Big Red Mouse Pointer

jueves, 28 de septiembre de 2017

RNH1: Pesadilla de un alma marchita

Capítulo 05 - El corazón de la resistencia

11 de Julio del 2012

Lentos y con mucha precaución, los pasos del trío avanzaban en dirección recta por una desolada calle, adentrándose entre las tinieblas de la noche alertas de cualquier posible amenaza inminente que pudiese sorprenderlos, bien desde el suelo, o como hacía unos instantes, desde las alturas del tejado de una edificación. Había tenido lugar hacía tan solo unos minutos. Él, junto a Davis y Diana, y acompañado por los dos miembros de las milicias de la ONU, Karen y Shaun Owens, habían sido atacados por un grupo militar que les acechaba desde las alturas de una edificación a varios metros de la intersección en la que se encontraban examinando los restos de una antigua batalla entre milicias y civiles contra hordas de muertos vivientes en el proceso de evacuación de civiles a la base militar en el centro de Stone City.

Sorprendidos, e impotentes ante la tentativa de asesinato de un cuarteto de milicia uniformada de negro, todos hubiesen perecido en el brutal tiroteo de no ser por el heróico, y desde su punto de vista, acto suicida del joven civil Davis Taylor, quien por voluntad propia se lanzó como cebo para distraer a los atacantes permitiendo a sus compañeros escapar del fuego cruzado, empleando sus pistolas y una bomba de humo. No obstante, uno de los soldados empleó un arma de gran potencia, un lanzacohetes, para derribar de un poderoso disparo un edificio en mal estado, cuyos escombros cortaron el camino entre Davis y ellos, obligando al joven a separarse de sus compañeros antes de que el grupo de soldados pusiesen nuevamente su mirada en él y lo matasen. Antes de dividirse, el joven había quedado con ellos en encontrarse en la base militar en el centro de la ciudad.

No obstante... ¿Sería capaz Davis de llegar al centro de la ciudad por su propia cuenta? El soldado de la milicia americana no dejaba de darle vueltas. Aquel chico mentalmente estaba bastante inestable por toda la cadena de acontecimientos que habían tenido lugar a su alrededor en tan poco tiempo que no le permitía asimilar las anteriores desgracias que le había tocado vivir. Si esos militares decidían ir tras él, entonces... El soldado negó con la cabeza. No debía de ser tan pesimista respecto a Davis, aunque no serlo le era casi imposible teniendo en cuenta las circunstancias que le rodeaban. Dejando a Davis de lado, la situación tampoco iba muy bien para ellos. Estaba herido del anterior enfrentamiento contra la milicia que los atacó cuando él y Davis viajaban con un grupo de cascos azules y civiles.

A pesar de haber recibido tratamientos por parte de Karen, tenía el brazo derecho casi inservible, no debía de moverlo mucho si quería que sus heridas se curasen correctamente, por lo que tan solo portaba una pistola completamente descargada que utilizaba con la mano izquierda. Desde que se alejaron del campo de batalla no habían detenido sus pasos ni un solo instante, y teniendo en cuenta que además cargaba con Diana empleando únicamente su brazo izquierdo mientras esta le rodeaba el cuello con sus brazos, tampoco había podido parar a recargar la pistola con el único cargador que aún le quedaba. Hablando de la chica, la pobre estaba asustada por el tiroteo que había sucedido allí atrás, desde que se alejaron no había vuelto a abrir la boca ni a separarse ni un instante de él, agarrándose con fuerza enterrando su rostro en el hombro del soldado.

O era el miedo, o era que se había quedado completamente dormida, una de dos. Diana estaba bastante cansada, aunque no era la única, él tampoco había dormido mucho en los últimos días, y su dolorido y agotado cuerpo le suplicaba por cerrar los ojos y dormir de una vez por todas para descansar y sanar sus heridas y dolencias. Tras él, los hermanos Owens caminaban sin mucho que decir. Karen ayudaba a su hermano Shaun a caminar, pues el soldado herido de bala era incapaz de apoyar uno de sus pies en el suelo sin sentir un dolor atroz recorrer sus nervios.

La bala tuvo que perforar algún hueso con total seguridad, necesitaba ir a un centro médico y recibir un tratamiento indicado para el disparo lo antes posible, afortunadamente el improvisado vendaje que Davis le hizo evitaba que se fuese desangrando y dejando un rastro de sangre por el camino que los monstruos pudiesen seguir hasta dar con ellos. Kyle alzó la cabeza al cielo nocturno, entre algunas oscuras nubes, el resplandor plateado de la luna llena podía apreciarse entre el conjunto de las estrellas que iluminaban débilmente el firmamento.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó el soldado latino girando la cabeza para ver a los hermanos caminar detrás de él.

Karen lo observó por unos instantes, y después a su hermano cabizbajo.

—Necesita descansar. A pesar del vendaje de Davis está perdiendo sangre, y la herida le duele bastante... —comentó viendo como en silencio Shaun tensaba la mandíbula mientras incontables gotas de sudor emanaban de su rostro.

—Está bien, yo también estaba pensando en lo mismo. No se ve bien, y sería recomendable resguardarnos para que esos soldados, si nos están siguiendo el rastro, nos pierdan un rato. —contestó Kyle.

—Bien. Gracias. —contestó simplemente mientras continuaba ayudando a su hermano caminar.

El grupo continuó en silencio un rato mas hasta que encontraron una juguetería aparentemente vacía y con sus puertas abiertas de par en par. Kyle examinó unos instantes el interior, golpeando con un puntapié un balón de fútbol que había cerca de la entrada, golpeando con el impacto una estantería llega de algunos juguetes de plástico que cayeron de inmediato al suelo ocasionando un pequeño estruendo. El soldado permaneció unos instantes en silencio parado a la entrada de la juguetería, aún cuando el balón detuvo sus contantes y sonoros botes a medida que se perdía en el interior del local.

—Parece que está vacía —comentó tras permanecer unos instantes en silencio a la espera de ver algún movimiento o escuchar algún sonido en respuesta a su pequeño alboroto. —Vayamos dentro. —Le indicó a Karen y Shaun.

Ante la confirmación del soldado todos entraron al interior del local, cerrando las puertas de vidrio una vez entraron. Karen dejó sentado en el suelo a su hermano para acercarse rápidamente a una estantería repleta de cojines de distintos colores y formas un tanto infantiles que no dudó en tirar y amontonar en el suelo.

—Vamos, muévete un poco y túmbate ahí. Voy a comprobar el estado del disparo. —dijo la joven mujer a su hermano mientras lo ayudaba a levantarse para ayudarle a acercarse y tumbarse en el montón de cojines.

Kyle, por su parte, bajó a Diana de sus brazos medio dormida.

—Siéntate en esa silla de ahí si quieres, voy a examinar un poco esto. —comentó el soldado acariciando la cabeza de la chica.

Con un simple movimiento de cabeza, asintiendo a la petición, Diana se dirigió a una mesa grande de plástico rodeada de varias sillas de colores del mismo material mientras se frotaba los ojos cansada. Kyle no tardó en meter su último cargador en la pistola, para instantes después echar un vistazo a su alrededor. A excepción de las luces de las farolas de la calle que entraba por las puertas de vidrio y las ventanas del local, el resto de la estancia estaba completamente a oscuras. Vio el interruptor en la pared, pero no le pareció buena idea el encender la luz y delatar el lugar en el que se ocultaban a posibles enemigos que estuviesen por la zona.

—Oye, Karen. —llamó el soldado viendo a esta quitándole a su hermano el vendaje de Davis. —Voy a ir a ver si encuentro alguna vela o algo para iluminar un poco el lugar, tengo una linterna, pero es muy potente, y al estar tan cerca de las puertas de vidrio y las ventanas, la luz se podría ver desde cierta distancia desde el exterior. Tampoco quiero encender las luces para que nadie nos descubra —comentó acercándose a la mujer.

—Vale, me parece. Yo estaré aquí con mi hermano.

—Bien, vigila a Diana también. —solicitó echando un vistazo a la chica recostada en la mesa de plástico con los ojos cerrados. —Cualquier problema me avisas.

—Está bien. —respondió sin levantar la cabeza para mirar a su compañero.

El soldado sacó de uno de los compartimentos de su cinturón una pequeña linterna y comenzó a adentrarse entre los oscuros pasillos del local alumbrando con la blanquecina luz del aparato luminoso, sujetándola con la mano derecha, mientras que con la izquierda empuñaba la pistola. Estaba bastante oscuro a decir verdad, por fuera la juguetería no parecía demasiado grande, pero por dentro había toda una red de pasillos que separaba los productos que el local comercializaba en distintas categorías.

En teoría, sí, en teoría, no debía de haber muertos vivientes, ya que no vio ni escuchó nada tras emplear el balón de fútbol que provocase la respuesta de algún morador de las sombras que deambulara por los oscuros pasillos del local, no obstante, previsor, Kyle se esperaba cualquier cosa, por lo que no veía tan mal en llevar el arma desenfundada en caso de alguna posible sorpresa.

La luz de la linterna era bastante potente a pesar del pequeño tamaño del dispositivo, veía con bastante claridad el pasillo por el que andaba, completamente llenos de peluches a ambos lados de las estanterías, peluches que parecían fijar sus miradas de plástico en la figura del soldado latino que andaba entre las estanterías repletas de ellos. Sí, sabía que solo eran peluches, objetos inanimados, pero por alguna razón le daba cierto “repelús”, se sentía observado por todos aquellos centenares de ojos de plástico. No solo en las estanterías, en el suelo también había muchos de ellos. El soldado suspiró y cambió de pasillo entrando a la sección de disfraces, abandonando con ello la sección de muñecos.

—Vaya... mira que bien...

Lo primero que vio el soldado al cambiar de sección fueron varias decenas de maniquís de distintas estaturas, posando y vestidos con distintas clases de disfraces. Si ya lo anterior le parecía tétrico, esto aún mas... No obstante, apenas recorrió unos metros entre las sombras humanoides arrojadas en el suelo, cuando captó un extraño olor. ¿Colonia? ¿Perfumes? ¿Ambientador, quizás? No olía mal, la verdad, pero sí muy fuerte. A medida que andaba recorriendo el pasillo contemplaba varios fragmentos de cristal brillando ante el reflejo de la luz de la linterna.

Puede que se tratase de los recipientes de algún perfume, pensó al ver fragmentos de colores con algunos dibujos y trozos de pegatinas de algún tipo. No obstante, el soldado no tardó en percatarse de algo que llamó su curiosidad, pequeños rastros formados por gotas de sangre se encaminaban en la dirección que él seguía, sangre que impregnaba algunos de los fragmentos de cristal. El soldado frunció y ceño y resopló con pesadez, sin nada mas que pensar y apretando con fuerza el mango de la pistola, continuó en dirección recta, adentrándose mas en los pasillos siguiendo el rastro de gotas rojizas.

Mientras tanto, Karen terminaba de quitarle a su hermano el vendaje con mucho cuidado. Esperaba que Kyle diese con alguna vela o algo que emitiese una luz suficiente como para alumbrar sin ser vistos desde el exterior, pues como dijo Kyle, la entrada del local tenía grandes puertas de cristal y varias ventanas que delatarían fácilmente la luz de una linterna potente como la suya. El local, a pesar de recibir la luz de las farolas de la calle, tenía muy poca iluminación, las farolas mas cercanas estaban al otro lado de la acera, y otras, a varios metros a la derecha del local, en la misma acera en la que este se encontraba. No veía bien a pesar de estar bajo la tenue luz que entraba desde una de las ventanas. Una vez quitado el vendaje improvisado, Karen debió de forzar su mirada para tratar a duras penas por la iluminación, comprobar el estado de la herida.

—Joder... no veo una mierda... —susurró frustrada.

—En... mi bolsillo... derecho... —susurró Shaun rozando con los dedos el bolsillo en cuestión.

Karen no tardó en rebuscar para hallar un pequeño encendedor en su interior. La mujer acercó el encendedor a la herida, no obstante, la llama anaranjada no duraba mucho encendida, al parecer no quedaba mucho combustible en aquel viejo mechero.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó tocando su frente para apartar la mano casi al instante. —Dios mío... ¡Estás ardiendo! —Karen miró a su hermano atónita ante la fiebre súbita que lo dominaba. —Solo.... solo ha sido un disparo de bala en una zona no letal... ¿Por qué esta fiebre repentina? —susurró viendo a su hermano cerrando los ojos, pálido como el mármol, centrando sus esfuerzos, los cuales iban desvaneciéndose por cada nueva gota de sudor de su frente, en tratar de controlar su pesada respiración.

Karen se frotó la frente con su mano tratando de pensar en algo. Se veía muy débil, pero dejando todo aquello de lado, no comprendía aquella súbita fiebre que le había aparecido de un momento a otro. Hacia rato desde el tiroteo, y a excepción del disparo, todo el tiempo que habían estado juntos, Shaun se había encontrado en buen estado. Mordiéndose el labio inferior, Karen suspiró pesadamente tratando de calmarse, y nuevamente encendiendo el encendedor para contemplar la herida de bala.

—¿Pero que demonios? —la llama se apagó nuevamente. —¡Joder! —exclamó volviendo a presionar el interruptor del condenado encendedor.

La carne afectada por la herida de bala había comenzado a despedir un hedor a podrido, y por toda la herida, en pleno proceso de putrefacción, un montón de pus iba emergiendo poco a poco.

—La sangre se está coagulando... —Realmente no lo entendía, no entendía que le estaba sucediendo a su hermano ante un simple disparo no letal. —Yo... esto... —Karen suspiró con pesadez sin saber que decirle a su hermano o como actuar.

La joven mujer cogió la mano de Shaun, temblaba. No quería admitirlo, pero... Ella ya sabía como acabaría todo esto. Mordiéndose el labio inferior, Karen trató de contener las lágrimas sintiéndose impotente al ver como su hermano moría lentamente frente a sus ojos, incapaz de hacer nada mas que observar su rápido deterioro y la batalla que inútilmente libraba contra la muerte. Ella no era médica, sabía algunos conocimientos básicos, pero poco mas. Debía de tratarlo alguien adecuado, el problema, es que no había nadie cerca, y aún habiendo alguien próximo a ellos, no había instalaciones ni material médico cercano con el que poder tratarlo. Estaba condenado. Nuevamente la llama se apagó, y con ello, un sonido familiar la sobresaltó, disparos.

—Kyle... —susurró mirando hacia los oscuros pasillo que se internaban al fondo del local. Después observó a Shaun. —Voy a dejarte un momento, ¿de acuerdo? Volveré en un instante. —No obstante, su hermano continuó con los ojos cerrados, simplemente respirando sin darle respuesta alguna. —Ahora vuelvo... —susurró poniéndose en pie y recogiendo su fusil del suelo.

Entonces su mirada deparó en Diana, quien permanecía dormida recostada en la mesa de plástico, y después, observó la puerta de vidrio que servía de entrada a la juguetería. Pensó en bajar la cortina metálica, pero haría demasiado ruido y podría atraer la atención de los enemigos cercanos, por lo que se decantó por atravesar por el hueco entre los manillares de las puertas una bate de béisbol que encontró en una de las muchas cajas de juguetes tiradas por el suelo. No es que fuese un método infalible al ser unas puertas de cristal, pero al menos no se abrirían fácilmente si algo o alguien tratara de abrirlas desde el exterior. Inmediatamente hecho aquello, Karen se adentró entre los oscuros pasillos carentes de ventanas, alumbrándose con el condenado encendedor que debía de encender cada poco rato.

Paso a paso, Kyle se adentró a la sección de perfumes, y como ya era costumbre en aquella tienda, yacían la mayoría de artículos reventados por el suelo mezclándose los diversos olores con el olor de los rastros de sangre que había por la zona. Finalmente, alzando la linterna se topó de lleno con una puerta doble en la que se veía claramente el cartel que anunciaba que se trataba del almacén de la juguetería. Kyle entró con sumo cuidado al interior de la estancia, que como el resto del edificio, permanecía a oscuras. Su linterna le permitió ver el inicio de una escalera que descendía a algún lugar. A medida que bajaba los peldaños de madera, procuraba no pisarlos con demasiada fuerza para que estos sonaran lo menos posible y así no delatar su posición al enemigo.

—Este olor... sangre. —susurró reconociendo el olor que inundaba la estancia con mas fuerza a medida que descendía por la escalera alumbrándose con la linterna. —Parece que este sitio no está tan vacío como parece... —Finalmente vio el último peldaño y el inicio de un suelo de baldosas.

El soldado americano descendió a una estancia completamente oscura, oscuridad de la que unos extraños sonidos débiles provenía alertando a Kyle. El olor a sangre era muy fuerte, y algún que otro silencioso gemido llegaba a sus oídos. Lentamente, el soldado hizo ascender el haz de luz de la linterna para ver lo que había enfrente de él. La visión le chocó nada mas percatarse de lo que aquellas sombras dispersas por la luz de la linterna ocultaban.

Varios muertos vivientes, hombre y mujeres yacían en el suelo arrodillados devorando varios cadáveres mutilados, sacando sus intestinos o succionando la sangre goteante de sus miembros, uno de ellos incluso, lamía el globo ocular que sostenía entre sus dedos de una de sus víctimas, imagen que provocó arcadas al soldado. No obstante, lo llamativo no era el macabro festín que aquellos zombies se daban, si no sus vestimentas. Todos y cada uno de ellos vestían con llamativos disfraces manchados de sangre, como un trío de payasos, tres hadas, un par de princesas, un Batman, y algo mas lejos, un Santa Claus.

Kyle retrocedió lentamente en cuanto las miradas de los muertos vivientes depararon en su presencia. Lo mejor sería marcharse de allí rápido y cerrar la puerta del almacén encerrándolos dentro, sí, eso es lo que haría, pensó viendo a los no muertos poniéndose en pie lentamente clavando sus miradas vacías en la figura humana que había interrumpido el sanguinolento banquete. No obstante, tratando de volver a ascender por la escalera, el soldado resbaló con algo haciéndolo caer al suelo, y con ello, la linterna, la cual se alejó rodando de él hasta meterse bajo una mesa. Algo líquido... Ese olor...

El soldado en medio de la oscuridad acercó su mano impregnada a la nariz para reconocer el evidente olor de la sangre. Eso es, había resbalado con un charco de sangre. Debía de recoger la linterna, pues ahora completamente a oscuras, los no muertos habían desaparecido de su campo de visión tragados por la oscuridad de aquella sala cerrada y carente de ventana alguna que permitiese entrar alguna luz del exterior.

El soldado se levantó y rápidamente corrió hacia la mesa bajo la cual se hallaba la linterna iluminando el suelo. Nada mas recuperarla el soldado apuntó con ella al lugar en cuestión en donde los no muertos habían estado alimentándose, no obstante...

—¡¿Qué demonios?! —exclamó sorprendido apuntando con el arma allá donde el haz de luz iluminaba.

Ni un solo muerto viviente a la vista en donde hacía tan solo unos instantes un grupo de ellos habían permanecido devorando los restos de los cadáveres. Kyle se internó un poco mas acercándose a los restos que yacían mutilados y desperdigados por el suelo sobre sus propios charcos de sangre. Visualmente el estado de aquellos cuerpos era bastante desagradable. Fue entonces observando uno, cuando Kyle escuchó un sonido de pies arrastrándose que lo hizo girarse para alumbrar al lugar de donde el sonido provino. Solo fue unos meros instantes, pero pudo ver brevemente el perfil de un payaso desapareciendo tras un conjunto de cajas.

—Que puto mal rollo me da esto... —susurró estremeciéndose.

Alumbrando a izquierda y a derecha, pudo ver un laberinto de estanterías y cajas de madera de diversos tamaños en donde debía de guardarse los artículos de la tienda que no estuviesen en venta.

—Creo que no hay necesidad de quedarse aquí... —susurró viendo en aquella ocasión las alas de plástico de un hada asomar entre un conjunto de cajas. —Definitivamente... no hay necesidad de permanecer aquí... —suspiró confirmándose nuevamente a si mismo la decisión de abandonar la zona.

No obstante, antes siquiera de voltearse para prepararse para ascender por la escalera que le conducía nuevamente a la tienda, desde su posición vislumbró gracias a la luz de la linterna varios artículos de cumpleaños en una de las estanterías a lo lejos de un pasillo, con un gran cartel decorativo que anunciaba la estantería en la que se depositaba esa clase de artículos. El soldado pensó que entre aquellos artículos tal vez pudiese haber velas para emplearlas sin que la luz de esta llamase mucho la atención desde el exterior.

Sin demasiadas ganas, Kyle comenzó a acercarse al inicio del laberinto de estanterías en donde brevemente vio vagar a los no muertos disfrazados. Con la linterna en la mano derecha y la pistola en la izquierda, lentamente comenzó a adentrarse, procurando pasar todo lo inadvertido posible de los no muertos que vagaban entre las filas de cajas y estanterías, dirigiéndose lentamente a la estantería en cuestión. Entonces, Kyle detuvo sus pasos un instante al percatarse de algo por el rabillo del ojo.

Elevando la mirada, alumbró a un rincón en cuestión, y se acercó mas al ver varios objetos que no pintaban nada en un lugar como ese situado a los pies de varias estanterías. Varias botellas de alcohol, comida basura, algunos porros pisoteados por el suelo, algunas prendas íntimas de hombre y de mujer, y varios casquillos de bala de nueve milímetros. Kyle comenzó a comprender un poco lo que había sucedido allí. Solo era una simple teoría, pero todos aquellos zombies disfrazados y los cadáveres que estuvieron devorando, podrían haber sido un grupo de persona que sin esperanza alguna de salir con vida de la ciudad, decidieron correrse una gran juerga y pasar sus últimos días u horas a lo grande antes de que las criaturas acabasen con ellos en un momento u otro.

Sexo, drogas, alcohol, locura, y el vandalismo que justificaba los destrozos de la tienda, sí, era probable que tuviese razón respecto a su teoría, no obstante no podía asegurarlo al cien por cien. No les reprochaba nada, suponía que era normal un acto así, si vas a morir, al menos te gustaría disfrutar todo lo posible del tiempo que te quedara de vida. Pero, ¿cómo se volvieron zombies? ¿Tal vez toda esa gente había sido mordida y decidieron hacer aquella fiesta conscientes del poco tiempo que les quedaba? ¿O tal vez alguno infectado se convirtió y mordió al resto? De cualquier manera todo aquello era irrelevante. Karen y Shaun esperaban que trajese una fuente débil de luz, debía de darse prisa.

Entonces, la piel de Kyle se erizó cuando un vaho cálido le golpeó en un lateral del rostro. Tan rápido como pudo se giró para ver de lleno el rostro de tres muertos vivientes contemplándole de cerca entre los huecos de la estantería que tenía justo al lado, sujetándose a las baldosas de esta con fuerza, trataron de empujarla para ir hacia él. Un grito se produjo, pero tal fue la impresión de verlos tan de cerca sin haberse percatado de ellos, que el grito no llegó a salir de su garganta. En vano, el soldado trató de alejarse, pero la estantería cedió cayendo sobre él.

