—¿Y
si sale esto mal? No me gustaría perder a mi familia —dijo un hombre
que rondaría los cuarenta años en un estado nervioso ante el inminente
momento de la rebelión.
—Todo está ya en marcha, Sam. Tenemos que
seguir el plan de Braun. Ya no hay marcha atrás. —anunció Diana mirando
el reloj de su muñeca—. En diez minutos los dos pelotones de vigilancia
volverán para hacer el cambio de turno. Terminemos de hablar con esto
ahora que la mayoría de los que participamos en la rebelión estamos
aquí, en la comisaría. Una vez que esto se vuelva a llenar de lobos,
será imposible continuar preparando el plan. Nuestros compañeros están
vigilando a aquellos del grupo que se opondrían a nuestro plan
manteniéndolos ocupados y lejos de esta sala.
—Mira, hombre, yo
también me preocupo por mi hijo y mis nietos. No quiero que les pase
nada —habló en esta ocasión Carl, un hombre algo entrado en edad al que
ya se le apreciaban varias canas—, pero no quiero que mis nietos de
siete y diez años aprendan a coger un fusil para arriesgar su vida en
las misiones de esa mujer, y menos aún que siendo niños tengan que
entrenarse para volverse máquinas de matar en vez de pasar el tiempo
jugando con algún juguete y disfrutando de la infancia todo lo que
puedan.
Ciertamente, Sam tampoco quería que su hija de doce años
siguiera siendo entrenada para aquel objetivo. Lo último que había
aprendido en clases había sido a coger un cuchillo y dónde atacar para
cortar aquellas venas del cuerpo por donde más sangre circulaba para
lograr hacer que su objetivo muriera rápidamente desangrado.
—Está
bien. ¿Y que hay de la chica esa rubia? Braun dijo que la
necesitaríamos para lograr nuestro objetivo, pero esos jodidos
mosqueteros la tendrán bien vigilada, y Michaela parece tener un interés
especial en ella.
—Pues nada, ¿que va a pasar? Todo seguirá
como se ha planeado, y ella no podrá enterarse de nada. Y Hugo mantendrá
a los otros dos mosqueteros engañados para que no sospechen nada de lo
que tramamos —informó Diana—. Respecto al niño, está con Lilith.
—Oye
¿y que pasó con las pertenencias de esa mujer y el niño? —preguntó un
joven conocido como Liam, que rondaría los veinte años—. ¿Los
recuperasteis?
—Si, tenemos los trajes, el fusil descargado y el
machete. Es mejor que lo tengamos nosotros a que se apoderen de ellos
los demás y se lo queden para ellos mismos. Ya sabéis que aquí muchos
tienen las manos largas... —Respondió Diana a la respuesta del joven.
En
ese momento, alguien llamó precipitadamente a la puerta alertando a
todos los presentas. Un joven guerrrillero abrió la puerta nervioso
cortando la respiración de aquella docena de personas allí reunidas.
—Anna
nos convoca a todos inmediatamente en la plaza trasera del edificio de
oficinas. Al parecer, nos tiene que comentar algo a todas las unidades.
—¡¿Qué?!
¡¿A que se debe esto?! —exigió una agitada Andrea, una mujer de largos y
ondulados cabellos rojizos—Braun no comentó nada de que hubiera una
reunión... —añadió bajando más el tono de voz adivinando que algo podría
haber salido mal, modificando así los planes.
—Será mejor acudir
de inmediato y enterarnos de lo que ocurre... —propuso Tyson, un joven
de cabeza rapada que rondaba una edad similar a la de Liam.
No
tardaron más de cinco minutos en ir al lugar. Allí estaban reunidos los
dos grupos militares conformados por los soldados y guerrilleros de
Michaela. Todos susurraban por lo bajo acerca de porque les habían
llamado a aquella hora, interrumpiendo sus trabajos o levantándolos de
la cama.
—¡Silencio! —gritó Anna—. ¡Poneos en posición y cerrad el pico!
De
inmediato, todos los asistentes se quedaron en silencio y se
reagruparon dividiéndose en filas paralelas en horizontal frente a Anna.
En ese momento, Michaela, seguida de Marcus y Fox llegaron a la plaza
situada tras el edificio de oficinas. Aquella plaza era grande y en
algún momento se había usado en el pasado para celebraciones, pues había
un gran escenario en mitad de esta. Michaela, junto a sus tres altos
mandos, subieron al escenario de madera haciendo crujir el suelo a sus
pasos. Michaela se acercó al borde del escenario en silencio, mirando a
todos los hombres y mujeres que formaban aquellos dos grupos de
milicias, los soldados y los guerrilleros que formaban en conjunto su
gran poder militar. Detrás de esta, Anna, Marcus y Fox se encontraban en
silencio a que esta diera la noticia.
—Camaradas, tengo que
anunciaros de que en cuestión de horas recibiremos a unos invitados
especiales. Al cuerpo de soldados, a vosotros, los comandantes Fox, Anna
y Marcus os darán explicaciones sobre vuestra misión para cuando estos
invitados lleguen dentro de poco tiempo, por lo tanto... —Michaela se
calló en ese instante y miró hacia atrás por encima de su hombro.
Fox, Anna y Marcus se acercaron alineandose junto a su líder en el escenario.
—¡¡Soldados,
tenéis diez minutos para prepararos con vuestro equipamiento y reuniros
con nosotros frente a la escuela!!—gritó Fox con fuerza mirando al gran
grupo de soldados pertenecientes a su unidad militar, a la de Marcus,
Anna y Michaela. —¡Quien tarde un minuto más del debido le meteré un
escopetazo por el culo! ¡¿Entendido?!
—¡¡Señor, sí, señor!!
—Gritaron con fuerza al unísono toda la unidad de soldados y
guerrilleros que formaba parte de las unidades militares de los altos
mandos instantes antes de correr a sus casas a prepararse para aquella
misión que tendría lugar con la llegada de aquellos misteriosos
invitados.
—Señora, si no le importa me retiraré para recoger mi
equipamiento armamentístico e ir al punto de encuentro con los soldados
—Comentó Fox agachando la cabeza.
—Por supuesto, confío en ti, mi
buen Fox. Sé que todo irá bien bajo tu mando —le respondió con una
sonrisa y un tono de voz amable.
Aquel gesto no pasó
desapercibido por los tres altos mandos. Fox, tras haber contemplado
aquella actitud que Michaela había tenido hacia él, no pudo evitar
sentir una grata satisfacción. Con una sonrisa y una reverencia, se
despidió de su líder.
—Bien, guerrilleros a las órdenes de Braun.
Sé que os toca a estas horas patrullar como es costumbre o montar
guardia en los principales edificios de la base. Quiero que continuéis
con vuestros trabajos, pero en esta ocasión especial, quiero que
aumentéis el tiempo y número de patrullas. Braun me informó que se
habían encontrado con mis invitados, por lo tanto, están al caer, y no
son gente normal. Pueden llegar a dar muchos problemas. Cuando lleguen,
me pondré en contacto con el segundo al mando del grupo vía walkie. Nada
más recibir mi aviso, haced lo que os pido, aumentad las patrullas y
duración de estas, id armados y vigilad bien todo lo que suceda en las
calles, pues es posible que traten de escapar ocasionando problemas en
su huida. ¡¿Queda claro?!
—¡Si, señora, alto y claro! —Respondieron al unísono.
—Bien, seguid con vuestro trabajo hasta que yo os dé el aviso.
Tras esto, los guerrilleros abandonaron la plaza para continuar con el trabajo que estaban haciendo antes del comunicado.
—Marcus,
Anna, vosotros equiparos con vuestro equipamiento especial y reuniros
con Fox. Yo iré a por mi equipamiento a mi despacho y más tarde me
reuniré con vosotros. Puede que surgan problemas con ese grupo y traten
de rebelarse contra nosotros, recuperar al niño y huir. Además, hay que
tener cuidado con Maya. Puede ocasionar muchos problemas por sus
habilidades. Y aquellos que están entrenados, las torres, pueden
intentar algo, tengo la sensación de que son tan problemáticos como
Nicole.
—¿Torres? —Preguntó Marcus sin entender a que se refería su líder.
—Davis
y Eva, saben defenderse. No los subestiméis y además. Hemos hecho daño a
dos seres queridos suyos, Adán y Nicole, y si encima les atacamos a
ellos y al resto de amigos suyos, dudo mucho que se queden con las manos
quietas. En cuanto entren en la base, sometedlos de inmediato y
quitadles todas las armas que puedan llevar. Matadlos si veis que
intentan hacer algo y no se someten ni por las buenas ni por las malas.
Prefiero evitar riesgos. Y no subestiméis al grupo. En conjunto, pueden
dar problemas. Ya me lo demostraron cuando todos unidos consiguieron
matar a mi Chimera.
—Está bien, ¿y que sucede con Maya? —comentó Anna.
—Le
administraremos un sedante nada más llegar y la llevaremos al
laboratorio de inmediato para implantarle en el cerebro el controlador
mental. El cuerpo de científicos estará preparado para realizar la
operación nada más llevar a Maya al área de los laboratorios. Y con ella
quitada también del medio, no habría problemas para someter al resto.
—Comprendo. Sometiendo a los fuertes, podremos controlar al resto sin problemas —opinó Marcus.
—Si, divide y vencerás. Ahora preparaos y reunios con Fox. Ya os avisaré por walkie de la llegada de Braun con el grupo.
Tras
un saludo militar, los tres dividieron sus caminos. La noche había
caído ya, y en las solitarias calles, Anna era la única que circulaba
por ellas pensando en Fox y Michaela, y aquel curioso momento entre
ambos. Sí, lo reconocía, sentía celos de Fox por destacar tanto ante los
ojos de su líder. Ella se esforzaba, intentaba ser tan buena o mejor
que Fox para ganarse el aprecio o algo similar a eso de Michaela. Tras
abrir la puerta de su casa, la afroamericana entró y soltó un suspiro
tras cerrar la puerta detrás de si.
—Jodido Fox... ¿Qué tengo
que hacer para que la líder me mire con los mismos ojos y me dedique
unas palabras como esas? —La joven se quitó la ropa quedándose en ropa
interior mientras caminaba hacia el armario dejando la ropa recien
quitada por los suelos.
Tras abir el armario, cogió un par de
prendas más adecuadas para la acción, así como el equipamiento oficial
que usaba para sus misiones. Tras colocárselo, miró el reloj y se
dispuso a salir de nuevo a la calle, para dirigirse al punto de
encuentro frente a la escuela. Sí, por compañeros que fueran, entre ella
y Fox había cierta competitividad por ser el mejor a los ojos de su
líder. Marcus, por otra parte, no tenía intención de participar en
aquella curiosa batalla por ganarse el aprecio de aquella mujer. Lo
único que le importaba era seguir manteniendo su puesto siendo útil a su
líder.
¿Qué más debería de hacer para ser la favorita de su
admirada Michaela? ¿Qué más podía hacer si ya sabía que lo hacía todo
para llamar su atención? ¿Por qué ese estúpido de Fox había logrado
ganarse ese trato especial? ¿Cómo? ¿Por qué él y no ella? El sentimiento
de competitividad estaba bastante latente en ella. No podía evitar
despreciar a Fox cada vez que veía aquellas curiosas muestras de aprecio
entre ellos dos, pero sabía que Michaela quería que los tres estuvieran
unidos dentro del trabajo y no le ocasionaran problemas por los asuntos
personales que hubiera entre ellos dos, y tan solo por ese motivo, ella
tenía que tragar a Fox durante el trabajo.
—Algún día te
superaré Fox y te arrebataré ese puesto, siendo yo la mano derecha de
Michaela... —Comentó Anna para sí misma con una amplia sonrisa fijando
la vista en la luna llena, la cual ya comenzaba su carrera al ascenso en
el oscuro cielo estrellado.
Mientras que Anna superaba aquella
crisis de celos, Marcus, ya preparado con su equipamiento especial,
estaba sentado a los pies de su cama contemplando una foto. En aquella
foto se le podía apreciar mucho más joven, y a su lado, una mujer
sosteniendo entre sus brazos a un bebé. Sí, en un pasado había sido
padre y esposo, pero su vida cambió cuando su hijo murió debido a que
falleció asfixiado cuando la casa del matrimonio ardió al prenderse una
cortina por un enchufe en mal estado que en funcionamiento dejó saltar
unas chispas que ocasionaron el incidente. Aquello tuvo lugar estando su
mujer en el trabajo, mientras él, en la casa de enfrente, estaba
hablando con su vecino y buen amigo por aquella época.
Nada
pudieron hacer por el niño. Sus pulmones estaban en muy mal estado y
acabó falleciendo. Esto desencadenó una serie de tragedias en su vida.
Su mujer lo abandonó echándole la culpa de la muerte de su hijo,
después, cayó en el alcohol y la droga debido a una profunda depresión, y
cuando todos le dieron de lado, se encontraba sin trabajo y lleno de
deudas, acabó por intentar atracar un banco con el objetivo de conseguir
dinero y largarse de la ciudad para empezar una nueva vida. En vano,
fue capturado por la policía, acabando entre rejas durante unos años.
Toda aquella cadena de acontecimientos cambiaron por completo su
personalidad, volviendolo un tipo frío.
Tras unos minutos mirando
melancólicamente aquella foto, permitiendo a su mente traerle de nuevo
aquellos recuerdos de su vida pasada, decidió ponerse en marcha hacia la
escuela ya preparado con su equipamiento especial dispuesto a enfrentar
cualquier problema que pudiera suceder con aquel grupo.
La
sangre que sus dedos examinaban con minuciosidad se sentía todo lo
fresca que podía permanecer atrapada en el interior de un aparato
circulatorio inutilizado. El festival de cadáveres que desfilaba con
hendiduras similares a la hoja de un arma blanca de voluminoso tamaño le
indicaba que habían sido despachados por alguna presencia humana
recientemente, de la cual no había notado consciencia en aquel área en
ningún punto de su travesía, lo que reafirmaba incluso más su teoría de
que aquel pintoresco escenario se hallaba enmarcado con el sello de
Nicole. Estaba cerca... Mucho más de lo que creía.
—Hey,
Eva, aquí, aquí —se deslizó en su oído ese susurro tintineante que
parecía requerir de su valioso tiempo. Durante un cierto instante, se
convenció a sí misma de que sólo se trataba de una alucinación
ocasionada por el cansancio, pero cuando se incorporó sobre sus
derrotados pies y les divisó abalanzándose hacia ella con una velocidad
digna de la etapa final de una interminable maratón se denominó a sí
misma estúpida. Lo cierto era que se habría atrevido a apostar los dos
brazos en contra de obtener apoyo por parte del resto del grupo sin Puma
bajo su mando. La sorpresa fue francamente grata.
—¿Qué se
supone que hacéis aquí? ¿No os ibais a quedar por allí esperando a que
se hiciese de día? —fue la primera embestida con la que Eva arremetió
sin permitirles siquiera un minuto de recuperación tras la demoledora
carrera.
—Oye, muchas gracias. Hemos estado al menos un par de
horas buscándote para unirnos a ti, colándonos por callejones,
esquivando zombis y subiendo a edificios para rastrear, pero un
recibimiento como éste hace que merezca la pena. ¿Dónde te habías
escondido? —contraatacó Maya evidenciando el suficiente agotamiento que
sufría como para entablar una nueva guerra verbal. Ambas eran
conscientes de que el asunto pendiente de los miembros desaparecidos
poseía mucho más valor que semejante estupidez—. Mira, hemos venido a
ayudar. Tanto Davis como yo... Bueno, seguro que él también te lo dice
cuando pueda respirar. Agh, no tendrías que haber corrido tanto. Te
tengo dicho que después de lo del disparo, tenías que cuidarte un poco
más, que tu abdomen aún está sufriendo. Si al final nos habrías
alcanzado igual.
—¿Pero que tendrá que ver lo uno con lo otro?
—defendió el muchacho su derecho a desplazarse con la misma rapidez que
cualquier otro sobreviviente en plenas condiciones físicas—. Además, si
sigo por aquí después de la ostia que me metí al caer por el hueco del
ascensor, no creo que un sprint me vaya a matar, digo yo.
—Ya,
bueno, no importa —obvió ella su reconocible testarudez, centrándose en
el objetivo primordial—. ¿Qué tenemos por aquí, Eva? Mi sentido de lo
obvio me dice que estamos ante una matanza zombi.
—Sí, y bastante
reciente, diría yo. No soy muy del rollo detective, pero la sangre la
veo más fresca comparada con la sangre de otros zombis muertos.
Comprobadlo más de cerca si queréis —les invitó con un perceptible matiz
de atrevimiento.
—Creo que voy a pasar —se negó Davis al riesgo de volver a ensuciarse las manos con la sangre de un infectado.
—También
hay marcas de arma blanca en los cráneos. Claro, que eso podría haber
sido cualquiera, pero teniendo en cuenta que por aquí no se mueven
muchas cosas vivas... O han sido ellos dos o los que nos atacaron. Y en
cualquiera de esos casos, deberíamos estar muy cerca.
—Hey, ¿y
eso de ahí que es? —se cercioró Maya de un elemento infiltrado entre el
bizarro cuadro tras rastrearlo en forma de visión panorámica,
aproximándose hasta una patente huella lineal doble nacida de la oscura
goma del caucho procedente de la brusca desaceleración de un vehículo.
Aunque lo más importante no era el acto en sí, sino los motivos que
habrían sido sus desencadenantes—. Esto parece un... ¿Un frenazo,
quizás? ¿El frenazo de algún coche? Diria que son recientes, ¿no?
—Umm,
fijaros en un detalle —advirtió Davis introduciéndose en el análisis—, y
es que la pila de cadáveres termina justo antes de esas marcas. No
puede ser sólo una casualidad.
—¿A dónde intentas llegar con eso? —le consultó Maya desorientada ante la ruta deductiva por la que éste había optado.
—Creo
que lo que él quiere decir es que las marcas de frenado y los zombis
que están justo antes de ella se relacionan con la rubia y mi hermano.
Los cadáveres no terminaron aquí aleatoriamente —explicó Eva
enmudeciendo a cierto jovencito que ya se disponía a contestar.
—Sí,
más o menos. Lo más probable es que tras separarse lograran encontrar
un coche, llegaran justo hasta este camino, y se toparan con una horda
cortándoles el paso. Por lo tanto, estaríamos en lo que habría sido el
principio de esta masacre, y deberíamos seguir el rastro de cadáveres en
aquella dirección —relató apuntando con su dedo índice en la ruta
dispuesta a sus espaldas.
—Pero, Davis, piénsalo un poco mejor.
Nosotros hemos venido por esa zona a la que se supone que ellos se
marcharon. Es que ni siquiera tendría sentido. ¿Cogieron un coche y
dieron toda la vuelta a media ciudad en vez de volver al área en el que
nos separamos? No lo creo —habló Maya impresionada por el escaso
razonamiento crítico del que alardeaba su compañero—. Lo que yo pienso
es que ellos vinieron por donde tú crees que se fueron, tratando de huir
de los zombis, y justo en este punto, alguien más intervino. Alguien
que iba en un coche. Quizá algún buen samaritano los rescató.
—Esa
especie se extinguió hace mucho, y más en mitad de una ciudad invadida.
Se los han llevado —corrigió Eva volviendo a intervenir con su clásica
visión pesimista de la situación—. Y fueron ellos. No han sido otras
personas. Se llevaron a Nicole y mi hermano.
—¿Y cómo puedes
estar tan segura? Vale que las heridas parecen de machete, pero hay
muchas armas comunes que pueden hacer eso —puntualizó Davis negándose a
sí mismo la creencia del secuestro por lo horrible que le suponía la
mísera idea.
—Fíjate en este par de muertos de aquí. Tienen
heridas de cuchillo notables en el tobillo y en la cabeza. Es la técnica
de la reverencia. Yo se la enseñé a mi hermano personalmente, y no es
que sea bastante común. De hecho, es una táctica adaptada para un niño
pequeño —señaló logrando reafirmar incluso más su teoría—. Adán debía
estar intentando huir por esta calle cuando alguien paró y lo cogió, y
Nicole fue después. Y creo que los tres sabemos quiénes han sido los
hijos de la gran puta que no han parado de jodernos desde lo del mierda
de Payne y a los que sí o sí voy a ahorcar cuando los pille. Vamos, es
que está clarísimo a quienes les vendrían unos rehenes nuestros como
bala al fusil, ¿no?
—Joder, entonces... Es verdad... Joder, es
verdad... Tienes razón... Seguro... seguro que ha sido esa maldita gente
de Fox. Cabrones... —rabió éste siendo dominado por una ardiente furia
que emanaba de su corazón. Había depositado toda su fe en que la
sucesión de desgracias en un espacio de tiempo de veinticuatro horas
habría rebasado su máximo tras el asalto de aquel monstruo encadenado,
pero no podía ni imaginar el inalcanzable nivel de ignorancia que
suponía tal pensamiento para el sentido del peligro que mantenía a salvo
su organismo.
—Primero Puma y su chiquilla, después la trampa en
aquel edificio, y ahora... esto —susurro Maya desanimada por el simple
hecho de reflexionar mínimamente ante tan despreciable acto—. La verdad
es que después de todo lo que nos han hecho ni siquiera me sorprendería
que hubiesen recurrido a un secuestro para atraernos hasta sus garras.
—Ahora
entiendo porque no respondían a mis llamadas con el walkie. Esto se
pone cada vez peor. Y encima tampoco puedo contactar con los que se han
quedado allí porque están demasiado lejos del alcance de la radio. Agh,
¿veis cómo tendríamos que haber ido todos? —gruñó de nuevo la insufrible
mosca cojonera en sus oídos con esos alaridos tortuosos ante la carga
de presión que se acababa de anclar a su columna—. En fin, ya está, ya
está. Si nos echamos a llorar como nenitos de mamá, sólo vamos a perder
tiempo. Sabiendo lo que seguramente ha pasado aquí, podéis volver,
seguir conmigo, o lo que os dé la real gana. Yo voy a continuar
buscando, porque este frenazo también es una pista de que están muy
cerca. No se los pueden haber llevado al quinto coño, así que voy a
seguir bajo mi propio riesgo. Vosotros tomad vuestra propia decisión.
Y
una vez hubo expuesto su irrevocable elección, eludió nuevamente la
presencia de ambos compañeros y prosiguió con su labor de rastreo en la
dirección de la calle que todavía no había examinado. Maya y Davis
permanecieron allí, en su posición, silenciosos cual espía principiante
que se ha infiltrado en territorio enemigo hasta que la primera de ellas
afinó finalmente sus cuerdas.
—Yo ya no tengo intención de
darme la vuelta a estas alturas de la película, por muy peligroso que
vaya a ser lo que nos podamos encontrar. He pasado por cosas mucho
peores. Esto no me asusta tanto como puede parecer.
—Yo tampoco
me voy a ningún lado hasta que atrape a esos malnacidos y les dé su
merecido por atreverse siquiera a tocar a Nicole. Venga, movámonos
—concluyó Davis comenzando a perseguir a Eva por enésima vez durante
aquel mortífero día.
Mientras
los altos mandos, así como Michaela se preparaban para la llegada del
grupo, los aliados de Braun se dedicaban a planear sus próximos
movimientos. En la armería, los vigilantes planeaban su movimiento para
facilitar la labor de rebelión a Braun.
—¿Has traído la bolsa con las cajas vacías? —Comentó uno de los hombres que componían el dúo de vigilantes.
—Sí,
vamos, ayúdame a coger las cajas con munición y a sustituirlas por las
cajas vacías que me dio Braun. Si alguien nos pillan aquí dentro, nos
meteremos en un lío.
El dúo de hombres entró dispuesto a robar algo de munición para las armas de aquellos que participarían en la rebelión.
—Tú coge balas para las pistolas. Yo buscaré munición para los fusiles. Date prisa —ordenó uno de los hombres en voz baja.
—Está
bien. Tratemos de llenar la bolsa, dar el cambiazo y llevarla al garaje
de la comisaría. Braun nos ordenó dejar la bolsa bajo uno de los coches
patrullas para que los demás la recogan.
—Oye Serge, tú que
llevas mucho más tiempo viviendo aquí que yo y cuando llegué, tú ya
llevabas tiempo en esto de vigilar la armería. ¿De dónde crees que sacó
Michaela toda esta munición? ¿La trajeron ellos? ¿O ya estaba aquí
cuando ella comenzó a levantar su imperio? —Comentó uno de los
guerrilleros mientras echaba un vistazo a todas las cajas de balas
depositadas en las estanterías y las armas que había tras algunas
vitrinas o colgadas en las paredes. Llevaba varios meses en la base y
siempre se había sorprendido de la gran cantidad de munición y armas que
tenía aquella armería, aun que con el tiempo ambas cosas habían mermado
bastante, pues actualmente tenían lo justo, ya no podían malgastarla en
tonterías.
—Cuando encontraron la armería, esta estaba a rebosar
de armas y munición, Chris. ¿Cuando vinistes aquí hace unos meses no te
fijastes en las viviendas y los comercios que tiene las ventanas y
puertas tapiadas con tablones de madera? Se pueden ver muchas antes de
llegar a la base—Le pregunto su compañero de guerrilla, Serge.
—Ahora
que lo mencionas, si, recuerdo haber visto muchos comercios y viviendas
tapiados a conciencia. ¿Por qué se tapiaron? ¿Por protección? ¿Esta
armería también estaba tapiada?
—Si, esta armería estaba también
tapiada y si, lo estaban por protección. Verás, a diferencia de ti, yo
vivía por esta zona y mucho antes de que Michaela viniera, cuando aún
los humanos caminaban por la Tierra enfrentando el avance de los no
muertos por todo el mundo. Cuando los podridos habían avanzado por toda
Canadá segando con sus fauces las almas de los humanos para condenarlas
al mismo destino al que estos caminantes estaban sujetos. La ciudad
había empezado a padecer bajo las fauces de los no muertos hacía varias
semanas y en esta zona de la ciudad, el ejército y las fuerzas del orden
habían aumentado para poder evacuar a los ciudadanos, pues sabían que
no podrían contener el avance de los podridos y tendrían que retroceder
para seguir enfrentándolos y claramente, no querían que los civiles nos
viéramos afectados.
