Big Red Mouse Pointer

martes, 19 de noviembre de 2013

NH2: Capítulo 019 - La gran enemistad (Parte I)

–Nait…

Embriagados por la imagen tan desoladora del triste panorama, permanecieron perplejos. El frío terreno que solía brindar hospicio a diversas plantas como coloridas flores, o hierbas de carácter medicinal, se dedicaba en ese instante a rendir descanso a una cuantiosa cantidad de restos mortales. Varios eran los lotes que eran decorados por fúnebres cruces y con flores ya marchitas cubriendo los montículos de tierra formados por el exceso de contenido que retenía el suelo.

–Nait, esto no está bien –Inma sujetó con rezago los ropajes del susodicho en un intento por hacerle retroceder. Con su otra mano casi cerrada se cubrió la boca mirando el cementerio con la consciencia atormentada.

–Vaya… ¿Toda esta gente habrá vivido aquí? –el joven en vez dejar la infracción hasta ese punto, dio un paso adelante, seguido por otros más, indiferente al esfuerzo de la castaña por impedir que continuara metiendo sus narices en asuntos ajenos.

–¡Hey! ¡No debemos estar aquí! –ordenó Inma creando una extraña mueca que se entremediaba en miedo y enojo, ahogando su propia voz para evitar un escándalo. Nait sin embargo no se reprimió al momento de saciar su infinita curiosidad. Ya desistiendo, la chica se mantuvo fuera de la sala y se apegó rígida a la pared desabrida justo al lado de la puerta que colindaba el corredor con aquel lúgubre lugar–. No, señor. No pienso entrar ahí… –Inma torció la boca y arrugó el entrecejo tratando de reflejar una férrea determinación.

La primera tumba sin duda sorprendió a Nait–. Esta es demasiado pequeña para un adulto…

Justo encima del abultamiento de tierra seca se encontraba un cuaderno de dimensiones adecuadas como para caber en un bolsillo, con una portada presuntamente infantil de motivos relativos al gusto de una niña, asegurando las suposiciones del castaño. Nait titubeó acerca de dejar o no tranquilo el diario perteneciente a esa personita que se había despedido del cruel mundo de los vivos… Pero finalmente se inclinó y con extrema delicadeza lo tomó.

–Nait, debemos tener un poco de respeto, vamos –dijo la chica del cabello castaño cruzando el umbral para hacer un último esfuerzo por culminar aquel abuso de hospitalidad.

–Sí, por favor… –tanto Nait como Inma voltearon hacia la única salida y entrada a ese espacio tan recóndito, donde encontraron a Adán observándoles con una clara consternación marcada en sus pupilas.

Vagando alrededor del patio Florr iba conociendo la estructura donde se protegía de las amenazas exteriores. Realmente no estaba segura de saberlo con certeza o si sólo se estaba engañando respecto a la desaparición de su hermano. Dudaba sobre la posibilidad de su muerte fuera la única verdad existente.

Lo echaba de menos… A pesar nunca le había demostrado suficiente afecto como para sentir ese autodenominado lazo de hermandad. No obstante siempre fue testigo de las decisiones que tomaba para favorecerla y de todo lo que ese moreno se mortificaba por preservarla intacta. Era importante para él de alguna manera y era visible, sumamente. Aún así, no existió un instante en que no estuviera a la espera de algo más… Algo más que no terminaba de hacerse aparecer y que ella no tenía la voluntad de ocasionar.

–Esas estupideces no son importantes ahora, Florr –se reclamó a sí misma.

Su concentración velozmente se ubicó de lleno en un tema de peso mayor, su mente envolvió a dos personas muy especiales. El otro par de hermanos, Eva y Adán… un asunto complicado. De alguna manera u otra las cosas se iban a dar. Momentáneamente esperaría alguna pista de su hermano antes de actuar pero sola nos les confrontaría…

Un indiscreto ruido proveniente de la entrada al fuerte atrajo la atención de la muchacha de ojos grises que captó como un lince la peligrosa presencia de un cuarteto de personas que brindándose apoyo mutuo estaban a punto de saltar por encima de la verja.

Los músculos de Florr se tensaron al instante y sus pulsaciones se aceleraron mientras una dosis de adrenalina se liberaba en su torrente sanguíneo. Más sonidos, específicamente pasos, aparecieron en otra dirección obligándola a girar en el momento oportuno otorgándole una minúscula fracción de tiempo que le permitió evadir a duras penas unos poderosos brazos que deseaban aprehenderla.

La físicamente superior figura varonil tropezó al verse en la obligación de disminuir abruptamente la velocidad de su desplazamiento dando lugar a que recibiera en la rodilla un impacto con todo el peso de la chica que vestía aquella bota implacable. Florr en un santiamén se reincorporó del potente ataque dado por ella misma y entrelazó sus dedos para unificar sus manos imitando a un mazo que cayó con gran fuerza sobre la sien del doblegado hombre.

La chica se dispuso a emprender una acción de huída encontrando como impedimento dos disparos que rugieron al enviar proyectiles de plomo directamente contra ella. La primera bala erró por miserables centímetros rasgando la áspera superficie de su pantalón pero la otra encontró su rumbo perfecto para incrustarse cruentamente entre las carnes del muslo derecho.

–No me gusta que nadie vea este lugar… –dijo Adán sin desprenderse de su cordialidad y su firme educación, recuperando aquel pequeño diario de las manos de Nait–. Ni siquiera a mí me gusta estar aquí.

–Adán, no… no era mi intención –se disculpó el castaño sinceramente arrepentido de haber traspasado un límite que no se le había hecho grave breves instantes atrás.

