— ¡Marcus! ¡Marcus! ¡Responde! —aulló una
exasperada loba a la maquinaria expresiva que sustentaba frente a ella,
cosechando tan sólo el álgido sonido estático de su apatía—. ¡¡Marcus!! ¡¿Qué
cojones está pasando?! ¡¡Marcus!! ¡¡¡Marcus!!!
Sin embargo, la aclaratoria de carácter no dañino
aguardada por su leal mando fue sustituida por el canto inocente de un ingenuo
asesino que iba a sellar su destino con sus propios labios.
— ¡Mi señora! ¡Aquí el francotirador de la zona
oeste! —desató con inquietud su intervención a la par que ubicaba en los
recovecos de su pútrido cerebro la información que comunicaría—. Ha surgido un
imprevisto. Vera… Uno de los individuos que me ordenó localizar trató de
asesinar al mando Marcus. Su fuerza era… ciertamente impresionante.
— ¿Qué es lo qué has hecho, francotirador?
—interrogó descompuesta Michaela deduciendo la determinación fatídica que se
desprendía de un pestilente temor a través de su justificación insustancial—.
¡¡Contéstame y deja de balbucear!! ¡¡¿¿Qué has hecho??!!
—He… Le he disparado… Está muerta… —confesó
horrorizado prosiguiendo con la inutilidad de su exculpación para tratar de
eludir una reacción letalmente explosiva que era imparable—. Iba a matar a un
alto mando, y ya hemos perdido a uno de ellos. Si no lo hacía yo, nadie más lo
habría impedido. Tan sólo…
— ¡¿Cuál es su nombre, francotirador? —interrumpió
hastiada su insulsa palabrería cubierta por la más profunda de las inutilidades
respecto a su tentativa de exculpación.
—Mi señora, yo… —redujo el amenazado la potencia de
sus vocablos amedrentado frente al ardor de una ira que se había atrevido a
subestimar.
—¡¡¡Su nombre!!! —insistió la reina esclareciendo
al tirador la innegable imperatividad de su identificación, consiguiendo
desfigurar la presión ejercida en la manifestación de un nombre que se imprimió
instantáneamente en su corteza cerebral.
—Bryan Johnson, mi señora.
—Continúa vigilando.
Con aquella impositiva frialdad, su escucha
tortuosa concluyó. Tan sólo aquel mínimo ápice de información acerca de la
identidad del subordinado resultó ser suficiente para suspender la comunicación
y abandonar al francotirador ante la latente tensión inducida por la
inconclusión de su perdón. Segundos habían transcurrido desde su liberación del
parásito infecto cuando su walkie
requirió nuevamente su asistencia.
— ¡Mi señora, aquí Marcus contactando! —estableció
el mando expresando una corrupción
impropia de su estado habitual de sosiego—. Siento la demora. La chica
rompió mi walkie talkie. Suerte que llevaba otro de repuesto. La buena noticia
es que he conseguido atrapar a uno de los objetivos que me encomendó. Tengo al
lancero inconsciente y predispuesto a presentarse ante usted… Sin embargo, hubo
cierto problema con la chica en cuestión…
—Sí, sé lo del francotirador, Marcus. Le disparó
para salvarte la vida, según él —reveló esta su conocimiento acentuando una
entonación satírica en su exposición—. Y no fue suficiente con su terrible,
terrible desobediencia, sino que se ha atrevido a confesarlo personalmente.
Ciertas personas parecen confundir la valentía con soberana estupidez… En fin,
Marcus, tráeme al bello durmiente a la entrada de mis oficinas. La reacción de
Nicole cuando le vea será… impagable.
—De inmediato, mi señora —acató el subordinado su
mandato disponiéndose a efectuar con presura la imposición a la par que una
segunda ordenanza se desplegaba como complemento de la primera.
—Ah, y cuando le hayas traído, vuelve a la escena
del crimen y recupera el cadáver de la otra. Aunque esté muerta, la entidad que
inunda su cuerpo es un bien más preciado que tú y todo tu equipo juntos.
Trátala como es debido.
—Por supuesto, mi señora. Se hará como usted lo
desee —insistió su mando indemorable—. Cambio y corto.
—Maldita
sea, hay muchos guardias, es imposible entrar sin que nos vean —informó el
joven asomando la cabeza por encima de un pequeño muro de ladrillos.
— ¿Qué vamos
a hacer entonces, Leo? —preguntó Nicole al joven.
—Dame
tiempo, estoy pensando.
Nicole se
quedó agachada al lado del joven mientras éste se asomaba por encima o por el
lateral izquierdo del muro examinando el escenario y las posiciones de los
guardias. A ella le parecía un muchacho inteligente y valiente, a veces se le
solía olvidar que solo tenía catorce años, para la edad que tenía aquel chico,
se comportaba como una persona de mucha más edad, probablemente debido al
ambiente en el que estaba había tenido que madurar antes de tiempo en algunas
facetas, con el objetivo de sobrevivir contra los más fuertes del lugar.
—Hay una
posibilidad, pero sería arriesgarlo todo a una única oportunidad —anunció
finalmente el joven.
— ¿Cuál es
esa oportunidad? —quiso saber la ex agente Collins.
—A mano
derecha, metiéndonos por esa calle, hay un pequeño restaurante, mi idea es
acercarnos al local y buscar una botella de vidrio vacía, un trozo de tela,
algún encendedor y un líquido inflamable con el objetivo de fabricar una
molotov. Una vez que la consigamos habrá que lanzarla contra algún edificio
algo lejos de aquí para que vayan de inmediato a apagar el fuego. Entonces,
mientras extinguen las llamas para que no se descontrole el incendio,
tendríamos una posibilidad de entrar y comprobar si tus compañeros están
retenidos dentro mientras buscamos también lo que yo necesito de la armería
—propuso el joven Leonard.
— ¿Y crees
que lo encontraremos todo ahí?
—Antes del
apocalipsis fui a comer con mis padres muchas veces a ese restaurante, y
recuerdo que el dueño era un fumador compulsivo, estoy seguro que algún mechero
o paquete de cerillas habrá guardado en la cocina del local, y obviamente como
ahí se cocinaba y se servían bebidas, habrá algún trapo y alguna botella. Lo
complicado será encontrar algún líquido inflamable.
Nicole asomó
la cabeza por encima del muro mientras que Leo se asomó por un lateral de éste.
—Hay un soldado vigilando la entrada de la armería,
otros dos parados en mitad de la carretera charlando, un cuarto apoyado en
aquella pared fumando, hay otro vigilando con un rifle francotirador desde el
tejado de la armería, y uno más paseando por esa calle que se abre a la
izquierda del local. —informó la mujer pensativa. —Sí, creo que tu plan podrá
funcionar. Para apagar el fuego probablemente vayan la mayoría de los soldados
que están montando guardia frente a la armería.
—Gracias por
darme la razón, por un momento parecía que habías dudado de mi plan —comentó un
joven algo ofendido.
—Lo siento,
cielo. Tú eres el experto en planes, no volveré a dudar de ellos —respondió
Nicole con una sonrisa.
Finalmente
el dúo se marchó agachado cubriéndose tras el muro y algunos edificios hasta
llegar a los pocos minutos al restaurante, el cual no estaba lejos del lugar
donde originalmente se habían encontrado. Tras entrar se pusieron a buscar los
ingredientes para preparar la molotov casera. No fue especialmente difícil
encontrarlos, una botella de vidrio vacía tirada en un pequeño contenedor de
basura, un trapo algo sucio sobre la encimera y una caja de cerillas tras una
vitrina llena de sucias y polvorientas copas de vidrio.
— ¿Ves? Te
dije que no sería complicado encontrar estas cosas aquí. Lo complicado es
encontrar los productos inflamables. Pensé en alcohol, pero seguramente los
soldaditos de la bruja de tu hermanastra se hayan bebido hasta la última gota
—comentó Leo examinando los muebles repletos de botellas vacías.
Tras un rato
examinando los muebles repletos de botellas carentes de contenido...
—Leo,
encontré algo de Vodka —anunció Nicole tras mirar al fondo de unas vitrinas de
botellas vacías y encontrar el preciado líquido. La botella estaba bien oculta,
lo cual le hizo pensar a Nicole que le pertenecía a algún soldado y la ocultó
de la vista de sus compañeros para que no se tomaran su contenido de llegar a
encontrarla.
—Perfecto,
échalo dentro de la botella vacía. —comentó Leo animado ante la noticia
acercándose con Nicole a la mesa en la que descansaba el recipiente vacío de
vidrio que posteriormente se transformaría en un cóctel molotov.
Nicole echó
todo su contenido, pero por desgracia, este llenaba como mucho dos dedos y
medio de la botella de vidrio.
—Es poco...
—comentó Leo torciendo los labios insatisfecho—. Tendremos que encontrar más
cosas, tal vez haya productos de limpieza por aquí guardados. Continuemos
buscando.
El dúo
continuó buscando, pero esta vez por separado. Leo se puso a buscar productos
inflamables en el cuarto de la limpieza continuo a la cocina, mientras que
Nicole continuaba buscando dentro de esta. Pasaron cerca de seis o siete
minutos cuando Leo volvió con unas botellas de amoniaco y lejía, Nicole por su
parte había encontrado algo de aceite quemado en una sartén. Finalmente
mezclaron todos los líquidos dentro de la botella llenándola hasta la mitad y
le introdujeron el trapo hasta que un extremo de éste se impregnó con el
líquido y el otro extremo quedaba sobresaliendo por fuera de la botella.
— ¿Tienes
las cerillas? —preguntó Leo.
—Claro. ¿Qué
haremos arder?
—Alguna casa
una calle más abajo de donde se encuentra la armería y lejos de nuestra
posición, pero lo suficientemente cerca como para que a distancia vean las
llamas. Las casas de esas zonas están rodeadas de árboles y arbustos que
arderán junto con la casa y ayudarán a la expansión del fuego.
—Está bien.
Oye, una pregunta que me ha surgido hace tiempo y con el tema éste no se me ha
ocurrido preguntarte antes. ¿Tú no eres un guerrillero? ¿No deberías de haber
estado en la rebelión?
—No, porque
me considero un mercenario y no un guerrillero. —respondió éste.
— ¿Un
mercenario? No recuerdo que Braun me los mencionara cuando me habló de la
pirámide jerárquica.
—Eso es
porque teóricamente no existen, los mercenarios son un concepto mío. Son niños
y niñas menores de edad que son huérfanos y trabajan en el servicio militar
activo bajo la tutela de Braun y Michaela.
— ¿Y por qué
te consideras un mercenario y no un guerrillero? ¿Cuál es la diferencia?
—Eso es por
mi papel dentro de este imperio. Me explico, los soldados se agrupan en cuatro
pelotones liderados cada uno por Michaela y sus tres altos mandos, Fox, Anna y
Marcus, estos hacen principalmente sus misiones fuera de la base, las misiones
que únicamente sus líderes les ordenan. Luego están los guerrilleros, quienes
están bajo la tutela de Braun ocupándose principalmente del buen funcionamiento
de la base cumpliendo las órdenes de su líder. Y luego están los mercenarios,
que están bajo la tutela de Braun y Michaela trabajando para ambos haciendo
tanto las funciones de un soldado como las de un guerrillero, es gracias a esto
de que los mercenarios trabajamos en ambos mandos por lo que nos enteramos de
tantas cosas, y por eso sé todo lo que sé sobre este lugar. Además, otra
diferencia es que los soldados lo son porque si o por algún motivo especial, y
un guerrillero lo es porque un civil se ha entrenado pasando las pruebas
militares para trabajar activamente en las milicias. Un mercenario cuando
alcanza la mayoría de edad se le da a elegir si quiere entrar al cuerpo de
soldados o al de los guerrilleros, pudiendo pertenecer de este modo a un único
bando en vez de a los dos.
—Ya veo,
visto desde ese punto, los huérfanos sois otra cosa distinta. Dentro de la
pirámide jerárquica solo sois guerrilleros teóricamente hablando únicamente
porque no sois soldados. Si no sois una cosa sois la otra.
—Exacto. También
hay otra cosa, los niños soldados podemos ganarnos un hueco en la pirámide
jerárquica, al menos tres de nosotros, hablo de los mosqueteros.
—Sí, he
conocido a esos tres mosqueteritos de Michaela.
—No tienen
que ser precisamente de Michaela, de hecho, no deberían de ser de Michaela. Los
tres mosqueteros son escogidos por Braun y Michaela según sus habilidades,
experiencia, lealtad y su popularidad entre los niños del imperio, ya que son
escogidos para ser los intermediarios entre los niños y jóvenes sean o no
huérfanos y sus dos tutores, estos tres son escogidos para ser la boca, los
ojos y los oídos de Braun y Michaela entre los menores de edad del imperio.
Actualmente los tres mosqueteros son dos chicos y una chica, y aunque
teóricamente los mosqueteros deben ser neutrales respecto a su lealtad a sus
tutores igual que los mercenarios, esto no es así. Por lo que me he dado
cuenta, Hugo tira más hacia Braun, mientras que Daniel y Barbie son más leales
a Michaela.
—Comprendo,
ahora entiendo cuál es tu papel en esto. Usar a niños para la guerra, que
detestable acción por parte de esa mujer.
—Michaela es
una mujer sin escrúpulos que gobierna mediante el miedo y el poder. Aquellos
niños que no quieren entrar al mundo militar, lo que es una obligación, los
mosqueteros tienen el deber de hacerlos cambiar de opinión...
— ¿Qué
quieres decir con que se les obliga a cambiar de opinión? —Nicole pensó que
aquella pregunta era algo absurda, algo dentro de ella le decía que
probablemente usaban las amenazas y el chantaje para obligarlos a trabajar
activamente en las milicias.
—Los
mosqueteros les dan una paliza a muerte que no termina hasta que estos no ceden
en su decisión, no tienen opción a resistirse o discutir la voluntad de Madre,
como la llaman los niños de su imperio...
Nicole se
percató del bajo tono de voz que el joven empleó, así como de la fría mirada
que lanzó al suelo tras revelar aquella información
—Leo, tú fuiste uno de esos que se resistió,
¿verdad? —preguntó empleando un tono de voz que expresaba gravedad y
preocupación.
El joven se
apoyó en la pared, se tomó unos momentos pensándose en si debía o no responder,
por lo que en vez de relatar su experiencia simplemente decidió asentir con la
cabeza en absoluto silencio. Leo se mostraba a los ojos de Nicole frío y
distante, totalmente hierático, lanzaba una mirada perdida al sucio suelo de la
cocina mientras recordaba la paliza a la que fue sometido tiempo atrás cuando
se reveló contra la voluntad de Madre. Ante aquella visión del joven, Nicole no
pudo evitar sentir despertar de nuevo la llama de la ira en su interior, la
cual ardía y aumentaba con cada nueva acción dañina que Michaela llevaba a
cabo.
— ¿Madre?
¿Cómo puede llamarse esa furcia Madre? Una madre de verdad no hace esas cosas,
querría lo mejor para sus hijos. Pufff... solo pensar que le llamáis Madre a
esa tipa me parece repulsivo —comentó Nicole con un claro tono de indignación y
rabia.
Ambos se
quedaron en silencio un momento absortos en sus pensamientos.
—Oye, Nicole, yo también tengo algo que
preguntarte. ¿Qué viste en mí para querer ayudarme y no matarme cuando nos
enfrentamos? —preguntó el joven mostrándose aún ante la preocupada mirada de su
compañera en ese estado de ausencia.
—Creo que no
eres mala persona, a pesar de haber asesinado, tus actos tienen un origen
distinto a los de los tres mosqueteros que conozco. Tú mismo me acabas de decir
que te obligaron a entrar al servicio militar, es decir, te obligaron a hacer
cosas malas contra tu voluntad, cosas de las que, como tú mismo me dijiste, no
te sientes orgulloso. Todo lo que has hecho fue en nombre de Michaela. Cuando
quisiste quitarme mi arma, tú mismo dijiste que tan solo querías que te la
diera y luego desaparecerías. Pienso que has tenido que hacer también cosas
malas por necesidad, por sobrevivir en el ambiente en el que has estado
viviendo, víctima de la desesperación, no porque realmente quieras hacer esas
cosas —justificó la mujer los actos del adolescente—. Mi veredicto es que eres
inocente, todos los crímenes que has hecho ha sido en nombre de Michaela. Para
mí, el único culpable aquí de todo el daño que hayas hecho ha sido ella. Tú
eres inocente —finalizó la mujer el veredicto que había salvado de la muerte al
joven Leonard durante su enfrentamiento con ella anteriormente.
Leonard la
miró incrédulo saliendo parcialmente de aquel estado en el que se encontraba.
— ¿Realmente crees que soy inocente? ¿A pesar de
haber asesinado a varias personas en nombre de Michaela?—preguntó mirando las
palmas de sus manos—. No soy mejor que ella. Tal vez debería de haberme negado
y dejar que me mataran en aquella paliza antes de manchar mis manos de
sangre... Tal vez debería...
— ¡Déjate de
gilipolleces! —cortó súbitamente Nicole.
El joven la
miró sorprendido por la manera en la que le cortó tan bruscamente antes de
terminar la frase.
—Si es así como dices, Leonard, yo también soy una
asesina. Como agente de la ley he acabado con la vida de varias personas. Yo he
matado a personas siendo policía, siendo una defensora de la ley y el orden, y
no me arrepiento de ello.
Leonard no
supo que decir ante la declaración, por lo que la miró en silencio.
— ¿Recuerdas
que te dije que hay gente que hacen daño a otras personas por conseguir lo que
para ellos es correcto tanto en un bando como en otro siguiendo sus valores,
principios e ideales? A lo que me refiero, Leonard, es que la gente mala no son
las únicas que se manchan las manos de sangre, la gente de bien también. No
solo las bandas criminales asesinan, la justicia también mancha sus manos de
sangre. Si las cosas son como tú dices, claro que eres un asesino, yo también
lo soy y cualquier persona que mate a un ser humano. ¡¡Yo y Michaela somos
iguales en eso, ambas somos asesinas, pero hay una clara diferencia, ella mata
con el objetivo de hacer daño, yo mato para salvar a las personas!!—pronunció
Nicole con fuerza atrayendo de lleno la mirada y la atención del joven, el
rostro de Nicole parecía molesto, sin duda aquella mujer le estaba riñendo por
el juicio que se estaba lanzando contra él mismo injustamente.
—Yo he
matado con el objetivo de hacer daño, todos mis actos han sido para hacer daño
a alguien, no solo asesinatos, también las peleas en las que me he metido y los
robos que he cometido—justificó el chico sus propios actos mirando seriamente a
Nicole.
—Eso no es
cierto Leonard, tus actos no son los que hablan por ti, son el motivo por el
que los has llevado a cabo. Michaela ha matado a guerrilleros inocentes que
suplicaban por su vida y que aseguraban que no habían participado en la
rebelión, los mató indiscriminadamente sin saber si decían o no la verdad, los
mató por diversión, por meter miedo. Los mató por hacer daño, su forma de
gobernar es mediante el miedo y el poder. ¿Realmente crees que no eres mejor
que ese monstruo que tenéis por líder? Te contaré algo y quiero que tú juzgues.
Te diré como fue la primera vez que maté a alguien y compares mi motivo de
asesinar respecto al motivo que tiene Michaela.
Leonard en
silencio asintió con la cabeza
—Está bien,
te escucho.
—La primera
persona que maté fue a un pederasta que tenía a una jovencita de diez años
secuestrada, de la que había abusado sexualmente y a la que planeaba matar, tal
y como había hecho con otro niño aún de menor edad que la chica, para después
esconder el cadáver. Ese era su modo de actuar, su última víctima había sido
ese niño que he mencionado antes cuyo cuerpo encontramos despedazado en el
vertedero de la ciudad con claros síntomas de haber sido violado y brutalmente
golpeado hasta la muerte antes de ser descuartizado. Lo identificamos y lo
encontramos gracias a las muestras de semen que hayamos en el cadáver del
chico, cuando supo que dimos con él, huyó armado en coche junto con la niña
hasta que lo acorralamos en los límites de la ciudad cortándole la carretera
con los coches patrullas, finalmente, mientras mis compañeros de oficio lo
acorralaron y lo entretenían para que no apretara el gatillo y matara a la niña
de un balazo en la sien, yo con un rifle francotirador le volé la tapa de los
sesos de un solo disparo desde un edificio cercano. La chica sobrevivió, pero
acabó traumada por las palizas y violaciones a las que fue expuesta por parte
de ese degenerado, cuando se salvó no podía parar de llorar y darnos las gracias
por sacarla del infierno al que se había visto sometida. Finalmente pudo volver
con su familia, vengamos al chico que murió tras pasar por aquel calvario antes
que la muchacha esta y prevenimos a la ciudad de aquel desgraciado, salvando
con ello a otros muchos menores de edad que podrían haber estado en esa
situación.
Leonard se
quedó sin habla ante aquello, no solo por la historia que Nicole le estaba
relatando sobre la primera vez que le quitó la vida a alguien, si no por el
tono molesto que empleaba narrando aquella historia, sin duda estaba enfadada.
Pero aun así, aunque sabía que le estaba riñendo, comprendió que no lo hacía
por hacerle daño, si no para protegerle de su propio veredicto y de su dudosa
conciencia. El joven tomó aquello como una muestra de cariño y preocupación. Su
corazón comenzó a latir con fuerza ante aquellas declaraciones y el motivo de
aquella riña.
—Leonard, te
lo repito una vez más, para mí lo que hablan por ti no son tus malos actos, si
no el motivo por el que los has llevado a cabo. Todos los actos de las
personas, buenos y malos están justificados para bien o para mal. Por eso deja
de juzgarte tú mismo, yo soy o fui una agente de la ley y el orden, yo, Nicole
Collins soy la única que puede juzgarte con justicia y ya sabes cuál fue mi
veredicto. Leonard Lewis, te declaro inocente por las razones anteriormente
dichas. La única culpable aquí que carga con tus malos actos es Michaela Evans,
a quien declaro culpable por sus crímenes y por usarte como una marioneta
mediante el chantaje, amenazas y agresión obligándote a ejercer crímenes en su
nombre contra tu voluntad. —declaró la “jueza” Collins con un tono claro y
autoritario mirando directamente a los ojos del joven.
Tras esto,
el rol involuntario de jueza que Nicole había tomado desapareció en un instante
cuando notó como los ojos del joven que la miraba en silencio expresándole
gratitud se llenaban de lágrimas. No obstante, este se percató de sus ganas de
llorar, y ante esto, por vergüenza, se giró dándole la espalda a Nicole
mientras retenía sus lágrimas. Nicole, por su parte, se relajó al entender que
sus lágrimas no se debían a que ella hubiera sido demasiado dura con él, por lo
que le dedicó una sonrisa al comprender que finalmente el joven había entendido
que él no era culpable de aquellos viles actos que cometió en nombre de esa
bruja, finalmente sabía que el joven había logrado limpiar su conciencia de
aquellos pecados.
Leonard se
giró ya habiendo logrado contener sus lágrimas.
—Muchas gracias, Nicole. Ahora, creo que deberíamos
de continua. Ya hemos perdido mucho tiempo —propuso con un tímido tono de voz
cogiendo la molotov de la mesa de la cocina. Nicole, sin decir nada, asintió
con una sonrisa en su rostro.
El dúo,
quien poco a poco se estaba haciendo consciente de los lazos que estaban
desarrollando el uno hacia el otro, se dirigió en completo silencio hacia su
objetivo por la vía del sigilo tras haber abandonado el restaurante. Fue
Leonard quien realizó la jugada de lanzar la molotov a través de la ventana de
una casa que eligieron como carburante para el incendio, el cual poseía un
jardín lleno de árboles y arbustos que ayudarían a avivar el fuego haciéndolo
más grande y complicado de controlar. Como había pensado, el fuego se expandió
con rapidez, las llamas y la columna de humo fueron lo suficientemente visibles
como para ser vistos a una gran distancia. Tras asegurarse de esto, Nicole y
Leonard volvieron a la armería, y como habían supuesto, prácticamente había
quedado vacía. Solo el que se hallaba custodiando la entrada y el francotirador
se hallaban en la zona. Aquella era la oportunidad que habían esperado.
Tras
ordenarle Leo a Nicole que lo siguiera agachado, el dúo se movió hacia el
margen izquierdo de la carretera para esconderse tras unos cubos de basura
aprovechando que los dos soldados miraban en dirección a las llamas y la
columna de humo que ascendía al cielo nocturno comentando entre ellos la
situación. Siguiendo por la acera del mismo margen se acercaron a la armería
cruzando por detrás del soldado que se encontraba dándoles la espalda a un par
de metros, abriendo la puerta con sumo cuidado aprovechando que este se olvidó
por completo de su labor de vigía, así como el francotirador que tan solo
contemplaba con la mira de su arma como sus compañeros hacían lo que podían
para extinguir el fuego que se había iniciado en unas casas de una calle abajo
que se abría a la derecha de la armería, comentándole todo a su compañero que
se hallaba en el suelo. La puerta del local se cerró en silencio cuando el dúo
logró entrar al interior del establecimiento, el cual se hallaba con sus luces
encendidas.
Las habilidosas manos de la monarca ejecutaron
magistralmente una técnica estrictamente profesional en el remate de un nudo
adosado a una silla que se servía de un intrincado sistema de polea
fundamentado en un inmóvil ventilador de techo para mantener balanceante el
cuerpo de su zorrita pelirroja en un estado insuperable de humillación humana.
—Ay, Andrea, Andrea, Andrea… Y yo que pensaba que
ya no me podías dar más satisfacción. Eres todo un pozo de sorpresas, cariño
—se jactó desatando nuevamente su sonrisa de absoluta demencia mientras
empujaba ligeramente al cadáver para observar absorta el constante vaivén de
todo su tronco superior desde sus amarrados tobillos—. Por cierto, cielo, no
olvides saludar a mi hermanita del alma cuando venga. Hay que ser educado hasta
en el apocalipsis, ¿no crees?
—Mi señora —la atrajo una repentina llamada
originada cercana a su retaguardia. La rauda atención de Michaela a la
solicitud le descubrió a Marcus entregándole a la siguiente víctima de la
noche. Tal había sido su concentración en el preparado de su elaboración casera
que no había percibido su llegada ni remotamente.
—Ah, Marcus, si estás ahí… —identificó sin
exteriorizar ni una mínima emoción sorpresiva a un mando cuya atención se había
incrustado inconscientemente en la inerte carne colgante que apestaba el
vestíbulo—. ¿Eso? Es sólo para que le dé el aire. Dicen que el frío ayuda a
conservar mejor la carne, y aunque debo reconocer que nuestros perros no son la
viva imagen de la salud canina, no me parece muy correcto darles comida en mal
estado. Lo malo es que, si se comen a esta, seguro que pillan hasta la viruela,
pero oye, toda ayuda es beneficiosa. Por cierto, la jodida pesa más de lo que
parece. Ha costado lo suyo bajarla desde el despacho hasta aquí.
—Esto… Señora, he traído al chico que me pidió
atrapar —recordó Marcus el motivo principal de su visita intentando exterminar
sus insostenibles divagaciones.
—Sí, es él —confirmó Michaela examinando su
antiestético rostro a través de la suciedad que impregnaba su máscara—. Déjalo
en una mesa. Yo me encargo a partir de aquí.
—Por supuesto, mi señora.
—Recuerda que tienes que regresar a por la chica, y
preferiblemente antes de que a nuestro aborto de francotirador se le ocurra
mear alrededor de ella para marcar su victoria —aludió esta al insondable odio
que se había generado hacia semejante ser infecto—. Por cierto, la eminencia de
este siglo se hace llamar Bryan Johnson. Lo quiero muerto para cuando todo esto
acabe.
—Lo estará —confirmó Marcus su hipótesis acerca de
la existencia de aquel insensato.
—Vamos, vuelve al trabajo —espetó instando a Marcus
a retirarse aliviado del extravagante velatorio allí organizado.
Ni siquiera se le permitió la concesión de un
intervalo de tiempo destinado a su focalización en el plan que otorgaría a su
nuevo invitado cuando un acallado walkie retornó a su naturaleza de incesante
turbación.
—Mi señora, aquí Serge contactando desde el
perímetro cubierto de la armería. El equipo de vigilancia ha capturado al
objetivo —corroboró expandiendo una sensación de plena seguridad.
—Vaya… A
este paso, acabarás por sorprenderme. Tu eficacia se va acercando poco a poco a
la de mi Kukri —expresó Michaela analizando minuciosa la rotundez de su
afirmación—. Vamos, explica a tu señora tu maestría, porque la ratita presumida
había conseguido escabullirse incluso de los francotiradores… Aunque viendo el
panorama, ni me inmuto.
—Sencillo, la verdad —presumió de su impecable
capacidad—. La señorita ha intentado crear una distracción incendiando una casa
cercana. Una estrategia perspicaz, pero demasiado infantil para unos
profesionales como nosotros, si se permite la opinión, así que he optado por
movilizar a las tropas que vigilaban la entrada a la armería, y dejarla pasar.
Me atrevería a decir que, como buena ratita, ha caído en la trampa, ¿no cree?
Esperamos su confirmación para capturarla.
—No, no vas a hacer eso —le disuadió Michaela sorpresivamente—.
Antes de actuar, quiero saber si todavía la acompaña un niño, y quién es.
—Sí, la acompaña un niño, aunque es más bien un
adolescente —le informó Serge extrañado por la dispensación de su relevancia
hacia la insignificancia que suponía aquel acompañante—. Lo conozco, de hecho.
Se llama Leonard. Inteligente, perspicaz, de manejo destacable en armas blancas
y bastante cruel y frío… Él era uno de los candidatos para la renovación de su
equipo de rastreo infantil, así que le pude observar durante un tiempo.
Apostaría mi meñique a que la idea del molotov es suya.
—Sí, sé quién es —reveló impasible su líder—. Fue
un candidato considerable a mosquetero, pero su actitud no me gustaba. Su
fortaleza sólo se basaba en intentar ocultar a la nenaza que es realmente. No
me resulta nada extraño que haya acabado siendo abducido por las soplapolleces
morales de alguien como Nicole.
— ¿Cuál es la orden, entonces, mi señora? —insistió
su combatiente comenzando a percibirse abrumado ante la desestabilización de un
plan que habría designado de excelsa brillantez.
—Te explico —le advirtió solicitando un interés en
su instrucción puramente íntegro—. Como bien sabes ya, en el interior de la
armería se encuentra una sala cerrada con llave que contiene parte de nuestra
munición real. Nicole estuvo con los guerrilleros antes de la masacre, y tiene
un instinto de pitufina un poquito agudo, así que ya debería haber averiguado
lo de las balas falsas. Si es el caso, seguro que nuestra armería real le
llamará la atención, y encontrará, no sé cómo, la manera de entrar, porque la
perfecta Nicole siempre consigue lo que se propone.
—Pero eso no nos ayuda —intervino Serge inquieto
por las incoherentes elucubraciones que su reina le transmitía—. Si se arman,
tendrán una posibilidad de contraataque. Remota, mínima, insuficiente e
ineficaz, pero la tendrán.
—No necesito alecciones de un subordinado, así que
no te atrevas a volver a interrumpirme. Lo has estado haciendo bastante bien
hasta el momento, así que, por ti mismo, no lo estropees —reprendió Michaela
ofendida por su ridícula osadía—. Escucha con atención, porque no pienso
repetirlo. El funcionamiento de mi base va a ser radicalmente diferente cuando
se cierre el telón de esta noche. Aunque no lo creas, hemos matado a una cantidad
cuantiosa de guerrilleros. De hecho, hemos matado más de los que podíamos
permitirnos, y pagaremos las consecuencias de ello. Organizaron un
levantamiento, lo cual es imperdonable, pero no negaremos que aportaban
generosamente su granito de arena, y esta función nos ha dirigido a la pérdida
de un reloj. Con nuestros recursos actuales, no podremos mantener a todo el
ejército. No sabiendo lo que saben en cuanto a nuestros recursos cárnicos.
—Mi señora, ¿qué intenta decirme? —presionó él
fatigado por las continuas dispersiones de la conversación.
—Necesitamos eliminar más gente. Si se reduce el
aporte de los guerrilleros, pero no el gasto de nuestras milicias,
significativamente mayor, el equilibrio que nos rige se va a distorsionar. Sin
embargo, la discreción es fundamental, por no hablar de lo feo que es masacrar
a quién te sirve, y la mala fama que se gana uno. El pequeño incidente con la
granada nos ayudó a conservar ese equilibrio, y Nicole también lo hará. Serge,
tienes que organizar un paripé —conminó finalmente la procrastinadora
compulsiva—. Nicole no debe ser capturada en la armería. Vuestra vigilancia no
había sido pensada específicamente para su caza, pero siempre podemos
aprovecharla. Para el grupo que diriges, mis órdenes son capturar a Nicole.
Para ti, mi orden es que Nicole huya con la suficiente vida como para poder
contarlo, y te aseguro que no aceptaré error de ningún tipo. Si, además, se
lleva gente por delante, que lo hará, sumas más puntos. Y, en cuanto a ese
chico, lo puedes liquidar si quieres, pero veo difícil que Nicole lo permita.
Se pondrá delante a recibir las balas en plan salvadora de la noche. Cada vez
da más asco.
—Mi señora, con el debido respeto, no…
—La muerte de Anna ha sido un verdadero
desperdicio. No era nada del otro mundo, pero la chica obedecía como un perrito
al que le ofreces un hueso —interceptó la reina con perspicacia su demanda—.
Necesitaré a alguien que ocupe la vacante que deja libre, pero no he pensado en
ningún candidato en particular. Eso sí, la obediencia la estoy analizando con
lupa, Serge.
—Sólo una última pregunta —se aventuró a una
indagación final tras la convicción instintiva ejercida por la inteligencia de
la monarca.
—Adelante…
— ¿Organizó usted el incidente de la granada, mi
señora?
Michaela se complació a sí misma a través de una
sonrisa de satisfacción antes de concluir la conversación con una descarada
mentira.
—Por supuesto.
Clausurado el llamamiento indicativo, la hambrienta
loba restauró su inclinación en dirección a la carnada fresca ofrecida por su
alto mando.
—Bueno, bueno, bueno… Creo que tú y yo nos vamos a
divertir mucho esta noche, cariño…
Pese a que ya había transcurrido un considerable
espacio de tiempo desde el informativo de actualidad que M.A le había
proporcionado, a su reiterativo pensamiento no le era en absoluto posible
desligarse de los horribles hechos acaecidos en aquel infierno. Jessica se
sentía ahogada por un profundo desprecio combinado con una porción de
impotencia ante la macabridad a la que habían sometido a su grupo pese a que un
fragmento de su alma le proporcionaba alivio por su evasión personal del
terrorífico juego. Inma, quien se ubicaba junto a ella cavilando sobre sus
propios problemas, trató de infundirle ánimo reposando su mano sobre su hombro en
señal de apoyo, reconociéndolo esta a través de una notoria sonrisa forzada.
—Chicos, creo que deberíamos ir pensando en
movernos —derruyó M.A el sepulcral silencio que caracterizaba la atmósfera de
la farmacia en la que se ocultaban.
—Me has leído el pensamiento —añadió Alice
secundando sorpresivamente a su antagonista rubio—. Llevamos ya un buen rato
aquí escondidos. Los soldados deberían haberse movilizado. No podemos esperar
un milagro. Tenemos que actuar inteligentemente o acabarán pillándonos, y en
este sitio no vamos a encontrar ninguna salida secreta de la base, por
desgracia.
—No sé… —debatió Inma su inconformidad con respecto
a su aguda persuasión—. ¿Y si nos están vigilando? ¿Y si están esperando a que
pongamos un pie en la calle para atraparnos? No sé qué os parecerá a vosotros,
pero no me quito de encima la impresión de que este lugar es como un enorme
laberinto lleno de trampas mortales. Además, creía que íbamos a esperar aquí
hasta que Davis y Maya nos encontrasen. ¿No era ese el plan original?
—Ya, pero no van a toparse con nosotros por arte de
magia. En el caso de que vengan, vamos a tener que salir ahí fuera y buscarlos
—argumentó la principal coordinadora del plan—. Y, si soy sincera, solo lo dije
para tranquilizaros. La bengala fue una estrategia desesperada. Es bastante
probable que no podamos depender de ellos dos.
—Quizá podríamos dividirnos. Dos personas salen a
investigar, y dos se quedan —propuso M.A preocupándose por aliviar la
implacable tensión muscular exhibida por Inma.
—Se me ocurre una idea mejor —intervino rauda Alice
tras percatarse de un detalle que se había escabullido de su juicio hasta aquel
instante—. Todavía voy vestida de soldado, y nadie ha descubierto mi verdadera
identidad. Puedo salir yo sola a inspeccionar la base y comunicarme al mismo
tiempo con vosotros por walkie. Así, si me capturan, sólo tendrán a una persona
en lugar de a cuatro.
— ¿De verdad pretendes salir sola otra vez?
—cuestionó M.A la alocada opción por la que ella parecía decantarse.
—Aparte de mi evidente disfraz, tú aún estás
jodido, Inma está aterrada y Jessica… Bueno, parece absorta —comentó
contemplando a la referida examinando con minucioso interés unos estantes,
abstraída de la conversación—. Estaré bien. Es parte de mi plan. Y recuerda lo
que dije. Este proyecto va a salir bien como que me llamó Alice.
Una irreprimible sonrisa inundó los pómulos de M.A
tras oír aquella férrea afirmación, siendo esta gratificada con otra de igual
calibre que manó de los labios de su pareja.
—En fin, si nadie va a rebatirme, creo que no hay
nada más que discutir. Debería empezar a moverme cuanto antes. El tiempo juega
en nuestra contra —indicó la aventurera recuperando el rifle robado al soldado
que se sustentaba sobre el mostrador de la farmacia para proceder a su retirada
de la improvisada guarida con estable determinación—. M.A, asegúrate de
mantener el walkie en nuestro canal personal, y descansa. Estaremos en contacto
antes de que os dé tiempo a echarme de menos.
—Ten cuidado —se despidió Inma denotando mayor
calma en su organismo al corroborar el hecho de que no le sería necesario
enfrentarse de nuevo al crudo exterior por el momento.
—Chicos —conquistó su atención segundos después una
misteriosa llamada de Jessica, quien se había desplazado cuidadosamente hasta
un armario de medicinas vacío para observarlo con un despliegue de curiosidad
idéntico al mostrado con el anterior objeto.
—Jessica, ¿pero qué coño te pasa? —la interrogó M.A
aproximándose a ella alarmado por su estabilidad mental, alentando una
respuesta que abatió severamente tanto su juicio como el de Inma.
— ¿Es impresión mía… o los muebles están temblando?
Es… Siento como si alguien sacudiese la tierra…
—Krep... Krep… Vakna…
Maya abrió impulsivamente sus párpados empapada en
taquicardias que corrompían hasta la más mínima estructura de su sistema
viviente. Aspiró una serie de enormes bocanadas de aire mientras aguardaba al
retorno de la completa claridad de una visión muy turbada. Se mantuvo alrededor
de medio minuto inerte, favoreciendo la completa restauración de sus sentidos,
antes de disponerse a incorporarse con torpeza. Su pensamiento se focalizó en
la localización de algún recuerdo que la ubicase, pero se habían evadido entre
sus recovecos cerebrales como una ligera neblina. Estaba perdida.
Un instinto
que no comprendía la motivó a acariciar con incertidumbre sus ojos solamente
para advertir que se encontraban en un perfecto estado de integridad. Fue tras
retirar las manos de su fatigado rostro cuando contempló el insólito espacio
que la rodeaba. La nada. Oscuridad y vacío allí donde su percepción alcanzaba.
Pese al aturdimiento al que la situación la
sometía, su arrojo se aventuró a caminar sobre el espacio muerto que componía
aquella vanidad, pero el progreso de unos metros fue suficiente para frenarla
al colisionar bruscamente contra una estructura sólida inexplicablemente
invisible. Molesta por el dolor generado en su frente, extendió meticulosa sus
brazos sobre aquello que la había retenido hasta alcanzar a detectar una especie
de barrera de tacto similar al de un cristal. Maya retrocedió atemorizada,
cavilando sobre la locura en la que se hallaba inmersa.
—Vordes, krep…
La desorientada chica se giró con precaución
captando el murmullo de unas incomprensibles palabras que clamaban por su
curiosidad. Fue en aquel preciso instante cuando divisó su figura. Un sujeto de
excelsa extravagancia se hallaba sumergido en el vacío, acechándola con la
frialdad propia de un mecanismo artificial. La extrema delgadez que permitía la
exhibición de sus huesos, las anticuadas ropas con las que se ataviaba y sus
descuidadas barbas propiciaban el aspecto de un auténtico cadáver deambulante.
Maya experimentó nuevamente el límite de la demencia en el momento en que aquel
ser desapareció como si se volatilizase solo para emerger un segundo después
junto a ella. A su atormentado cerebro le resultó imposible volver a reprimir
un chillido terrorífico mientras combatía por ordenar la escasa lógica de aquel
escenario.
— ¿Quién eres? ¿Dónde estoy? —inquirió atemorizada
desafiando a la coordinación de unos mortecinos ojos de color análogo a un
mustio cúmulo de ceniza que la ensartaban impasible.
—Dalhaz um —emitió aquel endiablado ser entre un
perforante gorgoteo.
— ¿Dalhaz… um?
Para su desdicha, la aclaración que Maya habría
deseado a su interrogante fue sustituido por el angustioso beso que la tétrica
entidad arrebató de sus labios.
Su veloz retorno se produjo sin contratiempos
inoportunos, para beneficio de los actos de su señora. Examinó ligeramente la ensortijada
posición que todavía permanecía en la asesinada sin un notorio interés mientras
retiraba una máscara ya inútil que continuaba adherida a su rostro. Fue aquella
simple decisión la que acrecentó descaradamente su atención sobre la
chica.
— ¿Pero qué coño? —profirió palpando asombrado un
párpado inexplicablemente impoluto —. No es posible. El ojo reventó…
La conmoción aturdió sus sentidos cuando los ojos
de la difunta se abrieron en un resplandor esmeralda que indicó su impactante
retorno al mundo de los vivos. Desorientado, Marcus trató de retroceder vanamente
antes de que una mano tratase de apresar su cuello, tornando en una
indescriptible gratitud su sorpresa cuando se percató de que el movimiento
espasmódico de su brazo era suficiente para liberarse de las garras de aquella
mala bestia que le había acorralado contra las puertas del infierno minutos
antes. Aún desorientada, Maya orientó el recorrido de un puñetazo hacia el
infame rostro de aquel pecador anhelando su macabra explosión, pero este lo
bloqueó con la facilidad con la que habría detenido una pluma de pájaro.
—Vaya, vaya, vaya, parece que a nuestro toro le han
cortado los cuernos —escupió Marcus en el estupefacto semblante de la chica
mientras la levantaba sin apenas esfuerzo. Maya aspiró a escapar de su aferramiento a
través de una patada en el abdomen que solo incentivó las mofas del uniformado—.
Uff, me hiciste cosquillas, señorita… No sé qué cojones ha podido pasar, pero
Michaela va a estar jodidamente contenta de que hayas vuelto al terreno de
juego. Ya lo verás…
Un potente cabezazo colisionó con la frente del
atrevido Marcus, quien, entre carcajadas, se aventuró a propinar a su
adversaria un puñetazo en el rostro que la desplomó inclemente. Maya tosió
forzando a reavivar a unos pulmones que se habían acobardado ante aquel sucio
ataque.
—Que te den —escupió su dolor mientras se esforzaba
por recobrar sus energías.
Fue inútil. El pisotón que su rival ejecutó le
declaró vencedor del combate por segunda vez consecutiva al convertirse en el
causante de un nuevo noqueo.
—Ah, mujeres… Siempre tienen que tener la última
palabra.
—Tú busca a tus amigos, es probable que los tengan
aquí presos. Yo buscaré lo que necesito —ordenó Leo entre susurros.
Nicole,
quien sabía que no podía hacer ruido y debían de tardar lo menos posible en
resolver los asuntos que los habían llevado a aquel lugar, asintió con la
cabeza en silencio antes de marcharse a recorrer el local en busca de sus
compañeros. Leonard por su parte, encontró en una estantería repleta de armas
de fuego de todo tipo una pistola que le sería útil, una Beretta M9. El saqueo
no acabó ahí, el joven se apropió de un cinturón que portaba una funda de
pistola en el lado derecho de este y cuatro pequeños bolsillos distribuidos al
lado izquierdo del cinturón.
