Big Red Mouse Pointer

sábado, 6 de julio de 2019

NH2: Capítulo 066 - La otra cara de la moneda. 3.

3. ¿Qué es la familia? ¿Sangre o corazón?

Hawk ya estaba en pie mucho antes del amanecer. Tras unas horas de merecido descanso, el anciano se había levantado para revisar un par de conceptos de un libro que trataba la fisiología humana desde el punto de vista del deporte. Sabía que, si quería vencer a los Aku en su habilidad de correr, debía prepararse un desayuno adecuado. Rebuscó entre sus suministros alimenticios y trató de elaborarlo. No era mucho lo que le quedaba de sus recolecciones anteriores, pero se esforzó por intentar incluir hidratos, grasas y proteínas.

Se encontraba en proceso de devorar una barrita energética cuando escuchó unos golpes. Se dirigió a la entrada sorprendido por el excesivo madrugar de la petarda, pero aún se desconcertó más cuando descubrió a su hermana pequeña al otro lado del pasillo sosteniendo con sus manos el águila de peluche que solía colocar en el pomo.

—¿Paula? ¿Qué haces aquí, chica?

—No… no dejes que le pase nada a mi hermana… Por favor…

Hawk se apoyó en el marco de la puerta, examinándola incapaz de concretar una respuesta en su cerebro.

—¿Por qué… por qué piensas que va a pasarle algo?

—Porque… Lilith sabe mucho de sobrevivir, pero nunca ha visto a uno de esos zombis. Nunca nos han dicho nada de ellos en la base. No sabe cómo enfrentarlos.

—¿La base? —pronunció Hawk interesado—. ¿Así que habéis salido de una base? Eso explica lo del churrasco que iba vestido como un soldado.

—Yo también quiero ir. Quiero acompañaros.

—No. Fin de la discusión.

Irritada por una contestación tan contundente, Paula se coló por el espacio delimitado entre el brazo de Hawk y el umbral de la puerta.

—Hey, ¿qué estás haciendo?

—Sé que nunca cuentas conmigo porque crees que soy pequeña, pero puedo hacer lo mismo que los demás.

Hawk cerró la puerta con suavidad escuchando con especial atención su discurso. Sabía que ya había escuchado esas mismas palabras, años atrás…

—Puedo parecer frío a veces, Paula, pero tengo mi corazón. Eres una niña, tienes que crecer, mucho por lo que pasar, mucha vida por delante. No creo que deba exponerte innecesariamente al peligro.

—Sí, Hawk, tengo diez años —le indicó sentándose en una silla—, y mi papá me enseño diez formas de cortarle el cuello a una persona.

—¿Tú… tú padre te enseño eso? —preguntó Hawk sumido en la incredulidad—. ¿Cómo pudo hacer algo así?

—Él lo llamaba “pensar en uno mismo”. Lo que quiero decir es que no soy un estorbo. Puedo ayudar si me dejas ayudar.

Hawk suspiró meditativo. No podía negar su asombro frente a la valentía y decisión de Paula, pero había una razón muy específica por la que no podía incluirla en la visita al centro comercial. Tras medio minuto de recapacitación, se acercó a un estante y agarró una vieja moneda. La chica analizaba lo que hacía sin comprender absolutamente nada hasta que este se sentó junto a ella y le entregó el objeto en cuestión.

—Yo… solía tener una hija, antes de que todo esto ocurriera. Cuando estaba preocupada por lo que fuese o no sabía qué hacer a la hora de tomar una decisión, le decía que se relajara y que tirara la moneda. Si salía cara, significaba que, pasase lo que pasase, todo iba a ir bien.

—Pero… —refutó Paula tras haber ojeado la moneda por ambos lados—, esta moneda tiene dos caras. No hay cruz.

Hawk se mordió la lengua sintiéndose humillado por el desenmascaramiento. Paula se había dado cuenta de un detalle que Bella nunca llegó a notar.

—Ese es el truco de la moneda. No importa dónde y cómo caiga. Todo irá bien.

—Umm…

—Puedes quedártela, si quieres.

Aunque Paula no parecía nada convencida acerca de la creencia en esa moneda, se la guardó en el bolsillo para no herir los sentimientos del anciano.

—Te tendré más en cuenta a partir de ahora, si es lo que quieres, pero hoy no puedes venir. Yo me encargaré de vigilar al terremoto que tienes por hermana. No le pasará nada.

—¿Lo prometes?

—Te lo prometo.

Un repentino portazo hizo que la estancia retumbara. Hawk se giró para ver a Lilith entrando en su residencia con su cara enrojecida y bramando como un animal salvaje.

—¡¿Qué estás haciendo aquí, Paula?! ¡Ven aquí! ¡¡Ahora!!

—Solo estaba…

—¡¡¡Ahora!!!

Paula se levantó y se marchó junto a su hermana consciente de que le aguardaba una intensa riña.

—¡¿Cómo se te ocurre desaparecer sin más en mitad de la noche, joder, Paula?! ¡Casi me da un puto infarto cuando he visto que no estabas! ¡¡¿En qué coño estabas pensando?!!

—Solo ha venido a decirme una cosa…

—¡Tú cállate! —le espetó Lilith señalándole amenazante con su índice—. ¡Paula, al ático!

—Pero…

—¡He dicho al ático! ¡Ahora!

Con su cabeza agachada, Paula se encaminó hacia las escaleras sin rechistar disponiéndose a ser obediente.

—Quizá no deberías ser tan dura con ella. Este es un sitio seguro. No sé qué piensas o crees de mí y, desde luego, no sé qué esperas que pueda hacerle.

—Escúchame atentamente, Hawk —le aconsejó Lilith asesinándole con su férrea mirada—. Sé cómo eres. No eres una buena persona que hace buenas cosas por los demás, como Vega. Tú nos tienes aquí solamente porque somos útiles. Mi hermana se ha criado rodeada de demasiada basura y escoria humana, y no quiero que lo siga haciendo. Aprovéchate de mí todo lo que te dé la gana, pero no te acerques a ella, o te aseguro que nos iremos, y conmigo se vendrá mi novio, tu mecánico, la única oportunidad que tienes de que ese coche arranque. Piensa bien lo que sea que vayas a hacer a partir de ahora, Hawk.

El anciano no reaccionó a su provocación. Simplemente, se mantuvo firme, sosteniéndole la vista de psicópata que había fijado en él. Ni siquiera se había percatado de que la suya también parecía la de un homicida de sangre fría.

—Bien, veo que lo entiendes. Me voy a mi casa a desayunar y bajo. Tenemos un cargador de baterías que conseguir.

Hawk continuó quieto, sin siquiera pestañear, al tiempo que contemplaba a Lilith abandonar su casa repleta de ira. Un único pensamiento, que parecía haberse disipado durante su dialogo con Paula, había regresado para revolotear sin cesar en su materia gris.

—Me pregunto cómo sonará tu carne al arder, Li.