–No pasa nada –respondió el niño encogiéndose de hombros con la mirada fija en el diario rosado que poseía en sus manos.

Dos estruendos exaltaron al trío, dos disparos sucedidos en el patio del fuerte que provocaron una pronta reacción especialmente en Inma quien fue la primera en acudir a la súbita contingencia que desmoronaba por completo la paz y tranquilidad.

–¡Florr! –recordó Adán, a la chica que se paseaba en las afueras del habitáculo y siguió sin dobles pensamientos el trayecto de Inma.

Una vez pasó el dintel el jovencito fue violentamente capturado por un hombre de gran contextura que le sujetó como a un trapo. Naitsirc no contuvo su impulso para apoyar al pequeño propinándole a aquel sujeto una vigorosa embestida obligándole a soltarle con brusquedad impidiendo que el niño impactara contra el denso y duro suelo. Al instante las costillas del castaño pasaron una cara factura a su alma. Este aulló en silencio el intenso dolor atacante, haciendo un esfuerzo más allá de lo humano para concentrarse en hacerse cargo de su aparente enemigo…

Inma se detuvo para observar la impetuosa riña comenzada a sus espaldas. Se nubló brevemente pero su mente le indicó que tenía una opción para ayudar a sus amigos aunque no era la que ella prefería. Tensó sus piernas antes de ejecutar una corta pero vertiginosa carrera para alcanzar su habitación justo antes de que otro invasor apareciera al final del pasillo en su búsqueda. La chica entró forzosamente a su habitación y se tiró al suelo frente a la cama de su ausente prima en busca del armamento que allí se escondía.

Postrada en la fría cerámica Inma dio una vuelta reacomodando su postura para colocarse boca arriba y encarar a un miembro de los intrusos, empuñando con un pulso tembloroso una larga escopeta, precipitándose a presionar el delicado gatillo desembocando una mortal lluvia de metralla impulsada por el ensordecedor estallido de la pólvora comprimida.

Obstáculos de poca gravedad demoraron más de lo normal el progreso de su travesía, imposible decir cuánto, sin embargo lo había conseguido. Sana y salva Eva había retornado al fuerte pero no fue sino para tropezarse con una demoledora sorpresa.

–No hay absolutamente nada. Ni un rastro, nada.

–¿General? –reclamó un hombre de la decena–. Esto es una pérdida de tiempo.

–Aquí estaban… Ayer –dijo Puma, frotándose el puente de la nariz con el dedo índice y pulgar, irritado.

La ubicación de su hermana era lo que más le preocupaba… Su imaginación le llevaba a visualizar las peores situaciones de una manera tan explícita que podía incluso estar seguro que era realmente lo que estuviera ocurriendo. Uno de los reos se acercó al moreno sosteniendo un objeto muy particular.

–¿Esta no era de esa muchachita? –el General recibió entre manos la escopeta recortada de Florr… una de las pertenencias que ella más cuidaba con celo–. La encontré tirada entre las habitaciones.

Estaba seguro de que su hermana no se iría sin aquel fiel armamento. Esa contundente pista le confirmaba que la salida de aquella preciada chica de ojos grises había sido de carácter anormal, apresurado y quizás impremeditado… aunque también sus deducciones se daban lugar a la posibilidad de que pudiera haber sido llevada en contra de su voluntad. ¿Pero ellos? ¿Cómo se habían enterado? ¿Le habían visto? Si sus sospechas eran correctas de todas maneras aquello no era lo más crítico… tenían también el gran problema y era lidiar con Maya sin conocer la naturaleza de esa chica… La cosa no tenía ni pies ni cabeza.

–Nos volvemos al Hospital –concluyó Puma haciendo círculos en el aire con su dedo índice para promover la reagrupación.

Casi que a regañadientes el conjunto de hombres se dirigió a la salida de aquel refugio fantasma… Esperaban acción, esperaban hacer algo productivo. El “entretenimiento” no era algo que les sobrara en los últimos días.

–Así que me tomé el asqueroso juguito ese para un carajo… –chilló un hombre que cubría su rostro con una densa tela.

–¿Ya vas a empezar a quejarte, hombre? Pareces una niñita –reclamó harto uno de los reos poniéndole una muy mala cara.

–Es que en serio, ¡ese líquido sabe a mierda! –a pesar de lo exageradamente dramático que se comportaba, existía una mínima de razón en sus palabras.

–Bueno, llorón, es tomarte eso o que te joda la radiación.

–Argh… Igual otro vaso de esa porquería me va a matar del asco.

–¡Jesucristo! Qué mariquita…

–Ojalá pudiera usar alguno de los trajes que llevan McCoy, el Chino y el otro negro… –volvió a quejarse el fulano.

–Sí claro, cuando estés dispuesto a sacar tu huesudo trasero del hospital para durar todo el día en el exterior tendrás uno.

–Bueno ya cállense, que el día ya es bastante pesado –dijo otro de los reos poniendo fin a la discusión.

La salida se vio en la compañía de una molesta pesadumbre. El “General” siendo el último se encargó de echar otro vistazo al interior del fuerte antes abandonarlo. Su sangre ardía con el pensamiento de haberle perdido la pista a Florr… Y las posibilidades de que estuviera en malas manos eran colosales.

“Adán” era una palabra que se recalcaba en su pensar con cada latido de su corazón… A una distancia prudente Eva observaba al equipo de asaltantes escabullirse de su refugio con las manos vacías, lo que le llevó a pensar… ¿Les habrían…? Inmediatamente sintió remordimiento de especular de una manera pésima.