Pensó también en coger balas, hasta que recordó la
historia que habían tenido los guerrilleros con las que habían robado de la
armería, era probable que las demás balas también fueran falsas, y las
auténticas, de las que si parecían disponer los soldados de Michaela,
estuvieran custodiadas por esta, por lo que simplemente decidió dejar su nueva
arma en la funda de su cinturón y mantenerla guardada hasta que encontrara
munición real. Nicole en silencio fue examinando el local, mirando entre las
estanterías, los baños, el cuarto de la limpieza, por todo el lugar hasta
cerciorarse de que a excepción de una habitación cerrada con llave, el resto de
la armería estaba totalmente vacía.
— ¿Hubo
suerte? —preguntó la voz de Leo tras Nicole.
La mujer se
giró y no muy animada negó con la cabeza en silencio.
—Solo queda esta puerta, pero está cerrada con
llave. Tal vez si estuviera aquí Davis podría abrir el candado, si mal no
recuerdo, en uno de los bolsillos de su cinturón lleva siempre una ganzúa
guardada y puede que sea capaz de forzar el candado para abrir la puerta...
—Pero tu
amigo no está aquí, y la llave seguramente esté en poder de Michaela. Si
queremos abrirla tendremos que buscar otros medios. Por desgracia es imposible
hacerlo sin formar un escándalo y alertar a los guardias. —Respondió el joven
antes de apoyar la oreja en la puerta quedándose en silencio— No escucho nada,
es probable que no esté aquí y lo que haya dentro de esta sala sea la munición
real. No me vendría mal coger balas, pero por desgracia esos dos de ahí fuera
se darían cuenta de que estamos aquí.
—Sí, puede
que tengas razón. ¿Entonces donde habrán ido? —se preguntó soltando un pesado
suspiro mientras se percataba de la ausencia de ideas en su mente.
—Hay dos posibilidades,
los han capturado y los han llevado a otro sitio, o ellos han huido al darse
cuenta de que los soldados los habían encontrado, al fin y al cabo, esa bengala
la ha podido ver cualquier persona además de ti, yo también la vi cuando me
dirigía a la comisaría. De igual forma, que no estén aquí significa que aún
pueden estar con vida. No debes de tirar la toalla, Nicole. —intentó animarle
el joven.
—Tienes
razón, aún pueden seguir con vida, no puedo rendirme aún. Gracias, cariño— le
respondió esta acariciándole con cariño sus dorados cabellos. Aquello provocó
que el joven se sintiera algo avergonzado y tratara por todos los medios de
reprimir la sonrisa de satisfacción que estaba intentando dibujarse en su
rostro mientras trataba de evitar el contacto visual con Nicole.
La ex agente
se sorprendió, pues a pesar de tratar el joven por todos los medios de que su
reacción pasara inadvertida para ella, esta se percató de su extraño
comportamiento, de igual forma, Nicole prefirió hacerse la tonta. El dúo
decidió su siguiente jugada y se dirigieron a la puerta de entrada y salida del
local hacia su siguiente destino, buscar a los compañeros de Nicole. En ese
entonces la puerta se abrió a un par de metros de alcanzar estos la salida, y
el cañón de una escopeta antidisturbios asomó seguido del soldado que la
sostenía, cerrando la puerta detrás de sí.
—Mierda...
—susurró Leo al percatarse de la situación en la que estaban.
La pareja de
rubios intercambiaron una mirada de gravedad mientras lentamente retrocedían
paso a paso con las manos en alto. El soldado no parecía sorprendido en
absoluto, pues los contemplaba con una sonrisa y una mirada triunfante. Nicole
lo entendió con tan solo leer aquellas expresiones. Aquel soldado sabía que
estaban dentro de la armería, probablemente se hizo el tonto a posta para
atraparlos allí dentro y que no pudieran huir, habían entrado en la boca del
lobo sin darse cuenta. Un sonido se escuchó y la trampilla del techo se abrió,
el soldado francotirador descendió por las escaleras con su rifle a la espalda.
—Bueno,
Tomas, parece que hemos cazado algo. ¿Crees que Michaela nos recompensará de
alguna manera? ¿Tal vez sustituyendo el papel de Braun? ¿Volviéndonos un
miembro de alto mando quizá?—preguntó a su compañero el portador de la escopeta
con una amplia sonrisa de satisfacción.
—Quien sabe,
es posible teniendo en cuenta el valor que tiene la mujer esta. La capturaremos
y se la llevaremos amordazada y maniatada con un bonito lazo rojo, y al niño lo
podríamos envolver en papel de regalo como un obsequio extra. —bromeó
animadamente el del rifle acercándose por detrás al dúo.— Aunque es una pena
malgastar semejante belleza entregándosela a nuestra señora sin habernos
divertido un poco, probablemente acabe mandándola al otro barrio junto con el
crio, ¿verdad, Paul?—comentó Tomas echándole a Nicole una mirada depredadora
recorriendo con su mirada cada centímetro de su cuerpo.
—Sip, es una
pena macho. Pero si la tocamos puede que Mich se enfade y nos raje en canal, ya
sabes el carácter que tiene esa mujer. Será mejor quedarse con las manos
quietas. —respondió Paul tan desanimado como su compañero por no poder
aprovechar aquellas suculentas carnes femeninas.
Nicole
entonces comprendió su posición, en cierto modo era intocable, no la podían
matar si no querían que Michaela alzara la guadaña contra ellos condenándolos a
una penosa muerte. Aunque aquello no significara que no pudieran golpearla o
matar a Leonard, tenía que ser inteligente para salir de aquella situación,
pues denotaba que Leo no tenía ninguna escapatoria en mente.
—Ya veo,
entonces no podéis matarme. Está bien saber eso. — comentó Nicole caminando
lentamente con sus manos alzadas hacia el dueño de la escopeta.
—Hey, para
el carro, mujer. De lo contrario...
— ¿De lo
contrario? ¿Vas a matarme? Adelante, ¿qué te lo impide?
Leo miraba a
Nicole como si de una demente suicida se tratase. El soldado por su parte,
miraba a su compañero del rifle, quien al igual que él no sabía que debían de
hacer mientras advertía a Nicole de que mantuviera la distancia con él. Nicole
actuando con desdén, siguió avanzando con elegantes andares y la cabeza alta
mostrando una sonrisa maliciosa en su rostro, su mirada por otra parte, parecía
segura y decidida. Aquella manera de actuar por parte de la mujer, denotaba
tanta superioridad y despreocupación ante la situación que podía ser visto como
una burla de lo más ofensiva hacia él, sin duda no puedo evitar recordarle al
soldado a la figura de Michaela.
—Cierto, no
puedes matarme. O eso se supone ¿no? —comentó con un tono confiado y burlón la
mujer de cabellos rubios tras bajar lentamente las manos— Si me mataras, mi
querida hermanastra os cortaría los huevos y os los haría tragar antes de
meteros esas armas por el culo y reventaros a balazos por dentro volviéndoos en
una masa carnosa y sanguinolenta. —increpó esta colocando su dedo índice en el
cañón del arma mientras empleaba un tono burlón al hablar. —Soy taaaaaan
valiosa para ella. Seguramente os recompensará a lo grande si me entregáis con
vida, o por otra parte os condenará a una penosa y agónica muerte por quitarle
el privilegio de ser ella quien acabe conmigo. —explicó la mujer confiada
mientras deslizaba el dedo por el cañón del arma suavemente.
Tomas y Paul
intercambiaron una mirada ante lo que había dicho, aquella mujer era el premio
gordo para ellos, sin duda los subirían hasta el puesto de un alto mando, les
darían poder y privilegios sobre el resto de soldados. Ambos se miraron con
unas codiciosas miradas y Tomas asintió con la cabeza, pasando por al lado de
Leonard, a quien apuntó con su arma ordenándole que se estuviera quietecito.
Entre los dos iban a coger a esa mujer y someterla a la fuerza para llevársela
a su reina. Nicole estaba logrando lo que quería, sabía que se estaba
arriesgando mucho, pero el tipo del rifle finalmente había apartado su atención
del chico. Era hora de actuar y dejar ya de lado esa actitud tan despreciable
que era tan típica en Michaela.
—Lo siento,
pero has hecho un mal movimiento. Es mi turno —pronuncio Nicole con una sonrisa
en el rostro desconcertando al soldado.
Nicole
envolvió con sus dedos el cañón del arma e hizo un brusco movimiento ascendente
chocando el cañón de acero contra el rostro del dueño del arma. Después se la
arrebató aprovechando que sus manos aflojaron el arma y le golpeó con la culata
de esta en el vientre obligándolo ceder.
—¡¡Detrás de
ti!! —gritó Leonard.
Nicole se
giró logrando agacharse a tiempo cuando la culata del rifle pasó velozmente
sobre su cabeza. Aprovechando su posición agachada lanzó todo su cuerpo en un
placaje contra su adversario haciéndolo ceder varios pasos para posteriormente
ver a Leonard saltar sobre su espalda con navaja en mano en un intento de
acabar con él.
—¡¡¡Hija de
puta!!! —blasfemó Paul incorporándose del dolor para abalanzarse contra Nicole.
La rubia
velozmente se giró con el cañón por delante, pero el soldado lo agarró
apartándolo de su trayectoria mientras violentamente trataba de arrebatárselo a
la mujer que había jugado con él tomándolo como a un imbécil logrando
desarmarlo y golpearlo. Nicole ejerció fuerza con sus manos hacia arriba
mientras el soldado lo hacía en sentido contrario y hacia un lado. La portadora
de la escopeta zarandeó violentamente el arma a un lado y otro forcejeando con
su atacante, quien evitaba que el cañón mirara a cualquier parte de su cuerpo,
entonces Nicole zarandeó hacia adelante el cañón del arma golpeando con un
fuerte golpe el pecho de su atacante, imitando una puñalada, efecto de esto fue
que el hombre relajara un poco las manos al sentir el duro metal golpearle.
Nicole ascendió sin perder ni un valioso segundo el cañón hasta su rostro y ¡¡¡BAAAAM!!! La escopeta rugió y su
cráneo se esparció por la armería en pequeños trozos sanguinolentos. Tomas ante
esto agarró al chico de los hombros, quien se sujetaba a su espalda apuñalando
sus brazos con el fin de que soltara el arma, y con un veloz movimiento hacia
adelante se lo quitó de encima lanzándolo contra el cadáver sin cabeza de su
compañero. ¡¡¡BAAAAAM!!! Un segundo
rugido segó la vida del soldado lanzando su cuerpo inerte contra una estantería
volcándola y produciendo un gran estruendo.
— ¿¡Estás
bien!? —se interesó Nicole cediéndole su mano a Leo, quien yacía sobre el
cadáver decapitado.
El joven
agarró la mano y se levantó.
—¡¡¡Usa el arma para abrir la puerta y comprobar su
interior antes de que vengan, rápido Nicole!!! —gritó el joven autoritario
percatándose de que aquellos escopetazos se deberían de haber oído y era
cuestión de tiempo que los demás llegaran.
Leo y Nicole
sin decir nada más corrieron hacia la puerta cerrada. Cuatro disparos
destrozaron la cerradura de la puerta, la cual terminó Nicole de abrir de una
patada y ambos accedieron al interior de la sala. La habitación no era muy
grande y a simple vista se percataron de que nadie estaba allí encerrado, por
lo que la idea de que ahí estuviera cautivo algún amigo de Nicole se desechó
rápidamente. Leonard corrió hacia una vitrina de balas de nueve milímetros para
su pistola, pondría la mano en el fuego por lo bien guardadas que estaban a que
aquellas balas eran reales.
Sin tiempo para ponerse a recargar su arma,
directamente lanzó un par de cajas directas al interior de su mochila. Nicole
salió a toda prisa tras tirar el arma descargada al suelo, iba a por una nueva
arma aprovechando que aquella sería la munición real, llevándose consigo
algunas balas para recargar el arma que escogiese. Algo llamó la atención de
Leo, el joven abrió un gran baúl y en su interior había un arma blanca
enfundada en una funda negra con una correa para sujetarla al cuerpo. Dejándose
llevar por la curiosidad el joven la desvainó para verla mejor, parecía una
especie de espada pequeña, de filo ancho, cuya empuñadura parecía estar hecha
de marfil, y lo bueno es que podía aguantar bien su peso.
Nicole se apoyó sobre una vitrina de cristal y
soltó un pesado suspiro contemplando su reflejo en el vidrio. No habían
encontrado allí a sus compañeros, pero sin duda debieron de haber estado allí,
por un parte se alegraba de no haber hallado sus cadáveres, eso creaba la
posibilidad de que aún continuaran con vida, pero por otra parte no sabía dónde
podrían estar ni donde comenzar a buscar, y en aquel preciso momento estaba
teniendo lugar una guerra entre los soldados y los guerrilleros que aún
pudieran quedar con vida, además de que ella y Leo estaban en busca y captura,
la situación no era nada favorable como para ponerse a buscar por todo el
imperio de la bruja de su hermanastra a sus amigos a ciegas. Nicole se llevó la
mano a su coleta y se quitó el coletero liberando sus largos cabellos dorados,
dejando que estos cayeran por detrás de sus hombros. Tras guardar el coletero
en el bolsillo de su pantalón y colocar algunos mechones dorados tras sus
orejas, volvió a contemplarse una vez más en el cristal clavando la mirada en
su rostro.
Sí, aún podían continuar con vida ya que no habían
dado con sus cadáveres ni en el hospital ni en la armería, los dos sitios donde
creía que estaban ocultándose, por eso, aunque fuera pequeña la probabilidad,
aún tenían que estar vivos en algún lado escondiéndose de Michaela y su gente,
por ese motivo debía de buscarlos. Aunque ir en busca de sus compañeros
totalmente a ciegas por aquel gran y hostil imperio era prácticamente un
suicidio, era como buscar una aguja en un pajar, por no hablar de que debía
protegerse no solo a sí misma, sino también debía de proteger a Leonard. Fuera
como fuera, aún había esperanza y por ello no abandonaría en su búsqueda.
Nicole sonrió al contemplar que aún quedaba un
último rayo de esperanza al que agarrarse, eso y la presencia de Leonard a su
lado eran lo único que la mantenía con vida, sin rendirse ni caer en la
demencia llevada por los sentimientos de la ira y la tristeza. Una vez lista,
terminó de recargar dos escopetas recortadas que eligió como armas. Tras eso
Leo se acercó a su espalda sujetando la espada que encontró.
—Mira lo que
he encontrado, Nicole. Esto me viene mejor que ese insignificante Kukri tuyo
—se burló el joven orgulloso de su hallazgo con una amplia sonrisa.
— ¿Esa
espada estaba ahí? —preguntó curiosa ante aquel curioso tipo de arma. —No es un
arma muy común de encontrar, y menos aún en un sitio como este.
—Sí, estaba
guardada en un baúl. ¿La reconoces?
—Claro, es
una Gladius. Es una espada corta de hoja recta, ancha y de doble filo que
usaban las antiguas legiones romanas en el pasado. Aunque no tiene pinta de ser
vieja, por lo que no parece que haya sido robada de ningún museo, de hecho,
parece nueva, y está bien afilada. —comentó curiosa ante la Gladius cuya hoja
no tenía ni un solo rasguño.— Tal vez sea falsa y sea solo para adornar una
casa. Aunque de ser así no sé porque Michaela la tendría guardada.
—En el baúl
donde estaba encontré unos papeles—comentó el joven entregándoselos a Nicole.
La joven los
leyó y pudo apreciar que se trataba de una carta comercial de una empresa que
informaba sobre la entrega de un pedido y una factura cuyo precio hizo alucinar
por un momento a Nicole. —Es auténtica, pero no ha sido robada de ningún museo,
ha sido creada en una herrería, supongo que el tipo que la pidió fabricar sería
un apasionado de las armas antiguas, porque gastarse ese dineral... es
impresionante. —dio la mujer su opinión.
El joven
colocó la Gladius en la cintura atándola con la correa de su funda en el lado
izquierdo de la cintura, teniendo la sensación de que portaba una poderosa arma
usada por uno de los ejércitos históricos más poderosos del mundo, sin duda se
sentía satisfecho con tal hallazgo. Nicole por su parte sujetó ambas escopetas
recortadas y salieron de inmediato por la puerta con lo que llevaban. Tras
abrirla un foco los deslumbró.
— ¡Nos
estaban esperando fuera! —anunció Leonard quien curiosamente no se sentía
demasiado sorprendido con que los hubieran pillado.
Leonard miró
hacia la derecha para percatarse de que el incendio prácticamente había sido
extinguido, tan solo una leve columna de humo podía observarse mientras que las
llamas decidieron no hacer acto de presencia ante su visión.
—¡¡¡Suelten
las armas!!! —gritó uno de los soldados que componían una decena de militares
armados con sub fusiles y pistolas.
—¡Serge!
—exclamó Leo al ver el rostro del supuesto guerrillero. —¿Pero qué haces tú aquí?
—Vaya, vaya,
esto es muy interesante, chico. Realmente jamás imaginé que fueras tú el niño
soldado que se atrevió a traicionar a Michaela para unirse a su enemiga. ¿Sabes
lo que pasará si la reina te pilla, verdad?
—preguntó con una pérfida sonrisa en el rostro.
Leonard no respondió de inmediato ante la
provocación, sin duda sabía lo que sucedería si le pillaban y estaba preparado
para ello. —Ya veo, entonces eras un
topo de Michaela que estaba infiltrado entre las filas de Braun para informarle
a tu reina sobre los movimientos que se estaban llevando a cabo para la
rebelión, es por eso que Braun no ha logrado su objetivo y la rebelión a
fracasado. Tú y Chris erais los encargados de proporcionar las balas a los
guerrilleros, y también te ibas a ocupar tu de lo de las cargas PEM por lo que
he escuchado... ¿Chris cooperaba contigo, verdad? Al fin y al cabo erais
amigos. —quiso saber el joven de ceño
fruncido sin apartar la mirada de aquella repugnante persona.
—Exactamente, ese soy yo, el traidor que puso
a Braun y a sus guerrilleros en las manos de Michaela. Respecto a Chris, él
descubrió lo de las balas, por lo que tuve que silenciarle, ahora mismo está
descansando en un mundo mejor que este, no te preocupes por él.
—Eres
despreciable, Serge.
Nicole miró seriamente al hombre que se identificó a
sí mismo como el principal culpable del fracaso de la rebelión, de no ser por
aquel hombre, Michaela no se hubiera enterado de nada.
—Han tenido
que matar a Tomas y Paul ahí dentro. ¡Tendríamos que acribillar a ese par de
cabrones! —gritó una de las mujeres soldados que allí se encontraban.
—La señora
no nos permite abrir fuego contra ella, nuestro objetivo es capturarla con vida
y llevarla hasta ella —anunció Serge ante el comentario de la soldado— El niño
a ser posible también, pero no es la principal prioridad, quien realmente
importa es ella. No dejéis que huyan, arrebatadles las armas y capturadlos,
tenemos que llevarlos hasta donde está Michaela, esas son sus órdenes.
Nicole
reaccionó ante aquello, Michaela sabía dónde estaban, podían golpearlos, e
incluso dispararlos en puntos no vitales si era necesario, cualquier cosa
siempre y cuando los llevasen a Michaela con vida, o al menos a ella. Estaban
rodeados y Leonard era un objetivo secundario, de ser necesario podrían
matarlo. Está bien, no queda más remedio.
—Leonard, no te separes de mí y haz todo lo que te
diga. Necesito que confíes en mí. —le pidió sin apartar la mirada de aquella
manada de lobos armados.
El joven se
percató de lo tremendamente seria que se puso en ese momento Nicole, su mirada,
la cual parecía perforar los corazones de aquellas personas como si de
mortíferas balas se trataran, desprendía una gran dosis de hostilidad y
frialdad contra aquellos que lentamente se acercaban con sus armas alzadas, sin
duda el rostro, la mirada y las palabras de Nicole expresaban la gran gravedad
de la situación en la que se hallaban.
—Está bien,
confío en ti, Nicole. —respondió el joven unos instantes después poniéndose tan
serio y hostil como ella de cara a los soldados de Michaela y a sus malvadas
intenciones.
—Bien
cariño, escóndete detrás de mí—ordenó con una voz serena.
Leonard sin
discutir la acción pasó a una posición defensiva cubriéndose tras Nicole. La
mujer alzó ambas escopetas recortadas sin vacilación contra sus atacantes con
una cara de muy pocos amigos —¡¡Atendedme perros de Michaela, solo lo diré una
vez, dejadnos ir o no dudaré en abrir fuego!!
—Jajajajaja
si intentas algo, en ese caso acabaremos con el joven al que proteges. Te
recomiendo que te metas tus amenazas por donde te quepan, no estás en posición
de ordenarnos nada —respondió una de las mujeres soldado acercándose con su
fusil alzado.
—En tal
caso, mi cuerpo servirá de escudo humano para salvar su vida. Cualquier acción
contra él supondrá mi suicidio. —declaró Nicole muy seriamente.
La voz grave que empleó al pronunciar aquella
frase, el ceño fruncido y aquella mirada decidida detuvo por un momento el
avance de los soldados. Aquellas palabras hicieron que el grupo dudara por un
momento, pero tras una pequeña vacilación hicieron caso omiso a la advertencia
de Collins, no la veían capaz de llevar a cabo semejante acción. La decena de
soldados comenzaron a acorralarla rápidamente.
¡¡¡BAM!!!
¡¡¡BAAAAM!!! ¡¡¡¡BAAAAAAAAAAM!!!! Las escopetas rugieron imitando el sonido de
unos fuertes relámpagos en mitad de aquella caótica noche, segando con ello la
vida de tres de los soldados. Doce, diez, nueve balas, nueve disparos puedo
efectuar aún, cinco en una escopeta y cuatro balas en la otra, pensaba Nicole
mirando críticamente la situación aún con aquellas dos poderosas armas en alto.
El viento se alzó ondeando la dorada melena de Nicole mientras llenaba el lugar
con el olor de la sangre de los caídos, mezclado con el aroma del humo y las
cenizas del extinto incendio.
—¡¡¡¡El hijo
o la hija de puta que se atreva a ponerle un dedo encima al niño le reventaré
los dientes de un escopetazo!!!! ¿¡Me habéis oído panda de cabrones!? ¡¡¡¡OS
MANDARÉ AL PUTO INFIERNO JUNTO CON LA FURCIA DE VUESTRA REINAAAAAAAAAA!!!!
—gritó Nicole totalmente fuera de sí dejándose la garganta en aquel grito de
guerra. Bañada por la luz de la luna llena que se alzaba en el cielo nocturno,
la figura de Nicole cambió ante los ojos de Leonard, aquella mujer que
irradiaba una increíble tranquilidad y seguridad, se había distorsionado por
completo transformándose en una persona cuya mirada, cegada por la ira,
despertaba el temor de aquellos que osaran a mirarle a los ojos sin tomarla en
serio.
Leonard tras salir de su impresión al contemplar el
rostro enfurecido de Nicole y aquella mirada asesina, volvió a cubrirse tras la
espalda de la imponente mujer. Incluso él, no pudo evitar sentir temor al
contemplar aquella manera en la que se mostró su protectora, de alguna manera
le recordaba a alguien a quien realmente temía, Michaela. No solo ahora, en el
interior de la armería mostró un comportamiento similar al de su hermanastra
cuando juega con sus víctimas. ¿Acaso Nicole podría tener una faceta oculta que
desconociera? ¿Una faceta tan oscura y demente como la de su hermanastra? Tal
vez Nicole no sea lo que aparenta ser, tal vez le haya estado engañando hasta
ahora fingiendo ser una buena persona para acercarse a él y vengarse así de
Michaela cuando encontrara a sus compañeros, tal vez…
Los pensamientos temerosos de Leo se detuvieron
cuando la imagen de Nicole sonriendo, dedicándole palabras cariñosas o algunos
recuerdos como el de una Nicole abatida en el hospital confesándole sus
sentimientos volvieron a su cabeza. No, Nicole no es como Michaela, a pesar de
mostrarse de la manera en la que se está mostrando ahora. Leo recordó que en
situaciones extremas, las personas pueden perder a veces el control de sí
mismas como respuesta ante la situación en la que se encuentra, ella era
inteligente y se estaba sirviendo de aquella imagen que estaba dando con el fin
de intimidar a los soldados ¿verdad? Esa es la única posibilidad, antes en la
armería imitó a Michaela con el objetivo de confundir a aquel par de soldados y
gracias a eso pudo acabar con ellos. Si, ahora estaba haciendo lo mismo, estaba
imitando a su hermanastra perdiendo los nervios para intimidarlos y
confundirlos, no hay otra explicación, Nicole no es como esa tirana, ella es
una buena persona. Se dijo así mismo recobrando la confianza en su protectora.
Yo creo en ella, se dijo así mismo contemplando la espalda de la mujer cuyos
dorados cabellos danzaban con el viento.
—Leonard, te protegeré a toda costa, aunque para
ello deba de volverme en un monstruo o en un demonio. No dejaré que te pongan
la mano encima. Confía en mí. —susurró Nicole para que tan solo Leo pudiera
escuchar aquello. Fuera como fuese, no permitiría que nada malo le sucediera al
chico.
Los soldados tras huir con el primer disparo la
miraron con temor ocultos tras el inmobiliario de la calle, cubos de basura,
farolas, casas, algunos árboles... Lograron protegerse de los mortales disparos
de aquellas poderosas armas que la mujer portaba, aunque para ello tuvieron que
huir varios metros alejándose de su objetivo, pues en donde ella se situaba, no
había nada tras lo que cubrirse. Debían de cambiar de táctica, sabían que no la
podían matar y estaba armada, si tan solo se quedara sin munición, nada podría
hacer.
La orden de
Michaela era absurda, ellos no podían matarla, pero ella a ellos sí. Como fuera,
tenían que capturarla viva, únicamente se podían servir de la fuerza bruta y
los disparos a zonas no vitales, aunque claro, esto último era un
inconveniente, ya que se habían alejado del objetivo para poder cubrirse de los
escopetazos, los cuales abarcaban un gran radio de precisión a la hora de
impactar contra un humano, mientas ellos, quienes portaban únicamente fusiles y
pistolas, debían de efectuar tiros con bastante precisión para acertar en
lugares como los brazos o las piernas. La distancia entre ellos y el objetivo,
las condiciones de su captura y el radio de impacto de sus armas respecto al de
las escopetas de la mujer los dejaban en clara desventaja, aunque el objetivo
estuviera a descubierto y ellos si dispusieran de cobertura. Lo único que se
les ocurría era alargar el enfrentamiento hasta que las municiones de aquella
mujer se agotaran y no fuera capaz de continuar defendiéndose.
—¡¡Solicito
refuerzos en la armería, civil fuera de control, está armado y ha eliminado a
tres de los nuestros, se trata de la invitada especial de Michaela y el
muchacho que la sigue!! ¡¡Las órdenes de nuestra señora es capturarla con vida,
se permite el fuego en puntos no vitales y la fuerza bruta!! ¡¡¡Manden
refuerzos de inmediato!!! —gritó Serge a través del walkie escondido tras uno
de los cubos de basura.
—¡¡¡Sígueme
Leo!!! ¡¡¡Rápido, rápido!!! —ordenó una agitada Nicole emprendiendo una carrera
hacia un callejón. Pero entonces... Una fugaz y mortífera lluvia de balas
estuvieron a punto de acribillar sus pies. —¡¡Joder!!—blasfemó Nicole ante la
impresión, pues tan solo un par de centímetros la habían salvado de transformar
sus pies en una sanguinolento colador.
Dos soldados
se acercaron a ella alzando las pistolas. ¡Bam!
¡Bam! Dos disparos de nueve milímetro estuvieron a punto de atravesar sus
brazos de no ser porque Leo empujó a Nicole a un lado evadiendo el tiro. Otro
par corrieron hacia Nicole acercándose por detrás de esta, alzando unas porras
retráctiles con el objetivo de someterla a golpes. Leo se posicionó tras Nicole
desenvainando su Gladius, agarrándola fuertemente con ambas manos mientras
mostraba sus dientes en señal de advertencia, estos al ver al joven
plantándoles cara cambiaron su objetivo, debían deshacerse del niño primero.
—¡¡No me subestiméis por mi edad o altura, malditos
perros de Michaela!! —gruñó Leo ante el inminente ataque clavando una aguda y
penetrante mirada asesina en los ojos de los soldados sin dejar de mostrarles
sus dientes y colmillos. —¡¡¡NO PERMITIRÉ QUE NOS DETENGÁIS, CABRONEEEEEEEEEEEEES!!!
—gritó dando rienda suelta a su ira contenida contra los soldados.
Durante mucho tiempo había soportado los abusos de
poder y las injusticias de la gente de Michaela, pero a esas alturas ya no lo
continuaría haciendo, todo acabaría con aquella noche, mañana sería un nuevo
día, un nuevo comienzo en su vida lejos de aquel infierno y no permitiría que
nadie se entrometiera en ese camino hacia su nuevo futuro. Todo acabaría con
aquella noche y con ello la sumisión que debía de mostrarles a aquellos que
estaban por encima de él y se dedicaban a pisotear y abusar de los que eran
inferiores en rango, como era su caso. Era hora de vengarse.
Nicole al
frente pegó su espalda con la de Leo. —¡¡¡Lucha Leo, acaba con esos
desgraciados, sé que puedes hacerlo!!—ordenó la rubia al percatarse de que dos
atacantes se dirigían hacia el muchacho. ¡¡BAM!!
¡¡BAAAM!! ¡¡¡¡¡BAAAAAAM!!!! La tormenta volvió a desencadenarse sobre el
imperio de Michaela, siendo respondida por un segundo y ligero estruendo de pistolas
y algunos fusiles. Seis, cinco soldados, dos menos y uno herido tras un árbol,
analizó Nicole. Seis balas.
Los metales
formaron un estruendo cuando las dos porras colisionaron con el filo de la
Gladius. Leonard usaba los movimientos básicos de esgrima que tantas veces
había visto en películas medievales cuando un novato en la esgrima comenzaba a
ser enseñado por algún poderoso caballero mata dragones. ¡¡Golpe descendente
por la izquierda, por la derecha y por el centro!! Se recordaba así mismo el joven
mientras llevaba a cabo los tres golpes mientras el enfrentamiento tenía lugar.
¡¡Bloqueo!!. El acero volvió a rugir por otro impacto, tras bloquear hizo un
movimiento ascendente apartando de su trayectoria el brazo y el arma del
soldado.
—¡¡Empalar!!
—gritó el joven instantes antes de ensartar la Gladius en el desprotegido
vientre del soldado, y sin esperar ni un segundo la sacó del cuerpo de su
víctima cuando el otro soldado cargó contra él. Los aceros chocaron una vez más
mientras el joven recibía todo tipo de improperios por parte del soldado al ver
como el joven muchacho había acabado con la vida de su compañero.
Nicole no
podía moverse con demasiada libertad, con su cuerpo debía de proteger la
espalda de Leo para evitar que acabaran con él mientras se enfrentaba al
soldado restante, pero era difícil, sus balas se acababan y tan solo podía
estar ahí apuntando a las cabezas que asomaban tras los obstáculos que
protegían los cuerpos de aquellos soldados. La mujer se movía rápidamente a
base de saltos o movimientos rápidos tratando de evitar los disparos que iban
hacia sus pies, piernas, hombros y brazos, prediciendo la mayoría de las
trayectorias de los disparos al contemplar los segundos que invertían los
soldados en apuntar a la zona en la que la querían disparar. El grito del
soldado que se encontraba detrás de ella anunció a Nicole que Leo acabó con su
agresor, quien yació ensangrentado en el suelo con un profundo tajo abierto
entre el cuello y el hombro izquierdo.
—¡¡Movámonos!! —gritó Nicole.
Los gritos y
los pasos de un grupo de soldados la alertaron, los refuerzos habían llegado.
Los soldados que acababan de incorporarse entraron a escena atravesando una de
las calles que se abrían hacia la izquierda del lugar en el que se situaba la
armería y en donde el tiroteo estaba sucediendo, media docena de soldados
armados se sumaron al resto de sus compañeros.
Nicole
corrió lanzando algún que otro escopetazo en su huida como respuesta a los
disparos efectuados contra ella y Leo. Un soldado armado con una pistola salió
de su escondite cuando estos estaban a punto de cruzar por un callejón,
apuntándoles con su arma interponiéndose en el camino del dúo, mientras, Nicole
y su joven acompañante podían escuchar las voces y los rápidos pasos del resto
de soldados que los seguían a sus espaldas, acercándose cada vez más a ellos.
Con una sonrisa victoriosa el soldado clavó su mirada triunfante en los
preocupados ojos de la rubia, quien impotente, no sabía que hacer sin recibir
un balazo, pues a diferencia del resto, aquel soldado si le estaba apuntando a
un punto vital, la cabeza.
— ¿Vas a
matarme? —necesitó saber Nicole con un aparente tono de voz tranquilo y una
mirada desafiante en un intento de parecer que ella dominaba la situación.
—Eso es algo
que solo tú decides. Antes está mi vida que la tuya, te entregaré a Michaela
viva o muerta.
— ¿Sabes qué
pasará si me matas no? Lo que te haría esa mujer. ¿Lo sabes, perro? —intentó
increpar Nicole con el objetivo de que se replanteara su decisión.
—¡¡Cállate
zorra!! Sé que puede matarme, pero si le entrego tu cuerpo tal vez no sea tan
dura o me perdone, es mejor entregarte muerta que ir a ella con las manos
vacías. Así que suelta el arma si sabes lo que te conviene.
Leo se
agachó tras Nicole, ayudándose con una de sus manos a pasar todo lo rápido que
podía entre las piernas de su compañera sujetando con su otra mano el mango de
la Gladius , aprovechando la discusión entre el soldado y Nicole, quien trataba
de centrar toda la atención del hombre en ella mediante la provocación,
objetivo que sabía que estaba logrando.
—Jajajajajajaja ¡¡ERES UN PUTO PERRO FALDERO!!
¡¡¡VETE A COMERLE EL COÑO A ESA ZORRA QUE TENEIS POR REINA, MAMONAZOOOOO!!!
—gritó Nicole con todas sus fuerzas a sentir el leve roce del cuerpo de Leo
pasando entre sus piernas.
—¡¡¡CÁLLATE
DE UNA PUTA VEZ!!! —estalló el soldado de ira sin dejar de apuntar a la frente
de Nicole dispuesto a abatirla.
Leonard se
irguió veloz nada más pasar entre las piernas de Nicole, acompañando a su levantamiento
un veloz movimiento ascendente de la Gladius.
—¡¡¡AAAAARRRGHHHH!!! —Gritó de dolor cuando el
soldado vio su mano cercenada cayendo al suelo junto al arma que sujetaba.
—¡¡¡OS MATARÉ, YO OS MATAREEEEEE!!!— gritó fuera de si el soldado desenfundando
el machete que llevaba a la cintura alzándolo sobre la cabeza de Leonard.
Nicole se
abalanzó colocando velozmente la escopeta sobre la cabeza de Leonard deteniendo
el mortal golpe, soltando la escopeta carente de munición que portaba en la
mano derecha para sacar su Kukri y efectuar una puñalada en el costado derecho
del soldado, para después sacar el arma del cuerpo del hombre. Este gritó
cuando el filo del Kukri salió de su cuerpo provocando que la sangre emanara de
la herida abierta. Con la adrenalina a flor de piel, víctima del miedo y el
dolor, lanzó varias cuchilladas de forma negligente contra el dúo, quienes,
haciendo uso de la Gladius y el Kukri, se cubrían mutuamente de las cuchilladas
que iban y venían velozmente.
Leonard
aprovechó que Nicole bloqueó un golpe y con su Gladius, imitando el golpe de un
bateador de béisbol, cercenó la pierna derecha del agresor, cayendo al suelo
entre gritos de dolor, bañándose en su propio charco de sangre. Agonizando,
alzó su mano en un inevitable intento de que el dúo no escapara. Pero aquel
acto hizo que se encontrara cara a cara con el cañón de la escopeta de Nicole,
y ahí fue cuando entendió que ya todo había acabado, todo lo que había hecho,
de nada había servido. ¡¡¡¡BAAAAAAAM!!!!
Su cráneo reventó en mil pedazos a la vista de sus compañeros, y pequeñas
salpicaduras de un rojo brillante tiñeron el rostro de Nicole dándole un
macabro aspecto.
Los soldados que contemplaron en su marcha la
ejecución de su compañero alzaron sus armas en cuanto Nicole lanzó el arma
descargada a suelo. ¡Bam! ¡Bam! ¡Bam!
¡Bam! Los disparos penetraron en los edificios que se abrían a cada lado
del callejón por el que el dúo se internaba. Nicole limpió la sangre de su
rostro con el dorso de sus puños. Observando por encima de su hombro el avance
de los soldados, logró poner a cubierto a Leonard dándole un pequeño empujón
hacia un lado para que corriera por delante de ella evitando con ello un tiro
certero en la nuca.
El dúo corrió todo lo que pudo, metiéndose por
varios callejones y calles, ocultándose tras el mobiliario urbano hasta que
lograron evadir al grupo de soldados. Exhaustos, caminaron hasta ingresar al
interior de un edificio con el corazón a punto de salirles por la boca.
Leonard se
sentó en el suelo para luego tumbarse en él tomando grandes bocanadas de aire.
Nicole, por su parte, se apoyó en una pared y se dejó deslizar hacia abajo por
esta hasta acabar sentada en el suelo, su situación era igual a la de su
sofocado compañero. Se tomaron unos instantes en total silencio, tratando de
llenar sus pulmones de aire.
—Oye, Leo, siento que hayas tenido que verme así
antes —se disculpó Nicole mientras se recogía el pelo haciéndose de nuevo una
coleta—. Yo no soy así, ¿sabes?
—No tienes que disculparte. Entiendo que perdieras
los papeles en aquella situación.
—Gracias por entenderlo, Leo. Yo misma me sorprendo
de la manera en la que me comporté allí… Realmente yo no soy así.
—Lo sé. Hasta donde te conozco, me pareces una
persona tranquila. Solo te dejaste llevar por la situación. Es normal
—respondió obteniendo con ello una sonrisa de gratitud por parte de su
compañera.
Leonard se
incorporó en el suelo, quedándose sentado, y como Nicole, mirando el lugar al
que entraron en busca de protección, en un absoluto silencio, con un aura
melancólica. Mesas y sillas pequeñas, rojas, verdes, azules, rosas y amarillas
se dividían en cuatro filas de cinco mesas con su correspondiente silla a lo
largo de la mitad de la gran estancia. De la pared de un blanco sucio colgaban
multitud de dibujos infantiles de difícil comprensión. En el techo, el cielo se
hallaba dibujado junto con un enorme sol rodeado de nubes cuyos colores habían
desaparecido prácticamente. Apenas podía apreciarse el color amarillo del sol o
la blanca tonalidad de las nubes, y mucho menos, el incoloro cielo azul. Del
techo dibujado de la estancia colgaban por hilos mariposas de trapo de muchos
colores, apenas diferenciables por la densa capa de polvo que las cubría. Se
podían distinguir algunas mariposas doradas, rojas y azules con ojos de
plástico y oscuras sonrisas marcadas en sus rostros.
En un rincón
al fondo sur de la estancia se apreciaba un pequeño parque de bolas de colores,
estanterías llenas de peluches polvorientos y un baúl abierto y lleno hasta los
topes de juguetes olvidados. En el fondo norte, de la pared colgaba una pizarra
con algún incomprensible dibujo hecho a tiza de color azul y una gran mesa de
madera con una silla de ruedas y un ordenador de mesa estropeado. En la pared
oeste se hallaba la puerta de entrada, un par de pequeños armarios llenos de
cuentos infantiles, una mesa con un gran número de folios apilados cubiertos
por una película de polvo, y al lado de aquella pila de folios, cuatro
lapiceros repletos de lápices, ceras y rotuladores de diversos colores. La
única iluminación que bañaba la estancia era la luz blanca que entraba a través
de las ventanas del exterior, haciendo visible la gran cantidad de polvo que
flotaba en el ambiente en aquel escenario que tristemente parecía haber quedado
detenido en el tiempo.
Aquella
visión era triste, y lo que más llamó la atención del dúo fue algo macabro en
la pared oeste. Huellas, huellas hechas con sangre ya seca, huellas de manos
pequeñas, salpicaduras, líneas, charcos, manchas de diversas formas y tamaños
habían sido cruelmente dibujadas en la pared y el suelo, en un rincón concreto
de la pared que permanecía parcialmente oculto por las sombras. Aquello daba a
entender como si aquellas pequeñas víctimas hubieran sido acorraladas contra
esa zona de la pared antes de que algo o alguien acabara con aquellas jóvenes,
puras e inocentes vidas. Nicole se acercó lentamente a esa pared contemplando
aquel macabro dibujo. Su rostro se descompuso agachándose a recoger algo del
suelo. Se trataba de un pequeño conejito de peluche rosa con una amplia sonrisa
que presentaba una segunda coloración, una coloración carmesí, parte de su
cabeza, su vientre semi blanco y su patita derecha estaban impregnados en
sangre seca.
Leonard se acercó con un rostro serio y una mirada
triste colocándose al lado de Nicole, quien miraba con horror el peluche en su
mano. En silencio, Leo subió la cabeza para contemplar los dibujos manchados
con gotas de sangre que adornaban la pared. Casas, personas, flores, soles
sonrientes, pájaros, otros extraños animales sonrientes con cuatro patas y
otros alegres dibujos algo difíciles de reconocer, palabras... Nicole leyó uno
de los mensajes en un dibujo en el que estaban dibujadas flores gigantes, una
casa con chimenea, un sol, nubes, mariposas, un césped verde y cuatro monigotes
que por los pelos de punta de dos de ellos se identificaban como hombres, uno
era el adulto y otro un niño más chico que cogía de la mano al adulto, mientras
el tercero era de largo cabello oscuro identificándolo como una mujer, en cuyos
brazos sostenía lo que parecía una persona muy pequeñita, los cuatro, mostrando
una sonrisa en sus rostros se mostraban muy juntos los unos de los otros dando
la apariencia de una familia feliz.
“MAMA, PAPA, HERMANITA, OS QUEIRO MUCHOOO
MUCHO HASTA LAS ESTRERELLAS SEMPRE OS QUERE MI FAMILIA BONITA SOY FELIZ CO
VOSOTROS EN CASA POR QE SOI MI FAMLIA”
Pudieron
leer Leo y Nicole en aquel dibujo. El joven se percató de como su acompañante
cerró los ojos, la miraba con tristeza, pues parecía afectarle el lugar en el
que estaban, ciertamente, él tampoco se sentía bien allí. Nicole cerró los ojos
y por un momento sintió que estaba en otra dimensión, en otro tiempo, pero en
aquel mismo lugar. Rápidas y sonoras pisadas de niños correteando, risas
infantiles, el sonido de los lápices al ser colocados en la mesa mientras los
niños dibujaban, diversos sonidos que se habían reproducido tantas veces en
aquel lugar, ahora se reproducían en la mente de Nicole mientras sentía como si
una estaca estuviera perforando y hundiéndose lentamente en su corazón cuando
su mente reprodujo unos gritos infantiles de terror. Leonard la miraba
preocupado, hasta que finalmente abrió los ojos y una lágrima descendió por su
mejilla.
—Dios mío,
esto es tan triste, pobres niños... —susurró una afectada Nicole imaginando por
lo que tuvieron que pasar aquellas inocentes criaturas, el terror que deberían
de haber presenciado. — ¿Esto ha sido obra de Michaela? —preguntó al joven que
se encontraba a su lado en silencio sin dejar de ver el resto de dibujos y
mensajes grabados en ellos, en aquella macabra pared.
—No lo sé,
pero no creo que fuera ella. Sé que antes de construir el imperio esta zona
estuvo invadida por los zombies y bueno, ya
sabes que donde hay zombies, hay desgracias. Michaela es un demonio,
pero, ¿sería capaz de matar a niños tan pequeños?
