La solitaria pelirroja recogía sus cosas cuidadosamente,
mientras se torturaba recordando la muerte de su amigo. Por el rostro de la joven
caían unas amargas lágrimas, que no cesaron hasta que alguien pegó en la
puerta. En ese momento Ley secó sus lágrimas rápidamente y dijo con seriedad:
—La puerta está abierta.
—¿De verdad te vas a ir? ¿Vas a separarte de tu hermano
ahora? —Preguntó Maya en voz baja, mientras entraba muy decidida en la
habitación.
Ley bajó la mirada unos segundos, mientras Maya la observaba
algo inquieta. El rostro cansado de la chica reflejaba el dolor que llevaba
consigo, aunque intentara ocultarlo.
—Si… En un rato me iré de aquí. —Contestó hastiada la
pelirroja, tras el breve silencio.
—¿Por qué? – replicó Maya, de mal humor.
La pelirroja guardó silencio, para continuar con su tarea. Maya
aún más impaciente, se negaba a que la conversación acabara en ese momento. La
chica quería respuestas y su intención era obtenerlas.
—¡Contéstame! ¿Por qué? ¿Por qué te vas a ir después de esto?
¿Y por que en mitad de la noche? ¡Háblame! ¡Di algo! —Dijo Maya molesta,
mirándola desafiante.
Ley en un ataque de ira, arrasó con todo lo que había en la
cama, arrojándolo al suelo violentamente.
—¡Cállate! ¡Tú no lo entiendes! – Gritó la pelirroja,
bastante enfadada.
Maya sorprendida por la reacción de su compañera, no se
atrevió a preguntar nada más. La miró con preocupación y se fue de la
habitación en absoluto silencio.
Una vez que Ley volvió a estar sola, comenzó a llorar de
nuevo. No quería abandonar a su hermano, pero era necesario. Entre lágrimas y
llantos, Ley recogía sus cosas del suelo tan rápido como podía. Cuando todo
estaba listo y solo le quedaba ponerse el traje nqb, se sentó en la cama
pensativa mirando fijamente su catana. A los pocos minutos se secó las
lágrimas, para empuñar el mango de su espada con firmeza. La sacó de la funda
lentamente, mientras miraba el brillo de la hoja casi obsesivamente. Una vez
fuera, la observó enfermizamente unos minutos y sin previo aviso, pasó la palma
de la mano izquierda por el filo de la hoja. Esta se tiñó de rojo gracias a un
pequeño hilo de sangre, que caía hacia abajo con lentitud.
—Terminaré esto, lo haré por ti, rojo…—Susurró la dolorida
pelirroja, al quitar la ensangrentada mano del filo de la hoja.
La pelirroja limpió la espada en sus sucias ropas, para
posteriormente guardarla en su funda. Cortó un cacho de su camiseta haciéndose
un vendaje improvisado, para acabar poniéndose el traje nqb. Una vez lista
enganchó la máscara al cinturón del traje y miró por última vez, aquella
habitación con la que había compartido su dolor. Cogió su mochila y colgó su
catana, al hombro derecho con un gesto rápido. Mientras lo hacía, observó las
gotas de sangre, que había derramado en el suelo. A los pocos segundos salió
por la puerta, con un paso bastante decidido.
Llegó a la habitación de su hermano, entrando sin que nadie
la viera. Una vez allí rebuscó entre sus cosas, cuidadosamente. Encontró en
poco tiempo, la vieja cartera de su hermano. La soltó encima de la cama y se
puso a rebuscar en su propia mochila. Sacó una vieja pulsera algo oxidada y un
trozo de papel, doblado a modo de carta. Guardó la pulsera en uno de los
bolsillos de la cartera y abrió la carta, con sumo cuidado. Entonces comenzó a
leer la pequeña y fea letra casi en susurro:
—Querido hermano, lo siento. Siento todo lo que ha pasado y
todo lo que aún está ocurriendo. He de decir que estos dos años he estado
enfadada contigo. Te fuiste de la ciudad sin venir a buscarme a los laboratorios.
No sé que pasó, ni si fue tu culpa, o no. De todas formas eso está olvidado. Se
que no vas a entender esto que te voy a decir, ni yo misma sé como contártelo,
pero tengo que intentarlo. Hermano tengo que irme, no quiero dejarte aquí, pero
tengo que irme, tengo que hacerlo por Rojo. ¿Recuerdas a los chicos? Mis
compañeros, mis camaradas. Ellos tienen algo entre manos y yo también estoy
involucrada. Cuando Rojo murió estábamos haciendo algo, y tengo que terminarlo.
¿Recuerdas al Teniente Hielo? Johnny, aquel chaval pelirrojo que era punk. Él
estaba conmigo cuando pasó lo de rojo, él ahora está solo terminando lo que
empezamos. Hay muchas cosas en juego. No puedo dejarlo en la estacada, solo
luchando contra el mundo. Te prometo que cuando acabe todo esto, tendremos un
lugar seguro para vivir. Volveré a buscarte, te lo prometo. Quedaros en este
sitio, parece seguro. Hazme caso, por estos lugares la cosa está fea, pero este
lugar es un buen refugio. Solo necesita reforzarse un poco y que lo cuidéis
bien. Espero que todo esto acabe pronto y podamos volver a vernos, dentro de
poco tiempo. Te he dejado la pulsera de mama para que te dé suerte. Siento
haber sido una carga para ti, y siento tener que irme. Perdóname por todo
hermano…
Una vez terminó, volvió a doblar la carta con mucho cuidado.
La guardó en un sitio que solo su hermano encontraría. La puso justo detrás de
una foto, de ella misma con diecinueve años.
Al ver aquella foto, Ley recordó aquellos años y como había
cambiado todo. Ya no era una joven militar con sueños y esperanzas. No era una
chavala que jugaba a drogarse y a no parar de beber. Había pasado ya casi una
década de todo aquello. Nunca podría volver a tener diecinueve años otra vez.
Eso le hizo recordar que en ese año sería su veintisiete cumpleaños.
Lo único seguro, es que desde aquellos años, hasta ahora,
había algo que no había cambiado. Seguía estando en la guerra, seguía siendo un
soldado y por supuesto, seguía luchando en primera línea de fuego con sus
camaradas. Por ese mismo motivo debía darse prisa en seguir con su labor.
Cerró la cartera y la volvió a guardar en el mismo lugar que
estaba. Cuando terminó salió de la habitación sigilosamente, para ir a
despedirse de su hermano.
Anduvo pensativa de camino a la enfermería, remordiéndose la
conciencia. Era duro, pero era algo que debía hacerse. Nada mas llegar a la
puerta Ley se paró unos minutos frente a ella, sin saber que hacer. Finalmente
decidió abrirla y quedarse allí, mirando a su hermano dormido un par de
minutos. Mientras le miraba desde lejos, no pudo evitar derramar unas lágrimas.
La desconsolada chica cerró la puerta, se puso la máscara y comenzó a alejarse
del lugar, agarrando con fuerza el mango de su espada.
Ley salió del fuerte sin despedirse de nadie, en mitad de la
noche. La única que sabía que se iba, era Maya. No tenía intención de ocultar
su marcha, pero tampoco tenía ganas de comentarlo abiertamente con todos. La
decisión solamente la concernía a ella, así que no tenía intención de buscar la
aprobación de nadie.
Caminaba rápidamente, ya que sabía que estaba a bastantes
kilómetros de su destino. Tenía que deshacer todo el camino que había seguido
con el grupo. Recordaba que cerca de la casa donde habían sido asediados, había
una vieja bicicleta que le haría el camino menos tortuoso. Ese era el destino
más próximo y tenía que llegar hasta él.
La pelirroja avanzaba solitaria, en la oscura y siniestra
noche. Iba con paso raudo y decidido, atenta a cualquier contratiempo.
Escuchaba los inquietantes ruidos en la misteriosa lejanía, haciéndola recordar
viejos tiempos.
Se vino a su cabeza la imagen, de la primera noche que pasó
sola en mitad de la montaña. Aquellos mal nacidos la habían dejado sola en
aquel lugar salvaje. No tenía comida ni abrigo, solo una afilada catana que
ella misma había elegido. Aunque ya era una teniente con prestigio, no sabía
usar una espada y las pasó canutas. Esa noche pasó frío y miedo, acurrucada
entre unos matojos. Había pasado las horas en vela, inquieta por los
espeluznantes sonidos de la noche.
Pensar en todo aquello, hizo que la joven recordara más
cosas de su peculiar retiro. Fue una época muy dura para ella. Pasaron varias
semanas hasta que consiguió cazar con su nueva arma. No fue gran cosa, solo cazó
un jabalí algo desorientado. Antes de eso solo se había alimentado con unas
pocas setas que iba encontrando. Practicaba con la catana día y noche,
perfeccionando su técnica. Andaba por las ramas de los árboles, intentando
estabilizar su equilibrio. Incluso pasó etapas con los ojos vendados o tapones
en los oídos, para acentuar todos sus sentidos. Llegó allí siendo una inútil,
pero cuando la sacaron de allí al año y medio, salió como una auténtica Ninja.
Después de eso su entrenamiento no terminó, adoptando una forma de vida algo
estrambótica.
Cuando se quiso dar cuenta, ya se había quitado la mitad del
camino que le quedaba. Para su suerte no se le hizo muy pesado, pensando en
todo aquello se le había ido el santo al cielo. Decidió ir corriendo hasta
donde se encontraba la bicicleta, ya que no andaba muy lejos.
La chica empezó a correr liviana como una pluma, sin hacer
prácticamente ruido. El poco sonido que producía con sus pies, se camuflaba con
el resto de ruidos nocturnos pasando completamente desapercibida.
Al poco observó a lo lejos un grupo de seres que se movían
en dirección al fuerte. No eran muchos, pero se movían a gran velocidad. Ley
paró en seco al verlos, sin saber que hacer. Se quedó mirándolos unos segundos,
hasta que percibió algo extraño. Uno de esos seres tenía una pequeña luz en la
mano. La joven confusa se preguntaba así misma, si estaba viendo visiones.
Cambió su rumbo para acercarse un poco más a esos seres. Al
poco que avanzó, se dio cuenta de que eran personas y estaban vivas.
Intercambiaban objetos entre si, tenían contacto físico, e incluso uno giraba
la manivela de su linterna de dinamo.
Al darse cuenta de ello, Ley continuó su camino corriendo.
No quería desperdiciar más tiempo, del que fuera estrictamente necesario. Al
amanecer debía de estar dentro de la frecuencia, de la radio de Johnny. Si no
lo lograba, tendría que esperar otro día más para contactar con él.
Por el camino no hubo ningún incidente escabroso. Lo bueno
de ir sola en la noche, era que podía ocultarse fácilmente. Cada vez que veía a
lo lejos alguna de esas criaturas podridas, ella tomaba otro rumbo alternativo.
Todo fue bien hasta que llego a la zona de la casa.
La zona estaba bien servida de zombies y esta vez no bastaba
con quitarse de en medio. Necesitaba esa bicicleta, no era un capricho, era una
necesidad. Eran demasiados para matarlos a todos, tenía que buscar un plan
alternativo. No tenía tiempo de quedarse allí pensando, así que se metió en una
de las casas que daban a la calle de la bici.
Atrancó la puerta con un mueble de la entrada, haciendo el
menor ruido posible. Inspeccionó la casa en busca de alguna amenaza, hasta
verificar que el lugar por el momento era seguro.
Miró por todos lados buscando algún arma, o balas para las
que ella ya tenía. Su búsqueda no tuvo ningún éxito, frustrándola aún más. Anduvo
desesperada por la casa, pensando alguna posible solución. Cuando ya no veía
salida se le vino a la cabeza una idea descabellada, mientras miraba por una de
las ventanas.
—¡Eso es! ¡Los cables de teléfono! —Dijo emocionada, al
pasársele aquella locura por la mente.
Subió al piso de arriba llena de energía, deseando probar su
descabellada idea. Se fue directa para el armario, en busca de sábanas. Cuando
ya las había encontrado, las estiró y las agarró con fuerza. Salió por la
ventana a la escalera de incendios, quedando pensativa con la locura que estaba
apunto de hacer. No era demasiada altura, pero el porrazo podía ser bastante
doloroso. Por suerte había un setenta por ciento de probabilidades de caer en aquel
césped naranja, amortiguando la caída. Aún así la situación imponía, ya que hacerse
daño no era el peor de los problemas.
Se acercó hasta el poste decidida, colgó la sábana en el
cable a modo de tirolina y contó hasta tres. Cuando terminó la cuenta dio un
salto y se deslizó, sin pensárselo ni una sola vez. La cosa fue bien un par de
metros, hasta que las sábanas se rajaron, tirándola al peculiar césped.
El gran golpe vino acompañado de un breve, pero intenso
quejido de la pelirroja. La peor parte se la había llevado su codo izquierdo,
que ahora le dolía a rabiar. Aunque su costado tampoco se había librado del
intenso dolor, era algo mas fácil de sobrellevar. Aún dolorida se levantó lo
más rápido que pudo, ya que aquel escándalo había llamado la atención de las
feas criaturas.
Ley desenvainó la catana con su mano derecha, mientras
corría en dirección a la casa más cercana. Un esquelético zombie se interpuso
en su camino, seguido de un par más. La pelirroja se vio forzada a bordear la
acera para esquivarlos, en una peligrosa maniobra. Cerca de la siguiente casa,
se fijó en que la puerta del garaje estaba un poco abierta. El único problema
es que tenía justo detrás de ella a tres zombies y enfrente, a dos más. Tenía
casi encima a cinco, pero cada vez se acercaban algunos más.
Le pegó una patada a un cubo de basura que había tirado en
el suelo, tirando de bruces a uno de los zombies que tenía enfrente. Teniendo
un problema menos, se dispuso a acabar con el otro que tenía delante. En un
gesto veloz la chica rebanó el cuello de la enclenque criatura, quitándose el
último obstáculo que le impedía llegar a la puerta del garaje.
Se arrastró por el pequeño hueco que había, cuando entraba al
garaje. Con todo su dolor usó ambos brazos, para cerrar el pesado portón.
Inspeccionó el garaje, pero allí no se encontraba ninguna otra criatura. Dentro
de la casa descubrió un zombie sin pies, que se arrastraba por el salón.
Suspiró, sintiéndose un poco aliviada al ver que no era una
amenaza. Agarró la catana con fuerza y se la clavó en el cerebro, con una
sonrisa pícara. Esa sonrisa desapareció, cuando estaba desencajando su espada
del cráneo.
Tenía un zombie a su espalda, que la acababa de sorprender
con un gemido. Al escucharlo por detrás, esta se puso nerviosa y no podía sacar
la catana del cadáver. Tuvo que emplear ambos brazos para conseguirlo, antes de
que la demacrada criatura llegara hasta ella. Esto le produjo un gran dolor en
su codo izquierdo, que manifestó con un ahogado y rápido quejido.
