Big Red Mouse Pointer

viernes, 29 de agosto de 2014

Regalo del 2º aniversario del autor de Alice PARTE 3 (Última parte)

Y bueno, estos son los videos de los personajes que faltaban, MA, Davis con Nicole y un video final donde están todos los personajes.


NH GAME M.A. TRAILER

NH GAME SACEDOG Y NICOLE TRAILER

NH GAME TRAILER

 

Y bueno, esto es todo, espero que os haya gustado el regalo de aniversario que el autor de Alice estuvo preparando desde hace un tiempo, en donde se nos presentan unos trailers/gameplays del ``juego de NH´´ con los protagonistas de NH1 y NH:JDLS sobreviviendo en Stone City, mostrándonos a los personajes del juego real ``basados´´ en los protagonistas del fic. 

Regalo del 2º aniversario del autor de Alice PARTE 2

Bueno, esta es la segunda parte del regalo del aniversario del autor de Alice, habrá también una tercera parte. En esta ocasión podemos ver los trailers/gameplays de Dyssidia y Maya con Puma en Stone City durante los eventos de NH1.


NH GAME MAYA Y PUMA TRAILER



NH GAME DYSSIDIA TRAILER

 

lunes, 25 de agosto de 2014

NH2: Capítulo 036 - Remordimientos


Todos se quedaron en silencio cuando Davis habló captando la mirada de estos. El joven se había sentado en una silla con la vista perdida en el suelo.

—Me cité con Dyssidia en el exterior del hospital para hablar sobre un problema personal que tengo con ella desde hace mucho tiempo. Ella y aquella chica, Nika, asesinaron hace dos años en Stone City a sangre fría a mis amigos Allen y Riliane... Tan solo quería explicaciones, que me diera un motivo sobre por qué los asesinó tan despiadadamente, sin dejarles protegerse... Mi intención era hablar con ella del tema, pero no esperaba a que reaccionara de esa manera...

—¿Conocías a los hermanos? ¿Y porque no lo comentaste en su día? —preguntó Alice.

—Poco después de llegar aquí, seguimos el consejo de vuestro General de presentarnos y hablar sobre nosotros y nuestras intenciones. Nicole y yo os contamos por encima nuestras aventuras en Stone City, como nuestros grupos se encontraron y decidimos buscaros y todo lo que nos ocurrió hasta que nos encontramos con vosotros en el hotel. Pero hay detalles que no quise revelar. Entre ellos, que conocía a los hermanos. No lo dije porque quería tratar ese asunto en privado con ella. Era algo que sólo nos concernía a nosotros dos.

Todos quedaron en silencio mientra Maya no paraba de llorar la pérdida.

—No... no me puedo creer que esté pasando esto... —comentó Inma abrazándose a Maya.

—Fue en defensa personal, Inma —Nicole atrajó las miradas en esta ocasión—. La chica esta detuvo a Dys, al igual que yo a Davis separándolos cuando ella lo atacó y él solo se defendió, pero se puso violenta y acabó agrediendo a la muchacha que la asesinó. ¿Acaso no habéis visto como quedó la máscara de su traje? Hizo lo que tenía que hacer en ese momento. Era la única forma de parar aquello. ¿O acaso debió de quedarse con las manos quietas esperando a que matara a alguien? No.  —Nicole se colocó al lado de Davis, quien seguía con la mirada perdida en el suelo, y en un intento de confortarlo y mostrarle su apoyo, colocó la mano en su hombro mientras le dirigía la mirada. Después volvió a observar al resto del grupo con un semblante serio—. No había otra solución. Fue ella quien lo provocó todo al no hacer caso por las buenas.

De nuevo, el silencio reinó en la sala

—Lo siento, pero necesitaba hablar con ella. De haber sabido que reaccionaría así y que todo esto ocurriría... —comentó un atormentado Davis, quien comenzó a pensar que ya la había cagado bien en el grupo perdiendo seguramente la poca confianza y simpatía que había ido consiguiendo con el tiempo—. Tan sólo quería que me respondiera a la siguiente pregunta. ¿Mereció la pena asesinar a dos inocentes arrepentidos por alguien a quien no pudiste proteger? ¿Por una simple discusión y unos malentendidos del pasado? —añadió el joven, quien ni siquiera había tenido la oportunidad de hablar con Dyssidia sobre aquella cuestión.

El joven se levantó y abandonó la sala para encerrarse en el cuarto que tenía asignado como habitación.

Maya parecía haberse calmado algo y se puso en pie mirando al resto.

—Supongo que tarde o temprano esto tenía que pasar...

—¿A que te refieres? —preguntó Inma.

—Cuando Dys tiró la foto al suelo, tras verla y contemplar aquellos rostros... mis recuerdos de aquel momento volvieron. Los hermanos no murieron por zombis ni nada por el estilo. Fueron mi hermana y Nika. Se los llevaron lejos del grupo y  los ejecutaron despiadadamente a espaldas de los demás por rencor, por una discusión de hace tiempo en la que Nika y Dys rompieron por una pelea con Allen.

—¡No! ¡Dys no haría algo así, Maya! —gritó una sorprendida Inma.

—Pues esa es la verdad. Dyssidia mató a dos inocentes sólo por rencor. Recuerdo que discutí con las dos. Ellos también eran amigos mios, y si de algo estoy segura es de que no se merecían lo que les pasó. Allen intentó enmendar su error durante mucho tiempo, y Riliane... Ella no tuvo la culpa de nada, e incluso se quedó con Nika apoyándola hasta el final tras la ruptura, pero por lo visto tambien se la quitaron de en medio para que no hablara con el resto de lo ocurrido... Y pienso que también habría matado a Ley si ella no hubiera hecho nada... así como a Davis.

—Vamos, que la chica esa estaba tocada de la cabeza —añadió Johnny—. Te apuñalaba por la espalda por cosas como esa. No sé como podíais tener a semejante elemento entre vosotros sin hacer nada al respecto, más sabiendo de ese problema para contener la ira.

Eva pareció hacer mucho caso a las palabras del pelirrojo pensando profundamente en estas a medida que se tranquilizaba un poco, echando un rápido vistazo a los rostros de los presentes.

—Puede que mi hermana tuviera un carácter muy fuerte que la llevó a cometer muchos crímenes injustos, pero pienso, que de una manera u otra ya ha pagado por ellos. Perdió a Nika, nos abandonó hace tiempo porque se sentía como una carga para el grupo y vagó solitaria hasta que se reencontró con nosotros solamente con la soledad y el pasado como únicas compañeras durante tanto tiempo, tiempo en el que el pasado y sus crímenes la torturaron una y otra vez sin clemencia recordándole lo sola que se encontraba y lo dañina que era para aquellos que le importaban. Todo esto me lo dijo hace unos días...

—Yo pienso lo mismo, Maya —añadió Alice—. Cuando ocurrió el ataque de los mutantes, Davis salvó la vida en dos ocasiones a Dys y ella se lo agradeció de corazón, teniendo un comportamiento extraño, inusual en la Dyssidia que conocemos. Es por eso que pienso que ella intentaba cambiar sabiendo los problemas que su forma de ser le había ocasionado en el pasado.

Maya asintió con la cabeza mientras se secaba unas lágrimas que no pudo retener.

—Ella volvió para enmendar sus errores con nosotros... No quería que esto pasara ¡No quería que mi hermana muriera! —gritó la joven apretando los puños y reteniendo las lágrimas—. Pero... no fue culpa de Ley, ni de Davis... Todo se lo buscó mi hermana por un crimen del pasado. Si tan sólo hubiera actuado con la cabeza y no se hubiese comportado así... esto no habría ocurrido...

—¿¡Entonces Davis es igual de culpable que Dys, no!? —gritó Inma en un intento de aferrarse a la buena visión que siempre había tenido de su prima—. Él sentía rencor hacia Dyssidia. ¿Quien te dice a ti que no habría sido quien la hubiera matado en lugar de Ley?

—Pero no fue él quien lo hizo —irrumpió Nicole—. Davis tuvo una infancia difícil, ¿sabeis? Perdió a su hermana cuando era un niño, culpándose durante mucho tiempo del incidente, pensando que podría haber cambiado ese destino, su único amigo desapareció durante siete años sin decir nada, sus padres se ocupaban más de su trabajo que de él, los amigos que tenía más bien eran conocidos de clases y siempre fue un chico solitario hasta que los hermanos aparecieron en su vida dando un vuelco a la situación. Pero resulta que cierto día se entera que dos chicas los asesinaron a sangre fría por una estúpida discusión de amigos de hace no sé cuantos años sin importarle lo arrepentidos que estos estaban. Maya se guardó la foto, así que ella misma puede leeros el mensaje que Allen escribió para Dys. Es por eso que no ha podido olvidarlo en estos dos años. ¿Como te sentaría a ti que te quitaran algo tan importante por un motivo tan estúpido como ese? —Nicole hizo una pausa mirando los rostros de quienes estaban a su alrededor—. Davis ha estado solo gran parte de su vida. ¿Acaso vosotros conoceis la soledad como la conoce él? Pondría la mano en el fuego a que él jamás la hubiera matado. Sólo quería escuchar una respuesta de ella.

—Mi hermana me comentó que la había citado para hablar de algo momentos antes de que se reuniesen. Tras lo sucedido con los mutantes, notaba a mi hermana muy irritada cuando Davis estaba cerca, y a este aun más distante de lo normal, por lo que supuse que tal vez podría ocurrir algo cuando estos se encontraran a solas, así que seguí a Davis sin que se diera cuenta. Previo a esto, hablé con Nicole sobre el tema. Ella no sabía nada, pero me comentó acerca de lo sucedido en el ataque de los mutantes y le conté mi plan sobre espiar la conversación. De igual manera, le hice notar que en el momento en que notara que tardaba en regresar era porque algo malo ocurría, por lo que debía de ir directamente al lugar para ayudarme a contener la situación —Maya tomo una pausa antes de seguir—. Por desgracia, al coger aquella foto sentí un gran dolor a medida que volvía a recordar aquel momento. Fue eso lo que realmente provocó la pelea, y víctima del dolor, no pude hacer nada para pararlos.

—Como noté que Maya tardaba en regresar, yo fui rapidamente hacia el lugar de la reunión ya con mi traje preparado. Fue entonces cuando encontré a esos dos peleando y a Maya tirada en el suelo —añadió Nicole.

—Fue entonces cuando yo, quien estaba por la zona con Johnny, vi la pelea y al mismo tiempo como un podrido se acercaba a Maya por detrás. Tras salvarla, la chica rubia me pidió que ayudara a separarlos —testificó Ley los hechos desde su punto de vista.

—Yo simplemente me quedé cuidando de la chica esa, mmm... Maya —habló Johnny tras recordar su nombre—. Como Ley me dijo.

—Y fue entonces cuando Dyssidia, habiendo perdido el control, sacó un cuchillo e intentó atacarme a mí con tal de que la soltara. Acabé con ella cuando vi que mi vida estaba en peligro, no sin antes haberla advertido —Concluyó Ley.

—Estoy segura de que mi hermana se puso así cuando Davis le mencionó su pasado con Nika y los hermanos. Un tema tabú para ella, pues no le gusta que nadie se meta en su vida y su pasado, en especial si está relacionado con la parte que implica a esas tres personas. Esa historia fue un momento trágico de su vida, y que fuera precisamente un desconocido quien se la sacara y le pidiera explicaciones tuvo que ser lo que realmente la enfureció hasta el punto de ser incapaz de autocontrolarse... —aclaró Maya suponiendo porque su hermana se había comportado de esa manera.

Puma soltó un suspiró antes de hablar.

—Esta tensión es peor que un cáncer... Conclusión, Dyssidia ha demostrado ser una amenaza al no saber contener sus sentimientos. Las intenciones de Davis en todo momento fueron solamente hablar con ella y Ley la mató en defensa propia. ¿Algo que alegar, Maya e Inma?

—Está bien... supongo. Aquí no hay culpables más que la víctima...  —Maya abandonó la sala con la cabeza agachada, aun con los ojos llorosos, seguida de Inma.

—Esperad un momento. Antes creo que deberíamos de solucionar esto viendo los problemas que nos ha causado al grupo... —añadió Puma


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Varios minutos después de la reunión, el asunto parecía haberse calmado, aunque por el hospital todo estaba muy silencioso. Cada uno estaba intentando ocuparse de sus propios asuntos en una manera de digerir los últimos acontecimientos. Un par de horas tras la muerte de Dyssidia, Ley se encontraba con Puma en la enfermería. Éste le ayudaba a curarse de los cortes de la cara provocados por los cristales de la máscara.

—¿Y el pelirrojo? —comentó Puma con tal de sacar conversación—. ¿Quién es?

—Se llama Johnny. Es un compañero mío. Ha ido a dar un paseo por el hospital.

—Entiendo... Siento que todo esto haya tenido que pasar...

—Yo también, pero no pudo ser de otra forma. Era ella o yo.

—Es comprensible. Cualquiera hubiera hecho lo mismo en esa situación, y tengo la sensación de que Maya piensa lo mismo, por lo tanto, no te preocupes. Lo pasado pasado está. Es mejor no seguir removiendo el tema, como ya zanjamos.

—Está bien. Por cierto, ¿y Naitsirc? No le vi en el grupo.

—Murió... Hace ya un tiempo que lo perdimos, así como a Selene.

—Vaya, lo siento... Y no sabía que Selene estaba viva. La última vez que estuve en el grupo, ella, la rubia y el chico de pelo oscuro no estaba con vosotros, al igual que Alice.

—Han pasado muchas cosas desde que te fuiste...

—Ya veo, hasta Alice está aquí. Pensaba que había muerto en Stone, aunque curiosamente no me sorprende verla viva. Esto de que los muertos resuciten es algo a lo que ya estoy acostumbrada a ver diariamente. Hasta tú y Maya volvisteis de entre los muertos cuando pensábamos que os habíamos perdido. Bueno, igualmente, me alegro de que tú y el resto estéis bien.

—Lo mismo digo, pelirroja —le respondió este con una sonrisa.

—Oye, Pumita, necesito pedirte un favor, ¿tenéis estimulantes y antiinflamatorios?

—¿Estimulantes? Creo que si, voy a ver, pero lo otro no estoy tan seguro.

—Si tienes, ¿me los puedo quedar? —dijo Ley un tanto insegura de si esa petición era correcta o no.

—Claro, no los hemos usado y dudo que se vayan a usar, pero por si acaso, solo puedo darte dos botecitos de estimulantes de los cuatro que quedan —comentó agarrando el par de botes mientras revisaba los medicamentos con la vista—. En cuanto a los antiinflamatorios puedo darte un bote. Sólo tenemos dos —le comentó agarrando uno de ellos.

—Está bien. Muchas gracias, Puma —le agradeció esta con una sonrisa.

—Bueno, estas heridas ya deben de estar desinfectadas. Oye, ¿como nos has encontrado?

—Casualidades de la vida, supongo. Johnny y yo estábamos por la zona buscando medicinas y llegamos al hospital. Nos sorprendimos al ver que ya había gente, y aún más cuando me di cuenta de que se trataba de vosotros.

—Entiendo —respondió Puma.

Instantes después, alguien llamó a la puerta. Davis entró en la sala sabiendo que la pelirroja se encontraba en su interior.

—Hola, ¿os pillo en mal momento? —saludó este algo inseguro al dúo, el cual se quedó mirando al joven mientras se acercaba a Ley con algo en las manos.

—Am, no, está bien, Davis, pero ¿que haces por aquí? —preguntó un curioso Puma extrañado de que el pelinegro se relacionara por cuenta propia con ellos.

—Vine a darle esto a la pelirroja. Creo que lo va a necesitar más que yo. —El joven estiró lo que llevaba enrollado sobre sí mismo: un traje protector NQB—. Ahora que tu traje tiene el cristal roto no servirá de mucho si tu rostro se expone a la radiación.

—Vaya... gracias —dijo una asombrada Ley—. Pero, ¿seguro que no lo necesitas?

—No, perteneció a un miembro de mi grupo. Está en perfectas condiciones y me lo llevé como repuesto por si se dañaba mi traje o el de mi compañera.

Ley dudó un momento, pero al ver que éste no se echaba atrás se lo cogió y lo agradeció. Puma se acercó a ambos tan sorprendido como Ley con los botecitos en las manos.

—Creo que aun no os conocéis. Ley, este es Davis, y su compañera, la chica rubia, Nicole. Y, Davis, ella es Ley,  y su compañero se llama Johnny. Aunque supongo que tú ya debías conocerla, ¿me equivoco?

—¿Que me conoce? ¿De qué?

—Davis y Nicole son supervivientes de Stone City. Cada uno tenía su propio grupo, y al parecer, sabían de nuestra existencia y de la de Esgrip por diversas pruebas que encontraron durante sus aventuras en la ciudad. Según ellos, cuando los miembros de ambos grupos se encontraron, trataron de buscarnos para avisarnos de que la compañía todavía seguía tras nosotros, al igual que seguía la pista de ellos.

—Ya veo...

—Gracias por ayudar a Nicole a separarnos a mi y a Dys, aunque es una pena que todo acabara como acabó, pero no había otra elección...

 —Bueno, lo pasado, pasado está, ¿no? Por lo tanto, dejemos de hablar del tema, por favor.

Davis asintió con la cabeza conforme a olvidar el tema antes de abandonar la sala para dejarlos con lo que estaban.

—¿Os podéis fiar de él y la rubia? Podrían ser miembros de Esgrip.

—Lo sé, pero nos fiamos de sus palabras. Por ahora no han dado problema y han cooperado cuando ha habido algún problema. Además, según ellos, Esgrip se disolvió.

—¿Y como lo saben?

—Por que dos miembros de su grupo eran miembros infiltrados de la compañía, y una chica, una tal Zoey, tras traicionar a estos dos formando una buena con otros supervivientes y unos zombis, le reveló a la rubia que Esgrip no había vuelto a contactar con ellos, ni que ellos habían sido capaces de contactar con la empresa ni con sus compañeros. Por lo tanto, lo más lógico es que la organización se disolviera tras dejar de dar rastros de vida.

—Comprendo. Lo más lógico es pensar en eso. Espero que esa tal Zoey no se haya equivocado y simplemente la organización la abandonara.

—Eso espero yo también. Esos desgraciados han hecho mucho daño y nos ha dado muchos problemas en el pasado —comentó Puma.


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En algún lugar del hospital, Payne se encontraba encerrado en una habitación examinando con delicadeza la extraña piedra del maletín mientras se le pasaban un montón de cosas por la cabeza.
 

Un año antes...

En las instalaciones de Esgrip, Payne se encontraba con el profesor Javier hablando acerca de la expedición de los artefactos.

—La organización ha usado nuestros conocimientos sobre las investigaciones de los artefactos, Javier. Por lo tanto, no habría problema alguno.

—Mmmm... eso espero. Si resulta que el maletín no es capaz de proteger las piedras, Esgrip pedirá nuestras cabezas en bandeja de plata, Payne.

—Lo sé... No obstante, nuestras investigaciones son verídicas. Analizamos toda la información de aquellas ruinas sobre esas dos piedras, y gracias a esas investigaciones, la empresa fue capaz de crear unos maletines con las características necesarias para transportar la que encontremos.

—Me pregunto cual de las dos será... Fred no dijo de cual se trataba —comentó Javier pensativo.

—Bueno, ya está el maletín, ¿no? Yo ya estoy preparada para partir —intervino una voz femenina entrando al interior de una sala, una mujer de cabellos largos y oscuros, así como sus ojos, de imponente presencia, que atrajeron las miradas de todos los científicos, mientras avanzaba con pasos firmes y decididos dirigiéndose al duo formado por Javier y Payne.

—Michalea Evans, ¿em? Por lo que veo, Esgrip manda a su perro guardián a esta misión. Toda una soldado de élite...—comentó Payne—. Quieren asegurarse de que no haya problemas con los no muertos que ya han llegado a Canadá. ¿Y quién mejor que la capitana de los Silver Wolfs?

—Bueno, ya sabes que la cosa está chunga. Los zombis han poblado gran parte del mundo y las guerras entre los vivos y muertos se están yendo al garete. Las resistencias humanas están cayendo, así como muchas ciudades que aun quedan en pie resistiendo la propagación de los no muertos. Ya sea por esos asquerosos podridos o por las guerras nucleares que hay en algunas áreas del mundo, la humanidad se está enfrentando a su posible extinción. Aún me pregunto como narices pudo el virus escapar de Stone City y propagarse por el mundo rápidamente. Parece ser que las cosa se les fue de las manos y el destruir la ciudad no fue la mejor elección...

—¿Cómo crees que el virus escapó? ¿Tienes alguna teoría? —preguntó Payne.

—Los zombis poblaron Stone City durante algunas semanas. No me extrañaría de que antes de que se cortaran la mayoría de las carreteras algunos grupos de ellos abandonaran la ciudad antes de que esta fuera bombardeada. O tal vez hubo alguna fuga del virus en alguna de nuestras sedes o... alguien provocó esto por algún motivo, opción que me parece más lógica por la manera tan rápida en la que el virus se propagó por las diferentes partes del mundo al mismo tiempo.

—¿Quién provocaría esta mierda? Sería estúpido pensar en soltar el virus por el mundo —comentó Javier.

—Suponte que alguien vio el enorme potencial del virus, Alberto, por ejemplo. Este consiguió robar algunas muestras del virus que, junto a los datos que robó sobre su creación, puede que le ayudasen a recrearlo por su cuenta. Al fin y al cabo, desconocemos el motivo por el que traicionó a Esgrip. —Michaela miró a los dos científicos pensativa en sus hipótesis—. Y decidió vender algunas muestras en el mercado negro para usar el virus en algunas guerras del mundo. ¿Te imaginas la enorme ventaja que supondría infectar a un rehén de guerra y liberarlo de alguna manera aun como humano para que este se convirtiese en un zombi y comenzase a devorar e infectar a sus camaradas? Sería un ataque sorpresa letal que aparecería mostrándose como una simple enfermedad, pudiendo también ocasionar el caos entre los enemigos al no saber si algún soldado está infectado con el virus o simplemente tiene una fiebre corriente. Es un ataque desde dentro. Y muchos en el mercado negro pagarían una gran cantidad de dinero por alguna muestra, ya que esto inclinaría mucho la balanza en las guerras.

—Pero eso supondría que el virus también pudiera descontrolarse y ser un arma de doble filo —añadío Payne acariciándose la barbilla pensando en esta última teoría de Michaela—. Al fin y al cabo, eso es lo que nos pasó a nosotros en Stone City cuando Ashley, Maya y Matt  trataron de huir de las instalaciones provocando que el virus se escapara por los destrozos que causaron. Hasta el punto que no pudimos evitar que la ciudad entera se infectara y tuvimos que recurrir a destruirla con misiles para que el virus no consiguiera salir de allí. —Payne miró a Michaela algo incrédulo antes de continuar—. Además, el caso de Stone City fue una noticia mundial. Por lo tanto, esas personas que supuestamente compraron las muestras del virus en el mercado negro deberían de saber lo volátil que era crear zombies.

—A no ser que supieran controlar la situación... —comentó Javier atrayendo las miradas de sus dos compañeros—. Entre los informes que me robó se encontraban estudios sobre los humanos y animales infectados por el virus, sus habilidades, debilidades, comportamiento, tiempo que tarda en convertirse el huesped, los síntomas de infección... Todo un estudio completo sobre un sujeto humano o animal infectado. Probablemente, si suponemos como dice Michaela, vendió muestras del virus, también vendería esta información para que los soldados supieran controlar la situación ante un grupo de infectados. Esos datos, sumados a sus conocimientos de combate, les sería suficiente como para saber emplear bien a los zombis en batalla. —Javier hizo una pausa mientras se cruzaba de brazos—. Conociendo a Alberto y su avaricia, seguro que vendería esa información a parte de las muestras para conseguir más dinero —finalizó su aclaración con un suspiro.

—Entonces, si tenían acceso a esa valiosa información no habría habido ningún problema con que se les fuera el asunto de las manos. —añadió Pyane.

—Eso no significa nada. Sólo tienes que mirar como el complejo de Esgrip en Stone City cumplía todos los requisitos para que el virus no se escapara y aun así sucedió. Por mucho que tu controles una situación, nunca puedes estar seguro a un 100% de que no ocurra algo que haga que se te descontrole, y en una guerra hay más posibilidades de que suceda a que lo haga en un complejo con todas las medidas de seguridad necesarias para evitar eso como eran los laboratorios de Esgrip. Por no hablar de que tampoco podemos asegurar que los compradores del virus compraran además esa información. Si la muestra valía seguramente un ojo de la cara, la información te valdría el otro ojo —explicó Michaela a Payne.

—Y, bueno, hablamos de soldados, pero en esas muestras e información también estarían interesados algunas corporaciones farmacéuticas para investigar como crear alguna cura. Hay más compradores a parte de soldados —dijo Javier mientras abría un armario para coger algo de su interior.

—Entonces, ¿pensáis que fue Alberto? —preguntó Payne.

—Sólo es una teoría mía. No puedo confirmarte nada, ya que no tengo pruebas. —Michaela miró su reloj de muñeca un momento—. Bueno, como sea, en cuarenta minutos salgo con un pelotón de soldados y el equipamiento necesario en dirección a los laboratorios de Canadá.

—Y solo te falta esto, ¿cierto? —dijo Javier entregándole a Michaela el maletín que ésta agarró de inmediato.

—¿Y la contraseña para abrirlo?

—Esgrip no nos la dio. Te lo dirán antes de partir.

—Está bien. Entonces, Payne, Javier, me despido.

—Por cierto, estaremos los tres en contacto, Michaela —comentó Javier antes de que esta saliera por la puerta.

Michaela asintió con la cabeza momentos antes de abandonar el laboratorio con el maletín.
 

Volviendo a la actualidad...

Payne se paseaba por la sala pensativo mirando aquella extraña piedra entre sus manos con una extraña sonrisa, sabiendo Dios que tramaba aquel ex científico de Esgrip que había cooperado con sus conocimientos en la creación del maletín.


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Mientras tanto, Alice iba en busca de Crow recorriendo varios pasillos y entrando en diversas salas. Necesitaba saber algo de su propia boca y estaba decidida a sacarle esa información como fuera necesario. Finalmente, lo encontró en una sala tomándose una cerveza mientras miraba por la ventana. Por desgracia, aquel lugar se encontraba en una de las áreas pertenecientes a aquellas que eran exclusivas de los presos, por lo que pisar aquel suelo era infiltrarse en campo enemigo, lo cual le podría traer problemas.

—Crow, necesito hablar contigo.

—¿Em? Am, la rubita, ¿que tal andas moza? ¿Te has perdido? Este lugar es propiedad mia y de mis presos.

—Quiero saber por qué no vigilasteis a Enrique y su hijo ¿¡Porqué los dejasteis morir!? —preguntó una autoritaria Alice.

—Ehhh, calma la raja rubia. Yo no tengo porque darte explicaciones, ¿te enteras, chavala?

—Eran mis compañeros. ¿¡Cómo que no me vas a dar explicaciones!? —Alice suspiró pesadamente en un intento de calmarse. Lo de Dyssidia aún lo tenía en la cabeza, como todos, pero sabía que debía de ocuparse también de saber acerca de lo que había sucedido con aquellos dos a los que llevaba tiempo protegiendo—. Por favor, Crow, dime de una buena vez porque no os ocupasteis de ellos de buenas maneras...