Tras un escaso desayuno, pues toda su hambre se había disipado, Lilith llenó su mochila con los útiles que pensaba que le servirían durante el saqueo al centro comercial. El contador Geiger, su hacha y la navaja de su hermana eran los principales componentes, aunque también se había molestado en incluir algunos enseres médicos que estaban en los armarios de los baños, como un desinfectante o un paquete de gasas. De su cintura colgaba su cuchillo con su funda de cuero y el revólver de Vega, prestado por ella a pesar de que no le quedaba ninguna bala. Por último, se guardó en un bolsillo trasero una hoja con la imagen del cargador de baterías que Mike había encontrado unas horas antes en una revista de motor propiedad de un antiguo vecino.

La revisó tres veces asegurándose de que no olvidaba nada y bajó las escaleras. Cuando indicó que se marchaba, solo Mike se despidió emotivamente de ella con un beso y un abrazo. Tanto a él como a Vega les extrañó que Paula simplemente le diese su adiós desde el sofá. Ninguno sabía lo que había ocurrido poco antes de la madrugada en el apartamento de Hawk.

Lilith descendió en dirección al portón rojo, donde había acordado reunirse con el anciano el día anterior, junto con Vega, que aprovechó la ocasión para ir a alimentar a su querida yegua. El viejo saludó con una expresión aún más seria que de costumbre y no tardó ni segundos en partir con la adolescente.

Él se hizo responsable del mapa, y era quien cargaba con la directriz del dúo. Lilith agradeció que Hawk ni se molestase en dirigirle la palabra durante los casi cuarenta minutos que tardaron en alcanzar el centro comercial, según marcaba el reloj del anciano. Se sintió aliviada porque el mensaje que le había transmitido le hubiese aclarado cuál era el límite que no podía rebasar.

Una vez ubicados en el parking abierto de los establecimientos, decorado por una rebosante cantidad de vehículos destrozados e inservibles, Hawk detuvo a su subordinada y desveló desde el interior de su mochila unos prismáticos.

—Aquí, mira.

—¿De dónde has sacado esos prismáticos?

—¿Es que me lo tienes que cuestionar todo? —se quejó el viejo molesto por la constancia de su actitud desafiante—. Mira y calla, coño.

Sin ánimo a encender de nuevo su corta mecha, la chica agarró el aparato y obedeció. Casi al instante, un frío le recorrió la espina dorsal cuando los captó a través de las lentes merodeando repartidos por la zona.

—Joder, hay más de treinta. ¿Estás seguro de que todos son de los Uka Uka esos, viejo?

—Es Aku, y sí, eso creo. No puedo confirmarlo de ninguna manera, pero tengo la sensación de que este tipo de zombis tienden a agruparse y viajar en manadas distintas a las de los zombis comunes, como si pudieran captar que son diferentes y se juntaran para tener más posibilidades de supervivencia. Esos llevan ahí meses. Parece que es como si supieran que la gente irá al centro comercial a intentar conseguir recursos.

—¿Pero los zombis no son gilipollas? —consultó Lilith cuestionándose los conocimientos con los que les habían instruido en la base.

—Estos parecen tener un poco más de inteligencia. Cuando uno te detecta, el resto sabe casi de inmediato dónde estás. Es un espécimen curioso, y extremadamente peligroso.

—Bueno —meditó la chica devolviendo los prismáticos a su dueño—, ¿y cuál es el maravilloso plan para el que necesitas a una persona pequeña y ágil?

—La tienda que estamos buscando está en la segunda planta. La reconocerás porque hay un montón de neumáticos en los expositores. Tú subes, consigues el cargador y revisas el resto del lugar por si diera la casualidad de que hay combustible que podamos utilizar. Yo me encargo de los Aku.

—¿Vas a hacer de cebo o me he perdido algo?

—Mi cardiólogo me recomendó que hiciera deporte. Me vendrá bien correr un poco —se río Hawk de la chica aturdiéndola con una deslumbrante sonrisa.

—Estás como una puta cabra. ¿Seguro que podrás correr más que esas cosas?

—Fíate de mí.

—Bueno, tú mismo. Igual con un poco de suerte te matan, y me puedo quedar con tu casa.

—Más quisieras…

Aunque estaba sumamente desagradada por la actitud prepotente del carcamal, Lilith optó por no asestarle ninguna otra pulla debido a su inexistente efectividad y le siguió hasta el centro tras una señal de él con su mano. Caminaron hasta colocarse al lado de una juguetería, próximos a los perrombis, donde Hawk la instó a que se detuviese.

—Aquí es donde nos dividimos. Dejaré que me vean y les distraeré para darte vía libre. No te distraigas demasiado. Tampoco podré entretenerlos eternamente.

—Si quieres seguir adelante con ese suicidio, no seré precisamente yo quien te detenga —se sinceró Lilith mientras divisaba las escaleras mecánicas que iban a ser su ruta al segundo piso.

—Toma, coge uno de estos —indicó Hawk revelando un par de walkies de su mochila—. Avisa cuando lo tengas todo, y te diré a dónde tienes que ir.

—Como usted ordene, viejo decrépito.

—Adelante, niñata insoportable…

Con la serenidad de una persona que mantiene dominada la situación, Hawk emergió de su escondite y se dirigió hacia uno de los Aku, concentrado en que se fijase en él y no en la petarda, que ya corría en dirección a las escaleras. El zombi no se demoró en clavar sus pupilas en las del viejo en cuanto se introdujo en su territorio. Tal y como suponía, el muerto comenzó a agitar sus huesos y a producir el horroroso chirrido que surgía de sus dientes al entrechocar unos con otros sin cesar.

Solo unos segundos bastaron para que el resto advirtiera su presencia. Uno a uno, los zombis Aku fueron plegando sus rodillas. Hawk se preparó para someter a su corazón a una carrera que no le resultaría agradable.

Para cuando la adolescente subió a la segunda planta y se asomó con sigilo de una barandilla, aquellos extraños zombis ya corrían como cuadrúpedos empleando sus piernas como unas patas plegables. Sin embargo, fue incapaz de divisar a Hawk. Lilith perjuró para sí misma. Creía que le podría haber mantenido relativamente dentro de su campo de visión, pero parecía que el cabrón se hubiese volatilizado. Debía tener razón en que era realmente bueno corriendo.

Sin intención de prolongar la misión más tiempo del requerido, la chica avanzó por un pasillo que giraba para conformar un círculo intentando localizar el local que le interesaba. A pesar de que su cerebro evadía a todos aquellos que no eran su objetivo, no pudo evitar reparar en una suculenta tienda de armas.

—No va a pasar nada porque eche un vistazo.

Autoconvencida de ello, se adentró en la tienda procurando no generar ruido. Toda la tienda había sido saqueada y únicamente quedaban estantes vacíos volcados unos sobre otros. Parecía que no quedaba nada de valor, pero Lilith había aprendido a rastrear con los mejores del género, y era consciente de que los supervivientes comunes tendían a evitar determinados rincones. Así, logró encontrar escondido en un cajón con un montón de libros, una caja de balas de 9mm casi entera. 45 proyectiles en total. Agradecida por su hallazgo, recargó su revólver y procedió a salir del local para continuar con su búsqueda del cargador.

—¿Estás seguro de qué quieres hacerlo, papá?

—Cállate… No estás aquí… Solo eres mi imaginación.

Hawk escuchó un derrape detrás de sí. Dos cuadrúpedos le habían localizado por tercera vez y se habían posicionado de nuevo para embestir contra él. El viejo apretó los dientes resignado y respiró con profundidad preparándose para un nuevo sprint.

