Big Red Mouse Pointer

martes, 9 de abril de 2013

NH2: Capítulo 007 - Un mundo peligroso

En la esquina de un invernadero improvisado, había un chico regando una planta de marihuana. Era un chico de piel blanca, con unas greñas pelirrojas. Tenía una pinta grotesca. Era bastante alto, pero tenía una pose torcida, queriendo emular a un jorobado. Estaba tan extremadamente delgado, que sus piernas parecían, las de un esqueleto. Vestía con un mono de camuflaje marrón, que estaba hecho de goma, al igual que sus largas botas, de color negro. Mientras regaba, estaba canturreando una cancioncilla, alegremente. Bailaba arriba y abajo, poniendo caras feas, cuando Ley entró en el invernadero, sin que este se diera cuenta. Esta avanzó sonriente, y dijo con chulería:

-   Johnny sabes que me encantan esas poses malvadas que intentas adoptar, pero es hora de irnos.

 Este retorció su labio, mostrando sus dientes, en un gesto agresivo. Ley soltó una carcajada y dijo burlonamente:

-   ¡Venga ya! Johnny deja de hacer el payaso. Ven aquí, y mueve el culo, que llegamos tarde.

Quitó aquella expresión fea de su cara, soltando la pequeña regadera en el suelo, y se puso más o menos recto. Se acercó a Ley sonriente, y sorprendiéndola le dio un pequeño tortazo en la cara, bromeando. La pelirroja se abalanzó sobre él, mientras reía, y le devolvió la broma, con otro pequeño porrazo en la mejilla. La radio que Ley llevaba en el bolsillo se puso ha pitar. Esta la sacó rápidamente, pulsando un botón, para hacerla callar. Ambos se pusieron serios, mientras intercambiaron un par de miradas. Ley guardó la radio en el bolsillo, y dijo con serenidad:

-   En diez minutos te quiero listo en la salida. Necesito ponerme el traje y la máscara. Tenemos algo de prisa.

Este asintió con la cabeza, y salió rápidamente del pequeño invernadero. Al poco de salir Johnny, Ley volvió ha sacar la radio. La miró unos segundos, y la encendió. Tragó saliva mientras se la acercaba para hablar, y dijo fríamente:

-   Señor, voy ha recoger el encargo. Le avisaré cuando este listo.

Nada más terminar, apagó la radio, y la guardó en su bolsillo. Salió del invernadero con rapidez, para adentrarse en unos túneles de piedra. Una vez terminó de recorrerlos, subió una escalera, y llegó a unos barracones. Había un par de soldados que limpiaban sus armas, mientras charlaban sobre paneles solares. También estaban por allí, unas chicas sentadas alrededor de una mesa, afilando unos cuchillos. Sus rostros reflejaban preocupación, sus cuerpos esqueléticos vestían unas rasgadas y sucias ropas, tan demacradas como ellos. Ley se acercó a una de las mugrientas camas, en la cual había una mochila negra, algo desgastada. Sacó un mono y unas botas iguales a las de Johnny. Se desnudó, guardó las antiguas ropas en la maleta, y se vistió con el mono. Cuando terminó colgó el bulto en su hombro izquierdo, para posteriormente salir por la puerta. Llegó a otro barracón, en el cual las pocas camas que aún quedaban, estaban llenas de armas, y objetos variados. Se acercó a una de ellas, que estaba llena de espadas y cuchillos. Cogió su antiguo cuchillo, guardándolo en un hueco, en su pierna izquierda. Rebuscando entre las espadas, encontró su catana, guardada en una funda. Comenzó ha sonreír mientras la cogía, y la colgaba en su espalda. Dio un par de pasos hacia otra de las camas, para recoger una pistola que encajó en un hueco en su pierna derecha. Echó un par de cajas, de balas variadas en la mochila, y se colgó al cuello un viejo Kalashnikov, el cual se conservaba en penoso estado. Acto seguido se giró para buscar en un camastro lleno de todo tipo de objetos. Al poco encontró una máscara de gas, y unos guantes de goma, que se puso en el momento. Cuando ya estaba completamente lista, se apresuró para reunirse con su compañero lo antes posible. Salió del barracón para recorrer rápidamente, una red de túneles de piedra. Llegó al exterior, donde solo había tierra árida, rodeada de un par de torretas medio derrumbadas, ruinas de barracones, y oxidados alambres de espino. Se puso ha andar hacia uno de los laterales, para entrar en un camino de piedra, que estaba al lado de unas vías de tren. Al final del camino, había una montaña de escombros bastante alta, que cubría toda la vía y parte del sendero. Giró hasta llegar al alambre de espino, que siguió hasta llegar a una basta verja, la cual estaba a pocos metros. Aquella enorme puerta de hierro, sostenía un gran letrero, que tenía escrito en rojo: “El trabajo os hará libres”.  Esta se apoyó en la verja esperando a su delgado compañero, mientras pensaba en todo lo que había ocurrido después de Stone city. Pasaba tanto tiempo encerrada, en aquel viejo campo de prisioneros, que cada vez que salía se ponía pensativa. Sus compañeros llevaban escondidos mucho más tiempo que ella, pero ellos ya se habían acostumbrado. Desde que ella, y el teniente rojo habían huido para refugiarse allí, el mundo había cambiado tanto, que asociaban aquel lugar, con el horror que vino después de Stone city. Ley estaba harta de vivir en aquel ruinoso campo de concentración. Estaba harta de solo salir de vez en cuando, para abastecer el refugio. Deseaba reunirse con Johnny, por que sabía que en cuanto se fuera de allí, no regresaría. El sitio había sido por mucho tiempo un escondite, para ex soldados fugados que se atrincheraron allí, pero con el caos y la destrucción, el sitio empezó a ser bastante inseguro. Casi todos sus amigos habían muerto, allí ya quedaban pocos. Ella no quería vivir el resto de su vida, en un campo de concentración, era una idea horrible. Además, sabía que tenía tantas cosas que hacer, que no volvería a pisar aquel espantoso sitio nunca más. Un zumbido se escuchaba en los alrededores, acercándose rápidamente. Ley se enderezó, mirando por última vez el lugar. Pensó que echaría de menos a los chicos, pero era mejor no despedirse. Rebuscó en su mochila para sacar un manojo de llaves, con el que abrió los candados de la verja. Cuando salió, tiró de las rejas con fuerza, y volvió ha cerrar la gran puerta. Un jeep que se acercó a toda velocidad, paró en secó a unos pocos metros de la chica. De este salió Johnny con una máscara de gas puesta, riendo a carcajadas. Hizo una mueca extraña, y gritó algo ido: 

-   ¡Nena mueve tu precioso culo! ¡Ven a probar esta maravilla!