La pelirroja señaló desafiante a su victima con la espada. Echó
el cuerpo y posteriormente, el brazo derecho hacía atrás con una agilidad
impecable. En un movimiento casi de serpiente abalanzó su catana, para rebanarle
los sesos a la putrefacta criatura con un corte limpio.
La mitad superior de su cabeza se deslizó con suavidad,
hasta que cayó al suelo con un golpe brusco. A los tres o cuatro segundos le
siguió el resto del cuerpo, que se desplomó sobre la alfombra manchada de
sangre y pus.
La chica del cabello rojo se acercó al sofá, para limpiar su
catana, hasta dejarla reluciente. Nada mas terminar observó el lugar en busca
de alguna otra amenaza, pero la casa no albergaba ningún otro peligro.
La entrada de la casa estaba tapiada y cubierta con muebles,
así que parecía que aquel sitio era seguro. Por esa parte Ley se relajó un
poco, pero por otra necesitaba salir de allí. Pronto amanecería y no sabía si
desde aquel remoto lugar, podría contactar con Johnny.
Subió al piso de arriba y se quedó observando por la
ventana, pensando alguna manera de salir de aquel lugar. Su descabellada locura
había llamado la atención de los zombies, que ahora rodeaban la vivienda. No
quería reconocerlo, pero se había quedado atrapada en aquella casa.
Rebuscando por la casa encontró unas tijeras y unas sábanas.
Con la tela que recortó hizo un vendaje improvisado, que quedó bien sujeto al
codo. La presión hacía que no le doliera tanto cada vez que movía el brazo
izquierdo. Después buscó comida por la casa, pero no encontró absolutamente
nada.
Desesperada en su cárcel, Ley comenzó a evadirse de la
situación con sus viejos recuerdos. A los pocos segundos, su mente estaba muy
lejos de aquel lugar. Su cabeza la había llevado años atrás, concretamente a su
época en el ejército.
Se suponía que aquella misión no tan peligrosa como otras
anteriores, pero solo fue otra mentira mas. Les habían dejado a ella, a Johnny
y a Rojo, tirados en oriente medio. Cada uno tenía a su cargo un escuadrón, que
solo iba armado con metralletas y un par de granadas. Su misión consistía en
hacerse con el control de una región rebelde. Todo salió mal y Ley quedó
atrapada con su escuadrón, en un pequeño pueblo. Apenas tenían balas después de
la emboscada, en la que se habían visto envueltos.
La situación era bastante similar a la de aquellos días, así
que recordarlos la reconfortaba. Pensar en la gloría de viejas batallas hacía
que Ley se sintiera segura de sí misma, en tiempos difíciles. Al fin y al cabo,
siempre conseguía esa fuerza interior para continuar luchando, aunque todo
pareciera perdido.
La pelirroja recordó la desesperación de antaño, por salir
de aquella región remota de oriente medio. Por ese entonces Ley perdió a casi
todos sus soldados, intentando salir de allí. Aún así no se rindió y consiguió
llegar herida con dos soldados mas, a la reserva de armas enemigas. Se abrió
paso en una acción suicida, que tuvo éxito gracias a que era tan descabellado,
que el enemigo fue brutalmente sorprendido. Allí resistió hasta que Rojo volvió
con cinco escuadrones de refuerzo.
Si en esa ocasión Ley había sobrevivido, esta no tenía que
ser menos. También eso hizo que pensara en Rojo. Sin la ayuda de su amigo
probablemente hubiera muerto, al par de semanas. Al pensar en eso, la pelirroja
sintió un vacío en su interior, que no podía acallar. Después de unas amargas
lágrimas su mente solo le recordaba, que tenía que levantarse por su amigo
fallecido. Tenía que recobrar sus fuerzas y continuar con la tarea, que su
compañero no había podido terminar. Al menos ella le debía eso, en su memoria y
en su honor. Ese pensamiento le dio la fuerza que tanto necesitaba en aquel
momento. Una vez despejada su mente, se puso a pensar en posibles estrategias.
Mientras pensaba, andaba de una habitación a otra con los
brazos en su espalda. Andando por una de las habitaciones de aspecto infantil,
pisó un pequeño juguete. La chica se sobresaltó, ya que al pisarlo comenzó a
sonar una musiquita.
Ley algo histérica le pegaba porrazos, intentando hacerlo
callar. Ya bastante había liado antes, como para que ahora llamara más la
atención. Los golpes propinados por la pelirroja no surtieron efecto, pero por
suerte la musiquita paró al llegar a su fin.
Acto seguido la chica comenzó a escuchar unos disparos.
Estos provenían del exterior, así que esta se asomó por la ventana. Al
principio no veía nada, pero luego observó a dos hombres maduros, atrayendo la
atención de los zombies.
—¡Por aquí! ¡Seguro que hay alguien! ¡He escuchado una
música! —Gritó uno de los hombres.
—¡Si hay alguien que nos ayude! ¡Por favor! —Exclamó el
otro, nervioso.
Los zombies cada vez estaban más cerca de ellos. Eran
demasiados para que los dos hombres pudieran matarlos. Ley observaba la
situación desde la ventana, pero no tenía intención de intervenir. Solo pensaba
en la forma de salir, mientras las criaturas estaban despistadas.
Sus ojos se iluminaron al dar con la solución. Cogió
rápidamente el muñeco y se dirigió a las habitaciones, que daban al otro lado
de la calle. Se colocó en la ventana, miró alrededor y tiró el muñeco lo más
lejos posible. Una vez cayó al suelo, la música comenzó a sonar de nuevo, tal y
como ella quería.
—¡Por la calle de detrás! ¡Te lo dije! ¡Corre! —Gritó
entusiasmado uno de los hombres.
Ley se quedó en la ventana esperando que aparecieran los
hombres, en su campo de visión. Cuando estos aparecieron por la calle seguidos
de zombies, la chica se marchó de la habitación corriendo. Bajó hasta el
garaje, que daba a la calle contraria de donde estaban los hombres. Esperó allí
un poco, hasta que escuchó los gritos de esas personas siendo devoradas.
Acto seguido abrió la puerta del garaje, comprobando que
solo había dos zombies entre ella y la bicicleta. Agarró el mango de la catana
con fuerza y echó a correr hacia ellos, mientras escuchaba los alaridos de
aquellos hombres. Atravesó el cuello de la primera criatura, partiéndole la
columna. Al segundo le pegó una patada, que lo hizo caer al suelo. Cuando el
podrido ser intentaba levantarse, la pelirroja le atravesó el cráneo con su
fulminante catana. Sacó la espada del cadáver rápidamente y cogió la bicicleta.
Pedaleó con todas sus fuerzas para alejarse del lugar lo
antes posible. Los zombies no tardarían en terminar de comerse los cuerpos, de
aquellos pobres desgraciados. Además no tenía tiempo que perder, ya estaba empezando
a amanecer y tenía que contactar con su compañero.
El amanecer llegó cuando Ley veía el viejo establo a lo
lejos. La luz de la mañana desesperaba a la chica, que no paraba de pedalear lo
mas fuerte posible. Decidió parar unos segundos, para intentar contactar. Sacó
su radio, la encendió y apretó uno de los botones.
—¿Me recibes Johnny? Camarada estoy acercándome a la zona.
¿Puedes escucharme? —Dijo Ley alto y claro, mientras cruzaba los dedos.
Ley guardó silencio esperando una respuesta, pero silencio
es lo único que obtuvo. Decidió dejar la radio encendida hasta que llegara al
establo, donde volvería a intentar contactar.
Siguió pedaleando para llegar lo antes posible, estaba
empezando a ponerse nerviosa. Estaba bastante cansada de todo el camino que
había recorrido. Le dolía el codo y las piernas, pero no podía permitirse el
lujo de parar a descansar. Ya había perdido demasiado tiempo con el grupo, así
que ahora debía aprovechar cada segundo.
El sol ya estaba alto cuando la pelirroja llegó al establo.
Entró dentro y subió a la parte de arriba para sentarse unos minutos, mientras
intentaba contactar. Sacó la radio de nuevo, e hizo otro intento.
—¿Estas ahí Johnny? ¿Me recibes? Estoy donde contacte la
última vez contigo. ¡Respóndeme! —Gritó nerviosa.
Esperó un rato, pero solo escuchaba el ruido estático de la
radio. Ley la apagó, ya era media mañana y Johnny no respondería. La chica
quedó bastante preocupada con el asunto. No sabía si no contestaría porque
había llegado tarde al radio de alcance, o es que Johnny andaba mucho más
lejos. También estaba preocupada, por haberle dejado solo, quizás estaba en
problemas. Se le pasó la idea de que pudiera estar muerto, aquel pensamiento la
inquietó, pero en el fondo ella tenía fe en su compañero y en sus habilidades.
Pensó en continuar en dirección hacia el campo de
concentración, pero después de analizar la situación, decidió descansar un poco
antes de continuar. El campo estaba a bastantes kilómetros y ella ya había
recorrido muchos, desde que salió del fuerte. Su cuerpo estaba resentido del
viaje y de la caída en tirolina. Necesitaba descansar, era un soldado, no una
máquina. Aunque aquella cuestión no le era fácil de asimilar. Siempre se exigía
demasiado, pero está vez necesitaba ceder si quería llegar hasta el campo de
concentración.
Guardó la catana en su funda, pero siguió agarrando el mango
con fuerza. Se echó a dormir en las montañas de paja, apoyando la cabeza en su
mochila, con la espada debajo de la “almohada” para sentirse segura.
Despertó de un salto, al par de horas. Se levantó bastante
inquieta por continuar el camino. Bajó a la parte inferior, se subió en la
bicicleta y continuó el camino rápidamente.
Pedalear con aquel calor era algo insoportable, incluso
cruel. El traje tampoco ayudaba nada, haciendo que la chica sudara sin parar. Ella
preparaba su mente, para afrontar los casi doscientos kilómetros que le
quedaban. Menos mal que había conseguido una bici, andando hubiera sido un
camino demasiado largo.
Intentaba no pasar cerca de ninguna criatura, tenía un
vehículo, pero podían tirarla de él. Al ser un terreno amplio podía pasar
alejada de aquellos putrefactos seres, que encontraba por el camino.
Cuando empezaba a notar el cansancio se mentalizaba y se
decía así misma, una y otra vez en voz baja:
—Una mente sana y un espíritu sano, hacen un cuerpo
resistente. Una mente clara y un cuerpo ejercitado, hacen un espíritu
indomable. Puedo hacerlo, cada metro es un paso menos hacia la victoria. Puedo
hacerlo…
Así volvía a recobrar un poco la energía, para hacer un
esfuerzo más. Aunque ningún esfuerzo era el último, puesto que cuando volvía a
perder el ánimo se volvía a repetir eso así misma. Era un círculo vicioso del
que no estaba dispuesta a salir, hasta que llegara al campo de concentración.
Ya estaba oscureciendo y Ley aún andaba bastante lejos de su
destino. El viaje parecía interminable. La chica conocía varios escondites por
la zona, en los que podría descansar. Sabía que podía parar, pero se negaba en
rotundo.
Continuó hasta bien entrada la noche, cuando decidió visitar
un viejo escondite. Paró en las tierras de una granja cercana, buscando una
trampilla metálica. Cuando por fin la encontró, la abrió y se adentró en sus
profundidades. Era un viejo bunker familiar, que había sido abandonado.
La joven estaba exhausta y hambrienta. Buscó por el lugar
comida, que hubiera dejado algún compañero suyo. Para su buena suerte encontró
una vieja lata de atún, no era gran cosa pero al menos era algo.
Después de devorar la lata de atún, decidió dormir un poco.
Se tumbó en el suelo, con su mochila de almohada y se durmió, agarrando el
mango de la catana.
Estuvo durmiendo unas horas, que le vinieron muy bien para
recuperar sus fuerzas. Cuando despertó aun era de noche, pero eso no le impidió
proseguir su camino.
Se montó en la bici y siguió pedaleando, con todas sus
fuerzas. Ley prefería desplazarse por la noche, al contrario que otras
personas. Ella se sentía más segura, pensaba que en la noche podía ocultarse
mejor.
Empezó a amanecer cuando Ley había avanzado unos kilómetros.
Estaba ansiosa porque amaneciera, para volver a intentar contactar. Mientras
veía como la noche iba desapareciendo, ella pedaleaba entusiasmada.
Paró cuando recién había amanecido y sacó la radio,
rápidamente. Pulsó uno de los botones, intentando comunicar.
—¿Johnny? ¿Me recibes? Estoy a unos sesenta kilómetros al
sur, mas o menos. ¿Me recibes Johnny? —Preguntó sin perder la compostura.
Esperaba inquieta una respuesta, mientras escuchaba el ruido
estático. Cruzaba los dedos esperando que Johnny contestara, pero todo estaba
en silencio. Cuando ya había perdido la esperanza e iba a guardar la radio, se
escuchó una interferencia:
— ¿Ley?
¿Don… tas? ¿Le… No… ecibo…
La pelirroja reconoció la voz de su amigo al instante.
Apretó de nuevo el botón y contestó:
—¿Johnny? Te recibo, mal, pero te recibo. ¿Dónde estas? Yo
estoy a unos sesenta kilómetros al sur. ¿Puedes escucharme? Cambio.
Esperó la respuesta de su compañero, pero este no contestó
más. La chica se quedó ausente escuchando aquel ruido estático, sin saber que
hacer. Tras pasar un rato apagó la radio y decidió continuar.
Continuó con su tortuoso camino, mientras que el sol se
alzaba más y más. La chica cansada de tanto calor, recordaba sus caminatas
abrasadoras, sobre la arena de oriente medio. Esta situación era muy parecida,
sol, calor, sed, hambre, grandes distancias y enemigos de los que no
descuidarse.
Todo eso hizo que pensara en su amigo. En esta ocasión no
vendría Rojo a darle su ayuda. Al recordar esto, las lágrimas volvieron a caer
por el rostro de la joven, dolorida. Mentalmente no se encontraba bien, desde
la muerte de su compañero. Ella intentaba ocultarlo, pero era algo evidente
hasta para ella misma. No se concentraba igual, a cada momento la invadía esa
amarga tristeza.
Al par de horas de extenuante pedaleo, observó a lo lejos un
camión que le resultaba familiar. Apretó el paso para acercarse a él todo lo posible,
era algo que tenía que investigar. El camión frenó en seco cuando se dio cuenta
de que la chica lo seguía. De él se bajó un chico, con un traje como el que
llevaban sus compañeros.
Ley no podía verle la cara desde tan lejos, pero intuía que
era uno de los suyos. Comenzó a acercarse con cautela, ya que este individuo
parecía algo molesto por verla a ella. Cuando ya estaba cerca de él, este sacó
una pistola con la que la apuntó.
—¡Identifícate! —Gritó el chico, algo enfadado.
