Big Red Mouse Pointer

viernes, 1 de marzo de 2013

NH2: Capítulo 003 - OSCURAS VISITAS

Si pensaba en cómo había llegado hasta ese lugar, resultaba ridículo… impensable. No tenía una noción exacta del tiempo, dentro de ese hoyo no veía el sol ni la luna. Solo había estado dedicado a un objetivo vano, una misión encomendada por unos seres viles y egoístas… Hacía tanto que no estaba en un sitio cómodo, cálido…

Era un atardecer extraño. 

Sentía un presentimiento perturbador. Una ansiedad por atravesar la puerta de su casa. Quizá todo el ajetreo en el laboratorio estaba destrozando su juicio… El problema mundial por la controversia de Stone City y el supuesto ataque bio-terrorista que había sufrido esa ciudad sureña… por fin tenía un día libre después de tanto tiempo aislado, trabajando en un método de erradicación menos violento para las amenazas biológicas fecundadas en ese acontecimiento.

Metió la llave en la cerradura y abrió la verja de seguridad para tener acceso a la puerta que con solo girar la manilla fue suficiente para abrir.

  – ¡Cariño, estoy en casa! –exclamó con alegría.

Aún así nadie vino a recibirlo… Subió las escaleras directo a la habitación de su recién nacida bebé, Rose. Abrió la puerta y jadeó aterrado observando la cuna volcada sobre un charco de sangre, expandiéndose inexorablemente alrededor de una infantil figura cubierta con una manta de pequeños animales… Ni siquiera pudo encontrar palabra cuando los gritos de Michelle llegaron a sus oídos. Estremecido por el pánico y los escalofríos en su columna entró a la habitación contigua para encontrar a su esposa, ya sin luz en sus ojos, inundándose de un color rojo.

  – Adiós, Doctor Payne.

Aquella voz tan fría fue aun más puntiaguda que bala que le recorrió la cabeza…

En el transcurso de una semana ya estaba de pie, gracias a los médicos especializados de su división… poco más tarde estaba encerrado bajo tierra. 

Obligado a permanecer en un búnker para políticos con otro montón de hombres y mujeres, cada uno reconocido por su excelencia en distintas rama de la ciencia…

Ahora tenía ese aparato frente a sí. Volteó hacia donde provenían los golpeteos, se había encerrado en un compartimiento del laboratorio y esos monstruos trataban de entrar… La razón del porque había sucedido todo aquello estaba ante sus ojos. Aquel… objeto, estuvo sumergido por una cantidad impensable de años entre algo que había sido catalogado por arqueólogos como un cementerio. Pero Payne no se había molestado en prestar atención, sus órdenes eran analizar ese artefacto que los demás habían reconocido como un emisor de ondas que de alguna manera alteraba los niveles de radiación.

La verdad era que, lucía y funcionaba como una baliza. Un maldito faro que atrajo a más de un millar de esas cosas y posteriormente, provocar la caída del refugio para diplomáticos… ¿Cómo pasaba eso? Pues era la incógnita porque jamás había visto un mecanismo similar. No era tecnología moderna… los materiales que le constituían eran arcaicos pero las piezas claves estaban hechas de un compuesto que no pertenecía siquiera a la tabla periódica… 

Sin más no hizo sino ponerse a jorungar siguiendo la lógica. Esas puertas no resistirían para toda la vida…

El resultante fue algo inesperado pero provocaba una sensación de obviedad, la baliza emitía una onda… que con ayuda de la radiación se volvía procesable para el cerebro. Payne lo supo cuando en el laboratorio todos y cada uno de los ratones de prueba enloquecieron y luego se apaciguaron, hundiéndose cada uno en el fondo de sus jaulas. Los golpes contra la puerta también habían cesado.

  – Se están… alejando.



  – ¡Pamela! –Maya estuvo golpeando incesantemente la puerta pero nadie salía a recibirle.
  – El coche no está –dijo M.A. regresando del patio trasero –, lo mejor es que busquemos nuestra propias vías de traslado.
  – Dios, esto… hay que salir de la ciudad cuanto antes –murmuró Inma.

Aquello se volvería un gran nido de esas cosas. Había suficientes personas como para cuadruplicar el número de infectados que cabían en ese avión. El trío salió a la calle e inmediatamente trazaron su ruta.

