Big Red Mouse Pointer

domingo, 20 de enero de 2013

Capítulo 46 - Resurreción

El grupo completo se desveló de su inconsciencia un incierto tiempo despues de que la repentina detonación les trasladase unos pocos metros por los aires, estampandoles contra el frio pavimento. Selene y Nait se despertaron antes que el resto, empapados por la amenazante tormenta. Algo doloridos y magullados por el impacto, lograron estabilizarse sobre sus extremidades inferiores ayudandose entre ellos. Con un visaje, confirmaron que se encontraban correctamente; tampoco un perfecto estado, mas al menos ninguno de los pedazos de inmueble les había alcanzado. Tampoco alguno de los sumidos en profundos sueños fue dañado seriamente, unos rasguños como máximo.

El mas contiguo a ambos era Puma; retorcido, emanando desconsuelo, amargura, melancolía, y un sin fin mas de emociones pesares unicamente con observar su dolorido semblante. Su miembro superior se extendía en dirección al cadaver ya sin vida de Eriel, arrebatado de su posesión gracias a la onda expansiva. Unos metros mas alejadas, Dyssidia y Nika, casi fundidas en una única masa de la cercanía entrambas. Y repartidos por la vía, Lith, Silver y Lucy. No divisaron a Ley por la zona.

Agitandoles y llamandoles a voces, todos interrumpieron su siesta. Aún con somnolencia, consiguieron incorporarse con torpeza, mirando a su alrededor varias veces comprobando que los presentes no se hallaban malheridos.

–¿Estais bien? –preguntó Dyssidia, que sostenía de la muñeca a Nika con fuerza, como si su vida dependiese de ello, y la examinaba asegurandose de su positiva salud.
–Creo que no tengo fracturas –respondió Silver. –¿Hay algun herido de gravedad?–. Todos negaron.

Mientras Silver miraba a su alrededor pensativo, Nika se deshizo de los cuidados de niña pequeña realizados por Dyssidia, que principiaban a incomodarla. Por su parte, Puma había vuelto junto a su amor, a quien se abrazaba. Quienes observaban a Silver lo hacían extrañados, esperando una reacción del mancebo.

–¡¿Dónde está Ley?! –exclamó una vez se percató de su ausencia. La sorpresa invadió las mentes.

Ni dos segundos transcurrieron, cuando el rechinar de lo que se percibían como zancadas les alertó de una presencia en el callejón contiguo. No se cortaron en desenfundar el armamento y amenazar al causante del chirrido. Piel sudorosa, empuñadura resbaladiza, temblor generalizado, corazón acelerado. Una sombra se proyectó en el umbrío y húmedo muro. Aumentaron la presión de sus palmas. Los índices se preparaban junto al gatillo, dispuestos a erradicar cualquier criatura que apareciese, a pesar de la escasa munición y el pánico que les recorría. Se aproximaba. Para disparos mas certeros, se recolocaron brevemente. Preparados.

Para sorpresa de los presentes, apareció M.A. doblando la esquina, y la escena que contempló le asustó, tal que se colocó en posición de indefensión para demostrar que no se trataba de una criatura, sin pararse a pensar que aquellos que le encañonaban eran sus compañeros.

–Tranquilidad, soldados –chanceó M.A. una vez tomó conciencia de que sus aliados no le ejecutarían. Eliminaron sus ofensivas hacía su persona.
–Precisamente el tipo a quien deseaba ver –ironizó Silver–. Mi espinazo continua quejandose de tu magistral llave. ¿A que demonios vino eso?
–Lo siento de veras, Silver. No entraba en mis planes que interfirieras en mi camino. Debía poner fin a esto.
–¿A que te refieres con "fin", M.A.? –curioseó Dyssidia.
–Eliminar un estorbo –contestó él friamente.
–¿De que clase, M.A.? ¿Acaso provocaste tu la explosión? –le presionó Silver.
–No he participado en ese suceso. De hecho, me perjudicó. Y parad de asaltarme con vuestras dudas –detuvo a los ansiosos por cargar sus cuestiones en él–. Tengo informacion que os será de importancia.

