Ley300 se despertó aturdida con la lluvia que le golpeaba en
la cara. Estaba tirada entre escombros intentando levantarse del suelo, cuando
se percató de que una pequeña vara de metal le atravesaba el brazo izquierdo. Acercó
lentamente la mano a la vara, la cogió y cuando estaba dispuesta a arrancarla,
se arrepintió y dijo:
-
¡Joder! ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? ¡Venga
ley tu puedes! A la de una, a la de dos y a la de…. ¡Tres!
Agarró la vara, y tiró con fuerza de ella, mientras chillaba
desgarradoramente. Sacó la vara ensangrentada y la tiró contra el suelo con un
grito que provenía de su ser más profundo. Quedó al descubierto una gran herida
abierta de la que no paraba de salir sangre. Ley sacó de su bolsa dos latas de
cerveza, una la soltó en el suelo y la otra se la derramo por la herida para
desinfectarla, mientras se mordía la mano por el dolor. Después arrancó un
cacho de la parte inferior de su camiseta, dejando la barriga al aire. Se
sirvió del trozo de tela para hacerse un vendaje improvisado, para intentar
contener la hemorragia. Se bebió la otra lata de cerveza rápidamente pensando
que con el alcohol aguantaría mejor el dolor. Se levantó tambaleándose, todavía
aturdida, mientras miraba a su alrededor buscando a su hermano, pero allí no
había nadie, estaba completamente sola. Se puso a caminar por las calles
solitarias, comenzó a anochecer poniendo a Ley en guardia. Esta guardó su
cuchillo y desenvainó su catana con el brazo derecho, ya que el izquierdo a
penas lo sentía. Se escuchó un golpe seco y ley aminoró su velocidad.
Desconocido
-¡Teniente sangre! ¡Deténgase!
Ley300 – Empezaba a preguntarme cuando vendríais a por mi.
Esta se dio la vuelta y observó como un hombre enchaquetado
la apuntaba con una pistola.
Desconocido – Teniente, nadie le ha dado la palabra. Cállese
y métase en ese coche blanco si quiere salir viva de esta asquerosa calle.
De pronto aparecieron diez soldados armados que apuntaban a
Ley. Esta se encogió de hombros y dijo:
Ley300 – Esta bien…. Así dispondremos de tiempo para
charlar…
Ley entró en el coche, dentro había un hombre joven, de
melena rubia y ojos claros. El hombre vestía unos vaqueros y una chaqueta de
cuero. Llevaba el pelo recogido en una coleta, y llevaba al cuello una cadena
fina de plata, en la que colgaba un anillo que tenía el grabado de una
calavera. Ley se extrañó al ver al chico y le dijo:
-
¿Qué haces tú aquí?
El chico la miró con preocupación y dijo:
-
Lo saben todo…
Ley le puso la mano en el hombro y le preguntó:
-
¿Qué saben? ¿Tienen a alguien más?
De pronto el coche se puso en marcha, ley intento mirar a
través del cristal tintado que los separaba del conductor, pero solo veía
sombras. El chico se puso a mirar al suelo y dijo:
-
Shh! No es momento de hablar de eso…
Ley se quedó pensativa mirando por la ventana, y el chico se
puso a toquetear, nervioso el anillo que llevaba colgado. Al poco el coche se
detuvo en un polígono. El hombre enchaquetado les dijo a ambos que salieran
rápidamente del coche. Los soldados sacaban unas cajas de los coches, cuando
terminaron, entraron todos en una nave industrial de color verde. La estancia
estaba completamente vacía y llena de polvo. Uno de los soldados se dirigió al
centro de la estancia y abrió una trampilla del suelo. El hombre enchaquetado
sonrió pícaramente y dijo:
-
¡Chicos! ¡Tapadlos!
La mitad de los solados se fueron hacia el chico y le
taparon los ojos con una tela negra pese a que intento resistirse. La otra
mitad fue a por Ley, aunque ella se resistió más, también consiguieron taparle
los ojos. Los soldados les iban guiando, mientras Ley y el chico andaban
completamente desorientados. De pronto se pararon y les quitaron las telas de
los ojos. Estaban en una gran estancia llena de ordenadores y pantallas. El
hombre enchaquetado se acercó a Ley y miró detenidamente su brazo. Después se
alejó y dijo:
-
Te llevaré a que te lo curen…
Le hizo un gesto a uno de los
soldados, este salió por una puerta y de esta entró un hombre de pelo grisáceo,
vestido con una bata blanca. Los soldados apuntaron a Ley, mientras el hombre
de la bata pasaba por detrás de los soldados, riéndose. El hombre enchaquetado
sonrió y dijo:
-
Teniente, será mejor que se siente.