—¡Sangre! ¡Soy la Teniente Sangre ! —Contestó la pelirroja, mientras
enseñaba su catana.
El chico bajo el arma y dejó que esta se acercara. Cuando
Ley estuvo lo suficientemente cerca como para verle la cara, soltó la bici y le
dio un abrazo. El chico la abrazó también, mientras ponía una cálida sonrisa.
—Teniente Sangre se presenta ante el Teniente Artillería. —Dijo
burlonamente la pelirroja.
El chico soltó una carcajada y la invitó a entrar en el
camión.
—Gracias Jimmy, es todo un detalle por tu parte. —Añadió la
joven agradecida, mientras metía la bici, en la parte trasera y se subía a
ella.
Dentro del vehículo iban dos chicos más, el Teniente Nazi y
el Teniente Carroña. Estos saludaron a su compañera, contentos por el
reencuentro. La chica aliviada de estar con sus compañeros, se echó a dormir un
rato.
La despertó el Teniente Nazi, dándole unos toquecitos en el
hombro. Ya estaban dentro del campo y los chicos, ya habían sacado todas las
cosas del camión. Se adentró en las instalaciones del campo con su compañero,
hasta la zona más profunda donde se quitaron las máscaras. Todos ellos eran
algo paranoicos con el tema de la protección radioactiva. Aquellas tierras no
eran peligrosas y en la zona no había mucha radiación, pero siempre querían
estar lo más seguros que pudieran.
El Teniente Nazi era un chico alto y fuerte, con unas greñas
rubias que llevaba despeinadas. Parecía tener siempre una expresión de enfado
en su rostro. Sus ojos eran verdes azulados y su mirada era algo inquietante. Tenía
la misma edad de Ley y de los demás chicos. Eran viejos compañeros, que se
habían conocido en la escuela militar.
El chico le ofreció agua a su compañera, la cual se la bebió
como si estuviera en el cielo. Ambos se sentaron a limpiar armas, mientras
esperaban al resto.
—Me alegro de volver aquí, Nazi. Sinceramente andaba
buscando a Johnny… ¿Sabes donde esta? —dijo la pelirroja algo ausente.
—Uno. Johnny se ha ido, tenía que hacer unas cosas. No te
preocupes, en unas horas va a volver. Segundo. ¿Queréis dejar de llamarme Nazi?
Lleváis así demasiados años. —Contestó algo molesto.
—Es culpa tuya que te llamemos así. —Bromeó la joven entre
risitas.
—Ya, claro. —Añadió el chico soltando un suspiro.
—Deberíamos hacer guerra relámpago, porque en la invasión de
Polonia…—Se cachondeaba la pelirroja, entre carcajadas, intentando poner voz masculina.
Su compañero gruño mosqueado, intentando ignorar a su amiga.
Esta después de reírse a gusto, se disculpó con voz de niña buena:
—Venga Will, es broma, no te enfades.
Will le dedicó una sonrisa y continuó con su labor. Al poco
rato entró Jimmy en la estancia, con cara de agotado. Este se sentó al lado de
sus compañeros y soltó un leve suspiro.
Jimmy era un chico alto y delgado. Tenía cara de pícaro y
unos ojos celestes, con una mirada penetrante. Su sucio cabello rubio estaba
enredado, como si llevara meses sin peinarse. Su pecho estaba lleno de
cicatrices finas, que medían cinco o seis centímetros de largo.
La pelirroja miraba a sus compañeros, como si llevara años
sin verlos. Después de la muerte de Rojo, no miraba igual a sus camaradas.
Tenían un vínculo de sangre demasiado fuerte. Después de tantos años y tantas
batallas, eran mas que una familia.
—¡Eh! ¡Pelirroja! ¿Dónde andas? ¿En las nubes? —Bromeó Jimmy
pasando la mano por delante de los ojos de la chica.
Esta sonrió brevemente y contestó, pensativa:
—Perdona, estaba despistada. ¿Cómo va todo por aquí?
Jimmy suspiró con tristeza y contestó, con un aire
pesimista:
—Tonny… A Tonny le quedaran horas, o como mucho un par de
días… Ve a hablar con Max, que por cierto es el último científico que nos
queda. Quedamos muy pocos, el mundo cada vez es mas peligroso y nosotros, cada
vez somos más débiles. Todo escasea, menos el agua, que aún tenemos bastante.
La novia del Teniente Carroña ha muerto y no ha sido la única. El Teniente
Masacre, su mujer, el Cabo de oro y el Coronel de hierro, también han
fallecido… Por cierto siento lo de Bryan…
Ley agachó la cabeza, fijando su gélida mirada en el suelo.
Su rostro se apagó, dejando ver la amargura que llevaba dentro. Will al
observar a su compañera, dejó caer unas lágrimas por su cara, puesto que el
sentía algo muy parecido. Jimmy intento aguantar al ver aquella escena, pero no
pudo contenerse.
—Lo peor es lo de Rojo… Tantos años juntos… Masacre se
hundió al enterarse de la muerte de su hermano. Parece que ese vínculo fue fiel
hasta el final… Masacre murió a los tres días…—dijo Jimmy, entre llantos
desconsolados.
La pelirroja intentó contener sus lágrimas hasta el final,
pero al escuchar lo de Rojo, comenzó a llorar histéricamente. No podía aguantar
el dolor de su perdida y menos, si sus compañeros estaban tan rotos
interiormente como ella.
Los tres se abrazaron, intentando consolarse. Al fin y al
cabo solo se tenían entre sí. Eran una gran familia unida, que debía estar
junta hasta el mismo final.
Johnny entró en la estancia y se paró en seco, asombrado por
el panorama. Él venía de muy buen humor, ya que había conseguido traer algunos
alimentos. La situación lo descolocó y le quitó toda la alegría, que llevaba
consigo. Él sabía por que sus compañeros
estaban llorando y la tristeza, le invadió el alma. Intentó contenerse, pero no
puedo evitar derramar un par de sinceras lágrimas.
Sus compañeros se secaron las lágrimas al verle, intentando
recomponer la compostura. Se tomaron unos minutos en silencio, recuperándose de
aquellas intensas emociones, que les afectaban tanto.
Tras ese incomodo silencio, Ley fue a abrazar al pelirrojo
cariñosamente. Ambos se achucharon con fuerza, aliviados de reencontrarse.
—Nena me tenías intranquilo, espero que hayas estado bien. ¿Por
qué estuviste tanto tiempo sin contactar? — expresó Johnny, algo preocupado.
—Estaba en el sur a demasiados kilómetros, cerca del
depósito. —Se disculpó la pelirroja.
—¿En el de agua? ¿De donde sacamos el agua de reserva para
nuestro depósito? —Preguntó el pelirrojo extrañado.
Su compañera asintió, mientras soltaba un suspiro.
—Pues si que has ido lejos…—añadió Jimmy, después de unirse a
su amiga, soltando otro suspiro.
—Oye ahora vuelvo, voy a ver a Tonny. —Dijo Ley cambiando de
tema, mientras salía por la puerta.
La chica fue andando por los túneles interconectados, hasta
llegar a la enfermería del campo. Una vez dentro observo las camas, que tenían
unas bolsas enormes encima. Aquellas bolsas albergaban los cadáveres de sus
compañeros muertos.
La amarga sensación que recorría el cuerpo de Ley la
paralizaba, dejándola allí completamente inerte, mirando. Salió del trance,
cuando Max le dio unos toquecitos en el hombro.
Aquel señor mayor era un científico, bastante respetado y el
abuelo de Bryan. Tenía una larga bata blanca, con los bolsillos llenos de
pequeñas libretitas, que sobresalían de ellos. Su enredada melena blanca era
incluso más larga, que una extensa barba gris que tocaba continuamente con un
peculiar temblor.
El anciano acompañó a la pelirroja, hasta donde se
encontraba la cama de Tonny. Max la llevó sin mediar ninguna palabra, puesto
que sabía a lo que había venido la chica.
—Max, yo… Siento lo de su nieto. —Susurró la pelirroja,
disculpándose.
—No tienes por que hacerlo. Tú ya hiciste bastante por él,
hija. Le dejaste escapar del laboratorio donde estaba encerrado. Además por si
no fuera poco, luego le buscaste entre todo el caos y compartiste con él, algo
muy especial. — Le contestó el anciano amablemente.
La chica observó a su amigo, el cual estaba completamente
sedado. Ley sintió lástima y compasión, por él. Le miraba con tristeza, era muy
duro ver como todos iban cayendo poco a poco.
—¿Qué le ha pasado? —Preguntó la chica, dejando caer una
lágrima.
—Estuvo expuesto a la radiación y precisamente, no a poca.
El cabo de oro iba con él. Se quitaron los trajes porque estaban rotos. Este
murió prácticamente en el acto, por que estuvo en un epicentro radioactivo sin
protección. Tonny logró salir, porque no se adentró tanto, se quedó a unos
kilómetros. Todo esto fue anoche, pero en unas horas morirá… Su organismo se
está desintegrando, su estructura molecular se deshace… —Contó el señor mayor
con amargura.
La chica quedó sin palabras, mirando apenada a su compañero.
Lo más seguro es que esa sería la última vez, que le viera.
—¿Te han contado los chicos lo que descubrió Bryan antes de
morir? —Preguntó Max intentando cambiar de tema.
La chica hizo un gesto de negación y guardó silencio,
esperando que el anciano soltara prenda.
—Los niveles de radiación son más altos. Incluso en las
zonas que apenas son peligrosas. El problema es mayor, que el de las bombas que
soltaron. Si esas malditas centrales nucleares siguen ardiendo, los niveles
pueden incrementarse desproporcionadamente. Se que no estamos para obras, pero
hay que hacer algo con eso. Necesitamos buena ingeniería y el material
suficiente. —Comentó el anciano, con total sinceridad.
—¡Nosotros solos no podemos hacer eso! Tendremos que
solucionarlo algún día, pero ahora estamos ocupados con cosas de vital
importancia. Eso ahora mismo es una tarea imposible. De todas maneras al paso
que vamos moriremos todos, antes de que esos niveles desproporcionados, nos
maten entre terribles sufrimientos. —Replicó Ley bastante disgustada.
La chica salió de allí enfadada, al saber esa nueva
información. Era un contratiempo, casi imposible de afrontar con serenidad.
Intentó calmarse, pero apenas pudo relajarse, la situación empezaba a
superarla.
Se cruzó por el camino de vuelta al Teniente Carroña, que la
acompañó hasta donde se encontraban sus tres compañeros. El Teniente era un
hombre musculoso con treinta y ocho años, que se conservaba bastante bien. Tenía
una larga melena negra cogida en una coleta desarreglada y una cicatriz de
bala, en el brazo derecho.
—Si quieres cuando estemos listos para salir, puedes ir a
ver al resto. —Sugirió Carroña con amabilidad, por el camino.
La joven asintió pensativa, mientras jugaba con el piercing
de su lengua compulsivamente. Siempre que se enfadaba y no quería que nadie lo
notara, jugaba con él mordiéndolo y moviéndolo de un lado a otro.
Una vez se reunieron con los chicos, se sentaron con ellos
para terminar de limpiar las armas que quedaban. Todos estaban muy concentrados
en la labor, menos Jimmy que estaba durmiendo en el suelo. El chico se había
quedado dormido porque estaba demasiado agotado, llevaba más de veinticuatro
horas sin dormir.
—Tenéis que felicitarme, porque soy todo un campeón. —Dijo
Johnny con aire de chulería, para luego hacer una de sus grotescas muecas.
—¿Es que has invadido Varsovia o que? —Replicó Will
bromeando, con un tono borde.
—¡No imbécil! He encontrado uno de los viejos edificios
secretos. —Chuleó el pelirrojo, tras poner una sonrisa macabra.
—¿Ese es el próximo destino no? —Preguntó sarcásticamente
Carroña.
Los chicos se chocaron la mano, felicitándose por la nueva
información. Johnny con su aire de chulería grotesca, se levantó para tararear
una musiquilla, que posteriormente se puso a bailar como si fuera un “engendro
del mal”. Al pelirrojo le encantaba poner aquellas caras tan feas y como el
decía, “ser una criatura maligna que salía del inframundo”. Sus peculiares
gustos, sorprendentemente eran lo que mas atraía de él. Su carácter malicioso y
estrambótico, hacían de él una persona interesante a la que conocer para
entender mejor.
—¡Oye tú! ¡Puncarra! Me llevé tu mochila por error cuando
nos separamos. — Chuleó la pelirroja con cara de pícara.
—¿Qué crees que no me dí cuenta nena? ¡Te llevaste mi birra
y mis porros! —Regañó Johnny a su compañera,
entre muecas extrañas.
La joven comenzó a rebuscar en la mochila, para
posteriormente sacar dos botellines. El pelirrojo al verlos, dibujó una sonrisa
maliciosa en su rostro. Ley siguió rebuscando, hasta que encontró las bolsas
del tabaco y la mariguana, enrolladas entre sí.
—¡Nena eres una puta máquina! ¡Me has guardado algo! Me
viene de lujo, aquí queda poco y mientras mas mejor. —Exclamó entusiasmado el
grotesco chico.
El pelirrojo sacó de uno de los muebles un par de botellines
más, que les dio a Will y a Carroña. Los cuatro se bebieron la cerveza y
fumaron un par de porros, mientras terminaban su labor. Una vez el trabajo
estaba listo, despertaron a Jimmy.
—¿Ahora me vais a despertar cabrones? Para el trabajo duro
si, pero para las cosas buenas de la vida, os vais a lo cara perro. —Dijo Jimmy
mostrando su descontento, en un tono enfadado.
—¡Cállate cara jaula! —Gritó Johnny con chulería, mientras
le lanzaba un botellín de cerveza a su amigo.
Will y Carroña salieron de la estancia para preparar el
camión, mientras el resto se vestía para salir.
—¿Vas a ir con ese traje tan malo Sangre? —Preguntó Jimmy
burlonamente, mientras se terminaba la cerveza.
—Se me rompió el que tenía, así que me puse este. —Contestó
la chica con seriedad.
—Toma este, era el de la novia de Carroña. Seguro que te
queda bien. ¡Ahh! Y quítate esa porquería que llevas puesta, aquí está la ropa
de la muchacha. —Dijo el despeinado rubio mientras, le ofrecía a su compañera
unas ropas dobladas.
La chica se cambió, mientras sus compañeros organizaban las
mochilas. Johnny sonreía haciéndose el tonto, intentando ocultar que echaba un
ojo de vez en cuando. Jimmy al contrario que su amigo, no miró a la pelirroja
mientras se cambiaba.
—Pareces un crío de doce años Johnny. Esto no lo hacías ni
en el campo de batalla. Como si nunca te hubieras duchado conmigo en la guerra…
—Protestó la joven algo seria.