Sus incertidumbres se vieron dispersas al tomar en cuenta que el armamento con el que contaban esos tipos hubiera causado un concierto de estruendos que jamás conseguiría pasar inadvertido… Era definitivo, esos invasores no tenían a su hermano y a los otros rezagados. No tenía ninguna alternativa fiable más que seguirlos, necesitaba averiguar algo y quedándose a reposar en su ahora inhabitado refugio no le serviría para nada. Si aquellos les estaban cazando quizás dieran con ellos, y así ella también.

Respecto a sus sospechas sobre la identidad del grupito, apostaba sin duda a los matones del Sara Abelló. Eran los únicos que había visto por esa área, y con ese equipamiento.

Le molestaba ser incapaz de adquirir algo semejante a lo que poseían ellos, y la cantidad de facilidades que provenían de la posesión de un buen rifle de asalto, harían su día a día más ameno… Además de las máscaras filtradoras de toxicidad que algunos de ellos tenían la suerte de llevar puesta.

Quizás podría arrebatarles algunas de sus pertenencias, en algún momento después de que se encargara de encontrar a su hermano primero…

Próximo a los límites de la ciudad, el hotel Sozza, un sitio de hospedaje de excelente categoría, se exhibía aún imponente. Y aunque carente del mismo resplandor del que solía engalanarse años atrás era aún una estructura de inigualable firmeza.

–Bueno, tendremos que modificar la táctica –dijo decepcionado este hombre alto y de óptima musculatura, casi llegando a la meta de los 50 años de edad con unas indiscretas entradas en su corta cabellera ya poblada de canas y una barba de ligera densidad. El condecorado ex capitán del departamento de policía de Mississauga terminó de elevar la larguirucha escalera metálica que utilizaba para acceder al lobby del recinto y la abandonó próxima al borde donde siempre la recargaba cuando deseaba descender.

–Sí, de nuevo, ya ni sé cuantas veces hemos hecho esta mierda. Aah… Sigo insistiendo en que deberíamos dispararles desde aquí, Kalashnikov –volvió a sugerir su compañero por enésima vez, bastante cansado de los múltiples intentos fallidos que acaecían constantemente– Mira la cantidad de cabrones que hay en el jodido lobby –señaló el rubio al piso inferior, plagado de muertos vivientes que obstruían en su totalidad la posibilidad de transcurrir por allí.

Al veterano jocosamente apodado Kalashnikov no le hacía mucha gracia el tema del ruido por un factor muy particular.

–Escúchame, Jazz, si nos ponemos a disparar corremos el riesgo de atraer la atención de…

–Sí, sí… de los burros estos del hospital –finalizó el joven lo que su superior quería decirle, harto de que se lo repitiera una y otra vez–. Pero es que las benditas linternas y las anticuadas lámparas de aceite que consiguió Nina no nos van a durar la eternidad. Y tampoco podemos prender una miserable fogata en esta porquería porque el humo sería peor que un disparo –puntualizó Jason, molesto.

–Prefiero que haya oscuridad a que haya sangre. Esos tipos tienen exploradores ahí fuera y nosotros estamos en el tope de su lista de caza y ya hemos perdido mucha gente –Nikov volvió a reiterar, austero, también cansado de la insistencia–. Tarde o temprano llegaremos a esa reserva, pero con calma.

La reserva eléctrica de emergencia, el principal motivo por el que seguían molestándose por lidiar con la cantidad incontable de cadáveres andantes, quienes dominaban la ruta para alcanzar el objetivo que se situaba en el sótano de la estructura. Durante toda la catástrofe desenfrenada que había acontecido en Mississauga la entrada al hotel no se estuvo cerrada y mucho menos protegida contra la plaga de infectados, lo que les sirvió a aquellos inanimados seres en bandeja de plata un inexorable ingreso. A pesar de todo ese lobby era la única zona no segura, por lo demás, se habían encargado de limpiar cada nivel y también habían imposibilitado el paso por la escalera principal.

–Bueno cómo quieras. Ya qué coño… –respondió Jazz resignado para escaparse de ese tema de agrandada pesadez.

Aquel par invirtió una mínima cantidad de tiempo en subir un piso más, donde le esperaba una bella señorita de una rebelde cabellera negra recogida en una no muy larga coleta con una mirada cálida.

–¿Así que nada de suerte hoy? –dijo Ana recibiéndoles en un pasillo, con las manos en la cintura adivinando el resultado del trabajo de sus compañeros. Siempre había sido muy atenta, en todos los aspectos.

–¡Peor que nunca! –dio Jazz su pesimista informe, resoplando.

–Venga, no desanimes. Tarde o temprano se dará –alentó ella propinándole una suave palmada en el brazo al rubio.

–Es lo que me canso de decirle –respaldó Nikov arrugando la frente y frunciendo los labios para dar a entender que era un caso perdido.

–Bueno y… los nuevos huéspedes… están asegurados. Paul y Nina se encargaron –dijo ella con complicidad al mismo tiempo que una de las esquinas de sus labios se levantase. Los ojos del más adulto se iluminaron al instante.

–¡Ya estamos listos, viejo! –otra persona surgió de entre los corredores–. La… hermanita del “general” está bien atada y no se irá a ninguna parte a menos que nosotros lo deseemos.

Max, un hombre de cabellos oscuros, se apersonó con su característica gallardía y ligereza para conducirse. El varón que apenas se acercaba a la treintena, y al igual que la mujer propietaria de unos resplandecientes ojos azules, Ana, estaba considerado como uno de los más entusiastas colaboradores del grupo de supervivientes integrado por un número exacto de 14 integrantes… reducidos vorazmente de una mayor cantidad en aquellos últimos meses inmisericordes... Siendo los rivales que les disputaban los recursos de la ciudad los principales contribuyentes del deceso…

–Este es Tony, ¿me reciben? –comunicó una voz grave y ronca a través de una radio.