Uno de los soldados acercó una silla a Ley, intentó que se
sentara a la fuerza, y mientras forcejeaban, el hombre de la bata le clavó una
aguja a Ley en el cuello. Esta se desplomó al instante en el suelo sin
conocimiento.
Ley despertó atada a una camilla junto al hombre de la bata.
Este empezó a reírse de una manera un tanto desquiciada y le dijo:
-
Tranquila, solo teníamos que asegurarnos de que no
estabas infectada… Te hemos curado el brazo, pronto estarás bien… Tu tejido se
esta regenerando eficazmente, el trabajo ha salido bien….
Una enfermera soltó las cuerdas que ataban a Ley a la cama y
le dijo:
-
El jefe te está esperando, te acompañaran…
Un soldado acompaño a Ley por unos largos y estrechos
pasillos de metal, hasta que llegaron a la sala de los ordenadores. En chico de
la melena rubia estaba sentado inconsciente en una silla, manchado de sangre, y
a su lado estaba el hombre enchaquetado riéndose enfermizamente. Este miró a
Ley sonriente y dijo:
-
Que bien que este aquí con nosotros, teniente.
Ley le miro con cierto asco y dijo:
-
No me gusta que usted me llame teniente…. Usted no ha
servido conmigo, además, ya no soy teniente…
El hombre enchaquetado se crujió el cuello y dijo:
-
Es verdad, usted ya no es teniente… Se le condenó por
sublevación, pero se le salvó la vida porque nos era útil… Se la puso a trabajar
para la compañía, esa era la única condición pero usted no pudo cumplir el
trato… No es de extrañar, es irreverente, rebelde, e incompetente… Pero aún
podemos arreglarlo…. Hable, diga donde están sus antiguos camaradas, diga donde
se esconden, y le volveremos a perdonar la vida…
Ley se acercó y le escupió en la cara. Un soldado le pegó un
puñetazo haciéndola chocar contra la pared. El hombre enchaquetado se limpió la
cara con un pañuelo de tela y dijo:
-
Teniente, no la vuelva a cagar… ¿Prefiere su vida? ¿O
las de sus amigos?
Ley se enderezó y dijo:
-
Sin duda la de mis amigos. Usted no va hacerme cambiar
de opinión, no sé quién se ha creído que soy yo…
El Hombre enchaquetado la miró con desprecio, se acercó a un
ordenador y se puso a teclear. Una de las pantallas se encendió y apareció una
foto de M.A. El hombre enchaquetado se rió y dijo:
-
Teniente, yo tengo mas de un as en mi manga, y usted no
tiene ninguno… Le perdonamos la vida para poder dar con su hermano, nos era
necesario, pero el ya cumplió su función, ya no le necesitamos. Incluso podría
decir que hasta es un estorbo, pero quizás aún me sirva de algo, quizás con
esto pueda convencerla para que hable…
Ley dio un salto desde estaba, se puso a gritar histérica
diciendo:
- ¡Mira hijo de puta! ¡Mi hermano es cosa aparte! ¡Como le
metas en esto, te cortaré las pelotas y haré con ellas mi puto desayuno!
¡¿Entendido?!
El hombre enchaquetado se puso a reír y después dijo:
-¿Qué tu hermano es cosa aparte? Creo que no le conoces
tanto como crees… El no te contó nada de esto… ¿Verdad? El no cuenta contigo,
solo te miente y te oculta cosas…
Ley le lanzó una mirada agresiva, en sus ojos brillaba el
odio y la ira. Apretaba la mandíbula y los puños con fuerza, mientras se puso a
temblar espasmódicamente. El hombre enchaquetado la miró asombrado y le hizo un
gesto a uno de los soldados. Ley se acercó lentamente al hombre y dijo subiendo
de tono progresivamente:
-
No puedes envenenarme contra mi hermano… No me
calientes…. ¡Tu no sabes quién soy yo!