Crow suspiró y tomó otro sorbo de su cerveza

—No eran nada más que un idiota y un crío que ya están muertos. ¿Por qué seguir removiendo la mierda?

—Porque vosotros los capturasteis. Eran vuestros pu... —rectificó antes de alterarse otra vez— eran vuestros rehenes. Pensaba que Puma había hablado con vosotros para solucionar el tema.

—¡¡¡Aaaaammmmm!!! Si, si, hablamos —respondió con algo de guasa—. ¿Acaso él no te dijo al trato al que llegamos?

—¿Trato? ¿De que trato hablas? —Alice se percató de varias latas de cerveza tiradas por el suelo. Debía de estar un poco borracho por la manera en la que se tomaba la situación.

—Bueno, te aconsejo que se lo preguntes personalmente —le respondió con una sonrisa mientras la miraba de arriba a abajo tomando otro sorbo de cerveza.

Alice sabía que aquel tipo no estaba por la labor, por lo que decidió hablar sobre aquel trato con Puma. Necesitaba enterarse por boca de alguno de los responsables de lo que había sucedido con aquellos dos.  


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Davis paseaba por el garaje a solas, pensando en los últimos acontecimientos y en lo que estos podrían ocasionar de cara al futuro.

—¿A donde vas, alma en pena?

Davis se percató de M.A. El joven se encontraba sentado en el suelo, apoyando la cabeza y espalda en la pared.

—Am, em, hola, M.A. Estaba reflexionando sobre lo ocurrido...

—Entiendo... Yo igual, jajajaja —rió con desgana—. ¿Porque no te sientas conmigo y nos contamos las penas?

Davis se sorprendio por el ofrecimiento del joven. No había tenido mucha relación con él, bueno... no había tenido mucha relación con nadie en general. Siempre solía estar con Nicole y sólo mantenía conversaciones cortas con el resto de los miembros del grupo. Si algo odiaba Davis era su carácter introvertido. Siempre le había costado socializar y acercarse a la gente, todo lo contrario a su compañera. El muchacho se sentó al lado de M.A y ambos se quedaron un par de minutos en silencio, con las miradas perdidas y sus mentes reflexivas pensando en mil cosas.

—Es gracioso, ¿sabes? —comentó M.A.

—¿El qué?

—Ley, mi hermana, desaparece un tiempo y vuelve a aparecer así sin más y encima con él, con Johnny, a quien no veo desde hace mucho. Y nada más aparecer ocurre esto... Tiene gracia la cosa y los giros que da la vida, ¿no crees?

Davis suspiró, pues razón no le faltaba. El destino tenía unos planes muy curiosos para escribir la historia de los humanos.

—Es curioso que quisiera verla tanto y cuando lo hice simplemente la saludé. Me quedé bloqueado, o no sé... No añadí nada más, como, ¿donde has estado?, ¿estás bien? o ¿qué narices hace Johnny aquí contigo? Sólo un saludo corriente. Espero poder hablar luego con ella. Ni siquiera sé en que parte del hospital se encuentra en estos momentos...

—Está en la enfermería con Puma.

—Ya veo...

El silencio volvió a reinar en el lugar unos pocos minutos.

—Oye, ¿que pasó con el maletín ese? —preguntó M.A.

—Se lo quedó ese Payne. Había en su interior una piedra.

M.A notó una extraña mirada en Davis.

—¿Qué opinas de él?

—No me fio de él, así como de Puma. Hay algo en ellos que no me termina de gustar. Creo que ocultan algo...

—¿Entonces, porque has dejado que se lo quedara?

—Bueno, no sé su utilidad, pero pienso que Payne si puede saberla. Tal vez si la dejo temporalmente en sus manos descubra algo sobre ella.

M.A se calló de pronto, para instantes después reírse a carcajadas.

—Pero si solo es una piedra, ¿no? Entonces, ¿que problema hay?

—Que no es una piedra corriente. Nunca había visto una piedra de esas características, por no hablar de que Esgrip la tenía bien protegida para ser una simple piedra... Y tengo la sensación de que tanto Payne como Puma tienen que saber algo acerca de ella. Estoy seguro de que tiene algún tipo de habilidad, y como no confío en ellos, tendré que recuperarla.

—¿Y como vas a hacerlo?

—Aun no lo sé, pero si tiene algún tipo de habilidad especial tan importante como para que Esgrip lo guarde en un maletín de esas características es porque esa habilidad es realmente útil. No puedo arriesgarme a dejar que caiga en malas manos y alguien la use para sus propios propósitos si aprende a usarla. Es por eso que antes quiero dejársela a Payne, para que la investigue y descubra algo sobre esa posible habilidad mientras yo le mantengo vigilado.

—Comprendo —dijo un M.A algo serio— . Entonces, ¿piensas que Puma oculta algo?

—Si, me percaté en varias ocasiones de las miradas que le echaba al maletín. De echo, diría que solo me dejó entrar al grupo porque llevaba ese maletín de Esgrip conmigo.

—Entiendo. A mi Puma me saca muchas veces de quicio. No le comprendo... Davis, tienes que tener cuidado. Tengo la sensación de que lo ocurrido con Dyssidia te va a traer algo de mala fama, y si encimas te enfrentas a Payne y Puma por el maletín, las cosas pueden empeorar. Ten cuidado.

Davis se lo agradeció.

—Ojalá fuera como tú, que sin ayuda de nadie puede desenvolverse perfectamente en muchas situaciones.

—¿Qué quieres decir? ¿Porque necesitas depender de otros para hacer cosas?

M.A movió lo que quedaba de su brazo amputado para que Davis lo viera y supiera a que se refería.

—¿Y? Sigo sin ver el problema.

M.A suspiró

—Pues que solo soy una carga para todos. Soy el que se queda atrás vigilando las mochilas y echándole un ojo a los niños como en la última ocasión... El inútil del grupo que no sirve de nada. Al menos eso es lo que veo que piensan mis compañeros de mí cada vez que hay que afrontar una situación, siempre quedándome atrás por mi condición física —comentó un desganado y hundido M.A—. ¿Y sabes que más? ¿Lo que más me jodé? Que el brazo me lo corté yo mismo para salvar a mi hermana y ella parece no apreciarlo. Se fue cuando recobré la consciencia.

El silencio volvió a reinar por la tristeza y las energías negativas que M.A había liberado al decir aquello. Fue cuando se percató de que Davis lo miraba preocupado.

—Además —añadió rompiendo el silencio—. Es el brazo en el que tenía la mano con la que me hacia las... —El joven hizo un movimiento con la mano en ese momento.

Davis se sorprendió. Lo entendió perfectamente y no pudo evitar reírse al igual que M.A por esa broma verde.

—Sigo sin ver el inconveniente. Aún puedes ser útil, y respecto a esa necesidad masculina y adolescente, sólo tendrás que aprender a usar la otra mano —respondió entre risas contagiandoselas al rubio.

—Supongo —dijo un M.A algo colorado de tanto reírse.

—Bueno, dejando la broma de lado, de verdad te digo que no veo problema alguno.

—Pues estás ciego —respondió el rubio con la vista en el suelo volviendo a su negatividad.

Davis se puso en pie y se colocó delante de él.

—Yo no pienso eso de ti. Pienso que eres de utilidad. Tienes un brazo y sabes disparar, ¿no?

—Mientras tenga un arma cargada claro, porque luego...

—Esta bien —Davis le ofreció su mano a M.A , quien la agarró para que el pelinegro lo ayudase a ponerse en pie—. Te voy a enseñar a recargar con una sola mano. Solo fíjate bien.

Davis le quitó el cargador a su pistola y lo metió en el interior de la funda de la pistola que tenía en mano.

—Bueno, si estás en un tiroteo lo mejor es ponerse a cubierto. Suponte que estás sin balas y la corredera de la pistola se te echó hacia atrás. Bien, pues debes de hacer lo siguiente. Colocas la pistola detrás de la rodilla y te agachas en el suelo dejando la culata solo al descubierto, es decir, que sea lo único que sobresalga. Al permanecer agachado, la pistola quedaría sujeta por la presión de la pierna. Presionas el botón para que caiga el cargador vacío, agarras otro y lo metes. —Davis a medida que explicaba iba haciéndole una demostración a M.A—. El siguiente paso es optativo. Para tirar de la corredera y poder disparar a pesar de que ya ha vuelto a echarse para adelante, presionas la pistola por la corredera contra tu pierna haciendo una presión fuerte, y como es obvio, con la punta de la pistola hacia abajo. Entonces, sólo tienes que echar hacia abajo la pistola haciendo de este modo que la corredera se eche hacia atrás. Sueltas para que esta vuelva a echarse hacia delante y ya estás listo para disparar. No obstante, este paso se puede saltar si recargas cuando sabes que te quedan pocas balas y has cambiado el cargador antes de agotar por completo el anterior, impidiendo así que la corredera se eche atrás, pudiendo de este modo disparar directamente nada más poner el nuevo cargador.

—Vaya, no sabía que se podía hacer así.

—¿Ves? Sólo se necesita una mano. ¿Por qué no pruebas tú a hacerlo?

M.A lo probó ejecutando el cambio de cargador con su única mano sin problemas.

—Genial. ¡Muchas gracias, Davis!

—¿Ves? Con una mano sabes disparar y recargar, sujetar cosas y golpear. Felicidades, eres útil. Ahora sólo queda mostrárselo al resto —le animó Davis con una sonrisa.

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En un despacho, Puma y Eva comentaban sobre los últimos acontecimientos, aunque ella no parecía estar por la labor. El pelinegro daba vueltas en una silla giratoria de ruedas con la mente perdida en algún lugar.

—Puma, ¿me estás escuchando? —dijo una Eva un tanto harta de los “Si”, “Ajam” y “Ummmm...” de su compañero.

—¿Em? Perdona, desconecté un momento —se excusó este quedándose quieto y dándole toda su atención.

—Ya son cuatro desconocidos que se meten en el hospital así por la cara. Dyssidia, Nicole, Davis y ese Johnny. Y no sabemos si podemos fiarnos de ellos, por no hablar de que también tenemos a los presos.

—Controlados.

—Por ahora.

—Está bien, está bien... —respondió Puma mientras se levantaba del asiento—. ¿Me puedes dejar pensar? Necesito tiempo para poner mi cabeza en orden. Tengo muchas cosas de la que ocuparme y soy yo prácticamente el único que busca solución a todo. Todo son problemas —Puma se sentó en un lateral de la mesa soltando un largo y pesado suspiro—. Ya veré que hago, Eva, pero necesito tiempo. Por cada asunto que resuelvo, salen dos nuevos. Sólo dame tiempo. No puedo resolver las cosas nada más se presenten.

—Entiendo... Lo siento, creo que te agobié demasiado.

—No importa. Sólo necesito descansar un poco para volver a tener las ideas frescas. Esto de Dyssidia fue muy repentino, la aparición de Ley y el otro, Maya e Inma desconsolada, el malestar general... Sumado a los problemas anteriores como lo de Payne, el maletín, los presos o lo de Florr.

Puma se tumbó en un sillón. Era bastante cómodo y su cansado cuerpo agradecía aquel descanso.

—¿Estás cansado?

—Si, tantos problemas no me dejan tiempo para descansar a gusto, siempre de aquí para allá haciendo cosas para solucionarlos. —El general no pudo evitar bostezar.

—¿Quieres que te deje sólo para que descanses? —preguntó viendo en el rostro de su compañero su cansancio reflejado.

—Te lo agradecería. No me vendría mal descansar un rato.

—Está bien, pero luego tenemos que buscar alguna solución a todo el tema este. Por no hablar que hay que hacer algo con el cadáver de Dyssidia.

—Está bien. A la noche lo enterraremos. Por cierto, Payne me dijo que lo buscaras. Te quería para algo.

—Está bien. Por cierto, ¿que opinas de la piedra esa del maletín?

—Que Payne sabe perfectamente lo que es y para lo que sirve. Ciertamente, no me esperaba esa piedra tan peculiar. Esperaba un arma futuristica o algo similar, no una piedra rara. No obstante, tengo que vigilar a ese tipo, alcancé a escucharle oir que fabricó el maletín. Eso significa que fue miembro de Esgrip y desconozco para que quiere esa piedra. Además, tengo la intuición de que no seré el único que esté vigilando a Payne y la piedra...

—¿Hablas de Davis?

—Exacto. Estoy seguro que no va a renunciar a la piedra tan fácilmente. Al fin y al cabo, la encontró él y se nota que tanto el tipo como su compañera se huelen que sirve para algo importante y sospechan de mi y Payne desde hace tiempo. Esos dos de tontos no tienen ni un pelo.

—¿Vas a hacer algo con él?

—Por ahora no. La prioridad es vigilar a Payne y la piedra, y ya me encargaré de Davis si es necesario. Por ahora, será mejor que estemos en el mismo bando. Si nos ve como una amenaza puede que tengamos problemas con él y la rubia, y sabes que están tan o más entrenados que nosotros dos con las armas y el combate cuerpo a cuerpo.

—Si, eso es un problema. Sería difícil deshacerse de esos dos si se da el caso. —Eva se percató como Puma volvía a bostezar—Bueno, te dejo. Que descanses.

—Gracias.

Antes de salir por la puerta, Eva se paró.

—Por cierto, creía recordar que había cuatro botes de estimulantes y ahora quedan dos. ¿Sabes algo? —preguntó mirando hacia Puma, quien le respondió con un “ronquido”.

—Ya veo... —Eva suspiró. Tras esto, dejó solo a Puma.

El general abrió los ojos un momento para asegurarse de que su compañera había cerrado la puerta. Sabía que si le decía que le había dado esos dos botes a Ley, esta tal vez se molestase. El pelinegro se quitó las botas para acomodar sus pies y suspiró fijando la vista al techo. Dyssidia había muerto, una buena amiga del pasado, una amiga con la que compartió tantas bromas, risas y peleas, una chica a la que alojó en su propia casa y con la que tantos buenos momentos compartió, ahora estaba muerta y no podía quitarse aquel triste sentimiento de haber perdido a una buena amiga del pasado. Eran tantos los problemas que tenía que le resultaba difícil creer que podría solucionar todos: Payne y la piedra, Davis y Nicole, su relación con Florr, Ley y Johnny, la muerte de Dyssidia, Crow y los presos, el grupo, y finalmente su relación con Maya. ¿Tendría alguna vez un momento de tranquilidad para descansar o tan sólo tener que preocuparse de algo tan simple como qué tipo de comida debía churruscar diariamente al igual que en los viejos tiempos? Puma, sin darse cuenta, pensando en todo aquello, ordenando por prioridad los problemas a resolver y la manera de arreglarlos, acabó por caer  inevitablemente bajo el hechizo de Morfeo.


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Nicole caminaba por un pasillo pensativa. Estaba todo muy tranquilo. Parecía que cada uno estaba a su bola. Era extraño que todo estuviera tan calmado. Habían pasado unas horas desde que Dyssidia había muerto, y desde entonces, todo estaba en silencio. De alguna forma era como si todo el hospital estuviera de luto. Finalmente, regresó a la gran sala donde tiempo antes todos habían estado discutiendo sobre el asunto. Allí se encontró a Adán pensativo, sentado en un sillón mirando por una ventana con la vista perdida en el exterior.

—Hola chavalote, ¿que tal estás? —preguntó Nicole apoyando su espalda en la pared justo a un lado de la ventana cruzándose de brazos con una amplia sonrisa.

—Hola, Nicole. Nada... Sólo pensaba en mis cosas...

—¿Estás preocupado por algo?

El infante no respondió al momento. Sólo se limitó a agachar la cabeza mientras movía las piernas adelante y atrás. Nicole cambió su semblante por uno más preocupado y serio, por lo que se acercó a él y se arrodilló a su lado.

—¿Qué te ocurre, cariño? Me lo puedes contar. Te ayudaré si necesitas algo.

—¿Por qué la gente tiene que pelearse? Vivimos en un mundo peligroso, un mundo en el que nos necesitamos los unos a los otros y aun así la gente se pelea en vez de ayudarse. No lo entiendo. Se supone que deberíamos de estar unidos... —dijo el infante con tristeza mirando el rostro de Nicole.

A Nicole le resultó curiosa la pregunta y no sabía bien como responderle para que lo entendiera.

—Verás, a veces las personas tenemos comportamientos distintos que provocan que no nos podamos llevar bien, extremadamente muy diferentes al comportamientos de otras personas que te rodean, por lo que algo que le parece bien a unos, le parece mal a otros. Las personas somos distintas y tenemos diferentes formas de ver las cosas, y si a eso le sumas un mundo como este, no todos estarán de acuerdo con las decisiones que determinada persona haga para liderar al resto o solucionar un problema. Esto ocasiona discusiones en los grupos, en especial cuando son grupos grandes y hay amenazas constantes como ocurre con este.

—¿Entonces estamos condenados a pelear siempre?

—Claro que no. Las cosas se pueden resolver hablando.

—¿Y porque con Dyssidia eso no ocurrió?

—Dyssidia era distinta. Era de esas personas que no saben controlar sus emociones y hace cosas de las que luego acaba arrepintiéndose. Por actos peligrosos como esos, a veces los adultos tenemos que tomar medidas que no queremos tomar, pero no nos queda más remedio que llevarlas a cabo para protegernos a nosotros mismos o a otros.

—Entiendo. Ojalá no hubiera pasado aquello... Todos están raros.

—Es normal. Cuando alguien muere no es algo agradable para nadie, y siempre habrá personas que sufran más por esa pérdida que los demás.

—Como Inma y Maya.

—Exacto...

—No me gusta verlas así.

A Nicole le conmovio el corazón y las buenas intenciones de Adán y no pudo evitar sonreir ante aquellas declaraciones que hacía desde su corazón.

—Eres un amor, ¿sabes? A mi también me gustaría que todos pudieramos llevarnos bien y vivir como una gran familia... No obstante, no hay que perder las esperanzas.

Adán sonrió tras las palabras de Nicole y pegó un salto del sillón a la ventana poniendose en pie. Nicole también se puso en pie y se acercó a él. Le agradaba aquel niño, era sincero y con buenas intenciones. El joven se quedó mirando por la ventana y Nicole se acercó por detrás apoyando sus manos sobre los hombros del infante.

—Nicole, ¿que opinas cuando alguien que te importa y que tú le importas a esa persona sabes que te oculta algo que le preocupa y que por algún motivo no te lo quiere contar?

—Pienso que si realmente le importas a esa persona y le preocupa algo que no te quiere contar, es con tal de proteger a la persona en cuestión o no causarle preocupación, y por eso prefiere quedarse ese secreto para si mismo.

—Creo que Eva me oculta algo y no me lo dice por temor a preocuparme.

—Comprendo. Tu hermana es fuerte y responsable. Estoy segura que sea lo que sea lo que le preocupa, será capaz de hacerse cargo de ello. No te preocupes —Nicole acarició el cabello del joven y se percató de como éste movía lentamente la cabeza disfrutando de aquel gesto, cosa que provocó que la rubia sonriera por lo tierno que le parecía aquel chico.

Nicole sabía que a pesar de su edad no era para nada tonto. Era inteligente, se daba cuenta de lo que ocurría a su alrededor y le preocupaba que los problemas del grupo pudieran entristecerlo, hacer que su personalidad cambiase o perdiese las esperanzas en ver algún día un grupo unido. La rubia tenía altas expectativas de que algún día Adán llegaría a ser una persona muy humana, con un corazón de oro, alguien fuerte de mente y espíritu que llegaría a ser un pilar para aquellos que se toparan con las esperanzas perdidas, alguien que hablaba con el corazón y con sinceridad, cosa que últimamente escaseaba en el mundo actual en donde las personas solo tenían pensamientos egoistas pensando en sí mismos sin importar hacer daño a aquellos que les rodeaban. Un mundo donde la humanidad, como valor moral, estaba desapareciendo, llegando los seres humanos a ser peor que todas esas criaturas que andaban por la Tierra devorando sin cesar carne humana.

—Sabes, creo que luego deberías de ir a ver a Inma, Adán. Estoy segura que le gustará pasar un rato contigo.

Adán asintió con una sonrisa antes de percatarse de como alguien entraba en la sala.

—Inma va a entrenar conmigo ahora —interrumpió Eva en la sala—. Deberías de ir a verla algo más tarde.

—Hola Eva, ¿que tal? —saludó cordialmente Nicole.

—Hola. —Después miró a Adán—. Cariño ¿porque no vas a jugar? Me gustaría hablar con Nicole un momento.

—Claro —El joven miró con una sonrisa a Nicole—. Gracias por la charla. —Finalmente, el joven se fue, dejando a ambas mujeres a solas.

—¿De que habéis estado hablando? —preguntó tranquilamente. No confiaba en ella ni en nadie del grupo, pero sabía que no debía ser borde con las personas, por no hablar de que Adán parecía contento tras hablar con ella.

—Me comentó que está preocupado por el grupo. No le gusta que esté algo roto.

—Entiendo. La verdad es que es una molestia. Son problemas uno tras otro. No sé si Puma será capaz de solucionar todo.

—Si trabajaramos juntos, podríamos solucionar las cosas.

—Permíteme que lo dude. La situación se nos va de las manos. Dyssidia, tú, Davis y Johnny os metisteis así por la cara sin saber si nos podíamos fiar de vosotros, está el problema de los presos y ahora que los que se suponen que eran amigos se matan entre ellos.

—Por eso mismo deberíamos de trabajar juntos. Puma solo no podría encargarse de todo esto. Unidos encontraremos solución.

—¿Por que te importa tanto? Hasta tú estabas algo incómoda hace unos días y el pelinegro ese ni te digo.

—Por Adán.

La respuesta despertó una gran impresión en Eva. Asombrada, miró incrédula a Nicole. ¿Por que ella debería de preocuparle un niño con el que no tenía relación y había conocido hacía unas semanas?

—¿Por que te importa tanto Adán?

—Es un niño increíble. Tiene un gran corazón y desea que todos seamos como una familia. Me gustaría verlo reir y no triste, que se sienta seguro con todos y nos vea como amigos.

Eva se quedó pensativa, de una manera u otra, era lo que ella también quería para Adán, incluso, aunque le costase algo reconocerlo, para ella misma.

—Adán es un niño. Como todo niño, debería de crecer en un ambiente feliz, incluso bajo las circunstancias del mundo en el que vivimos.

—Creo que pides mucho... —Eva se apoyó en la pared pensativa—. En este mundo los buenos no sobreviven, así como tampoco es posible crecer en un ambiente feliz con todas las desgracias que ocurren en el planeta.

Nicole se apoyó lateralmente en la pared, así como su cabeza ladeada y miró profundamente a Eva.

—Eres una buena hermana. No me cabe duda de ello...

Eva miró a Nicole extrañada por aquel comentario. Sentía que aquella mujer le hablaba como haría una madre, soltando cariño con cada una de sus palabras mientras intentaba entender el problema de alguno de sus hijos. Aquello le llamó aún más la atención.

—Adán es feliz contigo. No me cabe la menor duda de que te has ganado su corazón. Su querida hermana, su protectora. Davis me dijo una vez en las cavernas que él se esforzaría por hacerme disfrutar de la vida, buscando momentos buenos entre la desgracia. Como os comenté, yo en mi periodo en las cavernas pensé en el suicidio en varias ocasiones. No quería vivir en aquel mundo subterráneo tan cruel.

Eva sintió pena en su interior al recordar la historia que Nicole le había contado al grupo sobre su experiencia en las cavernas. La golpearon hasta dejarla al borde de la muerte, la violaron, la trataron de forma inhumana, mataron a sus amigos ante sus ojos cruelmente y la dejaron encerrada tanto tiempo sola en una celda, alimentándola cuando querían. Aquello sin duda tuvo que ser un auténtico infierno del que no sabía como no había acabado suicidándose con tal de no vivir ese horror.

—Me dijo que me haría disfrutar de los momentos de la vida a pesar de todo, que por eso y porque nunca me dejaría sola, debía de luchar y salir de allí con él, y... me alegro de haberlo hecho. Cumplió con su promesa. Desde que salí de las cavernas he vuelto a reír. He vuelto a estar acompañada y sentir que es eso de que alguien se preocupe por ti y lo que es volver a preocuparse por alguien. Contemplé la posibilidad de crear esperanza en medio de la desesperanza. Por eso, Eva, sé y tengo esperanza de que esforzándonos todos podemos ser amigos y vernos como una familia unida, así como darle a Adán la familia que él también quiere y de este modo un ambiente en el que pueda crecer feliz.

Eva se quedó muy pensativa, así como dubitativa respecto a que era imposible unir al grupo. Pero entonces las palabras de Johnny le vinieron a la mente. Aquello de tener a una amiga traidora que te podía pegar una puñalada por detrás... De este modo, Eva comenzó a volver a dudar de Nicole y sus palabras.

—Me sigue costando creer que puedo dejar a Adán con esta gente.

—¿Dejar?

Eva se calló un momento, pero ya se le había escapado.

—Estoy enferma, y si sigo viva es por unos medicamentos. Si esos medicamentos se terminan...

A Nicole se le tornó el rostro a uno más preocupado.

—Comprendo... Sé a que te refieres.

El silencio reinó unos momentos entre las dos, ambas perdidas en sus pensamientos.

—Entonces debió de ser eso a lo que Adán se refería...

—¿El que?

—Me comentó que notaba que le ocultabas algo que te preocupaba que por alguna razón no se lo has querido contar aun.

Eva se quedó pensativa

—No, eso no puede ser, él ya sabe sobre mi enfermedad. No obstante... si que le oculto algo. Pero no es sobre mi, si no sobre la relación entre Puma y Florr. Están en una crisis de confianza y no quiero que Adán se de cuenta de que hay problemas entre ambos y se preocupe. Puma y Florr son personas importantes para él, y si algo les ocurre a ellos, él también se preocupará y no dejará de darle vueltas al asunto. No quiero que pase eso. Quiero verle reír despreocupadamente... —Eva cambió su mirada de la de Nicole para dirigirla al suelo.

—Comprendo, y eso es uno de los problemas que ocasionan un grupo roto. Eva, si vas a dejar algún día a Adán con alguien, te aconsejo que trates de relacionarte con el resto. Trata de conocerlos para saber que harás en el futuro con tu hermano y con quienes los vas a dejar. Las personas discuten, pero te aseguro que por discutir mucho no significa que todos sean malos.

—Me plantearé lo que has dicho de relacionarme y conocer a los que me rodean y la posibilidad de unificar al grupo, pero me cuesta creer que las cosas salgan bien. No obstante me pareció interesante esta charla y me alegro de saber que al menos alguien más se preocupa por Adán —dijo una esperanzada Eva—. Gracias, Nicole, me has hecho plantearme algunas cosas. Adán es lo más importante para mi y quiero que sea feliz, por eso me plantearé seriamente todo lo que hemos hablado.

Nicole sonrió satisfecha de que aquella charla sirviera de algo y fuera un empujón tanto para Eva como para Adán dentro del grupo.

—Bueno, te dejo. Quedé con Inma para entrenar, y por cierto, no le digas a Adán lo de la relación de Puma y Florr. Si se entera, prefiero que sea por mi parte. Nos vemos. — se despidió esta dejando a Nicole a solas.