  – Naitsirc debería estar de guardia aún –afirmó M.A.– Así que vamos primero al punto de control 3.
  – ¿Que hay de los suministros? –preguntó Inma.
  – Están distribuidos en los puntos de control, y Nait, esta turnando la vigilancia en el depósito de armas –le había contestado Maya.
  – Pero… ¿y las provisiones…?
  – Están del otro lado de la ciudad, en paralelo a las armas –fue la respuesta de M.A.
  – ¿No es mas fácil tenerlo todo en un mismo lugar? –habló Inma.
  – Si sufrimos un saqueo, aun tendríamos posibilidades de asegurar los demás depósitos.

Era una pequeña ciudad, un pueblo, era posible llegar a cualquier lado de esta a pie en tan solo minutos pero la situación hacía de los caminos directos, impensables. Se habían resignado a rodear el centro de la ciudad. El caos se estaba sembrado, los gritos y los edificios alrededor del impacto desmoronándose hacían sus pasos inaudibles y congestionaban absolutamente las calles de muerte. Era un infierno que ardiendo debajo de un manto de nubes amarillas.

Habían decenas de coches, sumiéndose en oxido y tierra como toda la ciudad, inutilizados por la falta de combustible o en su mayoría desvalijados para la reparación y modificación de mejores vehículos. Pero todos amontonados en una misma área, a modo de barricada disimulada para el depósito oculto… Tras cruzar a zancadas el cementerio de coches, se posicionaron frente al portón de lo que parecía una cafetería, ya deplorable. M.A. miró hacia los lados para confirmar que solo estaban ellos tres y se aproximó a presionar un pequeño botón junto a los candados de la enorme puerta metálica.

  – ¿Qué haces? –dijo Inma.
  – Llamando a nuestro amigo.

Una larga espera de 10 segundos hizo que el rubio pulsara nuevamente el timbre… la tardanza era excesiva.

Maya se acercó a la pequeña compuerta del portón y notificó el mal estado de la cerradura.

  – Está abierta, la forzaron… –dijo, empujando la puerta con su escopeta.
  – Déjame ir primero –fue la petición de M.A.

Lentamente fue entrando, vigilándose a sí mismo. La iluminación era escasa, la estancia repleta de mesas volcadas y apartadas para garantizar una ruta más rápida de acceso. Miró hacia la barra y no encontró a su amigo donde debería estar. Registraron velozmente la posición y tampoco estaba el intercomunicador que permitía el contacto con los demás puntos de control.

  – Hay que chequear el almacén… –M.A. metió su mano entre los compartimientos de la barra y tanteó hasta dar con lo que buscaba– Toma, Inma.

El rubio le entregó un revolver .38 de cañón corto.

  – Tiene el tambor lleno. Cubre la entrada.
  – Está bien, vayan –dijo ella antes de asentir.

Tras ello, ambos Maya y M.A. se introdujeron a la sala contigua, había una cantidad muy grande de estanterías enormes llenas de utensilios y una que otra caja con consumibles caducos. Era absolutamente oscuro, apenas un leve haz de luz nocturna se entrometía por las pequeñas aperturas a cabeza de las paredes.

  – No veo nada… –confesó Maya.
  – Creo que –M.A. se sacó una diminuta caja metálica del bolsillo y lo abrió a la mitad, era un encendedor– Esto servirá.

Aún con la diminuta llama consiguieron iluminarse el camino. El juego de sombras hacía confuso ese laberinto de muebles inmóviles. M.A. fue incendiando pequeñas cajas apartadas a medida que avanzaba para ganar aún más visibilidad y descubrir qué yacía en las entrañas del almacén.

El sonido de un rechinar metálico los alertó.

  – ¡Cuidado Maya! –advertencia tardía ante una estantería que atrapó a la castaña en una celda de aluminio.

El culpable del atentado comenzó a escabullirse entre los demás estantes aún en pie. A balazos el rubio persiguió aquella silueta. Inmediatamente después corrió en la ayuda de Maya.

  – ¡Detrás de ti! –exclamó ella.