Ley empezó a reírse con una risa propia del mismo diablo
mientras miraba el techo y daba vueltas con los brazos en alto. Bajó la mirada
hacia el hombre y dijo en un tono enfermizo:
- ¡Yo te desollaré vivo! ¡Me comeré tus tripas y…
Ley se encorvó con un movimiento rápido y empezó a dar
gritos desgarradores. Se cayó al suelo retorciéndose y pegando porrazos en el
suelo. El hombre de la bata entró en la sala sonriendo y dijo:
-
Chichilla, duerme… Pronto todo estará bien…
Al cabo de un rato Ley se tranquilizó un poco, aunque no
paraba de temblar. El chico de la melena rubia despertó, se tambaleó hasta Ley
y dijo:
-
Dejadla ya… ¿Qué le habéis hecho?
Ley aturdida dijo entre balbuceos:
-
¿Qué me pasa?
Sus ojos empezaron a cerrarse y esta quedó totalmente
inconsciente.
Despertó en una pequeña habitación junto al chico de la
melena rubia. Se incorporó como pudo, miró al chico con temor y dijo:
-¿Qué me pasa? Algo no va bien… No me encuentro…
Le dieron un par de arcadas y se puso a vomitar. El chico la
miró preocupado, se acercó a ella y le agarró el pelo para que no se manchara.
Una vez esta terminó de vomitar la levantó y la sentó en un sillón que había
pegado a la pared. Le cogió la mano y le dijo:
-
Ley te han inyectado algo… Tenemos que salir de aquí y
conseguir la vacuna. Yo tengo la llave, pero no sé donde está la vacuna… Solo
se que…
De pronto se activó una alarma de emergencia y la voz de una
mujer se puso a decir una y otra vez:
-
¡Alerta! Se han detectado altos niveles de infección en
las instalaciones. El bloque A y G están contaminados. Sus compuertas se
cerraran en 2 minutos. Desalojen los bloques B,D,S y T, y diríjanse a los
bloques E y F. Las compuertas cerraran en 10 minutos. Aislamiento, control de
enfermedades, registro y laboratorios inferiores quedan sellados. Solo se
abrirán con la correspondiente identificación y verificación.
Ley sacó el cuchillo y se lo dio al chico de la melena. Este
lo agarró con fuerza y dijo:
-
Vamos a por la vacuna… ¿Puedes con la catana?
Ley asintió mientras desenvainaba su espada. Ambos salieron
de la habitación y llegaron a un pasillo solitario. Se pusieron a caminar por
el con cautela mientras se escuchaba lejanamente el sonido incesante de los
disparos. De pronto las luces y apagaron y sonó otra vez la voz de la mujer,
diciendo:
-
Atención, Se ha cortado la energía en los bloques
A,G,B,D,S y T. La energía se ha desviado a los otros bloques. Solo están
activadas las cerraduras electrónicas y las computadoras principales.
Ambos se apresuraron por el largo pasillo sin mirar atrás.
Cruzaron una puerta, apareciendo en una gran estancia, empezaron a escuchar
gritos escalofriantes, y cada vez se escuchaban más cerca. Atravesaron la
estancia y llegaron a un pasillo enorme. Los gritos estaban muy cerca de ellos,
anduvieron un poco más y vieron a un gran tumulto de zombis comiéndose a un
grupo de soldados que gritaban en el suelo, viendo como les arrancaban cachos
de carne, sin poder hacer nada. Un zombie que estaba arrancándole la cara a un
soldado, se percato de la presencia de Ley y el chico. Estos al darse cuenta se
miraron y se pusieron en guardia. Ley se adelantó un poco y dijo:
-
Tenemos que salir de aquí, no podemos matarlos a todos.
Si pasamos pegados a la izquierda solo tendremos en nuestro camino a cinco, por
el otro lado es imposible… Pasa tu pegado a la pared, que lo con la catana
puedo contener a los del otro lado. Eso sí, hay que pasar lo más rápido
posible.
