5. Pequeña inocencia, ¿pensaste que podías recuperar ese sentimiento?
¿Acaso no aprendiste nada de la desgracia disfrazada de coleta?
“Durante estos días, Vega se ha estado esforzando mucho porque
Estrella se recupere. Como ya no tenemos que buscar más gasoil, gracias a mí,
que soy un talismán (jaja, sí, seguro), la chica nos ha pedido ayuda a todos
con la rehabilitación. Paseamos a la yegua durante gran parte del tiempo que
hay luz solar, por el patio y por la calle que está al lado del edificio. Ya
corre y todo. Esta mañana le dije a Vega que probara a montarla, pero ella me
dijo que las heridas de pata se tienen que tratar con mucho cuidado, y que le
diéramos un poco más de tiempo. También le dejé caer que podría dejarme
montarla. Casi me atraviesa con la…
—Hey, ¿qué es eso?
Leonard cerró
sobresaltado el cuaderno en el que estaba escribiendo tras escuchar a la niña a
su lado.
—¿Por qué siempre
apareces como si fueras un ninja? ¿No puedes hacer ruido?
—Es que soy un
ninja —le vaciló con una brillante sonrisa—. No, en serio, ¿qué haces?
—Estoy… escribiendo
una cosa.
—¿Qué cosa?
—Es privado.
—Ammmm. ¿Me prestas
la cámara? Quiero hacer fotos.
—Cógela. Está en mi
mochila.
Feliz por su
permiso, la chica se precipitó hacia uno de los sofás, permitiendo a Leo
continuar más tranquilo con su relato.
“Casi me atraviesa con la wakizashi. Por otra
parte, la chica que hace unos días lloraba parece estar mejor de ánimo, aunque
su hermana dice que está rara porque está muy callada y bastante pegada a su
novio. No sé, yo la veo normal. Ni siquiera puso pegas cuando Vega le contó lo
que habían decidido hacer. No sé por qué todos están tan preocupados por ella”.
“Mañana se acaba el plazo del viejo para que la yegua pueda viajar.
Vega ha dicho que tenía que ser hoy sí o sí, así que lo hemos intentado, y
bueno...”
—¿Estás seguro de
esto? —preguntó Mike sin poder disimular sus nervios—. ¿Y si te tira y te haces
daño?
—Tenemos que
arriesgarnos. Si veo que la voy a poner en peligro, me bajaré.
—De todas formas,
hoy es el último día, ¿no? —lanzó Lilith la cuestión al aire—. Hawk quiere
salir mañana.
—Efectivamente,
señorita.
Vega concluyó con
la colocación de la silla y el aparataje necesario para montar, y se subió a la
yegua de un impulso.
“…, aunque al principio parecía que a Estrella le costaba caminar con
la chica encima de ella, en seguida se soltó, empezó a moverse de un lado a
otro de la calle, y de repente, salió despedida como un cohete. Me dijeron que
le habían disparado en la pata, pero vamos, por como yo la he visto, parecía
que nunca le había pasado nada. La verdad es que la yegua es una monada. Ojalá
hubiera tenido yo una, antes de todo esto, o al menos la oportunidad de montar.
Me da un poco de envidia…”
“Hoy es el día. Como he sido el primero en prepararlo todo, porque
casi todas mis cosas aún estaban dentro de la mochila, he bajado al garaje con
Mike, que quería hacerle la revisión final al coche. No lo había visto hasta
entonces, y, guau. Me esperaba otra cosa. Menudo carro”.
—Esto de aquí es el
carburador. Mezcla el aire y el gasoil en las proporciones adecuadas para que
el motor funcione mejor y gaste menos.
—¿Y esto de aquí,
Mike?
—Eso es el filtro
de aire. Retiene todo lo que no tiene que entrar dentro del motor, y hay que
cambiarlo con regularidad para no resentirlo.
—Sabes mucho de
esto —comentó Leonard ciertamente sorprendido por los conocimientos del joven.
—Bueno, es lo que
tiene haber sido ayudante de papá. Algo aprendes.
—¿En la base
también hacías algo de esto?
—Para nada. En la
base me trataban igual que a ti. Pégale cuatro puñetazos al mandamás de turno
para que parezca que te entrenamos físicamente, cómete la papilla y no
rechistes.
—Puta base…
—Sí, puta base.