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Inma llevaba tiempo esperando en la sala donde practicarían, extrañamente Eva estaba tardando en volver y temía que se hubiera olvidado de ella. Daba vueltas a la sala impaciente, despedía cierta aura negativa, mezcla de la tristeza de su interior y la impotencia de no haber podido cambiar el destino de alguna manera evitando aquella muerte. Finalmente cuando se dio cuenta de que estaba volviendo a pensar en ello, agitó la cabeza y se sentó en un sofá. En aquella reunión todos menos Davis quien no estaba por aquel entonces, habían llegado a la conclusión que lo mejor era olvidar públicamente el tema, pues no había culpables en aquel acto salvo la propia víctima quien firmó su propia sentencia de muerte.

A nadie le gustaba hablar de lo ocurrido,todo aquello había cogido por sorpresa al grupo, por eso prefirieron olvidar el tema de buscar culpar a alguien como culpable ya que realmente no lo había y también por dejar de cargar el ambiente que ya de por si estaba suficientemente cargado de negatividad como para seguir machacando a la gente con el tema de una muerte que fue prácticamente autoprovocada por la víctima. Inma cerró los ojos y se llevó las manos a la cara al tiempo que se echaba hacia atrás apoyando su espalda en el cómodo sofá. Tenía que dejar de darle vueltas a aquello, cuanto más vueltas le daba peor se sentía y necesitaba mostrarse fuerte ante Maya. Sabía que ella misma lo llevaba mal por dentro, pero Maya era aun peor, se le notaba destrozada a pesar de que prefería no hablar del tema ni mostrarlo públicamente.

Aquel día Inma sintió que perdió algo importante en su vida, pues perdió a alguien con quien compartía lazos de sangre. Inma se levantó, aquel día tenía la necesidad de entrenar y aprender, de volverse fuerte, pero Eva seguía sin llegar, por algún motivo se retrasaba bastante, pero prefirió seguir esperando donde ambas entrenaban.



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Eva caminaba cruzando varios pasillos y salas, sabía que llegaba tarde, se retrasó bastante quedándose habando con Nicole. Fue entonces que al momento de entrar en un nuevo pasillo, una puerta se abrió y del interior de la sala apareció Florr quien cerró la puerta de un golpe. Tras girarse se percató de la presencia de Eva.

—¿Y a ti que gato te ha arañado ahora?

Florr arqueó la ceja ante aquel comentario chistoso.

—¡Estoy harta de él, sigue con el mismo plan, este medio día antes de lo de la muerte de la chica esa, estuve hablando con él y siguió con esos puñeteros secretismos!

Eva no sabía que añadir a eso, ciertamente Puma tenía una forma de evitar decir la verdad muy peculiar haciendo que Florr acabara hasta las narices de que se le pusiera algo borde, se lo tomara a cachondeo o le saltara con otra cosa que no tenía nada que ver con lo que estaban hablando con tal de no responderle.

—Y luego dice que somos como hermanos... pero luego no puede confiar en mi para contarme las cosas ¿no? Pues vaya hermano me ha salido... —Dijo tristemente una dolorida Florr que comenzaba a sentir que Puma ya no se fiaba de ella y no sabía que había hecho para cometer aquella reacción de su hermano.

Eva se mordió el labio inferior nerviosa mirando como Florr le soltó un golpetazo a la pared.

—Oye, iba ahora a entrenar con Inma, ¿porque no vienes conmigo y ya de paso le enseñas algunos trucos de supervivencia? Así al menos te mantendrás ocupada con algo sin acordarte de él.

Florr resopló, pero finalmente aceptó, ambas caminaron hacia donde Inma se encontraba.

—Dime, tú y Adán sois bastante cercanos el uno con el otro ¿alguna vez alguno de los dos ha desconfiado del otro?

—Puffff pero Florr es que nuestro ejemplo no te sirve, tú y Puma tenéis una relación y edades diferentes. El trato de confianza y trato con un niño es totalmente diferente al trato y confianza que hay que tener y demostrar con un adolescente o adulto. Cuando algo ocurre entre Adán y yo, confiamos el uno en el otro, así como que tarde o temprano si alguno oculta algo, acabará revelándolo al otro cuando llegue el momento apropiado.

—Entiendo...

Cuando llegaron se toparon con Inma quien se levantó rápidamente del sofá.

—Menos mal que has llegado, por un momento pensé que te habías olvidado de mi.

—Lo siento, tuve que atender a unas cosas y me retrasé.

—No importa, empecemos —Dijo una Inma decidida a empezar ya de una vez.

Florr y Eva se miraron un momento y luego miraron a Inma.

—Vaya, te ves decidida —Añadió Florr.

—Si, necesito hacerme fuerte.

—¿Porqué? — Preguntó Florr cruzada de brazos.

—Para proteger aquellos que me importan y evitar que sufran daños.

—Valiente objetivo Inma, me alegra escuchar eso y verte tan motivada —Respondió una sonriente Eva.

Florr se quedó mirando a Eva un momento.

—¿Qué ocurre?

—Parece que estás contenta por algo.

Eva se encogió de hombros.

—No es nada. Bueno Inma, Florr te enseñará algunos consejos de supervivencia tras finalizar el entrenamiento conmigo. Por lo tanto consideralo una clase especial.

—Está bien, me alegro de que hoy me vayais a meter caña con las clases — Aclaró una sonriente Inma.

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En una habitación, Maya contemplaba los rostros de aquella foto de hace tantos años en donde salía ella con su hermana, Nika y los dos hermanos. Se sentía mejor tras haber estado un tiempo sola con Inma apoyándose la una a la otra dando cada una su hombro para que la otra llorara todo lo que quisiera. Pensó que la vida tiene una manera muy curiosa de escribir el destino de las personas. Extrañaba a Dyssidia, pero decidió no pensar tanto en ello, cada vez que recordaba aquella angustia e impotencia por no haber podido hacer nada se sentía que caía más y más hondo en un pozo del que le costaría salir, además, tenía que ser fuerte, por Inma, sabía que su prima se entrenaba para hacerse fuerte y cuidar de ella. Si la veía así haría que Inma volviera a caer ese depresivo vacío lleno de impotencia y dolor que las atormentaba. Por eso tras guardarse la foto en el bolsillo del pantalón y limpiarse sus últimas lágrimas, decidió salir de su habitación para ver como estaba el panorama por el hospital.

Llevaba rato andando  por diferentes salas y pasillos y no se había encontrado con nadie, era extraño, ¿donde estaría todo el mundo? Finalmente se topó con alguien en un cruce de pasillos, Alice, quien parecía perdida en sus pensamientos sin mirar por donde iba, tan solo andaba pensando en lo que Crow le comentó, de tal manera que no se percató de que Maya venía de frente suya.

—Hey Alice.

La rubia levantó la vista del suelo volviendo a la realidad—Hola ¿Qué tal estás Maya?

—Mejor, gracias. ¿Dónde está todo el mundo?

—Hace poco vi a Inma, Florr y Eva en una sala entrenando cuando pasé por enfrente de esta y me paré un rato para ver como les iba y más tarde se me hizo ver de lejos a Nicole paseándose por los pasillos.

—¿Y los chicos?

—Ni idea y tampoco vi a Ley.

—¿Y tú a donde ibas tan pensativa?

—Quería hablar con Puma de algo, pero Eva me comentó que se estaba echando una siesta por lo tanto simplemente paseaba pensando en mis cosas.

—Entiendo... Oye, ¿porque no buscamos a estos? Miedo me da de que estén solos — Comentó con cierto todo bromista Maya.

—Me parece bien, así al menos me distraigo un poco.

El dúo comenzó a buscar a los chicos mientras charlaban.

—¿Cómo llevas lo de Dyssidia?

—Mal, pero sobreviviré, tengo que ser fuerte por mi y por Inma. Además, no tiene sentido en seguir removiendo un tema que molesta a todos y en el que no hay culpables. Supongo que aquello fue algo inevitable...

Alice miró a su compañera, sabía que en su interior lo estaba pasando mal, pero era una chica fuerte y sabía que lo superaría. Tras un rato andando y hablando, acabaron por escuchar proveniente del garaje unas voces masculinas. Tras entrar y diriguirse hacia donde venían las voces a las que ya le habían puesto cara con anterioridad, se toparon con Davis y M.A.

—Bueno, bueno, ya estamos los cuatro fantásticos reunidos — Comentó una bromista Alice atrayendo las miradas de M.A, Davis y Maya cuando estas se acercaron al duo masculino.

—¿Los cuatro fantásticos? - Preguntó Maya.

—¿A que te refieres? - Comentó Davis tan desconcertado como Maya.

—Y de ser los cuatro fantásticos... ¿Quién sería la cosa? — comentó M.A en tono burlón.

—Jajajajaja no me hagáis caso, son cosas mías —Aclaró Alice.

—¿Qué tal estáis?—Comentó Maya.

—No me puedo quejar, estuve bastante entretenido con Davis. Me estuvo enseñando unos truquitos— Dijo M.A lanzando al aire un cuchillo de combate el cual daba un par de vueltas completas en el aire antes de que el mango de este callera en la palma de la mano del rubio.

—¡Vaya! —Dijo una asombrada Alice al verlo manejar el cuchillo así.

El rubio dándose ciertos aires intentando impresionar a las chicas perdió la concentración haciendo que el cuchillo cayera al suelo. Provocando que sus compañeros se rieran. Davis se quedó mirando un momento a Maya mientras esta reía, cuando esta se percató de la mirada del joven, este velozmente cambió su mirada ladeando la cabeza a un lado, diriguiendola al suelo. Maya lentamente se acercó a él atrayendo las miradas de Alice y M.A quien aquel detalle lo pasaron por alto entre las risas. Maya en silencio y con delicadeza sujetó la barbilla de Davis y movió con lentitud la cabeza del joven haciendo que la mirada de ambos se encontraran. Maya sonrió y negó lentamente con la cabeza.

—No te preocupes, no fue culpa tuya, ni de Ley—Dijo lanzando una mirada a M.A, finalmente volvió a mirar con ternura a Davis y bajo su brazo al tener de frente los ojos oscuros del joven—Tus intenciones solo eran hablar con ella, no matarla, por lo tanto no eres culpable de nada, al igual que Ley, deberíais de dejar sentiros culpables y dejar de pensar en ello. No sabíais que mi hermana reaccionaría así. —Comentó con un tono triste provocando que todos se preocuparan por la joven.

Maya volvió al lado de Alice—Estoy bien ¿vale? no os preocupeis por mi—Dijo con una sonrisa.

—Mmmm ¿y que trucos te enseñó Davis? —Preguntó una curiosa Alice intentando romper esa aura de preocupación que había empezado a emerger con las palabras de su amiga.

—Am, pues me enseñó a recargar la pistola con una sola mano y así no depender de que el arma esté ya recargada para usarla. No como antes que si la tenía descargada la pistola me resultaba inútil aun teniendo algunas balas o cargadores. También me estaba enseñando algunos movimientos con las piernas para defenderme en un combate y no depender tanto de mi único puño.

—Para pelear tienes que saber usar todo tu cuerpo, es decir, tanto los puños como tus piernas las cuales si sabes manejar esas cuatro extremidades pueden actuar como armas y salvarte de un apuro si estás totalmente desarmado.
—Añadió Davis.

 
El grupo continuó en el garaje hablando durante un tiempo más de sus cosas.


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Incómodo, perdido y harto, Johnny seguía paseándose por todo el hospital examinando la zona. No le gustaba aquel sitio y estaba completamente perdido, hacía tiempo que no veía a nadie. No le gustaba el hospital ni aquella gente, eran muy diferentes a aquellos con los que solía tratar, por no hablar de que los conoció a todos en medio de una situación bastante molesta provocada por aquella chavala que intentó atacar a Ley y para colmo aquella chiquilla le tocó bastante las narices, referiendose a Eva, añadiendo además de que aquella discusión le tocó los cojones bien tocados. ¿Qué le pasaba a aquella gente? Deberían estar agradecidos a Ley por haber separado aquellos dos y haber quitado del medio a alguien que tarde o temprano podría haberte clavado un cuchillo por la espalda.

El único al que se alegró de ver desde hace tanto tiempo fue a M.A, pero por desgracia con esa discusión no pudo acercarse a él para saludarlo y hablar y lo último que recordaba es que Ley se fue con aquel tío a curarse los arañazos de la cara. Johnny se sentía furioso consigo mismo, vio a su amada pelirroja en peligro y no pudo hacer nada, sabe que Ley le dijo que se quedara con la llorona, pero en aquel momento sintió temor de que aquella chica pudiera herir de gravedad a Ley con aquel cuchillo.

Johnny con las manos en los bolsillos y pensando en sus cosas siguió moviendose por el hospital a ciegas.

—Hey tú, ¿que coño haces en nuestro territorio?

Johnny se paró en seco mirando a tres tipos que le salieron a su encuentro con ciertos aires de chulería.

—¿Ocurre algo panda de pringados? —Preguntó hostilmente Johnny con una mueca de desprecio mirándolos de pies a cabeza.

—¿¡Como que panda de pringados cacho carne con ojos!? ¿Acaso quieres que te demos una lección? —Dijo uno de los tres presos.

—No me toques los huevos gilipollas, si quieres problemas los vas a tener—Dijo un Johnny desafiante sacándose los puños de los bolsillos y encarándose a aquel tipo.

Los otros dos presos comenzaron a rodear a Johnny sonriendo mientras se crujían los huesos de los puños.

—¿Tres contra uno? Que cobarde por vuestra parte.

Los cuatro miraron a una mujer rubia que acababa de llegar.

—¿Y tú que quieres rubita?

Nicole resopló, no le gustaba tratar con presos que se la daban de tipos duros.

—Él es nuevo, se perdió— Comentó Nicole acercándose a Johnny a medida que dos de los presos abrían el círculo—No sabe que hay ciertas áreas restringidas, perdonadle. Me lo llevaré de vuelta a nuestra área. Sígueme Johnny.

El pelirrojo decidió obedecer pero no sin antes matar con la mirada aquel trío de presos y siguió a Nicole para regresar con ella.

—¿Sabes guapa? no me importaría que tú te quedaras, ¿por que no nos haces compañía?—Dijo aquel preso que de unas zancadas se acercó a Nicole y la agarró del brazo.—Seguro que disfrutas con nosotros y nosotros de tus tetas y resto del cuerpo.

Justo cuando este preso fue a tocar los pechos de Nicole, esta le soltó un sonoro guantazo con todas sus fuerzas haciendo que el preso la soltara y retrocediera unos pasos quejándose del dolor, pues la mano de Nicole bien impresa en la cara de este.

—¡¡¡PUTA!!! ¿¡Como te atreves!? ¡Intentaba ser delicado contigo pero ya veo que tendré que forzarte como a todas esas!

Johnny fue a interponerse pero Nicole rápidamente controló la situación. Cuando este intentó agarrarla, la rubia consiguió agarrarle de un brazo y retrocerselo, para inmediatamente atinar un punta pie en la entrepierna del preso, el cual chilló de dolor al tiempo que se arrodilló y Nicole le soltaba el brazo. Johnny así como los otros dos presos se quedaron sorprendidos, no esperaban que una chica como Nicole hiciera aquello. La rubia se acercó al arrodillado preso y agresivamente lo agarró del pelo y tiró hacia atrás obligandolo a gritar al tiempo que subía la cabeza mirando al rostro de Nicole quien lo acercó al suyo.

—Si vuelves a tocarme a mi o a otra mujer para intentar violarla, te juro que te corto los huevos— Pronunció con rabia y odio fulminando con la mirada a aquel hombre.—¿¡Me has escuchado!?—Le grito autoritaria.

—¡¡S..Si.., no volveré a hacerlo, te lo juro!!

Después soltó a aquel tipo quien gateó lloroso y dolorido hacia donde sus compañeros se encontraban.

—¡Si tanto quereis follar, podéis daros por culo los unos a los otros en vez de violar a mujeres! Al fin y al cabo los presos deberíais de estar acostumbrados a hacer eso en las cárceles ¿verdad?. ¿Porque violar mujeres? ¿Y eso de cubrirse el culo cuando a alguien se le cae el jabón en la ducha? ¡¡Metérosla los unos a los otros si queréis deshogaros, pero como vuelva a ver que tocáis a una mujer os corto los huevos!! —La fulminante y hostil mirada de Nicole así como aquellas voces y lo que hizo con aquel preso acojonó al trio.

—¡No sabes con quienes te las estás viendo rubia!— Vociferó uno de los presos ayudando a su amigo a ponerse en pie.

—¡Te aseguro que sé como tratar con gente de vuestra calaña, fui agente de policía y no sería la primera vez que espabilo a algún desgraciado de vosotros! —La furiosa Nicole seguía encarándose con aquellos tres tipos sin miedo alguno.

—¿¡Una poli!?—Preguntó sorprendido uno de los presos—¿¡Qué coño hace aquí una puta poli!?

—Pensaba que los habíamos matado a todos en aquel hotel —Respondió otro.

—Se nos escaparía esta.

—Así que vosotros asesinasteis a todos esos policías... —Comentó Nicole recordando lo visto en el hotel Sozza— No, no estuve en ese hotel ni conocía a aquellos agentes caídos, pero os aseguro que de estar allí os hubiera metido una bala entre ceja y ceja sin pensármelo dos veces.— Respondió Nicole apretando los puños y los dientes.

A los presos no les hacía nada de gracia tener a una condenada agente de la ley en su hospital y aun más viendo los problemas que esta podía causar. Nicole reaccionó al sentir una mano sobre su hombro.

—No vale la pena discutir con ellos, ya has demostrado que puedes cerrarles el pico a estos subnormales —Aclaró el pelirrojo.

—Tienes razón, vamos, te llevaré con el resto— Añadió Nicole con una sonrisa y calmándose un poco.

Johnny y Nicole abandonaron el lugar sin escuchar a los presos replicar pero si como sus miradas de desprecio los miraban detalladamente, en especial a aquella poli.

—Siento que hayas tenido que ver eso, por cierto, no nos presentamos, soy Nicole—Dijo esta parándose y extendiendo la mano a Johnny.

El pelirrojo se paró y miró la mano de la rubia, era extraño, ella era la primera en el grupo que tenía unos modales correctos con él desde que llegó. Johnny accedió y estrechó su mano—Soy Johnny.

—Un placer Johnny.

El dúo comenzó a emprender la marcha y Nicole aprovechó para comentarle acerca de que hay determinadas áreas que son exclusivas de los presos y otras para el grupo, por ese motivo los presos se comportaron así. También Nicole le habló algo de ella, del grupo y Davis, así como Johnny le habló un poco de él y de Ley. Johnny disfrutó de aquella charla, Nicole le trataba bien y estaban teniendo una charla interesante riendo de vez en cuando y preguntándose el uno al otro sintiendo curiosidad el uno con el otro por las cosas que cada uno comentaba. El pelirrojo comenzó a pensar que tal vez no todos los miembros de aquel grupo fueran tan irritantes, tal vez si hablaba con otros y eran como Nicole, podría llevarse bien con alguno más y no sentirse tan incómodo. Comenzaba a pensar que no podía juzgarlos a todos tan rápidamente, si Ley y M.A tenían amistades en ese grupo era por algo.


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Los últimos rayos del sol decoraban el cielo y la luna ya se podía apreciar en la lejanía ascendiendo poco a poco a lo alto del cielo. Todo el grupo se encontraba en el patio trasero del hospital, allí en un agujero habían enterrado el cuerpo de Dyssidia, siendo Inma y Maya quienes enterraron y echaron tierra sobre el cadáver para taparlo. A un lado de la tumba de Dyssidia se encontraba la de Naitsirc y al lado de esta, una tumba vacía que representaba a Selene. Era la tercera vez ya que enterraban a un compañero, ¿sería la última? No sabían la respuesta a esto pues desconocían por completo que destino les escribió la vida a cada uno de ellos. Todos se mantuvieron un momento en silencio hasta que los últimos rayos de sol habían muerto dando paso a las oscuras sombras de la noche. Tras varios minutos en silencio decidieron irse a dormir, había sido un día duro, largo y lleno en su mayoría de desagradables sorpresas. Pero antes que eso, Ley anunció que al día siguiente debería de partir con Johnny, motivo de esto, el grupo decidió hacer una fiesta de despedida aquella noche.

Al día siguiente M.A llegó a una sala, allí le esperaban Ley y Johnny. El semblante serio y depresivo del rubio era todo un poema para la pelirroja.

—Hermano, sientate —Le invitó Ley dando golpecitos con la palma de la mano en el sofa, para que se colocara entre ella y Johnny.

—Prefiero quedarme de pie si no es molestia...—Dijo secamente el rubio.

Los pelirrojos intercambiaron una mirada de preocupación y Ley suspiró mientras pensaba en que decirle cuando se puso en pie y se dirigió a él. Sabía perfectamente que aquel momento iba a ser difícil para M.A, pero también para ella y no podía reprocharle que estuviera molesto, al fin y al cabo, era verdad que no actuaba bien dejando otra vez a su hermano atrás, pero como le dijo a Johnny, tenían una misión que cumplir y le gustara o no, la misión era su principal objetivo. La verdad es que no le importaría recoger a sus compañeros y traérselos al hospital, tendría a todos sus amigos juntos, a Johnny y M.A, podría tener una vida medianamente tranquila al lado de todos aquellos que le importaba, pero desde que aceptó aquella misión ya había sellado su destino aceptando todo lo que aquello conllevaría.

—¿Otra vez me vas a abandonar? ¿Por tercera vez? —El rubio no quería mirar a su hermana a los ojos, se sentía decepcionado con ella.

Aquellas palabras fueron flechas que se clavaron en el corazón de Ley, era cierto, en Stone City se quedó con Rojo y no abandonó la ciudad con ellos. La segunda vez fue cuando M.A cortó su brazo pudiendo perder la vida con tal de salvarla a ella y ahora... No se sentía bien consigo misma pero no había otra opción. Ley agarró con suavidad el rostro de M.A y dirigió su mirada a la suya para que ambas miradas se encontraran.

—Lo siento hermano, lo siento de veras... Sé que no soy una buena hermana, te he dejado atrás otras veces incluso cuando perdistes un brazo por salvarme la vida — Dijo acariciando con suavidad el muñón que le quedaba de su brazo— pero, no puedo hacer nada. Hace tiempo me prometí a mi misma hacer algo importante y tengo que hacerlo, aun sabiendo que tengo que alejarme de ti y el resto... Te pido perdón por todo lo que te hago sufrir pero necesito hacer esto.

—¿Tan importante es como para dejarme siempre atrás?

—Por desgracia si... Hasta que no acabe con lo que empecé no puedo volver a tu lado.

—Entonces... ¿volverás?

—No puedo prometerte nada porque podría ocurrir algo que me lo impidiera, pero si puedo y cuando todo acabe, regresaré, lo prometo.

Ambos se quedaron en silencio un rato.

—M.A, te quiero, por eso necesito que seas fuerte y no dependas de mi siempre, tienes a tus —se corriguió—a nuestros amigos aquí para ayudarte cuando los necesites. Por eso si algún día vuelvo, quiero ver que te has vuelto alguien fuerte, independiente y que sabe hacer lo correcto. No a un M.A deprimido y débil que necesita de los demás para seguir adelante. Por eso hermano, prométeme que si vuelvo, serás ese M.A que pido que seas.

M.A miró fijamente a Ley y asintió con la cabeza—Sólo si me prometes que una vez acabes con todo lo que tienes que hacer volverás y te quedarás con nosotros.

Ley no respondió al instante, se quedó pensativa contemplando el rostro de su hermano, finalmente asintió con la cabeza y metió su mano en el bolsillo sacando algo de su interior, un colgante que ella misma hizo hace tiempo con el colmillo de un oso mutante que mató y se lo colgó a M.A.

—Lo hice yo misma, mientras lo tengas contigo es como si de alguna manera de forma física estuviera a tu lado.

—Gracias...

Ambos hermanos se abrazaron con fuerza durante lo que parecían unos interminales momentos, aquello era un momento especial para los dos, hacía mucho que ambos esperaban aquel momento y por fin lo habían conseguido, después se separaron algo emocionados los dos por aquella tierna despedida de hermanos sin saber a ciencia cierta si volverían a cruzarse sus caminos.

—Por favor, cuídate... — Dijo M.A

—No te preocupes M.A, me ocuparé de cuidar bien de tu hermana— Comentó Johnny poniendose en pie y colocándose al lado de la pelirroja.

—Tranquilo hermano, Johnny me protegerá bien, estoy segura de ello— Comentó con una sonrisa mientras entrelazaba los dedos de su mano con los de Johnny.

—Ya veo...—Comentó M.A quien no le pasó por alto aquel gesto que interpretó a la perfección—Entonces.... Johnny, si le pasa algo a mi hermana te buscaré para meterte esa escopeta tuya por el culo—Comentó con una sonrisa mirando al pelirrojo.

—Jajajajajaja, no te preocupes M.A chavalote, eso nunca pasará porque prometo protegerla con mi vida si es necesario.

M.A colocó su mano en el hombro de Johnny—Me alegro mucho de haberte visto y saber que estás bien, una pena que con todo lo que ocurrió ayer no pudimos pasar más tiempo juntos.

—Si... yo también lo lamento rubiales, espero que nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

—Yo también lo espero y me alegro por lo vuestro—Respondió M.A con una sonrisa.

Varios minutos más tarde, todo el grupo estaba reunido a la entrada del hospital, en el interior de este para despedirse de la pelirroja y su compañero.

—Davis, Puma, gracias por vuestra ayuda.

—Ya sabes pelirroja que aquí nos tienes, al menos por ahora, por si decides volver a pasarte—Añadió Puma dándole un golpecito suave en la espalda.

—Me alegra haberte conocido Ley, siento que no hayamos tenido más tiempo para conocernos, cuídate— Respondió Davis.

—Lo mismo digo—Contestó al pelinegro con una sonrisa, después miró al rostro de sus compañeros, parándose más tiempo para ver los rostros de Maya, Inma y M.A— Chicos, tenéis que estar unidos ¿entendéis? Por el bien de todos, tenéis que saber superar los problemas que se os presentan, tenéis que ser fuertes y actuar como un grupo unido, es la única forma de que de verdad os podáis unir y enfrentar todos los problemas que se os está presentando. Por favor, cuidaros, espero que nuestros caminos vuelvas a juntarse en algún momento y a pesar de las circunstancias y del poco tiempo que estuve con vosotros, me alegro de haber estado con todos y sobretodo, gracias por la noche de ayer, lo pasé realmente bien hablando y riendo con todos dejando por una vez los problemas y las preocupaciones de lado mientras tomábamos algunas cervezas y cenábamos todos juntos, fue realmente agradable. Y bueno, sin más dilación nos vamos ya— Comentó mientras Johnny abría la puerta.

—Cierto, Nicole, gracias por ayudarme ayer con esos presos—Añadió el pelirrojo.

—Fue un placer —Le respondió la rubia con una sonrisa.

—¡Cuidaros chavales!— Se despidió Ley instantes antes de cerrar la puerta para diriguirse con Johnny hacia donde tenían la moto aparcada.

Finalmente tras arrancar la moto y con el sol aun dirigiéndose a colocarse en lo alto del cielo, Ley y Johnny se pusieron en marcha hacia su destino.

—¿Crees que serán capaces de superar los obstáculos y actuar como un grupo unido? —Preguntó Johnny.

—No estoy segura, es la primera vez que veo al grupo tan separado, pero... tengo esperanzas de que lo conseguirán siempre y cuando hayan personas dentro del grupo que motiven al resto a cambiar y a pensar más que por su propio bien, por el bien del grupo.

—Esperemos que sean capaces de trabajar unidos, la fiesta de ayer no estuvo mal y fue un claro ejemplo de lo que es que un grupo esté unido.