M.A. intentó girar pero antes de actuar recibió un impacto contundente en la parte baja de la espalda haciendo que toda su cintura ardiera entumecida. El sujeto lo tomó de la remera y lo levantó de un solo tirón para luego hacerle caer de espaldas, agravando el dolor. Hizo un esfuerzo por levantarse, mermado por el peso de la rodilla de aquel tipo sobre su esófago, perdiendo todo el aire en un grito ahogado.

Le miró directamente mientras se agitaba. Tenía una máscara antigás conjuntamente con un chaleco de kevlar y unos guantes de tela áspera que cubrían los dedos que se enredaron alrededor su cuello para levantarlo una vez mas y enviarlo directo a una colisión contra una estantería.

Maya iracunda, con una fuerza increíble se deshizo del peso que le retenía y con la malicia resplandeciendo en sus ojos tomó al enmascarado por la retaguardia para clavar su rodilla en su pelvis pero este ni se inmutó. Aquel hombre giró sobre sí mismo y apresó el brazo de la castaña sometiéndola con una torcedura de brazo. Como si fuera una tontería, Maya se liberó y comenzó un envío de puñetazos que no conseguían impactar. Sin embargo, la velocidad fue aumentando hasta tal punto de que incluso patadas comenzaban a amenazar la salud del enemigo.

Fueron dos los golpes suficientes para desestabilizar al enmascarado que pronto comenzó a defenderse, devolviendo impactos que sí alcanzaban a su objetivo pero que apenas causaban efecto en el cuerpo de Maya.

Harta de la situación tomó al tipo del chaleco y lo arrojó igual que a M.A.

  – ¡Maya! –se escuchó a lo profundo…

La susodicha volteó de vuelta a la salida, hacia donde estaba Inma… encañonada por una segunda persona, también escondiendo su cara detrás de una bizarra máscara para filtrar el aire. Este sujeto era mucho más bajo y delgado que el anterior, con una escopeta recortada que apoyaba a la cintura de Inma…

  – ¡Apártate! –exclamó el primer enemigo, justo a tiempo para que su compañero se quitara de la trayectoria que atravesaban las balas de M.A.

Tras ello, Maya abordó de nuevo a su contrincante y lo levantó con extrema facilidad para seguir con la tanda… el enmascarado se sacudió del agarre y con una palanca consiguió arrojarla a lo largo del corredor. Inmediatamente sintió como algo se incrustaba en su brazo y tocaba su hueso.

El cañón del revolver de Inma humeaba con una bala menos para disparar. Otra bala salió para atravesar su hombro y una tercera que no impactó. El hombre intentó escapar pero se cruzó con la firme figura de un rubio que clavó una patada en su pierna y un codazo en la cabeza. Al enmascarado no le importó y simplemente devolvió los impactos a sus costillas antes de cruzar una ráfaga de golpes donde el sujeto incógnito se proclamó vencedor.

Tomó a M.A. y con toda la fuerza que ofrecían sus brazos estrelló su frente contra una pared. Inmediatamente este sintió como todo se nubló ante sí… ¿Cómo podía luchar así después de dos balazos y una buena zurra de las manos de Maya…? Observó por un segundo a su agresor antes de sentir un poderoso pie en la sien, cayendo increíblemente noqueado.

No faltó mucho para que el enmascarado fuera alcanzado por las manos de una castaña bien sacada de quicio. Lo sostuvo por el chaleco y le dio un brutal rodillazo en el estomago antes de tomar su cabeza y repetir el impacto con la rodilla, quebrando uno de los visores de su máscara y enviándolo a directamente al suelo.

Mientras, Inma mantenía una violenta discusión con el compañero del otro enemigo. No estaba acostumbrada a eso, una disputa de plomo de esa altura era algo totalmente nuevo para ella. Asomó la cabeza y entre la inestable luz de las cajas incendiándose encontró a ese mortal ser enmascarado empuñando su escopeta compacta y soltando metralla sin temor a cometer asesinato. En su revólver quedaba una sola bala, necesitaba hacerla valer… Siempre esperó morir a manos de esas cosas… pero que otro superviviente le asesinara nunca estuvo ni entre sus peores miedos. Los vivos, eran infinitamente más peligrosos que los muertos, irónicamente.

Inma salió precipitadamente con su revólver firme, apuntando directamente hacia… nada. ¿Dónde se había metid…? BUM, un golpe en el muslo le hizo caer sobre sus rodillas, se había descuidado. Se reprimió a sí misma una y otra vez hasta que sintió el cañón de la escopeta contra su cuello, preludio de su pronta muerte…

  – ¿Qué quieres? –preguntó Inma.