Nicole se
quedó en silencio ante su pregunta optando por no responder, simplemente se
dirigió a una puerta en esa misma pared dándole la espalda al joven. No
obstante, a pesar de no haber respondido, Leo entendió aquel silencio como una
respuesta, por lo que permaneció callado y agachando la cabeza siguió a Nicole
a explorar lo que había tras la puerta. Había un pasillo que se dividía en
cinco puertas, cuatro de ellas se repartían en dos a cada lado de las paredes
del pasillo, tras aquellas cuatro puertas se encontraban los baños, el comedor,
un almacén y lo que parecía una sala de profesores donde seguramente los
adultos que se hacían cargo de los niños se tomaban su café y charlaban de las
cosas, y al fondo del pasillo una última puerta conducía a un pequeño patio con
columpios, toboganes, trampolines y demás cachivaches en donde montarse para
que los niños jugaran. Todo estaba vacío de vida humana, así como de recursos útiles,
lo único que quedaba en el lugar era el polvo que se acumulaba en cada parte de
aquellas habitaciones, habitaciones que se hallaban detenidas en el tiempo como
la clase en la que estuvieron anteriormente.
Nicole y Leo
se habían asomado al pequeño patio de la guardería para percatarse de que los
soldados de Michaela aún estaban por la zona, por lo que decidieron esperar un
rato más y salir más tarde a asomarse de nuevo y comprobar si veían de nuevo a
algún soldado por la zona. La mujer se encontraba en la clase mientras Leo
había ido un momento al baño. Sentada en el suelo y apoyada en la pared, se
quedó mirando a las sonrientes mariposas de tela que colgaban del techo con la
mirada perdida.
—Me estoy
volviendo loca en este sitio. Necesito salir de este infierno plagado de
inmoralidad. Davis, Eva, Maya. ¿Dónde estáis? ¿Estaréis bien? ¿Nos
encontraréis? ¿Habéis vuelto ya en busca del resto a ese local para ver que
nadie os espera? ¿Seguiréis buscando? ¿Aún estáis vivos? Quizá, lo mejor sea
que no lleguéis a encontrarnos jamás, si lo hacéis puede que vosotros muráis
también. ¿Y Puma? ¿Estará bien en donde esté? Ver a Florr morir tuvo que ser un
golpe duro para él, si está vivo, ojalá no haga ninguna tontería y continúe con
su vida. La vida le ha dado una segunda oportunidad permitiéndole que algo
sucediera y pudiera escapar de la gente de Michaela para que no acabara aquí,
espero que la aproveche. Rezo porque esos cuatro estén donde estén se
encuentren bien —pensaba en alto preocupada por sus cuatro compañeros
desaparecidos.
Nicole
pensaba en alto inconscientemente, sumergida de lleno en sus pensamientos sin
percatarse de que al otro lado de la puerta, un joven Leonard la escuchaba en
silencio con la puerta ligeramente abierta.
— ¿Saldré de
aquí con vida? ¿Podré rescatar a los demás? ¿Estarán vivos? ¿Escapará de aquí
alguno de nosotros con vida? ¿Leo logrará huir de este sitio a pesar del riesgo
al que se está exponiendo por ayudarme? —se planteó en voz baja esta vez sobre
su situación y la de aquellos que giraban actualmente en torno a ella —Leo,
tengo que hacer algo con él, no puedo dejar que su plan fracase y se juegue aún
más su vida por ir conmigo, ya le han visto el rostro los soldados, ha
asesinado a dos de ellos y ha robado a Michaela algunos de sus recursos, por no
hablar de que está ayudándome, si no puedo asegurar su vida ni el éxito en su
plan, Michaela lo buscará y lo matará. No puedo dejar que eso pasé, al fin y al
cabo es mi deber salir ahí a buscar a mis compañeros, yo los he metido en esto,
él no tiene nada que ver con este asunto.
Nicole no podía evitar sentir como su espíritu se
iba muriendo poco a poco, con ello sus esperanzas, su actitud, su positividad y
su férrea voluntad, como una flor siendo cruelmente desojada por una egoísta jovencita
enamorada cada vez que veía o sentía algo que la dañaba moralmente. Mientras
que por otro lado, su mente se sentía bombardeada por los problemas que
sucedían de golpe a su alrededor saturándose, incapaz de digerir todo lo que
sucedía y responder a la información que sus sentidos le transmitían con el fin
de lograr pensar en qué hacer para solucionar los problemas que tenía encima.
La Nicole original era alguien fuerte en mente y
espíritu que no se doblegaba fácilmente ante las situaciones críticas, una
mujer preparada para todo tipo de retos que requerían principalmente que fuera
fuerte de mente y espíritu, más allá de sus habilidades de combate. Pero ahora,
su mente y espíritu se estaban viniendo abajo y sus habilidades no servían de
mucho teniendo solo un Kukri como arma y estando sola ante tanto soldado armado
con armas de fuego, por no hablar de que la presencia de Leonard era tanto una
ventaja como un inconveniente, le ayudaba a lograr sus objetivos, gracias a él
había llegado muy lejos, pero por otra parte tenía que cuidar de él y ya era
difícil el intentar sobrevivir por sí misma.
Se sentía sola enfrentando a todo aquel problema
que tenía encima, Leonard era una ayuda, pero no el tipo de ayuda que
necesitaba para resolver esa serie de problemas. Se sentía débil, como si fuera
una oveja descarriada en un bosque repleto de lobos hambrientos, o una mariposa
que había caído enredada en una gran tela de araña cuya tejedora conocida como
Michaela, se acercaba lentamente hacia ella para envolverla en su tela y
posteriormente devorarla. Solo podía huir y esconderse una y otra vez, se
sentía débil y sola.
La mujer no pudo evitar desear que Davis y Eva
estuvieran con ella en ese preciso momento, estaba segura de que ellos, con sus
experiencias, sus habilidades y la peculiar forma de ser que tenían de
luchadores dotados de una fuerte voluntad que difícilmente se rendían incluso
encontrándose solos en una difícil situación, serían capaces de ayudarla a
encontrar una solución a todos esos problemas, y con ello a ver una luz al
final del túnel.
Si ellos estuvieran allí con ella, seguramente
serían capaces de encontrar al resto y huir de allí enfrentando a Michaela y
sus malvados planes. O quién sabe, conociendo el genio de esos dos cuando
alguien les toca algo valioso para ellos como son Jessica y Adán, capaces
serían de ir en busca de Michaela para enfrentarla y cortarle la cabeza para
clavarla en una pica frente a sus altos mandos y soldados. Pensaba Nicole
dibujando una pequeña sonrisa tras imaginar a sus dos compañeros haciéndole
aquello a Michaela.
La puerta se abrió tras unos instantes de silencio
y Leonard apareció despertando a Nicole de sus pensamientos. Esta lo recibió
con una sonrisa desde el suelo. El joven tras dedicarle otra se sentó a su lado
y ambos permanecieron un rato en silencio.
—Oye,
Leonard. ¿Qué harás cuando salgas de aquí? —rompió el mudo ambiente Nicole con
su pregunta.
—Pues
sobrevivir y ya está, sin salir del área libre de radiación.
— ¿Tú solo?
¿Nadie más irá contigo? ¿No piensas en buscar a algún grupo para no estar solo?
—No necesito
a nadie más que a mí mismo, ya estoy acostumbrado a vivir solo, además, solo
tendré que preocuparme de mí y no tendré que compartir mis recursos con nadie
—respondió sin mucha importancia a la pregunta de Nicole.
— ¿Y si te
encuentras con una horda zombie?
—Huyo y me
escondo. La mayoría suelen ser lentos y no piensan. Solo me resultaría más
difícil deshacerme de los rápidos, y estos son menos, por lo que no me preocupo
demasiado —le explicó rápidamente sin mostrar ni un ápice de preocupación.
—Ya veo. ¿Y
si aparecen un grupo de mutantes? ¿O de rebeldes en busca de recursos? ¿O si
los soldados de Michaela van en tu busca? Son más fuertes, rápidos e
inteligentes que los zombies. ¿Podrás simplemente huir y esconderte por
siempre? Una persona no tiene siempre tanta suerte, ¿sabes?
Leonard se
encogió de hombros.
—Ya me las apañaré, ese es mi problema al fin y al
cabo, no el tuyo, después de huir nos separaremos y cada uno seguiremos nuestros
caminos —respondió sin dejar de apartar la vista del suelo, aunque era capaz de
sentir que Nicole lo estaba mirando.
—No me
parece bien que tomes esa decisión, es muy arriesgada y la posibilidad de que
un niño de catorce años que está completamente solo sea capaz de sobrevivir al
día a día de este mundo, por entrenado que esté, no es muy alta.
— ¿Entonces qué
propones? Es lo único que puedo hacer, me quedo aquí o me voy solo. Y la
segunda opción es la mejor. Si algo bueno he podido sacar de este lugar es que
sé de supervivencia, aprendí a pelear, tengo conocimientos y se usar armas
blancas y de fuego, puedo desenvolverme por mi cuenta. No soy como cualquier
otro niño, no desde que entré a este lugar. Nicole, me han entrenado igual que
al resto los tres altos mandos dándome un entrenamiento militar básico en las
diferentes áreas, y tengo también experiencia en combate y supervivencia real
gracias a las misiones a las que he ido fuera de la base con los soldados de
Michaela o el resto de mercenarios. Estaré bien por mi cuenta, no te preocupes
—defendió el joven su decisión.
Nicole miró no muy convencida al joven que
continuaba negándole la mirada.
—Leonard, eres muy joven y crees que ya sabes cómo
es la vida y como son las personas. Déjame decirte que la vida es tan
impredecible como las personas. Vivir en el exterior de la base no es sencillo,
el día a día es muy complicado, debes buscar por tu cuenta recursos mientras
que para ello debes enfrentarte a todo tipo de amenazas jugándote la vida, y
cuando no es eso, son las amenazas las que te buscan a ti. Un día lo puedes
tener todo y al día siguiente no tener nada, así como puedes encontrar a gente
aparentemente inocente, buena o desvalida que intentan ayudarte o pedirte que
los ayudes a ellos para más tarde darte cuenta que solo te han estado usando
para acercarse a ti y quitarte todo lo que llevas, incluso la vida —le comentó
la mujer las clases de amenazas que ella y su grupo vivían en el día a día.
Leonard no respondió, sin saber cómo continuar
debatiendo prefirió permanecer en silencio. Nicole tenía la sensación de que el
joven entendía lo que había dicho, y que ni él mismo estaba del todo seguro de
que aquella elección de ir como un lobo solitario en aquel mundo frío y hostil
fuera de la protección de la base de Michaela fuera lo más correcto. Y no se
equivocaba, en verdad Leonard no quiso responder por no darle la razón, pero
era el camino que había elegido, era el único camino que podía tomar. Quizá no
fuese la mejor opción, pero si era mejor que estar bajo el mando de esa mujer,
al menos si quería conservar la cordura y moralidad que aún quedaban en él, de
lo contrario, era probable que algún día fuese una vil persona como Michaela y
su gente, cuanto más tiempo pasaba allí más debía renunciar a la moralidad para
sobrevivir entre los demonios.
—Leonard,
ven conmigo. Únete a mi grupo —propuso Nicole un breve silencio.
Leonard la
miró por primera vez desde que iniciaron la charla, sorprendido por aquella
propuesta.
— ¿Estás segura de que deberías de proponerme eso?
Soy un desconocido realmente para ti, nos conocemos desde esta misma noche y ni
siquiera conozco a tu gente a excepción de Adán. Seguramente se molesten por
meterme en el grupo sin el consentimiento del resto de integrantes.
—Sí, puede
que se molesten algunos, pero son una minoría, el resto estoy bastante segura
de que no se molestarán. Seguramente el primero en abrir la boca para gruñir
sea M.A, que se pondrá como un loco como viene siendo ya costumbre en él cuando
hay un cambio en su área de confort, además de que él ha sentido en su propio
cuerpo la tiranía de Michaela, por lo que puede que se muestre irritado ante la
decisión de meterte en el grupo. Después Eva y Puma, si es que este último
vuelve a cruzar su camino con nosotros. Ellos dos probablemente se quejen por
el tema de que eres lo que eres, vienes de dónde vienes, has sido entrenado por
Fox y has estado al servicio de Michaela, quienes han hecho mucho daño matando
a alguien cercano para esos dos y a ellos mismos. Pero sí, estoy segura de la
proposición que te estoy haciendo. Quiero que vengas con nosotros.
—No creo que
sea lo mejor. Tú misma me has dicho que habrá gente que se molestará con mi
presencia, y tienen sus buenas razones, como me has dicho... —respondió el
joven preocupado por la hostilidad que sus compañeros pudieran mostrar hacia
él.
—No te
preocupes. Si ellos se meten de por medio yo me haré cargo del asunto
—respondió seriamente mirando a los ojos del joven—. Yo saldré en tu defensa.
No tienes nada que temer. Se cebarán conmigo seguramente por meterte al grupo,
pero de igual forma los convenceré, me enfrentaré a ellos en tu defensa y
cargaré con las consecuencias si llega a haber problemas. Además, tú me estás
ayudando a encontrarlos y a salir de aquí. Si eso no basta para convencerlos de
tus verdaderas intenciones, contaré mi experiencia contigo y les diré como eres
tú realmente. No eres como la gente de Michaela. Además, es posible que alguien
del grupo de los que si te aceptarán saliera también en nuestra defensa. Es
imposible que todos se opongan a ello —trató de animarlo pensando en la ayuda
que Maya y Davis, y posiblemente Adán podían otorgarle a la hora de tratar de
meter al muchacho en el grupo. Por un momento había tenido a Alice, Jessica e
Inma también metidas en el grupo de aquellos que permitirían al chico quedarse,
pero no estaba segura si tras lo sucedido en la base le cargarían a él con el
resentimiento de lo que a ellas le sucedió, probablemente no, y de ser así, no
sería muy complicado discutir con ellas el tema debido a la forma de ser y de
pensar de ellas tres. El principal problema podrían ser los tres primeros que
mencionó. —Entonces, Leonard, ¿te gustaría entrar en nuestro equipo?
El joven se
lo pensó. Sabía que no estaría solo nunca más y que además estaría siempre con
Nicole. Al igual que sucedería con sus compañeros, seguramente él tampoco se
fiaría de su gente, pues al fin y al cabo, eran desconocidos, pero por como
Nicole había hablado de ellos no parecían mala gente. Al menos no serían como
la gente de aquel imperio.
— ¿Entonces?
¿Te gustaría? —insistió Nicole sonriendo.
—Mmmm...
Vale, pero si veo que solo soy un incordio y que van a estar siempre de forma
hostil cuando esté cerca de ellos me voy. Quiero que entiendas que si salgo de
aquí es para alejarme de los problemas y de la gente mala que me odia y me usa.
No quiero volver a repetir la misma historia con otro grupo de personas que me
van a tratar mal por venir de dónde vengo.
—Claro, lo
comprendo. Como ya te he dicho, no debes preocuparte por ello. Yo me encargaré
de todo.
Tras esto,
quedaron un rato en silencio, hasta que un curioso evento desde el punto de
vista de Nicole destruyó por completo el pesado silencio que cayó tras la
respuesta de Leo a su petición, descubriendo Nicole algo nuevo acerca del chico
situado a su lado. Leonard sufría de aracnofobia. Aquello lo comprobó cuando
una araña de tonalidad marrón, de largas y finas patas lo sorprendió trepando
por su pantalón. Se trataba de una especie no venenosa y bastante común que
solía aparecer de vez en cuando en algún rincón de las casas. Con un grito el
joven pegó un salto levantándose para sacudirse el pantalón, haciendo que el
insecto cayera al suelo y corriera apenas unos centímetros antes de ser
aplastada por el pie de Nicole. El joven al percatarse de que Nicole lo
observaba sin decir nada ante la reacción que tuvo ante la presencia del
arácnido, no pudo evitar ruborizarse de vergüenza antes de sentarse de nuevo
abrazando sus piernas desviando la mirada de la mujer que tenía al lado, quien
ante su forma de ocultar su vergüenza haciéndose el duro y como si nada hubiese
pasado, no pudo evitar reír por lo bajo.
— ¿Crees que
saldremos de aquí? —comentó Leo por decir algo ante su bochornosa reacción.
—Mientras la
probabilidad no sea de un cero por ciento, la oportunidad estará ahí. Y desde
mi punto de vista aún tenemos posibilidades, no te preocupes. —Aunque esa
posibilidad que Nicole contemplaba era bastante baja. Habría necesitado que un
milagro tuviese lugar para poder salir todos con vida de aquel sitio. Aquel
punto de vista que pasó por la mente de Nicole fue algo que prefirió reservarse
y darle únicamente la respuesta positiva al joven para infundirle ánimos.
Nicole lo
miró para percatarse de como con la cabeza agachada y la mirada perdida en el
suelo de la estancia, el joven trataba de luchar con todas sus fuerzas con el
sueño tratando de evitar por todos los medios que sus párpados no se cerraran,
sintiendo que su mente estaba más del lado del mundo de los sueños que en el
mundo real. La mujer no pudo evitar sonreír al contemplar la frenética batalla
que el joven estaba librando contra Morfeo en la otra dimensión.
—Leonard,
cielo, no puedes dormirte ahora, nos iremos en un momento, en cuanto la calle
de atrás esté libre de soldados... —comentó la joven meciendo con suavidad el
hombro del chico.
—Está
bien... Ma... má... —susurró inconsciente antes de cerrar los ojos para
abandonar la realidad.
Nicole
escuchó aquello y no supo cómo reaccionar, pues no sabía si había comenzado a
soñar con su fallecida madre o es que había sido a ella a quien se lo había
dicho. De todas formas, aquello había sido la mecha que había provocado que una
serie de pensamientos comenzaran a rondar por la mente de Nicole acerca de la
vida del joven. Lo único que sabía de su vida era su situación como huérfano,
cuál era su papel en el mundo de Michaela y que había sido víctima de acoso por
parte de otras personas, por lo que había deducido de sus comentarios en el
enfrentamiento que había librado con él y cuando supo que le habían dado una
paliza para obligarlo a someterse a la voluntad de la tirana que mandaba en el
lugar.
Pero no sabía cómo había llegado a estar bajo las
garras de Michaela, como había perdido a sus padres o si tenía aunque fuera un
solo amigo en aquel sitio. No eran aquellos los únicos pensamientos que pasaban
por su cabeza. También la posibilidad de que aquella frase que había dicho
antes de quedarse dormido fuese para ella. Anteriormente en el hospital también
había tenido la sensación de que había estado a punto de llamarla mamá, por no
hablar de que cuando se vieron por primera vez se quedó embobado mirándole al
rostro. Eso tal vez significara que ella tenía algún parecido físico con su
madre, y de ser así, habría entendido algunas de las reacciones del joven
cuando ella se había puesto en plan cariñoso con él.
Por mucho
que le desagradara la idea, no podía dejar que el joven se quedase dormido, a
pesar de lo cansado que estaba y lo mono que se veía tras quedarse dormido.
—Leonard, cariño, no te duermas... —pronunció la
mujer meciendo con delicadeza el hombro del joven. —Leooooo... Leonaaaaaard...
Heeeeey, vamos, no puedes quedarte dormido aún... —insistió meciéndole un poco
mas bruscamente el hombro.
Poco a poco,
sus ojos comenzaron a abrirse, y lo primero que su mirada azulada tuvo en su
campo visual fue la sonrisa de Nicole. No respondió al instante, se sentía algo
desorientado, estaba agotado. El día anterior lo habían tenido trabajando duro,
después se había quedado toda la noche despierto hasta que estallase el momento
de la rebelión, y ahora esto, realmente tenía sueño. Cerró con fuerza los ojos
y sacudió la cabeza tratando de despejarse, antes de frotarse los ojos y
quedarse unos instantes en silencio mirando a la mujer que tenía al lado.
—Siento
haberme quedado dormido... No es momento para eso... No me di cuenta... —se
disculpó el joven avergonzado.
—Oh, no te
preocupes. Estabas bastante mono dormido. Me entraban ganas de achucharte como
a un osito de peluche y tirarte de esos mofletes sonrosados de haber tenido la
oportunidad —respondió Nicole con una amplia sonrisa esperando la divertida
reacción del joven.
Leo le dio
rápidamente la espalda intentando no mostrar su avergonzado rostro mientras
trataba de reprimir una nerviosa sonrisa que trataba de dibujarse en sus labios
en un intento de hacerse el duro ante ella.
—Ya... ya vale con eso Nicole. No soy un crío como
para achucharme o tirarme de los mofletes... —respondió alzando un poco el tono
de voz con un ligero toque de molestia en sus palabras, en un intento fallido
de mostrar su virilidad intentando dar a entender que era lo suficientemente
mayor como para que le dijera aquellas cosas.
Nicole no
pudo evitar reírse por lo bajo. Aquellas reacciones que tenía el joven al ser
víctima de la vergüenza le parecían de lo más graciosas.
—Sabes, al
principio pensé que eras un chico frío y distante. Pero veo que me he
equivocado, el tiempo que llevamos juntos me ha hecho ver que no es así. En verdad
tienes tu corazoncito y tus miedos también, me alegra saber que no eres un
muchacho tan frío como un témpano de hielo.
— ¿Eso
significa que soy débil? Le escuché a Michaela decir alguna vez que los
sentimientos y los miedos hacen débil a una persona.
— ¡JA!
—Exclamó Nicole con burla en su tono de voz— Así que de ahí lo sacó la señorita
Sullivan, no sé porque no me extraña, de tal palo tal astilla. Esa mujer
intentaba ser Michaela, pero como mucho solo llegó a ser una copia barata de
ella, y ni eso. —comentó la mujer recordando cuando en su última charla con
Zoey antes de que ella y Jessica acabaran con su vida y frenaran sus planes,
ella hizo un comentario muy similar al respecto sobre Davis. —Mmmm... ¿Cómo es
lo que le dijo Jessica este medio día? Em... si, ya lo recuerdo — comentó
Nicole recordando una frase que Jessica le dedicó a Davis — “Los sentimientos no son una debilidad. Eso
es lo que marca la diferencia entre ser un humano y ser un zombi o un mutante.”—le
respondió a Leonard mirándole con una sonrisa — O peor, ser como Michaela. Que
haya dicho que tengas tus miedos y tu corazoncito no quiere decir que me esté
burlando de ti porque piense que eso te hace débil, Leo. De hecho, me gusta ver
esas facetas tuyas en vez de siempre el típico niño con aires de tipo duro.
Además, tú me has visto llorar y te he confesado mis miedos, yo no pienso que
sea débil por haberme mostrado ante ti así, ten por seguro que de no ser por la
situación actual, iría a ese edificio de oficinas para buscar yo misma a
Michaela y plantarle cara, tengo ovarios más que suficientes para eso, créeme.
—aseguró la mujer levantándose del suelo para acercarse a él.
—Mmmm... Si
dijeras eso a la gente que vive aquí, la mayoría se reirían de ti. El vivir
bajo el mando de Michaela te obliga a cambiar y a pensar de esa forma, la única
manera de no ser pisoteado y maltratado por otros es hacerte fuerte y que seas
tú el primero en adelantarte a hacerle eso a otros antes de que te lo hagan a
ti, para ganarte sus respetos mediante el miedo y así no se atrevan a hacerte
nada. —respondió Leo a la opinión de Nicole.
La mujer no
podía evitar sorprenderse con las declaraciones del joven, allí todo se hacía
mediante el miedo y la violencia.
— ¿Y tú qué opinas?— quiso saber si el joven compartía
ese punto de vista.
El joven se
encogió de inmediato.
—Mi opinión no importa. —respondió únicamente.
Nicole tenía
la sensación de que la opinión de Leonard no difería mucho de la opinión de la
gente que vivía en aquel lugar tras comentar la opinión popular respecto al
tema de los sentimientos y la fuerza de uno mismo. Lo cual preocupaba
seriamente a Nicole, pues el pensar eso era algo que te alejaba aún más de la
humanidad y por lo tanto de la moralidad. ¿Qué hay más humano que los
sentimientos? Ahora entendía que pensando eso el joven actuara de la forma en
la que lo hacía, pareciendo frío y distante, tratando por todos los medios de
ocultar sus sentimientos.
El joven
Leonard se percató de la seria y preocupada mirada que la mujer le lanzaba
sumergida en sus pensamientos.
—No siempre he sido así. — comentó atrayendo la
atención de Nicole. —Antes era un chico inocente, débil, cobarde, todo un niño
de mamá que creía que todo lo malo siempre se podía solucionar, que el bien
siempre ganaba al mal. Era una persona que vivía en mi propio e imaginario
mundo utópico en el que todos éramos iguales y cosas como el amor y la amistad
podían enfrentar cualquier problema entre las personas, que el diálogo y la
justicia eran las armas que podían combatir la inmoralidad. Era bastante idiota
por creer en algo como eso —se criticó con dureza.
Nicole tan
solo se limitó a mirarle en silencio, antes se había estado planteando en
preguntarle más cosas sobre su vida y ahora el joven le estaba desvelando cosas
nuevas sobre él.
—Mis padres
murieron y llegué aquí. No tardé mucho tiempo en percatarme en que lo que
Michaela prometía a los que llegaban a su mundo tenía un aura oscura de fondo.
Era huérfano y me obligaban a meterme en los mercenarios y a entrenarme para
matar y sobrevivir, me dieron tres días para pensármelo, no había día de esos
tres en el que trataran de hacer que aceptara comiéndome la cabeza, aun así
continué negándome. Al cuarto día, Daniel, uno de los mosqueteros, me llevó a
un aula vacía para que le diera una respuesta y aún intuyendo lo que vendría
por sus maneras de hablarme y mirarme, mi respuesta fue que no entraría al
servicio militar, que haría otras cosas con los civiles, cualquier cosa menos
coger un arma, matar y jugarme la vida fuera de la base. Entonces fue cuando
recibí una paliza y una serie de insultos, antes de divertirse conmigo, me
anunció que su fin era matarme de no querer aceptar la voluntad de Madre, si
aceptaba me dejaría en paz. Finalmente víctima del dolor y el miedo que experimenté
en aquella tortura, acepté y fui entrenado para finalmente entrar al servicio
militar y ser obligado por la fuerza a hacer las cosas que he hecho —reveló el
joven a Nicole dirigiéndole una mirada seria.
— ¿No tenías
a nadie que te ayudara?
—No, lo más
parecido a un amigo que he tenido han sido compañeros de misión, toda relación
simplemente era a nivel laboral. Los huérfanos tienen sus propios grupos de
amigos, menos yo, no me gusta la gente de aquí porque todos me parecen iguales,
no quiero mezclarme con la chusma y volverme parte de ella. Por eso decidí
aislarme y dedicar mi tiempo libre a pasear por la base, entrenar por mi cuenta
o a leer libros en la biblioteca. Supongo que por ser el antisocial y por haber
llegado aquí en plan cobarde, pacifista y débil, mis compañeros de profesión me
hacían bullying riéndose de mí, burlándose, acorralándome entre un grupito de
amigos para divertirse golpeándome, metiéndome en problemas acusándome de robos
y problemas que ellos cometían contra adultos y otros huérfanos... A los ojos
de los abusones, yo no era más que un juguete con el que divertirse. Así ha
sido mi vida desde que he llegado aquí. Mis principales amigos han sido los
libros y yo mismo. —aclaró el joven.
Nicole se dio cuenta tras decirle eso que la
estancia del joven en los dominios de Michaela había sido un infierno desde que
entró en ella, no le extrañaba para nada que estuviera dispuesto a cualquier
cosa para escapar aquella misma noche. Sentía lástima por como un joven de su
edad había tenido que pasar por todo aquel infierno, sin duda, aquello
explicaba el comportamiento del joven, de seguir allí, tanto ella como el
propio Leonard sabían que era cuestión de tiempo que la personalidad del joven
fuera cambiando a peor, hasta el punto de no ser muy diferente a la gente de
aquel lugar, pues aquel hostil imperio tenía la extraordinaria y lamentable
habilidad de distorsionar el juicio de las personas con el paso del tiempo,
como si de una selección natural se tratara, aquellos que no podían adaptarse a
sobrevivir en ese pequeño y pecaminoso mundo sustentado por la inmoralidad
acabarían pereciendo irremediablemente. Aquello era un hecho que Nicole y Leo
con lo que habían visto y vivido podían asegurar con certeza.
— ¿Cómo
perdiste a tus padres? Si no es mucha molestia el preguntar. —quiso saber
Nicole aún temiendo que pudiera molestar al joven por la pregunta.
—No es
molestia. Mi padre se llamaba Nathan, murió hará cosa de dos años más o menos,
cuando el apocalipsis comenzó a tener lugar, fue víctima del cáncer. No sé qué
tipo de cáncer padecía ya que mi madre no quería hablarme mucho del tema,
simplemente decía que él era fuerte y luchaba por salir adelante, por desgracia
el cáncer pudo con él. —Leo se mantuvo un momento en silencio con un rostro
triste mientras en su mente le venían recuerdos de momentos que había
compartido juntos.
—Oye, Leo,
lo siento, no hace falta que sigas contándome nada más. —se apresuró a decir al
darse cuenta del triste rostro que el joven estaba poniendo. Nicole pensó para
sí misma que era una idiota por meterse en donde no le llamaban y meter el dedo
en una herida que no estaba aún muy bien cerrada.
Leo negó con
la cabeza.
—Da igual, Nicole. —Respondió en bajo. —Mi madre se
llamaba Elizabeth, nos encontrábamos en un pequeño bar refugiados de un grupo
de zombies de los que corren, estos nos superaban en número y trataban de tirar
la puerta a base de golpes. Nos encontrábamos en un grupo. Mientras buscábamos
una salida trasera, otros trataban de buscar cosas con la que reparar los
trajes anti radiación de algunas de las personas del grupo, entre ellos el mío.
Los zombies lograron entrar y masacrar a la gente, yo y mi madre encontramos
una salida, teniendo en cuenta que mi traje estaba desgarrado por la parte del
hombro derecho y el cuello e íbamos a exponernos de nuevo a la radiación, ella
me dio su traje al no poder haber encontrado nada a tiempo para tratar de
reparar el mío. Tras eso huimos del lugar, ella murió unos días después por la
alta radiación, aún recuerdo como se le caía el pelo, las quemaduras en su
piel, las convulsiones... Tras su muerte estuve solo durante tres días, vagando
a ciegas sin saber a dónde ir mientras aún trataba de superar su muerte, sin
armas, sin recursos, solo huyendo y escondiéndome de los zombies mientras
trataba de encontrar algo para comer y beber, rara vez lo hacía. Finalmente
ella me encontró, Michaela y los suyos estaban saqueando algunas casas y dieron
conmigo, como a otros, me ofreció su protección y recursos, a pesar de que no me
inspiraba demasiada confianza acepté. Desgraciadamente tenía hambre, sed, no
sabía a dónde ir y tenía miedo... —contó cerrando los puños con fuerza tratando
de contener sus sentimientos.
—Leonard, lo
siento mucho. No debí de haberte hecho recordar esos momentos. —le dijo la
joven mujer colocando una de sus manos en el hombro del joven apretándole
suavemente como muestra de apoyo mudo. —Cariño, lo has debido de pasar fatal,
perder a tus padres y luego esto... yo, lo siento mucho, me he metido en donde
no me llamaban, perdóname Leo. —añadió la mujer con una mirada de disculpa en
su rostro y un leve tono de voz.
Leo la miró
con sus ojos cargados de lágrimas contenidas, colocando una mano sobre la que
Nicole tenía posada en su hombro.
—Dices que los sentimientos no te hacen débil, te
hacen humano ¿verdad? Entonces te seré sincero Nicole, no te quería matar
cuando nos vimos por primera vez, ni cuando nos enfrentamos en la comisaría
porque físicamente me recuerdas a mi madre. Desde que estoy aquí eres la única
persona que me ha tratado por lo que soy, un niño de catorce años, no un
huérfano, una marioneta o un mercenario. Aunque no quiera reconocerlo, me
recuerdas tanto a mi madre... el físico, la manera en la que me hablas, y tus
muestras de cariño... Mi mente me ha llevado a llamarte mamá en más de una
ocasión... No quiero alejarme de ti Nicole, por eso me quiero ir contigo y tu
grupo, para no separarte de ti... —hablaba el joven haciendo un esfuerzo
tragándose su orgullo mientras su voz no paraba de distorsionarse — Yo... Lo
siento... No debo verte como a mi madre, no quiero sustituirla, siento que eso
podría ser como una traición hacia ella y no puedo cargarte a ti tampoco con
algo como eso, no puedo depender de ti y lanzarte una responsa... no, una carga
como es esa de ser madre.... perdóname...yo...—el joven no pudo continuar al
sentir que una sola palabra más de dolor lo haría estallar en llantos.
Nicole lo
miraba sorprendida por la manera en la que se estaba mostrando ante ella,
mirándola con una mirada afligida que aún se esforzaba en contener las lágrimas
usando el poco orgullo que aún quedaba en él, mientras su rostro se comenzaba a
poner rojo y sus labios no dejaban de temblar. Poco a poco, viendo aquel triste
y desencajado rostro al borde del llanto, Nicole lograba volver en sí, saliendo
de su impresión. Nicole dibujó en su rostro una sonrisa y miró la afligida
mirada del joven con una mirada cargada de ternura.
—No pasa nada cariño, no debes de disculparte.
Guardarte los sentimientos no te hacen más fuerte, el mostrármelos tan
abiertamente necesita de un gran valor, y por ello, de una gran fuerza. —le
susurró con un tono maternal cual madre que intentaba consolar y animar a su
hijo, lentamente, Nicole dirigió su mano libre hacia el rostro del joven y con
la palma de la mano acarició una de las mejillas del desconsolado niño. —No me
importa que dependas de mí, no me importa cargar con una responsabilidad como
la que tu madre ha cargado cuidando de ti, ni que me veas como tu madre. En
realidad, solo me importa una cosa y es que seas feliz, a mi lado y al de mis
amigos. Leonard, no te preocupes. —susurró acariciando la mejilla del joven.
Como
respuesta al acto y a las palabras de Nicole, Leonard no pudo evitar que un par
de lágrimas se derramaran y deslizaran por sus suaves y coloradas mejillas
mientras no era capaz de quitar la mirada de la de Nicole, impresionado y
conmovido por ello, no pudo soportarlo más y se abrazó de golpe a la mujer
rompiendo en un infantil llanto. Nicole envolvió al joven con su brazo
izquierdo mientras con su mano derecha acariciaba con ternura los dorados
cabellos del desconsolado joven, sintiendo como este la abrazaba con fuerza
como si intentara asegurarse que ella no desaparecería ni se alejaría de él.
Nicole no pudo evitar pensar conmovida por aquello, cuantas veces habría
llorado en soledad, sin que nadie le consolara, así como las veces que habría
contenido y ocultado su dolor del resto de personas con las que convivía.
Mientras que Nicole se mantenía inmersa en sus pensamientos, Leo lloraba
enterrando su rostro en el pecho de Nicole, pudiendo sentir los latidos de su
corazón y la calidez de su cuerpo.
—¡¡Por
favor, Nicole, sácame de aquí, llévame contigo!! —Suplicó el niño entre
lágrimas. —¡¡No quiero estar aquí, tengo miedo!!
—Tranquilo
cariño, te sacaré de aquí, te lo prometo —juró Nicole decidida a cumplir con su
palabra.
Ambos
permanecieron en el sitio abrazados, en mitad de la clase. Nicole solo se
encargaba de consolar al joven abrazándolo y a acariciar su cabello mientras
este poco a poco se iba calmando. Tras varios minutos el joven había logrado
derramar hasta la última de sus lágrimas, estando ya más calmado, ambos se
separaron el uno del otro mientras Leo se secaba los ojos con el dorso de sus
puños, Nicole no dejaba de mirarle en silencio con una sonrisa en su rostro
esperando alguna respuesta por parte del joven.
—Gracias, ya
estoy mejor, Nicole.
—Me alegro,
cielo. Creo que deberíamos de ir a echar un vistazo fuera, llevamos suficiente
tiempo aquí como para que hayan desistido ya en su búsqueda, o al menos eso
espero. —Propuso Nicole mirando la hora. —Llevamos media hora aquí escondidos,
me llama la atención que no hayan entrado aquí a buscarnos.
—Bueno,
supongo que es porque esto es un edificio muerto que no se usa para nada y
permanece cerrado al no encontrársele utilidad alguna, hay otros edificios así
además de este en los dominios de Michaela.
—Entiendo.
¿Estamos muy lejos de la plaza respecto a donde nos encontramos? —preguntó
Nicole a su joven guía.
—Mmmm... No,
el edificio de oficinas está respecto a este sitio a dos o tres calles
ascendentes si mal no recuerdo. Una vez lleguemos podemos dar un rodeo
ocultándonos entre los árboles y matorrales que hay rodeando la plaza y parte
del edificio, así podemos comprobar que la entrada al sistema de alcantarillado
está libre de enemigos.
—Ya veo,
bueno en ese caso vamos a movernos ya aprovechando la ventaja que nos ha dado
el escondernos aquí. Es posible que a estas alturas no haya nadie rondando ya
la zona.
Y,
efectivamente, Nicole no se equivocaba, a aquella guardería no se le hacía caso
alguno por la razón que Leonard mencionó, debido a eso y al tiempo que habían
permanecido ocultos en su interior, ya nadie se había molestado en continuar
rondando la zona de la guardería, por lo que la pareja abandonó el edificio por
la salida ubicada en el patio trasero emprendiendo un viaje hacia su siguiente
destino.
Abrió la puerta del pequeño despacho y se adentró
nuevamente en la lúgubre y polvorienta estancia, analizando la magnífica obra de
maldad que acababa de ejecutar con una mezcla de satisfacción por su trabajo y
repulsión por el resultado que había supuesto. Aquel tal Davis, uno de los
supervivientes más allegados de su hermanita, se hallaba bajo la mano de su
tiranía en un grado de humillación del que pronto sería consciente, y es que,
aunque no debía matarlo ni herirlo por el momento, la idea brillante que se le
había presentado le estaba proporcionando más placer incluso que el dulce fusilamiento
de los revolucionarios. Casi al nivel del juego del ahorcado.
—Que dormidito está el lancero todavía.
Inteligencia no tendrá mucha, pero Marcus noquea como un neandertal —puntualizó
sin intención de esperar amablemente a que despertase de su siesta. Con un
movimiento ágil y eficaz, Michaela propinó un culatazo con su Desert Eagle que
casi separa a su secuestrado de la silla sobre la que se encontraba atado.
El punzante dolor que impactó en su mejilla despojó
a Davis del letargo en el que se sumergía. El joven observó con su campo de
visión todavía borroso el espacio en el que se encontraba para tratar de
ubicarse, pero apenas distinguía figuras y colores. Sin embargo, toda su
actuación se disipó en un único pensamiento se incrustó en su mente al
discernir una persona en pie junto a su posición a la que no era capaz de
identificar.
— ¿Maya?
—Casi, cariño, casi. También es con eme —le aclaró
el misterioso sujeto con una sonrisa que recorrió su médula como un chispazo
eléctrico—. Me llamo Michaela. He leído mucho acerca de ti y me han hablado
mucho sobre ti. Tipo duro, ¿eh? No todo el mundo sobrevive a un disparo en
pleno vientre. No, desde luego que no… Encantada de conocerte al fin en persona,
Davis.
Su actitud despreocupada provoco que el lancero se
precipitase hacia un inminente estado de pánico. Él no era siquiera consciente
de lo que suponía haberse adentrado en el tablero de aquella mujer, pero su
memoria solo visualizó a una persona que podía identificarse como ella. El
nombre era el correcto, la descripción física encajaba a la perfección, y el
rostro de psicópata que había imaginado en los miles de relatos acerca de sus
barbaridades aún se asimilaba más si cabía. No había duda. Se hallaba presente
ante la hermanastra y archienemiga de Nicole. La muy hija de puta se había
materializado desde la imagen de su cerebro para secuestrar a sus amigos. Aquel
demonio de oscuro cabello era el causante de su sufrimiento. Y, aunque él aún
no lo sabía, pronto iba a experimentar el amargo sabor de ese sufrimiento.
Trató de luchar contra sus retenciones con las
escasas fuerzas de las que disponía, pero fue inútil. Tanto sus muñecas como
sus tobillos se encontraban fuertemente amarrados con cuerdas a una robusta
silla de madera de forma que sus pies no pudiesen alcanzar el suelo. Sin
embargo, aquel hecho se transformó en una nimiedad cuando se percató de las
múltiples prendas de ropa esparcidas por la habitación, entre las que se
incluía un traje NQB. El descubrimiento aclaró al fin su adormilada mente por
completo cuando se percató de que aquella era su ropa. Davis se encontraba
completamente desnudo ante su secuestradora.
—Heey, tranquilo, no me pongas esa cara, que no
tengo intención de violarte —le espetó Michaela retrocediendo al contemplar el
témpano de hielo en el que se había transformado su expresión —. Vamos, antes
de tocarte prefiero meter las manos en un cubo de ácido sulfúrico. Ufff, ni con
un palo… Es solo que… Bueno, quería ver tu reacción. Esa cara de “por favor, no
lo hagas” ha sido brutal.
— ¿Dónde está Maya? —Insistió rememorando el
paradero desconocido de su amiga—. ¿Qué has hecho con ella, zorra?
—Que insistente eres. ¿No estaba muerta? ¿No había sido
disparada por uno de mis chicos? ¿O es que has perdido la memoria del golpe? Es
una pena. Lo que Maya tenía corriendo por sus venas era mucho más valioso que
el petróleo en tiempos del capitalismo, y ahora, todo perdido. Que desastre.
—Maya… Ella… —murmuró compitiendo con sus recuerdos
para desenterrar el suceso del que se jactaba—. ¿Y mis amigos? ¿Dónde están los
demás? ¿Dónde está Jessica?
—Meh, olvídate de ellos. Si estuviera en tu lugar,
me preocuparía más por mí propia vida. No sé si te has dado cuenta ya, pero ahora
formas parte de mi tablero, así que vas a jugar, y no es precisamente un juego
agradable para la mayoría de la gente. Y no lo entiendo. Para mí es muy
divertido —esclareció Michaela antes de ser acosada por el profundo odio con el
que el lancero saturó la mirada que le asestó—. Oh, por favor, no me mires así.
No es nada personal. Aquí todo el mundo tiene que jugar. Tú solo eres uno más
dentro del rebaño. Te daré un consejo. Cumple tu papel correctamente, y quizá
no acabes siendo comida para perros.
—Hija de la gran puta. ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Ayuda!!!
Su actitud desesperada tan solo provocó en Michaela
un esperpéntico ataque de risa del que no pudo liberarse hasta pasado casi
medio minuto.
—Vale, chiquillo, debo reconocer que esa ha sido
muy buena —manifestó cuando finalmente había recuperado su aliento—. Escúchame
atentamente, y escúchame bien, porque no lo voy a repetir. Yo controlo totalmente
este edificio. Digamos que soy como su diosa suprema. Nadie, y cuando digo
nadie, es nadie, pone un pie aquí si yo no lo permito, así que puedes gritar
hasta que se te deshaga la campanilla. Nadie vendrá. Eso sí, si agotas mi
paciencia, volveré y te cortaré la mini lanza de un tajo. No creo que me cueste
mucho —se burló mostrando la funda en la que preservaba su afilado machete kukri—.
Por cierto, casi se me olvida.
Un segundo culatazo de la Magnum estremeció el
mentón de Davis mientras la agresora se deleitaba con una sonrisa de puro
alivio.
—Esta si ha sido personal. La próxima vez piensa a
quién le estás robando la moto —advirtió desapareciendo impasible de la sala,
abandonándole en la desazón del acero impregnado en su lengua.
La pareja se encontraba oculta en el espacio que se
hallaba entre dos casas, asomando sus cabezas por un lateral de una de las
edificaciones. Donde se encontraban, una carretera cruzaba en mitad de un par
de filas de casas continuas. Aquella carretera no estaba desértica, un trío de
soldados hablaba tranquilamente en mitad de esta mientras parecían tomar un
descanso.
— ¿Qué hacemos? —Preguntó Nicole a su joven guía—. Solo
tenemos armas blancas, y ellos van con armas de fuego...
—Tenemos que
buscar la manera de pasar sin que nos pillen, si nos ven avisarán a sus
compañeros. Si están patrullando en nuestra busca, es más que probable que sus
compañeros no anden muy lejos. —aclaró Leo revisando el escenario en el que se
hallaban en busca de una escapatoria.
Finalmente,
el joven vio algo que podía ser una posible vía de escape, al otro lado de la
calle se hallaba un gran contenedor de basura.