—Panda de cabrones, a veces parece que tenéis un puto radar.

—Huelen tu miedo, papá. Miedo a lo que te vas a atrever a hacer.

—Ya he matado a millones. ¿Por qué importa una más?

Como respuesta al chillido de guerra liberado por uno de los Aku, Hawk corrió, atravesando la planta baja del centro comercial en cuestión de milisegundos. Una vez en la esquina opuesta, se apoyó en la pared de una tienda de mascotas esforzándose por respirar, víctima de su propia asfixia.

—Pero esa no era tu intención… ¿De verdad quieres traspasar esa línea?

—Hace mucho que traspasé esa línea, Bella.

—Sabes que no soy Bella. Solo soy tú volviéndote loco. Y, si haces esto, apareceré aún más.

Hawk suspiró y cerró los ojos. Había tratado de convencerse a sí mismo de que no iba a delirar con su hija durante la visita al centro comercial, pero ni siquiera en su palabra podía confiar. En ocasiones contemplaba su hermosa figura y otras veces la escuchaba, despierto o en sus sueños, pero siempre era ella. Siempre era su adorada Bella.

—Bella, tengo que hacer esto, para que podamos estar juntos otra vez.

—Esa niña no soy yo. Mira en el fondo de tu corazón. Sabes que no quieres hacer esto. Sabes que no quieres quitarle a Paula la única familia que tiene. Sabes que no vas a poder reemplazarla, hagas lo que hagas. Por favor, papá, perdónate de una vez. No causes más daño.

Abrió sus ojos aterrado por lo que se dispusiese a contemplar, y allí estaba. Sus bonitos ojos grises no podían expresar otro sentimiento que no fuese decepción. Tan preciosa…

—Bella…

—¡Papá, cuidado!

Un Aku cánido que se había estado acercando con discreción saltó sobre Hawk determinado a que se convirtiese en su presa. Este se apartó con el tiempo justo para que el zombi solamente rasgara la pernera de su pantalón.

—¡Papá!

Hawk miró a su pequeña hija, quien había chillado enérgicamente.

—¡No la mates!

El Aku trató de abalanzarse por segunda vez sobre su caza, pero esta ya había desaparecido del lugar para cuando quiso atraparla.

—Al fin, joder…

Le había resultado costoso encontrarlo, pero finalmente había dado con el local en cuestión, parcialmente oculto en un callejón. Sacó la hoja con la imagen que le había proporcionado Mike del cargador y se dispuso a escudriñar la tienda. Esperaba que Hawk le pudiese proporcionar el tiempo suficiente entreteniendo a esos perros.

—¡Papá!

Un bramido retumbó como un eco en su oído. Hawk dirigió su mirada hacia el horizonte con su visión borrosa. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que se había tropezado durante la carrera.

—¡Papá, si sigues así, te va a dar otro infarto!

—¡¡¡Cállate!!! —aulló este incorporándose dominado por la fatiga—. ¡¡¡Vete de aquí de una puta vez!!!

—Ya me fui cuando dejaste que me mordieran…

Ignorando la penetrante voz, Hawk agarró el walkie con pesadez, esforzándose por respirar.

—¡Li, ¿lo has encontrado ya?!

—Estoy en ello, viejo. Es un poco difícil de distinguir.

—Bueno, pues date prisa. No voy a poder aguantar…

Su apelación se sofocó cuando escuchó el coro de gruñidos que provenía de su espalda. Hawk se giró para descubrir a un grupo de cinco Aku en bipedestación reuniéndose en torno a él como una manada de lobos hambrientos. El anciano apretó el puño focalizándose en extraer la energía que le quedaba a su abatido y gastado cuerpo.

—Supongo que ha llegado el momento de aplicar el método científico.

Tras diez segundos contemplando su mano cerrada, esta se imbuyó con ardientes llamas de color naranja. Hawk se dispuso en posición de carga y corrió hacia el Aku más cercano. Con solo un impacto en su irritante mandíbula, este cayó de espaldas al tiempo que su cráneo comenzaba a arder. Otro Aku atacó por la derecha. Hawk lo esquivó casi como un acto reflejo y propinó un gancho de derecha con su puño ardiente, haciéndole retroceder dolorido. Aunque no consiguió penetrarle con sus sucios dientes castañeantes, si le distrajo lo suficiente como para que el viejo no se percatase de un tercer Aku, que clavó la dentadura en su muñeca.

—¡Arrghhh! ¡Cabrón!

Apretando sus labios dolorido, Hawk se concentró e hizo que su muñeca también ardiese. El Aku le soltó chillando como si fuese una sanguijuela a la que acababan de quemar. Hawk intentó enviarle al suelo de un golpe, pero sus llamas se disiparon. Agotado, volvió a caer sobre su rodilla cuando intentó huir.

El Aku que le había mordido esbozó lo que parecía una siniestra sonrisa. Expandió la totalidad de su mandíbula hasta que la boca rebasó el tamaño de su cara, preparándose para devorar su cabeza de un solo mordisco. No había alcanzado a dar ni un único paso hacia su víctima cuando un proyectil atravesó su putrefacto cerebro, segando su vacía existencia al instante. Cinco ruidos estruendosos más se extendieron a lo largo del centro comercial. Para cuando Hawk advirtió lo que estaba sucediendo, tres Aku más se habían desplomado como marionetas sin dueño.

—¡Viejo, muévete!

Hawk se levantó contemplando a Lilith junto a la barandilla del segundo piso en plena recarga de un revolver. Le resultó raro no haberla escuchado llegar, aunque no era tan insólito si tomaba en cuenta el estrés mental que padecía. El último Aku intentó plegar sus rodillas para ganar algo de ventaja en la batalla, pero la bala que acabaría con su vida actuó con más rapidez.

—¡Papá, no lo hagas!

Hawk se sacudió la suciedad de la ropa y se aseguró de tapar el mordisco de la muñeca antes de dirigirse a la joven.

—Tienes una puntería demasiado buena para ser una petarda con la boca muy grande.

—De nada por salvarte el culo, puto viejo egocéntrico.

—Sí, desde luego, tu ayuda es digna de estudio. ¿Tienes lo que estamos buscando?

Como respuesta aclaratoria, Lilith exhibió una caja de plástico que contenía el cargador junto con unas pinzas.

—No había nada de gasoil, y no creo que estés en condiciones de seguir distrayéndoles para buscar en otros sitios.

—Está bien. Tíramelo.

—¿Qué dices? No quiero romperlo —se negó la chica desconcertada por la petición—. Estoy contigo en un minuto, viejo. Las escaleras están despejadas.

Hawk permaneció expectante a su llegada. Era el momento. Lo había planeado durante días, pero, por algún motivo que no terminaba de concretar, sentía que iba a cometer un gran error. Sin embargo, no podía recular. Era por un bien mayor. Era para estar con su Bella…

—Papá…

—Cállate, Bella.

Abrió su mano izquierda y trató de que el fuego emergiese de ella. No sucedió nada. Continuó esforzándose por generar alguna llama hasta que vio a Lilith aparecer caminando en dirección a él.

—Vale, viejo, mejor que nos piremos de aquí ahora que no hay moros en la costa.

