Big Red Mouse Pointer

viernes, 9 de noviembre de 2012

Capítulo 42 - Puma y Eriel

Negras y espesas columnas de humo se alzaban sobre la que antes había sido una bonita ciudad. El olor a podredumbre reinaba en las calles. Todo lo que había sido aquel pequeño lugar había sido destruido. No era ni tan siquiera la sombra de lo que una vez fue. Ya, nada volvería a ser lo mismo. Más allá de la verdad, pronto todo desaparecería.

Pero, no muy lejos de donde se alzaba una de aquellas gigantescas columnas de humo se encontraba una adolescente. Sentada en el bordillo de una acera, con los ojos tapados. Parecía que sostenía algo en cada una de sus, manos. Cualquiera que la hubiera visto habría sabido que lloraba, pero allí no había nadie. El frio del anochecer empezaba a notarse y la chica temblaba levemente, aunque tal vez no fuese por eso.

La joven no podía hacer otra cosa que culparse a sí misma. Se negaba a creer que lo que acababa de suceder fuera cierto. No, no podía haber sucedido. Si tan solo se hubiese dado cuenta antes el aun estaría con ella. “Muerto… por mi culpa, por mi ingenuidad” Apretó con más fuerza sus delicadas manos contra su cara “Dios, he estado ciega, he sido egoísta y una inconsciente…” Las lágrimas corrían por sus mejillas.

No sabía cuánto tiempo había permanecido en esa posición, pero el suficiente como para sentir todo su cuerpo entumecido. No había dejado de darle vueltas a aquel pensamiento desde entonces. “Silver… nunca dejaste de quererla, ¿verdad?” La chica se dio cuenta de que había nostalgia en su tono, aun cuando solo pensaba en voz alta. Las lágrimas seguían corriendo. “Si me hubiese dado cuenta de que no merecía tu amor, él… él aun viviría…” Se le formó un nudo en la boca del estómago.

En ese momento, la joven escuchó un áspero y gutural quejido. Un escalofrío recorrió su espina dorsal de manera totalmente inconsciente, pero no se movió. No, nada tenía sentido ya. Qué más daba la forma de morir. Siguió vagando por sus pensamientos otra vez mientras caminaba sin intentar huir, dejándose llevar por aquella ola de sentimientos contradictorios.

“Jose… tu me querías” otra vez aquel nudo en el estómago “Yo, yo… no fui capaz de darme cuenta, sin embargo siempre estuviste a mi lado a pesar de los pesares, aun sabiendo que yo no te correspondía…” De nuevo escuchó aquel lastimero quejido. Y de nuevo ella siguió sin inmutarse. “Que ciega he sido…”

Ya apenas se divisaba el lugar en el que el sol se había puesto, las últimas zonas bañadas por sus rayos empezaban a terminar de desvanecerse. El silencio imperaba en cada rincón de la ciudad, lo único que enturbiaba aquel silencio era el crepitar del fuego, los sollozos de una chica y las rápidas pisadas de unos jóvenes.

Por un momento, la adolescente pensó que estaba siendo egoísta. Por fin separó las manos de su cara. Tenía los ojos hinchados y enrojecidos, y aun apretaba fuertemente dos objetos con cada mano. Aflojó la presión de uno de sus puños dejando entrever un bonito pendiente, giró la cabeza y abrió la otra mano. La fotografía que había en ella seguía igual de estropeada, incluso un poco peor, estaba algo más arrugada y un poco chamuscada. Suspiró pesadamente mientras se llevaba el pendiente a los labios. “Silver, yo, te deseo que seas feliz” se puso el pendiente con suma delicadeza. Luego, incorporándose, miró la fotografía. Sus ojos aun vidriosos brillaron de emoción. “Jose, tu sacrificio no habrá sido en vano…” Sus pensamientos evocaron a una chica de mechas rosas y mirada seria. “Dyss…”

Entonces, echó a andar sin escoger ningún camino determinado.

No muy lejos de allí, un grupo de adolescentes corría hacia donde se hallaba aquella chica. Mientras, ella, sin ser consciente de ello, seguía andando sin rumbo fijo. Al cabo de unos minutos sus pies ya no le respondieron más y la obligaron a caer cuan larga era contra el duro suelo. Con la cara apoyada en el antebrazo miraba la vasta calle. Hizo un ademan de incorporarse, pero se dio cuenta de que la foto de Jose había caído justo en frente suya, y algo la hizo detenerse. La observó sin moverse. ¿Qué era lo que tanto le llamaba la atención? En aquel preciso momento volvió a escuchar aquel quejido. Pero ahora sonaba peligrosamente cerca. Quiso moverse, pero ante tan brusco movimiento un agudo dolor recorrió cada fibra de su cuerpo. Intentó levantarse otra vez, pero apenas hacían un par de horas que se había librado de una muerte segura cayendo de un edificio desde una segunda planta, no podía pretender tener los reflejos de antes por mucho que lo quisiera. Su cuerpo aun se encontraba bastante magullado.

