Big Red Mouse Pointer

martes, 6 de agosto de 2019

NH2: Capítulo 068 - La otra cara de la moneda. 5.

5. Pequeña inocencia, ¿pensaste que podías recuperar ese sentimiento? ¿Acaso no aprendiste nada de la desgracia disfrazada de coleta?

“Durante estos días, Vega se ha estado esforzando mucho porque Estrella se recupere. Como ya no tenemos que buscar más gasoil, gracias a mí, que soy un talismán (jaja, sí, seguro), la chica nos ha pedido ayuda a todos con la rehabilitación. Paseamos a la yegua durante gran parte del tiempo que hay luz solar, por el patio y por la calle que está al lado del edificio. Ya corre y todo. Esta mañana le dije a Vega que probara a montarla, pero ella me dijo que las heridas de pata se tienen que tratar con mucho cuidado, y que le diéramos un poco más de tiempo. También le dejé caer que podría dejarme montarla. Casi me atraviesa con la…
—Hey, ¿qué es eso?
Leonard cerró sobresaltado el cuaderno en el que estaba escribiendo tras escuchar a la niña a su lado.
—¿Por qué siempre apareces como si fueras un ninja? ¿No puedes hacer ruido?
—Es que soy un ninja —le vaciló con una brillante sonrisa—. No, en serio, ¿qué haces? 
—Estoy… escribiendo una cosa.
—¿Qué cosa?
—Es privado.
—Ammmm. ¿Me prestas la cámara? Quiero hacer fotos.  
—Cógela. Está en mi mochila.
Feliz por su permiso, la chica se precipitó hacia uno de los sofás, permitiendo a Leo continuar más tranquilo con su relato.
Casi me atraviesa con la wakizashi. Por otra parte, la chica que hace unos días lloraba parece estar mejor de ánimo, aunque su hermana dice que está rara porque está muy callada y bastante pegada a su novio. No sé, yo la veo normal. Ni siquiera puso pegas cuando Vega le contó lo que habían decidido hacer. No sé por qué todos están tan preocupados por ella”.      

“Mañana se acaba el plazo del viejo para que la yegua pueda viajar. Vega ha dicho que tenía que ser hoy sí o sí, así que lo hemos intentado, y bueno...”

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Mike sin poder disimular sus nervios—. ¿Y si te tira y te haces daño?
—Tenemos que arriesgarnos. Si veo que la voy a poner en peligro, me bajaré.
—De todas formas, hoy es el último día, ¿no? —lanzó Lilith la cuestión al aire—. Hawk quiere salir mañana.
—Efectivamente, señorita.
Vega concluyó con la colocación de la silla y el aparataje necesario para montar, y se subió a la yegua de un impulso.

“…, aunque al principio parecía que a Estrella le costaba caminar con la chica encima de ella, en seguida se soltó, empezó a moverse de un lado a otro de la calle, y de repente, salió despedida como un cohete. Me dijeron que le habían disparado en la pata, pero vamos, por como yo la he visto, parecía que nunca le había pasado nada. La verdad es que la yegua es una monada. Ojalá hubiera tenido yo una, antes de todo esto, o al menos la oportunidad de montar. Me da un poco de envidia…”   

“Hoy es el día. Como he sido el primero en prepararlo todo, porque casi todas mis cosas aún estaban dentro de la mochila, he bajado al garaje con Mike, que quería hacerle la revisión final al coche. No lo había visto hasta entonces, y, guau. Me esperaba otra cosa. Menudo carro”.