—Si llegamos allí tenemos una oportunidad de
ocultarnos, luego ya veremos que hacemos. Pero no podemos permanecer aquí
demasiado tiempo, seguramente acabarán por encontrarnos. —respondió a su
compañera mientras elaboraba un plan en su mente. —Vale, haremos una cosa. Yo
saldré hacia el contenedor, tú te quedas aquí y buscas alguna forma de provocar
un ruido lejano a nuestra posición que capte la atención de esos tres. Cuando
vayan a comprobar a donde se ha producido el ruido, yo salgo. Tú quédate oculta
y estate pendiente porque yo haré lo mismo para que puedas seguirme una vez
llegue a al otro lado de la calle, ¿de acuerdo? —Propuso Leo agarrando una
piedra del suelo— Toma, usa esto, lánzala contra algo que provoque un ruido
fuerte, solo tienes una oportunidad —añadió percatándose de que era la única
roca que veía en la zona en la que estaban.
—Está bien,
déjamelo a mí —respondió Nicole obteniendo la piedra ovalada del joven.
Leo se
volvió a asomar y uno de los soldados giró la cabeza en ese preciso instante
hacia su posición, pero este, a tiempo, se echó hacia atrás evadiendo el campo
visual del soldado. Agachado en el sitio y cubierto con su capucha, miró a
Nicole.
—Me parece que viene hacia aquí. No estoy seguro de
si me habrá visto. Date prisa —advirtió el joven con un susurro.
Nicole, sin
hacer ruido alguno, rodeó la casa por detrás y continuó avanzando agachada un
par de casas más hasta que se detuvo al escuchar el sonido de unas pisadas
moviéndose.
—Venga,
vamos al lío, ya hemos descansado lo suficiente. —anunció una varonil voz.
—Claro,
movamos ya el culo, no quiero que aparezca de repente Michaela o algún alto
mando y nos echen la bronca. —respondió una segunda voz antes de dar paso a un
largo bostezo.
— ¿Tú
también estás reventado? Cuanto antes encontremos a la rubia esa y se la
entreguemos a Michaela para que la reviente, antes podremos irnos a dormir —se
escuchó una tercera voz masculina. —Por cierto, hablando de Michaela y la tipa
esa. ¿Por qué demonios tiene tanto interés en ella? ¿Y en los civiles esos? No
veas la que se ha montado la mujer esa antes en la armería, ella y Michaela son
familia, pero aun así, parece que se odian a muerte. Me pareció absurdo eso de
que la quiere viva cuando se supone que ella iba a matarla antes, al fin y al
cabo ese era el objetivo con el juego del ahorcado. Si tanto odio le tiene,
¿que importa quien la mate?
—A mí también me pareció absurdo el tema de no
matarla, nos dejaba en clara desventaja, ya que ella nos podía matar a
nosotros, pero nosotros no podíamos matarla a ella. —respondió la primera voz
que habló. —Igualmente, si es ella quien quiere matar a su hermanastra con sus
propias manos por el motivo que sea, es solo asunto suyo. Al fin y al cabo, nosotros
solo somos militares, es como cuando trabajábamos en Esgrip, no nos pagan, o en
este caso no nos beneficia pensar, sino actuar, solo somos herramientas que
existen para ser usadas.
Nicole,
aprovechando la conversación que comenzaron a entablar despreocupadamente,
continuó avanzando oculta tras las casas. Finalmente, llegó a la última de las
edificaciones que componía aquella fila de viviendas continuas, y vio al otro
lado de la calle una valla metálica de seguridad que separaba la acera de la
carretera. Se asomó un poco para ver que el trío de soldados estaba
desplazándose carretera abajo continuando su charla, dirección hacia donde Leo
se ocultaba, tenía que darse prisa o lo descubrirían. Nicole se puso de pie
oculta en un lateral de la casa fijando el blanco al tiempo que echaba el brazo
hacia atrás, y de inmediato lanzó con fuerza la piedra deseando no errar el
tiro.
Los soldados
se giraron velozmente al escuchar el impacto metálico y fueron hacia el lugar
donde había tenido lugar el golpe. Leo lo escuchó y aún agachado desde su
posición asomó la cabeza para ver al trío de hombres armados correr carretera
arriba, aquella era su oportunidad. El joven muchacho se encaminó rápidamente
hacia el contenedor de basura tratando de que sus zapatillas hicieran el menor
ruido posible al pisar el asfalto. Nicole vio como Leo logró llegar a su
objetivo.
— ¿Qué fue
eso? Aquí no hay nada. —comentó una de las voces tras detener sus pasos con los
de sus compañeros tras llegar al lugar.
— ¡¿Estás
tratando de jugar con nosotros?! ¡Te saldrá caro el intentar jugárnosla!—gritó
una segunda voz en alto pensando que algún guerrillero superviviente se hallaba
oculto en la zona.
—No creo que
te alejes mucho de la realidad, aquí hay alguien —el dueño de aquella voz se
agachó para coger la piedra que había provocado aquel impacto metálico.
Los tres se
miraron, y el que sujetaba la piedra señaló a la casa tras la que Nicole se
ocultaba, y después a su otro compañero le señaló la continua a esta. En
silencio, los dos soldados fueron a paso ligero procurando hacer el menor ruido
posible, mientras el tercer soldado, quien arrojó la piedra ovalada al suelo,
se quedó en el sitio observando si la persona que había provocado el ruido
trataba de salir corriendo de una de las dos viviendas. Por la posición de la
piedra, quien la hubiera tirado debería de haberlo hecho desde una de esas dos
casas, tan solo pudo ser un tiro certero desde una trayectoria en dirección
recta, es decir, desde la casa de la izquierda o con menos posibilidades, una
trayectoria curva si se hubiera tirado desde la casa situada a la derecha.
Nicole vio en el suelo proyectarse poco a poco la sombra de uno de los
soldados. ¿Por qué tardaba tanto Leo? Estaban a punto de encontrarla. Nicole
comenzó a sentirse nerviosa, y con la mano en la empuñadura de su machete Kukri
se preparaba para lo peor.
Leonard vio
la situación oculto tras unos matorrales desde el otro lado de la calle, debía
de actuar rápido. Nicole sería descubierta en segundos, debía de encontrar algo
rápido que atrajera la atención de los tres soldados. Miró rápidamente el
escenario de un lado a otro, su campo visual examinaba todos los elementos a su
alrededor. Finalmente, Leo decidió hacer un kamikaze al no encontrar nada que
poder usar para salvar a Nicole en tan poco tiempo.
—¡¡Hey,
soldaditos de pacotilla, estoy aquí!! —gritó el joven poniéndose de pie
agitando los brazos. —¡¡Atrapadme si podéis!!— les provocó el joven haciéndoles
un corte de mangas a la vez que les sacaba la lengua en señal de burla.
—¡¡Vosotros
dos, capturad a ese puto mocoso!!
El dúo de
soldados que estaba a punto de acorralar a Nicole cambió de objetivo y fueron
tras Leo, quien emprendió una rápida huida ante sus captores. El tercer soldado,
por su parte, se dirigió tranquilamente hacia la casa de la izquierda, sabía
perfectamente lo que estaba pasando, aquel niño era el compañero de la
hermanastra de su señora, y estaba tratando de atraer su atención y la de sus
dos compañeros para que se alejaran de las casas para que aquella mujer pudiera
huir.
Paso a paso el soldado se acercaba a su víctima,
con pistola en mano velozmente dobló la esquina izquierda de la casa apuntando
a la zona de césped tras la edificación. Pero allí no había nada, desconcertado
el hombre miró por la zona, todo recto no había nadie oculto tras ninguna casa,
pero de igual forma sabía que hasta hace poco aquella persona había estado
allí, prueba de ello era el césped pisado, aquello demostraba que allí había
habido alguien que se había quedado en el sitio el tiempo suficiente como para
doblar la hierba bajo sus pies.
— ¿Dónde mierdas se ha…? —antes de poder finalizar
la frase, una mano tapó velozmente su boca, y con la otra mano que sujetaba el
Kukri, Nicole rajó de un rápido y profundo tajo la garganta de su
adversario.
El soldado cayó desplomado en el suelo con un río
de sangre emanando del tajo que presentaba su garganta abierta. Nicole agarró
la pistola del soldado y comprobó su munición, dos balas, pero en ese instante
recordó que Leo mencionó que probablemente los otros soldados estuvieran
patrullando por la zona, por lo que los disparos acabarían por revelar su
posición. No debía de perder el tiempo, tenía que encontrar a Leo
inmediatamente, por lo que Collins salió corriendo dejando la pistola atrás
junto al cadáver. El joven atravesó los jardines de varias casas hasta lograr
ocultarse tras un árbol situado en el jardín trasero de una de las viviendas,
de cuyas ramas colgaba un improvisado columpio formado por un par de cuerdas y
un neumático, comprobando que había conseguido perder de vista a esos dos
imbéciles que le seguían.
— ¿Dónde fue
el jodido niño?
—Tiene que
estar cerca. No ha podido ir muy lejos, hasta hace nada lo hemos visto
corriendo por delante de nosotros.
Uno de los
hombres se acercó al árbol mientras el otro salió del jardín de la casa en
dirección a la carretera para ver a su tercer compañero, el cual no se
encontraba en donde se había quedado esperando.
— ¿¡Morgan!?
—llamó el hombre que se fue alejando hacia la carretera.
Mientras, el
otro soldado que estaba cerca del árbol se giró al escuchar a su compañero
llamando al hombre que dio la orden de seguir al crío.
— ¡¿Sucede algo Alan?! —preguntó en alto.
— ¡Tú
quédate ahí buscando al chico, voy a ver dónde coño se ha metido éste ahora!
El soldado, que
aún permanecía en el jardín, escuchó el chasquido de una ramita recién pisada a
su espalda. Velozmente se giró y el filo de un arma blanca de determinadas
dimensiones fue a precipitarse contra él. Ahogando un grito e incapaz de sacar
el arma con el que abatir a su joven oponente, nada pudo hacer cuando el filo
de la espada Gladius atravesó su corazón sin piedad alguna, filo que salió tan
rápido como penetró en el pecho de la víctima.
Alan
observó el cadáver degollado de Morgan yaciendo en el suelo, y de inmediato se
percató de la trampa que aquel par de prófugos de Michaela les habían tendido
para eliminarlos uno a uno. Fue entonces cuando se percató de que estar
separado de su compañero los ponían en peligro, es más, si la asesina de Morgan
no estaba ya allí solo podía estar en un único sitio. De inmediato el soldado
corrió a reagruparse con su compañero. Sus peores temores se confirmaron cuando
Alan halló el cadáver de su compañero, y junto a él un joven de dorados
cabellos sosteniendo una espada corta ensangrentada entre sus manos.
— ¡Suelta el puto arma, mocoso! —amenazó el soldado
a punta de pistola acercándose a la escena recién descubierta. —No puedo matarte,
pero si te puedo dar una paliza y pegarte varios tiros en zonas no vitales, ¿sabes?
Es más, tú no eres el principal objetivo de Michaela, por lo que quizá incluso
podría matarte.
Leonard frunció el ceño mirando con gravedad al
hombre que le encañonaba amenazándolo con un severo castigo físico, o incluso
la muerte de no llegar a obedecer.
—¿¡Dónde está la mujer, muchacho!? —exigió saber
ante el peligro que el desconocimiento de la localización de su compañera le
suponía.
Pero antes de poder escuchar al joven responder,
una presencia lo alarmó a su espalda. Veloz como un rayo el soldado se giró con
el arma alzada, no obstante, la presencia femenina ejecutó al mismo tiempo una
patada giratoria que golpeó con violencia la mano con la que el soldado
sostenía la pistola, obligando al arma a saltar por los aires desapareciendo
entre las sombras y los arbustos del jardín.
Sin detenerse en eso, Nicole avanzó un par de pasos
lanzando un par de directos al rostro de su adversario, directos que fueron
bloqueados por los antebrazos del soldado a medida que él retrocedía el mismo
número de pasos que Nicole avanzaba con el fin de mantener distancia con la
mujer. Nicole al ver su tentativa de golpe directo errado por el antebrazo de
aquel subordinado de Michaela, optó por un veloz golpe lateral por el flanco
izquierdo, que sin duda alguna logró atinar de lleno en la sien de su
adversario atontándolo por unos instantes.
Nicole se preparó para otra ofensiva con la que
acabaría con aquel hombre, pero todo quedó en el intento cuando vio a Leo
interceder en su tentativa de ataque. El joven empleó su espada para lanzar un
tajo vertical contra el torso del adulto adversario, aunque por supuesto, el
ataque fue en vano cuando este se apartó de la trayectoria del filo del arma
logrando de inmediato golpear el vientre del joven, y ante su aturdimiento
desarmarlo de su Gladius.
Leonard
trató de soportar el dolor como buenamente pudo y lanzó un directo contra el
soldado, quien sin demasiado esfuerzo lo agarró de la muñeca a tiempo
deteniendo el golpe para rápidamente proceder a ejercerle una fuerte y rápida
llave a su pequeño contrincante que lo obligó a dar una vuelta de campana en el
aire antes de que este se precipitara violentamente de espaldas contra el
suelo. Ante esto, Leonard solo pudo ahogar un grito de dolor sintiéndose
completamente aturdido. El soldado desenfundó un cuchillo de combate amarrado a
su pierna.
Pisando el pecho del joven, el soldado lo miró
confiando. —Muchacho, he de recordarte que soy un hombre adulto y también un
soldado Zodiaco. ¿Realmente crees que soy un simple civil estúpido con algunos
conocimientos básicos de combate como esos guerrilleros de pacotillas? —Preguntó
con una maliciosa sonrisa en su rostro a la par que se arrodillaba para colocar
la punta del cuchillo sobre el fino cuello del chico—. ¿Qué clase de soldado
crees que sería si no pudiera enfrentarme a alguien como tú o plantar cara a
alguien que posea conocimientos de combate superiores a los básicos? —el
orgulloso soldado desenfundó rápidamente el walkie que portaba en su cintura.
—Mi señora, aquí Alan, me encuentro en el distrito seis. He localizado a su hermanastra
y el chico que va con ella. Han asesinado a Morgan y Tony —notificó el soldado
por el walkie.
La respuesta no se hizo esperar.
—Buen trabajo Alan, mandaré al grupo más cercano a
ayudarte con ellos para tráelos hasta donde me encuentro, hasta entonces espera
ahí, puede que tarden un poco en llegar los refuerzos. —ordenó la voz de
Michaela a través del walkie.
—Por supuesto, a su servicio, mi señora. —respondió
diligentemente a su monarca. —Esperaré hasta que venga el otro equipo.
Tras unos momentos de silencio, la voz de Michaela
volvió a sonar a través del aparato
—Ten cuidado con ella, Alan, no bajes la guardia ni
aunque parezca que ya se ha rendido —advirtió la mujer con un alegre tono de
voz a su subordinado.
—No se preocupe, mi señora, tengo a esta gatita
controlada. Mientras tenga al chico conmigo ella no podrá hacer nada.
Tal comentario fue respondido con una sonora carcajada
a través del walkie.
— ¿Gatita, dices? Ya veo, pues te recomiendo tener cuidado
porque esa gatita realmente es una auténtica tigresa, no es de las que tiran la
toalla tan fácilmente, créeme, lo sé bien. Solo te advierto que tengas cuidado
con ella, soldado, esa mujer es toda una caja de sorpresas —insistió la líder
una vez más antes de cortar comunicación con su subordinado, quien ante tal
argumento solo pudo guardar unos instantes de silencio mirando el aparato que
sostenía en sus manos tratando de entender a que se refería Michaela, y por qué
le advertía tanto acerca de aquella mujer.
—No lo entiendo... Somos soldados bien entrenados
con años de experiencia en nuestra profesión. Somos máquinas de matar. —comentó
pensativo observando a la mujer de dorados cabellos localizada frente a él con
el ceño fruncido. — ¿Por qué me advierte tanto de una simple civil como tú? ¿Qué
tienes de especial, mujer?
Nicole pudo sentir en sus palabras y en su manera
de mirarla como la preocupación que Michaela expresó a través del walkie había
dañado su orgullo como soldado, al entender aquellas palabras como una muestra
de que su reina desconfiaba de sus habilidades para mantener a un simple par de
civiles bajo control. Él, como cualquier otro soldado de Zodiaco había
trabajado por varios años en la extinta Esgrip, había sido entrenado a
conciencia para ser un militar, y por encima de todo, una máquina de matar sin
escrúpulos ni moralidad. Si tuviera alguna de esas dos cosas, nunca habría
estado bajo el mando de Michaela ni hubiera invertido tantos años de su vida
trabajando para Esgrip como el resto de soldados.
Él no era un civil inútil ni un guerrillero con
conocimientos básicos en el combate cuerpo a cuerpo, en la supervivencia o en
el manejo de las armas blancas y de fuego. Él era un militar cuyos
conocimientos en aquellas artes bélicas y de la supervivencia superaban a los
conocimientos básicos de los guerrilleros. ¿Qué clase de soldado sería si sus
conocimientos no superaran al de los perros de Braun? ¿Cómo podía dudar
Michaela de sus habilidades frente a una mujer y un niño? Ella, en el pasado,
antes de ser un alto mando de Esgrip y posteriormente la líder de Zodiaco,
había sido un soldado más, como él y el resto de hombres y mujeres que estaban
bajo su mandato y el de los altos mandos, ella sabía mejor que nadie como de
cualificados estaban los soldados de Esgrip, qué clases de entrenamientos y
misiones hacían en el pasado para aquella organización, si lo sabía... ¿Por qué
dudar de sus habilidades ante un par de civiles? Realmente no le gustaba, en
cierta forma se sentía herido.
—Entonces... —la voz de Nicole captó su atención de
nuevo. — ¿Crees que puedes con una civil como yo? Me gustaría verlo, soldadito.
—se burló la mujer tratando de hacerlo actuar imprudentemente.
El soldado escupió al suelo ante la mujer que se
burlaba de sus capacidades, aquello fue la gota que colmó el vaso. No podía
matarla, pero sí que podía herirla o golpearla, mientras estuviera viva no
importaba como la tratase. Guardando el cuchillo de nuevo en su funda, el
hombre se alejó del joven que tendido en el suelo apretaba los dientes aún
soportando el dolor de su cuerpo, y alzando los puños se acercó a Nicole. Con
unos rápidos pasos el hombre cargó con un grito de guerra ante la mujer
localizada tranquilamente frente a él. Collins únicamente desvió con fuerza los
puñetazos del soldado usando el dorso de sus manos a medida que retrocedía para
guardar distancias con su atacante.
En un descuido de este, quien cegado por su orgullo
herido hizo bastante predecible su próximo golpe, Nicole atrapó con rapidez su
muñeca ejecutándole una llave que retorció el brazo del atacante hasta su
límite, y sin detenerse ante su ofensiva empleó todas sus fuerzas en un único
gancho alto que se precipitó con fuerza y violencia contra el codo del soldado.
Como un animal salvaje el hombre gritó cuando sintió sus huesos quebrarse, retrocediendo
varios pasos cuando su inutilizado brazo fue liberado de las garras de la
tigresa. No fue capaz de reprimir en su mente la advertencia que Michaela le
hizo acerca de aquella mujer.
—No cuestionaré en absoluto que tus conocimientos
en el combate cuerpo a cuerpo sean superiores al de los conocimientos básicos
de los guerrilleros, pero sin duda eres muy inferior a Michaela. —respondió
fríamente mirando al hombre que había caído arrodillado al suelo. —Aun siendo
un soldado con conocimientos superiores a los básicos y experiencia de combate
sobre tus hombros, no deberías de subestimar a un oponente desconocido como es
mi caso, soy una simple civil, tienes razón, pero, ¿qué sabes acerca de mí?
Desde que era una niña he entrenado las artes marciales durante toda mi vida,
incluso a día de hoy sigo entrenando mis habilidades con uno de los integrantes
de mi grupo. Fui agente de policía de renombre en la comisaría en la que
ejercía mi profesión en el pasado, por lo que también aprendí varias técnicas
policiales de inmovilización, entre otras cosas, así como en mi carrera pude
poner en muchas ocasiones a prueba mis conocimientos luchando contra criminales
tocados de la cabeza que trataban de resistirse por todos los medios a la hora
de someterse a la justicia.
El hombre apretó los dientes soportando la descarga
eléctrica que le ocasionó el luchar por ponerse en pie con el brazo en el
estado en el que estaba. Leo a su vez contemplaba desde la espalda del soldado
a Nicole mientras la escuchaba atentamente.
—Estoy segura que en alguna ocasión habrás visto
las habilidades de Michaela en el combate cuerpo a cuerpo, ¿verdad? Somos
hermanastras, y al igual que yo, ella también entrenó las artes marciales desde
pequeña, y aunque ella entró en el mundillo antes que yo, las dos entrenábamos
juntas en combate casi reales, siempre nos hemos odiado, por lo que abusábamos
de aquellos combates de entrenamientos para tratar de hacerlos lo más serios
posibles con tal de escarmentarnos la una a la otra, aunque por la influencia
de nuestro maestro, siempre teníamos que contenernos en cierta medida la una
con la otra.
— ¿¡Qué coño quieres decir!? ¿¡A que viene soltarme
toda esta mierda, mujer!? —exigió saber el alterado soldado ante la pasividad
de su adversaria sin llegar a percatarse de cómo Leonard comenzaba a
incorporarse en silencio.
—Sobreviví a Stone City, a esa catástrofe que tuvo
lugar por la negligencia de Esgrip. Allí enfrenté por última vez a Michaela en
un combate cuerpo a cuerpo a muerte, pero en aquella ocasión sus habilidades
eran algo superiores a las mías, ella usa sus habilidades para matar y hacer
daño a otras personas, mientras que yo uso mis habilidades para defender a
otros y protegerme a mí misma, esa diferencia fue la que hizo que la balanza se
pusiera del lado de Michaela durante aquel combate... Debido a eso no pude
matarla en aquellos laboratorios de la organización, y a causa de ello está
sucediendo todo esto, si yo la hubiera matado en aquel entonces... —Nicole
guardó silencio un momento. —Pero ahora las cosas han cambiado.
— ¿¡Qué coño estás diciendo!? ¿¡Qué en comparación
a ti soy débil!? ¿¡Que tus habilidades pueden rivalizar con las de Michaela!?
Nicole negó con la cabeza.
—No importa, solo quería demostrarte que no puedes
ir de sobrado menospreciando a quien tengas delante, siempre puedes encontrarte
a alguien mejor que tú y acabar por lamentar tus palabras. Es absurdo que te
dijera eso, la lección no te servirá de nada, ya que vas a morir aquí.
—respondió con un claro tono de indiferencia en su manera de hablar.
Cuando el soldado quiso replicar, un fuerte
puntapié lo golpeó tras su rodilla obligándolo a arrodillarse de nuevo en el
suelo. Ante la mirada despreocupada de Nicole la mano del joven Leonard tapó la
boca del soldado instantes antes de que el filo de la navaja perforara su sien
matándolo en el acto. Como un saco de patatas, el cadáver del soldado se
derrumbó de cara al suelo.
— ¿¡Leonard, estás bien, cariño!? —se arrodilló
frente al joven cuando se acercó a ella tras recoger de nuevo su Gladius. — ¿Te
duele algo? —insistió palpándole el brazo y el estómago buscando algún tipo de
molestia en el joven al daño recibido por aquel soldado.
Leonard se quedó embobado mirándola ante el
repentino cambio de comportamiento que presentó su compañera, tras morir aquel
soldado todo rastro de hostilidad y frialdad habían desaparecido de su mirada y
su tono de voz.
—Mmm... No, estoy bien Nicole, no te preocupes.
—respondió negando la cabeza.
—Me alegro, pero no deberías de haberte metido
entre ese soldado y yo, podría haberte matado, a diferencia de mí no eres
intocable, es mi vida la que le interesa realmente a Michaela, no la tuya —le
recordó esta vez con un tono de reprimenda en sus palabras.
Leonard asintió en silencio acatando las palabras
de la mujer que lo miraba con el ceño fruncido.
—Lo sé, debería de tener más cuidado. —el joven
volteó la cabeza para ver el cadáver tras su espalda, y de nuevo miró a Nicole.
—Aquello que dijiste al soldado de lo de no subestimar a tu oponente y tal...
Lo decías por mí también, ¿verdad? —quiso saber clavando sus ojos en los de su
compañera.
—Es posible. Ya has visto que aún armado con tu
espada no has podido con él, por lo que podrías aplicarte a ti mismo la lección
que le quise dar a ese tipo.
—Entiendo, lo tendré en cuenta a partir de ahora.
El dúo salió corriendo hacia su próximo objetivo
antes de que los refuerzos que Michaela mandaría llegaran y los atraparan. No
les costó demasiado tiempo llegar, ya que la fuerza militar que rondaba el
lugar no era mucha, puesto que la mayoría se movían por las calles de la zona
en la que la guardería se hallaba. Y ahí estaba, el gran y alto edificio de
oficinas desde el que Michaela operaba, aunque lo que estaban contemplando era
un lateral de este ocultos tras un conjunto de árboles.
—Mi señora, el objetivo ha escapado —comunicó uno
de sus francotiradores a través de su walkie desde una ubicación en la que
había podido observar la escena que se había desarrollado en las cercanías—. El
soldado que tenía al niño no ha sido capaz de retenerla. Está muerto.
—Demasiado previsible… —contestó sin expresar el
más ínfimo signo de decepción—. Hice bien en no enviar a nadie. No ha durado ni
cinco minutos. ¿La tienes localizada?
—Se dirigen hacia la plaza.
— ¿Has movilizado al resto de francotiradores? —consultó
Michaela sin poder reprimir una formidable sonrisa victoriosa tras ser
conocedora de aquella información.
—Sí, todos están aquí, en las posiciones que nos
indicó, excepto el que usted dejó fuera de la operación. Tenemos la plaza
acordonada.
—Perfecto.
Moviéndose entre la maleza llegaron en seguida a la
plaza, en donde hacía unas horas había tenido lugar el juego del ahorcado de
Michaela y había estallado aquella granada que alguien tiró, llenando aquel
lugar de cadáveres que se esparcían aquí y allá por la plaza. Leonard le
preguntó a Nicole sobre lo que sucedió en aquel lugar tras identificar el
cadáver de uno de los tres miembros del alto mando, Anna. Mientras buscaban por
el suelo, entre los cadáveres, Nicole le comentó todo lo que sucedió en aquel
lugar.
Finalmente encontraron bajo el cadáver de un hombre
obeso que falleció por un apuñalamiento de arma blanca entre ceja y ceja, una
tapa metálica que servía de entrada a las alcantarillas. Entre los dos, tras
apartar el cadáver la levantaron un poco dejándola mal colocada, con una
pequeña abertura para abrirla con solo arrastrarla hacia un lado y con el
propósito de que a simple vista no se notara que estaba abierta, así nadie
sospecharía de lo que sucedía, a pesar de que nadie se encontraba en la zona,
ya que Michaela y toda su gente debían de estar ocupados buscándolos a ellos
dos, así como a los compañeros de Nicole, y dando caza a los guerrilleros que
aún pudieran quedar con vida.
Tras dejar
la salida preparada, Nicole y Leo entraron en un pequeño kiosco que vendía
revistas, chucherías y otras cosas a la gente que visitaba tiempo atrás aquella
plaza. La zona frontal por donde se asomaba el dueño del puesto para atender a
los clientes estaba casi cerrada del todo por una cortina metálica que tan solo
permanecía subida un par de dedos, dejando una pequeña rendija para ver el
exterior.
El dúo trató de acceder al kiosco por la puerta
trasera, pero al rodear el establecimiento, sus pies se detuvieron al
contemplar una escena inusual junto a la puerta. Un hombre yacía tumbado en el
suelo, en si no sería muy extraño puesto que ya habían visto otros muchos
cadáveres por la zona, solo que este tenía la peculiaridad de que únicamente
estaba ataviado con unos calzoncillos de lunares rojos.
— ¿Una necrófila? —sugirió Nicole, sin poder evitar
pensar en la demente de su hermanastra. Aunque por supuesto, ella no habría
sido, pero en cuanto a actos dementes se refiere... —Que muerte tan indigna,
pero a saber qué clase de persona sería este tipo, trabajando para Michaela
seguramente se merecería morir de esta forma.
— ¿Necrófila? También pudo ser un necrófilo, ¿no?
Aquí muchos soldados presumen de su entrepierna y su hombría, pero apostaría a
que a muchos les gusta darse por culo.
— ¡Niño, esa lengua! —le riñó la mujer a su lado
dándole un golpe con la palma de la mano en la nuca que obligó al joven a
asentir involuntariamente.
— ¡Oye! ¡¿A que vino eso!? —preguntó Leo en un tono
molesto ante el gesto realizado por su compañera adulta. No obstante, no
continuó relatando al ver el ceño fruncido de Nicole. —Vale, vale, lo siento...
Solo estaba dando mi punto de vista. Al fin y al cabo, hay pocas mujeres
soldado, y a las civiles y a las guerrilleras no se las puede tocar, bueno, a
las civiles solteras todavía, pero en general también son intocables, así que...
es una opción también posible, ¿no? ¿Cómo decía eso? ¿En tiempos de guerra todo
agujero es trinchera? —Preguntó frotándose la barbilla tratando de recordar
aquel dicho—. Sí, creo que es así.
—Vaya cosas más vulgares aprendiste aquí… Venga,
dejemos el tema y vayamos dentro —sugirió Collins empujando al chico al
interior del establecimiento molesta por la manera tan vulgar en la que se
había expresado aquel renacuajo de catorce años.
— ¿Qué
hacemos aquí escondidos? —preguntó Leo a su adulta acompañante.
—Leo, a los
efectos de la rebelión no creo que le queden mucho para terminar y que todo
vuelva a la normalidad en este sitio, cada vez son menos los gritos y disparos
que escucho, puede ser porque está llegando a su fin o bien porque nos estamos
alejando de las masas de soldados y guerrilleros. Tengo que darme prisa en
encontrar a mis amigos y traerlos aquí, pero no puedo hacerlo sin ponerte en
peligro, y necesito sacarte de aquí sano y salvo. Por eso necesito que te
quedes aquí a salvo, oculto tras el mostrador y vigiles por la rendija que ha
dejado la cortina metálica si venimos para salir todos de aquí.
A Leo no le
hacía mucha gracia, quería ayudar a Nicole, no mantenerse al margen, por lo que
intentando no darle problemas a aquella mujer aceptó un poco a regañadientes a
quedarse allí esperando a que ella volviera con el resto.
—¿Quieres
que te deje mi Gladius? —le ofreció colocando la mano en el cabezal de la
empuñadura de aquella espada corta.
—No,
prefiero que te la quedes tú por si pasara algo, yo tengo mi Kukri, no te
preocupes. —Nicole se agachó en el suelo junto al joven —Solo espérame aquí,
tardaré lo menos posible ¿vale?
El joven
asintió en silencio.
—Por favor, ten cuidado. —le pidió este
preocupándose por ella.
Nicole
sonrió y después le besó en la frente agradeciendo con aquel gesto la
preocupación que el joven mostraba hacia ella.
—Lo tendré, no te preocupes. Te prometo que volveré
y nos marcharemos de este sitio los dos junto con mis compañeros. Hasta
entonces, espérame aquí —le respondió Nicole acariciándole la cabeza
alborotando sus cabellos.
Tras
responderle su compañera, el joven con una sonrisa asintió con la cabeza y vio a
Nicole marcharse dejándolo allí oculto esperando a su regreso y al de sus
amigos. Finalmente, una vez volvieran, podrían escapar para siempre de las
garras de Michaela y él comenzaría una nueva vida junto con Nicole y los demás.
En cuanto cerró la puerta de aquel kiosco que
serviría de refugio al chico, la faceta maternal de Nicole volvió a ocultarse
para prestar espacio a su olfato policial. Cierto era que no dudó en conceder a
su memoria un último reflejo de su preocupación por el bienestar de Leonard,
pero en aquellos instantes, había otras vidas civiles que requerían de su
atención. No podía permitir que sus amigos muriesen en aquella ratonera a la
que les había conducido. No se lo perdonaría jamás durante el resto de su
miserable vida, si es que sobrevivía para volver a sentir la luz del sol
acariciar su piel. Debía encontrarles.
Su meditación acerca del lugar en el que podían
hallarse no fue muy fructífera. El abanico de posibilidades que se presentaba
era demasiado amplio como para examinarlo completamente. La base no era
precisamente un cubículo sencillo de explorar ni se hallaba liberada de la
estricta vigilancia de Michaela, además de que sus compañeros podían incluso
haber sido atrapados. Su actuación estaba muy limitada, pero no podía rendirse.
Necesitaba aclarar sus pensamientos.
En ello cavilaba cuando se percató nuevamente del
inmenso cúmulo de cadáveres que había sucumbido ante el poder destructivo de la
granada en plaza. No sabía quién la había lanzado ni cómo había conseguido
hacerlo, pero les había rescatado de la miseria del ahorcado y ejecutado una
maravillosa jugada frente a las férreas defensas de su hermanastra. No podía
estar más que eternamente agradecida a su salvador anónimo.
Fue en el momento en que contempló el walkie en el
cinturón de uno de los muertos cuando una idea surgió de su enmarañado cerebro.
Si a alguno de sus compañeros se le había ocurrido apropiarse de alguno de los
walkie talkies que los soldados portaban, sería capaz de comunicarse con ellos
y averiguar donde se encontraban al mismo tiempo que controlaba la posición de
los enemigos que andaban tras su caza. Nicole se maldijo a sí misma por no
haber sido consciente de un hecho tan obvio desde el principio mientras recogía
uno de los aparatos.
Comenzó a girar el dial tratando de captar alguna
señal, y en cuestión de segundos, un gutural sonido, casi vomitivo, penetró en
sus oídos.
—Hola, Nicoleta.
La reconoció al instante. ¿Cómo no iba a reconocer
el canto del mismísimo diablo?
—Michaela…
—Ay, ¿te puedes creer que ya echaba de menos tu voz
de engreída, hermanita? ¿Qué tal tu paseo por mis dominios? ¿Te gustaron las
vistas?
—Que te den por el puto culo, Michaela.
—Que agresividad… No te recordaba tan violenta,
jovencita —le reprochó con un tono más irónico que autoritario.
Tras aquel comentario se produjo una pausa
estremecedora. La mano de Nicole que portaba el walkie se petrifico sobre sus
labios mientras sus músculos se agitaban y su pulso desaparecía completamente.
Una sensación que había desechado muchos años atrás la estaba invadiendo de
nuevo. Sed de sangre… Era como si un animal tomase posesión de su ser, como una
pantera embravecida que se prepara para despedazar a su víctima hasta que no
quede ni un ápice de lo que un día su alma fue. Desde su fortaleza, Michaela
escuchaba con plena atención la respiración salvaje de Nicole, expectante. Sabía
lo que le estaba sucediendo, y ansiaba por presenciarlo en persona.
— ¿Michaela?
—Dime, Nicole.
—Voy a matarte.
—Lo dudo, pero oye, soñar es gratis —le contestó
exhibiendo pura felicidad en su expresión sarcástica—. En fin, te estarás
preguntando por qué te he llamado.
—Me importa una mierda, sinceramente.
—Vamos, deja a un lado ese comportamiento tan
impropio de ti, Nicoleta. Estoy intentando hablar contigo, pero no me lo estás…
— ¡Zorra! ¡Hija de puta! —la interrumpió entre
gritos mientras experimentaba como su ira la corroía a través de cada palabra
que articulaba aquella mujer.
— ¿Te gusta el ajedrez, Nicole? —Le preguntó
ignorando sin esfuerzo su fiera agresividad—. Tengo preparado un último juego,
solo para ti y para mí, y no me gustaría que la noche terminara sin llevarlo a
cabo. Después de todo, eres mi invitada especial.
—Si piensas que voy a jugar a otra de tus mierdas…
—Oh, cariño, jugarás. Te puedo asegurar desde lo
más profundo de mi corazón que jugarás —le encajó su soberbia como la hoja de
una afilada espada.
Un francotirador desveló el resplandor de la retícula
de su rifle en la frente de la maltratada Nicole, revelando sin temor la
ubicación desde la que amenazaba su integridad. Dispuesta a no adentrarse en el
radio de la cobardía, la joven se incorporó rauda para asestar a aquel
gilipollas una expresión de desafío.
—Adelante, vuélame la cabeza —ordenó al tirador
alzando sus brazos jactanciosa—. Vamos, ¿a qué esperas? Vuélame la puta cabeza,
capullo.
—Nicole, ese hombretón no es para ti…
Un trío de francotiradores surgió de entre sus
elevadas posiciones para socorrer al camarada amenazado, pero ninguno de ellos
mostró pretensión de asesinarla, sino que todos dirigieron al unísono sus armas
hacia un emplazamiento en concreto. Su corazón se detuvo petrificado como si
acabara de ser profundamente apuñalada. Los cuatro francotiradores apuntaban en
dirección al kiosco. Lo sabía. Aquella zorra lo sabía.
— ¿Esperabas mantenerlo escondido, Nicoleta? ¿En
serio? —Asestó su pregunta con un ápice de sorpresa en su infecta lengua—.
Estás luchando en mi territorio. ¿Necesitas que te recuerde lo que eso
significa? Siempre he sabido lo que hacías, Nicole. Siempre he sabido donde
ibas. Has matado lo que yo te he dejado matar, has hecho lo que yo te he dejado
hacer y has ido a donde yo te he dejado ir, y por eso estás aquí. No eres más
que una infeliz e inocente marioneta que pensaba que podía escapar de su
titiritero, pero has permanecido amarrada a mis dedos durante todo este tiempo.
Y ahora, mi marioneta va a venir a mi castillo, o su pequeño engreído morirá.
Todo el rencor e ira que había brotado de su
corazón se había marchitado instantáneamente al volver a desencadenarse la
faceta maternal de Nicole. Su prioridad ya no era hacer gritar a su hermanastra
de sufrimiento hasta que su garganta se quebrase, sino proteger a Leonard.
Aquel chico no podía morir. No quería añadir su cuerpo sin vida a la larga
lista de errores acumulados de aquella noche. Sin embargo, tampoco podía
arrodillarse con tal facilidad a los placeres de la reina sin ejercer un mínimo
de presión.
—Dices que lo controlas todo, ¿no? Entonces, lo de
la granada también formaba parte de tu plan, ¿verdad? Hermanita, deja de
inventarte basura para amedrentarme, porque estoy ya harta de escucharla.
Michaela se mordió el labio irritada porque hubiese
sido capaz de encontrar una debilidad a la que atacar. Se dispuso a continuar
con la conversación, pero el resurgir de una voz repleta de autoconfianza se lo
impidió.
—Iré a tu edificio y jugaré a tu jueguecito del
ajedrez. Voy a caminar directamente hacia una trampa más que evidente, ¿y sabes
qué? No me importa. ¿Tú no querías enfrentarte a mí? Pues aquí tienes a Nicole
Collins, enterita para ti, para todo tu placer…, si es que realmente tienes los
cojones necesarios para vencerme y reclamarme de tu posesión, porque hasta el
momento lo único que has hecho es presumir, pero acción poca. Eres igual que un
hombre…
Permaneció nerviosa aguardando una contestación
irónica que destrozase su arrebato, pero la emisión del transmisor fue tan
áspera que Michaela casi parecía imperceptible.
—Última planta. Sabes dónde está mi despacho. Y
nada de armas de fuego, o les ordenaré disparar de inmediato.
Aquel mensaje cortó la comunicación. Nicole respiró
profundamente sintiéndose victoriosa de aquella batalla verbal. Aunque temía
que aquel arrebato le supondría consecuencias, estaba cansada de permitir que
la manipulasen. Su hermanastra también sufría de sus fracturas, y no la iba a
derrotar si no atacaba hacia ellas. Observó con decisión a los francotiradores
y al kiosco en el que Leo se refugiaba ajeno a la situación antes de aventurarse
a adentrarse en la casa del terror de la reina malvada.
—No te preocupes, cariño. Volveré cuando le haya
cortado el cuello.
— ¿Le queda mucho, Mike? Estoy hasta el coño de
esperar —protestó Lilith reflejando el odio que sentía hacía la situación en la
que se hallaban inmersos a través de su voz ponzoñosa y su postura intranquila.
—Está a un par de calles de aquí. Un poco de
paciencia —suplicó su novio esforzando por no enredarse nuevamente en el tejido
de una discusión que no les favorecería en absoluto—. Sí, sí, sigo aquí. Ahora
gira a la derecha…
—En fin… —se resignó esta evadiendo su atención hacia
el fondo del supermercado, donde Hugo y Robi continuaban inmersos entre
estantes analizando aquellos alimentos que les serían de mayor utilidad en la
auténtica supervivencia que les aguardaba—. ¿Cómo vais?
—La verdad es que nos está viniendo bien el tiempo
extra —comunicó satisfecho el rubio—. Con la comida que estamos cogiendo
podríamos aguantar al menos un mes en el exterior. Creo… Espero…
—De poco nos servirá si el tiempo extra nos hace
acabar colgados de un gancho —espetó sin disimulo alguno en la mortífera mirada
que le asestó a Adán, quien la ignoró con suma facilidad.
La tensión que suponía la constante amenaza de una
guerra interna aumentó cuando Beatrix, quien se hallaba junto a unos anaqueles
cercanos a la puerta de entrada apoyando en la tarea de recolección vislumbró a
través de una ventana una figura avanzando hacia el supermercado a la que
reconoció en cuestión de segundos pese a encontrarse sumergida en la penumbra
de la noche. Su respiración se entrecortó al tiempo que sentía como sus brazos
se entumecían ante el temor que comenzó a recorrer su espina dorsal como si de
una impresión fantasmal se tratase. Fue veloz e inteligente decidiendo correr
antes de que el miedo afectase también a sus piernas. Correr hacia la única
persona que podría protegerla de aquel ser maligno.
—¡¡¡Lilith!!! ¡¡¡Viene Fox!!! ¡¡¡Viene Fox!!!
—¡¡¡No me jodas!!! —maldijo esta transformando
instantáneamente su nerviosismo en una vorágine implacable—. ¡¡¡No, joder,
no!!!
— ¡Rápido, esconderos! —ordenó Mike corriendo junto
con sus compañeros en dirección al escondite que podía proporcionar el mostrador
del local bañado por la oscuridad. Hugo y Robi trataron de reunirse con ellos,
pero el sonido de la campana que advertía la apertura de la puerta de entrada
les disuadió.
—Shhh, silencio absoluto… —indicó el melenas al
chico ocultándose ambos tras un estante de productos alimenticios.
Impregnando autoridad en sus pasos, Fox se adentró
en el supermercado empuñando con firmeza su subfusil mientras analizaba el
apagado lugar con sutileza. Las respiraciones de todos los camuflados se
quebraron como si un tempano hubiese crujido bajo el calzado del soldado.
Mantuvieron el aliento rogando porque no aniquilase toda esperanza de huir
descubriéndoles, pero en el semblante de Steve ya se había marcado una
prominente sonrisa.
—No tiene sentido que os escondáis. Sé que estáis
aquí. Yo también sé seguir instrucciones —anunció elevando su walkie como
símbolo de victoria—. Ha sido una noche dura. No solo por el hecho de que tenía
que crear la oportunidad, sino porque me habéis obligado a remover cielo y
tierra para encontraros. Se nota que tenéis unos buenos genes, peeero... ya
sabéis que papá siempre gana al juego del escondite.
Lilith observó a Mike aguardando alguna clase de
reacción sorpresiva, pero era tal el pánico que el intruso infundía que ni
siquiera se inmutó ante la revelación.
—Chicas, sabéis que soy un hombre de paz. Os lo he
dicho muchas veces. Sé que no he hecho muchas cosas bien, pero jamás pensé que
fuésemos a llegar hasta este punto —pronunció Fox frotando pensativo su
frente—. Todo lo que he hecho, desde que nacisteis, ha sido por vosotras dos, y
me lo habéis pagado con el mayor desprecio posible. Debería estar enfadado,
chicas… No, debería estar colérico, sentir rabia por cada uno de mis costados,
peeero… no lo estoy, así que voy a daros la oportunidad de que salgáis
tranquilamente de donde sea que estéis, me abracéis y me prometáis que
recuperaremos todo el tiempo perdido. No quiero usar la violencia. Os lo pido
por favor. No me hagáis usar la violencia.