—Si, no estuvo mal aquel momento, yo también lo espero, tengo esperanzas en que conseguirán salir adelante, Johnny —Comentó la pelirroja perdiéndose con Johnny y su moto en el horizonte camino a su siguiente destino.



NH2: Capítulo 035 - Desesperados

La vieja moto iba a toda velocidad por el árido terreno que se extendía hasta donde la vista de la pelirroja podía alcanzar. Aquel inhóspito paraje estaba lleno de irregularidades y hoyos en el suelo. Al mal estado de la zona había que sumarle una gran lista de impedimentos como coches volcados, mochilas abandonadas, cadáveres medio descompuestos, carritos de bebe, e incluso hasta bicicletas llenas de sangre. La chica tenía que estar constantemente esquivando los obstáculos del camino, perdiendo más tiempo del que ella quisiera.

Su hiperactivo cerebro iba a destruirla. Ley no sé quitaba de la cabeza la manera en la que había dejado tirados a los soldados a cargo de Jimmy y Will. Su mente también la torturaba con la idea de que Johnny pudiera estar en serios problemas, incluso pensaba que ya podría estar muerto. Ese último pensamiento hizo que la chica acelerara tanto como la moto se lo permitía, preocupada por llegar demasiado tarde.

Cada vez se encontraba con más putrefactas criaturas que se dirigían hacia donde ella había dejado a Will y Jimmy. Esto preocupó aún más a la chica, la cual pensaba que probablemente ya hubieran llegado grandes masas al campo de concentración. Intentaba pensar que Johnny había organizado bien la evacuación del lugar, pero eso era algo que no la podía tranquilizar hasta que viera con sus propios ojos que aquello había sido así.

Aún podía sentir el amargo sabor de la sangre en su boca, el cual había dejado Johnny tras besarla con intensidad. Aquel agrio regusto le recordaba una y otra vez las ansias que tenía por llegar, impacientándola aún más de lo que ya estaba.

La pelirroja frenó en seco al ver que un poco más adelante había una masa de zombies que sería imposible atravesar en moto. Se escuchaban sus quejidos incluso por encima del motor del vehículo. Tardó unos segundos en reaccionar y buscar un camino alternativo. Esto la retrasaría aún más, pero era la única alternativa. Solo esperaba que el rodeo que tenía que dar no le impidiera llegar a tiempo.

La radio sonó pero cuando Ley contestó nadie le respondió. Ella no podía quitarse de la cabeza aquella mala señal. Perdía los nervios al no saber lo que ocurría, mientras sabía que las cosas no iban nada bien.

Estaba completamente confusa y sus caóticos sentimientos la estaban desquiciando. Nunca había querido a Johnny mas que a un amigo, pero no quería perderle igual que a Rojo. Estaba sintiendo por el pelirrojo las mismas cosas que había sentido antaño por su compañero caído. Confundía lo que ella creía con lo que ahora sentía.

Ley solo estaba segura de que esta vez no iba a arrepentirse de no hacer nada. Esta vez si se tenía que arrepentir de algo se arrepentiría de lanzarse a la piscina. Estaba harta de perder a seres queridos sin darles todo lo que ella quería ofrecerles.

El suelo comenzó a temblar atrozmente, lo que hizo que la chica aminorara la velocidad considerablemente. Escuchaba bramidos espeluznantes y cada vez los escuchaba más fuertes. No podía verlos aún, pero sabía que cerca había animales mutantes con los que ella esperaba no encontrarse.

Le costaba bastante mantener el equilibrio con aquel temblor, pero parar era algo en lo que no podía pensar. Necesitaba llegar al campo y luchar junto a sus compañeros. Le tranquilizaba saber que ya estaba bastante cerca de la zona, aunque por otra parte tenía miedo del panorama que pudiera encontrarse allí.

Cuando la joven vio el campo a lo lejos quedó completamente horrorizada al ver que el lugar estaba rodeado de descompuestos seres que intentaban entrar. Había varios muros destrozados y muchas de las verjas tiradas al suelo. El escuchar disparos y gritos, hizo que la chica cometiera la locura de meterse de lleno en aquel bullicio.

Esta estuvo a punto de volcar, esquivando a un podrido que iba a agarrarla con sus pestilentes manos. Tiró la moto la moto a escasos metros, al darse cuenta de que era imposible seguir avanzando así. El viejo vehículo quedó tirado al lado de los escombros de lo que antes había sido un muro no muy alto, mientras la chica desenvainaba su arma.

Cortaba todas las cabezas que se ponían en su camino, corriendo como alma que lleva el diablo. Nada iba a frenarla hasta que no consiguiera adentrarse y ayudar a sus compañeros. Estaba cansada pero sabía que tenía que sacar todas las fuerzas que tuviera en su interior.

—¡Vete de aquí! ¡No hay nada que hacer!—Gritó un soldado que intentaba escapar del lugar.

—¿Dónde están los demás? ¿Y Johnny? —Preguntó ella rápidamente, quitándose a un zombie de encima a empujones mientras le cortaba la cabeza a otro.

—¡Creo que todavía quedan algunos dentro! —Exclamó el hombre, recargando su Glock con prisa.

—¡Soldado! ¡Vuelva ahí dentro! ¡Es una orden! —Vociferó Ley como una histérica, haciéndole un gesto para que la siguiera.

El soldado acató la orden, comenzando a seguir a la chica hacia el interior. Él cubría la retaguardia de la pelirroja, dejando que ella fuera quien abriera el camino.

—¿En que parte están? —Preguntó la pelirroja con preocupación.

—¡Creo que en los sótanos! —Respondió raudo el hombre, saltando por encima de una pequeña pila de zombies muertos.

Ambos entraron dentro del primer edifico del campo, poniéndose algo más a cubierto. Una vez dentro movieron varios estantes intentando bloquear todo lo posible aquel hueco, para que no siguieran entrando las pestilentes criaturas.

—¡Detrás de ti! —Gritó el soldado, salvando a la pelirroja de un zombie que iba a agarrarla.

El interior del edificio estaba repleto de criaturas que ya habían conseguido entrar, impidiéndoles que avanzaran todo lo rápido que ellos querían. El soldado intentaba suministrar las pocas balas que le quedaban, disparando solo cuando era estrictamente necesario.

Los desgarradores gritos cada vez se escuchaban más fuertes según se iban adentrando en el antiguo complejo. Este desagradable hecho no era lo único terrible de la situación. Por el camino iban encontrando restos de lo que antes habían sido compañeros suyos, junto a botas militares manchadas de sangre que andaban tiradas por ahí.

Al pasar junto a la enfermería vieron como un basto grupo de esos horribles monstruos se estaban comiendo a los enfermos. Aquella espeluznante visión era devastadora para Ley. Aquellas personas no podían moverse y estaban siendo devorados sin compasión. Agonizaban gritando como cerdos en una matanza, al ser destripados poco a poco mientras les arrancaban cachos de carne de cuajo.

—No podemos parar. —Dijo el soldado entristecido, cogiendo a la pelirroja del brazo.

—No voy a dejarlos morir como perros. —Contestó la chica firmemente convencida, dándole un manotazo al soldado para que la soltara.

La delgada joven aporreó la puerta de la enfermería, llamando la atención de las descompuestas criaturas. Estas rápidamente comenzaron a avanzar, ansiosas de más carne fresca.

—¡Solo me quedan trece balas! —Exclamó el soldado nervioso tras contar la munición que le quedaba.

—¡Cúbreme! Tenemos que guardar munición para salvar al resto. —Respondió la chica con rapidez, atravesando el cuello de uno de los zombies más cercanos.

Ley intentaba disimular su cansancio, pero era algo que cada vez le costaba más. Le dolían los brazos y se sentía pesada. Sus movimientos cada vez eran más lentos y más costosos. Esto hizo que las criaturas se acercaran peligrosamente a ambos.

—¡Dispara joder! —Gritó Ley enfadada, empujando exhausta a un podrido que había estado apunto de agarrarla.

El soldado vació lo que le quedaba del cargador, gastando las últimas seis balas. Solo falló uno de los tiros, acertando los restantes limpiamente. La chica haciendo un basto esfuerzo terminó con la vida del último zombie que quedaba en pie.

—Vamos a morir. No tenemos balas y tú estás apunto de no poder sostenerte en pie. No debíamos haber entrado en esta sala. —Dijo deprimido el hombre, sacando su cuchillo y apretándolo con fuerza.

—¡Cállate! Primero deberíamos aliviarles su agonía, y luego ya pensaremos en nosotros. —Contestó la chica con seriedad, acabando con la vida de uno de los moribundos que yacía en una de las camillas.

—¡No me des largas! ¡Busca balas o algo! —Gritó nervioso el hombre, observando la puerta de la enfermería por si alguna criatura le daba por hacer una visita inesperada.

—¡Ayúdame con ellos! —Respondió la pelirroja, girándose para mirarlo con mala cara.

—¡La mayoría están muertos ya! ¡Esto ha sido una estupidez! ¡Ayúdame tú a buscar munición!—Replicó el soldado, acercándose a uno de los muebles.

—¡Calla! ¡Necesito estimulantes! ¿Ves aquí algún otro lugar donde pueda conseguirlos? ¿O es que pretendes que vallamos a comprarlos a una farmacia? Simplemente por eso ya merecía la pena entrar. ¿Qué me dices de ellos?¿Preferías seguir escuchando sus gritos? —Dijo enfadada Ley, tras pegar un porrazo en la pared.

 El soldado molesto comenzó a rebuscar rápidamente entre los cajones de los muebles de la enfermería, mientras que Ley se estaba encargando de cortarles la cabeza a sus compañeros caídos con la esperanza de que no se transformaran.

—¡Tengo tu estimulante! ¡Aquí hay Ritalin! —Exclamó vivaracho el soldado, orgulloso de su hallazgo.

—¡Dámelo! No aguanto más. —Pidió cansada la chica, tras dar un largo suspiro.

El hombre lanzó el pequeño bote, el cual Ley no pudo coger al vuelo. Esta se agachó pesadamente hasta el suelo para recogerlo con torpeza. El soldado tras un rato de búsqueda encontró ocho balas desperdigadas por los cajones, con las que comenzó a recargar su arma.

Entre los cuerpos inertes de las podridas criaturas empezó a moverse algo. Era el cadáver de una chica que se había transformado. Se arrastraba lentamente por el suelo, sin que ambos se dieran cuenta de su presencia.

Ley estaba en el suelo intentando recuperar fuerzas, mientras esperaba que le hiciera efecto el Ritalin. Estaba tan cansada que le costaba trabajo tener los ojos abiertos, y estos se le entrecerraban con basta frecuencia.

El soldado seguía rebuscando con la esperanza de encontrar alguna bala más. Estaba sumamente preocupado con aquel tema. Sabía que sin munición estaría perdido y no quería correr esa suerte.

—¡Joder! —Gritó dolorido el soldado, intentándose quitar de encima a la criatura.

La pelirroja abrió los ojos horrorizada, viendo como su compañero era mordido en el muslo ferozmente. Este nervioso zarandeaba la pierna, mientras intentaba llegar hasta su pistola. Finalmente consiguió cogerla y dispararle a la podrida criatura en la cabeza.

—¡Tenemos que irnos! —Gritó el hombre desconsoladamente.

—Tú ya no puedes ir a ningún lugar… —Susurró la chica cabizbaja.

—Todavía puedo ayudarte a salvar a los que queden. —Respondió el soldado con seriedad, cojeando hasta la puerta.

Ambos prosiguieron el camino en pésimas condiciones, ayudándose el uno al otro cuando encontraban podridos. A cada paso se veía que el soldado estaba peor. Tenía el rostro pálido y una mueca de dolor que se incrementaba poco a poco.

Los temblores que se notaban eran tan fuertes que muchas veces les hacían perder el equilibrio. Los bramidos podían escucharse profundamente, procedentes de las cercanías. Ambos sabían que los mutantes pronto llegarían al campo inexorablemente.

—¿Te llamabas Santiago no? —Preguntó la joven intentando darle conversación al soldado para que se mantuviera lo más consciente posible.

—Si, mis padres eran españoles. Españoles que se marcharon de Europa por cuestiones de trabajo. De Europa, por si no lo sabías vaquera. —Contestó dolorido el hombre.

—Se donde está España. —Añadió la pelirroja entre risitas.

—Lo especificaba porque la mayoría de vosotros sois unos paletos. —Bromeó Santiago intentando disimular su dolor.

Sonó un estruendo encima de sus cabezas, justo antes de que parte del techo se derrumbara. Era imposible retroceder o avanzar por el pasillo, todo estaba lleno de escombros que impedían el paso. La única salida era por una puerta metálica que estaba cerrada con una llave que ellos no tenían.

Ley arrancó unas varillas de su cinturón intentando usarlas a modo de ganzúa. Las metía en la cerradura y trasteaba con ellas una y otra vez. La joven se desesperaba por momentos, tenía que encontrar a Johnny entre todo aquel caos. La idea de quedar atrapada con alguien al que no sabía cuanto le quedaba para transformarse, no era una idea que la tranquilizase demasiado.

Santiago se sentó en el suelo desanimado. Le quedaban pocas fuerzas y si no salían pronto de allí, dudaba que pudiese andar mucho más. Su dolorosa herida no dejaba de supurar pus, su cabeza parecía que iba a explotar y para colmo no podía parar de sentir picores por todos los lados.

Cada vez que la chica veía como el soldado se rascaba, se impacientaba más y más. No tenía buena pinta, y esta empeoraba por minutos. Sabía que la infección se estaba propagando con bastante rapidez, ya que no era normal que tuviera tan mal aspecto tan pronto.

—¿Te habían mordido antes? —Preguntó pensativa la chica.

El hombre lo negó con la cabeza, reincorporándose un poco.

—¿Estabas enfermo? ¿Has tenido problemas con la radiación? No sé algo por lo que estuvieras débil. —Dijo Ley nerviosa, intentando resolver el misterio.

—Si, radiación. En una de las salidas se me rompió el traje. No estuve expuesto por mucho tiempo, pero ya sabes… —Respondió Santiago desganado.

La chica sabía que debía darle conversación. Esa era una de las mejores maneras de saber como se encontraba un infectado. Si hablaba coherentemente y se mantenía despierto, significaría que su fin no estaba tan próximo.

 —Dime, Santiago. ¿Por qué entraste en el ejército? —Preguntó la pelirroja con curiosidad.

—Quería ir a Rota. Quería servir en España. Ambos ejércitos colaboraban juntos. No había mejor manera de servir a los intereses de mi casa, y del país de mi familia a la misma vez. —Respondió el hombre lentamente.

—¿Por qué te sublevaste con nosotros? Cuéntame cosas de ti. —Dijo Ley interesada.

—Sabes que no era solo un problema de los Estados Unidos. Esas asquerosas multinacionales estaban acabando con la dignidad humana y con todos sus gobiernos. Me enseñaron de chico los valores de los caballeros de la vieja Europa. Ser alguien honorable era la única opción. Debía ser integro y dejar a un lado los egoismos. —Dijo pesadamente Santiago, intentando aguantar su dolor.

—Sigue hablando Santiago. —Añadió Ley algo distraída por culpa de la cerradura.

—Abre, solo abre la puerta. No te preocupes por mi salud. —Susurró el soldado con cansancio.

Tras un rato de un absoluto y tenso silencio, Ley consiguió abrir la puerta. Esta ayudó al hombre a levantarse del suelo, justo después de abrirla. No quería perder ni un minuto más del que ya había perdido.

Santiago cojeaba exhausto por los pasillos, intentando seguir el paso de la chica. Esta iba limpiando el camino de podridos, mientras notaba como le iba haciendo efecto el Ritalin que había tomado.

Conforme se adentraban en las profundidades del complejo, más se escuchaban los gritos y disparos de sus compañeros. Los ruidos se venían de varias direcciones, lo que complicaba la búsqueda.

Entraron en uno de los barracones, el cual estaba repleto de manchas de sangre. Había varios cadáveres de compañeros suyos tirados en el suelo. Los difuntos estaban en un pésimo estado, tras haber sido medio devorados por esas agresivas criaturas que pululaban por todo el campo de concentración. Ambos reconocían las caras de algunos amigos, mientras se imaginaban las de otros a los que les habían arrancado más de media cara.

El soldado comenzó a registrar las pertenencias de los muertos, en busca de balas que pronto encontró. No le gustaba la idea de tocar las cosas de sus compañeros caídos, pero era algo completamente necesario.

—¡Ni te acerques a él! —Gritó Ley fuera de sí, observando como el soldado se acercaba a uno de los cadáveres.

Este se quedó completamente inmóvil en el acto. La pelirroja seguía observándolo, esperando a que se alejara de su difunto amigo.

—Ya has cogido suficiente munición. No toques a Mike, no te acerques a él. Respeta a ese gran teniente. —Insistió la chica con una sobria seriedad.

—¡Corred! —Se escuchó una voz masculina tras una de las puertas de los barracones.

Ambos se miraron justo antes de echar a correr hacía aquella puerta. Ley entró primero en el amplio pasillo, viendo como tres compañeros suyos corrían algo desesperados.

—¡Esperad! —Vociferó la chica rápidamente, llamando la atención de los soldados.

Estos se pararon inmediatamente, esperando a que Ley y Santiago les alcanzaran. Santiago cojeaba cada vez más, haciendo más lenta la carrera del grupo. Este tenía un aspecto horrible. Sus labios estaban casi tan morados como los de un muerto y su rostro tan pálido como el de un fantasma.

—Tenemos que llegar hasta el sótano B, tenemos que sacar de allí al resto. Nos comunicamos con ellos. Están atrapados allí. —Dijo tenso uno de los soldados, dirigiéndose a la pelirroja.

—¿De donde veníais vosotros? ¿Estabais solos? —Preguntó la joven algo dubitativa.

—Hemos estado sacando a gente de aquí. En nuestro grupo íbamos cinco. Dos murieron intentando sacar de aquí a un pequeño grupo. —Contó el mismo soldado que había informado a la delgada chica.

Ley entristecida asintió rápidamente. El grupo siguió adentrándose en los sótanos, eliminando a toda criatura que se ponía en su camino. No eran muchas las que se encontraban, pero si eran muchos los cuerpos inertes de los zombies que habían sido abatidos antes de que ellos llegaran.

Santiago había comenzado a toser sangre, mientras su cuerpo se debilitaba por momentos. Sus ojos estaban inyectados en sangre, haciendo un extraño contraste con la blancura de su cara. Mirarle estaba empezando a dar miedo. Su rostro ya no era el de una persona normal. Su aspecto enfermizo era una preocupación para todo el grupo. Temerosos todos, le miraban repetidas veces con desconfianza. Nadie se quedaba muy cerca de él, ninguno quería atreverse a que le tocara su inminente transformación al lado.

Ley se paró en el suelo al lado de una gran mancha de sangre, recogiendo del suelo un mechero que le era bastante familiar. La asustada chica lo apretó con fuerza, temiendo que hubiera pasado lo peor. Por su cabeza estaban pasando todo tipo de pensamientos lúgubres y pesimistas.

—No podemos pararnos, lo sabes. —Susurró Santiago acercándose a la nerviosa chica.

Esta asintió deprimida, levantándose dispuesta a cumplir su deber. Fuera cierto o no lo que pasaba por su cabeza después de encontrar aquel mechero, tenía que seguir y salvar a los que aun quedaran con vida.

El camino comenzó a volverse más peligroso, encontrando una fuerte resistencia en las estancias en las que se adentraban. Las salas de aquel sótano estaban repletas de babeantes criaturas que se aglomeraban, ansiosas de carne viva y fresca.

El grupo de soldados iba en formación, intentando resistir de mejor manera la ofensiva zombie. Al principio resistían bien, pero al cabo de un rato las criaturas los tenían completamente rodeados.

Ley intentaba hacer un hueco entre la masa de podridos, buscando una salida a aquella situación tan tensa. La joven blandía su catana con fuerza, mientras sus compañeros disparaban lo más rápido que podían.

Uno de los cadáveres andantes agarró a la pelirroja del brazo, forcejeando con ella con ansias de morderla. Santiago le pegó un empujón a la criatura, apartándola raudo de la nerviosa chica. Esta acción le costó un gran mordisco en su brazo derecho, quedándose si un gran cacho de carne. El soldado gritaba de dolor, viendo horrorizado como salía la sangre de su extremidad malherida.

—¡Rápido! ¡Hay que salir de aquí! —Gritó dolorido el soldado español, disparándole al podrido que le había mordido.

Los soldados echaron a correr por el hueco que había abierto la pelirroja entre las pestilentes criaturas. Ley retrocedió para agarrar a Santiago, salvándole de ser mordisqueado otra vez. La chica no pretendía dejar atrás a aquel honorable soldado, que le acababa de salvar la vida.

—¡Vamos! —Vociferó la joven, tirando de Santiago para que avanzara más rápido.

El siguiente pasillo estaba bastante más vacío, pero tampoco era un lugar seguro. Santiago dio un tras pies, cayendo de bruces al suelo. Ley le tendió la mano para ayudarle, mientras el resto miraban el gesto con desconfianza. Ellos veían incomprensible que les acompañara un infectado, no querían tener a ninguno tan cerca como tenían a este.

—No puede seguir, es mejor que le dejemos aquí. —Comentó con crueldad uno de los soldados, mirando como su compañero cojeaba agarrado a la chica.

—Se que no va a sobrevivir a esto, pero todavía es una persona. Él va a venir con nosotros y va a ayudarnos. Nosotros le ayudaremos a él mientras podamos, no vamos a dejarle tirado como a un perro. —Contestó la joven bastante enfadada, mirando a aquel soldado con mala cara.

El grupo siguió avanzando con algunos de sus miembros descontentos. No querían al infectado, estaban bastante molestos con Ley por insistir en llevarlo con ellos. Pensaban que era una actitud irresponsable que estaba condenada al fracaso más absoluto.

—¡Estoy harto! ¡Él no va a venir con nosotros! ¡Déjale aquí! ¡Si no le dejas tendré que matarle! —Protestó descontento y a gritos uno de los soldados, apuntando a Santiago con el cañón de su arma.

—¡Estoy de acuerdo! —Exclamó otro de ellos, sacando su arma para apuntarle a la cabeza.

Ley los miraba con ira, histérica por el comportamiento de sus subordinados. No estaba dispuesta a dejar tirado a Santiago. No iba a abandonarlo después de haber recibido su ayuda. No podía dejarle sabiendo que era un hombre de honor.

—¡Calmaos! —Gritó el otro soldado poniéndose en medio de la trifulca.

—¡Quita de en medio! —Amenazó uno de ellos, desafiando a su compañero por no apoyarle.

—Detrás… —Susurró Santiago advirtiendo del peligro, alzando su brazo herido para señalar a un podrido que se acercaba a la espalda de quienes le apuntaban.

Una asquerosa criatura con el rostro completamente deformazo agarró a uno de los soldados por el cuello. Este no tubo tiempo de reaccionar, pagando el precio con un desgarrador bocado en la carótida.

Cuando al resto le dio tiempo a reaccionar, se dieron cuenta de que tenían varios podridos muy cerca de ellos. Estas criaturas acabaron sin compasión con aquel soldado que segundos antes se había revelado.

El grupo hizo intentos por salvarle, pero fue algo inevitable. Por culpa de la discusión se habían descuidado, poniéndose en peligro ellos mismos. Aquella pelea les costó un compañero caído y una escapada bastante agobiante, intentando tirar del débil Santiago que cada vez avanzaba más lento.

Los disparos podían escucharse casi al lado, dando esperanza al desanimado grupo. Apretaron el paso todo lo que pudieron, ansiosos por llegar al lado del resto de sus compañeros. Todos y cada uno de ellos tenían la esperanza de encontrar algún ser querido. Deseaban que esos seres queridos fueran los que seguían con vida, resistiendo ante la invasión de los podridos.

—Seguro que Johnny cerca. Tú no preocupa. —Susurró quebrantado Santiago, intentando sonreír con la mejor cara que era capaz de poner.

Aquella sonrisa caló muy dentro de Ley. Que intentara sonreír en aquel momento para animarla era sin duda uno de los mejores gestos que había visto en su vida. Demostraba mucho, era sin duda una persona loable. Sintió una pena que la superaba, al notar como Santiago aparte de su mal aspecto, empezaba a no hablar coherentemente. Sabía que el fin estaba muy cerca, y era algo que no quería que llegara.

El débil hombre no podía aguantar el tremendo escozor y el picor que sentía por todo su cuerpo. Cayó un trozo de carne de la pierna del soldado español, tras rascarse compulsivamente. El grupo quedó horrorizado al ver como esto ocurría ante sus ojos, una visión de lo más desagradable.

—No importa. Yo bien. Poder caminar. Compañeros no preocupación. —Dijo nervioso Santiago, intentando calmarlos con palabras que no le convencían.

El hombre realmente estaba terriblemente atemorizado. No tenía miedo a morir, pero si al lamentable estado que tenía. El no quería dejar de ser lo que era, no quería morir sin ni un ápice de conciencia. La memoria le fallaba al intentar recordar algunas anécdotas de su vida. Quería recordar su casa de la infancia, pero lo había olvidado completamente.

—Infancia sueño. Ver mis ojos Granada. No pude. Siempre quiso ser honor soldado. No capitulación. Leer viejas historias. Cabeza alta. Soldado antiguo. Europa. Legado antepasados. Recuerden. Tercios. No olvidar. —Susurró incoherentemente un par de veces seguidas, intentando recordar todo lo que podía.

—Para ti moneda. Maravedis dos. Objeto familia. Suerte. —Murmuró Santiago, regalando su amuleto de la suerte a la pelirroja.

El amuleto era una vieja moneda bastante irregular, con una arandela en uno de sus bordes. En esta iba una cuerda de cuero bastante larga, haciendo del objeto un collar grande.

—Gracias Santiago, lo llevaré conmigo hasta mi muerte. Honraré tu memoria llevándolo puesto. —Agradeció Ley con una dulce sonrisa, intentando aliviar el alma de su compañero.

Este no quería que su reliquia familiar quedara perdida para siempre. Recordar lejanamente todo esto hizo que el hombre se pusiera todo lo recto que podía. Levantó su cabeza, tragó saliva, apretó su mandíbula, y empezó a hacer un esfuerzo sobrehumano para poder apretar el paso. Aquel moribundo soñador había querido seguir siempre el ejemplo de los soldados de los viejos tercios españoles, y quería morir como uno de ellos.

Sus compañeros quedaron impresionados de ver como aquel hombre pretendía aguantar la compostura lo más posible. Estaba realmente mal y quería seguir dándolo todo, aunque aquello le costara casi todas sus fuerzas.

El grupo atravesó una puerta que les llevó a la estancia donde se encontraban el resto de sus compañeros. La gran sala estaba repleta de pestilentes podridos que rodeaban a los que se encontraban allí.

Johnny y Effy protegían al resto ya que eran los únicos que tenían balas. Los demás arrojaban todo lo que podían, intentando que las hambrientas criaturas no se acercaran.

—¡Johnny! —Gritó Ley al ver al pelirrojo, después de haber pensado que estaba muerto.

—Camino para amigos. Sin nosotros no salir. —Dijo Santiago en voz baja, apuntando con su Glock a los agresivos zombies.

—¡Has vuelto! —Exclamó sonriente Johnny, recuperando la esperanza perdida.