—Espera… Espera un minuto… —le instó Hawk cerrando los ojos y tratando de visualizar unas llamas surgiendo desde su palma—. Vamos…

—Hawk, ¿qué coño estás haciendo? Tenemos lo que necesitamos. Hay que salir de aquí antes de que el resto de los Uka esos nos encuentren.

—¡Papá, para! ¡Para ya! ¡Déjalo! ¡¡¡Déjalo!!!

—¡¡¡Cállate!!!

Lilith retrocedió asustada por el alarido con el que Hawk le respondió. Casi como un instinto de supervivencia, había empuñado el revólver al mismo
tiempo. Su compañero no pasó por alto su acción.

—Crees que soy un peligro, ¿verdad, Li? Que hay algo en mí que no te da buena espina, que no termina de darte confianza. No te sientas especial. Le pasa a todo el mundo. Le pasaba hasta a mi familia.

—Te dije todo lo que tenía que decirte esta mañana. Este no es el momento ni el lugar para que se te vaya la olla y te dé un brote psicótico. Li se va, contigo o sin ti.

—Vete entonces. ¿A qué estás esperando?

Lilith bajó el revólver, bufando angustiada por el comportamiento infantil del anciano.

—Mira, viejo, le has prometido a mi hermana que me llevarías de vuelta con vida. Mueve el culo y cumple con tu puta promesa.

—¿Y tú cómo coño sabes eso? Te limitaste a irrumpir en mi casa y amenazarme a gritos.

—Paula es mi hermana, viejo. No tenemos secretos. Sé por qué bajó a tu casa de madrugada y sé lo de esa chorrada que le has contado con la moneda de dos caras, la cual estaba lanzando cuando me fui, por cierto. No hay nada que ella pueda decir o hacer sin que me acabe enterando. Hemos estado toda la vida juntas, teniéndonos la una a la otra. Somos…

—Sois una…

—¿Qué? —dudó Lilith del significado de su reflexión.

—No sois solamente hermanas. Sois una.

—Parece que lo entiendes después de todo, viejo.

—Yo también era uno… con mi hija.

Unos chillidos procedentes de una localización indeterminada irrumpieron en su dialogo. Los Aku se acercaban.

—Última oportunidad, viejo. Estoy siendo demasiado paciente para ser tú y yo. O nos vamos o me voy —apremió Lilith sin ninguna otra opción disponible en su retaguardia.

—Nos vamos —informó Hawk comenzando a caminar liderando el retorno al edificio—. Y ten cuidado con el cargador, no lo vayas a romper.

—Pero si hace un minuto querías que te lo tirara…

La moneda giró sucesivas veces en el aire cortando el viento y cayó sobre el asfalto, revelando su parte visible.

—Vaya, cara otra vez. Qué casualidad…

—¿Otra vez? —consultó Vega extrañada—. Ya van seis veces seguidas.

—Pero es la verdad. Sale cara todo el tiempo. Eso significa que todo va a ir bien —le comunicó Paula recogiendo de nuevo la moneda de dos caras.

—¿Quién te ha dicho eso?

—Hawk.

—Ah, el viejo Hawk. Palabras de sabio. Vete a saber de dónde se ha sacado esa creencia.

—No lo sé…

Aburrida, Paula se volvió a sentar en la acera de la calle, al lado del portón rojo. Había salido impulsada por la ansiedad que le causaba esperar a que su hermana regresara de su partida. Era Vega, que se encontraba en el patio mimando a su yegua, quien se encargaba de vigilarla.

Cuando estaba más distraída charlando con la joven, las figuras de este y de Lilith aparecieron en la lejanía. Paula corrió impasible a las advertencias de Vega por detenerse y se fundió con su hermana en un abrazo.

—Hey, hey, me vas a tirar…

—¿Estáis bien?

—Estamos vivos y enteros —confirmó Hawk sonriendo—, y aún mejor, tenemos el cargador.

—Gracias por cuidar de mi hermana, Hawk.

El anciano se sintió embragado al notar una chispa más ardiente que su mano encenderse en su interior como respuesta a su agradecimiento.

—¿Cómo que gracias? Dame las gracias a mí, que he tenido que aguantar sus gilipolleces.

—Sí, sí, seguro… Vamos, Mike también te está esperando.

Hawk contempló a Paula arrastrar a Lilith a la carrera con una fuerza increíble hasta que las dos desaparecieron atravesando el portón. Vega saludó desde el patio cuando le vio a lo lejos, y él devolvió el gesto. Por un instante, le pareció que se encontraba en paz consigo mismo, como si hubiese tomado la decisión correcta. Todo se hundió cuando un eco volvió a retumbar dentro de su cráneo.

—Tú y yo no éramos uno, papá. Tú y tu investigación erais uno.

Día 8, por la noche. La prueba de combinación de poderes ha sido satisfactoria. He conseguido asestar un puñetazo en llamas mientras esprintaba. Me gustaría haber dispuesto de más tiempo y energía para realizar más testeos, pero he subestimado tanto la capacidad de los zombis Aku como la resistencia de mi propio cuerpo. A veces me pregunto qué podría ser capaz de lograr si mi cuerpo no estuviese tan envejecido, con tanta predisposición a infartarse. Supongo que nunca lo sabré. Por otra parte, no pude matar a la chica. Aunque no me cae nada bien, hubo un detalle que me llamó la atención durante la expedición. Algo que dijo… Definitivamente, es el momento de hacer la transmisión con Paula”.

Lilith bajó las escaleras del ático tras haberse puesto su pijama. Aunque todos los miembros de su grupo se encontraban cenando sentados alrededor de la mesa del comedor, solo bastó un breve vistazo hacia ellos por parte de la chica para que comprendiesen lo que deseaba.

—¿Reunión? ¿Ahora? —protestó Mike con la boca llena de mejillones—. ¿No puedes esperar a que acabemos de cenar?

—Puedes hablar mientras comes, o cenar más tarde, como haré yo —le aclaró sentándose al lado del resto—. Tengo que contaros una cosa, y es importante. He esperado hasta ahora para asegurarme de que Hawk no se acercaba por aquí.

Tras la mención, Paula se interesó incluso más por lo que su hermana tuviese que compartir acerca del anciano.

—¿Qué pasa con Hawk? —intervino Vega instándola a conversar.

—Estábamos en el centro comercial. Yo ya había conseguido el cargador, y nos íbamos. Todo iba perfectamente y, de repente, Hawk empezó a hacer cosas raras. Me dijo que le esperase un minuto, y se puso a abrir y cerrar la mano, cerró sus ojos, hizo muecas extrañas… Entonces, me gritó que me callara con cara de demente y empezó a hablarme de cosas que no tenían nada de sentido. Tuve que comerle el coco para hacer que volviera aquí.

—A lo mejor… a lo mejor tiene una enfermedad mental —elucubró Mike recapacitando sobre determinados comportamientos que había observado de forma puntual en Hawk—. No he dicho nada antes porque no me parecía importante, pero a veces, se le escucha hablar solo.

—Sí, yo también le he escuchado —compartió Vega su confusión—. No sé, quizá no vendría mal que tuviéramos un ojo puesto en él.

—Pero... Yo también hablo sola a veces, con mi madre —irrumpió Paula defendiendo al viejo causante del debate.

