefactos que robó.

–Ella está muerta. Como Eriel, como Selene, como mi hermano, como Dys, como Ley... –Puma cubrió sus ojos con su antebrazo. –Y yo aún sigo aquí... De entre todos ellos, ¿por qué yo tengo que seguir con vida? Preferiría haber muerto yo en lugar de cualquiera de ellos. No merecían morir, todos ellos, eran mejores que yo... –el joven mordió su labio inferior con fuerza, sintiendo el dolor que así mismo se ejercía. En cierto modo, aquel dolor lo hacía sentirse vivo.

–Seres superiores... Eso es lo que somos. –susurró. –Nos guste o no, nosotros no podemos morir aunque queramos.

El joven pensó en como vio a Maya cuando tuvo aquella visión, realmente se sintió mal por ella, no esperaba que el proceso de tenerlas fuera algo tan doloroso y desagradable. Sus palabras en el río fueron sinceras, realmente lamentaba las cosas que dijo. Tras verla aquella noche, podía entender porque Maya renegaba tanto de su poder y de lo que era, luchando por convencerse así misma y a los demás de que seguía siendo una humana más. Pero actuando así solo servía para engañarse así misma y no ver la verdad. Ella, Alice y él, dejaron de ser seres humanos hace mucho tiempo. Eran otra cosa, algo que para bien o para mal superaban a los seres humanos. Entonces para su sorpresa, un peso lento a los pies de su cama lo forzó a abandonar sus pensamientos.

El joven apartó rápido el antebrazo de su rostro. Por un mero instante, vio lo que parecía una silueta sentada a los pies de su cama. Como un acto reflejo, el joven saltó alejándose hacia la pared de la habitación, abriendo distancias con el desconocido. Sin embargo, cuando volvió a mirar tras alejarse, no había rastro alguno de aquella figura. Su corazón latía con fuerza, la impresión fue fuerte. Velozmente sacó una pequeña linterna del cajón de la mesilla, y sin demorarse alumbró la habitación con su luz. Nada, no había absolutamente nada. A paso ligero se acercó a los pies de la cama para examinarla. La colcha estaba lisa, no había indicio alguno de que alguien hubiese estado sentado ahí hasta hacía unos instantes, sin embargo, pudo sentir el peso de alguien sentándose. Sus pies incluso se ladearon ligeramente en el momento en el que sintió aquella sensación.

–¿Qué demonios me está pasando? –susurró llevándose la mano al rostro.

El joven se sentó a los pies de la cama. Lo había visto aunque fuese solo por un segundo, sin lugar a dudas, ahí en donde ahora se sentaba, hubo alguien. No sabía que era, ni siquiera pudo distinguir si era una silueta femenina o masculina. ¿Acaso aquella cosa que acababa de ver era algo relacionado con su nuevo poder? ¿Aquella silueta era una amenaza? No la sintió entrar ni acercarse en ningún momento. Puma dirigió su mirada a la puerta. Cerrada. Después a la ventana. Cerrada.

–Eso, sea lo que sea, ya estaba aquí conmigo...

El joven se levantó y echó de nuevo un vistazo a la habitación, alumbrando cada esquina con su linterna. Afortunadamente para él, no había nada, sea lo que sea que fuese aquello, ya no estaba en la habitación. La luz de la linterna se apagó sumiendo de nuevo todo en la oscuridad. Puma se quedó en silencio observando la habitación, pero no había rastro alguna de la silueta. Finalmente con un pesado suspiro, abrió el armario y sacó la falcata. Sin más que poder hacer o entender sobre aquello que había visto, prefirió simplemente acostarse con su espada y la linterna bajo la almohada. Mañana ya pensaría en ello y lo trataría con Maya.

Las luces de la mañana iluminaban el pueblo de Rockrose, y a primera hora, Davis ya se encaminaba a la granja de los Matados para comunicarles que ya podían ir a la aldea a mudarse. No tardó mucho en llegar, y ya desde lejos podía ver a varios integrantes del grupo fuera de la granja. La figura de Davis no tardó en ser vista por aquellos adolescentes. Algunos de ellos ingresaron a la granja nada más verle, probablemente par avisar al resto.

