Big Red Mouse Pointer

lunes, 27 de mayo de 2013

NH2: Capítulo 010 - Misterios de Esgrip

En algún lugar alejado de la mano de Dios, un grupo de supervivientes había conseguido sobrevivir en un refugio temporal que consiguieron y reforzaron entre ellos para estar a salvo de la radiación y de los no muertos, al menos, durante algún tiempo. Aquel lugar no era mas que un extenso terreno con una gran casa de ladrillos, puerta metálica, una chimenea humeante y algunas ventanas a ambos lados de la casa que reflejaban la luz que provenía del interior de aquella edificación. También había a unos metros de la casa un establo, un pozo y una verja de espinos que rodeaba todo el terreno, plagado de árboles muertos.

Un tiempo atrás, cuando llegaron a aquel sitio, Kyle, Davis y Karen habían reforzado el lugar reconstruyendo la verja de espino que estaba algo dañada y rodeaba toda la zona en la que se encontraba la casa, mientras que Matt y Zoey, se encargaron de limpiar el interior de la casa y ponerla en orden, además de encargarse de limpiar el establo vacío en el que solo encontraron algunos cadáveres de animales en descomposición.

Cerca del establo, a pocos metros, los chicos encontraron un pozo cerrado con una tapa de madera redonda, pero carecía de cuerda y cubo para recoger agua y la polea estaba algo oxidada y desatornillada. Kyle se las había apañado para conseguir atornillar bien la polea, y tras encontrar un cubo y una cuerda de varios metros en el establo, consiguió resolver el problema de sacar el agua.

Durante el tiempo que permanecieron todos en la casa, dos de los miembros del grupo solían salir a caminar por los alrededores del terreno para matar a todo zombie que rondara por la zona. A la hora de comer, los alimentos se repartían lo justo para cada persona, procurando que les duraran lo máximo posible, tal y como hacían con los medicamentos. Por las noches iluminaban la casa con algunas velas y las noches de frío o cuando tenían que calentar algo, encendían una hoguera en la chimenea, usando la madera de los árboles que estaban dentro del recinto.

En una oscura y lluviosa noche, un pequeño grupo de zombies se acercó a la verja de espinos que rodeaba la casa. Dos jóvenes vestidos con un traje especial cada uno para la radiación de color amarillo, botas negras y unas máscaras, habían salido de la casa y quedaron rápidamente empapados por la lluvia. Observaron a los zombies forcejear contra la verja, dejándose tiras de carne en su frenesí por llegar hasta ellos. Los jóvenes empuñaron sus respectivas armas, un hacha y un machete Kukri, y con una linterna en su mano libre, se dirigieron hacia la puerta del recinto para recibir a los visitantes.

–Es hora de hacer limpieza... – comentó el joven que apoyaba el mango de madera del hacha sobre su hombro con un tono bromista.

El portador del afilado machete miró a su compañero y asintió con la cabeza mientras le abría a su compañero la puerta de madera del recinto y lo dejaba pasar primero.

Los zombies abandonaron la cerca y se dirigieron de inmediato hacia las figuras embutidas en los trajes anti radiación. Uno de ellos se acercó al joven del hacha, a paso lento pero firme y emitiendo un lastimero gemido. Él se acercó al ser putrefacto y sujetando el hacha con una sola mano, la elevó por encima de su cabeza y la hundió con fuerza en el cráneo del no muerto, haciéndole un tajo mortal en medio de la cabeza y provocando una lluvia carmesí en el amarillento traje del joven. Acto seguido el cuerpo se desplomó a los pies del joven y éste sacó la hoja del hacha, provocando que un río de sangre emergiera del cráneo del zombie. El joven del hacha echó un vistazo hacia atrás y contempló como el trajeado del machete decapitaba a varios de aquellos seres sin compasión alguna. Ya estaban más que acostumbrados a tratar con zombies. El joven se dispuso a lanzar un hachazo al siguiente cadáver que se acercaba a él, pero cuando fue a ejecutar el mortal golpe al cuello del zombie algo lo agarró del tobillo.

– ¿¡Pero que mierda..!?  – dijo al mirar cómo un zombie que se arrastraba por el suelo con las piernas cortadas lo agarró.