Una vez listos caminaron por los túneles, hasta llegar a una
sala donde descansaban algunos soldados. Ley les deseó suerte y se despidió de
ellos. Probablemente volvería a ver a alguno de ellos, pero también era
probable que alguno muriera, incluso ella misma. En aquellos días la vida era
muy apreciada y cada minuto era importante. Todos vivían como si fuera el
último día. Sabía que iban a morir tarde o temprano, así que lo mejor era vivir
al máximo el tiempo que les quedara. Iban a luchar, disfrutar, amar y aguantar,
hasta el último segundo que tuvieran.
Cuando salieron se dirigieron a la zona de los vehículos,
para salir a trabajar. Ley observó una furgoneta a la que le habían sacado el
motor, la cual parecía que estaban arreglando.
—¿Y eso? —Preguntó la pelirroja señalando la furgoneta.
—Los chicos y yo vamos a trabajar con ella, para dejarla
como mi carro. Todavía nos hacen falta un par de materiales, pero espero
conseguirlos pronto. —Contestó Johnny con orgullo.
—Chavales, nosotros vamos en el camión a por gasolina, a un
sitio que hemos descubierto. De paso vamos a saquear una vieja licorería que
Will encontró ayer. Vosotros llegaros a saquear mas comida de donde Johnny
trajo las latas de anchoas. Venid a recogernos aquí cuando terminéis. —Dijo
Jimmy mientras arrancaba el camión.
El pelirrojo asintió y se subió en su Jeep. Su compañera
soltó las mochilas en la parte de atrás, para montarse rápidamente en el coche.
Johnny espero a que Carroña abriera la verja para salir del campo a toda
velocidad.
El chico conducía temerariamente, como tanto le gustaba
hacer. Disfrutaba como un crío cogiendo el coche. Le gustaba ser optimista y
sacarle todo el partido que pudiera a cada situación. En ese preciso momento se
sentía feliz, quizás era cosa de la bebida o de la mariguana, pero estaba contento
de tener a su compañera al lado otra vez.
La pelirroja por su parte sonreía, mientras observaba el
camino. Estar con Johnny la reconfortaba, se sentía muchísimo mejor a su lado,
sobre todo en aquellos momentos. Él la distraía y hacía que no pensara tanto en
las cosas malas.
—Oye nena, nunca te lo he preguntado. ¿Por qué elegiste una
catana cuando esos desgraciados te obligaron a aquel entrenamiento? ¿Es que
acaso intentabas cantar con Wu-Tang Clan? —Dijo el esquelético chico con su
chulería innata, antes de soltar una carcajada.
—Adoro a los Ninja y lo sabes, así que no desperdicié la
oportunidad de acercarme un poco más al tema. —Respondió la joven de mala gana.
—Hubieras cogido unos nunchakus o unas estrellas Ninja. —Añadió
el chico entre risitas.
Johnny apretó el acelerador con fuerza y dio un volantazo,
para atropellar a un zombie. Su compañera se agarró con fuerza, al verse apunto
de caer del coche. El chico puso una de sus horribles muecas, para
posteriormente gritar enloquecido y entusiasmado.
—¡Vamos a jugar a atropellar podridos por el camino! —Propuso
el canijo, riendo maliciosamente.
Ley soltó un suspiro y meneo la cabeza, pensando que su
compañero no tenía remedio. Johnny totalmente entusiasmado jugaba a pasar por
encima de cualquier criatura que encontrara por el camino.
Tras un rato de sus peculiares entretenimientos, continuó el
camino esquivando a los zombies para ahorrar tiempo. Mientras conducía miraba a
su compañera de reojo, intentando disimular. Esta se hacía la tonta y miraba
para otro lado.
Las distracciones del pelirrojo hicieron que pinchara una
rueda, al rozar con el chasis reventado de otro vehículo que estaba tirado en
mitad del camino. Este se bajó del Jeep y le pegó una patada al chasis, con sus
botas con punta de hierro. Ley cogió el kalshnikov, dispuesta a asesinar a
cualquier cosa que se acercara a su perímetro.
Johnny se puso a cambiar la rueda lo más rápido que podía,
pero aun así algunas criaturas se acercaban. La chica disparaba a los mas
cercanos intentando no desperdiciar muchas balas.
Una vez estuvo cambiada la rueda, ambos se montaron al coche
deseando proseguir con el viaje. Ley miraba a su compañero con preocupación,
sin saber si abrir la boca o guardar silencio.
—¿Por qué me miras así? —Preguntó el chico con cara de
poker.
—¿Johnny que te pasa? Te veo raro… ¿Estas bien? Las dos
últimas veces que me he montado contigo en el coche, te has distraído y nos ha
pasado algo. —Dijo su compañera, expresando su preocupación.
—Si te digo la verdad… No, no estoy bien. Llevamos dos años
en este infierno, las cosas no son como antes. Claro que hay cosas que tú no
echas en falta, como estabas con Bryan hasta hace poco… Yo llevo casi un
maldito año a palo seco. ¿Crees que puedo estar bien? La mayoría de los
supervivientes son pollas, las mujeres hoy en día son más codiciadas que el
oro. —Gruñó Johnny bastante enfadado.
—Siento si te ha molestado la…—Se disculpaba Ley, hasta ser
interrumpida.
—¿Nunca hemos tenido secretos no? Pues eso me pasa, que
estoy cerca de una mujer y necesito cariño. No hay más que hablar. —Gritó el
canijo enfadado.
Ambos guardaron silencio el resto del camino, sin saber que
decir. Fueron unos momentos incómodos, pero finalmente se les pasó cuando
aparcaron el coche. Pararon cerca de una pequeña, pero lujosa mansión de dos
plantas. Para acceder a ella había que subir unas escaleras y atravesar un gran
patio.
—¿Aquí es Johnny? —Preguntó la chica confusa.
—Si, era la casa de un tipo de la bolsa. Al parecer tenía un
gran bunker oculto en su sótano. Lo descubrí hace poco y he estado sacando
cosas de aquí. —Respondió el pelirrojo con seriedad.
Ambos chicos entraron en la mansión con cautela. Johnny
avanzaba delante empuñando con fuerza su escopeta, mientras observaba fijamente
su alrededor en busca de sorpresas. Ley caminaba detrás algo despistada, pero
armada con su catana.
El esquelético chico abrió fuego contra una criatura, que
salió detrás de una puerta. El estruendo del disparo, alertó a más de esos
seres que se acercaban peligrosamente. Johnny comenzó a disparar una y otra
vez, contra grupos de dos o tres. Estos caían al suelo, aunque algunos se
levantaban. Ley se quedó inerte, con la mente en otro lugar.
—Rojo… —Susurró la pelirroja, mientras soltaba la catana
ausente.
Por un momento Ley vio en la cara de los zombies, el rostro
de su amigo fallecido. Acto seguido derramó unas lágrimas, que no pudo contener
al ver aquella imagen por unos segundos.
—¡Ley! ¿Qué coño te pasa? ¡Ayúdame! —Gritó su compañero
histérico.
La chica volvió en si rápidamente y recogió su espada del
suelo, para ayudar a su amigo. Ley cubría a su compañero, mientras este
recargaba su potente escopeta. La chica comenzó a rebanar los cuellos de
aquellos seres, llena de ira y resentimiento.
Atravesaba los cráneos con una basta brutalidad, que calmaba su odio
hacia ese mundo. Era la forma que encontró Ley para desahogarse y no reprimir
su dolor. Estaba furiosa y tenía que pagarlo con algo o alguien.
Johnny acabó con los dos últimos que quedaban con vida,
mientras la pelirroja atravesaba una y otra vez, el cadáver de uno de esos
seres. La chica no paró hasta que su amigo la zarandeó para hacerla volver en
sí.
—¡Nena, nena! ¿Qué cojones te pasa? ¡Cálmate un poco! —Dijo
alterado el pelirrojo, mientras seguía zarandeándola.
Ley se echó en brazos de Johnny y lo abrazó con todas sus
fuerzas. El chico la envolvió con sus brazos, intentando consolarla
tarareándole una canción. La joven comenzó a reír al escuchar a su amigo
haciendo el tonto. Eso le subió un poco el ánimo y la hizo recuperar su
compostura, para seguir avanzando hasta el sótano.
Llegaron hasta la trampilla del sótano sin ningún incidente
más, parecía que no quedaba ninguna criatura en aquella planta. Johnny giró la
válvula para abrir la puerta metálica y se adentró en sus profundidades. Ley
bajó unos peldaños, para cerrar la trampilla con sumo cuidado. Posteriormente
descendió por la pequeña escalerita de mano, justo detrás su compañero.
Una vez abajo se quitaron las máscaras y se pusieron a
observar lo que podían llevarse. La chica se fue directa para una pila de
cajas, de las que sobresalían diversas latas de conservas. Cogió un par de
ellas y las abrió, para devorarlas en escasos minutos.
—¿Desde cuando llevas sin comer? —Preguntó Johnny asombrado.
—Comí una lata de atún que había en uno de nuestros
escondites. Menos mal que la encontré… —Respondió la chica mientras tiraba las
latas vacías al suelo.
—¿No te han dado estos nada de comer? Si es que… —Dijo el
pelirrojo incrédulo.
—Will me dio un poco de agua. —Añadió Ley mientras cogía
otra lata más.
—¡Oh! ¡Si! Que educado… —Bromeó el canijo tras una de sus
muecas.
Tras terminar de zampar, la pelirroja empezó a guardar latas
en ambas mochilas. Su compañero se acercó a una de las paredes y tiró de una
pequeña cuerda. Se escuchó un sonido metálico y la pared se soltó un poco.
Johnny comenzó a tirar, hasta que sacó una cama plegable bastante amplia. Este
se sentó sobre ella sonriente e hizo una de sus horribles muecas.
—Nena, relájate un poco. Esta gente va a tardar más que
nosotros, casi el doble. No hace falta que te des tanta prisa, luego tendremos
que esperarles en el campo si corres demasiado. —Dijo el alto y esquelético
pelirrojo, mientras se tiraba hacia atrás quedando tumbado con los brazos
extendidos.
Ley le hizo caso a su compañero, y se echó a su lado para
descansar un poco. El colchón era tan cómodo y ella estaba tan cansada, que era
como estar en una nube. Su cuerpo exhausto se lo agradeció, como si no se
hubiera tumbado nunca.
—¿Estás mejor nena? —Preguntó el chico mientras se tumbada
de lado, apoyado sobre su brazo para mirar mejor a su compañera.
La delgada chica asintió pensativa, acariciándose el pelo.
El joven estuvo mirándola un rato, hasta que se acercó un poco y la besó. Ley
lo apartó con un guantazo, que sonó bastante fuerte.
—¿Qué coño te pasa Johnny? No estoy de humor para esto, mi
novio y mi mejor amigo están muertos… —Dijo la pelirroja un tanto enfadada,
mientras se ponía en pie.
—¡Joder! ¡Sé que estoy como un gorila en celo, pero tu
noveas! ¿Qué mierda te pasa desde que ha muerto Rojo? ¡Joder! Era como mi
hermano, sangre de mi sangre, pero tú no lo aceptas. —Gritó Johnny sumamente
cabreado.
Ley guardó silencio, mirando el suelo con la cabeza gacha. Después
de unos minutos continuó guardando latas en las mochilas, mientras su compañero
rebuscaba entre unos muebles. El chico sacó dos cartones de tabaco, de los
cuales uno le tiró a su compañera.
—Oye, lo siento, se que me he pasado… Espero que esto que he
encontrado lo compense. —Se disculpó el grotesco canijo después de llamar la
atención de su compañera.
—No hay nada que disculpar, yo también me he pasado. —Añadió
Ley arrepentida, por su comportamiento.
Cuando ambos terminaron de llenar las mochilas, aun quedaban
latas de conserva. Llenaron sus bolsillos todo lo que pudieron, intentando
llevarse todo lo posible.
—Luego o mañana volveré con Jimmy, para llevarme lo que
quede e inspeccionar la casa, en busca de cosas útiles. —Añadió el pelirrojo
con seriedad.
—Bueno al menos tenemos comida y tabaco. —Bromeó Ley
intentando destensar el ambiente.
El joven soltó una carcajada, para posteriormente poner esa
mueca que tanto le gustaba hacer. Ambos se pusieron las máscaras y salieron del
sótano, sin perder ni un minuto más. Una vez fuera se dirigieron a la salida
con cautela, intentando hacer el menor ruido posible. Un esquelético zombie se
interpuso en su camino, pero Ley atravesó su pecho partiéndolo en dos.
Cuando por fin estaban fuera de la casa, se encontraron con
que tenían visita. Lo que parecía ser una mutación de un oso, estaba entre la
casa y el Jeep. Aquella aberración era una peluda mole marrón, con cuatro
brazos de los cuales dos, erminaban en unas monstruosas garras. Su cuerpo
estaba deformado con grandes bultos, que le sobresalían varios centímetros.
—¿No podrías haber aparcado mas cerca? —Gruñó Ley mientras
se ponía en guardia.
—Tengo un Jeep, no un velociraptor. No puedo subir el coche
por las escaleras. —Dijo Johnny un tanto picado.
El pelirrojo apuntó y disparó con su estruendosa escopeta.
El mutante en un par de zancadas había recorrido más de la mitad del camino,
que había entre ambos anteriormente. Para colmo los zombies de los alrededores
se habían percatado de la presencia de los escandalosos chicos.
—¡Quítate de en medio! ¡Es muy rápido para ti! ¡Encárgate de
los podridos! —Ordenó Ley, preparándose para el ataque.
La pelirroja flexionó su pierna izquierda hacía delante,
dejando la derecha atrás casi tocando el suelo. Se mentalizó para sufrir el
dolor del codo, agarrando fuertemente la catana con ambas manos. Flexionó los
codos, dejando la espada apuntando hacia el monstruo. Suspiró con fuerza y
comenzó a correr en dirección hacia él.
A escasos metros de la criatura le asestó un brutal corte,
que iba en diagonal desde la parte superior hasta la inferior. Ley quedó
agachada en el suelo unos segundos, antes de dar una voltereta lateral. Cuando
la chica estaba girando, notó que cayeron un par de latas al suelo. El
responsable había sido el oso mutado, que por poco lo la había atravesado con
sus garras. No había calculado bien las distancias, ni su peso al llevar la
mochila. Ese descuido podía costarle la vida, así que tiró la maleta al
instante.
La pelirroja saltaba de un lado a otro, intentando esquivar
los golpes que ocasionalmente recibía. Cada golpe suponía un intenso dolor que
Ley intentaba aliviar, soltando un grito ahogado cuando lo recibía. En uno de
los golpes que logró esquivar, consiguió cortarle uno de los brazos a la
deforme criatura. Ya solo le quedaba una extremidad con garras, lo cual era una
gran ventaja.
Johnny se había subido encima de un árbol para matar mejor a
los zombies que venían atraídos por su hambre insaciable. El joven los estaba
conteniendo tanto como podía pero algunos se le estaban colando en el
perímetro, ya que eran demasiado rápidos.