—Eso me recuerda un poco a esa ciudad que
tanto salió en las noticias y demás medios de comunicación, mmmm....
¿Cómo se llamaba? La primera ciudad del mundo en el que sucedió esto.
—¿Stone City? —Preguntó Serge sosteniendo una caja de balas de pistola.
—Si,
recuerdo que mucho antes de que sucumbiera a los misiles que alguien
lanzó deliberadamente, probablemente aquellos que viven en las altas
esferas de la ciudad, borrando así la ciudad del mapa, eso mismo
sucedió, lo de las evacuaciones, la cooperación entre el ejército y las
fuerzas del orden, los combates en la ciudad contra las hordas de
podridos y demás cosas.
—Si, bueno, pero eso fue en Stone City y
en todas las ciudades del mundo probablemente y de nada sirvió. Al menos
nadie voló nuestra ciudad por los aires. Me pregunto de que manera pudo
propagarse los zombies por el mundo cuando Stone City fue aniquilada
por una serie de misiles, o como esa ciudad se infectó acabando
sucumbiendo a los caminantes, o como esas criaturas que tantos
videojuegos y películas de terror han protagonizado puedan incluso
existir y quien o quienes bombardearon la ciudad, porque supuestamente
los poderosos dijeron que ellos no tenían nada que ver con lo que
finalmente le sucedió a aquella ciudad y que no conocían quienes la
bombardearon, que no sabían absolutamente nada sobre como la ciudad
llegó a ese destino y que su única participación estuvo relacionada en
proteger a los ciudadanos e investigar lo que realmente estaba pasando
allí.
Chris se encogió de hombros indiferente— ¿Y te vas a creer
eso? Además ¿Qué importa ahora? A estas alturas el conocer esas
respuestas no resolverán nada, será mejor no pensar mucho en ello, puede
que te acabé dando dolor de cabeza.
—Lo sé, conocer la verdad
acerca de los misterios que rodean Stone City no importa nada ahora,
nada va a cambiar aún conociéndolos. Bueno, lo que te iba diciendo, en
esta zona de la ciudad, el pronóstico no era tan malo o eso decían los
polis y los soldados, pero probablemente nos estaban mintiendo para que
estuviéramos calmados.
—¿Qué quieres decir con que el pronóstico no era tan malo? —Preguntó Chris extrañado por aquellas palabras.
—Verás,
lo más probable es que la cosa estuviera mal y una panda de civiles
desquiciados por la situación no les ayudarían mucho, por eso, cierto
día, dijeron de evacuar de forma temporal a todos mientras exterminaban a
los grupos de podridos que habían comenzado a aparecer por esta parte
de la ciudad, tras esto levantarían muros que cortarían las carreteras y
demás acceso para que no pudieran entrar y nos aseguraron que tras esto
podríamos volver a nuestras casa y ellos nos defenderían. Hasta aquí
todo muy bonito, infundieron esperanzas en los corazones de los
asustadizos ciudadanos.
Chris no pudo evitar ver la curiosa mirada perdida de su compañero y
su media sonrisa dibujada en el rostro, por no hablar de que se
imaginaba lo que pasó realmente al notar el curioso tono de voz que
empleó durante aquella explicación.
—Confiando en las palabras de
estos, los ciudadanos tapiaron fuertemente las ventanas y puertas de
sus viviendas y comercios mediante clavos y tablones de madera, para
cuando volvieran, estos estuvieran tal y como los dejaron y así no
permitirle a nadie entrar y saquear los bienes y demás recursos de los
ciudadanos de esta área de la ciudad. Y lo mismo pasó con todos los
edificios que hay dentro del imperio de Michaela.
—Comprendo,
aun que parece ser que Michaela se encargó de saquear todas las
viviendas y comercios que hay dentro de su territorio.
—Exacto y
de esa forma recolectó una gran cantidad de recursos, aún sigue
haciéndolo para ir recolectando más recursos, va abriendo las casas y
comercios que aún permanecen tapiados, ha la cantidad de recursos que ha
ido recolectando, hay que sumarle además los que ella y los suyos ya
traerían. Verás, yo conocía al dueño de esta armería y teniendo en
cuenta lo que estaba sucediendo en la ciudad, planeó una forma de
beneficiarse de la situación . El comercio de armas es algo bastante
económico y este tipo pensó, que con los muertos andando por ahí, la
gente necesitaría armas y pidió mucho antes de que los zombies llegaran a
esta zona, varios pedidos de diferentes tipos de munición y armas, para
así abastecer la tienda hasta los topes. De este modo, si la cosa iba
mal y la gente necesitaba armas y munición para defender a sus familias,
recurrirían a él y este conseguiría más dinero o mediante trueques,
conseguiría cambiar sus mercancías por otros recursos que necesitara.
—Un
tipo listo. De esa manera vendería el doble o el triple de lo normal o
por el contrario, si ya no necesitaba dinero, obtendría otros recursos a
cambio de los suyos. Pero hay algo que no entiendo, una armería se
vacía si se viene un asunto feo, la gente suele robar para defenderse.
¿Cómo es que nadie se atrevió a robar?
—Cierto Chris, pero
recuerda que había una gran presencia policial y militar, nadie se
arriesgaría a meterse en problemas y aún habiendo problemas con los
podridos, ellos se ocuparías de estos.
—Vale, lo veo lógico ¿Pero que sucedió después? ¿Por qué continuaron tapiadas hasta que Michaela llegó?
—Porque
al final, tras la evacuación a otra zona de la ciudad reconocida como
segura, los militares y los polis sucumbieron al avance zombie y no
pudimos volver, por lo que todo continuó cerrado.
—Vale, pero
¿Cómo continuaron así tras esto, Serge? Los supervivientes deberían de
haber saqueado la zona como he visto hacer en otras zonas de la ciudad
en un intento de conseguir recursos para sobrevivir.
—Cuando
aquellos que se quedaron luchando contra los muertos sucumbieron, la
zona quedó plagada de podridos y muchos de estos eran de los que eran
capaces de correr. Cualquier superviviente que se hubiera adentrado en
este conjunto de calles y callejones de los que muchos de ellos son sin
salida y que conforman esta zona de la ciudad, le hubiera costado
tomarse el tiempo suficiente como para desbloquear los comercios y
viviendas tapiados y saquearlos, pues además de evitar a los no muertos,
necesitan encontrar si no tienen, alguna herramienta como un hacha o
una palanca para poder entrar en los edificios a saquear los recursos
que haya en su interior. El destruir los tablones que bloquean las
puertas y ventanas hace ruido y probablemente atraigan a alguno de los
muchos grupos de muertos errantes que hay por toda la zona.
—Comprendo —Comentó el pensativo Chris sin dejar de llenar la bolsa con munición.
—Se
necesita a un buen grupo de personas armadas y preparadas para saquear
edificios y comercios enfrentando a los grupos de podridos que aparezcan
atraídos por el ruido.
—Y ahí entran Michaela y su grupo ¿no?
Ellos eran muchos, están bien preparados y armados y por eso fueron
capaces de conseguir los recursos de todas estas viviendas y comercios.
—Si,
así fue o al menos eso escuché de uno de los soldados, lo demás
referente a la creación de la base fue después. La base se hizo al
rededor de todas esas primeras zonas que Michaela y los suyos habían
estado saqueando y despejando de no muertos. Tiempo después llegué a
esta zona con otro grupo de supervivientes de aquella evacuación, en un
intento de recuperar cosas que necesitábamos para sobrevivir, cuando
llegamos, Michaela ya estaba en la zona y ya habían civiles viviendo en
sus dominios. Cuando finalmente localizamos nuestras casas, la mayoría
de estas habían sido saqueadas y estaban con las puertas abiertas. Y
bueno, el resto ya lo sabes, como todos, llegamos a la base bien por
nuestra cuenta o por que no encontraron las tropas de Michaela mientras
salían a saquear casas y comercios que aún no habían saqueado y luego
nada, sin ningún sitio al que ir y con las manos vacías, nos quedamos
aquí viviendo, así es la historia de todos los de aquí.
—Ya veo,
entonces así fue todo. La tía consiguió recursos suficientes saqueando y
tuvo la suerte de encontrar la armería llena, con todos esos recursos y
la mano de obra, pudo levantar esto con el paso del tiempo. Pero hay
algo que sigo sin saber. ¿Cómo lograron restablecer la electricidad a
esta zona de la ciudad?
—Verás, eso fue uno de los grandes
proyectos y por lo tanto, de los más costosos de Michaela. Tardamos en
conseguir la electricidad, ya que cuando yo llegué aquí, estábamos a
base de velas para iluminarnos en la noche. No creas que la electricidad
la tenemos desde hace mucho, hace unos meses que disfrutamos de ella.
No muy lejos de aquí hay un parque eólico, activamos el transformador y
Michaela invirtió una gran cantidad de mano de obra, pues tuvieron que
cooperar no solo los civiles, también soldados y guerrilleros en aquella
gran labor. Gracias a toda esa mano de obra y a los conocimientos de
gente experta en el grupo de civiles que tenían los conocimientos
suficientes como para hacer un cableado que rediguiría la electricidad
que producían esos molinos a esta zona de la ciudad, ya que esa energía
iba a parar a otra área de la ciudad. De este modo fue posible conseguir
la electricidad de la que disfrutamos hoy en día. De este modo,
disfrutamos de este lujo, aun que costó un gran esfuerzo a todos
conseguir la electricidad. Por otro lado, hay varios generadores en
algunos edificios de la ciudad, pero estos al consumir mucho
combustible, solo se usan en casos de emergencia.
—Comprendo. Es
impresionante como esa mujer ha conseguido todo esto dirigiendo a toda
la gente que vive con ella en la base y los recursos que tiene.—Confesó
un sorprendido Chris a la par que comenzaba a abrir la caja de munición
que tenía en las manos.
—¡¡Hey ¿que crees que estás
haciendo?!!—Preguntó Serge alzando la voz visiblemente molesto ante los
ojos del inocente Chris, el cual, no entendía que había hecho para
ganarse la bronca de su compañero.
El joven sobresaltado por el
enfado de Serge, el cual normalmente se mostraba como alguien tranquilo,
lo dejó sin palabras durante unos eternos segundos. —Solo quería
ver...—Se intentó excusar con un tono bajo de voz.
—¡¡Nada, no
querías ver nada!! ¡¡Nuestra misión es coger la munición y salir cagando
leches de aquí para la comisaría y ya hemos perdido bastante tiempo con
el interrogatorio como para ponernos a abrir ahora las cajas y ver
cuanta munición hay en sel interior de cada una, deja esa caja en la
bolsa y continúa con tu trabajo!!
Chris en silencio dejó la caja
en la bolsa siguiendo las órdenes de su compañero con un rostro
arrepentido pensando en que ciertamente, por su culpa y su
interrogatorio, habían perdido mucho tiempo ralentizando la carga de la
bolsa.
—Oye, lo siento, pero entiéndelo, el tiempo es oro y cada
segundo que perdemos, aumenta aún más la probabilidad de que alguien nos
pille fuera de nuestro puesto y nos metamos en graves problemas con
Michaela y su gente y ya sabes lo que eso significa y no hablo solo de
nosotros, también de que al pillarnos, el plan de la rebelión de Braun
se iría a la mierda... Y aún tenemos que dar el cambiazo con las cajas
vacías—Se excusó un aparentemente arrepentido Serge colocando su mano
sobre el hombro de su compañero.
—No, no te preocupes, tienes
razón. Ya nos hemos entretenido demasiado y el tiempo es oro como bien
dices, es cuestión de tiempo el que alguien pase y nos pille aquí. Yo
tampoco quiero jugarme el cuello, ni el mio ni el de nadie por no
cumplir debidamente mi trabajo.
Serge le sonrió y asintió con la
cabeza conforme a la decisión de este y tras percatarse de que entendió
la delicada situación en la que actualmente se encontraban ambos—Esta
bien, vamos a darnos prisa, ya hemos perdido demasiado tiempo Chris,
cuanto más tardemos más posibilidades habrá de que nos pillen y se joda
todo como bien sabes. Dejémonos de cháchara y volvamos al trabajo,
cuando lo acabemos podremos hablar todo lo que quieras.
Sin más
dilación, el dúo de hombres comenzó a recoger toda la munición que
podían antes de que alguien pasara por la zona y no los vieran frente a
la entrada montando guardia, aquella bolsa debía de estar llena y en su
destino antes de que Braun volviera.
En
el exterior, fuera del imperio de Michaela, las sombras avanzaban
lentas pero decididas, devorando las luces anaranjadas del atardecer.
Las estrellas comenzaban a dejarse ver en el cielo cuando Braun aún se
dirigía al vehículo de los francos. Hacía como diez minutos desde que
había hablado con Hugo, y estaba tardando en reportarse a Michaela, pues
hacía casi hora y media que habían salido de la base, y no había dado a
la líder noticia alguna de la misión. El hombre se paró en mitad de la
carretera y agarró el walkie para contactar con Michaela antes de que se
enfadara y se la montara bien montada. Si algo había aprendido de ella
es que era una mujer con mucho carácter.
—Señora, aquí Braun informando.
—Ya
era hora, Braun. Sabes que no me gusta que me hagan esperar. ¿Cuál es
la situación? —preguntó Michaela con un tono de voz molesto.
—Hemos
encontrado a todos los miembros del grupo, señora. —Braun no pudo
evitar sentir cierto temor al lanzar aquella gran mentira, pero tenía
que hacerlo para que su plan saliera como él esperaba.
—Perfecto. Entonces, traedlos a la base de inmediato. ¿Y la rubia? ¿Os dio algún problema?
—Entendido. Respecto a la chica, no, no ha dado ningún problema. Todo ha salido perfectamente, como usted quería.
—Bien,
asegúrate de que los traes a todos sanos y salvos. No me importa la
manera en la que los traigas, pero los quiero vivos a todos.
—Si, está bien. Procederé a la orden, mi señora.
Tras
esto, la comunicación se cortó entre ambas partes. Braun no pudo evitar
lanzar un pesado suspiro. La cosa iba a ser difícil aún teniendo
aliados tras las barricadas, la munición y las cargas PEM que
provocarían el apagón para poder luchar entre las sombras de la noche,
pero no podía evitar que, aún teniendo todo eso, los nervios se
apoderaran de él a unas pocas horas de la rebelión.
Braun guardó
el walkie, y con escopeta en mano, continuó andando hasta el vehículo
de los francos, mientras en su cabeza repasaba detalladamente cada uno
de los movimientos que iba a realizar para alcanzar la victoria en
aquella rebelión. Sí, había conseguido reunir lo que necesitaba para
enfrentar a Michaela. Un grupo de estúpidos guerrilleros que sin duda no
eran soldados profesionales y experimentados de Esgrip, como los que
estaban bajo el mando de Michaela y sus tres perros guardianes, pero
menos daba una piedra, al menos tenían un entrenamiento militar que les
daba capacidad para participar en aquella guerra. Tenía la ayuda de
muchos inocentes civiles que lo veían como el héroe del pueblo y que,
sin duda, le apoyaban y le ayudaban en la recopilación de información, y
con el tema del apagón. También tenía un cargo importante dentro del
imperio de Michaela. No era un soldado más, por lo que tenía la ventaja
de que Michaela, Marcus, Anna y Fox, así como los ex soldados de Esgrip,
no desconfiarían de él, ni tampoco los guerrilleros bajo sus órdenes y
civiles a los que le había comido la cabeza.
Gracias a la fingida
buena voluntad de liberar al pueblo y de finguir ser el héroe de este
librándolos de la bruja del reino, nadie dentro del imperio de Michaela
lo vería como una amenaza, teniendo vía libre para realizar su plan. El
problema era que no todos los guerrilleros bajo su mando y los civiles
le seguían, por lo que respecto a los guerrilleros esos, quienes estaban
a favor de Michaela, mientras que no se enteraran de nada, no había
problemas, y respecto a los civiles que no le seguían y que sabían del
asunto, no interferirían, pues preferían alejarse de los problema, y
finalmente tenía a la chica rubia y al grupo aquel, el cual utilizaría
también para conseguir su objetivo.
Disponía de un grupo militar
para combatir contra las tropas de Michaela. Tenía también a varios
civiles apoyándole, a los que incluso sin haber terminado el
entrenamiento, si veía necesario, les entregaría armas y les soltaría un
discursito para que participaran en la guerra como último recurso, y
había conseguido engañar a uno de los tres mosqueteros, a Hugo, para
traicionar a su Madre y a sus dos compañeros, ayudándole con el tema de
la mujer rubia y sus compañeros, y también contaba con la ayuda de
Lilith para ocuparse de aquel crío que iba con la rubia. También dos de
sus hombres le conseguirían munición suficiente para las pistolas y
fusiles que emplearían para la batalla, el plan de usar las cargas PEM
le permitirían una pequeña ventaja extra en la batalla al utilizar la
oscuridad y la confusión del ambiente para atacar. Y su cargo dentro de
la jerarquía del imperio lo haría un enemigo silencioso al no verse
nadie venir su traición. Acabaría con el reinado de Michaela y le
arrebataría el trono, su imperio y todo su poder. Y sin duda, les daría
una lección también a esos jodidos tres altos mandos de aquella bruja,
Fox, Marcus y Anna, por todas aquellas veces que se la habían dado de
importantes frente a él. Les haría tragarse sus palabras y superioridad.
Sus
botas replicaban a cada paso que daba por el asfalto hasta que
finalmente vio a lo lejos el vehículo donde aquellos dos estúpidos
francos a los que también tenía engañados le esperaban. Tras llegar,
entró al vehículo y dejó su escopeta en el asiento continuó al del
conductor. En el asiento trasero, los dos guerrilleros esperaban con sus
rifles a que les diera información sobre la situación.
—Hemos encontrado a la gente que Michaela busca, pero no están todos.
—informó girando el cuerpo para mirar a los dos guerrilleros del
asiento trasero.
—¡¿Cómo?! ¿Y ahora que haremos? ¿Qué le diremos a Michaela?
—Ya le dije que los encontramos a todos.
—¡¿Cómo
le dijiste eso?! ¡¿Qué ocurrirá cuando volvamos a la base y vea que
solo tenemos a unos pocos?! —preguntó con un alto tono de voz uno de los
francos aterrado por el problema en el que Braun los acababa de meter.
—No
os preocupéis por eso. Ya me encargaré yo de ese asunto. Hugo está con
la rubia y los demás. El controlará la situación con esos dos mocosos.
Los dos francos se miraron sin estar muy conforme con aquella respuesta.
—Chicos,
confiad en mi, yo sé lo que hago. Si Michaela o quien sea os dice algo
de si habéis estado vigilando a la rubia, vosotros decid que sí, aunque
la realidad sea otra. Es importante que la rubia piense que la estáis
vigilando. El miedo es un arma perfecta para controlar a las personas.
Michaela lo sabe y lo usa para esclavizarnos, pero nosotros acabaremos
con el reinado de la bruja y traeremos la paz a nuestra comunidad de
supervivientes —les comentó con un tono seguro de voz al percibir el
brillo de la duda en los ojos de ambos francos.
Tras unos
momentos en silencio, ambos guerrilleros asintieron con la cabeza,
dispuestos a confiar en el héroe del pueblo y a seguir adelante con el
plan.
—Bien, me alegro de contar con vosotros chicos —comentó
volviendo a colocarse al frente para agarrar el volante—Ahora sigamos
con lo nuestro. El fin de la bruja está muy cerca —añadió con una
curiosa sonrisa que los francos no pudieron apreciar mientras el motor
del vehículo comenzaba a rugir.
Michaela
ya se había armado con su armamento; su escopeta colgando de su
espalda, su mágnum a la altura del muslo y su afilado machete Kukri
sujeto a la cintura conformaban su característico y letal equipamiento
militar. Acababa de llegar a la oficina tras visitar los laboratorios
para comprobar que los medios para la operación e implantación del
controlador mental para Maya estaban listo, así como comprobar si la
baliza de Payne estaba en pleno funcionamiento. Los zombies ya no serían
un problema, y gracias a esto, se podrían ahorrar munición cuando los
francotiradores se percataban de grupos de no muertos acercándose desde
el exterior a la muralla levantada alrededor de la base.
Cierto
era que las barricadas que habían levantado a modo de murallas
utilizando todo el mobiliario urbano, mobiliario de algunas casas, así
como en su gran mayoría, diversos tipos de vehículos estropeados,
mantenían a raya a los podridos. Lo malo era que estos, de igual forma
se acumulaban contra aquella pesada barricada, a la cual se podía
acceder desplazando los objetos que cortaban el camino hacia la base y
que, por suerte, los zombis no eran capaces de empujar los vehículos y
demás obstáculos que formaban aquella barrera para acceder al interior
de esta. El problema de que se acumularan frente a las barricadas se
trataba de que a la hora de salir de misión debían de eliminar a todos
los no muertos para poder abrir la barrera sin problema de que estos
accedieran al interior. La mujer de largos cabellos oscuros se
encontraba sentada al borde de la mesa con la mirada fija en el suelo
mientras esperaba a que su walkie sonara, hasta que finalmente su espera
se vio finalizada con el sonido de aquel aparatito.
—Informe.
—Señora,
el cuerpo de francotiradores ya estamos posicionados sobre los
edificios que usted dijo, listos para la llegada de Braun y sus
invitados.
—Me parece bien. Ahora simplemente quedaros ahí hasta
que lleguen. Cuando los veáis acercarse, llamadme al walkie para
notificarme sobre su llegada y comunicárselo yo a mis altos mandos. Ya
sabéis, cuando pasen por el conjunto de barricadas, tened el objetivo
puestos en cada uno de ellos. De llegar a suceder algo imprevisto, yo os
diré por el walkie a quienes deberéis de disparar.
—Entendido.
Finalmente,
Michaela cortó la comunicación. Estaba tomando todas las medidas
necesarias movilizando al grupo de Braun, a los científicos y al cuerpo
de francotiradores para que nada malo sucediera por parte del grupo de
Nicole.
Mientras tanto, Fox, Anna y Marcus se encargarían de
dirigir a los grupos de soldados a la llegada de los miembros del grupo
al interior de su imperio.
Todo estaba perfectamente preparado.
Sólo quedaba un ligerísimo detalle dentro de todo el telar de su plan
que necesitaría solucionar antes de que sus invitados se presentasen en
la espectacular fiesta que se había esforzado en prepararles con su
cariño más especial. Un asunto banal que no requeriría de excesiva
importancia. O tal vez sí...
—La
munición a mermado de aquí a hace un mes, aún hay suficiente para usar
durante un tiempo de duración media, parece ser que hemos entrado en un
nivel en el que la munición de la armería se ha vuelto lo justa y
necesaria —Comentó Chris tras haber estado comprobando las cajas de
munición que quedaban en toda la armaría tras haber robado la que
necesitaban para la rebelión y sustituido sus lugares en la estanterías
por un número determinado de cajas vacías de munición.
—Si, por
eso Michaela dijo que ya no se podían desperdiciar tanto como antes la
munición, que al igual que los alimentos y medicinas, habría que
racionarla ahora bien para que duraran a largo plazo hasta que se
consiguiera recolectar más munición y llegar a un tope en el que podemos
decir que vamos sobrados en munición, como antes. Por eso mismo, en las
prácticas de entrenamiento, la munición que se utiliza está muy contada
y por eso se depende más de las armas blancas que las de fuego para
superar las prácticas. Y la munición que se da en las misiones al
exterior, que es lo principal en lo que se invierte la munición de la
armería la han racionado también, ya no dejan a los soldados llevarse
tantos cargadores como ellos crean necesarios, a todos se les da el
mismo número de cargadores según el tipo de arma que usen y se les
ordena a usar contra los zombies las armas blancas todo lo que puedan
para ahorrar la munición, volviendo las armas blancas en sus armas
principales y las de fuego secundarias. Todo esto es debido a que los
soldados malgastaban la munición demasiado durante las salidas al
exterior, matando por matar cuando no era necesario o eliminando zombies
usando las armas de fuego cuando perfectamente podían haberlo hecho sin
problemas con las armas blancas. Por esto Michaela se cogió un buen
cabreo con los altos tres mandos, por no controlar la munición que
utilizaban estos y sus grupos en las misiones en el exterior.—Le explicó
Serge cerrando la cremallera de la bolsa que contenía las cajas con
munición que se usarían en la rebelión de Braun.
—Ya, lo veo
lógico cuando se entra en un momento en el que la munición se está
comenzando a ajustar. Por otro lado, mirando la parte positiva, es que
todos los civiles que entran deben ceder sus armas y munición, así como
los alimentos y medicinas para el beneficio común, pero los civiles que
entran tampoco es que vayan muy armados o con mucha munición, por lo que
los ingresos en la armería son algo bajos.
—Precisamente y
encima estamos robando la munición que hay, si nos pillan, no dudes en
que Michaela nos empalará frente a la entrada de la base o nos cortará
una de las manos como advertencia para todos. —comentó Serge acercándose
a su compañero.
—Bien, ya está la bolsa llena —informó Chris agarrando la bolsa.
—Vamos
a dejarla donde Braun nos pidió —respondió Serge al comentario de su
compañero instantes antes de abrir la puerta de la armería para salir al
exterior de esta.
—¿Qué creéis que estáis haciendo?
Aquella pregunta congeló la sangre del dúo de guerrilleros, más aún proviniendo de aquella persona que tenían delante.
—Señora
Anna. ¡¿Qué hace usted aquí?! — comentó nervioso el primer guerrillero
en salir por la puerta al percatarse del lio en el que se acababan de
meter.