El chico asintió, se pego a la pared izquierda y se puso a
correr junto con Ley en dirección a los zombies. Estos empezaron a gruñir y a
acercarse a ellos rápidamente con los brazos en alto. El chico le clavó el
chuchillo en la frente a un zombie que tenía delante, mientras la pelirroja le
rebanó el cuello a uno que se acercó a ella por el lado derecho. Avanzaron un
poco más hasta que tres zombies se acercaron bruscamente a ellos. El chico
atravesó con el cuchillo el cráneo de uno y Ley le cortó las piernas a otro. El
tercero se abalanzó sobre el chico, este empezó a forcejear con el zombie
intentando quitárselo de encima, el zombie estaba muy cerca del cuello del
chico cuando Ley lo atravesó con su catana salvando al chico. Ambos siguieron
corriendo hacia la salida, solo les quedaba un zombie delante de ellos para
salir de allí. Mientras el chico le cortaba el cuello al zombie, Ley se encorvó
en un gesto de dolor y empezó a vomitar tras unas arcadas. Cuando el chico
terminó con el zombie se dio la vuelta buscando a Ley, ella estaba casi en el
suelo y los zombies se acercaban rápidamente a ella por detrás. El chico fue
corriendo hacia ella, la cogió de la mano y la levantó rápidamente para
llevarla casi arrastrando hacia la compuerta de salida. Salieron por ella
llegando al bloque F. El chico sentó a Ley en el suelo para que descansara un
poco, cuando escucho la voz de una mujer gritando. Había una mujer de color
entre unas cajas que intentaba ayudarse de estas para levantarse, pero sin
éxito. La mujer vestía una bata, estaba ensangrentada y su pierna derecha no estaba, parecía que se
la habían arrancado. El chico se acercó a ella y le gritó:
- ¡¿Dónde está la vacuna?!
La mujer escupió sangre y dijo con dificultad:
-
Estaba en asilamiento.
El chico le pegó una patada en el estomago, la mujer gritó
desconsoladamente mientras le caía sangre de la boca. Este se agachó y le dijo:
-
No me interesa donde estuviera… ¿Dónde está ahora?
LA mujer volvió a escupir sangre y dijo:
-
En el laboratorio inferior dos, en el laboratorio
inferior dos…
El chico se dio media vuelta y fue a donde estaba Ley para
levantarla. Tiró de ella hasta un ascensor en el que se subieron. Bajaron al
-2, una vez allí había una gran compuerta con un extraño teclado al lado. El
chico se acercó a el, pulsó unos botones, cogió el anillo que llevaba al cuello
y lo puso en un hueco circular del teclado. La compuerta se abrió y ambos
pasaron antes de que se cerrase. Ley vomitaba cada vez que daba cuatro o cinco
pasos. El chico la miraba preocupado y la ayudaba a andar. Después de pasar
varios pasillos y habitaciones, llegaron a un laboratorio bastante grande. El
chico tumbó a Ley en una camilla, y se dirigió a un cuadrado de cristal que
tenía unos pequeños frascos. Encajó el anillo en un pequeño hueco a la
izquierda, y el cuadrado se abrió. El chico se acercó a una de las mesas y se
puso a rebuscar en ella. Abrió un cajón y saco de el una jeringuilla embasada,
la abrió y se dirigió hacia el cuadrado de cristal. Llenó la jeringuilla con el
contenido de uno de los frascos, se acercó a Ley, le rompió un poco la
camiseta, sacó un rotulador y le pinto un punto en el pecho. Ley empezó a echar
espuma por la boca mientras le daban espasmos, el chico la agarró con fuerza
para que no se moviera mucho, cogió la jeringuilla y se la clavó con fuerza en
el punto. Ley gritó y dio un pequeño salto en la camilla, para luego caer
inconsciente. Cuando recuperó la consciencia, se encontraba mucho mejor, aunque
se sentía muy cansada y apenas sin fuerzas. El chico estaba al lado de ella
mirándola, mientras se comía una chocolatina. De pronto entró en el laboratorio
el hombre de la bata, los miró y les apuntó con su pistola. Ley se incorporó un
poco y dijo:
-
Tú, anciano ¿Qué me has hecho?
El hombre de la bata puso una sonrisa maliciosa y dijo:
-
Uno de nuestros tantos productos…
El chico de la melena rubia le miró con asco y le dijo:
-
No te has salido con la tuya, ella está vacunada…
El hombre de la bata disparó justo al lado de ellos y dijo
enfadado:
-
¡Estúpida! ¡No sirves para nada! Abandonaste tu puesto
de vigilancia en el laboratorio, y ahora encima no sirves ni como experimento.
No cantes victoria aún, la vacuna no es 100% efectiva.
Ley se levantó cuidadosamente y dijo:
-
¡Viejo! No iba a tener vigilado a ningún pobre
científico sometido por vosotros. Le dejé vía libre para escapar.
El hombre de la bata se enfureció aún más, disparó dos veces
más, cerca de ellos y dijo:
-
¡Por tu culpa mis laboratorios están contaminados!
Dejaste escapar al científico con las muestras y no defendiste el laboratorio
de quienes querían robar las muestras. Así que nuestras muestras no solo las
tiene el científico si no también el enemigo.
