Zoey
caminaba por la planta baja a las dos y media de la mañana. Ya todos
estaban dormidos, menos algunos que ``hacían´´ guardia o que debían de
hacerla. La mujer fue a ejecutar su plan. Al primer sitio que se dirigió
fue al garaje, donde se encontraban los camiones. Lo primero sería
asegurarse de su medio de transporte y su ``almacén´´. ¿Por qué
conformarse con unas mochilas cuando podía tener todo un camión en el
que meter todas las armas, suministros y medicinas de aquella panda de
idiotas? La joven llegó. Afortunadamente, nadie estaba haciendo
vigilancia en aquel lugar. Sin perder más tiempo, fue a comprobar que
las llaves del camión estaban puestas.
—¿Qué crees que haces aquí?
La joven se volteó para ver a un hombre portando un fusil de asalto G36. Un tipo musculoso, alto y con cara de pocos amigos.
—Bueno, no podía dormir y me dio por ver los camiones. Me parecen muy interesantes. —dijo apoyándose en el porta cargas.
—Lo siento, pero no puede estar aquí.
—Joooo,
venga, ¿por qué no me lo enseñas? Sólo déjame verlo por dentro y me iré
a dormir. Oye, seguro que sabes de camiones. ¿Por qué no me hablas de
ellos?
—Señorita, sé bastante de estos vehículos. Antiguamente era camionero.
—Vaya, que interesante. Entonces, ¿por qué no me lo muestras un poco?
Aquel tipo, tras observarla un poco de arriba a abajo, accedió.
—Hombres...
Tan fáciles de engañar... Caen ante un cuerpo bonito y unas palabras
que muestren algo de interés por sus gustos. —pensó Zoey.
Éste
abrió la puerta del camión y Zoey lo miró por dentro introduciendo medio
cuerpo en el interior de la cabina, y dio con las llaves. Para su
suerte estaban puestas.
—Perfecto. —susurro con una sonrisa de satisfacción.
Aquel
tipo le prestaba mas atención al trasero de Zoey que al propio hecho de
vigilar que toqueteaba aquella seductora mujer. Esto no pasó por alto
para Zoey, quien se percató de ello por el rabillo del ojo.
—¿Qué haces dentro, guapa? No toques nada. —dijo al escuchar el sonido de las llaves.
Zoey suspiró. No le quedaba más remedio que ir al paso dos para conseguir aquellas llaves.
La joven sacó la mitad del cuerpo y se giró con una sonrisa y una mirada seductora.
—Oye, ¿que te parece si me enseñas ahora el portacargas? —dijo mordiéndose el labio inferior acercándose mucho a aquel hombre.
—¿Y por qué no, preciosa? —dijo con una sonrisa.
Éste
abrió el portacargas y la invitó a entrar. El interior era muy
espacioso, perfecto incluso para transportar a grupos de personas. Tras
entrar Zoey, él la siguió y cerró las puertas dejándolas medio abiertas.
—¿Qué te parece si probamos el camión, nena? Si te gusta la potencia, podría enseñarte de lo que soy capaz.
Zoey
se quitó la camiseta a medida que retrocedía de espaldas al fondo,
dejando ver un sujetador blanco que le realzaba el pecho. Aquel hombre,
ya excitado y tras mucho tiempo sin dar palo al agua con ninguna chica,
dejaba tirada el arma en el suelo del portacargas y comenzaba a avanzar
hacia ella nada más quitarse él la camiseta.
—Si quieres ver más deberás venir, guapo. —dijo ésta haciéndole una señal con el dedo para que se acercara.
—Ya verás de que soy capaz, bombón. —dijo aquel tipo nada más acercarse a ella.
Éste
comenzó a besarle el cuello mientras se bajaba la bragueta del pantalón
para, acto seguido, desabrocharle a Zoey el botón de su pantalón
vaquero. La joven sacó algo lentamente del bolsillo trasero del vaquero.
—Mírame a los ojos, guapo.
Nada
más hacerlo con una sonrisa dibujada en su rostro, en un abrir y cerrar de ojos, aquel
tipo se vio con el filo de una navaja atravesándole un lateral de la
cabeza. La sangre manchó el rostro de Zoey en cuanto sacó el filo de su
cráneo, y aquel pobre desgraciado cayó al suelo sin vida.
—Nunca
entenderé como los hombres podéis llegar a ser así de estúpidos. Os
enseñamos un poco de carne y ya estáis como perros en celo. —comentó
mientras se limpiaba la cara y la navaja con la camiseta de su víctima.
Tras
salir ya vestida quiso ir por fin a la cabina para coger las llaves,
pero todo se detuvo cuando vio a otro hombre nada más salir de ella.
—¿Qué haces aquí?
Zoey
se quedó en blanco. Entonces, aquel hombre miró detrás de la mujer, y
éste, que portaba un arma idéntica a la de la víctima de Zoey, reaccionó
al instante tras ver el cadáver.
—¡Pero qué coño... —Antes de poder apuntarla, ésta le pegó un empujón. —¡No te muevas!
Zoey corrió hacía él, y justo cuando éste disparó, ella pudo desviar el arma, fallando el tiro.
Ya
todo se había jodido por esos tiros. Era imposible que nadie los
hubiera escuchado. Pronto llegarían más personas y todo habría acabado
para ella. Ésta golpeó la entrepierna del tipo y le arrebató el arma de
las manos. Aprovechando que éste se encontraba arrodillado en el suelo
presa del dolor, lo golpeó en la cabeza con la culata del arma,
dejándolo inconsciente.
—¡Joder! —maldijo Zoey furiosa propinándole un pisotón en el estómago.
Tenía
que pensar rápido. No había excusa para justificar lo sucedido. Fue
entonces que se quedó en silencio, mirando a la puerta del garaje que
comunicaba con el exterior. Aquellos gemidos. Aquellos arañazos. Ellos
intentaban entrar. Zoey sonrió. Si no salía de allí por las buenas,
sería por las malas. Corrió a la gran puerta metálica y comenzó a girar
una manivela, subiendo solo un trozo de la puerta. La joven salió
corriendo al ver al primer podrido arrastrarse bajo la puerta metálica, y
una vez llegó a la puerta por la que vino y que comunicaba con el resto
del edificio, vio al menos a una docena de no muertos en el interior de
la estancia, devorando a aquel hombre inconsciente mientras los zombies
no dejaban de entrar.
