Big Red Mouse Pointer

martes, 25 de marzo de 2014

NH2: Capítulo 028 - El fin y el principio de una historia

La luna ya estaba en lo más alto del cielo nocturno cuando el grupo llegó a las puertas de un enorme edificio blanco de varias plantas que había aguantado el paso del tiempo. Éste tenía una pequeña escalera esculpida en la roca que conducía a una puerta doble de madera. En lo alto, una gran cúpula de cristal tomaba las luces del cielo nocturno proyectándolas al interior del edificio. En la primera, segunda y tercera planta había grandes cristaleras tapiadas con tablones de madera. Unos cuantos árboles muertos decoraban a izquierda y derecha el edifico, y desperdigados por el suelo, algunos cadáveres de zombies con las cabezas agujereadas por balazos demostraban como aquel edificio había aguantado al ataque de los zombis que osaron acercarse ante aquella imponente estructura. El grupo avanzó poco a poco entre la niebla que se había apoderado de toda la zona. Curiosos ante aquel enorme edificio Nicole y Zoey no podían parar de pensar en como Davis conocía aquel lugar.

—¿Qué es este edificio? —preguntó Nicole.

—¿Está habitado? —interrogó la desconfiada Zoey, quien no entendía lo que Davis pretendía.

—Tranquilas... —contestó el joven jadeando y agotado de cargar con Matt y sus pertenencias durante todo el trayecto—. Todo saldrá bien, siempre que hagáis lo que yo diga...

El joven tras subir por la escalera de piedra, abrió lentamente la puerta para descubrir como una tenue luz venía del interior del edificio.

—¿¡Está habitada!? —preguntó Zoey sorprendida mientras colocaba la mano en el mango del hacha.

Davis no respondió. Sólo se limitó a entrar ante la sorprendida mirada de sus compañeras. Una vez entraron todos disimuladamente, Davis dejó a Matt en el suelo, apoyado en la pared. El estado del joven había empeorado en las últimas horas. Necesitaba cuidados urgentemente.

—Chicas, esperad aquí en silencio. —dijo el joven agarrando su lanza lista para usar, aunque no era esa su intención.

—Espera, voy contigo. —propuso en voz baja Nicole.

—No, tú quédate junto con Zoey por si le pasa algo a Matt.

La rubia asintió con la cabeza. No le parecía la mejor idea, pero pasara lo que pasara, parecía que Davis sabía lo que hacía. El joven se largó cruzando una gran entrada en silencio para evitar ser visto.

Nicole, Zoey y Matt se quedaron en el vestíbulo, un sitio iluminado por una gran lámpara de araña con velas encendidas. En el centro de la sala se encontraba una gran escalera de madera por la que se accedía al segundo piso. Al fondo, a izquierda y derecha de la gran escalera había dos puertas dobles de madera, una a cada lado, y a izquierda y derecha de las chicas se abrían dos entradas que conducían a otras salas de la planta baja.

—¿Qué sitio es este? ¿Cómo sabía de este lugar? Nos está ocultando algo. Espero que nos acabe contando que es lo que trama. —comentó Zoey con la mirada fija por la entrada que se abría por la izquierda, por donde se había ido Davis.

—Eso ahora no importa. —respondió Nicole mirando a Matt—. Él está mal, pero no es su salud lo que me importa. Desde que ocurrieron los últimos acontecimientos, lo único que me importa es que le han mordido. Si le hubiera mordido un zombie, teniendo el virus en el cuerpo no debería de pasarle nada, pero ha sido un mutante el que lo mordió según has dicho antes, en teoría no debería de sucederle nada, no creo que los mutantes estén infectados con el Agua Gris... Pero, mírale, se nota que algo le está ocurriendo y no sé que es la mejor solución, si gastar medicamentos intentando curarlo o....

 —Pegarle un tiro y acabar con el problema de raíz. —finalizó Zoey mirando de forma hierática el agotado rostro de Matt tras la máscara de su traje.

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Davis recorría varias salas de forma aleatoria adentrándose más en aquel edificio cuando vio en la pared de la sala que tenía delante unas sombras proyectadas por la luz que emitía una hoguera que se escuchaba crepitar de fondo, junto a unas risas masculinas.

—Como pensé, no se marcharon. Menos mal... —susurró Davis en parte aliviado, pero por otra parte nervioso por la reacción que aquellos inquilinos tuvieran al ver como un extraño había entrado armado y en silencio en su morada como si se tratara de algún vulgar ladrón.

Davis se apoyó en la pared y guardó la lanza entre el cinturón de sus fundas de pistola y su cintura, quedando así bien sujeta. El joven se dispuso a quedarse en silencio un momento mientras escuchaba la conversación de aquellas personas y pensaba en que diría nada más entrar. No podía entrar así sin más en aquella sala y decir ``Mi amigo necesita cuidados y necesito donde atenderle. ¿Nos dejáis estar aquí para tratarle?´´.  No, no podía entrar así sin más y pedir aquel favor. Además, ya estaba dentro del edifico... El pelinegro suspiró al no saber que decirles.

—¡¡¡INTRUSOS!!! —gritó una voz masculina proveniente de algún lado.

—¡¡Joder!! —blasfemó Davis antes de echar a correr en busca de las chicas.

No llevaban ni diez minutos dentro y ya los habían pillado antes de que él pudiera tener un primer contacto pacífico con los inquilinos del edificio.

—¿¡Quién coño anda ahí!? —exigió saber otra voz al escuchar los pasos rápidos de Davis—. ¡¡¡Atapad a los intrusos!!! ¡¡¡Coged las armas y no dejéis que escapen!!!

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Davis llegó a la carrera al vestíbulo y se encontró con dos hombres armados con unas barras de acero. Mientras tanto, Nicole y Zoey tenían sus armas alzadas, protegiendo a Matt a la espera de algún movimiento por parte de los enemigos.

—¡¡¡Alto, no somos una amenaza!!! —gritó Davis al ver la escena mientras levantaba las manos.

En ese mismo instante, alarmados por el jaleo, un montón de personas, hombres y mujeres, llegaron al vestíbulo armados con algunas armas de fuego, y en su mayoría con armas blancas.

Fue entonces cuando un disparo alarmó a todos los presentes.

—¿¡Qué demonios sucede aquí!? —preguntó una chica joven saliendo de entre las personas.

La joven echó un vistazo rápido y apuntó con la pistola a Nicole y a Zoey.

—¡¡¡Tú!!! ¡¡¡Suelta ese maldito machete ya!!! ¡¡¡Y tú lo mismo con el hacha!!! —ordenó la joven.

—¡Haz caso, Nicole! —gritó Davis.

Ambas obedecieron a su compañero y dejaron las armas en el suelo.

—¡Silencio! ¡Si oponéis resistencia será peor para vosotros!

Zoey seguía intentando comprender que estaba pasando en silencio, con la duda de si intervenir o quedarse en el sitio intentando pasar desapercibida.

—¡¡Apresadlos!! —ordenó la joven a los dos hombres que habían dado con los compañeros de Davis. Éstos obligaron a arrodillarse en el suelo con las manos en la nuca al joven y a las chicas. La joven que sostenía la pistola comenzó a acercarse a Matt y mirarlo con curiosidad.

—¿Qué le ocurre?

—Está muy enfermo y necesitamos donde atenderle. —dijo Davis mirando fijamente a la joven.

—¿Y si le han mordido? Se volvería un zombie que nos intentaría atacar. No podemos dejarlo aquí. —dijo una mujer algo entrada en edad sujetando un cuchillo en la mano.

—Si, es verdad. Lo mejor es que se vayan.

Nada más decir esto, los hombres que apresaban a Zoey, Nicole y Davis obligaron a los tres a ponerse en pie.

—Marchaos. —ordenó la mujer volviéndose hacia su grupo y dándole la espalda a Davis. 
—No voy a permitir que unos extraños pongan en peligro a mi grupo.

Davis miró a Matt y agachó la cabeza tras ver como aquella hermosa joven le daba la espalda.

—Por favor, Jessica. Déjanos estar aquí el tiempo suficiente y luego nos marcharemos...

La joven se detuvo y se giró al escuchar su nombre.

—¿Cómo sabes mi nombre? —interrogó extrañada mientras comenzaba a caminar hacia el joven.

Davis se quitó la máscara de su traje mostrando su rostro, el cual debido a la escasa luz de las velas, había permanecido oculto entre las sombras haciendo difícil distinguir bien su rostro, así como el del resto de sus compañeros.

—No has cambiado nada desde la última vez que nos vimos, Jessi. 
—comentó a modo de saludo con una sonrisa dibujada en el rostro.

—Tú... estás vivo... —pronunció con gran asombro.

Davis miró a la joven. Una chica adolescente de veinte años, ojos azules y de cabello largo, liso y oscuro. De la misma estatura que Davis. Vestía con unos vaqueros azules algo desgastados, una camiseta de tirantes blanca y una sudadera gris con capucha, un estilo adecuado para alguien de su edad.

—Hace tanto tiempo que no nos vemos, Davis...

—El mundo es un pañuelo. —respondió sonriendo a la joven.

—Dudo que nos encontraras por casualidad. ¿Cómo has dado con nosotros?

—Recuerdo que la última vez que nos encontramos me dijiste que conocías un edificio abandonado por las cercanías de Mississauga y que os ibais allí a vivir un tiempo. Nos dijiste que nos fuéramos con vosotros. Me indicaste el lugar en el mapa hace tiempo por si cambiábamos de opinión. 
Por eso sabía la localización de este sitio. ¿Sigue esa propuesta en pie?

Jessica asintió con una sonrisa.
—Cierto, olvidé que te marqué el lugar en el mapa. Entonces ellos son los de tu grupo, pero... cuento a menos. Antes erais cinco y ahora quedáis cuatro... —comentó observando a lo tres compañeros restantes del joven.

—Chicas, quitaros las máscaras.

Éstas se las quitaron, mostrándose ante aquellos supervivientes.

—Y él es Matt. —le indicó Davis a la joven—. Necesita que le atendamos. Usaremos nuestras medicinas, no molestaremos. Os lo prometo.

—Está bien, pero tenemos que hablar después. —Jessica se giró hacia los suyos—. No hay problemas. Son amigos. Tratad a nuestros invitados como se merecen.

La gente obedeció, y relajándose un poco, bajaron las armas y comenzaron a abandonar el vestíbulo para ir a ocuparse de lo que estaban haciendo antes.

—Vosotros, buscadles a nuestros cuatro invitados una habitación a cada uno y llevaros a Matt a la enfermería. —ordenó Jessica a los tres hombres que antes apresaron a Davis y a las chicas.

—Zoey, encárgate de Matt. Usa las medicinas que tenemos. 
—comentó el joven Davis a su compañera.

—No hace falta que gastéis vuestras medicinas —dijo Jessica—. Guardároslas. Eli, la enfermera, se encargará de atender a Matt. Por suerte, las medicinas es algo que no escasea aquí.

—¿Estás segura, Jessica? —dijo Zoey sin saber muy bien que hacer.

—Si, muy segura. En la segunda planta se encuentra la zona del hospital. Eli se encargará de Matt y usará las medicinas que ella tiene. Tú y la otra chica iros a descansar.

—Está bien. Gracias, Jessi.

Acto seguido, Nicole y Zoey subieron por las escaleras acompañadas por los dos hombres de Jessica, mientras que el tercero cargaba con Matt rumbo a la sala donde Eli aguardaba.

—Bien, quítate el traje y dáselo a Lori. Ella te buscará una habitación y dejará allí tus cosas.

Una mujer que se encontraba detrás de Jessica recogió el traje para la radiación, la funda con las pistolas y la lanza.

—Gracias, Lori.

—De nada. —respondió esta con una sonrisa antes de subir por las escaleras.

—Bien, ahora acompáñame. Te enseñaré el lugar. Tú y yo tenemos mucho de que hablar.

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``¡¡Dios mio, una cama!!´´
 fue lo primero que se le pasó a la rubia por la cabeza al verla. Llevaba tanto tiempo durmiendo en el rocoso suelo de las cavernas que sus huesos ya se resentían. Parecía que estaba tumbada en una nube. Comenzó a estirar todo su cuerpo en aquella confortable cama, sintiendo como su espalda agradecía aquel gesto y aquella comodidad.

Nicole lanzó un profundo suspiro mientras miraba al techo. Aquella habitación le parecía la de un hotel de cinco estrellas, pero en realidad no era más que una habitación sencilla, decorada con una ventana tapiada al fondo de la habitación que dejaba sólo algunos huecos libres entre las tablas de madera para mirar al exterior.

 A la izquierda de la ventana había un armario algo viejo en donde guardó el machete Kukri, su traje para protegerse de la radiación, la mochila militar y el maletín. A la derecha de ésta, una cama doble con sábanas blancas que ya se había encargado de estrenar. A la izquierda de la cama había una pequeña mesilla con un candelabro y una vela encendida que iluminaba casi por completo la pequeña habitación de paredes blancas.

—Al final Davis cumplió con su promesa. Me sacó de ese sitio con vida y ahora estoy tumbada en una cómoda cama, tranquila, sin ningún peligro acechándome. Por fin podré dormir sin que nada me moleste. —dijo Nicole con una sonrisa antes de cerrar los ojos, dejándose llevar al instante por el embrujo de Morfeo.


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Zoey se encontraba desde hacía rato leyendo el diario de Matt. Había aprovechado para robárselo mientras le quitaba sus pertenencias para que se lo llevaran a que esa tal Eli le atendiera. Al mismo tiempo, ella se ocuparía de guardar sus cosas y las de Matt en el armario de su habitación.

—Sin duda alguna esto es una bomba de relojería. El muy cabrón lo tiene todo anotado. Su escrito más antiguo relata la experiencia en la que conoció a Maya y Ashley en una de las bases que Esgrip tenía en Stone City. Se nota que era un chiquillo. Las faltas de ortografía saltan a la vista. —Zoey sonrió y siguió ojeando por encima algunas páginas hasta llegar al final—. Y su último escrito es de hace unos días, de la noche en la que decidimos abandonar el refugio para ir a la ciudad. En este diario se habla de Esgrip, de mi, de Michaela y Marcos, de todo lo referente a Esgrip, muchas de las cosas que sucedían en la cara oculta de la compañía, muchos de sus secretos, están aquí narrados...

Zoey se levantó y comenzó a pasearse por la habitación ojeando el diario. —Tengo que hacer algo con este diario. No puedo dejar que caiga en manos de Davis y Nicole. Ya me encargaré de ello. Ahora voy a inspeccionar el edificio. —dijo antes de guardar el diario en la mochila que tenía en el armario.

Tras echar un último vistazo a aquella habitación, la abandonó cerrando la puerta detrás de si.
Al salir se encontró un largo pasillo. A izquierda y derecha de este había varias puertas de habitaciones cerradas, y algunas abiertas mostrando una estancia idéntica a la de Zoey. La mujer comenzó a recorrer el pasillo hacia la izquierda. A lo lejos se veía la gran escalera que descendía. Se encontraba en la tercera planta, y si mal no recordaba, en la segunda se encontraba la enfermería. Zoey comenzó a bajar por las escaleras de madera, las cuales sonaban con cada paso que daba. Finalmente, bajó a la segunda planta.