El trajeado le propinó una serie de pisotones violentos en la cabeza con su otro pie hasta que la criatura le soltó. Una vez liberado recordó al otro zombie y se giró hacia atrás justo a tiempo para ver al zombie avalanzándose hacia él. El joven apenas tuvo tiempo para sujetar el hacha por ambos extremos del mango y logró colocarlo bajo la mandíbulas del zombie cuando éste lo agarró por los hombros e intentó tirar de él. Los dientes de aquella cosa no dejaban de abrirse y cerrarse en un horripilante castañeteo. El joven comenzó a empujar hacia delante en un intento de quitárselo de encima, mientras el zombie ejercía fuerza para hacer caer a su víctima de espaldas.

El portador del machete Kukri se percató de que su compañero estaba en apuros cuando lo vio rodeado por tres zombies y maldijo para sí mismo al no poder ir en su ayuda. Pero entonces, su compañero le propinó un cabezazo al zombie y aprovechó su repentino retroceso para empujarlo lo suficiente para levantar su hacha y decapitarlo con un violento y fugaz tajo.

Una vez cayó el último zombie a manos del portador del machete, siguieron las órdenes de los habitantes de la casa y abandonaron el terreno para emprendar la marcha hacia el pueblo, eliminando cualquier amenaza que estuviera por la zona de camino.

–Hey Sace. –dijo el dueño del machete caminando junto a su compañero–. ¿Cuánto tiempo estaremos aquí? 

–¿Por qué lo preguntas Matt?  –le respondió el dueño del hacha–. ¿Es que no estás a gusto aquí?  Tampoco llevamos tanto tiempo, además, como siempre hemos hecho desde que toda esta mierda empezó, no hemos dejado de movernos de un refugio a otro en cuanto éste se veía demasiado amenazado. Deberías acostumbrarte...

–No, no es por nada en especial, es solo que éste es nuestro quinto refugio temporal, creo. ¿A dónde iremos después? No vamos mal en provisiones, tenemos alimentos y medicinas necesarias para todos, y en cuanto a munición se refiere, ésta es escasa. Además, vamos controlando el consumo de medicamentos y alimentos –el chico hizo una breve pausa–. Desde el desastre de Stone City, hemos sido más precavidos y cuando todo el mundo se fue a ir a la mierda, ya imaginábamos cómo acabaría todo. Decidimos abandonar las ciudades y nos hemos estado dedicando a conseguir todos los alimentos, medicinas y munición posibles para sobrevivir por nuestra cuenta tratando de no tener la necesidad de poner un pie en alguna ciudad. Nos fuimos de la última ciudad en la que estuvimos sobreviviendo con otras personas para evitar los problemas de aquel sitio. Pensando en nuestra propia supervivencia, nos hemos estado alejando todo lo posible de las ciudades para correr menor peligro, siempre con el mismo plan...

–¿A dónde quieres ir a parar? –preguntó el chico intrigado mientras ambos contemplaban un zombie dirigiéndose hacia ellos lentamente. Matt se adelantó unos pasos a Davis y decapitó al ser de un machetazo.

–El problema es que cada vez es mas difícil encontrar un refugio o un lugar en el que improvisar uno y reforzarlo, como hemos hecho con éste último. Cada vez hay más y más de estos seres. –dijo mirando la cabeza decapitada que había junto a su bota–. A este paso, no tendremos donde vivir si siempre acaban echándonos, ni podremos desplazarnos en busca de suministros cuando sea necesario. Tarde o temprano, todo lo que tenemos se agotará, y cuanto más nos alejemos de las zonas urbanas, mas difícil será conseguir lo que necesitemos...

Davis miró un momento a Matt y éste, al notar la mirada de su compañero, suspiró.

–Sé que es arriesgado, pero a veces hay que arriesgarse si se quiere conseguir algo. No sé si la ciudad tendrá aún recursos o edificios medianamente más seguros que en los que habitamos, pero creo que debemos plantearnos esa opción. –respondió Matt retomando la marcha.

