Big Red Mouse Pointer

lunes, 27 de julio de 2020

NH2: Capítulo 071 - Forjando Lazos (Parte 2)

Una brisa veraniega comenzó a levantarse. Los cabellos castaños de la joven se mecían siguiendo la dirección del viento. Maya fijó sus ojos verdes en el despejado cielo azul que se extendía sobre su cabeza. Su mente se encontraba distraída ante su última visión, la cual auguraba una muerte en algún momento no concreto de uno de sus compañeros. Tras pensar sobre ello, dedujo que el elemento que la desencadenó fue el abrazo grupal con Davis, Alice, y M.A.

Aquello solo podía significar algo, y es que aquella visión estaba relacionada con alguno de ellos, o con los tres. Aquella era la segunda visión que tenía y que no lograba comprender. La primera fue la de la lanza de Davis y la silueta de alguien sufriendo. ¿Quizá estaban conectadas? Ambas visiones compartían el hecho de que el lancero estaba involucrado de alguna manera. Sin embargo, tampoco tenían porqué estar relacionadas. Lo único que podía sacar en claro, es que aquella última visión profetizaba una desgracia.

Maya bajó la mirada para contemplar el fluir del río. Sentada bajo el árbol en el que Davis solía colgar su ropa mientras se bañaba, no podía evitar sentirse impotente y desgraciada. Aquel nuevo poder, en cierto modo, era una maldición. La hacía sufrir, y le mostraba a veces cosas horribles que no lograba comprender. Aquellas dos visiones podían suceder en cualquier momento, y en cualquier lugar. La joven se abrazó a sus piernas enterrando el rostro en sus rodillas. Anímicamente no se encontraba demasiado bien desde aquella noche.

—Davis... —susurró.

El joven no pareció sorprenderse ni asustarse cuando le reveló la visión de la lanza y la silueta sufriendo. Sin embargo, Nicole y Jessica si que expresaron una clara preocupación en sus rostros. ¿Realmente podía estar tan tranquilo ante lo que le contó? ¿O simplemente fingió para no preocupar a nadie? Davis era bastante tranquilo, incluso en situaciones tensas. La joven se preguntaba si realmente Davis estaba tan tranquilo por dentro como se mostraba por fuera.

Él no era de los que mostraba sus emociones, lo cual, era un signo de fortaleza para ella. Al menos, en situaciones peligrosas. Era alguien que no se solía dejar llevar por la situación, tratando de actuar con lógica y siguiendo sus instintos. Ella en cambio, era muy distinta. No importaba como tratase de ocultar sus emociones, era como un libro abierto para los demás. A diferencia de su compañero, ella sí que se dejaba llevar por sus emociones, llegando a bloquearse. Realmente envidiaba ese aspecto de su compañero.

—Ojalá tuviera tu fortaleza... —susurró. —Con mis poderes antiguos era mucho más útil, y no tenía que estar en una situación como esta...

—¿Eso crees?

La joven se sobresaltó y elevó la cabeza para mirar hacia donde provino la voz. La figura de Puma se encontraba apoyada en el mismo árbol que ella, observándola.

—¿Qué diablos haces aquí? ¿Y cuando has venido?

—¿No crees que sobrevaloras demasiado a ese chico?

—¿A quién? —preguntó sabiendo la respuesta.

—Al manco. —contestó. —A Davis, ¿quién va a ser si no?

—¿Por qué consideras que lo sobrevaloro?

—Porque solo es un tipo normal y corriente. —contestó. —Es cierto que tuvo una vida de mierda que le causó una gran cantidad de problemas y traumas, cosas que no sé si a día de hoy ha logrado ya superar. Y tiene aún varios problemas algo más actuales de los que encargarse. Pero él es tan vulnerable como tú. —dijo sentándose junto a su compañera. —Lo veo. Ese tipo tocó fondo, y estuvo sumido en la desesperación por mucho tiempo, cosas que dejaron graves heridas y secuelas internas, y es difícil deshacerse de cosas así. La fortaleza externa no es nada más que una fachada, si por dentro estás roto, tarde o temprano esa coraza acabará por desmoronarse. A pesar de todo lo que lleva a sus hombros, ha seguido adelante, aunque haya tenido que tomar algunos descansos en el camino. Es un tipo fuerte, pero, eso no tiene nada de especial.

—¿A qué te refieres?

—Somos, —el joven aguardó un momento para corregirse. —Los humanos viven con sus problemas y siguen adelante porque no queda de otra. El tiempo avanza y tú debes de avanzar con él. No importa como de graves sean esos problemas, en esta vida todo es pasajero, incluido el sufrimiento. Y eso no es una característica única de Davis o de unos pocos elegidos. Eso es una característica de todos los humanos. Si Davis puede hacer eso, todos pueden hacerlo. El miedo, la incertidumbre, la nostalgia, o el arrepentimiento son sentimientos comunes en la vida de la gente. —el joven fijó la mirada en el recorrido del río. —No debes de envidiar algo que tú también puedes hacer, voluntariamente o no.

—Tal vez tengas razón. Pero aún así, él me parece alguien fuerte. —comentó colocando un mechón de su cabello tras la oreja, esbozando una tímida sonrisa en el rostro. —Es una persona que ha cambiado bastante desde que lo conocimos, y he podido ver una gran evolución en él en muchos aspectos. Sin importar lo que deba de soportar a su espalda, o lo que deba de afrontar en el futuro, Davis ha aprendido a tomar la iniciativa y forzar un cambio en las cosas, por muy difícil que sea. La determinación que muestra me parece admirable. Yo, sin embargo, no soy capaz de hacer eso aunque quiera. No puedo luchar contra mis limitaciones, ni me gusta ver la realidad de las cosas. Él es diferente en ese aspecto.

Puma observó con curiosidad aquellos gestos femeninos de su compañera, así como el tono y las palabras que empleó para referirse al lancero. La conocía bien, y el joven no tardó en leer la situación. Tras unos instantes meditando internamente, alzó la vista al cielo.

—Recientemente descubrí a alguien así. —dijo recordando su charla con Jessica en la piscina. —Puedo entender a qué te refieres.

—¿Si?

—Sí. —respondió. —Sin embargo, ten cuidado con los triángulos, son peligrosos.

—¿Los triángulos? ¿Qué quieres decir con que son peligrosos? No lo pillo.

—Olvídalo. —respondió encogiéndose de hombros. —Vine aquí para hablar contigo. No te encontré en la casa ni por las zonas de alrededor, así que supuse que estarías aquí.

—¿Sobre lo que me propusiste la última vez?

—Sí, y de otras cosas también.

—Pues adelante.

—Estuve dándole vueltas al asunto de cuando nos topamos con el viejo y el bastón. —comenzó a hablar. —Ambos parecen estar relacionados de alguna manera con nosotros y nuestros poderes. Cuando aparecí allí y me topé con ese bastón, sentí una extraña atracción que me tentó a tocarlo, y cuando lo hice, sentí que algo cambiaba dentro de mi, como si una extraña energía recorriese mi interior, y después no recuerdo nada de lo que sucedió hasta que tú apareciste. El bastón parece pertenecer a ese viejo, lo que puede significar que él quería que yo lo agarrase con algún fin, así que podemos deducir que ese tipo quiere algo de nosotros.

—Cuando me topé con él la primera vez, me besó. Después salí de aquel mundo. —añadió Maya. —Por lo que es probable que sea cierto lo que dices, que nos necesita para algo, o al menos, tener un contacto directo con nosotros.

—Sí, y eso nos lleva al siguiente punto, Michaela. Ella parecía saber qué era ese bastón, ya que quería hacerse con él. Además, si tenemos en cuenta su comportamiento, no parecía sorprendida de estar en aquel lugar. Da la sensación de que ya ha estado allí otras veces, e incluso de que ya ha confrontado al viejo ese por el bastón. Y por la reacción de aquel tipo, parece ver a Michaela como una amenaza.

—No tengo pruebas, pero... ¿Y si ella es como nosotros?

—Sí, yo también pensé en eso. Esa mujer es una demente. Nicole le disparó, por lo que es posible que muriese desangrada en algún momento, y teniendo en cuanta que tiene los recursos y la tecnología de Esgrip en su poder, es probable que se inyectase una muestra del Agua Gris. Puede que al no tener nada que perder, decidiese arriesgarse.

—Con la suerte de haber logrado adaptarse al virus...

—Es posible. Son todo simples teorías, pero con un fundamento detrás que hace sospechar que esa posibilidad es real.—comentó el joven. —Al fin y al cabo, los únicos que hemos ido a ese sitio somos los infectados por el Agua Gris al momento de revivir por segunda vez.

—¿Entonces Michaela ha revivido dos veces?

—Es lo más lógico, ¿no? Tú y yo hemos ido a ese lugar y nos hemos topado con ese tipo del bastón, y Alice no. La diferencia que hay entre nosotros y ella, es que nosotros hemos revivido en dos ocasiones y ella no.

—Sí, supongo que es posible.

—Además, otro motivo por el que pienso que Michaela es una de nosotros, es porque pudo manipularte a voluntad para que atacaras al viejo.

—Sí, lo recuerdo. En ese momento perdí el control sobre mi misma... Eso me hace pensar que aquello debe estar relacionado con el poder que le otorgó el Agua Gris. Visto así, tiene todas las papeletas de ser como nosotros.

—Exacto.

—Yo estuve pensando en lo de que no podemos morir. Quizá no es del todo cierto. —dijo Maya.

—¿Por qué lo crees?

—Tanto tú como yo hemos revivido teniendo parte de nuestro cuerpo intacto. A ti te apuñalaron y a mi me pegaron un tiro, y aún así nos regeneramos y resucitamos. Pero, ¿y Ashley? Ella no podría haber revivido, su cuerpo se destruyó por completo cuando Stone fue destruida por los misiles.

—¿Quieres decir que si nuestro cuerpo se destruye por completo podríamos morir de forma definitiva?

—Exacto.

—Destruir un cuerpo de esa manera no es fácil. —comentó. —¿Y por qué crees que no revivió?

—Porque Esgrip no volvió a por ella, la dejaron abandonada sin más tras la destrucción de la ciudad. Además, se llevaron a Allen, Riliane y Alice para experimentar con ellos, tal vez para remplazar a Ashley, quien murió, y a mi, quien logró escapar de la ciudad. No creo que Esgrip abandonase sin más a Ashley si esta pudiese revivir incluso tras la explosión de la ciudad. No les costaría nada ir a las ruinas de Stone para recuperar su cadáver, en caso de que este pudiese regenerarse por completo. Según el diario de Matt, Esgrip usó una cantidad ingente de conejillos de indias para lograr crear a tan solo 3 usuarios que lograsen adaptar el virus a sus organismos.

—Visto así tendría sentido...

—Por otro lado tenemos a Matt, y a Allen y Riliane, ahora que me acuerdo.

—Esos casos son extraños.

—Matt tal vez pudo revivir después de que Davis lo matara. Sin embargo, no sé si al corromperse el Agua Gris en su organismo por la radiación directa fue capaz de hacerlo. Si pudo, debe de estar vagando como un mutante por algún sitio, y si no, su cuerpo debe seguir bajo tierra. Por otra parte, Alice me confirmó hace mucho que Allen y Riliane murieron. Al parecer los científicos de Esgrip consideraban a los gemelos unos pseudosupersoldados, ya que lograron revivir, pero tras hacerlo parecían un híbrido entre humano y zombi. No eran ni una cosa ni la otra.

—Entonces si nos volvemos mutantes, tampoco es seguro que podemos revivir. —comentó pensativo.

—Quien sabe... Todo esto es muy complicado. ¿Por qué tiene que ser todo tan difícil?

Puma quiso contestarle que era por el hecho de que ya no eran humanos, pero sintió que debía de guardarse su opinión. Sabía que Maya no terminaba de aceptar aquella realidad, y si le forzaba a aceptarlo como aquella vez en el centro médico, tan solo acabarían discutiendo. Aquello era algo que debía de aceptar por si misma.

—¿Sabes? Cuando hice la broma de los bañadores en la piscina, se me hizo escuchar la voz de Florr alto y claro. —comentó tratando de cambiar de conversación. —Y ayer en mi habitación, en la oscuridad, vi una silueta, y sentí como esta se sentaba a los pies de mi cama. Solo fue un instante, y cuando quise volver a verla ya no estaba.

Maya lo miró extrañada.

—¿Seguro que no te lo has imaginado?

Puma meditó aquello por unos momentos. La verdad es que aquello de la silueta ya se veía algo lejano, como un mal sueño al momento de despertarse. Pero la voz de Florr la pudo escuchar claro, sin embargo, aquello era imposible, ya que su “hermana” estaba muerta.

—No lo sé...

—Por como lo pintas, cualquiera diría que ahora puedes ver y escuchar a los muertos. —dijo Maya riendo por lo bajo. —Seguramente estés agobiado por todo el trabajo que hemos tenido últimamente, y quizá la falta de tabaco desde que Eva te quitó el paquete puede estar afectándote, o el hecho de beber tanto alcohol.

—¿Ver y escuchar a los muertos? Eso es imposible. —suspiró el joven ante lo estúpido de la idea.

—Si necesitas ayuda con temas del más allá, habla con Alice, a ella le iba eso de jugar a la güija. Quizá que te eche una mano para comunicarte con ellos. —le propuso entre risas.

—Ya, lo tendré en cuenta. —contestó quitándole importancia al tema.

—Supongo que no has descubierto nada más a parte de que ahora sientes dolor, ¿no?

—Que va. ¿Y a ti se te ha ocurrido algo?

—No, lo siento. Sin una pista no sé bien como ayudarte.

—Ya...

—Creo que deberíamos volver al pueblo, esos críos deben de estar al llegar.

—Tienes razón, y habrá que mantenerlos vigilados mientras estén aquí.

—Pues vamos.

Maya y Puma abandonaron el bosque para dirigirse al ayuntamiento. Allí avistaron al grupo de los Matados, a quienes Nicole, Eva y Davis estaban dándoles órdenes acerca de lo que deberían de hacer. Junto a ellos, el resto del equipo se encontraba en la zona observando algo más alejados.

—Vale, seleccionaré a algunos para que me ayudéis con el recuento de recursos. —dijo Davis.

—Y los que seleccione yo, —comentó esta vez Nicole. —vendréis conmigo a limpiar de muertos vivientes algunas zonas de Rockrose.

—Conmigo vendrán los que se ocuparán de llevar los muebles para las nuevas barricadas a las zonas asignadas. —explicó Eva.

Puma y Maya se reunieron con el resto.

—¿Hace mucho que llegaron? —preguntó la joven.

—Hará quince minutos. —respondió Alice.

—Esos tres les han estado dando una charla acerca de cómo deben de actuar dentro del pueblo. —comentó M.A. —Quieren que estén bien informados de las “normas” de convivencia mientras estén aquí trabajando, así como de las posibles consecuencias de actuar como no deben.

—Ya veo. ¿Y nosotros que haremos?

—Supongo que tendremos que dividirnos en tres grupos como están haciendo con esos muchachos. —respondió Jessica observándolos desde lejos. —No creo que a ninguno de esos tres les guste estar rodeados de gente de la que desconfían.

—Sí, sobretodo desde que Davis informó de una discusión que tuvo con Piper. —añadió Inma.

—¿Discusión? —preguntó Puma esta vez. —¿No que estaban todos de acuerdo con el tratado?

—Esa cría es una toca huevos. —respondió Alice. —No te imaginas lo a gusto que me quedé cuando le metí una patada para cerrarle la boca.

—Sí, esa chica puede ser un problema. Afortunadamente no ha venido, supongo que se habrá quedado vigilando la aldea con los niños chicos. —comentó Jessica.

—¿Creéis que pueden intentar atacarnos durante los trabajos? —quiso saber Maya algo preocupada. —Pueden que tengan alguna oportunidad teniendo en cuenta que nos van a superar en número y estaremos distanciados unos de otros.

—No estamos seguros, pero hay algunos que piensan como Piper. —respondió Alice. —Por eso mismo, esos tres no se quieren quedar a solas con un pequeño grupo que les superen en número. Podría atacarles algunos en cuanto se den la vuelta.

—Así que iremos con ellos. —completó M.A.

Entonces la voz de Davis los llamó a todos, quienes se acercaron a la puerta del ayuntamiento.

—Puma y M.A, vendréis conmigo para seguir con el tema de los almacenes. —comunicó el joven lancero.

—Bien.

—De acuerdo.

—Maya y Alice, vosotras conmigo. —dijo esta vez Nicole.

—Jessica, tú conmigo. —le informó Eva.

—¿Y yo? —quiso saber Inma al sentirse descartada.

—Tú te quedarás en el pueblo vigilando, junto con Adán. Puedes tomarte el día libre para seguir con vuestro entrenamiento con el arco, jugando con él, o lo que queráis. Pero estate atenta.

Eva no trataba de disimular en lo más mínimo su desconfianza hacia los Matados. Sin embargo, estos, a pesar de darse cuenta, no se quejaron por ello.

—De acuerdo.

—¡Vamos! —exclamó Nicole.

Los tres grupos se dividieron para empezar a trabajar. El día fue pasando, la mañana dio paso al mediodía, esta a la tarde, y finalmente la noche. Todos se tomaron varios descansos a lo largo del día, pero la jornada fue bastante intensa, especialmente para los Matados. Aquel grupo pensó que fácilmente podrían haber echado más de 8 horas de trabajo a lo largo del día junto a los miembros de Rockrose.

Fue una jornada realmente agotadora, pues no estaban acostumbrados a aquel ritmo de trabajo intenso. De todos modos, no tenían derecho alguno de quejarse, todo era por ganarse el pan. Con las últimos rayos del sol, y poco después de haber finalizado la jornada laboral, todos los Matados se reunieron en la granja quemada, y de ahí se encaminaron hacia la aldea que el grupo les había ofrecido.

A la mañana siguiente, Davis citó a algunos de sus compañeros en el ayuntamiento, un poco antes de que los Matados llegasen al pueblo para empezar a trabajar. El joven debía de comunicarles algo. El sonido de unos nudillos golpearon la puerta de su oficina, y con un “adelante”, toda la turba de gente que esperaba al otro lado de la puerta ingresó al despacho.

M.A, Puma, Jessica, Nicole, Eva, Maya e Inma ingresaron en la estancia. En el interior del rústico despacho, podían apreciar a Davis al final de la sala sentado tras su mesa de trabajo, plagada de papeles, libretas y elementos varios de oficinas. Todos se acercaron para hablar con el joven que los llamó al ayuntamiento para tratar el asunto de los almacenes.

—Bueno, como ya os comenté ayer por la noche, Puma, M.A y yo acabamos el tema del recuento y la movilización de los recursos importantes del pueblo, al menos, los que tenemos en nuestro poder actualmente. —explicó. —Han sido unas semanas de trabajo intenso desde que se propuso la idea, pero aquí está todo. —indicó haciendo un gesto con la mano al material dispuesto sobre su mesa.

—Perfecto. —respondió Eva. —Habéis acabado mucho antes de lo que esperaba.

—La verdad es que teníamos el trabajo bastante avanzado.—aclaró Puma. —Y la ayuda de esos chicos y el trabajo intenso durante toda la jornada de ayer, lograron hacer que terminásemos al final del día.

—¿Y estás seguro que no falta nada? —preguntó Eva cruzándose de brazos.

—No te preocupes. —respondió rápido el joven administrativo. —Nos encargamos de cachear a todos a la hora de entrar y salir de los almacenes para estar más seguros. No hubo problemas. Además, me encargué de buscar al personal más cualificado, y escogí a los críos más maduros y decentes que encontré entre los Matados, como Rosalie, Oliver o Samuel.

—Si tú lo dices me fiaré de ti. —suspiró Eva.

—Gracias. —contestó el joven sonriendo. —Todos los artículos importantes han sido contabilizados y movidos a sus respectivos almacenes. Todo está reflejado en una serie de libretas que os daré a cada uno para que continuéis por vuestra cuenta registrando las salidas y las entradas de víveres de vuestros almacenes. —explicó el joven poniéndose en pie. —Ahora os entre...

—¡Guau!

Todos quedaron sorprendidos al escuchar aquel ladrido.

—¿Acabas de... —pronunció Jessica.

—Ladrar? —terminó Inma la pregunta.

Unas desconcertantes miradas recayeron sobre la imagen del chico tras la mesa, haciéndole sentir un tanto acongojado ante aquel grupo inquietante de miradas.

—No, yo no he...

—¡¡Guau!!

—Espera... —pronunció Eva con escepticismo. —¿No habrás...

No necesitó acabar la frase cuando el cachorro de labrador se asomó inocentemente tras el escritorio del joven, siendo el blanco de las miradas de todos los allí presentes durante unos instantes. Silenciosos, todo el grupo orientó su mirada nuevamente hacia Davis, a quien era evidente que le costaba ocultar un poco su nerviosismo. El joven carraspeó.

—Chicos, os presento a Perro. —dijo con una sonrisa temblorosa.

—¡¿Has llamado a un perro, Perro?! —preguntó Puma antes de explotar a carcajadas. —¡¡Que ingenioso eres, colega!! —exclamó incapaz de parar de reír ante lo absurdo del nombre.

Nicole y Jessica trataron de ocultar sus risas tapándose disimuladamente la boca mientras agachaban la cabeza, intercambiando una mirada de complicidad entre ellas. Eva por su parte se frotaba la sien resoplando ante la situación.