Aquel discurso sí que alentó a Mike a lanzar a su
novia una mirada de desconcierto, al igual que Adán, quien parecía rogarle que
obedecieran sus exigencias. Sin embargo, Lilith se mantuvo embravecida tragando
con torpeza saliva y enlazando su mano a la de su hermana. Lo tenía más que
claro. Antes la muerte.
— ¿No? Lo suponía —habló tras unos segundos ante la
desobediencia mientras se desplazaba hasta un estante específico—. Seguro que
esto ha sido tu decisión, Jane. Siempre fuiste la más testaruda… Bien, que
caiga sobre tu conciencia.
Con una improvista patada lateral, el estante en
cuestión se derrumbó estrepitosamente. Ni Hugo ni Robi, que se hallaban
escondidos en el pasillo contiguo, se percataron de lo que aquella actuación
supondría para sus vidas hasta que casi fue inevitable.
— ¡Apártate! —exclamó Robi empujando a Hugo en un
acto reflejo, precipitándole fuera de la zona. El rubio tropezó y se desplomó
al perder el equilibrio a la par que observaba impotente a su salvador ser
completamente sepultado bajo media docena de anaqueles.
Aún dolorido, se arrastró hasta el estante
derribado e intentó levantarlo con toda la energía que le quedaba en el cuerpo,
pero era demasiado pesado para él solo. No iba a ceder. Robi iba a morir
ahogado ahí abajo. Lo sabía. Era evidente, por mucho que intentase evitarlo. Y
cuando visualizó a Fox apuntándole con una tranquilidad casi sobrehumana con su
subfusil supo que su condición de mosquetero no le iba a salvar aquella vez,
que su muerte solo sería una más dentro de una gran lista fácilmente
justificable. Supo que él sería el siguiente.
—Vaya, vaya, no esperaba que precisamente tú
estuvieras aquí. Pobre Michaela. Su criterio a la hora de escoger personas
leales es prácticamente nulo.
—Fox, yo…
El ruego nunca cumplió su propósito. Una ráfaga se
expandió por el ambiente como un eco ensordecedor. Hugo se derrumbó sintiendo
cálidos ríos de sangre brotar desde su pecho para deslizarse suavemente hasta
sus dedos, y más allá. Acababa de morir.
—¡¡¡Para!!! —exclamó entre sollozos un grito de
rendición. Fox reorientó su atención hacia la fuente de aquel sonido y la vio
instantáneamente. Una niña junto al mostrador con los brazos en alto y el
rostro desencajado, provocados probablemente por un miedo que él concebía como
un auténtico sin sentido—. ¡Papá, soy yo! ¡Soy yo! ¡Para, por favor!
Mike y Adán intercambiaron una mirada de horror desde
su escondrijo ante el movimiento realizado por la pequeña, pero no su hermana,
quien se apreciaba demasiado serena ante este. Ella era plenamente consciente
de que siempre había sido el ojito derecho de su padre, así como de que
podían aprovechar ese aspecto a su favor. Pretendía distraerlo. Por eso se
había arriesgado a exponerse de una manera tan irracional. Debía utilizar mejor
que nunca su cerebro para idear una estratagema que los sacase de allí mientras
tanto, y el fracaso no era una opción viable. No iba a permitir que aquel
monstruo se apoderase nuevamente de su hermana.
—Oh, cariño… Sigues siendo tan valiente como te
recordaba —enunció Fox con melancolía esforzándose por concentrar su visión en
el rostro de su pequeña—. Pero ya es tarde. Este chico ya no puede ser salvado,
no con estas heridas. El tiempo, cariño… El tiempo siempre es el factor más
importante en la vida de una persona. Recuérdalo, mi niña.
Antes de que su hija pudiese atacarle con otro
improvisado ruego, un feroz disparo segó la vida de Hugo atravesando impío su
cráneo. Los músculos de la chica se petrificaron tras sentir aquel perforador
sonido inundando el supermercado. Una lágrima trató de caer por su mejilla,
pero nunca escapó de su ojo. Parecía que ni siquiera sus lágrimas se atrevían a
enfrentarse a ese hombre. Ese al que durante años había llamado papá. Ese que
se acercaba a devorarla como un terremoto que ya era imparable.
Tras meditar la situación con rapidez, Beatrix se
alejó del mostrador para que no descubriera al resto de sus compañeros. En
cuanto hubo recortado la distancia suficiente con su agresor, un brazo la
apresó para fundirse en un tierno y represivo abrazo con ella.
— ¡Por Dios, hija! No sabes cuánto te he echado de
menos, cariño. Más de un año pensando que estabas muerta… No vuelvas a hacerme
esto nunca, ¿me oyes? ¡Nunca!
Testigo de aquella repulsiva escena, Lilith pensó
que podría aprovechar la inexistente defensa de su padre en tales instantes
para superarle en inteligencia. Sin mediar palabra alguna con su chico, le
cedió la mochila con la que cargaba, se subió al mostrador con un ágil salto y
se lanzó hacia la espalda de Fox con el hacha en mano. La velocidad con la que
el soldado contraatacó a su propia hija con una patada directa a su pecho fue
tal que ni la violentada podía describirla.
Mike necesitó ser contenido por Adán para no revelarse fatalmente cuando
escuchó a su novia retumbar el suelo en su caída. Aunque el riesgo asumido por
Lilith solo había sido un golpe, a él lo mataría sin dudarlo.
—Aquí está la causante de todo esto —aulló señalándola
acusativo con el dedo mientras se retorcía dolorida—. Veo que sigues sin
aprender la lección básica. Eres mi hija. ¡Mía! No puedes escapar de tu padre.
Ni siquiera tiene sentido que lo hagas. Eres tan testaruda como tu difunta
madre.
Alcanzó la intersección más cercana a su posición y
comprobó que ningún soldado se hallaba en las inmediaciones para sorprenderla.
Inmediatamente después, observó el poste con la señal que indicaba la calle en
la que se encontraba.
—Avenida Wallace… ¿Pero no he estado ya aquí?
Tenía que reconocerlo. Se había perdido. En ningún
momento se había imaginado aquel sitio como un laberinto que iba a tornarse tan
intrincado. Al fin y al cabo, solo era una parte más de la ciudad que había
sido encarcelada para satisfacer los placeres de la zorra que la dirigía.
Sentía que sus piernas se desplazaban en círculo sin sentido ni orientación,
torturando a su ya agotado cerebro. Hasta el momento había tenido suerte de que
nadie hubiese descubierto su verdadera identidad, pero su fortuna no iba a ser
eterna. Debía encontrar a sus compañeros, una salida, algo que evitase que el
riesgo en el que se había sumergido fuese en vano.
Entre todo el devaneo que la rondaba, Alice acabó
visualizando un enemigo que atrapó su atención. Rauda, se ocultó tras un bloque
de viviendas para mantenerle vigilado sin arriesgarse a que la descubriese. No
tardó en percatarse de que se trataba de un combatiente que caminaba cargando
con otra persona que parecía inconsciente. Con la escasa iluminación que el
cielo de la noche le proporcionaba no podía adivinar de quién se trataba el
noqueado, pero una farola que iluminó su rostro durante unos segundos resolvió
su intriga. Aquel inconsciente no era otro que su compañera Maya.
La chica de los proyectos analizó con rapidez su
entorno. Si atravesaba el callejón que estaba junto a ella, alcanzaría la parte
de la avenida que cruzaría aquel sujeto con unos segundos de ventaja para poder
tenderle una emboscada. Por fin se había presentado su oportunidad. Cargó con
su rifle y corrió hacia el callejón suplicando que aquel arrebato de valentía
por fin mejorase la infernal noche que sufrían.
— ¿Sabes? Michaela va a estar muy, pero que muy
sorprendida cuando te vea, pequeño toro. Me haces ir hasta allí, decirle que te
han volado la cabeza de un disparo, y cuando vuelvo, ¡zasca!, resulta que estás
como si acabaras de maquillarte. No tengo ni idea de qué cojones ha pasado, ni
me interesa, pero es un auténtico alivio. Puede que hasta me agradezca que te
dejara morir, aunque eso en realidad no fuese culpa mía. Con esta mujer es
imposible saber por dónde…
— ¡Quieto, capullo!
Sus pasos se detuvieron al llegar a la entrada de
aquella alta edificación cubierta de cristaleras, coronada por una deslumbrante
luna llena en el cielo nocturno. Allí, en lo más alto de la edificación se
encontraba la morada de Michaela, lugar en la que esta se encontraba
esperándola. Como si de una divinidad se tratara, la líder de Zodiaco dirigía
su imperio observando desde las alturas lo que hacían sus subordinados y los
civiles que vivían en sus dominios. No iba a negarlo, dentro de ella se estaba
desencadenando una serie de sentimientos tan negativos como el miedo, la indecisión
y el odio hacia la figura de la todopoderosa reina de Zodiaco y su inminente
encuentro con esta.
Tenía miedo de morir y no poder salvar a Leonard ni
a sus compañeros. El kiosco que había concebido como una seguridad para el
chico había resultado ser una bomba de relojería que podía estallar en
cualquier momento, lo cual no ayudaba a tranquilizar su estado. Por otra parte,
su fiel compañera desde que había aterrizado en el imperio de Michaela, la
impotencia, aún la acompañaba. Se estaba adentrando directamente en la mayor
trampa de su juego, e incluso se lo había escupido a la autora de este en su
propia cara, pero a pesar de ella, iba a entrar. Debía luchar. Finalmente, el
odio que alimentaba su sed de venganza por todo el daño que había hecho aquella
mujer a ella y a sus compañeros a lo largo del día, desde que había comenzado con
Florr y Crow muriendo a manos de Fox y sus soldados, además del secuestro de
Puma y el robo de los artefactos arrebatados por Payne de los que Michaela se
había hecho poseedora.
Una brisa nocturna levantó el polvo del suelo a sus
pies, y sin más dilación, dio su primer paso hacia la puerta del edificio de
oficinas en el que aquel demonio la esperaba. Con ambas manos abrió la puerta
del edificio para introducirse en su interior. A su izquierda, la puerta que
llevaba al área de entrenamiento de las instalaciones subterráneas de Zodiaco
permanecía cerrada con candado. Las luces estaban apagadas, aunque eso ya lo
sabía mirándolo desde el exterior. Únicamente le había parecido percibir una
tenue luz proveniente del despacho de Michaela. No solo estaba todo apagado,
además estaba todo en silencio, parecía que no había absolutamente nadie en
todo el edificio a excepción de la propia Michaela, probablemente hubiera
mandado a los soldados que se encargaban de proteger el edificio al exterior a
buscarla a ella y a sus compañeros, a asesinar a los guerrilleros que aún
permanecieran con vida, o incluso a encontrar a los que habían tirado la
granada y matado a Anna. Fuese como fuese, no sentía ninguna presencia. Pero
ese hecho cambió rápidamente.
En cuanto avanzó unos pasos, chocó con un objeto
que no había divisado desde la distancia. Nicole ahogó un grito de terror
cuando su mente fue consciente de lo que la penumbra ocultaba. Un cadáver de
mujer con el cráneo destrozado colgaba del techo a través de alguna especie de
polea improvisada, balanceándose silenciosa. Gotas de sangre impactaban
rítmicamente desde los restos de su cerebro quebrando el silencio de la sala.
La primera jugada de Michaela acababa de hacer acto de presencia.
Concentrada en el regular goteo, Nicole percibió un
elemento inusual en el suelo, y se agachó para examinarlo. Agudizó sus ojos entre
la oscuridad para distinguir su naturaleza. Parecía una línea generada por una
mancha, y pese a que su vista se hallaba mermada por el ambiente, el olor era
inconfundible. Sangre... Una línea formada con sangre presente junto a la
muerta. No podía ser una casualidad. Alguien la había dibujado, por algún
motivo que desconocía.
No tardó en percatarse de que aquella sangre
continuaba extendiéndose de forma lineal por la estancia. Con precaución, avanzó
a través de la negrura asegurándose de que el rastro de la línea no se escapaba
de su percepción hasta que su conducción finalizó en una pared concreta. Tras
incorporarse, observó un tablón colgado que estremeció al instante sus sentidos.
Clavadas en el corcho, múltiples fotografías se
extendían cubriendo la totalidad del espacio disponible, revelando a Nicole el
grado enfermizo de control que su hermanastra podía alcanzar. En el centro, el
cuadro formado por sus amigos destacaba en la colección. Davis, Kyle, Débora,
M.A, Alice, Puma, Inma, Maya, Eva, Adán, Johnny, Ley, Dyssidia, e incluso Nait
y Selene, los cuales habían fallecido antes de su llegada al hospital, se
encontraban allí. A un lado, las figuras de Alan, Emi y Moris resaltaban entre
un grupo de fotografías de agentes de la ley que habían trabajado como
compañeros suyos durante la tragedia sucedida en Stone City o la investigación
en el caso de los niños desaparecidos. En la parte inferior se encontraban
cinco imágenes junto a un papel en el que se podía leer “especiales”. Alice,
Puma, Maya, Matt y… Ashley.
— ¡Hija de puta! —chilló al límite de su
resistencia estampando un puñetazo en el tablón, que se desplomó esparciendo
las fotos por el suelo—. ¡Que te jodan! ¡¡Que le jodan a tu control, que les
jodan a tus trampas, que les jodan a tus juegos mentales y que le jodan a tu
maldita mente enferma!! ¡¡¡Que te jodan, Michaela!!!
Más liberada de la tensión que ese demonio le
causaba, y dispuesta a no volver a arrastrarse hacia ninguna de aquellas
trampas que intentaban mermar su fortaleza, caminó con paso firme en dirección
a las escaleras.
Después de haber atravesado casi la mitad del
terreno de la base, lo divisó. A pesar de haber sido forzada a realizar la
última parte del trayecto empleando unas indicaciones más que difusas tras la
desaparición repentina del chico del walkie, lo había localizado. Aquello era,
sin lugar a duda, un supermercado. Sin embargo, el inesperado silencio del
transmisor y la oscuridad que inundaba el interior no aguardaba presagios
demasiado optimistas.
Eva cruzó
veloz la calle asegurándose de que ningún enemigo la estuviese observando desde
la lejanía y se parapetó junto a la entrada del comercio, cuidadosa porque la
puerta automática no se abriese y revelase su intrusión.
El juego de sombras de la estancia no le impidió
distinguir desde el cristal el escenario que se desarrollaba. Una niña siendo
fuertemente apresada por un tipo corpulento, una adolescente junto a ellos
tratando de incorporarse mientras agarraba su estómago con una mueca de dolor,
y detrás del mostrador, resguardado junto a otro joven, lo reconoció. Allí estaba
Adán…
Y aunque la presencia de su hermano ante el
riesgo generado por la situación debería haber cautivado por completo su
atención, sorprendentemente, fue el agresor quien la hipnotizó. Fox, el
protagonista de aquel absurdo teatro, aquel cabronazo que merecía un círculo
propio en las entrañas del infierno, practicando su pasatiempo favorito.
Aterrorizar niños.
—Ahora me vais a escuchar, las dos, y me vais a
hacer caso. Vamos a salir por esa puerta, y vamos a ir los tres juntos a la
escuela, donde están los civiles, y os vais a quedar con ellos hasta que todo
esto acabe, que es lo que tendríais que haber hecho desde el primer momento. Y
esta vez os garantizo que no vais a volver a tomarme el pelo. Papá todavía
tiene cosas que hacer, y lo último que necesita son más molestias vuestras. A
partir de ahora, volveremos a ser la familia que me habéis negado durante casi
dos años. ¿Lo habéis entendido?
Eva, sin permitirse al odio nublar su mente, ideó
con rapidez una estrategia útil para abrir un combate contra Steve. La primera
herramienta que se presentó ante ella fue su pistola, pero la descartó en
cuanto recordó que no le quedaban balas. El cuchillo podría haber resultado en
una opción viable, pero la distancia que le separaba de su oponente era
demasiada como para lograr incapacitarle antes de que la fusilase con su rifle.
Desplazarse sigilosa usando los estantes habría sido la decisión más acertada
si el más cercano a su posición no se hubiese hallado derribado. Le sería
imposible alcanzar el segundo sin que la descubriese.
Fue entonces
cuando descubrió una silla de madera en el interior del supermercado junto a la
zona exterior del mostrador, muy cercana a la entrada. No sabía qué hacía allí
ni cuál era su propósito, pero Eva agradeció internamente a quien hubiese creado
el que iba a ser su primer ataque en el campo de batalla.
Nicole comenzó a ascender por las escaleras,
recordaba cual era el despacho de Michaela, ya había estado allí horas antes
con Adán. Finalmente, halló la puerta al despacho cerrada, no pudo evitar
colocar inconscientemente la mano sobre la empuñadura del Kukri que descansaba
en su funda atado a la cintura de la joven mujer. En mitad de la puerta había
un pequeño pedazo de papel pegado a esta por un trozo de cinta aislante que la
primera vez que fue a aquel despacho allí no estaba. “Ahora mismo me encuentro concentrada haciendo algo. Por favor, llama a
la puerta antes de entrar. Gracias.” Aquello estaba allí escrito por un
bolígrafo de color azul, solicitando la educación de Collins para no
interrumpir aquello en lo que su hermanastra estuviera concentrada. Nicole
suspiró ante la petición y se acercó lentamente hacia la puerta tras tomarse
unos instantes viendo el mensaje con escepticismo.
Michaela estaba sentada en una silla ligeramente inclinada
hacia delante, contemplando el tablero de ajedrez colocado sobre una pequeña
mesa redonda de cristal. Sobre el tablero se encontraban piezas negras y
blancas colocadas cada una de manera distinta, dando a entender que era una
partida ya empezada. En la otra silla, situada al otro lado de la mesa, no
había nadie, el día anterior aquel lugar había pertenecido a Fox, con quien
había dejado aquella partida sin terminar. No obstante, la mujer de oscuros
cabellos no necesitaba contrincante alguno para mover piezas tanto del bando de
las blancas como de las negras. Sumergida en su mundo interior, contemplando
aquel tablero y aquellas piezas en representación de aquel extraño mundo que
tenía en su cabeza. Sabía que a simple vista parecía estar jugando sola, pero
eso no era cierto, ella tenía un contrincante en ese preciso momento, siempre
lo había tenido, el destino.
Michaela alargó la mano hacia su alfil negro para
sacarlo del tablero, alfil que en aquel mundo del tablero era la representación
del fallecido Braun y de los guerrilleros que osaron traicionarla. Tras sacar
la pieza del tablero, dirigió la mano hacia uno de sus caballos, el cual
representaba a sus tres mosqueteros. Barbie estaba muerta, Dani y Hugo
desaparecidos, incluso era posible que estuvieran muertos. Fuera como fuese, no
tenía información alguna de ninguno de los dos, por lo que decidió retirar el
caballo del tablero para trasladarlo al cementerio de piezas negras. Por
último, agarró su única torre negra, representación de sus tres altos mandos y
sus propios ejércitos, en esta ocasión la acción fue distinta y únicamente la
hizo retroceder varias casillas alejándola más de las piezas blancas en
representación a la muerte del alto mando Anna y a los soldados que habían
muerto del grupo de esta o de Fox y Marcus.
Michaela echó un vistazo a las piezas blancas que
se encontraban en el cementerio. Un rey en representación al desaparecido Puma,
una torre ocupando el papel de Davis, al cual tenía prisionero, y por último,
un alfil que encarnaba a Maya, quien desgraciadamente, según Marcus, había
muerto causa de un inepto francotirador que había decidido pensar y actuar por sí
mismo. Además, había varios peones. La otra torre blanca, sin embargo,
permanecía en el tablero, pues sabía gracias a la información del alto mando
Fox que Eva se encontraba deambulando por la base, probablemente buscando al
llorica de su hermanito. Michaela había sacado del tablero dos de sus piezas
negras, el alfil y el caballo, y había hecho retroceder a su poderosa torre. No
obstante, no tenía nada de lo que temer, aún dominaba la situación. Tal era su
concentración en el mundo del tablero que prácticamente ni se inmutó cuando la
puerta se abrió violentamente de una patada formando un sonoro golpetazo que
anunciaba la llegada de su invitada especial.
La líder de Zodiaco miró hacia la entrada sin
mostrar atisbo alguno de sorpresa, había sentido su presencia tras la puerta al
escuchar sus pasos acercándose. Una pequeña lampara situada no muy lejos de la
mesa iluminaba tenuemente la estancia, pudiendo apreciarse un juego de luces y
sombras en el despacho, y en una esquina de la estancia, mirando a la recién
llegada en silencio cruzada de piernas desde su asiento, se encontraba Michaela
dedicándole una sonrisa a su hermanastra por su aparición a escena.
—Bienvenida, Nicoleta. Una entrada espectacular,
sin duda. Imaginaba que ignorarías mi solicitud y entrarías sin más, pero lo de
abrir la puerta de una patada no me lo esperaba. Te doy una puntuación de diez —comentó
tranquilamente mirándola desde su posición.
—Ahórrate tus tonterías, no tengo tiempo para
gilipolleces. ¿Qué es lo que quieres de mí? —exigió saber mostrándose hostil
ante la relajada Michaela.
En respuesta, la anfitriona señaló la silla que
había vacía al otro lado de la mesa sin decir nada y sin dejar de mostrar
aquella tranquila sonrisa en su rostro.
—Ya te lo he dicho, quiero que juguemos al
ajedrez... —Nicole dudó ante su muda petición—. Vamos, no muerdo, al menos por
ahora. Siéntate, por favor —respondió sin perder su sonrisa mirando a su
invitada con una mirada confiada.
No sabía que se traía entre manos, pero Nicole
decidió acatar sus órdenes, tenía la sensación de que si no lo hacía aquella
mujer no tendría intención de ir al siguiente paso de su plan. Cautelosa,
examinó que la silla no tuviera nada raro a medida que se acercaba, así como
que su adversaria no hiciera ningún movimiento extraño.
—Que desconfiada eres, Nicole —comentó una vez vio
que su hermanastra tomaba asiento sin quitarle la vista de encima. —Como ves,
la partida ya está empezada, jugaremos con estas piezas.
—Haciendo trampas, como de costumbre. Tú tienes
piezas más fuertes que yo, por lo tanto tu rango de ataque es superior al mío
—se quejó al ver la diferencia entre las piezas blancas y negras. — ¿Qué
sentido tiene jugar una partida que has modificado para ganar?
— ¿Eso crees? Se dice que la esperanza es lo último
que se pierde, parece ser que ya te has rendido incluso antes de intentarlo.
Que decepción —respondió con un tono aburrido de voz. —Yo tengo entre mis
piezas negras al rey, la reina, una torre y un caballo, cuatro piezas. En mi
cementerio tengo a todos mis peones, una torre, un caballo y los dos alfiles.
—Y yo tengo entre mis piezas blancas una reina, una
torre, un alfil, un caballo y tres peones. En el cementerio tengo un caballo,
una torre, un alfil, el resto de los peones y el rey —comentó Nicole observando
las posiciones de sus piezas en el tablero. —Esto no tiene sentido, ya tengo a
mi rey muerto. ¿Cómo voy a jugar entonces?
—El rey es un fantasma, tu reina tiene rango de
rey, pero se moverá como la pieza que realmente es. Si tu reina muere, se acaba
el juego para ti.
—Ya veo, un juego sin sentido de igual forma. Aun
así, sigues teniendo ventaja, tienes piezas con más rango de desplazamiento.
Torre, caballo y reina, con el número de casillas que pueden moverse y la
manera en la que lo hacen me será muy complicado ganar, en ese sentido mis
piezas están más limitadas a la hora de desplazarse por el tablero para eliminar
a tus piezas.
—Cierto, pero no es imposible, al fin y al cabo, tú
me superas en número de piezas, a pesar de que tres de ellas sean peones que
avanzan de casilla en casilla. Además, tienes otra ventaja que solo tú puedes
tener, mi rey y mi reina tienen la misma importancia. Si matas a una, matas a
la otra. Ambas piezas están conectadas.
Nicole se quedó pensativa por unos instantes.
—Esto no es un simple tablero de ajedrez, ¿verdad?
—intuyó la mujer al tener en cuenta la especialidad de aquel tablero.
—Exacto, esto no es un simple tablero de ajedrez —afirmó
haciendo avanzar a su caballo en dirección al peón blanco más cercano—. Esta es
la representación de mi mundo en estos momentos.
—M.A…
Este, quien había permanecido pensativo observando
a través de la ventana de la farmacia, se giró ante la llamada para descubrir a
Inma a su lado con un evidente rostro de preocupación.
—Dime, Inma —la atendió con una amabilidad
generalmente invisible en su persona.
—Yo también echo de menos a Maya.
Su compañero sonrió ante el extraño comentario de
apoyo. Él no era el único que sufría por una pérdida en aquella farmacia, pero
eso no impedía que su inquietud se disipase. Alice llevaba demasiado tiempo
deambulando por aquel campo de minas sin noticias satisfactorias. Su suerte no
iba a durar eternamente. Acabarían atrapándola si no regresaba.
—No te preocupes, seguro que está bien. No conozco
mucho a Alice, si te soy sincera, pero creo que sabe cuidar bastante bien de sí
misma.
—Es un hueso duro de roer, de eso no hay duda,
pero…
Un repentino alboroto procedente del exterior
desvaneció las palabras que iba a emitir en la profundidad de su garganta. La
formación de seis soldados que acababa de presentarse junto a su escondite
suponía una relevancia mucho mayor.
—Muy bien, chavales, vamos a registrar este lugar,
a ver si damos de una maldita vez con esa zorra. McCarthy, Randy, encargaros de
comprobar los edificios de aquella calle. Vosotros tres conmigo, nos
encargaremos de esta. Vamos primero a la farmacia.
— ¿Tu mundo?
—preguntó Nicole colocando el caballo blanco entre el negro y el peón hacia el
que se dirigía a comer—. ¿A qué te refieres?
—Mierda... Inma, retrocede. ¡Escóndete, rápido! —ordenó
corriendo con ella en dirección a unos estantes.
—Chicos, ¿qué ocurre? —preguntó Jessica alterada,
cuya consciencia todavía no percibía lo que estaba ocurriendo, recibiendo una rauda
respuesta de alarma por parte de M.A.
— ¡Vienen soldados! ¡Corre, ven aquí!
Con su corazón súbitamente palpitante, Jessica
trató de ocultarse con sus compañeros, pero los soldados se encontraban ya en
la puerta del establecimiento para cuando realizó su intento, y aunque la
distancia entre ella y sus amigos era escasa, sería suficiente para que la
viesen. Con un difuso vistazo a la farmacia localizó el posible escondite más
cercano y se parapetó detrás del mostrador mientras suplicaba con los ojos
cerrados que no la descubriesen.
—Vamos, con rapidez, muchachos. Registrad el lugar
y pasemos al siguiente. No hay tiempo que perder —ordenó el capataz del grupo
en cuanto se adentraron en el establecimiento.
Para su más mísera desgracia, una de las primeras
áreas que uno de los soldados pensó en examinar fue el mostrador. Ni siquiera
las tinieblas del lugar iban a poder salvar a Jessica de ser cazada por aquella
manada.
En ese instante, Michaela dibujó media sonrisa en
su rostro al ver como el caballo blanco le cortaba el paso hacia el peón, creyendo
inocentemente que con ello salvaría la vida de los peones al evitar el daño que
su pieza podría causarles. Haciéndose nuevamente con el caballo negro, avanzó
modificando la ruta que tenía ya planeada, desembocando en la muerte de otro
peón cercano.
—Dime, Nicole, ¿cómo se llamaba la chica esa de
ojos azules y pelo oscuro que estaba herida cuando llegasteis?
—Jessica… —suspiró Inma impotente observando la
fatalidad que se cernía sobre ella.
La amenazada se mordió el labio confusa ante el que
debía ser su próximo movimiento. Las torturas a las que había sido sometida
desde su entrada en aquel averno ya habían sido más que suficientes. No quería
que continuara… No podía continuar…
Dedicó a M.A una mirada asustadiza. Este, quien
pareció comprender sus intenciones, negó enérgicamente con la cabeza, pero fue
inútil. No podía pararla. Si se quedaba allí, el soldado la encontraría. Cualquier
acto que realizase era una oportunidad de escapar del punto muerto en el que se
había sumergido. Con ese inocente propósito en su mente, Jessica echó a correr desde
el mostrador y recibió un culatazo en la cabeza por parte del rifle de uno de
los soldados que la tumbó violentamente.
— ¡Chicos, tengo a una! ¡Tengo a una! —gritó este atrayendo
al resto del pelotón hacia ella.
— ¿Es ella? —consultó emocionado el líder del grupo
suplicando que hubiesen atrapado a la rubia que Michaela buscaba.
—No. Creo que es la que no participó en el juego
del ahorcado ese porque estaba herida. No me suena mucho su cara —expresó su
subordinado decepcionado tras comprobar su rostro y la herida cercana al abdomen—.
¿Cómo se llamaba la zorra esta?
—Jessica. ¿Por qué quieres saberlo? —interrogó Nicole
quitando al peón comido del medio dejándolo en el cementerio, y haciendo
retroceder al siguiente más cercano al caballo para guardar distancias.
Aterrada por la captura que se había visto forzada
a presenciar, Inma retrocedió al mismo tiempo que se aproximaba a M.A tratando
de encontrar protección en una persona que parecía hallarse incluso más
atemorizada que ella misma.
—Vosotros dos, levantad a esta puta y mantenedla
bien vigilada. Si intenta algún movimiento raro, usad vuestros músculos de
machitos para aseguraros de que no pueda hacer un segundo. Marco, tú ven
conmigo. Vamos a seguir buscando por la zona. Si ella está aquí, el resto no
andará muy lejos, y si no, por lo menos tendremos una pieza que entregar a la
señora —ordenó el líder desapareciendo apresurado del local junto con el
subordinado mencionado.
—M.A, ¿qué vamos a hacer? —inquirió Inma aferrada
fuertemente al hombro del susodicho.
—No lo sé, Inma… No lo sé…
— ¿Quién es ella exactamente? ¿La habéis recogido
por ahí? Parece una persona débil —respondió con indiferencia.
—Ella es la pareja de Davis.
— ¿La pareja de Davis? Vaya, y yo que pensaba que
ese era de la otra acera, pobre Matt. Parece que le gusta moverse por ambas
aceras —respondió no muy interesada en el tema.
—Davis es hetero, lo que tuvo con Matt es asunto
aparte, y no duró mucho. Además, no hay nada de malo en si le gusta una cosa u
otra. ¿Por qué te interesa? ¿Es que ahora te ha dado por cotillear de los temas
del corazón?
—Eso son cosas de viejas. No me importa en
absoluto. Solo quería saber quién era ella y si tenía algún lazo con alguno de
vosotros o era una simple don nadie. Es la única de vuestro grupo de quien no
tengo información alguna. Bueno, ella acaba de morir, ¿lo sabes? Y en unos
momentos se unirá a ella Inma.
— ¡¿Qué quieres decir con eso?! —Exigió saber una
alterada Nicole golpeando la mesa con el dorso de sus puños al tiempo que se
levantaba de su asiento—. ¡¿Qué coño les has hecho, maldito monstruo?!
Pero, a diferencia de su hermanastra, Michaela
seguía totalmente relajada y concentrada en el tablero, sin levantar la mirada
para contemplar el enfurecido rostro de su invitada. Ante el silencio de la
reina de Zodiaco, Nicole se llevó la mano a la empuñadura de su Kukri con el
fin de desenvainarlo y cortarle el cuello aprovechando la cercanía entre ambas.
Pero, de inmediato, su tentativa se vio obligada a fracasar cuando la demente
mujer elevó tranquilamente su mirada con una sonrisa enmarcando su rostro.
—Yo que tú dejaría ese arma tranquila. Antes de
poder sacarlo de su funda, tú ya habrás muerto —explicó fríamente sin apartar
su mirada de la de Nicole, quien ante aquellas palabras detuvo el avance de su
mano para no sacar su machete Kukri de su funda—. Bajo la mesa, oculta bajo el
tablero, tengo mi querida pistola mágnum Desert Eagle preparada para perforarte
el estómago si llegas a intentar atacarme. La potencia de este arma te matara
al instante reventando tu cuerpo de un solo disparo. ¿Creías que no sabía que
ibas armada con un arma blanca? Ya te lo he dicho, tengo cientos de ojos ahí
fuera, lo sé todo, mis subordinados me informan de todo lo que sucede en mi
imperio.
A pesar de que la mesa era de cristal, era pequeña
y el tablero de ajedrez ocupaba gran parte de la mesa pudiendo ocultar el arma
de su mirada. Cierto era que desde que había entrado Michaela había tenido una
de sus manos bajo la mesa, pero no le había dado importancia alguna a aquel
hecho. Todo lo había planeado adelantándose al hecho de que ella trataría de
matarla usando su Kukri.
—Por favor, siéntate y no te alteres, querida.
—Ante su petición, Nicole no pudo hacer nada y volvió a sentarse dejando su
arma tranquila en su funda—. Cuando dije que Jessica estaba muerta y que Inma
se uniría pronto a ella, me refería en el tablero.
Nicole se sintió desconcertada por un momento
mientras miraba las piezas de su cementerio y las que aún estaban sobre el
tablero.
—Estas piezas, tanto las que están en el cementerio
como las que aún permanecen en el tablero, ya sean mis piezas o las tuyas,
representan personas. Por otra parte, el tablero representa mi imperio en estos
momentos. Déjame decirte que la reina blanca te representa a ti en el mundo del
tablero, y el rey fantasma al desaparecido Puma, quien creo que es el líder del
grupo por lo que he estado escuchando por Payne. Por otra parte, tanto el rey
negro como mi reina me representan a mí, por lo tanto, si matas una de las
piezas, matas a la otra. Cada pieza está ligada a una persona en función de sus
habilidades propias, su influencia en el grupo y la confianza con el rey en
cuestión, aunque en tu caso sería con la reina —explicó resumidamente sin
entrar más detalles.
—Ya veo, entonces para ti la realidad no difiere
mucho de este juego, ¿verdad? Juegas con las vidas de las personas como si
realmente fueran piezas en un tablero de ajedrez. —Nicole permaneció un momento
en silencio—. ¿Quieres que me esfuerce por ganarte para tratar de salvar a mis
amigos y acabar contigo como si esto fuera real? ¿Quieres decir que juegue con
estas piezas como si fueran realmente mis amigos?
Michaela no contestó, simplemente permaneció
mirando al tablero esperando a que Nicole moviera su próxima pieza.
—Mi caballo negro ha devorado a tu peón blanco. En
otras palabras, mi pelotón personal de soldados ha acabado con Jessica, y
amenaza a M.A y a Inma, especialmente a esta última. Hiciste bien en hacer
retroceder a la pieza de la chica. De lo contrario, sería la siguiente en morir.
¿A cuál de tus amigos dejarás morir ahora, Nicole? —Preguntó echando un vistazo
a las piezas blancas sobre el tablero—. ¿Será el alfil que representa a Alice?
¿Tal vez el caballo que representa a M.A? ¿O a los peones llamados Adán e Inma?
—Ambas quedaron en silencio mirándose la una a la otra un instante—. Probablemente
tu mejor pieza en estos momentos sea Eva, la torre. Tuve que sacar del tablero
a Davis y Maya, la otra torre y alfil.
— ¿Eva una torre? ¿Sacaste a Davis y Maya? —Nicole
se quedó unos momentos en silencio algo confusa ante aquel dato. —Si este
tablero y sus piezas simbolizan tu imperio y las personas que se encuentran
actualmente en este lugar, eso significa...
—Sí. Te confirmo que Davis, Maya y Eva han logrado
entrar a mi imperio.
— ¿Cómo lo sabes? ¡¿Cómo sabes que ellos están
aquí?!
—Lo sé. Davis estuvo en mi despacho hace rato.
Respecto a Eva, Fox me informó de que la vio por ahí vagando sola. Maya, por
otra parte... —Michaela dibujó una media sonrisa en su rostro—. Eso da igual, no
te preocupes por ellos, ahora tenemos cosas más importantes de las que
ocuparnos. ¿Y bien? ¿Cuál de tus compañeros será el siguiente al que dejes
morir por no esforzarte en ganar este juego?
—Yo no soy como tú... Yo no pienso que las vidas de
mis amigos sean juguetes con los que jugar... Eso es horrible. —Nicole miró el
resto de piezas del cementerio.
—Selene, Crow, Florr, Dyssidia, Naitsirc y los
presos de Puma, el caballo y el resto de los peones muertos los representan a
ellos. Déjame preguntarte de nuevo. ¿Quién será el próximo al que dejes morir?
Nicole sintió un extraño abatimiento en su interior
ante aquella pregunta. Incapaz de apartar su mirada de la de Michaela, no podía
dar respuesta alguna. Sin poder evitarlo, su conciencia la abofeteó mostrándole
lo que había visto en el juego del ahorcado, el dolor y la desesperación de los
rostros de Alice, Inma y M.A volvieron a su mente, así como la sangre que
emanaba del cuerpo de Jessica al ser apuñalada en el coche, las lágrimas de Leo
mientras le suplicaba que lo sacara de allí, y finalmente el rostro de Adán. Si
ellos morían no podría volver a mirar a la cara a Davis, Eva, Maya, Puma o a
Ley si llegaban a volver a encontrarse en algún momento con alguno de ellos.
¿Cómo podía pedirle que imaginara que aquellas piezas eran sus compañeros?
¿Cómo podía pedirle que jugara con ellas tras darles vida como ella hacía en su
mundo interno?
—No imaginé nunca que Leonard fuera a traicionarme
—comentó Michaela rompiendo el silencio—. Siempre lo había visto como un
interesado que tan solo haría lo que más le beneficiara. ¿En que podría
beneficiarle a él traicionarme? Podría escapar contigo y con tu grupo, pero
después de eso, ¿qué os queda? ¿Vagar por ahí sin rumbo fijo tratando de
sobrevivir día a día buscando algún refugio y arriesgando vuestras vidas por
lograr conseguir una botellita de agua y una lata de atún para repartiros entre
todos? Es absurdo —respondió con un suspiro sin apartar la mirada de Nicole—.
Aquí en mi imperio todos tienen protección ante las amenazas que los zombies y
los mutantes suponen. Tienen electricidad, agua, comida, medicamentos, ropa, un
techo bajo el que dormir. Obviamente, todo eso no es gratis, a cambio tienen
que aceptar las normas de este sitio, además de colaborar en las funciones de
la base e ir entrando a formar parte de las milicias cuando finalicen sus
entrenamientos. Y mira, esa es otra ventaja que tienen los que viven en mi
imperio, se les enseña a matar y a sobrevivir.
—Es cierto que tienen muchas ventajas de las que
jamás disfrutarán viviendo fuera de este sitio, pero eres una tirana demente
que se dedica a quitarse del medio a todo aquel que no cumpla tus órdenes
cometiendo actos atroces. Aunque tengan todo lo que tienen, ¿realmente piensas
que pueden vivir en un lugar donde se viola todos los derechos humanos y la
moralidad? ¿Realmente piensas que se puede vivir en un sitio en donde el miedo
reina en los corazones de las personas? Si nos ponemos desde tu punto de vista,
una cárcel sería también un paraíso.
Michaela suspiró.
—Todo lo hago por el bien de esta gente. No puedo
permitir que haya gente haciendo el vago. Todos, desde la persona más joven
hasta la más anciana, deben de colaborar para que todo esto se mueva. No puedo
permitir que haya gente que me desobedezca y hagan lo que les dé la gana, que
me roben, o que me traicionen conspirando contra mí. No quiero a gente inútil
que abuse de lo que les doy. Todos los que están aquí aceptaron a entrar
cumpliendo con las normas del lugar. ¿Qué culpa tengo yo si fueron ellos los
que decidieron entrar? —respondió haciendo avanzar peligrosamente a su torre
hacia la reina blanca en un intento de acorralarla aprovechando que esta no se
había movido de la esquina del tablero donde se hallaba localizada, para tratar
de acabar con ella en unos pocos movimientos.
—Eres demasiado extremista —respondió Collins
frunciendo el ceño y desplazando al alfil para acabar deteniéndolo entre la
torre y su reina.
—Que huevos tienes, señorita… —expelió el amenazado
Marcus con una sonrisa examinando a la aventurera disfrazada con una evidente
soberbia sobresaliendo de sus entrañas—. Apuesto un penique a que ni siquiera
sabes cómo disparar ese rifle. Las mujeres sois más de pintaros las uñas.
—Si quieres lo comprobamos —se embraveció Alice
enfurecida por el asqueroso machismo con el que la había asaltado aproximando
su arma a la sien de aquel gilipollas—. O mejor vamos a donde esté tu querida
reina, esa a la que le comes el coño, le sueltas lo mismo que a mí, y ya se
encarga ella de hacerse una funda de cuchillo con tus huevos, ¿te parece?
—Siempre hay una excepción que confirma la regla,
cariño.
— ¡Déjala en el suelo! —chilló optando por ignorar
el contraataque para concentrarse en el rescate que debía efectuar—. ¡Ahora! ¡O
perderás tu puto penique!
— ¿Cómo no?
Con un fugaz movimiento de su hombro, Marcus se
deshizo de la carga que Maya le suponía y se abalanzó implacable contra la
principal amenaza que su atacante portaba. Para cuando Alice apretó el gatillo,
Marcus ya había desviado el cañón del rifle hacia su izquierda, evadiendo los
disparos en el retumbante eco que produjeron. A su improvisada ofensiva
prosiguió una patada en el estómago que destrozó la defensa de la joven durante
unos segundos, quien había tratado de fusilar a aquel capullo una segunda vez
sin éxito. Este se aprovechó veloz de la brecha que había creado para
apoderarse del rifle mediante una llave que la apresara, pero Alice previó las
intenciones de su rival y lo lanzó lejos de ambos.
Su estrategia funcionó. Marcus desvió su foco de atención
el tiempo suficiente para que Alice pudiera desenfundar su cuchillo sin
peligro. El arma blanca frenó estrepitosa junto al cuello del soldado a la par
que la punta del puñal de este se posaba agresivo sobre el abdomen de ella.
—Eres un hijo de la gran puta.
—Lo soy porque no me queda otra —respondió Michaela
con firmeza a aquella opinión—. Si no fuera tan extremista rechazarían mi mano
para cogerme el brazo. Acabarían mordiendo la mano que les da de comer. No hay
nada mejor para gobernar y mantener el orden en estos tiempos que el miedo.
¿Crees que después de esta noche alguien volverá a tratar de traicionarme?
Nicole, entiende la verdadera naturaleza del ser humano. En tiempos como estos,
las personas se vuelven bestias egoístas que hacen de todo para tratar de
sobrevivir, aunque ello signifique robar, golpear o asesinar a alguien. En este
mundo solo sobreviven los fuertes, y dentro de mi imperio le doy una
oportunidad no solo al fuerte, sino también al débil, a cambio de que cumpla
los requisitos que necesita para vivir aquí.
No quería admitirlo, no quería darle la razón a
Michaela ni aprobar sus métodos, pero había algo que si era cierto y que ella
había visto con sus propios ojos, y es que en un mundo como ese las personas se
transformaban en bestias, y la única manera de evitar que esas bestias te
mordieran era a través del miedo y del poder. No, no quería admitirlo, no
estaba de acuerdo en su forma de dirigir aquello, pero tampoco podía negar la
realidad acerca de cómo el mundo había cambiado radicalmente transformándose en
algo que ella jamás hubiera deseado, un mundo en el que la moralidad y la
justicia había sido prácticamente erradicada de los corazones de las personas
que sobrevivían en aquel mundo, dejando todo a merced de la ley del más fuerte.
— ¿Qué hiciste con Jessica? Fui al hospital y no
estaba allí. Dijiste que se la llevaran al curandero.
—Déjame decirte que el curandero no es ningún
médico ni nada por el estilo. Puedes llamarlo, si prefieres, el carnicero. Pero
tranquila, ella debe de estar viva en algún lugar. Mi gente ha visto el cadáver
de aquel tipo. Ahora debo de buscar a otro carnicero para que corte la carne
que servimos a nuestra gente.
Nicole no pudo evitar poner cara de asco, ahora
entendía quién era el curandero y de donde salía parte de los alimentos con los
que se abastecía Michaela. Con los recursos que había guardados en la tienda de
la base no podrían alimentar durante mucho tiempo a aquella gente, por lo que
debían conseguir comida de otro sitio, de los cadáveres. Michaela empleaba el
canibalismo para alimentar a la gente de la base.
