Big Red Mouse Pointer

miércoles, 19 de junio de 2019

NH2: Capítulo 065 - La otra cara de la moneda. 2.


2. ¿Cuál es la diferencia entre el blanco y el negro? ¿No son los dos, a fin de cuentas, una versión del gris?

Apostado en el asiento, Arnold disfrutaba del maravilloso paisaje campestre con tan solo el sonido de la moto de Steve perturbándolo. Manteniendo el equilibrio con una sola mano en el manillar, el soldado sacó del bolsillo izquierdo de su chaleco verde un delicioso puro y lo agarró con los labios. En la lejanía ya se divisaban los restos maltrechos de la ciudad donde se asentaba su base.
—Hora de ponerse a trabajar, Lester.
Del mismo bolsillo recuperó su mechero y encendió el habano, tragando todo el humo de la primera calada.
—Aléjate de la yegua. Despacio —le ordenó el desconocido sin titubear. Su arma se mantenía tan firme que parecía que podría estallar en cualquier momento. 
Hawk no necesitó demasiado tiempo para percatarse de los adolescentes y la niña que iban con el extravagante chico de la sudadera. Ninguno de ellos parecía ser lo contrario a un cazador dispuesto a matar por sobrevivir, salvo quizá la pequeña… Esa chiquilla…  
—No tengo intención de hacer ninguna de las cosas que se te están pasando por esa cabeza hueca que tienes ahí. Solo vine a rescatar a la yegua de los zombis.
—Creo que no he sido lo suficientemente clara, así que te pido disculpas —habló el poseedor del revólver caminando hacia el amenazado—. En lo que va de día, ya han intentado robarme a Estrella, robarme los poquitos suministros que he ido recolectando y enviarme derechito al otro barrio, el que nos está invadiendo. Si realmente no supones ninguna amenaza, aléjate, sigue tu camino y nosotros seguiremos el nuestro. Tú vivirás y yo me ahorraré una bala. Todos contentos y satisfechos.
Hawk frunció el ceño ante su nauseabunda provocación.
—¿Sabes qué, niño pijo y repelente? Gasta tu bala. Venga, mátame, pedante asqueroso.
Vega dudó al ser espectador de una reacción tan imprevisible dentro de sus cálculos. El viejo había abierto sus brazos retándole a que le utilizase como una diana.
—No entres en su juego, Vega, ese tipo no tiene que estar muy bien de la cabeza —le advirtió Mike expectante por lo que podría suceder a continuación.
—Precisamente eso es lo que me preocupa. 
—¿No? ¿Nada? Vaya, que pronto te has acobardado, chaval. Es lo que pasa cuando alguien va de farol. Ah, y de nada, capullo.
Vega se mantuvo con el revólver en alto sin dudar en si debía o no apartarlo hasta que aquel viejales se alejó de la yegua y desapareció atravesando un portón rojo.
—Hey, ¿tú no eres la tía dura de tu equipo? —se dirigió Vega hacia Lilith tendiéndole el arma de fuego—. Vigila esa puerta por si Santa Claus vuelve a asomar el hocico.
Accediendo por una vez sin reproches, la adolescente agarró el arma y obedeció a la petición de la espadachina. Ella corrió hasta Estrella junto con Paula y Mike, aunque el último no paraba de mantener un ojo puesto en cualquier acción que pudiese llevar a cabo su novia.
—¡Vamos, cariño, tranquila, solo es un rasguño! ¡Verás cómo te pones bien! —trató Vega de calmar a su yegua mientras le acariciaba con suavidad el pelaje para que se relajase y detuviese sus respiraciones tan profundas—. Necesito curarle la pata, pero no tengo nada con qué hacerlo. ¿Vosotros tenéis algo?
—Nosotros llevamos lo necesario, comida y poco más. No queríamos que nuestras mochilas pesaran demasiado. Igual Lilith se escondió alguna botella de alcohol —relató Mike arrepentido por no poder ser de más ayuda.
—No, alcohol no. Necesito un desinfectante mejor.
—Igual ahí dentro tienen algo.
Vega y Mike se concentraron en el edificio que Paula les señalaba. Desde el exterior, parecía un pequeño ultramarinos.
—Mike, ¿puedo confiar en qué podéis ir ahí solos sin que os pase nada? Entráis, buscáis algún desinfectante, unas cuantas vendas y volvéis. Si ocurre algo, salís, y si no podéis, gritáis. No me gustaría dejar a Estrella sola tal y como está.
—Está más que chupado —afirmó el chico equipándose con su martillo—, pero quédate con Paula. Iré yo solo, por si acaso.
—Como quieras, chaval.
Mientras Mike se alejaba apresurado hacia el ultramarinos y Vega compartía con Lilith lo que su pareja pretendía hacer, Paula se arrodilló junto a la yegua y le acarició el lomo con la ternura propia de una niña de diez años. Vega observó sorprendida cómo Estrella reaccionaba con gran positividad al acercamiento por parte de la pequeña. Normalmente no solía gustarle el contacto con los extraños.
—Siéntete afortunada —le susurró la jinete al oído—. Parece que le gustas. Si fueras otra, ya te habría pegado una coz en la cara, y con la pata mala si hiciera falta.
La niña no pudo evitar que se le escapase una sonrisa pese a que se sentía bastante mal por lo que le había sucedido a Estrella. 
—Uno, dos, tres, cuatro, cinco y seis. Interesante… Muy interesante…
Lester exhaló otra nube de humo procedente de su rico puro mientras analizaba el escenario que acababa de localizar junto a un terreno perforado por un enorme cráter. Siendo un experto en reconocimiento, no le había costado ni veinte minutos alcanzar la zona siguiendo los lugares que parecían haber dispuesto de más movimiento viviente, y aquel era su punto culminante. La sangre de los cadáveres estaba fresca, y tanto la disposición de ellos como sus armas indicaban que formaban parte todos de un mismo equipo. No parecía posible que dos chiquillas hubiesen tumbado a aquellos seis, pero durante su carrera había aprendido a no presuponer nada. Estaba cerca. Podía sentirlo.
—Así que aquí está el truco —comentó Lester para sí mismo sacando el cargador de una de las ametralladoras que se hallaban dispersas por el pavimento—. Cinco balas. Que puta miseria. El típico intento de robo de los novatos que siempre acaba mal. ¿Cuándo aprenderán?
De improvisto, un estruendo que reconoció como el disparo de un arma de pequeño calibre alcanzó su sentido del oído, arrancándole una mueca parecida a una sonrisa de satisfacción. Se montó en la moto, la arrancó y apretó el puño virándola hacia donde había provenido el sonido.
—Venga, Estrella, tranquilízate. Mike volverá en seguida. Tranquila, tranquila.
Aunque Vega se estaba esforzando por vigilar a Mike, que acababa de alcanzar la entrada del comercio, era incapaz de no embobarse alguna vez en el cariño con que la pequeña del trío se preocupaba por Estrella. Fue en uno de estos momentos cuando se escuchó el portón abrirse y un grito de Lilith le alertó del regreso de un ser indeseado.
—¡Atrás! —chilló la chica apuntando a la frente del viejo mientras se desplazaba con máxima prudencia hacia la espadachina—. ¡Mueve un puto músculo y te vuelo la tapa de los sesos, Santa Claus!
—Vaya, que ingeniosa. ¿Se te ha ocurrido a ti o a tu amiguito de Greenpeace?
Cuando Hawk se dispuso a acercarse a la yegua, Lilith apretó el gatillo del revolver sin siquiera considerarlo una segunda vez. La bala pasó rozando la mejilla del anciano y se clavó en un muro cercano.
—Oye, chica, casi me matas. No estoy seguro de si querías darme o no, pero deberías mejorar tu puntería en cualquiera de los casos.
En respuesta a la provocación, Lilith continuó accionando el gatillo sin ser consciente de que al revolver ya no le quedaban balas. Hawk se rascó la barba impasible.
—Oye, amigo de Greenpeace, ¿podrías controlar a tu corderita? He salido a ayudar, y cuanto más veo a esta chica, más pena me da. Escucha, si vuelves a intentar matarme, al menos ten en mente las balas que te quedan en el arma. Consejo de Santa Claus por Navidad.
Vega se incorporó medianamente relajado examinando al anciano, aunque preservó su mano en la empuñadura del sable y trató de esconder a Paula con su propio cuerpo.
—Siento lo de antes. Hoy en día, uno no sabe en quién puede confiar.
—Ahórrate tus disculpas. Sigo pensando que eres un pijo repelente —le espetó Hawk antes de lanzarle un bote con desinfectante—. He vuelto porque me da lástima la yegua. Vete a saber en qué puto fregado la has metido para que acabara así.    
—¿Eres veterinario? —preguntó Paula con tanta inocencia como interés.
—Oncólogo —clarificó este—, pero al menos sé tratar heridas básicas, y, sobre todo, coser. ¿Alguno de vosotros sabe?