Un regular e incesante pitido surgió de su costado. El rubio extrajo del saquito de tela de su chaleco un mensáfono, familiarmente conocido como busca. Leyó con atención las cuatro lineas completas enviadas por el remitente "Ley300". A medida que su cerebro retenía cada una de las letras y se dedicaba a procesar la información, su rostro cambiaba de expresión como si se tratase de calzoncillos. Tres destacadas. Sorpresa, miedo, desesperación. Nadie se atrevía a preguntar, ni tan siquiera a acercarse con fin de ojear el mensaje.

–Ah, mierda, mierda, mierda, mierda –blasfemó a elevado tono de voz.
–Silencio, o los zombis nos detectarán –protestó Lith.
–Así que mi hermana no se encuentra aquí, sino que se marchó por su propia cuenta – afirmó para si mismo–. Me ha enviado unas coordenadas que me ayudarán a localizarla.  
–En ese caso, no creo que suponga una grave contrariedad –opinó Selene.
–Tal vez, Selene. Lo verdaderamente preocupante es un aviso de lanzamiento de misiles que impactará de un momento a otro en todas estas malditas ruinas.

Semblantes convertidos en auténticos poemas. Gesticular palabra era practicamente imposible. Atónitos, podría describirseles.

–Van a esterilizarlo todo –asintió Puma; quien no quiso participar en la conversación ni separarse de las carnes de Eriel hasta aquel preciso instante; exceptuando la defensa a la intrusión de M.A.
–Por lo visto no se estaba tirando un farol –murmuró para sus adentros M.A. pensando en el científico.
–¿Así? ¿Por las buenas? Borrar una ciudad del mapa crearía un conflicto inimaginable. Podemos tener una guerra entre manos –explicó Nait.
–Probablemente los magnates del gobierno estén untados hasta las cejas. La organización no se detendrá hasta eliminar todo aquello que le afecte negativamente. Nosotros incluidos –expresó Silver seriamente.
–Según Ley, las instalaciones donde se oculta resistirán a la erradicación de la urbe –informó de nuevo M.A. tras releer el envío comprobando que no hubo perdido ni el mas mínimo ápice de información, mas pasó por alto lo mas crucial. Eso pareció tranquilizarle. Su hermana estaría a salvo. No a ciertas personas. 
–Si eso es verídico –comenzó seriamente Nika– tendremos complicaciones.
–Me lo robaste –señaló Silver. 
–¿Porque? –solicitó estar al corriente Selene.
–Asociados significativos de la organización –se distinguió de un liviano tono de voz. Lucy se decidió a romper su silencio–. Apuesto a que permanecerán en ese escondrijo, aguardando a que pase el peligro. Y no sería una espléndida idea enfrentarnos cara a cara contra ellos. Al menos, no por ahora. Demasiado arriesgado.
–¿Y que pretendes? ¿Ir a la caza de un vehículo? ¿De otro refugio? –dialogó Dyssidia–. Estarás muerta antes de que lo consigas. No sería racional dar palos de ciego. En estas circunstancias, nuestra única esperanza de sobrevivir es ese recinto. Y si para ello se debe acabar con esos hijos de puta, que así sea.
–Silencio –ordenó M.A–. Dyssidia lleva razón. No existe alternativa, y tampoco me apartaré de mi hermana. ¿Objeciones? –Ni una sola–. ¿Lucy? –Amenazantes miradas.
–Como os convenga –aceptó–. No será por no advertiros. 
–Les exterminaremos. Cueste lo que cueste. Por nuestros hermanos caídos –enfatizó Dyssidia esta oración. 
–Eso mismo deseo, chica dura –le contestó Lucy–. Espero que recuerdes esa valentia tuya cuando llegue la hora de combatir.

La gesticulación de Dyssidia indicaba que la ira la invadía. Si Nika no hubiese permanecido a su lado para contenerla y apaciguarla, posiblemente hubiese saltado a la yugular de Lucy, y no precisamente para acaraciarla. No le agradaba que superasen la barrera entre lo cómico y la chuleria, mucho menos tratandose de quien pretendió despojarla de su vida, por mucho aparato de control que portase.