—Tu gente no sabe nada acerca de donde sale la
carne que les das de comer, ¿verdad?
—No —Michaela hizo avanzar a la torre negra,
devorando al alfil blanco en su camino—. La explicación que le doy a la gente
es que procede de animales que tengo en una granja en mi propiedad de camino al
campo eólico, en donde la radiación no llega. A ese sitio solo pueden acceder
las personas que saben la verdad sobre la procedencia de la carne, por lo que
no hay problema. Y solo lo saben unos pocos, como mis altos mandos.
—Lo sé —contestó Marcus implacable aumentando la
fuerza con la que agarraba el mango de su puñal.
Frente a cualquier pronóstico predicho por su
oponente, Alice sonrió victoriosa. A pesar de que aquel listillo todavía no era
consciente de ello, acababa de resbalar sobre su trampa.
—Pero no eres muy inteligente.
Sin concederle la más mínima ocasión de apuñalarla,
Alice propinó al alto mando una patada en la entrepierna, descargando en ella
todo el odio que sentía hacia el sujeto antes de correr en dirección al rifle
del que ella misma se había desecho. Con una veloz reacción de sus músculos,
empuñó el arma y apuntó a la cabeza de Marcus, quien empuñó a la vez un par de metralletas
que había mantenido en sus costados todavía dolorido por el golpe tan bajo
propinado por su oponente
—Dime, cariño —espetó la armada denotando su
satisfactorio tono de burla—, ¿qué te duele más? ¿Tus pelotas o tu
hombría?
— ¿Te crees muy chulita, verdad, friegaplatos?
¿Cuál es tu superpoder? ¿Ser una jodida zorra irritante? El punto a la
inteligencia te lo concedo, pero, ¿realmente piensas que puedes disparar más
rápido que yo?
—No será necesario —afirmo con impoluta seguridad
reincorporando la posición original del rifle sobre su hombro para incrementar
la sujeción—. No tienes balas.
— ¿Lo has visto en tu bola de cristal? —arremetió
Marcus luchando por ocultar la verdad que Alice ya había divisado mediante su
estúpida ironía.
—No, lo he visto en tus movimientos —insistió con
férreo convencimiento—. Piensa un poco. Has intentado quitarme el rifle. ¿Por
qué harías eso teniendo unas preciosas metralletas con las que amenazar mi vida
con rapidez y eficacia? Te diré por qué. No tienes balas. Uno más uno es dos.
Vas de farol.
La ira que Marcus desprendía hacia aquella zorra
aumentó a medida que se percataba de que había sido atrapado en una telaraña
improvisada. En ninguna de sus posibilidades de ataque de una simple civil
había imaginado que fuera capaz de visualizar a través de su engaño. Y fue en
ese momento cuando se percató del terrible error que había cometido. Aquella
mujer no era tan sencilla como parecía. No se habrían arriesgado a resucitarla
en la situación que lo hicieron si no lo hubiera sido.
— ¿Por qué no disparas? —provocó Alice la paciencia
de aquel inhumano—. ¡Vamos, cabrón, dispárame! ¡Destroza el cerebro de este
pedazo de puta de un balazo!
Segundos transcurrieron hasta que la mente
primitiva del soldado se percató de que aquella era su estrategia final. No
importaba el movimiento que realizase a continuación. Cualquiera de ellos
reafirmaría a su oponente en la realidad de que las metralletas no estaban
cargadas. Había sido derrotado por una patada en los huevos. Su final era,
cuanto menos, digno de ironía.
—Saluda a Satán cuando lo veas. Hace tiempo que no
hablo con él —le estalló Alice su burla descargando a la par un trueno balístico
en la frente de su oponente.
El destartalado sonido fue lo único que brotó del
cañón. Marcus buscó a través del tacto el agujero que debería haber generado la
bala compartiendo su sorpresa con quien había tratado de asesinarle, pero lo
único que captó fue la total integridad de su piel. Convencida de que había
errado el tiro por su falta de experiencia, Alice asestó una nueva ráfaga al
pecho de su rival. Sin embargo, Marcus ni siquiera se inmutó. Él sí era
consciente de lo que estaba ocurriendo. Aquel rifle estaba cargado con las
balas de fogueo de Michaela.
—Quizá crees que eres muy inteligente, pero has
dejado bastante claro que no sabes luchar —contraatacó el combatiente con una
estocada mental digna de su rival mientras se aproximaba a ella—. Y ahora que
te has quedado sin arma, eres mía.
Con la angustia emergiendo de su cuerpo, Alice
intentó propinar un culatazo a Marcus, pero el movimiento fue tan precario que
pudo esquivarlo con suma facilidad y favorecerse de que su defensa se había
roto para ejecutar una llave que la apresara. Tenaz, la chica luchó por zafarse,
pero fue incapaz de evitar que las manos de aquel odioso ser apresaran su
cuello y comenzaran a cerrarse alrededor de él desatando en la fuerza generada
toda su maldad.
Alice soltó el rifle y empleó toda la energía de
sus brazos en liberarse de la presa, pero fue en vano. Aquel individuo pesaría
como mínimo treinta kilos más que ella. A medida que sentía como sus pulmones
suplicaban por oxígeno, sus tentativas de defensa se tornaron más desesperadas.
Concentró sus fuerzas finales en agitarse y esforzarse en propinarle alguna
patada efectiva, pero el soldado había aprendido rápidamente de su error, por
lo que le resultó imposible dañarle. Un gilipollas machista iba a arrebatarle
la vida. Otra ironía del destino.
Cuando su visión ya se nublaba y habría podido
afirmar con certeza que se desmayaría para no volver a despertar, un cabezazo
lanzó sus espaldas contra el asfalto.
—Tienes suerte de que seas tan especial como tu
amiguita —aclaró el vencedor del combate antes de colocar su bota sobre el agonizante
pecho de la derrotada—. De lo contrario, sabes lo que habría pasado. Tu cara de
sufrimiento es arte, preciosa.
—Ya veo... —respondió Nicole desplazando su torre
blanca en dirección a la torre negra de Michaela—. Supongo que si la gente
supiera eso se armaría un escándalo.
Firmemente convencida de la feroz batalla en la que
se iba a inmiscuir, Eva respiró preparada para crear un escándalo en el
infinito ego de aquel infrahumano.
—Os he preguntado si lo habéis entendido. ¿Es que
estáis sordas?
El estruendo de las puertas automáticas alertó a
las chicas de la inesperada apertura que iba a transformarse en su milagro. En
un tiempo inferior a una fracción de segundo, la silla sobrevoló el local hacia
la dirección en la que Fox se situaba, impeliéndole a separarse de su hija para
evadir la mayor parte del impacto. Aquella ofensiva no supuso ningún perjuicio
para su integridad, pero si una ganancia de tiempo fundamental para Eva, quien
apareció fugaz entre la oscuridad para propinarle una desmedida patada
giratoria que lo estampó contra la caja registradora.
— ¡Eva! —gritó Adán ilusionado al contemplar la
aparición de su salvadora.
—Así que tú eres la hermana, ¿eh? —pronunció Fox
con evidente desprecio hacia la suicida que se había atrevido a combatirla—. Sé
consciente de que has firmado tu sentencia de muerte.
—Yo no estaría tan seguro, Steve.
Aprovechando la súbita confusión ocasionada en Fox
por la referencia a su nombre de pila, Mike surgió de su escondite para hincar
un cuchillo en el hombro de aquel cabrón, obligando a través del punzante dolor
a que soltase en forma de un acto reflejo el rifle con el que cargaba, el cual
fue velozmente arrebatado por su brava oponente.
— ¡Corred! —chilló Mike inquieto a sus compañeras
mientras saltaba el mostrador dispuesto a escapar de aquel perturbado que les
había acosado. Compartiendo su anhelo, las hermanas se reagruparon raudas con
el chico.
— ¡Que te jodan, cabronazo! —asestó a Fox su hija
mayor insultándole con su dedo corazón antes de desaparecer definitivamente del
espanto fúnebre en el que se había convertido aquel supermercado.
Fox
permaneció inamovible observando a sus amores volver a escabullirse de su
posesión. A pesar de ser perfectamente consciente de la destrucción que aquella
mujer había generado en su calculado plan con un simple movimiento también
reconocía el acorralamiento en el que se había sumergido. Su rifle no disponía
de un número excesivo de munición cargada, pero sería suficiente para
apoderarse de su vida. Debía resignarse, por el momento.
—Buena mujer, ¿por qué esa hostilidad hacia mí?
¿Qué te he hecho yo? —se adentró Fox de nuevo en su habilidad manipuladora—. Sé
que estás aquí por el chico, así que cógelo y vete. Ni tú ni él me importáis.
No quiero haceros daño. Sólo quiero poner a buen recaudo a mis hijas. No hay
por qué acabar esto con un derramamiento de sangre. Ambos podemos salir
ganando. ¿Qué me dices?
—Realmente no me reconoces, ¿eh, Steve? —exclamó
Eva aún más enfurecida por la bazofia que emanaba de su infecta lengua—.
Siempre pensé que lo de tu enfermedad era otra de tus jodidas mierdas para
engañar a la gente, pero ahora veo que no. Estás realmente ciego.
—De acuerdo, está bien. Discúlpame si no te cedí el
asiento en el metro. No recuerdo a todo el que pasa por mi lado —ironizó la
gravedad de los hechos a los que esta se refería—. Señorita, se lo repito por
última vez. Solo quiero poner a buen recaudo a mis hijas. Deje que me marche o
me veré obligado a usar la fuerza bruta. Y no quiero hacerlo. No tengo por qué
hacerlo.
—“Ese vestido azul te queda precioso. Es tan
eléctrico como tú”.
Su referencia a aquella frase absorbió la
consciencia de Steve como ninguna otra criatura del apocalipsis había logrado
hacerlo. Él había pronunciado aquella oración diez años atrás y podía recordar
perfectamente el contexto en el que lo había hecho. Aquella amenazante señorita
a la que había infravalorado acababa de desvelarse como un fantasma
materializado. No era posible. Era tan solo un recuerdo torturando su psique.
Tan solo eso, sí…
—Estás muerta… —pronunció Fox resonando
tétricamente sus palabras. Casi podía sentirse cierto atisbo de miedo.
—Estoy más viva que nunca, Steve.
Su fallido proyecto de negociación había
finalizado. Sabía quién era ella. Su labia sería inútil. Aquella mujer quería
su cabeza servida en bandeja de plata desde hacía mucho tiempo.
—Muy bien. Bailemos, Paula.
Con la experiencia propia de la élite, Fox capturó
una lata de tomate que se hallaba sobre el mostrador y la lanzó contra Eva, impactando
contra una estantería tras el instintivo esquive de esta. Una apremiante
carrera condujo al alto mando hasta una puerta próxima a él a través de la que
se escabulló de la inminente ráfaga de disparos de su rival.
— ¡Agh, joder! ¡Me cago en sus muertos!
— ¿Eva? —volvió a reclamarla Adán desde su
escondite aprovechando que aquel demonio se había marchado.
—Cariño, quédate ahí. No te muevas. Volveré en
seguida —le ordenó mientras se introducía en el espacio desconocido en el que
Steve se había ocultado.
En cuanto efectuó el acceso, Eva se percató de que
aquella estancia se trataba de un almacén impregnado por la misma penumbra que
afectaba al resto del supermercado. Se hallaba vacío por completo exceptuando
los numerosos estantes que lo poblaban, pero la destacable tiniebla en conjunto
con su longitud proporcionaba un escondite más que viable. Sin separarse de su
arma, avanzó cuidadosamente preservando su perspicacia para asegurarse de que
aquel capullo no le tendía ninguna emboscada.
— ¿Así que ahora te llamas Eva? ¿Es otro de esos
pseudonombres tuyos que te hacen sentir especial?
La referida apuntó rápidamente hacia la dirección
de la que había provenido la atrevida voz, pero no divisó a nadie. Fox se movía
rápido. La velocidad siempre había sido una de sus mejores habilidades.
—Eva es mi nombre —gritó reclamando su imponencia—.
Los otros murieron con el antiguo mundo, igual que deberías haber hecho tú.
Pero no te preocupes, Steve. Arreglaremos ese error en un momento, ¿te parece?
—No importa en qué mundo estemos. Los lobos siempre
van a ser lobos, y las ovejas siempre van a ser ovejas, mi querida Paula.
Al percibir su última oración a través de un cálido
aliento recorriendo su nuca, Eva giró con rapidez con el tiempo escaso para localizar
a Fox arremetiendo contra ella. Había averiguado que este se encontraba cercano
a su posición, pero no había sido lo suficientemente sagaz para pensar que el
sujeto abordaría su retaguardia en aquellas condiciones con semejante
velocidad.
El primer abordaje de Fox fue una patada lateral al
pecho que Eva detuvo ágilmente con sus brazos al tiempo que retrocedía. Le
continuaron un par de ganchos dirigidos hacia su cabeza que evadió con unos
sencillos desplazamientos laterales mientras preparaba su contraataque. En el
instante en que el puño del soldado se hallaba casi acariciando su cabello, Eva
alzó su rifle hacia su pecho, pero la inteligencia del oponente adivinó su
movimiento, desviando el espectáculo de disparos que desplegó el arma hacia una
de las lámparas del techo. Esta se tambaleó fatalmente antes de desprenderse de
su encaje.
Con una patada, Eva envió a Fox al suelo al tiempo que
rodaba para evitar que la lámpara la enterrase. Arrodillada en el suelo, apretó
nuevamente el gatillo contra su rival, pero fue en vano. Había agotado todas
las balas. La mueca que reflejó el victorioso amenazado fue repulsiva.
—Tengo que reconocerlo. Has mejorado mucho.
Demasiado para lo que esperaba de ti, debo decir —admitió Fox incorporándose—.
Pero sigues siendo solo una niña. Sigues siendo Paulita. Y ahora que tu comodín
se ha acabado, ambos sabemos que no vas a enfrentarte a mí. No quiero perder
más tiempo contigo, así que voy a darte una última…
—Blablablá. Hablas demasiado. Siempre me ha
irritado tu mierda de voz —le provocó Eva imitando su agotadora palabrería—. Voy
a golpearte hasta que me sangren las putas manos.
Fox expelió una arrogante sonrisa brotada de
semejante ofensiva irracional. Aquella niñita merecía una muerte lenta y
agonizante solo por su gigantesca soberbia.
—Muy bien. Veamos cuanta presión puedes soportar
antes de que te derrumbes —le arrojó el combatiente su intimidación
posicionándose para el combate a la par que la chica se deshacía del ya inútil
rifle de asalto.
—Bailemos, Steve.
— ¿Y qué quieren que haga? —preguntó Michaela
escéptica—. ¿Es que se piensan que en estos tiempos puedes ir a un supermercado
y llevarte todo lo que quieras? Además, el canibalismo no es tan malo. Hay
animales de una misma especie que se comen entre ellos cuando alguno muere. Se
sabe que había tribus que practicaban el canibalismo tomándolo como algo
totalmente normal. No es algo tan raro. Además, es necesario si quieren comer.
Es imposible tirar de los recursos que tenemos a largo plazo. —Nuevamente,
Michaela hizo mover su torre para hacerla huir del rango de ataque de la torre
blanca, colocándola en esta ocasión muy próxima a uno de los peones de Nicole,
el cual se encontraba algo más alejado del caballo y el otro peón blanco sobre
el tablero
Fox fue el primero en adentrarse en la danza de la
muerte que pronto desarrollarían. Con un adelanto fugaz de sus pies asaltó a
Eva empleando una serie de patadas giratorias orientadas a su cabeza que la
obligaron a retroceder unos metros. Cuando determinó que la desestabilización
de su postura había evolucionado a la que aguardaba, extrajo su cuchillo y lo
dirigió directo a su vientre. Previsora, su oponente empleó el suyo con
celeridad para asestar un corte en el brazo que detuviese su viciosa tentativa.
Prosiguió con una estocada al cuello de Fox, quien realizó un desplazamiento
giratorio para sorprender la espalda de la chica. En cuanto concluyó la
ejecución del movimiento recibió una imparable patada directa a su cara que
hizo vacilar tanto sus piernas como su ego. Fox comprobó su nariz confirmando
su predicción. Estaba sangrando.
—Ofensiva de distracción con presa de espalda —anunció
Eva observando satisfecha a aquel egocéntrico decrépito—. Eres viejo y
predecible, Steve. Creía que pretendías matarme.
Enfurecido por sus insolencias, Fox asestó
numerosos tajos horizontales que su rival sorteó con una destreza inesperada. Efectuó
un barrido en un despiste tratando de derribarla. Ella saltó a la par que
desarrollaba una patada lateral que el soldado logró rehusar, retrocediendo
para la efectiva recuperación de su defensa.
—Esperaba más de ti —continuó Eva acrecentando su
provocación—. Siempre has sido todo fachada.
Dispuesto a no continuar permitiendo que aquella
niñata se mofase del combate que había profesionalizado durante casi veinte
años, Fox arrojó una puñalada en arco hacia los pulmones de la oponente que
esta detuvo usando su cuchillo. Beneficiándose de la inutilización de uno de
sus brazos, empleó una vertiginosa estrategia para atrapar el restante. Eva se
reencontró con el suelo antes de que su intelecto fuera siquiera consciente de
lo que estaba ocurriendo.
— ¿Piensas qué...?
La emisión de un chillido agudo interrumpió la
presuntuosa lección que iba a propinarle. Fox palpó con admiración la parte
posterior de su costado para encontrar un cuchillo clavado en la región,
próximo a su columna. Entre las sombras, Eva distinguió a su hermano. El
temblor de sus manos indicaba que había sido el causante del ataque. Se
enorgulleció de su admirable valentía, pero temía conocer lo que iba a suceder
tras ello. Steve no era más que una rata inmoral. No iba a vacilar en emplear a
Adán para su beneficio personal.
— ¡No!
—La partida se ha vuelto bastante interesante
—comentó Michaela con entusiasmo—. Muy pronto tendremos el mismo número de
piezas, y entonces, habrás perdido tu ventaja numérica. Has dejado morir al
peón que representa a Jessica a manos del caballo que encarna a mi pelotón
militar personal. El siguiente en caer ha sido el alfil de Alice, a manos de la
torre que representa a Marcus y Fox. Me pregunto qué harás ahora. Un movimiento
más y mi torre devorará al peón en representación de Adán.
— ¡Deja de decir que los dejé morir! ¡Solo son
piezas de juego! —exigió la mujer desplazando velozmente a su torre blanca, la
cual representaba supuestamente a Eva, entre la torre negra y el peón blanco.
Michaela elevó la vista del tablero para mirarla
directamente a los ojos.
— ¿Y si no lo fueran, Nicole?
—Suéltalo, hijo de puta.
La ansiedad de Eva rebasó un límite temerario tras
una hábil maniobra de Fox a través de la cual atrapó al chico para convertirlo
en su rehén.
—Se acabó, pequeña. No pienso seguir perdiendo mi
tiempo contigo —le aclaró aferrado al cuchillo que descansaba maligno sobre el
cuello de Adán—. No había por qué llegar a esto. Te lo dije desde el principio.
No quiero matarte. No quiero matarle. Solo quiero a mis hijas. Y ahora, vas a
dejar que me marche, o vas a llorar. Se acabó el baile.
—Vale, vale —aceptó rendida temiendo por la
integridad de su hermano—. Suéltale y vete.
—Suelta el cuchillo. ¡Suéltalo! ¡Ahora!
Obediente, Eva se deshizo del arma consciente de
que su actuación no le perjudicaría. Fox no iba a desplegar sus macabros juegos
mentales en aquella ocasión. Realmente quería retirarse de la batalla. Podía
distinguirlo en su actitud.
—Ahí lo tienes. He soltado el cuchillo. Ahora,
suelta al chico —le exigió aproximándose hacia su ubicación—. No hagas ninguna
tontería, porque si lo haces, me aseguraré de que solo puedas ver a tus hijas
desde el círculo más profundo del infierno.
Fox retrocedió hasta alcanzar la puerta del almacén
y envió a Adán directo hacia su hermana de un empujón, quien lo recogió y
cubrió apresurada tras ella. Steve ya se hallaba atravesando el acceso al
supermercado cuando Eva consiguió detener sagaz su evasión. No le fue necesario
recurrir a su destreza física para volver a capturar a tal ser primitivo en el
engaño de su combate.
—Ni siquiera te quieren, Steve. Es muy triste ver a
dos niñas huyendo de su padre, la figura que debería ser su protección, pero no
las culpo. Cualquier lugar es más seguro que estar junto a ti.
Intentó ignorar su atrevimiento, pero fue incapaz.
Pese al innato anhelo de sus hijas, el ego de aquel individuo siempre se
acababa sobreponiendo a todo. Solo había que presionar en los lugares adecuados
de su consciencia.
— ¡Zorra hija de puta! ¡Tendría que haber rajado a
ese niñato!
Demostrando de nuevo su aguda agilidad, Eva
recuperó su cuchillo y arremetió contra Fox con intención de hincarlo en su
cerebro animal, pero un imperceptible movimiento rabioso del soldado la detuvo.
La joven retrocedió impactada mientras rodeaba su cuello con sus manos. Se
encontraba comenzando a comprender el fatal error que había cometido.
— ¿Eva? —la llamó Adán aterrado al contemplarla
esforzándose en exceso para respirar y sin poder articular una mísera sílaba.
Fue entonces cuando los labios de Fox se
contagiaron con una de las sonrisas más macabras que jamás había transmitido. Aquella
puta aparecida de la nada ya no iba a volver a detenerle entre él y el destino
feliz que le aguardaba con sus niñas. Acababa de cortarle el cuello. La había
matado. Había vencido. Y nunca había dudado de lo contrario.
—Nicole, por un momento, trata de comprender mi
juego del ajedrez. Hace tiempo te dije que es imposible salvar a todos,
¿recuerdas? Te dije que, para salvar a unos, hay que sacrificar a otros. Ponte
en el siguiente caso. —Michaela observó a la indefensa Nicole con un extraño
brillo en los ojos—. Suponte que cojo a Leonard por un lado y a Adán por otro.
Leonard está en manos de Marcus y Adán en las de Fox. Mis dos hombres han
recibido órdenes mías para ejecutarlos. Por otra parte, supon que yo tengo a
Inma y a Jessica bajo mi custodia y tengo pensado ejecutarlas. El resto de tus
amigos están cautivos por mis soldados. Impotentes, no pueden hacer nada, por
lo que estás sola. Inma, Jessica, Adán y Leonard serán ejecutados a la misma
hora. Marcus, Fox y yo estamos lejos los unos de los otros. —Nicole comenzó a
imaginar la situación en su cabeza—. Es casi la hora de la ejecución y
únicamente puedes ir a salvar a uno. ¿Salvarás a Leonard? ¿Tal vez a Adán? ¿O a
Jessica e Inma? Si salvas a uno, los demás morirán. ¿A quién salvarías y a
quienes sacrificarías, Nicole?
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Michaela, y
velozmente, hizo avanzar a su reina negra hasta localizarla próxima a la reina
blanca.
—Si salvas a Adán, ¿cómo reaccionarían Davis y
Maya? Si salvas a Inma y Jessica, ¿cómo reaccionaría Eva?
El rostro de Nicole era un poema para Michaela, su
indecisión era más que evidente.
—Yo... —Nicole susurró intentando responder, pero
tras esa única palabra fue incapaz de continuar la respuesta.
—Por otra parte, tienes a Leonard, estoy bastante segura
que le has prometido sacarlo de ahí, si no lo llegas a salvar y lo dejas morir,
¿no te estarías traicionando a ti misma? Él cree en ti. ¿Lo dejarías morir?
Aunque claro, si lo salvas a él, un desconocido para el resto del grupo, ¿cómo
reaccionarían Maya, Davis y Eva? Ten en cuenta también el tema de que Maya ha
perdido a Dyssidia, Davis a sus compañeros de su antiguo grupo, Eva a Florr y a
Puma, quien anda por ahí perdido sin saber si lo volverá a ver. Entonces,
déjame preguntarte, Nicole. ¿A quién salvarías y a quienes sacrificarías?
Nicole hizo retroceder a su reina blanca tratando
de alejarla de la reina negra. Hecho el movimiento, percatándose de un simple
vistazo de la situación real del tablero, y a donde quería llegar Michaela con
aquel planteamiento, agachó la cabeza sin poder responder a la pregunta, y sin
poder hacer otra cosa más allá de hacer retroceder a su reina. Ante aquella
visión, Michaela extendió su sonrisa complacida por el silencio de la mujer.
—Subamos la apuesta, los que están cautivos
acabarán muriendo acribillados por mis soldados. ¿Cuál de las cuatro decisiones
tomarías? ¿A quiénes salvarías y a quienes sacrificarías? Imagínate que esta
situación es real. ¿Qué podrías hacer en tal caso, Nicole? Es imposible
salvarlos a todos, y a quien salves la vida, no podrás salvarlo del dolor de
perder a algún ser querido. Ni tú podrás salvarte del odio con el que cargarás
a tu espalda por haber permitido que aquella persona importante para quien
salvaste acabara muriendo. ¿Tal vez Leonard sea el elegido para que continúe
vivo? Él no te tendrá ningún rencor al no tener lazos con el resto, pero tú
deberás cargar con las muertes de todo tu grupo durante toda tu vida
El rostro de Nicole era sombrío, congelada en su
asiento no se movía ni un milímetro, ni hacía nada por responder a aquello. De
una forma o de otra acabaría perdiendo algo importante.
—Si no haces nada y la cuenta atrás termina, todos
mueren y nadie podrá ser salvado. ¿Preferirías coger esa opción? —preguntó al
tiempo que movía su reina negra acortando nuevamente distancias con la reina
blanca, manteniendo cierta distancia de seguridad para evitar un ataque
directo. Quería acorralar a la pieza de Nicole aprovechando la posición en el
tablero del resto de piezas para limitar su posibilidad de huir, y cuando no
pudiese escapar en ninguna dirección al ver como las otras piezas bloqueaban su
camino o podían devorarla, sería el momento de que la reina negra se acercase y
acabase con la vida de la reina blanca.
La sonrisa de Michaela no desaparecía de su rostro.
Nicole parecía comprender aquellas palabras de que era imposible salvarlos a
todos, y comprender eso era algo que realmente le hacía daño. Del mismo modo
había comprendido hacía unos momentos, que desde un inicio todos los movimientos
de piezas negras por parte de Michaela habían sido dirigidos a llevar a la
reina blanca a la situación actual. Acorralada y separada del resto de piezas
en una esquina del tablero, incapaz apenas de tratar de huir al tener sus
escapatorias bloqueadas o amenazadas por piezas enemigas que pudiesen
comérsela.
¿Qué haría Nicole si realmente se diera el caso?
¿Salvaría a los presos porque eran más personas, y por lo tanto, más vidas
salvadas? ¿Salvaría a Leonard para no romper su promesa y traicionar al chico?
¿Tal vez se decantaría por Adán? Al fin y al cabo, traicionó a sus compañeros
para salvar la vida del chico. ¿Haría otra vez lo mismo? Quién sabía, tal vez
elegiría salvar a las inocentes Inma y Jessica. ¿Qué haría Nicole ante tal
situación? La mujer de dorados cabellos continuaba con la cabeza agachada y la
mirada perdida.
—Estoy harta... —susurró sin elevar la mirada—. Quiero
que esto acabe.
— ¿Mmmm...? ¿Dices algo? Habla más alto. No te
escucho —solicitó con descaro a pesar de haberla escuchado perfectamente.
Nicole elevó la cabeza y dirigió su mano lentamente
hacia la reina blanca que la identificaba en aquel tablero. Colocando el dedo
sobre la cabeza de la pieza, comenzó a tambalearla ligeramente con un rostro
hierático y una mirada vacía. Michaela observó aquello extrañada. ¿Se negaría a
responder? De negarse a responder a tal cosa, a sus ojos se vería como alguien
cobarde y egoísta, incluso en esa situación querría salvarlos a todos a pesar
de que fuera imposible. Ciertamente los sentimientos te hacen débil, en ese
caso debería de actuar con la cabeza. Estaba decepcionada al no escuchar
respuesta alguna, no responder era como suicidarse para no tener que tomar
opción alguna. Ambas mujeres permanecieron en silencio observando el tablero
por unos instantes, ninguna decía nada, ninguna levantaba la vista, ambas se
perdían en sus pensamientos.
—Dime, Michaela —habló finalmente rompiendo el
silencio.
— ¿Qué quieres? ¿Te has decidido ya tras un rato
pensando? —quiso saber elevando la mirada del tablero para observar a la mujer
de rostro sombrío.
—Si fueras tú quien estuviera en mi lugar... ¿Qué
harías? —quiso saber sin apartar la vista de la figura que hacía tambalear
lentamente sin dejarla caer.
Michaela se sorprendió ante la pregunta.
—Es obvio, para mi tomar una decisión es muy fácil.
Aprovecharía el tiempo ese y que todos están liados con las ejecuciones para
escapar de mi propio imperio. ¿Para qué molestarme en salvar a alguien si me
voy a ganar su odio y su rencor, o si voy a tener que cargar con esas muertes
sobre mi conciencia? Además de que está el hecho de que pueda morir al tratar
de salvar a alguien, ya que para ello debería enfrentarme a los verdugos. Sin
duda la mejor opción sería abandonarlos y huir por mi cuenta. —respondió despreocupadamente.
—Pero eso es lo que haría yo, quiero saber qué harías tú en tu caso.
—Lo suponía, has respondido lo que me imaginaba. Tú
no sabes lo que son los sentimientos, eres un robot, a fin de cuentas. Jamás podrías
ponerte en mi posición —susurró elevando lentamente la mirada para observar los
oscuros ojos de la mujer que tenía delante.
—Una vez sentí algo como la amistad o el amor, pero
me di cuenta que los sentimientos pueden destruirte y nublarte el juicio. La
amistad y el amor son sentimientos pasajeros por los que no merece la pena
arriesgar cosas importantes. Por no hablar de que estamos hablando de personas,
las personas cambian de parecer según sus intereses, un día tu mejor amigo
puede traicionarte y volverse tu peor enemigo, o la persona que te ama y se
dedica a hacerte feliz, un día puede abandonarte por otra persona y hacerte
tanto daño que te hiciera desear desaparecer de este mundo. No puedes fiarte ni
de tu propia sombra, mucho menos de aquellos que dicen ser tus amigos o tu pareja.
Nicole se percató de que dijo aquello con un
extraño tono de voz, como si aquello que dijo se aplicaba a ella misma, era
como si estuviera hablando de si misma. Aunque ahora que recordaba, Michaela en
su juventud llegó a tener pareja y un grupo de amigos. ¿Puede que aquello fuese
una referencia a algo que le sucedió con ellos?
—Lo único que te queda es confiar en ti misma y en
nadie más, al fin y al cabo, no puedes traicionarte a ti misma. Los
sentimientos están muy sobrevalorados, no son necesarios para vivir, pero si
algo como el dinero o el poder, si tienes ambas cosas podrás vivir y ser
alguien en la vida. Si no tienes dinero no puedes vivir, si no tienes poder no
podrás ser recordado. Pero los amigos y el amor son cosas innecesarias que
además cualquiera puede tener. —Michaela quedó unos instantes en silencio junto
a Nicole. —¡Bien, ahora dime cuál es tu respuesta! —Exigió frunciendo el ceño
mostrándose molesta ante la falta de respuesta de su anfitriona—. ¿Salvarás a
Leonard? ¿Será Adán a quien salves? ¿A Jessica e Inma? ¿A los que están presos?
¿O tal vez copies mi ejemplo y abandonas dejándolos morir? Responde a mi
pregunta, Nicole. De no elegir nada me darás a entender que eres una cobarde
que quiere huir de la situación para no tomar ninguna decisión.
Nicole sonrió tristemente mientras continuaba
balanceando a la reina blanca, hasta que finalmente la soltó dejándola caer
sobre el tablero. Michaela observó como aquella poderosa pieza blanca se
volcaba y rodaba ligeramente sobre la superficie de cuadrados negros y blancos
hasta chocar suavemente con su reina negra. Nicole lentamente apartó sus manos
del tablero para colocarlas sobre sus rodillas. Su adversaria la observó
extrañada.
—Si... Eso es lo que soy, Michaela. Soy una cobarde
que mantendrá su silencio para huir y no tomar ninguna decisión —respondió con
una sonrisa carente de emoción en su rostro mientras le dirigía una mirada a la
mujer que tenía delante—. Por eso, abandonaré el mundo del tablero y volveré al
mundo real —afirmó con un suave tono de voz sin dejar de mirarla a los ojos.
—Para eso, derrumbaré este mundo tuyo, para no tener que tomar ninguna decisión
y poder volver a la realidad.
Michaela entrecerró los ojos tratando de entender
lo que había dicho.
—Derrum... —no llegó a terminar la frase antes de
ser incapaz de evitar ahogar un grito de impresión al comprenderlo al instante.
De inmediato, trató de levantarse de su asiento.
Fue entonces cuando, violentamente, la mesa se volcó, haciendo saltar por los
aires el tablero de ajedrez junto a todas las piezas blancas y negras.
Sus párpados se despegaron estremecidos ante un
repentino estruendo que tambaleó hasta los mismísimos cimientos del edificio
sobre el que se encontraba apostado. Confundido, se frotó enérgico los ojos
para aclarar su campo de visión tratando de reconectar su concentración en su
tarea de vigilancia. Probablemente solo había sido la curiosidad de su
imaginación para combatir la necesidad imperiosa de sueño. A pesar de haber
obtenido un puesto como francotirador en la base, no había sido entrenado para
resistir durante largas sesiones la aparición de un objetivo.
Todavía estaba recolocando su Dragunov sobre su
hombro cuando una segunda sacudida de incluso mayor ímpetu que la anterior
acrecentó la sospecha de que aquel fenómeno misterioso no estaba siendo
producido por los recovecos ocultos de su mente. Desplazándose en dirección a
la región de la cual el enigma parecía provenir, se sirvió de la mira
telescópica para examinar el terreno más allá de las barricadas que delimitaban
su querido hogar. El descubrimiento que capturó fue tan revelador que el
soldado deseó no haber despertado de su pequeña siesta.
Una centena de animales cegados por sus instintos
más básicos acometía contra la base en una estampida conjunta de impresión
absorbente. Desde su posición, el francotirador distinguió tigres, cebras,
panteras, leones e incluso elefantes componiendo aquel coliseo de destrucción.
Por la distancia a la que se hallaban y la velocidad que imperaban a sus
salvajes cuerpos, no iban a tardar más de unos minutos en atravesar las
defensas del lugar para aniquilar a todo lo que se cruzase en sus interminables
caminos.
Su decisión fue inmediata. La importancia de su
misión se difuminó en un campo de terror. Salvaguardar la propia vida era una
prioridad más que comprensible. El francotirador agarró su walkie y lo conectó
al canal que empleaban todos sus compañeros de profesión.
—¡Atención a todos! ¡Escuchadme! ¡Tenemos una
alerta de nivel rojo! ¡Estampida animal! ¡Repito, tenemos una estampida animal
inminente! ¡Diez minutos máximo! ¡Buscad escondite! ¡Esto no es un simulacro!
¡Repito, esto no es un simulacro! ¡Estampida animal inminente!
Todo lo
rápido que pudo, la mujer de dorados cabellos y mirada decidida se abalanzó
hacia su rival desenfundando su Kukri. Al mismo tiempo que Nicole trataba de
abalanzarse de un par de zancadas para alcanzar a la mujer que trataba de
retroceder, esta alzaba la Desert Eagle que sostenía en una de sus manos para
disparar contra Nicole.
Un potente estruendo se escuchó cuando la poderosa
bala de la pistola Magnum fue disparada, no obstante el combate no acabó con
Nicole cayendo muerta por el potente disparo, pues con un fuerte y rápido
barrido de derecha a izquierda, la hoja del Kukri colisionó contra el arma moviéndola
hacia un lateral errando el disparo que acabó por desencadenar en un orificio
en la pared. Con la mano izquierda Nicole agarró violentamente la muñeca de la
mano en la que Michaela sostenía tan potente arma bloqueando cualquier acción
con el mortífero instrumento, y sin dudarlo ni un instante, decidida a hacerlo,
dirigió el filo del Kukri hacia el rostro de su adversaria a fin de
perforárselo.
Apretando los dientes ante la impresión, Michaela
dejó caer el arma, y con la mano izquierda libre sujetó a tiempo el filo del
machete, liberando un grito de dolor cuando ríos de sangre emanaron de la palma
de su mano al ser rasgada por la hoja del arma blanca, desgraciadamente para
ella, aquella fue la única alternativa que tuvo si no quería morir apuñalada.
Gritando y resistiendo como pudo, logró patear el vientre de Nicole haciéndola
retroceder, y por lo tanto pudiéndose liberar de la hoja del machete que
amenazaba su vida. Histérica ante el insoportable dolor y la impresión de ver la
palma de su mano desagarrada y cubierta de sangre, no pudo evitar dejarse
finalmente llevar por la ira.
—¡¡¡PERRAAAAA!!! ¡¡¡ME VAS A PAGAR ESTO,
NICOLEEEEEE!!! —chilló deformando su rostro por la ira mientras desenfundaba el
Kukri de oscura empuñadura que mantenía a un lado de su cintura descansando en
su funda.
Por parte de su adversaria tan solo un silencio le
respondió a su amenaza. La Desert Eagle estaba a una distancia intermedia entre
ambas, por lo que decidieron no arriesgarse a cogerla y recibir un golpe mortal
en el intento. Michaela agarró su camiseta y con un fuerte tirón la desgarró de
forma diagonal dejando parte de su torso descubierto, dejando su ombligo a la
vista.
— ¿Sabes porque te llamé aquí, Nicole? —preguntó
con rabia antes de sostener la empuñadura de su machete con los dientes y
hacerse un vendaje en la mano izquierda con el trozo de tela que arrancó de su
camiseta con el fin de detener la sangre que emanaba de los cortes.
— ¿Para tratar de comerme la cabeza con tus
paranoias? —respondió sin dejar de alzar su arma con el ensangrentado filo
mirando hacia su adversaria.
Una vez terminó de hacerse el vendaje volvió a
sujetar el machete con la mano derecha y miró a su oponente.
—Te llamé aquí para acabar lo que empezamos en Stone
City, en aquellos laboratorios de Esgrip situados bajo el ayuntamiento de la
ciudad. En aquella ocasión, ese tal Nick se metió de por medio
interrumpiéndonos, además de que el trabajo me requería, ahogándome la fiesta
cuando estaba a punto de matarte a ti y al imbécil ese. En esta ocasión, nadie
nos podrá interrumpir y podremos acabar lo que empezamos. —reveló Michaela
mirando con un profundo odio a la mujer que osó atacarle cuando estaba
desprevenida.
—Ya veo, me parece bien. Pero te advierto que no dejaré
que las cosas sean como en aquel entonces, he cambiado mucho desde aquel día,
ten por seguro que en esta ocasión tengo toda la intención de matarte.
—respondió seriamente clavando una mirada hostil en los oscuros ojos de la
líder de Zodiaco.
—Jajajajajaja, cierto, cierto, veo la determinación
en tus ojos para llevar mi asesinato a cabo. ¡Estoy deseando de comprobar cómo
has cambiado desde aquel día, yo tampoco me contendré, no hay motivos para
ello!
Finalizada la frase Michaela se lanzó contra su oponente
al mismo tiempo que esta imitaba el mismo movimiento que su hermanastra. Los
cuchillos replicaron cuando ambos aceros colisionaron violentamente el uno
contra el otro en repetidas ocasiones, con fuerza y rapidez, ambos tenían el
propósito de acabar aquella noche con la vida de una de las mujeres. Michaela
avanzó lanzando hacia Nicole rápidos y mortíferos tajos que iban de derecha a
izquierda o viceversa, acompañados de otros cortantes trazos diagonales y
puñaladas que buscaban hacer retroceder a Nicole mientras bloqueaba con su
cuchillo los veloces tajos que venían de todas direcciones negligentemente.
Su objetivo era llevarla hacia la pared para
acorralarla y darle un golpe mortal. Nicole, percatándose del objetivo de su
adversaria trató de bloquear todos los golpes posibles mientras trataba de
colar entre bloqueo y bloqueo alguna ofensiva para poder avanzar y hacerla
retroceder a ella. Los aceros replicaban una y otra vez con sonoros choques
metálicos. Si alguien viera a ambas féminas combatir con ambas armas blancas,
le parecería que más que luchar lo que hacían era bailar. La música conformada
por los choques metálicos, así como los movimientos que hacían ambas con el
cuerpo evadiendo el filo enemigo retrocediendo, agachándose o ladeando el cuerpo
a un lado y a otro, daba la impresión de que estaban haciendo una coreografía
mientras la música metálica tenía lugar.
En
determinado punto, Nicole vio una oportunidad al lograr predecir la dirección
por la que el cuchillo de Michaela trataría de atacarla, y con todas sus
fuerzas golpeó la hoja del Kukri enemigo con el filo de su machete, repeliendo
el golpe de su adversaria con tal violencia que no pudo evitar dejar un hueco
al descubierto cuando el brazo con el que sujetaba el Kukri se desvió por completo
lateralmente. Con un grito de guerra, Collins trató de hacer bajar la
guillotina sobre el hombro de la acusada con el fin de producir un mortífero
tajo entre el hombro y el cuello.
Michaela logró detener la mano descendente de
Nicole deteniendo la caída del filo metálico con la mano que tenía vendada. Con
violencia retorció la muñeca de Nicole para acto seguido golpear de una patada
lateral sus costillas, obligándola a soltar el arma al tiempo que caí sobre sus
rodillas con un doloroso quejido. Sin decir palabra alguna ni tomarse su
momento de disfrute ante la dolorosa expresión de Nicole, la mujer de oscuros
cabellos trató de apuñalar a la que yacía arrodillada en un lateral del cuello
para verla desangrarse como a un cerdo mientras moría lentamente sin poder
hacer nada por detener el sangrado del orificio que el filo del Kukri haría en
su delicado cuello. Con un grito ahogado Nicole detuvo la mano de Michaela a
pocos centímetros de que el filo del machete penetrara a través de su piel.
Debido a la presión ejercida por amabas, cada una en sentido contrario, la hoja
temblaba ante la indecisión de perforar o retirarse.
Gritando de rabia, Nicole logró desviar por
completo la trayectoria del cuchillo alejándolo de su cuello, para instantes
después de sentirse segura ante la dirección de la hoja del arma blanca,
ponerse en pie a medida que tiraba del brazo de Michaela hacia sí misma,
provocando que la cabeza de ambas féminas chocaran violentamente. Michaela
retrocedió varios pasos totalmente aturdida por el golpe directo de Nicole, por
otra parte la rubia, quien no se dejó vencer por el aturdimiento, se acercó de
una zancada a Michaela para empujarla contra la larga mesa de madera situada en
el centro de la estancia, apartando con el impacto algunas de las sillas de
madera que rodeaban a la mesa. Michaela trató de apuñalar a Nicole cuando esta
la empujó contra la mesa, pero la ex agente logró detener la mano que empuñaba
el arma mientras que con su otra mano libre apretaba con todas sus fuerzas el
cuello de la reina de Zodiaco hundiendo la uñas en la piel mientras trataba de
estrangularla empleando todas sus fuerzas.
—No... te dejaré... perra... —pronunció la mujer de
oscuros cabellos sintiendo como sus pulmones le solicitaban oxígeno mientras
forcejeaba contra la mano de Nicole que evitaba que esta apuñalara a Collins
con el machete que sostenía.
Nicole por su parte no dijo nada, su rostro
enrojecido mientras mostraba sus dientes rabiosa ante aquella monstruosa mujer
era respuesta más que suficiente a que ella tampoco tenía intención de dejar
que se salvara de aquello. Finalmente, víctima del debilitamiento, la mano de
Michaela se aflojó dejando caer el machete al suelo. Habiendo soltado el
cuchillo pudo emplear ambas manos para defenderse, mientras que con una mano
trataba de estrangular también a Nicole, la otra mano la cerró formando un puño
y con todas las fuerzas que pudo golpeó la sien de Nicole obligándola a que la
soltara y se tambaleara aturdida. Solo se permitió unos segundos para recobrar
el aliento antes de embestir a Nicole tirándola al suelo, para proceder a
colocarse encima de esta y golpear su rostro una y otra vez con toda la rabia
que sentía. Ambos puños al colisionar mecían con violencia a un lado y a otro
el rostro de Nicole llenándole la cara de moratones.