—¡¡¡Aaarrrrgggghhhh!!!

Los productos de la estantería se vinieron sobre él sepultándolo instantes antes de que la propia estantería lo estampara contra el suelo. Los tres no muertos se arrastraron por encima de la estantería, avanzando sujetándose de baldosa en baldosa, añadiendo un peso extra sobre el cuerpo de Kyle. Tratando de dejar de lado el dolor de su cuerpo, especialmente del brazo derecho, que atrapado, y ya previamente herido, lo tenía dolorido y completamente inutilizado, por no hablar de que la linterna nuevamente se le había escapado de la mano. Se hallaba incapaz de ver a los enemigos con claridad. Tan solo un leve halo de luz de la linterna, desde la posición en la que esta se encontraba, le permitiría observar al enemigo cuando ya lo tuviese prácticamente encima.

Afortunadamente, el brazo izquierdo lo tenía libre, y aún sujetaba la pistola. Lentamente, la figura de un zombificado Santa Claus de barba rojiza y goteante apareció en los límites del haz de luz de la lejana linterna. Con fúnebres cánticos, el no muerto se deslizaba hacia el soldado, quien trataba de apuntar al enemigo desde una posición bastante incómoda, como si ya no fuese problema suficiente el manejar el arma con la mano izquierda... Necesitaba que se acercase mas, mucho mas... y... ¡Bam! El no muerto se detuvo en el acto, lo había matado... O eso pensaba hasta que tan rápido como se detuvo, comenzó a emitir nuevamente su fúnebre cántico acercándose al soldado ascendiendo por la estantería al mismo tiempo que el otro par que le seguían por detrás.

Estaba en una posición demasiado incómoda, era incapaz de apuntar bien, necesitaba que estuviese casi encima de él para poder acertarle entre ceja y ceja, pues el disparo efectuado no había hecho mas que abrirle un agujero en la mejilla derecha. El soldado tensó la mandíbula, los cuerpos de aquel trío de muertos vivientes comenzaban a ejercer mas presión contra su cuerpo a medida que se acercaban a él, y especialmente contra su brazo atrapado y herido, necesitaba hacer algo de inmediato. El soldado soltó el arma y con su mano comenzó a tratar de empujar hacia arriba una de las baldosas a pesar del peso de los tres no muertos, en un intento de elevarla levemente para meter el pie en el hueco, y empujar tratando de elevar lo suficiente la estantería como para sacar el brazo herido de debajo de esta.

Comenzaba a sentir como la circulación en el brazo se le estaba cortando. Con fuerza, y lentitud, el soldado comenzó a empujar tan fuerte como podía, no obstante, entre el hueco de las baldosas, el rostro de Santa Claus emergió dispuesto a arrancarle la mano de un bocado. Sorprendido, Kyle no tuvo otra que soltar la estantería haciendo que nuevamente cayese sobre él, y tan rápido como pudo agarró la pistola por el mango y la introdujo en la boca del macabro Santa para apretar el gatillo matándolo en el acto.

Uno menos. Aún así, el cadáver seguía yaciendo encima de la estantería aportando peso a esta. Kyle tuvo entonces una idea, e introdujo la mano por el hueco de la baldosa agarrando el cuello al santa sin vida en un intento de introducir su cabeza por el hueco, e impedir así que los otros dos que ya podía ver con total claridad a unos centímetros, pudiesen morderle el rostro o la mano mientras trataba de elevar la estantería.

Los otros dos intentaban en vano atacarle, por suerte, el cuerpo del señor Claus bloqueaba cualquier intento por parte de Batman y del payaso de agarrar a Kyle. El soldado comenzó de nuevo a empujar la estantería hacia arriba, pero el peso de aquellos tres cuerpos se lo ponían difícil, y como no se diese prisa, corría el peligro de que el Santa acabase escurriéndose o los otros dos lo quitaran del medio dejando nuevamente el hueco libre. Finalmente logró colocar el pie donde quería, y comenzó a ejercer fuerza elevando mas la estantería, logrando sacar el brazo derecho de donde lo tenía bloqueado.

—Por fin... —susurró el soldado moviendo ligeramente el brazo y la mano sintiendo un hormigueo—. ¿Qué demonios?

Su felicidad no duró mucho cuando el trío mágico de las hadas del bosque emergieron mágicamente para tocarle los cojones. Kyle no pudo hacer nada cuando por el nuevo peso ejercido sobre la estantería, su pie se soltó cayendo de nuevo la estantería sobre el soldado, y con el movimiento, el cadáver de Santa no tardó en deslizarse a bajo destaponando el hueco de la baldosa.

—¡¡MIERDA!! —exclamó en cuanto las manos de Batman y el payaso atravesaron el hueco agarrándolo de la cara. —¡¡JODER!!—gritó moviendo la cabeza a un lado y a otro en un desesperado intento de evadir aquellos dedos.

De no ser por la propia estupidez de los no muertos, que intentaban meter a la vez la cabeza por el agujero llevados por su ansia de comer carne fresca, ahora mismo debería estar lidiando con la dentadura de alguno de ellos. Una serie de cánticos llamaron su atención, pudiendo ver apenas por la lejana luz de la linterna, la silueta de los no muertos restantes acercándose a la estantería lentamente.

El soldado gritó y con ambas manos y el pie derecho trató de elevar la estantería tratando de no dejar algún dedo libre que pudiesen arrancarle de un bocado. Le estaban aplastando, cada vez era mas peso, y su brazo derecho le dolía horrores por empujar en sentido contrario al peso de los no muertos, pero no le quedaba otra. Fue entonces para su sorpresa que escuchó al fondo un portazo.

—¡¿Kyle?! —se escuchó la voz de Karen.

—¡¡Aquí abajo!! ¡¡Deprisa!!

En respuesta a su indicación, unos rápidos pasos comenzaron a descender a toda prisa los peldaños de la escalera. Kyle gritó entonces al sentir a varios no muertos justo encima de él presionando aún mas la estantería contra su cuerpo. El soldado pensó en disparar teniendo tan cerca los rostros de los no muertos que intentaban pasar a la vez la cabeza por el hueco, pero entonces se percató de que matar a uno implicaría dejar paso a otro al no haber uno que bloquease el camino al siguiente zombie, por lo que tan solo puso continuar ejerciendo fuerza en sentido contrario con su pie y manos. Finalmente Karen llegó a la planta baja, viendo de inmediato la luz de la linterna de Kyle alumbrando parcialmente la escena, dejando ver las siluetas oscuras de los no muertos que se agolpaban sobre una estantería semí tumbada tratando de agarrar algo que había bajo esta..

—¡¡Kyle!! —exclamó la joven mujer al percatarse que lo que había bajo la estantería no era otro que su compañero.—¡Aguanta!

Acercándose a paso ligero elevó el fusil apuntando al grupo de no muertos amontonados, y sin vacilación alguna apretó el gatillo liberando una ráfaga de balas que atravesaron el cuerpo de las criaturas en diversos puntos, entre ellos, la cabeza. Uno a uno, los no muertos disfrazados dejaron de moverse.

—¡Ayúdame a levantar esto, Karen! —exclamó Kyle bajo la estantería.

La mujer no se hizo de rogar. Colocándose al otro lado de la estantería y agarrando una de las baldosas, se dispuso a tirar.

—¿Preparado?

—Sí.

—De acuerdo, a la de tres. Una, dos, y tres.

Finalizado el recuento Karen tiró hacia sí misma al tiempo que Kyle empujaba hacia adelante la estantería. En el proceso de elevación, los cuerpos sin vida de los zombies comenzaron a deslizarse y caer al suelo. Finalmente la estantería se puso en pie, quedando Kyle en libertad.

—¿Estás bien? —preguntó acercándose a su compañero.

Kyle, sin embargo, se llevó la mano al hombro derecho mientras tensaba la mandíbula visiblemente dolorido. Karen recordó entonces que hacía varias horas había recibido una puñalada y una herida de bala en ese mismo hombro, heridas que ella misma trató y vendó. En aquellas circunstancias, no debía de mover mucho el brazo, motivo de ello era que emplease la mano izquierda para empuñar un arma, pero vista la situación, había tenido que emplear ambas manos y el pie para contrarrestar el peso ejercido por aquellos no muertos, acentuando mucho mas el dolor del hombro derecho. Karen le tendió la mano ayudándolo a levantarse.

—¿Te duele mucho?

—Bastante... —respondió con un pesado suspiro. —Pero no tenía otra, si no usaba las dos manos me habrían aplastado y mordido

—En cuanto lleguemos a la base militar deberías de ir a la zona de urgencias a que te traten mejor la herida, tal vez tengan algo para que se te alivie el dolor y se te curen mas rápido ambas heridas.

—Sí... Lo haré en cuanto tenga oportunidad... —contestó masajeando suavemente el hombro herido. —Allí hay artículos de cumpleaños, puede que halla velas. —informó indicando la dirección con un movimiento de cabeza.

Karen cruzó al lado del soldado y se dirigió a la zona en cuestión, no tardó mucho en encontrar un paquete de velas de cumpleaños. Por suerte el encendedor aquel finalmente le serviría para algo, para encender aquellas velas. La mujer se giró y vio a Kyle recuperando su linterna y la pistola del suelo.

—¿A qué vienen esas pintas? —preguntó observando los cadáveres disfrazados.

—Allí en un rincón vi drogas, alcohol y otras cosas... Puede que estuviesen de juerga antes de volverse zombies.

—Mmmm... Ya veo.

—¿Cómo está tu hermano?

Karen suspiró.

—No sé si saldrá de esta. Repentinamente, le ha venido una fiebre muy alta, y se ve demasiado débil, apenas puede hablar. —respondió la joven mujer mirando a su compañero.

—¿Viste ya si la bala salió?

—No. No tengo luz suficiente para comprobarlo. Me ha dado un mechero, pero apenas se mantiene la llama encendida.

—Ya... Bueno, en ese caso será mejor que nos demos prisa ahora que tenemos las velas.

—Sí. Cuanto antes lo...

—¡¡AAaaaarrrrrrrggggghhhh!!

Un chillido femenino alarmó al dúo en ese instante deteniendo la conversación entre ambos. ¡Diana! El nombre de la chica cruzó velozmente por la cabeza de ambos soldados, y tras intercambiar una breve mirada corrieron hacia la escalera que los llevaría nuevamente a la tienda. Los rápidos pasos del dúo les llevaron al recibidor donde había dejado a Shaun y Diana, no obstante ninguno de ellos permanecían en el lugar.

—¡¿Dónde demonios se han metido?! —exclamó Karen acercándose a la puerta de entrada. —Sigue bloqueada.

—¿Bloqueaste la puerta?

—Sí, para que nadie pudiese entrar.

—En ese caso, me da que el enemigo está aquí dentro.

—¡¿Shaun?! ¡¿Diana?! —llamó Karen alzando la voz en busca de alguna respuesta.

—¡¡¡Aaaaaahhhhhh!!! —se escuchó la voz de Diana no muy lejos.

Ante el grito de la chica, el dúo militar salió disparado hacia el lugar en cuestión desde el que provino el grito de Diana, adentrándose nuevamente en uno de los oscuros pasillos del local, con el haz de luz de la linterna por delante, hasta que finalmente...

—¡Diana! —exclamó Kyle dando con ella.

Bañados por el haz blanquecino de la linterna, se podía apreciar la silueta de la joven Diana contra una pared, acosada por un muerto viviente que paso a paso iba acortando distancias con ella. No obstante, lejos de reaccionar de inmediato acribillando al muerto viviente, Kyle y Karen se detuvieron instantáneamente al ver aquel casco azul sobre la cabeza del hombre.

—No... —susurró Karen descendiendo el arma. —No... No puede ser... No, por favor...

Atraído por la presencia del dúo militar, el muerto viviente retrocedió un par de pasos antes de voltearse hacia los recién llegados, desvelando la identidad ya reconocida por los soldados por aquel característico casco azul.

—Shaun... —susurró Kyle descendiendo el arma.

El soldado miró a su compañera, viéndola claramente afectada ante la situación que ante ella se presentaba. Con un fúnebre cántico, el anteriormente soldado de la ONU conocido como Shaun Owens, comenzó a caminar hacia su hermana y el soldado localizado a su vera, siguiendo sus instintos de alimentarse de carne fresca. El soldado colocó la mano en el hombro de su compañera mirándola en silencio. Una mirada de terror y escepticismo se cruzó con la del soldado, no quería creerlo, no quería admitirlo, sabía que iba a morir, pero eso... Transformarse en una de esas cosas... Los fúnebres cánticos atrajeron nuevamente la mirada temerosa de Karen hacia las blanquecinas pupilas de su hermano. La mujer tragó saliva, y cerró por unos instante los ojos antes de volver a abrirlos para contemplar la decadente criatura en la que su hermano se había convertido.

—¿Lo hago yo? —preguntó al ver el fusil de la mujer temblando entre sus manos.

Unas cálidas lágrimas descendieron por sus mejillas antes de negar con la cabeza en completo silencio, sin dejar de ver al que una vez fue su hermano acercándose cada vez mas a ellos.

—No... Tengo que hacerlo yo... —susurró alzando lentamente el arma. Inspiró y espiró un par de veces antes de colocar el dedo en el gatillo. —Perdóname, Shaun. Ojalá hubiera podido hacer algo por ti, de verdad, ojalá hubiera podido... Te quiero, hermano. Descansa en paz... —tensando la mandíbula de rabia, apretó una única vez el gatillo cuando los brazos de Shaun ya se alzaban para atraparla.

Como un peso muerto, el cuerpo sin vida de Shaun Owens se desplomó en el suelo con un solo tiro entre ceja y ceja. Ya no se movería mas. Ya no vagaría mas por ahí asesinando y devorando las almas de otras persona. Ya todo se había acabado para él... Diana corrió hacia Kyle abrazándose a él en cuanto vio que el cuerpo de Shaun ya no reaccionaba.

—Karen... yo...

—Dejadme sola, por favor... —susurró dándole la espalda a Diana y Kyle—. Dadme un momento...

Dicho aquello, las piernas de la mujer cedieron cayendo de rodilla a los pies de su hermano. Cabizbaja, y con el rostro cubierto en sombras, la mujer ladeó la cabeza ligeramente hacia atrás al no obtener respuesta de Kyle.

—Está bien. Tómate tu tiempo. Estaremos en la entrada. —contestó volteándose para abandonar el pasillo.

La mujer cabizbaja volvió a mirar a su hermano fallecido escuchando los pasos de Kyle y Diana alejándose lentamente.

—Gracias... —susurró con la voz quebrada, incapaz de aguantar mas las lágrimas.

Ya saliendo del pasillo, tanto Kyle como Diana escucharon los llantos de la mujer. Debía de ser duro ver morir a uno de tus seres queridos frente a tus ojos, y mas aún, ser tú quien lo mates. Kyle se percató de que Diana se tapó los oídos nada mas llegar a la entrada y sentarse en el suelo, no quería escuchar los llantos de Karen. Kyle observó sus ojos rojizos a punto de desbordar en lágrimas, quien sabía si por miedo al haber intentado ser atacada por un zombificado Shaun, o si por la tristeza que los llantos de Karen transmitían.

El soldado se sentó también en el suelo triste ante la situación. Realmente, desde que la situación de Stone City se había descontrolado por completo no había dejado de ver desgracias ajenas por todos sitios. Había perdido a muchos de sus compañeros del ejército americano, había visto morir a muchos civiles en agonía, había contemplado las desgracias de Davis, la situación de Diana sin sus padres, y ahora, una mujer asesinando a su propio hermano zombificado. ¿Cuántas desgracias le quedaban aún por ver? ¿Cuánta muerte, sufrimiento y desesperación debía de observar en aquellos que le rodeaban?

Realmente se sentía afortunado de no vivir algo como lo que Davis, Diana o Karen habían vivido. Gracias a Dios, o mejor dicho, a un par de agentes de policía, su mujer y su hijo, María y Kevin, pudieron reagruparse con la milicia y ser evacuados a la base militar, en donde permanecían a salvo. Una mujer asiática vestida de oficinista, y un hombre mayor y calvo, aquellas eran las descripciones que su hijo le dio sobre los agentes que ayudaron a su madre a encontrarle y a reagruparse para la evacuación. Realmente se sentía afortunado de que sus seres queridos estuviesen a salvo, si algún día pudiese conocer a aquellas personas que les ayudaron, le gustaría darles las gracias.

Entonces, Kyle se sobresaltó al sentir una explosión lejana viniendo de alguna parte del exterior. ¿Qué habría sido aquello? Se preguntó asomándose por las puertas de cristal que daban de entrada al edificio. De todos modos daba igual, tampoco es que le interesase saber que había sido aquella explosión, tenían asuntos mas importantes de los que preocuparse actualmente. A todo esto... ¿Se encontraría bien Davis? ¿Lograría llegar a salvo a la base? ¿Y aquellos militares? ¿Persiguieron a ese chico? ¿O tal vez iban tras ellos? No sabía que sucedió con ellos, pero esperaba haberlos perdido de vista y no volver a toparse con aquella milicia.

El canal de las noticias de la ciudad que había visto en la televisión de la casa de Davis comentó acerca de un grupo militar de origen desconocido asesinando a civiles y soldados por igual. Era la segunda vez que se topaba con esa extraña milicia desconocida, estaban muy bien entrenados, se notaba que no eran aficionados. ¿Cómo se llamaba aquella soldado? Sí, la sargento Miley Ronald, quien decía estar obedeciendo las indicaciones de un alto mando, un tal Clifford, quien le dio la orden de asesinar a civiles y soldados por igual... Alto mando, sargento, soldados corrientes... Desde luego, parecían muy bien organizados, disponiendo de alguna clase de estructura interna entre los miembros de esa organización.

¿Para quienes trabajarían? No parecían simples mercenarios por su forma de actuar ni por su equipamiento armamentístico. ¿Por qué actuaban en Stone City en las condiciones actuales en las que la ciudad se encontraba? Lo normal es abandonar la ciudad o ayudar a otros, no erradicar mas rápidamente la vida que aún queda en la ciudad de los muertos... ¿Tal vez era algún equipo de limpieza que quiere eliminar cualquier prueba de su implicación en los sucesos de la ciudad? El soldado recordó su charla en aquel local con el resto de soldados de los cascos azules, aquella conversación sobre un posible grupo bioterrorista, virus, armas bio-orgánicas, y demás. Desde luego, viendo a esa extraña milicia y lo que pudo deducir por lo que aquella mujer le dijo, la idea de una banda bioterrorista ya no le parecía en absoluto un disparate.

De ser así... ¿Realmente se saca algún provecho haciendo esto? ¿Realmente hay algo bueno que puede sacarse de tantísimo sufrimiento ajeno y tantas muertes inocentes? Tal vez... ¿Chantaje? ¿Tal vez era una forma de amenazar y chantajear a los Estados Unidos y a otros países para obtener dinero y poder derrocando a las grandes potencias mundiales? El soldado suspiró frotándose la frente, no entendía absolutamente nada de lo que sucedía a su alrededor, simplemente podía formular teorías basadas en su imaginación y en lo que veía y oía estando en aquella ciudad.

Se sentía saturado. Realmente sentía que su cabeza estaba a punto de estallar ante todas las cosas que sucedían a su alrededor, de una manera tan deprisa que apenas le era posible terminar de asimilar o entender algo cuando ya le venía otro problema a la mente. Estaba dolorido, y bastante agotado por la falta de sueño y las constantes batallas, y mentalmente y anímicamente estaba muy saturado por todo lo que había experimentado y visto en su tiempo en la ciudad. Necesitaba que todo aquello acabase ya, necesitaba asistencia médica, necesitaba descanso, y sobretodo, a su mujer y a su hijo.

Kyle sacudió la cabeza tratando de dejar de pensar en todos aquellos problemas, y se frotó los ojos sintiéndolos cansados y cargados. Tras un pesado suspiró, elevó la mirada para ver a Diana observándole aún con los oídos tapados. Con un gesto de la mano y una sonrisa, el soldado le indicó a Diana que se acercase, y tras unos instantes de duda en los que la niña se destapó lentamente los oídos, se sentó al lado de Kyle acurrucándose al tiempo que este le envolvía con sus brazos.

—¿Kyle? Oye, Kyle... —se escuchó una voz femenina llamándolo. —Despierta.

Lentamente, el soldado abrió los ojos para ver a Karen de pie parada frente a él.

—¿Me quedé dormido? —preguntó antes de bostezar.

—Eso parece... —susurró la mujer dirigiendo una mirada a Diana. —Parece que ella tampoco pudo resistirse...

—Mmmm... Ya veo. —el soldado elevó nuevamente la mirada a Karen. —¿Cómo te encuentras?

—Algo mas calmada... —contestó con un débil tono de voz antes de dirigir una mirada al exterior a través de las puertas de cristal. —Gracias por darme un momento de soledad, Kyle, realmente lo necesitaba.

Kyle observó a la mujer alumbrada por la tenue luz que entraba de la calle a través de las puertas de cristal. Su figura, parcialmente oscurecida, se veía débil y vulnerable. Abrazándose a sí misma con delicadeza, no apartaba la mirada del exterior, probablemente para evitar que Kyle viese sus ojos hinchados por el llanto a su hermano. Aún se veía físicamente devastada y sensible ante la pérdida de Shaun, su actitud, tono de voz, manera de mirar... todos aquellos signos entre otros revelaban el estado psicológico en el que se encontraba, completamente devastada.

—¿Quieres que pasemos aquí la noche? —preguntó el joven soldado latino.

—No. Tenemos que llevar a esa niña con sus padres, si es que aún siguen con vida y se encuentran en la base.... —contestó casi con un susurro observando a Diana. —También quedamos en reunirnos allí con Davis, tú necesitas tratamientos médicos y descanso, y yo... —Karen suspiró arrojando la mirada al suelo. —Yo tengo una misión aún pendiente de busca y captura, además de que si vuelvo a la base tal vez obtenga información sobre el paradero de mis compañeros, puede que sus walkies o el mío estén averiados, o algo por el estilo, y por eso no pueda contactar con ellos.

—Entiendo, entonces será mejor que nos movamos.

—Sí.

Tras despertar a Diana, el trío abandonó la juguetería dejando allí el cadáver de Shaun y las velas y el mechero ya inútiles sobre el mostrador. Las oscuras y silenciosas calles de la ciudad de los muertos no albergaban vida alguna mas allá del trío, quien con algo de suerte trataban de buscar algún vehículo que pudiesen utilizar para llegar mas rápido a la base militar.

—Karen, creo que a este le puedo hacer un puente. —Informó Kyle revisando el interior de un vehículo. —Dame un momento.

—De acuerdo, sin problemas. Yo vigilo. —comentó Karen sosteniendo entre sus brazos a Diana dormida.