Se habían metido justo en la boca del lobo. Aquella sala estaba completamente infectada. Entre ellos y el grupo de Johnny había demasiados podridos como para llegar hasta sus compañeros.

Ley y sus compañeros atacaron en formación. La pelirroja masacraba con su espada a esos pestilentes seres, mientras sus compañeros la cubrían disparando a todo lo que se les acercaba más de la cuenta.

Santiago disparaba dolorido. Su puntería había desmejorado bastante, pero aún era de utilidad para sus compañeros. Esputaba sangre con sufrimiento, contorsionando su cuerpo violentamente en una tos con muy mal aspecto. Le dolía todo el torso de toser y respiraba costosamente, pero nada de eso le impedía seguir eliminando a los podridos.

Effy cubría uno de los lados, mientras que Johnny cubría el otro. Ambos hacían buen equipo, manteniendo alejados a los hambrientos seres de los compañeros a los que protegían.

—¡Son muchos! —Gritó desesperado uno de los soldados que iba con la pelirroja, matando de un tiro en la cabeza a un zombie que se había acercado peligrosamente a él.

Santiago comenzó a tararear una marcha militar que ninguno de los presentes había escuchado jamás. Alzó su cabeza y se puso en primera fila a matar a todos los descompuestos seres que podía. Les disparaba, les arrojaba cosas e incluso recurriendo a toda su fuerza les pegaba cabezazos.

—Nadie tercio sabía. Quien legionario era. Temerario. Legión se alistó. Saber nadie su historia. Legión preguntar era él. Rudeza. Soy hombre suerte hirió fiera. Novio muerte. Yo unirse fuerte. Leal amiga. Fuego rudeza. Defender bandera. Avanza legionario. No temer enemigo. Morir bravo. —Cantaba dolido el soldado de padres españoles, siendo mordido en el hombro de su brazo herido mientras disparaba a otro podrido.

Todos vieron como su valiente compañero parecía delirar. Estaba inmerso en sus obsesiones, las cuales eran de las pocas cosas que el hombre podía llegar a recordar. No sabían si era por la desesperación, por delirios o es que simplemente aquel hombre quería morir con el más alto de los honores. Dar la vida por los compañeros no era ninguna fruslería. Cierto era que le quedaba poco, pero era increíble la entereza y valentía que estaba demostrando.

El malherido soldado tropezó cayendo bruscamente al suelo. Aquel tras pies fue aprovechado por una de las criaturas que estaba en el suelo, arrancándole media mano y un trozo de su brazo herido.

Santiago gritaba de dolor, disparándole repetidas veces a la infecta criatura que le acababa de morder. Después tragó saliva y volvió a apretar la mandíbula con fuerza.

—¡Cubrid mi espalda! —Ordenó Ley desconsoladamente, agachándose para ayudar a levantar a Santiago.

Este una vez en pie se apoyó en una de las paredes, esperando poder recuperar algo de fuerza para volver a atacar. Apenas era capaz de pensar mucho, pero había algo que tenía claro. Tenía que honrar sus raíces y sus actos hablarían de él después de su muerte.

Ya quedaban menos zombies entre los dos grupos de soldados, pero aún eran muchos los que estaban en medio. Algunos de los podridos alcanzaron a tres de los soldados que defendía Effy, mientras ella recargaba su arma.


—¡Joder! ¡No vamos a salir nunca de aquí! —Gritó Johnny nervioso, viendo como cada vez había menos distancia entre ellos y los descompuestos seres.

—¡Aguanta! —Vociferó Ley histérica, atravesando el cuello de uno de los pestilentes monstruos.

Uno de los soldados que disparaban al lado de la pelirroja fue alcanzado. El cadáver andante mordió su antebrazo, mientras estaba matando a otro que casi le había cogido.

—¡Dios! —Gritó de dolor el soldado, disparando a su atacante repetidas veces.

—Tu. Yo. No salvación. Ayudar amigos. —Dijo Santiago lleno de dolor, haciendo un esfuerzo sobrehumano al reincorporarse entre llantos de agonía.

El soldado asintió entre suspiros, recargando rápidamente su arma. Este avanzó primero metiéndose entre los zombies, para matar a todos los que le dejaran matar antes de que se lo comieran. Disparaba y le pegaba patadas a los podridos con ferocidad. El ejemplo de Santiago le había motivado a morir para salvar a los demás.

—Sangre proteger reino. Tercios. Flancos, cubre. Libre hombre, no miedo. Muere. Proteger. No derrota. Solo en muertos capitula. Hierro. Canto. Cielo. Teme no, tercio columna. —Tarareaba Santiago entre quejidos una y otra vez, siguiendo entre la muchedumbre podrida al otro valiente soldado.

Santiago entre esfuerzos inhumanos estaba ayudando al soldado a abrir el camino para que ambos grupos se reunieran.  Les disparaba a unos y otros los apartaba a porrazos, pegándole a las hambrientas criaturas con su media mano sangrante. Gritaba del tremendo dolor que le suponía aquella acción heroica, intentando aguantar el mal estar lo más que podía. Estaba dispuesto a sacar fuerzas hasta de debajo de la tierra, con tal de salvar al resto de sus compañeros.

El resto fascinados por la valentía de aquellos hombres, se abrían camino entre los podridos para reencontrase con sus compañeros. Una vez reunidos intentaron ayudar a los valientes soldados a salir.

—Amigos. —Balbuceó Santiago, tambaleándose de un lado a otro intentando salir de la muchedumbre pestilente.

—¡Joder! ¡Salid! —Gritó agónicamente el otro soldado, cayendo al suelo de bruces mientras le mordía un asqueroso ser por detrás.

Todos menos la pelirroja dejaron de avanzar, pensando que no tenía sentido seguir arriesgando la vida por un moribundo que estaba apunto de transformarse o morir desangrado.

—¿Qué coño os pasa? ¡Nos ha salvado la vida! —Gritó histéricamente Ley, cortando el cuello de uno de los podridos que estaban cerca de Santiago.

Johnny disparó a un zombie que iba a coger a la pelirroja, mientras esta salvaba nuevamente la vida de Santiago. Ley agarró su cuerpo malherido y tiró de él, sacándole de en medio de los podridos.

El grupo consiguió salir de la estancia, volviendo al recorrido que había hecho la pelirroja justo antes. Santiago se tambaleaba, cojeaba, e incluso se tropezaba con sus propios pies.

—Gracias. Puedo no. —Susurró quejumbroso Santiago, soltándose de la pelirroja para desplomarse bruscamente.

—Dolor. Hambre. Triste. No casa ver. No Nueva York. No España. No familia. Oscuridad. Mente. Oscuridad. Honor. Dolor. Pena. —Repetía seguidamente entre balbuceos, intentando no cerrar sus ojos.

—Mátalo ya, no puede seguir. —Sugirió Johnny con preocupación.

Ley derramó sus lágrimas viendo como aquel valeroso hombre iba a morir en cuestión de minutos. Ya apenas era consciente, se estaba desangrando, y era imposible que caminara, pero aún así Ley estaba desconsolada con la idea de matarle.

—Santiago, mírame. No te duermas. Escúchame, concéntrate. —Pidió Ley un par de veces, llamando la atención del moribundo.

—Santiago eres sin duda uno de los hombres más valientes con los que he servido. Eres un hombre de honor. Nos has honrado a todos con tu presencia. Tus gestos serán recordados heroicamente como tus antepasados españoles. Respetamos a su pueblo soldado. Cuide de los compañeros caídos allá donde quiera que se dirija. Soldado es usted un digno guerrero. —Dijo Ley con seriedad a modo de discurso, despidiéndose del honorable soldado español, justo antes de dispararle en la sien.

Tras rendirle aquel homenaje al moribundo y acabar con su agonía, la joven volvió a llorar silenciosamente. Algunos de los soldados rezaban oraciones cristianas por las almas de los caídos, recorriendo los pasillos casi en procesión.

Todos menos los que rezaban iban en silencio, escuchándose solo los quejidos de los podridos, los disparos y aquellas oraciones entre susurros. Era una escalofriante escena que les partía el alma.

Estaban más desanimados que nunca. La mayoría de sus compañeros habían muerto agónicamente, muy pocos habían conseguido escapar, apenas habían podido sacar ni la mitad de cosas que iban a llevarse, y para colmo no sabían que les depararía en el exterior.

Continuaron de esa manera casi hasta la salida, cuando se dieron cuenta de que algunos pequeños animales mutantes se habían adentrado en el inhóspito campo de concentración.

—Solo nos queda correr. Apenas quedan balas. —Opinó Johnny mirando al resto de sus compañeros.

Todos asintieron apretando sus armas con fuerza. El grupo corría por los últimos pasillos del complejo, esquivando como podían a los deformes animales. Uno de ellos fue alcanzado, para acabar devorado por cuatro de estas criaturas.

Consiguieron salir a duras penas del exterior, para encontrarse con el gran caos. Toda la zona estaba invadida por animales mutantes. A lo lejos se veía como se estaban acercando unas enormes criaturas, que a pesar de lo deformados que estaban parecían haber sido elefantes antaño.

—¡Johnny! ¡Si! —Gritó Ley nerviosa,  blandiendo su espada contra una criatura mutante.

—¿Qué si que? —Preguntó el pelirrojo completamente desorientado, disparando a un mutante que le iba a echar encima.

—¡Que si Johnny! ¡Que si a lo que me preguntaste al volver del molino! —Contestó la chica rápidamente, esquivando a un mutante que le iba a pegar un zarpazo.

—¿Enserio? ¿Estás de cachondeo? —Cuestionó Johnny, intentándose asegurar.

—¡Si! ¡Si salimos con vida claro! —Exclamó la pelirroja sonriéndole, descuidando su espalda.

Este descuido fue aprovechado por uno de los mutantes que le pegó un porrazo, dándole de lleno en la cabeza. Ley cayó al suelo bastante aturdida. Effy la ayudó a levantarse, cogiéndola del brazo rauda.

La pelirroja corría lo más rápido que podía. Iba a gran velocidad, pero no era capaz de ir recto. Parecía correr desviándose siempre hacía la izquierda, cosa que también le pasaba cuando atacaba con su catana.

—¡Yo tengo la moto ahí! —Gritó la pelirroja señalando un poco más delante.

—¡Nosotros tenemos los coches en otra dirección! —Vociferó uno de los soldados justo después.

—¡Nos vemos en la encrucijada de los carteles inmobiliarios! —Ordenó Ley con seguridad, desviándose de la ruta.

—¿Cómo vas a ir sola? —Replicó Johnny disgustado, viendo como la chica se iba sin más.

La pelirroja tropezó con un escombro, pegándose un gran golpe en el brazo contra el suelo. Se levantó dolorida, suspirando profundamente varias veces. La chica siguió corriendo hasta su destino, intentando esquivar a todos los mutantes que podía.

Al llegar a donde estaba la moto tubo que levantarla del suelo, haciendo un gran esfuerzo después de haberse hecho tanto daño. Se subió en ella aún algo aturdida, notando como se mareaba gradualmente.

—¡Joder! ¡Ahora no! —Gritó la chica nerviosamente, zarandeando su cabeza con la esperanza de despejarse un poco.

Arrancó la vieja moto y se dispuso a iniciar el camino, sabiendo que no se encontraba en óptimas condiciones. Quedarse no era una opción, pero tampoco iba a arriesgarse a tener un accidente por ir más rápido de lo que su cerebro podía procesar.

Le dolía muchísimo el hombro conduciendo la moto, mareándola todavía más al aguantar aquel dolor. Por culpa de este mareo estuvo apunto de volcar. Se concentraba todo lo que podía, pero no se encontraba nada bien.

Al poco rato la joven empezó a perder la consciencia, cerrando y abriendo los ojos con basta frecuencia. Finalmente se desmayó, cayéndose de la moto en mitad de una vieja carretera.

Ley despertó con un dolor de cabeza horrible. Al abrir los ojos vio una pequeña estancia en penumbra, la cual no había visto en su vida. Se levantó silenciosamente, intentando ver lo que le rodeaba en la oscuridad.

Parecía estar sola en aquel extraño lugar. La habitación parecía llevar décadas acumulando polvo. La chica tosía una y otra vez al respirar en ese ambiente tan sucio. No podía parar de hacerse preguntas, todo era demasiado raro.

Lo poco que podía ver de la decoración de la sala, parecía ser bastante antiguo. Esos muebles enterrados en polvo tenían pinta de ser de algún otro siglo. El lugar era bastante tétrico y fantasmagórico.

—Por fin despiertas. —Susurró Effy, entrando sigilosamente en la estancia.

—¿Dónde estamos? ¿Cómo he llegado aquí? —Preguntó la pelirroja desconcertada.

—Te recogimos tirada en el suelo. Vinimos aquí a refugiarnos, y ahora estamos atrapados. Llevas durmiendo bastante tiempo. Johnny dice que algo más de una semana, pero es fácil confundir las horas aquí encerrados. Él dice que su reloj funciona bien, pero quien sabe… —Contestó Effy en voz baja, dándole algún que otro trago a una botella de wisky que llevaba en la mano.

—¿Qué es este lugar? Este sitio es raro.  —Dijo la pelirroja confusa, observando con detenimiento la tétrica habitación.

—Uno de los soldados estuvo leyendo aburrido unos papeles que encontró, y parece que esto fue un palacete de alguna familia aristócrata de Inglaterra. Está medio derruido. Debe llevar bastante tiempo abandonado. —Comentó Effy bajando gradualmente la voz.

—¿Por qué hablas tan flojo? —Preguntó Ley algo confusa.

—No estamos solos… —Añadió Effy con preocupación.

—Effy habla. Cuéntamelo todo. —Pidió Ley en voz baja, con ansias de saber todo lo referente al lugar.

—Nos metimos aquí pensando que sería un buen refugio. Paramos aquí porque estábamos a mucha distancia de los refugios donde están el resto de nuestros compañeros. El lugar está infectado. La única entrada que conocemos se derrumbó al día siguiente de entrar. El lugar es inmenso, llevamos días recorriendo el palacete en busca de otra salida. Cada día descubrimos nuevas habitaciones, el lugar es todo un laberinto. El resto ahora mismo está registrando a fondo algunas salas. Necesitamos cualquier cosa que nos pueda servir. —Contó la joven procurando informar todo lo posible a la pelirroja.

—¿Y eso que bebes? —Preguntó Ley con cierto descontento.

—Wisky con más de un siglo. ¿Qué te parece? Hemos encontrado todo tipo de cosas extrañas en este lugar. Como yo debía quedarme vigilando que ninguna criatura se acercara aquí decidí darle unos tragos. —Se explicó Effy rápidamente, intentando excusar su comportamiento.

Ambas chicas esperaron en silencio hasta que llegó el resto. Por la puerta entró Johnny junto a cuatro soldados más, cosa que extrañó bastante a la pelirroja.

—¿Y los demás? —Preguntó nerviosa Ley, levantándose del suelo en un abrir y cerrar de ojos.

—No hay nadie más… —Respondió el pelirrojo con la cabeza gacha.

Ley tremendamente entristecida se acercó lentamente al pelirrojo. Ella lo agarró con todas sus fuerzas, abrazándolo sentimentalmente unos minutos que fueron como horas. Los finos brazos del chico rodearon a la pelirroja fuerte pero cuidadosamente, como si de algo sumamente delicado se tratase.

La chica notó el calor del joven llenándola de vida, y devolviéndole algo de la esperanza que ella creía haber perdido completamente. Ley sabía que el esquelético pelirrojo no era un hombre robusto de musculosos brazos, pero sabía que aún con la poca fuerza de Johnny estaba a salvo. La fuerza interior del pelirrojo era tan grande como para protegerla cuando ella lo necesitase.

—En el campo creí que habías muerto. Encontré tu mechero tirado en un charco de sangre. Menos mal que sigues con vida. —Susurró la chica mientras apretaba su cara contra el pecho de Johnny.

—Yo creí que no te vería más. No me contestabas, y yo no podía ir a buscarte. Ayudé a salir a varios grupos y luego creí que iba a morir cuando quedé encerrado en el sótano. —Añadió con sinceridad Johnny, acariciando el pelo de la chica.

—¿Cuántos crees que han sobrevivido? —Preguntó Ley con preocupación.

—Nosotros somos siete. Yo ayudé a salir del campo a unas veinte personas. Lo que no sé es si ellos habrán conseguido sobrevivir después de salir. Si logramos salir de aquí deberíamos encontrarnos con los supervivientes en los refugios de la zona de las casas de madera. —Dijo Johnny algo decaído.

—Ha sido una completa masacre…—Susurró Ley entristecida.

—¿Qué pasó con Jimmy y los demás? —Preguntó el pelirrojo temeroso de la respuesta.

—No sé que ha sido de ellos. Cuando recibí tu primera llamada de radio salí del lugar. Ellos insistieron en que me fuera sin ellos. Querían que fuera a defender el campo contigo. No sé si lograrían salir de allí con vida, la situación era bastante fea. —Contestó la chica bastante deprimida.

—¿Habéis encontrado algo útil? —Interrumpió Effy, cortando de raíz la deprimente conversación.

—Solo unas viejas espadas pero no están afiladas. —Comentó uno de los soldados.

—Bueno yo he visto unos pasadizos en el sótano, quizás tengan una salida al exterior. El problema es que son pasadizos muy estrechos. Si nos encontramos a muchas criaturas ahí abajo, será imposible salir corriendo. —Añadió otro de los soldados.

—Tendríamos que salir otra vez a buscar cosas. Si no salimos de aquí pronto no tendremos nada que comer.  —Opinó Effy preocupada, dándole otro trago a la vieja botella.

—Sal tú. —Dijo Johnny molesto con la chica.

El pelirrojo estaba harto de Effy. La chica había estado vagueando desde que se habían quedado encerrados. Al principio pensaba que solo era la forma que tenía la joven de calmar su desesperación, pero realmente estaba harto de hacer todo el trabajo sucio.

—Está bien gruñón. —Refunfuñó la chica, soltando la botella encima de un polvoriento mueble.

—Venid conmigo, vamos a dejar a estos dos solos. —Sugirió Effy intentando disimular el temor que tenía a enfrentarse a las criaturas en aquella penumbra.

Los cuatro soldados acompañaron a la chica fuera de la sala, dejando un poco de intimidad a los pelirrojos.

—No la aguanto. —Murmuró molesto el esquelético joven, justo después de que se marcharan.

—¿Qué pasa? —Preguntó Ley confusa.

—Es una cara dura. Lo único que ha hecho desde que llegamos aquí ha sido beberse las  botellas que ha ido encontrando por ahí. Se bloqueó un día y dejó morir a uno de los soldados, porque ella simplemente se quedó quieta. —Contó Johnny enfadado.

—Joder. —Susurró la chica inconscientemente.

—Que le jodan, no perdamos el tiempo. —Dijo Johnny sonriente, justo antes de besar a la pelirroja apasionadamente.

El chico llevaba esperando aquel momento casi toda su vida. Después de tanto tiempo le costaba creer que estuviera ocurriendo por fin. Estaba tan a gusto que no quería separarse ni un segundo de la chica.

Ley acariciaba dulcemente la cara del pelirrojo, notando las imperfecciones de su rostro. Estar con él era el único consuelo que tenía en aquel momento. Las cosas estaban realmente feas, pero al menos no moriría sola.

El grotesco chico podía ser una persona sumamente despiadada, pero cuando quería a una persona era capaz de transmitir una cálida sensación reconfortante. Él pensaba que era lo único bueno que podía ofrecerle a la chica, esperando que aquello fuera suficiente para ella.

—¿Qué vamos a hacer Johnny? —Preguntó Ley algo temerosa.

—Tendremos que intentarlo por esos pasadizos. —Contestó el pelirrojo con seguridad, acariciando nuevamente el pelo de la joven.

—Llevo mucho tiempo intentando que no se me note, pero ya no puedo más. —Dijo Ley sincerándose con él.

—¿Qué pasa? —Preguntó el joven desconcertado.

—Todo está saliendo como el culo, no hay esperanza. Intento que ellos no lo noten, porque si ven que hemos perdido la fe, ellos también lo harán. Tengo miedo, no sé como continuar. ¿Qué hacemos después de todo esto? ¿Cómo seguir con nuestros planes? —Susurró Ley desconsolada, dejando salir un par de amargas lágrimas.

—Todavía estamos vivos, eso es lo importante. —Contestó el esquelético joven, dando nuevas esperanzas a la chica.

Ambos se sentaron en el suelo encima de unas sucias mantas, abrazándose para darse consuelo mutuo mientras esperaban al resto. El tiempo pasaba lentamente, encerrados entre aquellas viejas paredes. Mientras más tiempo pasaba, más nerviosos se ponían al ver que sus compañeros no llegaban.

—¿Estarán bien? —Preguntó Ley llena de preocupación.

—Eso espero… —Respondió el chico, intentando mantener las esperanzas de su compañera.

Johnny sabía que ahora le tocaba a él ser el fuerte. Jamás había visto a Ley tan desanimada como la veía en ese momento. Él no podía soportar verla de esa forma, tenía que hacer todo lo posible por hacerla sentir mejor. Le quedaban pocas esperanzas, pero las pocas que tenía las iba a compartir con ella. Ahora que había conseguido que ella le dejara amarla, pretendía cuidarla el doble de lo que antes lo hacía. Él era un mal tipo pero ella siempre había despertado en él su mejor parte. Ella hacía que él quisiera ser mejor persona, algo que le costaba bastante debido a su difícil vida.

—Te noto distinto. —Dijo la chica sonriente, mirándole fijamente a los ojos.

—Me das una paz infinita. —Contestó el delgado joven, mostrando una cálida sonrisa que jamás había tenido en toda su vida.

En aquel extraño lugar Ley estaba descubriendo cosas de Johnny que nunca habría imaginado. Él por una vez en su vida se estaba mostrando tal como era, sin hacer uso de apariencias. El chico mostraba una calidez que no tenía nada que ver con su habitual comportamiento frío y grotesco. Justo en aquel momento la chica se dio cuenta de lo sensible que podía llegar a ser el pelirrojo. Comprendió entonces que lo que le había faltado a Johnny toda su vida era cariño. Nadie se había preocupado de quererle o incluso de tratarle como él se merecía.

Johnny se aferraba a Ley como si de un clavo ardiendo se tratase. Era como un niño desconsolado que no estaba dispuesto a soltar aquello que tanto quería. No quería perderla por nada del mundo. Pensar que tendría que despedirse de ella algún día después de lo que le había costado tenerla, era un pensamiento que le torturaba la cabeza. No estaba dispuesto a perder lo único que había tenido en su vida. Temía que al salir de esa habitación le pudiera pasar algo a la chica, deseaba quedarse allí con ella para siempre. Era la primera vez que sentía verdadero miedo en su interior, y no sabía como afrontar aquella situación.

—Si se pudiera parar el tiempo… —Murmuró pensativo el pelirrojo, mirando el rostro de la mujer que amaba.

Johnny se sentía desbordado por sus emociones y sentimientos, aquellas sensaciones eran completamente nuevas para él. 

—Por favor dime que pase lo que pase, y salga todo como salga, terminaremos esto juntos. —Pidió Johnny desconsolado, abrazándola con todas sus fuerzas.

Ley asintió asombrada por el comportamiento de Johnny. Jamás hubiera imaginado que el pelirrojo fuera capaz de amarla de aquella forma. La chica sentía que nadie la había querido nunca, viendo lo mucho que ella significaba para él. Nadie se había aferrado tanto a ella, como él lo estaba haciendo en aquel momento. Por primera vez se sintió completamente viva, tan viva como solo se había sentido de pequeña. Esa faceta de Johnny era algo increíble para ella, algo que sentía no haber experimentado muchísimo antes.

—Eres increíble, nunca imaginé que podría sentirme tan bien contigo. —Susurró la pelirroja en el oído del delgado chico, no sin antes darle un cálido beso en la mejilla.

Ambos disfrutaron de su primer rato a solas, anestesiando el dolor que los dos habían sentido minutos antes en sus almas. Ambos que habían sido personas muy frías generalmente hablando, en ese preciso momento eran las personas más cariñosas del mundo. Era extraño, pero en aquel mundo cruel habían encontrado algo maravilloso que pensaban disfrutar todo lo que pudieran. Era una vía de escape al dolor y al sufrimiento. 

—Tenemos que irnos. —Susurró Effy entrando cuidadosamente en la habitación.

Johnny se levantó primero y una vez en pie, le tendió su mano a Ley para ayudarla caballerosamente.

—Hemos perdido otro hombre, pero está claro que si hay una salida es solo la del sótano. Ya hemos recorrido todo el palacete y no hay nada más. —Dijo Effy decaída, guiando a sus compañeros hasta donde les esperaban los demás.

Todo estaba sumido en la oscuridad, viendo solo lo poco que podían ver sus ojos adaptándose a la escasez de luz. Se escuchaban los gemidos de algunas criaturas que no eran capaces de ver. También podía apreciarse como los zombies arrastraban sus pies, tropezando con todo lo que se les ponía por delante.

Los soldados avanzaban cautelosos por las bastas estancias del tétrico lugar, intentando no llamar mucho la atención. Había ventanas rotas que daban a otras estancias, dificultando el hecho de que estuvieran completamente solos. En cualquier momento podían entrar zombies por esos boquetes. Daba bastante miedo caminar entre aquellos muebles de un lejano pasado, sin apenas balas y sabiendo que no estaban allí solos. 

Johnny agarraba la mano de Ley con fuerza, temeroso de que le pasara algo. Sabía que ella era fuerte y confiaba en sus habilidades, pero el temor que sentía a perderla actuaba por él.

Effy se hacía una ligera idea de cómo se sentía el joven, ya que cuando quedaron atrapados en el campo se dio cuenta de lo que el chico sentía. Ella le había visto llorar sin esperanza pensando que la pelirroja había muerto. También pudo ver su desesperación cuando la vio tirada al lado de un árbol. Por si después de todo eso le quedaba alguna duda, cuando se quedaron encerrados le quedó completamente claro. Él no la miraba a ella, mientras que se quedaba dormido agarrando la mano de Ley cada día que esta estuvo inconsciente. Ella también había estado mucho tiempo en el campo viendo como él miraba a la pelirroja cada vez que estaban juntos. Muchas veces había notado la desesperación del chico al ver que esta no le prestaba más que su amistad.

Ley se sentía a gusto notando el calor de la mano del pelirrojo en aquel gélido lugar, el cual parecía estar tan frío como una tumba. Nunca hubiera imaginado lo reconfortante que podía ser el tener alguien así a su lado. La chica andaba por el lugar apretando la mano del joven, mientras pensaba lo grandioso que aquel sitio habría sido alguna vez. Ella nunca había estado en ningún palacio, haciendo de aquel lugar lo que ella siempre había entendido por algo digno de reyes.

El grupo se paró a escasos metros de una puerta abierta, intentando escuchar si había algo peligroso en la siguiente estancia. No podían confiarse, ni tampoco podrían ponerse a disparar, así que solo les quedaba el sigilo y la cautela. Disparar una sola bala en aquel lugar era una locura, ya que llamaría la atención de demasiados podridos. Si inevitablemente se tenían que enfrentar a uno, tendría que ser con armas blancas y mucho sigilo.

Effy no tenía mucha maña con el cuchillo, dejándola a ella como la más indefensa en aquella situación. Johnny era bueno con el cuchillo, pero tampoco era un maestro. Ley era la única que podía estar medianamente tranquila, ya que la chica podía ser sumamente sigilosa y se apañaba perfectamente con su espada. Aún así debían enfrentarse a los zombies de uno en uno, estando en serios problemas si un gran grupo los cogiera por sorpresa.