—Genial. —Zoey se fue portando el fusil y
dejando la puerta abierta detrás de sí. Tenía que ir a coger una de las
dos mochilas militares, el traje para protegerse de la radiación y las pistolas y lanza de
Davis. Era lo máximo que podría cargar ella sola y salir antes de que
la pillaran o bien la atacaran los zombies.
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Davis
y Nicole saltaron alarmados de la cama despertándose de su sueño, como todos lo que estaban
durmiendo a aquellas horas. Nicole salió al pasillo y se topó con Davis
nada más abrir la puerta, quien estaba a punto de llamarla a su habitación. Se percató de que el joven estaba ya vestido con su
cinturón portapistolas puesto y con la lanza en una de sus manos.
—¡¿Qué ocurrió?! —preguntó la rubia al tiempo que se hacía la coleta.
—Ni idea. Acabo de escuchar los disparos y salí a toda prisa.
Nicole agarró el Kukri del armario y salió cerrando la puerta detrás de sí.
—¡Zoey, despierta! —gritó Nicole golpeando la puerta de ésta.
—¿No está? —preguntó Davis extrañado.
Muchos
de los habitantes del edificio bajaron a la planta baja en busca del
lugar donde se había producido el disparo, mientras que otros se
quedaban a la espera en sus habitaciones.
—¡¡¡¡Aaaaarggghhh!!!
—¡¡Jessica!! —gritó Davis al reconocer su grito.
El
pelinegro bajó rápidamente con Nicole las escaleras a la segunda
planta. Una vez en ella, vieron a Jessica mirando hacia el interior de
la enfermería. La rubia y Davis corrieron hacia ella. Alarmados por el
grito de la joven, preguntaron cual era el problema, y ésta se abrazó a
Davis nada más verlo.
—Dios mio... —pronunció Nicole mirando al interior de la estancia.
Davis
también miró al interior al tiempo que soltaba poco a poco a Jessica y
entraba junto con Nicole en la enfermería. Techo, suelo y paredes se
teñían en un intenso color carmesí, y allí en medio de la habitación, el
cadáver de Eli se encontraba destrozado, bañado en su propia sangre e
infectado de heridas abiertas por todo el cuerpo.
Davis miraba atentamente el cadáver e instantáneamente miró la camilla de Matt.
Él ya no se encontraba ahí. Nicole miró con rostro serio la situación. Sabía lo que se le estaba pasando al joven por la cabeza.
—¡¿Qué hicisteis con el cuerpo de Matt?! —Preguntó Davis nervioso—. ¡¿Lo enterrasteis?! ¡¿lo quemasteis?! ¡¿Que pasó con su cadáver, Jessica?!
Ésta negó con la cabeza. —Nada.
Íbamos a esperar a mañana para ocuparnos de él —dijo la joven entre
sollozos, apoyándose a la pared mientras empezaba a temblar—. Dijiste
que no despertaría... ¡¡¡¿¿¿Porqué me mentiste, Davis???!!! —gritó entre
lagrimas.
—No te mentí. Ya te comenté que Nicole me dijó que
sólo vio a gente enferma caer presa de la mutación. ¡¡Matt no estaba
enfermo!!
—¡¿Entonces por qué volvió a la vida?!
Davis no supo que contestar.
—¿Seguro que no estaba enfermo, Davis? —le volvió a preguntar Nicole—. Haz memoria. ¿No mostró ningún síntoma de enfermedad?
El joven se puso a recordar mientras que de fondo comenzaban a escucharse algunos disparos y gritos.
—No, no recuerdo... —El joven se calló un momento.
—¿Qué ocurre? —preguntó la rubia.
—¿Cómo sabes que es por un virus? —preguntó mientras tenía la vista perdida al suelo.
—Porqué la gente que vi mutar padecían enfermedades.
—Pero Matt no estaba enfermo. Lo sé. ¿Y... una bacteria?
—¿Una bacteria?
—Antes
de encontrarte, yo y Matt fuimos a un pueblo a por pastillas de cloro.
Entre otras cosas, teníamos un pozo de donde sacábamos agua, y Matt dijo
que sabía rara. Tal vez había comenzado a criar algún tipo de bacteria
en el agua.
Nicole comenzó a pensar en lo que Davis había dicho.
—Es
posible. No puedo asegurarte completamente que sea un virus o una bacteria, o incluso ambas cosas. Yo sólo vi
a gente enferma, pero en ningún momento pude comprobar si realmente era
un virus o una bacteria lo que muta con la radiación a altos niveles.
—¿Quieres decir que no sabías nada de esto? —preguntó Jessica.
El
joven negó con la cabeza. Tras unos instantes en silencio, un montón de
personas comenzaron a subir a la segunda planta corriendo.
—¡Haced
una barricada en las escaleras con los muebles! ¡Impedidles el paso a
esos zombies! —gritó una voz femenina en mitad de las escaleras.
—¡Vamos! ¡Tenemos que ayudar! —dijo Jessica corriendo hacia donde estaban el resto de personas.
Nicole fue tras ella, pero Davis la detuvo agarrándola del brazo.
—Espera. Tú ayuda a sacar muebles de las habitaciones y ayúdalos a colocarlos en las escaleras.
—¿Y que harás tú?
—Encargarme
de Matt. Estoy seguro de donde se puede encontrar. Si nadie lo vio en
ninguna de las tres plantas solo se puede ocultar en un sitio.
—En el invernadero, donde está la gran cúpula de la cuarta planta, ¿cierto?
Davis asintió.
—Está
bien. Ayudaré aquí, pero date prisa. Sólo acaba con él. Ahora debe
estar empezando el proceso de mutación, por lo que lo puedes matar como
humano.
Davis asintió y ambos se despidieron con un abrazo. Davis
salió corriendo hacia la cuarta planta y Nicole se quedó en la segunda.
Allí la cosa estaba muy fea. Habían muerto varias personas y los zombis
intentaban derribar la barricada que se había formado con los viejos
muebles que habían podido conseguir.
—Son muchos... —dijo Nicole al tantear unos veinte zombies más o menos.
Observó
que solo había tres personas con pistolas, entre ellas, Jessica. El
resto iba armado con algún cuchillo, barra de acero u alguna otra arma
blanca. Los niños y ancianos estaban encerrados en las habitaciones de
la tercera planta.