El segundo guerrillero, Chris, que se encontraba a la
espalda de su compañero, soltó la bolsa dejándola disimuladamente en un
rincón en el interior de la armería, a la vez que daba un pequeño
empujón a aquel que aún sostenía el pomo de la puerta para salir ambos
del interior del local. Anna, dejando visible su letal armamento
equipado en diversas zonas de su cuerpo, miró de arriba a abajo al dúo
cruzada de brazos.
—Aquí quien hace las preguntas soy yo
—respondió tajantemente sin pasar por alto el asombro y los nervios de
aquel dúo de guerrilleros que estaban parados frente a esta.
El
dúo se miró sin saber qué responder. Sus mentes buscaban velozmente una
respuesta lógica para engañar a aquella mujer, pero estas no
encontraban engaño alguno. Anna se percató de inmediato de que estaban
tratando de engañarla con alguna mentira para encubrir aquello que
estuvieran haciendo a espaldas de esta, pues se podía apreciar con
facilidad los nervios de estos.
—¡Abrid esa puerta de inmediato! —
vociferó autoritaria desenfundando con lentitud uno de los cuchillos de
combate que llevaba sujeto al cuerpo a la altura del hombro.
La
habían jodido pero bien. Aquello fue un pensamiento que pasó por la
mente de ambos guerrilleros. Los habían descubierto, pues aquella
miembro de alto mando había desenfundado su cuchillo hostilmente para
rajarlos en canal por su traición. Si, no habían tenido cuidado, y por
su culpa, toda la rebelión de Braun sería descubierta, llevando a la
horca a él y a todos los que le seguían en aquella conspiración contra
Michaela. Sus corazones latían velozmente y sus cerebros, siendo
víctimas de un cortocircuito, no fueron capaces de reaccionar ante la
orden de aquella mujer.
Anna lo sabía. Aquellos dos le ocultaban
algo, y sin pensárselo dos veces desenfundó su pistola y se colocó en
posición ofensiva flexionando sus rodillas y agarrando el cuchillo con
la mano derecha apuntando con el filo al dúo, mientras que sobre esa
mano descansaba la mano izquierda, empuñando contra ellos la pistola.
Apretando los dientes y agudizando la mirada, clavándoles aquellos
hostiles ojos con los que los apuñalaba desde dentro, volvió a vociferar
aquella orden.
Uno de los hombres se giró y agarró el pomo de
la puerta con su temblorosa mano. Intercambiando una veloz mirada con su
compañero, lo hizo girar abriendo la puerta, dejando escapar el
chirriante sonido de las bisagras.
La puerta de la armería se
abrió y obligados por Anna, los dos guerrilleros fueron los primeros en
entrar. La luz lo bañaba todo y Anna, armada con su pistola y cuchillo,
se abrió paso entre Chris y Serge avanzando al centro de la sala,
mirando las estanterías y las cajas de munición para diversos tipos de
armas depositadas en cada una de las estanterías.
Detrás de esta, los guerrilleros se miraban apoderados del miedo al haber sido descubiertos.
—Vamos
a ver que estábais haciendo. ¡Como se os haya ocurrido robar munición,
tendréis que responder ante Michaela y Braun! —vociferó esta examinando
las cajas de munición.
Mientras Anna seguía levantándoles la voz
amenazante mientras examinaba las estanterías, uno de los hombres,
Chris, echó la vista hacia atrás. En una esquina, cercana a un lateral
de la puerta, descansaba en el suelo la bolsa con la munición.
Sigilosamente, antes de que Anna se diera la vuelta y la viera, el
guerrillero retrocedió unos pasos y la pateó, haciendo que esta se
deslizara bajo una de las estanterías. De inmediato, volvió al lado de
su compañero sin hacer ruido. Ambos guerrilleros se miraron. Al haber
logrado que la bolsa con las pruebas estuviese escondida de la vista de
Anna, no se daría cuenta de nada, pues gracias a que se sustituyeron las
cajas llenas de munición por otras vacías, nadie se daría cuenta a
simple vista del robo.
Pero en ese instante, Anna los volvió a
sorprender, y la calma momentánea que habían logrado conseguir se esfumó
cuando la mujer comenzó a abrir algunas cajas comprobando la munición
que había en el interior de esta. Los dos guerrilleros se volvieron a
mirar aterrados mientras escuchaban a la mujer replicar. No sabían que
hacer, pues si encontraba alguna de las cajas vacías, todo estaría
acabado para ellos. Serge puso la mano sobre el mango de la pistola que
descansaba en el portafundas sujeto a su cintura, y de inmediato, miró a
su compañero. No hacía falta palabras para entender lo desesperado que
estaba como para pegarle un tiro a la espalda de Anna, pero lo que no
pensó y si se le ocurrió a su compañero, era que el disparo los
delataría igualmente, ya que alguna de las patrullas lo podrían
escuchar. Sin mediar palabra alguna, este le negó con la cabeza a su
compañero, articulando con sus labios un rotundo “No”. Anna, en ese
momento, fue a agarrar una de las cajas que sin duda sabían que estaba
vacía. Ya todo había acabado. Ya habían sido descubiertos. La mano de la
joven miembro del alto mando de Michaela se alzó para agarrar la caja
carente de munición alguna.
—¡Señora! —vociferó Chris.
Anna, de inmediato, se giró dando de lado la caja de munición.
—¡Lo siento, mi señora! —dijo el hombre cayendo de rodillas al suelo.
El
compañero de aquel guerrillero quedó paralizado por la reacción. Iba a
confesar todo el plan de Braun, firmando la sentencia de muerte de todos
ellos debido a la presión que Anna había ejercido sobre él. Sin saber
que hacer ni decir, el guerrillero se quedó de piedra contemplando a su
compañero arrodillado.
—Nosotros...
—¿¡Qué!? Habla de una jodida vez. ¡¿Qué estáis tramando!? —gritó autoritaria apuntándole con el cañón de su pistola.
—¡Nosotros
nos escaqueamos para beber algo de alcohol y tomarnos un descanso para
hacer más leve la guardia! —respondió con un grito de súplica sacando de
su bolsillo una pequeña cantimplora que agitó haciendo sonar el líquido
de su interior.
Los tres se quedaron en silencio unos momentos.
Ambos guerrilleros, con el corazón en el puño, temían que Anna no se lo
creyera y todo estuviera acabado para ellos y la rebelión.
—¡¿Y
que coño hacéis bebiendo en el trabajo?! ¡¿No os quedó claro que
Michaela dijo que os teníais que esforzar con las guardias para cuando
venga Braun con esa gente?! ¡Estáis aquí para trabajar! ¡Si queréis
beber y poneos hasta las botas de alcohol, hacedlo cuando no estéis de
guardia, panda de inútiles! ¡Le comunicaré a Braun vuestra
irresponsabilidad, y...! —Anna se silenció y miró de inmediato el reloj
de su muñeca. De inmediato, se percató de que quedaba apenas tres
minutos para reunirse con Fox y Marcus frente a la escuela, y aún había
un buen tramo que debía de recorrer.
—Señora, lo sentimos. No volveremos a relajarnos. —suplicó el que aún estaba arrodillado.
—Por
favor, perdónenos. No se volverá a repetir esta irresponsabilidad por
nuestra parte. Volveremos a ponernos con la guardia ahora y estaremos
bien atentos a todo lo que suceda a lo largo de la noche. —añadió Serge
mirando angustiado a Anna.
—Os libráis porque tengo prisa, pero
informaré de esto a Braun para que os eche él la bronca, ya que vosotros
estáis bajo su responsabilidad. ¡Y poneos a hacer guardia de inmediato!
¡No quiero tener que volver a pillaros descansando en el trabajo!
—¡Señora, sí, señora! —gritaron los dos al mismo tiempo a aquella orden de Anna.
—Vamos, moved el culo y apagad la luz al salir.
Tras esto, Anna, a paso ligero, abandonó la armería dejando de nuevo a solas y fuera de esta al dúo de guerrilleros.
—Se me han puesto los huevos de corbata... —añadió Chris rompiendo el silencio al desaparecer Anna de su campo de visión.
—Está
bien, ahora llevaré yo la bolsa al garaje de la comisaría. Si tú estás
aquí vigilando, no llamaremos tanto la atención, y si te preguntan, di
que tenía que ir al baño y que volveré de inmediato. ¿Está bien?—Propuso
Serge.
—De acuerdo. Me quedaré aquí, pero date prisa.
—Si —respondió este volviendo al interior de la armería para recoger la bolsa.
Tanteó
su sonrosada mejilla con las finas yemas de sus dedos para comprobar la
estabilidad de su nariz sangrante en la región que le era
correspondiente en su cuerpo. Aquel hijo de la grandísima madre se había
excedido a la hora de golpearle para someterle a su voluntad, pero
suponía que la pretensión no era otra más que esa. Lograr que sucumbiese
a un miedo que el melenas se encargaba de incumbir personalmente. No
había querido obedecer, por lo que le había propinado un severo castigo
que le podría haber resultado muy mortífero si aquella bendita
reencarnación de Florr no hubiese aparecido para salvarle, como de
costumbre. No estaba muy orgulloso de sí mismo al no haber sido siquiera
capaz de defenderse de aquel monstruo, pero la compañía de aquella
muchacha era como una poción sanadora para su espíritu. No sabía
exactamente el porque, pero lo era. Quizá lo único que necesitaba era
alguien más en su vida que lo acompañase de tal forma que la bella rosa
del florido jardín lo había hecho en el pasado. Quizá...
—Toma, he encontrado un poco más de agua fresca. Límpiate bien esa
cara, pero por favor, no la gastes toda. No es de las cosas que más nos
sobran —ofreció Lilith con grata amabilidad una vez regresó al cuarto de
baño tras haber examinado los rincones mas recónditos del colegio a la
caza de un determinado enser líquido de valor incalculable en el nuevo
mundo.
—Gracias —se mostró Adán muy cariñoso y agradecido con su
salvadora a la par que tomaba el escaso agua de la pequeñísima botella
de plástico que le entregaba. Sólo fueron suficientes unas gotas
cristalinas en un pedazo de papel higiénico para que éste se humedeciese
minimamente y le pudiese ser útil como toalla improvisada para limpiar
las manchas resecas de su maltratada cara.
Lilith inspeccionó
cada detalle del cuerpo del chico pese a lo banal que se podrían haber
considerado la mayoría de ellos. Y lo cierto era que uno de los rasgos
que más atrajo su interés fue la compostura que todavía mantenía tras la
pequeña riña fingida. Aunque realmente no le resultase complaciente,
debía reconocer que Hugo se había excedido intentando de manera
desesperada fingir que era un lacayo fiel ante Michaela, y ella misma
era culpable por haber retrasado en exceso el rescate planeado. Ambos se
habían encontrado con una infinita cuerda nerviosa anudada alrededor de
su estómago durante los tres últimos días, desde que Braun les había
advertido que el programa de sus planes acontecería muy pronto, pero
ello no era una excusa para ser casi los responsables de un desmayo
inducido por los golpes propinados. La cicatriz que permanecía en su
pómulo derecho y recibía una serie de constantes caricias frente al
espejo del baño por su parte se había convertido en un recuerdo
imborrable de su error.
—Me gusta tu cicatriz, ¿sabes? Así
pareces mucho más malote... ¿A ti no te gusta? —lanzó Lilith un cumplido
con mayor carga de autoconsuelo que de compasión por el chiquillo.
—No,
no me gusta —espetó el volviendo a palpar nuevamente la herida tras
aquella mención realizada—. ¿Todo el mundo es así en este sitio? ¿Todos
se pelean entre ellos?
—Bueno, verás... —se concentró la chica
en localizar una respuesta benefactoria para lograr cumplir su misión
con éxito—, aquí todos los niños tienen que tener un entrenamiento
básico de pelea, de uso de armas y alguna que otra cosa, por orden de
Madre. También tenemos que servirla cuando lo necesite. Hay muchos niños
a los que no les gusta, pero no tienen nada más. No tienen padres,
familiares o amigos que vayan a cuidar de ellos en el exterior, así que
es lo único que les queda si quieren seguir vivos. Sí, es triste, lo sé.
Ese chico que te pegó es uno de los tres favoritos de Madre. Son los
que tienen los mejores privilegios aquí dentro. Ella los llama sus
mosqueteros. Se supone que es lo que tiene que hacer con todos los que
sean nuevos porque son sus órdenes. Lo que pasa es que después de tanto
tiempo obligado a hacer eso, pues al final uno se convierte en un
monstruo, una bestia. De verdad, siento lo que te pasó. Me gustaría
haber podido llegar antes.
—Bueno... No pasa nada... Gracias —se
sinceró el pequeño mostrando a la chica que sólo podía sentir gratitud
hacia ella. Inmediatamente después, se distanció del reflejo agredido
del espejo con intención de situarse de nuevo junto a su salvadora para
que respondiese a una cuestión—. ¿Y ahora qué? ¿Cómo va esto? ¿A dónde
voy? Es que... estoy... perdido.
—Emm, bueno... —reflexionó
dubitativa mientras se aproximaba hasta la puerta de acceso al corredor y
comprobaba que nadie se encontrase en plena vigilancia de sus
alrededores—, mi cuarto está aquí al lado. Se supone que va contra las
normas y todo ese rollo, pero vente conmigo hoy, por ser tu primer día, y
luego te enseñaré como funciona todo.
—Vale —le contestó él con
una rotunda afirmación que expresaba una emoción tremendamente alegre,
como un animal enjaulado al que acabase de liberar de una tortura
constante.
—Genial, pues entonces vámonos cuanto antes. No,
espera... —detuvo de repente el inicio de su travesía tras cerciorarse
de un detalle importante que había obviado—. No me has dicho tu nombre.
No puedo meter en mi casa a un desconocido.
—Soy Adán —contestó el rápidamente sin ninguna clase de oposición.
—Ummm, Adán y Lilith... Que bíblico que suena, ¿no crees? —comentó ella curiosa por la inesperada coincidencia.
—¿Bíblico? —caviló el chico sobre cierto término tan extraño que había emitido.
—¿No
sabes lo que significa bíblico? ¿De verdad? Bueno, da igual. Venga,
vamos a mi cuarto. Y... ve con cuidado. Va a ser mucho mejor si no nos
ve nadie. Hay que ser invisibles, como los fantasmas. Lo que viene
siendo ir a lo Casper —bromeó Lilith disponiéndose junto con el niño al
abandono definitivo de la zona de aseo.
—Emm... ¿Casper?
—Por favor, no me digas que tampoco sabes quién es Casper...
Cualquier
ser humano que hubiese sido lo suficientemente valiente para realizar
un análisis de aquella mujer tan bizarra a la vez que esperpéntica
habría sido capaz de concluir que contemplar su reflejo en ese machete
Kukri le apasionaba, y nadie habría cometido error en su elucubración.
Para la enorme mayoría del populacho al cual dirigía sólo podría haber
resultado en una estupidez tan sumamente absurda que rondaba los límites
que conectaban la cordura con la locura. Ellos no lo podían entender.
Cada uno de los insignificantes insectos que componían toda la masa que
le pertenecía sólo podían ser conscientes de una visión tan superficial
reflejada en el frío acero del machete cuyo significado era inexistente.
Pero ella no pertenecía a esa raza perdedora e insignificante cuyo
único objetivo en la vida era cubrirse con la venda de la mediocridad a
la par que se mantenían engañados sobre su auténtico potencial porque
temían desencadenarlo. No... Michaela podía contemplarlo todo.
Absolutamente todo. La esencia pura de un poder espiritual invencible
que había conseguido liberar tras todos los años en los que el yugo
despectivo de la empresa la había convencido de que sólo podía ser un
peón más se pulía en el resplandor del machete. Y por eso ella era la
monarquía absolutista que encabezaba a todos esos inútiles ciudadanos. Y
con el poderío que reinaba en su interior, podría conseguirlo
absolutamente todo. Su orden mundial se cumpliría inexorablemente sin
importar el número de personas que se opusiesen a él. Sí, se iba a
cumplir. El control era sólo suyo...
Y no fue hasta que el sonido
de apertura de la uniforme puerta de aluminio situada a su lateral
indicó la conclusión de aquella eterna espera hacia el sujeto concreto
del cual reclamaba su asistencia que despertó de su universo de extrema
introspección.
—Señora, he traído a la guerrillera por la que
usted preguntó —comunicó Fox tras su reaparición en el despacho
cumpliendo una función de vigilancia con respecto a la jovencita
treintañera de ondulados ricitos color anaranjado que lograban enmarcar
un aspecto ciertamente sensual a pesar de la inmunda mugre que recorría
su frente.
—Estupendo. Esperaba con impaciencia este momento.
Vamos, Andrea, adelante. No tengas vergüenza —expelió Michaela su
primera ronda nocturna de maliciosas expresiones manipuladoras,
invitándola a adentrarse hasta el interior de la estancia—. ¿Alguien ahí
fuera ha prestado especial atención en vosotros, Fox?
—Nadie
nos ha visto venir. La mayoría de nuestros chiquitines andan durmiendo o
se encuentran demasiado preocupados preparando la formación para todos
esos abortos de superhéroe que están viniendo como para que les interese
siquiera —fue la respuesta desdeñosa que su principito articuló.
—Estupendo.
Ya puede retirarse, capitán Fox —ordenó Michaela con una evidente
muestra de sometimiento sobre el sujeto. —Que los cuervos me coman los
ojos si no cumplo sus órdenes, señora —acató la imposición con una
respuesta tan bizarra antes de despedirse con una reverencia que la
recién llegada Andrea se forzó a sí misma a contenerse para no vomitar
ante semejante espectáculo señorial. Parecía que la Edad Media había
regresado.
Inmediatamente después de la evasión de su mensajero
particular, Michaela volvió a cerrar la puerta asegurándose de que no
había ser humano alguno espiando en los alrededores de su templo sagrado
antes de presionar un interruptor situado junto a esta que deslizó
automáticamente las persianas de cada uno de los ventanales allí
dispuestos. Era evidente que se estaba preocupando en exceso por
salvaguardar su privacidad. Una inclinación particular que no agradaba
en absoluto a Andrea.
—Buenas noches a ti también, Andrea — la
saludó Michaela irónicamente ante el denotable mutismo presentado por
esta desde su entrada, aunque era cierto que el significado de temor
ante su llamada con el que el silencio cargaba la reconfortaba en gran
medida—. Bueno, te preguntarás porque te he traído a mi despacho a estas
horas tan... intempestivas, pero como ya imagino que sabes el motivo,
iré directa al grano. Oh, y puedes sentarte si quieres. No me gustaría
que te acabases cayendo redonda al suelo por esos nervios que veo que me
traes y me abrieses un agujero en el parqué.
—Preferiría
permanecer de pie si usted lo permite, mi señora —contestó la invitada
plenamente consciente del jueguecito de la enervación al que la
intentaba atraer.
—Bueno, entonces ahora mismo estás en la
posición perfecta para poder empezar a contarme todas las novedades que
hay en tu pequeño grupito. Ah, y no te preocupes demasiado por esas dos
piececillas que se encargan de vigilar esa entrada a jornada completa.
Les he dado la noche libre. Hoy estamos solas tú y yo, querida —apaciguó
la tirantez visible en Andrea debido a la refleja desviación de su
mirada hacia la posición que solían ocupar los guardias.
—No...
no sé... No hay nada que contar. Todo sigue como siempre. La gente sigue
quejándose por su política y bebiendo a escondidas, eso sí, pero fuera
de eso, no ha habido ningún quebrantamiento de sus leyes, mi señora —se
apresuró a escupir la negación predominante en su respuesta mientras
sentía una arraigada estupidez hacia sí misma por el dominio que estaba
obteniendo el miedo sobre su organismo, obligándola a dirigirse a ese
zorrón como si fuera otro de esos lameculos a los que Fox pertenecía.
—Andrea... Sabes que detesto la mentira por encima de todo —advirtió Michaela avanzando con un paso en su dirección.
—No
te estoy mintiendo. Es la verdad. No siempre puede haber actividad
criminal entre los guerrilleros. Últimamente están más tranquilos. Saben
que eres la única oportunidad que les queda —se decantó la jovencita
por alagarla en un desesperado intento de conservar su pellejo intacto.
Ya lo sabía. Sospechaba con conocimiento, como mínimo. No podía ser tan
sólo una simple casualidad. Su reina no podía ser tan estúpida como para
permitir que lo fuese.
Así que cuando ésta efectuó un concreto
movimiento de desplazamiento con una remarcable brusquedad, la pobre
Andrea sufrió una explosión de su arteria aorta de la cual no obtuvo
recuperación hasta que fue capaz de verificar que las auténticas
intenciones de Michaela eran ciertamente distintas a las que ella había
imaginado. Su actuación real había sido el hecho de caminar hasta un
pequeño estante que se hallaba situado en una de las esquinas del
despacho para descubrir una destellante cafetera de cápsulas que se
apresuró a ubicar sobre un mueblecito cercano desde donde era posible
conectarla a una toma de corriente eléctrica.
—Está bien...
—formuló la reina dispuesta a invertir en aquel carnaval de serpientes
rojizas que la observaba con expectación la ventaja de la cual disponía a
la par que tomaba una colorida taza de un juego de té ordenado en una
serie de estantes para poder comenzar a preparar un exquisito café solo.
No obstante, Andrea conocía la tendencia de aquella señorita al empleo
de ciertas técnicas de distracción mental como un puro método de
manipulación. Y era obvio que tal hecho no se trataba de una necesidad
vital de cafeína por la que no podía esperar hasta la conclusión de su
conversación. Debía permanecer atenta—. ¿Y qué hay de nuestro querido
amigo Braun? Seguro que sobre él si deberíamos compartir determinadas
novedades, ¿no crees?
Y el mortal sobresalto que había asestado
anteriormente a la subordinada pelirroja regresó mucho más enérgico
incluso tras un detenido análisis de la petición que le había requerido.
Era evidente que había meditado con detenimiento la oración en cuestión
para posibilitar una indirecta con todas esas determinadas novedades
que supuestamente debían compartir. Estaba acechándola. Y su reina había
reparado en las sospechas sobre su estrategia que se habían comenzado a
originar en la mente de Andrea, pero no parecía que le fuese un asunto
de importancia muy relevante. Incluso era posible que aquella conjetura
por parte de la pelirroja hubiese brotado como la verdadera intención de
Michaela durante el transcurso de su interrogatorio encubierto
organizado. Necesitaba actuar con extrema precaución.
—¿Y que
quiere saber exactamente sobre Braun? Se supone que es su subordinado
jefe o algo así. ¿No debería tenerlo más controlado que a los demás?
—inventó de nuevo Andrea comenzando a distinguirse la potente carga
inventiva que se hallaba controlando con perceptible inestabilidad como
defensa ante esa maldita tirana—. No sé, no tengo nada interesante que
le pueda contar sobre él, pero si descubro alguna irregularidad en la
que se pueda encontrar implicado, le juro que seré la primera en
comunicarlo inmediatamente, mi señora.
—Ay, ay, ay, mi querida
Andrea, tan dulce e inocente como siempre, ¿no es verdad? —remarcó
Michaela con ardiente pasión embelleciendo su regocijo con el deleite
que le otorgaba aquella desesperación tan visible que estaba dominando a
la joven—. ¿Sabes? Tal vez deberíamos tratar de refrescar un poco tu
memoria, porque la veo un tanto oxidadilla. Hace unos pocos meses, no sé
cuántos ya, tú viniste a mí, a este mismo despacho, y me pediste, con
todos los favores que había en el mundo, que dispusiese de unas pequeñas
reservas de insulina personales porque tu padre es diabético.
¿Recuerdas eso? Y entonces, no fuiste más que tú quien me lo suplicó de
rodillas asegurándome que serías capaz de hacer cualquier cosa para
conseguirla. Eso también lo recuerdas, ¿cierto? Sí, por supuesto que lo
recuerdas —se esforzó la reina por moldearla a su antojo como si de
cerámica se tratase mientras crecía la inquietud de esta de manera
gradual—. El caso es que pienso que no era tan difícil mantener una
promesa, Andrea. Lo único que tenías que hacer era vigilar a tu grupo de
guerrilleros e informarme de cualquier descontrol legal que notases
para poder mantener el correcto funcionamiento de este lugar. ¿Por qué
si te pregunto sobre Braun, específicamente, sigues empeñada en
ocultarme una verdad que conoces a la perfección? ¿Acaso es ahora tu
intención deshacerte de tu pobre padre, o también se te ha olvidado la
parte del contrato en la que te dije que usaría su sangre como gel de
baño si se te ocurría traicionarme? Y te advierto que mi próxima ducha
será más pronto de lo que crees... Si a eso se le puede llamar ducha,
claro.
Andrea
se replanteó por unos instantes la gravedad de su situación tras la
amenaza asestada. No estaba bromeando. Aquella señorita no dudaría en
despellejar a su padre sin remordimiento alguno que se lo impidiese. La
decisión se esparcía por la estancia como una gélida ráfaga de viento
que la forzaba a ahogarse en sus heladas corrientes. Debía orientarse
por uno de los futuros en el cual tanto ella como ese bondadoso
progenitor al que amaba con locura sobreviviesen en el amplio abanico de
posibilidades que se desplegaba ante ella, pero también era consciente
de que no podía derribar en segundos un templo en cuya construcción su
líder Braun había invertido meses de esfuerzos insufribles. Resistiría,
independientemente de lo que fuese a suceder. Tenía que hacerlo.
—Yo...
Estoy desconcertada, mi señora... Siempre le he contado todo lo que
puedo averiguar, pero en esta ocasión, no poseo ninguna información
relevante sobre mis compañeros o Braun. Y también...
—Ummm...