—La verdad es que no creo que ni a Alice se le hubiese ocurrido un nombre así... —susurró M.A mirando al animal.

—¡Es súper mono! —exclamó Inma arrodillándose a acariciar su blanco pelaje. —Que pena que Adán no esté aquí para verlo, seguro que le encantaría acariciarlo.

—Aunque el nombre podría haber sido mejor, ¿no crees? —preguntó Maya sonriendo a su compañero.

—Sí, bueno, es el nombre provisional. —respondió frotándose la nuca algo nervioso por la reacción de Eva.

—Me quedo más tranquila.

—¿Y qué hace ese perro aquí? —quiso saber Eva arqueando una ceja sin apartar la mirada de Davis.

—Bueno, ayer salí al bosque para hacerle un favor a Rosalie, después de comunicarle lo de que se podían mudar ya a la aldea. Al parecer había un animal salvaje rondando por la granja de su grupo, así que salí a investigar y me topé con una pareja de labradores asalvajados. Trataron de cazarme, pero los acabé matando. Al final descubrí que tenían una camada de cachorros a la que estaban alimentando, aunque solo quedaba uno con vida, las demás murieron de hambre. —explicó el joven.

—Mmm... La verdad es que está bastante delgado. —comentó Inma observándolo.

—Me sentí culpable por matar a sus padres aunque fuese en defensa propia, y al final me lo traje conmigo. Pensé en dárselo a los Matados para que lo adoptaran si querían, pero tras pensarlo creo que ese grupo no sería un buen ambiente para el animal.

—Y lo trajiste aquí pensando que estaría mejor... —concluyó Eva.

—Básicamente. ¿Os molestaría que me lo quedase? —preguntó mirando a todos.

—Bueno, yo creo que ya tomaste tú esa decisión. —comentó Nicole esbozando media sonrisa.

—¿Cómo que ya tomó él la decisión? —preguntó Eva extrañada.

Nicole señaló con el dedo tras el escritorio del joven, y todos se asomaron para hallar un cesto con un cojín y una manta para el animal, un par de juguetes, y un comedero y bebedero a rebosar. Nuevamente todos miraron en silencio a su compañero. Davis bajó la vista nervioso ante las miradas de sus compañeros sin saber que decir.

—Haz lo que quieras. —dijo Eva suspirando. —Pero tú eres el responsable del animal, si da problemas me hago unos calcetines con su piel, ¿queda claro?

—Como el agua. —respondió. —Supongo que ahora puedo llamarle Niko.

—¿Niko? —preguntó Jessica.

—Sí, Perro era el nombre provisional. No quería cogerle cariño por si se lo tenía que dar a alguno de ese grupo.

—Ya veo, ahora tiene algo más de sentido que lo llamases así. —comentó M.A.

—Sí.

—Bueno, Taylor, ¿cuánto tiempo nos vas a tener esperando? —preguntó Eva tratando de volver al asunto que los reunía en el despacho.

—Sí, perdón. —el joven se levantó. —Ahora os entregaré una libreta con todas las existencias contabilizadas y ordenadas alfabéticamente y por clase dentro de los almacenes que cada uno lleváis. Dentro del cuaderno viene también la localización de la casa o local que se usará como almacén. Jessica, tú te ocuparás de la floristería del pueblo. —explicó dándole un cuaderno de considerable grosor. —Eva, tú del almacén en el que guardamos nuestro escaso armamento. Maya, tú llevarás el centro médico, en donde hemos reunido todo el material médico y farmacéutico del que disponemos. Inma, tú te ocuparás de la tienda de ropa. Nicole, tú el almacén al que hemos movido toda la comida y el agua de la que disponemos.

—Por cierto, ahora que lo comentas, Alice y yo nos encontramos un supermercado con provisiones cuando hicimos las primeras expediciones al pueblo, pero quedó cerrado por accidente.

—Sí, lo sé. Hace unos días fuimos con Alice a abrirlo para sacar todos los víveres que aún se podían consumir para llevarlos al almacén.

—Genial entonces.

—Bien, y tú M.A, te encargarás del almacén de herramientas y utensilios, tal y como acordamos.

—Guay.

Todos comenzaron a echar un vistazo a sus cuadernos. En su interior, todo estaba contabilizado y ordenado en múltiples tablas y en perfecto orden.

—Está todo escrito a bolígrafo, excepto los números, para que podáis borrarlos y escribir otros conforme vayan entrando o saliendo recursos de vuestros almacenes. Al final hay varias tablas vacías por si se diera el caso de que entrasen nuevos tipos de artículos que no estaban al inicio en los almacenes.

—Está todo muy claro, y perfectamente organizado. —comentó Nicole mirando entre las distintas páginas de su cuaderno.

—Sí, me he ocupado de que el diseño permita una búsqueda rápida y precisa de un determinado artículo que busquéis. Por otra parte, cuando alguien saque algún tipo de suministro, habrá que apuntar quién se ha llevado qué, también qué tipo de artículo, la cantidad, la fecha, día u hora, y deben de constar tanto la firma de la persona que saca los recursos como la del propietario del almacén. Lo mismo se hará cuando se metan suministros nuevos a los almacenes. Todo para tener bajo control el flujo de recursos en los distintos almacenes. No tenéis que estar todo el día en ellos, pero si alguien necesita algo de alguno, os deberán de avisar.

—¿Y si nosotros entramos o sacamos algo, también lo anotamos? —preguntó Maya.

—Sí, siguiendo el mismo procedimiento. Solo que en ese caso constaría únicamente vuestra firma.

—Está genial, Davis. —contestó Eva cerrando su cuaderno.

—Menudo curro os habéis pegado los tres... —comentó Inma sorprendida.

—Me alegro de que os guste como está todo.

Entonces Puma se acercó a una estantería que tenía al lado, y del interior de un cajón sacó un conjunto de cadenas, llaves y candados. Uno a uno, fue repartiendo cada cosa entre los propietarios de las libretas.

—Las llaves son vuestras, será mejor que no las perdáis. —comentó mirando a sus compañeros. —Las cadenas y los candados son para cerrar los almacenes y evitar que nadie se cuele a coger cosas a escondidas. Ya sabéis que ahora con los críos estos viniendo por aquí hay que tener mucho ojo con nuestras cosas.

—Exacto. —añadió Davis. —Cada uno es responsable de su llave, así como de su almacén y los recursos que haya dentro de este. No se le puede ceder la llave a nadie, a no ser que sea una emergencia. —aclaró sentándose nuevamente en su sitio. —Cada cierto tiempo os llamaré para hacer una auditoria en la que me presentaréis vuestros cuadernos para que les eche un vistazo detalladamente, y hablaremos sobre la situación de vuestros almacenes. Será una vez al mes. Yo llevaré un registro personal de todo que actualizaré cada vez que haya una auditaría, cuando me presentéis vuestros cuadernos. De esta forma, entre actualización y actualización, tendré una visión general del estado de cada almacén. Si tenéis algún problema, hay exceso de recursos o escasez de estos, me lo comunicaréis en las auditarías, y no antes, salvo que sea una emergencia. Tomaré medidas según los problemas que haya.

—La verdad es que es impresionante como has ideado todo esto, y como has organizado y dirigido a otras personas para llevar esto a cabo. —comentó Jessica mirando al joven. —Está todo controlado al mínimo detalle.

—Bueno, los recursos es lo más importante que tenemos actualmente. Afortunadamente este pueblo es rico en ellos, aunque no por eso podemos permitirnos derrochar. Sin ellos, esto no sería más que un pueblo fantasma en el que no nos podríamos quedar a vivir. Debemos de controlar el flujo de estos para evitar la escasez. —respondió desde el otro lado de la mesa.

—¿Y qué hay del pago de suministros a cambio del trabajo que esos críos hagan? —preguntó Eva.

—No te preocupes, llevo esa contabilidad en un cuaderno a parte.

—Lo tienes todo pensado. Bien.

—Perfecto. Pues ya no tengo nada más de lo que informaros, a partir de hoy los almacenes están en activo.

Sin más de lo que debatir, y con muchas cosas aún por hacer, todos abandonaron el despacho dejando a solas al muchacho con su nueva mascota. En poco tiempo, los Matados volverían al pueblo. A penas una hora después de aquella reunión, el grupo de adolescentes se presentó en la base.

Ayer lograron llevar todos los muebles a la zona en donde se levantarían las barricadas, finalizaron el conteo de recursos para poder habilitar los almacenes, y comenzaron a limpiar algunas áreas nuevas de muertos vivientes. Aquel día las misiones asignadas a los Matados y el resto del grupo pasaban por la edificación de las barricadas, la limpieza de cadáveres, y algunas misiones de menor importancia para la que algunos fueron requeridos.

La puerta de la vivienda resistía como podía los brutales impactos propinados desde el interior. Poco a poco, la puerta de madera comenzaba a desencajarse de la pared ante las miradas de Samuel y Davis. Era un hecho inequívoco que lo que había al otro lado de la puerta acabaría saliendo.

—¡¡Atrás!! —exclamó Davis a sus compañeros de equipo. —¡¡La puerta va a ceder!!

La Falcata de Puma rebanó la cabeza del podrido más cercano, haciendo que el cadáver decapitado se desplomase en el suelo. El joven se volteó para ver a sus compañeros frente a la vivienda, esperando a que aquella podrida saliese para poder abordarla entre todos. Lo que empezó como una simple misión de limpieza de la próxima área segura y el levantamiento de las nuevas barricadas, acabó por convertirse en una batalla problemática.

Junto a varios miembros de los Matados, él, Inma, Maya y Davis se dirigieron a limpiar las últimas áreas seguras conquistadas días atrás, no solo matando a los muertos que pudieran haber entrado recientemente, sino también a aquellos que estuviesen encerrados dentro de las viviendas y locales de la zona. No podía quedar ni un solo podrido en pie en todo el lugar. Una vez hecho eso, tan solo deberían de limpiar la zona de cuerpos y construir las nuevas barricadas con los materiales que obtuvieron de las expediciones.

Una vez asegurada y cerrada el área, tan solo quedaba enterrar los cadáveres en el bosque y saquear todo lo que hubiese de valor en las viviendas y locales de la zona, lo cual, se añadiría a los almacenes. Parecía sencillo, aún más siendo un total de 21 personas las que fueron asignadas para la misión, sin embargo, los golpes de aquella cosa estaba atrayendo a los muertos de las zonas aledañas. Si no lograban hacer callar a esa mala bicha, perderían el lugar a manos de los muertos.

Davis se encontraba a unos metros frente a la puerta de la vivienda, a su izquierda se encontraba Samuel, y a su derecha Maya, y algo más alejadas, Rosalie e Inma. Mientras esperaban a que el sujeto derribase la puerta para abalanzarse desde distintos flancos, Puma, Oliver y otros miembros de los Matados se esforzaban en exterminar a todos los no muertos que comenzaban a acudir al lugar. Los golpes no parecían cesar nunca, pero entonces...

—¡¡Cuidado!! —exclamó Maya al ver los últimos tornillos de la puerta caer al suelo.

Todos se alejaron instantes antes de que la puerta saliese volando unos metros en dirección recta. Una auténtica mastodonte, en altura y gordura, emergió con dificultad por el marco de la puerta para salir al exterior. La inmensa figura femenina contempló a sus presas con excitación en sus cadavéricos ojos.

—La “Big Mother” —pronunció Davis con ceño fruncido.

Su apariencia había cambiado desde la primera vez que la vio en su expedición a Rockrose tiempo atrás. Sus pupilas rojas no eran como la de los zombis aletargados de la zona, y su piel anteriormente grisácea, poseía ahora un ligero tono café. Sus brazos eran algo más alargados, llegándoles a las rodillas, y en su rostro, un extraño tic nervioso se podía apreciar. Sus respiraciones comenzaron a intensificarse mientras que de sus labios emanaban grandes cantidades de saliva. Y entonces una sucesión de tres castañeos alertaron a Maya, Inma y Davis.

—¡¿Se está transformando en un bruxista?! —exclamó Maya.

Al escuchar la voz de la joven, la mole comenzó a correr hacia ella a una velocidad increíble en comparación al tamaño que poseía.

—¡¡Cuidado!! —exclamó Samuel.

Maya se apartó veloz de su trayecto cuando esta fue a embestirla con todo su cuerpo. Sin embargo, aquella mastodonte se empotró de lleno con una de las barricadas recién levantadas, desperdigando por completo todos los elementos que la formaban. Aquel jaleo alertó a más muertos vivientes de por la zona.

—¡Tenéis que acabar con esa gorda antes de que se cargue más barricadas y atraiga a más podridos! —exclamó Puma viendo a los no muertos espabilarse un poco en sus movimientos, estimulados por el sonido y la presencia del grupo en la zona.

La “Big Mother” se volteó mirando a sus contrincantes, y con fuerza, rugió antes de ponerse a cuatro patas.

—Vamos, no me jodas... —susurró Davis.

En las pupilas rojas de la gran cazadora se reflejó esta vez el rostro de Davis y Samuel. Veloz corrió a cuatro patas, aunque más lento que los bruxista normales. Tan solo sus brazos se habían alargado, haciéndola tambalearse a izquierda y derecha mientras corría en linea recta. La zombi se abalanzó entonces hacia el dúo, el cual se separó a tiempo a un lado y a otro apartándose de su trayectoria. La criatura se estampó de cara contra la pared de la vivienda, haciendo estallar las ventanas cercanas ante la potente colisión.

Davis no sabía si poseía aquellos huesos negros que tanta resistencia le otorgaban a los bruxistas, pero si la poseía, combinada además con el volumen corporal que toda aquella grasa le proporcionaba, debían de darle en conjunto una resistencia realmente increíble.

—¡Davis, Samuel, apartaros de ella! —anunció Inma prendiendo la mecha de una de las molotovs que fabricó tiempo atrás en la aldea.

Nada más sus compañeros se alejaron, la joven la lanzó contra el cuerpo obeso de la criatura. Era un blanco fácil. En segundos, aquella mole se cubrió de fuego. Impasible, se alejó de la pared y cargó contra su atacante y su compañera. Rosalie gritó de horror al ver al gran demonio ardiente acercarse, y tan pronto como pudo reaccionar, Inma la tomó de la mano y se alejó corriendo con ella.

—¡Rosalie!

Samuel corrió tras la bestia ardiente, soportando el dolor de la puñalada de Eva. Ante la visión del joven siguiendo a la criatura, Davis no tardó en sumarse a la persecución.

—¡Maya sígueme! —exclamó el joven.

Los tres corrieron a auxiliar a sus compañeras ante la horrorizada mirada de Puma, Oliver y los demás miembros de los Matados. Sin embargo, nada podían hacer nada para intervenir ante el aumento de muertos vivientes que llegaban de todas direcciones. Las chicas gritaron pidiendo ayuda al ver a la mole ardiente acercarse cada vez más.

—¡Inma, tras la barricada! —aconsejó Rosalie.

—¡Pero la va a derribar!

—¡Sí, pero también la frenará un poco!

Nada más llegar treparon por encima de los vehículos para inmediatamente pasar al otro lado. Columnas de humo negro ascendían al cielo mientras un fuerte y desagradable olor a carne quemada inundaba el lugar. Unos momentos después de saltar la barricada compuesta de vehículos estacionados, la mole ardiente la atravesó destrozándola por completo. Los vehículos fueron impulsados con fuerza a un lado y otro de la calle, dejando la zona completamente abierta a los muertos que Puma y los Matados trataban de contener.

El aire entraba veloz por sus pulmones para salir al instante a través de sus labios. La figura de Davis rebasó a toda velocidad a la de Samuel, alzando su lanza metálica por encima de su hombro. Sus ojos oscuros no se desviaban de su ardiente objetivo. Tensando su brazo, cogió impulso hacia atrás y la lanzó con todas sus fuerzas. Como un destello plateado bajo la luz del sol, la lanza surcó las alturas hacia su objetivo, para caer como un rayo perforando la nuca de la mala bestia. La velocidad y fuerza con la que cayó atravesando su cuello fue suficiente para que la mole frenase de inmediato, haciendo que ante la velocidad e impulso que llevaba, su enorme cuerpo volcara sobre sí mismo.

Inma y Rosalie observaron de lejos a la criatura envuelta en humo negro y llamas intentar levantarse torpemente. Samuel y Davis se acercaron de inmediato. La mole ardiente castañeó sus dientes un par de veces al verlos. Tan rápido como Samuel llegó a su posición, clavó el canto afilado de su hacha en el tobillo obeso de la criatura para que no se levantase. Necesitó un par de hachazos para cortarlo por completo. Davis no pasó desapercibido aquello, pues a Samuel no le costó demasiado cortárselo.

—Sus huesos no se han endurecido aún.

Entonces la criatura alargó la mano en un intento de agarrar al joven desprevenido. Pero antes de que pudiese cogerlo, un par de golpes metálicos se escucharon provenientes de un vehículo cercano, y Maya cayó desde lo alto incrustando su martillo de guerra en el cráneo de la no muerta, reventándoselo en el acto.

—Gracias.

—No fue nada. —contestó con un suspiro sacando el martillo del cráneo de su víctima.

—¡Rosalie, Inma, ya podéis venir! —exclamó Samuel haciendo una seña con la mano a las chicas.

Ambas no tardaron en reagruparse con sus compañeros.

—¿Qué demonios le pasaba a esa? Nunca antes había visto a un zombi actuar así. —dijo Rosalie observando el cuerpo carbonizarse ante las llamas.

—Huele horrible... —comentó Inma tapándose la nariz.

—Parece un bruxista. —dijo Maya en respuesta a Rosalie. —O al menos está a medio camino de serlo.

—¿Bruxista? ¿Así llamáis a estas cosas? —preguntó Samuel ajustándose su gorro de tela.

—Sí. Son una especie de zombis que corren a cuatro patas y castañean los dientes. Son bastante peligrosos y agresivos, más que los zombis que corren normal. Esta estaba a medio camino de transformarse en uno. —respondió Davis. —Parece que los bruxista son alguna especie de evolución o mutación de los zombis normales, y no una criatura distinta a los zombis comunes.

—O sea, ¿qué cualquier zombi puede transformarse en una de esas cosas? —preguntó Rosalie horrorizada ante la idea.

—Es posible. Cuando llegamos a este pueblo vi a esta zombi encerrada en la casa, y era un podrido normal y corriente. Y mientras hacíamos limpia en las viviendas nos hemos topado con esto... Cuanto antes matemos a todos los podridos del pueblo, mejor. Sería un inconveniente que muchos de ellos se transformasen en bruxistas, porque una vez terminan de transformarse, no son tan fáciles de abatir como esta.

Rosalie y Samuel intercambiaron una mirada en silencio. Nunca antes habían visto a una criatura así, pero si lo que decía Davis era cierto, lo mejor sería ayudarles a acabar en cuanto antes con los zombis del pueblo, por el bien de todos. Tras eso, el grupo se reunió con Puma, Oliver y el resto para acabar con los zombis atraídos por el escándalo formado por aquella mole. Apenas les tomaron unos minutos acabar con los zombis restantes, y para cuando acabaron, informaron al resto de lo que había sucedido.

—Así que un zombi puede transformarse en un bruxista... —comentó Puma. —Deberíamos de informar de esto al resto.

—Sí, pero antes tenemos que terminar con todo el trabajo. —añadió Davis.

—¿Y qué queda por hacer? —preguntó Inma.

—Algunos los nuestros están cargando los cadáveres en una de las carretas para llevarlos al bosque y enterrarlos en una fosa común. —informó Oliver. —Y otros han ido a levantar las barricadas que la gorda esa tiró. Aún no entiendo por qué no queréis quemar los cuerpos, es más fácil deshacerse de ellos así.

—Así es como lo hacíamos nosotros. —añadió Samuel.

—¿Vosotros? Entiendo. —comentó el joven lancero. —Recuerdo que encontramos una pila de cadáveres quemados cuando hacíamos expediciones a Rockrose. No sabíamos quienes habían sido los causantes.

—La granja quemada no era un lugar para vivir a largo plazo, y los recursos eran insuficientes. —contestó Rosalie. —Necesitábamos a Rockrose para vivir, pero había muchos muertos vivientes por la zona, por eso mismo cada día enviábamos a algunos de los nuestros a eliminar a un grupo de podridos y quemarlos, además de conseguir algunos recursos. Queríamos ir haciendo del pueblo un lugar seguro para vivir, poco a poco.

—Entiendo, ahora todo tiene sentido.—contestó Davis. —Se decidió enterrarlos para que las columnas de humo no delaten la ubicación del pueblo. Si vosotros estabais por la zona, existe la posibilidad de que pueda haber más gente por los alrededores de Rockrose.

—Oh, entiendo. —contestó Oliver.

—Bueno, ahora que ya sabemos eso volvamos al tema. Queda limpiar las últimas viviendas y locales al final de la calle. —comentó Puma. —Y traer las carretas con los muebles para comenzar a construir las nuevas barricadas.

—Y después solo quedaría rebuscar los posibles recursos que haya por la zona. —añadió Maya.

—Exacto.

—Está bien, yo iré a la zona de la joyería. —anunció Davis. —Eliminaré a los muertos que haya allí y en las viviendas de al rededor. ¿Vienes conmigo Maya?

—De acuerdo.

—Entonces Inma y yo iremos a la zona del supermercado. —dijo Samuel mirando a su compañera.

—Genial.

—¿Y yo? —preguntó Rosalie al ver como lo habían dejado fuera.