—Pero es diferente, Paula —se opuso Mike convencido de su afirmación—. Lo que dice Hawk no suele tener sentido.

—Si Hawk es un puto esquizofrénico, no pienso seguir viviendo aquí —asestó Lilith obstinada con su idea—. Me da igual el coche y todo. No quiero despertarme un día y encontrarme con el viejo preparando una motosierra para hacernos carne picada.

—Ya te lo dije ayer. Hawk ha demostrado que no tiene intención de hacernos daño en varias ocasiones, y tampoco sería muy inteligente por su parte hacerlo. Puede ser una persona un poco asocial y rara, no te lo discuto, pero eso no significa nada. Le tendremos vigilado y ya está. Él es uno y nosotros somos cuatro. Si trata de ponerse en nuestra contra, nos enteraremos.

—Confiaré en tu instinto de ninja, por ahora —advirtió Lilith cediendo a la petición—. Espero que podamos tener ese coche listo pronto. Cada vez me gusta menos estar aquí.

—Esfuérzate en encontrar combustible y estaremos rumbo a la carretera en menos que canta un gallo —le recordó Mike infundiéndole ánimo—. Y, si no tienes nada más que decir, cariño, mi estómago ruge.

—Ojalá te atragantes tragando, cielo mío, que es lo único que te interesa.

—¿Sabéis? Algún día me tenéis que contar como acabasteis siendo pareja.

—¡Nunca!

—¡Nunca!

Día 11. Hoy realizaré la transmisión. Al final, ha resultado ser su propia hermana la que la ha enviado como un cerdo al matadero. Ilusa.

Mike giró la llave en el contacto frente a sus espectadores convencido de que funcionaría. Su fe se vio recompensada cuando el motor le contestó con un estruendo que se extendió por todo el garaje.

—Uuuuuuuuuuhhhhhhhh.

—Lo ha conseguido, el muy cabrón —se emocionó Lilith al escuchar al coche rugir como una pantera.

—Suficiente. No gastemos más gasoil del necesario.

Obedeciendo al consejo de Vega, Mike apagó el BMW y se bajó de él. Su novia se abrazó a él ilusionada mientras saltaban de alegría. Paula no quiso perderse la fiesta y se unió. Vega sonrió feliz por contemplar una celebración tan cercana y familiar.

—Parece que por fin tenemos buenas noticias.

La espadachina se sobresaltó al escuchar una voz grave a su lado. El trío se separó al descubrir a Hawk junto a Vega escudriñando la maquinaria bajo el capó abierto del vehículo.

—Increíble. Pensé que nunca lo vería en marcha.

—¿Cuándo has llegado aquí, viejo?

—Deberías estar más atenta, chica del sable. Si hubiera sido un muerto, te estaría chupando los huesos ahora mismo.

—Si fueras un muerto, estarías sin cabeza —ironizó ella señalando su espada—. El BMW está listo para salir a rodar. Te esperaba más emocionado.

—Estoy emocionado —concretó Hawk con el mismo semblante serio que arrastraba a todas partes—. ¿Es cierto? ¿Ya está listo, Mike?

—Puede que esté un poco resentido por la falta de movimiento, pero sí. El cargador funcionó a la perfección. Ya solo necesita el combustible, y quizá un poco de aceite.

—En ese caso, el tiempo que estemos aquí ya solo depende de vosotros dos —aclaró a Lilith y Vega apuntándoles con el dedo—. ¿Cuánto gasoil tenemos a día de hoy?

—Unos once litros, más o menos.

—Poco. Vais muy lentos.

—Revisamos los locales tan rápido como podemos. No hay más personal, viejo. Además, si a alguien no hubiesen estado a punto de comérselo en el centro comercial, podría haber buscado gasoil en otros sitios.

—Dedicarnos a echarnos la culpa los unos a los otros solo nos hará perder tiempo —intervino Vega dispuesta a que no se produjese otra batalla entre el anciano y la adolescente.

—Tienes razón —admitió ella—. Ya es hora de irnos a seguir buscando, así que vámonos.

—Bien dicho.

Tras haber destruido de forma abrupta la conversación, Vega salió del garaje junto con Hawk para prepararse de cara a la expedición. Después de asegurarse de que ambos estaban lejos del lugar, Lilith se agachó junto a su hermana y le habló susurrándole al oído.

—¿Recuerdas lo que hablamos ayer? Pues ha llegado el momento.

—Te estás equivocando. La otra vez que estuve en su casa no vi botes de pastillas ni nada así. Solo había libros por todas partes.

—Mira en los cajones de su dormitorio, en los estantes del baño, debajo de la cama, donde sea. Tiene que haber algo que explique por qué se comporta así, y que podamos usar en contra de él si se le va la pinza.

—¿Y si me descubre? —consultó Paula asustada por la idea de que ocurriese.

—Hazte la tonta, como hacías a veces en la base. Eso se te da de puta madre.

—No estoy segura…

—Va, sé que puedes hacerlo. Confío en ti. Y es por nuestro bien.

—Hey, ¿qué estáis farfullando?

Lilith se incorporó sorprendida por el entrometimiento de su novio.

—Solo me estoy despidiendo de mi querida hermana. Qué metenarices eres a veces.

—Vale, vale, no te pongas así.

Paula se acercó a Mike, se apoyó en el BMW y contempló a Lilith marcharse. Al tiempo que el chico continuaba inspeccionando el coche, ella meditaba acerca de cómo podría registrar la casa de Hawk sin que él notase que lo estaba haciendo. Sabía que no iba a encontrar nada, que Hawk no era la persona malvada que todos querían que fuese, pero tenía que hacerlo, por ella...

Tras presenciar desde su ventana como Vega y Lilith salían a desarrollar su trabajo, Hawk se encendió un cigarrillo y se tumbó en la cama a continuar con un libro de historia que había leído durante semanas. Pasaron alrededor de quince minutos antes de que se escuchasen unos golpes en la entrada.

—Joder, qué rapidez… —murmuró el viejo apagando el tabaco en un cenicero.

Cuando abrió la puerta, no se sorprendió lo más mínimo al contemplar de nuevo a Paula con expresión de inseguridad al solicitar su presencia.

—He venido a traerte esto —esclareció la niña mostrando su águila de peluche—. Me lo llevé el otro día sin querer y se me había olvidado devolvértelo.

—¿Y le has pedido permiso a tu hermana para venir?

—No…

—Ya veo… —analizó Hawk rascándose la barba—. ¿Quieres pasar? Debe ser un rollo estar en el ático sola o pasando frío en el garaje.

—No debería…

—Vamos… Puedo prepararte una taza de chocolate. Será nuestro pequeño secreto. Lilith no se enterará.

—Bueno, vale, pero que no se entere, porfa.

Paula se introdujo tímidamente en la casa del anciano. Con ahínco y cautela, fue examinando cada rincón hasta el salón al que Hawk la condujo.

—Espera aquí.

Después de que la abandonase para dirigirse a la cocina, la chica continuó inspeccionando el lugar con la mirada mientras se paseaba por él simulando a una simple niña curiosa. Tal y como ella se imaginaba, no había nada inusual, exceptuando una pequeña maqueta en la que se podía leer “ADN” y cuyo significado no conocía. Aun así, no parecía nada malévolo.