Nicole no sabía cómo quitársela de encima, cada
golpe se precipitaba con tal brutalidad sobre su rostro que no le permitía
pensar con claridad. Trataba de alzar sus manos a fin de protegerse el rostro
logrando parar parte de los golpes. Aprovechando el notable cansancio de
Michaela y el más que evidente dolor que le ocasionaba mantener la mano vendada
cerrada para formar uno de los puños con los que golpeaba, su esmero fue
reduciéndose cada vez más, permitiendo a Nicole contraatacar.
Collins
agarró los puños de Michaela para evitar que la golpeara, mientras Michaela se
esforzaba en liberar sus puños, Nicole pasó el pie entre las piernas de
Michaela logrando colocarlo en el abdomen de esta y empujar con todas sus
fuerzas logrando quitársela de encima. La mujer magullada se puso en pie
observando a la mujer que yacía aún en el suelo, antes de emprender su próximo
ataque limpió los hilos de sangre que descendía por su nariz y labios, llena de
moratones que acabarían por hincharse, Nicole dio unos primeros pasos
vacilantes dispuesta a continuar enfrentando a Michaela hasta que una de las
dos cayera muerta. Viendo a su contrincante el pie, la mujer de oscuros
cabellos no dudó en levantarse alzando los puños como su rival.
Con un grito de guerra la líder de Zodiaco se
abalanzó contra Collins a fin de continuar su trabajo machacándole la cara. No
obstante, por muy mal que tuviera el rostro tras los intensos golpes producidos
por su atacante, aquella mirada de determinación no había desaparecido, y
confiada a continuar el combate, Nicole recibió el puñetazo lateral que
Michaela lanzó por la izquierda, puñetazo que bloqueó con su antebrazo.
No contenta con el resultado, la mujer de oscuros
cabellos continuó lanzando una serie de combinaciones de todo tipo de puñetazos
que abarcaban directos, ganchos y laterales, todos lanzados hacia el rostro de
la mujer que empleaba sus reflejos y antebrazos para bloquear, aunque por
desgracia, no pudo evitar que algún que otro puñetazo se precipitaba contra su magullado
rostro. Nicole fue aprendiendo de los golpes de Michaela, repetía alguna de las
combinaciones, por lo que en uno de sus repetitivos y predecibles puñetazos
logró agarrar la muñeca de su agresora y retorcérsela con violencia para
acompañar el movimiento defensivo con una patada en el abdomen que lanzó a la
atacante hacia atrás, obligándola a chocar una vez más contra la mesa de
oficina.
No tardó nada en acercarse de unas zancadas para
devolverle algunos de los golpes asestándole algunos puñetazos en el rostro con
la misma rabia que ella recibió los suyos. Michaela trató de golpear a Nicole
para quitársela de encima, pero en vano, Collis agarró el brazo de su atacante
y le ejecutó una veloz llave de inmovilización, para acto seguido girar su torso
parcialmente hacia atrás encajando su codo en la sien de la mujer de oscuros
cabellos, y no satisfecha con eso continuó su ofensiva agarrando de la nuca a
la mujer para obligarla a agachar violentamente la cabeza para precipitarla con
la rodilla de Collins. Aún aturdida y sabiendo que Nicole la mataría a golpes
si nada hacía, ejecutó un placaje que obligó a Collins a retroceder varios
pasos. Michaela se acercó de varias zancadas hasta el lugar al que su hermana
se desplazó tras ser empujada por el placaje enemigo, sin dilación alguna, la
mujer de oscuros cabellos lanzó una patada giratoria a fin de golpear la sien
de la mujer de dorados cabellos, víctima del cansancio físico, así como la
pérdida instantánea de equilibrio nada pudo hacer cuando su cabeza fue golpeada
tumbándola de golpe en el suelo.
Michaela se acercó lentamente sin poder contener el
sube y baja de sus hombros, entre jadeos observó a la mujer que se retorcía en
el suelo llevándose las manos a la cabeza mientras se quejaba del dolor del
potente impacto. Pero ahí no acababa la cosa, aquel combate no tenía como
finalidad el derrotarse la una a la otra, el objetivo del combate es que alguna
de las dos acabara muriendo. Con una sádica sonrisa dibujada en su magullado
rostro observando la agonía que su golpe le produjo a su adversaria se dispuso
a terminar su labor, sin clemencia alguna pisó con todas sus fuerzas el abdomen
de Nicole provocándole un espasmo, una y otra vez repitió aquellos dolorosos
pisotones, pisotones que alternaba con alguna patada en las costillas.
—¡¡Lo admito, Nicole!! —exclamó con satisfacción
sin dejar de patear al saco de arena viviente. — ¡¡Te has vuelto fuerte, muy
fuerte, finalmente tienes la determinación para asesinar a alguien con tus
propias manos!! —la mujer río a carcajadas sin detener la tortura física a la
que sometía a su adversaria. —¡¡Esto es tan divertido!! ¡Te asesinaré, Nicole,
de la misma forma que los arrogantes egocéntricos como tú asesinaron mi
patético e insultante proyecto de vida! ¡Tu sangre alimentará mi odio por toda
la eternidad cuando la beba directamente de tu Kukri, agente!
Collins trató de incorporarse soportando todos y
cada uno de los golpes que recibía, soportando las náuseas y el agudo dolor que
recorría cada fibra de su ser, trataba de luchar para no acabar perdiendo la
conciencia. Los golpes se detuvieron un instante, ante aquello Nicole elevó la
mirada para ver a la mujer en éxtasis observándola con sus ojos totalmente
abiertos y una demente sonrisa en su rostro, aquella imagen duró poco en la
visión de Nicole, pues como si de un balón de fútbol se tratara, la mujer de
oscuros cabellos lanzó un punta pie contra la cabeza de Nicole produciendo a
efecto de su acción que el suelo de su despacho se tiñera de la sangre que
salió expulsada de la boca de la mujer ante el potente impacto instantes antes
de desplomarse de nuevo contra el suelo.
Jadeante, Michaela retrocedió varios pasos
abandonándola por unos instantes para acercarse hacia su machete Kukri para
ensartarla en el suelo dándole muerte con aquel golpe de gracia. Sus pasos se
detuvieron al llegar a su arma, con algo de dificultad debido a su agotamiento
físico y el dolor que recorría todo su cuerpo lentamente trató de agacharse a
coger su guadaña por el oscuro mango para finalmente arrebatarle la vida a la
mujer que yacía en el suelo. Realmente era una acción sencilla, solo tenía que
agacharse, cogerlo y dirigirse a su objetivo para matarlo, pero para su
desgracia una acción tan fácil como esa no la pudo llevar a cabo.
La mujer se
giró al percatarse de la respiración de Nicole detrás de ella, en vano no pudo
hacer nada cuando esta grito de dolor y rabia al tiempo que empujaba a Michaela
lanzándola al suelo, tan rápido como pudo se colocó encima de esta para agarrar
con ambas manos la cabeza de la mujer de oscuros cabellos y estamparla una y
otra vez contra el suelo del despacho empleando todas sus fuerzas en un intento
de romperle la cabeza a golpes. A ese punto Nicole había perdido la cordura,
toda capacidad de razonamiento había quedado anulada por por el dolor y la ira,
lo único que pasaba por su mente era matarla sin piedad. Observando aquel
rostro rojizo como un demonio y escuchando sus gritos de guerra a medida que
golpeaba su cabeza contra el suelo, Michaela trataba de liberarse de sus manos
opresoras.
Tanteando
con su mano derecha logró tocar la empuñadura de su Kukri, no dudo ni un solo
segundo en agarrarlo y clavarlo en el muslo de su demente atacante. Liberando
un grito de rabia, Nicole no pudo evitar soltar la cabeza que trataba de
reventar a base de golpes para sacar el arma blanca de su cuerpo. Michaela se
la quitó de encima en cuanto la mujer de dorados cabellos sacó el filo del arma
de su pierna, sin detenerse corrió hacia la Desert Eagle que yacía en el suelo.
Nicole la siguió como pudo apretando los dientes
para soportar el dolor pudiendo recoger su machete Kuki por el camino, pero de
nada le serviría, Michaela para entonces ya estaba mirando hacia ella
apuntándola con la mortífera arma. Ambas mujeres se observaron en silencio
desde sus posiciones, tan solo unos pocos metros las separaban, entre jadeos no
eran capaces de controlar el ritmo de sus hombros ni la velocidad de sus
pulsaciones, por lo que únicamente permanecían en silencio tomando aire
procurando calmarse. La mujer de cabellos oscuros que sostenía el reluciente
mágnum con ambas manos estaba tan maltratada físicamente como la otra mujer de
dorados cabellos, quien sostenía un machete Kukri en cada una de las manos. La
sangre teñía el cuerpo de ambas mujeres, emanando de los cortes o a causa de
los fuertes golpes que habían intercambiado entre ellas, sumado a la multitud
de moratones que acabarían por hincharse, ambas mujeres presentaban un aspecto
lamentable.
—No está mal, Nicole, nada mal. —comentó Michaela
al empezar a controlar su respiración. —Pero esto no puede seguir así, como
todas las cosas esto debe llegar a su fin, y no estoy dispuesta a morir.
—declaró con una sonrisa en los labios.
—En nuestro último enfrentamiento estuviste a punto
de ganar por la gran ventaja de la que disponías, aquella armadura amortiguaba
todos mis golpes, además de que ocultabas un cuchillo por si se daba el caso en
el que estuviera a punto de acabar contigo. Ahora pensé que habrías decidido
que nos enfrentáramos en igualdad de condiciones, pero ya veo que no. Como de
costumbre, harás trampas para salirte con la tuya y apretarás el gatillo para
asesinarme. —Nicole chasqueó la lengua mostrándose seria ante la mujer armada.
—Que patético, y luego dices que yo soy la cobarde.
— ¿Perdona? No recuerdo haber dicho nada sobre
pelear de forma limpia. Simplemente te dije que no trajeras armas de fuego.
Todo lo demás era válido —respondió con una sonrisa burlona. —Pero sería
demasiado fácil pegarte un tiro y acabar con esto ahora. Estaba pensando que
mis subordinados están muy entretenidos en su partida de caza matando a los
guerrilleros y buscando a tus amigos. Y yo he estado prácticamente todo el
tiempo aquí en mi despacho, contactando con mi gente, actualizando la partida
de ajedrez, encargándome de una masa de carne pelirroja, y limpiando los restos
de mi cafetera rota. —comentó desanimada recordando como tuvo que deshacerse
del cadáver de la guerrillera Andrea hace algún tiempo. — Tan solo pude
saborear un poco de la diversión cuando fui a acribillar a los guerrilleros a
la comisaría, pero quería más. Nicole, me apetece divertirme un poco más, por
lo que te doy veinte segundos para salir de aquí antes de que comience a
perseguirte para pegarte un tiro entre ceja y ceja.
— ¿Acaso crees que soy idiota? Seguro que esperas a
que me dé la vuelta para dispararme por la espalda.
—De ser así ya lo habría hecho. ¿Crees que mantener
esa posición defensiva con los Kukris podrá hacer que falle el tiro de alguna
manera o evadir el disparo? Es absurdo. Sé que voy a ganar por el hecho de que
estoy armada con un arma de fuego, pero quiero darte una oportunidad de
intentar escapar, o al menos de hacer algo para que me diviertas, es demasiado
fácil si acabo ejecutándote aquí y ahora —propuso Michaela señalando a la
puerta de su despacho. —Te doy cinco minutos para tratar de huir del edificio o
tratar de preparar un ataque sorpresa contra mí.
—Ya veo, enton... —Nicole dejó de hablar y se quedó
callada unos instantes. — ¿Qué es eso? —susurró observando el suelo.
Michaela se fijó en como las piezas de ajedrez
esparcidas por el suelo rodaban ligeramente sobre este. No solo eso, algunos
objetos pequeños colocados en algunas de las estanterías también se desplazaban
sobre la superficie sobre la que estaban.
— ¿Un terremoto? —preguntó Michaela sintiendo como
a sus pies el suelo temblaba.
Ambas mujeres se miraron unos instantes ante su
confusión. Era extraño aquel suceso, no obstante decidieron ignorarlo al no ser
muy fuerte, probablemente dejaría de notarse en unos momentos.
—Bien, recuerda que tienes cinco minutos, no los
desperdicies, ya que por pequeña que sea la posibilidad, puede que tengas una
oportunidad para huir o contraatacar y así entretenerme por un rato más.
—recordó Michaela ignorando el temblor. —La cuenta atrás comienza ya, así que
lárgate si sabes lo que te conviene. —recomendó señalando con el arma a la
puerta.
Nicole no dudó en salir corriendo, sabía que si
trataba de huir al exterior le tomaría varios minutos descender todas las
plantas del edificio hasta llegar a la planta baja. Michaela la vio marchar a
toda prisa llevándose su machete Kukri con ella, pero no le importaba, ya lo
recuperaría cuando diera con ella, al fin y al cabo no llegaría muy lejos.
Michaela guardó su Desert Eagle en su portafundas y agarró una silla para
llevarla frente a un armario de la estancia para poder subirse y recuperar su
escopeta Spas doce situada en lo alto de la estantería.
No se
decidía en si le causaría más placer reventarle la cabeza a Nicole de un disparo
de su mágnum o si reventarle todo el cuerpo en mil pedazos de un escopetazo. Ambas
ideas eran igual de tentadoras.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic... Leo no podía
evitar sentirse cada vez más tenso con cada maldito tic-tac del reloj de mesa
de aquel puesto en el que se ocultaba, algo iba mal, lo presentía. El joven
miró el reloj desesperado por vigesimosexta vez desde que se quedó solo
esperando a Nicole, llevaba una hora allí oculto sin hacer nada de interés. En
aquel tiempo había limpiado con un trozo de tela la sangre de los filos de la
Gladius y la navaja, tras eso se había dispuesto a sacar balas de uno de los
dos paquetes de nueve mm para recargar el cargador de su Beretta M9 y para
finalizar, había estado comprobando que todos los recursos de su mochila
permanecían ahí y que tenía todo aquello que necesitaba haber recolectado.
Desde que estaba allí se había sentido nervioso
debido a un extraño fenómeno que había estado dando lugar desde poco después
que Nicole se marchara, una serie de extraños temblores cuya intensidad había
estado aumentando a medida que lo hacía el tiempo que pasaba allí confinado,
debido a lo tenso que se sentía debido al extraño acontecimiento, había
decidido hacer aquellas labores de mantenimiento, tenía la necesidad de entretenerse
con algo para no salir de allí por patas en busca de su compañera.
El primer
temblor fue algo suave, tuvo lugar a los treinta minutos de haberse marchado su
compañera. Aun sufriendo los efectos del hechizo de Morfeo, su mente le llevó a
pensar que aquel extraño temblor había sido un producto de su imaginación. Por
desgracia para el joven, una segunda sacudida de mayor intensidad se hizo notar
en esta ocasión a los diez minutos siguientes, haciendo temblar a los objetos
de menor peso de aquel lugar confirmándole que aquellas sacudidas no se
trataban de un producto de su imaginación. Desde aquel segundo temblor, Leonard
sentía que el suelo y las persianas metálicas vibraban ligeramente. Desde
entonces aquella leve vibración no cesó, pero por otra parte ninguna sacudida
sucedió.
Aun así no
se sentía seguro ahí, aquel kiosco era un habitáculo cuadrado de paredes
blancas, no muy grande. Disponía de varias estanterías en la pared del fondo en
la que se localizaba la puerta trasera, estas estanterías estaban repletas de
todo tipo de revistas como las de cotilleos, deportivas, algunas más dirigidas
al público infantil, pasando por periódicos y otras revistas informativas,
acabando con alguna que otra revista playboy para un público más adulto,
también una pequeña nevera donde se guardaban refrescos ya inexistentes en su
interior. A izquierda, derecha y en la fachada principal se encontraban tres
aberturas rectangulares carentes de cristal y con un saliente hacia dentro y
fuera de las tres ventanas de pedidos. Actualmente tres persianas metálicas
cubrían aquellos huecos en donde el dependiente solía asomarse para atender a
los clientes que se amontonaban a los tres lados del puesto para comprar algo
de éste.
Bajo el
mostrador frontal se encontraba una silla de ruedas y una serie de cajas de
plástico que según el olor que aún emanaba de ellas, fueron recipientes de
deliciosas golosinas. Bajo el mostrador izquierdo, se hallaba una pequeña caja
fuerte, tan abierta como vacía, de donde salía y entraba el dinero que se
ganaba a lo largo del día. Bajo el mostrador derecho, un pequeño congelador que
en el pasado había albergado helados de multitud de sabores. Y del techo
colgaba una lámpara apagada, el joven prefirió quedarse a oscura sentado en
silencio en la silla de ruedas, si la encendía, la luz se colaría a través de
las pequeñas rendijas de las persianas metálicas delatando su posición. Para
ver disponía de la tenue luz que entraba por debajo del pequeño hueco de la
persiana frontal que no se encontraba bajada del todo.
El joven se
encontraba apoyado en el pequeño bordillo entrante de la ventanilla frontal,
mirando a través del huequecito de la persiana el exterior de la plaza,
totalmente tranquila y silenciosa, parecía que Nicole no venía... Una vez más
miró el reloj que se hallaba a su lado, una hora y diez desde que se fue y no
había ni un alma allí... ¿Por qué tardaba tanto? ¿Le habría pasado algo?
¿Habría encontrado a sus amigos? ¿Le habría abandonado? Cuando Leo se percató
de aquella inconsciente última cuestión que se pasó por su agotada mente,
sacudió con fuerza la cabeza y se dio un par de sonoras palmadas en las
mejillas tratando de despertarse y no pensar en cosas raras.
Ya debía de
estar de camino, si, seguro. Nicole no lo abandonaría, se lo prometió, ella no
era una mala persona que se hubiera estado aprovechando de él para engañarlo y
abandonarlo tras encontrar a sus amigos. Ella, quien era como la reencarnación
de su madre, no podría hacerle algo así, Nicole definitivamente vendría y
definitivamente juraría con absoluta certeza que ella no era una mala persona,
no vio maldad alguna en sus ojos ni en sus palabras... Si, definitivamente ella
vendría a por él con sus compañeros y huirían juntos, lejos, muy lejos de
aquella malvada bruja tirana de Michaela. Y así lograría empezar una nueva vida
con ese grupo sin tener que separarse de Nicole.
Debería de
tratar de pensar en cómo presentarse a sí mismo al grupo para dar buena imagen,
qué debería decir, el tono de voz, gestos y demás cosas para hacerse notar que
no era ninguna amenaza para ellos, sí, eso era de lo que realmente se tenía que
preocupar de pensar, lo demás solo eran tonterías que su mente inventaba a
causa del sueño. Aquello era algo que Leonard se repetía a conciencia para sí
mismo tratando de luchar contra sus dudas y desconfiada personalidad. Pero, a
pesar de esos pensamientos, la duda y la preocupación ya habían sido sembradas
en su mente y el leve temblor que sentía desde hacía rato no dejaba de hacer
que se pusiera cada vez más tenso, cuestionándose el salir de allí repetidas
veces.
Tras colocarse la escopeta a la espalda y la silla
de nuevo en su sitio, Michaela comenzó a ordenar su despacho rápidamente sin
dejar de sentir aquel extraño temblor mientras dejaba el tiempo pasar, llevando
la cuenta de los minutos en su cabeza. Era extraño, pero aquel temblor parecía
aumentar con cada segundo, por no hablar de que a veces, aunque tal vez se
trataba de su imaginación, le parecía escuchar un extraño sonido viniendo de
alguna parte de allí afuera.
Tras
terminar de recoger todo se acercó a las ventanas del despacho por donde podía
ver lo que sucedía allí abajo, en su imperio. Colocando las manos en las
ventanas mientras observaba el exterior, pudo sentir como estas temblaban ante
el incesante temblor. A sus oídos podían llegar el sonido de algunos tiroteos
que aún debían de tener lugar entre sus subordinados y los guerrilleros o los
compañeros de Nicole.
Michaela observó su propio reflejo en el cristal
con una mirada vacía, perdida en sus pensamientos y recuerdos. Realmente había
llegado el día en que podría matar a Nicole, con su muerte cortaría el último
lazo que la ataba a su doloroso pasado, era incapaz de mirarla a la cara sin
evitar recordar todos aquellos sentimientos que sentía hacia su persona,
desprecio, ira, rencor y envidia. Si, lo reconocía, Nicole Collins había sido
una vez su ideal cuando era niña, Nicole tenía todo lo que ella jamás alcanzó a
tener, tenía a unos padres que la amaban con locura, incluso cuando se
divorciaron estos y vivieron separados, nada cambió su relación con sus padres
biológicos, incluso fue querida por su padrastro, Ryan Evans. Popular, estuvo
rodeada de amigos durante toda su vida, y siempre tuvo algún que otro chico
detrás de ella tratando de conquistar su corazón.
Guapa, divertida, inteligente y madura, siempre fue
alguien admirada tanto por la gente de su edad como por los adultos, quienes
siempre tuvieron altas expectativas puestas en ella, sin duda todo un ejemplo a
seguir. Era una persona que siempre se esforzaba al máximo y que nunca perdía
la esperanza, dando lo mejor de ella logrando todo aquello que se proponía. Una
chica que siempre caminaba hacia delante en la vida iluminada por la luz y la
calidez de este mundo, luz y calidez que ella jamás conoció. Y ella ¿qué había
de ella? Bueno eso era algo sencillo de explicar, ella fue todo lo opuesto a
Nicole, ella siempre caminó a su espalda, tras su sombra, siendo eclipsada por
su presencia, una presencia envuelta en la misma dignidad que irradiaba su madre,
Linda. Ella y Nicole eran muy diferentes, como la noche y el día.
Ella trató de alcanzar a su ideal, trató de
cambiarse y ser como ella, en vano jamás pudo alcanzarlo, ella lo sabía, desde
el momento en que nació había sido decidido el camino que seguiría en la vida,
desde el momento en que nació fue forzada por sus progenitores y las
circunstancias que vinieron después a ir por el mal camino hasta el punto de
ser imposible para ella volver a empezar desde cero. Sola e ignorada por la
única persona con la que convivió tras romper lazos con su madre, nadie pudo
ayudarla, nadie pudo consolarla, poco a poco lo único que pudo hacer para
sobrellevar su dolor fue contener esos sentimientos y tratar de negarlos
reprimiéndolos, aquellos sentimientos la hacían débil y vulnerable, por lo que
simplemente luchó consigo misma para encerrarlos en lo más profundo de su ser.
El conjunto de experiencias y sentimientos negativos que recibió desde su más
tierna infancia la transformaron poco a poco en lo que era ahora, transformación
que fue pulida por Esgrip y por la traición recibida por los únicos amigos y el
único amor que tuvo en su vida, ella cayó a un pozo sin fondo del que jamás
podría salir, hundiéndose cada vez más en la oscuridad, aquella niña se
transformó en la mujer que era hoy en día.
Sabiendo que
era inútil tratar de alcanzar a su ideal imposible trató de ignorarlo, trató de
encerrarse en su mundo interno huyendo de su presencia y la de sus nuevos
padres, Linda y Ryan, a los que jamás vio como tal, simplemente eran personas
con las que convivía, como Nicole. Para su desgracia aquella táctica no
funcionó, durante años vivió, trató y observó a su ideal, cada vez que veía su
rostro, observaba su felicidad y sus logros, ella sentía como un puñal se
clavaba en su corazón recordándole quien era realmente ella, recordándole como
era su vida y la enorme diferencia inalcanzable que había entre ella y Nicole,
finalmente víctima de la ira, el dolor y la impotencia que sentía hacia sí
misma al sentirse como una fracasada por no poder alcanzar a la persona que
admiraba, acabó por sentir un profundo odio, desprecio y rencor hacia su propio
ideal mientras se dejaba consumir por la envidia durante años, dando así lugar
a su rivalidad con su hermanastra. De ahí nació su profundo odio hacia a la
mujer conocida como Nicole Collins.
Michaela volvió en sí y se alejó en silencio de la
ventana, haciendo desvanecer a su propio reflejo, el cual hasta hace unos
instantes había mostrado a una mujer vacía y solitaria, una mujer que quería
vengarse de la vida, una mujer que destruía la felicidad y la vida ajena para
poder suplir su propia carencia de estas. Con un rostro sin emociones, Michaela
abandonó su despacho cerrando la puerta detrás de si para ir en busca de
Nicole. ¿Por qué se sentía de esa manera? ¿Por qué había tenido que remover
esos dolorosos sentimientos y recuerdos del pasado? Su corazón, frío como un
témpano de hielo y duro como el diamante se sentía herido, le dolía... Ella
estaba sintiendo, ese sentimiento debía de reprimirlo, debía de destruirlo,
debía de olvidarlo, los sentimientos la hacían débil y vulnerable ante el mundo
que la rodeaba como cuando era niña, por eso debía de deshacerse de ese dolor.
Solo conocía una forma de llenar ese vacío sentimental, mediante el sufrimiento
ajeno empleando la inmoralidad. Pagar su dolor y su ira con todo el mundo y
alimentarse del sufrimiento resultante de eso era lo único que podía hacer para
olvidar todo sentimiento que tratara de materializarse en su frío corazón.
—Soy un demonio, los seres como yo no necesitamos
sentimientos para vivir... —susurró para sí misma descendiendo las escaleras
hacia la quinta planta del edificio de oficinas. —No soy humana, solo soy un
monstruo que se alimenta de las desgracias ajenas para vivir. Alguien como yo
no puede recibir el título de ser humano, ¿verdad, Nicole? —sonrió amargamente
hablando para sí misma.
M.A deslizó la cabeza por encima de la posición que
les salvaguardaba de la caza de aquellos soldados al percatarse de un escándalo
que se había formado aceleradamente en el exterior de la farmacia.
—Tíos, ¿qué coño está pasando? —inquirió uno de los
subordinados que controlaba el buen comportamiento de Jessica ante semejante alboroto.
— ¡Al suelo! ¡Estampida…
Su advertencia nunca finalizó. Un tigre saltó sobre
él y desgarró feroz su carótida en solo unos meros segundos impulsado por su
rabia irracional. La tierra tembló con desmesurada potencia indicando la
aparición de incontables animales propios de un zoológico que atravesaban la
zona desorganizados compartiendo una única dirección. Sirviéndose de la
impresión construida por el surrealismo que les había invadido a todos, M.A,
sin siquiera compartir su estrategia con Inma, corrió desde su refugio hasta
donde se situaba uno de sus enemigos y le perforó la nuca con su cuchillo,
asesinándolo instantáneamente.
El soldado restante se disponía a contraatacar aún
impactado por el homicidio presenciado, pero un puntapié de Jessica con destino
a su gemelo le despistó el tiempo suficiente para que el arma del atrevido M.A
segase su existencia atravesando la cuenca de su ojo.
— ¡Dios santo! ¡Socorro! —chilló Inma
escabulléndose de su ya inexistente escondite cuando las estanterías se
precipitaron violentamente una tras otra sobre ella.
—Os dije que la tierra estaba temblando. Os lo
dije… —les recriminó Jessica mientras recibía asistencia por parte de su
compañero para ponerse en pie.
— ¡Vamos, al suelo! ¡Detrás del mostrador! ¡Vamos,
chicas, vamos! —gritó M.A autoritario abalanzándose junto con ellas hacia su
cobertura.
Alice tosió imperiosa agradeciendo que el machito
se dignase finalmente a retirar el pesado pie que reprimía su tráquea. Focalizó
su energía de reserva en incorporarse mientras el individuo caminaba hacia el
cuerpo aún inconsciente de Maya, pero se sentía demasiado abatida como para
poder lograrlo. Estirada sobre la vía, una sensación de desorden penetró de
repente en su intelecto. Quizá solo se tratase de la falta de oxígeno jugando
con sus sentidos, pero Alice habría jurado que la tierra estaba temblando.
—Tú y tu amiguita tenéis algo en común. Se os va
toda la fuerza por la… —Marcus contuvo su discurso ante la dantesca escena que
se plasmó repentina en sus retinas.
A lo lejos, un auténtico circo de animales había surgido
desde ninguna parte para aplastarlos bajo su dominio salvaje. Tal fue la
impronta clavada en su raciocinio que ni él ni su rival fueron capaces de
determinar con claridad la respuesta emocional que correspondía a aquella
visión. La retorcida muerte había irrumpido para reclamar el alma de ambos sin
importarle la abismal diferencia entre ellas.
Sin el más mínimo signo de meditación acerca de su
decisión, Marcus desechó la misión que su reina le había encomendado y apremió
a sus piernas una agilidad que le permitiese escapar del área de amenaza a
través del callejón más cercano, consciente de que no iba a arriesgarse a morir
por sus caprichos.
Batallando imbatible con su fatiga, Alice logró
ponerse en pie y tambalearse hasta Maya. El peso que la chica imperó en sus
músculos cuando la tomó sobre sus brazos, pese a su liviandad, le resultó un
auténtico sufrimiento, pero no le importó. Debían salir de allí antes de que la
marea les alcanzase.
— ¡Oh, Dios, oh, Dios, oh, Dios! —murmuraba
mientras corría desesperada hacia el edificio más cercano.
El solemne rugido de un león reverberó en su
tímpano en el instante en que Alice se precipitó al resguardante interior de
una papelería. Los libros que se repartían por el comercio empezaron a caer,
víctimas colaterales de la colosal vibración que se produjo, obligando a la joven
a lanzarse al suelo cubriendo a su amiga con su desgastado cuerpo para proteger
a ambas de los impactos que pudiesen producirse. Alice permaneció inmóvil
durante la estampida, temerosa de volver a recuperar su mirada con la apertura
de sus ojos. No quería presenciar la inminente muerte que sentía aproximándose.
Perdido en sus pensamientos, el joven Leonard se
percató con algo de lentitud de que aquel temblor comenzó a aumentar de intensidad
en cuestión de segundos. Las estanterías comenzaron a temblar, los objetos
pequeños comenzaron a desplazarse sobre la superficie en la que se encontraban,
las persianas comenzaron a retumbar con un sonido metálico y la lámpara del
techo a agitarse en el aire. El joven Leonard bajó de inmediato de la silla, la
cual no paraba de temblar como un flan, fue entonces cuando decidió coger la
mochila que descansaba al lado de la caja fuerte para salir del habitáculo
antes de que se viniera abajo.
El joven pensó en que se trataba de algún
terremoto, pues el suelo a sus pies vibraba con fuerza, más y más, la
intensidad del temblor fue aumentando, acompañado del fuerte sonido de un
impacto y un coro de extraños y altos sonidos difíciles de identificar. El joven
trató de acercarse a la mochila que albergaba sus recursos cuando objetos de
pequeño tamaño cayeron sobre él como si de una lluvia se tratara, impidiéndole
agarrarla, cubriéndose con sus brazos y agachado en el suelo, nada pudo hacer
cuando las estanterías se le vinieron abajo aplastándolo y golpeándolo
dejándolo inconsciente en mitad de aquel terremoto y fuerte alboroto.
Jadeando,
Nicole tuvo que detenerse en la tercera planta. No podía continuar avanzando
sin descansar, por lo que se sentó un momento en los escalones que descendían a
la siguiente planta. Estaba herida, agotada y dolorida, y la puñalada de su
muslo empeoraba las cosas. Le dolía al tratar de desplazarse, en especial al
correr, como había estado haciendo hasta el momento. Necesitaba tratárselo y
vendárselo lo antes posible. Como echaba en falta en ese momento los
conocimientos médicos de Maya... Pero no importaba eso ya. Debía de salir de
allí y tratar de ocultarse para hacerse un vendaje casero con algún trozo de
tela y descansar un poco antes de idear algún ataque sorpresa contra Michaela,
pero antes que nada, tenía que hacer algo con esa herida de arma blanca. Aunque
no fuera mortal, no podía permitir que continuara desangrándose o se infectara.
Aún lo
sentía. Ese temblor que no sabía en qué momento había comenzado. Tal vez
mientras luchaban comenzó a sentirse, pero al estar en movimiento y
concentradas en el combate no llegaron a notarlo. Aquello era extraño. ¿No
duraba demasiado ese temblor? No solo eso, tenía la sensación de que se estaba
volviendo más intenso a cada momento. Como fuese, no podía permanecer ahí parada
en mitad de las escaleras. Michaela debía de estar tratando de dar con ella, no
podía dejar que la encontrara, aún no podía enfrentarla. Primero de todo,
Michaela estaba armada con armas de fuego mientras ella solo tenía armas
blancas, y además debía tener en cuenta que físicamente estaba demasiado
agotada como para comenzar un ataque cuerpo a cuerpo o manejar los machetes
Kukris que aún sostenía en sus manos, el suyo propio que recibió de Davis
cuando se unió a él tras salir de las cavernas de los mutantes, y el de
Michaela. Con algo de esfuerzo se puso en pie y continuó descendiendo las
escaleras.
El sonido de sus pasos era lo único que ocupaba su
canal auditivo, no tenía demasiada prisa en atrapar a Nicole, sabía con certeza
que no podría llegar muy lejos, además de que la herida que le causó al
apuñalarla con su Kukri le supondría un problema para desplazarse rápidamente.
Aún sin mostrar sentimientos en sus facciones, la mujer de oscuros cabellos
continuó su cacería físicamente, aunque sabía que mentalmente se encontraba en
otro sitio, en su mundo interno. ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué
demonios tenía que ponerse en aquel instante en plan sentimental?! ¡¿Quién le había
dicho a ella que se pusiera en ese maldito momento a remover la mierda del
pasado?! ¿Quién era ella? Era Michaela Evans, la líder de la nueva Esgrip
bautizada como Zodiaco. Ella era la persona más poderosa del imperio y de la
organización, quien hacía y deshacía a voluntad todo lo que ella deseara en su
pequeño mundo.
Poderosa y temida, nadie osaría a contradecirla u
oponerse a ella, a sus pies todos se rendían. Pero no se contentaba con ello,
desde que entró a Esgrip siempre deseó más y más, empezó como una simple
soldado, siguió hasta volverse la capitana de su propio pelotón militar y
ascendió hasta ser uno de los altos mandos militares de la sede estadounidense
de Esgrip, ganando fama, dinero, poder, respeto... Pero, aun así, quería más y
más, y ahora, tras la caída de Esgrip ella levantó a la fallecida compañía con
el nombre de Zodiaco, del que ella era la líder, además de poseer su propio
imperio. Empezó desde abajo del todo y ahora estaba en uno de los puestos más
altos que podría soñar, aun así no era suficiente, su avaricia no podía ser
saciada, necesitaba mucho más, por eso ideó ser lo más parecido a un Dios, ella
quería expandir su pequeño imperio más allá de las barricadas, quería
expandirlo por todo el mundo, ella ansiaba resucitar a la humanidad bajo su
mando empleando a Zodiaco y los extraños artefactos de Esgrip una vez los
encontrara todos.
—Si, aquí soy la puta ama —se dijo a sí misma
infundiéndose ánimos dejando atrás las preocupaciones y el sentimiento de dolor
que había estado ocupando su mente desde hacía un rato—. ¿Por qué debo de
sentirme así? Solo podré matar a Nicole una vez, y debo disfrutar de ese
instante para no arrepentirme de ello en el futuro cuando recuerde esto. Su
muerte será un paso adelante para mí en varios sentidos —pronunció con una
larga sonrisa de satisfacción en su rostro mientras descendía rápidamente las
escaleras con el fin de llegar a la planta baja y alcanzar a Nicole.
Nicole había llegado a la primera planta. Solo
tenía que descender una última serie de escaleras para llegar a la planta baja
y abandonar el edificio. Pero entonces... Nicole de inmediato se giró hacia una
de las ventanas cuando escuchó un potente golpe procedente de alguna parte del
imperio de Michaela.
— ¿Qué mierdas fue eso? —susurró tras escuchar el
golpe y sentir las vibraciones aumentar de intensidad. —Tengo que salir de
aquí, esto me da mala espina. —habló para sí misma esforzándose en salir tan
pronto como pudiera del edificio.
Michaela estaba en la segunda planta cuando escuchó
el golpe, extrañada y preocupada por el motivo de aquel sonido de impacto,
rauda agarró su walkie en un intento de contactar con alguno de sus
subordinados para saber que había sido eso, en vano, no pudo establecer una
conversación con nadie, tan solo pudo escuchar algunas palabras, gritos,
disparos y extraños sonidos en la mayoría de canales.
No le gustaba nada aquello de no recibir respuesta,
no obstante trató de ser racional y no perder los nervios. Fuese cual fuese la
situación, no debía de haber problemas, estaba hablando de soldados bien
entrenados que estaban acostumbrados a las situaciones de riesgo. Tal vez
aquello fuera una explosión preparada por las mismas personas que tiraron la
granada en la plaza, tal vez tuvieran más artefactos explosivos que estaban
empleando para luchar contra los grupos de soldados. Por otra parte, tenía la
duda de si aquel fuerte sonido tenía algo que ver con el incesante temblor.
Cuando todo aquello acabara se encargaría de averiguar que había sido exactamente
eso. Por el momento, debía encontrar a Nicole.
Collins llegó a la planta baja y rápidamente
comenzó a atravesarla en busca de la puerta de salida del edificio. No
obstante, una vez consiguió alcanzarla, toda su alegría se disipó.
—Hija de puta... —susurró maldiciendo a la figura
de Michaela. —Debí de haberlo sabido. Por eso no tenía problemas en darme
ventaja para tratar de huir. Simplemente no podía...
Desde el exterior, los francotiradores que
anteriormente había presenciado amenazando al kiosco en el que Leonard se
refugiaba compartían con ella sin temor sus nuevas ubicaciones en distintos
edificios. Fue entonces cuando su intelecto pudo deducir cuál había sido
exactamente la trampa en la que su hermana la había encarcelado. El objetivo original
de aquellos soldados nunca había sido asesinar al chico, sino tender a Nicole
una emboscada rastrera para asegurarse de que no podría abandonar las oficinas.
Una estrategia que, definitivamente, no había incluido entre las múltiples
estratagemas que barajaba por parte de su hermanastra. Aquella perra, como de
costumbre, lo tenía todo planeado desde el principio.
—Sabía que no llegarías muy lejos —comentó Michaela
acercándose tras ella—. Bien, esta es tu última parada.
—Ya veo que hiciste esto a propósito. ¿Por qué no
haberme disparado en tu despacho? —preguntó girándose para ver a la líder de
Zodiaco a la cara y escuchar su respuesta.
—Sencillamente, porque quería darte esperanzas para
después quitártelas una vez chocaras con la realidad de que sería imposible
escapar —respondió orgullosa ante su estratagema para hundir la moral de Nicole
antes de matarla. Michaela se descolgó de la espalda la escopeta y con ella
apunto a la mujer de dorados cabellos—. Tienes algo que me pertenece. Desliza
por el suelo mi machete Kukri.
Nicole guardó su propio machete en la funda y
deslizó el Kukri de empuñadura oscura hacia su propietaria original. La mujer
de oscuros cabellos recuperó su arma blanca y la devolvió a su funda. Collins,
ya con las manos desnudas, nada podía hacer para luchar o defenderse, aunque, a
decir verdad, aun empuñando ambos machetes, nada podía hacer para evitar ser
disparada. Frente a ella se encontraba la mujer que portaba la escopeta, y a su
espalda, los francotiradores la mantenían acorralada.
—Además, no podía matarte todavía. Antes, tengo una
pequeña sorpresa para…
A Michaela le fue imposible continuar regocijándose
en su superioridad al ser interrumpida por una serie de golpes y temblores de
creciente magnitud que alarmaron a ambas mujeres, quienes debido al intenso
temblor apenas eran capaces de mantenerse en pie. Todo el suelo temblaba.
Con sus mentes en blanco, sin saber lo que estaba
sucediendo, nada pudieron hacer cuando un fuertísimo impacto sonó al colisionar
algo contra el edificio junto a un enorme coro de sonidos de diversas clases.
La estructura del edificio se quejó, provocando que todos los objetos que no
estuvieran sujetos a una superficie se precipitaran contra el suelo, algunas
ventanas reventaran y algunas de las paredes se resquebrajaran. Incapaces de
hacer nada, parte del techo cedió cayendo sobre ellos, golpeando sus cuerpos y
cabezas, dejándolas inconscientes en el suelo.
—Supongo que estás adivinando lo que yo ya sé
—asestó Fox aproximándose pausado a ella mientras imprimía en sus pasos el goce
de su triunfo—. Tu cuerpo se está dando cuenta de que te he matado, y cuando
termine de hacerlo, podrás decir adiós a tu miserable existencia. Te he dado
tres oportunidades de vivir, y las has desperdiciado. No soy juez ni jurado,
pero tu muerte es más que justificable.
Tras su discurso, Fox aguardó a que la pretenciosa
se derrumbase por toda la eternidad, pero la respuesta que recibió de ella fue
una sonrisa burlona ante las estupideces que su narcisismo escupía.
—Te lo he dicho, Steve. Estoy más viva que nunca.
Sobresaltado, a Fox le resultó imposible evadir el
arma que Eva penetró en su vientre. Pese a que el chaleco de combate había
amortiguado la puñalada del renacuajo en el costado, no fue capaz de resistir
la de su hermana, y era consciente de ello. Había sentido el acero desgarrar su
carne. Instantáneamente, el herido descubrió que su cuchillo personal no
preservaba ni un solo resto de sangre en su hoja. Aquella zorra ávida le había
engañado como si de una simple mente prehistórica se hubiese tratado. Ni
siquiera le había provocado un mísero rasguño.
— ¿Te sorprende? También te lo he dicho. Eres viejo
y predecible. Y te niegas a escuchar. Ese es tu mayor problema.
Eva recortó la distancia que la separaba de su
enemigo aprovechando que sus posibilidades de contraataque serían inviables
hasta que sus palabras se transformaron en susurros.
—No te preocupes por ella, Steve. Me aseguraré de
encontrarla antes de que se marche de aquí. Yo me encargaré de cuidarla.
Volverá con quien siempre debió estar. Y tú estarás donde siempre te
correspondió. Bajo tierra, pudriéndote, devorado por gusanos. Por mí, por
Florr, por ella y por todas las chicas a las que has destrozado la vida durante
tu miserable existencia…
Colérica, Eva extrajo el cuchillo, permitiendo que
un pequeño rio de sangre iniciase su flujo mortífero desde la abertura que
había forzado. Se disponía a asestar el remate que concluiría la batalla cuando
el temblor inició su destrucción.
—¡¡¡Eva!!! —la alarmó el niño aterrado al
contemplar las estanterías caer como indetenibles piezas de un dominó gigante.
Un ensordecedor estruendo les alertó de una
inesperada irrupción. Un elefante de enormes dimensiones moldeado
terroríficamente por el ambiente radiactivo colisionó contra una de las paredes
del almacén y se abalanzó contra los presentes en un ataque de locura
irreversible. Eva reaccionó con impresionante rapidez pese al impacto emocional
que le generó divisar a aquella mole desfigurada de carne a punto de
aplastarla.
—¡¡¡Adán!!! —desgarró su garganta en un chillido
agarrando al chico y corriendo hacia una esquina de la sala antes de lanzarse
al suelo junto a este.
Alice recuperó su visión confundida cuando captó la
explosión de sonidos perdiéndose en la lejanía. Todavía respiraba. A su
martirizada mente le resultaba casi imposible comprender que aquellos animales
no hubiesen extinguido la reavivada llama de su vida, pero era así. Dolorida,
se incorporó con lentitud para descubrir un espectáculo dantesco en la avenida.
Vehículos degradados a chatarra decoraban
desordenados las aceras. Algunos de los edificios se preservaban intactos
exceptuando sus ventanas, y otros, desprovistos de fortuna, se habían deshecho
en un tumulto de escombros. Las farolas se habían derrumbado, arrastrando
consigo gran parte de la red eléctrica, que se hallaba dispersa por el asfalto.
Una imagen perfectamente descriptiva del apocalipsis que aquella base había
tratado de desvanecer a conciencia.