—Tú vendrás conmigo y con Puma para ayudarnos a tirar de las carretas con los muebles. —dijo Oliver suspirando ante el trabajo que tenían por delante. —Vamos a pedir ayuda a otros para que tiren de ellas. Las condenadas pesan un huevo.

—Está bien.

Sin necesidad de entretenerse más, todos se pusieron manos a la obra para tener la nueva extensión de la zona segura terminada para antes del final del día.

La joven de ojos azules abrió el armario de la trastienda de la floristería de Rockrose. Jessica encontró los sacos de tierra que buscaba apilados unos encima de otros. Sin tiempo que perder, tomó uno de 80 litros y volvió a la parte delantera del local, apartando con una de sus mano la cortina de cuerdas que servía de puerta entre ambas zonas del local.

—¿Ya encontraste la tierra? —preguntó Sabrina desde la entrada.

—Sí. Creo que con este saco nos dará para unas cuantas macetas.

—Jessica, ¿cuál de estos maceteros te viene mejor? —preguntó la pequeña Violet.

—El más grande. Cuanto más grande sean los maceteros mejor. —aclaró. —De esa forma la planta tendrá más espacio para extender sus raíces y crecer mejor.

—Vale.

—¿Y qué vamos a plantar? ¿Violetas y margaritas? —se burló Kai.

—No. Vamos a plantar algunas verduras y hortalizas. —contestó ignorando su burla. —No podemos depender siempre de la comida que hemos recolectado de los locales y viviendas del pueblo, tarde o temprano se agotarán o caducarán. Por eso es necesario empezar a cultivar.

—Jessica, encontré el libro que me pediste. —se escuchó la voz de Riley tras ella.

—Gracias.

—¿Y sabes como cultivar esas semillas?

—Más o menos. —respondió— Mis abuelos tenían una floristería en la que yo ayudaba a veces, y en casa tenían un pequeño huerto, por lo que más o menos sé lo que hago. Y si tengo alguna duda buscaré información en el libro. Vienen muchas cosas acerca de como cultivar plantas, verduras y hortalizas.

—Veo que lo tenéis todo bien pensado. —comentó Mía. —Os coordináis bastante bien para sacar este sitio adelante.

—Puede que eso fuese lo que nos faltaba a nosotros. Coordinación como equipo. —comentó Kai a la respuesta de su compañera. —Como grupo funcionábamos de puta pena. Por eso no pudimos conquistar este sitio, y por eso hemos fracasado en otras tantas cosas que nos hemos propuesto en el pasado.

—Es posible... —dijo Sabrina. —Solo éramos un grupo, no un equipo.

—¿Y qué diferencia hay entre una cosa y otra? —preguntó Riley mientras ojeaba un libro.

—Un grupo es solo un puñado de personas que se agrupan por una serie de circunstancias. En un grupo, cada uno de sus miembros pueden tener sus propios objetivos e intereses, y normalmente sus integrantes solo sirven de forma pasiva a las órdenes de un líder, aportando al grupo de manera individual sin depender de sus compañeros. —explicó Jessica dejando el saco y el libro sobre una mesa cercana. —Sin embargo, un equipo es un conjunto de personas que se agrupan y organizan de manera coordinada para conseguir un objetivo en común. En un equipo, el desempeño de este recae en lo que aportan todos sus integrantes, quienes participan activamente en los intereses del equipo, dependiendo unos del apoyo y el trabajo de los otros.

—Creo que queda bastante bien reflejado en esa definición quienes pertenecemos a un grupo y quienes a un equipo. —comentó Sabrina.

—Un grupo tiene más posibilidad de desintegrarse y no alcanzar sus objetivos, o solo hacerlos parcialmente. Todo por la falta de implicación o los intereses personales de sus miembros. —dijo Jessica. —Mientras que un equipo tiene más posibilidad de éxito a la hora de alcanzar lo que se proponen, ya que todos sus miembros comparten los mismos intereses y necesidades, lo que implica que deben de implicarse aún más a nivel personal con el proyecto que tengan entre manos y con sus compañeros.

—Supongo que es por eso que los Matados fracasamos como equipo... —dijo Sabrina apenada.

—Es un milagro que sigamos vivos.

La voz del pequeño pelirrojo que emergió entre las estanterías llamó la atención de sus compañeros.

—¿A qué te refieres, Caleb? —preguntó el joven Riley.

—A que nunca hemos sido eso que dice Jessica, un equipo. Cada uno hacía lo que quería sin importar las circunstancias en las que estábamos todos, sin importar las necesidades o los sentimientos del resto. —aclaró el pequeño de ojos verdes acercándose al resto con varios paquetes de semillas en las manos. —Mi hermana y yo fuimos de los últimos en unirnos al grupo, y desde el principio nos dimos cuenta que hay gente egoísta. Que había compañeros que lo pasaban mal, y nadie se preocupaba de ellos.

—Yo se lo escuché decir una vez a Rosalie y Samuel. —añadió Riley. —Que tarde o temprano el grupo se disolvería, ya fuese porque muriésemos, o porque el liderazgo de Alejandro y las influencias de Tammy dividiesen al grupo en dos. Y al final pasó, más o menos. —dijo sin apartar la mirada del libro que ojeaba.

—A mi no me gustaba algunas cosas de las que veía en el grupo cuando Alejandro y Tammy vivían. —dijo Violet —Había veces que se ponían muy violentos con todos... Los dos me daban un poco de miedo, y a veces pensaba que algún día le harían daño a alguien... Aún recuerdo lo que pasó con el pobre cerdo, como lo mató Alejandro de esa manera... Tuvo que sentir mucho miedo y sufrir bastante...

Los más mayores de los Matados quedaron en silencio sin decir nada, intercambiando unas mirada incómodas entre ellos que Jessica no pasó por alto. Las palabras de aquellos niños habían acertado de lleno con la realidad en la que vivían. A Jessica le pareció algo preocupante que unos niños tan pequeños, de doce, once y trece años respectivamente, pudiesen entender tan bien aquella situación tan compleja.

Parecía evidente que incluso los mayores, al igual que Samuel y Rosalie, sabían que su grupo estaba abocado a la ruina, y que tarde o temprano acabaría por desintegrarse, principalmente, por culpa de las acciones de su líder. Tenía la sensación de que para la mayoría de integrantes de ese grupo, los Matados no era más que un lugar de paso en el que quedarse, justo como aquella granja quemada, hasta que al final dejase de ser beneficioso seguir siendo parte de aquel grupo.

—Bueno, —suspiró Jessica rompiendo el silencio —esto no se va a hacer solo, así que vamos a ello.

—Toma. —dijo Caleb entregándole los paquetes de semillas.

—Gracias. —respondió la joven. —Veamos, tenemos semillas de patatas, zanahoria, tomate, pimiento, calabaza, lechuga... —la joven fue ojeando los distintos paquetes uno a uno. —Vamos, no os quedéis quietos. —dijo mirando a los adolescentes de su alrededor. —Coged más maceteros grandes, los más grandes que encontréis, e id echando tierra para plantar las semillas. Traed también la regadera con agua, platos para poner bajo los maceteros, y algún saco de abono de la trastienda.

Sin más dilación, todos comenzaron a moverse buscando lo que Jessica les había pedido, poniéndose manos a la obra ayudando a la joven con su idea de comenzar a cultivar alimentos.

La puerta de la casa rural se abrió, y la figura de Nicole ingresó con Niko entre sus brazos. La joven mujer había estado finalizando algunas labores en el ayuntamiento, y una vez acabó, decidió llevarse a la nueva mascota de Davis a la casa rural, en vez de dejarlo allí solo y encerrado. Nicole dejó al animal en el suelo y cerró la puerta.

—¡Guau!

El cachorro se volteó moviendo la cola observando a la mujer que había estado cargando con él.

—Ni se te ocurra hacer tus cosas dentro de casa, ¿vale? Por tu propio bien, o me sé de una que ahorcará a tu dueño y luego se hará unos calcetines contigo. —suspiró mirando al cachorro.

—¡Guau!

Nicole escuchó algunas conversaciones de fondo, provenían del jardín que rodeaba la casa. La mayoría estaba fuera de misión con los Matados, a excepción de ella misma, Alice, M.A y Adán. La joven cruzó el salón para salir al jardín trasero. Niko siguió sus pasos moviendo la cola a un lado y a otro. Una vez fuera, Nicole vio a Alice y M.A discutir acerca de algo mientras Adán los observaba sin decir nada. Interesada por lo que debían de estar hablando, Nicole se acercó.

—¡Guau!

Sin embargo el cachorro fue más rápido que ella. El pequeño labrador saltó al jardín y se acercó trotando hacia la pareja y el chico, quienes alertados por el ladrido miraron en su dirección.

—¡¡Oh!!

Adán exclamó nada más verlo. Los tres adultos pudieron ver como el rostro del chico se iluminaba al ver al pequeño animal cuadrúpedo acercarse a ellos. Nicole no pudo evitar reprimir una sonrisa al ver su inocente reacción.

—Así que este es el perro del que me hablaste. —comentó Alice arrodillándose para acariciarlo mientras este la olfateaba. —¿Perro? ¿Ese era el nombre? —preguntó mirando a M.A.

—Ese era el provisional. Se llama Niko.

—Niko, ¿eh? No está mal, pero me gustaba más Perro. Era más original.

—Si tu lo dices... —contestó el joven encogiéndose de hombros.

Adán lo observaba desde detrás de Alice sin atreverse a acariciarle. Aunque era bastante evidente en su rostro que se moría de ganas por hacerlo.

—Puedes tocarlo, no muerde. —dijo Nicole invitándole a ello.

—Sí...

El chico se arrodilló frente al animal, y cuando fue a acariciar su cabeza, Niko alzó el morro para oler su mano. Aquel acto hizo que Adán retirase la mano rápidamente.

—Solo te está oliendo, no te va a hacer nada. —comentó M.A.

Entonces Adán volvió a intentarlo, y esta vez logró acariciar su cabeza.

—Oh... Que suave.

—Bueno, ¿y qué os contáis? —preguntó Nicole mirando a la pareja.

—Inma y yo trajimos de la expedición al campo deportivo algunos objetos para jugar y hacer deporte. Y estábamos pensando en qué zona del jardín vendría bien hacer una pequeña zona de juegos.

Nicole observó su alrededor.

—Esta zona no es buena. —respondió. —Ahí está la piscina, y está muy sucia. No creo que a nadie le apetezca meterse en ese agua a recoger una pelota. Además, ya tenemos un columpio en ese árbol de allí.

—Entonces nos queda el margen izquierdo y el derecho. —dijo M.A.

—En el izquierdo tenemos el pozo y el cobertizo. —añadió Alice. —Por el pozo no hay problemas, tiene tapadera, por lo que no se puede meter ninguna pelota por ahí.

—Y a la derecha está la fuente, el tocón con la pila de madera, y la bodega. —comentó Nicole. —¿Qué queréis hacer exactamente?

—Queríamos hacer un campo de fútbol pequeño, algo improvisado para que juegue Adán y alguien más.

—Y también queríamos instalar la red que encontraron Alice e Inma para poder jugar al tenis.

—Mmmm... Creo que para el campo de fútbol vendrá bien el margen izquierdo, ya que es donde más espacio hay. Y para la red de tenis, el derecho. Ahí hay algo menos de espacio, pero no es necesario correr ni moverse tanto.

—Visto así tiene sentido. —comentó M.A. —Pensábamos montar todo en un solo margen en principio.

—No creo que quepa todo en una sola zona. —contestó Nicole. —¿Dónde tenéis las cosas guardadas?

—En el cobertizo.

—Puedo echaros una mano si queréis.

—Perfecto.

—Yo estuve pensando en cómo hacer unas porterías caseras con lo que tenemos. —comentó Alice. —Tal vez si clavamos muy hondo un par de barras de acero en la tierra del jardín, y las reforzamos con piedras grandes o algo por el estilo, podríamos tener la estructura lista.

—¿Y la red? —pregunto su pareja. —No tenemos ninguna para eso.

—Mmm... Tal vez podamos usar una sábana. Podríamos cortar alguna grande a la mitad, coser ambas partes, y atarlas a los extremos de las barras de forma que quede parcialmente tensa la tela. —propuso la chica mirando a sus compañeros. —Sé que estéticamente no va a ser la gran cosa, pero teniendo en cuenta lo que tenemos, es mejor que nada. Al fin y al cabo cumplirá su objetivo y habrá un lugar en el que meter la pelota y que esta no se pierda por ahí.

—Algo rudimentario... —comentó Nicole. —Pero como dices, cumpliría su función.

—¿Y la red de tenis? —preguntó M.A.

—Igual. Clavamos en la tierra un par barras de acero, las reforzamos con piedras u otra cosa, y le atamos la red.

—Las barras que usaremos son las que trajisteis Inma y tú, ¿no?

—Exacto. También están en el cobertizo.

—Habíamos pensado también en “plantar” algunas lámparas solares por el jardín. Así cuando salgamos por la noche no estará todo completamente a oscuras. —comentó M.A.

—¿Y no será un problema? Me refiero, se supone que no debemos atraer la atención de nadie, y puede que esas lámparas encendidas por la noche desvelen nuestra ubicación.

—No creo que haya problemas con eso. Estuve comprobando las cajas y no son de mucha potencia que digamos, por lo que dudo mucho que se vean de lejos.

—Entiendo. Una pregunta, ¿los materiales que tenemos en la casa rural se contaron para el tema de los almacenes? —quiso saber Nicole.

—No. —respondió su compañero. —Davis dijo que lo que ya teníamos en la casa se dejase fuera del conteo.

—Inma y yo hablamos con él para que no los tuviese en cuenta. Todo esto iba a usarse como un añadido para la casa, por lo que quisimos guardarlo en el cobertizo, y no en el almacén al que deberían de guardarse.

—El mío. —añadió M.A.

—Davis estuvo de acuerdo. Dijo que no eran materiales que fuesen a ser consumidos en un periodo corto de tiempo, sino que se iban a usar de forma constante, por lo que no le vio sentido almacenarlos y contabilizarlos, al menos en un principio.

—¿A qué te refieres?

—Davis dijo que una vez acabemos de utilizar estos recursos para adaptar la zona de juegos en el jardín, todo lo que haya sobrado lo tendría que guardar en mi almacén y contabilizarlo. —respondió el joven.

—Entiendo.

Nicole se volteó para ver a Adán. El joven se había alejado unos metros jugando con Niko, estando completamente absorto de la conversación de los adultos.

—Parece que está bastante entretenido. —comentó Alice.

—Sí. Iba a decirle que si quería ayudarnos, pero veo que ya está ocupado con el perro.

—Pues vamos a ponernos nosotros manos a la obra. —anunció M.A tirando hacia el almacén.

—Adelantaros vosotros. —dijo Nicole entonces. —Voy a pasar un momento por el despacho de Davis para traer a casa las cosas del perro.

—Vale. —respondió Alice.

—Ahora vuelvo.

Tras eso Nicole se marchó, y la pareja partió al cobertizo a sacar las cosas. Adán quedó a solas con Niko, quien comenzó a corretear mientras ladraba y movía su cola a un lado y a otro.

—Hey, ¿a dónde vas?

Adán comenzó a seguir al animal, quien corría en dirección al cobertizo. El chico temía que al animal le diese un arrebato y saltase a la sucia piscina, por lo que corrió por el margen próximo a esta, con el objetivo de evitar que pudiera dirigirse a ella. Niko, sin embargo, giró hacia la izquierda, tomando el camino de la pareja. Cuando Adán giró, vio al animal corretear hacia el cobertizo.

—¡Adán, llévate a este perro de aquí! —gritó Alice.

—Vooooooooy.

—¡Si se le cae algo pesado encima y me lo cargo, no hago responsable! —advirtió M.A.

—¡Ya voooooooooy! —exclamó el chico corriendo en dirección al cobertizo.

—Que cruel eres a veces, idiota. —se pudo escuchar la voz de Alice mientras manejaba algunos objetos de metal.

—Estoy de broma, tonta. ¿O acaso ahora no sabes entender una?

—Cierra el pico y muévete.

—Lo que usted ordene, mi señora. —respondió el joven de mala gana.

Adán llegó a la entrada del cobertizo, y vio al cachorro husmear entre las estanterías mientras M.A y Alice cogían cosas de ellas. Alice tuvo que detenerse unos instantes al meterse el cachorro entre sus piernas husmeando el suelo.

—Adán, llévatelo de aquí. Que al final se le cae algo o lo pisamos nosotros. —le pidió Alice apartándose del animal.

El joven corrió a cogerlo entre sus brazos y lo sacó de allí dentro.

—No te metas más ahí dentro, ¿vale? —le dijo al animal devolviéndolo al suelo. —Ese sitio es peligroso.

—¡Guau!

El pequeño labrador comenzó nuevamente a husmear mientras meneaba la cola, y rápidamente volvió a alejarse del chico.

—¿A dónde vas ahora? ¿Ya te cansaste de jugar, o es que tienes que hacer tus cosas? —preguntó el chico siguiendo el animal con curiosidad.

El hocico del cachorro fue olisqueando el césped hasta detenerse en un montículo de tierra, no muy lejos del cobertizo. Alrededor de este, varias flores pequeñas habían comenzado a florecer, y apenas a unos centímetros, una pala descansaba clavada en la tierra.

—¿Sabes? Mi hermana dice que bajo este montón de tierra debe de haber alguien enterrado. —le contó al cachorro cogiéndolo en brazos. —Ya estaba esto aquí para cuando vinimos al pueblo a vivir. —Adán observó el montón de tierra removida con curiosidad. —Me pregunto si era el dueño de esta casa. Cuando vinimos aquí a vivir había algunas manchas de sangre en la entrada de la casa, y también algunas flechas rotas... Probablemente a esta persona la asesinaron, y alguien se tomó la molestia de enterrarlo. Un amigo o un familiar quizá.

—¡Guau!

—Pero no te preocupes, aquí estarás a salvo. Nadie te va a hacer nada malo, porque este sitio es seguro ahora que estamos nosotros aquí. Mi hermana, Nicole, y los demás trabajan muy duro cada día para hacer que este sea nuestro hogar.

—¡Guau!

—Venga, vámonos a jugar a otro sitio para no molestar a Alice y M.A. —dijo el chico viendo a la pareja salir del cobertizo cargando varias cosas.

—¡Guau!

La noche llegó, y la jornada diaria de trabajo finalizó. Para entonces, Nicole, Alice y M.A habían logrado adaptar la zona de juegos siguiendo las ideas propuestas por Alice. Por otro lado, el grupo formado por Puma, Davis, Maya e Inma, con la ayuda de Rosalie, Samuel, y otros miembros de su grupo, lograron expandir el área segura de la casa rural, eliminando a todos los muertos vivientes, limpiando la zona de cadáveres, y formando las nuevas barricadas. Tras eso, el grupo adquirió todos los recursos que eran valiosos y los contabilizaron y almacenaron en los distintos almacenes.

Jessica, por su parte, ante el desconocimiento para cultivar en la zona de campo, plantó múltiples semillas de hortalizas en enormes maceteros, además de varios brotes de Aloe Vera que encontró en otras plantas de este tipo que había ya en la floristería. La joven pensó que las propiedades antiinflamatorias, antisépticas, analgésicas o cicatrizantes que poseían su gel, podrían ser de utilidad, no solo para emplearla a nivel personal, sino también para Maya.

El gel de aquella planta podría usarse para sanar heridas cutáneas no muy graves, ahorrando así algunos recursos médicos. Eva por su parte, decidió patrullar el pueblo ante la posibilidad de que alguien, Piper por ejemplo, u otro posible enemigo, pudiese entrar a Rockrose mientras todos los demás estaban ocupados con sus labores.

Davis entró a casa proveniente del jardín. El joven, junto con Adán y M.A, habían pasado hacía un rato por la tienda de animales para llevarse de allí una caseta mediana de madera para perros, entre otras cosas. La caseta, o mansión, comparando el tamaño entre la vivienda y su pequeño inquilino cuadrúpedo, se colocó en el jardín, en la zona trasera.

Junto con la caseta, colocaron un comedero y un bebedero que llenaron a rebosar, además de algunas mantas y juguetes. Por otra parte, siendo previsor, a M.A se le ocurrió tapar la piscina con el cobertor que encontró en el cobertizo, para evitar que el cachorro se diese algún baño nocturno a espaldas de todos.

Los pasos de Davis iban acompañados de un tintineo melódico. El joven sin embargo, a diferencia de algunos de sus compañeros en el salón, decidía ignorar el sonido de aquel cascabel tras él. Maya y Alice no pudieron evitar reír al ver a Niko trotar tras su dueño, quien cansado, se tiró en el sofá.

—¿No hubo suerte? —preguntó M.A desde un sofá cercano.

—No. —suspiró Davis. —Me he pegado como media hora ahí fuera para que se quede en la caseta, pero no le hace ni puñetero caso.

—¡Guau!

—¿Pero por qué quieres que se quede fuera? Aquí dentro no hace nada malo. —comentó Maya antes de llamar a Niko para que se acercase a ella.

—Bueno, es un cachorro, por lo que no controla bien sus necesidades. —explicó. —No quiero que Eva o cualquier otro me regañe por pisar algún “regalito” por los pasillos de la casa. Aunque igualmente cogí de la tienda un paquete de bolsas pequeñas para perros y unas pinzas por si se hace algo dentro de casa. Y en el cobertizo del jardín tengo un cubo con agua y lejía, y una fregona por si se orina.