Nikov automáticamente sujetó la radio colgada en su cinturón y se la colocó a un lado de la oreja para establecer la mejor interlocución posible.

–Capitán Kalashnikov aquí, te recibo, Tony –respondió, soltando el botón que le permitía hablar una vez expresada su atención.

–Ya no somos policías, Nikov, deje de hacerse llamar capitán –reclamó, muy claramente afectado por aburrimiento.

–Aún te lidero, te guste o no –dictaminó con algo de guasa–. ¿Qué noticias me tienes, Anthony?

–Los polluelos van devuelta al gallinero –anunció el otro hombre–. Están utilizando el sistema de alcantarillado del este de la ciudad para llegar al hospital.

–¿Puedes seguirlos? –preguntó Max algo intrépido cuando el sujeto de las canas apretó el botón para hablar.

–NE-GA-TI-VO. Están prácticamente a unas pocas cuadras del Abelló. No pienso arriesgar mi pellejo por nada –concluyó Tony rechazando la propuesta.

–No, no, está bien, te quiero cerca de la torre Filly cuanto antes. Voy a enviar a los muchachos a darle una visita al General... –dio advertencia Nikov para que su fiable explorador se pusiera en marcha.

–Okey, dokey, a-mi-gow –concluyó Tony calmado y dispuesto, cortando también la comunicación una vez afirmada la petición al apagar su aparato.


–¡Entonces manos a la obra! –dijo Max lleno de un particular ánimo, con la certeza de que estaba se encontraba en el proceso para conseguir algo grande.

–Voy a recoger mi mochila, ¿sí? –informó Ana alzando las manos como si estuviera a la espera de saber que le habían escuchado.

–Te acompaño, también quiero ir –Jazz se mostró voluntario en apoyar aquel par en la importante labor que se les aproximaba, asintiendo con la cabeza con decisión–. Me gustaría hacer algo productivo el día de hoy… –dijo con un casi ininteligible tono sarcástico que aludía al fiasco ocurrido en el lobby con el hombre que en antaño estaba designado como su capitán.

–Anda, anda –le ordenó Nikov para apresurarle. Tanto el pelinegro como su jefe observaron a Jason y Ana alejarse entre los corredores en busca del equipamiento que requerían para llevar a cabo la tarea encomendada.

–Bueno… –Max también se marchaba.

–Espera –detuvo el cuarentón posando su mano en el hombro de su compañero–. Ten muchísimo cuidado con lo que vas a hacer, Max. Ese método de persuasión tuyo… no es nada cauteloso. Recuerda con quién estamos lidiando.

–Tranquilo, viejo. En menos de lo que canta un gallo vamos a tener a esos cabrones comiendo de aquí... –el joven señaló la palma de su mano, soberbio, completamente seguro de su decisión–. Lo tengo todo controlado, K. Ya vas a ver…

Una vez fuera de las apestosas cloacas el equipo de matones se internó sin contratiempo en un ruinoso centro comercial. Eva no pensó dos veces antes de continuar con su seguimiento, porque a pesar de que no conservara intenciones de tener corta distancia con aquellos, tampoco sentía gusto por permanecer a la vil intemperie de las calles que para nada estaban despobladas.

Adentrándose entre los estrechos corredores formados por escombros, la castaña tuvo que permitir que el espacio entre ella y los reos volviera a agrandarse debido a la poca cantidad de coberturas que se le servían a medida que ingresaban en el gigantesco complejo de mercadeo. Subiendo al siguiente piso los reos se toparon con un par de infectados… lentos pero con una peligrosa agresividad.

Cuatro hombres se ocuparon de la sencilla labor levantando a ambos infectados como trapos y arrojándolos a través del borde de la baranda de cabeza al piso inferior para liquidarlos.

–Whoa, ho, ho… –el hecho les resultaba hilarante– Esos cabronzuelos no se van a volver a levantar.

Más muertos vivientes se apersonaron pero estos fueron fulminados con breves ataques cuerpo a cuerpo que se sucedían con inexistente orden o estrategia aunque compensados por una increíble contundencia que eficazmente eliminaban a los desalmados cadáveres que se atrevían a tomar cercanía con alguno de los reos mermando en absoluto las posibilidades de que alguno consiguiera la carne fresca que su insaciable y descontrolada hambre les exigía.

Los ojos críticos de Eva le indicaban que esos tipos por más indisciplinados que se pudieran ver, tenían una capacidad nata para batallar… y ciertamente demostraban tener una experiencia agudizada respecto a confrontar las amenazas que hacían acto de presencia en ese nefasto mundo con regularidad. Lo tenía claro, debía intentar ser lo más invisible que pudiera ser porque no duraría ni un segundo si llegase a estar bajo la mira de sus anormales vecinos.

El camino lentamente se iba ampliando mientras progresaban en su recorrido a la salida, obligando a la mujer a que se resguardara cada vez más atrás. Igualmente, los presos continuaban dispersándose para barrer su vía dejándole ver con claridad lo que Eva venía sospechando…

–Bueno, el General dejó claro que ustedes tres se tienen que ir a apoyar a los muchachos que fueron a chequear el supermercado –recalcó señalando a un trío de hombres en específico–. Porque creo que a esta hora… –el sujeto que tenía la palabra se miró el reloj de su muñeca, propinándole un par de golpecitos para remover la suciedad que no permitía observar el posicionamiento de las agujas–… Sí, ya deberían estar allá.

