Big Red Mouse Pointer

sábado, 1 de septiembre de 2012

Capítulo 22 - ¿Papa,mama?

- Cálmate. – ordenó M.A., mientras sujetaba de la ropa de Alice. Estaba bien suplida por el desespero. – Hay que hacerse los sordomudos. Nada de ruido.

- Está bien. – dijo Alice a regañadientes, girando hacia Puma para intentar robarle el arma blanca de sus manos.

- ¿También el machete? ¿Qué te pasa? Aléjate. – reprochaba el pelinegro con tono egoísta, defendiendo la filosa y ensangrentada herramienta de metal.

- Dame… el jo… jodido machete. – estaba a punto de herir la salud del chico cuando Eriel intercedió.

- Ok, calma... ¿Serías tan amable de abrirnos el paso querido Puma? – sugería ella, manipulándolo con una mirada tierna.

Después de rodar los ojos, asintió, desconfiado, para ir a negociar con el primer muerto viviente.

- Piensa rápido. – advirtió Maya antes de aventarle un cuchillo como respaldo, así tendría otra cosa con la que contar.

En ese momento Puma pensó… ¿Por qué carajo no se lo daba a otro? Alice miró totalmente incrédula a la chica que le había sido confidente, la tentación de estrangularla era insoportable. Ella también quería el arma. Maya se encogió de hombros delatando una falsa inocencia… 

Puma listo para practicar la carnicería tronó su cuello antes de toquetear, con la punta del cuchillo, el hombro del cuerpo inerte frente a él. Con un gemido lastimero, aquel ser infrahumano volteó para sonreír. Arduamente el adolescente contuvo sus ganas de vomitar cuando vio los gusanos que salían de los orificios antinaturales en su cara.

Con un simple movimiento del machete, consiguió rebanarle la cabeza destapando su hinchado cerebro, verdoso por la putrefacción.

- El maldito hiede a infierno… - dijo Silver con repugnancia, tapando su nariz con su mano. Hasta el grupo que estaba apartado, recibía ese asqueroso perfume llamado “muerte”.

Poco interesado por prolongar la cosa, Puma frotó el filo del machete contra el suelo para generar un chirrido que atrajera a una cantidad manejable de zombis. El primero sucumbió ante una estocada por debajo de la barbilla, que salió por el tope de su cabeza. Un par más terminaron de pasar a mejor vida sin mucho esfuerzo, de alguna forma, comenzaban a volverse lentos, unos mas que otros… Pero una multitud de ellos no dejaba de ser una amenaza.

Después de poco más de un minuto…

- Listo… - informó un Puma exhausto, rodeado de cadáveres. En busca de un descanso se echó en medio de la calle, apoyado sobre sus rodillas.

- Buen trabajo “Vienes trece”. – felicitaba Maya, sirviendo como soporte a Silver, quién no terminaba de recuperarse de sus heridas. El joven solo le dedicó una no tan motivada mueca de gratitud.

M.A. se le acercó para extenderle la mano pero el muchacho no parecía tener ganas de levantarse, en un buen rato. Entre Eriel y el rubio, se encargaron de sujetar de la playera de Puma para arrastrarlo como un trapo hacia la casa. 

No lo habían notado hasta que se acercaron. Tenían una motocicleta estacionada, que pertenecía al padre de Alice… de colores oscuros, muy bonita y ostentosa ¿Cómo era posible que no se la hubieran robado? La cosa resplandecía con el nombre “cliché”… en realidad importaba muy poco.

Alice se registró nerviosa, intentando encontrar la llave de la puerta frente a ella, pero la había perdido. Milagrosamente recordó que siempre dejaban una copia debajo del tapete para ocasiones inesperadas… La chica irrumpió llena de ansias por ver a los dos seres que más quería, segura de que podría abrazarlos para olvidarse por unos segundos de toda esa pesadilla

- ¿Mamá? ¿Papá? – llamó Alice iluminando la sala. Repitió nueva e inútilmente mientras unas gotas se formaban en el borde de sus ojos. Comenzó a rondar el lugar angustiada, aumentando su decepción…

Obligada a resignarse, se arrojó sobre el sofá en llanto. No había nadie… Y en un caos como ese, que estuvieran fuera de casa le incitaba a pensar lo peor. Maya le abrigó con la calidez de sus brazos, en ese momento se sintió la persona más indicada para hacerlo. Un silencio lúgubre reinó… 

Eriel miró en derredor, ideando una forma de aligerar la situación, extrañada se percató de otra cosa… faltaba a alguien. Se asomó por la ventana para pillar a un sujeto, forcejeando con el encendido de una motocicleta.

- ¿Puma que haces? – preguntó Eriel intrigada, saliendo de la casa, pero él no se aludió. Eriel se sorprendió cuando le vio directamente a la cara. - ¿Estás llorando…?

- ¡Enciende! – ordenó, golpeando el tanque de gasolina de la moto. Pero jamás lo haría, no tenía combustible.

- ¿Qué paso? – la curiosidad de ella se transformaba en preocupación. Fue cuando el pelinegro le mostró su teléfono móvil, la pantalla reflejaba un mensaje de texto, de su hermano.

“Adiós majadero. Discúlpame, ya no lo conseguiré… Pero recuerda que siempre serás mi brother, aquí o allá. Cuidate”… Un nudo se le hizo en la garganta cuando se dio cuenta de que leía una nota de despedida.

- ¿Por qué me hace eso? ¡Se suponía que él cuidaba de mí! … no lo ayudé. Soy un maldito…

- Shh. – acalló Eriel, sellando la boca del chico suavemente con su dedo. – No digas eso. No es tu culpa que todo esto pasara…

- Ojalá esas palabras me quitaran el dolor… Pero… mi única familia, mi mejor amigo… - decía, con la voz entrecortada. - Ya no quiero seguir… estoy aburrido, cansado… Solo me provoca sentarme en medio de la calle a ver a cuantos atraigo antes de que se detenga mi corazón.

Nada concreto corría por la mente de él, ya no sabía que hacer ¿realmente la vida valía la pena?... Eriel no sentía que estaba viendo al muchacho que recién se había cargado a una protesta de caníbales… ahora solo había alguien indefenso.

En un intento por refugiarse, Puma le abrazó desprevenidamente. La noche se veía más oscura que nunca.

# Puma

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