Finalmente Kyle logró hacerle un puente al vehículo tras dedicarse un rato a enredar con algunos cables del vehículo. Sin mucho que decir, Kyle avisó a Karen para que subiera al vehículo junto a Diana. Una larga carretera se extendía hacia el horizonte, tan solo los muertos la transitaban moviéndose de manera errante, extendiendo sus brazos en un fallido intento de atrapar un rápido y acorazado objetivo que les rebasaba en apenas una milésima de segundo. En el asiento trasero iba Diana con el cinturón puesto, viendo a través de la ventanilla en silencio las zombificadas siluetas aparecer y desaparecer a gran velocidad de su campo visual. Adelante, los dos adultos iban también en completo silencio, Kyle conduciendo, y Karen mirando con cierta ansiedad el walkie que agarraba con fuerza entre sus manos. Kyle torció los labios no muy a gusto con la situación, mirando por décima vez por el rabillo del ojo a su compañera en el asiento del copiloto.

—Si quieres decir algo, dilo. —dijo la joven mujer percatándose de las miradas del soldado.

—Mmmm... Estaba pensando acerca de lo que dijiste de seguir tu misión cuando nos dejaras a Diana y a mi en la base.

—¿Qué sucede con eso? —preguntó alzando la mirada del walkie para observar al soldado.

—¿Estás en condiciones físicas y mentales para continuar tu labor? —preguntó sin rodeos alguno.

—Perfectamente. No te preocupes por mi, Kyle. —contestó simplemente.

El soldado latino suspiró ante la respuesta.

—Permíteme dudarlo. —contestó sin despegar la mirada de la carretera.

—¿A qué te refieres? Nadie mas que yo sabe si estoy preparada o no para continuar con el trabajo que se me asignó.

—Esa manera que tienes de agarrar el walkie... Y esa mirada de desesperación como quien espera impaciente una llamada que intuye que no llegará... Ten cuidado con dejarte llevar por tus emociones, Karen, comprendo tu dolor por la muerte de tu hermano, y la preocupación por el hecho de no tener noticia de tu novio y tus amigos, pero... Si actúas tú sola y dejándote llevar por tus sentimientos, puede que acabes haciendo alguna locura que te cueste la vida. —dijo mirándola por el rabillo del ojo.

—Ya te lo dije, no te preocupes por mi. Te lo agradezco, de verdad. Pero tengo que hacerlo, seguir con mi misión. Puede que mi hermano haya muerto, pero yo aún estoy de servicio, tengo que seguir con la misión.

—¿Tu misión? ¿No estarás poniendo un pretexto para buscar realmente a tus amigos ahí fuera?

Karen frunció el ceño algo molesta.

—Por supuesto que no, tengo una misión que cumplir. ¡Si mi equipo ha muerto, el buscarlos será innecesario, no puedo dejar que sus sacrificios sean en vano dejando al objetivo escapar! —aseguró alzando un poco la voz. No obstante, Karen se percató de que la mirada de Kyle no iba a ella, iba a sus manos. —¿Por qué miras mis manos en vez de mi rostro mientras te hablo?

—Por la manera en la que sujetas ese walkie. La fuerza con la que lo sujetas como si temieras que se te escapara... Antes lo cogías con fuerza, pero ahora que te dije eso lo haces aún con mas fuerza. Sabes tan bien como yo que estando la situación como está, no mandarían a un grupo de rescate a buscar a unos desaparecidos que probablemente estén muertos. Si no los vuelven a ver, ni vuelven a recibir información de ellos, automáticamente los etiquetaran de desaparecidos o muertos en combate. Es por eso que te empeñas con la misión, quieres engañarme a mi, a tus superiores, y no sabría decirte si a ti misma. Si usas ese argumento con tus superiores para justificar la razón por la que debería dejarte salir de nuevo, podrías ir a buscar a tus compañeros. La misión solo es un pretexto —preguntó mirando nuevamente a la carretera empleando un tono serio de voz.

Karen se mordió el labio inferior desviando la mirada por la ventanilla lateral. Realmente no quería admitirlo, pero la verdad era esa. Sabía que debía anteponer su misión a sus sentimientos, pero era humana, no podía simplemente dejar a esas personas que eran importantes para ella por ahí solas, necesitaba saber si realmente seguían vivos o muertos, aunque no supiese ni por donde empezar a buscar en mitad de la noche en toda aquella ciudad plagada de cadáveres andantes.

—Me lo imaginaba —contestó Kyle tras aquellos momentos de silencio por parte de Karen. —Oye, no quiero herirte ni destruirte toda esperanza sobre encontrarlos, pero siendo sinceros... Deberías de plantearte la idea de que estén muertos si llevan tantas horas sin dar señales de vida por el walkie —comentó observando como nuevamente agarraba el aparato con fuerza sin desviar la mirada del otro lado de la ventanilla. —Esta ciudad no es muy pequeña, que digamos, es de noche, y está llena de enemigos... Aunque estén muertos, nadie te dice que puedas encontrar sus cuerpos por ahí tirados a simple vista, tal vez estén dentro de un edificio, bajo unos escombros, tirados entre la maleza, descuartizados, o simplemente, vagando sin rumbo zombificados... —Kyle se mantuvo unos instantes en silencio consciente de que lo que dijo pudo hacerle daño a su compañera. El soldado suspiró. —Lo que quiero decir con esto, es que no tiene sentido salir a buscarlos sola, como sé que estarías dispuesta a hacer, es un suicidio y puede que nunca los encuentres. Por otro lado si están vivos, te contactarán, o ellos mismos volverán a la base. —comentó tratando de que entrase en razón a pesar de que sus comentarios pudiesen abatirla o provocar su ira.

—Entiendo a que te refieres, y empleando la lógica es lo mas normal, pero... Mis sentimientos me obligan a actuar de esa forma, Kyle... —contestó limpiándose con el dorso de sus manos un par de tímidas lágrimas que surcaban su rostro.

—Entonces hagamos una cosa. Llegamos a la base, descansas un poco, comes algo, te haces con munición y preguntas a tus superiores si tus compañeros han contactado con ellos. Después, decides qué hacer. —propuso el soldado mirándola de reojo. —Así al menos te das un pequeño respiro y matas parcialmente la duda de si ellos saben o no algo de tu equipo. Puede que te ayuden a buscar a tus compañeros al explicarles la situación, y así evitas meterte en un lío diciendo que vas a cumplir la misión cuando realmente vas a hacer otra cosa. Pero que se te quite de la cabeza la idea de irte sola, es un suicidio. Deberías solicitar alguna unidad para que te ayuden a encontrarlos.

La mujer suspiró mientras dirigía por unos instantes la mirada al walkie que sujetaba entre sus manos.

—Está bien, lo haré como dices... —contestó mirando al soldado dibujando media sonrisa en el rostro. —Gracias por preocuparte por mi, Kyle.

—De nada, Karen. —contestó con una sonrisa. —A todo esto, ¿te das cuenta que cada vez nos estamos topando con mas zombies por el camino?

—¿Ah? Sí, me llevo fijando desde hace rato que cada vez hay mas... ¿Es porque nos estamos acercando a la base?

—Sí, es el único motivo posible. Con total seguridad es tras los muros de la base donde mas población humana se concentra en estos precisos momentos en toda la ciudad. Los no muertos van en busca de comida atraídos por la multitud y las evacuaciones, así que nos iremos encontrando cada vez mas a medida que avancemos por carretera... Espero que no nos obliguen a detener el vehículo... —contestó Kyle torciendo los labios al ver varios grupos pequeños de cuatro o cinco individuos andando por las aceras y por la carretera por la que circulaba, tratando inútilmente de atrapar al veloz vehículo que pasaba entre ellos.

Las cuatro ruedas del vehículo no se detenían, y las luces blanquecinas de los faros del vehículo esparcían las sombras de la noche arrojando luz a las cadavéricas sombras que trataban de interponerse en el camino de la bestia metálica hacia su destino. Mas y mas, no dejaban de aparecer en mayor cantidad, grupos de dos, cuatro, ocho, doce... El número era cada vez mayor, y a los oídos del domador y el acompañante de la bestia metálica de cuatro ruedas, los sonidos de los disparos y explosiones comenzaban a volverse perceptibles a sus oídos, cada vez estaban mas cerca del campo de batalla, del último bastión de Stone City.

—¿Lleva Diana el cinturón puesto, Karen?

—Sí, lo lleva puesto. —confirmó mirando al asiento trasero. —Se ha quedado dormida.

—Debe de estar exhausta. Hoy ha sido un día infernal. ¿Tú también llevas el cinturón abrochado?

—Sí, yo también lo tengo.

—Bien. Cada vez hay mas enemigos en el camino, es probable que tenga que llevarme a unos cuantos por delante.

—De acuerdo. ¿Sabes? Me pregunto como estará Davis.

—No lo sé... Ni quiero saberlo en estos precisos instantes, preocuparme por él ahora no cambiará nada de lo que le haya podido pasar. Ahora estoy con vosotras, debo de preocuparme de nuestra situación en estos momentos.

—Entiendo. ¿Hace cuanto le conoces?

—Mmmm... De hoy.

—¿Hoy? Vaya, es que veo que te preocupas mucho por él, por lo que pensé que ya lo conocías de hace algún tiempo.

—Que va. Lo conocí esta mañana, y desde entonces hemos estado juntos. La verdad es que este día ha estado cargado de sucesos en los que los dos nos hemos visto envueltos, uno detrás de otro, y en los que hemos tenido que cooperar y demás para seguir vivos hasta este preciso momento, por lo que gracias a todas las cosas que han sucedido a lo largo del día, a la cooperación mutua, y al hecho de conocernos un poco el uno al otro hablando de nuestras vidas, me siento algo apegado al muchacho. —contestó Kyle sin apartar la vista de la carretera tratando de sortear a tantos muertos vivientes como podía.

No obstante, a pesar del cuidado y la precisión que procuraba tener evadiendo a los enemigos que andaban en mitad de la carretera para evitar un posible accidente, no se percató de la gran sombra que emergió a gran velocidad de uno los callejones embistiendo con ello al vehículo cogiendo a sus ocupantes por sorpresa. Rodando a lo largo de la calzada, el vehículo giró sobre si mismo en un par de ocasiones antes de empotrarse contra un edificio cercano. Afortunadamente, el vehículo acabó cayendo sobre sus cuatro ruedas.

—¡¿Estáis las dos bien?! —preguntó el soldado. —¡¿Diana?! ¡¿Karen?! —insistió mirando hacia ellas.

—Sí, yo estoy bien. —contestó mirando al soldado. —De no ser por el cinturón...

El dúo miró hacia el asiento trasero, en donde Diana permanecía en shock, con los ojos abiertos como platos al sentir su mente bloquearse por la repentina y brusca forma de despertarse de su sueño.

—¡¿Diana, estás bien?! —preguntó Karen preocupada ante la reacción de la niña.

No obstante, lejos de obtener una respuesta verbal, la chica asintió con total lentitud clavando su absorta mirada en la mujer que se preocupaba por su estado.

—Debe de estar muy sorprendida, su cuerpo debe de haber reaccionado de esa forma al despertar tan repentinamente... —comentó Kyle observándola por el retrovisor interior.

—¿Pero que demonios ha pasado? ¿Qué nos envistió? —preguntó la mujer tratando de observar por la ventanilla, ahora rota tras el impacto, igual que los faros y retrovisores laterales del vehículo. —¿Que demonios?... —susurró al ver una oscura figura acercándose a ellos. —Kyle... ¡Kyle, arranca!

—¡Va, dame un momento! —contestó intuyendo que algo se acercaba a ellos por la reacción de su compañera. —¡¿Ah?! —Entre las sombras de la noche, Kyle comenzó a observar una extraña silueta grande acercándose al vehículo. —¿Qué carajos es eso?

Formulada la pregunta, una enorme criatura de extraño aspecto emergió desde las sombras. Un ser alargado, de cuerpo segmentado y poseedor de un exoesqueleto, avanzaba con una docena de patas al vehículo mientras dos largas antenas sobre su cabeza no paraban de moverse, así como las mandíbulas curvas que le sobresalían a los extremos de su boca cerrándose y abriéndose repetidamente, todo aquel conjunto de características le hacían recordar a los anonadados Kyle y Karen a un ciempiés gigante. No obstante, lejos de ser un ciempiés gigante, era una extraña clase de quimera, a cuyas características físicas se le añadían dos enormes y poderosas pinzas similares a las de un escorpión, así como una larga cola como la de una serpiente, criatura con la que además compartía una larga y gruesa lengua bífida que salía entre los dientes de aquel rostro humanoide, rasgos que compartía con sus pies y piel también de igual origen. Un ser de unos dos metros de altura aproximadamente que ante la pasiva y sorpresiva reacción de los viajeros del vehículo, nada pudieron hacer cuando la criatura agarró el morro del vehículo con sus potentes pinzas tratando de elevarlo del suelo.

—¡¿Qué demonios es esa cosa, Kyle?! —exclamó Karen horrorizada sintiendo la parte delantera del vehículo elevarse.

—¡¡Salgamos de aquí!! —gritó el soldado siendo el primero en abrir la puerta. —¡Saca a Diana!

—¡De acuerdo!

El soldado velozmente desenfundó la pistola y apretó repetidamente el gatillo contra la bestia en un intento de que dejara el vehículo en paz. Mientras Kyle trataba de atraer inútilmente la atención de la criatura, Karen salió velozmente del vehículo para sacar a Diana de su interior, a quien cargó entre sus brazos alejándose horrorizada de la escena.

—¡¡Kyle, atrás!! —advirtió la mujer echando a correr a toda prisa.

Finalmente el gatillo humeante dejó de liberar las balas de su interior, quedando completamente vacío para el asombro de su portador. Mas y mas el vehículo se elevaba, e intuyendo las intenciones ofensivas de la criatura, Kyle se volteó y corrió a toda prisa hacia Karen y Diana.

—¡¡¡CORRED!!! —gritó a pleno pulmón—. ¡¡¡NO OS DETENGÁIS!!!

—¡¡Ah!! —la mujer quedó horrorizada al instante en que giró brevemente la cabeza para ver a Kyle corriendo tras ella. —¡¡¡AGÁCHATE, KYLEEEEEEEE!!!

Sin siquiera pensárselo, el soldado se lanzó al suelo viendo por unos instantes una enorme sombra negra producida por el objeto arrojadizo en el que el vehículo se convirtió, pasando a una peligrosa distancia de su cabeza. El cuerpo metálico se desplazó a gran velocidad girando sobre si mismo, llevándose por delante a todo un grupo de no muertos que se encaminaban hacia el trío de supervivientes.

—¡¿Por que cojones a todas estas criaturas les dan por lanzarme coches?! —exclamó observando el vehículo estampado a varios metros de distancia contra un muro de ladrillos. —¡Es ya el segundo que me lanzan! —añadió poniéndose en pie para echar a correr hacia las chicas.

—¡¿Estás bien, Diana?! —preguntó Karen preocupada.

La chica asintió entre sollozos y temblores asustada por la situación, fuertemente aferrada a los brazos de la mujer que la cargaba. Karen miró hacia atrás para ver a Kyle acercándose a ellos, y a la criatura persiguiéndolo sin demasiada prisas.

—¡¿Estáis bien?!

—Sí. Kyle, toma. —contestó cediéndole a Diana.

—¿Qué pretendes hacer?

—Estás herido y sin munición. Deja que me encargue yo. Tú y Diana buscad un lugar por el que huir de esta cosa. —contestó elevando el rifle contra la bestia. —Si no os largáis rápido, los zombies nos acorralaran... —Dijo dando varios pasos adelante colocándose en frente del soldado y la niña. Kyle, por su parte, se percató de como a su alrededor los no muertos comenzaban a acercarse a ellos rodeándolos. —¡Sabes que el sonido del impacto del vehículo y nuestras voces irá atrayendo a mas enemigos aquí! ¡Márchate de inmediato con Diana, yo me quedo distrayendo a esta cosa! —insistió volteando la mirada para ver a Kyle tras ella.

—Está bien... Pero no mueras, ¿de acuerdo? Huye en cuanto tengas oportunidad.

—No te preocupes por mi. ¡Márchate!

Lo siguiente que se escuchó fue el fuego de la metralla de Karen. Ante el sonido de los disparos, Kyle salió corriendo hacia un callejón al otro lado de la calle con Diana en brazos.

—¡Maldito ser del averno! ¡Te mandaré de vuelta a la cueva de la que saliste! —escupió con evidente desprecio la mujer soldado.

La criatura emprendió una veloz persecución hacia Karen con sus pinzas abiertas de par en par, lanzando un grotesco y desagradable grito en su tentativa de ataque. La mujer velozmente dobló las rodillas evitando una de las pinzas que estuvo por cercenarle la cabeza de un solo golpe,. No obstante el ataque no acabó ahí, pues un segundo fue ejecutado directo a su cuerpo, ataque que pudo evitar dando un veloz salto hacia atrás a la par que apretaba el gatillo desencadenando la furia de su fusil, tratando de herir aleatoriamente a la criatura en alguna zona no cubierta por el exoesqueleto formado por los propios huesos sobresalientes de la bestia. No obstante, apenas unas balas lograron perforar aquel cuerpo de carne cuya superficie podía estar cubierta en un cuarenta por ciento por los huesos sobresalientes de la criatura. Aquella monstruosidad cargó nuevamente contra ella lanzando veloces y mortíferos guillotinazos que la mujer trataba de evadir a toda costa haciendo gala de sus reflejos y sus características físicas, no sin dejar en cada momento de presionar el gatillo liberando pequeñas ráfagas de balas, ráfagas que procuraba elevar mas hacia el rostro de la bestia.

—¡¡¡JODEEEEEER!!!

Un improperio emitido por una voz masculina atrajo la mirada de la agotada Karen a un punto en concreto de la calle. Su mirada detectó a Kyle cargando con Diana, quien detuvo sus pasos en cuanto otra bestia como con la que se estaba enfrentado se interpuso frente al dúo cortándole el paso.

—¡¿Hay mas de estas cosas?! —se dijo a sí misma Karen horrorizada.

Ante el despiste, un grotesco grito atrajo su atención, y para cuando quiso darse cuenta de la situación, la gran y alargada cola de la criatura la barrió de un solo golpe estampándola a varios metros contra la puerta de un garaje.

—¡¡¡¡AAaaaarrrrrrgggghhhh!!!!

Gritó la mujer retorciéndose en el suelo, sintiendo sus huesos quejarse ante el intenso golpe que recibió de aquella potente cola. Retorciéndose en el suelo, la mujer escuchó unos pasos a su lado.

—¡¡Ah!!

Velozmente, un no muerto se abalanzó con ella obligándola a quedarse tirada en el suelo. Como podía, la mujer dolorida y algo desorientada por el golpe, trataba de impedir que la dentadura del no muerto se hundiese en su garganta, no obstante, algo lenta en movimientos, el no muerto aferró sus frías manos alrededor de su cuello con fuerza, acercando con esfuerzo a causa de las manos de su víctima, sus dientes al rostro de la mujer. Por el rabillo del ojo pudo ver entonces a otro numeroso grupo compuesto por una decena de no muertos acercarse a ella. Mas allá, Kyle trataba de huir de no ya una bestia, si no un par de estas que corrían a toda prisa entre desagradables gritos, mientras sus letales tenazas se abrían una y otra vez tratando de alcanzar al humano que corría de ellas con la niña entre sus brazos.

Aquellas criaturas eran unos auténticos tanques, a corta o media distancia entablar combate contra ellas era prácticamente imposible. Y hablando de ellas, aquel maldito ser que la golpeo con aquella brutalidad, se acercaba lentamente a su dirección decapitando a tantos zombies como estos se interpusiesen en su camino. ¿Ya está? ¿Es así como acabaría su historia, la de Kyle y la de aquella pobre niña? ¿Devorados por zombies o mutilados por aquellas cosas? La mujer pudo sentir el pestilente y cálido aliento de aquel ser de ultratumba golpeando su rostro, mientras el leve hilo de oxígeno que llegaba a sus pulmones apenas le era suficiente para respirar con naturalidad, pues estos reclamaban oxígeno en abundancia de inmediato. Sin remedio alguno, la mujer comenzó a perder la consciencia, sus fuerzas se esfumaban, y todo lo que le esperaba, no era otra cosa que la muer...

¡¡¡¡¡BAAAAAAAAAAAAAAAAAAAM!!!!!

Una gran explosión llegó a sus oídos, y de inmediato cientos de relámpagos fueron lanzados a gran velocidad uno tras otro formando un gran estruendo. Karen abrió de par en par los ojos tomando una profunda bocanada de aire que llenase sus pulmones por completo en cuanto la presión ejercida sobre su cuello se desvaneció en un instante. La joven mujer tosió con fuerza, incapaz de entender que sucedía, y un tanto desorientada, vio una gran cantidad de no muertos tendidos sobre el suelo agujereados como si de coladores se tratasen. Unos veloces pasos se acercaron a ella a toda prisa, y sin apenas poder comprender que sucedía, un hombre la elevó rápidamente del suelo y cargó con ella entre sus brazos, iniciando una rápida carrera hacia alguna parte.

—¿Qué? ¿Quién? —la mujer se llevó la mano a la frente cerrando con fuerza los ojos sin entender nada.

—¡No se preocupe, hemos venido a ayudarles!

Karen cayó entonces en la familiar vestimenta del tipo que la cargaba, un soldado del ejército americano. Los ojos de la joven mujer depararon en la gran cantidad de cadáveres agujereados que yacían en el suelo, por otro lado, a unos metros en dirección a la que el soldado que la cargaba se dirigía, podía ver un par de vehículos militares equipados con un par de torretas, cuyos ardientes cañones giraban a gran velocidad desatando una brutal tormenta contra un grupo compuesto de casi una docena de aquellas mortíferas quimeras con rasgos humanos y de animales.

—¡Date prisa, Steven! —advirtió el conductor del vehículo al que se dirigía.

Velozmente, el soldado logró llegar al vehículo cubierto por el fuego de metralla que mantenía a las bestias lejos de él y de Karen.

—¡Gary! ¡Scott! ¡Gracias por cubrirme! —agradeció el soldado a aquellos que manejaban las torretas. —¡Póngase el cinturón! —ordenó a la aún confusa mujer antes de cerrarle la puerta y acceder él al asiento del copiloto.

La quimera mas cercana al vehículo cayó muerta al suelo, ni siquiera su exoesqueleto óseo pudo resistir la potencia de aquellos mortíferos disparos. El conductor sacó el brazo por la ventanilla tras intercambiar una breve mirada con el piloto del segundo vehículo, y repetidamente emitió una serie de golpes en el techo del vehículo alarmando al usuario de la torreta. Sin mas dilación, las cuatro ruedas giraron al unísono impulsando ambos vehículos militares a gran velocidad, alejándose del lugar a toda prisa en un intento de proteger los vehículos de los daños que aquellos seres pudiesen ocasionarles a estos o a sus ocupantes con sus potentes pinzas. Karen finalmente reaccionó ante el impulso del vehículo y se colocó rápidamente el cinturón de seguridad.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó la mujer curiosa.