Parece ser que ya esta listo —exclamó Michaela mientras recuperaba la
taza de café caliente que había preparado para poder degustarse con su
distinguido olor nacido de un gozo infinito al tiempo que sus suaves
texturas la transportaban hasta un estado de plenitud mental en el cual
se sentía incluso más poderosa que en la indestituible rutina de su
gobierno—. Delicioso, por supuesto. ¿Alguna vez has probado un café de
cápsula, Andrea? La mayoría de la gente solía decir que es detestable,
pero eso era antes de que los muertos se habituasen a levantarse de sus
tumbas. Estoy segura de que hoy en día cualquiera estaría dispuesto a
matar por poder tomarse uno de estos cada vez que le apeteciese.
Incluida tú, ¿cierto?
—No me gusta el café, mi señora —fue la
respuesta apresurada de la pelirroja como consecuencia del desconcierto
al cual se hallaba sometida debido a la orientación tan superficialmente
absurdo en la que se había tornado la conservación.
—Y pese a ello,
puedo asegurar que serías capaz de decapitar a cualquier persona de
este universo sólo para conseguirlo. Pero vamos a cambiar de enfoque,
puesto que no pareces estar demasiado dispuesta a cooperar con tu señora
ni siquiera bajo una pequeña amenaza sana. ¿Has jugado alguna vez al
ajedrez, Andrea? ¿Conoces cómo funciona ese peculiar minimundo?
—prosiguió Michaela con sus preguntas tan anodinas mientras señalaba
hacia el tablero situado en una de las esquinas del habitáculo.
—Jugué unas cuántas partidas cuando era más pequeña, pero nunca he terminado de comprender muy bien la mecánica, mi señora.
—No
te preocupes por eso. La mayoría de los humanos no es capaz de
comprender el mecanismo, pese a su simpleza, pero te lo explicaré con
toda la facilidad que me sea posible. Ese esplendoroso tablero de
cristal que estás viendo ahora mismo es un campo de batalla en el que se
libra una cruel guerra, y cada una de las piezas que en él se disponen,
son los luchadores que van a defender sus ideales a muerte. Muy
interesante, ¿no crees, Andrea?
—Mire... Mi señora...
Discúlpeme, pero no sé a dónde está intentando llegar con todo esto. Ya
le he dicho que no sé nada sobre la información que me ha intentado
pedir, y tengo trabajo que hacer ayudando a los chicos a preparar la
llegada de esos invitados suyos. Así que, si no le importa, preferiría
terminar lo antes posible, por favor —requirió la joven desplegando de
nuevo aquel interminable repertorio de excusas con el que jugaba para
tratar de escapar de un diálogo tan retorcido que la fatiga mental
producida por este la estaba destrozando a nivel psíquico. Una de las
pocas especialidades en las que esa reina era realmente hábil.
—Atacar
directamente no suele ser una opción demasiado conveniente cuando las
fuerzas de tu enemigo te superan con claridad —prosiguió esta ignorando
por completo su petición—. Es por eso que el equipo que juega con
desventaja siempre va a intentar atacar con estrategias que no puedan
ser captadas a primera vista por sus enemigos, ¿pero qué pasa cuando la
gente contra la que estás luchando acaba percatándose de que estas
maquinando un truco para librarte de ellos? ¿Crees que actuarían como lo
estoy haciendo yo, o se limitarían a colgar tu precioso cuello de una
soga?
—Yo... Mi señora, yo... No sé qué sabrás, pero no es lo
que piensas... —se inventó la sagaz muchachita con un incremento muy
notable de su tensión muscular tras haber captado el mensaje implícito
en el relato supuestamente intrascendente con el que se había expresado
su reina.
—Entregué al señor Braun un documento que contenía
cierta información sobre los miembros pertenecientes a ese pequeño grupo
que pronto recibiremos. Hasta ahí no hay nada fuera de lo común, pero
hace poco, en la última transmisión que llevé a cabo con él, empecé a
notar una serie de incoherencias en sus informes que no era capaz de
comprender. ¿Como es posible que me comunique que ha encontrado a todas
las personas a las que debía buscar cuando en los papeles que él
mantiene en su poder aparecen algunos que no están vivos actualmente? Ni
siquiera lo dudó un segundo. ¿No te parece extraño, Andrea?
—Yo...
No sé... Nadie me ha comunicado que él esté mintiendo... Tal vez se
pueda estar confundiendo —se resistió esta con una fidelidad tan férrea
hacia la rebelión que estaba comenzando a desquiciar a su reina
espiritualmente. Aquella zanahoria parecía poseer la valentía suficiente
como para preservar la fidelidad hacia todos sus camaradas en aquella
situación. Lástima que ya se hallase enredada en los hilos de su telar
sin posibilidad alguna de escape. Sólo debía asestar su ataque
definitivo.
—Está bien, voy a contarte otra historia, y esta vez
quiero que me prestes atención con tus cinco sentidos —expresó Michaela
deleitándose cuando sus labios volvieron a sentir la vitalidad de la
estimulante taza que sostenía entre sus dedos—. Había una vez una
chiquilla tan, tan, tan sumamente inocente, que le suplicó a su reina
acordar un pacto sin tener ni idea del riesgo al que se estaba
exponiendo, y acabó siendo tan crédula y sintiéndose tan especial en ese
pequeño reino que se le ocurrió pensar que podría romper el acuerdo por
el que ella tanto había llorado sin que supusiese ninguna consecuencia
por ello. Pero las va a haber, Andrea. Sí, las habrá. Eso te lo puedo
garantizar.
Y tras aquella certificación desafiante fue cuando
la guerrillera pudo presenciar en sus ojos el auténtico resplandor del
odio. Su mano se había orientado hacia la funda que colgaba en su
cintura para apropiarse de su machete Kukri con intenciones muy
visibles. Quería conseguir las respuestas a sus interrogantes, y no era
su intención reprimirse lo más mínimo en el momento de obtenerlas.
—Primero,
serás tú, y te aseguro que no va a ser una muerte rápida. Después, iré
por a tus compañeros, y les someteré a la misma tortura hasta que alguno
de ellos me cuente lo que quiero saber. Y en caso de que exista la
posibilidad de que todos ellos me vacilen de la misma manera que lo has
hecho tú, no tendré más remedio que intentarlo con los pobres e
inocentes civiles, incluido tu padre, que ni siquiera sabrá porque lo
estaremos ahorcando —la intimidó a la par que se vislumbraba a sí misma
en su machete con el rostro propio de un psicótico demente—. Pero nada
de eso tiene por qué pasar. Puedes contarme lo que sabes, arrepentirte
de tu traición a mi juramento aquí, y ahora, y te prometo que seré
benevolente. Cinco segundos. Es todo el tiempo que tienes para
decidirte, o comenzaré a usar a Kukri.
Y Andrea sucumbió
finalmente. Quizá no por el simple hecho de desafiarla con sus
estratégicas ofensivas desconcertantes, sino por la combinación tan
explosiva que suponía junto con su imparable capacidad para manipular
las mentes humanas a su antojo, pero le había resultado imposible
vencerla, pese a su admirable resistencia.
—Braun está preparando una rebelión...
—Continúa,
por favor. Estoy escuchando. Cuéntamelo todo —la incitó Michaela tras
su abrupto detenimiento con satisfacción impagable por su arduo trabajo.
—Él quiere tú puesto, y está movilizando a sus guerrilleros
para derrocaros a ti y a todo tu equipo. Quiere hacerlo en cuanto traiga
a ese grupo tuyo, unir sus fuerzas con las de ellos si es necesario.
Todos se están movilizando. Con precaución, pero lo están haciendo. Eso
es todo lo que sé, y esta vez es completamente cierto. Se lo juro, mi
señora.
—¿Lo ves? No era tan difícil, ¿verdad? —le espetó la
reina repentinamente mientras mostraba una siniestra sonrisa digna del
recluso más demente de un manicomio—. Agradezco que seas tan sincera
conmigo. Ya puedes marcharte.
—¿Puedo marcharme? —se aseguró
ella la veracidad de una orden que jamás habría imaginado con un tono de
estupefacción que superaba incluso al presentado en su primer encuentro
con un descompuesto.
—Por supuesto que sí. ¿Qué pensabas que
iba a hacer? Habéis creado una imagen de mí que no se corresponde con la
realidad, ¿sabes? Y eso me duele. La reina también tiene su
corazoncito...
Pero Andrea sabía que sus palabras sólo ocultaban
una mentira. El corazón de la reina no era mucho más que una bomba de
sangre sin la más mínima capacidad de sentir. Ella sólo continuaba
divirtiéndose enlazando sus neuronas e impidiendo que alcanzase su
razonamiento. No obstante, era consciente de que su señora le había
concedido su permiso de retirada en una rocambolesca acción que
probablemente escondería un propósito cargado de una crueldad mucho mas
inhumana que toda aquella que había aplicado ese prototipo de villana de
serie B hasta entonces, pero tampoco era su intención permanecer en su
cueva para averiguarlo. Debía salir de allí urgentemente.
Y
resultó suceder exactamente como ella lo había previsto cuando un tono
de voz soberbio le impidió su salida pese a que su aferración al
manillar de la puerta ya se había efectuado. Aquella facilidad sólo era
una vil estratagema.
—Espera un momento, Andrea. Te estás
olvidando de un detalle muy importante —articuló apasionada
aproximándose por primera vez hasta el espacio vital de esta a la par
que permitía retornar la custodia del machete a su correspondiente
funda—. Si realmente quieres vencer en el juego de la guerra, deberías
saber que existen ciertas ocasiones en las que el rey se verá obligado a
sacrificar a un pobre peón por su propia seguridad.
Y las
conjeturas que su cerebro había ido elaborando desde su requerimiento en
el despacho la asaltaron como miles de filos plateados que se
ensartaban a lo largo de todo su organismo. Ni siquiera había sido capaz
de prepararse para una tentativa de autodefensa más que ridícula contra
ella cuando sintió como un manantial de café hirviendo se desplomó
sobre su cabellera, deslizándose a través de su espalda como si de un
río de lava fundida se tratase. Los aullidos agónicos de Andrea
sepultaban las carcajadas de regocijo con las que ese pedazo de putón se
deleitaba, pero ello no afectó ni un ápice a su deseo de continuar
profundizando en el sufrimiento que sería el pago por su traición. Uno
muy caro...
Su segunda acometida acalló tal chillerío con un
impacto seco en su globo ocular en el que descargó toda la ira que
acumulaba en cada una de sus células, destrozando la preciosa taza de
adorno hasta el punto de transformarse en un millar de diminutos
cristales de porcelana que la potencia del impacto espolvoreó alrededor
de la sala. Semejante conmoción cerebral aniquiló el sentido del
equilibrio de Andrea, quien se precipitó abruptamente hacia una de las
esquinas de la mesa central sólo para ser detenida cuando esta reventó
el tabique de sus fosas nasales, desplomándose en el suelo con un danzar
tan bizarro de sus articulaciones que la impresión recibida por parte
de la agresora fue haber cortado las cuerdas de una marioneta.
—Es
una lástima. Con lo preciosa que era esta taza —se jactó ella del
reconfortante dolor que estaba causando deshaciéndose de sus restos
resquebrajados cuando esta fue lanzada violentamente contra una de las
paredes de su templo para proceder a agarrar a la mujer aturdida de su
camisa y estamparla contra la mesa ubicada en la zona central del lugar
sin consideración ni remordimiento alguno. Se merecía todo el
sufrimiento que pudiera causarle, así que fue ese preciso motivo el
causante de que Michaela volviese a arrojarla contra su enmoquetado como
si no fuese mucho más que un animal, dirigiéndose hacia el mueble en el
que se hallaba la cafetera de la señora para desconectarla de la toma y
recuperarla como método de conclusión del homicidio.
Andrea
pudo captar su sentencia aunque sus sentidos se encontrasen mermados. Y a
pesar de que sus condiciones físicas no eran especialmente destacables,
esta se esforzó en concentrar toda su energía en sus piernas para
reincorporarse y huir de su tumba, pero cuando ella hundió su pie en su
cuello supo que estaba atrapada. Ya no podía evitar su muerte.
Mientras
contemplaba como la inhumana asesina elevaba sus brazos con una furia
que nacía de su propia alma, a la mente de Andrea acudieron todos los
recuerdos memorables que conservaba de su vida. Su padre enseñándole a
montar en una de sus primeras bicicletas con cinco años, su madre
ayudándola a aprender a nadar con nueve, sus amistades de adolescencia,
su primer novio, su graduación en la carrera de ingeniería eléctrica, el
matrimonio con su esposo Rick, el nacimiento de su bebé Mark... Pero
nada de ello pudo salvarla de su inminente final. Después de todo, ella
no era más que el peón de la puta reina.
La cafetera se desplomó
sobre la sonrisa que se había enmarcado en sus labios tras aquella
rememoración de su antigua vida, estremeciendo la totalidad de su ser en
un excéntrico serpenteo producto del intento de defensa inútil de su
sistema nervioso. Pero tal atrocidad sólo fue el precedente de un
segundo ataque repleto incluso de un mayor nivel de potencia que
inutilizó su sistema respiratorio, prosiguiendo un tercero que dificultó
a ambos tímpanos la capacidad de captar las ondas del sonido. El cuarto
fue su resistencia final antes de que su organismo se sumergiese en una
fase de inconsciencia provocada para toda la eternidad. Pero eso no la
detuvo.
Michaela ni siquiera contemplaba la idea de detenerse
hasta que cualquier vestigio del semblante de la traidora hubiese sido
aniquilado. La máquina de café moldeada en un extravagante arma se
elevaba a la par que descendía en el aire, imitando a un cuchillo de
carnicero bañado en rojo carmesí que forjaba a su antojo la carne de sus
facciones para reconstruirla en un carnaval de huesos, músculos,
cartílagos y sangre hasta que finalmente se deshizo por la fuerza de una
de las colisiones. Ese fue el único desencadenante que logró la
detención de Michaela, quien se levantó con sus extremidades entumecidas
y su respiración turbada adoptando un gesto en su rostro propio de un
demente que se dedica a contemplar orgulloso el fruto de su locura.
—Necesito una cafetera nueva.
Serge
volvía a paso ligero a la armería tras depositar la bolsa con las cajas
de munición en el garaje de la comisaría, la noche ya prácticamente
había caído, pues las estrellas y la luna llena ya se podían apreciar en
el firmamento.
—Oye, voy un momento al baño. Vuelvo en un
minuto —Informó Serge una vez llegaron a la puerta de la armería en
donde Chris se encontraba esperándolo mientras montaba guardia.
—Claro, pero date prisa. —Le respondió su compañero de guerrilla.
Tras
irse, Chris decidió arriesgarse e ingresar en la armería solo, pues
había decidido que tras el incidente con Anna, lo mejor sería remover
las cajas vacías y colocarlas al fondo de las estanterías, echando
adelante las cajas llenas de munición. Una vez en el interior del
establecimiento, comenzó con su labor. Mientras tanto, Serge se alejó de
la armería con la excusa de ir a un servicio cercano, pero finalmente,
cuando dejó atrás la armería, cambió su trayectoria hacia un pequeño
callejón entre dos casas situadas no muy lejos de la armería. Tras esto,
agarró el walkie que llevaba colgando del cinturón.
—Informa —Se escuchó la voz de Michaela desde el otro lado del walkie.
—La munición ha sido depositada en la comisaría, mi señora.
—Perfecto, todo será brillante. Hoy sin duda será un día para recordar. —Le respondió Michaela con un animado tono de voz.
—Claro, yo también estoy deseando que el espectáculo comience, hace tiempo que no sucede nada interesante.
—Mi
buen Serge, toda nuestra paciencia será recompensada con un gran
espectáculo que nos sacará de nuestro aburrimiento. Has hecho un buen
trabajo hasta ahora.
—Gracias mi señora.
Mientras Serge
mantenía una conversación con Michaela, Chris continuaba removiendo las
cajas, hasta que algo, debajo de una de las estanterías llamó su
atención obligándolo a detener la actividad.
—¿Qué mierdas es eso? —Se preguntó el joven a medida que avanzaba hacia la estantería en la que había visto algo.
Algo
se había movido bajo las estanterías, estaba seguro de ello. Chris
agarró una de las cajas vacías y la lanzó con fuerza al punto exacto en
el que la sombra lo observaba y para su desagradable sorpresa, una
espantosa y asquerosa rata del tamaño de un gato salió corriendo hacia
él. Como un acto reflejo, Chris, asqueado por la visión de aquel
horroroso ser que desde su más tierna infancia tanto miedo le había
ocasionado, desenfundó su pistola y cuando lo tuvo a tiro ¡BAM! un tiro
certero se produjo, sin duda.
No obstante, la rata logró escapar
por un boquete que habían en la pared de ladrillos de la comisaría,
pero,Chris no hizo caso alguno a la huida del asqueroso mamífero.
¿Habría fallado el tiro? Se cuestionó Chris en un estado de shock
mientras aún sostenía entre sus manos la pistola, no, aquello era
imposible, le había dado, lo sabía, su objetivo no estaba tan lejos de
él, ni se movía tan rápido, su precisión sin duda alguno había sido de
un cien por ciento y pondría la mano en el fuego por ello, no obstante,
el animal huyó sin ningún rasguño. Alertado por sus sentidos, algo
dentro de su cabeza comenzó a moverse como si de una serie de mecanismo
compuesto por una multitud de engranajes comenzaran a girar tras ser
activado por un interruptor. El joven, con sus ojos como platos, comenzó
a examinar detalladamente el suelo con un rápido barrido en busca del
agujero y después, aún en su busca, un segundo barrido mucho más lento
con la mirada en busca de aquel orificio con el único e importante
objetivo de dar explicación al suceso que acababa de acontecer.
Serge
se despidió de su señora al escuchar el disparo y tras esto, se
dirigió hacia la comisaría a paso ligero a la par que desenfundaba su
pistola y le colocaba un silenciador que sacó de uno de los bolsillos de
su riñonera. La cara de Chris cambió de repente por una más alterada y
de inmediato enfundó su pistola para coger una de las cajas repletas de
balas, necesitaba comprobar algo y comprobar si su hipótesis era
correcta y en el fondo, rezaba porque no fuera cierta. Serge continuaba
caminando agilmente y decidido hacia la armería mientras observaba las
calles vacías y terminaba de colocarle a su pistola el silenciador.
Finalmente, con los nervios a flor de piel. Chris abrió un cajón y
rebuscó en él mientras colocó sobre una vitrina el paquete de balas que
abrió. Finalmente encontró lo que buscaba, un alicate.
Serge se encontraba a tan solo unos pocos metros, en breve alcanzaría
la armería. Finalmente Chris aporreó la vitrina con su rostro
descompuesto y de un manotazo, lanzó la caja de balas al suelo
arrastrando al mismo tiempo el alicate. Y fue entonces cuando una
bombilla se encendió en su mente, ahora todo encajaba. ¿Cómo puede ser
que Serge estuviera tan informado de todo lo relacionado con la
construcción en la base y su funcionamiento? Es imposible que un
guerrillero sepa tanto de este lugar, a nosotros no nos cuentan nada de
este lugar, tan solo estamos para lo que estamos, para luchar por
Michaela y el bien común. ¿Cómo sabe cosas incluso del pasado de este
sitio, de los orígenes de la base cuando a inicios de esta no había ni
civiles ni guerrilleros en el grupo de Michaela? ¿Cómo sabe todo lo que
Michaela hizo tras llegar aquí de forma tan detallada? Se preguntaba a
sí mismo teniendo en cuenta toda la información que Serge le dio hacía
unas horas acerca de como se levantó aquel imperio de Michaela desde su
inicio y otros datos que obtuve de él en otras muchas de sus charlas.
Chris
seguía con la cabeza agachada mirando su reflejo en el cristal de la
vitrina mientras su mente volaba en busca de respuestas, atando cabos
¿Cuál era su cuartada según él para saber todo eso? Si, todo aquello
supuestamente se lo dijo un soldado. ¿Pero eso es posible? La relación
entre los soldados y los guerrilleros no es muy buena, aun estando en el
mismo nivel teóricamente dentro de la jerarquía, ellos son especiales,
dentro de la jerarquía de la milicia, están por encima de nosotros se
mire por donde se mira, prueba de ello son los privilegios que tienen...
Además de que los soldados son perritos leales a Michaela y los altos
mandos, ellos tienen prohibido dar información a las guerrillas y a los
civiles, Serge no pudo saber eso por otro soldado. Pensó el joven
mientras tragaba saliva y cerraba con fuerza la mandíbula mostrando los
dientes ante aquel sentimiento tan desagradable que estaba sintiendo,
mezcla de ira y miedo. Ya todo encajaba.
—Serge sabe todo acerca
de este sitio porque él es... un soldado. Ese es el motivo real por el
que se alteró tanto antes cuando fui a comprobar la munición, él lo
sabía y no quería que yo lo descubriera, ahora todo encaja...—Susurró el
joven ante la verdad que acababa de desvelar al comprobar una de las
balas, mecanismo que fue el que finalmente le hizo parar a pensar como
Serge tenía tantos conocimientos sobre aquel imperio.
Y como si la trompeta del día del juicio final se tratara, escuchó la puerta cerrándose detrás de él.
—Vaya,
vaya, Chris. Menudo estropicio has provocado. —Sonó la voz de Serge con
cierto tono de burla mientras observaba las balas y los alicates
desperdigados por el suelo sabiendo por esto lo que el guerrillero había
descubierto.
Poco a poco, Chris se dio la vuelta con el miedo
enmarcado en su rostro, lo había descubierto. Serge sonrió ante aquel
pálido y descompuesto rostro de su compañero o mejor dicho, ex compañero
de guerrilla.
—Parece que has visto un fantasma, amigo. Aun que
te entiendo —Comunicó a la par que le echaba la cadena de seguridad a la
puerta de la armería —Yo en tu situación también estaría tan aterrado
al descubrir la verdad.
—¿Cuánto llevas aquí observándome?...
—Acabo
de llegar, pero ha sido el suficiente como para escuchar esa frase tuya
en el que has descubierto que soy realmente y entender también lo que
acaba de pasar aquí durante mi ausencia—Le respondió echando una mirada a
las balas y el alicate que se encontraba desperdigados cerca de Chris.
—Traidor...
—Susurró el joven guerrillero viendo la cadena echada y la pistola con
silenciador que Serge sujetaba.—¡Eres un topo de Michaela! Tú... ¡¡¡Tú
nos has traiccionado!!! —Vociferó mientras era presa del pánico
conociendo y de antemano el futuro que le deparaba.
—¿Traidor?
jajajajajaja Por favor Chris, tú no eres el más indicado para llamarme
así, tú y los tuyos estáis en la misma situación en la que yo estoy
ahora mismo frente a ti —Le respondió con una sonrisa y una mirada
cargadas de malicia y diversión.
—¡Eres un topo de Michaela!
¡¡Nos has traicionado maldito bastardo!! —Le gritó el joven víctima de
la ira y el sentimiento de traición —Nosotros... ¡Nosotros luchábamos
por la libertad! ¡¡Íbamos a hacer un sitio mejor para todos tras acabar
con el reinado de Michaela!! ¿¡Por qué!? ¿¡Por qué Serge!? ¡Pensaba que
éramos amigos! ¡¡Pensaba que eras de los nuestros y lucharías por la
causa!!
—¿Amigos? ¿Por qué somos amigos? ¿Por estar cinco meses
haciendo guardias juntos y charlando de nuestras cosas? ¿Por hacernos
algunos favores el uno al otro? ¿Por los chistes que nos contábamos
subidos de tono para echar unas risas? ¿Realmente piensas que ya por eso
somos amigos?
A Chris le invadió una oleada de ira tras
escuchar el tono tan indiferente que utilizó a la hora de cuestionar la
amistad que él reconocía haber formado por su parte con aquel traidor de
Serge.
—Chico, tienes que aprender a separar las relaciones de
amistad o familiares del trabajo. No es bueno mezclar ambas cosas,
podrían traerte serios problemas.
—¿Entonces solo has estado fingiendo esa amistad conmigo? —Preguntó indignado ante aquellas respuestas.
—Yo
no soy tú amigo. Tan solo hablaba contigo para hacer los turnos de
guardia más a menos. Y cuando me enteré de la rebelión, me fui acercando
más a ti a medida que me percataba que te ibas abriendo más depositando
en mi tu confianza. Chaval, tan solo te utilicé para enterarme de lo de
la traición de Braun a Michaela.
Chris intentó encararse con
Serge, pero nada más dar un par de pasos, este le apuntó con su arma.
—Nadie se va a enterar de que has muerto, Chris. Pórtate bien y no me
provoques, te daré una muerte rápida de un único disparo entre ceja y
ceja.
—Maldito... ¿Cómo has podido hacerme esto a mi, a Braun y a
los chicos y a todos esos civiles que cuentan con nosotros? ¿Cómo
puedes estar del lado de esa tirana?... ¿Cómo?...
—Por que es mi
jefa, me paga por esto con beneficios que los civiles y guerrilleros no
tenéis. Llevo haciendo esto hace mucho tiempo, en el pasado cuando
trabajaba para aquella extinta compañía, también tuve que ejecutar a
muchos para conseguir los objetivos que mi organización me imponía, así
como hacer otras cosas horribles, esto ya es algo natural para mi. Y
quien sabe, tal vez por esto algún día Michaela me reconozca y me
ascienda como a un alto mando.
—Ya veo que eres tan rastrero
como Michaela y su gente. Eres mala persona, no tienes corazón. —Escupió
aquellas palabras con un enorme desprecio al comprobar que era de la
misma calaña que Michaela y los suyos. Finalmente pudo comprobar que
toda aquella actitud de buena persona y en general tal y como lo
conocía, como se lo había llegado a imaginar y como realmente pensaba
que era, no era más que una simple fachada que ocultaba su verdadera
forma de ser, todo era una ilusión. No era nada más que un lobo vestido
de oveja que estaba apunto de devorarle tras arrinconarle y separarlo de
su rebaño, el cual no tenían conocimiento alguno de que un lobo se
hallaba entre ellos.
—Bueno, creo que ya has obtenido todas las
respuestas que querías y como comprenderás, no te puedo dejar con vida.