–Chicos –Lith elevaba su mentón hacía el firmamento. Se distinguía una luz que se apresuraba a reunirse con ellos. Por desgracía, no para ir de cañas. No junto al núcleo urbano. Tampoco a exageradas millas de allí. Distancia medía. Proporcionaría unos veinte minutos aproximados antes de arrasar con la integridad del espacio que ocupaban esos restos antaño llamados hogar.
–¡Ya viene! –exclamó M.A.–¡Rápido, corred todo lo que os posibiliten vuestras piernas! ¡Yo os guiaré!

Puma fue el singular que no realizó el acto que prolongaría su existencia, mientras que la totalidad del conjunto sí lo hizo. Se mantuvó arrodillado junto a la jóven difunta. M.A. advirtió sus acciones y precedentemente de esprintar como si no existiese un mañana, y de hecho no existiría si se quedaba parado, le agitó repetidamente acompañando ciertas expresiones.

–Tenemos que marcharnos Puma. No hay tiempo que perder –intentó convencerle con esta típica frase.
–¿Para qué? He perdido. No merece la pena. Eriel era mucho mas importante que mi propia vida. Si no fui lo suficientemente capaz de protegerla, no deseo mi supervivencia.
–Hiciste todo lo que estuvo en tus manos. No te martirizes. El destino es caprichoso. Vamos, no puedes quedarte aquí tirado sin mas esperando a morir. Eso sería una actuación de cobardía. Y tu no lo eres.
–No suelo ser un pusilánime, pero esta vez todo es distinto M.A. –expresó el moreno con un tono tan apagado como triste. –Ella era mi único ser amado.
–Sí la situación fuese alterna, ¿que preferirías que hiciese Eriel? ¿Hundirse o seguir adelante con su vida?
–No es lo mismo.
–Es exactamente lo mismo, Puma. No pienso abandonarte. Nadie lo haría. Debes seguir luchando, no solo por ti, sino por todos. Eriel incluida. No permitas que su sacrifio sea en vano.
–¿Te importaria darme intimidad? Me agradaría despedirme. Te seguiré posteriormente. No creo consumir tiempo en demasía –aceptó finalmente.
–Por supuesto.

M.A. reanudó su sprint. No era fácil abandonarle, mas si permanecía, la presión aumentaría de manera que volveria a sus constantes negativas. Solo necesitaba un poco de soledad. Despedirse. Rezaba porque no se le ocurriese reunirse con ella. Un pensamiento con retardo. M.A. ya hubo avanzado lo suficiente para que no hubiese vuelta atras si decidía realizar una idiotez. ¿Y sus camaradas? Centímetros faltaron para engullirlos. Se forzó a frenar en seco; no obstante, el agua le dificultó. Tornaban una vez determinaron que se retrasaba excesivamente, unicamente para reunirse de nuevo. Se notaba mayor calma entre los presentes. No la suficiente. Como mínimo, M.A. perdió cinco minutos con Puma. Quince para el proyectil autopropulsado.
–¿Donde te escondiste? ¿No nos orientabas tu? –preguntó Silver agitado.
–Sois autenticos linces. Ni dos segundos tardasteis en advertir mi separación de vosotros –manifestó la tardanza ironicamente el rubio.
–Muy chistoso, aunque estas no son las circunstancias oportunas –le aclaró Dyssidia. –Desde ya, obligado quedas a mantenerte delante. Eres tu quien descubrirá como llegar, no nosotros.
–¿Y Puma? –advirtió repentinamente Selene. –¿No se traslada junto a ti?
–Necesitaba desesperadamente conceder el adios terminal a Eriel. Conjeturo que lo concebis–. La abstención de pronunciar vocablos confirmó respuestas afirmativas. 
–Listo –se recibió sonido de eminente volumen a la lejanía. Los confines de su visión unicamente accedían a discernir una varonil figura de la lúgubre penumbra, avanzando a una velocidad comparable a la de un vehículo de carreras profesionales. A medida que la distancia entre el sujeto y ellos se acortaba se vislumbraba con mejoría, suficiente para tomar conciencia de que Puma acudía con rapidez a la colectividad.
–Vienen dos –advirtió Nait una vez contempló en la negrura emancipada por limitado período de las estrellas que la poblan nueva iluminación conjuntando a la anterior. De la nada, apareció otra imperceptible anteriormente. Tres misiles.
–¡Detrás vuestro! –sobresaltó Puma puñal desenvainado. Tarde. Suficientes muertos vivientes para perder el equilibrio empujandoles del omoplato, y al instante, amarrarse a sus carnes soñando con ese delicioso festín. 