–¿Qué haces aquí? Todavía no es la hora.

El joven detuvo sus pasos ya dentro del recinto de la granja, y sin muchas ganas se volteó para ver a Piper acercándose a él con cara de pocos amigos. No le agradaba mucho aquella chica, le resultaba alguien insoportable, y eso que a penas tuvo trato con ella en el centro médico de Rockrose.

–Buenos días a ti también. –La joven no contestó, aunque Davis tampoco esperaba que fuese a hacerlo. –Estoy buscando a Sabrina, Rosalie o Samuel, tengo que hablar con ellos.

–¿Y no podías esperar a que fuésemos al pueblo? Dímelo a mi y yo se lo comunico. –ordenó cruzándose de brazos. –No es necesario que vayas tú a hablar con ellos.

–Tengo asuntos que tratar con ellos, no contigo. –le respondió el joven sin tratar de aparentar amabilidad.

–¿Perdona? ¿Quién te crees que eres para hablarme así? Este no es tu territorio. –Davis se rió. –¿Y ahora de que te ríes?

Davis se percató de que algunos miembros del grupo observaban la situación asomados a las ventanas y entrada de la granja. Parecían bastante pendientes de lo que estaban hablando él y Piper.

–Es gracioso que aún seas incapaz de comprender vuestra situación después de todo lo que ha pasado. Supongo que es por eso que os pasan las cosas que os pasan. Solo sois unos necios. –dijo el joven mostrándose antipático hacia la chica. –Si no estáis muertos, es gracias a Rosalie y a que nos compadecimos de vosotros. Os perdonamos la vida, os dimos recursos, os proporcionamos una hogar, protección y un trabajo. E incluso curamos tus heridas y la de Samuel gastando nuestros recursos cuando realmente os pudimos dejar morir sin problemas. Y aún así, tienes la poca vergüenza de plantar frente a mi y ponerte chulita hablándome en ese tono. ¿Quién te crees que eres? Deberías de saber cual es tu posición en esta situación.

–Maldito... Si no fuese por las decisiones de Tammy y Alejandro durante aquel asalto, ahora mismo la situación sería muy diferente. –dijo la joven con rabia. –No solo os bastó con asustarnos. Nos perseguisteis, me disparasteis, apuñalasteis a Samuel, nos golpeasteis, y sobornasteis a nuestro grupo para que trabajáramos para vosotros.

Al joven le parecía increíble el victimismo ilógico de aquella chica. Fueron ellos los que lanzaron la primera piedra, y aún así, algunos de aquellos niñatos estúpidos, tenían la osadía de plantarles cara y cuestionarles. ¿Cómo demonios podían ser tan estúpidos y temerarios?

–¿Qué la situación era difícil? No me hagas reír. Una panda de adolescentes fracasados como vosotros estaba destinado a morir tarde o temprano por vuestras acciones estúpidas. Y aunque hubierais logrado acceder a la casa rural, eso no cambia el hecho de que hubierais muerto en una confrontación. –el joven dio un paso al frente acortando distancias. Davis optó entonces por mostrarse algo agresivo, hinchando el pecho y enderezando aún más la espalda. Con el ceño fruncido, miró con gravedad a la chica que tenía en frente, quien algo intimidada decidió retroceder un par de pasos. –Nosotros hemos enfrentado amenazas mucho mayores que un grupo de estúpidos adolescentes. No siento compasión alguna por alguien como tú, y no me importa la edad que tengáis. Vuestra juventud no es excusa alguna para tolerar vuestras estupideces, si llegas a volverte algún problema, tú o quien sea de tu grupo, tomaré yo mismo cartas sobre el asunto.

Piper lo miró con fuego en los ojos. Aquel imbécil debía de agradecer que no tuviese un arma en mano, de lo contrario ya lo hubiera matado sin vacilación alguna. La joven fue a abrir la boca para replicar cuando unas voces gritaron su nombre. Piper y Davis miraron en la dirección de la que provenían, y las figuras de Sabrina, Samuel y Rosalie se acercaron apresurados a donde ambos estaban.