—Ya he vuelto —anunció su anfitrión adentrándose en la sala—. ¿Me echaste de menos?

—¿Y el chocolate? —consultó Paula al percatarse de que Hawk había regresado con un vaso lleno de zumo.

—Se está haciendo. Te traje zumo, mientras tanto. Pensé que tendrías sed. Es de piña, espero que te guste.

Cuando Paula condujo el vaso hasta sus labios, sintió una sensación incómoda. No le gustaba el olor que desprendía el zumo. Rememoró una clase de supervivencia de Marcus dirigida a los niños y niñas de la base en la que les había enseñado que no debían tomar una bebida que oliese rara. Convencida de ello, la chica fingió que el vaso se resbalaba y dejó que estallase en el suelo.

—Lo siento…

—No te preocupes. Ha sido un accidente.

Hawk cogió unas servilletas y se encargó de limpiar el estropicio. Era consciente de que Paula había notado el calmante que había incluido al zumo, pero no hizo mención a ello. Más bien, se quedó maravillado por lo inteligente que era para su corta edad. Tendría que recurrir a su plan alternativo. Tan solo esperaba que se creyese cada una de sus palabras.

—¿Alguna vez has visto a un mago, Paula? —preguntó mientras arrojaba los restos de cristal del vaso a la basura—. No por la tele, sino en directo. Un mago de los de verdad.

—No. Papá decía que los magos son un atajo de mentirosos.

—¿Y tú qué piensas?

—No lo sé…

Hawk se arrodilló junto a ella y extendió su brazo con el puño cerrado.

—Sopla aquí.

—¿Para qué? —le interrogó desconfiando de su comportamiento.

—Tú sopla.

Resignada, Paula obedeció no muy animada. Cuando el aire que expulsó alcanzó la mano del anciano, este la abrió, despidiendo una viva llamarada hacia el techo. Paula retrocedió sin poder apartar su mirada de la mano de Hawk, maravillada.

—¿Cómo has hecho eso?

—Un mago nunca desvela sus trucos —la desconcertó aún más forzando una sonrisa—. ¿Aún piensas que los magos somos un atajo de mentirosos?

—No…

—¿Quieres ver otro truco? —propuso Hawk aprovechando el repentino silencio que se formó en la estancia—. Este es mucho más interesante.

—De acuerdo.

—Ponte de rodillas, a mi lado, y cierra los ojos.

Animada por averiguar qué otra espectacularidad escondía Hawk bajo la manga, ella corrió a obedecerle. Hawk respiró aliviado porque la chica no hubiese sido tan inteligente para descifrar también su segunda estrategia. Solo era una niña, después de todo.

—Voy a juntar tu frente con la mía, ¿vale? No te muevas. Tienes que estar muy quieta. Si no, no funcionará.

—Vale.

Tal y como había anunciado, Hawk unió su frente con la de Paula, preparado para efectuar la transmisión de sus recuerdos. Transcurrieron unos tres minutos hasta que el anciano se percató de que no estaba funcionando. Por algún motivo desconocido, no conseguía entrar.

—¿Qué se supone que tiene que…

—¡No hables!

Cuando Hawk abrió sus ojos para recriminarla por su desobediencia, ella ya no estaba allí. Ya ni siquiera se encontraba en su hogar. El viejo se levantó en un largo pasillo pintado de rojo, con numerosos muebles de lujo decorándolo y una hilera interminable de fotografías familiares en las paredes. No tardó en darse cuenta de lo que había sucedido.

—¡Mierda, no, no, no! ¡Esto no es lo que quería! ¡¡¡Joder!!!

Intentó liberar su ira pateando una silla, pero su pierna tan solo la atravesó. Después de todo, estaba dentro de un recuerdo.

—Vega.

La espadachina se disponía a salir de un garaje cargando con dos garrafas de combustible en el instante en que oyó a su compañera llamándola.

—¿Qué ocurre?

—Bueno… No puedo dejar de pensar en Hawk.

—Eres muy reiterativa con Hawk. ¿Por qué no intentas relajarte un poco?

—Hay algo que no me huele bien. No puedo dejar de darle vueltas a la cabeza.

—Yo tampoco te olía demasiado bien al principio. Creo que está en tu naturaleza, Lilith. No te fías a veces ni de tu propio novio.

—Esto es diferente —rebatió la joven insistiendo en ello—. Dejando a un lado la enfermedad mental que podría tener, ¿no te has dado cuenta de que todo lo que rodea a Hawk es demasiado misterioso?

—¿A qué te refieres con misterioso?

—El otro día, en el centro comercial, estuvo haciendo de cebo de los zombis esos, corriendo para despistarlos. Ese hombre tiene sesenta años, como mínimo. Debería haberse muerto de un infarto o deberían haberlo atrapado. Esas cosas corrían como perros muriéndose de hambre.

—Vivimos en el apocalipsis. Este mundo obliga a las personas a adaptarse. ¿O tú sabrías todo lo que sabes actualmente si todo esto no hubiera pasado? Es probable que conozca algún punto débil de esos zombis que nosotros no. Quizá por eso insistió en ir personalmente.

—¿Y de dónde saca sus recursos? ¿Dónde busca? ¿Por qué vive solo como un huraño y nunca le han atacado? ¿Cómo se mantiene en pie en esa casa? Hawk contradice absolutamente todos los puntos que me enseñaron sobre supervivencia, y sigue ahí, más vivo que nadie.

—Vale, tienes razón… —admitió Vega ligeramente persuadida—. El método de sobrevivir del viejo no es el adecuado para la mayoría, pero a él le funciona. ¿Qué quieres que piense que hace para sobrevivir más allá del resto? ¿Aprovecharse de grupos de paso como nosotros? Eso no es nada moralmente reprochable.

—Quizá se podría volver a valorar…

—Si quisieses pegarle un tiro, ya lo habrías hecho. Tuviste la oportunidad perfecta hace unos días. Y si lo que pretendes es que te dé mi aprobación como si fuera tu madre, eso no va a ocurrir —recriminó a Lilith indignada porque se hubiese atrevido a destapar de nuevo el tema—. Si tan preocupada estás por el viejo, ¿por qué no intentas hablar con él? Descubre algo a lo que puedas agarrarte para confiar más o menos en su palabra y sus acciones. Basa tu creencia en lo que veas que se siente como real, no en lo que tu imaginación elucubra.

Lilith puso sus brazos en jarra adoptando una posición de introspección mientras pensaba en la reflexión de Vega.

—¿Esas frases las sacas de algún lado o te salen solas?

—Oooh, por Dios…

—Vale, vale… Intentaré lo que has dicho, descubrir más sobre el esqueleto ese.
—De nada. Debería haber sido psicóloga en vez de abogada.

—Tampoco das consejos tan buenos como para pagar por ellos.

—Vaya, muchas gracias, Lilith.

—De nada, Vega. El placer es mío.

—Anda, vamos a la siguiente tienda, antes de que se te ocurra atacar a mi moral otra vez —decretó la chica del sable sin despegarse de su valioso mapa.

—¿Hawk?