Davis frunció el ceño, pensativo, meditando las palabras de su acompañante, tras un rato caminando, se dispuso a contestarle :

 –No estoy muy de acuerdo. No sabemos qué podemos encontrarnos. Hace mucho tiempo que no pisamos una ciudad, tal vez no queden recursos que saquear. Siempre que hemos necesitado algo hemos ido a los pueblos cercanos a buscar lo necesario. Por esta zona abundan las poblaciones rurales y las granjas, pero... bueno, lo hablaremos con el resto del grupo para ver qué opina. Tal vez deberíamos ir a una ciudad... – finalizó el joven con un suspiro sin estar muy convencido con la idea de Matt.


Éste le agradeció que le escuchara elevando el pulgar en señal de aprovación. Tras un rato de caminata, Davis sacó de la mochila de Matt un mapa plastificado y lo extendió sobre el suelo, intentando determinar su posición. Entre las diferentes marcas dibujadas en el mapa, había dos puntos señalados en rojo y otro en azul. El azul marcaba el refugio y el rojo el pueblo al que iban.

–¿Queda mucho? – preguntó Matt a su compañero mientras se acercaba a mirar el mapa.

–Sí, caminando tardaremos unas horas en llegar. –suspiró mientras doblaba el mapa y lo guardaba en la mochila de su compañero.

–Refréscame la memoria. ¿Qué es lo que toca esta vez, Sacedog? –preguntó de nuevo a Davis.

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Hace un par de horas en el refugio...
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En un sillón negro y algo desgastado, se encontraba Matt profundamente dormido en una extraña posición, con un brazo tocando el suelo, una pierna en el cabezal del sillón y la cabeza inclinada hacia atrás, casi fuera del reposabrazos. La estancia estaba iluminada por varias velas. En el centro de la habitación había una gran mesa de madera rodeada por cuatro sillas. En una de ellas se encontraba Davis, y frente a él, un hombre cercano a la treintena con una cicatriz en la mejilla derecha. Aquel hombre, que a simple vista se notaba que era mas alto y musculoso que Davis se encontraba mirando un mapa de la zona.

–Bien, es éste pueblo. –dijo haciendo una marca roja en el mapa.

–¿Estás seguro, Kyle? –preguntó Davis apoyando la barbilla en el puño derecho mientras esperaba respuesta de su compañero.

–Me ha llevado un tiempo dibujar un plano exacto de la zona, pero es fiable. La fábrica de medicamentos se encuentra allí. Créeme.

–Eso espero. Nuestra última incursión fue hace meses, lo último que quiero es caminar varios kilómetros para encontrarme con un pueblo totalmente vacío de suministros. Aún así, ya ha pasado un tiempo. Los saqueadores deben haber limpiado el lugar.

Kyle se cruzó de brazos con expresión seria.

–Una fábrica de medicamentos no es como una farmacia, Davis. No se puede desvalijar así como así. Había cientos de cajas con medicinas en el almacén la primera vez que pasamos por allí. Tú las vistes. Dudo que alguien haya podido llevárselas todas en este tiempo. Y aunque así fuera, seguro que aún queda algo que merezca la pena. Necesitamos esas medicinas.

–Está bien, Matt y yo nos encargaremos. Viajaremos durante la noche. La luz del día nos expone demasiado y no quiero que un grupo de mordedores nos siga hasta dar con este sitio. –dijo Davis poniéndose en pie.

–Estoy de acuerdo. Recordad, coged un poco de todo: antibióticos, analgésicos, antisépticos... Todo lo que podáis cargar nos será útil. También necesitamos pastillas de cloro para el pozo. Es una zona rural así que puede las tiendas locales aún tengan algunas cajas. Ya gastamos las últimas y según Matt el agua empieza a saber rara. Hasta que consigamos beberemos de las botellas que nos quedan. –respondió Kyle levantándose de su asiento y entregándole el mapa.

Davis lo cogió y lo metió en la mochila. Después se acercó a Matt y comenzó a moverlo suavemente mientras intentaba despertarlo llamándolo por su nombre. 

–Matt, despierta, vaaaaamos Matt, tenemos cosas que hacer, Maaaaat... –el joven ya harto de llamarlo suspiró y se giró. Detrás de él Kyle miraba la escena cruzado de brazos y arqueando una ceja.