—No, no es mi fuerte —confesó Vega lamentándose por no haberlo aprendido cuando había tenido la oportunidad—. Ah, y soy Vega, o pija repelente, como quieras llamarme.
—¿Nada de pijo repelente? Qué decepción…
—¿Y ya está? —consultó Lilith aproximándose estupefacta al grupo—. ¿Ahora confiamos en este tío, así, por las buenas?
—Bueno, si aún no tienes la certeza de que no vaya a hacerte daño, siempre puedes intentar seguir asesinándome con tus balas imaginarias. Si lo consigues, avísame, por favor. Me gustaría apuntarlo. Por cierto —desvió el tema dirigiéndose a Vega—, ¿dónde está el otro chico?
—Lo mandé al ultramarinos, por si podía encontrar algo para curar a Estrella.
—Joder… —exclamó Hawk chasqueando la lengua—. Ese ultramarinos es una trampa. ¡Id y sacadlo de allí ya!
Solamente necesito escuchar la primera oración del viejo para que Lilith les ignorase a todos, incluida su hermana, y esprintase hacia el ultramarinos sin cavilar cual podía ser el peligro que se albergaba en la denominada trampa. Mike se hallaba rebuscando entre los objetos inservibles de unos estantes ajeno a lo que podría suceder si se tropezaba con un hilo cercano en el instante en que su novia se colocó en la entrada. El adolescente se sorprendió al verla y salió apresurado del establecimiento.
—¿Ocurre al…
—¡Es una trampa! —le explicó con su corazón tan acelerado que creía que lo escupiría—. No vuelvas a entrar. No sé qué hay ahí, pero es una trampa. Nos lo ha dicho el puto viejo.
—¿El viejo ha vuelto a salir?
—Seeeh —confirmó Lilith forzando un rostro de desagrado—. Parece que quiere ayudar. Le voy a tener el ojo echado, a él y a la abogaducha.
—A este paso, te vas a quedar ciega —bromeó Mike, aunque sabía que a su novia no le iba a resultar mínimamente gracioso.
—Mejor ciega que muerta, cariño.
—Vale, oncólogo, tú eres aquí el experto. ¿Cómo lo hacemos?
—Tú y la niña encargaros de mantener a la yegua tranquila, y yo me ocupo del resto —ordenó Hawk sacando de su bolsillo hilo, una aguja y un portaagujas—. Con uno o dos puntos será más que suficiente, pero lo hacemos sin anestesia, así que agarra bien la pata para que no se mueva. Empieza por el desinfectante.  
—De acuerdo, cuando quie…
—Espera, calla un momento —le ordenó Hawk mientras comprobaba numerosas veces todas las rutas que conectaban con la avenida.
—Hey, ¿qué pasa?
—¡Silencio, joder!
Al unísono, Vega y Paula se asomaron hacia el punto concreto en el que el viejo había fijado su visión sin comprender qué era lo que le estaba atrayendo.
—Viene alguien en moto. Tenemos que escondernos.
—¿Qué dices? ¿Cómo lo sabes? Yo no oigo nada. ¿Seguro que no te lo estás imaginando? —se opuso Vega empezando a creer que el viejo realmente padecía de problemas mentales.  
—No, no me lo estoy imaginando. ¿Te parezco un chalado que se inventa las cosas o algo por el estilo? Viene una moto, la estoy oyendo.
—Vale, pues viene alguien. Me da igual. No voy a dejar a Estrella sola para que la rematen.
—Haz lo que quieras. Yo…
Arnold inclinó la motocicleta a la izquierda para adentrarse en la avenida, deteniéndose en cuanto lo hizo seducido por una victoria que siempre había sido evidente. Acababa de encontrar el movimiento humano que estaba rastreando. Frente a él distinguió a un anciano barbudo, un extraño tipo que se puso en pie y se colocó la capucha de su sudadera nada más verlo y detrás de él… Lester apagó la moto y se bajó de ella tratando de no realizar ningún movimiento brusco. Vega desenvainó su sable en cuanto observó al motorista agarrar una ametralladora, pensando que podía ser parte del grupo que había eliminado antes.
—La próxima vez hazme caso, pija repelente —le insultó Hawk maldiciendo su existencia—. Mira el lío en el que nos has metido.
—No… —murmuró Lilith aún desde la lejanía habiendo sido testigo de la escena.
—Es de la base, ¿verdad? —dedujo Mike percibiendo cómo le estaba ahogando un nudo en su garganta.
—Es uno de los mejores amigos de Fox. Seguro que lo ha enviado él.
—Igual podemos…
—Hasta aquí hemos llegado, Mike —le aclaró su pareja apretando rabiosa su dentadura—. A lo mejor, si no nos matan, la próxima vez me escucharás.
—Uoh, muchacho, que hostilidad. Guarda tu espada. No la vas a necesitar —esclareció a Vega el desconocido sin detener su marcha hacia donde ellos estaban—. Un colega, amigo de toda la vida, me ha pedido que busque a su hija. Acabamos de tener un pequeño incidente en la casita en la que vivimos y salió corriendo desorientada. Cielo, tu padre está muy preocupado.
Como respuesta a una mentira que nadie había creído, Lilith apareció corriendo junto con su novio y ambos cubrieron a Paula. Continuando la línea defensiva, Vega cubrió a los tres tras ella, y echó un vistazo al viejales, quien parecía estar concentrado en la moto por algún motivo que no comprendía.
—Estoy intentando hacerlo por las buenas, chicas. No quiero pegaros un tiro a alguna de las dos y que Fox me corra a patadas. Ahora, si tengo que hacerlo por las malas, lo haré. De ninguna de las maneras pienso perder mi ascenso.
—No me importa lo más mínimo quién seas, quién sea ese Fox o tu ascenso. Ninguno de los chicos quiere irse contigo, y es más que evidente.
—¡Vaya, joder, y eso que tú tienes una espadita de mierda, y yo una metralleta! ¡Qué pelotas! Ya podríamos tener más civiles como tú en la base, y no la basurilla que nos clava el cuchillo por la espalda. En serio, mis respetos, pero te voy a matar igual.
—Mira, sé que la pija no impone una mierda, pero ahora te va a hablar alguien con un montón de años de sabiduría tras sus espaldas —se aventuró Hawk sintiéndose cada vez más cansado a medida que escupía las palabras—. Coge tu moto, date la vuelta, dile a ese tal Ford que no has podido encontrar a nadie, te olvidas de tu ascenso y vives. Así de sencillo.
Aunque se había contenido durante la amenaza del encapuchado, Lester no pudo hacer más que explotar en una sonora carcajada cuando escuchó la intimidación de semejante carcamal.
—Vale, ¿sabes qué? Eres un tío gracioso. Te mataré a ti primero.
—¡No! —chilló Paula cuando Lester encañonó a Hawk y le disparó.
Su mente de asesino profesional sufrió una humillación muy intensa cuando la ametralladora se encasquilló al accionar el gatillo. Continuó apretando empeñado en impulsar los proyectiles, pero lo único que consiguió es que su arma reventase en pedazos víctima de una presión interna que ni siquiera se habría imaginado. Lester cayó al suelo chillando al haberse quemado parte de la cara.
Ante la atónita expectación de todos, la motocicleta voló por los aires en una explosión tan increíble que pareció ficticia. Hawk se echó a cubierto al suelo al tiempo que Vega hacía lo propio junto con el trío. Se levantaron segundos después de percibir el impacto de la moto contra una pared.
Vega intentó aproximarse al enviado de Fox para rematarle con el sable, pero las llamas que se habían formado ya se habían extendido lo suficiente como para impedírselo. Pensó que no le iba a ser necesario realmente. Los alaridos que el soldado profería al sentir todo su cuerpo arder habrían podido atraer a todos los muertos vivientes en diez kilómetros a la redonda. Ni de coña iba a salir de allí.
Cuando los gritos cesaron, Mike fue hasta un establecimiento cercano y buscó un extintor de incendios, que usó para disipar el caos que se había creado. Lilith se colocó junto a él y disfrutó del agradable olor de la barbacoa. Por su parte, Vega regresó con Estrella para confirmar que las llamas no habían generado más heridas en ella, por fortuna, y lanzó una pregunta al aire. 
—¿Cómo… cómo ha pasado esto?   
—Había… había… una fuga en la moto. Estaba goteando gasolina. El resto… el resto… alguien habrá estado rezando mucho últimamente.
Vega no pasó por alto el gran estado de agotamiento en el que se había sumido el viejo. A lo mejor el simple acto de tirarse al asfalto para protegerse había sido demasiado para su corazón.
—Dame… dame un minuto y nos encargaremos de… de la yegua.
—Vale, vale, tranquilo…
La espadachina alternó diversas veces su mirada entre el viejo y el espectáculo carbonizado que había aparecido como de la nada. El argumento de la suerte no terminaba de convencerla. Algo que escapaba a su entendimiento había sucedido.