—Esto de aquí es el carburador. Mezcla el aire y el gasoil en las proporciones adecuadas para que el motor funcione mejor y gaste menos.
—¿Y esto de aquí, Mike?
—Eso es el filtro de aire. Retiene todo lo que no tiene que entrar dentro del motor, y hay que cambiarlo con regularidad para no resentirlo.
—Sabes mucho de esto —comentó Leonard ciertamente sorprendido por los conocimientos del joven.
—Bueno, es lo que tiene haber sido ayudante de papá. Algo aprendes. 
—¿En la base también hacías algo de esto?
—Para nada. En la base me trataban igual que a ti. Pégale cuatro puñetazos al mandamás de turno para que parezca que te entrenamos físicamente, cómete la papilla y no rechistes.
—Puta base…
—Sí, puta base.
—Y puta Michaela.
—Y puta Michaela… ¿Sigue viva entonces?
Leo se sobresaltó por la inesperada cuestión. Sabía que no era lo que temía, que no podía ser posible que Mike hubiese deducido que él había sido el perrillo faldero de la reina por un tiempo, pero no pudo evitar sentir inquietud.
—Sí, sigue viva. Ni siquiera la estampida pudo con ella.
—Entonces me alegro de irnos por fin de este edificio, y cuanto más lejos, mejor.
Mike sonrió. Leonard compartió su gesto, más relajado.
—Por cierto, ¿sabes si Fox está vivo?
—¿Fox? —repitió Leo disimulando estar confundido.
—El alto mando que siempre iba con Michaela. Un tipo muy chulo. Siempre le hablaba a los demás con soberbia.
—Ah, vale, ya sé quién dices. Pues… la última vez que lo vi estaba vivo. ¿Por qué?
—Por nada. Solo era… por saberlo.
—Ajá.
Leonard reconoció su evasiva en segundos, pero prefirió no presionarle con respecto al tema. Realmente, tampoco le interesaba.

Hawk había invertido la mayor parte del tiempo disponible desde que se había desvelado en la madrugada para llenar una mochila con sus pertenencias. Al contrario que el resto del grupo, quienes habían priorizado los útiles de primera necesidad, él había recopilado viejas fotografías familiares, una decena de libros antiguos, un trofeo dispuesto sobre una estantería que se había ganado hacía años y el peluche del águila.
Para cuando los habitantes del ático golpearon su puerta indicando que marchaban hacia el garaje, tan solo le quedaba un objeto por recuperar. Hawk entró en su dormitorio y descolgó un cuadro de un prado que su mujer había pintado para él como regalo de boda. Tras él, había una caja fuerte. Concentrado en recordar la combinación, el anciano giró la rueda numerosas veces hasta que el enorme cubo de acero se desbloqueó.
En el interior únicamente había una gradilla con un tubo de ensayo cerrado en cuyo interior se encontraba un líquido incoloro. Hawk lo examinó como si se tratase del secreto de la vida.
—Tú eres el único que queda. Espero que puedas ayudarme a solucionar esto, algún día.
Después de guardarlo junto con las demás partes del recopilatorio en su mochila, sacó de un cajón una caja de zapatos que albergaba todas las cintas que había grabado hasta entonces y las arrojó por la ventana sin compasión.
Fue lo último que hizo antes de despedirse en silencio de su hogar para siempre.

En cuanto se adentró en el garaje, Hawk pulsó un botón que elevó de manera lenta y segura el portón que conectaba con el mundo exterior. Aunque levemente aletargado, se acercó hasta el BMW, en cuyos asientos ya se habían acomodado el resto. Tiró la mochila en el maletero y se sentó en la ubicación del conductor. No supo con exactitud si sentirse sorprendido, desanimado o incluso intimidado al ver a Lilith ocupando el asiento del copiloto.  
—¿Seguro que no quieres estar atrás?
La chica le perforó con sus pupilas como si le acabase de preguntar una insensatez.
—Me gusta dar conversación al conductor en los viajes…, Hawk, para que no se duerma.
—Como quieras.
Hawk introdujo la llave en el contacto con un sólido nudo apretando su garganta. Por alguna razón, le incomodaba más que se refiriese a él por su nombre en lugar de como viejo. Leo chilló rebosante de entusiasmo al percibir las vibraciones del coche tras arrancar en su piel. Los demás le observaron extrañados por su arrebato, y solo Paula le siguió la corriente para que no sintiera que acababa de hacer el ridículo.
—Vale, vale, no arméis un gallinero.
Apelando a la calma, Hawk introdujo la primera marcha y condujo hacia la rampa que llevaría a la avenida en la que Vega les estaba esperando. Cuando movió la palanca de cambios hacia la segunda marcha, el vehículo se tambaleó con brusquedad, instigando a los pasajeros a sujetarse a lo que fuese. Mike y Leo no dudaron en reprenderle.
—Hawk, por favor, pisa bien el embrague. Vas a hacer que el BMW se pare y estás gastando más combustible. 
—Sí, y a mí me gustaría llegar a Rockrose con mis dientes intactos, si es posible.
—Lo siento, hace años que no cojo un coche.
Vega, montada sobre su querida Estrella, se dirigió hacia ellos cuando les divisó doblando la esquina por la que aguardaba su aparición. El viejo se dispuso a bajar una de las ventanillas, pero Lilith se adelantó, apretando el botón con más rapidez.
—Estamos todos, ¿no?
—El taxi va lleno —afirmó Hawk con inusual cordialidad—. Tú ve delante. Nosotros seguimos tu camino.
—A mandar.
Preparada para regresar a su aventura ecuestre, Vega agarró con vigor las riendas de Estrella y la espoleó. La yegua relinchó y echó a correr hacia la dirección comandada por su jinete. Hawk aceleró tras ellos. Minutos después, Leonard se arrodilló sobre el asiento y pegó su dedo corazón al cristal trasero mientras contemplaba cómo se alejaban de la ciudad.
—Que te den, ciudad. 
Mike, Paula, e incluso Lilith mediante su propia ventanilla, le imitaron al instante.   
—Que te den, base.
—Que te den, Michaela.
—Que te den, Steve Fox.
Hawk respiró profundamente antes de emitir un susurro inapreciable para los demás.
—Que te den, Bella.