Los reos estaban incompletos. Les faltaba un integrante y podía diferenciar cual con una memoria digna de encomio. ¿Pero en qué momento precisamente se había descarriado una de las ovejas? Les había perdido tantas veces de vista que era difícil saberlo.

–Así que muevan ese culo a ver si nos hacemos cuanto antes con esa mercancía–impulsó él agitando sus manos a sabiendas de que en esa época la noche solía caer con muchísima prontitud que antes de la guerra nuclear.

Esperó pacientemente detrás de una columna a que los reos continuaran desplazándose ya fuera del centro comercial y se adelantaran otro poco antes de salir de nuevo a campo abierto.

–Aah… –la repentinamente perturbada mujer emitió un gemido lo más silenciosamente posible tras el vil ataque aturdidor que sufrió su consciente.

Era evidente que el medicamento no había actuado lo suficientemente rápido como para contener otro de aquellos intensos mareos que le hacían sentir tan descompensada. Podía sentir que lo que se avecinaba no era para nada agradable.

Una violenta contracción de su estómago le amenazó con expulsar un contenido inexistente… Cada espacio de su cabeza se revolvió oscureciendo sus pensamientos dejando lugar sólo para concentrarse en una manera de soportar el tortuoso síntoma de su problema de salud. Involuntariamente intentó sostener su frente con su mano sintiendo cómo si esos intensos vuelcos fueran a deformarle el cráneo al mismo tiempo que su garganta sentía la amarga caricia de los ácidos estomacales. Mareada, entorpecida, intentó apartarse aún más de aquellos hombres a los que llevaba un buen rato espiando… Necesitaba vomitar, su cuerpo le estaba exigiendo algo que no podía complacer.

Su visión estaba lentamente dejando de proporcionarle imágenes con sentido para convertirlo todo en un conjunto de objetos abstractos que le dificultaban a un nivel insufrible la capacidad de mantenerse en pie y tan siquiera observar a dónde ir. Cruzó finalmente un irreconocible umbral donde podría tener un lugar en el cual lamentarse sin prohibición.

Apoyada contra una pared no conseguía percibir que la intensidad de su calvario disminuyese. Contrariamente a lo que deseaba, sólo se veía cada vez más entre los brazos de la oscuridad… Siguiente a un par de pasos desmañados una pesada mano atrapó el hombro de Eva de una manera subitánea provocando que sus reflejos actuaran por sí solos girando esta con una velocidad vertiginosa.

Aquel enmascarado no encontró complicaciones en repeler el puñal que la castaña deseaba enterrarle con automaticidad gracias a su patético estado de lucidez. Pero no sólo atrapó su muñeca sino también rodeó su torso con su largo brazo para evitar su estrepitoso derrumbe.

–Eva…

Escuchó ella un segundo antes de perder absolutamente la propiedad de su conocimiento…

Las horas transcurrían y transcurrían y nada… ¿Qué estaba ocurriendo? No tenían mínima idea de por qué se encontraban allí, con un tipo bien armado custodiando detrás de la puerta que los mantenía encerrados en aquella curiosamente cálida habitación de grandes lujos…

Ningún tipo de móvil para ese “secuestro” se había manifestado ante ellos… Sus suposiciones se encontraban en una especie de limbo sin definir con claridad la naturaleza de sus captores. No habían tenido que afrontar un trato del más gentil del mundo, sin embargo durante esos días los comportamientos agrios parecían ser tradición, no era algo que les preocupara en demasía y, por otro lado, tampoco habían notado alguna disposición en injuriarles… al menos no a ellos.

La cabeza de Adán estaba completamente ofuscada con demasiados pensamientos… Su hermana, Eva, ¿Dónde podría estar? Sólo se habían sido separado una vez y no guardaba sino incómodos recuerdos de ese casi tortuoso período añadiendo el factor tan grave que se imponía en esta ocasión y era el hecho de que ella no conocía en absoluto su paradero… Y de igual manera su mente se centraba en la ausencia de Florr con quién los secuestradores parecían tener una especial obsesión nada sana…

Lo que más le atormentaba era la impotencia, la incapacidad de poder ayudar, de conseguir una solución. El niño caminaba persistente de un lado a otro mirando en cada rincón de la habitación con una extrema minucia.

–No servirá… –reflexionó Naitsirc observando la altura del edificio desde una de las ventanas.

Sin cesar seguía analizando la peligrosa ruta de escape que con solo sacar la cabeza le había bastado para saber que era imposible de utilizar debido a la gigantesca caída. Finalmente desistió para pensar en algo más… Todas las cartas jugaban en su contra, pero no podían permitirse la entera rendición.

Los curiosos ojos cafés de Inma se vieron cautivados por un par de pertenencias ajenas. Unas maletas con las que se había topado al examinar el armario de la habitación. Aquellas personas que les habían puesto en cautiverio no revisaban muy bien su propio dominio, dado el aspecto de aquellos contenedores… Con nulas ganas de retrasarse la castaña utilizó su “brazo bueno” y levantó de un tirón el bulto para arrojarlo sobre la amplia cama. Así ya con más comodidad se inclinó impulsivamente hacia el piñón que deslizaría a lo largo de la cremallera para revelar el oculto contenido que deseaba conocer.

Una larguirucha caja metálica, completamente negra, apareció ante ella. Frotó la superficie intrigada pero aquello no le decía nada aparte lo lisa que era, estaba muy bien cuidada, sin una sola línea mancillándole. Después de unos brevísimos segundos la chica ubicó el par de broches que sellaban la peculiar caja y sin un esfuerzo superior al de presionar los costados de ambos simultáneamente, el objeto cuadriculado dio apertura.