–¡Déjalo ya, maldita sea! –exclamó Samuel agarrándola del brazo.

–¡¿Quién coño se cree que es ese perro para hablarme así?! ¡¡Esta es nuestra puta casa, y aquí no eres bienvenido, ni tú ni los tuyos!! –exclamó cerrando los puños con fuerza.

–¡¡Ya está, Piper!! –dijo Sabrina tirando de ella.

–¡¡Llevadla a la granja!! –ordenó Rosalie.

El resto de los Matados miraban el espectáculo desde la edificación carbonizada. Unos lo veían con temor, por lo que las acciones de su compañera pudiesen causar, y otros, lo veían como un acto de valentía.

–¡¡YO PUEDO IR POR MI CUENTA, NO HACE FALTA QUE ME ARRASTRÉIS!! –gritó a sus dos compañeros. –¡¡SOLTADME DE UNA PUTA VEZ!!

La joven se liberó de los manos de Sabrina y Samuel, y sin más que hacer o decir allí, se metió de muy malas maneras dentro de la granja, pegando un fuerte portazo al ingresar al interior del edificio.

–Hablaremos con ella. –le dijo Sabrina a su compañera.

–Está bien, vigilad que no haga ninguna locura. Y que el resto vuelva dentro de la granja, ya se acabó el espectáculo. ordenó Rosalie nerviosa.

A penas unos minutos después, todos ingresaron a la edificación quemada, y tan solo Davis y Rosalie permanecieron fuera.

–Lo siento mucho, de verdad...

–Deberíais tener mucho cuidado con ella. Puede ser muy peligrosa para el grupo si sigue comportándose de esa manera. –le aconsejó el joven con un semblante bastante serio. –Puede que sus acciones os acabe perjudicando a todos. Y sería una pena que el tratado se rompiese por culpa de alguien como ella. Por ahora tendré que informar a los míos de esa actitud hostil.

–Lo comprendo. Y lo siento, prometo que no volverá a repetirse... –dijo la joven cabizbaja.

–Bien.

–¿Qué puedo hacer por ti, Davis?

–Venía para informarte de que hoy mismo podéis mudaros a la aldea.

–¡¿En serio?! Pensaba que tardaríais unos días.

–Bueno, hacía mucho que no pasábamos por allí, así que no sabía que nos encontraríamos. Pero afortunadamente estaba casi todo intacto, tal y como lo dejamos. Os hemos dejado allí otra cesta con recursos. También examinamos el sitio, lo limpiamos y reforzamos para que podáis vivir allí sin problema. –explicó el joven. –La aldea está a unos 20 minutos a pie del pueblo. Hay un camino que conecta ambos sitios, no tiene pérdida.

–Muchísimas gracias, de verdad. Nos estáis ayudando mucho.

–No es gratis, recuérdalo. –respondió rápido. –Firmasteis ayer un tratado en el que trabajaríais a cambio de todos esos beneficios.

–Sí, lo sabemos. Y todos trabajaremos a cambio de lo que nos ofrecéis.

–Bien. –el joven miró su reloj. –Dentro de una hora y media tendréis que bajar al pueblo para comenzar a trabajar.

–De acuerdo.

–Todos tendréis que aportar, incluso los niños.

–Está bien.

–Y no te preocupes, no somos explotadores. A los más chicos les mandaremos tareas muy básicas que ellos puedan hacer, como ayudar a alguien a traer o llevar cosas pequeñas, o darle un mensaje a alguien. Nada especialmente difícil.

–Comprendo. –dijo algo más alegre. –Por un momento pensé que harían trabajo duro, como los mayores.

–No. Como te dije, no somos explotadores. –le recordó. –Además, les vendrá bien aprender a ayudar con algunas tareas o a trabajar en grupo desde pequeños.

–De acuerdo.