El quejido gutural volvió sonar demasiado cerca. Pero, estaba intentando levantarse de nuevo, cuando al mirar de reojo la foto de Jose recordó algo. Eso fue suficiente para olvidarse por completo de aquel zombie.

“Yo le conozco,” se dijo frunciendo el ceño “le conozco de antes…” La criatura seguía aproximándose a ella, casi se relamía sus putrefactos labios ante aquel jugoso banquete. Pero la chica, ahora ajena a todo lo que le rodeaba, seguía intentando recordar con todas sus fuerzas. “Debo recordar…” se decía, cerró los ojos con fuerza y se obligó a ello. No sabía el por qué, pero sentía que debía saberlo, que era algo importante. La distancia entre el zombie y ella se estaba acortando por segundos.

Su corazón empezó a latir más rápida e intensamente, su frente estaba ahora perlada de sudor, y sentía como los oídos le zumbaban. “Recuerda, recuerda…” Apretó los dientes con fuerza el corazón por alguna extraña razón empezaba a dolerle, y la cabeza no paraba de darle vueltas. La criatura ya casi podía sentir el calor de la muchacha.

Diez metros… 

“¿De qué le conozco?” El corazón cada vez le pesaba más.

Siete… 

El muerto viviente se preparaba para abalanzarse sobre su víctima.

Cinco… 

El zumbido de sus oídos dio paso a un ensordecedor pitido.

Tres… 

El zombie se lanzó hacia ella con una sonrisa triunfal.

-¡¡¡¡¡MAYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!

Un zombie se lanzaba contra su presa. Una morena chillaba el nombre de otra una bala atravesaba la calle.

Silencio.

El zombie cayó desplomado encima de Maya, inerte. Dyssidia corría hacia ella. De pronto en la mente de Maya una barrera cayó, y entonces, recordó. Abrió mucho los ojos y perdió la visión.

-¡¡¡¡¡MAYAAAAA!!!!!

Dyssidia se arrodilló junto a su hermana y la estrechó entre sus brazos. Su piel estaba demasiado caliente y su corazón latía demasiado rápido. Detrás de ella Dyssidia, notó la presencia de Eriel que permaneció allí, sin atreverse a acercarse más.

-¡¡¡Idiota!!!¡¡¡No me dejes!!! –acercó su frente a la de su hermana y con los ojos anegados en lagrimas la sostuvo con firmeza.

Los demás fueron llegando después de Eriel. Nait, Nika, Puma, Ley, M.A., Selene, Lith… Ninguno se acercó más que Eriel, a excepción de una chica de mechas rosas, que se aproximó a Dyssidia torpemente. Nadie dijo nada.

En media aquella ciudad fantasma solo se oían los gritos desgarradores de una chica que sostenía el cuerpo de la otra como si le fuese la vida en ello.

Las lágrimas corrían por sus mejillas. Nika rodeó a Dyssidia por los hombros en un vano intento de consolarla.

Mientras, el corazón de Maya latía cada vez con intensidad. Estaban demasiado confusos como para darse cuenta de que su piel se había vuelto demasiado pálida.




Nada.

Solo un extenso campo de trigo se extendía en todas direcciones. Una suave brisa mecía dulcemente sus cabellos. Extendió los brazos en un inconsciente intento de sentir esa extraña brisa recorriendo sus dedos.

En su cabeza millones de imágenes se sucedían a una velocidad de vértigo. Aun así, Maya parecía tranquila. De pronto, sintió un fuerte tirón en la boca del estómago y todo a su alrededor se desvaneció.

Súbitamente, se encontró en lo que parecía una habitación de hospital. Allí había tres personas. En las sombras provocadas por las paredes se hallaba un señor mayor sentado en un sillón. A su derecha una joven mujer miraba hacia una extraña camilla que había en el centro de la estancia. Y, tumbada en ella había una niña de aspecto frágil podría tener alrededor de 15 años.

Al ver semejante escena, la intrusa, Maya, palideció.