—Y puta Michaela.
—Y puta Michaela…
¿Sigue viva entonces?
Leo se sobresaltó
por la inesperada cuestión. Sabía que no era lo que temía, que no podía ser
posible que Mike hubiese deducido que él había sido el perrillo faldero de la
reina por un tiempo, pero no pudo evitar sentir inquietud.
—Sí, sigue viva. Ni
siquiera la estampida pudo con ella.
—Entonces me alegro
de irnos por fin de este edificio, y cuanto más lejos, mejor.
Mike sonrió.
Leonard compartió su gesto, más relajado.
—Por cierto, ¿sabes
si Fox está vivo?
—¿Fox? —repitió Leo
disimulando estar confundido.
—El alto mando que
siempre iba con Michaela. Un tipo muy chulo. Siempre le hablaba a los demás con
soberbia.
—Ah, vale, ya sé
quién dices. Pues… la última vez que lo vi estaba vivo. ¿Por qué?
—Por nada. Solo
era… por saberlo.
—Ajá.
Leonard reconoció
su evasiva en segundos, pero prefirió no presionarle con respecto al tema.
Realmente, tampoco le interesaba.
Hawk había
invertido la mayor parte del tiempo disponible desde que se había desvelado en
la madrugada para llenar una mochila con sus pertenencias. Al contrario que el
resto del grupo, quienes habían priorizado los útiles de primera necesidad, él
había recopilado viejas fotografías familiares, una decena de libros antiguos,
un trofeo dispuesto sobre una estantería que se había ganado hacía años y el
peluche del águila.
Para cuando los
habitantes del ático golpearon su puerta indicando que marchaban hacia el
garaje, tan solo le quedaba un objeto por recuperar. Hawk entró en su
dormitorio y descolgó un cuadro de un prado que su mujer había pintado para él
como regalo de boda. Tras él, había una caja fuerte. Concentrado en recordar la
combinación, el anciano giró la rueda numerosas veces hasta que el enorme cubo
de acero se desbloqueó.
En el interior
únicamente había una gradilla con un tubo de ensayo cerrado en cuyo interior se
encontraba un líquido incoloro. Hawk lo examinó como si se tratase del secreto
de la vida.
—Tú eres el único
que queda. Espero que puedas ayudarme a solucionar esto, algún día.
Después de
guardarlo junto con las demás partes del recopilatorio en su mochila, sacó de
un cajón una caja de zapatos que albergaba todas las cintas que había grabado
hasta entonces y las arrojó por la ventana sin compasión.
Fue lo último que
hizo antes de despedirse en silencio de su hogar para siempre.
En cuanto se adentró
en el garaje, Hawk pulsó un botón que elevó de manera lenta y segura el portón
que conectaba con el mundo exterior. Aunque levemente aletargado, se acercó
hasta el BMW, en cuyos asientos ya se habían acomodado el resto. Tiró la
mochila en el maletero y se sentó en la ubicación del conductor. No supo con
exactitud si sentirse sorprendido, desanimado o incluso intimidado al ver a
Lilith ocupando el asiento del copiloto.
—¿Seguro que no
quieres estar atrás?
La chica le perforó
con sus pupilas como si le acabase de preguntar una insensatez.
—Me gusta dar
conversación al conductor en los viajes…, Hawk, para que no se duerma.
—Como quieras.
Hawk introdujo la
llave en el contacto con un sólido nudo apretando su garganta. Por alguna
razón, le incomodaba más que se refiriese a él por su nombre en lugar de como
viejo. Leo chilló rebosante de entusiasmo al percibir las vibraciones del coche
tras arrancar en su piel. Los demás le observaron extrañados por su arrebato, y
solo Paula le siguió la corriente para que no sintiera que acababa de hacer el
ridículo.
—Vale, vale, no
arméis un gallinero.
Apelando a la
calma, Hawk introdujo la primera marcha y condujo hacia la rampa que llevaría a
la avenida en la que Vega les estaba esperando. Cuando movió la palanca de cambios
hacia la segunda marcha, el vehículo se tambaleó con brusquedad, instigando a
los pasajeros a sujetarse a lo que fuese. Mike y Leo no dudaron en reprenderle.
—Hawk, por favor,
pisa bien el embrague. Vas a hacer que el BMW se pare y estás gastando más
combustible.