Después de la recuperación de Hawk, Vega y Paula colaboraron con él para suturar la herida tal y como el oncólogo había indicado antes de ser asaltados por el soldado. Mike y Lilith, por su parte, tomaron la determinación de ocuparse de la vigilancia de los alrededores por si había más hostiles por la zona buscándoles, no sin que antes ella compartiese con los demás un inesperado agradecimiento. Una vez cosida, los cinco colaboraron para incorporar a Estrella y conseguir que caminara al otro lado del portón rojo. Ataron las riendas junto a un poste en un pequeño patio. Vega se encargó personalmente para que no hubiese posibilidad de que Estrella se escapase por enésima vez. Contra todo pronóstico, el anciano les invitó a entrar en su morada.
—Podéis quedaros aquí hasta que la yegua se recupere y pueda seguir su camino —comunicó andando con ellos a través del hall de entrada—. Podéis sentiros afortunados. No mucha gente pasa por aquí, y la que lo hace, suele darse la vuelta y largarse.
—¿Y entonces a qué se debe tu hospitalidad? —le interrogó Vega sin mucho convencimiento, una sensación que parecía compartir con Lilith.
—Si tan interesado estás en saberlo, lo primero es que me da pena tu pobre animal, ya te lo he dicho antes; si no, no habría gastado mis propios recursos en curarlo; lo segundo es que las últimas personas que pasaron por aquí me hicieron mucho más bien que mal, así que, mira por donde, ahora estoy dando oportunidades exclusivas. Pero, oye, si prefieres buscar otro sitio, no voy a retenerte en contra de tu voluntad.
—Creo que me quedaré.
—Al fin tomas una decisión acertada, cabeza hueca. Ah, por cierto, no toquéis nada de lo que hay en el hall. Está lleno de trampas.
—¿Trampas? ¿Qué trampas? —consultó Mike sobresaltado por la noticia.
—Bueno, solía tener algunas un poco peligrosas, pero las quité cuando vino el otro grupo por la seguridad de todos, además de que también llevaban a un niño con ellos. Las que hay ahora solo hacen que salten alarmas y se produzcan ruidos, pero tranquilos, mientras me hagáis caso y no toquéis nada en el hall, no las activaréis, así que hacedme caso.
Hawk se detuvo en un apartamento concreto y empujó la puerta, que estaba abierta. Con la suciedad que invadía al resto de la construcción, ninguno de ellos esperaba que la casa estuviera tan limpia y ordenada. Casi parecía que el anciano se dedicaba a ello más que a su supervivencia como tal. Desde el recibidor, estiró su cuerpo hacia un manojo de llaves y sacó una de entre las múltiples que había, entregándosela al grupo.
—¿No podrías darnos otra? Acabamos de conocer al tío… tía de la espada y a Mike y a mí nos gustaría tener un poquito de intimidad —solicitó Lilith desvergonzada.
—No, no hay intimidad para quien me dispara a quemarropa. Esto es todo lo que vais a tener. Es la llave de uno de los áticos, un dúplex, así que tendréis espacio de sobra. Todo lo demás que necesitéis va a correr por vuestra cuenta, incluido lo que Estrella requiera. Me vais a hacer algún que otro favor para pagarlo.
—Gracias por todo…
—Me llamo Hawk, por si quieres dejar de llamarme Santa Claus —le aclaró al percatarse de que Vega no tenía ni idea de cómo dirigirse a él.
—Gracias, Hawk.
—Yo me llamo Paula.
—Encantado de conocerte, Paula —se expresó Hawk extendiéndole la mano cortés.  
—Lilith.
—Mike.
—Bueno, pues ya nos hemos presentado todos. Una cosa más —añadió Hawk agarrando otro objeto, que resultó ser un águila de peluche—. Cuando veáis esto colgado del pomo de la puerta, significa que no podéis entrar, bajo ningún concepto. Si lo hacéis, os tendré que reventar con mi bate de béisbol firmado por Jesse Crain.  
—¿Estás llevando algún experimento secreto de la NASA o algo así? —se cachondeó Lilith de su secretismo.
—Jajaja, me parto, muy graciosa. En serio, no entréis. Las reglas son las reglas.  
Con aquella sentencia, Hawk cerró de un portazo, abandonando a sus invitados en mitad del corredor. En un instante de distracción de Vega, Paula aprovechó para robarle la llave y empezar a correr escaleras arriba.
—El primero que llegue escoge la cama.
—Ah, venga ya, hermanita, no seas perra.
Vega contempló al trío subiendo los escalones como unos desalmados sin poder reprimir una sonrisa. Se sentía cómoda por haber sonreído tanto durante aquel día, pese a las circunstancias.   
—Ahh, niños…