–Hablé con mi compañera Eva, y me dijo que hoy podéis dejar aquí a los niños, y también a algún mayor que cuide de ellos y prepare las cosas para la mudanza. Nada más acabéis la jornada podréis iros a la aldea.

–Vale. Creo que le propondré a Piper que se quede aquí ocupándose de eso. Probablemente sea la mejor opción teniendo en cuenta lo que ha pasado hace un momento...

–Eso es cosa vuestra. –respondió. –Me voy ya, nos vemos en un rato en el ayuntamiento.

El joven fue a darse media vuelta para volver al pueblo cuando sintió un leve tirón de su camiseta.

—Espera.

—¿Qué pasa? —preguntó volteándose nuevamente.

—Puedo... ¿Puedo pedirte un favor, Davis? —preguntó con timidez esperando un posible no.

—Depende.

—Verás, ayer un animal entró al granero y mató a la única gallina que nos quedaba. Temo que pueda volver a lo largo del día, y al no encontrar más animales de los que alimentarse, pueda intentar atacar a uno de los niños mientras estamos la mayoría fuera, en el pueblo.

—Comprendo. Y quieres que busque ese animal y lo mate, ¿no es así?

—Sí, por favor. Tú y tus compañeros. Sé que no estoy en posición de pedirte nada, pero me preocupan los niños...

—Entiendo. Te ayudaré. Los de mi grupo están liados ahora mismo, así que iré yo.

—¡Gracias!

—Pero dime, ¿por qué no propusiste a tus compañeros buscar al animal y cazarlo?

—Digamos que no confío mucho en nuestro trabajo en equipo. Ahora sin un líder guiándonos, y aún con la conmoción de los últimos sucesos, el grupo está más separado que nunca. —aclaró. —Cada uno hace lo que le da la gana. Y aunque algunos quisiesen ayudar, probablemente no sean capaces de trabajar de forma coordinada. El grupo está acostumbrado a que Alejandro y Tammy les diga que hacer en cada momento. Y teniendo en cuenta que los cabeza huecas abundan en mi grupo, probablemente alguno muriese por actuar por su cuenta asumiendo riesgos.

Davis quedó en silencio meditando su respuesta.

—¡Ah! No, no creas que te mando a ti porque prefiero que mueras tú antes que esos tarugos. —intentó excusarse algo nerviosa. —Bueno sí, pero no, o sea... —la joven comenzó a maldecirse un poco así misma ante la manera en la que estaba liando las cosas. —Simplemente creo que tú y tus compañeros podéis ocuparos de algo como esto de una manera más inteligente y madura, sin actuar como unos descerebrados ante el peligro...

—No hacía falta esa última respuesta. —contestó entonces. —Desde un principio entendí que sería por eso por lo que querías que nos encargásemos del tema. —Rosalie suspiró al ver que no se lo había tomado mal. —Sin embargo, teniendo en cuenta lo que sé de tu grupo, me sorprende bastante que permanezcáis aún con vida. ¿Seguro que Alejandro no era un buen líder? Al menos a la hora de comandar misiones.

—Mmm... Es difícil de responder a eso, pero supongo que al menos eso lo sabía hacer medianamente bien. Tammy también intervenía en muchas de sus decisiones, e incluso la propia Sabrina, se podría decir que ambas le aconsejaban por separado. —respondió. —Aunque el camino no ha sido fácil, en absoluto. Nuestra inexperiencia como grupo y nuestra inmadurez como adolescentes nos han causado muchos problemas, problemas que han ocasionado la muerte de muchos de nuestros compañeros en el pasado...

—Ya veo... Supongo que si aún estáis vivos y habéis sobrevivido tanto tiempo, es por algunas decisiones bien tomadas por Alejandro y la influencia de las otras dos, también por el sacrificio de muchos de los vuestros, y algo de suerte.

—Supongo que se puede decir así...

—Bueno, voy a buscar a ese animal. Supongo que empezaré a buscar por el granero para ver que dirección tomó.

—De acuerdo. Muchas gracias.