—Ya estás preparado para todo, ¿eh? —dijo mientras acariciaba al cachorro que se acercó a ella. —¿Y por qué le pusiste el cesto y la manta que tenías en tu despacho a la entrada de la casa?

—Por si se queda dentro en vez del jardín, que no se acostumbre a ir a la zona de los dormitorios y moleste a quien sea. —explicó. —Aunque el comedero, el bebedero y los juguetes se los dejo en el jardín para que se acostumbre a salir fuera poco a poco.

—Ya veo.

Unos pasos se escucharon, y Niko corrió a recibir a las figuras de Puma, Jessica y Nicole, quienes ingresaron al salón.

—¿Qué hay hoy para cenar, chef Nicole? —preguntó M.A viendo a su compañera sentarse en un sillón cercano.

—¿Ah? Pues no tengo ni idea, la verdad. —respondió abriendo un libro que traía bajo el brazo. —Jessica se ofreció a hacer ella la cena.

—Sí, me voy a ocupar yo. —contestó— Puma me va a ayudar.

Apenas fue decir aquello, las sonrisas felices de M.A, Maya y Alice se desvanecieron de sus rostros, siendo esto acompañado por un solemne silencio.

—Tranquilo, chicos, intentaré no confundir la lejía con el aceite. —respondió Puma a la reacción de estos.

Jessica, Davis y Nicole se miraron sin entender, aunque no era la primera vez que denotaban una extraña aversión de sus compañeros hacia los talentos culinarios de Puma.

—Esto... ¿Se te da bien la cocina, Puma? —preguntó Davis desde su asiento.

—De lujo. Y hago una tarta de zanahorias de muerte. —ironizó.

Maya resopló por lo bajo, a su lado, M.A se frotó el estómago con una mueca de desagrado, y Alice tan solo pudo apartar la mirada de su compañero.

—Si no os gusta lo que prepare, siempre puedo dárselo al perro. Estoy seguro que él tendrá más criterio que vosotros. —dijo con una maliciosa sonrisa en el rostro.

—¡Guau!

—No, déjate. Niko ya tiene su pienso en el jardín. —respondió Davis comprendiendo las reacciones de sus compañeros.

—Una pena. —contestó Puma encogiéndose de hombros.

—Nunca he probado la cocina de Puma, pero no os preocupéis, solo va a ayudarme. —aseguró Jessica motivada. —Le tendré vigilado.

Puma soltó una carcajada seca.

—Cuanta fe depositáis en mi...

Tras eso, intentando levantarle un poco el ánimo, Jessica empujó con suavidad a Puma hacia la cocina, abandonando ambos el salón.

—¿Tan mal cocina? —preguntó Davis.

—Decir mal es quedarse corto... —suspiró M.A.

—Doy fe... —añadió Maya.

—Creo que Puma nunca ha recibido lecciones de cocina o ha tratado de seguir recetas al pie de la letra. Probablemente hace lo que cree conveniente a la hora de preparar algo, porque no es normal lo mal que se le da la cocina. —explicó Alice desde su asiento. —Sus comidas parecen algo sacado de otro mundo, y no en el mejor de los sentidos.

—Ya veo... —el joven miró a Nicole, quien se encontraba leyendo en su sitio. —¿Qué lees?

—“Cuando las gaviotas lloran”. Volumen 1 —anunció el título del libro. —Es una novela de misterio, drama y fantasía que encontré hace tiempo en mi habitación. Aún me lo estoy terminando, y cuando lo haga me pondré con el volumen 2, que también estaba en la mesilla en el que encontré este.

—¡Ah! Sé cual es. —respondió. —Yo me leí la saga anterior a esa, la de "Cuando las cigarras lloran". Me encantó la historia.

—No me la he leído. Pero esta al menos me está gustando bastante, la historia es profunda, los personajes son muy carismáticos, y los misterios de lo más complejos.

—Pues cuando te acabes el primer volumen déjamelo a mi.

—Claro.

—Oye, y hablando de libros, ¿ya terminaste el de la preparación para el parto?— quiso saber Maya.

—Sí. Hace ya tiempo que lo acabé y se lo di a Jessica.

—Genial, ¿y crees que te será de utilidad?

—Bueno... La teoría la tengo aprendida, la cosa es que sea capaz de llevarla a la práctica de ser necesario.

—Seguro que sí, no te preocupes. —aseguró la joven con una sonrisa. —Mañana tengo que seguir dándole clases a Jessica de primeros auxilios. Hoy no hemos podido darlas por lo liados que hemos estado.

—Am, eso me recuerda algo. —dijo Nicole elevando la cabeza del libro. —¿Quieres que entrenemos mañana, Davis? Últimamente he estado muy liada por las mañanas y llevo unos días sin entrenar. Me vendría bien moverme un poco.

—Sin problemas.

Poco más de una hora después, todos se reunieron para cenar lo preparado por Puma y Jessica. La pareja de rubios, Maya y los influenciados Nicole y Davis, observaron la cena con algo de escepticismo. Sin embargo, para sorpresa de todos, la cena salió buena. Tras unas charlas banales durante la cena, Jessica decidió proponer algo a sus compañeros.

—Chicos, estuve pensando recientemente en Adán y los niños que están con los Matados, ¿qué os parecería habilitar el colegio del pueblo para ellos?

—¿Con que fin? —quiso saber Eva.

—Para que aprendan.

—¿Solo eso? —preguntó Inma. —Yo le estoy enseñando a Adán algo de ortografía, y tampoco tendría problemas en enseñarle algunas cosas extra si él quisiese. Y los otros... Bueno, creo que eso es cosa de los más mayores de su grupo. Si les preocupan esos niños deberían de enseñarles cosas básicas como leer o escribir bien.

—Pienso igual que Inma. —se pronunció Eva. —Nosotros nos ocupamos de Adán cuando tengamos tiempo, y que ellos se ocupen de sus niños.

—Creo que no me expresé bien. —objetó la joven.—Lo que quiero proponer es habilitar el colegio y dar clases a los niños pequeños, y tal vez, algún adolescente. Esto surgió a raíz de una conversación que tuve en la floristería con Sabrina y otros de su grupo, entre ellos, algunos niños que tendrán aproximadamente la edad de Adán. —explicó mirando a todos. —La idea no es simplemente que aprendan cosas como leer y escribir correctamente, a hacer cálculos básicos, o conocer un poco sobre historia o el mundo que les rodea, para que el día de mañana no sean unos ineptos. Además, tiene otro objetivo, y es educarlos en valores. —dijo esta vez lanzando una mirada a Eva y Nicole. —Salvarlos de que se transformen en unas balas perdidas, en unos fracasados problemáticos que el día de mañana puedan volverse un lastre para nosotros. Si no actuamos ahora que son pequeños, al final seguirán los pasos de personas como Tammy, Alejandro, Piper, y otros miembros problemáticos del grupo. Simplemente acabarán imitando aquello que ven, y eso nos puede perjudicar. —la joven miró esta vez a todos en la mesa. —Les enseñaríamos, los educaríamos, y además, les ayudaríamos a que entiendan lo que es un equipo y a trabajar como tal. Eso nunca lo aprenderán estando en ese grupo.

Todos quedaron en silencio observándola meditando sus palabras.

—Tu argumento es convincente. —dijo Nicole mirando a su compañera. —Por mi no habría problema. Pero aceptar a llevar a cabo tu idea supondría reducir el trabajo que realizamos en la base para invertirlo en la educación de esos críos. Algunas personas deberían de abandonar las labores de la base para dedicarse a ellos. O al menos, invertir parte de su jornada en ellos. De una forma u otra, el avance de la base se reducirá en parte. Y eso nos llevaría a otra cuestión. ¿Quién se ocuparía de eso? Aquí no hay nadie que haya trabajado como profesor. Y no creo que sea tan simple como enseñar a los niños y ya está.

—Entiendo tu punto de vista... —dijo Jessica desanimada. —No había pensado en que pudiese bajar el rendimiento de los avances de la base...

El salón quedó sumido en un extraño silencio. Todos, a excepción de Jessica, Eva y Nicole, intercambiaron varias miradas en silencio. Era difícil de explicar, pero una extraña tensión había comenzado a emerger en la mesa, y el origen de esta no eran otras que Nicole y Eva. En silencio, lanzaban una mirada inquisidora hacia la tímida figura de Jessica. La chica había comenzado su propuesta animada y con fuerza, sin embargo, la simple respuesta de Nicole fue lo suficientemente contundente como para hacer que la joven fuese apagándose por instantes. Eva no añadió nada, pero su opinión no difería de la de Nicole.

—¿Quieres añadir algo más, Jessica? —preguntó Nicole seria pero serena.

—Yo...

—Además de lo que Nicole ha dicho, yo también debo de añadir algo. —finalmente Eva abrió la boca. —Aunque se hiciese, ¿por qué motivo piensas que ese grupo querría acceder a la propuesta? Ya no solo el grupo. ¿Qué hay de la opinión de esos niños? ¿Por qué aceptarían renunciar en parte a su libertad y a que nadie les diga nada, para ir al colegio?

—Bueno, eso...

Nicole y Eva no cedían en su actitud, lo que hacía que Jessica comenzase a pensar que su idea había sido errónea. Quizá no debió de proponer aquello, pensó la joven en su mente. Maya frunció el ceño molesta con sus compañeras por aquella actitud tan tajante hacia la idea de Jessica. Cuando la chica se dispuso a hablar para reprochar la actitud de Nicole y Eva, la joven sintió una mano posarse en su rodilla.

Maya observó a Davis, quien se sentado a su lado, negó levemente con la cabeza. Maya no comprendió porque Davis le pedía que no interviniese en la situación. Entonces, Puma rozó su mano con la de su compañera, y la chica lo miró sin comprender la mirada de este. ¿Por qué demonios Davis y Puma reaccionaban con esa pasividad ante la situación? La joven de ojos verdes miró los rostros del resto de sus compañeros.

Alice y M.A cuchicheaban al fondo de la mesa entre ellos, con expresiones en su rostro que delataban incertidumbre ante el tenso ambiente que Eva y Nicole estaban generando. Algo más cerca, Adán e Inma miraban a Jessica con pena, sintiéndose mal por ella. Los otros cuatro parecían no entender lo que pasaba, sintiéndose algo irritados por la situación. ¿Pero, y Davis y Puma? ¿Por qué se les veía tan tranquilos?

—Jessica, cálmate. —la voz de Davis atrajo todas las miradas. —Nicole y Eva te están poniendo a prueba. No deberías de rendirte tan pronto.

—Si no eres capaz de defender tus propias ideas, al final no llegarás nunca a nada, por muy buenas que estas sean. —añadió Puma.

—¿Qué harás cuando ese grupo o esos niños te discutan la idea? ¿Simplemente te quedarás callada? —preguntó Davis con dureza.

—Es tú idea. Eres tú la que debes de proponérsela a esa gente. —comentó Puma. —Pero si no eres capaz de defenderla ante dos mujeres maduras, que son tus amigas y no se niegan de lleno, ¿como planeas convencer a un grupo de niñatos descerebrados que van por ahí cortando orejas y vistiendo con pieles?

—Piensa bien en tus argumentos. —aconsejó Davis.

—El gato y el lancero tienen razón. —dijo Eva esta vez. —No es que nos neguemos. Simplemente queremos comprobar si realmente confías en tu idea lo suficiente como para arriesgarnos a llevarlo a cabo.

—Es como dice Puma. Con gente como Piper en ese grupo, no esperes a que acepten fácilmente. —comentó Nicole. —¿Entonces ya te das por vencida? ¿O quieres volver a intentarlo? Nuestras preguntas son las mismas.

Jessica miró a sus dos compañeras meditando lo que diría.

—Simplemente pensad en esto como una inversión de futuro. Es cierto que descendería la productividad de las jornadas de trabajo en la base, sin embargo, si logramos ayudarlos, educarlos y enseñarles, lograremos romper la barrera que nos separa a ambos grupos, la desconfianza. Los niños son el futuro, y cambiando su mentalidad podríamos formar lazos, logrando que dejen de vernos como meros dictadores o aliados convenientes, y considerarnos amigos. Con amigos en ese grupo, podremos evitar forjar enemigos, o que estos mismos capten a seguidores. Si los niños se oponen a personas como Piper, y contando con algunas personas como Rosalie ya dentro del grupo, cualquier tipo de traición será erradicada casi en su totalidad. Además de que los lazos de amistad fortalecerán la alianza ente nuestros grupos, y por lo tanto, mejorará el rendimiento de los beneficios que nos ofrece el tratado que firmamos con ellos. —argumentó respondiendo a los inconvenientes de la primera problemática planteada por Nicole. —Sobre quien se ocuparía, la idea es que los que quieran enseñar a esos niños, Adán entre ellos, y quizá en un futuro al bebé que llevo en mi interior, tengan conocimientos y capacidades mínimas para poder hacerlo. Por eso me gustaría preguntar, ¿quién de vosotros tiene titulación universitaria?

—Yo acabé la universidad. —anunció Nicole alzando la mano.

—Yo no pude terminarla. Acabé mi segundo año cuando sucedió lo de Stone. —comentó Davis.

Nadie más alzó la mano.

—Yo ni siquiera pude entrar por culpa del apocalipsis mundial... —comentó Jessica. —Aunque yo me ofrezco. En el futuro, tras descartar la política, quería dedicarme a la enseñanza. Por lo tanto, no me importa.

—Lo siento, pero yo no daré clases a esos niños. —aclaró Nicole. —Tengo ya demasiado trabajo con la base.

—Yo pienso igual. Lo siento, Jessica. Ya estoy bastante liado gestionando la administración de la base.

—¿Y el instituto? Eso también vale si lo acabasteis. —insistió Jessica en busca de posibles candidatos.

—Yo lo acabé, pero no era muy buena estudiante. La verdad es que no me lo tomaba demasiado enserio. No creo que pueda serte de ayuda. —contestó Maya excusándose.

—Yo tan solo tengo los estudios básicos. —aclaró Puma. —Mi estilo de vida era un tanto distinto al de otros niños, y con ello mi infancia. De todos modos no me van mucho los críos. No creo que aguantase soportar a una clase entera de ellos.

—Yo si acabé el instituto. Quise entrar a la universidad, pero tampoco pude por lo mismo que tú. Quería estudiar Filología Hispánica. —dijo esta vez Inma.

—Yo acabé el instituto. Nada más. —añadió Alice. —De todos modos no me veo enseñando y educando a un montón de niños. Puede que al inicio sí, pero a la larga me agobiaría. Preferiría evitar hacer de niñera, la verdad.

—Yo también acabé el instituto. Después estuve en un curso subvencionado por Esgrip para trabajar con ellos de ayudante en temas de electrónica. —respondió M.A. —Y por mi parte, opino igual que Alice.

—Yo solo acabé el instituto. Y por cosas de la vida no continué mis estudios.— aclaró Eva. —Sin embargo, no me voy a apuntar como profesora.

—Eso será un alivio para esos críos. Ya te imagino lanzando tizas a la cabeza a todo el que se despiste en clase. —comentó Puma riendo.

—Cállate, anda.

Inma levantó la mano.

—A mi no me importaría. Además, mi padre era español, por lo que conozco el idioma. Podría enseñarles un poco del idioma para que aprendan a hablar algo en otra lengua.

—Sería genial. Gracias Inma.

—No hay de qué.

—Bueno, ya tenemos justificado la reducción de los resultados de la jornada en la base para invertir en el colegio, y también quienes llevarían esa labor. —comentó Nicole. —Ahora solo falta...

—Mi pregunta. —completó Eva la frase de su compañera —¿Por qué piensas que aceptarán? ¿Cómo los convencerás?

—Realmente no creo que sea muy complicado. Puede que esos niños sean muy pequeños, pero no son tontos. Hablé con algunos de ellos, e incluso con algunos de los mayores, como Sabrina, Samuel y Rosalie. Y la visión que tengo de las cosas, es que algunos de los mayores se preocupan por lo que los niños chicos vean y aprendan de ellos, especialmente en ámbitos negativos. Y algunos de esos críos no están de acuerdo con las decisiones que se toman en su grupo, e incluso, algunos temen a compañeros que suelen tener una actitud violenta, como Tammy o Piper. —aclaró la joven mirando a Eva. —Realmente no creo que sea muy problemático. Los mayores, los responsables que son partidarios de trabajar con nosotros, no creo que opongan resistencia alguna. Y a los niños, tan solo habrá que comerles un poco la oreja y hacerles entender que va a ser algo beneficioso para ellos.

—Pienso igual que Jessica. —añadió Davis. —Muchos de ese grupo quieren dejar los tiempos de Tammy y Alejandro atrás, y empezar de nuevo. Rosalie es una de ellos, por ejemplo.

—Adán, ¿qué opinas tú? —preguntó Eva.

El joven sintió el peso de todas las miradas recayendo sobre él, algo que le resultó bastante incómodo.

—Me parece bien. —respondió simplemente.

—¿Ya está? Sabes qué tú también irás a la escuela si se hace, ¿no?

—Mmmm...

—Además, otro beneficio de esto es que Adán podrá relacionarse con otros niños. —añadió Jessica.

Adán recordó la última vez que se relacionó con otros niños. Lilith, Hugo, Beatrix, Robi, Mike... La verdad es que no fue una experiencia muy agradable, aunque había algunas personas a las que podía tolerar, como Mike o el chico aquel de la biblioteca que no le delató, Leo.

—¿Esos niños son problemáticos?

—No, realmente no lo son. Alguna excepción hay, pero la mayoría son buena gente.

—Entonces supongo que no es mala idea. Tal vez me vendrá bien relacionarme con gente de mi edad mientras aprendo.

—Pues ya está. —dijo Eva. —Por mi parte está bien.

—Mañana tendrás que proponer la idea a los Matados cuando vengan a empezar la jornada. —advirtió Nicole.

—Está bien.

Sin más que debatir sobre el tema, salvo los que tenían la guardia nocturna, el grupo decidió retirarse a dormir para estar en pie temprano e iniciar con la jornada de trabajo diaria. A la mañana siguiente Jessica, apoyada por Nicole y Eva, explicó su idea a los Matados.

La recepción fue buena por parte de la mayoría, aunque algunas miradas individuales, denotaban rechazo y desconfianza ante la propuesta. Sabrina decidió dejar la respuesta del grupo para el día siguiente, pues, aunque no se oponía, debía de hablarles de la idea a los niños chicos que se quedaban en la aldea al cuidado de Piper, además de debatirlo entre el grupo con algo más de tiempo.

Tras la charla, la jornada de trabajo dio comienzo. Por otro lado, mientras el resto trabajaba, Nicole y Davis, que estaban algo menos ocupados de lo usual, quedaron para entrenar mientras vigilaban a Adán y el pueblo en la ausencia del resto. El joven Adán, frustrado por su bajo rendimiento en la escritura y la falta de motivación, decidió aparcar por un rato la redacción de Nuestra Historia e ir a ver a sus dos compañeros entrenar con la compañía de Niko.

Conforme los últimos rayos del sol se ocultaban, poco a poco los distintos trabajos que mantenían ocupados a los Matados y a varios integrantes del grupo fueron finalizando. Jessica y Maya, que fueron de las primeras en acabar sus labores, decidieron continuar con sus clases de primeros auxilios.

Para la noche, cada grupo cesó en sus tareas y volvieron a sus hogares, dispuestos a cenar, acostarse, y retomar el trabajo a la mañana siguiente. En lo que Eva se disponía en abandonar su habitación para ir al salón a esperar a que la cena estuviese, sus ojos se fijaron en el reloj digital sobre su mesilla, concretamente en la fecha del calendario que mostraba el reloj junto a la hora.

—15 de julio del 2015...

Pensativa, la joven abandonó su habitación y se dirigió al salón, en donde se topó con Inma, Maya, Jessica y Nicole. Las chicas saludaron a la recién llegada, y por varios minutos, Eva estuvo escuchando a sus compañeras conversar sin mucho que aportar.

—Chicas, —se metió Eva en la conversación. —¿puedo pediros un favor?

—Claro, ¿qué necesitas? —se adelantó Jessica en responder.

—Estamos a 15 de julio. En dos días es el cumpleaños de Adán. —anunció la joven mirando a sus compañeras. —Cumplirá 11 años. ¿Podríais ayudarme a preparar una fiesta de cumpleaños para él? Antes no hubiese pensado en algo como esto, pero debido a todo lo que ha cambiado nuestra situación, puede ser una buena oportunidad.

—¿Una fiesta de cumpleaños? —preguntó Nicole. —Que lejano se ve algo como eso. No recuerdo cuando fue la última vez que asistí a una.

—Ya... Todas las cosas que eran comunes antes del apocalipsis se ven ya como cosas de otra era. —añadió Maya.

—Supongo que Adán no debe saber nada de esto, ¿no? —preguntó Inma.

—No. Y mejor que siga así, estoy bastante segura que le hará ilusión. —respondió la joven. —Desde que tuvo lugar el apocalipsis, no hemos podido celebrar sus últimos cumpleaños.

—Ya veo. Entonces debe de ser un día especial para él.

—Exacto. Entonces, ¿puedo contar con vosotras para esto?

Las chicas aceptaron animadas.

—Aunque... ¿Cómo lo vamos a hacer? —preguntó Maya.