Necesitaba esa respuesta antes de que apretara el gatillo. Pero lo único que llegó fue la seca empuñadura de la escopeta a su nuca…

Maya envió más puñetazos en vano. Aquel sujeto cometía una labor increíble al evadir la tenacidad de las manos de la castaña. Bloqueó un golpe e intentó doblegarla, pero simplemente no pudo. Más bien el chiste hizo que se rieran de él… Con fuerza lo sostuvo una vez más y levantando su pie, le pateó con la suela del zapato exactamente en el pecho.

El enmascarado atravesó severas estanterías mientras se llevaba todo tipo de utensilios consigo, hasta que su cuerpo se detuvo gracias a la física.

Su compañía se acercó para auxiliarlo.

  – Después de todo, te está pateando el culo… –dijo aquel dueño de la escopeta.
  – Pensé que podría con ella.

Maya ya comenzaba a acercarse.

  – Plan de contingencia.

El más bajo de los enmascarados le entregó una varilla de metal con cables desnudos alrededor y una pequeña caja unida a esta mediante cinta adhesiva. Después simplemente se alejó, dejando a su compañero allí tirado.

El otro sujeto escondió la vara detrás con el antebrazo y esperó a que la castaña llegara hasta él.

  – Voy a matarte… –dijo Maya, con las manos otra vez sobre su chaleco. Sus ojos despedían odio.

Cuando esta le levantó, el enmascarado activó su varilla y está se iluminó con una letal corriente eléctrica. Con todas sus fuerzas la presionó contra la nuca de la castaña, provocando una descarga de 5 mil voltios en toda su columna, sacándola inmediatamente del mundo de los conscientes…

  – ¡Despierta!

Estaba sentada en un prado… era el pasto mas verde que había visto en su vida… era el color más intenso que había visto en su vida…

  – ¡Despierta!

Pero, el cielo era negro… No había nada hasta el final del horizonte.

  – ¡DESPIERTA!

Alguien le acompañaba, solo podía distinguir el bosquejo de su sonrisa… Quería preguntarle quién era, pero su voz se había dado de baja.

  – ¡MAYA!

Su cabeza retumbó con el sonido de su nombre siendo pronunciado, sentía que sus sienes iban a explotar. Que sus ojos escaparían de sus cuencas y sus dientes rechinantes se quebrarían ante la presión que ejercía su mandíbula, cada vez más fuerte.

  – Maya, Maya.

Tanto Inma, como M.A. le estaban aclamando. Con los parpados temblorosos comenzó a recobrar el mandato sobre su cuerpo.

  – Ey, no te muevas –dijo M.A.

La castaña se encontró sentada en una silla plástica, con alambres alrededor de las muñecas y tobillos que no tocaban su piel pero se mantenían muy cerca.

  – ¿Qué pasa? –Maya aún no conseguía ubicarse del todo.

Giró su cabeza y observó a M.A., encadenado de una mano a las tuberías sobresalientes. Inma no estaba muy lejos, atada de ambas manos a otro tubo. Las lamparas inestables hacían que la sala fuera penumbrosa.

  – Los cables tienen un puente a una batería para coche… No los toques –informó el rubio.

Aquel hoyo parecía un sauna… el calor ya comenzaba a sofocar por la falta de la ventilación… Maya observó una mesa a su frente. Había barajas de póker, carta española y monedas de plástico. Todo enmarañado entre telarañas y casi indistinguibles por el polvo. Fue cuando se escuchó un portazo, permitiendo la entrada de aire menos viciado y aquel enmascarado…

Con un caminar pesado llegó hasta la mesa. La volcó para limpiarla y tomó una silla exactamente igual para sentarse.

  – ¡¿Quién eres?! –preguntó Inma, intentando zafarse de su aprisionamiento.

El hombre ni habló, se limitó a extraer una navaja y un encendedor que solía pertenecer a M.A.

Una vez sacó la hoja de la empuñadura, comentó a calentarla con la llama del encendedor.

  – Eres de ESGRIP, ¿no es así? –dijo Maya.
  – No. ESGRIP ya no existe, Maya.