El joven hizo lo propio e investigó el granero, encontrando un rastro de plumas y sangre dejadas por la víctima. Los pasos de Davis se adentraron al interior del bosque rastreando al depredador. Él solía moverse mucho por la zona del bosque, y sabía como orientarse en su interior, por lo que podría ayudarla a dar con el asesino del animal.

El joven pensó que Rosalie parecía una chica honesta y de buen corazón, al menos, es lo que le decían sus sentidos. Ella era muy distinta a la mayoría de integrantes de aquel grupo. Sin embargo, le resultaba incómodo tratar con los Matados en general, no solo porque un pequeño grupo de estos atacaron a Jessica y a sus otras compañeras tiempo atrás, o por el hecho de que trataron de atacar el pueblo, también porque le desagradaba la actitud de niñatos y niñatas que tenían muchos de ellos, como Piper. La gente así le resultaba de lo más desagradable, y por lo general prefería evitarlas.

El joven tardó unos minutos en encontrar la primera pista, unas plumas de gallina. Iba por buen camino. Según le dijo Rosalie, tiempo atrás se le escapó una gallina que estaba poniendo huevos a causa de cierto incidente por parte de Alejandro. Salieron en su busca, pero solo hallaron rastros de que algo la debió de haber cazado.

—Podría haber sido un lobo, o peor, un oso. —dijo para si mismo mirando los alrededores.

El joven dejó caer las plumas al suelo y continuó avanzando entre la maleza del bosque. Las hojas crujían bajo sus pies a medida que avanzaba. El cielo estaba claro y despejado, y los rayos del sol iluminaban todo el bosque permitiendo al joven una visión clara de lo que tenía alrededor. El suave viento mecía el follaje de los árboles.

—Está todo muy tranquilo... —susurró extrañado.

Entonces el joven detuvo sus pasos al creer ver algo por el rabillo del ojo. Davis orientó su mirada de ojos oscuros a unos metros a la derecha, sin embargo, no había nada extraño allí. El lancero frunció el ceño, y tras unos instantes observando en silencio a la espera de que algo apareciera, continuó avanzando. No tardó demasiado en hallar la siguiente pista. El joven se arrodilló al descubrir a los pies de un árbol la cabeza de la gallina, y a su alrededor, varias manchas de sangre y algunas plumas.

—Estoy cerca. —dijo para si mismo. —La verdad es que tampoco esperaba encontrarla con vida. —comentó algo insatisfecho por ver así al animal. —¿Ah? ¿Huellas? —el joven apartó con la mano algunas hojas del suelo para comprobarlas. —Ya veo... Me alegro de que no sea un oso. —se dijo así mismo aliviado al reconocerlas.

Entonces las hojas crujieron tras él, y veloz se puso en pie volteándose. Dos animales cuadrúpedos avanzaron hacia él entre gruñidos. El joven pensó que aquellas huellas podrían ser de lobos, sin embargo, no pudo estar más contento de equivocarse.

—Perros. —pronunció el chico. —No iba mal encaminado.

A unos metros frente a él se hallaban dos cánidos en guardia. Se trataban de un par de labradores retriever, uno negro y otro blanco. Eran de un tamaño mediano y de constitución robusta. Se trataba de una raza doméstica que se caracterizaba por ser perros enérgicos, inteligentes, dóciles, obedientes y sociables. Debido a estas características, antiguamente se les usaba mucho para la caza, también para ayudar a personas con discapacidades, o incluso, eran entrenados por la policía para usarlos en sus operativos de búsqueda o rescate. Eran una raza originaria de Canadá bastante popular entre las personas.

—Hey, venid aquí chicos. —los llamó con un tono agradable.

Sin embargo, ambos le ladraron mostrándole los dientes. El joven sabía que aquellos animales eran muy amigables con los humanos. Recordaba que tenía un vecino en el barrio en el que vivía en Stone que poseía un perro de aquella raza. Siempre se había mostrado amigable con él cuando era pequeño y le dejaba acariciarlo, sin embargo, aquellos dos no parecían tolerar su presencia.