Esta era igual que la tercera. Poco a poco, Zoey fue mirando por encima de las puertas de madera, las cuales tenían un número que identificaban a las habitaciones. Tras un rato buscando encontró la enfermería. La puerta estaba medio abierta. Parecía no haber nadie en su interior. La mujer echó un vistazo a ambos lados del pasillo, y al no ver a nadie decidió entrar sigilosamente.

Una vez dentro, cerró la puerta y echó un rápido vistazo al lugar. Era una sala el triple de grande que su habitación, con camillas, mesitas, armarios repletos de frascos y otros utensilios, un par de ventanas y unas cuantas velas encendidas y distribuidas por la sala formaban aquel lugar.

Zoey avanzó poco a poco, inspeccionando toda la sala con su mirada. Sin duda, no había nadie allí sin contar a Matt, quien estaba tumbado en una camilla aún con el traje puesto,  y a un lado de él, en la mesita, se encontraba su máscara. Zoey sonrió con cierta malicia al verlo y se acercó a su camilla lentamente.

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Jessica y Davis caminaban por un pasillo medio a oscuras. Sólo unas pocas velas iluminaban parcialmente el lugar.

—¿Qué ocurrió con Karen y Kyle?

—Murieron...

—¿Zombis?

—No.

Jessica intuía que Davis no estaba muy por la labor de hablar del tema. La joven hizo una mueca de preocupación mientras miraba al joven sin dejar de caminar a su lado. Davis notaba perfectamente la mirada de la joven mientras caminaba en dirección recta.

—Mutantes... ¿Sabes que son?

—Si. Por desgracia tuve un encuentro con esos seres. Son unos monstruos sacados de una novela de terror, infinitamente peores que los zombis. No se les puede tomar a la ligera.

Davis asintió con la cabeza.

—Lo siento mucho... ¿Y la mujer rubia esa?

—Nicole Collins, una vieja amiga. Ella sufrió más que todos los de mi grupo juntos. Ella y unos amigos nuestros fueron capturados por esos seres, encerrados, torturados y tratados de una manera inhumana. Sus dos amigos, Nick y Débora, murieron a manos de los mutantes. Ella sobrevivió.

—¿Y como te encontraste con ella?

—Íbamos a la ciudad mas cercana que teníamos desde nuestro asentamiento temporal en busca de recursos y de un refugio más sólido, Mississagua. Ya habíamos saqueado todos los asentamientos humanos cercanos a nuestro refugio. No quedaba mucho que saquear y el precio por volver a esos sitios en busca de algo era muy alto. Los muertos eran una amenaza constante y no merecía la pena comprobar si aún quedaba algo que robar.

—Entiendo.

—De camino a la ciudad, un mutante me atacó y me secuestró, llevándome a unas cavernas de un bosque cercano a este sitio. Allí me encontré con Nicole, quien me contó todo lo ocurrido con Nick y Débora, como había llegado allí tras ser emboscada en el convoy en el que viajaba abandonando la ciudad en la que residía, y muchas de las experiencias que había vivido en aquel infierno. Nunca antes me había enfrentado a esos seres, pero sin duda alguna, han sido el peor enemigo que me he encontrado hasta el día de hoy, con capacidad de razonar, incluso de hablar... Encerraban a muchos otros presos en celdas de madera y los usaban como ganado, mano de obra o no sé que otras cosas bajo condiciones inhumanas. Mi grupo también fue capturado, y bueno, tras muchos sucesos acabamos escapando, pero Karen y Kyle murieron... —el joven lanzó un pesado suspiro al acabar de recordar todo lo ocurrido en las últimas horas.

Ambos se detuvieron un momento y Davis observó por una ventana tapiada, mirando por algunos huecos por los cuales se podía ver el exterior. Jessica se acercó por detrás al joven con cara de preocupación.

—Yo también tuve una mala experiencia... Mi hermano y mi padre murieron en un ataque de esas criaturas. Nos encontrábamos en un área donde la radiación era casi nula, saqueando como de costumbre, cuando un grupo de esos seres nos atacaron. Muchos del grupo murieron. El resto conseguimos escapar en los camiones a toda prisa, dejando muchos recursos atrás al igual que a muchos camaradas. No fuimos rivales para ellos. No somos soldados ni nada por el estilo. Sólo gente corriente que nos agrupamos como una tribu nómada y comenzamos a movernos en busca de recursos y un hogar en el que estar a salvo. Siempre vamos armados con armas blancas o de fuego, a pesar de que estas últimas escasean. Las usamos para casos especiales como con los mutantes, pero estos eran muy resistentes ante el daño que les hacíamos. Sólo acabamos con unos pocos y gastamos mucha munición. Al no poder hacer nada solo pudimos subir en los camiones y huir dejando atrás a algunos heridos...

La joven se colocó al lado de Davis y lo miró a los ojos.

—Ahora unos pocos y yo formamos un consejo en el que lideramos el grupo, ya que una vez muerto mi padre, el líder del grupo, muchos comenzaron a hacer lo que se les antojaba. Hubo que aplicar unas normas de convivencia, y de eso nos encargamos los miembros del consejo.

Davis la miró fijamente y después apartó la mirada para volver a mirar al exterior.

—Siento lo de tu padre y tu hermano. Eran grandes personas... —El joven cayó un momento y miró el reflejo de la joven en la ventana—. Entiendo a lo que te refieres con lo del consejo. En el pasado tuve que hacer algo parecido ayudando a los militares a controlar una situación con los civiles, y asegurar así que la convivencia fuera buena.

—¿En serio? ¿Qué pasó?

Davis negó con la cabeza.

—Déjalo. Son cosas del pasado. —contestó este con una sonrisa.

Entonces, un reloj de péndulo que había en mitad del pasillo comenzó a sonar, alarmando a los jóvenes.

—Ya es la una de la mañana. Bueno, ¿que te pareció el edificio?

—No está mal. Es grande y se ve que lo tenéis bien reforzado.

Tras unos momentos en silencio, Jessica se acercó más a Davis y lo abrazó.

—Te he echado de menos...

Éste correspondió al abrazo.

—Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que nos vimos. —Éste le sonrió al tiempo que con los dedos le apartaba a la joven un mechón de pelo del rostro y se lo colocaba con delicadeza detrás de la oreja para después acariciarle el rostro, terminando con un apasionado beso por parte de ambos.

Tras el beso, Jessica retrocedió un par de pasos con una sonrisa pícara.

—Sé que ya tienes una habitación con tus cosas, pero, ¿que te parece si esta noche duermes conmigo y revivimos los viejos tiempos? —le dijo insinuándose al joven.

—¿Y si nos escuchan?

—Mi habitación está en el fondo derecho de la tercera planta, y por suerte, la habitación que hay al lado de la mía y las dos que tengo en frente están vacías. —le comentó esta mientras agarraba al joven de las manos.

—Entonces no tengo problema con que pasemos la noche juntos —le susurró éste al oído—. Tengo ganas de revivir esos antiguos momentos juntos. —le dijo a la joven agarrándola de la cintura.

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Zoey se sentó en una silla al lado de Matt. El joven seguía inconsciente. Su piel estaba increíblemente pálida. Parecía un muerto. La joven colocó su mano en la frente del enfermo y comprobó como éste estaba ardiendo. También parecía respirar con cierta dificultad.

—Pooooobre Matt. Ésta es la primera vez que te veo así. Tan débil, indefenso, delicado... —La joven acarició los descoloridos cabellos del joven—.  Ahora, a pesar de que tu vida estuviera en peligro, no podrías hacer nada, ¿verdad? —La joven agarró una almohada de la camilla que estaba detrás suya y se acercó al joven con una sonrisa—. Si te quito del medio me ahorraré muchos problemas. Además, ya no le importas a nadie, ¿sabes? Nadie lamentará tú pérdida. Al fin y al cabo, todo esto te lo has buscado tú solo. Si tan solo me hubieras hecho caso... Y no te preocupes. Destruiré ese diario tuyo. Nadie sabrá la verdad sobre ti, dejaré que sigan pensando que eres el malo de la historia, y así tampoco sabrán sobre mi ni sobre Esgrip. Hasta siempre, querido. —Zoey colocó sobre el rostro del joven la almohada y presionó con fuerza, intentando asesinarlo en aquel momento en el que no podía defenderse.

El joven comenzó a mover la cabeza al notar la falta de aire en sus pulmones. Zoey, con una sonrisa, presionaba cada vez con más fuerza la almohada contra el rostro del joven. —No te resistas. Es imposible que por tus propios medios salgas de esta, Matt. —La joven sonrió, mostrando sus dientes y abriendo mucho los ojos ante aquella visión que tanto le gustaba. Siempre había soñado con acabar con él con sus propias manos, y por fin podría hacerlo.

Entonces, un sonido detuvo el corazón de Zoey unos momentos. Alguien había entrado en la enfermería. Ésta no tuvo más remedio que quitar rápidamente la almohada del rostro del joven y elevarle su cabeza para colocársela por detrás.

—¿Quien eres tú? ¿Y que haces aquí? —exigió saber una voz femenina cerrando la puerta detrás de si. Debía de tratarse de esa tal Eli, la doctora, una mujer con gafas que vestía una bata blanca.

—Me llamo Zoey Sullivan. Soy una de las recién llegadas y compañera del paciente. Vine para ver como está, y bueno, acomodarle un poco colocándole otra almohada para que tenga más elevada la cabeza. —dijo ésta con una sonrisa.

—Entiendo. Yo soy Eli, la enfermera. —respondió la castaña con una sonrisa mientras se acercaba a Matt y Zoey.

—¿Cómo se encuentra? —preguntó Zoey acariciando el cabello de Matt y fingiendo preocupación.

Éste ya había comenzado a respirar con normalidad. Si tan sólo hubiera tardado unos segundos más en entrar Eli, el joven habría muerto a manos de Zoey.

—Pues no sé. No he empezado a examinarlo, porque fui antes a por mis cosas, pero a simple vista se ve que el pobre no está nada bien. Por favor, ¿puedes salir? Voy a comenzar a examinarle y prefiero estar sola.

—Claro. Por favor, cuide bien de él.

—Por supuesto. Déjalo en mis manos.

Zoey abandonó la enfermería cerrando la puerta detrás de sí, maldiciendo a aquella enfermera. Había estado a punto de acabar con Matt. Si tan sólo hubiera aparecido un poco más tarde se habría quitado con su vida muchos problemas de encima.

Zoey no quiso seguir explorando el lugar. Ya se ocuparía a la mañana siguiente de explorar todo el edificio. Por el momento, sabía que tenía tres plantas y todas estaban unidas por una gran y larga escalera de madera. En la tercera planta se encontraban las habitaciones, las cuales se abrían a izquierda y derecha del largo pasillo, y por lo que había podido ver, todas las habitaciones eran iguales por dentro. Por fuera, las puertas eran de madera, y encima de ellas se encontraba un número. Sin embargo, en la segunda planta solo había inspeccionado la sala de la enfermería. Al día siguiente miraría que había en el resto de habitaciones. Zoey necesitaba descansar para planear otra forma de quitarse a Matt y su diario del medio.

La mujer comenzó a ascender por la escalera, pasando la mano por la barandilla. Ya era tarde, y todos se habían ido a dormir. Una vez subió por la escalera, Zoey escuchó un ruido. Miró hacia el lugar de donde había venido y vio a Jessica y Davis entrando juntos en una habitación.

—Vaya, vaya, los amantes vuelven a sus andadas. —sonrió Zoey llevándose una mano a la cintura y mirando hacia el fondo del pasillo tras haberse cerrado la puerta detrás de ambos jóvenes—. Davis no es el único que tiene derecho a divertirse. Tal vez haya por aquí algún hombre interesante, pero ya me ocuparé de buscarlo después de echar una buena cabezadita. —Zoey se giró y fue hacia su habitación.

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Unos tímidos rayos de sol entraban por la ventana semitapiadas de Nicole. Ésto, sumado a otros sonidos provenientes del edificio, hicieron que ésta despertara. La rubia se estiró en la cama y se quedó un momento en silencio con la mirada perdida en el techo. Entonces sonrió y suspiró.

La mujer se puso de pie y se dio cuenta de que se había dormido vestida y con la coleta hecha. Nicole se quitó el coletero y movió la cabeza a izquierda y derecha, liberando su dorada melena, la cual le caía sobre los hombros. La rubia guardó el coletero negro en el bolsillo de su pantalón para asegurarse de no perderlo. Después, salió de la estancia para explorar un poco el edificio.

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Jessica despertó en una cama de blancas sábanas que la tapaban a la altura de los pechos. Ésta se estiró y se incorporó en la cama. Allí, delante de ella y mirando por los huecos visibles de la ventana, se encontraba Davis en ropa interior. La joven lo miró de espaldas. Éste sujetaba con la mano derecha un vaso con algún tipo de bebida alcohólica. Éste se dio la vuelta al notar la mirada de la joven.

—Buenos días.

La joven se quedó unos momentos mirando el físico atlético del joven antes de contestar.

—Buenas, ¿que tal la noche? —preguntó esta con una sonrisa.

—Nada mal. —contestó el joven antes de terminarse el contenido del vaso.

Davis se acercó a la cama y se sentó en un lateral dando la espalda a la chica. Delante de él había una pequeña mesita con una botella de alcohol. Davis rellenó su vaso y Jessica se acercó a él por detrás, ayudándose de su brazo izquierdo para taparse el pecho con la sábana, y abrazó por detrás al pelinegro con su brazo derecho.

—¿Quieres? —le ofreció el joven un vaso.

—No, ahora no tengo ganas. —contestó ésta antes de besar el hombro izquierdo del joven.

Éste se puso a beber su bebida mientras se dejaba llevar por las muestras de cariño de Jessica, quien pasaba su mano derecha por los pectorales del joven y bajaba después hacia sus abdominales mientras le besaba en los hombros y en el cuello. El joven se terminó su bebida y se giró para ver a Jessica. Acto seguido,  la besó en los labios y se fue colocando poco a poco encima de ella.


—¿Es que quieres un segundo asalto? —preguntó la joven de largos cabellos oscuros con una mirada traviesa que recorría todo el cuerpo del joven a la vez que se mordía el labio inferior.

—Aún tenemos tiempo, ¿no? —sonrió éste mientras entrelazaba los dedos de sus manos con los de Jessica y comenzaba a besarla en el cuello.

—¡Para, tonto! ¡Que me haces cosquillas! —comenzó a reir ésta al sentir la sensación de los labios del joven besando su cuello de arriba a abajo.

Pero aquel momento entre ambos terminó cuando alguien llamó a la puerta, cortándoles el momento.

—Jessica, soy Lori. ¿Puedes salir, por favor? Tengo algo que comentarle.

Davis suspiró y se quitó de encima de Jessica, dejándose caer hacia un lado de ésta.