Si, lo confirmo yo mismo, déjame afirmarte con mis propias palabras lo
que has descubierto para verificarte que es cierto. Yo, Serge, soy un
soldado infiltrado del pelotón militar de Michaela y mi misión consiste
en entrar entre las filas de Braun para vigilarle a él y a su grupo de
guerrilla. Y si, Michaela está informada de vuestra rebelión, así como
te confirmo con absoluta certeza de que no saldrás de aquí con vida ni
nadie sabrá de tu muerte.
Serge colocó el dedo en el gatillo
dirigiendo la mira de la pistola a la cabeza del joven, quien sin tener
oportunidad alguna saltó hacia un lado segundos antes de que Serge
apretara el gatillo. El joven corrió entre las estanterías y su ejecutor
le persiguió disparándole. Finalmente Serge le perdió el rastro entre
el conjunto de estanterías y vitrinas.
—No hagas esto más
difícil. Sabes perfectamente que no puedes cambiar tu destino y te
afirme con certeza absoluta que morirías aquí. ¿Porque no te rindes
simplemente y aceptas tu destino? Sería más fácil para los dos si
hicieras eso. —El joven armado se percató de una serie de manchas rojas
en el suelo y no pudo evitar reprimir una maliciosa sonrisa ante el
rastro de rosas rojas que había encontrado.
Tras una estantería,
sentado apoyándose en esta, Chris apretaba los dientes con fuerza
mientras dolorido, tapaba la herida de bala de su costado derecho. Le
había alcanzado y probablemente habría dejado algún rastro de sangre que
Serge encontraría y seguiría hasta dar con él. Tenía que moverse rápido
¿Pero a donde podía ir? La armería no era demasiado grande y estaba
repleta de estanterías y vitrinas y es gracias a eso que Serge aún no lo
había encontrado. En el fondo de la armería, había una puerta que
permanecía siempre cerrada con un candado y desconocía que había en su
interior. ¿Tal vez se trataba de una puerta de salida de emergencia?
Quien sabe y de serlo, no podría escapar igualmente al carecer de la
llave.
El joven apretando con fuerza los dientes, se levantó del
suelo mientras buscaba algún medio de llegar a la puerta, quitar la
cadena y salir al exterior. Podía escuchar a Serge acercándose a la par
que tarareaba una canción despreocupadamente. El joven sujeto su pistola
pero algo le impidió desenfundarla y decepcionado la dejó donde estaba
mirándola impotente. Serge vio como el rastro seguía tras una de las
estanterías.
—¡Te encontré! —Anunció a la par que se asomó rápidamente sujetando el arma con ambas manos.
No
había nada allí, tan solo una continuación del rastro de sangre. El
ejecutor del joven resopló aburrido.—¡Dejemos ya el jueguecito este del
gato y el ratón, hasta tú te habrás dado cuenta que estoy siguiendo tu
rastro de sangre! —Una vez más, no obtuvo respuesta.— Bueeeeeeeeno,
juguemos un ratito más, todavía tengo un poco de tiempo libre para
dedicarte—Anunció mirando la hora en su reloj de muñeca.
En ese
instante escuchó una caja cayéndose de una de las estanterías y a la par
que observaba el rastro de sangre, se desplazó al lugar dando varias
zancadas. Pero una vez más, Chris no se encontraba allí, no obstante,
Serge se percató de algo, había una caja con su munición esparcida en el
suelo y al lado, la camiseta ensangrentada se Chris. Serge se acercó a
mitad del pasillo, entre dos estanterías para comprobar la camiseta.
—¿Qué estás tramando, Chris? —Preguntó en voz alta.
—¡¡Esto!!
—Gritó el dueño de la ensangrentada camiseta, quien oculto tras una de
las estanterías observó a Serge agachado antes de ejecutar su movimiento
sorpresa.
Cuando el hombre armado fue a levantarse tras
contemplar a Chris tras una de las estanterías, este empujó la gran
estantería tras la que se ocultaba. Sin palabra alguna, ambos
emprendieron una carrera, Chris hacia la puerta de salida y Serge en su
huida por salir entre las dos estanterías antes de que esta se le cayera
encima.
Un gran estruendo se escuchó y Chris detuvo su carrera
al no ser capaz de soportar más el dolor de su costado. Respirando
agitadamente, se giró para ver la estantería volcada, la cual había
provocado que otras tres más se vinieran abajo. No había movimiento
alguno, Serge tal vez muriera al venirse la estantería sobre él o quizá,
estuviera inconsciente o simplemente atrapado bajo esta. El joven se
apoyó en la pared para descansar un poco, la sangre no paraba de emanar y
no sabía si sería capaz de sobrevivir, pero si al menos de informar a
los suyos de la traición de Serge. El joven, mientras recuperaba
fuerzas, no se percató de como la estantería, carente de caja alguna,
las cuales, así como su contenido se encontraba tirado por el suelo,
poco a poco comenzaba a levantarse en silencio.
Chris, tras
recuperar el aliento un momento, decidió continuar soportando el dolor y
volvió a encaminarse paso a paso hacia la puerta. Entonces el sonido
que hizo la estantería al ponerse de pie y las balas al ser pisadas por
las botas de Serge le helaron la sangre. Asustado, miró hacia atrás y
vio a Serge al lado de la estantería que acababa de enderezar
apuntándole con su arma. El joven herido caminó lo más rápido que pudo,
pero sus esfuerzos fueron en vano, cuando alargó el brazo para quitar la
cadena de la puerta, una bala le atravesó por la espalda y el joven
irremediablemente cayó de cara al suelo, frente a la puerta, pudiendo a
través de los cristales de esta, el exterior. Tan cerca, estuvo tan
cerca de conseguirlo... Si hubiera hecho un último esfuerzo y no se
hubiera quedado aquellos escasos minutos descansando, podría haber
alcanzado la libertad, pero por desgracia, el destino no quiso que
aquello sucediera.
Chris comenzó a levantarse poco a poco del
suelo con la ayuda de sus manos ensangrentadas y sus temblorosos brazos
mientras escuchaba los pasos de Serge acercándose por detrás. Pero no
fue capaz de levantarse, pues la bota de Serge lo devolvió al suelo tras
sentir como este le pisaba en la espalda para no se moviera del sitio.
El joven miró hacia atrás, por encima de su hombro para ver a aquel vil
traidor apuntándole en la cabeza con su pistola.
—Has estado
cerca de lograrlo, pero desgraciadamente has sufrido para nada. Si te
hubieras rendido todo hubiera sido más fácil y no hubieras sufrido
tanto. —Comentó mirando el lamentable aspecto que presentaba Chris
mientras poco a poco una mancha de sangre emanaba bajo su cuerpo.
—Maldito idiota, ¿sabes quien tiene que colocar ahora la estanterías,
recoger todas esas malditas balas, meterlas en sus cajas, colocar esas
cajas en las estanterías y limpiar la sangre que has ido dejando? Sí,
yo, yo tengo que encargarme ahora de limpiar todo el maldito estropicio
que has provocado. Como si fuera poco trabajo el librarme de tu cadáver
sin que nadie se entere e inventarme algún tipo de excusa que justifique
tu ausencia si alguien te busca y no te encuentra conmigo. —Serge
suspiró ante aquella idea que tan poco le agradaba. —Lo siento, pero el
trabajo es el trabajo. Mira el lado positivo, ya no sufrirás más allá a
donde vayas ni tendrás nada de lo que preocuparte. Descansa en paz,
Chris.
Finalmente, un único disparo sonó y nadie a excepción del
propio Serge pudo escucharlo, pues por suerte, ambos bandos en la
rebelión estaban movilizándose ocupándose de sus cosas y la armería
estaba lejos del lugar en el que ambos bandos se preparaban, y gracias
al silenciador, el sonido del disparo se escuchó menos.
—Parece
que tendré que informar a Michaela de este incidente antes de arreglar
este lugar —Comentó para si mismo rascándose la nuca mientras torcía los
labios como muestra de desagrado ante lo que acababa de suceder.
Mientras
todo aquello tenía lugar por parte de las fuerzas militares, los
civiles vivían otra realidad distinta. En una clase de la escuela, una
hermosa mujer de largos y ondulados cabellos rubios se encontraba
sentada en el centro de la estancia meciendo entre sus brazos a un
pequeño infante cuya edad rondaba los cinco años. Todos los presentes se
encontraban en silencio, sentados en el suelo contemplando la escena.
Niños y mayores de diversas edades perteneciente al bando de los civiles
escuchaban la voz angelical de aquella mujer mientras emitía una
canción de cuna dirigida al somnoliento infante de vivos ojos azules,
quien abría su pequeña boquita bostezando. La mujer, con sus suaves
dedos, comenzó a acariciar las mejillas de la criatura, quien poco a
poco cerraba los ojos al sentir sus pesados párpados caer mientras
contemplaba aquel maternal rostro que lo miraba con una mirada llena de
cariño.
En la clase, aquella hermosa canción de cuna llenaba el
ambiente, deleitando los oídos de grandes y pequeños, quienes sentados
en el suelo, sobre mantas, se agrupaban por familias. La dulce canción
de cuna tenía efecto sobre los demás niños, quienes abrazados a sus
padres comenzaban a sentir el efecto del sueño, aunque no eran los
únicos. Hasta los más mayores eran tentados por aquella voz y el juego
de luces y sombras de la estancia provocado por la carencia de luz en el
exterior y el conjunto de velas prendidas, dejándose llevar por el
embrujo de Morfeo. Finalmente, bajo la tenue luz de la luna, la cual se
filtraba por las ventanas, el infante cayó víctima del embrujo, llegando
a un mundo de sueños en donde no existían monstruos ni maldad alguna,
un lugar lleno de vida, paz y en el que podía ver a sus padres juntos,
escuchar risas y palabras llenas de amor por parte de sus progenitores,
así como algunas zonas de su casa y de su anterior vida eran
materializadas en su joven mente.
La mujer miró al infante unos
momentos dormido profundamente entre sus brazos mientras palpaba con su
suave y cálida mano el rostro de la criatura, para posteriormente
colocarlo con delicadeza sobre la manta en la que ella se encontraba
sentada y arropándolo con una segunda manta. Tras unos eternos pero no
incómodos momentos de, silencio, la voz de un hombre prendió el sonido
en la silenciosa sala, la cual hasta ese preciso momento parecía haber
sido congelada en el tiempo.
—Tienes una voz muy bonita,
Catherine. Y creo que hablo por todos, pero el poder escuchar tu voz
cada noche es el mejor momento de día. —comentó el sonriente hombre de
cabellos castaños.
—Gracias, James. Para mi es un placer cantar para todos —agradeció la joven mujer con una amplia sonrisa.
Una
joven chica de unos diez años se encontraba abrazada a la mujer situada
al lado de James. Se trataban de su esposa e hija quienes, como todos
los presentes, se habían deleitado una vez más de aquella angelical voz,
la cual de alguna manera, se sentía como si sanara el alma de aquellos
que la escuchaban en silencio, prestando atención a cada sonido y letra
que salía de los labios de Catherine.
—La música amansa a las jóvenes fieras —comentó Laura, la mujer de James contemplando el rostro de su hija.
—A las jóvenes y a otras no tan jóvenes —comentó divertido Tyler, un
joven adolescente que, apoyado en la pared y luchando contra el sueño,
contemplaba a una pareja de cierta edad cuyo cabello había sido
prácticamente invadido por el color blanquecino de las canas, y que a
esas alturas ya estaban profundamente dormidos.
La escuela servía
de refugio para los civiles. Estos se dividían en dos grupos a la hora
de dormir, ocupando dos clases que se usaban únicamente para pasar la
noche, por lo que el resto de clases solían estar vacías por la noche.
La gran mayoría de clases estaban vacías, sin mobiliario alguno, así
como las dos clases que usaban los civiles para dormir, pues aquel
mobiliario había sido usado también para formar el conjunto de
barricadas. Michaela, teniendo en cuenta que los civiles se dividían
para dormir en dos grupos, decidió repartir varias mantas y sábanas para
cada grupo, así como una vez a la semana, un par de soldados les
llevaba a cada grupo a las aulas que usaban para dormir, una caja llena
de agua y alimentos que deberían de racionar cada grupo de forma
individual o racionarlo junto con el otro grupo, como ellos quisieran,
para que les duraran una semana, siendo los lunes cuando se les
entregaba una nueva caja con víveres. Si necesitaban algo específico
como ropa o medicinas, debían de comunicarlos a este par de soldados o a
Fox si lo veían por la zona para que estos se lo hicieran saber a
Michaela, quien gestionaba la distribución de los alimentos, agua,
medicinas y la munición en el imperio.
En la escuela, en el
exterior, Fox, Marcus y Anna se encontraban frente a la entrada del
edificio mientras los grupos de soldados y guerrilleros bajo su mando
iban llegando.
—¿Qué estarán planeando ahora? —comentó James mirando a través de la ventana.
—¿Qué sucede, James? —preguntó una voz masculina de fondo.
—Los altos mandos de Michaela y las unidades bajo su mando se están reuniendo frente al edificio.
Una
serie de murmullo comenzaron a escucharse de fondo. Preocupados, no
entendían que estaba sucediendo en aquel momento. Sabían que de vez en
cuando solían reunirse frente a la escuela o tras el edificio de
oficinas para planear misiones en el exterior, pero, ¿a aquellas horas
de la noche? Era extraño. Las misiones las hacían siempre mientras la
luz del sol bañara la ciudad, pues por la noche, con la escasa
visibilidad, las misiones eran más peligrosas con todos aquellos zombis y
demás seres sueltos por la ciudad.
—¿Alguien tiene hora? —preguntó James girándose para contemplar a aquellos que residían en el aula de música.
—Son las nueve y media de la noche —respondió una voz anónima femenina.
—¿Estarán planeando alguna misión para mañana? —preguntó Catherine.
James
se quedó callado por momentos, pensativo, hasta que un pensamiento
determinado cruzó su mente fugazmente. Los nervios, así como la fuerza
con la que cerró los puños, hizo que su mujer, Laura, se percatara de
que algo preocupaba a su marido. En ese momento, Tyler se puso en pie y
se colocó al lado de James. Tras unos momentos mirando aquel grupo de
militares y a los tres altos mandos dando alguna especie de discurso que
no podían escuchar desde la segunda planta del edificio, miró a James.
La mirada del castaño observaba fijamente a aquel grupo militar con una
mirada determinante que expresaba junto a su rostro gravedad.
—¿En que piensas? —comentó el joven Tyler.
—Y
si... ¿Y si hubieran descubierto el plan de Braun? Dentro de poco, la
rebelión debería de dar comienzo con la llegada de este, y curiosamente,
parece que las tropas de Michaela se están movilizando.
Tyler,
así como el resto de los presentes, quienes sabían de la conspiración
que había contra Michaela, guardaron silencio unos momentos. Nadie quiso
comentar nada en ese momento respecto al tema, pues entre los civiles,
algunos apoyaban a Braun y otros no. Aquellos que no le seguían no
significaba que estuvieran a favor de Michaela, pero no querían
arriesgarse a que todo saliera mal y a jugarse los derechos que tenían
como civiles o su vida por traicionar a aquella mujer, pues como todos
los civiles, habían llegado sin nada a la base, y Michaela, a cambio de
que estos aceptaran sus normas y trabajaran para ella, les abastecía de
recursos como agua, alimentos, medicina, mantas o vestimenta, así como
el techo de la escuela para pasar la noche. Tenían luz eléctrica en toda
la base, también, y no menos importante, la protección que tenían en el
interior de la base frente a las amenazas externas gracias al cuerpo
militar y las barricadas. Por todo esto, aquellos que no seguían a
Braun, pensaban que merecía la pena aguantar aquella serie de normas y
obligaciones que tenían dentro de la base, y por el bien de la
convivencia, aquellas personas no se involucraban con el tema de la
rebelión.
El joven Tyler se quedó mirando fijamente a través del
cristal. Él no era huérfano, pero sus padres no se encontraban en esos
momentos en la escuela, pues estos trabajaban para Braun, y por él y los
demás civiles, habían decidido unirse a la rebelión. El joven no podía
evitar sentirse preocupado por ellos. Su madre, Diana, tenía que estar
en aquel preciso momento planeando la rebelión en la comisaría junto al
resto de compañeros que seguían a Braun. Su padre, por otra parte, se
encontraba en el exterior junto con Braun y otro compañero, quienes,
bajo las órdenes de Michaela habían salido junto con una mujer y los
tres mosqueteros a alguna misión al exterior hacía unas horas y aún no
habían vuelto.
James se percató de la mirada perdida de aquellos
ojos verdosos del joven de dieciséis años que estaba a su lado. El
hombre podía intuir lo que pensaba y, colocando la mano sobre la cabeza
del joven, comenzó a acariciar el corto cabello oscuro del chico,
atrayendo su mirada.
—Estarán bien. Todo saldrá bien, ¿vale? —comentó infundiéndole ánimos.
Entre
los civiles, todos se conocían bien, pues eran una comunidad de
supervivientes que llevaban mucho tiempo juntos conviviendo en aquella
base y que, gracias a ese tiempo, se habían formado muchas amistades.
James tenía cierto cariño hacia Tyler, pues cuando él, su mujer y su
hija llegaron a la base, Tyler y sus padres fueron los primeros que se
relacionaron con ellos, dándoles la bienvenida al lugar y con los que
creó una buena relación de amistad.
—Quiero luchar al lado de mis padres. Sé usar un arma gracias a los entrenamientos. ¡Yo también quiero pelear!
James se arrodilló frente a Tyler y sujetó los hombros de este, fijando la mirada en aquellos vivos ojos verdes.
Tyler,
te entiendo. Yo también quiero participar en esta rebelión, pero no
podemos. Todos los que estamos aquí y en el aula de lengua somos
civiles, y además, en pleno proceso de entrenamiento. No tendríamos
capacidad para enfrentar a esos soldados. Ni siquiera sé si los
guerrilleros que están con Braun, y que se supone que están ya
entrenados, podrán hacerles frente... —En ese instante, James se mantuvo
en silencio al darse cuenta de lo que acababa de decir.
El
hombre pensó en ese momento que era un auténtico idiota al dejar que el
joven y todos los presentes escucharan aquel pensamiento.
—Entonces, ¿fracasarán en la rebelión...?—preguntó con la mirada fija en el suelo el joven adolescente.
—No,
no me hagas caso, ¿vale? Están entrenados militarmente hablando, si no,
Michaela no los habría añadido a su milicia de no considerarlos
maquinas de matar, ¿no crees? Y añadir de que están con Braun, y él es
un soldado experimentado que ha estado trabajando para Michaela desde
hace mucho. Con su liderazgo, seguro que ganan esta batalla contra esa
mujer.
—Pero todos sabemos que los guerrilleros más cualificados,
los mejores, pasan a incorporarse automáticamente a las unidades
militares de los tres altos mandos y estos están, sin duda, a favor de
Michaela, mientras que con Braun están los guerrilleros más normales,
los comunes y nada especiales que han pasado los entrenamientos, pero
que no han conseguido asombrar a Michaela y a los suyos por sus
habilidades en las prácticas finales. Y es posible que se haya dado el
chivatazo y que por eso Fox y los demás estén frente a la escuela
reunidos, para acabar con la rebelión de Braun antes de que dé
comienzo... Conociendo esta situación, ¿aún hay esperanza? —comentó el
joven emanando una gran negatividad en el ambiente a través de sus
palabras, negatividad que James sabía que había provocado al soltar
aquel comentario cuando intentaba infundir ánimos al chico.
—Si,
claro que hay esperanza, Tyler. Si no tenemos esperanza, sería lo mismo
que habernos rendido antes de poder hacer algo. Y sí, no podemos ayudar
activamente por las razones que te dije, y también porque solo los
guerrilleros y soldados son los únicos que tienen armas para montar
guardia. Nosotros, como civiles, no tenemos ningún tipo de arma con
nosotros, por lo que sólo podemos apoyarlos en la rebelión y ayudarlos
para encubrirles y facilitarles lo que necesiten y que esté a nuestro
alcance.
El joven asintió lentamente con la cabeza en silencio y James le abrazó en ese momento
—Tus
padres estarán bien. Todos estaremos bien. No te preocupes. Tenemos que
mantenernos fuertes para hacerles llegar nuestras esperanzas, y que
sepan que les apoyamos y creemos en ellos.
Todos se mantuvieron en silencio unos instantes hasta que una voz femenina rompió con un suave tono de voz el silencio.
—Creo
que deberíamos dormir un poco antes de que inicie la rebelión. Con los
disparos y la guerra que se desatará fuera, será imposible pegar ojo
—comentó Catherine desde su posición acariciando los mechones de su
hijo.
Catherine tenía razón. La noche no iba a estar tan
tranquila como de costumbre, pues cuando la rebelión diera comienzo, se
desencadenaría una serie de violentos acontecimientos, y la mañana
siguiente, para bien o para mal, sería muy distinta a otras mañanas.
La
vida de los civiles estaba muy organizada. A las ocho de la mañana
comenzaba la actividad para estos. Tras una hora para asearse y
desayunar, los hombres y mujeres adultos, entre los que entraban los
adolescentes mayores de edad, iban a los entrenamientos al edificio de
oficinas durante cuatro horas y media, dedicando hora y media a cada uno
de los tres entrenamientos obligatorios. Mientras estos entrenaban, los
ancianos, niños menores de dieciocho años y las mujeres que
voluntariamente preferían no entrenar por las mañanas y realizar otras
labores, se encargaban de realizar tareas como era el caso de la colada
de todos los que vivían en la base y de la limpieza de los diversos
edificios.
Los ancianos, por su parte, al no poder encargarse de
ayudar a las mujeres debido a su cansado cuerpo, estos se llevaban a
los niños a las aulas con mobiliario escolar para darles clases durante
unas cuantas horas diarias ayudándose de sus propios conocimientos,
experiencias y materiales que había en clases para que adquirieran
algunos conocimientos básicos. Cuando los adultos volvían de los
entrenamientos, comían y descansaban hora y media junto a las mujeres,
ancianos y niños que habían dedicado la mañana a realizar otras labores.
Tras esa hora y media, las mujeres y los niños menores de edad que no
habían acudido por la mañana a los entrenamientos, acudían por las
tardes a aquellas clases, pero a diferencia del grupo de por la mañana,
estos recibían menos horas de entrenamiento, asistiendo un total de tres
horas, dedicándose una hora por clase.
Por las tardes, mientras
el segundo grupo estaba entrenando, aquellos que habían acudido por la
mañana a los entrenamientos se encargaban de realizar actividades como
mano de obra en la base, como era, por ejemplo, ejercer actividades de
construcción, como construir nuevas barricadas. También se encargaban de
hacer reparaciones o ayudar a los grupos militares con diversos recados
entre otras actividades. Finalmente, cuando el segundo grupo salía de
las clases de entrenamiento y el primer grupo finalizaba sus
actividades, se les daba a los civiles el resto del día libre, hasta las
ocho de la tarde. A partir de esa hora, todos los civiles tenían que
volver a la escuela para pasar la noche allí, y quedaba totalmente
prohibido que abandonaran la escuela hasta las ocho de la mañana del día
siguiente.
James y Tyler echaron un último vistazo por la
ventana. Ya todas las tropas militares se encontraban reunidas junto a
los tres altos mandos de Michaela.
—¿Crees que lo sabrán? —preguntó Tyler.
—No
lo sé, chaval, pero espero que no. Tengo esperanza de que no saben nada
y los motivos por los que se han reunido son otros... —respondió James
preocupado.
Precisamente, en ese momento, Fox, quien estaba
moviendo los labios gesticulando palabras dirigidas para aquellas
tropas, se giró y los miró directamente al percatarse de su presencia.
En los labios de este se dibujó media sonrisa, quedándose unos segundos
mirando fijamente a Tyler y James. Aquel gesto provocó que Anna y Marcus
se giraran para ver a donde miraba su compañero, percatándose estos
también de la presencia del dúo de civiles, a quienes miraban desde
abajo con unos rostros serios.
—Vamos, será mejor que descansemos
—comentó James apartándose junto con Tyler de la ventana para descansar
un poco antes de que la rebelión se desencadenara en las calles.
|
La diminuta llave metálica envuelta en un fogoso baño de color giró
en el interior de la cerradura para permitir su acceso con un simple
chasquido sonoro. Lilith fue la primera que se adentró en una clase de
estudio donde antaño se había impartido la asignatura de matemáticas de
acuerdo con el tablón que lo notificaba en una de sus paredes y a la
cual había rebautizado como su habitación.
Adán se introdujo de
inmediato tras ella con paso titubeante, permaneciendo en el límite
colindante al corredor, inseguro de la irrupción que sentía estar
cometiendo hasta que la chica le invitó nuevamente a penetrar en lo más
profundo de la sala.
—Venga, pasa, no te quedes ahí.
Y
mientras se aventuraba a unirse a ella en el núcleo más importante de
toda la estancia constituido por un conjunto de mesas de madera propias
de un aula de colegio cualquiera dispuestas formando un cuadrado, todos
esos elementos que le resultaban tan comunes en la fatalidad de su
pasado, tan terroríficos que recorrían su sistema nervioso como si de un
cable de alta tensión se tratase, se expusieron imperturbables ante él.