—¡Agarrad ese armario! —gritó un hombre al ver como un armario comenzaba a resbalarse lentamente escaleras abajo.
Nicole y Jessica lo agarraron para que no cayera y dejara espacio libre a los podridos.
—¡Están intentando pasar por encima de la barricada! —gritó Jessica—. ¡¡Ayudadnos!!
Steve
apareció entre el tumulto portando un bate de béisbol con el que golpeó
a uno de los zombies que estaban al pasar la barricada por encima.
—¡¡Esto se está poniendo muy feo, Jessica!! —gritó Steve.
—Lo sé, pero debemos aguantar hasta que los demás acaben con los no muertos desde nuestro lado de la barricada.
—¡Daros
prisa! —gritó la rubia al notar como otros muebles comenzaban a moverse
ligeramente escaleras abajo por el movimiento de los zombies que no
paraban de intentar trepar por ella.
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Zoey
se encontraba en su habitación con el traje de radiación, su hacha, el
fusil de asalto G36 y una mochila sobre la cama, que contenía comida y
agua.
—Davis se llevó las pistolas y la lanza con él. Tal vez debería arriesgarme a
coger la mochila del cuarto de Nicole. En esa es donde están todas las
medicinas. Es lo único que tengo que coger, porque alimento y agua tengo
suficiente por ahora.
Zoey comenzó a pensar en si arriesgarse en
ir a por las medicinas mientras abría la mochila y sacaba el diario de
Matt, el cual lanzó al suelo como si de basura se tratara. Entonces se
quedó un momento en silencio.
—Iré. Dicen que la avaricia rompe el saco, pero... ¿que podría salir mal? —dijo mientras miraba con una sonrisa el fusil.
En
ese instante se escuchó un fuerte estruendo y corrió a abrir
parcialmente la puerta para echar un vistazo al exterior y escuchar que
ocurría.
—Al parecer la barricada no aguanto. Que novedad...
—¡Rápido,
aprovechemos que están por los suelos! ¡Bajad y acabad con ellos! ¡No
dejéis que vuelvan a subir! ¡Debemos de proteger a toda costa a los
niños y a los ancianos! Dividiros por la planta baja y separad al grupo
de zombies! —se escuchó de fondo la voz de Jessica.
—Vaya, gracias por despejarme el camino, cielo. Ahora podré acceder de nuevo al garaje y coger ese camión.
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Davis
llegó a la cuarta planta, el invernadero. Todo allí estaba a
casi a oscuras. En el techo, una enorme cúpula de cristal recogía la luz de
la luna y las estrellas y las reflejaba en su interior. En la estancia,
espaciosa y rectangular, había algunas lámparas de vela encendidas y
esparcidas por la pared. De las diez, solo seis quedaban encendidas y a
medio consumir con la ardiente llama. Mirara por donde mirara, había un
montón de macetas con arbustos que daban algunas hortalizas. Al parecer
aquello lo usaban para cultivar. El joven miró al suelo de mármol y
comenzó a seguir un rastro de sangre que lo llevó al fondo de la sala.
Allí, entre las sombras, Matt se encontraba echo un ovillo, temblando y
con una profunda y anómala respiración.
—¿Matt?
Enseguida se puso en pie, mirando a Davis con una perturbadora mirada.
—¿Pero que demonios...
Davis comenzó a retroceder poco a poco, a medida que Matt salía de entre las sombras.
Algo
no iba bien. Nicole dijo que tendría que estar empezando con el proceso
de mutación. Todavía tendría que haber sido humano, pero, sin duda,
aquello ya estaba bastante avanzado.
—¿Tendrá esto que ver con el virus de Esgrip que tiene en su organismo? —se dijo para si mismo el joven.
Una
vez Matt salió de entre las sombras, bañado bajo las luces del lugar,
desveló su horripilante figura. Alto, muy alto y delgado, de largas
extremidades, blanco como el mármol, de ojos rojos inyectados en sangre,
con sus ropas rasgadas y sucias de sangre. Comenzó a caminar hacia
Davis, dejándose mostrar todavía más.
—Pero, ¿en que demonios te has transformado, Matt? —dijo el joven triste por la criatura en la que se había convertido.
—Dichosos los ojos. Quien fuera a decirlo.
Davis
se giró para ver a Zoey asomada por la puerta con una amplia sonrisa y
sujetando un fusil, el cual se colgaba del cuerpo con un cinturón que
tenía el arma.
—¿Qué haces aquí?
—Sólo quería ver como el
desgraciado de Matt se había transformado por fin en el monstruo que
siempre dijo ser. Es curioso, ¿sabes? Y ahora acabará con la persona por
la que tanto afecto ha sentido y a la que intentó proteger a costa de intentar traicionar a Esgrip.
Había algo en su tono de habla y
su compostura que no le agradaba a Davis. Tenía una extraña sensación.
Si ella estaba ahí no era precisamente para ayudarle.
—Estoy aquí para veros por última vez. Yo me piro. Aprovecharé todo el caos para huir mientras vosotros jugáis un ratito.
—¡¿Tú eres la causante de todo esto, Zoey?!
—¿Hace falta que te responda?
Davis
se quedó en silencio. Su sonrisa le confirmó lo que ya se imaginaba. En
aquel instante, Matt lanzó una especie de rugido grave mientras
comenzaba a temblar violentamente y a golpearse la cabeza con las manos.
—Esto no tiene buena pinta. Creo que será mejor que me vaya.
—Zorra. —pronunció Davis con un gran desprecio y una mirada desafiante hacia la tranquila mujer.
—Davis,
siempre pensé que eras débil. Si no fuera por mi habrías muerto en
Stone City. Te dejas llevar mucho por tus sentimientos. Eres demasiado
humano para los tiempos que corren. Hoy en día, esos sentimientos pueden
llevarte a la muerte.
Matt comenzó a gritar más fuerte mientras comenzaba a golpear un pilar de piedra con sus puños.
—Dime,
Davis, ¿serás capaz de ser frío y acabar con él? Ya sabes... Sin
dejarte llevar por esos sentimientos y recuerdos del pasado, sin ver a
ese monstruo como quien fue tiempo atrás, Matt, y verlo como el monstruo
que es y como tu asesino si no acabas tú con su vida —dijo aquella vez
en un tono mucho más serio—. O matas o te mata. Elige que final quieres,
y yo que tú me daría prisa. La mutación ya casi se ha apoderado de él.