Paula separó sus párpados confundida al no sentir repentinamente la cabeza que se apoyaba contra la suya. Se puso en pie evaluando su entorno extrañada. No dudaba que se hallaba en el salón de la casa de Hawk, pero sentía que había cambiado un poco. Escuchó el estruendo de un claxon que parecía introducirse por la ventana. Se dirigió hacia ella pensando que se trataba de Mike trasteando con el BMW, pero la puerta del dormitorio se abrió en ese instante. Paula frenó en seco observando a la persona que salía desde el interior.

—¿Hawk?

Paula se dio cuenta de que era él al distinguirle por sus facciones, pues la persona que estaba allí carecía en absoluto de barba y mantenía su pelo casi rapado, aún desprovisto de canas.

—¡¿Hawk?!

La chica retrocedió sobresaltada cuando una mujer de largo cabello rubio apareció segundos después con expresión de angustia.

—No puedes hacer esto, Hawk. No puedes simplemente irte y dejarnos aquí.

—Esta es la única opción que tenemos, Michelle. Estamos haciendo avances enormes. Si todo continúa según lo previsto, podríamos tener la cura lista en menos de tres meses. Me necesitan allí, trabajando a pleno potencial.

—La cura… Desde hace años, todo gira en torno a esa puta cura, y estoy harta. Si no hubieras sido tan cabezota y hubieras probado con la medicación tradicional, igual ya estarías curado.

—No, Michelle, no habría servido para nada, y créeme, sé de lo que hablo.

—¡Hey! ¡Hawk!

Paula chilló intentando captar la atención del hombre, pero fue inútil. Este se desplazó hasta la mesa del comedor y depositó una maleta. Tras ello, la abrió y comenzó a introducir una serie de objetos de un escritorio contiguo. Atenta, la niña reparó en una grabadora que sacó de uno de los cajones.

—¿Y qué le vas a decir a nuestra hija, Hawk? Cuando volviste la última vez, le prometiste que no te marcharías de nuevo. ¿Vas a romper esa promesa como si nada?

—Yo no le diré nada. Mi vuelo sale en dos horas. No puedo esperar a que salga del colegio. Tendrás que decírselo tú.

—¿Te vas a largar sin decirle adiós a Bella? —bramó Michelle agarrando a su marido de los hombros para obligarle a mirarla a los ojos—. Hawk, recapacita. Estás abandonando a tu familia por tu maldito trabajo, otra vez. ¿Es eso lo que quieres?

—Si me voy ahora, volveré en unos meses, y si todo va bien, libre al fin del cáncer. Si decido quedarme, moriré en un par de años, y entonces sí que os habré abandonado. No necesito que lo entiendas, Michelle, y comprendo que te sientas como te sientes, pero estoy haciendo lo que estoy haciendo por nosotros, por nuestra familia. Trata de confiar en tu marido.

—Ya he confiado en tu palabra muchas veces, demasiadas, y siempre es una mentira.

—Esta vez es diferente.

—Sí, definitivamente, esta vez será diferente.

Pese a la confusión causada por la conclusión de su mujer, Hawk optó por no articular ni una sola palabra más. Agarró la maleta y se encaminó hacia la salida de su hogar.

—Si sales por esa puerta te pediré el divorcio.

Hawk se detuvo atraído por la amenaza de su esposa. La observó con gesto de incredulidad y se quitó bruscamente el colgante portafotos que portaba en su cuello, dejándolo en la mesa.

—Si es así como quieres jugar, te informo de que no eres más importante que la cura para el cáncer, Michelle.

—¿Tu hija tampoco es más importante? ¡¿Eh?!

Su marido no contestó. Se limitó a colocarse un sombrero colgado en un perchero y salió de la casa sin despegar sus labios.

—¡Hawk, respóndeme! ¡¡Hawk!! ¡¡¡Hawk!!!

Paula contempló a la mujer arrojarse al suelo y llorar desconsolada, asombrada por la escena que acababa de presenciar. Fue entonces cuando despertó.

—Papá…

Hawk se sobresaltó al escuchar una suave voz que se extendió por el pasillo. Una niña había salido de una habitación y caminaba hacia unas escaleras que bajaban. Aunque era mucho más pequeña y su estilo de cabello era distinto, se trataba de Paula sin ninguna duda. Su curiosidad por el recuerdo se activó en el momento en que vio a la chica sentarse en uno de los escalones, fijando su mirada en un punto en concreto. Cuando el anciano se asomó para saciar su necesidad de conocimiento, descubrió a un hombre entrado en la treintena sentado en una mesa de cristal revisando una pistola.

—Hey, papá.

El referido levantó su vista hacia ella sorprendido por su silenciosa llegada y depositó el arma sobre el cristal.

—Dime, cariño.

—Me prometiste que iríamos hoy a ver la nueva película de Fireboy, y se va a hacer de noche pronto.

—Ohh, lo siento, Paula, se me había pasado. Papá tiene trabajo esta noche, pero podemos ir mañana, si te parece bien.

—Oh… Vale…

A Hawk no se le escapó la indiferencia que su padre mostró frente a las palabras de lamento de la niña.

—¿Crees que Jane querrá venir?

—¿Jane? —musitó el viejo confuso.

—No, no creo, no le gustan esas cosas.

—Oye, Paula, ven. Vamos, ven, siéntate.

Hawk contempló a Paula bajar los escalones y sentarse junto al hombre con sumo cuidado. Tras ello, su padre sacó una pequeña bolsa de una mochila y esparció parte de su contenido en forma de polvo blanco encima de la mesa. El viejo casi sufrió otro ataque al corazón cuando se percató de lo que se trataba.

—Eso es cocaína, hijo de puta.

—¿Te acuerdas, Paula?

—Sí, hacer la rayita.

—Muy bien. Papá tiene que tomar sus vitaminas, y tú desperdicias menos.

—¿Tus vitaminas, cabrón?

Hawk sintió el impulso de estamparle un puñetazo en la cara pese a que sabía que sería inútil.

—Gracias, cariño.

El anciano apartó la mirada para no ser espectador de cómo el hombre aspiraba a través de la nariz la cocaína delante de su hija sin cortarse en absoluto.

—Dios mío, ¿pero tú qué clase de persona y padre eres? —preguntó Hawk a la nada sin lograr salir de su asombro.

Su protesta se vio apagada por el sonido de un teléfono retumbando en la estancia. El padre se levantó raudo y se puso una chaqueta de cuero marrón.

—Tengo que irme ya. Si queréis cenar, queda carne en la nevera. Dile a Jane que la prepare.

—Vale, papá.

—Te quiero.

—Yo también te quiero.

Cuando el hombre atravesó la salida de su morada fue cuando Hawk se percató de una chapa de identificación que estaba en el mismo lugar del que había recuperado la chaqueta. Sabiendo que le resultaba familiar, la agarró y la leyó.

—Steve Fox. Esgrip Escocia… Joder, este tío trabajaba para la compañía.

—¿Ya se ha ido?

Hawk había estado tan absorto con la identificación que no había notado a la segunda chica que había bajado al comedor. Era claramente Lilith, aunque una versión mucho menos agresiva y violenta que la que él había conocido. Pensó que rondaría los diez años.

—Sí. Ha dicho que hagas la cena.

—Mira lo que tengo.

Paula recuperó la ilusión cuando su hermana le mostró un par de entradas de cine.

—¿Son para hoy?

—Sí, son para hoy.

—¿Cómo las has conseguido?