El clásico trío de enormes ventanales situados de manera que
conformasen el espacio de un muro entero, a través de los cuales todas
esas pequeñas mentes imaginativas volaban muy lejos de su correccional
de sumas y restas, pupitres desconchados cuya única utilidad real era
albergar los infantiloides versos de unos poetas principiantes, esa
pizarra en la que cualquier individuo que obligase a los demás a
llamarle de usted escribía la supuesta concepción correcta del mundo
para que todos la imitaban, la tiza que la plasmaba con minuciosidad, el
borrador que la evadía por completo para permitir a los niños continuar
inmersos en sus ensoñaciones hasta que los libros de los estantes
lograran regenerarla, los carteles repletos de datos científicos sin
ninguna explicación razonable de ellos que complementaban irónicamente a
un folio reorientado en vertical en el que se hallaba literalmente
escrito "Nada tiene por qué ser verdad. Piensa por ti mismo", una
retahíla de proyectos de indudable elaboración relacionados con la
ciencia de las matemáticas dispuestos sobre uno de los armarios de
materiales que habrían sido indudablemente útiles como regocijo para las
madres que los habían realizado bajo el nombre de sus hijos, y una
mayor cantidad de inmuebles irreconocibles que no había visto en su vida
o no resultaban ser tan interesantes como para realizar una mención en
su honor. Absolutamente todo aquel decorado que revestía el aula evocaba
uno de sus numerosos recuerdos pasados que nunca jamás habría deseado
rememorar. Su infancia en el orfanato.
—Hey, ¿qué te pasa? Estas
alelado. ¿Es que no te gusta mi cuarto? La decoración es original. Eso
no me lo puedes negar —intervino Lilith en el feroz torbellino en que se
habían convertido sus memorias, prosiguiendo con su tentativa de mejora
de ánimo infantil. Debía hacerlo, aunque la consonancia que sintiese
para ello no fuese muy positiva en esos momentos de tensión constante.
Necesitaba al niño de su lado antes de que Braun regresase de su misión
de vigilancia. La urgencia del asunto era extrema.
—¿Llamas
cuarto a una clase? —preguntó Adán desconcertado mientras proseguía
examinando cualquier objeto que allí se encontrase.
—Sí, bueno,
hay mucha gente que tiene que dormir apelotonada en las clases de lengua
y música, pero yo conseguí esto por métodos propios, y me lo quedé. Por
el día es sólo para mi, y por la noche, dejo venir a muchos a hacerme
compañía para estar todos más calentitos. Así que, sí, es mi cuarto.
—Pues ahora no hay nadie —puntualizó el chico consciente de la inminente caída de la estrella solar.
—Ya,
sí, bueno, hoy es un día especial, así que seguro que vienen más tarde
—se vio ella forzada a la inventiva de una mentira gracias a esa bocaza
tan traviesa que no podía cesar a la hora de emitir una cierta
información que supuestamente no tenía por qué contar.
—Ahhhh, vale, vale... Gracias por dejar que me quede. No sé muy bien qué hacer aquí —murmuró con timidez el chiquillo.
—No
hay de qué. No podía dejarte por allí tirado. Soy una buena samaritana,
¿sabes?—acentuó su salvadora con una sonrisa resplandeciente que se
contagió al chaval en cuestión de segundos—. En fin, vamos a estar un
ratito aquí, así que haz algo si quieres para estar entretenido. Yo
suelo dibujar en la pizarra. Me deja relajada del todo. Pero oye, que
hay de todo por aquí. Mira a ver que es lo que te gusta más. Tú mismo.
Y
una vez la principal propietaria de aquel cuarto hubo concedido su
permiso para la examinación en mayor profundidad a la que iba a
proceder, Adán rastreó con su mirada aguda cada uno de los rincones de
la estancia tratando de encontrar objeto alguno que captase su interés,
pero sólo uno de ellos lo logró finalmente debido a lo insólito que se
captaba. Una vieja caja de zapatos que se hallaba ubicada sobre la
inmensa mesa de un antiguo profesor de las ciencias numéricas.
—Hey, ¿y eso qué es? —indagó el chiquillo aproximándose hacia el inusual elemento protector de calzado.
—¡No,
no, no, no, no, no, no, no! ¡No, eso no lo cojas! ¡Es mío, es mío! —se
precipitó Lilith hacia la caja, arrebatándole a Adán la pretensión de
investigar su interior.
—Ah, vale, vale, perdona... ¿Y por qué
no puedo mirar dentro? —la interrogó este sin alcanzar a comprender que
el nivel de ansiedad que la había corroído ante una simple pregunta
anterior significaba que la privacidad con respecto a ese pedazo de
cartón acariciaba incluso las nubes de ácido que les envolvían.
Podría
haberse excusado con cualquier negación que contuviese un mínimo de
credibilidad para no permitirle abrir la caja. Ella lo sabía, pero a
pesar de ello, el ámbito más rastrero de la duda consiguió dominarla.
Ese baúl de los recuerdos en el cual había acumulado a lo largo de su
vida memorias que no quería reconstruir jamás la había estado invitando
durante los últimos meses a sumergirse en ellos como método de
desencadenamiento de su subconsciente, pero se había negado en rotundo
constantemente. Y justo aquel día había rescatado ese cofre del tesoro
polvoriento del escondite proporcionado por un armario de madera en la
clase y lo había situado sobre el trono del superior, pero todavía no
había acumulado el valor necesario para abrirla cuando Hugo llegó al
lugar reclamando su ayuda. Tal vez era hora de recobrar ese pedacito de
pasado que había enterrado en aquella caja. Tal vez no era un acto tan
terrible como había supuesto. Además, la compartición de sus memorias
más melancólicas podría ser de utilidad para obtener la confianza del
chico de manera instantánea. Siempre podría apelar a esa necesidad en el
futuro si se arrepentía finalmente.
—Bueno, es que ahí dentro
hay guardadas algunas cosas de mi pasado, mi familia, que tienen un gran
valor simbólico para mí, pero que no estoy muy segura de que pueda
volver a ver.
—Ah, entiendo —aceptó el muchacho tras entender la
verdadera importancia de esa caja más allá de una simple capa de papel
superpuesto modelado.
—No, oye, bueno, podemos... podemos verlo.
Yo quería verlo, pero no fui muy capaz —confesó Lilith logrando
atreverse a arrastrar ese símbolo de sus recuerdos hasta su nostálgico
pecho tras años de innumerables represiones.
—Si no quieres, no hace falta... —añadió el chico tratando de ser complaciente.
—No,
no, vamos a verlo. Quiero verlo —reiteró Lilith destapando con soltura
la caja de zapatos unos segundos antes de volcarla para vaciar todo el
contenido que resguardaba sobre la gigantesca mesa. Ninguno de las
pertenecías que allí se habían mantenido bajo estricta custodia se
reprimió al exhibirse sin pudor frente a los dos observadores. La
esclava de todo ese enraizado dolor que esos elementos le originaban
respiró profundamente para facilitar el inminente desafío de analizar
individualmente cada uno de ellos.
—Mira, estos... estos fueron
los primeros zapatitos que llevé cuando era un bebé. Mi madre me los
compró —informó tras haber posado en una de sus palmas aquel diminuto
calzado azul que aún preservaba su insustituible simbología
maternofilial—. Ni siquiera sé cómo se han mantenido tan bien durante
tantos años.
—Me gustan... —añadió Adán a pesar de su latosa sensación de desconcierto.
—Bueno,
y esto de aquí es... —prosiguió reincorporando aquel fragmento de su
infancia más precoz sobre la mesa—, la pluma de mi madre.
—¿Pluma?
¿Y eso qué es? —consultó por tercera vez este con su clásica
ignorancia, consiguiendo que Lilith se comenzase a preocupar por su
precaria educación.
—¿De verdad? ¿En serio no sabes lo que es
una pluma? —inquirió rastreando una afirmación que confirmase su
sospecha, siendo esta materializada en la forma de una fugaz negación
con su cabeza—. Vale, mira, una pluma es como un boli. Los dos sirven
para escribir, pero la pluma lo hace mucho mejor, así que la gente que
tenía que dedicarse a hacerlo todo el rato para su trabajo, solía tener
uno de estos. Mi madre era profesora de universidad, y lo usaba para
corregir exámenes. Ella daba una asignatura de... Creo que se llamaba
Finología, o Firo... No sé, algo de letras.
—¿Filología? —le corrigió aquel supuesto inculto desencadenado una sorpresa muy placentera para su organismo.
—Guau,
¿no sabes lo que es una pluma, pero sí sabes cómo se llama eso? Pareces
una caja de bombones. Nunca sabes que es lo que te va a tocar contigo.
—Ya,
bueno, una de mis amigas no para de decir que ella iba a estudiar eso.
Total se ponía poco pesada —esclareció el chico recordando con aflicción
el inmensurable tiempo de juegos que había compartido con Inma en el
hospital—. ¿Y eso qué es?
—¿Esto? Ah, sí, esto... —musitó
mientras sostenía entre sus dedos un juego de dos sortijas bañadas en
plata adornadas, de las cuales una servía como soporte a un
resplandeciente brillante de un reseñable valor monetario—. Son los
anillos de boda de mis padres. De cuando se casaron. Fue mi madre quien
me los dio. Me pidió que los guardase.
—Umm... Margaret Vento y
Steve Fox —leyó Adán entre susurros inscripción de la región cilíndrica
interna de ambos anillos de compromiso, sintiendo cómo todo su sistema
circulatorio se congelaba una vez hubo advertido quién era el marido al
que se refería—. ¿Fox?
—Sí, Fox. Seguro que ya lo has conocido, y
siento todo lo que te haya hecho, porque estoy segura de que te habrá
hecho algo —se disculpó Lilith acarreando la culpa de los actos de su
padre, aunque tal proceder pudiese parecer ciertamente irónico.
—Es un monstruo —fue la respuesta que recibió por su parte repleta de ira, rencor y resentimiento.
—Eso
no te lo discuto. No he hablado con él en más de un año, ni quiero
hacerlo de nuevo en toda mi vida —le apoyó a pesar del desprecio que
ello suponía a su propia sangre sin mostrar el más mínimo signo de
remordimiento ante tal afirmación. Ese ser se merecía hasta la más
pequeña de las nimiedades de repugnancia que ella pudiese sentir hacia
el animal que un día había sido su padre.
—Pero, ¿no vivís aquí los dos? ¿Como es que no habéis hablado en tanto tiempo? ¿Ni obligándote él?
—Ya...
Bueno... Mira, una foto mía con mi madre —exclamó desviando el sentido
de una respuesta que ni siquiera consiguió ser formulada—. Aquí tenía
que tener dos dos años, más o menos.
—¿Por qué está rota?
—consultó Adán tras apreciar una distintiva marca en forma de sierra que
recorría una de las aristas de la fotografía como evidencia del
rasgado.
—Bueno... La rompí yo... —esclareció la adolescente sin
escatimar en expresarse con una retahíla de detalles por propia voluntad
de privacidad—.
—¿Y por qué...? —intentó interrogarla por
tercera vez el chiquillo, siendo agraciado con el amargo sabor de la
negación de tal información confidencial.
—Mira, no quiero
hablar sobre por qué la rompí, ¿vale? Déjalo estar —aclaró Lilith con
remarcable angustia, originando en Adán su expresión con una extraña
mueca que indicaba ofuscación, como si hubiese aumentado su desagrado
hacia ella. Sabía que no debía haberlo intentado. Todavía no había
finalizado con la rememoración de todos sus recuerdos, y los conflictos
ya habían comenzado a brotar. Pero era una decisión irrevocable. Tenía
que proseguir hasta el final—. ¡Ah, mira, el brazalete que me regaló mi
madrina! ¡No te imaginas el cariño que le tenía! ¡No me lo quitaba ni
aunque me echaran agua caliente! ¡Dios, creía que lo había perdido!
El
aludido se inclinó ligeramente sobre su tronco corporal para poder
visualizar un grueso elemento decorativo sumergido en oro que imponía
una valoración de su calidad notablemente superior a la que disponía la
suma de los lujosos anillos de matrimonio en cuya superficie se hallaba
grabado con caligrafía de aspecto selecto el nombre de Abigail.
—¿Abigail? ¿Así se llamaba tu madrina? —fue la enésima cuestión que el muchacho formuló al respecto tras su apreciación.
—No,
no, mi madrina se llamaba Paula. Abigail era el nombre de una hermana
suya que se había muerto en un accidente cuando era pequeña. Mi madre me
contó que el brazalete era parte de su familia, pero insistió en que me
lo quedará. No sé por qué —explicó Lilith siendo atraída en las
estructuras de su cerebro en las cuales predominaba su nostalgia por la
apolínea figura de su santísima madrina.
—Te querría mucho, ¿no?
—conjeturó este intuyendo una conexión especial entre su salvadora y la
divina propietaria de aquel brazalete dorado.
—Era como... como
una hermana mayor, pero al final se tuvo que marchar. No por ella, sino
por culpa de mi padre. Después de que mi madre se hubiese ido, ya no se
podía quedar más tiempo. Y sí, antes de que se te ocurra preguntármelo
también, mi madre murió. Tendría yo como unos seis años —informó Lilith
perforando esa viciosa tentativa que impulsaba al chico a interrogarla
como si de un caso policial de tratase—. Bueno, creo... creo que ya
está. Voy a volver a guardarlo todo en su sitio, aunque creo que me voy a
quedar con el brazalete —anunció situando la reluciente joya simbólica
alrededor de su muñeca—. ¿Qué tal me queda?
—Espera, ¿qué es
esto de aquí? —la ignoró Adán focalizando su concentración en un
ornamento compuesto por una ligerísima capa de oro blanco que lo
impregnaba en la forma de un corazón descolgándose de una cadena para
constituir un colgante, apropiándose descortesmente de él para
inspeccionarlo con mayor detalle.
—Ah, es verdad, no lo había
visto. Esa es la herencia por parte de mi madre. Todas las mujeres de mi
familia materna lo han tenido. Creo que el original debería tener más
de cien años si alguien supiese donde está. Este es sólo una copia, como
todos los demás, pero están muy bien hechas. Lo sé porque mi madre
tenía una gemela que murió muy joven, y se quedó con los dos colgantes.
Me acuerdo que me tiraba horas buscándoles diferencias, y al final nunca
encontraba ninguna —relató Lilith con la emoción de su orgullo la
historia sobre el legado de sus antepasados.
—Me... me suena
mucho. No se por qué —susurró Adán tan desorientado como extrañado
acariciando con una delicadeza incalculable la superficie de aquel
corazón anónimo. Pero no fue hasta que giró este sobre su propio eje
hasta revelar la región posterior del colgante cuando descubrió a la
verdadera persona de la que su tacto de deleitaba. Era ella. Sólo podía
ser ella. Era Florr. Era su corazón.
A Lilith no le fue siquiera
mínimamente posible comprender la reacción de temor que se esculpió en
el semblante del niño y que inmediatamente se expandió a cada una de las
fibras de su cuerpo, ni tampoco pudo evitar sobresaltarse cuando arrojó
el colgante con tirantez sobre la mesa del profesor como si se hubiese
convertido repentinamente en una roca magmática de temperatura
insoportable físicamente.
—Oye, ¿se puede saber qué coño haces?
¿Pero que te pasa? —se irritó la muchacha ante semejante maltrato de su
bien más preciado, recuperándolo con una rapidez vertiginosa antes de
proceder a leer esa inscripción del reverso que parecía haber causado un
trastorno en su jodido cerebro de mosquito—. "Cuando la luz del sol nos
desampara en el viaje que llamamos vida, millones de pequeñas estrellas
aparecen para iluminarlos con su energía. Familia Vento. 1926". Joder,
es sólo una cita. ¿A qué viene esa reacción?
Pero las
represalias de Lilith eran inútiles incluso antes de su propia
concepción. El miedo estaba perforando su cerebro, y ni siquiera pensó
en la más mísera e ínfima de las ocurrencias para detenerlo. Quería
salir de allí, escapar de aquella pesadilla, regresar a la posición que
le correspondía junto a su hermana. Aquello no podía ser real. No era
posible. Lo único que Adán se veía capaz de hacer en aquel tormento era
correr. Correr como si no existiese el mañana.
—Quiero irme...
Quiero irme... Me voy... No quiero estar más aquí. No, no quiero
—balbuceó imitando a un bebé aterrado unos segundos antes de
precipitarse hacia la puerta para golpearla con el hombro y huir de su
salvadora en dirección hacia los confines más desconocidos de la escuela
sin importarle en absoluto. Quería estar solo durante un tiempo. No le
importaba donde, pero necesitaba pensar en soledad sobre todo lo que
había ocurrido.
—¡No, no, espera! ¡Joder, espera! ¡¿Dónde coño
vas?! ¡Puto niño de mierda! ¡Ahora me toca correr detrás del gilipollas
este! ¡Esto me pasa por ir fingiendo que soy la hermanita de la caridad!
¡Lo tendría que haber encerrado! —injurió la adolescente contra el
chiquillo abandonando su cuarto para perseguirle sin intentar sentir la
más ínfima impresión de empatía. La misión de Braun era mucho más
importante que los sentimientos de aquel jodido críajo de pacotilla más
raro que un cuervo con tres ojos. Atraparlo de nuevo era un objetivo
imperativo. Le necesitaban.
El
apelmazado mecanismo corredero del cajón se alteró cuando una mano de
sexo femenino lo desplazó con violencia hasta su máximo límite para
poder hurgar entre los cientos de objetos inútiles que antaño alguien
había albergado en tal escondite como su tesoro más preciado, pero cuyo
significado otorgado por ella no era más que una banalidad. Ella estaba
intentando recuperar su antigua riqueza espiritual, cuya virtud le
otorgaba una apreciación mucho mayor que toda aquella morralla compuesta
por fotografías, joyas y cartas de amor empalagosas.
—¿Lo has
encontrado ya? —preguntó un chavalín de ocho años que aguardaba en la
región contraria del dormitorio que los dos compartían reposando en una
silla con preocupación por la pérdida de aquel pedacito de su alma que
solía portar en la forma de un luminoso colgante de oro deslizándose
sobre su cuello.
—Que va, aquí sólo hay mierda, mierda y más
mierda —protestó esta encerrando de nuevo toda aquella basura inservible
con un estruendo estrepitoso—. ¿Donde coño estará? Si ayer mismo lo
tenía.
—¿Has mirado en el cuarto de Puma? —propuso el chico la ocurrencia que había alcanzado súbitamente su mente.
—Sí,
sí, ya me he pateado toda la casa de arriba a abajo, y no está por
ningún lado. ¡¡¡Ya no sé dónde más mirar!!! —exclamó estresada
estampándose a sí misma con ligereza contra los tablones de madera de
uno de los muros por simple agotamiento cerebral. Aquel colgante había
sido tan especial desde el primer día que lo había obtenido que el
propio acto de perderlo lo consideraba una cruel traición. No podía
simplemente olvidarlo. |
|
Las astillas que sobresalían del grabado de la puerta se precipitaron
hacia una de las sucias ventanas del lateral justo en el momento en que
la preadolescente cuyo humor de perros resultaba insoportable penetró
en la estancia sin solicitar ningún permiso, siendo complementada su
falta de educación con un salvaje portazo como tentativa de liberación
de su profunda ira.
—Buenos días a ti también, Florr. Te veo tan
alegre como siempre —ironizó Eva tremendamente exhausta por la actuación
tan usual de aquella niñata insoportable.
—No me toques las
narices, ¿vale? Hoy no estoy de humor —refunfuñó avanzando hacia las
profundidades de ese dormitorio ajeno con el pretérito de espatarrarse
en la cama que solían ocupar los hermanos en sus sesiones de sueño
nocturno—. Iros de aquí. Necesito estar sola.
—¿Disculpa? Te
recuerdo que esta es no tu habitación, y que esta no es tu cama —la
reprendió agarrándola con irritación de su brazo para apartarla
instantáneamente del colchón con una técnica tan abrupta que la pobre se
vio obligada a luchar para mantener el equilibrio sobre sus pies en
lugar de romperse los dientes contra las termitas del suelo.
—El
muy cabrón de Puma se ha echado a roncar en la mía, y Lucía anda
rondando por toda la casa, como de costumbre. No quiero ver a ninguno de
los dos. Iros, por favor —suplico rebosando el límite de un ataque de
ansiedad.
Eva resopló cual animal bravo enfurecido por el
desaliento con el que cargaban sus pataletas de niñita de cuna
malcriada. Era irónico que Florr se comportase con una actitud más
infantiloide que su hermano. Su nivel de resistencia ante sus berrinches
no sería eterno. Si continuaba con aquella conducta, la lágrima que
colmaría el vaso de su paciencia no tardaría demasiado en
materializarse.
—Adán, cariño, ¿te importaría hacerme un favor?
¿Podrías buscar el colgante por el resto de la casa? Y así puedo hablar
con Florr a solas —requirió Eva sin ocultar ni un solo rastro de
información respecto a sus intenciones.
—Claro —lo aprobó él
complaciendo a las bellas damiselas con una sonrisa inocente que no
tardó en difuminarse entre aquel festival de penumbras que ahogaba todo
un antiguo corredor contiguo.
—Bueno, me parece que ahora
estamos solas tú y yo —comunicó Eva caminando hacia la puerta para
cerrarla nuevamente tras la salida forzosa de su hermano—. Así que, ¿me
vas a decir que cojones es lo que te pasa ahora con Puma? Creo que es
como la décima vez que acabáis peleando en unas... ¿Cuanto? ¿Tres
semanas?
—No, esta vez no es como las otras, y lo digo en serio.
Es que... El muy hijo de la gran puta no me deja apuntarme al Muro. Y
lo más cachondo es que hará unas dos o tres semanas, me dijo que sí, que
cuando pidiesen a gente de mi edad, que podría ir yo también, y resulta
que hoy me viene el muy cabrón con toda esa mierda suya de "Florr,
todavía no estás preparada, es que no quiero perderte, significas mucho
para mí, tienes que entrenar más, y blablabla". Hay gente que se ha
metido ahí y que no tiene ni puta idea de sujetar un cuchillo. Phil está
ahí, Jonathan esta ahí, Martha esta ahí, Bárbara esta ahí. ¿Por qué yo
no puedo estar? —finalizó con la expulsión de un chillido tan
ensordecedor que había destrozado los aparatos auditivos de las decenas
de muertos que se desplazaban con su bizarra danza junto a las defensas
del pueblo con certera probabilidad.
—Vale... —murmuró esta sin
otorgar una excesiva importancia al problema—. ¿Y no se te ha ocurrido
pensar que Puma lo está haciendo por tu seguridad? Créeme, he estado de
vigilante en ese jodido muro, y lo que se ve no es precisamente un lindo
campo. Es... bastante duro.
—Si tú has podido con ello
perfectamente, entonces yo también puedo. Que le den a Puma y su mierda
de protección. Puedo protegerme solita —se reivindicó alzando frente a
Eva un orgullo que obviamente no era real.
—Eso no es así, Florr... No es necesario que intentes engañarte a ti misma todo el tiempo. Escucha...
—Quiero
que me des más clases —fue la interrupción sorprendente que aquella
muchachita de doctrina independiente profirió—. Quiero que me entrenes
más. Quiero que me enseñes todo lo que sólo le enseñaste a Puma.
—Florr, no voy a enseñarte movimientos de asesinato. Al menos, no todavía. Por favor, hazme caso, relájate y escúchame.
—¿Y
por qué no? No es como si fuese a cortarle el cuello al primero que
viese porque sé cómo hacerlo. ¿O piensas que sí sería capaz? —se jactó
cruzando ambos brazos y apuñalando a su compañera con el fulgor
rencoroso de unas pupilas que ni siquiera existía realmente. La lágrima
de la saturación había sido vertida.
—¡Para! ¡¡Para de una puta
vez!! ¡¡¡Estoy harta de tu puta actuación, Florr!!! ¡¿No crees que es
suficiente?! —consiguió Eva irritarse finalmente con un resplandor de
furia interna que emergía desde la zona más reprimida de su corazón,
logrando que en la preadolescente se describiese el denominado rostro de
la pillada.
—No... ¿Qué coño dices de actuar? ¿Crees que esto
es una peliculita? —intentó ella excusarse sin lograr un éxito demasiado
rotundo.
—¿Y tú qué crees? ¿Que soy estúpida y no sé lo que
estás haciendo? Tú y Puma sois exactamente iguales. Vais de duros que no
lloran ni a punta de pistola porque es vuestra única manera de
enfrentaros a lo que el mundo os echa encima, hasta que acabáis creyendo
ser lo que no sois y os convertís en la protección que antes no era más
que vuestro cascarón, termináis pensando que es lo único que podéis
ser, y os acomodáis a ello. Y tú, Florr, lo estás haciendo todo el
tiempo. Lo haces con tu hermano, lo haces conmigo... Incluso lo estás
empezando a hacer con una amiga que depende por entero de ti. Te he
visto, y tú no eres así, Florr. Cuando cuidas de Adán, cuando te ocupas
de Lucía en sus peores días de abstinencia... En serio, no dejes que
Puma te arrastre tanto hasta su visión defensiva extrema. Recuerda; tus
amigos son tus amigos, tus enemigos son tus enemigos —asaltó la
superviviente de mayor experiencia con unas particulares lecciones sobre
su filosofía de vida que la receptora prefirió ignorar.
—¿Y tú
qué sabes? No tienes ni puta idea de quién soy o todo por lo que he
pasado —contratacó ella con la técnica maestra de la evasión.
—Florr...
Escúchame, por favor... Yo he pasado por la misma situación en la que
tú estás ahora. No me atrevería a decir que fue peor que esto, pero no
fue nada sencillo. Sé lo fácil que es encerrarse en una coraza y creer
que puedes con todo lo que se atreva a enfrentarse a ti, que eres
invencible, y que harás que se arrepienta a cualquiera que tenga el par
de cojones que hacen falta para tocarte. El problema es que no es tan
simple. Esa coraza que tú mismo te construyes termina devorando todo lo
que eres, te consume totalmente, y al final no sirve para nada. No
necesitas demostrar que eres fuerte congelándote el culo en una
mierdecilla de puesto de vigilancia cuando otros pueden hacerlo, ni
poniéndote de morros con Puma por sus intentos de protegerte de todo lo
que hay ahí fuera ni rebotándote conmigo por ser la única persona que te
dice la verdad a la cara.