—Sí, un momento, que aún no estoy vestida. —contestó tapándose con la sábana.

Davis se puso en pie, y al igual que Jessica, recogió la ropa del suelo y se vistió. Jessica salió rápidamente de la habitación y se fue con Lori hacia la segunda planta. Una vez que Davis ya no escuchó los pasos salió de su habitación.

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Nicole se encontraba recorriendo la primera planta. Había bajado al vestíbulo y había ido por el pasillo de la derecha. Recorrió un largo pasillo con un gran reloj de péndulo que marcaba las once y cuarto. Al final de éste acabó llegando a una cocina algo antigua, donde un joven y una mujer algo mayor de edad estaban preparando un desayuno medianamente decente que se basaba principalmente en cereales y frutos secos entre alguna que otra cosa más.

También, pasando de la cocina, atravesando una puerta, llegó a un gran comedor con una mesa larga de madera, varias sillas alrededor de la mesa, varios cuadros en las paredes, y como era costumbre en ese edifico, con las ventanas medio tapiadas con tablas de madera.

Más tarde pasó por un gran salón con una gran televisión fijada a la pared. Delante de ésta se encontraba un largo sofá negro con un par de cojines blancos en donde una mujer estaba sentada leyendo una novela, y a ambos lados de la televisión, una lámpara alta de pie. Detrás del sofá se encontraba una gran chimenea encendida. A la izquierda de ésta, casi en un rincón de la habitación, había una mesa de madera redonda con dos pares de sillas en los que se encontraban unos hombres fumando y jugando a las cartas. Y, como era costumbre en aquel edificio, había un par de ventanas medio tapiadas.

Siguió recorriendo varias salas hasta llegar a la parte trasera del edificio, a un garaje. Allí se encontró con dos camionetas grandes, una al lado de la otra. La rubia se acercó a ellas y comenzó a mirar por la ventanilla de una de las camionetas para ver su interior.

—¿Busca algo, señorita?

Nicole se giró y vio a Davis en el interior de la segunda camioneta, asomado por la ventanilla.

—¡Davis! ¿Qué haces aquí?

—Estaba examinando el edificio. Esto era lo último que me quedaba por ver, y supongo que tú hacías lo mismo. —dijo el joven abriendo la puerta de la camioneta y bajando de ella.

—Si, me gusta conocer el lugar en el que estoy, por si por el motivo que sea ocurriera algo y tuviera que buscar una manera rápida de salir de aquí.

—Entiendo. —El joven cerró la puerta del vehículo y se acercó a Nicole—. ¿Y que tal has dormido?

—Como un bebé. —Ésta sonrió—. Hacía mucho que no dormía tan bien. Eso de dormir en el suelo de las cavernas acaba por joderte la espalda.

—Por cierto, ¿has averiguado algo de este sitio, Nicole?

—Si, estuve hablando con algunos de los habitantes de este lugar, y bueno, al parecer esto fue antiguamente algún internado o algo por el estilo, donde se alojaba mucha gente. En la tercera planta están los dormitorios y el acceso a la cúpula de la cuarta planta. En la segunda la enfermería, almacenes y aseos, además de un gimnasio. En la primera planta están la biblioteca, la cocina, salas de estar, el comedor, una sala de juegos, y bueno, nada más, porque la planta baja solo tiene pasillos, el vestíbulo, el garaje y poco más.

—Si, ya visité todos esos lugares. Yo también estuve hablando con la gente de este lugar y me estuve poniendo al tanto de lo ocurrido con el grupo.

—Oye, Sace, cuéntame... —Antes de poder terminar la frase, Davis la interrumpió.

—Oye, Nicole, te agradecería que no me volvieras a llamar ni Sace ni Sacedog. Yo ya no respondo a ese nombre. —El joven se quedó un momento en silencio mirando fijamente a Nicole con el rostro serio—. Ese mote me lo puso Matt hace mucho tiempo. Cuando éramos niños, era una manera que tenía de llamarme, y con el tiempo, me acostumbré a que otros, incluido yo, respondiera ante el mote de Sacedog o Sace. —El joven suspiró y luego sonrió a Nicole—. Llámame únicamente por mi nombre, por favor. Davis. Desde lo ocurrido en las cavernas no quiero tener nada que ver con Matt.

—Entiendo. Te llamaré Davis. —Ésta sonrió y Davis asintió con la cabeza devolviéndole la sonrisa—. Ahora, si no es mucha molestia, ¿podrías contarme tu relación con esa tal Jessica y su gente?

—Claro. Ven, vamos a sentarnos.

Ambos se sentaron en el suelo y apoyaron la espalda en la pared.

—Bueno, esto ocurrió hace varios meses, un tiempo después de dejaros a ti, Débora y Nick en la ciudad en la que estábamos establecidos tratando de sobrevivir. Tras separarnos de vosotros tres, yo, Zoey, Matt, Kyle y Karen nos dedicamos a movernos de forma constante de un lugar a otro, siempre lejos de las ciudades, aunque a veces no nos quedaba otra que hacer una excepción y acercarnos temporalmente a una. Ésto de tratar de alejarnos todo lo posible de las ciudades, fue con el fin de evitar los problemas de estas, como podían ser los grandes grupos de muertos vivientes, o los grupos de rebeldes a los que nos enfrentamos cuando estábamos con vosotros en la ciudad. Esos rebeldes eran personas como tú y yo, con armas, rápidos, inteligentes y sin escrúpulos que hacían lo que fuese para sobrevivir, matando a otras personas por mera satisfacción o por quitarles todo lo que tuvieran. Cuando todo acabó y la justicia desapareció, muchos humanos comenzaron a tomarse la justicia propia para ellos a pesar de que esto fuera la injusticia para otros. La locura reinó entre los habitantes de aquella ciudad, fue por eso que no nos quedó otra que separarnos de vosotros. —El joven ladeó la cabeza hacia la izquierda para encontrarse con la mirada de Nicole.

—Si, entiendo perfectamente lo que dices. Cuando te fuiste, tuve que seguir lidiando con esa basura humana con el fin de proteger a la gente inocente entre los muros del edificio donde nos refugiábamos muchos de los ciudadanos. Pero, por desgracia, ellos eran más que nosotros. Apenas quedaban militares o parte de las fuerzas de la ley en la ciudad que nos ayudasen. Muchos civiles se ofrecieron como voluntarios a pesar de no haber cogido nunca un arma para ayudarnos a proteger a sus familias y a las demás personas de los ataques de los rebeldes, quienes querían saquearnos y capturar a las mujeres, matando a los hombres y niños que no siguieran las normas de los grupos que querían imponer su propia ley en la ciudad de los muertos. Los rebeldes solo buscaban aumentar su número, ya que había otros grupos de rebeldes que luchaban entre ellos por adueñarse de lo que quedaba de aquella ciudad.

—Tuvo que ser muy duro.

—Si, pero como fui agente de policía en Stone City no me sorprendió nada de lo que vi, ya que en mi antiguo trabajo vi cientos de casos de asesinatos, palizas, robos, violaciones y todo tipo de actos inhumanos por parte de gente sin corazón que solo buscan su beneficio hiriendo a otras personas. —Nicole miró al suelo recordando sus viejos días como policía, recordando varios casos de los que se había ocupado en Stone City. Tras un momento recordando, volvió a mirar al joven—. Por favor continúa. —El joven asintió con la cabeza.

—Además de los rebeldes, había otro problema. Los grandes grupos de zombis. A pesar de su estupidez y lentitud eran una plaga que no dejaba de devorar las vidas humanas, que una vez muertas, renacían como otro de esos seres, uniéndose al ejército de los no muertos. No quería volver a revivir lo ocurrido en Stone City. Con el tiempo nos movimos fuera, lejos de las ciudades, estableciéndonos cerca de granjas o pueblos que saquear para cuando se nos acabaran los recursos que nos llevamos de la ciudad, y así estuvimos algunos meses. Cada vez que se agotaban los recursos dejábamos el edificio que teníamos como refugio, y en el mapa buscábamos otro sitio que saquear y en el que estar establecidos temporal.

Nicole dejó de mirar al joven y miró al frente, con la mirada en el suelo, intentando imaginarse la situación de lo que Davis le iba contando.

—Fue entonces cuando cierto día, no recuerdo hace cuantos meses fue, conocimos a otro grupo de personas que hacía lo mismo que nosotros, que habían dejado la ciudad por el mismo motivo. A diferencia de nosotros,  que íbamos andando, ellos se desplazaban en dos grandes camionetas junto con un montón de víveres que habían saqueado de las tiendas de la ciudad en la que vivían. Agua, comida, medicinas, armas, vestimenta y otros utensilios que les podrían ayudar a sobrevivir una larga temporada.

Ambos dirigieron la mirada hacia las dos grandes camionetas. Sin duda, eran bastante espaciosas y se veían en buen estado.

—Eran un grupo de unos veinte integrantes, entre adultos, niños y ancianos. El número del grupo no siempre era el mismo. A veces morían algunos o encontraban a otros supervivientes que se unían a ellos. El grupo estaba liderado por Nando, el padre de Jessica, y por Eliot, el hermano de ésta. Nando se ganó el corazón del grupo. Era un gran líder y tenían el don de la palabra. Siempre sabía lo que decir y como actuar, y Eliot seguía los mismos pasos que su padre, quien ya estaba algo mayor. Él tenía unos cuarenta y cinco años y su hijo tenía unos veinte. Una vez que su padre no pudiera continuar liderando el grupo por el motivo que fuese, Eliot sería su sucesor, cosa que el grupo aprobó. Yo y los míos los conocimos un día, por accidente, cuando me topé con Eliot en un pueblo. Ambos llegamos allí saqueando el lugar. Él iba con Jessica y yo con Zoey. Por suerte, no hubo ningún altercado. Yo no quería problemas, ni ellos tampoco. Nos conocimos, cooperamos y conocimos a su grupo. Poco después, mi grupo se unió temporalmente al suyo. Pasamos un tiempo juntos durante el tiempo que allí estuvieron establecidos.

—Háblame más de Jessica, su padre y su hermano. —le propuso Nicole volviendo a dirigir la mirada al joven.

—Bueno, yo y Zoey volvimos a por el resto y los llevamos con el grupo de Jessica y Eliot. Conocimos al padre, un gran tipo, y no me refiero solo como persona, también físicamente. Era alto y fuerte a pesar de su edad. Nos dejó estar con ellos el tiempo que quisiéramos. Durante ese tiempo, yo ayudaba a Eliot unas veces, y otras a Jessica, a saquear o a atender a la gente de su grupo.

—Oye, una pregunta, ¿todos tenían trajes para la radiación? No me explico como se movían por ahí así sin más.

—No, solo tenían a su disposición tres o cuatro trajes que consiguieron en la ciudad y los usaban quienes salían en busca de más víveres, los cuales nunca les faltaban, ya que a pesar de tener bastantes que habían traído de las ciudades, no dejaban de ir saqueando, y alguna que otra vez se pasaban por ciudades para buscar más víveres, gasolina, herramientas o cualquier cosa que necesitaran. Eran un grupo grande y debían de saquear de forma constante para evitar que se gastara todo lo antes posible. Nando y Eliot debían de procurar que el grupo no se quedara nunca sin los recursos que necesitaban. Sabían las zonas por las que moverse. Siempre iban en zonas donde la radiación era mínima, y usaban los camiones para desplazarse y cruzar por zonas donde la radiación fuera más alta, usaban detectores de radiación para saber por donde moverse, de los cuales me entregaron uno.

—Interesante. Parecen saber sobrevivir por si mismos. —dijo Nicole sonriendo, pensando como, a pesar de las circunstancias, aquel grupo había podido sobrevivir tanto tiempo.

—Y, bueno, estuvimos con ellos casi un mes. En aquel tiempo, Jessica y yo tuvimos varias aventuras. Entre nosotros dos había algo más que amistad. Pasábamos mucho tiempo juntos y algo nació entre nosotros, pero decidimos llevar lo nuestro en secreto a espaldas de su grupo y el mio, viéndonos en secreto.

—Entonces, ¿sois novios?

Davis se quedó un rato en silencio, mirando a Nicole y pensando bien en que responder.

—No, lo nuestro es imposible. Mi grupo y el suyo se dividiría. Cada uno seguimos nuestro camino con el tiempo, por lo que todo quedó en un amor pasajero, una aventura... Pero, a pesar de todo, tengo que reconocer que ese sentimiento hacia ella no se iba. También tengo que reconocer que lo mio con ella superó a lo que tuve con Matt, ya que... —El joven aguardó un momento antes de contestar.

—¿Ya que qué? ¿Qué ocurrió en vuestra relación que nunca te ocurrió con Matt?

—Bueno, lo nuestro fue algo más que sentimental. Mantuvimos relaciones sexuales, cosa que con Matt nunca ocurrio, y bueno, fue también con Jessica con quien ocurrió mi primera vez. —El joven se rió algo avergonzado de decir eso, sin saber porque sentía algo de verguenza al comentar que fue con Jessica con la que perdió su ``inocencia´´.

—¡¡Jajajajajajajajaja!! —Nicole comenzó a reír al ver el nerviosismo de su compañero—. No tienes que tener verguenza de decir eso. Ya eres todo un hombre, no un niño o un adolescente. Tarde o temprano, todos tenemos nuestra primera vez, ¿sabes? —finalizó la rubia con otra carcajada.

—Bu... bueno, sí, es algo normal... En fin, sigamos con el tema. —dijo el joven intentando cambiar de tema mientras sentía que se ponía algo colorado por la risa de Nicole—. Que, em... sí, ya recuerdo por donde iba. Bueno, eso, que dejé el grupo cuando éste quiso moverse cerca de la ciudad de Mississauga, con el propósito de saquear, y bueno, ya sabían de un edificio bueno en el que refugiarse.

—Éste, ¿no?

—Sí. Antes de irse, Jessica me señaló en el mapa el lugar exacto por si cambiaba de idea y quería volver con ella y el grupo. Sé que la decisión que tomé no le gustó. Quería seguir conmigo y yo con ella, pero desde lo de Stone City, las ciudades ahora me parecen peligrosas, además de que solo tienen muerte y más muerte y no sé si es bueno arriesgar tanto la vida para luego no acabar por encontrar nada. A pesar de que Jessica quería proteger a mi grupo, además de a mí mismo, y a pesar de que mi grupo y yo nos ocupábamos de nosotros mismo, seríamos una carga menos para todos ellos. Por eso seguimos nuestro camino haciendo lo que en un principio. Saquear y movernos fuera de las ciudades, solo pasando por ellas si era estrictamente necesario.

—¿Y que pasó con Matt?

—¿A que te refieres?

—A como quedó vuestra relación hasta la actualidad.