—Están asalvajados. —susurró frunciendo el ceño.

Los animales comenzaron a caminar separándose el uno del otro, moviéndose al rededor del chico sin dejar de gruñirle ni quitarle la mirada de encima. Davis comenzó a retroceder lentamente sabiendo que aquellos animales estaban preparándose para atacarle. Ambos canes se detuvieron a un lado y otro del chico flexionando sus patas. Tenía que correr, pensó viendo la situación. Si le atacaban por ambos lados podría salir muy mal parado. Sin pensárselo dos veces el joven se dio media vuelta y emprendió la carrera. Ambos canes ladraron al verlo huir, y de inmediato fueron tras él.

Sus piernas se movían rápido mientras saltaba algunas rocas y raíces. Veloz atravesaba el bosque moviéndose entre los árboles cambiando de sentido cada poco tiempo para intentar no ir solo en línea recta, lo que lo podía poner en desventaja ante la velocidad de los canes. Los escuchaba correr tras él, en poco tiempo lo cazarían si bajaba el ritmo. Los ladridos venían de dos direcciones, izquierda y derecha. Trataban de acorralarlo. Tan solo necesitaba ladear ligeramente la cabeza a un lado y otro para ver sus figuras avanzar rápidamente entre los árboles y matorrales.

Tenía piernas ágiles, y buena resistencia corriendo, podría mantener el ritmo durante un tiempo, pero tarde o temprano se cansaría. El aire entraba por sus pulmones a través de su nariz, para salir al instante a través de sus labios. Sus ojos oscuros se movían veloces en todas direcciones examinando el terreno en busca de algún sitio por el que huir, trepar o esconderse. No podía permanecer eternamente corriendo.

El joven orientó veloz su mirada a la izquierda. El cánido oscuro comenzaba a cerrar distancias con él. Un ladrido a su derecha le hizo percatarse de la cercanía del perro de blanco pelaje aproximándose también mientras evadía varios árboles en la persecución. El sonido de las pisadas de los animales era cada vez más fuerte. El joven vio al perro oscuro sobrepasarle haciendo un arco cambiando de dirección directo a él, ahora venía... ¡¡De frente!! Los ladridos del perro negro llegaban a sus oídos con más fuerza. En segundos se lanzaría de cara a él. Los ojos oscuros del chico se percataron de como a media distancia entre él y el animal había algunas rocas grandes y elevadas sobresaliendo del suelo, y prácticamente al lado, un árbol de no mucha altura con sus ramas algo bajas. Tal vez...

Apretando los dientes con fuerza Davis forzó a sus piernas a correr más rápido viendo al perro negro cada vez más cerca. Los jadeos del animal eran ya muy fuertes, y su cuerpo oscuro estaba por avalanzarse sobre él. Veloz, el joven corrió por encima de las rocas que sobresalían del suelo y saltó enérgicamente con sus brazos en alto. El animal saltó instantes después de que el joven lograse agarrarse a la rama más baja del árbol, y a penas elevó sus piernas en el aire, pudo sentir el cuerpo el perro rozárselas por debajo. La rama crujió a penas un instante después de que el animal tocase suelo tras su salto fallido. Davis se soltó cayendo de rodillas al suelo antes de que la rama se partiese. Un ladrido tras él lo hizo voltearse veloz al tiempo que desenfundaba su Scramasax. A penas intercambiaron una mirada, el animal saltó sobre el chico tirándolo al suelo.

—¡¡Aarrghh!!

Al joven se le escapó el arma ante la embestida, y con sus manos agarró con fuerza el cuello del perro, quien feroz no dejaba de ladrar mientras trataba de morderle la cara con sus fauces. ¡Era fuerte! Pensó el joven asustado ante la fuerza con el que el animal trataba de zafarse de su agarre para morderle. El aliento cálido y húmero del animal golpeaba la cara del joven cada vez que sus fauces se abrían y cerraban con fuerza, y gotas de su saliva caían sobre su rostro. Entonces por el rabillo del ojo pudo ver la figura blanca del labrador restante acercarse veloz. El joven liberó una de sus manos y colocó el brazo izquierdo bajo el cuello del animal, sin embargo, hacer aquello tan solo hizo las mandíbulas del animal avanzasen unos centímetros más hacia su rostro. Davis trató de empujar con fuerza en sentido contrario a las fauces del animal, mientras que su mano derecha se movía por el suelo esparciendo la tierra, hojas y piedras buscando localizar con el tacto el mango de la Scramasax.