–Uau… –Inma se deslumbró con aquel hallazgo tan interesante… Sus pequeñas manos inquietas atraparon con firmeza el trasto antes de empuñarlo con profesionalidad.

Ya hacía bastante tiempo que no veía ninguno, y menos como ese. En antaño, antes de que la vida común se jodiese por completo, había poseído uno aunque de no tan elevada calidad. Sus dedos se deslizaron por la cuerda trenzada hasta detenerse exactamente en el centro para delicadamente tirar de ella. Inconscientemente sus labios se transformaron una sonrisa de pura nostalgia al sentir de nuevo el gusto tan grato que le traía recordar el que fue su más fiel pasatiempo.

–¿Eso es un… arco? –preguntó un Nait al observar a su amiga.

–Olímpico –dijo ella exteriorizando su felicidad en su simpático semblante.

Dentro de la caja no consiguió solamente aquello sino también el resto del equipo de mayor relevancia para la utilización de semejante artículo… El casi imprescindible guante de tiro y el respectivo carcaj, muy amplio y surtido de una vasta cantidad de resistentes flechas de carbón dentro.

–Me gustaba mucho practicar el tiro al blanco… de hecho, una vez gané una medalla de oro en una competencia –contaba la castaña muy entusiasmada mientras sus ojos brillaban–. Pero fue sólo una vez… nada más.

Naitsirc se le acercó con una mirada maliciosa aunque seria–. Inma –susurró él con recelo–. ¿Sabes que lo que tienes entre manos… es un arma?

–Aah… Nait, no, no –negó la chica viéndose atacada por una fuerte pesadumbre.

De alguna manera, sentía que transformaría un agradable recuerdo en algo más allá de lo bizarro… Pero, a pesar de que él alcazaba a comprenderla, el castaño no se veía en la posición de abandonar su idea…

Pasos, vocalizaciones ininteligibles y ruidos cortados atrajeron nuevamente el natural estado de alerta que solía llevar consigo. Eva abrió los ojos hallándose recostada cómodamente en una cama.

–Para, nará, nara, na, nará… i want’cha here… –una figura varonil se encontraba en la habitación con Eva, de espaldas, levantando una delgada cortina para ver al exterior mediante una sucia ventana, tarareando de una forma tan rara mientras meneaba la cabeza– In my room…

La castaña observó en derredor, sin hacer un solo movimiento para no alertar a quien parecía ser su celador.

–Now i wanna… be your cat. Now i wanna… be your cat… –no paraba de “cantar” entre dientes aquel coro aparentemente sincronizando los movimientos de su cabeza con su propia melodía.

Situó con la vista su mochila no muy lejos de sí, en una mesa pequeña a su izquierda, sin embargo se encontraba aún más lejana que ese tipo… Sin duda lo mejor sería que aprovechara el factor sorpresa para sacarle de combate y así posteriormente ir a por sus pertenencias… Sería pan comido, contó hasta tres en silencio antes de cometer un vehemente ademán que no pasó de ser eso. Su ejecución se vio ruidosamente frustrada por unas sólidas esposas que ataban su brazo izquierdo a unas barras de acero en el borde de la cama.

El hombre volteó sereno hacia ella con su rostro protegido por una máscara antigás, advertido del despertar de la damisela. Eva lo identificó de inmediato. Era el “extraviado” del grupo de reos… Vestía, con la capucha puesta, una sudadera negra bastante magullada con logotipos e imágenes clásicas que se basaban en la música rock muy desgastados, pantalón beige de cargo igualmente maltratado y unas poderosas botas de un tono bastante oscuro, color café, dignas de un alpinista.

Se tomó un instante antes de acercarse hacia Eva, aunque no precisamente por esta, sino por una mesa muy próxima donde reposaban unos determinados objetos.

–Te conseguí una botella de agua, una lata de atún y este presunto postre –el último envase lo sostuvo con su mano enguantada para observar con detenimiento de qué se trataba– que al parecer es una gelatina… posiblemente… caduca.

Analizando mas profundamente la situación, Eva se arrimó un poco hacia el borde paralelo a aquel sujeto como medida preventiva. Era bien sabido que estaba en desventaja, pero no precisamente indefensa… si deseaba violentarla, iba a tener fuertes complicaciones para lidiar con ella. Su disimulada postura defensiva se hizo presente y el cuerpo se le tensó a la espera de cualquier actividad brusca.

–Pero a buen hambre –dijo con un tono de resignación en su voz abandonando el botecito en su mismo lugar, incluso girándolo para recolocarlo en la misma posición con exactitud.

De nuevo se alejó de la prisionera. Eva recogió las piernas a medida que el sujeto se preparaba para sentarse en la esquina inferior de la cama… El cochón se hundió parcialmente hacia el hombre de la máscara una vez sus posaderas yacieron en él. Las miradas de ambos se conectaron rápidamente.

–Estamos en el hospital, ¿no es así? –preguntó la mujer del cabello cobrizo mordiéndose luego el labio inferior… cómo de costumbre, cuando comenzaba a sentir mucha tensión.

–Sí.

Aclaró sin adornos. Manteniendo la conexión visual hasta el momento en que se dispuso a hurgar entre sus bolsillos.

–Ya he visto uno exactamente igual a este –dijo el encapuchado sosteniendo entre sus dedos el Walkie-Talkie que utilizaba Eva para coordinar sus intercambios con el enigmático Doctor Payne–, en este hospital.

La preocupación de la mujer aumentó exorbitantemente así como su ritmo cardiaco al ver que su trascendental negocio clandestino se encontraba comprometido. De no ser por el frío, una gota de sudor habría recorrido su frente.