—Saqué dinero de la hucha y las compré. Sabía que papá no te llevaría. Siempre le sale algún “trabajo”.

—Pero… Si papá se entera de que hemos salido sin su permiso, nos pegará y a ti te encerrará en el ático, y…

—No sé enterará. El cine está casi al lado y papá estará fuera toda la noche, como hace todo el tiempo. ¿De verdad no quieres ir a ver Fireboy?

—¡Sí, sí quiero!

—Pues vístete, porque lo vas a ver.

Hawk se enterneció cuando Paula se sumió con Lilith en un profundo abrazo, segundos antes de regresar.

Se incorporó raudo y con el corazón acelerado al sentir una cascada de agua caer en su rostro. A su lado, Paula le observaba con cara de alivio sosteniendo un vaso vacío.

—¿Qué estás haciendo?

—Te estaba gritando y no despertabas. Creía que te había pasado algo.

—¿Y no se te ha ocurrido nada mejor que ducharme?

—No sabía qué hacer… ¿Qué te ha pasado?

—Seguramente me habré desmayado —mintió Hawk esforzándose por disimular el incidente como parte de su normalidad—. Tengo algunos problemas del corazón. Me pasa a veces.

—Ah, vaya, lo siento.

—No te preocupes. ¿Cómo estás tú?

—Estoy bien —prosiguió Paula con la falsedad del anciano ocultando lo que había visto en su sueño antes de despertar—. Debería irme. Mike me va a echar de menos.

—Sí, claro.

Hawk ni se molestó en acompañar a la chica hasta la salida. Esta se marchó velozmente hacia el garaje en el que su compañero estaría mientras en la mente del anciano rondaba sin cesar la información que había descubierto.

Finalizada su sesión de recogida de combustible, Vega y Lilith regresaron al edifico. Tal y como hacía cada día desde su expedición en el centro comercial, Paula les esperaba al lado del portón lanzando su moneda. Descargaron el gasoil en el garaje y los cuatro se encaminaron en conjunto al ático para descansar y cenar. Lilith interrogó a Paula acerca de lo que había encontrado en la casa de Hawk. Su hermana insistió reiteradas veces en que no había visto nada fuera de lo común temiendo que descubriese su mentira. A Lilith no le acabó de convencer su conclusión, pero era evidente que no iba a averiguar lo que Paula ocultaba.

Tras la cena, Vega y Paula se sentaron en el sofá a jugar con una baraja de cartas mientras la pareja subía a su dormitorio particular. Lilith se limitaba a cambiarse de ropa cuando Mike inició una conversación que había pospuesto durante demasiado tiempo.

—Oye, Lilith.

—¿Sí, Mike? —contestó ella cerrando el armario y acomodándose en la cama.

—¿Sabes? Tengo mucho tengo tiempo para pensar cuando estoy aquí a solas, trasteando con el coche o encargándome de la yegua.

—Mike, sé directo, por favor, que nos conocemos.

—Me prometiste que me hablarías acerca de tu tapadera en la base, y cada vez que intento sacar el tema, me rehúyes. Sé que no te gusta hablar de ello, pero me reconfortaría que dejaras de ocultarme cosas. Por favor…

—Está bien… —se rindió Lilith ante su demanda—. Siéntate. Te lo contaré todo.

Día 11, por la noche. Ante todo pronóstico, la transmisión ha fallado. Pensé que sería bastante sencillo al tratarse de una niña, pero después de lo que he visto y oído dentro de su recuerdo, no me sorprende. Esta pobre chica ni siquiera tenía una vida demasiado normal antes de que todo esto pasara. Su mente tiene demasiadas defensas, Dios sabrá por qué. Voy a tener que conocerla por el método tradicional. Por desgracia, hace demasiado que no lo practico.

—Cuando todo esto empezó, estaba con mi hermana en Japón. Fox tenía que atender allí un trabajo de la compañía, matar a alguien, seguramente. Le llamaron y le enviaron aquí, a Canadá. Y entonces, las cosas se fueron a la mierda muy deprisa. Acabamos solos, nosotros tres, tratando de sobrevivir, como había sido siempre. Gracias a las conversaciones de su radio, Steve no tardó en averiguar la existencia del emplazamiento que estaba creando Michaela con las guerrillas de la compañía, y nos dirigió hacia allí.

Jane… Evidentemente, era Lilith, pero, ¿por qué otro nombre? ¿Por qué esa desconfiada chica nos oculta incluso su verdadero nombre?

—Una noche, mientras dormíamos en una tienda de campaña, cogí a mi hermana y me la llevé. Corrí, y corrí, y corrí. Fue una locura, nos podría haber pasado cualquier cosa, pero yo tenía solo doce años, y ni siquiera lo pensé. Vi una oportunidad de escapar al fin y la aproveché. Sabía hacia donde nos estaba llevando Fox, y corrí hacía allí con Paula, hacia la base. Tardamos casi dos días en llegar. Entramos como civiles y nos preguntaron nuestros nombres. No quise jugármela. Les dije lo primero que me vino a la mente. Lilith y Beatrix. No tenían que ver con nada relacionado con nosotras, y eso era lo importante.

—Pero… Fox… ¿Cómo no…?

—Fox tiene una enfermedad mental o algo así. Siempre la ha tenido. Es incapaz de reconocer caras.

—¿Incapaz de reconocer caras? Nunca me ha dado esa impresión.

—El cabrón lo oculta muy bien porque lo considera su mayor debilidad. Estoy segura de que nadie en la base se ha dado cuenta. Él se fija en el tono de voz, en la ropa, en el pelo, en la forma de moverse de la gente, y en otras cosas así, y es capaz de distinguirlas.

—Creo… creo que empiezo a entenderlo.

—Sí, ¿verdad? Sabía que había una posibilidad muy alta de que Fox acabase apareciendo por allí. Mi hermana y yo no solo nos cambiamos el nombre. Nos cortamos el pelo, usamos peinados que odiábamos, ropa que era todo lo opuesto a lo que habíamos usado siempre, Paula se quitó una cadena que había llevado desde su nacimiento, yo dejé de usar pendientes, y así con todo. Él apareció unos dos meses después, supongo que después de haber estado buscándonos como un loco. Para entonces, nosotras ya no existíamos. Y funcionó. Convivimos con Fox durante casi dos años como ovejas simulando ser lobos, hasta que la cagué. Perdí una foto antigua que tenía de mi hermana y mía. Dio la casualidad de que Fox la encontró, y ató cabos. Cuando me di cuenta de lo que había pasado, supe que teníamos que salir de ahí cuanto antes. Y el resto ya lo sabes. ¿Estás satisfecho?

—Solo… solo una pregunta —susurró Mike concentrado en asimilar su historia—. Si ya saliste de ahí, ¿por qué sigues siendo tu personaje?

Lilith respiró profundamente. Desde el principio de su narración ya temía que su novio fuese a preguntarle por el paradero de Jane.

—Enterré a Jane muy hondo para proteger a Paula, Mike. Mi personaje es todo lo que queda. Es lo que soy ahora.

Mike clavó sus pupilas con ternura en las de ella, más convencido que nunca de lo que iba a profesar.

—No te creo.

Aunque… Quizá no sería una mala idea intentar la transmisión con Lilith… o mejor dicho, Jane.

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