La combativa pelirroja estaba perdiendo terreno contra la
mutada bestia, teniendo que retroceder varios metros. Un putrefacto ser estaba peligrosamente cerca de ella, cuando
la chica se percató de su presencia. No se había dado cuenta de que algunos
zombies estaban rondando no muy lejos.
—¡Joder! ¿Quieres ayudarme? —Gritó Ley histérica,
rebanándole el cuello al zombie que la acosaba.
—¡Tengo una escopeta y estoy yo solo! ¡No llevo un ejército
armado con rifles de asalto! —Gruñó Johnny, recargando los cartuchos de su
escopeta.
La delgada chica comenzó a correr de aquella aberración de
oso, que la seguía a un par de pasos. Ley saltó hasta arriba del muro,
ayudándose de piernas y manos. Gritaba cada vez que notaba el horrible dolor de
su codo, pero seguía forzándolo todo lo que podía. Era muy cabezona y se
obligaba así misma a aguantar.
Una vez arriba le dio la espalda al monstruo, para luego
dejar caer su cuerpo hacia atrás en una voltereta. Cayó completamente agachada
detrás de su enemigo, el cual quedó sorprendido por la espalda.
La pelirroja apretó con sus dos manos el mango de la espada
y se la clavó a la gran mole, con un movimiento elegante a la vez que sutil. La
criatura soltó un berrido, mientras caía sangre de la herida. Ley retorció la
catana en su interior y la sacó en un gesto raudo.
El gran oso furioso y dolorido, intentó abalanzarse sobre la
chica. Esta lo esquivó de milagro, saltando con la agilidad de un animal. Al
segundo intento la bestia consiguió alcanzarla, asestándole un brutal golpe que
la tiró al suelo de bruces.
Ley se levantó dolorida lo más rápido que pudo, impulsándose
con un pequeño salto. En un abrir y cerrar de ojos le pegó una patada en el
torso, consiguiendo que se alejara un poco. Acto seguido en una sinfonía de
movimientos raudos y ágiles, le asestó varios cortes por todo el cuerpo.
La mole de pelo gruñó y bramó del dolor, pero aun seguía con
vida. La criatura arremetió con fuerza, pegándole un cabezazo a la chica en el
costado derecho. Esta echó sangre por la boca, manchando un poco el cristal de
la máscara.
Johnny observaba asombrado a su compañera, mientras
aniquilaba a los zombies más cercanos. El chico no podía creer lo que estaba
viendo. Él había luchado junto a ella en la guerra y la había visto hacer
muchas cosas, pero nunca eso que estaba presenciando. La chica parecía una
autentica Ninja, peleando contra aquella aberración.
Ley se vio rodeada por tres zombies, sin apenas darse
cuenta. La joven contorsionó el cuerpo hacia atrás, para posteriormente girar y
decapitar a sus tres enemigos con rapidez. Esta acción le costó un golpe, que
estuvo apunto de evitar.
Al desestabilizarse con el porrazo, tropezó y cayó al suelo.
Se puso en pie apoyándose en su espada. Saltó y le asestó tres patadas al
mutante. Este retrocediendo tropezó, desplomándose con un estruendo. La
pelirroja aprovechó el momento y se acercó a él corriendo.
La chica se paró justo delante de él, mientras este
intentaba levantarse. Empuñó con fuerza la catana y giró la parte superior del
tronco, clavándole la espada en mitad del torso.
El animal mutado no paró de vociferar por el intenso dolor,
hasta que la chica sacó su catana después de retorcerla dentro. La criatura se
abalanzó asustada y dolorida, mientras la pelirroja retrocedía rápidamente. En
uno de los manotazos que dio cortó la cuerda del Kalashnikov, tirándolo al
suelo.
El escuálido chico estaba empezando a perder los nervios, ya
que cada vez se le colaban más zombies. Con los espantosos alaridos del oso
mutante y los gritos de su compañera, estaban atrayendo a todo el vecindario
podrido. Johnny ya casi no daba abasto y para colmo, le quedaban pocos
cartuchos de escopeta.
Ley se agobiaba por momentos, no podía luchar en condiciones
con aquellos seres interponiéndose en su camino. Se subió a una pequeña fuente
que había en el descuidado patio, para ganar algo de altura.
La fuente fue rodeada por cuatro zombies y la peluda mole, que
se estaba aproximando a ella. La criatura se llevó por delante a uno de los
podridos, que salió disparado violentamente.
La combativa pelirroja dio un salto hasta el zombie más
cercano, clavándole la espada en el cráneo cuando aún estaba en el aire.
Haciendo uso de su impresionante equilibrio, sacó la hoja impulsándose para dar
una voltereta y caer encima del mutante.
Johnny se centró en abatir a los zombis que estaban entre su
compañera y el monstruo, intentando darle cuartelillo para que esta no se
cayera de lo alto de aquella aberración. Aunque al hacer esto, estaba dejando
paso libre a que entraran mas podridos en la zona.
Ley se agarraba con fuerza al pelo de la criatura, mientras
esta zarandeaba su cuerpo, molesto por tenerla encima. La joven haciendo un
gran esfuerzo se quedó sujeta al pelo con su brazo izquierdo, soltando un
doloroso alarido. Su codo no podría aguantar mucho más, así que tenía que
hacerlo o ahora, o nunca.
La mano derecha de la decidida chica, empuñaba con toda su
fuerza el mango de la espada. Gritó salvajemente y con un elegante movimiento,
atravesó el cráneo del mutante con su letal catana. Retorció su querida espada
todo lo que pudo, para posteriormente clavársela una y otra vez. La bestia
agonizó gritando dolorida, hasta que cayó al suelo completamente inerte,
momento en el que Ley paró de destrozarle el cráneo.
La sanguinaria joven sacó por última vez la catana de la cabeza
del ser, quejándose por su dolor de codo. Bajó del cadáver rápidamente,
buscando su rasgada mochila. Esta estaba a unos pocos metros, detrás de dos
podridos que le bloqueaban el paso.
Johnny intentó matar a ambos, pero solo pudo acabar con uno
antes de quedarse sin balas. Ley corrió hacia el siguiente agachada, para
posteriormente cortarle las piernas. Recogió su mochila y metió las latas, que
estaban tiradas por el suelo. La mochila aún servía como bolsa, ya que la parte
superior era la que estaba rota. Acto seguido fue a recoger el rifle que no
andaba muy lejos.
—¡Nena! ¡No me quedan balas! ¡Espera! —Gritó asfixiado el
pelirrojo mientras bajaba del árbol a toda velocidad.
El sombrío chico se puso a correr, huyendo de un par de
zombies que le perseguían. Su compañera mató a uno de los podridos que se
encontraban entre ella y Johnny. El pelirrojo golpeó a uno de ellos con la
culata de su escopeta, después de pegarle una patada a otro para tirarlo al
suelo.
Una vez reunidos Ley le dio el Kalashnikov y comenzaron a
correr para salir de allí. Johnny se puso en cabeza para ir eliminando a
cualquier podrido que se pusiera en su camino. Consiguieron llegar a la
escalera, teniendo que eliminar solo a dos zombies. El resto de demacradas
criaturas corrían con ansias detrás de ellos.
Cuando corrían escaleras abajo Ley tropezó y rodó hasta el
final de la escalera, perdiendo su catana por el camino. Johnny la recogió, mientras
bajaba como alma que lleva el diablo. La chica algo desorientada por la caída
estaba recogiendo las latas que habían caído al suelo, sin percatarse de que se
acercaban podridos por su espalda.
Casi cuando las criaturas habían alcanzado a la joven,
Johnny acabó con ellas con el viejo rifle de asalto. Ley al escuchar los
disparos se percató del peligro que corría, hasta hacia tan solo unos escasos
segundos. El pelirrojo consiguió llegar abajo antes de que la chica recogiera
toda la comida.
Una vez abajo Johnny le devolvió la catana a su amiga y
continuó corriendo hasta el coche. Ambos saltaron el pequeño muro sin ningún
problema, consiguiendo llegar hasta el Jeep. Arrojaron las mochilas dentro de
él, a la vez que se subían ellos también.
Ley apoyaba las rodillas en los asientos, disparando a toda
criatura que se acercara al coche mientras Johnny arrancaba. Una vez el
pelirrojo encendió el motor, aceleró con fuerza atropellando a un par de
podridos, que estaban en mitad del camino. Al ir alejándose los chicos se
relajaron un poco también, aliviados de haber salido sanos y salvos.
—Toma esto, te vendrá bien para el codo. —Dijo Johnny mientras le ofrecía un calmante a
su compañera.
A mitad de camino Johnny paró el coche con un frenazo en
seco, que sorprendió a su compañera. Esta lo miró extrañada, preguntándose que
pasaba. El joven salió unos segundos del coche con el motor en marcha, para
posteriormente volver a subir.
—Tenemos que ir a un sitio, creo que te irá bien…— Dijo el
esquelético joven, mientras aceleraba cambiando el rumbo.
La licorería se encontraba retirada, en las afueras de una
pequeña aldea de no más de cinco o seis calles. Tenía echadas las persianas
metálicas, por toda su fachada. La
solitaria zona estaba llena de una alta maleza, que tenía colores
fluorescentes. Entre los matojos radioactivos aparcó la furgoneta de los
chicos, aplastando las coloridas raíces.
—Después de media vida para coger gasolina, hemos llegado al
cielo. —Bromeó Jimmy bajando del vehículo.
—Si no fuerais unos incompetentes, el trabajo se hubiera
echo en un abrir y cerrar de ojos. —Gruñó Carroña poniéndose a la cabeza.
—Fred no seas tan gruñón, hermano. —Le contestó Jimmy
dándole un toquecito en el hombro a Carroña.
Los tres tenientes dieron la vuelta al edificio, mirando los
alrededores en busca de posibles
amenazas. Jimmy se paró delante de la puerta trasera, para utilizar su vieja
ganzúa.
—Menos mal que Rojo te enseñó bien a abrir puertas. —Dijo
Will sonriente, mientras entraban dentro de la licorería.
—Rojo era el chico ganzúa, entraba en cualquier lugar. Nunca
importó si había una vieja cerradura, o una electrónica. El tío te colaba hasta
en un complejo de alta seguridad, pero este pobre desgraciado con suerte abre
un diario infantil, y aún teniendo la llave. —Replicó Fred con su mal carácter.
—Carroña, tú tan simpático como siempre… —Respondió Jimmy
tras soltar un suspiro.
El interior de la licorería era un autentico caos. El
pegajoso suelo estaba lleno de los cristales rotos, que antaño eran botellas de
alcohol. Las estanterías de los mostradores estaban rotas y tiradas, formando
pequeñas barricadas manchadas de sangre. Por algunos lados había casquillos de
balas y cadáveres de zombies, de los cuales salía un hedor insoportable.
Los chicos anduvieron hasta el final de la estancia, donde
se pusieron a mover unas estanterías que formaban una alta barricada. Esta
estaba tapando una puerta, que daba al almacén de la tienda. Cuando consiguieron
quitarlas todas, consiguieron entrar a donde ellos querían.
—¡Esto es una mina de oro! —Exclamó Jimmy, asombrado por la
cantidad de alcohol que había allí, mientras cerraba la puerta del lugar.
La estancia estaba llena de cajas y más cajas, de todo tipo
de botellas de buen alcohol. Podían elegir que querían llevarse, tal y como si
fueran de compras. Todos se quitaron las máscaras rápidamente. Will se fue
enseguida a la parte de los whiskys, indeciso por cual abrir primero. Jimmy
abrió corriendo una botella de ron cacique, de la que se puso a beber como si
fuera agua.
—¡Sois unos malditos borrachos! ¡No sabéis apreciar el buen
alcohol! —Bromeó Carroña con su particular tono gruñón.
Los chicos despreocupadamente se sentaron un rato a beber,
para descansar del duro trabajo que habían echo para conseguir la gasolina.
—Quizás no nos deberíamos de entretener tanto, esta gente
estarán esperándonos… —Sugirió Will tras darle un trago a su whisky escocés.
—¿Bromeas? Johnny esta loco por que nos entretengamos todo
lo posible. ¿Es que acaso estás sordo? El mismo lo comentó antes, cuando Ley
fue a ver a Tonny. —Respondió Jimmy asombrado por lo tonto que parecía su
compañero, al no enterarse de nada.
—Yo que sé tío, paso de él. Me emparanolla la cabeza muchas
veces, está to quemao del cerebro. Aparte que a Ley no le gusta Johnny, le
gustaba Rojo. —Respondió el musculoso rubio.
—¡¿Rojo?! —Preguntó Fred asombrado, escupiendo el sorbo de
anís.
—Pero Will, tío… Rojo está muerto… —Añadió Jimmy algo
ausente.
—¿Me podéis explicar eso? —Gruñó Carroña.
—¿Ahora te enteras? Coño, mira hacia atrás y fíjate. —Dijo
Will desenfadado.
—La cosa es que Rojo en vida desaprovechó la oportunidad y
ahora está muerto. El estúpido científico ese, también está tieso, y Johnny
ahora está más salido que un mandril. La cosa está bastante clara. Si al chaval
le mola desde ni se sabe cuando y lleva sin mojar pecha, es lo mas normal. —Dijo
Jimmy explicando su punto de vista.
— ¡Es verdad! Desde que se tiró a la putilla esa, a la que
le acabó reventando los sesos, está to pesao. —Añadió Will entre carcajadas.
—Bueno de lo que estamos seguros, es que en este caso quien
reventaría sesos sería la pelirroja. No es nadie esa, como te descuides un poco
se emparanolla y hace de tus tripas su desayuno. —Dijo Jimmy algo gracioso, por
el efecto del alcohol que le estaba subiendo.
—Sois unas marujas, os encanta cotorrear. —Añadió Carroña
mientras abría otra botella.
—Igual que tú, lo que pasa que nosotros somos mas
descarados. —Bromeó Jimmy sacándole la lengua.
—Yo lo que no sé es que coño hacia Sangre con el enclenque
de Bryan, menudo tío más raro. —Opinó Will algo borrachín.
—Sencillo, está más claro que el agua. Ley obligada a
retener a los científicos, sentiría pena de ellos. Se encariñaría con el tipo
este, que debía ser de los más jóvenes y punto. La culpabilidad la llevaría a
sentir afecto, como cuando quieres a un gracioso animalito, por que te da pena
de tenerlo encerrado. —Contestó Jimmy muy convencido.
—A mí lo que no me ha quedado claro, es porque Sangre y Rojo
no se acabaron liando. ¿Qué pasó? —Dijo Fred intrigado, volviendo a meterse en
la conversación.
—No pasó nada porque eran idiotas, así de claro. —Respondió
Jimmy brevemente.
—Bueno bocazas, mientras cascáis como dos viejas podríamos
ir llenando las mochilas y las bolsas. —Sugirió Fred de mala gana.