–¿De dónde lo conoces? –lo que más le perturbaba a Eva era la anormal tranquilidad que su captor transmitía. La mirada no paraba de cambiarle entre el aparato electrónico y los ojos del sombrío acompañante.

–Yo…

–¿Trabajas para él? –interrumpió su fría voz, distorsionada por los filtros de la máscara. Sus preguntas parecían no ser más que retóricas– Esto te lo da el doctor… ¿cierto?

Dicha la suposición el hombre de incógnito hizo aparecer otra contundente prueba emergente también de los profundos compartimientos de su pantalón: el bote de las pastillas.

– “Yodo” –leyó él. Y el silencio reinó junto con un aura taciturna, por al menos un minuto– Me gustaría saber que no, pero por todo lo que veo… estás enferma.

–¿Y qué? –preguntó desdeñosa sin cambiar la posición de su cuerpo, aún expectativa–. ¿Ahora qué?

Él se levantó, dejando tanto el contenedor de medicina como el aparato intercomunicador sobre la cama y se dirigió hacia la ventana una vez más–. Tampoco eres una minusválida. Quiero que te me unas.

–A ti, a una manada de salvajes –denominó después de un corto resoplido.

–Sí.

–Yo les he visto en acción, les he visto acribillar supervivientes vagando por la ciudad. Y más o menos tengo una idea de lo que ustedes hacen cuando capturan mujeres –dijo Eva descontenta y bastante reacia.

–Lo que ellos… ellos, le hacen a las mujeres –aclaró con intención de diferenciarse de los demás habitantes del hospital.

–Ajá, ¿y quién eres tú?

–Se supone que soy el General… –respondió no sintiéndose muy propio del nombre– Y voy a cambiar lo que tú has dicho. Toda esta insensatez y mediocridad la quiero ver desaparecer. Sé cómo hacerlo, con lo que tengo en este hospital en conjunto con todo lo que aún tiene esta ciudad, puedo hacerlo –afirmó, con un denso nudo en la garganta que le producía su visión sobre el futuro que añoraba–. Puedo hacer que todo mejore…

Su irrefutable sinceridad sumergió a Eva en sus pensamientos, en el antaño, en algo que parecía el sueño de un niño. La mujer abatida internamente por emociones sintió un escalofrío estimular su espina dorsal.

–Yo te protegeré, pero igual que la ayuda de todos necesito la tuya porque no puedo hacerlo solo...

Dijo, apartándose de la ventana, echándole un último vistazo a la dama.

–Te dejaré para que descanses, y también puedas reflexionar sobre mi petición –informó el enmascarado dirigiéndose a la puerta que simbolizaba la salida de la habitación, abriéndola en cuanto la alcanzó–. Nadie más sabe que estás aquí.

Notificó antes de cerrar calmadamente la puerta para dejar en absoluta soledad a la castaña… Seguidamente Eva se relajó, con un inconmensurable alivio extendiendo sus piernas y reacomodándose sobre la cama e incluso cubriéndose con la blanquecina sábana, preparada para tomar la decisión de acatar la primera sugerencia que ese hombre le había hecho. Quería dedicarse a descansar, al menos… físicamente.
 Entre las profundidades del hospital, específicamente en el sótano del edificio aguardaban un par de sujetos, descuidados, sumergidos entre basura, herramientas para diversos fines y una increíble cantidad chatarra metálica.

–¿Walley, Louis? –Caine, uno de los principales celadores de la mujer encargada de la atención médica en el hospital, Selene, se aproximó hacia los dos especialmente malolientes personajes que se encontraban sentados junto a una columna del poco alumbrado estacionamiento.

–¡Eeh! Pero si es el señor vagina facial... –balbuceó Louis burlándose de la gran cicatriz que recorría el semblante del recién llegado, frotando su poblada barba mientras intentaba ponerse en pie.

–¡Oye, Caine! –Walley, era un hombre más delgado, con menos vello facial y también estatura–. ¿Nunca te he dicho que te pareces a mi mamá? –preguntó riendo sin sentido, en el suelo–. Eres calvo, feo, amargado y tienes una cara de prostituta maltratada que no te la quita nadie.

Aparte de en la mecánica, el par de sujetos invertían el tiempo en abusar de los medicamentos del hospital para drogarse. Experimentando cada vez más de una manera desmedida.

–¿Otra vez con el Resgrip…?

–No, no, no, no, no, no –dijo Louis hablando de la misma manera que un ebrio, con apenas claridad, agitando su mano de forma negativa también.

–Mira que la última vez acabaste en el piso convulsionando con espuma y vomito saliéndote por la boca por andar de creativo –remembró Caine, estresado.

–Bueno, ¡sí!… pero no –contestó Louis haciendo un inentendible ademán que casi le envía devuelta al suelo asfaltado.

–¡Esto no es jarabe! –quiso decir Walley, aún echado, algo más lúcido que su colega– ¡Tiene!, pero sólo un poco del jarabe para la tos… –indicó el lunático–. Esto… esto es un coctel… de pura vida, be-bé… –el desaliñado se meneó ligeramente para acompañar sus palabras con un espasmódico bailecito.

–Deberían empezar a bajarle a la medicina o van a terminar muertos.

–¿Y qué carajo importa? Igual… Igual nos matan a mordiscos… o un… o uno de esos cabrones, rivales, ¡BUM! –Louis imitó con su mano la figura de una pistola y su mecanismo de ejecución mientras seguía sin concebir una sincronía en sus movimientos–, nos vuela la tapa del… del… coco.

–Miren pueden irse a cagar, ¿okey? –concluyó el hombre tuerto, irritado por los dos seres que no parecían tener ningún arreglo–. Lo que quiero es saber cómo está la ambulancia porque podríamos necesitarla.