—Estábamos por la zona haciendo limpieza cuando escuchamos un fuerte golpe, vinimos a mirar y os encontramos. —contestó Steven. —¿Estás bien?

—Sí, gracias... ¡¿Ah?! ¡¿Y Kyle y Diana?! ¡¿Dónde están?! —preguntó alarmada al caer en la ausencia de sus dos compañeros.

—En el otro vehículo, no te preocupes. —contestó el conductor en aquel momento. —¡¡Agarraos!!

Casi sin tiempo para reaccionar, el conductor dio un fuerte volantazo haciendo girar el vehículo, movimiento que el segundo vehículo imitó casi al unísono. Karen se percató por un breve instante a través de la ventana, de la gran marea de siluetas oscuras que brevemente fueron bañadas por la luz de los faros del vehículo. Atraídos por aquellos dos vehículos que velozmente atravesó una de las oscuras calles de la ciudad, una masiva marabunta de no muertos gritaron de locura antes de salir corriendo a gran velocidad de aquella misma calle que los vehículos en principio iban a tomar, hasta que la sorpresa que albergaban en su interior obligaron a los conductores a replantearse velozmente el camino a tomar.

Decenas, centenares, miles de aquellas oscuras siluetas de ojos rojizos corrían hacia el vehículo con voraces instintos de ingerir las vidas humanas que en su interior albergaban. Las torretas desataban nuevamente la tormenta, lanzando sus truenos a diestro y siniestro contra la masiva ola de seres de ultratumba, quienes gritando llevados por la demencia misma, no detenían sus intentos de alcanzar los vehículos. Entonces Karen sintió los cristales del vehículo temblar, y el sonido de una lejana explosión la obligó a desatarse el cinturón y asomar la cabeza entre los asientos del piloto y copiloto.

—Eso... ¡¿Eso es?!

Lejos, aún muy lejos, gigantescas columnas de humo ascendían a los cielos. La luz anaranjada de los incendios era visible desde la posición en la que se encontraban. Y los oscuros cielos nocturnos eran iluminados por grandes faros blancos que se movían a izquierda y derecha, mientras las luces rojizas parpadeantes de algunos helicópteros recorrían la zona. Explosiones, sonidos de metralla, fuego, humo... El bello de Karen se erizó ante lo que a lo lejos se veía.

—La base militar. El último bastión de Stone City. La última esperanza de los habitantes de esta ciudad... —pronunció el soldado que la ayudó con un semblante sombrío.

Karen lo observó perpleja durante unos instantes antes de mirar el serio rostro del conductor, quien en silencio no añadió absolutamente nada a la respuesta de su compañero.

—¿Qué demonios pasó? —preguntó mirando a quien le ofreció la respuesta.

—¿Lo que tenemos atrás? —el soldado soltó una carcajada irónica. —No es nada para lo que hay allí tratando de atravesar los muros de la base militar.

Karen quedó completamente en silencio sin nada que decir ante la respuesta, tratando mentalmente de hacerse una idea de lo que le acababa de contestar. Mientras tanto, en el otro vehículo, Kyle y Diana iban con los cinturones puestos hablando con los dos soldados que trabajaban para el mismo ejército en el que Kyle servía. El rostro del soldado latino se cubría en sombras al escuchar de sus compañeros de armas acerca de la situación en la base militar. Ante el silencio de este, el dúo militar intercambiaron una preocupada mirada.

—No entraron. Si tienes a algún ser querido allí dentro, no te preocupes. La situación está mal fuera de la base. Somos muy pocos efectivos, aunque la milicia americana, la de la ONU, y algunos supervivientes de la policía de Stone estén cooperando esforzándose en no permitir que esas cosas entren a masacrar a todos los civiles que hay dentro. Pero, aún así, ninguno de esos seres pueden entrar fácilmente a la base, por muy rodeados que estemos de zombies y otros monstruos que nos superan significativamente en número. Tenemos fuertes barricadas, muros, alambradas, vehículos terrestres y aéreos, trampas... Tenemos grandes defensas para impedir que esas cosas entren, y una gran fuerza bélica que va desde simples pistolas hasta RPGs. Aunque seamos pocos, y el trabajo de proteger la base sea realmente agobiante y agotador, si seguimos así como ahora, al menos por el momento, lograremos mantenerlos fuera. —contestó el conductor.

—¿Por el momento? —pronunció Kyle intrigado escuchando la metralla de las torretas y los gritos de los muertos de fondo.—Esa munición tarde o temprano se acabará ante tantos enemigos. Esas barricadas acabarán por ceder. Y tarde o temprano entrarán de una manera u otra. ¿En caso de emergencia no se iba a proceder a una evacuación masiva dentro de la propia base? —preguntó el soldado de semblante serio.

—Sobre eso... No sabemos nada, lo siento. Igualment...

¡¡¡¡BOOOOOOM!!!!

El vehículo se desvió de su trayectoria cuando un cuerpo lo envistió llegando a elevar brevemente las ruedas derechas de la calzada. El conductor agarró con fuerza el volante tratando de maniobrar rápido para corregir la trayectoria del vehículo, tratando por todos los medios de no chocar contra los obstáculos del camino, y que de ese modo el vehículo no volcase.

—¡¡¡KYLE, EL MONSTRUO!!! —gritó Diana agarrando el brazo del soldado mientras señalaba por la ventanilla lateral.

—¡¿Pero que coño?!

Encaramado a uno de los laterales del vehículo, observándolos por la ventanilla, una criatura humanoide de rasgos reptilianos los observaba cual depredador a sus presas. No obstante, lejos de tratar de romper la ventanilla para acceder a su interior, la criatura trepó al techo del vehículo emitiendo un fuerte grito.

—¡¡¡¡¡AAAAAAArrrrgggggghhhhh!!!!!

El conductor miró por el retrovisor al escuchar el grito del compañero que empleaba la torreta, y lo único que pudo ver fue la cabeza cercenada del soldado lanzada fuera del vehículo. La torreta quedó silenciada.

—¡¡Scott!! —exclamó el conductor. —¡Joder! ¡Si esa torreta cesa en sus disparos, los muertos se lanzarán a agarrarse al vehículo y treparán por el para llegar hasta nosotros! —gritó el copiloto. —¡¿Ah?! ¡¡Espera!! ¡¿Dónde se metió esa cosa?!

—¡¿Qué coño haces, Carlos?! —gritó el conductor viendo a su compañero bajar la ventanilla del vehículo.

—¡¿Tú que crees?! ¡Voy a ver donde está esa cosa y cargármela! —contestó sujetando una pistola a la par que iba sacando medio cuerpo por la ventanilla para ver la ubicación de la criatura.

El viento producido por la velocidad del vehículo azotaba el rostro del soldado. Con la pistola por delante, el soldado se percató de como de cerca estaba la marea de no muertos, quienes extasiados por el voraz apetito del que destacaban, se lanzaban en pleno salto a agarrar las barandillas de seguridad de la parte trasera del vehículo para trepar por ellas y acceder a la zona de la torreta. Eran bastante rápidos y ágiles aquellas clases de muertos, eran sin duda una clase mejorada del zombie convencional que habían visto al inicio del caos de Stone City, los cuales físicamente, así como en sus instintos, se mostraban muchísimo mas aletargados en comparación a estos muertos rabiosos.

—¡¿Ves algo, Carlos?!

—¡Solo a los muertos, Vincent! ¡No veo a esa cosa! —respondió observando el techo del vehículo militar.

—¡Vuelve dentro entonces!

—¡Un momento, déjame acabar con algunos cabrones que están demasiado cerca del vehículo! —exclamó viendo a varios zombies saltar hacia este. —¡Y procura conducir mejor, te mueves demasiado!

—¡Hago lo que puedo con los muertos y los obstáculos que tengo delante!

—¿Delante? —pensó sintiendo un sonido acercarse tras de él. —¿Qué?

Al instante de voltearse, una gran sombra negra emergió agarrándolo por el torso y sacándolo del interior del vehículo de un solo tirón. Incapaces de decir nada ante la impresión del enemigo invisible por parte de los que permanecían dentro del vehículo, tan solo los gritos de Carlos pudieron escucharse alejarse a medida que el vehículo seguía adelante.

—¿Qué coño fue eso? ¡¿Qué cojones se ha llevado a Carlos?! —exclamó el conductor muy impresionado al no haber visto a la criatura que vino de uno de los laterales de la calle en la dirección en la que el vehículo se dirigía.

—Fue esa cosa. Nos ha estado tendiendo una trampa... —susurró Kyle. — Sabía que alguno saldríamos para tomar la torreta o algo similar, y ha aprovechado que Carlos tenía medio cuerpo fuera para sacarlo por la ventanilla mientras estaba distraído...

—¿Qué estás diciendo? ¡¿Esas cosas piensan?!

—Eso parece. Ya me enfrenté antes a ellos, y su forma de actuar no es como la de una bestia sin cerebro que actúa por mero instin... —Kyle guardó silencio unos momentos. —¿Ellos? ¡Ah!

—¡¿Qué?! ¡¿Qué pasa?! ¡¿Por qué te quedas callado?!

Fue entonces cuando una segunda embestida lateral desequilibró la trayectoria del vehículo haciendo que el conductor tuviera que dar fuertes volantazos, tratando de estabilizarlo a medida que evitaba obstáculos y grandes grupos de no muertos que emergían de entre las sombras. Los soldados se percataron que lo que chocó contra ellos fue el segundo vehículo que los acompañaban.

—¡¿Qué cojones haces, Brendan?! ¡¿Acaso quieres matarnos, joder?! —exclamó el conductor enfurecido al haber estado por unos instantes a punto de estrellarse contra una edificación cercana. —¡¿Ah?!

Entonces cuando el vehículo que chocó con ellos se alejó fue cuando lo vieron. Sobre el vehículo, otro de esos seres se hallaba tratando de sacar por una de las ventanillas rotas al piloto del vehículo, y una segunda, al copiloto. Kyle recordó que aquellas criaturas por lo general solían ir en grupos. Frunciendo el ceño, el soldado era consciente de que sin esas torretas en funcionamiento, todos estarían perdidos. El sonido de un cristal estallando llamó su atención, para ver como en el otro vehículo, Karen rompió la ventanilla trasera para acceder a la torreta a través de ella, torreta que como la del vehículo en la que iba él, se había quedado detenida a causa de la ausencia del soldado que la empleaba. A su espalda, el soldado comenzó a escuchar los sonidos de las manos de los no muertos aferrándose a las barras del vehículo.

—Vincent, necesito una pistola. —reclamó Kyle acercándose al asiento del conductor.

—¡¿Qué piensas hacer, soldado?!

—Acceder a la torreta por la ventanilla trasera, como mi compañera. Necesito un arma para romperla.

—Está bien. Pero ten cuidado. —contestó agarrando la pistola que descansaba en su cinto para dársela a Kyle.

—Gracias. —Volviendo a los asientos traseros, el soldado comprobó que estuviese el arma cargada. —Diana, tápate los oídos.

La chica asintió procediendo a hacer lo que el adulto le ordenó, y procedido el acto, el soldado no dudó en apretar el gatillo varias veces reventando el cristal, apartando los trozos peligrosos y sobresalientes con la culata del arma. Con cuidado, el soldado pasó a través del hueco saliendo del vehículo para acceder a la parte trasera en donde la torreta y el cadáver decapitado del soldado descansaban.

—¡¿Pero que demonios!? —exclamó sorprendido ante lo que vio agarrado al vehículo.

El vehículo en su recorrido arrastraba una larga y extensa alfombra de cadáveres ambulantes. Varios pares de manos habían logrado aferrarse a algunas de las barras del vehículo, y otros cientos de no muertos, se habían lanzado a agarrarse los unos a los otros creando aquella larga cola que el vehículo arrastraba cual novia con el velo en su matrimonio. Realmente era impresionante de ver, a la par que aterrador, pensaba el soldado ante aquella impactante visión. Sobre la alfombra “viviente” otros no muertos saltaban, pero no para alargar esta, si no para trepar por ella y acceder al vehículo pisando a sus propios congéneres. Sin duda alguna, llegarían a su ubicación si no destruía aquella larga y extensa alfombra de muertos vivientes.

El soldado pateó en repetidas ocasiones algunas de las manos que tan fuertemente se aferraban a las barras de seguridad del vehículo, no obstante estas no cedían, e incapaz de hacerlas ceder, trató de machacarles los dedos con la culata de la pistola, pero entonces cayó a la cuenta de que al estar muertos, estos no sentían dolor alguno. El soldado cedió en su intento. Varios gritos le alarmaron, para ver a casi una docena de aquellos seres de ultratumba correr casi a cuatro patas sobre la pútrida manta en dirección a él.

—¡Mierda! —blasfemó el soldado.

Rápidamente cargó entre sus brazos con el cadáver decapitado del soldado, y sin dudarlo por un instante, lo lanzó fuera del vehículo como cebo, cebo que atrajo a un buen número de hambrientos seres a detener su persecución hacia el vehículo para lanzarse a devorar el cadáver. Velozmente agarró los mandos de la torreta y apuntó contra los no muertos que se acercaban peligrosamente a él. Con un fuerte clamor, la tormenta dio comienzo, y cientos de letales y veloces relámpagos fueron lanzados contra aquellos que trataban de acceder al vehículo, perforando indiscriminadamente todo el cuerpo de los no muertos. Entonces, la segunda torreta comenzó a lanzar su despiadado ataque contra los dos seres con aspecto de reptil, que ahora, seguían el vehículo trepando por los techos y paredes cercanos al vehículo, tratando de evitar los disparos de la torreta que Karen manejaba, y los del fusil del copiloto del vehículo, quien sacaba parcialmente su arma por la ventanilla tratando de acertar a aquellos seres.

—¡¡KYLE!! —gritó Karen desde el otro vehículo.

El soldado detuvo el fuego de la torreta por unos instantes al escuchar levemente el llamado de su compañera, quien como él, había cesado en sus disparos. La mujer desde su posición trataba de gritarle algo, pero el sonido de los vehículos en movimiento y los miles de gritos de las bestias nocturnas hacían imposible entender del todo lo que trataba de decirle. Fue entonces cuando comenzó a hacerle señas a su espalda.

—¿Detrás de mi? —susurró girándose de inmediato—. ¡¿Ah?!

El corazón del soldado dio un vuelco al ver sobre el techo del vehículo a una de aquellas criaturas con aspecto de reptil, arrodillada tranquilamente extendiendo con lentitud sus dos pares de brazos, mientras clavaba una mirada depredadora en la imagen del humano al que había estado acechando. Con un desagradable grito de advertencia, la criatura dio un fuerte salto hacia adelante en un intento de atrapar al humano entre sus cuatro fornidos brazos. No obstante, el soldado logró por apenas un par de segundos tirarse de lleno al suelo, viendo a la criatura pasar a escasa distancia sobre su cabeza saliéndose del vehículo. Rápidamente el soldado se puso en pie y agarró nuevamente la torreta, viendo a la criatura correr sobre la gran alfombra de muertos hacia su posición, empujando a los zombies que seguían su mismo camino fuera de la alfombra empleando su ponente y escamosa cola para ello. Aquellas manos no iban a ceder si no las mutilaba, pero no tenia ningún arma apropiada para ello. La única forma de impedir que las criaturas llegasen a él trepando por ella era destruirla. Kyle desvió el arma de la criaturas y apunto directamente contra la gran alfombra de muertos.

—¡Karen! —La mujer se giró para observar a Steven accediendo a su posición por el hueco de la ventana trasera del vehículo.—¡Necesitamos cambiar de táctica! ¡Si seguimos así nos quedaremos sin munición en la torreta!

—Estas cosas son muy ágiles trepando. —respondió la mujer sin dejar de apuntar a aquel par de criaturas que no cesaban en su persecución. —¡No sé que hacer, no soy capaz de acertar! ¡Estos hijos de puta se esconden en cuanto disparo contra ellos! —contestó liberando pequeñas ráfagas de disparos.

Fue entonces cuando un sonido metálico llamó la atención del dúo, dirigiendo sus miradas a unas manos que se aferraron contra las barras de seguridad del vehículo. Inmediatamente, un montón de no muertos comenzaron a saltar aferrándose con fuerza a los no muertos que lograron agarrarse del vehículo, constituyendo una segunda alfombra de cadáveres ambulantes poco a poco.

—¡No dejes que se haga mas grande! —alertó Steven. —¡Yo mantendré vigilados a los otros dos monstruos!

—¡De acuerdo! —confirmó rotando la torreta al frente.

Entonces escuchó la metralla de la torreta controlada por Kyle, quien comenzó a lanzar su letal munición indiscriminadamente por aquella inmensa alfombra de muertos en un intento de matar a tantos como le fuese posible para que se comenzasen a soltar, y con ello, la alfombra se desintegrase. Era complicado, mucho, aquella alfombra era demasiado larga y extensa, compuesta por cientos de no muertos que servían de paso a otros para trepar por ella hacia Kyle, al igual que la criatura reptiliana que pasaba sobre los cadáveres tan rápido como era posible, tratando bloquear con su potente coraza las balas de la torreta, volviéndose una bola para cubrir su torso vulnerable del fuego de metralla.

Karen vio cuan complicado le estaba resultando a Kyle manejar aquella situación al tener que intercalar entre destruir la alfombra disparando contra sus componentes, y mantener a raya a aquella criatura y los no muertos que trepaban por ella. Aquella alfombra de cadáveres se iba haciendo cada vez mas grande, permitiendo a mas muertos vivientes trepar por ella para acortar distancias con el vehículo. Kyle estaba en apuros, si seguía así, se quedaría sin munición y la marabunta de muertos lograría tragarse el vehículo con sus pasajeros en el interior.

—Mierda... —susurró Karen con rabia.

Torciendo los labios inconforme por la situación de la que ella y Steven debía de ocuparse, rotó la torreta hacia la derecha, apuntando a la gran alfombra de cadáveres que el segundo vehículo militar arrastraba.

—¡¡KYLE!! —gritó la mujer con todas sus fuerzas atrayendo la atención del soldado. —¡¡¡DISPARA A LOS MUERTOS!!! —le informó haciéndole gestos a la alfombra de cadáveres en cuestión, tratando de que el soldado entendiera su propósito aún sin escucharla bien por la distancia y la circunstancias.

Tras unos instantes observando el soldado a los muertos, finalmente miró a su compañera al otro lado y asintió con la cabeza a la par que alzaba el pulgar. Los dos soldados al mando de las torretas decidieron olvidarse por unos instantes de los otros peligros que les rodeaban y apuntaron con aquel par de mortíferas armas a la alfombra que los muertos y el ser reptiliano utilizaban para caminar y trepar hasta el vehículo. Al unísono, los cilindros de ambas torretas comenzaron a girar a gran velocidad liberando una aterradora torrmenta de metralla por todo lo largo y ancho de la alfombra de muertos. El atronador sonido de tal letales armas sonando al unísono casi se equiparaba al cántico formado por los gritos de los centenares de criaturas que perseguían a ambos vehículos.

Sangre, vísceras, huesos y miembros estallaban a diestro y siniestro por toda la amplitud de la alfombra de cadáveres. Semejante orgía de sangre dejaba un enorme rastro rojizo por el oscuro asfalto por el que la alfombra se arrastraba, salpicando los comercios y viviendas que se abría a lo largo del margen derecho de la carretera. Rápidamente, los muertos perforados y destrozados por las potentes balas cedieron en su sujeción a otros de sus congéneres, soltándose y provocando con ello la rápida desintegración del oscuro velo que el vehículo arrastraba a su paso, dejando atrás a las criaturas que habían permanecido hasta unos instantes caminado sobre este.

Tan rápido como se deshizo, las dos torretas cambiaron sus miras a la izquierda, a la alfombra que se estaba formando en el vehículo en el que Karen viajaba. Aquella marea no tardó mucho en ceder debido a su pequeña extensión en comparación a la anterior. El fuego no cesó, velozmente las torretas volvieron a girar al unísono apuntando al frente. Los centenares de cadáveres que quedaron desperdigados tras la desintegración ambas alfombras crearon una gran extensión de obstáculos formados por todos aquellos cadáveres inertes amontonados unos sobre otros, obstaculizándoles al resto de la marabunta de no muertos su persecución hacia los vehículos que se alejaban cada vez mas de ellos.

No obstante, una pequeña minoría logró pasar sobre los cadáveres amontonados, pero únicamente para caer a los pocos metros acribillados por el fuego de las torretas. Llevándose a varios muertos por el camino, ambos vehículos militares se metieron por algunas calles tratando de aprovechar que la marabunta de cadáveres quedó atrás para terminar de despistarla. Por otra parte, no consiguieron lo mismo con aquel par de criaturas que saltaban entre tejado y tejado a la espera de que el soldado Steven se quedase sin munición para saltar sobre él y Karen asesinándolos en el acto con sus afiladas garras curvas. Y finalmente sucedió.

—¡¡Me quedé sin munición!! —advirtió el soldado asustado.

Tan rápido como pronunció aquellas palabras de condena, una de las criaturas descendió de un salto de uno de los tejados cercanos contra él.

—¡¡¡STEVEN!!! —gritó Karen incapaz de girar mas la torreta.

Karen carecía de un arma mas allá de la torreta, la cual era incapaz de rotar mas para apuntar a aquella criatura, cuya sombra envolvió la figura del soldado. Si aquel ser caía sobre la parte trasera del vehículo, los mataría en un abrir y cerrar de ojos. Pero entonces, antes de que el ser pudiese tocar el suelo, a apenas dos metros de altura sobre las cabezas de Karen y Steven, un potente fuego de metralla salió disparado impulsando a la criatura hacia atrás, estampándola contra un muro de ladrillos matándola en el acto. Ambos soldados se giraron para ver a Kyle apuntando en su dirección, aún con el cilindro del arma rotando sobre sí mismo.

—¡¡No os distraigáis!! —advirtió Kyle, cuya voz les llegaba con mas claridad desde que dejaron atrás a los muertos vivientes. —¡¡Queda una a la que derribar!!

¡¡¡¡BOOOOOOOM!!!!

Los soldados se giraron brevemente para ver una gigantesca explosión a lo lejos, en dirección a la base militar. Cada vez estaban mas cerca, el olor de las llamas y el humo ya comenzaban a olerse en el ambiente. Entonces el grito del ser con aspecto de reptil atrajo nuevamente la atención de los portadores de la torretas, pero nuevamente a tiempo, Kyle logró disparar a la criatura, solo que esta vez lejos de matarla, simplemente la hirió obligándola con ello a precipitarse desde las alturas.

—¡Ese era el último! —anunció Steven dejándose caer de culo al suelo. —Reconozco que se me han puesto los huevos de corbata con esos dos bichos... —suspiró aliviado ante la situación. —Espero que no nos topemos con mas de esos...