–¿Tengo que despertarte siempre de malas maneras? ... – dijo al mirar de nuevo al joven dormido.

Davis con una mano le tapó la boca y con la otra le tapó la nariz y se quedó esperando, al poco tiempo el joven durmiente comenzó a moverse y a ponerse poco a poco rojo, hasta que abrió los ojos y se incorporó de golpe mientras comenzaba a tomar aire y su cara volvía a su color natural.

–¿¡Qué ocurre!? – dijo el joven de cabello grisáceo mirando a Davis y Kyle con los ojos como platos.

Kyle volvió junto a Matt y Davis con los trajes y máscaras que usaban para protegerse de la radiación.

–Vístete, tenéis trabajo que hacer esta noche. – le dijo al recién levantando tirándole el traje y el resto de su equipamiento en el sillón y entregándole a Davis el resto de su equipamiento en las manos.

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Tras horas de caminanta, eliminando a los zombies solitarios y esquivando a los grupos más numerosos, los jóvenes llegaron a la entrada del pueblo.

–Ahí está. –dijo Davis contemplando las edificaciones cercanas. 

Ambos se miraron unos instantes y Matt le hizo una especie de reverencia a su compañero con el brazo, invitándole a que entrara él primero. Armados con sus respectivas armas, entraron en el pueblo.

Las calles estaban despejadas, lo que era de agradecer. En su última visitas, hacía cinco meses, todo el pueblo estaba plagado de zombies. Ahora solo ellos caminaban por las silenciosas, oscuras y empapadas calles de aquel pueblucho de mala muerte. Todos los edificios, ya fueran casas o pequeñas tiendas estaban hechas de madera o piedra y se esparcían por ambos lados de la carretera, que llegado a un punto, se dividía en tres direcciones distintas. Fue entonces cuando un rayo iluminó la zona y Matt se percató de algo en una de las casas que tenían a su derecha. El resplandor terminó y todo quedó a oscuras otra vez. Matt le dio un pequeño codazo a su compañero.

–Mira... –dijo Matt señalando a la ventana.

–Así que no estamos solos ¿eh? –contestó Davis algo serio.

A través de los cristales vidriosos por la lluvia pudieron apreciar la figura de un hombre de avanzada edad, de pie frente a la ventana, meciéndose en el sitio como una rama al viento. Su cabeza se alzó al percibir el movimiento de los jóvenes y entonces pudieron contemplar el oscuro vacío de su boca, carente de mandíbula inferior, goteando una sustancia negra sobre el suelo. El ser pareció activarse ante su presencia y golpeó el cristal con las palmas de sus manos, intentando atravesarlo para llegar hasta ellos.

El ruido quedó amortiguado por el sonido de la lluvia, pero Matt y Davis giraron sus cabezas hacia las ventanas y las entradas de las casas y tiendas abiertas a ambos lados de la carretera y divisaron numerosas sombras moviéndose en su interior. Los zombies estaban dentro de los edificios, y de no ser por la lluvia, el zombie de la ventana los hubiera atraído a todos hacia ellos. Registrar el interior de las tiendas quedaba descartado. No querían tentar a la suerte no fuera a que alguno saliera y les echara encima una docena de zombies. Ambos estuvieron de acuerdo en continuar por el camino la derecha, y tras una breve caminata algo captó enormemente su atención.

Los chicos se acercaron a un edificio semi derrumbado en el que se podía ver parte del interior. Era el que buscaban, pero en su última visita no estaba así. En el exterior, bajo un montón de escombros, se encontraban los restos de un helicóptero estrellado. Parecía llevar un tiempo allí, como los dos cadáveres que había en su interior, carbonizados e irreconocibles. El aparato estaba inutilizable, pero lo que más llamaba la atención de ambos chicos y que puso sus sentidos alerta, fue el logotipo que aún se podía leer en el desgastado lateral del helicóptero.

–Esgrip... –dijo finalmente Matt.

–¿Qué harían aquí? –preguntó Sacedog, quien hacía tiempo que sabía de dicha organización y su vinculación con lo ocurrido en Stone City.