“Los primeros kilómetros fueron bastante engorrosos. El caba… o sea, la yegua, se movía muy bien por dentro de la ciudad, pero nuestro coche no podía esquivar con tanta facilidad la basura que había por todas partes. Estuvimos, creo, más de dos horas dando vueltas hasta que llegamos a una carretera. A partir de ahí todo fue más fácil. Eso sí, Hawk no paraba de pisarle y frenar al ver que adelantaba demasiado a Estrella, y Mike estuvo gruñéndole todo el rato por el gasto de gasoil. Pero bueno, lo importante es que ya estoy lejos de Michaela y toda esa calaña que trabaja para ella, y cada día que pase, más lejos estaré. Por fin soy libre de verdad”.

“Hemos parado por la noche para dormir y descansar. Tanto Hawk como la chica waki (sí, se me ha ocurrido a mí solo) han dicho que no era buena idea viajar por la noche. También ha dicho (ella) que Estrella necesita hacer una parada durante el día para descansar y comer, que podría haber riesgo de que se desplomase con ella encima si la forzaban demasiado. El viejo ha tenido que aceptar, un poco a regañadientes, pero a estas alturas no le queda otra. En fin… Espero que me entre el sueño pronto. Tanto desvelarme en la base me está pasando factura”.

“Segundo día de viaje, no llevaremos más de una hora y ya estoy empezando a tener arcadas. No recordaba que me mareara tanto en el coche cuando era más pequeño. Me gustaría pedir el asiento de delante, pero no creo que Lilith me lo vaya a dejar, así que me tocará aguantarme por ahora. Mientras no le eche la pota a Mike, todo bien”.

“Paula me ha visto escribir tanto en el diario y me lo ha cotilleado tantas veces que al final le he tenido que contar lo que estaba haciendo. Me ha dicho que ella también va a hacer un diario, pero distinto. Hay que ver lo pesada que se pone a veces. Igual es porque no he tenido hermanos pequeños, pero tiene momentos que la tiraría por la ventana (espero que Lilith nunca lea esto)”, como cuando se pone a tirar una y otra y otra y otra vez la moneda esa.  

“Tercer día de viaje. Hoy he averiguado lo que quería decir Paula ayer. En medio de la parada del día, cuando aún me estaba comiendo mi manzana, ha venido y…”

