Big Red Mouse Pointer

martes, 11 de septiembre de 2012

Capítulo 40 - Sangre blanca

El centro debía esperar, todos necesitaban tomarse un descanso a tanto vértigo.

Aleatoriamente se aseguraron de que todo estuviera asegurado, ventanas cerradas, puertas bloqueadas. No querían sorpresas en ese lugar que parecía un salón, uno muy grande. Lamentablemente el polvo y todo lo demás no dejaban diferenciar mucho el sitio… 

Selene cortó el hilo con un poco de ayuda de Maya y así finalmente terminó con la herida.

- Son muy buenas en eso. –dijo Naitsirc asombrado con el trabajo tan delicado y perfecto que hicieron juntas. - ¿Selene… cuántos títulos tienes en medicina…?

- Tengo un curso en vuelo de helicópteros. –respondió Selene removiendo la poca sangre que se había escapado de la herida antes de que esta fuera sellada.

Nait sacudió su cara como si algo amargo le hubiera caído en la lengua, encogiendo su cuello. Maya hizo una mueca similar de incredulidad. “I-n-c-r-e-i-b-l-e” pensó. Ella le miró con una sonrisa.

- Estuve en el oriente, ayudando como una fuerza neutral en la guerra... Y debo a decir que conocí nativos que son capaces de curar heridas graves, e incluso internas con MUY pocos recursos.

- ¿Ellos te enseñaron? –preguntó Nait.

- No, fue más bien como un “intercambio” de conocimientos. Pero en ese entonces si yo no tenía una sala clínica entera no era capaz de hacer mucho… Muchas de esas personas ni sabían como se llamaba lo que estaban tratando y aún así sabían como curarlo. Es cuando vemos a ese tipo de gente que nos damos cuenta de que somos unos inútiles. –dijo Selene irónica, guardando sus instrumentos.

El paciente se había desmayado, tanta pérdida de sangre había destruido sus fuerzas. La “doctora” le cubrió la herida con sus propios ropajes y luego se levantó un poco cansada. Maya sin embargo seguía algo arrepentida de ayudar al enemigo, tan solo podía esperar que el esfuerzo rindiera frutos…

M.A. estaba parado cerca de una ventana, melancólico… Se preguntaba si hubiera podido hacer algo más, para evitarlo… La sonrisa de ella estaba marcada en sus ojos, tan linda pero a la vez atormentadora.

- Alice… –musitó agobiado.

- Lo lamento tanto hermano. –dijo Ley al mismo tiempo que sus brazos le rodeaban.

- Ella no volverá… no la volveré a ver. –se dijo el rubio. Las palabras eran como látigos que caían sobre su espalda. – Ley… ¿puedo estar solo un momento…? –le pidió él con una voz suave.

La pelirroja no tuvo intenciones de oponerse. Si en verdad era lo que quería, le complacería… alejándose de su hermano. Observó a un difunto caminando escaleras arriba desde una especie de balcón donde se podía vigilar todo. Era ese chico que había sido apuñalado por Silver y que ahora, había vuelto de la muerte… Su curiosidad era muy grande, siempre lo había sido tenía que preguntarle como fuera acerca de algo tan anormal.

Puma caminaba mientras su mano iba rozando el barandal intentando recordar que demonios estaba pasando… Desde esa altura podía ver casi perfectamente a sus compañeros, casi, gracias a que había una enorme e imponente estatua de un Pegaso en el medio, digna de admirar.

Repentinamente sintió como algo se enganchaba en su mano. La removió bruscamente para darse cuenta de un gran fragmento de vidrio encajado en el barandal de madera. Se miró la palma de la mano y observó una extensa cortada… dejó caer su quijada ante lo que estaba presenciando… Su sangre era pálida, sin color alguno. Y el ardor que debía de crearle semejante incisión no aparecía, no parecía sentir dolor.

- ¿Qué demonios…?

Puma apretó un poco y más “sangre blanca” apareció… Era sangre, estaba seguro, pero no entendía la razón de porqué estaba desteñida. Unos pasos firmes y casi apresurados alertaron al muchacho, de ninguna manera podía permitir que vieran eso, así que tomó un banderín delgado colgante del barandal y lo enredó alrededor de su mano.

- ¡Hola! –saludó Ley. El chico casi que podía adivinar que preguntaría la pelirroja.

- ¿Qué tal? –dijo Puma mirándola de reojo, aún estaba preocupado cubriéndose la herida.

- ¿Cómo es posible que hayas vuelto de los entre muertos? –el pelinegro se sonrió, era algo bastante obvio.

- Pues… no lo sé muy bien… –Puma le miró con más atención, era bastante simpática. Pero… - Oye ¿nos conocemos de algún lado…?

Ella adoptó una pose pensativa.

- Creo… –dijo la pelirroja. Puma rió al darse cuenta.