Día 28. Segunda grabación, después de la sexta resurrección. Lo que ha ocurrido hoy ha sido, simplemente, tan maravilloso. Una parte de mí creía que podía pasar, que podía utilizar esto que corre por mis venas para traer de vuelta a mi hija, y aunque mi hija no ha vuelto, esa niña, la que ha aparecido con los otros tres, joder… Es… es tan diferente a Bella, y al mismo tiempo, es como si la viera reflejada en un espejo. Tengo muchas dudas con respecto a este sexto poder. ¿La atraje yo o ha sido pura casualidad? ¿Podría atraer más personas? A lo mejor podría hacer una pequeña prueba con este grupito, mañana. Aquí finalizan las sesiones de resurrección. Tengo que empezar a pensar en lo que voy a hacer después, así que, si te bloqueas, Hawk, piensa, piensa y piensa.

Ilusionada, Paula abrió la puerta del ático con la llave y se adentró en él. Toda su emoción se desvaneció junto con la que preservaba el resto de su equipo cuando se reunieron con ella y se cercioraron de la mentira que Hawk les había vendido. El ático estaba completamente cubierto de polvo y mugre, con lonas salvaguardando todos los muebles y una desmesurada cantidad de moho recorriendo las paredes. Al ascender a la segunda planta, la situación no mejoraba. Paula abrió la puerta del lavabo y descubrió una pareja de cuerpos descomponiéndose en la bañera.
—Oh, Dios, ¡no me jodas!  —protestó Lilith apartándose apestada cuando decenas de moscas se abalanzaron hacia su rostro. Mike no pudo soportar el nauseabundo olor carcomiéndole por dentro y corrió al baño del piso inferior para echar su desayuno.
—Tu novio es un poco aprensivo para vivir en el mundo en el que vive, ¿no?
—Sí, espadachina, sí —admitió la joven con resignación—. Ya lo irás conociendo.
—En fin, tendremos que ocuparnos de estas… incomodidades si este va a ser nuestro hogar, así que pongámonos a limpiar —una arcada proveniente de la primera planta la interrumpió por un segundo—, cuando Mike termine con lo suyo. Veréis que nos queda un buen sitio.

Día 1. Nueva serie. Bueno, lo de pensar y pensar ha cundido más de lo que creía. He leído un poco mientras meditaba si mis inquilinos ya se estarían cagando en mis muertos por cómo está el ático que les he dejado, y me ha venido a la mente averiguar hasta qué punto puede llegar mi cuerpo, y, sobre todo, mi mente, si utilizo mis poderes combinadamente. Hasta ahora solo había usado cada uno de ellos de manera individual para las pruebas, y no había resistido la fusión. Ha sido distinto hoy. Me he deshecho de un gilipollas que se creía Rambo utilizando dos de ellos. El único problema es que casi me da un infarto después, así que tendré que andarme con cuidado. También tendré que andarme con ojo si voy a usar mis poderes cerca de estos cuatro. No quiero verme obligado a contarle esta movida a nadie. Hoy ha pasado un poco desapercibido, pero a lo mejor no tengo tanta suerte la próxima vez. Seguiré comentando mis avances.

Tardaron varias horas en deshacerse de la inmundicia que poblaba su nuevo ático. Después de haber vomitado, Mike descansó durante unos diez minutos escasos antes de unirse al resto. Vega y Mike se ocuparon de la primera planta, responsabilizando a las hermanas de la segunda. Entre todos retiraron las lonas y las guardaron en un armario, limpiaron el polvo con unos trapos y un agente desinfectante que había por allí, barrieron, hicieron las camas y se encargaron bien a fondo del lavabo inferior y la cocina. Lilith fue la que más empeño puso en que todo estuviese en perfectas condiciones para vivir, incluso llegando a limpiar la cocina una segunda vez porque le reclamaba a su novio no haberlo hecho bien, aunque el mármol de la encimera brillaba.
El baño superior fue la última estancia de la que se encargaron. Tras pedirle a Mike que fuera al comedor, Vega y Lilith condujeron, de uno en uno, ambos cadáveres hasta la entrada principal del edificio, arrojándolos junto al carbonizado Lester. Durante el tiempo que invirtieron en ello, Mike y Paula se dedicaron a lograr que el baño reluciera. Para cuando finalizó la limpieza y todos se hubieron reunido en los sofás del comedor, ya se había hecho de noche.
No transcurrieron ni diez minutos desde que se hubieron sentado a descansar cuando un par de golpes en la puerta les reclamaron. Vega abrió y descubrió a Hawk apoyado en el alfeizar de la puerta con una malévola sonrisa asomando por su barba.
—He dejado de escuchar movimiento, y siendo la hora que es, me he imaginado que habríais acabado de limpiar ya. Lo habéis dejado bonito. No esperaba que os esmerarais tanto. La antigua dueña lo tenía muchísimo peor.
—Podrías haber venido a echar una mano, hijo de puta —le insultó Lilith tan cansada que ni siquiera se molestó en hacerle un corte de mangas desde su sillón reclinable.
—Ahora estamos en paz por haberme apuntado con ese revolver. Ya no te lo diré más.
—Gracias por recordármelo, viejo —indicó Vega estirando su palma abierta hacia Lilith. Esta le hizo una seña con sus dedos a Paula para que abriese su mochila y le arrojase el revólver a la propietaria original—. Muy bien, cielo.
—Bueno, aparte de para elogiar vuestro reluciente ático, he venido para deciros que quiero veros mañana a todos en la puerta de mi casa cuando os levantéis. Desayunáis con tranquilidad y bajáis. Y, por favor, “cuando os levantéis” no significa que podáis levantaros a mediodía. Tened un poquito de responsabilidad.
Lilith ahorcó el comentario que pensaba desatar cuando Hawk clavó sus pupilas en las de ella retándola a que lo hiciese. Por una vez, prefería preservar la paz dentro del grupo.
—Bien, pues nos vemos mañana. Id equipados, por si acaso. Nunca se sabe.