—Eso espero... —suspiró Karen. —Oye, siento lo de tus compañeros. Parece que el que estaba al mando en la torreta lo sacaron del vehículo uno de esos seres...

—Ya... Bueno, supongo que es normal...

—¿Normal?

—He perdido la cuenta de a cuantos compañeros he visto morir en estos días... Tal vez el siguiente sea yo, Vincent o Brendan, quien sabe...

—Ya... Sé a lo que te refieres. Yo también he visto a muchos compañeros morir. —contestó alejándose de la torreta para acercarse al soldado. —Tras ver a tantos, e intuir que verás a otros cuantos, ya verlos morir te parece algo normal. E incluso la idea de que tú puedes ser el siguiente.

—Sí... —suspiró el soldado. —Ese es el sentimiento. Llorar ahora por los caídos o los desaparecidos en combate no tiene sentido, hay trabajo por hacer, y hasta que no acabemos aquí, no podemos permitirnos ponernos a pensar en todo lo que hemos perdido y vivido en el infierno en el que nos vemos rodeados. Deprimirse ahora no es una opción, tenemos que tener toda nuestra atención enfocada a nuestras misiones en esta ciudad. Durante el tiempo que dure la misión, debes de continuar con la vista al frente y no mirar atrás, ese es el deber de un soldado en estas situaciones. La misión es la principal prioridad, y después, será el momento de los llantos y lamentos.

No obstante, ante aquel comentario Karen no dijo nada, pues ella era incapaz de controlar ciertos sentimientos relacionados a la desaparición de su pareja y de sus amigos, o con la muerte de su hermano. Era tal y como le dijo Kyle, o como ahora le comentaba Steven. ¿Pero como no dejarse llevar por sus emociones? No era lo correcto, era una soldado, debía de saber controlar sus emociones, tenía una misión que cumplir, pero... también era humana...

—El deber de un soldado, ¿eh? —susurró pensativa ante la curiosa mirada de Steven.

Sus largos cabellos se agitaban ante el cálido viento nocturno producido por la velocidad del vehículo. Con la mirada perdida y pensativa ante las palabras de Steven, así como en la conversación que mantuvo con Kyle en el coche. La joven mujer era incapaz de no desatar un conflicto interno entre su mente y sus sentimientos, entre la soldado perteneciente a la milicia de la ONU, y la mujer que en realidad era. Sin nada que decir, la mujer se acercó a la barandilla de seguridad apoyándose sobre esta, observando como iba quedando atrás el camino que el vehículo iba recorriendo. Cerró los ojos por unos instantes, dejando su mente en blanco, dejando un gran vacío, y allá al fondo, lejos de ella, cuatro figuras le daban la espalda... Killer, Desmond, Shaun, Nayeli... cada vez se iban alejando mas y mas de ella... Un par de cálidas lágrimas descendieron por sus mejillas.

—¿Estás bien? —preguntó Steven preocupado tras ella.

—Esa pregunta es algo complicada... —suspiró abriendo los ojos.

Dicho aquello, la joven mujer se quitó el casco azul de la cabeza, observándolo detenidamente entre sus manos. Seguir adelante y no mirar hacia atrás. La misión es la principal prioridad, y después, los llantos y lamentos. Recordando aquello, un par de lágrimas cayeron sobre el casco que sostenía entre sus manos.

—La vida de un soldado no es fácil... —comentó Steven. —Gente como nosotros somos los que acabamos dañando nuestro cuerpo y espíritu al exponernos a las tragedias de la vida.

—Sí... Es cierto. —susurró Karen. —Cuando acabamos una de nuestras misiones, pensamos que todo acaba con ella. —la joven mujer agarró el casco por una de sus correas, dejando este sobresaliendo de la barandilla de seguridad mientras se balanceaba de un lado a otro ante el movimiento del vehículo en marcha. —Pero al final nos equivocamos, de vuelta a casa nos traemos algo de aquello que hemos vivido. Guerras que dejan a su paso muerte y destrucción, epidemias que provocan hambrunas y sufrimiento, o catástrofes que te demuestran hasta donde es capaz de llegar la maldad humana cuando cosas como la ley y el orden no existen... Todo eso que ves, oyes, y sientes ante todas esas circunstancias, acaban dejando una huella en ti... Huella que hiere el alma provocando sus llantos y lamentos... —una triste sonrisa se dibujó en su rostro. —Pero nuestro deber como soldados, es ceñirnos a la misión en todo momento, aunque eso signifique tomar medidas como permitir sacrificar vidas, ignorar el sufrimiento ajeno, o el nuestro mismo... Para salvar a unos, hay que dejar a otros, y nosotros somos normalmente el sacrificio a tomar cuando es necesario, nuestras propias vidas. —el casco no dejaba de balancearse a un lado y a otro, mientras lentamente, la correa se escurría de entre los dedos índice y pulgar de Karen.

—Alguien que se mete al ejército acepta entregar su vida si es necesario por la misión. Deberías saber bien eso, tú eres parte de la milicia de la ONU, y yo del ejército americano, ambos hemos aceptado dar nuestras vidas para salvar a esta gente. Todos los que han muerto aquí, cascos azules, soldados americanos, policías, todos han dado sus vidas para tratar de salvar a la gente de esta ciudad, todos sabían que podían morir, y aún así lo han hecho y han muerto cumpliendo con su deber. Hay que honrar a todas esas vidas que se han perdido por salvar a otras. —contestó Steven con un semblante serio. —Pero ahora tenemos que continuar, todos esos compañeros han sacrificado sus vidas por una causa noble, si detenemos las distintas misiones que se nos han encomendado para pararnos a llorar y sufrir sus pérdidas, entonces obstaculizaremos el trabajo que ellos han estado realizando, y al final, habrán muerto en vano. Tenemos que seguir adelante con la misión por todos ellos. Tenemos que salvar a tanta gente como sea posible, como nuestros compañeros caídos han estado haciendo entregando sus vidas en el proceso.

—Ya... Es un buen punto el que has dicho. No te llevaré la contraria al respecto, pero... —la mujer guardó silencio unos instantes cuando una de las hebillas del casco finalmente llegó a sus dedos. —No puedo evitar sentirme como si fuese una simple marioneta sin sentimientos, cuya vida y salud física y mental no importasen en absoluto a aquellos que nos dirigen... —un par de tímidas lágrimas surcaban su rostro. —¿Realmente le importamos a alguien mas allá de nuestros seres queridos? ¿Realmente nuestras muertes serán recordadas a largo plazo? —Karen suspiró con pesadez. —¿Sabes? Hasta el día de hoy no había perdido a nadie que me importase trabajando en el cuerpo de los cascos azules. He perdido a compañeros con los que tenía buena relación, sí, pero nunca a quien realmente me importase, gente que realmente significaban algo para mi... Hasta hoy. —aún con las lágrimas fluyendo, la mujer apretó los dientes sintiendo una fuerte rabia sobre su situación. —Miedo, inseguridad, impotencia... Hoy perdí a mi hermano Shaun, murió frente a mis narices sin que yo pudiese hacer nada, y después, volvió de entre los muertos, yo tuve que apretar el gatillo contra él...

—Lo siento... —susurró Steven mirando la espalda de la mujer. —Debió de ser terrible.

—Lo fue... Y allá, en algún lugar de esta condenada ciudad, el hombre al que amo y mis amigos están desaparecidos desde hace horas, desconozco si están vivos, muertos o heridos... Todos ellos son la única familia que tengo, las únicas personas realmente importantes en mi vida. —pronunció con la voz quebrada. —Necesito, por suicida que sea, por absurdo e inútil que parezca, salir a buscar a esos tres... Pero el deber de una soldado me retiene con fuerza, como si de cadenas se tratasen aferrándose con fuerza contra mi, tirando contra mi voluntad hacia el camino contrario al que quiero realmente ir... Soy una soldado, y un ser humano, ambas facetas conviven en mi, pero en estos momentos siento que solo puedo ser una de las dos Karens, y debido a ello estas dos luchan dentro de mi. —dijo sin dejar de mirar el oscuro asfalto de la carretera. —¿Qué debería hacer? —susurró sintiendo como sus largos cabellos castaños azotaban su rostro por la fuerza del viento.

Unos instantes de silencio se produjo entre aquellos dos, tan solo el sonido del viento, y del infierno desatado a lo lejos en la base era lo único que se escuchaba en aquel preciso momento. Steven comprendía su dolor, no obstante, él jamás había perdido a nadie realmente importante en su vida trabajando. Debido a aquella falta de experiencia en el tema que la mujer comentaba, era incapaz de ponerse realmente en su piel, tan solo una única respuesta pasaba por su mente a la pregunta que la mujer susurró.

—La insubordinación es algo que se castiga... Ya lo sabes, soldado. —pronunció tras unos instantes de silencio. —Céntrate en la misión, es lo mejor que puedes hacer... Ya te dije los motivos hace un momento, honra el sacrificio de los que han caído a través de tu trabajo...

Dicho aquello, aún sabiendo que sus palabras pudiesen haberla herido, cosa que realmente no quiso, el soldado volvió al interior del vehículo colándose nuevamente por el hueco roto de la ventanilla trasera. Tan solo la mujer quedó allí, simplemente observada por la silenciosa y curiosa mirada de Kyle desde el otro vehículo. Una triste sonrisa se dibujo en el rostro de la joven mujer. Entonces, a la vista de Kyle, pudo ver el casco azul cayendo, emitiendo un leve sonido a penas perceptible por ruido de los vehículos en marcha, y en breve, aquel símbolo azul desapareció de su vista tragada por las sombras de la noche.

—Finalmente tomaste una elección. —susurró el hombre viendo a la mujer aún apoyada en la barandilla con la mirada perdida en el asfalto. —Espero que haya hecho lo que realmente crees que es lo correcto para ti, Karen.

Ahora el soldado sabía que sin importar el qué, esa mujer iría tras sus compañeros, con o sin ayuda de la milicia para la que trabajaba.

—Kyle. —El soldado se giró al escuchar la voz de Diana llamándole, quien estaba asomada por la ventanilla. —¿Estás bien?

—¿Ah? Sí, estoy bien, no te preocupes. ¿Y tú como te encuentras?

—Bien, y cansada... —contestó frotándose el ojo derecho. —¿Y Karen está bien?

—Sí, no te preocupes por ella. Hemos logrado acabar con todos los monstruos, por lo que tal vez puedas echarte una siesta en lo que tardamos en llegar a la base militar. —contestó con una sonrisa-. ¡Ey, Vincent! —llamó Kyle desde la ventanilla al conductor del interior del vehículo—. ¿Queda mucho para llegar?

—¿Ah? No, la verdad es que estamos mas... —las palabras del conductor cesaron de inmediato.

—¿Qué ocurre?

Entrecerrando los ojos, el conductor apreció una figura emergiendo de las sombras, bañándose en las luces de los faros del vehículo, el verdadero aspecto de la criatura no tardó en desvelarse. Una de aquellas chimeras entre ciempiés y humano, entre otras cosas, se dirigió a toda velocidad hacia ellos embistiendo el vehículo. Diana gritó ante el impacto, mientras que Kyle perdió el equilibrio cayendo de culo, y Vincent, quien se llevó la peor parte, acabó inconsciente al golpearse la cabeza contra el volante del vehículo quedando presionado la bocina de este. El cuerpo reforzado del vehículo se estremeció en cuanto aquellas dos potentes y letales pinzas de escorpión atravesaron el capó destruyendo el motor y otras piezas, dejando aquel transporte militar completamente inutilizado.

Kyle se levantó velozmente agarrando la pistola, y sin pensárselo dos veces se levantó y saltó por encima de la barandilla de seguridad. Desenfundando la pistola que Vincent le dio, el soldado velozmente rodeó el vehículo, y tan rápido como vio a la criatura disparó contra ella. A toda velocidad, el segundo vehículo pasó por la vera del primero, adelantándolo por mucha distancia, hasta que Karen dio la voz de alarma a Brendan para que detuviese el vehículo. La criatura en respuesta a los disparos del soldado, convulsionó siendo esta respuesta la antesala a un desagradable vómito autoprovocado con el que roció el vehículo y los alrededores, en cuestión de segundos, el extraño fluido comenzó a evaporarse. Aquel gas en el que el fluido se transformaba, emitía un olor muy fuerte y desagradable, que casi instantáneamente al respirarlo, Kyle comenzó a sentirse mareado a la vez que poco a poco sentía su visión oscurecerse.

—Veneno... —susurró sintiendo un frenético ataque de fuerte tos.

Sus fuerzas comenzaban a desvanecerse, y sus sentidos a desorientarse. La criatura a corta distancia se acercaba lentamente a su víctima abriendo sus pinzas de par en par y agitando aquella larga lengua bífida. El soldado comenzó a retroceder lentamente mientras su visión, además de oscurecerse, comenzaba a distorsionarse. Sus músculos se sentían agarrotados, su estómago revuelto, le dolía la cabeza, y su fuerza mermaba por momentos, sintiendo sus piernas y brazos débiles y pesados. Aquel gas lo mataría si no lo hacía antes la criatura. Karen, por su parte, agarró y apuntó con la torreta a la espalda de la criatura, pero al estar tan cerca de Kyle, y teniendo en cuenta la potencia de los proyectiles, nada le aseguraba que Kyle saliese ileso si disparaba a la dirección en la que él y aquel ser se encontraban. La boca se le secaba, sus oídos se sentían taponados, su respiración se volvía muy pesada. Lentamente, tratando de luchar contra los efectos del veneno, el soldado intentaba alejarse apoyado contra el vehículo tan rápido como su cuerpo le permitía.

—¡Kyle, cúbrete! —advirtió Karen a unos metros de distancia desde el otro vehículo.

Con un grito desagradable, la criatura dirigió una de sus pinzas contra Kyle en un intento de cercenar su cabeza, no obstante, el soldado intuyendo el ataque por la espalda y la orden de Karen, se dejó caer como un peso muerto contra el suelo. El ataque de la criatura fue errada, y con dificultad, Kyle rodó hasta debajo del vehículo militar. Hecho aquello, Karen no dudó en apretar el gatillo de la torreta, liberando una letal y veloz tormenta que fulminó por la espalda a la criatura, reventando su parcial coraza ósea que protegía varios de sus puntos vitales. Finalmente, desde debajo del vehículo, Kyle pudo ver a la criatura derrumbarse en el suelo. Tenía que salir de ahí, la criatura había muerto, pero el gas aún no se había disipado del todo. Arrastrándose por debajo del vehículo, pudo ver a Karen corriendo hacia él para ayudarlo a levantarse y sacarlo de la nube tóxica. Por otro lado, Brendan y Steven sacaron rápidamente a Diana y al inconsciente Vincent del vehículo. Tan solo les bastó a aquellos tres estar unos segundos dentro del alcance del gas para comenzar ellos también a sentir un ligero malestar que enseguida comenzó a esfumarse en cuanto se alejaron y sus pulmones se llenaron de aire limpio. Una vez dentro del vehículo, este continuó la marcha.

—¿Cómo te encuentras, Kyle? —preguntó Karen visiblemente preocupada por su estado.

—Mejor... supongo... —contestó con algo de pesadez. —Me recuperaré enseguida ahora que mis pulmones no se están llenando de ese gas constantemente. Gracias por acabar con ese bicho y sacarme de allí, pensaba que no lo contaba. —agradeció tratando de esbozar una media sonrisa.

—De nada. —contestó la mujer con una sonrisa.

—¡Arg! —exclamó Steven.— Toda esta zona está llena de esas mierdas. Monstruos por aquí, zombies por allá... ¡¿Cuando nos dejarán respirar tranquilos?!

—Pues aún te queda chaval, en la base es donde mas seres de esos se aglomeran. —respondió Brendan. —¿Cómo está Vincent? —preguntó mirando por el espejo retrovisor al asiento trasero.

—Parece que está recobrando el sentido. —contestó Kyle al ver al soldado inconsciente comenzar a gesticular con la cara.

—Bien, ha debido de llevarse una buena ostia al estamparse contra el volante.

—Eso parece. ¿Cómo te encuentras tú, Diana? —preguntó Karen.

—Bien, no me hice daño. Caí sobre los asientos cuando el monstruo golpeó el coche. —contestó la chica. —¿Tú estás bien?

—Sí, no te preocupes, cielo. —contestó esbozando media sonrisa en el rostro.

La mujer observó al frente, viendo a lo lejos como la base militar se iba haciendo cada vez mas grande a su visión, y con ello, las grandes columnas de humo y llamaradas. Torciendo los labios disgustada por lo que veía, observó por el hueco roto de la ventana trasera, como el camino que iba recorriendo el vehículo militar desaparecía entre las sombras de la noche. Finalmente había tomado una decisión acerca de a cual de las dos Karens seguir, si a su yo soldado, o a su versión civil. Era evidente, sus sentimientos pudieron mas que su deber como militar, y la sacrificada no fue otra que su faceta como soldado.

En un principio tenía pensado en dejar a Kyle y Diana en la puerta de la base y largarse, pero después, Kyle la convenció sobre entrar y recabar información sobre el paradero de su equipo, pero... A decir verdad, viendo lo feo que estaba la situación en la base conteniendo a las amenazas del exterior, ¿podría salir de la base una vez entrara? Tenía planeado recabar información sobre sus compañeros, y solicitar a sus superiores un nuevo equipo y armamento para “retomar” la misión de buscar a Alberto, no iba a explicarle la situación a su superior como Kyle le aconsejó, sabía que no la iban a ayudar si explicaba la situación de su equipo. Por otra parte, algo que realmente le preocupaba era si una vez dentro de la base, podría volver a salir por su cuenta en caso de no recibir ninguna clase de ayuda de su superior.

¡Joder! ¡¿Por qué demonios se sentía tan acosada por la inseguridad y la ansiedad del momento?! Debía de tomar una decisión rápida. ¿Entraba? ¿No entraba? ¡¿Qué hacía?! Tanto una opción como otra era arriesgada, pero... La mujer suspiró completamente indecisa. La opción que había tomado era cumplir insubordinación, si era por su equipo, por tratar de salvarlos si es que aún estaba con vida, traicionar a la milicia de la ONU no le importaba en lo mas mínimo. Sí, puede que aquel conjunto de sentimientos, que aquella acción, fuera completamente egoísta, anteponiendo la vida de unas personas probablemente muertas a la vida de civiles a los que podría continuar salvando si continuase ejerciendo su labor como militar, o impedir la muerte de muchos de sus camaradas si cooperase con ellos en el exterminio y la contención de los monstruos. No obstante, a pesar de todo, era humana, y el egoísmo era algo propio de los humanos. Sea como sea, el momento de decidir estaba cerca, tenía que tomar una elección.

El vehículo continuó su marcha sin demasiadas interferencias, no mas allá de los no muertos que arrollaba por el camino. Finalmente, el vehículo se detuvo. Cientos, miles, a varios metros de distancia, localizados en una zona “segura”, los pasajeros del vehículo vieron un ejército de muertos y bestias sacadas desde lo mas profundo del inframundo, ejército que rodeaba a varios metros a la redonda los grandes muros de hormigón apilados que se levantaban como defensas externas a la base militar. Vehículos calcinados eran pasto de las llamas, al igual que muchos edificios cercanos que además de arder vivamente, se encontraban parcial o enteramente derrumbados.

Gigantescas columnas de humo negro encapotaban el cielo nocturno impidiendo la visión de la luna y las estrellas, reflejando estas el anaranjado color de las llamas. Entre aquellas nubes, un par de helicópteros batían la zona con sus grandes focos blancos. Mobiliario urbano se encontraba colocado en determinados puntos como improvisadas coberturas. Centenares de cadáveres yacían desperdigados por el suelo, tanto de criaturas como de soldados. Acompañando a la caótica visión, los sonidos de disparos, explosiones, y los rabiosos gritos de los muertos dejaban anonadados a los soldados recién llegados.

Tan impresionante como horrible era aquella visión que eran incapaces de no quedarse con la boca abierta mientras el bello se les erizaba a causa de tan tremenda impresión. En aquel lugar, parecía que el mismo infierno se había abierto. Ni una sola palabra fue emitida por ninguno de los pasajeros durante unos breves, pero eternos minutos, en los que apartar su visión de aquel escenario apocalíptico era algo imposible. No obstante, sus mentes formulaban la pregunta mas básica de todas. ¿Cómo entraremos en la base? En las alturas, los helicópteros apoyaban a la metralla de las torretas localizadas en las atalayas tras los muros de la base, descargando una letal y sonora tormenta a diestro y siniestro. En el suelo, fuera de los muros, varios grupos de soldados se ocultaban tras las barricadas disparando contra la marea de bestias o haciéndolas volar por los aires a base de las granadas que frecuentemente lanzaban por los aires.

Tras ellos, un par de carros de combate disparaban con su letal y potente cañón a las manadas de criaturas que trataban de acercarse, apoyando desde atrás a las tropas allí apostadas. La milicia estadounidense, los cascos azules y algunos pequeños grupos de policías supervivientes unían fuerzas para que ninguna de las criaturas llegase a los muros de hormigón tratando de trepar por ellos, derrumbarlos, o directamente, reventando alguna de las puertas de acceso a la base. La situación se veía realmente mal, todos aquellos soldados debían de llevar horas luchando sin descanso, realmente debían de estar agotados.

Una docena de soldados salieron de sus coberturas para optar por una ofensiva contra una veintena de no muertos que iban corriendo en su dirección evadiendo los obstáculos colocados por el camino. Seis de los soldados dieron un paso al frente y se arrodillaron, mientras los seis restantes permanecían de pie tras estos. Con una contundente orden de “¡Fuego!”, una lluvia de metralla perforó el cuerpo de las criaturas, las cuales aún siendo penetradas por las potentes balas, no cesaban en su intento de llegar a los soldados, aún pasando sobre los cadáveres de sus congéneres que caían al suelo con un tiro en la cabeza. En varias áreas del perímetro en el que la batalla estaba teniendo lugar, los no muertos saltaban contra sus objetivos cual tigre hambriento hacia una deliciosa gacela, tratando de atraparlas en el salto para perforar sus cuellos con los dientes de inmediato. Los hambrientos muertos vivientes eran rápidos, sí, pero no mas que aquellos seres de cuatro patas que atacaban en manada saltando contra la yugular de los soldados. Entre aullidos y ladridos, los perros del averno masticaban con saña los cadáveres de los humanos recién cazados.

Por otra parte, los monstruos, aún mas peligrosos que los zombies y los perros, hacían grandes estragos tratando de cazar a sus víctimas. Grandes grupos de seres reptilianos atravesaban los obstáculos rodeándolos o saltando sobre ellos mientras procuraban defenderse con sus cuerpos acorazados de las armas bélicas que los grupos de humanos sostenían. Los fieros e inteligentes cazadores, dejaban a los soldados estupefactos ante las inteligentes tácticas que estos hacían para avanzar hacia ellos. Una fila de varios de ellos avanzaban hacia adelante cubriéndose tanto como podían el torso y rostro con sus brazos, manos, e incluso cola, lentos pero decididos, avanzaban actuando de escudos para otra fila de criaturas de la misma clase que caminaban lentamente ocultándose a la espaldas de estos, dejando sonar el filo de sus garras curvas arañando el asfalto en un intento de intimidar y atraer la atención de los militares. A la vez, otros individuos trataban de rodear a los grupos de soldados usando su habilidad de camuflaje para mimetizarse con el ambiente oscuro producido tanto por la propia noche, como por las gigantescas columnas de humo.