—¡A sus ordenes dictador! —Bromeó Jimmy borracho, mientras
hacia el saludo militar.
Los borrachos soldados se pusieron a la labor, entre
carcajadas y pequeñas bromas. El único que parecía guardar compostura era Fred,
los otros dos estaban de cachondeo mientras guardaban las botellas.
—¿Te imaginas al quemado de Johnny intentando ligar con Ley?
Seguro que al final vuelve con una puñalada o algo. —Se cachondeaba Jimmy entre
carcajadas.
— Jajaja. A lo mejor lo castra como a un gato. —Bromeó Will
casi tirado en el suelo de la risa.
—Si Ley hace eso, es la puta ama. Pero enserio, yo no me lo
imagino. Johnny esta acostumbrado a ser un bestia con las tías. Desde los
catorce años su táctica ha sido siempre la misma. Se pone en plan sádico, las
agarra de los pelos, les grita, y no sé como se las beneficia, para acabar
dándoles una patada. Es asombroso que se tire a las tías comportándose así,
aunque con las que se va también es verdad que les mola el rollo esclava. Pero
la cosa es esa, siempre todo a sido para echar un polvo, pero está vez es
diferente. —Comento Jimmy, llenando unas bolsas.
—Eso te crees tú, con lo salido que está ahora, acabará
haciendo lo mismo de siempre. Si vuelve herido, me apuesto cuatro cigarros a
que Ley a puesto el modo gore en on, y a jugado con él usando su espada. —Contestó
Will entre risitas de borracho.
Cuando ya habían llenado todas las bolsas, se dispusieron a
coger cajas. Se pusieron las máscaras y salieron fuera, para ir llenando el
espacio libre que quedaba en el camión. Carroña se quedó fuera vigilando,
mientras sus compañeros entraban y salían.
—Menos mal que hemos encontrado esto. La vida en este
infierno sin alcohol es para pegarse un tiro. Estar borracho en este caos, hace
que quiera seguir viviendo. Siempre he estado borracho, ser un soldado siempre
ha sido duro, pero esto es mucho peor. Pensar que puedes morir en unas horas,
hace que quieras beber, comer y reír todo lo que puedas. Pero estar siempre con
una máscara y un traje radioactivo, es lo más asqueroso que te puede pasar,
estoy harto… Cuando bebo se me quita ese agobio, esa necesidad de respirar aire
puro y notar la brisa fresca en la mañana. —Comentó Jimmy con toda la
sinceridad, que albergaba en su interior.
—La razón más importante para beber, es la tortura de saber
que voy a pasar la eternidad en este infierno, aguantando al chalao de Johnny. —Bromeó
Will intentando animar a su amigo.
—¡Que exagerado! Si llevas media vida aguantándole, un poco más no será para tanto. Además aunque
está algo pirado, es un tío divertido. ¡Anda que no nos hemos pegado fiestas
con él! —Replicó Jimmy un tanto chulesco.
—Es divertido en la trinchera, de fiesta y para lo que
quieras, pero no para estar siempre con él. Al menos antes cuando quería podía
quitarme de en medio, ahora tengo que aguantarlo día y noche. Está demasiao
quemao de la cabeza, se le va pecha la pinza. —Dijo Will, mientras recogía las
últimas cajas que les cabían en el camión.
—¡Anda ya! Si aquí todos estamos grillaos, no se salvaba
ninguno. ¿Es que acaso Masacre estaba bien de la olla? Por que a ese se le iba
bastísimo, no sé quien ganaría en un concurso de locura. ¿Y que me dices de
Carroña? Recuerda como era en la trinchera, cualquier día se le va la pinza y
la lía. Yo tampoco estoy muy cuerdo y lo sabes, pero que valla, tú no eres la
excepción. A ti se te pira pecha, eres un puto Nazi. Le tienes una manía a los
polacos, que yo flipo. Sin contar que tienes una sería obsesión con la blitzkrieg,
que no me parece nada sana. Aunque uno de los más pirados era Hierro, ese puto
tío era una jodida máquina. Sinceramente Johnny esta loco, pero yo creo que
quien se lleva el premio es tu colegona Sangre. La pelirroja está tarada, si
muy callada y muy sería cuando quiere, pero ese silencio a mí me da pánico.
Cuando está en silencio es cuando está maquinando, y precisamente no es una
santa. Es un soldado, pero más que un soldado a mí me parece una asesina, ella
disfruta con ello. Tanto Ninja y tanto Samurai le ha afectado, se lo toma
demasiado enserio. Antes era una filosofía loca de soldado, pero ahora da
miedo. —Dijo Jimmy exponiendo sus pensamientos algo borracho, mientras volvía a
poner la barricada delante de la puerta.
—Más miedo me daba a mí cuando le daban las venas
terroristas con las baterías antiaéreas, o cuando se llenó de explosivos con
intención de volar el parlamento. Sí, es buena en el cuerpo a cuerpo, y ahora
encima tiene una catana, pero me daba mucho más miedo cuando manejaba la
artillería pesada a tu lado. —Respondió Will metiendo las últimas cajas.
—¡Miedo os voy a dar yo como no movamos el culo de aquí!
¡Marujas! ¡Dejad la charla y vámonos ya! —Gritó Carroña cansado de que sus
compañeros no se dieran prisa.
Jimmy cerró la puerta trasera de la licorería y buscó en su
bolsillo, las llaves del vehículo. Will se subió en la parte trasera,
tropezando por culpa de la borrachera que llevaba encima. Carroña se las quitó,
en cuanto este las encontró.
—¡Tú no vas a conducir! ¡Estás demasiado borracho! —Gruñó
Fred alterado.
Jimmy aliviado de poder seguir su charla sin tener que
prestar atención a la carretera, se subió de copiloto con una sonrisa de oreja
a oreja. Su compañero algo cabreado arrancó el camión y aceleró, para alejarse
lo más rápido posible.
—Entre el viejo depósito militar y esto, hemos perdido
demasiado tiempo. Como si no supierais que tardamos una eternidad, solo en
recorrer el camino. Desde que por sois soldados sin ingresos, sois unos
incompetentes. —Se quejó Fred, conduciendo a toda velocidad.
—¡No seas pesado tío! No tenemos prisa, no vamos a llegar
tarde a trabajar, ni van a cerrar los restaurantes. Johnny quería tiempo y no
veía ningún inconveniente en dárselo. El chaval también tiene sus necesidades… —Replicó
Jimmy bastante disgustado.
—Pues sí quiere follar, que lo intente en el campo, cuando
mi culo esté a salvo, no en mitad de la nada. —Gritó Carroña, cerrando el tema.
Los chicos estuvieron pensativos y en silencio un buen rato.
Jimmy miraba por la ventana, inmerso en los recuerdos de antaño. En concreto
recordaba unas vacaciones en la playa cuando era adolescente. Cuando terminó el
curso en la escuela militar, fueron a California a la casa de los abuelos de
Ley. Ella lo había invitado a él, a Rojo y a Johnny. Pasaron borrachos todo el
verano, en la playa de fiesta en fiesta. Por las tardes se iban con el hermano
de la pelirroja al campo, para pasar toda la tarde disparando a viejas latas.
Recordaba aquellas vacaciones como las mejores, ningún verano había disfrutado
tanto como ese.
Carroña no paraba de pensar en lo largo que se le hacía el
camino, era algo que lo superaba. No quería perder tanto tiempo cada vez que
tenían que hacer algo, estaba harto de pasarse los días enteros por ahí.
Will intentaba recordar la letra de una vieja canción, que
solían cantar todos juntos en la guerra. Tenía en mente parte de la letra, pero
con el resto estaba hecho un lío. Aquella canción siempre solía animarlos,
cuando en el camino todos se quedaban en silencio.
—Estoy harto de este mundo, quizás no sería tan mala idea
beber hasta morir de un coma etílico… —Dijo Jimmy deprimido, al recordar los
viejos tiempos que ya nunca volverían.
—Todos estamos hartos, pero rendirse a la muerte es de
cobardes. ¿Vas a suicidarte para escapar? ¡Muere como un hombre haciendo algo
digno! Si mueres de un coma etílico, al menos que no sea intencionadamente. —Gritó
Carroña enfadado.
—¿Eres tonto tío? ¿Vas a escoger la manera más desagradable
para suicidarte? Eres un soldado, échale un par de cojones y enfréntate al
mismo demonio si hace falta. ¡No me seas maricón!—Replicó Will bastante borde.
—¡Callad ya! Estoy borracho, pasad de mí. —Añadió Jimmy
alzando la voz.
—¡Cállate tú! Déjate de tonterías y céntrate, cuando nos
reunamos con estos vamos a tener trabajo duro. Dormid un rato si es necesario,
pero luego os quiero en vuestra línea. Esta es nuestra verdadera misión, aquí
no valen las chiquilladas y lo sabéis. —Dijo Carroña concentrado en la
carretera.
Ambos le hicieron caso y se echaron a dormir un rato. Cuando
casi se estaban quedando dormidos, se alertaron al notar el volantazo que dio
su compañero. Este estaba pálido por el susto, agarrando con fuerza el volante.
Un par de mutantes se habían cruzado en su camino, apunto de
provocar un accidente. Estos eran casi tan grandes como el camión y avanzaban a
gran velocidad. A estas moles las acompañaron otras cuatro, un par de minutos
después.
Tras el extraño incidente, el camino continuó con
normalidad. Jimmy y Will acabaron durmiendo la mona, en cuanto la situación se
normalizó. Fred se tranquilizó a los pocos minutos, al ver que lo único que
encontraba por el camino, eran zombies. A los pocos que vio por la zona casi
siempre iban solos, así que o los esquivaba o pasaba por encima de ellos.
El Jeep paró delante del bosque naranja, al lado de la
pequeña montaña. Desde allí podía verse la tumba de Rojo, a unos pocos metros
de donde habían aparcado. Los jóvenes se bajaron del vehículo con la cabeza
gacha, en absoluto silencio.
—Sé que lo necesitas y yo también lo necesito. —Susurró
Johnny cuando llegaron al lado de la tumba.
La joven pelirroja comenzó a llorar desconsoladamente,
mirando el pequeño montículo de tierra. Ella ya no era la misma, aquella muerte
le había afectado demasiado. Necesitaba curar sus heridas y continuar, tenía
que hacerlo por Rojo. Debía recuperar toda su concentración, para poder
terminar aquello que habían empezado.
—A mí también me duele, yo también le echo de menos. Perder
a tantos hermanos es muy duro, sobre todo cuando ya quedamos tan pocos… —Dijo
el esquelético chico, derramando unas sinceras lágrimas.
—¿Y tú como consigues superarlo? —Preguntó Ley entre amargos
llantos.
—No lo supero, pero intento vivir con ello. ¿Crees que Rojo
querría ver este despojo en el que te has convertido? Piensa solo una cosa, tú
estás viva. Aprecia lo que tienes, solo vas a vivir una sola vez y tal y como
está la cosa, puede que no vivamos muchos mas. Levántate como siempre has
hecho, vuelve a ser tú. —Contestó Johnny algo molesto.
—Lo intento, pero no puedo… A veces veo su cara en los
rostros de los zombies… A veces no recuerdo su muerte y me giro para decirle
algo, pero él ya no está. Otras veces sencillamente es que me niego a aceptar
su muerte… —Susurró la pelirroja con la cabeza gacha.
—Tienes que aceptarlo, lo vistes con tus propios ojos… —Añadió
el joven con tristeza.
Ambos quedaron en silencio mirando la tumba, inmersos en sus
pensamientos. Ley pensativa observaba con odio y resentimiento, aquel maldito
bosque que le había costado la vida a su amigo. Su tristeza ocasionalmente se
transformaba en una ira incontrolable, la cual la cegaba momentáneamente.
Johnny andaba de un lado a otro, recordando como había
ocurrido todo. Se torturaba así mismo, pensando que él último día que pasó con
su amigo, no fue todo lo amable que debió haber sido.
—Yo me comporté como un cerdo, no debí pasar el último día
picándolo por tonterías, o discutiendo por querer emborracharme. No debí
haberme burlado del bosque antes de entrar, este es mi castigo. Yo tendría que
ser el muerto, yo me burlé mientras vosotros reconocíais el respeto que
sentíais hacia esta aberración… —Expresó el canijo sintiéndose culpable.
—Yo debí haber dicho muchas cosas, que ya nunca jamás podré
decir… Siempre pensé que quedaría tiempo, pero se me escapó de las manos… —Dijo
la pelirroja ausente y deprimida.
—Las cosas nunca volverán a ser iguales… —Añadió Johnny tras
un breve suspiro.
—Lo sé, eso es lo que mas me duele. ¿Qué nos queda en esta
mierda de mundo? Por que yo ya no veo nada, lucho por vengar la muerte de
todos, no por buscar mi propia salvación. —Comentó la joven desde su ser mas
interior.
—Lo único que nos queda son nuestros camaradas, por ellos y
por nosotros mismos debemos continuar. Ley tienes que reaccionar, hazlo por
nosotros y por Rojo. Sin ti nunca lo conseguiremos, tú eres la que siempre
lleva las riendas y te necesitamos en plena forma. Hazlo para vengar la muerte
de todos, hazlo para que podamos terminar lo que empezamos, hazlo por todo lo
que hemos sufrido hasta ahora, y sobre todo hazlo por el honor de los camaradas
muertos… —Respondió Johnny intentando hacer reaccionar a su amiga.
—Tienes razón, tengo que hacerlo, tengo que levantarme de
esta dura caída. Pero necesito vuestra ayuda, sola no puedo hacerlo… —Dijo la
pelirroja, volviendo a derramas unas amargas lágrimas.
El joven abrazó a su amiga intentando consolarla. La chica
abrazándolo con fuerza, lloró hasta que no le quedaban más lágrimas en su
interior. Ley se acercó a la colorida maleza, cortando un cacho que echó encima
del pequeño montículo de tierra. Se quedó mirando la tumba, mientras sus
lágrimas se secaban con lentitud.
—Johnny dame mi mochila, por favor. —Pidió la joven
amablemente.
El pelirrojo sacó del Jeep la mochila de su amiga y se la
dio lo antes posible. Esta comenzó a rebuscar en uno de los pequeños bolsillos
del interior, para posteriormente sacar dos condecoraciones que depositó sobre
la tumba de su amigo.
—¿Tus condecoraciones más altas? ¿La medalla de mayor honor
por valor en el campo de batalla? ¿Enserio? —Preguntó Johnny completamente
asombrado por el acto de su compañera.
—Sin Rojo quizás nunca las hubiera conseguido, él merece
descansar en paz junto con estas medallas. —Respondió Ley de todo corazón.
La chica echó tierra sobre las medallas, ocultándolas para
que nadie las robara. Acto seguido se volvió a despedir de su amigo y se
dirigió al Jeep, con una fuerza interior renovada.