No transcurrió más de una hora hasta que el cuarteto decidió cenar racionando lo que cada uno de ellos poseía y disponerse a descansar para no desvanecerse en la somnolencia la mañana siguiente. Tras comentarlo con Paula, Vega decidió ser caritativa y ceder la cama de matrimonio de la segunda planta a la parejita para que pudiesen tener algo de intimidad si la deseaban. Lilith se replanteó el hecho de que su hermana tuviese que dormir en uno de los sofás del salón junto con la espadachina, pero llegó a la conclusión de que estaría incluso más segura con ella.
Ya preparado para su sueño reparador, Mike ascendió los escalones y se encontró con Lilith rebuscando entre la ropa del armario que pertenecía al dormitorio. No tardó en reparar en que había cambiado su atuendo por uno más informal. Parecía un pijama.
—Hey, Mike —saludó ella cerrando la puerta del vestidor y dirigiéndose hacia la cama—. Se me va a hacer raro esto. ¿Alguna vez has dormido en una cama de matrimonio?
—No, y definitivamente, no esperaba tener algo mejor que el saco que compartíamos de vez en cuando.   
—Ya, ese saco era una mierda —recordó la chica tumbándose en el cálido colchón.
—¿Sabes, Li? Es la primera vez en mucho tiempo que te noto relajada.
—Sí, es raro —confirmó ella sin ánimo de oponerse a su comentario—. No sé si me empiezo a sentir segura de una vez por todas o si ver al capullo de Lester ardiendo me ha reconfortado. O quizá son las dos cosas.
—A lo mejor… a lo mejor es el momento de que hablemos —propuso Mike adentrándose en las sabanas junto con la chica.
—Para una vez que se apaga el fuego, y apareces con un lanzallamas a revivirlo. Eres masoca, cariño mío. 
—Bueno, creo que me debes una explicación, o más de una. Somos novios desde hace cinco meses, y tengo la sensación de que todo lo que sé de ti es mentira. Joder, ni siquiera sabía cuál era tu nombre real… Solo quiero que me cuentes la verdad.
Lilith se acurrucó, se abrazó a sí misma, y compartió con su pareja una profunda mirada. Mike supo en ese instante que nunca iba a olvidar la debilidad inconsciente que reflejó en sus pupilas.
—Mi nombre real es Jane Fox. Soy hija de Steve Fox, el gran seguidor de Michaela, el mismo que nos ha entrenado durante meses. Mi madre se llamaba Margaret, y tengo una hermana, a la que ya conoces, Paula. Ella y yo solo compartimos al capullo de Fox. Nuestras madres no son las mismas.
—Hermanastra entonces.
—¡No, hermana! —le aclaró Lilith con tal energía que Mike levantó sus brazos como señal de aprobación—. No recuerdo mucho a su madre. Tenía cuatro años cuando la vi por última vez. Lo más seguro es que Steve la matara, igual que a la mía.
—¿Qué? ¿Tu padre… mató a tu madre? —musitó Mike petrificado por la naturalidad con que había desplegado la noticia. 
—Sí, lo hizo. Es uno de los pocos recuerdos que tengo de cuando era pequeña. Fue el día en el que mi infancia quedó destruida. Y no solo la mató, nos llevó con él, a Paula y a mí, me intentó convencer de que mi madre había intentado alejarme de él, y que íbamos a tener una vida feliz en otro país, comenzar de cero. Y no mentía. Nos llevó a Escocia. Años después supe que había pedido un traslado en su curro como asesino a sueldo de Esgrip para que pudiéramos ir.
—¿Cómo… cómo puede alguien matar a otra persona y salirse con la suya sin más? ¡¿A nadie se le ocurrió investigar?! ¡¿Para qué estaba la policía?!
—Mike, trabajaba para la misma compañía que se ha cargado el mundo. Tú le conoces, y has visto de lo que es capaz, ¿verdad? Pues eso no es nada. Ese monstruo está mucho más podrido de lo que el resto puede percibir, y se le da de puta madre esconderlo, pero yo lo he visto, y más de una vez.
—¿El qué? ¿Qué es lo que has visto?
Lilith se empeñó en tragar saliva pese a que le resultó algo complicado. Sentía como su boca comenzaba a secarse como si llevara décadas sin beber.
—Había momentos en que nos mandaba a Paula y a mí a nuestro cuarto, y nos decía que no podíamos salir, que se tenía que encargar de sus “asuntos de papá”, y que, si le desobedecíamos, se enfadaría mucho. Se escuchaban golpes, portazos, gritos, chillidos, incluso de animales, y de vez en cuando, disparos, y silencio, mucho silencio. Un día, cuando tenía once años, me arriesgué y salí, fui hasta las escaleras y me quedé espiando. Al poco vino una mujer. Nada más entrar por la puerta, Fox la llamó puta, la agarró por el cuello y le pegó la paliza de su vida antes de echarla de casa. No se conformó con eso, sino que le quitó toda la ropa cuando la tiró a la calle. Y, justo después, se preparó un tazón de cereales y se lo comió con total tranquilidad, como si no hubiera pasado nada.
—No… Li, no sé qué decir… Lo siento… En serio, ojalá pudiera…
La adolescente selló con su dedo índice los labios de su pareja indicándole que se mantuviera en silencio.
—Sé que es una mierda que te estén engañando durante tanto tiempo. Yo también tardé un montón en descubrir que Steve no era el padre cariñoso y agradable que pretendía ser, pero no te podía contar nada de esto en la base. Lo único que habría conseguido es ponerte en peligro.
—Pero, ¿por qué?
—Porque Paula y yo vivíamos en la base con una tapadera. De ahí vienen nuestros segundos nombres. Hay un motivo por el que Fox no nos reconocía, y contarte la verdad habría hecho que se tambalease. Nos podría haber matado a todos.
—¿A qué te refieres exactamente con qué vivíais en una tapadera? —indagó el joven confuso como nunca lo había estado.
—Bueno, eso es otra historia. Te lo contaré otro día que no tengamos que madrugar, si no te importa —decretó tumbándose dispuesta a concluir la conversación—. Ah, y más vale que ni se te ocurra llamarme Jane. Sigo, y seguiré siendo Lilith, hasta el día que me maten.
Mike sintió el impulso de compartir un abrazo con su novia, pero se percató de que no parecía muy animada para ello, por lo que se limitó a acurrucarse junto con su almohada a la espera de que el cansancio le venciese.