Zoey
abandonó la sala cerrando la puerta y colocando delante de ésta una
pequeña estantería para que no pudiera huir, y con el fusil en mano, se
dirigió al cuarto de Nicole.
Una vez más, el cuerpo de Matt mutó y
su mano izquierda reventó en una orgía de sangre y tejido muscular,
dejando paso a una larga extensión de los huesos de los dedos de su mano
carmesí, la cual no paraba de aumentar de su tamaño. Aquella extensión
de los huesos de sus dedos le daba el aspecto de una larga garra ósea. Su
altura comenzó a aumentar, y a medida que sus huesos se alargaban, él se
encorvaba hacia adelante. De su espalda salieron a través de la piel, unas extensiones de
los huesos que componían su columna vertebral, dejándole una espalda
puntiaguda a la vista. Su cuello se alargó y todos sus dientes se
desprendieron a la vez que iban sustituyéndose en segundos por una
hilera de afilados dientes. Su camiseta terminó de romperse dejando su
torso descubierto. Todos estos cambios se producían en una intensa orgía
de sangre y aullidos de dolor.
Davis comenzó a retroceder. Sacó
con la mano izquierda la lanza de su cinturón y la extendió pulsando el
botoncito plateado, mientras que con su mano derecha desenfundaba una de
sus pistolas duales y le apuntaba.
El cambio final de Matt se
produjo cuando su cráneo comenzó a crecer por diversas zonas,
deformándoselo mientras grandes cantidades de sangre teñían todo su
cuerpo. Entonces, miró a Davis al mismo tiempo que de sus ojos
comenzaban a derramarse gotas de sangre.
—Lo siento, Matt.
Davis disparó haciendo blanco en el corazón, pero éste casi ni se inmutó.
—¡¿Pero que demonios?!
Entonces,
el cuello de Matt se hinchó y expulsó un proyectil de sangre que Davis
evitó saltando hacia un lado. En aquel momento, se percató de que aquel
líquido sanguíneo parecía estar también compuesto de ácido, pues había
comenzado a consumir un cuadro que estaba colgando en la pared y que se
había visto salpicado por parte del proyectil.
Davis, todavía en
el suelo, se giró y se topó de lleno con las piernas de Matt. El joven
intentó emitir un grito, pero éste se vio ahogado cuando Matt lo agarró
por la cabeza y lo suspendió en el aire. La altura era tal que Davis no
podía rozar el suelo ni con la punta de sus pies.
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Zoey
agarró la mochila, ya con algunas medicinas en su interior, con el
hacha en mano, el fusil colgando de su cuerpo y el traje protector sobre su
hombro. Poco a poco comenzó a bajar a la segunda planta. Todo acabaría
tal y como había planeado. Davis moriría a manos de Matt, Nicole
estaría, o bien ocupada ayudando a los habitantes de aquel lugar,
quienes aún se ocupaban de los zombies, o mejor aún, muerta. Entonces,
se escuchó una puerta cerrarse en el fondo.
—¿A donde vas con eso, Zoey? —dijo una voz que se encaminaba a ella.
Ésta
se detuvo y se giró justo a punto de bajar las escaleras a la primera
planta, por las que llegaría a la planta baja y finalmente al garaje.
Zoey suspiró y se giró tras dejar todo en el suelto, pero sin soltar el
fusil.
—Nicole. Que sorpresa...
—Te lo voy a volver a repetir. ¿Qué haces con eso?
—Huir.
—¿Nos vas a dejar aquí solos?
Zoey se encogió de hombros.
—¿Y por qué no?
Nicole apretó los puños y los dientes de rabia ante aquella respuesta.
—¡¿Cómo puedes ser así?!
—Oye,
rubita, no tengo ganas de escucharte. Mira, he dejado a Davis encerrado
con Matt. O te das prisa o morirá. Estoy más que segura de que no
tendrá agallas para matarlo.
—Tú has provocado esto, ¿cierto? ¿Cómo puedes ser tan cruel? ¡Han muerto personas inocentes que...!
—Bla,
bla, bla, bla —la interrumpió Zoey—. Tu hermanastra tenía razón. Eres
un coñazo. Aburres con esas tonterías de hacer siempre lo correcto.
—¡¿Conocías a Michaela?! Entonces mis sospechas eran ciertas. Tú y Matt erais de Esgrip y pertenecíais a su unidad.
—Efectivamente,
chica lista. Una pena no saber que ocurrió con Michaela. Si estuviera
aquí seguro que le encantaría verte. Lo último que supe de ella y de la
organización fue que Esgrip estaba pasando por serios problemas mientras ella estaba de misión por ahí, y
supongo que a partir de eso la organización se disolvería, ya que no
volvieron a contactar con nosotros.
—¿Esgrip se disolvió?
—Supongo. Si no, habrían intentado contactar conmigo y con Matt para saber si habíamos conseguido eliminarte.
—¿Entonces la organización estaba también detrás de mi?
—Sí.
Sabías demasiado, y desde que saliste de Stone City intentaste
comunicarte con los dos grupos para informarles de que Esgrip estaba
tras ellos. Y para que no intervinieras en los planes de mi empresa, nos
mandaron a eliminarte. Pero, por desgracia, siempre estabas acompañada,
y si estabas sola, tenías la suerte de tu parte y escapabas
inconscientemente de nuestras trampas. Fue por eso que nuestros planes
se veían frustrados constantemente. Por lo tanto, cumpliré ahora mi
trabajo.
Zoey le apuntó con el fusil, pero Nicole le agarró el
arma y apuntó hacia arriba justo cuando ésta apretó el gatillo. Nicole,
inmediatamente, le dio un cabezazo a Zoey, y ambas comenzaron a
forcejear. Nicole logró arrebatarle el arma, y para que ésta no la
recuperara debida a la corta distancia entre ambas, la lanzó por la
barandilla de madera, cayendo a la planta baja.
—¡Maldita! —gritó Zoey furiosa.