—¡Vamos, sonríe!
Leo tosió con un bocado de manzana atascado en el esófago ante la impresión del flash. Por mucho que lo intentase, no se acostumbraba a aquel desagradable disparo de luz. Mientras este se recuperaba, Paula sacó la autofoto que había realizado y la agitó.
—¿Otra vez me has cogido la cámara sin permiso?
—Pero es para hacer mi diario. Creía que me habías dado permiso ayer.
—Pues no, no te lo di.
—¿Puedo? Va, porfa, si tú no la usas para nada.
Leonard suspiró cansado de que se repitiese eventualmente la misma historia.
—Mira, tienes razón, yo no la uso para nada, así que quédatela, y quítale el flash, por favor. Mis ojos sangran cada vez que me sacas una foto.
La chica saltó sonriente y salió corriendo hacia donde estaban Vega y Estrella para añadir una nueva fotografía a su colección. El rubio se tumbó en los asientos disfrutando del viento que se colaba en el interior del vehículo a través de las puertas semiabiertas.
—Si Michaela hubiera sabido que esa cámara iba a hacer tan feliz a alguien, habría metido el carrete en una licuadora y se lo habría bebido.

“Cuarto día. A Paula parece haberle gustado bastante el tema de las fotos. Nos ha sacado a todos varias, la mayoría haciendo poses raras, y también al paisaje, pero, sobre todo, a sí misma. A este paso, gastará el carrete en dos días”.

“Hoy la parada ha sido un poco rara. Normalmente, Lilith siempre está callada en el trayecto, y en general, además de estar bastante distanciada del resto. A mí me da igual, pero hoy estaba, no sé, un poco más rara que de costumbre. A lo mejor le pasa como a mí, y tener a su hermana todo el puñetero día sacando fotos le altera los nervios”.

—¿Li?
Sentada en el arcén de la carretera, la joven elevó su cabeza para generar contacto visual con su novio. Con una breve seña, le indicó que se sentase junto a ella. Sin embargo, lo que a él más le preocupaba era que se estuviese peleando con un encendedor para prender un cigarrillo.
—¿De dónde has sacado eso?
—Guantera.
—Pero tú no fumas.
—No, no fumo.
Tras numerosos intentos en vano, la adolescente se rindió y arrojó el pitillo enfurecida.
—¿Estás segura de que no quieres que hable con Hawk?
—No, Mike —le disuadió veloz—, ya te lo dije hace dos semanas. Hawk y sus… cosas solo me recordaron algo que había olvidado. Nada más. No tiene la culpa.  
—Pero a lo mejor hablar con él ayuda a…
—Mike, te he dicho que no. Solo… déjalo estar.
—No soporto verte así, Lilith. Apenas hablas. ¿Cómo puedes pedirme que lo deje estar?
—Estoy bien, Mike, y estaré mejor cuando lleguemos a ese pueblo y reiniciemos. Para eso ha sido todo nuestro esfuerzo, para eso hemos peleado dentro y fuera de la base. Solo… mantente concentrado en eso.
—¿Al menos vas a contarme por qué estabas llorando? ¿O volvemos a los secretos?
—Yo… Lo siento.
Mike creyó percibir una chispa de angustia en la mirada de su pareja que no había atrapado en ninguna de las ocasiones anteriores en las que había revelado sus enigmas. Sin siquiera saber de qué se trataba, sentía que el peso que ejercía sobre la chica era uno de los mayores que había soportado.  
Una sensación reconfortante la invadió cuando Mike estrechó su mano con la suya y le dedicó una cálida sonrisa. 
—Está bien… Cuando estés preparada. Tenemos tiempo de sobra.    

“Sexto día, por la noche. No ha habido mucho que contar estos dos días. Seguimos tal y como siempre, con la única diferencia de que ahora Paula saca el doble de fotos que el día que empezó con el dichoso diario. Ya le han confiscado la cámara tanto Lilith como Hawk, pero les ha hecho ese truquito de poner ojos de cordero degollado y los dos han picado. Bendita camarita…”.

—Deberías dormir, tú que puedes.
Hawk exhaló el humo de su tabaco, conmovido al distinguir a la adolescente que se acercaba hacia él en mitad de la noche.
—¿Y quién le ha dicho que puedo, señorita?
—Duermes a mi lado. Te escucho roncar como una hormigonera.
El anciano inhaló otra calada con su visión clavada en el horizonte, entre la oscura tierra árida que se extendía más allá de la carretera sobre la que habían aparcado el BMW, tal y como hacían cada noche.
—Lo que quise decir…
—No tengo intención de hablar, de nada —le disuadió Lilith de cualquier expresión que fuese a compartir—. Solo he aprovechado que estás aquí para decirte que dejes de mirarme con cara de pena todo el día, a todas horas, porque me pone enferma, y no lo soporto.
Sin aguardar siquiera a la respuesta afirmativa de su receptor, la adolescente se giró y regresó al asiento del copiloto, donde se acurrucó sobre sí misma y se esforzó por caer víctima del sueño.