Ya estaban a solo dos estancias y tres pasillos de donde se encontraban el resto de sus compañeros, cuando se encontraron a un par de criaturas que se dirigían hacia ellos gruñendo. Effy se quedó paralizada por el pánico, palideciendo rápidamente. Johnny puso una mueca de odio al ver la reacción de la joven, para pagar su cabreo con una de las criaturas. Atravesó con el cuchillo el cráneo del podrido, agarrándole del cuello para que el cadáver no se desplomara bruscamente en el suelo. Justo después hizo lo mismo con el otro que quedaba, llegando antes que la pelirroja para ahorrarle a ella el trabajo.

Ley se sintió completamente inútil con aquel comportamiento, además de sentirse culpable de que solo él se pusiera en peligro. Ella no quería que el arriesgara la vida, mientras ella se quedaba quieta. No iba a permitirle aquel comportamiento ni una sola vez más. Ella era un soldado y tenía su deber, no era una civil buscando protección.

En la siguiente estancia encontraron cuatro pestilentes seres en su camino, de los cuales cada pelirrojo mató a dos. Effy volvía a quedarse inmóvil, mostrándose tan inútil como una niña pequeña. Sus dos compañeros no entendían esa reacción en una chica que era un soldado, era algo inadmisible. Effy era muy buena con las armas de fuego, pero en esta cuestión más parecía un bebe que un militar.

La gran altura de los techos hacía que los soldados se sintieran insignificantes en aquel lugar. El palacete daba escalofríos en todos sus aspectos. Quizás hacía mucho tiempo aquello había sido hermoso, pero era algo que ellos solo podían imaginar. La fantasía del grupo se disparaba a cada rato, con cada nueva estancia, y hasta con cada mueble o cuadro que se encontraba en ese tétrico sitio. Cada uno de ellos dejaba volar su imaginación, soñando con extrañas historias que podías haber acompañado a aquel lugar.

 Finalmente se reunieron con los tres soldados que los esperaban con cautela, defendiendo una estancia de cualquier podrido que pudiera acercarse. Entraron todos dentro de la sala, la cual tenía una escalera que bajaba al sótano. La escalera era sólida y fuerte, de una piedra blanquecina que le daba un aspecto frío. Descendieron lentamente, llegando al piso inferior con el corazón en la boca.

Todos sabían que estaban apunto de entrar en la boca del lobo, y una vez que entraran no iban a poder retroceder. Ir marcha atrás era algo que tenían que borrar de sus cabezas rápidamente. La única salida era continuar por allí y esperar que la suerte estuviera de su lado. Sabían que era sumamente peligroso, pero tenían un pequeño atisbo de esperanza. Después de lo mal que lo habían pasado, ahora tocaba que la suerte los acompañara en esta ocasión.

El sótano era completamente de piedra, aunque estaba decorado con el mismo estilo que el resto del palacete. El pasadizo por el que entraron había estado tapado anteriormente con un basto armario. Una vez dentro apenas tenían espacio para moverse, teniendo que pasar de uno en uno. Los tres soldados iban delante, seguidos por Ley, Johnny y al final del todo la temerosa Effy.

Avanzaban lentamente, observando como su espacio vital cada vez quedaba más reducido. A cada paso que daban el lugar era más angosto. La buena señal es que por el momento no escuchaban a ninguna criatura, y exceptuando la estrechez del pasadizo todo iba bastante bien.

Todos iban bastante tranquilos menos Effy. La chica se estaba encontrando con muchos de sus miedos juntos. Era algo claustrofóbica, así que el eso de que estuvieran encerrados en el palacete y posteriormente en esos pasadizos, era una situación de lo más angustiosa para la joven. Se agobiaba mucho cuando su visión quedaba limitada, y la oscuridad era algo que no ayudaba mucho. Ella se sentía segura si podía disparar, pero en el momento que quedaba limitada al combate cuerpo a cuerpo, era de lo más inútil y asustadiza.

El grupo notaba la inseguridad de la joven, preocupándoles que les cerrara el paso por detrás si la cosa se ponía fea. Johnny era el único que en vez de ver inseguridad y miedo, lo que veía era incompetencia y desgana. La chica nunca había sido santo de su devoción aunque siempre la había respetado por su fina puntería, algo que cambio en el tiempo que llevaban encerrados allí.

El encierro en el palacio se les había hecho demasiado largo, no había pasado tanto tiempo pero para ellos es como si llevaran encerrados allí una eternidad. Todos deseaban fervientemente ver la luz del sol, o por lo menos el pálido resplandor de la luna.

—¡Shhh! —Mandó callar el pelirrojo a Effy, justo después de que esta diera un tras pies.

La chica estaba bastante enfadada con sus compañeros. Sabía que no lo estaba haciendo bien, pero ellos tan poco intentaban comprenderla o preocuparse por lo que le pasaba a ella. Solo le contestaban de malas maneras, o le hablaban solo para darle órdenes. Estaba harta ella también era un ser humano y cometía errores, algo que sus compañeros no perdonaban y que encima habían estado recriminando a cada rato. Además de que parecían no entender que ella no era un militar de carrera como la mayoría de ellos. Ella solo había estado en el ejército porque tenía una impecable puntería, y quitando eso no era ninguna persona especial.

El soldado que iba primero paró en seco, haciéndoles un gesto al resto de sus compañeros. Le había parecido escuchar algo pero no sabía si ya era imaginación suya después de aguantar tanta tensión, o es que realmente había algo en la lejanía. Todos afinaron sus oídos en busca del más mínimo sonido, quietos como estatuas para no hacer ni un solo ruido. Tras un rato sin que ninguno escuchara absolutamente nada, siguieron el pesado camino por los pequeños túneles.

Johnny estaba bastante preocupado después de tanto andar. Si conseguían salir del lugar sus vehículos quedarían lejos de su alcance, algo que no quería experimentar en el exterior. Ni siquiera sabía si seguirían allí, pero él tenía la esperanza de que si. Necesitaban el vehículo en el exterior, si o si. No podrían llegar a ninguno de sus Bunkers sin ningún motor que los llevara.

El soldado que iba en la vanguardia volvió a parar en seco al escuchar de nuevo aquel ruido. Estaba convencido de que no era imaginación suya porque el resto de sus compañeros también lo habían escuchado. Volvieron a quedarse en silencio a la espera de algún sonido más, volviéndose a quedar sin la repetición del ruido. Pararon de nuevo tras dar un par de pasos más, al escuchar un extraño chirrido que se repitió una vez más.

Todos tenían el corazón en la boca y sus armas bien agarradas, esperando que ocurriera lo peor que les podía pasar. Escuchaban unos pequeños sonidos que se percibían más cerca de cada ellos cada segundo que pasaba. Dándoles un susto de muerte, pasaron por su lado unos pequeños roedores. Parecían ratas pero no estaban seguros en aquella oscuridad.

El grupo se calmó después de aquel susto, continuando su trayectoria algo más tranquilos. Aquella excursión estaba siendo una verdadera pesadilla para todos. Estaban deseos de llegar al final y ver que había al otro lado de los pasadizos. Esperaban que aquel lugar tuviera una salida, porque sino acabarían encerrados en el viejo palacio de por vida. Ninguno quería morir de hambre, atrapado como una rata en una jaula de la que no se pudiera salir.


El soldado de la vanguardia retrocedió un par de pasos, viendo como había estado apunto de tirarse en los brazos de un podrido por un estúpido descuido. Sacó el cuchillo clavándoselo con fuerza en el sanguinolento ojo. Todos se pusieron nerviosos tras el incidente. Apretaron el paso, temerosos de estar más tiempo de la cuenta en aquellos pasadizos.

A los pocos minutos de seguir avanzando se toparon con tres criaturas enfrente de ellos. El soldado que iba en cabeza acuchilló al primero, cometiendo el error de dejar que el segundo le mordiera. Le arrancó la mano donde llevaba el cuchillo, mientras este se deshacía del primer cadáver andante. El segundo soldado lo ayudó matando a la pestilente criatura que había mordido a su amigo.

Se dieron cuenta de que detrás del tercer zombie venían algunos más. Retrocedieron todo lo que pudieron intentando ganar distancia, pero aquello era una ratonera. No tenían espacio para atacar cuerpo a cuerpo. Finalmente recurrieron a las pocas balas que les quedaban, intentando no dispararse entre ellos.

El soldado que iba a la cabeza fue mordido por segunda vez, cayendo al suelo de espaldas con un apestoso ser encima. El hombre estaba siendo devorado ferozmente, forcejeando con toda la fuerza que tenía.

Los gritos del soldado y el ruido de las armas pronto llamaron la atención de las criaturas del palacio. Los podridos seguían los ruidos ansiosos de conseguir alimento fresco. Pronto empezaron a escucharse los quejidos a la espalda del grupo de soldados. Aun estaban lejos, pero pronto les alcanzarían inexorablemente.

Effy disparaba hacia atrás con la esperanza de retrasarlos. El resto de sus compañeros se estaban encargando de los de delante, intentando avanzar por el túnel rápidamente. Ganaban terreno por delante pero lo perdían por detrás. Johnny se puso a disparar hacía atrás, ayudando a Effy a mantener a los zombies alejados.

Otro de los soldados fue alcanzado rápidamente, aglomerando a varios podridos que querían comérselo. Estaban cayendo como moscas en aquella trampa mortal. El soldado que estaba delante de Ley paró a recargar el arma, gesto que obligó a la pelirroja a ponerse en primera fila con su catana. El lugar no podía ser peor para usar un arma blanca tan grande, lo único que podía hacer era clavar su espada recta. Era imposible hacer cualquier otro movimiento en aquel cuchitril.

Estaban completamente rodeados, a la espera de más criaturas. Cada vez se escuchaban más gruñidos a sus espaldas. Necesitaban salir de ahí ya, no podían seguir encerrados con tan poco espacio. Sentían que aquel lugar era su tumba.

Consiguieron hacerse paso delante de ellos, pero para cuando llegó aquel momento la cosa estaba bastante fea. Los descompuestos seres que les perseguían casi los tenían en sus talones, haciendo que corrieran por el pasadizo como si no hubiera un mañana. Tras una breve pero intensa carrera llegaron al final del túnel, percatándose de que había algo de madera bloqueando la salida.

—¡Johnny tu escopeta! —Gritó histéricamente Ley, al comprobar que era una madera bastante dura.

El pelirrojo se hizo paso corriendo, disparando raudo a la madera que cubría la salida. Las astillas saltaban unas detrás de otras, debilitando la superficie por momentos. Justo cuando consiguió hacerle un par de boquetes, golpeó repetidas veces la madera con la culata de la escopeta.

—¡Ya! ¡Corred! —Avisó el chico nervioso, comprobando que había hecho un hueco lo suficientemente grande para que pasaran agachados.

Justo detrás de él pasó Ley, siendo ayudada por su compañero. La chica ayudó al soldado a entrar, escasos segundos después de que ella pasara. Mientras el soldado ayudaba a Effy, un podrido le dio un bocado a la chica en su costado. Esta consiguió entrar pero llegó malherida.

—¡Corred! ¡Venga, deprisa! —Gritaba completamente nervioso el pelirrojo, esperando a sus compañeros al lado de una gran puerta.

Ley ayudó a Effy a correr más rápido, haciendo que la chica pasara por la puerta poco después que sus compañeros. La pelirroja se golpeó con un macetero que colgaba del techo, reabriéndose una herida que tenía en la frente por culpa del accidente de moto. Cuando pasaron al otro lado cerraron la puerta, echando todo el peso de sus cuerpos contra ella. La pelirroja atrancó la puerta con su catana, a la espera de que alguno encontrara otra cosa para atrancarla. El soldado encontró un par de viejos artilugios del campo, que utilizaron para asegurar la puerta.

Una vez a salvo descansaron un par de minutos, antes de ponerse a analizar la situación actual. Habían llegado a un extraño cobertizo con dos puertas, quedando solo una opción para salir de allí.

—¡Joder! ¡Me ha dado bien ese cabrón! —Gruñó Effy intentando disimular su dolor con chulerías.

Todos la miraron con preocupación, preguntándose cuanto tiempo le quedaría a su amiga. La herida tenía muy mala pinta, chorreando sangre a borbotones. Sabían que esa hemorragia complicaría las cosas en un tiempo muy escaso. No podían quedarse allí en esas condiciones. Solo podían ir avanzando, esperando que el destino dejara de ponerles las cosas tan difíciles.

—¡Vamos! —Exclamó el soldado junto a la salida.

El grupo se encontró en una horrible cripta, de un gusto bastante lúgubre. El lugar era escalofriante. Tenía calaveras por todos los lados a modo de siniestra decoración, cosa que dejó fascinado al pelirrojo que observaba el lugar totalmente maravillado. Había lujosas tumbas gigantes, en piedra maciza con detalles en oro y diamantes. El amplio lugar era inmenso, pero al final de él podía verse la luz natural del exterior. En la parte superior había un par de extraños balcones, como que estuvieran allí puestos para observar la estancia en toda su amplitud. El lugar no estaba vacío, puesto que bastantes seres amenazaban la seguridad del grupo.  

—Chicos, es la hora. —Susurró Effy a modo de despedida.

—¿Qué pretendes hacer? —Preguntó Ley confusa.

—Ayúdame a subir ahí arriba. —Pidió La joven, señalándole a la pelirroja donde quería ir.

—¿Para que? —Preguntó Johnny completamente desconcertado.

—Si me subís allí, puedo ayudaros a salir de aquí. Solo os voy a retrasar más, y desde aquí arriba puedo despejaros el camino. —Explicó la chica dolorida, apretando su herida intentando parar un poco la sangre.

Ley asintió con seriedad, buscando la parte más fácil para que la chica subiera. Dejó de buscar nada más ver una pequeña escalera de caracol en un lado.

—Aguanta un poco más, ahí delante hay una escalera. —Propuso Ley señalándole su descubrimiento.

El grupo avanzo con Johnny y Ley a la cabeza, seguidos por el soldado que ayudaba a Effy a caminar. El esquelético chico golpeó con la culata a un podrido que se acercó tambaleándose de un lado a otro. Era preciso no hacer ningún ruido por el momento, si querían salir de allí con vida. Los chicos se iban escondiendo entre las tumbas, ocultándose de los babeantes seres.

—Puedo subir sola, déjame que lo haga yo. —Dijo seriamente Effy, obligando al soldado a que no la siguiera.

La joven quería dar un buen ejemplo, después de todas las cagadas que había estado cometiendo en el palacete. Ella quería demostrarles a sus compañeros que su compañía si podía servir de mucho. La chica subió las escaleras lentamente, soportando un tremendo dolor en su costado. Una vez arriba y en su posición, les hizo un gesto de despedida a sus compañeros.

—Cuando ella empiece a disparar, tenemos que aprovechar el momento. Ella atraerá su atención, nosotros tenemos que ir hasta la salida sin que nos vean. —Susurró Ley analizando la situación.

Effy comenzó a disparar, limpiando el camino más cercano de sus compañeros. Los podridos rápidamente empezaron a ir en su dirección, despejando el camino por el que el grupo quería pasar.

—¡Ahora! —Exclamó Ley en voz baja, echando a correr sigilosamente entre las tumbas.

La pelirroja se tropezó con una pistola que cogió rápidamente, comprobando en segundos que le quedaban algunas balas. La empuño con una mano, mientras en la otra llevaba su espada.

El grupo de soldados consiguió avanzar un gran trecho, pero todavía estaban a medio camino de la salida. Estos se percataron de que Effy había sido alcanzada, al escuchar sus fatídicos gritos al ser devorada. Tenían un gran problema puesto que estaban en un sitio complicado para esquivar podridos. Sin su amiga despejándoles el camino iba a ser muy duro llegar hasta la salida. Las extrañas formas de las tumbas dificultaban el paso aún más. La desesperación se apoderaba rauda de ellos, mientras que intentaban seguir escondiéndose de la vista de las criaturas.

Ley atravesó a un par de zombies con su catana, al mismo tiempo que Johnny golpeaba a uno con su culata y el soldado acuchillaba a otro. Mantenerse totalmente a cubierto era prácticamente imposible. Llegaron a un punto en el que quedaron atrapados entre unas tumbas. Se quedaron agachados entre ellas disparando a las criaturas que se acercaban peligrosamente a su posición.

La pelirroja notaba como la sangre de su frente, acababa de llegarle a la boca desagradablemente. Por desgracia no fue lo único desagradable que pasó en aquel momento. El grupo de soldados vio como el cadáver andante de Effy se acercaba a ellos de frente.  Su cuerpo estaba completamente destrozado y hecho jirones, tras haber sido medio devorada por unos podridos.

—¡Arriba! —Gritó Johnny desesperado.

Los tres soldados subieron encima de la tumba más cercana, viendo como quedaban en lo alto atrapados. Las criaturas casi llegaban a sus pies, alzando los brazos repetidas veces intentando agarrarlos. La visión de Effy hambrienta intentando morder sus extremidades, era una de las visiones más desagradables que habían visto en la vida. Allí arriba empezaban a notar el cansancio acumulado, deprimiéndose bastamente.

—Tengo estimulantes. —Ofreció Ley sacando el bote de Ritalin que Santiago le había dado en el campo de concentración.

Los tres tomaron un par de pastillas del bote, esperanzados con la idea de que aquello aumentaría sus posibilidades de sobrevivir.

—¿Cómo vamos a salir de aquí? —Preguntó desconsolado el soldado, clavándole el cuchillo a un podrido que había agarrado su bota militar.

Ley imitó el gesto del soldado, atravesando el cráneo de un par de zombies que estaban cerca de su bota. Por el momento era lo único que podían hacer, mientras pensaban en alguna opción que les fuera viable. La chica justo después de matar a esas dos criaturas, se encargó personalmente de acabar con el hambriento cadáver de Effy.

Johnny se percató de que había una cuerda atada en una de las tumbas de al lado. Si conseguían llegar hasta esa cuerda tendrían una posibilidad. A través de ella podían subir al otro balcón y bajar por la escalera de caracol de este. Todo tendría que ser muy rápido, pero menos era nada. Ahora al menos veía una posible salida, algo que le dio esperanzas de nuevo.

—¿Podéis llegar hasta ella? —Preguntó el pelirrojo señalando la cuerda.

Ambos asintieron seguros de sí mismos. El grupo volvía a recuperar fuerzas después de los estimulantes, dispuestos a todo para conseguir sobrevivir. Tenían una opción e iban a aprovecharla al máximo.

—¡A la de tres! —Exclamó la chica, avisando a sus compañeros con antelación.

La chica contó hasta tres con rapidez. Cuando terminó de contar, saltó a la tumba de al lado con agilidad. Sus dos compañeros saltaron justo detrás de ella, dándole tiempo antes para que comprobara el estado de la cuerda. Una vez estaba asegurada, subieron de uno en uno por ella a toda velocidad. Al llegar arriba corrieron por el balcón, ansiosos por llegar a la deseada escalera. Bajando por esta encontraron que un podrido les bloqueaba el paso, cosa que Johnny solucionó a porrazos con la culata de su escopeta.

¡Corred, corred! —Gritó el pelirrojo abriéndose paso a golpes entre un par de criaturas.

Ley se encargó de un podrido, cortándole la cabeza en un raudo gesto. El soldado disparaba al lado de la chica, abriendo hueco para que pasaran ambos. Johnny intentaba guardar las tres balas que le quedaban, aporreando con la culata a cada criatura que se encontraba peligrosamente.

Finalmente consiguieron salir del lugar después de tanto. Cuando vieron la luz del sol sin haberla visto en tanto tiempo, quedaron cegados con ella y su resplandor. La veían a través de las máscaras, pero aún así era un destello que sus ojos no podían soportar. No era medio día ni mucho menos, pero esa poca luz era suficiente para molestarles bastante. Corrían por una especie de huerto con los ojos medio cerrados, protegiéndose de la luz solar del atardecer.

—¡Tenemos que ponernos a cubierto o coger un vehículo! ¡No podemos ir tan desprotegidos los tres solos! —Gritó Ley nerviosa, intentando analizar el lugar.


La chica se percató de que la cripta estaba oculta en un huerto de bastas dimensiones, en una especie de finca de lujo. Por el lugar caminaban libremente los podridos, haciendo del lugar casi un campo de minas.

—¡Mirad! —Exclamó el soldado con asombro, señalando una mansión a lo lejos.

El grupo de soldados se dirigió en esa dirección. Apenas veían y estaban en un lugar hostil, así que querían permanecer allí lo menos posible.

—¡Cuidado! —Advirtió Ley saltando por encima de una pequeña zanja.

Las criaturas seguían al grupo rápidamente, ansiosos por hincarles el diente. Se estaban aglomerando en su persecución, cosa que puso nerviosos a los soldados. Estos apretaron el paso, esquivando a los que se iban encontrando delante.

—¡Joder! —Vociferó Ley dolorida, cayendo al suelo bruscamente.

Había tropezado, rodando un par de metros por el desnivelado terreno. La pistola y la catana habían salido volando lejos de ella, dejándola completamente desprotegida. Ella iba la última, quedando a merced de los podridos.

—¡Ley! —Gritó Johnny desesperado, presa del pánico de ver a la chica con su vida peligrar.

Un podrido había agarrado la bota de la chica, la cual zarandeaba la pierna repetidas veces. La pelirroja intentaba darle una patada en la cabeza, cosa que consiguió escasos segundos después. Cuando consiguió soltarse se percató de que estaba prácticamente rodeada y sus armas muy lejos de ella.

El soldado disparaba intentando ayudar a su compañera, matando algunos de su alrededor. Johnny disparó sus últimas tres balas, pero no consiguió acabar con la vida de todos los podridos.

—¡Aguanta! —Vociferaba una y otra vez el esquelético chico, corriendo para ayudarla.

Ley mientras se intentaba levantar, le pegó una patada en la cabeza a un zombie que se arrastraba hacía ella. Consiguió apartarlo un poco, poniéndose en pie casi sin problemas. Empujó a uno de los podridos que le bloqueaba el paso, echándole con el hombro todo el peso de su cuerpo.

—¡Hijos de puta! —Gritaba Johnny pegándole a los putrefactos seres con la culata de su escopeta.

La pelirroja finalmente consiguió hacerse con su catana, atravesando el cuello de un zombie que la había rozado con sus asquerosos dedos. Justo después recogió su pistola, disparando su última bala a un podrido que forcejeaba a escasos metros con Johnny.

—¡Vámonos! —Gritó nervioso el delgado pelirrojo, agarrando la mano de su amada para tirar de ella rápidamente.

El soldado gastó lo que le quedaba de munición, quitándose a uno de en medio, y matando a un par de ellos que acosaban a los dos pelirrojos. Los tres sin ninguna bala se adentraron en la mansión, cerrando la gran puerta de esta de un basto porrazo.

La gran mansión de hormigón por dentro estaba decorada lujosamente, mientras que por fuera lo único que llamaba la atención eran sus bastas dimensiones. Por el momento no vieron que la gran casa estuviera llena de infectados, relajando tremendamente a los tres soldados.

—Saca el contador Johnny. Mira si los niveles de radiación aquí dentro son altos. —Pidió Ley con amabilidad, limpiando su catana con la alfombra del suelo.

—Esto no da mucho, podemos quitarnos las máscaras. —Comentó Johnny aliviado, mirando el pequeño aparato.

—Tenemos que encontrar balas o algo, no tenemos nada. —Sugirió raudo el soldado, guardando su pistola con desgana.

—Primero vamos a mirar que estemos solos. —Ordenó seriamente Ley, desconfiando de aquel lugar.

—Me parece guay. —Contestó convencido Johnny, dirigiéndose a la primera puerta.

El grupo entró en la estancia, comprobando que en esta tampoco había ninguna criatura. Esta sala era una especie de sala de reuniones. Tenía una pantalla en el centro de una de las paredes, mientras que las otras estaban tapadas con estanterías y pequeñas pizarras blancas. En el centro lo único que decoraba la estancia era una gran mesa con sillas bastante confortables. No había nada de interés en aquel lugar, amenos que desearan ponerse a leer libros de facturas.

Entraron en un par de estancias más, las cuales también estaban vacías. Estuvieron en una especie de sala de espera, y justo después en un largo pasillo sin absolutamente nada en su interior.

—Parece que estamos solos. —Comentó el soldado con tranquilidad.

—Por el momento eso parece. Podría ser un sitio seguro. —Añadió Ley seriamente, abriendo la puerta del final del pasillo.

Llegaron a una sala de conferencias bastante amplia, en la cual solo había un estrado y un mogollón de sillones. Aquel lugar también era seguro, reconfortando al grupo.

—Volvamos a la entrada, esto es demasiado grande. Parece seguro por el momento. Deberíamos registrarla por separado.  —Dijo con tranquilidad la pelirroja, volviendo de camino al pasillo.

—De todas maneras, no estéis confiados del todo. Si entráis en un lugar peligroso simplemente cerrad la puerta y volved a las salas vacías. —Sugirió Ley cautelosamente, andando con rapidez por el largo pasillo.

El grupo llegó a la entrada con paso decidido, dispuestos a inspeccionar toda la mansión en busca de cualquier cosa útil.

—Somos tres y son cuatro áreas a inspeccionar. —Dijo Johnny pensativo, mirando el piso de arriba.

—Que cada uno inspeccione una y que vuelva aquí justo cuando termine. La última área la registraremos juntos. —Ordenó Ley con seriedad.

—Yo voy al piso de arriba al lado oeste. —Comentó Johnny subiendo la escalera.

—Yo voy a seguir registrando por donde acabamos de estar. —Dijo el soldado de camino a la puerta que habían abierto antes.

—Pues yo voy también al piso de arriba. Luego registramos juntos el área oeste del piso inferior. —Añadió Ley con seriedad, subiendo las escaleras detrás de Johnny.

La pelirroja emprendió su ruta, comenzando por una estrecha sala llena de cuadros. Después de esta caminaba rápidamente por un estrecho pasillo, el cual solo estaba decorado con grandes lámparas sujetas a la pared. Abrió la puerta que estaba al final del corredor, llegando a una gran estancia repleta de adornos religiosos que reposaban encima de estanterías de madera. Aquel lugar parecía el refugio espiritual de un fanático religioso. Ley se apresuró en salir a toda prisa de la habitación, la cual le daba bastante mala espina.

—¿Pero que coño… —Murmuró la chica desconcertada, viendo como la sala a la que había entrado parecía haber sufrido un saqueo.

La delgada chica comenzó a rebuscar por encima de las estanterías volcadas, descubriendo que no había nada que pudiera servirle. Ley atravesó un par de largos pasillos, antes de entrar en unos peculiares aposentos. La habitación estaba decorada con unos horribles cuadros, en los que se veían grotescas escenas de esclavitud. Los muebles estaban pintados con marcas de manos en color rojo, dando un aspecto retorcido al extraño aposento.

La pelirroja se puso a abrir todos los cajones que veía, encontrando solamente dos balas de pistola. La chica prosiguió el camino por más estancias vacías sin nada útil en su interior. La solitaria joven entró en una gigantesca biblioteca, en la cual dejó de estar sola. Justo al entrar y cerrar la puerta se topó con un zombie a bocajarro. Esta cortó su cabeza rauda, percatándose de que no era el único ser de la sala. Clavó su catana en el cuello de otro podrido, pegándole una patada a un tercero que se acercaba peligrosamente.