Entonces el joven se sorprendió cuando pudo tocar el arma con la punta de sus dedos. No lo dudó ni un mero instante, y tan rápido como tomó el mango del arma incrustó su hoja en el cuello del animal. El perro soltó un chillido de agonía, y sin fuerzas se desplomó lateralmente en el suelo. Davis se puso rápido en pie y retrocedió unos pasos antes de voltearse. A penas tuvo una fracción de segundo para cubrirse el rostro cuando el perro de blanco pelaje saltó hacia él tirándolo nuevamente al suelo, haciendo que el arma se le escapase nuevamente de las manos, solo que esta vez, fue a parar mucho más lejos. Davis se puso nuevamente en pie desplegando su lanza a gran velocidad.

El perro observó a su compañero muerto en el suelo unos instante antes de prestar nuevamente atención a su presa. Entonces, tras ladrar mostrando su afilada dentadura, el labrador saltó hacia el joven con sus fauces abiertas. Davis lo tuvo claro, apenas precisó de unos instantes para calcular visualmente el trayecto y la altura del salto del animal. Cuando este fue a caer sobre él, ascendió velozmente el extremo de su lanza para empalar al animal, el cual chilló dolorido al ser ensartado por la afilada punta de acero del arma. A penas cayó el cuerpo del animal al suelo, Davis ensartó su lanza en la sien del animal acabando con su sufrimiento.

El joven torció el labio disgustado con la escena. No le agradaba haber tenido que matar a aquel par de labradores, siempre le había gustado mucho los animales, especialmente los perros, pero no había tenido otra opción. Era él o ellos. Sin embargo aquellos animales hacían lo que debían de hacer, cazar para sobrevivir. No podía reprocharles que hubiesen intentado cazarle.

—Supongo que tampoco tenía otra opción... —se lamentó el joven arrodillándose a contemplar los cuerpos. —Si no los hubiese detenido, podrían haber atacado a alguno de los niños chicos de ese grupo.

El joven se levantó, debía de ir a informar a Rosalie, y de paso, ir a por una pala para enterrar los cuerpos. No quería dejarlos ahí tirados simplemente, además, podrían atraer a zombis a la zona. El joven recogió su Scramasax y se dio media vuelta para volver a la granja cuando escuchó un leve ladrido tras él.

—¿Qué fue eso? —se preguntó así mismo dándose media vuelta. Nuevamente volvió a escucharlo. —¿Ah?

Davis comenzó a mirar a su alrededor escuchando aquellos leves ladridos, hasta que se percató de un agujero hueco a los pies de un árbol cercano. El joven se acercó para comprobar su interior. A penas echó un vistazo, el joven sintió un gran sentimiento de culpa oprimiendo su pecho.

Dentro se encontraba una camada de 6 cachorros de labrador de distintos colores, todos acurrucados entre ellos para compartir el calor corporal. Los dos perros a los que mató debían de ser sus padres, pensó. El joven frunció el ceño al percatarse de que estaban muy quietos, salvo uno que elevó la cabeza al percatarse de la presencia del chico. De aquella camada, tan solo ese estaba vivo, un macho de color blanco.

—Están desnutridos... —susurró viendo la delgadez de los cachorros muertos. —Y el que queda también está muy delgado.

El cachorro salió de entre los cadáveres de sus hermanos torpemente para ver a la extraña criatura que lo observaba. Davis no pudo evitar sonreír al verlo, le resultaba bastante adorable. El joven se puso en pie y miró los cadáveres de sus padres pensativo. Debían de estar cazando para alimentarlos, pensó, ya que viendo el tamaño de aquellos cachorros, debían de tener poco más de dos meses, tres quizás, por lo que debían de alimentarse ya de alimentos sólidos y no de la leche de su madre.