—Sí, y a mí me
gustaría llegar a Rockrose con mis dientes intactos, si es posible.
—Lo siento, hace
años que no cojo un coche.
Vega, montada sobre
su querida Estrella, se dirigió hacia ellos cuando les divisó doblando la
esquina por la que aguardaba su aparición. El viejo se dispuso a bajar una de
las ventanillas, pero Lilith se adelantó, apretando el botón con más rapidez.
—Estamos todos,
¿no?
—El taxi va lleno —afirmó
Hawk con inusual cordialidad—. Tú ve delante. Nosotros seguimos tu camino.
—A mandar.
Preparada para
regresar a su aventura ecuestre, Vega agarró con vigor las riendas de Estrella
y la espoleó. La yegua relinchó y echó a correr hacia la dirección comandada
por su jinete. Hawk aceleró tras ellos. Minutos después, Leonard se arrodilló sobre
el asiento y pegó su dedo corazón al cristal trasero mientras contemplaba cómo
se alejaban de la ciudad.
—Que te den,
ciudad.
Mike, Paula, e
incluso Lilith mediante su propia ventanilla, le imitaron al instante.
—Que te den, base.
—Que te den,
Michaela.
—Que te den, Steve
Fox.
Hawk respiró
profundamente antes de emitir un susurro inapreciable para los demás.
—Que te den, Bella.
“Los primeros kilómetros fueron bastante engorrosos. El caba… o sea, la
yegua, se movía muy bien por dentro de la ciudad, pero nuestro coche no podía
esquivar con tanta facilidad la basura que había por todas partes. Estuvimos,
creo, más de dos horas dando vueltas hasta que llegamos a una carretera. A
partir de ahí todo fue más fácil. Eso sí, Hawk no paraba de pisarle y frenar al
ver que adelantaba demasiado a Estrella, y Mike estuvo gruñéndole todo el rato
por el gasto de gasoil. Pero bueno, lo importante es que ya estoy lejos de
Michaela y toda esa calaña que trabaja para ella, y cada día que pase, más
lejos estaré. Por fin soy libre de verdad”.
“Hemos parado por la noche para dormir y descansar. Tanto Hawk como la
chica waki (sí, se me ha ocurrido a mí solo) han dicho que no era buena idea
viajar por la noche. También ha dicho (ella) que Estrella necesita hacer una
parada durante el día para descansar y comer, que podría haber riesgo de que se
desplomase con ella encima si la forzaban demasiado. El viejo ha tenido que
aceptar, un poco a regañadientes, pero a estas alturas no le queda otra. En
fin… Espero que me entre el sueño pronto. Tanto desvelarme en la base me está
pasando factura”.
“Segundo día de viaje, no llevaremos más de una hora y ya estoy
empezando a tener arcadas. No recordaba que me mareara tanto en el coche cuando
era más pequeño. Me gustaría pedir el asiento de delante, pero no creo que
Lilith me lo vaya a dejar, así que me tocará aguantarme por ahora. Mientras no
le eche la pota a Mike, todo bien”.
“Paula me ha visto escribir tanto en el diario y me lo ha cotilleado
tantas veces que al final le he tenido que contar lo que estaba haciendo. Me ha
dicho que ella también va a hacer un diario, pero distinto. Hay que ver lo pesada
que se pone a veces. Igual es porque no he tenido hermanos pequeños, pero tiene
momentos que la tiraría por la ventana (espero que Lilith nunca lea esto)”,
como cuando se pone a tirar una y otra y otra y otra vez la moneda esa.
“Tercer día de viaje. Hoy he averiguado lo que quería decir Paula
ayer. En medio de la parada del día, cuando aún me estaba comiendo mi manzana,
ha venido y…”
—¡Vamos, sonríe!
Leo tosió con un
bocado de manzana atascado en el esófago ante la impresión del flash. Por mucho
que lo intentase, no se acostumbraba a aquel desagradable disparo de luz.
Mientras este se recuperaba, Paula sacó la autofoto que había realizado y la
agitó.
—¿Otra vez me has
cogido la cámara sin permiso?
—Pero es para hacer
mi diario. Creía que me habías dado permiso ayer.
—Pues no, no te lo
di.
—¿Puedo? Va, porfa,
si tú no la usas para nada.