—En un cumpleaños hay tarta, regalos, juegos, personas, comida, y supongo que música. No será tarea fácil hacerlo... —comentó Eva no muy animada sobre la idea de como sacar adelante la propuesta.

—La tarta va a ser imposible... —dijo Inma un tanto desanimada.

—Yo podría hacer algo. —propuso Nicole atrayendo la mirada de sus compañeras. —No puedo hacer una tarta porque no tenemos ni los recursos ni los medios para hacerlo, pero puedo hacer un sustituto, más o menos... La idea es que coman algo dulce, ¿no? ¿Qué os parece arroz con leche y canela?

—No es mala idea. No es lo mismo que una tarta, pero al menos comen algo dulce. —respondió Inma algo más animada.

—¿Y podrás hacerlo? —preguntó Eva en duda.

—Para ese plato necesito arroz, leche, azúcar, canela molida y en rama. —explicó Nicole. —Sé que en mi almacén hay esos productos.

—¿Leche tienes? —preguntó Maya extrañada.

—En polvo. —respondió. —Tendría que hacer la leche antes que nada. Desgraciadamente lo que no tengo es naranja y limón, cosas que le darían aún mejor sabor y aroma. Tendría que prepararlo mañana para que esté frío para el día del cumple. Como no hay electricidad, tengo que dejar que se enfríe por si solo. Y cuando lo haga, Adán no puede estar en casa o se dará cuenta, además que necesito un rato para ventilar la casa y que no quede el olor del arroz con leche.

—Perfecto, cuento contigo para eso, Nicole. —le contestó Eva con una sonrisa.

—Lo que si tengo una propuesta...

—¿Cuál es?

—¿Por qué no invitamos a los niños chicos de ese grupo al cumpleaños?

—¿Y por qué deberíamos de hacer eso? —preguntó Eva no muy contenta por la propuesta de su compañera.

—Piénsalo. —dijo Nicole. —Nosotros, los mayores, tenemos que trabajar y vigilar a los Matados durante la jornada laboral en el pueblo. ¿Eso significa que Adán tendrá que celebrar solo su cumpleaños, o como mucho con dos de nosotros? Es algo triste y aburrido. —explicó. —Los niños chicos no darán problemas. Habrá dos de nosotros vigilando en la casa para que no pase nada, y a Adán le vendrá bien tener un primer contacto con los que serían sus compañeros de clase si el tema del colegio se hace al final. Además, en el cumpleaños de un niño, lo que tiene que haber precisamente, son otros niños con los que jugar.

Eva meditó sus palabras, y aunque no le hacía mucha gracia la idea, Nicole tenía razón. Además que algo así podría ser útil para ganarse aún más la confianza de aquel grupo.

—Está bien. Supongo que no pasará nada por invitar a los más pequeños de ese grupo.

—Genial. Tendré que hacer más cantidad de arroz con leche.

—Mmmm... Teniendo en cuenta que seremos más, había pensado en servir los zumos y los batidos que encontré en el chiringuito de la piscina. Caducan en un mes, y sería una pena que se echasen a perder sin que nadie se los tomase, y por ahora, nadie ha querido bebérselos. También podría servir algunos frutos secos de los que encontré allí.

—Está bien. Hazlo, Jessica.

—Lo bueno es que adaptamos el jardín para jugar al tenis y al fútbol, así que estarán entretenidos. —comentó Nicole. —Aunque tal vez algún juego de mesa esté bien.

—Hey, pues en la zona que hemos asegurado nueva hay una juguetería pequeña. —recordó Maya. —Tal vez podamos pillar un parchís o algo así.

—Buena idea. —contestó Eva. —Tal vez sea mejor eso a que estén jugando con el balón y nos rompan alguna ventana.

—Mañana echaré un vistazo.

—De acuerdo.

—¿Y el regalo? —preguntó Inma. —¿Qué podemos regalarle a Adán?

—Lo que queráis. —contestó Eva. —Mi hermano sabe desde pequeño que no puede exigir regalos a nadie. La gente te regala si puede y si quiere, el hecho de que esas personas estén contigo en un día especial ya es suficiente.

—Comprendo. Igualmente pensaré en algo.

—¿Informamos de esto a los chicos y a Alice? —preguntó a Maya.

—Sí, que estén al tanto.

—Bien.

—A todo esto, ¿y la gente? —preguntó Eva.

—M.A y Alice están haciendo la cena, en el jardín están Adán y Davis con el perro, y Puma en su habitación creo.

—Entiendo.

Mientras el grupo de Rockrose pasaba las últimas horas del día, al mismo tiempo en la aldea, los Matados se reunían en la taberna. Sabrina comunicó a Piper y a los niños la propuesta de Jessica. En total confianza, sin el grupo de Rockrose delante, todos decidieron opinar sobre el tema.

—Me niego. —contestó Piper con firmeza. —Ese grupo tan solo quiere adoctrinar a los niños. Probablemente quieran meterles cosas en la cabeza para que los obedezcan como borregos, o se chiven de todo lo que hacemos o hablamos para tenernos más controlados.

—Yo pienso igual. —se escuchó la voz de Sienna en contra. —Esa gente no es normal, no se parecen a los otros adultos con los que nos hemos topado. Estos no nos tenían miedo al vernos en grupo y vistiendo nuestras pieles.

—¿Y qué hay de Puma? ¿No se supone que tú, Roberto y Alejandro lo matasteis? Eso fue lo que nos dijiste. —preguntó William. —Está vivito y coleando. ¿Cómo coño os escapasteis de él durante el asalto?

Sabrina no supo que responder a aquello. Puma murió, eso era un hecho. Sin embargo, no era capaz de comprender como aún habiéndole atravesado con su propia espada, aquel tipo se presentó en la granja sin ningún rasguño.

—Tal vez solo acabó herido... —contestó con inseguridad.

—De herido a muerto hay un paso.

—¡¿Y por qué afirmaste que Alejandro lo mató si no lo sabías con certeza?!

—Mira, estaba confusa, ¿vale? Sucedió todo muy rápido y estaba asustada. Pude confundirme.

—No nos despistemos. —dijo entonces Piper. —Me importa una mierda lo que vieras o lo que le pasara a ese imbécil musculado. Estamos hablando de dejar a los niños a manos de esa gente.

—Creo que te estás excediendo. —la voz de Samuel atrajo las miradas. —No son mala gente, o al menos, eso pienso. Creo que lo del colegio lo hacen de buena voluntad. Ellos tienen a un niño en el grupo, y si no nos mataron, fue precisamente porque ellos estaban con nosotros.

—¿Buenos? ¡¿Acaso te olvidas lo que nos hicieron?! —exclamó Piper indignada. —No sé tú puñalada, pero yo aún siento el agujero que me hizo de un disparo la loca del coño de Eva.

—Claro que me duele, Piper. —contestó. —Pero ellos solo se defendían, es natural.

—¡Natu...

—¡Ya basta! —La voz de Rosalie cesó las discusiones. —Ya que estamos todos reunidos, hagámoslo por votación.

—Quien esté en contra, que levante la mano. —dijo Sabrina.

Al menos una decena de manos se alzaron.

—Ahora los que estén a favor.

En comparación a aquellos que se oponían, una gran cantidad de manos se alzaron a favor de la idea.

—Pues ya está todo dicho. —afirmó Sabrina. —Mañana comunicaremos a ese grupo que estamos a favor.

—Alejandro no aprobaría esto. —se escuchó una voz de fondo.

—Tammy tampoco lo hubiera hecho. —añadió esta vez una voz femenina.

—Pero Alejandro y Tammy ya no están aquí. —respondió Oliver molesto. —Tenemos que pasar página de una maldita vez.

—Te has hecho amigo de esa gente muy rápido, Oliver. —le recriminó Sienna.

—Solo trato de hacer lo que considero correcto para el grupo. —contestó. —Y lo correcto no es oponerse a ellos.

—Estoy de acuerdo con el asunto del colegio, y con el tema de cuidar la relación con ellos. —comentó Kai desde su posición. —Como ya han dicho, Tammy y Alejandro ya no está aquí. Y todos sabemos en el fondo, que no eran los mejores líderes, y que muchas de las desgracias que nos han ocurrido, entre ellas esta, han sido por culpa de ellos. Si Alejandro no hubiera ocultado lo de la falta de comida, podríamos haber actuado con más tiempo, y de otra manera para asaltarlos, o tal vez, para robarles simplemente y huir. —explicó a todos sus compañeros. —Y si Tammy no se hubiera ido tras aquella chica para vengarse por lo de Scarlett, puede que las cosas hubieran sido de otra manera.

—Pues fueron esos líderes a los que tantos criticas los que te salvaron una vez el culo. —le contestó Mia.

—Sí, pero fueron también esos líderes los que nos pudieron matar en más de una ocasión. —defendió otro de los integrantes del grupo.

—¿Y por qué no le robamos a alguno la llave de un almacén? —propuso otra voz.

—El de comida estaría bien. —animó una compañera a la propuesta. —Nicole tiene esa llave.

—Es una buena idea. Si os enteráis donde la guarda, podría acercarme al pueblo mientras estáis trabajando. Entraría en el almacén y robaría tanto como pudiese. Luego nos marcharíamos para no volver. —explicó Piper animada. —Se supone que yo estoy cuidando de los niños y la aldea. No esperarían que entrase a hacer algo al pueblo.

—¡No! —exclamó entonces Rosalie. —¡No haremos ninguna tontería que nos cueste la vida! ¡Tampoco la confianza de ellos!

—¿Hay que recordaros que si podemos comer es gracias a ellos? —añadió Sabrina. —Maldita sea, tampoco es que me agrade la situación, pero es lo mejor que nos pudo haber pasado. Era esto o morir.

—Yo opino igual que Rosalie. —dijo la joven Violet. —Ellos son menos en número, pero la organización y unión entre sus miembros los hacen muy superiores respecto a nosotros.

—Exacto. Ya visteis como ellos acojonaron a una panda de adolescentes que vestían con pieles y orejas. Se supone que debíamos de asustarlos a ellos, no ellos a nosotros. —añadió Samuel al comentario de Violet.

—Dejemos ya esta conversación. —propuso Rosalie con una voz serena en un intento de enfriar el ambiente. —La votación ha sido clara, los niños irán al colegio.

—Ya podéis iros a dormir todos. Mañana hay que madrugar. —dijo Sabrina finalizando la conversación.

En tan solo unos momentos, entre cuchicheos, todos los miembros del grupo fueron abandonando la taberna para ingresar en las casas en las que vivían en grupos separados. Rosalie subió a su habitación, y tras encender la vela de una mesa cercana a la cama, se lanzó exhausta sobre esta.

Era agotador el tener que lidiar entre dos bandos, o mejor dicho, entre tres, pensó la joven. No solo tenían que esforzarse en mantener la alianza entre Rockrose y los Matados, también debía de preocuparse de lidiar con aquellos en su grupo que estaban a favor y en contra de la alianza, y las tensiones que estos dos bandos ocasionaban a la hora de tomar decisiones como la del colegio.

¿Por qué debía de desesperarse tanto? Ella no era la nueva líder de los Matados. No había ningún líder, de hecho. Sabrina, Samuel y ella habían sido escogidos para representar al grupo ante la gente de Rockrose, pero no eran sus líderes, y no comprendía porque debía de aguantar esas situaciones. Ellos solo eran meros portavoces. Tampoco comprendía por qué gente como Piper se oponía al grupo.

Realmente eran un montón de idiotas que no valoraban lo que tenían, y tan solo querían buscar problemas por orgullo o venganzas absurdas. Davis tenía razón, Piper, y aquellos que la seguían podrían dar problemas en un futuro, y arrastrar a todos por culpa de sus acciones. Maldita sea, ahora estaban incluso mejor que cuando andaban por ahí con Alejandro sobreviviendo a duras penas, y ese grupo de personas querían estropearlo todo.

Rosalie suspiró saturada de toda aquella situación, era agobiante. La chica se incorporó en la cama y comenzó a soltar sus largos cabellos castaños recogidos en su característica trenza. Estaba agotada, trabajaban muy duro para Nicole y el resto, pero valía la pena. Una vez deshizo su trenza, la joven se acercó a la mesita de madera en la que se localizaba la vela, y del interior de uno de los cajones, buscó un cepillo y un pequeño espejo. Una vez los sacó, Rosalie miró un pequeño cuaderno al fondo del cajón, y decidió sacarlo también. La joven lo cerró y abrió el cuaderno en busca de algo, hasta que finalmente, entre todas sus hojas en blanco, apareció un texto:

“Cada vez veo más distante la realidad, a veces me cuesta distinguir lo que es real y lo que es una pesadilla. No puedo evitar sentir como mi corazón se endurece con el paso del tiempo, yo ya no me siento igual, no soy la misma. Nicole Collins, aquella feliz agente de policía de Stone City, murió hace mucho tiempo, quizá cuando el mundo comenzó a caer ante el apocalipsis zombi y radioactivo, quizá, cuando perdí a Nick y Débora y fui víctima de torturas y violaciones por parte de los mutantes, o tal vez cuando sucedió toda aquella pesadilla con Michaela, quien sabe si aquello tuvo un inicio específico o fue el conjunto de todo lo que fue matando lentamente a Nicole.

Cierto es que hay esperanza para algunas personas según explicó ese tal Yuri y Ley, en algunos lugares del mundo los seres humanos han logrado sobrevivir, pero ¿y nosotros? ¿Lo lograremos? ¿A dónde iremos ahora? ¿Qué sucederá con nosotros? ¿Cuál es nuestro objetivo? ¿Qué sucederá entre nosotros? No puedo evitar pensar en dos personas desde que sé la noticia de que en algunas zonas los humanos han resistido al apocalipsis zombi, mis queridos amigos y compañeros de profesión, Morís Anderson y Emi Tanaka ¿Estarán aún con vida? España y Japón, aquellos fueron sus destinos antes de que...“


Rosalie continuó leyendo aquella confesión que Nicole dejó tiempo atrás. Era la cuarta vez que leía su “confesión” desde que la encontró. Aquellas palabras mostraban a una mujer rota, pero aún así, muy fuerte. A pesar de las circunstancias, seguía adelante, o al menos lo intentaba. Proteger a otros aún poniendo su propia vida en juego, aquello le parecía algo realmente admirable, pensaba la chica mientras leía.

Había cosas que no comprendía sobre lo que Nicole escribió en aquel cuaderno, pero había algo de lo que sí estaba segura, y es que aquella gente no era normal. Tan solo leer aquello le transmitía todo por lo que ella y sus compañeros habían tenido que pasar, todos los retos y desgracias que habían tenido que afrontar hasta llegar a donde estaban ahora.

Sentía lástima por ellos, por Nicole especialmente, pues aquello de las violaciones y torturas por parte de los mutantes, la muerte de su novio y su amiga, aquello de entregar a sus amigos a esa tal Michaela, o lo de dejar a aquel chico abandonado en aquel sitio, debieron de ser situaciones realmente horribles para ella. Sin embargo, por otra parte, se alegraba, pues aquello significaba que era un grupo fuerte y estable en muchos sentidos.

No podía equipararse a su grupo, y sin dudas, se sentía agradecida y segura de tener aliados así. Era una pena que Piper y los que pensaban como ella no pudiesen ver aquello. Y no necesitaba haber leído aquella confesión para percatarse de ello, ya que la forma en la que trabajaban y lo que hacían en el pueblo ya demostraban eso. Unos nudillos golpearon a su puerta. Ante la respuesta de la joven, Samuel entró en la habitación.

—Hola. —saludó el muchacho cerrando la puerta.

—Hey, ¿qué tal? —contestó dejando la libreta sobre la mesa.

—Agobiado. Oliver lleva rato detrás mía para echar un polvo, y no tengo nada de ganas. —contestó con un pesado suspiro. —Qué pena que no haya otro gay o bisexual en el grupo para que me deje a mi en paz.

—Es muy insistente, ¿em?

—Lleva tiempo sin mojar, es normal. Y yo soy su única posibilidad.

El joven se quitó su gorro de tela y lo arrojó a la cama de la joven, en donde se sentó. En sus ojos azules se reflejó la espalda de la chica, quien sentada en la silla, agarró el peine para comenzar a peinarse.

—¿Y qué es lo que quieres? Es tarde, y supongo que no has venido aquí solo para esconderte de Oliver.

—Pensaba en Piper. —respondió. —Desde que sucedió lo de Tammy y Alejandro, ¿no crees que está algo más radical y problemática de lo normal?

—No, ¿tú crees? —contestó con sarcasmo peinándose.

—¿Y si nos acaba causando un problema? Eso que propuso de robar en los almacenes me preocupó bastante.

—No sabe donde guarda Nicole la llave, ni el resto, así que no creo que lo haga.

—Bueno, eso no, ¿pero y otra tontería? Ella puede ser tan rebelde como Tammy, y es de las que se la sudan todo. Tammy y Roberto eran los únicos que más o menos la tenían controlada, y ahora no están ninguno de los dos.

—Entiendo la situación. Lo peor es que hay gente que piensa como ella...

—¿No deberíamos de hacer algo?

—¿El qué? Es una cabezona. Por más que intentamos hacerle cambiar de idea, sigue pensando que ellos nos harán daño tarde o temprano.

—A pesar de que fueron los nuestros los que atacaron primero.

—Sí... Y la idea de chivarnos a los de Rockrose tampoco me parece bien. De una forma u otra es nuestra compañera, y hacer eso sería como traicionarla y entregársela en bandeja a esa gente.

—Podríamos ganarnos muchos enemigos dentro del grupo haciendo eso.

—Lo sé. Igualmente la gente de Rockrose ya sabe como es Piper y la tienen en la lista negra. Lo que tenga que pasar pasará, eso es así. Si al final sucede algo es porque ella se lo ha ganado.

—Ya... Sabrina también piensa igual. —el joven se levantó y se colocó tras su compañera. —Dame el peine, no te estas pasando bien el cepillo por atrás.

—Toma.

Samuel comenzó a peinar sus largos cabellos castaños con cuidado.

—¿Cómo está tu puñalada?

—Mejor. Poco a poco va sanando.

—Ya... Oye, volviendo al tema de Oliver. ¿Has pensado que tal vez esté enamorado de ti?

—¿Tú crees?

—Algo me dice que sí. Siempre te está viendo, ¿sabes? Me he fijado.

—Yo creo que tan solo busca lo que busca, nada más. Es un salido.

—Mira quien fue a hablar...

Samuel rió.

—Ya sabes como es él, enséñale algo de carne y se vuelve loco. —dijo con un pesado suspiro. — Vamos, hemos hecho tríos, tú lo has visto en la cama. Sabes bien que ese piensa más con la cabeza de abajo que con la que tiene sobre los hombros. Si se acerca a mi es solo para folleteo, nada más.

—Mmmm... Es cierto que en el sexo se deja llevar bastante. Cuando nos hemos acostado los tres, y tú te has estado ocupando de mi, sí que me he fijado en que era algo impaciente, no le gusta estar con las manos quietas, tan solo mirando hasta que te diese por volver con él. Además de dominante, no le gusta compartir. —comentó pensativa. —Pero dejando ese aspecto suyo a parte, por lo demás, siempre le he visto atento a lo que haces o dices, y con una actitud bastante cercana contigo. Además, aunque no dijo nada, me di cuenta que estaba preocupado por ti cuando no volviste tras el asalto a Rockrose. Siempre estaba atento a cualquier conversación sobre el tema.

—Creo que solo quiere ser cordial, nada más. Es así con todos.

—Sabes tan bien como yo que eso no es verdad. Oliver va de tipo duro, es algo despegado y seco con la gente. Es agradable, pero no se muestra especialmente afectivo o cercano con nadie, salvo contigo. Tú fíjate bien, obsérvalo cuando habla con otros y cuando lo hace contigo. —le propuso Rosalie sonriendo. —Además, también me he dado cuenta en la cama.

—¿En la cama? ¿A qué te refieres?

—A que tú te lo follas, sin más. Él en cambio, te hace el amor. —contestó. —La forma en la que te toca, te acaricia, te besa... Hay ternura detrás de todos esos gestos, a diferencia de los tuyos. —dijo la joven dibujando una triste sonrisa en su rostro. —Dime, ¿tú no te has fijado en él como algo más que un compañero de grupo o de cama?

—Estoy mejor solo, Rosalie. —respondió sin querer darle más vueltas al asunto.

—Lo dices por lo que hablamos aquella vez, ¿no? El miedo a herir y a que te hieran, inconscientemente o no.

—Ya sabes lo que pienso de ello. Prefiero mantenerme alejado de la gente en el plano sentimental, es lo mejor. —contestó. —Sin compromisos de ese tipo, la vida es más fácil.

—Eso es imposible. —respondió Rosalie con seriedad. —Tarde o temprano te enamorarás, o alguien lo hará de ti. Del mismo modo, acabarás haciéndote amigo de alguien, y si no, alguien te verá como tal.

El joven de ojos azules continuó cepillando su pelo sin nada que añadir.

—Samuel, lo sabes tan bien como yo. No importa cuantas barreras pongas, es irremediable formar lazos con otras personas. Comprendo tu miedo por lo que sucedió con tus padres y tus amigos, pero aún así, aunque suene cruel, sufrir es parte de la vida. —la joven se volteó en su asiento impidiendo que Samuel continuase cepillándola. —Samuel, para mi, eres mi amigo, y no solo eso, también me gustas. —dijo mirándole a los ojos. —Si a ti te pasase algo, me preocuparía y sufriría, y no por eso voy a dejar de querer mantener mis lazos contigo o formar otros nuevos. Es imposible escapar de estos sentimientos.