¿Qué hacía ahora? Si lo dejaba ahí solo acabaría muriendo de hambre, o bien algún zombi u otro animal lo podrían matar para comérselo. Sin embargo, si se lo llevaba al pueblo tal vez Eva le pondría algún impedimento, ya que un perro suele ser ruidoso por sus ladridos, y podría atraer la atención de los no muertos o enemigos al pueblo. ¿Y si se lo daba a Rosalie? Si alguien se quedaba con él debía de ser una persona sensible y responsable que pudiese cuidarlo sin ningún problema, y ella parecía encajar en ese perfil. El joven se cruzó de brazos pensativo. El animal salió del agujero para acercarse a él y mirarlo con curiosidad mientras movía la cola.

—¿Qué? No me mires así, no puedo adoptarte así sin más... —le respondió ante aquella adorable mirada de ojos negros.

Entonces el cachorro comenzó a alejarse al trote poco a poco en dirección a los cuerpos de sus padres. Davis fue tras él sintiéndose culpable de aquello. El cachorro comenzó a ladrar mientras olfateaba los cuerpos de sus padres sin entender bien porque estaban ahí tirados sin moverse.

—Argh... Me estás poniendo en un compromiso, ¿sabes? —le habló al animal sintiéndose algo avergonzado por la situación. —Lo siento, no tuve elección...

Debía dárselo a alguien, sin embargo, la idea de dárselo a Rosalie aunque no era mala, le echaba un poco hacia atrás, pero no por ella. El cachorro necesitaba un ambiente tranquilo para crecer, y aquel grupo no era muy tranquilo que digamos. Al menos la impresión que tenía de los Matados es que muchos de sus integrantes eran personas irresponsables e inmaduras, con graves faltas de educación y tacto.

No veía aquel sitio como un ambiente adecuado en el que un cachorro tan pequeño pudiese crecer y vivir tranquilamente. El joven recogió al animal del suelo para mirarle a la cara. No quería reconocerlo, pero solo de verlo se le caía la baba. Nunca le dejaron sus padres tener un perro cuando era chico, ni ninguna mascota en general. Aunque ahora... El joven esbozó inconscientemente una sonrisa en su rostro, sin embargo, en cuanto se dio cuanta la borró.

—Supongo que no me queda otra... —Suspiró con falsa resignación ante la idea. —Te llevaré conmigo, pero si Eva me monta un pollo por llevarte al pueblo tendré que preguntar a Rosalie si quiere adoptarte. —le dijo al animal mirándolo a los ojos, quien le respondió con un ladrido. —Creo recordar que en el pueblo hay una tienda de animales, allí debería de haber pienso. En cuanto lleguemos te doy un poco, perro. —le dijo al animal. —Aunque llamarte perro suena raro... —dijo pensativo. —¿Niko? Es un nombre de perro, ¿no? —preguntó mirando al animal, quien le respondió con un ladrido mientras movía la cola. —Mmm... De momento te llamaré perro, pero si puedo quedarme contigo te llamaré Niko. —Entonces el joven se percató de algo. —Espera... ¿Le estoy hablando un perro? —Davis resopló. —Me pregunto si Nicole sabrá algo para adiestrarlo. Se supone que los policías usan perros para el trabajo, puede que sepa algo que le pueda enseñar para educarlo. —comentó pensativo comenzando a andar dirección a la granja con el cachorro en brazos.

Davis debía de informar a Rosalie sobre la situación, apuntándose mentalmente que tendría de volver para enterrar a aquellos labradores y sus crías. Después, tendría que tratar de convencer a su grupo, especialmente a Eva, sobre la posibilidad de que pudiese adoptar a aquel cachorro. Pronto, con aquello en mente, la figura del joven con el pequeño labrador en brazos se desvaneció del lugar.

#Sacedog

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