Ésta,
aprovechando que Nicole se había quedado descubierta, le pegó un
puñetazo lateral derecho y otro izquierdo. Seguidamente, la golpeó en el
estómago con un gancho, y para finalizar, le lanzó un directo al
rostro; directo que paró Nicole a tiempo agarrándole la muñeca,
aprovechando para golpearle las costillas con un puñetazo que desembocó
en un grito de dolor.
—¡¡¡Puta!!! —blasfemó con odio Zoey.
Nicole rápidamente le retorció el brazo a Zoey, y una vez esta acabó echándose adelante, le golpeó el estómago con una patada.
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Davis consiguió acertar un tiro en el ojo de Matt, haciendo que éste rugiera
de dolor y lo lanzara por los aires de un rápido manotazo estampándolo contra la pared para después precipitarse contra el suelo. El joven se levantó y observó que su lanza
había quedado muy alejada de él, por lo que desenfundó su segunda
pistola y corrió hacia Matt disparando ambas pistolas a bocajarro
mientras gritaba, mezcla de dolor, rabia y desesperación hacia el pecho y rostro del mutante. Sin duda tenía
que salir rápidamente. Tenía que saber si Jessica y Nicole se
encontraban bien y detener a Zoey. Cuanto más tardara, más lejanos
quedaban esos dos objetivos.
Una vez llegó a una corta distancia,
Matt lanzó un golpe con su garra de izquierda a derecha, pero Davis,
con sus buenos reflejos, esquivó agachándose e inmediatamente se lanzó
con todo su cuerpo hacia adelante, ejecutando un placaje que le
desestabilizó, haciéndole retroceder varios pasos. El joven, sin
detenerse un segundo a recuperar el aliento, comenzó a lanzar
rápidamente una serie de patadas de diversas clases al torso de Matt
para que siguiera retrocediendo al tiempo que entre patada y patada
soltaba algún tiro aleatorio a alguna parte de su cuerpo.
—Me estoy cansando muy rápido... —pensó Davis.
Entonces se percató de que detrás de Matt se encontraba su lanza, a un par de metros.
Matt
aprovechó el despiste y le pegó un fuerte empujón con su mano humana a
Davis, deslizándolo hacia atrás varios metros. Davis estaba arrodillado
en el suelo tras ser impulsado mientras sentía un fuerte dolor en el
estómago. Por un momento sintió que la respiración se le cortaba. Éste,
aguantando el dolor apretando los dientes, se puso en pie, y Matt corrió
hacia él gritando, con la garra en lo alto haciendo temblar el suelo a
cada paso que daba. Davis guardó las pistolas y corrió hacia él. Cuando
estaban a una corta distancia, el joven derrapó por el suelo pasando
por entre sus piernas. No tardó en levantarse tras ver a Matt girándose y
volviendo hacia él a toda prisa.
Éste corrió, y cuando estuvo
cerca de la lanza, se lanzó hacia adelante haciendo una voltereta y
cogiéndola en el trayecto. Pero nada más cogerla y volver a ponerse en
pie, percibió el peligro a sus espaldas, por lo que se volteó y en
segundos ladeó el cuerpo, evitando un puñetazo de Matt que acabó por
atravesar la pared.
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Zoey
consiguió zafarse de Nicole y la agarró de la coleta, aprovechando el
dolor para golpearle el tobillo con una patada, haciéndola caer de
rodillas y colocándose velozmente detrás de la rubia para envolverle la
cabeza con sus manos de manera que pudiese romperle el cuello. Nicole la
agarró de la muñeca, y apoyándose sobre una de sus piernas, dejando
todo el peso y el equilibrio en ella, empleó toda su fuerza y se echó
hacia adelante al tiempo que tiraba de la muñeca de Zoey, lanzándola
hacia delante, haciéndola pasar por encima de ella haciéndola desplomarse de espalda contra el suelo. Nicole se colocó
encima de Zoey y la agarró del cuello en un intento de cortarle la
respiración.
Abajo, en la planta baja, unos zombis estaban
terminando de devorar unos cadáveres, ignorando la pelea de gatas que
estaba teniendo lugar en la segunda planta, a pesar de los gritos y de
que estaban muy cerca de la barandilla, pudiendo verse desde abajo la
espalda de Nicole.
Zoey consiguió colocar el pie en el estómago
de la rubia y la impulsó con todas sus fuerzas. Nicole, en un abrir y
cerrar de ojos salió despedida hacia atrás, chocando y rompiendo la
barandilla de madera, la cual cayó encima de los zombis, alarmándolos de
la situación. Media docena de no muertos miraban hacia arriba con los
brazos en alto al ver a una mujer de dorada cabellera a punto de caer al suelo
desde la segunda planta. Ésta se resistía a morir
agarrándose con ambas manos a un trozo de barandilla.
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Matt
sacó el puño del agujero y fue a golpear a Davis, quien se agachó a
tiempo, y agarrando la lanza por ambos extremos consiguió empalar la
garganta de Matt. La criatura lanzó un grito distorsionado, muy molesto,
al tiempo que echaba mucha sangre por la boca y por el orificio del
cuello. Sin perder tiempo, sacó el filo, y haciendo un rápido juego de manos en el que empleaba ambos filos de la lanza, dibujó rápidos y profundos tajos en el cuerpo de la criatura. Un par de tajos diagonales de hombro a cintura dibujaron una gran X sanguinolenta en el torso del mutante, para inmediatamente perforar el centro de aquella X de una punzada.
Matt elevó el puño ante los bajos reflejos que Davis mostró debido al cansancio, y antes de que este pudiera darse cuenta, el potente puño impactó en el vientre del joven, quien fue violentamente despedido contra un pilar de hormigón, desencadenando el golpe en un incontrolable grito de dolor que salió de lo mas hondo del cuerpo del joven. Yaciendo en el suelo, Davis se retorcía entre lágrimas mientras se abrazaba así mismo, por un instante se le hizo escuchar a sus costillas crujir. El simple hecho de respirar le suponía un dolor indescriptible que a penas era capaz de aguantar. Ante el dolor, el joven no pudo reprimir un fuerte ataque de tos que dio como resultado a que de su boca saliera despedida cierta cantidad de sangre que tiñió su barbilla de un rojo intenso.