Johnny sacó del bolsillo su lazo rojo de la suerte y lo
enterró junto a las medallas. Se disculpó por haber sido tan idiota, para
posteriormente despedirse con un par de lágrimas.
Ambos guardaron silencio unos minutos, antes de irse de
aquel lugar. Cuando comenzaron a alejarse, Ley se puso a observar la tumba
hasta que la perdió de vista. Johnny al contrario que su compañera, no la
volvió a mirar desde que arrancó. Él no quería mirar hacia atrás, solo quería
enfocar su vista hacia el futuro.
—Podrías descansar un poco, debes estar exhausta. —Sugirió
el pelirrojo con amabilidad.
La chica siguió su consejo y se echó a dormir, necesitaba
descansar después de toda aquella paliza. Johnny relajó la velocidad un poco,
para darle a su compañera más tiempo para descansar.
El camino de vuelta al campo, fue prácticamente tranquilo.
El joven atropellaba todo lo que se ponía en su camino, como solía ser la
costumbre. Cuando llegaron ya estaban sus compañeros esperándoles, tras haber
descargado el camión.
—Nena despierta, ya hemos llegado. —Dijo Johnny despertando
a la pelirroja, dándole toquecitos en el hombro.
Ley se levantó algo mas descansada y con su mente bastante
más tranquila. Sacaron la comida del coche, tras vaciar sus mochilas
rápidamente. Una vez todo listo se montaron los cinco en el Jeep para ponerse
en marcha. Cuando estaban delante de la valla, Jimmy bajó para abrirla y
cerrarla.
—¿Qué tal vuestro viaje chicos? —Preguntó Jimmy entre
risitas, mientras subía de nuevo al vehículo.
—De lujo tío. Un pinchazo en la rueda, un oso mutante
mientras me acosaban podridos, me he caído por una escalera, y lo más importante,
mi codo está hecho una puta mierda. —Respondió Ley con un toque de sarcasmo.
—Nosotros hemos tenido un pequeño incidente recogiendo la
gasolina. Resulta que el viejo depósito del ejército, el de emergencias, se
llenó de podridos. Todo por que Will es un incompetente y dejó la verja un poco
abierta. Tuvimos que salir por detrás cargados con las garrafas de gasolina,
para andar un kilómetro al tener que rodear la vieja instalación. —Comentó
Carroña molesto.
—Si, bueno, pero después nos hemos emborrachado y se nos ha
pasado el mal trago. Así que nuestro camino ha molado más que el vuestro. —Bromeó
Jimmy con chulería.
El grupo de soldados consiguió llegar a su destino, tras un
largo camino. El viaje lo aprovecharon para centrarse en su misión, planeándolo
todo. Dejaron las bromas a un lado y se concentraron al máximo.
El lugar era un antiguo complejo de seguridad gubernamental,
que se encontraba camuflado entre una hidroeléctrica y un parque eólico. Al
complejo se accedía por la parte que estaba más próxima al lago, la cual estaba
rodeada de algunos zombies.
Los chicos prepararon sus armas concienzudamente, al bajar
del Jeep mentalmente preparados. Johnny recargó su escopeta, tras guardar unas
cajas de cartuchos que Carroña le había dado. Ley le hizo un nudo a la cuerda
de su Kalashnikov para poderlo llevar colgado, antes de desenfundar su catana.
Will aseguró su cuchillo en la pernera izquierda, para posteriormente empuñar
su revolver.
—Yo me decantó también por las armas blancas. —Dijo Jimmy
mientras sacaba una espada de esgrima, de la parte trasera del vehículo.
—Vosotros quedaros con vuestras espaditas, que yo no me
juego la vida. —Gruñó Carroña empuñando su fusil de asalto.
El grupo se dirigió hacia la entrada con paso decidido,
mientras guardaban un sepulcral silencio. Al ir acercándose a la zona, los
zombies se percataron de su presencia. Estos comenzaron a correr hacia los
cinco soldados, como si no hubiera un mañana.
Carroña y Will se pusieron en cabeza, disparando a los
podridos que mas se iban acercando. Johnny al contrario de sus dos compañeros
utilizaba su arma de fuego, para golpear a los zombies con su culata. El joven
disfrutaba poniendo muecas, justo antes de golpearlos violentamente.
Jimmy y Ley comenzaron a rebanar cuellos, con sus diferentes
espadas y estilos de lucha. Ambos chicos se movían con una elegancia y
distinción envidiable, a la vez que eficiente.
El grupo consiguió entrar dentro de las instalaciones,
matando solo a los zombies que se interponían en su camino y escapando del
resto. Una vez dentro comenzaron a avanzar por los túneles, intentando llegar a
la zona importante del complejo.
Según iban avanzando iban encontrando manchas de sangre,
esparcidas por el suelo y la pared. Después de un rato comenzaron a ver algunos
cadáveres de zombies que yacían, unos encima de otros.
Mientras más caminaban, más cuerpos y mas sangre
encontraban. El lugar parecía haber vivido una masacre, que estaba reflejada en
los rastros del horror que había dejado consigo.
Tras un rato de caminata escucharon a lo lejos las voces de
dos hombres, aunque no pudieron entender que decían. Continuaron en la
dirección de donde se habían escuchado las voces, caminando con cautela.
Llegaron hasta una sala llena de grandes computadoras del
servicio secreto, las cuales estaban apagadas y con los cables cortados. Will
comenzó a mirar si alguna, aún tenía los cables en buen estado.
—Chavales, esa gente ha cortado los cables a propósito, no
hay ninguno que no este cortado, o arrancado. —Susurró Will lo más bajito que
pudo.
—¿Pero que mas da? ¿No hay electricidad no? —Preguntó Jimmy
desconcertado.
—Aquí si debe de haber electricidad, esto está enganchado a
la hidroeléctrica y a la eólica. Además, en la parte superior del edificio hay
paneles solares. Lo único que no sé es si está conectado en estos momentos,
pero esto es autosuficiente. —Comentó Johnny en voz baja.
Los cinco soldados continuaron avanzando por el abandonado
complejo, lo más silenciosamente que podían. Ese silencio fue interrumpido
cuando Will tropezó con un cadáver, cayéndose al suelo de bruces.
Un poco más adelante se encontraba la cafetería del lugar,
donde todos parecían haberse suicidado. Todas las mesas estaban llenas de
cuerpos, con tremendos disparos en la cabeza. Aquel panorama los dejó de
piedra, había tantos cadáveres que eran incontables.
Tras recuperarse de la espantosa imagen, los chicos
decidieron avanzar para no quedarse más rato observando la grotesca escena. El
único que parecía observar el panorama embobado era Johnny, el cual veía una
extraña belleza en aquella imagen.
Recorrieron unos largos pasillos, hasta que vieron a lo
lejos a un hombre que se arrastraba contra la pared. Echaron a correr hacia él,
empuñando las armas por si era un zombie.
El hombre se dio la vuelta cuando tenía a los soldados casi
detrás de él, apuntándole con frialdad. Iba vestido con un traje nqb blanco, el
cual estaba ensangrentado. Tenía un gran boquete en sus ropas, dejando ver una
gran herida de la que no paraba de brotar sangre.
—¿Dónde están las patentes? —Gritó la pelirroja, poniéndole
el filo de la catana delante del cuello.
—¡Yo no sé nada! ¡Ayúdenme! —Respondió el histérico hombre,
algo ido.
—¿Es que acaso no escuchas bien? —Añadió Johnny apretando el
cañón de su potente escopeta, contra las partes del asustado hombre.
—¡Os llevaré! ¡No me hagáis daño! ¡Por favor! ¡Ayúdenme! —Suplicó
el hombre sumamente desesperado.
—¿Cómo te llamas capullo? —Preguntó Fred con su mal
carácter.
—Frank. —Respondió en dolorido hombre.
—¡Pues venga Frank! ¡Arreando el culo que es para hoy! —Gritó
el Teniente Carroña, pegándole porrazos con su rifle.
Este empezó a guiarlos por los túneles, mientras se quejaba
por su brutal herida. Johnny estaba empezando a perder los nervios, al ir tan
despacio por culpa de aquel moribundo. El esquelético chico estaba deseando
estar cerca del lugar que buscaban, para pegarle un tiro lo antes posible.
El camino seguía lleno de cadáveres, de la gente que alguna
vez trabajó allí. Muchos de los cuerpos descansaban sin cabeza, sobre grandes
manchas de sangre reseca. Otros cadáveres parecían haber sido devorados, ya que
solo eran huesos con tiras de carne pegada a ellos.
A los pocos minutos Ley que iba en cabeza, se paró en seco
al extrañarse con uno de los cadáveres que yacían en el camino. Este iba
vestido diferente al resto, justo igual que el moribundo que iba con ellos.
—¿Es colega tuyo? —Preguntó la pelirroja peligrosa,
acercando la catana a las partes bajas de Frank.
—Si, pero me dejaron atrás cuando me mordieron. —Contestó el
asustado hombre a toda velocidad.
La joven se acercó al muerto empuñando su espada, para
posteriormente cortarle la cabeza. El hombre se horrorizó al ver lo que hacia
la chica, con el cadáver de uno de sus compañeros.
— Me gustan más los cadáveres sin cabeza. Es mejor
asegurarse de que este cabrón no se levante, para mordernos el cuello de
improvisto. —Añadió Ley con seriedad.
Continuaron andando lo más rápido que podían, obligando al
hombre a andar más deprisa. Frank cada vez necesitaba más apoyo en la pared y
cada vez le costaba más andar, aunque a los cinco soldados eso les importaba
más bien poco. Llevaba rascándose desde que lo habían encontrado, pero los
picores aumentaban según iba pasando el tiempo.
Encontraron a un puñado de zombies muertos, junto a mas
cadáveres con trajes nqb blancos. El moribundo hombre derramó unas lágrimas, al
ver como muchos de sus compañeros habían muerto.
—¿Vas a descuartizar a todos estos también? Por que te va a
dar el lío. Bromeó Will intentando animar un poco la situación.
—No podemos perder más tiempo, este también se muere y sabe
donde están las patentes. —Sugirió Fred señalando al moribundo.
—Vamos a continuar, pero no descuidéis la retaguardia. Era
lo único que nos hacía falta ya. —Ordenó Ley con absoluta seriedad.
Frank se quitó la máscara para vomitar, negándose a volvérsela
a poner cuando terminó. Su cara estaba tan pálida como la de un muerto y a
veces, se le iban los ojos hacía atrás.
Ley y Jimmy iban en cabeza, avanzando con cautela. Detrás
les seguía Johnny encañonando al moribundo, esperando que se transformara de un
momento a otro. En la parte trasera del grupo estaban Fred y Will, cuidando de
que la retaguardia fuera segura.
Un par de zombies que antaño habían sido compañeros de Frank,
se percataron de que había carne fresca mientras deambulaban por ahí. Ley se
acercó a uno de ellos con lentitud, para posteriormente clavarle la catana
entre los ojos. Jimmy se encargó del otro, segándole el cuello a su victima.
Frank calló al suelo vomitando violentamente, mientras los
cinco se giraron para apuntarle. Al terminar de echarlo todo comenzó a rascarse
compulsivamente, hasta que un pedazo de carne se le desprendió de la cara. En
ese momento Johnny apretó el cañón contra la sien izquierda del moribundo, para
posteriormente reventarle los sesos de un disparo a quema ropa.
—¿Por qué lo has matado? —Preguntó Fred en un tono
insolente.
—¿Qué ibas a esperar a que se transformara? Porque yo no. —Replicó
el pelirrojo enfadado.
—Da igual chicos, no iba a caminar más. Vamos a seguir en la
dirección que íbamos y punto. —Dijo Ley calmando el ambiente.
Continuaron hasta una gran sala donde encontraron unas
estanterías volcadas en el suelo, junto a papeles desordenados y carpetas
vacías. Todos se pusieron a rebuscar entre los documentos, por si encontraban
algo de lo que andaban buscando.
Interrumpieron su búsqueda cuando comenzaron a escuchar unos
gritos, que se acercaban rápidamente. Todos se pusieron en pie y en guardia,
esperando que entrara la sorpresa por la puerta. Empuñaban sus armas, tragando
saliva y mentalizándose para lo que pudiera venir.
Siete hombres con trajes nqb blancos, entraron corriendo en
la estancia que se encontraban los chicos. Aquel grupo llevaba consigo tres maletines metálicos,
de los cuales uno estaba manchado de sangre.
Jimmy utilizando sus técnicas de esgrima atravesó el pecho
de uno de ellos, tras esquivar milagrosamente una bala que había disparado
Will. Este falló el tiro, pero finalmente consiguió matar a otro de los hombres.
Uno de estos consiguió alcanzar el hombro izquierda de Carroña, el cual gruñó
cuando recibió el impacto.
Johnny tiró a uno al
suelo cuando le disparó en la rodilla, para posteriormente matarlo de un tiro
en la cabeza. La pelirroja le rajó el cuello a uno de ellos, dejando que
muriera sufriendo como un perro.
Fred fue herido nuevamente, pero esta vez fue en su rodilla
derecha donde recibió el impacto. Jimmy mató al agresor de Carroña, cuando este
estaba intentando matar a su amigo.
Los dos que aún quedaban vivos tiraron las pistolas al
suelo, rindiéndose al ver que eran mucho menores en número. Carroña cegado por
la ira de estar herido, disparó a uno de ellos en cuanto este tiró su arma.
—¡No vais a conseguir nada matándonos! ¡Las patentes
importantes ya se las han llevado! ¡Tenemos que salir de aquí! —Gritó el hombre
mientras le pegaba una patada a uno de los maletines, acercándoselo a Jimmy.
Este abrió el maletín rápidamente, comprobando que el hombre
no mentía. Le hizo un gesto a sus compañeros, para que estos supieran que el
hombre decía la verdad.
—¡Tenemos que salir de aquí! ¡Pronto vendrán! ¡Les hemos
cortado el paso, pero no por mucho tiempo! —Gritó el hombre completamente
desquiciado.
—¡De aquí no se mueve ni dios! ¿Esta claro? —Gritó la
pelirroja todavía más fuerte, mientras acercaba su espada al cuello del hombre.
—¿Dónde se las han llevado? —Preguntó Johnny mirándolo con
desprecio, mientras recargaba su escopeta.
—¡Al pueblo abandonado! A unos doscientos kilómetros al
norte. —Respondió el hombre asustado.
—Comprendo. —Dijo seriamente Ley dándose la vuelta, para
volver a girar rápidamente y clavarle la catana en el estómago.
—Puta, aunque lleguéis allí os estarán esperando. Saben
quienes sois. —Dijo el dolorido hombre, tras soltar un desgarrador grito.
—Pues que esperen. Contestó la pelirroja retorciendo su
espada, mientras el hombre gritaba.
Ley sacó su espada del moribundo secuaz, para acabar
clavándosela en mitad de la frente. Cuando estaba desencajando la catana del
cráneo del cadáver, comenzó a ver como a lo lejos se acercaban corriendo bastantes
zombies.