Ley se acercó sonriente, a la vez que Johnny burlonamente pegaba la lengua, al cristal de su máscara. Esta paró al lado, le dio un pequeño puñetazo en el hombro con guasa, y le sacó la lengua en un gesto grotesco, de los que a Johnny tanto le gustaban. Ambos se subieron en el vehículo gastándose bromas, y emprendieron el camino lo más rápido posible. Mientras Johnny conducía a toda velocidad, Ley aprovechaba para comprobar su Kalashnikov. Cuando terminó, esta le dijo con seriedad:

-   Intenta ir más rápido. Nos están esperando.

El pelirrojo refunfuñó, y contestó de mala gana:

-   Pues que el melenas, y tu novio el científico esperen un ratito.

 Esta le echó una mirada agresiva, y dijo cabreada:

-   Te estoy hablando enserio. ¡Ve más rápido!

Este mosqueado, aumento la velocidad, mientras ponía mala cara. Al poco rato, pararon en una apartada casa de campo, que estaba abandonada. Ambos bajaron del coche aceleradamente, y se apresuraron en llegar al jardín de detrás. Una vez allí caminaron hasta una placa de metal, donde pegaron tres golpecitos. Tras unos segundos se abrió una pequeña trampilla, de la que salió la cabeza del teniente rojo. Hizo un gesto con las cejas, y se metió dentro.  Los pelirrojos se adentraron, bajando una escalerilla. Llegaron a un laboratorio medio improvisado, que anteriormente había sido un bunker familiar. Se quitaron las máscaras, y se acomodaron en unas sillas. Johnny sacó tres botellitas de plástico azul y dijo:

-   ¿Queréis? Es cerveza que hemos estado haciendo los chicos.

Ley miró al rubio, que puso mala cara, haciendo que esta soltara un amago de carcajada, intentando aguantar las ganas de reír, mientras se ponía colorada. El teniente rojo suspiró, y dijo algo irritado:

-   ¿Enserio tío? ¿Enserio? ¿Cómo puedes estar de juerga todo el día? Tío el mundo ha cambiado. ¡No puedes estar todo el día colocado!

 Johnny hizo uno de sus grotescos gestos, y contestó refunfuñando:

-   No, claro. Todo el día colocado no se puede estar, pero si estresado y amargado, comiéndote el coco por esta mierda. ¡Tío vive la vida!

Ley se levantó, poniéndose entre ambos y dijo burlonamente:

-   ¡Venga ya! ¡Sois unos picones! ¡Dejad de protestar! Hay que preocuparse por las cosas, pero también hay que vivir un poco la vida.

Ambos chicos sonrieron, y cogieron las botellitas. Ley los acompañó con otra, brindando con ambos, por la vida. Se terminaron la bebida, mientras charlaban, y esperaban a su compañero restante. Se escucharon unos porracitos, haciendo que Johnny abriera la trampilla con cuidado. Este volvió ha bajar, seguido de un chico delgado, que vestía con un traje nqb. Se quitó la máscara, dejándola encima de una de las mesas. Era un joven, de pelo negro y ojos marrones. Tenía una expresión preocupada, que no podía ocultar por más que podía. El pelirrojo le miró riéndose y dijo bromeando:

-   Tío, quita esa cara de muerto. ¿Qué pasa Bryan? ¿Se te ha muerto el perro?

Continuó con un par de carcajadas, mientras sacaba más cerveza de la mochila. Bryan mirando al suelo, dijo susurrando, con preocupación:

-   Los niveles no son buenos. Algo va mal, tengo que seguir investigando.

Todos se miraron confusos unos a otros, después de aquellas palabras. Luego Ley abrazó a Bryan, dándole un dulce, pero pequeño beso en los labios. Este acarició su mejilla y le dedicó una dulce sonrisa. Después se apresuró en cambiar cosas de una mochila a otra, recitando una lista de cosas que tenía que coger. Johnny aprovechó el momento para hacerse un porro, que compartió con Ley. El teniente rojo no paraba de dar vueltas de un lado a otro, soltándole a Johnny sus quejas. Cuando este se hartó de escuchar todas sus protestas se levantó mareado, se acercó a él vacilante, y le dijo de mala manera:

-   Mira tío, antes de esto, molabas. Estoy hasta la polla de escucharte, me das dolor de cabeza. La he cultivado yo, y de ella me encargo yo. ¿Qué más te da que me drogue? No es tu problema, y tú antes lo hacías también. Si quieres el buen rollo que teníamos antes, por mi, cojonudo. Eso si, si vas a estar con tus comederas de coco, te metes tu puta melena rubia por el….

Ley bastante cabreada lo interrumpió, diciendo:

-   ¡Basta! ¡Dejaros de estupideces! ¡Cada uno que lleve este mundo como quiera! ¡No discutáis más!

Ambos abandonaron la discusión, tranquilizando el ambiente. Cuando Bryan estuvo listo, se pusieron las máscaras, y se apresuraron en salir de allí.  Una vez montados en el jeep, el rubio dijo sonriente:

-   ¡Oye tío! Te ha quedado de lujo este trasto. 

Johnny hizo un gesto vacilón, y mientras pulsaba unos botones dijo:

-   Espera, que ahora si que te va a gustar…

Tras unos segundos comenzó ha escucharse una música, que dejó a todos asombrados. Ley alucinando preguntó:

-   ¿Cómo lo has hecho? 

Johnny sonriente contestó:

-   Nena, es en lo que llevo trabajando todo este tiempo. Soy un mecánico de primera. Un sistema de paneles solares, y nunca necesitaré gasolina. Va rápido, es barato, y encima me da para poner música. 

Bryan algo preocupado dijo:

-   Creo que deberías quitar eso, llamaremos mucho la atención.

Johnny refunfuñando le dijo:

-   Vamos muy rápido, y está flojita. No seas tan cascarrabias. 