—Vamos, chicos, es hora de levantarse.
Lilith le deseó la más atroz de las muertes a la abogada que le gritaba mientras se empeñaba en aporrear la pared con su puño. Necesitó unos cinco minutos para despejarse e incorporarse sin que el sol de la mañana quemase sus retinas. Mike se levantó a la par que ella y se cambiaron la ropa por un par de prendas limpias del armario. Lilith no pudo evitar recriminar a su chico por haber dormido en la cama con la misma indumentaria que había usado durante el día anterior.
Tras bajar a la primera planta y desayunar con los otros dos, que ya estaban preparados para lo que les aguardase aquella mañana, la parejita revisó sus mochilas y equipamiento. Listos para partir, Vega les lideró hasta la morada de Hawk. Para sorpresa del grupo, este ya se encontraba esperándoles sobre el felpudo de su vivienda.
—Vaya, me habéis hecho caso. Anonadado me hallo. No esperaba este nivel de puntualidad con tres enanos a tu cargo. Suelen fundirse y hacerse uno con las sabanas.
—No estamos a cargo de nadie —le esclareció Lilith ofendida por su atrevimiento—. Cuanto antes lo sepas, mejor.
—Sabía que no podrías contener esa lengua tan grande que tienes. No te preocupes. No iba a tratarte como a una niña, si es lo que temías —explicó Hawk despegándose de la pared sobre la que se apoyaba—. En fin, seguidme. Tengo algo que enseñaros.
Los cuatro recorrieron el edificio detrás de Hawk, cuidadosos por no activar ninguna trampa cuando atravesaron el hall, hasta una oxidada puerta que reveló un garaje al abrirla. El anciano pulsó un par de interruptores, activando la escasa iluminación de la estancia.
—Allí, en esa esquina.
Prosiguiendo con sus indicaciones, continuaron caminando hasta un reducido espacio donde lo único que había era un automóvil deportivo. Hasta Vega quedó desconcertado cuando Hawk les presentó el vehículo abriendo sus brazos como si estuviese revelando el secreto de la vida.
—¡Joder, esto sí que es un coche! —expresó Mike precipitándose hacia este con necesidad de examinarlo de cerca—. Menuda carrocería, y esas llantas… Buah, pedazo de llantas, ¿puedo subir?
—Sube —le concedió Hawk indiferente su privilegio.
—¿Para esto nos has hecho madrugar? ¿Para enseñarnos un coche? —protestó Lilith todavía incrédula—. Esperaba que nos hablases de algo importante, no sé, recursos, organización, todo eso que sirve para sobrevivir. Joder, por lo menos podrías haber escogido uno que no estuviese pintado de color rojo putón.  
—Pues a Mike le gusta —apuntó Paula observando al chico alucinando en el volante mientras disfrutaba del asiento de cuero.
—Mike solo cambiaría unas ruedas por unas tetas, y definitivamente no serían las mías.
—Bueno, volviendo a lo que nos interesa —retomo Hawk la directriz—, esto no es un coche, es mi billete de salida. Hace unos días conseguí algo que creía perdido para siempre, y la verdad, después de ello, no tengo motivos para quedarme mucho más en este ruinoso edificio. Tomé la decisión de bajar al garaje para ver si podía encontrar un vehículo en condiciones, y aquí estaba. Era de un vecino político que se había hartado de trincar maletines.
Emocionado como nunca, Mike se asomó desde el interior del coche y le gritó a Hawk como un maniático.
—Hey, Hawk, ¿tienes las llaves? ¿Arranca?
—Amigo conductor, las llaves están en la guantera, pero… —le detuvo milisegundos antes de que se abalanzase a recuperarlas—, si arrancase, no estaríamos aquí ahora mismo. Si os digo la verdad, había pensado que nuestra chica del sable podría saber cómo ponerlo en marcha, pero me parece que mi golpe de suerte va a ser el chaval.
—Solo con que sepa el modelo del coche, ya va por delante de mí —se sinceró ella analizando el vehículo con evidente interés—. Hawk, ¿no crees que esto gastará una barbaridad de gasoil? Y aún más teniendo en cuenta que las carreteras están llenas de obstáculos.
—Es un BMW. Es de los que menos consumo tiene dentro de los coches que más gastan. Aun así, Vega tiene razón. Con esto no vas a llegar muy lejos —apuntó Mike seguro de ello.  
—No pretendo cruzar el país. Solo quiero largarme de esta cloaca de ciudad. Me da lo mismo si aguanta doscientos o mil kilómetros.
—Lo de largarnos lejos de la ciudad me interesa —compartió Lilith meditativa adoptando una postura de jarra con sus brazos—. ¿Qué hay que hacer para poner este cacharro en marcha?
—Eso es lo que espero que Mike averigüe, si puede. Por el momento, necesitaremos algo de combustible, pero tengo la sensación de que no lo dejaron aquí solo por eso. ¿Mike, puedo dejar el BMW en tus manos?
Como respuesta instantánea, el joven bajó del coche con las llaves de este ya en sus manos.
—Yo me encargo.
—Ten cuidado, no lo vayas a estropear más —le advirtió Vega dudosa de las capacidades del adolescente.
—Hey, estuve cinco años echando una mano a mi padre en su taller. No te preocupes. Sé del tema.  
—Eso espero, que no tengamos que preocuparnos —sentenció Hawk con firmeza—. Ah, una cosa más, Vega. Mi vecina de arriba criaba animales en una granja, entre ellos, potros. Guarda, o, mejor dicho, guardaba forraje en su trastero. Es el número 12. Úsalo, si es que aún está.  
—Gracias, Hawk.
—De gracias nada. Ahora os diré lo que vais a hacer vosotros dos —especificó refiriéndose a Vega y Lilith.

Después de la presentación del BMW, Hawk condujo al grupo hasta su casa y los organizó en círculo alrededor de un escritorio. Sobre este extendió un mapa de la zona con algunos apuntes escritos en él y un grueso libro de color amarillo.
—Durante estos días, me he dedicado a revisar esta guía y he señalado los locales cercanos en los que podría haber combustible. Mike, apunta en un papel qué tipo de gasoil va a necesitar ese BMW, y la misión de tus dos compañeros para el resto de sus días aquí será ir a todos estos lugares a buscarlo y traerlo. Si consideras que el coche necesitará cualquier otra cosa para poder arrancar, también lo conseguirán para ti, porque son buenas personas y te quieren mucho. Con este pequeño favor, vuestra estancia y las necesidades de la yegua estarán más que pagadas.
—Viejo, aquí hay más de cien establecimientos marcados —protestó Vega consciente de que aquello supondría una ingente cantidad de trabajo—. ¿Pretendes que nos paseemos por todos? ¿No te has asomado a ver lo que hay fuera?
—Nadie dijo que fuera a ser fácil ni barato. El petróleo no cae del cielo. Por supuesto, siempre tenéis la opción de buscaros otro refugio, arrastrar al animal cojo hasta allí y buscarle alimento, aunque me daría pena que os fueseis ahora que habéis dejado el ático precioso.
—Lo haremos —se adelantó Lilith convencida a la respuesta de Vega—. Pero, ¿qué pasa con mi hermana? No la has mencionado en ningún momento en tu superplan.
Hawk se apoyó sobre el escritorio concentrado en que su explicación fuese suficientemente convincente.
—Como en los parques de atracciones, los niños entran gratis. De todas formas, si no te fías de mí y prefieres exponerla a los peligros del exterior, puedes llevártela. No tengo problema en que lo hagas.
—A mí no me importa…
—No, Paula —la interrumpió su hermana derrotada por el dialogo del anciano—, Hawk tiene razón. Es mejor que te quedes aquí. Además, Mike también estará, embobado con el BMW. Le puedes echar una mano, por si necesita algo.
Hawk se frotó la barba mientras sus labios remarcaban una sonrisa, pensativo. Aunque había conseguido que el equipo se rindiese a sus deseos, era evidente que la adolescente no confiaba en que su hermana estuviese cerca de él durante su ausencia. Tendría que profundizar en aquel ligero inconveniente.
—Bueno, pues ya que vais equipados, podéis empezar hoy mismo. Cuanto antes terminemos con todo esto, mejor.