-Soy… soy yo –musitó, acto seguido se tapó la boca, pero ninguno pareció escucharla.

-El proyecto ha fracasado, señor –dijo la mujer un poco nerviosa, como temiendo la reacción de sus palabras en aquel hombre. Tras un incómodo silencio, él se dignó a hablar.

-Bien –Maya pensó que su voz era desagradable – en ese caso, proceda.

Al oír estas palabras la mujer palideció. Maya al comprenderlas también lo hizo,

-Pero señor… esto, no podemos, no estamos preparados.

Él la miró fríamente y con voz cortante dijo:

-Sabe demasiado.

La imagen volvió a desvanecerse. Y aunque no había sonido, Maya aun seguía escuchando las duras palabras de aquel hombre de avanzada edad. Se tapó los oídos en un intento de dejar de oírlas, pero aquello sonaba en su mente.

Abrió los ojos, y lo que vio le desconcertó. Se hallaba suspendida en medio de la nada, pero lo más impactante fue ver que, en torno a ella, innumerables escenas se sucedían sin descanso. Eran como recuerdos. No, eran recuerdos. Pero, no podía ser, ella no los había vivido, no debería poder saber y ver aquellas cosas.

¿O sí?

Entonces lo recordó todo, aunque esos recuerdos realmente no fuesen suyos. Pero, Maya, lo recordó.

Recordó aquel día en que su hermana había asistido sin que ella lo supiese a una empresa anónima con fines científicos principalmente, para hacer su pequeño aporte al mundo. A su hermana Dyss le apasionaba demasiado aquello como para pararse a pensar si en lo que se estaba metiendo era verdaderamente bueno.

Recordó como el jefe de la empresa el darse cuenta del gran potencial de aquella adolescente y de lo poco que podía confiar en ella, había usado a la hermana pequeña de aquella chica por si alguna vez a Dyssidia se le ocurría la brillante idea de volverse en su contra. Y así fue como ella, Maya, se había visto envuelta en aquellos sucios asuntos de la empresa. Dyssidia nunca llegaría a saber nada de aquello.

Entonces fue cuando le conoció. Maya no había sabido qué hacía en esa extraña habitación, pero Jose apareció de la nada con su amplia sonrisa haciendo que todas sus preocupaciones se desvaneciesen. Aquel día había sido sometida en contra de su voluntad a una peligrosa operación en la que la habían usado como conejillo de indias. Había sido sometida para convertirse en una herramienta de alguien poderoso. Y Jose, ahora lo “recordaba”, él había diseñado aquel proyecto. Para ella sería como ser el típico oráculo de las historias clásicas. Gracias a Jose, ella sería capaz de ver y predecir cosas que una persona normal no sabría. De esta manera el control del mundo estaría asegurado para quien la tuviese en su poder.

Pero algo salió mal.

De nuevo volvió a sentir el tirón en la boca del estómago, y tras un mareo apareció en una pequeña oficina.

-Ha fallado, señor –la voz temblorosa provenía de un hombre de mediana edad y cuerpo enjuto.

-Entonces no hay más remedio, -Maya reconoció aquella desagradable voz, un sonido así no se olvidaba fácilmente. Aquel hombre otra vez… – si eso fallara habríamos de recurrir al programa.

-¿Pro-programa?

-El programa de borrado de memoria, sí –una sonrisa siniestra atravesó su ajada cara – Ya sabes lo que hacer.

-No lo soportará…

-No es nuestro problema.

-Pe-pero si no es más que una niña…

-Esto no es ninguna ONG –sus palabras fueron como puñaladas – proceda.

-S-sí, señor. Pero –sonó indeciso – ¿qué pasará si la niña llamada Maya recuerda?

-¿Si recuerda dices? –rió desdeñosamente – En ese caso su pequeño cerebrito no sería capaz de soportarlo…

-Quiere decir que ella… –volvió a sonreír cruelmente.

La escena volvió a desvanecerse. Pero Maya seguía reviviéndola porque aquella conversación era demasiado importante como para olvidarla. Ella tenía la capacidad de ver cosas que aun no hubiesen sucedido, de predecir, sin haberlas vivido ella misma. Un gran invento, sí, pero ¿a qué precio?