En otras zonas, las extrañas criaturas humanoides con forma de ciempiés, no dejaban de expulsar su tóxico gas en grandes cantidades formando pequeñas nubes que se desplazaban con la brisa nocturna, en un intento de hacer retroceder a las unidades humanas enemigas e intoxicarlas. A la vez, estos seres no dudaban en usar sus potentes colas, pinzas y lengua para destruir barricadas y obstáculos colocados por los militares para impedir el avance de las bestias, matando a algún que otro no muerto que se les ponían de por medio.

Los disparos de los fusiles, escopetas, torretas, pistolas y rifles francotiradores no cesaban su sonido, acompañados por las decenas de explosiones de las contantes granadas de mano y los misiles de los carros de combate, las unidades militares dejaban mas que claro su alto poder bélico, pensaron los ocupantes del vehículo observando las estelas que momentáneamente dejaron los misiles de un par de lanzacohetes disparados desde las atalayas tras los muros de hormigón.

—¿Cómo vamos a pasar? Ir todo recto adentrándonos en el campo de batalla sería un suicidio —preguntó Kyle rompiendo finalmente el silencio.

—Parece que la entrada frontal y las laterales están inaccesibles por la cantidad de enemigos... —respondió Brendan observando el campo de batalla a lo lejos—. Oye, Steven, intenta contactar con los otros para saber si la entrada trasera está despejada.

—De acuerdo —respondió tomando el walkie.

—Es impresionante todo lo que ha cambiado este sitio. —comentó Karen. —La última vez que estuve aquí, antes de ir con mi equipo de misión, todo esto estaba lleno de gente entrando a la base siendo evacuados. no había actividad de criaturas enemigas por la zona... Pero ahora...

—Está todo tan cambiado... —susurró Kyle habiendo tenido la misma última visión que Karen sobre el sitio. —¿Cuánto hace que dejé este sitio atrás? —se preguntó a sí mismo llevándose la mano a la frente. Tal vez... ¿cerca de cuarenta y ocho? —el soldado suspiró frustrado. —¿Cuánto tiempo llevo fuera de misión? Empezamos el día nueve y estamos a día once... tres días mas o menos... ¡¿Tres días solo?! ¡¿Tan solo han pasado tres días para que esto esté así?! —exclamó perplejo.

—Bueno... —contestó Brendan con un suspiro. —Las evacuaciones de las áreas afectadas por los ataques iban a realizarse los días nueve y diez a lo largo de todo el día, solo se pudo realizar las evacuaciones del día nueve con éxito, pero las del día siguiente.... Al caer la noche, todo se descontroló, fuimos superados en número, y el proteger la vida de los civiles, la nuestra propia, y el mantener a raya y acabar con las criaturas al mismo tiempo fue algo demasiado difícil de realizar a tan largo plazo... Por no hablar de que estábamos exhaustos tras dos días así en los que apenas podíamos tomar unas horas para comer o descansar. La cosa se jodió al anochecer, la entrada masiva al interior de la ciudad de criaturas y civiles infectados aceleró demasiado rápido la decadencia en Stone... Y ahora, eso es el resultado de aquella situación. —respondió haciendo un leve movimiento con la cabeza indicando lo que tenían enfrente a varios metros de distancia.

—Sí, lo sé. Yo también estuve ayudando con las evacuaciones.

—¿Entonce por qué preguntas?

—Es solo que... —Kyle suspiró. — Tanto tiempo y esfuerzo, tanto derramamiento de sangre, sudor y lágrimas invertidas en aquellos dos días... —nuevamente suspiró. —De nada sirvieron. Ahora, todo lo que queda por salvar está tras esos muros de hormigón. La ciudad está completamente perdida, y muchas vidas se han consumido agónicamente en esta tragedia. —escupió con rabia aquellas últimas palabras.

—Te entiendo... —comentó Vincent algo mas espabilado tras quedar inconsciente. —Pero esto no es nuestra culpa, hemos hecho tanto como hemos podido, e incluso mas de lo que humanamente nos ha sido posible. —respondió frotándose la sien. —Si hay un culpable en todo esto, no son otros que los hijos de puta para los que trabajamos. —el soldado se rió sarcásticamente. —Apuesto a que esos cabrones trajeados estarán tranquilamente con el culo sobre el sofá, un puro en la boca y una copa de vino en la mano mientras están informados de lo que pasa aquí.

—Y mientras nosotros aquí tragando mierda viendo como la gente muere a nuestro alrededor. —susurró Karen.

—¿Esto es el centro? —preguntó Diana echándose hacia adelante para ver mejor por la ventanilla frontal. —No era así la última vez que vine con papá y mamá.

—Bueno, está todo muy cambiado, pequeña. —respondió Brendan. —Mi gente rodeó el museo y el búnker junto a los edificios mas próximos con todas esas columnas de hormigón que se ven allí. —contestó señalando con el dedo. —Para traer todos esos muros y rodear la zona, además de levantar el campamento, estuvimos muchos días trabajando mañana, tarde y noche sin apenas descanso.

—Menos mal que todas esas horas extras nos las pagan, y nos iban a dar vacaciones según dijeron... —comentó Vincent.

—¿Y de qué te sirve que nos las paguen o nos den vacaciones si morimos aquí? —comentó Kyle con una carcajada seca.

—Hombre, claro, los del gobierno son muy listos. —respondió Brendan.—¿Crees que les importa eso de dar pagas extras a diestro y siniestro, u ofrecernos vacaciones? Ellos saben que no cumplirán con gran parte de lo que dicen, al fin y al cabo saben que muchos no saldremos con vida de esta ciudad.

—Ya... Por eso no les importan prometernos lo que sea... —susurró Vincent.

—¿La gente está oculta dentro del museo? ¿O están campando a sus anchas por la base? —preguntó Karen.

—No, en el museo no está permitido entrar. Ese edificio lo usan los jefes, por lo que los civiles tienen la entrada prohibida. Los civiles campan a sus anchas dentro de unas zonas determinadas de la base destinada para ellos.

—Ya veo.

—¿Qué es un museo? —preguntó Diana.

—Em... El museo es un sitio donde se guardan muchos objetos antiguos. —respondió Karen tratando de que lo entendiera.

—¿Cómo cuando mi madre deja los trastos viejos guardados en cajas y bolsas de basura en el trastero? —preguntó curiosa.

—No, cielo. Es distinto. Esos objetos antiguos son valiosos y tienen un significado especial, por eso se guardan y se cuidan para que las personas puedan ir a verlos tras unos escaparates al museo.

—Ah, creo que lo entiendo... —contestó la niña algo dubitativa mientras se rascaba la nuca. —¿Y que hay en ese museo?

—Recuerdos de la segunda guerra mundial. —respondió Brendan.

—¿Segunda guerra mundial?

—Mmmmm... digamos que hace mucho tiempo las personas de varias zonas del mundo se pelearon a muerte porque todas querían alguna cosa que los otros tenían y ellos no.

—Ah...

A decir verdad, no entendía del todo aún que era exactamente un museo, nunca había estado en ninguno. Por otra parte, tampoco comprendía que era esa guerra mundial, ¿por qué las personas se quieren hacer daño los unos a los otros para robarse las cosas? ¿No era mas fácil compartir lo que cada uno tiene? Su madre siempre le había dicho que debía de compartir con sus primos los juguetes para jugar con ellos, y eso hacía, jugaban y no discutían, ya que cuando les prestaba sus muñecos, cada uno jugaba un rato con cada juguete. Realmente no entendía como la gente adulta se podía complicar tanto las cosas, la solución era bastante sencilla, algo tan simple como compartir, ¿no?

—La verdad es que las cosas que hay allí expuestas al público no es que representen algo particularmente bonito o bueno.—dijo Karen suspirando. —No todo lo que hay en un museo representa alguna hazaña del ser humano.

—En cierto modo, esos recuerdos remueven consciencias. Hace recordar a la gente a través de la historia hasta donde llega la maldad y el egoísmo humano. En cierto modo, las cosas que hay expuestas tratan de prevenir que los humanos lleguemos a librar una tercera guerra mundial sin pensar en las consecuencias de nuestros actos. —contestó Kyle ante la opinión de Karen.

—Cuando el dinero y el poder está en juego, la conciencia social no tiene valor alguno para algunas personas. —respondió Vincent.

—¡Hey, me oyes! —exclamó Steven al escuchar finalmente una voz al otro lado del walkie. —¿Hola? Soy Steven. ¿Me recibes, Sasha? —insisitó siendo el soldado el blanco de todas las miradas.

—¿Steven? ¿Eres tú?

—Sí, soy yo. ¡Al fin! —exclamó el soldado. —¡¿Cómo demonios has tardado tanto en contestar?

—Lo siento. Pero aquí hay mucho ruido y estamos muy liados. No escuché la llamada. ¿Dónde estás?

—Nos encontramos en la calle Vivaz. En mitad de la cuesta al final de la calle. Estamos viendo desde aquí todo el follón que tenéis ahí montado.

—¿En la cuesta dices? Sí, ya os veo.

—¿Nos estás viendo? ¿Desde donde?

—Estoy en uno de los helicópteros, al mando de la torreta. Desde mi posición veo el vehículo a lo lejos. Será mejor que no os acerquéis, la cosa está bastante mal.

—No te preocupes, no era nuestra intención acercarnos. Es imposible atravesar todo lo que hay allí a lo lejos con el vehículo. ¿Sabes por dónde podemos entrar?

—La puerta trasera es segura por ahora. El mayor número de enemigos se concentra en las puertas frontales y laterales, las cuales están completamente selladas ante la situación. Solo la trasera está siendo utilizada para que entren los pocos vehículos y unidades que quedan ahí fuera trayendo a los civiles que se hayan topado por el camino. Los soldados están concentrando toda la atención de las criaturas en las puertas restantes para dejar la trasera libre de enemigos. Pero si la situación se complica, esa puerta también quedará sellada. Será mejor que vayáis lo antes posible. Puede que las criaturas acaben viéndose atraídas en la dirección a la puerta trasera.

—Está bien, nos ponemos en marcha.

Dicho aquello, Brendan no tardó en poner en marcha el vehículo cambiando de camino.

—Steven, tened cuidado. Los jefes acaban ahora mismo de autorizar las armas químicas.

—¿Armas químicas? —preguntó Kyle. —Vamos, no me jodas...

—Que bien... Oye Sasha, ¿por donde van a usar las granadas químicas?

—Por donde les de la gana. Su uso es general ante el desorbitado número de enemigos. Cualquier pelotón que esté fuera luchando, y lo considere, puede utilizarlas.

Steven suspiró con resignación.

—Está bien, tendremos cuidado y procuraremos evitar las zonas donde sean lanzadas. Contactaré mas tarde contigo. Corto y cierro. —finalizó Steven la llamada con su compañera.

—Se está levantando aire... No me parece muy inteligente usar esas granadas... —comentó Kyle torciendo los labios.

Dicho aquello, el grupo no tardó en ver el uso de las granadas representadas por un gas azul. El ejército americano empleó el desastre de Stone City para probar una nueva arma química experimental. El arma en cuestión era una extraña granada de aspecto simple con su respectiva anilla, disponiendo además de una pequeña pantalla con una cuenta atrás de diez segundos. La granada, algo mas grande que las típicas de fragmentación, liberaban una nube de gas letal de color azul una vez que la cuenta atrás llegase a cero. Aquel gas estaba formado de un compuesto de elementos químicos altamente corrosivos y tóxicos capaces de filtrarse a través de los poros de la piel. Todo organismo biológico expuesto al gas, moriría en apenas unos pocos segundos, acelerando el proceso si el gas era inhalado. El compuesto se podría decir que “derretía” al enemigo, pues este descomponía todas las células del cuerpo a gran velocidad haciendo fallar todos los órganos del cuerpo. Resumidamente, no era muy distinto a arder vivo, solo que sin las llamas.

El gran inconveniente de aquellas armas químicas era que el gas, no demasiado denso, se podía mover con las corrientes del aire hasta que este se dispersase. Y teniendo en cuenta que, aunque poco, se estaba levantando algo de corriente, el empleo de aquellas armas químicas experimentales podían suponer un peligro para los propios soldados de no lanzar las granadas a una larga distancia, para dar a estos la oportunidad de salir a correr de llegar a desplazarse la nube. ¿Cómo saber si la nube estaba muy cerca? Sencillo. No necesitabas estar dentro de la propia nube para saberlo, ya a unos metros de distancia de ella, sus potentes compuestos químicos podían secar mucho los ojos, dar problemas para respirar bien o provocar irritación cutánea. Durante las evacuaciones del segundo día, cuando las cosas se estaban volviendo incontrolables, el ejército americano, los únicos capaces de disponer de tales armas, no tuvieron otra que usarlas. Mataron a una gran cantidad de enemigos, sí, tanto zombies como monstruos, no obstante, tuvo unos resultados poco esperados.

Dio la mala suerte que comenzó a levantarse una corriente de aire cuando las granadas fueron lanzadas y el gas emergió en forma de nubes azules, sin poder evitarlo, estas comenzaron a desplazarse saliendo del rango de la zona en la que emergieron. Civiles y soldados se vieron envueltos por varios conjuntos de nubes. Los allí presentes, milicias y civiles lo suficientemente alejados, tuvieron que ver como amigos, compañeros, familiares, murieron retorciéndose en el suelo mientras sus ropas se disolvían y sus rostros se derretían lentamente junto al resto de sus cuerpos. Por otra parte, aquellos humanos previamente infectados, al poco de morir se volvieron a levantar como muertos vivientes, solo que en un estado bastante deteriorado por los daños que los compuestos químicos le provocaron al cuerpo.

Kyle, quien había estado junto al resto de allí presentes, salvo Karen, ayudando en las evacuaciones, habían sido testigos del gran defecto que tenía aquella arma. Las nubes no solo cubrían un gran ratio, también eran livianas, pudiendo una simple brisa veraniega desplazarla con facilidad, tardaban tiempo en disiparse, podía hacer un daño leve a cierta distancia y emergían a gran velocidad una vez la cuenta atrás llegase a cero, dando poco espacio para alejarse de haberse lanzado a distancia media. Aquellas características las hacían peligrosas y algo inestables a la hora de utilizarlas como los propios soldados querían, pues no sabían de que manera podían actuar hasta que se disiparan. Si los soldados sabían eso, entonces el utilizarlas era un último recurso que tenían. Las cosas realmente tenían que ir mal.

Pasando con el vehículo rodeando la zona del conflicto manteniendo la distancia de seguridad, las primeras nubes azules comenzaron a observarse, y tal como se imaginaban, casi a la par que emergían de su contenedor, lentamente las nubes empezaban a desplazarse en sentido de las brisas nocturnas. Muchos enemigos debían de estar pereciendo bajo esa niebla azulada, sin dudas, pero esperaba que el viento no las llevara en dirección a los equipos de soldados allí apostados enfrentando a las criaturas. A toda velocidad, el vehículo militar se adentró por varias calles, llevándose por delante a todo muerto viviente que andaba por la carretera.

—¿Sasha? Aquí Steven, cambio. —solicitó el soldado la presencia de su compañera.

—Aquí Sasha. ¿Cómo va todo por allí abajo?

—Casi hemos llegado. ¿Cómo se encuentra la situación respecto a los enemigos en la puerta trasera?

—Hay poca presencia enemiga. Gracias a los soldados apostados en las tres puertas restantes, la mayoría de los enemigos van a esas direcciones. Por lo tanto, no hay problema, los enemigos que hay a donde os dirigís no se consideran amenaza aún. Otros soldados se encargan de acribillar a los que se acercan a la puerta.

—De acuerdo. Genial. Corto y cierro.

—¿Entonces todo despejado hacia la entrada trasera? —pregunto Brendan.

—Eso parece. Hay algunos enemigos por la zona, pero nada de lo que debamos de preocuparnos. Al parecer, las unidades apostadas en el exterior están atrayendo toda la atención de los enemigos a las tres áreas que están defendiendo, probablemente para dejar esta zona trasera lo mas despejada posible para que puedan entrar en la base las unidades que queden por la ciudad realizando evacuaciones de civiles.

—Genial entonces. —contestó Vincent. —Vamos a darnos prisa, estoy agotado y hambriento.

—¿Crees que tendremos tiempo siquiera para sentarnos un par de minutos? —preguntó Steven soltando una carcajada seca. —Probablemente nada mas poner un pie en la base tengamos que encargarnos de alguna nueva situación que los jefes nos encarguen.

—Seguramente. Eso es lo que hemos estado haciendo todo este tiempo. Acabamos una misión y de inmediato empezamos otra. Yo también estoy reventado y hambriento, Vincent, pero no queda otra que joderse y seguir trabajando... —contestó Brendan con un tono de voz amargado.

—Ya... —respondió Vincent con un pesado suspiro.

Por otra parte, Karen, quien llevaba a Diana acostada sobre sus piernas desde hacía un rato, no dejó pasar por alto la conversación entre Steven y la mujer del walkie, escuchando de fondo las explosiones y disparos allá en las áreas donde la guerra entre vivos y muertos estaba teniendo lugar. La joven mujer observó las calles a través de las ventanillas del vehículo. La mujer esa, Sasha, dio un dato bastante interesante para ella. La zona estaba asegurada, y el número de enemigos no era un problema del que preocuparse. Si tenía la posibilidad de salir de la base, ya sabía que camino seguir de forma segura para ir a buscar a sus compañeros.

Tras un rato, finalmente lograron vislumbrar la puerta trasera de la base militar a unos cuantos metros en dirección recta. A medida que se acercaban, a izquierda y derecha, y a modo de pasarelas, habían dos filas de alambradas de espinos y otras dos de bloques de hormigón, en un intento de proteger la puerta de los no muertos y demás criaturas que cada vez más se iban acercando en un intento de tumbar aquellas defensas y llegar a las puertas traseras del edificio. Lentamente, el vehículo fue recorriendo aquella pasarela, aplastando los cadáveres de los no muertos que habían logrado trepar exitosamente por las alambradas. No obstante, una vez logrado superar los obstáculos, debían de enfrentarse a otra línea defensiva, los francotiradores situados en las atalayas tras los muros de la base. Aquellos soldados no tardaron en hacerse notar, pues los pasajeros del vehículo vieron como un no muerto que había logrado iniciar su escalada por la alambrada, cayó estrepitosamente desde las alturas con un tiro en la sien que le voló parte de la cabeza en pedazos.

Sin problema alguno, el vehículo recorrió todo el tramo hacia la puerta, viendo a los muertos mas próximos a saltar las alambradas caer como moscas ante los certeros y potentes disparos de los francotiradores. Finalmente, el vehículo se detuvo, y ante ellos la puerta se abrió saliendo de su interior seis militares armados para escoltarlos hacia el área de prevención. Debido a la entrada de tantos civiles o unidades militares que habían estado deambulando por las calles de la ciudad sobreviviendo y luchando contra las criaturas, se decidió poner un área de prevención para examinar a todos los recién llegados a la base. Tras pasar cualquiera de las cuatro puertas, las personas entraban automáticamente a un conjunto de tiendas de campaña blancas dentro de un perímetro cerrado con barras de seguridad y fuertemente custodiado por varios soldados.

En el área de prevención, todas y cada una de las personas que entraban a la base debían de pasar por un fuerte control de seguridad en el que eran examinados por un grupo de científicos en busca de alguna persona que pudiese estar infectada y pudiese desencadenar un brote vírico en el interior de la base. Si la persona examinada no estaba infectada, se le dejaba salir del área de prevención para acceder al interior de la base con el resto de civiles, de lo contrario, la persona era puesta en cuarentena hasta que se transformase, después el infectado era eliminado lejos de la mirada de los civiles. Afortunadamente, Kyle, Karen, Diana, Vincent, Steven y Brendan estaban en perfecto estado, por lo que pudieron ingresar mas allá del área de prevención sin problemas.

Dentro de la base, las cosas estaban mas o menos como las recordaba la última vez que estuvieron allí. Era un terreno bastante amplio, pues la base militar albergaba en su interior algunos bloques de pisos, un museo, un pequeño parque, y algunos centros comerciales, entre otras cosas. Básicamente, era un pequeño área de la ciudad que había sido completamente asediada y separada con muros de hormigón del resto de Stone. A pesar de ser una zona “grande”, los civiles no podían moverse a sus anchas, pues al ser un grupo tan numeroso, tenían que estar organizados y controlados por todas las unidades competentes allí en la base para evitar que surgiesen problemas. La base en sí, se dividía en tres áreas principales. El primer área era el margen izquierdo, en donde se localizaban cuatro bloques de pisos en donde los civiles residían. Al ser tantos los civiles, varias familias debían de convivir en un mismo apartamento. A pesar de ser cuatro bloques, eran tantos, que la milicia tenía prohibido utilizar aquellos edificios como residencia temporal, e incluso, habían comenzado a plantearse en adaptar algún comercio cercano como residencia para los civiles en caso de que llegasen mas o hubiese problemas de convivencia.

En el margen derecho, la milicia había levantado todo un campo de tiendas de campaña en la que residir, levantándolas sobre el asfalto, la acera, o resto de vías públicas, allá en donde hubiese hueco para levantarlas. El parque, por otra parte, localizado en esa misma área, era utilizado como garaje para aparcar todos los vehículos militares de los que la milicia disponía. Por esa misma zona, había un hospital en el que los sanitarios y psicólogos del gobierno y voluntarios entre los civiles con conocimientos médicos o psicológicos, ofrecían sus servicios a todo civil o militar que lo necesitase. En aquella zona fuertemente custodiada por la presencia militar disponían también del mayor centro comercial de la zona, un edificio de varias plantas en donde habían sido movido todos y cada uno de los recursos alimenticios del área encerrada entre los muros de hormigón para usarlos sabiamente y evitar problemas de raciocinio o robos. Salvo los productos médicos, que también habían sido movidos hacia el hospital, cualquier otro recurso no alimenticio, médico o armamentístico estaba a libre disposición de cualquiera dentro de la base. Finalmente, al no disponer de armería en la zona, los militares usaban la casa del guarda del parque como lugar para guardar todas las armas y munición de la que disponían y no se estuviesen utilizando en aquel preciso momento.