Al rato pasaron por una zona bastante accidentada, donde encontraron unos cuantos zombies por el camino, que el rubio y Ley, exterminaron rápidamente con sus armas de fuego. Cuando salieron de aquella zona rocosa, vieron a lo lejos un paisaje rojo anaranjado. Estando más cerca se podía apreciar que aquel paisaje, era un extraño bosque. Al llegar aparcaron el coche ocultándolo, entre una pequeña montaña, y el comienzo de la maleza. Cuando todos se bajaron, Ley se quedo mirando fijamente el insólito paisaje, y tras tragar saliva algo nerviosa, dijo medio ausente:

-   Nunca creí que pudiera ser verdad. Da bastante respeto, y miedo. Lo había escuchado de Chernobyl, pero nunca llegué ha creerlo del todo…

El teniente rojo después de un suspiro, dijo:

-   Si, es cierto…

Johnny riéndose contestó:

-   Solo es un bosque rojo, con un tono anaranjado. Tíos solo son unas plantitas de colorines. ¿Qué pasa? No os dan miedo los zombies, ¿pero si unos animales mutantes? 

Bryan puso los ojos en blanco, en un gesto irónico, y soltó con bordería: 

-   ¡Dices jilipolleces!

El pelirrojo soltó una carcajada en su cara, con un aire chulesco, y se dio la vuelta tan ancho. Todos cogieron sus mochilas, y se equiparon con sus armas. Una vez se adentraron en el bosque, continuaron el camino con bastante cautela. Ninguno de ellos tenía ganas de sorpresas. Cada vez el bosque se hacía más denso, hasta que llegaron a un punto donde ni se veía el cielo, ni se veía nada más lejos de un par de pasos. Los tonos chillones de los árboles, empezaban ha molestarles en los ojos después de tanto rato. También había pequeñas plantas con colores intensos, incluso algunas eran casi fluorescentes. Daba la sensación de que la maleza se tambaleaba, moviéndose lentamente para cortarles el paso. Se escuchaban todo tipo de sonidos, de cosas que rondaban cerca. Bryan se tropezó con algo, que le hizo caer al suelo. Este se levantó gritando histérico. Todos bajaron la mirada, observando un zombie mal formado que yacía muerto en el suelo. Era una masa de carne con siete brazos, totalmente deformes, y una gran cabeza que era tan grande como las boyas del mar. Era algo totalmente espantoso, que hizo que todos acabaran asqueados. Continuaron el camino un poco más, hasta encontrarse en una zona más amplia, donde había un pequeño lago de un color verdoso fluorescente, un tanto dudable. Mientras andaban por allí se empezaron ha escuchar unos porrazos, como de algo gigante que corría hacia aquel lugar. Echaron ha correr, intentando bordear aquel líquido, lo antes posible. Cuando todos corrían sin mirar atrás, una manada de extraños animales, deformes y gigantes, salieron corriendo de entre los árboles, derribando alguno de estos. Pasaron rápidamente cerca de los chicos, sin percatarse si quiera de su presencia, cruzando el lago como titanes. Al poco se perdieron de vista, dejando solo el lejano sonido de su carrera, a la vez que se escuchaban árboles de caer a su paso. El rubio compartió su preocupación, y dijo mientras corría:

-   No sé de que esta corriendo, pero tiene mala pinta. 

Johnny puso su media sonrisa maliciosa, contestando en un tono un tanto irónico y siniestro:

-   Será el de la matanza de Texas, que viene ha rajarnos, y descuartizarnos con su bonita motosierra. Ya veras que bonitos quedan nuestros sesos, repellados sobre estos preciosos y peculiares árboles rojos. Nuestra sangre junto con el extraño pelo de nuestra hermosa, y agresiva compañera, serán el tinte perfecto para este bosque que parece salido de fiebre del sábado noche.

Nada más terminó, se puso a reír descontroladamente. Todos le rieron la gracia, y le hicieron gestos para que guardara silencio. Al poco un pequeño, pero mutado murciélago que solo poseía un ala, pasó rozando la cabeza de Bryan. Este al acto pegó un grito, que silenció el pelirrojo con un pequeño porrazo en el hombro. Cuando por fin bordearon el lago se adentraron en la siguiente zona del bosque, donde había más de estos deformes murciélagos. Ley cogió la mano de Bryan y dijo:

-   Menos mal que después de toda la locura de Stone City pude encontrarte.

Este le sonrió, y le contestó con dulzura:

-   No estaría ni aquí, ni vivo, si la chica más bonita de todas, no me hubiera dejado escapar de aquel laboratorio.

Ella le devolvió la sonrisa, y se apresuró en continuar el camino. Johnny y el teniente rojo gritaron algo que Ley y Bryan no llegaron ha entender. Ambos chicos empezaron a disparar, mientras intentaban retroceder lo antes posible. Johnny comenzó ha gritar cabreado:

-   ¡Corred! ¡Los hijos de puta nos bloquean el paso!

Todos empezaron ha correr por donde habían venido, pero para su sorpresa por detrás venían más zombies. Aún estaban un poco lejos, pero tenían poco tiempo para salir de allí. Empezaron ha correr por una ruta alternativa, disparando a los que más se acercaban. El camino empezaba ha hacerse casi imposible, la maleza cada vez era más densa. Ley se puso a la cabeza con su catana, para poder ir abriendo paso. Al cabo de un rato consiguieron alejarse un poco del peligro, aunque este aún les perseguía.  Pararon un poco, en una zona algo más amplia, para recargar rápidamente. En ese momento lo que parecía ser una planta inerte, se movió rauda, rasgando con sus afiladas púas, el traje y el brazo del rubio. Este hizo un sonido molesto, a la vez que se apartó de la planta, en un movimiento ágil. Bryan preocupado dijo:

-   Se te ha roto el mono, ahora no estarás protegido de la radiación. ¡Tenemos que darnos prisa! ¡Cada segundo expuesto, te acortará la vida, y la manera de que la vivas!