Esa voz metálica, casi seca…

  – ¿Cómo sabes mi nombre?
  – Tus amigos lo gritaron al menos dos veces durante nuestro pequeño altercado.

Estaba respondiendo obviedades, indiferente… Cuando el acero de la navaja se tornó rojo, apagó el encendedor e insertó la hoja en su brazo para buscar la bala de Inma. Los presentes observaron incrédulos ver como ni se inmutaba con el acero caliente revolviendo sus bíceps.

  – ¿Dónde está nuestro amigo? –preguntó M.A.– ¿Está vivo?
  – Respira… –respondió el enmascarado, dejando la bala de Inma sobre la mesa y retrayendo el cuchillo devuelta a su empuñadura.

Inmediatamente se sacó una cajetilla del chaleco y extrajo un cigarrillo. Maya se quedó observando como un líquido salía de su herida de bala, imitando a la sangre… desteñido.

  – ¿Sangre… blanca? –habló Maya.

M.A. se agitó tras las palabras de la castaña.

  – En mi vida solo he conocido a alguien… así –afirmó el rubio.

El hombre incógnito removió la máscara, descubriendo su rostro, uno de los cristales de la máscara se había introducido y había dejado una larga cortada ya casi cerrada, debajo de su oscuro ojo derecho.

  – ¿Puma…?

Puma tomó el cigarro y se lo puso entre los labios, lo encendió y se echó una profunda fumada. Se acomodó en su asiento y montó sus pies sobre la mesa.

  – Puma… ¡S-Somos nosotros! –dijo M.A. alterándose.
  – Ya lo sé –le contestó el pelinegro.
  – ¿Por qué nos haces esto? ¡Somos tus amigos!
  – En un mundo como este… No existen amigos.
  – ¿Qué hay de tu compañerito? ¡¿Ese sí es tu amigo?!

Todos las miradas apuntaron a la entrada… había una chica, adolescente, de cabello negro también y profundos ojos grises.

  – Nosotros no somos amigos… –dijo la pelinegra, esta se acercó enojada a Puma y le arrancó el cigarro de la boca para pisotearlo–… somos: hermanos.

M.A. no entendía realmente lo que sucedía.

  – Pero, aún así ¿Por qué no pudiste hablar directamente conmigo? Pudimos ayudarlos, pudimos refugiar…
  – ¿Refugiarnos? En esta impenetrable fortaleza ¿verdad? –dijo un Puma derrochador de sarcasmo– Tres días estuve en este pueblucho, examinándolo. Y solo tuvimos que entrar caminando… Amontonan chatarra frente a sus lugares de importancia y se llenan de gente inútil creyendo que pueden esconderse como si nada… Ese avión que se estrelló, es un letrero que grita “alimento para fenómenos”.

Se quedaron examinando las palabras del moreno.

  – La única forma de vivir en este nuevo mundo es adaptarse al nuevo estilo de vida... dormir con un ojo abierto y una bala en la recámara… Este pueblo no hará más que provocarles la muerte.

Se guardó silencio por breve instante.

  – Yo vine solo a robar suministros… De los cuales ya ha finiquitado con los alimentos, ahora… tanto Naitsirc, como ustedes, fueron un factor inesperado –confesó Puma– He asesinado a muchos para conseguir lo que quiero, pero…
  – ¿Y por qué no a nosotros? –preguntó M.A.
  – Porque aún no encuentro las armas.
  – Entonces libéranos... y te las daremos. Confianza mutua –dijo Maya.

Puma reflexionó las opciones… y finalmente se puso de pie. Al lado de esa chica tan misteriosa, lucía inmensamente alto.

  – Florr… –le llamó Puma–, tráelo –susurró a su oído.

La chica de cabello negro asintió y se marchó de la estancia. Puma se puso detrás de Maya, y sostuvo sus hombros para murmurarle.

  – Maya… voy a liberarte, algún movimiento brusco y perforaré tu cabeza. Evitemos otro problema –le rogó el moreno.
  – Ah, pues si me lo pides así… No puedo decir que no, Puma –contestó ella.

Puma tomó los cables y los arrancó de un solo tirón.

  – ¿Que no estaban electrificados? –preguntó Inma, desconcertada.
  – Sí, claro… que conveniente encontrar una batería con carga… –respondió Puma.