–Examinemos los restos. Se me hace raro que Esgrip pudiera estar interesado en este pueblecito –le propuso Matt.

Mientras ambos investigaban el lugar apartando algunos escombros, éstos se vinieron abajo haciendo algo de ruido y dejando ver un hueco por el que podían acceder al interior del edificio. Los jóvenes intercambiaron una breve mirada y decidieron entrar al contemplar los cadáveres de varios soldados en descomposición en el interior de la estancia. Todo permanecía a oscuras y estaba cubierto de polvo. Los chicos encendieron sus linternas y examinaron el lugar. Los soldados muertos habían pertenecido a Esgrip. Davis no tenía ninguna duda sobre ello. Aquel lugar era un completo desastre. Muebles volcados, ordenadores rotos, papeles tirados por el suelo, frascos rotos de medicamentos, fragmentos de cristales...

–No lo entiendo. Este sitio se encargaba de la fabricación de medicamentos y su distribuición entre los pueblos cercanos, ¿no es así? –preguntó Matt.

–Sí. Kyle y yo encontramos este sitio hace meses. No teníamos transporte, así que tuvimos que dejar atrás un montón de cosas. Ha pasado tiempo, pero este lugar estaba en buen estado cuando nos fuimos. Los de Esgrip no estaban aquí... –contestó el joven mientras examinaba unos armarios con varios frascos y cajas.

–¿En serio? ¿Entonces qué hace aquí ese helicóptero? Aquí hay algo que no encaja. ¿Qué podrían querer de este sitio? –respondió Matt mirando a su compañero mientras seguía inspeccionando los medicamentos del armario.

–No tengo ni idea, pero mira, encontré un par de cosas de la lista. –dijo Davis cogiendo un frasco de morfina y unas jeringas. El joven se las pasó a Matt y éste lo guardó todo en su mochila. Pero entonces algo se escuchó en la oscuridad y ambos se pusieron instintivamente en guardia. El silencio pareció volver a reinar por unos momentos.

–Manténte alerta. – le aconsejó Matt a su compañero, pero fue demasiado tarde. Algo agarró del tobillo a Davis y tiró de él haciéndolo caer al suelo. La linterna del joven rodó por el suelo alejándose de él mientras dibujaba extrañas sombras por todo el lugar. Davis comenzó a forcejear con algo que no podía ver, pero podía imaginar perfectamente lo que era. Matt alumbró la escena con su linterna y vio cómo un soldado zombie se había echado encima del chico, pugnando por un pedazo del cuello del muchacho. 

–¡Sace!  –Matt se dispuso a lanzar un machetazo cuando escuchó un nuevo ruido detrás de él.

El joven se giró y vio cómo algunos cadáveres comenzaban a ponerse en pie y se acercaban hacia él. Habían cometido un error al pensar que aquellas cosas estaban descomponiéndose. Por primera vez se dio cuenta de que no todos los cadáveres pertenecían a soldados. También había otros ataviados con batas blancas impregnadas de sangre seca, y monos de trabajo verde. Parecían ser los trabajadores de aquel lugar, y en esos momentos, les estaban bloqueando la salida. Matt volvió a la realidad al escuchar la petición de ayuda de su compañero. El joven se apresuró y apartó al zombie que atacaba a su camarada de una patada y le tendió la mano al chico.

–Vamos, esto se está poniendo feo. –le dijo mientras Davis le agarrando la mano de Matt y se ponía en pie.

Davis recogió su linterna y se alejaron de las criaturas mientras siguieron introduciéndose más y más en el edificio. Marchando a paso ligero, alumbrando cada esquina en busca de una vía de escape que los devolviera a la calle. Lo último que querían era acabar rodeados en una habitación llena de podridos. Se encontraron con más cadáveres en el interior, pero para su suerte, estos no parecían tener intención de volver a levantarse.