El amago de los labios de la bella
florecita evidenció su tentativa de originar alguna respuesta que habría
proseguido con esa conciencia por la cual estaba recibiendo unas
críticas tan duras, pero pareció ser detenida repentinamente por su
mente subconsciente, como si una parte de ese discurso tan soporífero
hubiese logrado penetrar en su entendimiento, como si por un segundo se
hubiese identificado con el perfil que había descrito... Hasta que
regresó a la realidad.
—Que tú te escondieses bajo una máscara no significa que yo lo haga. Toda mi vida he sido así. Este es mi verdadero yo.
—Después
de toda una vida ocultándote de esa manera es normal que lo pienses.
Pero créeme, algún día te darás cuenta de que tú nunca querías apuntarte
al Muro, sino demostrar que podías estar allí, y te darás cuenta de que
realmente querías la protección de Puma, pero tu necesidad de demostrar
que podías vivir sin ella hacía que la rechazaras. Y te arrepentirás...
—¡Lo he encontrado! ¡Lo he encontrado! —se escuchó de un
chillido de ilusión que reapareció en la estancia atravesando la puerta
con la velocidad de un relámpago portando un objeto de oro que envolvía
un corazón mecido sobre su cadena. Florr fue la primera en agradecer la
llegada del chico desde su interior más silencioso. El desvío por el
cual se había encaminado su conversación estaba resultando en cierto
nivel de incomodidad bastante elevado.
—¡¿Lo has encontrado?!
¡¿Donde estaba?! —se interesó su propietaria anonadada por el hecho de
que una simple excusa para que su hermano se marchase le hubiese
dirigido directamente hacia el colgante. Casi podía sentir como algún
ente divino se burlaba de ella desde su puto paraíso.
—Estaba en
la cocina, debajo de un trapo. No me ha costado mucho encontrarlo
—esclareció el pequeñín entregándole tal preciada joya a su querida
hermana, la cual no se mostró dubitativa ni un simple instante a la hora
de recuperarlo.
—No pensaba que lo fueras a encontrar, ¿sabes,
cielo? Te has ganado un premio. Esta noche te dejaré que leas uno de los
cómics de Puma antes de acostarte, pero lo escojo yo, ¿vale? —le
recompensó esta orgullosa por su perseverancia en el temido juego de la
caza de la aguja en el pajar, siendo así premiada ella misma con la
radiante alegría del chiquillo.
Florr efectuó cierto gesto con su
garganta que emulaba un deseo incontenible de vómito debido a la escena
que se hallaba presenciando, pero sus sentimientos con respecto a ello
se retorcieron hacia una vía más afectuosa cuando Eva realizó una acción
completamente imprevisible para cualquiera.
—Florr... Quiero
que te quedes con este colgante —reveló posando delicadamente la amada
reliquia sobre su mano. A pesar de todo, la tradición debía proseguir
sin importar las reglas del nuevo mundo. Se lo había prometido.
—¿Qué?
No, no puedo aceptar esto. ¿Por qué me lo estás dando? —lo rechazó
Florr impresionada por el presente con el que le estaba obsequiando.
Todos conocían el valor tan fraternal que Eva le atribuía a tal colgante
que les parecía inconcebible que se atreviese a cederlo a otra persona,
pero eso era precisamente lo que hacía en esos momentos. Incluso Adán
había obtenido un ligero sobresalto en su organismo por semejante
atrevimiento.
—Mira, este colgante me lo cedió alguien muy
especial para mí. Alguien que me ha dado todo por lo que ahora estoy
aquí. Si no hubiese sido porque este corazoncito me apoyo en los peores
momentos de mi vida, seguramente estaría muerta —fue la confesión con la
que Eva tomo la opción de sincerarse mientras apartaba el pelo de los
hombros de la chica y se disponía a rodear suavemente su cuello con
aquella agradable cadena—. Lee la frase que está justo detrás del
corazón.
—Yo... De verdad que no... No... —musitó Florr
exponiendo su incertidumbre antes de que terminase por aceptar—. "Cuando
la luz del sol nos desampara en el viaje que llamamos vida, millones de
pequeñas estrellas aparecen para iluminarlos con su energía. Familia
Vento. 1926". ¿Familia? ¿Es una herencia familiar? No, no, ahora sí que
no puedo aceptarlo, de verdad. Yo no soy parte de tu familia. No tendría
que tenerlo.
—Pero Florr... —susurró Eva sorprendida e
incrédula ante la negación que se había presentado compitiendo contra
ella a la par que observaba a Adán para asegurar que él tampoco se
oponía a su elección—. Tú ya eres parte de mi familia, y lo has
demostrado como la que más en muchas ocasiones. Por eso, cada vez que
veas ese colgante que vas a llevar puesto, quiero que pienses en mí, en
esta conversación, y en ese tú que realmente eres —declaró besándola
dulcemente en la frente, como esa tierna madre que reconforta a su hija
con su impagable cariño maternal—. Sé tú misma.
Al
mismo tiempo, en la comisaría, un dúo de guerrilleros bajo el mando de
Braun ingresaron al edificio por la salida trasera de emergencia gracias
a la ayuda de otros compañeros que mantenían ocupados a los
guerrilleros problemáticos en otras zonas de la comisaría. Tenían el
camino libre hasta la sala de reuniones en la que habían tenido
anteriormente una charla. Tras entrar en esta, diez personas reunidas en
la sala se levantaron para ver lo que traían.
Sam dejó sobre la
mesa una bolsa llena de munición para pistola y fusil que había recogido
de debajo de uno de los coches patrullas del garaje de la comisaría.
—Esos
dos han hecho un buen trabajo. Si los hubieran pillado, todo se habría
ido a la mierda. Por suerte, parece que no han tenido problemas —comentó
el hombre abriendo la bolsa, dejando su contenido a la vista de los
presentes.
Diana se acercó a la mesa y extendió sobre este un
mapa dibujado a mano de todo el imperio de Michaela. A la luz de las
velas, todos comenzaron a contemplar el mapa
—Bien, siguiendo las
órdenes de Braun, las cargas PEM ya están colocadas en los tres
generadores. Hemos contado con la ayuda de los civiles de la escuela.
James nos notificó esta tarde que ha colocado las cargas PEM que le
dimos en el generador del sótano de la escuela. Catherine, mientras
limpiaba por la mañana en el hospital, colocó las cargas en el generador
situado en el sótano de este. Y Sam y yo pusimos las cargas en el
generador del sótano de la comisaría antes de recoger la bolsa con la
munición.
—Una vez se activen, toda la iluminación de esta área
de la ciudad se apagará. Calles y edificios se quedarán totalmente a
oscuras, menos el edificio de oficinas. Ese edificio, así como el
búnker, se abastecen de su propio generador y es imposible acceder a él
sin ser vistos. Sin iluminación, las calles se volverán más oscuras, y
tendremos que usar la oscuridad como aliada para luchar —comentó Sam
indicando determinadas posiciones en el mapa con su dedo índice.
—Cuando
la guerra dé inicio, los civiles estarán ocultos en la escuela,
aislados del combate. Cuando Braun vuelva, él nos avisará de cuando dará
comienzo la rebelión, la cual comenzará con el gran apagón, por lo
tanto, deberemos estar preparados con nuestras armas cargadas y los
walkies listos para coordinarnos en el ataque ocultándonos en la
oscuridad de la noche. Asi que, ya está todo listo para la llegada de
Braun, tan solo falta que vuelva a la base y sea él quien de comienzo a
esto —completó Diana.
El
voluptuoso conjunto de soldados bajo las órdenes de su capitán se
apresuro en efectuar la orden que este había decidido imponerles,
reubicándose en un cuadrado en cuya composición se situaban veinte de
ellos en cada lado para servir como la protección de unos tres
superiores que se resguardarían posteriormente en la zona interna de la
figura geométrica. Steve Fox examinó su estructura con una espléndida
satisfacción ante la innegable obediencia de sus subordinados antes de
comprobar la correcta vigilancia de la barricada por la que los
superhéroes debían acceder desde la ubicación de los francotiradores que
su reina había requerido. Una vez el capitán hubo aprobado la
preparación con el sello personal de garantía, reorientó sus labios
hacia Anna y Marcus, situados a su vera.
—Bueno, parece ser que
estos muchachos ya están en condiciones de comerse a un elefante si
hiciera falta. ¿Dónde demonios está Michaela? —interrogó Anna alterada
ante el remarcable retraso temporal de su reina tras haber solicitado
una formación defensiva extremadamente veloz en toda su composición.
—Tranquilícese,
bella dama. Seguro que su señora anda en el trono real cubriendo sus
necesidades fisiológicas básicas. ¿No crees que sería una mala idea
dejar que el el apretón te afecte en plena guerra contra el enemigo? —se
burló el señor Fox de su impaciencia con ese tosco humor absurdo que le
resultaba adorable para enardecer a aquella celosa de campeonato.
—Ah,
es cierto. No recordaba la cantidad de gilipolleces que te encanta ir
soltando por ese morrito tuyo —se ensañó Anna al optar por adentrarse en
su juego. Fox se mostró complaciente tras ser consciente de la
inmersión en su divertimento.
—¿Qué quieres que te diga? Es mi encanto natural.
—¿Vais
a dejar de comportaros como un par de subnormales algún día? La jefa ya
viene por ahí, así que callaros —protestó Marcus hastiado por la
indisciplina con la que se veía forzado a arrastrar a diario al mismo
tiempo que el vector de dirección de su mano señalaba a una mujer morena
que caminaba con soltura hacia el equipo remarcando en sus labios la
típica sonrisa neurótica del asesino que todavía disfruta relamiéndose
con el sabor tan dulce de la sangre que la víctima había impregnado en
sus huellas dactilares. No obstante, ni siquiera los soldados más
perspicaces de su confianza la pudieron advertir antes de que se
difuminase tras haber completado su reunión con ellos.
—Mi
reina, todo está dispuesto tal y como usted lo quería —se aventajó el
capitán a la tentativa de adulación que se hallaba en proceso de
compactación en la región de la mente más creativa de Anna.
—Conmigo.
Necesito hablar con vosotros tres. Ahora mismo —expresó Michaela un
tajante mandato que ninguno se atrevió a contrariar, por lo que el trío
tan particular se arrastró tras los pasos apresurados de su señora hasta
hallarse a una distancia considerable con respecto al resto de los
combatientes.
—¿Qué sucede, señora? —se apresuró en efectuar la
cuestión su camarada Marcus tras haber sido consciente de un posible
problema presentándose ante ellos, a lo que contestó empleando un método
muy escéntrico para su comunicación usual.
—Tenemos un código BM...
—¿Un...
qué? ¿Me podrían hacer el favor de refrescar mi memoria? —solicitó Fox
ante la incomprensión por su parte de ese par de letras que su reina
había expedido.
—Código Braun-Michaela... —le espetó la señorita
Anna desdeñosa ante semejante apatía hacia los conocimientos básicos de
mensajería secreta—. ¿Significa eso que el grupo de guerrilleros está
viniendo a por nosotros?
—Ummm, sí, mucho más comprensible así.
Ahora lo entiendo —afirmó el capitán rememorando a la guerrillera
pelirroja a la que había escoltado hasta el castillo de la dirigente
monarca—. ¿Y qué es lo que ha descubierto exactamente, señora?
—Van
a atacar esta misma noche, durante la visita de nuestros invitados. El
señorito Braun no tardará en regresar del exterior tras haber concluido
su encargo, y cuando lo haga, ordenará el inicio de su rebelión. Él es
quien lo ha preparado todo. Pensará que puede reírse de mi inteligencia
como líder en mi propia cara —relató Michaela añadiendo un agregado de
tensión a aquel ambiente con objeto de profundizar en la importancia que
requería la tan estúpida revuelta hasta que su plan se ejecutase.
—Espera,
entonces... Los dos guerrilleros a los que he pillado hace nada
vagueando en la armería mientras bebían, estaban... No estaban...
—titubeó Anna sintiendo su mente bloqueada ante la concepción tan
inimaginable de que un par de gilipollas se hubiesen pavoneado de su
autoridad sin que lo hubiera sospechado siquiera.
—Sí, sí, te la
han colado... —la ignoró Fox con desprecio obteniendo por parte de la
luchadora una mirada cargada de rencor desbordante. Aquella necesidad
vital que la incitaba a ensartarle el corazón con su cuchillo no cesaba
en su aumento—. ¿Qué había comentado sobre la inteligencia, mi reina?
—Marcus, necesito que cojas a algunas de tus tropas, localices a los
guerrilleros que se encuentran esparcidos por el recinto y los traigas
hasta aquí usando a nuestros invitados como excusa, pero no te lleves a
muchos soldados. Tampoco queremos que piensen que están siendo
escoltados por un ejército entero ante mi presencia. Sería una lástima
que descubriesen todas las sorpresas que pienso tener preparadas sólo
para ellos —decretó aquella líder de carácter tan sumamente perturbado a
la par que formaba en el mando en cuestión una reacción de impoluta
obediencia que derivó en su inminente retirada y optaba por ignorar las
sandeces expelidas por los dos restantes.
A
pesar de que la actividad del entramado escolar se había reducido a sus
mínimos tras la caída de la estrella solar, era cierto que la penumbra
de su vestíbulo principal todavía acogía a un cuarteto de rebeldes
adolescentes que aguardaban con suma impaciencia el comunicado de inicio
de un ataque que cambiaría para siempre el sistema establecido repleto
de injusticias y privilegios mediante el que se regían.
—Seis;
uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, y de oca a oca. ¡Ja, te he ganado!
¡Hostia, tío, que te he ganado! ¡Llevaba un huevo de tiempo sin ganarte!
—se ruborizó una chiquilla de aspecto aniñado compartido con su
conducta infantil en contraposición a la mayoría de edad que bordeaba.
—Eh,
eh, eh, ¿cómo que has ganado? De eso nada, Miss Beatrix. Has caído en
la muerte —protestó su adversario alegando a su pésimo sentido numérico
por simple instinto egoísta de carroñero ganador.
—Sí, hombre, y
en el puente también, no te jode, el tío. Venga, va, que esta vez te he
ganado. Reconócelo, Robi. No me seas un mal perdedor.
—Agh,
¿queréis dejar ya esa puta mierda de juego de una vez? Me estáis
poniendo la cabeza como un bombo. Oye, pedazo de ideaca que tuvo la niña
española esa dándoles a estos dos un cacho de madera para entretenerse.
Al final salen a hostias y todo —protestó una rubia amargada que
conseguía enervarse incluso escuchando el dulce cantar de un gorrión.
—Normalmente
no concuerdo con este elemento de ser humano, pero a mí me da también
que vuestra obsesión por el juego está yendo un poco lejos, que ayer
casi matáis a un crío de cinco años que lo quería —les advirtió el único
miembro de pensamiento puramente racional y lógico que existía en el
grupito. Su condición de liderazgo otorgada por el niñito rubiete y su
bombón de chocolate lo evidenciaba.
—Gracias, supongo... —gruñó la ofendida frunciendo su entrecejo para enfatizar su molestia sin resultado alguno.
—Joder,
Mike, llevamos horas tirados en este sitio esperando a que todo
empiece. Digo yo que o encontramos una forma de matar el tiempo o al
final acabamos todos locos aquí —defendió su vicio el castaño perdedor.
—No,
si aquí ya hay algún que otro loco —atacó la misántropa sin requerir
siquiera de absurdos procesos de meditación de sus palabras, recibiendo
una defensa por parte de Beatrix que desencadenó cierta reacción de
exaltación.
—Cathy, tú a callar, jodida rubia de bote.
—Huy lo que me ha dicho la zorra esta...
—Bueno,
ya está bien, callad todos de una puta vez —se sobresaltó Mike elevando
su tono hasta un nivel que pudiese estimular la reprimenda, pero no el
despertar de los otros civiles que descansaban—. Joder, se supone que en
un par de minutos vamos a estar todos ahí fuera jugándonos nuestras
vidas para salir de este lugar, y no hacéis más que comportaros como una
panda de niños mimados. A lo mejor vosotros no habéis estado fuera
nunca, pero yo sí, y os garantizo que allí no vais a tener tiempo para
estas chorradas. La supervivencia lo es todo. Tendréis que vigilar cada
uno de vuestros pasos a cada hora, tendréis que moveros con precaución
para no terminar en determinadas zonas, intentar dormir en lugares donde
estaréis a cien metros del suelo, vuestro culo estará helado y lo único
que escucharéis serán sus gemidos buscándote, e incluso apuñalar a
alguien en el corazón si es necesario. Creedme, no estáis escogiendo el
camino fácil, y yo no voy a ser vuestro jodido angelito de la guarda por
toda la eternidad, así que por lo menos, tomaos lo que estáis haciendo
con un poquito de seriedad.
Conmocionados por el emotivo
discurso, el principio de discusión del resto de los presentes abortó en
un silencio sepulcral de aceptación por parte de todos que se habría
mantenido indestructible en caso de que no hubiesen surgido en la puerta
de entrada una serie de golpes indicando una obvia urgencia por obtener
acceso.
Sólo fue necesario un gesto efectuado con su cabeza
para que sus tres muchachos se situasen protegiéndolo en una estructura
de semicírculo concentrados en el peligro que podría asaltarles en el
exterior. Mike respiró profundamente para descargar la tensión que
acumulaba antes de proceder a desbloquear la puerta con temor a que se
tratase de la típica inspección nocturna de los soldados para asegurar
su correcto comportamiento. Su calvario cesó cuando pudo comprobar que
aquella persona que reclamaba de su atención no era nadie en la nómina
de la reina, sino que se trataba de su amado bombón asfixiada por una
extraña carencia de oxígeno nacida de su necesidad imperiosa de
visitarle.
—¿Lilith? Cari, ¿qué haces aquí? Creía que estabas
vigilando a ese niño —curioseó su chico tras la difuminación de la
sorpresa que les había alarmado.
—Ya... Por eso estoy aquí...
—justificó ella su aparición tan repentina e inesperada—. Lo he perdido.
Lo tenía ya en mi cuarto, pero lo intenté entretener, y no se cómo se
las apañó, pero se acabó largando de allí como un misil sin ton ni son. Y
como alguien de la gente de Mich lo encuentre danzando por ahí, se nos
va a joder todo el plan.
—Agh, joder, que puta mierda. Ahora que
parecía que todo estaba saliendo a pedir de boca —injurió Mike por la
impotencia que le producía el suceso narrado.
—Necesito que me
ayudéis a buscar a ese criajo, chicos. Yo sola no creo que vaya a ser
capaz de dar con él, y menos en mitad de la noche —se arrastró Lilith
para lograr convencerles de que sería estrictamente necesario su aporte
en la recuperación del único factor que podrían emplear contra su reina.
Ni siquiera se requirió de una respuesta de carácter afirmativo
por parte de algún miembro del cuarteto que confirmase el apoyo que
habían decidido brindarle. Una señal realizada por Mike fue el incentivo
necesario para que sus tres compañeros se desplegasen en el inmenso
patio de la escuela, siendo precedente del repentino beso con el que
intentó infundirle todo el ánimo posible a través de sus labios, pese a
que sólo consiguió ruborizarla.
—Muy bien, nos dividiremos en
grupos, y así podremos mirar todo este sitio mucho más rápido, porque no
creo que se pueda haber escapado del colegio —organizó el inteligente
la disposición de las partidas de rastreo—. Vosotros tres buscadle por
las plantas de arriba. Yo me encargaré de las de abajo y el patio con
Lilith. Vamos, moveos. Tenemos que ser rápidos.
—¡Vamos, formad,
formad, formad! Todo debe estar preparado antes de la llegada de
nuestros invitados. No nos podemos permitir ni un solo error.
Previo
al acto de recaudación que efectuó Marcus entre sus propios
subordinados, Michaela se convirtió en testigo junto con todos los
supervivientes allí dispuestos de la retirada de una determinada serie
de elementos específicos que componían la protección de la barricada que
les aislaba del mundo exterior gracias a la acción de una pareja de
guerrilleros que depositaba todos sus esfuerzos en mantenerla bajo un
control estricto. Su instinto carroñero suplicó por la ansiada llegada
del grupo al que destriparía tan sólo para un particular disfrute, pero
tampoco pudo ser imbuido por la decepción cuando aquella chatarra
metálica conducida por el señor Braun se hizo visible ante unas oscuras
pupilas que cada vez se tornaban más perniciosas.
El comandante
de los guerrilleros usó la llave del vehículo para apagar el motor de
este con convicción tras haber regresado a la base de la asquerosa
reina. La orden dirigida hacia los dos francotiradores por la cual
debían abandonar aquel transporte junto a Braun fue tan inminente como
el hecho de que designó un precedente para que éste examinase el grado
de sospecha hacia su imparable caza de la bandera por parte de quienes
moraban en la región.
Ninguno de los casos analizados presentó
signos de disrupción extrema en su forma usual de comportamiento. Tanto
esa loba tan puta como el trío de cachorritos que adoraban mamar de sus
pechos parecían concentrarse de una manera tan obsesiva en la bienvenida
que estaban preparando a sus huéspedes que sería tan improbable que
advirtiesen su plan como la aparición repentina de una estampida animal
que arrasase la totalidad de la base. A ello se complementaba la visible
ausencia de los guerrilleros que participaban junto a él en la revuelta
como componentes de aquella formación situada frente al colegio, lo que
evidenciaba todavía más la ignorancia de esa idiota que se creía la
precursora de la nueva monarquía mundial.
Con todos aquellos
aspectos inclinándose a su favor, posponer nuevamente el inicio de su
reinado habría sido tan ilusorio que sólo el perro guardián lo habría
hecho. La primera etapa de la estrategia predefinida sería la más
crucial, pero ello no impidió que comenzase instantáneamente. Debía
deshacerse de los tiradores dispuestos en las distintas azoteas de la
zona con sigilo profesional.
—Al bloque de pisos, Don. Tenemos
que efectuar la purga cuanto antes. Nosotros nos encargaremos de
mantener a la líder entretenida. Date prisa —susurró Braun con serenidad
orientando su índice hacia una construcción de color café contigua a
ellos.
Ni siquiera le resultó posible reprimir una expresión
triunfante en su rostro cuando éste se alejó disimuladamente de su vera
para cumplir con su requerimiento. Don era uno de los mejores
francotirador que había conocido durante su interminable carrera como
combatiente. Y tan elevada era la fe que en su compañero depositaba que
lo consideraba un virtuoso respecto a cualquiera de aquellos ineptos de
la reina en la cuestión de precisión en disparos de distancias eternas.
Su misión durante las últimas semanas no había sido diferente a la
realización de un exhaustivo examen de las ubicaciones más estratégicas
que esos lacayos de la coronada habrían reclamado analizando las
características del terreno, alcanzando así una serie de conclusiones
que no tardaría en usar para proporcionar ventaja al equipo. Confiaba
con plenitud en cualquiera de los movimientos que iba a disponer a
continuación. Pero no él.
Una de las numerosas consecuencias que
podrían haber sido desencadenadas fue la debida a la perspicacia
hallada impresa en el código genético del capitán Fox, gracias al cual
pudo captar el detalle de la marcha de Don hacia los apartamentos.
Observó con simultaneidad a las dos señoritas que le acompañaban con el
objeto de analizar los rasgos de sus facciones antes siquiera de
orientarse definitivamente hacia una elección. Aquella era su
oportunidad. No pensaba desperdiciarla.
—Yo me encargo de
echarle el ojo a ese —lo reclamó apartándose de la posición en la que se
había establecido para perseguir al guerrillero hasta las profundidades
de la edificación de cafeína sin permitir a su reina la confirmación de
su optativa. Tras un liviano examen desdeñoso efectuado por Anna hacia
el detonante de su afán de rivalidad, su atención se desvió hacia las
instrucciones finales sobre la operación que Michaela se hallaba
expeliendo.
—Anna, vigílame a los dos que están en el control de barricada, por
si se les pudiera ocurrir alguna insensatez. Y... mantén un ojo en el
pequeño Braun y en su ternurita de acompañante. Nada de lo que vayan a
hacer a partir de este momento será muy bueno para nosotros. Hay que
mantener todos sus movimientos controlados —le advirtió la dirigente
mientras observaba un acercamiento progresivo de Braun a la nueva
formación restablecida por Marcus tras la retirada de ciertos
combatientes—. Y la próxima vez que descubras a alguno de nuestros
subordinados saqueando mi armería, intenta no ser tan inocente como para
creer que están bebiendo, o al final tendré que empezar a pensar que
estás de su parte... Vamos, muévete...
La jovencita dominada se
limitó tan solo a consumar su cometido sin desarrollar ninguna clase de
disculpa o excusa; acción para la cual fue indispensable su regreso a la
esencia de un grupo poseedores de una táctica defensiva tan particular
que nunca antes había podido contemplarla.
El contorno que
rodeaba los labios de su reina enmarcó otra de sus características
sonrisas tenebrosas a la par que Anna se marchaba hacia su destino como
una niña obediente. Sabía perfectamente que no se hallaba implicada en
ese robo acometido en la armería, sino que su disposición era
completamente opuesta. La nula lucidez que atestaba constantemente su
cerebro había sido benefactoria en aquel caso. Si algún espíritu divino
hubiera logrado que descubriese las verdaderas intenciones de su
infiltrado, su planteamiento de ataque habría sufrido una embestida tan
dañina como su cafetera, pero el espíritu que se había organizado
alrededor de su utopía para concederle su inmensurable poder de
cumplimiento la protegía de cualquier inconveniente que se atreviese a
penetrar en su camino. La situación que ornaba su base no podría haber
sido más perfecta.
El revolucionario Braun se descubrió tras su
caminata ante el ejército rival a través de un exclusivo saludo de
carácter militar que pertenecía al renovado poder que se había
establecido con su renacimiento en el nombre de Zodiaco, siendo
inexistente cualquier muestra de respeto mutuo por parte de esa milicia
que el zorrón regía. Su petulante ignorancia hacia el cabecilla
guerrillero era tan definida a nivel visible que podría haberse
materializado, pero el sujeto conocido como Braun no concedió
importancia alguna a su ofensa abortada. Antes de que ninguno de ellos
fuese capaz de parpadear, ya les habría impuesto la obligación de
obedecerle ante la amenaza de una preciosa hoja de metal rebanando sus
lindos pescuezos.