“Un precio demasiado alto” pensó con tristeza. Pero ya no había nada que hacer. Volvió a ver millones de imágenes pasar delante de sus ojos a una velocidad vertiginosa. Vio a Jose, a Silver, a Dyssidia, a M.A., a  todos los que habían aportado algo para que aquel apocalipsis hubiese ocurrido, entre ellos a aquel desagradable hombre mayor, a aquella joven mujer,… Era cierto, sabía demasiado. Su mera existencia era peligrosa, no podían dejar que siguiera con vida. También vio a todos los inocentes que habían sufrido aquella catástrofe sin merecerla. Vio a sus amigos Alice, Ley, Puma, Selene, Nait, Allen, Eriel, Nika, Brian, Cris, Lith…

Ahora su corazón empezó a ralentizarse poco a poco y su piel se volvió tibia. El mundo real aun tiraba fuertemente de ella, aun tenia cosas que hacer. Cerró los ojos y se dejó llevar.




Dyssidia aun sostenía a su hermana pequeña en brazos. Había notado como el corazón de Maya había empezado a volverse más lento y cómo su piel se había vuelto tibia. Aun le quedaba esperanza.

-¿Maya…?

Acarició su pelo mientras la llamaba de nuevo. En ese momento su hermana entreabrió los ojos con cierto esfuerzo. Al ver que en los ojos de su hermana no había rencor, Dyssidia se conmovió.

-Dyss… yo…

-Tsss, calla. Te pondrás bien, ya verás. Selene se encargará de todo.

-No, Dyss, yo ya no…

-Te pondrás bien –su voz tembló casi dejándole sin aliento –Hemos pasado por cosas peores…

-Dyss, yo, estoy orgullosa de haber sido tu hermana pequeña. No me arrepiento de nada –frunció el entrecejo en un gesto de sufrimiento.

-Te pondrás bien, ya verás…

-Siempre estuviste a mi lado Dyss, nunca sabré como compensarte… Pero ante todo, yo –carraspeó buscando algo de aliento –me alegro de ser tu hermana…

Y entonces, su corazón se apagó lentamente. Su mirada se extinguió dirigiendo una última mirada a Silver.

-¿Maya…? –no quería aceptar la realidad –venga, háblame… ¿Maya?

Nadie dijo nada. Nika abrazó a Dyssidia con más fuerza, mientras ella lloraba. Todos contuvieron la respiración sin poder terminar de creerse que Maya ya no estaría más con ellos. Tras unos minutos de incómodo silencio Dyssidia se levantó aun sosteniendo a su hermana y se alejó seguida por Nika. Ninguno las siguió, ese momento solo les pertenecía a ellas. Las esperarían.

Dyssidia terminó de cavar aquel hondo boquete en la tierra del jardín central. Depositó a Maya en su interior con delicadeza y se acercó a su oído.

-Yo también me alegro de haberte tenido como hermana…

Miró a Nika y esta colocó un improvisado ramo de flores en las manos de Maya. Cuando hubieron tapado la improvisada tumba se abrazaron en silencio.

-De alguna manera sé que siempre estaremos juntas.

-Lo sé –Nika la conocía demasiado bien como para no saber lo que estaba sintiendo por eso la abrazó con más fuerza, y Dyssidia lo agradeció. Ahora la necesitaba más que nunca. Se prometió a si misma que no la perdería a ella también.

-Aun nos queda nuestro viaje por ahí, eh.

-Sí –Nika supo que volverían a ser felices – nadie nos lo impedirá, por eso debemos sobrevivir.

-Sobreviviremos, además Maya así lo habría querido…

Su recuerdo siempre estaría con ellas. De alguna manera permanecerían unidas. Además, pensó Dyssidia, ella le había perdonado. Alzó la cabeza y se recostó en el hombro de Nika.

-Volveremos a ser felices.

Y así, cogidas de la mano, se reunieron con el resto del grupo. Aun seguían conmocionados por lo que acababan de presenciar. Eriel en especial se veía algo demacrada, Maya y ella siempre habían estado muy unidas. En general todos estaban dolidos ante aquella perdida. Cuando todos estuvieron reunidos se miraron sin mediar palabra, como esperando. Lith fue el que rompió aquel silencio.

-Debemos irnos si en algo apreciamos nuestras vidas –no pretendía sonar rudo, también había sufrido la pérdida de una amiga, pero su efecto fue una tanto negativo en las expresiones de Dyssidia y Eriel. Sin embargo, Silver lo sacó del apuro.

-Deberíamos irnos, no queda mucho tiempo.

-Sí, hay que moverse, no podemos quedarnos aquí sin más.