- ¡Claro! ¡¿Pero como olvidarlo?! En el concierto de Aviador Dro… –Ley se dibujó una sonrisa ante la grata coincidencia. Sin embargo Puma no tardó en pisotearle esa alegría. - Sí, sí. Recuerdo que hubo una riña y me rompiste una botella en la cabeza. Y volviste mierda mi camisa favorita…

- Uhm… también recuerdo eso… –Ley se frotó la nuca mientras bajaba la cabeza y se mordía el labio. - Tuve que golpearte dos veces porque la botella no se quebraba ¿no?...

Las carcajadas de Puma le hicieron saber que no le guardaba rencores.

- Estás loca. Por eso me caes bien. –“alagó” el chico.

- Ha, no estoy loca. Pero de vez en cuando necesitamos agredir a alguien para sentirnos bien… –explicaba la pelirroja. Repentinamente Ley estiró la mano. – Creo que no nos hemos presentado. Me dicen Ley300.

- Yo soy Puma. –dijo el susodicho estrechando manos. Ley vio claramente la venda improvisaba del muchacho.

- ¿Y eso?

- Eh… una larga historia… ¿Y por que te dicen “Ley300”?

- Es… una larga historia.

- Puma… –el pelinegro se giró y una de las esquinas de sus labios se levantó. Eriel estaba parada a tan solo un metro. - ¿Podemos hablar…?

Puma se volvió hacia Ley y esta asintió con la cabeza para que él no se preocupara…

Eriel guió al pelinegro hacia el interior de una oficina. Puma estaba un poco preocupado por la cara seria y acusadora de la chica… Claramente quería escapar de allí pero no le sería tan fácil. Eriel le tomó de la camisa con firmeza y casi agresiva para jalarlo y clavarle un beso en los labios.

Era más que maravilloso sentir de nuevo el dulce sabor de sus labios, para Puma esa la mejor parte de volver de la muerte…

Ambos enredaron los dedos de sus manos.

- No quiero volverte a dejar. –espetó. Inmediatamente ella lo rodeó con sus brazos, juntando las manos en su espalda.

- Si lo haces tendré que revivirte para matarte a ostias de nuevo, canalla.

- Ya lo hiciste una vez… –le hizo recordar Puma aquella escena en las calles. Eriel le dio una fuerte palmada en la espalda aún sin despegarse. El muchacho gimió adolorido para dramatizar la agresión. La chica carcajeaba ante la payasada.

Pero la cara de Eriel no tardó mucho en cambiar… Tenía dudas, que por dentro le quemaban y necesitaba preguntar. Estaba dispuesta a lidiar con las respuestas.

- ¿Colaborabas con la sicópata de Lucy? –Puma con una rara mueca demostró lo incómodo que era asumir ese tema, pero sabía que tarde o temprano la pregunta llegaría de cualquiera.

- Según ella, sí.

- ¿Según ella…?

- Me refiero a que yo ayudaba a mi hermano… en muchas cosas sucias. Pero ella dijo que no era él quién realmente necesitaba esos “mandados”. –aclaró mientras retiraba un rebelde mechón de la cara de Eriel.

- ¿Y esos mandados eran…? –su rostro denotaba reprensión, como la de una madre que pilla a su cachorro en algo indebido.

- En serio no quisiera hablarte de ello. Yo nunca lo hice porque me gustara esto de ser un… criminal. Pero SIEMPRE me he ayudado con mi hermano en muchos aspectos. –explicaba él.- Crecí rodeado de violencia, así que… me causa bastante indiferencia el vandalismo y el hacerle daño a otras personas. Trato de esforzarme para que no se note.

Puma se arrepintió de haber dicho eso, únicamente había conseguido alimentar el ya de por si inmenso interés y la curiosidad de Eriel. Con tan solo ver sus bellos y atentos ojos sabía que ella no se rendiría hasta saberlo todo, o al menos lo suficiente. El chico solo pudo resignarse.

- Eriel. Yo, he robado, he destruido… quemado edificios e incluso he cometido homicidio… –tragó saliva antes de poder continuar. Las manos y brazos de Eriel dejaban de apretarle, se notaba la decepción. Él pudo sentirlo pero para nada le culpaba.- No me arrepiento de nada, pero tampoco estoy orgulloso… fueron solo cosas que debían hacerse por algunas razones que no me importaba cuestionar. Actué en nombre de mi hermano, para ayudarle, como él me ayudaba a mí en todo…

- ¿Jamás te preguntaste por que te pedía esos encargos?

- Nunca me interesó… Pero no soy estúpido, yo sabía que Dee estaba metido en asuntos delicados. Se le veía por encima sus preocupaciones, su estrés, y cada vez que me encargaba algo estaba nervioso, inseguro, como si su vida o la de millones, dependiera de ello… Jamás me atraparon porque simplemente no sentía miedo de hacer lo que hacía y gracias a ello no cometí ningún error… Bueno, solo una vez…

Eriel seguía sorprendida e incrédula ante la extraña distancia en la forma de hablar de Puma, aunque él ya había recalcado su ataraxia… Le costaba creer que fuera tan seco mientras hablaba de homicidio y destrucción, su lógica le llevó a pensar en que él tenía un trauma sicótico… probablemente.

- No supe porqué pasó así pero se suponía que ella estaría sola. “Sofía Salinas”…

Con un empujón, Eriel se apartó de Puma. 