Leonard suspiró
cansado de que se repitiese eventualmente la misma historia.
—Mira, tienes
razón, yo no la uso para nada, así que quédatela, y quítale el flash, por
favor. Mis ojos sangran cada vez que me sacas una foto.
La chica saltó
sonriente y salió corriendo hacia donde estaban Vega y Estrella para añadir una
nueva fotografía a su colección. El rubio se tumbó en los asientos disfrutando
del viento que se colaba en el interior del vehículo a través de las puertas
semiabiertas.
—Si Michaela
hubiera sabido que esa cámara iba a hacer tan feliz a alguien, habría metido el
carrete en una licuadora y se lo habría bebido.
“Cuarto día. A Paula parece haberle gustado bastante el tema de las
fotos. Nos ha sacado a todos varias, la mayoría haciendo poses raras, y también
al paisaje, pero, sobre todo, a sí misma. A este paso, gastará el carrete en
dos días”.
“Hoy la parada ha sido un poco rara. Normalmente, Lilith siempre está
callada en el trayecto, y en general, además de estar bastante distanciada del
resto. A mí me da igual, pero hoy estaba, no sé, un poco más rara que de
costumbre. A lo mejor le pasa como a mí, y tener a su hermana todo el puñetero
día sacando fotos le altera los nervios”.
—¿Li?
Sentada en el arcén
de la carretera, la joven elevó su cabeza para generar contacto visual con su
novio. Con una breve seña, le indicó que se sentase junto a ella. Sin embargo,
lo que a él más le preocupaba era que se estuviese peleando con un encendedor
para prender un cigarrillo.
—¿De dónde has
sacado eso?
—Guantera.
—Pero tú no fumas.
—No, no fumo.
Tras numerosos
intentos en vano, la adolescente se rindió y arrojó el pitillo enfurecida.
—¿Estás segura de
que no quieres que hable con Hawk?
—No, Mike —le
disuadió veloz—, ya te lo dije hace dos semanas. Hawk y sus… cosas solo me
recordaron algo que había olvidado. Nada más. No tiene la culpa.
—Pero a lo mejor
hablar con él ayuda a…
—Mike, te he dicho
que no. Solo… déjalo estar.
—No soporto verte
así, Lilith. Apenas hablas. ¿Cómo puedes pedirme que lo deje estar?
—Estoy bien, Mike,
y estaré mejor cuando lleguemos a ese pueblo y reiniciemos. Para eso ha sido
todo nuestro esfuerzo, para eso hemos peleado dentro y fuera de la base. Solo…
mantente concentrado en eso.
—¿Al menos vas a
contarme por qué estabas llorando? ¿O volvemos a los secretos?
—Yo… Lo siento.
Mike creyó percibir
una chispa de angustia en la mirada de su pareja que no había atrapado en
ninguna de las ocasiones anteriores en las que había revelado sus enigmas. Sin
siquiera saber de qué se trataba, sentía que el peso que ejercía sobre la chica
era uno de los mayores que había soportado.
Una sensación
reconfortante la invadió cuando Mike estrechó su mano con la suya y le dedicó
una cálida sonrisa.
—Está bien… Cuando
estés preparada. Tenemos tiempo de sobra.
“Sexto día, por la noche. No ha habido mucho que contar estos dos
días. Seguimos tal y como siempre, con la única diferencia de que ahora Paula
saca el doble de fotos que el día que empezó con el dichoso diario. Ya le han
confiscado la cámara tanto Lilith como Hawk, pero les ha hecho ese truquito de
poner ojos de cordero degollado y los dos han picado. Bendita camarita…”.
—Deberías dormir,
tú que puedes.
Hawk exhaló el humo
de su tabaco, conmovido al distinguir a la adolescente que se acercaba hacia él
en mitad de la noche.
—¿Y quién le ha
dicho que puedo, señorita?
—Duermes a mi lado.
Te escucho roncar como una hormigonera.
El anciano inhaló
otra calada con su visión clavada en el horizonte, entre la oscura tierra árida
que se extendía más allá de la carretera sobre la que habían aparcado el BMW,
tal y como hacían cada noche.
—Lo que quise
decir…
—No tengo intención
de hablar, de nada —le disuadió Lilith de cualquier expresión que fuese a
compartir—. Solo he aprovechado que estás aquí para decirte que dejes de
mirarme con cara de pena todo el día, a todas horas, porque me pone enferma, y
no lo soporto.