En este caso ninguno se opuso, y en silencio siguieron a Silver. Este sosteniendo el mapa los guiaba a través de aquellas calles. De vez en cuando se topaban con algún que otro zombie, pero por lo general intentaban evitarlos. Apenas si quedaban balas y tampoco tenían ganas de enfrentarse a un puñado de zombies. El tiempo apremiaba.

Pasaron lo que parecieron unas horas interminables, y tras una larga caminata se detuvieron para recobrar el aliento. Casi nadie decía nada. Ya no solo por la pérdida de todos sus compañeros: Maya, Alice, Brian, Allen, Riliane, Cris, Jose… sino por ellos mismos.

Eriel observó a Puma sin atreverse a acercarse a él. Quería contarle todo lo que había pensado. Tras la muerte de su mejor amiga se había dado cuenta de que la vida era demasiado valiosa como para desaprovecharla y no perdonar a aquellas personas que significaban algo importante para ella. Puma le había ofendido y le había hecho mucho daño, pero a pesar de todo ella quería que él supiese que le perdonaba, que aun así quería seguir  su lado. Debía hacérselo saber, pero ahora él estaba con Nait y con Selene, esperaría a que estuviese a solas. Entonces se lo contaría todo. En eso estaba pensando Eriel cuando un grito de Ley la sacó de sus ensoñaciones.

-¡¡¡Cuidado!!!¡¡¡Lickers!!!

Se agachó justo a tiempo para que una de esas criaturas no acabase aplastándola, y rodó para separarse lo más posible de ella. Luego echó a correr hacia los demás. Sacó su arma y apuntó a la cabeza del más cercano, pero para su desgracia se había quedado sin balas. A su espalda estaban Ley, Dyssidia, Nika, M.A. y Lith; y un poco más allá Nait, Puma y Selene. Para su alivio comprobó que a algunos aun les quedaba algo de munición.

Tras unos tensos momentos dos de las dos criaturas cayeron inertes a sus pies, mientras una tercera huía de ellos. Todos respiraron aliviados al ver como se alejaba, pero preparados por si se le ocurría volver. Selene se acercó a Lith que había recibido un duro golpe en el antebrazo, e intentaba que su dolor remitiera. Mientras Ley se acercó a comprobar si su hermano y Nait se encontraban bien. Silver ayudó a una temblorosa Lucy a incorporarse, y a su vez, Nika y Dyssidia se abrazaron.

Eriel aprovechando que Puma, ahora, se encontraba solo decidió que era el momento para aclarar sus dudas y contarle todo lo que pensaba. Se encaminó hacia él, pero este sin saber las intenciones de la chica se acercó a un bordillo de la acera para poder rehacerse. Ella apremió el paso, debía contárselo todo ahora. Eso o nunca sería capaz de decírselo.

“Ya casi estoy” se dijo la joven. Entonces, cuando casi estaba a su lado, Eriel pudo ver por el rabillo del ojo como, de entre las sombras de una de las tiendas de la calle se asomaba un licker que ellos no habían podido ver. En aquel momento supo lo que iba a pasar y con el nombre de Puma en los labios saltó sin pensar las consecuencias de lo que iba a hacer. Pero ella solo quería protegerlo, en ese momento nada más era importante.

Puma apenas fue consciente de que la lengua de la criatura se dirigía hacia él, porque Eriel se lanzó contra él empujándolo fuera de su trayectoria. El chico cayó al suelo por la fuerza de aquel empujón, y cuando quiso darse cuenta de lo que acababa de suceder sonaron unos ensordecedores disparos por toda la calle. Las pistolas aun estaban humeantes.

Puma alzó la cabeza y pudo ver frente a sí a Eriel, que lo miraba con los ojos muy abiertos. Lentamente bajó la mirada al estomago de la chica, que estaba empezando a envolver su camiseta en un rojo intenso. Ella se desplomó una vez la lengua de la criatura muerta la soltó.

Al darse cuenta de lo que acababa de suceder Puma corrió hasta donde estaba ella y no se atrevió a cogerla por temor a que su herida empeorase.

-Eriel… -no podía ser cierto que aquello estuviese repitiéndose justo delante de sus ojos.

-Puma… -más sangre fluía por la herida de su estomago.

-Eriel, por favor, no te vayas – ella sonrió no sin cierto esfuerzo, cogió la mano de Puma y la llevó a su mejilla.

-Estas tibio…

-Eriel por favor… -se le hizo un nudo en el estomago, la chica notó como la vida se le escapaba de las manos.


-Yo, me alegro de harte conocido –le dedicó una última sonrisa –Puma… T-te quiero…

#Inma 

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