Todos se apresuraron en continuar, teniendo cuidado de no acercarse ha ese tipo de plantas. El camino otra vez volvía ha hacerse tan denso que era imposible pasar, sin cortar las plantas que bloqueaban el camino. A cada paso costaba más avanzar, consiguiendo que los zombies consiguieran gran ventaja. Ya casi les habían alcanzado, pero a los chicos cada vez se les hacía más imposible continuar. Cuando vieron que no podían, porque los iban ha coger, decidieron subirse a los árboles. La pelirroja y el rubio se pusieron ha matar zombies, mientras sus otros dos compañeros se acercaban a los troncos. En ese momento más de estás criaturas salieron entre la maleza, acercándose peligrosamente al científico y al pelirrojo. Johnny estaba disparando con su escopeta a todos los que se les acercaban. Los zombies hicieron una brecha entre ambos grupos, desplazando a Ley y al teniente hacia uno de los lados, alejándolos cada vez más de sus compañeros. Todos estaban completamente rodeados, intentando librarse de los más cercanos, para poder subir de una vez. Cuando Bryan casi se había subido a una de las ramas, gracias a que Johnny mataba a todos los que se le acercaban, un par de zombies se abalanzaron al pelirrojo.  El rubio mató a uno de ellos, descuidando su retaguardia, que un zombie quiso aprovechar. Ley le atravesó el cráneo con su catana, mientras Bryan disparó con su pistola al otro zombie que iba a morder a Johnny. En ese momento el pelirrojo gritó histérico:

-   ¡Bryan! ¡No!

Este se dio la vuelta, viendo que para su sorpresa estaba rodeado de zombies. Disparó a unos cuantos, mientras el resto de sus compañeros aniquilaban a todos los que podían. Salió uno arrastrándose entre la tierra, cogiendo el tobillo de Ley y tirándola al suelo de boca. Mientras la pelirroja forcejeaba intentando soltarse, empezaron ha entrar más zombies que la separaron del rubio. Ley sacó su cuchillo, clavándoselo en la cabeza. Una vez libre, se arrastró hasta su catana, que había salido disparada cuando había caído. Johnny consiguió subirse a una rama, donde se puso a disparar a los zombies que acosaban a Bryan. Este había caído al suelo, por culpa de una de las criaturas, e intentaba recargar su pistola, bastante nervioso. El teniente rojo completamente rodeado, intentaba hacerse paso para llegar a un árbol, mientras Ley procuraba hacer lo mismo. Johnny recargaba su escopeta, al mismo tiempo que la pelirroja consiguió llegar hasta un árbol. Cuando esta intentaba subir, las criaturas la cogieron de los tobillos, intentando tirarla al suelo. El rubio intentando salvar a su compañera mató a uno de ellos, pero otro la cogió al instante. Este intentando librarse de uno, que casi se le había echado encima, intentó correr, tropezando con una de las raíces, que estaban medio escondidas. Su arma había salido disparada, y él intentaba llegar hasta ella, mientras los zombies casi le habían cogido. Johnny gritaba irritado, por que su arma se había encasquillado, y no la podía arreglar. Ley pataleaba y forcejeaba, para libarse de las criaturas, pero se estaba resbalando, y sabía que pronto caería al suelo para ser devorada. Bryan mató a los zombies que tiraban de la pelirroja, ayudándola ha subir, cuando fue mordido por detrás. Johnny disparó al que había mordido a su compañero, y acto seguido mato a los dos que forcejeaban con el rubio, pero ya era demasiado tarde para Bryan.  Ley una vez arriba, empezó ha escuchar los gritos de sus compañeros, lo que hizo llamar su atención al instante. Cuando vio a su compañero sentimental sangrando a borbotones, las lágrimas empezaron ha mojar el rostro dolido de la chica. Cuando Johnny ayudaba al rubio, matando a los zombies que le acosaban, Bryan intentaba subir a las ramas, nervioso. En el momento que este fue agarrado por más zombies, que tiraban de él para que cayera, el pelirrojo mataba los últimos zombies que había entre el teniente rojo, y su arma. Ley mató a un par de los que cogían a Bryan, pero cada vez eran más los que tiraban de él. Cuando estaba apunto de caer, comenzó ha gritar desesperado: 

-   ¡Lo siento! ¡Ley te quiero! ¡Siento no poder conti…

En ese momento cayó al suelo, gritando desgarradoramente. Sus compañeros intentaron matar a los zombies, que pronto empezaron ha comérselo, mientras los gritos de agonía de Bryan se ahogaban, entre los gritos de ansia de las podridas criaturas. Estas masticaban a Bryan ferozmente, arrancándole cachos de carne a gran velocidad. Cada vez había más criaturas alimentándose, y cada vez más rápido, aunque algunas incluso se atragantaban. Ley lloraba rabiosa, matando a los que se estaban devorando el cuerpo sin vida, de quien había sido su novio. Johnny recargaba su escopeta, a la vez que gritaba histérico:

-   ¡Ley! ¡Ayuda a rojo! ¡Por dios! ¡Ley!

Esta seguía disparando llena de rabia, haciendo caso omiso a lo que su compañero le pedía. El rubio estaba completamente rodeado, intentando hacerse paso con un palo, porque no le quedaba munición, y no era sitio para ponerse ha recargar. El pelirrojo logró conseguirle un hueco por el que pasar, pero necesitaba la ayuda de Ley, para que el rubio pudiera subir. Ya que casi no quedaba mucho del cuerpo de Bryan, los zombies empezaron ha fijarse todavía más en el rubio. Johnny continuo gritando a la pelirroja, hasta que esta reaccionó, y ayudó ha matar a las criaturas para que el teniente rojo pudiera subir. Una vez estaban todos arriba, ambos convencieron a su compañera para abandonar el lugar. Esta accedió de mala gana, no quería irse sin más, pero sabía que tampoco era sano quedarse para ver como terminaban de comerse el cuerpo de Bryan. Continuaron silenciosamente, con Ley la primera, que se movía como un gato, con tal agilidad, que le salía como algo normal. Era rauda, y silenciosa, algo de lo que no gozaban sus compañeros, que iban montando un buen escándalo, que no era comparable con su incomodidad al caminar. Al llegar a un determinado punto, la pelirroja se paró, haciendo un gesto, para que guardaran silencio. Se secó las lágrimas, y tras unos segundos susurró muy convencida:

-   Chicos, no hagáis ruido. A unos quince, o veinte metros a la izquierda, esta nuestra presa.  Necesitamos la caja metálica.