—Am, eso. Pues como sabes, lo mío con Matt acabó hace mucho tiempo, dos o tres meses después de lo sucedido en Stone City. Estaba harto de discutir con él. Es bastante celoso y no le gusta que ninguna mujer ni hombre se me acerque demasiado, además de que me gusta estar solo y es muy pegajoso, es decir, siempre quiere saber con quien estoy y a donde voy, o siempre quiere venir conmigo, cosa que no me gusta por el tema de que noto que vigila quien se acerca a mí. Y bueno, por todo eso dejé lo mio con él, como bien sabes. Además... Bueno, esto es secundario, quise dejarlo principalmente porque con el tiempo dejé de sentir eso que sentía por él cuando estábamos en Stone, me sentía incómodo cuando se me acercaba en plan amoroso. —Nicole asintió con la cabeza—. Por lo tanto, nuestra relación quedó solo en amigos. Sé que le dolió, pero preferí cortar por lo sano antes de que acabara todo peor y no pudiera salvarse ni la amistad. A él le costó, pero aceptó mi decisión y durante una época estuvo bastante frío conmigo, pero con el tiempo acabamos como buenos amigos, dejando aquella situación tan fría que había entre ambos. Pero sabía que él seguía sintiendo algo por mí que yo ya no sentía por él. Después de Matt vino Jessica, y bueno, fue una experiencia corta pero intensa. Pero lo mío con Matt... Esa amistad acabó después de revelarme la verdad en las cavernas. Él trabajaba para Esgrip, la organización por las que tantas personas inocentes y seres queridos míos murieron. Me mintió todo este tiempo, y además, tenía como misión sacar lo que fuese de mi para después asesinarme.

—Vaya... Oye, acabo de recordar que me dijiste hace tiempo que Matt fue el único chico por el que te has interesado y que el resto fueron chicas. ¿Nunca tuviste otra relación con una chica que no fuera Jessica?

—Mmmm, no. Me enamoré de una cuando Matt se fue durante unos años, Crystal, mi primer amor, pero era joven y bastante vergonzoso. Siempre fui muy introvertido y nunca le dije lo que sentía por ella, a pesar de que notaba que tal vez yo le gustaba, pero también podía estar equivocado. También sentí interés sexual por otras en plena adolescencia, pero nunca tuve relación ni sentimental ni sexual con ninguna. Mi primera pareja fue Matt, y fue algo sentimental y pasajero. No duramos mucho tiempo. Después vino Jessica, con quien tuve además de una relación sentimental, también una sexual.

—Entiendo.

—Por cierto, todo esto que te he contado, este momento que estoy aprovechando para sincerarme, me gustaría que quedara entre tú y yo, ¿vale?

Nicole asintió con la cabeza.

—No te preocupes. Sabes perfectamente que puedes confiar en mi. Si no, no me habrías dicho nada. Eres un chico bastante desconfiado que se guarda todo para si mismo y no se sincera con nadie quien no le demostrará que puede fiarse de su palabra, cosa que te demostré en muchas ocasiones.

—Si, lo sé, eres alguien de mi máxima confianza. Por eso sé que puedo confiar siempre en ti —dijo el joven con una sonrisa—. Bueno, siguiendo con el tema, Jessica me comentó que su hermano, su padre y otros del grupo murieron en un ataque por parte de un grupo de mutantes. Ahora, ella y otros de sus miembros han formado un consejo para liderar al grupo en respuesta a las discusiones y desacuerdo que ocurran entre todos ellos.

—Esta bien. Entonces, ya conozco tu relación con Jessica y el grupo. Viniste aquí en busca de ayuda para Matt, pero si le odias tras conocer la verdad, ¿por qué quieres ayudarlo?

—Porque a pesar de todo y de los tiempos que corren, soy un humano civilizado, no un asesino despiadado que deja a alguien morir así sin más. Además, si no fuera por él, no habríamos escapado de las cavernas.

—Me alegra que todavía haya gente civilizada. —dijo Nicole con una sonrisa.

Entonces, la puerta al garaje se abrió, emitiendo un sonido que alarmó a Nicole y Davis.

—Vaya, estabais aquí, chicos. —dijo Zoey entrando en la sala.

—Buenos días. —contestó Nicole al verla.

—¿Qué tal has dormido? —preguntó Davis.

—Nada mal, —contestó una vez se acercó a la pareja, quienes seguían sentados en el suelo—. Chicos, Jessica dice que podemos ir a los aseos. Nos ha dejado agua caliente, esponjas y algo de gel para asearnos, además de ropa nueva. También dijo que nos diéramos prisa. El agua se puede enfriar y ahora están usando la chimenea, por lo que no podrá volver a poner a calentar el agua.

—¡¿Un baño?! ¡¿Lo dices en serio?! —preguntó Nicole sorprendida a la vez que se levantaba de un salto del suelo ante la sorpresiva mirada de Zoey y Davis.

Ambos se miraron un momento tras la reacción de la rubia, que al percatarse del asombro de sus compañeros se calmó un poco, un tanto avergonzada.

—Perdonad, es que hace mucho que no tomo un baño y encima caliente.... —respondió a sus compañeros con la cabeza baja.

—Jajajajajajaj, no te preocupes, Nicole —le contestó Zoey—. Yo también estoy deseando asearme un poco. Ah, y no es precisamente un baño. Sólo es un poco de agua para asearnos. Tendremos que ahorrar ese agua y no desperdiciarla. Nos tendrá que llegar para todo el cuerpo.

—Bueno, algo es algo, ¿no? Al menos me podré limpiar de la suciedad de las cavernas —contestó la rubia con una sonrisa—. Por cierto, ¿de donde habrán conseguido el agua?

—Mmmm, es posible que la hayan recogido de los pozos de las granjas y pueblos que hay por las cercanía,  o bien que hayan llenado bidones que trajeron de la ciudad y que tienen guardados en uno de los camiones, quien sabe. Nosotros teníamos un pozo en nuestro antiguo refugio. —le respondió Davis.

—Es posible —dijo Zoey—. Am, por cierto, Jessica también dijo que el aseo masculino 202 y el femenino 210 son para que los usemos nosotros. Le ha dicho al resto de la gente que no los usen. Y dice que cuando estemos listos que nos esperará en la enfermería. Tiene que preguntarnos algo sobre Matt.

Después de las explicaciones de Zoey, los tres se dirigieron a los aseos de la segunda planta.

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Un grupo de seis personas se encontraban reunidas en la biblioteca, todos sentados en una mesa de madera, larga y rectangular en el centro de la sala. El grupo estaba constituido por tres hombres y cuatro mujeres, de los cuales uno de los hombres y una de las mujeres eran ancianos que rondaban los sesenta años, ambos de cabello canoso, con arrugas, signos de su ya avanzada edad, de estatura baja, delgados, de ojos negros y de aspecto serio, quienes constituían el bando mas veterano de aquel grupo. El hombre se llamaba Norman y la mujer Miriam.

Otro hombre y dos mujeres constituían el bando adulto. Los tres rondaban los treinta y ocho años y eran padres. El hombre, Hernán, era alto, musculoso, ojos castaños, con algo de barba y de aspecto muy varonil. Las dos mujeres eran de cabello largo. Una era pelirroja, de ojos verdes y de cabellos ondulados, Susan, mientras que la otra era rubia, de ojos negros y de cabellos liso, Mary.

Y por último, el bando más joven e inexperto, formado por un joven de veintitrés años llamado Steve, un chico atractivo, de cabello rubio, corto, ojos verdes, cuerpo atlético y que se encontraba limpiando con su camiseta los cristales de sus gafas mientras el resto hablaba. Pero él no era el único joven del grupo. Había otra chica joven, atractiva, de ojos azules, delgada, veinte años, cabello largo, liso y oscuro, Jessica, quien no se encontraba con el grupo en aquellos momentos.

Aquellas siete personas formaban el consejo, el cual usaba su experiencia que era desde el más joven del grupo al más anciano para llevar a un grupo de unas veinticinco personas, contando con ellos ocho para guiarlos por el buen camino, haciendo que hubiera siempre recursos y no les faltara de nada. Una ayuda entre todos los miembros con el fin de crear lazos de amistad, y con ello, un grupo unido que no diera problemas de convivencia.

—Muy bien. Creamos esta reunión para hablar de la decisión que tomó Jessica respecto a dejar entrar a esas cuatro personas al edificio sin el consentimiento del resto del consejo. —explicó Hernán.

—Esa chica siempre haciendo lo que quiere. Los jóvenes no entienden lo peligroso que es dejar a los extraños entrar así sin mas. Siempre igual. Con su padre estas cosas no pasaban. —respondió Norman un tanto enfadado.

—¡¡Ajjj, por el amor de Dios!! ¡¡Cállate, viejo cascarrabias!! —le dijo la anciana Miriam un tanto cansada de las quejas de su marido—. La chiquilla habrá hecho eso por algún motivo que seguro que nos explicará, pero todo pasó muy deprisa y no hubo tiempo de que lo hiciera.

—Si, no es propio de ella. Además, ya conocíamos a ese grupito —dijo el joven Steve colocándose las gafas—. Hace varios meses, no sé cuantos a decir verdad, nos topamos con ese chico. Mmmm.... Davis Taylor, si mal no recuerdo, e iba con otras dos chicas, Karen y Zoey, y con dos chicos, Matt y Kyle. No eran mala gente. Eran bastante agradables, a pesar de que no tuve mucha relación con ellos. Nos ayudaban con nuestras labores.

—Si, pero parece que Karen y Kyle ya no le acompañan. Ahora va con Davis esa chica rubia. —contestó la pelirroja apoyando la barbilla en la mano—. Según escuché de gente que habló con ella, se llama Nicole Collins. Es lo único que sé.

—Mmmm. Chicos, dejemos eso por ahora. Lo más importante es ese Matt. ¿Que opináis? —preguntó Hernán.

—Hablé con Eli y es un asunto grave. Podría ser una amenaza. Ella mandó a Lori para que llamase a Jessica, nos encontramos las cuatro en la enfermería, comentamos el asunto y nos dijo que más tarde ella hablaría con Davis, Nicole y Zoey sobre el asunto. —informó Mary mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Al final ocurrirá una desgracia. Ya os lo digo yo. Todos vimos lo que ocurre cuando te han mordido. —dijo el anciano con algo más de calma, sabiendo que tenía a su mujer al lado vigilando a ver que decía por si le soltaba un codazo.

Hernán estaba pensativo, al igual que el resto, quienes se quedaron un tiempo en silencio pensando en el asunto.

—Lo extraño es que, según Eli, con las horas que lleva aquí, ya se debería haber vuelto un zombie. Y no ha ocurrido nada. Sólo que su estado va empeorando bastante. Al parecer, sus pulsaciones son débiles, y parece que los medicamentos no le hacen mejorar. No sabe que hacer. —aclaró éste mientras le miraban sus compañeros.

Entonces la puerta de la biblioteca se abrió y entró Jessica.

—Muy buenas compañeros. —La joven se sentó al lado de Steve, cruzando las piernas tras sentarse.

—Jovencita, ¿has hablado con los invitados? —le preguntó Miriam con una sonrisa.

—Todavía no. Me los encontré de camino a los aseos y les dije que después de asearse y ponerse la nueva ropa que puse a su disposición bajaran a la cocina. Les guardé una ración del desayuno a cada uno. Después les dije a Davis que me buscara aquí. Quiero que entre todos, y con la presencia de Eli, quien vendrá ahora, aclaremos el asunto.

Steve miró su reloj. Ya eran las dos y cuarto de la tarde.

—Pues vaya horas para desayunar. —comentó éste mirando a Jessica.

—Estuvieron esta mañana examinando el edificio y hablando con algunas personas para conocer bien el lugar en el que están, por lo que preferí dejarles todo el tiempo que necesitaran para hacerlo.

—Jessica, sabes que tu padre habría echado a ese joven en cuanto le hubiese visto la mordedura, ¿verdad? —le comentó Norman.

—Lo sé, pero yo no soy mi padre. —dijo un tanto desafiante y ya harta de que siempre comparara sus decisiones con las de su padre—. Y preferiría que nadie me comparara con él. Estoy harta de que mis decisiones siempre sean malas en comparación a las suyas —dijo ésta poniéndose en pie de golpe y mirando desafiante a sus compañeros—. Ahora yo sustituyo a mi padre, os guste o no. Y agradecería que se respetaran mis decisiones y no se les restara importancia por ser yo quienes las comunica en nombre de mi padre.

—Nadie le resta valor a tus decisiones. Cierto es que tu padre era un gran líder y siempre tomaba las decisiones más oportunas, pero el que él no esté no significa que porque tú le sustituyas, ya no tengan tus decisiones el mismo valor. Aquí respetamos las opiniones de todos. —comentó Steve.

La joven se volvió a sentar, cruzándose de piernas y de brazos un tanto seria a pesar de las palabras del joven.

Davis  ya se iba hacia la biblioteca. Su reloj marcaba las dos y media cuando llegó a las puertas de la sala. El joven golpeó la puerta suavemente, y tras escuchar del interior una voz que le invitó a entrar, éste abrió la puerta. Una vez dentro se encontró en el medio de la biblioteca una gran mesa y a ocho personas sentadas mirando hacia el pelinegro.

—Davis Taylor. Cuanto tiempo sin vernos. —dijo Hernán con una sonrisa.

—Me alegro de verte, Hernán.

—Davis, hay algo importante que tenemos que decirte —le anunció Jessica—. Toma asiento —le dijo ésta señalándole una silla que había entre ella y Steve.

—Consejo, comencemos con la reunión. —anunció Hernán poniéndose en pie.

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Zoey y Nicole se encontraban en un salón de la primera planta, sentadas en un gran sofá negro.

 —Ya entiendo, así que así fue como fuiste capturada por esos engendros de las cavernas. Pobres Nick y Débora, lo que tuvieron que sufrir... —Dijo Zoey con una falsa tristeza, un tanto aburrida de la historia que Nicole le estaba contando.

Zoey, a pesar de mostrar una fingida tristeza y atención hacia el relato de Nicole, realmente le aburría. No le importaba nada de lo que le había pasado. De hecho, si Nicole tampoco hubiera salido viva, si hubiera perecido junto con Kyle y Karen, mejor que mejor. Contando con que Matt estaba indefenso, lo habría asesinado, y después de encontrar la forma de acabar con Davis, se habría quedado ella con todos los víveres y armas que portaban. Incluso le hubiera dado un mejor uso a la cajita de madera de Davis, tal vez guardando balas en vez de ese puñado de basura sentimental que él tenía ahí guardado.

—¿Sabes? Al igual que Davis, yo también guardo algo sentimental. —dijo Nicole sacando algo del bolsillo trasero de sus nuevos vaqueros azules y depositándolo en la mesa. Zoey lo miró un momento

—¿Una cinta roja? —preguntó esta apoyando la barbilla en la muñeca y girando la cabeza hacia un lado tras percatarse de unas manchas—. ¿De que está manchada?

—Sangre. Esta cinta roja perteneció a Ashley. La cogí de su cadáver después de que Michaela la asesinara. Como bien sabes, ella, junto con esa Maya y Matt eran personas con las que Esgrip experimentó y consiguió grandes resultados. Y, bueno, ya te conté a ti y al resto hace mucho tiempo mi historia en Stone City y lo de Ashley.