El mutante Matt se acercó a paso lento pero decidido al joven que se retorcía en el suelo, mientras dejaba un rastro de sangre tras de si por los cortes y heridas de bala efectuadas por el joven lancero. Cuando la criatura extendió la mano para elevar el cuerpo del joven, éste, con un dolor insoportable y una férrea fuerza de voluntad, se alzó sobre sus propios pies al tiempo que se echaba hacia delante sujetando la lanza con ambas manos para cargar contra la criatura y ensartarla en el corazón acompañando el ataque gritando fuertemente de dolor, grito que acabó siendo ahogado por el de la criatura al sentir su corazón perforado por segunda vez.
Tan rápido como pudo, aprovechando el intenso
dolor que había paralizado a Matt, tres, cuatro, seis puñaladas rápidas fueron efectuadas perforando el corazón de la criatura, aún así, la criatura en la que el joven se había transformado se resistía a caer muerta. Cundo la séptima puñalada iba a ser efectuada, el mutante Matt desvió el filo de la lanza con su garra ósea, y tan rápido como pudo, antes de que el joven pudiese reaccionar al ser víctima del dolor y la fatiga, lo agarró con su gigantesca mano de la cintura elevándolo en el aire mientras obligaba al joven al sentir aquella mano cerrándose sobre si misma haciendo resentir los huesos del joven Davis una vez mas. Entre dolorosos gritos de desesperación mientras sentía como el monstruo comprobaba la resistencia de los huesos del joven, Davis elevó la lanza en alto y ensartó el filo en el ojo aún intacto del mutante, obligándolo a gritar de nuevo. Con saña y desesperación a fin de librarse de aquella mano antes de que reventaran sus huesos, comenzó a hundir más y más el filo en la cuenca del ojo perforado mientras movía el cuerpo de la lanza con violencia en diversas direcciones, tratando de causarle a su víctima el mayor daño posible.
La criatura gritó de dolor soltándolo cuando el joven sacó sin delicadeza el filo de la cuenca del ojo del mutante Matt. Davis se alejó trotando tan rápido como su cuerpo se lo permitía, puesto que el hecho de correr le resultaba una acción extremadamente dolorosa, necesitaba alejarse varios
metros al notar como a Matt se le hinchaba mucho el cuello. Ambos, en
medio de la sala bajo la gran cúpula, libraban lo que sería la última
batalla, la que cerraría de una vez por toda la historia del pasado de
Davis Taylor, todo su pasado moriría junto con el mutante Matt. Sin duda alguna, lo
que quería era cerrar todas las puertas de su doloroso pasado. No vivir
más de los recuerdos de antaño. Empezar una nueva vida es lo único que
tenía en mente. Afrontar el presente sin volver a preocuparse del
pasado.
Matt elevó la cabeza hacia arriba y lanzó hacia la cúpula
un gran proyectil de sangre ácida, la cual se dispersó en el aire y
cayó como si de una lluvia ácida se tratara. El joven corrió hacia las
sombras, alejándose del radio de la cúpula, pero sin poder evitarlo,
varias gotas cayeron en su camisa devorando el tejido.
—¡¡Joder!! —El pelinegro se quitó la camisa rápidamente, dejando su torso al descubierto.
Una
vez aquella lluvia ácida dejó de caer volvió a incorporarse al combate deseoso de poner punto y final a su pasado con la muerte de Matt. La
criatura corrió ciegamente ante la carencia de sus globos oculares hacia donde Davis se encontraba. Su increíble oído le revelaba la posición de éste, y corrió hacia él moviendo a un
lado y a otro sus dos brazos. Una vez se encontraban a un par de metros,
Davis empaló la gigantesca mano de Matt tras evadir varios manotazos ciegos de la criatura, y aprovechando que éste se había parado un
instante por el dolor, sacó el filo y dio un rápido giro completo a la
lanza, usando el otro extremo para hacerle un corte profundo en el
tobillo, provocando que la criatura cayese de rodillas. Entonces, en un
instante, cuando ambos se encontraban a metro y medio de distancia, al
mismo tiempo que Davis sacaba una de sus pistolas, Matt intentó empalar
el torso del joven con su garra, pero afortunadamente este ladeo el
cuerpo a tiempo, estando aquellas afiladas garras a punto de rozar su torso sólo por unos míseros
cinco centímetros.
Sin pensárselo dos veces y lanzando un grito
cuya mezcla expresaba ira, dolor, agotamiento y tristeza, Davis disparó al
cráneo de Matt, cayendo éste muerto en el acto. El joven observó el
cadáver unos instantes mientras respiraba agitadamente, agotado y dolorido por la
batalla y el cansancio mental que le ocasionaba el rechazar todo tipo de
recuerdos y sentimientos del pasado.
—Descansa en paz, Matt.
Davis,
con ambas pistolas descargadas y con la lanza ya recogida y guardada en
el cinturón, fue tambaleándose a abrir la puerta a empujones empleando las escasas energías que aún le quedaban para derribar el mueble
que le cerraba la salida.
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Zoey se acercó riéndose con su navaja en mano.
—Todo
acaba aquí, Nicole. —Entonces, miró la mano de Nicole, dispuesta a
atravesársela con la navaja, provocando finalmente su caída.
Una
vez se colocó enfrente de Nicole se arrodilló frente al trozo de
barandilla al que la rubia se sujetaba y elevó el arma blanca para
clavársela.
—¡¡¡¡MUERE!!!
—¡¡¡¡NOOOOOOO!!! —gritó una tercera voz.
Zoey miró en dirección a la voz al tiempo que comenzaba a ponerse en pie.
—¡¡¡Jessica!!! —gritó Nicole al verla.
La joven de oscuros cabellos gritó al tiempo que evitaba una rápida puñalada por parte de Zoey, y
nada mas tener la oportunidad, le pegó un empujón, tirándola por el
hueco de la barandilla. Pero como mala hierba nunca muere, Zoey, al
caer, consiguió agarrarse de las piernas de Nicole, haciendo que con el
peso se le soltara una mano del trozo de la barandilla y la otra
estuviese a punto de soltarse.
—¡¡¡Nicole!!!
Sin poder evitarlo, su mano se resbaló, pero Jessica la agarró a tiempo por la muñeca.
—¡¡No podré aguantar más el peso de las dos!!
—¡¡Maldita
niñata!! ¡¡Os arrastraré conmigo en la caída!! —Zoey comenzó a tirar de
las piernas de Nicole y ésta empezó a resbalarse.
—¡¡¡NICOLE, NO AGUANTARÉ!!!