La espectacular impresión de la escena habría
cautivado cientos de pensamientos en la idea de que el auténtico infierno se
había sumido sobre la tierra. Alice no lo concibió de aquella manera. Durante
la interminable noche, tanto ella como sus compañeros habían protagonizado el
papel de presas en la cruenta purga de Michaela, pero en aquellos instantes, eran
los soldados los que huían aterrados de una fuerza rebelde a la que no podían
enfrentar. La estampida animal había surgido como su único remanente de suerte
en semanas. Su desperdicio les condenaría a la eternidad en aquella pesadilla.
No iba a permitirlo.
Su primer movimiento fue establecer contacto con
sus compañeros para comprobar que se habían salvaguardado de la embestida.
— ¿M.A? ¿M.A, estás ahí? —impelió Alice su preocupación
en la llamada.
— ¿Alice? Estamos… ¿Dónde… Hey, ¿me escu…
— ¿M.A? ¿M.A, me oyes? —gritó suplicando por
percibir una respuesta coherente. Fue inútil. Las interferencias se
contabilizaban por decenas—. Mierda.
Sus aturdidas ideas se clarificaron cuando percibió
de nuevo la presencia de la inconsciente Maya, extrayendo de uno de los bolsillos
el lanzabengalas que había empleado para su perspicaz idea horas atrás. Su
simple observación fue suficiente para que otro de sus alocados proyectos
acudiese atropelladamente a su cerebro. Si aquella estrategia había sido de
utilidad para que Maya les hubiese encontrado desde el exterior de la base,
también lo sería para reunir al grupo allí dentro, y una vez reencontrados
todos, podrían escapar incluso a pie en el caso más adverso. El principal
impedimento de su plan era que no disponía de ninguna otra bengala. Alice no
había razonado la posibilidad de requerir más durante su primera visita a la
armería.
—Calle Landa… —distinguió estampado en un letrero
que adornaba la acera tras la forzada separación de su poste—. Sé dónde estoy.
La armería está cerca, y después de lo que ha pasado, seguramente esté desprotegida.
Puedo hacerlo… ¡Sí, puedo hacerlo! ¡Funcionará!
Tras atormentar nuevamente a sus agotados brazos
con el peso que Maya ejercía sobre ellos, Alice emprendió su camino hacia la
armería, plenamente mentalizada de que iba a conseguir las bengalas que
necesitaba independientemente del estado al que se hubiese moldeado el edificio
tras la eventualidad. No podía permitirse caer en el pesimismo. No en aquel
momento.
Nicole abrió los ojos. Le dolía la cabeza y todo el
cuerpo. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué sentía su cuerpo pesado? Tardó unos
instantes en volver a la realidad y recordar lo último que había sucedido.
— ¿Un terremoto? —susurró dolorida.
Con dificultad, se levantó quitándose algunos de
los escombros de encima y quitándose el polvo. La mujer, herida y dolorida, se
palpó la frente al sentir algo cálido, sangre. Debió de ser golpeada en la
cabeza por alguna roca o algo por el estilo cuando parte del techo se desplomó,
a su alrededor todo estaba lleno de polvo y escombros, y no muy lejos de ella
podía ver el cuerpo de Michaela. Con esfuerzo, andando como un zombi aún
aturdida por el golpe, se acercó a Michaela para comprobar si estaba viva, y
efectivamente, lo estaba.
Todavía respiraba. Collins le quitó a su
hermanastra la funda con el machete Kukri y se la equipó a un lado de la
cintura. No le gustaba eso de atacar por la espalda, pero no quedaba otra. Si
despertaba, la mataría de un escopetazo. Lentamente, Nicole desenfundó el
machete de Michaela. Quería ensartarle la nuca con su propia arma. Agarrando la
negra empuñadura con ambas manos, colocó el filo del arma hacia abajo, lista
para matar a la mujer que permanecía inconsciente.
Una puerta concreta que había permanecido
parcialmente bloqueada tras el impacto generó un estallido al intentar abrirse
que atrajo la concentración de la inminente homicida. A pesar de la brevedad de
la distracción, Nicole fue cortejada con una potente patada en su estómago una
vez su atención regresó para segar finalmente la sanguinaria existencia de su
hermanastra. Esta retrocedió adoptando una pose de defensa mientras Michaela se
incorporaba desvelando aún a sus sentidos.
—Ya veo que
continúas con vida, Nicole. Claro que sí. Un par de escombros no iban a poder
contigo, ¿verdad, hermanita? Vaya, que patético… Me robas mientras estoy
inconsciente, ¿eh? —comentó con una risa desganada al fijarse en que su Kukri y
su funda colgaban de la cintura de Nicole.
Con sus guardias bajas por el dolor y la confusión,
no se dieron cuenta de la presencia que se hallaba en la misma estancia que
ellas observándoles desde las sombras hasta que ya estuvo muy cerca. Las
hermanastras escucharon algo avanzando entre los escombros, y allí, entre las
sombras, dos ojos amarillos emergieron junto a unos afilados dientes y una
alargada silueta oscura de cuatro patas portadoras de afiladas garras. Estaba
demasiado oscuro. Era difícil ver que era, pero aquellos rugidos les hacían
imaginarse que clase de bestia había entrado en el edificio mientras estaban
inconscientes.
Apenas era distinguible la posición del animal por
las luces que entraban a través de las ventanas desde el exterior. Michaela
alzó la escopeta apuntando a la zona donde creía que estaba el animal que se
fundía con las sombras mientras Nicole desenfundaba ambos Kukris poniéndose en
guardia.
Ambas prestaron atención a las sombras, manteniendo
sus ojos bien abiertos ante cualquier movimiento y focalizando sus oídos en
cualquier sonido que pudiesen percibir, y efectivamente, lo escucharon. Una
desagradable declaración de guerra. Los rugidos de la bestia se escucharon
altos y claros, provocando que un escalofrío recorriera la espalda de las
mujeres, obligándolas a agudizar sus sentidos y ponerse nerviosas. Nicole y
Michaela se encontraban solas, en una sala prácticamente a oscuras y con una
bestia sanguinaria rondándolas oculta entre las sombras del lugar....
—Alice, estamos en la farmacia. Acabamos de sufrir
la estampida animal. Estamos todos bien, gracias a Dios. Algunas heridas, pero
nada del otro mundo. ¿Dónde estás tú? —se aventuró M.A a comunicarse con su
interlocutor en cuanto apreció la llamada entrante de su amada—. Hey, ¿me
escuchas? ¿Alice, estás ahí? ¡Alice! ¡¡Alice!! ¡¡Mierda, joder!!
—M.A, ¿qué vamos a hacer? —consultó por segunda vez
una aturdida Inma esforzándose por hallar consuelo en la marea tormentosa que
se les había avecinado—. ¿Nos quedamos aquí? ¿Nos vamos? ¿Buscamos a los demás?
—No podemos quedarnos aquí. Este lugar ya no es
seguro —añadió Jessica interviniendo en la encrucijada a la que se
enfrentaban—. La estructura ya no es estable. Podría derrumbarse en cualquier
momento. Además, me habrían capturado de no haber sido por esos animales.
Chicos, creo que es hora de moverse.
— ¿Y a dónde? —persistió Inma en su desconcierto.
—A la plaza —concretó súbitamente el único miembro
masculino del equipo—. Vamos a la plaza.
— ¿A la plaza? ¿Por qué a la plaza? —indagó Jessica
tras su incomprensión del destino que su líder había seleccionado.
—Escuchad, conozco a Alice mejor que nadie. Si
estamos aquí, a salvo, es gracias a ella y sus decisiones. Sé que encontrará la
forma de reunirse con nosotros y dar con nuestros compañeros entre todo este
caos. Puede ser incluso que ya estén todos juntos y seamos los únicos separados
del grupo, pero dudo que haya ido a recoger nuestras cosas. Me acabo de
percatar de que todas nuestras armas y trajes todavía están en la plaza donde
hicimos el juego ese de mierda, y vamos a necesitarlos si logramos salir de
aquí. Deberíamos ir a por ellos, equiparnos como es debido, y después buscar a
Alice y los demás. Os aseguro que lo haremos. No pienso irme sin ella.
Las chicas intercambiaron una fugaz mirada de
incertidumbre tras escuchar la explicación de M.A. Pese a que el movimiento más
sensato en aquella vorágine del terror era huir lo más rápido posible, también
se trataba del más cobarde y podría ocasionar un gran número de problemas a
largo plazo. Conseguir su equipamiento y reagruparse era una opción más
arriesgada, pero al mismo tiempo era la correcta.
—Pues venga, chicos, movámonos, antes de que
aparezca alguien o algo más a atentar contra mi cuerpo —apremió Jessica
alentando a M.A a encaminar la marcha hacia la plaza.
—Ya estamos aquí, Maya —conversó Alice con la
inconsciencia de la susodicha una vez hubo establecido su fatigado cuerpo
frente a los cimientos de la armería que todavía resistían en pie el huracanado
paso de los salvajes—. Hemos tenido suerte. Está mejor de lo que imaginaba. Más
nos vale que todavía haya bengalas.
Con el objetivo de incrementar la velocidad de sus
músculos, Alice depositó a Maya sobre la acera, junto a la entrada del recinto,
y se adentró rogando a algún ente inconcreto porque no se colapsase sobre su
esqueleto. Atravesando la espesura de estanterías derribadas y cascotes de
cemento que se repartían sin equidad, no se demoró en localizar el mueble que
era de su interés volcado sobre un mostrador. Tras imprimir un esfuerzo que
tensionó sus nervios por completo, Alice lo levantó para concederse el acceso a
un cajón específico en el que halló cinco bengalas de recarga para el lanzador.
Satisfecha por su recompensa, abandonó rauda las ruinas antes de que decidiesen
sucumbir a su hundimiento.
—Espero que esto funcione… —susurró agarrando
nuevamente su walkie al mismo tiempo que lo sintonizaba con todos los canales
de comunicación disponibles—. ¿M.A, estás ahí? ¿M.A, me escuchas?
Pero la única respuesta que obtuvo fue por parte
del inquebrantable silencio que reinaba en aquella avenida.
El inquietante silencio, tan solo corrompido por la
sinfonía de sus respiraciones, era el hecho que las martirizaba. Ambas sentían
la presencia de un salvaje maligno en la oficina dispuesto a irrumpir en la
conclusión de la partida. Sin embargo, ninguna acertaba a adivinar su
naturaleza o ubicación. A pesar de la magnitud de su desorientación, Michaela se
mantenía cautelosa con respecto a las acciones de Nicole, y ella era consciente.
Aquel animal representaba una amenaza común, pero su enemistad en el tablero
perduraba. Los equipos no habían cambiado.
— ¿Michaela? —musitó la rubia demostrando una
disposición opuesta a la agresividad que la había dominado recientemente—.
¿Tregua?
— ¿Temes enfrentarte a dos rivales a la vez?
—rechazó Michaela la oferta ofendida por aquel patético despliegue de debilidad—.
Sigues siendo la misma niña que corría a esconderse bajo las faldas de su puta
madre cada vez que un niñato de instituto cortaba con ella. ¿Te acuerdas,
Nicoleta?
—Tu jaque mate ya no existe, Michaela. Yo solo te
daba la oportunidad —aclaró Nicole una realidad a su oponente que esta no
alcanzó a descifrar hasta su siguiente acción.
Nicole explotó un chillido en sus cuerdas vocales
que estremeció los miles de sentidos de su hermanastra y corrió hacia una mesa
para precipitarse a su escondite bajo ella. La reacción de Michaela tras
divisar una pantera rasgando las tinieblas para saltar ansiosa sobre su cabeza
fue puramente instintiva.
— ¡Hija de la gran puta!
Un escopetazo en el costado del animal la liberó de
la cruenta muerte a la que Nicole la había impulsado. La pantera despidió un
alarido de dolor y se estampó contra un muro, sacudiendo el debilitado soporte
del edificio. Michaela aprovechó la confusión de la bestia para parapetarse
presurosa tras unos escritorios en la dirección contraria a la que Nicole se
había dirigido.
—Demonio rubio… —murmuró con pretensión de
reembolsarle su sucia jugada.
— ¡M.A, aquí Alice! ¡¿Puedes oírme?! ¡Por favor,
responde! —insistió la chica asaltando con sus chillidos al aparato—. Vamos,
por favor, cógelo. Por favor…
Ejecutando con maestría un veloz arrastre, Nicole
se fugó desde el resguardo de su escondite a una mesa cercana, adquiriendo una
posición de mayor estrategia frente a las amenazabas que la rastreaban. Entre
la penetrante oscuridad de la estancia, una de sus manos se posó sobre un
objeto accidentalmente al permitirla descansar sobre el escritorio. Distinguió
instantáneamente el arma empleando tan solo su sentido del tacto. Se trataba de
una Glock. Agradecida se mostró su fortuna por una vez durante la noche cuando
comprobó que se hallaba cargada.
Su entusiasmo se disipó al visualizar los
complementos que acompañaban a su pistola. Un arma gemela a la obtenida que no
se demoró en examinar para descubrir que estaba vacía y una lanza que habría
reconocido a la perfección incluso con los ojos vendados. Aquella era la lanza
retráctil que Nick había fabricado.
— ¿Davis?
El ensimismamiento en el que la había empapado
aquel fatídico descubrimiento la absorbió de las acciones de Michaela, quien
había abandonado parcialmente su cobertura y se localizaba dirigiendo el cañón
de su Eagle al lomo de la pantera merodeadora. Tan solo por un momento de
ingenuidad, Nicole se convenció de que la mataría para acabar con la intrusión
del animal en su juego, pero sabía que no lo haría. Su pérfida sonrisa concretó
la aclaración. A la reina le estaba agradando aquella pieza adicional con la
que atemorizarla. Con un rápido desplazamiento de su brazo, Michaela viró su
Magnum hacia el espacio en que ella se situaba.
—Mi turno, Nicole
Con un estallido ensordecedor, la bala destrozó una
de las ventanas, incitando a la pantera a correr enloquecida entre imponentes
rugidos hacia la posición de la rubia. Esta se incorporó con eficiencia
mientras organizaba su nuevo equipamiento. Tratar de permanecer camuflada con
el entorno iba a ser inútil. Era hora de luchar contra aquella bestia.
Nicole agudizó su visión para distinguirla
aproximándose entre las sombras y propinó un par de disparos a su cabeza, pero
ninguno de ellos detuvo su acometida. Una vez desplegada la lanza retráctil, la
joven se retiró a su izquierda para evadir el mordisco del animal e hirió
torpemente su costado con la hoja. Impulsó tres balas más hacia el cerebro de
la salvaje, pero fueron inútiles. Tras ello, la atacante se percató de un rasgo
que no había considerado hasta entonces. Aquella pantera debía pertenecer a los
especímenes cuya piel se había endurecido por la exposición a la radiación. Las
balas del calibre de su Glock no iban a causarle apenas daño.
La pantera se giró enfurecida dispuesta a
destriparla con su segunda arremetida. Esta trató de volver a ejercer su
protección con la lanza, pero los colmillos del animal se aferraron al asta del
arma con una potencia sobrehumana. Si continuaba imprimiendo tal presión
insostenible, acabaría por despedazar su barrera y alcanzar su jugosa yugular. En
un arrebato de adrenalina y agilidad mental, Nicole contuvo la furia de la
bestia a través de su lanza usando tan solo uno de sus brazos para clavar su
Kukri en una de las patas delanteras de la bestia y el de Michaela en la
contigua. Gruñendo condenado por la inmovilización, la pantera desgarró el
ambiente mediante su atronador canto cuando la hoja de la lanza perforó su
cuello.
La fuerza de Nicole alcanzó su límite tras su
tentativa de ejecución. Atravesar a la pantera era como intentar penetrar
hormigón. Ni siquiera expulsó una gota de sangre antes de caer rendido
finalmente. La vencedora extrajo veloz la lanza y los dos Kukri consciente de
que todavía debía enfrentar al peor de sus oponentes. Transcurrieron escasos
segundos en los que se preparaba para recuperar su escondite cuando el animal
se levantó como una pasión revivida y saltó hacia ella. Impactada, Nicole ni
siquiera reaccionó ante la desagradable muerte que iba a sufrir.
Un disparo imprevisto la rescató de su fin. La
pantera se estampó contra un escritorio y volvió a ser tentada por el
aturdimiento. Michaela se presentó ante su persona triunfal. Otra vez…
—Vamos, ¿no puedes con un simple felino, Nicole?
—fanfarroneó desde la seguridad de su escondrijo—. ¿Y tú esperabas derrotarme?
Ese niño llorón que trajiste lo haría mejor que tú.
Tras concluir el animal su recuperación, Nicole se
posicionó preparada para la siguiente lucha. Necesitaría otra estrategia
inteligente para deshacerse de él, y ya se hallaba confeccionando una en su
inquieto cerebro.
— ¿Por qué no te mueres, hija de puta?
Expeliendo un chillido hostil, Nicole evadió un
ataque de garra que la pantera utilizó tratando de perforar sus pulmones y
corrió en dirección a la salida. Al deducir sus pretensiones, Michaela
reaccionó como si un resorte se hubiese activado en su organismo, disparando
con su escopeta para interceptar la huida. Su hermanastra sonrió frente al
error catastrófico en el que se había desmoronado. Antes de que el cartucho
produjese su característico trueno, Nicole desvió con imprevisión su orientación
y emprendió una carrera hacia la dirección contraria. Guiado por el estruendo, el
animal se presentó apresurado en el escondrijo de Michaela, ignorando a la
mujer que había sido su objetivo original.
—Muy inteligente, Nicole. Lo has vuelto a hacer
—anunció Michaela tras divisar a la pantera caminando hacia ella inundada por
su irracional rabia—. Pero es inútil. He estado controlando este animal, al
igual que todo lo demás que ha ocurrido hoy en esta base. Si lo quiero muerto,
morirá. Y eso es exactamente lo que va a pasar. Fin del juego.
La bestia arremetió contra Michaela en un vano
intento de apaciguar su necesidad de sangre. Un dúo de disparos provenientes de
la Desert alcanzó la hazaña de perforar la robusta cabeza de la salvaje,
precipitando su descoordinado derrumbe. La asesina se aproximó para contemplar
a su víctima luchando contra sus heridas por mantener su respiración mientras
gruñía agitada.
Otro reverberante impacto volvió a estremecer la
puerta que anteriormente había cautivado la atención de Nicole, pero esta vez
fue acompañado por un vivaz grito.
— ¡Ayuda! ¡Que alguien me ayude!
— ¿Davis? —cuestionó ella su presencia
desplazándose alterada hacia el origen del auxilio. Tras retirar presurosa una
parte de los escombros que efectuaban el bloqueo, la puerta cedió, permitiendo
a la oficina el acceso de la figura de un desaliñado Davis cuyo aspecto
generaba la impresión de que se había vestido apenas minutos para escapar de un
ardiente horno.
— ¡Nicole!
Mediante un concluyente fragor, la Desert Eagle de
Michaela segó la miserable existencia de la pantera.
Sin necesidad de enfrentarse a ningún contratiempo
humano o animal, M.A, Jessica e Inma comparecieron en la plaza con la brevedad
que requería la grave condición que confrontaban.
—Allí —señaló Inma al equipamiento que buscaban
localizado junto a un conjunto de gélidos cuerpos al ser la primera en
visualizarlo.
Desplazándose al unísono, el trío alcanzó el
espacio indicado y comenzó a recoger veloz sus posesiones. Se hallaban
concentrados en su tarea cuando el walkie de M.A reclamó de nuevo su
comunicación.
—M.A, aquí Alice. ¿Puedes oírme?
— ¡Alice! —contestó el requerido atrapando
apresurado el aparato—. ¡Estoy aquí! ¡Te oigo alto y claro!
—Agh, por fin… Menos mal —suspiro ella denotando
alivio en su expresión—. Escucha, M.A. He encontrado a Maya. No estoy segura de
si ha sido gracias a mi idea, pero estaba en la base, y la habían atrapado.
Está inconsciente ahora mismo.
— ¿Pero está bien? ¿Qué le pasó? —inquirió con
sorpresa preocupado por el bienestar de su amiga.
—No lo sé, pero está bien. No te preocupes —le
tranquilizó procediendo a conducir aquella conversación hacia la actuación que
la aguardaba—. Estamos en la armería. Tenéis que venir lo más rápido posible.
Hay que salir de aquí ya.
—Alice, ni siquiera sabemos dónde está la armería.
¿Y qué hay de los demás? No podemos simplemente abandonarlos después de todo lo
que ha pasado. Acabamos aquí por dos personas, en primer lugar —protestó incómodo
por la inesperada actitud esquiva de la chica.
—Vale, tranquilo. Tengo un plan —aclaró con firme
convicción en su proyecto—. Sigue la luz.
— ¿Luz? ¿Qué luz? —consultó aturdido sin recibir
ningún signo de respuesta explicativa.
— ¿Qué pasa? —consultó Jessica desorientada por los
fragmentos inconexos de dialogo que había captado.
—Era Alice. Ha dicho que vayamos…
Una aguda sonoridad proveniente de su transmisor le
interrumpió solicitando nuevamente su escucha.
—Atención. Aquí Alice y
Maya llamando a todos los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Repito, Alice
y Maya llamando a todos los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Tenemos que
salir de aquí, y no vamos a hacerlo sin vosotros. ¡Deprisa!
Un centelleante brillo anaranjado inundó el cielo
estrellado, fusionando sus miradas hacia la trayectoria que señalaba. Resultó
sencillo interpretar aquel repentino suceso. Alice había vuelto a lanzar una
bengala señalizadora para reunir a todos en una misma área. Una estrategia
eficaz, aunque peligrosa.
—¿Maya? —pronunció Inma atónita por la afirmación
de su compañera—. ¿Está Maya aquí? Ha venido…
—Creo que se refería a eso —esclareció Jessica a
M.A—. Ya sabes, con lo de la luz.
—Sabía que se le ocurriría algo —proclamó este
orgulloso del intelecto de su chica—. Vamos, terminemos de recoger esto y
vayamos allí cuanto antes.
—Solo espero que los soldados no decidan también
reunirse con nosotros —comentó Jessica rogando porque su percepción pesimista
no se trasladase a la realidad.
La consumación del desenlace de la pantera y la
introducción de Davis en el escenario bélico redirigió en un instante la
batalla a su naturaleza original. Dos reinas combatiendo en un tablero
aniquilado.
Michaela alzó su Spas dispuesta a destrozar el
torso de Nicole, pero la oponente le superó en agilidad, asestando un cuarteto
de disparos desde su Glock que la obligaron a reestablecerse en su cobertura.
Nicole y Davis la imitaron con férrea intención de salvaguardar sus cuerpos.
—Se acabó, Michaela. Ahora somos dos. Estás en desventaja.
Ríndete y me planteare dejarte vivir —intentó persuadirla Nicole alegando
desesperada a un temor que ni siquiera existía.
—No tendrías que intentar negociar conmigo si
estuviera en desventaja —desenmascaró ella sagaz su burda estratagema—. Me he
enfrentado a equipos de élite de más de treinta personas con solo tres
camaradas cubriéndome. ¿Crees que me asusta que seáis dos?
Demostrando la realidad de su amenaza, Michaela se
escabulló de su parapeto y lanzó otro cartucho de su escopeta hacia el escritorio
en el que ambos se ocultaban antes de regresar a la seguridad de este.
Un mensaje que se difundió a través del walkie de
Nicole interceptó momentáneamente la contienda que se desarrollaba.
—Atención. Aquí Alice y Maya llamando a todos los
miembros del grupo. Acudan a mi señal. Repito, Alice y Maya llamando a todos
los miembros del grupo. Acudan a mi señal. Tenemos que salir de aquí, y no
vamos a hacerlo sin vosotros. ¡Deprisa!
Fue entonces cuando apareció, bañando
resplandeciente la estancia como una divinidad que se hubiese manifestado para
rescatarles. Una bengala que se perdió en el firmamento.
Recuperó su visualización del almacén una vez pudo
sentir el torbellino paquidermo haberse consumado. Su primer impulso fue el de
incorporarse. Sin embargo, una estantería que atrapaba sus piernas se lo
impidió.
— ¿Adán? ¡¿Adán?! —vociferó repentinamente tras
denotar la ausencia de su hermano.
—Estoy aquí —la tranquilizó la entrecortada voz del
chico, liberado de la presa del mueble que la capturaba a ella.
—Ayúdame.
Uniendo ambos las escasas fuerzas que todavía
mantenían en sus organismos consiguieron levantar los estantes el espacio suficiente
para que Eva se arrastrase lejos de su cautividad. Con desorbitada rapidez,
examinó las ruinas masacradas en las que había tornado el supermercado tras
ponerse en pie. No lo encontró. Pese a sus heridas, el cabrón había logrado
escabullirse.
—Joder, que mala suerte —perjuró rememorando lo
próxima que había captado la muerte de Fox en su alma—. Bueno, no sobrevivirá.
No a esa herida, y no en estas condiciones. No puede sobrevivir.
Tras indicar a su hermano que se desplazase junto a
ella, abandonaron el aniquilado lugar a través de uno de los gigantescos
boquetes creados por el desaparecido elefante, descubriendo el panorama que la
embestida había establecido en el exterior.
— ¿Pero qué cojones ha pasado?
— ¡Eva, mira! —la llamó Adán señalando enérgico
hacia el cielo.
Un destello naranja había estallado allí donde el
niño la guiaba. Eva lo analizó con sencillez. Ya la había contemplado cuando la
habían empleado para atraerles hasta la base. Se trataba de una bengala. No
podía conocer la naturaleza de su uso en aquella ocasión, pero la primera había
servido para reencontrarse con su hermano, por lo que decidió concederle un
voto de confianza. Con el desastre que había acontecido, sus alternativas
tampoco eran excesivas.
—Vale, vamos allí, pero ten cuidado. No le quites
el ojo de encima a nada.
—Sí…
— ¿Maya? —murmuró Davis sobrecogido por una
confirmación de semejante calibre—. No puede ser. Maya… Ella…
—Que dulce —expelió Michaela su sarcasmo frente a
la necia pretensión de Alice—. Cuanta ingenuidad en un cuerpo tan pequeño.
Ahora sois todos míos.
La pérdida afirmación volvió a desenterrar la rabia
que consumía a Nicole ante la presencia de su hermanastra. Sabía que iba a
arriesgar su vida con la acción que efectuaría, pero no podía permitir que la
perra gozase hiriendo nuevamente a sus amigos. No iba a otorgarle el placer.
—Davis, toma —habló entregando la Glock descargada
y la lanza que le pertenecían—. Vete de aquí. Reúnete con los demás y salid de
la base. Sobrevivid, por favor.
—Espera, ¿y qué hay de ti? —reclamó este preocupado
por su apenada despedida.
—¡¡¡Que te vayas!!!
Nicole se fugó acelerada de su escondite y escuchó
a Michaela perjurando contra su walkie por no concederle el contacto con sus
soldados. Exponiendo su perspicacia, la rubia agarró un ordenador que
descansaba en el escritorio contiguo y lo lanzó describiendo una parábola hacia
su rival. Asombrada, Michaela dispuso de sus reflejos más primitivos para
evitar que el objeto le destrozase la cabeza en su colisión.
Antes de que concretase cualquier otra reacción,
Nicole alcanzó la mesa tras la que Michaela se ocultaba y la arrastró hacia la
pared. La afligida desató un dolorido chillido al ser inmovilizada entre el
escritorio y el muro. La Spas que portaba se deslizó desde su brazo hacia un
espacio en el suelo en el que le resultaba imposible acceder a su recuperación.
—¡¡Davis!! ¡¡¡Corre!!!
La orden ni siquiera alcanzó la mente del lancero.
Davis no concebía la idea de abandonar a su amiga ante la muerte, por lo que desplegó
la lanza ignorando su estado físico y se dirigió hacia Michaela para
asesinarla. Concentrando sus esfuerzos en un escape factible, Michaela empujó
la mesa hacia el cuello de Nicole y recuperó su movilidad en el instante en que
el inocente joven se aproximaba a ella. Davis asestó un ataque vertical con su
arma que la rival evadió sosteniendo el asta y propinándole un aturdidor golpe
en el pecho. Las habilidades de combate del individuo eran excesivamente
simples para su nivel. No supondría un problema.
Tras ello, Nicole desenfundó el Kukri que era de su
posesión para asestar una serie de tajos horizontales, verticales y diagonales
en dirección a su cuello que Michaela evadía a medida que retrocedía alejándose
de ambos adversarios. Durante una fugaz distracción conformada tras la
realización de una de las agresiones de Nicole, Michaela pudo agarrar su Desert
Eagle dispuesta a deshacerse finalmente de su incordio. Su oponente trató de
efectuar una técnica que apresase el brazo que pretendía accionar el gatillo,
pero resultó inútil. Con un repentino cabezazo, el arma de Michaela se posó
sobre el vientre de Nicole. Ya era suya.
— ¡Nicole! —voceó Davis recuperado tras contemplar
a su camarada sumergida en su final.
—Atención a todos. Aquí Alice, Maya, M.A, Inma y
Jessica. Acudan a mi señal. Repito, acudan a mi señal. ¡Deprisa! ¡No tenemos
mucho tiempo!
— ¿Jessica? —desvió su preocupación a la par que
observaba un segundo reflejo anaranjado reclamando su asistencia a través de la
ventana.
—Parece que el plan está funcionando, ¿eh, Nicole? —la
asaltó engreída consciente de que su hermanita no iba a atender aquel
llamamiento—. Es una pena que tú no vayas a formar parte de él.
—Davis —atrajo su amiga su atención consecuente de
la inquietud que se había generado en él tras el nombramiento de su amada—,
Michaela solo tiene un arma, y no va a tomar el riesgo de que yo pueda atacar
para dispararte a ti. Vete. No te hará nada.
La maléfica portadora del arma sonrió impresionada
por la claridad con la que la rubia había concebido los irreparables hechos que
sucederían a continuación.
—No voy a abandonarte —se negó el lancero preservando
estable su posición—. ¿Me oyes? ¡No voy a abandonarte, Nicole!
—Qué bonito. Creo que me voy a atragantar con tanto
azúcar —prosiguió Michaela usando sus burlas para acrecentar la presión que
ambos padecían.
—Davis, si te quedas e intentas hacer algo, me
disparará a mí, y después, te disparará a ti, y moriremos los dos.
—Lo haré —afirmó impasible su hermanastra—. Si
fuera tú, aprovecharía la oportunidad. ¿O es que no te importa dejar sola a esa
furcia tuya?
—Tú no lo sabes, Davis —añadió Nicole tras percibir
dudas persistentes en su compañero—, pero yo soy la responsable de todo lo que
nos ha pasado esta noche. Todo estuvo en mis manos. Tomé la decisión errónea, y
todos lo han pagado. Si alguien tiene que caer por esto, esa soy yo. ¡Te lo
pido por favor, Davis! ¡Te lo suplico! ¡¡¡Vete!!!
El joven efectuó una última meditación que
concluiría el dilema. Contempló a Nicole, quien rogaba porque obedeciese su
lamento, e hizo lo propio con la luz de la bengala. A pesar de que sentía a su
moral denominarle traidor por siquiera plantearse huir de la oficina, no podía ayudar
a su amiga. Ella ya había planteado con increíble certeza el código de acciones
que responderían a una tentativa de contraataque. Sin embargo, Jessica y su
bebé… Ellos le necesitaban más que cualquiera en aquel mundo podrido y
corrupto.
—Lo siento mucho —se despidió entristecido cruzando
la salida para emprender una carrera hacia el punto de reunión.
Michaela permaneció con su campo de visión
focalizado en Nicole, escuchando las ruidosas pisadas del lancero perderse en
el horizonte sin intención de impedirlo, hasta que transcurrido alrededor de
medio minuto desató de nuevo su lengua.
—Así que esa es tu respuesta, Nicole. Estás
dispuesta a sacrificarte a ti misma, la pieza más importante del tablero, para
salvar a cualquier otra, sea cual sea. Si lo pensamos objetivamente, no es tan
mala idea. Una vez estás muerta, ya no tienes que preocuparte por haber dejado
morir a otras personas o porque sus seres queridos te martiricen constantemente.
Todo ese estúpido debate moral se esfuma con un chasquido.
— ¿Todavía sigues con esa mierda? —le espetó la
rubia cansada de su intrincada psicosis—. Sí, pues vale, esa es mi respuesta.
Ahora regresa a la realidad y mátame de una puta vez o deja que te mate.
—Tú eres la que aún no lo entiende. Después de todo
el esfuerzo que he puesto en intentar explicártelo… —insistió Michaela
decepcionada negando con la cabeza—. Bueno, supongo que una cabeza hueca como
tú jamás podrá hacerlo, así que no voy a perder más el tiempo. Nicoleta, tus
deseos son órdenes para mí. Voy a matarte.
—Atención, aquí Alice. Eva y Adán se han unido a
nosotros. Llamando a Davis y Nicole. Repito, llamando… ¡Davis!
A través de su walkie, el llanto emocionado de dos
personas cautivó el silencio del ambiente. Su alma los reconoció sin necesidad
de sus sentidos. Eran Jessica y Davis conmocionados por su reencuentro. El
resplandor de una tercera bengala espantó a las sombras que las envolvían. Fue
gracias a ella que pudo divisar a la ironía que se transformaría en su
salvadora. Desde el antiguo escondrijo de Michaela, la pantera cuya muerte
habían estimado cierta se levantaba en silencio mientras observaba la espalda
de esta preparándose para atacar.
— ¿Últimas palabras? —selló Michaela su vínculo
posando la Magnum sobre su frente.
Nicole la deleitó con una sonrisa de satisfacción y
maldad antes de condenarla.
—Jaque a la reina.
Estupefacta, Michaela se giró al percibir un
potente rugido para presenciar al animal saltando hacia su organismo. Un
acelerado disparo de su Eagle provocó que una porción de cerebro de la pantera
colapsase desde su posición, acallándola finalmente por toda la eternidad.
Nicole, quien se había beneficiado del espectáculo escapando en dirección a la
salida, desenfundó su Glock y accionó el gatillo contra la cabeza de su reina
entre incalmables sacudidas de sus brazos. Su error fue irrebatible. La bala despedida
se incrustó en el centro de su espalda, derrumbándola entre alaridos de
candente dolor.
— ¡Nicole! ¡¿Puedes oírnos, Nicole! ¡¡Nicole!! —distinguió
la chica el reclamo de Alice.
Tras una profunda respiración que templó sus
muñecas, Nicole disparó hacia el desplomado cuerpo de Michaela dispuesta a
desterrarla del mundo de los vivos. El silencio que se produjo a continuación
la torturaría durante demasiado tiempo. Se había quedado sin balas.
—¡¡Nicole, si sigues ahí, danos una señal!! ¡¡¡Nos
vamos!!! ¡¡¡Repito, tenemos que irnos!!!
La impotencia la invadió tras percatarse de que no
iba a ser posible concluir la estrategia que había improvisado. Si se
aproximaba a Michaela para rematarla con su Kukri, ella se pondría en pie y la
batalla se prolongaría hasta finalizar consigo muerta o abandonada por sus
compañeros. Ninguna de las dos opciones le atraía. No le importaba sacrificarse
por los demás, pero no iba a optar por ellas por una simple necesidad de
venganza. No era tan idiota como su hermanastra.
Con aquella idea impregnada en su mente, Nicole
comenzó a correr hacia el exterior de aquel maldito edificio con destino a la
luz celestial que le permitiría escapar de la pesadilla, totalmente
inconsciente de que acababa de cometer el mayor error de su vida.
— ¡Nicole, vamos! ¡Llevamos esperando muchísimo
tiempo! ¡Esta es tu última oportunidad! ¡¡Responde!!
—No responde, Alice —intervino M.A tomando con
delicadeza su brazo—. Lo siento por ella, pero tenemos que marcharnos. Si
seguimos aquí parados lanzando bengalas, alguien va a acabar viniendo a
capturarnos.
— ¡No! —irrumpió Davis manteniendo fiel su fe en
Nicole—. ¡Ella vendrá! ¡Lo sé! Solo dadle un minuto más. Tenía problemas.
—No podemos estar esperando eternamente, y lo sabes
tan bien como…
— ¡Está aquí! —anunció Jessica informando del
surgimiento de una figura desde una esquina cercana que se desplazaba hacia el
grupo con una velocidad asombrosa.
— ¡Pues venga, salgamos de aquí! —imperó Eva preparada
para encauzar su espantada de la condenada base.
— ¡Esperad! —les detuvo la sofocada mujer que
acababa de incorporarse a la agrupación—. No podemos irnos todavía. Tengo que
ir a un sitio antes. Es que…
Su pretensión con relación a la explicación de la
historia que había compartido con Leonard se disgregó al captar un tormento de
miradas horadándola sin clemencia. No se trataba de ira ni de oposición hacia
la solicitud que trató de desplegar. Era desesperación. Había permanecido
durante tanto tiempo apartada de sus compañeros que se había olvidado de que
ellos también eran víctimas del sufrimiento de Michaela. Víctimas que ella
misma había ayudado a crear.
—Nos vamos, Nicole. Ahora. Contigo o sin ti —espetó
Alice exponiendo una faceta tan gélida que nunca había sido visible para su
persona.
Su resignación emergió inapelable. Leonard iba a
odiarla merecidamente por abandonarle a su suerte en semejante infierno, pero
su juicio sabía que no podría mantener la promesa que le había hecho. Pese a
que no era su deseo venderlo ante una alimaña que continuaría generando
sufrimiento con cada uno de sus pasos, exponer a las personas a las que ya
había defraudado y traicionado no era una alternativa. No otra vez.
—Deberíamos ir a la comisaría —comunicó convencida
desechando su primer propósito—. Hay algunos vehículos allí con combustible que
podemos utilizar. Teniendo en cuenta lo que ha pasado con los animales, seguro
que hay algún hueco en la barricada lo suficientemente grande como para que
podamos pasar.
—Si es que queda algo de la barricada… —comentó M.A
acertado.
—Además, el traje de Adán está allí, y parte de mi
equipamiento también. Lo necesitaremos. Yo os guío. Sé cómo llegar desde aquí.
Eva, cuyo estado físico se preservaba en mejor
estado que el del resto, sostuvo a una Maya aún inconsciente entre sus brazos
sin apenas inconveniente, y se unió junto con una preocupada Inma a la
organizada comitiva comandada por Nicole en dirección a la comisaria. Al fin
podrían desaparecer para siempre de aquella densa niebla de pura inmoralidad.
Al fin podrían escapar.
—Lo siento, Leonard. Volveré a por ti. Lo pro… Lo
juro.
Una angustiosa tos embriagaba a Michaela,
incapacitándola en las congeladas baldosas que habían presenciado su derrocamiento.
A pesar de que Nicole había escapado, no le importaba. Habrían transcurrido como mínimo veinte
minutos desde su retirada. Veinte minutos en los que el foco de su mente en el
homicidio de la reina blanca se había desviado a la comprensión de la
destrucción que se había generado en su perfecto organismo. Y, cuando su
raciocinio finalmente lo descifró, su inmensurable ego no le permitía
aceptarlo.
Colocó sus palmas con firmeza sobre el suelo y
empleó su entera energía en empujar, pero un punzante ardor en su columna se lo
impidió. Michaela hiperventiló un instante luchando por calmar su ansiedad. Determinada,
reptó hasta el escritorio más cercano, y sirviéndose del apoyo que le
proporcionó, logró incorporarse para su satisfacción. Sin embargo, continuaba
sin sentir sus piernas. Ni siquiera mantenerse en pie le concedía la
sensibilidad que añoraba.
Y fue tras separarse de la mesa con el propósito de
caminar en dirección al exterior cuando cedió incapacitada por segunda vez.
Michaela se precipitó hacia su caída sin posibilidad alguna de evitarlo.
—No puedo… No puedo… No puedo… No puedo andar —articuló
entrecortada. Por una sola vez desde su adolescencia, Michaela estaba siendo
poseída por un sentimiento que ella concebía ya inexistente en su psique.
Miedo—. ¿Qué me has hecho, Nicole? ¡¡¡¿Qué me has hecho?!!!
Una sombra se proyectó desde la entrada. Había
alguien fuera. En cualquier otra ocasión, su último propósito habría sido presentarse
en tal condición de debilidad, pero necesitaba auxilio con urgencia, por lo que
se arrastró lentamente hasta la puerta. La detestable Nicole se infiltró en sus
pensamientos mientras se dirigía hacia su ayuda. Ella había sido la responsable
de aquello que la estaba atormentando. Su jugada final se había constituido tan
rastrera como magnífica. Su jaque había sido ejecutado con tanta perfección que
casi se había convertido en mate.
Una vez alcanzó la salida y distinguió a la persona
que rondaba el edificio, Michaela percibió un ligero alivio en su interior. Se
trataba de Fox, quien se desplazaba con excesiva torpeza. Usaba una mano
empapada de su propia sangre para protegerse el vientre. Su mando la examinó
con curiosidad antes de proceder a su diálogo.
—Parece que los dos necesitamos algo de ayuda.
Alargando su brazo hacia el sujeto, Michaela experimentó
una sensación que nunca la había conseguido atrapar. Indefensión.
—Por favor… Fox… Ayúdame…
—Tranquila, Michaela —intentó calmarla
aproximándose a su derruida imagen—. Todo va a estar bien. No te preocupes.
No fue capaz de escuchar su falso soporte. Su
visión de la aniquilada base comenzó a nublarse a la par que el festival de
zumbidos de sus oídos cesaba. Sin ningún pronóstico que la advirtiese, Michaela
se sumió en una profunda inconsciencia.
La luna llena, silenciosa, se alzaba en lo alto del
cielo nocturno y estrellado, espectadora de todo cuanto había tenido lugar en
aquel demente reino en el que la inmoralidad encarnada reinaba a su antojo.
Hasta hace unos instantes allí abajo, hubo sonidos y vida por doquier en los
que las cacerías humanas y la estampida de animales tuvieron lugar, ahora, el
silencio se apoderaba de un reino sumido en la oscuridad y congelado en el
tiempo. Muchas vidas se perdieron aquella caótica noche. Sufrimiento, muerte y
destrucción fueron los remanentes del egoísta juego de una única mujer.
Lo que aquella noche aconteció, sería algo que los
protagonistas de aquel infernal juego jamás olvidarían, pues el miedo
instaurado en los corazones de Nicole y sus compañeros por aquella mujer sería
algo que jamás podrían olvidar por más que quisiesen. Con la mirada al frente,
en un total silencio vislumbrando las primeras luces del amanecer, con miles de
pensamientos y temores abordando a cada uno de los participantes, abrazados a
aquellos a los que amaban y que pudieron perder aquella noche, huyeron lejos,
muy lejos, en los vehículos robados de la comisaría de aquella dañina demencia
sin querer volver a mirar atrás, todos excepto una única persona cuyo odio
hacia una mujer y cuya traición a un chico inocente que creía en ella aún la
ataban a aquel lugar.
Vidas inocentes fueron arrastradas a una guerra
personal entre dos hermanastras cuyos principios, valores e ideales las hacían
seguir caminos opuestos y confrontados en la vida, sin saber que en el fondo,
ambas buscaban lo mismo. No obstante, a pesar de todo lo que sucedió, de todo
el sufrimiento y las vidas invertidas aquella noche, la guerra no se alzó con
la victoria de ninguna de las mujeres, pues tanto una como otra acabaron
sufriendo y perdiendo algo valioso para ellas. Aquella fue una guerra en la que
no hubo ganadores, pero si en la que todos en mayor o menor medida perdieron o
pudieron perder algo. Lejos de lo que ambas vivieron aquella fatídica noche en
el que el destino las reunió, ambas estaban lejos de acabar ahí la batalla.
Ambas finalizaron la noche con vida. Ambas sabían
que aquello no tendría que haber sucedido. Ambas sabían que sus caminos
volverían a juntarse tarde o temprano, no importaba como de lejos se
encontrasen. Ambas sabían e intuían que la próxima vez que sus caminos se
juntasen, una de las dos moriría, pues así el destino lo tenía escrito, aquella
batalla entre la moralidad y la inmoralidad ya había durado demasiado. La
próxima vez, el destino dictaría una resolución que se alzaría en respuesta a
aquella batalla de ideales que por siglos habían regido el corazón de los seres
humanos, esta vez, a través de dos mujeres. No obstante hasta que aquel tiempo
llegase, ambas deberían de prepararse para la que sería la batalla de sus
vidas.
- 2º Ruta: Ataque Sorpresa
- Continuación 1º y 2º ruta: Punto Muerto (Parte 1)