—Si, ya lo recuerdo. Michaela le pegó un tiro en la cabeza antes de que pudiera huir con vosotros de Stone City, manchando la cinta con su sangre. Una pena. ¿Cuantas pobre vidas habrán sucumbido a la mano de Esgrip?

—A saber... —La rubia volvió a guardar el lazo—. Entiendo porqué Davis guarda esas cosas. Son recuerdos del pasado que, a pesar de ser dolorosos, querrá seguir conservando por alguna razón.

—¿Y cual es tu razón?

—Recordar que no pude proteger a un inocente, a alguien que contaba conmigo para escapar del infierno en el que se volvió Stone City. Una persona que sufrió durante mucho tiempo y que puso todas sus esperanzas en mi... Por eso mismo lo conservo. Para obligarme a mi misma a cumplir mis promesas y defender a muerte a cualquiera que esté en peligro y necesite de mi ayuda. El recuerdo de Ashley me atormenta —dijo Nicole mirando un momento a los ojos de Zoey—. Por ese motivo decidí contactar con los dos grupos a los que Esgrip vigilaba. Para avisarles de que la organización seguía sus pasos. No quería que un montón de gente inocente muriera a causa de Esgrip, como pasó con Ashley. No pude protegerla a ella, pero había decidido hacer todo lo que estuviera en mis manos para evitar que ocurriera la misma historia con aquellos dos grupos.

Zoey no pudo evitar reírse hacia sus adentros mientras pensaba que aquello era una estupidez. Conservaba ese asqueroso trozo de tela ensangrentada porque no pudo proteger a alguien. Nicole era una mujer fuerte e inteligente, pero aquello era absurdo. ¿Por qué ponerse así por una vida humana? ¿Acaso ella cuando era policía no tuvo que acabar con otras vidas humanas? ¿Cuál era la diferencia? Zoey no lo entendía. Cuando ésta trabajaba con otros soldados de Esgrip, nunca se paró a preocuparse quien había muerto, ya que no era más que otra de las muchas vidas miserables que había en el planeta. Para ella, lo que hacía débil al ser humano eran los sentimientos. Era mejor no crear lazos de ningún tipo con nadie. De esa manera, solo miraría por si misma sin preocuparse de que otras personas le supusieran algún tipo de carga que en algún momento la pudiera perjudicar. Si el destino de Ashley era morir, ¿quien era ella para impedir al destino realizar su trabajo?

—Entiendo. Y al final conseguiste toparte con nosotros con la ayuda de tus compañeros y otros conocidos que trabajaban en comisarías. De ese modo, obtuviste datos y localizaciones con las que conseguiste encontrarnos. Eso me comentaste en su día, ¿cierto?

—Si, por suerte me topé con vosotros y pude advertiros del peligro que desconocíais. Hasta el momento que os encontré en aquel cementerio no conocíais nada acerca de Esgrip. Pero, por otra parte, a pesar de todo, no pude encontrar al otro grupo, y desconozco que ocurrió con todos ellos, si Esgrip los encontró o no.

—Bueno, ¿y que importa? ¿Acaso no te bastó con salvarnos a nosotros? Algo es mejor que nada.

—Si, llevas razón, pero me hubiera gustado saber que pasó con todos esos miembros del segundo grupo.

—Ya. Oye, ¿te parece echar una partidita al ajedrez antes de hacer el inventario? —le propuso Zoey para que ésta se callara.

—Está bien. —contestó ésta viendo como su compañera se levantaba del sitio para coger el juego de encima de una mesa pequeña.

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—¡¿Un mutante?!  —exclamó Mary.

Aquella noticia causó un gran revuelo entre los consejeros.

—¡Entonces ese muchacho se volverá uno de esos monstruos! —dijo Susan preocupada.

—Por supuesto que no. —Contestó Davis bastante tranquilo con un intento de contagiar su calma al resto del grupo.

—¿Cómo lo sabes, Davis? —le preguntó Jessica con una clara expresión de duda en su rostro.

El grupo miró atento a Davis.

—Me lo dijo Nicole, la chica rubia que me acompaña. Ya os comenté resumidamente lo que me ocurrió a mí y a mis compañeros en los túneles subterráneos, y según ella, sólo vio a personas mutar si tenían alguna enfermedad y habían sido expuestos a la radiación. Supongo que ésta mutaba bajo los efectos de la alta radiación de la zona. Matt estaba en perfecto estado. No padecía ningún tipo de enfermedad. Es por eso que sé que no se volverá una amenaza. —contestó éste muy seguro de lo que Nicole le había dicho y confiando en las palabras de ésta.

—¡¿Qué?! ¿Y esperas que nos creamos esa patraña? —dijo el viejo Norman alterado.

—Cálmate, Norman. Sabes que no andas bien del corazón. Es mejor que no te alteres. —le señaló Hernán con motivo de que éste se tranquilizara.

Entonces, Eli entró de golpe en la sala.

—Jessica, Hernán. Necesito que vengáis conmigo. Tengo algo importante que deciros.

La mujer tenía aspecto de preocupada, y sin pedir explicación alguna, salieron con Eli, dejando pausada la reunión. El resto de miembros se pusieron a debatir entre ellos.

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Eli, Hernán y Jessica se encontraban en la enfermería.

—¿Cuándo ocurrió? —preguntó Jessica.

—Hace una media hora. Intenté hacer todo lo posible, pero lo perdí... Lo siento, chicos.

Jessica se colocó al lado de Matt y colocó los dedos en el cuello del pálido joven, intentando notar las pulsaciones, pero sin resultado alguno.

—No lo sientas. Hiciste todo lo que pudiste, Eli. —le respondió la joven.

Hernán se echó hacia atrás su cabellera al tiempo que suspiraba.

—Bueno, creo que es el momento de anunciarlo a sus compañeros y planear que ocurrirá. Todavía no sé si confiar en la palabra de Davis.

—Voy a llamarlos para que vengan. Ahora vuelvo. —informó Jessica antes de salir por la puerta.

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—Mmmmm, bueno, parece que está todo a punto. —dijo Zoey guardando de nuevo la mochila en su armario.

—Bien, con lo que tenemos entre las dos mochilas vamos bien de alimentos, agua y medicinas para nosotros tres, pero, ¿para cuanto tiempo tendremos? —preguntó Nicole mientras se echaba un mechón de pelo tras la oreja.

—Creo que para dos semanas, más o menos. Según como consumamos los víveres.

—Entonces no estamos tan mal. Tenemos todo lo necesario para sobrevivir. Comida, agua, medicamentos, artilugios útiles y armas. Oye, ¿sigue en plan eso de ir a la ciudad o nos quedaremos aquí?

Zoey se sentó en la cama junto con Nicole.

—No lo sé. Matt está mal, y a Davis no se le ve tan mal aquí. Parece sentirse a gusto con Jessica y el resto. Tenemos que preguntárselo.

—Bueno, tampoco llevamos aquí ni cuarenta y ocho horas y hemos tenido un desayuno decente, una ducha, una cama en la que dormir a gusto y gente con la que pasar el rato hablando. A mí no me importaría quedarme un tiempo más aquí. —contestó la rubia con una sonrisa.

Fue entonces cuando alguien llamó a la puerta de la habitación de Zoey.

—Adelante. —contestó la propietaria de la habitación.

Jessica entró al interior.

—Chicas, necesito deciros algo. Venid conmigo a la enfermería.

Zoey y Nicole se miraron antes de levantarse e irse tras Jessica. No tardaron mucho en llegar a la enfermería. En la puerta, Davis los esperaba con una niña pequeña.

—Anna, gracias por traer hasta aquí a nuestro invitado. Ahora ve con los demás niños. —dijo Jessica con una amplia sonrisa.

La chica no tardó en obedecer y se fue corriendo escaleras abajo. Sin decir palabra alguna, todos entraron al interior de la sala y se acercaron a la camilla de Matt. Al lado de éste se encontraban Eli y Hernán.

—Chicos, hice todo lo que pude. Lo siento... —dijo la joven enfermera con tristeza.

—Sabemos que hiciste todo lo que pudiste cariño. No te preocupes. Era algo que nos veíamos venir. —respondió Zoey con una fingida tristeza, a pesar de que en su interior se sentía en júbilo por la noticia.

—¿Qué haréis con el cadáver? —preguntó Nicole.

—Esa decisión queríamos dejárosla a vosotros. Podemos enterrarlo o quemarlo. —comentó Hernán cruzándose de brazos.

Nicole y Zoey se miraron y al instante se giraron para ver a Davis.

—¿Qué crees que... —Sin poder terminar Zoey la frase, Davis le contestó dándole la espalda y saliendo de la enfermería.

—¡¡Davis, espera!!

—Haced lo que queráis. Sólo es un cuerpo. —contestó antes de cerrar la puerta detrás de sí.

—¿Por qué se comporta así? ¿No era su amigo? —preguntó Jessica.

—Bueno, pasaron muchas cosas... Es una larga historia. —comentó la rubia con un suspiro.

—Bueno, a la noche lo quemaremos en el exterior, ¿os parece?

Zoey y Nicole asintieron con la cabeza antes de largarse del lugar.

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La noche ya había caído. Davis, Nicole y Zoey dormían en sus respectivas habitaciones. A pesar de las altas horas de la noche, solo Nicole dormía plácidamente. Zoey estaba despierta, dando vueltas por la habitación, pensando en algo, en un plan, una posibilidad de ``independizarse´´ del grupo y salir ganando llevándose todo consigo. Ya no tenía a Matt para detener sus planes. Los únicos inconvenientes eran la ex-policía de Stone City, Nicole y el joven Davis. Estudiaba la forma de salir de aquel edificio con todas las armas y recursos posibles sin que nadie notara su presencia. Por otro lado, Davis, tumbado en la cama, sólo podía mirar al techo pensando en Matt. Se sentía extraño. Muchos recuerdos comenzaban a colapsar su mente. Recuerdos del pasado hasta la actualidad. El joven se ladeó en la cama hacia la izquierda, mirando a la pared. No sabía porqué se sentía de esa manera. 

No había sido más que un falso que se había aprovechado de él y que intentaba asesinarle en nombre de aquella organización que había matado a tantísima gente en el pasado. Pero por otra parte, no podía negar que en el pasado, había sido su primer y mejor amigo desde que se conocieron cuando eran unos críos. En cierto modo no podía evitar sentirse mal porque fue alguien importante para él en algún momento, y ahora había muerto sin tan solo poder haber podido despedirse de él o haber tenido una última charla, el último momento que pasaron juntos fue en las cavernas, cuando se enfadaron y le expresó claramente su odio. Tenía remordimientos por la antigua amistad que ambos tuvieron, y porque a pesar de aquel odio, de no haber sido por Matt, él y sus compañeras no hubieran salido con vida de aquellas cavernas, se podría decir que se había sacrificado por ellos.

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Zoey caminaba por la planta baja a las dos y media de la mañana. Ya todos estaban dormidos, menos algunos que ``hacían´´ guardia o que debían de hacerla. La mujer fue a ejecutar su plan. Al primer sitio que se dirigió fue al garaje, donde se encontraban los camiones. Lo primero sería asegurarse de su medio de transporte y  su ``almacén´´. ¿Por qué conformarse con unas mochilas cuando podía tener todo un camión en el que meter todas las armas, suministros y medicinas de aquella panda de idiotas? La joven llegó. Afortunadamente, nadie estaba haciendo vigilancia en aquel lugar. Sin perder más tiempo, fue a comprobar que las llaves del camión estaban puestas.

—¿Qué crees que haces aquí?

La joven se volteó para ver a un hombre portando un fusil de asalto G36. Un tipo musculoso, alto y con cara de pocos amigos.

—Bueno, no podía dormir y me dio por ver los camiones. Me parecen muy interesantes. —dijo apoyándose en el porta cargas.

—Lo siento, pero no puede estar aquí.

—Joooo, venga, ¿por qué no me lo enseñas? Sólo déjame verlo por dentro y me iré a dormir. Oye, seguro que sabes de camiones. ¿Por qué no me hablas de ellos?

—Señorita, sé bastante de estos vehículos. Antiguamente era camionero.

—Vaya, que interesante. Entonces, ¿por qué no me lo muestras un poco?

Aquel tipo, tras observarla un poco de arriba a abajo, accedió.

—Hombres... Tan fáciles de engañar... Caen ante un cuerpo bonito y unas palabras que muestren algo de interés por sus gustos. —pensó Zoey.

Éste abrió la puerta del camión y Zoey lo miró por dentro introduciendo medio cuerpo en el interior de la cabina, y dio con las llaves. Para su suerte estaban puestas.

—Perfecto. —susurro con una sonrisa de satisfacción.

Aquel tipo le prestaba mas atención al trasero de Zoey que al propio hecho de vigilar que toqueteaba aquella seductora mujer. Esto no pasó por alto para Zoey, quien se percató de ello por el rabillo del ojo.

—¿Qué haces dentro, guapa? No toques nada. —dijo al escuchar el sonido de las llaves.

Zoey suspiró. No le quedaba más remedio que ir al paso dos para conseguir aquellas llaves.

La joven sacó la mitad del cuerpo y se giró con una sonrisa y una mirada seductora.

—Oye, ¿que te parece si me enseñas ahora el portacargas? —dijo mordiéndose el labio inferior acercándose mucho a aquel hombre.

—¿Y por qué no, preciosa? —dijo con una sonrisa.

Éste abrió el portacargas y la invitó a entrar. El interior era muy espacioso, perfecto incluso para transportar a grupos de personas. Tras entrar Zoey, él la siguió y cerró las puertas dejándolas medio abiertas.

—¿Qué te parece si probamos el camión, nena? Si te gusta la potencia, podría enseñarte de lo que soy capaz.

Zoey se quitó la camiseta a medida que retrocedía de espaldas al fondo, dejando ver un sujetador blanco que le realzaba el pecho. Aquel hombre, ya excitado y tras mucho tiempo sin dar palo al agua con ninguna chica, dejaba tirada el arma en el suelo del portacargas y comenzaba a avanzar hacia ella nada más quitarse él la camiseta.

—Si quieres ver más deberás venir, guapo. —dijo ésta haciéndole una señal con el dedo para que se acercara.

—Ya verás de que soy capaz, bombón. —dijo aquel tipo nada más acercarse a ella.

Éste comenzó a besarle el cuello mientras se bajaba la bragueta del pantalón para, acto seguido, desabrocharle a Zoey el botón de su pantalón vaquero. La joven sacó algo lentamente del bolsillo trasero del vaquero.

—Mírame a los ojos, guapo.

Nada más hacerlo con una sonrisa dibujada en su rostro, en un abrir y cerrar de ojos, aquel tipo se vio con el filo de una navaja atravesándole un lateral de la cabeza. La sangre manchó el rostro de Zoey en cuanto sacó el filo de su cráneo, y aquel pobre desgraciado cayó al suelo sin vida.

—Nunca entenderé como los hombres podéis llegar a ser así de estúpidos. Os enseñamos un poco de carne y ya estáis como perros en celo. —comentó mientras se limpiaba la cara y la navaja con la camiseta de su víctima.