—Rosalie...

—Si yo muriese, o me pasase algo, ¿acaso no te preocuparías en lo más mínimo por mi?

—Rosalie, yo...

—¿Nunca me has visto como una amiga? ¿Ni como nada más? —preguntó tomando sus manos. —¿Realmente no te importo en ningún aspecto?

—Lo siento.

—¿Eh?

—Yo... —en el rostro del joven se dibujó una mueca de dolor que Rosalie no tardó en comprender. —No puedo aceptar esos sentimientos. No te veo como eso...

—Lo sé. —dijo con una triste sonrisa en el rostro.

—¿Entonces por qué lo has dicho? ¿Acaso no te dolió que te rechazara?

—Lo hizo, por supuesto. Pero necesitaba decírtelo sin importar cual fuese la respuesta, tenía que arriesgarme en busca de una remota posibilidad de que aceptases estos sentimientos. —contestó soltando sus manos. —El día que no volviste de Rockrose, temí que nunca más volviese a verte, y entonces lamenté no haberte dicho nada antes. Por eso he querido decírtelo ahora. Prefiero arriesgarme y fallar, que a hacerlo sin siquiera intentarlo.

—Por esto evito formar relaciones. —dijo alejándose para sentarse sobre la cama, dejando el peine a un lado. —¿Ves? Te herí, aunque no fuese mi intención. Los sentimientos son horribles, son el mayor lastre de las personas. Si no fuera por ellos, yo...

—¿Entonces por qué no te mueres?

La fría pregunta de su compañera cesó sus palabras, y el joven la miró sorprendido a los ojos. Rosalie levantó de la silla y lo miró con seriedad.

—¿Qué quieres decir? —preguntó con inseguridad en sus palabras.

—El amor, la alegría, el odio, la tristeza... Todos los sentimientos hacen que las personas vivan sus vidas. El amor hacia una persona que te lleva a querer protegerla por todos los medios, la alegría de conseguir superar los obstáculos que se interponen entre tus metas, la sed de venganza hacia alguien a quien odias, o el sufrimiento de una pérdida... Hasta el más detestable de los sentimientos nos hace aprender y crecer en la vida. Sin ellos, no seríamos más que rocas o vegetales. —aclaró. —Lo que tú quieres es imposible. Puedes huir tanto como quieras, pero no puedes esconderte. No planeaste que me enamorase de ti, ni tú que me harías daño con tus palabras. Quieras o no, harás y te harán daño. Si realmente quieres huir de la gente y los sentimientos que te ligan a ellas, la única opción es la muerte.

Samuel bajó la mirada meditando sus palabras.

—Maldita sea, eres un auténtico cabezota... —susurró con los ojos humedecidos.

—¡¿Rosalie?!

El joven se puso en pie al ver como un par de lágrimas surcaban el rostro de su compañera.

—Está bien, no es nada. —aseguró con una sonrisa.

—Lo siento... —dijo apretando los puños con fuerza.

—Deberías de ser más honesto contigo mismo. —la joven colocó el dedo índice en el pecho del chico. —Puedes engañar a otros con tus palabras, haciendo como que todo te da igual, y que estás bien siendo así, pero a esto, a tu corazón, no lo puedes engañar. Actúas así huyendo del dolor, pero a la hora de la verdad, quien más daño te está haciendo, eres tú mismo.

Samuel apretó los dientes con fuerza tratando de contener las lágrimas. Tanto la situación como las palabras de su compañera le estaban afectando. Sentía su mente estremecerse ante aquellas bofetadas de realidad que no quería admitir. Sin embargo, todo lo que ella decía estaba cubierto de una verdad tan afilada que sentía como se clavaban en lo más profundo de su corazón. Rosalie observó los ojos vidriosos del joven, y sin compasión, separó nuevamente los labios.

—Si ahora mismo muriese, ¿sentirías dolor? —preguntó clavando una afilada mirada en los ojos del chico que tenía delante. —¿O no sentirías nada?

—Pues claro que me dolería, idiota... —admitió con timidez. —Eres la persona en la que más confío. Eres mi mejor amiga, mi confidente, la única que me entiende en este sitio. Si te murieses ahora mismo, realmente no sabría que hacer. Estaría destrozado. —admitió dejando que un par de lágrimas bajasen por sus mejillas.

Rosalie lo abrazó con fuerza, y Samuel correspondió de igual manera.

—Gracias —dijo la chica incapaz de aguantar sus lágrimas. —Gracias por decirme lo que realmente soy para ti. Estoy feliz de que te hayas abierto a mi. Puede que no tenga el tipo de amor que buscaba, pero me conformo con este otro. Es realmente cálido...

La joven no pudo soportar más y rompió en llanto, enterrando su rostro en el hombro del chico. Samuel la abrazó con fuerza y ternura en silencio, sosteniendo a su compañera hasta que decidiese derramar su última lágrima en su hombro. Realmente lo sentía, nunca llegó a imaginar que para Rosalie fuese tan importante saber cuales eran sus verdaderos sentimientos hacia ella. Aunque sufriese, al mismo tiempo estaba feliz. Era contradictorio, pensó Samuel. Lo sentimientos son realmente complicados de comprender a veces, pensó. Sin embargo, dentro de él, sentía que algo se había aligerado, como si un peso se hubiese desvanecido en aquel momento.

La mañana fue llegando, y la jornada de trabajo dio inicio. Él día no fue muy distinto a los anteriores, pues como de costumbre, inició con los Matados y algunos miembros del grupo trabajando en las diversas labores del pueblo. Mientras Nicole preparaba en secreto el arroz con leche para el cumpleaños de Adán, este, junto a Inma y Jessica hicieron una visita al colegio para prepararlo para las clases y revisar el material de estudio que encontrasen. Además, las chicas debían de mantener a Adán lejos de la casa rural mientras Nicole permanecía allí cocinando. El día fue pasando poco a poco, sin novedad, hasta que la noche llegó nuevamente, cesando toda actividad.

—¿Y qué hiciste con el arroz con leche? —preguntó Eva ojeando una revista en el sillón.

—Envolví el recipiente en papel de aluminio, y lo guardé en el último cajón del congelador. —contestó Nicole desde su asiento. —Adán no mirará ahí, al fin y al cabo el congelador no funciona, por lo que no habría motivo para guardar algo dentro. Y el papel de aluminio lo puse para que la temperatura fuera enfriándose poco a poco hasta mañana.

—¿Habrá suficiente para todos? No sé cuantos críos vendrán.

—Hice en abundancia, no te preocupes. —aseguró. —También estuve limpiando y ordenando la casa y el jardín para dejarlo todo listo para mañana.

—Estuviste bastante liada esta mañana, ¿em? —comentó Davis recostado en el sofá con Jessica junto a él.

—Sí, y todo eso mientras vigilaba al perro...

—¿Te dio mucha lata?

—Un poco. Es bastante insistente cuando quiere jugar. —comentó algo molesta. — Y tuve que recoger en una ocasión su orina del salón...

—Lo siento. —contestó el joven algo avergonzado. —Por cierto, Nicole, por curiosidad, ¿qué tipos de trabajos hacías los años que estuviste en el cuerpo de policía?

—Mmmm... En mis 5 años en el departamento de Stone he hecho bastantes cosas. Al principio lo básico, como poner multas, patrullar vigilando las calles, resolver delitos menores como agresiones, hurtos, y cosas así. También llegué a instruir a novatos por un tiempo. Cuando ascendí a detective me ocupé de cosas más complejas. En la Oficina de Control de Crimen Organizado me involucré en casos de narcotráfico, extorsión, corrupción política y policial, secuestros, o crimen organizado. Participé en muchos casos con otros escuadrones de agentes.

—Hiciste bastante cosas. —comentó Jessica.

—Sí, se puede decir que sí.

—¿Y tocaste por un casual la unidad canina? —preguntó Davis.

—No, la verdad es que no. Nunca me ha llamado la atención la unidad canina, y los perros tampoco es que me apasionen. —respondió. —Soy más de gatos. Son más tranquilos e independientes, y eso va más conmigo.

—Vaya... Esperaba que supieses algo del adiestramiento de perros. —comentó el joven lancero. —Me hubiera venido bien algún truco para enseñar a Niko a comportarse.

—Mmmmm... Puedes usar golosinas como premio. Es todo lo que se me ocurre. —contestó la mujer. —Y paciencia, mucha paciencia.

—Comprendo.

—5 años... —comentó Eva pensativa. —Ahora tienes 28 años, ¿no?

—Sí. Tenía 25 cuando sucedió lo de Stone. Entré con 20 años a trabajar al departamento de policía de Stone City.

—No entiendo bien como funciona ese mundillo, pero en 5 años ascendiste bastante, ¿no?

—Bueno, quiero pensar que era por mis méritos, pero... Tenía a Alan Walker de padrino. Él era un amigo íntimo de la familia y el jefe del departamento de policía de Stone City. También tenía buena relación con dos detectives veteranos de la comisaría, Morís Anderson y Curtis Clark. Ambos tenían bastante influencia, y junto con Alan, fueron ellos los que me enseñaron el oficio. Además, si tenemos en cuenta de quien era hija... —Nicole torció los labios con una mueca insatisfecha. —La imagen de mi madre estaba acompañada de bastante fama e influencia dentro y fuera de Stone.

—¿Quieres decir que todos ellos influyeron en tus ascensos? —preguntó su compañera.

—Prefiero pensar que todo era por mi trabajo y mis éxitos dentro del departamento. Gané varios premios y condecoraciones por mis logros en el cuerpo. Estaba considerada como una de las mejores agentes del departamento, por lo que mi expediente hablaba por si solo de mi rendimiento en el cuerpo policial. —comentó soltando un suspiro. —Pero no puedo descartar la idea de que directa o indirectamente, todos ellos influyeron en mi beneficio a la hora de ganarme un nombre dentro del cuerpo. Y sé que no soy la única que he pensado en ello en alguna ocasión. Había compañeros que murmuraban sobre que mis ascensos y la fama que me había ganado era principalmente por ser hija o amiga de... Tenía muchos compañeros, pero también algunos enemigos dentro del departamento. —explicó. —Tampoco los puedo culpar, puede que en cierto modo fuese verdad lo que murmuraban. A algunos no les debía agradar la idea de que alguien más joven les sobrepasase en la pirámide jerárquica llevando ellos más tiempo en el cuerpo policial.

—Si esos que murmuraban eran unos fracasados, no era tu problema. —contestó Eva mirando a su compañera. —Yo pienso que en esta vida a veces nace gente muy talentosa para desempeñar un papel en concreto. Por lo que he visto y he oído de ti, tú podrías ser una de esas personas.

—Pienso igual que Eva. —añadió Davis. —Puede que esa gente de más edad no lograse ascender en tanto tiempo porque no tuviesen la capacidad para ello, o simplemente no se esforzasen tanto como tú para lograr subir de puesto. A veces es común que un veterano se sienta ofendido cuando alguien más joven lo supera. —explicó. —No deberías de hacer caso a la gente así. Es cierto que tener padrinos e influencias ayuda mucho en esos casos, pero tú, como bien dijiste, tenías un expediente impecable que te respaldaba.

—Es verdad, habría que ver el expediente de esos que murmuraban a tus espaldas. Seguro que son pobres y deficientes. —comentó Jessica defendiendo el honor de su compañera. —Probablemente sean los típicos gordos uniformados que se pasan el día en el coche patrulla. Seguro que mientras tú te esforzabas en tu trabajo, esos se dedicaban a hincharse comiendo rosquillas y bebiendo café mientras escuchaban los resultados del último partido de baloncesto por la radio.

—Bueno, algún que otro había con ese perfil, sí. —respondió Nicole con una sonrisa. —Cambiando de tema, ¿qué pasó con lo del colegio, Jessica?

—Am, pues... Pusimos en orden la escuela, revisamos todas las instalaciones y nos agenciamos con los libros y material escolar que pillamos. —respondió. —Dentro de poco empezaremos con las clases. Nosotros pondremos el material escolar para ellos, como las mochilas, libretas y lápices, ya que ellos no tienen. Hablamos con M.A para que tenga en cuenta que tendrá que actualizar los datos de la libreta de su almacén —explicó. —El problema es que son niños de distintas edades, y tenemos que ver como impartir la clase al conocimiento general que tengan todos, pero no sabemos como hacerlo todavía.

—Podríais hacer un examen de nivel. —propuso Eva.

—Es verdad, podéis meter por ejemplo un texto con algunas faltas de ortografía que tengan que corregir, preguntas sobre el texto, algunas cuentas básicas de sumar, restar, multiplicar y dividir, o incluso preguntas de sentido común sobre la naturaleza y el entorno. —añadió Nicole. —Así más o menos Inma y tú podéis ver si saben algo de ortografía, comprensión lectora, cuentas básicas y conocimientos generales.

—Entiendo, es muy buena idea esa. Gracias, chicas. —Jessica se levantó del asiento. —Voy a consultarlo con Inma. ¿Sabéis donde está?

—En la cocina con Alice. Están haciendo la cena. —contestó Davis.

—Vale.

La joven abandonó el salón dejando a sus compañeros.

—¿Oye, y qué tal lleva Jessica el embarazo? —preguntó Nicole. —Últimamente no veo que le den tantas nauseas.

—Lo lleva bien. Sigue teniéndolas, sobretodo por la mañana, pero si que es verdad que ya tiene muchas menos que antes.

—¿Y de cuanto tiempo está ya? —pregunto Eva.

Davis permaneció un momento pensativo echando cuentas en su cabeza.

—Creo que para el próximo mes hace ya los 3 meses de embarazo. —contestó.

—Ya veo. Aún no se le nota nada la tripa.

—Que va, aunque dice que tiene a veces molestias en los pechos y las caderas.

—Ya veo.

—¡Davis! —la voz de Adán sonó desde el jardín. —¡Niko hizo popó!

—¡Ya va!

—Adán no se separa del perro, ¿em? —comentó Nicole.

—Que va, le está cogiendo cariño. Además, él es quien se suele ocupar de Niko mientras yo estoy liado con mis labores en el pueblo. —respondió Davis levantándose del sofá. —Me está echando una mano con el tema de hacer que Niko se acostumbre a hacer sus cosas fuera, o a dormir en la caseta que le pusimos en el jardín.

—Eso está bien. —contestó Eva. —Me irritaría bastante ver a ese perro haciéndose sus cosas dentro de la casa.

—Me imagino. —contestó el joven antes de salir al jardín.

—Yo voy a ver como les va a las chicas en la cocina. —dijo Nicole levantándose del sillón. —Están tardando bastante en hacer la cena, veré si necesitan que les eche una mano.

—Está bien.

Tras eso, Eva quedó sola en el salón con su revista. Por otra parte, lejos de Rockrose, los Matados pasaban sus últimos momentos dedicándolos a sus asuntos antes de acostarse para madrugar. Los niños pequeños del grupo ya habían sido informados que irían al cumpleaños de Adán, por lo que estos, debido a que tendrían que madrugar para ir con los mayores al pueblo, fueron los primeros en irse a dormir.

Samuel bajó al salón de la casa que compartía con algunos de sus compañeros. En la estancia podía ver a varios de estos charlar mientras hacían varias cosas para matar el rato. El joven de ojos azules no tenía ganas de unirse a ellos, simplemente había bajado de su habitación para ir al baño. Samuel se fijó que entre ellos estaba Oliver, sentado en un sillón algo alejado del resto, ajustando bajo la luz de las velas su guitarra acústica. El joven rubio y de cabeza rapada parecía bastante entretenido, pues no despegaba sus ojos verdes de aquel instrumento que tanto le apasionaba.

El chico del gorro de tela recordó la conversación que tuvo la noche pasada con Rosalie sobre él. Era curioso, pensaba, recientemente Oliver había cumplido 16 años, y él en unas semanas haría los 17, sin embargo, aunque Oliver era varios meses más joven, se veía más maduro que él físicamente. Era más alto y musculado, y sus facciones eran ligeramente más maduras que las suyas propias. Probablemente aquello estaba justificado por la vida atlética que llevaba antes del apocalipsis.

Tenía entendido que jugaba en un equipo de fútbol, lo cual combinaba con sus estudios y las clases de guitarra a las que asistía. Además del fútbol, sabía que ocasionalmente practicaba la natación por su cuenta. También hacía pesas y ejercicios para mantenerse en forma, así como llevaba una dieta para cuidar su físico. Aquel estilo de vida era algo que venía de familia al parecer. Sus padres y sus hermanos mayores eran amantes de los deportes, y los fines de semanas solían madrugar para hacer ciclismo en familia. A diferencia de su caso, sus familiares sí respetaron la orientación de su hijo, incluso los amigos de este. Ser gay no fue un problema para él.

De hecho, incluso aún siendo así, era bastante popular con las chicas. Debía de reconocer que era atractivo, eso no podía negarlo, y ese ligero aire a chico malo que tenía, llamaba bastante su atención, sumado a su físico y atractivo natural. Era un chico que no tenía problemas para socializar, pues a pesar de su carácter serio y tranquilo, dando a veces la sensación de que iba a su bola y desconectaba de todo, era el capitán de su equipo de fútbol, y sus compañeros confiaban en él dentro y fuera del campo. Le daba la sensación por lo que escuchó de él y lo que veía dentro del grupo, que era el típico chico serio y abstraído al que no le iba el cachondeo y la juerga, sin embargo, era esa clase de personas que están ahí para cuando lo necesitas en situaciones serias, pensó.

Una vez le contó que perdió a sus padres en un accidente de tráfico en una de sus excursiones matutinas en bicicleta. Un camión los arrolló. El conductor no respetó la distancia de seguridad y excedía la velocidad permitida en la vía. Él y sus hermanos lograron salirse de la carretera, pero sus padres no. Tanto él como sus hermanos pasaron a vivir con sus abuelos. Al final, solo quedó Oliver con ellos, ya que sus dos hermanos, quienes eran bastante más mayores que él, se independizaron a los pocos años de irse a casa de sus abuelos. Cuando pasó toda la historia de los zombis, sus abuelos murieron a manos de estos, y él trató de sobrevivir un tiempo por su cuenta, manteniéndose lejos de las ciudades, hasta que un día él y su guitarra cruzaron camino con el de Los Matados.

—Hey, Oliver. —la voz de William atrajo la mirada del joven guitarrista. —¿Por qué no te unes a la partida de cartas?

—Nos vendría bien a alguien más —comentó entonces la voz de Kai. —William es un pésimo jugador, y Joshua sigue sin enterarse cómo se juega a las cartas.

—No es mi culpa, Kai. —replicó Joshua molesto. —Es la primera vez que juego.

—Tal vez luego. —contestó el joven sin levantar la mirada de la guitarra. —Ahora estoy liado.

—Intenta acabar antes de la próxima partida para unirte a nosotros. —le propuso el joven —Peter, John, ¿os animáis?

Samuel decidió dejar de escuchar y marcharse al baño.

—Paso. —contestó John desde su asiento. —Estoy intentando resolver este cubo de rubik que encontré en el baúl de mi habitación. Llevo rato intentando resolverlo y por fin comienzo a cogerle el tranquillo a esto.

—Que aburrido... —dijo William observándolo. —Yo intenté hacer una vez uno de esos, pero quedó solo en el intento. Nunca le vi que tiene de gracioso a los cubos esos de colores.

—¿Y tú, Peter?

—No me apetece. —contestó sin levantar la mirada de un cómic de The Walking Dead. —Estoy más entretenido con esto que jugando a las cartas.

—¿The Walking Dead? —preguntó Kai leyendo la portada. —Si quieres zombis solo adéntrate un poco en el bosque. Seguro que esos son más realistas que los que salen en esas hojas de papel.

—Es gracioso. —dijo Oliver desde su posición sin apartar la vista de su guitarra. —No sé vosotros, pero a mi me gustaba la temática zombi en los juegos y las películas. Siempre me pareció la idea de un apocalipsis zombi como algo interesante. Y ahora que estamos en uno, no quiero ver a un zombi ni en pintura.

—Sé a que te refieres, compañero. —contestó William. —Pierde la gracia cuando ves como muere gente cercana a ti.

—O cuando tratan de devorarte. —añadió Joshua.

—Sí... Siempre me imaginé matando a zombis a puñetazos, haciendo acrobacias y con un lanzacohetes bajo el brazo. —comento John. —Como los protas de los videojuegos, que siempre sobreviven y matan zombis como si fuesen moscas. Solo necesité unas horas en este apocalipsis para aprender a diferenciar entre la realidad y la ficción.

Oliver volvió a desconectar de la conversación, ya casi había terminado de ajustar las cuerdas cuando vio a Samuel pasar frente a la entrada, dirigiéndose a las escaleras que conectaban con la segunda planta. Por una vez alzó la mirada siguiendo al joven, cuando William se acercó a la entrada al escuchar la puerta del baño cerrarse.

—¡Samuel, ven aquí un momento!

El joven, en mitad del tramo de escaleras, bajó soltando un pesado suspiro.

—Es tarde, deberíais bajar la voz. —recomendó el joven. —Me he estado enterando de toda la conversación desde el baño.

—Está bien, bajaremos la voz. Oye, ¿por qué no te unes a nosotros a echar una partida de cartas?

—Eso, ¿por qué no te unes? —insistió Kai —Este par de mantas me tienen aburrido. Es demasiado fácil ganarles.