Los chicos llegaron a una puerta cerrada con un candado. Un cartel pegado a la pared contigua señalaba que el acceso sólo estaba permitido para el personal autorizado. Davis dejó la linterna sobre la mesa más cercana y dirigió su haz hacia la puerta. El joven alzó su hacha y con el constante gemido de los zombies que se acercaban, comenzó a dar hachazos a la cadena del candado. Matt libraba su propia batalla con los muertos que se acercaban demasiado. Su machete se movía a toda velocidad, degollando cuellos y separando cabezas de sus troncos. 

Tras unos angustiosos momentos, la cadena finalmente cedió. Davis agarró su linterna y abrió la puerta de una patada para entrar en la sala continua con Matt pisándole los talones. Los cadáveres comenzaron a acumularse al otro lado mientras el joven del machete cerraba la puerta y usaba su propio peso para resistir les embestidas de los cadáveres el tiempo suficiente para que su compañero empujara un armario frente a la puerta y bloqueara el acceso. 

–Bueno, esto debería detenerlos... –dijo Davis suspirando aliviado.

–Sí, el único problema es que acabamos de bloquear nuestra única ruta de escape. ¿Por dónde demonios saldremos ahora? 

–No lo sé, pero cuanto antes empecemos a buscar una salida, antes la encontraremos. –respondió Davis.

Entonces escucharon un sonido y ambos alumbraron con las linternas hacia el lugar de donde procedía. Frente a ellos había lo que parecía ser una especie de celda de cristal en medio de una enorme sala. En su interior había algo moviéndose, pero se detuvo ante la presencia de los chicos y se quedó mirándoles desde el otro lado del cristal.

–Ése podrido no saldrá de ahí. Vamos, busquemos una salida. –dijo Davis a Matt.

–Ja ja ja ja ja... ¿Salida? ¿Qué salida? No hay ninguna salida... –dijo una voz que sobresaltó a ambos.

Había sido el zombie de la celda. Pero los zombies no podían hablar... Ambos se acercaron a la pared de cristal de la celda, la cual parecía mas bien una gran caja transparente con algunos agujeros que permitían la ventilación. El ocupante de la celda presentaba un aspecto horrible. La barba grasienta le caía varios centímetros por debajo de la barbilla, dándole aire de naúfrago. Su piel presentaba una tonalidad oscura a causa de la suciedad. Su cabello negro se veía mugriento y alborotado. El hombre, porque no había ninguna duda de que era un hombre y no uno de esos cadáveres putrefactos, estaba casi desnudo y únicamente vestía unos decrépitos calzoncillos negros. Estaba tan delgado que sus huesos parecían grabados sobre su piel como un desagradable relieve. Las amarillentas uñas de sus pies y manos hacían juego con la dentadura incompleta de la que hacía gala su extraño anfitrión. Sus ojos parecían dos pequeñas cuencas en mitad del mar negro en que se habían convertido sus ojeras. 

El hombre dio un primer paso hacia ellos, y se percataron de inmediato de que su andar era idéntico al de los zombies. De no haber hablado, lo habrían tomado por uno de ellos.

–¿Quién eres y qué haces ahí dentro? –preguntó Davis.

El mugriento naúfrago no respondió, y tras una mirada curiosa, se dio la vuelta y regresó al rincón de su celda, donde un puñado de cucarachas correteaban asustadas. El hombre cogió una de ellas entre sus dedos y la dejó caer entre sus carcomidos dientes sin dejar de masticar y relamerse del gusto.

–Ugh... Qué porquería... –exclamó Matt asqueado al ver que una de las patas de la cucaracha sobresalía entre los labios con violenta agitación.

Una vez el hombre hubo terminado su manjar, recogió una pequeña jaula del suelo y sacó de su interior un asustadizo ratón negro. Sin dejar de acariciar su diminuta y peluda cabeza, el naúfrago volvió a acercarse hacia el otro lado del cristal, donde Matt y Davis esperaban con cierto interés.