Tras salir ya vestida quiso ir por fin a la cabina para coger las llaves, pero todo se detuvo cuando vio a otro hombre nada más salir de ella.

—¿Qué haces aquí?

Zoey se quedó en blanco. Entonces, aquel hombre miró detrás de la mujer, y éste, que portaba un arma idéntica a la de la víctima de Zoey, reaccionó al instante tras ver el cadáver.

—¡Pero qué coño... —Antes de poder apuntarla, ésta le pegó un empujón. —¡No te muevas!

Zoey corrió hacía él, y justo cuando éste disparó, ella pudo desviar el arma, fallando el tiro.
Ya todo se había jodido por esos tiros. Era imposible que nadie los hubiera escuchado. Pronto llegarían más personas y todo habría acabado para ella. Ésta golpeó la entrepierna del tipo y le arrebató el arma de las manos. Aprovechando que éste se encontraba arrodillado en el suelo presa del dolor, lo golpeó en la cabeza con la culata del arma, dejándolo inconsciente.

—¡Joder! —maldijo Zoey furiosa propinándole un pisotón en el estómago.

Tenía que pensar rápido. No había excusa para justificar lo sucedido. Fue entonces que se quedó en silencio, mirando a la puerta del garaje que comunicaba con el exterior. Aquellos gemidos. Aquellos arañazos. Ellos intentaban entrar. Zoey sonrió. Si no salía de allí por las buenas, sería por las malas. Corrió a la gran puerta metálica y comenzó a girar una manivela, subiendo solo un trozo de la puerta. La joven salió corriendo al ver al primer podrido arrastrarse bajo la puerta metálica, y una vez llegó a la puerta por la que vino y que comunicaba con el resto del edificio, vio al menos a una docena de no muertos en el interior de la estancia, devorando a aquel hombre inconsciente mientras los zombies no dejaban de entrar.

—Genial. —Zoey se fue portando el fusil y dejando la puerta abierta detrás de sí. Tenía que ir a coger una de las dos mochilas militares, el traje para protegerse de la radiación y las pistolas y lanza de Davis. Era lo máximo que podría cargar ella sola y salir antes de que la pillaran o bien la atacaran los zombies.

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Davis y Nicole saltaron alarmados de la cama despertándose de su sueño, como todos lo que estaban durmiendo a aquellas horas. Nicole salió al pasillo y se topó con Davis nada más abrir la puerta, quien estaba a punto de llamarla a su habitación. Se percató de que el joven estaba ya vestido con su cinturón portapistolas puesto y con la lanza en una de sus manos.

—¡¿Qué ocurrió?! —preguntó la rubia al tiempo que se hacía la coleta.

—Ni idea. Acabo de escuchar los disparos y salí a toda prisa.

Nicole agarró el Kukri del armario y salió cerrando la puerta detrás de sí.

—¡Zoey, despierta! —gritó Nicole golpeando la puerta de ésta.

—¿No está? —preguntó Davis extrañado.

Muchos de los habitantes del edificio bajaron a la planta baja en busca del lugar donde se había producido el disparo, mientras que otros se quedaban a la espera en sus habitaciones.

—¡¡¡¡Aaaaarggghhh!!!

—¡¡Jessica!! —gritó Davis al reconocer su grito.

El pelinegro bajó rápidamente con Nicole las escaleras a la segunda planta. Una vez en ella, vieron a Jessica mirando hacia el interior de la enfermería. La rubia y Davis corrieron hacia ella. Alarmados por el grito de la joven, preguntaron cual era el problema, y ésta se abrazó a Davis nada más verlo.

—Dios mio... —pronunció Nicole mirando al interior de la estancia.

Davis también miró al interior al tiempo que soltaba poco a poco a Jessica y entraba junto con Nicole en la enfermería. Techo, suelo y paredes se teñían en un intenso color carmesí, y allí en medio de la habitación, el cadáver de Eli se encontraba destrozado, bañado en su propia sangre e infectado de heridas abiertas por todo el cuerpo.

Davis miraba atentamente el cadáver e instantáneamente miró la camilla de Matt.
Él ya no se encontraba ahí. Nicole miró con rostro serio la situación. Sabía lo que se le estaba pasando al joven por la cabeza.

—¡¿Qué hicisteis con el cuerpo de Matt?! —Preguntó Davis nervioso—. ¡¿Lo enterrasteis?! ¡¿lo quemasteis?! ¡¿Que pasó con su cadáver, Jessica?!

Ésta negó con la cabeza. —Nada. Íbamos a esperar a mañana para ocuparnos de él —dijo la joven entre sollozos, apoyándose a la pared mientras empezaba a temblar—. Dijiste que no despertaría... ¡¡¡¿¿¿Porqué me mentiste, Davis???!!! —gritó entre lagrimas.

—No te mentí. Ya te comenté que Nicole me dijó que sólo vio a gente enferma caer presa de la mutación. ¡¡Matt no estaba enfermo!!

—¡¿Entonces por qué volvió a la vida?!

Davis no supo que contestar.

—¿Seguro que no estaba enfermo, Davis? —le volvió a preguntar Nicole—. Haz memoria. ¿No mostró ningún síntoma de enfermedad?

El joven se puso a recordar mientras que de fondo comenzaban a escucharse algunos disparos y gritos.

—No, no recuerdo... —El joven se calló un momento.

—¿Qué ocurre? —preguntó la rubia.

—¿Cómo sabes que es por un virus? —preguntó mientras tenía la vista perdida al suelo.

—Porqué la gente que vi mutar padecían enfermedades.

—Pero Matt no estaba enfermo. Lo sé. ¿Y... una bacteria?

—¿Una bacteria?

—Antes de encontrarte, yo y Matt fuimos a un pueblo a por pastillas de cloro. Entre otras cosas, teníamos un pozo de donde sacábamos agua, y Matt dijo que sabía rara. Tal vez había comenzado a criar algún tipo de bacteria en el agua.

Nicole comenzó a pensar en lo que Davis había dicho.

—Es posible. No puedo asegurarte completamente que sea un virus o una bacteria, o incluso ambas cosas. Yo sólo vi a gente enferma, pero en ningún momento pude comprobar si realmente era un virus o una bacteria lo que muta con la radiación a altos niveles.

—¿Quieres decir que no sabías nada de esto? —preguntó Jessica.

El joven negó con la cabeza. Tras unos instantes en silencio, un montón de personas comenzaron a subir a la segunda planta corriendo.

—¡Haced una barricada en las escaleras con los muebles! ¡Impedidles el paso a esos zombies! —gritó una voz femenina en mitad de las escaleras.

—¡Vamos! ¡Tenemos que ayudar! —dijo Jessica corriendo hacia donde estaban el resto de personas.

Nicole fue tras ella, pero Davis la detuvo agarrándola del brazo.

—Espera. Tú ayuda a sacar muebles de las habitaciones y ayúdalos a colocarlos en las escaleras.

—¿Y que harás tú?

—Encargarme de Matt. Estoy seguro de donde se puede encontrar. Si nadie lo vio en ninguna de las tres plantas solo se puede ocultar en un sitio.

—En el invernadero, donde está la gran cúpula de la cuarta planta, ¿cierto?

Davis asintió.

—Está bien. Ayudaré aquí, pero date prisa. Sólo acaba con él. Ahora debe estar empezando el proceso de mutación, por lo que lo puedes matar como humano.

Davis asintió y ambos se despidieron con un abrazo. Davis salió corriendo hacia la cuarta planta y Nicole se quedó en la segunda. Allí la cosa estaba muy fea. Habían muerto varias personas y los zombis intentaban derribar la barricada que se había formado con los viejos muebles que habían podido conseguir.

—Son muchos... —dijo Nicole al tantear unos veinte zombies más o menos.

Observó que solo había tres personas con pistolas, entre ellas, Jessica. El resto iba armado con algún cuchillo, barra de acero u alguna otra arma blanca. Los niños y ancianos estaban encerrados en las habitaciones de la tercera planta.

—¡Agarrad ese armario! —gritó un hombre al ver como un armario comenzaba a resbalarse lentamente escaleras abajo.

Nicole y Jessica lo agarraron para que no cayera y dejara espacio libre a los podridos.

—¡Están intentando pasar por encima de la barricada! —gritó Jessica—. ¡¡Ayudadnos!!

Steve apareció entre el tumulto portando un bate de béisbol con el que golpeó a uno de los zombies que estaban al pasar la barricada por encima.

—¡¡Esto se está poniendo muy feo, Jessica!! —gritó Steve.

—Lo sé, pero debemos aguantar hasta que los demás acaben con los no muertos desde nuestro lado de la barricada.

—¡Daros prisa! —gritó la rubia al notar como otros muebles comenzaban a moverse ligeramente escaleras abajo por el movimiento de los zombies que no paraban de intentar trepar por ella.

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Zoey se encontraba en su habitación con el traje de radiación, su hacha, el fusil de asalto G36 y una mochila sobre la cama, que contenía comida y agua.

—Davis se llevó las pistolas y la lanza con él. Tal vez debería arriesgarme a coger la mochila del cuarto de Nicole. En esa es donde están todas las medicinas. Es lo único que tengo que coger, porque alimento y agua tengo suficiente por ahora.

Zoey comenzó a pensar en si arriesgarse en ir a por las medicinas mientras abría la mochila y sacaba el diario de Matt, el cual lanzó al suelo como si de basura se tratara. Entonces se quedó un momento en silencio.

—Iré. Dicen que la avaricia rompe el saco, pero... ¿que podría salir mal? —dijo mientras miraba con una sonrisa el fusil.

En ese instante se escuchó un fuerte estruendo y corrió a abrir parcialmente la puerta para echar un vistazo al exterior y escuchar que ocurría.

—Al parecer la barricada no aguanto. Que novedad...

—¡Rápido, aprovechemos que están por los suelos! ¡Bajad y acabad con ellos! ¡No dejéis que vuelvan a subir! ¡Debemos de proteger a toda costa a los niños y a los ancianos! Dividiros por la planta baja y separad al grupo de zombies! —se escuchó de fondo la voz de Jessica.

—Vaya, gracias por despejarme el camino, cielo. Ahora podré acceder de nuevo al garaje y coger ese camión.

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Davis llegó a la cuarta planta, el invernadero. Todo allí estaba a casi a oscuras. En el techo, una enorme cúpula de cristal recogía la luz de la luna y las estrellas y las reflejaba en su interior. En la estancia, espaciosa y rectangular, había algunas lámparas de vela encendidas y esparcidas por la pared. De las diez, solo seis quedaban encendidas y a medio consumir con la ardiente llama. Mirara por donde mirara, había un montón de macetas con arbustos que daban algunas hortalizas. Al parecer aquello lo usaban para cultivar. El joven miró al suelo de mármol y comenzó a seguir un rastro de sangre que lo llevó al fondo de la sala. Allí, entre las sombras, Matt se encontraba echo un ovillo, temblando y con una profunda y anómala respiración.

—¿Matt?

Enseguida se puso en pie, mirando a Davis con una perturbadora mirada.

—¿Pero que demonios...

Davis comenzó a retroceder poco a poco, a medida que Matt salía de entre las sombras.
Algo no iba bien. Nicole dijo que tendría que estar empezando con el proceso de mutación. Todavía tendría que haber sido humano, pero, sin duda, aquello ya estaba bastante avanzado.

—¿Tendrá esto que ver con el virus de Esgrip que tiene en su organismo? —se dijo para si mismo el joven.

Una vez Matt salió de entre las sombras, bañado bajo las luces del lugar, desveló su horripilante figura. Alto, muy alto y delgado, de largas extremidades, blanco como el mármol, de ojos rojos inyectados en sangre, con sus ropas rasgadas y sucias de sangre. Comenzó a caminar hacia Davis, dejándose mostrar todavía más.

—Pero, ¿en que demonios te has transformado, Matt? —dijo el joven triste por la criatura en la que se había convertido.

—Dichosos los ojos. Quien fuera a decirlo.

Davis se giró para ver a Zoey asomada por la puerta con una amplia sonrisa y sujetando un fusil, el cual se colgaba del cuerpo con un cinturón que tenía el arma.

—¿Qué haces aquí?

—Sólo quería ver como el desgraciado de Matt se había transformado por fin en el monstruo que siempre dijo ser. Es curioso, ¿sabes? Y ahora acabará con la persona por la que tanto afecto ha sentido y a la que intentó proteger a costa de intentar traicionar a Esgrip.

Había algo en su tono de habla y su compostura que no le agradaba a Davis. Tenía una extraña sensación. Si ella estaba ahí no era precisamente para ayudarle.

—Estoy aquí para veros por última vez. Yo me piro. Aprovecharé todo el caos para huir mientras vosotros jugáis un ratito.

—¡¿Tú eres la causante de todo esto, Zoey?!

—¿Hace falta que te responda?

Davis se quedó en silencio. Su sonrisa le confirmó lo que ya se imaginaba. En aquel instante, Matt lanzó una especie de rugido grave mientras comenzaba a temblar violentamente y a golpearse la cabeza con las manos.

—Esto no tiene buena pinta. Creo que será mejor que me vaya.

—Zorra. —pronunció Davis con un gran desprecio y una mirada desafiante hacia la tranquila mujer.

—Davis, siempre pensé que eras débil. Si no fuera por mi habrías muerto en Stone City. Te dejas llevar mucho por tus sentimientos. Eres demasiado humano para los tiempos que corren. Hoy en día, esos sentimientos pueden llevarte a la muerte.

Matt comenzó a gritar más fuerte mientras comenzaba a golpear un pilar de piedra con sus puños.

—Dime, Davis, ¿serás capaz de ser frío y acabar con él? Ya sabes... Sin dejarte llevar por esos sentimientos y recuerdos del pasado, sin ver a ese monstruo como quien fue tiempo atrás, Matt, y verlo como el monstruo que es y como tu asesino si no acabas tú con su vida —dijo aquella vez en un tono mucho más serio—. O matas o te mata. Elige que final quieres, y yo que tú me daría prisa. La mutación ya casi se ha apoderado de él.

Zoey abandonó la sala cerrando la puerta y colocando delante de ésta una pequeña estantería para que no pudiera huir, y con el fusil en mano, se dirigió al cuarto de Nicole.

Una vez más, el cuerpo de Matt mutó y su mano izquierda reventó en una orgía de sangre y tejido muscular, dejando paso a una larga extensión de los huesos de los dedos de su mano carmesí, la cual no paraba de aumentar de su tamaño. Aquella extensión de los huesos de sus dedos le daba el aspecto de una larga garra ósea. Su altura comenzó a aumentar, y a medida que sus huesos se alargaban, él se encorvaba hacia adelante. De su espalda salieron a través de la piel, unas extensiones de los huesos que componían su columna vertebral, dejándole una espalda puntiaguda a la vista. Su cuello se alargó y todos sus dientes se desprendieron a la vez que iban sustituyéndose en segundos por una hilera de afilados dientes. Su camiseta terminó de romperse dejando su torso descubierto. Todos estos cambios se producían en una intensa orgía de sangre y aullidos de dolor.