—¡Ni
lo sueñes, Zoey! —Nicole consiguió liberar una de sus piernas y golpeó
el rostro de Zoey haciendo que se soltara y cayera a la planta baja con
un golpe seco.
Jessica subió a Nicole y ambas miraron hacia abajo
a Zoey, muerta, con los ojos abiertos mirando hacia sus asesinas y con
un charco de sangre emanando de su cabeza a la vez que observaban como
una media docena de zombis se abalanzaba sobre su cadáver.
—Muchas gracias, Jessica. Me has salvado la vida. —le agradeció la agotada Nicole con una amplia sonrisa.
Jessica asintió feliz de haberla salvado.
—¡Chicas! —La voz de Davis alarmó a ambas y Jessica corrió a los brazos de Davis, fundiéndose ambos en un cálido abrazo.
—¡¿Qué te ocurrió?! ¡¿Y tu camisa?! ¡¿Y esos moratones?!
—Luego te lo contaré. Ahora hay que encontrar a Zoey. —propuso un maltratado joven.
—¿Te
refieres a esa que está sirviendo de banquete a los hambrientos esos?
—dijo Nicole con un tono un tanto bromista y con una sonrisa.
Davis se asomó para ver lo que quedaba de Zoey, y después miró a Nicole y sus moratones.
—Vaya pintas, rubita.
—Pues anda que tú, chaval. No es que estés mejor que yo como para hablar de mis pintas.
Jessica
miraba a ambos sin entender como se podían alegrar de lo que había
ocurrido. Por un momento pensó que estaban locos por empezar a bromear
de los moratones de sus cuerpos.
—¿Qué ocurrió con Matt? —preguntó Nicole.
—Murió. En la cuarta planta está su cadáver, por si te interesa verlo.
—Davis, me debes muchas explicaciones. —le exigió Jessica.
—Lo
sé. Te contaré todo lo que quieras saber.
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Eran
las dos de la tarde. En el edificio, ya libre de cadáveres, la
desgracia aún estaba en el ambiente. Habían muerto diez personas, entre
los que se encontraban dos miembros del consejo y la enfermera del
grupo, Hernán, Eli y Steve. Por la mañana se decidió por la voz del
pueblo y gran parte del consejo echar a Davis y Nicole por todo lo que
había ocurrido debido a que les echaban la culpa a ellos de lo sucedido.
A pesar de que Jessica trató de hacer algo para cambiar al resto de
opinión explicando que ellos desconocían los planes de Zoey y lo de la
mutación de Matt usando como argumento todo lo que Davis le había
contado, no sirvió de nada.
Solo
les dejaron pasar la noche allí para descansar, asearse y recibir
tratamiento médico por parte de la aprendiz de Eli, Lori, gracias a que
Jessica ponía excusas para retrasar la partida de ambos. Tras ponerse
ropa nueva, recoger el equipaje y recargar las armas fueron a ser
despedidos solamente por Jessica al vestíbulo. Ésta le dio a Davis
algunos cargadores de pistola y a Nicole un fusil de asalto G36 con
algunas recargas y una funda para su machete para poder llevarlo
colgando de la cintura. Todo esto a espaldas de su grupo.
—Sentimos las molestias que hemos podido causar. —dijo Nicole triste.
—No fue vuestra culpa. Al fin y al cabo, no sabíais lo que pasaría. —contestó Jessica con una sonrisa.
—Am, Davis. Encontré esto en la habitación de Zoey. No vi nada de lo que hay escrito.
Jessica
le entregó un diario a Davis. El joven abrió la portada y vio escrito
``Diario de Matt Dawson´´. No lo guardó. Simplemente lo sujetó para
leerlo por el camino. Estaba seguro que mediante aquel diario
descubriría más secretos de Matt y Esgrip.
—Gracias.
—Te echaré de menos... —dijo Jessica con la cabeza agachada.
Davis
se acercó a ella y la besó en los labios mientras la abrazaba. Nicole
aprovechó la despedida y se puso el traje para protegerse de la radiación, se colgó el fusil, se puso la mochila, y por último, guardó
el machete en la funda que Jessica le había dado, cogiendo por último el
misterioso maletín de Esgrip del que Davis le había comentado que
encontró tiempo atrás.
—Yo ya estoy.
—Me quiero ir con vosotros, pero...
—Lo sé. No puedes, porque ellos te necesitan. Ahora hay menos miembros en el consejo, y tú eres la voz de los jóvenes del grupo.
Jessica asintió.
—Espero que volvamos a encontrarnos... —dijo ésta con tristeza.
—Seguro que nuestros caminos volverán a cruzarse en el futuro. —le dijo Davis acariciándole con ternura el rostro.
—Me
alegro de haberte conocido, Jessica. Una vez más, gracias por salvarme
la vida, y como dice Davis, es posible que nos encontremos en el futuro.
El mundo es un pañuelo. —le dijo Nicole con una amplia sonrisa antes de
que ambos se marcharan del lugar, dejando a Jessica con esa esperanza.
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Nicole
y Davis iban caminando rumbo a su próximo destino, mirando Nicole de
vez en cuando el mapa en los descansos para ir de camino a Mississauga.
Ambos casi no cruzaron ni una sola palabra durante el viaje, puesto que
Davis se había dedicado a leer el diario de Matt mientras caminaban o
hacían descansos. Por aquel entonces, a medida que leía el diario,
comenzaba a entender muchas cosas. Nicole sabía que Davis no leía
simplemente por interés a descubrir cuantas cosas le había ocultado
Matt, sino también para intentar tener su mente en otro lado y no en
aquel edificio, junto con Jessica.
Tras dos días de viaje andando, tomando algún que otro descanso, por fin llegaron.
—Mississauga —susurró el joven agotado de tanto andar.
—¿Y ahora qué? —preguntó la rubia con un pesado suspiro.
Davis
comenzó a examinar los altos edificios que les rodeaban mientras
andaba. Nicole simplemente lo siguió, un tanto extrañada por la ausencia
de cualquier tipo de enemigo zombie en el epicentro de una ciudad tan
enorme. Ambos anduvieron unos metros y tomaron alguna que otra calle
hasta que Davis paró en frente de un imponente edificio.
—Oye rubia, ¿que te parece si descansamos en un hotel de cinco estrellas? —le propuso el joven con una sonrisa.