La punzante hoja despedida por el moreno quebró el pútrido craneo del zombi que sostenía preso a Silver. Este último se deshizo de su oponente fallecido de un bárbaro rodillazo en el estómago. Obsequiando a su arma el correcto funcionamiento, la dispensó un respiro de su funda, consintiendola a realizar su actividad favorita; vomitar munición. Escupió dos proyectiles de 9mm; cada uno se incrustó en los sesos de dos caminantes, rescatando a Lith y Lucy. 

Paralelamente, Dyssidia se deshizo de quien la apestaba con su repulsivo aliento manteniendo su apetito ocupado con una lata de cerveza vacía que Puma había hecho rodar de un involuntario puntapié. Situación a su favor, atravesó su despellajada frente con una varilla de metal ensangrentada y de un impulso, voló antes de estrellarse, atravesando sus pulmones con un afilado escombro.

Pisadas; esto fue lo que salvó a Nika de ser devorada. El calzado de Dyssidia aplastó repetidamente el lóbulo occipital del muerto viviente con una robustez casi inhumana. ¿Descansar? Solo una vez que ya no respirara. Desenfundando de la empuñadura, salvó al zombi de M.A. No, no es un error. A pesar de que el rubío aparentaba ser el atacado, lo sujetaba con violencia del cuello asfixiandole. Un dato que ella no conocía. 

Nait destrozó un par de costillas a su atacante de un codazo, acto clave en su liberación. A su vez, Selene rodeo al suyo con sus muslos, y lo abatió con un ligero movimiento de cadera.

–Seguidme. No podemos permitirnos perder ni un segundo mas –ordenó M.A.

Obedientes, el íntegro grupo le persiguió atravesando diversas manzanas del barrio, angustiados por la idea de que en cualquier instante los misiles les arrasarían. M.A. se orientaba perfectamente. Un desmedido beneficio. El recorrido resultó pacífico, sin enemigos que incordiasen, excepto por un par de caminantes sin oportunidad para atraparles debido a la velocidad.

Las coordenadas les exigieron avanzar por la superficie de la carretera. Arriesgada recta. La protección frente a los enemigos era practicamente nula. Ocho minutos. Sin elección. Medio kilómetro recorrieron a través del asfalto. En ese preciso instante, M.A. se olvidó del acelerado desplazamiento. Detuvo la marcha de los sobrantes con un gesto de su palma en la nada, indicando que el destino se alzaba frente a sus mismas narices. En un desértico polígono; verdaderamente sorprendente cuando lo corriente es que estuviese abarrotado por los muertos, imagen identica a la de la autopista, contrario a lo que aguardaban; ante una nave industrial bañada por el color verde, completamente vacia y cubierta por el polvo , se ubicaban todos los confusos, absortos por "el refugio" que les serviría de amparo.
–Y aquí estamos –suspiró M.A. examinando con cautela la ruinosa construcción.
–¿Esto? ¿En serio? Este vestigio no se protegería ni a si mismo –se enfureció Nika. 
Recientes ojeadas a las iluminaciones por parte de los presentes. Comenzaban a diferenciarse las cabezas de los misiles de la nocturna atmósfera.
–La organización es inteligente, prudente y metículosa. Lo realizado rapidamente, sin preparación ni pensamiento previo, y carente de provecho, no es lo suyo. Esta nave debe ocultar las instalaciones mencionadas por Ley, o como mínimo, un pasadizo hasta ellas –expresó sus creencias Lucy. 
–O tal vez este inepto nos trajo al punto erroneo –se irritó Dyssidia respecto al orientador M.A.
–No he cometido errata –se exculpó el rubio de sus acusaciones infundamentadas–. Los razonamientos de Lucy suenan acertados. Accedamos y constatemos que son verdaderos.
–Esperad un momento –pidió Silver–. ¿Cómo se nos ha podido olvidar? Seré estupido –se reprochó. –La pena nos ha cegado.
–¿Qué te ocurre? –consultó M.A:
–¿Como no me he percatado antes? Las instalaciones son en realidad el bunker, y esta nave debe ser la entrada a uno de los túneles.
360 segundos. 359.358.357.356.355.