- Dime que no hablas en serio…

- Pues yo… Mi hermano le llamó “fisgona”… Pero el problema fue que no resultó como estaba calculado. Salinas estaba acompañada de una señorita que… tuvo que sufrir las consecuencias de estar también ahí…

Puma se heló cuando una mirada llena de rencor y odio se formó en la cara de Eriel, poco antes de que esta le hiciera voltear con una sonora y fuerte bofetada.

- ¡Sofía y Nataly! Las dos mujeres que asesinaste a sangre fría… ¡ERAN MIS PRIMAS!

Con los ojos vidriosos, Eriel le abofeteó de nuevo con el reverso de su mano y un gran ardor en su interior provocado por la ira y repugnancia que sentía al saber que el chico que tenía en frente y que en algún momento había significado algo para ella, era el causante de una de sus mayores desgracias. Puma después del segundo golpe, escupió un hilacho de sangre y se frotó la mejilla.

- ¡IMBÉCIL! 

Puma detuvo una nueva agresión, sujetando su muñeca y atrapándola con fuerza entre sus brazos para inmovilizarla.

- ¡Eriel! ¡Yo realmente no quería eso!

- ¡Pero lo hiciste Puma! ¡Te odio! ¡TE ODIO! –gritaba ella en llanto, sacudiéndose para intentar liberarse.

- ¡Lo siento! –dijo Puma con la voz entrecortada. Sumamente arrepentido… La lengua, sí era el castigo del cuerpo…

El adolescente la retuvo un corto rato más… Sabía que calmaría su furia, más no su sentimiento de decepción y desprecio.

- Perdóname… te lo ruego. –pedía.

-¿Puedes perdonar a Lucy? ¡¿Eh?! Así como tú no eres capaz de eso, yo tampoco lo seré. –fue el ultimátum que dio Eriel. - ¡Suéltame!

Puma obedeció, y ella simplemente le miró con detestación antes de disponerse a alejarse. El pelinegro intentó seguirla, pero casi comenzando a llorar Eriel se volteó agresiva.

- ¡Aléjate de mí!

Maya apareció atraída por los gritos, acompañada distantemente de Nika. Eriel pasó fugaz por un lado de ellas y Maya miró al chico con preocupación.

- ¿Qué pasó?

- Solo vayan tras ella... –aconsejó él.

… Mientras tanto, Dys esperaba sentada en un banco de madera a que le dijeran que estaba sucediendo. Con una mueca de dolor se acomodó sobre sus posaderas y repentinamente sintió un leve azote en su regazo. Frente a el había un muchacho que le había arrojado un arrugado trapo.

- Puma… –nombró Dyssidia.

- Tú eres la única que me puede explicar esto… –dijo el muchacho, enseñando la sangre blanca que se escapaba de su mano. - Me he enterado que estas metida en todo esto así deberías saber a que se debe esto… ¿Qué me hizo Lucy?

Dys esperó unos segundos y decidió hablar.

- Toda esta situación se debe a un Virus, mejor conocido como… El Agua Gris… básicamente, revive células muertas… pero es más complejo que eso… El Agua Gris fue un fracaso, no resultaba ser lo que necesitaban pero se dieron cuenta de lo que realmente hacía… Levantar a los muertos, zombies… Solo tuvo éxito una sola vez… Con una sola persona.

- ¿Quién? –preguntó Puma.

- Tú…

El muchacho se quedó boquiabierto, mirando su herida…

- La sustancia no es realmente gris… pero destiñe la sangre de la persona que lo lleve… No sabemos de que es capaz ese virus, Puma. Durante las pruebas pareció ser inestable… Te veo muy controlado pero me preocupa que lo lleves en ti, es la primera vez que alguno asimila El Agua Gris. La sangre sin color es uno de los tantos efectos secundarios que hemos visto pero es no se que pueda pasar en una persona que se ha levantado sin convertirse en un caníbal… –dijo Dys realmente seria.

- Suficiente para mí. –contestó Puma.

El pelinegro se puso sobre una rodilla y se arrancó algo que le colgaba de atrás de su cinturón, una no tan pequeña bolsa.

- Yo… Dys… Quiero que aceptes esto como mi regalo de bodas. –Puma colocó la bolsa de tela sobre las piernas de Dyssidia para revelar un cuarteto de granadas.

- Gracias gato, serán muy útiles. –espetó ella tras asentir.

Ambos enredaron sus manos en un firme estrechamiento.

- Cuídate. –dijo él.

- ¿Qué… a donde vas? –preguntó un tanto extrañada.

- A donde sea… No le conviene a nadie que yo me quede por estos lares. –respondió.

Rápida pero silenciosamente, Puma se ingresó en los corredores del salón para perderse de la vista de la castaña.

- Cabrón… –musitó Dys algo preocupada por su colega.

- ¿De casualidad has visto a Puma? –preguntó Maya con una brusca respiración y con un intenso dolor en la espinilla, lucía como si hubiera correteado a alguien…

- Pues… te tengo dos noticias… una mala y una peor.

#Puma

No hay comentarios:

Publicar un comentario