–Yo... llevo mucho tiempo aquí... Sí. Encerrado... Todo por Esgrip, todo por estar a salvo de los     zombies y la radiación jajajaja... Nadie, nadie me vino a salvar... Jajajaja, todo por la investigación de aquel aparato... Todo por eso, loco, me estoy volviendo loco. Viviendo en condiciones inhumanas... Alimentándome de animales de laboratorio... Yo loco... mis necesidades en una esquina hago jajajaja Aquí dentro hay mal olor, pero los zombies no pueden entrar para comerme jajajaja –el hombre reía y mostraba los pocos dientes que le quedaban en un estado lamentable – ¿Habéis venido a por el aparato? Esgrip os manda, ¿verdad? Ellos me abandonaron... Esos despreciables soldados vinieron a por el aparato, pero murieron en el intento jajajaja –continuó aquel chiflado antes de arrancar de un mordisco la cabeza del ratón y salpicar la pared de cristal con una rosa escarlata. El naúfrago escupió poco después la cabeza del ratón con gesto desagradable.

Davis tuvo que mirar hacia otro lado antes de que las nauseas le obligaran a devolver el desayuno. Matt seguía contemplando la escena con cara de asco, incapaz de apartar la mirada de aquel sangriento espectáculo. El hombre sujetó el cuerpo decapitado del pequeño animal por encima de su cabeza, y como si de una botella se tratara, comenzó a beber la sangre derramada. Matt se preguntó cuánto tiempo llevaría allí dentro aquel chalado. Sabía que jamás sacarían una conversación coherente de él, por lo que decidió ir al grano.

–Has mencionado un aparato. ¿De qué se trata?

En realidad no había esperado una respuesta, pero el hombre apartó la sangrienta cascada de sus labios y respondió:

–Uno raro sí jeje... No sé bien qué es. La gente hablaba... Sí, hablaba mucho durante los descansos. El aparato del que Esgrip obtuvo todo su poder jajaja... Todo lo que fue Esgrip salió de aquello, ¡pero no lo entenderíais! ¡No podéis! No sois más que unos simplones que no entienden nada! –finalizó iracundo golpeando el otro extremo del cristal.

Matt ni siquiera parpadeó ante la repentina furia del prisionero. No le impresionaba demasiado, y estando dentro de aquella celda, no podría hacerles ningún daño. Sin embargo Davis ya se había puesto en marcha y estaba examinando la zona con su linterna. Su búsqueda le había llevado a una enorme mesa de acero, donde había algo que llamó su atención.

–¿Qué coño es esto..? – preguntó contemplando una gran losa de piedra con lo que parecía ser el fósil de un extraño gusano incrustado en ella. 

Davis nunca había visto un gusano tan grande. Tendría al menos el tamaño de su brazo y había quedado fosilizado en la piedra en forma de "S". En su boca parecían apreciarse una numerosa fila de pequeños y afilados dientes.

–¿Desde cuándo se dedica Esgrip a la paleontología? –dijo Davis al hombre de la celda–. ¿Qué hace este fósil aquí?

Matt observó la piedra con el gusano desde la distancia. Desde luego no entendía que pintaba aquello en una fábrica de medicamentos.

–Experimentos... –fue lo único que respondió el hombre mientras se paseaba por la celda como uno de aquellos cadáveres. Al parecer sus ganas de charlar se habían terminado.

–¿Qué ha sido del aparato que vinieron a buscar los soldados? ¡Responde! –preguntó Matt–. ¿Qué te parece si metemos a uno de esos podridos en la celda para que te haga compañía? A lo mejor eso te hace recordar...

La simple idea de que aquella amenaza pudiera ser cierta hizo reaccionar al mugriento naúgrafo.

–¡Está por aquí! ¿Quién sabe para qué lo querrán? Nunca llegué a saber para qué servía... No era tan importante jajajaja –respondió el hombre sin dar una respuesta clara. 

Matt y Davis empezaban a impacientarse. Tenían otros asuntos de los que ocuparse.

–¿Quieres que te saque de ahí? –le propuso Matt, probando con un nuevo enfoque. La idea pareció interesar al prisionero, ya que volvió a aproximarse a la pared de cristal. 

Tanto Matt como Davis estaban interesados en el artefacto. Si los restos de Esgrip habían decidido enviar a todo un pelotón de soldados para recuperarlo en medio del Apocalipsis, debía ser algo muy valioso. A su cabeza vinieron las palabras del hombre de la celda. La raíz del poder de Esgrip. ¿Qué podía significar aquello? 