Sin aguardar
siquiera a la respuesta afirmativa de su receptor, la adolescente se giró y
regresó al asiento del copiloto, donde se acurrucó sobre sí misma y se esforzó
por caer víctima del sueño.
“Noveno día. Por fin hemos llegado”.
La yegua se detuvo
espontáneamente siguiendo la indicación de su jinete. Hawk hincó el pie en el
freno tras presenciar aquella acción. No era la hora que habían concretado para
la parada diurna, por lo que debía tratarse de otro asunto.
—¿Pasa algo?
—¿Veis eso de allí?
—atrajo Vega su curiosidad señalando a un punto específico.
Todos los ocupantes
se acercaron a las ventanillas para descubrir aquello que la chica estaba
marcando. Se trataba de una torre de piedra antigua rematada en una punta
triangular con una veleta y dos campanas que sobresalía por encima del paisaje.
—¿Eso es… una
iglesia? —curioseó Mike absorto por la estructura.
—Es la basílica de
Rockrose. Estamos prácticamente al lado.
—¿Eso quiere decir
que ya hemos llegado?
La resplandeciente
sonrisa con la que Vega les complació sirvió como la mejor respuesta que les
podría haber concedido.
—Bajaremos por ese
camino —indicó marcando la ruta dispuesta a su derecha—. Evitaremos cruzarnos
con la gasolinera y la entrada principal, que podrían estar fácilmente
bloqueadas. Son solo un par de kilómetros. Cuando veáis el rio, estaremos
dentro del pueblo.
Obediente, Hawk
viró y condujo tras Estrella, siempre atento de que su pierna no se posase en
exceso encima del acelerador. Paula aprovechó el momento para tomar una foto de
la torre de la iglesia, aunque refunfuñó cuando notó que la imagen había salido
borrosa.
—No intentes sacar
fotos desde tan lejos. Esa cámara no es para eso.
—Jo…
—Tranquila, podrás
hacerle todas las fotos que quieras cuando la tengamos al lado —añadió Mike
intentando animarla.
—Bueno…
“La verdad es que no sé cómo imaginaba que sería el pueblo, pero es
muy distinto a todo lo que tenía en mi cabeza. No tiene nada que ver con el
pueblo en el que vivían mis abuelos con mis tíos. Me recuerda a una película de
vaqueros que veía mi padre de vez en cuando, esa en la que siete pistoleros van
a ayudar a la gente del lugar con unos forajidos. ¿Cómo se llamaba?”
Tal y como Vega
había compartido, solo tardaron unos quince minutos en alcanzar el puente de
piedra que cruzaba el río. La espadachina les aconsejó que escondieran el BMW
tras una nave industrial, donde la visibilidad era nula, y así lo hicieron.
Tras ello, los cinco ocupantes se bajaron del vehículo, recuperaron sus
pertenencias y se reunieron con Vega en el puente.
Lo primero que Mike hizo fue asomarse para
contemplar el río. Su corriente era tan agitada que pensó que no querría caer
en él bajo ningún concepto.
—Dijiste que no
había radiación, ¿verdad, Vega?
—¿Cuánto marca el
contador?
Impresionada por lo
inesperado de la petición, Paula sacó el aparato de su mochila. Lo cierto era
que había sido Vega quien se había encargado de definir la radiación del
trayecto y comentar los puntos de interés con Hawk, por lo que se había
olvidado por completo del cacharro.
—A ver… aquí dice
que estamos en niveles normales.
—Tal y como
suponía.
—¿Y esto qué coño
es?
Vega cabalgó hacia
Lilith, que se había detenido con sus brazos en jarra ante una estructura de
piedra blanca de varios metros de altura.
—Es el monumento a
la justicia. Aquí se ejecutaba a los criminales, hace mucho tiempo. Mi madre
solía decir que era parte de la base de nuestro actual sistema jurídico, o sea,
el que había antes de la anarquía.
—Pues parece un
rollito de primavera gigante.
—Eso no te lo
discuto.
Con un suspiro,
Lilith se sentó en los escalones sobre los que se asentaba el monumento.
—Necesito un poco
de aire fresco, si no os importa.