Día 7. No ha habido progresos demasiado significativos en la línea de investigación durante la semana. La verdad es que no he estado muy inspirado. Tener a esta gente entrando y saliendo del edificio constantemente estropea bastante mi capacidad de concentración. Por el momento, he anotado en un cuaderno las distintas pruebas que podría efectuar combinando los poderes. Intentaré testar alguna durante el desarrollo de la próxima semana. Por otra parte, la niña ya se empieza a mostrar más relajada y comunicativa cuando estoy alrededor de ella. Quizá este sería un buen momento para la transmisión, antes de que se pueda producir algún inconveniente que la bloquee. Quizá…”

—Aquí es —afirmó Vega revisando el mapa por última vez para asegurarse de que se hallaban en la ubicación correcta—. La tienda de recambios marcada al lado de este callejón. Parece que hemos tenido suerte. Esta vez no hay zombis alrededor.
—Recambios Smith & Johnson —leyó Lilith en el letrero que invitaba el acceso al local—. Hay que ser muy cutre para ponerle a tu tienda dos apellidos como nombre.      
—Rezaremos para que su material sea de mejor calidad que su sentido del gusto —compartió la espadachina la reflexión de su camarada mientras se adentraba en la tienda junto con ella—. No es necesario que repita de nuevo el procedimiento, ¿verdad?
—Tú rebuscas en los estantes, que lo haces con los huevos, y a mí me endiñas el registro del almacén. Sí, lo recuerdo. No soy tan retrasada.
—¿Y los códigos de…
—Que sí, los códigos de la gasolina. Me los sé de memoria ya. No me des la brasa y ponte al lío.
Comandada por el explosivo genio de la joven, Vega comenzó a rastrear con esmero la tienda en busca de su objetivo, manteniendo cerca el papel donde estaba anotado el tipo de gasolina, ya que no podía presumir de una memoria tan excelente como la de la chica. 
—Oye, Vega —se escuchó proveniente del almacén—, ahora que hemos pasado más tiempo juntos y ya no me caes tan mal, ¿te puedo hacer una pregunta y me respondes con sinceridad?
—Depende. Si me vas a preguntar por mi trabajo, no era tan peliculero como lo pintan en las pelis. 
—Tu trabajo me importa una mierda —se sinceró haciendo gala de su inexistente tacto.
—Vaya, te lo agradezco.
—¿Hasta qué punto crees que se puede confiar en Hawk?
—Supongo que hasta el punto en el que le seamos útiles. Si quieres saber mi opinión acerca de dejar a tu hermana en el edificio con Mike, dudo mucho que vaya a hacerles nada. Le estamos haciendo todo el trabajo sucio para que él pueda poner su culo en el BMW. No le conviene que seamos sus enemigos.
Se produjo un silencio tras su respuesta durante el que Vega aguardó un comentario de Lilith que nunca se materializó. Confundida, prosiguió con su exploración hasta concluir diez minutos después sin éxito. Tan solo había encontrado un paquete de galletas saladas que sabían rancias cuando las probó. Apenas un minuto después, Lilith apareció desde el interior del almacén con una garrafa.
—Diría que hay medio litro, con suerte —dedujo entregándosela a su acompañante—. A este ritmo, nos saldría más rentable empujar el coche nosotros mismos.
—Menos da una piedra —manifestó Vega manteniéndose optimista al tiempo que le cedía a Lilith el mapa—. Bueno, vámonos ya. Revisa el mapa a ver si podemos ir al siguiente lugar antes de que anochezca.
—Espera —la paró Lilith, sentándose sobre el mostrador y adoptando una expresión tan seria que Vega la recordó del primer día que había compartido con ella—. ¿Y si lo matamos?
—¿Perdón? —declaró sumida por la estupefacción hasta el punto de que creyó que se había confundido de palabra—. No te he entendido bien.
—A Hawk. Pegarle un tiro entre ceja y ceja, rebanarle la cabeza con el sable, abrirle el cráneo con el hacha…
—No, no te he malentendido. Has dicho lo que creía que habías dicho.
—¿Por qué estás tan impresionada? —la interrogó Lilith sin comprender el espanto en el que se había convertido su semblante—. Sabes que se está aprovechando de nosotros, igual que yo. Sin Hawk dando por culo, podríamos tener el ático y la comida para tu yegua sin tener que estar aquí afuera doblando la espalda para él. ¿Qué es lo que nos detiene?
—Quizá nos detenga que somos seres humanos y no salvajes sin civilizar —le aclaró Vega sin poder ocultar su conmoción por semejante línea de pensamiento—. No sé quién te ha enseñado que puedes hacer lo que te plazca con los demás, pero te revelaré un secreto, se equivocaba. Ya te lo dije el primer día, y lo mantengo. Matar es un acto de supervivencia, no una opción que se pueda deliberar para solucionar un problema.
—Vamos, dime que…
—Esta conversación se ha acabado, Lilith —zanjó Vega el dialogo rechazando cualquier clase de argumento que preparase para rebatirla—. Mira el mapa, y sigamos con el trabajo.

Mike empujó la puerta del coche y se bajó de él cerrándolo con impotencia. Hasta Paula, que estaba apoyada en una columna del garaje entreteniéndose con un yoyo que había encontrado abandonado en el ático, captó la frustración del chico. Aún fue incluso más evidente para Hawk cuando se internó en el garaje apenas unos minutos después. La expresión decaída de Mike no dejaba lugar a dudas.
—A no ser que tengas que ir urgentemente al servicio, me parece que no tienes muy buenas noticias para mí.
Apoyado sobre el capó abierto del BMW, Mike miró al anciano con un poco de apatía. Llevaba una semana revisando el vehículo, y cada día descubría más impedimentos para que funcionase. Habría deseado que su padre hubiese estado allí en aquel instante. Probablemente solo hubiese necesitado un par de horas para cazar toda la problemática que rodeaba al automóvil.
—Le he echado al depósito un poco del combustible que han estado trayendo Lilith y Vega. Quería hacer una pequeña comprobación del motor, ver si está en buenas condiciones.
—¿Y?
—No arranca. Salta el piloto de la batería. Seguramente esté descargada.
—No me jodas —perjuró Hawk frustrado porque los hilos de su estrategia se enredasen aún más—. Tus compis llevan ya un buen trozo de área peinado y apenas han conseguido cinco litros de combustible. ¿Me estás diciendo que ahora van a tener que buscar también una batería?
—No, no, la batería está en buen estado, o eso parece —aclaró él sorprendido por la creencia de Hawk—. Solo tenemos que cargarla. ¿De verdad pensabas que teníamos que cambiarla?
—Vale, mira, chaval, por si no te has dado cuenta todavía, soy un viejo que se pasó la mayor parte de su vida entre libros —esclareció Hawk mientras se rascaba la cabeza—. El mundillo del motor no es lo mío. Sé lo justo como para no hacerme un lío con los pedales del acelerador y el freno. Explícame lo que me tengas que explicar como si se lo dijeras a Paulita.
—Está bien, podemos utilizar dos métodos para cargar la batería. Uno de ellos es mediante una pinza y otro coche que sí tenga una batería cargada. Además, tendríamos que traer aquí el otro coche. 
—¿Y cuál es la otra opción? —preguntó Hawk descartando inminentemente la primera.
—Tendremos que conseguir un cargador de baterías. Solían ser bastante caros, pero no creo que eso importe ya. Eso sí, dudo mucho que las chicas lo vayan a encontrar tirado en una tienda de barrio. Habría que ir a un lugar especializado y rezar porque no haya mucha gente que tuviese la misma idea que tú. 
Hawk suspiró desalentado antes de responder a la proposición.
—Esperaba no tener que volver a meter mi preciado culo allí, pero me parece que tendremos que ir al centro comercial.