—¡Joder! —Exclamó la pelirroja nerviosa, viendo como la estaban rodeando lentamente.

Se encargó agresivamente de dos más, justo antes de caer contra una estantería. Esta se desplomó tirando unas cuantas más, dejándola encerrada entre estanterías. Su catana había caído al otro lado de los pesados muebles, dejándola solo con dos balas de pistola y su cuchillo. Ley quedó atrapada con un podrido, que estaba medio aplastado entre una montaña de libros y las maderas de una estantería. El zombie agarró la bota de la pelirroja, muriendo segundos después por el cuchillo de esta.

—Tengo que llegar allí. —Murmuró Ley mirando su catana entre las baldas, observando como era casi imposible pasar entre los putrefactos seres.

La joven se agazapó en su escondrijo, apretando con fuerza su pistola. Intentaba ingeniar algún plan para poder hacerse paso, pero no veía ninguna salida a su problema. Tenía que pensar rápido si quería salir de allí con vida. Los monstruos estaban subiendo por los pesados muebles, amenazando la supervivencia de la joven. Esta se dispuso a subir por uno, pensando que la única solución era intentar llegar corriendo hasta su espada. Se aventuró temerariamente, disparando una de sus balas contra una asquerosa criatura que había estado apunto de agarrarla.

—¡Mierda! —Gritó desesperada, disparando su última bala para salvar la vida.


Se escuchó un basto portazo justo antes de sonar los disparos de una ametralladora, acabando con la vida de la mayoría de los infectos seres. Jimmy vació su cargador, salvando la vida de la joven cuando esta más lo necesitaba.

—¡Jimmy! —Exclamó emocionada la chica, viendo el rostro de su viejo amigo.

El rubio parecía bastante decaído, mostrando un gesto deprimente en toda su cara. No dijo ni una sola palabra, preocupando bastante a su amiga. El chico sacó su espada después de colgar su metralleta, luciendo una gran preocupación en su rostro.

—Vámonos de aquí. —Murmuró Jimmy con apatía, dirigiéndose a la puerta por la que había entrado antes la pelirroja.

—¿Pasa algo? —Preguntó desconcertada Ley, recogiendo su espada rápidamente.

Jimmy se hizo el loco, manteniéndose en un absoluto silencio todo el camino de vuelta a la entrada de la mansión. La pelirroja lo seguía preocupada, haciéndose miles de preguntas sobre el estado de su amigo.

—¡Espera! No han llegado aún. —Dijo Ley con preocupación, agarrando el brazo del rubio cuando este pretendía salir al exterior de la mansión.

Se escuchó un disparo en la parte superior, alertando a la chica rápidamente.

—¡Johnny! —Gritó Ley asustada, subiendo las escaleras como alma que lleva el diablo.

El rubio siguió a su compañera con agilidad, saltando los escalones de tres en tres. Ambos atravesaron a toda velocidad varias estancias y pasillos vacíos, acelerando su corazón por la gran preocupación que sentían.

—¡Joder! —Exclamó la chica horrorizada, viendo manchas de sangre en una pared.

Atravesaron la siguiente puerta temerosos, llegando a un pasillo lleno de cadáveres tirados en el suelo. Los soldados saltaban por encima de estos, intentando pasar por allí lo más rápido posible. Al salir de allí se calmaron, viendo como Johnny recargaba su escopeta enfrente de un podrido con la cabeza reventada.

—¡Jimmy! —Exclamó con alegría Johnny, descubriendo que su amigo estaba vivo.

El rubio medio ausente se quedó silenciosamente, ignorando a sus amigos descaradamente.

—¿Dónde está Will? ¿Jimmy que ha pasado? —Preguntó Ley temerosa de la respuesta.

Jimmy no levantaba la vista del suelo, no era capaz de mirar a sus compañeros a los ojos. El quería explicarse pero no sabía ni como empezar, ni como hacerlo.

—¡Jimmy! ¡¿Qué cojones ha pasado?! ¡Contesta! —Gritó la pelirroja desquiciada, pegándole un golpe a la pared.

—¿No vas a decir nada? —Preguntó Johnny totalmente asombrado por el silencio del rubio.

El chico aun seguía sin decir ni una sola palabra. Su culpabilidad no le dejaba levantar la vista del suelo. Se sentía tan mal que ni siquiera el mismo aceptaba lo que había hecho. No tenía razones para hacerlo, el había actuado de esa forma por haberse dejado llevar.

—¡Joder Jimmy! ¡Mírame! ¡Di algo! ¿Está muerto? —Insistió Ley nerviosa, zarandeando al joven mientras esperaba su respuesta.

—¡Calma! —Vociferó el pelirrojo cogiendo a la chica del brazo, instándole a que soltara a Jimmy.

Esta soltó al rubio de mala manera, mirándole enfadada por su silencio. No le cabía en la cabeza como su amigo se estaba comportando así, no entendía su manera de actuar y tampoco estaba de acuerdo con ella.

—¡Tu silencio dice que él también ha muerto! ¡Esto es una pesadilla! ¡Todos mueren! ¡Todos se van! — Exclamó dolorida, resbalando su espalda por la pared hasta llegar a sentarse en el suelo desanimada.

Ley intentó aguantar sus lágrimas todo lo que pudo, pero la situación la desbordaba completamente. Estaba harta de todo aquello, se sentía cansada y sin ganas de vivir. Veía como todo estaba perdido, sentía que a ninguno le quedaban esperanzas ni fuerzas. La desesperación y la amarga tristeza era lo único que tenían en aquel momento.

Jimmy se sentó en el suelo sin fuerzas, dándole vueltas a todo lo ocurrido. Había entrado en un bucle de pensamiento del cual no era capaz de salir. Se sentía como un gusano y se daba asco de sí mismo.

Johnny miraba el desánimo de ambos, dudando sobre como debía actuar. Sabía que la situación era bastante lamentable, pero él tampoco veía ninguna solución a la vista. Pensaba que tarde o temprano todos acabarían muertos, y tenía en mente que más bien sería temprano que tarde.

—Ya no hay esperanza… —Murmuró Ley con la mirada perdida, completamente abatida por el dolor.

Jimmy se levantó decaído del suelo, mirando con culpabilidad a sus compañeros brevemente. Se dirigió a la puerta apesadumbrado, para acabar marchándose en silencio y con un portazo.

—Vamos a la entrada. —Sugirió el pelirrojo, tendiéndola la mano a la chica para que esta se levantara.

Ley secó sus lágrimas, levantándose del suelo con la ayuda de Johnny. Ambos siguieron al rubio por las estancias de vuelta a la sala principal, manteniendo un amargo silencio que hería sus almas. Una vez en la entrada no vieron al soldado, preocupándolos aún más.

—Vamos a buscarle. —Ordenó Ley abriendo la puerta por la que se había marchado el soldado.

Recorrieron las salas vacías a gran velocidad, entrando en un montón de habitaciones en poco tiempo. Encontraban manchas de sangre en las paredes, las cuales parecían de alguien que se había arrastrado por los fríos muros de mármol.

—Estará muerto… —Murmuró el rubio con  todas las esperanzas perdidas.

El grupo de soldados continuó encontrando aquellas manchas de sangre en más habitaciones por las que pasaban. Aquello no tranquilizaba nada a los chicos, consiguiendo que fueran aumentando el paso gradualmente.

—¿Porque no has vuelto? —Preguntó Ley al soldado, encontrándolo en una pequeña habitación.

—Es Peter. —Murmuró el soldado desconsolado, mirando un cuerpo que yacía en el suelo.

—¿Quién es Peter? —Preguntó Johnny desconcertado, observando el cadáver sin cabeza.

—Peter era mi primo. La última vez que supe de él se mudaba con su esposa y sus dos hijos a Canadá. De aquello han pasado ocho años. —Contó el soldado medio ausente, inmerso en sus tristes pensamientos.

—Soldado tenemos que irnos. —Dijo Johnny seriamente, dándole un toquecito en el hombro.

—Bruce, me llamo Bruce, y no voy a irme de aquí sin más. He disparado a mi primo después de llevar tanto tiempo sin saber de él. —Contestó molesto el soldado, dándole un manotazo al pelirrojo para que lo dejara en paz.

—¡Vámonos! ¡Que te quedes aquí no le va ha devolver la vida! —Gritó Johnny alterado, poniendo una de sus muecas de desprecio.

—Johnny vamos a darle un par de minutos. No seas cruel con él. —Replicó Ley disgustada con el frío comportamiento del pelirrojo.

Los tres dejaron a Bruce solo, abandonando la habitación respetuosamente. Se sentaron en el suelo de la habitación contigua, esperando que su compañero se despidiera del cadáver de su familiar.

—Le abandoné… —Murmuró Jimmy entre lágrimas, mirando fijamente el suelo para esconder la mirada a sus amigos.

—¿Qué pasó Jimmy? ¿Jimmy que pasó con Will? ¡Contéstame! —Gritó Ley histérica, zarandeando de nuevo a su amigo.

—¡Déjalo! ¡Está claro! ¡Will está muerto! ¡No le des más vueltas! —Replicó a voces Johnny, instando a la pelirroja que soltara a Jimmy.

—¡Le dejé tirado! ¡Quedamos separados y me fui sin él! ¡Estaba atrapado entre zombies y yo no podía hacer nada! ¡También me rodeaban a mí! ¡Salí corriendo sin mirar atrás! ¡Le dejé allí tirado! —Gritó el rubio completamente dolido, contando la trágica anécdota que tanto le torturaba en su interior.

Ley lo soltó pálida sin poder creer lo que acababa de escuchar, desplomándose en el suelo completamente abatida por la noticia.

—¡Lo siento! ¡Joder! ¡Lo siento! Perdí el control, y me dejé llevar… —Se disculpó Jimmy con sentimiento de culpabilidad, golpeando la pared con todas sus fuerzas lleno de impotencia.

Bruce entró en la sala interrumpiendo aquella incómoda conversación. Ley y Jimmy secaron sus lágrimas al instante, intentando disimular el desconsuelo que sentían en su interior.

—¿Habéis encontrado algo? ¿Qué es lo que tenemos entre todos? —Preguntó Johnny con seriedad, dando un giro completo a la situación.

—Yo dos balas de pistola, pero las he tenido que gastar, así que nada… —Comentó Ley bastante decaída.

—Un bote de estimulantes. —Respondió Bruce algo apático.

—Una caja de calmantes, tres paquetes de tabaco, una lata de conservas, quince balas de pistola y dos machetes. —Contó Jimmy desganado, dándole un machete a Johnny y otro a Bruce.

—Yo solo tengo cinco balas de escopeta. —Añadió el pelirrojo tras un largo suspiro.

—No es mucho, pero por lo menos es más que antes. —Dijo Ley seriamente, intentando recuperar algo de visión positiva.

—Seguimos sin vehículo y el exterior no es seguro. —Contestó Johnny preocupado por el desplazamiento al aire libre.

—Yo encontré un tractor fuera, solo tenemos que llegar hasta él. —Añadió Jimmy confiado, abriendo la puerta de la lujosa mansión.

—¡Este tío es idiota! En un tractor y sin apenas balas. —Refunfuñó Johnny con un gesto molesto. 

Era el anochecer cuando el grupo salió raudo de la mansión, corriendo através del huerto en formación. Jimmy iba a la cabeza para guiar a sus compañeros por los campos, blandiendo su estoque con suma elegancia.  Detrás de este corría Ley ayudando al rubio a deshacerse de los podridos, cortando con su catana las extremidades de las asquerosas criaturas. Johnny y Bruce iban detrás con los machetes utilizándolos con torpeza, y solo cuando era estrictamente necesario. Prácticamente Ley y Jimmy hacían todo el trabajo, despejando rápidamente el camino a seguir.

Finalmente los chicos llegaron al sucio tractor, aparcado a escasos metros de la finca. Bruce comprobó que funcionaba y que tenía combustible, mientras sus compañeros impedían que algún podrido se acercara. No era un vehículo ideal, pero sería lo que les llevaría junto a sus compañeros.

—¡Esto no va a más de sesenta! —Refunfuñó Ley subiéndose al lento vehículo.

—¡Vamos a por mi coche! —Ordenó con chulería Johnny, dándole un par de toquecitos en el hombro a Bruce.

Cuando salieron de los ardedores de la finca el camino se volvió mucho más tranquilo. Los jóvenes se estaban desesperados al ir tan apretados, recorriendo los campos a tan poca velocidad. Ninguno quería hablar después de todas las cosas horribles que les habían sucedido, lo único que querían era encontrarse con los suyos.

El llegar a las cercanías del viejo palacio medio derruido, pudieron ver como sus vehículos aún seguían allí aparcados. Dejaron el tractor a escasos metros de estos, pudiendo estirar las piernas después de aquel largo paseo en tractor.

—¿Qué nos llevamos? —Preguntó Johnny con seriedad, sacando de la mochila las llaves de su querido Jeep.

—El todoterreno tiene un par de ruedas pinchadas. El Ford está muy reventado, cada un par de días hay que arreglarlo y repararlo sería un verdadero lío. —Comentó Bruce echándole un vistazo a los coches.

—Yo me llevo la moto. —Dijo con seguridad Ley al subirse a ella, haciéndole un gesto a Johnny para que le lanzara las llaves.

—¿Y tú? ¿Como llegaste a la zona? —Preguntó Johnny dubitativo, dirigiéndose a Jimmy con desconfianza.

—Llegué después de tres días andando, he gripado el motor de mi coche. —Explicó el rubio algo molesto, subiéndose en el Jeep con su compañero.

—Bueno será mejor que salgamos ya. Vamos al bunker veintidós, es el que está más cerca de la zona. —Sugirió la pelirroja seriamente, arrancando la vieja moto tras hacer un gesto de despedida.

Ambos vehículos salieron del lugar casi a la vez, recorriendo el trayecto uno detrás de otro. Ninguno encendió sus luces para no alertar a las infectas criaturas, ralentizándolos por la escasez de visión. Los jóvenes estaban ansiosos por llegar a la zona, donde supuestamente les estarían esperando los demás supervivientes.

Tras un par de horas consiguieron llegar al primer bunker, descubriendo que en el lugar no había absolutamente nadie. Se marcharon desanimados, conduciendo con desesperación hasta el siguiente refugio para encontrarse con el mismo panorama.

—¿Y si no ha sobrevivido nadie? —Preguntó entristecida Ley, perdiendo sus esperanzas con desesperación.

—Podríamos quedarnos aquí escondidos. Ya nada tiene sentido, todo se ha terminado. —Sugirió el pelirrojo entre suspiros.

—¿Y para que vivir así? Si no queda nadie vivo, no sé para que vamos a quedarnos escondidos. ¿Para que? ¿Para morir desquiciados y pasando hambre? —Dijo Jimmy completamente desesperado.

—¡Chicos! ¡Vamos a seguir intentándolo! Hay más refugios, seguro que aún queda alguien vivo. —Animó Bruce aferrándose a sus últimas esperanzas.

El soldado convenció a sus compañeros, haciendo que estos estuvieran dispuestos a continuar. Siguieron su búsqueda por varios refugios, pero no hasta el séptimo no encontraron a ningún superviviente. Vieron a un soldado en las cercanías andando en dirección al siguiente bunker.

—¡Espera! Gritó Ley llamando la atención del soldado.

—¡Will! —Exclamó la chica con asombro y alegría.

La pelirroja dejó la moto contra una verja, para luego salir corriendo a abrazar a su compañero. Jimmy se quedó en shock viendo como el amigo que creía muerto, estaba sano y salvo, abrazando a su compañera con fuerza.

—¡Estás vivo puto nazi! —Gritó Johnny completamente sorprendido, bajándose del coche extrañado.

—¿Creías que te ibas a librar de mi con tanta facilidad?  —Bromeó Will chocándole la mano al pelirrojo.

—Will… —Murmuró el rubio desconcertado, acercándose a su compañero.

El pelinegro lo miró de mala manera, mostrando el mayor gesto de desprecio que le salía. Rápidamente le dio la espalda para continuar abrazando a su amiga.

—Will, yo… —Dijo entristecido Jimmy, mirando al suelo lleno de culpabilidad.

—¡Déjame en paz! —Vociferó Will enfadado, interrumpiendo las explicaciones del que antes había sido su mejor amigo.

El pelinegro se subió en la moto con Ley, intentando estar separado de Jimmy. Will no iba a perdonar al rubio por lo que le había hecho, jamás volvería a confiar en él después de todo lo que había pasado. Jimmy seguía sin comprender la situación, él hubiera apostado su cuello a que Will había quedado encerrado y sin escapatoria. Johnny se alegraba de que Will estuviera vivo, no porque lo apreciara pero si porque si él había sobrevivido seguro que más gente lo había podido conseguir.

Finalmente llegaron al octavo bunker encontrando allí al resto de supervivientes del campo. Todos aún entristecidos por lo ocurrido, sonrieron al encontrarse con el resto de nuevo. Contando con ellos solo habían sobrevivido dieciséis personas a la gran masacre.

—Esto es un desastre, de todos los que éramos no quedamos ni un tercio. —Murmuró Ley con mala cara.

Una vez dentro del bunker se pusieron a ver cuantas cosas habían podido sacar del campo. Apenas habían podido sacar munición y medicamentos, aunque si habían logrado llevarse bastante comida para los pocos que quedaban vivos.

—Necesitaremos ir a por provisiones. Necesitamos estimulantes porque con los pocos que somos, vamos a tener que hacer grandes esfuerzos. Armas se de donde podemos sacar, pero medicamentos ni idea… —Comentó la pelirroja preocupada.

—¿De donde? —Preguntó Will extrañado.

—De un par de sitios. Por aquí cerca había un museo de la guerra en la edad moderna. Allí debe de haber trabucos o algo de eso, mínimo debe de haber un par de viejos fusiles. También debe de haber balas y pólvora. Aparte hay un museo medieval donde debe de haber un mogollón de espadas armaduras y demás. Si saqueamos ambos museos seguro que algo más protegidos vamos a estar. —Contó Ley limpiando su catana.

—¿Espadas? ¿Trabucos? ¿Pólvora? ¡Joder! Cada día vamos a peor. Si me costaba tener que aguantarme con armas de las guerras mundiales, no me quiero ni imaginar con esas cosas. —Refunfuñó Johnny bastante molesto.

—¿Qué quieres tío? Realmente es mejor. Las armas mientras más antiguas menos dependes de balas. Son lentas pero solo te hace falta pólvora. —Contestó Ley disgustada.

—Si claro, la pólvora crece en los árboles ahora… —Protestó el pelirrojo con chulería, desconfiando de aquella idea.

—Vamos a ver, si los chinos hacían pólvora hace más de mil años tampoco creo que a nosotros nos sea imposible. —Refunfuñó la chica suspirando.

—Yo no tengo ni puta idea de hacer pólvora. —Comentó Will disgustado con la idea.

—Solo hace falta carbón, azufre y nitrato potásico. Si entramos en cualquier almacén de productos químicos o cualquier universidad o colegio donde tengan laboratorio vamos a encontrar esos ingredientes. Solo hay que pulverizar los ingredientes por separado y ya está, no es tan difícil. —Contó Ley harta de la negativa de sus compañeros.

—Está bien, tendremos que hacer pólvora. ¿Pero y las espadas? —Dijo Will reacio a las proposiciones de su compañera.

—Sé que no sabéis utilizar espadas, pero Jimmy y yo podemos enseñaros movimientos básicos. Si nos agrupáramos con espadas como los antiguos ejércitos, podemos ser bastante dañinos. —Comentó la chica bastante cansada de tener que convencer a sus amigos.

—Bueno, pero seguimos sin medicamentos. ¿Qué hacemos con eso? —Dijo Jimmy con preocupación.

—Yo sé donde hay un hospital. No está cerca, pero tampoco está demasiado lejos. Allí nunca hemos entrado, el resto de farmacias y clínicas están vacías. Si quedan medicamentos deben estar en ese hospital, sino tendremos que ir casa por casa haber si encontramos algo. —Contó Bruce con seriedad, metiéndose en la conversación momentáneamente.

—Está bien, pero eso mañana. —Dijo Johnny entre bostezos.

Algunos de los supervivientes dormían exhaustos, mientras que el resto cenaba decaídamente. El lugar no era muy amplio, dejando a los soldados durmiendo unos al lado de otros entre mantas como en un campo de refugiados. El poco espacio que había en el bunker era aprovechado al máximo. 

—Yo me piro a sobar, ahí os quedáis. —Dijo Will con chulería, cogiendo una sucia manta.

—Ley ven, anda. —Llamó el pelirrojo amablemente, para justo después ponerse a cuchichear con la chica.

—¿Me he perdido algo? —Preguntó sorprendido el rubio, viendo como ambos pelirrojos cuchicheaban cariñosamente entre risitas.

—Quizás… —Chuleó Ley sacando su lengua con gracia.

—Nena cógete un par de latas de atún y algo para dar un par de tragos. Yo voy con Jimmy a mirar unas cosillas del Jeep. —Dijo Johnny sonriente, sacando al rubio del bunker a rastras.

Los chicos se sentaron fuera encima de unas grandes rocas, descansando tranquilamente mientras charlaban.

—Venga Johnny, no te hagas el loco. Cuéntame porque para algo me has sacado aquí. —Curioseó el rubio entre risitas.

—Creo que estoy con ella… —Murmuró el pelirrojo sonriente.

—¿Enserio? ¿Cómo lo has conseguido? ¿El cañón de tu escopeta en su sien? —Bromeó Jimmy, intentando hacerse el gracioso.

—Después de la invasión del campo algo cambió, no me preguntes que, pero ella vino diferente. —Contó Johnny pensativo.

—¿Y ahora que? —Preguntó Jimmy con curiosidad.

—Ahora es mía, por fin es mía, y no la voy a dejar escapar. —Afirmó el esquelético chico con seriedad, mostrando sus sentimientos en la confianza que le proporcionaba su amigo.

—Tío ten cuidado, vas muy deprisa. ¿Seguro que no era desesperación? Recuerda que ella siempre ha pasado de ti. Tampoco olvides que hasta hace unos días seguía pensando en Rojo. No te precipites colega. —Aconsejó Jimmy con toda su buena voluntad.

—¡No me jodas Jimmy! ¡Rojo está muerto! ¡Se lo están comiendo los gusanos! ¡Yo estoy vivo! ¡No hay más que hablar! —Gritó enfadado el pelirrojo, pegándole una patada a una pequeña piedra del suelo.

—¡Tío cálmate! Está bien, no diré más nada sobre eso. —Contestó molesto su amigo.

—¡Mira no me jodas! Esta noche es mía y la voy a disfrutar, mañana ya se verá. Me voy a ir con Ley al bunker por el que pasamos antes y voy a pasar la noche con ella a solas. ¿Sabes lo que significa no? Pues ya está. —Dijo el grotesco joven algo malhumorado.

—Suerte tío, hoy es tu gran noche. —Respondió el delgado rubio, dándole un toquecito a su amigo en el hombro.

La chica salió del bunker sonriente, interrumpiendo la conversación de los chicos sin percatarse de lo que hablaban. Jimmy se despidió de ambos con un amistoso gesto, dejándoles intimidad para que estuvieran más a gusto.

—¡Vamos! —Exclamó sonriente Johnny, arrancando su querido Jeep.

Ambos jóvenes se bajaron rápidamente del coche al llegar a su destino. Entraron el en pequeño bunker cogidos de la mano, contentos de poder estar a solas sin que nadie los molestara. Una vez dentro se dispusieron a preparar un poco el lugar, haciéndolo un tanto más acogedor. Extendieron una manta encima de un polvoriento colchón, mientras que con otra manta hicieron una improvisada almohada.

—No sé si voy a estar a la altura de las circunstancias, lo llevo esperando demasiado tiempo, y no sé tus expectativas sobre esto. —Dijo nervioso el chico, sonrojándose por momentos.

—Tranquilízate Johnny. Primero vamos a cenar y vamos a beber algo, que Bruce me ha dado un vino prehistórico que encontró en el palacete. Luego simplemente déjate llevar como has hecho siempre. —Dijo Ley con dulzura, sentándose en un viejo sillón para quitarse las botas y descansar los pies.

Ambos se pusieron cómodos y comenzaron a cenar sentados en la cama, no sin abrir antes la vieja botella de vino. Cenaron con tranquilidad sus latas de atún, contando viejas anécdotas del pasado.

—¿Recuerdas nuestras primeras maniobras? Cuando me caí al pozo ese y perdí mi pistola. —Dijo la chica entre carcajadas, tirando las latas vacías a una bolsa.

—Si, claro. Cuando el capitán dijo que por inútil pasarías tres noches dentro del pozo. No aguante sin verte ni la primera noche y tuve que ir a sacarte de allí a escondidas. Jimmy y Rojo me cubrían con el capitán, pero acabó escuchando al tonto de Will y me descubrió. Al final el cabrón del capitán nos dejó a los dos encerrados en el calabozo a pan y agua una semana. —Contó Johnny entre risitas, gesticulando cada vez que decía algo.

—Ojala pudiéramos vivir tan tranquilos como entonces. —Murmuró la chica sacando un cigarro y un mechero.

—Esta noche si preciosa. —Susurró el esquelético chico, acariciando el rostro de la joven antes de besarla.

Realmente nadie había besado con tanta intensidad a la delgada chica, haciéndola sentir en aquel momento más especial que nunca. Se le consumió el cigarro entero sin que se diera cuenta, acariciando el pelo del chico mientras se besaban.

—Tenemos tiempo, fúmate un cigarro si quieres. —Dijo el chico sonriente.

Ley recogió su cabello con una gomilla, dando la última calada antes de apagarlo.

—Dame un beso antes, si quieres que me espere. —Susurró el chico acercándose con lentitud, mientras la pelirroja sacaba otro cigarro.

La chica dejó caer el pitillo al suelo cuando Johnny la volvió a besar. Este al ver el gesto de la joven la agarró con fuerza, inclinándose con lentitud sobre ella. La pelirroja entrelazaba sus dedos en el pelo de su amante, acariciándolo con una dulzura que jamás había mostrado.

—¿Quieres que siga? —Preguntó el esquelético joven bajando la cremallera del traje de su amada.

—¿Te sirve esto de respuesta? —Chuleó Ley con una sonrisa pícara, desabrochando el traje de Johnny.

Los jóvenes se desnudaron cuidadosamente y pasaron toda la noche juntos, llegando a dormir solo un par de horas…

Ley se levantó adormilada del viejo colchón, rascándose los ojos tras bostezar repetidas veces. Andaba descalza por el frío suelo, buscando un cigarro que la noche anterior se había caído de la improvisada cama. Lo encontró tirado al lado de la ropa del pelirrojo, tropezándose con ella accidentalmente. Se encendió el aplastado cigarro, mirando a Johnny que dormía plácidamente con su cuerpo desnudo enrollado en una vieja manta.

La pelirroja tarareaba una antigua melodía que se le había venido a la cabeza mientras observaba al joven. Movía de arriba abajo los pies al ritmo de la canción que entonaba, bailoteando sobre un viejo sillón medio descosido.

—¿Qué haces? —Preguntó el pelirrojo adormilado, rascándose los ojos bruscamente.

—¿Recuerdas? Siempre la cantaba en la academia. —Contestó Ley inmersa en sus pensamientos, meneando sus delgados pies de un lado a otro.

—Claro, la primera vez que te vi estabas cantándola. Creo que eso fue lo que hizo que me acercara a ti, esa letra era muy hardcore para una chiquilla. —Dijo Johnny nostálgico, mirando el techo del pequeño bunker.