—Pues a mí me
gustaría ver el sitio donde nos vamos a quedar —intervino Leonard, cansado ya
de desplazarse entre regiones como un nómada—. Se hará de noche pronto.
—Paciencia, pequeño
mechas. Nuestro lugar de acogida está justo ahí.
Vega extendió el
sable. Atravesando un anodino paseo con dos series de bancos cuya pintura ya
había desaparecido, una construcción de piedra se erigía junto a una carretera.
—¿Qué es eso? —preguntó
Paula curiosa.
—Es la casa rural
de mi familia. Mis padres la alquilaban en verano para sacar dinero. Tiene todo
lo que necesitamos para vivir aquí, hay habitaciones de sobra, e incluso una
chimenea a la que le podemos sacar partido. Y lo más importante, aún tengo las
llaves.
—¿Y a qué estamos
esperando? ¡Vamos! —inquirió Leonard ansioso por examinar el interior de la
morada.
—Chico, por si no
has oído a Lilith, necesita un poco de aire fresco —apuntó Hawk intentando
calmar la inquietud del chaval—. Además, todavía no sabemos si este lugar está
ocupado. En las bases de la gente no suelen recibir a los extraños con los
brazos abiertos.
—Sí, Hawk tiene
razón. Deberíamos andar con pies de plomo hasta comprobar que el pueblo es
seguro.
—Hey, no va a pasar
nada. Déjame el revólver e id a la casa. Además, ¿a cuánto estamos de allí?
¿200 metros? ¿100?
—Lo siento, pero te
he cogido cariño. No voy a ser una irresponsable y cargar con la culpa de lo
que te pueda pasar —negó Vega en rotundo la proposición—. Sé que te defiendes
solita como nadie, pero nada de separarse, así que tú decides. ¿Vamos ya o
esperamos?
Aunque no pudo
evitar refunfuñar molesta, Lilith se levantó rindiéndose a las condiciones de la
espadachina.
—Está bien, vamos.
La joven de cabello
castaño bajó sus binoculares con expresión de preocupación. De un único y
potente silbido, llamó a sus seis compatriotas, que estaban dispersos cerca de
ella. Raudos, se aproximaron hasta donde su líder se hallaba camuflada junto a
unos matorrales.
—¿Qué pasa, B?
—Tenemos visita.
—¿Otro de esos
cortadores de orejas? —se interesó un tercero con tono de desprecio.
—No, estos son
diferentes. Parecen un grupo recién llegado. Tienen hasta un caballo.
—Un caballo, ¿eh?
Nos vendría bastante bien para no perder todo el día cuando hacemos el
viajecito a casa de la puta jueza esa.
—¿Quién tiene el
walkie?
Después de que un
sujeto conocido como L alzase su mano, le entregó el aparato en cuestión a B,
quien no tardó ni un segundo en entablar comunicación con su dirigente.
—R, aquí B con el
equipo de exploración. Necesito hablar contigo. Cambio.
—Aquí R, ¿qué
quieres? Cambio.
—Hemos entablado
visión con un grupo de desconocidos. No pertenecen a los cortadores de orejas,
o eso parece, en principio. Cambio.
—¿Cuántos? Cambio.
—Seis, pero dos son
críos, otros dos adolescentes y tienen un viejo. Ahora mismo —comentó
recuperando sus prismáticos—, están entrando en la casa rural que está en la
carretera. Indique cómo debemos proceder. Cambio.
—Ya sabéis lo que
pasaría si alguien descubriera lo que esconde Abraham debajo de la iglesia.
Podrían destruirlo, o utilizarlo para sus propios fines, y eso no nos interesa.
Cambio.
—Es posible que los
zombis les disuadan de vivir aquí —apuntó la joven que se hallaba frente a B.
—Cambio.
—Mejor no tentar a
la suerte. Un flechazo en el corazón nos garantizará el cien por ciento de
efectividad que buscamos. Cambio.
—Pero… ¿a todos?
Cambio.
—¿Es que no me
estás escuchando? Cambio.
—Entendido. Cambio
y corto.
B devolvió el
walkie al encargado de su posesión tras cortar la llamada y se dirigió hacia
todo su equipo.