—Mmmm... Está bien. ¿Estáis apostando algo?

—Que va. ¿Pero qué te parece apostar tus revistas porno? —le propuso Kai. —Las de mujeres, las otras te las puedes quedar para ti.

—Es una mercancía muy valiosa, ¿sabes? —contestó el joven con una sonrisa perversa. —¿Y si yo gano? ¿Qué apostarás? ¿Tu virginidad quizá?

—No seas guarro. No me van las salchichas. —dijo divertido por la apuesta. —Mañana te toca limpiar la casa, ¿no? ¿Qué te parece si hago yo ese trabajo si me ganas?

—Trato hecho.

—Yo también me apunto. —sonó la voz de Oliver.

—¿Ya acabaste de ajustar las cuerdas? —preguntó John.

—Estoy a punto. —respondió —Pero me apetece ahora echar una partida, porque con la hora que es dudo que echéis otra.

—Está bien. —contestó Kai. —Hazte un sitio entre Samuel y William.

—Ok.

Durante la partida, varias conversaciones banales salieron. Samuel se percató teniendo en cuenta su conversación con Rosalie, que Oliver trató de sacarle conversación en varias ocasiones, más que a cualquiera de los otros compañeros de partida. Y mientras estos le preguntaban cosas a Oliver, este simplemente se limitaba a responder, pero no seguía desarrollando demasiado la conversación, a diferencia de un par de comentarios que él le hizo al rubio de ojos verdes, el cual no solo contestó, sino que trató de hilar a nuevas conversaciones. Odiaba admitirlo, pero podía ser que Rosalie no estuviera tan equivocada después de todo. Sin embargo, no se había dado cuenta de ello hasta ahora, puesto que no había deparado mucho en él como para llegar a fijarse en esa clase de comportamiento, y no solo en ese sentido, cada vez que trataban el uno con el otro, Oliver siempre tenía una sonrisa en el rostro.

Era algo complicado de explicar, pensó, pero comenzaba a darse cuenta de esa atención y favoritismo que parecía tener con él. No le desagradaba, la verdad. Pero aún no estaba del todo conforme, ya que no sabía bien que sentía por él, más allá de ser un amigo o compañero de cama. Siempre le había puesto ciertos límites a Oliver, ya que notaba que él lo veía como un amigo, mientras que él, debido a su forma de pensar, prefería dejarlo como un compañero de grupo más. Tras la conversación con Rosalie la noche pasada, no le importaba romper esos límites y considerarlo un amigo más que un simple compañero, y no solo con él, también con cualquiera con los que pudiese acabar teniendo una amistad.

—Perro... —gruñó Kai.

—Gané. —anunció Samuel poniéndose en pie. —Kai, te espero en mi habitación. No seré duró, sé que es tu primera vez.

—Idiota, te dije que no me van los tíos. —contestó algo irritado. —Supongo que no tengo más remedio...

—¿Entonces vas a darle tu virginidad, aún sin gustarte los tíos? —preguntó Oliver con una sonrisa pícara.

—¿Tú también? No le sigas el juego, Oliver. —se quejó el chico. —Si tantas ganas tenéis, iros vosotros a echar un polvo y dejadme tranquilo.

Oliver alzó la vista para mirar a Samuel.

—No.

El cabeza rapada se encogió de hombros.

—Lo intenté.

—Mañana te dejo a ti la limpieza de la casa por perder, Kai. —anunció Samuel abandonando el salón. —Buenas noches.

Sus compañeros le respondieron igual. Entonces Oliver se levantó apresurado para tomar su guitarra, y tras eso, simplemente se despidió con un “Adiós”. Sus compañeros lo vieron marcharse del salón tras la estela de Samuel.

—Estos mojan, te lo digo yo. —comentó Peter levantando la vista del cómic.

Los pasos de Oliver ascendieron por las escaleras cargando con su guitarra a la espalda. Samuel se volteó al notar los pasos de su compañero acercándose tras él.

—No me apetece, Oliver. —suspiró.

—¿Acaso piensas que cada vez que me acerco a ti es para echar un polvo? —Samuel lo miró sin nada que decir. —Bueno, hay muchas ocasiones que sí, pero no siempre. Deberías de dejar de pensar que solo te quiero para echar un polvo y ya está. Te considero mi amigo, ¿sabes? ¿Es que no puedo simplemente hablar contigo? —dijo ajustando la correa de su guitarra al cuerpo.

Samuel lo miró algo impresionado por lo que dijo. Realmente lo consideraba su amigo, quizá debería de intentar cambiar un poco su imagen sobre él, pensó. Aunque le caía bien, siempre lo veía como un oportunista que se acercaba en privado a él para tener sexo, pero parecía que ese no era el caso esta vez.

—Solo quería saber si estabas bien, nada más. —dijo el chico frotándose la nuca algo nervioso.

—¿Por qué lo preguntas?

—Desde hace algún tiempo te noto bastante serio, distante, ocupado e incluso algo irritado.

—¿Contigo?

—No, con todo el mundo más bien, incluso contigo mismo. —contestó. —Normalmente sueles ser más despreocupado, alegre y bromista.

—¿Te diste cuenta?

—Claro, me doy cuenta de muchas cosas...

—Es verdad que algo ha cambiado en mí en este último tiempo. —suspiró quitándose el gorro gris de la cabeza. —Supongo que me siento presionado por el tema de ser uno de los representantes del grupo. Temo que algo estalle por parte de algunos compañeros y nos metan en un lío. Es difícil ser un mediador... Además, es la primera vez que trabajo, por así decirlo. Tantas horas de trabajo y tan poco tiempo para uno mismo, supongo que me pasa factura físicamente.

—¿Y no hay forma de relajarte un poco de todos esos problemas?

—No voy a echar un polvo contigo, Oliver. —le recordó.

—No lo digo por eso, idiota... —contestó algo molesto. —Solo me preocupo por ti. Me gusta más la actitud que tenías en la granja, antes de todo esto.

—Desgraciadamente, el problema son otros, no yo. Sabrina y Rosalie están igual que yo, sienten la presión de representar a un grupo y mediar con otro. Estamos constantemente con la mosca tras la oreja de que algo va a hacer Piper y otros, condenándonos a todos por su estúpido orgullo inmaduro.

—¿Y por qué no habláis con ellos?

—¿Con qué fin? Van a decir que sí a todo a regañadientes, y al final, en cuanto puedan, van a meter la pata.

Oliver no sabía muy bien que decir a eso. Piper podía ser algo problemática, y también algunos de los que la seguían. En cierto modo, no le costaría pensar que pudiese formar un segundo bando dentro de los Matados, justo como pasaba con Tammy y Alejandro.

—¿Y si se les amenaza con expulsarles del grupo?

—¿Para que arremetan contra nosotros? Eso solo generaría más problemas. Es una mala idea, Oliver.

—Lo siento, yo solo quería ayudarte de alguna forma...

Samuel se percató de que su forma de responder fue algo maleducada.

—Perdona. —dijo el joven visiblemente arrepentido. —Es el estrés de la situación, ya viste lo que pasó en la taberna ayer. Lo que propuso Piper y los otros de robar a ese grupo y huir... —se excusó el joven. —Lo siento, Oliver. Sé que realmente intentas ayudar...

—No te preocupes. Si necesitas cualquier cosa puedes contar conmigo, ¿de acuerdo?

—Está bien. Ahora me voy a dormir, estoy agotado...

El joven se volteó para marcharse con su gorro en la mano. Oliver chasqueó la lengua indeciso, pero entonces se acercó veloz a él y lo tomó de la muñeca, haciendo que Samuel se voltease al sentir su agarre.

—¿Qué pasa?

—Me gustas, Samuel. —se confesó el joven clavando sus pupilas verdes en los ojos azules del chico. —Desde hace mucho, y me gustaría estar contigo, si tú quieres.

El joven del gorro no pudo evitar sonrojarse, a diferencia de con Rosalie, acto que lo puso nervioso al ser incapaz de comprender aquella reacción suya.

—¿Qué dices? ¿Estás tonto? Solo estás confundiendo las cosas, Oliver. —dijo algo nervioso. —Tan solo te dejas llevar por la atracción sexual, nada más que eso.

—No es eso, realmente me gustas. —el joven de ojos verdes acortó distancias con él. —Quiero estar contigo, si tú me dejas.

Samuel colocó la mano en el pecho del joven guitarrista, deteniendo sus pasos.

—Lo siento, pero no estoy preparado. —confesó el joven cabizbajo. —Estoy algo confuso sobre algunos aspectos de mi mismo. Necesito algo de tiempo para pensar.

—¿No te parezco atractivo? ¿Hay algo de mi que no te guste? —preguntó en un tono serio frunciendo el ceño.

—No es eso. Me pareces un chico muy atractivo, varonil, y con un aire de chico malo. —explicó. —Tienes todo lo que me gusta físicamente en un tío, y tu forma de ser me agrada. Eres amable, atento y confiable. —dijo apartando la mano del pecho de Oliver. —Simplemente es eso, necesito poner en orden algunas cosas dentro de mi, y valorar la idea de si realmente estar contigo. No quiero ilusionarte para luego herirte.

—Está bien, esperaré. —aseguró soltándole la muñeca y alejándose. —Si quieres, podemos probar a tener una relación y ver como nos va, sin ataduras ni cosas por el estilo.

—Ya te diré. Ahora me voy, si no te importa.

Tras eso, Samuel se marchó a su habitación, dejando al guitarrista de ojos verdes a solas en el pasillo. El joven se había envalentonado en declararse, era la primera vez que lo hacía, y aunque no había sido tal y como le hubiera gustado, al menos no había sido un no rotundo, pensó algo aliviado. Samuel era complicado, realmente no sabía como tratarlo en muchas ocasiones. A veces era muy cercano, y en otras muy distantes en cuanto al trato.

Era como si quisiera acercarse a otros, pero sin llegar a comprometerse con ellos. Sin embargo, era alguien muy confiable y optimista, y eso le gustaba mucho de él, más allá de su físico. No podía explicarlo con palabras, pero se sentía en “conexión” con él. Aún con algo de esperanza, el joven se marchó a su habitación esperando a que Samuel volviese a conversar del tema con él.

La noche fue desvaneciéndose con el paso de las horas, dando lugar a una radiante mañana. La figura de Adán aún yacía envuelta entre las sábanas cuando el sonido de la puerta de la habitación lo alertó. Poco a poco fue abriendo los párpados mientras se removía entre las sábanas.

—¿Cuánto tiempo piensas quedarte bajo esas sábanas? —dijo la voz de Eva.

—Ya voooooooy... —dijo el chico perezosamente incorporándose en la cama. —Buenos días, hermana.

—Buenos días. —respondió acercándose para darle un beso en la frente. —Y felicidades.

—¿Felicidades? ¿Por qué? —preguntó extrañado.

—Hoy es 17 de julio, tu cumpleaños. —le recordó Eva. —Haces 11 años hoy.

—¿Y cómo sabes el día que es hoy?

Eva resopló, y con el dedo índice señaló al reloj de la mesilla, el cual mostraba la fecha actual.

—No estás muy lúcido por las mañanas, em...

—Gracias. Ya ni me acordaba de mi cumpleaños. —dijo el chico levantándose de la cama.

—Prepárate y baja luego al salón, te espero allí.

—Vale.

Tras dejar a su hermano abajo, Eva descendió al salón de la casa rural. Los demás se encontraban terminando con los últimos preparativos antes de marcharse a iniciar la jornada laboral. Nicole estaba poniendo la mesa para desayunar, mientras que Jessica e Inma, aún inflaban los últimos globos, los cuales arrojaban al suelo tras hincharlos. Davis, y Puma, por su parte, se dedicaban a poner varias guirnaldas coloridas por el salón. Y Maya, Alice y M.A traían del cobertizo del jardín un par de cajas con confeti, gorros y banderines, entre otras cosas.

—¿Apuntaste todo lo que hemos sacado de tu almacén para decorar, M.A? —preguntó Davis.

—Sí, no te preocupes. Tengo el cuaderno al día.

—Aunque luego tendrás que volver a añadir las cosas que se puedan reutilizar para otra ocasión.

—Está bien, jefe.

—Bueno, esto ya está. —suspiró Inma cansada de hinchar globos.

—Sí, ya no quedan más. —añadió Jessica.

—Está genial la decoración. Sencilla, pero muy bonita y alegre. —comentó Maya echando un vistazo al amplio salón.

—¿Y los regalos del renacuajo? ¿Los tenéis por ahí? —preguntó Puma.

—Sí, están todos en ese rincón. —señaló Eva. —Supongo que el que está mal envuelto y con el papel de regalo arrugado es el tuyo, ¿no?

—¿Tan evidente es?

Eva suspiró.

—¿Creéis que le gustará? No es que tengamos muchos recursos para una fiesta de cumpleaños, pero lo dejamos todo lo mejor que pudimos. —dijo Alice desde la entrada del jardín.

—Claro que sí. Seguramente ni se espere esto. —respondió Nicole.

—Por no esperar, no se esperaba ni que hoy fuese su cumpleaños. —puntualizó Eva.

—Yo estoy deseando desayunar. —comentó M.A sintiendo su estómago rugir.

—¡Guau!

—Así que tú también te has despertado, ¿em? —comentó Davis viendo a Niko entrar desde el jardín. —Buenos días.

—¡Guau!

—Así que ahora le hablas a los perros... —comentó Puma en actitud burlona.

—Los perros entienden, ¿sabes? Son bastante inteligentes. —se defendió Davis.

Eva, quien salió un instante del salón, volvió a entrar de inmediato.

—Ya viene. —susurró a sus compañeros.

Jessica e Inma se colocaron escondidas en los laterales de la entrada al salón con un cañón de confeti en la mano, mientras los demás, Niko incluido, se agrupaban en torno a la mesa. Cuando el chico, extrañado por el silencio en la casa, cruzó la entrada al salón, un par de pequeñas explosiones sonaron a cada uno de sus lados, y una lluvia de confeti de vivos colores cayó sobre él.

—¡¡FELICIDADES, ADÁN!!

Gritaron todos al unisono.

—¡¡Guau!!

—¡¿Oh?! ¡¿Y esto?! —exclamó el joven sorprendido.

—Es para ti, tonto. ¿Quién más cumple años a parte de ti? —dijo Inma besando su mejilla izquierda.

—No nos habíamos olvidado de que hoy era tu gran día. —añadió Jessica antes de besar su mejilla derecha.

—Gracias... —respondió el joven casi con un susurro avergonzado por el recibimiento. —No me imaginaba que haríais esto por mi...

—Vamos, no te quedes en la entrada. —dijo Eva llamándolo.

El joven entró mirando a todas direcciones, se sentía bastante avergonzado por la situación. Puma incluso lanzó un comentario bromista acerca de la similitud de su cara con la de un tomate, cosa que avergonzó aún más al chico. Adán comenzó a abrir los regalos de sus compañeros mientras Nicole fue con Eva a la cocina a por el desayuno.

El primero que abrió fue el de las primas, quienes le regalaron un set formado por un pequeño bloc de notas, un par de cuadernos, y algunas plumas de escribir, y aparte, un estuche con varias secciones que disponía de una amplia gama de lápices y rotuladores de colores. Las chicas pensaron que podrían venirle bien para las historias que estaba escribiendo, ya que eran materiales más sofisticados y de mejor calidad que los que empleaba. Adán supo nada más verlo que le daría bastante utilidad a esos artículos, sobretodo al bloc, para tener sus ideas organizadas antes de escribir cualquier cosa.

Tras eso abrió el siguiente regalo, el cual venía de la pareja formada por Davis y Jessica. Los regalos eran un par de kits de higiene, siendo uno de colonias infantiles que desprendían un olor dulce y suave, y el otro estaba conformado por unos botes de champú, gel y desodorante de marca. Además de eso, también había un par de zapatillas deportivas de su talla de aspecto bastante moderno. Al chico no le costó imaginar de parte de quien venía cada uno de los regalos. Bastante práctico, pensó. Realmente necesitaba otras zapatillas, las suyas estaban ya algo gastadas y sucias, y no hace mucho se estuvo quejando de que el gel y el champú del baño se agotaban con bastante rapidez, por lo que le alegraba la idea de tener esos kits de higiene para él solo.

El siguiente era de la pareja de rubios, Alice y M.A. El chico se sorprendió, ya que apelaban más a su lado infantil. El regalo en cuestión era una gran caja llena de varios artilugios para aprender a hacer trucos de magia sencillo, 100 trucos, o al menos, eso decía la tapa de la caja. Además, también había un yo-yo a pilas que se iluminaba con una luz azul cada vez que descendía y ascendía. Hacía mucho que no jugaba con juguetes o juegos de mesa como haría cualquier chico común de su edad, y tampoco es que lo haya necesitado, pero les daría uso, al menos cuando estuviese aburrido y no supiese en lo que invertir su tiempo.

El siguiente fue el de Nicole. Sus ojos se iluminaron ante el tamaño del regalo. El regalo se trataba en cuestión de un vehículo de dos ruedas con un alargado manillar, un patinete. De aspecto bastante moderno y juvenil, la superficie oscura del patinete se combinaba con varias pegatinas rojas con forma de ardientes llamas. Al chico se le iluminaron los ojos al ver aquel patinete con ese diseño tan chulo. No le cabía duda en que lo emplearía para desplazarse algo más rápido por las calles del pueblo.

El siguiente regalo al que le destrozó su colorido embalaje, fue al de Puma. El chico se topó con una pequeña caja con un discman con auriculares, y a parte, un par de paquetes de pilas para el aparato, y cuatro CDs, dos de género pop y otro dos de música metal. Era un regalo que le hacía bastante ilusión, ya que le permitiría llevar a cabo el consejo que le dio Davis no hace mucho, de probar a escribir escuchando música, quizá, esta le inspirase de alguna forma. Y si no, simplemente escucharía música, cosa que le gustaba, y hacía bastante que no escuchaba al no tener medios para ello.

Y el último regalo fue el de su hermana, bastante simple, pero necesario, pensó. Se trataba de hasta 7 juegos de pantalones, camisetas, y ropa interior con diseños bastante chulos y juveniles. La verdad es que su armario no estaba precisamente lleno que digamos, y ahora tenía bastante variedad como para ponerse un top distinto al día.

El chico estaba bastante ilusionado, no por el tipo de regalos en si que le habían hecho, que también, pero más que nada era por el hecho de tener sus propias posesiones, cosas que solo le pertenecían a él, y que a diferencia de su arco, su carcaj, o el libro que escribía, esto se trataban de meros caprichos, cosas que le había regalado para que disfrutase él, no para usarlos para defenderse o llevar alguna labor a cabo. Era increíble, pensó. Nunca antes le habían regalado tantas cosas, y estaba feliz por ello.

Tras eso, todos se sentaron a la mesa a desayunar. De alguna manera, Nicole se las había arreglado para calentar unos paquetes de gofres con chocolate que encontró en el almacén del supermercado tiempo atrás. La mujer había visto que tan solo le quedaban una semana para que caducasen, así que decidió aprovechar la ocasión para que todos desayunaran algo dulce y delicioso, aunque también algo empalagoso. Cada uno tuvo un gofre y una taza de café caliente para espabilarse por la mañana, a excepción de Adán, quien acompañó el dulce caliente con un brik de zumo de piña.

Durante los veinte minutos en el que el grupo estuvo reunido en la mesa desayunando, todos tuvieron conversaciones banales, especialmente con Adán, olvidando por un rato las labores de la base que estaban próximos a comenzar. El chico estaba contento, no solo con los regalos, sino con el desayuno con sus compañeros. Normalmente los desayunos solían ser tema de conversación sobre lo que se haría a lo largo del día, o asuntos serios, como con la cena, pero en aquella ocasión era distinto, por ser su día especial, todos centraban su atención en él aunque fuese por unos minutos. ¿No se veía aquello como una gran familia? Se preguntó a sí mismo satisfecho con el momento.

Desgraciadamente todo tiene un fin. Cuando el reloj del salón marcó la hora prevista, todos los mayores comenzaron a abandonar la mesa, para ir a reunirse en el ayuntamiento con los Matados, y anunciar las labores del día antes de ponerse manos a la obra. Antes de marcharse Eva le dijo que sobre las 12:00, Jessica e Inma regresarían a la casa rural con varios niños del grupo de los Matados para que celebrasen juntos su cumpleaños y se relacionase con ellos, ya que al fin y al cabo, esos niños serían sus nuevos compañeros de clase. Aunque a Adán no le entusiasmó mucho la idea al principio, pensó que sería bueno conocerlos un poco antes de volverse compañeros de clase, además, Jessica e Inma estarían con ellos. Con esa premisa, Adán aprovechó para estrenar algunos de sus regalos hasta la hora anunciada.

El tiempo pasó más rápido de lo que pensó, Niko y sus regalos lo mantuvieron lo suficientemente entretenido como para perder la noción del tiempo. Cuando la puerta de la casa se abrió, encabezados por Jessica e Inma, un grupo de críos entraron tras ellas algo acongojados por la situación. Aquel grupo estaba formado por los integrantes más jóvenes de los Matados, comprendiendo sus edades entre los 11 y 13 años.

Durante el transcurso de las horas, los niños iniciaron el primer contacto con Adán y sus dos profesoras, Jessica e Inma. Cuando llegó el turno de comerse el arroz con leche y canela que Nicole había preparado el día anterior, acompañado de algunos zumos y refrescos, las chicas aprovecharon para explicar más detalladamente en qué consistían las clases, así como lo que harían en ellas, informando aún más a los niños por si acaso alguna mala influencia de su grupo les había metido una idea equivocada en la cabeza.