Maya. Maya. Maya. Maya. Maya. Maya. Maya. El nombre que la resucitada recordaba. Se lo atribuyó como propio. El resto de sus recuerdos se desvanecieron como la arena de la playa que se desliza entre los dedos, a pesar de que en el momento de la resurreción, por unas centésimas de segundo, recuperó su íntegra memoría. Y no solo su pasado perdió, sino tambien la mayoría de su educación inculcada durante sus primeros años de vida. 

Conservaba acumulados en el recóndito interior del borde libre de sus diez uñas restos de tierra insertados durante el proceso de excavación de su improvisada tumba, que la condujo nuevamente hasta el mundo de luz y color, agraciada con una segunda oportunidad que muchos codiciarían. Tambien perduró en sus ropajes. 

Sin embargo, una conducta civilada no es propio de quien incluso le es costoso rememorar el lenguaje. Puede que el corazón de Maya latiese nuevamente, pero no el amor en su interior. Ni siquiera conocía ese sentimiento.

Así que, impulsada por sus instintos animales, se escabulló del núcleo de población y puso rumbo a las zonas rurales, no sin apoderarse de un basto machete penetrado en la cavidad ocular de un zombi asesinado, arrancando su globo ocular de un único tirón, y con intención de probarlo en sus papilas gustativas con el fin de comprobar si le serviría de comida, un acto muy repúlsivo, antes de extraerlo del arma blanca y apretarlo con desprecio hasta hacerlo explotar, mas el olor que le produjo le hizo deshechar la idea de acercarlo a su lengua. 


Solo hubo transcurrido un minuto desde la muerte de Eriel cuando esto sucedió.



Agazapado entre los campos de trigo, aligeraba la precipitada huída su grisacea presa. Por infortunio, el machete de la fiera llamada Maya no escapaba a ser vivo. Caminantes o depredadores, enormes o diminutos, vivos o muertos. No discernía. Quien se cruzara con su persona, podía ir rezando un rosario. Escapar al cortante filo de su arma blanca era posible unicamente para fantasmas, quizás ni para ellos. Se desplomó profundamente en el cuello de la víctima. La elevó, posicionando un conejo cubierto de cortes frente a su ceño fruncido. Le olisqueó, e inmediatamente lo desechó ocasionando una colisión con la arada tierra que embadurnó el sembrado del líquido rojo que emanaba de su garganta. 

La pestilencia que se introducía en sus fosas nasales cada vez que percibía el olor de los seres infectados le impedía utilizarlos de alimento. En el caso de que lo hiciese, se transformaría en uno de quienes vagan sin rumbo fijo, no muy distante de su actual comportamiento.

La descarga de agua de nube se detuvo. El líquido transparente que se deslizaba por sus rasgos se coloreó de encarnado cuando reventó el temporal de un zombi a su espalda. Arrancó el machete de él con brutalidad, y se retiró la sangre que la impedían utilizar el sentido de la vista.

–¡Joder! ¡No me sobra tiempo para paseos! ¿Donde estará la carretera?