“Noveno día. Por fin hemos llegado”.

La yegua se detuvo espontáneamente siguiendo la indicación de su jinete. Hawk hincó el pie en el freno tras presenciar aquella acción. No era la hora que habían concretado para la parada diurna, por lo que debía tratarse de otro asunto.
—¿Pasa algo?
—¿Veis eso de allí? —atrajo Vega su curiosidad señalando a un punto específico.
Todos los ocupantes se acercaron a las ventanillas para descubrir aquello que la chica estaba marcando. Se trataba de una torre de piedra antigua rematada en una punta triangular con una veleta y dos campanas que sobresalía por encima del paisaje.
—¿Eso es… una iglesia? —curioseó Mike absorto por la estructura.
—Es la basílica de Rockrose. Estamos prácticamente al lado.
—¿Eso quiere decir que ya hemos llegado?
La resplandeciente sonrisa con la que Vega les complació sirvió como la mejor respuesta que les podría haber concedido.
—Bajaremos por ese camino —indicó marcando la ruta dispuesta a su derecha—. Evitaremos cruzarnos con la gasolinera y la entrada principal, que podrían estar fácilmente bloqueadas. Son solo un par de kilómetros. Cuando veáis el rio, estaremos dentro del pueblo. 
Obediente, Hawk viró y condujo tras Estrella, siempre atento de que su pierna no se posase en exceso encima del acelerador. Paula aprovechó el momento para tomar una foto de la torre de la iglesia, aunque refunfuñó cuando notó que la imagen había salido borrosa.
—No intentes sacar fotos desde tan lejos. Esa cámara no es para eso. 
—Jo… 
—Tranquila, podrás hacerle todas las fotos que quieras cuando la tengamos al lado —añadió Mike intentando animarla.
—Bueno…

“La verdad es que no sé cómo imaginaba que sería el pueblo, pero es muy distinto a todo lo que tenía en mi cabeza. No tiene nada que ver con el pueblo en el que vivían mis abuelos con mis tíos. Me recuerda a una película de vaqueros que veía mi padre de vez en cuando, esa en la que siete pistoleros van a ayudar a la gente del lugar con unos forajidos. ¿Cómo se llamaba?”