Con la caída temprana del sol, Lilith y Vega atravesaron el portón rojo de regreso a su hogar. La expedición en el último local había sido un desastre, pues lo único de utilidad que había eran un par de latas de conservas, tan aburridas como todas las que habían comido durante el resto del apocalipsis. En el patio, Mike alimentaba a Estrella con forraje y algo de agua proporcionada por el anciano. Puesto que Vega pasaba la mayor parte del tiempo en el exterior, había acordado con el chico que este se responsabilizase de la yegua durante esos periodos. Mike no se negó en absoluto. Pensó que sería bueno para su salud mental dedicar unas horas a no preocuparse por el coche. El anciano tampoco protestó por ello. Era tan consciente como todos de que el animal requería de bastantes cuidados.
—¿Cómo ha ido hoy?
—Medio litro, más o menos —respondió su novia mostrándole la garrafa obtenida—. ¿Paula?
—En el ático. Estábamos esperando a que volvierais. Tenemos reunión con Hawk en su casa.
—¿Otra vez? —manifestó ella su desanimo por la noticia—. ¿Va a volver a meternos caña?
—Es por la batería del BMW. Necesitamos un aparato para cargarla y que el coche arranque. El viejo cree saber un sitio donde podemos encontrar uno, y quiere explicarnos cómo entrar allí.
Con un suspiro pesaroso que indicaba que el noticiario no le resultaba agradable, Lilith entró al edificio. Mientras tanto, Vega se acercó hasta su yegua y le acarició la crin una vez Mike hubo terminado de cepillarlo.
—Cada vez se te da mejor. Aprendes rápido —congratuló la espadachina a Mike exhibiendo una de sus particulares sonrisas. 
—Lo intento.
—¿Todo bien con Mike, eh, Estrella? Ya no cojeas tanto como el primer día. Verás que dentro de poco estás dando saltos otra vez, preciosa.
—Esto… Vega, si no te importa —habló Mike ignorando los arrumacos hacia el animal—, voy a subir al ático a cambiarme porque estoy lleno de grasa. Ve lo antes posible a la casa de Hawk. Nos está esperando.
Tras un mensaje afirmativo, Mike se encaminó hacia la entrada sin pasar por alto las caricias y besos innumerables que la chica le proporcionó a su yegua durante el breve periodo de tiempo que necesitó para llegar hasta la puerta principal del edificio. No quería ni imaginar en qué zona estaría rodando su cabeza si le hubiesen hecho daño cuando la encontraron por primera vez.  
—Te quiero mucho, Estrella. Mucho, mucho, mucho…   

Una serie de golpes en la puerta de entrada atrajeron al hombre que se hallaba tumbado en su cama. Tras arrojar el libro que revisaba en su mesita de noche, se levantó alabando a los cielos porque sus huéspedes al fin se hubiesen dignado a aparecer. Cuando abrió la puerta, se percató de que solo el trío de pequeños le esperaba en el pasillo. Vega subió apresurada por la escalera con el tiempo preciso para alcanzar a Hawk invitando a los demás a entrar mientras gruñía por la tardanza y unirse a ellos.
El anciano volvió a disponer a su equipo al lado del escritorio del comedor y extendió el mapa que le había prestado a Lilith y Vega tras solicitárselo. Con un rotulador, redondeó una zona con un tamaño ligeramente mayor al de las demás marcas.
—Aquí está el centro comercial. Es donde iremos. Imagino que Mike os habrá puesto al día, pero por si acaso, necesitamos un cargador de baterías que, probablemente, solo encontremos en este lugar. Tiene un taller y varios puestos de multinacionales con recambios de vehículos. Y no solo eso. Con un poco de suerte, conseguiremos varios litros de gasoil para darle un empujón a vuestra búsqueda.
—¿Por qué coño no nos has enviado antes ahí, viejo? —le atacó Lilith indignada tras conocer la existencia de aquella mina—. Podrías haberte ahorrado lo de marearnos con las tiendecitas.
Demostrando más perspicacia que la adolescente, Vega frunció el ceño antes de hablar.
—Vale, Hawk, ¿y dónde está la trampa de ese tesoro?
—Está lleno de zombis. Más aún, está completamente infectado.   
—Creo que podré hacerme cargo de…
—No, no podrás… —disuadió Hawk a Vega de cualquier estrategia que imaginase—. Si fuesen zombis normales, yo mismo los habría reventado. Son de otra clase, quizá alguna mutación. Sus huesos son tan duros que las armas blancas no pueden atravesarlos.
—¿Te refieres a los zombis que pliegan sus rodillas y corren como si fueran perros?
—Así que los conoces… —comentó Hawk sorprendido porque Vega supiese de la existencia de semejante rareza—. Yo los llamo Aku.
—¿Aku?
—Sí, aku. Es el diminutivo que se le daba a una patología llamada enfermedad de los huesos negros.  
—Yo siempre los he llamado perrombis, pero tu nombre es más ingenioso, desde luego.
—¿Nos podéis explicar a los demás de qué cojones estáis hablando? —les interrumpió Lilith sintiéndose excluida de la conversación.
—Es lo que has oído —aclaró Hawk reafirmando su idea de que el trío no iba a saber nada de ellos—. Huesos negros, resistentes a todo lo que no sea una bala y corren como cabrones usando sus rodillas como patas. Ah, y una vez los vi desencajar la mandíbula y arrancarle la cabeza a una persona viva de un tirón. Si te hubiera mandado ahí, no habrías durado ni un minuto.
—Esto… —se adentró Mike en el coloquio—, estoy pensando que a lo mejor no era una idea tan mala buscar otro coche.
—No te preocupes, mi pequeño acojonado. Tú no vas a venir. No soy tan gilipollas como para arriesgarme a que desmiembren a mi mecánico. Eso sí, le tendrás que dar a tu chica indicaciones sobre cómo encontrar el cargador.
—Lo que significa que Vega y yo iremos contigo, haciéndote el trabajo sucio, como siempre, ¿no? —vaticinó Lilith imaginando que su pretensión no iba a cambiar en ningún momento.
—En realidad, iremos solo tú y yo. Una pequeña excursión personal, ¿qué te parece? Así vas a poder conocer un poco más al cabrón anticuado de Hawk.
—¿Estás seguro de ello? A mí no me importaría acompañaros.
—Lo sé, chica del sable, lo sé, pero alguien tiene que cuidar del edificio mientras estoy fuera. Normalmente, la gente ve un sitio en ruinas y huye despavorida, pero tu yegua podría atraer un par de visitas indeseadas. Quiero tenerte como refuerzo. Además, para lo que vamos a hacer en el centro comercial, solo necesito a una persona, y cuanto más pequeña y ágil, mejor. Si descarto a tu hermana, tú eres mi mejor opción, Li.
—No me llames Li si no quieres que te eche a los perrombis esos —le advirtió la chica molesta porque él se hubiese atrevido a usar la contracción—. De acuerdo, iré contigo, pero esfuérzate por hablarme lo menos posible.
—Bueno, esto es todo. Podéis ir a descansar.

Día 8. Hoy podré al fin poner a prueba el funcionamiento de dos poderes juntos. Ese centro comercial me va a venir que ni pintado para las valoraciones iniciales. Hice bien en no quemar a los Aku cuando pasé por allí la primera vez…”

—Por cierto, Lilith —solicitó de nuevo Hawk su escucha cuando ya se disponía a subir al ático junto a sus compañeros—, espero que estés preparada para lo que te vas a encontrar mañana.

… He conseguido convencer al grupito de que realmente necesito a esa puta petarda para la misión. Esa adolescente chula y pretenciosa; el único obstáculo que hay entre la niña y yo…”

—No te preocupes, viejo. No creo que pueda conocer un monstruo peor al que ya conozco.

“… Hará de sujeto de pruebas ideal antes de que los Aku la descuarticen. Como matar a dos pájaros de un tiro”.