Maya divisó entre los cultivos una figura, desplazandose sin rumbo fijo mas que el de su supervivencia. Humano. El pronunciante del anterior diálogo. Como ya conocemos, ella no realizaba distinciones. No obstante, no se hubo cruzado con esa especie, otro ejemplar de la suya, hasta entonces. ¿Le perdonaría la vida? 

–E-ne-e-ne-ne-mi-go-go –tartamudeó la fiera; primera evidencia de sus planes respecto al sujeto. A su vez, provocó una incisión diagonal en su carrillo con el agudo extremo de "su instrumento de defensa", del que gotearon lágrimas de sangre unos segundos. Acto seguido, lo empuño con inmejorable sostén por su mango ergonómico. Aplastó una minísima porción del cultivo en su acometida a incalculable rapidez y ligereza en el movimiento hacía el inminente cadaver.

–¡Por fin! –se emocionó el sobreviviente–. ¡La autopista!

Su esperanza no se prolongaría en demasía. Le fue incapaz percatarse de su presencia hasta que el sonido que emitían los acelerados pasos de la furia Maya penetraron en su conducto audítivo. Para entonces, ya era tarde. Se giró sobre su eje en el momento justo para vislumbrar  un conjunto de huesos, musculos y articulaciones que se abalanzaba sobre él desde el aire, machete grotesco en mano. 

El siguiente lapso de tiempo resultó eterno. Maya se había impulsado con un gigantesco salto en la arada tierra con la finalidad de atacar mejor al susodicho, y examinaba su rostro. Aunque jóven, se le notaba demacrado, probablemente por la falta de alimentación. Su torso huesudo y su barba de semanas así lo confirmaban. Impotente ante la situación, pues no portaba ningún tipo de herramienta de defensa mas que sus manos desnudas, se limitó a rogar "¡Espere, soy humano! ¡No lo haga! ¡Noooooooooo!" 

A ella no le importaba lo mas mínimo. Incrustó el acero profundamente en el órgano parenquimatoso, aplanado y oblongo del enflaquezido, que le impelió, provocando el aterrizaje de su parte posterior en materia inorgánica desmenuzable. Maya rodó, tratando de controlar su equilibrio. Exhaló un grito que la aturdió. Sentía como si el robusto pico de un minero le taladrase el encéfalo. ¿Se debía a su reciente asesinato? ¿Escapaba el poco raciocinio que poseía, o por el contrario, regresaba?

Contempló avergonzada sus manos mancilladas por el fluído que unos segundos antes recorría los tejidos de un inocente. Le había despojado de su derecho a la existencia en el planeta Tierra. Se repugnaba. No era su propósito. Había renacido como una especie de máquina, un autentico automatismo, incapaz de realizar acciones voluntarias. Por reveses del destino, debieron ejecutarse modificaciones en ella tras el shock del crimen, que recuperaron su ser, indefinidamente.

–¡Por favor! ¡Ven aquí! –percibió Maya un lastimero gemido a su envés.

¿Alucinacion o realidad? ¿El corazón del difunto continuaba latiendo y este pretendía comunicarse con ella? ¿Rogaba auxilio? Arrastró ambas rótulas hasta alcanzar una posición contigua a él. Efectivamente, el machetazo no había resultado mortal, mas sí provocó una herida de gravedad en la zona del bazo. Su pecho inspiraba y expiraba oxígeno a un ritmo acelerado. Le resultaba muy costoso respirar, incluso aspirando abundantes bocanadas de aire. ¿Podría salvarle y enmendar su error? La deuda pendiente con aquel ser humano quedaría saldada.

Precisaba de concentración. Su paciente se moría. Títulos en medicina no poseía, precisamente, pero cualquiera con un mínimo juicio comprendía que extraer el arma blanca le desangraría inmediatamente. Confiaba en que no perdiera repentinamente ese entendimiento. ¿Cual sería la elección acertada? ¿Aquella que correctamente seleccionada impediría su muerte? Repentinamente, se añadió a su nerviosismo una presta punción en, ya de por sí, su trastornado órgano que se ocupa en la zona anterior y superior de su cráneo. Su memoria se evaporaba nuevamente sin capacidad de remediarlo, y solo comprendía un significado; regresaba a su comportamiento de alimaña. 