Tal y como Vega había compartido, solo tardaron unos quince minutos en alcanzar el puente de piedra que cruzaba el río. La espadachina les aconsejó que escondieran el BMW tras una nave industrial, donde la visibilidad era nula, y así lo hicieron. Tras ello, los cinco ocupantes se bajaron del vehículo, recuperaron sus pertenencias y se reunieron con Vega en el puente.
 Lo primero que Mike hizo fue asomarse para contemplar el río. Su corriente era tan agitada que pensó que no querría caer en él bajo ningún concepto.
—Dijiste que no había radiación, ¿verdad, Vega?
—¿Cuánto marca el contador?
Impresionada por lo inesperado de la petición, Paula sacó el aparato de su mochila. Lo cierto era que había sido Vega quien se había encargado de definir la radiación del trayecto y comentar los puntos de interés con Hawk, por lo que se había olvidado por completo del cacharro.
—A ver… aquí dice que estamos en niveles normales.
—Tal y como suponía.
—¿Y esto qué coño es?
Vega cabalgó hacia Lilith, que se había detenido con sus brazos en jarra ante una estructura de piedra blanca de varios metros de altura.
—Es el monumento a la justicia. Aquí se ejecutaba a los criminales, hace mucho tiempo. Mi madre solía decir que era parte de la base de nuestro actual sistema jurídico, o sea, el que había antes de la anarquía.
—Pues parece un rollito de primavera gigante.
—Eso no te lo discuto.
Con un suspiro, Lilith se sentó en los escalones sobre los que se asentaba el monumento.
—Necesito un poco de aire fresco, si no os importa.
—Pues a mí me gustaría ver el sitio donde nos vamos a quedar —intervino Leonard, cansado ya de desplazarse entre regiones como un nómada—. Se hará de noche pronto.
—Paciencia, pequeño mechas. Nuestro lugar de acogida está justo ahí.
Vega extendió el sable. Atravesando un anodino paseo con dos series de bancos cuya pintura ya había desaparecido, una construcción de piedra se erigía junto a una carretera.
—¿Qué es eso? —preguntó Paula curiosa.
—Es la casa rural de mi familia. Mis padres la alquilaban en verano para sacar dinero. Tiene todo lo que necesitamos para vivir aquí, hay habitaciones de sobra, e incluso una chimenea a la que le podemos sacar partido. Y lo más importante, aún tengo las llaves.
—¿Y a qué estamos esperando? ¡Vamos! —inquirió Leonard ansioso por examinar el interior de la morada.
—Chico, por si no has oído a Lilith, necesita un poco de aire fresco —apuntó Hawk intentando calmar la inquietud del chaval—. Además, todavía no sabemos si este lugar está ocupado. En las bases de la gente no suelen recibir a los extraños con los brazos abiertos.
—Sí, Hawk tiene razón. Deberíamos andar con pies de plomo hasta comprobar que el pueblo es seguro.
—Hey, no va a pasar nada. Déjame el revólver e id a la casa. Además, ¿a cuánto estamos de allí? ¿200 metros? ¿100?
—Lo siento, pero te he cogido cariño. No voy a ser una irresponsable y cargar con la culpa de lo que te pueda pasar —negó Vega en rotundo la proposición—. Sé que te defiendes solita como nadie, pero nada de separarse, así que tú decides. ¿Vamos ya o esperamos?
Aunque no pudo evitar refunfuñar molesta, Lilith se levantó rindiéndose a las condiciones de la espadachina.   
—Está bien, vamos.

La joven de cabello castaño bajó sus binoculares con expresión de preocupación. De un único y potente silbido, llamó a sus seis compatriotas, que estaban dispersos cerca de ella. Raudos, se aproximaron hasta donde su líder se hallaba camuflada junto a unos matorrales.
—¿Qué pasa, B?
—Tenemos visita.
—¿Otro de esos cortadores de orejas? —se interesó un tercero con tono de desprecio.
—No, estos son diferentes. Parecen un grupo recién llegado. Tienen hasta un caballo.
—Un caballo, ¿eh? Nos vendría bastante bien para no perder todo el día cuando hacemos el viajecito a casa de la puta jueza esa.
—¿Quién tiene el walkie?
Después de que un sujeto conocido como L alzase su mano, le entregó el aparato en cuestión a B, quien no tardó ni un segundo en entablar comunicación con su dirigente.
—R, aquí B con el equipo de exploración. Necesito hablar contigo. Cambio.
—Aquí R, ¿qué quieres? Cambio.
—Hemos entablado visión con un grupo de desconocidos. No pertenecen a los cortadores de orejas, o eso parece, en principio. Cambio.
—¿Cuántos? Cambio.  
—Seis, pero dos son críos, otros dos adolescentes y tienen un viejo. Ahora mismo —comentó recuperando sus prismáticos—, están entrando en la casa rural que está en la carretera. Indique cómo debemos proceder. Cambio.
—Ya sabéis lo que pasaría si alguien descubriera lo que esconde Abraham debajo de la iglesia. Podrían destruirlo, o utilizarlo para sus propios fines, y eso no nos interesa. Cambio.  
—Es posible que los zombis les disuadan de vivir aquí —apuntó la joven que se hallaba frente a B.
—Cambio.
—Mejor no tentar a la suerte. Un flechazo en el corazón nos garantizará el cien por ciento de efectividad que buscamos. Cambio. 
—Pero… ¿a todos? Cambio.
—¿Es que no me estás escuchando? Cambio. 
—Entendido. Cambio y corto.
B devolvió el walkie al encargado de su posesión tras cortar la llamada y se dirigió hacia todo su equipo.
—De acuerdo. Poneos las máscaras, y recordad que está totalmente prohibido quitársela. No queremos que nadie pueda relacionar la matanza con nuestra… organización. Si sois capturados, queda en vuestras manos lo que hagáis con vosotros mismos. Nosotros negaremos que forméis, o hayáis formado parte, de nuestra visión, sin importar las consecuencias. ¿Han quedado claras las reglas?  
—Sí, B.
—Muy bien.
La comandante se colocó la máscara antigás que cubriría su semblante, acompañada por los seis miembros de su formación.
—In nomine Patris et Filii et Spiritus Sancti.
—Amen.
—Vamos allá.