Davis comenzó a retroceder. Sacó con la mano izquierda la lanza de su cinturón y la extendió pulsando el botoncito plateado, mientras que con su mano derecha desenfundaba una de sus pistolas duales y le apuntaba.

El cambio final de Matt se produjo cuando su cráneo comenzó a crecer por diversas zonas, deformándoselo mientras grandes cantidades de sangre teñían todo su cuerpo. Entonces, miró a Davis al mismo tiempo que de sus ojos comenzaban a derramarse gotas de sangre.

—Lo siento, Matt.

Davis disparó haciendo blanco en el corazón, pero éste casi ni se inmutó.

—¡¿Pero que demonios?!

Entonces, el cuello de Matt se hinchó y expulsó un proyectil de sangre que Davis evitó saltando hacia un lado. En aquel momento, se percató de que aquel líquido sanguíneo parecía estar también compuesto de ácido, pues había comenzado a consumir un cuadro que estaba colgando en la pared y que se había visto salpicado por parte del proyectil.

Davis, todavía en el suelo, se giró y se topó de lleno con las piernas de Matt. El joven intentó emitir un grito, pero éste se vio ahogado cuando Matt lo agarró por la cabeza y lo suspendió en el aire. La altura era tal que Davis no podía rozar el suelo ni con la punta de sus pies.

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Zoey agarró la mochila, ya con algunas medicinas en su interior, con el hacha en mano, el fusil colgando de su cuerpo y el traje protector sobre su hombro. Poco a poco comenzó a bajar a la segunda planta. Todo acabaría tal y como había planeado. Davis moriría a manos de Matt, Nicole estaría, o bien ocupada ayudando a los habitantes de aquel lugar, quienes aún se ocupaban de los zombies, o mejor aún, muerta. Entonces, se escuchó una puerta cerrarse en el fondo.

—¿A donde vas con eso, Zoey? —dijo una voz que se encaminaba a ella.

Ésta se detuvo y se giró justo a punto de bajar las escaleras a la primera planta, por las que llegaría a la planta baja y finalmente al garaje. Zoey suspiró y se giró tras dejar todo en el suelto, pero sin soltar el fusil.

—Nicole. Que sorpresa...

—Te lo voy a volver a repetir. ¿Qué haces con eso?

—Huir.

—¿Nos vas a dejar aquí solos?

Zoey se encogió de hombros.

—¿Y por qué no?

Nicole apretó los puños y los dientes de rabia ante aquella respuesta.

—¡¿Cómo puedes ser así?!

—Oye, rubita, no tengo ganas de escucharte. Mira, he dejado a Davis encerrado con Matt. O te das prisa o morirá. Estoy más que segura de que no tendrá agallas para matarlo.

—Tú has provocado esto, ¿cierto? ¿Cómo puedes ser tan cruel? ¡Han muerto personas inocentes que...!

—Bla, bla, bla, bla —la interrumpió Zoey—. Tu hermanastra tenía razón. Eres un coñazo. Aburres con esas tonterías de hacer siempre lo correcto.

—¡¿Conocías a Michaela?! Entonces mis sospechas eran ciertas. Tú y Matt erais de Esgrip y pertenecíais a su unidad.

—Efectivamente, chica lista. Una pena no saber que ocurrió con Michaela. Si estuviera aquí seguro que le encantaría verte. Lo último que supe de ella y de la organización fue que Esgrip estaba pasando por serios problemas mientras ella estaba de misión por ahí, y supongo que a partir de eso la organización se disolvería, ya que no volvieron a contactar con nosotros.

—¿Esgrip se disolvió?

—Supongo. Si no, habrían intentado contactar conmigo y con Matt para saber si habíamos conseguido eliminarte.

—¿Entonces la organización estaba también detrás de mi?

—Sí. Sabías demasiado, y desde que saliste de Stone City intentaste comunicarte con los dos grupos para informarles de que Esgrip estaba tras ellos. Y para que no intervinieras en los planes de mi empresa, nos mandaron a eliminarte. Pero, por desgracia, siempre estabas acompañada, y si estabas sola, tenías la suerte de tu parte y escapabas inconscientemente de nuestras trampas. Fue por eso que nuestros planes se veían frustrados constantemente. Por lo tanto, cumpliré ahora mi trabajo.

Zoey le apuntó con el fusil, pero Nicole le agarró el arma y apuntó hacia arriba justo cuando ésta apretó el gatillo. Nicole, inmediatamente, le dio un cabezazo a Zoey, y ambas comenzaron a forcejear. Nicole logró arrebatarle el arma, y para que ésta no la recuperara debida a la corta distancia entre ambas, la lanzó por la barandilla de madera, cayendo a la planta baja.

—¡Maldita! —gritó Zoey furiosa.

Ésta, aprovechando que Nicole se había quedado descubierta, le pegó un puñetazo lateral derecho y otro izquierdo. Seguidamente, la golpeó en el estómago con un gancho, y para finalizar, le lanzó un directo al rostro; directo que paró Nicole a tiempo agarrándole la muñeca, aprovechando para golpearle las costillas con un puñetazo que desembocó en un grito de dolor.

—¡¡¡Puta!!! —blasfemó con odio Zoey.

Nicole rápidamente le retorció el brazo a Zoey, y una vez esta acabó echándose adelante, le golpeó el estómago con una patada.

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Davis consiguió acertar un tiro en el ojo de Matt, haciendo que éste rugiera de dolor y lo lanzara por los aires de un rápido manotazo estampándolo contra la pared para después precipitarse contra el suelo. El joven se levantó y observó que su lanza había quedado muy alejada de él, por lo que desenfundó su segunda pistola y corrió hacia Matt disparando ambas pistolas a bocajarro mientras gritaba, mezcla de dolor, rabia y desesperación hacia el pecho y rostro del mutante. Sin duda tenía que salir rápidamente. Tenía que saber si Jessica y Nicole se encontraban bien y detener a Zoey. Cuanto más tardara, más lejanos quedaban esos dos objetivos.

Una vez llegó a una corta distancia, Matt lanzó un golpe con su garra de izquierda a derecha, pero Davis, con sus buenos reflejos, esquivó agachándose e inmediatamente se lanzó con todo su cuerpo hacia adelante, ejecutando un placaje que le desestabilizó, haciéndole retroceder varios pasos. El joven, sin detenerse un segundo a recuperar el aliento, comenzó a lanzar rápidamente una serie de patadas de diversas clases al torso de Matt para que siguiera retrocediendo al tiempo que entre patada y patada soltaba algún tiro aleatorio a alguna parte de su cuerpo.

 —Me estoy cansando muy rápido... —pensó Davis.

Entonces se percató de que detrás de Matt se encontraba su lanza, a un par de metros.
Matt aprovechó el despiste y le pegó un fuerte empujón con su mano humana a Davis, deslizándolo hacia atrás varios metros. Davis estaba arrodillado en el suelo tras ser impulsado mientras sentía un fuerte dolor en el estómago. Por un momento sintió que la respiración se le cortaba. Éste, aguantando el dolor apretando los dientes, se puso en pie, y Matt corrió hacia él gritando, con la garra en lo alto haciendo temblar el suelo a cada paso que daba. Davis guardó las pistolas y corrió hacia él. Cuando estaban a una corta distancia, el joven derrapó por el suelo pasando por entre sus piernas. No tardó en levantarse tras ver a Matt girándose y volviendo hacia él a toda prisa.

Éste corrió, y cuando estuvo cerca de la lanza, se lanzó hacia adelante haciendo una voltereta y cogiéndola en el trayecto. Pero nada más cogerla y volver a ponerse en pie, percibió el peligro a sus espaldas, por lo que se volteó y en segundos ladeó el cuerpo, evitando un puñetazo de Matt que acabó por atravesar la pared.

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Zoey consiguió zafarse de Nicole y la agarró de la coleta, aprovechando el dolor para golpearle el tobillo con una patada, haciéndola caer de rodillas y colocándose velozmente detrás de la rubia para envolverle la cabeza con sus manos de manera que pudiese romperle el cuello. Nicole la agarró de la muñeca, y apoyándose sobre una de sus piernas, dejando todo el peso y el equilibrio en ella, empleó toda su fuerza y se echó hacia adelante al tiempo que tiraba de la muñeca de Zoey, lanzándola hacia delante, haciéndola pasar por encima de ella haciéndola desplomarse de espalda contra el suelo. Nicole se colocó encima de Zoey y la agarró del cuello en un intento de cortarle la respiración.

Abajo, en la planta baja, unos zombis estaban terminando de devorar unos cadáveres, ignorando la pelea de gatas que estaba teniendo lugar en la segunda planta, a pesar de los gritos y de que estaban muy cerca de la barandilla, pudiendo verse desde abajo la espalda de Nicole.

Zoey consiguió colocar el pie en el estómago de la rubia y la impulsó con todas sus fuerzas. Nicole, en un abrir y cerrar de ojos salió despedida hacia atrás, chocando y rompiendo la barandilla de madera, la cual cayó encima de los zombis, alarmándolos de la situación. Media docena de no muertos miraban hacia arriba con los brazos en alto al ver a una mujer de dorada cabellera a punto de caer al suelo desde la segunda planta. Ésta se resistía a morir agarrándose con ambas manos a un trozo de barandilla.

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Matt sacó el puño del agujero y fue a golpear a Davis, quien se agachó a tiempo, y agarrando la lanza por ambos extremos consiguió empalar la garganta de Matt. La criatura lanzó un grito distorsionado, muy molesto, al tiempo que echaba mucha sangre por la boca y por el orificio del cuello. Sin perder tiempo, sacó el filo, y haciendo un rápido juego de manos en el que empleaba ambos filos de la lanza, dibujó rápidos y profundos tajos en el cuerpo de la criatura. Un par de tajos diagonales de hombro a cintura dibujaron una gran X sanguinolenta en el torso del mutante, para inmediatamente perforar el centro de aquella X de una punzada.


Matt elevó el puño ante los bajos reflejos que Davis mostró debido al cansancio, y antes de que este pudiera darse cuenta, el potente puño impactó en el vientre del joven, quien fue violentamente despedido contra un pilar de hormigón, desencadenando el golpe en un incontrolable grito de dolor que salió de lo mas hondo del cuerpo del joven. Yaciendo en el suelo, Davis se retorcía entre lágrimas mientras se abrazaba así mismo, por un instante se le hizo escuchar a sus costillas crujir. El simple hecho de respirar le suponía un dolor indescriptible que a penas era capaz de aguantar. Ante el dolor, el joven no pudo reprimir un fuerte ataque de tos que dio como resultado a que de su boca saliera despedida cierta cantidad de sangre que tiñió su barbilla de un rojo intenso.

El mutante Matt se acercó a paso lento pero decidido al joven que se retorcía en el suelo, mientras dejaba un rastro de sangre tras de si por los cortes y heridas de bala efectuadas por el joven lancero. Cuando la criatura extendió la mano para elevar el cuerpo del joven, éste, con un dolor insoportable y una férrea fuerza de voluntad, se alzó sobre sus propios pies al tiempo que se echaba hacia delante sujetando la lanza con ambas manos para cargar contra la criatura y ensartarla en el corazón acompañando el ataque gritando fuertemente de dolor, grito que acabó siendo ahogado por el de la criatura al sentir su corazón perforado por segunda vez. 

Tan rápido como pudo, aprovechando el intenso dolor que había paralizado a Matt, tres, cuatro, seis puñaladas rápidas fueron efectuadas perforando el corazón de la criatura, aún así, la criatura en la que el joven se había transformado se resistía a caer muerta. Cundo la séptima puñalada iba a ser efectuada, el mutante Matt desvió el filo de la lanza con su garra ósea, y tan rápido como pudo, antes de que el joven pudiese reaccionar al ser víctima del dolor y la fatiga, lo agarró con su gigantesca mano de la cintura elevándolo en el aire mientras obligaba al joven al sentir aquella mano cerrándose sobre si misma haciendo resentir los huesos del joven Davis una vez mas. Entre dolorosos gritos de desesperación mientras sentía como el monstruo comprobaba la resistencia de los huesos del joven, Davis elevó la lanza en alto y ensartó el filo en el ojo aún intacto del mutante, obligándolo a gritar de nuevo. Con saña y desesperación a fin de librarse de aquella mano antes de que reventaran sus huesos, comenzó a hundir más y más el filo en la cuenca del ojo perforado mientras movía el cuerpo de la lanza con violencia en diversas direcciones, tratando de causarle a su víctima el mayor daño posible.


La criatura gritó de dolor soltándolo cuando el joven sacó sin delicadeza el filo de la cuenca del ojo del mutante Matt. Davis se alejó trotando tan rápido como su cuerpo se lo permitía, puesto que el hecho de correr le resultaba una acción extremadamente dolorosa, necesitaba alejarse varios metros al notar como a Matt se le hinchaba mucho el cuello. Ambos, en medio de la sala bajo la gran cúpula, libraban lo que sería la última batalla, la que cerraría de una vez por toda la historia del pasado de Davis Taylor, todo su pasado moriría junto con el mutante Matt. Sin duda alguna, lo que quería era cerrar todas las puertas de su doloroso pasado. No vivir más de los recuerdos de antaño. Empezar una nueva vida es lo único que tenía en mente. Afrontar el presente sin volver a preocuparse del pasado.

Matt elevó la cabeza hacia arriba y lanzó hacia la cúpula un gran proyectil de sangre ácida, la cual se dispersó en el aire y cayó como si de una lluvia ácida se tratara. El joven corrió hacia las sombras, alejándose del radio de la cúpula, pero sin poder evitarlo, varias gotas cayeron en su camisa devorando el tejido.

—¡¡Joder!! —El pelinegro se quitó la camisa rápidamente, dejando su torso al descubierto.

Una vez aquella lluvia ácida dejó de caer volvió a incorporarse al combate deseoso de poner punto y final a su pasado con la muerte de Matt. La criatura corrió ciegamente ante la carencia de sus globos oculares hacia donde Davis se encontraba. Su increíble oído le revelaba la posición de éste, y corrió hacia él moviendo a un lado y a otro sus dos brazos. Una vez se encontraban a un par de metros, Davis empaló la gigantesca mano de Matt tras evadir varios manotazos ciegos de la criatura, y aprovechando que éste se había parado un instante por el dolor, sacó el filo y dio un rápido giro completo a la lanza, usando el otro extremo para hacerle un corte profundo en el tobillo, provocando que la criatura cayese de rodillas. Entonces, en un instante, cuando ambos se encontraban a metro y medio de distancia, al mismo tiempo que Davis sacaba una de sus pistolas, Matt intentó empalar el torso del joven con su garra, pero afortunadamente este ladeo el cuerpo a tiempo, estando aquellas afiladas garras a punto de rozar su torso sólo por unos míseros cinco centímetros.