–Oooh… pues la nena está lista para el rock n’ roll… –dijo Walley.

Aquel era el único vehículo del que disponían para trasladarse por tierra puesto que el resto se habían utilizado, al parecer, para atender la inmanejable cantidad de necesidades que habrían surgido en todos los lados de la ciudad de Mississauga. Aquella única ambulancia sin embargo se había mantenido indispuesta por un muy extenso periodo de tiempo para someterla a severos arreglos mecánicos que lograrían mejorar sus capacidades lo suficiente como para atravesar la ciudad sin demasiados inconvenientes.

Caine se apartó de ese par para dirigirse a la no muy distante ambulancia… La primera impresión fue placible. Aquel dúo de locos había reemplazado el parachoques delantero por uno mucho más grueso que lucía un “mataburros” igualmente modificado para permitirle al robusto vehículo abrirse el paso entre los múltiples obstáculos de la ciudad. Densas y fuertes rejillas también fueron integradas con el fin proteger el parabrisas y las ventanas laterales de impactos así como se hizo una mejoría en los guardafangos que resguardaban las nuevas llantas.

Lo que indudablemente también resplandecía era el cambio en la cabina trasera, donde se habían abierto pequeñas igualmente protegidas ventanillas que permitirían a cualquiera disparar desde su interior… o al menos era la primera utilidad que le podrían dar según su mentalidad… Y eso sólo era en lo exterior. Las ganas le abrumaban con probar como aquel monstruo se desempeñaba en el ruedo…

El calvo sin más palabra que mediar y sin más asuntos por resolver, abandonó el sótano encantado de alejarse del par de seres que habitaban en el estacionamiento.

–Hey, hey… Míster Caine –Crow le recibió a pie de la escalera, mientras jugaba tranquilamente con una moneda desgastada, lanzándola al aire tras atraparla, una y otra vez–. ¿Cómo están nuestros buenos amigos? –preguntó con cierto ánimo en sus palabras–. No estarán jugando a las espaditas otra vez, ¿eh…?

–Cállate –ordenó amenazante sin dejar de reflejar su asco en su rostro que un perturbador recuerdo le generaba.

–Bueeeno, bueeno… Sabemos que los yonkis esos no estaban haciendo cositas –el burlón de Crow se recargó en la pared antes de adoptar una expresión mucho más seria. El cara tatuada miró a sus alrededores con recelo y volvió la vista a su compañero–. Tengo algo que contarte, un poco raro… respecto al General –dijo–. Ahorita se ha llevado a una rubita del “burdel”. Una que atrapamos hace nada en el mismo supermercado que nos indicó… Y estoy muy seguro que no es para darse un gustito.

–¿Qué sé yo?, quizás quiera su esclava personal. Me importa muy poco lo que ande haciendo con las mujeres del burdel –contestó Caine demostrando su indiferencia, cruzando luego los brazos.

–No, no… sabes muy bien que él nunca le ha puesto un dedo encima a ninguna de las mujeres que han entrado en el hospital. Esta es como la segunda vez que baja a ese lugar. Además –Crow miró a su alrededor una vez más–, el cuento del supermercado no cuadra. Estoy seguro de que no estuvo sólo ahí como él dice –el moreno se enderezó antes de continuar hablando–. No es el gran acontecimiento, la verdad. Pero me gustaría saber por qué últimamente nos miente y se está comportando tan extraño.

–Pues, no lo sé… Hoy tampoco llegó junto al equipo de hombres que se fueron con él al tal fuerte ese en las afueras de la ciudad –comentó el calvo sujetándose la barbilla, dudoso–. Y nadie se enteró de cómo carajo había entrado, simplemente apareció aquí.

–Lo mejor es que mantengamos los ojos bien abiertos…

–Puma.


3 comentarios:

  1. Vaya como ha bajado la calidad de Puma,me he liado con tanto personaje secundarío nuevo,aparte de los 10 años que habeis tardado en publicar un nuevo capitulo,creo que me pasare por aqui una vez al año,con suerte habran tres capitulos nuevos,de verdad es una falta de respeto a vuestros seguidores,si lo haceis con pereza mas vale que acabeis e fic,por mucho que mole...

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  2. Sinceramente, mi querido anónimo, no puedo hacer más que darte la razón. Por mi parte, estoy haciendo todo lo posible para que estos problemas se solucionen, pero a ver...

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  3. Al sellor CyB le doy toda la razón. De hecho publiqué esta primera parte para no tenerlos tanto esperando, he abusado del tiempo, pero sin embargo tomo en mi defensa (y también en la de mis compañeros) el hecho de que aquí nadie es escritor dedicado, o de profesión para ser más claros. Somos un montón de muchachitos dejando volar la creatividad y así como cualquier humano normal tenemos cosas que hacer en la vida aparte de trabajar en el Fic, acotando también que no me tienta nada la idea de entregar un trabajo de tres párrafos que considero, aún así, mala mía porque siento que me he puesto un poquito-bastante exquisito con eso, LOL. Pido disculpas, en serio.

    De segundo, respecto a la calidad te sugiero que no desesperes, mi anónim@. Esta es una primera parte, así que vas a sentir un vacío claramente. Ojalá algún día nos crucemos en el xat así me dices con más claridad qué es lo que menos te gusta o si me quieres decir unas cositas aqui mismo te puedes sentir libre :P

    Y también te doy la razón con lo de los secundarios... El experimento como que no salió muy bueno... Pero todo tiene solución!

    Bueno, ya dejo el fastidio. Muchos besitos y abrazos (o metedera de mano que es lo mismo).

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