–Yo... No quiero salir de aquí... El infierno está ahí fuera... Muertos que caminan por todas partes. Por eso estoy aquí... –las palabras del hombre parecían tener un destello de cordura por primera vez en mucho tiempo–. Yo... quise acabar con esto hace meses... Pero no pude. Demasiado cobarde... Demasiado miedo... Esta celda se ha convertido en mi mundo... Y quiero que acabe. ¿Podríais... ayudarme? 

Matt y Davis se miraron durante un largo minuto. El hombre estaba sentado en el suelo de la celda, observándoles con expresión agotada. Matt miró a Davis, quien no parecía muy convencido con hacer lo que les pedía aquel hombre, pero ambos sabían que en su estado no sobreviviría al mundo que había más allá de su celda. La muerte podía ser la mayor muestra de compasión que podían ofrecerle. Morir como un humano era todo un lujo en aquellos días.

–Yo lo haré. –dijo finalmente Matt.

La sonrisa del hombre se alzó sincera y agradecida. Y entonces su escuálido brazo se alzó para señalar un punto concreto en la oscuridad.

Matt alumbró a donde apuntaba y vio una vitrina de seguridad rota. En su interior había un maletín blindado. Al acercarse, vio que la cerradura precisaba de una serie de dígitos para poder ser abierta.

–¿Sabes la combinación? –preguntó Matt, pero el hombre se encogió de hombros, lo cual hizo que el joven suspirara.

–Aún así nos lo llevamos. Puede que consigamos forzar la cerradura. –propuso Davis. 

Matt asintió. Sabía que abrir un maletín de esas características sin la combinación supondría un infierno para ellos, pero si en su interior había algo importante para Esgrip, merecía la pena hacer el esfuerzo.

–Te agradecemos tu ayuda. Ahora te liberaremos... –dijo Davis.

–...y cumpliremos nuestra parte del trato –finalizó Matt con seriedad–. Dinos cómo podemos abrir la celda.

El prisionero les lanzó una mirada avergonzada y depositó una llave en uno de los orificios de la pared de cristal. Durante todo ese tiempo aquel hombre podía haber abandonado su celda cuando hubiera querido. El pánico al mundo exterior había sido su auténtico prisión. 

Davis recogió la llave y se acercó a la puerta, abriendo el cierre. El hombre salió instantes después con su extraño caminar y cayó de rodillas frente a Matt, mirando al joven del machete con una mirada suplicante. Matt tragó saliva y devolvió la mirada al hombre.

–¿Estás seguro de esto..? –preguntó, rezando en su interior para que aquel hombre cambiara de idea. Pero éste no dijo nada. Tan solo se limitó a fijar sus ojos perdidos en los del joven y bajó la cabeza, en señal de asentimiento. Matt dejó caer un suspiro y levantó su machete sobre el pálido cuello del prisionero. Davis observaba la escena con tristeza desde la distancia. 

–¿Cómo te llamas? –preguntó Matt.

–Fred... Mi nombre es Fred –respondió. 

–Bien, Fred –Matt alzó el machete en alto cuando el hombre cerró los ojos y dio las gracias.

De un único y brutal descenso, la hoja del machete separó la cabeza de Fred de su cuerpo y puso fin a su trágica existencia. 

–Pobre infeliz. Espero que muerto obtenga la paz que no consiguió en vida... –dijo Davis con amargura.

Matt no quiso hablar del asunto y pasó a entregarle el maletín blindado a su compañero para que éste pudiera examinarlo. La cubierta era resplandeciente como un espejo y a pesar de su pequeño tamaño, parecía pesar bastante. Transportarlo sería un enorme inconveniente.

–Tal vez Kyle pueda hacer algo para forzarlo –comentó Davis mientras tecleaba una serie de dígitos aleatorios sin resultado alguno–. Desde luego, a mí no se me ocurre nada para abrir esta cosa.

–Ya nos ocuparemos de eso en otro momento. Ahora hay que encontrar la forma de salir de aquí y reunir los medicamentos que nos faltan –indicó Matt.

Con un gesto de cabeza, ambos se pusieron manos a la obra. 

#Sacedog


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