Del linde del profundo corte comenzó a brotar una cantidad considerable de sangre, que embadurnó con un color mas vivo la hoja que lo había provocado. La piel del afectado palidecía. Ansiaba una idea que apareciese de la nada. ¿Y si comprimía la herida? Probablemente no funcionase con semejante cortadura, aunque por intentarlo no le perjudicaría. Peor no podría encontrarse. Con algo de pánico, comprimió la zona superior izquierda de su abdomen utilizando el trozo de carne que comprende sus dedos, con el fin de contener la hemorragia.

–Gracias –articuló palabra –por responsabilizarte de un despojo–. Su mirada se extraviaba en el universo. El dolor le inmovilizaba, impidiéndole ver cualquier otra materia.
–No te fuerces a hablar –le solicitó Maya.
–Agradezco enormemente su esfuerzo. Sin embargo, es invalido. No conseguirás detener la pérdida de tejido fluido, y en el remoto caso de que lo lograras, todavía persistiría el problema del inminente desangramiento tras arrancarme el machete. Eso sin tomar en cuenta la posibilidad de que este mismo estuviese infectado. Seguramente has asesinado a varios de ellos con el arma.
–No lo rememoro. No era yo exactamente. Es complicado de explicar. –evadió la respuesta. ¿No me odias? –preguntó de inmediato. 
–Al contrario –recuperó la suficiente energía para sostenerla de la muñeca, interrumpiendo su ocupación, y penetrar en sus pupilas con sus mortecinos iris–. –Acabas de permitirme mi redención. –Maya le contemplaba extrañada–. –Yo te conozco. Tu a mi no. Y nos encontramos. Supongo que es el destino. Ahora puedo revelarlo. Darle una explicación a quien he destrozado. Dudo poseer del tiempo suficiente, así que por favor, no me interrumpa.

Atónita, Maya no entendía ni el mas mínimo ápice del significado de su palabrería. ¿La había espiado en el pasado? ¿Pertenecía a la organización? ¿O simplemente era un vecino en quien nunca se interesó?  Fuese lo que fuese, era improbable que la dañara en tal situación, así que le permitió redimirse como si se tratase de un cura que exculpa los pecados.
–Adelante –dijo Maya liberando su muñeca y regresando a su tarea de curandera.
–Hará unos cuatro años atrás me gradué como científico. También obtuve algunos estudios en medicina, aunque inferiores. Destaqué por mi investigación sobre el comportamiento de la mente humana, y la capacidad de alterarla por completo, como eliminar o añadir recuerdos–. Maya prestó especial atención a su confesión a partir de esto último relatado, incluyendo el hecho de que detuvo su compresión en el corte. ¿Él....? Una repentina punción la atacó nuevamente, forzándola a desatar un alarido al que faltó escasa potencia para desgarrar su conducto entre el paladar y la entrada del esófago.
–Me hallaba yo en mi humilde morada progresando en los experimentos de mi apasionada ciencia –continuó el joven sin prestar atención a la mujer– cuando alguien llamó a mi puerta. Un señor que rondaría los cuarenta años, trajeado, quien me ofreció una invitación del dirigente de la organización para la cual trabajaba con el fin de que colaborase en un proyecto con mi investigación. La segunda opción era la muerte. Me vi obligado a aceptar–. Maya le contemplaba alterada, presionando el puño con el fin de calmar su dolorida mente.
–¿Pretendes decirme...
–Colaboré con un tipo al que los empleados de la compañía llamaban Jose, pero no se si lo hacía por su propia voluntad o por obligación, al igual que yo. Mientras él diseñaba un proyecto  que convertiría a un ser humano en un oráculo capaz de predecir el futuro, lo cual me sonaba mas a magia que a ciencia, yo trabajé en el programa de borrado de memoria, por si ocurría algún inconveniente con el sujeto que sería su conejillo de indias. Es decir, tú. No obstante, otro científico,  Barboza, se entrometió. Le descubrí experimentando contigo en secreto, y me rogó guardase silencio. Respete su petición por miedo a que me reuniera con Dios, y aun bajo esos temores, le espié. A él no le interesaba en absoluto el programa Oráculo. Ansiaba crear un ser superior, con fuerza e inteligencia mas desarrolladas. Creo en ti resistencia a cualquier daño, incluido el virus. Te implantó unos chips neuronales con los que controlarte a distancia. Elaboró una especie de doble tuyo. Y bautizó su plan como Rebirth. Por si todavía dudas, fue él quien provocó tu falsa muerte, con la finalidad de que no se perdiesen los datos retenidos en tus neuronas. Ha ocurrido lo que imaginaba: Oráculo y Rebirth entablan una guerra por tu tenencia, manteniendote en el angosto hilo que separa el recuerdo y el olvido.