Y como si se tratase de una jodida cámara de
vigilancia anclada a su puta nuca, Anna se arrastró por el espacio que
ocupaban a la búsqueda de un halago homólogo que reconfortase su
brillante ego. El ama de la dulce perrita no tardó en descubrirse tras
aquel animal de su propiedad.
—Buenas noches tenga usted, lady
Anna. Espero que mis chicos no hayan vuelto a hacer alguna de las suyas
en mi ausencia. Ambos sabemos que su relación con ellos no es de las más
cálidas que tenemos por aquí —expresó Braun con tal intención de
hilaridad que Anna se esforzó en contener su cuchillo para no empalarlo
al instante. La confianza que irradiaba con respecto a su golpe de
monarquía resultaba a la vez tan irritante como inútil. En el momento en
que Michaela hubiese destrozado cada fibra de su ingenuo organismo tras
jugar con su mente como si el valor de esta no fuese mucho mas que el
de una pelota de fútbol deshinchada, el curandero sería el único que
obtendría beneficios de aquella estúpida rebelión.
—No ha pasado nada —desplegó Anna un tono de voz amargo escudriñandole con la ferocidad de sus cuencas oculares.
—Ah,
buenas noches a usted también, mi reina —disimuló su respeto hacia
aquella hija de la grandísima puta efectuando una reverencia que
indicaba un sometimiento completamente falso.
—Vaya, es curioso
verte por aquí, Braun, teniendo en cuenta que te había ordenado vigilar a
ese grupo hasta que llegasen a la base —denotó Michaela desplegando una
de esas actuaciones improvisadas con las que adoraba jactarse de
cualquier jodida alimaña infecta que se atreviese a tratar de jugar con
ella a pesar de la inutilidad que supondría. El aludido Braun se había
encargado de organizar previamente una excusa plenamente viable para
aparecer en el corredor de la muerte antes que los invitados a los que
debía escoltar.
—No se precupe por eso, mi señora. Sus pequeños
amigos continúan bajo nuestro punto de mira. Supongo que habrá notado al
francotirador que he posicionado en el bloque de pisos mas cercano a la
entrada norte. Tanto los chicos como yo caímos en la cuenta de que
sería mucho mejor si nos adelantábamos a ellos y tomábamos una ubicación
más estratégica aquí, en la base —desplegó el creído su artimaña con la
serenidad en su expresión propia de un líder con absoluto control sobre
cada una de las acciones que están desarrollándose bajo su
jurisdicción, informando con una sutil indirecta a Michaela su
incorruptible negación a continuar acatando cualquiera de sus órdenes de
niña pija mimada. Y la pija era consciente de su visión, pero ella
sabía que no debía permitir la dominancia de su ira hasta no haber
alcanzado el que iba a ser un instante de gloria ideal. Sólo debía
contener su machete unos minutos más—. Y gracias a mi elección, sus
nuevos sirvientes aparecerán por ese camino con una mira láser apuntando
a sus preciadas cabezas en poco menos de un segundo.
Y como si
sus afirmaciones hubiesen sido bendecidas por algún santo descarriado,
el segundo de los vehículos perteneciente a la expedición surgió desde
una esquina que originaba una circunvalación tan sólo para convertirse
en un blanco visible ante el equipo de asalto que aún contenía sus
cañones aguardando órdenes a menos de un par de kilómetros de su
localización.
Y aunque no fue ninguna falsedad que la reina
reprimió hasta sus extremos aquella gratificante sensación de victoria
posesiva que la embargaba, ningún inferior poseía el suficiente retraso
mental como para no ser capaz de advertirlo. Estaba hecho. Los tenía a
todos. Y así lo consideraba ella.
Sus
ojos azules se abrieron en medio de la oscuridad, contemplando el techo
de la clase de lengua mientras de fondo se escuchaba la respiración de
aquellos que dormían tranquilamente y algún que otro ronquido. El joven
de catorce años, quien despertó de su falso sueño, se incorporó en el
oscuro silencio, procurando no hacer ruido alguno. El joven se asomó por
una de las ventanas pudiendo contemplar el exterior bastante tranquilo,
aun que sabía que era cuestión de tiempo que aquella tranquilidad fuera
mancillada por la sangre y los ruidosos disparos que traería consigo la
rebelión de Braun. El joven adolescente contempló su reflejo en la
ventana y con sus manos comenzó a peinar su corto cabello rubio, aquella
acción iría precedida de frotarse sus cansados ojos en un intento de
permanecer despierto.
Sabía que aquella era un oportunidad única
para él, usaría la rebelión para robar recursos a Michaela, nadie se
daría cuenta y de ser así, sería imposible saber quien fue el culpable
de los robos. El joven se sacudió con las manos su camiseta blanca, tras
esto se puso su sudadera gris y de puntillas se dirigió hacia la puerta
de la clase. Al joven la rebelión de Braun no le importaba demasiado,
le daba igual todo y todos, total, para un niño soldado como él, lo
único que le importaba era su propia vida y mientras tuviera lo que
tenía ahora asegurándole su vida, es decir, víveres, medicinas,
protección y demás cosas, le daba igual estar bajo el mando de Braun o
de Michaela. El joven salió por la puerta cerrándola lentamente detrás
de si, en busca de su escondite secreto, lugar en donde guardaba una
mochila y una pequeña navaja que robó tiempo atrás a espalda de la
gente, por lo que la existencia de ambas cosas solo las conocía él, así
como su rincón secreto.
Sin hacer mucho ruido, se dirigió hacia
la biblioteca, situada en la planta baja, allí, detrás de una de las
estanterías había un tablón de madera del suelo suelto, dentro de aquel
hueco guardaba sus pertenencias. El joven rubio, andaba a través de los
silenciosos pasillos, alumbrado tan solo por la luz que entraba del
exterior a través de los cristales.
—¿Qué haces levantado a estas horas, Leo? —Preguntó una voz masculina joven.
Si,
aquella voz no era más ni menos que el del idiota de Tyler. Leo, se
giró para toparse con los ojos verdes del joven, quien serio, se dirigió
a paso ligero hacia él. Tyler era más alto que él, se trataba de un
joven de dieciséis años, cuyos padres estaban participando en el tema de
la rebelión apoyando a Braun y al que no le tenía demasiada simpatía.
—Lo mismo te podría decir yo a ti —Le contestó con un tono algo borde.
—Fui al baño. ¿Y tú? —Volvió a preguntar.
Leo
sabía que por la noche no podían salir de la escuela y el baño estaba
en dirección contraria a la biblioteca, por lo tanto, la excusa de que
se levantó en mitad de la noche para ir al baño, no era válida. Ante el
silencio, Tyler visiblemente molesto, agarró a Leo del cuello de su
camiseta.
—¿Qué estás tramando, chaval? No me fio de ti y pondría la mano en el fuego a que tramas hacer algo a espaldas del resto.
El joven clavó sus ojos azules en los de Tyler y se encogió despreocupadamente de hombros.
—¿Y
a ti que te importa lo que esté haciendo? ¿Acaso no pude levantarme a
dar una vuelta porque no podía dormir? —Le contestó este con una sonrisa
y una mirada burlona a la par que desafiante. —Creo que deberías de
volver a la clase de música y dormir un poco, te vendrá bien para
relajarte.
Tyler ante la actitud chulesca de aquel crío, lo lanzó
contra la pared.—No eres más que un niñato, me pones enfermo. Saber que
esta noche en la rebelión muchos darán la vida por acabar con Michaela y
salvarte a ti de la tiranía que soportas y a ti que te de eso
exactamente igual... eres despreciable. —Escupió con desprecio ante la
mirada indiferente de Leo.
—¿A mi solo? ¿Y que hay de todos esos
que no apoyan a Braun? —Comentó el joven colocándose frente a Tyler con
la cabeza alta sosteniéndole la mirada.
—Son distintos a ti. Que
no apoyen a Braun no significa que apoyen a Michaela. Tú en cambio, no
eres más que un perro al que le da igual servir a uno u otro mientras te
aseguren lo que actualmente tienes por servir a quien esté al mando en
esta base. Tú te vendes a cualquiera, ellos tan solo tienen miedo de
perder lo que tienen, pero como dije, a diferencia de ti, ellos no
apoyan a Michaela.
—¿Crees que el resto me importa? ¿Acaso han
hecho algo por mi alguna vez? Siempre, hasta día de hoy he estado solo,
no tengo familia ni amigos ¿¡es tan malo preocuparme por mi mismo!? —Le
respondió Leo encarándose con Tyler.
Debido a la insolencia del joven, no recibió más que un puñetazo por parte de Tyler que lo devolvió al suelo.
—Maldito... —Pronunció Tyler con desprecio elevando de nuevo a Leo agarrándolo por el cuello de la camiseta.
—jajajajaja
eso dolió, pero, ¿crees que vas a conseguir algo con solo golpearme? Me
han golpeado muchas veces ¿sabes? No es para mi nada raro que un
subnormal como tú me suelte un puñetazo.
—¿Haciéndote el chulo
hasta en momentos como estos? Eres patético, no mereces ni que gaste más
mi tiempo contigo. —Comentó Tyler soltándole el cuello de la camisa a
la par que bajaba su puño. —Me das pena Leonard, te vendes a cualquiera,
estás totalmente solo en este mundo y esa personalidad tuya de niño
caprichoso, irresponsable, rebelde y chulito que tienes, tan solo te
traerá problemas.
Tyler se percató de que tras haber dicho
aquello, Leo le dirigió una mirada de odio a la par que apretaba con
fuerza los puños. Si, sabía que acababa de tocarle la fibra sensible con
lo que había dicho. Leo, dejándose llevar, trató de pegarle un empujón a
Tyler, pero este, previendo aquel movimiento, lo inmovilizó de
inmediato.
—¿Crees que no me sé ya tus trucos, crío?
Leo
comenzó a forcejear para liberar sus brazos en vano, mientras retenía
algunas lágrimas con todas sus fuerzas, no permitiría a alguien como él
verle llorar.
—¡Estoy solo! ¿¡Y qué más da!? ¡¡A este paso tú podrías perder también a tus padres y quedarte solo!! —Le respondió con rabia.
Tyler
sin decir palabra alguna, mediante una llave lo tumbó en el suelo y lo
dejó inmovilizado. —Puede que yo pierda a mis padres, Leo, pero no
estaré solo. A diferencia de ti yo tengo amigos aquí y gente que se
preocupa por mi. Pero tú no tienes ni eso, solo sabes pensar en ti
mismo. —Le respondió tranquilamente antes de dejarlo libre al notar que
este ya no trataba de forcejear.
Todas sus fuerzas estaban
concentradas en impedir que sus lágrimas desbordaran mientras sus ojos
llorosos trataba de camuflarlos entre las sombras del pasillo.
—No
me caes bien Leo, pero te aconsejo por tu bien, que madures en ese
sentido. —Le comentó Tyler apartándose algo más de él a la espera de
algún tipo de ataque por parte de aquel crío, no obstante, tan solo se
limitó a levantarse y darle la espalda en silencio.
—¿Qué hacéis vosotros levantados a estas horas? —La voz de Lilith sorprendió al dúo masculino.
La
joven adolescente iba acompañada de Mike, Beatrix, Cathy y Robi. El dúo
se mantuvo en silencio y Leo finalmente se giró hacia aquel grupo y
despreocupado se encogió de hombros.
—Solo charlábamos
—Respondió el chico rubio que aparentemente demostraba tranquilidad ante
todos tras haber logrado calmar sus emociones.
Lilith miró a
Tyler arqueando una ceja mientras se cruzaba de brazos —Charlando em,
ya, claro, pues vaya forma tan curiosa tenéis de charlar mediante una
discusión —Soltó la joven dando a entender que incluso antes de llegar
los escuchó a ambos discutir.
Tyler, imitando a Leo, se encogió de hombros restándole importancia al asunto. —¿Y vosotros que hacéis levantados?
—Al
parecer a Lilith se le escapó el criajo ese y no sabemos donde está.
Pensamos que tiene que estar por la escuela, por lo que nos íbamos a
dividir para encontrarlo. —Informó Mike.
—Vaya, eso es un problema... ¿Necesitáis que os ayude? —Propuso el chico de ojos verdes.
—No
hace falta Tyler, nosotros somos suficiente, pero gracias igualmente
—Le agradeció la joven Lilith antes de percatarse de Leo, quien mirando a
través de una de las ventanas del pasillo parecía como ausente de
aquella conversación, totalmente desentendido del tema. —Por ahora iros a
descansar, los dos, mañana será un nuevo día y para entonces, las cosas
en la base habrán cambiado para bien o para mal. —Les comunicó
instantes antes de que ella y Mike se fueran camino a la planta baja y
sus otros tres compañeros fueran hacia la planta alta dejando a solas a
Leo y Tyler.
El joven Tyler se fue de nuevo hacia la clase de
música a descansar sin cruzar palabra alguna con el joven que de forma
ausente miraba indiferente a través de la ventana. Pasaron un par de
minutos en silencio desde que se quedó a solas hasta que el joven apartó
su mirada de la ventana. Sin sonido alguno y sabiendo el problema que
tenía ahora, iría a la biblioteca mientras tenía que preocuparse de
esconderse de la mirada de Mike y Lilith para no meterse en problemas,
para ello debería de ocultarse entre las sombras y tras cualquier punto
ciego posible.
—¡Nicole!
¡¡Nicole!! —vociferó M.A ante una absorta mujer que únicamente podía
concentrarse en esquivar la chatarra de los vehículos que había
dispuesta en las calles irregularmente.
—Hey,
¿qué? ¡Por Dios, qué susto! ¡¿Qué es lo que pasa?! —chilló la
conductora con suprema alteración apartando su pie del pedal acelerador
como consecuencia del sobresalto.
—¿Dónde leches estamos? Creía
que nos estabas llevando a una cabaña, y nos has traído hasta un jodido
vertedero en el que no veo más que coches hechos una puta mierda
—interrogó M.A con escepticismo por lo incongruente que le resultaba
toda esa evasión de inutilizados motores que estaban efectuando, siendo
obsequiado con una desgarradora mirada despectiva por parte de Daniel
que este no alcanzó a percibir.
—Tenemos que atravesar esta zona
de la ciudad para llegar hasta ella. Créeme, si realmente hubiera
estado tan accesible y cercana como seguramente piensas, no me habría
hecho falta coger el coche este —mintió Nicole como una profesional del
engaño a pesar de que nunca en su vida se había hallado demasiado
vinculada a una práctica tan sumamente ruin.
—Bueno, M.A, si
Nicole dice que hay que pasar este... sitio para llegar hasta allí, lo
tendremos que pasar. Tampoco creo que te vayas a herniar, pedazo de
vago, que ni siquiera estas conduciendo —destrozó la señorita Alice con
malicia su inmaculada queja regresando por enésima vez en sólo un día al
comienzo de ese ciclo de maldad hacia el pobre rubio que ella misma
había originado.
—Ja, ja, ja, ¿qué es hoy? ¿El día de métase
usted con M.A y llévese un pin de regalo? —gruñó este ofendido
revelándose ante la crueldad verbal con la que su compañera le asestaba.
—Oh, venga, ¿queréis callaros y dejar de hacer el imbécil de
una santa vez? Ya me están empezando a pitar los oídos y todo del
escándalo que armáis —fue la replica que efectuó Jessica ante semejante
ruido de fondo adornado con miles de injurias de distinta clase que
nunca cesaba.
El automóvil se rindió finalmente ante la orden
efectuada por Nicole mediante el medio interconector entre ambos que el
volante suponía, encaminando las cuatro ruedas de este hacía una vía
situada a su izquierda que conectaba directamente con esa base que
probablemente sería la trampa mortal en la que se convertirían en meros
cadáveres sin alma. Pero cierta concepción no se percibía tan cruelmente
si consideraba que ella misma se hallaba arrastrando a unos amigos que
le habían depositado su confianza desde el primer día a la trampa en
cuestión. Aquel hecho tan imborrable por la profundidad con la que se
había depositado en el córtex de su cerebro se había encargado de cortar
cada una de sus fibras nerviosas como si de las cuerdas de un violín se
hubiesen tratado, forzando a idear una alternativa de huida que no
había logrado obtener.
Y justo allí, en la intersección,
distanciada tan sólo un par de kilómetros de una barricada casera con
destacable voluptuosidad que era la encargada de delimitar el acceso a
la base de Satanás, pudo distinguir a un pequeño grupo de soldados que
habían comenzado a trabajar en la retirada de esta desde que su
presencia se había tornado notable. No le fue siquiera posible evitar
observar los rostros de desorientación adoptados por parte de sus
compañeros de equipo hacia la jovencita leal que había sido su guía en
ese viaje, como aquellos exhibidos por un grupo de tiernos corderitos
que terminan sus días entre la sangría de un matadero, entregados por la
misma persona que los ha alimentado durante años.
Inma, Alice,
M.A, Jessica... Nicole sólo podía observar decepción en las miradas que
reflejaban, pese a que todavía no hubiese brotado en ninguno de ellos
realmente. Y fue en ese mismo instante cuando pudo sentir como se
rebanaba sin piedad su médula espinal. Ya no podría retroceder. Su
inexorable final se aproximaba como un camión que les destrozaría con
una brutal embestida. La traición había concluido. Ya era oficial. Se
había convertido en una vil traidora.
Finalmente
logró llegar a la planta baja y sabía que aquella pareja andaba cerca,
pues los había podido escuchar conversar. Tras unos minutos, logró
acceder sigilosamente a la biblioteca. En su interior todo estaba a semi
oscuras, las luces del exterior era la única iluminación que iluminaba
aquellas estanterías llenas de libros polvorientos, la sala era grande,
estaba conformada por filas de estanterías con libros de todo tipo, una
pequeña recepción con un ordenador, unas mesas grandes con sillas de
madera y alguna que otra maceta mustia. Finalmente tras hallar el hueco
bajo el tablón de madera suelto, agarró su mochila y se la colocó, a la
par que guardaba en uno de los bolsillos de su sudadera, la pequeña
navaja. Aquellas dos cosas no era lo único que tenía en el hueco, en el
fondo de este descansaba una fotografía que cogió de inmediato para
contemplar bajo la leve iluminación con un rostro sombrio.
En
aquella fotografía se podía apreciar una escena familiar ambientada en
un bonito parque, en la foto se podían ver a tres personas, dos adultos y
un niño chico, sin duda se trataba de él y sus padres. Su madre era una
hermosa mujer de ojos azules y largo cabello rubio recogido en una
larga trenza que le caía sobre uno de sus hombros, a su lado y
agarrándose de uno de sus brazos, se encontraba un hombre de cabellos
rubios con gafas, que sonriente, colocaba su mano sobre el hombro de un
joven Leonard de nueve años que con casco puesto, montaba sobre una
bicicleta roja mostrando una amplia sonrisa mientras con los dedos de
una de sus manos hacía el símbolo de la victoria.
Recordar
aquellos días felices eran dolorosos para Leo, pero de igual forma, no
quería olvidarlos, temía olvidar aquellos recuerdos de su dulce
infancia, así como el rostro de sus padres. En silencio, las lágrimas
comenzaron a deslizarse por sus mejillas mientras que sus acuosa y
azulada mirada se clavaba con melancolía en los rostros sonrientes de
sus padres mientras aquello que le dijo Tyler de que se encontraba solo
en el mundo le venían a la mente.
Tras unos minutos llorando en
silencio y tras limpiar en varias ocasiones la fotografía de las
lágrimas que caían sobre esta, así como su propio rostro, se recordó así
mismo a lo que iba y guardó la foto de nuevo en su escondite. Leo se
puso en pie y tras esto escuchó un libro caer de una de la estantería
que se encontraba a su lado, con los nervios a flor de piel, metió la
mano en el bolsillo de su sudadera agarrando con firmeza su navaja al
ver una silueta entre los libros que había estado observándole. Antes de
que la misteriosa persona pudiera echar a correr, Leo rodeó velozmente
la estantería y ambos a la carrera, Leo fue capaz de cazar a aquella
persona sujetándolo de la muñeca.
Y tras mirar el rostro asustado
del niño al que capturó, ya supo de quien se trataba, simplemente por
el hecho de que para Leo era una persona desconocida.
—¿Qué
estabas haciendo espiándome? —Preguntó soltándole de la muñeca mientras
se mostraba algo molesto frunciendo el entrecejo mirando al chico
detalladamente.
—Nada, no intentaba nada, en serio. Estaba aquí
escondido y escuché a alguien llorar en bajo y cuando me acerqué te
vi... —Le informó el chico con total sinceridad.
Ambos se
quedaron un momento en silencio mirándose el uno al otro, la diferencia
de altura así como de edad era evidente, el chico que había frente a él
tendría unos diez años. Finalmente Leo soltó un suspiro despreocupado
—Te recomiendo que tengas cuidado, Lilith y sus amigos te están
buscando, no diré que te he visto, pero tú tampoco me has visto a mi ¿de
acuerdo? —Le propuso el joven Leo.
—De acuerdo. ¿Pero por qué me ayudas? Podrías delatarme. ¿O tal vez es porque estás haciendo algo que no quieres que sepan?
Leo
se encogió de brazos y apartó la mirada del joven hacia un gran cuadro
colgado de una pared que mostraba un paisaje —Digamos que yo no estoy
con Lilith, ni con nadie, por lo tanto me resulta indiferente todo, no
tengo ningún motivo para delatarte. Pero como te dije, yo no te he visto
ni tú me has visto.
El chico, sintiendo que el rubio había ignorado su segunda pregunta, se limitó a asentir con la cabeza. —Me llamo Adán. ¿Y tú?
—Llámame
Leo. Bueno, me piro ya, tengo cosass que hacer y el tiempo es oro.
Lilith y su noviete están buscándote por esta planta, supongo que es
cuestión de tiempo que les de por entrar a la biblioteca, ten cuidado si
no quieres que te pillen. —Le informó mientras le daba la espalda a
Adán en direción a la puerta de la biblioteca.
—Gracias, Leo.
—Ni lo menciones —Respondió con un suspiro antes de abandonar la biblioteca.
Tras
esto, el joven comenzó a subir de nuevo las escaleras hacia la segunda
planta pensativo. —Debo de encontrar otro escondite para esperar hasta
que la rebelión de inicio, con ese chico ahí no podré esconderme ya que
es posible que Lilith y Mike lo encuentren. Tal vez en la clase de
ciencias, aun que está cerca de la clase que usa Lilith de habitación.
Fue
entonces cuando se le ocurrió el lugar idóneo, la sala del generador,
aun que debía de volver a la planta baja. No obstante era un buen lugar
ya que desde esa sala podía oír lo que sucedía en el exterior y así
saber cuando daba inicio la rebelión tras escuchar los disparos, otra
ventaja es que tendría cerca la puerta de salida, por lo que nadie de
los que dormía en el resto de clases podría verle y saldría sin
problemas. Finalmente decidido cual sería su escondite, se dirigió
hacia allí a esperar a que la rebelión comenzara para robar recursos
para él solo.
—Anna...
Acércate —concentró Michaela la atención desperdigada de la coletas en
su requerimiento. Sus amigos aun debían invertir unos minutos en
alcanzar aquella barricada que sus cuidadores ya estaban desplegando
nuevamente. Todavía había un asunto pendiente que necesitaba tratar—.
Voy a necesitar que distraigas a Braun. No podemos permitir que ese
esperpento prediga mis movimientos antes de acabar ensartado en mi hoja.
Asegúrate también de expandir la activación del código entre nuestras
tropas. Quiero a todo mi ejército apuntando a las cabezas de cada uno de
esos guerrilleros a mi señal. ¿Entendido?
—Dalo por hecho —se
sometió la chica sin vacilar en su aceptación antes de proceder a una
retirada posteriormente suspendida cuando denotó un detalle que apareció
de manera súbita en su cerebro—. Mi señora, ¿qué pasa con ese crío que
traía la rubia? Lo vamos a necesitar, ¿no?
—No te preocupes por
el niño. Hugo dijo que lo había dejado bajo la vigilancia de su pequeña
pandilla, así que esta en muy buenas manos. Y sí, lo vamos a necesitar,
pero no todavía. He preparado una linda sorpresa que quiero enseñarle
primero. Y ahora que la muchachita ha calmado sus ansias de
conocimiento, ¿qué tal ponerse a hacer lo que le he mandado a la de ya?
—insistió la monarca molesta debido a la desconsiderada irrupción de una
inferior en sus negocios personales.
—Por supuesto. Siento si le ha molestado —se dispensó esta procediendo a realizar la acción disuasoria encomendada.
Una
vez asegurados todos los riesgos que su perímetro podía suponer,
Michaela se acarició el bolsillo derecho de su vaquero para confirmar el
salvaguardado del que sería un regalo de bienvenida ideal para la
rubita, se mentalizó profundamente para controlar el indomable placer
que pronto recorrería cada uno de sus suaves tejidos y comenzó a caminar
en la dirección en la que se hallaba la barricada hasta situarse en una
posición unos metros sobrepasada a la línea de la formación. La
expresión de asombro que Braun trató de disimular sin éxito sólo
consiguió alimentar aún más su hambre devoradora de hombres.
—Mi
reina, le recomiendo no permanecer ahí. Podría ser peligroso para usted
en el caso de que necesitásemos abrir fuego de improvisto —advirtió uno
de los soldados que parecía gobernar el control de aquella formación
durante la ausencia de Marcus.—Me quedo aquí —le ignoro la líder ante la
absurda ocurrencia de que ese gusano la incitase a obedecer sus
órdenes. Quería que el primer indicio de toda esa pesadilla satánica que
iban a experimentar fuese su deslumbrante figura frente a sus ojos.
#Sacedog y Naitsirc
Forma de lectura alternativa de la historia:
|
|
|
|
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario