La vieja moto iba a toda velocidad por el árido terreno que se extendía
hasta donde la vista de la pelirroja podía alcanzar. Aquel inhóspito
paraje estaba lleno de irregularidades y hoyos en el suelo. Al mal
estado de la zona había que sumarle una gran lista de impedimentos como
coches volcados, mochilas abandonadas, cadáveres medio descompuestos,
carritos de bebe, e incluso hasta bicicletas llenas de sangre. La chica
tenía que estar constantemente esquivando los obstáculos del camino,
perdiendo más tiempo del que ella quisiera.
Su hiperactivo
cerebro iba a destruirla. Ley no sé quitaba de la cabeza la manera en la
que había dejado tirados a los soldados a cargo de Jimmy y Will. Su
mente también la torturaba con la idea de que Johnny pudiera estar en
serios problemas, incluso pensaba que ya podría estar muerto. Ese último
pensamiento hizo que la chica acelerara tanto como la moto se lo
permitía, preocupada por llegar demasiado tarde.
Cada vez se
encontraba con más putrefactas criaturas que se dirigían hacia donde
ella había dejado a Will y Jimmy. Esto preocupó aún más a la chica, la
cual pensaba que probablemente ya hubieran llegado grandes masas al
campo de concentración. Intentaba pensar que Johnny había organizado
bien la evacuación del lugar, pero eso era algo que no la podía
tranquilizar hasta que viera con sus propios ojos que aquello había sido
así.
Aún podía sentir el amargo sabor de la sangre en su boca,
el cual había dejado Johnny tras besarla con intensidad. Aquel agrio
regusto le recordaba una y otra vez las ansias que tenía por llegar,
impacientándola aún más de lo que ya estaba.
La pelirroja frenó
en seco al ver que un poco más adelante había una masa de zombies que
sería imposible atravesar en moto. Se escuchaban sus quejidos incluso
por encima del motor del vehículo. Tardó unos segundos en reaccionar y
buscar un camino alternativo. Esto la retrasaría aún más, pero era la
única alternativa. Solo esperaba que el rodeo que tenía que dar no le
impidiera llegar a tiempo.
La radio sonó pero cuando Ley contestó
nadie le respondió. Ella no podía quitarse de la cabeza aquella mala
señal. Perdía los nervios al no saber lo que ocurría, mientras sabía que
las cosas no iban nada bien.
Estaba completamente confusa y sus
caóticos sentimientos la estaban desquiciando. Nunca había querido a
Johnny mas que a un amigo, pero no quería perderle igual que a Rojo.
Estaba sintiendo por el pelirrojo las mismas cosas que había sentido
antaño por su compañero caído. Confundía lo que ella creía con lo que
ahora sentía.
Ley solo estaba segura de que esta vez no iba a
arrepentirse de no hacer nada. Esta vez si se tenía que arrepentir de
algo se arrepentiría de lanzarse a la piscina. Estaba harta de perder a
seres queridos sin darles todo lo que ella quería ofrecerles.
El
suelo comenzó a temblar atrozmente, lo que hizo que la chica aminorara
la velocidad considerablemente. Escuchaba bramidos espeluznantes y cada
vez los escuchaba más fuertes. No podía verlos aún, pero sabía que cerca
había animales mutantes con los que ella esperaba no encontrarse.
Le
costaba bastante mantener el equilibrio con aquel temblor, pero parar
era algo en lo que no podía pensar. Necesitaba llegar al campo y luchar
junto a sus compañeros. Le tranquilizaba saber que ya estaba bastante
cerca de la zona, aunque por otra parte tenía miedo del panorama que
pudiera encontrarse allí.
Cuando la joven vio el campo a lo lejos
quedó completamente horrorizada al ver que el lugar estaba rodeado de
descompuestos seres que intentaban entrar. Había varios muros
destrozados y muchas de las verjas tiradas al suelo. El escuchar
disparos y gritos, hizo que la chica cometiera la locura de meterse de
lleno en aquel bullicio.
Esta estuvo a punto de volcar,
esquivando a un podrido que iba a agarrarla con sus pestilentes manos.
Tiró la moto la moto a escasos metros, al darse cuenta de que era
imposible seguir avanzando así. El viejo vehículo quedó tirado al lado
de los escombros de lo que antes había sido un muro no muy alto,
mientras la chica desenvainaba su arma.
Cortaba todas las cabezas
que se ponían en su camino, corriendo como alma que lleva el diablo.
Nada iba a frenarla hasta que no consiguiera adentrarse y ayudar a sus
compañeros. Estaba cansada pero sabía que tenía que sacar todas las
fuerzas que tuviera en su interior.
—¡Vete de aquí! ¡No hay nada que hacer!—Gritó un soldado que intentaba escapar del lugar.
—¿Dónde
están los demás? ¿Y Johnny? —Preguntó ella rápidamente, quitándose a un
zombie de encima a empujones mientras le cortaba la cabeza a otro.
—¡Creo que todavía quedan algunos dentro! —Exclamó el hombre, recargando su Glock con prisa.
—¡Soldado! ¡Vuelva ahí dentro! ¡Es una orden! —Vociferó Ley como una histérica, haciéndole un gesto para que la siguiera.
El
soldado acató la orden, comenzando a seguir a la chica hacia el
interior. Él cubría la retaguardia de la pelirroja, dejando que ella
fuera quien abriera el camino.
—¿En que parte están? —Preguntó la pelirroja con preocupación.
—¡Creo que en los sótanos! —Respondió raudo el hombre, saltando por encima de una pequeña pila de zombies muertos.
Ambos
entraron dentro del primer edifico del campo, poniéndose algo más a
cubierto. Una vez dentro movieron varios estantes intentando bloquear
todo lo posible aquel hueco, para que no siguieran entrando las
pestilentes criaturas.
—¡Detrás de ti! —Gritó el soldado, salvando a la pelirroja de un zombie que iba a agarrarla.
El
interior del edificio estaba repleto de criaturas que ya habían
conseguido entrar, impidiéndoles que avanzaran todo lo rápido que ellos
querían. El soldado intentaba suministrar las pocas balas que le
quedaban, disparando solo cuando era estrictamente necesario.
Los
desgarradores gritos cada vez se escuchaban más fuertes según se iban
adentrando en el antiguo complejo. Este desagradable hecho no era lo
único terrible de la situación. Por el camino iban encontrando restos de
lo que antes habían sido compañeros suyos, junto a botas militares
manchadas de sangre que andaban tiradas por ahí.
Al pasar junto a
la enfermería vieron como un basto grupo de esos horribles monstruos se
estaban comiendo a los enfermos. Aquella espeluznante visión era
devastadora para Ley. Aquellas personas no podían moverse y estaban
siendo devorados sin compasión. Agonizaban gritando como cerdos en una
matanza, al ser destripados poco a poco mientras les arrancaban cachos
de carne de cuajo.
—No podemos parar. —Dijo el soldado entristecido, cogiendo a la pelirroja del brazo.
—No
voy a dejarlos morir como perros. —Contestó la chica firmemente
convencida, dándole un manotazo al soldado para que la soltara.
La
delgada joven aporreó la puerta de la enfermería, llamando la atención
de las descompuestas criaturas. Estas rápidamente comenzaron a avanzar,
ansiosas de más carne fresca.
—¡Solo me quedan trece balas! —Exclamó el soldado nervioso tras contar la munición que le quedaba.
—¡Cúbreme!
Tenemos que guardar munición para salvar al resto. —Respondió la chica
con rapidez, atravesando el cuello de uno de los zombies más cercanos.
Ley
intentaba disimular su cansancio, pero era algo que cada vez le costaba
más. Le dolían los brazos y se sentía pesada. Sus movimientos cada vez
eran más lentos y más costosos. Esto hizo que las criaturas se acercaran
peligrosamente a ambos.
—¡Dispara joder! —Gritó Ley enfadada, empujando exhausta a un podrido que había estado apunto de agarrarla.
El
soldado vació lo que le quedaba del cargador, gastando las últimas seis
balas. Solo falló uno de los tiros, acertando los restantes
limpiamente. La chica haciendo un basto esfuerzo terminó con la vida del
último zombie que quedaba en pie.
—Vamos a morir. No tenemos
balas y tú estás apunto de no poder sostenerte en pie. No debíamos haber
entrado en esta sala. —Dijo deprimido el hombre, sacando su cuchillo y
apretándolo con fuerza.
—¡Cállate! Primero deberíamos aliviarles
su agonía, y luego ya pensaremos en nosotros. —Contestó la chica con
seriedad, acabando con la vida de uno de los moribundos que yacía en una
de las camillas.
—¡No me des largas! ¡Busca balas o algo! —Gritó
nervioso el hombre, observando la puerta de la enfermería por si alguna
criatura le daba por hacer una visita inesperada.
—¡Ayúdame con ellos! —Respondió la pelirroja, girándose para mirarlo con mala cara.
—¡La
mayoría están muertos ya! ¡Esto ha sido una estupidez! ¡Ayúdame tú a
buscar munición!—Replicó el soldado, acercándose a uno de los muebles.
—¡Calla!
¡Necesito estimulantes! ¿Ves aquí algún otro lugar donde pueda
conseguirlos? ¿O es que pretendes que vallamos a comprarlos a una
farmacia? Simplemente por eso ya merecía la pena entrar. ¿Qué me dices
de ellos?¿Preferías seguir escuchando sus gritos? —Dijo enfadada Ley,
tras pegar un porrazo en la pared.
El soldado molesto comenzó a
rebuscar rápidamente entre los cajones de los muebles de la enfermería,
mientras que Ley se estaba encargando de cortarles la cabeza a sus
compañeros caídos con la esperanza de que no se transformaran.
—¡Tengo tu estimulante! ¡Aquí hay Ritalin! —Exclamó vivaracho el soldado, orgulloso de su hallazgo.
—¡Dámelo! No aguanto más. —Pidió cansada la chica, tras dar un largo suspiro.
El
hombre lanzó el pequeño bote, el cual Ley no pudo coger al vuelo. Esta
se agachó pesadamente hasta el suelo para recogerlo con torpeza. El
soldado tras un rato de búsqueda encontró ocho balas desperdigadas por
los cajones, con las que comenzó a recargar su arma.
Entre los
cuerpos inertes de las podridas criaturas empezó a moverse algo. Era el
cadáver de una chica que se había transformado. Se arrastraba lentamente
por el suelo, sin que ambos se dieran cuenta de su presencia.
Ley
estaba en el suelo intentando recuperar fuerzas, mientras esperaba que
le hiciera efecto el Ritalin. Estaba tan cansada que le costaba trabajo
tener los ojos abiertos, y estos se le entrecerraban con basta
frecuencia.
El soldado seguía rebuscando con la esperanza de
encontrar alguna bala más. Estaba sumamente preocupado con aquel tema.
Sabía que sin munición estaría perdido y no quería correr esa suerte.
—¡Joder! —Gritó dolorido el soldado, intentándose quitar de encima a la criatura.
La
pelirroja abrió los ojos horrorizada, viendo como su compañero era
mordido en el muslo ferozmente. Este nervioso zarandeaba la pierna,
mientras intentaba llegar hasta su pistola. Finalmente consiguió cogerla
y dispararle a la podrida criatura en la cabeza.
—¡Tenemos que irnos! —Gritó el hombre desconsoladamente.
—Tú ya no puedes ir a ningún lugar… —Susurró la chica cabizbaja.
—Todavía puedo ayudarte a salvar a los que queden. —Respondió el soldado con seriedad, cojeando hasta la puerta.
Ambos
prosiguieron el camino en pésimas condiciones, ayudándose el uno al
otro cuando encontraban podridos. A cada paso se veía que el soldado
estaba peor. Tenía el rostro pálido y una mueca de dolor que se
incrementaba poco a poco.
Los temblores que se notaban eran tan
fuertes que muchas veces les hacían perder el equilibrio. Los bramidos
podían escucharse profundamente, procedentes de las cercanías. Ambos
sabían que los mutantes pronto llegarían al campo inexorablemente.
—¿Te
llamabas Santiago no? —Preguntó la joven intentando darle conversación
al soldado para que se mantuviera lo más consciente posible.
—Si,
mis padres eran españoles. Españoles que se marcharon de Europa por
cuestiones de trabajo. De Europa, por si no lo sabías vaquera. —Contestó
dolorido el hombre.
—Se donde está España. —Añadió la pelirroja entre risitas.
—Lo especificaba porque la mayoría de vosotros sois unos paletos. —Bromeó Santiago intentando disimular su dolor.
Sonó
un estruendo encima de sus cabezas, justo antes de que parte del techo
se derrumbara. Era imposible retroceder o avanzar por el pasillo, todo
estaba lleno de escombros que impedían el paso. La única salida era por
una puerta metálica que estaba cerrada con una llave que ellos no
tenían.
Ley arrancó unas varillas de su cinturón intentando
usarlas a modo de ganzúa. Las metía en la cerradura y trasteaba con
ellas una y otra vez. La joven se desesperaba por momentos, tenía que
encontrar a Johnny entre todo aquel caos. La idea de quedar atrapada con
alguien al que no sabía cuanto le quedaba para transformarse, no era
una idea que la tranquilizase demasiado.
Santiago se sentó en el
suelo desanimado. Le quedaban pocas fuerzas y si no salían pronto de
allí, dudaba que pudiese andar mucho más. Su dolorosa herida no dejaba
de supurar pus, su cabeza parecía que iba a explotar y para colmo no
podía parar de sentir picores por todos los lados.
Cada vez que
la chica veía como el soldado se rascaba, se impacientaba más y más. No
tenía buena pinta, y esta empeoraba por minutos. Sabía que la infección
se estaba propagando con bastante rapidez, ya que no era normal que
tuviera tan mal aspecto tan pronto.
—¿Te habían mordido antes? —Preguntó pensativa la chica.
El hombre lo negó con la cabeza, reincorporándose un poco.
—¿Estabas
enfermo? ¿Has tenido problemas con la radiación? No sé algo por lo que
estuvieras débil. —Dijo Ley nerviosa, intentando resolver el misterio.
—Si,
radiación. En una de las salidas se me rompió el traje. No estuve
expuesto por mucho tiempo, pero ya sabes… —Respondió Santiago desganado.
La
chica sabía que debía darle conversación. Esa era una de las mejores
maneras de saber como se encontraba un infectado. Si hablaba
coherentemente y se mantenía despierto, significaría que su fin no
estaba tan próximo.
—Dime, Santiago. ¿Por qué entraste en el ejército? —Preguntó la pelirroja con curiosidad.
—Quería
ir a Rota. Quería servir en España. Ambos ejércitos colaboraban juntos.
No había mejor manera de servir a los intereses de mi casa, y del país
de mi familia a la misma vez. —Respondió el hombre lentamente.
—¿Por qué te sublevaste con nosotros? Cuéntame cosas de ti. —Dijo Ley interesada.
—Sabes
que no era solo un problema de los Estados Unidos. Esas asquerosas
multinacionales estaban acabando con la dignidad humana y con todos sus
gobiernos. Me enseñaron de chico los valores de los caballeros de la
vieja Europa. Ser alguien honorable era la única opción. Debía ser
integro y dejar a un lado los egoismos. —Dijo pesadamente Santiago,
intentando aguantar su dolor.
—Sigue hablando Santiago. —Añadió Ley algo distraída por culpa de la cerradura.
—Abre, solo abre la puerta. No te preocupes por mi salud. —Susurró el soldado con cansancio.
Tras
un rato de un absoluto y tenso silencio, Ley consiguió abrir la puerta.
Esta ayudó al hombre a levantarse del suelo, justo después de abrirla.
No quería perder ni un minuto más del que ya había perdido.
Santiago
cojeaba exhausto por los pasillos, intentando seguir el paso de la
chica. Esta iba limpiando el camino de podridos, mientras notaba como le
iba haciendo efecto el Ritalin que había tomado.
Conforme se
adentraban en las profundidades del complejo, más se escuchaban los
gritos y disparos de sus compañeros. Los ruidos se venían de varias
direcciones, lo que complicaba la búsqueda.
Entraron en uno de
los barracones, el cual estaba repleto de manchas de sangre. Había
varios cadáveres de compañeros suyos tirados en el suelo. Los difuntos
estaban en un pésimo estado, tras haber sido medio devorados por esas
agresivas criaturas que pululaban por todo el campo de concentración.
Ambos reconocían las caras de algunos amigos, mientras se imaginaban las
de otros a los que les habían arrancado más de media cara.
El
soldado comenzó a registrar las pertenencias de los muertos, en busca de
balas que pronto encontró. No le gustaba la idea de tocar las cosas de
sus compañeros caídos, pero era algo completamente necesario.
—¡Ni te acerques a él! —Gritó Ley fuera de sí, observando como el soldado se acercaba a uno de los cadáveres.
Este
se quedó completamente inmóvil en el acto. La pelirroja seguía
observándolo, esperando a que se alejara de su difunto amigo.
—Ya
has cogido suficiente munición. No toques a Mike, no te acerques a él.
Respeta a ese gran teniente. —Insistió la chica con una sobria seriedad.
—¡Corred! —Se escuchó una voz masculina tras una de las puertas de los barracones.
Ambos
se miraron justo antes de echar a correr hacía aquella puerta. Ley
entró primero en el amplio pasillo, viendo como tres compañeros suyos
corrían algo desesperados.
—¡Esperad! —Vociferó la chica rápidamente, llamando la atención de los soldados.
Estos
se pararon inmediatamente, esperando a que Ley y Santiago les
alcanzaran. Santiago cojeaba cada vez más, haciendo más lenta la carrera
del grupo. Este tenía un aspecto horrible. Sus labios estaban casi tan
morados como los de un muerto y su rostro tan pálido como el de un
fantasma.
—Tenemos que llegar hasta el sótano B, tenemos que
sacar de allí al resto. Nos comunicamos con ellos. Están atrapados allí.
—Dijo tenso uno de los soldados, dirigiéndose a la pelirroja.
—¿De donde veníais vosotros? ¿Estabais solos? —Preguntó la joven algo dubitativa.
—Hemos
estado sacando a gente de aquí. En nuestro grupo íbamos cinco. Dos
murieron intentando sacar de aquí a un pequeño grupo. —Contó el mismo
soldado que había informado a la delgada chica.
Ley entristecida
asintió rápidamente. El grupo siguió adentrándose en los sótanos,
eliminando a toda criatura que se ponía en su camino. No eran muchas las
que se encontraban, pero si eran muchos los cuerpos inertes de los
zombies que habían sido abatidos antes de que ellos llegaran.
Santiago
había comenzado a toser sangre, mientras su cuerpo se debilitaba por
momentos. Sus ojos estaban inyectados en sangre, haciendo un extraño
contraste con la blancura de su cara. Mirarle estaba empezando a dar
miedo. Su rostro ya no era el de una persona normal. Su aspecto
enfermizo era una preocupación para todo el grupo. Temerosos todos, le
miraban repetidas veces con desconfianza. Nadie se quedaba muy cerca de
él, ninguno quería atreverse a que le tocara su inminente transformación
al lado.
Ley se paró en el suelo al lado de una gran mancha de
sangre, recogiendo del suelo un mechero que le era bastante familiar. La
asustada chica lo apretó con fuerza, temiendo que hubiera pasado lo
peor. Por su cabeza estaban pasando todo tipo de pensamientos lúgubres y
pesimistas.
—No podemos pararnos, lo sabes. —Susurró Santiago acercándose a la nerviosa chica.
Esta
asintió deprimida, levantándose dispuesta a cumplir su deber. Fuera
cierto o no lo que pasaba por su cabeza después de encontrar aquel
mechero, tenía que seguir y salvar a los que aun quedaran con vida.
El
camino comenzó a volverse más peligroso, encontrando una fuerte
resistencia en las estancias en las que se adentraban. Las salas de
aquel sótano estaban repletas de babeantes criaturas que se aglomeraban,
ansiosas de carne viva y fresca.
El grupo de soldados iba en formación, intentando resistir de mejor
manera la ofensiva zombie. Al principio resistían bien, pero al cabo de
un rato las criaturas los tenían completamente rodeados.
Ley
intentaba hacer un hueco entre la masa de podridos, buscando una salida a
aquella situación tan tensa. La joven blandía su catana con fuerza,
mientras sus compañeros disparaban lo más rápido que podían.
Uno
de los cadáveres andantes agarró a la pelirroja del brazo, forcejeando
con ella con ansias de morderla. Santiago le pegó un empujón a la
criatura, apartándola raudo de la nerviosa chica. Esta acción le costó
un gran mordisco en su brazo derecho, quedándose si un gran cacho de
carne. El soldado gritaba de dolor, viendo horrorizado como salía la
sangre de su extremidad malherida.
—¡Rápido! ¡Hay que salir de aquí! —Gritó dolorido el soldado español, disparándole al podrido que le había mordido.
Los
soldados echaron a correr por el hueco que había abierto la pelirroja
entre las pestilentes criaturas. Ley retrocedió para agarrar a Santiago,
salvándole de ser mordisqueado otra vez. La chica no pretendía dejar
atrás a aquel honorable soldado, que le acababa de salvar la vida.
—¡Vamos! —Vociferó la joven, tirando de Santiago para que avanzara más rápido.
El
siguiente pasillo estaba bastante más vacío, pero tampoco era un lugar
seguro. Santiago dio un tras pies, cayendo de bruces al suelo. Ley le
tendió la mano para ayudarle, mientras el resto miraban el gesto con
desconfianza. Ellos veían incomprensible que les acompañara un
infectado, no querían tener a ninguno tan cerca como tenían a este.
—No
puede seguir, es mejor que le dejemos aquí. —Comentó con crueldad uno
de los soldados, mirando como su compañero cojeaba agarrado a la chica.
—Se
que no va a sobrevivir a esto, pero todavía es una persona. Él va a
venir con nosotros y va a ayudarnos. Nosotros le ayudaremos a él
mientras podamos, no vamos a dejarle tirado como a un perro. —Contestó
la joven bastante enfadada, mirando a aquel soldado con mala cara.
El
grupo siguió avanzando con algunos de sus miembros descontentos. No
querían al infectado, estaban bastante molestos con Ley por insistir en
llevarlo con ellos. Pensaban que era una actitud irresponsable que
estaba condenada al fracaso más absoluto.
—¡Estoy harto! ¡Él no
va a venir con nosotros! ¡Déjale aquí! ¡Si no le dejas tendré que
matarle! —Protestó descontento y a gritos uno de los soldados, apuntando
a Santiago con el cañón de su arma.
—¡Estoy de acuerdo! —Exclamó otro de ellos, sacando su arma para apuntarle a la cabeza.
Ley
los miraba con ira, histérica por el comportamiento de sus
subordinados. No estaba dispuesta a dejar tirado a Santiago. No iba a
abandonarlo después de haber recibido su ayuda. No podía dejarle
sabiendo que era un hombre de honor.
—¡Calmaos! —Gritó el otro soldado poniéndose en medio de la trifulca.
—¡Quita de en medio! —Amenazó uno de ellos, desafiando a su compañero por no apoyarle.
—Detrás…
—Susurró Santiago advirtiendo del peligro, alzando su brazo herido para
señalar a un podrido que se acercaba a la espalda de quienes le
apuntaban.
Una asquerosa criatura con el rostro completamente
deformazo agarró a uno de los soldados por el cuello. Este no tubo
tiempo de reaccionar, pagando el precio con un desgarrador bocado en la
carótida.
Cuando al resto le dio tiempo a reaccionar, se dieron
cuenta de que tenían varios podridos muy cerca de ellos. Estas criaturas
acabaron sin compasión con aquel soldado que segundos antes se había
revelado.
El grupo hizo intentos por salvarle, pero fue algo
inevitable. Por culpa de la discusión se habían descuidado, poniéndose
en peligro ellos mismos. Aquella pelea les costó un compañero caído y
una escapada bastante agobiante, intentando tirar del débil Santiago que
cada vez avanzaba más lento.
Los disparos podían escucharse casi
al lado, dando esperanza al desanimado grupo. Apretaron el paso todo lo
que pudieron, ansiosos por llegar al lado del resto de sus compañeros.
Todos y cada uno de ellos tenían la esperanza de encontrar algún ser
querido. Deseaban que esos seres queridos fueran los que seguían con
vida, resistiendo ante la invasión de los podridos.
—Seguro que
Johnny cerca. Tú no preocupa. —Susurró quebrantado Santiago, intentando
sonreír con la mejor cara que era capaz de poner.
Aquella sonrisa
caló muy dentro de Ley. Que intentara sonreír en aquel momento para
animarla era sin duda uno de los mejores gestos que había visto en su
vida. Demostraba mucho, era sin duda una persona loable. Sintió una pena
que la superaba, al notar como Santiago aparte de su mal aspecto,
empezaba a no hablar coherentemente. Sabía que el fin estaba muy cerca, y
era algo que no quería que llegara.
El débil hombre no podía
aguantar el tremendo escozor y el picor que sentía por todo su cuerpo.
Cayó un trozo de carne de la pierna del soldado español, tras rascarse
compulsivamente. El grupo quedó horrorizado al ver como esto ocurría
ante sus ojos, una visión de lo más desagradable.
—No importa. Yo
bien. Poder caminar. Compañeros no preocupación. —Dijo nervioso
Santiago, intentando calmarlos con palabras que no le convencían.
El
hombre realmente estaba terriblemente atemorizado. No tenía miedo a
morir, pero si al lamentable estado que tenía. El no quería dejar de ser
lo que era, no quería morir sin ni un ápice de conciencia. La memoria
le fallaba al intentar recordar algunas anécdotas de su vida. Quería
recordar su casa de la infancia, pero lo había olvidado completamente.
—Infancia
sueño. Ver mis ojos Granada. No pude. Siempre quiso ser honor soldado.
No capitulación. Leer viejas historias. Cabeza alta. Soldado antiguo.
Europa. Legado antepasados. Recuerden. Tercios. No olvidar. —Susurró
incoherentemente un par de veces seguidas, intentando recordar todo lo
que podía.
—Para ti moneda. Maravedis dos. Objeto familia. Suerte. —Murmuró Santiago, regalando su amuleto de la suerte a la pelirroja.
El
amuleto era una vieja moneda bastante irregular, con una arandela en
uno de sus bordes. En esta iba una cuerda de cuero bastante larga,
haciendo del objeto un collar grande.
—Gracias Santiago, lo
llevaré conmigo hasta mi muerte. Honraré tu memoria llevándolo puesto.
—Agradeció Ley con una dulce sonrisa, intentando aliviar el alma de su
compañero.
Este no quería que su reliquia familiar quedara
perdida para siempre. Recordar lejanamente todo esto hizo que el hombre
se pusiera todo lo recto que podía. Levantó su cabeza, tragó saliva,
apretó su mandíbula, y empezó a hacer un esfuerzo sobrehumano para poder
apretar el paso. Aquel moribundo soñador había querido seguir siempre
el ejemplo de los soldados de los viejos tercios españoles, y quería
morir como uno de ellos.
Sus compañeros quedaron impresionados de
ver como aquel hombre pretendía aguantar la compostura lo más posible.
Estaba realmente mal y quería seguir dándolo todo, aunque aquello le
costara casi todas sus fuerzas.
El grupo atravesó una puerta que
les llevó a la estancia donde se encontraban el resto de sus compañeros.
La gran sala estaba repleta de pestilentes podridos que rodeaban a los
que se encontraban allí.
Johnny y Effy protegían al resto ya que
eran los únicos que tenían balas. Los demás arrojaban todo lo que
podían, intentando que las hambrientas criaturas no se acercaran.
—¡Johnny! —Gritó Ley al ver al pelirrojo, después de haber pensado que estaba muerto.
—Camino para amigos. Sin nosotros no salir. —Dijo Santiago en voz baja, apuntando con su Glock a los agresivos zombies.
—¡Has vuelto! —Exclamó sonriente Johnny, recuperando la esperanza perdida.
Se
habían metido justo en la boca del lobo. Aquella sala estaba
completamente infectada. Entre ellos y el grupo de Johnny había
demasiados podridos como para llegar hasta sus compañeros.
Ley y
sus compañeros atacaron en formación. La pelirroja masacraba con su
espada a esos pestilentes seres, mientras sus compañeros la cubrían
disparando a todo lo que se les acercaba más de la cuenta.
Santiago
disparaba dolorido. Su puntería había desmejorado bastante, pero aún
era de utilidad para sus compañeros. Esputaba sangre con sufrimiento,
contorsionando su cuerpo violentamente en una tos con muy mal aspecto.
Le dolía todo el torso de toser y respiraba costosamente, pero nada de
eso le impedía seguir eliminando a los podridos.
Effy cubría uno
de los lados, mientras que Johnny cubría el otro. Ambos hacían buen
equipo, manteniendo alejados a los hambrientos seres de los compañeros a
los que protegían.
—¡Son muchos! —Gritó desesperado uno de los
soldados que iba con la pelirroja, matando de un tiro en la cabeza a un
zombie que se había acercado peligrosamente a él.
Santiago
comenzó a tararear una marcha militar que ninguno de los presentes había
escuchado jamás. Alzó su cabeza y se puso en primera fila a matar a
todos los descompuestos seres que podía. Les disparaba, les arrojaba
cosas e incluso recurriendo a toda su fuerza les pegaba cabezazos.
—Nadie
tercio sabía. Quien legionario era. Temerario. Legión se alistó. Saber
nadie su historia. Legión preguntar era él. Rudeza. Soy hombre suerte
hirió fiera. Novio muerte. Yo unirse fuerte. Leal amiga. Fuego rudeza.
Defender bandera. Avanza legionario. No temer enemigo. Morir bravo.
—Cantaba dolido el soldado de padres españoles, siendo mordido en el
hombro de su brazo herido mientras disparaba a otro podrido.
Todos
vieron como su valiente compañero parecía delirar. Estaba inmerso en
sus obsesiones, las cuales eran de las pocas cosas que el hombre podía
llegar a recordar. No sabían si era por la desesperación, por delirios o
es que simplemente aquel hombre quería morir con el más alto de los
honores. Dar la vida por los compañeros no era ninguna fruslería. Cierto
era que le quedaba poco, pero era increíble la entereza y valentía que
estaba demostrando.
El malherido soldado tropezó cayendo
bruscamente al suelo. Aquel tras pies fue aprovechado por una de las
criaturas que estaba en el suelo, arrancándole media mano y un trozo de
su brazo herido.
Santiago gritaba de dolor, disparándole
repetidas veces a la infecta criatura que le acababa de morder. Después
tragó saliva y volvió a apretar la mandíbula con fuerza.
—¡Cubrid mi espalda! —Ordenó Ley desconsoladamente, agachándose para ayudar a levantar a Santiago.
Este
una vez en pie se apoyó en una de las paredes, esperando poder
recuperar algo de fuerza para volver a atacar. Apenas era capaz de
pensar mucho, pero había algo que tenía claro. Tenía que honrar sus
raíces y sus actos hablarían de él después de su muerte.
Ya
quedaban menos zombies entre los dos grupos de soldados, pero aún eran
muchos los que estaban en medio. Algunos de los podridos alcanzaron a
tres de los soldados que defendía Effy, mientras ella recargaba su arma.
—¡Joder!
¡No vamos a salir nunca de aquí! —Gritó Johnny nervioso, viendo como
cada vez había menos distancia entre ellos y los descompuestos seres.
—¡Aguanta! —Vociferó Ley histérica, atravesando el cuello de uno de los pestilentes monstruos.
Uno
de los soldados que disparaban al lado de la pelirroja fue alcanzado.
El cadáver andante mordió su antebrazo, mientras estaba matando a otro
que casi le había cogido.
—¡Dios! —Gritó de dolor el soldado, disparando a su atacante repetidas veces.
—Tu.
Yo. No salvación. Ayudar amigos. —Dijo Santiago lleno de dolor,
haciendo un esfuerzo sobrehumano al reincorporarse entre llantos de
agonía.
El soldado asintió entre suspiros, recargando
rápidamente su arma. Este avanzó primero metiéndose entre los zombies,
para matar a todos los que le dejaran matar antes de que se lo comieran.
Disparaba y le pegaba patadas a los podridos con ferocidad. El ejemplo
de Santiago le había motivado a morir para salvar a los demás.
—Sangre
proteger reino. Tercios. Flancos, cubre. Libre hombre, no miedo. Muere.
Proteger. No derrota. Solo en muertos capitula. Hierro. Canto. Cielo.
Teme no, tercio columna. —Tarareaba Santiago entre quejidos una y otra
vez, siguiendo entre la muchedumbre podrida al otro valiente soldado.
Santiago
entre esfuerzos inhumanos estaba ayudando al soldado a abrir el camino
para que ambos grupos se reunieran. Les disparaba a unos y otros los
apartaba a porrazos, pegándole a las hambrientas criaturas con su media
mano sangrante. Gritaba del tremendo dolor que le suponía aquella acción
heroica, intentando aguantar el mal estar lo más que podía. Estaba
dispuesto a sacar fuerzas hasta de debajo de la tierra, con tal de
salvar al resto de sus compañeros.
El resto fascinados por la
valentía de aquellos hombres, se abrían camino entre los podridos para
reencontrase con sus compañeros. Una vez reunidos intentaron ayudar a
los valientes soldados a salir.
—Amigos. —Balbuceó Santiago, tambaleándose de un lado a otro intentando salir de la muchedumbre pestilente.
—¡Joder!
¡Salid! —Gritó agónicamente el otro soldado, cayendo al suelo de bruces
mientras le mordía un asqueroso ser por detrás.
Todos menos la
pelirroja dejaron de avanzar, pensando que no tenía sentido seguir
arriesgando la vida por un moribundo que estaba apunto de transformarse o
morir desangrado.
—¿Qué coño os pasa? ¡Nos ha salvado la vida!
—Gritó histéricamente Ley, cortando el cuello de uno de los podridos que
estaban cerca de Santiago.
Johnny disparó a un zombie que iba a
coger a la pelirroja, mientras esta salvaba nuevamente la vida de
Santiago. Ley agarró su cuerpo malherido y tiró de él, sacándole de en
medio de los podridos.
El grupo consiguió salir de la estancia,
volviendo al recorrido que había hecho la pelirroja justo antes.
Santiago se tambaleaba, cojeaba, e incluso se tropezaba con sus propios
pies.
—Gracias. Puedo no. —Susurró quejumbroso Santiago, soltándose de la pelirroja para desplomarse bruscamente.
—Dolor.
Hambre. Triste. No casa ver. No Nueva York. No España. No familia.
Oscuridad. Mente. Oscuridad. Honor. Dolor. Pena. —Repetía seguidamente
entre balbuceos, intentando no cerrar sus ojos.
—Mátalo ya, no puede seguir. —Sugirió Johnny con preocupación.
Ley
derramó sus lágrimas viendo como aquel valeroso hombre iba a morir en
cuestión de minutos. Ya apenas era consciente, se estaba desangrando, y
era imposible que caminara, pero aún así Ley estaba desconsolada con la
idea de matarle.
—Santiago, mírame. No te duermas. Escúchame, concéntrate. —Pidió Ley un par de veces, llamando la atención del moribundo.
—Santiago
eres sin duda uno de los hombres más valientes con los que he servido.
Eres un hombre de honor. Nos has honrado a todos con tu presencia. Tus
gestos serán recordados heroicamente como tus antepasados españoles.
Respetamos a su pueblo soldado. Cuide de los compañeros caídos allá
donde quiera que se dirija. Soldado es usted un digno guerrero. —Dijo
Ley con seriedad a modo de discurso, despidiéndose del honorable soldado
español, justo antes de dispararle en la sien.
Tras rendirle
aquel homenaje al moribundo y acabar con su agonía, la joven volvió a
llorar silenciosamente. Algunos de los soldados rezaban oraciones
cristianas por las almas de los caídos, recorriendo los pasillos casi en
procesión.
Todos menos los que rezaban iban en silencio,
escuchándose solo los quejidos de los podridos, los disparos y aquellas
oraciones entre susurros. Era una escalofriante escena que les partía el
alma.
Estaban más desanimados que nunca. La mayoría de sus
compañeros habían muerto agónicamente, muy pocos habían conseguido
escapar, apenas habían podido sacar ni la mitad de cosas que iban a
llevarse, y para colmo no sabían que les depararía en el exterior.
Continuaron
de esa manera casi hasta la salida, cuando se dieron cuenta de que
algunos pequeños animales mutantes se habían adentrado en el inhóspito
campo de concentración.
—Solo nos queda correr. Apenas quedan balas. —Opinó Johnny mirando al resto de sus compañeros.
Todos
asintieron apretando sus armas con fuerza. El grupo corría por los
últimos pasillos del complejo, esquivando como podían a los deformes
animales. Uno de ellos fue alcanzado, para acabar devorado por cuatro de
estas criaturas.
Consiguieron salir a duras penas del exterior,
para encontrarse con el gran caos. Toda la zona estaba invadida por
animales mutantes. A lo lejos se veía como se estaban acercando unas
enormes criaturas, que a pesar de lo deformados que estaban parecían
haber sido elefantes antaño.
—¡Johnny! ¡Si! —Gritó Ley nerviosa, blandiendo su espada contra una criatura mutante.
—¿Qué si que? —Preguntó el pelirrojo completamente desorientado, disparando a un mutante que le iba a echar encima.
—¡Que
si Johnny! ¡Que si a lo que me preguntaste al volver del molino!
—Contestó la chica rápidamente, esquivando a un mutante que le iba a
pegar un zarpazo.
—¿Enserio? ¿Estás de cachondeo? —Cuestionó Johnny, intentándose asegurar.
—¡Si! ¡Si salimos con vida claro! —Exclamó la pelirroja sonriéndole, descuidando su espalda.
Este
descuido fue aprovechado por uno de los mutantes que le pegó un
porrazo, dándole de lleno en la cabeza. Ley cayó al suelo bastante
aturdida. Effy la ayudó a levantarse, cogiéndola del brazo rauda.
La
pelirroja corría lo más rápido que podía. Iba a gran velocidad, pero no
era capaz de ir recto. Parecía correr desviándose siempre hacía la
izquierda, cosa que también le pasaba cuando atacaba con su catana.
—¡Yo tengo la moto ahí! —Gritó la pelirroja señalando un poco más delante.
—¡Nosotros tenemos los coches en otra dirección! —Vociferó uno de los soldados justo después.
—¡Nos vemos en la encrucijada de los carteles inmobiliarios! —Ordenó Ley con seguridad, desviándose de la ruta.
—¿Cómo vas a ir sola? —Replicó Johnny disgustado, viendo como la chica se iba sin más.
La
pelirroja tropezó con un escombro, pegándose un gran golpe en el brazo
contra el suelo. Se levantó dolorida, suspirando profundamente varias
veces. La chica siguió corriendo hasta su destino, intentando esquivar a
todos los mutantes que podía.
Al llegar a donde estaba la moto
tubo que levantarla del suelo, haciendo un gran esfuerzo después de
haberse hecho tanto daño. Se subió en ella aún algo aturdida, notando
como se mareaba gradualmente.
—¡Joder! ¡Ahora no! —Gritó la chica nerviosamente, zarandeando su cabeza con la esperanza de despejarse un poco.
Arrancó
la vieja moto y se dispuso a iniciar el camino, sabiendo que no se
encontraba en óptimas condiciones. Quedarse no era una opción, pero
tampoco iba a arriesgarse a tener un accidente por ir más rápido de lo
que su cerebro podía procesar.
Le dolía muchísimo el hombro
conduciendo la moto, mareándola todavía más al aguantar aquel dolor. Por
culpa de este mareo estuvo apunto de volcar. Se concentraba todo lo que
podía, pero no se encontraba nada bien.
Al poco rato la joven
empezó a perder la consciencia, cerrando y abriendo los ojos con basta
frecuencia. Finalmente se desmayó, cayéndose de la moto en mitad de una
vieja carretera.
Ley despertó con un dolor de cabeza horrible. Al abrir los ojos vio una
pequeña estancia en penumbra, la cual no había visto en su vida. Se
levantó silenciosamente, intentando ver lo que le rodeaba en la
oscuridad.
Parecía estar sola en aquel extraño lugar. La
habitación parecía llevar décadas acumulando polvo. La chica tosía una y
otra vez al respirar en ese ambiente tan sucio. No podía parar de
hacerse preguntas, todo era demasiado raro.
Lo poco que podía ver
de la decoración de la sala, parecía ser bastante antiguo. Esos muebles
enterrados en polvo tenían pinta de ser de algún otro siglo. El lugar
era bastante tétrico y fantasmagórico.
—Por fin despiertas. —Susurró Effy, entrando sigilosamente en la estancia.
—¿Dónde estamos? ¿Cómo he llegado aquí? —Preguntó la pelirroja desconcertada.
—Te
recogimos tirada en el suelo. Vinimos aquí a refugiarnos, y ahora
estamos atrapados. Llevas durmiendo bastante tiempo. Johnny dice que
algo más de una semana, pero es fácil confundir las horas aquí
encerrados. Él dice que su reloj funciona bien, pero quien sabe…
—Contestó Effy en voz baja, dándole algún que otro trago a una botella
de wisky que llevaba en la mano.
—¿Qué es este lugar? Este sitio es raro. —Dijo la pelirroja confusa, observando con detenimiento la tétrica habitación.
—Uno
de los soldados estuvo leyendo aburrido unos papeles que encontró, y
parece que esto fue un palacete de alguna familia aristócrata de
Inglaterra. Está medio derruido. Debe llevar bastante tiempo abandonado.
—Comentó Effy bajando gradualmente la voz.
—¿Por qué hablas tan flojo? —Preguntó Ley algo confusa.
—No estamos solos… —Añadió Effy con preocupación.
—Effy habla. Cuéntamelo todo. —Pidió Ley en voz baja, con ansias de saber todo lo referente al lugar.
—Nos
metimos aquí pensando que sería un buen refugio. Paramos aquí porque
estábamos a mucha distancia de los refugios donde están el resto de
nuestros compañeros. El lugar está infectado. La única entrada que
conocemos se derrumbó al día siguiente de entrar. El lugar es inmenso,
llevamos días recorriendo el palacete en busca de otra salida. Cada día
descubrimos nuevas habitaciones, el lugar es todo un laberinto. El resto
ahora mismo está registrando a fondo algunas salas. Necesitamos
cualquier cosa que nos pueda servir. —Contó la joven procurando informar
todo lo posible a la pelirroja.
—¿Y eso que bebes? —Preguntó Ley con cierto descontento.
—Wisky
con más de un siglo. ¿Qué te parece? Hemos encontrado todo tipo de
cosas extrañas en este lugar. Como yo debía quedarme vigilando que
ninguna criatura se acercara aquí decidí darle unos tragos. —Se explicó
Effy rápidamente, intentando excusar su comportamiento.
Ambas
chicas esperaron en silencio hasta que llegó el resto. Por la puerta
entró Johnny junto a cuatro soldados más, cosa que extrañó bastante a la
pelirroja.
—¿Y los demás? —Preguntó nerviosa Ley, levantándose del suelo en un abrir y cerrar de ojos.
—No hay nadie más… —Respondió el pelirrojo con la cabeza gacha.
Ley
tremendamente entristecida se acercó lentamente al pelirrojo. Ella lo
agarró con todas sus fuerzas, abrazándolo sentimentalmente unos minutos
que fueron como horas. Los finos brazos del chico rodearon a la
pelirroja fuerte pero cuidadosamente, como si de algo sumamente delicado
se tratase.
La chica notó el calor del joven llenándola de vida,
y devolviéndole algo de la esperanza que ella creía haber perdido
completamente. Ley sabía que el esquelético pelirrojo no era un hombre
robusto de musculosos brazos, pero sabía que aún con la poca fuerza de
Johnny estaba a salvo. La fuerza interior del pelirrojo era tan grande
como para protegerla cuando ella lo necesitase.
—En el campo creí
que habías muerto. Encontré tu mechero tirado en un charco de sangre.
Menos mal que sigues con vida. —Susurró la chica mientras apretaba su
cara contra el pecho de Johnny.
—Yo creí que no te vería más. No
me contestabas, y yo no podía ir a buscarte. Ayudé a salir a varios
grupos y luego creí que iba a morir cuando quedé encerrado en el sótano.
—Añadió con sinceridad Johnny, acariciando el pelo de la chica.
—¿Cuántos crees que han sobrevivido? —Preguntó Ley con preocupación.
—Nosotros
somos siete. Yo ayudé a salir del campo a unas veinte personas. Lo que
no sé es si ellos habrán conseguido sobrevivir después de salir. Si
logramos salir de aquí deberíamos encontrarnos con los supervivientes en
los refugios de la zona de las casas de madera. —Dijo Johnny algo
decaído.
—Ha sido una completa masacre…—Susurró Ley entristecida.
—¿Qué pasó con Jimmy y los demás? —Preguntó el pelirrojo temeroso de la respuesta.
—No
sé que ha sido de ellos. Cuando recibí tu primera llamada de radio salí
del lugar. Ellos insistieron en que me fuera sin ellos. Querían que
fuera a defender el campo contigo. No sé si lograrían salir de allí con
vida, la situación era bastante fea. —Contestó la chica bastante
deprimida.
—¿Habéis encontrado algo útil? —Interrumpió Effy, cortando de raíz la deprimente conversación.
—Solo unas viejas espadas pero no están afiladas. —Comentó uno de los soldados.
—Bueno
yo he visto unos pasadizos en el sótano, quizás tengan una salida al
exterior. El problema es que son pasadizos muy estrechos. Si nos
encontramos a muchas criaturas ahí abajo, será imposible salir
corriendo. —Añadió otro de los soldados.
—Tendríamos que salir
otra vez a buscar cosas. Si no salimos de aquí pronto no tendremos nada
que comer. —Opinó Effy preocupada, dándole otro trago a la vieja
botella.
—Sal tú. —Dijo Johnny molesto con la chica.
El
pelirrojo estaba harto de Effy. La chica había estado vagueando desde
que se habían quedado encerrados. Al principio pensaba que solo era la
forma que tenía la joven de calmar su desesperación, pero realmente
estaba harto de hacer todo el trabajo sucio.
—Está bien gruñón. —Refunfuñó la chica, soltando la botella encima de un polvoriento mueble.
—Venid
conmigo, vamos a dejar a estos dos solos. —Sugirió Effy intentando
disimular el temor que tenía a enfrentarse a las criaturas en aquella
penumbra.
Los cuatro soldados acompañaron a la chica fuera de la sala, dejando un poco de intimidad a los pelirrojos.
—No la aguanto. —Murmuró molesto el esquelético joven, justo después de que se marcharan.
—¿Qué pasa? —Preguntó Ley confusa.
—Es
una cara dura. Lo único que ha hecho desde que llegamos aquí ha sido
beberse las botellas que ha ido encontrando por ahí. Se bloqueó un día y
dejó morir a uno de los soldados, porque ella simplemente se quedó
quieta. —Contó Johnny enfadado.
—Joder. —Susurró la chica inconscientemente.
—Que le jodan, no perdamos el tiempo. —Dijo Johnny sonriente, justo antes de besar a la pelirroja apasionadamente.
El
chico llevaba esperando aquel momento casi toda su vida. Después de
tanto tiempo le costaba creer que estuviera ocurriendo por fin. Estaba
tan a gusto que no quería separarse ni un segundo de la chica.
Ley
acariciaba dulcemente la cara del pelirrojo, notando las imperfecciones
de su rostro. Estar con él era el único consuelo que tenía en aquel
momento. Las cosas estaban realmente feas, pero al menos no moriría
sola.
El grotesco chico podía ser una persona sumamente
despiadada, pero cuando quería a una persona era capaz de transmitir una
cálida sensación reconfortante. Él pensaba que era lo único bueno que
podía ofrecerle a la chica, esperando que aquello fuera suficiente para
ella.
—¿Qué vamos a hacer Johnny? —Preguntó Ley algo temerosa.
—Tendremos que intentarlo por esos pasadizos. —Contestó el pelirrojo con seguridad, acariciando nuevamente el pelo de la joven.
—Llevo mucho tiempo intentando que no se me note, pero ya no puedo más. —Dijo Ley sincerándose con él.
—¿Qué pasa? —Preguntó el joven desconcertado.
—Todo
está saliendo como el culo, no hay esperanza. Intento que ellos no lo
noten, porque si ven que hemos perdido la fe, ellos también lo harán.
Tengo miedo, no sé como continuar. ¿Qué hacemos después de todo esto?
¿Cómo seguir con nuestros planes? —Susurró Ley desconsolada, dejando
salir un par de amargas lágrimas.
—Todavía estamos vivos, eso es lo importante. —Contestó el esquelético joven, dando nuevas esperanzas a la chica.
Ambos
se sentaron en el suelo encima de unas sucias mantas, abrazándose para
darse consuelo mutuo mientras esperaban al resto. El tiempo pasaba
lentamente, encerrados entre aquellas viejas paredes. Mientras más
tiempo pasaba, más nerviosos se ponían al ver que sus compañeros no
llegaban.
—¿Estarán bien? —Preguntó Ley llena de preocupación.
—Eso espero… —Respondió el chico, intentando mantener las esperanzas de su compañera.
Johnny
sabía que ahora le tocaba a él ser el fuerte. Jamás había visto a Ley
tan desanimada como la veía en ese momento. Él no podía soportar verla
de esa forma, tenía que hacer todo lo posible por hacerla sentir mejor.
Le quedaban pocas esperanzas, pero las pocas que tenía las iba a
compartir con ella. Ahora que había conseguido que ella le dejara
amarla, pretendía cuidarla el doble de lo que antes lo hacía. Él era un
mal tipo pero ella siempre había despertado en él su mejor parte. Ella
hacía que él quisiera ser mejor persona, algo que le costaba bastante
debido a su difícil vida.
—Te noto distinto. —Dijo la chica sonriente, mirándole fijamente a los ojos.
—Me das una paz infinita. —Contestó el delgado joven, mostrando una cálida sonrisa que jamás había tenido en toda su vida.
En
aquel extraño lugar Ley estaba descubriendo cosas de Johnny que nunca
habría imaginado. Él por una vez en su vida se estaba mostrando tal como
era, sin hacer uso de apariencias. El chico mostraba una calidez que no
tenía nada que ver con su habitual comportamiento frío y grotesco.
Justo en aquel momento la chica se dio cuenta de lo sensible que podía
llegar a ser el pelirrojo. Comprendió entonces que lo que le había
faltado a Johnny toda su vida era cariño. Nadie se había preocupado de
quererle o incluso de tratarle como él se merecía.
Johnny se
aferraba a Ley como si de un clavo ardiendo se tratase. Era como un niño
desconsolado que no estaba dispuesto a soltar aquello que tanto quería.
No quería perderla por nada del mundo. Pensar que tendría que
despedirse de ella algún día después de lo que le había costado tenerla,
era un pensamiento que le torturaba la cabeza. No estaba dispuesto a
perder lo único que había tenido en su vida. Temía que al salir de esa
habitación le pudiera pasar algo a la chica, deseaba quedarse allí con
ella para siempre. Era la primera vez que sentía verdadero miedo en su
interior, y no sabía como afrontar aquella situación.
—Si se pudiera parar el tiempo… —Murmuró pensativo el pelirrojo, mirando el rostro de la mujer que amaba.
Johnny se sentía desbordado por sus emociones y sentimientos, aquellas sensaciones eran completamente nuevas para él.
—Por
favor dime que pase lo que pase, y salga todo como salga, terminaremos
esto juntos. —Pidió Johnny desconsolado, abrazándola con todas sus
fuerzas.
Ley asintió asombrada por el comportamiento de Johnny.
Jamás hubiera imaginado que el pelirrojo fuera capaz de amarla de
aquella forma. La chica sentía que nadie la había querido nunca, viendo
lo mucho que ella significaba para él. Nadie se había aferrado tanto a
ella, como él lo estaba haciendo en aquel momento. Por primera vez se
sintió completamente viva, tan viva como solo se había sentido de
pequeña. Esa faceta de Johnny era algo increíble para ella, algo que
sentía no haber experimentado muchísimo antes.
—Eres increíble,
nunca imaginé que podría sentirme tan bien contigo. —Susurró la
pelirroja en el oído del delgado chico, no sin antes darle un cálido
beso en la mejilla.
Ambos disfrutaron de su primer rato a solas,
anestesiando el dolor que los dos habían sentido minutos antes en sus
almas. Ambos que habían sido personas muy frías generalmente hablando,
en ese preciso momento eran las personas más cariñosas del mundo. Era
extraño, pero en aquel mundo cruel habían encontrado algo maravilloso
que pensaban disfrutar todo lo que pudieran. Era una vía de escape al
dolor y al sufrimiento.
—Tenemos que irnos. —Susurró Effy entrando cuidadosamente en la habitación.
Johnny se levantó primero y una vez en pie, le tendió su mano a Ley para ayudarla caballerosamente.
—Hemos
perdido otro hombre, pero está claro que si hay una salida es solo la
del sótano. Ya hemos recorrido todo el palacete y no hay nada más. —Dijo
Effy decaída, guiando a sus compañeros hasta donde les esperaban los
demás.
Todo estaba sumido en la oscuridad, viendo solo lo poco
que podían ver sus ojos adaptándose a la escasez de luz. Se escuchaban
los gemidos de algunas criaturas que no eran capaces de ver. También
podía apreciarse como los zombies arrastraban sus pies, tropezando con
todo lo que se les ponía por delante.
Los soldados avanzaban
cautelosos por las bastas estancias del tétrico lugar, intentando no
llamar mucho la atención. Había ventanas rotas que daban a otras
estancias, dificultando el hecho de que estuvieran completamente solos.
En cualquier momento podían entrar zombies por esos boquetes. Daba
bastante miedo caminar entre aquellos muebles de un lejano pasado, sin
apenas balas y sabiendo que no estaban allí solos.
Johnny
agarraba la mano de Ley con fuerza, temeroso de que le pasara algo.
Sabía que ella era fuerte y confiaba en sus habilidades, pero el temor
que sentía a perderla actuaba por él.
Effy se hacía una ligera
idea de cómo se sentía el joven, ya que cuando quedaron atrapados en el
campo se dio cuenta de lo que el chico sentía. Ella le había visto
llorar sin esperanza pensando que la pelirroja había muerto. También
pudo ver su desesperación cuando la vio tirada al lado de un árbol. Por
si después de todo eso le quedaba alguna duda, cuando se quedaron
encerrados le quedó completamente claro. Él no la miraba a ella,
mientras que se quedaba dormido agarrando la mano de Ley cada día que
esta estuvo inconsciente. Ella también había estado mucho tiempo en el
campo viendo como él miraba a la pelirroja cada vez que estaban juntos.
Muchas veces había notado la desesperación del chico al ver que esta no
le prestaba más que su amistad.
Ley se sentía a gusto notando el
calor de la mano del pelirrojo en aquel gélido lugar, el cual parecía
estar tan frío como una tumba. Nunca hubiera imaginado lo reconfortante
que podía ser el tener alguien así a su lado. La chica andaba por el
lugar apretando la mano del joven, mientras pensaba lo grandioso que
aquel sitio habría sido alguna vez. Ella nunca había estado en ningún
palacio, haciendo de aquel lugar lo que ella siempre había entendido por
algo digno de reyes.
El grupo se paró a escasos metros de una
puerta abierta, intentando escuchar si había algo peligroso en la
siguiente estancia. No podían confiarse, ni tampoco podrían ponerse a
disparar, así que solo les quedaba el sigilo y la cautela. Disparar una
sola bala en aquel lugar era una locura, ya que llamaría la atención de
demasiados podridos. Si inevitablemente se tenían que enfrentar a uno,
tendría que ser con armas blancas y mucho sigilo.
Effy no tenía
mucha maña con el cuchillo, dejándola a ella como la más indefensa en
aquella situación. Johnny era bueno con el cuchillo, pero tampoco era un
maestro. Ley era la única que podía estar medianamente tranquila, ya
que la chica podía ser sumamente sigilosa y se apañaba perfectamente con
su espada. Aún así debían enfrentarse a los zombies de uno en uno,
estando en serios problemas si un gran grupo los cogiera por sorpresa.
Ya
estaban a solo dos estancias y tres pasillos de donde se encontraban el
resto de sus compañeros, cuando se encontraron a un par de criaturas
que se dirigían hacia ellos gruñendo. Effy se quedó paralizada por el
pánico, palideciendo rápidamente. Johnny puso una mueca de odio al ver
la reacción de la joven, para pagar su cabreo con una de las criaturas.
Atravesó con el cuchillo el cráneo del podrido, agarrándole del cuello
para que el cadáver no se desplomara bruscamente en el suelo. Justo
después hizo lo mismo con el otro que quedaba, llegando antes que la
pelirroja para ahorrarle a ella el trabajo.
Ley se sintió
completamente inútil con aquel comportamiento, además de sentirse
culpable de que solo él se pusiera en peligro. Ella no quería que el
arriesgara la vida, mientras ella se quedaba quieta. No iba a permitirle
aquel comportamiento ni una sola vez más. Ella era un soldado y tenía
su deber, no era una civil buscando protección.
En la siguiente
estancia encontraron cuatro pestilentes seres en su camino, de los
cuales cada pelirrojo mató a dos. Effy volvía a quedarse inmóvil,
mostrándose tan inútil como una niña pequeña. Sus dos compañeros no
entendían esa reacción en una chica que era un soldado, era algo
inadmisible. Effy era muy buena con las armas de fuego, pero en esta
cuestión más parecía un bebe que un militar.
La gran altura de
los techos hacía que los soldados se sintieran insignificantes en aquel
lugar. El palacete daba escalofríos en todos sus aspectos. Quizás hacía
mucho tiempo aquello había sido hermoso, pero era algo que ellos solo
podían imaginar. La fantasía del grupo se disparaba a cada rato, con
cada nueva estancia, y hasta con cada mueble o cuadro que se encontraba
en ese tétrico sitio. Cada uno de ellos dejaba volar su imaginación,
soñando con extrañas historias que podías haber acompañado a aquel
lugar.
Finalmente se reunieron con los tres soldados que los esperaban con
cautela, defendiendo una estancia de cualquier podrido que pudiera
acercarse. Entraron todos dentro de la sala, la cual tenía una escalera
que bajaba al sótano. La escalera era sólida y fuerte, de una piedra
blanquecina que le daba un aspecto frío. Descendieron lentamente,
llegando al piso inferior con el corazón en la boca.
Todos
sabían que estaban apunto de entrar en la boca del lobo, y una vez que
entraran no iban a poder retroceder. Ir marcha atrás era algo que tenían
que borrar de sus cabezas rápidamente. La única salida era continuar
por allí y esperar que la suerte estuviera de su lado. Sabían que era
sumamente peligroso, pero tenían un pequeño atisbo de esperanza. Después
de lo mal que lo habían pasado, ahora tocaba que la suerte los
acompañara en esta ocasión.
El sótano era completamente de
piedra, aunque estaba decorado con el mismo estilo que el resto del
palacete. El pasadizo por el que entraron había estado tapado
anteriormente con un basto armario. Una vez dentro apenas tenían espacio
para moverse, teniendo que pasar de uno en uno. Los tres soldados iban
delante, seguidos por Ley, Johnny y al final del todo la temerosa Effy.
Avanzaban
lentamente, observando como su espacio vital cada vez quedaba más
reducido. A cada paso que daban el lugar era más angosto. La buena señal
es que por el momento no escuchaban a ninguna criatura, y exceptuando
la estrechez del pasadizo todo iba bastante bien.
Todos iban
bastante tranquilos menos Effy. La chica se estaba encontrando con
muchos de sus miedos juntos. Era algo claustrofóbica, así que el eso de
que estuvieran encerrados en el palacete y posteriormente en esos
pasadizos, era una situación de lo más angustiosa para la joven. Se
agobiaba mucho cuando su visión quedaba limitada, y la oscuridad era
algo que no ayudaba mucho. Ella se sentía segura si podía disparar, pero
en el momento que quedaba limitada al combate cuerpo a cuerpo, era de
lo más inútil y asustadiza.
El grupo notaba la inseguridad de la
joven, preocupándoles que les cerrara el paso por detrás si la cosa se
ponía fea. Johnny era el único que en vez de ver inseguridad y miedo, lo
que veía era incompetencia y desgana. La chica nunca había sido santo
de su devoción aunque siempre la había respetado por su fina puntería,
algo que cambio en el tiempo que llevaban encerrados allí.
El
encierro en el palacio se les había hecho demasiado largo, no había
pasado tanto tiempo pero para ellos es como si llevaran encerrados allí
una eternidad. Todos deseaban fervientemente ver la luz del sol, o por
lo menos el pálido resplandor de la luna.
—¡Shhh! —Mandó callar el pelirrojo a Effy, justo después de que esta diera un tras pies.
La
chica estaba bastante enfadada con sus compañeros. Sabía que no lo
estaba haciendo bien, pero ellos tan poco intentaban comprenderla o
preocuparse por lo que le pasaba a ella. Solo le contestaban de malas
maneras, o le hablaban solo para darle órdenes. Estaba harta ella
también era un ser humano y cometía errores, algo que sus compañeros no
perdonaban y que encima habían estado recriminando a cada rato. Además
de que parecían no entender que ella no era un militar de carrera como
la mayoría de ellos. Ella solo había estado en el ejército porque tenía
una impecable puntería, y quitando eso no era ninguna persona especial.
El
soldado que iba primero paró en seco, haciéndoles un gesto al resto de
sus compañeros. Le había parecido escuchar algo pero no sabía si ya era
imaginación suya después de aguantar tanta tensión, o es que realmente
había algo en la lejanía. Todos afinaron sus oídos en busca del más
mínimo sonido, quietos como estatuas para no hacer ni un solo ruido.
Tras un rato sin que ninguno escuchara absolutamente nada, siguieron el
pesado camino por los pequeños túneles.
Johnny estaba bastante
preocupado después de tanto andar. Si conseguían salir del lugar sus
vehículos quedarían lejos de su alcance, algo que no quería experimentar
en el exterior. Ni siquiera sabía si seguirían allí, pero él tenía la
esperanza de que si. Necesitaban el vehículo en el exterior, si o si. No
podrían llegar a ninguno de sus Bunkers sin ningún motor que los
llevara.
El soldado que iba en la vanguardia volvió a parar en
seco al escuchar de nuevo aquel ruido. Estaba convencido de que no era
imaginación suya porque el resto de sus compañeros también lo habían
escuchado. Volvieron a quedarse en silencio a la espera de algún sonido
más, volviéndose a quedar sin la repetición del ruido. Pararon de nuevo
tras dar un par de pasos más, al escuchar un extraño chirrido que se
repitió una vez más.
Todos tenían el corazón en la boca y sus
armas bien agarradas, esperando que ocurriera lo peor que les podía
pasar. Escuchaban unos pequeños sonidos que se percibían más cerca de
cada ellos cada segundo que pasaba. Dándoles un susto de muerte, pasaron
por su lado unos pequeños roedores. Parecían ratas pero no estaban
seguros en aquella oscuridad.
El grupo se calmó después de aquel
susto, continuando su trayectoria algo más tranquilos. Aquella excursión
estaba siendo una verdadera pesadilla para todos. Estaban deseos de
llegar al final y ver que había al otro lado de los pasadizos. Esperaban
que aquel lugar tuviera una salida, porque sino acabarían encerrados en
el viejo palacio de por vida. Ninguno quería morir de hambre, atrapado
como una rata en una jaula de la que no se pudiera salir.
El
soldado de la vanguardia retrocedió un par de pasos, viendo como había
estado apunto de tirarse en los brazos de un podrido por un estúpido
descuido. Sacó el cuchillo clavándoselo con fuerza en el sanguinolento
ojo. Todos se pusieron nerviosos tras el incidente. Apretaron el paso,
temerosos de estar más tiempo de la cuenta en aquellos pasadizos.
A
los pocos minutos de seguir avanzando se toparon con tres criaturas
enfrente de ellos. El soldado que iba en cabeza acuchilló al primero,
cometiendo el error de dejar que el segundo le mordiera. Le arrancó la
mano donde llevaba el cuchillo, mientras este se deshacía del primer
cadáver andante. El segundo soldado lo ayudó matando a la pestilente
criatura que había mordido a su amigo.
Se dieron cuenta de que
detrás del tercer zombie venían algunos más. Retrocedieron todo lo que
pudieron intentando ganar distancia, pero aquello era una ratonera. No
tenían espacio para atacar cuerpo a cuerpo. Finalmente recurrieron a las
pocas balas que les quedaban, intentando no dispararse entre ellos.
El
soldado que iba a la cabeza fue mordido por segunda vez, cayendo al
suelo de espaldas con un apestoso ser encima. El hombre estaba siendo
devorado ferozmente, forcejeando con toda la fuerza que tenía.
Los
gritos del soldado y el ruido de las armas pronto llamaron la atención
de las criaturas del palacio. Los podridos seguían los ruidos ansiosos
de conseguir alimento fresco. Pronto empezaron a escucharse los quejidos
a la espalda del grupo de soldados. Aun estaban lejos, pero pronto les
alcanzarían inexorablemente.
Effy disparaba hacia atrás con la
esperanza de retrasarlos. El resto de sus compañeros se estaban
encargando de los de delante, intentando avanzar por el túnel
rápidamente. Ganaban terreno por delante pero lo perdían por detrás.
Johnny se puso a disparar hacía atrás, ayudando a Effy a mantener a los
zombies alejados.
Otro de los soldados fue alcanzado rápidamente,
aglomerando a varios podridos que querían comérselo. Estaban cayendo
como moscas en aquella trampa mortal. El soldado que estaba delante de
Ley paró a recargar el arma, gesto que obligó a la pelirroja a ponerse
en primera fila con su catana. El lugar no podía ser peor para usar un
arma blanca tan grande, lo único que podía hacer era clavar su espada
recta. Era imposible hacer cualquier otro movimiento en aquel cuchitril.
Estaban completamente rodeados, a la espera de más criaturas.
Cada vez se escuchaban más gruñidos a sus espaldas. Necesitaban salir de
ahí ya, no podían seguir encerrados con tan poco espacio. Sentían que
aquel lugar era su tumba.
Consiguieron hacerse paso delante de
ellos, pero para cuando llegó aquel momento la cosa estaba bastante fea.
Los descompuestos seres que les perseguían casi los tenían en sus
talones, haciendo que corrieran por el pasadizo como si no hubiera un
mañana. Tras una breve pero intensa carrera llegaron al final del túnel,
percatándose de que había algo de madera bloqueando la salida.
—¡Johnny tu escopeta! —Gritó histéricamente Ley, al comprobar que era una madera bastante dura.
El
pelirrojo se hizo paso corriendo, disparando raudo a la madera que
cubría la salida. Las astillas saltaban unas detrás de otras,
debilitando la superficie por momentos. Justo cuando consiguió hacerle
un par de boquetes, golpeó repetidas veces la madera con la culata de la
escopeta.
—¡Ya! ¡Corred! —Avisó el chico nervioso, comprobando
que había hecho un hueco lo suficientemente grande para que pasaran
agachados.
Justo detrás de él pasó Ley, siendo ayudada por su
compañero. La chica ayudó al soldado a entrar, escasos segundos después
de que ella pasara. Mientras el soldado ayudaba a Effy, un podrido le
dio un bocado a la chica en su costado. Esta consiguió entrar pero llegó
malherida.
—¡Corred! ¡Venga, deprisa! —Gritaba completamente nervioso el pelirrojo, esperando a sus compañeros al lado de una gran puerta.
Ley
ayudó a Effy a correr más rápido, haciendo que la chica pasara por la
puerta poco después que sus compañeros. La pelirroja se golpeó con un
macetero que colgaba del techo, reabriéndose una herida que tenía en la
frente por culpa del accidente de moto. Cuando pasaron al otro lado
cerraron la puerta, echando todo el peso de sus cuerpos contra ella. La
pelirroja atrancó la puerta con su catana, a la espera de que alguno
encontrara otra cosa para atrancarla. El soldado encontró un par de
viejos artilugios del campo, que utilizaron para asegurar la puerta.
Una
vez a salvo descansaron un par de minutos, antes de ponerse a analizar
la situación actual. Habían llegado a un extraño cobertizo con dos
puertas, quedando solo una opción para salir de allí.
—¡Joder! ¡Me ha dado bien ese cabrón! —Gruñó Effy intentando disimular su dolor con chulerías.
Todos
la miraron con preocupación, preguntándose cuanto tiempo le quedaría a
su amiga. La herida tenía muy mala pinta, chorreando sangre a
borbotones. Sabían que esa hemorragia complicaría las cosas en un tiempo
muy escaso. No podían quedarse allí en esas condiciones. Solo podían ir
avanzando, esperando que el destino dejara de ponerles las cosas tan
difíciles.
—¡Vamos! —Exclamó el soldado junto a la salida.
El
grupo se encontró en una horrible cripta, de un gusto bastante lúgubre.
El lugar era escalofriante. Tenía calaveras por todos los lados a modo
de siniestra decoración, cosa que dejó fascinado al pelirrojo que
observaba el lugar totalmente maravillado. Había lujosas tumbas
gigantes, en piedra maciza con detalles en oro y diamantes. El amplio
lugar era inmenso, pero al final de él podía verse la luz natural del
exterior. En la parte superior había un par de extraños balcones, como
que estuvieran allí puestos para observar la estancia en toda su
amplitud. El lugar no estaba vacío, puesto que bastantes seres
amenazaban la seguridad del grupo.
—Chicos, es la hora. —Susurró Effy a modo de despedida.
—¿Qué pretendes hacer? —Preguntó Ley confusa.
—Ayúdame a subir ahí arriba. —Pidió La joven, señalándole a la pelirroja donde quería ir.
—¿Para que? —Preguntó Johnny completamente desconcertado.
—Si
me subís allí, puedo ayudaros a salir de aquí. Solo os voy a retrasar
más, y desde aquí arriba puedo despejaros el camino. —Explicó la chica
dolorida, apretando su herida intentando parar un poco la sangre.
Ley
asintió con seriedad, buscando la parte más fácil para que la chica
subiera. Dejó de buscar nada más ver una pequeña escalera de caracol en
un lado.
—Aguanta un poco más, ahí delante hay una escalera. —Propuso Ley señalándole su descubrimiento.
El
grupo avanzo con Johnny y Ley a la cabeza, seguidos por el soldado que
ayudaba a Effy a caminar. El esquelético chico golpeó con la culata a un
podrido que se acercó tambaleándose de un lado a otro. Era preciso no
hacer ningún ruido por el momento, si querían salir de allí con vida.
Los chicos se iban escondiendo entre las tumbas, ocultándose de los
babeantes seres.
—Puedo subir sola, déjame que lo haga yo. —Dijo seriamente Effy, obligando al soldado a que no la siguiera.
La
joven quería dar un buen ejemplo, después de todas las cagadas que
había estado cometiendo en el palacete. Ella quería demostrarles a sus
compañeros que su compañía si podía servir de mucho. La chica subió las
escaleras lentamente, soportando un tremendo dolor en su costado. Una
vez arriba y en su posición, les hizo un gesto de despedida a sus
compañeros.
—Cuando ella empiece a disparar, tenemos que
aprovechar el momento. Ella atraerá su atención, nosotros tenemos que ir
hasta la salida sin que nos vean. —Susurró Ley analizando la situación.
Effy
comenzó a disparar, limpiando el camino más cercano de sus compañeros.
Los podridos rápidamente empezaron a ir en su dirección, despejando el
camino por el que el grupo quería pasar.
—¡Ahora! —Exclamó Ley en voz baja, echando a correr sigilosamente entre las tumbas.
La
pelirroja se tropezó con una pistola que cogió rápidamente, comprobando
en segundos que le quedaban algunas balas. La empuño con una mano,
mientras en la otra llevaba su espada.
El grupo de soldados
consiguió avanzar un gran trecho, pero todavía estaban a medio camino de
la salida. Estos se percataron de que Effy había sido alcanzada, al
escuchar sus fatídicos gritos al ser devorada. Tenían un gran problema
puesto que estaban en un sitio complicado para esquivar podridos. Sin su
amiga despejándoles el camino iba a ser muy duro llegar hasta la
salida. Las extrañas formas de las tumbas dificultaban el paso aún más.
La desesperación se apoderaba rauda de ellos, mientras que intentaban
seguir escondiéndose de la vista de las criaturas.
Ley atravesó a
un par de zombies con su catana, al mismo tiempo que Johnny golpeaba a
uno con su culata y el soldado acuchillaba a otro. Mantenerse totalmente
a cubierto era prácticamente imposible. Llegaron a un punto en el que
quedaron atrapados entre unas tumbas. Se quedaron agachados entre ellas
disparando a las criaturas que se acercaban peligrosamente a su
posición.
La pelirroja notaba como la sangre de su frente,
acababa de llegarle a la boca desagradablemente. Por desgracia no fue lo
único desagradable que pasó en aquel momento. El grupo de soldados vio
como el cadáver andante de Effy se acercaba a ellos de frente. Su
cuerpo estaba completamente destrozado y hecho jirones, tras haber sido
medio devorada por unos podridos.
—¡Arriba! —Gritó Johnny desesperado.
Los
tres soldados subieron encima de la tumba más cercana, viendo como
quedaban en lo alto atrapados. Las criaturas casi llegaban a sus pies,
alzando los brazos repetidas veces intentando agarrarlos. La visión de
Effy hambrienta intentando morder sus extremidades, era una de las
visiones más desagradables que habían visto en la vida. Allí arriba
empezaban a notar el cansancio acumulado, deprimiéndose bastamente.
—Tengo estimulantes. —Ofreció Ley sacando el bote de Ritalin que Santiago le había dado en el campo de concentración.
Los
tres tomaron un par de pastillas del bote, esperanzados con la idea de
que aquello aumentaría sus posibilidades de sobrevivir.
—¿Cómo
vamos a salir de aquí? —Preguntó desconsolado el soldado, clavándole el
cuchillo a un podrido que había agarrado su bota militar.
Ley
imitó el gesto del soldado, atravesando el cráneo de un par de zombies
que estaban cerca de su bota. Por el momento era lo único que podían
hacer, mientras pensaban en alguna opción que les fuera viable. La chica
justo después de matar a esas dos criaturas, se encargó personalmente
de acabar con el hambriento cadáver de Effy.
Johnny se percató de que había una cuerda atada en una de las tumbas de
al lado. Si conseguían llegar hasta esa cuerda tendrían una posibilidad.
A través de ella podían subir al otro balcón y bajar por la escalera de
caracol de este. Todo tendría que ser muy rápido, pero menos era nada.
Ahora al menos veía una posible salida, algo que le dio esperanzas de
nuevo.
—¿Podéis llegar hasta ella? —Preguntó el pelirrojo señalando la cuerda.
Ambos
asintieron seguros de sí mismos. El grupo volvía a recuperar fuerzas
después de los estimulantes, dispuestos a todo para conseguir
sobrevivir. Tenían una opción e iban a aprovecharla al máximo.
—¡A la de tres! —Exclamó la chica, avisando a sus compañeros con antelación.
La
chica contó hasta tres con rapidez. Cuando terminó de contar, saltó a
la tumba de al lado con agilidad. Sus dos compañeros saltaron justo
detrás de ella, dándole tiempo antes para que comprobara el estado de la
cuerda. Una vez estaba asegurada, subieron de uno en uno por ella a
toda velocidad. Al llegar arriba corrieron por el balcón, ansiosos por
llegar a la deseada escalera. Bajando por esta encontraron que un
podrido les bloqueaba el paso, cosa que Johnny solucionó a porrazos con
la culata de su escopeta.
¡Corred, corred! —Gritó el pelirrojo abriéndose paso a golpes entre un par de criaturas.
Ley
se encargó de un podrido, cortándole la cabeza en un raudo gesto. El
soldado disparaba al lado de la chica, abriendo hueco para que pasaran
ambos. Johnny intentaba guardar las tres balas que le quedaban,
aporreando con la culata a cada criatura que se encontraba
peligrosamente.
Finalmente consiguieron salir del lugar después
de tanto. Cuando vieron la luz del sol sin haberla visto en tanto
tiempo, quedaron cegados con ella y su resplandor. La veían a través de
las máscaras, pero aún así era un destello que sus ojos no podían
soportar. No era medio día ni mucho menos, pero esa poca luz era
suficiente para molestarles bastante. Corrían por una especie de huerto
con los ojos medio cerrados, protegiéndose de la luz solar del
atardecer.
—¡Tenemos que ponernos a cubierto o coger un vehículo!
¡No podemos ir tan desprotegidos los tres solos! —Gritó Ley nerviosa,
intentando analizar el lugar.
La chica se percató de que la
cripta estaba oculta en un huerto de bastas dimensiones, en una especie
de finca de lujo. Por el lugar caminaban libremente los podridos,
haciendo del lugar casi un campo de minas.
—¡Mirad! —Exclamó el soldado con asombro, señalando una mansión a lo lejos.
El
grupo de soldados se dirigió en esa dirección. Apenas veían y estaban
en un lugar hostil, así que querían permanecer allí lo menos posible.
—¡Cuidado! —Advirtió Ley saltando por encima de una pequeña zanja.
Las
criaturas seguían al grupo rápidamente, ansiosos por hincarles el
diente. Se estaban aglomerando en su persecución, cosa que puso
nerviosos a los soldados. Estos apretaron el paso, esquivando a los que
se iban encontrando delante.
—¡Joder! —Vociferó Ley dolorida, cayendo al suelo bruscamente.
Había
tropezado, rodando un par de metros por el desnivelado terreno. La
pistola y la catana habían salido volando lejos de ella, dejándola
completamente desprotegida. Ella iba la última, quedando a merced de los
podridos.
—¡Ley! —Gritó Johnny desesperado, presa del pánico de ver a la chica con su vida peligrar.
Un
podrido había agarrado la bota de la chica, la cual zarandeaba la
pierna repetidas veces. La pelirroja intentaba darle una patada en la
cabeza, cosa que consiguió escasos segundos después. Cuando consiguió
soltarse se percató de que estaba prácticamente rodeada y sus armas muy
lejos de ella.
El soldado disparaba intentando ayudar a su
compañera, matando algunos de su alrededor. Johnny disparó sus últimas
tres balas, pero no consiguió acabar con la vida de todos los podridos.
—¡Aguanta! —Vociferaba una y otra vez el esquelético chico, corriendo para ayudarla.
Ley
mientras se intentaba levantar, le pegó una patada en la cabeza a un
zombie que se arrastraba hacía ella. Consiguió apartarlo un poco,
poniéndose en pie casi sin problemas. Empujó a uno de los podridos que
le bloqueaba el paso, echándole con el hombro todo el peso de su cuerpo.
—¡Hijos de puta! —Gritaba Johnny pegándole a los putrefactos seres con la culata de su escopeta.
La
pelirroja finalmente consiguió hacerse con su catana, atravesando el
cuello de un zombie que la había rozado con sus asquerosos dedos. Justo
después recogió su pistola, disparando su última bala a un podrido que
forcejeaba a escasos metros con Johnny.
—¡Vámonos! —Gritó nervioso el delgado pelirrojo, agarrando la mano de su amada para tirar de ella rápidamente.
El
soldado gastó lo que le quedaba de munición, quitándose a uno de en
medio, y matando a un par de ellos que acosaban a los dos pelirrojos.
Los tres sin ninguna bala se adentraron en la mansión, cerrando la gran
puerta de esta de un basto porrazo.
La gran mansión de hormigón
por dentro estaba decorada lujosamente, mientras que por fuera lo único
que llamaba la atención eran sus bastas dimensiones. Por el momento no
vieron que la gran casa estuviera llena de infectados, relajando
tremendamente a los tres soldados.
—Saca el contador Johnny.
Mira si los niveles de radiación aquí dentro son altos. —Pidió Ley con
amabilidad, limpiando su catana con la alfombra del suelo.
—Esto no da mucho, podemos quitarnos las máscaras. —Comentó Johnny aliviado, mirando el pequeño aparato.
—Tenemos que encontrar balas o algo, no tenemos nada. —Sugirió raudo el soldado, guardando su pistola con desgana.
—Primero vamos a mirar que estemos solos. —Ordenó seriamente Ley, desconfiando de aquel lugar.
—Me parece guay. —Contestó convencido Johnny, dirigiéndose a la primera puerta.
El
grupo entró en la estancia, comprobando que en esta tampoco había
ninguna criatura. Esta sala era una especie de sala de reuniones. Tenía
una pantalla en el centro de una de las paredes, mientras que las otras
estaban tapadas con estanterías y pequeñas pizarras blancas. En el
centro lo único que decoraba la estancia era una gran mesa con sillas
bastante confortables. No había nada de interés en aquel lugar, amenos
que desearan ponerse a leer libros de facturas.
Entraron en un
par de estancias más, las cuales también estaban vacías. Estuvieron en
una especie de sala de espera, y justo después en un largo pasillo sin
absolutamente nada en su interior.
—Parece que estamos solos. —Comentó el soldado con tranquilidad.
—Por el momento eso parece. Podría ser un sitio seguro. —Añadió Ley seriamente, abriendo la puerta del final del pasillo.
Llegaron
a una sala de conferencias bastante amplia, en la cual solo había un
estrado y un mogollón de sillones. Aquel lugar también era seguro,
reconfortando al grupo.
—Volvamos a la entrada, esto es demasiado
grande. Parece seguro por el momento. Deberíamos registrarla por
separado. —Dijo con tranquilidad la pelirroja, volviendo de camino al
pasillo.
—De todas maneras, no estéis confiados del todo. Si
entráis en un lugar peligroso simplemente cerrad la puerta y volved a
las salas vacías. —Sugirió Ley cautelosamente, andando con rapidez por
el largo pasillo.
El grupo llegó a la entrada con paso decidido, dispuestos a inspeccionar toda la mansión en busca de cualquier cosa útil.
—Somos tres y son cuatro áreas a inspeccionar. —Dijo Johnny pensativo, mirando el piso de arriba.
—Que
cada uno inspeccione una y que vuelva aquí justo cuando termine. La
última área la registraremos juntos. —Ordenó Ley con seriedad.
—Yo voy al piso de arriba al lado oeste. —Comentó Johnny subiendo la escalera.
—Yo voy a seguir registrando por donde acabamos de estar. —Dijo el soldado de camino a la puerta que habían abierto antes.
—Pues
yo voy también al piso de arriba. Luego registramos juntos el área
oeste del piso inferior. —Añadió Ley con seriedad, subiendo las
escaleras detrás de Johnny.
La pelirroja emprendió su ruta,
comenzando por una estrecha sala llena de cuadros. Después de esta
caminaba rápidamente por un estrecho pasillo, el cual solo estaba
decorado con grandes lámparas sujetas a la pared. Abrió la puerta que
estaba al final del corredor, llegando a una gran estancia repleta de
adornos religiosos que reposaban encima de estanterías de madera. Aquel
lugar parecía el refugio espiritual de un fanático religioso. Ley se
apresuró en salir a toda prisa de la habitación, la cual le daba
bastante mala espina.
—¿Pero que coño… —Murmuró la chica desconcertada, viendo como la sala a la que había entrado parecía haber sufrido un saqueo.
La
delgada chica comenzó a rebuscar por encima de las estanterías
volcadas, descubriendo que no había nada que pudiera servirle. Ley
atravesó un par de largos pasillos, antes de entrar en unos peculiares
aposentos. La habitación estaba decorada con unos horribles cuadros, en
los que se veían grotescas escenas de esclavitud. Los muebles estaban
pintados con marcas de manos en color rojo, dando un aspecto retorcido
al extraño aposento.
La pelirroja se puso a abrir todos los
cajones que veía, encontrando solamente dos balas de pistola. La chica
prosiguió el camino por más estancias vacías sin nada útil en su
interior. La solitaria joven entró en una gigantesca biblioteca, en la
cual dejó de estar sola. Justo al entrar y cerrar la puerta se topó con
un zombie a bocajarro. Esta cortó su cabeza rauda, percatándose de que
no era el único ser de la sala. Clavó su catana en el cuello de otro
podrido, pegándole una patada a un tercero que se acercaba
peligrosamente.
—¡Joder! —Exclamó la pelirroja nerviosa, viendo como la estaban rodeando lentamente.
Se
encargó agresivamente de dos más, justo antes de caer contra una
estantería. Esta se desplomó tirando unas cuantas más, dejándola
encerrada entre estanterías. Su catana había caído al otro lado de los
pesados muebles, dejándola solo con dos balas de pistola y su cuchillo.
Ley quedó atrapada con un podrido, que estaba medio aplastado entre una
montaña de libros y las maderas de una estantería. El zombie agarró la
bota de la pelirroja, muriendo segundos después por el cuchillo de esta.
—Tengo
que llegar allí. —Murmuró Ley mirando su catana entre las baldas,
observando como era casi imposible pasar entre los putrefactos seres.
La
joven se agazapó en su escondrijo, apretando con fuerza su pistola.
Intentaba ingeniar algún plan para poder hacerse paso, pero no veía
ninguna salida a su problema. Tenía que pensar rápido si quería salir de
allí con vida. Los monstruos estaban subiendo por los pesados muebles,
amenazando la supervivencia de la joven. Esta se dispuso a subir por
uno, pensando que la única solución era intentar llegar corriendo hasta
su espada. Se aventuró temerariamente, disparando una de sus balas
contra una asquerosa criatura que había estado apunto de agarrarla.
—¡Mierda! —Gritó desesperada, disparando su última bala para salvar la vida.
Se
escuchó un basto portazo justo antes de sonar los disparos de una
ametralladora, acabando con la vida de la mayoría de los infectos seres.
Jimmy vació su cargador, salvando la vida de la joven cuando esta más
lo necesitaba.
—¡Jimmy! —Exclamó emocionada la chica, viendo el rostro de su viejo amigo.
El
rubio parecía bastante decaído, mostrando un gesto deprimente en toda
su cara. No dijo ni una sola palabra, preocupando bastante a su amiga.
El chico sacó su espada después de colgar su metralleta, luciendo una
gran preocupación en su rostro.
—Vámonos de aquí. —Murmuró Jimmy con apatía, dirigiéndose a la puerta por la que había entrado antes la pelirroja.
—¿Pasa algo? —Preguntó desconcertada Ley, recogiendo su espada rápidamente.
Jimmy
se hizo el loco, manteniéndose en un absoluto silencio todo el camino
de vuelta a la entrada de la mansión. La pelirroja lo seguía preocupada,
haciéndose miles de preguntas sobre el estado de su amigo.
—¡Espera!
No han llegado aún. —Dijo Ley con preocupación, agarrando el brazo del
rubio cuando este pretendía salir al exterior de la mansión.
Se escuchó un disparo en la parte superior, alertando a la chica rápidamente.
—¡Johnny! —Gritó Ley asustada, subiendo las escaleras como alma que lleva el diablo.
El
rubio siguió a su compañera con agilidad, saltando los escalones de
tres en tres. Ambos atravesaron a toda velocidad varias estancias y
pasillos vacíos, acelerando su corazón por la gran preocupación que
sentían.
—¡Joder! —Exclamó la chica horrorizada, viendo manchas de sangre en una pared.
Atravesaron
la siguiente puerta temerosos, llegando a un pasillo lleno de cadáveres
tirados en el suelo. Los soldados saltaban por encima de estos,
intentando pasar por allí lo más rápido posible. Al salir de allí se
calmaron, viendo como Johnny recargaba su escopeta enfrente de un
podrido con la cabeza reventada.
—¡Jimmy! —Exclamó con alegría Johnny, descubriendo que su amigo estaba vivo.
El rubio medio ausente se quedó silenciosamente, ignorando a sus amigos descaradamente.
—¿Dónde está Will? ¿Jimmy que ha pasado? —Preguntó Ley temerosa de la respuesta.
Jimmy
no levantaba la vista del suelo, no era capaz de mirar a sus compañeros
a los ojos. El quería explicarse pero no sabía ni como empezar, ni como
hacerlo.
—¡Jimmy! ¡¿Qué cojones ha pasado?! ¡Contesta! —Gritó la pelirroja desquiciada, pegándole un golpe a la pared.
—¿No vas a decir nada? —Preguntó Johnny totalmente asombrado por el silencio del rubio.
El
chico aun seguía sin decir ni una sola palabra. Su culpabilidad no le
dejaba levantar la vista del suelo. Se sentía tan mal que ni siquiera el
mismo aceptaba lo que había hecho. No tenía razones para hacerlo, el
había actuado de esa forma por haberse dejado llevar.
—¡Joder Jimmy! ¡Mírame! ¡Di algo! ¿Está muerto? —Insistió Ley nerviosa, zarandeando al joven mientras esperaba su respuesta.
—¡Calma! —Vociferó el pelirrojo cogiendo a la chica del brazo, instándole a que soltara a Jimmy.
Esta
soltó al rubio de mala manera, mirándole enfadada por su silencio. No
le cabía en la cabeza como su amigo se estaba comportando así, no
entendía su manera de actuar y tampoco estaba de acuerdo con ella.
—¡Tu
silencio dice que él también ha muerto! ¡Esto es una pesadilla! ¡Todos
mueren! ¡Todos se van! — Exclamó dolorida, resbalando su espalda por la
pared hasta llegar a sentarse en el suelo desanimada.
Ley intentó
aguantar sus lágrimas todo lo que pudo, pero la situación la desbordaba
completamente. Estaba harta de todo aquello, se sentía cansada y sin
ganas de vivir. Veía como todo estaba perdido, sentía que a ninguno le
quedaban esperanzas ni fuerzas. La desesperación y la amarga tristeza
era lo único que tenían en aquel momento.
Jimmy se sentó en el
suelo sin fuerzas, dándole vueltas a todo lo ocurrido. Había entrado en
un bucle de pensamiento del cual no era capaz de salir. Se sentía como
un gusano y se daba asco de sí mismo.
Johnny miraba el desánimo
de ambos, dudando sobre como debía actuar. Sabía que la situación era
bastante lamentable, pero él tampoco veía ninguna solución a la vista.
Pensaba que tarde o temprano todos acabarían muertos, y tenía en mente
que más bien sería temprano que tarde.
—Ya no hay esperanza… —Murmuró Ley con la mirada perdida, completamente abatida por el dolor.
Jimmy
se levantó decaído del suelo, mirando con culpabilidad a sus compañeros
brevemente. Se dirigió a la puerta apesadumbrado, para acabar
marchándose en silencio y con un portazo.
—Vamos a la entrada. —Sugirió el pelirrojo, tendiéndola la mano a la chica para que esta se levantara.
Ley
secó sus lágrimas, levantándose del suelo con la ayuda de Johnny. Ambos
siguieron al rubio por las estancias de vuelta a la sala principal,
manteniendo un amargo silencio que hería sus almas. Una vez en la
entrada no vieron al soldado, preocupándolos aún más.
—Vamos a buscarle. —Ordenó Ley abriendo la puerta por la que se había marchado el soldado.
Recorrieron
las salas vacías a gran velocidad, entrando en un montón de
habitaciones en poco tiempo. Encontraban manchas de sangre en las
paredes, las cuales parecían de alguien que se había arrastrado por los
fríos muros de mármol.
—Estará muerto… —Murmuró el rubio con todas las esperanzas perdidas.
El
grupo de soldados continuó encontrando aquellas manchas de sangre en
más habitaciones por las que pasaban. Aquello no tranquilizaba nada a
los chicos, consiguiendo que fueran aumentando el paso gradualmente.
—¿Porque no has vuelto? —Preguntó Ley al soldado, encontrándolo en una pequeña habitación.
—Es Peter. —Murmuró el soldado desconsolado, mirando un cuerpo que yacía en el suelo.
—¿Quién es Peter? —Preguntó Johnny desconcertado, observando el cadáver sin cabeza.
—Peter
era mi primo. La última vez que supe de él se mudaba con su esposa y
sus dos hijos a Canadá. De aquello han pasado ocho años. —Contó el
soldado medio ausente, inmerso en sus tristes pensamientos.
—Soldado tenemos que irnos. —Dijo Johnny seriamente, dándole un toquecito en el hombro.
—Bruce,
me llamo Bruce, y no voy a irme de aquí sin más. He disparado a mi
primo después de llevar tanto tiempo sin saber de él. —Contestó molesto
el soldado, dándole un manotazo al pelirrojo para que lo dejara en paz.
—¡Vámonos! ¡Que te quedes aquí no le va ha devolver la vida! —Gritó Johnny alterado, poniendo una de sus muecas de desprecio.
—Johnny vamos a darle un par de minutos. No seas cruel con él. —Replicó Ley disgustada con el frío comportamiento del pelirrojo.
Los
tres dejaron a Bruce solo, abandonando la habitación respetuosamente.
Se sentaron en el suelo de la habitación contigua, esperando que su
compañero se despidiera del cadáver de su familiar.
—Le abandoné… —Murmuró Jimmy entre lágrimas, mirando fijamente el suelo para esconder la mirada a sus amigos.
—¿Qué pasó Jimmy? ¿Jimmy que pasó con Will? ¡Contéstame! —Gritó Ley histérica, zarandeando de nuevo a su amigo.
—¡Déjalo!
¡Está claro! ¡Will está muerto! ¡No le des más vueltas! —Replicó a
voces Johnny, instando a la pelirroja que soltara a Jimmy.
—¡Le
dejé tirado! ¡Quedamos separados y me fui sin él! ¡Estaba atrapado entre
zombies y yo no podía hacer nada! ¡También me rodeaban a mí! ¡Salí
corriendo sin mirar atrás! ¡Le dejé allí tirado! —Gritó el rubio
completamente dolido, contando la trágica anécdota que tanto le
torturaba en su interior.
Ley lo soltó pálida sin poder creer lo que acababa de escuchar, desplomándose en el suelo completamente abatida por la noticia.
—¡Lo
siento! ¡Joder! ¡Lo siento! Perdí el control, y me dejé llevar… —Se
disculpó Jimmy con sentimiento de culpabilidad, golpeando la pared con
todas sus fuerzas lleno de impotencia.
Bruce entró en la sala
interrumpiendo aquella incómoda conversación. Ley y Jimmy secaron sus
lágrimas al instante, intentando disimular el desconsuelo que sentían en
su interior.
—¿Habéis encontrado algo? ¿Qué es lo que tenemos
entre todos? —Preguntó Johnny con seriedad, dando un giro completo a la
situación.
—Yo dos balas de pistola, pero las he tenido que gastar, así que nada… —Comentó Ley bastante decaída.
—Un bote de estimulantes. —Respondió Bruce algo apático.
—Una
caja de calmantes, tres paquetes de tabaco, una lata de conservas,
quince balas de pistola y dos machetes. —Contó Jimmy desganado, dándole
un machete a Johnny y otro a Bruce.
—Yo solo tengo cinco balas de escopeta. —Añadió el pelirrojo tras un largo suspiro.
—No es mucho, pero por lo menos es más que antes. —Dijo Ley seriamente, intentando recuperar algo de visión positiva.
—Seguimos sin vehículo y el exterior no es seguro. —Contestó Johnny preocupado por el desplazamiento al aire libre.
—Yo encontré un tractor fuera, solo tenemos que llegar hasta él. —Añadió
Jimmy confiado, abriendo la puerta de la lujosa mansión.
—¡Este tío es idiota! En un tractor y sin apenas balas. —Refunfuñó Johnny con un gesto molesto.
Era
el anochecer cuando el grupo salió raudo de la mansión, corriendo
através del huerto en formación. Jimmy iba a la cabeza para guiar a sus
compañeros por los campos, blandiendo su estoque con suma elegancia.
Detrás de este corría Ley ayudando al rubio a deshacerse de los
podridos, cortando con su catana las extremidades de las asquerosas
criaturas. Johnny y Bruce iban detrás con los machetes utilizándolos con
torpeza, y solo cuando era estrictamente necesario. Prácticamente Ley y
Jimmy hacían todo el trabajo, despejando rápidamente el camino a
seguir.
Finalmente los chicos llegaron al sucio tractor, aparcado
a escasos metros de la finca. Bruce comprobó que funcionaba y que tenía
combustible, mientras sus compañeros impedían que algún podrido se
acercara. No era un vehículo ideal, pero sería lo que les llevaría junto
a sus compañeros.
—¡Esto no va a más de sesenta! —Refunfuñó Ley subiéndose al lento vehículo.
—¡Vamos a por mi coche! —Ordenó con chulería Johnny, dándole un par de toquecitos en el hombro a Bruce.
Cuando
salieron de los ardedores de la finca el camino se volvió mucho más
tranquilo. Los jóvenes se estaban desesperados al ir tan apretados,
recorriendo los campos a tan poca velocidad. Ninguno quería hablar
después de todas las cosas horribles que les habían sucedido, lo único
que querían era encontrarse con los suyos.
El llegar a las
cercanías del viejo palacio medio derruido, pudieron ver como sus
vehículos aún seguían allí aparcados. Dejaron el tractor a escasos
metros de estos, pudiendo estirar las piernas después de aquel largo
paseo en tractor.
—¿Qué nos llevamos? —Preguntó Johnny con seriedad, sacando de la mochila las llaves de su querido Jeep.
—El
todoterreno tiene un par de ruedas pinchadas. El Ford está muy
reventado, cada un par de días hay que arreglarlo y repararlo sería un
verdadero lío. —Comentó Bruce echándole un vistazo a los coches.
—Yo me llevo la moto. —Dijo con seguridad Ley al subirse a ella, haciéndole un gesto a Johnny para que le lanzara las llaves.
—¿Y tú? ¿Como llegaste a la zona? —Preguntó Johnny dubitativo, dirigiéndose a Jimmy con desconfianza.
—Llegué
después de tres días andando, he gripado el motor de mi coche. —Explicó
el rubio algo molesto, subiéndose en el Jeep con su compañero.
—Bueno
será mejor que salgamos ya. Vamos al bunker veintidós, es el que está
más cerca de la zona. —Sugirió la pelirroja seriamente, arrancando la
vieja moto tras hacer un gesto de despedida.
Ambos vehículos
salieron del lugar casi a la vez, recorriendo el trayecto uno detrás de
otro. Ninguno encendió sus luces para no alertar a las infectas
criaturas, ralentizándolos por la escasez de visión. Los jóvenes estaban
ansiosos por llegar a la zona, donde supuestamente les estarían
esperando los demás supervivientes.
Tras un par de horas
consiguieron llegar al primer bunker, descubriendo que en el lugar no
había absolutamente nadie. Se marcharon desanimados, conduciendo con
desesperación hasta el siguiente refugio para encontrarse con el mismo
panorama.
—¿Y si no ha sobrevivido nadie? —Preguntó entristecida Ley, perdiendo sus esperanzas con desesperación.
—Podríamos quedarnos aquí escondidos. Ya nada tiene sentido, todo se ha terminado. —Sugirió el pelirrojo entre suspiros.
—¿Y
para que vivir así? Si no queda nadie vivo, no sé para que vamos a
quedarnos escondidos. ¿Para que? ¿Para morir desquiciados y pasando
hambre? —Dijo Jimmy completamente desesperado.
—¡Chicos! ¡Vamos a
seguir intentándolo! Hay más refugios, seguro que aún queda alguien
vivo. —Animó Bruce aferrándose a sus últimas esperanzas.
El
soldado convenció a sus compañeros, haciendo que estos estuvieran
dispuestos a continuar. Siguieron su búsqueda por varios refugios, pero
no hasta el séptimo no encontraron a ningún superviviente. Vieron a un
soldado en las cercanías andando en dirección al siguiente bunker.
—¡Espera! Gritó Ley llamando la atención del soldado.
—¡Will! —Exclamó la chica con asombro y alegría.
La
pelirroja dejó la moto contra una verja, para luego salir corriendo a
abrazar a su compañero. Jimmy se quedó en shock viendo como el amigo que
creía muerto, estaba sano y salvo, abrazando a su compañera con fuerza.
—¡Estás vivo puto nazi! —Gritó Johnny completamente sorprendido, bajándose del coche extrañado.
—¿Creías que te ibas a librar de mi con tanta facilidad? —Bromeó Will chocándole la mano al pelirrojo.
—Will… —Murmuró el rubio desconcertado, acercándose a su compañero.
El
pelinegro lo miró de mala manera, mostrando el mayor gesto de desprecio
que le salía. Rápidamente le dio la espalda para continuar abrazando a
su amiga.
—Will, yo… —Dijo entristecido Jimmy, mirando al suelo lleno de culpabilidad.
—¡Déjame en paz! —Vociferó Will enfadado, interrumpiendo las explicaciones del que antes había sido su mejor amigo.
El
pelinegro se subió en la moto con Ley, intentando estar separado de
Jimmy. Will no iba a perdonar al rubio por lo que le había hecho, jamás
volvería a confiar en él después de todo lo que había pasado. Jimmy
seguía sin comprender la situación, él hubiera apostado su cuello a que
Will había quedado encerrado y sin escapatoria. Johnny se alegraba de
que Will estuviera vivo, no porque lo apreciara pero si porque si él
había sobrevivido seguro que más gente lo había podido conseguir.
Finalmente
llegaron al octavo bunker encontrando allí al resto de supervivientes
del campo. Todos aún entristecidos por lo ocurrido, sonrieron al
encontrarse con el resto de nuevo. Contando con ellos solo habían
sobrevivido dieciséis personas a la gran masacre.
—Esto es un desastre, de todos los que éramos no quedamos ni un tercio. —Murmuró Ley con mala cara.
Una
vez dentro del bunker se pusieron a ver cuantas cosas habían podido
sacar del campo. Apenas habían podido sacar munición y medicamentos,
aunque si habían logrado llevarse bastante comida para los pocos que
quedaban vivos.
—Necesitaremos ir a por provisiones. Necesitamos
estimulantes porque con los pocos que somos, vamos a tener que hacer
grandes esfuerzos. Armas se de donde podemos sacar, pero medicamentos ni
idea… —Comentó la pelirroja preocupada.
—¿De donde? —Preguntó Will extrañado.
—De
un par de sitios. Por aquí cerca había un museo de la guerra en la edad
moderna. Allí debe de haber trabucos o algo de eso, mínimo debe de
haber un par de viejos fusiles. También debe de haber balas y pólvora.
Aparte hay un museo medieval donde debe de haber un mogollón de espadas
armaduras y demás. Si saqueamos ambos museos seguro que algo más
protegidos vamos a estar. —Contó Ley limpiando su catana.
—¿Espadas?
¿Trabucos? ¿Pólvora? ¡Joder! Cada día vamos a peor. Si me costaba tener
que aguantarme con armas de las guerras mundiales, no me quiero ni
imaginar con esas cosas. —Refunfuñó Johnny bastante molesto.
—¿Qué
quieres tío? Realmente es mejor. Las armas mientras más antiguas menos
dependes de balas. Son lentas pero solo te hace falta pólvora. —Contestó
Ley disgustada.
—Si claro, la pólvora crece en los árboles ahora… —Protestó el pelirrojo con chulería, desconfiando de aquella idea.
—Vamos
a ver, si los chinos hacían pólvora hace más de mil años tampoco creo
que a nosotros nos sea imposible. —Refunfuñó la chica suspirando.
—Yo no tengo ni puta idea de hacer pólvora. —Comentó Will disgustado con la idea.
—Solo
hace falta carbón, azufre y nitrato potásico. Si entramos en cualquier
almacén de productos químicos o cualquier universidad o colegio donde
tengan laboratorio vamos a encontrar esos ingredientes. Solo hay que
pulverizar los ingredientes por separado y ya está, no es tan difícil.
—Contó Ley harta de la negativa de sus compañeros.
—Está bien, tendremos que hacer pólvora. ¿Pero y las espadas? —Dijo Will reacio a las proposiciones de su compañera.
—Sé
que no sabéis utilizar espadas, pero Jimmy y yo podemos enseñaros
movimientos básicos. Si nos agrupáramos con espadas como los antiguos
ejércitos, podemos ser bastante dañinos. —Comentó la chica bastante
cansada de tener que convencer a sus amigos.
—Bueno, pero seguimos sin medicamentos. ¿Qué hacemos con eso? —Dijo Jimmy con preocupación.
—Yo
sé donde hay un hospital. No está cerca, pero tampoco está demasiado
lejos. Allí nunca hemos entrado, el resto de farmacias y clínicas están
vacías. Si quedan medicamentos deben estar en ese hospital, sino
tendremos que ir casa por casa haber si encontramos algo. —Contó Bruce
con seriedad, metiéndose en la conversación momentáneamente.
—Está bien, pero eso mañana. —Dijo Johnny entre bostezos.
Algunos
de los supervivientes dormían exhaustos, mientras que el resto cenaba
decaídamente. El lugar no era muy amplio, dejando a los soldados
durmiendo unos al lado de otros entre mantas como en un campo de
refugiados. El poco espacio que había en el bunker era aprovechado al
máximo.
—Yo me piro a sobar, ahí os quedáis. —Dijo Will con chulería, cogiendo una sucia manta.
—Ley ven, anda. —Llamó el pelirrojo amablemente, para justo después ponerse a cuchichear con la chica.
—¿Me he perdido algo? —Preguntó sorprendido el rubio, viendo como ambos pelirrojos cuchicheaban cariñosamente entre risitas.
—Quizás… —Chuleó Ley sacando su lengua con gracia.
—Nena
cógete un par de latas de atún y algo para dar un par de tragos. Yo voy
con Jimmy a mirar unas cosillas del Jeep. —Dijo Johnny sonriente,
sacando al rubio del bunker a rastras.
Los chicos se sentaron fuera encima de unas grandes rocas, descansando tranquilamente mientras charlaban.
—Venga Johnny, no te hagas el loco. Cuéntame porque para algo me has sacado aquí. —Curioseó el rubio entre risitas.
—Creo que estoy con ella… —Murmuró el pelirrojo sonriente.
—¿Enserio? ¿Cómo lo has conseguido? ¿El cañón de tu escopeta en su sien? —Bromeó Jimmy, intentando hacerse el gracioso.
—Después de la invasión del campo algo cambió, no me preguntes que, pero ella vino diferente. —Contó Johnny pensativo.
—¿Y ahora que? —Preguntó Jimmy con curiosidad.
—Ahora
es mía, por fin es mía, y no la voy a dejar escapar. —Afirmó el
esquelético chico con seriedad, mostrando sus sentimientos en la
confianza que le proporcionaba su amigo.
—Tío ten cuidado, vas
muy deprisa. ¿Seguro que no era desesperación? Recuerda que ella siempre
ha pasado de ti. Tampoco olvides que hasta hace unos días seguía
pensando en Rojo. No te precipites colega. —Aconsejó Jimmy con toda su
buena voluntad.
—¡No me jodas Jimmy! ¡Rojo está muerto! ¡Se lo
están comiendo los gusanos! ¡Yo estoy vivo! ¡No hay más que hablar!
—Gritó enfadado el pelirrojo, pegándole una patada a una pequeña piedra
del suelo.
—¡Tío cálmate! Está bien, no diré más nada sobre eso. —Contestó molesto su amigo.
—¡Mira
no me jodas! Esta noche es mía y la voy a disfrutar, mañana ya se verá.
Me voy a ir con Ley al bunker por el que pasamos antes y voy a pasar la
noche con ella a solas. ¿Sabes lo que significa no? Pues ya está. —Dijo
el grotesco joven algo malhumorado.
—Suerte tío, hoy es tu gran noche. —Respondió el delgado rubio, dándole un toquecito a su amigo en el hombro.
La
chica salió del bunker sonriente, interrumpiendo la conversación de los
chicos sin percatarse de lo que hablaban. Jimmy se despidió de ambos
con un amistoso gesto, dejándoles intimidad para que estuvieran más a
gusto.
—¡Vamos! —Exclamó sonriente Johnny, arrancando su querido Jeep.
Ambos
jóvenes se bajaron rápidamente del coche al llegar a su destino.
Entraron el en pequeño bunker cogidos de la mano, contentos de poder
estar a solas sin que nadie los molestara. Una vez dentro se dispusieron
a preparar un poco el lugar, haciéndolo un tanto más acogedor.
Extendieron una manta encima de un polvoriento colchón, mientras que con
otra manta hicieron una improvisada almohada.
—No sé si voy a
estar a la altura de las circunstancias, lo llevo esperando demasiado
tiempo, y no sé tus expectativas sobre esto. —Dijo nervioso el chico,
sonrojándose por momentos.
—Tranquilízate Johnny. Primero vamos a
cenar y vamos a beber algo, que Bruce me ha dado un vino prehistórico
que encontró en el palacete. Luego simplemente déjate llevar como has
hecho siempre. —Dijo Ley con dulzura, sentándose en un viejo sillón para
quitarse las botas y descansar los pies.
Ambos se pusieron
cómodos y comenzaron a cenar sentados en la cama, no sin abrir antes la
vieja botella de vino. Cenaron con tranquilidad sus latas de atún,
contando viejas anécdotas del pasado.
—¿Recuerdas nuestras
primeras maniobras? Cuando me caí al pozo ese y perdí mi pistola. —Dijo
la chica entre carcajadas, tirando las latas vacías a una bolsa.
—Si,
claro. Cuando el capitán dijo que por inútil pasarías tres noches
dentro del pozo. No aguante sin verte ni la primera noche y tuve que ir a
sacarte de allí a escondidas. Jimmy y Rojo me cubrían con el capitán,
pero acabó escuchando al tonto de Will y me descubrió. Al final el
cabrón del capitán nos dejó a los dos encerrados en el calabozo a pan y
agua una semana. —Contó Johnny entre risitas, gesticulando cada vez que
decía algo.
—Ojala pudiéramos vivir tan tranquilos como entonces. —Murmuró la chica sacando un cigarro y un mechero.
—Esta noche si preciosa. —Susurró el esquelético chico, acariciando el rostro de la joven antes de besarla.
Realmente
nadie había besado con tanta intensidad a la delgada chica, haciéndola
sentir en aquel momento más especial que nunca. Se le consumió el
cigarro entero sin que se diera cuenta, acariciando el pelo del chico
mientras se besaban.
—Tenemos tiempo, fúmate un cigarro si quieres. —Dijo el chico sonriente.
Ley recogió su cabello con una gomilla, dando la última calada antes de apagarlo.
—Dame
un beso antes, si quieres que me espere. —Susurró el chico acercándose
con lentitud, mientras la pelirroja sacaba otro cigarro.
La
chica dejó caer el pitillo al suelo cuando Johnny la volvió a besar.
Este al ver el gesto de la joven la agarró con fuerza, inclinándose con
lentitud sobre ella. La pelirroja entrelazaba sus dedos en el pelo de su
amante, acariciándolo con una dulzura que jamás había mostrado.
—¿Quieres que siga? —Preguntó el esquelético joven bajando la cremallera del traje de su amada.
—¿Te sirve esto de respuesta? —Chuleó Ley con una sonrisa pícara, desabrochando el traje de Johnny.
Los jóvenes se desnudaron cuidadosamente y pasaron toda la noche juntos, llegando a dormir solo un par de horas…
Ley se levantó adormilada del viejo colchón, rascándose los ojos tras
bostezar repetidas veces. Andaba descalza por el frío suelo, buscando un
cigarro que la noche anterior se había caído de la improvisada cama. Lo
encontró tirado al lado de la ropa del pelirrojo, tropezándose con ella
accidentalmente. Se encendió el aplastado cigarro, mirando a Johnny que
dormía plácidamente con su cuerpo desnudo enrollado en una vieja manta.
La
pelirroja tarareaba una antigua melodía que se le había venido a la
cabeza mientras observaba al joven. Movía de arriba abajo los pies al
ritmo de la canción que entonaba, bailoteando sobre un viejo sillón
medio descosido.
—¿Qué haces? —Preguntó el pelirrojo adormilado, rascándose los ojos bruscamente.
—¿Recuerdas?
Siempre la cantaba en la academia. —Contestó Ley inmersa en sus
pensamientos, meneando sus delgados pies de un lado a otro.
—Claro,
la primera vez que te vi estabas cantándola. Creo que eso fue lo que
hizo que me acercara a ti, esa letra era muy hardcore para una
chiquilla. —Dijo Johnny nostálgico, mirando el techo del pequeño bunker.
—Si,
realmente era muy harcore para una adolescente. No era cualquier
canción de chica mala, era mucho más que eso. —Añadió la chica con una
sonrisa pícara, aplastando la colilla en el sucio suelo para apagar el
consumido cigarro.
—Bueno tía dura, vente a la cama un rato más y
deja de ser una chica mala. —Pidió el joven con un tono un tanto
chulesco, dando un par de palmadas en el viejo colchón.
—¿Y si no
quiero? No me digas lo que tengo que hacer si no quieres que me porte
mal. Estás avisado chaval, así que no te pases ni un pelo. —Bromeó Ley
entre risitas, dirigiéndose lenta pero decidida a la improvisada cama.
Johnny
bostezando le hizo un hueco a la chica para que se tumbara a su lado.
Esta se tumbó boca arriba pensativa, acariciándose su propio pelo una y
otra vez. Cuando la joven se acomodó su compañero se acurrucó a su lado
como un indefenso perro abandonado.
—Abrázame. —Pidió el joven en susurro, mirando a su compañera intensamente.
La
chica se giró hacia él inmediatamente, abrazándolo con fuerza para que
se sintiera mejor. El esquelético joven cerró los ojos intentando borrar
todo el dolor de su alma, concentrándose en el calor que desprendía el
cuerpo de Ley. Aquello que había estado ansiando durante tantos años
había llegado por fin, trayendo consigo una reconfortante sensación de
alivio para su atormentado corazón.
—¿Es real? —Preguntó Johnny confuso, sintiéndose como en un breve sueño del que despertaría tarde o temprano.
—¿El que? —Respondió la joven dubitativa, preguntándose a sí misma que pasaba por la cabeza de su compañero.
—Esto.
Es demasiado perfecto para ser real. No sé, después de tantos años.
—Dijo Johnny algo decaído, adentrándose en sus negativos pensamientos.
—Estoy aquí. ¿Puedes sentirlo no? Pues eso es lo importante. — Contestó Ley algo molesta por el comportamiento del pelirrojo.
—He
estado demasiado tiempo esperando esto. He estado toda la vida
renunciando a oportunidades de todo tipo con tal de no alejarme de ti.
Incluso he dejado morir hombres en el campo de batalla solo por
asegurarme de que estuvieras bien. Estuve apunto de que me pillaran
antes de huir del país, casi me pillaron por esperarte para salir
juntos. Claro que tú no apareciste porque tenías cosas mejores que
hacer, como buscar a Rojo y ese tipo de cosas. Me he comido mil marrones
solo por ti, solo por contentarte siempre que estaba en mi mano. Es
cierto que siempre has sido una buena amiga, siempre has estado ahí pero
nunca te has dado cuenta de todo lo que he hecho por ti. Nunca tenías
ojos para mí si Rojo estaba allí, siempre correteabas detrás de él y
pasabas de mí. ¿Sientes algo por mí? ¿Es que acaso te sientes tan sola y
perdida que soy tu única solución? ¿Es desesperación? ¿O es compasión
por mi situación actual? —Soltó de golpe Johnny un tanto dolido, mirando
fijamente a la chica mientras compartía sus sentimientos.
—Johnny,
tranquilo. Comprendo que no ha sido fácil para ti y que quizás yo no
supe darme cuenta de lo que pasaba. Debí tenerte más en cuenta lo sé,
pero yo hacía exactamente lo mismo que tu hacías solo que yo lo hacía
por él. Para bien o para mal, ya no está aquí. No sabría explicarte lo
que siento Johnny, pero sentir, yo siento cosas por ti. Se que quiero
estar contigo, que quiero besarte, y que no quiero que te vayas de mi
lado. Las cosas han cambiado y lo que yo creía que era no es. No quiero
perderte yo quiero estar contigo, pero no hagas las cosas más difíciles.
No retuerzas el pasado, porque pasado es. Tampoco estés con ese aire
bipolar, que de pronto te vienes abajo y te pones paranoico. —Respondió
la chica intentando ser lo más sincera posible, mirándole a los ojos con
una basta intensidad.
—Quédate conmigo aquí, pasemos del mundo.
Tenemos comida, algo de alcohol y un buen refugio para los dos.
Escapemos de esta mierda juntos, aquí solos tu y yo. No necesitamos nada
más. —Rogó Johnny atormentado, abrazando a la chica con todas sus
fuerzas.
—¡No! ¡Johnny tenemos un objetivo! ¡El objetivo es más
importante que cualquier otra cosa! —Se negó la pelirroja en rotundo
algo molesta, mostrando su descontento al incorporarse rápidamente y de
mala manera.
—¡No vamos a conseguir nada! ¡Ya lo dijo la mujer
que secuestramos! ¡Saben a lo que vamos! ¡Ya no tenemos un ejército! ¡No
somos ni veinte personas! ¡Luchamos contra algo que nos viene grande!
—Gritó el pelirrojo desesperado, intentando que la chica entrara en
razón.
—Si ni siquiera lo intentamos, nos moriremos arrepentidos
de no haberlo intentado. Es mejor morir haciendo lo que uno cree
correcto. —Susurró Ley ausente, inmersa en sus extraños pensamientos.
—¿No
lo entiendes? ¡Por ese camino vamos a morir todos! ¡A mi me da igual el
resto! ¡Incluso yo! ¡Pero no quiero que te pase nada a ti! ¡Me importa
una mierda el mundo! ¿Qué más da? ¡Ya se ha ido a la mierda! ¡Prefiero
vivir aquí contigo dos años que perderte en unos días o semanas! ¡Quiero
que estemos aquí tranquilos sin preocupaciones! ¡Que solo tengamos que
ponernos en peligro para conseguir comida! ¡Quiero pasar los días aquí
encerrado en este bunker abrazándote! ¿No lo entiendes? ¿No eres capaz
de verlo? —Soltó de golpe el pelirrojo lleno de desesperación, agarrando
con todas sus fuerzas la mano de la chica.
—Lo entiendo Johnny,
créeme. A mí también me gustaría, todo sería más fácil. Puedo ser
egoísta y aceptar ese destino, pero no puedo. Johnny por ahí fuera está
mi hermano con un brazo amputado, no tiene tantas posibilidades de
sobrevivir. Sabes que no todo el mundo tiene la suerte de tener algo de
provisiones y buenos refugios. Además aún siendo egoístas sabes que si
cumplimos el objetivo podremos vivir mejor. Johnny ayúdame, sin ti no
voy a poder seguir con esto. —Explicó Ley con un llanto silencioso,
abrazando con fuerza al chico.
Se abrazaron intentando borrar su
desconsuelo, agarrándose con todas sus fuerzas. Se besaron con dulzura
unos minutos, en los cuales a ambos les hubiera gustado que se parase el
tiempo. Se vistieron después, preparándose rápidamente para encontrarse
con sus compañeros. Se montaron en el Jeep y se pusieron en camino,
mirándose con ternura cada vez que cruzaban sus miradas.
Johnny
estaba feliz de haber pasado aquella noche con la joven, alejados de
todos los problemas del mundo como si ninguno de estos ocurriese. Esa
felicidad tenía su toque de amargura, ya que el chico estaba
tremendamente aterrado con la idea de perderla ahora que la había
conseguido. Si ella se empeñaba en seguir con la misión, él no se
despegaría de su lado y la cuidaría hasta el final. De todas formas si
la perdiera a ella, a él ya no le quedaría nada por lo que seguir
viviendo. Él era un desgraciado por el que nadie daría ni un duro, pero
ella le daba una razón para no volarse los sesos ni ponerse a masacrar
gente.
Ley se odiaba a sí misma por tener esa personalidad. Sus
obligaciones morales le podían más que otras, recordándole esto al
carácter de Santiago. Aquel soldado había antepuesto su bien personal
por el de los demás, cosa que ella no había parado de hacer en toda su
vida. Le hubiera sido más fácil no dar el golpe de estado, pero su
conciencia no la dejaba dormir tranquila. Ella hubiera querido quedarse
con su hermano, pero sin embargo lo abandonó mutilado por cumplir su
misión. Ahora quería abandonarlo todo y quedarse con Johnny para siempre
en un sitio seguro, pero otra vez se anteponía el bien mayor a su
bienestar personal. Ella se comportaba con frialdad normalmente, pero
era un caparazón para protegerse en estos casos. Necesitaba ser una
persona distante para cumplir con sus grandes luchas, sin que le costara
tanto trabajo alejarse de sus seres queridos. El consuelo que tenía
esta vez era que aunque no había podido quedarse con Johnny escondidos
en el bunker, este la acompañaría allí donde quiera que ella fuera.
Sabía que si ella se lo pedía este iría a su lado hasta el mismo fin del
mundo. Sabía que él no era una bellísima persona y que mucho menos le
importaba la gente generalmente, pero él siempre había hecho todo lo que
ella le había pedido.
—Ya era hora chavales. —Gruñó Will cansado de esperar, mientras Ley y Johnny bajaban del Jeep.
—¿Nos puedes indicar en un mapa donde está ese hospital? —Preguntó la pelirroja con seriedad, dirigiéndose a Bruce.
—Si,
ya lo he dejado preparado. Es el círculo rojo que hay pintado.
—Respondió el soldado entregándole un mapa arrugado a la chica.
—Bueno,
escuchadme. Will tú quédate aquí cuidando de esto. Asegúrate de que el
científico está a salvo, es el único que nos queda. Jimmy vete con Bruce
y un par de soldados a los museos, están siguiendo la carretera de la
iglesia. Llévate el camión ese. Johnny y yo iremos al hospital con la
moto. Will asegúrate de llevarte el Jeep contigo si pasa algo, y os
tenéis que ir pitando de aquí. —Ordenó Ley segura de sí misma, mirando
que en su mochila llevaba lo necesario.
—¡Se me olvidaba! Yo
llevo una radio para estar en contacto. Jimmy llévate tú otra, y que
Will se quede con una también. Quiero que si ocurre lo más mínimo
estemos comunicados. —Dijo la chica con serenidad, poniendo fin a la
conversación.
Ley y Johnny salieron los primeros del lugar,
guiándose con el arrugado mapa para no perderse. La chica conducía
mientras su compañero le iba indicando el camino a seguir.
—¿Está lejos? —Preguntó la chica con pesadez.
—Sé
que ya llevamos un rato, pero todavía está lejos. Tú sigue mis
indicaciones y terminaremos encontrándolo. —Contestó Johnny con desgana.
Finalmente llegaron a la zona del hospital, percatándose de la presencia
de este a lo lejos. Aparcaron la moto nada más verlo, intentando
ocultar el vehículo para no llamar demasiado la atención. Ambos
caminaron rápidamente hacía él, descubriendo dos personas con trajes
nucleares en las cercanías del edificio. Los pelirrojos se escondieron
rápidamente, observando lo que ocurría.
—¡Dyssidia! Ya era hora de que habláramos. —Dijo un chico que se acercaba a la joven que estaba esperando de espaldas.
—Ya estás aquí. —Dijo con indiferencia la chica, dándose la vuelta con tranquilidad.
Ley al ver el rostro de la chica, se quedó impactada viendo a esa vieja conocida con vida.
—¿De
que querías hablar Davis? No tengo todo el día, espabila. —Expresó de
malas maneras Dyssidia, mostrando una pose desafiante.
—Voy a
darte algo de parte de una persona que ambos conocíamos muy bien…
—Comentó el pelinegro de buenas maneras, dispuesto a hablar sin
necesidad de buscar problemas.
Dyssidia frunció el ceño por
instinto, observando la penetrante mirada del joven y el curioso tono de
voz que había empleado. No le gustaba la pinta que tenía todo aquello,
dejando su mente en guardia con el presentimiento de que se trataba de
algo que no le iba a gustar.
Davis se acercó a ella cauteloso,
dejando un espacio de seguridad entre ambos. El chico sacó una foto de
su bolsillo trasero, la cual dejó con cuidado en las manos de Dyssidia.
Esta al ver aquella foto la cogió con respeto, temerosa por lo que sus
ojos estaban viendo en ese momento.
Ley vio a lo lejos como alguien se acercaba a escondidas, intentando espiar a Dyssidía y Davis entre las sombras.
—¿De donde has sacado esto? —Susurró Dyssidia con la voz entrecortada.
—Del cadáver de Allen. Mira lo que pone detrás, eso es lo importante. —Contestó Davis con seriedad.
—Dyssidía
perdóname. Por mi culpa Nika y tú discutisteis, por mi culpa todo
cambió. Riliane y yo vemos a Nika triste. Nos duele verla así, no parece
ella, se la ve muy mal. Me siento culpable por ello, me gustaría que me
dieras una segunda oportunidad. Poder volver a los viejos tiempos,
cuando paseábamos, salíamos de fiesta, y nos apoyábamos juntos en las
buenas y en las malas. Cuando lo pasábamos bien Riliane, Maya, Nika, tú y
yo. Quiero que vuelvan los buenos tiempos, y haré lo que sea necesario
para ello. Espero que me perdones algún día y que podamos volver a reír
juntos. Pensarás que soy estúpido por escribirte en vez de hablarlo en
persona, pero cuando veo el rencor con el que me miras se me hace
imposible decírtelo a la cara. Atentamente, Allen… —Susurraba Dyssidia
nerviosa, leyendo el reverso de la foto.
—¿Conocías a los hermanos? —Preguntó tensa la chica, mirándolo con suma hostilidad.
—Sabía
de vuestra existencia por esto. Nicole y yo decidimos buscaros, por eso
accedí a venir con este grupo. —Explicó el pelinegro calmadamente,
intentando que la joven se tranquilizase un poco.
—¡Contéstame! ¿Los conocías? —Volvió a preguntar nerviosa Dyssidia cada vez más agresiva.
—Si,
eran muy buenos amigos. Presencie por las cámaras como tú y otra chica
de la foto los asesinasteis a sangre fría, sin dejar que se protegieran.
También se que tú y una pelirroja amiga tuya matasteis a Killer, aunque
puede que eso ya no tenga mucha importancia. —Contestó Davis bastante
molesto.
—¿Porqué debería darte explicaciones? ¿No eres nadie?
—Replicó la chica a voces, arrugando la foto para después tirarla hecha
una bola como si se tratase de basura.
—¡Nooo! —Se escuchó el quejido de la misteriosa chica que observaba la conversación entre ambos.
Esto llamó la atención de los malhumorados chicos, acercándose al lugar de donde había procedido el grito.
—¡Maya! ¿Estás bien? ¡Esto es por tu culpa estúpido! —Gritó Dyssidia nerviosa, arrodillándose al lado de su hermana.
Maya
se retorcía de dolor, notando como su cabeza iba a estallar. Por su
cabeza pasaban rápidamente miles de recuerdos del pasado que la estaban
volviendo loca. Ella era la única que sabía la verdad sobre la cruel
muerte de los hermanos.
—¿Por mi culpa? ¡Todo esto lo has
empezado tú! ¡Si no lo hubieras hecho nuestros caminos jamás se hubieran
cruzado! —Respondió Davis enfurecido, apretando sus puños con fuerza.
Dyssidia
lanzó un puñetazo con su derecha, fallando el golpe cuando Davis lo
esquivó. Su segundo puñetazo golpeó la barbilla del chico agresivamente.
Este después del porrazo inmovilizó los brazos de la chica, pegándole
un patada en el estomago.
—¡Parad! —Gritó Maya angustiada, arrastrándose hacia donde peleaban los chicos.
—¡Davis! —Vociferó una rubia que corría hacia ellos.
Un
podrido sin piernas se deslizaba con sus brazos por el terreno,
acercándose a la débil Maya peligrosamente. La chica ni se había
percatado, tirada por la angustia que le provocaba su gran dolor.
—¡Quieta! ¿A dónde coño vas? —Protestó Johnny cogiendo el brazo de la pelirroja.
—No
voy a dejar que eso le arranque media pierna. Maya tiene que saber
donde está mi hermano. —Contestó con seriedad Ley, saliendo de su
escondite rápidamente.
—¡Nicole! —Gritó el pelinegro al ver a la rubia avanzando rauda en su dirección.
Dyssidia
y Davis aún peleaban a puñetazos y patadas, tirándose al suelo con
agresividad constantemente. La rubia corría hacía Davis, preocupada por
la caótica situación. Maya se retorcía del dolor, observando
desconsolada la violenta pelea.
—¡Cuidado! —Advirtió Ley a voces, corriendo hacía la dolorida joven.
La
pelirroja cortó la cabeza del zombie que acosaba a Maya, librándola de
él con suma agilidad. La chica se quedó mirando a Ley desconcertada al
ver aquella repentina aparición. No podía creer que de pronto apareciera
la hermana de M.A en esa situación y en aquel lugar.
—¡Tú! ¡Ven conmigo a separarlos! —Pidió desesperada Nicole, señalándole a Ley la pelea.
—¡Johnny! ¡Ayuda a Maya! —Gritó la pelirroja nerviosa, corriendo detrás de la rubia.
El
pelirrojo echó a correr para hacer lo que su compañera le había pedido.
No conocía a la chica pero la defendería si era lo que la pelirroja
quería. Ley cogió a Dyssidia por detrás, tirándola al suelo para
separarla del chico. Comenzaron a forcejear, rodando bruscamente por el
suelo. Davis intentaba soltarse de Nicole, cometiendo el error de dejar
que esta le hiciera una llave.
—¡Cálmate Dyss! —Vociferó Ley agresivamente, dándole a la chica un repentino cabezazo.
—¡Suéltame Ley! —Exclamó la chica llena de odio.
—¡Cuando estés quieta! —Contestó la pelirroja enfurecida, intentando contener a la chica.
—¡He
dicho que me sueltes! ¡Voy a matarlo! ¡Tenga que pasar por encima de ti
y de quien sea!—Exigió Dyssidia sacando su cuchillo.
La chica
partió el cristal de la máscara de Ley, a la cual los cristales le
hicieron varios cortes en la cara. Su rostro se lleno de manchas de
sangre, provenientes de todas aquellas heridas.
—¡Noo! —Dijo Maya a voces, forcejeando con el pelirrojo para que no disparase a su hermana.
—¡Dyssidia esto no es un juego! —Amenazó Ley con hostilidad, intentando apartar el cuchillo de su cara.
—¡Que
te quites! —Gritó Dyssidia con desesperación, cortándole a Ley la parte
superior de la oreja derecha justo después de que esta apartara el
cuchillo de su rostro.
—¡Vete al infierno! —Gruñó histérica y
dolorida la delgada pelirroja, clavando su catana en el estómago de la
que en un tiempo muy lejano había sido su compañera.
El rostro de
Dyssidia quedó marcado por el horrible dolor que sentía. Sus ojos
abiertos de par en par miraban a Ley fijamente, corrompidos por el
sufrimiento que la chica notaba mientras se desangraba.
—¿Qué has hecho? —Gritaba una y otra vez Maya, completamente desconsolada al ver como su hermana moría.
—Termina ya con esto… —Murmuró la chica entre quejidos, viendo como su ropa se ensangrentaba rápidamente.
—Lo siento Dyss, no me has dejado otra opción… —Susurró Ley entristecida por lo que acababa de hacer.
—Es mejor así, ahora podré reunirme con Nika. —Dijo entrecortadamente Dyssidia, tosiendo sangre un par de veces.
Ley
sacó la catana del estomago de la chica, mirándola con cierto
desconsuelo. Ella no quería matarla, pero en aquel momento había tenido
que decidir si salvar su vida o la de Dyssidia.
—Lo siento, no
tenías que haberme obligado… —Se despidió Ley decaídamente, mirando por
última vez el rostro de la joven antes de matarla.
La pelirroja
sacó su pistola, acabando con la agonía de Dyssidia con un par de tiros
en el corazón. Maya lloraba desesperada, golpeando repetidas veces en
suelo con basta agresividad. Nicole y Davis guardaron silencio tras lo
ocurrido, quedándose ambos completamente mudos sin saber que decir.
—¿Qué
cojones está pasando aquí? ¿Por qué estáis todos aquí fuera? —Preguntó
molesto Puma, encontrándose con el alboroto que Maya estaba formando.
Puma
se quedó pálido al ver el cuerpo sin vida de Dyssidia tirado en el
suelo. Él había estado un rato antes con ella, y de pronto yacía muerta
con sus ropas llenas de sangre.
—¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado?
—Preguntaba atónito Puma una y otra vez, mirando a los presentes sin
obtener ninguna clase de respuesta.
—Hubo una pelea, Dyssidia se
descontroló y ella la mató. —Respondió Nicole a los pocos minutos,
señalando con firmeza a la delgada pelirroja.
—¿Tú estás vivo? —Preguntó Ley desconcertada, mirando a Puma con asombro.
—¿Qué
haces aquí pelirroja? Perdona que no me alegre de verte, pero no
asimilo aún esto. —Dijo Puma distante, odiando que el reencuentro con
Ley fuera en aquellas circunstancias.
—Vine buscando medicamentos
para los míos, tuvimos serios problemas hace poco. Lo siento gatito, no
tuve más remedio que hacerlo. Era ella o yo… —Contó la chica con
seriedad.
Puma suspiró profundamente, acercándose a la chica con lentitud.
—¡Ni la toques! —Advirtió Johnny bruscamente con una de sus grotescas muecas, poniéndose delante de Ley a toda velocidad.
—¡Tranqui tío! Es mi amiga, no voy a hacerle daño. —Explicó Puma algo molesto con la situación.
Ley
abrazó a Puma amistosamente, alegrándose de que el chico estuviera con
vida. No era una situación ideal, pero en aquel horrible mundo nunca era
un buen momento. Nicole y Davis ayudaron a la desconsolada Maya a
volver dentro del edificio, llevándose el cadáver de Dyssidia para
dentro.
—Esta entrada que has hecho no le va a hacer gracia a
todos. —Comentó Puma decaído, mirando como se llevaban el cadáver de su
compañera.
—¿Mi hermano está vivo? ¿Él está ahí? —Preguntó con desesperación la chica, observando los muros del hospital.
—Si.
Mira yo te dejaría quedarte, pero eso no va a ser posible. La situación
ahí dentro es complicada. Si quieres puedo darte medicamentos y puedes
hablar con tu hermano, pero no me pidas más. —Contestó el chico con
seriedad.
—Comprendo… —Susurró Ley ausente.
—Puedes
quedarte un par de días, pero no más de dos o tres. Hablas con estos, te
busco lo que necesites, pero después te marchas. —Dijo el chico con
claridad, exponiendo las condiciones de su acuerdo.
La chica
asintió seriamente, dispuesta a aceptar lo que le proponía su viejo
amigo. Johnny y ella siguieron a Puma hasta el interior, guardando un
absoluto silencio. Este los hizo esperar un rato en una sala, para luego
traerles visita.
M.A entró por la puerta con paso decidido,
parándose en seco al ver aquellos rostros. No podía creer lo que estaban
viendo sus ojos en aquel momento, no podía ser verdad. El chico estaba
completamente asombrado con la sorpresa que Puma le acababa de dar.
—¡Hermana! —Exclamó contento M.A, dirigiéndose a Ley.
Esta
lo abrazó con fuerza, alegrándose de ver a su hermano después de tanto
tiempo. Aquel cariñoso abrazo fraternal duró varios minutos,
reconfortando tremendamente a ambos hermanos.
—Si que estás cambiado tío, si hasta te veo más alto —Bromeó Johnny sonriente, saludando al hermano pequeño de Ley.
—¿Johnny? ¡Que estropeado estás tío! —Saludó M.A con humor, chocándole la mano al esquelético chico.
El
cálido reencuentro fue interrumpido por Eva, Davis, Nicole, Inma y
Maya. Las dos primas no venían con buena cara, mostrando sus ojos
enrojecidos de haber estado llorando. M.A se quedó extrañado con la
situación, viendo que se había perdido algo.
—¿Qué pasa? —Preguntó M.A confuso.
—Pregúntale a tu hermana. —Respondió Inma con rencor.
—Ley ha matado a Dyssidia. —Susurró Maya entristecida.
Eva
no sabía nada del asunto, y no pensaba dar su opinión hasta que supiese
exactamente que había pasado. La chica prefería manterse al margen,
prefiriendo observar la situación.
M.A miraba a su hermana
desconcertado, aún sin creer lo que estaba escuchando. Aquello tenía que
tener alguna explicación, su hermana no asesinaba a la gente porque si.
—Mira la chavala se estaba peleando con ese tío. La rubia esa
agarró a ese, y Ley fue a agarrar a la chavala. A la chavala se le fue
la pinza, sacó un cuchillo y decía que iba a matar al tío ese. Ley le
dijo que se estuviera quieta, a la chavala se le fue aún más la pinza,
diciéndole a Ley que se quitara porque ella pasaría por su cadáver y del
que fuera necesario. La chavala atacó a Ley con el cuchillo, y Ley le
clavó la espada en defensa propia. Esa es la historia. —Contó Johnny
resumidamente, gesticulando y señalando para contar la historia mejor.
Reinó un sepulcral silencio que duró un par de minutos. Era una situación complicada, la cual no era de agrado para nadie.
—¿Es cierto? —Preguntó Inma rompiendo el incómodo silencio.
—Si, yo lo vi todo. —Contestó Nicole con seriedad.
—¡Podrías haber hecho otra cosa en vez de matarla! —Recriminó dolida Maya, llorando amargamente con su corazón encogido.
Ley
sabía que dijera lo que dijera, Maya no iba a entenderlo hasta que
asimilara la muerte de su hermana. No se lo tenía en cuenta,
comprendiendo que la chica le hablase de aquella manera.
—¿Que te
corten media oreja no es suficiente? Que el cuchillo iba para la cara y
en algunas ocasiones al cuello. —Dijo completamente enfadado el
pelirrojo, dando un porrazo en la pared.
—¿Y este quien coño es? —Preguntó molesta Eva, harta de que el chico no parase de hablar sin que nadie le preguntara nada.
—¿Y a ti que cojones te importa? —Se defendió el joven de mala manera, poniendo una de sus muecas de desprecio.
—¡Ya está bien chicos! —Interrumpió M.A a gritos, intentando que no se caldeara el ambiente más de lo que ya estaba.
Inma
después de todo no sabía que creer, quedando completamente confundida
con la situación. Maya simplemente lloraba su pérdida desconsolada,
haciendo caso omiso a lo que estaba ocurriendo en la sala. A Eva no le
hacía ninguna gracia el comportamiento del pelirrojo, el cual no le
inspiraba ninguna confianza. Nicole no quería meterse en la discusión
por el momento, prefiriendo esperar a ver como se desenvolvía la cosa.
Davis se sentía culpable de todo aquello, ya que todo había empezado con
su conversación privada con Dyssidia. Puma no quería más alborotos,
pero tampoco sabía que hacer con lo que estaba ocurriendo. Johnny ya
estaba harto de la actitud de todas esas personas que él no conocía,
pensando una y otra vez que la pelirroja no debería haber salido a su
encuentro. Ley estaba viendo como todos estaban perdiendo los nervios,
prefiriendo guardar silencio porque si abría la boca iba a enfadarlos
más. M.A no quería que discutieran con su hermana y con Johnny, el sabía
que no eran malas personas.
—¿Qué le ha pasado a Dyssidia? —Gritó Alice entrando a la sala como un torbellino.
—Otra… ¡Que la tía esa estaba loca! —Refunfuñó Johnny alterado, cansado de la maldita situación.
—¿No vas a parar de hablar? ¿Quién te ha dado vela en este entierro? —Gruñó Eva enfadada.
—¡No le hables así! —Gritó harta Ley, dejando su silencio de lado.
—¿Por qué? —Preguntó con desprecio Eva, acercándose a la pelirroja desafiante.
—¡Porque lo digo yo! —Contestó con hostilidad Ley, dando un par de pasos hacia delante para demostrarle que no le tenía miedo.
—¡Ya está bien! ¡No consiento esto! —Se metió en medio Puma sumamente enfadado, dando un golpe seco en una mesa.
—¡Parad! Yo empecé todo esto… —Dijo Davis con seriedad, compartiendo su sentimiento de culpa con el grupo.
Milagro hijos de putaaa,ya temía que hubieseis abandonado el fic,siempre igual,que coraje,si no fuera tan bueno lo habría abandonado hace mil años.
ResponderEliminarHijos de puta no mucho. Lentos, irresponsables o algo así, sí. Pido disculpas en nombre de los autores por este retraso, realmente no debió haber salido tan tarde, pero en concreto el final del capítulo se retrasó demasiado en salir por un malentendido.
EliminarDe todos modos, lo bueno es que en este caso, gracias al trabajo de Sacedog, saldrán dos capítulos muy seguidos ^^
No te quito las veces, Cris, todo lo que dices tiene lógica (excepto que de ser alguien hijo de puta que lo sea Ley, que tampoco ella). Cuando se trata de un fic multicolaborado, pueden surgir problemas personales a cada autor y entre nosotros mismos la responsabilidad es de ese autor particular, pero de cara a los lectores, tenemos también que tomar una autoría general, por tanto no está de más pedir unas disculpas generales, ya que para bien o para mal los logros y lacras de un autor personal se reflejan en todos.
EliminarTodo lo que dices es cierto, conste, pero hay que saber a quién decir las cosas ^^
capitulo de ley!!! =D =D
ResponderEliminarme a costado esperar pero pienso que la espera a merecido la pena porque tenemos otra vez capitulo de ley y encima es bastante largo, ahora a disfrutarlo :)
ResponderEliminarIgnorando lo de hijos de puta porque ahora tengo prisa como para pararme a contestar a eso... Ya publiqué como dije dos capítulos seguidos, el 35 de Ley y el 36 mio. Sentimos la espera y espero que dos capítulos el mismo día os compense la espera, disfruten de los capítulos. Un saludo
ResponderEliminarme encanto el mejor capitulo de Ley :D
ResponderEliminarMe cago en la puta habeis matado a Dyssidia,lo que me faltaba ya,me despido esta es la gota que ha colma la garrafa!!!
ResponderEliminarSuerte
El desarrollo de un fic implica tomar una cantidad ingente de elecciones trascendentales y de carácter muy importante.
EliminarLamento que la muerte de uno de nuestros personajes haya causado tu desinterés por nuestro fic.
De todas formas, dejaré patente que en mi humilde opinión un fic se encuentra compuesto por algo más que un personaje: consta de temática, argumento, ambientación, personajes, etc...
Es un gran cúmulo.
De todas formas deseo de todo corazón que si en algún momento nuestro trabajo vuelve a ser de tu agrado, lo retomes. De lo contrario, espero que al menos el tiempo que has invertido leyendo el fic no lo consideres en vano.
Un cordial saludo.
Pues adiós y que te vaya muy bien. ¿Que quieres que te diga?, ¿Dejas de leernos? Pues muy bien, haz lo que quieras, yo no voy a ir suplicando a los lectores que no se vayan, pues es decisión vuestra el seguir leyendo o no. Pero antes te voy a explicar unas cosas a ti y a todos los lectores.
EliminarLa autora de Dyssidia no le importó que mataramos a su personaje, es más, ella no iba a aparecer en NH2, pero apareció por X motivos y para cerrar asuntos de NH1 en donde estaba implicada y a la autora se le comentó esto y por lo tanto, también iba a morir desde un inicio y ella lo sabía, es más, si mal no recuerdo fue ella misma quien le pidio al autor de Puma que una vez hicieramos lo que sea con su personaje, Dyssidia muriera en el fic. Otra cosa, el fic es nuestro y la historia la llevamos nosotros, una cosa es que os enfadeis por cosas como retrasos y tal, cosa comprensible, pero no por hacer la historia de una manera u otra, aceptamos sugerencias por parte de los lectores que nos podeis mandar al correo electrónico, pero no podemos hacerla al gusto de todos los consumidores, siempre habrá alguno que no le guste algo que a otros si.
Esta historia ocurre en un mundo apocalíptico y por lo tanto como en cualquier historia de este tipo morirán unos personajes u otros, protagonistas o secundarios y en eso los lectores no podéis influir por que todos los personajes tienen fans y en un mundo de zombies es natural que mueran personajes y no podemos hacer eso de no matar a X personaje por que tenga X fans, por que si hicieramos eso ningún personaje moriría nunca y como dije, es natural que mueran personajes para que una historia avance en un mundo apocaliptico lleno de bandidos, mutantes, zombies, supervivencia, radiación y peligros en cada esquina, si no fuera así sería muy falso.
Otra cosa, Dyssidia no escribe en este fic, se fue hace tiempo a voluntad por razones propias, como comenté, su personaje no saldría más que en el primer capítulo para demostrar que seguía viva y no volvería a aparecer. Pero un tiempo más tarde su personaje se iba a usar para unas cosas, se le pidio permiso y se habló lo de su muerte cosa que aceptó.
Puede que en un par de capítulos muera Davis o Maya y habrá gente que se decepcione por la muerte del personaje, pero su muerte es necesaria para que siga la historia, así son las cosas. Un protagonista principal o secundario solo puede morir si su propio autor lo autoriza para que otro autor lo mate en la historia o el propio autor mate a su personaje como pasó con Naitsirc.
Esta historia no puede ser a gusto de todos, pero se intenta, habrá momentos que les gustaran a unos y a otros no, pero la historia seguirá ya que la historia PRINCIPAL gira entorno al grupo de supervivientes, NO sobre un personaje individual o con historia paralela como Davis o Ley o en este caso de indivisualismo, Dyssidia.
Si quieres seguir leyendo o no el fic es decisión tuya, pero la historia sigue adelante. Y una vez más os digo a todos los lectores, habrá momentos que os gusten y momentos que no, pero así es la cosa, cuando un personaje principal o secundario muere es por el bien de la historia y/o elección de su propia autor.
Otra cosa, si queréis hablar con la autora de Dyssidia podréis hablar con ella mandándole un mensaje a su twitter: @dysslyngandr
Lo siento, puedo entender que os enfadeis por retrasos y esas cosas, pero no voy a pasar por alto el dejar una historia solo por que determinado personaje muera o ocurra algo con un personaje que manejemos, vuelvo a decir, la historia gira entrono al grupo, no en personajes individuales o historias paralelas. Pero vuelvo a decir, la historia seguirá adelante, el que sigais leyendolo o no es cosa vuestra.
Un saludo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarYo tambien me e replanteardo abandonarla por que esto ya parece Juego De Tronos,,con Naitsirc ya me jodieron pero con Dyss ahora me han tocado la polla,si sigo es por personajes como Davis y Maya,pero si estos mueren el fic para mi tambíen estará muerto.
ResponderEliminarHaber, puedo entender perfectamente que lamenteis que mueran personajes, claro que si, pero si un personaje muere es por voluntad de su propio autor.
EliminarTambién comento que la trama gira entorno al grupo, no en personajes individuales o tramas secundarias como la de Davis y Ley paralelas al grupo. No obstante comprendo que si matan a todos tus personajes favoritos es normal que sientas decepción o enfado, lo comprendo, pero eso está en la mano de sus propios autores, no del resto...
El autor de Nait mató a voluntad a su propio personaje haciendo que su muerte desembocara en la de Selene, la de esta desembocará en la actitud futura de cierto personaje que se replanteará mucha cosas y en que el grupo comenzara a romperse un poco más.
La muerte de Dyssidia tambén afectará a determinados personajes y por lo tanto tendrá efecto en la historia. A lo que me refiero es que si un autor quiere matar a su personaje por algún motivo, no se le puede prohibir hacer eso ya que ese o esos personajes son de X autor y solo ese autor decide lo que hará con sus personajes.
Yo vuelvo a decir, el fic sigue adelante independientemente de quienes lo lean, si quereis seguirlo o no es cosa vuestra, pero no podemos hacer nada al respecto sobre las muertes ya que cada autor decide el destino de su personaje.
Respecto a Dyssidia, es lo mismo, fue su propia autora quien quiso que se matara a su personaje una vez la usaramos para cerrar las cosas que quedaban sueltas de NH1 como su discusión con Davis, cerrando con su muerte la trama de Dyssidia.
¿Van a morir más personajes? Estoy seguro de que alguno más va a morir, principal o secundario, eso no lo dudo, al fin y al cabo están en un mundo apocaliptico donde la muerte y el peligro es el pan de cada día, no pueden acabar todos felices y comiendo perdices, es natural que mueran personajes, de lo contrario sería una historia muy falsa si nadie muriera...
Respecto a Davis, no, no tengo intención de matarlo, tiempo atrás lo pensé en varias ocasiones, como por ejemplo, una de las pricipales ideas sería que Nicole no iba a aparecer en NH2, su trama se cerraba con NH:JDLS y se la mencionaría en varias ocasiones en los capítulos de Davis comentando que ocurrió con ella. Y mi protagonista principal, Davis, perdería a todo su grupo como ocurrió en NH2, pero de otra manera, por ejemplo, el mutante no iba a ser Matt, en la idea original sería Zoey, tras vencer a unos monstruos o antiagonistas moriría mi personaje infectado, antes de transformarse decidiría volar por los aires unas instalaciones de Esgrip en donde ocurriría la última batalla y un nuevo personaje sería su sustituto en la historia. Y así tuve otras ideas similares sobre asesinar a Davis y/o Nicole. Pero por ahora las dejé descartadas, por lo tanto de ahora en adelante seguirán vivos. Respecto a Davis puedes estar tranquilo, no tengo intención de asesinarlo, así como a Nicole en un futuro.
Respecto a Maya y demás personajes no lo sé, eso es elección de sus autores, no mia. También que muera un personaje no tiene que significar que su autor deje de escribir en NH2, bien puede manejar al grupo, meter a un sucesor nuevo de su protagonista o bien manejar a algún secundario que dejara con vida y sea de su propiedad, como es el caso del autor de Naitsirc.
EliminarVuelvo a decir, la muerte de los personajes solo es elección de su autor, no del resto de autores. A mi lo que me molestó del comentario anterior fue la manera que tuvo de hablarnos el lector y culparnos de la muerte de Dys cuando fue cosa de su propia autora el destino de su personaje, además de amenazarnos con dejar el fic por eso, cuando no tenemos la culpa. Que se nos amenzace con abandonar el fic por los retrasos y tal es una cosa y otra muy distinta es por un suceso escrito en una historia trabajada por diversos autores, cada uno con ideas distintas y gustos que modelan la historia de NH2, por eso digo que no se puede contentar a todos, hay cosas que les gustan a unos y a otros no.
Además, en NH2 realmente no han muerto tantos personajes, en NH1 murieron muchos más secundarios y protagonistas principales. Bueno, como sea, ya se verá que ocurre con la muerte de personajes, que como ya te dije, es cosa de cada autor individualmente habando.
Un saludo.
(Comento en 2 comentarios por que no me permitía el blog poner un mensjae que superara ciuerta cantidad de caracteres)
¿Que mas da? yo ya me olia que iba a morir tarde o temprano, ya que dyss desaparecio del fic a principios de nh2, de todas maneras otros mejores an muerto como silver, eriel o nait. sinceramente me gusta, porque es un aburrimiento que nunca muera ninguno de los grandes, asi se leen los capitulos con mas emocion porque no se sabe que va a pasar. en una gran historia y mas de el genero zombie deben morir protagonistas para que sea creible. ablando solo de dyss me gustaba su personaje muchisimo pero prefiero que muera a que este pèrdida por ahi. si la autora de este personaje dejo el fic es normal que muera su personaje nose porque os lo tomais de esa forma.... ademas que su muerte me a gustado, porfin va a reunirse con nika. el personaje de dyss sin nika no es igual y almenos asi la chica se reune para siempre con su gran amor.
ResponderEliminarVerás, Dyssidia sobrevivió de Stone City y poco después abandonó al grupo sin decir nada ocasionando problemas a Maya e Inma por haberlas abandonado, cuando la necesitaban, en especial Maya. Salió en el primer capítulo en una pequeña escena desapareciendo solo para dejar constancia de que seguía viva pero se había separado del grupo, por ese motivo no volvería a aparecer en NH2, porque estaría por ahí perdida sobreviviendo por su cuenta.
EliminarFinalmente regresó para pedirle perdón a Maya, Inma y al resto por haberlos abandonado sin decir nada y para cerrar la discusión de NH1 pendiente con Davis, entre otras cosas. Es decir, el personaje tuvo un objetivo al final en la historia y murió volviendo así a estar junto con Nika y pudiendo quitarse de encima la carga de sus malos actos, los cuales la torturaron durante mucho tiempo y por estos fue por lo que abandonó al grupo, cerrando definitivamente la trama del personaje.
Es decir, el personaje no murió por morir, murió teniendo un objetivo que cumplió en la historia de NH2 y que tras su muerte, la cual fue solicitada por su propia autora (y le gustó la manera en la que Dyssidia murió) muy seguramente siga hablandose un tiempo de Dyssidia por los problemas que su muerte causó en algunos miembros del grupo, de la misma forma que en NH2 se siguió hablando de personajes principales que murieron en NH1 como es el caso de Eriel, a la que se sigue nombrando y provocó que la actitud de Puma cambiara o Allen y Riliane, cuyas muertes fue el principal detonante de que Davis quisiera ayudar a Nicole a encontrar al grupo con la esperanza de encontrarse con Dyssidia. Hasta ahora las muertes importantes siempre han afectado a la historia, así como a los personajes del grupo.
Precisamente, eso que dices de que ya era hora de que muriera alguno de los grandes era algo que recuerdo que un lector comentó en el capítulo en el que Nait moría, diciendo de que ya era hora de que muriera algún protagonista principal en NH2. Y es como dices, para hacer más creible un fic apocaliptico, es normal que mueran de vez en cuando algún personaje, por ahora personajes llamativos que han muerto son: Selene, Matt, Zoey, Naitsirc y Dyssidia, espero no haberme saltado ninguno (dejando a un lado a Kyle y Karen que eran mas terciarios que secundarios) En NH1 murieron un montón de personajes en comparación de NH1.
Respecto a la emoción lo entiendo, a mi me en NH1 me impactó la muerte de Allen y Riliane porque no esperaba en absoluto la muerte de los dos únicos personajes que se me cedio en el grupo y fue bastante impactante porque tenía planes para ellos xD Y a decir verdad fue mi momento favorito de NH1, por la sorpresa que me supuso.
Si un personaje muere, pricipal o secundario, es decisión de su autor, no del resto de autores como ya expliqué anteriormente.
Saludos.
La verdad, después de toda esta retahíla de comentarios sobre la decepción que os habéis llevado con la muerte de Dyss, no sé muy bien que comentar, en parte porque el señor Sace ya ha dejado las cosas bien explicaditas, así que intentaré dar una visión general de lo que pienso. Eso de que el fic se está convirtiendo en Juego de Tronos no me parece que sea así (yo no tengo una ruletita que decide aleatoriamente a que personajes matar xD), pero como se ha dicho ya, no podemos permitir que se viva en un ambiente extremo de supervivencia sin que muera absolutamente nadie. ¿Os imagináis The Walking Dead con los mismos personajes que al principio del comic? Pues esta historia no es muy diferente. Ahora, ¿qué hemos tenido muertes que simplemente se han hecho por el morbo, tipo Juego de Tronos? Eso no lo niego, pero Dyssidia no es el caso. Originalmente, su personaje iba a morir junto con Nika en el tren al final de NH 1 ya que la autora se marchaba, pero en aquel momento ella se empeñó en que se la dejara viva y no volviese a aparecer nunca más. Posteriormente, el señor Proyecto se saltó esa regla y la metió también en su primer capítulo de NH 2 para darle una especie de "aparición final", y entonces se acordó no volver a meterla más, pero nuevamente, Puma habló con Dyssidia (la autora) para traerla de vuelta, que cumpliese un objetivo, y después, matarla. Sin embargo, debido a una serie de problemas (todos sabemos que el gato ha estado dos rondas sin poder publicar) ese objetivo nunca llegó a cumplirse, hubo una serie de discusiones, y al final se decidió que no podíamos dejar a más tiempo a Dyss ahí perdida entre la multitud (como bien dice el último anónimo) porque la gente se iba a ilusionar e iban a pensar que había vuelto para quedarse. Así que, desde mi punto de vista, veo estúpido enfadarse por un destino que lleva más de un año sellado.
ResponderEliminarPor otra parte, considero que la muerte de personajes es algo que uno debe saber aceptar cuando se adentra en una historia de este tipo, siempre y cuando no sean del género absurdo de "le mato de la manera más tonta posible porque me da la santa gana y me lo quiero quitar de en medio" o el típico "le arranco la cabeza de cuajo sólo porque me da morbo verla colgada en una pica". En ese caso si vería normal que os quejaseis. Y me gustaría que pensaseis también que tal vez ahora han muerto determinados personajes que os gustan, pero puede que en un futuro próximo aparezca gente nueva a la que también terminéis cogiéndole cariño, y que el hecho de que una persona se quede atrás no significa que la trama no pueda continuar con la calidad que poseía mientras esa persona estaba viva.
Un saludo a todos ^^
Siii entendemos que tengan que morir personajes,pero no los mejores,entended que si mueren tus personajes favoritos ya no sea lo mismo leer el fic
ResponderEliminarDyssidia era de mis personajes favoritos en NH1 pero en NH" apenas a aparecido por lo tanto no le veo justificación a ese drama de decir que si mueren tus personajes favoritos, si ya no salia, solo a salido un par de capitulos y ya esta. Yo mientras no maten a Maya,Ley,Puma,M.A,Alice y Davis me quedo tranquilo porque esos son los personajes importantes en NH2 no un personaje que en la segunda parte apenas a salido, y sinceramente sin que lo use su autora no es lo mismo...
ResponderEliminarSi, comprendo lo de que el fic no es lo mismo si matan a tus personajes favoritos, eso no te lo voy a negar, pero como repetí varias veces, la muerte de un personaje es voluntad de su autor y no se puede hacer nada al respecto por parte del resto de autores. Cuando un autor mata a su personaje es por dos motivos, porque abandona el fic por el motivo que sea y no quiere dejar a su personaje ahí sin más y prefiere darle un fin o porque quiere que ocurra algo en el fic y para desencadenar ese acontecimiento es necesario que mate a su propio personaje.
ResponderEliminarY tampoco voy a decir que vayan a caer todos los grandes, que conste, pero alguno tenía que caer tarde o temprano, igual que en NH1 (Silver y Eriel por ejemplo hablando de protagonistas o Allen, Nika o Jose como secundarios) ya que la muerte de los personajes grandes además de que puede desatar sentimientos en el lector, impresiona y desemboca de cara al futuro en algún acontecimiento que se tratará a lo largo de la historia del fic.
¿Morirá algún otro protagonista principal o secundario? Es probable, hasta donde sé, el grupo deberá afrontar de cara al futuro problemas muchos mayores de los que se han enfrentado hasta ahora.
Otra cosa, creo que mi compañero Cris comentó algo de meter sustitutos, deberíais de pensar en el caso de que muera un protagonista y su autor decida que su muerte es necesaria y quiere meter a un sustituto de ese prota para ocupar su papel, en darle a ese nuevo personaje una oportunidad. Es decir, suponeos que yo mato a Davis (no lo voy a hacer, tranquilos xD) por algún motivo creo que su muerte es necesaria, sigo en el fic y acabo metiendo a un nuevo personaje protagonista que sustituirá el lugar de Davis, sea Davis o ese otro personaje, ambos tienen al mismo escritor, si os gustó Davis deberíais dar una oportunidad a ese nuevo personaje ya que al tener al mismo autor puede llegar a gustar tanto o más que Davis.
Todos los personajes son importantes, aun que es cierto que algunos protas están más metidos dentro de algún tema principal de la trama que otros que supongo que a esos son a los que llamais ``los grandes´´. Los que están metidos en todos los asuntos y haciendo cosas importantes en la trama y en su desarroyo constantemente. Pero creo que todos tendreis varios personajes favoritos a los que seguir y no uno solo, motivo por el que leí comentarios, como el que por esos personajes determinados aún vivos, lectores siguen leyendo el fic a pesar de que alguno de sus favoritos acabó muriendo en la historia, si hay algo en NH es variedad de personajes xD
Saludos ^-^/
Uno de los mejores capitulos de NH
ResponderEliminarEl cap estuvo chevere
ResponderEliminarGran capitulo! De los mejores de NH. Me encanta la parejita :D Ley&Johnny una pareja espectacular :D
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