—Si, realmente era muy harcore para una adolescente. No era cualquier canción de chica mala, era mucho más que eso. —Añadió la chica con una sonrisa pícara, aplastando la colilla en el sucio suelo para apagar el consumido cigarro.

—Bueno tía dura, vente a la cama un rato más y deja de ser una chica mala. —Pidió el joven con un tono un tanto chulesco, dando un par de palmadas en el viejo colchón.

—¿Y si no quiero? No me digas lo que tengo que hacer si no quieres que me porte mal. Estás avisado chaval, así que no te pases ni un pelo. —Bromeó Ley entre risitas, dirigiéndose lenta pero decidida a la improvisada cama.

Johnny bostezando le hizo un hueco a la chica para que se tumbara a su lado. Esta se tumbó boca arriba pensativa, acariciándose su propio pelo una y otra vez. Cuando la joven se acomodó su compañero se acurrucó a su lado como un indefenso perro abandonado.

—Abrázame. —Pidió el joven en susurro, mirando a su compañera intensamente.

La chica se giró hacia él inmediatamente, abrazándolo con fuerza para que se sintiera mejor. El esquelético joven cerró los ojos intentando borrar todo el dolor de su alma, concentrándose en el calor que desprendía el cuerpo de Ley. Aquello que había estado ansiando durante tantos años había llegado por fin, trayendo consigo una reconfortante sensación de alivio para su atormentado corazón.

—¿Es real? —Preguntó Johnny confuso, sintiéndose como en un breve sueño del que despertaría tarde o temprano.

—¿El que? —Respondió la joven dubitativa, preguntándose a sí misma que pasaba por la cabeza de su compañero.

—Esto. Es demasiado perfecto para ser real. No sé, después de tantos años. —Dijo Johnny algo decaído, adentrándose en sus negativos pensamientos.

—Estoy aquí. ¿Puedes sentirlo no? Pues eso es lo importante. — Contestó Ley algo molesta por el comportamiento del pelirrojo.

—He estado demasiado tiempo esperando esto. He estado toda la vida renunciando a oportunidades de todo tipo con tal de no alejarme de ti. Incluso he dejado morir hombres en el campo de batalla solo por asegurarme de que estuvieras bien. Estuve apunto de que me pillaran antes de huir del país, casi me pillaron por esperarte para salir juntos. Claro que tú no apareciste porque tenías cosas mejores que hacer, como buscar a Rojo y ese tipo de cosas. Me he comido mil marrones solo por ti, solo por contentarte siempre que estaba en mi mano. Es cierto que siempre has sido una buena amiga, siempre has estado ahí pero nunca te has dado cuenta de todo lo que he hecho por ti. Nunca tenías ojos para mí si Rojo estaba allí, siempre correteabas detrás de él y pasabas de mí. ¿Sientes algo por mí? ¿Es que acaso te sientes tan sola y perdida que soy tu única solución? ¿Es desesperación? ¿O es compasión por mi situación actual? —Soltó de golpe Johnny un tanto dolido, mirando fijamente a la chica mientras compartía sus sentimientos.

—Johnny, tranquilo. Comprendo que no ha sido fácil para ti y que quizás yo no supe darme cuenta de lo que pasaba. Debí tenerte más en cuenta lo sé, pero yo hacía exactamente lo mismo que tu hacías solo que yo lo hacía por él. Para bien o para mal, ya no está aquí. No sabría explicarte lo que siento Johnny, pero sentir, yo siento cosas por ti. Se que quiero estar contigo, que quiero besarte, y que no quiero que te vayas de mi lado. Las cosas han cambiado y lo que yo creía que era no es. No quiero perderte yo quiero estar contigo, pero no hagas las cosas más difíciles. No retuerzas el pasado, porque pasado es. Tampoco estés con ese aire bipolar, que de pronto te vienes abajo y te pones paranoico. —Respondió la chica intentando ser lo más sincera posible, mirándole a los ojos con una basta intensidad.

—Quédate conmigo aquí, pasemos del mundo. Tenemos comida, algo de alcohol y un buen refugio para los dos. Escapemos de esta mierda juntos, aquí solos tu y yo. No necesitamos nada más. —Rogó Johnny atormentado, abrazando a la chica con todas sus fuerzas.

—¡No! ¡Johnny tenemos un objetivo! ¡El objetivo es más importante que cualquier otra cosa! —Se negó la pelirroja en rotundo algo molesta, mostrando su descontento al incorporarse rápidamente y de mala manera.

—¡No vamos a conseguir nada! ¡Ya lo dijo la mujer que secuestramos! ¡Saben a lo que vamos! ¡Ya no tenemos un ejército! ¡No somos ni veinte personas! ¡Luchamos contra algo que nos viene grande! —Gritó el pelirrojo desesperado, intentando que la chica entrara en razón.

—Si ni siquiera lo intentamos, nos moriremos arrepentidos de no haberlo intentado. Es mejor morir haciendo lo que uno cree correcto. —Susurró Ley ausente, inmersa en sus extraños pensamientos.

—¿No lo entiendes? ¡Por ese camino vamos a morir todos! ¡A mi me da igual el resto! ¡Incluso yo! ¡Pero no quiero que te pase nada a ti! ¡Me importa una mierda el mundo! ¿Qué más da? ¡Ya se ha ido a la mierda! ¡Prefiero vivir aquí contigo dos años que perderte en unos días o semanas! ¡Quiero que estemos aquí tranquilos sin preocupaciones! ¡Que solo tengamos que ponernos en peligro para conseguir comida! ¡Quiero pasar los días aquí encerrado en este bunker abrazándote! ¿No lo entiendes? ¿No eres capaz de verlo? —Soltó de golpe el pelirrojo lleno de desesperación, agarrando con todas sus fuerzas la mano de la chica.

—Lo entiendo Johnny, créeme. A mí también me gustaría, todo sería más fácil. Puedo ser egoísta y aceptar ese destino, pero no puedo. Johnny por ahí fuera está mi hermano con un brazo amputado, no tiene tantas posibilidades de sobrevivir. Sabes que no todo el mundo tiene la suerte de tener algo de provisiones y buenos refugios. Además aún siendo egoístas sabes que si cumplimos el objetivo podremos vivir mejor. Johnny ayúdame, sin ti no voy a poder seguir con esto. —Explicó Ley con un llanto silencioso, abrazando con fuerza al chico.

Se abrazaron intentando borrar su desconsuelo, agarrándose con todas sus fuerzas. Se besaron con dulzura unos minutos, en los cuales a ambos les hubiera gustado que se parase el tiempo. Se vistieron después, preparándose rápidamente para encontrarse con sus compañeros. Se montaron en el Jeep y se pusieron en camino, mirándose con ternura cada vez que cruzaban sus miradas.

Johnny estaba feliz de haber pasado aquella noche con la joven, alejados de todos los problemas del mundo como si ninguno de estos ocurriese. Esa felicidad tenía su toque de amargura, ya que el chico estaba tremendamente aterrado con la idea de perderla ahora que la había conseguido. Si ella se empeñaba en seguir con la misión, él no se despegaría de su lado y la cuidaría hasta el final. De todas formas si la perdiera a ella, a él ya no le quedaría nada por lo que seguir viviendo. Él era un desgraciado por el que nadie daría ni un duro, pero ella le daba una razón para no volarse los sesos ni ponerse a masacrar gente.

Ley se odiaba a sí misma por tener esa personalidad. Sus obligaciones morales le podían más que otras, recordándole esto al carácter de Santiago. Aquel soldado había antepuesto su bien personal por el de los demás, cosa que ella no había parado de hacer en toda su vida. Le hubiera sido más fácil no dar el golpe de estado, pero su conciencia no la dejaba dormir tranquila. Ella hubiera querido quedarse con su hermano, pero sin embargo lo abandonó mutilado por cumplir su misión. Ahora quería abandonarlo todo y quedarse con Johnny para siempre en un sitio seguro, pero otra vez se anteponía el bien mayor a su bienestar personal. Ella se comportaba con frialdad normalmente, pero era un caparazón para protegerse en estos casos. Necesitaba ser una persona distante para cumplir con sus grandes luchas, sin que le costara tanto trabajo alejarse de sus seres queridos. El consuelo que tenía esta vez era que aunque no había podido quedarse con Johnny escondidos en el bunker, este la acompañaría allí donde quiera que ella fuera. Sabía que si ella se lo pedía este iría a su lado hasta el mismo fin del mundo. Sabía que él no era una bellísima persona y que mucho menos le importaba la gente generalmente, pero él siempre había hecho todo lo que ella le había pedido.

—Ya era hora chavales. —Gruñó Will cansado de esperar, mientras Ley y Johnny bajaban del Jeep.

—¿Nos puedes indicar en un mapa donde está ese hospital? —Preguntó la pelirroja con seriedad, dirigiéndose a Bruce.

—Si, ya lo he dejado preparado. Es el círculo rojo que hay pintado. —Respondió el soldado entregándole un mapa arrugado a la chica.

—Bueno, escuchadme. Will tú quédate aquí cuidando de esto. Asegúrate de que el científico está a salvo, es el único que nos queda. Jimmy vete con Bruce y un par de soldados a los museos, están siguiendo la carretera de la iglesia. Llévate el camión ese. Johnny y yo iremos al hospital con la moto. Will asegúrate de llevarte el Jeep contigo si pasa algo, y  os tenéis que ir pitando de aquí. —Ordenó Ley segura de sí misma, mirando que en su mochila llevaba lo necesario.

—¡Se me olvidaba! Yo llevo una radio para estar en contacto. Jimmy llévate tú otra, y que Will se quede con una también. Quiero que si ocurre lo más mínimo estemos comunicados. —Dijo la chica con serenidad, poniendo fin a la conversación.

Ley y Johnny salieron los primeros del lugar, guiándose con el arrugado mapa para no perderse. La chica conducía mientras su compañero le iba indicando el camino a seguir.

—¿Está lejos? —Preguntó la chica con pesadez.

—Sé que ya llevamos un rato, pero todavía está lejos. Tú sigue mis indicaciones y terminaremos encontrándolo. —Contestó Johnny con desgana.

 Finalmente llegaron a la zona del hospital, percatándose de la presencia de este a lo lejos. Aparcaron la moto nada más verlo, intentando ocultar el vehículo para no llamar demasiado la atención. Ambos caminaron rápidamente hacía él, descubriendo dos personas con trajes nucleares en las cercanías del edificio. Los pelirrojos se escondieron rápidamente, observando lo que ocurría.

—¡Dyssidia! Ya era hora de que habláramos. —Dijo un chico que se acercaba a la joven que estaba esperando de espaldas.

—Ya estás aquí. —Dijo con indiferencia la chica, dándose la vuelta con tranquilidad.

Ley al ver el rostro de la chica, se quedó impactada viendo a esa vieja conocida con vida.

—¿De que querías hablar Davis? No tengo todo el día, espabila. —Expresó de malas maneras Dyssidia, mostrando una pose desafiante.

—Voy a darte algo de parte de una persona que ambos conocíamos muy bien… —Comentó el pelinegro de buenas maneras, dispuesto a hablar sin necesidad de buscar problemas.

Dyssidia frunció el ceño por instinto, observando la penetrante mirada del joven y el curioso tono de voz que había empleado. No le gustaba la pinta que tenía todo aquello, dejando su mente en guardia con el presentimiento de que se trataba de algo que no le iba a gustar.

Davis se acercó a ella cauteloso, dejando un espacio de seguridad entre ambos. El chico sacó una foto de su bolsillo trasero, la cual dejó con cuidado en las manos de Dyssidia. Esta al ver aquella foto la cogió con respeto, temerosa por lo que sus ojos estaban viendo en ese momento.

Ley vio a lo lejos como alguien se acercaba a escondidas, intentando espiar a Dyssidía y Davis entre las sombras.

—¿De donde has sacado esto? —Susurró Dyssidia con la voz entrecortada.

—Del cadáver de Allen. Mira lo que pone detrás, eso es lo importante. —Contestó Davis con seriedad.

—Dyssidía perdóname. Por mi culpa Nika y tú discutisteis, por mi culpa todo cambió. Riliane y yo vemos a Nika triste. Nos duele verla así, no parece ella, se la ve muy mal. Me siento culpable por ello, me gustaría que me dieras una segunda oportunidad. Poder volver a los viejos tiempos, cuando paseábamos, salíamos de fiesta, y nos apoyábamos juntos en las buenas y en las malas. Cuando lo pasábamos bien Riliane, Maya, Nika, tú y yo. Quiero que vuelvan los buenos tiempos, y haré lo que sea necesario para ello. Espero que me perdones algún día y que podamos volver a reír juntos. Pensarás que soy estúpido por escribirte en vez de hablarlo en persona, pero cuando veo el rencor con el que me miras se me hace imposible decírtelo a la cara. Atentamente, Allen… —Susurraba Dyssidia nerviosa, leyendo el reverso de la foto.

—¿Conocías a los hermanos? —Preguntó tensa la chica, mirándolo con suma hostilidad.

—Sabía de vuestra existencia por esto. Nicole y yo decidimos buscaros, por eso accedí a venir con este grupo. —Explicó el pelinegro calmadamente, intentando que la joven se tranquilizase un poco.

—¡Contéstame! ¿Los conocías? —Volvió a preguntar nerviosa Dyssidia cada vez más agresiva.

—Si, eran muy buenos amigos. Presencie por las cámaras como tú y otra chica de la foto los asesinasteis a sangre fría, sin dejar que se protegieran. También se que tú y una pelirroja amiga tuya matasteis a Killer, aunque puede que eso ya no tenga mucha importancia. —Contestó Davis bastante molesto.

—¿Porqué debería darte explicaciones? ¿No eres nadie? —Replicó la chica a voces, arrugando la foto para después tirarla hecha una bola como si se tratase de basura.

—¡Nooo! —Se escuchó el quejido de la misteriosa chica que observaba la conversación entre ambos.

Esto llamó la atención de los malhumorados chicos, acercándose al lugar de donde había procedido el grito.

—¡Maya! ¿Estás bien? ¡Esto es por tu culpa estúpido! —Gritó Dyssidia nerviosa, arrodillándose al lado de su hermana.

Maya se retorcía de dolor, notando como su cabeza iba a estallar. Por su cabeza pasaban rápidamente miles de recuerdos del pasado que la estaban volviendo loca. Ella era la única que sabía la verdad sobre la cruel muerte de los hermanos.

—¿Por mi culpa? ¡Todo esto lo has empezado tú! ¡Si no lo hubieras hecho nuestros caminos jamás se hubieran cruzado! —Respondió Davis enfurecido, apretando sus puños con fuerza.

Dyssidia lanzó un puñetazo con su derecha, fallando el golpe cuando Davis lo esquivó. Su segundo puñetazo golpeó la barbilla del chico agresivamente. Este después del porrazo inmovilizó los brazos de la chica, pegándole un patada en el estomago.

—¡Parad! —Gritó Maya angustiada, arrastrándose hacia donde peleaban los chicos.

—¡Davis! —Vociferó una rubia que corría hacia ellos.

Un podrido sin piernas se deslizaba con sus brazos por el terreno, acercándose a la débil Maya peligrosamente. La chica ni se había percatado, tirada por la angustia que le provocaba su gran dolor.

—¡Quieta! ¿A dónde coño vas? —Protestó Johnny cogiendo el brazo de la pelirroja.

—No voy a dejar que eso le arranque media pierna. Maya tiene que saber donde está mi hermano. —Contestó con seriedad Ley, saliendo de su escondite rápidamente.

—¡Nicole! —Gritó el pelinegro al ver a la rubia avanzando rauda en su dirección.

Dyssidia y Davis aún peleaban a puñetazos y patadas, tirándose al suelo con agresividad constantemente. La rubia corría hacía Davis, preocupada por la caótica situación. Maya se retorcía del dolor, observando desconsolada la violenta pelea.

—¡Cuidado! —Advirtió Ley a voces, corriendo hacía la dolorida joven.

La pelirroja cortó la cabeza del zombie que acosaba a Maya, librándola de él con suma agilidad. La chica se quedó mirando a Ley desconcertada al ver aquella repentina aparición. No podía creer que de pronto apareciera la hermana de M.A en esa situación y en aquel lugar.

—¡Tú! ¡Ven conmigo a separarlos! —Pidió desesperada Nicole, señalándole a Ley la pelea.

—¡Johnny! ¡Ayuda a Maya! —Gritó la pelirroja nerviosa, corriendo detrás de la rubia.

El pelirrojo echó a correr para hacer lo que su compañera le había pedido. No conocía a la chica pero la defendería si era lo que la pelirroja quería. Ley cogió a Dyssidia por detrás, tirándola al suelo para separarla del chico. Comenzaron a forcejear, rodando bruscamente por el suelo. Davis intentaba soltarse de Nicole, cometiendo el error de dejar que esta le hiciera una llave.

—¡Cálmate Dyss! —Vociferó Ley agresivamente, dándole a la chica un repentino cabezazo.

—¡Suéltame Ley! —Exclamó la chica llena de odio.

—¡Cuando estés quieta! —Contestó la pelirroja enfurecida, intentando contener a la chica.

—¡He dicho que me sueltes! ¡Voy a matarlo! ¡Tenga que pasar por encima de ti y de quien sea!—Exigió Dyssidia sacando su cuchillo.

La chica partió el cristal de la máscara de Ley, a la cual los cristales le hicieron varios cortes en la cara. Su rostro se lleno de manchas de sangre, provenientes de todas aquellas heridas.

—¡Noo! —Dijo Maya a voces, forcejeando con el pelirrojo para que no disparase a su hermana.

—¡Dyssidia esto no es un juego! —Amenazó Ley con hostilidad, intentando apartar el cuchillo de su cara.

—¡Que te quites! —Gritó Dyssidia con desesperación, cortándole a Ley la parte superior de la oreja derecha justo después de que esta apartara el cuchillo de su rostro.

—¡Vete al infierno! —Gruñó histérica y dolorida la delgada pelirroja, clavando su catana en el estómago de la que en un tiempo muy lejano había sido su compañera.

El rostro de Dyssidia quedó marcado por el horrible dolor que sentía. Sus ojos abiertos de par en par miraban a Ley fijamente, corrompidos por el sufrimiento que la chica notaba mientras se desangraba.

—¿Qué has hecho? —Gritaba una y otra vez Maya, completamente desconsolada al ver como su hermana moría.

—Termina ya con esto… —Murmuró la chica entre quejidos, viendo como su ropa se ensangrentaba rápidamente.

—Lo siento Dyss, no me has dejado otra opción… —Susurró Ley entristecida por lo que acababa de hacer.

—Es mejor así, ahora podré reunirme con Nika. —Dijo entrecortadamente Dyssidia, tosiendo sangre un par de veces.

Ley sacó la catana del estomago de la chica, mirándola con cierto desconsuelo. Ella no quería matarla, pero en aquel momento había tenido que decidir si salvar su vida o la de Dyssidia.

—Lo siento, no tenías que haberme obligado… —Se despidió Ley decaídamente, mirando por última vez el rostro de la joven antes de matarla.

La pelirroja sacó su pistola, acabando con la agonía de Dyssidia con un par de tiros en el corazón. Maya lloraba desesperada, golpeando repetidas veces en suelo con basta agresividad. Nicole y Davis guardaron silencio tras lo ocurrido, quedándose ambos completamente mudos sin saber que decir.

—¿Qué cojones está pasando aquí? ¿Por qué estáis todos aquí fuera? —Preguntó molesto Puma, encontrándose con el alboroto que Maya estaba formando.

Puma se quedó pálido al ver el cuerpo sin vida de Dyssidia tirado en el suelo. Él había estado un rato antes con ella, y de pronto yacía muerta con sus ropas llenas de sangre.

—¿Qué es esto? ¿Qué ha pasado? —Preguntaba atónito Puma una y otra vez, mirando a los presentes sin obtener ninguna clase de respuesta.

—Hubo una pelea, Dyssidia se descontroló y ella la mató. —Respondió Nicole a los pocos minutos, señalando con firmeza a la delgada pelirroja.

—¿Tú estás vivo? —Preguntó Ley desconcertada, mirando a Puma con asombro.

—¿Qué haces aquí pelirroja? Perdona que no me alegre de verte, pero no asimilo aún esto. —Dijo Puma distante, odiando que el reencuentro con Ley fuera en aquellas circunstancias.

—Vine buscando medicamentos para los míos, tuvimos serios problemas hace poco. Lo siento gatito, no tuve más remedio que hacerlo. Era ella o yo… —Contó la chica con seriedad.

Puma suspiró profundamente, acercándose a la chica con lentitud.

—¡Ni la toques! —Advirtió Johnny bruscamente con una de sus grotescas muecas, poniéndose delante de Ley a toda velocidad.

—¡Tranqui tío! Es mi amiga, no voy a hacerle daño. —Explicó Puma algo molesto con la situación.

Ley abrazó a Puma amistosamente, alegrándose de que el chico estuviera con vida. No era una situación ideal, pero en aquel horrible mundo nunca era un buen momento. Nicole y Davis ayudaron a la desconsolada Maya a volver dentro del edificio, llevándose el cadáver de Dyssidia para dentro.

—Esta entrada que has hecho no le va a hacer gracia a todos. —Comentó Puma decaído, mirando como se llevaban el cadáver de su compañera.

 —¿Mi hermano está vivo? ¿Él está ahí? —Preguntó con desesperación la chica, observando los muros del hospital.

—Si. Mira yo te dejaría quedarte, pero eso no va a ser posible. La situación ahí dentro es complicada. Si quieres puedo darte medicamentos y puedes hablar con tu hermano, pero no me pidas más. —Contestó el chico con seriedad.

—Comprendo… —Susurró Ley ausente.

—Puedes quedarte un par de días, pero no más de dos o tres. Hablas con estos, te busco lo que necesites, pero después te marchas. —Dijo el chico con claridad, exponiendo las condiciones de su acuerdo.

La chica asintió seriamente, dispuesta a aceptar lo que le proponía su viejo amigo. Johnny y ella siguieron a Puma hasta el interior, guardando un absoluto silencio. Este los hizo esperar un rato en una sala, para luego traerles visita.

M.A entró por la puerta con paso decidido, parándose en seco al ver aquellos rostros. No podía creer lo que estaban viendo sus ojos en aquel momento, no podía ser verdad. El chico estaba completamente asombrado con la sorpresa que Puma le acababa de dar.

—¡Hermana! —Exclamó contento M.A, dirigiéndose a Ley.

Esta lo abrazó con fuerza, alegrándose de ver a su hermano después de tanto tiempo. Aquel cariñoso abrazo fraternal duró varios minutos, reconfortando tremendamente a ambos hermanos.

—Si que estás cambiado tío, si hasta te veo más alto —Bromeó Johnny sonriente, saludando al hermano pequeño de Ley.

—¿Johnny? ¡Que estropeado estás tío! —Saludó M.A con humor, chocándole la mano al esquelético chico.

El cálido reencuentro fue interrumpido por Eva, Davis, Nicole, Inma y Maya. Las dos primas no venían con buena cara, mostrando sus ojos enrojecidos de haber estado llorando. M.A se quedó extrañado con la situación, viendo que se había perdido algo.

—¿Qué pasa? —Preguntó M.A confuso.

—Pregúntale a tu hermana. —Respondió Inma con rencor.

—Ley ha matado a Dyssidia. —Susurró Maya entristecida.

Eva no sabía nada del asunto, y no pensaba dar su opinión hasta que supiese exactamente que había pasado. La chica prefería manterse al margen, prefiriendo observar la situación.

M.A miraba a su hermana desconcertado, aún sin creer lo que estaba escuchando. Aquello tenía que tener alguna explicación, su hermana no asesinaba a la gente porque si.

—Mira la chavala se estaba peleando con ese tío. La rubia esa agarró a ese, y Ley fue a agarrar a la chavala. A la chavala se le fue la pinza, sacó un cuchillo y decía que iba a matar al tío ese. Ley le dijo que se estuviera quieta, a la chavala se le fue aún más la pinza, diciéndole a Ley que se quitara porque ella pasaría por su cadáver y del que fuera necesario. La chavala atacó a Ley con el cuchillo, y Ley le clavó la espada en defensa propia. Esa es la historia. —Contó Johnny resumidamente, gesticulando y señalando para contar la historia mejor.

 Reinó un sepulcral silencio que duró un par de minutos. Era una situación complicada, la cual no era de agrado para nadie.

—¿Es cierto? —Preguntó Inma rompiendo el incómodo silencio.

—Si, yo lo vi todo. —Contestó Nicole con seriedad.

—¡Podrías haber hecho otra cosa en vez de matarla! —Recriminó dolida Maya, llorando amargamente con su corazón encogido.

Ley sabía que dijera lo que dijera, Maya no iba a entenderlo hasta que asimilara la muerte de su hermana. No se lo tenía en cuenta, comprendiendo que la chica le hablase de aquella manera.

—¿Que te corten media oreja no es suficiente? Que el cuchillo iba para la cara y en algunas ocasiones al cuello. —Dijo completamente enfadado el pelirrojo, dando un porrazo en la pared.

—¿Y este quien coño es? —Preguntó molesta Eva, harta de que el chico no parase de hablar sin que nadie le preguntara nada.

—¿Y a ti que cojones te importa? —Se defendió el joven de mala manera, poniendo una de sus muecas de desprecio.

—¡Ya está bien chicos! —Interrumpió M.A a gritos, intentando que no se caldeara el ambiente más de lo que ya estaba.

Inma después de todo no sabía que creer, quedando completamente confundida con la situación. Maya simplemente lloraba su pérdida desconsolada, haciendo caso omiso a lo que estaba ocurriendo en la sala. A Eva no le hacía ninguna gracia el comportamiento del pelirrojo, el cual no le inspiraba ninguna confianza. Nicole no quería meterse en la discusión por el momento, prefiriendo esperar a ver como se desenvolvía la cosa. Davis se sentía culpable de todo aquello, ya que todo había empezado con su conversación privada con Dyssidia. Puma no quería más alborotos, pero tampoco sabía que hacer con lo que estaba ocurriendo. Johnny ya estaba harto de la actitud de todas esas personas que él no conocía, pensando una y otra vez que la pelirroja no debería haber salido a su encuentro. Ley estaba viendo como todos estaban perdiendo los nervios, prefiriendo guardar silencio porque si abría la boca iba a enfadarlos más. M.A no quería que discutieran con su hermana y con Johnny, el sabía que no eran malas personas.

—¿Qué le ha pasado a Dyssidia? —Gritó Alice entrando a la sala como un torbellino.

—Otra… ¡Que la tía esa estaba loca! —Refunfuñó Johnny alterado, cansado de la maldita situación.

—¿No vas a parar de hablar? ¿Quién te ha dado vela en este entierro? —Gruñó Eva enfadada.

—¡No le hables así! —Gritó harta Ley, dejando su silencio de lado.

—¿Por qué? —Preguntó con desprecio Eva, acercándose a la pelirroja desafiante.

—¡Porque lo digo yo! —Contestó con hostilidad Ley, dando un par de pasos hacia delante para demostrarle que no le tenía miedo.

—¡Ya está bien! ¡No consiento esto! —Se metió en medio Puma sumamente enfadado, dando un golpe seco en una mesa.

—¡Parad! Yo empecé todo esto… —Dijo Davis con seriedad, compartiendo su sentimiento de culpa con el grupo.