El hombre disparó de nuevo, pero esta vez al techo, y el
chico aprovechó para correr hacia el. El hombre intentó disparar al chico, pero
este se abalanzó sobre el tirándolo al suelo. Ley se acercó a ambos, mientras
estos forcejeaban por la pistola. El hombre disparó, y la bala rozó al chico en
el brazo. Este aprovechó el dolor del
chico e intentó levantarse, cuando la pelirroja clavó su catana en el pecho de
este. El hombre chilló intensamente y vomitó sangre. Ley retorció su catana
dentro de él y le dijo mientras el agonizaba:
-
¡Puto viejo! ¿Te gusta? ¡Por qué a mí si!
Retorció su catana otra vez dentro de el desgarrándole el
interior, mientras este daba sus últimos gritos con vida. Cuando ya estaba
muerto, Ley sacó su catana del cuerpo inerte, y limpió su sangre en el
pantalón. Ley se puso a rebuscar por todo el laboratorio, hasta que encontró
unas vendas que usó para tapar la herida del chico. Ambos salieron del
laboratorio por otra salida, estuvieron recorriendo varios pasillos, hasta que
llegaron a otro laboratorio. Una vez estuvieron dentro encontraron al hombre
enchaquetado con la manga izquierda levantada y una jeringuilla vacía en la
mano. Este se levantó rápidamente, tiro la jeringuilla al suelo y dijo:
-
¿Teniente qué está haciendo usted aquí? Usted no capta
las cosas…
Se acercó a una pantalla, pulsó unos botones y en la
pantalla apareció una foto de un interrogatorio. El hombre enchaquetado sonrió
y dijo:
-
Su hermano… El está con mi gente…. Coja su espada y
vaya a aniquilar a sus antiguos camaradas… Usted es la única que puede
matarlos, esos años en aquella montaña la enseñaron muy bien a pelear como
nadie, usted no necesita armas de fuego para matar a esos antiguos soldados…
Trabaje para nosotros…
Ley se enfureció, le pegó un puñetazo a la pared de hierro,
haciéndose heridas en los nudillos. Su mirada se oscureció, esta le miró con
desprecio, sacó la catana en un abrir y cerrar de ojos, se agachó flexionando
su pierna derecha, mientras la izquierda la estiró hacia el lado. Levantó la
catana un poco en dirección a donde estaba el hombre y giró un poco la muñeca,
dejando la parte más afilada arriba. El hombre enchaquetado se puso tenso, se
dio la vuelta para buscar su arma en una mesa que había detrás de el, mientras
Ley empezó a reír histéricamente. Esta en un gesto veloz comenzó a correr hacia
el hombre, dio un salto sobre una mesa, llegando a subirse rápidamente encima
de unas estanterías por las que corrió manejando el equilibrio a su antojo. El
hombre encontró su pistola, empezó a disparar sin apuntar por que la pelirroja
se movía demasiado rápido. Se quedó sin balas y mientras recargaba el arma, Ley
saltó sobre él atravesando con su catana el cráneo del hombre mientras dijo:
-
¡Muere gusano!
El cuerpo se desplomó sin vida en el suelo, Ley puso el pie
encima de la cabeza del hombre muerto y tiró de la espada con fuerza para
desencajarla del cráneo. El chico de la melena sonrió y dijo:
-
Tenemos que salir de aquí.
Ley asintió con la cabeza y dijo:
-
Ayúdame a buscar información en estos ordenadores…
El chico encajó el anillo en un hueco de la consola y se
puso a toquetear botones. Hasta que de pronto se quedó totalmente quieto. Ley
lo miró con preocupación y dijo:
-
¿Qué pasa?
El chico la miró pálido y le dijo:
-
Van a lanzar misiles… No creo que tengamos tiempo de
salir de estas instalaciones… Son inmensas y muchas compuertas están totalmente
selladas, tendremos que dar muchas vueltas para salir…Esto resistirá los
misiles, pero nos quedaremos encerrados aquí hasta que pase todo con las
cientos de criaturas que han entrado en las instalaciones…
Ley miró al suelo pensativa, y después dijo:
-
Teniente rojo, tengo que contactar con mi hermano,
necesito ayuda… El tiene un busca, pero el que yo tenía, lo perdí…
El chico se puso a toquetear la consola y dijo:
-
¿Qué le digo?
Ley apretó el puño y dijo:
- Dile donde estamos, y dile lo de los misiles, el sabrá que
hacer para ponerse a salvo…
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