—¡Coged los maletines y correr! –Gritó Ley a toda velocidad,
recogiendo uno de los maletines.
Johnny y Jimmy cogieron los otros dos, mientras que Will
ayudaba a Carroña a correr. El grupo comenzó a retroceder en dirección a la
salida, seguidos de lejos por los zombies que cada vez estaban más cerca de
ellos.
Ley se paró en seco al ver que todos los cadáveres con
trajes blancos que habían visto antes, estaban de pie obstruyendo la salida. El
pasillo se hacía demasiado estrecho como para pasar corriendo, la única opción
era matarlos antes de que los otros les alcanzaran por detrás.
—¡Venga Jimmy! ¡A la de tres! —Gritó la pelirroja mientras
se preparaba para el ataque.
Asintió su compañero, colocándose en su posición de esgrima
para atacar. El resto comenzaron a soltar su metralla, matando a alguna de las
putrefactas criaturas.
—Uno, dos y… ¡Tres! —Gritó la pelirroja corriendo en
dirección al enemigo.
Ambos espadachines comenzaron a rasgar los cuerpos de sus
pestosas víctimas, utilizando sus mejores movimientos. Los delgados jóvenes
hacían un excelente equipo en el cuerpo a cuerpo, convirtiéndose en una
combinación letal.
Los zombies que tenían a la espalda, se estaban acercando
peligrosamente y delante aun quedaban muchos como para escapar. Carroña se dio
la vuelta disparando, para intentar contener a los de detrás.
—¡Marchaos sin mí! ¡Yo no puedo correr! ¡Iros! ¡Yo los
contendré! —Gritó Carroña cuando se percató de la gravedad del asunto, dándole
su mochila a Will.
—¡No camarada! —Suplicó Will a su amigo, cogiéndole del
brazo.
—¡Vamos a salir todos de aquí Carroña! —Contestó Ley a voces,
mientras le cortaba el brazo a un zombie que forcejeaba con Jimmy.
—¡Sangre, es la palabra de un soldado! ¡Tienes que
aceptarla! ¡Es mi decisión! ¡No os preocupéis por mí! ¡Marina me espera en el
cielo! ¡No quiero vivir más sin ella!—Gritó Carroña al soltarse de Will, para
posteriormente acercarse más a los zombies disparando sin cesar.
—¡Ve con honor soldado! ¡Tu muerte será recordada con gran
valentía! ¡Da saludos a todos los camaradas! ¡Pronto nos reuniremos otra vez! —Contestó
Ley intentando guardar la compostura.
—¡Pero no le dejes ir! ¡Fred vuelve hermano! —Gritó Will
histérico.
—¡Es la palabra de un guerrero! —Replicó la pelirroja
mientras mataba a un zombie.
—¡Guárdame un hueco en el infierno camarada! —Gritó Jimmy
intentando despedirse de su amigo, mientras se quitaba a un podrido de encima.
—¡No te aburras ahí abajo sin mí! ¡Que el engendro rey del
inframundo no tardará en ir allí! —Gritó Johnny
recargando su escopeta.
—¡Gracias chicos! ¡Vivid luchando y morid con honor! —Gritó
Carroña despidiéndose de sus amigos, matando a un zombie que tenía a un par de
metros.
Fred vació su último cargador, mientras sus compañeros
luchaban por intentar salir de allí. Golpeó a una de las criaturas arrojándole
su rifle vacío, sacando tiempo para sacar su cuchillo de combate. Mató a un cinco
de esos putrefactos seres, clavándole el cuchillo en el cuello.
Cuando estaba intentando matar a otro, le mordieron un
brazo. Otro se le echó encima tirándolo al suelo de espaldas. Aún siendo
mordido sacó fuerza para apuñalar a dos de sus agresores.
Los jóvenes derramaron unas dolorosas lágrimas, escuchando
los gritos de su compañero al ser devorado. Llenos de ira y resentimiento, se
volvieron locos matando a las criaturas que aún les cortaban el paso. Gritaban
con rencor masacrando a los putrefactos seres, mientras seguían escuchando los
desgarradores gritos de Carroña.
No solo escucharon toda la agonía de su camarada, antes de
lograr hacerse paso para continuar la huída. Cuando este dejó de gritar,
tuvieron que escuchar el sonido que producían las criaturas al comérselo. Los
jóvenes corrían escuchando en sus cabezas, los gritos de su amigo. Era algo que
no podían quitarse de la mente, un pensamiento que les perseguía una y otra
vez.
Cuando lograron salir del complejo volvieron al ataque, para
salir de allí y llegar al coche. Lo bueno era que la amplia zona les permitía
mucha más movilidad, que dentro del complejo. Ley iba en cabeza llena de odio,
rajando los cuellos de todos los zombies que se ponían en su camino, mientras
gritaba para desahogarse. Will en segundo lugar lloraba desconsoladamente,
reventando los cráneos de las criaturas con su potente revolver. A su lado iba
Johnny recargando su escopeta a gran velocidad. Jimmy estaba el último
cubriendo la retaguardia con su espada de esgrima.
De camino al vehículo Will tropezó con un cadáver, sobre el
que cayó segundos mas tarde. Johnny pasó justo por su lado, pero quien le
ofreció ayudar para levantarse fue Jimmy.
Al llegar al coche el esquelético pelirrojo fue el primero
en subirse, seguido por Ley que subió segundos después. Ambos ocultaron los
maletines debajo de los asientos, mientras sus otros dos compañeros se montaban
en el Jeep.
Arrancaron sin mantener ninguna conversación entre sí, para
alejarse de la tumba de su amigo dándole un último adiós. Miraron el lugar
hasta perderlo de vista en la lejanía, mientras empezaba a anochecer
rápidamente.
El camino hasta el pueblo abandonado, fue muy tranquilo y
callado. Los jóvenes lloraron en silencio su reciente pérdida y no
intercambiaron palabras, excepto cuando era necesario.
Aparcaron en las afueras de aquel pueblo perdido de la mano
de dios, intentando no llamar la atención con el ruido del coche. Si era verdad
que esperaban su visita, no era cuestión de hacer ruido así porque sí.
Comenzaron a adentrarse en el pueblo con sigilo y cautela,
empuñando sus armas con fuerza. El sitio parecía vacío a excepción de un zombie
que encontraron arrastrándose por el suelo.
Continuaron caminando por las calles vacías sin ningún
problema, unos cuantos minutos más. La tranquilidad del grupo fue interrumpida,
cuando estos divisaron cinco animales mutantes. Dos eran grandes moles de carne
putrefacta que se sostenían con cuatro extrañas patas, mientras agitaban unos
gigantescos brazos de un lado a otro. Otra de las criaturas parecía una cabra
mutada, con varios bultos y cuernos en su desfigurada cabeza. Las otras dos criaturas eran unos gigantescos
gorilas, a los que les faltaban alguna que otra extremidad que les impedía
andar de una manera correcta. Al principio estos mutantes no percibieron la
presencia de los jóvenes, pero cuando estaban cerca de ellos se les echaron
encima.
Ley se había quedado parada mirando el cadáver de un joven,
el cual tenía una larga melena rubia muy parecida a la de Rojo. La chica se
quedó mirando el cuerpo derramando unas lágrimas, mientras sus compañeros más
adelante luchaban contra las bestias.
Johnny se vio en peligro, acorralado por los dos gorilas
deformes. Intentaba abrirse paso con su escopeta, pero eso no servía de mucho
ya que cada vez se acercaban más y más furiosos.
—¡Nena reacciona! ¡Rojo está muerto, pero yo estoy vivo!
¡Tus camaradas siguen vivos! ¡Ayúdame! —Gritaba el pelirrojo intentando hacer
que reaccionara.
La chica volvió en sí instantáneamente, después de escuchar
a su amigo pidiendo auxilio. Ley comenzó a correr dispuesta a ayudarle, lo más
rápido que sus piernas de lo permitían. Empuñaba con ambas manos su catana,
agarrándola con fuerza para atacar.
Will consiguió matar a la cabra, tras pegarle cinco tiros
con su potente revolver. Jimmy rajaba la piel de una de las moles de carne,
esquivando con su juego de pies los grandes brazos que intentaban golpearle.
La pelirroja rasgó superficialmente la dura piel de uno de
los gorilas, con una agilidad increíblemente buena en una combinación de
inteligentes movimientos. La bestia hizo un ruido agudo, para después pegar con
su deforme mano un tortazo en la cabeza de Ley. Esta se tambaleó hacía un lado,
casi cayéndose al suelo.
Cuando la chica se recuperó del porrazo, avanzó de nuevo
hacia la criatura. Clavó la catana con fuerza en el pecho de la bestia, pero
esta apenas profundizó quedando a medio clavar. La combativa chica haciendo uso
de toda su fuerza empujó, terminando de hincar la catana en el torso del animal
mutado. Este bramó estruendosamente y murió a los pocos segundos. Esta acción
provocó que el intenso dolor del codo volviera a incrementarse desmedidamente,
haciendo que Ley soltara un pequeño grito.
Johnny consiguió deshacerse de su enemigo, tras gastar bastantes
cartuchos de escopeta. Una vez terminó con el monstruo, fue a ayudar a Will con
una de las grandes moles que se movía a gran velocidad.
Jimmy ponía todo su empeño, pero la amorfa criatura no se
moría. Chillaba cuando recibía un corte, pero seguía moviéndose con la misma
fuerza. Si tuviera cabeza al menos podría cortársela, pero como no tenía no
sabía a donde atacar.
—¡Artillería ven! ¡Deja que me suba a tus hombros! ¡Entre
los dos nos lo vamos a cargar! —Gritó Ley mientras corría hacia su amigo.
Jimmy se acercó a la pelirroja y dejó que esta se subiera de
pie en sus hombros, con un equilibrio impecable. El joven rubio empuñando su
espada comenzó a acercarse a la criatura, con su amiga encima de él.
—Jimmy aguanta, es solo un momento. Sé que estás cansado. —Dijo
la pelirroja animando a su compañero.
—Sea lo que sea que vallas a hacer, espero que te salga bien.
Contestó Jimmy acercándose con lentitud al monstruo.
—Esto te va a doler, pero necesito subir. —Añadió la chica
preparándose para saltar sobre la criatura.
Cuando estuvieron lo suficiente cerca, Ley saltó sobre los
hombros de su amigo. La guerrera chica cayó encima de la mole, para
posteriormente clavarle la catana una y otra vez. Su compañero al mismo tiempo
estaba hincándole la espada por todo el torso, cuantas más veces podía.
La mole les pegó un par de porrazos, pero solo sirvieron
para que ambos continuaran atravesándole el cuerpo hasta que finalmente murió.
Sus compañeros tampoco tardaron mucho más, en matar a la otra criatura con sus
potentes armas de fuego. Ambas bestias mutantes produjeron unos graves y
escandalosos sonidos al morir, tras soltar un chirrido desgarrador.
Antes de que los jóvenes continuaran con su camino, una
mujer apareció en mitad de la calle apuntando a los chicos con dos pistolas.
Esta no estaba sola, ya que tenía detrás a diez hombres armados vistiendo unos
trajes nqb blancos.
—¡Os estábamos esperando! Sobre todo a vosotros dos… —Dijo
la mujer señalando a Ley y a Jimmy con desprecio.
—¿Qué queréis? —Preguntó Jimmy alzando la voz.
—¿Qué esperabais? Si siempre molestáis a la clase política,
esta os hará una pequeña visita. Os llevamos viendo unos meses… —Contestó uno
de los hombres que apuntaba su pistola contra el grupo.
—¿Por qué nos esperabais? —Preguntó la pelirroja con
seriedad.
—¡Eso es irrelevante! A vosotros dos, os esperan en las
calles traseras unos viejos amigos. —Añadió la mujer de mala manera.
—¿Quién? —Preguntó Jimmy desconcertado.
—Si vais lo descubriréis. Una vez acabéis volved y
continuaremos la charla. —Contestó la
mujer algo irritada.
Ley se dirigía a la calle de la izquierda, cuando la mujer
le dijo que debía ir hacia el otro lado. Esta dio la vuelta y se encaminó a la
calle de la derecha, mientras Jimmy iba por la de la izquierda.
El rubio se paró en seco al ver a un antiguo compañero de la
guerra, el cual portaba dos pequeñas hachas en las manos. Jimmy empuñó con
fuerza su espada, mientras tragaba salivar al observar al chico que llevaba sin
ver casi cinco años.
La pelirroja contuvo la respiración al ver la silueta de una
mujer, que llevaba una catana en la mano derecha. Esta se dio la vuelta cuando
notó la presencia de Ley, para posteriormente inclinarse a modo de reverencia.
—¿Cuánto tiempo no? Yo también he aprendido algunas cosas. —Dijo
la mujer a la cual la pelirroja conocía, de hacía varios años atrás.
Ley devolvió la reverencia, inclinando el cuerpo con la
espada en al mano. Ambas empuñaron sus catanas, mientras adoptaban una pose
lista para el combate. La mujer flexionó ambas piernas y dobló sus codos,
cubriéndose la cara con su espada. La dispuesta pelirroja se puso de lado con
ambas piernas flexionadas casi tocando el suelo, mientras que con ambos brazos
echados hacia atrás, empuñaba su catana apuntando a su enemiga…
#Ley
Por fin volvemos a ver a Ley sola sin el grupo. Buena evolución del personaje, me encanta :) Saludos a los autores que participan en nh, gracias por su trabajo y su esfuerzo.
ResponderEliminar¿Por fin? esto es una puta mierda,es el mejor personaje y casi no sale en el fic,su marcha lo unico que provoca es que salga menos aún,estoy harta ya de que siempre se estén separando,antes solo era Sacedog el que iba aparte ahora son 5 personajes!! Preferiría que fuese como en NH,solo había la historia principal y la de Sacedog,no era tan lioso ni se te hacia eterno para ver a tu personaje favorito,que lastima.
ResponderEliminarSaludos de Beth
Gracias al anónimo por su cálido comentario, es todo un honor leer comentarios de este tipo. ^^
ResponderEliminarBeth gracias por dar tu opinión, y gracias por tenerle tanto aprecio a mi personaje. La verdad es que eso que dices en parte puedo entenderlo. Ley en NH1 ya se separaba del grupo, ella y Sace iban por separado, aunque es verdad que Ley se unía al grupo de vez en cuando. Mi intención nunca fue que Ley estuviera siempre en el grupo principal, ya que eso limita mis opciones. Mi humilde opinión es que si hay gente que se separa del grupo principal, se le puede sacar mas jugo a la historia. De todas maneras a los autores nos gusta saber lo que piensan los lectores de Nh, así que te agradezco de corazón que nos cuentes lo que piensas.
Un cordial y efusivo saludo para nuestros queridos lectores! Besos!
#Ley