Fueron en la dirección indicada, se pararon, y a los pocos segundos la pelirroja se descolgó de la rama, cayendo sigilosamente en una de la parte inferior del árbol. Esta volvió ha descolgarse, para caer encima de un hombre vestido con un traje nqb. Al instante de caer, lo atravesó con su catana. Cuando los acompañantes más cercanos de este hombre se giraron, el pelirrojo y el rubio les dispararon. Johnny se descolgó hasta el suelo, para perseguir a uno que había huido, mientras sus compañeros corrían detrás de otros dos. Mientras el teniente rojo no paraba de disparar, sin éxito, Ley alcanzó a uno, cortándole la cabeza. Cuando el pelirrojo llegó hasta el hombre que perseguía, le metió una patada. Este cayó al suelo de bruces, cosa que aprovechó Johnny para dispararle en el culo, mientras ponía una de sus feas muecas. El hombre gritó del horrible dolor, al mismo tiempo que su atacante reía totalmente ido. El esquelético enfermizo, se encorvó como un jorobado, para sacar de su mochila un pequeño machete. Lo sacó raudo de su funda, soltó una siniestra carcajada, y comenzó ha cortarle las extremidades, para que el hombre suplicara. Cuando estaba dando golpetazos, para romper los huesos, decía sonriente:

-   Me encanta este sonido. 

Cuando acabó, le dio la vuelta, quitó la máscara del hombre, y le disparó en sus genitales, riéndose a carcajadas, como si fuera algo muy gracioso. El hombre hacía rato que se había desmallado por el dolor, pero seguía vivo. Al decidir acabar con la vida de aquel desgraciado, empuñó con fuerza su querida escopeta, se fue agachando, lenta y grotescamente,  arrugó su cara, retorciendo su labio, e hizo su horrible mueca enfermiza. Cuando sus esquelitas piernas tocaron el suelo, apretó el cañón de la escopeta, en la frente del individuo, disparando a quema ropa, para reventar el cráneo, y manchar sus ropas, con la sangre de su víctima. Una vez terminó, volvió a reunirse con sus compañeros, que estaban registrando y cogiendo cosas, de los tipos que habían matado. Después Ley le dio a Johnny una caja metálica, bastante grande y pesada. Nada más estuvieron listos, se subieron a los árboles para volver hacía el jeep. Mientras andaban de rama en rama, el rubio se puso ha toser sangre, y dijo algo desganado:

-   Oye, hay que darse prisa. Hace ya un rato que no me siento bien. Cuando la planta esa me ha cortado, al rato mi boca sabía a metal. La gente expuesta a mucha radiación, tiene esos síntomas. Me duele todo el cuerpo, y mis huesos son como polvo. Tengo la garganta inflamada, me cuesta respirar. Me siento como un viejo, como si tuviera ochenta años. Me duele la cabeza, y tengo poco equilibrio, yo antes no hacía ruido por los árboles…

Ley en un tono dulce le dijo, intentando animarlo:

-   ¡Hey, rubito! No te preocupes, vamos a llegar enseguida y te vas a poner bien. ¡Hemos salido siempre de todas las batallas! ¡No hay nada que pueda con nosotros dos!

Este le sonrió, y recuperó el brillo de sus ojos. Continuaron lo más rápido que podían, avanzando gran terreno, en poco tiempo. Un ave de gran tamaño, amorfa, y sin ojos, se estampó en uno de los árboles, haciendo que Ley cayera. Esta con una sucesión de movimientos hábiles y rápidos, logró impulsarse en una de las ramas, para caer de pie sobre una, bastante delgada. Se movió con agilidad, subiendo rápidamente. Aquel horrible animal empezó ha pegarse porrazos, de vez en cuando contra la maleza, ya que volaba completamente desorientado. Los chicos decidieron ir por la parte baja de los árboles, para evitar caer. Mientras descendían poco a poco, el pájaro chocó violentamente, tirando al rubio, que se pegó un buen porrazo con una rama en el estomago, antes de agarrarse a duras penas, a una inferior. Continuaron el camino lo más abajo posible, intentando evitar aquel problema. Después de un rato, cuando ya les quedaba poco para salir de aquel horrible lugar, el rubio se paró bastante agotado. Estaba amarillento, mareado, y asfixiado. Se quitó la máscara, para asomarse a vomitar al suelo. Cuando terminó escupió, y se puso de nuevo la máscara. Se sentó apoyándose en el tronco, y volvió a toser sangre, pero esta vez, más violentamente. Cuando la tos remitió, susurró:

-   No puedo más, y aunque salga de aquí no voy a sobrevivir. Tengo el cuerpo destrozado por la radiación, eso no tiene arreglo. Estoy demacrado, mareado, débil, las nauseas me van y me vienen, se que esto es el fin chicos…

Ley comenzó ha llorar, mientras le decía entre balbuceos:

-   ¡No vas a quedarte aquí!

Esta lo cogió del brazo intentando tirar de él, pero este se negó y dijo:

-   No puedo, yo he llegado hasta aquí. ¡Lo mejor será que os marchéis!

Johnny contestó compungido:

- Tío, no nos vamos de aquí sin ti. Eres sangre de mi sangre, siempre fíeles en el campo de batalla. Eres como un hermano desde la academia militar.

El teniente rojo sonrió, aún siendo interrumpido por su tos, para luego terminar, respirando casi como un moribundo. Ley se acurrucó a su lado, le cogió la mano, y dijo con una mezcla rara de tristeza y alegría:

-   ¿Sabes? Sin ti no hubiera sobrevivido en casi ninguna batalla. Sin ti nunca hubiera aprendido ha montar un explosivo. Ese científico pirado que me inyectó aquello, me hubiera matado, si yo no hubiera tenido tu ayuda. Siempre hemos hecho un buen equipo, siempre hemos estado juntos en lo bueno, y en lo malo. ¿Recuerdas cuando nos cogieron esos soldados para fusilarnos? 

El rubio asintió, sonriendo, y apretando la mano de la pelirroja con fuerza. Esta continuó:

-   ¡Esa vez fue cojonuda, creíamos que era el fin, y tú nos salvaste! Siempre te colabas por todos los sitios y te hacías con todas las llaves. ¡Eres fantástico! He estado toda la vida contigo, siempre hemos sido dos buenos compañeros, un equipo.

Este soltó unas lágrimas, trago saliva, y abrazó con toda la fuerza que le quedaba a su compañera. Ambos se abrazaron cariñosamente, mientras derraban unas lágrimas. El volvió a tragar saliva y dijo apenado:

-   Te echaré de menos, pero te cuidaré desde arriba. Recuerda que tú también me salvaste muchas veces, y creo que más que yo a ti. Siempre fuiste la mejor, es todo un placer ser tu compañero. Te lo debo, preciosa. Eres sangre de mi sangre.

La pelirroja contestó entre sollozos:

-   Y tú también, eres sangre de mi sangre. 