Sin pensárselo dos veces y lanzando un grito cuya mezcla expresaba ira, dolor, agotamiento y tristeza, Davis disparó al cráneo de Matt, cayendo éste muerto en el acto. El joven observó el cadáver unos instantes mientras respiraba agitadamente, agotado y dolorido por la batalla y el cansancio mental que le ocasionaba el rechazar todo tipo de recuerdos y sentimientos del pasado.

—Descansa en paz, Matt.

Davis, con ambas pistolas descargadas y con la lanza ya recogida y guardada en el cinturón, fue tambaleándose a abrir la puerta a empujones empleando las escasas energías que aún le quedaban para derribar el mueble que le cerraba la salida.

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Zoey se acercó riéndose con su navaja en mano.

—Todo acaba aquí, Nicole. —Entonces, miró la mano de Nicole, dispuesta a atravesársela con la navaja, provocando finalmente su caída.

Una vez se colocó enfrente de Nicole se arrodilló frente al trozo de barandilla al que la rubia se sujetaba y elevó el arma blanca para clavársela.

—¡¡¡¡MUERE!!!

—¡¡¡¡NOOOOOOO!!! —gritó una tercera voz.

Zoey miró en dirección a la voz al tiempo que comenzaba a ponerse en pie.

—¡¡¡Jessica!!! —gritó Nicole al verla.

La joven de oscuros cabellos gritó al tiempo que evitaba una rápida puñalada por parte de Zoey, y nada mas tener la oportunidad, le pegó un empujón, tirándola por el hueco de la barandilla. Pero como mala hierba nunca muere, Zoey, al caer, consiguió agarrarse de las piernas de Nicole, haciendo que con el peso se le soltara una mano del trozo de la barandilla y la otra estuviese a punto de soltarse.

—¡¡¡Nicole!!!

Sin poder evitarlo, su mano se resbaló, pero Jessica la agarró a tiempo por la muñeca.

—¡¡No podré aguantar más el peso de las dos!!

—¡¡Maldita niñata!! ¡¡Os arrastraré conmigo en la caída!! —Zoey comenzó a tirar de las piernas de Nicole y ésta empezó a resbalarse.

—¡¡¡NICOLE, NO AGUANTARÉ!!!

—¡Ni lo sueñes, Zoey! —Nicole consiguió liberar una de sus piernas y golpeó el rostro de Zoey haciendo que se soltara y cayera a la planta baja con un golpe seco.

Jessica subió a Nicole y ambas miraron hacia abajo a Zoey, muerta, con los ojos abiertos mirando hacia sus asesinas y con un charco de sangre emanando de su cabeza a la vez que observaban como una media docena de zombis se abalanzaba sobre su cadáver.

—Muchas gracias, Jessica. Me has salvado la vida. —le agradeció la agotada Nicole con una amplia sonrisa.

Jessica asintió feliz de haberla salvado.

—¡Chicas! 
La voz de Davis alarmó a ambas y Jessica corrió a los brazos de Davis, fundiéndose ambos en un cálido abrazo.

—¡¿Qué te ocurrió?! ¡¿Y tu camisa?! ¡¿Y esos moratones?!

—Luego te lo contaré. Ahora hay que encontrar a Zoey. 
—propuso un maltratado joven.

—¿Te refieres a esa que está sirviendo de banquete a los hambrientos esos? —dijo Nicole con un tono un tanto bromista y con una sonrisa.

Davis se asomó para ver lo que quedaba de Zoey, y después miró a Nicole y sus moratones.

—Vaya pintas, rubita.

—Pues anda que tú, chaval. No es que estés mejor que yo como para hablar de mis pintas.

Jessica miraba a ambos sin entender como se podían alegrar de lo que había ocurrido. Por un momento pensó que estaban locos por empezar a bromear de los moratones de sus cuerpos.

—¿Qué ocurrió con Matt? —preguntó Nicole.

—Murió. En la cuarta planta está su cadáver, por si te interesa verlo.

—Davis, me debes muchas explicaciones. —le exigió Jessica.

—Lo sé. Te contaré todo lo que quieras saber.

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Eran las dos de la tarde. En el edificio, ya libre de cadáveres, la desgracia aún estaba en el ambiente. Habían muerto diez personas, entre los que se encontraban dos miembros del consejo y la enfermera del grupo, Hernán, Eli y Steve. Por la mañana se decidió por la voz del pueblo y gran parte del consejo echar a Davis y Nicole por todo lo que había ocurrido debido a que les echaban la culpa a ellos de lo sucedido. A pesar de que Jessica trató de hacer algo para cambiar al resto de opinión explicando que ellos desconocían los planes de Zoey y lo de la mutación de Matt usando como argumento todo lo que Davis le había contado, no sirvió de nada.

Solo les dejaron pasar la noche allí para descansar, asearse y recibir tratamiento médico por parte de la aprendiz de Eli, Lori, gracias a que Jessica ponía excusas para retrasar la partida de ambos. Tras ponerse ropa nueva, recoger el equipaje y recargar las armas fueron a ser despedidos solamente por Jessica al vestíbulo. Ésta le dio a Davis algunos cargadores de pistola y a Nicole un fusil de asalto G36 con algunas recargas y una funda para su machete para poder llevarlo colgando de la cintura. Todo esto a espaldas de su grupo.

—Sentimos las molestias que hemos podido causar. —dijo Nicole triste.

—No fue vuestra culpa. Al fin y al cabo, no sabíais lo que pasaría. —contestó Jessica con una sonrisa.

—Am, Davis. Encontré esto en la habitación de Zoey. No vi nada de lo que hay escrito.

Jessica le entregó un diario a Davis. El joven abrió la portada y vio escrito ``Diario de Matt Dawson´´. No lo guardó. Simplemente lo sujetó para leerlo por el camino. Estaba seguro que mediante aquel diario descubriría más secretos de Matt y Esgrip.

—Gracias.

—Te echaré de menos... —dijo Jessica con la cabeza agachada.

Davis se acercó a ella y la besó en los labios mientras la abrazaba. Nicole aprovechó la despedida y se puso el traje para protegerse de la radiación, se colgó el fusil, se puso la mochila, y por último, guardó el machete en la funda que Jessica le había dado, cogiendo por último el misterioso maletín de Esgrip del que Davis le había comentado que encontró tiempo atrás.

—Yo ya estoy.

—Me quiero ir con vosotros, pero...

—Lo sé. No puedes, porque ellos te necesitan. Ahora hay menos miembros en el consejo, y tú eres la voz de los jóvenes del grupo.

Jessica asintió.

—Espero que volvamos a encontrarnos... —dijo ésta con tristeza.

—Seguro que nuestros caminos volverán a cruzarse en el futuro. —le dijo Davis acariciándole con ternura el rostro.

—Me alegro de haberte conocido, Jessica. Una vez más, gracias por salvarme la vida, y como dice Davis, es posible que nos encontremos en el futuro. El mundo es un pañuelo. —le dijo Nicole con una amplia sonrisa antes de que ambos se marcharan del lugar, dejando a Jessica con esa esperanza.

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Nicole y Davis iban caminando rumbo a su próximo destino, mirando Nicole de vez en cuando el mapa en los descansos para ir de camino a Mississauga. Ambos casi no cruzaron ni una sola palabra durante el viaje, puesto que Davis se había dedicado a leer el diario de Matt mientras caminaban o hacían descansos. Por aquel entonces, a medida que leía el diario, comenzaba a entender muchas cosas. Nicole sabía que Davis no leía simplemente por interés a descubrir cuantas cosas le había ocultado Matt, sino también para intentar tener su mente en otro lado y no en aquel edificio, junto con Jessica.

Tras dos días de viaje andando, tomando algún que otro descanso, por fin llegaron.

—Mississauga —susurró el joven agotado de tanto andar.

—¿Y ahora qué? —preguntó la rubia con un pesado suspiro.

Davis comenzó a examinar los altos edificios que les rodeaban mientras andaba. Nicole simplemente lo siguió, un tanto extrañada por la ausencia de cualquier tipo de enemigo zombie en el epicentro de una ciudad tan enorme. Ambos anduvieron unos metros y tomaron alguna que otra calle hasta que Davis paró en frente de un imponente edificio.

—Oye rubia, ¿que te parece si descansamos en un hotel de cinco estrellas? —le propuso el joven con una sonrisa.

Nicole no contestó. Hizo un esfuerzo y pasó por al lado de Davis a la carrera, llegando a la puerta doble de entrada del hotel.

—¡Ya estás tardando! —le gritó al tiempo que se cerraban las puertas detrás de ella.

Davis sonrió y miró hacia arriba. Encima de la entrada había un enorme letrero con el nombre del hotel, ``Hotel Sozza´´, con cinco estrellas bajo el nombre.

—Bueno, espero poder echarme en una buena cama y echar una cabezadita. —comentó el joven momentos antes de entrar al interior del hotel.

Una vez dentro vio que Nicole no estaba en el vestíbulo.

—Nicole, ¿donde te has metido? —la llamó mientras giraba sobre si mismo, mirando el vestíbulo y buscándola con la mirada.

—Venga, déjate de bromas. No estoy ahora para jueguecitos, señorita Collins. Me duelen los pies y sólo quiero tumbarme un rato. —la volvió a llamar con una sonrisa pensando en que estaba gastándole algún tipo de broma.

Davis se quedó un momento en silencio, completamente quieto al no obtener respuesta y desenfundó una de sus pistolas.

—¿Nicole? —la volvió a llamar.

El joven vio una escalera que subía hacia otras plantas y decidió ir por ahí. Nicole tenía que haberla subido por narices. Cuando fue a pisar el primer escalón, una sombra silenciosa salió tras el mostrador, acercándose hacia su espalda a la vez que unas manos se elevaban sobre sus hombros, y en unos instantes, caían con fuerza sobre ellos, provocando que el joven ahogara un grito y diera un rebote hacia atrás al tiempo que se giraba asustado, apuntando al rostro de Nicole con el dedo en el gatillo.

—Hey, tranqui. Sólo soy yo. —dijo la rubia levantando las palmas de las manos.

—¡La madre que te parió! ¡Podría haberte pegado un tiro!

—Pero no lo hiciste, jajajajaja —dijo la joven entre carcajadas—. Deberías haber visto la cara que has puesto. Dios, fue buenísima, jajajajaja.

Davis arqueó una ceja y lanzó un pesado suspiro. —No vuelvas a hacerlo, por favor. —dijo mientras volvía a enfundar su Glock 18.

—Mira, encontré un manojo de llaves tras el mostrador. Con esto podremos abrir las puertas del hotel si están cerradas. —le comentó con una sonrisa a la vez que movía el manojo haciendo sonar las llaves.

—Genial, pues vamos a buscarnos una buena habitación, señorita.

Momentos después, comenzaron a subir algunas plantas y se toparon con un almacén. En él había un montón de comida, y como no, teniendo allí tanta comida y agua no iban a malgastar lo que llevaban en sus mochilas, por lo que aprovecharon para darse un banquete. Al rato, cuando ya estaban llenos, lo abandonaron. Había todavía muchos suministros, pero por desgracia no los podrían llevar con ellos. Más tarde, se metieron cada uno en una habitación y aprovecharon para dormir a pierna suelta, pues la noche ya había caído y el cansancio hacía mella en ellos. Habían estado dos días andando, durmiendo poco y prácticamente en la intemperie, ya que habían dormido en el interior de algunos vehículos que se habían ido encontrando por el camino, y tenían que haber ido haciendo guardia para vigilar que nada ni nadie se acercara al vehículo.

Normalmente examinarían un edificio antes de alojarse en su interior por si había algún peligro, pero aquella vez no era una casa normal y corriente, sino que era todo un hotel con un montón de plantas y habitaciones. Antes de dormir habían decidido hacer una alarma casera. Habían dejado la puerta semiabierta y colocado un objeto metálico alargado. Davis había colocado su lanza en el marco de la puerta y Nicole su machete, ambas posicionadas de tal manera que al menor movimiento de la puerta caerían al suelo formando un ruido metálico que pondría en pie a ambos para acribillar al enemigo con sus armas de fuego. A su vez, Davis dormía con la pistola bajo la almohada y Nicole con el fusil a su lado, ambas armas con el seguro quitado.

Ya había amanecido, y ambos, tras recoger sus cosas fueron a tomarse un desayuno con toda la cantidad de suministros que había en el almacén. Allí había para muchísimo tiempo. Aquello no se agotaría tan fácilmente. Aquel hotel era el refugio ideal que habían estado buscando. Parecía seguro y tenía un almacén lleno de comida. ¿Qué más podían pedir?

Pero si algo les había enseñado los tiempos que corrían era que las cosas nunca eran tan bonitas como parecían, y no tardaron mucho tiempo en darse cuenta de ello tras ascender unas cuantas plantas y que un olor a putrefacción les invadiera las fosas nasales.

A medida que fueron ascendiendo plantas se topaban con más cadáveres, cuyo rostro era irreconocible por las heridas que tenían de balazos, de mordeduras o bien porque se encontraban decapitados algunos de los cuerpos. Nicole y Davis pudieron percatarse por las ropas que vestían los cadáveres de que algunos eran presos por sus monos naranjas y de que otros eran policías por sus trajes o insignias manchadas de sangre.

Lo que más fuerte les parecía a medida que exploraban aquel hotel infestado de muerte fue ver a un policía decapitado, con los ojos perforados, sin lengua y con el número 73 grabado en la frente por algún cuchillo, seguramente el mismo cuchillo con el que la cabeza estaba clavada al muro. Nicole fue incapaz de seguir viendo aquello. Ella había sido antiguamente agente de policía en Stone City y le daba pena ver como aquella masacre simbolizaba de cierta manera que la ley y la justicia ya no existían en aquel mundo actual.

El dúo estaba con las mochilas, las armas, los trajes y el maletín equipados. Aquel sitio era muy grande y ya sabían que había habido anteriormente zombies por las mordeduras de los cadáveres, por lo que preferían estar preparados y con todas sus cosas a mano por si debían salir corriendo de aquel hotel.

Entonces un ruido proveniente de algún lugar del hotel captó la atención de Davis y Nicole, quienes se miraron un instante antes de ir a investigar que había producido aquel ruido. Sabían sin ninguna duda que no estaban solos.



#Sacedog
 

2 comentarios:

  1. Como dije, Sergio, lo he leído al final de seguido en un momento que se supone que esperaba alguien, we, se ve que he aprovechado el tiempo ^^

    Efectivamente, me parece un buen trabajo, ha sido un capítulo realmente bueno con varias sorpresas, de las que algunas tenía pistas y otras no tanto... Pero me gusta mucho el resultado, parece que en breve el grupo conocerá por fin a Davis y Nicole, esperándolo!!

    #Maya

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    1. Me alegro que te gustara señorita, intenté hacer un buen capítulo ya que como dice el título ``El fin y el principio de una historia´´ es mi último capítulo en solitario y empiezo una nueva con el grupo. La verdad es que tengo ganas de que ocurra ese encuentro, es la primera vez que otro autor manejará a mi personaje y no sé que ocurrirá con él y Nicole, yo lo dejo todo en manos del siguiente autor, Puma, me pica la curiosidad de saber que ocurrirá.

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