Maya se esforzaba en distanciar de sus reflexiones la demencia, pues por lo ocurrido hasta aquel preciso instante, se convencía de que no mentía. Para nada. Y mas evidente tratándose de sus confesiones. He aquí la inexpugnable cuestión. ¿Qué debía hacer con él? Su ira le suplicaba que le provocase el máximo sufrimiento posible. Al fin y al cabo, fue el responsable de que su cerebro se debata en esa crucial encrucijada. Por otra.....

–Ahhhhhhhhhhh –Maya originó un alarido jamás ocasionado por un terrestre, alzando el vuelo de diversos cuervos que merodeaban aguardando comida con la que atiborrar su estómago.
–Bar-bo-za. Or-ga-ni-zación. Mi-sil. Es-pe-ran-za. –balbuceó el científico empleando sus fuerzas finales antes de desplomarse.

Maya retiró sin miramientos el machete de su costado. Esta repentina como inesperada acción provocó que su sangre se expandiese por todo su pecho y vientre, a lo que acompañó un jadeo del insalvable entretanto que establecía distancia entre sus cargados hombros y el sembrado terreno, como si los surcos le hubiesen ensartado con decenas de puntiagudas espadas. Sin siquiera meditarlo, Maya le devolvió a su posición original, para lo que le fue de utilidad su  machete, el cual se hundió sin rechistar en el frontal de su víctima, asesinándole sin piedad. No conforme, extrajo su arma y la hincó de nuevo, mas profundamente incluso. Otra vez. Otra. Otra. Y repitió la operación unas cinco veces como mínimo. Se detuvo una vez hubo causado tanto perjuicio como para que su cerebro no se reactivase. Lo mas extraño de la situación era que no se vislumbraban sentimientos como la ira o el rencor en ella, que parecían evidentes debido a tal sanguinolento. 

–Muer-muer-muer-to –Maya examinó la escena con expresión de impiedad. 

–Continuad rastreando el perímetro. No es contingente el que no se oculte entre lo imperceptible.
–Oteamos inclusive la materia fina. Nones clandestino. Insisto en el equívoco de este “caballero”.
–Imperecedera hasta el extremo, Dyssidia. ¿Es de tu exigencia que lo aclare en el lenguaje de quienes no gozan los privilegios de la oralidad y la audición?
–Dyssidia –la fulminante tercer sajadura del aguzado filo lesionó la integridad del diestro pómulo de Maya sesgadamente. 
–¿Advertiste que no me cautivan tus ocurrencias, M.A.?
–Olvidad vuestra discrepancia. He localizado una candela, camuflada en el recóndito emplazamiento resguardado de avizorados vistazos con un simulado terreno. Accedan raudos. No es conveniente proseguir desaprovechando nuestros terminales segundos de existencia.

Sustentando el asidero de la chabacana arma cuerpo a cuerpo, exteriorizando cólera en su tenebroso aspecto, aproximándose vertiginosamente a su destino, a quien el vulgo designa como nave industrial, Maya se apercibía para degollar sin clemencia a sus ex camaradas. La denominación Dyssidia se retuvo en su menguada retentiva como martirizada primordial.

120 segundos. 

#Naitsirc

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