Finalmente, el tercer área era el museo de la segunda guerra mundial. A decir verdad, no era un museo como tal, pues visto desde fuera se trataba de una gran mansión construida incluso antes de que la segunda guerra mundial diese comienzo. Era un edificio con historia que era empleado por los superiores al mando de la base para controlar las misiones que las tropas bajo su mando debían de resolver. A diferencia de la zona derecha en la que los militares hacían “vida” y a la que los civiles podían acceder por algún motivo de importancia, como era el caso de ir al hospital, estos mismos, tenían completamente prohibida la entrada al museo, salvo en determinadas circunstancias. En el edificio, no solo se llevaba a cabo los planes militares sobre la ciudad, los propios científicos del gobierno empleaban ciertas zonas de las instalaciones adaptadas por ellos mismos con el equipo y material necesario para utilizarlas como laboratorios.

Kyle y el grupo avanzaba por la calle. No había rastro de los civiles por ningún lugar, probablemente todos estuviesen refugiados en los bloques de edificios por orden de la milicia. Desde el interior de la base, los disparos, las explosiones y el olor a quemado eran claramente perceptibles. Varios pelotones de los cascos azules y de la milicia americana se movían patrullando armados por las calles, comprobando que todo estuviese seguro y no hubiese ningún civil suelto. Por otra parte, el soldado se percató a lo lejos a la izquierda, en los bloques de pisos, de un par de agentes de policía custodiando la puerta de cada edificio, probablemente con la orden de no dejar salir a ningún civil. La tensión se notaba en el ambiente. Dejando de lado los sonidos de la batalla que tenía lugar en el exterior, dentro, todo estaba extrañamente silencioso. Incluso entre los propios soldados y policías se notaba la tensión del momento, pues no solo esto se reflejaba en la seriedad de sus rostros, si no también en el extraño e incómodo silencio entre ellos mismos, quienes simplemente cumplían con su labor sin intercambiar palabra alguna con el resto de sus compañeros.

Karen elevó la mirada al cielo, realmente estaba oscuro, pensó sintiendo sus cabellos castaños mecerse con la leve brisa nocturna. Aquella oscuridad evidentemente no era natural, pues las oscuras columnas de humo eclipsaban el brillo de la luna y las estrellas, haciendo la noche sobre la base especialmente oscura. Por otra parte, había varias farolas encendidas cada ciertos metros a lo largo de la calle. Habían cambiado tanto las cosas en tan poco tiempo... La última vez que había estado dentro de la base esta rebosaba vida, había gente andando y hablando por todos sitios, e incluso a pesar de las circunstancias, las distintas milicias se veían mucho mas animadas que ahora. Los civiles probablemente no llegaban a intuir lo que realmente pasaba al otro lado de los muros, pero desde su punto de vista, a pesar del poder bélico de las milicias, estas debían de enfrentar a un enemigo que no se detenía, que no se cansaba, que no pasaba hambre, sed, frío o calor. Todas aquellas personas que poseían una placa policial, aquellas cuya bandera estadounidense exhibía en sus uniformes, o aquellos con un casco azul sobre sus cabezas, estaban al límite física y psicológicamente, y aquello debilitaba gravemente a aquellos hombres y mujeres que debían de proteger la base militar y a sus residentes, suponiendo esto una gran ventaja para el ejército de los muertos.

La mujer observó a Diana caminando a su lado, cogida de la mano. Ahora en la base no solo ella misma obtendría información acerca del posible paradero de sus compañeros, si no que podía comprobar junto a Kyle, si los padres de la chica se encontraban en el lugar. Rezaba por que los padres de Diana siguiesen con vida y lograsen dar con ellos, de lo contrario, no quería ni imaginarse a sí misma dándole la noticia de que estaba completamente sola en aquel sitio. Aunque ahora que lo recordaba, Kyle le comentó que llevaba bastante tiempo sola, otras personas con las que había estado viajando habían estado cuidando de ella. La mujer torció los labios disgustada. Primero la ayudaría junto con Kyle a tratar de encontrar a sus padres en la base, y después, buscaría información sobre el paradero de su equipo.

—Chicos, si vais a buscar a los padres de la niña como dijisteis antes, deberíais de ir al museo. —comentó Steven rompiendo el silencio.

—¿En el museo podremos conseguir información? —preguntó Kyle.

—Toda la que necesitéis. —respondió Vincent. —Nada mas entrar al recibidor habrá alguien a quien preguntarle lo que necesitéis. Si pueden, os ayudarán.

—¿Cualquier cosa? —preguntó Karen curiosa. —¿A que bando pertenecen la gente a la que tenemos que preguntar?

—¿Bando? Eso da igual. Seas policía, de la ONU, o del ejército americano, todos estamos ahora en un mismo bando, por lo que todos, salvo los civiles, tenemos acceso a recibir información sobre lo que necesitemos. —respondió Steven.

—Interesante. —contestó la mujer.

—¿Están mis padres aquí? —preguntó Diana mirando a la mujer a la que cogía de la mano.

—Eso vamos a ver, Diana. No te preocupes, en un rato lo sabremos.

Finalmente, el grupo llegó al museo. Una mansión de estilo clásico que servía como entrada al gran búnker que se ocultaba bajo la base militar. Solo en caso de emergencia, los civiles podían entrar al museo para descender y protegerse en el interior del búnker.

—Chicos, creo que os vamos a dejar aquí. —comentó Brendan. —Vamos a intentar ver si podemos cenar algo antes de que nos pillen y nos encarguen otra misión.

—Está bien, ya seguimos nosotros a partir de aquí. —respondió Karen.

—Gracias por vuestra ayuda, muchachos. —se despidió Kyle.

—De nada, un placer. Espero que encuentres a tus padres pronto, pequeña. —contestó Vincent con una sonrisa.

La joven chica asintió con la cabeza.

—Gracias. —respondió despidiéndoles con la mano viendo como el trío de soldados se alejaba.

Una vez despedidos del trío de soldados, Karen, Kyle y Diana ingresaron al museo. La mansión, remodelada por dentro para transformarla en museo, lucía con un aspecto bastante clásico y lujoso. El recibidor era bastante amplio, poseyendo una gran escalera ascendente hacia la segunda planta, y varios pasillos al fondo, izquierda y derecha para acceder a las distintas habitaciones de la planta baja. Los pasos de los recién llegados hacían sonar el suelo de madera, haciendo rebotar el sonido en la silenciosa y amplia estancia. Del techo colgaba una antigua lámpara de araña que iluminaba la sala. Antiguos y cuidados muebles de madera se localizaba por toda la estancia. Y de las paredes, justo antes de entrar a cualquiera de los pasillos, una pequeña placa indicaba hacia que parte de la exposición se dirigían las personas que tomasen cada uno de los pasillos.

—¡¿Hola?! —llamó Karen al no ver a nadie en la planta baja. —¡¿Hay alguien?!

—Pensé que habría gente aquí vigilando la puerta al museo. —contestó Kyle resoplando.

—¡¿Puede atendernos alguien?!

—Déjalo. Si hay alguien debe de haberte escuchado. —contestó Kyle. —Seguro que sale alguien de alguno de los pasillos laterales.

—Supongo. —suspiró Karen moviéndose junto a Diana por la zona.

Curioseando a la espera de que alguien fuese a atenderlos, Kyle se acercó a un gran cuadro colgado en la pared con un folleto informativo en su interior que no dudó en leer. Apenas empezado a leer el contenido del folleto, en seguida se percató de que este hablaba sobre la historia de la mansión. Antiguamente, muchas tiempo atrás, Stone era un pequeño pueblo que, en sí, no destacaba de ninguna forma, pues no era especialmente grande, ni poseía grandes atractivos turísticos que atrajese población, ni nada por el estilo. Era un pueblo que pasaba bastante desapercibido, lo único llamativo en el pueblo eran un conjunto de canteras ricas en rocas como el mármol, la caliza, la pizarra o el granito, localizadas en las afueras de la ciudad, muy al norte. Por aquel entonces, aquellas canteras constituían la principal fuente de ingresos del pueblo, de ahí provino el nombre de este, Stone. Cierto día, en las montañas de un bosque próximo al sur del pueblo, también situado a las afueras de este, se descubrió buscando una nueva cantera mas cercana al pueblo de las que ya se tenía constancia, una mina rica en carbón y metales preciosos. Aquel descubrimiento supuso un boom para el pueblo de Stone, pues este produjo muchas riquezas al pueblo, ayudando a este a desarrollarse y a volverse mas grande.

Esto supuso que, con el paso de los años, la calidad de vida en el pueblo fuese mejorando, al mismo tiempo que este se iba expandiendo en cuanto a territorio. En el interior del bosque, se formó una aldea rústica en donde vivían los mineros y sus familias. Gracias a la riqueza de la mina, en el pueblo hubo una gran cantidad de trabajo, transformándose esta en la nueva principal fuente de ingresos y trabajo, atrayendo esto a personas de aldeas, pueblos, e incluso pequeñas ciudades a Stone a vivir y a trabajar en la mina. Durante varias décadas, Stone no dejó de expandirse, mas y mas aumentaba su población, el trabajo, y las riquezas hasta que finalmente logró considerarse una pequeña ciudad finalmente conocida por muchas mas personas de lugares lejanos a Stone City, como ahora era conocida. Debido a la riqueza y prosperidad de la ahora pequeña ciudad, una familia noble tomó Stone como lugar de residencia.

En la ciudad, una gran y lujosa mansión fue edificada, y los propietarios de esta, dotaron de trabajo a la gente del interior de la ciudad, bien sirviendo en la casa, encargándose de cuidar del gran ganado del que poseían, o cuidando las grandes plantaciones que la familia sembró en la zona, plantación que junto al ganado, era utilizado para comerciar con otras poblaciones. Ahora, la mina y las canteras no eran solo las principales fuentes de trabajo para los habitantes de la pequeña ciudad. La llegada de aquella familia supuso otro gran empujón en la economía de la ciudad, siendo por este motivo esa misma familia muy influyente en Stone. El trabajo no dejaba de aumentar, y con ellos los ingresos en la ciudad, su expansión y calidad de vida avanzaba a pasos agigantados. No obstante, toda aquella prosperidad no supuso solo cosas buenas para Stone, esto atrajo a algunos pequeños grupos criminales que comenzaron a causar estragos en la ciudad, debido al aumento de las actividades delictivas, Stone tuvo que fundar su primer cuerpo policial para combatirla. Por otra parte, el dueño de la mansión, quien fue teniente durante la primera guerra mundial, tomó la decisión de fabricar un búnker al estar al tanto de los roces entre diferentes naciones, y augurando el inicio de una posible segunda guerra mundial en los próximos años, no dudo a la hora de mandar a construir un gran búnker bajo su mansión.

Años después, aún con el búnker en fabricación, el propietario de la mansión se alegró de haber tomado aquella decisión acerca de la construcción de aquel refugio, pues la mañana del 7 de Diciembre de 1941, la armada imperial japonesa bombardeó por sorpresa la base naval de Pearl Harbor. El búnker no estaba terminado, pero parte de este ya había sido construido. Tanto el dueño de la mansión como su familia temían porque los ataques aéreos por artes de los japoneses se repitiesen, así como temían porque los nazis ganasen la guerra debido a su poder armamentístico y a su constante expansión en la conquista de territorios. No solo eso, aquel búnker sería una inversión a largo plazo para sus hijos o nietos de desatarse una futura tercera guerra mundial. Pasada la segunda guerra mundial, con el paso de los años a una era mas moderna, Stone City se había convertido en una gran ciudad, el búnker había finalizado hacía años, y solo los hijos del propietario de la mansión continuaban con vida, no obstante, debido a que todos tenían ya una edad y una familia, donaron a la ciudad el museo y el búnker de sus padres debido a su referente histórico y a las reliquias que su padre tenía de la primera y la segunda guerra mundial. El resto de propiedades familiares fueron vendidas antes de que los hijos del fundador de la mansión abandonasen la ciudad en la que crecieron para hacer sus vidas en otras ciudades.

El ayuntamiento de Stone tomó ambas edificaciones como donaciones y remodeló la mansión para transformarla a un museo abierto al público en donde se exponían todas las donaciones familiares acerca de las dos guerras mundiales. Por otra parte, el búnker había quedado completamente abandonado e inaccesible, salvo por el personal autorizado. Al mismo tiempo, con el avance de la tecnología y la modernización, nuevos puestos de trabajo fueron emergiendo, dejando atrás a los puestos de trabajo mas antiguos, como el cultivo, la ganadería, o la minería, relegando a estos oficios de importancia en cuanto a ingresos económicos en la ciudad. Por ese mismo entonces, la aldea minera se transformó en un pequeño pueblo rústico, continuando siendo parte de la ciudad, en donde varias familias decidieron continuar viviendo en el interior del bosque siguiendo la tradición familiar de heredar de padres a hijos el trabajo en la mina de Stone, que a pesar de que tenía menos demanda por las nuevas energías que trajo la modernización, aún seguía teniendo actividad, igual que las canteras.

—Vaya... —comentó Kyle para sí mismo. —No tenía ni idea de la historia de este sitio y la ciudad. Que interesante.

Karen por su parte, contemplaba algunas de las armas de la primera y segunda guerra mundial expuestas en varias vitrinas por toda la sala. Un subfusil Thompson, el fusil de cerrojo Springfield, la Carabina M1, un buen fusil automático BAR 1918, algunas pistolas M1911, la M1 Garand, algunas granadas MK 2... Había una gran variedad de armamento bélico usado en ambas guerras, y cada una de las armas, las cuales estaban en buen estado, iban acompañadas de algunas balas o accesorios con las que solían emplearse, además de alguna placa que proporcionaba información del arma en cuestión. La mansión museo era realmente amplia, pues no solo armas eran lo único que tenían a ofrecer. Otras partes de la exposición mostraban ropas y uniformes militares de la época, periódicos, viejas cartas, retratos familiares, maquetas, información exhaustiva sobre la primera y segunda guerra mundial, la historia de la familia que fundó la mansión, entre otras cosas.

—Karen... —avisó Diana tirando de su mano.

—¿Qué sucede?

—Vienen unas personas por ahí. —contestó señalando con el dedo la gran escalera central que ascendía a la segunda planta. —Son soldados.

Un par de soldados, hombre y mujer, descendieron por la escalera atrayendo la atención de Kyle, Diana y Karen. Como el soldado latino dijo anteriormente, alguien debía de haber escuchado a Karen y debía de estar dirigiéndose hacia el amplio recibidor. Por el uniforme que llevaban, dejaban claro que se trataban de soldados del ejército americano.

—¿Necesitáis algo? —preguntó el hombre dirigiéndose al dúo.

—Sí. Hemos traído a esta chica con nosotros desde fuera de la base. —respondió Karen. —Ella y sus padres iban en un grupo de evacuación, pero hubo un imprevisto y se separó del grupo. Necesitamos saber si los padres de la chica llegaron sanos y salvos a la base.

—Entiendo. Dame un momento que lo compruebe.

De su bolsillo, el soldado sacó una PDA en donde tenía en una base de datos los nombres, apellidos, fotografía, y el lugar de residencia temporal de todos los civiles que habían ingresado en la base militar. El gobierno pensó en que sería útil que la milicia llevara un recuento de cada civil para casos como estos en los que alguien se separaba de su familia o amigos y no era capaz de dar con estos. En una situación como aquella en la que los civiles se contaban por cientos, el tener controlado a cada uno era de mucha ayuda en caso de necesitar dar con alguno en cuestión por algún motivo.

—¿Cómo se llaman tus papás? —preguntó la mujer con una sonrisa arrodillándose ante la chica.

—Hannah y Dylan. —contestó tímidamente.

—¿Escuchaste los nombres? —le preguntó la mujer a su compañero.

—Mmmmm... Tenemos a varias personas con esos nombres. Necesito que sea mas específica. —comentó pulsando la pantalla de la PDA. —¿Me puedes decir los apellidos de tus padres?

—Es Cooper.

—Cooper... —susurró el soldado.

—¿Y bien? —preguntó Kyle. —¿Encuentras algo?

—Emmm... Sí. Mira pequeña, tus padres están con nosotros. —respondió el soldado con una sonrisa.

—¿En serio? ¿Y donde están para llevarla con ellos? —preguntó Karen.

—Están en el bloque dos. Apartamento trece.

—¿Ves que bien, Diana? ¡Pronto verás a tus padres! —exclamó Karen contenta por la buena noticia.

—Bueno, vamos a llevarla con ellos, ¿no? Seguro que tiene ganas de volver a verlos. —comentó Kyle sonriendo a la pequeña.

—Si queréis, puedo llevarla yo con ellos. —se ofreció la mujer.

Karen y Kyle se lo pensaron un momento.

—¿Tenéis vosotros también alguna consulta? —preguntó el soldado de la PDA.

La verdad es que tanto uno como otro tenían algunas cuestiones que querían resolver, pero...

—Oye, Diana, ¿quieres que te lleve ella con tus papás? Kyle y yo tenemos algo que hacer.

La chica asintió con la cabeza mostrando una tímida sonrisa. Aceptado aquello, Diana cogió de la mano a la mujer soldado que la llevaría de vuelta con sus padres y se marchó en dirección a la puerta para abandonar el museo.

—Nos vemos mas tarde, Diana. —se despidió Kyle.

—Pásalo bien con papá y mamá. —añadió Karen.

La chica se despidió con una sonrisa en los labios mientras se despedía con la mano. Finalmente, la puerta se cerró, dejando a los tres soldados a solas.

—Yo tengo una pregunta también sobre unos civiles a los que estoy buscando. —comentó Kyle mirando al soldado.

—Está bien. Dime sus nombres y apellidos.

—María y Kevin Morales. Son mi mujer y mi hijo. —contestó el soldado.

—Aham... Están en el bloque cuatro. En el apartamento diez.

—De acuerdo. Muchas gracias.

—De nada, hombre. —el soldado miró a Karen. —¿Necesitas alguna consulta sobre el paradero de algún civil?

—Sobre civiles no, pero sí sobre mi equipo.

—Ah... En ese caso no le puedo ayudar, y menos siendo de los cascos azules. Si necesita información sobre eso, debería de hablar con algún superior suyo. —le contestó el soldado.

—Ya veo... ¿Sabes en donde puedo encontrar a los mandamases? —preguntó Karen.

—Se encuentran en la segunda planta. Vas por el pasillo de la derecha, tiras al fondo, y la primera puerta a la izquierda.

—De acuerdo. Gracias.

—¿Necesitáis algo mas?

—No. Eso es todo. —respondió Kyle.

Dicho aquello, el soldado se retiró. Kyle y Karen quedaron a solas en el recibidor del museo pensando en que hacer.

—Creo que debería de ir yo sola a buscar la información de mi equipo. —comentó Karen.

—¿Y después?

—Si no están aquí, cosa que dudo mucho, trataré de convencer a mis superiores para que me dejen salir a... “retomar la misión”. —enfatizó aquellas últimas palabras con un movimiento repetitivo de los dedos índice y corazón de ambas manos.

—Con que “retomar la misión”. —contestó imitando el gesto con los dedos. —Pensaba que les ibas a contar la verdad.

—La verdad es que dudo que me ayuden si les digo que es por eso. La muerte y la desaparición de soldados está a la orden del día, como me comentó Steven. Nadie se va a preocupar por ellos ni arriesgarse, solo van a seguir con su misión y ya está, mas tarde se acordarán de ellos y les llorarán.

—Entiendo. ¿Y si no te dejan seguir con la misión por el motivo que sea?

—Me escaparé. Aún no sé como, pero lo haré. —contestó abrazándose así misma.

Ambos quedaron un momento mirándose en silencio.

—Sabes que no puedo ayudarte, ¿verdad?

—Lo sé. Si escapo estaría cometiendo insubordinación, y si me ayudaras, tú también serías castigado.

—Ya...

—No te preocupes por mi, haré lo que pueda. Por cierto, deberías de visitar el hospital para que traten mejor las heridas de bala y arma blanca de tu hombro. —aconsejó Karen.

—Sí, me pasaré ahora en un momento. Luego iré a visitar a mi hijo y mi esposa, los extraño.

Karen sonrió tristemente. Ella también echaba de menos a su hermano, su novio y sus amigos. Realmente se alegraba porque Kyle y Diana pudiesen volver a encontrarse con los suyos, le causaba bastante envidia ambos, ahora quedaba solo ella.

—No sé que pasará tras obtener la información que necesito, si es que la obtengo, pero si me fugo puede que no volvamos a vernos.

—En ese caso. —Kyle extendió la mano. —Te deseo la mejor de las suertes, y te agradezco tu ayuda durante todo el tiempo que hemos estado sobreviviendo juntos.

Karen sonrió.

—Yo también te estoy agradecida, has sido de mucha ayuda. —contestó correspondiendo al apretón de manos.

Tras eso, Kyle abandonó el museo dejando a Karen dentro para dirigirse al hospital. Resoplando, la mujer ascendió por la escalera y se dirigió a paso ligero a la sala que el soldado le había indicado. Con los nudillos, Karen tocó la puerta repetidamente, hasta que la puerta se abrió y la cabeza de un hombre con gafas asomó.

—¿Qué quieres? ¿Quién eres? —preguntó mirándola de pies a cabeza con un rostro serio.

—Karen Owens, soy miembro de los cascos azules. —respondió con seriedad. —Necesito hablar con mis superiores.

—Ya veo. —respondió ajustándose las gafas con un movimiento ascendente del dedo índice. —Desgraciadamente ahora están liados atendiendo a otras personas. Espera en uno de esos asientos del pasillo hasta que te permita entrar.

Dicho aquello, incluso antes de que Karen pudiese decir algo, este le cerró la puerta en las narices. Frustrada por aquel trato y la situación, no tuvo otra que resignarse y esperar pacientemente en uno de los asientos de plástico. A los pocos minutos de aquello, un par de agentes de policía se acercaron, la saludaron, y tocaron la puerta con el mismo fin que ella, y como le había sucedido hacía apenas unos minutos, el mismo tipo les cerró la puerta en las narices diciéndoles que esperasen sentados en las sillas a que fuesen llamados. Ambos policías se sentaron en los asientos en frente de Karen.

—¿Y para que crees que nos habrá llamado el tipejo este otra vez? —suspiró uno de los agentes.

—Yo que sé. Este tío es subnormal. —contestó el otro con cierto desprecio. —Pufff... Antes de que toda la ciudad se fuese a la mierda, tenía el mismo rango que nosotros en la comisaría, y ahora, por lameculos, le han ascendido a capitán. ¿No es increíble?

—Un tipo con suerte que estuvo en el momento y lugar adecuado. Lo gracioso son esos aires de superioridad con los que va con nosotros y el resto de compañeros. —el agente soltó una carcajada seca. —Y pensar que antes era un mierdecilla sin voz ni voto en la comisaría...

—También era un lameculos entonces. ¿No recuerdas como adulaba al jefe?

—Ya, y este le ignoraba por completo. La verdad es que prefería a Alan. Era muy estricto y tenía muy mal genio, pero al menos nos respetaba y valoraba, y como no, a diferencia de este lameculos, él iba a misiones, no se quedaba tocándose los huevos en la oficina mientras nos mandaba al resto a hacer todo el trabajo sucio. Al parecer lo vieron irse con Tanaka a hacer una misión al no haber efectivos suficientes para mandar a realizarla.