—De acuerdo. Poneos
las máscaras, y recordad que está totalmente prohibido quitársela. No queremos
que nadie pueda relacionar la matanza con nuestra… organización. Si sois
capturados, queda en vuestras manos lo que hagáis con vosotros mismos. Nosotros
negaremos que forméis, o hayáis formado parte, de nuestra visión, sin importar
las consecuencias. ¿Han quedado claras las reglas?
—Sí, B.
—Muy bien.
La comandante se
colocó la máscara antigás que cubriría su semblante, acompañada por los seis
miembros de su formación.
—In nomine Patris
et Filii et Spiritus Sancti.
—Amen.
—Vamos allá.
Vega le propinó un
empujón a la verja, que cedió finalmente después de que esta le hubiese
introducido la llave correcta. Sus cinco acompañantes se adentraron en el
jardín. Aunque parecía evidente que nadie se había ocupado del mantenimiento
del césped en demasiado tiempo, era la mayor belleza que habían alcanzado a ver
en meses, o incluso años.
—Parece de película
—afirmó Leonard absorto—. Solo falta una fuente de estas que tira agua a
chorritos.
—Todo a su debido
tiempo, mi querido mechas.
—¿Eso significa que
la hay?
La joven se limitó
a sonreírle mientras abría la puerta por la que accederían al comedor de la
casa. Su expresión se retorció en una de repugnancia cuando el hedor apuñaló
sus fosas nasales.
—Oh, Dios —manifestó
Lilith apartándose—, y yo que creía que el ático olía mal.
—Sí, la casa es
bastante húmeda y acumula olor fácilmente. Supongo que me había olvidado de ese
detalle —informó Vega con la esperanza de que la adolescente no quisiese
asesinarla por su descuido—. Pero no os preocupéis. Limpiaremos, abriremos las
ventanas, echaremos un poco de ambientador, y le daremos algo de calor a la
chimenea, y será nuestro rincón favorito. Ya lo veréis.
Paula sacó su
moneda y la tiró antes de agarrarla en el aire. Aunque la respuesta del azar
iba a ser la misma de siempre, su visión se emborronó cuando la observó en
aquella ocasión.
—Lilith…
Su hermana no la
escuchó. Mike le había estirado sin previo aviso del brazo y la había sacado
del recinto. Desde la carretera, a escasos metros del resto, contempló
esperanzado el que podría ser su primer hogar desde que el apocalipsis había
dado inicio.
—No me encuentro
bien…
Las palabras de
Paula se ahogaron en el ambiente por la imprevisión del momento. Solo Hawk se
percató de lo que le estaba ocurriendo, pero no pudo hacer nada. También le
sucedía a él.
—Hey, Mike, ¿qué
pasa?
—Es solo que… No
quiero esperar más.
—Mike…, me dijiste
que me darías el tiempo que necesitase.
—No, no… no estoy
hablando de eso. Yo… ¿Recuerdas a Mary, una señora mayor de la base que era
viuda?
—No muy bien…
—Bueno, ella me
regaló una cosa, hace meses, y me dijo que, si estaba seguro de algo, fuese a
por ello, pero entonces yo no estaba muy seguro.
—¡Mike, por favor,
ve al grano!
Leonard y Vega
habían salido a la carretera extrañados, aunque la segunda podía imaginarse lo
que iba a ocurrir a continuación. La expectación del público incrementó aún más
el ataque de nervios que estaba invadiendo a Lilith.
Obedeciendo a su
novia, Mike decidió acallar todas las palabras bonitas que quería expresar y
sacó de su bolsillo una caja diminuta. Lilith retrocedió impactada incluso
antes de que su novio revelase el anillo de su interior.
—Sé que todavía te
guardas muchas cosas para ti…, Lilith, pero espero poder ir conociéndolas
todas, poco a poco, como marido y mujer.
—Mike, yo…
Entre la impresión
de la pedida, dos impactos secos reverberaron en el jardín. En décimas de
segundo, Lilith temió por la integridad de su hermana. No podía estar pasando
otra vez.
—¿Paula?
—Lilith, es…
Mike gimió. Lilith giró
en el instante exacto para contemplar a su prometido desplomándose sobre sus
rodillas con una flecha atravesando su hígado. Intentó hablar, pero de su
garganta solo brotó un gorgoteo incomprensible.
—¿Mike?
—¡A cubierto!
Vega empujó a
Lilith hacia el jardín, salvándola de otra flecha que pasó rozando su cabeza.
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