Nicole no contestó. Hizo un esfuerzo y pasó por al lado de Davis a la carrera, llegando a la puerta doble de entrada del hotel.
—¡Ya estás tardando! —le gritó al tiempo que se cerraban las puertas detrás de ella.
Davis
sonrió y miró hacia arriba. Encima de la entrada había un enorme
letrero con el nombre del hotel, ``Hotel Sozza´´, con cinco estrellas
bajo el nombre.
—Bueno, espero poder echarme en una buena cama y
echar una cabezadita. —comentó el joven momentos antes de entrar al
interior del hotel.
Una vez dentro vio que Nicole no estaba en el vestíbulo.
—Nicole, ¿donde te has metido? —la llamó mientras giraba sobre si mismo, mirando el vestíbulo y buscándola con la mirada.
—Venga,
déjate de bromas. No estoy ahora para jueguecitos, señorita Collins. Me
duelen los pies y sólo quiero tumbarme un rato. —la volvió a llamar con
una sonrisa pensando en que estaba gastándole algún tipo de broma.
Davis se quedó un momento en silencio, completamente quieto al no obtener respuesta y desenfundó una de sus pistolas.
—¿Nicole? —la volvió a llamar.
El
joven vio una escalera que subía hacia otras plantas y decidió ir por
ahí. Nicole tenía que haberla subido por narices. Cuando fue a pisar el
primer escalón, una sombra silenciosa salió tras el mostrador,
acercándose hacia su espalda a la vez que unas manos se elevaban sobre
sus hombros, y en unos instantes, caían con fuerza sobre ellos,
provocando que el joven ahogara un grito y diera un rebote hacia atrás
al tiempo que se giraba asustado, apuntando al rostro de Nicole con el
dedo en el gatillo.
—Hey, tranqui. Sólo soy yo. —dijo la rubia levantando las palmas de las manos.
—¡La madre que te parió! ¡Podría haberte pegado un tiro!
—Pero
no lo hiciste, jajajajaja —dijo la joven entre carcajadas—. Deberías
haber visto la cara que has puesto. Dios, fue buenísima, jajajajaja.
Davis arqueó una ceja y lanzó un pesado suspiro. —No vuelvas a hacerlo, por favor. —dijo mientras volvía a enfundar su Glock 18.
—Mira,
encontré un manojo de llaves tras el mostrador. Con esto podremos abrir
las puertas del hotel si están cerradas. —le comentó con una sonrisa a
la vez que movía el manojo haciendo sonar las llaves.
—Genial, pues vamos a buscarnos una buena habitación, señorita.
Momentos
después, comenzaron a subir algunas plantas y se toparon con un
almacén. En él había un montón de comida, y como no, teniendo allí tanta
comida y agua no iban a malgastar lo que llevaban en sus mochilas, por
lo que aprovecharon para darse un banquete. Al rato, cuando ya estaban
llenos, lo abandonaron. Había todavía muchos suministros, pero por
desgracia no los podrían llevar con ellos. Más tarde, se metieron cada
uno en una habitación y aprovecharon para dormir a pierna suelta, pues
la noche ya había caído y el cansancio hacía mella en ellos. Habían
estado dos días andando, durmiendo poco y prácticamente en la
intemperie, ya que habían dormido en el interior de algunos vehículos que se habían ido
encontrando por el camino, y tenían que haber ido haciendo guardia para
vigilar que nada ni nadie se acercara al vehículo.
Normalmente
examinarían un edificio antes de alojarse en su interior por si había
algún peligro, pero aquella vez no era una casa normal y corriente, sino
que era todo un hotel con un montón de plantas y habitaciones. Antes de
dormir habían decidido hacer una alarma casera. Habían dejado la puerta
semiabierta y colocado un objeto metálico alargado. Davis había
colocado su lanza en el marco de la puerta y Nicole su machete, ambas
posicionadas de tal manera que al menor movimiento de la puerta caerían
al suelo formando un ruido metálico que pondría en pie a ambos para acribillar al enemigo con sus armas de fuego. A su vez, Davis dormía con
la pistola bajo la almohada y Nicole con el fusil a su lado, ambas
armas con el seguro quitado.
Ya había amanecido, y ambos, tras
recoger sus cosas fueron a tomarse un desayuno con toda la cantidad de
suministros que había en el almacén. Allí había para muchísimo tiempo.
Aquello no se agotaría tan fácilmente. Aquel hotel era el refugio ideal
que habían estado buscando. Parecía seguro y tenía un almacén lleno de
comida. ¿Qué más podían pedir?
Pero si algo les había enseñado
los tiempos que corrían era que las cosas nunca eran tan bonitas como
parecían, y no tardaron mucho tiempo en darse cuenta de ello tras
ascender unas cuantas plantas y que un olor a putrefacción les invadiera
las fosas nasales.
A medida que fueron ascendiendo plantas se
topaban con más cadáveres, cuyo rostro era irreconocible por las
heridas que tenían de balazos, de mordeduras o bien porque se
encontraban decapitados algunos de los cuerpos. Nicole y Davis pudieron
percatarse por las ropas que vestían los cadáveres de que algunos eran
presos por sus monos naranjas y de que otros eran policías por sus
trajes o insignias manchadas de sangre.
Lo que más fuerte les
parecía a medida que exploraban aquel hotel infestado de muerte fue ver a
un policía decapitado, con los ojos perforados, sin lengua y con el
número 73 grabado en la frente por algún cuchillo, seguramente el mismo
cuchillo con el que la cabeza estaba clavada al muro. Nicole fue incapaz
de seguir viendo aquello. Ella había sido antiguamente agente de
policía en Stone City y le daba pena ver como aquella masacre
simbolizaba de cierta manera que la ley y la justicia ya no existían en
aquel mundo actual.
El dúo estaba con las mochilas, las armas,
los trajes y el maletín equipados. Aquel sitio era muy grande y ya
sabían que había habido anteriormente zombies por las mordeduras de los
cadáveres, por lo que preferían estar preparados y con todas sus cosas a
mano por si debían salir corriendo de aquel hotel.
Entonces un
ruido proveniente de algún lugar del hotel captó la atención de Davis y
Nicole, quienes se miraron un instante antes de ir a investigar que
había producido aquel ruido. Sabían sin ninguna duda que no estaban
solos.