El rubio agarró con fuerza la otra mano de la chica, y le dijo al pelirrojo después de toser:

-   Hermano, cuídamela hasta que te quede sangre en el cuerpo. Se que ambos también formáis buen equipo, así que cuídala como yo lo he hecho hasta ahora. Confío en ti, porque después de mí, siempre fuiste el mejor en… 

Comenzó ha toser más sangre, hasta que empezó ha asfixiarse, mientras iba perdiendo fuerza. Finalmente el rubio se quedó completamente lacio, al dejar de respirar. Sus manos inertes soltaron las temblorosas de Ley, que no paraba de llorar desconsolada. Johnny se dio la vuelta, para que su compañera no lo viera llorar. La desesperación y la ira invadieron al joven, que comenzó ha golpear todo lo que tenía alrededor, mientras lloraba rabioso, y gritaba:

-   ¡¡¡¡Jooodeeeeeerrr!!!! ¡¡¡¡Miiiiiieeeeerrrrdaaaaaaaaa!!! ¡¡¡¡Puuuuuutaaaaaaa miiiiieeeeeerrrdaaaaa!!!!  ¡¡¡¡ERA MI HEEERRMAAAANOOOO!!!!

Ley llorando sin parar gritó nerviosa:

-   ¡Para! ¡No va ha volver por más que aporrees cosas, y grites desesperadamente! ¡Cállate! 

Ambos se quedaron unos minutos llorando en silencio, hasta que Johnny dijo medio ausente:

-   No nos podemos quedar aquí, hay que hacer algo…

Esta le contestó aún temblorosa:

-   Nos lo tenemos que llevar, para enterrarlo.

El joven asintió con la mirada ausente, le dio la caja a la chica, y cargó con su amigo muerto hasta la salida del bosque. Una vez que salieron, el chico puso el cadáver en el suelo, para ir a por una pala al coche. Ley lloraba sin parar mirando a su amigo muerto, al mismo tiempo que Johnny cavaba la tumba. Lo enterraron, diciendo unas frases en su honor y recuerdo, y se quedaron unos minutos llorando, observando la improvisada tumba. Tras un largo rato, se secaron las lágrimas, y se pusieron a guardar las cosas en el jeep. Ley sacó la radio, encendiéndola rápidamente. Tragó saliva, pulsando uno de los bontones, y dijo con seriedad:

-   Señor ya tenemos el encargo.

La voz de un hombre algo distorsionada contestó:

-   Perfecto. Unos individuos rondan vuestro escondite, todavía no están muy cerca, pero no sería conveniente tenerlos por allí. Averigua que hacen por esa zona, si no son peligrosos aléjalos de allí, si lo son, ya sabes encárgate. Los chicos les acaban de ver por la zona cuarenta y tres, pero no tenían tiempo que perder. Dile al canijo que te lleve, y que luego traiga lo mío.

La transmisión se cortó, y Ley apagó la radio con una expresión seria en su cara. Johnny se montó en el vehículo, diciendo algo ausente:

-   Vamos Ley, móntate en el coche. Tenemos que comer algo…

 La chica seria, pero triste, se monto desganada en el vehículo. La tranquilidad del camino, solo fue interrumpida una vez, por un par de esqueléticos zombies, a los que Ley mató sin ningún problema. Una vez habían vuelto al laboratorio improvisado se volvieron ha quitar las máscaras. El joven pelirrojo sacó un par de latas de atún, y ambos comieron aquella paupérrima comida. Para acompañar el almuerzo, y levantar el ánimo, bebieron un poco de cerveza. Al terminar se pusieron las máscaras y prosiguieron el camino. Mientras Johnny conducía, su compañera observaba pensativa la caja metálica. El silencio fue interrumpido cuando la chica dijo muy seria:

-   Es importante que lleves esto a donde tú ya sabes. Esta caja es muy importante, protégela con tu vida.

El chico asintió, contestando con la misma seriedad que ella:

-   No te preocupes, eso está hecho.

Ella sonrió y contestó con absoluta confianza:

-   ¡Se que lo harás!

Este le devolvió la sonrisa y preguntó:

-   ¿Hay más instrucciones?

Ley se acomodó en el asiento, diciendo:

-   Una vez me sueltes, quédate atento a la radio, por si tengo problemas. Al amanecer nos pondremos en contacto por ella, de todas formas. Luego lleva la caja, y después haz todo lo que teníamos previsto hacer. 

Johnny volvió ha asentir y dijo:

-   No te preocupes, la radio está en el bolsillo, y todo lo demás, no tendré problema en hacerlo.

Aceleró aún más, haciendo una de sus muecas, a la vez que apretaba las manos al volante. Atropelló a un zombie solitario que vagaba por allí, mientras el joven gritaba entusiasmado. Eso hizo que bastantes zombis que estaban ocultos por los alrededores, salieran en busca del vehículo. Hubo que aminorar la velocidad, ya que había obstáculos en el camino, que debían ser esquivados. Una manada de criaturas se puso ha correr detrás del jeep. La pelirroja se giró, levantándose y poniéndose de rodillas en el asiento, dispuesta para matar a todos los que pudiera. Disparando a las criaturas demacradas, se puso a chillarle al joven que se diera prisa. Este casi apunto de chocar contra un coche estrellado, por mirar distraído el trasero de su compañera, consiguió hacer una maniobra para evitar el accidente. Cuando por fin lograron salir a un sitio más abierto, aceleraron al máximo dejando a los zombies atrás. Después de un rato de camino Johnny redujo bastante la velocidad, para ir lo más silenciosamente que se pudiera. Pasó una media hora y vieron a lo lejos un grupo de personas que viajaban a pie, en la dirección que ellos no querían que fuesen. Ley se puso a rebuscar por el jeep, diciendo nerviosa:

-   ¿Dónde están los prismáticos? ¡Dime que los tienes aquí!

El joven paró el coche, se giró para buscar en los asientos traseros, y sacó unos viejos prismáticos, que le dio a Ley rápidamente. Esta intentó ver las caras de los integrantes del grupo, pero estaban despaldas. Se lo comunicó al joven y este arrancó para darle un mejor ángulo de visión a su compañera. Cuando la chica logró ver la cara de uno de los individuos del grupo, se le encogió el corazón, y susurró:

-   Hermano…

Observó más caras conocidas, y le dijo al chico con tranquilidad:

-   Sé quienes son, y son inofensivos, pero tengo que alejarlos. Tienes que dejarme para que yo aparezca de la dirección contraria, a la que los quiero atraer, para alejarlos.