Tras eso, los niños decidieron jugar juntos. A las chicas se les ocurrió hacer un pequeño partido de fútbol amistoso en el jardín, con el fin de acercar aún más a los muchachos, aprovechando las instalaciones que Alice, M.A y Nicole levantaron tiempo atrás con los materiales que Inma y Alice trajeron de aquel almacén deportivo. Uno de los equipos se constituyó con los hermanos pelirrojos, Avery y Caleb, así como con Adán y Arthur.

Por otro lado, el equipo rival serían Leah, Riley, Sophie y Mickey. Cuando ambos equipos estuvieron preparados, Inma dio inicio al partido. Algo más alejados, desde el porche, Violet y Anthony observaban mientras acariciaban y jugaban con Niko, al tiempo que mantenían conversaciones casuales con Inma y Jessica. Tras eso, jugaron al tenis, al escondite, o al pilla - pilla, juego en el que además participó Niko persiguiendo a los niños.

Las risas infantiles se escuchaban por todo el jardín y el salón de la casa rural. Gracias al trato de Inma y Jessica, así como a los juegos propuestos, todos aquellos niños, sus futuros alumnos, comenzaron a coger algo más de confianza los unos con los otros. Al final del día, todos los que pertenecían a los Matados se reagruparon con los mayores frente a la casa rural, y juntos partieron nuevamente a la aldea, dando por finalizado el cumpleaños de Adán.

En la casa rural, el grupo se disponía a hacer la cena, para luego irse a acostar, a excepción de aquellos que debían de hacer las guardias nocturnas en las tres entradas del pueblo. Nicole y Puma hacían la cena. La ex agente de policía había decidido ayudar a su compañero a manejarse algo mejor en la cocina, especialmente por petición de varios de sus compañeros.

En el jardín, Eva daba un entrenamiento rápido a Inma y Jessica. Últimamente con las labores de la base y el control sobre los Matados, Eva, Jessica e Inma no habían dispuesto de tiempo suficiente para realizarlos. Adán por su parte, iba recorriendo los largos y amplios pasillos de la casa con su patinete, con Niko siguiendo su estela. Alice y M.A, por otra parte habían decidido encerrarse en la habitación en busca de algo de “intimidad”. Y en el salón, Davis y Maya charlaban de sus cosas.

—El amor... —susurró Maya. —Nunca me ha tratado bien.

—¿Y eso por qué? —preguntó el joven curioso.

—En Stone me sentí atraída por Silver y Jose. Sin embargo, ambos murieron en la ciudad. Con Silver fue peor. Además de que teníamos a Lucy, su exnovia psicópata metiéndose entre nosotros, cuando tratábamos de huir de Stone, le arranqué el brazo al intentar ayudarlo. Recién había revivido con mi fuerza sobre natural, y era incapaz de controlarla, así que intentando ayudarlo, tan solo acabé desmembrándolo...

—Vaya...

—Luego, intuyo que le interesaba a M.A.

—¡¿M.A?!

—Sí, tras la muerte de Alice, el abandono de su hermana, y tras la dispersión del grupo de Stone, ambos acabamos viviendo juntos un tiempo, como ya sabes. Compartíamos una situación parecida y nos entendíamos bastante. —explicó. —Supongo que él se interesó en mi durante ese tiempo.

—El roce hace el cariño, ¿no?

—Supongo. Aunque solo son suposiciones mías, nunca se declaró ni nada por el estilo, pero a veces me miraba y me hablaba de una forma peculiar... No sabría explicarte, pero sentía como que me tiraba indirectas o algo así. Pero yo tan solo lo veía como un buen amigo, nada más. Luego volvió Alice y esa sensación que tenía de él desapareció.

—Ya veo.

—Bueno, y con Puma también hubo algo en el pasado, antes de los zombis y Stone.

—¿Algo?

—Hace mucho tiempo, cuando Dyssidia, tú y Nicole os unisteis a nosotros, Puma me dio una sortija, y me habló de que en el pasado me dio otra, y me preguntó si me acordaba de aquello. En aquel momento no entendía nada, especialmente cuando dijo que en el pasado me la dio como símbolo de que no nos comprometeríamos. —explicó. —Cuando recuperé toda la memoria, aquel tema me vino a la mente, entre otros. En un pasado lejano, Puma y yo estábamos enamorados, éramos novios en secreto. Prometimos que estaríamos juntos y un día nos marcharíamos por nuestra cuenta.

—Nunca os habría imaginado a vosotros dos como pareja. —comentó Davis sorprendido.—¿Y qué sucedió?

—Puma nos acogió a mi y a mi hermana de la calle, éramos indigentes, y para poder llevarnos algo a la boca, pedíamos o robábamos. La sociedad no nos quería, y la justicia nos tenía fichadas. Puma se apiadó de nosotros y nos acogió en su casa. En poco tiempo nos volvimos una familia, todo esto antes de que Eriel se uniese a nosotras. Mi hermana y él eran buenos amigos y le agradecía el hecho de que nos acogiera, pero ella no confiaba del todo en él. Descubrió que él trabajaba de sicario y estaba relacionado con Esgrip, junto a su hermano Dee. Por eso mismo, Dys no quería que me involucrase más de lo necesario con él. —explicó. —Nunca me dijo que tenía de turbia esa organización cuando me la mencionó, pero debía de ser algo realmente malo para que me advirtiera de ello.

—¿Entonces tu hermana conocía ya a la compañía?

—Sí. Digamos que Esgrip reclutaba a gente de la calle. A personas desgraciadas que no tienen nada. Gente con necesidad. —aclaró. —Y a mi hermana trataron de reclutarla, pero ella no se fió y pasó de ellos, aunque se quedó con una tarjeta para contactarlos cuando quisiese cambiar de opinión. Yo, por supuesto, no sabía nada de esto hasta mucho más adelante, por lo que no terminaba de comprender las advertencias de Dys. —la chica se recostó en el sillón echando la mirada al techo. —Puma me dio una sortija cuando comenzamos a salir en secreto. No queríamos que Dys se enterase, ya que era muy protectora conmigo y se opondría de lleno. Sin embargo, un día, tuve que romper aquella promesa.

—¿Por? ¿Hizo algo malo?

—Para nada. Un día escuché una conversación telefónica por accidente entre él y su hermano. —dijo soltando un pesado suspiro. —Y escuché sobre Esgrip, y algo sobre un encargo de asesinar a alguien. Durante varios minutos escuché aquella conversación, y aunque no pude comprender del todo la situación, comprendí lo suficiente para darme cuenta que él me ocultaba cosas y estaba mezclado en asuntos muy turbios, así como de las advertencias de mi hermana. Tras eso tuve un duelo interno. Le quería, pero no podía aceptar aquello que había estado escuchando. Además de eso, si mantenía mi promesa, algún día, tendría que traicionar a mi hermana, y la familia que formábamos los tres, acabaría destruida. Por eso decidí quitarme la sortija que me dio, símbolo de la promesa que hicimos. Y como pretexto, le di a entender que necesitaba tiempo, y él estuvo a favor de ir poco a poco.

—Recuerdo que él nos contó que trabajó como sicario, siendo uno más en la nómina de Esgrip. También lo de su hermano. —dijo el joven pensativo. —Pero... ¿Tú hermana no trabajaba también en la compañía?

—Sí. Es un tanto hipócrita si lo piensas. Me advertía de Puma por trabajar para ellos, pero ella acabó haciendo lo mismo. —respondió mirando a su compañero. —Dyssidia quería contribuir en casa económicamente, y en un futuro, conseguir lo suficiente como para independizarnos de Puma. Durante el tiempo que estuve con él, ella contactó con aquel agente de Esgrip, y recibió una formación que le permitió trabajar con ellos en sus investigaciones. Eso fue lo que me explicó cuando lo descubrí. Cuanto más tiempo pasaba allí, menos le gustaba lo que veía. No era una simple farmacéutica, eso era lo único que me dijo. —la joven permaneció unos instantes en silencio. —Cuando me enteré, y habiendo escuchado la conversación de Puma con su hermano, tuve una discusión muy fuerte con mi hermana, y fue cuando me contó todo esto. Sin embargo, no quise escucharla, estaba enfadada y me marché, por 6 meses...

—6 meses... —repitió Davis pensativo. —Ese fue el tiempo en el que estuviste secuestrada por Esgrip. El tiempo en el que te usaron como conejillo de indias junto a Matt y Ashley.

—Sí. —afirmó asintiendo con la cabeza. —Los de Esgrip sabían que mi hermana no aprobaba lo que hacían, y que pensaba marcharse de la compañía cuando tuviese el dinero necesario, por lo que le dieron una advertencia al secuestrarme a mi.

—¿Y no lo denunció?

—No. Ni ella ni Puma. Ten en cuenta que mi hermana y yo estábamos fichadas por la justicia. Además, intuyo que a ella le daría miedo siquiera intentarlo, sabiendo que Esgrip la mantenía vigilada, y a mi con ellos. Cuando me encontraron, olía a alcohol y había perdido la memoria. No recordaba nada de lo que sucedió tras marcharme. Pero a día de hoy recuerdo absolutamente todo, incluido las memorias que perdí en aquel entonces.

—Así que por eso te quitaste la sortija y desapareciste durante esos 6 meses. —una voz sobresaltó al dúo.

Puma entró en la estancia.

—¿Lo has estado escuchando todo? —preguntó Maya preocupada.

—No todo, pero lo suficiente. —aclaró.

—Dyssidia me ocultó que trabajaba para la compañía, igual que yo se lo ocultaba a ella. Fue muchos años después cuando descubrí sus relaciones con Esgrip. Nunca relacioné tu desaparición con la organización, ya que no sospeché que supieras de ellos, ni a lo que me dedicaba en aquella época. Dyssidia debía saber que ellos tenían algo que ver con tu desaparición. A diferencia de ella, yo casi no me relacionaba con nadie de la organización, solo recibía órdenes de alguien. Ni siquiera entraba en sus instalaciones. Mi labor era solo en las calles, a diferencia de tu hermana. Teniendo en cuenta que quería abandonarlos, probablemente te usaron como advertencia para guardarse las espaldas por si ella trataba de mostrar a la luz la verdadera naturaleza de esa gente. Tal y como le has dicho a Davis. —explicó desde la entrada del salón. —Cuando volviste, y aprovechando que tu memoria estaba borrosa, decidimos no hablar nunca más de tu desaparición, y hacer como que todo estaba normal. Ni siquiera tu hermana quiso recordar el motivo por el que discutisteis, el cual yo desconocía por aquel entonces. —dijo mirando a su compañera. —Tras esa experiencia, tu hermana se apegó aún más a ti.

—Erais una familia con muchos secretos por lo que veo. —comentó Davis. —Tú y Dyssidia trabajabais para Esgrip. Dyssidia sabía que tú estabas con ellos, pero tú no sabías que ella también. Por otra parte, tú y Maya teníais una relación a sus espaldas. Y Maya, descubrió a lo que realmente te dedicabas, aunque tú nunca sospechaste que ella lo descubrió. Dys tuvo que ocultarte lo de su hermana y su trabajo para la organización, probablemente por si estabas relacionado de alguna manera... Menuda telenovela.

—Ahora todo va cobrando más sentido. —comentó el joven pensativo. —En cierto modo duele que alguien con quien compartías una buena amistad no confiase por completo en ti, aunque no se lo puedo reprochar, es natural. Al menos, nunca noté ninguna actitud rara por su parte hacia a mi, siempre fue cercana conmigo.

—Tal vez con el tiempo mi hermana eliminó cualquier sospecha hacia a ti sobre mi desaparición. Y por el bien de todos los que estábamos en aquella casa, prefirió ignorar aquella realidad. —sugirió Maya.

—Quizás, solo quizás... —susurró —Quiero creer que sea eso, siempre la vi como una amiga, alguien de confianza, a pesar de que tuviésemos nuestras discusiones ocasionalmente. Me incomoda la idea de pensar que pudo considerarme un enemigo en alguna ocasión. —Puma suspiró. —Un año mas o menos tras tu desaparición fue cuando Eriel se unió a nosotros. Yo por mi parte, viendo que olvidaste lo nuestro y que en su momento me dijiste a entender que no estabas preparada para nuestra relación, te di nuevamente la misma sortija que te quitaste, y de la cual olvidaste su significado. Aquello se volvió en un mero regalo de un buen amigo. Para mi, sin embargo, era el recuerdo de que lo mejor sería no comprometerme contigo, y alejarme de ti por tu bien. Al fin y al cabo, nada bueno debía de esperarte al estar con un asesino como yo. —aclaró. —De todos modos, ¿qué sucedió con la sortija que te di en el hospital?

—Lo siento, la perdí hace mucho, y no sé en donde fue.

—Bueno, qué más da. El pasado es pasado, debemos vivir el presente.

—¿Entonces por qué me preguntaste si recordaba aquello?

Puma lo pensó por unos segundos.

—No estoy seguro de lo que buscaba al preguntarte eso. Tal vez fue un deseo egoísta de querer recuperar o recordar algo de un pasado ya lejano. —el joven se encogió de hombros. —No le des más vueltas. No es necesario.

—Entiendo...

—Nicole me dijo que pronto estaría la cena terminada, para que vayáis poniendo la mesa.

—Está bien. —contestó Davis.

Maya vio como Puma abandonó la habitación sin más que decir. Davis notó que el ambiente había quedado algo deprimente tras remover aquellos recuerdos del pasado, y no le gustaba aquella sensación.

—Parece que estás hecha toda una rompecorazones por lo que veo. —se rió el joven atrayendo la atención de su compañera. —Pero, en cierto modo entiendo lo que ellos pueden haber visto en ti. Si no fuese por Jessica, seguramente hubiese acabado poniendo mi atención en ti. —aseguró el lancero desde su asiento con una sonrisa.

Maya no pudo evitar ruborizarse ante aquellas palabras.

—Tú... ¿Tú te habrías fijado en mi si Jessica no estuviese con nosotros? —pregunto la joven algo nerviosa.

El joven asintió.

—Eres mi tipo. La única chica del grupo en la quien me interesaría sin contar a Jessica —aseguró. —Eres guapa, inteligente, agradable, cariñosa, femenina, y alguien en quien confiar. Son cualidades en las que me suelo fijar en una chica. —contestó. —Además, me gusta la manera en la que antepones los intereses de otros a los tuyos propios, es algo de admirar, aunque a veces abuses de esa característica tuya perjudicándote por ello. Y también se puede hablar contigo de todo. Simplemente, me siento a gusto contigo, y pienso que eres de esa clase de personas con las que puedo ser yo mismo, sin tapujos.

El rostro de la chica se puso tan rojo que hasta Davis se percató a simple vista. Aquello hizo que el joven lancero rompiese a carcajadas ante su avergonzada compañera. La joven colocó uno de sus mechones castaños tras su oreja mientras bajaba la mirada al suelo. Las risas del lancero la ponían realmente nerviosa, y su corazón no paraba de agitarse ante aquellas palabras sinceras. Entonces se puso de pie.

—¿Qué pasa? —preguntó el joven animado.

—Gracias. —susurró aún sin poder mirarle a los ojos. —Deberíamos de poner la mesa...

—Claro.

Maya observó tímidamente al chico cruzar por su lado dirección a la cocina.

—El sentimiento es mutuo... —susurró una vez vio a Davis abandonar al salón.

Tras eso, la chica se marchó tras él para coger la cubertería de la cocina. Estaba mal tener esos sentimientos, pensó. Prefería negarlos, pero sabía que no podía engañarse así misma. Era la primera vez que alguien le decía unas palabras tan sinceras y amables como aquellas. Sin embargo, por el bien de Davis, Jessica, y ella misma, sería mejor mantenerse al margen.

A la mañana siguiente, la jornada laboral dio inicio de nuevo. Aquel día los niños de los Matados y Adán tuvieron su día de presentación en la escuela. Exploraron todas las instalaciones del colegio, escogieron sus asientos en el aula, recibieron material escolar, se les comunicó los horarios de clases, así como el del recreo, y Jessica e Inma les hablaron sobre lo que estudiarían y las clases que impartirían cada una. Tras todas las explicaciones, las chicas repartieron un examen de evaluación general para medir el nivel del grupo.

Por otro lado, Puma y Alice cooperaban con varios de los Matados limpiando nuevas áreas del pueblo de muertos vivientes, mientras, otro equipo de aquellos críos liderados por M.A, se dedicaban a deshacerse de los cadáveres que el primer equipo dejaba a su paso. Un tercer grupo, capitaneado por Eva y Maya, entraban a las casas y locales de las nuevas zonas conquistadas para sacar todo lo que hubiese de valor para añadirlo a los almacenes.

Por otro lado, en el ayuntamiento, Samuel y Oliver ayudaban a Nicole a eliminar con pintura blanca el graffiti escrito en uno de los laterales del edificio. A Davis le tocó hacer aquel día limpieza en la casa a la par que cuidaba de Niko, afortunadamente para él, Adán fue a echarle una mano cuando terminó sus asuntos en la escuela.

Casi sin notarlo, el sol comenzó a caer sobre ellos, dando por concluidas las labores diarias. Los adolescentes aliados volvieron a la aldea y el resto se dedicaron a su descanso personal o a conversaciones varias, salvo Nicole, Puma y M.A, que eran los encargados de hacer la cena.

Adán había terminado de limpiar con Davis unas horas antes de que los demás regresasen, y desde entonces, se había colocado en el sofá de rodillas a escuchar uno de los discos que Puma le había regalado mientras observaba las hojas de los árboles al otro lado de la carretera mecerse suavemente.

Una mano se posó sobre su hombro, separándole de sus pensamientos. Era ella. El chico se quitó los auriculares.

—¿Estrenando tu regalo?

—Sí, estaba escuchando las canciones de metal. Son bastante buenas.

—Puma no sabrá envolver regalos, pero siempre ha tenido buen gusto musical.

El crujido de la puerta del jardín abriéndose interrumpió su charla. M.A entró cargando con media docena de patatas, saludó, y cuando fue hacia la cocina, se cruzó con Puma saliendo de ella mientras fumaba.

—Pero bueno, ¿se puede saber qué coño haces? ¿Yo tengo que ir al almacén a por las patatas y tú te puedes tomar un descansito?

Antes de que el minino pudiese defenderse, Nicole apareció por su espalda y le golpeó en el cuello como reprimenda.

—Auch, que no estoy acostumbrado al dolor.

—¿Me despisto dos segundos y te escapas a echarte un cigarro? ¿Es que eres un niño? Hasta el perro se comporta mejor que tú.

—Discúlpeme, agente.

—¡Que no me llames agente! —Nicole le quitó el tabaco de la boca, lo apagó en la pared y lo arrojó al jardín—. ¡Venga, a la cocina, los dos, ya; que la ensalada no se va a hacer sola!

M.A obedeció a su chef con una amplia sonrisa.

—Todos los días tenemos alguna escenita —comentó Eva sentándose junto a su hermano.

—Sí, y casi siempre son por lo mismo.

Eva comprobó las cercanías del jardín y esperó unos segundos para asegurarse de que nadie les volvería a interrumpir.

—Todavía te queda un regalo.

Adán, que se disponía a colocarse de nuevo los auriculares, dejó el discman a un lado.

—¿Uno más? ¿Por qué no me lo has dado antes?

—Es algo entre nosotros. Te acuerdas de nuestra promesa, ¿no? La de cuando cumplieras 11 años.

—No… ¿Me lo vas a dar? ¡¿En serio?!

Del bolsillo, Eva sacó un pequeño revolver Smith & Wesson Bodyguard del modelo 38. Adán lo admiró como si le estuviera entregando el paraíso.

—Vamos, cógelo, es tuyo. He tenido que registrar hasta la librería para encontrarlo.

Adán obedeció aún indeciso, tomándolo con ambas manos. Se sorprendió por su peso ligero. Era prácticamente una pluma si lo comparaba con el arco que estaba acostumbrado a utilizar. Abrió el tambor y lo encontró vacío. Su hermana extrajo entonces del otro bolsillo un colgante con una bala, una .38 Special.

—¿Y eso?

—Esta… es tu bala de la suerte —desveló colocándoselo alrededor del cuello.

—¿Da suerte?

—Más o menos. Es especial. Nunca falla su objetivo.

—Claro… ¿Por qué no?

—¿Me estás llamando mentirosa? —le provocó con semblante serio.

—No, no, no, no, no. Te creo.

—Yo también tuve una, hace mucho tiempo.

—¿Funcionó?

—Por supuesto. Te lo he dicho, nunca falla. He encontrado unas cuantas más, pero esas las usaremos para practicar.

—¡¡Joder!! ¡¡Puma, apaga el fuego, apágalo, que vas a quemar las cortinas!! ¡¡¡Apágalo!!!

—¡¡Voy, voy!!

—¡¡Qué puto desastre!! ¡¡Se te quema hasta un sándwich, jodido gato!!

—Me parece que hoy vamos a cenar una lata de atún —se rio Eva cruzándose de brazos.

—Parece que esta vez está funcionando, ¿eh, hermana?

—Sí, hermano, parece que esta vez está funcionando.

La chica compartió una cálida sonrisa con el pequeño mientras el trío salía como podía de la cocina ahogándose con el humo.



#Sacedog y Naitsirc