—¿Tanaka? ¿Y qué va a hacer una oficinista en una misión policial? Creo que no tiene experiencia de ningún tipo como para eso, o si la tiene, la justa.

—La usaría de apoyo, tal vez. Tengo entendido que confía en ella. Según algunos del trabajo, han visto a los dos tomando algo fuera del trabajo en algún restaurante de vez en cuando, igual que con Anderson por ejemplo.

—Ya veo, aunque yo no me hubiese llevado a alguien así, prefiero un novato incluso. Pero bueno, si confía tanto como para llevarla consigo por algo será. Tal vez ella era la única persona en comisaría o algo por el estilo. —contestó el agente soltando un suspiro. —Me pregunto que habrá sido del jefe.

—No tengo ni idea, pero unos novatos que se quedaron en comisaría dijeron que lo vieron salir con Collins, Tanaka y Anderson en coche patrulla a investigar no se qué explosión, y después no se volvió a saber de ellos.

—Disculpad... —intervino Karen en la conversación.

—¿Qué sucede? —preguntó uno de los agentes.

—¿Cuántos agentes de policía sois actualmente? Tenía entendido por rumores que el cuerpo policial de la ciudad había quedado completamente aniquilado, incluso sé que la comisaría la habéis perdido a manos de esas criaturas.

—¿Lo escuchaste en las noticias del canal de la ciudad?

—Sí.

—Bueno, lo de la comisaría es verdad. No había muchos efectivos en el momento del ataque, y desgraciadamente se perdió, probablemente con todos aquellos que estuvieron protegiéndola desde dentro. Y respecto a lo otro... Bueno, es falso, solo era un comentario sin fundamento que comentó quien fuese en el momento de la noticia. El número de agentes ha mermado de manera alarmante durante todo el proceso de las evacuaciones, y especialmente cuando estas se descontrolaron y los monstruos comenzaron a moverse a sus anchas. Pero unos cuantos logramos llevar a nuestros grupos de evacuados con éxito y aquí nos quedamos. Seremos unos cuarenta mas o menos.

—¿Cuarenta?

—Sí. —contestó el otro agente. —Nuestras funciones son principalmente las de hacernos cargo de los civiles, ayudar con algunos asuntos de la base, y apoyar en combate a los soldados. Al menos la mitad de nosotros está ahora fuera apoyando a los militares, y la otra mitad aquí, velando por los civiles y el buen funcionamiento de las cosas dentro de la base.

—Ya veo.

—Apoyo y vigilancia son nuestras principales prioridades. Aquí, los militares están jerárquicamente por encima de nosotros, por lo que no nos queda otra que estar al servicio de ellos. —resopló el agente. —¿Y tú a que bando perteneces?

—Trabajo para los cascos azules.

—¿Para los azules? Pues no veo que lleves el casco por ningún lado.

—Ya... Bueno, no tengo que llevarlo en todo momento puesto. Por cierto, ¿cómo está la situación de los civiles?

—Chunga. —contestó el otro agente. —Por ahora no hay problemas de convivencia entre ellos, pero se les nota tensos con las circunstancias y con el hecho de que policías y militares los tengamos tan controlados. Además, son conscientes de lo que está sucediendo precisamente en estos momentos fuera, pero dudo hasta cuanto saben realmente de la situación.

—Solo saben que están esos bichos ahí fuera y que nuestros compañeros y los soldados los están exterminando. Pero sobre el número de enemigos, la cantidad de destrucción generada, cuanta gente está luchando ahí fuera, o las circunstancias de estas, probablemente lo desconocen. —añadió el compañero del agente.

—¿Creéis que puede haber problemas de rebeldía entre los grupos de civiles? —preguntó la soldado preocupada.

—Es posible, sí. Todos esos civiles han perdido a amigos y familias por el camino, están confusos, controlados por la policía y la milicia, y ni hablemos de que todos ellos han visto con sus propios ojos el terror y el sufrimiento que está teniendo lugar en la ciudad. Precisamente tranquilos no están...

—El problema, es que de haber un motín o algo por el estilo, el número de policías y militares es muy inferior comparado a la cantidad de civiles que hay en este sitio. Los jefazos están completamente al corriente de esto, así como del ánimo entre los civiles. Supongo que están ahí metidos en esa sala hablando del tema.

—¿Y se sabe algo de las evacuaciones masivas en helicópteros? No sé yo si podremos ganar esta guerra...

—No tengo ni idea. Tenía entendido que el gobierno autorizaría una evacuación a gran escala por medios aéreos en una situación extremadamente crítica en la que los que llevan las riendas en estas operaciones viesen que es imposible ganar la guerra contra esos monstruos.

—Supongo que piensan que son capaces de ganar esta guerra... —suspiró Karen. —Aunque, personalmente, no estoy yo tan segura de eso.

En ese instante la puerta se abrió, y el tipo serio de las gafas asomó nuevamente la cabeza por la puerta.

—Karen Owens. Pasa.

Dicho aquello, la mujer se levantó y entró a la estancia, cerrando aquel tipo la puerta en cuanto la mujer pasó. Dentro, había un amplio despacho lleno de gente. Varias personas hablaban con otras por radio o por teléfonos, y otras, hacían algo en unos ordenadores. En una pared, había un gran mapa de la ciudad llena de flechas y anotaciones que daban a entender que era la representación gráfica de los movimientos militares en la ciudad. Varios grupos de personas charlaban en los distintos puntos de la sala, unos alejados de otros. Karen se fijó en un tipo con el uniforme policial que con toda seguridad era el superior de aquel par de agentes de policía, y la verdad es que lo reconoció rápido, pues todos allí estaban trabajando en algo luciendo bastante ocupados salvo él, quien simplemente estaba parado frente a la máquina de café, tomándose la bebida humeante mientras tenía su única mano libre en el bolsillo. Por otra parte, al fondo de la estancia, había un hombre algo mayor con un uniforme militar plagado de insignias que lo identificaban como el cabecilla al frente de la milicia americana, quien charlaba rodeado de un grupo de personas. Y en el centro de la estancia, en una gran mesa rodeada de varias sillas con ruedas, un hombre contemplaba un montón de documentos mientras golpeaba inconscientemente con el dedo índice un casco azul sobre la mesa. Karen se dirigió a su posición.

—¿Karen Owens? —preguntó elevando la mirada de los documentos.

—¡Sí, señor! —contestó realizando un saludo militar.

—¿Y bien? ¿Qué misión estabas realizando?

—Estábamos buscando a un tipo, Alberto...

—¡Ah! —exclamó recordando la misión que les encargó. —¿Y qué tal?

—Mi equipo, liderado por el agente Killer, y formado también por mi hermano Shaun, Nayeli, Desmond y yo, salimos a buscar y capturar a Alberto, aquel agente infiltrado que robó las muestras de la vacuna experimental y los informes de su realización. Tuvimos un encuentro con él, pero desgraciadamente era consciente de que tratábamos de capturarlo y nos tendió una trampa logrando así escapar. Killer decidió separarnos en dos grupos para ir tras él. Por un lado, mi hermano y yo, y por otro Killer, Desmond y Nayeli. Desgraciadamente, nosotros dos no logramos dar con él. Recibimos una petición de socorro de compañeros de los cascos azules ante un ataque de un grupo miliar no identificado mientras llevaban a cabo una evacuación. Algunos civiles huyeron, otros murieron, y los compañeros que pidieron por ayuda cayeron abatidos junto a los soldados enemigos. Ayudamos a un soldado del ejército americano herido, Kyle Morales, y a otros dos civiles, una niña y un adolescente. Mas tarde nos dirigimos a la base para dejar a esas tres personas aquí a salvo, no podíamos abandonarlos a su suerte, pero de camino nuevamente un grupo militar sin identificar nos atacó, y el adolescente se separó de nosotros. Mi hermano murió poco después, y unos soldados del ejército dio con nosotros y nos trajo hasta aquí. —informó la mujer con un semblante muy serio.

—Otra vez esa milicia desconocida... —susurró el oficial. —Siento lo de tu hermano. ¿Y qué sucedió con el resto de tú equipo?

—Gracias, señor. Respecto a la ubicación de mi equipo, la verdad es que la desconozco... Traté en repetidas ocasiones a lo largo del día de comunicarme con ellos por el walkie, pero no recibí respuesta, y ellos tampoco se han puesto en contacto conmigo.

—Ajam... Ya veo...

El hombre se quedó en silencio por unos instantes ojeando los informes.

—¿Señor?

—¿Qué necesitas?

—Bueno, ¿usted sabe algo del resto de mis compañeros? ¿Han contactado con usted?

—Negativo. —contestó sin dejar de ojear los informes.

Aquella afirmación se clavó en el corazón de la mujer como un clavo ardiente. Con dolor, sintió todas sus esperanzas desvanecerse. La mujer tomó aire y lo soltó lentamente.

—Señor...

—¿Ajam? Si quieres algo dilo, ve ya al grano, soldado.

—Solicito una nueva unidad y nuevo equipo para retomar la misión de busca y captura de Alberto.

—Denegado. —respondió inmediatamente alzando la mirada de los informes. —Ya es de noche, no hay mucha luz ahora, y ese tipo puede estar en cualquier lugar, quien sabe si ha llegado a abandonar la ciudad. Desde que se tuvo constancia del robo, aquel tipo ya llevaba al menos una hora fugado, y tras todo el día sin dar con él, no sería de extrañar pensar en la posibilidad de que escapase de la ciudad. Intuyo que ese tipo trabaja para las milicias no identificadas, probablemente ya esté con ellos, por lo que muy a nuestro pesar, el material robado ya se da por perdido. La misión está cancelada, soldado Owens.

—¡Puede que no sea tarde señor, no debería de cancelarla! ¡Tal vez podamos dar con él si nos esforzamos mas en buscar!

—¿Acaso tienes alguna pista de donde puede estar? —preguntó clavando una mirada seria en los ojos de la mujer.

—Sí... —afirmó con una mentira.

—¿De verdad? Pues dime donde, y también como sabes en donde se encuentra. Según tu testimonio, no disteis con él en todo el día, pero resulta que sabes en donde encontrarle. ¿Puedes explicarme eso, soldado Owens?

Karen se quedó sin habla.

—No debería mentirme, soldado. No es no. No tiene sentido salir ya en su busca, como te dije antes. Necesitamos todo el personal y recursos armamentísticos posibles en estos momentos para luchar contra las criaturas que están al otro lado de esos muros.

—¡¡Pero señ...

—¡¡NO!! —exclamó aporreando la mesa.

Karen no pudo evitar sobresaltarse. Todo trabajo y conversaciones del momento cesaron, y todas las miradas de las personas allí reunidas cayeron sobre la figura de la mujer. Frustrada, la mujer se mordió el labio inferior, gesto que el oficial no pasó desapercibido.

—Esto no es por la misión, ¿verdad? —preguntó frunciendo el ceño sin dejar de clavar su amenazadora mirada en la de Karen. —Es por tu equipo.

—Puede que estén vivos...

—Pueden que estén también muertos. Desde que os separasteis no se han comunicado contigo, ni con nosotros, la probabilidad de que hayan fallecido es muy alta. Y aún desaparecidos, no voy a arriesgar a otros soldados ni equipos para buscar a tres personas probablemente muertas y de las que no se tiene ni siquiera pistas de su posible paradero.

—Pero... —susurró apretando los puños y agachando la cabeza incapaz de sostener la mirada de su oficial. —Si lo están, si están en alguna parte esperando ayuda...

El oficial la observó con gravedad ante aquella resistencia que oponía a sus órdenes. El oficial se levantó enérgicamente de su asiento al ver como esta, frente a todos los presentes curiosos, no parecía querer obedecerle.

—¡Soldado Karen Owens, si aún resiste en acatar mis órdenes, será inmediatamente acusada de insubordinación y encarcelada a la espera de juicio disciplinario! —exclamó tratando de intimidar a la soldado de menor rango al suyo a fin de que pensara lo que realmente estaba haciendo.

Entonces, la mujer se relajó y elevó el rostro para mirar a su superior a los ojos.

—¡Yo, Karen Owens, le pido disculpas ante mi negativa a obedecer sus órdenes, señor! —exclamó realizando una pose militar.

—Bien. Por ahora vete y descansa, soldado. Despeja tu mente mientras busco alguna misión dentro de la base para encargarte.

—¡Señor, sí, señor!

Sin nada mas que debatir, la mujer salió a paso ligero de la estancia. Sin mirar a los agentes con los que anteriormente había charlado, cruzó el pasillo dispuesta a abandonar el edifico. Una triste sonrisa se dibujo en su rostro mientras bajaba las escaleras. Ella había tomado la decisión antes de entrar a la base, pues había decidido poner su yo civil por encima de su yo soldado. No le importaba estar sola, tenía mentalizado en que debía abandonar la base en busca de su equipo. Quería creer que estaban vivos en algún lugar, probablemente a la espera de ayuda, y ella iba a ir, aquello era lo que su conciencia le dictaba. La puerta del museo se cerró en cuanto la mujer lo abandonó.

Kyle, por otra parte, había abandonado hacía rato el hospital. Tras recibir los cuidados de los médicos para la correcta recuperación de las heridas de bala y arma blanca de su hombro, había decidido ir en busca de su mujer e hijo, los extrañaba bastante. El soldado estaba cerca, tenía los edificios a unos cuantos metros en dirección recta. Observando la puerta de entrada, la cual estaba rodeada de los campamentos blancos que hacían análisis en busca de posibles infectados entre los recién llegados, el soldado no pudo evitar acordase de Davis.

¿Estaría vivo? Y lo mas importante, de estarlo, ¿lograría atravesar él solo todo aquel infierno que había al otro lado de los muros? Él y Karen no habrían podido de no ser por la ayuda de los soldados que vinieron a rescatarlos, por eso mismo temía de que Davis no fuese capaz de hacerlo al estar él solo. El soldado resopló y agitó la cabeza. Le preocupaba el joven, pero sabía que un ser humano por si mismo lo tendría extraordinariamente difícil para pasar todo aquello por lo que ellos pasaron sin morir en el intento. Por otra parte, aunque lo lograse, ¿sabría por cual de las cuatro puertas entrar? Incluso en un intento de rodear toda la base, podría ser atacado antes de que llegase a localizar la única entrada disponible. Él había hecho todo lo que estuvo en sus manos por él, rezaba porque lograse llegar sano y salvo de alguna manera. Por ahora, lo único que quería era encontrarse con María y Kevin y no pensar en nada mas.

El soldado se percató como en los cuatro edificios, en distintos apartamentos, muchos civiles corrían cortinas y persianas mirando con preocupación el exterior, mas allá de los muros. No sabía hasta donde podían observar los civiles, pero esperaba que no mucho, pues era consciente por los comentarios de los soldados con los que se había cruzado, que la tensión por partes de los civiles era latente, y eso era algo preocupante.

—Buenas noches. —saludó a ambos policías.

—Buenas noches. —contestaron al unísono abriendo la puerta del edificio.

El soldado ascendió por las escaleras buscando el apartamento en el que María y Kevin residían. Finalmente sus pasos se detuvieron en el apartamento diez. El soldado suspiró y tocó la puerta con los nudillos a la espera de que alguien abriera. La persona en abrirle la puerta fue un enano de diez años muy similar a él, compartiendo sus mismos ojos verdes, piel morena y pelo oscuro.

—¡¡Papá!! —exclamó el niño lanzándose a los brazos de su padre.

—¿Qué tal, Kevin? ¿Te portaste bien en mi ausencia? —preguntó abrazándolo con fuerza.

—Me vas a ahogar...

El soldado se rió.

—Perdona, perdona. —respondió liberándolo de su abrazo de papá oso.

—Me he portado bien. Estuve cuidando de mamá todo el rato.

—¡Ah! ¡Bien, bien! ¡Ese es mi chico! —exclamó acariciándole la cabeza.

—¿Kevin? ¿Cuántas veces te he dicho que no abras la puerta a nadie? —se escuchó una voz femenina de fondo.

Una mujer joven de aspecto latino y largos cabellos oscuros salió a la entrada.

—¡Ah! ¿Ya estás aquí, cariño? —saludó con una sonrisa antes de besar apasionadamente a su hombre. —Me estaba preocupando. ¿No dijiste que estarías aquí al atardecer?

—Bueno... Tuve algunos problemas —contestó con unas risas desganadas.

—Bueno, al menos estás aquí. Eso es lo que cuenta. —María cogió la mano de Kyle y tiró de él al interior de la vivienda. —Vamos para adentro, Kevin.

—Vaaaaaaa.

Los tres entraron dentro del apartamento, la verdad es que era bastante amplio. Televisión, sillones, cortinas, mesa, sillas, muebles... Tenía lo típico de cualquier salón moderno. Lo que le llamó la atención a Kyle fue la ausencia de gente en el lugar.

—Tenía entendido que los apartamentos se compartían con varias familias. —comentó el soldado.

—Bueno, hemos tenido la suerte de que este es de los pocos apartamentos con una sola familia viviendo en su interior.

—Hasta que vengan otras. —añadió Kevin.

—Sí. Y entonces se acabará la paz de estar nosotros solos. —suspiró.

Kyle deparó en una esquina de la pared, que apoyada en esta, había un bate de béisbol con manchas de sangre seca.

—¿No deberías tener eso guardado? —preguntó el soldado.

—Prefiero tenerlo a mano por si acaso pasa algo. —respondió con una sonrisa.

—Ya veo.

—¿Has cenado, papá?

—Sí. Estuve tomando algo en el comedero del hospital. ¿Y vosotros?

—¡También! —respondió el chico sentándose en un sofá para retomar la lectura de un libro que estaba leyendo.

—¿Qué estas leyendo?

—Un cómic.

—Ah, ya veo.

—Oye, ¿que es eso de que has estado en el hospital? —preguntó María frunciendo el ceño.

Evidentemente, la idea de contarle todo el tema del combate contra aquella soldado, el disparo, la puñalada y tal, no era algo que le apeteciese contar, no quería preocuparla. No obstante, María se sentía inquieta ante la situación de su marido a pesar de que trataba de mostrarse cariñosa y atenta con él, que menos que después de lo que ve mas allá de esos muros, tener a su mujer y a su hijo deseosos de verle ofreciéndole la oportunidad de reconfortarse en el ambiente familiar para desconectar de los horrores del exterior, aunque solo fuese por unos momentos. Por otra parte, era su trabajo, no podía decirle que se negara a cumplirlo para estar junto a ellos dos en la casa que se les habían proporcionado. Ella solo sabía que escoltaba a civiles a la base. Desconocía si aquella peligrosa tarea andando por las calles de la devastada ciudad lo hacía solo o acompañado, e incluso de los horrores que debía de enfrentar en su búsqueda de supervivientes, y la verdad, prefería ignorarlo. Kyle era un soldado, lo sabía, sabía que se había casado con uno, y por ello no le podía obligar a abandonar su deber como soldado. Eso era algo que también sabía él mismo. Le gustase o no, debía de cumplir dicho deber.

—Nada importante, solo unos rasguños. Ya sabes, son cosas del trabajo.

—Ya. Oye...

Kevin levantó la mirada del cómic al percatarse de como su madre le decía algo al oído a su padre.

—Kevin, ahora volvemos, sigue con tu cómic. —comentó Kyle siguiendo a María a la habitación.

—Pórtate bien. —le advirtió María.

El chico arqueó una ceja.

—Ajam... —contestó poco después de que la puerta de la habitación se cerrase.

Resoplando, el chico sacó un MP3 del bolsillo y se puso a escuchar música mientras continuaba con la lectura hasta que sus padres terminasen con aquello que estuviesen haciendo.

Por otra parte, Karen estaba lista para abandonar la base militar. Desgraciadamente para ella, lo que estaba haciendo solo empeoraba su situación, pues no solo iba a cometer insubordinación, sino también robo. Tras abandonar el museo, se las había logrado apañar para robar la llave de la casa del guarda del parque de una de las tiendas de campaña aprovechando que los soldados encargados de custodiarla se marcharon un momento a por algo para cenar. Aprovechando la oscuridad y el momento de la cena o el descanso de los soldados que habían estado de patrulla o haciendo otras labores, logró acceder a la casa del guardia del parque y robar un machete, un fusil M16, una pistola P226, y un par de granadas de fragmentación, además de varios cargadores para las armas que había robado. Si debía de salir a buscar a su equipo, debía de ir bien preparada. A paso ligero, tratando de no llamar demasiado la atención evitando la luz de las farolas, la mujer se dirigía a la misma entrada por la que salió, si argumentaba que iba a apoyar a los soldados de fuera por orden de su superior, seguramente no sospecharían nada y podría aprovechar para huir. No obstante...

—¡Soldado Karen Owens! —se escuchó una voz a su espalda llamarla amenazante. —¡Suelta todas esas armas robadas de inmediato!

La mujer se giró para ver a su superior apuntándola con una pistola, y con él, un cuarteto de agentes de policía también alzaban sus pistolas hacia ella. Ya está, la habían pillado. Ante la voz de su superior, algunos civiles curiosos no pudieron evitar mirar a través de las ventanas de sus apartamentos, entre ellos Kyle, quien con el torso desnudo y María abrazándolo por detrás, vio como el plan de fuga de Karen se había desmoronado por completo.

—¡Tire todas esas armas al suelo y coloque las manos en alto! ¡Si no obedece abriremos fuego al considerarla una amenaza!

Con pesar, finalmente Karen obedeció y dejó caer todas las armas al suelo. Ante ello, un agente se acercó a paso ligero y la inmovilizó para colocarle las esposas. El resto de agentes tomaron las armas y con una orden del superior a cargo de los cascos azules, fueron a devolverlas a la casa del guarda del parque que se usaba como almacén de armas. Con paso firme, el oficial se acercó a la mujer.

—Estoy bastante decepcionado, Owens. Quedas suspendida del servicio por el momento, y hasta que lo considere, estarás sola encerrada en una celda a espera de un juicio disciplinario por insubordinación y robo. —informó con un rostro serio.

Karen, por su parte, cabizbaja, no tuvo ganas de responder, simplemente una triste sonrisa adornaba su rostro. La mujer, con sus esperanzas rotas por encontrar a su equipo, asumió el mandato de su superior, y en silencio, se dejó conducir por los agentes hacia las celdas provisionales que habían montado en la base. Kyle observó aquello con pesar, pero ella había sido libre de tomar la decisión, y como tal, también había decidido hacerse responsable de sus actos, por eso no opuso resistencia, él entendía aquello.

Fuera de la base, la guerra continuaba sin cesar y la tensión general iba aumentando por momentos, pues aquella escena de Karen con los policías y el oficial había contribuido a ello, haciendo dudar a muchos de la seguridad interna dentro de la propia base. No obstante, lo que nadie sabía en aquel sitio, es que todo aquello era el menos de sus problemas, pues la cuenta atrás para la aniquilación total de la ciudad había comenzado a correr...



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