El joven asintió, y continuó el camino. Al rato paró el coche para que la chica andando, los encontrara en diez o quince minutos. El pelirrojo le dio un abrazo a su compañera, diciéndole cariñosamente:

-   Espero que no tardes mucho, me aburriré bastante sin ti. Ten cuidado, y si pasa algo llámame corriendo, que yo pondré esto a tope para llegar enseguida.

La chica asintió, contestando con alegría:

-   ¡No te preocupes, pronto volveremos a la carga! Ten cuidado, y no te bebas toda la birra.

Soltó una carcajada, mientras se disponía a recargar su arma rápidamente. Johnny sacó su lengua con un gesto burlón, y dijo:

-   No te preocupes, si me la bebo toda, convenceré a los chicos para que hagan más, aunque tendrás que esperar.

Se puso a reír, seguido de uno de sus grotescos gestos, que su compañera imitó a la misma vez que él. Ley cogió su mochila que estaba al lado de la de su compañero, y le chocó la mano despidiéndose, con un gesto amistoso. La chica se puso a caminar, a la vez que su amigo se marchaba silenciosamente. Esta sabía que tenía que andar un poco por detrás de los árboles, antes de ponerse ha correr por mitad del camino. Una vez terminó de andar por la maleza, se metió en la carretera de la izquierda, corriendo como una posesa. Veía al grupo a lo lejos que empezaba a señalarla nerviosos. Ella continuó corriendo rápidamente, a la vez que los integrantes de grupo estaban desconcertados sin saber si apuntar o no. Cuando Ley estaba algo más cerca, estos la apuntaron con sus armas, y la pelirroja paró con las manos en alto diciendo:

-   ¡No soy un zombie! ¡Hay que irse de inmediato!

Estos bajaron las armas, y la chica continuó corriendo hacía ellos. A escasos metros de encontrarse, Ley empezó ha reconocer viejas caras del pasado. Aminoró el ritmo y dijo seria:

-   Hermano.

Al escuchar aquellas palabras de la voz de su hermana, M.A se quedó atónito, y soltó su pistola, haciendo que esta cayera al suelo con un golpe seco. Cuando la joven estaba más cerca, el grupo observó asombrados el rostro de Ley tras el cristal de la máscara. Ambos hermanos se dieron un abrazo, contentos por el reencuentro. Luego la pelirroja saludó al resto del grupo con rapidez, y dijo a toda velocidad:

-   Oye chicos tenemos que alejarnos de aquí. Vienen hacía aquí unas hordas inmensas de zombies, los logré ver de camino con el coche, pero este se me quedo sin gasolina. 

M.A miró a sus compañeros diciendo con seriedad:

-   Tenemos que ponernos en marcha, no podemos arriesgarnos.

Todos empezaron a correr en dirección contraría, tan rápido como podían. Todos se habían quedado bastante preocupados, con lo que la pelirroja les había contado. Al cabo de un rato Inma preguntó preocupada:

-   ¿Dónde pasaremos la noche? 

Maya continuó algo pesimista:

-   Cierto, estamos en mitad de la nada, y para colmo pronto oscurecerá.

Ley muy segura de si misma contestó:

-   Sé que si vamos en dirección sur como ahora, en un par de horas, quizás tres, encontraremos un gran establo abandonado. Podemos pasar allí la noche, porque para subir a la parte superior, hay una pequeña escalerita en la pared, que los zombies no creo que sepan subir. Además las puertas son grandes y están echas de metal. 

Puma quedó bastante convencido con la idea y dijo:

-   Es mucho mejor que lo que tenemos ahora, yo voto por ese lugar.

Continuaron en esa dirección, acelerando el paso al máximo. En mitad del camino encontraron un par de zombies comiendo una masa de carne deforme, que no se sabía muy bien que era. Flor y Nait se encargaron de ellos en un momento, cuando las criaturas se percataron de la presencia del grupo. Ambos zombies cayeron al suelo boca arriba, mostrando su cara que casi carecía de carne. Ya veían el enorme establo a lo lejos, cuando se encontraron con un puñado de criaturas babeantes que los miraron con ansias. Maya comenzó ha disparar en el acto, seguida de Inma y Flor que la acompañaron al unísono. Puma sacó el arma, y sonrió diciendo:

-   Era de esperar que nos encontráramos a más, son unos pesados.

Terminó la frase matando a uno, mientras Ley desenvainaba la catana para encargarse de otro, poco después. Fue cuando la pelirroja atravesó el cráneo de uno, que su hermano acabó con chulería, con el último que quedaba en pie. Después de eso consiguieron llegar sin problemas al establo. Ley fue la primera en entrar, y en observar un zombie que empezó ha arrastrarse hacia la puerta. Esta fue corriendo con la catana en la mano, dispuesta ha matar, cuando Puma disparó al monstruo antes que Ley tuviera tiempo de atacar. La chica se dio la vuelta con chulería y dijo un tanto bromista:

-   Gracias colega, pero ese era mío, lo había visto yo antes.

A lo que Puma contestó graciosote: 

-   Claro, pero yo he sido el más rápido.

Una vez que comprobaron que no había más intrusos, decidieron cerrar el sitio. Nait, Inma y M.A se dedicaron a la ardua tarea de bloquear la puerta, con unas pesadas cajas que el resto de sus compañeros arrastraban hasta allí. Una vez terminado el trabajo, subieron a la parte superior, donde había paja en la que podían ponerse cómodos. El lugar era bastante amplio, aunque todos se sentaron cerca, los unos de los otros. En ese momento M.A preguntó confuso, a su hermana:

-   ¿Cómo sobreviviste al horror que vino después?

Ella le contestó, a la misma vez que perdía su mirada:

-   Estuve con mi amigo rojo refugiada.

Su hermano preguntó temeroso:

-   ¿Y donde está?