Maya era libre… El moreno los había dejado como completos tontos. En ese instante entró un hombre, encañonado por Florr, la chica de la mirada gris.

  – ¡Nait! –exclamó Maya acercándosele para confirmar su estado de salud.

Estaba algo aporreado. Se detuvo en seco al observar a Puma sin caretas.

  – A-A ti te conozco –tartamudeó el castaño.
  – No te he visto en mi vida –contestó Puma pasando de él y encaminándose a Florr.

Puma posó su mano sobre su escopeta para que abandonara su actitud amenazante. La quinceañera no confiaba en más persona que él, su “hermano”. Ambos abandonaron la habitación dejando al cuarteto para que hicieran lo que quisieran.

  – ¿No te dio llaves para esto? –preguntó M.A. a Nait, enseñando el candado de sus cadenas.
  – No me ha dado nada… 
  – Ese desgraciado… Nait o Maya… ayúdenme a romper esto.



Puma y Florr estaban en el almacén… El moreno luchaba con una aguja y un hilo para cerrar sus heridas mientras la pelinegra intentaba ayudar vanamente.

  – Creo que n-no es… así, Puma –decía Florr concentrada, guiándole.
  – Calma, Florr… deberías buscar la munición antes de perder tiempo conmigo.

Su mirada preocupada no dejaba de observar la aguja entrar y salir para unir el musculo.

  – No es tan importante para mí –respondió la chica– Quiero verte bien curado...

De entre las estanterías, una silueta surgió apaciguada.

  – Estoy segura de que puedo ayudar con eso…

Apenas Florr observó los ojos de Maya, se levantó del asiento con su dedo en el gatillo de la escopeta recortada, lista para defender la vulnerabilidad de su hermano.

  – Tranquila, muchacha –dijo la castaña con una sonrisa y las manos al nivel de su hombro.

Florr continuó sin moverse.

  – No preocupes… –le dijo Puma– Baja tu arma.

Dirigiendo sus ojos grises hacia él, decidió confiar en su palabra.

  – Ya vuelvo… –informó Florr, desapareciendo velozmente detrás de los estantes.

Maya tomó la aguja de Puma con el hilo, dispuesta a insertarla nuevamente en su brazo.

  – ¿No te duele? –preguntó Maya.
  – Yo… no siento nada.
  – ¿No tienes tacto?
  – Solo siento la aguja entrar y salir, pero nada más.

La castaña asintió impresionada.

  – Por eso no te retorciste de dolor cuando te zurré –dijo desdeñosa. Él solo chasqueó los dientes.

Una vez terminó con su brazo, arrancó lo que restaba del hilo y prosiguió a repetir el procedimiento con su hombro.

  – Puma, creo que nos conocíamos… ¿verdad? 
  – Sí –contestó sobriamente.
  – ¿Nos llevábamos bien…? –dijo casi susurrando.
  – Te odiaba.

La castaña se indignó.

  – ¿Ah, sí? Yo apenas se quién eres.
  – Eras molesta, fastidiabas cada vez que podías y criticabas mi comida como si supieras mucho de cocina –fue la vil respuesta del moreno.

Maya tomó la aguja y se la clavó profundamente en el hombro.

  – ¡Ey! –se quejó.
  – F-Fue un accidente… de todas formas no sientes, ha de ser porque tienes el corazón seco.

Puma dio un resoplido, y ella volvió a lo que de verdad estaba haciendo.
  
  – ¿Qué hiciste, después de todo?
  – Después de Stone City, me encontré solo. Extrañando ese hogar que tú y tu hermana invadieron… extrañándote… e-extrañándolas.

Dijo melancólico. Maya se encontró sorprendida, sin palabras en su vocabulario, algo que no le había pasado en demasiado tiempo.

  – En pocas semanas tuve la mayoría de edad. Y adopté a Florr para compensar lo que mi hermano, Dee, hizo por mí –Puma recobró la firmeza en su voz, escondiendo sus vulnerabilidades– Quise rescatarla de lo mismo por lo que he pasado. Ella, desgraciadamente, tuvo que crecer como yo, rodeada de una mala infancia…

Maya sonrió agraciada a espaldas del hombre. Al fin y al cabo… detrás de esa antipatía, era como un gatito, frágil…

#Puma

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