Vega le propinó un empujón a la verja, que cedió finalmente después de que esta le hubiese introducido la llave correcta. Sus cinco acompañantes se adentraron en el jardín. Aunque parecía evidente que nadie se había ocupado del mantenimiento del césped en demasiado tiempo, era la mayor belleza que habían alcanzado a ver en meses, o incluso años.
—Parece de película —afirmó Leonard absorto—. Solo falta una fuente de estas que tira agua a chorritos.
—Todo a su debido tiempo, mi querido mechas.
—¿Eso significa que la hay?
La joven se limitó a sonreírle mientras abría la puerta por la que accederían al comedor de la casa. Su expresión se retorció en una de repugnancia cuando el hedor apuñaló sus fosas nasales.
—Oh, Dios —manifestó Lilith apartándose—, y yo que creía que el ático olía mal.
—Sí, la casa es bastante húmeda y acumula olor fácilmente. Supongo que me había olvidado de ese detalle —informó Vega con la esperanza de que la adolescente no quisiese asesinarla por su descuido—. Pero no os preocupéis. Limpiaremos, abriremos las ventanas, echaremos un poco de ambientador, y le daremos algo de calor a la chimenea, y será nuestro rincón favorito. Ya lo veréis.
Paula sacó su moneda y la tiró antes de agarrarla en el aire. Aunque la respuesta del azar iba a ser la misma de siempre, su visión se emborronó cuando la observó en aquella ocasión.
—Lilith…
Su hermana no la escuchó. Mike le había estirado sin previo aviso del brazo y la había sacado del recinto. Desde la carretera, a escasos metros del resto, contempló esperanzado el que podría ser su primer hogar desde que el apocalipsis había dado inicio.
—No me encuentro bien…
Las palabras de Paula se ahogaron en el ambiente por la imprevisión del momento. Solo Hawk se percató de lo que le estaba ocurriendo, pero no pudo hacer nada. También le sucedía a él. 
—Hey, Mike, ¿qué pasa?
—Es solo que… No quiero esperar más.
—Mike…, me dijiste que me darías el tiempo que necesitase.
—No, no… no estoy hablando de eso. Yo… ¿Recuerdas a Mary, una señora mayor de la base que era viuda?
—No muy bien…
—Bueno, ella me regaló una cosa, hace meses, y me dijo que, si estaba seguro de algo, fuese a por ello, pero entonces yo no estaba muy seguro.
—¡Mike, por favor, ve al grano!
Leonard y Vega habían salido a la carretera extrañados, aunque la segunda podía imaginarse lo que iba a ocurrir a continuación. La expectación del público incrementó aún más el ataque de nervios que estaba invadiendo a Lilith. 
Obedeciendo a su novia, Mike decidió acallar todas las palabras bonitas que quería expresar y sacó de su bolsillo una caja diminuta. Lilith retrocedió impactada incluso antes de que su novio revelase el anillo de su interior.
—Sé que todavía te guardas muchas cosas para ti…, Lilith, pero espero poder ir conociéndolas todas, poco a poco, como marido y mujer.
—Mike, yo…
Entre la impresión de la pedida, dos impactos secos reverberaron en el jardín. En décimas de segundo, Lilith temió por la integridad de su hermana. No podía estar pasando otra vez.
—¿Paula?
—Lilith, es…
Mike gimió. Lilith giró en el instante exacto para contemplar a su prometido desplomándose sobre sus rodillas con una flecha atravesando su hígado. Intentó hablar, pero de su garganta solo brotó un gorgoteo incomprensible.
—¿Mike?
—¡A cubierto!
Vega empujó a Lilith hacia el jardín, salvándola de otra flecha que pasó rozando su cabeza.

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