La pelirroja triste y algo ausente contestó:

-   Murió…

Se levantó y se sentó en la otra punta, para estar lejos del grupo. Todos se quedaron unos segundos mirándola con preocupación. M.A aún intranquilo, decidió dejarla sola para no agobiarla, ya que sabía que lo estaba pasando mal con la muerte de su amigo, la cual se notaba reciente en el corazón de su hermana. Al cabo de un rato las chicas comenzaron ha hablar de lo cómodo que se estaba sobre la paja. Nait comprobaba las balas que tenía, mientras el resto simplemente se relajaban. Ley en su esquina solitaria, abrió su mochila, dándose cuenta de que se había confundido de maleta, y se había llevado la de Johnny. Solo tuvo que meter la mano, descubriendo las botellitas de cerveza para notar el error. Era un contratiempo ya que en esa bolsa no había balas para su Kalashnikov, y solo contaba con las pocas que tenía en uno de sus bolsillos. La buena noticia era que no le faltaría nada que fumar, y podría beber todo lo que Johnny no se había bebido antes. Puma se levantó y se sentó a unos pocos metros de Ley, por que también quería más tranquilo. La pelirroja por fin se quitó la máscara decidida a fumarse un cigarro, y beber algo de cerveza. Cuando esta empezó a liarse un cigarrillo, miró a Puma y le dijo amistosamente:

-   Oye, si quieres un pitillo, pídemelo.

Este le contestó con simpatía:

-   No diré que no a tal lujo, sobre todo en los tiempos que corren.

La pelirroja le dio el cigarro que acababa de liar, sacó un par de botellines, de los cuales le ofreció uno a Puma. Este lo cogió tras darle las gracias, consiguiendo que la pelirroja le dedicara una sonrisa. Ambos disfrutaron la consumición charlando sobre los viejos tiempos, y la buena vida de antaño. Luego Puma se tumbó para dormir, mientras que Ley volvió a poner su máscara, y se echó a dormir como el resto de sus compañeros. Todo el grupo descansó aquella noche, como hacía muchísimo que no lo hacían. A la mañana siguiente decidieron continuar el camino, para que las hordas de zombies quedasen lo más atrás posible. Ley se despistó un pequeño momento del grupo, con la escusa de orinar, para llamar por radio a escondidas. Rápidamente y sin que nadie la observara comunicó:  

-   Todo sigue bien. ¿Lo has entregado?

La voz de Johnny contestó:

-   Terminé el trabajo.

La pelirroja dijo a toda velocidad:

-   Mañana hablamos.

Apagó la radio, y se apresuró para alcanzar al resto que ya estaba algo lejos. Continuaron el camino apresuradamente toda la mañana, casi sin ningún tipo de problema, a excepción de un par de zombies, que mataron habilidosamente Nait y M.A. Se adentraron en una pequeña zona residencial, donde algunos de los miembros del grupo decidieron hacer un descanso y buscar provisiones. Ley y Maya querían continuar el camino, por que no les parecía buena idea parar allí. El resto las convenció, tras una larga protesta. Entraron en una de las primeras casa, en la que había un terrible hedor. Nair compartió enfadado con el grupo su opinión de salir de allí, pero Flor se negó diciendo molesta:

-   ¡Solo es un momento! 

Flor y Puma entraron al salón encontrándose con una horrible imagen, ante sus perplejas miradas. En la pared había escrito con sangre: “La vida es sangrienta, violenta y dolorosa. Yo les salvé, lo hice por ellos. No dudé, lo hice sin más. Pienso que están muertos, y pienso que son felices. Os quiere Papa”.  En mitad del salón estaba el cuerpo de un hombre, que se había volado los sesos con una escopeta, tirada a su lado. Los restos de cerebro y sangre, cubrían casi toda la moqueta grisácea. Al fondo de la estancia yacían tres cuerpos de niños pequeños a los que les faltaba la cabeza. Los diminutos restos, de lo que les faltaba a los cuerpos, estaban repellados contra la pared. También había una cuna blanca manchada de sangre, que en su interior contenía el cadáver de un pequeño bebé. Su cabeza estaba aplastada con una enorme piedra, y su cuerpo estaba lleno de cortes. Nait y Ley subieron las escaleras, mientras que el resto se dirigía a la cocina. El grupo encontró el cuerpo de una mujer, con la cabeza metida en una olla, que contenía comida podrida. El cráneo de la señora estaba atravesado con un machete. En el piso superior había dos habitaciones, y cada uno fue a una. Ley entró en un gran dormitorio infantil lleno de literas, manchadas de sangre. En el centro de la habitación yacían cuatro cadáveres de niños a los que les habían cortado las cabezas, que estaban tiradas a unos pocos metros. Estas estaban todas atravesadas con instrumentos del campo. Nait en el otro dormitorio encontró en la cama, el cuerpo desnudo de una adolescente. Esta no tenía ni brazos ni piernas, sus extremidades estaban tiradas al lado de la cama. Su cuerpo estaba bañado en sangre, y en su cráneo tenía un hacha incrustada. A su lado, en la pared ponía con sangre escrito:”El último placer de la vida”. Este se acercó para quitar el hacha, y tapar el cuerpo de la joven. Estaba tan impactado, que no se dio cuenta de que Ley había entrado en la habitación, y se asustó al verla. Esta entró en el cuarto de baño de la habitación, y vio el cadáver de otra adolescente desnuda, encima del retrete. Esta estaba amordazada, y tenía las manos esposadas a una tubería. Sus piernas estaban en el suelo amputadas, a unos metros del resto de su cuerpo. Estaba cubierta de sangre por todos los lados, con unas asquerosas y pequeñas manchas blancas en su barriga. Por si no fuera poco, la chica tenía un largo cuchillo clavado en su ojo izquierdo. Ley salió de allí asqueada, diciendo algo enfada:

-   ¡Yo no sé para que entramos aquí! ¿Es que ahora la moda es visitar casas de locos?

Nait suspiró y contestó molesto por la situación:

- ¡Vámonos! 

El resto del grupo había descendido hasta el sótano, para encontrarse con un par de cuerpo mutilados. Mientras se acercaron horrorizados, les sorprendieron un par de zombies, que salieron de detrás de unos muebles. Flor nerviosa disparó a uno de ellos, que casi se le echa encima. Al otro le disparó Inma, cuando se acercaba para morder a Maya. Ley y Nait bajaron para reunirse con sus compañeros, para ver lo que pasaba. Al ver que todos estaban bien, se quedaron tranquilos y se alegraron. Todos decidieron abandonar la casa, a la que no había sido buena idea entrar, ya que tampoco encontraron nada que llevarse. Cuando subieron a la primera planta, comenzaron a escuchar golpes en la puerta. M.A subió corriendo al piso superior, para mirar por las ventanas lo que ocurría. Para su terrible sorpresa, la casa estaba rodeada de aquellas podridas, y ansiosas criaturas…   

#Ley300

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